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LOS PERSAS INVADEN GRECIA Con firme audacia, las pequetias ciudades-estado griegas se enfrentaron al vasto Imperio persa. Su victoria, lograda aun alto precio, descansé en los valores de solidaridad ciudadana que impregnaban el espiritu helénico ‘Texto CARLOS GARCIA GUAL ‘ATEDRATCO De FLOLOGIAGREGA CELA UNERS DAD COMPLUTENSE obre la tumba de Esquilo, en la ciudad siciliana de Gela, rezaba la inscripeién: «A Esquilo, ateniense, hijo de Eufori6n, cubre este sepul- cro / porque murié ena tierra de Gela prédiga en trigales. / De su valor podrfa hablar el bosque glorioso de Maratén, /y el medo de larga cabellera que bien lo conoci6.» Bl epitafio no recuerda que Esquilo fue el mas grande dramaturgo de la €poca. Como méximo timbre de gloria, recuerda que pele6, con magnifico coraje, contza los invasores persasen el 490a.C,, en la batalla decisiva para la libertad de Grecia, Alli muti6 heroicamente, segiin Herédoto, su hermano Cinégiro. También huché en Sala tina, diez, afios después. Y compuso el ms impresionante himno de la victoria «en su tragedia Las persas, puesta en escena en el 472 a.C., teniendo a Pericles como corego (esto es, como la persona que sufrag6 los gastos de la representacién), Ast pues, en Gela, ejos de su Atenas natal, ala hora de su muerte, bastaba citar su mayor dia de gloria: Ia jornada de Marat6n. Y eso sucedia en el afio 456 2.C., cuando ya habian transcurrido mds de tres décadas de tan decisiva batalla, le ‘Maratén tivo una enorme resonancia simbélica. Por primera vez una ciudad _griega continental habja ofrecido batalla alas tropas del gigantesco Imperio per- ‘say las habia derrotado. La victoria de sus hoplitas sobre un enemigo aguerrido «¢ imponente inspiré a los atenienses una sensacién de orgullo y confianza en sus propios valores que seria la base de su fatora grandeza, y sustents Ja propagan- da ideol6gica de la democracia. Sin la prometida ayuda de Esparta, nueve mil hoplitas atenienses y un millar de plateos detuvieron la invasi6n de las tropas per- sas, y con una formidable y fariosa em- bestida las empujaron de nuevo al mar. fasta) MARATON: LA CARGA INMORTAL Los persas habfan llegado hasta el Pelo- pponeso para castigar la ayuda prestada por atenienses y eretrios a la gran rebelién antipersa de Jonia, nueve afios atris. Acon- sejados por el tirano Hipias, exiliado por- Ja demoeracia ateniense, haban desem- bbarcado en el ano de Maran, en la costa norte del Atica, con intencién de avanzar desde allf hacia Atenas. Pero, apostados frente a la costa, ante ellos se encontra- ron nueve mil hoplitasatenienses y sus aliados de Platea. Los invasores doblaban en nimero a los griegos y tenfan una imponente fuerza de cabalieria, pero no podian maniobrar bien desde su posicin. ‘Durante ocho dias uno y otro ejército permanecieron frente a frente. Entonces, los persas decidieron reembarcar su caba- Ilerfay enviarla hacia el puerto de Falero para desde al irrumpir en Atenas, donde crefan contar con aliados dispuestosafran- aqueatles la entrada en la ciudad. Apenas advirderon que los persas embarcaban la caballerfa, los atenienses, guiados por ‘Mileiades, se lanzaron en ataque fron- tal, a paso de carga en los ilkimos dos- cientos metros, con toda la rapidez que permitian sus pesadas armadutas, bajo la densa lhuvia de flechas de sus enemigos. Enel combate cuerpo a cuerpo el muro de lanzas y escudos de lafalange griega resul- 16 irresistible, y tras una sangrienta reftiega los persas huyeron en desorden en sus naves. Sobre el cam- po de batalla quedaron seis mil guerreros persas y s6lo ciento noventa griegos. Luego, para acudir 2 la defen sa de Atenas, los mismos hoplitas, dejando un retén ‘en el campo de batalla, cubrieron en ripida marcha los ‘cuarenta kilémetros hasta su ciudad y Hegaron, al dia La pare guerra médica quedé resuelta en una sola batalla, la de Maraton, victoria fulgurante de los defensores de la libertad siguiente, al tiempo que los navios ppersas se avistaban ante el puerto de Falero. También entonces llegaba por fin ante los muros de Atenas el demorado ejército espartano. A los persas s6lo les cupo retirarse La primera guerra médica qued6 as{resuelta con una sola batalla, vic~ toria fulgurante de los defensores de Ja libertad. No es extrafio que los ‘combatientes se convirtieran en un ‘nuevo prototipo de héroes cfvicos y que esa derrota de los aiticos se vie~ ra como un sfmbolo perdurable. La igeneracin de los maratondmacs,sal- vadores de la libertad y la democra~ . Grande y C LA INVENCION DE LOS BARBAROS Surgis asi esa imagen cuasi mitica que opone un mundo asiftico sometido al despotismo oriental frente a un pue- blo libre, regido por leyes, racional y progresista es decir, europeo. Aqui se origina esa t6pica e interesada contrs- posicién de Oriente y Occidente, que pervivirg en el ima- ginario europeo y sé veri més tarde burdamente utiliza- ca con pretextos coloniales, como denuncia Edward Said en su excelente libro Orientalismo, No fue impatcial con elimperio aqueménida, sino ail ala propaganda atenien- DARIO |, LA AMBICION DE PERSIA Dario |, quo rehizo la unidad del Imperio pes, aquejado ce rit ples usurpacioneshered aunque con relativo éxito expansonistas de 10s primeros coberanos aquemeénidas, iro el mise conguistarEscitia, empeno on el que fracesé,y, aungue puso roa cir la rewuelta que habia amenaza do el poder persa en Jona y agro lasumision de Naclay Macedonia, fue vencldo por los ariegos en ‘maraton, Ariba, Dario apr do en una moneda de cro acutada durante su rained (821-486 2c) se, Pero no olvidemos que otros ese tores griegos, como Jenofonte, elogia- ron la educacién persa, y que Herddo- to escribe de los persas con admiracion yrrespeto. ¥ en la corte persa se refie ‘giaron muchos exiliados griegos, no s6lo el tirano Hipias, sino también el propio Temistocles. LA DESUNION DE LOS GRIEGOS ‘Tras constituirse a liga maritima de Delos, Atenas logré consolidar su hegemonia, convirtiéndose en la gran rival de Esparta, que, a su ver, acau- dillaba la liga peloponesia, La larga rivalidad entre las dos ciudades y sus respectivos aliados desemboed, tras un largo espacio de larvados enfren- tamientos y tensiones en la Guerra del Peloponeso (430-404a.C.), que con cluyé con derrota de Atenas y la diso- Iucién de su imperio maritimo. La existencia de rencillas continuas entre las ciudades griegas fue un ras- go manifesto de la politica griega en todas las épocas. Los persas no inten- taron nuevas incursiones bélicas més allé de las costas asicicas, pero saca~ ron partido de esos conflictos y azu- zaron con sus riquezas esas peleas una y otra vez. Con oro persa se recons- ‘ruyeron los Muros Largos de Atenas, derruidos tas la gran derrota de Egos- ptamos ante los espartanos (405 a.C.); Y subsidios persas mitigaron el hambre en Atenas y per- mitieron elevar el sueldo diario a los miembros de la ‘ecclesia, la asamblea del pueblo. ‘Unos afios despuxs de la recuperacién de su poderfo naval, los atenienses guiados por Conén y unidos a los persas de Tiribazo derrotaron en la batalla de Cnido G942.C)a a flota espartana, hundida para siempre, y ‘mis tarde ese sétrapa persa, en nombre del Gran Rey, iba a obligar, en el 386 a.C., a atenienses y espartanos a aceptar las condiciones de paz del tratado de la Paz del Rey o de Antélcidas (segtin el nombre del jefe espar- tano), por el cual las ciudades costeras de Asia Menor y isla de Chipre quedaban bajo dominio persa, mien- ‘ras que otras islas y ciudades mantenfan su autonomfa, vigilada, eso sf, por los persas. Casi cien aftos después de Salamina y Mica, la som- bra del Imperio persa se mantenia en el Egeo, gracias a las rencillas y guerras en que las poles griegas -es decir, Atenas y Esparta—desgastaban su poderio militar. Medio siglo més tarde, Alejandro de Macedonia iba a dar una solucién final, con su invencible impulso, a largo duelo de las cindades griegas y el Imperio aqueménida.. las ambiciones Asi, ntento ant: Los bienes por los que los griegos arricsgaron su vida en el siglo V aC. son todavia hoy los valor Pero volvamos, de nuevo, ala mencionada tragedia de Esqui- lo, para subrayar su perspectiva simbélica y su carfcter excep- cional. Recordemos que Las per= sases, no tan s6lo la obra trégica més antigua que conocemos, sino también la tnica tragedia griega conservada de tema his- t6rico. Sabemios que hubo algu- na mas, como La toma de Mileto y Las fenicias de Frinico, pero ninguna aleanz6 la grandeza poética de Esquilo.) Ea lugar del mito heroico, aqui se ponia en escena un hecho de la historia reciente, un drama realmente vivido por muchos délos espectadoresatenienses. 4 sifepencin TRAGEDIA E HISTORIA eee Los persas se represent6 en el 472 aC., ¢ decir, s6lo ocho afios después de las batallas de Salamina y Platea. Al recor- darlas, se deba al suceso reciente un prestigio miftco. Por otra parte, la for- ma trigica exigfa un enfoque draméti- co propio y un estilo solemne. Esquilo lo sabfa muy bien y por ello no exalta Ia astucia estratégica de los vencedores, sino que con su perspectiva trgica tra- ta del mortifero desastre de los arro- gantes invasores, 0, mejor dicho, dela justa catistrofe a la que el rey Jeres lle- v6a toda su gente, un pueblo valeroso. Jerjes es el protagonista fanesto del drama, el que, con su soberbia, su Fybris, es culpable de la gran guerra y la terrible mortandad de los invasores asidticos, aniquila- dos por los defensores de la libertad griega. El contras- te entre los sumisos siibditos persas y los griegos que luchan por su patria democratica resalta los valores de la cultura griega, a la vez que la valentia de esos cinda- danos que derrotaron a un imperio tan poderoso y 4 un . w ‘Historia de la Grea aniguaF.1 Gtmer Espa, Na, 20 * Antigue Petsia. J Wester Acer, Nad, 203 ‘ Creckn 6 ass Barcelona, 2008 * wwwarehistria com Perec Neocon Poorest r cS ee ee acne)

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