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LUIS GONZALEZ Otra invitacién a la microhistoria p iis In MLE 7 Guitar pare tacos FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO : Fragment de ‘Maeva invtiacton a ta microbistorta Puimera ediién; 1997 1. R.© 1987, Foxoo oe Corrina Boonen Carsetera Pleacho-ajusco, 227; 14200 Miia, DF ISBN 968-16-5188-X Impeeso en México LA ont de Luts Gonzdlez se ha convertido en tuna referencia indispensable para todo aficiona- do 0 profesional de ia bistoria, En particular, sus ‘aportaciones a la historiografia mexicana, st lar- 1ga trayectoria como profesor e investigador y la Populartdad de sus anticulos y conferencias 0 ha- ‘cen uno de los bistoriadores mexicanos mas im- ‘portantes de ese siglo. Se le reconoce no sblo como ‘uno de los discipulas més destacados de Dantel Costo Villegas y uno de los seguidores mas distin- guides de la escuela de los Annales de Fernando Braudel, sino también como maestro del oficio de bistortar, a cuyia sombra se han forjado no pocas -generaciones de historiadores mexicanos en la se- ‘gunda mitad de este siglo. Nacido en San José de Gracia, Micboacén, en 1925, Luis Gonzélez estudio en el Instituto de Cien- cias de Guadalajara, Jalisco, y formé parte de las rimeras generaciones de bistoriadores que se for- ‘maron en B1 Colegio le México. Realize estudios de poxgrado en Paris, y en los archivos bistoricos de Bxpatia realizé una encomiable labor, poco reco- mocida: ademas de llevar a cabo sus propias in- vestigaciones, Luis Gonzillez investigo legajes, fojas » tesoros documentiles para algunos maestros es- afoles, cuyo exito en México les trapecia revist- tar los acervos de su formacion intelectual. A su regreso a México, Gorizalez participé en la ‘magna Historia moderna de México, dirigida por Cosio Villegas, inici6 una fructifera labor autoral en diversas publicactones y wna importante labor académica en El Colegio de México. En 1979 pro- puso la inictatioa de crear Bl Colegio de Michoa- dn, primera insttucion a imagen del Colmex ca- italino y a ta cual ban seguido otros planteles en el interior de la repiiblica mexicana. Con motivo de wn arto sabatico, Luis Gonzélez regresé a su pueblo natal. Resultado de ese viaje fue el libro Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia, que esta bistoria universal de un miniiscu- Jo lugar de ta geografia mexicana, pero cuya bis- toria se vuelve paralelo maytisculo de toda comu- nidad, de cualquier pretérto y de toda: latttud. Ast to demuestra el becho do giie en 1971 la Ame- rican Historical Association le baya concedido el premio Haring y que la edicion francesa titulada Les barrieres de la.solitude Hleve varias ediciones. A a propuesta préctica de realizar una micro- bistoria, Luis Gonzalez agregé en 1973 wna pro- Puesta te6rica que, bajo el titulo de invitacion a la ‘ictohistoria, serfa la formalizactén no solo de la bistoria regional, parroquial, petite histoire, local history 0 microhistonia del terrurio o matria, sino también la declaracisn —mas allée de los carta~ bones ce la academia y de la pedanteria intelec- twal— de una forma de bistoriar mas bumana, franca y abieria a todos los recouecos del pretént- to, Esta propuesta te6rica fue reiterada en 1984 con la publicacién de la Nueva invitacion a la mi- Crohistoria, donde Luis Gonzdlez reunié otra serie de aniculos que corroboran su particular forma de abordar el oficio de bistortar y fos beneficios im- Dlicitos en su forma de wnvestigar. FONDO 2000 se honra en presentar Otra invita- i6n a la microhistori, wna reunt6n de articulos en fa que el lector confirmard que las letras de Luts Gonzalez lo revelan no sélo como uno de los Bistoriadores de nuestro pasado mas ticidos, sino como uno de fos mejores narradores de nuestro presente. Quedan muchos pliegues de la bistoria por descubrir y muchos espacios del variado ‘mosaico de México por investigar. Se reitera aqui la invitacion a conocertes. El arte de la microbistoria* ppresentar una ponencia sobre teoria y mé- todo de la microhistotia, me acerco a uste- des con temor. Mi prictica microhistorica es breve y'no he tenido tiempo de suplir las escasas horas de vuelo con muchas I turas, Me atemoriza enfrentarme a un aud torio donde hay sabios que han consagra- do lo més de su via a la investigacién de su “tier”, No s€ como se atreve a decir algo quien s6lo se dedicé un afto a historiar su pueblo, que desde hace veinticinco afios vive en Ia capital metido en cosas ajenas a la problematica provinciana. Esté Fuera del aleance del ponente expedir conceptos y preceptos de buena ley sobre una materia + Ponencia presentada al Primer Enetentto de Historiadores de Provincl, San lis Pest, 26 de j= Bode 1972 con la que no esti familiarizado y sobre la cual seria tiempo perdido ef dar consejos generales, porque cree con Leuilict y Ariés que “los principios de la historia local son auténomos y aun opuestos a los de la historia general”, “La historia particular es muy dlistinta de fa histori total y colectiva.”! La teoria hist6rica comtin apenas afecta la con- ducta del microhistoriador, pues, como dice Brau del, “no existe una historia, un oficio de historiador, sino oficios, historias, una suma de curiosidades, de puntos de vista, de posibilidades”? El punto de Vista, el tema y los recursos de la microhistoria dlfieren del enfoque, la materia y el instrumental de las historias que tratan del mundo, de una na- cién o de un individuo, Nadie ha puesto en duda Ja distincién entre la meta y ef método microhis- {Gricos y el fin y los medios de la macrohistoria y la biografia. Como es sabido, aparte de los trata- dos generales acerca del saber y el hacer hist6ri- cos, existen estudios sobre el conocimiento y fa hechura de historias universales, historias patrias y biografias, En punto a microhistoria hay poco escrito. Aun- ‘que Ja especie es tan antigua como las otras dos, no cuenta aGn con los te6ricos y metodélogos que ya tienen la historia general y la biografia. El he- ' Paul Leillot, "Défense et Hustaion de Histoire locale", fn Aruna, Colin (eneso-febreo, 1967), . 135; Philippe Ars, ‘Le temps de oie, Monaco, Eons a Rocher, 3984, p 317, ermand Braudel La Distria y las clencla socials, Ma sled, Alianza Editorial, 1958, p- 107, cho puede explicarse por el desdén académico con que fue mirada durante siglos y siglos. Hoy que la gran historia, siguiendo el ejemplo de las ciencias humanas sisteméticas, tiende cada vez mis a la abstracci6n, y que la biografia corre hacia el chis- ‘me puro, la microhistoria ocupa un sitio decoroso en la reptblica de la historia y ya nada justifica ef ‘que no sea objeto de un tratado de teoria y practi- ca que debiera hacerse, por Jo disitnbolo de la ‘materia, con colaboraciOn internacional, Los traba- jos de Douch, Finberg, Goubert, Stone, Powell, Hoskins, Pugh, Leuilliot y ot¥os son apuntes para Ia obra grande, pero todavia no la gran guia de la investigacién microhist6rica? 2 Rober Douch, “Local History", en Martin Ballad (ed), New Movements ithe Study and Teaching of Hite, Blooming: ton, University Press, 1970, pp. 105-115; Reber Douch, Handboce of Local bisory: Dor, Univers of Bisel, 1982 HP. R Finberg, “Local History’, en HP. R. Finberg (ed), Approaches 10 History, Toronto, University of Toronto Pres, 1962, pp. 111125, H.R. Paberg, Te Local Fstorian and Dis Theme, Lowester, Universky Press, 1952 Piere Goubert, “Lec History’, en Daedalus Geto, 1971), pp. W127. W.C. Hoskins, Local History im England, Longmans, 1959, Paul alin, "Défense et Wasration de Fistor lode" en armas, Paris, Colin (enerofebrero, 1967), pp. 154177; W. K. Powell, “Local History in Theory and Practice, en Bulletin of the Insts- tue of Historica! Research (x04, 1958), pp. 41-48; Lawrence Stone, “Eaglsh and United States Local History", en Daedalus Gnvierao, 197D, pp. 125-32. Algunos taastas de teria y método de la historia dedican aparados especiales a ls pro blemas dela micehistova, env elds Guillermo Baer, Jno aiaccin al estudio de la bstria, Barcelona, Bosch, 1957, 626 pps budwig Beatin: Invocduccién a la histor econdmice, La escasez de estudios acerca del asunto que nos redine en este Primer Encuentro de Historia dores de Provincia es sin duda un obsticulo para llegar a conclusiones en firme, pero es también un estimulo para Ja reflexiGn. Lo que se nos ocurra cen este debate puede contabuir a la guia espera- Buenos Ais, Sir, 1965 Ferand Bendel, La tri lac encias soe Nis, alan Eon, 1968 22! fp; Ee Dard, sare sctene be cmer, Ps, Pees Cnvesa tes de Rance: 166, 161 ppc Homer Caey Hock, Tbe Gril Med on tore esearch ond Wain, aera York The allan Company. 1980, 359 pp. Pedi Net she BK lied ye tis conidia tira para ta vida, Doeros Ales, Bak, 198, “Thedr Scheer dat ert como enc ios Aes, Su 1990, 165 pps Len Hk, tat da cri Bors Paris, Armand Colin, 1963, 221 pp.; Benedetto Croce, La hist 1 como hasana de la hberad, Mexico, Fondo de Cut Exandmia, 192,309 pp. Tambien se ocupan Ge mihi tori algunos autores de dia, omy Marcel Retard, "Tensor de hte eee problems Pa Presses verses de Panes, 1957, 144 ps AL Rowse, Toe Lae of "itor, onde, The Bgl Unies Pes, 1963, 213 pos louis emits, Meola ola tots, Barnes Aes, toil Cos, 1968, 107 pp En as tres dea histone se pueden espgar neta nee el aspect semi el Sc Intestin, emo hotenes de mueste Mathew Fsasros (ct ald, The Development of Historograply, Warburg The ucpote Co, 1954471 ppg Foner fra dela Port. {rats modema, Buenos Kies, Edtotl Nova, 1959, vole GP. Gewch, Historie e hturadones ono se ae ie indo de Cutis feondmic, 192; hngel de Cuber, Hi tata de a bsorngafe nineai, Doe Ae, ce, 983, 36 pss W-Thompnon, Poy of orcad Wig, Nee. wa York, Maclin, 938, 2 as da, No vamos a recorrer un camino hecho, y por Jo mismo, es posible ayudar a construrlo, Como principio de cuentas, todavia cabe ser pa- dino de la criatura, La he venido lamando micro- historia, pero ni este nombre ni otras con los que se la designa son universalmente aceptados. En Francia, Inglaterra y los Estados Unidos la llaman historia local. Es de suponer que han convenido ten este nombre, no porque sea llano, Facil y aun sabroso, sino por tratarse de un conocimiento en- tietenido la mayorfa de las veces en la vida hu- ‘mana monicipal o provincial, por oposicién a la ‘general 0 nacional. Con todo, Ia denominacién se Presta 2 equivocos y dice poco de la caracterist mayor de la especie. Una historia del Vaticano pue- de ser llamada local por el estrecho ambito de que se tata, pero Ja gran mayorfa de las historias vati canas clifleren, por el modo de ser, de las lamadas historias locales. Un estudio acerca de los grupos de matehualenses dispetsos en varios puntos dle México y Jos Estados Unidos no se constrife aun espacio municipal o provincial, ¥, pese a es0, puc~ de ser una historia de las llamadas locales. Y es que aqui lo importante no es el tamatio de la sede don- de se desarrolla sino la pequeftez. y cohesi6n del ‘grupo que se estudia, 10 mindsculo de las cosas aque se cuentan acerca de él y la miopia con que s¢ las enfoca El titulo de petite histoire, acuftado por los fran- ceses, podifa ser un buen nombre, si por eso no se entendiera un género de muy mala reputacién. los lectores saben que la petite bistotre que circu- ta en el mercado refiere vidas intimas, crimenes y ejercicios de alcoba de personajes célebres. Lo que hia llevaclo el rénulo de petite bistoirey se ha trad ido al espafol como historia menuda, no se pare- ‘ce a nuestra disciplina; es més bien un subproduc- to de la biografia hecho para divertira un pGblico ftivoto, Gientamente hay microhistorias que por afin exhaustivo recogen multitud de hechos insignifi ‘antes, ¥ que por este vicio o flaqueza han mere ido ef apetatvo de historias anecdéticas, pero la mayorta de las microhistorias no eaen en la min cia sin cola y, sobre todo, no son un simple cats. logo de pormenores sueitos, sin liga. Un reperto- io de anécdotas puede, en un caso dado, Servit de fuente a un microhistoriador pero nunca Se con- fundira con un buen libro de microhistoria.# Segtin Bauer en los paises de lengua alemana se usin mas 0 menos indistintamente los térmi- nos de historia regional, historia urbana y aun el dle geografia historia para denominar a la especie aqui llamada mictohistoria, E! primer tésmino tie- ne las mismas desventajas que el de historia local y algunas otras, El segundo toma la parte. por el todo. Aun cuando cualquier historia urbana fue- se microhistoria, muchas de las mictohistorias no 4 Benedeto Croce, a hiterta como bazata ton tt ma om 3 W. Bauer, Introduccion al estudio deta bistoria, 3a. ed, Barcelona, Bese, 1957, pp. 16410) son historias urbanas. Por otra parte, algunas histo- rias de ciudades, especialmente cuando tratan del tigen historico-juridico o de la proyeccion nacio- nal o internacional de la ciudad, no estén trtadas microhistoricamente. La inadecuacién del tercer rotulo, el de geografia hist6rica sata ala vista y no merece discutcse. Nietasche distingui6 tres tipos de historia: la mo- rnumenial, la critica y la anticuatia 0 arqueoi6gica Acesta titima la defini6 como la que “con fidelidad ¥y amor vuelve sus mitadas al solar natal” y gusta de lo pequeno, restringido, antiguo, arquecl6gico * ghcaso no es a esto a lo que le buscamos nombre? Entonces apor qué no designarla con los calif tivos de Nietzsche? La denominacién de historia anticuaria no serfa injusta si la palabra anticuario en espaol no fuera despectiva 6 no nos remitiera al que colecciona antiguallas y negocia con ellas, Por otros motives, tampoco nos sirven los membre- tes de historia arqueolégica y arqueologia, Esos nombres ya le cortesponden por derecho de pri ‘mer ocupante a la ciencia que tiene por objeto las formas tangibles y visibles que conservan la huella de una actividad humana. Después de haber examinado las ventajas y los inconvenientes de media docena de nombres, me Gecil por et uso de microhistoria en el subtitulo y ‘ Priedeich Nitascho, De la utidad los tnconventontes de los estudies bistrics par la vida, Buenos Ales, Dall, 1965, p.25, 3 4 cn el prélogo de Pueblo en vilo? A don Daniel Cosfo Villegas la palabra le parecié pedante. Fer- rand Braudel la usa para designar la “narracién de acontecimientos que se inscriben en el tiempo cor- to"? Es un término que recuerda los de microso- ciologia y microeconomia, y que, por lo mismo, 1 €s tan inoportuno ni tan pedante. Pese al valor que le dé Braudel, un vocablo inédito 0 casi, to- davia sin signficacion conereta reconocida, y si no Bell, si eficaz para designar una historia gene- ralmente tachonada de minucias, devota de fo ve- tusto y de la patia chica, y que comprende denteo de sus dominios 2 dos oficios tan viejos como Jo son a historia urbana y la pueblerina. No hay que echar en saco roto, sin embargo, la objecién de algunos colegas asistentes al Congre- so de Historia del Noreste de México, reuiido en “Monterrey a a'salida del verano de 1971. Ali se dijo que el término microhistoria huele a desdefioso, Si es asf, menos se puede recomendar ef mem: brete de minihistoria que ademas de eso seria hi brido, Quiza sea mis incontiovertible aunque me- nos precisa la denominacién de historia concreta ppara un oficio ocupado en un mundo de relacio= nes personales inmediatas. ‘por qué no darle ala criatura un nombre que 7 Luis Gonailez, Pueblo em ol. Mlerabistorta de Sa Js de Gracia, México, Ei Colegio de México, 1968, 28. ed: 1972 "nis Gonsiler, La er donde estames, México, Bare le Zamora, 1971. Vid. "Presentacn” pee Datel Cosfo Villegas. Braudel, op cit, p. 123. adie ha usado? A primera vista lo insolito cae mal Ia idea de llamarie historia patnia a fa del ancho, po- deroso, varonil y racional mundo del padre qui Fue mai recibida en los comienzos. Patria y patrio- taya son palabras de uso comtin, Matria y matriota podrian serio. Matria, en contraposici6n a patria, designaria el mundo pequefio, débil, femenino, sentimental de la madre; es decir, la familia, el te- rraf, la lamada hasta ahora patria chica. Si nos atrevemos a romper con la iradici6n lingdistica, el término de historia matria le viene como anillo al edo a la mentada microhistoria, El vocabio de historia matria puede resolver el problema de la cenominacién, ‘También, en plan de aventura, podriamos edop- tar el nombre de historia yin. Quién no sabe que en el taoismo el aliento yin es el femenino, con- servadbor, telirico, suave, oscuro y doloroso? Histo- sa matria, historia yin, metrohistoria, microhistoria, historia paroquial, pero no una palabrota como microhistoriografia. Tampoco es nevesatio para seguir adelante dar con el nombre justo. Sin él se ha eiercido la especie darante dos mil anos, HISTORIA Como la mayoria de las especies del género his- t6rico, la que nos ocupa naci6 en Grecia, En Alfon- 50 Reyes se lee que en la época alejandrina hubo “un tipo intermedi, el de los anticuarios", que a 15 6 veces recopilé tradiciones locales y otras investigé la literatura “para esclarecer la historia 0 su esce- nario geogréfico. Tales fueron, en el siglo u, Pole- mn de lién, Demetrio de Escepsis y Apolodo- ro Ateniense”.!Y También los latinos, una vez que aprendieron de los griegos a escribir historia, se aplicaron, segin Dionisio de Halicarnaso, a cul- tivar la crSnica local, Pero ni los griegos ni fos romanos supieron hacer grandes historias de te- as pequettos, Preocupados por los destinos del impetio, se desentendiron del pasado de la tera nativa Después de las invasiones de los barbaros, en la €poca carolingia, hubo anales de monasterios y obispados, escritos colectivamente por monjes, y no del todo distantes de la microhistoria. Destruido el imperio de Carlomagno, Europa vivio un period de predominio de la vida local y monastica, leve- mente contrapesado por el ideal ecuménico del cristianismo, En fa Europa dispersa de los siglos x al su, la crénica fabricada en el castillo o en el convento “se hizo-menuda y particular’ “La ‘mayor parte de los cronistas limitaron su atencién ala zona donde ellos vivian.”#? Sean botones de muestra la Historia Remensis Ecclesiae de Flodoar- ™ Alfonso Reyes, Obras compistas, México, Fondo de Gul- ‘ur conic, 955, vl. 396 5 Angel de Gubematis, Hira de la istoricgrafa univer- sa, Bacaos Aires, Baiiones cers, 8, p16, 2 J, W, Thompson, Ftry of Historical Writing, Nueva York, Macmillan, 1958, vol, p. 224 do, la Historia Duneimonsis Ecclesiae de Ploren- tio de Worcester, el Chronicon Aguitanicum de ‘Ademar de Chabannes, la Chronique de Guinnes et dardre de Lamber, y de Silvestre Giraldo una Topographia Hibernia que trata de la region, su gente, sus gestas y sus milagros. Desde 1200, en Italia, Alemania e Inglaterra, mu- chas ciudades crecieron répidamente en. pobla~ ion, energia y entusiasmo, y generaron frailes y jurisconsultos autores de historias urbanas, Desde {a revolucién burguesa de Lombardia en el siglo xt hasta el Renacimiento det siglo xv los burgueses del norte de Talia le dieron un enorme impulso a los anales locales: Anales de Mildn, Crinica de Cremona, Crénica dei veneziane de Martino Ca- ale, Anales de Génova de Cafaros, y para no ha- ‘Cer una lista muy larga, ya s616 los Anales de Lodi de Otto de Murena, “el primer historiador italiano duefio de una mente constructva’. En Inglaterra, ‘Amald Fitz Thedmar (1201-1275) compuso una ciOnica de Londres, En Alemania, desde la caida de Rodolfo de Habsburgo, hubo crénicas de ciu- dades.® Expatta produjo en el siglo mt De precontis civitatis Numantine que “ostenta ya los caracteres ‘que han de predominar en el género de historias Jocales, tan colmadas de ordlinatio de amor ala chu dad natal como ayunas de verdadera investigaci6n cientifica’# Is-Thempson, ep. cit, pp. 28 Hq HB Sincher Alonso, Hioia de ls bistoriografia espaol, 18 El Renacimicnto es el siglo de oro de la historia urbana. BI iniciador fue Leonardo Bruni, el Arct 10 (1369-1444), autor de las Historiarum Florenti- naram que desecha fabulas, leyenda, milagros y otros prodigios; emprende ‘una explicacion por causas naturales, y por apego a la retética clisica, repudia el tema econGmico, acoge con entusiasmo hhechos efimeros y batallas y mantiene la forma de anales. Al cabo de una generacién, segin Fueter, “todo Estado italiano produjo una historia en el nuevo estilo” de Bruni, “promovida por iniciativa gubernamental”. Muchos de los imitadores de Bri fi “fueron literatos errantes que acabaton por ser simples voceros de quienes les pagaban”.15 Sabelli- cus escribié Rerum Venetarum ab urbe condita, Bembo, Rerum Venetarum Histortae, Corio, una historia milanesa, y Platina, Historia Urbis Mantuae. 1a influencia del humanismo italiano se extendio 4 Suiza, como lo atestiguan la Cronica de Berna, de Anshelm, la Cronica de la abadia de Sankt. Gallen, de Vadianus, y Les Chroniques de Geneve, de Bonivardl y a la region alemana, segiin se ve en las historias de Sajonia, Vandalia y Dania, de Krantz, en los anales de Baviera, de" Aventinus, y en la Chronographia de Ausburgo y la Crénica de Nu. remberg, de Mesterlin, Los dos dioses mayores del Renacimiento hicieron microhistoria; Guicciardini, 2a, ed, Madtid, Consejo Superior de Investigaciones Cienif- 18,1947, vol 5 pp. 270271, BE. Pueter, Historia de la bisorografia modema, Buenos ‘ives, Editorial Nova, 1953, pp. 20-35 37 y ss ona Forentina,y Maqulavelo, tore floen- tine, que renuncia al orden dels analy ace @ explaiones mauris Porsu pare, Maguire fovgener discipulos (Net, Segal, Nard, Varch) que cultivan la historia de eae ae Tonio y Tito vio, raducen a minimo les eras fetes, se cetan en la via politica, usan tna informacion abundante y someten los doc mento al tibunal del ec, aun tibunal oda no muy exigent wenas Mosca en Europa la microhistoa de sello humanistico, en Mesoamérica se daba algo Darecido en moldes diferentes, en dramts y epo- Pejasonales apoyados en pctoraias, "Nuestros Indigenas ~escrbe jinenex Moreno earedan dl concep de histor general yen lpidas on coces consignaban sucescsflavos aa com iad, rebasando este estrecho marco so Can do se trata de vonquistas efectuadas en tgares fnts o menos dstamtes, cuando se ala ale fos putts de donde procedian. a hiorapreco- tombina es, pues Gat sempre, meron die a que eonocemos sus versiones poshispénicas ‘Anes del Renacimienfo, en el siglo dela eri: dicién, se hacen buenas historias de Bretafia y Languedoc junto a historas rales plagadas de lis tna de tema erly wight jie Nore, es erat coger rvetgcne contempt Sobre hora ue Mest, Mec, cep de Meo, 97, rasta 68, 9 {as de nobles, castillos, feudos, abadias e iglesias, © historias urbanas que exhiben carta, privilegios, poderosos y benefactores. Ambas mucho més po. bres que las renacentistas aunque con mayor sen- Limiento regional. Ninguna, fuera de pocos casos, benedictina 0 erudita al modo de Mabillon. Tampoco el siglo de las luces hizo microhistoria de primer orden. Los ilustrados creyeron que el Sinico asunto digno de estudio era la historia mune dial.” Pero, a pesar del desprecio con que fueron vistas, datan de entonces historias locales tan vas- tas y célebres como las Memortas bist6ricas sobre ta marina, el comercio y las artes de la antigua ciudad de Barcelona, dé don Antonio Capmany y de Montpalau; una documentada narracién de Nuc- va Inglaterra, con la que el clérigo Prince inaugura 4a historia local en fos Estados Unidos, y varias historias de ciudades hispanoamericanas Aunque vivie en el siglo xvnt (1720-1794), Jus tus Méser funda la microhistoria romantica eon su Osnabnickischen Geschichte donde, para esclare- cer la historia patria, mezcla lo particular con lo general y lo politico con lo culto.!* Comoquiera, los mis potentes focos de una microhistoria 10. ‘mantica, enamorada del color local y el derrama. iento de lagrimas, se encendieron en Italia, terra ‘de Manzoni, el autor de Los novios y de una serie de ‘studios de historia lombarda, y en Francia, tierra Pucter, op. ett. p12. Bauer op. ct, p. 168 de Barante, autor de la Histoire de ducs de Bour- ‘gogne, Pero son las historias nacionales y no las abundantes microhistorias las que le dan sabor a la época romntica, La busca de la unidad nacional, obsesiOn de los hombres occidentales de los dos primeros tercios del siglo xx, se opuso al particu larismo histérico regional. Excepci6n: el federalis- mo que convivi6 con el nacionalismo en algunas reptblicas americanas prodyjo un fruto perenne Ia historia de estados o entidades federativas.!? En [a era del positivismo, la microhistoria, la me- nos distinguida de las especies historiograficas, tuvo muchos cultivadores (magistrados, notarios, sacer- dotes, rentistas, maestros y miembros de la nobl za menor) que, agrupados en sociedades sabias, hicieron alguna vez obra en equipo como Tbe Victorian History of the Counties of Englesnd; le- varon su curiosidad al medio geogrifico y a los aconteceres econémicos y sociales; aplicaron pro- Cedimientos estrictamente cientificos al establecer los hechos, y descuidaron las operaciones arq tect6nica y estilistica llegada la ocasion te trasmi- tirlos, Seria imposible incluir aqui la némina de Jos eruditos regionalistas de la segunda mitad del siglo sax, pues en el lapso de tres generaciones se generaron més microhistorias que en el milenio anterior con sus treinta generaciones. 1 tak Gonzales, “Historia regional y partoquial, en Jnnes- Iigactones contempordneas sobre storia de MECO, DP. 249.253, En el presente siglo, la producei6n continta en alza. La mayotia sigue modes afiejos de indole positivista © romantica. Lo novedoso se produce en unos diez o doce paises; los més sonados: Esta- dos Unidos, Inglaterra y Francia. El nuevo estilo norteamericano "se emparenta con las ideas de ‘Turner, pues la palabra ‘frontera' le dio significado, a Ia historia de cada pueblo, concejo, territorio y estado". De Turner para acé han proliferado en Estados Unidos asociaciones promotoras de histo. sia matria, centros universitarios de investigacion, local, ayudas pecuniatias de fundaciones, encuen- tros, mesas redondas y revistas especializadas en microhistoria y ciencias conexas. Desde 1888 se publica el foxrnal of American Foll-Lore. En 1940, | North Carolina Historical Commission estructu- ra la American Association for State and Local His. tory. En 1941, la asociacion lanz6 al mercado la American Heritage, revista trimestral, Las activida- des de los numerosos microhistoriadores Usa n0 se pueden despachar de un plumazo. Baste aludis, antes de hacer el vuelo trasatlantico, al grupo de Nueva Inglaterra, pastoreado por el profesor de Harvard Bernard Bailyn y metido en los temas de organizacién familiar, conflictos entre oligarquia y democracia y desarrolio econémico, En esto tli ‘mo, los de Nueva Inglaterra se emparentan con la escuela de Leicester, lo mas lucido de la microhis- © Homer €. Hockett, The Qntical setbod in Historical ‘Research and Writing, Nueva York, Mactan, 1960, p. 238 toriainglesa. En la primera mitad del siglo, las uni- versidades briténicas velan como al pardear a los Socal historians”. Ineluso los distinguidos J. R. Green, F. W. Maitland y 4. L. Rowse cultivaron fa planta a escondidas. El auge reciente comenz6 des- pués de la Segunda Guerra. En 1947 se fund6 e Deparment of English Local History at University College, de Leicester. Los primeros directores del flamante departamento fueron Hoskins y Finberg, Desde 1952 se publica periédicamente The Local Hisiorian Segiin Goubert, en Francia, donde sue- nan los nombres de Meyer, Boutruche, Poitineau, Deyon y Baehrel, en la Francia posbelica, ia cre- cido y fructificado una microhistoria preocupada por la masa del pueblo, los gobernados y los fie- Jes, una investigacién microinteresada en todos los Inumilles y todos los aspectos de la vida, y muy in- {eresada en los aspectos demogrificos.? EL MICROHISTORIADOR En el periodo que comienza alrededor de 1945 el limero de cultivadores de la historia matria ha aumentado sensiblemente, Explicar ese aumento no es tarea facil. Decir que se debe a la revolucién regionalista de nuestros das no basta. Seguramente 21 Lawrence Stone, “English and United States Loal History", ‘en Dace (invierna, 1970, pp. W293. 2 Pierre Gouber, “Local History", en Daedalus Gnvierno, 1970, p. 120, 3 4 muchos se han inserito en el arte para aportar ele- ‘mentos a la venganza de ls regiones contra sus me- ‘u6polis, Otros habrin entrado para evadirse del infierno de las usbes y aspirar las delictas de! mun- do preindustrial y preurbano, No debe descastarse 4a posibilidad del despistado que haya cafdo en la microhistoria por razones tan poco nobles como las de ganar dinero, poder y fama, pero la gran ma- Yoria se habré metido por simple nostalgia y amor ala familia y al ternuto. Los mas de los microhis- toriadores del momento presente son originarios del villorrio, fa villa o la ciudad objeto de sus estu- dios. La actitud romantica sigue siendo el motor principal de la microhistoria.® Muchos de los microhistoriadores actuales réci- ben su pan de los insttutos de altd cultura, son full time de centros universitarios; no padecen penu- rlas econ6micas; disponen, sino de todo, sf de bastante tiempo para la investigacién; pero no son representatives del gremio. La estrechez econ6mi- ca sigue predominando entre los colegas. Sin duda hay ticos ociosos que la practican como bobby, Los mas son pobres que distraen a sus quehaceres habituales particulas de tiempo para darse el gus- to de investigar. Aumentan los que a cambio de luna remuneracién proveniente de una persona 0 de una institucién oficial 0 semioficial bailan al son que les toquen, La infraestructura econémica 2 tudoig Beta, radon ata bots «cond ‘Buenos Aires, Sur, 1966, p. 144. ee de los miles de microhistoriadores que actualmente pululan en el mundo no es uniforme, es casi siem- pte movediza y muchas veces enajenante. a condlicin social de! microhistoriador es, como Ja de cualquier intelectual, de dependencia. No pertenece ni por origen ni por estado al nivel de fn espuma. Antes muchos proventan de las alias ¢s- feras del poder y el dinero; hoy abundan los ortun- dos de la clase media y aun los de origen prole- tario, En el conjunto de la sociedad se les localiza junto a los intelectuales, en e! rincén de los recha zados. En el seno de la repablica de las letras to~ davia no ocupan los pisos de arriba, aunque ya, en el gremio de los historiadores, empiezan a dejar de set los patitos feos. Dia a dia ganan casta so- al, pero atin estn muy lejos de volver « Ia altura alcanzada en el Renacimiento, y ms todavia a te- ner el status que se merecen como memorialistas de las comunidades. Hasta hace poco cada quien se rascaba con sus propias ufias, se caracterizaba por su aislamien- to, por su ausencia de comunicaci6n con los otros historiadores, por vivir arrinconado. Ahora las ba- eras de la Soledad eropiezan a deshacerse. To- davia la mayoria no se relaciona con sus colegas, no pertenece a ninguna asociacién o secta aca~ demica, aunque son cada dia mas los insctitos en comunidades de especialistas que se frecuentan periddicamente, que discuten ‘métodos e inter ‘cambian experiencias. Hay cada vez més asocia- jones nacionales de historiadores locales, pero as 26 Ro existe todavia, que yo sepa, una ageupaci6 temacional 179 S6P* na arupacion n- Por supuesto que los microhistoriad istoriadores requie- fen menos del intercambio intelectual sae dey Specialists, pero quiza ef motivo mayor del ais. lamiento sea, apart del de la dispersion geograf ‘cay de itereses, el de la desigualdad de cultura la mies de la microhistoria siguen concustienes operarios provenientes de todos los campos del saber y la ignorancia: maestros y alumnos, médi- £08, abogados, sacerdotes, poetas, politicos, buro. ‘falas de todos fos niveles,forogratos, artesanos y TOS Memoristas sin ofielo. Aqui acuden letrados ltrados de toda laya que dificimente pueden Convivity menos entendese : eseable mantener la diversidad cul B des liversidad cultural d los operatis. E> may fructifera la participacion ei cece édlcos ¥ maestros en la trea de sevivir el pasado del terruiio. Conviene que los di, simbolos abreros lo sean de uempo parc ies recursos de los lugares pequetios son suficientes no s6loseala para afin ala mists El microhistoriador requiere un minimo de dotes i { buena dosis de esprit de finesse como el macrohis- toriador. Debe ser un hombre de ciencia, pero no al modo burdo del geémetra. También’ es hom- bre al agua si no tiene a su alcance archivos y bi- bliotecas. ¥ esté fuera de toda posibilidad de com- petir en ef mercado intelectual si no posee un buen arte del oficio. En Bauer se lee: “La historia regio- nal cae en descrédito por el diletantismo con que frecuentemente se cultiva’ Sienel uso de la técnica de investigaci6n y otros aspectos del oficio hay una mayor torpeza en el micro que en el macrohistoriador, en el terreno de Ia vocaci6n se cambian los papeles. Aquél no s6lo es aficionado por falta de oficio sino también por sobra de aficion y simpatia por su tema, Otra di- ferencia se da en el nivel del talante, Mientras los historiadores metropolitanos de alcance nacional © mundial viven como azogados, en stress, nervio- ‘sos, compulsivos, vidos de asistir a congresos y reuniones y ansiosos de reconocimiento, los pro- vincianos pasan Ia vida sin desasosiegos, viven sin el veneno de fa fatiga y sin los acosos de la ambi- ‘cin sin limites, Una ventaja mas del mini con respecto al maxi 5 la de que aquél escribe habitualmente de lo ‘que conoce por experiencia propia; de lo que co- noce y ama; tiene alma de anciano y muy frecuen- temente lo es, De hecho no podfa ejercer la his- toria matria antes de llegar 2 la edad madura, Al Bauer, 0p ct, p16 2 28 historiador mattio, segin el dicho de Nietzsche, ie conviene una ocypacién de viejos, mirar ards, pasar revista, hacer un balance, busear constcle en los acaeceres de otras épocas, evocar recuer. dos" En plan de encasillar al microhistoriador en un casillero psicologico, habria que ponerio en cl grupo de los sentimentales o enas de la clasifi- cacién de René Le Senne% porque es un tipo mas motivo, mis amante de la naturaleza y su terruno, menos dindmico y jolgorioso, més solitario, con: servador, timido y tiste y menos deportista gue el promedio de los hombres. Los microhistoriadores se hermanan entre si por el caricter que no por aia profesional Bn cua to a conductas ¢ ideales, son distinguibles tres ti- os: el primero procede como la hormiga; el se. Bundo, como la arafa, y el Gltimo, como la abeja El microhistoriador hormiga leva y trae papeles; extrac, segtin el dicho de don Arturo Amaiz y Free, noticias de la tumba de los archivos para trasladan. Jas, reunidas en forma de libro, a la tumba de las bibliotecas; ejerce de acuerdo con tna ética poste tivista-cuyos principios son: 1) el buen histoniador no es de ningtin pais y de ningiin tiempo; 2) pro- ‘cede a su trabajo'sin ideas previas ni prejuicios, 3) se come sus amores y sus odios; 4) no es calle jero, gusta de lo oscuro y arrinconado, es rata de OP. chy p61 © Senne, Traits de caractrologt, Pars, rx, 1952, pp. 200-291 f I gabinete, archivo y biblioteca; 5) no se culda de ‘componer y escribir bien, le basta con cortar, pe- gir y expedir mamotretos de tjeras y engrudo. El buen microhistoriador postivista es dle hecho unt compilados disfrazado, un acarreador de materia- les, una hormiga laboriosa 1a soberbia del microhistoriador-arafta contrasta con la humildad del microhistoriador-hormiga. Se declara a voz en cuello hijo orgullaso de su matria y de su €poca; no le importa ser hombre de pre juicios; no oculta sus simpatias y diferencias; le da rienda suelta a la emotividad y ala loca de la casa. Le concede més importancia a la imaginaci6n que ala investigaci6n y a la expresién del propio modo de ser que a la comunicacién de conocimientos. las obtas del sabio-arafia no son ni més ni menos que telarafas emitidas de si mismo que no trasmi- tidas de algo, cosas sutiles o insignificantes que no teidos fuertes y duraderos, El ideal ardenido pro- duce intérpretes brillantes que no historiadores de verdad. El terver tipo imita la conducta de la abeja que secoge, digiere y toma miel de los jugos de mul titud de flores. El que aspira a comportarse como abeja no teme amar al pasado y al ternuiio; procu- ra ser consciente de sus ideas previas, simpatias y amipatias y esté dispuesto 2 cambiarias si los re- sultados de la investigacién se lo piden. No esta ‘casado con sus prejuicios como el hombre-arafia, ni con los utiles como el hombre-hormiga, Alter- nativamente pelea y simpatiza con sus instrumen- 29 30 tos de trabajo; es crtico riguroso y hetmenéutico compasivo. Busca ser hombre de ciencia a la hora de establecer los hechos, y se convierte en artista en el momento de trasmitirios. Los tres Chormigas, arafas y abejas) nacen de ifm pulsos parecidos. Un hombre que ve a su terrufio como se vea si mismo, un buen dia es asaltado por la curiosidad, dizque por haberse topado con una ruina, ora por haber dado of¢os al cuento de algain viejo, ya por alguna lectura, De la curiosidad salta a las cuestiones vagas: ;Qué fue aquelio? * En mayor 0 menor grado, se necesita subir al cielo y ajar al subsielo. En muchos casos la ex: cavacién se hace necesaia, pero para hacerla pro- vechosa se requiere la colaboracién de un espe- cialista, Generalmente ningun microhistoriador es, por lo dificil del ofico, un arqueblogo competen- 9 G. Collingwood, bt de la historia, México, Fondo ‘de Citra Beonomice, 1952, p. 201 Ch. Samatan (ed), Lhuiosre ef sa méthode, Pats, ve, 1961, pp 191195, te, y ejercer la arqueologia sin la nevesaria compe- tencia se considera pecado gordo y aun irtepara- ble. Aqui, muchas veces el dilema es iresoluble por- que no se dispone de Ia ayuda arqueol6giea y uno no se puede desdoblar en arquedlogo. Y no es el finico caso en que el cronista local debe resig- narse a no hacer una investigacién por su cuenta yy riesgo. Casi siempre los actores o personajes aborda- dos por la microhistoria son iletrados y no generan tescritos probatorios de su vida y virtudes. A veces ‘su pensamiento y su conducta s6lo son recupera- bles por lo que se acuerda la gente y por la tradi- cién oral El africandlogo Jan Vansina escribe: "Las tradiciones orales son fuentes historicas cuyo ca- ricter propio esta determinado por la forma que revisten: son orales o no escrtas y tienen la par- ticularidad de que se cimentan de generacion en zgeneracién".® El microhistoriador, a fuerza de en- ttevistas, charlas con la gente del comin y euestio- narios, puede resolver problemas dificiles y recibir noticias valiosas. Incluso los relatos de apariencia mitiea stielen contener verdades. Las técnicas de ia encuesta ponen al investigador en contacto con tun mundo pleno de voees ¥ ecos, poblado de for- rmulas didcticas y linirgicas listas de toponieaicos ¥ onomésticos, comentarios explicativos y ocasio~ Tales, relatos historicos de indole universal, local, Jam Vansina, Lat madtitin oral, Bazcelona, Labor, 1966, eign 1. 4 2 familiar, mitica, esotérica © producto puro de re- cuerdos personales, y por timo, que no al titimo, con la llamada poesia popular o iletrada que reco, ge no sélo sucesos efimeros cttando es narrativa, Sino el pensamiento y los sentimientos de ottay Epocas. Quiza Gnicamente a través de corridos y otros poemas tan ingenuas y toscos como ellos sea posible penetrar en el espiritu anterior de la ‘ran masa del pueblo. Y sin embargo nada suple ni supera a las fuen- tes escrtas, alas precarias y humildes fuentes de la microhistoria, El macrohistoriador rara ver acude a papeles tan escuetos como son los registos, para el microhistotiador las listas de bautizos, mateimo- nos y entierros son testimonios de primer orden, aungue generalmente no muy antiguos. El registo inglés remonta hasta las instracciones eclesiasticas de Thomas Cromwell en 1538. Las disposiciones de Villers-Cuterets (1539) y Blois (1579) introducen en Francia el asentamiento de bautizados, casa- dos y difuntos, En Suecia se regulariza en 1686, en Europa central no antes del siglo xn y en los Es. tados Unidos mas acd. En México se practica des- de hace cuatrocientos aitos. En 1559, el primer Concilio Provincial Mexicano dispuso registrar bautizos y matrimonios de indigenas y el Tercer Goncilio, en 1585, ordend que se anotaran los bat tizos, las confirmaciones, los matrimonios y los tentierros de todos los files conforme a fo manda. do por el Concilio Tridentino. Por supuesto que 1os libros parroquiales de México (y los de otras partes) deben escogerse y emplearse con pructen- ‘ia, porque son obra de personal no siempre muy acicioso y porque a veces no anotan todo lo que debian anotar (como los difuntos en tiempo de epidemis); pero son, con todo, ce un alto valor; que no los tnicos testimonios manuscritos de la ‘ida municipal y espesa. Tan valiosas como fos r= gistos civiles suclen ser las actas notariales, ysise da con ellos, todavia pueden ser ms rendidores Jos libros de Contabilidad de individuos, casas y fr mas y los epistolarios familiares, cada vez més di- ficiles de encontrar Las censos son otra fuente de informacion para el pasado inmediato, pero casi nunca para el remo- to. Francia cens6 por primera vez en 1697; Esta- dos Unidos en 1789, Gran Bretafia en 1801, Bélgica en 1846; alia en 1861; Alemania en 1871; India en 1881, y Rusia en 1897. México hizo diversos pin nos desde las “relaciones geogrificas” de finales dato hasta el pan de Revilagiedo eno oc siglo sam; pero como todo mundo sabe, feavas ie ropulsbaron heeton cada deca final del siglo xx, durante el imperio de Diaz. No se olvide que censos y demas fuentes est disticas no son tan Gtiles en el quehacer micro- hist6rico porque éste es cualitativo y no cuantita vo, ¥ porque las estadisticas no son muy dignas 4 Claude Moin, “Los libros parroquiles' en Hltoria Ment cana, Mexico, Bl Colegio de México (enero-mar29, 1979, vl. 259, aim. 3, p47 B “ de fe a escala menuda, Por ejemplo, en la histo~ nia de una villa “las cifras de natalidad 0 de morta~ lidad tienen menos importancia que el examen de las causas de la morbilidad, la subalimentacion, la lta de higiene, los padecimientos llamados pro- Fesionales, las fiebres intermitentes" y otras! Ade- ins, en mucho casos, las cifras son inexactas. Usted. sabe que las de tantos mentis econdmicos sobre nuestra produccién rural, basadas en declaracio- nes temerosas de rancheros, estén muy por deba- jo de las veridicas. Los periédicas son un buen arsenal de pruebas para la historia urbana y algunas veces sus noticias sirven a la eronica pueblerina, Sin embargo, como. el periodismo es un fen6meno apenas bisecular no ayuda en la investigacién de Io antiguo. Las otras fuentes (leyes, actas ¢ informes gubernamentales, narraciones autobiogrificas, biografias e historias, tratados cientificos y filos6ficos, poesias, novelas y piezas de teatro y muchas mas manifestaciones escritas) suelen artojar bastante luz sobre la exis- tencia urbana y poca sobre la rural? ‘Tratindose de Ia vida campesina, la literdtura historica es muy escasa. En cambio, no es ins6lito, gue el historiador de ciudades se tope con precur- ‘ores. Para el microhistoriadlor es una gran Vventaja contar con historias previas, aunque seguramente los cronistas de antes no se plantearon las mismas teas, op et, p 159. hid, p58 preguntas que el cronista actual, La seleccion de hechos es diferente en una obra de entonces y en una de ahora. Con todo, las historias anteriores de la ciudad suelen ser la fuente maxima de la micto- historiografia urbana, aun en esta €poca de idoli- zacién del documento inédito, Para la mayoria de los eruditos la heuristica se reduce al uso de bibliografias y catélogos de fuen- tes, Para los microhistofiadores la tarea de recopilar fuentes es bien dura. Las bibliografias y hemero- sraflas aprovechables para la tadicion local ese: sean, y los catilogos de archivos locales y privados son una especie poco menos que inexistente. (Si ni siquiera hay un archivo clasificado la mayoria de las veces! Los macrohistoriadores cuentan'con los buenos servicios de las llamadas ciencias auxi- liares Garqueoiogia, numismética, sigilografia, he- rildica, epigrafia, paleografia, criptografia, diplo- mitica, cronologia, geografia, onoméstica y no sé ‘cuantas nis) mientras la historia local, y especial- mente la pueblerina, se hace la mayoria de las ve~ és sin apoyos extemos. La operacion de reunir materiales sigue siendo la etapa dura donde se hunden muchisimos neofitos escasos de paciencia y malicia. Y la heuristica es apenas la segunda estacin del viaerucis Si se quiere que respondan con verdad a las preguntas, las fuentes deben ser maltratadas, ator mentadas, aporreadas, estrujadas, hechas chillar me- diante las operaciones critcas. Para obtener ma- terial resistente en la reconstruccién del pasado se 6 necesita hacer pasar las pruebas hist6ricas por las pruebas que permiten establecer. su integridad, futorfa, fecha, lugar, sinceridad y competencia. ‘Todavia snd: fos testimonios para la microhistoria, sin someterlos al tamiz de la critica, ayudan muy poco 0 nada, Por lo que toca a la prueba verbal, es- CGribe RA, Hamilton: “La tradicién oral jams debe ser utiizada sola y sin soportes. Debe ser puesta ten relacién con las estructuras politicas y sociales dle los pueblos que la conservan, comparada con las tradiciones de los pueblos vecinos y vinculada las indicaciones cronologicas de las genealogias Y¥ de fos ciclos graduados de los aftos, a las cone- xiones documentadas por escrito de los pueblos Ietrados, a los feaémenos naturales de fecha cono- cida, como hambres y eclipses, y con fos hallazgos arqueolégicos’.® La tradicién trasmitida de boca fen boca sure pérdidas y alteraciones y s6lo da co- nocimientos validos si se la trata criticamente.. El mierohistoriador rara vez puede confiarse; deberia estar diciéndose con alguna frecuencia: “Supongo que las huellas, las reliquias y los documentos me fengafian ora porque no son lo que aparentan, ora porque sus autores fueron engariados, ora porque Quisieron engafiarme, y por lo tanto, no debo pres. Cindir del rigor critico, del trato duro, de la malicia yel odio" Pero los golpes deben ser seguidos por las cari- cias y el apapache. Aqui si es stil la conducta de P19, 6 gf Vansiea, op. Burro de Oro, un hacendado decimonénico del noroeste de Michoacin que tas de propinarles puntapiés a sus peones les daba un pufiado de mo- nedas por cada golpe. Una vex sacudidas, lost tigos requieren un trato amoroso. San Agustin de- cla: "No se puede conocer a nadie si no es por la amistad”. En Ia etapa hermenéutica o de psico- analisis de los documentos, el estudioso debe salir de si mismo para iral encuentro del otro. La deter- minaci6n del sentido titeral ¢ ideal de las fuentes, la comprensién de ideas y conductas debe hacer- se con muchas vivencias, larga reflexion, cultara variada y con el méximo de simpatia. Quien es incapaz de sentir los sentimientos ajenos y pensar los pensamientos de los otros nunca llegard a hacer inteligibles las obras humanas sin la elaboracion de regularidades causales y, en definitiva, nunca Negara a la comprension mas o menos cabal de ninguna verdad hist6rica. Las operaciones analiticas s6lo pueden tener un fin: la verdad. Recuérdese el aforismo del doctor Johnson: “El valor de toca historia depende de su verdad. Una historia es la pintura, o bien de un in- dividuo, o de la naturaleza humana en conjunto. ‘Si ella es infiel, no es la pintura de nada’ Los conocimientos alcanzados por los historiadores 4 sao op lt, 9. “et nemo nish pet amiciam cognonctur” Sin agit, Sobre thon) Ie cusons diversas, 71, 5). - si Gf Ait Mauro, Apt del bgt, Pats, Cas set, 1928, p. 28. eee 8 que proceden cientificamente son tan vilides, aunque no sean vetificables, como los saberes de fisicos y bidlogos. 1A SINTESIS MICROHTSTORICA Establecidas las acciones, el microhistoriador em- prende el camino de vuelta; avanza de la confusion {del aniisis al orden de la sintesis, En su via al pax sado us6 del método cientffico; en su regreso al presente se servira de los recursos del arte. La mi- Crohistoria es ciencia en la etapa recolectora, dept radora y comprensiva de las acciones del pasado hhumano, y es arte en la etapa de la reconstruccion 9 resurreccion de un trozo de la humanidad que fue. Todas las operaciones exigidas por el piblico consumidor al que confecciona un libro, un artfcu- Joo una conferencia con noticias del pasado estén tefidas de emoci6n artstica. Ast la explicacioa, ta composicién, la redaccion y la edicién, Strachey solfa decir. "Los hechos pasados, st son reunidos sin arte, son meras compilaciones, y las compila- jones sin duida pueden ser ditiles, pero no son his: toria, asi como la simple adicién de mantequilla, huevos, patatas y perejl no es una omelette” Tin las ciencias de la naturaleza y en las ciencias sistematicas del hombre la explicacion es una ta- tea cientfica, en la historia, y principalmente en la ‘micro, es mas que nada una tarea artistica y prescin- oid, p02 CECE EEE EEE e eat ee a etc ate tae eee eee dible. La vids humana, por contingente, es poco sistematizable. En la antigiledad hubo una época ‘en que se hicieron depender las acciones de los hombres del capricho de los dioses y otra en que se repitié el decir de Polibio: “Donde sea posible ‘encontrar la causa natural de lo que ocurre, no de- be recurtise a fos dioses”? En la Edad Media s recayé en la explicacion providencialista, y en la hora actual lo in es englobar fendmenos pasticu- lores en leyes de desarrollo. Los maximos histori dores, y no s6io los filésofos, estin de acuerdo en Ia subjetividad de la explicacion, Meinecke esc be: “La bisqueda de causalidades en la historia es, ‘imposible sin la referencia a los valores’. E. H. Cart dice: “La interpretacion en la historia viene siem- pre ligada a juicios valorativos® #8 En microhistoria no vale la pena teorizar y abstraer. ara Nietzsche no es posible la autéatica expli- caci6n porque el espiritu anticuario “no puede percibir las generalidades, y lo poco que ve se le aparece demasiado cerca y de una manera aista- da’. Segin Trevelyan ningin historiador esta obligado a entrar en explicaciones porque “en la historia nos interesan los hechos particulares y no s6lo las relaciones causales” 3° Con todo, los auto- © gf Rowan at Ca, What tory Lone, Mak Man, 1951, p. 68, sisteauerebaaas it 08 Meth, op. 7 2 Gop cay ean, ae ta ote ce Pbk, THe Se ecto, ease 9 50 ses de historias muy pocas veces renuncian al in- tento de explicar ya por causas eficientes, ya por ‘causas formales, las acciones del pasado, aun del pasado concreto. Ta composicién sf es ineludible, No es necesa- sho ajustarse a ninguno de los modelos arquitect6- nicos que circulan por ahi. Lo importante es seguit ‘el aforismo de Gaos: “A la composici6n historio- gritica parecen esenciales las divisiones y subdivi- siones de la materia historica, Mas el historiador hha de cuidarse de que los marcos en que encuadre su materia no los imponga a ésta desde un ante- mano extrinseco 2 ella, sino que sean los sugeri- dos por la articulaci6n Con que lo histérico mismo se presenta” 5! También debe tomarse en serio a la hora de componer fa costumbre de afiadir al cuer- po de Ia obra un par de aperitivos (el prélogo y la introducci6n), unos tentempiés (notas de referen- cia yaclaratorias) y, no siempre, un digestivo (epi Jogo 0 conclusiones) ‘Dentro del cuerpo dé la obra el orden natural de distribucin es el cronol6gico. Esto no quiere decir {que ha de caerse en el colmo del diario, os anales ¥ las décadas, pero si evitar el fompimient6 abso- futo con el orden temporal'y descender al extre- ‘mo del diccionario. BI repartir temporalmente los datos cae dentro det complicado arte de la perio- José Gans, *Notas sobre la histrigrata’ en Historia Me- ican México, El Colegio dle México (abri-junio, 960), vo ‘% atm. 4, p59 dizaci6n, Hay que escoger una manera de periodi- zar. Como ustedes saben, las hay de dos tipos ideogréfico y nomotético. Aquél se subdivide en ‘exocultural y endocultural,y éste en ciclico ¢ iso- eronico. Parece mis cereano a la realidad hist6ri- ca el tipo ideografico, subtipo endocultural. La periodizacion basada en leyes es muy discutible; con todo, actualmente se emplean a pasto las periodizaciones apoyadas en el tipo nomotético, subtipo isocr6nico. Asi, el sistema de dividir el tiempo por generaciones culturales (es decir, de quince en quince aios) y por ciclos econémicos (es decir, de once en once afios o de treinta y tres cen treinta y tes, segtin se adoptei ciclos.cortos © largos).52 Supeditada a la cronologica, se hace la diviston por temas. Aquf tampoco la libertad es absoluta. En los tiempos que corren, se usa mucho la divi- sién en cuatro sectores: econémico-social, politico, espiritual y de relaciones con el exterior. Asu vez, cada uno de estos sectores suele fraccionarse. La materia que se va a exponer en cada periodo de- terminara si conviene comenzar con el aspecto econémico o algtin otto de los tres restantes. Lo ideal es que el orden de la obra se ajuste lo mis posible al orden de la realidad, La resurreccién 0 reconstruccion del pasado exige el apego a la for- ma como éste se dio. Exige también el manejo 1 Va J. J. van dee Po, “a division de histote en pio des, en ’uinime et his, Pats, Presses Universtates de France, 1952, pp. 47-49, sr te ee ee Te et et UT | 53 eficaz. del cemento: no pasar bruscamente de un tema a otro ni tampoco borrar a tal grado las Iie ‘eas divisorias que no se sepa donde concluye un asunto y da comienzo el siguiente. También es contraindicado adelantar las conclusiones y poner punto final sin antes despedise. La historia concreta por la que lucha Bric Dardel “pertenece a la narracion como el cuento y la epo- peya. Exponer la historia concreta es siempre de algin modo contar historias" 5 No hay por qué avergonzarse al confesarlo: la microhistoria y la li- teratura son hermanas gemelas. El temor no se justifica: la microhistoria, convertida en rama de la literatura, no esté obligada a deshacerse de ningén adarme de verdad, menos de la verdad entera Todo es segin y c6mo. No se trata de volver a la ‘exposicién versificada, tan til en los pueblos égra- fos. La prosa es el medio de expresién de los pue- bios con escritura. Tampoco se trata de acudis a Jos medios expresivos de la novela y ef drama, La mejor manera de resucitar el pasado no la dan los estilos lirico, épico, oratorio y dramitico que tie- ren una funciOn sobresalientemente expresiva, ni €! coloquial por su desalifio y su momificaci6n, ni el litrgico por su rigide extrema, ni el cientifi- ‘co que tiene tina funcién s6lo comunicativa y esta tan momificado como ef coloquial. A la microhi Aoria le viene bien el lenguaje que admite la c2 ii. ele Dardel, Leto, stonce dt conere, Paris, Presses Universitaires de France, 1945, p99. cacion de humanistico que es como el del ensayo, no como el de las ciencias humanas. 1 modo humanistico tiene una finalidad te6rica como el lterario 6 el cientifico, Su principal misién 5 la de comunicar ideas, pero no la Gnica, como sucede con el lenguaje de fa ciencia, En ef huma- nistico se da también la funci6n de expresar sen- timientos aunque no en tan altas dasis como en el enguaje Iiteratio. En kx expresién humanistica la compostura gramatical se impone con més vigor que en las letras, aunque no en forma tan absoluta como en las ciencias, En éstas no se admiten ni la originalidad ni fa intencién estética, mientras en las humanidades sf son validos ciertos retozos y algu- 103 efectos literatios. Los estilos coloquial, cient fico y litirgico se pueden aprender con la prictica Se supone que ef orador y el literato traen en la sangre el don del estilo. El humanista parcialmen- te nace y parciaimente se hace. El microhistoria- dor, en el peor de los casos, puede llegar a expre~ sarse con soltura Una variante del hablar humanistico es ef his: ‘rico, Segin Theodor Schieder “el lenguaje de la moderna historia se ha configurado en un punto medio entre filosofia, creacién poética, ciencia ju fidica y publicismo politico”. De la propaganda politica, y del empaque de la oratoria, los micro- % ¥id Alfonso Reyes, #1 destinde, México, El Colegio de eso 1944, pp 72238 oder Schieder, Le isoria como clenca, Buenos 1870, p. 124 33 4 historiadores de la vieja guardia suelen beber en demasfa. El estilo debe curarse del vicio de la so- lemnidad, Evoca mucho mejor la vida pasaca del comin de la gente el habla sencilla que el habla cratoria, Es preferibie ser tenido por chabacano a tener el prestigio de pomposo, es mejor también ser acusado de irreverente a convertise en boto- nes: Los afilerazos en las nalgas de gobernantes y ‘obispos son saludables. Ta prosa bamizada es encubridora. Encubre nuesiras deficiencias de informacion, pensamien- to y emotividad, Ciertamente el lenguaje emperi- follado que confunde a los licidos, destumbra a los pendejos. & pesar cle todo lo que se ha dicho contra la manera enigmatica de escribir, muchos “tienden a creer con mejor voluntad las cosas ‘oscuras", segin la expresion de Técito. En cambio, sega Nietzsche, ‘In desgracia de los esciitores, penetrantes y claros es que se les toma por super ficiales, y por consiguiente, nadie muestra interés por ellos’. Y sin embargo, el mismo Nietzsche ase- gura: “El mejor autor serd aquel a quien le dé Vergitenza ser hombre de letras”, Y Pascal habia dicho: ‘Cuando uno se encuentra con un estilo natural, se queda asombrado y encantado, porque ‘esperaba hallarse con un autor y se encuentra con un hombre”. En fin, escribir con naturalidad y sencillez, no obstante el trabajo que cuesta y el % Gf Ernesto Séhto, Heterodeata, Buenos Altes, Emecé, 1970, pp. 40 43. poco mercado que tiene, conserva su valor de buen consejo. Pero la formula mas segura es la de ‘que cada cual siga su gusto sin salirse del precep- to de no escribir de mas. Tan importante como saber decir es saber lan- zarlo dicho al ancho mundo, En lo que mira a pu- Dlicidad la microhistoria esta en la prehistoriz. Lo oman en nuestro medio es que el autor publique sus libros por su cuenta o la de sus amigos, en edi- Giones comas, mal disefiadas y bien surtidas de errores tipogrificos. En Jos patses sub o en desarrollo, la circulacion de trabajos de microhistoria anda tan mal como las ediciones. Conviene recordar lo que dijo el pa- dre Montejano y Aguinaga en Monterrey, en sep- tiembre del 71; “Cuanto se escribe y publica en el interior es obra inédita 0 semiinédita que muchas veces no llega siquiera alos especialistas" 57 Los libros de tos historiadores locales se quedan conf rnados al circulo de los amigos, 0 se aburren en los escaparates de las librerias de’provincia, 0 se em- polvan en los rincones oscuros de las bibliovecas. 1105 CONSUMIDORES DE MICROHISTORIA En los pueblos de poco vigor econdmico y cul tural Ia oferta de minihistorias no esti a la altura de la demanda. En los tiltimos afios, la apetenci © Ponencia preventada en el Gongreso de Historia del No ese, Mentesey, 17 de septierbee de 1971, 35 ‘de nuestros productos se ha ampliado muchisimo. ‘Ya no puede haber torre de marfil. Tanto la reptbli- cca de las letras como el pueblo raso estin exigiendo historias matrias. Dentro del cfrculo académico las pidden micro y macrohistoriadores, sociOlogos y an- tropélogos, economists y cientificos de ia politica, ceducadores y educandos. Dentro del circulo popular Ia solicitan misonefstas y revolucionaries, sedentes ‘ssiduos consumidores de microhistoria son los que la hacen, Si se tratacde un trabajo que se refiera a su patria chica por nada dejaran de leet. Si es un estudio que se ocupa de otro terrufo les interesara cuandlo menos por el método uilizado. En el interior del mundo académico, el lectorio mas asictio de obras microhistéricas lo constitu- ‘yen todavia los coleges préximos, como es natural Tos macrohistoriadores son una clientela recien- tede la microhistora, Como ésta, gracias al mayor contacto con los hechos, est capacitada para des- truir © modificar muchos clichés de Ia gran histo- fia, se la ve con atencion, ya no con desprecio. El patriarca Lucien Febvre dijo: "Nunca he conocido, J atin no conozco, més que un medio para com- prender bien, para sitar bien la historia grande. Este medio consiste en poseera fondo, en todo su desarrollo, la historia de una regién, de una pro- vVincia”* Un descendiente espiritual del pariarea, ‘ tucien Febvee, autour dune bibothiue (Pages offers aa Charles Our, Dijon, 192. el joven Claude Morin, eseribe: “La vision macros- copica mejoraré gracias a la ayuda que le pres- tarin las monografias locales 0 regionales’.® En otra latitud, Leonardo Grifén Peralta dictamina: “La historia de Cuba s6lo podri escnbirse, con acierto siquiera relativo, cuando sean mejor conocidas las historias de nuestras ciudades més antiguas’. Las generalizaciones que hacen sociélogos y antropélogos también necesitan del sustento de I microhistoria, ya porque ésta mira a las acciones tipicas, ya porque permite las comparaciones de estilos ce vida a un buen nivel, En Foster se lee: “Lo que es verdad para Taintzuntzin parece serlo también para las comunidades campesinas de otras partes del mundo"! Aunque Ja antropologia, al contratio de la historia, se orienta y se complace en la elaboracion de teorias,totlos los antropélo- £808, “incluso los antropdlogos estructuralistas mas extremados”, requieren de los servicios del cronis ta local seghn el autorizado decir de I. M. Lewis. Por supuesto que los antropélogos de la pelea pa~ a, Ios que se disputan el campo bajo las opues- tas banderas del evolucionismo y el difusionismo, coinciden en su interés por la microhistoria, An- tropblogos y microhistoriacores concuerdan en el 2 ern op cp 4 1 de Gila Perks, Demy onfrncias, Sai ‘g0 de Cuba, 1964, p. 3. ae ‘owen ep ep 23. ‘own, Bison» antopelegi, Baceloan, Sek Bara 1972, p. 19. 7 a 7 37 58 amor por el conocimiento de lo local. En fin, el club de los antropélogos sociales aporta una clien- tela segura y creciente a la produccién microhis- trical ‘Los practicantes de la sociologia suelen ser mas ados'a la teorfa y a las generalizaciones que el an- tropélogo comiin y cortiente. Con todo, la especie: microhistorica ya tiene una clientela sociologica que promueve Henri Lefebvre con los dichos de que la sociologfa rural no debe prescindir de las, contribuciones de la microhistoria y de que “todo trabajo de conjunto debe apoyarse en el mayor niimero posible de monografias locales y regio- nales”.® ‘También los economistas se han dado cuenta de que “la economia regional necesita mucho de la historia local’, segan dice Leuilliot Algo semejan- te pasa con los demas cienttficos sociales. Todos a tuna proclaman con Beutin: “La historia de una ha- cienda, de un poblado, de una ciudad puede ser efemplar para muchos casos semejantes —eungque todos no estén igualmente estructurados— y sex- vir de tipo" o ilustracién de amplios sectores de la, vida humana. Lord Acton y George M. Trevelyan insistieron en el valor educativo de la historia, Esta “debe ser Ja base de la educacion humanista’, escribié Tre- ‘© eon Lefebvre, De fo reral a lo urbano, Barcelona, Bal cones Peniosul, 1971, p71 ‘4 Geullog op ett p56, Deut ep el, pe MB, vvelyan ¥ segtin los pedagogos de hoy en dia, la microhistoria debe ser la base de esa base. Al es- parcitse las ideas de Pestalozzi, Froebel y Dewey sobre la importancia pedag6gica de los ejemplos cconcretos y de Ia actividad de los alumnos, la his- toria local se situé en un primer plano en la edu- cacion bésica, En Inglaterra, descle 1905, se inclu- yo en la enseianza primaria. Los miembros de 1a Historical Association consideraron entonces que la microhistoria en la escuela “era un almacén de lo vivo y una ilustraciéa fecunda del curso de la historia nacional” 6" No s6lo en fa Gran Bretafia, también en ottos paises de fuste, se despierta Ia curiosidad hist6rica por medio de narraciones pa- rroquiales porque, desde el punto de vista peda- g6gico, el interés sobre el pasado se vuelve mis espontineo cuando se refiere a los antecedentes de lo que se conoce, del grupo a que se pertenece, “Reconozcamos —escribe Louis Verniers— que el amor 2 la patria chica esta hincado en el coraz6n humano con profundas rafces, miltiples y resis- tentes. En consecuencia, se impone al educador la necesidad de servirse de €1 como de una palanca en la ensefanza de la historia.“ En opinién de Hialkin: “Es indispensable dotar ata enseftanza de la Trevelyan, op. ct, p. 34: "Bl valor principal de la historia cs ehcatve: sus efectos se manifistan en el espana de ex ‘dante en historia y sobre el expt de pablo” ‘© Douch, op. ct, p. 105. & Louis Verniers, Metco de la bistoria, Buenos Aites, atrial sada, 1968, 77 59 historia de una base que no sea artificial, una base que sea fécilmente inteligible, concreta al maxi- ‘mo". Esa base s6lo puede proporcionarla nuestra rercancia, “La ensenianza de la historia empezar pues por una historia dle la provincia, y se elevard progresivamente hasta la historia de la nacion, y después a los problemas mas generales de la his- toria universal." ‘Hemos conquistado en el presente siglo un vas- to circulo de criaturas; es decir, toda la nitfiez clavizada en las escuelas primarias. Y no s6lo eso. Estamos llegando también al mundo de los adoles- centes. En la educacion media francesa, segin Reinhard, tras de esparcir entre los alumnos datos sueltos sobre la vida propia, se pasa a un estudio completo de-historia regional y a ejercitarse en lla." A Lafont le parece muy pertinente que, “al margen de cualquier conservadurismo, se ensefien las culturas regionales.,..porque tal ensefianza es la encargada de condensar una conciencia en géne- sis7" De hecho, en varios paises de la vangwar- dia, la microhistoria se ha metido a la ensenanza media y de manera activa. En Europa, es frecuien- te ver a maestros de la nueva onda que promue- © Halla, op. ct, p53. 2% Marcel Reinhard, Lenseignement de Whitin et sts pro biomes, Pars, Presses Universities de France, 1957, p91. Bala eda de in szeuncaria el michacho no solo es consomidor de mmirohisora, también est expactado para prod Tr Role fone, fa vvoluccn regional, Barcel, Ase, W971, p. 192 ven excavaciones, entrenan a sus alumnos en la busqueda de antiguallas, en el uso de archivos fa- milliares y en fa practica de la encuesta, Louis Verniers pregunta si en fa escuela normal de maestros “la enseflanza de la historia habri de apoyarse en el estudlio de la Localidad y la region’, ¥ responde con un “si”. En la normal debe estudiar” se “aunque en menor medida que en la escuela primaria", En seguida agrega: “La historia local y re- gional ofrece un campo de accién muy propicio a Ia aplicacion del método activo” 72 Sien la gran mayoria de las universidades del mundo no hay todavia sitio para la microhistoria, ‘en otras se abren nuevas cftedras para impartiria a uuniversitarios, y sobre todo a los aspirantes a his- toriadores. Constantemente aumentan los conven- cidos de que para formar profesionales de Ia his- toria lo mejor es la practica microhistérica. Esta, como ninguna otra, exige aplicacién de todas las técnicas heuristicas, criticas, interpretativas, etiol6- gicas, arquitect6nicas y de estilo; es la mejor mane- ta de ejercitar todos los pormenores del método; es, en fin, un estupendo gimnasio donde se pue- den desarrollar los misculos de los estudiantes de historia, En el circulo popular, la microhistoria también gana terreno sin perder su antigua parcela, Un pa- blico importante de cualquier libro localista sigue siendo ef vecindario de alli mismo. La raz6n es A Vemiets, op. ep. 96. or & clara, “Reiteradamente nos atrae —segiin dice Bouer— la cuestion de emo ha legado a ser el tu gar de nuestro nacimiento, nuestra patria chica; para qué sirvio esta o aquella edificacion, de donde procede este'o aquel nombre, esta 0 la otra rma~ hhera de hablar; cualquier obra plastica reconocida coro simbolo, ya sea una columna, una torre © tuna inedalla.”® Un propasito nostilgico mantiene dictos a los lugarefios a la cronica de sw propio, ugar. Propositos de otra indole atraen a los foras- teros a quienes les intesesa la especie porque el estudio de los grupos estrechos, donde cada indi- Yiduo es observable, donde la vida es més pareja, permite definir con mayor segusidad la vida huma- fa y sus relaciones. En otras palabras, uno de los airactivos de la microhistoria reside en que con- tiene mas verdad que la macrohistoria, pues es indudable que se aleanza urna mejor aproximacion al hombre viéndolo desde su propia estatura que trepado en una elevada torre o en ua avidn de re- troimpulso. “ademas de la sed intelectual de conocimiento, la microhistoria que va saliendo a la plaza pOblica satisface un vasto surtido de.urgencias. Entre la nue Ya dlientela sobresalen los moralistas. Desde los tiempos clsicos, los abanderados de la. moralidad piblica han sostenido que la vida de aldea es un fan repositorio de los valores y las virtudes popu fares que la vida urbana destruye. En los pueblos y Bauer op ct, p. 164 villas se dan juntas la pureza del ante y fa mora: lidad de las costumbres, un sentido del humor res- petuoso de las grandes tradiciones, el gozo de vivir sin brincarse las trancas, el espiritu de independen- cia sin dejar de ser en algin modo dependiente, Los libros, pues, que-recogen la vida provinciana moralizadora Uenen un considerable apoyo en los moralistas conservadores. Nietzsche lo habia anticipado: “La historia anti ccuaria no tiende mas que a conservar la vida, y no a engendrar otta nueva”. El flésofo alemin previ6 que la microhistoria seria pasto de los moralistas y fue rebafios, pero se empecing en una idea fs, anticuaria —dlijo— impide la firme decision en pro de lo que es nuevo, paraliza al hombre dind- mico, que siendo hombre de accién se rebelard siempre contra cualquier clase de piedad."™ ‘Contra lo dicho por el l6sofo profeta, una erecien- te partida de revolucionarios, los combatientes en la revolucion regionalista contra las mettSpolis, usa como ar de combate ala micohisonia mmbign es fecuente que algunos acudan ala cro- nica de lo que fue su Comunidad o la patria chica de sus padres con un propésito liberador, para li brarse del peso del pasado mediante la compren- sion de é1, a manera de cura psicoanalitica. El autor de libros microhistoricos esti en pleno amanecer, sus productos se venden cada dia me- enetzsche, 9p. ct, p28 6 6% jor; lo estimula un circulo creciente de lectores nice los que debemos contar a los veraneantes. Elturismo ve con ternura, ¥ quiz con nostalgia, la vida regional, subdesarrollada y simple, que duer- ime, come, feza, labora y se divicite como los ni fos, y-no es por Jo mismo reacio a fa lectura de miefohistorias. Sino siempre las lee, es porque no texisten para el lugar donde vacaciona, © no estén ala venta, 0 son ilegibles. En el mundo actual hay un pablico, crecientemente vyasto y variado, afecto a las historias locales. La moda de la mini'se derrama, y los microhistoria~ dores deben prepararse para surtir mercancias de buen ver y en nGmero suficiente, Es el momento de tomar tna serie de medidas practicas para que el boom no nos agasre sin confesin y sin la ayuda prometida para la resurreccién de los huesos: MMe aqui que infundiré en ustedes el espiritu y vivirin’ 7 Beequil, 20, 59. Microbistoria y ciencias sociales* A EL PUEBLO TERRUSO I que me referi en primera persona siuste- des me lo permiten, del que sali a los doce afios de edad para incorporarme a la se- ‘gunda urbe de la Repdblica Mexicana por siete afios, ya la ciudad hoy mas poblada del mundo por treinta y tes, era visto por Ja gente de corte urban, como todas las poblaciones chicas, con un dejo peyorati- vo. Los oritundos de la comunidad de San José de Gracia no escapaban a la regla de Ser objeto de destlenes'y chistes. Yo lo fui al llegar tocado con gorra a una escuela de Guadalajara en una época fandticamente sinsombrerista y al hacer uso de una len- ‘gua paya, pueblerina, ogre deshacerme del sombrero con ra- + Fone peeads en el XY Congreso de -mraoen ccs ea Dops, Colo dl al 6 de julio de 1985, = ed 65 66 pidez y me hice de palabras y gestos gentiles que ‘me permitieron departir pasablemente con profe~ sores, profesionistas, politicos y potentados de la urbe, y cuando ya iba muy adelantado en el cari- no de la urbanizacion, empecé a percibir que los valores dle la gente campesina dejaban de ser asun- to de la humoristica, eran cada vez menos el haz~ merreir de los citadinos. Quiz hayan colaborado a convertir en meritorio lo poco antes desdefiable lis peliculas pobladas de charros cantores y no- vias hacendosas, la radiodifusion de corridos y de canciones rancheras, las novelas de asunto rural ‘que culminan en Pedro Paramo de Juan Rulfo y las actividades étnicas del wast y del in, institucio- nes fundadas en 1939 y 1948 respectivamente. ‘Aunque las modas de! cine de jinetes, la radio- difusion de canciones folcl6ricas y las novelas de tema ristico pasaron relativamente pronto, los es- tudios académicos sobre la vida mexicana ristica y ~semiurbana han seguido multiplicindose. Son cada vez més numerosas las monograffas de comunas indigenas hechas por antropélogos sociales. Son cada vez mas apreciadas las historias pueblerinas escritas por aficionados y mejor acogidos los his- toriadores profesionales que consideran historia- bie la trayectoria de los miles de microcosmos de la Republica Mexicana. Por distintos conductos se produce la revalorizacién académica de los pue- bios. Mi pueblo, mi San José de Gracia, antes igno- rado 0 visto peyorativamente lega a ser tema de debate-intelectual en universidades de México, San Diego de Califomia, Maracaibo, Madrid, San Juan de Puerto Rico y Bogoté. Mi pueblo, en su papel de asunto, le ha acarreado miles de lectores a Puebio en vio, el volumen que escribi en 1987, cuando todavia el interés por las minisociedades 10 se vovfa torrencial. Ahora foes, y las preguntas sobre fa meta, el método y la situacién microhisto- riogrifica me son planteados con frecuencia. A las preguntas respondo, para empezar, con la defini ci6n del microcosmos social objeto de la micro- historia, Suelo deci ‘Temuho, parroquia, municipio © simplemente minisociedad s6lo sabria definirlos a partir de mi patria chica o matria, Desde esta perspectiva’los ‘veo como pequerios mundos que no cesan de per der, en estos tiempos de conrunicaciones masivas y transpones rapidisimos, sus peculiaridades. Qui- 24 desaparezean en un futuro prOximo, pese a la revalorizacion de que son objeto, Ahora todavia conforman a la mitad de los habitantes de la Re- piiblica Mexicana y a diez millones de mexicanos que han sufrido el doble destierro de su matria y de su patria, de su terraflo y de su nacién, como los ue tabajan en tlerras estadunidenses, Hasta hace poco, no més de treinta afios, la gran mayoria de la gente mexicana provenia de sociedades pueble- finas o temufios que oftecian como caracteristicas is visibles y comunes las siguientes: ‘Un espacio corto, abarcable de una sola mirada hecha desde las torres de la iglesia pueblerina 0 desde la cumbre del cerro guardién, Los terrufios % 68 de mi pats son trozos de tierra de quinientos mil ilometros cuadmados que suelen equivaler a un mu- nicipio o una parroquia, Este Ambito es unas diez veces mas corto que una region y cincuenta veces mis chico que el promedio de los estados de la Repiblica Mexicana. En ésta, caben dos rail tres- cientos setenta y ocho patrias chicas 0 municipios, distinguibles entre si pese a tener todos ellos mu- ‘chos rasgos comunes, Ta poblacién de la gran mayoria de los munici- pios mexicanos no suele ser numerosa. Para decir algo, el noventa por ciento de los municipios de la Repablica Mexicana rara vez pasa de los quince mil o veinte mil habitantes; en parte juntos en el pueblo o la vill, y en parte dispersos en el campo, fodos en estrecha relacién con el ambiente fisico, ya por pricticas agricolas o ganaderas, ya por el afecto, Los vecinos de una comunidad pequefia, parroquial, no s6lo viven de actividades campes- tres, sin ruido de miquinas ni vistosos anuncios mercantiles, También se sienten emotivamente uni- dos a su tierra, Los lugarefios hablan de imi tral entre signos de admiracién. En el destierro, la fija- ‘clon afectiva al terrufio.es mayor. En cualquier ter- tulia de gente pueblerina que se ha ausentado de su pueblo se cae en la cancién nostilgica y en la oniversa sobre el paisajenativo y el desco de vol- ver al regazo matemal de la tierra propia, ya para morir allo ya para hacerla florecer de nuevo. Cada municipio de la especie pequetia posee sus limites administrativos que lo separan de otros; cada uno suele tener su pueblo y sus rancherfas; en todos pulula una poblacién corta, unos miles dd seres hurnanos que se conocen entre si, que se Iaman por su nombre y apellido o por su apodo. En sentido estricto, la sociedad municipal no es de rhinguna manera anénima como la de las urbes. En uno a uno de los pueblos cada quien conoce a su vecino y muchas veces lo unen 2 él vinculos de sangre. Hay tiemucas, como la mia, donde todos los vecinos son parientes, donde va uno pot la calle diciéndoles a los que encuentra: “buenos dias, to”, “quithubo, primo’, “andale, sobrino’... En ningéin terrufo se da el caso extremo a que alide el aforis- ‘mo (‘entre sf parientes y enemigos todos"), pero no son raras las enemistades entre parroquianos que desaparecen y se mudan en amistad cuando los distanciados llegan a coincidir en el mismo des- tierro, En las comunidades pequefas, las igas de orden social son poco acusadas en el orden eco- rn6mico y mucho en el orden sangufneo. En cues- tién de discordias, la lucha entre familias le hace sombra a la lucha de clases No en todos los ternufios mexicanos existe o ha existido un mandamés 0 eacique, pero si en la ‘enorme mayorfa, En pocos municipios el presiden- te municipal y los munfcipes son las verdaderas autoridades. Los ayuntamientos suelen ejecutar las ordenes del lider comunitarto que ha conse- ‘guido imponerse a sus coterrineos ora por ascen- dencia moral, como sucede con los curas caciques, ‘ora por st poderfo econémico o su fuerza fsica, 69 70 como es el caso del don Perpetuo, el de las cari- caturas dle Rius. Es raro el terrufio Cy fo era mas en el pasado inmediato) sin templo parroquial, sin pa- lacio municipal y sin mandamas. Este, por supues- to, casi siempre en buenas relaciones con una élite en la que no faltan el todista, el mentiroso, los ri- cas y los viejos de la comuna mayor y de las ran- chertas. Serfa exagerado decir que en cada parroquia 0 municipio imperan valores culturales totalmente propios, una filosofia y una ética diferentes, 0 sise uiere, Una distintavisién del mundo, Con todo, en tratindose de México, es posible escribir amplia- mente de las culturas locales, de los valores que ke dan sentido y cohesién a cada uno de los tres mil de la Reptblica, Lo comGn es encontrar comuni- dades con sus propias maneras de dar gusto al cuerpo, sus propios comestibles y fritangas. En la mayoria de estas células de la sociedad mexicana hay matices éticos 0 costumbres que las diferen- cian de sus vecinas. Cada terruho de México tiene su liturgia especifica para mantener providente y amigo a su patrono celestial, a su santo patrond. Gada una de las miles de las fiestas patronales que se celebran en México tiene su modo particular de ser. Lo mismo puede decirse de las artesanias locales. Ignacio Ramirez, el hombre de la reforma liberal de México cuya perspicacia no se pone en duda, llegé a decir que México no era una nacién sino un conjunto de naciones diferentes. Afirmar de Mé xxico que es un mosaico multicolor suena a ver dad de a kilo, No es necesario insistr en la osatura troceada de México, en los miles de Méxicos, en “many mexicos’, en multiMéxico, en un pais alta- mente plural desde antes.de la conquista espafiola ¥ confirmado en su multicolorismo por esa con- quista, Los espafoles que forjaron la nacionalidad mexicana provenian de un pais que era suma de muchas particularidades, de muchos compart- ientos estancos. En México, y no solo en él, el terruiio (espacio, abarcable de’una sola mirada, poblacién corta y flstica, mutuo conocimiento y parentesco entre los pobladores, fiiacién afectiva al paisaje propio, régi- men politico patriarcal o caciquil, patrono celeste ¥ fiesta del santo patrono, sistema de prejuicios no ‘exento de peculiaridades), también llamado mi tie- ‘a, el municipio, la parroquia, el pueblo y la tierru- ca, fue en la época precapitalist, desde la domi nacién espanola hasta el ayer de los dias del presidente Cardenas, una realidad insoslayable y todavia lo es en menores proporciones. Los es- fuerzos de la modemizacion no le han quitado a México su naturaleza disimbola. Es un pais de en- trafias panicularistas que revela muy poco de su ser cuando se le mira como unidad nacional; hay que verlo microscépicamente, como suma de uni- dades locales, pero sin dejar de atender a esas otras unidades de andlisis que son la regi6n, el es- tado y la zona. En pocos paises del mundo, como. en México, se justfica el andlisis microhist6rico. n 2 {LA MICROMISTORIA smo método para dar con la clave de una nacién, en 971 propuse la mcrohistona para el mul Mexico, ¥ catorce afos después sigue valida, a mi modo de ver, la propuesta, aunque con variantes en su formulacién. Entonces tenia vagos los con ceptos de terutio y microhistoria, No se me alcanz- aba la diferencia entre la breve comunidad del ter- rufio donde predominan los lazos de sangre y de ‘mutuo conocimiento y la mediana comunidad de la region donde son paricularmente importantes los lazos econémicos. No distinguta a plenitud entre un pueblo, cabeza de una tierruca, y una ciudad mer- fad, neleo de una regién, Pr lo mismo, contre la historia regional con la historia parroquial. emmy om os llin miohiodo stra aula E] termino de microhistoria —pienso hoy— ha~ bra que reservarlo para el estudio hist6rico que se haga de objetos de pocs mplitd espacial Es un és jue deberia aplicarse a la manera espon- tanea como guaran su preténto los mesicanos menos eultos, mediante la historia que se cuenta © se canta por los viejos en miles de terrufios. El papa grande de la microhistoria que se postula aqui es el papa grande de cada pueblo que narra con sencillez, a veces en forma de cancién 0 com. do, acaeceres de una minicomunidad donde todos e conocen y feconocen De la mirohistoria contada 0 cantada por los svigitos” se suele pasar a la microhistoria escrita Por los muchos aficionados 0 “todistas" pucbleti- nos. En México abundan las historias parroquiales escritas por gente de cultura general. Se trata de microhistoriadores sin contacto con la vida uni- versitaria, que si en vigorosa comunicacion con la vida lugarena, No frecuentan aulas, peto sf cafés y bares, Por lo demés, es dificil definirlos porque a Ja microhistorica acude gente ce muy distinta con- dici6n. Y sin embargo, es posible rastrear en ellos algunos rasgos comune: [a actitud romantica, en- tre otros. Lo he repetido muchas veces y lo hago una mas “Emociones, que no razones, son las que inducen al quebacer microhistorico. Las microhistorias ma- nan normalmente del amor a las raices", el amor a la madie, "Sin mayores obstaculos, el pequefio mundo que nos nutre y nos sostiene se transfigura fen la imagen de la madre... Por eso, a la llamada patria chica le viene mejor el nombre de matria’, y 2 Ia narrativa que reconstruye su dimensiGn tem poral puede decirsele, ademas de microhistoria, historia matria. En la ‘gran mayoria de nuestros ‘ronistas locales anida el “mamaismo”, la “mami. tis’, el amor impettoso al ambito maternal. El microhistoriador espontingo trabaja “con el fin, seguramente morboso, de volver al tiempo ido, 4 las races, al idusorio edn, al claustro del vientre mateo” Gon todo, al microhistoriador edipico no solia desdenarsele por eso. Si los-cientificos sociales Io hhan mirado como al pardear es porque se ocupa 3 " de nimiedades ¢ hilvana sus relatos con poco oft- Gio, Quizé sélo curs6 la primaria. Quizd sea profe- Sionista, pero no historiador con titulo. Normal: mente le falta tesitura intelectual; no posee la teoria de su prictica, “Con mucha frecuencia ignora las fuentes de conocimiento historico" y no sabe hacer acopio de fichas. También padece de mucha cre~ ‘dulidad y poca pericia critica. Sus libros estin ge~ neralmente hartos de amor al terruio y ayunos de Investigaci6n rigurosa: Por su poco oficio, cae con frecuencia en el vicio de la bybris, rebasa la medida de la razon, Segin Leuilliot; “El microhistoriador tiende a desbordarse, en lugar de restringirse aun tema, No dudard en meter una digresi6n, a menu- do muy erudita, en una monografia aldeana; no liminard, sistematicamente, todo lo que pueda ‘parecer sin relacién con su tema... Lo multidisct- plinario se realiza vigorosamente en Ios cronistas". Casi todos muestran una enorme capacidad para referire a todo y una soberana incapacidad de sin- fesis, Sus obras suelen ser verdaderas mazacotes; libros de todas las cosas y de algunas més. ‘Pero la historiografia parroquial o microhistoria no est comprometida con Ia impericia hasta el gra- do de no poder superarla, No es esencial en la mi- ‘crohistoria el ser simple enumeracion de hechos y fl no saber esculpir imagenes interinas del pasa~ do, acopiar pruebas, hacer critica de monumentos ¥y documentos, percibir las intenciones de la gen- te y realizar, como mandan los manuales de meto- dologia cientifica, las operaciones de sintesis. De hecho, ya se esté haciendo una microhisora de caticter clentico,guada por el cteno de a ve- zacidad de los hechos y la comprensin de los ha- La nueva microhistoria sal au historia sale al encuentro de su equi mundo conan buen equpo de regu s, programa, marco te6rico, ideas previas y pre. Sa or mtr dot el que ba secbidoformacién univestaria para imrestiga Jo silo, se somete a dgoces de metodo 108 en algunas elapas del viaje, pases or ques pan hs dem ht a etapa heuristca, de aprendizaje ‘mismo, de acopio de inform: especie mi. bk de informacion, la especie mi-

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