RESENASSoatucv, Revista de Filosofia, n° 15, 1997, 213.223
RAWLS, John: El liberalismo poltico, traducciOn de Antoni Doménech, Barcelona, Critica, 1996,
440 p.
Si Political Liberalism (1993) no ha tenido el
impacto de A Theory of Justice (1971) no es por-
que el autor haya sido olvidado. Ocurre todo lo
ontrario: al cabo de veinte afios nunca un filéso-
fo ha estado como Rawls en el centro de los
debates suscitados por ta primera obra. Tampoco
se puede decir que su teoria haya sido «superae
da». Los incesantes debates y controversias han
dado lugar, entre otros resultados, a los trabajos
en Jos que el propio J. Rawls ha desarrollado con
‘mil matices su teorfa de lajusticia como equidad.
Tales trabajos —reunidos ahora en este segundo
libro— han sido publicados por el autor desde
1980. Ello explica que El tiberalismo politico no
constituya, desde esa perspectiva, una excepcio-
nal novedad.
Con todo, el libro oftece no pocas noveda-
des, tales como el titulo y la estructura del texto,
la revision de algunos de los ensayos anterior.
mente publicados, y lo que cabe interpretar como
4a idea bésica de Ia nueva obra. La primera par-
te, de las tres que constituyen ef libro, recoge las
Dewey Lectures 0 tes conferencias publicadas
ya en 1980, pero revisadas. Los «elementos bé-
sicos» del liberalismo politico se desarrollan,
ues, en tres capftulos: 1) «Las ideas fundamen
tales», 2) «Las facultades de los ciudadanos y su
Fepresentacién», y 3) «El constructivismo polti-
Co». Este iiltimo habia sito el titulo del ensayo
Publicado, a saber: «Kantian constructivism in
moral theory». Pero ahora Rawls separa lo ético
¥ 10 politico, dando prioridad a Jo segundo; ex-
pone las ideas fundamentales de su concepcién
Politica: la concepcién de la persona, la sociedad
ideal y Ia idea mediadora entre ambas, [a de
osici6n original; y desarrolla el significado del
Constructivismo politico. En cualquier caso, la re-
vision de las Dewey Lectures esta inspirada en un
ensayo posterior, titulado «Justicia como equi-
dad: politica no metafisica» (1985). La segunda
parte desarrolla «tres ideas capitales» del libera-
lismo politico, que constituyen otros tantos capi-
tulos: 4) «La idea de un consenso entrecruzado»,
5) «La primacia de to justo y las ideas sobre el
bien», y 6) «La idea de una razén piiblica». Todos
ellos se comesponden con ensayos publicados, res.
Pectivamente, en 1987, 1988, 1989, en algunos
ca808 refundiendo varios trabajos. La idea més
ovedosa, con relacién a Theory, es sin duda al-
guna la’ de consenso entrecruzado (Overlapping
consensus), Finalmente, la tercera parte «El con.
texto institucional»— consta de dos capitulos, que
eproducen sin revisién alguna sendos ensayos ya
Publicados: 7) «La estructura bésica como obje-
‘>, y 8) «Las libenades bésicas y su primactan
Este tiltimo texto habia sido traducido por Paidés
(1990), con introduecion de V. Camps.
La idea clave, original, de El liberalismo
Politico consiste sin duda en asumir el hecho
el pluralismo, y en fundamentar, por lo tanto,
en la idea de consenso entrecruzado no sélo ta
diferencia de ideas y creencias, a nivel privado,
sino también la defensa y discusién publica de
4os principios y elementos estrueturales que con-
figuran une sociedad democrética, més justa,
plural y tolerante. Una obra clésica, sin duda,
de la filosofi politica contemporénea, El libe-
talismo politico de Rawls va asociado —éste es
su reto— a un compromiso inequivoco con la
Justicia social
Eduardo Bello214
Resear
HABERMAS, J/RAWLS, J.: Debate sobre el liberalismo politico, Introduccién de Fernando Valle-
spin, traduccién de Gerard Vilar, Barcelona, Paidés LC.E/U.A.B., 1998, 181 p.
De (p. 13).
‘Tenemos que seguir preguntando, pues: idifie-
ren on algo la «justicia como imparcialidaé» y Ia
-djusticia como equidad»? Solo después de respon-
der a esta pregunta, aclararé lo que B. Bamry en-
tiende por Tratado. Si nos atenemos a las dos
versiones, usuales en castellano, que de la expre-
siGn de Rawls «justice as faimess» se suele hacer
‘—justicia como imparcialidad, jusicia como equi-
‘dad—, no habria manera de entender por qué las
‘contrapone B. Barry. Con todo, éste tieme sus ra-
zones para mantener la contraposicién, aunque sin
twazos fuertes de fromtera te6rica. Pues la afinidad
fs obvie: a) critica como Rawls la opcién utili
rista;b) eritica insistentemente la tradiciGn tomista
‘que defiende A. Macintyre; c) se distancia de la
teoria hobbesiana de la justicia —base de la var
flante de R. Nozick—, que denomina de «prove-
cho mutuon; d) y defiende la teoria de J. Rawls de
‘muchas de las crficas infundadas. En este sentido
La justicia como imparcialidad es una de las me~
Jjores monografias para comprender la teoria de
Rawls.
‘Sin embargo, B. Barry se propone marcar tam-
bign algunas diferencias. En primer lugar, no esté
de acuerdo con la noci6n central de posicién origi-
nal, «El problema crucial, escribe, radica en la
falta de ajuste entre la especificacién de la posi-
cign original de Rawls y sus objetivos al construir-
Io» (p. 92). Pero, al justificar su critica, Barry es
consciente de que al no disponer de una nocién
‘ésica altemativa s6lo se mueve en el terreno de la
‘conjetura. En segundo lugar, lo que propone en
términos de . Ch, Taylor, «Equivocaciones y mal-
centendidos: el debate comunitaristas-liberales». P.
Neal, «;Una teoria liberal del bien?» Ch. Larmo-
re, «Del liberalismo politico». J. Rawls, «Las li-
bertades bésicas y su prioridad». Q. Skinner, «So-
bre la justicia, el bien comin y Ia prioridad de ta
libertad». La segunda parte: individuo y comunt-
dad, se compone de los siguientes: M. Sandel, «La
repiblica procedimental y el yo desarraigado (unen-
cumbered)». W. Kymlicka, «El yo desarraigadom.
‘A. Macintyre, «El patrotismo és una victud> M.
Walzer, «Ls critica comunitarista del liberalismo».
R. Dworkin, «La comunidad liberal». . Honneth,
«Los limites del liberalismo. De la éica politica a
los Estados Unidos hoy dfa». A. Wellmer, «Con-
diciones de una cultura democrética. A propésito
el debate entre liberales y comunitaristas
En defintiva, segdn este esquema, los liber
Jes arguyen en favor de Ia prioridad de lo justo,
‘mientras los comunitaristas insisten en la priori-
dad del bien, Los liberales son los defensores del
individuo, de sus derechos y libertades, al tiempo
que los comunitaristas eivindican los valores tra-
dicionales de una comunidad como condicién
de la constitucin de Ia identidad del yo, Pero
—observan los editores— el esquema es demasia-
do simple; el debate es mucho més complejo. El
problema es que existen no pocas dificultades a la
hhora de delimitar los términos del debate, de las
cuales se sefalan en la «lntroduccién general» al
‘menos tres: la complejidad de un debate que se
cextiende en el tiempo hasta Kant, Hobbes y Loc-
‘ke; el hecho de que en tal debate no s6lo existen
dos frentes heterogéneos, el «team L» y el «team
C», como indica Taylor con humor, finlmente, et
hhecho de que las divergencias te6ricas no reflejen
necesariamente politicas te6ricas concretas.
‘Con todo, por el conocimiento del problema
‘que se observa en las introducciones, por el rigor y
precisiGn, por Ia profundidad y amplitud de pers-
pectivas desde las que se plantea el debate, creo
que el libro es un instrumento te6rico indispensa-
ble en este terreno,
Eduardo BelloResehar
217
BELLO REGUERA, Gabriel: La consiruccién ética del otro, Ediciones Nobel, Oviedo, 1997, 226 p.
Los problemas relacionados con la respuesta
‘que los seres humans damos a la presencia préxi-
ma de otros seres humanos con experiencia vita-
les y culturales diferentes, se han convertido en un
elemento central de la reflexién desarrollada en
este fin de siglo, caracterizado por el fendmeno de
Ja globalizaci6n 0 mundializacién y sus conse-
‘cuencias. Entre estas ditimas la més significativa
s, desde luego, desde una perspectiva humana, la
puesta en contacto (asimétrica, es cierto) de la
Prictica totalidad de tos pueblos y culturas que
existen en el planeta tierra, bien sea a través de la
extensiGn de las comunicaciones (soporte de la
‘expansiGn hegeménica del eapitalismo), bien por
‘causa de las nuevas migraciones intra o interconti-
nentales.
Estos fenémenos han confrontado @ la préctica
‘otalidad de las ciencias humanas desde las més,
te6ricas a las mds précticas con la necesidad de
repensar, reelaborar y revisar los marcos en los.
ue se produce la relacién entre los portadores de
culuras diferentes,
En efecto, y por centramos en lo que seré obje-
to del tratamiento del libro de Bello Reguera, la
Presencia de personas diferentes (en cultura, as-
ecto, religin, etc.) ha suscitado problemas que
atraviesan la préctica totalidad de muestra organi-
zacin social y que perturban nuestra percepcion
de la realidad y las categorias en las que se apoya:
desde la fundamentacién ético-filosofica de la re-
Jaci6n con los diferentes, hasta su plasmacion po-
litica (cuestién de la ciudadanfa y los derechos y
de Ja «fronteridad), pasando por su dimensiGn
social préctica (trabajo, religién, partcipacién en
los recursos sociales, educacién, etc, ec.)
Elemento, al fin y a la postr, tan estrechamen-
te vinculados en la vida cotidiana que, inevitable-
mente, nos remiten a reconsiderar la totalidad de
Jos modos de relacionamos y actuar respecto de
quel que es diferente, del que no soy yo, esto es
del «otro». Asi, esta siouacién conduce al andlisis
{de fendmenos filosofices, psicol6gicos y sociol6-
sgicos tan bésicos, tan problematizadores como el
‘epresentado por el binomio —no siempre clarifi-
ccado ni preciso— de la identidadiiferencia. Dico-
tomia que, dicho sea de paso, s6lo puede ser, en
términos absolutes, falsa dado que la identidad
s6lo puede ser considerada como procesual y evo-
lutiva (nadie es el mismo durante el lapso de su
vida) y que s6lo se configura, esto es, se crea,
gracias al contraste con lo que no es si mismo.
Pero el hecho de que esta construccién haya teni-
do, a lo largo de la historia humana, una funcién
‘excluyente y de rechazo, en vez de incluyente y de
aceptaci6n de las diferencias, no nos permite dejar
de revisar los fundamentos que conducen a una
praxis distorsionada de las relaciones con los dife-
Temtes, con los otros. Praxis moral que sirve de
fundamento a la praxis sociopolitica, del rechazo,
la xenofobia, el racismo y, en ocasiones, el exter-
minio.
En su texto, que ha merecido el galardén del
Premio Internacional de Ensayo Jovellanos, el pro-
fesor Bello Reguera se adentra en un proceso de
sereconstruccién» de las bases éticas de este modo
humano de comportarse, partiendo de algunos de
los hitos definitotios de nuestro final de siglo, como
las acciones de limpieza étnica en la ex-Yugosla-
via; hitos que ponen de manifiesto la inacabada
expresién de esa problemttica relacién entre unos
¥ ottos, 0 si se prefiere, entre el yo el otro.
Bello identifica, siguiendo la estela espectral
e Derrida, e! principal protagonista, en el tiempo
presente, de esta dialéctica dualista, la inmigra-
cin: «Como otrora el del comunismo, ahora pare-
ce que un nuevo fantasma recorre Europa, el de
los Alujos migratorios, que ponen en cuestién el
conatus essendi 0 amor propio europeo con su
pretensiGn de preservar en su ser hiperconsumista
‘mediante contioles fronterizos y diversos tipos de
leyes de extranjerfa, ms civilizadas en las formas
{que el racismo 0 Ia xenofobia pero de efectos fina
les no muy diferentes» (pg. 31).
‘Y como manifestacién fantasmética, nos sitta
cen la tesitura de identificar elementos tan difusos
como el ectoplasma de nuestra identidad. Soto que
se esfuerzo s6lo tiene posibilidad de llegar a algo
sis es capaz de exorcizar el famtasma de la , F.
Vallespin —que ha sido uno de los primeros en
dar a conocer el pensamiento de Rawls en nuestro
pais (Nuevas teorias del contrato social, Alianza,
1985)— justifica el propésito de este volumen 6
diciendo que no se trata de seguir haciendo histo-
ria propiamente tal, sino de presentar el debate
‘actual en teoria politica. Reconoce, no obstante,
que este volumen puede ser visto «como un coro-
lario natural de 1a reflexi6n mas propiamente his-
t6rica de los voltimenes anteriores». Pues, en defi
nitiva—anade—, «no hacemos sino proseguir una
conversacién sobre el hombre y la naturaleza de
‘su asociacién politico-social, que se mantiene inin-
terrumpida desde los albores de la humanidad>
@.8).
El volumen, escrito por reconocidos especia-
listas de teorfa poltica, esta distribuido en trece
capftulos, que dan voz a otros tantos pensadores
ylo corrientes de pensamiento que intervienen en
cl debate sobre teoria politica en los ditimos anos.
1. «El neoliberalismo: Friedrich Hayek, Raymond
‘Aron, Tenia Beclins (poe F: Valespin'y Gos"
cia-Guitién). 2. «Ei neoliberalismo: La filosofia
politica de John Rawls» (por Elena Beltrén). 3.
« (por Fernando Valle-
spin). 8. «Richard Rozty y 1a politica del nuevo
pragmatismo> (por Angel Rivero). 9. «La teoria
econémica de la politica» (por Josep M. Colo-
mer). 10. «Crisis y hundimiento del comunismo>
{por Ramén Cotarelo). 11. «La teoria politica en la
era de la tecnocracia» (por Angel Valer 12.
«Pensamiento politico espafiol del siglo XX: La
sgeneracién del 14» (por Manuel Menéndez). 13.
‘«Pensamiento politico espafiol del siglo XX: Pen-
samiento politico bajo el régimen franguista(1939-
1975)» (Por Elias Diaz). «Epilogo. El centauro
twansmodemo: Liberalismo y democracia en la de-
‘moeracia liberal» (por Rafael del Aguila)
Un signo que evideneia la importancia que se
concede a John Rawls es que no se le incluye,
como uno més, dentro de la corriente neoliberal.
Se le concede un capitulo independiente, aun ads-
cribiéndolo a dicha corriente. Elena Béjar, autora
de ese capitulo, consigue una de las sintesis que
mejor traducen la posicidn teérica de Rawls. No
s6l0 conoce muy bien A Theory of Justice, sino
que se hace eco ademas de las matizaciones he-
cchas en trabajos posteriores, incluido su segundo
libro Political Liberalism, No s6lo expone las te-
¥y conceptos bésicos de Ia teoria de la justicia
como equidad, sino también las criticas més im-
pportantes que se han hecho y se hacen a dicha
teorfa. De los debates suscitados, cabe destacar e]
que tiene lugar con los comunitaristas (Taylor,
Sandel, Walzer, Macintyre, entre otros). La con-
cepcién politica de Ia justicia —sintetiza 1a auto-
a, liberada de toda carga metafisica, «es una
concepcién moral, pero elaborada para una clase
determinada de sujeto, las insttuciones sociales,
econ6micas y politicas» (p. 135). Pero éste slo es
un elemento de la teoria que més ha contribuido al
debate sobre lo politico en el sikimo tercio del
siglo XX,
Eduardo Bello220
Resebas
VILLACARAS BERLANGA, José Luis: Kant y la época de las revoluciones, Madrid, Akal, 1997,
96 pp.
Eneste denso ensayo Sobre las mitologias pro-