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Conflictos patricio-plebeyos.-
Después de haber finalizado la etapa monárquica, Roma vive durante casi dos siglos
inmersa en un continuo estado de agitación interna y externa. Por un lado hostilidades
dialécticas y físicas entre patricios y plebeyos tendentes a alcanzar la igualdad de
derechos de los últimos con respecto a los primeros. Y consecuentemente con su
adquisición, se contempla la creación de las instituciones, que ya encontramos fijadas en
los inicios del siglo III. La tradición da noticia de que el comienzo de la contienda que
enfrentó a patricios y plebeyos se centra en la aspiración plebeya hacia el consulado o lo
que es lo mismo a conseguir una igualdad con los patricios en cargos públicos y en
derecho privado. No obstante, en la actualidad se considera este planteamiento
demasiado simplista y hay que tener en cuenta, además, las circunstancias económico-
sociales romanas, sin perder de vista las precarias condiciones de Roma frente al Lacio,
cuyo desarrollo se expone en el
apartado relativo a la política exterior.
Planteamiento del problema interno.-
3. Leges Liciniae-Sextiae.-
Transcurridos alrededor de ochenta años de una cierta tranquilidad, la situación
económica y política romana se agrava debido a las secuelas que se generan tras la
derrota junto al río Allia y la consecuente destrucción de la ciudad por los galos
senones, en 390 según la tradición romana, en 387 según la griega. El pueblo romano de
nuevo se ve acuciado por la escasez después de un periodo de relativa abundancia,
tesitura de que se sirven los dirigentes plebeyos para tratar de conseguir nuevos logros
en su posición. Los tribunos de la plebe C. Licinio Estolón y L. Sextio, reelegidos
desde 377 hasta 367, son los que impulsaron las reformas y plantearon una seria de
peticiones. Tres fueron los grandes bloques de propuestas: 1º, la antigua aspiración
plebeya a desempeñar el consulado; 2º, la reforma agraria; 3º, el problema de las
deudas. Estos proyectos de ley se aprobaron en el 367, después de diez años de duras
luchas, que llegaron a provocar en algunos momentos la anarquía. No obstante la élite
plebeya, aliada con los sectores progresistas del patriciado, consigue que finalmente se
dé forma de ley a los proyectos propuestos. Y éstos contienen importantes beneficios
para los plebeyos, de manera que a continuación de la puesta en práctica de las leges
hay largos años de tranquilidad en la ya centenaria contienda.
Es ésta la situación aproximada que encontramos cuando la plebe nuevamente se
conmueve y da lugar a la promulgación de las leges Liciniae-Sextiae. Hay que hacer
hincapié en que hasta este momento los patricios mantenían el monopolio de la más alta
magistratura estatal, sea consul sea praetor, y acudían para salvaguardarlo a toda serie
de subterfugios civiles y religiosos. Finalmente los plebeyos lograron, por medio de una
de las citadas leges, el acceso a la misma, compartido y en igualdad de condiciones con
los patricios. Y parece que es éste el momento preciso en el que se aparece ya
claramente definida como magistratura suprema el consulado (dos consules, investidos
ambos con imperium y formando collegium). Como ya indicamos, en la alta República
la primera magistratura, que probablemente sustituyó al rex fue la del praetor maximus,
después sigue la etapa decenviral, a continuación aún perdura el pretorado y,
finalmente, el consulado, cuyos orígenes, como indicamos, se encuentran muy difusos,
delimitándose claramente a partir de la promulgación de las leges Liciniae-Sextiae.
Conseguido el consulado, los plebeyos poco a poco tienen acceso a las restantes
magistraturas. A la dictadura en 356, una magistratura no ordinaria, sino de carácter
temporal, y que se cubría en casos muy especiales, cuando la metrópoli estaba
amenazada de un peligro extraordinario, bien por causa exteriores, bien por revueltas
internas. El dictador (magister populi) era nombrado por el Senado y reunía todos los
poderes, civiles y militares, por un máximo de seis meses, transcurridos los cuales o
antes cesaba. Los orígenes de esta magistratura no están claros. Según la tradición se
remontan a los primeros tiempos de la República. Según la investigación moderna la
dictadura debe ponerse en relación con la creación de las figuras, por la lex Canuleya
del 445, de los tribunos militares con poder consular.
En el año 300 los plebeyos tienen acceso a los colegios de pontífices y augures.
Con la equidad política la infraestructura revolucionaria dejó de tener razón de ser y,
por tanto el tribunado de la plebe pasó a ser magistratura ordinaria, y al servicio de toda
la comunidad de ciudadanos romanos, con el carácter de defensores de éstos ante el
estado. El concilium plebis ahora se convierte en comitia, es decir en asambleas
generales de los ciudadanos romanos ordenados por tribus: comitia tributa. En las
mismas se integran también los patricios. De esta manera cuenta pues el aparato estatal
con tres asambleas populares: comitia tributa, comitia curiata y comitia centuriata.
La tercera de las leges es relativa a las deudas, otro de los grandes problemas de
los más necesitados. Se ordenaba en la ley descontar, de las cantidades que se debían,
los intereses pagados, y contemplaba el reembolso del capital que restara a plazos, en un
período máximo de tres años. Este fue otro de los asuntos sociales de muy difícil
solución, ya contemplado en la ley de las Doce Tablas y que vuelve a aparecer en
numerosas ocasiones en el decurso de la historia de la República. La aprobación de las
leges Liciniae-Sextiae se acompañó de la dedicación de un templo a la Concordia, como
símbolo de que las luchas habían terminado.