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Traduccién de José Luis Martinez (Cap. 1) Juan José Ureatta (Caps. IV) AH JACQUES SOUSTELLE El] universo de los aztecas MEXICO Conceal en fianegs, 1979) Grimmer vic en espaol, 199 jisiol, 19% Sexta ewimpresin, 1998 tsi 2708 oles Aatgues| £150, TRormann, Panis 03 DR. © 1982, Forno ne GuLTURA Econduea, DRO 19886, Foxno bs GuLtuRs EconoatcA, 8.8, b& 6. V 1D. R.© 1996, Fonto b¢ GULYORA Feondaica, Carrevera Pieacho-djosco ISBN 968-16-0872.0 Lnpreso en Mi M200 México, D. F I, RESPETO A LOS DIOS! § MUERTOS EL. DIANLO DEBE SER -TOMANO EN SERIO Sor cos dioses de México esos pobres seres quejumbrosos que Horan su destino, ese Tliloc que tiene frio y caler de tanto Morar, uetzaledatl que se monta en fa espalda de ste vecino “con una Ientitud repugnante” como quién sabe qué ciempi lopochtli lagrimoso que se quejs co q Claudel ce les © se ese Hult oo un machacho al que se ha do el postre? Al principio de a escena que les consagra Paul ica dle “esparnte sos dlivses ike sangre y de nicblas”, to cual puede discutinse y se diseutira, 1 ro aunque se admiticra esta definicion, ze6ino podiian reconocerse las divini dades tertibles de la América precristinna en eses imagenes de pa yasos? Piéusese lo que se piense de elas, gno merectan algo mejor u otra cosa que un intermedio cémico? Seguramente nuestro poeta ha queri costa de los dioses venciclos, con lo que se muestra poco 9 diventiv al espectador a agent ios desollando sus nombres: Vitliputali o Huichtlipochtli en lugar de Huitzito pochtli, 0 inve mo en st victorin. No teme tamporo recurtir a at ntande nombres como Ixilipetzloc @ Hichtti Horktchli, cuyo ca recitante. Es pos ropeo, pero desp fcter cacofaico subraya no sin pesadez el ble que las sflabas aatecas desroncertaran al ew de todo, gpor qué Dios no podria hablar el az ? Los romanos del sigle | escuchaban con un sentimiento de desdefiosa superioridad a los esclavos cristiznos estropear los nombres hebreos de su nuevo panten. "Quisiera saber déude hyn encontrado nombres como ésos", hubiera exclamado un Claudel latino 0 griego que se rebelara contra el exotismo de Jas religiones importadas de Asia Menor. Y respecto de las “nite logias confusas”, recordemos «ue son siempre las ajenas las que se considera confusas, sobre todo en la medida en que se las igno: ra y ex que se cree conocer tas del propio pais y tiempo. En rea Jidad, todas las mitologias son confusas; felizmente, porque de 1 8 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS otra manera se volverfan sistemas filos6ficos. Ponderandolo bien, puede preferirse la Historia sagrada a la Critica de la razn pura, yel Teteoinan icuic a El mundo como voluntad y representacion. Pero tengamos cuidado. Una mitologfa vale tanto como otra, y no reconozco el derecho de condenar una de ellas con el pretexto de que no es la que me enseiié mi abuela. Es evidente y aun natural que Paul Claudel haya escrito esta es- cena con un prejuicio de hostilidad y denigramiento. Pero, por qué tomar en broma a los dioses mexicanos? Esto es una especie de golpe bajo y sobre todo una grave contradiccién interna: esos seres que nuestro autor pone en escena existen, y existen sin duda alguna como demonios. JNo aparecen, acaso, rodeados de diabli- Tlos que forman su cortejo? Ciertamente, son demonios, y me sorprénde que un poeta cristiano no tome en serio a los demonios. Todo el siglo XVI espafiol ha crefdo sinceramente en la existen- cia de los dioses mexicanos. Nunca pas6 porla cabeza de Cortés, de Bernal Diaz, de Zumérraga o de Sahagin negar la existencia de seres cuya realidad se afirmaba con tanta evidencia en cada as- pecto del paisaje y en cada instante de la vida de los hombres. Huitzilopochtli, Quetzalcéatl, Tliloc, Tezcatlipoca y todas las demas innumerables entidades no eran; para los conquistadores 0 los sacerdotes, “falsos dioses" ni ilusiones ni creaturas imagin: ins de las conciencias extraviadas. Los reconocfan como poderes reales, aunque demoniacos. Para ellos, todo ser sobrenatural no cristiano s6lo podia ser un demonio. Ast Io dice, con cierta chulerfa, Henin Cortés al emperador Moctezuma II desde el principio de su estancia en México: “no son dioses sino cosas malas que se llaman diablos”. Ignérase como Ia india Malintzin, quien servia de intérprete al caudillo extreme- io, pudo traducir al soberano azteca esta frase sacrilega. La len- gua mexicana no tiene palabra que corresponda a “diablo” o a “demonio”. Posteriormente, los predicadores desviaron de su sig- nificacién original los nombres de las temibles divinidades del Oeste, los Taitzimime, y aun inventaron la palabra tlacatecdlotl, “el hombre biiho”, para designar a los diablos que obsesionaban desde hacia miles de afios la conciencia europea. Y mas simple- RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS 9 mente, impusieron et vocablo espatiol diablo. Durante todo cl siglo xvi la doctrina oficial, ortodoxa, aceptada por los padres misioneros fue ésta: las divinidades mexicanas existen, pero se trata de diablos que se hacen pasar por dioses. ““Hluitailopochtli no es dios. Tezcatlipoca no es dios. Tléloc no esdios. . . todos son demonios”, escribié Sahagan, quien afiadi6: ““Vuestros antepasados adoraban a un dios llamado Tezeatlipoca {pero hoy sabemos que] es Lucifer, padre de toda maldad y mentira.” En 1560, el cronista oficial de la Imperial Ciudad de México, don Francisco Cervantes de Salazar, no vacilaba en afirmar que la religion mexicana fue fundada por Lucifer para arrastrar a los indios y que “diesen para siempre consigo en lo profundo del infierno"; decia ademas que “en la provincia de México el prin cipal demonio que adoraban. . . se llamaba Ochipust! Uchilo- bus", Y aun cuando habla de los actos adivinatorios de los hechi- ceros, no los pone en duda sino que, por lo contrario, afirma que “todo esto pueden hacer, porque el diablo, cuyos ellos son, s¢ lo ensefia, para engafiar a-otros". Nadie est, pues, mas alejado que estos espafioles de la actitud racionalista de los incrédulos que los sucederan y que proclama- rn que los dioses de México “no existian”. En su universo habia lugar para dos —no para mas— series divinas de signo contrari la del cristianismo, del lado fasto, y la de México, del lado nefas- to, y ambas reales. En este sentido, negar la existencia de Tléloc hubiese sido una blasfemia, porque Dios sélo puede ser vencedor cuando tiene enemigos por deshacer. Esta vision de las cosas es seguramente la de Claudel. Debe serlo porque é1 ha sentido mejor que nadie lo que trastornaba, en el mundo por descubrir, el empuje conquistador de Castilla. Debe serlo porque sélo ast se justifica la declaraci6n inicial del exposi- tor: la “larga noche anterior al nacimiento” es el tiempo de la dominacién demoniaca. {Y para qué mostrar, si no existen, a los dioses “que se retinen con inquievud en la playa"? Claudel esta muy de acuerdo con a linea ortodoxa de los espa- fioles que legaron a esta playa. No se hace vanas ilusiones sino que denuncia a demonios reales que abatiré el descubrimiento. RUSPETO A LOS DOSES MUERTOS ro, entonces, lo comico no tiene lugar. El diablo puede ser cuanto se quiera, menos un motivo de risa. De ahi ese algo de rechinante que hay en esta escena, ese algo que no “pega’ Quisigrase ver terribles, sangrientos si se quicte, grandiosos sin duda en ej horror, a esos dioses aiin en su dominio y dustinados inafiana a desaparecer, a volver a tos infiernos. La bufoneria no va con ellos, y no sienta tampoco al Dios de Claudel, quien va a arrebatarles enn ida lucha un continente insnenso. Unes y otros valen mucho mas que esto La GRAN CALDERA AZTECA Pero zcomo estar seguros de que los dioses adorados —y con qué pasion, qué minucia y qué esplendor— por fos millones de sitbdi tos de un vasto imperio son sélo demonios? gCémo expulsarlos al otro lado de la linea que separa en dos el dominio de lo sagrado? Hablando con propiedad, basta una comprobacion de identidad Estos didses no tienen sus papeles en regla, son desconocides en cl fichero de la ortodoxia, no figuran en Ia initotogia aceptara. De pronto, helos aqui echados del infinito césmico, rele; lado de las alambradas “en las tiniebias exteriores con Ia regla segti os vencedores” gados al otro En fin, basta wn la cual "los dioses vencidos son Jos demonios de Pero, gbasta realmente? De todas maneras, uno se siente mas cé- modo invocando en su ausilio a la conciencia universal, la piedad y la solidaridad humana. ¥ de allf surge el tema de “la gran cal dera areca” que Paul Claudel vuelve a tomar con brillo. Los sacrificios sangrientos, los corarones arrancados de los pechos hendides por ef pedernal, tas calaveras astentadas en los 200 pantli condenan a los dioses del México antiguo y con ellos a steci vilizacién, La conquista es, pues Gel infierno y a los cuerpos de la “gran caldera". Las lagrimas odiosas de Huitzilopochtli son las de monstruosas comidas, No Hora mis que por sf mismo y por st cs tomago, y no sdlo ¢s un vencido sino también un bribon. alvadora; arranca a las almas aun ogto frustrado en sts RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ” El tema de fos sacrificios humanos en el México antiguo v0 puede eludirse. Puede alegarse sin duda que su importancia ha sido exagerada sistematicamente por los conquistadores y tos mi sioneros. El comprensible horror que experimentaron los castella nos cuando vieron cn Tenochtitlan ta estatua del gran dios tibal cubieria con Ia sangre de las victimas, y con mayor razon, cwanch pudieron ver a tv lejos las caberas de sus propios companeros x hibidas sobre los macabros ca un espectécute d Hetes, toda esta repulsion frente in Jos Hevea falsean ta imagen. Advertimos, de paso, que los mismus castellanos cu contraban absolutamente natural que Cortés hiciera colar. mv lar y quemar vivos a espaioles ¢ indies, porq bitual no © rucldad desacostumbr a cruelitad Jue Muy sinceramente, los espaiioles encoatrs feroces a los indios porque ‘aban sei 's bramanos Frente 9 60 mente, tos indios emblaban frente 4 h dioses: y no menos sin: ferocidad espaiiola cuando fos conquistadores comenzaron tL xico: porque el ideal de los indios la guerra “lo que se ignora con mucha frecuencia— era el de no matar a nadie, Una batalla consistia en hacer prisioneros que debian ser sacrificados despué sacrificios humanos sustitufan a matanzas de Cholula y de Mi De esta manera, en México los las pérdidas en el campo de bs alla que ocurven en nuestro mundo. En este aspecto, si se quiets comparar la civilizacién de los aztecas y ia nuestra, no deben compararse fas cifras de los sacrificios hum: aztecas, tants millares”, sino las pérdidas en tiempos de guerra nos: “cristianos, 0 suropa y las ocasionadas por los sacrificios humanos en Méxi co. Entonces resulta evidente que el mismo emperador Ahufzotl, gue consagré el gran templo de México con la sangre de 20 mil Mictimas, no era mas que un nifio al lado de nuestros jefes de guerra y hombres de Estado, Hubieran sido necesarios a los dioses aziecas muchos siglos para devorar tantos corazones como los que dejaron de latir de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945, Aunque multipt cado, el sacrificio cra un acte individual y no una destruccidn en masa: el ¢ al sla mataba aun hombre cada 6 de fas v n. por extraio que pueda pare Sin ema: sentido det saerificio, Ahor 5 2 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS cernos, no puede negarse que el sacrificio haya sido casi siempre voluntario o al menos valientemente aceptado. Desde su infancia, el mexicano ofa decir que habfa venido al mundo para dar su co- raz6n y su sangre intonan intota tlaltecuhtli tonatiuk, “a nuestra Madre y a nuestro Padre, la tierra y el sol”, segin la frmula ri tual. Sabe que si muere tranquilamente en su casa, estari desti- nado a disolverse, devorado en las tenebrosas cuevas del Mictlan; y si, por el contrario, muere sacrificado, lo espera una eternidad radiosa, primero, al lado del dios solar, en las filas del resplande- ciente cortejo que lo acompafia del Orience al cenit, y mas tarde, reencarnado, bajo la forma graciosa de un cclibri que zumba entre las flores. Cuando joven, n la escuela elemental del tel- pochcalli o en el colegio superior del calmécac, escuchaba con respeto'a los jefes militares o a los sacerdotes-maestros que le reve- laban la verdad escondida bajo las apariencias del mundo: el sol es un dios que se ha sacrificado, queha querido morir para rena- cer eternamente, Quienes, sacrificados a su vez, le ofrecen su sangre —"el agua preciosa” — y su curaz6n, se convierten en sus émulos y sus servidores, en los “acompafiantes del Aguila”. Qué otra cosa ¢s Huitzilopochtli, nuestro sefior, sino el simbolo del gue- rrero convertido en dios? Asi se iba foimando en el alma del joven mexicano un ideal de orgullo sobrehumano, el deseo de su. perar a la muerte por la voluntad de morir, y la fe en el renaci- miento que experimenta quien acepta su propia destruccién, Alistado en sus primeras expediciones, el joven guerrero captura un prisionero al que acompafia al teocalli para asistir a su inmola- cién: en su Gltima hora, cuando sucumbe su enemigo que se ha vuelto para él extrafiamente fraternal, es como si él mismo sobre- pasara el limite. Llega el dia en que el emperador le impone el, penacho de caballero Aguila y le entrega la rodela ornada de plu- mas, oro y jade. En fin, él es capturado también en un combate, arrastrado, y pronto va a subir los escalones de una aguda pirami- de para convertirse a su vex en un dios. . Esto explica que los guerreros hechos prisioneros hayan recha- zado salvar su vida y hayan exigido la muerte, esto es, la apoteosis —las crénicas indigenas consignan més de un caso semejante— RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS B Esto explica también el que cada affo un joven haya aceptado representar el papel de un principe, al que se rodea de todas las delicias’ antes de perecer eri la pirimide de Tezcatlipoca: que las mujeres revestidas de los ormamentos de la diosa madre canta- ran y danzaran estoicamente, fingiendo ignorar su destino, hasta ci momento en que su cabeza rodaba por las baldosas (porque las mujeres también podian ganar el paraiso); y, en fin, que se haya inventado la Guerra Florida, simulacro de batalla en plena paz, con el dinico fin de proveer a los altares con victimas de hecho vo- luntarias. Los sentimientos que animan a los actores del drama son exal- taci6n y esperanza, de parte de las victimas, y certidumbre de rea- lizar un deber césmico, de parte del sacerdote. Deber césmico, porque el sol s6lo se elevar4, la luvia s6lo descenderé de las cum- bres de las montafias, el mafz s6lo surgirs de la tierra, y el tiempo mismo sélo proseguira su curso majestuoso si se consuman los sa- crificios. Ast fue desde el primer dia del mundo. La sangre de los hombres es la fuerza vital del sol. “Yo soy el que ha hecho salir al sol”, ¢5 el grito con que se anuncia Huitzilopochtli en el himno ri- tual que le est dedicado, Huitzilopochtli es la encarnacién det orgullo y de la esperanza de la nacién azteca. EL COLIBRI DE LA IZQUIERDA : El gran dios nacional de los aztecas, que s6lo les pertenece a ellos y de quien son el pueblo elegido, es el colibri, huitzilin, de la iz quierda, opochtli. Ast lo expresa el lenguaje esotérico del México antiguo. Traduzcémoslo: el “sacrificado resucitado”, quien reen- carna en el cuerpo frégil y multicolor del colibri “del lado del Sur", porque los libros sagrados representan al mundo como una cruz, el Este arriba y el Sur a la izquierda. jEI mediodfal ;Qué lis- tima que Claudel blasfeme de este mediodia triunfante y sagrado, del sol del cenit! Huitzilopochtli es el grande y duro sol de mediodia, y este astro es una reencarnacién. Acaso por ello en el Cédice de Florencia, u RESPETO A LOS DIOSHS MUFRIOS en un pasaje oscure, se dice que este dios era “sélo un hombre co: inn, solo un hombre", gan maceoalli, gan thécatl, un hom. bre como los otros, en suina; pero al mismo tiempo "ua brujo, un presagiador funesto”, naoalli, terzduitl. Como simbolo de la apo- teosis, afirma que el hombre pucde sobrepasarse. Da la prucba y | mismo es la prueba de que cl ciclo esta abierte para el hombre, y de que ¢s un reino prometido a los violentos. Los origenes de este gran dios fueron humildes. Tliloc y Quet ralcbail reinaban desde hacta muchos sigles, desde milenios quizis, en los pueblos del México central, cuando una pequeiia ribu inculta y miserable emprendié su lenta migracién hacia el Sur, a través de los desiertos de cactus. A la cabeza marchaban los “cargadores de los dioses", sacerdotes-soldados, que Mevaban sobre sus espaldas el divino farde. En las paginas de los manuscri tos antiguos sé les ve encorvados bajo un tosco bulto del que sobresale una enorme cabera de colibri. Huitzilopachtli se les apavecta y les hablaba, En cada etapa expresaba suis oraculos, siempre para decit: jms lejos! jmas lejos! Refiere Ia tradicin que algunos se rebelaron, cansados de servir a este dios perpetuamente insatisfecho, y la tribu se dividi6. Pero ebnicteo de los fictes per manceié agrupado en torno al extraiio pajaro. La marcha duré siglo y medio, peregrinaciéa interrumpida por combates, desilu siones y derrotas, hasta el dia en que los errantes se detuvieron fi nalmente en las ciénagas, en medio del carrizal, alli donde apare cié Ia sefial prometida: un Aguila, posada sobre un nopal, que tenia en su pico una serpiente, Alli se fundé, alrededor de un ru dimentario templo de Huitzilopochtli, ct pobiado lacustre que se convertirfa en 1a ciudad de México, En Ia época en que Cristbal Colén embarca rumbo a lo que él cree la India, Huitilopochili es el dios supremo de un imperio. Su teocaili domina la ciudad como la ciudad domina el pats mexi cano, El dios que se transportaba a lomo de hombre, bajo al sol y en medio del polvo del desierto, envuelto en toscos tejidos de fibras, domina ahora en Io alto de una piramide, y su estatua esté cubierta de mantos d= plumas resplandecientes, Durante 20 dias Gel aio —en el mes Panquetzaliztli—, se suceden en su honor las RESPETO A 1.05 DIOSES MUERTOS, danzas y los sacrificios, entre nubes de incienso ya la sombra de inmensas banderas ide plumas verdes; cl emperador, todopodero: so entre los hombres, no es mnas que su primer servidor. Todo wn sacerdocio jerarquizado lo rodea noche y dia con ritos sini ciosos. El errante de ayer est hoy dotado de uaa genealogia yun ito: los sacerdotes explican que nacié milagrosamente, ea la montaita de las serpientes, de una diosa fecurdada por un copo de plumas caida del ciclo; que apenas nacido debié exterminar a las estrellas del Sur y a la divinidad de la noche, Sol invictus, ta serpiente de curquesas y fuego que tiene en su ciestra derriba a las fuerzas de las tinieblas. Las victimas son inmoladas frente 41, porque es al quien fabrica continuamente la vida con la muerte Sin embargo, en lo alto del templo, como en lo alto det mund @ no esta solo. El santuanio que remata la gran pirdimide es doble al lado del ceacatlé en que reside se eleva, con dimensiones igua les, el de otro dios, Tlaloc, Y ala cabeza de la Iglesia hay dos grandes sacerdotes de puster igual: el de Hutil HECHIGERO DE LA DICHA TRANQUILA Este era un dios muy viejo. Su mascara, formada por anillos (scr picntes) en torno a los ojos y colmillos de ofidio saliendo de ta boca, ornaba vasijas de barro y esculiuras en todo México desde hacia mil afios. Llamabasele el “Sacerdote”y también el Principe Hechicero”. El era quien convocaba las nubes agitando su sonaja, “la sonaja de brumas”. Es preciso haber visto, en Mexico, fa Hega da de las Huvias después de la estacion seca para sentir lo que esta dramitica transformaci6n de la naturaleza podia significar para fos pueblos sedentarios del altiplano. L: Ja sequia son agocadoras, angustiantes: sperecerd el maiz que aca ltimas semanas de ba de sembratse? ¢Todo lo consumira el fuego que cae del ciclo sin nubes? Como por milagro, rodean de vapor, hiego de brama, retumba el trueno, cae la Ue via bia, y brotan las flores. El hechicero Tlalce, una ver més, ha salvado al mundo y a los hombres. las cumbres ce las montafias se 6 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS Huitzilopochtli es el dios de los némadas guerreros y cazadores que vinieron de las estepas desérticas. Tléloc es el dios de los agri- cultores asentados desde muchos siglos tris. Uno promete a quienes lo siguen la muerte violenta del sacrificio y la alegria del cortejo solar. Otro oftece a quienes distingue la eternidad tran- quila del Tlalocan, lugar cAlido y hmedo de la abundancia y de Jas flores, exuberante jardin bajo las lluvias, La sabiduria mexica- na supo hacer la s{ntesis de los dos suefios, el del guerrero y el del campesino, pues aceptaba que existiera mas de un paraiso. Reconocia la complejidad del mundo y lo contradictorio del cora- z6n del hombre, y por ello exaltaba por igual el ideal sangriento de los caballeros destinados al sacrificio, y el tenaz apego de los sedentarios a su tierra y a su perpetua renovacién. Mas esto.no es todo, ya que existian atin otros mundos posibles en el universo mencal de los antigues mexicanos, sobre todo el que simboliza la forma ambigua, la historia oscura de la serpiente emplumada. EL MEROE DE LA VIDA CIVILIZADA Me he referido pocs antes a los dos grandes sacerdotes de México. Cada uno de ellos tiene su titulo personal, pero ambos poseen también un titulo comin: se les llama las “serpientes empluma- das”, De esta manera, se perpetéa en ellos, en la cumbre mas clevada de la jerarquia espiritual, la gloria de quien fue a la vez sacerdote, rey y dios: Quetzale6atl, la serpiente revestida de las plumas verdes y doradas del quetzal, Como sacerdote, durante su aparicién en Ia tierra alcanzé la perfeccién y queda como modelo, Para imitar su piedad, los sacerdotes mexicanos se imponfan austeridades y penitencias, ayunos y vigilias; ofrectan a los dioses su propia sangre y se levan- taban a medianoche para irse a bailar, tiritando, en agua hela- da. La tradicién nos describe los oratorios, oricntados a los cuatro puntos cardinales, entre los que dividfa su vida de oraci6n y reco- gimiento. Y se hablar de é como del modelo consumado de sabidurfa religiosa, RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS 7 Como rey fue el soberano de los toltecas. En su ciudad de Tula, de edificios de suefio hechos de metales preciosos, conchas resplandecientes y plumas multicolores, 1a abundancia y el lujo se dilataban en torno suyo. Los toltecas, sus vasallos, eran muy diestros. Gincclaban el jade y fundfan el oro. Todas las artes y toda la sabidurla proventan de ‘Quetzalcatl. Alla (en Tula] él habfa construido su casa de jade, su casa de oro, su casa de coral, su casa de conchas, su palacio de tur- ‘quesas y de plumas preciosas, . . Las mazorcas de maiz cran tan grandes que se levaban abrazadas. El algod6n crecfa ya tefido ~rojo brillante, amarillo, rosado, violeta, verde, azul, .. y habla en Tula pajaros de todas las especies, de plumaje precioso y que canta- ban melodiosamente. . . y los toltecas nunca carecfan de nada. Asi se expresa la tradicion, Fue Quetzalc6atl quien inventé la cuenta del tiempo —la compleja y precisa cronologia de los anti- guos mexicanos—, los jerdglifos y todas las artes que embellecen la vida. En cl siglo XV1, la palabra toltécatl, tolteca, se habfa vuelto si nénimo, en la lengua azteca, de artista, La época fabulosa en que Querzaleéatl rein6 sobre Tula fue la edad de ord de la civilizacién. ‘Ahora bien, todas las tradiciones concuerdan en este punto: Quetzalcéatl, gran sacerdote y rey de Tula, no acepté nunca los sacrificios humanos, Ofrecia a los dioses su propia sangre y la de los pajaros, pero nunca maté a un hombre frente a los altares. ¥ ello determiné6 su caida. Porque esta edad de oro, como todas las edades de oro, tuvo su fin. Brujos de otros pafses —encabezados por Titlacauan- Tezcatlipoca, el dios del cielo nocturno, de la Osa Mayor, de las hechicerfas y de las tinieblas— legaron a Tula y su magia negra venci6 al rey sacerdote que rechazaba matar hombres como oftenda a las divinidades. Comprendiendo que legaba para él la decadencia, Quetzalcéat! abandoné Ilorando a su pue- blo. Los pajaros tornasolados volaron de la ciudad, Desapare- Gieron las plantas multicolores. El rey desposefdo inicié el largo camino del exilio, a través del altiplano central, y descendié luego hacia el sudeste por las pendientes de las montafias, en busca del RESPEED A LOS IHOSES MUERTOS, agua divina”, es decir, del mar. Dos tradicionesdistintas deseri bon su partida: segin una, dispuso al borde del océano una ho guera sobre la que se eché, y pudo verse su corazén salir de las lla- mas en forma de una estrella luminosa; Ja otra tradici6n refiere que encontré en a playa una extratia balsa tejida de serpientes, y en cuanto subié a ella, la balsa se alejé de la costa para desaparecer para siempre en direccion det Fste, del “pais rojo" de Tlapallan En uno y otro caso, sin duda alguna, el rey Quetzaledat! se con: virtid en dios, ¥ los mexicanos del siglo X¥1 lo adoraban como dios, jen qué desconcertante variedad de formas y atributos! Ehé: catl es el dios del viento bienhechor que "barre tos caminos fren te a los dioses de la luvia” anahuatzin, el que en los origencs del mundo se sacrifice lanzindose a un brasero para dar naci micnto al sol, Xototl, ser ambiguo a lit ver hombre y perro, ef que desafia las-tinieblas del infierno para arrebatar de la nad hinesos de los mmertns y formar con ellos hombres nuevos. huizertpanteculuti, el “Seiior de la Casa Roja de tia Aurora”, es el planeta Venus, estrella de la 1 Ja resurrecci6n, Ce- na y de la tarde, stribulo de catl lleva, arriba de su tocado de sexpiente del que salen largas plumas, el glifo del aito fatidico en cuyo curso abandoné México, y bajo cl signo del cual volver. Yaca tecuhtli, el “Sefor que Camina a la Vanguardia", guia a través de las montatias y selvas a las caravanas audaces que van en busca det émbar, cl jade, las turquesas y el oro. Con el nombre de Quet vale6at!, simbotiza las fuerzas positivas de la naturaleza y del hombre, la accién benéfica del emperador y el esplendor de las artes. Sacerdote, rey y dios, es sobre todo ef héroe de ta vida, y de la vida civilizada Para quienes buseamios en los vestigios dejados por los hombres del pasado el sentido de los pensamientos profundos, la historia yelinito de la serpicnte emplumada se velan por contradicciones y oscuridades que aumentan a medida que crece nuestro coneci miento, La serpiente emplumada aparece desde la época clasica maya del sur —del tercero al décimo siglo de nuestra era ~ en los admirables bajorrelieves de las ciudades sepultadas, particular anente en Yaxchilan. Del sexto a qui cl octavo siglo, su cuerpo [TO A LOS UL ISES MUERTOS 1 y su cabeza decoran los monumentos de Teotihuacn, en el alti plano central, y de Xochicalco, en la vertiente del Pacifico. Todo sélo sefialaria un mito y su difusién. Mucho mas perturba dor, en cambio, es el hecho, cada vez menos discutible, de que Quetzaleoatl, el gran rey, existi6. Las exploraciones de Tula han revelado sus palacios, con colummas en forma de scrpicntes tales como las describe la tradici6n, En Yucatén fue un gobernante ct vitizado, designado en maya con un nombre que significa serpien. te emplumada, que hacia el aio 1000 vino a presidir el briltante renacimienio de Chichén liza, Mayapan y Uxmal. Las tradi ciones no habian mentido: Quetzaleéatl s6lo aparece en fa histo- riq para hacer revivir, para erear la belleza ya paz, Su interven: cién en Yue {Serf necesario, seas, avepaar que un ho: conductor de pucblos, un creador de eivilizacién, tom6 el nov dle un dios atorade deste siglos sO x, y st identified eva 6b en be memoria de los hombres agradecidos? En todo caso, to que hay de incjor en an puchlo, el mas alto deseo de perfeccion, Ia voluniat mis serena, nunca han encarnado en una Figura mas digna de reapeto que la de este hombre-.tios, poderose emperador humiilde frente al destino, sacerdote puro, estrella de esperanza. Los espafioles de la época cortesiana sinticron que estaba frente a algo grande cuando se acercaton a Quetzale6atl, gNo de bieron cllos mismos la recepeién que les fue concedida a su Heya da al hee! : condcatl, cl pli€o del regreso de la "Serpiente gaban del Este, de Tlapallan, por ef mismo may cn que Quetval cbatl habia desaparecido, tras el mismo horizonte. Aparecian ba: jo elsigno calendirico del dios-héroe. Exan blancos, como lo habta sido Quetzaleéatl, enamorado de Ja blancura, Enarbolaban wna cruz, yel vestido de Quetzalcéatl estaba sembrado de cruces, simbo: Jo de las cuatro direcciones del mundo, Tamb.én el piadoso empera dor Moctezuma crey6 durante mucho tiempo que trataba con dio: ses, aunque ¢s verdad que los mismos conquistadores seencargaron de desengaiarlo, pues su comportamiento los revel6 “humanos" Pero fite mucho lo que debieron a Quetzalebatl esto 1 dio dos glos luminosos al mundo maya. re excepeional, an istema Hevaba cl signo Emplumada"? Le 20 RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ‘Mas tarde, cuando algunos espafioles se intcresaron en la reli- gién del mundo que acababan de ocupar, comprendieron que es- te dios no merecfa las mismas condenas que los demas. Puede per- cibirse que Sahagiin no pucde englobarlo en la misma reprobacion que a los dioscs sangrientos. Sin embargo, se siente obligado a rechazarlo, porque si no. . . Entonces, como de mala gana, lo acu: sa de haber sido no un demonio sino “un amigo de los demonios”, y a causa de esta amalgama lo considera destinado, como los otros, al infierno, Pero no puede dejar de pensarse que, en su fuero inter- no, el buen padre hubiera preferido darle un trato especial. Claudel no parece haber experimentado los mismos escripulos. Destina alegremente a su gran caldera —que no es azteca— a Quetzaleoatl junto a Huitzilopochtli. Ademés, quiere ridiculi- zarlo, Confieso que la “lentitud repugnante” de Quetzalcéatl me oprime el corazon. Estas cuatro sflabas musicales han resumido durante siglos lo que habia de més noble en el alma de numerosos pueblos. No las profanemos. Nuestro pobre mundo, que se cree civilizado y se hunde en sus odios y sus fealdades, jcuénto necesitarfa un Quetzalcéatl! ‘TODAS LAS LOCURAS Y TODAS LAS CORDURAS He expuesto hasta aqui lo concerniente a los dioses mexicanos se- fialados expresamente por Claudel: Huitzilopochtli, Tléloc y Quetzalc6atl, tres sefiores de primera importancia. Pero habia muchos ms, Y solamente para que se entrevea al menos la multi- tud divina que gravita alrededor de ellos, en la que nuestro pocta los ha ido a buscar para atacarlos, invoquémoslos: Los pequefios dioses sonrientes de 1a embriaguez, los “Cone- Jos"; los pequefios dioses benéficos de Ja lluvia y la abundan- cia, jas “Montafias"; “La que Lleva un Faldellin de Piedras Pre- ciosas’, diosa del agua dulce, y la “Sefiora de la Sal", diosa del agua marina. _EL “Principe de las Flores" y la “Flor-Pluma de Quetzal”, dios y diosa de los juegos, la danza y el amor, de la juventud y la prima- RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS a vera; y la sombria Tlazoltéotl, Venus imptdica, quien no obstan- te presidfa la confesion y liberaba a las almas de sus pecados. Las diosas madres de numerosos nombres: “Nuestra Abuela”, ‘Mariposa de Obsidiana", “Serpiente-mujer”, “Madre de los Dio- ses”, fuentes de la vida y de la muerte, benéficas y terribles, con tocados de plumas de Aguila y pintadas con sangre de serpiente. El “Sefior de la Turquesa”, viejo dios del fuego y del sol, padre eterno y consorte de la tierra-madre, a quien los guerreros adora- ban bajo la forma de una mariposa en lamas. El dios del maiz, Gentéotl, y la venerable "Siete Serpiente’ quien las muchachas trafan como ofrenda manojos de mazorcas de mafz adornados con cintas. Xipe Tétec, el sangrante dios de los orfebres y de la lluvia pri- maveral, revestido con las pieles de las victimas desolladas; lam: basele el “Bebedor Nocturno” porque la Huvia que cae por la noche fecunda la tierra y la cubre de una’nueva piel al despertar. Y Tezcatlipoca, el hechicero negro de la Osa Mayor y también protector de los jévenes, él mismo eternamente joven; y el “Sefior de la Dualidad” con la “Sefiora de la Dualidad”, impasibles e in- méviles en la cispide del mundo, “all4 donde-el aire es muy frio, sutil y helado”, pareja primordial de la que todo proviene; y aun la inconocible “causa de todas las cosas”, dios sin rostro al que ce- lebraba en Tezcoco, en el signo 15, el rey filésofo Nezahualcéyotl. No habia ningiin limite en este océano de formas divinas, Todo tenia derecho a la adoracién de los mexicanos: los dioses de las corporaciones, de los pueblos y de las ciudades que pertenecian al imperio; los dioses de los vecinos y los que se capturaban en los adoratorios de los templos incendiados; los dioses de los planetas que observaban con ojos adiestrados los sacerdotes-astronomos de Teotitlan. El drama de 1519 fue et choque de una religin abierta contra una religi6n cerrada, de una religion que no excluia nada contra una religién que, salvo ella misma, exclufa todo. La idea de que para rendir culto a un dios era necesario destruir a los otros, era incomprensible para los aztecas: de ahf el estupor cuan- do, después de haber acogido la cruz espafiola en su ¢eocalli, oye- ron a los recién venidos exigir que se derrumbara a sus {dolos. La 2 RESPETOA LOS DIOSES MUERTOS religién mexicana era un mundo sublimado en el que se rellejaba el conjunto del universo: lo fasto y lo nefasto, la felicidad y la desgracia, la vida y Ja muerte y, en suma, Ja toralidad del hombre: la aypiracién hacia to mejor y la atraceién de la destruc cién, la esperanza de la eternidad y el vertigo de la nada. Para los antiguos mexicanos ei mundo era una decoracion, un telén irisado siempre a punto de desvanece: habian perecido cuatro: mundo: desgarratia un dia como un velo. En este universo fragil y siempre amenazado, el curso imperturbable del tiempo, dia tras dia, nos depara el m: tigen el destino. ¢¥ el hombre? Efimero dentro de Io efimero, cl hombre realiza brevemente su combate, Bajo ol imperio todopo deroso de los signos, poco es To que depende de él. Pero existen los dioses, y hay dioses para todos y para ca ¢ como un suciio. Ya tiz feliz, desdichado o indiferente de los signos que uno, para todas las vir tudes y para todos los pecados, para todo lo are leva y para todo Jo que rebaja, para la guerra y para la labranza, para todas las lo curas y para todas fas corduras, Hay muchos paraisos para los bieriaventurados, y para los demés, la esperanza de un aniquila miento tranquilo. : De esta manera, los hombres de este tiempo y este pals encontra- ban on estas miltiples fuentes la fuerza para ser hombres y para vi EL SOL YA HABIA SALIDO, SENOR CRISTOBAL GOLON El primer rayo de sol va a alcanzarla [se trata de América] y ves tituirla a la humanidad”, declara el expositor, quien habla tam bien de la “larga noche anterior al nacimiento” en que estaba hundido el continente rojo antes de su descubrimiento por los curopeos: —jUn momento, sefior Cristobal Colén! Hay un error. El sol ya habia salido desde hacia mucho tiempo. Diga que no sabia que este conti te exis pa ignoraba que, mis allé del océano, existfan tierras inmensas, RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS ms con sus Estados, sus ciudades, sus artes y sus dioses. ¢Pero todo, esto era nada solo porque sus ojos no to habian contemplado? Extraiia ilusién, en verdad, Irresistiblemente hace recordar la de aquel reyeauclo miserable del Asia Central que, después de haber tomado su pobre comida de leche cuajada bajo st tienda d por medio de un herald se digna reyes y principes del mundo. ,Solo habia habidu beliecs y verdad entre los custra muros de nuestra pequelia casa familia? {Por qué no aceptar la evidencia? Mucho antes de Colin —cuya hazaiia sélo signifies para el Nuevo Mundo, durante largo licmpo, Ia destruccién de todos Tos valores que se habian creado—, los hombres de América, y especialmente los de Mé xico, habian hecho méltiples basquedas y logrado algunos encuentros, al igual que nosotros. Para desh:ozar, se habfan en: sangrentado las manos con Jas espinas y los pies con las piedras de Jos caminos, como nosotros. Habfan construido palacios y templos, observado los astros y escrito libros, Valerosamente ha bian representado su papel en la escena que les estaba asignada, al lado de los demas. Habfan sufrido como los demés y habfan tratado como los demas de domtinar su sufrimiento, Aunque igno: rada por nosotros, su aventura fue, como la nuestra, una paite de Ja aventura humana, fieltro, ral 2 autorizar a comer a todos los ‘Aan mas: si imaginamos a un abservador sobrchumano que, en deterninades momentos de la historia, abarcara de una sola mi rada las dos orillas del Atlantico, donde habla visto surgir la Tux y dance espesarse jas tinieblas? Entre 600 y 800, por ejemplo. yeudl era el centro cultural mas briliante? 2Era nuestro pobre Oc- cidente, agorado por las invasiones barbaras y ocupado en rumiar débilmente los tiltimos restos de la gran fiesta antigua, o el rico y luminoso México, cubierte de partea parte por una capa de piedras esculpidas, de Teotihucan a Monte Albin y de Palenque a Copan? La balanza de la civilizacién se inclinaba entonces hacia la tierra de Quetealcéatl, Las civilizaciones se elevan y caen como las olas del mar, Rece noreamos, jucs, de buena fe que en fa cresta de algunas olas, una espuma resplandeciente traza en et aire el nombre de los antiguos “ RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS hombres y los antiguos dioses de América. Negarlo seria, de nuestra parte, presuncién pura, “Ese mundo que yo he sacado de la nada", dice también Cristé- bal Colén en la vor de Paul Claudel. {De la nada? {Eran acaso na da los milenios de cultura, el orden y la prosperidad arrancados poco a poco a la naturaleza, las esculturas exquisitas de Copan y de Palenque, los frescos de Monte Alban, de Tizatlan y de Bonam- pak, los jeroglifos sabios de los mayas, la sabidurfa de un Nezahual- c6yotl y la grandeza de un Abuizotl? Y toda lz obra realizada por el hombre americano, desde la época en que erraba a través del continente desierto, semidesnudo, disputando su alimento a las bestias, hasta el momento en que su vida pudoensancharse en me- dio de las creaciones de su espfritu y de sus manos, toda esa obra del hombre americano es inseparable de los dioses en que crefa. . —Pero, destén muertos esos dioses, se hallan acaso vencidos? Es posible. Sin embargo, visitad las cumbres de algunas monta- de México y,encontraréis ofrendas recientes. . . Tlaloc era ya viejo durante el imperio de Tiberio César, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea. Olvidémoslo. Es cierto que muchos dioses han muerto ya en la tierra, y en realidad, en muy poco tiempo: todos los de Egipto, de Fenicia, de Grecia y los del imperio romano. Es un destino, jay!, que puede acontecer a muchos otros. Cada vez que un dios muera guardemos silencio: un poco del hombre ha si- do herido 0 va a serlo, porque ha caido una pieza de su armadura. Puede soffarse un universo en el que cada pueblo y cada ciudad hubieran permanecido protegidos por sus dioses; en donde sus piramides, sus pagodas, sus campanarios hubieran montado guardia juntos en torno al hombre; en donde sus manos blancas, morenas 0 negtas hubieran formado una cadena ep torno a no- sotros, hijos suyos. Si es cierto que el incienso no humea ya por Querzalcbatl, reconozcamos en ello la fuerza del destino que ha hecho mortales a las civilizaciones, y también a sus dioses. Pero en ello no hay nada de qué alegrarse. Sobre todo, no hay motivo pa- a sarcasmos o calumnias péstumas. Se trata de grandes muertos. \Cuan dura ¢ incierta es la marcha de la humanidad en los po- cos milenios de que tenemos conocimientol La vanidad del ii RESPETO A LOS DIOSES MUERTOS % hombre europeo, su ingenua seguridad, quisieran que toda esta aventura s6lo tuviera sentido gracias a él. Sin embargo, nos en- contramos ya en una época en que ésta ilusion de la ignorancia y del orgullo debe ceder a una visi6n ecléctica de las cosas. Desde el punto de vista de nuestro relativismo, la historia humana se pre- senta en su diversidad real. Pekin y Teotihuacén, la India y Gre- cia, Roma y Cuzco sélo son puntos de referencia. Y en esta pers- pectiva, el “descubrimiento” de América, a pesar de sus inmensas consecuencias, s6lo es un incidente que, en todo caso, no entraiia ninguna virtud particular. Imaginar que este descubrimiento ha sefialado una ctapa en un devenir césmico predeterminado equivale a compartir, bajo otra forma, el error del cientifico del siglo XIX, que crefa firmemente que toda la evolucién humana re- mataba en él mismo y en sus semejantes, en el capitalismo liberal y en los ferrocarriles, ; Todo cuanto podemos corprobar es que, en el curso del tiem po, de tarde en tarde, y separadas por vastos espacios y largos pe- riodos, surgen en nuestra tierra civilizaciones que duran algunas centenas o algunos millares de afios. jEn los trescientos mil aflos, aproximadamente, en que existen hombres, la era de las civiliza- ciones conocidas ocupa apenas siete u ocho mil, y con cuantas in- terrupciones, lagunas y retrocesos! Cada una de ellas ha seguido a sus dioses. Creo que el deber de cada hombre es respetar todos los esfuerzos que otros hombres han realizado para ponerse de acuer- do con et mundo y darle una forma a su vida. Indudablemente, a los europeos nos es dificil abstraernos de los marcos hist6ricos de nuestro pensamiento, como es dificil para el observador terrestre abstraerse del movimiento de nuestro"plane- ta cuando estudia el curso de los astros. ¢Cémo imaginar, esto es, revivir en nosotros mismos, lo que henchfa el alma de un mexica- no prosternado frente ala “Serpiente Emplumada”, u ofreciendo su pecho al cuchillo del sacrificador en la pirémide de Huitzilo- pochtli? : , Pero lo que no puede negarse es que, durante siglos, los sonidos y las imagenes que designaban y representaban esos dioses han servido de apoyos, de puntos de cristalizacion, a inmensas espe- (8 “OSES MUERTOS as, furores misticos, voluntades de senovacién y profundos apaciguamientos, |Cudntos hombres semejantes a nosotros han luchado contra la nada con sus imagenes en cl corazén, y cuane tos han muerto con esos nombres sagrados en los Jabios! Esos dioses i han sido consolacién para los dolientes, bandera para los guerre- 0s y diadema para los emperadotes Respetémoslos. Su paso por la ticrra no ha sido en vano. i. EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION Qus es In epoca del descubrimiento de México la sociedad azte ca parezca intensamente religiosa, que toda la vida pablica y pri vada se muestre invadida, digamoslo asi, por 10s ritos y dominada por las ereencias, es algo evidente para quienquiera que esté un tanto familiarizado con los documentos y los testimonios de la época. Pero, zeuil era precisamente el lugar de la religion y de sus ministros en la jerarquia de los poderes? En qué medida se con fundia la fancién sacerdotal con la del gobierno y la gestion de la ciudad? ,Pucde Hamarse teoeracia al réginen del México an- tiguo? Para contestar a esas preguntas no es indtil remontarse primero, a Mi o- Tenochtitlén La TRIRY AZTECA DURANTE LA MIGRACION La historia tradicional de los mexicanos nos indica que la uibu anteca, habiendo partido de un punto situace en algéa lugar del Norte — una isla en mitad de un ago, Hamada Aztkin— en la se gunda micad det siglo X11, requiri6 cerca de un sigio y medio para liegar al contro de México e instaiarse alli cn medio de las lagunas y los pantanos de In mesa central, Por supuesto, no hay que representarse esta peregrinacién co mo un desplazamiento ininterrumpida, La triba se detenfa un afio en ciertos lugares, en ocastones varios afios, sembrabe y co sechitba su maiz; al salir de las estepas deséricas del Norte, entro en contacto con pueblos de avanzada civilizacién, los nahuas de Tula y los de las ciudades lacustees. Sin embargo, es probable que durante toda esta fase de su historia, ni su modo de vida ni su organizaci6n social y politica suftieran alguna alteracion con siderable. Los azt as de este periodo arcaico no se distinguen apenas de la masa de las tributs Hamadas “chichimecas", es decir, “b: ” 8 EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION ras” que hasta el siglo xvi11 poblaron todo el norte de México. Esos chichimecas eran a las civilizaciones del centro de México poco més o menos lo que los celtas y los germanos fueron a las ciudades mediterraneas de la Antigiiedad clisica. Las estepas septentrio- nales desempefiaron el papel de reserva de pueblos que se preci- pitaban sobre el centro del pais en cuanto se debilitaban las grandes civilizaciones. Esos pueblos barbaros se caracterizaban por su genero de vida: cazadores y guerreros némadas, s6lo practicaban la agricultura en las zonas en que la habfan aprendido al contacto con los seden- tarios, tarascos, otomies 0 nahuas, No sabiendo tejer, se vestian con pieles de animales; a veces edificaban chozas, pero sobre todo se abrigaban en cavernas, Ademas de la caza, practicaban la re- coleccién de frutos silvestres (en especial los frutos del mézquitl, tuna mimosacea espinosa), de raices y de setas, y recogian toda clase de pequetias alimatias 0 insectos. Su religién no incluia ritos agrarios, pero otorgaba un lugar importante a los dioses de la ca- za y de la guerra, muy a menudo identificados con los astros: el Sol, Venus, la Via Lacted: Su organizacién social nos es casi des- conocida: s6lo saberos que Hevabar su existencia némada por grupos, al mando de unos jefes, algunos de los cuales, como el semimitico Xélotl, a veces podian extender su autoridad sobre todo un conjunto de tribus, al menos en lo tocante a la guerra y la conquista. Los aztecas birbaros (azteca chichimeca) de la migracién no eran entonces mas que una tribu entre otras, errante en las sole- dades desoladas de la “lanura divina” (teotlalli: asi se Hamaba a las estepas de cactos del Norte). Mas tarde, convertidos en herede- ros de las brillantes civilizaciones del México central y en sefiores de un vasto imperio, conservarian la pasién por el combate, el culto a los dioses de la caza y a los astros, el concepto de un jefe de guerra que mandaba a tribus confederadas y, en un dominio mas humilde, el gusto por alimentos como las plantas silvestres (quilitl) y los insectos, placer ya no impuesto por la pobreza, _ La tribu azteca en migracién estaba compuesta por varias frac- iones, de las que s6lo conocemos el nombre reciente: calpulli. ELESTADO MEXICANO Y LA RELIGION 2» ‘Como este término designa “un grupo de casas”, puede suponerse que sélo empezé a ser empleado después de la instalacién de los aztecas en ¢] altiplano central y six conversién a la vida urbana, 0 al menos después de sus primeros contactos con los agricultores sedentarios, {Cul era el namero de esas fracciones? Conocemos el nombre de sicte calpullé antiguos, y el cronista autéctono Tezo- zomoc enumera 15, Tal parece que, a continuacién, ese nmero aument6 de manera considerable, No cabe duda de que cada fraccién tenfa su jefe —el calpullec de la época clasica—, elegido 1, antes bien, designado por los jefes de familia, y ayudado por un consejo de ancianos. Pero, gexistia un poder tribal de conjunto que “coronara” las fracciones? Las crénicas y los manuscritos indigenas mencionan a jefes y notables, pero no a un solo jefe. La monarquia, que des- pués ser tan brillante y poderosa en México, adn no ha aparecido. Cada fracci6n debia ser auténoma bajo“el mando de su propio jefe y de su consejo. Tal ver los representantes de las diversas frac- ‘ciones deliberaban reunidos en ocasi6n de las decisiones.impor- tantes, lo que prefigurarfa el “gran consejo" de la ¢poca imperial. ‘Sin embargo, la tribu, en su larga migracién, no dejé de ser guiada. Se tomaban decisiones, se daban érdenes: habia que ¢s- coger las etapas, fijar la fecha de una nueva partida, En este esca- lon y para estos fines, habfa una especie de gobierno tribal: era el de los sacerdotes 0, antes bien, si queremos colocarnos en el inte- rior de las creencias aztecas, era el gobierno de un dios ejercido por sus delegados, los sacerdotes. En efecto, durante todo este pe- riodo fue Huitzilopochtli, el gran dios solar y guerrero, encarna- cion del sol de mediodia y de los combatientes resucitados, el que, supuestamente, tomé las decisiones mas importantes y las dio a conocer por boca de los saccrdotes. Los manuscritos aztccas, como por ejemplo el Cédice Azca- titlén, representan a los sacerdotes durante la “larga marcha” en su papel de “portadores de dios” (teomamaque). Sobre su espal- da, sostenido por la correa frontal utilizada desde antiguo por los indios mexicanos, est representado un fardo del que sale el pico de un colibri, el Auitzilin, simbolo de Huitzilopochtli. Es probable EL ESTADO MEXICANO ¥ L.A RELIGION que los aztecas de la migracién no escuipioran estatuas La imagen del dios debid haber sido una especie dle muiieco ligero hecho de tallos de plantas recubiertos de pafios; quizis el propio fardo sagrado no contuviera, bajo varias capas de tejidos, més que algunos objetos simbélicos: cl cronista Pomar menciona, en la época de Ja conquista espafiola, unos paquetes sagrados que contentan espinas de maguey correspondientes a Huitzilopochtli, ‘© un espejo, simbolo de Tezcatlipoca. Esos paquetes, que traen a la memoria los medicine bundles de los indios de la América del Norte, eran conocidos entre los aztecas con el nombre de tla quimilolli. A principios del siglo Xvi, el tesorero de la Iglesia me- xicana, responsable de enormes riquezas en terrenos, edificios, ropajes, mucbles, objets de culto y mercancfas de toda indole Hevaba el titulo de “Sefior de los Tlaquirnitolti” El Gédice Azcatittin nos muestra que dos divinidades eran (ransportadas ast por sus sacerdotes durante la migracién: Huitai lopochtli y Tezcatlipoca. Este titimo, sombrio dies del cieto noc tug, de las tinieblas y del viento de la noche, también era et pro: tector de los jévenes guerreros. En el siglo XVi Negaria a ser el testigo invisible y ommipotente de las acciones, de los pensamien. tos y de las confesionés, asi como el protector de los emperadores. Pero durante el periodo axcaico no parece haber influido directa mente sobre las decisiones de fa tribu, En cambio, Huitzilopochtli si intervenia frecucntemente por medio de sus orfculos. Mas a menudo por la noche, algunas veces de dia, se dejaba ofr su vox: Hamaba a sus sacerdotes, les daba érdenes. Fue asf como sc fundé Tenochtitiin, que cn menos de dos sigtos licgarfa a ser la poderosa capital, ta ciudad de Mexico. U er ordculo del dios habfa anunciado a los “ancianos” de Ia tribu que encontrarfan en algiia ugar, “en medio de los juncos ¥ de las ca fias”, intollihtie inacaihtic, en las marismas, un sauce, wna rana y un pez blancos (Ia blancura estaba ligada al nombre de Aztlan, patria mitica de los aztecas). Cuando los ancianos hubieron en: contrado esas sefiales, durante In noche Huitzilopochtli Namé al sacerdote Cuauhcéatl y le ordené ir en busca de un “cacto te- nochili sobre el cual estara posada alegremente un Aguila, .. alli EL FSTADO MEXICANO Y LA RELIGION 2 sera nuestra ciudad México-Tenochtitlin, alli donde el Aguila lanza su grito, abre las alas y come. . . alli donde la serpiente es devorada" Siguiendo a Cuauhedatl, los mexicanos se pusieron a buscar centre los matorrales de juncos y de plantas acuaticas hasta el mo: mento en que, “al borde de ua caverna, vieron al Aguila posada sobre un cacto, devorando alegremente”. Y de nuevo resoné la vor de Huitzilopochili, gritando: "jOh mexicanos! |Aqut es! Por las escasas indicaciones que nos dan los documentos sobre este periodo antiguo, al parecer podemos deducir que el modo de gobierno de los aztecas cra, a la saz6n, una democracia tribal re matada por una teoctacia: para cada fraccién, un jefe elegide por su constjo; para el conjunto de la tribu, los viejos o ancianos” (huehuelque), guiados por los acerdotes, o saccndotes ellos mismos; en la etispide, el propio dios, gobernanda por los oraculos que hacia ofr a sus servidores. El término de “teocracia” se aplica aqui de manera particusny mente exacta, puesto que cl jefe de la tribu no es un hombre, sir el dios en persona. No es imposible que Huitzilopochtli fuera en su origen un hombre, acaso un sacerdote, divinizado después ¢ identificado con uno de los aspectos del sei: eso explicaria la extraiia afirma cién de les informantes aztecas de Sahagiin, segin la cual Huitzilo pochui “gan maceoalli, can tldcatl catca, naoalli, tetzduitt”; era s6lo un hombre comén, sélo un hombre”, pero al mismo ticmpo “un brujo, un presagiador funesto” LA MONARQUIA Y LA JERARQUIA RELIGIOS\ EN MEXICO época en quc los espafioles Hegaron a México, el Esta“ teca propiamente dicho y las ciudades confederadas eran gob nados por unos monarcas, el mis poderoso de los cuales cra ef de México-Tenochtitlan. Lo que nosotros Hlamamos, con mayor 0 menot exactitud, cl “imperio” azteca se habia constituido recien ternente, en menos de un siglo, surgiendo, gracias a la guerra ya se EL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGION la'diplomacia, de una situacion confusa en que todo el centro del pats estaba dividido cn numerosos pequeiios Estados indepen- Gientes, a la manera de las ciudades griegas antiguas. Cada uno de esos Estados presentaba la misma estructura de gobierno: un monatea, ayudado por uno 0 a veces varios consejos, y rodeado de dignatarios investidos de funciones militares o administrativas. ‘Antes de la Ilegada de los aztecas, esos Estados-ciudades podian dividirse, grosso modo, en dos categorfas: por una parte, los que habfan sobrevivido al desplome de la civilizacién tolteca, como Xochimilco y Culhuacén, y habfan conservado lo esencial de las tradiciones de esta cultura; por otra parte, los que habian sido fundados por las tribus victoriosas llegadas del Norte, como Azca- potzalco y Tezcoco. Entre los primeros, la institucién monarquica procedia, por una tradicién ininterrumpida, al menos en princi- pio, de la monarqufa tolteca, cuyo prestigio legendario reflejaba afin, mientras que entre los segundos era testimonio de un proce- so de “toltequizacién” de los barbaros al contacto con los vestigios de la alta civilizacion precedente. A este respecto, la historia de Tezcoco es tfpica: fundada por el jefe chichimeca Xélotl, la dinastia evolucioné en menos de 200 afios con tal rapidez que, desde el siglo XV, el rey de Tezcoco, Nezahualeéyotl, podia ser considerado como el representante de la civilizacién mexicana més clasica, y su ciudad como una especie de Atenas del nuevo continente. El concepto tolteca de la monarqufa estaba fuertemente im- buido de religion: el rey tolteca por excelencia, Quetzaleéatl, zno era un gran sacerdote, taumaturgo, héroe civilizador, un dios, en fin, la “Serpiente Emplumada"? Entre los barbaros era, al contra- rio, el aspecto militar el que predominaba: el rey era el gula de la tribu némada, el jefe de los guerreros. La monarqufa mexicana de la época historica evoca una especie de conciliacién entre esos dos conceptos. Desde su primer contacto con las avanzadas culturas del al- tiplano central, los aztecas habian querido imitar a los Estados en medio de los cuales se encontraban, dandose un rey, Huitzilihuit] el Viejo. Esta tentativa termin6 trigicamente, al ser aplastada la EL ESTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION 3 joven monarquia y muerto Huitzilihuitl. Cuando, en 1875, los az- tecas decidieron retomar aquel ensayo abortado, trataron de “cubtirse” invocando la gran‘tradicin tolteca: escogieron para soberano a Acamapichtli, al que unas genealogias acaso compla- cientes hacian descender de la dinastia de Culhuacén, la que, su- puestamente, a su ver descendia de la de Tula, y por tanto del ropio Quetzalcoatl. : “a cenperadot ‘mexicano, en el apogeo de Ia civilizacion azteca, es un personaje casi divino y rodeado de un aura religiosa, Cuan- do muere, sus despojos, revestidos de los ornamentés de Queczal- céatl, son incinerados de manera que vaya a reunirse en el otro mundo con su ilustre antepasado. Se consideraba que su eleccin (cl emperador era elegido por un “colegio” de dignatarios milita- res, civiles y religiosos) expresaba la voluntad de los dioscs, en particular la de Texcatlipoca. Juraba “defender el templo de Huitzilopochtli", y una de sus misiones principales consistia en agrandar y embellecer ese templo y en sacrificar prisioneros en él, En 1487, Ahuizotl presidié las ceremonias de inauguracion del gran teocalli, no sin sacrificar personalmente a muchos cautivos; Cortés y sus conquistadores vieron con horror al emperador Moc- tezuma Il oficiar ante un santuario con paredes salpicadas de sangre. En el curso del afio, el soberano tomaba parte en diversas ceremonias religiosas y en las danzas rituales por las que los cre- yentes “adquirian méritos a los ojos de los dioses” z ‘Sin embargo, ¢puede decirse que el propio emperador fuera un sacerdote, un miembro de la clase sacerdotal, 0 mejor dicho de la subclase sacerdotal que, con los dignatarios militares y civiles, formaba parte de la clase dirigente? Hemos de responder negati- vamente. Sus titulos oficiales son significativos: Hevaba el de ta- toani, "el orador” (de tlatoa, hablar, rafz que también expresa la idea de “mando”), y cl de tlacatecuhtli, "jefe de los guerreros “Hablaba”, es decir, exponta en consejo las decisiones que habia que tomar, y mandaba el ejército, Jefe politico y militar, cierta- mente debia de cumplir —como, por otra parte, todo el mundo en una sociedad intensamente religiosa— con obligaciones ri- tuales maltiples, pero él mismo no era un sacerdote. HLESTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION, Consideremos, por otra parte, a quienes lo rodean: a su lado estin los dignatarios militares, tales como el tlacatéccatl ("el que manda a los guerreros") y el tlacochedleatl ("jefe de los depdsitos de armas"), y los funcionarios civiles y administrativos, como el hucy calpixqué ("gran mayordomo”, ministro de finanzas), quicn pone en accién directamente la jerarquia judicial. Pero los dos su mos sacerdotes de Méxicn, cf de Hnitvilopachili y el de Tlaloc, que reinan conjuntamente sobre la Iglesia mexicana, no depen: den de él, como tampoco ef Moxicat! teohuatzin, especie de viea: rio general. No cabe duda de que esos personajes venerados (sobre todo los dos primeros, que llevan el titulo de “Serpicntes Emplumadas") se cucntan entre los miembros més clevados de fa clase dirigente: a menudo existen entre ellos y el soberang rela- ciones de payentesco. Pero no le dan ordenes, ni las reeiben de Se compructa asi la existencia de des jerarquias paralelas: In det Estado, que va del (latoani al calpulicc o pequeiio jefe de fraccién local, ¥ la de-la Iglesia, que va de los dos sumos sacerdotes al cuacuilli o “cura” de barrio. Huclga decir que el emperad: Uegado el caso, tenia influcncia sobre los jefes religiosos, y que estos Gitimos podian aconsej al soberano, tanto mas cuanto que éste siempre era creyente y practicante, Pero se trata sin duda de dos jerarquias separadas: Ia confusi6n de los poderes entre Las manas de los "portadores de dios” de la poe arcaica ya ha desaparecido. Como quiera que sea, hay que detenerse un instante en ol tulo y las funciones de un dignatario muy importante, verdadere vice-emperador que, a partir del reinado de Moctezuma J (1440-1469), desempena un papel capital al lado del soberano. Es cl ciktuacéatl. Su titulo significa literalmente "mujer serpiente”, y ¢s el nombre de una de las grandes diosas madres. Es probable que los aztecas hayan tomado esta institucién de ciudades mis antiguas como Xochimilco y Culhuacan, y que en sus origenes cl cihuacdatl no fuera mas que el samo sacerdote de ta diosa cuyo nombre Hevaba, segiin cl uso constante en México, Lo seguro es gue el cihuacdatl, en la época histérica, ciones militares, civiles y judicial estaba investido de fun- religiosas . per EL ESTADO NEXIGANO Y LA RELIGION % Por tanto, si las dos jerarquias eran paralelas, entre cllas pueden observarse, cmpero, nexos institucionales. Un dignatario con titulo significativo, el “sacerdote-sefior” (teculttlamacanqui), desempefiaba el papel de representante permanente de los jefes religiosos ante el soberano. Por otra parte, los sacerdotes de rango superior formaban parte del Tlatocan, gran consejo presidido por el emperador o, en su ausencia, por el ciliuacéatl, y en el cual se discuttan las decisiones importanies. También eran miembros del colegio electoral que designabs ai soberano; sin embargo, solo formaban una reinerfa. Ast pues, potlian hacer oi su vox eu fa cispide det Estado, y sin duda con una autoridad fundamentada en cl extraordinario predominio que por emonces ejerefa ta rel gin sobre jos espiritus. SENORES ¥ SAGERDOTES El andlisis anterior nos lleva a comprobar que en el seno de la clase dirigente azteca existia una dualidad: por un lado, los dig- natarios militares o civiles (entre los mexicanos como entre los ro manos, el cursus honorum no inclufa una separacion formal de esas dos categorias de funciones; sin embargo, en México, atin mas que en Roma, se hace hincapié en el aspecto guersero); el otro, los sacerdotes. Esta dualidad se expresa por dos térmainos tor", designa > tus Jos yobernadores de ciudades yd tecuhili, que a menudo aducimos por grandes jefes militare los soberanos de los E clegidos de los calpullt; tlamacazqui, “sacerdow ados confederados 0 sometidos y los jefes se aplica a los miembros de Ja jerarqula sacerdotal, desde los sumos sacerdotes hasta los “parrocos” de los pequefios templos de barrio. mundo sobrenatural la mayoria de los diases, especialmente los el del ciclo y los det inficrno, Hevan el Utule de fecuheli, pero se reserva el de tlamacazgut a Vlaloc, el viejo dios de la luvia y de fa vegetacin Al contacto can las eivilizaciones sedentatias de la altiplanicie con la tradicién tolteca, los aztecas hablan adoptado los eulivs 5 6 ELESTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION las divinidades agrarias. Es bastante significativo que de las 18 grandes fiestas que cada 20 dias marcaba el avance del aio, cuatro estuvieran consagradas a Tlaloc y a los dioses de la lluvia, y cinco a las divinidades de la tierra y el maiz.’ En la cumbre del gran teocalli de México, los dos santuarios de Huitzilopochtli y de Tléloc, lado a lado sobre la misma plataforma, dominaban la ciudad santa, simbolizando la yuxtaposicion de las dos religiones fundamentales: la de los astros, religin de los guerreros adorado- res del sol, y la de la tierra y el agua. religion de los campesinos y de las civilizaciones sedentarias. En cl bien poblado panteén de la religién azteca a principios del siglo XVI —los mexicanos se “anexaban" con la mayor facili- dad dioses extranjeros; hasta habia un templo especial para ellos, el Coacalco—, cuatro personalidades divinas se destacaban, por asi decirlo, de la muchedumbre. Esos cuatro dioses principales se dividian, a su vez, en dos grupos: por una parte Huitzilopochtli, dios del sol y divinidad protectora del Estado, y Tezcatlipoca, dios del cielo nocturne; por la otra Tliloc, viejo dios preazteca de la lluvia,-y Quetzalcoatl, el dios tolteca por excelencia, inventor de las artes, de la escritura y del calendarip adivinatorio. Los dos pri- meros eran dioses belicosos, llegados de los desiertos del Norte con sus adoradores barbaros, y desempefiaban el papel de “patrones” de las dos 6rdenes militares, la de los “caballeros Aguilas” (Huitzi- lopochtli) y la de los “caballeros tigres” (Tezcatlipoca); los otros dos eran objeto de culto desde hacfa siglos entre los pueblos civili- zados del altiplano central. Tléloc no es un dios guerrero, sino un dios campesino; abre a los que distingue su propio paratso, el Tla- locan, jardin exuberante y himedo en que los bienaventurados gozan de la abundancia y del reposo, mientras que los guerreros muertos por la gloria del sol van, en el cielo, a resucitar a la vera del astro. En cuanto a Quetzalcéatl, dios venévolo y pacifico, deciase que siempre se habia negado a instaurar sacrificios huma: nos en su ciudad histérico-mitica de Tula, y que habla sido expul- sado de su reino precisamente por Tezcatlipoca. El sincretismo 1 Cuatro estaban consagradas a los dioscsastrates, dos de eas « Huivlopochtl EL ESTADG MEXICANO ¥ LA RELIGION 7 mexicano de la época imperial habia reconciliado a esos adversa- ros, o antes bien los haba colocado juntos en un mismo complejo de ritos y de creencias, sin teducir, empero, su dualidad esencial. ‘Ahora bien, esta dualidad se afirmaba en un dominio de una importancia capital en cuanto a Ja evolucién de la sociedad y del gobierno: el de la educacion En efecto, coexistian en México dos sistemas de educacién. En los telpochcalli, “casas de los jovenes”, los nifios y los adolescentes recibfan una educacién esencialmente practica, orientada hacia la vida del “ciudadano medio” y hacia la gucrra. Los propios maestros eran guerreros ya confirmados, que se esforzaban por inculear a sus alumnos las virtudes cfvicas y militares tradicio- nales. Mientras se preparaban para igualar las hazafias de esos mentores, los jévenes Ilevaban una vida colectiva bastante bri- ante y libre. Cantaban y bailaban después de la puesta del sol y tenfan por compagieras a unas j6venes cortesanas, las auhianime. Muy distinta era la educacion dada por los sacerdotes en los co- legios superiores, anexos a los templos, Hamados calmécac. All, una vida austera y estudiosa preparaba a los adolesceiites o bien para el sacerdocio, o bien para los altos cargos del Estado. Some- tidos a frecuentes ayunos y a trabajos arduos, estudiaban los libros sagrados, los mitos, el calendario adivinatorio y la historia de su pais. Se cultivaba en ellos el dominio de si mismos, la abne- gaci6n, la devocién a los dioses y a la cosa piblica, También se les ensefiaban el arte oratorio, la poesia y los buenos modales. Ahora bien, cada uno de esos dos sistemas de educacién se hallaba bajo la invocacién de un dios. Los telpochcalli dependian de Tezcatlipoca, que tenfa entre otros titulos sagrados el de Tel- pocktli, “el joven", y el de Yéotl, “el guerrero”, mientras que los, calmécac dependian del pacifico Quetzalcéatl, protector de la civi- lizacion, inventor de los libros y rey-sacerdote de Tula. El nifio que ingresa en el telpochcalli esta consagrado a Texcatlipoca, et que es recibido en el calmécac esta dedicado a Quetzalcéatl. Detras de esas dos personalidades divinas se oponen dos con- cepciones de la vida y del mundo, sin dejar de combinarse en el seno de una misma sociedad. Por una parte, el ideal de los gue- EL ES E00 MEXICANO Y LA RELIGION rveres, 0 sea cl que sc deriva de fa antigua vida némada de los birbaros: una juventud dichosa, consagrada a los placeres y a los combates, la guerra, In muerte por el sol, la eternidad bien: aventurada en el cielo luminoso. Por la otra, el ideal sacerdotal de renuncia a si mismo, de abnegacién cn bien de los dioses 0 del Es tado, de estudio contemplativo; en suma, el ideal “tolteca” de las grandes civilizactones pre-aztecas. El primero tiene por tema fa ju ventud, el segundo esta inspirade por los ancianos, cuya palabra (huchuetlatolly, “palabra de tos ancianos”, designa un conjunto de regles de moral y de buenos modales) es surmamente respetada, ya que son ellos quienes asisten a los consejos. No cabe duda de que existia un antagonismo entre los ¢elpoch call’ y los calmécac. Sabemos que se reprochaba a los alumnos de los lelpochalli la libertad de su viela, sus mancebas, su Tenguaje arrogante y presuntuoso. Una vez al aito, durante el decimosexto mes, Alemoztli, los alumnos de los dos sistemas de ensefianza se lanzaban los unos contra los otros, se hacian “novatadas”, inva diendo los establecimientos y saqueando el mobiliario. {De"qué categorias sociales proventan ees alumnos. y a que “carreras” podian aspirar? La organizacién de la sociedad mexi cana presenta una curiosa mezcla de democracia y de oligarquia. En principio, s6lo Tos jovenes pertenecientes a la clase de tos pull’ (hijos de dignatarios) podian ingresar en el calmécac. Terminada su educacién, cerca de 1os 20 aitos, escogian o el sacerdocio, y por consiguiente el celibato, oe] matrimonio y el servicio al Estado. ‘También en principio, los hijos de comerciantes, de cortesanos o de simples ciudadanos entraban en el telpockeatti; salfan de a para casarse y tomar las armas. Mas por fos testimonios de la €po ca sabemos que cl calmécac también estaba abierto al menos a ciertos hijos de la clase de los comerciantes (porktteca) y de la de los plebeyos (maceltuattin). Lo que no podemos precisar es en qué condiciones y segin qué eleccién, Pero es seguro que la car ra militar podia Hevar a un guerrero particulamente distinguido, cualquiera que fuese su origen, hasta las mas alias dignidades por ejemplo a uno de los cuatro grancies mandos que dependian directamente de} emperador; asimismo, los sumos sacerdotes eran. HL ESTADO MEXICANO Y LA RELIGIGN ” escogidos sin tener en cucnta su familia, y perfectamente podiar ser hijos de simples ciudadanos. Puede decitse que todo azteca libre “Hevaba en su mochila el bast6n de mariscal”, y también la po bilidad de Hegar a la easpide de la jerarquia sacerdotal. Las crOnicas indigenas dan incontables ejemplos de guerreros cleva dos al rango de fecuhtté después de cal 9 cual hecho de armas, aun de simples campesinos investidos por el emperador con fun ciones que les hacfan entrar en fa clase dirigente LA EVOLUCION DE LAS IDEAS MORALES ¥ DE LOS VALORES Se comprenderia mai este complejo estado de cosas, en ques le Ja vida provenicntes de culuuas histéricamente diversas, si no se le ¥¢ Jocara en el tie equilibraban concepciones distintas, casi opuestas, spo para tratar de seguir su evolucién en el curso de los dos siglos que precedicron a la conquista de México por los espaiioles. En ef siglo XIV y durante wna gran parte del XV, la corriente de pueblos llegados del Norte y las luchas encaruizadas entre E: —en especial la guerra a muerte que libro Agcapatzalco, gober nado por tivanos sin escraipulos, con Tezcoco y Tenochtitlan — mantienen en México un clima de violencia, tntrigas, goly Estaclo, usurpaciones, asesinatos politicos, guerras de conquista se sin interrupeién. Los grandes hombres de esta Cpoca agi tada son, ante todo, apasionados jefes de guerra, de céleras terribles,? de un valor indomable ante las praebas mas desmesn radas: Necahualedyotl, rey de Tezcoco destronado después de la niuerte de su padre, 19 tuve que errar por montafias y desiertos durante aios, en perpstuo peligro de muerte? El ideal de ese tiempo, a pesar del proceso de "toltequizacién” comenzado desde el siglo Vii, sigue siendo el de los nomadas barbaros y belicasos, Ultimos en Hegar, los aztecas, antes de surgir como tribu domi: nante y extender su hegemonia sobre territorios inmensos, de. BE primes Mocszuma, cuyo sombre significa “el que monta en eblera como wn seve sans maar a xa propie heravann ex un acceso de furor o EL ESTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION bieron de sufrir vejaciones y exacciones, pagar tributos, inclinarse ante hechos de fuerza como el asesinato de su segundo soberano en 1428, Hasta el final del siglo XV no dejardn de combatir, y los nombres de Itzcéatl, de AxayScatl, de Ahutzotl, de Tlacaeletzin, son singnimos de violencia, de voluntad de poder Es diffcil precisar en qué momento s¢ modificé la evolucién de los hechos y de las costumbres. Como pueblo dedicado al servicio del sol, los aztecas consideraban indudable que tenfan el deber césmico de dar al astro la sangre de los sacrificades, que era su alimento, sin el cual el mundo serfa aniquilado. No podfan dejat de llevar hasta cl extremo la “guerra sagrada”, Asi, no hicieron el esfuerzo que habria sido necesario, y que sin duda habria side po- sible, para aniquilar al pequefio Estado de Tlaxcala, enclavado en el coraz6n de su imperio: de esta manera llevarian a cabo com bates, a intervalos regulares, para poder depositar corazones hu- manos al pie del santuario de Huitzilopochtli. Todo el aspecto feroz y sangriento de la civilizacion mexicana de la época esti li gado a esta concepcién del universo, segtin la cual la sangre de los sacrificados es indispensable para la vida misma del mundo y de la humanidad. 7 Pero, al mismo tiempo que subsiste esta obligacién, que explica Ja importancia de la funcion guerrera en la sociedad y en el Esta~ do, el entusiasmo de los jévenes consagrados al combate y a la muerte por los dioses, y la alta dignidad de los combatientes y de sus jefes, otras causas poderosas actéan en el sentido opuesto. En la ciudad, que ya no se encuentra amenazada y que domina una gran zona pacificada en el coraz6n de un pais que no recorren més los barbaros, sélidamente contenidos en los limites sep- tentrionales del imperio, el desarrollo de la riqueza piblica y pri- vada, el ascenso de la clase negociante, ¢l refinamiento cada ver mayor del modo de vida y la influencia de la tradicion tolteca sim- bolizada por Quetzalcéatl, entrafian una modificacién sutil pero profunda del clima psicolégico y de la apreciacién de los valores. Por ejemplo, al estudiar los discursos oficiales pronunciados en las ceremonias de entronizacién de los soberanos, sorprende comprobar hasta qué punto ha dejado de hacerse hincapié en sus EL ESTADO MEXIGANO ¥ LA RELIGION a virtudes guerreras, para dar paso a la benevolencia, la bondad, la dignidad y la moderacion que deben imponerse. “Tt vas a soste- ner'y a’ atender a este pueblo,como a un nifio en la cuna. Sé mo- derado en el ejercicio de tu poder, no muestres los dientes ni las garras": tales son los consejos que dan los oradores al nuevo empe- rador. Se le compara con un Arbol, a cuya sombra se abrigan las multitudes. Se le conmina a no actuar nunca bajo el efecto de la célera. “Hazte un coraz6n de anciano, grave y severo”, se le dice, “No hagas nada, no digas nada con precipitacién.” Se nos informa de una seric de historictas edificantes que tien- den, todas, a pintar a los dirigentes tal como deben ser: caritati vos, miscricordiosos, blandos de corazén. El buen emperador es el que se inclina ante Ja miseria, el que no vacila en reconocer sus errores, el que teme a los dioses y escucha pacientemente las quejas. Verdaderas o falsas, esas anécdotas son significativas: ha quedado atrés el tiempo en que se admiraban exclusivamente la fuerza y la violencia. El ideal de la vida civilizada se aleja del de los feroces guerreros de la fase anterior. Los preceptos morales conocidos ‘con el nombre de "palabras de Jos ancianos" van més lejos, pues en ellos se puede observar hasta una condena a ciertos hombres de guerra, “grandes destructores pero incapaces en las tarcas del gobierno”. Es dificil dejar de ver en esos propésitos el reflejo de la ensefianza sacerdo- tal de los calmécac. Y da lugar a pensar el que uno de los motivos del asombroso triunfo de los conquistadores fue que encontraron ante ellos no a un hombre de Estado con valor brutal y a un guerrero como Moctezuma 1, sino a su heredero Moctezuma I, escrupuloso y meditative, alumno distinguido del colegio sacerdo- tal, muy atento a los presagios, y que tomo a los espafioles des- embarcados en México por los representantes de Quetzaleéatl anunciados por antiguas profectas. De la fase primitiva, donde lo poco que existia de poder tribal estaba concentrado en manos de los sacerdotes, hasta la época de la cafda de México, ha tenido lugar, pues, una evolucién comple- ja. El México antiguo no era una teocracia, pero la influencia de la religion y de la clase sacerdotal, heredera de una tradicién 2 ELYSTADO MEXICANO ¥ LA RELIGION de alta cultura, se ejercié alli poderosamente. Gonjugada con causas cconémicas y politicas, contribuy6 a modificar profunda- mente fa jerarquia de los valores que reconocfa una civilizacion dividida en si misma por la dualidad de sus origenes. Este dualis mo fundamental, :c6mo se habria reducido, de haber continuado la evolucion de la sociedad mexicana? El desplome de esta cultura bajo los golpes de Cortés y de sus compafeeros ha cerrado sabita mente esta pagina de la historia universal. En todo caso, no hay duda de que los azteeas, a diferencia de los ineas, tendian a dis tinguir netamente la religion de fa politica, Ia funcién sacerdotal de la fancién gubernamental. Por creyentes que fucsen, los go bernantes no eran sacerdotes, y los acerdotes no gobernaban, i. LA RELIGION AZTECA La articion azteca esta constituida por Ia mitologia, las creen: cias y las practicas del pueblo del impcrio azteca del México pre cortesiano. Segitn su tradicion histérica, los aztecas, wibu de len gua nahuatl, habian partido, en el aio 1168 de nuestra eva, de Aztlan, lugar situado en algana parte del nordeste de México 0 del sudocste de los Estados Unidos, donde habfan vivido durante mas de 1 000 afios. Cuando, en el siglo X11, trataron de instalarse en el valle central de México, entre los Estados civilizados de Culhuacan, Arcapotzalco y Tezcovo, fueron recibidos como inva sores semibatbaros. Pobres y sin Gerras, lograron consteuir en México-Tenochtitlin una aldea de chozas de catia sobre algunos islotes y bancos de arena de los lagos, Salo durante el reinado de HezcGatl (1428-1440) fue cuando comenzaron el ascenso que debia conducirlos a la dominacién de la Liga de las ‘Tres Ciudades (Me xico, Tezcoro, Tlacopan), que formaron lo que hoy se Hama cl imperio azteca Al construir su imperio por ta guerra, la diplomacia y el comer cio, los aztecas se encontraron en relaciones estrechas con much grupos étnicos aborigenes, cuyas divinidades. mitos, rituales y Creencias pronto adoptaron, Su religion parecia un tess que reunia los rasgos de diferentes culturas, FUENTES La religién azteca es conocida mediante un gra nimero de der cumentos, que pueden dividirse en cinco caiegorias: Primeras relaciones escritas por los conquistadores Las mis importantes de éstas son las Cartas de relacién enviadas por Hernan Cortés al emperador Garlos V, yla Historia verdade “4 LA RELIGION AZTECA ra de la conquista de la Nueva Espaita, de Bernal Diaz del Cas- tillo, Los ritos, las ceremonias, los templos, los ornamentos de los cultos se describen a menudo en ¢s0s relatos. Sin embargo, su va- lor queda menoscabado por la ignorancia de la lengua azteca de sus autores, por su falta de comprensién de los modos de pensar delosindios y porsu profunda hostilidad hacia la religién indigena, a la que consideraban inspirada por el diablo, Por ello, esos docu: mentos deben ser interpretados con la més extrema prudenci Primeras relaciones de los misioneros cat6licos Parad6jicamente, los sacerdotes dieron prucbas, en general, de mayor.comprensién y tolerancia que los laicos. Gracias a su for- macién y a stis conocimientos teologicos, eran capaces de analizar el pensamiento indio y de descubrir el sentido de los mitos y del 1i- tual. Grefan que los dioses indigenas eran diablos y que toda esta religion no era mas que una trampa de Satans para destruir las almas de los indios, Sin embargo, la mayorfa de ellos (como fray Toribio de Benavente, Motolinia) sentian una verdadera compa- sion hacia la poblacién autéctona e hidieron lo que pudicron por observar y describir su modo de vida. Por regla general, los mi- sioneros aprendieron las lenguas indigenas, especialmente la azte- ca, El mas célebre de esos sacerdotes fue el padre Bernardino de Sahagiin, Llegé a México muy tempranamente, en 1529, apren- di¢ Ja lengua nahuatl y pas6 su vida construyendo una obra admi- rable, una verdadera enciclopedia llamada Historia general de las cosas de la Nueva Esparia, Sahagén amaba profundamente a “sus hijos, los indios” Dedicé la mayor parte de sus trabajos a la relacién increfblemente detallada de las creencias y de los ritos que nobles y sacerdotes aztecas le dictaban en lengua nahuatl. Aunque condenara severamente, como buen monje catélico, su religion, admiraba el gran sentido moral de los aztecas, las virtu- des de sus sacerdotes, los ideales de sus jefes y el saber de los pen- sadores indigenas. Asi, puede decirse que el texto nahuatl de la Historia de Sahagin aporta un tesoro verdaderamente ilimitado LA RELIGION AZTECA 6 de tradicién mitolégica, de deseripciones de ritos, de conceptos teologicos y de poesia religiosa. Libros sagrados azxtecas Estas obras, que se conservaban en los templos, se conocen con el nombre de cédices; eran escritos en piel de gamo o en fibras de maguey por escribas (tlacuiloanime) que empleaban a la vez pictografia, ideogramas y simbolos fonéticos. Los cédices trata- ban del calendario ritual, de la adivinacién, de las ceremonias y de especulaciones sobre los dioses y el universo. La mayor parte de esos textos fue destruida después de la conquista, pero han sobrevivido algunos especimenes notables, como el Cédice Borbé. nico, eb Cédice Borgia, el Cédice Fejérvéry-Mayer y el Cédice Cospi. : La interpretacion de esgs manuscritos no es nada facil, Tan s6lo alguns, como el Borbénico, son verdaderamente aztecas, mientras que otros, de la mayor importancia —como el Borgia—, parecen provenir de los colegios de sacerdores de la region México-Puebla, situada entre el altiplano central y las montafias de Oaxaca. También ofrece material atil otro género de libros, ya precor- tesianos, ya poscortesianos. De este grupo se pueden citar ma- nuscritos historicos como el Cédice Telleriano-Remensis, el Azca- titldn, el Cédice de 1576 y el Codice Mendoza, Estos relatan la historia de la tribu y del Estado aztecas y a veces describen escenas © acontecimientos religiosos. Libros escrilos por cronistas aztecas Estas obras han sido escritas, con el alfabeto latino, sea en néhuatl, sea en espafiol, por mestizos o indfgenas instruidos como Tezoz6moc, Ixtlilxéchitl y Chimalpahin, remitiéndose a antiguos manuscritos pictograficos, Algunos de estos libros son compila- | 6 LA RELIGION AZTECA ciones andnimas, como los Anales de Cuawhtitlan o la Historia de lus mexicanos por sus pinturas. Materiales arqueoligicos Estos comprenden estatuas de divinidades, bajorrelieves: reli iosos, frescos, estatuillas y vasos de arcilla, asf como mascaras de piedra o de madera, Dado que la mayor parte del arte azteca es sumvamente simbélica, tales objetos pueden darnos informaciones importantes. Desde luego, su interpretacién 2 menudo plantea problemas delicados que sélo pueden resolverse por niedio de una confiontacién atenta con las fuentes eseritas Hasvorta Vida religiosa prinativa en el centro de Méxteo Los fendmenos religiosos primitivos slo pueden deducirse de vest gios arqueolégicos, Numerosas figurillas de arcilla, encontradas en las tumbas, realmente no demuestran creencias religiosas dit rante los periodes agricolas preclasicos de Zacateneo y Ticoman {de cerca de 1500 al siglo ta.C.). Es posible, sin embargo, que esas estatuillas de terracota con formas femeninas hayan representado una deidad agricola, una diosa de las cosechas Las figurillas bicéfalas encontradas en Tiatileo, sitio arqueot6- gico del Preclasico sobrenatural. Los idolos de arcilla de wn dios del fuego, represen tado por un anciano que Neva a la espalda wn incensario, datan del mismo periodo. El primer monumento de piedra del altiplano mexicano es lt Pirdmide de Cuicuilco, cerca de la ciudad de México, En rigor, se trata mas bien de un cono truneado con un nacleo de piedra: et esto, bajo un revestimiente pétreo, ext& constituido por ladrillos secados al sol, Esta construccion rev ardio, bien podsian representa @ un ser a jas cavacteristicas de Jas LARBLIGION ALTECA ” piramides mexicanas tal como se desarrollaian mas tarde. Era, no cabe duda, un monumento religiose coronado por un templo construido sobre fa Gltima plataforma y redeado de tumbas. "a construccién de semejante edificio necesitaba manifiestamente un esfucrzo organizado y sostenido bajo la direceiéa de los sacerdotes, La ltima fase de tas culturas preclisicas del altiplano central constituye wna transicién de la aldea a ta ciudad, de Ia vida rural ala vida urbana, Se ata de una revolucion social ¢ intelectual de gran alcance, que entraiia toda clase de nuevas ideas religiosas, formas de arte unca vistas y reginienes teocraticns, Es signifieatt vo que se hayan encontrado estatuillas almecas ex ilce, corer de objetes de! final de la época Prectasica. Civtlézacion olmeca La civilizacién olmeca puede ser considerada, en el estado actual de nuestros conocimicntos, como la primera de las grandes civil zaciones indigenas de Mesoamerica. Su euna se sitta generalmen w en la region del Golfo de México, en los estados de Tabasco y Veracruz (La Venta, Tres Zapotes). Sus comieazos son contempo: rincos del Preckisico Tardio y parecen rementarse al siglo X o sun al Xia. Se encuentran rastros del caracterfstico estilo olme: ca en el territorio mexicano desde la costa del Golfo hasta el valle de Oaxaca y on regiones de Morelos y de Guerrero. Los olmecas, pueblo indigena cuyo origen y lenguaje siguen siendo desconocides, desarrollaron las artes de la arquitectura y de la eseultura. Construyeron centros ceremoniales, erigieron mo nolitos y altares esculpidos, ¢ inventaron un sistema de escultura Jjeroglifica. Sus bajorrelieves y sus jadeftas esculpidas (silicatos de sodio y de aluminio que constituyen una especie de jade) muestran elaramente dioses, sacerdotes y escenas miticas. Un culto parece haber ocupado lugar preponderante en las creen: ciasy en las practicas religiosas: el del jaguar, asociado con el de un extraiio "bebi . cuyos rasgos (sobre todo Ia boca) recuerdan a ese animal 48 LA RELIGION AZTECA Vida religiosa cldsica: Teotihuacdn Aunque los jaguares aparecen, a veces, en los frescos religiosos de Teotihuacén, principal sitio clasico del altiplano central, la reli- gién olmeca no parece haber echado rafces sobre las altas mese- tas. La influencia del gran centro ceremonial de Teotihuacan se extendia hasta la region maya de Guatemala, como lo muestran los descubrimientos arqueolégicos. Los teotihuacanos veneraban divinidades de la tierra y del agua, como por ejemplo el dios de la lluvia conocido después con el nombre de Tlaloc en ndhuatl, Ja diosa del agua (Chalchiuhtlicue, en nahuatl) y la serpiente em- plumada (Quetzalcéatl, en nihuatl), simbolo de la fertilidad de la tierra. Las civilizaciones clasicas del primer milenio de nuestra era tienen en comin varias entidades religiosas, como el dios de la thavia Hamado Cocijo por los zapotecas y Chac por los mayas. Esto también es vilido para Teotihuacin, sobre ei altiplano central; para El Tajin, cerca de la costa del Golfo; para la ciudad zapoteca de Monte Alban, en Oaxaca/y para las ciudades mayas de Chiapas, Yucatan, Guatemala y Honduras. Otros centros clésicos En Palenque y en otros centros mayas era venerado un dios del mafz, a quien se le representaba como una cruz con follaje, estili zacién de una planta de esta gramfnea. También existia un culto al sol, como lo prueban los bajorrelieves esculpidos del Templo del Sol en Palenque. La religi6n clasica gravitaba principalmente en torno a divinidades ligadas a la agricultura. Los frescos de Teotihuacan muestran que el benévolo dios de la Iluvia reservaba ‘a los hombres después de su muerte un paraiso eterno, pintado como un jardin tropical en que podian cantar, danzar y jugar entre flores y frboles frutales. No hay ninguna prueba de sacrifi- cios humanos. Se ve a los sacerdotes ofreciendo incienso, bolas de hule y placas de jade. LA RELIGION AZTECA 49 Ciertas particularidades del arte ornamental, como el motivo de las volutas, sugieren claramente que la teocracia de Teo- tihuacin estaba dirigida por: una casta de sacerdotes que habrian podido legar de las “‘tierras calientes”, las tierras bajas de las selvas de Huvias entre cl altiplano central y la costa del Gol- fo. El grucso de la poblaci6n, que trabajaba la tierra y aportaba la mano de obra para la construccin de los monumentos, pudo pertenecer a tribus agricolas, como los otomies, quienes después veneraron a la vez a una diosa terrestre y lunar de la fertilidad y @ un dios de la Iluvia. El siglo vill presencié la decadencia de ‘Teotihuacan. Unas influencias exteriores marcan la fase de transicion llamada Maza- pan, En ese momento aparece por vez primera en ¢l altiplano un dios, Xipe Tétec, cuyo culto parece originario de la region Yopi, situada en la vertiente del Pacifico. Religion tolteca 7 En el siglo 1X, un pueblo Ilegado del norte de México y que habla- ba el nahuatl invadié el centro del pafs y fund6 una ciudad Hama- da Tollan o Tula, Esos toltecas belicosos veneraban divinidades astrales como Tezcatlipoca, dios del cielo nocturno.-Toda la his- toria de Tula, hasta el siglo X, se caracteriza por la lucha entre la antigua religion de Teotihuacan, simbolizada por Quetzalcéatl (la "Serpiente Emplumada"), y la religion nueva levada por los invasores. Vencida por la magia de Tezcatlipoca, la benévola “Serpiente Emplumada” huyé de Tula; a partir de entonces, el centro de México qued6 sometido a los crueles ritos de los dio- ses del cielo y de la guerra, que exigian la sangre de victimas humanas. Grandexa de los aztecas La desintegracion de la civilizacion tolteca, después de la caida de Tula en 1168, abrié el altiplano central a las errantes tribus LA RELIGION ALTECA chimecas (b rbarast del Nore de M sxico. Algunas ciudades como Kechimilco, Culuacaa y Cholula, siguieron siendo plazas fuertes de la tradicién religiosa tolteca. Ouas fueron fundadas por los recién Negados, come Azcapozalco, Tezcoco, Tlaxcala y, Ucspués, Tenochtitlan. Después del siglo XIV. pese a un estado de guerra endémico entre 28 ciudades- Estados, se desarrollé una co: munidad de cultura por medio de lis relaciones comerciales, ct Jenguaje coman (cl nahuatl) y los matrimonios entre las familias dominantes. Cada ciudad-Estado veneraba su dios tribal propio: Quetzalcéatl (Cholula), Camaxili (Tlaxcala), Huitzilopochti (México), pero también habia interconexi6n general de los mitos y los ritwates. Sintesis azteca de los cultos tb la religidn azteca combind los cultos astrales de las tribus del Norte con los de los dioses de la tierra y de fa Huvia de los campesi nos sedentarios. La piramide del templo principal (eocadli) sostu: vo entonces dos santuarios de iguales djmensiones, uno dedicado el dios del sol y de la guerra, y el otra consagra: do a Tlaloc, el viejo dids de la Huvia. Asimismo, la jerarquia reli giosa estaba dirigida por dos altos dignatarios eclesiasticos del mismo rango, las "Serpientes Emplumadas"; uno Ievaba et nombre de “sacerdote de Tlaloc’, y ¢l ove el de Nuestro Sefior” (Huitzilopochtli) El panteén azteca ifustra la tendencia del espiritu de ese pueblo al sincretismo; en el tiempo de la conquista espaiiola, reunia al dios del fuego de fos otomfes, Otontecuhtli; a la diosa del amor de los hhuastecos, Tlazoltéotl; a “Nuestro Sefior el Desollado” de los yopi, Xipe Tétec; a la diosa de la tierra de los desiertos del Norte, Itepapalotl, y a Tzapotlatenan, deidad de los ungitentos y de la medicina de la regi6m zapoteca. Ciestos himnos religio sos se cantaban en lenguas extranjeras (“chichimeca); los ritos figados al culto de Venus habian sido tomados de los mazatecos de Oaxaca, ‘a Huitzilepocht acesdute de LA RELIGION AZTEGA st Restos después de la conquista espariola La conquista espafiola y la conversion en masa de los indios al cristianismo no hicicron desaparecer per completo esta tendencia tradicional al sincrotismo religioso. Convertidos al catolicismo y practicantes asiduos —salvo algunas excepciones, como los lacan dones de Chiapas, que no pudieion ser evangelizados—, los indigenas no por ello han dejado de conservar hasta nuestros dias ritos y crcencias a la vez magicos y religiosos. La mayor parte de las comunidades indias continitan haciendo ofrendas a los dieses de la lluvia, en la cumbre de los montes, “ Jimentando” ala tierea al enterrar animales y atendiendo a los enfermes por medios mi gicos. Est muy extendida ta creencia en el nahual, imal wre nico individual. El culto al peyote ha guardado una importancia extrema entre los huicholes del noroeste de México, En muchos casos, la religion antigua se ha combinado con cl cristianismo. la peregrinacion consagrada a la diosa de Ia Gora y dela luna Tonantzin, al Tepeyac, anterior a la conquista cspafioia, ha tomado hoy la forma de un cuko a la Virgen de Guadalupe; los indios de lengua nahuatl todavia Ja Haman To pantzin, el now En la mayor parte de los poblades, cofradi ¢ indias asocian el culto de los santos de la Iglesia catélica ron las ceremo: nias que se practicaban antes de Gortés. En les zonas rurales, catolicism mexicano impregnado de tales supervivencias Mrros Cosmologta y escatologta Al igual que otros indios americanos, como los maya-quichés por ejemplo, los aztecas crefan que hablan existido cuatro mundos antes del universo ctual. Esos mundos o “soles” habian sido: destruidas por catéutrofes. La humanidad habfa sido completa. mente exterminada al acabar cada uno de sus “soles, El mun, do actual era cl “Quinto Sol”. 2 LA RELIGION AZTECA El “Primer Sol” era llamado nahut-océloti, “4-Jaguar", fecha importante del calendario ritual. La humanidad habia sido destruida por jaguares. Este animal era para los aztecas el nahualli, el “disfraz animal” de Tezcatlipoca. ‘Al terminar cl "Segundo Sol", llamado “4-Viento”, nahui- ehécatl, un huracan magico habia transformado a todos los hombres en monos, Esta catéstrofe habfa sido provocada por Quetzalcéatl, bajo la forma del dios de los vientos, Ehécatl. Una luvia de fuego habia puesto fin al “Tercer Sol”, nahui-quiahuitl, “4-Lluvia", Tlaloc, dios del trueno y de los rayos, reiné durante este periodo. El “Cuarto Sol”, nahut-atl, “4-Agua”, habla terminado por una gigantesca inundacin que duré 52 afios, Solo sobrevivieron un hombre y una mujer, refugiados en un enorme ciprés. Pero fueron transformados en perros por Tezcatlipoca, cuyas érdenes habian desobedecido, La humanidad actual ha sido creada por Quetzaledatl. La Ser- piente Emplumada, con ayuda de su gemelo Xélotl, el dios con cabeza de perro, ha logrado hacer revivir los huesos desechados de los antiguos muertos, regandolos con su propia sangre. El sol actual es llamado nahui-ollin, "4-Temblor de Tierra”, y est con- denado a desaparecer cn un inmenso movimiento telGrico. Los monstruos occidentales parecidos a esqueletes, los Tzitzimime, aparecerdn entonces y mataran a todos los hombres. sos mitos revelan dos conceptos profundamente arraigados. Uno es la creencia de que cl universo es inestable, de que la mucr- te y la destruccién lo amenazan constantemente. El otro hace hin- capié en la necesidad de hacer sacrificios a les dioses. Gracias al propio sacrificio de Quetzalcbatl, las osamentas antiguas del Mictlan, “el lugar de la muerte", han dado nacimiento a los hombres, El sol y la luna han sido creados de la misma manera: Jos dioses reunidos en Teotihuacan, en la oscuridad, han encendi- do un gran fuego; dos de entre ellos, Nanahuatzin, una deidad menor cubierta de filceras, y Tecciztécatl, un dios ricamente adornado de joyas, se arrojaron a las llamas, de donde volvié el primero bajo la forma del sol, y el segundo como la luna. Enton- LA RELIGION AZTECA 83 ces, el sol se negé a moverse si los demas dioses no le daban su sangre; asf, ellos se vieron obligados a sacrificarse para alimentar al sol. F Cosmologia Segiin los conceptos cosmolégicos aztecas, el universo tiene la forma general de una cruz. Con cada uno de los cuatro puntos cardinales del mundo se relacionan cinco de los 20 signos de los dias, entre ellos un “portador de afio" (Este, dcatl, cafla; Oeste, calli, casa; Norte, técpatl, cuchillo de pedernal; Sur, tochtli, conejo), un color (Este, rojo o verde; Oeste, blanco; Norte, negro; Sur, azul), y ciertos dioses. El quinto punto cardinal, el centro, es atribuido al dios del fuego, Huchuetéotl, porque cl hogar se encuentra en medio de la casa. Encima de la tierra, que esta rodeada del “agua celeste” (ihuicéatl) del océano, se encuentran 15 cielos, el mis elevado de los cuales, “donde el aire €s delicado y frio”, cs la morada de la Pareja Suprema”, Debajo de la “tierra divina” (teotlalli)‘estan Jos nueve infiernos de Mictlan, con otros tantos rfos que las almas de los muertos deben atravesar. El {rece era considerado como una cifra favorable, y el nueve como muy nefasta, Todos los cuerpos celestes y las constelaciones estaban diviniza- dos, As{ ocurria con la Osa Mayor (Tezcatlipoca), Venus (Quet- zalc6atl), las estrellas del Norte (Centzon Mimixcoa, las “Cua- trocientas Serpientes de Nubes”) y las estrellas del Sur (Centzon Huitznahua, los “Cuatrocientos Meridionales”). Se suponia que el disco solar, Tonatiuh, era llevado en litera del Este al cenit rodea- do por las almas de los guerreros muertos, y del cenit al Oeste en medio de un cortejo de mujeres divinizadas, las Cihuateteo, Cuando la noche se extendfa sobre la tierra, el dia se levantaba en Mictlan, la morada de los muertos. st OT ISION ATTECA Divinipapes Dioses de la vogetacién y de fa fertilidud Cuando los aztecas invadieron el valle, las tribus antiguas del Mé xico central veneraban, desde hac siglos, a los dioses de la Ferti lidad. El culto a esos dioses siguié siendo muy importante en la re ligion azteca, Tialoc, el proveedor de la lluvia pero también el digs airado del trueno, era el jefe de un grupo de dioses de la Nu: via, los Tlaloque, que residian en la cumbre de fas montafias. "La que Lleva una Fakda de Jade”, Chalchiulitlicue, reinaba sobre tas aguas dulces, y Huixtocihuadl fo hacia sobre las aguas saladas y las del mar: Muchas diosas de la tierra estaban asociadas con ta fertilidad suelo 0 con a fecundidad de las mujeres, tales como Teteoinan (“Madre de los Dioses"), Coatlicue (“La que Lleva una Falda de Scrpientes"), Cihuacéat! (“Mujer Serpicnte”) ¢ Itzpapalotl ("Ma tiposa de Obsidiana’). Su importancia ¢ doble: como deida. des de ta fertilidad dan a luz a los jovenes dioses del maiz, Cen: téoul, y de tas flores, Xochipilli; como divinidades guerreras son, simbolos de la tierra que devoran los cierpos y beben la sangre, Tlazoltéotl, diosa huasteca, estaba encargada del amor carnal y de la confestn de los pecades. ‘Tomado de la Iejana tribu yopi, Xipe Totec era el dios de la primavera, de la renovacién de la vegetacién y al mismo tiem po patrono de Ia corporacion de los orfebres. En su honor se mataban y desollaban victimas humanas. El concepto de la “Pareja Suprema” desempeitaba un papel importante en la religion de los antiguos pueblos seilentarios, como los otomies, Entre los aztecas tomaba la forma de dvonan intota, “Nuestra Madve, Nuestro Padre cl dins del fuego, Huchuctéotl, también estaba ligado a la tierra Ademas, se suponia que Ometecuhtli ("Seftor de la Dualidad’ Omecibuatl ("Sefiora de fa Dualidad”) tenfan por morada el deci motercer cielo. Decidian la fecha de nacimiento de cada ser bu mano y determinaban asf su destino: la tierra y ef sot LA RELIGION AZTECA ss Entre los dioses de la fertilidad hay que contar a los “Cuatro cientos Conejos” (Centzon Totochtin), pequetios dioses de las co- sechas, de la bebida fermentada, accti, y de la smbriaguer, rales como Ometochtli y Tepoxtécatl Los aztecas habian llevado con ellos sol y de la guerra, Huitzilopochuli, "El Colibri de la Inquierda considerado como “El Guerrero Reencarnado del Sur", el sol con: quistador del mediodia. Segin una leyenda, probablemente tomada de los toltecas, decfase que habia nacido cerca de Tula, Su madre, la diosa terrestre Coatlicue, ya habia dado a luz a los “Cuatrocientos Meridionales” y a I culto de su dios tribal del la diosa de la luna, Coyolxaul qui, « los que el dios recién nacide extermind con su “serpiente de curquesa”, wiukcdall, Tezcadipoca, dios del cielo nocturno, era el protector de los jévenes guerreros. Qui atl, la antigua divinidad de Ja vegetacion y de Ia fertilidad en Teotihuacin habfa sido “astralizaco” y transformado en dios de Ia estrella de la mafiana, También era reverenciado como dios del viento y como antiguo sacerdote-rey de la edad de oro colteca: se le atti bufa Ja invencién de la eseritura, del calendario y de as artes, weblo del Sol Los aztecas se consideraban como el "Pueblo del Sol", Su deber consistfa en hacer la guerra césmica para dar al sol su alimenta- cién, Caxcaltiliztlé. Sin ella el sol habria desaparecido de os cielos. Asi, el bienestar y la supervivencia misma del universo de pendian de las ofrendas de sangre y de corazones al sol; los aztecas, extendian esto a todas las divinidades de su pantrén, por ello el sa- cio humano Hegé aver el ‘o:mas importante del ritual Mitologia de la muerte y de la supervivencia EI mismo sincretismo ya observado aparece en las creencias de los antecas respecto del otro mundo y sobre una vida nueva después 56 LA RELIGION AZTECA de la muerte, El antiguo paraiso del dios de la luvia, Tlaloc, representado en los frescos de Teotihuacdn, abria sus jardines a los que morfan ahogados, fulminados por el rayo o de lepra, hidropesta, gota o afecciones pulmonares. Se suponta que este dios habia provocado su muerte y enviado sus almas al paraiso. Cuauhteca y Cihuateteo Dos categorias de muertos subfan a los cielos como compajieros del sol: los Cuauhteca ("Gente del Aguila”), que comprendian a los guerreros muertos en el campo de batalla o en la piedra de los sacrificios y a los comerciantes que fallecian durante sus viajes por paises lejanos; y las mujeres mucrtas al dar a luz a su primer hijo, convertidas asi en Cihuateteo, “Mujeres Divinas”. Todos los demas muertos descendian bajo los desiertos del Norte, a Mictlan, la morada de Mictlantecuhtli, el dios de la muerte con mascara de calavera. Viajaban hacia alla durante cuatro afios, hasta Ile- gar al noveno infierno, donde desaparecian por completo. Se hacian ofrendas a los muertos 80 dias pasados sus funerales, luego uno, dos, tres y cuatro afios despiiés, En seguida quedaban cortados todos los nexos entre los muertos y los vivos. Pero los guerreros que atravesaban los cielos como séquito del sol volvian a Ia tierra cuatro afios después, metamorfoseados en colibries. Las “Mujeres Divinas", las Cihuateteo, se aparecian por la noche en las encrucijadas y dejaban paralizados a los pasantes. Vision del mundo La visién del mundo o Weltanschauung, de los aztecas, no concedia al hombre sino un papel {nfimo en la organizacién de las, cosas, Su destino estaba sometido al todopoderoso tonalpohuatti (ciclo det calendario), Su vida en el otro mundo no dependia en nada de consideraciones morales, Su deber consistia en combatir y morir por los dioses y por la conservacién del orden del mundo. LA RELIGION AZTECA 0 Ademés, la hechicerfa, los augurios y los presagios dominaban la vida cotidiana, Es un hecho notable que una visi6n tan pesimista haya podido coexistir con el maravilloso dinamismo de la civiliza- ciOn azteca. PRACTICAS E INSTITUCIONES Calendario ritual axteca El calendario ritual de 260 dias lleva por nombre, en azteca, t0- nalpohualli, que significa “la cuenta de los dias". Ese calendario se desarrolla paralelamente al calendario solar de $65 dias que es- taba dividido en 18 meses de 20 dias, ademas de cinco dfas suple- mentarios nefastos. La palabra tonalli quiere decir “dia” y “desti no”: el calendario de 260 dias era empleado principalmente con fines de adivinacién. El ciclo det calendario comprendia 20 series de 13 dias. Los dias se denominaban por medio de la combina- cién de 20 signos (fendmenos naturales como el viento, ehécatl, y los temblores de la tierra, ollin; animales como el conejo, tachi, y el jaguar, océloti; plantas como la cafia, dcatl; objetos como el cuchillo de pedernal, técpatl, y la casa, calli) con los nGmeros del uno al 13. Astrologia y adivinacion Unos sacerdotes especializados, Ilamados tonalpouhque, interpre- taban los signos y los ntimeros en citcunstancias como el naci- miento, el matrimonio, la partida de los comerciantes a comarcas lejanas y la eleccién de jefes. Cada dia o cada serie de 13 dias eran jurgados fastos, nefastos 0 indiferentes, en funcién de las divini- dades que los presidian, Ast, ce-céat! (1-Serpiente) era considera- do favorable para los negociantes, chicome-xdchit! (7-Flor) para los escribas y las tejedoras, y nahui-ehécat! (4-Viento) para los magos. Los hombres que habfan nacido durante la serie de dias ce-océlotl (1-Jaguar) debian morir sobre la piedra de los sacrifi- 58 LA RELIGION AZTECA cios; aquellos cuyo nacimiento habia ocurrido en el dia ome: tochili (2-Conejo) se volverian alcohdlicos, etéetera ElLonalpohualli dominaba todos los aspectos de la vida privada y piblica. El mismo sistema se encuentra en todas fas culturas de Mesoamérica, y su origen es por lo menos tan antiguo como la ci- vilizacién olmeca\ Templos y contros ceremoniales Los centros ceremoniales, como fa ciudad santa construida eu cl corazén de México, en Tenochtitlin, comprendian principal mente temples (teocalli) 0 piramides cuya plataforma terminal sostenfa el santusrio propiamente dicho. Algunos teniplos dedica- dos al dios del viento eran redondos. Otros eulificies, los calmécac, servian de residencia a los sacerdotes, 0 eran colegios de ensetan. za superior. Habla, anexos al templo, unos terrenos destinados @ tos juegos de pelota rituales (tlaciith), a las piedras de los sacri ficios (Lécheatl), a los estantes para crfineos (tzompantli) y a tos bafios rituales (temazcalli). Los diferentes barrios de la ciudad (calpulli) tenian sus propios templos, aii como las cofradias de mereaderes 0 de artesanos Sacrificios hwnanos El rasgo dominante del ritual mexicano desde los tiempos tolte- cas fue el sacrificio humano. Las victimas eran 0 prisioneros de guerra, o esclavos comprados con ese fin, En ciertos casos, eran cscogidos en una categoria particular (mujeres, jovenes). La muerte por sacrificio se consideraba como una manera segura de aleanzar una vida cterna feliz, Por ello, era aceptada con estoicis mo, 0 aun buscada voluntariamente. La victima Hlevaba la ves menta y los adornos del dios y era Hamada ixiptta, “Ila imagen” del dios, Los sacerdotes colncaban a la victima sobre la piedra de los sacrificios; uno de ellos le abria el pecho de un golpe con el LA RELIGION AZTECA Fa cuchillo de pedernal y Ie arvancaba el corazén, que lucgo se quemaba en una urna de picdra (cuauhaxiculli), En ciertas cere: monias, las victimas eran decapitadas, ahogadas 0 quemadas. Asimismo, por el ritual, se comia una parte de su carne. Al fin de cada ciclo de 52 afios se celebraba una ceremonia de “ligadura de los afios” en Ja cumbre de la montaiia Huixachté- catl. Los sacerdotes encendfan el "Fuego Nuevo” sobre ef pecho desu vietima, La dltima renovacién de ese fuego ocurrié en 1507 Glero y ritos El clero era sumamente numeroso. La mayoria de los sacerdotes procedian de familias nobles, pero también los hijos y las hijas de ios "plebeyos” podtian tener acceso al sacerdocio. Colovado bajo la autoridad de dos sumos sacerdotes, el Mexfeall teohuatzin se hallaba a la cabeza de todas las actividades religiosas de la ciudad y de las provincias, asistide por dos ayudantes, uno de ellos encar gado def ritual y cl otro de la educacién, Los inmensos bienes de los templos eran administrados por un tesorero general, Gada di Vinidad tenia su propio colegio de sacerdotes; éstos, hombres mujeres permanecian solteros Una categoria especial de sacerdotes, los tinalpouhkque, in kerpretaban los libros sagrados para predecir el futuro, Quienes los consuliaban debian remunerarlos con ropas y alimentos. Las actividades det clevo eran mukiformes € incesantes, puesto que cada mes de 20 dias estaba marcade por una fiesta, sacrificios procesiones, ofrendas de flores, danzas y cantos dedicados aun dios particularo aun grupo de dioses. Habfa, ademas, ceremonias con sagradas a ciertos dias del calendario ritual y fiestas organisvdas por diversas corporaciones; comerciantes, orfebres, plumajcros, salineros, porteadores de agua, curanderos y comadronas. clero no intervenia de manera directa en los asuntos del Estado, pero no cabe duda de que su influencia era extremada- monte poderosa. Sa ores de alto rango pertenecian al cuerpo clectoral que designaba a fos soberanos 6 LA RELIGION AZTECA Hechiceros Los aztecas crefan en Ja hechiceria, y les causaba temor. Los hechiceros (nahualli, palabra que significa “disfraz"), supuesta- mente estaban dotados del poder de transformarse en animales como perros y bithos. Podian provocar la enfermedad y la muerte quemando una figurilla de madera que representara a la victima designada para sus maleficios. Ciertos hechiceros abrian clandes- tinamente las tumbas de mujeres recién enterradas que habian muert de pasto (es decis, “unujeres divinizadas") y les cortaban el antebrazo izquierdo. En seguida se servian de él como de una varita magica para adormecer a todos los miembros de una fami lia y apoderarse de sus bienes. Los‘ hechiceros, a los que también se Mamaba “hombres bihos", prepataban sus pociones de amor con hierbas, ast como bebidas envenenadas. Aunque la hechiceria se castigaba con la muerte, hay pruebas de que su uso era extendido y de que los bru- jos a menudo obtehian presentes de gran valor de aquellos a cuyos enemigos habian hechizado. > Otras practicas Los miembros de dos profesiones estimadas ¢ influyentes, los mé- dicos y las comadronas, utilizaban profusamente ritos y formulas religiosas. Se pensaba que varias divinidades podfan provocar las enfermedades o curarlas, Las enfermedades de la piel, las al- ceras, la lepra, la hidropesfa, eran atribuidas a Tlaloc; las afec- ciones de Jos ojos a Xipe Tétec y las enfermedades venéreas a Xochipilli. Los curanderos dirigian sus plegarias a esos dioses. Ademias, se invocaba a divinidades especializadas: Ixtlilton para Jas enfermedades de los nifios; las diosas Quate y Caxoch curaban Jos dolores de cabeza, y la diosa de la tierra protegia a las mujeres. embarazadas y velaba sobre los baiios de vapor (temazcalli). ‘Tanto para el diagnéstico comio para el tratamiento, los médi- cos recurrian a la ingestién ceremonial de pociones alucinégenas LA RELIGION AZTECA 6 ya ritos como quemar incienso o frotar con tabaco, pues esta planta era considerada como un ser vivo al que se dirigian ple- garias. LUGAR DE LA RELIGION AZTECA EN LA AMERICA ANTIGUA Mientras que el imperio azteca aporté a México un principio nuevo de unidad politica, la religién siguié siendo una mezcla de creencias y de practicas locales. Los sacerdotes trataron de intro- ducir un poco de orden en el cas tcolégico de una religion que comprendfa numerosos cultos y tradiciones diferentes. Asi, se suponfa que el gran dios del cielo, Tezcatlipoca, tomaba varias personalidades y nombres distintos. En tanto que “Tez: catlipoca Negro” seguia siendo la tradicional deidad septen- trional de las estrellas de la noche, al “Rojo” se le identificaba con Xipe Tétec, y el “Azul” se convertia en el propio Huitzilo- pochtli. Entre los otros dioses, sélo Quetzalcéatl era considerado como hermano ¢ igual de Tezcatlipoca; todas las demas deidades habfan sido creadas por esos dos dioses hermanos. El rey de Tezcoco, Nezahualeéyot! (1431-1472), habia erigido tun templo en forma de alta torre sin ninguna estatua ni fdolo, de- dicado al “Dios Desconocido, Creador de Todas las.Cosas”. Esta deidad sin rostro y sin mito era llamada Ipalnemohuani (“Aquel por Quien Vivimos"). Pero es improbable que un concepto tan metafisico haya podido propagarse entre una poblacién que per- manecié fiel a las ideas y a Jos ritos locales y tradicionales. La religién azteca no es mis que una forma de la religion autéctona de Mesoamérica o, antes bien, del aspecto que tomé en una época reciente. Aun fuera de la zona azteca, por ejemplo entre los mayas de Yucatén, muchos mitos y practicas como el sacrificio humano son claramente comparables a los del México central, En contraste, la religion de los Andes, tal como se la observa en el imperio inca, es sensiblemente distinta. Si en un pasado remoto ciertos rasgos han podido ser comunes a los Andes y a México (por 6 LA RELIGION AZTECA | ‘plo el culto al felino), se han producico desarrollos diferentes a fo largo de muchos siglos. Es significativo que el caleadario ri tual, tan difundido por Mesoamérica, con su original combina cién de 13 ndimeros y de 20 signos de dias, no se encuentre en nin, guna parte de la zona andina. “Vuato orginal en inglés: “Ancce Religion,” Traducilo con ausoriracin de ly Encyclo pedia Britannica.” 1874 Eneyclopacdia Britannica, tne IV. DIOSES TERRESTRES Y DIOSES CELESTES EN LA ANTIGUEDAD MEXICANA Exrnt todas las religiones del México precolombino, la que me- jor conocemos es la de los aztecas. Observada y descrita mientras atin estaba viva, ¢ ilustrada por mil monumentos, esculturas, ba jorrelieves y manuscritos iluminados, ha suscitado desde el siglo XVI hasta nuestros dias una multitud de comentarios y estudios de parte de incontables cronistas indigenas 0 espaioles y de sabios dle todos los paises. Los muscos del mundo enteso rebosan de esta was divinas y de objetos sagrados, y las bibliotecas, de libros que tratan de las creencias, de los ritos y de tos dioses de México. No es sorprendente que la veligién azteca, es decir, el estado més reciente del fendmeno religioso en cl México central, haya fas- cinado a los inve igadores hasta el punto de relegar un poco a segundo plano a las formas més antiguas o a los hechos periféricos propios de las poblaciones no azcecas La abundancia misma de los documentos de que disponemos sobre esta fase tardia se interpone como una pantalla entre nuestra mirada y la larga historia de las religiones autéctonas. Y ello tanto ma écilmer Scilmen cuanto que la religién azteca, con sus ni tos sangrientos y dramaticos, sus especulaciones veol6gicas tan claboradas, sit pantcdn atestado y multicolor, la poesta conmove dora de sus himnos y la riqueza de las artes plasticas a las que ella inspir6, es may capaz de cautivar los espfritus: la obra de un gran ctndlogo como Eduard Seler esta allf como testimonio, Sin embargo dos fuentes, que desde luego no son nuevas, pero cuya importancia va en aumento con cl desarrollo de las investi gaciones, han venido a aportar hechos hasta hace poco aiin igno: rados o mal conocidos, y puntos de vista que no se hablan tomado en cuenta, La arqueologfa ha hecho enormes progresos desde ha- cemedio siglo; nos hs revelado Ja existencia y ¢: desarrollo de las culturas que unos cuantos aiios atras Uamabamos “arcaicas” y que hoy calificamos, antes bien, de “preelasicas", como la gran 63 o DIOSES TERRESTRES Y CELESTES civilizacién olmeca. La etnografla, dedicada a describir a los in- dios actuales, enriquece cada dia nuestra visién, no sélo de lo que son, sino de lo que fueron sus predecesores. Detras del primer plano que nos ofrece la civilizacién azteca, con sus fuertes colores, hoy vemos delinearse, hundiéndose en el pasado, la sucesion de las civilizaciones anteriores: panorama a menudo brumoso, sin duda, pero que se va precisando y en- sanchando, Asimismo, més alla de los limites del Valle central on que la tribu azteca vivié, durante dos siglos, su ascenso y su decli- nar, podemos discernir a Ios otros pueblos aut6ctonos que, recu- biertos 0 dominados por ella, han contribuido ala elaboracién de sus mitos o de su ritual. Es, por tanto, a la ver en el tiempo y on el espacio donde debe efectiarse toda investigacion que no sélo se proponga describir la religion azteéa y analizar su disposicion interna, sino también Ile- gar hasta las raices de los diversos elementos que la componen. {Por qué semejante investigacion? Porque cl estudio de esta re- ligidn, junto con el de la sociedad que ella expresaba, hace surgit una serie de contradicciones, de tensiones; lejos de aparecer como ‘un todo armonioso y estitico, equilibrado de una ver por todas, el fenémeno religioso tal como pudo ser observado en México- Tenochtitlan a principios del siglo XVI podria compararse, antes bien, con un crisol o una redoma 0 unos cuerpos en fusién que ac- tuaran los unos sobre los otros, combinandose u oponiéndose. Ci- temos algunas de esas contradicciones, de esas tensiones, El dios tribal azteca, “patrén" de Tenochtitlin, es el terrible Huitzilopochtli, divinidad solar y guerrera; y, sin embargo, en la cumbre del gran teocalli que domina desde su piramide aguda Ja capital imperial, su santuario esta emparejado con otro, el del viejo y apacible Tléloc, deidad campesina de la Iluvia y de las co- sechas. ; Casi no hay “mes” (de 20 dias) que no esté marcado por sacrifi cios humanos; y, sin embargo, Quetzalatl, la “Serpiente Emplumada”, divinidad que goza de gran veneracién, ha encar- nado en el remoto pasado tolteca en la forma de un rey-sacerdote sabio y piadoso que prohibfa esos ritos sangrientos. DIOSES TERRESTRES Y CELESTES os Tezcatlipoca, el dios nocturno de la Osa Mayor, protector de los jovenes guerreros, preside la educacién de los futuros ciu- dadanos-soldados en los telpochcalli ("‘casas de jévenes"); pero la educacién mas clevada, la que prepara a los dignatarios y a los, sacerdotes, se da en los calmécac (colegics-monasterios) bajo la invocacién de Quetzalcéatl. La literatura de la época no nos deja la menor duda de que esos dos sistemas de educacién eran, en muchos aspectos, absolutamente antitéticos, Esta oposicion lega- ba, en ciertos casos, hasta la hostilidad abierta. Pocas sociedades se han mostrado tan austeras en la vida sexual como la de México; y, sin embargo, vemos entronizada en su panteon, en lugar de honor, a ta hujuriosa diosa Tlazoltéotl. Dedicados a la guerra sagrada, los aztecas han creido en Ia in- mortalidad de los guerreros caidos en combate o en sacrificio: inmortalidad celestial y solar en la alegria luminosa de la mafiana y del mediodia. Al mismo tiempo, han adoptado el mito de otra inmortalidad, la que confiere el dios de las Huvias a todo el que recibe en el jardin eterno, de frondas siempre verdes. El Occidente, morada del declinar en que desaparece el Sol, “Aguila que Cae", es el lado sombrio del mundo; pero también es l Cihuatlampa, “cl lado femenino", donde reinan las diosas ma- dres de la tierra, que dan la vida a los j6venes dioses del mafz y, por medio de ellos, a todos los hombres. ~ Los hechos que acabamos de mencionar y otros andlogos per- miten suponer que la religion azteca, conjunto complejo e ines- table, era, en el momento en que la conocieron los europeos, el punto de desenlace de tradiciones diversas cuya sintesis no se habia operado. Las observaciones siguientes no buscan sino Hamar la atencién sobre algunos de esos elementos y sobre sus orfgenes. Casi no sabemos nada de la religién de los pueblos preclasicos, 0 sea de los primeros agricultores que han cultivado el mate y vivi- do en aldeas a partir del tercer milenio antes de nuestra era. Que celebraron ritos funerarios es algo que demuestran sus tumbas, donde los difuntos estaban rodeados de ofrendas. Su arte plastico abunda en representaciones antropomorfas, en figurillas dotadas de atributos, de ornamentos, de tocados muy diversos. Corres 66 DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES. ponden algunos de esos objetos a divinidades? Lmposible saberlo. Si acaso, dos tipos de figurillas parecen evocar una representacién de lo sagrado: se trata, por una parte, de estatuillas femeninas esteatopigicas que pudieron estar relacionadas con un cult a la fertilidad, y, por la otra, de figurillas bicéfalas de las que se puede suponer que reflejan una creencia relativa a la dualidad de las sas, idea que mis adelante habia de difundirse por todo México, ‘También se conoce una especie de mascara de terracota, una de cuyas mitades representa los rasgos de tun rostvo vivo y fa otra un rostro esquelético. ‘También esta asociacién intima de la vida y de la muerte Ilegaria a ser una idea familiar no s6lo entre los aztccas, sino también entre otros indios, por ejemplo los huastecos, como lo demuestra una magnifica estatua con dos caras (una de os: queleta) proveniente de Chilicuja, hoy en el museo de Brooklyn. Esos escasod indicios evidentemente no permiten reconstruir lo que haya podido ser el pensamiento religioso de esos aldeanos preclisicos. Su arte, en conjunto, ha sido siempre singularmente pobre en simbolos. Es notable que el arte del Noroeste de México, que descendiendo directamente del suyo se ba ptolongado y ex- tendido desde Michoacén hasta Nayarit, presente las mismas caracteristicas: lleno de vivacidad y de ‘igor, y representando con profusién hombres, animales, plantas y escenas de la vida coti Giana, aparece libre de toda preocupacién metafisica, aun cuan~ do fue contemporinco de las grandes civilizaciones teocraticas Los dos o tres siglos anteriores a nucstra era manifiestan a este respecte el principio de un cambio. En esta época se puede datar la primera representacién divina identificable como tal descu bierta en el altiplano central: una estatuilla cuyos rasgos y atribu tos simbélicos evocan al vicjo dios det fuego tal como debia ser representado en el curso de los sigios siguientes. Tampoco es im posible interpretar esta estatuilla como representaci6n, no de esta divinidad, sino de uno de los pequedios dioses de las montatias y de {a lluvia. Sea lo que fuere, se trata de divinidades suas, que Juego se encontrardn hasta entre los aztecas La fase mas tardia de la época preclisica ha sido marcada por un gran auge de la vida religios de otra manera gcémo explicar DJOSES TERRESTRES ¥ CELESTES Ja construcci6n de la primera pirdmide conocida, la de Cuicuilco? Aunque de una técnica todavia rudimentatia, intermedia entre el tiimulo y la piramide propiamente dicha, ese monumento, al que sodeaban humbas simétricamente dispuestas y coronaba un santuario, sélo pudo ser construido gracias a tos esfnerzos coordi nados de una pablacion numerosa enenadrada por una jerarquia sacerdotal Por fin, esta altima fase de la cultura aldeana es contemport nea de un fendmeno historico de importancia capital: el periodo de formacién y el comienzo de la primera (conozida) de las gran des civilizaciones autéctonas, 1a olmecs, El centro de los olmecas parece haber sido la zona tropical hémeda de la costa del Golfo, en el sur del actual estado de Veracruz y en 7 ‘abasco, especial mente cn La Venta. Desde alli, su influencia se irradi6 hasta el altiplano central (estatuilla olmeca encontrada cn Tlatileo), la vertiente occidental (Morelos, Guerrero), cl valle de Oaxaca “de Monte Albin), Chiapas y una parte de la América Central.* Con ellos surgen los rasgos esenciales de las grandes civilizacio- nes mexicanas: los centros urbanos, con sus complejos de pirami des, de estelas y de altares esculpides; la cronologfa y la notacion de las fechas ( estela de Tres Zapotes, estatuilla de Tuxtla); en fin, un simbolismo religioso en expansion que domina entera mente cl arte, el bajorrelieve y ¢l cineélado. Ignoramos quiénes eran esos olmecas, de donde venian, qué lenguaje hablaban. Acaso haya que considerarlos como pre mayas, 0 aun, hip6tesis que la anterior no excluye, come el origen co uno de los origenes de los pueblos civilizados de la zona costera que después se amaron totonacas, "los de tierra caliente”, Lo que en todo caso es seguro, y se halla atestiguado por sus esculty ras, sus altares, sus maravillosas estatuillas de jade, es que su reli- gion tenia por base ef culto ae ma de jaguar. como ei que representa una b (bajorrelieves de “Danzante: felino, Ep ocasiones en for figurilia de di 1966, Ie sido modifieada para womnae ea ene nta es 6s DIOSES TERRESTRES Y CELESTES jade de la Coleccion Bliss, de Washington; en otras, y mas fre- ‘cuentemente, como hombre-jaguar, caracterizado por una gran boca de labios gruesos y comisuras cafdas, se muestra a veces en la forma de un adulto, a veces en la de un nifio, de un “bebe” Hombres-jaguares de tocados suntuosos llevan en brazos a bebés- felinos; en cierto caso, el dios (o un sacetdote} parece salir de Ja masa del altar como de una caverna, portando a un nifio. El culto al felino ha desempeiiado un papel de primera impor- tancia en la antigiiedad peruana, donde inspir6 el arte de Chavin dc Huantar, y no-se puede dejar de notar la similitud de las repre- sentaciones felinas de Chavin con la de la estela descubierta en México en Placeres del Oro, Guerrero. Se supone generaimente que el dios-felino del Pera simbolizaba las fuerzas de la naturale- za, El estilo olmeca, muy original, es bastante distinto del de Chavin, pero'es posible que el culto al jaguar haya tenido el mis- mo significado. En la época histérica, el dios jaguar del México azteca era conocido con el nombre de Tepeyéllotl, “el Corazén de la Montafia"; era’ una divinidad secundaria, personificacién de las profundidades de la tierra, de las fuerzas teliricas. Lo poco que sabemos de los olmecas casi no nos permite sacar conclusiones, Si acaso puede suponerse que el culto al felino esta- ban relaci6n con a tierra; el bebé con rasgos de jaguar pudo ha- ber simbolizado la fertilidad, el nacimiento ce la vegetacién, las plantas jovenes, el mafz tierno. Las representaciones de nifios son muy escasas en el arte mexicano fuera del arte olmeca; pero una célebre estatua azteca representa a una diose terrestre en el mo mento en que da a luz al dios del mafz, y la planta alimenticia siempre ¢s asimilada, si no a un nifio, al menos a un adolescente, tanto entre los mayas como entre los indios del centro. La gran civilizacién clasica de Teotihuacan, que se desarrolla sobre el altiplano entre los siglos 111 y VIlI de nuestra era, puede considerarse como el modelo mas acabado de una teocracia agri- cola y pacffica. Sus pirdmides y sus templos, sus inmuebles de ha- bitacién, sus pinturas murales, su cerémica refinada, el arte de DIOSES TERRESTRES Y CELESTES 69 la estatuaria y de la mascara de piedra dura nos permiten rastrear el cuadro de una sociedad cuya base estaba constituida por la ma: ncuadrada y dirigida por una aristocracia sacerdotal. Nada de representaciones guerreras; las escenas rituales descri ben ofrendas de piezas de jade, de plumas, de incienso y de goma de caucho, No hay ningin rastro de sacrificios humanos. Las fuentes indigenas recientes ca 10 nos informan sobre el origen étnico ni sobre el lenguaje de los constructores de Teo: tihuacdn. Para los aztecas, la ciudad habia sido edificada por los propios dioses en el comienzo del mundo. Pero entre los totonacas de la zona costera existia una tradicién segiin la cual sus antepa- sados habfan construido las grandes piramides de Teotihuacan. Ahora bien, pueden notarse analogias sorprendentes entre el arte de esta ciudad y el de la region del Golfo: motivos decorativos “con volutas”, estilizacion de la mariposa, por ejemplo. Los fres cos de Teotihuacin son ricos en representaciones de plantas tro- picales y de pajaros descongcidos en el altiplano subdesértico, a mas de 2.000 metros por encima del nivel del mar: el cacao, el hule (“olmecas” significa "pueblo del pais del hule”) o el quctzal, pAjaro de magnificas plumas verdes. : Es licito suponer que la civilizacién teotihuacana fue elaborada por una aristocracia originaria de la zona tropical, sobrepuesta al campesinado del altiplano central. Su religion pudo formarse por la combinacién de las concepciones y del ritual importados de la ‘Tierra Caliente, con las creencias y las tradiciones de los agricul- tores autéctonos. Hermann Beyer ha llamado nuestra atencién sobre las divini- dades obesas y mofletudas, representadas por figurillas de terra- cota, que se encuentran a la vez en la regién costera y en Teo- tihuacan, :Simbolizan-la abundancia, la prosperidad? No dejan de recordar a los bebés olmecas, también ellos mofletudos, y a las enormes cabezas monoliticas de La Venta, a menudo interpreta- das como correspondientes a un tipo étnico negroide, pero que més sencillamente, pueden representar 2 una deidad adiposa. En cuanto al jaguar, que desempefia un papel tan importante entre los olmecas, todavia aparece en Teotihuacan en ciertos fres- » DIOSES TERRESTICES ¥ CELESTES, cos, agociado a menudo con caracoles, sfmbolos del agua y de la naturaleza Una plaqueta de énix de factura indiscutibiemente teotihua- cana proveniente de Ixtapaluca, Chalco, representa a una diosa cuya cabeza esté adornada con una cimera, las fauces de una serpiente fantdstica, y que lleva en el pecho una inscripsl roglifica compuesta de una cifra y un signo. La cifra, escrita por medio de una barra y de puntos, ala manera de los mayas y de los zapotecas, corresponde al niimero siete. El signo es anflogo al que se conace en las inscripciones de Monte Albin con el nombre de ‘ojo de serpiente”. Es claro que se trata del nombre de Ia diosa “Siete-Ojo de Sexpiente", 0 quizas, si el ojo del reptil tiene por fancién evocar el conjunto del animal (como la oreja del perro del jaguar, o.Ja cornamenta del ciervo en algunos manuscrites), “Siete-Serpiente”. Ahora bien, tal es el nombre de la diosa de la agricultura, la protectora del niaiz, la Chiconseciati é aneca . 1 Museo Nacional de Antropologia c Historia de México posee una chornic estatua monolitica de estilo muy arcaico, que fue le yada de ‘Teotihuacin por el arqueélogo mexicano Leopoldo Batres. Se fad esta apelacion haya sido muy discutida. Sin embargo, el xa de sus ornamentos hace pensar que esta atribucion bien pudiera ser exacta: en efecto, la falda de ta diosa franja compuesta de pequefias volutas muy semejantes a las que servian, en la época histérica reciente, para escribir el signo afl “agua”, y que decoran la vestimenta de la diosa azteca de la Nuvia y de las aguas duices, Chalchiuhtlicue Los bajorrelieves y las esculeuras en relieve redondeado que de coran las paredes del conjunto piramidal de ta Teotihuacdn represent gna en gencral como “diosa del agua’, aunque 4 bordeada por una udadela” de a dos deidades asociadas: una serpiente cmplumada y un dios con el rostro cnmascarado, los ojos rode dios por grandes cfreulos y Ia mandtbula armada de ganchos. Se reconoce alli, respectivamente, a la “‘Serpiente Emplumad: Quetzaledatl y a Thiloc, el dios de la luvia, Pero en realidad nada nos autoriza a darles esos nombres, tomados de Ia lengua ios! ERRESTRES ¥ CELESTES nabuatl, de la que el azteca es un dialecto, y menos atin a dotarlos @ priori de los atributos y de las funciones que distinguieron a e divinidades durante la fase tardia as Los bajorrelieves de la “Ciudadels” muestran a la serpiente vo: deada de conchas; su cuerpo esta adornado con una decoracion ondulada que evoca un curso de agua, mientras que su cabeza suige de un collar de plumas. Ast pues, es legitimo pensar que la serpiente emplumada corresponda aqui a un dios del agua y de la vegetacion exuberante; nada en ese simbolismo recuerda la sig. nificacidn astral que después se dara 2 Quetaleéatl. La serpiente con plumas (verdes, como el agua) significa la abundancia de plantas, la fuerza vegetativa de Ia naturaleza, Se encuentra un eco de esta concepcién terrestré de Ja serpiente emplumada en un pasaje del himao azteca Xipe Tétec fewies “La Sorpiente Empl mada ha remplazado a a Serpicnte de Fucg t abundancia vegetal {debida a las primeras Huvias} ha whan sobre la sequfa.” El quetzaledat! es opuesto aqui a la xiuficéati, serpiente de fuego, atributo del dios solar. dios del agua y de la luvia esté representado, en Teo Ghuacan, no sélo por las esculturas antes mencionadas, sino p una estela muy estilizada conocida con el nombre de “Cruz de Teo- tihuacan” (actualmente en cl Museo del Hombre de Parts), sobre los frescos de Tepantitla, Ali se le ha consagrado un co: magnifico de pinturas murales. Majestuoso, con el rostro cubier to, tocado con una alta cimera que representa al quetzal, se eleva por encima de las aguas y deja caer simientes y piezas de jade, simbolos de abundancia, sobre sus fictes. Otro panel pinta en colo: res vivos y claros la alegria de los bienaventurados recibidos en si paraiso: cantando (de sus bocas salen volutas), reposando, jugan: do, bafiandose a la sombra de unos Arboles tropicales, disfrutan de la despreocupacion eterna que su dios les ha dado. Cuando los sacerdotes-artistas de Teotihuacin han querido representar el otro mundo, no han pintado un paraiso celeste y astral, ni un Hades tenebroso y frfo, sino ese jardin siempre verde y himedo, ideatizacton de la naturalera tropical de la Tierra Ca licnto, que los aztecas, 1000 afios después, Ilamarain Tlalocan. Pe n DIOSES TERRESTRES Y CELESTES to mientras que para los aztecas el Tlalocan no era mas que una posibilidad entre otras de la "vida después de la muerte", parece que en Teotihuacan no se imaginé ninguna otra. ‘A las grandes civilizaciones teocraticas del primer milenio: Teo- tihuacdn, Monte Alban, la cultura maya clasica, no les han falta- do relaciones y contactos, como lo demuestran las analogfas de sus artes y de sus sistemas de escritura y de computacion del tiem. po. Algunos objetos han Hegado muy lejos, y también, sin duda, algunas ideas. Se ha encontrado en Tikal, en una tumba, un cuenco de cerimica de origen teotihuacano, precisamente deco- rado con el rostro estilizado del dios de la luvia. El que designa- ‘mos con su nombre néhuat! de Tléloc era adorado por los mayas con el nombre de Chac, y por los zapotecas de Oaxaca con el de Cocijo® Entre los mayas, lleva una mascara de nariz larga y de an- cha mandfbula erizada de ganchos, que ha llegado a ser uno de los motives mas frecuentemente repetidos en la decoracién de las fachadas en Yucatan. En Oaxaca, su rostro también cnmasca rado se encuentré reproducido en las urnas funerarias carac- teristicas del arte zapoteca. Con nombres civersos y aparien cias ligeramente distintas, ““Tléloc” —llamémoslo asi— ha podi- do quedarse, pues, entre los grandes tlioses desde cl altiplano central hasta Yucatan-durante mas de 1000 afios. Ixtlilxéchitl afirma que ya cra adorado por los Gigantes, es decir, los habitan- tes fabulosos de México en el pasado mis remote. ¥ atin hoy, zno ¢5.a G1 a quien los indios Hevan a la cumbre de los montes, donde reside, sus humildes ofrendas? Si comparamos lo que sabemos de las religiones olmeca y teo- tihuacana, tomando a la segunda como tipo de la religién de la época clasica, veremos que el hombre-jaguar y el bebé-felino han desaparceido. El jaguar sigue presente, y asociado con las con- chas, simbolos del agua. En cuanto a los dioses obesos y mofle- tudos (de la fecundidad?), desapareceran a su ver con la civiliza- mn clasica, El hecho de que sdlo se les haya vuelto a encontrar en forma de pequeiias figurillas, y no sobre los frescos y los bajorre lieves, puede significar que ya habian sido relegados a un plano secundario. DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES 3 rpicntc Emplumada’, el dios de la lluvia y las diosas de la vegetacién y del agua dominan el panteén. A su lado se ve reapa- recer al dios del fuego, ya presente en la fase terminal de la época preclasica, reconocible por su rostro estriado de arrugas y por el incensario que leva sobre la cabeza. La divinidad que los aztecas, 1000 afios después, Hamaran Huehuetéod, el “Dios Viejo" por ex- celencia, también se encuentra en la fase tardia de la civilizacion olmeca (Cerro de Las Mesas) y entre los zapotecas de Oaxaca. Es €l dios del hogar doméstico, del centro de la casa y del centro del mundo y, por tanto, de la quinta direccion del espacio por oposi cin a los cuatro puntos cardinales. Nada hay en su personalidad que revele un caracter astral. La gran brecha entre las civilizaciones clasicas, teocraticas, y las que las sucedieron se sitia entre el siglo Vily el X, segan las regio- nes, Por razones que no es posible analizar aqui, las ciudades cla sicas dejan de funcionar eh tanto que centros ceremoniales, la creacion artistica se extingue, las oligarquias sacerdotales pierden su poder y se dispersan, Durante varios siglos, esas ciudades habian dominado el paisaje y organizado la vida'de los hombres; su decadencia restablece las condiciones preclasicas de existencia La unidad social vuelve a ser la aldea. No hay duda de que enton- ces la religién se reduce a un conjunto de rites sencillos, esencial- mente agrarios, como los que hoy se pueden observar entre los mayas no eristianizados, los lacandones de Chiapas. Quizd sea a esta época de transicién y de retorno a la cultura rudimentaria de los campesinos a la que se remonte la cristaliza- cin de un mito, el de la pareja divina primordial. Los otomies, muy antiguo pueblo de agricultores toscos y tradicionalistas, que probablemente ocupaban ya el altiplano central en la época de Teotihuacin, conservaron su religion particular hasta la conquis- ta espafiola. Si bien habian adoptado divinidades no otomies, to- madas de sus vecinos, de los que eran tributarios, permanecfan fieles al culto de ta pareja primordial, el “Viejo Padre” y la “Vieja Madre”. 4 DIOSES TERRESTRES ¥ CI El "Viejo Padre” es un dios del fuego, e] Huchuetéotl azteca. Es significative que los aztecas hayan adorado a ese dios con el nombre de Orontecuhtli, "Sefior Oromi”, Su fiesta se celebraba durante el décimo mes del afio ritual, Xdcotd huetzi, “Xocotl cac": una efigic del dios, Hamado también Xécotl, nombre det digs de la tribu mazahua, pariente cercana de la otomf, era eleva daa la caspide de una especie de cucatia, de la que se le hacta caer, En cuanto a la "Vieja Madre”, es una diosa terrestre, la divinidad dela tierra que nos alimenta. Los otomics celebraban en su honor Ja fiesta de Authaxmé, “Ia galleta de matz blanco”, o sea el maiz nuevo, las primicias de la cosecha. Se puede recordar al respecto que los pames, otra cribu de fa familia otom’, colebraban antes de la cosecha el rito dei “campo virgen”, antes del cual nadie podta tocar las mazorcas. Es interesaifée notar que esta diosa terrestre era también una diosa lunar: ahora bien, (ste es un rasgo constante de las diosas terrestres de México, incluso entre los aztecas. Ft término otomt Tainind, “Madxe'Venerada”, designa atin hoy a la luna y, asimis mo, aa,Virgen de Guadalupe, avatar moderno de la Tonantzin anteca de Tepeyacae, diosa a la vec terrestre y lunar Los mazahuas, que hablaban un diafecto apenas diferenciado dct otomt y que, en la-alta meseta de Toluca, eran vecinos de los otomies, fueron conacidos en la antigitedad precolombina por el ito de fertilidad que celebraban sus mujeres: éstas, provistas de sonajas, cuyo ruide simbotizaba y llamaba a la iluvia, danzaban para fecundar el suclo, Ahora bien, éstz es una actitud carac- teristica de las diosas madres del panteén azteca, En el himno de Cihuacéatl se dice que la diosa, en el campo divino (teom#l- co), se apoya en una coa, instrumento de labranza, provista de una sonaja (chicahuaztli). Se dice también que lleva en la mano una escoba de hierbas con fa cual barre el suelo para preparar el camino a los jovenes dioses de la vegetacién. Esta idea no era des- conocida de los otomies, que celebraban Ia fiesta A nebaxi (barre: dora) con La misma intencién. En cuanto a las mujeres mazahua, yo mismo he podido verlas hace unos 30 aftos bailar en Alaco- mulco con su coa y su sonaja como lo habfan hecho siglos antes. DIOSPS TERRESTRES Y GELESTES El tema mitico de la antigua pareja primordial vuelve a en contrarse entre fos aztecas: Ometecubtli y Omecfhuatl, el "Sefior yla Sefiora dela Dualidad”, reinan en la cumbre del mundo, mas, por asf decislo, no gobiernan. Han sido eclipsados por la mut: titud abigarrada de los dioses mas jévenes, Pero los indios de Ni caragua, tribu nahua que habia salido de México entre el -igio X yel Xt, conservaron una idea mucho mas clara de esas personali dades divinas. Oviedo cuenta que, cuando el padre Bobadilla inte errog6 a esos indios en Teomega, le respondieron que todo, el uni. verso y los hombres, habia sido creado por la “Pareja Primordial”, Resulta tentador identificar a la pareja “Viejo Padre, Vieja Madre" © “Fuego-Tierra”, con la pareja “So cucntemente mencionada en las invocaci tota tlaltecuhtl tonatiuk, jerra”, tan fre. nes aztecas: intonan in stra madre y nuestro padre, ta tierra y el sol”, Pero elo seria olvidar que el fuego, tal como fue adorado desde la antigiiedad remota en la forma del "Dio: Viejo", no es el sol. Es un fuego terrestre y no celestial. El diccionario otomf del siglo XVI conservado en la Biblioteca Nacional de México menciona a un dios, Muyé, que reside en las montafias. Se trata, evidentemente, del “Sefior (Imi) de la Lit via (¥8)", dicho de otro modo, de “Tléloc”, ya conocido en Teo: tibuacan Si consideramos la religion de los otomies y la de los pucblos emparentades con ellos como representativa de la tradicién cane pesina tal como subsistio después del despiome de tas civilizacio: nes clasica mos que se trata de una religion esencialmacsite agratia. El Gnico astro que puede contarse entre el conglomerails de los dioses ¢s la luna. Pero esta mucho mas ligada a la tierra que al mundo celeste, En todo tiempo y por doquier, las fases de Ia luna han Hamado la atencién de los pueblos de agriculto- res, que han visto en ellas una relacién con las fluctuaciones del tiempo y con el crecimiento de la vegetacién, Parece, por lo de- ids, que un calendario lunar precedi6, entre los otomies y quizits entre otros indios cultivadores, al calendario tipicamente mexica: ho y maya, fundado sobre la division del aio en 18 meses de 20 dias, ademas de cinco dias suplementarios. 6 DIOSES TERRESTRES Y CELESTES Fue enel corazén del pais otomt, y sobre el emplazamiento de un barrio cuyo nombre nos ha conservado la tradicién, Maménhi, donde un pueblo de inmigrantes llegados del Norte instalé su ca- pital en el afio 856, La ciudad nueva fue llamada Tollan, “lugar de cafias", 0 Tula. Con su fundacion aparece por vez primera en la historia la familia lingiiistica uto-azteca, a la que pertenecen claramente los huicholes del noroeste de México y los nahuas, cuya Area de dispersion cubre el centro de México de un océano al otro y se extiende hasta El Salvador y Nicaragua. Es sabido que los axtecas sélo fueron la iltima de las tribus de esta familia que penetraron en el centro de México, Los habitantes de Tula, los toltecas, procedian, pues, del Nor- te, de esos inmensos desiertos de cactos y de mimosas donde erra- ban tribjus némadas de cazadores y guerreros. Esos desiertos han desemperiado et papel de inagotable reserva de tribus belicosas, dispuestas a lanzarse sobre los ricos valles centrales, un poco como la Germania de la Antigiiedad respecto de la cuenca mediterranea. A través del velo de las leyendas se puede reconstituir la historia de Tula, que parece dividirse en tres fases: un periodo teocratico (856-947), durante el cual los inmigrantes se integran mas 0 me: nos a lo que ha sobrevivido de la civilization teotihuacana; una fase de disturbios y de guerra civil (947-999), que termina con la derrota del “partido ceocratico”, con 1a liquidacion de las estruc- curas sociales y religiosas heredadas de 1a edad clisica y con el na- cimiento de una civilizacién nueva fundada sobre la religion astral de los nahuas; y, en fin, una fase de apogeo, de declinar de esta civilizacion hasta la caida de Tula en 1168 y, al cabo de algu- nos afios, de dispersion, hasta‘el suicidio del titimo rey tolteca, Huémac, en 1174 Los relatos tradicionales relativos a Tula se sitan simultanea- mente sobre dos planos: el de la historia y el del mito. Es bastante dificil desenredar lo que corresponde al uno y lo que desciende del otro. Al drama humano que se representa en la tierra se sobrepone ¢ imbrica el drama césmico que opone a los dioses. El diltimo rey-sacerdote de Tula Hevaba el nombre de Topiltzin Ce Acatl Quetzalcdatl: “Nuestro Sefior, 1-Cafia (fecha de su naci- DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES n micnto, 947), Serpiente Emplumada.” Reinaba sobre los toltecas sin mostrarse en ptblico, pero meditaba en los cuatro palacios que habia hecho construir. Se le daba el titulo de sacerdote. Ofrecia a los dioses su propia sangre, pajaros, serpientes y mari- posas. Invocaba a la “Pareja Primordial” que, con el dios de la iluvia, dominaba entonces la religion. Todas las fuentes tradi- cionales insisten en el hecho de que aborrecia y prohibia termi: nantemente los sacrificios humanos. Segiin los Anales de Cuauh- titldn, se negé a sacrificar hombres a los “demonios" (es decir, a los dioses alégenos de los inmigrantes). y de allf la célera de éstos, la lucha que entablaron contra él y el desastre que de ello result6. La época en que Topiltzin reiné es descrita como una edad de oro: abundancia de cosechas, dimensiones extraordinarias de las plantas cultivadas, riquezas y tesoros de los toltecas, esplendor del arte, Las plantas y las aves de las regiones tropicales desempefian un gran papel en esta Tula de la fase teocritica, como en Teo- tibuacdn, y se dice expresamente que esas plantas y esas aves des- aparecieron cuando Quefraleéatl tuvo que huir, La fase revolucionaria que terminé con la derrota dela “Ser- piente Emplumada" se presenta como la lucha de Tezcatlipoca contra Quetzalcéatl, es decir, de los dioses nuevos contra los anti- guos, de la nueva sociedad tribal contra la aristocracia sacerdotal y su forma de civilizacion, Tezcatlipoca es el dios de la Osa Ma- yor, del cielo y del viento nocturno. Se le Hama Yéotl, “el Guerre- ro". Recurre, como brujo que es, a estratagemas diabélicas, a maleficios que socavan la autoridad de Quetzalcéatl, pesturban- do su conciencia, Atrae a los toltecas a emboscadas magicas, don- de sucumben en masa, Provoca Ja division, suscita y atiza los odios. Finalmente, vencido, el rey-sacerdote huy6 a Tula. Segiin algunas fuentes, Quetzalcoatl y su séquito (se rodeaba de pajes enanos, que son los pequefios dioses de las montafias, de la Uuvia y del viento) hablaban un lenguaje particular que no era el na- huatl. A medida que nuevas oleadas de nahuas entraban en el pals, la autoridad de esta clase superior (sobreviviente de Teoti- huacan) se volvia mas precaria. Tezcatlipoca simboliza no séto la nueva religion astral, sino a los pueblos del norte que la importaron. "8 DIOSES TERRESTRES ¥ CELISTES Debicic a que la fuga dc 1a "Serpiente Emplumada” se interpre- 6 como ls eaida del régimen teocratico, a partir del afio 1-Cafia, 999, comenzé a instaurarse un orden nuevo. Parece que los sacri- ficios humanos s6lo empezaron a practicarse poco a poco, al me- nos en cuanto hace a st forma masiva: en cl afio 13-Cafia, 1115, los Anales de Cuauhtitien. La arquitectura y ta escuitara de Tula, tat como investigaciones arqueolégicas, dan nio de lo profando det trastorno ocurrido alrededor del afio 1000. Cierto, Tos voltecas han conservado, de la kerencia de Teotihuacan, la pirtmide, el bajorrelieve, la pintura mural, Pero ¢s un panorama espiritual enteramente nuevo el que se ofrece a nuestros ojos. El templo principal esta consagrado a un astro, la “Estrella de la Maftana”. 1» los bajorrelieves abundan las escenas sacrificiales. Teovias de Aguilas y jaguares devoran corazones humanos. Las carkitides rovelan Ins representan a gucrreros adornades con simbolos solares bajo las armas y coronados de plumas rigidas. Todo esté dominado por Jos astros, la guerra césmica, cl sacrificio sangriento. (Qué lejos estamos de} apacible dios de las uvias y de las plantas que, en ‘Teotihuacdn, presidia los goces eternos de su paraiso! ‘Al mismo tiempo, el arquitecto tolteca refleja los usos y las ext gencias de una sociedad con estructuras nuevas. Inmensas salas hipéstilas, en Tula y en la ciudad maya-tokeca de Chichén- Itza, se prostan a las asambleas de guerreros, putes es una clase anilitar huierosa, y ya no una oligarquia sacerdotal, la que ejerce el po dor. Esta clase coloca a la cabeza de ta ciudad a un rey que no es un sacerdate, sino un guerrero. Pareceria logico que, vencido, Queizalcoatl hubiese desapare cido del pensamiento religioso y del arte. Sin embargo, fac lo contrario lo que ocutrié: las columnas det santuario principal son en forma de serpientes emplumadas; cuando los toltecas emigren hacia el Sur, a Cholula y a Yucatén, se llevardn ¢ implantarén et culto a la “Serpiente Emplumada”, que de 1000 a 1200 dominara la vida ritual y artistica de Ghichén-Itz4. Sobre ei aitiplano salto de Quetzalcéat! pasardn de los toltecas a las tribus que llegan a instalasse en et vaile y x los propies arieras. central, el mito yet DIOSES TERRESTRES V CELESTES 9 Si, Quetzaledadl ha sobrevivido a ta derrota de su doble huma. no, el Quetzalcéutl histérico, rey-sacerdote, Pero es un Quetza! céatl enteramente nucvo, que casi no tiene mas que el nombre y la apariencia en comiin con el de la época clasica, Se ha converti do en un dios astral: el planeta Venus. Pasando de la tierra al ciclo, se ha hecho guerrero y flechador como las otras divinidades astrales de los naluas, come el Tonoami de los huicholes, dios de va estrella matutina y de la caza No cabe duda de que los nahuas, descosos de consolidar loria, han “vertide vino nuevo en odres viejos’. Han oncebido un sineretismo cn cl cual el nombre venerado de Quetzaleéatl se ha conservado para recibir ideas enteramente nuevas, Esta tenden cia al sincretismo, a la sintesis, vuelve a encontrasse en toda la his toria de las religiones mexicanas posclasicas. ‘Transformado cn digs astral, Quetzaleéatl estara en adelante rodeado de una rica aureola mistica, “Estrella de la Mafiana” y Estrella de la Tarde”, desaparece bajo la tierta en el pais de los, muertos (Mictlan) para resucitar, Roba al siniesiro dios subterra- neo los huesos de los antiguos muertos, los tiega c crea asia los hombres de nuestro mundo. “Inventa regala asus creatur n su sangre y cl maiz y lo s. Lo acompaiia un “doble”, X6lotl, pequeiio dios con cabeza de perro, que se hunde con él cn las tinieblas de los “Nueve Infiernos"; por ello se enterraba 0 se quemaba a un perro con los difuntos. El dios del planeta Venus es un flechador, como su equivalente huichol. Con este aspecto de cazador maléfico, atraviesa con sus flcchas a ciertas categorias de humanoy en determinadas fechas, por ejemplo a los ancianos bajo el signo 1-Cocodrilo, a los jovenes bajo cl signo 1 Movimiento. Sus flechas atacan aun al agua y ala Huvia bajo los signos 1-Agua y 1-Lluvia, lo que provoca la sequia, Asi, la “Serpiente Emplumada” de la época clas.ca, benéfica divi nidad terrestre, se ha Uansformado, bajo uno de sus aspectos, en. la cemible deidad de Ja sequia y det hambre Pero no quedan alli fos avatares de Quetzal un bonete eénico y con ef rostre cubierto por atl. Tocado con ena mascara de Ahi entre tos doble pico, se identifica con el dios ct viento, 0 DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES otomies, Ehécatl entre los nahuas. Su tocado es t{picamente huas- teco; sus templos, en tanto que dios del viento, son de forma circu- lar (subsiste uno en Calixtlahuaca); ahora bien, los templos redon- dos son frecuentes entre los huastecos, Mucho habria que decir sobre esta tribu del Nordeste, rama de la familia maya, y sobre el papel que ha podido desempeiiar en relacién con la civilizacion tol teca. Uno de los episodios de! drama que enfrent6 a Quetzaledat! y 2 los dioses nuevos tiene por personaje central a Tezcatlipoca disfrazado de huasteco, La tradicién sefiala la entrada en Tula, después de la caida del antiguo régimen, del culto huasteco de las Ixcuinanme, diosas del amor carnal. La metamorfosis de Quetzalcéatl en dios ce la “Estrella de la Majiana” ofrece un ejemplo notable de lo que se podria amar la “astralizacién’” de las figuras divinas de lz antigiiedad mexi- cana. Portadéres de una religién esencialmente astral, los pue- blos no cultivadores, cazadores y guerreros, provenientes del Norte, ora impusieron sus propios dioses, ora remodelaron los de las poblaciones sedentarias y agricolas. Idéntica “astralizacion” gcurre con el jaguar. El viejo dios ol- meca de la tierra es asimilado, a partir de la época tolteca, al cielo estrellado de la noche (cielo moteddo como el pelaje del feli no) y, por tanto, a Tezcatlipoca, Se convierte por ello en el “disfraz", nahualli, en el doble animal del dios, como el Aguila es el nahualli del sol. Por tanto, habra en Tenochtitlan dos presti- giadas 6rdenes militares: la de los “caballeres Aguilas”, soldados del sol, y la de los “caballeros jaguares”, combatientes del lo nocturno; los primeros descienden de Huitzi‘opochtli, los segun- dos de Tezcatlipoca El término de chichimecas (barbaros) designaba en nahuatl a to das las tribus cuyo modo de vida giraba en torno a la caza y a la recoleccién. Tal habia sido el modo de vida de las tribus que llega- ron a instalarse en el altiplano central, incluidos los aztecas. La religién de esos pueblos no inclufa, evidentemente, ni mi- tos, ni ritos agrarios. Sus divinidades eran, ante todo, cazadoras y DIOSES TERRESTRES Y CELESTES 8 guerreras como ellos mismos, y se identificaban con los astros. Tezeatlipoca era el simbolo del cielo nocturno estrellado y mas particularmente de la Osa Mayor. La Via Lactea estaba personifi- cada con el nombre de Mixcéatl, “Serpiente de Nubes”, dios de Ja caza, con sus miltiples reflejos, los Centzon Mimixcoa, las “Cuatrocientas [innumerables] Serpientes de Nubes”, estrellas del ciclo septentrional. En la época azteca, Mixc6atl figuraba entre los grandes dioses de Tenochtitlan: se celebraban en su honor las ceremonias del mes Quecholli, en el curso de las cuales se organizaba una batida sobre la montafia de Zacatepec y se fabricaban flechas. La “flecha de punta espinosa”, zthuaquimitl, y el “zurrén de rede- cilla", matlahuacalli, son los atributos de Mixcéatl en tanto que dios cazador. Entre los cantos religiosos que nos ha dejado Sahagin, quien escribi6 a partir de lo que le dictaban sus informantes autéctonos, se sefialan dos himnos como redactados én chichimecatlatolli, “lenguaje de los barbaros"; lo que parece ser un dialecto nihuat! arcaico y oscuro, Uno de ellos est dedicado a los Mimixcoayen la medida en que se le puede traducir, evoca a Mixcéatl en “el pafs de las plantas espinosas”, tzihuactitla, es decir, ef los desiertos del Notte, armado de sus flechas con punta espinosa y provisto de su rurr6n. Canta una férmula magica destinada a facilitar la toma de sus presas. En cuanto al otro himno, se refiere al pequefio dios Amimitl, dios de la caza de aves acuaticas, patrén de los chichs meca atlaca (““barbaros de las lagunas”), un géncro de especiali- zacién de Mixcéatl. Otro doble de Mixcéatl, Camaxtli, era el tribal de los nahuas de Tlaxcala. En cuanto a los aztecas, es sabido que su divinidad tribal era Huitilopochtli, el sol, Su nombre, “el Colibri (huttzilin) de la iz- quierda (opochtli)", lo caracteriza como el prototipo de los guerre- Tos muertos y resucitados que, segiin se creia, reencarnaban en el cuerpo gracioso de esa ave; la “izquierda” del mundo es el Sur. Huitzilopochtli es el sol en el cenit, el sol de mediodia, Dos ciclos mfticos homélogos tienen por funcién ligar estrecha- mente a los dioses astrales con el tema de la guerra césmica, Se- 82 DIOSES TERRESTRES Y CELESTES. giin ¢l primero, los Mimixcoa, constelaciones del Norte, han sido encargades de dar al sol su alimento (la sangre de los sacrificios) pero no cumplen con esta misién y son exterminados por Mixcd- atl. En el otro, Huitilopochtli, desde su nacimiento, persigue y destroza a sus hermanos, los Centzon Huitanahua, los “Cuatro- cientos Meridionales", es decir, las constelaciones del Sur, Si Mix: coatl lanza sus flechas, Huitzilopochtli blande su arma magica, la wiuhedatl, “serpiente de turquesa”, simbolo del fuego solar. Estas son, pues, las divinidades propias de los pueblos noma das y guerreros: Ia Osa Mayor, la Via Lactea, la Estrella de la Mafiana, el sol. Su panteén comprendia, asimismo, una diosa terrestre, Itzpapalotl, "Mariposa de Obsidiana”, o Coatlicue, “La que Lleva una Falda de Serpientes’, Itzpapalotl aparece més par- ticularmente en los relatos miticos relativos a los desiertos del Nor te ya las “Cuatrocientas Serp' tes de Nubes”. Goatlicue es la ie de Jos “Cuatrocientos Meridionales” y de Huitzilopochtli Estas son, evidentemente, diosas terre: en Ia ideologia de poblaciones no agricolas, no simbolizan la fe- cundidad vegetal, Dan nacimiento a los astros, y no al maiz. Beli cosas y'cazadoras como los'dioses cclestiales que de ellas han na cido, levan titulos como el de Yaocihuatl, “Guerrera”, y segiin las palabras de un himno,uzteca, “se alimentan de corazones de cier: eros nomadas, Ia tierra es la tamba y no cl tan bajo la forma del monstruo Tlaltecuhtli s pero, como es natural vos”. Para los guci campo: asf, la pi . que, con las mandibulas entreabiertas, devoraba ia sangre y los cucrpos de los muertos: Habiendo ofendido el altimo rey tokeca, Huémac, a Thiloc, éste, para vengarse, infligié a Tula Ia sequia y el hambre; y cuando Huémac, en fuga, se refugid en Chapultepec, los dioses de ta Ni via le anunciaron la caida definitiva de los toltecas; fue entouces cuando el rey, desesperado, se ahorcé en una caverna Esta leyenda refleja, fuera de duda, cl antagonismo entre la reli gion astral importada y la religion agraria heredada de la época clasica. La invasion de los dioses celestiales, estelares y solares BS TERRESTRES ¥ CELESTES 8 con el complejo mitico y ritual de la guerra cosmica y del sacriff cio humano, pese a su triunfo aparente tropezaba con la resisten. cia de la masa cainpesina, a cuyos ojos la sequia y el hambr tepresentaban la venganza de ‘Tliloc contra Jos que lo desdevia- ban, Las grandes migraciones continuaron hasta comienzos del siglo XtV: a medida que los pueblos del Norte penetraban en los valles centrales, adoptaban mis © menos rapidamente el modo de vida agricola, sc asentaban en aldeas y, por fin, fundaban ciudades, La cultura del matz adquitia una importancia cada vex mayor en su existencia; con ella, los mites y los ritos agrar'ys y sus divinidades de la tierra y del agua cobraban, por decitlo ast, venganza, Los aztecas, dltimos en llegar, cuyo auge dur6 grosso modo un siglo antes de la catastrofe final, se vieron determinados, en razén misma de ia hegemonfa que ejercieron, a intentar la Gos sistemas religiosos rivales, religién constitusa en lo un entendimicnte entre las concepcioncs de les nahuas, guerseros ycazadores, y las de los agricultores sedentarics; una mezcla de la twadicién del Norte y la herencia clasica. Cuando se estudia la sucesién de las 18 fiestas celebradas cada 20 dias en Tenochtitlan, se observa que s6lo habia tres consagra das a los dioses colestiales: Tezcatlipoca, Mixedatl y Huitzilopoch: Ui, frente a cuatro dedicadas a Tlaloc y a los dioses de la Iluvia, cuatro a las divinidades del matz y de la vegetacion, dos al viejo dios del fuego (una de ellas a su personalidad de “Sefior Oto") y tres a las diosas terrestres." Es decir, se reconocfa a las divinida- des antiguas un gran lugar en el ritual. Pero, casi ditiamos como contrapartida, a su culto se habfa incorporado una multitud de ritos crucles, a imitacion det culto a los dioses asteales, especial mente sacrificios humanos a Tlaloc y a las diosas de la vegetacién. Los antecas adoraban con fervor particular a su dios Huitzilo- pochtli; hasta exigian a los pucblos sometidos por sus armas que se crigicra en sus temnplos una estatua de ese dios, y que le fuesen sacrificadas victimas humanas. Y sin embargo, en la propia Te Utlabla, ademss, ona fiesta en honor 3 la diosa del agua salad, Hubxtoetviat patrona de los salineros, y la fiesta Teotleco en honor de todos los dione a“ DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES nochtitlan, la alta piramide del gran teocalli, inaugurada en 1487 por el emperador Ahuizotl, tenia en su plataforma terminal no solo un santuario, sino dos: el templo rojo y blanco de Huitzilo- pochtli y el templo blanco y azul de Tliloc, Los dos santuarios eran iguales en dimensiones, y sin duda estaban rodeados de idéntica vegetacion. Asimismo, la organizacién sacerdotal tenia a 1a cabeza no s6lo un sumo sacerdote, sino dos, “iguales en condi- ci6n y honores” —los dos quequetzalcoa, “serpientes empluma- das" —, que llevaban, respectivamente, el titulo de “sacerdote de Taloc’ y de “sacerdote de Nuestro Seiior" (Iuitzilopochtli) Esta curiosa organizacién de la Iglesia, como el hecho de que el gran templo fuera consagrado simultaneamente a dos divinidades tan diferentes, parece derivarse de una voluntad deliberada de compromiso, de sintesis. Ast quedaban asociados en condiciones de igualdad Iés dos elementos fundamentales de la religion mexi- cana de esta fase tardfa: el culto al sol, aportado por los guerreros del Nore, y el culto agrario de los campesinos sedentarios. Las divinidadés femeninas se manifiestan bajo dos aspectos contrastados. Como fuentes inagotables de fecundidad, dan a luz a los j6venes dioses del mafz, que también sor. los dioses de ta ju- ventud, de la misica, de los juegos y def canto, Revestidas de atri- butos macabros, llevando mascaras de calaveras, son guerreras coronadas de plumas de Aguila que simbolizan la tierra donde cl sol, cada atardecer, encuentra su sepultura. Los nahuas provenientes del Norte habfan hallado en el centro de México el culto a la “Vieja Madre" terrestre y lunar. ¥ ellos, por su parte, aportaron la veneracién a una diosa terrestre guerrera, la “Mariposa de Obsidiana”, Ademés, la civilizacion tolteca tarda habfa tomado de los huastecos las diosas del amor carnal, que los aztecas lamaron Tlazoltéotl. El himno de Teteoinan, la “Madre de los Dioses", precisa que esta diosa no es otra que la “Mariposa de Obsidiana”. El himno de Cihuac6atl, la “Mujer Serpiente”, asocia los dos aspectos de las diosas terrestres. “Pintada con la sangre de la serpiente”, con la cabeza cefiida con plumas de Aguila, ¢s la madre de Mixe6atl, el dios cazador y guerrero. Exhorta a la guerra, al sacrificio de los DIOSES TERRESTRES Y GELESTES 85 cautivos. Pero, en el mismo canto, se la muestra agitando su sona: Jero magico para Hamar a la lluvia y fecundar a la tierra. La.estatuaria azteca nos.ha dejado representaciones inolvi- dables de la diosa terrestre, en especial la célebre Coatlicue del Museo Nacional de Antropologia e Historia de México, a la vez majestuosa y monstruosa con sus ornamentos macabros hechos de corazones humanos, sus garras de 4guila, su doble cabeza ofidia. Otro idolo proveniente de Cozcatlén representa la misma diosa armada, con garras y con una cabeza de esqueleto. En cambio, la escultura y el cédice muestran a las diosas terrestres y lunares ha- ciendo nacer al mafz joven; a la graciosa Chicomecéatl sostenien- do unas mazorcas en sus manos; a Tlazoltéotl, la huasteca, habil hiladora de algodén, levando unos husos en su peinado, y ala ra- diante Xochiquétzal con sus largos penachos de plumas, diosa de la fecundidad y del amor, protectora de las jovenes que em- bellecian la vida de los guerreros. . La austeridad de la sociedad mexicana, con su insistencia es- partana en las virtudes militares, imponfa a la vida sexual una se- vera represién. Esto resulta mas notable si se toma en cuenta que la carnal Tlazoltéotl, divinidad extranjera importada del pais huasteco (cuyos habitantes tenfan en Tenochtiélén la reputacion de ser muy dados a Jas practicas eréticas), cobr6 entre los aztecas una gran importancia en tanto que Tlaelquani, “Comedora de Pecados": con ella se confesaban los que habian cometido faltas, sobre todo infracciones a la moral sexual, y era ella la que los per- donaba mediante la absolucién que conferian sus sacerdotes, Se notara, en fin, que las diosas terrestres son igualmente deidades lunares. Su caracteristico adorno en 1a nariz, el yaca: metztli (“luna de nariz"), en forma de media luna, esta alli para recordarlo, Ahora bien, la luna era considerada come el simbolo por excelencia de la fecundidad vegetal, al mismo tiempo que de Ja esencia femenina de la naturaleza. Se la representaba bajo la forma de un recipiente lleno de agua sobre el cual se destacaba la silueta de un conejo (las manchas del disco lunar). Los innume- rables dioses de las cosechas, de la abundancia y de la embriaguez eran lamados los Centzon Totochtin, “Cuatrocientos Conejos”: 88 DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES cran, pequefias divinidades locales, lunares y campesinas, que presidian los festejos con lus cuales se celebraban las buenas co: sechas, fiest abundante bebida de octli, jugo del maguey fermentado. Un cole. gio de sacerdotes de Tenochtitlan estaba consagrado al culto de e508 dioses, bajo la autoridad del Ometochtli (“Dos-Conejos’, nombre de una de las més importantes de esas deidades). Quetzaleéatl no figura entre los dioses en cuyo honor se ce- lebraban las grandes fiestas organizadas cada 20 dias. Figuraba, sin embargo, entre las divinidades mas importantes, en condicion de igualdad con Tezcatlipaca y Huitzilopochtli, pero aparece, sobre todo, como el dios de los sacerdotes. Es “el sacerdote™ por excclencia, como Tezeatlipoca es “el guerrero”. Personalidad en que menudeaban los banquetes y se tomaba multiforme, dios del viento y plancta Venus, como "Serpiente Emplumada’ teca, reconocido sobre tode por los sacerdotes como el inventor de la escritura y det calendario ritual, La educacién superior dada por los sacerdotes’en los colegios-monasterios, que inchuia espe cialmente la ensefianza de Ia escritura jeroglifica y el estudio de los libros s colocada bajo cl patrocinio de Quetzalééatl. Por el contrario, la ensefianza de las “casas de jévenes” de los diversos barrios de la ciudad dada por “maestros de jévencs" militares y laicos, provenia de Tezeatlipoca, uno de cuyos titulos, por cierto, era el de telpochili, “hombre joven” Esos dos sistemas de educacién eran muy distintos, casi anta- gonicos. El primero se distinguia por su austeridad, hincapié en la teologfa, en la abnegacién y cn cl dominio de si mismo, y por la extension (para el lugar y la €peca) de los cono- cimientos transmitidos. El segundo, esencialmente practice y militar, intentaba desarroliar las virtudes guerreras, pero dejaba poco espacio a los valores intelectuales y espirituales; los jovenes, Avidos de emular las proczas de sus mayores, todos ellos guerreros consumados, seguian un entrenamiento severo, mas para relajarse pasaban las veladas en la sa de fos cantos”, donde bailaban y tocaban el tambor y fa flauta, Los de mayor edad tenfan rela- st inextricablemente ligado a la edad de oro tol: rads, de la cronologia y de la adivinacién, estaba DIOSFS TERRESTHES Y CELESTES 8 ciones con las cortesanas, cuyos tocados lujosos y modales refina dos nos ha descrito Sahagin. La ideologia relativa al otro mundo nos oftece un ejemplo mas de las contradicciones internas del sistema religioso mexicano y de las sintesis por las que los aztecas trataron de resolverlas. Desile la época de Teotihuacén, ya lo hemos dicho, se odserva la creencia en un paraiso, jardin exuberante y bien regado, que preside el dios de la lluvia, Bra ésa, seguramente, Ia imagen de la inmortali dad tal como se la figuraban los antiguos pueblos de cultivadores: abundancia eterna, al abrigo de toda penuria y toda sequfa, sin lucha, sin trabajo, Es natural que el ideal de los guerreros fuera totalmente istin to. Para los aztecas, los guerteros muertos en combate o sobre la picdra de les sacrificios se volvian los compaiieros del sol. Se unian al cortejo deshumbrante, bullicioso y alegre que rodeaba al astro desde el Oriente hasta el cenit, Combates simulados y cantos de guerra constitufan las diversiones de esos Cuauhteca, “Gente del Aguila”, en ese Valhalla american. Después de cuatro afios en esa condicién, el guerrero reencarnaba en el cuerpo gracioso de un colibrs Las mujeres muertas de parto cran asimiladas a los guerreros caidos en combate o sacrificados, Se les enterraa con gran pom. pa en el patio interior de un templo que se les habia consagrado. Se creia que esas mujeres formaban un segundo cortejo que acompaiiaba ai soi desde of cenit hasta el Occidente. Divi (se les tlamaba Cibuateteo, "Maje-es Divinas"), rondaban por el ciclo del Ocste y las sombras del crepasculo. Se las identificaba mas o menos claramente con los Tzitzimime, monstruos del otro mundo que deben aparecer el Gltimo dia del mundo, y con las diosas madres bajo su aipecto guerrero y macabro. Su aparicién 0 los gritos ldgubres que se les ofa dar en el ciclo del atardecer eran considerados como presagios funestos. Como muchos otros pueblos, Ios nabuas situaban la morada de los muertos ent la regién de donde habfan llegado, es decir, el Nor. te; Mictlampa, pues, era “el rumbo de los infiemnos". Los aztecas se representaban esa morada como un inmenso subterraneo te- 83 DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES nebroso y glacial. Los difuntos debian someterse alli a duras pruebas, resistir los asaltos de un viento helado, cruzar los nueve tos y, finalmente, desaparecer para siempre, hundiéndose en la nada. A esas dos concepciones del otro mundo, los aztecas habfan afiadido una tercera adoptando la del paraiso del dios de la tlu- via, el Tlalocan. Los que habian fallecido ahogados 0 por una de las enfermedades cuyo origen se atributa a Tléloc (por ejemplo, la hidropesia o las afecciones pulmonares), eran considerados como distinguides por el dios. quien los recibia en su paraiso. Cuando un indio se ahogaba en la laguna que rodeaba la ciudad, su cuer- po era transportado en una litera hasta uno de los pequefios templos Hamados "casas de la niebla”, consagrados a los dioses del agua y erigidos al borde de los lagos, donde se le enterraba con todas las-sefiales de la mayor veneracién, “porque, se decia, los dioses Tlaloque habfan enviado el alma del ahogado al paraiso terrenal” Asi, por un esfuerzo de sincretismo, los aztecas habian llegado a hacer coexistir en su vision del mundo después de la muerte los mitos de los pueblos septeiitrionales y los de los campesinos del centro de México. Si las tinieblas de Mictlan envolvian a la mult tud anénima de los muertos ordinarios, una inmortalidad ccles- tial aguardaba a los guerreros, y una inmortalidad terrenal era la recompensa para los elegidos del viejo dios agricola. Hay que sefialar otro componente: la influencia ejercida sobre la civilizacién tardia del altiplano central por las culturas de la zona intermedia entre el valle de Oaxaca y la planicie de Cholula, Esta influencia esta muy marcada en el arte azteca; no es menor en el dominio religioso, El culto a Venus practicado por los maza- tecos de Teotitlin habia sido introducido en Tenochtitlan. Ma nuscritos como el Cédice Borgia muestran que una intensa acti- vidad de reflexion teologica se desplegaba en esa region, y que estaba orientada, ante todo, hacia la sintesis de las mitologias agrarias y astrales, Nadie puede decir qué resultados habria pro: ducido ese esfucrzo especulativo si la catéstrofe de 1521 no lo hu- biera interrumpido sGbitamente. DIOSES TERRESTRES V CELESTES, 9 El esbozo anterior podria extenderse a otras civilizaciones autéc- tonas, con los matices necesarios. Por ejemplo, si se piensa en los mayas, no dejan de lamar la atencién dos notables fenémenos. El primero es que el culto al dios de la luvia parece mucho mas im- portante en Yucatan que en Petén y en Chiapas; en Palenque, los principales templos estan consagrados al sol y al maiz, mientras que en Uxmal y en otras ciudades yucatecas la mascara de Chac aparece en todos los monumentos con una frecuencia obsesionan- te, Esta diferencia acaso pueda explicarse por el clima, pues Yu- catén es mucho mis seco que las regiones meridionales. En segundo lugar, un verdadero abismo parece haber separado a la religién agraria de los cultivadores de maiz de las especula- ciones teologico-astronémicas de los sacerdotes. El saber sacerdo- tal, del que encontramos lo esencial gracias a las inscripciones jerogltficas de los grandes centros ceremoniales del Sur, se centra- ba en la observacién de los astros, el cmputo del tiempo y la cla- boracién de calculos vertiginosos relatives a periodos que llega- ban hasta centenas de milfones de afios. No cabe duda de que el estudio’del calendario y de los movimientos de los cuerpos:celes- tes, asi como la determinacién de las estaciones y de los trabajos rurales que habia que emprender, unieron, eri sus orfgenes, al pensamiento de los sacerdotes con las preocupaciones de los cam- esinos, mas este pensamiento tuvo un desarrollo auténome que se proyecté cada vez mas lejos. 7 No es imposible que la decadencia de las ciudades mayas y la caida de esta civilizacién, alrededor del siglo 1x de nuestra era, se hayan debido en parte a la revuelta de los campesinos contra la clase dirigente de los sacerdotes, cuyo pensamiento esotérico ya no despertaba eco entre las masas rurale. Los mayas cristianizados de nuestra época atin observan ritos precolombinos directamente relacionados con su milpa, con las semillas y con la cosecha, Entre los lacandones, pequefia tribu maya no cristianizada de Chiapas, se encuentran un panteén yun ritual en que las divinidades astrales ocupan relativamente poco lugar al lado de las de la Iluvia y de la vegetacion. En cuanto al dios del fuego, es invocado por esos indios esencialmente como di- 20 DIOSES TERRESTRES ¥ CELESTES vinidad terrestre que preside cl desmonte de Ia selva mediante quema, Si nos limitamos a considerar la zona central de México, con exclusién del pafs maya, notaremos para empezar el papel funda- mental desempefiado en Ia edificacion de grandes civilizaciones por la zona oriental, tropical y exuberante, de la costa del Golfo. Todo el complejo de ideas y de imagenes relative a la luvia, al culto a ca de cilidas, tan distintas del altiplano ceniral, de clima seco Le mismo puede decitse del juego al qu se jugaba con pelotas de hule, y de los signos del calendario adi vinatorio, como el cocodrilo, el mono y el jaguar, animales ca: racteristicos de las regiones uropicales. La agricultura basada en el maiz naci6, sin duda, en algdn lugar entre el Golfo de Méxi coy el Petén;-avanz6 del Sur y del Este hacia el centro y con ella toda Ia ideologta agraria que se habfa formado a su alrededor Ala inversa, fue del Norte de donde las tribus cazadoras y né: madas Hevaron su religién astral, indisolublemente ligada a los sacrificios humanos y que lleva, en cambio, la marea de las gran- des zonas desérticas, quemadas por el sol durante et dia, mientras que por la noche la limpidez del aire revela un cielo tachonado de innumerables estrellas’ Las civilizaciones tardias del México central ofrecen el espectaculo de vastas sociedactes fucrtemente organizadas, gobernadas y administradas con eficacia, dotadas de artes vigorosas y de una vida intelectual de gran calidad y que, al mismo tiempo, consagran una parte enorme de su energia a los rituales sangrientos considerados indispensables para el manteni- miento del orden césmico: jespecticul paradéjico para nosotros! Meditese, por ejemplo, sobre una institucién tan singular como la Guerra Florida, destinada a mantener, en cl seno mismo de la paz que la hegemonia azteca hacfa reinar sobre la mayor parte de Mé- xico, ndcleos de conilictos y de combates para ofrendar victimas a los astros. La idea de que era necesario “alimentar” al sol ofreciéndole sangre y corazones hamanos, que domina toda la religion mexica- na tardia, constituye un hecho histérico, contingente: caracteriza loc y al paraiso terrenal, lleva ia mal tietias y fresco. al det tacht DIOSES TERRESTRES Y GELESTES o alos pueblos del Norte y especialmente a los de la familia néhuatl Los mayas clisicos, sin haber dejado de rendir culto al sol, no pa. recen haberle sacrificado vfctimas humanas. No éxiste nexo psico: logico ni légico necesario entre los cultos astrales y los sacrificios sangrientos; la asociacin de esos cultos con tales ritos es un da de hecho, det mismo género que la vestimenta, la forma de las ca sas o las estructuras del lenguaje. Es notable que una ereencia que exigia tantas luchas ¢ imponfa tantos peligros se haya mantenido tan robusta y duradera en la ci vilizacion bibrida que brot del eoucacto de antiguos sedentarios c inmigrantes recientes, mientras que poderosos Factores econd: micos, sociales ¢ ideolégicos obraban en sentido contiario, En efecto, los documentos indfgenas de la ép claramente que después de la fase de agitacion y de coaflicto per petuo que habia ocupado casi todo el siglo XV, el espiritu piablico aspiraba a ta calma, al orden y a la paz; se ponia el acento sobre poca mucstran valores morales como la bondad y la dulzura. Por otra parte, la creciente prosperidad material, el influjo de mercancfas de todo eh pats sobre la capital, Ia influencia cada ver mayor de Ia burguesia negociante, y el amor al lujo y al refinamiento en Ia existencia co tidiana, tendian a apartar a los mexicanos del siglo XVI del ideal guerrero propio de sus antepasados nomadas. Sin embargo, hasta el Gltimo momento, los altares de ‘Tenochtitlan no dejaron de chorrear sangre humana. La historia de las religiones del México central ofrece un ejemplo notable de lo que se podria Hamar ta fluider de las re presentaciones miticas. Ideas diferentes, hasta contradictorias pueden ser asociadas bajo nombres que siguen siendo idénticos cuando su contenido ya ha cambiado por completo. Al mismo tiempo, y como en contrapunto con esta fluidez, la permanencia de ciertas representaciones, por ejemplo el viejo Tliloc, triunfa sobre todos los trastornos sociales y étnicos durante milenios. Todo fenémeno humano es singular, Ast pues, no es cuestion deducir los hechos mexicanos de leyes generales aplicables a otros tiempos y a otros lugares. Pero la sucesién de los aconteck: mientos en esia parte de do of i i a para 2 | DIOSES TERRESTRES Y CELESTES reflexidn del etndlogo y aun del filésofo, porque nos permite estu- diar como en un laboratorio las acciones y reacciones recfprocas de sociedades que corresponden a dos modos de vida fundamen- tales de la humanidad: el de los némadas cazadores y recolectores y el de los cultivadores sedentarios. V. EL PENSAMIENTO COSMOLOGICO DE LOS Hi ANTIGUOS, MEXICANOS Representacién del Mundo y del Espacio INTRODUCCION Tova civilizacién es un complejo y s6lo puede ser definida por el conjunto de sus caracteres. Huelga decir que tomamos aquf el cérmino civilizacién en el sentido que le dan los etnélogos: los fe- némenos que caracterizan a una poblacién o a un grupo de poblaciones sobre un territorio determinado en un momento de- terminado de la historia; no son considerados en absoluto, aquf, como la “civilizacién", que no pocos pueblos han crefdo o ereen representar, por oposicién a la “barbarie”.o al “salvajismo” de quienes los rodean, - Cada civilizacion forma; pues, un conjunto singular, datado en cl tiempo, ubicado en el espacio; los hechos que engloba pueden ser catalogados bajo grandes rubros o titulos de capitulos, como cultura material, organizacién social, ideologia’y religién. Si nos dedicamos a distinguir una civilizacién dada de otras, contempo- raneas suyas 0 no, notaremos que se caracteriza por fenémenos que no corresponden mas que a ella, bien sea por su naturaleza, bien por su grado: esos hechos singulares pueden encontrarse en todos los dominios, desde la técnica de la agricultura o del tejido hasta la mitologia y 1a cosmologia. Puede decitse que una civilizacion particular no marcha sin una vision del mundo igualmente particular. Aun en los casos en que esta representaci6n del universo y del papel que el hombre esta Hamado a desempefiar se mantiene implicita, existe, y se la puede encontrar hasta en las ideologias mas pobres. Cuando una sociedad se complica y se diferencia, con mayor raz6n se ven aparecer cosmologias cada ver mas explicitas, sobre todo si una categorfa determinada de personas, una clase social, se especiali- za en la elaboracién de los mitos y de las doctrinas, 93 54 EL PENSAMIENTO COSMOLOGICO DE LOS ANTIGUOS MEXICANOS El estudio del pensamiento cosmolégico de los antiguos mexica nos, de su representacién del mundo, se impone tarde 0 tempra no al etndlogo que se interesa por las civilizaciones indigenas de Mesoamérica. El lugar que la cosmologia ocupaba en las preoce- paciones tebricas y en ciertas practicas de esos pueblos era de pri- meta importancia; la mitologia, la astronomfa y la adivinacion, ja ciencia del calendario, impregnada de religién y de magia; el ritual que regulaba las fases mas importantes de la vida privada y de la vida colectiva, estan dominados por ciettas concepciones, ya difusas, ya elaboradas de una manera muy compleja y refinada, No es posible captar claramente los caracteres distintivos de esas civilizaciones, qe se cuentan entre las més clevadas del Nuevo Mundo, sin reconstituir tan completamente como sea posible esas imagenes y esos conceptos cosmolégicos. Ademas, un estudio pro: fando de esta Cucstién haria, sin duda, una contribucion atil a las investigaciones realizadas sobre este tema en otros terrenos.! Por “antiguos mexicanos” se entenderd aqul, esencialmente, los pueblos histéricos del altiplano central, los que han habitado cl valle. de México y sus alrededores cn época relativamente re- cieate, ¥ sobre todo en los tres 0 cuatro siglus que p invasion espafiola. De esos pueblos, unds hablaban lenguas anti guas, de afinidades mal conocidas, como el otomi; Ios otros, los que dominaron el altiplano central y extendicron por doquicr su civilizaci6n particular, hablaban nahuatl, lengua de la familia uto-azteca, El azteca de Tenochtit pales dialectos de esta familia, y también cl mis reciente. Sumergicndo a los otomies, a los tenimes y a otras poblaciones instaladas en et altiplano al menos desde los principios de la era cristiana, los nahuas Ilegaron del Norte: eran némadas cazadores que en pocas generaciones se adaptaron a a vida sedentatia y agricola, En el fondo, en las tinicblas de la protohistoria, se halian los toltecas, tribu semimitica, cuyo rey, hero y dios era Quetzal- coatl, la “Serpiente Emplumada”; a partir del siglo X11 las tribus ala in constituia uno de los princi- | El esudio delat conmotogis atrajo muy pronto It ateneisn de lor acilogos frances. Basta recordar, entre otros exis, la memoria de Dukicnay de Mase ttulada Clasf: cociones primitivay, ls trabajos de Henri Mubert, de Lévy. Bul y de Granct EL PENSAMIENTO COSMOLOGICO DE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 95 nahuas hist6ricas afluyen al México central. Los aztecas, altimos en Negar, fundan si capital al comienzo del siglo XIV y empiczan a extender sobre una gran parte de México una dominacién que la invasi6n espaiiola arruinaré al cabo de 200 afos." Las fuentes de que disponemos para reconstituir la representa cién del mundo de los antiguos mexicanos son de diversas clases: Primero, tos manuscritos indigenas,"c6dices” figurativos conse vados en nfimero bastante grande en los archives, bibliotecas y miuseos de dos continentes; muchos de ellos son documentos teo. logicos y cosmologicos de primer orden. En seguida, se pueden obtener datos muy atiles de los textos en lengua indigena transeri tosen caracteres latinos después de la conquista, con los Anales de Cuauhtitlén y los Cantares a los dioses, recopilades por Sahagtin, Un tercer grupo de documentos 4 constituido por las exénicas, espaiioles, sobre todo por mi. sioncros, la principal de las cuales, la Historia general de las cosas de la Nueva Espurta, del padre Bernardino de Sahagin, es una verdadera obra maestra de informacion y de inteligencia. En fin, escritas en la pace colonial po: los antiguos mexicanes han cjado sobre cier como el Calendario Azteca y la Piedra de los Sc indicaciones muy precisas sobre cicrtos puntos de su concepeién del mundo. do Méxi Las sociedades mexicanas antiguas estaban fuertemente jerar quiradas, En la eumbre, los nobles, los gu erreros y los sacerdotes podian consagrarse con libertad a especulaciones bastante complejas sobre el fondo mitolégico que la wadici6n les entrega. ba; en la base, Ia poblacién esencialmente campesina sin duda no superaba apenas el nivel de las creencias mas difusas, acom: paiiadas de una participacion mas @ menos regular en las grandes ceremonias. Pero habia indiscutiblemente cierta unidad de sen- timiento entre las doctrinas elaboradas de los dirigentes y la fe 1 Nos rerervainos lslerecl de comprar, llegada el eno, I ideas propiamente meni

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