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El taparrabos de la ética Comelius Castoriadis Traduccién de Conrado Tostado EL RECIENTE “RETORNO" DE LA ETICA YY SUS CONDICIONES cesde hace casi dos silos —pricticamente desde Kant—, D parecis que ta erica we habla converigo, cada da mas en una disciplina académica, en un pariente pobre de a flo: sofla, o bien, en tema de catecismo religioso. De este modo, resulta caracerisico que Bergson, por ejemplo, haya escrito Las dos fuentes de la moral y ta religion y Max Schelet El Jormalismo en la tica y a teoria de 0s valores sustantivos, pero fuera de estos dos libros, y quizé uno 0 dos més, los autores mis importantes del siglo xx —Hussedl, Heidegger, ‘Whitchead— pricticamente no hablaron de ética, como tam. poco hablaron, por cierto, de politica. Sin embargo, desde hhace cerca de 20 aos, presenciamos un regreso, aparente- mente ofensivo, del discurso que se reclama de la ética. El término discurso, por lo demds, resulta excesivo. En el peor e los casos, la palabra “éxica” se utiliza como slogan y en el mejor, solo es el signo de un malestar y una pregunta Por qué este cambio? Sin dda, ls raz0nes son midiples yy complejas. Pero me parece que tres de ells satan ala vista En primer lugar existe una partcularidad en la historia e los sighos xix y XX: 40n, quiz4 los primers siglos que se pueden calfcar como politicos. Napole6n, citado por Hegel: en los tiempos modemos, la politica ocupa el lugar del ant- U0 fatum. Las revoluciones americana y francesa (y desde antes, la lustraciOn) inauguraron una era que se continud a todo lo largo del siglo 1x, con el movimiento democrético y el movimiento obrero, y que, a parecer, se cerr6 con fa pulverizacion de a ideologla marxista~leninista y el derrumbe de los regimenes totalitarios inspicados por ella. l parecer, sta. era confié ala politica, mds que ningtin otro period de ta historia, el papel ms importante en la solucién de los pro- blemas humanos y, al mismo tiempo, trjo, para bien y a veces para mal, la pariipackin masiva de los pueblos en actividades pollticas. El rebote: la fraudulenta bancarrota del comunismo, pero también, la creciente decepei6n de los pueblos ante la Jmpotencia manifiesta del liberalismo conservador, la priva- tiaacion de los individuos en una sociedad cada dfa mds bu- rocratizada y entregada a los supermercados y medios de comunicacion, la corrupcién y/o nulidad de los politicos profestonales, por tltimo, la desaparicion de un horizonte histrico, de un horizonte social, colectivo, politico, han aca- ‘Teado, desde hace tempo, el descrédito sobre ta palabra “po- ltica”, que ahora ha venido a significar demagogia, tricala, maniobra, busqueda cinica del poder por todos los medio. En cambio, para Marz, por ejemplo, la lucha colectiva para transformar la sociedad parecia incuir y dominar todo lo de- mds (Trotsky racionalia6 y expresé claramente esta posicién en Su moral y la nuestra). La monsirvosidad de los regimenes Voetea Namero 202. Septiembre de 1993 omunistas condujo a mucha gente —y a muchos entre los ‘mejores a rechazat todas las visiones y todas las metas glo- bales de la sociedad (una posicién que, en wltimo andlisis, es simplemente incoherente) y a buscar, en su conciencia indi ‘vidual (0 bien, en principios trascendentes), las normas que animen y gufen su resistencia a esos regimenes. En segundo lugar, otra gran actividad masiva, que asi- ‘mismo constituye un rasgo original de esta fase dela historia e ta humana, se ha desarrollado sin precedentes yha pre- tendido competir con la politica en el papel de detentar s0- luciones universales para los problemas de la humanidad: me refiero a la clencla, 0 mds exactamente, 2 la tecnaciencia. Hace tiempo que esta actividad dej6 de parecer incontestable. ¥ no porque el hombre moderno haya desistido de su creencia imigico religiosa en la “clencla”. Tras Hiroshima, Nagasaki y la contricién de Oppenheimer, pasando por la credente des- trucci6n del ambiente hasta llegar a fa procreaciOn asistida yy las manipulaciones genéticas, un nimero cada ver mayor de Personas dud de la benevolencia innata de los descubrimien- {os cientficos y sus aplicaciones, De alli que se simule dar una respuesta a estas preguntas, que no dejan de surgir, creando “‘comités de ética y chteiras de bioéticaen ls universidades. Por titimo, pero quizd sea indtilinsistir en esto, existe la crisis generalizada de las sociedades occidentales. Crisis de "valores" y, més profundamente, de lo que yo llamo las significaciones imaginarias socials, las significaciones que mantienen cohesionada a la sociedad En este punto hay ‘que incuie lo que se puede lamar, con propiedad, la “crisis {dela filosofia” (que se manifiesta, también, en las proclama- ciones de Heidegger y de otros acerca de ia “‘clausura de la metafisica greco- occidental”, onto teo ~ logo falocéntrica). Esta crisis ha producido reacciones que intentan revivir 0 reprocesar las éticas tradicionales, por ejemplo, Mc Intyre (After Virtue, étca “neoaristotética’), o bien, Habermas con su “tica de la comunicacién” y Rawls, con su teorta casi ‘kantiana de fa justicta. En todos ellos encontramas el rechazo, si no de toda la politica, sf de fa gran politica y el intento de encontrar en la ‘tic, definida asf o de cualquier otro modo, crterios que pu- ‘eran guar, sino la accién, por lo menos los actos y los com- portamientos individuales. Es imposible no comprobar el pareniesco de esta manera de pensar con el replicgue en la ¢sfera “privada”, que caracteriza a nuestra €poca, y en la ideo- logia “individuaista”. También es imposible, si se tiene un ‘poco de memoria histérica, no hacer tun paralelismo con ia vuelta al hombre privado y el florecimiento de las filosofias ‘que apuntan hacia su conducta, que tuvo lugar hace veint- ‘és sigos, tras la decadencia dela polis democrdtica griega. Hegel comprobé, con justicia, esta vuelta (Lecciones sobre 1a filosofia de la bistorta), Regresaré a esto mds adelante. 33 INCOHERENCIAS Y DESCONOCIMIENTOS ‘Subrayemos de inmediato lo que me parece una incoherencia ‘elemental de estas actitudes, al menos cuando pretenden ser ‘otra cosa y algo més que una reaccién visceral frente a las ‘monstruosidades del totaitarismo y su propésito de subordi- nar todo a una pseudo-"potitica”, que no fue sino el disfaz, ‘grosero, de una furia de dominacién ilimitada. Estas reaccio- es olvidan, v ocultan, una evidencia fundamental la condi ‘in de posibilidad de cualquiera de nuestros actos, tanto ‘desde el punto de vista material como de su significado, es ‘que somos seres sociales, que vivimos en un mundo social ue es como es porque asi fue instituido, y no de otra mane- 12, No somes “individuos” que flotan libremente por enci- sma de la sociedad y de la historia, que deciden de un modo soberano y absoluto lo que hardn, cOmo lo harén y el senti- ‘do que tendrd una vez hecho, Es cierto que el medio o nues- tra situacion no nos determinan. Con todo, nos condicionan infinitamente més de lo que nos gusta creer. Y sobre todo, ‘como individuos, no elegimos ni las preguntas alas que de: bbemos responder, ni los términos en los cuales se presentan, fi, sobre todo, el sentido ultimo de nuestra respuesta, una ‘vez que la hemos dado. Las consecuencias de nuestros actos se lanzan en el desenvolvimiento social ~hist6rico, se nos es ‘capan; de alli que no podamos ignorar este desarrollo, 36 Numero 202 Septiembre de 1993 Nuestros actos no estén determinados: estén condicio- ‘nados. Y las condiciones no son, de ningiin modo, “exter: nas”. ¢Kant hubiera sido Kant de haber nacido en Burgos y no en KOnigsberg? Lina parte inmensa de esas condiciones se fos escapa y se Nos escapard siempre. Nadie escogerd nunca cllugat y la €poca de su nacimiento, lasituacién y el cardcter de sus padres, Pero hay otra parte que depende de nosotros ‘y que, al menos en principio, podemos poner en tela de juicio ¥, liegado el caso, transformar. Esta pare es la que tiene que ‘ver con as instituciones expliitas de a sociedad Y la auténti 2 politica no«s sino la actividad que, a partir de la pregunta sobre ia forma y el contenido deseables de esas instituciones, se propone la realizacién de insttuciones jurgadas mejores y que, sobre todo, favorezcan y permitan la autonoméa humana, ‘Si todo esto se ve con claridad, nos daremos cuenta de «que la politica se encuentra por encima de la ética, lo cual ‘no quiere decir que la suprima, Arist6tees tenia razén cuando dijo que la politica es, entre las ciencias que conciernen al ser humano, la ms arquitect6nica (Etica a Nicémaco). Insis- tamos en la imagen: si fa casa estd mal construida, todos los «sfuerzos para vivir bien en ella serdn, en el mejor de ls cas0s, remiendos insuficientes. Insistamos, también, en el nombre Cotrecto de las cosas. Cuando disidentes heroicos como Bu- kkovski, Solyenitsin, Sjarov, Havel, Konrad, Michnik, Kuron, Geremek y tantos otros se opusieron al totalitarismo comu- nista sin importar cules hayan sido sus motivos profundos. €ticos, religiosos 0 de cualquier otro tipo—, el modo de justificar su accién ante sf mismos o el ségimen que tenian ‘en mente para reemplazar al sistema en vigor, lo que estaban haciendo era, evidentemente, politica (incluso si decfan 10 ‘contrario).Juzgaban absolutamente malas, no solo las accio- ‘nes de los comunistas, sino el régimen que habian creado y ‘que permiia esas acciones. Pensaban que otro regimen (y qui 24, en este caso, casino importe de cul régimen se trataba) seria mejot y, en todo caso, que la destruccion del régimen «en vigor eral precondicién necesaria para cualquier discusion acerca del mejor sistema y para cualquier imtento de levarlo 2 cabo. Al atacar las instituciones como tales, su actuacién pailica, motivada éticamente y vélida sin hugar a dudas,tras- end la étca y se convirti6, :ps0 facto, en politica. EJEMPLOS. LA BIOETICA. LA MENTIRA ‘Dos ejemplos de actuaidad itustran ef lugar soberano que la politica, concebida correctamente, ocupa en la accion humana Los tin lenos de noticias y discusiones acerca de la biottica. Se forman comités, se redactan reco- ‘mendaciones cuya modestia, casi irisoria, asombra, dada la normidad de los problemas. Se discute la procreacién asi- tida; fa cuestion de saber si, y bajo qué condiciones, el es- perma de un donador desconocido 0 de un esposo muerto puede ser utizado; si una “madre vicaria" puede alquilar su Utero, etc. Todavia se discute la cutanasia, a conservacion de la vida de personas en estado de coma irreversible, o bien, simplemente en la fase terminal de una enfermedad dolorosa. Y esté muy bien, Pero nadie pregunta ces ¢tco, o sencilla mente decente, tomar decenas de miles de francns de los fon- dos puiblicos de Francia —ta pregunta seria fa misma si fueran privados— para llevar a cabo una sola procreaci6n asistida, Cuando nadie desconace el estado mentable de los servicios ‘Voetts Fl taparrabos de la ica ‘médicos y sanitarios elementales, 0 incluso ta situaciGn nu- tricional, de 1s paises donde viven cinco sextas partes de la poblacign mundial? :Acaso el deseo del sefior v la sefiora Du- pont de tener "'su” hijo —aunque s6lo sea suy0 el 50% — tie: ‘ne mayor peso ético que la sobrevivencia de decenas de nifios en los paises pobres, la cual podria garantizarse con esa su- ma? La universalidad de los imperativos éticos, {8610 es universal por encima de cierto nivel de P.N.B. per capita? Lo que en realidad necesitamos es bioética 0, mds bien, bio- Politica? Sé que algunos se detendrin, aterrorizados, frente 2 esta idea 0 esta palabra, Lo hacen por inconsciencia o por hipoctesia. Hoy tenemos, simple y llanamente, una biopoli- tica que no se asume como tal y que, de modo ticito y per manente, condena a muerte, incluso en los paises ricos, a cientos de personas por razones “econdmicas”, es decir, po- liticas, ya que, con toda evidencia, a reparticin y ba atribu- cidn de ls recursos de unan sociedad es, por excelencia, una cuestion polftica. No voy a hablar, siquiera, de la diferencia de calidad de los tratamientos médicos segiin se sea rico 0 pobre, sino del hecho, consumado y conocido, de que, por ejemplo, debido a la falta de equipo para didlisis renal, 10s, ‘médicos deben escoger alos enfermos que recibirdn el trata- ‘miento, Sus criterios, sin duda, son humanos y razonables, [pero todas ls éticas dicen ‘no matarés", no es certo? ¥ tam: bién de manera tdita, todos los meses condenamos a muer- fe, simplemente al vivir como vivimos, a cientos de miles de personas en los paises pobres. El ejemplo de la mentia. Solyenitsin, en Arcbipiélago (Gulag, al gual que Havel y muchos otros, han insistido, con razon, en el papel fundamental de la mentira como recurso, dde gobierno en los regimenes totalitarios. Y también en la ‘complicidad téciea de la poblacién, indispensable para que la mentira pueda jugar ese papel. Pero los que quisieran que ta denuncia de la mentira se derivara de principios puramente “éticos” tienen que dotar de un cardcter absoluto una regia del tipo: no mentiris nunca. Sin embargo, resulta claro que ino se considera a esta regla una regla politica sino una re- a Erica absolut, se Negard al absurdo. Sika KaB me interro- sg sobre a identidad de otros disidentes 0 sobre el escondite del manuscrito de Archipiélago Gulag, tendré que decit la ‘verdad. La trivialidad de este ejemplo no nos impide llegar ‘una conclusién importante: la pregunta ccudndo debo de- cit la verdad y cuindo debo esconderla? no concierne, sim- pplemente, 2 un juicio étco, sino politico, ya que los efectos ‘de mi respuesta no s6lo atafien a mi persona, mi conciencia, ‘mi moralidad, 0 incluso, a vida de otras personas con nom: bre y apellido, sino que afectan directamente 2 la esfera pu bilica como tal yal destino de una colectividad andnima —1o ‘cual constituye una definicién de la politica LA INSUFICIENCIA RADICAL DE LAS ETICAS ‘TRADICIONALES, FILOSOFICAS O RELIGIOSAS Estos ejemplos nos permiten llegar a otra conclusién, igual ‘mente importante. Ninguna regia abstracta, ningun manda- imiento universal con contenido concreto, puede librarnas de ta carga y de la responsabilidad de nuestros actos. Para citar luna vez mds a Arist6teles, e808 actos son siempre particulares no universes, de alli que requieran el efecicio de la fro- ‘ness, xérmino mal traducido por los latinos como prudent, Yoetta Nimero 202. septiembre de 1993 Germaine Richler: Muger del buractn, 1948-9 prudencia, La frénesis es poder juzgar cuando no hay reglas. ‘mecénicas, objtivables, que nos permitan juzgar. Ahora bien, todas las morales religiosas que conozco, y casi todas las morales filosificas, violan esta exigencia, al desconocer que ‘ninguna regia ética se puede aplicar sino es en circunstancias particulares. De allf que su aplicaci6n dependa, también, de ‘una frénesis que nos puede llevar, incluso, a transgredira. De este modo, nos proporcionan lists de mandamientos y catdlogos de virtudes especificas que no siempre se pueden aplicar. Pero, sobre todo, y este es el punto esencial, desco- ‘nocen u ocultan la dimensién tragica de la existenciay la 2c- ‘i6n humana, la cual nos coloca, con tanta frecuencia, en situaciones que no tienen soluciOn sin costo. Las morales tr- dicionales,filosdficas 0 religiosas, son morales felices. Pre- tenden saber dénde estén el Bien y el Mal, su nico problema ¢s el hombre interior: sabemas, o deben:os saber, donde es tn el Bien y el Mal, pero no siempre “podemos’ desearlo, © lo deseamos por “'malas razones” (Kant). Pero el hecho aplastante de la vida humana ¢s que lo que esté Bien o Mal, ‘en una circunstancia dada, con frecuencia resulta oscuro. bien, no se puede alcanzr sino sactificando otras bienes. Para dar, de nuevo, un ejemplo trivial: hay casos en los que habria ‘que matar a alguien para salvar a muchos otros. El mandato tico dice: no matards. No dice: no matarés excepto st... Dice: no matards, punto. Es, por naturale, absolut. También se 37 Comets Casoriadis Germaine Richie: Hombre del bosque. 1945-6 puede sostener —y. en principio, también yo lo sostendsta— que no podemos ni debemos llevar una “contabilidad’” de vidas humanas: ¢c6mo afirmar que el Bien consiste en salvar cincuenta personas sacrificando cuarenta y nueve? Sin em- bbargo, estamos, © podemos estar, en situaciones en las que debemos tomat este tipo de decisiones, Volvemos a encontrar esta debitidad fatal en una de las filosofias mds elevadas yrigurosas,lflosofiapréctica de Kant (Fundamentos de la metafisica de las costumbres, Critica de {a razém prdctica), Conocemnos e principio central dela ética kkantiana: achia de modo que la mdxima de tw acto pueda convertirseen ley universal. También conocemos las crticas aque se ie han hecho, comenzando por Hegel, acerca de su formalismo. Pero lo que hay que decir, sobre todo, es que este principio nos deja desprotegidos en tos casos mis difcies, es decir, en los mds importantes. Uno de sus aspectos es itre- ccusable: no la universalidad, sino la exigencia de una univers lizacién posible. Es decir: debo actuar de modo que pueda dar cuenta y raz6n de lo que hice, que pueda defender raz0- rablemente mi acto erga omnes, frente a todos. Con todo, ‘no podemos hablar aqui de ley universal. Ya que todos los ac- {0s son particulares, la universalidad, aqu, s6lo quiere decir: cualquier otra persona, colocada en las mismas citcunstan cias, deberia hacer lo mismo. Pero, silo precisamos de este 38 Numero 202 Septiembre de 1993 modo, el enunciado catece de interés en los asuntos triviaes (el inico caso en el cual a expresién ‘colocada en las mismas ‘Gircunstancias” tiene agin sentido) y resulta vacio en los gran- des asuntos, que se distinguen, precisamente, por la singular dad de las circunstancias. En este ultimo e280, el principio significa, simplemente: en mi lugar, usted deberia haber hecho Jo mismo, pero usted nunca estard en ese lugar, (Kant intents mostrar que fa violadi6n de su principio conduce a contra

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