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David Gauthier Egoismo, moralidad y sociedad liberal Introduccién de Pedro Francés Ediciones Paidés LC.E. de la Universidad Aut6noma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México 4 CONTRACTUALISMO POL{TICO El objeto de esta investigacién es la relacién entre las pretensio- nes normativas de una sociedad y las actitudes normativas de sus miembros. Adoptaré una perspectiva contractualista, la tinica ad- misible para personas que ni esperan ni exigen que sus conciudada- znos compartan su misma orientacién hacia los valores y las normas. Aunque no serd mi interés principal, espero contribuir también a una interpretacién de las clausulas sobre el establecimiento y ejer- cicio de la religién en la Primera Enmienda de la Constitucién de los Estados Unidos, y sugerir algunas directrices para determinar los derechos y obligaciones derivados de la paternidad y/o materni- dad. En general, intentaré responder a ciertas cuestiones sobre cémo se pueden justificar en una sociedad democratica las pricticas ¢ instituciones sociales. 1 Para comenzar, describiré la perspectiva contractualista, El con- tractualista propone un modo de justificacién de las normas que ti- gen Ja interaccién. Hay que pensar que esas normas tienen un doble aspecto: por un lado amplian las oportunidades de accién, pero por ado limitan los modos y tipos de accién permitidos. Definen pricticas que amplian las perspectivas de los individuos, no sélo instrumentalmente, al facilitar la realizacién de fines establecidos con independencia de ellas, sino también intrinsecamente, al permi- tir que surjan fines totalmente nuevos. Pero también imponen limi- tes, no sélo instrumentalmente, al restringir los medios que los in- dividuos pueden emplear para alcanzar sus fines, sino también 162 DAVID GAUTHIER intrinsecamente, al excluir determinadas précticas y, en consecuen- cia, los fines que se pueden lograr mediante las mismas. El contrac- tualista toma como punto de partida una hay ninguna de estas practidis, taciones sociales. Pat al, las pricticas y sentes individuales, definidos portante sentido, el contractualismo es expresién del individualis- ‘mo normativo. Aplicar el test contractualista a una norma o sistema de normas sonas afectadas por la norma o sistema normat tuacién de determinar las con sentido para cada una de ellas beracién racional) acordar unas condiciones de las que esa norma 0 sistema normativo pudiera considerarse expresién. Asi tualista sostiene gue las instituciones y pri oportunidades y limites, derechos y obligaciones que crean— se pueden justificar en términos de un acuerdo hipotético; y slo en esos términos. No es que el contractualista suponga que siempre es posible apelar a un acuerdo hipotético para satisfacer las necesida- des de justificacién; pero sf mantiene que tal recurso offece la me- jor defensa posible para un sistema de regulacién normativa de la teracci6n que sea beneficioso para todos. Si bien esto no le impi- de reconocer que todos los sistemas reales son, con mucho, anterio- res a las personas reales que disfrutan sus beneficios y han de cum- plir sus no. La posicién contractualista es claramente minimalista desde el Punto de vista normativo, El contractualista sostiene que el nico es- pacio no controvertido para la determinacién normativa de acciones «8 el que proporciona la deliberacin individual. Lo que caracteriza a Jos seres humanos como animales deliberativos es: de ser motivados por represent son y tal como podrian llegar a ser a través de las acciones posibles del agente; y b) la capacidad de, primero, preguntarse si tiene senti- do ser motivado a la realizacién de un acto por cierto conjunto de re- presentaciones; y, segundo, ser motivado de hecho por la respuesta a dicha cuestién. La idea de lo que tiene sentido hacer es el elemen- CONTRACTUALISMO POLITICO 163, to normativo esencial en la deliberaci6n, y el contractualista se basa enellat ‘Ademas de minimalist, el contractualismo es constructivista en ‘ontractualista piensa que toda la estructu- ra normativa de una sociedad depende de la normatividad deliberati- va de sus miembros individuales. Cada uno debe juzgar, desde su ac- titud deliberativa personal, si las normas sociales y las priicticas que originan son aquellas que consideraria razonable acordar, si él y sus ime parece esencial para la concrecién social de ese acuerdo. Pero lo ue quiero subrayar ahora es, primero, que se parte de que la validez de las normas sociales depende y se deriva de normas aceptadas por Jos miembros individuales de la sociedad. No hay ninguna otza fuente reconocida por todos de donde puedan extraer su validez. Ademés, las normas sociales no deben derivar su validez de cualesquiera nor- mas que los miembros individuales de la sociedad acepten (0 de todas cllas), sino s6lo de aquellas que todos los dems miembros pudieran aceptar también como validas en las mismas circunstancias, Ea-idea contractualista es que sélo las normas de la racionalidad deliberativa satisfacen_ esta condicién. Todas Jas otras normas —derivadas, por ejemplo, de una religién, o de una ‘ res— son un tipo de normas que sélo los creyentes en la misma reli- gidn, © quienes comparten la misma cosmovisién, pueden aceptar como vélidas para si mismos. No se puede, por tanto, apelar directa- mente a este tipo de normas para defender pricticas sociales que de- ben srjusifcables para todos. | 2 ara entender mas claramente la justificacién contractualist, po demos contrastarla con una teoria moral y politica bastante diferente, gue también apela a la idea de un contrato social, ya la que, siguien- do a uno de sus defensores principales, me refetiré como s-contrac- 1, Tomo la frase atiene semtiden («makes sense») de Allan Gibbard, Wite Choices, ‘Apt Feelings, Cambridge (Mass), Cambridge University Pr . pig. 7. 164 DAVID GAUTHIER ‘tualismo? La diferencia entre estas dos concepciones fue oportuna- mente explicitada por Scanlon en su ya clasico articulo «Contractua- lism and Utilitarianism» (Contractualismo y utilitarismo)? Para for- ‘mularla, propongo que nos tomemos ciertas libertades final de ese articulo, sustituyendo el interés en la proteccién personal por el interés mis general de promover el bien propio, cualquiera que éte sea, El parrafo modificado queda como sigue: El contraste se puede explicar asi, Desde un punto de vista, el in- terés en promover el propio bien es fundamental, y el acuerdo general se hace relevante como medio, o condicién necesaria, para promover el propio bien, Desde el otro punto de vista, el s-contractualista el deseo de promover el propio bien es un factor importante para determinar el contenido de le moralidad porque determin lo que puede ser acorda- do razonablemente. Pero la idea de un acuerdo general no surge como ‘medio para avanzar el propio bien, sino que es algo més fundamental: quello en Jo que Ia moralidad consiste* Elenfoque s-contractualista de Scanlon descubre la moralidad en la idea de un acuerdo general. La motivacién de una persona para Jon, y el término que emples ly que Gav sao por Gauthier —y comin en a ad una diferencia imposible de mantener en espaiol sin forear traducir «contractualismes mediante el término «-con- Jo sucesivo pare distinguir las ocasiones en que Gat propia teoria) (N. det >, a Under end Bood,iaraSeny Berar! Wan (com), Cam- rnecesara, para asegurar esta proteccién. Desde el otro punto de vst, el -contractua- lista, el deseo de proteccin es un factor importante para determinar el contenido de Ja moralided porque determina lo que puede ser acordado razonablemente. Pero la idea de un acuerdo general no surge como medio para asegurar la proteccién, sino que cs algo mis fundamental: aquello en lo que la moralidad consis i ' CONTRACTUALISMO POLfTICO 165 puedan rechazar razonablemente», dado que su motivacién es simi- lar Este deseo se satisface en la medida en que las propias acciones puedan considerarse de acuerdo con (o, al menos, no en contra de) los términos de un acuerdo general razonable. Una sociedad s-con- tractual permite un ambito dentro del cual cada persona puede con- siderarse justificada ante sus semejantes Podriamos decir que, para Scanlon, cada persona se sitda frente a todas las demas en una relacién moral fundamental que se expresa en la justificacién mutua. Habla de un deseo de poder justificar las pro- pias acciones ante los demés. No cabe pensar que éste sea un deseo ordinario, como cualquier otro que la persona pueda tener. El deseo de poder justificar las propias acciones constituye el reconocimiento, por parte del agente, del significado y dignidad moral de sus seme- jantes. Un agente que no tuviera ese deseo, tampoco gozaria de este reconocimiento. Y para quien defendier tractual propugnada por Scanlon, no reconocer la dignidad moral de otros seria, sin duda, una carencia moral. Asi, desde el punto de vista de Scanton, la direccién de la justifi- cacién va del individuo a los otros. El papel del acuerdo ¢s lograr que las acciones propias sean aceptadas por los otros. Sin embargo, en el contractualismo, que yo defiendo, la direccién de la justificacién es precisamente la contraria. Partiendo de la idea de un deliberador ra- cional, el contractualista no halla base alguna para postular la necesi- dad de justificar las acciones propias ante los otros. El papel del acuerdo es satisfacer la exigencia de cada persona de que las restric- ciones que la sociedad impone sobre ella estén justificadas; no un in- terés de justificarse a si misma ante los demi Pero, equé se logra mediante Ja justificacién? Supongamos que una persona concede que ciertas practicas sociales existentes superan el test contractualista. La tesis contractualista es que en ese caso la persona tendrfa una razén —normalmente una raz6n suficiente— para conformarse a esas pricticas. Ain més; tendria derecho a espe- rar que otros también se conformaran a ellas, y tendria una razn para exigir que aquellos que no lo hicieran fueran sancionados de al- gin modo por la sociedad. Y no tendria razén para quejarse si, por no haber cumplido con esas précticas, ella misma fuera sancionada. 5. «Contractualicm and Uniltarianism, pig. 116. 166 DAVID GAUTHIER stificacién, que hace depender las ra- zones en interaccién del test de un acuerdo hipotético, es la esencia del contractualismo pol 3 Podemos suponer que, en ausencia de restricciones sustantivas sobre la deliberacién racional, cada deliberador procura actuar del modo que mejor realice su valores. Ast, como punto de parida para beneficio mutuo»,? entendida en el sentido de que cada miembro normal de la sociedad debe encontrar beneficioso per- tenecer a ella, y a la ver debe hacer una contribucién que los demas consideren valioss. Quien no viera beneficio alguno en la sociedad, no tendrfa razones para aceptar las condiciones de interaccién que impone. Quien no aportase nada til para los demas, no les daria ra- 26n alguna para aceptarle dentro del ambito de las condiciones so- 6. Nome ocupo aqui de def en Morals by Agreement, Onto figurs. Pery una defen adectada reqocie stu la doguine dentro dete ova general de a deliberacién raciond 7, John Rawls, A Theory of Justice, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1971, pig 4. CONTRACTUALISMO POLITICO 167 dadanos— tiene como funcién restringir el tipo de valores, 0 proyec- tos vitales, que los miembros individuales de la sociedad pretenden alizar. Tal y como estoy describiendo el contractualismo, podria la sensacin de que en el proceso de lograr un acuerdo sobre las .ciones y pricticas sociales, y sobre las obligaciones que impo- nen, cada uno deberia deliberar desde una concepcién o proyecto personal de vida satisfactoria determinado con anterioridad, sea cual sea fuere concepcién o proyecto. Las instituciones sociales aceptables serian entonces aquellas que se amoldaran a los proyectos vitales de Jos miembros de una sociedad, quienes esperarfan que su partici- pacién en el producto social conjunto ayudara a la realizacién de su proyecto. De hecho, la sociedad se ajustaria alos proyectos vitales de tun modo similar a como el mercado perfectamente competitivo se ajusta a las demandas del consumidor para satisfacerlas.$ en, existen varias objeciones a este modo de entender el argumento contractualista. La mas profunda, a la que volveré mas adelante, es que reduciria las normas sociales al papel instrumental gue, como he dicho, es s6lo una parte de sus funciones —en la medi- da.en que no s6lo establecen limitaciones sino que a la vez crean opor- tunidades—. Pero ademés debemos sefialar que no todos los proyec- tos vtales, o concepciones de una vida valiosa, posibles dentro de una estructura social dada, convierten a sus poseedores en contribuyentes netos al producto conjunto que la interaccién social hace posible. La sociedad no puede, desde un punto de vista racional, aceptar a nadie aque eija un proyecto de vida que imponga costes netos sobre sus con- ciudadanos; este individuo seria, més que un benefactor, un malefac tor. Imponer costes a los dems violaria lo que he i requisito fundamental en que se basa la interacci6n racional volunta- ria? Este requisito, que generaliza la interpretacin de la salvaguardia lockeana empleada por Nozick, prohibe las interacciones en las que ‘una parte gana y otra pierde en relacién alla situacién inicial de no in- teraccién. Al considerar la sociedad como una empresa cooperativa 8, Defiendo este concepto de una «sociedad esencialmente just», en Morals by Agreement, pigs. 340-341. Sin embargo, agumentaré que no parece ser una parte ne- cesaria —ni factible— de una teorfa contractualist 5. 200 y sigs: también mi articulo «Uniting se- pparate persons, en Rationality, Justice and the Social Contract, David Gauthier y R Sugden (comps.), Hemel Hempstead, Harvester- Wheatsheaf, 1993, pigs, 182-185 168 DAVID GAUTHIER para el beneficio mutuo, excluimos las violaciones graves de la salva- ‘guardia, puesto que incluso nuestra idea de lo que es una interaccién social permisible queda condicionada por ella Tlustraré la aplicacin de esta salvaguardia con un ejemplo delibe- radamente provocative. Consideremos a las mujeres que, teniendo como tinico ingreso un subsidio estatal, deciden tener un hijo 0, al guedar embarazadas, deciden no abortar. Las mujeres que asi actian han adquirido hoy en dia una mala imagen que, desde el punto de vis- ta contractualista, tendrian bien merecida. Al elegir traer un nifio al mundo a pesar de su carencia de los recursos financieros y, muchas veces, emocionales, para cuidarlo adecuadamente, estén violando una extensién de la salvaguardia que probibiria interacciones que mejoraran a una parte haciendo que otra quede peor de lo que nadie tendrfa por qué estar. Hablo de una extensién de la salvaguardia por- que en este caso la parte perjudicada —el nifio— Hega a existir s6lo gracias ala interaccién, de modo que no se puede comparar la situa- cién del nifio con aquella en que estaria al margen de la interacci6n. Sin embargo, se puede decir que la situacién del nifio implica costes. que no seria necesario que nadie soportase, y que nadie soportaria si Jas mujeres que carecen de recursos financieros y emocionales para dar a sus hijos el cuidado necesario no los tuvieran, Se puede objetar que la violacién de la salvaguardia no es aqut im- putable a las madres con pocos recursos, 0 a los padres, frecuente mente ausentes; sino mas bien a la sociedad, que no facilita los me- dios necesarios para cuidar de sus hijos. Pero, al menos en principio, esta objecién no es concluyente, Pérque sila sociedad tuviera que proveer esos medios, ello representarfa un coste neto para otros miembros de la sociedad, Dicho de otra forma, la madre subsidiada estaria imponiendo un coste neto sobre sus conciudadanos por elegir un cierto proyecto vital. Su contribucién bruta al producto social conjunto es menor que el coste bruto que otros miembros de la so- ciedad han de soportar para prover una atencién adecuada a As{, aunque no violara la salvaguardia por el hecho de tener el haria al imponer el coste de su erianza sobre sus conciudadanos. Para evitar malentendidos, hay que advertir que la violacién de la salvaguardia no se debe al hecho de que una mujer tenga in subsidio y ala ver sea madre. Es evidente que cualquier persona podria en- contrarse en esa situacién debido a la mala suerte, en contra de toda ‘CONTRACTUALISMO POLITICO 169 ‘iva razonable, La violacién se produce porque una mujer que vive de un subsidio decide tener un hijo, o porque una mujer de- cide tener un hijo sabiendo que va a necesitar una subvencién para ctiarlo, Todo el mundo esta sujeto al riesgo de llegar a ser incapaz de proveer para si mismo (directamente o mediante el intercambio). La sociedad proporciona una seguridad contra este riesgo. Pero no por riza alas personas a que elijan no proveer para si, a tener Ia existencia a aquellos que lo van a ser." La salvaguardia no es un requisito la sociedad ¢s libre para elegir un proyecto vital que responda a sus intereses, sin tener en cuenta el bienestar general de la sociedad. Pero 10, Hay otra objecién, ms diffi, cont aque deciden tener un hij violan la salvagy ‘Que no puedo examinarla en detale. La objecién es que nuestra sociedad impide que las personas que se encuentran en stuaciones como la de una madre subsidia exis de que las mujeres sul ‘Quiero mencionar esta objec a perpetrando contra l hijo y/ola sociedad como un ‘menos en gran part, que la sociedad no le ha dado lass ficients oportunidades, lo cual parece ua grave ijusicia social. Tipicamente las me 2 de esta objecisn gu sempleo estructural , de acuerdo ala opinisn de la mayria de economists, que una s- ere un cierto nivel no trivial de desempleo, Parece ob algunas personas estan desempleadas sin que pueda considerarse culpa suya. El producto social global dsminuirfa si estas personas se s- ‘civ. Y, por tant, su presencia en la sociedad noes un cost tear el problema general creado por el de- rmasen ala poblaci ‘eto paras dems. Si, para maximizar el producto social global es necesario cierto ni- trbuyendo al bnelcio de todos. ‘Los desempleados por rzoncs eatructuralesno tienen por qué sentrse ratados in- jostamente. Excepto sis desempleo se toma como ex sonable del producto social global. Sila situacién de las madres subsidiades fuera ésta, ‘entonces la segunda objecin seria plausible. Y se dala posiblidad adicional de que las ‘madres subsidiadas —de nuevo, especialmente si son solteras— carezcan de oportun dades, 0 por razonesestructarales wld, sino por una dscriminacién directa que nora su contribucién potencal al producto social global ‘Como advert, no intentaréevaluar aqui estos problemas. 170 DAVID GAUTHIER cualquier comprensién plausible de la tesis normativa de que la so- ciedad es una empresa cooperativa para el beneficio mutuo —una te- sis.que subyace a la posibilidad de ofrecer una justificacién contrac- tualista de la organizacién social— excluird algunos proyectos vitales concebibles. En ninguna sociedad cuyas normas hayan de superar el test contractualista puede darse una libertad ilimitada para formar y ejecutar cualquier proyecto vital 4 Alhablar de una «libertad para formar», estoy suponiendo que el fin que una persona valora y trata de alcanzar, al cifrar en él el signi- ficado de una vida valiosa, esta en alguna medida bajo su cont electién. Esto proporciona un claro fundamento para rechazar la idea de que las normas sociales acordadas deben ser estrictamente neutrales entre los proyectos vitales de los miembros de la sociedad, adaptindose siempre @ ellos, sean los que fueren. Suponer que las, normas sociales acordadas tienen que exhibir este tipo de neutralidad entre planes de vida posibles como tinico modo de asegurar su justi- ficacién ante los individuos, significa tratar esos planes como dados, no sélo desde el punto de vista de la sociedad, sino desde el de cada uno de sus miembros individuales. Si cada uno de nosotros se encon- trara con un conjunto de fines que definieran una vida valiosa para él, y que fuera incapaz de abandonar 0 modificar sin un grave dafio para sus perspectivas de lograr una vida feliz, entonces una sociedad con- tractualista tendria, ciertamente, que ser neutral respecto a estos pla- nes de vida basados en fines dados; y tendrfa que intentar ajustarse de modo que cualquier proyecto, fuera el que fuere, recibiera una ex- pectativa de satisfaccién que reflejase imparcialmente la contribucién realizada por su propietario al producto conjunto de la sociedad. Pero los seres humanos no son receptores pasivos de un conjunto de Al contratio, Jos valores, fines y proyectos misma idea de que las normas sociales sean neutrales centre proyectos vitales es incompatible con el reconocimiento de que dan lugar a pricticas que amplian el horizonte de fines, y no simple- mente el horizonte de medios. Asi, los proyectos vitales que un agen- CONTRACTUALISMO POLITICO m te puede adoptar dependen de las priicticas de su sociedad. No cabe formularlos independientemente, y usarlos luego como base para se- leccionar una estructura social, aunque la adecuacién entre Jos proyectos la estructura social se conciba dindmicamente emplean- do el modelo del mercado. De hecho, el propio modelo del merca- do no capta el papel que el mercado juega en la ampliacién del hori- zonte de bienes disponibles. En conclusién, el contractualista no supone que las pricticas sociales tengan que justificarse mostrando que satisfacen proyectos vitales independientemente dados, sino mostrando, més bien, cémo es que permiten y fomentan la formacién de proyectos vitales que pueden ser satisfactoriamente realizados en sociedad. Supongamos que cada miembro de la sociedad es definido por un proyecto vital. Supongamos ademas que cada persona ve su proyecto como algo que ella elige, una opcién y no una imposicién, de modo gue puede imaginar que la eleccién de un proyecto completamente diferente seria compatible con su integridad como persona, Mas ade- lante necesitaré cualificar esta suposicién, Pero comenzaré admitien- do que la que llamaré actitud normativa de cada persona se reduce a su naturaleza de deliberador racional, de modo que una sociedad contractualista queda adecuadamente justificada desde la actitud normativa de cada uno de sus miembros si est4 constituida de acuer- do a un conjunto de normas que pudiera ser acordado por delibera- dores racionales como expresién de las condiciones de su interac- Con esto, puedo describir de modo muy abstracto cémo se resol- verfa (al menos en parte) el ajuste entre los individuos y la sociedad im- puesto por el acuerdo entre deliberadores racionales sobre los térmi- nos de su interaccién, dado que todos reconocen que esos términos crean posibilidades de nuevos fines, y no simplemente nuevos medios para fines ya existentes."" La sociedad debe estar estructurada de tal modo que, primero, cada persona normal disponga efectivamente de una serie de posiciones sociales, cada una de las cuales demande una contribucién productiva de quien la ocupe, y le recompense de acuer- 11, Lo que sigue puede leese como una interpretacién d relativo masimin (véase Morals by Agreement, pigs 154-1 Itico sobre los cérminos dela interaccién, del beneficio ptada al acuerdo po- 172 DAVID GAUTHIER doa su contribucién marginal al producto social global. Segundo, cada una de estas posiciones debe ser compatible con un conjunto de pro- yectos vitales, cualquiera de los cuales podria, en circunstancias nor- males, ser elegido y realizado satisfactoriamente por el ocupante de esa posicién, dado que contaria con una participacién en el producto so- cial que recompensaria el desempefio efectivo de la posicién. Para po- der decir que un individuo dispone realmente de una posicién, éta debe ser adecuada a sus capacidades, que el individuo debe haber te- nido la oportunidad de desarrollar y ejercitar. Y para que la realizacién de los proyectos del individuo sea satisfactoria, la posicién debe ade- ccuarse a sus motivaciones y afectos, que debe haber tenido la oportu- nidad de educar. Mas adelante volveré a la cuestidn de cémo asegurar 1 acceso a Ja preparacién para la eleccién dé una posicién social y un proyecto vital. Notese que esta descripcién del ajuste entre los individuos y la so- ciedad se basa principalmente en el grado de realizacién de un pro- yecto vital satisfactorio, y sélo de modo secundario en cémo quedan unos individuos en relacién con otros. Si cada persona puede clegir entre las distintas posiciones productivas, cada una con su recom- pensa apropiada, y puede luego elegir entre proyectos vitales a los gue esa recompensa le permite dedicarse satisfactoriamente, enton- ces —mientras estas elecciones se oftezcan a todos por igual nadie tiene razén para considerar que su posicin en la sociedad, 0 sus re- laciones con sus conciudadanos, son gravemente injustas. El punto fundamental es que haya suficientes oportunidades; mientras que, dadas las diferencias naturales entre las personas, hay que reconocer due la igualdad en el resultado no es ni posible ni deseable. Esta descripcién no pretende ser completa; en concreto, omite las libertades y derechos politicos fundamentales que permitirfan a cada individuo incluir en su proyecto vital la participacién en el gobierno de- moctitico de la sociedad, asf como las obligaciones que garantizasen un nivel minimo de participacién. Son suficientemente conocidos y no se rin objeto del presente estudio. AA veces se supone que una sociedad contractualista debe caracte- rizarse por que absolutamente todas las relaciones entre sus miem- bros sean contractuales. Sin embargo, ningiin elemento de la des- cripcién que acabo de exponer lo exige, ni —bien entendido— lo sugiere. Una cosa es suponer que las personas deben considerar los CONTRACTUALISMO POLITICO 173, términos de su interaccién como el resultado de un acuerdo; y otra muy diferente es suponer que las personas deban creer que el resul- tado del acuerdo exige que todas las interacciones se establezcan s0- bre una base contractual, o que cualquier interaccién no contractual tenga que set siempre voluntaria (no obligatoria). De hecho parece cevidente que en cualquier sociedad habré algunas relaciones entre personas que no son directamente elegidas o acordadas por algunas de las partes implicadas en ellas y que, sin embargo, imponen debe- res y otras restricciones. El contractualista no tiene por qué rechazar la institucin de la familia —pese a que no pueda concebirse como el resultado directo de un acuerdo entre todos sus miembros— en la ‘medida en que la vida familiar pueda concebirse como algo tan esen- cial para una sociedad, que seria un producto posible de un acuerdo universal razonable. 5 Quizé la idea de un acuerdo entre deliberadores hipotéticos que proporcionar conclusiones directas sobre la justficabilidad de nor- ‘mas y pricticas sociales reales. Después de todo, no hay ningin siste- ‘ma social que todos consideren el mejor. 2No ocurrira siempre que cualquier norma propuesta sera rechazada por algunos? error es esperar que el resultado del contrato social, o de cualquier otro acuerdo, sea el mejor posible para todas las partes. Lo que importa es que hay estructuras sociales que son sin duda universalmente preferibles al vacio que existiria en ausencia de nor- mas y précticas, de modo que cada parte posee un gran incentivo para ponerse de acuerdo con las demas. E importa también que la estructura social real no s6lo sea mutuamente beneficiosa, sino que ademas asegure que la proporcién entre los beneficios y la contri- bucién que cada uno decide aportar sea aproximadamente la mis- ma para todos. Los términos de una empresa cooperativa son’ los mismos para todos en cuanto asignan el beneficio en proporcién a la contribucién de cada uno, equitativamente. Y si las personas zen un gran incentivo para llegar a un acuerdo con las demés, nadie encontrarfa razonable dificultar 0 arriesgar la posibilidad de set 174 DAVID GAUTHIER aceptado en un acuerdo por exigir un trato més favorable que los la posibilidad de que otras normas, précticas e instituciones pudieran ser igualmente razonables no es una razén contra el orden social existente. Sdlo si la sociedad existente no pudiera concebirse plausiblemente como el resultado de un acuerdo razonable sobre los ‘términos de la interacci6n habria una base para rechazarla,o para tra- tar de reemplazarla por normas y practicas que pudieran concebirse como el resultado de un acuerdo. La tarea de la justificacién co tualista. queda suficientemente determinada mediante la apelacion ae racionlidad delibersiva de los miembros de ciedad. 6 Al comienzo caractericé el contractualismo como individualista, minimalista y constr‘ Ahora quiero afiadir algo sobre estos +asgos, lo cual me llevaré a discutir el Jugar que ocupan las normas no contractual en el marco de una sociedad contractualist. En primer concebidos como deliberadores racionales, las pricticas ast justfica. das no tienen por qué ser individualistas. Ya he comentado que las relaciones no contractuales entre personas son susceptibles d can contractualista, y aqui quiero-simplemente generali La sociedad humana comprende practicas ¢ instituciones que po- seen estructuras normativas propias, El test contractualista no impo- ne ningin limite formal a las caracteristicas de esas estructuras. Los derechos de grupos y las responsabilidades colectivas son suscepti bles de ser sometidos al examen contractualista, aunque es dudoso que lo superasen. Pero en principio, se podria deserrollar una versién comunitarista 0 incluso colectivista del contr ial, igual que John Harsanyi ha desarrollado una versién.utilitarist 12, Véaseexpesaimente «Morality ant the Theory of Rational Behavior, Social Research, 44 (1977), pigs. 625-656. CONTRACTUALISMO POLITICO 175, No es.que yo diga que:comunitaristas o colectivistas vayan a ale- grarse de la posibilidad de una defensa contractualista de sus ideas. Como he dicho, dudo que sea probable una defensa de este tipo. ‘Ademés, si pudiera darse una verdadera defensa, mostraria tinica- mente que Ia adhesin a las normas comunitarias promoveria cl be- neficio mutuo de deliberadores racionales, y éste no és el tipo de jus- tificacién que buscan quienes se consideran comunitaristas. Ellos no aceptarian la prioridad del deliberador individual en la determina- cién de la validez normativa de la comunidad. Es improbable que aceptaran la tesis de que lo que puedan tener de bueno los derechos de grupos, las responsabilidades colectivas y otras ideas similares, rando que las practicas ¢ instituciones que los in- bos rasgos deben entenderse en sentido justficatorio. Para defender tuna prictica o institucién social slo podemos apelar a una justifica- ‘cin que la haga depender de la racionalidad deliberativa de os miem- bros de la sociedad. Y tal justificaci6n consiste en mostrar que tendrfa sentido para los miembros de una sociedad acordar una estructura so- cial que incluyera esa prictica o instituci6n. Pero no es necesario que Jos elementos de esa estructura estén enteramente compuestos por (0 construidos a base de) las normas de la racionalidad deliberativa. ‘Aungue la sociedad pueda ser conceptualizada como una construc- cién. realizada por individuos deliberativamente racionales, los ele- mentos‘de esa construccién no tienen por qué reducirse necesaria- ‘mente a los recursos normativos de la racionalidad deliberativa En trabajos anteriores, como en mi articulo «Public Reason»”” (Razén Pablica), no distingo entre los papeles justificatorio y defini- torio de la racionalidad deliberativa, lo cual me leva a aceptar una forma mis estricta de constructivismo. Y todavia estoy convencido de que gran parte de los recursos normativos empleados para la cons- 13, En Social Philosophy and Policy, 12 ples. 19-42. 176 DAVID GAUTHIER truccién de las it provienen directamente de la normatividad deliberativa di individuos, Pero en este momento creo que la idea de que la dad social tiene que construirse a base de las normas deliberativas in- dividuales, confunde la necesidad de justificar la autoridad en términos de racionalidad deliberativa, con el intento de crear una autoridad transfiriendo'a un agente social la racionalidad deliberat los miembros individuales de la sociedad. 7 Hasta este punto he estado suponiendo gue la actitud normativa relevante de los miembros individuales de la sociedad se reduce a su capacidad como deliberadores racionales. Ahora bien, hay dos mo- dos de entender este supuesto. El primero es verlo como parte de lo que podrfamos lamar una politica agnéstica. Desde ese punto de vis- ta, las normas que no puedan const é simplemente se consideran inadecuadas como objeto-de cléa socal, por no péder conforma una base comén part todos los miembros de la sociedad. Tales normas se tratan piblicamente como incognoscibles; aunque pueden no serlo desde el punto de vista de ateo: niega de las normas que no puedan consttuirse.0 jus- tificarse mediante la deliberacién racional. En una sociedad donde las personas no s6lo tien vvas diferentes de lo que es bueno y correcto, sino también ideas ficatorias diferentes sobre el fundamento de lo bueno y lo correcto, sélo la interpretacién agnéstica es factible o permisible. Algunas per- sonas estén comprometidas personalmente con la idea de ciertos va- lores objetivos y de tina moralidad independiente de la deliberacién —de base secular o religiosa— y, para ellas, aceptar estructuras s0- ciales opuestas a sus creencias compromeéteria su integridad como personas. La comprensién de este hecho prohibe la negacién de nor- 14, Entiendo que éte es el objetivo central del proyecto de Thomas Hobbes en el Leviathon,y l mio en «Public Reason». ‘CONTRACTUALISMO POLITICO 477 ‘mas no pertenecientes @ la deliberacién o no justificadas por ella, pero a cambio hace necesaria Ia demanda agnéstica de que tales nor- ‘mas no sean usadas en la justificacién social. Porque aceptar estruc- turas sociales basadas en concepciones normativas no compartidas podria comprometer la integridad de las personas que no las com- Muchos rechazaran que la normatividad de la racionalidad va'sea suficiente; pero no se puede negar que offece una jenes estén dispuestos a aceptarla. Cada cual puede tener diferentes ideas sustantivas y justficatorias sobre-el bien y lo correcto. Pero quienes, con base en sus particulares convi nes, rechacen la racionalidad deliberativa, carecen de una base co- iin sobre la que edificar una unién con quienes no comparten su punto de vista normativo global, y no pueden ser incluidos en una so- ciedad constituida como una «empresa cooperativa para el beneficio mutuo». ‘Volvamos a Ia idea de que cada miembro de la sociedad queda definido por un proyecto vital. Sobre este punto, hemos de precisar del proyecto personal de vida se como opcionales, otros pueden ser percibidos como Los cristianos no suponen que creer en un dios o las, del culto sean aspectos opcionales de su plan de vida Los kantianos no suponen que adecuar las maximas de sus acciones al imperativo categérico sea opcional; los utlitaristas no suponen que sea opcional dirigir sus acciones hacia la mayor felicidad del mayor le obligaciones —diferentes para diferentes perso- compromisos no incluidos en la idea de la racio- lente, en la medida en que partan el compromiso de int hay que privilegiar ninguna perspectiva, pero prohibir o poner trabas ninguna. Y mi interpretacién es que ésta es la intencién de las clausulas sobre la religién de la Primera Enmien- da, que podemos ampliar para cubrir cualesquiera convicciones eva- Juativas y normativas. ara ilustrar las implicaciones de un agnosticismo benevolente, 178 DAVID GAUTHIER consideremos c6mo podria una sociedad contractualista aceptar alos sabatarios estrictos —personas.que creen que un dia universal de descanso es una obligacin religiosa—. Por un lado, son libres, desde luego, para defender que se imponga como prictica social un dia uni- versal de descanso; pero desde la perspectiva pablica, esta postura sélo puede set tratada como su preferenicia particular, que habra de ser contrastada con otras preferencias, sin privilegiarla por el hecho de tener un fundamento pretendidamente religioso. Un dia universal de descanso limitaria ciertos proyectos vitales, pero facilitaria otros. Hasta donde soy capaz de juzgat, no seria claramente incompatible con la garantia de que cada persona disfrutase de un amplio abanico de proyectos vitales satisfactorios entre los que elegir y, pot lo tanto, parece una opcién admisible para una sociedad contractualista, aun- que quiza no muy dese: v Por ot70 lado, los sabatarios tienen una obligecién que acomodar ‘opios proyectos vitals; una obligacién que, para ellos, va ds alla que cualquier pretensién nacida de una preferencia particu- La reclamacién de libertad para descansar en el Sabat no repre- , sino un deber. Hemos de suponer que, si las personas estuvie- ran en condiciones de elegir los términos de su interaccién, se cuida- sfan mucho, sin duda, de darse libertad para elegir proyectos vitales que les permitieran vivir conforme a las obligaciones morales o reli- giosas en que creyesen; al menos mientras tales proyectos vitales no ser contribuyentes netos al producto social global. Asi, dad contractualista se daria la posibilidad de que los sa- “Hay que subrayar que este argumento, que ustficaria medidas de proteccién para las convicciones morales y zeligiosas de los indivi duos (medidas no aplicables a sus simples preferencias), no apela al contenido de esas convicciones, sino sélo a la actitud que esos indivi- dduos tendrian hacia 1a moralidad y la religiGn. Las précticas e institu- ciones de una sociedad contractuslista deben estar justificadas ante personas concebidas como deliberadores racionales, que imaginan la posibilidad de determinar las condiciones de su interaccién. He su- puesto que, ante este problema, la preocupacién principal de cada CONTRACTUALISMO POLITICO 179 persona serfa garantizar que dispone de un.nimero suficiente de po- siciones sociales, cuyo desempeno le permitiera desarrollar un cierto ndmero dk posicién). Pero en la medida vitales puede estar condicionada por obligaciones morales o religiosas, las personas que profesen tales creencias y tengan sus preceptos por obligatorios querrén garantizar, ademés, que las posiciones y proyectos factibles incluyan opciones ue les permitan cumplir esas obligaciones. Evidentemente, el requi- sito fundamental del contractualismo, el beneficio mutuo, limita el aleance de esa garantfa, Pero, aun sin compartir las convicciones mo- rales o politicas concretas de nuestros conciudadanos, podemos en- tender que todos procuren, como deliberadores racionales, obtener tal garantia. 8 Para poner otro ejemplo de las implicaciones del agnosticismo contractualista, pensemos en dos pricticas de caza: la caza del zorro, tal como la practican algunos nobles ingleses,y la caza de focas, tal como se practicaba tradicionalmente en las comunidades de la costa atlantica canadiense. Algunas personas consideran crueles estas prc- ticas, y preferirian pertenecer a una comunidad donde estuvieran probibidas por la ley. En una sociedad contractualista, tienen derecho 1 defender piiblicamente esta preferencia. Pero debemos preguntar- nos qué efectos tendria Ia ilegalizacién de estas pricticas sobre las ‘oportunidades productivas y las elecciones de proyectos vitales de las personas que ahora participan en ellas, y qué tratamiento estarian re- ibiendo sus intereses en comparacién con los de sus conciudadanos. Los cazadores del zorro, por mucho que disfruten de este depor. te, no verian disminuida su contribucién social y, una vez abolida la caza, encontrarian otras opciones recreativas disponibles. Sin duda gue tendrian que hacer cambios en sus planes vitales, pero no se po- dela alegar plausiblemente que estos cambios disminuyesen su cali- dad de vida. Asi, la legitimidad de la caza del zorro seria decidible ppor los cuerpos legislativo y regulador ordinatios de unaisociedad contractualista, E] agnosticismo en la comparacién entre. los valores 180 DAVID GAUTHIER de los cazadores del zorro y sus oponentes lleva a ver piblicamente sos valores como preferencias opuestas, que no implican ninguna ‘cuestidn piblica de principio. Por su parte, Jos cazadores de focas se verian mucho mis afectados por una prohibicign —tanto en sus actividades productivas como en su proyecto general de vida— y, teniendo en cuenta el ya de por i limita: do abanico de posibilidades efectivas de que disponen, una disminu- cién adicional no compensada supondria un perjuicio muy superior al de los demés miembros de la sociedad, Evidentemente, la forma de vida de los cazadores de focas podria llegar a haverse inviabe si las personas ‘que consideran cruel esa caza deciden, con toda justficacién, negarse a comercializar 0 comprar sus productos. Pero ésa es otra cuestién. No es legitimo que una sociedad contractualista cierre reas de eleccién que han llegado a hacerse fundamentales para algunos de sus miembros, a no ser que mantener esas reas haga que la presencia de esos miembros ‘suponga un coste neto ala sociedad. Y ésta no es una cuestin que pue- da deciditse mediante los procedimientos legislativo y regulador ordi- ‘Quienes consideran cruel la caza de focas siempre pueden apelar al coste de sus sentimientos, Pero éstos estan en gran medida bajo su control. Pueden elegir actividades satisfactorias que no les lleven a es- tar siempre atormentados por la muerte # garrotazos de las crias de foca. No tienen més motivo de queja (por la disminucién en calidad de vida) que aquellos a quienes se niega el placer dela caza del zorro. Sin duda que a muchas personas les parecer que este razonamiento es totalmente desatinado, Porque Id oposicién a laeaza de focas no se considera como parte de un conjunto de valores que uno elige, pero podria no elegir. Quienes se oponen, no creen que su punto de vista sea-optativo, sino una obligacién. Esa perspectiva quizé jt ue se nieguen por completo # participar en actividades con la caza, y que la sociedad les proporcione oportunidades compa tibles con esa abstencién; pero no puede justificar su pretensién de restringir las elecciones de quienes no comparten sus convicciones. El agnosticismo de una sociedad contractualista exige que sus con- vvicciones se acepten como meras preferencias. ¥ Is satisfaccién de su preferencia de prohibir la caza de focas setia inadmisible, porque li- itarfa seriamente la eleccién de posiciones y proyectos vitales satis- factorios para otros miembros de la sociedad. CONTRACTUALISMO POLITICO 181 9 Elagnosticismo benevolente que la sociedad contractualista aplica a las diferentes actitudes morales y rligiosas no debe llevarnos a suponer que la sociedad ¢s ella misma moralmente agnéstica. Esto deberia de- ducirse claramente de mi insistencia en la obligacién del beneficio ‘mutuo, al considerar la provisién de una garantia para el ejercicioindi- vidual de las convicciones morales y religiosas. El agnosticismo contrac- ‘malista se limita a aquellos puntos de vista que no son ni validados ni re- chazados en términos de racionalidad deliberativa, Pero el contrato social si tiene esa validacién, y una sociedad contractualista espera y exi- ge la adhesin de sus miembros a él. Silos miembros de una sociedad contractualista alegan sus particulares concepciones evaluativas,religio- sas, o morales contra las practicase instituciones constituidas conforme a los términos del acuerdo, se estin excluyendo de la estructura de la ‘cooperacién social. sacredita la idea de una moralidad pablicamente reconocida por to- dos los miembros de la sociedad y que todos estin obligados a cumplit. Es notable que Rousseau incluye en su religion civil el re- Ainico camino para la salvacién; esto se corresponde con el agnosti- cismo benevolente de una sociedad contractualista, Por otto lado, su propuesta de castigar con la muerte a quienes se hubieran compro- metido con les de quienes, teniendo la oportunidad de vivir conforme a términos gue les harian. contribuir al producto social conjunto, eligen, por giosas, no pueden apelar al agnosticismo benevolente de una socie- dad contractualista, pues éste sélo alcanza a quienes aceptanysu lugar 15, Jean Jacques Rousseau, Contra social libro TV, cap. 8. 182 DAVID GAUTHIER como socios en una empresa cooperativa en condiciones que tendria sentido para todos aceptar, en cuanto agentes deiberativamente ra- cionales. 10 En-un-punta anterior mencioné Ja importancia: que tiene para cada individuo que se asegure su acceso a la preparacién necesaria para la eleccién de una posicién social y un proyecto vital; prepara cién que incluye.tanto el desarrollo y formacién de sus capacidades coino la educacién de sus motivaciones y.afectos. Los nifios, como ta- les, on miembros improductivos de la sociedad; sin embargo, sus de- rechos ¢.intereses. deben:ser reconocidos en ! contrato social. Las partes del contrato son seres humanos individuales'que, al acotdar Jos términos de la interaccién social, tienen en cuenta su vida entera ¥s Por tanto, tienen interés en asegurar, en la mayor medida posible, que van.a disfrutar durante su nifiez de seguridad econémica y emo- ional, y que van a disponer de formacién-para sus capacidades y educacién para sus afectos de modo que puedan integrarse:en una vida adulta satisfactoria y productiva. El requisite contractualista de que cada uno debe esperar no ser sélo beneficiario sino también be- nefactor no se aplica a cada momento de la vida de un individuo, sino al curso de'su vida como un todo, Asegurar una buena educacién a cada miembro de la sociedad im- pondra scrias obligaciones sobre el Estado y los padres; estas obligacio- nes superarén con mucho las obligaciones minimas impuestas por la salvaguardia. Ninguna sociedad que dé a todos sus miembros la seguri- dad de una buena educacién puede reconocer que las personas tengan derecho a procrear més o menos todo Jo que quieran. Si una infancia ‘econémica y emocionalmente segura es una’ pretensién basica consa- srada por el contrato: social, los futuros padres habrén de aceptar las condiciones, para la realizacién de esa pretensiénCreo que podemos plausiblemente suponer que, en la hipétesis.de tener que acordar las condiciones de a interaccién, nadie estaria dispuesto & correr el riesgo

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