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78 ElApocalipsis El dragén, enfurecido contra la mujer, va a combatir «al resto de su linajen; es ahora, y no antes, cuando entra en escena la igle- sia, definida como «los que observan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jestis» (Ap 12, 17). Maria, la mujer que dio a iz Cristo, tiene en los cristianos «el resto de su linajen: ;no es éste el sentido de las palabras ditigidas por Jestis a su madre desde la cruz, cuando le confié al discfpulo como hijo (ef. Jn 19, 26)? La iglesia es la descendencia de la mujer, esa iglesia contra la que Juan veia abatirse el poder del demonio en las persecuciones del imperio romano, esa iglesia que, como olivo silvestre injertado en el olivo bueno-Israel (ef. Rom 11, 24), tiene la tarea de erecer hasta aleanzar a toda la humanidad y constituir asi la nueva Eva, Iglesia e Israel estin ya en el desierto mientras dura el tiempo de los paganos, en el que la iglesia ha recibido la misién de llegar hasta los confines de la tiera, dilaténdose segin las dimensiones de la humanidad, Cuando los paganos dejen de pisotear Ia ciudad santa, Ia iglesia e Israel serdn una sola cosa, que coincidiré con to- 4a la humanidad: entonces Marfa se correspondera plenamente con Jo que oourre en la tierra, Ella es el modelo celeste de aquello que, por desgracia, permanece dividido en la tierra hasta que se cum- ‘pla el juicio. Maria es el arca de la alianza en el cielo, ya junto a Dios, donde se hallan reunidos la Hija de Sin, el Israel que espe- ran la didspora y su descendencia, a iglesia, que debe cumplir su propia misién hasta los confines de la tierra El final del capitulo 12 da paso a una segunda parte del Apo- calipsis: «Yo me quedé sobre la playa de! mar'”. ¥ vi salir [subir] del mar una bestia...» (Ap 12, 18-13, 1). Se abre el septenario de las visiones. 10, Esta lectura, ampliament atestiguada, armoniza mejor con el contexto (Gobre todo el comienzo del capitulo 13) y es mis significativa que la otra leet 1 que est atestiguada porlos mejores manuscritos: «El dragén) se quedo al ace- cho junto ala orila del mar. Esta segunda posibildad significaria que el gran » (Ex 15, 11 1x3). EI Mesias se ha presentado como Cordero, y para la iglesia cl objeto de culto es el Cordero inmolado, el siervo, la vietima; para el mundo, en cambio, el objeto de culto y adoracién es el poder, el verdugo que crea la vietima, Juan en realidad nos esté presentan- do el anti-mesias y la ant-liturgia desarrollada por una anti-iglesia. La culpa més grave de Roma, el poder totalitario que Juan te- nia ante si, fue la de haber querido hacer de todas las naciones un solo estado reduciéndolas bajo un tinico poder. El mensaje refe- rentea la eleccin de Israel subraya la existencia de setenta nacis nes (cf. Gn 10: el «mapa de las naciones», de las gentes que pue- bilan la tierra), las cuales tienen derecho a la propia autonomia e independencia, no en nombre del nacionalismo, sino en el respe- to ala diversidad de los pueblos y las culturas. La unidad de la hu- manjdad, de la adamé, no se realiza por medio de Babel, bajo un poder totaitario, sino en la obediencia al Sefior que ha querido pa- ra cada nacién un camino y caracteristicas especificas, hasta atri- buir un Angel a cada pueblo (cf. Dt 32, 8 LXx). 184 ElApocalipsis A la bestia se le concede «autorizacion funa boca] para proferir palabras orgullosas y blasfemas» (Ap 13, 5); la expresién se en- cuentra ya en Dn 7, 8.20, donde designa la arrogancia de Antio- co IV Epifanes (el pequefio cuerno), que pretende cambiar el culto dado a Dios en su templo. A aquella se te concede también «el po- der para actuar durante cuarenta y dos meses» (Ap 13, 3), 0 sea, due rante todo el tiempo de los paganos, los iltimos tiempos. La bestia abre la boca contra Dios y su morada (13, 6); por lo demas, ya con sus diademas y los nombres escritos sobre las cabezas ofendia al Seftor y portaba la blasfemia, Juan dice: «contra su santuario [mo- rada] (skené)»; esto alude a la caida de Jerusalén y a la destruccién y profanacién del templo, morada de Dios. Tras la destruccién de ‘erusalén se realizan ante el templo sacrificios a las insignias y es- tandartes romanos, y Tito es saludado como imperator. A este poder totalitario se le concede blasfemar «contra los que habitan (skenoiin) en el cielo» (Ap 13,6), ofender a los agentes del plan de salvacién e incluso hacer la guerra a los santos [ereyentes} y vencerlos (13, 7). Juan aplica de nuevo a la bestia las expresio- nes referidas a Antfoco IV Epifanes en Dn 7, 21, asegurando que la bestia atin hace Ia guerra a los santos, a los eristianos, que cons- tituyen la morada de Dios en la historia y que son templos del Es- piritu Santo (cf. 1 Cor 6, 19). Histéricamente es verdad: los santos son veneidos, los cristianos se ven perseguidos y convertidos en victimas, y la bestia ejercita su poder sobre «las gentes de toda ra- a, pueblo, lengua y naciém» (Ap 13, 7), es deeir, tiene un poder universal que se extiende a toda la tierra. Todos los habitantes de la terra, participes de In mundanidad, fe rinden pleitesfa: después de haber hablado de la bestia (neutro en griego), Juan dice que «le rindieron pleitesia {adoraron)», refiriéndose por tanto al dragén (masculino en griego), porque el sometimiento a la bestia es so- ‘metimiento al dragén y la adoracién de Ia bestia se dirige en ilti- ‘ma instancia al dragén, a Satands (cf. 13, 4). Sus adoradores son todos excepto aquellos «que desde ta crea cin del mundo estén inscritos en el libro de la vida del Cordero degollado {inmolado}» (13, 8). El texto griego permite dos lectu- ras: si se pone una coma despues de «inmoladon, las tltimas pala- Las siete visiones 1s bras se refieren a la inscripcién del nombre en el libro de la vida (cf. 17, 8); sise omite la coma, el texto afirma que la inmolacién del Cordero esté inscrita en el querer y el actuar de Dios desde la creacién (ef. 1 Pe 1, 19-20; Heh 2, 23). Esta segunda lectura, ad- mitida también en la tradicién patrstica, encaja perfectamente en el universo teolégico del autor del Apocalipsis y parece preferible. Asi, el designio del Cteador tiende ya hacia el acontecimiento pas- cual, Por otra parte, Cristo es presentado como «el que esté en el origen de las cosas creadas por Dios [el Principio de la creacién de Dios]» (Ap 3, 14) y Ia liturgia celestial, césmica, a la que se aso- cian todos los hombres, desde el principio de la humanidad se di- rige a Cristo como el Cordero inmolado (ef. Ap 5, 655). Misterio- samente, misticamente, el Cordero se halla inmolado ya en el seno de la Trinidad en e! momento mismo en que Dios ha pensado en su Hijo y ha creado ef mundo (ef. 1 Pe 1, 19-20). Al crear a Adén, al pensar el hombre, en la generacién misma del Verbo, Dios vefa la cruz, el Cordero inmolado. Los Padres y la liturgia oriental insis- ten en que el Cordero inmolado es la clave de lectura para enten- der no s6lo la redencién, sino también Ia creacién’ «Quien tenga oidos que escuche» (Ap 13, 9). Frente a esta li- turgia dirigida al antimesias (anticristo), Juan coloca una adverten- cia; como en las cartas de los capitulos 2-3 dirigidas a la iglesia militante y confesante, se hace una invitacién ala escucha: «El que esté destinado al cautiverio, al cautiverio ird, El que haya de morit a filo de espada, a filo de espada morirén, Son palabras proféticas (Cf. Jr 15, 2) que muestran una necessitas passionis: ha Negado el momento en que quien sea Hevado al martirio debe perseverar, ‘mantenerse absolutamente fiel, perecer a espada si asi se lo exigen, porque ahora el juicio es inminente. «jHa Ilegado la hora de poner ‘a prueba la paciencia y la fe de los ereyentes!» (Ap 13, 10). 5, Recuérdese también el famosoicono dela Trinidad de Andrei Rubio os tres huéspedes de Abrahan (imagen de as tres personas de a Trinidad) se sientan en tomo a una mesa sobre a qu hay un célz el cual contiene algo parecid a un racime de was. Este elemento cubre el cordero pintado originalmente por Ru- blow Ast en ol corazén dea Trinidad, on ol centro de Ia perichoresis trinitara, 1 Ia eruz, el Cordero inmolado desde lafundacién del mundo. Cf. B, Standaer., icona dela triniti di Andrej Rublev, Bose 1988. 186 ElApocalipsis b) Segunda vi En la segunda vision Juan ve «otra bestia que surgfa dela tie- ra» (Ap 13, 11): asi se completa la presentacién de la triada nega- tiva y maléfica constituida por el dragén, la primera bestia y est segunda, que se opone a la Trinidad divina constituida por Aquel que es, que era y que viene (el Padre), los siete espititus (el Espi- ritu Santo) y Jesucristo (el Hijo: cf. Ap 1, 4-5). Esta segunda bes- tia sube «de la tierran, es decir, para Juan, que se encuentra en Pat- ‘mos, del Asia Menor. Por las informaciones que nos han legado a través de autores paganos sabemos que el culto imperial estaba enormemente difundido precisamente en Asia Menor. Desde tiem- pos de Caligula (37-41 d.C.) se habia establecido en estas regiones un culto al emperador, y Domiciano llegar a hacerse construir un templo y una estatua en Efeso. Resulta significativo que la procla- rmacién de Jestis como Hijo de Dios haya sido pronunciada por Pe- dro precisamente cerca de Cesarea de Filipo (ef. Mt 16, 13-16; Me 8, 27-29), una ciudad ya fuera de los confines de la tierra prome- tida, que Hlevaba el nombre de César y en la que el emperador era adorado como Dios. La bestia que viene del Asia Menor tiene dos cuernos, seme~ Jantes alos del Cordero, pero habla como un dragén. Si la prime- ra bestia tenia algunas caracteristicas que recordaban al Cordero la herida mortal pero cicatrizada, parodia de la muerte y resu- rreccién-, esta bestia parece peor atin porque presenta el mismo semblante que el Cordero, Jesis, exhortando a permanecer en guar- dia contra los falsos profetas, habfa denunciado ya esta obra de c2- rmuflaje diabélico que consuma el engafo plagiando el semblante ¥ la autoridad de Cristo: «Tened cuidado con los falsos profetas: vienen a vosotros disfrazados de ovejas pero por dentro son lobos rapaces» (Mt 7, 15) Esta bestia ejerce «todo el poder de la prime- ra bestia en favor de ella» (Ap 13, 12): solo existe en referencia a quella, ejerciendo para con ella una funcién servil. Juan subra- ‘ya que su poder se concentra especialmente en la palabra (13, 11), la cual es en realidad la palabra misma del dragén, por lo que no ¢s casualidad que en el resto del Apocalipsis sea conocida con el Las siete vsiones 17 nombre de falso-profeta (pseudoprophétes: 16, 13; 19, 20; 20, 10). Su actividad reviste un aspecto religioso. Juan nos presenta esta bestia como aquella que alimenta la adoracién de la primera, for- zando a los habitantes de la tierra a adorarla. Es la propaganda del régimen, Ia fuerza de la ideologia, el instrumento para conseguir que el poder sea totalitario. También Pablo habia puesto en guar- dia a la joven iglesia de Tesalonica contra este peligro de seduc- cidn (Cf. 2 Tes 2, 8-12) Detrés de la segunda bestia se reconocen, pues, el culto impe- rial y también aquellos cultos paganos tradicionales, muy difun- didos y activos en Asia Menor, en los cuales el ocupante romano inoculaba sus propias ensefianzas orientando Ia adoracién religio- sa popular hacia una forma de apoyo de la politica imperial. Sin embargo, Juan, critico agudo y veraz del origen y de la naturaleza del poder, no se limita a denunciar Ia pretendida blasfemia del im- perio romano que diviniza a su soberano, obliga a adorar su ima- gen y condena a muerte a quien rechaza rendirle culto. £1 desen- ‘mascara en profundidad el poder de la ideologia, la propaganda que reblandece a las multitudes y organiza su consentimiento al poder totalitario legando a divinizar un «nombre de hombre» [nimero humano] (Ap 13, 18), a exigir darle culto como a Dios, en sustan- cia, a convertiro en idolo. La sumisién al poder, la organizacién del consentimiento, son buscados y garantizados por la actividad persuasiva de la segunda bestia: la propaganda ideolégica con su poder de atrapar a los hombres. Esta tiene capacidades enormes, realiza grandes prodigios, «hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres» (13, 13), repitiendo el esfuerzo prometeico que constituye una de las mayores blasfe- ‘mias posibles: el fuego divino, en efecto, representa la imagen y la semejanza de Dios que ya hay en nosotros. Nadie, por tanto, debe ir a arrebatarlo, solo el Hijo (Le 12, 49) 0 un enviado de Dios (Ap 8, 55 10, 18s; 11, 5) pueden traerlo a la tierra La ideologia es presentada, pues, como el esfuerzo prometeico ‘mediante el cual son posibles incluso grandes creaciones, grandes culturas y civilizaciones que, sin embargo, en realidad no son mas que reconstrucciones de la torre de Babel (cf. Gn I, 1-9): Ia con- 188 El Apocalipsis dena no podra ser otra que la misma de Babel. Juan, con extraordi- naria agudeza psicolégica ademas de espiritual, dice que la prime- +a bestia puede ocupar y conservar el poder solo si se sirve de una fuerte ideologia, de una fuerte propaganda, Gracias a los prodigios ‘que podia realizar, la segunda bestia «seducia a los habitantes de la tierra» y los incitaba «a erigir una estatua (literalmente, una ‘ima- gen’, eikdn: Ap 13, 14.15)» en honor de la primera bestia, hacien- do creer que estaba animada y dotada de vida En el culto imperial se procuraba superar Ia inevitable condi- ci6n de pura estatua de los idolos ~signo de su impotencia y del peso de muerte que gravaba sobre ellos (cf. Sal 115, 4-8)~ ha- ciendo que las imagenes movieran la boca, los brazos y los ojos, ‘mientras los sacerdotes, escondidos detras de las estatuas, presta- ban su voz a la madera o al metal profiriendo oréculos, Esta propaganda hace sofiar a los hombres con una construc ccién humana que en realidad es la prometeica; consigue asi que el poder tenga vida, se anime y hable, pero hace morir a cuantos no adoran la estatua de Ia bestia (Ap 13, 15). ‘Con una mirada profundamente critica, Juan sefala que son los, hombres mismos quienes construyen Ia estatua a la que después adoran, legando de esta manera a venerar y someterse a la obra de sus manos. La anti-liturgia contimia: todos, pequefios y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, reciben un sello en la frente y en Ja mano (13, 16), opuesto y paralelo al sello de Dios en la frente de Jos elegidos (14, 1). Sea cual fuere el origen historico de esta cos- tumbre (nombre del duefio impreso con un hierro candente en la frente del esclavo; nombre del emperador marcado en Ia mano de los soldados; nombre del dios venerado impreso en el cuerpo de los fieles...), 0 bien que detras de las palabras de Ap 13, 16 deba reconocerse solo el gesto de la mano derecha y Ia inclinacién de cabeza que hacen quienes aceptan sacrificar al emperador, en to- do caso la marca designa la pertenencia, diferenciando aquellos que pertenecen a Dios y al Cordero de los id6latras que, en det nitiva, pertenecen al mismo Satands. En este punto Juan abre su reflexién a los lazos entre poder po- Iitico y poder econémico, y denuncia que, a cambio del apoyo al Las sete vsiones 189 poder politico, el poder totalitario con su ideologia promete ven- tajas econdmicas. La segunda bestia representa el poder ideolégi- co que se conecreta en el poder econémico y lo controta: nadie pu de «comprar 0 vender» sin tener la marca, o sea, «el nombre de la bestia o la cifra [mimero] de su nombre (Ap 13, 17); «comprar yy vender» es una expresién hebrea que designa toda la actividad econémica. Ya hemos aludido a las medidas de orden econémico adoptadas por el poder imperial, en especial con referencia a los ju- ios: en el afio 49 fue la expulsién de Roma por Claudio; después, con Vespasiano, la prohibicién de desarrollar actividades comer- ciales, lo cual los redujo a una miseria indescriptible. En este momento Juan por segunda vez (ef. Ap 13, 9) plantea una advertencia apremiante: Quin alardea de sabio? El que presuma de inteligente pruebe a descifrar el nimero de la bestia, que es mimero humano. El seis- cientos sesenta y seis es su cifta [nimero] (Ap 13, 18). Juan quiere que los cristianos de su tiempo puedan identificar a este poder que se manifiesta en el actuar de hombres. No es un poder vago, hay hombres que son ministros suyos, pues el poder de la bestia se ejerve en el Ambito humano. E! poder tiene, si, un cardcter impersonal e implacable (se esconde detras de una cifra), pero se manifiesta en una identidad precisa, en una presencia identificable (la de un hombre) Para identificar a este hombre Juan usa la gematria, procedi- miento bien conocido desde la antigtiedad, por el que se da a cada letra un valor numérico, lo cual permite interpretar la palabra es- condida detris de cada cifra. Probablemente, tas el nimero 666 se esconde una alusién a «Nerén Césarn; de hecho, la forma griega Néron Kaisar, escrita en letras hebreas, da 666 como valor numé- rico. Esta misma identificacién es posible partiendo de la otra ci- fra, 616, atestiguada por una parte de la tradicién manuscrita y por Ireneo. Efectivamente, la forma latina Nero Caesar eserita en c racteres hebteos equivale a 616, Bsta segunda cifra puede remitir también ala expresién griega Kafsar theds («César dios», wel em- petador es dios»). En cualquier caso, la cifta 666 tiene ya por si 190 ElApocalipsis misma un significado muy importante: repite tres veces el seis, el nimero de la imperfeccién, por lo que equivale a la imperfeccién total. Con la triple y pretendida repeticién de! nimero seis, Juan denuncia la naturaleza del poder, que se earacteriza por un acerca- ‘miento tenaz y pretencioso a la perfeccién y la plenitud (de las que ¢s simbolo el niimero siete), pero que inevitablemente se queda en la absoluta imperfeccién. Estamos siempre en el émbito de la iri- tante imitacién del Cordero que la segunda bestia, el falso profeta, se profeta de mentira que rodea de religiosidad el poder al que se ha sometido, intenta hacer ereer hasta convertir la religién en un instrumentum regni destinado a la consolidacién del mismo poder. Con esto se leva al extremo la diltima mentira y Ia blasfemia con- tra el nombre de Dios (Ap 13, 6). Realmente la segunda bestia apa: rece como la anti-palabra, aquella que, hablando como el dragén, se hace portadora ¢ instrumento mediador de la anti-revelacion del

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