Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
MUNDO
DEMONIO
Y
FAUSTO
TRAGICOMEDIA FANTÁSTICA
EN
TRES ACTOS
NUEVE JORNADAS
ENTREGA 5
JORNADA SEGUNDA
Cervantes
Mefisto y Fausto se dirigen hacia un árbol que se alza solitario. Mefisto apoya su
mano izquierda en el tronco del árbol.
MEFISTO.- Haz lo mismo que yo. (Fausto apoya en el tronco su mano derecha) Y
ahora, formula tu deseo preferido.
FAUSTO.- Quiero descender a lo más profundo y ascender a lo más alto. Quiero ser
y sentir lo que vagamente he presentido en sueños. Quiero ser infinito, ilimitado,
pleno, dichoso e inmortal.
MEFISTO.- Bien. Da un salto.
FAUSTO.- ¿Hacia adónde?
MEFISTO.- Hacia fuera.
Fausto da un salto. Cuando vuelve a tocar con los pies en tierra, se encuentra solo,
bajo unos álamos, próximo a la orilla de un río. Oye las notas de una guitarra que
acompañan a una voz masculina, que canta en castellano.
DUQUE.- (a Fausto) Sin duda el cielo os ha enviado. Ayer partía el caballero don
Quijote, y hoy llega el viajero…¿Fausto, habéis dicho?
FAUSTO.- Fausto, señor, doctor en ciencias, en filosofía y en teología.
ECLESIÁSTICO.- No se necesitan tantos títulos para ser un buen cristiano.
DUQUESA.- (al Eclesiástico) ¿Y quién ha dicho que don Fausto no es buen
cristiano?
ECLESIÁSTICO.- (a Fausto) ¿Lo sois?
FAUSTO.- Bueno soy, y cristiano me hicieron en la pila del bautismo.
DUQUESA.- ¿Satisfecho, mosén? Don Fausto, decidme, ¿cómo visten las mujeres en
Francia? ¿Es verdad que no usan esta ropilla negra y que los escotes son amplios y
bien dibujados?
ECLESIÁSTICO.- Mirad, señora Duquesa, que la curiosidad es la antesala de todos
los pecados. ¿A qué andar inquiriendo las costumbres de otros pueblos, cuyos reyes
ni siquiera saben contener la peste de la herejía?
FAUSTO.- Señora, no sabría qué responderos a esa pregunta.
BERNARDO.- Casta mirada la vuestra.
FAUSTO.- Más bien distraída. En cambio sí sabría deciros, señora, cómo son los
estudiantes y los catedráticos de filosofía y las hijas de los catedráticos y los taxistas.
DUQUE.- ¿Los qué?
FAUSTO.- Los cocheros de carruajes de alquiler, que así se llaman allá. Pero,
creedme, no vale la pena; es un mundo nervioso, agitado, rápido, huidizo y vacío,
sobre todo vacío. Aquí en cambio se respira la paz y el sosiego que toda alma necesita
(de vez en cuando).
DUQUE.- En eso tenéis razón, mucha paz y mucho sosiego, como imagino que debe
haber en las tumbas…Menos mal que la visita del caballero don Quijote alegró un
poco…
ECLESIÁSTICO.- Disculpadme, señor. Con el respeto debido quiero manifestaros de
nuevo mi total oposición al indigno espectáculo que se organizó en esta casa
alrededor del sujeto en cuestión.
FAUSTO.- Me gustaría saber quien es ese tal Quijote que tanta polémica levanta.
DUQUE.- Un loco.
BERNARDO.- Un cuerdo, con perdón.
DUQUESA.- Una extraña criatura que se cree caballero andante.
BERNARDO.- Un poeta que vive sus sueños.
FAUSTO.- ¿Un poeta como vos?
BERNARDO.- No, un poeta de verdad. Yo solo escribo versos y aspiro a un premio.
ECLESIÁSTICO.- (dando un golpe en la mesa) Un mentecato, un estúpido, un
botarate, un haragán, que se ha inventado un mundo de fantasía para no habérselas
con la realidad… la realidad de que es un pobre hombre, un desgraciado, una piltrafa
humana, una escoria.
Ríen los Duques, ríen el Secretario y su hijo, ríe Fausto, ríen todos los criados, y a
continuación prosigue el banquete entre risas, música y cantos.
Por el camino real, en dirección a Zaragoza, Fausto y Bernardo cabalgan
lentamente. Anochece.
BERNARDO.- Por aquí debe estar la posada. No me extrañaría que don Quijote
hubiese pasado por ella hace poco. Seguro que el posadero nos podrá dar razón.
FAUSTO.- La impaciencia me devora. Espero que podamos alcanzarlo…Habéis sido
muy amable en acompañarme.
BERNARDO.- Llevaba el mismo camino. Pero os confieso una cosa. A mí, la
impaciencia me ha abandonado. Cada vez me interesa menos el laurel de los poetas.
Anoche terminé mi pobre composición, ¿os apetece que os la lea?
FAUSTO.- Antes decidme, ¿cómo se puede cultivar un arte como el de la poesía, que
saca su sustancia de lo más profundo de los sentimientos humanos, pensando que es
sólo un artificio de sones, ritmos, cesuras y todo eso de que ayer me hablabais?
BERNARDO.- Qué queréis que os diga. Si uno no puede tenerlo todo, más vale que
tenga una parte. Yo trabajo la forma, es cierto, porque el fondo…me da miedo
tocarlo.
FAUSTO.- Bien parece que lo tocáis en vuestro poema.
BERNARDO.- Será por lo perfecto del artificio.
FAUSTO.- O porque pretendéis encubrir una realidad que está muy viva con palabras
que bautizáis de mentirosas.
BERNARDO.- No sigáis por ahí…Algo de brujo tenéis, sin duda.
FAUSTO.- No hay mayor brujería que el conocimiento de las personas;
conociéndolas bien, es fácil adivinar su futuro.
BERNARDO.- ¿Y qué veis en mi futuro?
FAUSTO.- Que aún habéis de sufrir durante un tiempo; que a partir de que ella lo
sepa aún sufriréis otro tiempo, y que después… pero el después pertenece a la
decisión de la mujer, y eso no hay manera de predecirlo.
BERNARDO.- ¿La mujer? ¿Qué mujer?
FAUSTO.- La Duquesa, ¿quién si no?
BERNARDO.- ¡Por Dios! ¿Cómo sabéis?…Sois el mismo Diablo.
FAUSTO.- No digáis eso. (Sólo soy un alumno poco aventajado).
BERNARDO.- Hablando del Diablo, aquellas negras figuras que se acercan entre las
sombras deben ser sin duda sus familiares.
BERNARDO.- Dios os guarde, caballeros. ¿Sabéis si por aquí hay una posada?
¿Podríais indicarnos el camino, caso de que así sea?
JERÓNIMO. - De allá venimos. Está a menos de una legua.
FAUSTO.- ¿Acaso os habéis encontrado con un caballero que dice llamarse don
Quijote?
JUAN.- Sí, pardiez. Y hemos pasado un buen rato con él, y os aseguro que no hay
mejor diversión en este mundo.
FAUSTO.- ¿Sigue allá?
JERÓNIMO.- No. Esta mañana ha partido camino de…
BERNARDO.- Zaragoza.
JUAN.- No. De Barcelona.
BERNARDO.- Es extraño. Estaba muy deseoso de competir en los torneos de
Zaragoza, que se celebran por San Jorge.
JERÓNIMO.- Sí, esa era su idea, pero un incidente literario ha hecho que mudara de
intención.
FAUSTO.- ¡Un incidente literario! Extraña expresión. (Raro prestigio tienen aquí las
letras).
JUAN.- Es fácil de entender. Como sin duda sabéis, hace cinco años se publicaron en
forma de libro las aventuras de don Quijote; su autor, se dice en el mismo libro, era el
historiador árabe Cide Hamete Benengeli, pero todo el mundo sabe que el verdadero
autor es don Miguel de Cervantes, entre otras cosas porque así consta en la portada de
todos los ejemplares. El caso es que don Quijote, que ha proseguido sus andanzas sin
importarle que el libro se hubiese cerrado a sus espaldas, ha sabido, como muchos
hemos sabido, que hace poco se ha publicado otro libro que afirma ser la segunda
parte de las aventuras del caballero. Su autor, que firma con el nombre falso de
Avellaneda, se muestra en él tan desconocedor del verdadero carácter de don Quijote
y de Sancho, que es como para no tenerle en cuenta. Pero es también el caso que don
Quijote ha sabido que ese falso autor le ha situado, en su falsa "segunda parte",
visitando Zaragoza. Y así, para desmentirle, ha decidido no pisar esa ciudad y
encaminarse hacia Barcelona, donde se celebran unos torneos por San Juan.
FAUSTO.- Por lo que decís, parece que nuestro caballero prefiere a su autor primero
que a ese segundo.
JUAN.- No hay duda. Y se comprende…por que es su padre.
FAUSTO.- Su padre …¿Queréis decir su creador?
JUAN.- Eso digo.
FAUSTO.- Pero ese primer libro, ¿no trata de la historia real de un caballero que, por
muy loco que esté, no deja de ser una persona real?
JUAN.- De eso trata, pero dentro del libro.
FAUSTO.- ¿Acaso me estáis diciendo que lo de dentro del libro no se corresponde
con lo de fuera, con la realidad?…Bueno, después de todo, no sería tan extraño, no
son pocos los historiadores que nos engañan o se engañan.
JUAN.- No, no. Lo que os digo es que no hay realidad fuera del libro, del de don
Quijote, de éste o de cualquiera otro. Y no me hagáis hablar más. Bastante hemos
hecho con salirnos nosotros un momento para advertiros del cambio de rumbo del
caballero.
FAUSTO.- No os entiendo. ¿Saliros? ¿De dónde?
JUAN.- ¿De dónde va a ser? De la auténtica segunda parte de Don Quijote, que en
estos momentos está escribiendo don Miguel y que se publicará así que pasen cinco
años. Allá estamos, en el capítulo 59. Allá nos podréis encontrar. Y ahora, dejad paso.
FAUSTO.- Esto debe ser, sin duda, una broma literaria de las que se usan por aquí…
Bien, parece que los caminos se separan. El joven a Zaragoza…
BERNARDO.- ¿Quién va a Zaragoza?
FAUSTO.- Las justas literarias…¿Lo habéis olvidado?
BERNARDO.- Sí, olvidado, por completo. ¿Sabéis qué os digo? Que no me importa
la gloria de las letras, que no me importa la literatura… ni el ritmo, ni la rima, ni la
cesura, ni el estrambote…
FAUSTO.- ¿Con qué, pues, pensáis deslumbrar a vuestra dama?
BERNARDO.- Ah, no había caído. ¿De verdad se escribe para deslumbrar a las
damas?
FAUSTO.- ¿Para qué si no? A cierta edad y con el cuerpo sano, todo se hace por
gozar de las mujeres. Tengo un amigo que os podría dar mil lecciones sobre esto …y
sobre muchas otras cosas.
BERNARDO.- Presentádmelo. Tengo urgente necesidad de aprender.
Pequeño relámpago con su ridículo humo, que deja en tierra a Mefisto, todavía
vestido de camarero.
MEFISTO.- Aquí estoy. Y que nadie se extrañe. Vengo a poner un poco de orden.
Porque es de todo punto improcedente, jovencito, que un ciego como tú se deje
aconsejar por un tuerto como mi amigo.
BERNARDO.- ¡El camarero! ¡Qué divertido! Hicisteis a propósito lo del mosén,
¿no?
MEFISTO.- Nada es casual, hijo mío. Y el destino de las mentes estrechas es tropezar
con alguien que las ponga en remojo.
FAUSTO.- ¡Otra vez tú! Creía que debía de arreglármelas solo.
MEFISTO.- Sí, claro, pero…¿y el jovencito? No puedo dejarlo en manos de la
incompetencia.
FAUSTO.- (Ah, gran pervertidor)
MEFISTO.- (La vida es la gran pervertidora. Yo sólo señalo los accidentes del
camino).
BERNARDO.- Así que os conocíais…Pero vos no sois un…
MEFISTO.- No, por supuesto que no soy un sirviente. Siempre me he negado a ser
un sirviente, non serviam es el lema de mi familia. Precisamente esa tozudería mía
fue lo que determinó mi curioso destino…Pero puedo ser un buen consejero.
BERNARDO.- (a Fausto) ¿Es cierto eso?
FAUSTO.- He de reconocer que de algo me ha servido, (a Mefisto) y perdón por la
expresión. Aunque sólo sea para ver mundo.
BERNARDO.- Necesito ver mundo, necesito aprender, necesito tantas cosas…
FAUSTO.- ¿No habéis aprendido en los libros, señor estudiante?
MEFISTO.- (Mira quién habla).
BERNARDO.- He leído mucho, he estudiado mucho, pero…qué queréis que os diga,
toda teoría es seca.
FAUSTO.- Y verde es el árbol de la vida.
MEFISTO.- Depende. Eso de los colores es muy engañoso… Veamos, don Bernardo,
¿qué pretendes hacer con tu vida? A los veinte años el panorama suele presentarse
muy despejado. Vamos, defínete, muchacho, el mundo es tuyo.
BERNARDO.- (melancólico) ¿Qué hay en el mundo que merezca la pena, cuando el
arte y el amor, cada uno por su lado, se muestran inalcanzables?
MEFISTO.- ¿Inalcanzable? Qué palabra tan extraña. Todo se puede alcanzar, ¿no es
cierto, Fausto?
FAUSTO.- Sí, todo se puede alcanzar. Pero sigue, no te cortes, continúa. Explica al
muchacho el final…¿Qué ocurre cuando el deseo se satisface, cuando la ambición se
cumple?
BERNARDO.- ¡La felicidad!
MEFISTO.- (Hay que reconocer que, incluso para su edad, resulta bastante ingenuo).
Cuando el deseo se satisface…cuando la ambición se cumple…bueno, bueno, todo a
su tiempo. Esa lección no toca a los veinte añitos, sino más bien a los cuarenta…
Vamos, muchacho, decídete ya. Y no es necesario que pongas toda la carne en el
asador. Limítate a lo más próximo. ¿Cuál es tu deseo inmediato?
BERNARDO.- Mi deseo inmediato…Eso lo tengo claro: acompañar a don Fausto al
encuentro de don Quijote. Estoy seguro de que sabrá encontrar en ese poeta loco algo
que nadie ha sabido ver antes.
MEFISTO.- No lo dudes. El espíritu germánico cala muy hondo: donde vosotros solo
veis risas, él adivina llantos… En fin, si es eso lo que deseas, no hay problema.
BERNARDO.- Yo diría que sí que hay problema. Y es que nos lleva casi una jornada
de distancia…
MEFISTO.- Muchacho, ¿no sabes que estás ante un especialista en transportes
rápidos? Y además, con este cachivache que me he agenciado en el palacio de los
duques no podemos fallar.