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SILVINA OCAMPO LAS REGLAS DEL SECRETO Antologia Seleccién, prélogo y notas de MATILDE SANCHEZ FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO - BUENOS AIRES AFF | Pare I. SERIE DE LA CRUELDAD El primer libro de Silvina Ocampo, Viaje olvidado, es una colec- cién de cuentos de marcado tono impresionista, Editado por la revista Sur, merece la resefia dé su hermana. Con el gesto elocuente de primogénita ofendida, Victoria evoca ptiblicamente haberla sos- tenido durante la ceremonia de bautismo —acaso con el fin de legitimar sus correcciones a los’ recuerdos de la autora... “Estos recuerdos, relatados bajo forma de cuentos y mezclados de abun- dantes invenciones, habrian podido ser los mios; pero eran distin- tos, muy distintos de tono, muy distintos de decoupage’ —.* El viaje, cuya textura recuerda ciertos relatos de Katherine Mansfield, es hacia la infancia y narra el trabajo de la memoria. O mejor, cémo se construye la percepcién del pasado. ¢Cémo era percibido el mundo en el pasado? Esto determina el-uso intensivo de las mds diversas figuras retéricas, que diluyen tramas minimas, visiones fugaces y ambiguas, casi inasibles. Los libros siguientes despliegan en uma trama lo que en el Viaje era condensacién retérica del estilo —las inversiones del conceit de los metafisicos—. Dominada por el oximoron, incluso a partir de los titulos de algunos de sus libros, como Los dias de la noche 0 Lo amargo por dulce, las préximas tramas cuentan el pasaje de una situacién de origen a su reverso. En los cuentos de Ja crueldad, Ja historia gira en torno de la relacién entre personajes, en torno de un vinculo. Y precisamente ese vinculo es lo que queda puesto en cuestién por el desenlace. Este final suele consistir en una inversién, que generalmente da vuelta, en forma simétrica, la jerarquia inicial. Pero jerarquia no significa orden social: de hecho, todo orden social es “privatizado” por Silvina Ocasspo. Suprimida no sélo como representacién directa sino también come marco, no existe en Ja narrativa de Ocampo una categoria sociolégica de lo poli- tico. Lo que aparece en cambio es una pdlitica de las relaciones privadas, o el poder tal como se ejerce en los Jazos personales. Sin duda, esto obedece a la estética ‘del circulo cultural al que ella per- tenece,? tanto como a su proyecto narrativo. 2 Victoria Ocampo, en revista Sur, nttm. 35, 1937. 3 Sur, por una parte, y por la otra Borges y Bioy, que no pertenecen a la revista mas que como colaboradores ocasionales —y a menudo, involun- tarios—, son cultores fervientes de la especificidad literaria, contra las distin- 13 14 SERIE DLA CRUELDAD Relaciones de fuerza entre personajes, jerarquias y lugares en el mundo, entonces, a cambio de un orden social explicito. Y la dis- paridad de esas relaciones es Jo que salda el’ acto cruel. Quienes en esa escala estdn por debajo invierten las jerarquias o bien las liquidan, y esa es la historia que se cuenta... Venganzas por malas artes, “trabajos” de magia negra y maldades oblicuas que son la marca propia del arsenal femenino, de Ja otra ley. Cuerpos que odian o celan e-intervienen contra Jo que, en forma siempre arbi- traria, consideran injusto. “En los relatos de Silvina Ocampo hay un rasgo que no alcanzo” a comprender, ese extrafio amor por cierta crueldad inocente u oblicua; atribuyo ese rasgo al interés, al interés sorprendido que el mal inspira en las almas nobles. El presente, dicho sea de paso, acaso no sea menos cruel que el pasado, o que los distintos pasa- dos, pero sus crueldades son clandestinas.”* El reparo de Jorge Luis Borges, aunque perdido en el efusivo y sincero elogio éritico, revela la profunda incomodidad que estos cuentos provocaban al gusto clasico, e incluso al ideal estético de su autora, que advierté en ellos una propensién a la caricatura.’ En un comentario que no es de indole literaria sino moral, Borges concluye: “La crueldad es obscena en el sentido etimolégico de: la palabra.” La amistad incondicional tal vez impedia a Borges advertir hasta qué punto esa reflexién define estos relatos de Ocainpo. Entre la caricatura y la ironia, la venganza exhibe tanto la estrategia femenina como el cédigo superior y dominante de los hombres, en’ una doble critica de la ley y la trampa. éQué otros ptieden ocupar el casillero inferior? Sirvientes, porte- Tos, cocineros, ademas de las planchadoras, amas de Ilaves (“de muchas Ilaves”), modistas, enfermeras y criadas. El sexo no esté determinado mientras el personaje tenga un ‘oficio subalterho, su- jeto a los excesos de las jerarquias, fuera del circuito laboral. las corrientes del realismo sccial que alientan al grupo antagénico de Boedo. Tal disputa, tiene por marco la controversia literaria sobre realismo y van- guardia en Buenos Aires, en los afios treinta y cuarenta. 4 Silvina Ocampo, Faits divers de la terre et du ciel, antologia de rela- tos, Parfs, Gallimard. Prélogo de Jorge L. Borges e introduccién de Italo Calvino, | A42 4S Noemf Ulla, ob. cit. NOTA: ° I5 “Las esclavas de las criadas” cuenta la historia de una sir- vienta a quien las amigas de su patrona, gravemente enferma, tratan de seducir, a fin de que ebandone su empleo. El exceso de Jealtad determina que ella liquide a quienes han tratado de ale- jarla'de su ama. El relato deja abierta una profesién indefinida hacia abajo: las esclavas. de las criadas son las patronas, que a su vez tienen sirvientas, que son sus duefias, y asi sucesivamente ... El personaje subalterno. se veriga y reformula las jerarquias. Como en “La boda” y “El Arbol grabado”, este cuento relata la venganza transitiva de quien, por amor a otro; comete.el crimen que ese otro desearia cometer por odio. Venganza por exceso:de amor, en un juego de inversiones que va en sentidos multiples. "Yo me acerqué a darle un beso a mama y ella me dijo: ¢Sabés que Clarita se fue al cielo? [...] Me’sent{ tan sola, jTan sola en el mundo! Entonces actidi-al ultimo piso, donde se planchaba la ropa. All{ todas las personas estaban atareadas con los trabajos de lavar, planchar y limpiar. ;Esas mujeres no Horaban! Me acurru- qué ahi y me negué a bajar. ¥ creo-que alli empezé mi odio a la sociabilidad.” El testimonio consta en uno de los pocos materiales biograficos de Silviria. Por entonces, tiene apenas 9 afios. Se trata del recuerdo que rodea la’ muerte de una hermana. Silvina, que cuenta haber descubierto a su madre después de haber querido a varias nifieras, relata el lugar central del ultimo piso de la casa de Ia calle Viamonte, reservado a las empleadas domésticas, en la imaginacién infantil. De hecho, su primer poema fue un didlogo entre una modista y su maniqui, “wna especie, de pieza de teatro” que Silvina no-volvié. a encontrar, pero cuya es- tructura es retomada en-tantos otros relatos..’ Lejos de insinuar que la ‘educacién afectiva de Silvina, a cargo de esa pequefia cuadrilla de obreras domésticas, haya tenido una incidencia directa en su escriture, lo que socialmente se subordina puede adquirir ‘un papel central en la constitucién del deseo. Hay, en efecto, un reparto de “madres” que se convierten en guia exch yente de los personajes ferneninos y fundan dos universos imagi- narios bien diferenciados. La madre bioldgica, “alta” y culta, ge- nera la poesia de Ocampo y la narrativa de tono marcadamente .pyético, surcada por referencias literarias inobjetables, como los “relatos de las series de la ficcién y la memoria, mientras la madre * Noemi Ulla, ob, cit. 16 SERIE DE LA CRUELDAD sustituta, la madre “baja” y por oficio, quedaré para los cuentos del delito y la crueldad y los relatos de las transformaciones, donde se invierten las jerarquias. Pero el lugar del subalterno a menudo aparece ocupado por nifios. Ellos son otro punto de cruce de las series. Agentes de la crueldad, como en “La boda” o “La furia”, pero también de las transformaciones, en el prodigioso “Ulises” o en “La soga”, y de Ja imversién del tiempo, en Ja serie de la ficcién con “Irene” o “Porfiria Bernal’, los nifios tendrén un espacio de ficcién auté- noma en “La raza inextinguible”, utopia infantil y, a la vez, minia- tura, donde se identifican: perfeccién y pequefiez. Pero en la serie de la crueldad, ocurre que subalternos y mu- jeres se identifican con los nifios. Todos ellos pueden, ocupar el casillero inferior, pues “el mundo bajo” es el que tiene la mayor intensidad de deseo. Se trata de la fuerza de los débiles, para agregar otro oximoron en la busqueda ocampiana de un contrario en el interior de cada entidad. Asi lo demuestran los nifios perversos de “La hija del toro” y “El arbol grabado”, victimas inocentes de la crueldad de los adultos, mientras no se revele quién es en realidad el mds pode- roso, “idiotas” de la familia cuya ingenuidad finalmente resulta un ardid. deliberado. No menos idiota parece el marido de Ema Medina en “EL almacén negro”. Unico testigo de una situacién inculpatoria para ‘ su mujer y sus cufiados, el “tonto” calla, Es un criminal por omisién y el nombre de su esposa remite a “Emma Zunnz”, el re- lato de Borges donde una ficcién triunfa ante la justicia, por obra de su verosimilitud.’ El “El almacén”, sin embargo, la maquina- cién del marido permanece en la ambigiiedad, en un juego de com- plicidades con Ia lectura. El cliché, el lugar comin y las frases hechas. Es ley del deseo transgredir una ley, como los pecados capitales necesitan de las prohibiciones religiosas. Ley y prohibicién conforman un cédigo moral que Ocampo hace explicito en las frases hechas y los afo- rismos andénimos. Se trata del saber miscelaneo que se aprende en el piso de las planchadoras, en las trastiendas de peluqueria o en la labor compartida de las mujeres, Ese “saber de aparien- 7 Jorge Luis Borges, El aleph, Buenos Aires, Emecé, NOTAS 17 cia” rueda y se atesora por medio del chisme, por otra parte la forma mas baja del relato.* Esas sentencias morales ubican el relato entre la anécdota y el mero rumor. Cada uno de esos bloques minimos de supuesta verdad permiten al narrador apropiarse del “caso” que se cuenta. Constituyen su declaracién de principios, exponen su moral y dan crédito a sus juicios. Detenido momentaneamente el fluir del re- lato, en un cambio de ritmo que lo es también de sentido, el “caso” pasa rdpidamente a la primera persona de quien menciona el] afo- rismo, a un plano de subjetividad retérica, "El proverbio eleva la autoridad cultural de quien cita. Pero se trata, sin duda, de un procedimiento irénico: banales y superfluos, Ocampo los emplea con un sentido erftico que nunca implica la condena. El desenlace del relato irremediablemente pone a prueba estas “cApsulas” de sentido comin. “(na mujer debe amar a su marido por sobre todas las cosas, después de Dios, se entiende”, afirma la peluquera de “El asco”. Sin embargo, el final del cuento desmiente la creencia. Se puede amar un dia y odiar al siguiente... “Una habitacién con sus utensilios de trabajo no parece nada pero lo es todo en Ja vida de una mujer honrada”, sentencia la costurera de “Las yestiduras peligrosas’”. Pero la historia revela el horrendo poder de la moda y los designios poco honrados de la mujer coqueta. Confesién y secreto, “gCudnto tiempo hace que no pienso en otra cosa que en ti, imbécil, que te intercalas entre las lineas del libro que leo, dentro de la musica que oigo, en el interior de los obje- tos que miro? [,..] Pemsar de la mafiana a la noche y de la noche a la mafiana en tus ojos, en tu pelo, en tu boca, en tu voz, en esa manera de caminar que tienes, me incapacita para cualquier tra- bajo.” Quien lea “Carta perdida en un cajén” se preguntard qué cosa es el sentimiento amoroso, cuando su contrario, el odio, re- quiere el mismo estilo. Pues el odio, en esta carta cuyo destino timo se ignora, también obliga a las confesiones, al tt, a la evo- “cacién del objeto y sus formas odiadas y su fin ultimo, aunque § Sobre el chisme, véase “El relato indefendible", en; Edgardo Coza- rinsky, La casa del relato, Buenos Aires, Espiral, 18 SERIE DE LA CRUELDAD involuntario, segtin se comprueba, es también que el otro acceda a la felicidad. Junto al chisme y la anécdota transmitida oralmente, cartas y diarios son los géneros donde la tradicién confina Ja escritura femenina. De manera que, si, los personajes subalternos convierten toda historia en un relato privado, el género también los inscribe en las comunicaciones intimas. En un notable ensayo, Silvia Molloy sefiala que en Silvina Ocampo el uso frecuente de la exageracién .corroe la estructura y el lenguaje tradicionales del cuento, logrando una distancia defi- nitiva de cualquier realismo. Como quizds en ningtin otro relato, Ja exageracién se apodera de esta carta, una gradacién imposible de Ja intensidad de sentimientos, que ha comenzado por su punto més alto. Desde la primera linea, el lector conoce que la carta se dirige a una imbécil: el mensaje consiste en la reiteracién de ese epf{teto. Ello es soportable —diria atm mas, legible— en la medida en que el marco de tales denuestos es una carta intima, el ambito donde impera una subjetividad trastornada que lo vuelve todo verosfmil. ° La historia nos lleva a “Amada en el amado”, otro caso de pasién extrema. El exagerado impulso identificatorio entre los amantes, que los Ileva a deplorar el suefio pues implica la distan- cia, hace perderse a uno en el suefio del otro, en una sobreimpre- sidn de ambos que supone el aniquilamiento. La crueldad, en este relato, no excluye el transformismo; la metéfora de San Juan de la Cruz, que le da titulo, acabara convirtiéndose en real. Si bay crueldad es porque el amor aparece en Ocampo siem- pre asociado a elementos bajos. Es el generador por excelencia de pecados capitales, debido a que desborda facilmente en un exceso de intensidad. “Cuando pagaron y el paquete estuvo listo, se dirigieron a la Recoleta, al reparo del paredén del asilo de ancianos, donde se refugian los nifios que rompen faroles y los mendigos lavan su ropa en Ja fuente. Junto a un Arbol degenerado [...] ella abrié el pa- quete y sacé la bandeja de cartén donde brillaban un poco aplas- 9 Silvia Molloy, "Silvina Ocampo, la exageracién como lenguaje”, en revista Sur, mim. 320, 1969. Si, como afirma Molloy, la exageracién pone estos relatos siempre al borde de la verosimilitud, su encuadre subjetivo (el orden privado, los géneros intimos, el “caso clinico” que se cuenta) consti- luye su coartada narrativa. NOTA 19 tados ya, la crema, el merengue y el chocolate.” En un relato como “Los amantes”, el escenario es degradante, acorde a Jas activida- des de la pareja. La lectura roméntica es defraudada de inmediato: ja reemplaza el grotesco cldsico. El relato pone en relacién los pecados capitales, pues Ja gula aparece en forma alegérica para sefialar la lujuria. La forma de comer —o comerse— es un indice de intensidad. Amores asociados a la gula o a la lujuria, a los pecados capi- tales, erotismo degradado a la literalidad de comer al otro, como en “La peluca”, 0 como en “El crimen perfecto” y en “Mimoso”, de envenenar por amor. Amores, por Io tanto, que insintan la me- tamorfosis. De acuerdo con esta légica, entonces, el amor es un caso digno de mencién: la primera excepcién a las reglas de las apariencias y percepciones; de heché el caso mds enigmatico. O, para decirlo con la cursilerfa ambigua del personaje ocampiano, “¢Acaso amamos lo que nos da felicidad? El amor es un misterio.”

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