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Dito de abies Sergio Ramirez Retervados todos los derechos. De acuerdo a lo dspuesto en el ar. 534-bis, 3), del Cécigo Penal, pocrn ser castigados con paras cde muita y privacién de libertad quienes reproduzcan 0 plagien, en todo o en parte, ura obra Treraria, arsistica cieniea Fada en cualquier ‘ipo de soporte sina preceptiva autorizacion, (© Adela Coren y Ero Marines Nera, 19% © Esicones All S.A, 1996 Loe Barocas del ja ‘Apdo 400 Toren de Argos aid = pata “ele 656 56 11-6561 57 Fo 65548 (SON 04-40-0674. eps lem, 34366-1995 Impreso en Grefl SA Mosotes (ae) | | | | Trckeohe,_ gee, Ose Bi wQe ——— Etica Sgoukes Were hs Adela Cortina Emilio Martinez Navarro -algl SMtey Ce we ISL ee sco Uy Indice general 1. £1 Ambico de la filosofis practica ° L1. La Exiea como Filofofia moral, 9.11.1. La fica es indirectamente ormativa, 9. 11.2. Los saberes précticos, 10, L2. El término amoraly aguly ahora, 14.1.2. El téemino emeral» como sustantivo, [4.1.2.2 €) sérmino «mora como adjetivo, 18. 13. EI termine emoralidads, 19. 14, 8 término eétican, 21. L4.1. La Etica no es ni puede ser enettrals, 22 \ 2. Funciones de la ica, 2314.3. Los métodos propios dela Erica, 23, 1,5. El téemino «metaética», 27, IL. gn qué consiste lo moral? 29 ILL. Diversidad de concepciones morales, 29. I1.2. Distintos modos cde comprender lo moral, 30. 11.2.1. La meralidad como adquisicién de las virtudes que conducen a la felciéae, 31. 2.2. La moraidad del caricter indhvidval: una capacided para enfrentar la vida sin adesmorali- zaciéno, 34.11.23 La moraldad del deber Lo moral como cumpli +20 de deberes hacia lo que es fin en sf mismo, 36. 11.2.4. La moralided como aptitud para la solucin pactica de los conflctos, 37. 1.2.5. La rmoralidad como préctica solidara de las vitudes comunitarias, 38, 11.2.6. La moralidad como cumplimiento de princpios universaes, 3% TL3. Contraste entre el imbito moral y otros ambitos, 40. 113.1. Mora UL. wv. y derecho, 40.113.2. Moral y raligén, 43. 1.3.3. Moral y normas de trate social, 45. 113.4. Moral y normas de tipo técnico, 47 Breve historia de Ia ética TIL1. La divertidad de las teortas éticas, 51. 111.2. Eticas de Ia era det csorn, $3. 1IL2.1, Sécrates, $4, 1.2.2, Platén, $5, 11.2.3. Aristételes, 8. T1L2.4. E6cas del periodo helenistico, 62 Epicurelimo, 62 Estoicimno, 63) TIL. Las éticas medievales, 65 (Agustin de Tagaste, 65. Tomés de ‘Aquino, 67) TLS. Eeieas dele era de Ia xconclencan, 68. 11.3.1. El sentimiento mora Hume, 68,1013.2 Kant, 71. 1013.3.La ca material de is valores 76.11L3.4. El utilitarian, 78. 13.5. Las cas del movie miento socials, 80 (Socasme utdpica y anarquisme, 80. Maney el mar ism, 61) TILA. Edeas de a era del lengua, 84. IL.4.1, Netsche, 64 114.2. Emotivsmo, 91 IL4.3. Preserve, 92. IL4.4 €l formalism ialgico: as éticas procedimertales, 93, (John Rewis: a justia como immparcialdad, 94. La ética del discurso, 96) II.4.5. Comunitarismo, 99, Las clasificaciones éticas TV.L. Clasfcaciones éticas come estruccuras légieas de la accién moral, 105. 1V.2. Deseripcién o preseripeién como fundemento clas- featori, 106. 1V3. Eseas naturalisas y no-naturaitas, 108, 1V.4, Eek as cognitvstas y no-cognitivistas, 108, TV. eas de méviles y éx- «as de fines, 108, 1V.6. Ercas de bienes y de fines. 111. 1V.7. Eticas rmatarialesy écasformales, 111, TVS. fies sutancalsessy procedt- mentale, 113.1Vs Eeicas teleolégeas y deontolégias, 115. 1V.10. Es ‘as de a intenciony éticas dela responsabilidad, 116, 1V.L1- feicas de mméximos y étieas de minimos, 117. V. Argumentacién moral y fundamentacién ética ‘VeL. El lenguaje moral, 121. V1. Las tres dimensiones de las expresio- nes lingbisticas, 122. V1.2. Los enunciados morales come prescripciones, 123, V.2. Estrateglas de argumentacién moral, 125 V. - Fundamentar lo moral nos aleja del fundamentalismo, 130. V.4, Posiciones de rechazo 51 105 121 VL ‘fa trea de fundamentacién, 132. V4.1. El cienticismmo, 132. V4.2. & Racionalismo Criico, 136, V.43. Ei pensamiento débil 0 postmodemo (resindviduasme en una époce postmora), 137. V4.4. El enecentrisme ico como realidad irebasale, 138, V-S. Urgencla y dificultad de funda- smentar racionalmente una moral universal, [4 V5.1. Dos nociones de fundamentacién, 142. V5.2. Niveleslégcos de la necign de fundamento, 43, V5.3. Un ejemplo de fundamentacién de fa moral 145, fica aplicada Vi. dfn qué consiste la ética aplicada?, 151. VL. Tres modelos posibles, pero insuficientes, 152. VL2.1. Casuistical: El ideal deduct vo, 152. VI.2.2. Casuisticar2: Una propuestainductiva, 153, VII. Més alié dela deduccion y ia indecion: aplicacién del principio procedi mental dela ética discursiva, 156, VI-4. Propuesta de un nuevo mode lo de étiea apicada como hermenéutica critics, 158. VI4.1. Ei marco deortolégeo (Ei momento ekantianon). 188, VI4.2 Bia de las acti dades sociales (EI momento earistorélicox), 160. VI.43. Proceso de ‘toma de decisiones en casos concretos, |64. VIS. Algunos ambitos de Ia ética aplicads, 165. VLS.1. Bioética, 165. VI5.2. Gen-stica, 168, ‘VIL5.3. Etica de la economfa y de la empresa, 171, (ica econémica, 171, ica empresarial, 173). VIS.4. Etica ecoldgice, 175. VIS. Etica vy educacidn moral, 177. 151 I El ambito de la filosofia practica __ LI. LA ETICA COMO FILOSOFIA MORAL Este libro trata de la Etica entendida como aquella parte de la Filosofia que se dedica a la reflexién sobre ta moral. Como parte de la Filosofia, Ia Etica es un tipo de saber que intenta construisse racional- mente, utilizando para ello el rigor conceptual y los métodos de andlisis y explicacién propios de la Filosofia. Como reflexién sobre las cuestiones ‘morales, la Etica pretende desplegar los conceptos y los argumentos que permitan comprender la dimensién moral de la persona humana en cuanto tal dimensién moral, es decir, sin reducirla a sus componentes psicolégicos, sociolégicos, econdmicos o de cualquier otro tipo (aunque, por supuesto, la Etica no ignora que tales factores condicionan de hecho el mundo moral). Una ver desplegados los conceptos y argumentos pertinentes, se puede decir que la Etica, la Filosofta moral, habré conseguido dar raxén del fenémeno moral, dar cuenta racionalmente de la dimensién moral humane, de modo que habremos crecido en saber acerca de nosotros mis- mos, y, por tanto, habremos alcanzado un mayor grado de libertad. En definitiva filosofamos para encontrar sentido a lo que somos y hacemos; yy buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, dado que la falta de sentido la experimentamos como cierto tipo de esclavitud. 1.1.1. La Etica es indirectamente normativa Desde sus origenes entre los filésofos de la antigua Grecia, la Erica es un tipo de saber normativo, esto es, un saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es un saber que ofrece orientaciones para la accién, pero mientras esta sltima propone acciones coneretas en casos coneretos, la Erica ~como Filosoffa moral- se remon- ta la reflexién sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida moral, de modo que su manera de orien- rar la aceién es indirecta: a lo sumo puede sefalar qué concepcién moral es més raronable para que, 2 partir de ella, podamos orientar nuestros comportamientos. Por tanto, en principio, la Filosofia moral o Etica no tiene por qué tener una incidencia inmediata en la vide cotidiana, dado que su objeti vo iltimo es el de esclarecerreflesivamente el campo de lo moral. Pero seme- jance esclarecimiento sf puede servir de modo indirecto como orientacién, moral para quienes pretendan obrar racionalmente en el conjunco de la vida entera {Por ejempto: supongamos que alguien nos pide que elaboremos un «juicio Etico» sobre el problema del paro, o zobre la guerra, o sobre el abor:o, sobre cualquie: otra cuestiGn moral de las que estin en discusién en nuestra sociedad: para empezar, endr(amos que aclarar que en realidad se nos est pidiendo un juicio moral, es deciz, una opinion suficientemente meditada acerca de la bondad o malicia de las intenciones, actos y consecuencias que estén implicados en cada uno de esos problemas. A continuacién, deberia- ‘mos aclarar que un juicio moral te hace siempre a partie de alguna concep” cidn moral determinads, y una ver que hayamos anunciado cual de elias consideramos vélida, podemos proceder a formular, desde ella, el juicio moral que nos reclamaban. Para hacer un juicio moral correcto acerca de alguno de los asuntos morales cotidiancs no es preciso ser experto en Filosofia moral. Basta con tener cierta habilidad de raclocinio, conocer los principios basicos de lz doctrina moral que consideramos valida, y estar Informados de los pormenores del asunto en cuestidn. Sin embargo, el julio ico propiamente dicho serfa el que nos condujo a aceptar como vélida aguella concepeién moral que nos sirvié de referencia para nuestro juicio ‘moral ancerior- Ese juicio ético estard correctamente formullada ai es [a con: clusién de una serie de argumentosflossticos, sélidamente constmuidos, que rmuestren buenas razones para preferic la doctrina moral escogide. En gene ral, tal juicio ético esté al alcance de los especialistas en Filosofia moral, pero a veces también puede manifestarse con cierto grado de calidad entre |as personas que cultivan [a aficién a pensar, siempre que hayan hecho el esfuerzo de pensar los problemas perspectiva Jée Economia asia) Normativa) 12. EL TERMINO «MORAL» AQUI Y AHORA El rérmino «moral» se utiliza hoy en dia de muy diversas maneras, segiin los contextos de que se trate. Esta multiplicidad de usos da lugar a muchos malentendidos que aqui intentaremos evitar examinando los usos més fre- cuentes y estableciendo las distinciones que ereemos pertinentes. Para cempesar, obsérvese que la palabra «moral» se utiliza unas veces como sus- tantivo y otras como adjetivo, y que ambos usos encierran, 2 su vez, distin- tas significaciones segin los contextos. 12.1, Bl eérmino amoraly como sustantivo A) Se usa a veces como sustantivo («la moral», con mindseula y artf- culo determinado), para referirse a un conjunto de principios, preceptos, mandatos, prohibiciones, permisos, patrones de conducta, valores ¢ idea- les de vida buena que en su conjunto conforman un sistema més o menos coherente, propio de un colectivo humano concreto en una determinada época hist6rica, En este uso del término, la moral es un sistema de conte- nidos que refleja una determinada forma de vida. Tal modo de vida no suele coincidir totalmente con las convicciones y hibitos de todos y cada uno de los miembros de la sociedad tomados aisladamente. Por ejemplo, decir que los romanos de la época de la Repiiblica eran personas laborio- sas, austeras y combativas, no significa que no hubiera entre ellos algunos que no merecieran semejantes calificativos morales, ¥ sin embargo tiene sentido mantener esa descripcién general como sintesis de un modo de ser y de vivir que contrasta con el de otros pueblos y con lo que fueron los propios romanos més tarde, digamos, en el bajo imperio. La moral es, pues, en esta acepcién del término, un determinado modelo idea! de buena conducta socialmente establecido, y como tal, puede ser estudiado por la Sociologia, la Historia, la Antropologta Social y demas Ciencias Sociales. Sin embargo, estas disciplinas adoptan un enfoque netamente empitico. y 14 por lo tanto establecen un tipo de saber que hemos llamado «te6rico», mientras que la Etica pretende orientar la accién humana (aunque sea de tun modo indirecto), y en consecuencia le corresponde estar entre los saberes practices. B) También como sustantivo, el término «moral» puede ser usado para hacer referencia al cédigo de conducta personal de alguien, como cuando decimos que «Fulano posee una moral muy estricta» o que «Mengano care- ce de moral»; hablamos entonces del cédigo moral que guia los actos de vuna persona conereta alo largo de su vida; se trata de un conjunto de con- vicciones y pautas de conducta que suelen conformar un sistema més 0 menos coherente y sirve de base para los juicios morales que cada cual hace sobre los demas y sobre sf mismo. Esos juicios, cuando se emiten en condi- ciones 6ptimas de suficiente informacién, serenidad, libertad, ete, son lla- rmados a veces «juicios ponderados». Tales contenidos morales concretos, personalmente asumids, son una sintesis de dos elementos: a) el patrimonio moral del grupo social al que uno pertenece, y b) Ia propia elaboracién personal sobre la base de lo que uno ha here dado del grupo; tal elaboracién personal esté condicionada por cir cunstancias diversas, tales como ta edad, las condiciones socioeco- némicas, la biografia familiar, el temperamento, la habilidad para rmzonar correctamente, ete ‘Aunque lo tipico es que la mayor parte de los contenidos morales del cédigo moral personal coincida con los del eédigo moral social, no es for- 30 que sea asf. De hecho, los grandes reformadores morales de la huma- nidad, tales como Confucio, Buda, Sécrates o Jesucristo, fueron en cierta medida rebeldes al cddigo moral vigente en su mundo social Tanto la moral socialmente establecida como la moral personal son realidades que corresponden a lo que Aranguren llamé «moral vivida» para contraponerlas a la «moral pensada», de la que hablaremos a conti- C) A menudo se usa también el término «Moral» como sustantivo, pero esta ver con maysscula, para referitse @ une . Por ej, se dice que tal © cual com- portamiento ha sido inmoral, mientras que tal otro es un comportamiento realmente moral. En este sentido es usado como término valorativo, porque significa que una determinada conducta es aprabada 0 reprobaday aqui se est utilizando «moral» ¢ «inmorale como sinénimo de moralmente «corrector € incorrécto». Este uso presupone la existencia de algtin e6digo moral que sitve de referencia para emitir el correspondiente juicio moral. Ast, por ej, se puede emitir el juicio «la venganca es inmoral» y comprender que semne- jante juicio presupone la adopcién de algiin e6digo moral concreto para el que esta afirmacign es valida, mientras que otros eédigos morales ~digarnos Jos que aceptan la Ley del Talién-, no aceptarfan la valides de exe juici. B) «Moral» como opuesto a vamorals. Por ej, la conducta de los ani- males ¢s amoral, esto es, no tlene relacién alguna con la moralidad, pues- to que se supone que los animales no son responsables de sus actos. Menos atin los vegetales, los minerales, 0 los astros. En cambio, los seres humanos que han alcanzado un desarrollo completo, y en la medida en que se les pueda considerar «dueios de sus actos», tienen una conducta moral. Los términos «moral» y «amoral», asf entendidos, no evalian, sino que describen una situacién: expresan que una conducta es, 0 10 es, sus ceptible de calificacién moral porque retine, o no retine, los requisitos indispensables para ser puesta en reliein con las orientaciones morales 18 (normas, valores, consejos, ete.). La Exica tiene que dilucidar cudles son coneretamente esos requisitos o criterios que regulan el uso descriptivo del rérmino «moralidad». Esta es una de sus tareas principales, y de ella hablaremos en las paginas siguientes. Sin duda esta segunda acepcién de moral» como adjetivo es més bésica que la primera, puesto que s6lo puede ser calificado como «inmoral> 0 como «moral» en el primer senti- do aquello que se pueda considerar como «moral» en el segundo sentido, Ue esei= Guclvs RcAyteieed sos que interesan Gita aNie| als bxica JA) «morals frente a &inmorai» 3) «morals frente a amoral 1.3. EL TERMINO «MORALIDAD» 'A) Aunque el término «moralidads se utiliza a menudo como referente de algtin c6digo moral concreto (por e}., cuando se usan expresiones como adudo de la moralidad de tus actos» o «Fulano es un defensor de la morali- dad y las buenas costumbrese), este término también es utilizado con otros sentidos diferentes, de los cuales vamos destacar otros dos: B) Por una parte, se distingue «moralidad» frente a otros fenémenos manos como «legalidad», «zeligiosidad», etc. En muchos contextos se usa el término «moralidad> para denotar ese dimensign de la vida humana a [a que mas arriba nos hemos referido como «lo moral»: se trata de esa forma comin a las diversas morales coneretas que nos permite reconocerlas como tales a pesar de la heterogeneidad de sus contenidos respectivos. En este sentido, «moralidad» serfa sindnimo de «vida moral» en general Morales ha habido muchas a lo largo de la historia, y hoy en dia es evi- dente la existencia de una pluralidad de formas de vida y de eédigos dis- tintos coexistiendo—no siempre conviviendo— en el seno de nuestras com plejas sociedades modernas. Sin embargo, pese a le diversidad de contenidos, puede rastrearse lo moral o la moralidad en una serie de rasgos ‘comunes a las distintas propuestas morales. {Qué rasgos son ésos? En una primera aproximacién, podemos decir lo siguiente: ‘© Toda moral cristaliza en juicios morales (+esa conducta es buena», caquella es una persona honrada», «ese reparto ha sido justo», «no debes agredir al préjimo», exc.) 9 Los juicios morales correspondientes a morales distintas presentan ciertas afinidades: —En el aspecto formal, os juicios morales hacen referencia a actos libres, responsables e imputables, lo cual permite suponer en noso- t10s, os seres humanos, una estructura biopsicolégica que hace posi- ble y necesaria la libertad de eleccién y la consiguiente responsabi- lidad ¢ imputabilidad: una «moral como estructuras en términos de ‘Aranguren, también llamada «protomoral> por D. Gracia. — En cuanto al contenido, los juicios morales coinciden en referir- se a lo que los seres humanos anhelan, quieren, desean, necesi- ran, consideran valioso o interesante. Sin embargo, es conve- niente distinguir entre dos tipos de juicios segén el contenido: los que se refieren a lo justo y los que tratan sobre lo bueno. Los primeros presentan un aspecto de exigibilidad, de autoobligactén, de prescriptividad universal, etc., mientras que los segundos nos muestran una modesta aconsejabilided en referencia al conjunto de la vide humana. Estos dos tipos de juicios no expresan nece- sariamente las mismas cosas en rodas las épocas y sociedades, de modo que cada moral concreta difiere de las demés en cuanto al modo de entender las nociones de lo justo y de lo bueno y en el orden de prioridades que establecen en cada una. ‘Vemos, pues, que la moralidad es un fenémeno muy complejo, y que por cello admite diversas interpretaciones; pero no debemos perder de vista el hecho de que tal variedad de concepciones morales pone de manifiesto la ‘A) Come sinénimo de «moraly en el tentide de una concepecién moral con- creta (cBs0 es una inmoralidady = «Eso no es moralmente correcton [sogin determinado cédiga}). '8) Como sinénimo de «le moraln: una dimensién dela vida humana identifi- cable entre otras y no reducsible a ninguna otra (la vida moral, tal como se manifieta en el hecho de que emitimos juicios morales, hecho que nos remice a la exstencia de ciertas estructuras antropoléglcas y a cfertas tra diciones culeuraes). ica de raiz hegeliana entre emoralidad» y 20 cexistencia de una estructura comsin de los juicios en que se expresan, y que ‘esta estructura moral comiin escé remitiendo a un émbito particular de la vida humana, un émbito distinto del juridico, del religioso, 0 del de la mera cortesta social: el dmbito de la moralidad. ©) Por otra parte, se le ha conferido al termino «moralidad» un sentido netamente filoséfico (segtin una distincién acuftada por Hegel), que con- siste en contraponer «moralidad» a «eticidad». Este altimo sentido seré explicado mas adelante, en relacién con las clasificaciones éticas. 1.4, EL TERMINO «ETICA» ‘A menudo se utiliza la palabra xética» como sindnimo de lo que ante- tiormente hemos llamado «la moral», es decir, ese conjunto de principios, normas, preceptos y valores que rigen la vida de fos pueblos y de los indivi- ‘duos. La palabra «ética» procede del griego ethos, que significaba origina riamente «morada», «lugar en donde vivimos», pero posteriormente pass a significar «el cardicter», el «modo de ser» que una persona o grupo va adqui- riendo a lo largo de su vida. Por su parte, el érmino «moral» procede del latin «mos, moris», que originariamente significaba «costumbre», pero que luego pasé a significar también «cardcter» 0 «modo de ser». De este modo, «ética» y «moral» confluyen etimol6gicamente en un significado casi idén- rico: todo aquello que se refiere al mado de ser o carécter adquirido como resul- tado de poner en prictica unas costumbres o habitos considerados buenos. Dadas esas coincidencias etimolégicas, no es extrafio que los términos «moral» y «ética» aparercan como intercambiables en muchos contextos cotidianos: se habla, por ej, de una «actitud ética» para referirse a una acti- tad «moralmente correcta» segin determinado cédigo moral; 0 se dice de un comportamiento que «ha sido poco ético», para significar que no se ha ajus- tédo a los patrones habituales de la motal vigente. Este uso de los términos ética» y «moral» como sinénimos esté tan extendido en castellano que no vale la pena intentar impugnarlo. Pero conviene que seamos conscientes de que tal uso denora, en la mayoria de los contextos, lo que aqui venimos lla- mando «la moral», es decir, la referencia a algin cédigo moral concreto. ‘No obstante fo anterior, podemos proponernos reservar ~en el contex- to académico en que nos movemos aqui- el término «Etica»* para referir- « Adoptamos aqu la canvencién de esrbie el temino «Eticar con mayisesla cuando nos teferimos ala dstiplina flossfica en genera, y excribelo con mindscula cuando hable- ‘mes de alguna teoraética en particular (Erica kantiana, et) 2 nos a la Filosofia moral, y mantener el término «moral» para denotar los distintos cédigos morales concretos. Esta distincién es dtil, puesto que se trata de dos niveles de reflexién diferentes, dos niveles de pensamiento y lenguaje acerca de la aceién moral, y por ello se hace necesario utilizar dos términos distintos si no queremos caer en confusiones. Ast, Ilamamos «moral» a ese conjunto de principios, normas y valores que cada genera- cin transmite a la siguiente en la confianza de que se trata de un buen legado de orientaciones sobre el modo de comportarse para llevar una vida bbuena y justa. Y lamamos «Eticae a esa disciplina filoséfica que constituye una reflexign de segundo orden sobre los problemas morales. La pregunta bsica de la moral serfa entonces «qué debemos hacer’, mientras que la ‘cuestién central de la Etica serfa més bien «por qué debemos!», es decir, «iqué argumentos avalan y sostienen el cédigo moral que estamos acep- tando como gufa de conducta’» 14.1, La Etica no es ni puede ser «neutral» La caracterizacién de la Etica como Filosoffa moral nos conduce a subra- yar que esta disciplina no se identifica, en principio, con ningiin oédi rrorldeterminado. Ahora bien, ert no significa que permanetea set, tral> ante los distintos e6digos morales que hayan existido o puedan existix. No es posible semejante «neutralidad> o «asepsia axiolégica», puesto que los métodos y objetivos propios de la Etica la comprometen con ciertos valores y la obligan a denunciar a algunos eddigos morales come «inco- rrecios», 0 incluso como «inhumanos», al tiempo que otros pueden ser rea- firmados por etla en la medida en que los encuentre «razonables», «reco rmendables» o incluso «excelentes». Sin embargo, no es seguro que la investigacién ética pueda levarnos a recomendar un nico cédigo moral como racionalmente preferible. Dada la complejidad del fenémeno moral y dada la pluralidad de mode los de racionalidad y de métodos y enfoques filoséficos, el resultado ha de ser necesariamente plural y abierto. Pero ello no significa que la Etica fracase en su objetivo de orientar de modo mediato la accién de las per- sonas. En primer lugar, porque distintas teorfas éticas pueden dar como resultado unas orientaciones morales muy semejantes (la coincidencia fen ciertos valores basicos que, aunque no estén del toda incorporados a ta moral vigente, son justificados como validos). En segundo lugar, por que es muy posible que fos avances de la propia investigacién ética lle- guen @ poner de manifiesto que la misién de la Filosofia moral no es la justificacién racional de un tinico cédigo moral propiamente dicho, sino ids bien de un marco general de principios morales basicos dentro del 2 cual puedan legitimarse como igualmente vélidos y respetables distintos cédigos morales més o menos compatibles entre sf. EI masco moral gene~ ral sefialarfa las condiciones que todo cédigo moral concreco tendrfa que ‘cumplir para ser racionalmente aceptable, pero tales condiciones podri- an ser cumplidas por una pluralidad de modelos de vida moral que riva- lizarfan entre si, manteniéndose de este modo un pluralism moral més © menos amplio. 14.2. Funciones de la Etica ‘A nuestro modo de ver, corresponde al rar qué es lo moral, cudles son sus rasgos especificos; 2) findamentar la mora- lidad, es decir, eratar de averiguar cules son las razones por las que tiene sen- tido que los seres humanos se esfuercen en vivir moralmente; y 3) aplcar a los distintos émnbitos dela vida social los resultados obtenidos en las dos pri- rmeras funciones, de manera que se adopre en esos émbitos sociales una moral cxtica (es decir, acionalmente fundamentada), en lugar de un cédigo moral dogmaticamente impuesto 0 de la ausencia de references morales. ‘A lo largo de la historia de la Filosofia se han oftecido distintos modelos éticos que tratan de cumplir las tres funeiones anteriores: son las teor‘as éticas. La ética aristorélica, la utilitariste, la kantiana o la discursiva son buenos ejemplos de este tipo de teorias. Son constructos filoséficos, gene- ralmente dotados de un alto grado de sistematizacién, que intentan dar cuenta del fenémeno de la moralidad en general, y de la preferibilidad de ciertos e6digos morales en la medida en que éstos se ajustan a los princi- pos de racionalidad que rigen en el modelo filoséfico de que se trate. De le cexposici6n de las algunas de las teorfas éticas més relevantes nos ocupare- mos en un capfculo préximo, ica una triple funcién: 1) acla- 14.3. Los métodos propios de la Etica La paldbra «métodor (del griego methodos, camino, via), aplicada a ‘cualquier saber, se refiere primariamente al procedimiento que se ha de seguir para establecer las proposiciones que dicho saber considera verdade- 105, 0 al menos, provisionalmente aceptables (a falta de otras «mejores») Distintos métodos proporcionan averdades» distintas que a veces incluso pueden ser contradictorias entre si, de modo que la cuestién del mérodo seguido para establecerlas cobra una importancia capital, si es que se quie~ re aclarar un determinado émbito del saber. {La cuestin del método no es una cuestién que s6lo interese a los investi- adores profesionales de les distintasdisciplinas ciencificas y filosdficas, sino 2B que también se reese Ia vide cotidiona, Por ejemplo, supongamos la siguiente conversacién entre Ana (A) y Bruno (B): " pons ‘Ac—Brano, pad le acaban de concedes el premio Nobel B: — yest segura, como lo sabes! He pasado rod i noche sotando que hoy cours B: “7 s6lo con haberlo sadn ya ests segura de que es certo? Vamos ‘Ana, teres una persona razonable, 7 stbes que no baste con stor alge para drt por ct, No has ofdo hablar dela inuicién femenina! Me fio mucho de mis Propiascorazonaday yest ver tengo na muy fuerte de gue hoy fe conceden ese premio a tu padre. ” B; Yoo entoy en contra de gue ‘eng todas Ins coraonadas que que rah tengo muy buena opini de ia inticcn femenin, pete ets: Tas de acuerdo conmigo en gu lor sutton las coraronade no von el tet adccundo par estar seguro de lo que queramos saber ‘As—Bueno por supuesto que hay gus tucat oes erodes pra confrmar gue efectvamente ha currido lo que experbay, ots incu s Tos, eros mézodos desmienten mi corezonada,seguré al epera de que nero expe Toque sueSo se cumple: nena pasado ote veces B: Al menos has admutido que se noceitan otro coos ue eos ores métodes no confrman tu cormonada, aunque sea Por a momento, te ves obligates frat o gues desea medion els ‘ArSide accerdo, hacen fle ores métados pare conismar ung tao. ‘macin, aif que yo puedes compat el peigdioo sintonisar la aalo y.verds como yo ten‘a razén...) En cuestiones de Erica, como en cuestiones de Filosofia en general, es vital que el filésofo avale las afirmaciones que propone con una clara ‘exposicién del método que esté utilizando para establecerlas, aunque lamentablemente abundan quienes juegan a las corazonadas y no se atie- fen minimamente al rigor de los métodos razonables; estos personajes suelen acusar de dogmaticos a quienes se atienen a un método determi- nado; pero no podemos menos que preguntarnos si no seré mucho mas dogmético decir cualquier cosa que a uno se le ocurra sin atenerse a método alguno. Porque dogmatizar es inmunizar cualquier afirmacién frente a la critica racional, y es0 es precisamente lo que hace quien pres- inde de todo método: puesto que no reconoce las reglas de juego de los ‘métodos razonables, sus afirmaciones son mera palabrerfa que aspira a ser aceptada de un modo acrico por simple peruasién retsriea. En camblo, quien se atiene a un método determinado en sus investigaciones y expo- he con clad lo procedimientosutlisados pera afimat lo que afte zo se comporta dogméticamente, sino todo lo contratio: pone sus cartas boca arriba exponiéndose a la critica argumentada de los demés, y posi- bilitando de este modo la deteccién de errores, inconsistencias y cuales- quieza otros fallos que puedan contener sus afirmaciones. Ast pues, es pre- 24 ciso adoptar métodos rigurosos si se quiere hablar en serio en cualquier mbito del saber. ‘Ahora bien, en el dmbito filoséfico existen una multiplicidad de méto- dos distintos, comespondiences a otras tantas maneras diferentes de entender la misién de la Filosofia y su lugar en el conjunto de las actividades huma- nas. Por nuestra parte, entendemos que el saber flos6fico tiene como misién expresar por medio de conceptos los contenidos que ottos modos de saker expresan de otras maneras: pléstica e intuitivamente (el are) o representa tivamente (la religién). La Filosof‘a tiene la misién de aclarar y justificar racionalmente las pretensiones humanas de acceder a la verdad, al bien ya la belleza. En otras palabras, la Filosofia, en iltima instancia, tiene que poner de manifiesto si tiene sentido, 0 no, que prosiga el esfuerzo hurmano por alcanzar algo que merezca propiamente los nombres de «verdad», de bien» y de «belleza», cuyo significado tiene que desentrafar ella misma, Esta pretensién de aclarar [as cuestiones relativas a lo verdadero, a lo bueno ya lo bello, es una pretensién de universalidad que constituye uno de los 1asgos clésicos de la Filosofia frente a las sciencias particularess; en efecto, cada una de éstas (tanto las formales -Matemiticas-, como las naturales “Fisica, Biologia, ete, como las sociales ~Hiscoria, Sociologta, etc.~) cons- tituye un 4mbito muy delimitado del saber, y no puede traspasar sus limites en cuanto al objeto y método de estudio sin propasarse en sus atribuciones. En cambio, la Filosoffa aspira a dar cuenta de la totalidad de lo real -lo ver- dadezo y lo bueno~ aunque s6lo en el nivel de los principios Es verdad que esta pretensién universalista ha sido puesta en duda por algunas corrientes del pensamiento contempordneo, concretamente por las corrientes posmodemas, que acusan a la tradicién filoséfica de Occidente de encarnar «el mito de la razén total», esto es, de adoptar un modelo de raz6n que pretende comprenderlo todo més allé de las contingencias espa- cio-temporales. Dichas corrientes posmodernas han calificado a la tradi- cin universalista de «totalizantes e incluso de «totalitarian, al tiempo que abogan por un tipo de racionalidad «fragmentaria», ocupada en compren- der las cosas en su contexto especifico sin Snimo de formular principios que pretendan valides universal y necesaria, puesto que éstos, supuestamente, se situarfan mis alld de Ia historia’. Sin embargo, a pesar de tales criticas, Cf. A. Weller, «Zur Daleks von Moderne und Postmoderne» en Zar Dilek oon Moderne und Postmodere, Frafrt, 1985, pp. 48-114; G. Vattimo, Las avenanas de a dife- rencia. Pensa deiputs de Nietesche y Hedegte, Barcelona, 1986; El finde la moderidad Nihilsme 9 hermenduticaen le clsena posmoderns, Barcelona, 1986. 25 cereemos que existen buenas razones para mantener y prolongar la concep- cidn occidental de la Filosofia a través de una concepcién que podemos lla- mar «Filosofia de la Modesnidad Critica», que sostiene Ia viabilidad de considerar que el objeto de la Filosofia es lo verdadero, lo bueno y lo bello, y por tanto, la forma Iégica que corresponde a la Filosofia es la de la uni- versalidad. Hegel observ6 que también el arte y la religiSn son formas de saber que expresan contenidos universales, pero lo hacen a través de una forma intui- tiva 0 representativa, mientras que lo peculiar de la Filosoffa es expresar los contenidos universales de un modo conceptual. La forma del saber filoss- fico es el concepto, Esta forma puede parecer algo muy débil y alejado de la vida frente a la fuerza arrolladora que puede revestir el arte (con sus meté- foras) y el sentimiento religioso (con sus narraciones y ritos); sin embargo, aun concediendo que es inevitable que el concepto se encuentse més ale- jado de la vida que la metéfora’ o que la narracién religiosa, también hay ‘que notar que el concepto presenta otras ventajas: posibilita la argumenta- cidn y la critica, evitando el riesgo de dogmatismo, En efecto, i el dogmatismo consiste en inmunitar determinadas afirma- ciones o prescripciones, haciendo depender su valor de verdad o valides, 0 bien de la autoridad, 0 bien de la presunta evidencia (arbitraria), o bien de su conexidn con los sentimientos, 0 bien de su eardeter metaférico, enton. ces es posible dogmatizar esas afirmaciones 0 preseripciones recurriendo a €308 parapetos, con los cuales se pretende evitar todo esfuerzo de argumen- tacién y toda posible critica. Pero lo opuesto al dogma es el argumento, a pesar de las opiniones de los criticos de la racionalidad occidental, a la que acusan de totalitarismo. No hay totalitarismo en exigir argumentacién seria y critica razonada. Es totalitario, sin embargo, el dogmatismo de la mera atoridad, el de las presuntas evidencias (no las evidencias racionalmente necesarias), el de las emociones o el de las mevéforas. Si se afirma que no existe una forma de saber racional intersubjetivo, argumentable, producto de una racionalidad comin a todo ser humano, entonces se esté afirmando que el dogmatismo no se puede superar. Pero entonces, esta misma conelu- sin invalida ~por dogmstico- todo lo que afirmen los que defienden tal cosa. Por ello afiemamos que la Filosofia trata de expresar contenidos “Cf. J. Habermas, sLa flosofia como vigilance eincérpretes en Conciencia moral yacién comunicativa, Peninsula, Barcelona, 1985, pp. 930. "Sobre esto es inceresante recordar lo que dice F Nietsche en su opéseulotitelado Sobre verdad y mentra en sentido extmoral % ] uuniversales a través de una forma que se pretende universal, es decir, pre~ tende establecer argumentativamente unos principios universales (de carécter muy general, pero orientadores del conocimiento y de la accién) que puedan aspirar a ser comprendidos y aceptados por todos. La comuni- cabilidad constituye la rate de la raz6n y, por tanto, también de la Filosofia, como muestran claramente las aportaciones de Kant y de la teotia de la accién comunicative’ ‘Ahora bien, aunque filosofar consista en argumentar, cabe plantearse el problema de cual sea el mejor argumento. Segiin Hegel, el mejor argumen- to serfa el que pudiera dar cuenta ldgicamente de un mayor némero de datos. De abt que, a le hora de investigar los métodos propios de la ética, habremos de reconocer que existen tantos como métodos filos6ficos. Es decir, que deberiamos contar, por ejemplo, con el método empirico-racional (disefiado por Arist6teles y asumido por ios fildsofos medievales), los méto: dos empirista y racionalista (nacidos en la Edad Moderna), el método tras- cendental (creado por Kant), el método absoluto (de clara procedencia hege liana), el método dialéctico-macerialista (acuRado por Marx), el peculiar método nierzicheano, el método fenomenolégico (creado por Husser! y apli- cado a la ética por Scheler y Hartmann), el método del andlisis del lenguaje (dentro del cual cabria contar con el intuicionismo de Moore, el emotivis- mo de Stevenson y Ayer, el prescriptivismo de Hare, o el neadescriptivis- mmo, representado ~entre otros~ por Ph. Foot) y més recientemente el méto: do neocontractualsta (representado de modo eminente por J. Rawls). LS. EL TERMINO «METAETICA® Los representantes de la filosofia analitica introdujeron a mediados del siglo XX una nueva dstincién en el seno de los saberes que versan sobre la praxis moral: la distinetn ensre la Brieay la Metaética. El térmaino «mera- rica» serfa sindnimo ~para estos autores de «andlisis del lenguaje moral», mientras que el término «ética» servirfa para expresar lo que aqui hemos venido llamando «la morale, es decir, las eoncepciones morales concretas que adoptan los grupos e individuos para orientar sus comportamientos. Sin embargo, no parece acertada esta distincién porque en ella se establece una seria limitacién para la Filosofia moral (que ellos laman ametaética») al * easel Kent, Crea dela raz pura, A 820, B 848. 7 ‘cizcunseribir su tarea exclusivamente al andlisis de las expresiones morales aunque ese andlisis es muy titi como instrumento para la reflexiGn ética. Por nuestra parte, creemos que el término «metaética deberia ampliar su “Ambito temético. Siguiendo las sugerencias de A.M. Pieper y otros, propone- mos entender por «metaérica» un metalenguaje ccupado en dilucidar los pro- blemas ranto linglisticos como epistemolégicos de la ética. La metaética seria tun modo de reflexién y de lenguaje, centrado sobre el modo de reflexién y len- ‘gusje éticos, cuya cientificidad, suficiencia, caracteres formales, situacién epis- temolégica, etc. deberfa tratar de diseernit. La reduccién al andlisis def lengue je ético desvireia las funciones que podria cumplir una auténcica metaética’. Toda Ia Filosofia moral lentendida como andlisis it lenguaje moral an | Concepciones morales |ée la vida cotidiana Concepeiones morales de la vida cotidiana BIBLIOGRAFIA ARANGUREN, JL, Buca, en Obras completa, vol H, Totes, Madeid, 1994, CComtina, A. Erica minima. Invoducién ala fleofiaprcrica,Tecnos, Madd, 1986. GRACIA, D, Furdamentes de Bioética, Eudema, Made, 1988, HABERMAS, J Concienciz morly ccc comuaicave, Peninsula, Barcelona, 1985, FHiseRo, J, Problemas del ends dl lnguaie moral, Tecnos, Macti, 1970. Hostat, A. Baca vol Los awores 9 st crunstancis, Universidad Pontificia de Comillae, Madrid, 1994 MUCUBRZA, J, La raxén sn esperanza, Taurus, Madrid, 1976. laren, A.M. Excay morl. Una inroducnn ala fife rca, Crea, Barcelona, 1990. SavaTeR, Fy Inuizacion ela ica, Anagrama, Barcelona, 1982. * Che, por ey AMM. Pieper, tia y Moral. Una introduecién « la flosofa préctica, Barcelona, Cetiea, 1990, pp. 69-72. I zEn qué consiste !o moral? ILI. DIVERSIDAD DE CONCEPCIONES MORALES En el capitulo anterior Ilamabamos «concepeién morals, en general, a cualquier sistema mas o menos coherente de valores, principios, nortnas, pre- ceptos, actitudes, ete. que sirve de orientacién para la vida de una persona o grupo. Todos adoptamos una determinada concepcin moral, y con ella «fun- cionamos»: con ella jusgamos lo que hacen los demas y lo que hacemos noso- tos mismos, por ella nos sentimos a veces orgullosos de nuestro comporta- imiento y otras veces también pesarosos y culpables. A lo largo de la vida, las personas pueden adoptar, o bien una sola bien una sucesion de concepcio- nes morales personales; si no nos satisface la que tenfamos hasta ahora en align aspecto, podemos apropiamos de alguna otra en todo 0 en parte; y esto tantas veces como lo creamos conveniente. Salvo que hayamos nacido en el seno de una tribu aislada del resto del mundo, podemos conocer otras tradi- ciones morales ajenas a fa que nos haya legado la propia familia, y a partir de ‘ahi podemos comparar, de modo que la concepcién heredada puede verse modificada e incluso abandonada por completo. Porque en realidad no exis, te una tnica tradicién moral desde la cual edificar la propia concepcién del bien y del mal, sino una multiplicidad de tradiciones que se entrecruzan se renuevan continuamente a lo largo del tiempo y del espacio. ‘Ahora bien, todas las concepciones morales ~cada una de ellas~ contie- nen algunos elementos (mandatos, prohibiciones, permisos, pautas de con- ducta) que pueden encrar en contradiecién -al menos en aparente contra- diccién- con los de otras concepciones morales diferentes, Algunos pueblos than permitido la ancropofagia, mientras que otros la prohtben tajantemente; 29 ‘otros han practicado sacrificios humanos, muchos han permitido la esclavi- tud, y en nuestros dias, por seguir poniendo ejemplos, hay gran disparidad cen ef modo de entender el papel de la mujer en la sociedad y en otras muchas cuestiones morales. Sin embargo, cada tradici6n, cada concepcién moral, pretende que su modo de entender la vida humana es e! modo més adecuado de hacerlo: su particular manera de orientar a las personas se pre- senta como el mejor camino para ser plenamente humanos. En este punto ces donde surge la gran pregunta: (Bs posible que toda concepeién moral sea igualmente valida’, {Es indiferente adopter una u otra, en caso de poder ele- gic), {Existen criterios racionales para escoger, entre distintas concepciones morales, aquella que pudiéramos considerar como «la mejor», la mas ade cuada para servir de orientacién a lo largo de toda la vida? Para responder a esas preguntas sin caer en una simplificacién estéril hhemos de ir paso a paso: en primer lugar, abordaremos la compleja cuestién de en qué consiste la moralidad, es decir, qué rasgos especificos comporta la dimensién moral frente a otras dimensiones de la vida humana; para ello hhabremos de recorrer algunas de las principales reflexionesfiloséficas que se hhan elaborado hasta la fecha. En segundo lugar, dichas reflexiones, junto con las que ya hemos expuesto en el capitulo anterior, nos llevan una y otra vez a ‘una importante distincién conceptual entre fa forma y el contenido de las con- cepciones morales, de modo que afirmaremos que la universalidad de lo moral pertenece a la forma, mientres que los contenidos est sujetos @ varia ciones en el espacio y en el tiempo, sin que esto suponga que todas las mora- les posean la misma validez, puesto que no todas encarnan la forma moral con el mismo grado de adecuacién. En tercer lugar, habremos de examinar los eriterios racionales que cada filosoffa propone para discemir cudles de las propuestas morales encarna mejor la forma moral, y de este modo estaremos en condiciones de sefialar algunos rasgos que debe reunir una concepcién moral que aspire a la consideracién de razonable, pero sobre todo estaremos ‘en condiciones de mostrar la carencia de validez de muchas concepciones ‘morales que a menudo pretenden presentarse como racionales y deseables. En el presente capitulo sélo abordaremos el primero de los pasos que hemos ‘apuntado: trataremos de responder a la pregunta jEn qué consiste la morali- dad? Las restantes cuestiones serdn abordadas en los capitulos posteriores. 1.2, DISTINTOS MODOS DE COMPRENDER LO MORAL Determinar en qué consiste lo moral o la moralidad (no esta o aquella doctrina moral, sino el fenémeno moral en general) constituye el primer 30 problema de la Erica y, a nuestro juicio, tal ver la tarea més compleja. A lo largo de la historia de la filosofia han ido surgiendo diferentes concepcio- nes de la moralidad, fruto de enfoques filossficos distintos. Cuando la file softa antigua y medieval centraban sus reflexiones en la nocién de ser, le moralidad era entendida como una dimensién del ser humano, la dimensién moral del hombre. En la Edad Moderna, la filosofia dejé de centrarse en el ser para adoptar la conciencia como concepto nuclear, de modo que la mora- lidad se entendi6 como una forma peculiar de conciencia: la conciencia moral como conciencia del deber. Por dltimo, cuando en el siglo XX se en un lugar central de su discur so, relegando a un segundo plano la cuestién de la felicidad, ‘Ya en la Antigdedad, los estoicos situaron el concepto de «ley natural» como centro de la experiencia moral; entendian que la moralidad consiste basicamente en un ajustamiento de ta propia intencién y de la propia con. ducts a los dictados universales de la rarén, concebida por ellos como una igual capacidad que la naturaleza ha proporcionado a todos los hombres para que alcancemos el objetivo que ella misma tiene previsto para nosotros. En la ética medieval se produce un progresivo refuerzo de esa categoria de ley natural», de tal modo que va cobrando cada vet mayor relevancia una nueva visiGn de la moralidad ~centrada en la nocién de deber-, que tiene su més acabada expresisn en la reflexin kantiana. Frente a las con- cepciones anteriores, la moralidad de! deber explica que, efectivamente, los hombres tienden por naturaleza ala felicidad, pero que ata es una dimen. siGn en la que se asemejan a los restantes seres naturales: [a felicidad es un fin natural, no puesto por el hombre. Sin embargo, una adecuada explica- cin del fendmeno de la moralidad, a juicio de Kant, tendefa que superar ese «naturalismo», porque es necesario justificar de algtin modo el hecho de que nuestra bisqueda individual de la felicidad encuentra siempre un limite en el respeto que nuestra razén nos obliga a practicar con cualquier ser humano, incluso con uno mismo. Es preciso explicar por qué los pre- cceptos morales que orientan nuestras vidas no autorisan a dafar alos seres ‘humanos aun cuando estuviéramos seguros de que tales dafios nos acarzea- 5), Orcege y Gasset, Por qué he eerito El hombre a la defesivan, en Obros comple vol: Vp. 72; jb. Aranguren, Exc, p81, 36 rfan una mayor felicidad. La respuesta la encuentra Kant en que la exis- tencia misma de la moralidad permite suponer que los humanos somos seres ‘que estamos situados més alld de la ley del precio, Si el hombre ¢s equel ser que tiene dignidad y no precio, ello se debe a que es capar de sustraerse al orden natural, es autolegislador, aurénomo. Lo cual implica que su mayor sgrandeza reside en actuar segin la ley que se impone a sf mismo. El smbito moral es aqui el de la cealizacién de la autonomia humana, la realizacién, de la humanided. La grandeza del hombre no consiste en ser capa: de cien- cia, como pensaba el aristorelismo, sino en ser capaz de vida moral, es decis, en ser capaz de conducirse de tal modo que uno se haga digno de ser feliz, aunque no llegue a serlo en esta vida; porque el sentido de la existen- cia humana ya no seria el de aleanzar la felicidad (aunque cada cual trata~ 1 de alcanzazla conforme a su propia nocién de la misma), sino el de la conservacién y promocién de lo absolutamente valioso: ta vida de todas y cada una de las personas, 11.2.4, La moralidad como aptitud para la solucién pactfica de los conflictos Esta nueva forma de entender lo moral se abre paso en los paises demo- créticos de Occidente a partir de las reflexiones de G.H. Mead en las pri- smeras décadas del siglo XX. Se caracterita, en principio, por concebir la smoralidad como una cuestién en la que ha de primar la reflexién acerca del ambito social, frente alos enfoques que centran la moralided en lo indivi- ual; la moralidad es un problema que pertenece més a la filosofia politica que a cualquier otra disciplina filos6fica Este enfoque no carece de importantes precedentes. Ya en le Fundamentacién de la Metafisica de las Costumbres sefiala Kant como motor Uutépico de la accién moral el «reino de los fines». Por una parte, porque en él cada persona serd considerada como un fin en sf misma y, por tanto, la organizacién econémica, politica y social deberd girar en tomo a cada ser Jhumano, Pero ademés, en este reino se hallarén armoniosamence conjugados los fines que todos y eada uno se proponen lograr@ lo largo de su vida. Ahora bien, je6mo armonizar os fines subjetivos? Las teorfas del contrato social ofrecen una solucién a través de la idea del pacto social, que recibe su expre- sign acabada en fa «voluntad general» de Rousseau: cada uno renuncia a parce de su voluntad individual para ingresar en la general. Sin embargo, el marxismo nos recuerda posteriormente que los intereses de los distintos gru- pos sociales son antagénicos, de modo que el motor de la historia es el con- flicto. A pesar de esta conflictividad inevitable, G. H. Mead apunta la nece- sidad de-la categorfa de reconocimiento reciproco (que ya Hegel habia 37 sefialado), como una categoria central para fa comprensién del fenémeno moral. El conjunto de todas estas propuestas, unido al llamado «giro prag- mético» (pragmatic tan) configura una nueva concepcién de la moralidad. La novedad consisttia en situar el Ambito moral preferentemente en el de la solucién de conflictos de accién, sea a nivel individual, sea a nivel colectivo. Tal solucisn exige la realizacién de los horabres como tales, y pre- cisamente a través de su racionalidad, Pero una racionalidad que no se mues- tra ya en el hecho de que los hombres se den a si mismos leyes propias, sino en la disponibilidad para decidirlas, para justificarlas a través del didlogo. 1.2.5. La moralidad como practica solidaria de las virrudes comunitarias En estos iltimos afios del siglo XX ha cobrado cierto prestigio la corrien- te filos6fiea comunitarista, que propone entender la moralidad como una cuestidn de identificacién de cada individuo con su propia comunidad con- ereta, aquéila en la que nace y en la que se educa hasta llegar a convertirse en adulto, Esta corriente nace como reaccién frente al individualismo modemo, un individualismo insotidario y consumista que ha convertido a las sociedades modernas en gigantescos agregados de personas aisladas (ato- mismo) y alienadas por una cultura de masas (incomunicacién, dictadura de fas modas, superficialidad, frivolidad, etc.). Para combatir estas lacras, Los comunitaristas empiesan por subrayar el papel moral irrenunciable que siem- pre ha correspondido a la comunidad en le formacién de las personas: un ser humano sélo llega a madurar como tal cuando se identifica con una comuni- dad conerera (una familia, una vecindad, un colectivo profesional, una ci dad, una nacién), porque sélo puede adquirir su personalidad por la pert nencia a ella, y s6lo si desarrolla aquellas virtudes que la comunidad exige, virtudes que constituyen la visi6n que la comunidad tiene respecto a las excelencias humanas. La moralidad no se entiende aqui como una cuestién. de deberes y derechos, sino mas bien como tarea de toda una comunidad esforzindose por desarrollar unas excelencias en todos sus miembros para alcanzar solidariamente una vida plena de sentido. Es indudable que esta visién de la moralidad contiene elementos que son imprescindibles para una adecuada descripcién del fenémeno moral. No les falta razén a los comunitaristas cuando insisten en que toda persona necesica una comunidad conereta en la que se socialice y adquiera unos valores. También aciestan al pensar que las comunidades poseen su propia cconcepcién de las virtudes y de las normas instituciones que las configu- ran, puesto que cada comunidad es heredera de un conjunto de tradiciones cuyo entrecruzamiento constituye su propia identidad. Es cierto que los individuos han de enraizar en ese humus de las tradiciones por medio de aa alguna comunidad concreta, pues de lo contrario quedan desarraigados y despersonalizados, convirtiéndose en hombres-masa, Sin embargo, hemos de apuntar que la moralidad no puede limitarse a Ia solidaridad grupal a la que apuntan las éticas comunitaristas, sino que es preciso dar cuenca de una solidaridad universalista que est presente en una mulkitud de manifestaciones del fenémeno moral. Ademés de la moralidad de la comunidad concreta, en algunos casos es preciso remitirse @ une rmoralidad de la comunidad universal, puesto que hay problemas morales que s6lo pueden ser enfrentados si las personas son capaces de ponerse en el lugar de cualquier otra, incluyendo también a las generaciones futuras. 11.2.6. La meralidad come cumplimiento de principios universales ‘También en los iltimos afios, y en franca polémica con las posiciones ‘comunitaristas, ha ido surgiendo una perspectiva de andlisis del fenémeno ere ee oe Baie Acistételes, Tomas de Felicidad como Lo moral como autorresiincion Aquino, Zubiri, Dosqueds de la vide Personalismo buena Felicidad como placer ees Epicuro, Usilzarisme Lo moral como Deber, jusscia Estoleisme, Kant, ‘cumplimiento del deber ao Le moral como apsieud | Reconocimiento para la solucién pacifca | reciproce,justica, de los conflctos nowictencia Ecicas lalégicas: Apel, Habermas, Rawls, ete. Lo moral como sajustamiento la eradieién ela propia comuniéad Vireud, comunidad, Corriente ética tradicidn comunitarises Lo moral come desarrollo que culmina en principios nlversalistas Desarrollo moral, Kohlberg, Rawls, justia, procedimientos | Habermas, Apel, 39 moral que distingue tres niveles de desarrollo de la conciencia moral en los seres humanos. Se trata de las teorias elaboradas por L. Kohlberg sobre la base de anteriores investigaciones llevadas a cabo por]. Piaget. Como vere- mos més adelante, el segundo nivel en la teoria de Kohlberg es el nivel convencional, en el que la moralidad se manifiesta en la tendencia det individuo a identificarse con su propia comunidad, de modo que identifica las normas morales correctas con las que se consideran vigentes en ella. En cambio, en el nivel posteonvencional, la persona es capaz de distinguir las znormas comunitarias, convencionalmente establecidas, de los principios uni- versalistas de justcia, prineipios que le permiten sopesar el grado de morali- dad de las normas de cualquier comunidad, incluida la suya, Las éticas que asumen los descubrimientos de Kohlberg (éticas que podemos llamar «universalistase) intencan dar razén de la existencia de ese nivel posteonvencional de la coneiencia moral, y por ello se niegan a redue cir la moralidad a la mera constatacién de lo que se considera bueno y correcto en las distintas tradiciones de las comunidades concretas 1.3, CONTRASTE ENTRE EL AMBITO MORAL Y OTROS AMBITOS En los apartados anteriores hemos podido apreciar hasta qué punto la rmoralidad es un fenémeno tan sumamente complejo que permite ser deseri- to desde distintos puntos de vista, cada uno de fos cuales pone el énfasis en alguno de los rasyos propios de lo moral. Uno de esos rasgos que todos los cenfoques éticos reconocen, aunque no todos le conceden el mismo valor, es lo que podemos llamar la rormatividad, es decir, el hecho de que todas las concepciones morales exponen ciertos precepros, normas y principios como obligatorias para todo el conjunto de sujetos morales. Esta dimenstOn pres- criptiva de la moralidad se corresponde con Ia intencién orientadora que posee toda moral concreta. Pero el hecho de que la moral se manifieste ~no sélo, pero también- como un cédligo de nommas, como un conjunto de pres- ccripciones, provoca en muchas personas una cierta confusién entre las nor- mas morales y otros tipos de normas (juridica, religiosas, sociales, técnicas, tc.) que a menudo presentan los mismos contenidos. No estard de més, por tanto, hacer unas breves consideraciones sobre las diferencias ~y sernejan zas— que, a nuestro juicio, existen entre los distintos émbitos normativos. 13.1, Moral y derecho El término «derecho» admite una gran variedad de significados en ‘cuyo anélisis no podemos entrar aqut, pero sin duda uno de tales signifi- 40 cados es el que se refiere al derecho positivo, es decir, a ese eéiigo de nor- mas destinadas a orientar las acciones de los ciudadanos, que emana de las autoridades poltticas 9 que cuenta con el respaldo coactive de la fuerza fisica del estado para hacerias cumplir. Las normas del derecho positivo estable- cen el ambito de la legalidad, esto es, el marco de mandatos, prohibicio- nes y permisos que han de regir obligatoriamente los actos de los ciu- dadanos en el territorio de un determinado estado, so pena de cargar con las consecuencias desagradables que el propio estado tenga previsto imponer a fos infractores, Esta descripcién del derecho positivo nos per- mite apreciar algunas semejanzas entre las normas juridicas o legales y las morales: 1a) El aspecto preseriptivo: en ambos casos se trata de enunciados que indican que ciertos actos son obligatorios para las personas. ) Referencia a actos voluntarios, lo que implica responsabilidad imputabilidad, «) En muchos casos el contenido de ambos tipos de prescripeiones es el mismo («prohibicién de matar», «prohibiciOn de robar», «obligacién de auxiliar al préjimo que pide socorro», etc.), aunque esta coincidencia de contenidos no es toral ni tiene por qué serlo: existen contenidos morales que no forman parte del derecho positivo, y viceversa, existen o pueden existie contenidos jur(dicos que no tienen cardcter moral. Sin embargo, también es posible sefialar algunas diferencias notables centre ambos tipos de normas: 1a) Las normas morales connotan un tipo de obligacién «interna», una ‘auto-obligacién que uno reconoce en coneiencia, ¢s decir, como conte do normative que alguien se impone 2 si mismo, con independencia de cual sea el origen féctico de la norma. {Es indiference que hayamos aprendio fa norma moral en la familia, en la escuela o en la calle; ambien es indiferente que la norma en cuestin perte- hhezca a una eadiciGn teligiosa, o 2 una tradicién Inica. Lo importante es que {uno acepta [a norma voluntariamentey la considera como una obligacién, hasta el punto de que, sien adelante uno cede a la tentacién de vulnerala aparecetd un sentimiento de autorreproche o remordimiento,) En cambio, las normas jurfdicas s6lo pueden imponer un tipo de obliga cin externas: no precisan que el sujeto las acepre de buen grado para que su cumplimiento sea exigible (aunque el funcionamiento estable del esta- do aconseja que la mayor parte de las normas juridicas se acepten volunta- siamente). En rigor, una norma juridica obliga a todo miembro de la socie- dad en tanto que ciudadano que vive bajo la jurisdiccién de un estado, y que por ello esta sometido al ordenamiento legal promulgado por las insti- tuciones politicas de dicho estado. 4) En este punto se aprecia una posible fuente de conflictos: algunos conte- ridos morales que alguien reconoce en conciencia pueden estar en contra- diccién con lo que ordena el estado en un momento determinado. De este modo puede surgir la liamada «objecién de conciencia» de la persona fren- tea las normas legales correspondientes, ») Las normas morales se presenan ante la propia conciencia como «ins- tancia Gltima» de obligacién (en esto, como veremos, se asemnejan a las nor mas religiosas). Esto significa que el sujeto considera a su propia conciencia como tribunal dltimo de apelacién ance el cual se tiene que dar cuenta del cummplimiento o incumplimiento de la norma moral. La propia persona (su conciencia) es a la vez quien promulga el mandato moral, el destinatario de dicho mandato y el tibunal ante el que responde. En cambio, los mandatos legales no se manifiestan como instancia dltima de referencia para la conciencia del sujeto: el ciudadano sabe que tales mandatos son promulga- dos por los organismes legislativos del estado, que obligan a todos los miem- bros de la comunidad politica, y que en caso de incumplimiento habré de responder ante los tibunales de justcia; pero, con todo, en los easos de eon- Aicto entre las normas juridicas vigentes y la propia conciencia, puede -y algunos casos debe hacer prevalecer su criterio moral sobre los imperatives legales, porque la conciencia sélo reconoce a los contenidos morales por ella misma aceptados como la instancis iltima vinculante, c) Por tltimo, las preseripciones morales exhiben un cardcter de uni- versalizabilidad que no que poseen las juridicas. En rigor, estas tltimas s6lo exigen su cumplimiento al conjunto de ciudadanos a quienes afecta el ordenamiento juridico de un estado determinado, mientras que los precep- tos morales contienen une pretensién de universalidad que se extiende a toda persona en cuanto tal. Decir que fas prescripciones morales son uni- versalizables significa que su contenido se considera exigible a todo ser Jhumano que se encuentre en la situacién en la que la norma es aplicable Exta diferencia en el alcanée de las normas también puede ser una fuente de conflictos entre Ia conciencia moral de tas personas y los mandatos legales que les afectan en tanto que ciudadanos de un estado determinado, [Por ejemplo, si una persona afirma la conviceién moral de que se debe pre servar el equilibrio ecoldgico para tener un medio ambiente sano, esta afit- rmacida implica que ella exee que todos debemos reconocer este deber moral. ‘Aunque un determinado gobierno permits en su territorio las actividades contaminantes, este deber moral de preservar el patrimonio natural deberta dobligar en conciencia a todos, a pesar de que sea més rentable econémica~ mente contaminar que no hacerlo, La universalidad con que se expresan las convicciones morales como ésta deberfa ser argumento suficiente, en una ‘eventual toma de decisiones, para inclinar la balanza del lado moral frente a las pretensiones economicistes de una répida rentabilidad, » ‘Otto ejemplo: Aunque el gobierno de la Alemania nazi condenase legal- mente a muerte a millones de personas por pertenecer a determinadas razas y credos, la acci6n fue claramente inmoral, dado que la conciencia moral alcan~ zada por la humanidad en st conjunto no puede por menos que considerar Inhumano stmejante modo de actuat. Esta conciencia moral no es ningin fan- ‘asma: es la firme conviceién, defendida incluso al precio de perder la vida, de todos aquellos que se enfrentaron ayer alos nazis, y que hoy se siguen enfeen- tando a cualquier tipe de discriminacién racist, xenéfoba o sectaria.] Renerctemtem ceo ters SSoeee es Gisnsciees — Preseriptividad = Auno-cbligacén — Obligatoriedad excerna, —Oriencan actos libres, | (obligatoriedad interna) | (bajo coaccién fisia) responsables }— Instancia tleima —No es inseancia « imputables (incondicionalidad) ‘leima para orientar —Multitud de contenidos | — Universalzabilidad: se | la accién comunes considera que obligan | — Universidad parcial: todo humano en obliga a todo ciudadeno| tanto que humano ‘en tanto que sometido alordenamiento 113.2. Moral y religion CCualquier credo religioso implica una dezerminada concepeién moral, puesto que las creencias en general ~no sélo las religiosas, sino también las concepciones del mundo explicitamente ateas~, contienen necesariamente consideraciones valorativas sobre determinados aspectos de la vida, consi- deraciones que a su vez permiten formular principios, normas y preceptos para orientar la accién. Las religiones de gran tradicién histérica, como el cristianismo, el islam, 0 el budismo, disponen de docerinas morales muy elaboradas, en las que se detallan fines, ideales, virtudes, normas, ete. De este modo, el creyente de una determinada religion recibe ~personalizén- dola, acepténdola en concieneia como suya propia~ la concepeién moral del grupo religioso al que pertenece, y con ella asimila también un deter- rminado cédigo de normas que para él tendra la doble condicién de cédigo religioso (preseripciones que proceden de la divinidad a través de la reve- Tacién y del magisterio de los jerarcas) y de cédigo moral (prescripciones 43 para regir la accién que se pueden considerar racionalmente exigibles @ toda persona en cuanto tal). Pero en este punto hemos de advertir que, aunque muchos creyentes no sean conscientes de la doble dimensién (reli- siosa y moral) que posee el cédigo por el rigen su conducta, de hecho hay una diferencia entre la auto-obligacién que corresponde a la aceptacion de Jas reglas en tanto que religiosas (auto-obligacién que desaparece si el cre- yente abandona esa religidn concreta o toda religién) y la auto-obligacién que se basa en la mera racionalidad de la prescripcion (autoobligacién que ro desaparece aunque el creyente abandone la religin, puesto que las reglas que se pueden considerar racionalmente exigibles no extraen su obli- gatoriedad de Is creencia en una autoridad divina, sino de la propia conciencia humana) Por otra parte, una religiSn no es sélo un c6digo moral, sino algo mas: es un determinado modo de comprender la trascendencia y de relacionarse con ella, En este sentido, algunas de las prescripciones que pertenecen al cédigo moral religioso poseen, en realidad, un carécter estrictamente reli- ‘080, y por tanto no pueden considerarse como prescripciones morales pro- piamente dichas, aun cuando el ereyente se pueda sentir obligado del ‘mismo modo por unas que por otras (para él constituyen una instancia dit sma de conducta tanto unas como otras). Por ejemplo, cuando une religisn ordena a sus seguidores que participen en determinados ritos, o que se diri- jan a la divinidad con determinadas oraciones, esta estableciendo pres- eripciones estrictamente seligiosas, puesto que tales exigencias no son racionalmente exigibles a toda persona en cuanto tal. Pos ultimo, recordemos que no toda concepcién moral hace referencia 2 cxeencias religiosas, ni ciene el deber de hacerlo. Es verdad que, durante siglos, las cuestiones morales solfan estar a cargo de las religiones, y que sus, respectivos jerarcas han oficiado y ofician de moralistas para orientar las acciones de Sus seguidores e intentar influir también en los que no lo son. Pero, en rigor, los preceptos de una moral religiosa sélo son vinculantes para los creyentes de la religién en euestién. Por tanto, una moral comin exigible a todos, ereyentes y no ereyentes, no puede ser una moral confe- sional, ni tampoco beligerantemente laicista (esto es, opuesta a la libre existencia de las morales de inspiracién religiosa), sino que tiene que ser simplemente laicat, esto es, independiente de las creencias religiosas pero * Sobre la distincién entre lalcdad y laicsmo véase A. Cortina y J. Garcta-Roca, “Laicismo, éicayreligién en el debate socalsta espaol» en Ewoiequieda cristanismo, Eundacién Friedsc Eber/nsicato Fe y Secularidad, Madi, 1991, pp. 165-184; A. Cortina, Erica apcada 3 democreie radical, Madeid, Teenos, 1993, ep. 12 44 no contrapuesta a ellas. De este modo, las distintas morales que estan pre- sentes en una sociedad pluralista pueden sostener ~cada una desde sus pro- pias creencias— una moral eiviea de principios coménmente compartidos (igual respeto y consideracién para todos, garantia de derechos y libertades bisicos por todos) que permita el clima apropiado para que las distintas concepciones morales de cardcter general y comprensivo (tanto religiosas como laieas que disefian proyectos de vida plena) puedan invitar alas gen- tesa compartir sus respectivos ideales mediante los argumentos y testimo- nos que estimen pertinentes’. 113.3. Moral y normas de trato social Las costumbres (en latin mores, antecedente del término «moral») son ‘una parte insoslayable de la identidad de un pueblo en cada momento de su historia, pero no todo lo que pertenece a la costumbre tiene relevancia moral en sentido estricto. Los usos reglas que rigen para sentarse ala mesa son un buen ejemplo. La observancia de tales reglas puede ser decisiva para quien pretenda alcanzar algtin grado de aceptacién social, pero el quebran- tamiento de alguna de ellas no alcanza generalmente el rango de infraccién moral, salvo que la intenciéa y el contexto indiquen otra cose. ¥ lo mismo podria decirse con respecto a los modos de vestir, de peinarse, de saludar, ‘ets aunque, en principio, son asuntos ajenos a toda concepeién moral, pue den revestitcierta «carga moral» en determinadas circunstancias. Naturalmente, un buen nsimero de contenidos morales («no agredir al préjimon, erespetar ios bienes ajenose, etc.) suelen ser al mismo tiempo reglas del trato social, puesto que las normas morales cumplen en todas las sociedades una determinada funcién de control social que permite una con- viencia mas 0 menos pacifica y estable. Sin embargo, podemos detectar algunas diferencias entre las normas morales y las que sélo son de trato social. Por una parte, se puede considerar que las normas meramente socia~ les presentan un tipo de obligatoriedad externa, bajo cierta coaccién psi colégica que todo grupo ejerce sobre sus miembros, y no constituyen ia ins- tancia Gltima de referencia para el agente moral, mientras que las norm: propiamente morales ~insistamos en ello nos obligan en conciencia (obli- gatoriedad interna) y funcionan come instancia tiltima de juicio para la propia conducta. " Sobee las relacones ente las morales comprensivasy la necessia moral comin en las sociedadespluralistas véase Rawls), El iberalismo politic, Cetia, Barcelona, 1996, espe- cialmente Is Conferencia IV, oLa idea de un consenso enctecrusados, pp. 165-205 45 Por otra parte, tampoco es la misma la xautoridad» ante quien se res ponde en caso de infraccin: en el caso de las normas morales es la propia conciencia el tribunal tiltimo que nos pide cuentas de nuestros actos, mien- tras que las infracciones a las reglas de erato social son jusgadas por la socie~ dad que circunda al infractor (compafieros, vecinos, parientes, y, en gene- ral, quienes conozcan el caso). En consecuencia, tampoco es igual el tipo de sancién que de hecho se le impone a los infractores de unas u otras nor- ‘mas: generalmente la sociedad circundante reacciona de un modo més viru- lento cuando se infringen normas morales que cuando se trata de normas de trato social, aunque de hecho a veces puede ocurrir que una multitud aplaude «al arroja» de un ladrén que huy6 del pats con un dinero de la empresa en la que trabajaba, mientras que, al mismo tiempo, se escandali- zan del inusual horario de regreso a casa de los jvenes vecinos. Algo parecido podrfa decirse con respecto a muchas costumbres indivi duales. Es obvio que carece de relevancia moral el hecho de que alguien ‘enge por costumbre levantarse de la cama con el pie izquierdo, 0 con el derecho, © con ambos a la ver. Otra cuestién es que pueda darse alguna extrafia circunstancia en la que el modo de levantarse de la cama pudiera desencadenar algiin perjuicio para los demés o para uno mismo; en tal caso, ‘ese tipo de conducta puede acoger cierta carga moral que sélo el anslisis detallado del caso podria poner de manifiesto. Reine Classe rane eres fcoree re — Prescripcvidad Obligatoriedad — Obligatoriedad encan actos libres,| interna excerna (bajo presion responsable: e | —Instancia tina erups) impurables (inconéicionaidsd) —|—No son insancia — Multitud de —Se responce ante la | itima para el agente contenides comunes | propia conciencia | — Se responde ante el J—La sancién a infractor | grupo social fs impuesta, ante circundante todo, por su propia | —La sancién al cconciencia en forma | infractor es impuesta de autoreproche por el grupo social circundante IL3.4, Moral y normas de tipo técnico Las normas de tipo técnico ~como los demés tipos de normas que veni- ‘mos comentando- también cumplen la funcién de orientar nuestras accio. nes para alcanzar determinados fines. Sin embargo, tal como vefamos al exponer los tipos de saber préctico segtin Aristételes, moral y técnica se diferencian en cuanto a los fines de las respectivas acciones, ya que ef de la técnica es la produccién de bienes stiles o bellos, mientras que el fin de la moral es la accién buena por sf misma. Una cosa es actuar eficazmen- te con respecto a un fin deseado -sea bueno o malo-, y otra muy distinta es actuar moralmente bien. En efecto, las normas téenicas tienen por meta generar un bien particu: Jar, mientras que las reglas morales apuntan a la consecucién de! mayor bien préctico que sea posible para un ser humano!, La observancia de las prescripciones téenieas da lugar a personas habiles, conocedoras de los medios adecuados para alcanzar eficarmente ciertos fines, pero no garanti- 2a que tales personas sean al mismo tiempo buenas en el sentido moral. Iguatmence habiles en el manejo de los venenos pueden ser el envenens- dor y ef médico, pero el primero seria un eficaz asesino, mientras que el segundo pone su técnica al servicio de un fin bueno, como es la salud del enfermo. Asi, pues, las normas técnicas también orientan la conducta de las personas, pero en un sentido diferente al de las normas morales: mien- tras que las primeras orientan sobre los medios més adecuados para realizar todo tipo de fines sin ocuparse de la bondad o malicia de los mismos, ni del fin dltimo que se pueda conseguir a través de fines parciales, las segundas apuntan directamente a la licitud o ilicitud moral de los diferentes fines que pueden ser perseguidos, asi como al bien supremo y al fin Gltimo, pero nada nos dicen sobre las habilidades que haya poner en juego para la con. secucién de tales fines . En la terminologta kantiana, las prescripeiones técnicas se expresan por medio de imperativos hipotéticos, es decir, aquellos que tienen la forma «Si quieres X, entonces debes hacer Y». En efecto, las normas de tipo técnico sélo obligan de algin modo a quien pretenda conseguir un determinedo fis conereto: por ejemplo, supongamos que leemos en un folleto de instruc- iones de uso de un nuevo coche la norma siguiente: «Deberd Ud. cambiar el aceite lubricante del motor cada cinco mil kilémetros». Es obvio que esta norma sélo obliga al usuario en la medida en que tenga interés en mantener el vehiculo en buen estado de funcionamiento. Sélo le obliga si * Vease Buea ¢ Niedmaco, VI, 5, 11408, 24-27 47 a la norma técnica citada se le afiade una condicién implicita: «Si Ud. 3 rs rs | quiere que el coche funcione sin problemas, entonces deberé cambiar el aie a3 aceite.» En cambio, las normas de cardeter moral no se expresan, a juicio 2 ee ze 12 : de Kant, mediante imperativos hipotéticos, sino por medio de imperativos Spey BEs|E 5 categéricos. Por ejemplo, la norma que afirma que «Debes cumplir tus pro Kans) geg]e 2 ‘mesase no lleva implicito ningiin tipo de condicién, sino que expresa una eis 2 eg) 3t ge orientacién de la conducta que deberfa seguirse aunque el resultado no pres f Seale: =e constituya un fin deseado por el agente moral; porque la norma moral eo sic(sh 538 expresa lo que cualquier agente deberia hacer para comportarse como un ce 26 . ser humano, como alguien que toma en serio su propia racionalidad y por < eee e ¢$ lo tanto no desea caer en la contradiccién de incumplir aquello que dijo pesii g/ 52 |.828 que iba a cumplir. Desde el punto de vista de Kant, los imperativos morales ee foe tl) Ss fastig |g cexptesan los limites que la propia racionalidad hutwana se autoimpone para Mes eses} be |Rseee z no caer en contradiecién consigo misma, y de abt que exisca una diferen- Be fcese|2e |ese22 |e cia entre las normas simplemente técnicas, que sélo obligan shipotética- Pa 22323) 38 geeee 2 menter, y las normas morales, que obligan a todo set racional con cardcter eeees[Pe [Obses 4 categ6rico, puesto que la dinica condicién que cabe pensar como implicita 3 e cen ellas serfa: «Si quieres comportarte como un ser verdaderamente racio- os . ae nal, entonces debes...» Pero semejante condicién tiene un cardcter tan re g 5 2iF : general que ya no serfa adecuada para hablar de las normas morales como og: e |, ££3i|5 £, imperativos hipotéticos. ee ee ge, |e¢e2is | edes SS ih TTalTSTTSEL TET? Gee £ (£8.25 | 832 —Frescriptiidad | —Apuintan alos fies | — Apuntan a fos fines re] 2 2 [$3352 | Eas, —Orienean actos tbres, | climes defaaccién | inmediatos la pee 85 g¢,i3s828 | Fe¢2 responsables ¢ (bondsd) accién(efcacia) so eee e2ise|eEis imputables No proporcionan | —Proporcionan Ge ig SeglEPegee|stea habiidades concretas | habilidades concretas | ae Ess l[ esto es, arte de ayudar a parir— a su propio método de dislo- go encaminado a la bisqueda de la verdad. 3) A pesar de que toda verdad encontrada mediante el método mayéu- tico es provisional, revisable, nunca fijada dogmaticamente, constituye no obstante un hallazgo cuya valider sobrepasa las fonteras de la propia comu- nidad en la que se vive. Se trata de verdades encontradas por unos pocos estudiosos, pero que pueden valer universalmente, como orientacién para todos los hombres, y que en un momento dado pueden servir como instan- cia crftica frente a las normas de la propia comunidad. Aristoteles relata que Sécrates strataba sélo de cuestiones morales, en llas buscaba lo universal y tenia ‘puesto su pensamiento ante todo en la definiciOn.» . (Metafisiea, 1, 6, 987) 4) El objecivo dleimo de la bisqueda de la verdad no es la mera satisfac- ign de la curiosidad, sino la asimilacién de los conocimientos necesarios ppara obrar bien, y de este modo poder alcanzar la excelencia humana, o lo ‘que es lo mismo: la sabidurfa, o también: la felicidad o vida buena. Hasta ral punto crefa Sécrates que estos conceptos estén ligados entre sf, que al parecer sostuvo que nadie que conozca realmente el verdadero bien puede obrar mal. Esta doctrina se llama eintelectualismo moral». Consiste en afirmar que quien obra mal es en realidad un ignorante, puesto que si cono- ciera el bien se sentiria inevitablemence impulsado a obrar bien. De abi la importancia de la educacién de los ciudadanos como tarea ética primordial, puesto que sélo si contamos con ciudadanos verdaderamente sabios pode- ‘mos esperar que serén buenos ciudadanes. 2.2. Paton En diversos pasajes de los Didlogos platénicos podemos encontrar extensas reflexiones sobre la mayor parte de los conceptos morales, pero siempre bajo la influencia de un planteamiento heredado del maestro 55 ‘Sécrates: la verdadera moral ha de ser un conocimiento que ha de presidir al mismo tiempo la vida del individuo y la de la comunidad, Ia del eiu- dadano y la de la polis; es un conocimiento que nos orienta para alcanzar la felicidad, pero el primer elemento de ese conocimiento ya nos informa de que los seres humanos sélo podemos ser felices en el seno de una comu- nidad bien organizada. En consecuencia, lo bueno y lo justo para el indivi- duo no puede ser algo distinto de lo que se deseubra como bueno y justo para el bien comtin, para lograr o mantener una ciudad felis. Para alcanzar esa ciudad feliz en la que todos y cada uno puedan gozar de su propia felicidad, Platén propone un modelo ideal, una utopia, un disefio perfecto elaborado por larazén y fa imaginacién, destinado a servir de punto de referencia a todos aquéllos que pretendan reformar las costumbres y las instituciones con el objetivo de mejorar la vida humana individual y social Este disefio utspico, que Platén expone en La Repiiblica, es al mismo tiem- po una representacién ampliada del alma humana. Quiere exponer en pri- ret lugar sa visiGn de la justicia en la gran pantalla del Estado, para com- prender mejor lo que ocurre en el alma humana; ambas realidades, como sefiala Jaeger’, tienen la misma esencia y la misma estructura». Platén sostiene una concepcisn orgéniea del Estado. Es decir, entiende ue esti conformado por diversos estamentos que cummplen una determinada funcién dentro del organismo social. Tales estamentos son: 1*) Los gober- nantes, que tienen la funcién de administrar, vigilar y organizar (a ciudad con el fin de que ésta alcance ei bien que le es propio. 2*) Los guardianes 0 defensores, que tienen la misiGn de defender la ciudad. Y 38) Los produc- tores (campesinos y artesanos), que desarrollan las actividades econSmicas. Cada uno de estos estamentos se ha de caracterizar por una virtud espe- cifica, por una aptitud y disposicién que les permitiré realizar su tarea ade- ‘cuadamente: a) los gobernantes por la prudencia entendida como la sabi- durfa que se aplica para aleanzar el bien general de la ciudad; b) los guardianes o defensores el valor, como firmera en la defensa de la ciudad y en el cumplimiento de fas Srdenes de los gobernantes; c) los productores, a moderacién 0 templanza como autocontrol y armonfa en el someti ‘miento voluntario a la autoridad de los gobernances para que se realice un desarrollo ordenado de la produccién ecénomica’. * W, Jeger, Paldea: ls ideaes de la cultura griega, México, ECE, 1978, p. 599 y=. * Esta vireud de la moderacin no er exclusiva dl creer extamento, pot el eontrario debe estar presente en los tres grupos, pero tiene una sgnficrcién especial pars el de lot productores, puesto que ellos estén lamados expecialmente a obedecer a los otros. (Republica, 4304-8322) 56 Por otra parte, también son tres las especies o dimensiones que distin- gue Plarén en el alma humana’: a) Racional, que es el elemento superior y ids excelso, dotado de realidad auténoma y de vida propia; es el compo- nente inteligente, con el que el hombre conoce, y que se caracteriza por su capacidad de razonamiento. b) Irascible, la sede de la decisi6n y del cora- je, fenémenos donde predomina nuestra voluntad; se fundamenta en una fuerza interior que ponemos en accidn (0 dejamos de hacerlo) cuando se produce tn conflicto entre la razén'y los deseos instintivos. c) Apetito,tam- bign Hamada «parce concupiscible». Con ella nos referimos a los deseos, pasiones ¢ instintos. La virtud propia del alma racional es la sabiduria 0 prudencia. Esta serfa entendida como un saber que se aplica para alcanzar el bien general del individuo, y que, por lo tanto, permite la regulacién de todas las accio- nes del hombre. La parte irrascible del alma debe superar el dolor y el sufti- miento, y sactificar los placeres cuando sea necesario para cumplir con lo que sefiala la raz6n; le corresponde, por tanto, la virtud de la fortaleza 0 valor, entendida como perseverancia y firmeza para seguir los mandatos de la razén. Y por Gltimo, el apetito (parte concupiscible) tiene como virtud propia la moderacién o templanza: la capacidad de adecuarse al orden impuesto por la razén. La virtud de la justicia no tiene asignado un lugar determinado en la ciudad, como no lo tiene tampoco en las partes 0 especies del alma; por el contratio, se presenta como virtud que acoge y armoniza a todo el conjun to de la ciudad y todos los elemenzos que conforman al individuo: consiste en la armonia y perfecta coordinacién con que cada estamento 0 cada parte del alma cumple y cealisa la funcién especial que le corresponde, desarro- éndola segin su virtud especifica. Pero el alma juega el papel determi- de la justicia hemos de buscarla en el inte- nante, pues la esencia y la rior del horabre : ‘«{No nos seré acaso enteramente necesatio convenir que en cada uno de nosotros habitan los mismos géneros y comportamientos que en el Estado? Pues éstos no Ilegen al Estado procedentes de ningtn otro lado» (Replica, 435d-e) » sCon una parte decimos que el hombre sprende, con ota se spasiona; en cusnto 2 la tercera, a causa de su multiplicidad de aypeetos, no hemos hallado un nombre pect lar que aplicarle, sino que la hemos designado por lo que predomina en ella con mayor fuerso, en efecto, la parte sapetitivas, en azn dela intensidad de los deseos concer riences a [a comida, la bebda, al sexo y euantos ots los acompafian.» (Repiblica, 580e-d) s7 JUSTICIA = foley Parte Racional Prudencta Los Gobernantes Parte Irascible Valor Los Guardianes Parte Concupiscible Moderacién Los Productores Quizé lo que més lama Ia atencién de la teor‘a ética de Platén sea su insistencia en la nocién de un bien absoluto y objetivo ~el Bien con rmayksculas~ que en su calidad de Idea Suprema en el mundo de las Ideas, constituye la razén altima de todo cuanto existe y de toda posibilidad de conocimiento, En efecto, en La Repiiblica, Platén explica de varias mane- ras distintas (particularmente en la analogta del sol con el Bien y en el mito de la caverna) que el Bien es una realidad en s{ mismo, algo distinto y separado de las cosas buenas: justamente aquello por fo cual son buenas las cosas buenas y justamente aquello que empapa de inceligibitidad toda rea. lidad permitiendo que sea cognoscible para nosotros. Platén sostiene que sélo aquéllos que tengan la capacidad y la constan- cia adecuadas Hegarén a encontrarse de lieno con el Bien en si, de modo que esta experiencia ~que narra en términos de un encuentro mistico con lo sobrenatural- les proporcionaré un tipo de conocimiento superior, una ciencia del Bien que capacita a quien la posee para gobernar con rectitud y justicia los asuntos de la polis. Este tipo de personas serian los gobernan- tes-fildsofos, y su estatura moral no puede por menos que ser la més alta, dado que el conocimiento del Bien les impulsaré irresistiblemente a obrat bien: el intelectuatismo moral socratico esté presente todavia en la ética expuesta en La Republica. En cuanto a las demés personas, que por falta de capacidades naturales no leguen a la contemplacién de la Idea de Bien, encontrarin el tipo de felicidad que les corresponde con arreglo alas capa cidades que tengan, siempre y cuando, por supuesto, desempefien cabal- mente las virtudes propias de su funcién social 112.3. Aristoteles __ Aist6ieles fue el primer fildsofo que elaboré tratados sistemsticos de Erica. El més influyente de estos tratados, la Etica a Nicémaco, sigue sien- do reconocido como una de tas obras cumbre de Ia filosofta moral. Allt plancea nuestro autor la cuestisn que, desde su punto de vista, constituye la clave de toda investigacién ética: ;Cudl es el fin limo de todas las acti 58 SWORE WOE | vvidades humanas? Suponiendo que «tod arte y toda investigaci6n, toda acci6n y elecciéa parecen tender a algiin bien» (Et. Nic., I, 1, 1094 a), inmediatamente nos damos cuenta de que tales bienes se subordinan unos a otros, de modo tal que cabe pensar en la posible existencia de algin fin que todos deseamos por st mismo, quedando los demas como medios para alcanzatlo, Ese fin a su juicio~ no puede ser otro que la eudaimon‘a, le vida buena, la vida felis. Ahora bien, el concepto de felicidad ha sido siempre extremadamente ‘vagor para unos consiste en acumnular dinero, para otros se trata de ganar fama y honores, ete. Aristételes no cree que todas esas maneras posibles de concebir la vida buena puedan ser simulténeamente correctas, de modo que se dispone a investigar en que consiste Ia verdadera felicidad. Para empe- za, la vida feliz tendré que ser un tipo de bien «perfecto», esto ¢s, un que persigamos por sf mismo, y no como medio para otra cosa; por tanto, cl afan de riquezas y de honores no puede ser la verdadera felicidad, puesto ‘que tales cosas se desean siempre como medios para alcanzar la felicidad, y no constituyen la felicidad misma. En segundo lugay, el auténtico fin dlrimo de fa vida humana tendyfa que ser «autosuficiente», es decir, fo bastance deseable por sf mismo como para que, quien lo posea, ya no desee nada més, aunque, por supuesto, eso no excluye el disfruce de otros bienes. Por siltimo, el bien supremo del hombre deberd consist en algsin tipo de actividad que le sea peculiar, siempre que dicha actividad pueda reali- zarse de un modo excelente. El bien para cada clase de seres consiste en cumplir adecuadamente su fancién propia, y en €st0, como en tantas otras cosas, Arist6teles considera que el hombre no es una excepcién entre los sezes naturales. Ahora bien, [a actividad que vamos buscando como clave del bien dltimo del hombre ha de ser una actividad que permita ser desem- pefiada continuamente, pues de lo contrario diffcilmente podria tratarse de la més representativa de una clase de seres En su indagacién sobre cudl podria ser la funcisn més propia del ser hhumano Aristételes nos recuerda que todos tenemos una misién que cus plir en Is propia comunidad, y que nuestro deber moral no es otro que desempefiar bien nuestro papel en ella, para lo cual es preciso que cada uno adquiera las virtudes correspondientes a sus funciones sociales. Pero a con- ‘inuaci6n se pregunta si ademas de las funciones propias del trabajador, del ‘amigo, de la madre o del artista no habré también una funcién propia del ser humano como tal, porque en ese caso estariamos en camino para des- cubrir cual es la actividad que puede colmar nuestras ansias de felicidad. La respuesta que oftece Aristételes es bien conocida: Ia felicidad més perfecta 59 para el ser humano reside en ef ejercicio de la inteligencia tedrica, esto es, en la contemplacién o comprensién de los conocimientos. En efecto, se trata de una actividad gozosa que no se desea més que por sf misma, euya satisfaccién se encuentra en la propia realizacién de la actividad, y que ade- is puede llevarse a cabo continuamente. [A primera vists puede parecemos extrato que alguien diga que Ia flict da consist en la actividad tedrca, Pero tengamos en cuenta gue, en griego cl verbo shorin, del que procede nuesto termine steoran,significaba “versrobseevan,econtemplate pr exo, doen elabors una tori, esimple- iments la comprende, consigue una evision» de las cosas que super raul preferible al entado de ignorancia en que vviaanterinmence, La setvidad feérice consist en dima inetancia, en sabes, en entender; cuslgviera que Haya estado inrigado por algo y que por fin un dia descubre una explicacion stisfatoria de lo que ocuria, experiments esa sotafceion marevallona que 2 veces cepresentamoegrficemente como una lucecta que se enciende en restr interioipor fim Io enticnda,jrodo enesjal Arirreles era cox cience de que a complejidad de ln realidad ex tan enorme, y nuestra eita- Cidna a ora de conocer estan profnd ue a actividad tedrica nue dein pata los seres homanos. Por otra pte, I experiencia del asombro, de rmaravilase ance oe fenomenos circundantes ante nuestro propo s,s ze uno de los mayores siientes de nuesrsvid, sl sempo que noe propor” Ciona un goso continuo. Para Aristotle, cite ts el fin dlumo de nuestra ‘ida, el ms capa de saisfacer nuctras expectativas de felicidad] Ahora bien, Aristételes reconoce que el ideal de una vida contemplati- va continua sélo es posible para los dioses: sel hombre contemplativo, por ser hombre, tendd necesidad del bienestar cextemno, ya que nuestra naturaleza no se baste a si misma para la contempla- ida, sina que necesita de la salud del cuerpo, del alimento y de los demés cuidadoss (Be. Nie., X, 8, 1178 b). A tenglén seguido nuestro autor admite que no es é€ el nico camino para alcanzar la felicidad, sino que también se puede acceder a ella median- te el ejercicio del entendimiento practico, que consiste en dominar las, pasiones y conseguir una relacién amable y satisfactoria con el mundo atural y social en el que estamos integrados. En esta tarea nos ayudarn las virtudes, que Aristételes clasifica del siguiente modo (este listado no es exhaustivo): La principal virtud dianoética es la prudencia, que constituye la verda- dera «sabidurta practica»: ella nos permite deliberar correctamente, mos- trdndonos lo mas conveniente en cada momento para nuestra vida (no lo mas conveniente a corto plazo, sino lo mas conveniente para una vida ‘buena en su totalidad). La prudencia nos facilita el discernimiento en la toma de decisiones, guiéndonos hacia el logro de un equilibrio entre el exceso y el defecto, y es la guia de las restantes vircudes: la fortaleza o coraje 60 ire Ceara serd, por ejemplo, el término medio entre la cobardia y la temeridad; ser generoso ser un término medio entre el derroche y la mezquindad, etc. Pero el término medio no es una opcién por la mediocridad, sino por la per- fecciGn: por ejemplo, una escultura perfecta serfa aquélla a la no le sobra ni le falta nada; de modo similar, la posesién de una vircud cualquiera significa que en ese aspecto de nuestro comportamiento no hay mejora posible, sino Propias del intelecto tedrico: Inteligencia (nous) Ciencia (episteme) ‘Sabiduria (sofia) Propias del intelecto préctice: Prudencia (frénesis) Arte 0 técnica (tskne) iserecién (gnome) Perspicacia (sinesis) Buen consejo (euboulia) Propias del autodominio: Fortaleza o Coraje (andreia) q Templanza o Moderacién (sofrosine) Pudor (aidos) Propias de las relaciones huranas Justicia (¢ikaiosine) Generosidad 0 Liberalidad (eleutheriotes) Amabilidad (ia) Veracidad (aletheie) Buen humor (eutrepelia) ‘Afabilidad o Dulzura (praotes) Magnificencia (megnioprepeis) Magnanimidad (megsloia) que hemos alcanzado el habito més elevado. \ ‘Una persona virtuosa serd, casi con seguridad, una persona feliz, pero necesita para ello vivir en una sociedad regida por buenas leyes. Porque el | logos, esa capacidad que nos hace posible la vida contemplativa y la toma de decisiones prudentes, también nos capacita pare [a vida social, Por eso 61 la ética no puede desvincularse de ta politica: el més alto bien individual; la felicidad, s6lo es posible en una polis dotada de leyes justas. En sintesis, la étiea aristorélica afirma que hay moral porque los sexes. ‘hurmanos buscan inevicablemente la felicidad, la dicha, y para alcanzar ple- rnamente este objetivo necesitan de las orientaciones morales. Pero ademas, 103 proporciona criterias racionales para averiguar que tipo de comporca- rientos, qué virtudes, en una palabra qué tipo de cardcter moral es el ade cuado para tal fin. De este modo, entendié la vida moral conto un modo de «autortealizacién» y por ello decimos que la ética aristotélica pertenece al grupo de éticas eudemonistas, porque asi se aprecia mejor la diferencia con otras éticas que veremos a continuacién, que también postulan la felicidad como fin de la vida humana, pero que entienden ésta como placer (hedo- né), ya las que, por eso, se las denomina chedonistas». El placer se suele ‘entender como una satisfaccién de carécter sensible, en tanto que la auto- rrealizacin puede comportar acciones que no siempre son placenteras. L2.4 Eticas del periodo helenistico Durance el periodo helenistico, los griegos viven momentos de descon- cierto politico y moral por la aparicién de los grandes imperios (primero el de Alejandro Magno y posteriormente el Imperio Romano), que traen con- sigo un alejamiento de los ciudadanos respecto a los centros del poder poli tico, con la consiguiente pérdida de interés del individuo por los asuntos de la polis, dado que ésta ha perdido el protagonismo del que gozaba en los, siglos anteriores. Ante el desconcierto reinante, el estoicismo y el epicure- femo las dos escuelas filoséficas més importantes de dicho periodo-, reconducen la investigacién ética a la pregunta por la felicidad de los indi- viduos, y ambas estén de acuerdo en afirmar, siguiendo Ia tradicién griega, que felicidad y sabidurfa se identifican, Destruida la contianza en la polis, a parti de un ses»), sino que el bien propio y espectfice de la moral no consiste en otra cosa que en el cumpli- rmiento del deber. 7 Los imperativos categéricos son aquellos que mandan hacer algo incon- dicionalmente: «cumple tus promesas, «df la verdad», «socorre a quien esté ‘en peligro», etc. Tales imperativos no son érdenes cuarteleras que nos orde- nen hacer algo «porque sis, sino que estén al servicio de la preservacién y promocién de aquello que pereibimos como un valor absoluro: las personas, incluyendo la de uno mismo. A diferencia de los imperativos hipotéticos ~que tienen la forma «si quieres Y, entonces debes hacer X»-, los categori- cos mandan realizar una accién de modo universal e incondicionado y su forma légica responde al esquema «;Debes ~o «no debese— hacer X!». La razén que justifica estos mandatos es la propia humanidad del sujeto al que obligan, es decir, debemos 0 no debemos hacer algo porque es propio de los seres humanos hacerlo o no. Actuar de acuerdo con las orientaciones que cllos establecen pero sélo por miedo al qué dirdn o por no ser castigados supone «rebsjar la humanidad de nuestra persona» y obrar de modo mera- mente «legal», pero no moral, puesto que la verdadera moralidad supone un verdadero respeto a los valores que estin implicitos en la obediencia a los imperativos categéricos, Naturalmente, actuar en contra de tales imperati vvos es totalmente inmoral aunque pueda conducirnos al placer o ala felici- dad, puesto que las conduetas que ellos recomiendan o prohtben son las que Ia razén considera propias o impropias de seres humanos. Pero, ;e6mo puede la razén ayudarnos a descubrir cusles son los verdaderos imperativos cate- _R6ticos y ast distinguirlos de los que meramente lo parecen? Kant advierte que los imperatives morales se hallan ya presentes en la vide cotidiana, no son un invento de los filésofos. La misién de la Erica ¢s descubrir los rasgos formales que dichos imperativos han de poseer para que percibamos en ellos la forma de la razén y que, por tanto, son normas morales. Para descubrir dichos rasgos formales Kant propone un, procedimiento que expone a través de lo que él denomina «las formu- laciones del imperativo categéricor. De acuerdo con ese procedimiento, cada ver que queramos saber si una maxima puede considerarse «ley * Las eméximase ro, para Kent, los pensamientos que gufan nuestra conducta. Quist se pueda coptar mejor en qué consisten si meditamos sobre el siguiente ejemplo, que no es de Kant. Supongamos que puedo apropiarme de algo que no es mio y eng la absalutasegui- dad de que no serédescubiero; x decldo quedérmelo,etarfa comporténdame de scuerde on una mixima que puede expresarse mis o menos as: waprépiate de todo lo que pueda, siempre que no haya peligron;en cambio, si decido no queddrmelo, la maxima que me guia. ria puede ser esta ota: no te apropies de lo ajena aunque no haya peligto, no es hanesto hacerlow. Lo que Kant nos sugiere esque pongamos a proc la maximas que podran rest nuestro obra, de modo que podames aclarar cules son acordes con Ia ley moral y cules no. Desde su punto de vista ~obviamente- so la segune maim pasarin el test de moralldad nN moral», habremos de preguntarnos si reiine los siguientes rasgos, propios de la razén: 1) Universalidad: «Obra sélo segtin una méxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se tome ley universal». Seré ley moral aquélla que comprendo que todos deberfamos cumplic. 2) Referitse a seres que son fines en si mismos: «Obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier ‘otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como ‘un medion. Sera ley moral la que obligue a respetar a los seres que tienen un valor absoluto (son valiosos en si y no para otra cosa) y que son, por tanto, fines en s{ mismos, y no simples medios. Los tini- cos seres que podemos considerar que son fines en si =a juicio de Kant~ son los seres racionales, dado que sélo ellos muestran ~como veremos més adelante la dignidad de seres libres. 3) Valer como norma para una legistacién universal en un reino de los fines: «Obra por méximas de un miembro legislador universal en un posible reino de los fines». Para que una maxima sea ley moral, es preciso que pueda estar vigente como ley en un reino futuro en que todos los seres racionales llegaran realmente a tratarse entre si como fines y nunca s6lo como medics. Al obedecer imperatives morales, no s6lo muestra uno el respeto que Je merecen los demés, sino también el respeto y la estima por uno mismo. La clave de los mandatos morales auténticos (frente a los que s6lo tienen la apariencia, pero en el fondo no son tales) es que pueden ser pensados como si fueran leyes universalmente cumplidas sin que ello implique ninguna incoherencia, Al obedecer tales mandatos, nos estamos obedeciendo a nosotros mismos, puesto que no se trata de man. datos impuestos desde fuera, sino reconocidas en conciencia por uno mismo. Esta libertad como autonoméa, esta capacidad de que cada uno pueda llegar a conducirse por las normas que su propia conciencia reco- noce como universales, es la razén por la cual reconocemos a los seres humanos un valor absoluto que no reconocemos @ las demés cosas que hay en el mundo, y por eso las personas no tienen precio, sino dignidad, La libertad como posibilidad de decidir por uno mismo es, para Kant, la cualidad humana més sorprendente. En virtud de ella, el ser humano ya no puede ser considerado como una cosa mis, como un objeto intercam- biable por otros objetos, sino que ha de ser considerado el protagonista de su propia vida, de modo que se le ha de considerar como alguien, no como algo, como un fin, y no como un medio, como una persone, ¥ NO como un objeto. RB

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