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Simon Bolivar, el Culto Heroico y la Nacion German Carrera Damas Hispanic American Historical Review, Volume 63, Issue 1 (Feb., 1983), 107-145. ‘Your use of the ISTOR archive indicates your acceptance of STOR's Terms and Conditions of Use, available at hhup:/www stor orglabout/terms.html. ISTOR’s Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the sereen or printed page of such transmission. Hispanic American Historical Review is published by Duke University Press. Please contact the publisher for further permissions regarding the use of this work. Publisher contact information may be obtained at hhup:/www jstor.org/journals/duke.html. Hispanic American Historical Review (©1983 Duke University Press JSTOR and the ISTOR logo are trademarks of JSTOR, and are Registered in the U.S. Patent and Trademark Office For more information on JSTOR contact jstor-info@umich.edu, ©2001 JSTOR upslwww jstor.org/ Fri Nov 23 16:25:26 2001 apart Amercentatocel Revie oes 9, ares {Cope TORS by Deke University Prost Simén Bolivar, el Culto Heroico y la Nacién GERMAN CARRERA DAMAS* 1 jueves 18 de diciembre de 1980, el diario caraquefio El Universal publieé en primera pigina una fotografia del cardenal José Humberto Quintero, primado de la {iglesia venezolana, tomada cuando pronunciaba “su magna oracién en homenaje al Libertador Simén Bolivar con motivo del sesquicentenar de su muerte.” El titular a cuatro columnas, que corona la fotografia, dice: “La Iniquidad Cometida Contra Bolivar Nos Ha Impuesto una Langa Sancién Divina.” En el cuerpo del diario esta inserto el texto completo de la oracidn, una de euyas partes es presentada bajo el subtitulo “El pecado de Venezuela” Puesta la mano en el pecho, hemos de confesar que Venezuela, al declarar en. 1830 al Congreso de la Nueva Granada que no entraria en trato alguno con ella mientras permaneciera en el te- rritorio de Colombia Bolivar, lo que equivalia a exigir su destierro, Jamentablemente desconocié en é su earicter de elegido divino, Esa vergonzosa declaracion del Congreso Constituyente de Ve- neaiela, que fue acto oficial de la representacién de la nacion, Ta recibié el pais, cuando ain habia libertad de prensa, con un gran silencio, equivalente a una tacita aprobacion, y, por tanto, s¢ hizo ccémplice de tamario desafuero. Eseribi en una de mis Cartas Pas- torales que entre los atributos divinos, esta Ia justicia, la cual premia To bueno y castiga lo malo. Si para las personas indivi- ualmente esos castigos o premios tendran perfecto cumplimiento al trasponer las puertas del sepulero, como lo enseié el Divino Maestro en la paribola del rico Epuién y del pobre Lizaro, en cambio para las naciones esos premios y castigos han de realizarse en este mundo, porque para ellas en cuanto tales, sélo existe la vida de esta tierra, Y la historia nos testifica, cuando observamos su marcha desde las alturas de la fe, que uno de los medios ha- * The author, Emeritus Professor of History ofthe Universidad Cental de Venezuela lives in Cara, 10s arm | FEBRUARY | GERMAN CARRERA DaMAS bituales de la Providencia Divina para penar los delitos colectivos ha sido privar a los pueblos ora de la ibertad, ora de la paz, ‘La infame proposicién de destierro contra el Padre de la Pa- tria, aceptada sin protestas por la nacién venezolana, fue—lo re- pito—un claro desconocimiento de su earieter de elegido divino. ihe aqui que desde 1830, en que se perpetrd tal iniquidad, nues- tra historia nacional durante todo el siglo pasado, se puede tetizar y resumir en asoladoras guerras civiles y en largas tiranias, rotas apenas por brevisimos y precarios periodos de paz. La impresionante coherencia teol6gica del cardenal historiador— ‘ocupa el sillin J de la Academia Nacional de la Historia—no dejar de suscitar alggin reparo de parte de los militantes de la nueva conciencia cristiana catélica. Pero, sin duda los levanta, y muy abundantes y fun- dados, de parte de una conciencia historica medianamente critica, como Jos motiva igualmente la tranquilizadora generalizacion con la que eierra su razonamiento, puesto que reine en un mismo movimiento de la re- dencién la paz de Juan Vicente Gémez y la de la democracia de reciente hora: “cerrado felizmente a comienzos de este siglo el ciclo doloroso de las querras eiviles, los afios de paz que por fin ha disfrutado Venezuela y las dos décadas largas que leva de libertad, nos permiten pensar que la bondad divina ha dispuesto poner ya término a larga y merecida sancién por aquel pecado piblico de la patria.” De esta manera ha dado su fruto, casi siglo y medio después, la iniiativa tomada en 1833 por José Antonio Piez—quien firmé también el decreto de ostracismo de 10 de setiembre de 1830—"para limpiar de aquella mancha la eonciencia nacional.”* Qué hace posible un lenguaje semejante en la sociedad venezolana del presente? éCémo puede destacirsele de tal modo en la prensa sin ‘que—siguiendo el rvonamiento del cardenal—se suscitase ninguna rea ein? Si esto ocurrierra en una sociedad teoeratiea, al modo de las que injustamente se ha dado en Hamar islamicas, seguramente luciria més comprensible. Reconfortaria el énimo y aquietaria la conciencia el que logriramos persuadimos de que esto ha sido posible por obra de la apatia, o de la indiferencia manifestada por los venezolanos de hoy ante un debate ideo- logico que supere la cruda controversia politica cotidiana. Pero hay bue- nas razones para pensar que no es ésa la explicacién, Antes por el eon- trario, ésta hay que buscarla en la socializacion del culto heroico rendido a Sim6n Bolivar, y en la presién que éste ejerce sobre las eonciencias individual y social, hasta el punto de que por fe, conveniencia o temor, 1. Segin Talo Febres Cordero, citando a José Gil Fortul, “Sobee exten histéiea, [La revolueén separatist de 1850,” en Obras completa, 6 vols. (Bogots, 1980), 11, 195. EL CULTO HEROICO ¥ LA NACION 109 todos los venezolanos queremos dar muestras de devocién, 0 en toda circunstancia no ser sefialados como desereidos y ni siquiera como disi- dentes. Queda, sin embargo, en pie una pregunta de aleance metodoldgice: la posibilidad de que sean formulados, y més aun reiterados, ciertos con- ceptos que la razén juzga inadmisibles, sin que se provoque reaccién alguna de la opinién priblica en estado de manifestarse, gpuede ser to- mada como signo cierto de que existe un clima de opinion propicio, si € que no expresamente identificado con esos conceptos? Seguramente las respuestas no harian sino enfrentarnos al viejo problema de eémo percibir y evaluar formas de la conciencia colectiva, y por supuesto, de ‘como medir su grado de generalizacién y la funeionalidad de su articu- lacién como hecho eolectivo.

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