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mis temible: la apertura de la esfera de la insercién, no por la posibili- dad recuperada del acceso a Ia esfera del empleo, sino por una genera lizaci6n de las caractertstieas de [os empleos de insercién a fracciones ‘mucho més amplias de asalariados. Encontramos el modelo anglasajén ‘que ya se mencions, pero también la realidad bien presente de las con- diciones actuales de acceso al empleo: utilizacién de las pasantias (o de los dispositivos de insercién) como periods de observacién, ensayo ¥ aculturacién, prolongamiento de estos mediante contratos de duracién determinada euya renovacién se tiende a facilitar, proposiciones salaria~ les que vienen a traducir el desequilibria de este mereado y una presién permanente sobre el empleo que es preciso mantener a toda costa... es decir, a veces cualquiera. Este cuestionamiento —sin duda perturba- or—de las representaciones camunes de la inserci6n confrontadas con las realidades y perspectivas de una esfora de la insercién desengan- chada en buena parte de Te esfera del empleo, debe permitirnos plan- ‘tear con mda ahinco —al tener més pertinencia— las cuestiones esen- ciales: te6ricas y prictieas, politicas o ideolégicas 132 5 La exclusién: concepto falso, problema verdadero por Saiil Karsz Elevar la exelusién al rango de interrogante, de imposible evi- dencia: tal es nuestro tema, nuestra preocupacién, nuestro objeti- vo. Vemos en la exclusién no un fenémeno real, algo que existiria en af, fuera de todo discurso, sino cierta lectura de Io real que in- tentamos interpretar, cierto cifrado que nos importa descifrar. La vyxctusién es una modulidad determinada de nombrar lo real ¥a6 intervenie sobre-éi. «El purito'de vista define el objeto», explica F. de Saussure: la mirada inscribe lo real en una red significante. Nos proponemos desmontar esta mirada particular posada sobre Jo real, que lleva el nombre de exclusién. Proponemos un modo de abordaje que amamos Déconstruire le sociad (Karee y cols., 1992). ‘Tratamos pues la exclusién en términos de consiruccidn. Tér- ‘ino valioso, hilo conductor de los andlisis que siguen. Sean cuales fueren su duraci6n de vida y su consistencia, nin- guna construccién es natural, universal, eterna; menos atin ine- luctable. Una construccién no tiene nada de evidente. Se trata siempre de un resultado, de un producto, de un efecto. Ciertos materiales son necesarios para que esa construccién que es la ex- clusién pueda existir; se movilizan ciertas articulaciones, ciertas combinaciones, determinados presupuestos y determinadas mi- ras. De lo contrario, no se trata todavia de éxclusién o ya no se trata mas de ella, 0 no se trata de ella en absolute. Porque no es un acontecimiento esponténeo, sino una edificacién deliberada: ni cualquier persona puede aceeder a la exclusion ni cualquier co- ia ssa puede figurar on ella; ceguramente por eso salir de la exclusisn parece tan improbable. La exclusién es una construccién reglada, ordenada, singularmente coherente. Le dicen «multifuncisn», -c0- ‘modine incluso, lo que es indiscutible. Pero una légiea implacable “en absoluto aparente, por cierto— est operando on ella. Vir- ‘tualmente se puede meter alli de todo, pero de hecho no es asi. Consideremos la exclusién como una obra de teatro con sus per- sonajes tipicos, sus decorados, su libreto, sus apuntadores, su director, su desenlace incierto, Sin embargo, en vez de quedar- nos en fa sala para asistir 0 Ia representacién, vamos a mirar tras bastidores la manera en que esté montada la pieza, eémo y por qué fue escrita, emo y por qué la representan ante ciertos piblicos aquellos a quienes se llama, justamente, actores de la insercién (profesionales de lo social)... Tratar de comprender lo que en ella se representa, lo que en ella estd en juego, a lo que lla juega. Indagar qué incluye la exclusion y, por tanto, qué ex- cluye 0 deja de lado. Trabajar, no en la exclusién, presuponiondo To que es, en qué consiste, sino sobre la exclusién, a fin de saber lo mas ajustadamento posible de qué hablamos cuando hablamos de exclusién, y de qué, al hablar de ella, evitamos hablar. Condi- ion necesaria para hablar de otra manera, para hablar de otras coses, para actuar de manera diferente, El proceder terico dirigido a elevar la exclusién al rango de cuestién muestra ser indispensable para Ia inteligencia de las précticas y para el incremento de su eficiencia, Esto se llama «de. Noes exciuido el que quiere. Para acceder a Ia exclusién, indi- viduos y grupos deben conocer ciertos itineraries relativamente ipicos y presentar cierto nimero de caracteristicas en términos do empleo, escolaridad, vivienda, vida familiar, eteétera. Esta es precisamente 1a condicién necesaria, expresamente estudiada por los trabajos sobre la exclusién, por la literatura gris, por los discursos medidticos. Esto es lo que inquieta a las diseursos poli- ticos y constituye el blanco de los dispositivos sociales, de las or- ganizaciones caritativas, de tas politicas publieas, eteétera. ‘No obstante, los itinerarios de oxclusién son también y son an- to todo itineraries escolares, salariales, conyugales, etcétera. La exclasién es una reinscripcién determinada de estos itinerarios, tuna de sus re-significaciones posibles. De hecho, todas y cada une de Ins situaciones que corresponden hoy a la exclusién pueden ser objeto de andlisis e intervenciones de muy distinta naturaleza. aa Comparemos, por ejemplo, los mendiges y los Sv¥: sexgdn lake ratura y los dispositivos existentes, en principio s6lo los tltimax corresponderian a la exclusién; estas dos denominaciones no son sinénimas, no las separa un simple cambio de etiqueta ni sola- mente la coyuntura econémica y politica. Ni siquiera la ausencia de vivionda o de empleo: ini unos ni otros los tienen! Lo que cambia es la problemétiea a partir de In cual y dentro de cuyos limites ciertos personajes se ponen a existir, adquieren. consistencia, presentan ciertos rasgos, carecen de otros, etcétera. ‘No es excluido el que quiere. Para que individuos y grupos sean reconocidos como tales, es decir, para que sean situndos en semejante lugar y para que nos ocupemos de ellos en la medida en que alli se mantienen, para que por su lado individnos y grupos pucdan reconocerse como excluidos, es decir, para que entiendan que se trata cabalmente de ellos, para que andlisis tedricos los to- ‘men por tema e intervenciones institucionales los apunten como blanco, se requiere una condicién suficiente. Condicién decisiva, determinante, estratégica: la existencia de una problematica de a exelusiéa. Sin problemética teérico-politica de la exelusién, no hay excluidos de carne y hueso. ‘Ademas de cierto itinerario, de cierto tipo de problemas, ade- més de corresponder por lo menos a una de las miiltiples excla- stones plurales, todavia hace falta que un cuadro de lectura dé tun sentido a ese itinerario, ordene la mirada que se le puede di- rigir, seleccione ciertos rasgos, privilegie ciertas actitudes, miti- gue otras, Para sorin excluido no basta tener problemas, 2un- que sean graves: jsi bastara con es6, el namerd de exchuidos se acercarfa peligrosamente a la cifra total de los seres humanos! Condicién necesaria de la exclusién: cierto itinerario mate- ial por parte de ciertas poblaciones. Condicién suficiente: iti- xerario inscrito en una serie de significaciones te6ricas, de cla- sificaciones administrativas, de intimaciones institucionales, de asignaciones econémicas, de tratamientos politicos. Hay. que tener pues problemas diversos y, ademés, estar apresado en las, ‘mallas de cierta maquinaria de codificacién de lo real. ‘Ahora bien, curiosamente es esto lo que, como regia general, la vasta literatura sobre la exclusion deja en silencio, Al estudiar tinica o fundamentalmente los itinerarios materiales de la exclu- sidn, sus causas reales o supuestas, con autares que hasta perge- jin tipologias tan azarosas como inquietantes de un inverosimil «perfil del excluidor, esta literatura presenta como evidente y na- 135: tural la problematica —sin embargo cultural e ideologica— que construye la categoria de exclusién y permite reconocer a los ex- aluidos en lo real. Dicho en otros términos, yo planteo que hay sin duda excluidos de carne y hnoso que viven en situaciones subjetiva y objetiva- mente intolerables y euyo mimero aumenta sin parar, Pero sefia- lo que, para que las cosas sean. asi, se, requiere la existencia de _-Bna problematica de la exclusién: sin esta problemética, los Tla- “Tmados excluidos no 1o son todavia o han. dejado de serie: Sin psi- quiatria no hay locos sino poetas, extravagantes, idiotas del pue- blo u otras personajes: el diagnéstico no es el mismo, ni el modo de tratamiento, ni los profesionales de lo social. En los hospitales psiquidtricos no atienden a poctas, salvo que se los tenga por lo- os; por su lado, las editoriales no publican a locos, salvo que los tomen por poetas. Habré que preguntarse entonces qué. ocurre ‘eon dichos excluidos cuando né hay problématica de la exclusion, _¥ ué tipo de acciones los impliean. ‘Nuestra argumentacién se despliega en tres grandes seccio- nes, cada una de las cuales comprende varios capftulos. «La ex- ‘lusién: puesta en escena» procede a una primera presentacién de la problemética de la exelusién y desarrolla sus contornos. La seecién siguiente, titulada -La exclusién: puesta en cuestién, in- daga en esta problematica desde un punto de vista critico. Una ‘iltima seceién, «La exclusién: puesta en estructura», identifica log presupuestos mayores de esta categoria, sus fundamentos teéricos y polfticos, y hosqueja Ins condiciones de una superacion razonable y razonada. ‘Las tres secciones s¢ apoyan unas sobre otras, ensamblindo- se sin pausa. En el transcurso de las argumentaciones, desde angulos siempre especificos, retomamos puntos anteriores y/o remitimos a puntos que ae tratarin con posterioridad. Progre- sién dialéctica indispensable para la deconstruccién argumenta- da de la problemstica de la exclusién. La exclusin: puesta en escena Se trata aqui de desplegar la categoria de exclusién, mostrando su amplitud y sus ramificaciones. El propésito es senalar su dise- minacién, su fuerza, su impacto, su presencia en toda clase de dia- cursos y en practicas de todo orden. Difusion masiva, aunque con- 196 ‘emianeae trovertida: ciortas corriontes teéricas y politicas le acreditan im- portantes rendimientos explicativos, hacen de ella un objeto pri- vilegindo de anélisis y un objetivo estratégico de intervencién, mientras que otras afirman su inanidad casi total y proponen reemplazarla, Si la exelusién separa por un lado a los excluidos y par el otroa los incluidos, divide también a los que, por razones. versas, se ocupan de ellos. ‘La extrafia familiaridad de ta exclusion El viejo término exclusion” se fue integrando paulatinamente en toda clase de vocabularies, hasta figurar entre los léxicns habi- tunles de diferentes profesiones, de diferentes sectores sociales. En cuanto a sus usos contempordneos en Franeia, es coman datar su aparicién en los ensayos de P. Massé (1969), de J. Klanfer (1965) y por supuesto en el de R. Lenoir (1974), Sin embargo, el uso propia ‘mente eontemporaineo os mds reciente ain: la déeada de 1990. Se produce aqui una especie de coalescencia, de coneentracion de sig- nificaciones que la década iré agudizando cada vez més. En efecto, 4ax_mutaciones en la divisién internacional det trabajo, las rees- tructuraciones industriales y financieras, el desempleo y la procar rizacion de masas, la generalizacion de las relaciones mereantiles, el conjunto de transformaciones que definen la etapa actual. del proceso de mundializacién, es decir, de expansién conquistadora del eapitalismo, producen efectos que se entionde son condensados por la nocién de exclusién, Su desarrollo es contemporéneo de Ia Fevolncién conservadora y del influjo creciente del liberalismo. Co- mo sofiaia R. Castel, en Francia el crecimiento de le exclusion se da eonjuntamente con la exaltacién de la empresa y de los valores, empresariales; pero In caida de estos valores en los uiltimos aiios no fue acompatiada por un descenso de aquélla, Apartir de In década de 1990, la nocidn de exclusién pasa a ser una categoria sobredeterminada, aparentemente sin fronteras, a Ja vez. interprofesional e interdisciplinaria. Va més alld de Ja sola eafera econémica y politica. Sobre todo franco-francesa en sus co- sion, xi, rare avant le xvuF s, Erap?. ‘exeluniuns (medieval), texebusio: ¥, lore. —Dér:exclusivié, 1918, (1991. Bloch, 0, You Wartburg, W. Dictionnaire étymalogique de a langue frangaise, Paris, PUR} 137 mienzos, es més frecuente en los pafses franeéfonos, asi como en ‘Pspaiia y América Latina, por parte de investigadores de lengua inglesa, eteétera, Al apolar a ella, una literatura on crecimiento exponencial aspira a caracterizar la precarizacién y fragilizacién de poblaciones cada vex més numerosas. La exclusién constitui- ria la causa y/o la consecvencia de conflictos sangrientos de ca- récter étnico o religioso, hoy dia muy numerosos en casi todo el mundo. Se entiende por exelusién una renegacién de la alteridad que se corresponde con una rigidez reciente de las instituciones y empresas, impregnadas unas de buroeracia y las otras de culto alla productividad. La exclusion del otro, de los otros, constituye una suerte de reserva inagotable por la que asoman sus formas ‘multiples, multiformes, ineonexas. exclusiOn, se vuelve un tema recurrente de los discursos po- Iitieds'y de las investigaciones en ciencias sociales, de los medios de comuiicacion y de las conversaciones habituales, de las practi- cas médicas y psicosociales. Se instalan politicas piblicas y dispo- sitivos de intervencién, ven la luz nuevos campos y nuevas espe- cialidades del sector social, se recalifican campos proexistentes y se reorganizan modalidades de intervencién, en particular me- diante la instauracién del kal francés o del Minimex belga. El re- chazo de las xenofobias alienta vastas convergencias politicas y doctrinarias. Unas veces la exclusion se inscribe en la denuncia de] ultraliberalismo, otras justifica ol liberalismo social (Mani re, 1998): abanico de «Ia izquierda plural» on Francia y otros paf- ‘ses, en 61 se reconocen protestantes y catdlicos progresistas, gru- Pos, revistas, sensibilidades de izquierda. ‘Algunos legan a considerarla natural. No habria existido, no podria existir una sociedad sin exclusis esclavos, loa ex- tranjeros, los invélidos, los locos, los inmigrantes, los desemplea- dos, los trabajadores, los judios, los &rabes, los pobres, los ricos; ‘en suma, del otro, del Otro. La exclusién serfa tributaria node una coyuntura (tempora)), sino de una_estructura (irrebasable): sus formas y sus contenidos cambiarian sobre el fondo de un arma-- 26n que atraviesa las épocas y las sociedades.** ® Be muy instructive en esto aspecto leur a 8. Paugam, quien, en sus die rentes escritos, abarea précticamente todo el abanico de las significaciones dis- porsas, cuando no francamente contradictorias, de la categorfa do exclusion. Sin embargo, como se vers més adelante, opara en olla una légiea bien defink da. 138 sect Nea La década de 1990 precipita y vuelve dominante, casi ilimita- do, este eonglomerado de significaciones. Generalizacién de la nocién, ensanchamiento incesante de su supuesta performance explicativa. Nocién sin orillas, sin limites. Ya en 1974, René Le- noir confeccionaba una lista tan enorme de las situaciones reales © potenciales de exclusién —desde la vivienda hasta el senti- miento amoroso— que al final resultaba muy dificil no reeonocor- se en ella. Después, la célebre «fractura socials mediante... No discutamos aqui las virtudes omniexplicativas y totaliza- doras atribuidas a la categoria de exclusién. Otra cosa merece ser subrayada: las ocurrencias miiltiples de esta nocién, el am- plio abanico de sus campos de aplicacién certifiean que justa- mente es dificil no reconocerse en ella. Suerte de test proyecti- vo, la execlusién «nos interpela en algiin punto». Sentimiento en ‘aparieneia familiar, arcaico, interna a cada uno de nosotros. No es éste un rasgo menor ni aneedético. Se manifiesta en él una vigorosa particularidad de la exclusién: son cada vez més los que han ofdo hablar de ella, los que tienen una opinién al res- ecto, los que se autorizan a dar su parecer. Llueven las expli- caciones. La.exclnsién resultaria del desarrollo natural y.nece- -sario-deda-cconomfa («No se puede detener el progreso~), de la que seria un efecto inevitable («Los sacrificios de hoy haran po- sible el crecimiento de mafiana:).\Derivaria de Ios fracasues en Jos sistemas de formacién, incapaces dé preparar la entrada en ‘na economia moderna, sobre todo de los jévenes. Estarfa vincu- ada a la dificultad subjetiva de ciertos individuos para adaptar- se a.la complejidad creciente de nuestras sociedades. Responsa- ble de ella serfa la mala gestidn de las mutaciones econémicas, vylo el cardcter supuestamente irracional ¢ inhumano de la eco- nomia, el poder de las teenociencias o, por el contrario, los obs- téculos que éstas deben veneer ain. Horror econémico segin algunos, ventura econémica para otros. Periédicamente, cier- tos sondeos nos hacen saber que son muchas las mujeres y hombres que creen hallarse en situacién de exctusién o que te- ‘men estarlo. A escala histérica, en la vivencia personal o en los, ‘registros colectivos, por una raz6n u otra pareceria que todo el mundo se ve aludido, cosquilleado, provoeado por ella. Y esto, sin que necesariamente la propia situacién personal o familiar experimente un deterioro sensible, sin que se tongan por fuer- za problemas de empleo, de salud fisica o mental, de vivienda.** E ineluso sin que se ejerza un oficio Namado social.,. Caso pro- 139 totipico inverso, pero de pregnancia similar: el desarrollo hoy masivo de diferentes formas de individualismo ¢ indiferencia constituiria una suerte de proteccién respecto de lo que cada cual posee, cree poseer o espera poseer, frente al riesgo de exch- sién, Efectiva o virtual, todo se presenta como si a cada cual se le impusiera decir algo sobre ella, hacer algo con la exelusién... ‘Sin embargo, la mayorfa de las situaciones que en la década de 1990 se deseriben en términos de exclusicn estén lejos de ser todas propias de este periodo. El destierro de poblaciones enteras, las matanzas reales o simbélicas, la explotacisn cinica de amplias ca- as sociales ocupan un lugar no desdefiable en Ia historia —emi- nentemente tragica— de la humanidad. La miseria del mundo no nacié hoy, ni siquiera ayer. No fueron los serbios, ni siquiera los na- zis, los que inventaron la purificacién étnica. Nada de todo esto es exclusive de una época precisa ni de individuos determinados. Por supuesto, esto no justifica en absoluto los crimenes contemporé- rneos, el destino que sociedades relativamente pacificas y més 0 menos democriticas infligen a una parte crecionte de sus miem- bros. Pero se impone una comprobacién: la puesta en perspective de estos fonémenos tan heterogéneos bajo la categoria unificadora de exclusién, les confiore una coloracién de conjunt, les imprime ‘un comun denominador, los retine en una temética compartida, Esto os justamente lo que puede intrigar, pues no ge trata en abso- luto de una cuestion de palabras, menos atin de moda o hasta de etiqueta, No es lo mismo —ni conceptual ni précticamente— ver allfexclusidn, o alienacién, o explotacién, o agresividad, o domiaa- cién. Cada una de estas denominaciones moviliza registros, pode- 105, modalidades de intervencién espectficas. Uno no se dirige de 2a misma manera a los excluidos 0 a las clases sociales, aunque 86- Jo sea porque los primeros no desfilan de la plaza de la Bastilla a Ja plaza Nacién y los otros no estén en la mira de la insercién. Ast ‘pues, la exclusiGn produce efectos sobre fendmenos culturales, po- Puode devise de la exclusién lo quo D. Demazitre apala on cuanto al de- sempleo, mas aun cuando se considera a éste como un sndicn significative de ‘quella: oI dezempleo no afecta a todos los individuos en la soriedad, pero com- cierne a esta Gliima en su globalidad. Hay aqui sin dada un rasgo capital del docemplea masivo: no traduce ya algunas [alas del ereciruionto, algunos acci- ddentes en la periferia social: amenaza a las regulnciones sociales, desestabiliza lag representaciones establecidas, interpela 2 la sociedad en su conjuntor (1996, Demazibre, D. La Sociologie die ehémage. Paris, La Découverte, pig. ua. Mo Iiticos, econémicos, institucionales, sexuales, eteétera, que es per- fectamente posible vivir y analizar bajo otras denominaciones. Se trata de una metacategoria (Thomas, 1997). Por ego inaistimos en que parece dotada de una capacidad om- niexplicativa. Voraz, goza de un auténtico don de ubicuidad: no solamente personal ni tinicamente oolectiva ni exclusivamente historic, Nocién moderna a carta cabal, contemporénea y sin em- ‘argo muy antigua, ancestral, incluso arcaica. La exclusién puede ser llamada segregacién, y la segregacién, exclusién (Karsz, 1998; Soler, 1998). Nocién eminentemente familiar, por lo mismo que in- ‘terpela a muchas personas en muchos planas y dice zauchas\gosas sobre muchos problemas, Pero su familiaridad es curiosa, sorgren- dente, enigmética... Hay exclusién y exclusién: uso genérico y uso especifico ‘Multiples facetas de la exclusidn: respecto de instituciones, précticas, medios profesionales, configuraciones familiares, os- tructuras politicas y relaciones econémicas. Conoceros la exclu sion escolar, Ia exclusién profesional, la exclusién del poder, la exclusién sindical, la exclusisn frente al trabajo, la exclusién en materia de amistad, In exclusién aimurusa, la exclusién racial ta exclusién de la atencién médica, y hasta la excomunién eclesids- tica... Si se busea bien, uno esta siempre excluido con relacién a alguien, uno eatsi siempre excluido de algo. Se manifiesta asi de nuevo Io aparentemente inagotable de las ocurrencias de esta categoria. Toda enumeracién acaba siendo incompleta y a la vez, radicalmente, tiene cabida para todo. ‘Comprobacién en suma trivial. Si la palabra exclusién» forma parte de toda clase de vocabularios corrientes y eruditos, anti- guos y modernos, no en todes cumple los mismos roles, no ejeroe siempre las mismas funciones, no designa siempre las mismas ‘cosas, no tiene siempre el mismo sentido. Sin embargo, debere- mos preguntarnos si esta pluralidad de significaciones, a la vex fluctuantes y alternativas, de una categoria aplicable a situaci nes radicalmente dispares y a conductas bésicamente heterogé- neas, constituye un inconveniente, una desventaja o, por el con- trario, una condicién sine qua non de funcionamiento. Apartir de la década de 1990, la exclusion se convierte en una contraseria; mejor dicho, en un paradigma, Adquiere un sentido ML espectfico, poco usual o inexistente en otros higares, en otras épo- cas, en otros contextos. Para localizario, formalemos una prime- ra distincién: entre el uso genérico y el uso especifico. Las situaciones antes evocadas son ejemplos del uso genérico, general, tal y como lo caracteriza el diccionario de la lengua. En cada oportunidad la exclusién toma un sentido limitado, estre- cho, circunserito a ciertas situaciones. La exclusion escolar es una medida reglamentaria que sanciona la suspensién 0 la ex- pulsién de uno o varios alumnos. La exclusién de la vivienda si- gue por lo comin a In falta de pago del alquiler, a recursos juzga- dos insuticientes, sobre un fondo de especulacién inmobiliaria y de politica restrictiva del habitat. La exclusién del empleo depen- de de las calificaciones del candidato, de sus pretensiones, de la competencia planteada entre los postulantes, de las reestructura- ciones industriales y comerciales, de las estrategias patronales. Cualquiera que sea su gravedad para las personas ¥ los grupos implicados, se trata de exclusiones restringidas, particulares. El término exelusién reviste aqui un cardeter indeterminado pero to- Tera que se lo especifique: la exclusién concierne a la segregacién, Ja eliminacién, la expulsién, el apartamiento, el despido, la revo- cacién, el destierro, el exilio. También es posible invertir la lista: Ja segregacién, el exilio, la revocacién, eteétera, ineluyen la ex- clusiGn eumo uuu de sus abributos, Incline ba puede hacer a ui lado sin que el sentido del conjunto se modifique notablemente. Distintas son las cosas para el uso especifico, propiamente can- tempordineo. De entrada nos confrontamos eon una aparente pa- radoja: los ejemplos de exclusién que se evocaron datan todos de nuestros dias, o bien, si son vélidos para diferentes épocas, tam- bién lo son para la nuestra; pese a esto los hemos citado como ejemplos del uso genérico, es decir, no forzosamente actual de la categorfa de exclusién. Sale aqui a la luz cierto juego esencial pa- ra el funcionamiento de esta nocién. En efecto, el eardcter con- tempordneo de la exclusién no tiene un sentido inmediatamente ‘cronolégico 0 temporal. No basta que la exclusién suceda en nuestros dias (incluso después de la década de 1990) para que co- rresponda al uso especffico: las circunstancias, la época, el nime- ro y la cualidad de las personas y grupos, la gravedad de las si- tuaciones no son decisivos, o por lo menos no son suficientes. En su uso especifico, contemporaneo, la exclusién no esté nece- sariamente presente en la exclusion de la atencién médica, en la exclusion respecto del empleo, en la exclusién politica, eteétera. 42 ‘No todos los excinidos del empleo o de la escuela son... excluidos. La exclusién no esté inmediata 0 antométicamente presente en alguno de los ejemplos citados. Pero esto no hace quo esté ausen- te de ellos Cuando ciertos discursos y précticas movilizan el uso especifi- co de la eategorfa de exclusiOn, estan funcionando cédigos preci- ‘308 y movilizéndose supuestos especificos. Como éste, capital: no hasta ser excluido de alguna parte para ser un excluido on el sen- tido especifico, contemporéneo del término. Hay exclusién y... exelusién, Esta diferencia no es en absoluto un juego de palabras. La ex- clusién, en efecto, no existe en el aire, sus formas y contenidos son coneretos y materiales. No es on absoluto etirea, debe ser de- clinada, especificada, caracterizada. Esta materializacién se en- cuentra a cargo de adjetivos de eardcter local, circunscrito, res- tringido: adjetivos que corresponden al uso genérico. La exclusion, ‘escolar, la exclusién profesional, la exclusidn étniea, la exclusién oi vica, Ia exclusién sexual, eteétera, detallan la exclusién, la hacen visible, la amarran en el tiempo y en el espacio... Pero sobre tado no Ja agotan: segin los casos, la exclusién es tributaria de Ia de- puracién, de la eliminaei6n, de la expulsién, del despido e incluso de la matanza; ella es todo esto, en mayor 0 menor medida porta algo de los unos y/o de lus virus, per fandameutalnente no se re- duce a ellos. En su sentido especifico, la exclusién representa algo distinto y algo mas que sus manifestaciones fechadas y localiza das. Bila resignifica situaciones de depuracién, de despojamiento, de rechazo, ¢ incluso situaciones de exclusion ya existentes, Si es dificil no reconoverse en la lista de R. Lenoir, si el esta~ do del saber» (Paugam, 1996) exporta la exclusién a una cantidad impresionante de terrenos, si de la exclusién todo el mundo ere saber algo, si buena parte de los discursos politicos la toman por blanco... e8 sin duda porque ella supera sus miltiples avatares. Su Ingar propio trasciende todas y cada una de sus formas histé- rieas. Nada de lo humano le es ajeno. Como eb buen sentido segtin Descartes, Ia exclusidn es la cosa mejor repartida del mundo. En estas condiciones, un solo significante puede acompafiarla, ‘un solo vocablo es capaz. de decir de qué se trata con ella. Una so- la palabra —iinica, ejemplar, paradigmatica, trascendental— es capaz de denominar su campo, su extensién, su envergadura, su profundidad, su espesor: «social». En su nso contempordneo, Ia exclusién es siempre, en iiltima instancia, una exelusién social. ua. El articulo que le corresponde no es indefinido sino definido: esta exchisi6n es Ja exelusién social. Pareja singular, en verdad. Cada uno de los componentes existe por su Indo: Ta exchusién se despliega segtin usos, significaciones, rogistros diversos, mientras que lo social se declina segtin dimensiones y acepciones tan multiples como inconexas. jTomados por separado, cada imo de estos dos componentes hace correr mucha tinta y realizar mu- chas acciones! Pero cuando se acoplan, su unién —lejos de cons- tituir una simple suma—rebota sobre ellos y produce efectos en uno yen otro. Antes que nada, en términos de sinergia: brilla aquf por su ausencia, jY justamente porque esta us ausencia brilla, se trata, en realidad, de un exceso de presencia! He aqui un segundo nivel de leetura. Escribir o pronunciar el dr co adjetivo que figura entre lineas, justamente en hueco, seria initilmente redundante. El que no se Jo pronuncie no impide en absoluto que la palabra se haga ofr: decir sexclusin social» equi- vale a preguntar de qué color es e! caballo blanco de Enrique IV, Sale a luz una dialéctica, auténtica puesta en escena de la ox- clusién en au acepeién espectficamente contemporénea, Tenemos por una parte las exclusiones plurales, determinadas, cualific cadas en el tiempo y en el espacio (exchisiones escolares, profe- sionales...); tenemos por la otra la exclusién fuerte, radical, la ex- clusién_on singular, sin sinénimo ni traduccién: la exclusién sovial. Se trata aqui, a Ja vez, de dos tipos de exclusién totalmen- te distintos, y al mismo tiempo de una sola y misma exelusién. ‘4... Dos tipas: como se sugiere més arriba, la exclusién es tributa- ~via de la eliminacién, de la depuracién, del rechazo, del apar- tamiento, etcétera, pero no se reduce a ellos. Para ser social- mente excluido, para ser excluido socialmente, no basta en absoluto una exclusiGn sindieal y/o politica y/o escolar y/o insti- tucional y/o del trabajo. No por ser excluido de un lugar o de una corporacién (partido poiftico, Iglesia, colegio profesional), no por sentirse excluido subjetivamente... es uno efectivamente exclui- dy ve encuenira eu siluacidn de exclusiGn, Hisiat puede conce- birse que uno sea excluido sin que se le informe de ello (procedi- miento usual en los vodeviles). Una ver més, hay exclusion y exelusiones: exclusién en singular y exclusiones en plural. Un sals tipo, sin embargo: la exclusién social no tiene nada de etérea; lejos de instalarse en los limbas, es perfectamente real, conereta, material. Precisamente por eso es social. Pero este ad- Jetivo indica algo que no es en absolute una perogrullada ni un recurso estilistico: Ia exclusién puede insinuarse por doquier y abatirse casi sobre cualquiera, pero siempre sobre Ia tierra, for- zosamente en sociedad. En la medida en que reviste un carécter sovial, la exclusién es un fenémeno de sociedad, concierne a la s0- ciedad, tiene lugar en la sociedad e implica apuestas sociales. Di- cho de otra manera, la exclusién impone abordar expifeitamente las cueationes econémicas, politicas, ideolégicas. La exclusién social se consuma sobre la tierra en cireunstan- cias histéricas precisas: justamente, con motive de exclusiones plurales, particulares, fechadas y localizadas! La exclusin social ¢s lo que tienen en comtin la exclusion escolar, la exclusion pro- 6 fesional, la exclusién étnica, la exelusién cultural, eteétera; es aquello a lo que éstas pueden conducir, es el riesgo que corren los individuos o los grupos excluidos de Ia escuela, del mercado labo- ral, del acceso a la atencién médica... Por ejemplo, esta ultima ex- clusién, grave en si, provoca tanto como resultado de un deterioro generalizado de las condiciones de vida de los individuos y grupos implicados en términos de empleo, vivienda, escolaridad, const ‘mo; en sintesis, del conjunto de derechos y deberes sociales, jus- ‘tamente. Exclusién entre exclusiones, la exclusién de la atencion ‘médica es testimonio de una de las formas temporales y espa- ciales que adopta la exclusion social. Lo mismo sucede con cada una de las exclusiones eepecificas. En su uso contemporéneo, el riesgo, el peligro, la apuesta de Jas exclusiones plurales es en consecuencia la exclusién en singu- Jar, la exciusi6n social, que ellas portan de manera latente. La gente se interesa por ins exclusiones plurales en la medida en ‘que 6stas amenazan consumar la exclusién singular. Las exclu- siones plurales se destacan sobre el fondo de la exclusiGn social, ‘que cada una revela en un dominio delimitado. Una exclusin parcial puede 0 no convertirse en exclusién social segtin concier- pao no a algo de lo social. La exclusién social es una especie de exclusidn, un caso entre otros, siendo no obstante la exclusion por excelencia, 1a exclusion, primera, el cazo princeps de toda forma coyuntural de exclusin. En su acepeién especificamente contemporanea, la nocién de ex- elusién funciona en un ir y venir ininterrumpido, en un vaivén constante entre estos dos tipos de exclusién. Si una exclusion puede ocultar otra, si finalmento toda exelusién es siempre 50- Gal, hay una que es mas social que Ins demas. ‘He aqui pues una clave mayor, un cuadro de desciframiento de los discursos y dispositives de intervencién relatives a tal o cual for- ma Tlamada conereta de exclusin: la exclusion social es 2 un tiem- po presupuesta, sobrentendida y mostrada a la altura de sus mani- festaciones particulares, aquellas de las que se ocupa el discurso 0 el dispositive implicados, Se intenta una articulacién de lo general y lo particular, circulan definiciones, se despliegan argumentacio- hes, se ejercen presupuestos y objetivos. Juegos mas o menos claros tienen lugar entre la esencia (exclusin social) y la existencia (ex- clusiones parciales), entre la eausa traseendental y el fenémeno histérico. Consecueneia: es imposible ocuparse de la exclusi ‘de un punto de vista tedrico y/o préctico, sin hacer filosofin. ‘Sin embargo, cuanto menos eatén enterados de ello el investi- gador, el politico, el operador en territorio, cuanto més lo nieguen, més obligadoa estén a practicar la forma filoséfica dominante: | empirismo, el idealismo, la metafisica Esto no constituye un inconveniente en sf, desde Inego, Bl idealismo y la metafisica son posicionamientos filoséficos tan legitimos como ol materialismo y Ia dialéctica, como lo prueban algunos grandes nombres de la fi- losofia, Pero lo cierto es que los posicionamientos filoséficos no son gratuites ni anodinos. Permiten avanzar o, por el contrario, con- ducen a callejones sin salida. Esto vale para la categoria de ex- clusién social, Esta ultima es testimonio de una crisis: la pareja formada por sexclusign» y «social» encierra contradieciones insostenibles. 0. ‘Mazel, euyo didfano trabajo sobre la exclusin Heva como subtitu- loZe social @ la derive (Mazel, 1996), nos lo indica. Metafora jem- plar: explicita 0 implicita, se la encuentra en todos aquellos que ‘trabajan en la exclusién y no sobre ella, en los tedricos que emiten dingndsticos sobre lo social desamarrado o que ven al excluido en las fronteras de lo social, en los politicos que intentan refrenar sus estragos, en los trabajadores de lo social que buscan evitar la rup- tara del fazo social, en aquellos que combaten contra el ensaneha- micnto de le fractura social. Nuestra época se caracteri, sucle exclamarse, por una crisis social probada. El desarrollo de la ex- ¢lusién transforma radicalmente lo social, lo desconecta, lo deja sin timén: lo social cesa de ser el espacio de la expectativa, de la esperanza y de la promcién (sociales), del progreso compartido, de la posibilidad para cada cual de encontrar un lugar en la gocie- dad... Lo social pasa a ser el teatro de desigualdades tanto mas intolerables cuanto que parecen imposibles de evitar, si no defini- tivas, Diferencia con otras épocas en que las disparidades de in- gresos y de condiciones de vida parecian relativamente soporta- bles porque se las suponia transitorins, circunstanciales, tarde 0 temprano superables. Lo social progresivo de otro tiempo, si no progresista, es reomplazado poco a poco por un social taciturno, luigubre y hasta regresivo. Al respecto, muchos autores entonan odas mas o menos nostalgicas a la memoria de los Treinta Glorio- © Althusser, L. 1978. Philaeophie et philosophie spontannée des sovants. Paris, Maspére. as. 4 ses, pero R. Castel tiene razén cuando recuerda la idealizacién posterior de una época que fue también de conflictos sangriontos y de una explotacidn desenfronada de los hombres y los continen- tes. Ex todos las casos, el hecho de que hoy la exclusién sea preci- samente social y no sélo profesional, escolar u otra, indiea lo que sucede con lo social: expresa su disfuncionamiento, su desazén, su ‘malestar. El crecimiento de la exchusi6n amenaza a lo social, exa- cerba sus tensiones, lo vuelve cada vez mas inestable, lo expone & implosionar, tal ver incluso a explotar. Lo social ya no es lo que era. A la larga, la exclusién excluye lo social. Testimonio de lo que hoy oeurre con lo social, la exclusién dice lo que éste se supone no es: un social dividido, desigualitario, conflictivo, contradictorio. Ocuparse de la exclusién es oporar s0- ‘bre las causas y los mocanismos que hacen que lo social se mues- te tan poco liso, nada unido, apenas consensual. Tan poco social, en suma, Si la exclusién escolar hace imposible continuar los es- ‘adios, la formacidn, las salidas oventuales, y socava la identidad personal, si la exclusién profesional hace vacilar el porvenir de tos individuos y grupos, por su lado la exclusin social interpela a la unidad social como tal, a In sociedad en su conjunto asi como ‘cada uno de sus componentes. Tal es la mira, eomo recordé més arriba, de la ley de lucha contra Ins exclusiones. La eohesién s0- cial necesita ser restaurada mas allé de las grietas que Ia atra- viesan, preservada més alla de los intereses y oposiciones que la ‘tomaa por blanco. No hay nada que replicar a esto, salvo que di- cha restauracién presupone que en otro tiempo la cohesién social habria sido lisa, lampifta, de un solo cuerpo, no contradictoria.?* Supuesto propiamente fantasmético. El inventa a posteriori una suerte de estado de naturaleza, de paraiso mas o menos lai- cizado que en realidad jamds existi6, No aobre ta tierra, en todo caso. La cohesién social no fue nunca un dato natural sino, siem- pre, teatro de enfrentamientos, huchas, transacciones, y también de manipulaciones y traiciones. Ala ver estable e inestable, rels- cion de fuerzas y alianzas, convergencias y divergencias renove- das una y otra vez. Lo cierto es que hoy, en comparacién con otras épocas, la cohesién social ha dejado de ser evidente, de caer por * Lo cocial ost everindo, afirma el tristemente desaparecide Ch. Bach- ‘mana, mientras que por mi lado me pregunta sla averia misma es social. CF. 8, Karve, Deéconstruie le social—seminaire I, Paris, UHarmnttan, 1992. 149 su peso: ha dejado, pues, de parecer lo que nunca fue. He aqui una de Jas ventajas de la exclusi6n social. Comprendemos entonces lo que dicen metéforas como Ta de Io -social a la derivay, Ellas resultan de los multiples desajustes en- tre por un lado el funcionamiento efactivo de las relaciones socia- les, de las condiciones y eoerciones sociales, y por el otro su fun- cionamiento presunto. Estas metéforas resultan del hecho de que la existencia social real se corresponde cada vez menos con su esencia imaginaria; de hecho, la sociedad en que vivimos se parece cada vez menos a Ie sociedad en la que creemos vivir. AE go se encuentra en ella, en efecto, en situacién de deriva y hasta de desconcierto: {las précticas sociales, los funcionamientos 80- ciales, las desigualdades y los conflictos sociales, o mn4s bien una de sus representaciones habituales, de dominante idealista? Podriamos exclamar: «(Exclusién, sf, pera socially. Este adje tivo cumple, en efecto, un papel tan primordial como estraté co: lejas de enunciar un rasgo entre otros, destaca lo que la ex- clusién tiene de propio. Mas que un atributo circunstancial, es ‘una verdadera marea, un sello, una impronta indeleble. Este ad- jetivo destaca la diferencia entre la exclusién y las exclusiones, Si tiene la misma funeién gramatical que , como se dice, olvidando que, si Ia carrera supone corredo- res, incluye también érbitros, apostadores, especuladores y Jucradores, espectadores sentados 0 de pie sobre las gradas, ellos, mismos clasificados por categorfas de confort y por tanto de pre- io, guardarropas, eésped que mantener cuidado, limpieza a rea- lizar, exeremento de caballos # recoger, eteétera. jNo estar en ca- rrera o haber dejado de estarlo no impide en absoluto formar parte de ella, puesto que'las perdedores son eseneiales para los ‘ganadoresjaunque sélo sea en términos de comparacién y rofe- rencia! Ademis de esto, eréer que los perdedores estén «fuera de carreras" es concebir ésta sélo desde el panto de vista de los «ba~ talladores», es decir, de los dominantes que juegan a desconocer Ins divisiones y conflictos de los que dicha earrera es teatro y en Jos que radican las bases de su dominacién. ,Osaré recordar que las hocas del subterréneo, las listas de espera en la ANPe, el puer- taa puerta, las ayuda y socurros de cardeler social, lu caridad, Ja golidaridad familiar y de vocinos, los mil y un subterfugios del sistema «D»,* la ociosidad de los desempleados de larga dura- ign, la perplejidad, cuando no el acostumbramiento, de ado- lescentes cuyos hermanos mayores silo excepcionalmente han tenido un empleo asalariado y declarado, osaré reeordar, digo, que todo esto corresponde a higares, aun cuando no sean en ab- soluto hugares «buenos»? Para ser excluido de la sociedad francesa lo que menos impor- ta es vivir, o mds bien sobrevivir, en Francia, no en Bélgica 0 Ja- # Casi siempre, perdedorvs @s un eufemismo por dominades. Por otra par te, es probable que la metsfora fuera do carrera» guarde relacion eon lo que la sotiologia Hama sescala social, estratifcaciin social, eteéters, cayos presu- puestos y metidas de pata ella reproduce. * Sistema De, Iocueign coloquial con quo £0 desigaa on Francia una forma do resolver problemas (generalmente iéeniova, de bricolaje, eteétera) mediante Jas propios excasos recursos, Precisamenta, «D- as In Tetra inicial do (se) 46- brouiller: apanarselas, arreglirselas por woo mismo. (N. de la. 162 On. Ahora bien, jsi uno vive en Francia, la Guica sociedad de la que puede ser excluide es la Société Générale!* ‘Homos partido de una cuestién que calificsbamos de elemen- tal: 1a paradoja constitutiva de la exchusién —los exchuidos estan adentro— tiene algo de evidente que parecerfa casi superfluo ‘tratar. En efecto, practicantes y tebrieas estén perfectamente al tanto de ella. Esa paradoja se despliega en la vasta literatura s0- bre la exclusin, y es en el seno de esa paradoja donde actian los digpositivos y donde se desloman los profesiotiales de lo social, La sucesiOn de nociones destinadas a calificar la exelusida, a decli- nar sus ¢causas y/o efectos, a reemplazarla por otras tenidas por ‘més plausibles, son otras tantas tentativas de dar cuenta de esa paradoja,¢ incluso de intentar superarla. Pero, una y otra vez, se dosemboce en la situaéién calificada de exterioridad social de in- dividuos y grupos a cuyo respecto nadie ignora que estén por fuerza en el interior de In sociedad. Se machaca con el no recono- cimiento sacial padesido por ciertas personas, pero no se puede ignorar que Ia diseriminacién y el rechazo de que se las hace ob- Jeto constituyen formas espectficas de réconocimiento social. Re- “oblamiento paraddjieo de una situacién patadgjica, la literatura y las intervenciones sobre la exclusién chapotean en la paradoja. Los excluidos estan adentro: nos hallamos sin duda ante una evideneia. Perv esta evidencin es, como cualquier otfa, enganosa, La prueba esta en lo contrario de la exclusién, es decir, en aque- lo a lo que supuestamente esta tiltima abre: la insercién y/o la in- ‘egraciGn, Ahora bien, ge6mo insertar a personas que siempre lo han estado? Qué debe entenderse oxactamente por insercién cuando, én todos los casos representativos, nadie podria carccer de I ineluidos los inutiles del mundo, los supernumeraisoi Tos dewal, Jiados? Estos cumplen funciones econémicas, politicas ideolégi- cas precisas, y sirven ademds al narcisismo un tanto sédico de ciudadanos que se consideran normales, y hasta ontolégicamente normales. O, por el contrario, suscitan solidaridad, mejor atin, ca- maraderfa. En esto reaparece la paradoja, pues la insercién es an- ‘te todo un estado de hecho, tna situacién siempre ya consumada, una condicién siempre ya alcanzada. Los llamados exclujdos. son\ ya insertados: en el desempleo, en la enfermedad fisica y/o mental,” * En castellano, Sociedad General: nombre de uno de los més impertantos bbaneos de Francia. [N. de In T] 163 en la pobreza, en el absentismo escolar, en la ausencia de persps ‘tivas, en el trabajo por Ia supervivencia.,. Insercién dificil, terri ble, drain.tica, fundamentalmente inaceptable, Pero que certifica con ello mismo la paradoja de la exclusién y en eonsecuencia difi- cultades de la insercién, cuando no eallejones sin salida de ésta... Glabré que dirigir los esfuerzos tedricos y practicos no ya ha- cia la inserci6n, sino ms bien hacia la reinsercién yo la integra- jon? Alternativa interesante: Ia reinseréién tendrfa Ta ventaja de presuponer Ia insercidn, se ro(inserta) a partir de una inser- ion ya establecida. La reinsercién no apuntaria a dar un lugar & personas que supuestamente carecen de él, sino a facilitar el ac- ceao a lugares considerados mejores que los que cada cual ya ocu- pa, en términos econémicos, culturales, politicos, en términos de necesidad y de deseo subjetivos. Se trataria, pues, de que todos ¥ cada uno de los individuos y grapos tenga un lugar relativamen- te interesante, vivible, eonforme con los avances y las posibilida- des de |a sociedad implicada, un lugar eapaz de favorecer la au- tonomia, la expansién, la responsabilidad y In responsabilizacién de cada cual... Esta ambieién forma parte del discurso de la rein- sercién, 0 sea, del discurso que Ia reinsercién profiere sobre sf misma. Ambicién que no es necesariamente utépica y menos ain ridicula. Sin embargo, su puesta en préctica entrafia un destara- inate general de todos los ngares: para que el vasto conjunto de ‘mujeres, hombres y nifios eoncernidos por los dispositivos de in- sercién 6 reinsercién tenga acceso a situaciones perdurablemen- ‘te menos penosas, se impone una mutacién de las relaciones s0- ciales, se requiore una transformacién cualitativa de Ia sociedad en su conjunto, Pero semejante perspectiva no forma parte en ab- soluto de los procedimientos de reinsercidn. No se habla de trans- formar la sociedad, sino sélo los lugares que ciertos individuos y grupos ocupan en la sociedad existente. «{Cémo ofrecer un techo a cada cual sin afectar el derecho de propiedad, uno de los mas fandamentales que consagra el orden constitucional?> (Lamar- que, 1996). Se inserta en lo que existe. Insertar, implantar, in- crustar, injertar, eneartar: hacerse un (pequefio) lugar sin molestar demasiado al conjunto. Ayudar 2 individuos y grupos a ericontrar lugares relativamente diferentes de los que ya ocupan, pero en el seno de la misma sociedad que los exeluye, El mareo de los proce- dimientos de insercidn y reinserci6n es el de la estructura social ‘cuyo funcionamiento conduee, justamente, a situaciones que esos procedimientos pretenden superar. Esta cuadratura del circulo vuelve improbable —o excesivuntan te clara—Ia definicién de los indicadores de insorcién y/o reinsct~ Por tanto, su evaluacién. En qué momenta hay integracién? Qué indices son prueba de una insercién, si no lograda (), por lo menos en curso? Vivienda permanente, empleo regular, escolari- dad normal, situacién conyugal y familiar estabilizadas... podrian ser tales indices, aunque no constituyan garantias necesarias y su- ficientes. Con una doble condicién, sin embargo, que de hecho es un doble evitamiento, Por un lado, evitaremos preguntarnos demasia- do eudles son las «oportunidades» (ges Ta palabra correcta?) para o «de dinero auficiente para Ins familias»; nu- merosos profesionales de la salud (médicos, psic6logos, psicoana- listas) esperan que los trabajadores sociales vse hagan realmente cargo de estas poblacionese; decididores administrativos y pol wi cos indagan en la «pertinencia real» de las acciones emprendidas; Y unos y otros esperan «una verdadera politica socials o afirman ue ésa es la que ellos emprenden, y asf sucesivamente. , «modernidads, etcétera. El capitalismo ha vivido: consecuencias mayores derivan de esta creeneia con la que ae alimenta la problematiea de la exclu- sién, Como se indies mds arriba, entre incluidos y exeluidos no puede haber conflicto radical ni contradiecién primordial: justa- mente porque se entiende que unos y otros viven en la tnica s0- ciedad razonablemente concebible. Loa in y los out quieren la misma sociedad por la simple razén de que no podria existir nin- guna otra. Cuestign de realismo, y en absoluto de conformismo. Se trata, pues, o bien de conservar el lugar que cada uno ocupa siBLoTeca. 189 waa en la sociedad existente, y de ser posible consolidarlo, so pena de caer en Ia exelusicn y hasta en el vacio social; o bien, si uno esta yaen situacién de exclusion, tratar de reintegrar dicha sociedad a fin de participar de nuevo en el lazo social. Juego social, vacio social, lazo social, reconocimiento social, e6- tar en la sociedad sin ser de la sociedad; estas metiforas tienen ‘un sentido, obedecen a presupuestos y miras particularmente laros: representan cierto modelo de sociedad. Por eso, si se aspira a comprender la ldgica de los procedimien- tos de insercién y reinsercién, no se los puede tomar al pie de la letra, En efecto, no se trata de conducir a los publicos hacia el «mundo del trabajo-, como si hasta aqui esos publicos se halleran en estado de levitaciin y no realizaran ningtin trabajo fisico, mental o afectivo para tratar de mantenerse vivos, como si bus. car trabajo no implicara un enorme trabajo, Se trata de orientar «a los ptblicos hacia la esfera de las relaciones salariales y, por tanto, de las eoerciones y ventajas puostas asf en ejercicio. Con- dicién, sin duda, de la eficiencia relativa, pero real, de los méto- dos de insercién y reinsercidn, Estos métodos hacen oir normas y valores sociales connotados, ideales, representaciones, modelos historicamente cargados. No operan sin cierto trabaje de inculea- ci6n, de seduccién, de manipulacion, de conversidn, trabajo que 8 preciso vincular a las estrategins conscientes inconsciontes, a las reticencias y a lag resistencias, a la ausencia de cooperacién de que dan prueba las personas y grupos tenidos por beneficia- rios de la insereién. No stempre éstos se dejan engafiar por el pro- ‘grama que se les propone, La neutralidad ideol6gica y politica es imposible: s6lo la buena conciencia humanista puede acustarse con eso, tentada entonees de arrojarse en su opuesto simétrieo, la conciencia hastiada y mas o menos cinica de los practicantes que «no creen mas». Por desgracia, estos creyentes que colgaron los hdbitos son tan in: quietantes como los que imaginan la intervencién social por on- cima de las aguas turbias de lo politico. Unos ya no creen, los otros siguen creyendor ninguno parece convencide de que, mejor que creer, habyia que tratar de pensar. El tercer registro de la légica do fa ideologia ilumina la apues- ta central de la problematica de la exclusién, una de las garan- tins de su mareada difusién. ‘Segrin esta problemstica, el cardcter definitive de la sociedad exiatente, reformable on su funcionamiento pero intrinsocamen- 184 te irrebasable en su estructura, se ha impuesto de manera pro~ gresiva al hilo de los fracasos en las alternativas politicas y eco- némieas socialistas y comunistas, de ha disolucién de las uto- pfas revolucionarias. Una suerte de evolucién natural condujo a Ta supremacia del capitalismo, sobre todo on su versién liberal y ultraliberal (A. Minc). Supremaca eminentemente técnica, ‘tecnolégica, organizativa: ella no tiene nada de ideolégico, de doctrinario.** Ess politica en la medida en que la politiea —«mo- derna» sobre todo— apunta a optimizar los recursos humanos y materiales, a realizar la mejor gestién posible de los asuntos de Ja. cindad: supremacia politica, pero no partidaria, Politica apo- Iftica, en cierto modo. Sale entonees a relueir lo que se ha convenido en Hamer «la nueva cucstién social» (Donzelot, 1991; Rosanvallon, 1995), 0 sea, el conflicto contral de las sociedades modernas. Recordemos pri- meramente que Ia antigua cuestiOn social, especifica del capita- Tismo de la segunda mitad del siglo xix y de la primera mitad del Xx, concernfa a las modalidades de adhesién ideolégica y de par- ticipacién politica de las clases populares, en especial la obrera, en sociedades eapitalistas que, como resultaba cada vez mas cla- To, no eran las de ellas. Enfrentamiento empleadores-empleados, patrones-obreros, dominantes-dominados: la oposicién entre el ‘capital y ef trabajo fundaba el conflicto central de estas sociedar dos capitalistas en términos de clases sociales y hasta de luchas do clases. Las posiciones ¢ intereses de unos y otros eran opues- tas, y también lo eran sus proyectos individuales y eolectivos. Este ya no es fandamentalmente el caso en las sociedades mo- dernas, donde la exclusién esta expresando una cuestién social bien reciente: Esta dificultad Ide la nueva cuestién social] se debe a que la rela i6n entre Ins polos de la sociedad ya no adopta las formas de un eara ‘cara sino, podriamos decir, de un Jado a lado. Ya no hay explotacién. ‘Ya no hay dominacién. Hay un desenganche de la parte «moderniza- day de la sociedad efectuado sin utilizacién de la parte inadaptada» y sin coercion sobre ella. Esta indiferencia es incluso Jo ie suscita «Bl presidente da una poderosa confederacionpatronalfancean insta al Gobierno se poner» las poquudasy medians empresas al abeigo de toda ideo- Jogia 1.1 Norra cofedoraciin-—avien~ continanrs poniondo en primi sian lo principios del iberalismo mocerados Le Monde, julio de 1958). 185 Ja violencia (en especial la de loa suburbiosl (J. Doxzewor, 1991, ag. 9). Pasaje ejemplar, resume manifestaciones que encontramos de modo explicito o impifcito en una vasta literatura cientifica, poli. tica, mediética. Se revelan ast dos declinaciones de In cuestion social, cada una de las cuales comprende personajes exclusives: de un lado, la antigua cuestién social basada en el cara a cara de Jas clases sociales antagénicas —y por ello implicadas en una Iu- cha de elases—, del otro la nueva cuestién social basada on el la doa lado de los incluidos y los excluidos, de los in y de los out. Las clases sociales, allf donde todavia existen, ya no constituyen un principio ordenador, Las sociedades contemporéineas estén atra- ‘Yesadas por fuertes disparidades de las que algunas resultan in- cluso mis agudas, inds insolubles que en el pasado, especialmon- te en el plano econémico, en términos de empleo ¥ de consumo. Pero estas disparidades no se explican, y menos atin se resuel- ven, mediante el concepto de clases sociales. Ellas resultan del apartamiento de individuos y grupos que se han vuelto inemplea- bles, insuficientemente calificados («desechados por el progreso»). Dichas disparidades constituyen el precio nocivo, aunque inevita ble, de la mundializacién, acontecimiento insoportable que es pre- iso mitigar eanto sea posible esparando cl retorno a cla sociedad salarial+, o a un remake de ésta. En todos los casos, ninguna eon- ciencia de clase resiste a la precarizacién de masas y a un senti- miento de inseguridad cada vox més general. Ninguna muralla \dical 0 politica parece lo bastante sélida para atenuar ol indi- vidualismo hoy triunfante. Al dejar de ser esenciales, las diver gencias y oposiciones entre las clases sociales ya no permiten de- finir a ias sociedades modernas. En éstas, la nuova particién incluidos-excluidos instala de un lado a capas acomodadas y ea- pas populares, y del otro lado a los llamados excluidos, 0 sea, a individuos, familias y grupos fuera de clase(s), cuando no fuera de lo social. ‘La categoria de exclusién trae consigo una visién de conjunto de las sociedades contempordneas, una concepeién del munde globalizado que no da cabida ni a la explotacién ai a la domina- cién, y con toda probabilidad tampoco, o no del todo, a la eoercién, Se trata de indicar la linea divisoria hoy fundamental: la fractura social, como se dice. Ella permite explicar la situacién de eiextas Poblaciones sin pasar demasiado y, de todas formas, sin adhe- 186 Tirse en modo alguno a los conceptos de clases sociales y menos atin de luchas de clases. Esta categoria se construye on atencién a los conceptos de clases sociales y de lucha de clases. Killa los presume, los sobrentiende, los presupone, on ellos encuentra sus fuentes, de ellos se alimenta, No cesa de hablar de ellos. O de evitar hacerlo, que viene a ser lo mismo. No hay aqui una cuestién de eleccién, de opeién, de deci- sin doctrinaria o hasta de actitud de tal o cual autor. Se trata de ‘una figura impuesta que la experiencia histériea y el debate tebri- co han vuelto a la vez insoslayable. La categoria de exclusién os impensable e intratable sin movilizar, ni siquiera en hueco, en sor- dina, esos conceptos de los que se desmarea sin cesar, a los que re- gresa para separarse de ellos en. un movimiento infinito, Reducida a su més simple expresion, esto daria: sociedad eapi- talista (del pasado) = lucha de clases = proyecto revolucionario para unos, proyecto conservador para otros; sociedad capitalista {contemporanea) = exclusion para algunos = insereién para todo ‘el mundo, con contrato de insereién para los desfallecidos. La categorfa de exclusin contribuye al establecimiento de una concepcién alternativa frente a la problemética marxista. Parti- cipa de cierta lectura de esta problemitiea, lectura hoy corriente que a su ver contribuye a la aceptacién acritica de la categoria de exclusién. El punto de partida esta claro: eomo cualquier otra doetrina, la problemdtica marxista supone argumentaciones desi- gualmente desarrolladas, imponsadas, ¢ inspira al mismo tiempo un vasto conjunto de consternantes lugares comunes, de graves errores tedricos y politicos, sobre todo bajo la forma de una vul- gata economicista. Esta lectura consiste entonees en identificar 1s problemética marxista con su catecismo econémice ¢ incluso ‘economicista, La interpretacién estaliniana es tomada por la ver- ssién princeps de la problematiea marxista; la lucha de clases es presontada como una postura voluntarista, cuando no estrepito- sa y guerrera; las clases sociales, mostradas como bloques de una sola pieza, sin grietas ni fisuras, ee suponen soldadas por intere- ses monoliticos, perfectamente estancos frente a otros grupos, capas y clases. Confusién involuntaria y/o deliberada entre las clases sociales y la dimensién econémiea de aquéllas. Desconoci- miento fingido y/o real del hecho de que la lucha opone compo- nentes efectivamente adversas y a la vez provoca divisiones en el interior de enda uno de ellos: no hay lucha sin alianzas, ni pactos, ni compromisos, ni acomodos. Las clases sociales no son ménadas 187 sin puertas ni ventanas, sino configuraciones ostables/inesta- bles, atravesadas por tendencias divergentes, recompuestas por orientaciones desconectadas. No son cosas mas o menos estdti. cas, definidas de una vez para siempre, sino procesos dindmicos, dialécticos, contradictorios. ‘Los trabajos que se ocupan de Ia exclusion se sirven de la-vulga- ta marxista a t{tulo de valedor, lo que con total buena conciencia 198 autoriza a intentar superar una visién efectivamente mecani. cista y dogmatica de lus relaciones sociales. ;Pero reduciremos la Problemstica liberal a los solos escritos de un Guy Sorman oa las recetas de los Chicago bays? Ahora bien, esos trabajos no dejan de presentar algunos incon- venientes teéricos. La cita de antes Io demuestra, Al poner «imo. demizada- e «inadaptada» entre comillas, J. Donzelot parece sige. tir que no se debe tomar estas nociones en su sentido inmediato, tal como funcionan en cierto discurso ambiente, on la doxa (P. Bourdieu). {Debi6 tal vez hacer lo raismo eon el significante «par. ter? En efeeto, la parte «modernizada» y la parte «inadaptada- no oson en si, por definicién, sino con relacién a ciertos esquemas, 8 Ciertas eoncepciones de In sociedad. No obstante, todo se presen. ta como si estas concepciones no pudieran (ino debieran”) sev nombradas como tales, ni los criterios de modernidad y de ina. Gaptacién superar una imprecisién mas a menns artistien. Uno ‘Yeces se indica, otras se sobrentiende, en todos los casos se pre, Supone indefectiblemente, que los excluidos son rechazados de. los cireuitos de produccién y consumo normales, lo eual determi. na excepciones a la regla comin y diferencias respecto de lon mo. delos ordinarios, Bsta normatidad, ni fechada ni localizada y que no es objeto do ninguna clarificacién de fondo, es proclive @ fan. cionar como sinénimo de natural, Ahora bien, naturalizar la exclusidn implica echar abajo la po- sibilidad misma de la problematica puesta en acto, basada en el cardcter social, histérico, relativo de la exclusién, y por tanto en su solucién posible. (Si Ia exclusion os natural, tratar de oponer. sea ella parece perfectamente inti, ridieulo como minimo! Pa. ra evitar este eseollo, algunos autores escriben «normal. entre comillas, como si este signo lingitistico pudiera dispensar de toda argumentacién, Sin embargo, un guitio jamds ha sido un concep- to. Ni un andlisis ha sido nunca una evidencia. Las nociones Puestas entre comillas deben ser tomadas en un segundo grado, el cual sugiere a su ver un tercero y ast sucesivamente: faga ha, 188 cia delante conceptual, indefiniciin que define, es decir, que asc- ture la pecpotuacion de Ta categoria de exchusign. Kets itima eva muy lejos el arte de hablar sin decir nada, Confirmacién, por si atin hacfa falta, de que ni la exclusién ni la insercién, en tanto categorias y on tanto précticas, pueden ser ideol6gica y politicamente neutras, Para ilustrarlo, examinemos un conocido ejemplo. A fin de aportar algin paliativo a la situacién de los excluidos e incluso para aeondicionar el fincionamiento de Jas sociedades contemporsneas, tedricos y asimismo corrientes sin- dicales y politicas evocan el reparto del trabajo, con o sin rebaja de salarios. Reparto del trabajo, pero de ningin modo reparto del ea- pital: el primero pasa por una reivindicacién social més 0 menos desinteresada, humanitaria, mientras que el segundo constituye una reivindicacién politica, partidaria y orientada. Distincién inconsistente, desde luego: el reparto del trabajo es una reivindicacién tan ideoldgica y tan politica como el reparto del capital. Niel uno ai el otro eaen por st peso. Ninguno es neu- tro, Pero esto no es dbice para que el reparto del capital constitu- ya una reivindicacion explicitamente no neutra, mientras que el reparto del trabajo es una reivindieacién cuya no neutralidad se mantiene implicita. En otros términos, el reparto del capital es una reivindicacién llamada politica porque cuestiona los funda- mentos maismos del régimen capitalists, cus que no sucede con et reparto del trabajo en la medida en que apunta a reacomodar ese régimen. Se trata, pues, de una reivindicacién a la que Haman social: ella moviliza un posicionamiento activo, efectivo, preciso, pero en lo eseneial no dicho. Hacer algo social es una de las ma- neras de hacer politica sin parecerlo (0 casi). | La logica de la ideotogia se despliega todavia en un registro su- plementario. So trata de una referencia ejemplar, habitual en la inmensa mayorfa de los discursos eontemporénees, en los domi- nios mas diversos y en las ocasiones més inesperadas: Ia muerte de Ips ideologias. Kvidencia admitida en las ciencias sociales, top- co recurzente de los diseursos politicos, hoy se admite ampliamen- ‘te que ya no hay ideologia. Ciertos indicios unfvocos eorroborarian esta desaparicion: desarrollo tecnoldgico de las sociedades moder- znas que vuelven obsoletas las utopfas de dichosos futures, desdi- © Esto es lo que escandaliza a A. Griottoray quien, en wn editorial del Figa ro Magazine, propone reemplazar «cl dislogo soeinls por = dilaga civieo 189 ‘bujamiento de las clases sociales en tanto fendmeno central de es- tas sociedades, dogmatismo doctrinal y crimenes de todo tipo co- ‘metidos bajo cl pretexto de Ia liberacién, eteétera. No hay mas {deologia, pues, salvo sin duda en aquellos que no piensan a. La categoria de exclusién se inseribe en este leitmotiv que pos- tula el fin de las ideologias. Que postula, que hace saber, pero que, estrictamente hablando, no demuestra nada: motivo recu- rrente, proclamar el fin de las ideologias no favorece desarrollos argumentados, rigurosos, precisos, Se trata de un acto de fe tan inadmisible como las barbaries cometidas en nombre de tal 0 cual ideologfa particular. Pero aqui reside justamente una de las razones de la difusién y del cardcter de evidencia con que aparece investida la categoria de exclusién. Ya hemos sefialado que ella concierne a las condicio- nes de vida materiales y psiquicas de eierto ntimero de seres hu- ‘manos: estas condiciones impiden a estos humanos realizar Ia hu- manidad de que son portadores, Si la exchusién revela ser insoportable, es desde un punto de vista eminentemente moral, e insoportable tanto para los excluidos como para aquellos inclui- dos que no se han vuelto demasiado egoistas. Quien la padece es Ja humanidad. Lo que en ultima instancia la exelusién torna difi- ccultoso es la realizacién de lo humano, de 1a comin humanidad. “Humanided que es la de todos y cada uno de los hombres, ella au pera toda distincién de raza, religién, sexo, edad, profesién, situa- ccién, etcétera, Ella se sitsia por encima de cualquier visién parti- cular y de cualquier interés partidario; en sintesis, més alla de toda ideologia. Lo humano existe en sf: eterno, siempre el mismo a través de las épocas, las sociedades, los grupos y las clases, pe- To que se manifiosta cada vez bajo formas, colores, entonaciones particulares, Se trata, en efecto, de una esencia. Ciertas ideolo- ssias se empefian en invalidar esta esencia, en combatir lo humano, en obstaculizar su realizacién: son cabalmente ideologias. Otras, en cambio, se preocupan por esta esencia humana, quieren salva- guardarla, hacerla visible y disponible para todos: éstas ya no son. ‘deologias, sino concepciones éticas. Lo humano, no man’s land ideolégico. Se realiza en lo social, ese espacio donde Jo humano adquiere 0 pierde la forma material de la ciudadania, del acceso a los derechos, de la vivienda, del empleo, de la cultura, etoétera. Al ser lo social objeto de una idea- lizacién extrema, in metafieica revela ser indispensable para que el término exclusién tenga algdn sentido. 190 Le categoria de exclusin requiere ta Légion det inoonsciente ya puesta en acto de ciertas configuraciones especsfieas ‘Hemos seftalado que Tas ocurrencias de situaciones de exclu- sin muestran ser muy variadas, abigarradas incluso, y aparente- mente inagotables. Las caracteriza una suerte de bulimia episte- ‘mol6gica: al seguir eaminos mas 0 menos sinuoses, toda sitnacién individual o colectiva termina siendo clasificable en la exclusién. Buscando un poco, cada cual puede reconocerse como excluido de alguien o de algo. La exclusidn no deja a nadie indiferente. Esto se escucha en la formula «la exclusion me interpela por algin lado». Formula ritual, trivial, aunque interesante. La ex- clusién romite a cada cual a una experiencia subjetiva, y resuena con fuerza més 0 menos grande en la medida on que a lo largo de su vida ha sufrido separaciones, evieciones y hasta oyecciones respecto de alguien o de algo. Pérdidas, fracturas, rupturas son otras tantas experiencias inevitables, obligadas, vividas en gra- dos diversos y segin modalidades siempre singulares. Poco im- porta que estas experiencias correspondan a sitnaciones reales {como una muerte) o a imaginarias (del tipo «escena primitivar): een todos los casos 1a exclusion se articula con una movilizacién fantasmética. Se relaciona con experiencias de displacer, de in- auietante extrafioza, de angustia y hasta de sentimientn ncesini- co 0 de despojo radical, de pérdida de referentes (Freud): expe- riencias que no se explican por la mera pérdida del empleo, por la ‘mera ausencia de vivienda, por la mera imposibilidad de acceder a la atencién médica o a los derechos sociales. Las situaciones ‘concretas y materiales Namadas de exclusién actualizan senti mientos arcuicos, hacen patentes, agudas e incluso més dolory- sas ciertas construcciones inconscientes. Sesgo, me parece, por el {que so puede comprender asa sobrocarga emocional que rode it problema de la exclusién, el pdnico si noel terror mas.o menos di fuso que puede inspirar. {La exclusién, peste de los tiempos ini dernos? Displacer, seguramente, pero también placer y a veoen gu mi a titulo de exclusion cada cual puede recelar eastigos y nant! nes, rechazos, evicciones, etestera, puede asimismo infligirlix otro, ¥ a si mismo, real y/o imaginariamente. Puede tnfligtelts en forma personal o por lo menos abstenere de inturvantr ew do se los inflige a otro. Al mismo tiempo que est, major dich» se siente, mas o menos amenazado de exclusion, cacla eu ative Raza constantemente a otro con ella. ;Juegos de la silla entre ex- sluido y exeluidor? Extraiia familiaridad de la exclusién, decfamos al comienzo de este trabajo. Esta familiaridad contribuye al funcionamiento dela. categoria en todas las direcciones, Ella explica, en parte desde Juego, el hecho de que cada eual tenga cosas para decir al respec. ‘to, que cada cual pueda sentirse potencialmente amenazado de exclusién, que muchos individuos y grupos se imaginon como ex- cluidos virtuales o susceptibles de excluir a otro, mientras que otros se muestran impecablemente insertados, Se recuerda ast que las razones econémicas, politicas ¢ ideolégicas no son las tni- eas que alimentan la problematica de la exclusién, Estan también, ‘on juego vivencias subjetivas, un sentimiento mas o menos inten- 50 de vaefo, de insignificancia, cuando no de inconsistencia, en to- do caso de pérdida de reconocimiento, de ociosidad fisica y mental, de debilitamiento del tejido relacional. Los excluidos se viven en términos do «imitiles para el mundon. Sin embargo, conviene examinar las cosas de cerca, Esta vivencia de inexistencia, de inutilidad, corresponde pro- bablomente a Jo que siente una cantidad de personas, aunque sea imposible precisar su representatividad. Pero esa vivencia es objeto de una curiosa manipulacién. En efecto, la problemd- tica de la exclusién plantea que los ilamados excluidos son personas que, en principio, si no por principio, no andan bien, padecen un fuerte sentimiento de inatilidad individual y colee. ‘iva, se confrontan con un doloroso malestar, sufren el hallar- se al margen del juego social, se encuentran desconectadas de todo lazo social, eteétera. Los excluidos dispondrian casi del monopolio del sufrimiento, Tendrian la exclusividad de la ina daptacién a la modernidad, Ostentarian el privilogio del desa- juste entre las exigencias sociales y las posibilidades indivi. duales. ¥ esto, incluso sin que estén forzosamente enterados de su condicién. De abi que, anaden algunos, haya que ocupar- se de ellos, eventualmente contra la voluntad de los beneficia- tios. Nuevo refrito de un adagio bien conocido: porque te quie- ro, te inserto, Dicho esto, si los individuos y grupos calificados de exelutdos pueden estar efectivamente en situacién de sufrimiento, es inconcebible que sean los tinicos que lo estan. As{ como pueden vivir desfases mas 0 menos pronunciados y contradieciones mas o menos angustiantes —pero no forzosamente todos y no 192, todo el tiempo—, asi también es impensable que sean los tni- 208. Elles no tienen el monopolio de los trastornos de la perso- nalidad. ; Sin duda, nadie afirma que esto es asi. Lo cual no impide, de hecho, que los significantes del sufrimiento, del malestar, de la inadaptacién, de ia mala integracién en Ia coleetividad social, de los deficit y diseapacidades diversos y variados, formen parte es- ‘tructuralmente de las descripciones relativas a los excluidos. Sig- nificantes casi siempre negativos, mas 0 menos moralizadores, miserabilistas y/o estigmatizantes. La piedad democratica viene aqui de perillas, como expliea Héléne Thomas. En cambio, nin- gin sentimiento de inutilidad social parece afligir a los especula- dores de valores en Bolsa. Tampoco en esos términos se describe «alos gestores de emurbujas financieras>. Loilustran muy bien dos eta que estén una en las antipodan dela otra: actitudes comunes a las personas colocadas en situacién de ~ cierta forma de indolencia, de resignacién, las conduce (el fend- ‘meno es bien conocido en los suburbios) a prestar atencién a los pro- ‘rames olevisivos, a menos que el aparato ao estéencondido todos ‘empo, com suoleccurrie; "Giertn necosidad de comunicaién y la bisqueda do proteecén Jas empujan a reunirse en pequerias bandas (adolescentes 0 sin do- micilio fijo que ocupan puentes, hangares, espacios al abrigo de la in- temperie) [...1(G. LaMArque, 1996, pag. 51). “Toco els trabajo saicllgios, que se sopone no sucumnben a ello 1H. Thoms indica: «Para precavornos do ta hesviacin roepocto dela eu ‘taldad axiligin on ol tratamiento centisen pretoice de un objeto que apa ul punotoindlgnado, a ln deploracibn emsoconads o'2 ln melanet conten, hemos adaptado votintariamente un tone fro ¥ desapacionade, ‘Batons reno nel dena neg Thoma 1587, pg. 3). Bota pracaucia, que podciamos coneiderar superna, ue ser indisponsablo on materi de excision, No tene aad Be obvia, De ant Que H. Thomas tenga razin sl agregn: Sin embargo, pocos autores [de tra- bajoscientifias)logran abstzaerse por completo Ge ana forma de dineurso sthgidoo indigo, compasivo basta conspasional.. (Camo mi proces de textos no reconocescompasionals,propone en nu lugar campernale (3 Karel) 193. iAsombrosas palabras! Las roforidaa a la indolencia —patri- monio de los suburbios, al parecer—* se inspiran sin duda en los, relatos de viajeros y otros civilizadores cuando describen a las tribus indfgenas. Ei autor sugicre que prestar demasiada aten- cidn a los programas televisivos no es bueno, cosa que se le pue- de conceder, aunque existen numerosas excepciones. La necesi- dad de comunicacién en pequefias bandas —no se aclara con qué nGmero de participantes— remite ms bien a un tratado de psi- cologia animal, En cambio, la biisqueda de proteccién hubiese merecido que el autor nombrara explicitamente a los atacantes... Dicho esto, zhasta qué punto este tipo de manifestaciones est por entero ausente de los trabajos sobre la exclusién y de las in- tervenciones que la toman por blanco? ‘Como contrapunto, veamos una segunda cita: Los excluidos tionen seguramente alga que no anda, La fuerza de ‘este projuicio y su capacidad atractiva para Hevarlos al eampo de lo atoldgico y al dominio de la psiquiatria noes una simple ocurreneia, Rapidamente, en cuanto comenz6 el interés por ellos, se advirtis que sufifan y que podian necesitar atencién médica, Pero muy a menudo ‘su malestar fue percibido maa como la causa de eu exclusién que o- ‘mo su consecuencia, Esto resulté bien claro al instalarse el dispositi- ‘vo Rut, De entrada se produjo un peligroso deslizamiento del derecho ala salud hacia una suerte de deher de salud propio de los excluidos (J. Maisonpinu, 1997, pag, 66). Patogénesis ¢ individualizacién de problemas sociales, dere- cho a los cuidados convertido en imperative de salud: las nupcias del psicologismo y el liberalismo social se celebran on esta moda- lidad de toma a éargo de los excluidas. So afiade a esto una tltima referencia, representativa de una corriente de opinién que en Ia actualided alcanza cierta ampli- tud. Sin que se trate de un andlisis de conjunto, podemos leer ® Vooable gonérieo, ssuburbio- designa a tod conglomerado periférico re. ppecto de una gran ciudad; en ta problemutice de la exclusion, pero también en ‘otras, concierne sile a cierto tipo de conglomerados. Moraleia: si todos loss ‘burbins son perifériens, alguncs son mas periférieos que otros, incluso hay ‘suburbios que no Io son! En realidad, los avatares del significante -auburbio= actuatizan ¢) Lopico sobre las clases peligrosas (y depravadas del siglo xm (Messy, 1991), Ina a aqui un saludable cuostionamiento de algunas evidencias come nes. Bajo el titulo «Para terminar con el imperialismo de los va lores del trabajos, U, Beck (1998) escribe: «iConvertir el empleo, cualquier empleo, en una condicién de la felicidad? En Berlin, una asociacién dé Desempleados felices denuncia. esta hipocro- sfa> (ef. también Scher, 1999). El sufrimiento no es para nada exclusividad de los individuos y grupos lamados excluidos. No define su situacién, de la que n0 ‘es nj la causa obligada ni la consecuencia fatal. La situacion de estos individuos y grupos no implica antomaticamente sufti- ‘miento, aunque s6lo sea porque la insercion, sobre todo cuando es exitosa, no trae exclusivamente placer. Diferentes formas de dis ciplinarizacién fisica y mental se manifiestan en ella: en varies oportunidades las pusimos en relacion con las resistencias, desis- timientos y rehusamientos que los Ilamados excluidos pueden oponer; dimensiones atribuidas por lo general a sus propias difi- cultades de insereién. Este cuasi monopolio del sufrimiento es una dimensién cons- titutiva de la problematica sobre cuya base y en cuyo marco los individuos y grupos son identificados como excluidos. Se trata de una constante que atraviesa la vasia literatura sobre la ex- clusiéa, incluso cuando esta tiltima es reemplazada por otras ca- tegoriad. Si hay personas que sufren, no es en absolute porque el sufrimiento constituya uno de los registros de todo sujeto huma- no, sino porque son excluidos y los excluidos penan, languide- cen, padecen, sufren. Unica, fundamentalmente, con perseveran- cia y tenacidad. Ningin placer les concierne, ningrén goce los fija a sit suerte. No hay estrategia, no hay zigeagueos, no hay segun- ‘das intenciones. Caen enteros en la desdichs. Son excluidos los ‘que no podrian sacar provecho de su situacién, los que no debe- lan sacar provecho de ella: se juegan en esto interesos de los in- cluides, para el caso asuntos profesionales y personales de las artes modernizadas de ta sociedad. En este cuasi monopolio del sufrimionto concedido tales ex- cluidos, estén en juego suftimientos y goces reprimidos de los su- puestamente incluidos. Sale aqui a relucir algo del orden de la negacién, del escamoteo. Parte actuante on los asuntos de exclu- si6n, los incluidos son igualmente parte activa en ella. Desput de todo, serfa dificil entender que tedrieos y profesionales de la exclusién se consagren a ella tiniea y exclusivamente por el inte- és del préjimo. Hasta serfa inquiotante que no obtuvieran 195 una satisfaccisn narcisista, que no elaboraran algo de su propia condicién, que no sacaran provecho —en lo personal, subjetiva- mente— de la exelusién. Por lo menos, de la ajena Pero la categoria de exclusién moviliza la i6gica del inconscien- te aun en un sentido mas. Se trata del sentimiento de lejanfa, de distancia con que se reviste al exeluido, su cardcter de extranjero respecto de los otros y de sf mismo. Figura emblematica, en ver- dad. Todo se presenta como si el excluido viniera a recordar hasta qué punto el sujeto, todo sujeto, no es jamais duefio absolute de sus ensamientos, de sus afectos, de su deseo. Ni tampoco de su desti- no. Afectos, deseo, destino no gon lo que el gujeto quisiera que fue- sen. En este sentido, todos los humanos son excluidos: del ideal de dominio. Es verdad que el inconseiente no es un pozo insondable si- no una ligica, y a su respecto puede produeirse cierto saber: de ea racter conceptual en Ia teorfa y en Ia clinica psicoanaliticas, de cardctor subjetivo en ocasién de una eura, Saber indefinidamente perfectible pero definitivamente incapaz de consumar au objeto, es decir, de reducir el deseo a la demanda y a la necesidad. O si se prefiere, saber ineapaz de explicarlo todo, impropio para disipar toda sombra. Bl sujeto deja siempre que desear Se mantiene siempre cierta distancia de sia si, una no coincidencia del sujeto consigo mismo. «Yo es otror, escribe Rimbaud, retomado aqui por Lacan, Pera ese otro es también el sujoto, forma también parte del sujeto, es 6] aunque no sea lo mismo (por eso aparece como ex- tranjero, como otro, justamente). La categoria de exclusién recuerda esa distancia inexpugnable de sia sf y de af a los otros, tanto en los que se lama excluidos co- ‘mo en los supuestos incluidos. Ella despierta la esperanza, la ilu- sin incluso, vieja como la especie humana, de que esa distancia, es solamente coyuntural y provisoria y que, por tanto, seré posi- ble superarta. Llegaré un dia en que cada cual estard entero, for- mado de una sola pieza, en que cada cual dird lo que dice y no otra % sfTodo esto verfa on nuestros dias puro Diabla culturalista si no tocara al sustrato religioso y mitaligien del montaje del hombre y de la sociedad, incka- endo, pues, a Oceidente; dicho de atra manera, si no tosara@ la isi posmno- ‘orna del individio transparent y liberado. usin, digo, puea a despecho de nuestras cantorsiones libertarias y de les protestas de buena fe cientifica, se re- anuevan de modo indefimida el desea de pertenocerse y la voluntad de saber pe- 2 siempre asociados, como a su sombra, ala voluntad de ignorar (Legendre, P. 1999. Sur la question dogmetique en Oovident, Paris, Fayard > 196 ‘cosa, en que cada cual desearé Io que debe desear y no otra cosa, no a otro,'no a otra. Un dfa, el incansciente seré definitivamente domesticado... as esta la razén por la que, segin se dice, los eriterios de in- sercién son verdaderamente dificiles de establecer? ¢La raz6n, ademés, del hecho de que la insercién esperada de los excluidos sea a menudo més grande, mas radical, mas completa que aquella ‘que los incluidos se autorizan para ef mismos y para sus allegados? Habria que preguntarse entonces de qué modo los procedi- mnientos tedricos y précticos relativos a la exclusién comportan tentativas de racionalizacién de la alienacién subjetiva, de qué modo se consagran a llenar lo que no puede ser Henado (Lacan). ‘Terminar con la exclusidn revela ser aun més arduo, exorbitante y hasta faraénico, aun mas fascinante y fascinatorio por cuanto grande es el desconocimiento de las dimensiones subjetivas y ob- jetivas en juego. Estatuto de Ia nocién de exclusién: sobre Ia realidad irreal de los excluidos Se dice que los excluidos son inempleables. Ahora bien, esto se aplica perfectamente a un namero indudable de hijos de tamilia, de patrones de la industria y del comercio, de profesionales en toda clase de ambitos, de dirigentes de entidades con cardcter social, sin ‘dlvidar a los personajes politicos y otras decididores. Comparacién descabellada: no se habla para nada de esto en los tratades erudi- ‘0s, en las notas de servicio, en la literatura gris,* en la vida cotidin- na, (Con raz6n! La inempleabilidad depende no de la economia sino de Ia economtfa politica, y las competencias y calificaciones corres- ponden simultdneamente a diversos registros. Es razonable afir- ‘mar, pues, que Tos llamados exchuidos no son los inieos que pueden ser, eventualmente, inempleables, poco rentables, poco confiables. Pero un rasgo subrayado por la mayoria de los autores los ea- racterizaria de manera irrefutable. Atomizados, individualistas * Littorature gris en francés, grey literature on ingle, a Hamada sliteratu- +a grise comprende los documentos producidos en todas los niveles por Tos go- Diernos, las acadomias, el mercado y le industria, y que eireulan al margen del circuito editorial. Se trata, asi, do une literatura ~no publicudn. LN. de In 7.) 197 ‘@ ultranza (incluso en pequefias bandas?), encerrados en si mis- ‘mos, los excluidos no constituyen un grupo, carecen de interesos ‘comunes y, por tanto, de capacidad para presentar reivindicacio- hes compartidas. No son ni representados ni representables por instancias colectivas (sindicato, partido, coordinacién, etcétera), Profesionales y voluntarios, militantes sindicales y politicos In mentan esto hondamente, tratan de movilizar a los excluidos, hacerles tomar conciencia de su condicién, de sus derechos, Uno de sus sintomas capitales, a la vez individual y colectivo, parece ser éste: la pasividad, la inercia, el conformismo.. Pero una vex més este retrato-robot se aplica a toda clase de in- dividuos (por ejemplo, a buena parte de los incluidos durante sus temporadas de vacaciones o cuando van de eompras al supermer~ endo, sobre todo los sébados). En particular, la pasividad atribui- da a los excluidos de hoy es la imagen inversa de la dinamiea rei- vindicativa, contestataria y hasta revolucionaria, lo opuesto de las fuertes solidaridades airibuidas a las clases populares de an- tao. Pasividad y atomizacién de unos, dinamicmo y efecto de ma- sas de otros. Inercia versus energia. Distribucién excesivamente simétrica de rasgos que mereceria definiciones rigurosas, preci- siones conceptuales y empiricas: éstas son inhallables si se per- ‘tmanece en el marco de la problematica de la exclusién, {Tal vez porque la pasividad ontalégica de unos es fancidn del dinamismo, natural coneedido a los otros, y viceversa? de las luchas socialea y de los proyectos més o menos revolucionarios, la movilizacién de masas fue tanto una realidad como una virtualidad, y Ia «con- ciencia de clase» un montaje particularmente inestable. Ese juego de espejos impide comprender no la pasividad sino Jas pasividades, a la ver relativas y plurales, de las personas y gTupos Hamados excluidos: unas veces expresién de resistencia, Pasiva incluso, otras marea de dosinterés para con el mundo que se les propone, otras aun testimonio de lo que el mundo ha hecho do ellos, y hasta busqueda de nuevos valores, de nuevos roferen- tes. Pero darse cuenta de esto implica, como minimo, abandonar la hipétesis metafisica de una pasividad congénita. Hay que pa- sar de la pasividad a las pasividades, y por tanto a las estratogias, 198 | ardides y maniobras que éstas comportan. Arriesgarse a entender de qué modo los imitiles para el mundo testimonian la inutilidad de este mundo. Para ontrar en In eategoria de exchuidos, es decir, para poder colocarse y ser colocado en una casilla caracterizada por fa pasi- ‘idad y/o por el conformismo, los individuos y grupos deben lo- grar no ser integrados en una red de solidaridad familiar, amis- tosa, de barrio, de grupo. Debon ser capaces de no recibir ayudas publieas o privadas. Es preciso que logren no poner a punto ma- niobras mis 0 menos eficientes para comer, dormir, protegerse, procurarse algunas satisfacciones sexuales. Deben hallarse en la imposibilidad de administrar sus magros recursos y de sobrevi- vir en condiciones a menudo atroces. ¥ ademés es preciso que consigan eequivar a los skinheads, a los vigilantes de supermer- cados y aparcamientos, a veces a trabajadores sociales y otras al- ‘mas caritativas, Actividad acaparadora, la exclusién exige consi derables esfuerzos fisicos y mentales: en ella la pasividad no es oportona, a riesgo de la pura y simple desaparicién. Los acontecimientos ocurridos en Francia en diciembre de 1945 constituyen un buen contrasjemplo: manifestaciones de desem- pleados y asalarindos, avance de reivindicaciones fuertes, movi. lizaciones y escisiones intelectuales, sindicales, politicas, cues- tionamenios de las relaciones sociales existentes. Ahora bien, ‘pose a que una parte significativa de los manifestantes formaban parte de los exelnidos, no se los dosigné como tales. Se traté mas bien de un «movimiento sociale, do una «movilizacién de desem- Pleadose, etostera. Exit In pasividad, la indolencia, eteétera, La problemética de la exclusisn moviliza una condicién tesrica sine qua non: las eiencias sociales y humanas. ¥ esto por una do- ble raz6n. En primer término, la exelusién se cuenta entre los te- mas que esas disciplinas tratan o pueden tratar, as{ como se ocu~ pan de la familia, las practieas culturales o el racismo. Esta materia las convoca naturalmente, como por su lado al psicoand- Jisis cuando se trata del inconsciente, de los lapsus, de los sue- fios, 0 @ la quimica o la biologia para sus dominios respectivos. Las ciencias sociales comentan la exclusién, la deseriben, la diag- nostican, La hacen ver, la miden, conciben estadisticas a su ros- pecto. Dentro de su marco, teéricos y profesionales discuten sus alardes, cuando no sus soluciones... Sin embargo, como toda dis ciplina, las ciencias sociales mantienen con sus objetos de estu- dio una relacién activa, No se inclinan sobre un objeto que, pree- xistente, se hallaria a ta espera de su conceptualizacion, no to. man nota de una realidad ya presente y que ellas reflejarian del ‘modo mass fiel posible. Las ciencias sociales y humanas realizan un proceso de apropiacién cognitiva de algo de lo real: de la pues- taen forma y puesta en sentido de algo de lo real. Ellas constitu: yen, ellas construyen aquelle de lo que van a ocuparse (porque hay construceion, es posible una deconstruccién}. La exclusién supone las ciencias sociales y humanas como la locura supone la psiquiatria, Esto no implica en absoluto que esas disciplinas inventen au objeto de arriba abajo, que lo fabriquen de manera aleatoria o pu- ramente convencional. Esa construccién moviliza procedimien- tos tedricos y experimentales definidos, puestas a prueba, rectifi- caciones y ajustes incesantes. Et proceso de investigacion no tiene nada de una axiomatica mas 0 menos formal." Se trata de un trabajo de transformacisn teorica y experimental. El que efec- ‘tian las ciencias sociales produce la exclusién en tanto categoria de miras explicativas: estas disciplinas despliegan una de las lec- turas posibles de lo real, everta eodificacién. La vasta literatura sobre la exclusién, aaf como las intorvencio- nos sociales y politicas a ella reforidas, encuentran en las ciencias sociales su zécalo conceptual, su universa de discwrso, sus refe- Tencias. Cuando se habla de exclusin, se hace en el interior de las ciencias sociales, apoyandose en ellas 0 con relacién a ellas, Pero este 26calo es coraiinmento imaginado como un horizonte definitive: la construccién’ operada por estas disciplinas y que culmina en la categorfa de exclusién es apenas cuestionada, pues- ta on perspectiva, y menos ain puesta a distancia. Esa construe. ién es iomada como evidente: diseutida en su despliegue, pero no interrogada en sus fundamentos. A fuerza de describir la ex- clusion, en el afiin de ser «concretos» so olvida explicarla y mis atin definirla. Se reflexiona en la exclusién, no sobre ella, Conse- cuencia teérica: la categoria de exclusién pasa a ser un dato que brotaria naturalmente, solito, como autogenerado, de lo real, De % Para decirlo con uno de mis ejemplos preferides: antes de Freud, la gente ‘no cometia Inpsus, pero es pertinente y operator {aunque eon sux riespos, Ho. ‘bre todo einacéntrices) estudiar, a partir de Freud, los lapsus que ls gente a. ‘brfa podido eometer antes del psicoandlisis. En lus cieneias sociales, un buen ‘Sjemplo ex el desmontaje del totemiame llevado a eabo por C. Lévi-Streuss, 200 ahi que los autores que trabajan en la exclusién insistan tanto sobre los amados excluidos, pero digan muy poco 0 nada en ab- soluto sobre los excluidores. Consecuencia practica: desestabili- zacién, lasitud de profesionales de Io social confrontados con si- ‘tuaciones que, al parecer tributarias de Ia exclusiéa, no entran bien en esta problemaitica, lo que aumenta sus dificultades de in- tervencién. La existencia material y carnal de los excluidos se corresponde con la realizacién to6riea, ideoldgica e inconsciente de ka proble- matiea de Ja exclusidn, En la calle, en las bocas del subterréneo, en los refugios impravisados, en el centro de la ciudad, on los es- tudios sociologicos y etnolégicos, sélo se ve excluidos a condicién de reconocerlos, es decir, de conocerlos con las lentes de cierta problematiea y de las puestas en escena hechas asi posibles. Irrealidad de los excluidos, pues, construccién ficcional efoc- twada por una problematica en cuyo seno exclusivamente ad- quieren estos personajes vida y sentido, Irrealidad de ningtin modo etérea, abstracta, fantasmal, me- hos atin desencarnada. Ni pura proyeccién subjetiva ni simple convencién intersubjetiva. La exclusién no constituye en modo alguno una elucubracién de intelectuales, una invencién de poli- tiene faites de blaneo al quo apuntar 0 de buenas almas faltas de caridad que practicar. Se trata de irrealidad, no de idealidad. Consistente, material, esta irrealidad de los exeluidos no carece de realidad. Su existencia esta probada. Vemos excluidos, recono- eemos Ia exclusién. De ellos se preocupan buenas voluntades, ox- pertos, politicos, profesionales de lo social en territori Realidad irreal, sin embargo: no hay excluidos de carne y hue- so si no hay problematica de la exclusién. Esta perdura gracias a los contrasentidos que moviliza, se alimenta de toda clase de sobrentendidos, de presupuestos inconfesados y probablemente inconfesables, enunciados eomo datos intrinsecamente indiscu- tibles, no pesados, no pensables. Esta problematica descansa sobre atolladeros te6ricos, sabre batiburrillos conceptuales. De particular elocuencia cuando se trata de comentar, ¥ singular- mente modesta, casi muda euando se trata de explicar, de iden- tificar razones y lgicas. Consagrada al comentario, ala descrip- cin, a la metéfora. Es una alegorfa, una manera de hablar. Ella no ayuda a producir conceptos sino a emitir juicios de valor mas, ‘© menos racionalizados. La problematica de la exclusisn alude a 201 lo real de los individuos, de los grupos, de Ins sociedades: alude, por no poder producir conocimiento » au respecto. Si se puede constatar que hay excluidos, en cambio es imposible saber lo que ellos tienen, lo que son, y es profundamente ineémedo conocer algo de los mecanismos que explican su situacién, No deduzeamos sin embargo que la categoria de exclusién no quiere decir nada, jMuy lejos de eso! Alegérica y alusiva en cuan- toa lo que sucede en Io real, es, por el contrario, preciosa y preci- sa a la hora de decir lo gue se ontiende que alli sucede, lo que al- gunos creen que deberia o podria sueeder allt. Ella dice lo que individuos y grupos se presume que son, lo que se supone les ocu- rre, aquello de lo que estén separados y que se considera quieren aleanzar. La exclusién trata de los excluidos, es decir, de muje- res y hombres més 0 menos alejados de aquello de lo que no de- berian estar alejados, y s6lo en la medida en que lo estan. Estas anjeres y estos hombres son tomados en cuenta s6to atravesan- do este peaje. Lo que importa en los excluidos es la exclusién que encarnan, el hecho de que se encuentran «en un espacio social paradéjicamente situado fuera de lo social» (Roy, 1995); lo cual, en efecto, es en verdad paradsjico. Realidad irreal de los exeluidos: su existencia implica creer en la exclusién, prestarle fe, estar conveneido de ella en alma y conciencia, sin perjuicio de sostoner esta ereencia con el sopor- to de las cinncian sociales y humanas. Creancia laica, la ereencia en Ia exclusién necesita ser argumentada, sustentada, comenta- da, justificada, Son necesarios series estadistieas, hipétesis y es- tudios empiricos. Sin embargo, no es posible fundarla, no es cues- tién de pensar esa creencia sino mds bien de instituirla, de plantearia: la exclusion es lo que se ve en la calle, la exclusién es aquello de lo que tratan los coloquios, las revistas, los diseursos. La exclusion cae por su peso: este estatuto de creencia hace po- sible vastas alianzas teoricas, sindicales, politicas, La de los Hamados excluidos os una condicién sobredetermi- nada. Bllos tienen que abrirse un camino en las relaciones socia- les existentes y en los modelos de sociedad hoy hegeménicos. Co- mo todo el mundo, tienen que pelear con sus configuraciones psiquicas personales. ¥, por afadidura, tienen que arreglirselas con la maraita de representaciones ideolégicas ¢ inconscientes bajo Ia que son captados y bajo la cual se les ruega vivamente que se capten ellos mismes. Tampoco desde este punto de vista, Ja condicién de excluido es verdaderamente simple, 202 Definirla para ponerle fin E] término exclusién actualiza una problematica general, una manera especifica de plantear cuestiones y de intentar elaborar- las en funcitn de ciertos presupuestos y de ciertos propésitos. Constituye una de sus multiples declinaciones posibles, hoy la mas ostensible. Pero no basta hablar de desocializacién, desafilia- cidn, desligadura, segregacién, descalificacién, eteétera, para que esa problemitica general cese de operar. La desocializacién, por ejemplo, describe la sitnacién de individuos y grupos imaginados al margen de la sociedad, desprovistos de valores y normas, ea- rentes de lugares y estatutos: situacién literalmente inconeebible, ¢Consiste la intervencién social en inyeetar normas y valores en personas que no los tendrian, o en trabajar sobre la distancia que separa a las normas y valores que las personas poseen de las que supuestamente tienen? {Rjemplo que contrasta con el de los bbeneficiarios de sobornos y otras comisiones més 0 menos ocultas que, situados al margen de las normas comunes, no se encuentran ciertamente en situacién de desocializacién! Como los exchuidos, no es desocializado el que quiere... En verdad, puede entenderse por desocializacién la ruptura con normas lamadas comunes y con valores reputados narmales, lo cual vuelve indispensable ex- plicar unas y otrae: por qué y eémo ciertas normas especificas y no otras deviencn comunes, de qué caté hecha la normalidad, cémo se mantiene... La categoria de desocializncién hace imposible ela- borar estas cuestiones, asi y todo cruciales. Eminentemente des- criptiva, eomporta una earga moralista no disimulada: se rehtisa aa lamar valores a los que no son normales, es decir, normaliza- dos, y a llamar normas a las que no son comunes, es decir, hege- ménicas. ¥ puesto que es preciso ponerle un nombre a ese vacio social que sin embargo no es hueco, se forjan nociones como la de ‘personas en dificultad», que se escriben incluso en plural «en di- ficultades»; laborioso eufemismo que designa, tanto como hace ‘pacar, las situaciones de desestabilizacién de las normas hege- ménicas, el cuestionamiento de los puntos de referencia dominan- tes, el esbozo de valores alternativos. También en este punto, los desocializados-en-sociedad coinciden con los excluidos-que-estén- adentro. Entre desocializacién, desinsercién, desligadura, desafilia- cién..., confieso preferir esta dltima, ampliamente adoptada, por otra parte, on diferentes campos. De un modo més preciso que 208 otras categorfas, la desafiliacién da testimonio de la problemé- tica que tiene a la exclusidn por portavoz perfectamente reem- plazable. En ese sentido reintorpreto yo las palabras de Chopart sabre este hallazgo de R. Castel: la etimologia del térmi- no desafiliaciOn (S. Kars, articulo «Althusaere, en Eneyelopae. ia Univerealte, 1996) 208 La cuestién dificil, delicada, estratégica en varios puntas, es: jde ‘qué modo que vaya mds alld del comentario explicar las situacio- ‘nes contempordneas? ide qué modo, més alld de la anécdota, pro- ‘ucir su conocimiento pasando todo el tiempo por alto los concep- tos de clase social y de kucha de clases? Pero hay todavia otra razén de fondo que torna imposible el reemplazo aludide, Esta razén puede resultar paradgjica, En efecto, a partir del procedimiento inaugurado por Marx, poco 0 incluso nada se puede decir a propésito de la exclusién, sus ava- tares, sus manifestaciones, sus causas probables y sus remedios eventuales. Hasta donde yo sé, no hay en Marx edmo hacer una teoria dela exclusién, Podemos en cambio tomar en él elementos para trabajar sobre la exclusién y sobre sus categorfas sustitu vas: él trabajar sobre la exelusién —y no ya dentro de ésta—con- tribuye a poner la exclusién en perspeetiva, ayuda a producir su andlisis, explica cémo, de qué, con qué est construida esta cate- goria, qué aprehensién singular de lo real induce, qué presupues- tos y qué propésitos moviliza. Trahajar sobre la exclusién equiva- Je a tomaria no por un eoncepto, es decir, por una explicacién a debatir, sino por un sintoma: a descifrar, a interpretar. Sintoma: Ja categoria de exclusién y sus sustitutes, lejos de designar pro- blemas, aluden a problemas que avn falta identificear. Asf pues, 8 finalmente comprensible que, como resda goneral, los trabajos ‘que se ocupan de la exclusién casi no mencionen la problemética marxista o la identifiquen sélo en su vertiente econémica, Mas alld de una asombrosa ineultura cientifiea y filoséfica, reverso si- métrico del -todo-marxismo» de antafio, otra cosa est en entredi- cho. saber: la problemética do Ia exclusién es la tinica que puede desplegar la exclusién, la tinica que la prosenta a la lectura y la co- ‘menta; pero para comprender la exclusién, para interrogaria y so- bre todo para pensarla, es forzoso abandonar esa problematica, po- nerla a distancia. Para pensar la exclusin es preciso objetivar la problematica de la exclusién. Observacién igualmente valida en otros dominios: un hombre puede perfectamente comentarfracio- nalizar su portinaz inclinacién por las mujeres rubias, mientras que el psicoanlisis, que no tiene ni que legitimar ni que eriticar esta inclinaci6n, se pronunciard sobre el fetichismo que estarfa ‘obrando en ella; la fisica no tiene nada que decir sobre el precio de las manzanas, pero mucho sobre la ley de gravedad. Y sin embargo, algo queda, persiste, subsiste, algo que, espeti- ficado por los términos exclusisn, desafiliacién, desligadura, etoé- 207 tera, no es fruto de una pura y simple ilusién. Lo hemos dicho y repetido, In intensa produccién bibliogréfica y los multiples es- fuerzos humanos y materiales centrados en la exclusién corrobo- ran su existencia incuestionablé. Por eso hemos hablado de Ia realidad irreal de los excluidos, términos tan indispensables el uno como el otro. El problema no es preguntarse si la exclusion ‘existe 0 si los excluidos carecen de toda consistencia: se trata de saber de qué modo eso existe, segtin qué registros, en virtud de ‘qué condiciones. No es Dios lo que nos interesa, sino los disposi- tivos tedricos y practicos que to inventan, que Io hacen existir. Dicho de otra manera, hay un micleo racional de Ta categoria de exclusién? ;Tione un sentido la multiplicaci6n de categorias sustitutivas? {Es posible hacer a su respecto una lectura «posit vas, no a pesar sino gracias a la deconstruccién aqui intentad: No es excluido el que quiere, hemos dicho. Para que haya ex- clusién, y por tanto excluides, se requieren ciertas condiciones materiales, especialmente econGmicas, administrativas, politi- aa; pero también se requiere otra cosa: la exclusién increments, © disminuye esas condiciones materiales, moviliza una dimen- sidn distinta y especifica. Precisamente por eso, la insercién no coincide del todo con el programa de las condiciones de vida em- pleo, vivienda, salud, educacién) que ella puede ofrecer, menos atin cuundy razones estructurales ean improbable el weveso de ciertas poblaciones al empleo, la vivienda, eteétera. ‘También por eso, la exclusion social, lejos de deportar a los excluidos a los limbos de lo asocial o lo no social, tos coloca en situaciones parti- culares en el seno de la sociedad considerada. En eada oportuni- dad, se moviliza una dimensién especifica. ‘Damos asf tin paso importante, Lo que hasta ahora podian pa- recer equivocaciones, meteduras de pata, contrasentidos, revela de hecho su légica férrea} Si los lamados excluidos estan en la s0- ciedad aun siendo exeluidds; si los excluidos estén incluidos pero ciertamente no como los otros incluidos; si desde un punto de vis- ta econémico, politico, juridico, eteétera, no son en absoluto ex- cluidos pues desempenan y/o se les hace desempefiar roles preci- 08 (incluido el rol de espantajo, para significar lo que se arriesga al no colaborar con el sistema dominante); si naciendo, viviendo y muriendo en el nico espacio posible, es decir, en sociedad, jamais carecen de lugares, por lo general dificiles, dolorosos, trégicos...3 nadie es ni puede ser excluido de Ia sociedad sino tinicamente do un espectro de bienes, servicios y riquezas..., todo esto se com- aK prende en términos de sacudimiento de ciertos principios, nor- mas, valores, ideales, en térmirios do fractura respecto de ciertas concepeiones, de alejamiento de ciertas modelizaciones del vivir- juntos; para resumir, en términos de distanciacién ideolgica. Dicho ‘en otras palabras, en términos de «fractura social». Los excluides son, dentro de la sociedad, en el seno do la sociedad, excluidos de ‘iertos modelos, de ciertas representaciones, Su siteacién pone en tela de juicio lo que pareceria evidente y necesario. Se encuentran en situaciones materiales de tal indole que les es muy dificil con- firmar que el orden reinante es el orden normal; o bien, lo cual re- sulia estrictamente equivalente, no pueden confirmarlo sino a través de su condicién «de initiles para eb mundo», es decir, para ese orden. La exclusion social concierne a los desajustes entre, por 1un lado, los funcionamientos econémicos, institucionales, sanita- rins, juridicos, educativos, psiquicas y, por el otro, la representa~ cin de lo que estos funcionamientos son presuntamente, las me- tas que presuntamente persiguen, los beneficios que se entiende aportan a todo el mundo. Ella testimonia el hecho de que la socie- dad en la que vivimos no es la sociedad en la que imaginamos vi- vir. La eategorfa de exclusién insiste para que nos ocupemos de los exeluidos, para que éstos eesen de sorlo a fin de que la socie- dad real coincida finaimente con la sociedad ideal, a fin de que los humanos reales se currespoudan cou lus humanos ideales. Te aguf una clave para descifrar la literatura y las acciones que 5¢ ‘ocupan de la exclusién. En este sentido puede ser pensada, por fin, la cita de R. Merton. La exclusién dice hasta qué punto las ideologfas camplen roles primordiales para la existencia individual y eolectiva, hasta qué punto ayadan a vivir, a menudo a sobrevivir, a veces a morir. Ideologia: término eargado como pocos. Habriamos podido hablar de simbélico, como lo sugiere Michel Autés. Sin embar- go, varias razones justifican nuestra preferencia. El concepto de ideologia indica 1a orientacién de los valores, su vector, ofte- co un principio para explicar e6mo y por qué ciertos valores son considerados normales, por qué algunos de ellos se hacen hege- % Cf: ms arciba, nota 36, Estar en la sociedad no equivale a se de la socie~ dad (Merion): para ser de fa sociedad, hay que estar en la sociedad (condicién ‘nocesaria} y adomés adherirse a los ideales de esta sociedad (condiein suficien- 42), Idem en cuanto ala distincign entre relaciones sociales» y «sociedad. 209 ménicos y otros subordinados. Fl concepto de ideologia recuer- da que toda normalidad es una construccién histérica depen- diente de ciertas relaciones de fuerza, de ciertas alianzas: nor- malidad y anormalidad son relativas, rectificables, perecederas, Este concepto no oblitera Ja cuestion de las clases sociales, de las que subraya un dato esencial: Iaa clases sociales no se redu- cen a su dimensién econémica. Permite sustentar las dimensio- nos simbélicas en una historia, en los procesos de produccién y reproduccién de una sociedad dada, en sus debates, sus eonver- gencias, sus confrontaciones. Vincula lo simbdlico a determina- das coyunturas, lo articula con estructuras, explica su potencia ¥ sus limites. Conviene, en cambio —por razones «pedagégi- cas», dirfamos nosotros—, conservar la nociGn de simbélico pa- Ta recordar quo, si hay ideologias politicas, existen igualmente ideclogias morales, religiosas, artisticas, sexuales, familiares, etcétera. Ejemplo paradigmatico del lazo social: se entiende que la ex- dlusién afloja este lazo, lo hace vacilar seriamente, hasta el limi- te de disolverlo. Los individuos y grupos en situacién de exclu- sin se hallarian, pues, al margen de! lazo social, pero formando parte de una sociedad en Ia que estén siempre, por fuerza, in- mersos en lazos sociales (entre ellos, con transetintes, policias, trabajadores sociales, periodistas, con la varidad paibtica, el Sa mu social, eteétera). Sale a relucir aqui una diferencia que no es ‘s6lo gramatical: entre azo social (en singular) y lazos sociales (en plural). EI quebrantamiento del azo social —que hoy consti- ‘tuye una preocupacion teérica, practica, politica de primer or- den— no corresponde en abscluto a la desaparicién de los lazos sociales, ni siquiera a su deterioro, segdin lo prueban a su mane- ra los tréficos mas o menos legales, la toxicomanta, «la violen- cia», el individualismo y 12 ausencia de solidaridades. La Mafia es un ejemplo de lazo social particularmente sélido, omerta me- diante los clubes financieros también. Salvo que la especie hu- mana fuera a desaparecer, los hombres estén condenados a mantener lazos sociales (en plural). ;Pero lazos sociales pueden no ser lazo social, that is the queation! Bn efecto, lo que se desig- na por quebrantamiento del lazo social coneierne al lazo que convendria realizar en forma do lazo amistoso, profesional, de vecindad, etcétera. Se preconiza aquf un modelo que habria que realizar hie et nunc. Hoy estén quebrantados no los Iazos que te- nemos de hecho, sino los que podriamos, los que deberfamos te- 200 ner: no Jos lazos sociales, sino el lazo social. En cualquier caso, se pereiben aqui resonancias morales, éticas, metafisicas: no sélo ‘estan obrando ideologias sino que arriesgamos la hipétesis de que el Lazo socia} es una configuracién ideologica-on-acto. Tal es, a nuestro juicio, el nécleo racional de la afirmacién segtn la cual hoy el lazo social estaria vncilando: lo que vacila es una configura- cién ideolégica, nada mis, nada menos, exactamente una configu: raci6n ideologica sometida a los desmentides de lo real, confronta~ da asi con fo gue resiste... Pero ello no impide que, para sus creyontes, Io que vacila no es una construccién ideolégica de la que son agentes sino lo real mismo: hay un solo pensamiento —de- cia un ministro francés—, porque existe una tiniea realidad. ‘Ahora bien, otorgar al concepto de ideologia un lugar central on el andlisis de lo que se designa como exclusiGn no implica en absoluto que esta tiltima sea una operacién puramente... simbé- lica. Se trata, en efecto, de una simbéliea hacendosa, activa, em- prendedora, visible. Kstsin siempre en juego condiciones y efectos materiales de cardcler econémico, politico, institucional, admi- nistrativo, en términos de ingresos, vivienda, acceso a la aten- cién médica, ete; pero ellos no agotan la exclusién: si ésta supone ciortos lugares econémicos, politicos, eteétera, no basta ocupar esta clase de lugares para que haya forzosamente exclusién, tal ‘como hemos insistido al recordar que hay oxclusién (a secas) y exclusion (social). Los prostituidos, los traficantes de armas, los ‘especuladores de Bolsa muestran, casi por irrisién, que las condi- ciones materiales no constituyen criterios suficientes para que la exclusién advenga. Por el contrario, una de las sefiales de inser- cién social es posecr un empleo relativamente estable, pero ni la naturaleza ni las condiciones de este empleo —las cadencias im- puestas, los esfuerzos consentidos, las ganancias obtenidas, los sufrimientos padecidos— entran aqui en consideracién. Bl nie cleo duro de la insercién est constituido por el valor-trabajo: el valor del trabajo, el trabajo en tanto valor. Ahora bien, los yalo- res forman parte de configuraciones ideoldgicas precisas. Estas definen el blanco al que apunta la insereién, mientras que el em- 1 Argumentos més explicitos on 8. Karsa, «Le lin social: logigue et en- eure, en Hnftnces HL: volences et lien, sersinasio 1997-1998, Nixa, Groupe de Yocherehes freudieanes ot Institut de formation des maitres de VAeadémie de ‘Nice, 1998. au pleo efective, la vivienda habitada, In escolaridad complida, eteétera, son sus soportes, sus calves, sus puntales. Esto es exactamente lo que muestran Ins salidas del Rt: Suseeptibles de acceder a un empleo ardinario por sus propios medios, estos jévenes beneficiarios de subsidios [recientemonte ‘egresados de la ensenanza superior) ostdn con frecuencia en el RM de manera transitoria y no tienen neeesidad del contrato de inser- cidn para salir de él>. «En eambio, més de dos tercios de los no di- Dloinados declaran que los contratoe fueron utiles para salir del Aispositivo porque facilitaron la busqueda de empleos o pasantias. o el encuentro con una asistente social (J.-P. 20vEM, 1999), Puede suponerse que los jévenes recurren al RM sobre todo co- mo ayuda financiera cuando disponen ya de cierto estilo de vida, maaneras de decir y de hacer, motivaciones; en sintesis, un baga. je mas 0 menos moldeado principalmente por sus estudios uni- versitarios. En cambio, ésta es Ia utilidad del contrato de inser- cin para Jos jévenes no diplomados: estos titimos esperan una cpuesta en nivel» que no es nunca solamente profesional ni exclu- sivamente técnica, El contrato de insercién se orienta a desarro- lar cierta disponibilidad subjetiva, a poner en primer plano cier- t05 modelos, referencias, valores. Ni contrata de locacién, ni contrato matrimonial, ni contrato electoral, ni siquiera contrato de servicios, el contrato de insercidn es sin duda un contrato mo- Tal, es decir, una configuracién ideolégiea formalizada, Se trata de un rite de iniciacién, de ningtin modo para sla vida social» (co- mo i hasta ese momento el subsidiado estuviese en la naturale- za) ni para «la vida activa», sino para cierta vida social y para cierta actividad en una sociedad determinada. En cualquier caso, el contrato de insercisn forma siempre auténticamente parte de todo nm: unas veces porque esta implicito o sobrentendido (diplo- mados), otras porque es objeto de un tratamiento explicito mas 0 menos sistemético (no diplomados). Por esta razén, el blanco al gue apunta la insercién 05 siempre social, incluso evando, cen- trada en el empleo, se la llama insercién profesional. Por esto, asimismo, importa saber si los destinatarios del RM son sobre to- do beneficiarios o mas bien subsidiados... Al proponernos revisar lo que se dice y se hace con respecto a Ja exclusion, al investir en ella el concepto de ideologia, hacemos la hipotesis de que éste desempefia un papel esclarecedor. 212 Esto supone reexaminar el estatuto que se concede habitual mente a ese concepto, en especial otorgéndole un sentido a la vez fuerte, positivo y constructivo: viendo en él no un inconveniente ‘que desacreditarfa la investigacién o invalidarta la préetica sino, smuy por el contrario, una de sus condiciones de realizacién, una de las razones de su eficacia, su éxito y/o su fracaso. Las categorias de exclusién, destigadura, descalificacién, desa- filiacién, etcétera, confirman que la cuestidn de Ia ideologia est lejos de haberse corrado, Esto vale igualmente para el conjunto de la problematica social. En cambio, cuanto més resuelta se con- sidera la cuestién, mas difusas, aproximadas, enigméticas resul- tan las categorias que se utilizan. Evocadoras, pero no concep- tuales. Tomadas al pie de la letra, quieren decirlo todo e inchiso lo contrario. ‘Tomadas en segundo grado, estas categorias verifican uno de los rasgos centrales asignados por Louis Althusser a las ideolo- gias: discursos y montajes intelectuales, las ideologfas tienen la consistencia material de los gestos, las précticas, los rituales, los dispositivos, las instituciones, las situaciones vividas. En ab- soluto espirituales 0 etéreas, las ideologias no se encuentran en estado de levitacién por encima de las condiciones histéricas con- eretas bajo las cuales los hombres nacen, viven y mueren. Ellas intervienen en Iu materistidad de las relactones sociales, en la médula de las relaciones de produccién, distribucin e in- tercambio, Son dimensiones que se ejereen dindmicamente en. Jas funciones y roles publicos y privados, en su reparticién, en la manera de asumirlos, de impugnarlos, de eseaparles. Operan en. Jos cuerpos, en la forma de los cuerpos, en sus olores, en las se- ducciones y en las repulsiones que los cuerpos inspiran, on su hambre, sus estigmas, en el goce y el sufrimiento a que los cuer- pos dan lugar. Organizan las relaciones que unen y separan a las ‘mujeres y los hombres: relaciones posibles, relaciones probables, relaciones ineoneebibles. Las ideclogias tienen que ver con la es- peranza, la expectativa, el proyecto, la resignaciéa, la revuelta... © Los trabajos de L. Althusser fueron jalones indiapensables en la re novacidn del concopto de ideotogin, rica contera en la que atin hay mucho que explotar. Cf. el articulo eIdéologie et apparcile idéologiques d'Etat-, en Positions, Paris, Rditions Sociales, 1976 Udeologta y aparatoe ideotdgicos del Estado, Freud y Lacan. Madrid, Vision Net, 2002), Sur la reproduction, Pa- is, Imee, 1995, 213 La exclusién pose la consistencia de una imagen encarnada en mujeres y hombres, el espesor de una representacién cincela- da por teéricos, vivida por profesionales, tenida en cuenta por po- \iticos, la densidad, por fin, de una simbéliea portada por practi- cas, instituciones, presupuestos. Por eso hay, cabalmente, una realidad de la exclusion, aun si ésta no es de lo real. Hoy en dia, Ins situaciones metaforizadas por las categorias de segregacién, exclusin, desafiliacién, eteétera, acusan una pro- fundidad, una extensién, un desarrollo significativos, Ni accidente de recorrido ni efecto perverso de sociedades de dominante liberal, se trata de nna de sus condiciones de funcionamiento normales, es decir, estructurales. Jerogiffico de los tiempos presentes, In exclu- ssidn da testimonio del «liberalismo efectivamente instalado», co- ‘mo en otro tiempo, el estalinismo indicaba el -socialismo real- mente existente, No se trata de una nueva cuestion social, pero la exclusién os sin duda una manera nueva de plantear —y de esquivar— la ‘cuestiGn social que anima desde el nacimiento a las sociedades de Proyecto democratica: cuales aon las condiciones de coexistencia entre grupos, catogorfas y clases sociales cuyas posturas e intere- ses individuales y colectivos se revelan més o-menos contradicto- sos y hasta antagénicos? La exclusién pone en juego las modali- dades, las determinaciones, el costa @ igualmente los sufrimientoo. ‘y los goces de la paz social: para los llamados excluides y para los ‘supuestos incluidos. Esta categoria inconsistente pero tan eémoda, ide qué permite no hablar? Qué eufemismos contribuye a forjat? :Qué de lo real ayuda a esquivar? Interrogantes graves estos tltimos, pero cuya elaboracién mues- tra ser indispensable. No es enestién entonces de concluir sino, al contrario, de inaugurar un debate razonado para el cual algunos Jalones significativos, es decir, argumentados, habriin sido espar- cidos en el curso de esta empresa de deconsiruccién, eminente- mente constructiva. 214 Bibliografia Figuran a continuacién Jas referencias bibliograficas mencio- nadas a lo largo del volumen. Alexandre, C. 1996 [enero-febrerol. «Entre assistanat et solidaritéss, Cahiers de Vater. Arendt, H. 1958, 1961. Condition de Pomme moderne. Paris, Cal- mann-Lévy. {La condicién humana, Barcelona, Paidés, 1998.1 Auriol, D. 1990 (julio-ceptiembre], «L/autonomisation des politiques so- ieles diinsortion 1970-1900, 'émoryoneo d'une nouvelle catégorie action». Revue francaise des affaires sociales, n? 3. Balibar, E, 1992, «Inégalités, fractionnement social, exclusion». 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