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MOVIMIENTO DE POBLADORES Y LUCHA DE CLASES EN CHILE Tal vez uno de los aspectos mas especificos de la lucha de clases en Chile sea la impor- tancia que ha tomado en clla, en particular en los ultimos aios, el llamado movimiento de pobladores, Definido por una contradiccién estructuralmente secundaria, relativa en prin- cipio a las condiciones de vivienda y equipa- miento colectivo, aparece, sin embargo, ocu- pando el centro de la escena politica en algu- nas coyunturas. La cual contribuye ain mas a la confusién con respecto a su caracteri- zacién en términos de clase y, por tanto, de un desconcierto y a una oscilacién constante de los partidos populares en dicho frente de lu- cha. Considerado alternativamente como caldo_ ultraizquierdista 0 clientela electoral, por Ia iz- quierda; despreciado como lumpen y, a la vez, codiciado como posible plebe apatronada, por la derecha, el movimiento de pobladores parece dotado de una fluidez y de una ambi- giiedad que desaffan a la vez el andlisis marxista y las estrategias politicas tradiciona- les. Y, sin embargo, es el nticleo central de wa vasta ted de organizaciones de base territo- rial, que (dicese) agruparian, en 1972, 800.000 chilenos ', es decir, mis que todos los sindi- calizados ‘urbanos y rurales en Ia esfera pro- ductiva ... Un andlisis concreto de su significacién en © Socidlogo, profetor da Monle Pratique des Hautes Etudes (Sorbonne, Fars) y profesor visitante en CIDU, Santiago, Chile. 1Dato comunicado por el profesor Luis Alvarado, Manuet Castents * el seno del proceso general de la lucha de clases, implica, ante todo, el delimitar cla- ramente la maraiia de equivocos funcionales (funcionales para la ideologia burguesa) so- bre los que reposa su consideracién en el seno de la izquierda. Para ello, se trata, en primer lugar, de no fundir cl movimiento de pobla- dores en el “univ poblacional”. En efec- to, si la caracterizacién del primero depende precisamente de su base social, su dindmica se genera a partir de su articulacién en el conjunto de la lucha de clases y en el proceso politico. Por otra parte, el llamado “mundo pobla- cional” se constituye a partir de una serie de asimilaciones arbitrarias (pero no gratuitas, como veremos, cn la medida en que sirven intereses ideolégicos), que es necesario cutes- tionar de entrada. Asi, se lo utiliza alternativa- mente, como sinénimo de los siguientes ele- mentos: 1) Crisis de la vivienda, deficiencias habi- tacionales y de cquipamiento colectivo; 2) Un cierto tipo de unidades ecolbgicas, en general de bajo nivel de servicios y loca~ lizacién periférica; 3) Expresién de los “sectores marginales” de fa sociedad. Cuando se quiere aparentar um cierto “rigor” en este presupuesto (nds alli de una ‘caracterizacién en términos de “pobreza urbana”), se habla, alternativa o conjuntamente, de: 10 REVISTA BURE a) “Marginacién” del sistema productivo, “Iumpen”, cesante total o encubiertos b) Una cierta subcultura, caracterizada por la “falta de participacién”, la predisposi- cién a la “desviaci6n social”, a la delincuen- cia (pero también a Ja apatia), al corte con los “valores de la sociedad”, etc. Si bien se re- conoce facilmente en esta formulacién la ideo- logia de la marginalidad difundida por los tex- tos de Desan*, la Democracia Cristiana (DC) y el Peace Corps (a partir de un cristiano-fun- cionalismo para uso masivo), no parece evi- dente que una tal formulacién esté implicita en la mayoria de Jas encuestas socioldgicas € incluso en Jos planteamientos politicos de las fuerzas populares chilenas, lo cual prueba la fuerza material de la ideologia y el hecho de que su difusién no depende solo de su he- gemonia politica; 4) At existe otra connotacién prictica atribuida a “lo poblacional”, a saber, todo Jo que hace rclacién a formas y procesos de go- Brno y organizacién locales: Juntas de Veci- “Centros de Madres”, ete. — Pucs bien, lo que caracteriza la problemé- tica tedrica v politica del movimiento pobla- cional, es la fusion de todos y cada uno de sus clementos en su definicién como espacio espe- cifico en la lucha de clases. Una tal fusién, si bien responde a bases materiales determina- das, conllevan asi planteada, una confusién. Por ello, antes de dar cuenta de cdmo y por qué esas diferentes dimensiones se combinan en la constitucién del movimiento de poblado- res como movimiento social, es necesario deli- mitar el “universo poblacional”, mostrando a Ja vez cules son sus caracteres especificos y cutles son las mistificaciones ideolégicas cons- truidas en base a dichas especificidad. DESAL: Centr de asccoramiento idenldgien de In De moctacia Cristiana, fundudo en Chile, com abundantes re= cursos, por el jesuitn belga Roger Vekemens, que salis del pais con sus colaboradores al triunfar la UP en las elecciones de 1970. Véase, para una exposicién de sus “teorias”", “La marginalided en’ América latina, wun ensayo de conceptualisa- iin, DESAL, Saatiags, 1969, mimeo. I. POBLACIONES ¥ POBLADORES. SITUACIONES SOCIALES ¥ CONTRADICCIONES DE CLASE . Proceso de urbanizacién, crisis de la vi- vienda y formacién de las poblaciones La, crisis de Ja vivienda, las malas condi- iones de vida, la perpetuacién de la explota- cién en Ja reproduceién de la fuerza de. tra- bajo, forman parte de la condicién obtera, semtin niveles de carencia histéricamente ‘de- finidos. El pueblo chileno no ha sido una ex- cepcién®. Sin embargo, las formas de hacina- miento en las grandes ciudades han ido cam- biando y el problema tornandose més critico conforme se aceleraba el ritmo de Ja concen- tracién urbana sin encontrar respuesta equi- valente en la construccién de viviendas *. Es sabido que ni una ni otro son procesos ineluc- tables sino expresiones concretas del funcio- namiento del capitalismo dependiente al ni- vel de la organizacién de las fuerzas produc- tivas, del desarrollo desigual por sectores y regiones y de la inexistencia de condiciones de’ rentabilidad para un capital privado que guardé siempre celosamente el privilegio de construir. . Las crisis de la minerfa y del artesanado provincial, el éxodo rural, 1a concentracién. administrativa y de servicios y la busqueda de una “oportunidad” en Ja capital, junto a una. localizacién industrial pegada al mercado de clase alta, hicieron afluir hacia Santiago, una masa creciente de poblacién que saturé ripi- damente los “conventillos” y barrios antiguos del centro de Ja ciudad. Ante la falta de todo programa adecuado de vivienda popular, los partidos obreros iniciaron ya en 1946 Ia ocupacién ilegal de terrenos y la formacién de “callampas”, en condiciones extremada- mente precarias de vivienda y cquipamiento y teniendo que enfrentar a la represién poli- 2Véase el excelente pequetio texto de Cecilia Umut Historia de los poblacloner callampas, colecciim: Nosotres los Chilenos”, Quimentié, Santiago, 1973, 4 Véaar Jorge Giusti, “La formacién de las “poblaciones’ fen Santiago”, Revista “Lotinoamericana de Ciencia Poltice, agosto 1971, pp. 971-983. ‘5 Para wna definieiin de los términoe “conventillo”, amp", “poblacién, remitimos al anélisit de su realidad ‘que hucenos, més adelante, en este mismo texto. MOVIMIENTO DE POBLADORES ¥ cial. El Gobierno populista de Tbéfiez, que habia sido elegido en 1952 en parte mediante promesas demagggicas sobre un programa de vivienda, procedié mas bien a la demolicién y erradicacién de barrios enteros de conven- tillos sin solucién alguna para sus moradores, En ésas condiciones, se sobrecargaron y de- terioraron atm mas las Areas centrales de Santiago y se expandicron las agrupaciones periféricas, constraidas a base de mejoras y rucas, sin ningiim tipo de urbanizacién ni ser- vicios. La presién popular por Ja vivienda obligé, sin embargo, a la creacién de la Cor- poracién de la Vivienda (Corv1) en 1953, y a Ja promulgacién de una ley instaurando un Plan Habitacional (el DFL N° 2), en 1959. Pero el estudio de Rosemond Cheetham? ha demostrado cémo la decisiva influencia poli- tica de la Camara Chilena de la Construccién, organizacién patronal imica, dominada por las grandes empresas, determiné las condiciones de rentabilizacién del nuevo mercado abierto por el gasto publico, reservandose al sector privado cl monopolio de la construccién y excluyendo, por consiguiente, a la inmensa mayoria, inclusive de los estratos medios, de Jos nuevos planes habitacionales, dados sus recursos insuficientes. Asi, en 1966, el 47% de las familias de las grandes ciudades chilenas no tenian capacidad de pago suficiente ni si- quiera para optar a alquilar una vivienda mi- nima (de 36,7 m*) y otro 27% sélo podia per- mitirse una vivienda minima. El estudio de Eduardo Santos a este respecto demostré que Ia raiz del problema residia en la incapacidad del nivel de ingresos popular en satisfaccr las tasas de ganancia exigidas por un sector de la construccién ineficiente, super explotador de mano de obra no calificada y con fuertes ten- dencias especulativas*. De esta forma, las exenciones fiscales, las fuertes inversiones pt- blicas en vivienda (clementos dinamizadores de Ja economia) y la creacién de Asociaciones de Ahorro y Préstamo privadas avaladas por cl 6 Tomas en los terrenos del Zanjin dle la Aguada, en Sane tage. TRoseinond Cheethem, “Bl sector privado en la cons tmuccidn: patria de domiaacién”, Revista Luttnownericana de Estudios Urbanos Regionales, EURE. N23, octubre 1971, pp. 125-181. CIDU. Véase E. Sautos y S. Seclenberger, Aspectos de an ding nistico de la problemética estructural del sector civiends, Seminario de Grado, Eseuela de Arquitectura, Universidad Catélica de Chile, 1988, mimeo, LUCHA u Estado y alimentadas por contribucién empre- sarial y ahorro privado, no fueron sino una fuente de pingiies beneficios para el capital financiero y las empresas de construccién, a costa de un mercado de cstratos altos y me- dio-altos répidamente saturado. Por ello, nd es de extrafar que el déficit habitacional, que era de 406.000 viviendas en 1960, se estimara en 585.000 en 1970%, a la par que se demos- traba el reforzamiento de ld segregacién so- cial urbana a través de los planes publicos de construccién ®, La situacién' asi creada posi- bilité la gestacién de un proyecto integrador- populista de la democracia cristiana a partir de la eleceién de Frei en. 1964. Sin tocar en lo esencial los mecanismos expuestos que marca- ban la pauta en el sector de la construccién (¢ incluso reforzandolos y racionaliz4ndolos, me- diante Ia creacién del Ministerio de la Vi- vienda, “sugeride” por la CAmara Chilena de la Construccién), se intenté la realizacién de un programa de viviendas semipermanentes que fijaran una clientela electoral a través de un servicio asistencial permanente: los Planes de Ahorro Popular (Par) trataron de concen- trar el escaso ahorro de las masas populares; las poblaciones de viviendas livianas, entre- gadas sin el minimo equipamiento urbano, dispersaron, desplazaron, deshincharon por un momento el problema: agotadas las posibili- dades cxpuestas, la “Operacién Sitio” traté de paliar las carencias demasiado evidentes, entregando (mediante un sistemd de cuotas mensuales a largo plazo) un “sitio” (o espa- cio de terreno semiurbanizado) y fomentan- do la autoconstruccién con materiales cedidos © “prestados”. Dejamos de lado, por el mo- mento, tanto el anilisis del proyecto politico cexpresado en este programa como sus insufi- ciencias, desbordamiento y consecuencias sub- siguientes para la transformacién cualitativa de la reivindicacién urbana. Sefialamos aqui tan s6lo las consecuencias del proceso deserito sobre a magnitud y for- mas diferenciales del deterioro habitacional y sobre la estructura urbana de Santiago. Puede apreciarse, en el Cuadro N? 1, un notable in- cremento cuantitativo de la crisis v una trans- Ver ODEPLAN, Desarrollo econdmico de Chile, 1960- 1070, Senticge, 1071 10 Ver Gabriel Pumecino, “Politique du Chili", Espaces et Sacietés Ne 3, 1971. logement ast RB REVISTA EURE formacién de las formas urbanas que la ex- presan. Podemos distinguir fundamentalmente tres tipos de forma urbana deteriorada, es de- cir de concentracién espacial de un bajo nivel de salubridad a la vez en Ia vivienda v en los servicios colectivos a) El “conventillo”, resultante de la ocu- pacién altamente densa, por subdivisién, de viejos edificios del casco urbano. A él pucden asimilarse las “cités”, pasajes y, en general, todo tipo de viviendas insertas en el casco urbano y detcrioradas por su uso intensivo y su no reparacién ". En Ja medida en que tal tipo de habitat est limitado en cantidad y en espacio, y dado que ocupa un suelo de alto valor y que “afea” la imagen social de la me- trépoli, cara a los idedlogos modernistas, dicho tipo de vivienda disminuye répidamente, a la vez por climinacién y no renovacién de los desplazados. Puede ‘decirse, practicamente, que se asocia arbitrariamente al “conventillo” con “lo poblacional” aunque Jas “teorfas de ln marginalidad” hayan intentado englobarlo, dada la homogencidad social y ecolégica que intentaron dar al mundo de “la pobreza”... CUADRO NO 1 NUMERO DE PERSONAS EN VIVIENDAS DETERIORADAS, PROVISIONALES O SIN EQUIPAMIENTO, GRAN SANTIAGO, 1952, 1986, 1970 TIPO ECOLOGICO: Conventitlos Callampas 1 Poblaciones Viviendas campamentos 1952 Conventillos Cenpantes __Viviendas insalubres Poblacién y ilegales (adquirente semisalubres total asimnilados de ‘sitios 350.000, 75.000, 250.000 1.200.000 1966 Conventillos Callampas Poblaciones Poblacién y y mejoras suburbanas total asimilados y Planificadas: ‘76.849 201.217 (366.254 2.498.100 1970 Conventillos Ranchos, chozas, Viviendas Poblacion reas, mejoras, _semipermanentes semisalubres total inarginales, méviles 64.660 346.380 332.040 643.632, 2.587.700 Fuentes: ~ 1952: Ceci — 1966: Desat, Unutia, Historia de las poblaciones callampas, Quimantii, Stgo., 1972. La marginalided urbana: origen, modo y proceso. Mimeo, 3 vols. 1968, Stgo. ~1070:Censo de Poblaciin y Vivienda, 1970, y correcciones citadas por Cecilia Urrutia. AtLa a0 reperacién esti ligada x Ins condiciones de rentabilidad que imponen los propietarios de “conventillos” abusando de la eseasez de vivienda, 60.000] $0000] 20.01 Nota: 1960 196) Aiio 1970 citras catimadas, GRAFICO N° 1 NUMERO DE VIVIENDAS INICIADAS EN EL, PERIODO 1960-1969 1966 1967 1969 anos VHOAT X SAHOGVIEOd FA OLNSINIAOW er M4 REVISTA EURE b) La “callampa”, producto de una insta- lacién espontanea, no controlada, de traba- jadores sin casa ni medios de obtenerla, y que, en grupo o individualmente, se ubican en te- rrenos periférieos, de uso y propiedad recien- tes, sin equipamiento alguno, tratando de me- jorar progresivamente sts rucas y chozas, de materiales diversos asi como de establecer las minimas condiciones materiales de vida coti- diana. La callampa se generé casi siempre por acumulacién progresiva ¢ individual de “sin casa”, pero también fue objeto de tomas co- Jectivas de terrenos bajo direceién de algiin grupo politico, en gencral del PC *. Sin em- bargo, a diferencia de la experiencia ulterior de los campamentos, tal organizacién politica no subsistié bajo la forma de una colectividad estable de los habitantes de la callampa, sino en términos de influencia sobre individuos a sectores limitados, vinculados a través de una organizacién més amplia de los “sin casa”. c) La “poblacién”, vasta agrupacién pric ticamente permanente, generada por los pro- gramas habitacionales de urgencia, y abar- cando una amplia gama de situaciones, desde los barrios someramente equipados, de vi- viendas livianas para empleados y postulantes a ‘una AAP ™ hasta las zonas sin equipamien- to de progresiva construccién, de la “Opera- cién Sitio” y otros planes similares ®, Surgen asi las poblaciones “José Maria Caro”, ya iniciada bajo la presidencia de Alessandri, “San Gregorio”, “Lo Valledor Norte”, “Lo Valledor Sur”, “Lo Ferrer”, “Villa 4 de Septiembre”, “Robert Kennedy”, “Santa Ol- ga’, etc... concentradas particularmente en el sector més depreciado de la aglomeracién sur-poniente y que pronto contarA con casi 200.000 habitantes. De hecho, fue esta forma habitacional, ge- neralmente garantizada con un nombre pom- oso y respetable, reconocida como unidad y en continua expansién, lo que dio cuerpo en © Partido Como 12 Asociacién de Abomo y Préstamo, suciedades de aborro pent Ia clase medi, ligadas a tos grupos financieros nis importantes v a las empresas de construccién. 18 Véase Gustavo Munizaga, Antecedentes y alyuncs hips esis para wna interpretacién de un sector marginal urban, CIDY, docemento de trabajo, mimeo, 1967. cl tiltimo decenio.a Ja idea de Ia constitucién de un nuevo mundo al que, por situarse, 16- gicamente, en terrenos fiscales disponibles y de eseaso valor de la periferia de Santiago, parecié obvio denominar “marginal” puesto que estaba “en el margen”, “al margen”, de la ciudad, de la “sociedad”... Nadie reparé en el hecho de que las nuevas residencias lujosas, por ejemplo en “Las Condes”, se sitnaban a igual 0 mayor distancia del centro. Claro que el equipamiento, la viabilidad prestamente astalada, el auto, creaban viviendas suficien- tes y permanentes en esa ciudad-sociedad en torno a la cual acampaban los nuevos barba- = TOS. Si tal es Ja delimitacién de una forma (0 formas) urbana efectivamente _especifica, puede extenderse tal especificidad a su con- tenido social? O, mds claramente, ghay coin- cidencia entre la forma ecolégica de las ca- llampas y poblaciones y una determinada po- sicién en la estructura social? La estructura de clases sociales en las poblaciones callampas El propio proceso de formacién de las “po- blaciones” generd a la vez las condiciones de su heterogeneidad interna, de una cierta es- pecificidad y de una diferenciacién entre los distintos tipos. En efecto, parece evidente que aquellos sectores asalariados de més altos ingresos y de mavor capacidad de negocia- cién, aparecen mejor situados en el mercado de la vivienda, sea a trayés de su poder ad- quisitivo o de su insercién en un plan habi- tacional de la empresa o institucién en que trabajan. Por Io tanto, habra en esas zonas urbanas una mayor concentracién de los es- tratos de bajo nivel de ingresos. Sin embargo, cello no implica una situacién de “marginali- dad” en la estructura productiva, Al contra- rio, en la medida en que Ja crisis habitacional va mas alld de los sectores proletarios y sub- proletarios, puede observarse- como una parte de la pequetia burguesia y de empleados for- ma parte decisiva del universo poblacional. Cual es el perfil exacto de esa heterogene!- dad? Una primera respuesta puede obtenerse del examen minucioso de Jos datos de una muestra representativa de las poblaciones mar- ginales del Gran Santiago, realizada en 1966, MOVIMIENTO DE POBLADORES ¥ LUCHA CUADRO Ne 2 CARACTERISTICAS SOCIOECONOMICAS DE LOS RESIDENTES EN LAS. POBLACIONES, CALLAMPAS Y CONVENTILLOS CON RESPECTO A LOS RESIDENTES DEL GRAN SANTIAGO, 1966 (Diferencia en puntos del porcentaje con respecto al promedio de Cran Santiago ara cada una de las variables seialadas) ® Tipo ecolégi Conventilios y vivien- Variables Poblaciones Callampas das deterioradas —£ de cesantia total + M7 + OL -~ wy ~% de fuerza de trabajo buscando trabajo por primera vez + 05 + 12 + 16 = que trabaja una semana “normal” (38-48 horas) + 05 — 37 — 47 —# BA. en primario — o7 + 06 + OL —% PA. en industria + BT + 101 + 64 —£ PA. en construccién + 53 + il = 25 = P.A. en comerci = 40 + 15 — 06 —£ PA. en servicios pers. — 30 = 86 82 = PA. en otros servicios — 33 — 120 49 —£ BA. sin especificar + O01 + da o —£ PA. terciario en general = 103 = 19h — 39 ~£ Empleadores — 21 — 21 = 21 ~£ Empleados — 1 — 247 — 130 =£ de TCP. (Trab. p. cia, propia) + 51 + 64 + 63 —$ de obreros + 134 + 2Lr + 10,1 —% de trabajadores familiares — 22 = 06 - 16 —% analfabetos + 25 — 12 = ol —& personas en PA. (que ganan_ menos de un vital anual respecto @ Chile) + LZ en promedio para los tres tipos ~% de poblacién inmigrante = 85 = 4 — 42 Fuente: Enouesta Desa. sobre Ja marginalidad urbana, Desat, Santiago, abril 1969, 2 vols., mimeo. * Los cilculos fueron efectuados de la siguiente manera: Porcentaje de los pobladores con 1a caracteristica indicada, sobre el total del Gran Santiago. Porcentaje de residentes con dicha caracteristiea, en un determinado tipo ecolégico sobre el total de los residentes en ese tipo ecolégico. Asi: valor 0 indica falta de especificidad total. Valores + y — indican mayor 0 menor intensidad de esa caracteristiea que en la media de residentes en el Gran Santiago, Puesto que las “poblaciones” entran_ ya en el célculo de dicha media, esté claro que las diferencias presentadas en el cuadro, en uno u otro sentido, estén’ subestimados. 16 REVISTA EURE justamente por DesAL, los apéstoles de las te- sis marginalistas “. Resumiendo algunas de las variables més significativas’ para indicar el lugar en la es- tructura social y compardndolas con el valor medio de cada variable en cl Gran Santiago, construimos el sustancioso Cuadro N° 2, de cuya lectura (que recomendamos hacer en detalle al lector) permite las siguientes con- clusiones fundamentales —EI promedio de poblacién inmigrante cs menor que para el Gran Santiago, sobre todo en las poblaciones, Jo cual indica que si bien Santiago crece por inmigracién, este nuevo flujo no se concentra necesariamente en las poblaciones y ni siquiera en Ios conventillos como se creia, sino que, probablemente, pasa a formar parte de la muchedumbre de “alle- gados” realojados por parientes y amigos en toda la aglomeracién. Como, ademas, también se sabe que tan s6lo un 13,24 de los inmigran- tes a todo Santiago proceden de zonas rura- les", se desmorona la imagen absurda de las “poblaciones” como zonas “rurales” en la ciu- dad 0 como vestibulo para recién legados ®, —Con respecto a la estructura ocupacional, las poblagiones no se caracterizan por ser la residencia de los sectores con relacién in- cierta al proceso productivo, sino, al contra- rio, por tener una proporcién de obreros mu- cho mas alta que la media del Gran Santiago. En cfecto, vinos que las situaciones alud- das por la ideologia de la “marginalidad” so: aquellas ubicadas en cl scetor tereiario y en particular en los servicios poco definidos, al interior de dicho sector. El cuadro muestra que la proporcién en el terciario es mucho mis alta en el Gran Santiago que en las po- 14 Véuse DESAL, Lo marginatidad urbane: origen, proceso 4 modo, 2 valine mimeo, Sontego, 1969; las pritcipalon tendencies etuditicon consttndas yrentmids por el Cane dro N? 2. son conlimadan por ot importante et terior, de tn Comseferia Naclonal de-Promecion Fopttr, fla int dingntico de ta marginalided -urbena, Curveterisc tices socivecondnicas de te pobleciones marginales del Gren Snntinge, Presidencia 86 ta. Repblin, Promocién Popular, 2 times, mimeo, Sentiaga, septiembre de 1970, To Juin C. Elizngs, Migrocioner 0 las éreas metropatitanés de América tatin, CELADE, Sting, 1970, 1 Difundids coriente en el fmcionslismo ambricano; ver por ejemplo, Ph. Houser (compilador) La wrbanizacién eit “Amésce lating, UNESCO, Paris, 1961. blaciones y_ callampas, cia particularmente significativa en los rubros “otros servicios” y “servicios personales”, mien- tras que en el comercio, donde Ja situacién econémica aparece més clara, a comparacién no permite conclusiones, (— 4,0 en poblacio- nes, pero -+ 1,5 en callampas...). Por otra parte, si la proporcién de empleados es ne- tamente inferior en las poblaciones, la de obre- ros es netamente superior, siendo esta dife- rencia atin mds sefalada en el caso de la in- dustria que entre los obreros de la construc- cién, Por tanto, si es cierto que las poblacio- nes tienen un menor nivel socioeconémico, no Jo es menos que su composicion social es fun- damentalmente obrera, ¢ incluso obrera in- dustrial. Ello rechaza la asimilacién hecha en el consciente ideolégico de la burguesfa y en cl subconsciente politico de la izquierda en- tre “lumpen-proletariado” y poblaciones. — Ahora bien, gde qué fraccién de Ja clase obrera se trata? La encuesta Desat no pare- cid interesada por tal cuestién, pero, una ves establecido este rasgo distintivo otras varia- bles nos permiten hipétesis que especifiquen el tipo obrero predominante. Se observa que hay una tasa de cesantia mds alta que la me- dia, aunque en cambio, la desocupacién equi- valente (mimero de horas trabajadas) pa- rece ser incluso ligeramente inferior en las “poblaciones” (no asi en las callampas). El nivel de instruccién (medido por el analfa- betismo) también presenta un cuadro distin- to entre las “poblaciones” y las callampas” (en donde es menor que la media). Asi, de he- cho, lo que parece especificar mas fuertemente Jas poblaciones es el bajo nivel de ingresos: en 1966, mientras el ingreso medio en Chile era dc E? 180 mensuales, en las “poblaciones” de Santiago era de 84, de 74 en las callampas y de 98 en los conventillos. Tal situacién es re- forzada por una situacién particularmente desfavorable en la previsién social. Tales ob- servaciones hacen suponer dos hechos funda- mentales: 1) Que la clase obrera alli residente per- tenece en gran medida a aquellas fracciones obreras integradas en industrias “vegetativas” supeditadas a los iatereses de los sectores mo- nopélicos ¢ imperialistas y al sector de la cons- truccién, Jo cual coulleva un menor nivel de ingresos, cstabilidad de ‘empleo, acceso a ser- MOVIMIENTO DE POB vieios colectivos, organismos previsionales, cajas de ahorro, ete. 2) Que esta tendencia es particularmente marcada en el caso de las “callampas”, mien- tras que en las “poblaciones” aparece un ma- yor porcentaje de analfabetos, “mucha mayor proporcién de servicios varios y trabajadores familiares y, en fin, todos aquellos indicado- res de una, menor integracién en la produc- cién de bienes, sin que ello implique que en as “poblaciones” se realice la imagen de pre- dominancia lumpen que resulta falsa para el universo poblacional en su conjunto. Esta pre- cisién indica tan sélo cémo Ia diferencia del proceso de formacién entre “callampas” y “po- blaciones” se refleja en su composicién so- cial: las primeras, producto de tomas y ocu- paciones de terreno parecen haber concentrado trabajadores sin casa, a veces organizados por los partidos de izquierda, mientras que las se- gundas expresan el proyecto policlasista y asis- tencialista que las origind. LADORES Y¥ LUCHA ar Las tendencias sefialadas, en términos de comparaciéit con la composicién social del Gran Santiago, se verifican en Jo referente al anilisis interno de la estructura social de las poblaciones. Asi, en una de las poblaciones mas estudiadas, la “José Marfa Caro”, tanto la encuesta de Aldunate '? como la de Gurrie- ri™* insisten en su heterogeneidad social y en la importancia del grupo obrero. Mis demostrativa es atin la excelente siste- matizacién hecha por Franz Vanderschueren de las dos principales encuestas sobre pobla- cioncs en Santiago (la de Portes en 1968" y la de CIDU a fines de 1969", en lo que se refiere a su composicién social. Combinando la estructura ocupacional y el nivel de ingre- sos, llega a distinguir 4 grupos sociales que nosotros nos permitiremos de calificar, para una mayor claridad: Grupo 1 Grupo I Grupo UL Grupo IV Lumpen- Proletariado Proletariado Empleados y Proletariado en crisis en crisis pequefia burguesfa Ingreso Bajo Bajo Relativamente Relativamente alto alto Ocupactén TOP. Obrevo Obrero T.CP. 0 empleado El Cuadro N° 3 expresa la reparticién, en estos términos, de las 11 poblaciones encues- tadas, que figuran entre las mas importantes de Santiago. De esta forma, las poblaciones no son el refugio de la desintegracién social, ni pre- sentan una concentracién de lumpen, sino que son la tinica forma posible de residencia para una fraccién de la clase obrera (aquella de los sectores “tradicionales”) a la que se agre- fan, una buena parte del proletariado de la gran industria, e incluso empleados y peque- ios burgueses, aun cuando los grupos obreros sean netamente hegeménicos. 17 Adolfo Atdunate, Parictractin y actitud de tor pobla- dores ante lag organtzoctones poblactencles. Una sprozima- iin « la heterogeneidad popular, ELAS - FLACSO, Santiago, 1971, mimeo. 18 "La poblacién Caro uo debe ser considerada coma una vunidad bomogénea, pues enciermm una gran heterogeneidad incluso desde el punto de vista de la calidad do la vivien- da”. Adolfo Gurrieri, “Situaciéa y perspectives de la juventud fea una poblaciin urbana popular”, en A. Gurrierl, E, To- rres-Rivas, J. Goncilez y E. de la Vega, Estudios sobre la fucentud marginal letinocmericans, Siglo XXI, México, p. 37. La heterogeneidad social de la “poblacién’” ¢s demostrada 9 todo lo largo de la encuesta 9A, Portes, Cuatro pobleciones: informe preliminar sobre Tea situacién y aspieaciones de grupos merginados en et Gran Santiogo, 1969, mimeo, 20 Franz Vanderschueren, “Slgnifiesdo politico de les Juntos de Vecinos en poblaciones de Santiago”, EURE Ne 2, 1971, 67-90. CIDU. CUADRO N° 3 COMPOSICION SOCIAL DE ONCE POBLACIONES DE SANTIAGO, 1968 Y 1969. PORCENTAJE SOBRE EL TOTAL DE ENCUESTADOS EN CADA POBLACION SEGUN MUESTRA ALEATORIA 1969 1968 ANO I 2 3 4 5 ° 7 8 9 10 u Poblacién Villa R. Sta M. Lo Sta. La Faena Hermida 0 la Valledor _—_ Promedios 4 Sept. Kennedy Olga Rods. Ferrer Ménica Victoria Norte 15 6-ll 1 0 1 n Grupos % & & % & & & & & & & & & Lumpen 18 85 8 85 4B Er 25 25 38 Ww Ww 18 265 Proletariado en crisis. 58 48 48 35 18 33, 38 65 355 195 5d 365 Proletariado u 21 31 30585 13 20 205 23 23, 34 26 215 Pequeiia burguesta y empleados 9 23 13 2 2 wv av 9 85 a7 15 155 TOTAL 100100 100 = «100,100,100 100100100 100-100 100100 Fuente: Franz Vanderschuere sn, op. cit., 1971, EURE N° 2, reorganizado por nosotros. er aund VLSTATY MOVIMIENTO DE POBLADORES ¥ LUCHA 19 Si bien es necesario retener el dato de una concentracién significativa de una fraccién obrera especifica en este tipo de zonas ur- banas, aparece evidente que, por sf sola, esta tendencia no justifica una autonomia rela- tiva de Jo “poblacional” y no explica, por con- siguiente, el surgimiento de un frente de lu: cha delimitada ni la organizacién de un mo- yimiento de pobladores como tal. 2Se trataria entonces de la existencia de una subcultura especifica a estas unidades ecold- gicas? gDe un modo de vida peculiar que sus- citare un perlil psicolégico, y en dltimo tér- mino politico, propio de los pobladores? 3. Pobladores, ideologia y préctica social Una de las ideas-fuerza en que se ha ba- sado la problemética de la “marginalidad” es la de una especificidad de la ideologia y la practica de los pobladores caracterizadas por una falta de capacidad de autoidentificacién como grupo 0 como clase, apatia, no partici- pacién en asociacién, eto. ..., Hevando todo ello a una no interiorizacién de los valores de la “sociedad” (0 sea, de la clase dominante) a una tendencia hacia la desviacién, Ja delin- cuencia y, segiin temen algunos, “el anarquis- mo”... No hace falta insistir en la critica exce- sivamente repetida y por dems facil contra el caracter integrador e ideolégico de tales tesis. Pero queda en pie Ja cuestién de saber si hay una especificidad en las representacio- nes y practicas de los pobladores como tales, de qué especificidad se trata y, en caso de que exista, como interpretarla. La respuesta a tal pregunta, a nivel del andlisis concreto, no es facil porque las di- versas encuestas psicosocioldgicas hechas al respecto son escasamente fiables dada la am- bigtiedad de las preguntas formuladas, el no control de las situaciones sociales condici "nantes de la entrevista, y una “teorizacién’ que suele aumentar la opacidad del material asi redactado. Por otra parte, no se plantea la compara- cién con las practicas ideolégicas y sociales de individuos en otras situaciones ecolégicas y so- ciales, con lo cual no puede saberse si lo ob- servado es especifico 0 no de los pobladores. Pueden, sin embargo, sefialarse suficientes rasgos como para apuntar una clara tenden- cia en torno a la cuestién. En primer lugar, todas las encuestas coin- ciden en Ia diversidad de representaciones y comportamientos al interior de una misma po- Dlacién, en funcién del juego de interacciones entre clase © capa social y posicién politica ®. Por tanto, no hay, de entrada, homogeneidad ideoldgica de las unidades ecolégicas sefiala- das. gCudl es la ténica mayoritaria en la ideolo- gia de los pobladores? Franz Vanderschueren ha sistematizado también los resultados de las encuestas de Portes y del Cru en tres “tipos de conciencia” entre los que se reparten los pobladores#*: “constituyente”, “dependiente” y “hegeménica”. Dudamos de la pertinencia de una tal tipologia, pero podemos tener un in- dicio del significado de los resultados obteni- dos, sabiendo que la primera puede asimilarse a una representacién sumisa y legitimadora del orden social; la segunda a una visién del mundo dividido en clases pero sin que la po- sibilidad de cambio se perciba més allé de mejoras materiales ¢ inmediatas; la tercera, en fin, a una conciencia proletaria. Pues bien, si se diere el tipo de subcultura marginal pre- tendido, Ia “conciencia sumisa” seria mayori- taria. Esto no es asi, pues el promedio de puntaje en la escala construida es tan sélo de 14,3 mientras que la conciencia “econo- ta”. alcanza 57,4 y la “conciencia prole- taria” obtiene 18,9. Ahora bien,. gpuede de- cirse que dicha “conciencia economicista” es tipica del poblador? Més bien parece ser el tipo de actitud més generalizado en el con- junto de las masas chilenas. Es decir, no puede atribuirse a los pobla- dores lo que, con buenas razones, aparece co- mo un sindrome ideolégico de la mayoria de los trabajadores, con excepcién de la minorfa politizada. Incluso un observador como Por- tes, idedlogo tipico de la marginalidad, afir- ma que “los datos sefialan que existe en gru- pos marginados una percepcién correcta de 21 Véase por ejemplo, Ia encuesta CIDU: G. Munizoga ©. Bowrdos, Sector Manuel Rodrigues: Estudio de un sector hebtacional popular en Santtego de Chile, CIDU, Santiago, 1970, mimeo. 2 Franz Vanderschueren, “Pobladores y comciencin sock EURE Ne 3, 1971, pp. 954125. CIDU. 20 REVISTA EURE su posicién real en la estructura socioecond- mica”, (A. Portes, op. cit, 1969, p. 33). Tal vez el andlisis m4s cuidadoso en este sentido es el realizado por Adolfo Aldunate, partiendo, en su encuesta sobre una muestra aleatoria de las poblaciones “José Maria Caro” y “Las Industrias”, de la puesta en relacién entre diferentes tipos de ideologia, diferen- tes posiciones en la estructura social y dife- rentes niveles de participacién politica **. El Cuadro N® 4, que reproducimos de su estu- dio, muestra (entre otros aspectos que sefia- laremos en breve) que la ideologia es influi- da fundamentalmente para una misma pobla- cidn por su nivel de participacién social, pero que: 1) Esta influencia es muy, fuerte en el caso de la participacién politica, mediana para Ja sindical, casi nula para la vecinal. 2) La influencia se ejerce diferentemente segin las posiciones sociales. Habria que afiadir, ade- més, lo que no figura en el Cuadro, la dife- rente influencia ejercida por la participacién sobre cada tipo de ideologia. Asi, la “ideologia popular”, a saber aquella que se autoidenti- fica como “pueblo” pero no como clase y que aparece como la actitud esponténea de las masas es reforzada por la participacién ve- cinal en el caso de los obreros de las indus- trias dindmicas, mientras que se ve debilitada _ por la misma participacién entre los emplea- dos de servicios piblicos y Fuerzas Armadas. No se trata de entrar aliora en la interpre- tacién, compleja, de dichas relaciones, sino tan sélo de sefalar el juego miiltiple de determi- naciones de las actitudes y comportamientos, su dependencia de las practicas organizadas y, en fin de cuentas, el fraccionamiento ideo- lgico del “universo poblacional” en funcién de los procesas sociales que lo atraviesan y re- modelan constantemente. Aiin més significative es el caso del bajo nivel de “participacién en organizaciones” pre- sentado como exponente de la “marginacién social” de los pobladores. Asi, en la encuesta Desa, de 1966 se comparaba el 10,5% de sin- dicalizacién entre los pobladores con el 20% en el Gran Santiago. Tal dato parece légico te- niendo en cuenta la especificidad de los tra- bajadores que forman el grupo mayoritario en las poblaciones, y sabiendo Ia posibilidad casi 28Véase A. Aldunate, op. cit., 1971 antes de sindicalizarse en la construccién y las” dificultades en los talleres y pequefias empre- sas, Pero todas Jas encuestas apuntan en el sentido de la existencia de una actividad po- litica real en las poblaciones, para determina- das clases y fracciones y en particular para la clase obrera. Véase, por ejemplo, el Cuadro N° 4, haciendo notar Ia altisima participa- cién politica de los obreros de la construc- cién, generalmente considerados “fuera de juego”. El 11% de participacién politica encon- trado, como promedio para todas las clases, en la encuesta de Portes, sostiene la compa- racién con la medida chilena, y, comparando por clases, probablemente la supera®. En Jo que respecta a la encuesta Cxwv, el grado de sindicalizacién medio encontrado para los grupos obreros, es de 33% para el “proletaria- do en crisis” y de 42% para el “proletariado en expansién”. En cuanto a la participacién ve- cinal aparece elevada, tanto en Ja encuesta de Aldunate (48%), como en la de Portes (55% en promedio) 0 en Ja de Cxou (58% en prome- dio)... No creemos necesario acumular mas datos, carentes de sentido en si mismos y que re- claman para su andlisis su insercién en el proceso de hucha de clases, Pero si era nece- sario mostrar hasta qué punto Ja mitologia de Ja marginalidad no reposa ni sobre los mis- mos anilisis de los “especialistas” en “asuntos marginales”.. Es decir, mds concretamente, ¢l universo poblacional, constituido a través de un pro- ceso de reivindicacién urbana particular, li- gado a la crisis de la vivienda en la urbani- zacion dependiente, no desemboca en una concentracién de lumpen, sino en una hetero- geneidad popular en la que ocupa un lugar destacado una fraccién bien determinada de la clase obrera, Tal “universo” no da lugar a una subcultura especifica sino que vive al ritmo ideolégico y politico de los procesos ge- nerales de la lucha de clases. ¢Qué hace en-' tonces de esa realidad una contradiccién es- peeifica? aSe trata entonces de un puro mito ideo- Isgico? Asi es, si se entiende “lo poblacional” “4 Despnds dal trhunfo de tn Unidad Popular, ea pole tizscin, sumonté spucho fs, En In encveste CTDU sobre 13 eblaciones y compurventoy, en 1071, se. encontes un pro Inedio Ge 14% de paricipactin politica, MOVIMIENTO DE POBLADORES Y LUCHA como el “mundo de la marginalidad”, Pero to- do cambia si se introduce la consideracién de la existencia, bien real, del movimiento de pobladores y'el desarrollo de una serie de nue- vas formas organizativas politicas a nivel local. Fs decir, en definitive, que no es la relativa especificidad que sefialamos a nivel de Ja es- tructura social lo que fundamenta el movi- miento de pobladores, sino la articulacién, en aL el marco general de la lucha de clases, de la reivindicacién urbana y de una estrategia politica ligada a la movilizacién sobre base y objetivos de gobierno local. Se trata ahora, por consiguiente, de establecer el contenido de cla- se y el desarrollo histérico concreto de esos dos procesos y el porqué de su articulacién, causa inmediata del surgimiento del movi- miento de pobladores como movimiento social. CUADRO N° 4 PORCENTAJE DE PARTICIPAGION Y COBFICIENTE DE ASOCIACION (G) ENTRE PARTICIPACION E IDEOLOGIA POBLACIONES “JOSE MARIA CARO” Y “LAS INDUSTRIAS” Grupo Paricipacién Participacién cocupacional sindical vecinal % (G) % @ % (c) FF. AA. y Carabiners - - - - 52. 05 Servidores publicos 39 35, Al 50 a Servidores privados 1 st 24 33 4 Industria dindmicas 05 02 Industrias medianas 28 -29 10 Industrias ~vegetativas a7 —49 60 18 Construceién 26 oA 33 —14 Por cuenta propia-+ 7 -27 - - 46 a Total 43 13 06 Puente: A. Aldunate, Encuesta ELAS-FLACSO, 1971. TI, Rervinpicaci6N URBANA Y¥ ESTRATEGIA los afios 1947-1952°°. En cambio, la emergen- POLITICA: EL MOVIMIENTO DE POBLADORES La crisis de la vivienda en Chile es estruc- tural. El movimiento reivindicativo popular siempre ha sido vigoroso. En consecuencia, la reivindicacién urbana a todos los niveles, des- de la organizacién de arrendatarios hasta Ja toma de terrenos, tiene una larga tradicién en Chile, habiendo sido particularmente aguda en cia del movimiento de pobladores, a la vez como entidad organica y como frente especi- fico de la lucha de clases es un fenémeno re- lativamente reciente y situado en un tiempo politico determinado. O sea, que no basta una “necesidad social”, generadora de una reivin- ‘25 Véose “La horoica lucha de lot pobladores™, Documentos del XIL Congreso del Partido Comunista de Chile, 22 REVISTA EURE dicacién de las masas, para generar un movi- miento social, es decir, un movimiento sig- nificativo en las relaciones de poder entre las clases. Dicha “erisis” y dicha reivindicacién requieren una determinada articulacién con la coyuntura de Ia lucha de clases y con las estrategias politicas que la expresan. Las interpretaciones coinciden en sefialar como factor determinante la utilizacién de di- cho “frente” por la estrategia’ reformista-po- pulista de la democracia cristiana, en particu- jar a partir de su triunfo en las elecciones presidenciales de 1964. Tal apreciacién es justa en general, con dos condiciones: 1) El considerar tal estrategia como uno de los elementos de un. proceso mucho mas complejo y fuertemente anclado en determinaciones estructurales. 2) El re- cordar que las estrategias politicas, en par- ticular las de la burguesia, expresadas a tra- vés del aparato del Estado, no son un “factor externo” a la lucha de masas y que, en el caso preciso del “proyecto poblacional” hay una doble determinacién del reformismo propues- to por la presién popular: a) Por un lado, Ia lucha reivindicativa ur-” bana se acrecentaba en el pais: En 1957, mas de 15.000 personas dirigidas por los comunis- tas se tomaron los terrenos de La Feria, en la comuna de San Miguel. Después se pro- dujeron nuevas invasiones, que presionaron sobre el Gobierno para que entregara vivien- das. Si el Gobierno Alessandri “dio” viviendas a Ia clase media y comenzé el programa po- pular en Ja poblacién “José Marfa Caro”, tam- bién masacré a los obreros de la misma pobla- cién. Y ya en el Gobierno Frei los trabajado- res se encargaron de recordarle sus promesas electorales desde el primer momento, b) Por otra parte, el conjunto del proyecto reformista, en el campo y en la ciudad, venia determinado por una correlacién favorable al movimiento popular, que hacia dificil, incluso en el plano electoral, Ia hegemonia de una K- nea abiertamente burguesa. Lo cual implica, a la vez, que el populismo no era “paternalis- mo” 0 concesién de la burguesia y que sus ambigiiedades eran reales, en Ia medida en que un partido y una corriente se construyen en torno a una iinea. El programa de vivienda democratacristiano no supuso, en cambio, como se ha sostenido, un intento de apoyarse en el “lumpen” des- organizado, sino que traté de organizar y pe- netrar el conjunto de las clases populares ur- banas movilizadas en torno a una contradic- cién estructuralmente secundaria y capaz de ser un factor dindmico en Ja economia. Vi- mos, en efecto, que la composicién social de las poblaciones cra obrera, aunque de bajos ingresos, y si algo especificé el plan habitacio- nal propuesto, fue la tentativa inicial de hacer depender estrictamente Ja asignacién de vi- vienda y sitio al pago de cuotas que suponfan un ingreso regular y disponible. El hecho de que la caracteristica de esta movilizacién esté en la contradiccién que Ja define y no principalmente en su base social, es de una gran importancia en la medida en que el frae- cionamiento de clase en el movimiento de po- bladores va a ser factor esencial en el desa- rrollo de distintas lineas politicas en su seno. Ahora bien, aqui hay un efecto complejo de la base social sobre el tratamiento de la con- tradiccién: en la medida en que dicha movili- zacién debia apoyarse necesariamente en wna importante fraccién del proletariado, ésta pa- saa tener nuevas vias de organizacién colec- tiva, pero va a ligar mds fuertemente la con- tradiccién urbana a Ja contradiccién en la es- fera de la produccién, repercutiendo sobre la primera de las crisis sufridas en la economia. Més concretamente: el deterioro del nivel de vida causado en esos mismos obreros por la crisis de los sectores tradicionales aumenté su presién sobre la demanda de servicios colec- tivos en torno a la cual habian sido orga- nizados °. De todas maneras es preciso insistir en la importancia del proyecto asistencialista-popu- lista de la DC, que comportaba, en forma articulada, un programa habitacional, una ex- tensa red de nuevas instituciones estatales y 26 Hasta tal punto que el Gobierno fue etiticado en este punto por el propio comanda de pobladotes democratacris- tianot, en 1968, teniendo que reducir ef mimero de cuotas cexigidas, * Algo semejante ocursié en el campo: le reforma agrarin eneficinba sobre todo 2 una minorla de inguilinos. Pero para imponerse debi apoyarse en la movilizaciim y sindealizaciom de los trabajadores agrfeclas, que detbordaron al proceso, Remitimos a nuestro texto: “La lucha de clases en el campo” en vias de redaccién, MOVIMIENTO todo un sistema de gobierno local 2", Basdn- dose en la asignacién de sitios, viviendas pro- visionales, materiales de construccién, asisten- cia y servicios, ete. (segtin se sefialé anterior- mente), se organizé un enorme aparato admi- nistrativo, a partir del nuevo Ministerio de la Vivienda y Urbanismo, con sus distintas cor- poraciones especializadas, complementindolo con la Consejeria Nacional de Promocién Po- pular, encargada de “organizar y asistir” (0 sea, integrar social y politicamente) a los po- bladores reclutados on base a la oferta de sitio y “mejoras”. Por otra parte, el proyecto incluyé Ja crea- cién de organizaciones de base, elegidas por 4reas residenciales, que en un principio se constituyen en “comandos de pobladores” -y posteriormente (1968) recibieron personalidad juridica pitblica, a través de las juntas de ve- cinos, verdadero érgano de gobierno local, en estructura paralela al poder municipal, y que permitié una implantacién organica de masa a la DC. Las caracteristicas populares de Jos nuevos organismos hicieron incluso que re- cibieran el apoyo de los partidos de izquierda, quienes consiguieron desvincularlas legalmen- te de los érganos gubernamentales de a pro- mocién popular. En la medida en que se con- virtieron en interlocutores de la Administra- cién para la gestién de los sinntimeros proble- mas de equipamiento, las juntas de vecinos proliferaron en Jas poblaciones, contando con una fuerte participacién, segtin sabemos. Esta ipacién es particularmente alta entre los sindicalizados, desmintiendo asi la tesis de la organizacién territorial alternativa a la ocupa- cional y corroborando nuestra afirmacién de que lo especifico del proceso es el tipo de contradiccién en que se centra la movilizacién de masas. La coyuntura econémica y la coyuntura po- litica quebraron el proyecto populista y trans- formaron una vasta maniobra de integracién en una dindmica de movimiento social. Pero a su vez, dichas coyunturas eran produéto de situaciones estructurales. Expliquémosno: 2 Véase el andllsis detallado de esto aparato en César Ger mani, “El Estedo y las masas marginales en Chile”, Boletin de ELAS, No 6, Santiago, diciembre 1970, pp. 5-50. 26 Véase Franz Vanderschueren, “Significado politico de Tas juntas de vecinos". EURE No 9, 1971, CLDU, DE POBLADORES ¥ LUCHA 23 Por una parte, a nivel econdmico casi todos los reformismos tropiezan con el mismo insal- vable obstaculo: tratan de reajustar la distri- bucién del producto sin alterar las bases mis- mas de la estructura productiva, y basan en esa politica de dadivas su capacidad de inte- gracién social. Ahora bien, sin capacidad po- Kitica para revolucionar la estructura de clases pronto se hacen limitados los recursos de que se dispone para redistribuir lo que no distri- buye el sistema. A partir de ese momento, cuanto mas altas han sido las expectativas y Ja movilizacién en términos de demanda de consumo, mayor es la posibilidad de radica- lizacién en sentido inverso de las masas que constituian las clases apoyo. Tal sucedié en la movilizacién en torno a la vivienda. Pese a la buena coyuntura del mercado mundial del cobre, las contradicciones de Ja politica eco- némica DC Hevaron a una grave crisis en 1967, a un aumento gigantesco de la deuda exte- rior y del proceso inflacionario. A partir de ahi, la cifra de construccién de viviendas po- pulares que se habia clovado ostensiblemen- te descendié en vertical (véase gréfico N? 1), al tiempo que los pobladores descubrian los inconvenientes de una “Operacién Sitio”, que pronto rebautizaron “Operacién Tiza”, por no comportar sino una débil marca de yeso so- bre un pedazo de suelo... Ahora bien, de la misma forma, que no se expresa directamente una demande popular, sino que se modula y especifica en la lucha politica, asi ocurre también con Ja “insatisfac- cién” de tales demandas y el desbordamiento reivindicativo consiguiente. Quiere esto decir que si el fracaso de la politica habitacional abrié una brecha en la capacidad integradora de la DG, tal brecha slo pudo ser ensancha- da y el movimiento de pobladores.sélo cambié de sentido mediante la accién deliberada de los partidos de izquierda y el cambio paulatino_ de la correlacién de fuerzas a escala general, Tanto es asi que un primer brote, tal vez pre- maturo, de ocupaciones de terrenos en San- tiago, en 1967, acompafiando la coyuntura de las elecciones de regidores, pudo ser aislado y violentamente reprimido. As{, la toma de te- rrenos de Invica, en Las Banderas, en marzo de 1967, en la que participaron 648 familias dirigidas por el Partido Comunista tuvo que sostener una feroz lucha con el Grupo Mévil, durante la cual murié una nia, obteniendo 4 REVISTA EURE en ultimo término el entablar negociaciones con Jas autoridades. E] Gobierno, incapaz de responder a las demandas populares en su nueva coyuntura econémica y habiendo virado a la derecha, traté de contener la lucha me- diante la represién y lo Jogré durante un cier- to tiempo, merced en parte al control DC atin mantenido en numerosas poblaciones. Sin embargo, 1a izquierda, en particular el PC, continué Ievando la batalla al terreno de lo “urbano” elegido por ] Gobierno, organizando miles de “comités sin casa”, a partir de allega- dos y habitantes de tugurios y callampas, pre- sentando peticiones al Mixvu y preparando tomas en ultimo término, como medio de pre- sién y negociacién. Una tal estrategia, com- plementaria en una lucha reivindicativa cre- ciente en el campo y en las fabricas, adquiere su significacién por el hecho de que en la perspectiva electoral de la izquierda, en que no se cuestionaba directamente las relaciones de produccién capitalista °, la reivindicacic urbana era un tema privilegiado para movili- zat a las masas en torno a una contradiccién secundaria, que no perturbara excesivamente el esquema amplio de la alianza de clases, mostrando al mismo tiempo la incapacidad gestionaria del Gobierno con respecto al pro- blema que él mismo habia presentado como prioritario, Ast se produce un proceso pau- latino de tomas, que va en aumento, segiin la coyuntura politica y la descomposicién pro- gresiva de la influencia DC en los poblado- res. Pero, pese a tomas de la dimensién de ja de la poblacién Violeta Parra, en febrero de 1968 (5.000 personas, también encabezadas por el PC), la fuerte represién desencadenada en contra de los pobladores detuvo el movi- miento e impidié la consolidacién de unidades poblacionales ilegales, en la medida en que la cortelacién de fuerzas seguia siendo favora- ble a la DC. La tendencia empezé a invertirse a partir de la masacre de Puerto Montt en marzo de 1969 *®, En efecto, en las ciudades de pro- vincia, la instalacién de Jos migrantes rurales expulsados por Ia crisis agraria, generé un pro- Es decir, no se planteuba el socialisno como programa, sino el crear Tas condiciones para iniciar Io transicién hacia &. 29Véase In excelente monografia de José Bengoa, Pampa Irigoin; lucha de clases y conciencta de clases, CBSO, San- lingo, 1972, mimeo ceso altamente conflictivo cn una situacién mucho menos flexible y en donde la implan- tacién DC entre los pobladores carecfa de au- téntico control. Asi, el proceso de ocupacién de los terrenos baldios en Pampa Irigoin (Puerto Montt, a 1.000 km al sur de Santiago) iniciado a fines de 1968, fue detenido en for- ma brutal y deliberada por la cruenta repre- sién del 9 de marzo de 1969 contra las ulti- mas familias recién instaladas, con la tole- rancia inicial de las autoridades ®, La reaceién de la izquierda fue inmediata: hubo presos y protestas en todo el pais; el populismo democratacristiano sufrié un rudo golpe. Sin embargo, la actitud de la DC ante ta] situacién creada fue doble, reflejando asi la ambigiiedad de su situacién y la determina- cién objetiva de su reformismo movilizador: por un lado, el Gobierno asurié enteramente Ja responsabilidad del “incidente” y reafirmé el principio de autoridad: pero, al mismo tiem- po, algo después, en Concepcién, donde se estaba gestando un proceso andlogo al de Puerto Montt, la propia DC organizé varias tomas ilegales de terrenos e incluso organiz6 su reinstalacién en otra zona (San Miguel), también en forma “ilegal”, trasladando a los pobladores en carniones municipales, con el alcalde y personeros DC al frente Ahora bien, cuando Ia izquierda de Con- cepcién intenté aprovechar esa coyuntura pa- xa desencadenar un movimiento masivo, nue- vamente se hizo uso de la represién, dada Ia incapacidad del Gobierno de transgredir sus propios limites en forma sistematica **, De este modo, en Ia dialéctica integracién- represién, predomind esta tiltima, frenando el proceso hasta la apertura de la campaiia elec- toral de 1970. En. esta coyuntura, en que la presién po- pular se hace cada’ vez més intensa y la represién cada vez mas violenta, se inserta una nueva estrategia, la del Movimiento de Iz- 30E1 Grupo Mbvil de Corabineros stacé en plena noche 4 rifiagas de metrallets, un grupo de 70 familias, incendiando ‘sus chozas, Hubo 8 mucrtos y mumerosos heridos. Véase la reseiia de Ia 36? Sesién Extruordinnria del Seasdo, 19 de marzo de 1969, en particular el discurso de Allende. 431 Véaso H. Unmfzar, §. Velonzucla, G, Reyes, G. Leiva, . Bravo, L Curilem, R. Monardes, Los gatos de playa, Escuela de Sociologia de Ia Universided de Concepeiin, 1970. MOVIMIENTO DE POBLADORES Y LUCHA quierda Revolucionaria (MIR) que, a partir de un apoyo esencialmente pequefio-burgués, daba en csos momentos los primeros pasos en Ja senda de la lucha armada. Su insercién en el movimiento de toma de terrenos aparece fa- vorecida por la violencia de la situacién crea- da, puesto que su aparato paramilitar se con- vertia en instrumento capaz de posibilitar la toma de tesrenos pese a la represién. Asi, la toma del campamento “Lenin” en Concepeién y la primera gran toma del Min en Santiago, el 26 de enero de 1970, dirigida ésta por su li- der obrero Victor Toro, debieron enfrentarse victoriosamente con una durisima represién policial durante varios dias“. Por otra parte, las condiciones de la toma parecian justificat las tesis del Mum sobre la necesidad inmediata de la via armada y consolidaban a los parti- cipantes en ella en torno a esta linea..En fin, las cuestiones tacticas Hevaban al Mim a dar prioridad a este frente de lucha: por una par- te, en una via de penetracién en las masas, inclusive en las masas obreras, mucho mas abierta para una nueva fuerza, que Ja del trabajo en las fabricas, donde su implantacién era casi nula en ese momento; por otro lado, en la perspectiva de una lucha armada inme- diata, las unidades residenciales generadas en las tomas pasaban a constituir en cierto senti- do “zonas liberadas”, base de sustento a Ja lu cha armada, defendidas y sostenidas por “mi licias ulares” formadas entre los poblado- res. Ello explica las tesis del I Congreso de los Sin Casa, celebrado en abril de 1970, bajo la presidencia de Victor Toro, en particular la voluntad de ligar directamente la reivindica- cién urbana a Ia lucha politica revolucionaria armada ®, a través de consignas como “Casa o muerte”, “De Ja toma del sitio a la toma del poder”, etc... Asi se forjé, de hecho, el término de campamentos, con que pasaron a denominarse estas nuevas unidades residen- ciales, formadas en conflicto abierto y perma- nente con la legalidad burguesa y estricta- mente controlados y organizados por militan- tes politicos. El Mir intenté hacer de ellos microcomunidades revolucionarias en que, a la yez que los pobladores se movilizaban para obtener casa, se gestara su concientizacion y 82 Véanse las resetss en diferentes nimeros de Punto Final, de febrero, marzo y abril de 1970. #1 MIR hizo en 1971 una autocritica de estos plantes- rents. 25 temple revolucionarios ... Como era de espe- rar, la prdctica fue mucho més diversificada en funcién de la relacién entre intereses de clase y coyuntura politica. Ahora bien, es importante sefalar que este “estilo” de los campamentos miristas marcé un salto cualitativo en el movimiento de pobla- dores, y que fue esto mas que su importan- cia cuantitativa o su anterioridad cronoldgica Ja que los diferencié de las otras tomas que, de todos modos, fueron influenciadas por la imagen creada, ¢ incluso adoptaron el nombre de campamentos. En efecto, a partir del momento en que se concluyé el acuerdo de Unidad Popular (ene- 10 1970), se acelerd el proceso de tomas, y el 11 de enero los partidos obreros, PC y PS*, realizaron una gigantesca ocupacién de terre- nos en La Florida **, Santiago, con anteriori- dad incluso al comienzo de Jas tomas del Mir en la capital. Los campamentos generados por la Unidad Popular también se organizaron en torno a la articulacién entre una reivindicacién urbana y una estrategia politica, en este caso, la formacién de Cur ®* y el apoyo electoral. En este sentido, también se presentaron la transformacién del movimiento de pobladores en un agente politico directo y la transforma- cién de las “callampas” en “campamentos” es una verdadera transformacion social y politi- a, por encima de algunas semejanzas forma- les Cue ‘no existieron tampoco en los campa- mentos més politizados, infinitamente mejor equipados y autoorganizados que las callam- pas tradicionales). Ahora bien, el factor decisivo en la dimen- sién de Ja brecha abierta en el orden urbano fue, sin lugar a dudas, la coyuntura electoral y la imposibilidad para la DC de enfrentar con la represién un movimiento tan masivo, suscitado en parte por las expectativas por ella despertadas. Tanto més cuando el candidato DC a la Presidencia, Tomic, acentué atin mas los rasgos populistas de izquierda en su cam- paiia electoral. Los datos conocidos a ese res- pecto son elocuentes en lo que se refiere al desbordamiento de la reivindicacién urbana producido en Santiago en 1970 (Cuadro N° © Partido Socialista, Hoy campamento “Unidad Popular”, ‘88 Comités de Unidad Popular, érganos de movilizacién de base creados durante la campaiia electoral de 1970. 26 REVISTA EURE 5). Tal desbordamiento fue creciendo y acele- randose por etapas: a partir de julio, cuando los incidentes de Puente Alto obligaron a la DC a evitar definitivamente cualquier acto re- presivo que disminuyera sus votos; y sobre to- do entre el 4 de septiembre y el 4 de noviem- bre de 1970, en que se produjo a la vez una vacante del poder y una carrera para situarse en posicién de demanda urbana visualizada por el Gobierno Popular, Ms atin, en la medida en que la DC, imposibilitada de jugar Ja carta del orden, para guardar el control de las bases que le quedaban, se sumé a la cam- paiia de tomas, en particular después del 4 de septiembre, extendiéndola incluso a la toma de departamentos recién construidos. De esta forma, se constituye y organiza el movimiento de pobladores en torno a la dindmica de las tres grandes corrientes politicas populares: la CUADRO Unidad Popular, la democracia cristiana y Ja Izquierda Revolucionaria. Con la nueva pecu- liaridad de que su vanguardia reivindicativa y politica se concentra y expresa fundamen- talmente a través de ese nuevo tipo de unida- des ecol6gicas, sociales y politicas, que son los campamentos, en los que, en abril de 1971, habitaban 300,000 personas que apenas un aiio antes estaban dispersas como allegadas 0 habitaban tugurios y callampas **, E] cardcter masivo y concentrado de ese proceso, en el tiempo y en el espacio, su forma espectacu- lar, su politizacién y su diversidad, han creado toda una mitologia multiforme en torno a los campamentos. Este andlisis y su significado en el conjunto de la lucha de clases se encuentra contenido en un excelente trabajo del Equipo Poblacional de Cwu **. Ne 8 TOMAS DE TERRENOS URBANOS AROS 1966 1967 1968 1969 1970 1971 (6ms,) Santiago * o . Bb 4 35 103 ? Conjunto del pais** —? ? 8 23, 220 175 (Stgo. incl.) Datos a0 publicados el profesor Joaquin Duque, FLACSO, #9 Informe de la Direcciin General de Carabineros al Sendo, IIL EL Movimiento DE POBLADORES Y EL Goprerno PoruLan Los pobladores son probablemente el sector de las masas que es observado con mis recelo por el Gobiemo de Ia Unidad Popular, pese a que, en su gran mayoria, lo respaldan. La po- BMA de septieubre: fecha del tituafo clectoral de Allende fen las elecoiones presidencales 4 de noviembre: fecha enque Allende tomé potesioa de Ja Presidencia do la Replica. litica de la UP en este frente se caracteriza por su oscilacién, por su pragmatismo, por la alternancia entre el temor de “infiltraciones ultraizquierdistas” y un cierto asistencialismo de nuevo tipo. Reciprocamente, del movi- miento de pobladores han partido, a veces, ini- 35Datos de Ia oficina de pobladores det Ministerio de la Vivienda y Urbanisio, comunicados. pecsonalmente 36 Ver Informe Investigaclin revista EURE Ne 6, 1972. Equipa Estudios Poblucionales Civ, “‘Roivindicacién urbana y lucha politica: los campamentos de pobladores en Santiago ao Chile”, MOVIMIENTO DE POBLADORES Y ciativas voluntaristas y poco controladas y en 4 han encontrado un cierto eco tendencias politicas terroristas, como la Vor*, el ELN**, ctc,, condenadas en el plano politico, tanto por la UP como por la Izquierda Revolucionaria. En fin, es un hecho que en este frente se han producido, en particular en 1972, algunas gra- ves contradicciones en el seno del pueblo. Rebatida de antemano, en funcién de lo ex- puesto hasta aqui, Ja explicacién del fendme- no por la pertenencia de los pobladores de Tumpen-proletariado y teniendo en cuenta que ‘en septiembre de 1970 la UP contaba con un peso decisivo en el seno del movimiento de pobladores, parece més pertinente tratar de analizar el proceso en curso, viendo de qué manera las distintas contradicciones en base a las cuales se constituye el movimiento de po- bladores se articulaba, en una relacién cam- biante, a la politica del Gobierno Popular. Se establecié que el movimiento de pobla- dores surge de la fusién de tres elementos: una fuerte reivindicacién en torno a la vivien- da y el consumo colectivo en general; la per- tenencia a una fraccién del proletariado in- serta, en general, en sectores en crisis 0 de es- casa gencraci6n de ingreso; la intervencién de coyunturas y lineas politicas, fundamental- mente repartidas en tres tendencias que, pa- ra simplificar, nombraremos como vinculadas a la Unidad Popular, a la izquierda revolu- cionaria y a la democracia cristiana. Tratare- mos, pues, de estudiar el desarrollo de estos tres elementos en Ia politica del Gobierno Po- pular, con el fin de entender, a partir de su articulacién en cada coyuntura, el proceso de lucha popular y de conflictos internos que se ha ido generando. in casa” y la nueva ca habitacional EI programa electoral de la UP prometia la soluciéa del problema habitacional popular y, para ello, la construccién de 100.000 viviendas por aiio. Por otra parte, la movilizacién urba- na realizada durante Ja campajia instalé en breves meses, sélo en Santiago, casi 60.000 familias en campamentos que eran otros tan- tos focos de agitacién reivindicativa en torno *VOP, Vanguordia Organizada del Pusblo. SP ELN, Ejército de Liberacién Nacional, LUCHA oT al problema. Répidamente pudo evaluarse que las promesas avanzadas habian sido impruden- tes. En efecto, si bien el Gobierno anulé desde el primer momento las cléusulas de pago pre- vio de un numero de cuotas elevada para la asignacién de viviendas, si bien dispuso inver- siones masivas en este rubro, era necesario que el aparato de produccién, con sus caracteris- ticas téenicas, econdmicas y politicas estuviera en condiciones de responder a las exigencias. Y no Jo estaba. Por un lado, hubo que atacar primero el problema en su base, la produccién de mate- tiales de construccién. La répida interven- cién de “Cemento El Melén” y “Polpaico” * y de varias empresas de elementos prefabri- ‘cados y metilicos, permitié avanzar en ese te- rreno. Por otra parte, la estructura interna del Ministerio de la Vivienda, heredada de la DC y planeada bajo las instrucciones directas de los empresarios de Ja construccién (de quien el ministro Hamilton era abogado . ..) dificul- taba cualquier mayor tipo de_intervencién. Pero el obstaculo fundamental fue la todopo- derosa Camara Chilena de la Construccién, que desde el primer momento partié en guerra contra el “Programa Habitacional de Emer- gencia 1970-71", que estipulaba, aparte de fi- jar cuotas cuantitativas, un trato mas favora- ble para la pequefia empresa, la eventual eje- cucién directa de obras para el Estado y la formacién de brigadas de trabajadores de la construccién que absorbieran cesantia en los campamentos y fueran los responsables de la construccién de sus propias viviendas, Unién- dose al boicot econémico, durante los prime- Tos siete meses del Gobierno Popular, las em- presas no construyeron una sola vivienda. Por otra parte, cuando el Gobierno empezé a ce- der Hamando a concurso para la adjudicacién de obras al sector privado, las grandes em- presas se pusieron de acuerdo previamente para presentar sdlo una respuesta a cada lici- tacién, imponiendo asf sus condiciones. La si tuacién asi creada no tenia salida, puesto que el Gobierno no podia utilizar mas del 20% del presupuesto del Ministerio para ojecucién directa de obras, segtin normas estipuladas por ley (y, por tanto, resguardadas por un Parla- En cambio, la gran planta de “Cementos Biobio, de Concepeién, contions en el Area privada hasta su ocupecién por obroros, oa agosto de 1072. 28 REVISTA EURE mento con mayoria derechista). Por tanto, si bien el Gobierno se movilizé en la “Operaci6n Invierno”, entregando miles y miles de “me- diaguas”* y Hevando a cabo un minimo eq pamiento urbano en los campamentos, tuvo que ceder ante la premura del problema. De esta forma, si a través de Cormu se organizé un sector de ejecucién directa (que construyé 20% de las viviendas financiadas por cl Esta- do), Convi, que inicié 75% de las viviendas publicas en 1971, actué fundamentalmente a través del sector privado (78% de la inversién), segin los canales tradicionales ". Esto quie- re decir que Jas grandes empresas que contro- lan la Camara Chilena de la Construccién ab- sorbieron el 77% de la inversién total de Corvi en el sector privado, siendo asi que no repre- sentan sino el 9,8% del total de empresas, mientras que el 61,8% de empresas menores no recibieron mas que el 1,4% de dicha inver- sién y tuvieron que seguir funcionando como subcontratistas de las grandes, incluso en peo- res condiciones. Este resultado deshizo por completo el esquema de alianza de clases plan- teado por la UP en el sector privado de la constrttccién, en la medida en que las peque- fias y medianas empresas se agruparon més que nunca en torno a las grandes y que las brigadas de trabajadores apenas si pasaron del estado de experiencia-piloto (campamento “Che Guevara”). Al menos, el financiamiento estatal y la existencia de algunas grandes em- presas de propiedad priblica, consiguieron ha- cer avanzar el sector: 73.000 viviendas se ini- cian en 1971 y casi 40.000 se terminaron con financiamiento ptblico (mientras que el fi- nanciamiento privado construia 12.000), cifras inigualadas en toda la historia de Chile. Aho- ra bien, pese a la actividad desplegada por el sector, y pese a las ganancias obtenidas, la Camara Chilena de la Construccién continta un_ hostigamiento sistematico, en la medida en que a sus intereses econdmicos inmediatos antepone sus intereses generales de clase, hos- tigada por unos trabajadores de la construc- © Casas provisionales, de madera, divididas en dos plezas por un tabique, con piso de madera o cement, sin ningiin ‘equipamiento interior. ‘87 Datas obtenidos de un trabajo de Seminario en CIDU (a mu ver, produsto de encuesta directa en el Ministerio de la Vivienda), Roberto Celedén y Holger Egumfeld-Jorgensen, La partiotpaciin det sector privado de le construcetin de vi viendas bojo el Gobierno Popular, CIDU, julio 1972, dactie lografiado. cién realmente movilizados, habiendo perdido el control del conjunto del proceso de fabri- eacién y, sobre todo, defendiendo Ia estruc- tura capitalista en su conjunto, aprovecha su posicién de fuerza para imponer condiciones Iconinas y para mediatizar en forma decisiva un punto clave de la politica social del go- Dierno. Ahora bien, ante esta carencia de respuesta a su reivindicacién primera, gcual fue la acti- tud del movimiento de pobladores? La res- puesta varia segin las fases y se diferencia entre Santiago y la provincia. Pero lo signifi cativo es que, contra lo que pudiera esperarse, fue durante la primera fase del boicot y de no construccién donde, en Santiago, se detu- vieron por completo las tomas de terrenos, se combatieron las tomas de casas (propugnadas por la DC) y se organizan los campamentos como forma transitoria, haciendo confianza al Gobierno Popular. En provincia se desarrolla- ron las tomas, pero dirigidas por la propia UP, con el fin de frenar la cmigracién a Santiago y en forma perfectamente controlada. Las principales movilizaciones en el primer aio de presidencia de Allende fueron dirigi- das més bien en contra de aquellas municipa- lidades que no prestaban los servicios nece- sarios a “los barbaros extrafios” (esparcimien- to de basuras no recogidas en el salén de actos de la Municipalidad de La Florida, agosto 1971}, mientras que la relacién al Gobierno era o de integracién o de negociacién con- fiada, En cambio, cuando las primeras casas em- piezan a ser entregadas, cuando toda una serie de nuevos servicios (en particular a nivel de Ia salud) entran en funcionamiento, se produ- cen los primeros conflicts entre Jos poblado- res y “la burocracia tramitadora” (manifesta- cién de pobladores en octubre de 1971, vio- Jentamente reprimida por Carabineros), la democracia cristiana consigue al fin arrastrar con su demagogia algunos sectores a nuevas tomas de terrenos y, finalmente, los propios partidos de la UP se ven obligados a enca- bezar un nuevo movimiento de invasién de te- rrenos, en cl primer semestre de 1972, tanto en Santiago como en provincias (sobre toda en Concepcién), agravando atin més la expre- sin de Ia crisis, pero, sobre todo, planteando algunas contradicciones con Ia lentitud y di- ficultad de un proceso de reforma urbana que MOVIMIENTO DE POBLADORES Y LUCHA 29 no va més alla de un plan de urgencia de vivienda popular. Quiere ello decir que no hay una relacién directa entre la insuficiencia de la politica de vivienda y la impaciencia de los pobladores, y que si estos aumentan su presién no es sélo por una carencia material inmediata (puesto que en iltimo término, lo que piden es, sobre todo, garantias y plazos), sino fundamental- mente, por un cambio en su relacién politica al Gobierno, por dudas planteadas con res- pecto al mismo, ya sea por “falta de concien- cia” o por “exceso de la misma”, segin los casos... En otras palabras, la reivindicacién urbana expresa en sus formas y en sus ritmos, déndoles un contenido concreto y una base material precisa, la articulacién de los pobla- dores a la Unidad Popular, en términos de sus intereses sociales inmediatos y en funcién de su insercién en las diferentes estrategias po- Ifticas. % Los intereses de clase de los pobladores y la politica de ta Unidad Popular Est4 claro que la situacién de “poblador” no define, en forma homogénea, intereses de clase especificos. Pero también estd claro que no se puede considerar al conocimiento de pobladores como pura organizacién reivindi- cativa en torno a la vivienda. Asi seria, si todas las capas y fraeciones de proletariado, pequefia burguesia y subproletariado que lo componen, tuviesen’ una expresién orgénica efectiva de sus intereses sociales especificos; pero esto sélo ocurre con aquella fraccién de proletariado “dindmico” fuertemente sindica- lizado que, conocimos, son minoria entre los pobladores. Ocurre asi que el movimiento de pobladores expresa a la ver las reivindica- ciones de los “sin casa” y de aquellas fraccio- nes de clase que no tienen otro cauce de ex- presién al nivel de los frentes de masa. Lo cual no implica que represente al subproleta- riado, como a veces se dice, puesto que re- presenta de esta forma, ademés, a las otras capas y fracciones indicadas: he ahi la base objetiva de su diversidad politica interna. Pero hay algo en que los campamentos so- ciales también estén objetivamente unificados, ademds de la reivindicacién urbana que los especifica. Y esto es su condicién de consu- midores con un bajo nivel de ingresos y una débil capacidad de negociacién al interior del sistema de distribucién del producto. Por con- siguiente, su comportamiento politico cole vo en lo “poblacional” estaré fuertemente fluido por los vaivenes de Ja politica econd- mica y de las situaciones de consumo asi crea- das. No es caso de exponer aqui el conjunto de la politica econémica de la Unidad Po- pular*; pero si se puede recordar, para las necesidades del andlisis presente, que a una primera fase expansiva, sin inflacién y con un enorme aumento del nivel de vida de Jas ma- sas, sucede un desabastecimiento artificial, en seguida real, que genera una tremenda in- flacién, aumenta el’ desabastecimiento, para desembocar (en agosto 1972) en un alza del 100% en los precios, con lo cual se reabaste- ce la burguesta, pero baja verticalmente la capacidad de consumo popular (que no sera restablecida enteramente con el reajuste de oc- tubre, puesto que el objetivo final de la Nev ** chilena es generar excedente tanto en cl area social como en la privada) Parece claro que ha habido una deteriora- cién de esa capacidad de consumo adquirida en Jos primeros momentos y que esa deterio- racién ha golpeado particularmente a los sec- tores de bajos ingresos. Si, ademés, conside- ramos que el problema N? 1 reside en el aparato de distribucién y que los pobladores pagan precios mas clevados y estén mAs sub- ordinados que nadie en su abastecimiento a través del himpen-comercio, tenemos como re sultado una degradacién progresiva de uno de los elementos que unifican los intereses so- ciales en la base del movimiento de pobla- dores. Lo cual explica, en parte, a la vez, la confianza de los primeros momentos y Ja im- paciencia de 1972. Pero hay algo més. Se podria decir, inclu- so, que se trata del elemento principal. Vimos que la fraceién de clase que marcaba decisi- vamente las poblaciones en el proletariado de los sectores “vegetativos” (industria tradicio- nal y construccién) no ligadas al sector mo- nopélico expansivo. Pues bien, una de las ca- racteristicas fundamentales del proceso chi- leno es, justamente, la inexistencia de una ba- se econémico-politica para la movilizacién de © Remitimos para ello a nuestro texto “La lucha econd- mica de cluses en Chile”. Doc, trabajo CIDU, Ne 59, "Nueva Eoonomia Politica, 30 REVISTA EURE esta fraccién del proletariado en torno a sus intereses especificos *, en la medida en que: 1. La participacién obrera esta limitada al “grea social’, formada por las grandes empre- sas y el Gobierno no quiere “cargarse” con em- presas no rentables. 2, Dado el esquema de alianza (hipotética, por dems) con la burguesta no monopélica, no se desarrolla cl control obrero y se limitan (por el convenio Cur-Gobierno) las presiones reivindicativas salariales. 3. Dada Ia alianza buscada con la Camara Chilena de la Construccién, se llega a una si- tuacién aim mds drdstica con los obreros de la construccién. 4. La “batalla de la produccién”, polit mente coherente con Ja estrategia global de la UP, da un argumento para un aumento de la explotacién, sin contrapartida, de este sector obrero, utilizado a veces por los enemigos de la UP. 5. Se trata justamente de Ja fraccién del proletariado tradicionalmente menos organiza- da y politizada, que entra ahora en la escena politica sin poder ligar sus intereses inmedia- tos a los objetivos generales y, por tanto, sin perspectiva general del proceso. El resultado es una oscilacién entre el cor- poratismo democratacristiano y un cierto quierdismo, que va més alla de la politica, més matizada, del Mm. Una tal situacién se ha ido desarrollando cada vez con mas fuerza en la medida en que el desarrollo rapidisimo del enfrentamiento de clases ha levado a obreros y patrones de estos sectores a definir sus po- siciones en el contexto general. Escasamente representada en la Cur esta fraccién del pro- letariado dispone del movimiento de pobla- dores como de su tinica expresién orgénica centralizada, mientras que, en general, se di- vide en luchas localizadas. Asi, la radicalizacién o el apatronamiento de esta fraccién de la clase obrera han determi- nado de forma creciente a través de una me- diacién cargada de sentido, la lucha en el frente poblacional y su relacién con el Go- bierno Popular. © Para este anilisit, también zemitimos al texto aludido. Sin embargo, dicha relacién se plantea en tltima instancia, en términos politicos. 3. El movimiento de pobladores y la lucha politica de clases Sobre la trama de intereses estructurales y coyunturales asi definidos se plantea la inter- vencién de los aparatos politicos que, si bien estén también determinados por dichos inte- reses, tienen un efecto especifico por su ac- cidn sobre un frente de lucha determinado, en este caso, el frente poblacional. Por otra parte, esta intervencién varia de significado en fun- cién de la coyuntura de la lucha politica, a la vez porque se modifica el panorama gene- ral y porque ‘cambian las estrategias de los partidos. Dada la complejidad del sistema de relaciones dialécticas asi trazado, tratemos de resumix, a grandes rasgos, las principales ten- dencias. Por una parte, la democracia cristiana pa- sa por un primer momento de desconcierto en los primeros meses de Ja UP en la medida en que, si bien su reivindicacionismo economicis- ta al nivel de Ia vivienda impulsaba el desa- rrollo de tomas, ocupaciones y presiones en términos de demanda, su asistencialismo pre- disponia a los pobladores a establecer buenas relaciones con las nuevas fucntes de satisfac- cin de sus demandas, ligindose al nuevo apa- rato_del Estado. Por ello, aun desarrollando en forma demagégica las presiones, la DC centré su esfuerzo principal en la organiza- cidn territorial de sus bases de apoyo, desbor dando la reivindicacién especifica de los sin casa, para hacer de las juntas de vecinos el pivote de una organizacién de masas de los “ciudadanos”, por encima de las clases y cen- trados en la defensa de su, vida cotidiana, es decir, de las relaciones sociales dominantes y de los problemas coyunturales al nivel de vi- da, estableciendo asi un considerable movi- miento trade-unionista del consumo individual y colectivo, reforzado por una ideologia pe- quefio-burguesa de Ia “vecindad” e imple- mentado politicamente por la DC segtin las necesidades de la coyuntura. Lo habil de esta estrategia es su flexibilidad a los distintos inte- reses de clase segin “sectores de la comuni- dad”, aprovechando la neta demarcacién te- rritorial que establece la segregacién urbana en Santiago. Asi, mientras sectores populares ) onl MOVIMIENTO DE POBLADORES Y ‘ocupan_viviendas vacias destinadas a otros y trabajadores (acusando a la UP de favor mo), el mismo modo de organizacién sirve de base en el barrio alto* al desarrollo de los grupos (PxorEco: “Proteccién de la Comuni- dad”), verdaderas guardias fascistas organiza- das paramilitarmente, a la vez, para defender el barrio contra las tomas de terrenos y para, cuando las condiciones politicas se den, un -« golpe de Estado. Por su parte, la Unidad Popular, y en par- ticular la estrategia més definida en su seno, Ia del PC, traté desde un principio (por todos los motivos sefialados), a la vez, de dar solu- ci6n al problema habitacional y de circunscri- bir el movimiento a sus reivindicaciones pro- pias (en lo urbano), sin plantear Ja transfor- macibn de las relaciones sociales a ese nivel. Dice, por ejeriplo, su maximo dirigente, el viejo luchador Juan Araya: “En los campa- mentos asi organizados, jamds tuvimos olla comin, porque la idea era que el grupo fami- liar debia continuar la misma vida cotidiana. Nuestro Jema era: Conquistar Ja vivienda y no vivir de limosna” *, Ahora bien, de la misma forma en que las tomas de terrenos y los campamentos estuvie- ron directamente ligados a la movilizacién electoral, también la politica habitacional es entendida por la UP y por el PC, como direc- tamente ligada al proceso de ampliacién de su apoyo en las masas, combatiendo la influen- cia populista DC también en ese frente. Ahora bien, en Ja medida en que la estrategia ge- neral del PC supone que los motores del pro- ceso actual son: la clase obrera del “Area so- cial” y el aparato del Gobierno, la rclacién politica en los pobladores pasa a tener, al me- nos coyunturalmente, un cierto matiz. asis- tencialista en que la satisfaccion de las nece- sidades de vivienda recibe a cambio un apoyo fundamentalmente electoral y, en todo caso, institucional, es decir, apoyo al Gobierno en coyunturas coneretas. Esto conlleva a hacer, también desde esta perspectiva, de las juntas de vecinos y los centras de madres. un campo, ido de la accién, a saber: correas de ‘= transmisién de Ja politica popular, en disputa con la DC, més que frente de masas dotado Onlente de Santiago, donde so concontea Ia resi- dencie de la burguesia y los estratos medlmeltos, 8$ Entrevista a Cecilia Urrutia, obra citeda, LUCHA al de objetivos relativamente autonomos. Esto se expres6, por ejemplo, en la organizacién del movimiento de pobladores a través del Comando de Pobladores de la Cur (el sin- dicato tmico de los trabajadores) y en los cambios de tareas asignadas a este frente en funcién de las decisiones generales del Go- bierno. Ahora bien, una tal politica tiene dos con- secuencias: 1. Hacer depender la relacién politica con los pobladores de la capacidad asistencial del Gobierno, sobre todo en la medida en que se tiene delante una politica similar, pero de sen- tido opuesto, impulsada por la DC entre los mismos pobladores. Ello quiere decir que fallas y retrasos en la satisfaccién de los ser- vicios prestados repercuten inmediatamente en Ia actitud de los pobladores, en la medida en que la relacién no esta establecida sobre las bases propiamente politicas. Las perspec- tivas en este sentido son peligrosas (en agos- to 1972) en la medida en que el esfuerzo de financiamiento publico realizado en 1971 para paliar el boicot: privado parece no poder re- petirse en 1972. Asi, al finalizar el primer se- mestre de 1971, el Gobierno habia iniciado el financiamiento de 1.000.000 de m*, mientras que en 1972, en el mismo lapso, no Megaba a 270.000 m®, (Véase Cuadro N? 7). $i, como hemos visto, esto no es suficiente para un des- bordamiento reivindicativo, ocurre que si la politica Ilevada se basa fundamentalmente en un economicismo de consumo colectivo, enton- ces (por razones de linea politica) se dan con- diciones para una agudizacién de las contra- dicciones. 2. Por otro lado, al ligar estrechamente las tareas del movimiento de pobladores a los ob- jetivos politicos coyunturales del Gobierno, una crisis en los mismos, un cambio brusco de politica, ponen en peligro el conjunto de la relacién con este frente de masas. Por ejem- plo, para atacar el problema del desabasteci- miento especulativo, se desarrollaron en una justa aplicacién de la Iinea de masas, las Jar ®, en particular a poblaciones y barrios popula- res. Pero al centrar las tareas de las juntas de vecinos y comandos de pobladores, casi exclusivamente en este sector, el frente pobla- ‘38 Juntas de Absstecimientos y Precios. a2 REVISTA EURE CUADRO N° 7 ” EDIFICACION INICIADA POR SECTORES PUBLICO Y PRIVADO, 1968 - 1972 (En miles de metros cuadrados} VIVIENDA COMERCIO E INDUSTRIA OTROS TOTAL Periodo Piblico Privado Piblico — Privado Ptiblico Pritado Publico Privada 1968, 1.313 1.345 19 257 155 32 1.487 1.634 1969 655 1.459 ST 260 178 98 890 1818 1970 240 1.389 22 350 237 of 498 1.833 1971 2.573 833 86 185 186 53 2.845 1.075 1972 240 7s - 31 Py 21 265 250 (1. Trim.) _s Fuente: Instituto Nacional de Estadisticas, cional ligaba su suerte (al menos en el corto burguesa. La originalidad del proyecto socia- plazo) a la politica del control popular del lista consiste, sin embargo, en ligar este desa- consumo. Ahora bien, tras las masivas alzas rrollo de los érganos de base al trabajo del indiscriminadas y poco populares *° de agosto - aparato de Gobierno, creando comisiones lo- de 1972, las JAP, ain incipientes, pero en ple- _cales por zonas y sectoriales (por problemas) no desarrollo, entran en crisis total, desinte- que coordinen la lucha en este frente entre grandose en muchos casos. Tal crisis, aunque las iniciativas gubernamentales y las organi- sea coyuntural (y puede no serlo, desgracia- zaciones de masas. Una tal estrategia esti en damente) amenaza con provocar serias pertur- gestacién en el momento de redactar estas Ii- baciones en ¢l movimiento de pobladores en _neas. su conjunto. b - ._ _ En fin la izquierda revolucionaria hubo de ‘és al contradicciones conducen a la apari- pacer un reajuste total de su planteamiento, gon net io a 7 seno mism0 em Ja medida en que la victoria electoral de de Ta Unidad Popular, reforzadas por rors Ia UP (no prevista) y su apoyo al Gobierno habidos 0 brotes, de sectarismo en ef ancl echaban por tierra Ia idea de llevar al-enfren- le los aparatos de asignacién i viviendas Y tamiento politico directo a los pobladores a Se de dichas través de la reivindicaci6n urbana. En un pri- divergencias es la separacién del bona ‘0- mer momento se detuvieron, inclusive en San- cialista del “Comando de Pobladores Cut’, di- tiago, las tomas (durante el primer afio de rigido por el PC, y la constitucién de una presidencia de Salvador Allende) y se auto- Central Unica del Poblador (Cur), mientras criticaron Jos planteamientos, a la vez econo- que el Marv participa de los dos organismos. jnicjstas © izqquierdistas, con que se habla La discrepancia socialista no es una simple &bordado el problema en mn principio. Los rifia de familia, sino que se basa en una ma- campamentos fueron utilizados més bien co- yor insistencia en desarrollar los érganos de ™0 base de apoyo para la penetracién siste- poder popular, por la base y en los distintos ‘mética que en ese momento realizaban el Min frentes del consumo colectivo: tribunales ve- cinales populares, consejos locales de salud, brigadas de trabajadores de la construccién, etc...., llegando incluso a apoyar en algu- nos casos las propuestas de la izquierda re- volucionaria en lo referente a la creacién de consejos comunales de trabajadores como ér- ganos del poder opuestos a la institucionalidad 40 Algonos partidos de la UP, por ejemplo, el MAPU, ban critiendo Ta subida do productos como el pan, leche, aceite, ete, y teclamado un mayor reearg> para el consamo suntuari. y otros grupos en las fabricas, grandes y pe- quefias, lo cual no implied un abandono del frente poblacional (aunque si se desplaza- ron de él numerosos cuadros), sino un re- pliegue de los campamentos sobre si mismos, dotandoles de mejores servicios, organizindo- los politicamente y desarrollando un trabajo de educacién politica. Esa politica “comuni- tarista” tuvo algunos éxitos, por ejemplo, en el campamento Nueva La Habana, modelo de organizacién y movilizacién, pero hizo perder a la izquierda revolucionaria la iniciativa po- MOVIMIENTO DE POBLADORES Y¥ Iitica en ese frente, en la medida en que la presién popular se iba “calmando” a medida que las reivindicaciones materiales eran satis- fechas: asi, por ejemplo, el campamento “Le- nin”, de Concepcién, ejemplo de lucha, se des- movilizé a partir de su conversion en una moderna unidad habitacional. No quiere ello decir, obviamente, que la obtencién de las reivindicaciones desmoviliza, sino que, desde el punto de vista de la lucha politica de clases nunea puede perderse la vinculacién de una reivindicacién concreta a los objetivos politi- cos generales, En ese sentido, el repliegue de los campamentos sobre si mismos era contra- dictorio con los planteamientos seg’ los cua- jes la lucha por el poder entraba en una fase decisiva. El cambio de relacién entre la UP (y en particular el PC) y Ja izquierda revoluciona- tia, con una tensidn creciente a medida que la segunda se desarrollaba, y la propia presion de los pobladores, determinaron una nueva ofensiva de los pobladores revolucionarios, no contra el Gobierno, pero sf contra los meca- nismos de vivienda y urbanismo en los que se insertaba el Gobierno. Asi, a una primera mo- vilizacién contra la Camara Chilena de la Construccién, exigiendo la expropiacién de las grandes empresas, siguié la protesta a las tra- mitaciones burocraticas y, en fin, el ataque di- recto a las autoridades municipales que se ne- gasen a escuchar las demandas de los po- Dladores. Se produjo asi un nuevo viraje en la politica poblacional del Mm, correlativo a otras iniciativas en el mismo sentido, en el campo y en la industria. Su dirigente, Victor Toro, hablando en Concepcién en una concen- tracién en enero de 1972, sefalaba: “Si hay una atitocritica que hacernos es justamente es- ta: es el no habernos puesto a Ja cabeza de la lucha por sus problemas en el momento pre- ciso y asi haber realizado grandes formas en organizacién, y haber golpeado a los grandes duefios de terrenos urbanos y rurales*. Una tal estrategia chocé con una fuerte oposicién por parte del PC que, a partir del fracaso del Mir en las elecciones de la Cur *, y de su estrategia de “consolidar lo adquirido* mediante conversaciones con la DC, trata de cortar la hierba bajo los pies a la izquierda revolucionaria. Pero al mismo tiempo, la idea Central Unica de Trabsjndores. LUCHA 33 de que junto a la lucha institucional era ne- cesario generar formas de poder obrero, so- bre bases de trabajo y de residencia, que si vieran de sustento al proceso de lucha, em- pezé a ser defendido por sectores de la propia UP, que pensaron en generar alli donde las condiciones objetivas se dieran, experiencias de Consejos Comunales de Trabajadores. En esas condiciones, se produce, por un lado, el cambio a la derecha de la politica econémica (la Nep chilena) impulsada por el PC en la reunién de Lo Curto (junio de 1972), las conversaciones con la DC (fracasadas por Ja intransigencia de Frei, mas que por falta de concesiones de la izquierda) y, simulténea- mente, los primeros sintomas de desborda- miento de la linea del PC en el seno de las masas (huelgas, ocupaciones y manifestacio- nes de obreros revolucionarios en el cordén industrial Maipti-Cerrillos, en Santiago, junio de 1972; constitucién del Consejo Provincial Campesino de Cautin, integrado por toda la izquierda (MIR incluido), salvo el PC; reu- nién de la “Asamblea del Pueblo”, en Con- cepein, con apoyo de las principales orga- nizaciones de masas, e inclusién de todas las fuerzas politicas, a excepcién del PC, etc. ..). En esas condiciones decisivas, en que se da una lucha entre dos Iineas en el seno de los partidos populares (y no s6lo, ni mucho me- nos, entre la UP y el Mm: no habria lucha entonces...), la corriente de izquierda _en- cuentra como principal base de apoyo orga- nizada una parte significativa del movimiento de pobladores (siendo esto, justamente, a la vez, un apoyo y su gran debilidad). En ju- lio de 1972, los pobladores revolucionarios de Santiago se movilizan, a la vez por rei- vindicaciones concretas y por impulsar los Consejos Comunales: el-19, el Comando de Barrancas (la mds movilizada de las comunas populares) ocupa la autopista al aeropuerto; al 97, los pobladores de los campamentos del sector de Lo Hermida ocupan varias avenidas periféricas, secuestran a funcionarios del go- bierno y s6lo retiran sus barricadas una vez obtenido sus reivindicaciones (expropiacién definitiva de los terrenos ocupados y cons- truccién de sus viviendas en el mismo lugar. Dias mas tarde Victor Toro y varios’ pobla- dores ocupan la Gobernacién de San Bernar- do como protesta a la “tramitacibn” de que son objeto en sus demandas. Son violentamen- te reprimidos y encarcelados. ¢Izquierdismo? 34 REVISTA EURE En todo caso, la respuesta s6lo puede hacerse en funcién del conjunto de factores politicos de la coyuntura, y no a través de una acusa- cién sistematica de provocacién a todo Jo que desborda el uso exclusivo del aparato de go- bierno como arma de lucha de clases °. En. esas condiciones puede explicarse el “incidente de Lo Hermida” como algo més que un hecho fortuito, Recordemos Io esen- cial de los hechos: con motivo de una fuerte represién desatada contra el grupo terrorista de izquierda ELN, el 3 de agosto de 1972, la policia registra la casa de un dirigente del campamento “Asalto al Cuartel Moncada”, perteneciente a la serie de campamentos ubi- cados en Lo Hermida (nororiente de San- tiago): 2.500 familias fundamentalmente diri- gidas por el Mm, socialistas de izquierda y otros grupos de extrema izquierda. Ante el tra- to brusco dado a la familia del dirigente, au- sente, los pobladores apedrean los autos de po- licfa, que se retiran. EI 4, los pobladores ha- cen un mitin de protesta y vuelven a sus “ca- sas”, instalando un rudimentario sistema de alarma. En la noche del 4 al 5, cientos de poli- cias, con tanquetas, armas de todo calibre, bombas lacrimégenas y ambulancias previstas, entran a tiros en los campamentos de la zona. René Saravia, obrero de 22 afios, resulta muer- to, varios otros son heridos, 160 son detenidos, las casas son deterioradas Es la primera represién contra el pueblo del gobierno popular. El PC y In policfa acu- san a la ultraizquierda de provocacién. Pero las otras fuerzas de la UP, atin oponiéndose al Mis, condenan la represién policial. Allende se juega personalmente: los dos directores de - Ia policia son suspendidos de sus cargos, una encuesta oficial se-abre, se dan reparaciones, se libera a los pobladores detenidos y, més atin, Allende mismo va al campamento y sos- tiene una dura y franca controversia con los pobladores. El entierro de René Saravia retine miles de personas, en su mayorfa pobladores, que pi den la dimisién de Vergara, Subsecretario del Interior. Pese a ello, la crisis abierta so evita por milimetros, a la vez por la valiente reac- Gidn de Allende, por la moderacién del Min y, sobre todo, por las amenazas inmediatas que surgen por parte de la derecha. La unidad Vine a ete respect, nuesto testo “Li ache politi de dhse, Doo trbslo CIDU. prevalece en el seno del pueblo, pero Jos pro- blemas de fondo siguen planteados. En efecto, el ataque a los campamentos (presentado ‘como reaceién de defensa, pero que en general se considera como una accién represiva deliberada, dadas sus caracteristi- cas) se explica perfectamente por Ia fusién de dos conflictos Jatentes en el proceso chileno: Por un lado, la oposicién entre un aparato del Estado burgués en su conjunto, estructura y funcionamiento, y el desarrollo de la movi- lizacién popular. Concretamente, en este caso, para la policfa se trataba de empezar a pe- netrar esa especie de “territorios libres” que, inconcebiblemente (en una légica policial, aunque sea socialista-comunista) escapaban a su control. Pero esa contradiccién siempre ha estado la- tente en el proceso y hasta ahora habia sido frenada por un control estricto del aparato por parte de los militantes PC y PS en él si- tuados, Es cierto que las tendencias golpistas de la coyuntura pueden haber favorecido un descontrol de la policfa. Pero en este caso, esos factores parecen menores. Lo fundamental nos parece ser, a nivel es- tructural, la divergencia de intereses sociales expresada anteriormente. A nivel coyuntural, la lucha entre Jas dos lineas y la tentativa, por parte de una fraccién de la UP de radi- calizar la contradiccién con la izquierda revo- lucionaria, de obligarla a acciones desespe- radas a la vez para aislarla y para asimilar las alternativas de izquierda al aventurerismo ast producido como reaccién. Lo cual no implica, ni mucho menos, el que s¢ planease conscien- temente una masacre, pero si que se traté a la vez, de mostrar a los pobladores el peligro que corrian en una determinada opcién, y de empezar a utilizar la represién contra la iz~ quierda revolucionaria, en espera de asimilar- la dircctamente a la Cia. A partir de esos factores, la maquina policial se encarg6, segin su propia dindmica, de dar rienda suelta a una vieja costumbre, agravando asi las con- diciones de una represién que pasé de “con- trolada” a “descontrolada”. La reaceién de los pobladores y la recti- ficacién de Allende y un amplio sector de la UP, pese a Ja violenta campaiia lanzada por el PC contra “los provocadores” mostré que MOVIMIENTO DE POBLADORES Y LUGHA 35 hubo un error en la apreciacién de la_co- rrelacién de fuerzas en el seno del pueblo y en el seno de la UP. Esta contradiccién asi expresada por vez primera en forma abierta, pasé a segundo plano, en términos coyunturales, ante la ur- gencia del frente antifascista en Chile. No por ello esta resuelta. La politica de la UP en el frente poblacio- nal se presenta asi como una piedra de toque decisiva con respecto al tipo de alianza de clases practicado y, por tanto, con respecto al earacter de clase del Gobierno Popular. Es decir, la prioridad o postergacién al tra- bajo politico en este sector de las masas (con las consecuencias que pueden deducirse des- pués de todo nuestro andlisis) indicard si la dominante en el bloque de clases que se in- tenta formar es el Frente Unico Obrero o la alianza con la burguesfa nacional. Y no hace falta sefialar que la cuestién no se decide en términos de “darle importancia” al problema, sino en funcién de cudles son los intereses golpeados y cudles los intereses defendidos en prioridad. Lo cual define en tltimo térmi- no, a quién se moviliza y para qué. De, ex0 depende el efecto preciso del movimiento de pobladores en esta etapa decisiva de la lucha de clases.

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