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Las fichas de este Servicio de Documentacién en Ciencias Sociales son de circulacién interna, desti- nadas a estudiantes universitarios. Depésito Legal No, 232.812 SERVICIO DE DOCUMENTACION EN CIENCIAS SOCLALES E, DURKHEIM LOS HECHOS SOCIALES FUNDACION DE CULTURA UNIVERSITARIA 135 COD. 9135 E, DURKHEIM LOS HECHOS SOCIALES (Tomado de “Las Reglas del Método Soctol6gier Editorial Dédalo, segunda edicién, 1959) PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICION La primera edicién de este libro, promovié controversias bastanta vivas. Como desconcertadas, las ideas corrientes resistieron en un principio de una manera tan enérgica, que casi nos fue imposible hacernos entender. Sobre aquellos mismos puntos en que nos habfamos explicado de la manera més explicita, se nos achacé gratuitamente opiniones que nada tenfan de comin con las nuestras, y se creyé refutamos al refutarlas. Aun cuando afirméba- mos varias veces que la conciencia, tanto individual como social, no era para nosotros nada sustancial, sino énicamente un conjunto, més o menos siste- matizado, de fenémenos sui géneris, tachésenos de realismo y de ontologis- mo. Cuando sostuvimos expresamente y repetido de todas las maneras que la vida social ‘esté completamente constituida por representaciones, se nos acusé de eliminar de la sociologfa el elemento mental. Se lleg6 hasta el extre- mo de restaurar, en contra nuestra, procedimientos de discusién que se Po- fan creer definitivamente desaparecidos. Se nos imput6, en efecto, ciertas opiniones por nosotros nunca sostenidas, con el pretexto de que estaban “conformes con nuestros principios”, La experiencia, sin embargo, habia evidenciado todos los peligros de aquel método que, permitiendo construir arbitrariamente los sistemas que se discuten, permite también triunfar de ellos sin mucha pena. No ereemos pecar de exagerados si afirmamos que las resistencias dismi- nuyeron progresivamente, Sin duda, no 60 admiten atin todas nuestras propo- siciones, Pero no nos admiramos ni quejamos de estas saludables disputas; es evidente, en efecto, que nuestras formulas estan destinadas a ser reforzadas en e} porvenir. Resumen de una préctica personal forzosamente limitada, deberdn evolucionar necesariamente a medida que se vaya adquiriendo una experiencia més extensa y profunda de la realidad social. Ademés, el métodor sélo puede ser provisional, pues los métodos cambian a medida que la ciencia adelanta, Es evidente que en estos ditimos afios, a pesar de la oposicién encontrada, la causa de la sociologta objetiva, es ica, ha i , i 0 espectfica y metédic: Ganando terreno sin interrupcién. La fundacion de L'Année Soctelotgue contribuyé en mucho a este resultado. Por abrazar todo el dominio de la clencia, L'Année, mejor que ninguna obra especial, pudo dar una idea de lo five la Sociologia debe y puede devenir. De esta manera se ha podido ver que a Sociologia no estaba condenada a ser una rama de la filosofia general, que, de otra parte, podfa entrar en contacto con el detalle de los hechos sin Gegenerar en pura erudicién, Aprovechamos esta ocasién para rendir home- pete gercmenale siempre pido a la actividad y desinterés de nuestros cola. Deradores; gracias a ellos se pudo intentar y continuar esta demostracién por Sin embargo, por reales que sean estos indiscuti rogresos, es indiscutible errores y confusiones pasados, no desaparecievon por complete, Por exe ier rath Gbrovechar esta segunda edicién para aBadir algunas explicaciones gun ge Saas, tesponder a ciertas crticasy aportar algunas precisiones sobre I ‘Nuestra afirmacién de que los hechos socialesidi mn ben wafirmacién que constituye la base de imuestro metodo ee ‘quiz, Ia agents nize todas, la mayor oposicién. Se ha considerado paradgjico ded mindo a ‘ramos las realidades del mundo social'a las realidades Sin embargo, todo esto era un simple ic Oy nr equfvoco sobre el de esta asimilacién, cuyo objeto no es rebajar las formas supetionee dake Frade ae intetiores, sino por el contrario, reivindicar para las primeras un : fe realidad por lo menos igual a aquél que todo el mundo reconoce a conse ater ee no decimos, en efecto, que los hechos sociales’ ‘son cnqua area oes con el mismo 10 que las cosas materiales, éQué es una cosa? La cosa se 0} ic S pone a Ia ide: exteriormente de lo que se conoce interiormente, ls eoas tole oben ocimiento que no es naturalmente comprensible a la inteligenciay todo extcriores y mds inmediatamente acceatles a ti os menos. visibl és Profundos. ‘Tatar hechos de un cierto orden como cosas, no es, pues, siti Garlos gn tal o cual categoria de lo real, es observar con ellos una determina, grow dermntal, Es sbordar su estudio partiendo del principio de que se a absolute lo que son, y que sus propiedades caracterfst eas, al igual que las causas desconocidas de noe igual que tas ue Alesoubiertas ni siquiera por la instrospeceién mas wtenta, 7 "© PUeden ser 4 > Definidos los términos de esta manera, lejos de ser nuestra proposicién una paradoja, podria casi pasar por una verdadera perogrullada sf tio fuera todavia tan olvidada por las ciencias que tratan del hombre, y especialmente por la sociologia. En efecto: en este sentido puede afirmarse que todo objeto de ciencia es una cosa, con excepcin, quizd, de los objetos matemiticos; pues por lo que a éstos se refiere, como somos nosotros mismos quienes los construyen, desde los més sencillos a los més complejos, para saber lo que son, basta meternos en nuestro yo y analizar interiormente el proceso mental de donde provienen. Pero desde el momento en que se trata de hechos pro- piamente dichos, cuando tratamos de hacer con ellos clencia, son necesaria- mente para nosotros, incégnitas, cosas ignoradas, pues la representacién que se haya podido tener de ellas en Ia vida, como se formaron sin.método ni eritica, carecen de todo valor cientffico y deben ser descartadas. Los mismos hechos de la psicologfa individual presentan este cardcter y deben considerar- se desde el mismo punto de vista, En efecto; aunque sean interiores por defi- nicién, la conciencia que de ellos tenemos no nos revela su naturaleza interna ni su génesis. La conciencia nos los hace conocer hasta un cierto punto, pero de la misma manera que las sensaciones nos revelan el color o la luz, el soni- do © la electricidad; recibimos impresiones confusas, pasajeras, subjetivas, pero no nociones claras y distintas, conceptos explicativos. Precisamente por esta raz6n se ha fundado en el siglo XIX una psicologia objetiva, cuys regla fundamental es estudiar los hechos mentales exteriormente, es decir, como cosas. Con mayor razén debe suceder lo mismo con los hechos sociales, pu la conciencia no puede tener més competencia para conocer estos hechos que para conocer su vida propia (1). Se nos objetard que siendo obra nuestra, bastard con tener conciencia de nosotros mismos para saber qué son y cémo estén formados, Pero, en primer lugar, observaremos que la mayor parte de, las instituciones sociales provienen, completamente formadas, de las genera- ciones anteriores; nosotros no tuvimos la menor parte en su formacién, y, or consiguiente, no es interrogéndonos como podremos descubrir las causas ‘que las engendraron, Ademés, aun cuando hayamos colaborado en su génesis, ‘apenas entrevemos —y todavfa esto de una manera confusa y casi siempre inexacta— las verdaderas razones que nos impulsaron a obrar y la naturaleza de nuestra acci6n, Hasta cuando se trata de nuestra conducta privada, cono- cemos muy imperfectamente los méviles relativamente simples que nos gufan; nos creemos desinteresados, cuando obramos como egofstas; creemos ‘obedecer al odio, cuando cedemos el amor, a la razén, cuando somos escla- vos de prejuicios irracionales, etc. {Cémo podrfamos, pues, tener la facultad de discemir con mayor claridad las causas complejas de que procede la mane~ ra de obrar colectiva? En lo colectivo, cada hombre sélo interviene en una (2) ‘Como se ve, para admaitir esta proposici6n no es necesario sostener que la vida social cesté integrada solamente por representaciones, pues basta con afirmar que las repre- sentaciones, tanto individuales como colectivas, #610 pueden sar cientfficamente esti diadas a condielén de ser estudiadas objetivamente, infima parte; cada uno de nosotros tiene una multitud de colaboradores, y Jo que pasa en los demés nos es desconocido ‘Nuestra regla no implica, pues, ninguna concepcién metafisica, ninguna especulacién sobre el fondo de los seres. Lo que sf exige es que el socidlogo Ponga su espfritu al nivel del del fisico, del qufmico, del fisidlogo, cuando se aventura en una region, todavia inexplorada, de su dominio cientifico. Es preciso que al penetrar en el mundo social se haga cargo de que penetra en lo desconocido} es necesario que se sienta frente a hechos cuyas leyes son tan Poco sospechadas como podfan serlo las de la vida, cuando la biologia atin Ro estaba constituida; es preciso que se prepare a hacer descubrimientos que le sorprenderdn y le desconcertardn. ¥ es necesario que la sociologfa alcance este grado de madurez intelectualy:Mientras que el sabio que estudia la natu. taleza tfisica tiene idea de la resistencia que ésta le opone y se hace cargo de lo que le costard el triunfo, parece que el sociélogo se moviese en medio de cosas inmediatamente transparentes para el espfritu; a esta conclusion llega. mos después de observar la facilidad con que resuelve las cuestiones mas oscuras, En el estado actual de la ciencia, ni siquiera sabemos qué son, real- mente, las principales instituciones sociales, como el Estado ji Tamil e derecho de propiedad, el contrato, la pena, la responsabilidad, ete; ignorarnos casi completamente las causas de que dependen, las funciones que cumplen, las leyes de su evolucién; apenas si sobre determinadas materias comenzamos @ vislumbrar algunos puntos luminosos. Y, sin embargo, basta echar una gieada sobre las obras de sociologia, para ver lo rara que es la idea de esta ignorancia y de estas dificultades, no solamente el sociélogo se considera como obligado a dogmatizar a la vez sobre todos los problemas, sino que con algunas péginas 0 con algunas frases, cree haber penetrado en la esencia mismna de los fenémenos més complejos. La consecuencia es que tales teorfas ho expresan los hechos, imposibles de agotar con tanta rapidez, sino la pre- Yencién que de ellos tenfa el autor antes de comenzar la investigacién. Sin Auda, le idea que nos forjamos de las prdcticas colectivas, de lo que sono de Jo que deben ser, es un factor de su desarrollo, Pero esta idea misma es un hecho que para ser convenientemente determinado debe también ser estudia- do objetivamente. Y esto porque lo que importa conocer no es la manera como tal o cual pensador se representa individualmente una institucién, sino la concepcién que de ella se formé el grupo; esta concepcién es la nica socialmente eficaz, Ahora bien, dicha concepeién no puede conocerse Por la simple observacién interior, pues no se encuentra toda entera en nin. Guno de nosotros; es necesario, por tanto, buscar algunos signos exteriores Gue la hagan sensible, Ademés, es evidente que no se ha engendrado de la nada, sino que es un {ecto de causas externas tue es preciso conocer para Poder apreciar su papel en el porvenir, Hagase lo que se haga, hay que volver siempre al mismo método. mse o gus se hates hay a w ira proposicién no menos vivamente discutida que la precedente, es la que presenta los fenémenos sociales como exteriores a los individuos@Se nos admite hoy dfa —y esto todavia casi por la fuerza— que los hechos de la vida colectiva y de la vida individual son, en cierta manera, heterogéneos: y hasta podemos afirmar que sobre este punto, las opiniones estén en camino de ar- monizarse, sino de una manera unénime, por los menos, en su mayor parte, Casi ningiin socidlogo niega a la sociologia una total especificidad. Pero el hecho de estar integrada la sociedad solamente por individuos (2), deduce sentido comtin que la vida social no puede tener otro sustracto que la con- ciencia individual; de otra manera le parece que flota en el vacfo. Sin embargo, lo que se cree fécilmente inadmisible cuando se trata de los hechos sociales, est4 generalmente admitido en los demés reinos de la ‘Naturaleza, Siempre que al combinarse distintos elementos, originan por su misma combingci6n fendmenos nuevos, hay, que reconocer, que estos fen menos no provienen de los elementos, sino del todo formado por su unin. La célula viva, s6lo contiene partfculas minerales, de la misma manera que sociedad s6lo contiene individuos: y, sin embargo, es evidentemente imposi- ble que los fenémenos caracterfsticos de la vida residan en los étomos de hidrdgeno, oxfgeno, carbono y nitrégeno. {Cémo podrfan producirse los movimientos vitales en el seno de elementos no vivientes? Ademés, emo se repartirfan entre ellos las propiedades biolégicas? Estas propiedades no podrfan encontrarse igualmente en todos, pues no son de la misma naturale- za; el carbono, no es el nitrogeno, y, por consiguiente, no puede tener las mismas propiedades, ni desempefiar el mismo papel, No es menos inadmis ble que cada aspecto de la vida, cada uno de sus principales caracteres, se encarnara en un grupo diferente de étomos. La vida no puede descomponer- se de esta manera; la vida es una, y, por consiguiente, sélo puede tener por asiento la sustancia viviente en su totalidad. La vida esta en el todo, no en las, partes, No son las particulas no vivientes de Ia célula, las que se nutren, se reproducen, en una palabra, las que viven; es la célula misma y sdlo ella. Y Jo que decimos de la vida, podrfamos repetirlo de todas las sintesis posibles. La dureza del bronce no teside en el cobre, ni en el estatio, ni en el plomo que sirvieron para formatlo y que son en sf mismos cuerpos blandos y fle- xibles, sino en su mezcla, La fluidez del agua, sus propiedades alimenticias y las demés que posce, no residen en los dos gases que la integran, sino en la stancia compleja que forman al asociarse. | in ‘Apliquemss” "este principio a la sociologis. Si, como se admite, esta sintesis sui géneris, que constituye toda sociedad, produce fenémenos nue- vos diferentes de los engendrados en las conciencias individuales, hay que admitir que estos hechos espectficos residen en la misma sociedad que los oe es a ea ae eer a Peele leereteretererel 1 produce y no en sus partes, es decir, en sus miembros. En este sentido, son, ues, exteriores a las conciencias individuales consideradas como tales, de la misma manera que los caracteres distintivos de Ia vida son exteriores a las sustancias minerales que componen el ser vivo. No se los puede reducir a los elementos sin contradecirse, pues, por definicién, suponen algo diferente de lo que contienen dichos elementos. De esta manera, y por una razén nueva, queda justificada la separacién que establecimos antes entre ia psicologia propiamente dicha, o ciencia del individuo mental y la sociologfa. Los he- chos sociales y los psfquicos no difieren solamente en calidad, sino que tie. nen otro sustracto, no evolucionan en el mismo medio, no dependen de las mismas condiciones, Esto no quiere decir que en cierto sentido no sean psi- quicos, pues todos consisten em maneras de pensar o de obrat. Pero los esta: dos de la conciencia colectiva ho son de igual naturaleza que los estados de Ja conciencia individual; son representaciones de otra clase. La mentalidad de los grupos no es 1a de los particulares, sino que tiene sus leyes propias, Ambas ciencias son, pues, tan netamente distintas como pueden serlo dos Clencias, sean cuales fueren, de otra parte las relaciones que pueden sostener entre sf, Sobre este punto, es preciso hacer una distineién que contribuird, quizé, a ilustrar esta controversia, Que la materia de Ia vida social no pueda explicarse por factores pura- mente psicolégicos, es decir, por estados de la conciencia individual, es para nosotros completamente evidente, En efecto, las representaciones colectives manifiestan cémo se piensa el grupo en sus relaciones con los objetos que lo afectan. Ahora bien, el grupo estd constituido de manera distinta que el individuo, y las cosas que lo afectan son de otra naturaleza. Representaciones que no expresan los mismos sujetos, ni los mismos objetos, no pueden depen. der de las mismas causas. Para comprender cémo la sociedad se representa a sf misma y al mundo que la rodea, es preciso considerar la naturaleza de esta sociedad, no la de los particulares. Los sfmbolos bajo los cuales se piensa a si misma cambian de acuerdo a lo que es. Por ejemplo, si se considera como engendrada por jin animal epénimo, es sefial de que integra uno de esos @upos especiales que se laman clanes. Donde el animal es reemplazado por un antepasado humano pero igualmente mftico, es que el clan ha cambiado de naturaleza, Si por encima de las divinidades locales o familiares, imagina otras de las cuales cree depender, es que los grupos locales y familiares de gue esté compuesta, tienden a concentrarse y a unificarse;y el grado de uni. dad que presenta un panteén teligioso, coresponde al grado de unidad que gh ese momento tiene la sociedad. Si condepa deteruulnadas formas de con. Gucta, es que hieren algunos de sus sentimientos fundamentales; y estos sen. timientos dependen de su constitucién, de la misma manera que ios del indi- Viduo de su temperamento fisico y de su organizacin mental, Y de esta ranera, aunque la psicologfa individual no tuviera secretos para nosotros, Ro podrfa damos la solucién de ninguno de estos problemas, pues se refieren a érdenes de hechos que ignora, pe » 8 , Pero una vez reconocida esta heterogeneidad, Cesar si las spresentaciones individuales y las representaciones colectivas no se aséme- jan sin embargo, por el hecho de ser unas y otras igualmente representacio- ‘nes; y si, a consecuencia de estas semejanzas, no tendrén ambos reinos algu- nas leyes abstractas comunes. Los mitos, las leyendas populares, las concep- ciones religiosas de toda clase, las creencias morales, etc., expresan una reali- dad distinta de la individual; pero podrfa suceder que la manera de atraerse 0 de repelerse, de agregarse o separarse, fuera independiente de su contenido, y se basara tnicamente en su cualidad general de representaciones. Y estando en todo constituidas de una manera diferente, en sus relaciones mutuas se comportarian como las sensaciones, las imagenes 0 Jas ideas en el individuo, No podrfa ser, en efecto, que la contigiidad y la semejanza, los contrastes y los antagonismos légicos obraron de la misma manera, fueren cuales fueren las cosas representadas? De esta manera, se llega a concebir la posibilidad de una psicologfa completamente formal, que serfa algo asf como un terreno comin de la psicologfa individual y de la sociologfa, y en esto estriba, quizé, Ja causa del escrdipulo que sienten algunos espfritus para distinguir con mu: 7 ambas ciencias, i che Hiplaade gon rigor, en el estado actual de nuestros conocimientos, plan- ‘teada la cuestién de esta manera, es imposible resolverla categéricamente, En efecto, de una parte, cuanto sabemos acerca de la manera de combinarse las ‘ideas individuales se reduce a algunas proposiciones, muy generales y vagas, que se llaman habitualmente leyes de la asociacién de ideas. Todavia conoce- mos menos las leyes relativas a la ideacién colectiva. La psicologia social, que deberfa tener por misién determinarlas, casi no es més que una palabra que designa toda suerte de generalidades, variadas e imprecisas, y sin objeto definido. Lo oportuno seria investigar, mediante la comparacién de los mitos, de las leyendas y de las tradiciones populares, de las lenguas, la mane- ta cémo las representaciones sociales se atraen y se excluyen, se Saad ° distinguen entre sf, etc. Si el problema es digno de tentar la curiosidad de los estudiosos, puédese afirmar que casi no fue abordado; y en tanto no se hayan: encontrado algunas de estas leyes, seré evidentemente imposible saber con certeza si repiten o no las de la psicologfa individual (*). — ‘Sin embargo, a falta de una certeza absoluta, es por lo menos probal que, si existen semejanzas entre estas dos clases de leyes, sus diferencias no deben ser menos pronunciadas, Parece, en efecto, inadmisible que la materia ‘integrante de las representaciones no obre sobre sus maneras de combinarse. Es verdad que los psicélogos hablan muchas veces de las leyes de la asocia- cién de ideas, como si fueran las mismas para todas las especies de represen- faciones individuales. Pero esto no puede admittree; jas imégenes no, we combinan entre sf en la misma forma que las sensaciones, ni los ee como, las imdgenes. Si la psicologfa estuviera més adelantad: a fa, sin duda alguna, que cada categoria de estados mentales tiene sus leyes terol durante ) ta “pulcogt wcll” et un lglinn que age un noah (°) fs duo dvele specimens coos pies engonjone 1) formales propias. Esto supuesto, a fortiori debe suponerse que las leyes del pensamiento social sean tan especfficas como las del pensamiento mismo. ¥ en efecto, por poco habituados que estemos en el estudio de este orden de hechos, es diffeil no advertir la idea de esta especificidad. No es acaso esta, especificidad la causa de que nos parezca tan extrafia la manera especial c6- mo las concepciones religiosas (que son ante todo colectivas), se mezclan o se separan, se transforman unas en otras, originando compuestos contradic- torios, que contrastan con los productos ordinarios de nuestro pensamiento privado? Del hecho de que sea probable que algunas leyes de la mentalidad social recuerden, efectivamente, otras establecidas por los psicélogos, no debe deducirse que les primeras sean un simple caso particular de las segun. das, sino que entre unas y otras, al lado de diferencias ciertamente importan- tes, existen semejanzas que la abstraccién podrd poner en claro, aunque hoy fa sean desconocidas, Es decir, que en ningtin caso, la sociologia, podré tomar pura y simplemente, de Ia psicologfa, ninguna de sus proposiciones, para aplicarla sin modificaciones a los hechos sociales, sino que todo ef ensamiento colectivo, tanto en su forma como en su materia, debe ser estu- diado en sf mismo, por sf mismo, con la idea de lo que tiene de especial, dejando para el porvenir el dilucidar Ia medida en que se asemeja al pensa- miento de los particulares. Este problema pertenece mas bien a la filosoffa general ¥ a la légica abstracta, que al estudio cientifico de los hechos sociales m1 Réstanos decir algunas palabras sobre la definicién, que dimos de los hechos sociales, fn el rimer capftulo de esta obra. Afirmamos que som mace eras de poet 2. = Pensarygeconocibles i ws sujeeptibles de elercer una infiuencia coerdtiva vole ies conciencias partit lamasg Sobre este punto se ha producido una confusién, que es preciso hacer resalfar, Se est de tal manera acostumbrado a aplicar a las cosas socioldgicas las formas del pensamiento filos6fico, que no pocas veces se vio en esta defini- cién preliminar una especie de filosofia del hecho social. Se ha dicho que ex- plicdbamos los fenémenos sociales por la coaccién, de la misma manera que ‘Tarde los explica por Ia imitacién. Nunca tuvimos tal ambicién, ni sofiamos Jamés con que nadie podria algtin dfa ttribufrnosla; ;tan contrario es a todo método! Lo que nos propusimos no fue anticipar filos6ficamente las conclu- siones de la cioncia, sino indicar simplemente con qué signos exteriores es Posible reconocer los hechos que debe tratar, a fin de que el estudioso pueda conocerlos donde se encuentren y no los confunda con otros. Trataba de (8) Es indtil sefaler cémo, desde este punto de viet, la necesidad de esttdiar los hechos obletivamente aparece con una mayor evidencla, pues resultan dle sintesia que se realizan fuera de nosotros, y de las cuales ni siquiera tenemos aquella percepcién ‘confusa que la conciencia puede darnos de los fenGmenos interiores. 10 delimitar lo mejor posible el campo de investigacién, no de abarcarlo en. una especie de intuicién exhaustiva. De otra parte, aceptamos gustosos el repro- che que se nos hizo de no expresar en nuestra definicién todos los caracteres del hecho social, y, por consiguiente, de no ser la tinica posible. No conside- ramos inconcebible que pueda ser caracterizado de distintas maneras, pues no existe raz6n alguna para que s6lo posea una propiedad distintiva (4). Lo que importa es escoger lo que parezca mejor, para el fin propuesto. Hasta es muy posible emplear al propio tiempo muchos criterios, segtin las circunstan- cias. Esto es lo que en distintas ocasiones hemos reconocido ser necesario pa- a la sociologia, pues en algunos casos, el cardcter coactivo no es fécilmente eptible. PemGomo ee trata de una defincion incl, hay que procurar que las caracte- risticas a emplear, sean inmediatamente discernibles, y puedan ser fijadas antes de la investigacién. Y esta condicién no la llenan las definiciones que algunos han opuesto a la nuestra, Se dijo, por ejemplo, que hecho social es “todo lo que se produce en y por Ja sociedad”, o todavia “lo que de alguna manera interesa y afecta al grupo”, Peto con todo esto, s6lo cuando la cien- cla esté bastante adelantada se puede Megara saber si la sociedad es o nola ‘causa de un hecho, o si este hecho produce efectos sociales. Con tales defini- clones no seré posible determinar el objeto de la investigacién que comienza. Para que puedan utilizarse, es necesario que el estudio de los hechos sociales enté bastante adelaniado y, por consgulente, que se haya descubierto ante medio para reconocerlos allf donde se encuentren. Mi Mieatras unce encontraron nueatfa dafinicién demasiado eetzecha, otros Ja han tildado excesivamente amplia, pues en su opinién, comprende casi todo lo real. En efecto, se ha dicho, todo medio ffsico ejerce una coaccién sobre los seres que sufren su accién, pues en cierta medida estén obligados fa adaptarse a él, Pero entre estas dos formas de coaccién, existe la misma diferencia que seapara un medio fisico de un medio moral. La presién ejer- cida por uno o més cuerpos sobre otros o hasta sobre voluntades, no puede confundirse con la que ejerce la conciencia de un grupo sobre la conciencia de sus miembros, Lo especial de la coaccién social, consiste en no deberse a determinadas combinaciones moleculares, sino al prestigio de que estén investidas ciertas representaciones. Es verdad que las costumbres, individue- fr eocrevo gos atstlmos no somata ean ec met, pss (0B rerum udurente'e eater opontion Yet pongo ls inibaione se ee Sa ee et caeege taseas socal ba Caan ee eer ea la meatune tad iar oats sien ak ee ee ee fincaan toe Gulenesiaie nists a ee ee er came sti cacao no dos es tt ob eb ute ae rn sean wen regattas or tested epoca rr nseronioy deere, porte ee re a pn oeiane slows esbies H ner ese ai Sharon avo quel aber y por comigsanta onan tagle nu les o hereditarias, presentan desde ciertos puntos de vista esta misma propie- dad, Estas costumbres nos dominan y nos imponen creencias o practicas. Solamente que nos dominan por dentro, pues estén enteras en cada uno de nosotros. Por el contrario las creencias y las pricticas sociales obran sobre nosotros desde el exterior} como se ve, la influencia ejercida por unas y otras, es, en el fondo, muy diferente. De otra parte, no hay para qué admirarse que los fenémenos de los otros reinos de la naturaleza, presenten, bajo otras formas, el mismo cardcter que nos sirvié para definir los fenémenos sociales. Esta similitud proviene senci- lamente de que unos y otros son cosas reales. Y esto porque todo lo real tie- ne una naturaleza definida que se impone, con la cual es preciso contar, y que, aun cuando se la legue a neutralizar, nunca queda completamente ven- cida. Y, en el fondo, esta es una de las notas esenciales que presenta la no- cién de coaccién social, Pues todo lo que implica, estriba en que las maneras colectivas de obrar o de pensar tienen una realidad independiente de la de los individuos, la cual se conforma a aquélla en todos los momentos. Son cosas que tienen su existencia propia. El individuo las encuentra completamente formadas, y no puede hacer que no sean o que sean de otra manera de lo que son; esta, pues obligado a tenerlas en cuenta, y le es tanto mds dificil (no decimos imposible) modificarlas, por cuanto, en grados diversos, participan de la supremacia material y moral que la sociedad tiene sobre sus miembros. Claro estd, que el individuo interviene en su génesis, pero para que exista un hecho social, es preciso que muchos individuos hayan tombinado por lo ‘menos, su acci6n, y que esta combinacién engendté agli producto nuevo. Y como esta sintesis se realiza fuera de nosotros (pues entran en ella una pluralidad de conciencias), tiene necesariamente por efecto fijar, instituir fuera de nosotros, determinadas maneras de obrar y determinados juicios, que no dependen de cada voluntad particular tomada separadamente. Como se ha hecho notar (5), existe una palabra, que amplificando un poco su sent do ordinario, expresa bastante bien esta manera de ser muy especial; nos referimos a la palabra institucién, Sin desnaturalizar el sentido de esta expre- sién, se puede, en efecto, lamar institucion, g todas las creencias y a todas las formas de conducta instituldaa’ por Ia col ia sociologia podria, por tanto, definirse como la ciencia de las institucionedj de su génesis y de su funcionamiento (8). (5) Véase et artfeulo “Sociclogta” de la Grande Encyclopédie, de FAUCONNET y (6) De que las creencias y las pricticas sociales penetran en nosotros desde lo exterior, no hha de deducirse que las recibamos pasivamente y sin hacerlas experimentar ningu jonar las instituciones colectivas, al asimilérnoslas, las indi ualizamos, les imprimimos con mayor o menor fuerza nuestro sello pertonal; y asf como al reflexionar sobre el mundo sensible, cada uno lo colorea a su manera, y de {gual forms se explica que distintos sujetos se adapten diferentemente a un mismo medio ffsico. ¥ por esto cada uno de nosotros se hace, en cierta medida, eu moral, eu n, su técnica, Todo conformismo social implica una gama de matices individua- 12 Respecto a las otras controversias que suscité esta obra, nos parece indtil decir algo sobre ellas, pues no hacen referencia a nada esencial. La orienta- cign general del método no depende de los procedimientos que se prefieran emplear, ya para clasificar los tipos sociales, ya para distinguir lo normal de lo patoldgico. Ademés, estas discusiones se originan casi siempre por admit, © admitir con reservas, nuestro principio fundamental, la realidad objeti de los hechos sociales:?Es, pues, sobre este principio donde todo se fund: “fienta y reduce. Por esto nos ha parecido conveniente subrayarlo una vez més, separéndolo de toda cuestidn secundaria. Estamos seguros de que at buyéndole esta preponderancia nos mantendremos fieles a la tradicién socio- légica; pues en el fondo, la sociologfa ha surgido toda entera de esta concep- cién, En efecto, esta ciencia s6lo podfa nacer el dfa en que se presintié que Jos fenémenos sociales, aun sin ser materiales, no dejan por eso de ser cosas reales que permiten su estudio. Para poder llegar a pensar que era posible investigar lo que son, era preciso haber comprendido que eran de una manera definida, que tenfan'una manera de ser constante, una naturaleza que no de- pende del atbitxio individual y de la cual derivan relaciones necesarias. ‘También 1a historia de la sociologfa no es sino un largo esfuerzo para precisar esta idea, profundizarla y desarrollar todas las consecuencias que implica. Pero a pesar de los grandes progresos realizados en este sentido, en el curso de este libro se verd que quedan todavia numerosas supervivencias del postu- lado antropocéntrico, que aquf, como en otras partes, dificulta el camino de la ciencia, El hombre no puede conformarse con renunciar a aquel poder flimitado que desde hace tanto tiempo se atribuyé sobre el orden social, y, de otra parte, le parece que, si existen verdaderamente fuerzas colectivas, estd necesariamente condenado a sufrirlas, sin poderlas modificar. Por esto se inclina a negarlas. Es imtil que repetidas experiencias le hayan ensefiado que esta omnipotencia, en cuya ilusién vive complacido, fue para él una causa de debilidad; que su imperio sobre las cosas, sélo ha comenzado real- mente a partir del momento en que reconocié que tienen una naturaleza propia y se resigné a buscar en ellas lo que son. Desterrado de las demas ciencias, este lamentable prejuicio se sostiene obstinadamente en la sociolo- gfe. No hay, pues, tarea més urgente que tratar de eliminarlo definitivamente de nuestra ciencia, tal es el objeto principal de nuestros esfuerzos. Jes. No hay, sin embargo, que olvidar que el campo de las varlaciones permitidas et limitado, Bs nulo 0 poco menos en ¢l efreulo de los fenémenos religiosos y morales, ‘en donde Ia variaci6n deviene fécilmente erimen; en todo lo referente a la vida econé: mica el effeulo es més amplio, Pero aun en este ditimo caso, tarde o temprano se ‘encuentra un Ifmite imposible de franquear. 18 INTRODUCCION Hasta el presente, los sociélogos se han preocupado muy poco de caracte- rizar y definir el método que aplican al estudio de los hechos sociales. En las obras sociolégicas de Spencer, el problema metodolégico es desconocido; la Introduccién a la ciencia social, cuyo titulo hace concebir algunas ilusiones, estd consagrada a demostrar las dificultades y la posibilidad de la sociologia, no a la exposicién de los procedimientos que debe emplear. Es verdad que Mill se preocupé mucho de esta cuestién (7), pero se limita a criticar lo dicho por Comte, sin afiadir nada personal. Un capitulo de Cours de philosophie Positive, es casi el tinico estudio original e importante que tenemos sobre esta materia (8). Este descuido aparente, no tiene, por otra parte, nada de sorprendente. En efecto, los grandes sociélogos cuyos nombres acabamos de recordar, apenas si hicieron algo mas que escribir generalidades sobre la naturaleza de las sociedades, las relaciones entre los reinos social y biol6gico, sobre Ia mar- cha general del progreso; hasta la voluminosa sociologfa de Spencer apenas si tiene otro objeto que el mostrar cémo la ley de la evolucién universal se apli- ca a las sociedades. Y para tratar estas cuestiones filoséficas, no son necesa- rios procedimientos especiales y complejos. Se crefa, pues, suficiente, pesar os méritos comparados de la deduccién y de la induceién y para hacer una encuesta sumaria sobre los recursos més generales de que dispone la investiga- cién sociolégica. Pero las precauciones que se tomarin en la observacién de los hechos, la manera de plantear los principales problemas, el sentido en que deben orientarse las investigaciones, las précticas especiales cuyo empleo le permitinén llegar hasta el fin, las reglas que deben presidir la administracién de la prueba, todo esto quedaba indeterminado. Un feliz concurso de circunstancias, en cuyo primer término es justo colocar la iniciativa que ha creado en mi favor, en la Facultad de Letras de Burdeos, un curso regular de sociologfa, me permitié consagrarme al estudio de la ciencia social, y hasta hacer de ella el objeto de mis preocupaciones profesionales, haciendo posible que pudiéramos abandonar estas cuestiones demasiado generales y abordar un cierto ntimero de problemas particulares, Por Ia fuerza misma de las cosas, pues, hemos sido levados a constituinos un método més definido —por lo menos asf lo creemos—, ms exactamente adaptado a la naturaleza particular de los fenémenos sociales. En este mo- mento pretendemos exponer en su conjunto, y someter a discusin, los resultados de la aplicacién de nuestras regles y principios. Sin duda, estén contenidos implicitamente en nuestro libro sobre La division du ‘travail social. Pero nos paretié que tendria algin interés el separarlos y formular- los aparte, acompafiados de sus pruebas e ilustrarlos con ejemplos sacados, £(1) "Syaténie de logique, I, VI, caps. VU-XIL, (Hay version éaitéllana, trad, de'E; Ovejeto y Maury, Ed. Jorro, Madrid, 1917), (N. del E.), (8) ‘Véase 28, ed., pége. 294-338, 4 ya de esta obra, ya de trabajos inéditos. De esta manera se podra juzgar mejor sobre la orientacién que quisiéramos imprimir a los estudios sociolégi- 608, Capftulo Primero {QUE ES HECHO SOCIAL? Antes de indagar el método que conviene al estudio de los hechos socia- (, es preciso saber a qué hechos se da este nombre, La cuestién es tanto més necesaria cuanto que se emplea aquel califice |'vo sin mucha precision; se le emplea corrientemente para designar a casi todos los fendmencs que ocurren en el interior de la sociedad, por poco que Bresenten, junto a una cierta generalidad, algiin interés social. Pero, partien- do de esta base, apenas si podrfamos encontrar algtin hecho humano que no ser calificado de social, Todo individuo bebe, duerme, come, razona, la sociedad tiene un gran interés en que estas funciones se cumplan regular. te. Si estos hechos fueran, pues, sociales, la sociologia no tendrfa objeto propio, y su dominio se confundirfa con el de la biologia y el de la psicolo- fa. Pero en realidad, en toda sociedad existe un grupo determinado de fen6- 108 que se distinguen por caracteres bien definidos de los que estudian las ciencias de la naturaleza, Cuando yo cumplo mi deber de hermano, de esposo o de ciudadano, do ejecuto las obligaciones a que me comprometf, cumplo deberes def jcon independencia de mf mismo y de mis actos, en el derécho y en las .. tin en los casos en que estén acordes ‘con mis sentimientos pios, y sienta interiormente su realidad, ésta no deja de ser objetiva; pues soy yo quien los ha inventado, sino que los recibf a través de la educa iCudntas veces ocurre que ignoramos el detalle de las obligaci ben, y para conocerlas tenemos necesidad de consultar el cédigo y intérpretes autorizados! De la misma manera, al nacer el creyente ha en- ‘ontrado completamente formadas sus creencias y précticas; si existian antes ' que él, es que tienen vida independiente. El sistema de signos de que me sirvo expresar mi pensamiento, el sistema monetario que uso para pagar mis udas, los instrumentos de crédito que utilizo en mis relaciones comerciales, las pricticas seguidas en mi profesién, etc., funcionan con independencia del ampleo que hago de ellos. Témense uno tras otro los miembros que integran jociedad, y lo que precede podra afirmarse de todos ellos. He aqui, pues, de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante propie; existit con independencia de las conciencias individuales. Y estos tipos de conducta o de pensamiento ‘no: sélo son exteriores al sino que estén dotados de una fuerza imperativa y coercitiva, por cual se le imponen, quiera o no, Sin duda, cuando me conformo con ellos de buen grado, como esta coaccién no existe o pesa poco, es iniitil; pero no or esto deja de constituir un cardcter intrfnseco de estos hechos, y la prueba 16 Ja tenemos en que se afirma, a partir del momento en que intentamos resistir. Si yo trato de violar las reglas del derecho, reaccionan contra mf, para impe- dir mi acto sf todavia hay tiempo, o para anularlo y restablecerlo en su forma normal si se ha realizado y es reparable, o para hacérmelo expiar si no puede ser reparado de otra manera, {Se trata de méximas puramente morales? La conciencia piiblica impide todo acto que la ofenda, por la vigilancia que ejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas especiales de que dis- pone. En otros casos la coaccién es menos violenta, pero existe. Si yo no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta las costumbres seguidas en mi pais y en mi clase, la risa que provoco, el aisla- miento en que se me tiene, producen, aunque de una manera més atenuad: Jos mismos efectos que una pena propiamente dicha. Ademés, no por ser la coaccién indirecta, es menos eficaz. Yo no tengo obligacién de hablar en francés con mis compatriotas, ni de emplear las monedas legales; pero me es imposible hacer otra cosa, Si intentara escapar a esta necesidad, mi tentativa fracasarfa miserablemente. Industrial, nada me impide trabajar con procedi- mientos y métodos del siglo pasado; pero si lo hago me arruinaré imemé blemente. Aun cuando pueda liberarme de estas reglas y violarlas con éxito, no lo haré sin lucha. Aun cuando pueda vencerlas definitivamente, siempre hacen sentir lo suficiente su fuerza coactiva por la resistencia que oponen. ‘Ningin innovador, por feliz que haya sido en su empresa, puede vanagloriar- se de no haber encontrado obstdculos de este género. He aqui, pues, un orden de hechos que presentan caracteres muy especia- les; consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al indivi duo,.y estén dotadas de un poder coactivo, por el cual se le imponen. Por consiguiente, no pueden confundirse con los fenémenos orgdnicos, pues con- sisten en representaciones y en acciones; ni con los fenémenos ps{quicos, que s6lo tienen vida en la conciencia individual y por ella. Constituyen, pues, una especie nueva, a que se ha de dar y reservar la califlcacién de sociales. Esta calificacién les conviene, pues no teniendo por sustracto al individuo, es evidente que no pueden tener otro que la sociedad, sea la sociedad politica en su totalidad, sea algunos de los grupos parciales que contiene, confesiones religiosas, escuelas polfticas, literarias, corporaciones profesionales, etc. Ademés, ‘podemos afirmar que sélo conviene a ellos, pues la palabra social, sélo tiene un sentido definido a condicién de designar ‘inicamente fendme- nos que conespondan @ ninguna de las categorfas de hechos constituidos y califieados, Constituyen, pues, el dominio propio de la sociologia, Es verdad que la palabra coaccién, con la cual los definimos, corre el riesgo de asustar a los partidarios entusiastes de un individualismo absoluto. Como éstos creen, que el individuo es perfectamente auténomo, consideran que se disminuye su valor, cuando se intenta hacerlo depender de algo que no sea él mismo. Mas siendo hoy ya indudable que la mayorfa de nuestras ideas y tendencias no son elaboradas por nosotros, sino que provienen del exterior, es evidente que s6lo pueden penetrar en nosotros, por medio de la imposicién, esto es, cuanto significa nuestra definicién, Ademés, es cosa sabida que toda coac- 16 cién social no es necesariamente exclusiva de la personalidad individual (9): Sin embargo, como los ejemplos que acabamos de citar (reglas jurfdicas, morales, dogmas religiosos, sistemas financieros, etc.), consisten todos ent creencias y en précticas constitufdas, de lo que antecede podria deducirse que el hecho social debe ir forzosamente acompafiado de una organizacién definida. Pero existen otros hechos que, sin presentar estas formas cristaliza- das, tienen la misma objetividd y el mismo ascendiente sobre el individuo. Nos referimos a lo que se ha llamado corrientes sociales. Por ejemplo, en una asamblea, los grandes movimientos de entusiasmo, de indignacién, de piedad, que se producen, no se originan en ninguna conciencia particular. Vienen a cada uno de nosotros de afuera, y son capaces de arrastramos aun contra nuestro deseo. Sin duda, puede suceder que si me abandono a ellos sin reser- va, no sienta la presién que ejercen sobre mf, Pero aparece desde el momento en que intente resistirlos. Trate un individuo de oponerse a una de estas ma- nifestaciones colectivas, y los sentimientos que niega se vuelven en su contra, Ahora bien, si esta fuerza de coercién externa se afirma con tal claridad en los casos de resistencia, es que existe, aunque inconsciente, en los casos con- trarios. Entonces somos victimas de una ilusién que nos hace creer que he- mos elaborado por nosotros mismos lo que se nos impone desde afuera. Pero i la complacencia con que creemos esto, desfigura el impulso sufrido, no lo suprime. El aire tampoco deja de ser pesado, porque no sintamos su peso. Aun cuando, por nuestra parte, hayamos colaborado a la emocién comiin, la impresién que sentimos es muy diferente de la que hubiéramos experimenta- do de estar solos. Una vez terminada la reunién, y cesado de obrar sobre nosotros aquellas influencias sociales, al encontrarnos solos con nosotros mmismos, los sentimientos por que hemos pasado nos hacen el efecto de algo extrafio en los cuales no nos reconocemos, Entonces comprendemos que los, hemos sufrido mucho més de lo que en ellos hemos colaborado. Hasta pue- den inspirarnos horror, por lo contrarios que son a nuestra naturaleza. Y de esta. manera, individuos generalmente inofensivos, reunidos en manada, pueden dejarse arrastrar por actos de verdadera atrocidad. Ahora bien: cuan- to hemos dicho de estas explosiones pasajeras, se aplica igualmente a esos movimientos de opinién, mas duraderos, que se produicen sin cesar a nuestro arededor, ya en el conjunto de la sociedad, ya en cfrculos més limitados, teferidos a materias religiosas, politicas, literarias, artfsticas, etc. De otra parte, para confirmar con una experiencia caracteristica esta definicién del hecho social, basta observar cémo son educados los nifios. Cuando se miran los hechos tales como son y como siempre han sido, salta #108 ojos que toda edueacién consiste en un esfuerzo continuo para imponer ‘los nifios maneras de ver, de sentir y de obrar, a las cuales no habrian llege- do espontdneamente. Desde los primeros momentos de su vida les obligamos | @ comer, a beber, a dormir con regularidad, a la limpieza, al sosiego, a la obe- | dlencia; mas tarde les forzamos para que tengan en cuenta a los demés, para i | (®) Esto no significa que tods coaccién see moral. Volveremos a tratar de esta cuestién mis adelante, uw que respeten sus usos, conveniencias; les coaccionamos para que trabajen, etc., etc, Si con el tiempo dejan de sentir esta coaccién, es que poco a poco origina hébitos y tendencias intemas que la hacen inttil, pero que s6lo la reemplazan porque derivan de ella. Es verdad que, segtin Spencer, una educa- cién racional deberfa reprobar tales procedimientos y dejar en completa libertad al nifio; pero como esta teorfa pedagégica no fue practicada por ningtin pueblo conocido, sélo constituye un desiderdtum personal, no un hecho que pueda oponerse a los hechos precedentes. Lo que hace a estos ‘iltimos particularmente instructivos, es el hecho de tener la educacién pre- cisamente por objeto el constituir al ser social; en ella se puede ver, como en resumen, la manera como en la historia se constituy6 este ser. Esta presién de todos los momentos que sufre el nifio es la presién misma del medio social que tiende a modelarlo a su imagen, y del cual los padres y los maestros no son sino los representantes y los intermediarios. No es su generalidad lo que puede servimos para caracterizar los fenéme- nos sociales, Un pensamiento que se encuentre en todas las conciencias par- ticulares, un movimiento que repitan todos los individuos, no son, por esto, hechos sociales. Si para definirlos se contenta el socilogo con este cardcter, es que, equivocadamente, los confunde con lo que podrfamos lamar sus, encernaciones individuales. Lo que los constituye son las creencias, las tendencias, las précticas del grupo tomado colectivamente; en cuanto a las, formas que revisten los estados colectivos al refractarse en los individuos, son cosas de otra indole. Lo que demuestra categéricamente esta dualidad de naturaleza es que estos dos érdenes de hechos se presentan muchas veces disociados. En efecto, algunas de estas maneras de obrar y de pensar adquie- ten, por su repeticién, una especie de consistencia que, por decirlo asf, los precipita y los afsla de los hechos particulares que los reflejan. De esta mane- ra afectan un cuerpo y una forma sensible que les es propio, y constituyen una realidad sui géneris muy distinta de los hechos individuales que las manffiestan. El hdbito colectivo no existe sélo en estado de inmanencia en Jos actos sucesivos que determina, sino que, por un privilegio sin par en el reino biolégico, se expresa de una vez para siempre en una formula que se repite de boca en’ boca, se trasmite por la educacién y hasta se fija por escrito, Tal es el origen de las reglas jurfdices, morales, de los aforismos y dichos populares, de los artfculos de fe, en donde las sectas religiosas y polfticas condensan sus creencias, de los cédigos del gusto que erigen las, escuelas literarias, etc, Ninguna de ellas se encuentra por completo en las aplicaciones que hacen las particulares, pues hasta pueden existir sin ser actualmente eplicadas, ‘Sin duda, esta disociacién no se presenta slempre con la misma claridad. Pero basta con que exista de una manera indiscutible en los importantes y mumerosos casos que acabamos de recordar, para demostrar que el hecho social es distinto de sus repercusiones individusles. Ademés, aun cuando no se presente inmediatamente a la observacién, puédese ésta realizar mediante ciertos artificios de método; hasta es necesario proceder a esta operaci6n si se quiere separar el hecho social de toda mescolanza, para observarlo en estado 18 de pureza. Y de esta manera, existen ciertas corrientes de opinién que hos ‘empujan con una desigual intensidad, segtin los tiempos y los pafses, una, por ‘@jemplo, hacia el matrimonio, otra, al suicidio o a una natalidad més o menos fuerte. Y todo esto son evidentemente hechos sociales. A la primera impre- ‘én parecen inseparables de las formas que adquieren en los casos particula- tes; g6to 1a estadistica nos proporciona medios para aislarlgs. En efecto; no in’ Ecactitud estén expresados por el tanto por ciento de nacimientos, de matrimonios, de suicidios, es decir, por el ntimero que se obtiene dividiendo @1 total medio anual de los matrimonios, de los nacimientos, de las muertes Yoluntarias por los hombres en edad de casarse, de procrear, de suicidarse (10). ¥ esto porque como cada una de estas cifras comprende todos los casos particulares indistintamente, las circunstancias individuales que pueden tener dlerta influencia en I produccién del fenémeno, se neutralizan mutuamente } por consiguiente, no contribuyen a su determinacién. Expresan un deter- ado estado del alma colectiva. He aqui lo que son los fenémenos sociales una vez que se los ha desemba- jo de todo elemento extrafio. En cuanto a sus manifestaciones privadas, demos afirmar que tienen algo de social, pues reproducen en parte un lo colectivo; para cada una de ellas depende también, y en mucho, de constitucién orgénico-psfquica del individuo, de las circunstancias particu- a que esté sometido, Estas manifestaciones no son, pues, fenémenos spiamente sociolégicos. Pertenecen a la vez a dos reinos, se las podria Ile- socio-ps{quicas. Interesan al sociélogo, sin constituir la materia inmedia- de la sociologfa, Dentro del organismo se encuentran también fenémenos naturaleza mixta que estudian las clencias mixtas, como. la qu{mica légica. Pero, se diré, un fenémeno s6lo puede ser colectivo siempre que sea co- 'i todos los’ miembros de la sociedad,so, por lo menos ala mayorfa de fos, y, por consiguiente, si es genérfl. Sin dda, pero si es general, se debe a ‘e colectivo (es decir, mds 0 menos obligatorio), bien lejos de ser colecti- 0 porque es general. Es un estado del grupo que se repite en los individuos [porque se les impone. Existe en cada parte porque esté en el todo, lejos de ue esté en el todo porque esté en las partes. Esto es especialmente evidente ‘de esas creencias y de esas practicas que las generaciones anteriores nos trans- Iaitleron completamente formadas; las recibimos y las adoptamos, porque | Mando a la vez una obra colectiva y una obra secular, estén investidas de una Witoridad particular que la educacién nos ensefié a reconocer y a respetar. Ahora bien; hay que notar que la inmensa mayorfa de los fenémenos sociales fhos Ilegan por este camino. Aun cuando el hecho social sea debido en parte a fuestra colaboracién directa, no por esto cambia de naturaleza. Un sent: miento colectivo que se manifiesta en una asamblea, no expresa solamente Jo qué habfa de comtin entre todos los sentimientos individuales, sino que representa algo completamente distinto, como ya hemos demostrado, Es una fetultante de la vida comtin, un producto de las acciones y reacciones que se (10) No se suicida en todas las edades, ni en todas las edades con Ia misma intensidad. 19 desarrollaban entre las conciencias individuales; si resuena en cada una de ellas, es en virtud de la energfa especial que debe precisamente a su origen colectivo. Si todos los corazones vibran al unisono, no es a consecuencia de ‘una concordancia espontdnea y preestablecida, sino porque una misma fuer- za los mueve en el mismo sentido. Cada uno es arrastrado por todos. Llegamos, pues, a representarnos de una manera precisa el dominio de la sociologfa. Este dominio comprende solamente un grupo determinado de fenémenos. Un hecho social se reconoce en el poder de coercién externa que elerce 0 es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de este poder se reconoce @ su vez, ya por la existencia de alguna sancién determina- ds, ya por la resistencia que el hecho opone a toda empresa individual que tienda a hacetla violenta. Sin embargo, también se le puede definir por la difusién que presenta dentro del grupo, con tal que, teniendo en cuenta las precedentes observaciones, se tenga cuidado de sfdir, como segunda y esencial caracteristica, que exista con independencia de las formas individua- Jes que toman al difundirse. En algunos casos, este iiltimo criterio hasta es de una aplicacién més sencilla que el anterior. En efecto; In coaccién es fécil de comprobar cuando se traduce al exterior por alguna reacci6n directa de Ja sociedad, como sucede, por ejemplo, con el derecho, con la moral, con las cteencias, con los usos y hasta con las ‘modas. Pero cuando esta coaccién es. indirecta, como, por ejemplo, la que ejerce una organizacién econémica, no se percibe siempre con la necesaria claridad. La generalidad, combinada con Ja objetividad, pueden entonces ser més ficiles de establecer.-De otra parte, esta segunda definicién no es mas que la primera bajo una forma distinta; pues si una manera de obrar, que tiene vida fuera de las conciencias indivi- duales se generaliza, s6lo puede hacerlo imponiéndose (11). Sin embargo, se nos podrfa preguntar si es completa esta definicién. En efecto; los hechos que nos han servido de base son todos maneras de hacer; son de orden fisiolégico. Ahora bien, existen también maneras de ser colec- (41)Por lo dicho se comprende Ia distancia que media entre esta definicién del hecho #0- cial y aquella otra que sirve de base al ingenioso sistema de Tarde. En primer lugar, debemos declarar que nuestras investigaciones,no nos hicleron descubrir, en ninguna arte, aquella influencia preponderante que Tarde atribuye a le imitacién, en la géne- tis de los hechos-colectivos. Ademés, de la definicién precedente —que no es una teorfa sino un simple resumen do los datos inmediator de la observacién—, parece resultar que la imitacién no s6lo no se expresa siempre, sino que no expresa nunes lo cesencial y caracteriatico que tiene el hecho social. Sin duda, todo hecho social ex Imitado, y como acabamos de ver, tiene una tendencla a generalizarse; pero esto e& Porque ot toelal, or decir, obligatorio. Su fuerza de oxpansién no ot la causa, sino Ia consecuencia de su carfcter sociolégico. Si los hechos sociales fueran los Gnicos en producir esta consecuencla, le imitacién podria servir, al no para explicarlos, por lo ‘menos pari definirlos, Pero un estado individual que se repite no deja por esto de ser individual. Ademés habria necesidad de aclarar si la palabra imitaci6n et la més conveniente para designar una propagecién debida a uns influencia coereitiva. Bajo festa Gnica expresién se confunden fenémencs muy diferentes, que serfa preciso istinguir. 10 puede desinteresarse de lo que concieme al sustracto de la vida colec- Y ‘sin embargo, el ntimero y naturaleza de las partes elementales de que gat compuesta 1a sociedad, la manera de estar dispuestas, el grado de coales- ‘genola que alcanzaron, la distribucién de la poblacién por el temritorio, el mero y naturaleza de las vias de comunicacién, la forma de las habitacio- etc., no parecen, al primer examen, poder reducirse a maneras de obrar, ‘0 de penser, Pero estos diversos fenémenos presentan, desde luego, la misma carac- "A que nos sirvié para definir a los demés. Estas maneras de ser se im- al individuo de la misma suerte que las maneras de hacer de que habl: En efecto, cuando se quiere conocer cémo una sociedad est dividida floamente, cémo estén combinadas estas divisiones, la fusion més o me- completa que existe entre ellas, no se puede obtener ningtin resultado te una inspeccién material o por inspecciones geogrificas; y esto por- ‘aquellas divisiones son morales, aun cuando tengan cierta base en la na- a fisica. Esta organizacién solamente puede estudiarse con el auxilio derecho piblico, pues es este derecho el que la determina, de la misma que determina nuestras relaciones domésticas y cfvicas. Ella es, pues, inte obligetoria, Si la poblacién se aglomera en nuestras ciudades en de distribuirse por el campo, es sefial de que existe una corriente de in, un impulso colectivo, que impone a los individuos esta concentra- . La libertad que tenemos’ para clegir nuestros vestidos, no es superior a ‘qe tenemos para escoger la forma de nuestras casas; tan obligatoria es una como la otra, Las vias de comunicacién determinan de una manera im- el sentido de las migraciones interiores y de los cambios, y hasta la de estos cambios y migraciones, etc. ete. Por consiguiente, ala de los fenémenos que hemos enumerado, como presentando el signo tivo del hecho social, cuando mucho podriamos afiadir otra categoria; como esta enumeracién no podria ser rigurosemente exhaustiva, la no serd indispensable, Y ni siquiera serfa stil, pues estas maneras de ser no son més que maneras hacer consolidadas, La estructura de una sociedad no es mds que la mane- 1% o6m0 los distintos sectores que la componen han tomado la costumbre de Yivir entre sf. Si sus relaciones son tradicionalmente estrechas, los sectores landen a confundirse; en el caso contrario, a distinguirse. El tipo de habita- que se nos impone, no es sino el resultado de cémo se han acostumbra- do a construir las casas, quiénes viven a nuestro alrededor, y, en parte, las jones anteriores. Las vias de comunicacién no son mas que el cauce Que se he abierto a sf misma —al marchar en el mismo sentido— la corriente Yegular de los cambios y de las migraciones, etc, Sin duda, si los fenémenos de orden morfoldgico fueran los tinicos que presentasen esta fijeza, se podri ereer que constituyen una especie aparte. Pero una regla jurfdica es una jon tan snte como un tipo de arquitectura, y, sin embargo, hhecho fisioldgico. Una simple méxima morales, a buen seguro, més ero presenta formes més rfgidas que una sencilla costumbre a1 = es decir hechos sociales de orden anatémico o morfoldgico. La sociolo- a profesional o que una moda. Existe, pues, toda una gama de matices que, sin solucién de continuidad, enlaza los hechos de estructura més caracteriza- da con estas corrientes libres de la vida social que todavia no se moldearon definitivamente. Entre ellos no existen més que diferencias en el grado de consolidacién que presentan. Unos y otras no son otra cosa que la vida mas ‘© menos cristalizada. Sin duda, puede haber algtin interés en reservar el nombre de morfolégicos a los hechos sociales que se refieran al sustracto social, pero en este caso no se ha de perder de vista que son de la misma na- turaleza que los demés. Nuestra definicién entonces comprenderé todo lo definido, si decimos: Hecho social es toda manera de hacer, flada 0 noy susceptible de ejercer sobre el individuo una coaccién exterior; o bien: ‘Que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una extstencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales (12). (1) Este cetrecho parentesco entre la vide y la eitmictura, del Greano y de le funcién, ptede establecerse ficilmente en la sociologfa, porque entre estos dos términos extre- nos, existe toda tna serie de intermediarios inmediatamente observables que mues- tran au lazo de unin, La biologfa no posee este recurso, Pero tenemos derechos para ‘creer que las indueciones sobre este punto de la primera de estas ciencias, non aplice: bles a la otra, y que tanto en los organismos como en las sociedades, sélo existen centre estos dot Srdenes de hecho, diferencias de grado. 22

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