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i {| "i Pekar ha La causalidad psiquica | 7 cle Rene an ' 8 André Green ae: | g H Ry ab Sal | fea | © it 2 a 3 aaa i | | | | 1 1 | ji Ren ene en omen ety eee ee Neer est Cn Ro Rowe on miner enact ead causalidad psiquica. Entre naturaleza y cul- tura, donde el autor despliega, a lo largo de los tres grandes eapitulos en que se divide el tex- Poet erue etme Serenata eee tee cca er en ea Ferree Cera ctor on mayor parte de los puntos tedricos y clinicos POOR CeO SC Sn Peter Rene RO kl Pree etek Recon canis ee Oe eee oes POOR Cres eC sate EC aun oa nétiea, como también de lo que sera el equipa- Peer ent bce cca ‘Nada de esto se les pasa por alto a los lecto- res de A, Green, autor de quien podria decirse que hace'de la cliniea, ese «estar al pie del le- cho del enfermo» de la tradicion hipocratica, y de la pulsién (acechante, acechadora, pero tam- owen Rae tc Re ncca Pree gece eM ae Perot ober Si ya en 1995 el autor alertaba sobre el ries- Peau csc meee eco rctrerers teeter ar tet Poe emer rca masts Peete ee nectar ka Peete a ene me Peete eee oe Soren mad Pentre teeter Cuong ga el inconsciente, hoy mas que nunca, cuan- Ste er he eee ne Pett O ieee Cha nce area Peete ert oka ee es ee eee ee eee ect eet obeoee Ue koe Or rhea tae areas Bl Tista no aparte su mirada de la enfermedad Cer nay : (Viene de Ia primera solapa.) See Oe a SCS eos oe ron OR aS Peston ea nese eerste Ja locura. Vienen luego la cultura y sus inc eee et RCo eee cual «Guerra y destructividad> es un recorri- do, basado en Freud y su preocupacién por esta, de las respectivas posiciones e interpre- pee tes ctr a een ent Pei eons ake meen Psretenter ce em nung ene Settee Our ema dioses, los dioses en el origen y lo que Green Teeevrerten etter os ee eon te oma i eeu een St ee eee Pee eee ROBT en nee neta cién en la ribera del Atica. Como corolario, tras invitar al lector a pro- Pee ee psicoandlisis viviente, «ese que se escribe hoy, ee OR ace eee Pec mete Chom CnC a Pee eC Uno reese eerste ea ue) Bion, Winnicott, Artaud, Freud, Shakespea- Pee Cote ee cen enced ANDRE GREEN es ex presidente de la Sociedad PSU eee R Rae Co Ja Asociacién Psicoanalitica Internacional. Fue peeme eeeaerCe Cute Renta oe Srnec ets ae Cn ed oer Me oe Tey to Sus principales obras, entre las que podemos Pars Cre a ee a Pe eee ott Resa tivo, Bl lenguaje en el psicoandlisis, Las cade- nas de Eros y La diacronia en psicoandlisis, PURO Oe CR nce eu LL Reem ree CREM te wore Pee RAC Perce eco Obras de André Green en esta biblioteca Nareisismo de vida, narcisismo de muerte -Pulsién de muerte, narcisismo negativo, funeién desobjetalizanter, en La pulsién de muerte De locuras privadas “Desconocimiento del inconciente (ciencia y psicoandlisis)», en El inconciente y la ciencia La nueva clinica psicoanalitiea y la teorfa de Freud. Aspectos fandamentales de la locura privada lengua en el psicoandtisis Bi trabajo de lo negative [Las cadenas de Eros, Actualidad de lo sexual Bl tiempo fragmentado La diacronia en psicoandlisis Esta version ha sido traducida de Ia edicién francesa La causalité psyehique, Odile Jacob, 1995, con la conformidad de André Green, versién revisada y aumentada de la edicién original italiana Liauvenire della psicoanalisi e la causalita Psichica, Laterza, Roma-Bari, 1995. La causalidad psiquica Entre naturaleza yeultura & André Green. g Ve OR oN Z Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid Csofapas) OE! npr Lng [Bibliotecs de psiologia y psicanlisis Directoes: Jorge Colapinto y David Maldavsky Lavvenire dela psizoanalisi ela causalitapsichica, André Green © Gius, Laterza & Figi Spa, Roma-Bari, 1995 ‘Traduccion, Laura Lambert La reproduccin totallopareial de este libro en forma iéntiea o modiicada por cualquier medio mecinio,electrénico 0 informatie, incluyendo foto- ‘Copia, grabacin, digitalizacion o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacién de informacién, no autorizada por los editores, viola dere thos reservados. (© Taos ls derechot de Ia edicin en castellano reservados por Amorrorty editores S.A, Paraguay 1225, 7 piso (1057) Buenos Aires ‘weewamorvartueditores om ‘Amorrortu editores Espafa SL. (iSan Andrés, 28 28004 Madrid Queda hecho el depssito que proviene la ley n° 1.728 Industria argentina, Made in Argentina ISBN 950-515-1108, ISBN 88-420-4730-9, Roma-Bar,edicén original FIOBAZR Green, André ‘La causalided psiquies entre naturalezay eultura/ André Groen, Tred. - Buenos Aires : Amorrortu, 2006. 1204p. 29x14 em. (Biblioteca de Psicologia y Psieoans por Jorge Colapinto y David Maldavsky) ‘Traducido por: Laura Lambert ISBN 950-518-1108 1. Psicoandlisis. 1. Lambert, Laura, trad. 1. Ttulo ep 150.195 sis dvigida Impreso en los Talleres Graficos Color Bfe, Paso 192, Avellaneda, pro- vineia de Buenos Aire, on julio de 2005. ‘Tirada de esta ediién: 2.000 ejernplare. Indice general 104 108 us 121 125 136 Prefacio 1. La interpretacién natural del psiquismo De la tooria de la evolucién al darwinismo neural Antropoides y dntropos La memoria y el sistema «psi» Coneiencia. Inconsciente. Sueio Hormonas y afectos La cognicién: ciencias y tecnologia Por un naturalismo abierto Elogio de la clinica 2, La interpretacién cultural del psiquismo Realidad externa y realidad humana La causalidad socioantropolégica y la causalidad psiquica Punto de partida: el presente La civilizacion cuestionada Guerra y destructividad: la funcién desobjetalizante Preeariedad de la civilizacién: una vision retrospectiva El pensamiento estructuralista La estructura antes del estructuralismo El estructuralisino antropoldgico Antropologta estructural y psicoandlisis posfreudiano Acerca de Lévi-Strauss Categorias sociolégicas, categorias psicolégicas y niveles seménticos Las criticas internas « la antropologia 164 im 178 181 185 191 193 198 201 206 210 217 El Edipo por et lado del parricidio Més allé del estructuralismo Paréntesis: el retorno de la naturaleza La conviccién estructural El psicoandlisis entre la espada y la pared Pueblos y lenguas En el origen, Jos dioses Destino de lo religioso La arquipoesfa mitica La maraia de historias Observaciones para proseguir 8. Actual conferencia de introduccién al psicoanalisis Los fundamentos de una pretensién ‘Nuestra relacién con Freud ‘Consecuencias de un recentramiento: la reduecién GHay que guardar el aparato en el armario? Especulacion sobre las pulsiones El yo y el objeto Psique Lonegativo Lo cultural y el orden de los signos Especificidad de la causalidad psiquica De algunas herramientas te6ricas posfreudianas Apertura a la clinica Verdad historica y realidad psiquica De la representacién: especificidad de la concepeién psicoanalitica Conelusién Referencias Desde mis aios de formacién psiquitrica en el hospital Sainte-Anne, de Paris, me confronté con cuestiones que por entonces se llamaban organogénesis, sociogénesis ¥ psico- genesis de las enfermedades mentales. Todas ellas alimen- taron durante siglos los debates psiquisttricos, de los que participé yo mismo en mi época. Mas tarde, en mi recorrido de psicoanalista encontré en forma menos directa las mis- mas probleméticas, tal como la obra de Freud lo demuestra con total legitimidad. Los recientes progresos de la ciencia en el campo de la biologia, los logros del conocimiento, asi como el movimiento contempordneo de las ideas en las disci- plinas socioantropolégicas, me fueron Ilevando a examinar la discusién que todos ellos abrian con relacién al psicoané- lisis actual. En 4992, cuando la Fundacion Sigma-Tau me invité a pronunciar en Roma las Lezioni Italiane, tuve oportunidad de abordar los problemas relativos a la causalidad psiquica cn su doble dependencia de la causalidad natural y de la causalidad cultural. Desarrollé el contenido de las citadas conferencias en una obra titulada: «L’avvenire della psico- aanalisi e la causalita psichica», publicada en ediciones La- terza de Roma. ‘Agradezco a Lorena Preta y a Claudio Cavazza el céli- do apoyo que me brindaron a lo largo de esta apasionante aventura intelectual. La presente edicion ha sido corregida y aumentada. Vaya asimismo mi gratitud a Christelle Becant por su colaboracién en la realizacién del manuscrito. Prefacio «La gente sencillamente no quiere ser esclarecida. Por es0 no entiende ahora las cosas mas simples. Si algtin dia quiere ser esclarecida, entenderd las cosas més complicadass. Carta a C. G. Jung, Roma, 19 de septiembre de 1907 Hace justo cien aos, Breuer y Freud publicaban su Co- ‘municacién Preliminar, Sobre el mecanismo psiquice de fe- némenos histéricos», preludio a los Estudios sobre la histe- ria, Recordemos que las ideas de Freud, quien luego segui- ria camino solo, encontraron una fuerte oposicin en los circulos médicos y cientificos. No sé si alguna vez existié un periodo en el cual el psicoandlisis, aun pareciendo estar en expansién, se desarrollé sin despertar criticas virulentas. En cambio, bien sé, por haber sido testigo de ello durante cincuenta aos, que no se cejé en predecir su muerte cerca- nna, ya sea en nombre de ideologias en boga o de logros cien- tificos recientes que, esta vez sin la menor duda, le asesta- rian un golpe mortal. Uno tras otro, esos pronésticos fatales —que quizéi debe- ria Hamar anhelos de muerte— tuvieron amplia difusién. Bajo el estalinismo, las ideas de Pavlov sobre el condiciona- tmiento no tardarfan en dar por tierra con un analisis al que se identificaba con el capitalismo norteamericano, Mas ade- lante, el descubrimiento de los psicotrépicos gracias a qui- ioterapias dotadas de poderes précticamente ilimitados, ‘asf como al uso eon fines terapéuticos de psicodislépticos ‘sobre todo el LSD) que supuestamente favorecerian un surgimiento acelerado del inconsciente, habrian de volver superflua y obsoleta la cura psicoanalitica. Tiempo después, lw antipsiquiatria —que tomaba la posta de los movimien- n tos de psiquiatria institucional, en parte inspirados en el ‘enfoque psicoanalitico— se encargé de obligar a los analis- tas a abandonar sus mullidos sillones para bajar a la arena de los centros especializadas y acompanar a los psicéticos en eleurso de sus «viajes, ofreciéndoles los recursos de un psi- coandlisis mas apropiado, mas existencial, més cercano a Sartre. Frente a la ebullicion intelectual del estructuralis. mo en la década de 1960, una nueva concepeién del incons- ciente, mAs cuidadosa de la formalizacién y liberada de sus contenidos discutibles, tuvo por ambicién suplantar a la de Freud. Con mayo del 68 llegé el Antiedipo, cuyos flujos se proponian diluir la hegemonia del significante (Lacan), con- sagrando asi el retorno de Reich, que al fin tomaba revan- cha de Freud. A partir de ese momento surgieron en profi- sign las teorias sistémicas y las nuevas terapias: Gestalt, grito primal, encuentros grupales intensivos, haptonomfa, ete. Enseguida Ilegé el ecosistema, que apuntaba a ampliar las perspectivas demasiado humanas del psicoandlisis. Fi- nalmente, la filosofia légico-positivista, celebrada en los paf- ses anglosajones y descuidada por quienes habian manifes- tado excesivo interés en el pensamiento psicoanalitico, hizo una entrada tarda en escena —més vale tarde que nunca— decidida a conquistar su lugar en detrimento de aquel. Vol- vian a mencionarse las reservas de un Wittgenstein que, por asi decir, encontraba todo demasiado lindo para ser cier- toy digno de los mitos mas seductores, En la misma linea, se recordaban las objeciones expresadas por Popper en nombre de la logica del descubrimiento cientifico, consisten- tes en declarar al psicoandlisis, insusceptible de falsacién y carente, pues, de todo criterio de verdad. Pero posterior- mente, se llegé a afirmar, al contrario, que la falsacién le concernia absolutamente y que resultaba falso en muchos de sus puntos. A partir de ahi el psicoandlisis deberia ren- dirle cuentas a la ciencia, sin lo cual perderia todo derechoa ser tomado en consideracién.1 Grandes voces intelectuales ‘y otras menos conocidas? se unieron una y otra vez al con- 2 Vease André Green, «Méconnaissance de Vinoonscients, en Lincons ant ef fa science, Dorey, ed. Pars: Dunod, 191. (-Desconocimiento del {nconciente(cioncia y peicoanaliss), en R. Dorey, ed, Hl inconciente y la iencia, Buenos Aires: Amorrortu, 1983.) Citamos, entremezclados, a D. Andler, G. Bateson, JP. Changeux, N. Chomsky, J. Delay, G. Deleuze, H. By, M. Foucault, A. Granbaum, 2 cierto de los profetas de la muerte de Freud, quien aun asi no cesa de renacer de sus cenizas, demostrando, como es ha- bitual, que el gran rigor cientifico invocado por sus detracto- res no los dispensa de cometer imprudencias a la hora de pronunciarse con una liviandad més ligada a una aversion, de origen afectivo que a la raz6n, pidiendo ser creidos a pies juntillas pese a ignorar aquello de lo cual se atreven a ha- blar. Criticas igualmente perentorias apoyadas en conoci- mientos superficiales brotaron por todos lados: de parte de esos sabios que Althusser llamaba sfil6sofos espontaneos», de epistemologos, de representantes de las ciencias duras ode las ciencias humanas. Por supuesto, las recusaciones mas radiealizadas vinieron de los bidlogos, sobre todo los, «neuro». Hoy, la polémiea —digamos, pese a todo, el deba- te— prosigue, y aparecen nuevos socios que le dan un giro distinto a los cuestionamientos criticos lanzados contra el psicoandlisis. Se los puede reagrupar en dos titulos principales. El pri- ‘mero corresponde al orden de las ciencias naturales, den- tro de las cuales figuran en un lugar destacado las neuro- jencias, fortalecidas por sus recientes conquistas. Estas se vinculan la mayoria de las veces con la biologfa molecular y dependen por lo tanto del movimiento de ideas nacidas en la biologia general. Aparte de la neurobiologia, otras discipli- nas biol6gicas contribuyen a la discusién. Junto con las neu- rociencias debe considerarse a las jovenes ciencias cogniti- vas, La nueva teorizacién del psiquismo se construye segun diversos puntos de vista: los datos sobre el cerebro y la inte- ligencia artificial, surgidos de investigaciones basadas en la ‘computadora, que remiten a la teorfa de la informacion, y ‘1 cognitivismo. De ese encuentro que tiende a la «naturali- zacidn del pensamiento» se desprende una filosofia. Ahora bien, a grandes rasgos, estos diferentes enfoques dan prue- va de una reserva desconfiada, y a veces francamente suspi- M. Henry, A. Hobson, F. Jacob, M. Jouvel, J. Monod, C. Lévi-Strauss, 4 Rule, J-P Saree, J-P. Vernant, P. Wazlawick y otros "La portada de Time del 29 de noviembre de 1983 (n° 23, ol 142)exhibe lun rettato donde Freud aparece abatido, con aspecto de enciano asilado, ins trozos del rompeesberas correspondientes al crénco se dispersan al viento, como sila abra freudiana fuera wictima de uaa suerte de Alzheimer histdrice de evoluein fatal a corto plazo. Sobre el retrato, figura este titi lovels Freud dead? 13 caz, hacia el psicoandlisis, reserva que en el mejor de los ca- 0s llega a sacarlo del listado de las disciptinas dignas de in- terés y, en el peor, a condenarlo sin apelacién. No me parece posibie que el psicoanailisis adopte una actitud simétrica de ignorancia o de rechazo a priori con relacién a tal oposicién. No se podria imitar aquello que se reprueba. Para muchos psicoanalistas, la disciplina que practican no pertenece a la cia. Sin embargo, el respeto que ella inspira —aun si en cl capitulo de la exploracién del psiquismo hay mucho que decir sobre la denominacién de ciencia— obliga a comentar sus procedimientos, sus resultados y sus conclusiones. Si bien, a diferencia de Freud, ya no estamos tan seguros de que el psicoanélisis pertenezea a la ciencia, ello se debe, co- mo traté de demostrar, no a que se sitde «por encima» de ella, sino a que serfa deseable que la ciencia revisara sus fundamentos epistemol6gieos acerea del psiquismo, inade- cuados, en buena medida, para estudiarlo en su especifi- cidad.* El segundo tipo de criticas atafe al orden de la cultura, En efecto, una impugnacién para nada desdefiable y que, a diferencia de la anterior, puede invocar una tradicién relati vamente antigua acerca del psicoandlisis, es la que emana de Ia antropologia. La pretensién del primero de aleanzar un saber universal a través de coneeptos tales eomo el com- plejo de Edipo, encuentra muchos obstculos, sobre todo por Ja postura mental que impera actualmente entre los antro- pélogos. No todos son relativistas, pero sélo unos pocos afir- man ser universalistas. Las tesis psicoanaliticas se confron- tan con los eventuales «universales» postulados en antropo- Jogia. Jean Pouillon sostuvo un dia que el hombre era un «social polimorfor, ala manera del nifio calificado por Freud de «perverso polimorfo>, En Francia, la discusicn se situé basicamente en torno de las concepciones de C. Lé Strauss, las cuales, como sabemos, influyeron en Lacan. ‘Los tedricos de la cultura tienen serias cuestiones que plan- tearles a los psicoanalistas, si es que alguna vez se prestan a hacerlo. Porque, en la mayoria de los casos, los primeros ‘igmoran los trabajos de los segundos. Recientes excepciones, centre las cuales revistan antropélogos de la talla de M. Go- delier, B. Juillerat y F. Héritier, reactivan discusiones que *Véase A. Green, -Méconnsissance de 'inanscient.-Desconocimiento el inconcintes, art, it) 4 habfan quedado en punto muerto luego de que abortaran al- unos antiguos intentos. Es dificil, en efecto, deducir y establecer datos generales transculturales en el plano del significado, por lo impactan- te que resulta ser en cambio la variabilidad de los conteni- «los —o del modo en que se los procesa— en las diversas so- ciedades conocidas. Por su parte, y hoy mas que nunea, la historia debe tener en cuenta los periplos de las diferentes civilizaciones, el ritmo en que evolucionan y el juego varia- ble de los factores determinantes seguin las areas geografi- cas y los diversos periodos transitados. Es curioso que sea por el lado del saber fragmentario e incierto de la prehisto- ria donde los psicoanalistas encuentran interlocutores inte- resados. Lo importante es reconocer que, tanto en el sector de las ciencias humanas como en el de las naturales, una ‘bundante cosecha de fendmenos y de concepeiones despier- ta numerosos interrogantes que la tradicién psicoanalitiea yanno puede seguir desconociendo por mas tiempo. Mientras que el conocimiento del cerebro esta en pafales a la fecha de la muerte de Freud, las disciplinas socioantropolégicas, jentan ya un importante desarrollo que retiene su sn antes de que efectiie su memorable incursién en el terreno antropolégico, en 1913, con Totem y tabu. Bxiste un importante contencioso entre el psicoanlisis y estas disci- plinas que no sélo no ests agotado, sino que se mantiene inuy vivo, aun cuando se subraye el cardcter discutible del razonamiento freudiano. Este doble cuestionamiento, que abarea tanto el enfoque natural como el cultural, concierne al psicoandlisis no slo ‘como una nueva molienda del nature-nurture problem. El custado radical de los argumentos que se elevan contra la vvalidez del psicoandlisis pone en cuestién su existencia mis- ima y obliga a pensar en su porvenir. Porque siempre puede practicarse la politica del avestruz y conformarse con el po- co efecto que surten esas criticas que no parecen alterar se- riamente la existencia de los psicoanalistas; pero seria un rave error atenerse a ella, pues si los argumentos sosteni- ‘los tienen suficiente validez, cabe temer que, al final, reper- en el porvenir del psicoandlisis.® Me parecis que de- 16 bia abordar esta problemética dedicandome a demostrar que existe una causalidad psiquica especifica que no se pue- de reducir ni a la eausalidad presente en las ciencias natu- rales, nia aquella otra que pudiera desprenderse de las ciencias humanas socioantropolégicas. Por mi parte, estoy convencido de que el psiquismo hu- mano est bajo influencia de un doble determinismo, natu- ral y cultural. ¥ que emerge, como creacin original, en su especificidad (irrecusable) y su autonomia (relativa). Estos dos campos de exploracién deberian enriquecer nuestra reflexién sobre la causalidad psiquica y no sustituirse a ella, ‘Naturaleza y cultura siguen siendo los parémetros de tina elaboracién cuyos desafios son capitales para todo aquel que quiera sentar en forma rigurosa las bases del estudio del psiquismo. No habré de asombrarnos entonces encon- ‘rar aqui a ese viejo matrimonio del que tanto se ech6 mano en la década de 1960, el formado por estructura e historia y ‘que, segtin creo, no ha perdido nada de su actualidad. Estos interrogantes que atin no han recibido respuestas satisfac- torias deberian ser examinados siguiendo un nuevo paré- metro cuyo alcance general todavia no fue percibido. Me re- fiero al punto de vista clinico. Ya no habria que considerarlo segtin los limites de su cualidad médica y terapéutica, sino como fuente de un cuestionamiento fundamental. {El hom- bre no es acaso el animal enfermo? Para dejar bien marcada Ja originalidad del campo del que se ocupa el psicoandl la dltima parte de esta obra consistiré en una actual «nueva conferencia de introduccién al psicoandlisis», sesenta aiios después de aquellas que nos llegaron por mano de Freud. Esta abrira la posibilidad de actualizar ciertas problem ticas internas a la disciplina que también sufrieron las eriti- cas de diversos movimientos psicoanaliticos y que han sido fuente de apuestas fundamentales. Al menos tendra el mé- tito de hacer aparecer en el campo que les es propio, con to- das sus complicaciones y oscuridades, algunas de las cues- tiones con que se enfrenta el psicoanalisis actual. Aexivo, eoere un peligro ain mas grande: el de ser asimilado esas profe- siones que resistieron a todas as épocas por formar parte de un sistema de ereencias donde se asientan oicios cuyoespectro se extiende dosde la as trologia hasta el ocultisme. 16 1. La interpretacién natural del psiquismo Bs la impronta de sus afios de aprendizaje lo que expli- ct la fidelidad a las ciencias naturales mostrada por Freud ‘vlo largo de su vida, puesto que enlazé con ellas sus propios «lescubrimientos sobre la naturaleza de lo psiquico? Hasta «1 final, en sus escritos terminales, seguiré afirmando que |i psicologia es una rama de dichas ciencias.! ;Cuarenta unos alejado de cualquier laboratorio y consagrados a la rdctica psicoanalftiea, no deberian haber dado por tierra ‘con esas pocas temporadas en las cuales se entregé a la bio- logia? Sin desconocer la influencia decisiva de las formacio- ‘nes inieidticas en cualquier persona, me inclinaria més bien por una eleccién fundamental, precozmente establecida y resistente al paso de los afios, fandada en una conviccién in- «uebrantable y, por ende, anclada en el pensamiento de Freud, mucho mas alld de su efimera actividad en el campo biolégico, La correspondencia que mantuvo de joven con su ‘amigo Silberstein lo muestra, ya al comienzo de sus estu- tlios médieos, determinado a recelar de las ideas de su maes- {ro de filosofia, Brentano (aun cuando este criticaba a Her- hhart y alababa a Comte), y fuertemente inclinado, por su ‘leccion del materialismo y como darwinista convencido, a someter la filosoffa al método de las ciencias naturales. Fi- tulmente decidiré rechazar Ia idea del doctorado en filosofia ue le habia sugerido su profesor? Mas que la influencia bosterior de los pocos aftos en que fue bidlogo, es esa convie- '-Prycholagy too tsa natural sconce. What els can it Be? Véase Sorte ‘Hlementary Lessons in Peychounalysis, The Standard Edition ofthe Co lete Peychologieal Works of Sigmund Freud, Londres: Hogarth Press, 1907, vol. XCM, pg. 28, en adelante designada camo SE. [-Algunas lee ones elementales sobre psicoanalisiss, en Obras completes, Buen Ai rye Ammorrortu editares (AB), 24 vals, 197885, vol. XXIIL * Vase’, Freud, Letires de jeunesse (15.y 27 de maran de 1875), tradue- ‘ince C. Heim, Pars: Gallimard, -Connlssance de Tineanscient, 1990 Ww ‘in adquirida a horas tempranas la que explica y esclarece la permanencia de su orientacién primera y la constancia de su opinién. Sin embargo, durante el tiempo en que fue tinica yexclusivamente psicoanalista, nunca le hizo la menor con- cesion a la biologia, conformsndose con darle el carécter de hipétesis tiltima para dar cuenta de los fenémenos sobre los que provefa explicaciones extrafdas de su propia teoriza- cién, Fiel a si mismo, nunca dejé de afirmar tampoco que esa misma biologia en la cual haba depositado una confian- za nunca desmentida, era no obstante ineapaz.de explicar la actividad psiquica, atin cuando esta tiltima sélo pudiera en- tenderse incluida entre los fendmenos que caracterizan al viviente. Por otra parte, la psicologia, que persistia en iden- tificar lo psiquico con To consciente, de ningiin modo estaba, para él mas cerea de la verdad que cualquier filosofia del pa- sado o de su propio tiempo. Es del todo necesario distinguir claramente las diversas facetas del problema, Para Freud, la referencia bioldgica es irrecusable, Pertenece al orden de la eonvievién en el plano subjetivo y se encuentra ubieada en posicién axiomatica en ¢l plano te6rico, objetivo. Entre esa referencia reivindicada y el estado del saber de la época, persiste un vacio que no permite ninguna aplicacién directa de los datos de la biolo- ia capaz de dar cuenta del funcionamiento psfquico. Pero, yese es otro aspecto, Freud funda sus esperanzas en el por- venir, Hegando incluso a pensar que un dia la ciencia hard descubrimientos que, por su aleance general, volverdn inti- tiles muchas de las hipétesis del psicoandlisis. Esto, aunque ‘nunca ponga igual esperanza en Ia psicologia, por ejemplo. Por tiltimo, llega a sostener hipétesis cuyo empalme directo con Ia biologfa (el easo de la herencia de caracteres adquiri- dos) es contrario al saber de la eitada ciencia. Pero no por eso las abandonard, convencido eomo esti de que el progre- so cientifico le daria mds tarde la razén, En suma, Freud impugna el saber biolégico actual apelando a ese mismo sa- ber para que tiempo después le dé la razén, legando hasta pensar que algiin dia teorias salidas de la biologia podrian hacer caducar muchas de las concepeiones psicoanaliticas, Hoy, la pregunta podria formularse asi: «gHemos legado al momento en que la biologia cumple la prediccién, e incluso el anhelo de Freud, de que el saber cientifico vinculado al ‘mismo campo explorado por el psicoanalisis, lograria edifi- 18 car teorfas eapaces de reemplazar en forma ventajosa a las psicoanaliticas?». Mi suposieién es que Freud siempre res- ponderia por la negativa, He aquf otra manera de confrontar el estado actual del saber biolégico con la observacién realizada por Freud en 1938, cuando se hallaba a las puertas de su iiltima obra ina- cabada, el Esquema del psicoandtlisis, segtin el cual de nues- tra vida mental s6lo conocemos dos cosas: su érgano somé~ tico y el lugar de su actividad, el cerebro o el sistema nervio- 50, y por otro lado nuestros estados de conciencia como da- tos inmediatos. Todo lo que se mantiene entre ambos sigue siéndonos desconocido. La posicién de Freud, consistente en postular la existencia de lo psfquieo inconsciente entre co- rebro y conciencia, implica entonces que, dentro de lo que no es consciente, un continente importante es de naturaleza pstquica, y que eso que es inconsciente est también en rela- «i6n eon el cerebro. En lo relativo al concepto, Freud le deja, la voz cantante a la filosofia, que trata el tema constante- mente. El buscé imaginar las relaciones cerebro-conciencia en forma novedosa. Es el clasico bdy-mind problem, que tiene tras de sf una tradicidn relevante y ha acumulado gran cantidad de argumentos intercambiados durante un debate que de ese modo se ve reactivado. As{ se eonstituyé ‘una reserva especulativa en la que se abreva regularmente y que se va enriqueciendo segiin las épocas con referencias ‘que cambian con el correr del tiempo. Las controversias hicieron enfrentar muchas veces a biélogos y religiosos, a cereyentes defensores del espiritualismo y, por sobre todo, a lésofos que adoptaron actitudes diversas. Algunos se en- cargaron de demostrar la imposibilidad de reducir el pen- samiento filos6fico a nuestro conocimiento de la naturaleza; ‘otros, més escasos, intentaron edificar un sistema filos6fi- code inspiracin naturalista apoyado en un saber muy limi- ‘do, lo que daba a sus opiniones una tonalidad que no cesa- tha de ser metafisica, a despecho de sus propésitos. En nin- uno de estos casos hubo subordinacion lisa y Hana de la, filosofia a las ciencias naturales. De hecho, el body-mind problem tiene ante siuna tarea mucho més simple cuando su funcién es ligar directamente el cerebro y Ia conciencia sin intervencién de otros aspectos del psiquismo, Con la introduceién del inconsciente irrumpen ahora tres problemas, Su descripcién enteramente hipotética no 19 permite fandarse en ningxin dato inmediato, como es el ca- so de la conciencia, y, en el mejor de los casos, s6lo puede apoyarse en indicios que lo muestran activado mediante las denominadas «formaciones del inconsciente>. Ese aspecto hipotético refuerza el eardcter azaroso de la especulacién, ‘cuando se afronta la tarea de describir las relaciones cons- ciente-ineonsciente, las relaciones cerebro-inconsciente y finalmente las relaciones cerebro-conciencia con interven- cién, a nivel del guién que los une, del inconsciente. Es que el problema se desplaza entonces del lado de Ia naturaleza de los fen6menos inconscientes en su diferencia con los fenémenos conscientes: gest su organizacién mas cerca de Ia que evidencian los procesos cerebrales? En otros térmi- nos: las hipétesis desarrolladas a partir del conocimiento del cerebro se aplican eon mayor o menor pertinencia a los fenémenos inconscientes como también a los fenémenos conscientes? Si tenemos presente que estas posiciones fue- ron expuestas por Freud en momentos en que el incons- ciente no era para él otra cosa que una cualidad psiquica (luego de la reforma que condujo a la segunda tépica del aparato psiquieo) y que, de hecho, en ese guién deben ser in- cluidos el ello, el yo inconsciente y preconsciente y la parte no conseiente del supery6, se mide el giro inabordable que toma la cuestién. En realidad, para Freud, el verdadero in- tercesor entre cerebro y psiquismo es la postulacién del ello, Qué recubren estas distinciones si consentimos en sa- carlas de su encuadre metapsicologico? El estudio del cere- bbroes propio de un enfoque positivista; en forma opuesta, el estudio de la conciencia sélo puede ser subjetivo, La cues- tign planteada por el inconseiente(o por lo que toma su rele- vo en la teoria después de 1923) no puede definirse ni obje- tiva ni subjetivamente. El objetivismo no es lo apropiado puesto que el inconsciente, por definicién, nunca se vuelve objeto de un reconocimiento subjetivo. El subjetivismo tam- ‘poco puede serle aplieado en razén de que se encuentra es- trechamente ligado a la conciencia. La especificidad episte- ‘molégica del inconsciente —o del ello, del yo inconsciente y de la parte inconsciente del superyé— debe referirse, me- diante el pensamiento, a lo que la experiencia del precons- ciente permite conocer: el pasaje de un estado no subjetivo (por cuanto no es consciente) a un estado subjetivo (por el devenir consciente del preconsciente). En suma, estamos en 20 presencia de un vinculo importante que seria el de la pre- tensién de un saber no subjetivo —que por lo tanto presenta una forma de objetividad, reforzada por el hecho de que para su puesta en evidencia subjetiva es necesaria otra ac- cién (su devenir consciente)— y que puede ser reconocido posteriormente como subjetivo, Aqui encontramos una mo- dalidad singular de las relaciones entre enfoque objetivo (el del analista fuera de la subjetividad del analizante) y su re- conocimiento subjetivo posterior por parte del analizante solo, Eso es lo que se llama stoma de conciencia», y que im- plica la existencia objetiva del fenmeno antes de que se vuelva objeto de una toma de conciencia. Pero este ejemplo clara las cosas sélo en parte, ya que el preconsciente no re- cubre sino una porcién limitada del territorio del incons- ciente En realidad, la significacién de esta tiltima topica del ‘aparato psiquico introduce entre cerebro y conciencia la re- presentacién de las pulsiones en su calidad de ancladas en lo somatico «en una forma psiquica desconocida para no- sotros» (Freud) (abt ests el verdadero guién articulador: la pulsién definida como «concepto limiter entre lo psiquico y lo somatico); la del yo, en gran parte inconsciente; y por tilti- mo, como modo de representacién totalmente distinto por “ naturaleza, la del supery6, que implica una inscripeién dle la cultura en ese nivel. Este conjunto tan heterogéneo complica singularmente la concepcién que podemos hacer- nos de las relaciones cerebro-conciencia. Y el cuestiona- miento podria formularse entonces de la siguiente manera: {Qué hay entre cerebro y conciencia cuya descripcién ha- Inria de satisfacer los criterios del psiquismo (o de la vida. mental) y euyas relaciones con el sistema nervioso y con la ‘organizacién cerebral preservarian su vinculacién con la ac- tividad psfquica consciente?s. Sobre esta base pueden ser tlofinidas las condiciones de un didlogo entre ciencias na- turales y psicoandlisis. Pero se entiende asi que, habiendo ereibido las dificultades del problema, més de un investi- suulor perteneciente a Ins disciptinas fundadas en el conoci- miento de la naturaleza (incluida la flosofia) prefiera o bien esquivar la cuestién o bien cortar el nudo gordiano, alegan- «lo que el psicoandlisis no oftece suficientes garantias de va- lide. como para ser considerado un interlocutor aceptable la diseusién, 21 Se advierte que, sin siquiera plantear la cuestién del de- terminismo en las relaciones body-mind, la simple deserip- cin choca con problemas que la relacién directa cerebro- conciencia no conoce ¥ que, Hegado el caso, pueden resucitar In vieja teoria del paralelismo psicofisico (teoria nacida en ‘un momento en que el estado de la ciencia era tal que la in- formacién sumamente restringida sobre el cerebro permitia hacer ese tipo de hipétesis). Pero, como dice el buen sentido popular: «nada se pierde con probar». Por supuesto, toda continuacién del debate exigiria estar en condiciones de confirmar que el ello o el inconsciente pueden demostrar su. realidad, Si bien atin hoy es muy dificil llegar a ese resul- tado, se puede en cambio constatar que ninguna teorfa de reemplazo lega a sustituirlo. Queda claro a qué inconve- nientes desastrosos se exponen todos aquellos que no dan cuenta de lo que recubren estos conceptos. ‘Sin duda seria eminentemente deseable poder examinar el sentido que cobran esas propuestas a la luz de hechos nuevos descubiertos por la ciencia, limitando en esa forma la controversia. Pero, por desgracia, nada de eso es posi- ble. Hasta cuando el tema se presta a tal tipo de limitacién —pienso en el caso particular del suefio, que en principio puede ser objeto de un debate bien acotado—, es facil ver que, en un momento u otro, se esgrimen hip6tesis de alean- ce general que nos remiten a los problemas de fondo. ‘Ademas, en ese mismo capitulo inaugural del Esque- ‘ma, Freud concluye sus observaciones lamentando que la psicologia animal no haya tocado todavia esos problemas. Porque, efectivamente, {eémo no abordar, cuando se debate un tema como este, la relacién animal-hombre, mientras que la casi totalidad del material cientifico proviene del ani- ‘mal? Por via de consecuencia, {e6mo no plantear entonces la cuestién de la interferencia de la especificidad humana, no con los resultados de la ciencia, sino con la metodologia cientifica, que ignora esa especificidad porque sus medios no le permiten abordarla? Inversamente, basta esa especi- ficidad para recusar todo el saber concerniente al animal y, sital es el caso, c6mo explicar a influencia de la infraestruc- tra biolégica sobre el psiquismo® Se trata de una cuestién 8 Batre el momento en que fueron pronunciadas y la redacciin de estas conferencing, J. Laplanche, que seguia una dieccion ya antigua, denuncis 22. tunto més urgente cuanto que gran parte del psicoandlisis contemporéneo busca sacarse de encima la hipétesis consi- dorada por Freud como bioligica. Me refiero a la teoria de las pulsiones. Su relevo desde fuera del psicoandlisis, o in- cluso en el seno del psicoandlisis, gasegura una relacién cualquiera con la referencia biolégica, querida y asumida por Freud? O, dicho de otro modo, qué sector de la teoria psicoanalitica nueva se encarga de ese problema sin proce- der a su lisa y Hana evacuacién? Ahi es donde nos damos cuenta de que se hace indispensable volverse hacia los andes ejes tedricos del pensamiento biolégico de hoy, aun cuando en los hechos actuales su intervenciGn directa sea poco verificable. Tenemos seguridad de encontrar, entre los psicoanalis- tas, aliados favorables a un abordaje que tenga en cuenta la actualidad del cuestionamiento cerebro-psiquismo? No tengo ese convencimiento. Si existen, no han de ser muchos. Los que quieren acercar el psicoandlisis al saber cien se ubican en general del lado de la psicologia, la cual fue embargo constantemente recusada por Freud. Me iran que la nuestra difiere de la que él conocié. Estoy menos con- vveneido que quienes lo sostienen. En general, los psicoana- listas me parecen dar una imagen del psiquismo humano mais veridica que los demas. Yo mismo no seria psicoanalis- ta sino lo creyera ast, Pero la historia del psicoandlisis, sus dlisideneias, sus eismas, y ahora, la formacion en su seno de clanes en violenta oposieién, nos demuestra que tampoco ellos eseapan al desafio a la racionalidad que nos brinda el especticulo del mundo actual y a la preeminencia, incluso ‘en aquellos medios que se esfuerzan por conjurar sus efec- los, de las pasiones menos marcadas por la biisqueda de la verdad. {Habra que refugiarse en la idolatria a Freud y ver cen élal profeta anunciador de tiempos tenebrosos en los que sélo cabria esperar la realizacién de sus profecias? Una acti- tud de ese orden no tendria nada que ver con la perspectiva Le fourveiement biologisant de la sexualité chez Freud: (Synthélabo, Wi, [BL extravio Biologizante dela sesualidad en Preud, Buenos Aives Amorrort, 1998 Si bien la interpretacion que da del texto freudiano hued nr diseutida y abierta a la controversia, no seentiendeen cambio la ‘manera ca quo el autor da cuenta del sugar positive y ya no mitoligic de Iibologin en ol vorreno psiquico. 23. ‘que pone sus esperanzas en el conocimiento. Pero en cambio znos ensefia que no basta con que una verdad se devele para ‘que sea plenamente entendida y, una ver divulgada, escape a la degeneracién producida muchas veces por los mismos que la reconocieron. El trabajo eritico sigue siendo una ta- rea incesante. Esta vez, hay que dar pruchas de algo més que de coraje y Iucidez: se requiere una verdadera incorrup- tibilidad frente a In tentacién de las modas y a la insaciable necesidad de novedades a cualquier precio, que como sabe- ‘mos es una caracteristica de la libido. Hoy, esa tendencia se ha ido ampliando en forma desmesurada por obra de los me- dios de comunicacién de masas, que han procurado a la di- fusién formidables desarrollos. El mas expandido de los pla- cores, conocido desde siempre pero no siempre reconocido en sus verdaderas dimensiones, ha quedado en evidencia gracias a los nuevos medios disponibles: el placer de hablar de uno mismo. Pero estaria incompleto si no viniera acom- pafiado del de hacer callar a los demas: es decir, a todos aquellos cuya voz transmita una imagen del hombre en la que sea imposible reconocerse y que se considera inacepta- ble. Pero, zhabré que decir que los psicoanalistas le dan la espalda a la imagen del hombre que ofrece la ciencia, o que Jos cientificos son refractarios a la imagen que los psicoana- listas les presentan? Podremos responder a esta pregunta s6lo después de examinar los diversos sectores en que se confrontan esos distintos puntos de vista.* De la teoria de la evolucién al darwinismo neural Las convieciones evolucionistas de Freud han sido objeto de estudios recientes que suscitan discusiones.° Las cartas 4 No podremos retomar las cbservaciones goncrales que nos inspiran las ideas de Popper acerca dela lgicn del descubrimiento eientifico ¥ 1a cienlifiidad de! psicoanslisis. Remitimos al lector a nuestro articulo “Méconaiseance do inconscieats, en Linconsciant et la seience, op. cit [-Deseonoeimiente del ineonciente (cenciay pscoanlisiss, AU inconcionte -yla ciencia, op. cit.) ' Vease, por ejemplo, L. B. Ritvo, izscondant de Darwin sur Freud, tra- duccién de P Lacoste, Pais: Gallimard, «Connaissance de Tinconscient 992. 4 dirigidas a su amigo Silberstein demuestran que, joven es- tudiante de medicina de apenas dieeinueve afios, ya era evolucionista y darwiniano.® En el ambiente en que se mo- via, por lo general hostil a Darwin, se podia ser lo uno sin ser lo otro. Sin embargo, a esa edad Freud ya se declaraba materialista y ateo. Pero el problema es su oscilacién entre Lamarck y Darwin. Si bien es cierto que el estudio de Dar- win fue determinante para su orientacién cientifica, tam- bién lo es que en su obra las alusiones a este wltimo son es- casas y deben leerse entre lineas, por ms que cite a neo- darwinianos como Weissmann y Haeckel y trabaje algunas de las ideas de estos. La influencia de Lamarck en Freud es tuna cuestién todavia mas oscura. Si bien todo el mundo co- noce su ereencia en la transmisién hereditaria de los carac- teres adquiridos, con todo el nombre de Lamarck: no aparece nunea bajo su pluma, A comienzos de la Primera Guerra Mundial, el tiempo libre que le deja la disminucién de la clientela hace nacer en él el proyecto de escribir, en colabo- racién con Ferenczi, una obra sobre dicho autor. Lee la Filo- sofia Zootégica y, en su correspondencia con Ferenczi, decla- ra compartir el punto de vista de ciertos «psico-lamarckia- nos» contemporaneos.” Pero, terminada la holganza de los primeros tiempos bélicos, el proyecto es abandonado. Una carta a Abraham muestra la firmeza de sus convieciones de centonces. El reciente descubrimiento del manuscrito —de hecho un borrador— enviado a su eorresponsal, muestra que n0 habfa llegado mas que a un primer bosquejo al que daba po- ca importancia, En la carta del 28 de julio de 1915 que acompafia al envio del proyecto de capitulo originariamente destinado a ser incluido en los escritos metapsicoldgicos, es- cribe a Ferencai: «Tirelo 0 consérvelo»,® indicio indiscutible dil relativo valor que le otorgaba, hasta el punto de no ha- her guardado ninguna copia. Bste segundo «Provector es para mila prueba mas contundente de eso que llamé el «ro- mantieismo biolégico» de Freud, cuya connotacién ima- Véase S. Freud, Lettres de jeunesse 7 Vénee E. Jones, La vie et Vauvre de Sigmund Freud, traduccién de |. Flournoy. Paris: PUR, 1969, vl. 8, pigs. 952-7 Vga S. Freud, Vue ensemble es névroses de transfert treduceién de Matrick Lacoste (comentaries del traductor de Tlse Grubrich-Simiti, n descubrio, coments y edit el manuserito), Paris: Gallimard, 1989, 25 ginativa resulta todavia més acentuada por una reconstitu- cidn evolucionista que no carece de encanto. Esta tltima ayuda sin duda a conocer més a fondo el pensamiento pro- fundo de Freud, pero en nuestros dias cumpliria mejor su oficio como guién de alguna superproduccidn hollywooden- se sobre la prehistoria, Esto no impide que se puedan en- contrar aqui cantidad de ideas interesantes sobre las neuro- sis de transferencia referidas al contexto teérico de 1915. ‘Como signo de los tiempos, hoy es habitual que un traba- Jo consagrado a las relaciones del psiquismo y el cerebro aborde la cuestién remontandose previamente a la ereacién del universo, prosiga con la aparicién de la vida en la tierra yy recorra a buen paso la trayectoria evolutiva.? Cualquiera sea Ia profundidad del campo donde nos ubiquemos y la ex- tensién que alcance la exploracién realizada, el enigma cen- tral més oscuro no es el hombre ni tampoco el cerebro hu- mano, sino el psiquismo, ptidicamente no nombrado y con- fandido con lo anterior. Los datos acumnulados sobre ese tra- recto y la elarificacién de todas las etapas encontradas se- rein, al fin de cuentas, de poca ayuda al momento de plan- tearnos las cuestiones esenciales, es decir, aquellas que revelan su verdadero sentido: el de devolver al investigador asi mismo. No sélo como investigador, sino en todos los as- pectos del sujeto que es, en su investigacién y fuera de ella, como ser subjetivo y sin embargo capaz de alcanzar la obje- tividad. En realidad, se busca una alternativa fundada tini- camente en la raz6n a respuestas surgidas de la religién o de las religiones, como si ella reinara en forma indivisible sobre las conductas humanas. No se trata de oponer aqui al cenfoque parcial de la ciencia un holismo como el que ocupa a los fil6sofos, sino més bien de preocuparse por Ia compati- bilidad de las distintas facetas del psiquismo y la necesidad de articularlas. Un neurobidlogo reconoce sin ambages que: «El objeto iiltimo de este proyecto es muy ciertamente an- tropomérfico: el hombre quiere entenderse a si mismo y explicarlo todo, incluidos los procesos materiales (0, como algunos quieren seguir ereyendo, inmateriales) que consti- tuyen su conciencia».2° Bl sentido de dicha estrategia es adherir al postulado que se niega a considerar al hombre co- 9 Véase, por ejemplo, André Bourguignon, Lihomme imprévu, Paris PUE, 1989, 39, Danchin, Loeufet fa poute, Paris: Payard, 1983, pig. 299. 26 ‘nw una entidad aislada del mundo animal, con el fin de n0 cvder al prejuicio que haria de su caréeter tinico una razén suficiente para desvincularlo totalmente de sus ancestros nimales, Esta posicién se acerea a Ja adoptada por los de- fonsores religiosos de lo espiritual, dado que cae por su peso que s6lo el hombre poseeria un alma y un espiritu. En su- nt, la posicién evolucionista es bioldgica, sobre todo desde ‘que se demosteé que los genes son el soporte de la herenci ‘ histérica, ya que se remonta a los origenes de la vidas es ‘materialista, puesto que no hace intervenir ningén factor iferente por naturaleza a los elementos materiales obser- vvados en el animal; es obligatoriamente relativista en razon de que ningtin caracter guia la seleccién natural, y por ulti- no es monista, necesariamente. Sin embargo, dicha posi- ‘cin tampoco escapa a la dificultad de volver inteligibles las curacteristicas propias de lo humano, Suele recordarse que el hombre no tiene el privilegio de ingdn constituyente quimico, que sus neuronas emiten \curotransmisores que no le son particulares, que su céigo enético es el mismo de todos los seres vivos, ete. En resu- men, el hombre est hecho de la misma materia, aun ewan- «lo esa materia esté organizada en otra forma que la de los demas seres vivos de la serie animal. Estas comprobaciones envalentonan a quienes no temen ner reprochados de reduecionistas: «Pese a su gran variedad dle formas y a la diversidad de comportamientos que susten- lan, los diferentes sistemas nerviosos, desde el organi ino mas primitivo hasta el del hombre, presentan regulari- dudes anatémicas y funcionales notables.” Por eso no hay ningdn ineonveniente en dedicarse al estudio del grillo ‘ucexinico, el earacol de mar, el torpedo eléctricoo la serpiente Iningara, en vez de hablar del nino y del adulto normal o pa- Loligieo, agrega el autor, sin el menor guifio humoristico. Y rho es un easo aislado. S. Rose da muestras de idéntico triun- fialismo. Confrontado a problemas tan complejos como el de lu memoria, eseribe: ~Seguiré insistiendo en que los detalles hiiokgicos de lo que ocurre en el cerebro de un pollo cuando picotea maiz deben formar nuestra comprensién de la me- " M. Imbert, «Neurosciences et sciences cognitivess, en Intreductian suns seionces eonitives, D- Andler, ed, Paris: Gallimard, -Folion, 1992, vg 27 ‘maria tanto como la materia que explota el novelista».!2 Sin embargo, los fendmenos psicolégicos estén indudablemente ligados a la especie observada, y las caracteristicas de esta dependen de la seleccién natural. G. Edelman ama «pro- grama de Darwine a la determinacién de lo que debe saber- se para dar cuenta del espiritu humano en el curso de la evolucién. El autor sefiala la dependencia del comporta- miento respecto de las capacidades morfoldgicas en el senti- do més amplio, incluyendo los detalles microscépicos que in- tervienen en las funciones propias de los tejidos y érganos, y también del cerebro.}9 Esto nos lleva a evocar ia compara- cign entre los primates y el hombre, lo cual, sin que nadie lo esperara, nos sitta de plano en el paroxismo de la contra- iccién, Los primates son los animales més cereanos al hombre y el chimpacé es aquel cuyas eapacidades més se avecinan al humano. Esa proximidad descansa en el hecho de que el {99% de los genes son poseidos en comtin por el chimpacé y por el hombre. Muchos darian lo que no tienen con tal de co- nocer ese 1% eapaz de explicar una diferencia que un emi- nente neurélogo comparaba con la que separa a una bicicle- ta de un coche de Formula 1.24 La teoria de Darwin’® debia poner fin a las ilusiones de ms de uno. Con la hipstesis de la diferencia esencial entre el hombre y el animal perece también la de un evolucionis- ‘mo «verticalr que veria en el hombre la coronacién mas 0 ‘menos programada del origen tanto como de la inmutabili- dad de las especies. Luego fueron definitivamente condena- das otras ideas falsas, eomo la herencia de caracteres adqui- ridos (en la que Freud nunca dejé de ereer). Estamos citan- do los rasgos mas generales del darwinismo, aquellos que pueden tener eco en el psicoanalisis. Con frecuencia, ciertas teorias psicoanaliticas —incluida la freudiana— parecen desprender relentes de finalismo. Pero dicha tendencia es 1, Rose, The Maing of Memory. From Molecules to Mind, Londres y Nueva York: Bantam Press, 1992, pi, 308, 15.G. M. Edelman, Biologie de fa conscience, traduecion de A. Gerschen- fold, Paris: O. dlacob, 1992, pig 6. 1B, Lhermitte, eomunicacion personal 4 Eq todo lo concernionte a la teoria de Darwin somes deudores del trabajo de L. Guttieres-Groen, -Lathéorie de Darwin et son influenee sur la théorie paychanalytiquee (comunicacién persona. 28 profundamente ajena a la tooria darwinista. Por ejemplo, la islea de seleccidn de los mas aptos en funcién de criterios :laptativos fue utilizada por los representantes de algunas escuelas psicoanaliticas, como la ego psychology, para deplo- rarque Freud —a diferencia de Hartmann—no hubiera en- tendido la importancia del concepto de adaptacién.'® Pero ‘en ese caso se trata no sélo de una interpretacién tipicamen- te norteamericana (hartmanianna) del pensamiento de Freud, sino de una idea cientificamente inexacta. F. Jacob lemostré que el concepto de adaptacién debia ser interpre- tudo con prudencia y reserva.1” En efecto, una posicién asi -tal como ocurre con todo el pensamiento biolégico— est ertemente cargada desde el punto de vista ideoldgico. Per- mite pensar que el hombre debe su superioridad a sus sim- ples capacidades adaptativas y, més atin, tiende a mantener In idea de que las civilizaciones o los Estados en posicién do- minante «merecen» su supremacia y la justifican objetiva- mente. Se sostuvieron posturas parecidas acerca de las de- terminaciones del QI, punto de vista que fue denunciado por A. Jacquard.!® No falta mucho entonces para pensar ‘auc los individuos Tlegados a la cima del poder y del honor nia hacen sino confirmar la excelencia de su genoma. De ahi ‘ue encontremos bajo la puma de diversos neurobiélogos | afirmacion de que el cerebro logra representaciones cada wx mas «adecuadas» de la realidad, con lo cual pasan por nlto el rol de la afectividad en tales representaciones, hecho ‘que impide considerar a muchas de ellas como particular mente adecuadas sin que por eso pueda ubicdrselas junto ww las manifestaciones patolégicas. Aqui aparece la ideati- cucivin intelectualista de los modelos més frecuentemente ‘wloptados en neurobiologia, En forma concurrente, la sociobiologia de E. Wilson de- fiende la idea de la lucha intraespecifica en la transmisién «lel patrimonio genético. Esta tooria, que en su momento al- 125 cierto favor, fue objeto de criticas por parte de los an- troplogos.1® De hecho, su objetivo es preconizar un panbio- Veuse L. B. Ritvo, Lascendant de Darwin sur Freud, Paris: Gall sal 2 "WF Jacob, Le jeu des possbles, Paris: Fayard, 1991 A ducquard, Uhéritage defo libert, Pars: Seuil, 1986. "Yew en esta misma obra la argumentacidn de Marshall Sablins, en ‘ol ewpitul -La interpeetacin cultural del psiquismo», pg 174 y sigs 29 logismo, considerando que la sociobiologia trata de la infra- estructura de los fenémenos sociales y que los socioantropé- logos s6lo abordan la superestructura de ese orden de reali- dades.”9 ‘Ala inversa, Stephen Jay Gould, quien prolonga el pen- samiento de Darwin, sostiene que la seleecién opera en for- ma azarosa y que las especies sobrevivientes son aquellas ‘que gozaron de buenas condiciones, sin que de ello pueda desprenderse un modelo general de seleceién, Sin embargo, a nadie se le ocurre negar que esta tiltima se efectué con miras a favorecer Ia complejidad. En realidad, tal como lo precisa F. Jacob, la adaptacién no es un componente nece- sario de la evolueién, yen un organismo no todo tiene ne- cesariamente vocacién de ser vitil. Mejor conocides son los ‘mecanismos por los cuales se opera el cambio en el nivel mo- lecular, y que hacen intervenir la fragmentacién de genes de estructura y Ia presencia, en muchos ejemplares, de elementos transportables con propiedades de diseminacién y transferencia al genoma, procediendo asi a incesantes combinaciones y recombinaciones. Esas operaciones fa~ brican también io imitil. Pero cuando una estructura reve- la ser til, la presién selectiva ejercida por los cambios de comportamiento ocasiona ajustes bioquimicos o transfor- maciones moleculares. De hecho, el 1% que hace la diferen- cia entre el chimpaeé y el hombre tradueiria cambios en los genes de regulacién. Aqui juega la neotenia, el «retraso del desarrollo» segiin Bolk (citado también por Freud). Alarga- miento de la infancia y dependencia de los padres combinan sus efectos en el hombre y se abren a la influencia de la cul- tura merced a la transmisién de quienes erfan al nino. Por- que la presiGn selectiva opera sélo en el periodo de la vida anterior ala reproduccién. De paso se mide hasta qué punto es determinante la dimensi6n temporal y eémno la memoria, cn todas sus formas, se vuelve un componente esencial en Jo que hace a la especificidad humana. En realidad, dos di- ‘mensions se reparten los efectos de lo que luego seré el es- piritu: la representacién del presente y la complejizacién de Jas memorias. Por su parte, Freud ya habia opuesto los sis- temas percepcién y memoria, E, Mayr mostr6 el factor de progreso observable en las” ‘especies donde la epigénesis es favorecida por la longitud 2°B, Vile, Soibilao, Cambridge, MA: Harvard University Pres, 171. 30 lel periodo de dependencia de la erfa. Del mismo modo, las ‘ondiciones que determinan la necesidad de la lucha por la vie actin en direceién idéntica. Resumiendo: la longitud ‘del perfodo de influencia parental armaria mejor a los indi- vidos en su lucha por la vida cuando se hacen adultos. Pero Freud insistié muchas veees en el eardeter fundamental de In inmadurez del eachorro humano, si bien le agregé el pa- pel complementario y decisivo del apego a las figuras paren ules y de las fijaciones resultantes, asi como de los procesos dentificatorios. Ademas, 61 mismo habia adherido a las con- cepciones de Weissmann (diseipulo de Darwin) al defender In relativa independencia del germen y el soma, con lo cual rié el camino a una consideracién particular de la sexua- ombinacién de genes —es decir, a la mezela de la mitad de- los eromosomas de cada uno de los padres—, y no a la muitaciin, Bl terreno de la soleccion se extiende mas allé de Jos yenes —por lo tanto de la sexualidad— y engloba tanto nu seleccién somatica de la inmunidad como a la del siste- mu nervioso. Kstas relaciones levaron a defender Ia idea de mwcanismos de reconocimiento comunes alos tres sistemas: enctico, nervioso e inmunitario.”! La neurobiologia es asf considerada como la ciencia det reconocimiento, Edelman desarrolla la teoria dela seleccion de grupos neuronales (TSGN) para explicar el trabajo de euteyorizacion, El autor recusa todo modelo fundado en la ‘nulogia entre cerebro y computadora, ya que su teoria prescinde de cualquier referencia a una programacién pre- ‘eslublecida pero apela al concepto de reentrada, que ase- uur una funcién de sintesis recursiva. En cambio, la selec- ‘won es consecutiva a la actividad, y no lo contrario. Las ob- nerviciones de Edelman sobre el misterio de la categoriza- ‘won recuerdan los interrogantes del psicoandlisis: «;Cémo ‘posible que un animal que al principio se eonfronté con Fntiondo por reconoeimiento la puesta en correspondencia, adapta le oe elementos de un dito sico dado eon las noveda- 2 elementos de oto dmbit isco, mas o menos indepen- nde! primer ajuste habido en ausencia de toda instruceién previa 'M ¥uelman, pag. 100). Esta definicion se podré aplicar sin mayor ‘ult concepei dela relaeisn de objeto en la relacin madre-hie iw dunia nocesidad de isistie sobre la base comun eonstituida tf roconecimiento entre si mismo y no s mismo, 31 ‘un pequeiio nimero de “acontecimientos” o de “objetos”, pueda luego clasificar por categorias o reconover un mimero ilimitado de objetos nuevos (aun en contextos diferentes) se- mejantes o idénticos al reducido conjunto con que se con- front inicialmente?>, se pregunta.” {No puede hacerse agui un paralelo con el criterio que condujo a Freud a postu- lar la hipétesis de los fantasmas originarios, «categoriza- ores» de la experiencia del individuo? Desde luego, aqui no podria invocarse el fundamento filogenétieo, pero no vemos qué cosa impediria pensar en la posibilidad de que existan en el animal equivalentes de los IRM, mecanismos inna- tos de desencadenamiento (innate release mechanisms). Porque, volviendo a Edelman, podriamos preguntarnos sobre la nocién de «valor» que él destaca. {Qué «valores» rrigen para el hombre y cémo determinarlos? Curiosamente, muchos criticos acusaron a Freud de recurrir a un argu- mento ad hoc apelando a una filogénesis mitica, y también a Edelman lo pondrén en la picota por apelar a la teorfa de Ja evolucién, movilizada aqui en contextos recusados por ‘otros bidlogos. También se objets (Barlow y Crick) la hipste- sis de esa aplicacién del darwinismo, e ineluso se sugirié bautizarla irénicamente como «edelmanismo neural». La categorizacién, explica Edelman, se funda en valores, fenémeno de origen epigenético pero que resulta de la selec- cién de grupos neuronales nacidos de la experiencia. Sin ‘embargo, mutatis mutandi, en ausencia de valores previa- mente definidos, los sistemas sométicos de seleccién no con- vergen hacia sistemas precisos. Se entiende por qué —y tendremos ocasién de volver a este punto— las concepciones fundadas en Ia programacién (analogia con la computado- ra) pierden terreno y son reemplazadas por otras donde tie- nen preferencia los modelos sensoriomotores de actividad, hallando en el ejercicio mismo de la accién referencias que se harén estables. De todas maneras, aqui no se escapa a cierta circularidad que el razonamiento de Edelman parece no poder evitar. Por el momento, lo importante es el recono- cimiento de un sistema de valores que fundan la categor cién. Lo cual equivale a decir que, en el hombre, esta requie- ‘re por lo menos una reflexién avanzada donde intervengan 2% Una euestion de la misma naturalera fue evocada por N. Chomsky «a propésito del lenguaje, aunque entrasa respuestas de cardcler muy Aistinto. 32 falta elecciones que estan lejos de deducirse todas ellas sie una experimentacién convincente, y que ante todo deri- ‘wn de la interpretacién de los datos. No obstante, lo que cuenta en el presente es el esquema puesto por Edelman para deseribir la conciencia prima- in. ~Resumames: en el cerebro se desarrolla un proceso de “mutocategorizacién” conceptual. El cerebro construye au- tocategorias ajustando las categorias perceptivas pasa- dus a las sefiales provenientes de los sistemas de valores, proceso este que esté a eargo de sistemas corticales capaces de asegurar funciones conceptuales. Luego, dicho sistema de valores-categorias interactia, via conexiones reentran- tts, con las areas cerebrales encargadas de la categorizacién pereeptiva en curso de los acontecimientos y seftales prove- hhientes del mundo externo».2 Para Edelman, el cerebro es ‘ante todo un correlator. Esta explicacién ingeniosa y que posce buenas chances de verosimilitud, porta sin embargo In marea de todas las limitaciones propias de este tipo de eonceptualizaciin, No da lugar, porque no estd en su poder hucvrfo, a las representaciones, aplastadas aqui entre con- expios y percepeiones desde los primeros hasta los segun- los, y ciceversa, Si bien nos felicitamos de ver introdueirse In nocién de valor haciendo justicia a la complejidad, es la- entable la vaguedad que rodea a su contenido. Pero sin ‘eibsiryo es aqui donde el lugar que ocupan las pulsiones en Dnivoundlisis tiene algo que decirnos. Edelman se muestra ‘muy prudente a la hora de aplicar al espfritu teorias bioldgi- ‘ws, nor mas que esté totalmente convencido de la necesidad tte hueerlo, Otros autores de similar pensamiento no toman tutus precauciones. Vinculado a la corriente del darwinis- to neuronal —eonvertido sin restrieciones en «darwinismo stul»— por su teoria de la estabilizacién selectiva,24J.-P. Chungenx adopta una actitud resueltamente mecanicista y ‘xpunsionista que da cuenta en términos neurénicos de Io {que son cl entendimiento y la razin kantianos, la represen- “1 sentido, ete. {Son otros conceptos u otros valores? ntomia” de la seméntica se vuelve asi posible», no 21M. Rotman, pi 158. 2.4 Changeuxy A. Danchin, teorizada por Freud, que esta lejos de ser la caracteristica cesencial del sueio. Ahora bien, estos resultados nada dicen de lo eseneial del suetio para un analista, 0 sea, la relacién ddel suenio con el deseo, ni tampoco esclarecen en absoluto cl trabajo del sueio 0 su proceso dé formacién, La relacién centre contenido manifiesto y contenido latente, piedra an- gular de la teorizacién psicdanalitica, tampoco es tratada. Por eso la idea de que los conocimientos neurobiolégicos podrian dar cuenta, incluso sin demostrarlo, «de un modo de funcionamiento mental particular, diferente del consciente y asimilable al inconsciente descripto en psicoandlisis»,*® thos parece temeraria y apta para crear amalgamas que de- ben evitarse. Hara falta algo més para convencernos El caso del sueiio resulta paradigmético porque es uno de os raros puntos de contacto donde neurobiologta y psico- aandlisis se enfrentan directamente y pueden comparar sus ‘enfoques, hipétesis, descubrimientos y concepciones de la vida mental. En este caso preciso sélo podemos coneluir en li incapacidad de la neurobiologia para dar cuenta de aque- Ilo que el psicoandlisis —por més conjetural que sea— 1. Tassin,-Peuton trouver un lien entre Finconscient psychanaly~ tuyue of les connaissances actuelles en neurobiologie?s, en Neuro:psy, 19, 0 8, pag. 426 iid. pag. 432, Sefalamos que la bibliografia del autor no incluye La snterpevtacin dle los suetios de Freud, a7 aporta a la comprensién del psiquismo, Como es habitual, Jas comparaciones son posibles, siempre y cuando se proce- da a una excesiva esquematizacién de lo que describe el anélisis, Ellas dan testimonio de una real dificultad para restituir simplemente las ideas tebricas que sirven de hipé- tesis al psicoandlisis —como en todo lo tocante al incons- ciente—,*? mostrando la seria limitacién de los cientificos para entender de qué hablan los psicoanalistas, limitacion que no tiene un cardcter universal pues la intuicidn de los literatos sf lo consigue, al precio de algunos malentendidos ocasionales que no afectan a lo esencial. ‘A favor de ese tipo de «traduccién- se efectia el pasaje entre el inconsciente psicoanalitico y el inconsciente cogni- tivo. La critica de esos trabajos es la que puede hacérsele al cognitivismo en general y la retomaremos més adelante. En este caso, lo menos que puede decirse es que los autores lle- van a cabo una completa asimilacién entre lo no-consciente yy el inconsciente (freudiano). Interpretan el primero segzin ’su c6digo (nivel computacional), luego pasan sin transicién a la semantica; tratan de representaciones procedurales, episédicas y luego «implicitas»; separan con bastante arbi- trariedad jas operaciones modulares y centrales (Fodor), ete, Pasan entonees a figurar en el mismo rubro lapsus, actos fallidos y anosognosias 0 prosopagnosias. Por ultimo, se usa sin discernimiento la oposicicn afectivo-cognitivo, hhaciéndose caso omiso de la nocién de representacién in- consciente. {Es esta afectiva o cognitiva? Un minimo de coherencia conduce a guardar reserva respecto de algunas tentativas de acercamiento entre sinconsciente psicoanali- tico, inconsciente cognitivo y funcionamiento del sistema nervioso». El deseo triunfalista de los «objetivistas», que se esfuer- zan en convencernos de que sus luces estan hoy en condicio- nes de aclarar terrenos que hasta ese momento habian deja- do en manos de aficionados a especulaciones mas 0 menos inconsistentes, hoy los empuja a lanzar afirmaciones que remedan los decires de aquellos a quienes critiean: los neu- © Un ejemplo reciente: J, Weiss, -Les mécanimes inconscients de la pensées, Pour la science, n° 151, 1980, 50: Derouesne y H. Oppenkein-Gluckman, -Inconsciont psychanalyti- aque ot inconscient cognitif, an Encyclopaedia Universalis, artculo -Poy chologie,edicion 1988, pigs. 289-5 8 robiélogos estarfan «a la escucha de Ia neurona», ofdos y grabadores en ristre. En ocasiones es dificil saber, incluso leyendo los trabajos mas inventivos y mds abiertos a la ne- cesidad de atender al nivel de complejidad de los fenémenos estudiados, qué cosa se vineula con una exploracién del me- canismo cerebral secundariamente aplicable a tal o cual fe- némeno psiquico, 0 cual es el producto de una deseripeién procesada por reduccidn previa de los «estados mentales>, formulados de tal suerte que enseguida permitan una ex. ploracién ealibrada ad hoe y formada segtin los criterios ne- cesarios para satisfacer las exigencias de la empresa, y que supuestamente da cuenta de la actividad psiquica conside- ada. Tal como ya tuve ocasion de subrayar, el neurobidlogo quiere dar la impresién de que la «méquina» (entendido el término en el sentido de conjunto tebrico y téenico del uti- aje cientifico) se limita a verificar las hipdtesis concebidas por el investigador con toda independencia, mientras que la verdad es la opuesta. Es la maquina la que obliga al inves- tigador a confinarse en aquello que le resulta posible inves- tigar y que define los limites de lo que se debe pensar. La .51 En realidad, esta oposicién puede ser superada a través de una visién mas amplia, donde el cerebro sea consi- derado como una glandula multiple que libera neurohormo- nas y neurotransmisores de accin hormonal. Debe insistir- se, pues, en la complementariedad de los sistemas, que fa~ vorece un funcionamiento miiltiple. Ello, afin de lograr una concepeidn que dé plena cabida a la diversidad propia de las actividades psiquicas. Se entenderé que el proceder psico- analitico esté més particularmente interesado en un enfo- que de este orden, no sélo porque toca a la esfera afectiva (a la que es tentador reducirlo, abusivamente ademas), sino porque, en forma més especifica, involuera problemas fun- damentales tales como la diferencia de sexos a través de la dinamica hormonal. Los neurobi6logos tienen excesiva tendencia a separar el cerebro del resto del cuerpo con el pretexto del rol cumplido por Ia barrera encefilica, menos estanca de lo que se pretende, y minimizando también la re- presentacién, en su seno, de elementos salidos del sistema inmunitario, de lo que eae bajo el peso de las variedades ce- lulares (células gliales diferentes de las neuronas), y final- ‘mente del medio hormonal en que esta inmerso el encéfalo, La unificacién en tomo de la neurona responde a una estra- tegia tedrica que evita pensar las consecuencias de la co- existencia de estructuras cerebrales, filogenéticamente de distinta edad, y de las relaciones que se anudan entre siste- ‘mas con tareas separadas pero comparables, asi como de los problemas relativos a su intercomunicacién de sistema a sistema, entre afuera y adentro y de la parte con el todo. El estudio de las hormonas permite aprehender tna re- lacién importante: la que vincula el espacio cerebral con el 51 J.D. Vincent, Biologie dee passions, Paris: O. Jacob, 1986, pég. 40. [Nos remitimos a esta obra para toda informacion subsiguiente acerca de los humores. 50 ‘medio interno concerniente al resto del cuerpo. Hay dos y sélo dos vias de entrada y salida en el cerebro: la nerviosa y la humoral. Gracias a esta tiltima, el cuerpo como conjunto generalizado penetra en el cerebro. El medio interno se re- presenta en él. En suma, es como sila relaci6n figura (cere- bro}-fondo (medio interno) pudiera reflejarse en la figura misma. Por otra parte, la division en eétulas nerviosas y cé- lulas gliales demuestra la existencia de una secrecién de neurotransmisores, fuera de toda estructura sindptica, al modo de una accién no especifica y difusa. No nos sorpren- derd enterarnos de que esas secreciones hormonales afec- tan modalidades globales que involucran al conjunto del organismo, como en el caso del comportamiento mater- no. Aqu{ estamos en el terreno de vastas unidades que eon- ciernen a la regulacién de grandes funciones vinculadas con la supervivencia del individuo o de la especie. Una visién evolucionista permite saber que en ciertos organismos primitivos hay sustancias que a la vez son hormonas y neurotransmisores (aplisia). Las sustancias con funciones comunicativas estan presentes antes de la diferenciacién de los aparatos, Puede sostenerse que el sistema nervioso es de hecho neuroendocrino, dado que las sustancias secretadas aactan tanto en vecindad inmediata de su lugar de elabo- raciGn (sinapsis) —subdividido sin embargo en sistemas. ‘opuestos y complementarios (somatosensorial y neurovege- tativo— como a distancia (hormonas salidas de puntos re- partidos por todo el cuerpo que actian en sinergia y en an- tagonismo). Ulteriormente, la especializacién funcional lle- Ki a separarlos. Se entiende entonces que la nocién de codi- ficacién sea tan restrictiva, Es notable que las hormonas esteroides intervinientes en la sexualidad puedan incidir sobre el genoma. Las separaciones funcionales del corebro se reagrupan en grandes conjuntos (cerebro tritinico de 1 MacLean: reptiliano, paleomamaliano, neomamaliano) y se reparten en tres niveles: el de los comportamientos de su- pervivencia (automético), el de las motivaciones y emocio- es, y finalmente el denominado de la «inteligencia- (vincu- ldo con ta adaptabilidad).® Todavia falta admitir que esta limitacién valga también para el hombre. © Parece que est estructura tritnica fue reciontemente eiticada nose nde eémo podria nogarse la existencia de diferentes nivelos estrue ene separados. 51 Estos anzlisis permiten formular numerosas hipétesis sobre las «pasiones», La conjuncién del placer con et deseo ‘ya conciencia de la muerte definen la estructura espectfica del hombre, dice Jean-Didier Vincent. {No estamos aqu{ en presencia de fenémenos ligados a lo que Edelman llamard, ‘en una acepeién més ampli «categoria» y que él fragmenta en unidades discretas aun admitiendo su sintesis: «Crea- ‘mos un mundo y no sélo un entorno», afirma. Sin embargo, para entender bien las consecuencias de esta aseveracién, ces necesario dar todo su lugar a las concepeiones que resal- tan el fondo contra el cual aparecen las figuras. A esto se vincula la idea de estado central fluetuante,euyo surgimien- 1» a fallar el equilibrio se expresa en manifestaciones afec- tivas, Tal ruptura se produce contra un fondo de desequili- brio potencial permanente mis 0 menos corregido, lo cual relativiza sobre todo la significacién de la nocién de estimu- Jo. Al escribir que cel estado central —representacién del mundo—es una proyeccin fusionada de tres dimensiones: corporal, extracorporal y temporal»,5? J.-D. Vincent rein- serta al organismo en el espacio-tiempo y hace del no-s{ mis- mo un dato de base que ya no esta fuera del sujeto», como suele sostenerse en los trabajos neurobioldgicos centrados cen el aparato neuronal. Segtin dichos trabajos, el aparato neuronal s6lo podria conocer su funcionamiento por via de ‘un enfoque conexionista que, fuera de s{ mismo, sabe tiniea- mente lo que le ensefiarian las percepciones, através de las ‘cuales el citado aparato podria separar . En cambio, los datos aportados por J-D. Vincent conciernen tanto a la representacién como a la ac- cién aqu{ reunidas, pero sobre todo denuncian el artificio consistente en hablar de un organismo definido por fuera de dichas coordenadas. El psicoanalista tiene Ia satisfaccién de comprobar que 1 bi6logo de las pasiones llega a la conclusién de que el pla- cer es una necesidad fundamental del animal evolucionado. La dimensién de gratuidad que le confieren los humanos, sobre todo aquellos a quienes sus sublimaciones los levan a olvidar que tiene fundamentos en el euerpo, empuja a esos, teGricos a ocultar la necesidad absoluta de darle su lugar al, 8 JD, Vinoent, pig. 156 52 placer en sus construcciones sobre el psiquismo. El asce- tismo del método cientifico inctina a defender una idea del humano donde aparece la subestimacién sistemética del placer y de su poder movilizador. Esta infravaloracion se refuerza merced a la invoeacién del dominio de las repre- sentaciones que le estén vinculadas: el deseo dominado del ser superior. Es necesario acompafiarlo con una exaltacion, poco convineente, pero que es conveniente imponer para conjurar quién sabe qué peligro de descontrol. De abi surge la idea de una inteligencia que nada deberia a sus funda- mentos pulsionales.* De todas maneras, habra que refle- xionar sobre el hecho de que este lugar preponderante del placer —que los cientificos tienen dificultad para reconocer en toda su amplitud—es resultado de la evolucién de las es- pecies y de la selecci6n natural. La adaptacién no podria en- tenderse desde el dngulo estrecho de un utilitarismo obje- tivista que conduce a defender una idea de la ciencia pura y dura, adornada de virtudes que los cientificos estan lejos de ilustrar sin fallas. Se conocen experiencias de autoestimulacién en ratas, destinadas a obtener placer y que las llevan a la muerte (Olds), Apuntemos que las sustancias relacionadas con la quimica del placer —las catecolaminas— también intervie- nen en el metabolismo de las enfermedades mentales. La lo- calizacién anatémica de las estructuras cerebrales vincu- ladas con el placer (hipotalamo lateral) es una via de pasaje que «no contiene ninguna de las redes cableadas responsa- bles de los comportamientos»,®° asi como esta regidn cere- bral no guarda trazas de las experiencias pasadas y de los ‘mapas cognitivos disetiados por el aprendizaje. Es un -agui- jon sin objetivor (Panksepp), pero un aguijén imperioso que no sufre demora ni retencién, que procede a un tensiona- miento (JD. Vincent) disociado del objetivo y empuja aun Bg llamativo que el psicoandlisis norteamericano se haya mostrado proclive a seguir la misma via—unigndose en ese puntoa Piaget cuando Hartmann defendis a idea de un yo auténomo y de una esfera denomina- sl slibre de eonflietass. Apuntemtos que los psiconnalistas franceses se ‘nostraron muy refractarios a esta nueva .®° Moléculas pequeiias y macromo- léculas (formadas por combinatoria) edifican arquitecturas estables; se forman membranas moleculares constitutivas de la unidad celular, y aqu{ estamos, Ianzados a definir nuestra envoltura corporal constitutiva del limite del in- dividuo que somos. ;Habremos Hegado al fin del recorrido? ‘Todavia faltan los grupos humanos sociales que, también ellos, se delimitan a veces segtin fronteras que no siempre corresponden a los grupos étnicos y que cambian al compas de las guerras. La emergencia nace de la oposicion de estructuras «ines- peradas» que legan a la existencia como formas complejas y especifieas a partir de estructuras menos complejas. H, Atlan echa luz sobre el problema cuando examina las diferencias entre estado inicial y estado final, tratando de circunseribir los cambios registrados. Permaneciendo en el ‘mareo de la teorfa de la informacién, el autor se aboca a los problemas de creacién de significaciones y de emergencia de lo nuevo con relacién al determinismo, y por ultimo se ins- tala en el rol de observador, sogin los pastulados de la obje- lividad. sCémo hablar de aigo para lo cual carecemos de un lenguaje adecuado?,®" se pregunta el autor con la mayor Bid. pig. 249, "HL Allan, eLiémergence du nouvesu et du sens», en Théories de la omplesite, pgs. 115-90. pertinencia. La distincién de los diversos niveles permite hacer la hipétesis de cambios consistentes en una transfor ‘macién entre distincién y separacién en un nivel elemental, ¥ unificacién y reunién en un nivel més elevado, Queda asi escalonada una jerarquia estricta: ~ propiedades fisicas de los dtomos; — propiedades quimicas de las moléculas; = propiedades fisioldgicas (diferenciacién) de los orga- nismos; ~ propiedades psicolégicas del comportamiento animal y del espiritu humano; ~ propiedades sociol6gicas de los grupos humanos. Cada nivel aparece como una novedad con relacién al an- terior, Atlan apunta que «es imposible observar a la vez to- ddos los niveles con la misma precisiéry.®° Una teoria de las comunieaciones permite elaborar las relaciones entre pla hos. H. Atlan propone dos niveles de articulacién del len- ‘guaje: el primero, cerebro-lenguaje y, el segundo, lenguaje- pensamiento; pero asi se hace més dificil establecer cual- ‘quier relacién directa corebro-pensamiento, Quiz seanece- ftario proceder a formulaciones intermedias del mismo tipo para las relaciones entre lo fisiolégico y lo psfquico. El lenguaje permite aprehender (en su relacién con el | pensamiento) el surgimiento de las significaciones. Lo no icho es aqui el lugar de las significaciones creadas.®° Atlan ‘da aqui amplia cabida al inconsciente. Ala idea de un len- guaje lineal secuencial se opone la de un escalonamiento de | niveles de funcionamiento. i ‘No sélo la reflexién sobre el cerebro es capaz de desper- | tar nuestro interés. Muy por el contrario, ideas originales sobre los sistemas vivientes nos ofrecen también perspec- tivas que coinciden con puntos teéricos concernientes al psi- | coanalisis. Las teorizaciones fundadas en Ia inmunologia no | ‘son menos esclarecedoras que las provenientes de la neuro | biologia. Varela saca de esto conclusiones sobre la concep ‘ign del si mismo.!® Lo hace dividiendo el concepto en dos: SI tar amc hit etn ee a Ee eet ante Shin Na cee keer ee) 84 ‘uno esti ligado al sentimiento de identidad, el otro es un ‘modo de las relaciones con el mundo. Esta vision es comple- tada con otra dualidad: la de una perspectiva holistica glo- balista y la de una multiplicidad de «si mismos» locales vineulables por ejemplo con la célula, con el cuerpo en sus fandamentos inmunolégicos, con la sensoriomotricidad, con 1a dimensién sociolingiistica y, por tltimo, con la pluralidad constitutiva de lo social. Bs notoria la presencia en este au- tor de un pensamiento convergente con el de Atlan. Varela, se transforma en defensor de cierta autopoiesis, e insiste en la creatividad del sistema ubicado en las condiciones de un espacio-tiempo dado que favorece la emergencia. Esas son las ideas principales del pensamiento biol6gico moderno: el papel de la constitucién de limites (ln membrana encapsula Jas células), la funcién autorreferencial de la organizacién, la instalacién de la causalidad reciproca de reglas locales ue rigen las interacciones, etc, Aqui estamos frente a la do- ble tarea de los sistemas autopoiéticos: conservacién de su sidentidad» y eonservacién del acoplamiento entre la orga- nizacién y el mundo. En psicoandlisis, traduciriamos esto por lo que propuse lamar «articulacién de lo intrapsiquico y lo intersubjetivos. Sefialemos que también Varela prefiere hablar de «mundo y no tanto de «entorno», eonforme a su interés por la fenomenclogia. El autor manifiesta a la vez su preferencia (con relacién a la nocién de programa) por un constructivismo interactivo si mismo-mundo regido por la autopoiesis. Una de sus ideas de mayor fecundidad es aque- a que postula la existencia de un imaginario al que define ‘como el excedente de significancia adquirido por un sistema fisico en virtud de la perspectiva de accién global de la onga- nizacién. Llegamos asf a la idea de una -ecologia somatica» cuyo ejemplo son las inmunoglobulinas. La légica del sistema nervioso es la de un trabajo interneuronal que postula la in- disociabilidad del par sensitivo- (o perceptivo-) motor. La cognicién y el comportamiento aparecen ligados en forma discontinua y puntuados por modelos de accion. Aqui inter- viene la clausura operacional (en el sentido de la recursivi dud), El sf mismo cognitivo es una unidad perceptivo-motriz en el espacio; la perspectiva identitaria, tal como ya hemos «licho, se asocia con la de acoplamiento al mundo circundan- tw, También en Varela se observa una critica de la perspecti- 85 va computacional. El «objetivismo» es impugnado en forma comparable a través de la idea de excedente de significan- cia, que tiende un puento hacia la intencionalidad subje~ tivante, Sin embargo, la idea de un sistema central desapa- rece tras otra que postula una pluralidad de sistemas en conflicto (jsiempre las mismas menudencias!). «El cardeter ‘nico del si mismo cognitivo es esa falta constitutiva de sig- nificacién que debe ser llenada ante las permanentes per- turbaciones y los permanentes derrambes de la vida per- ceptivo-motriz, corrientes.!0! De esos datos, Varela extrae conclusiones sobre el sf mismo como persona, pasando luego un nivel de discusién filoséfica que denuncia, aqui como en biclogfa, las ilusiones sobre la funcién de un concepto central que recuerda las eriticas del psicoanslisis en ewanto ala identificacién de lo psiquico con lo consciente y Ia posi- cidn resultante respecto de la concepcién de un «yo central». La idea principal es la de una pluralidad de funciones que bran en pos de una dialéctica de la identidad y de una dia- léetica del conocimiento. Estas reflexiones son importantes para medir el alcance de una verdadera revolucion episte- ‘mol6gica en biologia, donde la inmunologia ocupa un lugar de primer plano. G. Gachelin lleva el andlisis hasta el punto de incluir en é! la critica de las mentalidades entre los cien- tificos.!2 Aqui estamos en pleno dilema: si bien esta claro que Varela procura construir puentes entre si mismo inmu- nolégico y s{ mismo «filos6fico-, Gachelin pone en guardia contra los deslizamientos semanticos que acompafian a esos razonamientos. El préstamo analégico bien podria no ser ‘més que un signo de comodidad intelectual. Esté claro que cierto mémero de nociones tales como reconocimiento del si ‘mismo y del no-s{ mismo tienen necesarios ecos en el psi- coanalista y sugieren una cadena ininterrumpida de con- ceptos que unen la biologia y el psiquismo, aun cuando la funcién de un mecanismo defensivo en andlisis no se com- ‘pare con la accién de un Tinfocito. .. ‘A través de estas cuestiones queda planteado el interro- gante acerca de la psicosomética, Si bien los psicoanalistas franceses las hicieron avanzar mucho alrededor de los tra- bbajos de P. Marty, todavia falta esclarecer su fundamento 101 pia, pag. 28. 1G. Gachelin, -Vie relationnelle et immunité», en J. MeDougal, ed, Corps et histoire, Paris: Las Belles Lotres, 1986, pégs. 45-98. 86 epistemolégico.1°° Lo importante es que el término y lo que él recubre sean objeto de un consenso que retina a psicoana- listas y bi6logos!* (desde la mds alta Antigtiedad los clini- os admiten la existencia de ese tipo de fendmenos). No me parece posible responder a estas cuestiones sin antes clari- fiear los diversos tipos de fenémenos somaticos (funcion les, de conversién, hipocondriacos, psicosomaticos propii mente dichos) y tampoco sin la ayuda de conceptos apropia- dos que incluyan en su definicién a las dos series. Ejemplo: la pulsién como «concepto limites entre lo psiquico y 10 s0- mético. Sin duda, el concepto de pulsién est hoy entre aquellos que despierian las mayores controversias entre los psico- analistas. Las razones para recusarlo vienen de distintos horizontes: de la clinica (por lo general, hoy se prefiere la idea de relacién de objeto), de la teoria (la metapsicolo- sia freudiana ya estarfa superada), de la ciencia (la pulsién es cientificamente inverificable). En nuestra opinién, el concepto de pulsién no tiene reemplazo, punto que volve- remos a tratar, Mas atin: es interesante comprobar que ma- tematicos como René Thom desarrollan conceptos que se le acercan bastante. La tentativa de Thom es definir, ba- sndose en la teoria de las catdstrofes, «un nticleo a priori Liltimo del ser biolégico, constitutive de su psiquismos, Por 209 Un grupo de trabajo organizado por Isabelle Billiard y Lucien Brams ‘on el titulo de «Payehanalyae et sciences du vivant» diseutis esas cues: tiones al large de todo un ao. El grape inclua en especial aJ-P. Tascin {neurebiologta),G. Gachelin, J. Stewart Gnmunologia), F. Varela (biologia xeneral), C, Jasmin (eancerologta),C. Dejours (psicosomiética), P.Pédi- ds, A, Green, A. Guedeney, JP. Thurin (psicoandlisis). Las discusiones ‘uparecieron en ediciones Eshel éon el nombre de Somatisation peyehana- Iya et seiences du vivant, 1994 "04.5; queremos estar en condiciones de decir, ala manera de un Galileo ‘embargo, la psicosomatica existe", no veo de qué jiente conclusién: debemos aceptar la necesidad de lina total reostructaracién,o en todo caso una extension radical de nues {ras categoria bioldgicas» (John Stowart, nota presentada al grupo citado ‘os nuestra nota anterior. Comunieacién personal). NS Véase R. Thom, Saillance ot prégnance-, en Linconseient et a seen +e.0p. cit. [Salienci y prognancia-,en BI inconcienteylacienciay op etl, ‘también Bsquisse d'une seméiophysique, Paris: Interéditions, 1988. Romito igualmente al lector aA. Green, «Fondements du psychisme clea Thom, Proud, Aristoles, en Passion des formes, y& René Thom, ENS. a. 1994 87 esa via el autor llega a la invencién de «saliencias» y «preg- nancias», idea, esta iltima, que evoca muchas de las carac- teristicas vinculadas con el concepto freudiano de pulsién. ‘Thom no teme aventurarse en senderos que para otros levarian directamente al vitalismo. «En una definicién de apariencia viciosa, dirfa que lo que caracteriza a la vida es el apego a la vida; hay algunas formas a las cuales les resul- ta relativamente indiferente desaparecer, y son las formas inertes; otras, al contrario, defienden su existencia con as- ‘tncia y habilidad (cualidades humanas a las que tal vez no sea ilusorio encontrarles definiciones combinatorias) y son Jas formas vivas».%9 Permitamonos agregar que algunas estan dispuestas a pagar con su vida la realizacién de sus deseos, llegando incluso a darse muerte ellas mismas: los seres humanos. Las conclusiones de Thom merecen ser citadas: «De he- cho, ereemos que la realidad macrosc6pica usual, la reali- dad de las comunicaciones interhumanas, es més importan- ‘te y mas fundamental que la descripcion de las entidades ‘iliimas (moléculas, atomos, fermiones y bosones, ete.) que descubre la fisica. El lenguaje parece ser més util que las teorizaciones matematicas construidas para dar cuenta de fenémenos sumamente fugitivos y tiltimos en nuestra vi- sién de la realidad».107 Blogio de la clinica Este panorama —en verdad muy restringido a pesar de su longitud— podria pasar por abstracto si no hubiera prue- bbas coneretas de la easi imposibilidad de comunicacién en- tre neurociencias —y con més raz6n todavia ciencias cogni- tivas— y psicoandlisis. El psiquiatra y psicoanalista Jac- ques Hochman y el neurobislogo Mare Jeannerod intenta- ron dialogar en una obra donde, uno después del otro, fue- ron desarrollando los puntos de vista que les dictaron sus respectivas experiencias y teorias. El resultado es muy 395 R, Thom, Modeler mathématigues de la morphogentse, Paris: UGE, 10/18, 1974, pig. 186, 30° R'Thom, sSeilance et prégnances,en Linconscient tla science, cit, pig. 79. [Salencia y pregeancas, ent inconciontey la eenci, op. sit, pa 814 88 interesante y a la vez muy instructivo, pues ambos autores uunen la competencia con la buena fe. El intento es mucho més digno de interés todavia por ser representativo de una discusin «a la francesa». Puesto que la mayor parte de la literatura sobre el tema es anglosajona, el muestrario no tiene desperdicio. Alo largo de la —altamente recomendable— lectura de dicha obra, se me fueron presentando las razones de tal incomunicabilidad. La alternancia de capitulos en los que cada autor responde al otro revela, en mi opinién, el meollo de la diferencia, Esta reside —al margen del debate sobre cuestiones de fondo— en la formulacién de aquello a que cada cual se refiere y que hace toda la diferencia entre los, dos enfoques. Consideremos un pasaje de Jeannerod: fa nocién que surge del modelo seleccionista es que existi- ia una relacion directa entre la actividad nerviosa y la for- ma en que se organiza el cerebro en el transcurso de la ma- duracién, {Puede intentarse generalizar dicha nocién mas alld del establecimiento de conexiones sindpticas? Se llega- ria entonces a postular que el individuo, por su propia acti- vidad, se construye a sf mismo (biologica y psiquicamente) a partir del material disponible al nacimiento, Esta hipstesis, de una autoorganizacién (en el sentido de autoseleccién) po- dria representar otra manera de encarar las relaciones en- tre biologia y psicologia. En el plano del funcionamiento sindptico, la actividad nerviosa reforzaria la eficacia de la transmisién. En el plano del comportamiento, la motricidad activa permitiria el aprendizaje, consolidaria la coordina- ciéa sensorio-motriz, estabilizaria las imagenes percepti- vvas. En los planos cognitivo y psiquico, la interrogacién por medio del lenguaje, la exploracién curiosa del entorno cons- truirian las relaciones intersubjetivas. Existiria una conti- nuidad en la autoorganizacién del individuo en todos los niveles de funcionamiento. La idea general de ese modelo de subjetividad serfa, finalmente, que no es el mundo el que nos invade y nos impone su ley, sino que somos nosotros quienes construimos nuestra propia representacidn del mundo y la confrontamos luego con la realidad, por medio ‘le una interaccién en eierto modo intencional con el entor- no. Asi se ve reforzada la posicién del individuo en el origen 89 del proceso selectivo, del sujeto como fuente de intenciona- Tidad>.108 ‘Ninguna de estas propuestas hace alusién a fenémenos que nos resulten ajenos. Ya hemos tenido ocasién de reen- contrar las ideas y los hechos aqui descriptos a lo largo de todo nuestro trabajo. Y sin embargo, en su conjunto, la im- presién emergente es la de una no-aceptabilidad seméntica para el psicoanalista, El enfoque sincrético neuro-bio-psico- filoséfico es posible sélo al precio de amalgamas que tinica- mente pueden generar un ser estéril (no interfecundo): uno detrés de otro van haciendo su entrada en la escena del texto la seleceién y la autoseleccién como organizacién, se- guidas paso a paso por los niveles sinaptico, comportamen- tal, «cognitivo y psiquicor (sera acaso que lo cognitive no cs psfquico?). En ese momento, las «relaciones intersubjeti- ‘vas» salen del texto como el diablo de la eaja donde se escon- de, Sin embargo, hasta ahi no habia habido mencién de nin- ‘gin sujeto. La continuidad autoorganizadora sélo se esta- Dlece teniendo en menos a la discontinuidad, como aquella que precede y sucede a la idea de sujeto. Llega por ultimo la idea de una representacién del mundo, pero qué mundo? {Hecho de qué, accesible por medio de qué? {Coordinacién Sensorio-motriz e imagenes perceptivas? {Ese es el mundo del que pueden nacer relaciones intersubjetivas? Y para ter- minar, {se nos ha ofrecido la explieacién de una , 0 ya no tiene na- Uda.qoe esperar en cuanto a contribuira la comprensin de los fendmencs culturales, 99 de la ex Union Soviétiea y de Europa central, esa misma evolucién, que habia sido interrumpida por el nazismo y el comunismo, se reanuda, aun cuando por el momento sus perspectivas futuras resulten inciertas. En cuanto al resto del mundo, el psicoandlisis no existe en Africa, en los pai ses de influencia islamica dominante, y tampoco en Medio Oriente, en razén de su total oposicién a las creencias impe- antes. Tiene muy escasa presencia en Japon e India, donde sélo est simbdlicamente representado por obra de la in- fluencia occidental, pese a todo muy restringida, y tampoco existe en el resto de Asia. Al cabo de unos sesenta aos, esta reparticién geogréfica dio nacimiento a un conjunto de mo- ‘vimientos analiticos que no escaparon a la impronta de las mentalidades propias del suelo que los vio erecer. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que hay un psicoandlisis europeo —a su vez muy poco homogéneo, donde se mani- fiestan las influencias dominantes de Londres y Paris—dis- tinto del que se ejeree en otras zonas del globo. Ademés, allende el Atléntico, importantes diferencias separan a los psicoandlisis de América del Norte y del Sur. Desde lue- 40, dentro de cada uno de los grupos regionales, ciertas par- ticiones redistribuyen esta clasificacién.? Sin embargo, a ‘grandes rasgos puede decirse que las divisiones geogréficas siguen siendo mareadas, y ahora crean importantes proble- ‘mas de comunicacién entre analistas. He aqui pruebas in- discutibles de la influencia de la cultura en el psicoandlisis, ‘mucho més faciles de certificar en los psicoanalistas que en los analizantes. La vocacién universalista del psicoanalisis freudiano no lo dispensa de prestar atencicn a lo que ocurre puertas adentro, antes de lanzar un mensaje general que termine jaqueado por las diferencias culturales registradas enel seno de la comunidad psicoanalitica. En suma, la épo- caen que la obra de Freud constituia el nico y comtin refe- rente del pensamiento psicoanalitico esta doblemente ago- tada: por un lado, en virtud de que las interpretaciones del psiquismo difieren sensiblemente segtin los autores y los movimientos psicoanaliticos de las diversas regiones del Pose a la comunidad linguistics, el pscoandliss inglés esta més lejos ‘que lo esperado del psicoandliss norteamericano, Pero en virtd de) fae ‘moso principio segin el cual el enemigo de mi enomigo es mi amigo, hay convergencias sorprendentes, no tanto a nivel Lerico como en una visa ‘comin sobre el plano de las poiticas institucional, 100 mundo, y también porque, tras la muerte de Freud, algunos de esos autores se impusieron y sus respectivos adeptos en- contraron que sostenfan ideas més adecuadas y exactas que Jas que guiaron las primeras intuiciones —por geniales que hayan sido— del inventor del psicoandlisis. Pero si bien Freud se negaba a que su descubrimiento fuera en modo al- guno privativo de la sociedad vienesa, cabe preguntarse si Jos aportes de sus sucesores no expresan la influencia de sus respectivas identidades nacionales, visto que estan lejos de acceder a una visién de conjunto que abarque un horizonte tan vasto como el de Freud. Un breve repaso permitira evaluar la importancia de la corriente «sociolégica» en Freud. Si exceptuamos sus traba- {os sobre arte, que también deberian contar entre las obras cculturales, podemos datar su orientacidn hacia estos temas allé por 1908, con su trabajo «La moral sexual “cultural” yla nerviosidad moderna». Es importante seialar que el inte- rés de Freud se vuelea, en primer lugar, a los fenémenos contempordneos. Esta inclinacién se confirma alrededor de 1912, con varios articulos breves sobre la relacién entre folklore, cuentos de hadas y suefios. Pero esté claro que es ‘en 1913, con Tétera y tabu, cuando el pensamiento freudia- no adquiere una densidad jamais alcanzada hasta entonces en ese terreno. El péndulo vuelve una vez més a las cireuns- tancias tragicas que dominan la actualidad en 1915 («De guerra y muerte. Temas de actualidad»). Bl conflicto arma- do le dara oportunidad de escribir sobre las neurosis de guerra, y a continuacién se verd a un Freud dotado de agu- do sentido social, ¢ incluso de determinados dones prote- ticos, puesto que todo el mundo reconoce que, ya en 1921, «Psicologia de las masas y andlisis del yo» prefigura el na- cionalsocialismo. Una pausa de seis afios separa a este en- sayo de El porvenir de una ilusién, seguido por El malestar en la cultura (1980), donde asoman en forma alternada la ‘esperanza y la angustia por el futuro. La amenaza de la destructividad vuelve a hacer su entrada con {Por qué la _guerra? (1933); pero en este caso no se trata de un interés espontaneo sino de su respuesta a Einstein quien, habiendo leido seguramente B! malestar, lo requirié en nombre de la SDN. Al final llega Moisés.y la retigién monoteista, obra que puede interpretarse como una parte de su testamento espi- ritual, en 1938, 101 Si quisiéramos reagrupar el contenido de los temas ‘tratados, podriamos distinguir: 1) la evaluacién global de la vida social presente y el rol que cumple en ella el destino de las pulsiones; 2) Ia deseripcién de ciertos fendmencs pparticulares de la vida colectiva en lo que atafie al papel de los lideres y las figuras paternas; 3) la guerra y sus causas; 4) las amenazas que pesan sobre el porvenir de la civil ‘cién debido a las pulsiones destructivas; 5) la investiga- cién y las hipétesis sobre los origenes (prehistoria e histo- ria); 6) los aspectos imaginarios de la psicologia de los pue- blos (Volkpsyehologie: «folklore», «cuentos de hadas~); 7) la religién No tengo ninguna duda de que la gran mutacién que consagra la entrada de la cultura en el determinismo pst- quico es la creacién del superyé en la segunda tépica del Sparato psiquico. De hecho, con relacién a la primera, cen- trada en la conciencia, la segunda tépica procede a diversas correeciones que no esta de mas recordar. Se decreta que ‘una importante fraccién del yo es inconsciente; las pulsio- znes son ahora parte integrante del aparato psiquico (hasta entonces sélo se admitia a sus representantes, pero no a las pulsiones mismas, «ancladas en lo somatico»). Mas auin: la “iltima teorfa de las pulsiones postula la existencia de un grupo central por cuyo intermedio se expresa la destruc ‘dn, les pulsiones de muerte a cuyo respecto no se ha sefia- Tado como corresponde que su terreno de eleccién ira situan- dose cada vez mas en la esfera social, si bien no en forma ex- luyente, Por siltimo, el superyé es una entidad teérica ab- solutamente nueva y sin precedentes que modifica en forma sustancial la idea anterior del aparato psiquico. Le son ad- judicados al superyé el sentimiento de culpa vinculado al ‘asesinato del padre y el origen de la religié ‘Como puede apreciarse, no es nada fécil reunir en un ‘conjunto claro y ccherente los diversos capitulos de una in~ terpretacién cultural del psiquismo. Tendremos que exami nar las perspectivas de la socioantropologia (con la impor tante reevaluaci6n operada por el estructuralismo), de la prehistoria y la historia, como también retomar la elasica ‘posicién entre estructura e historia. A lo largo de nuestro ‘ecorrido trataremos diferentes objetos de estudio, entre los ‘cuales figuran las producciones culturales referidas a mitos J dioses y también al Edipo, cuyo arraigo en la cultura no 102 siempre fue bien entendido. Para terminar, nos interrog remos acerea del actual malestar en la cultura, que después de Freud vio nacer formas de violencia extrema necesitadas de una urgente reflexidn. Todas estas cuestiones deberdin ser confrontadas con interpretaciones distintas de las que hace el psicoandlisis y provenientes de disciplinas con las cuales puede entablarse una fecunda discusion. De hecho, antes de iniciar este amplio debate deberemos precisar ciertos elementos previos. Vista en forma retros- pectiva, la obra de Freud parece reflejar un doble roman- ticismo. En efecto, en ella se percibe sin demasiada dificul- tad un romanticismo biolégico donde el inventor del psico- andlisis disefia una gran epopeya que va del protista al hombre —véase «Mas alla del principio de placer»—, bos- quejando un panorama de inspiracién evolucionista. Aun- que jams lo diga y se refiera siempre a Darwin, Freud ha- bria compartido el pensamiento de Lamarck a través de su adhesién a la idea de herencia de caracteres adquiridos. Similar inspiracién se haria visible en loatinente a la cultu- ra, coneebida desde ese mismo éngulo roméntico, ¢ inscrip- ta en la trayectoria que describe a una humanidad llevada, sin saberlo, por ur: «proceso civilizador» mitico. Asf se cons- truye ante nuestros ojos una leyenda grandiosa en la que se realizan las obras de sublimacién del género humano, aun cuando nada en la naturaleza del hombre lo predestine a esa tarea, ‘Hoy en dia, las grandes sintesis de ese tipo generan des- confianza o sospecha porque su vasto horizonte se despliega, en detrimento de la exactitud y la precisién que siempre ddan por tierra con eualquier generalizacién simplificadora Se tiene por imposible que un solo espiritu, por penetrante {que sea, pueda abarcar con la mirada un campo tan exten- x0, Cuando consideramos un deber recordar la amplitud de miras de Freud, no lo hacemos para darnos el Iujo de una Weltanschauung que é1 mismo habria desestimado. Si man- tenemos abierto el abanico de los puntos de encuentro entre socioantropologia y psicoandlisis, es porque algunos de los conceptos que desarrolla y que nacen de esa relacién tan- encial, parecen entenderse de veras sélo cuando se los reu- hea en’ese contexto tedrico. En ese momento importaré po- tw que el saber contemporsneo recuse elementos de esas mismas construcciones conceptuales, ya que se dard priori- 103 dad al hecho de que la construccién permite sacar a la luz el aleance ontolégico de los conceptos que ella misma invents. En cuanto a los puntos sujetos a caucidn esgrimidos por el propio Freud, no se tratara tanto de censurarlos como de saber si son capaces de recibir otra interpretacién, habida cuenta de que cumplen un papel tedrico imposible de supri- mir lisa y lanamente. En otros términos: exigen considerar més la funcién conceptual que vehieulan. El tiempo hizo inaceptable el contenido literal que les es propio, y no cabe obstinarse en defenderlo, pero sin resignarnos a sacrificar ‘el motivo de su postulacién. En esta reevaluacién convendré examinar a su vez en forma critica si los eonceptos sustittutes ofrecen una mejor validez para dar cuenta de lo deseripto por Freud o si, cuan- do tienden a impugnar lo legitimo de esa deseripcién, bas- tan para taponar la falta que crearon proponiendo aligerar la construecién freudiava de ramajes tan inexactos como imitiles. Realidad externa y realidad humana Hay algo en Jo cual se ha reparado poco: cuando opone realidad psiquica (interna) a realidad material (externa), Freud esta englobando en esa denominacidn todo el no-yo. Eso significa que no hace ninguna distincién entre realidad fisica (inerte y viva) y realidad social. Incluso puede decirse ‘que —visto por él— el entorno no merece que en su seno se distinga un mundo humano.? Puede que en este punto Freud muestre la misma negligencia que mostr6 con rela- ign al objeto en el establecimiento de la teoria, sobre todo en sus aplicaciones téenicas. Por més que se considere el ‘objeto individualmente en el marco de una relacién de a dos, ‘en su totalidad o en forma parcial, o incluso que con ese nombre genérico se agrupe el conjunto de todos aquellos con quienes se vincula el yo, a ojos de Freud s6lo importa el so- porte de la accién con la que ese yo debe enfrentarse, su ver- bb, por asi decir: la pulsién de la cual ademas él mismo esta ‘en parte constituido, Porque es a la pulsién —cuya instan- 5 Porque el superyé es uns instaneia intrapsfquica perteneciente por lo tanto la realidad det mundo interno. 104 cia es un ello para el cual el objeto es contingente y susti- tuible—a la que se le otorga preeminencia. Para Freud, s6lo ella merece atencién dadas las propiedades dindmicas, econémicas y tépicas que presenta. Hoy es casi inaceptable esa posicién, como justamente lo demuestra la importancia reciente de las referencias al concepto de objeto. Todo indi- ca que en un momento absolutamente capital, el objeto pri- mario, es decir, la madre, se distingue del entorno. Mejor ain: lo significa por entero, a punto tal que la investidura del no-yo de la realidad externa es connotada por la investi- dura del objeto primario calificado de bueno o malo, de favo- rable u hostil. Pero las cosas no terminan af: por momen- tos, el objeto primario sera sucesivamente uno y otro, arras- trando asi a Ja totalidad del mundo externo en la estela de ‘su connotacién positiva o negativa, No hay mundo externo del que deban esperarse beneficios, sino en coexistencia con ‘un objeto benéfico en el seno de un espacio, es decir, remi- tiendo a una estructura subjetiva que antes haya provedido ala divisién entre bueno y malo y distribuido sus proyeceio- nes sabre el mundo y sobre el objeto emergente de tales ope- raciones. ‘Cualesquiera sean las diferencias de apreciacién sobre sus modalidades de accién y sobre las diversas maneras de concebir su papel, ningiin analista actual sostendra en for- ‘ma absoluta la tesis de una contingencia del objeto. Por otra parte, si este es el caso del objeto correspondiente al modelo tomado de la perversién, Freud mismo, ewando trata la me- Tancolia (y por via de consecuencia propone una hipétesis sobre la fijacién del melancélico a las etapas libidinales més antiguas), habla de un objeto muy distinto cuyo cardcter se opone a los anteriores puesto que es todo menos contingente yy sustituible. Muy por el eontrario: lo que se subraya es el cardcter vital, tinieo e irreemplazable del objeto. Esto mere- ce una aclaracién debido a que sin duda se apoya en la dis- tincién —o indistincién— del objeto respecto del yo. Aqui se tornan impropios los calificativos usuales; el objeto no es ni pareial ni total, porque la referencia a la parcialidad, toma- daen el marco de la relacién narcisistica primaria, esta liga da a lo que todavia no conoce la unidad y se confunde con lo ‘que todavia no fue distinguido. ‘Todo lleva a creer que Freud opts por una solucién diseu- {ible al no querer distinguir entre realidad externa del mun- 105

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