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GERARD HADDAD EL DIA QUE ME ADOPTO Mi andlisis con Lacan POODDOON TOOT TD GERARD HADDAD EL DIA QUE LACAN ME ADOPTO M1 ANALISIS Con LACAN Relato LetraViva Coleccién Testimonios Hadded. Gerard I gia que Lacan me adopt : Mi andlisis con Lacan ~ 1° ed. ~ Buenos Aires ‘Letra Viva, 2006, 284. : 23x 16.om. (SGN 950-649-128-3 1. Psicoanalisis | Titulo | COD 160.19: LL. Esta obra, publieada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicacién Victoria Ocamn- po. cuenta con el apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros y del Servicio Cultural Ge la Eimbajada de Francia en la Argentina. Cet ouvrage publié dans le cadre du Programme d’Aide A la Publication Victoria Ocam- po, béneficie dui soutien du Ministére des Affaires Etrangéres et du Serviee Culturel de l’Ambassade de France en Argentine. © 2002, Editions Grasset & Fasquelle, Paris © 2006, Letra Viva, Libreria y Editorial Av Coronel Diaz. 1837, (1425) Buenos Aires, Argentina wwwletraviva elsigma com letraviva@arnet com.ar 1S.B.N.: 950-649-128-3 ‘Pitulo original: Le jour of Lacan m'a adopté ison de la edicién original: 2-246-4291 1-0 ‘Traduccién: Jacques Algassi Supervision y correcci6n: Nieolés Gelormini y Raimundo Salgado Primera edicién: abril de 2006 Impreso en Argentina ~ Printed in Argentina Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.728 Prohibida la reproduceidn total o parcial de esta obra bajo cualquier método, ineluidos ta reprografia, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expres autorizacién por eserito de los titulares del copyright QOCCGTTI00T ttt OB. eet SEL FAT indice Memorias de una transferencia Una vocacién precoz . . . Un agrénomo en formacién ; En Africa La “clinica” del doctor Lacan Advenir alli donde ello estaba La exhumacién de los muertos UnayelOtro . 2.2... Kipur o el triangulo de Pascal Bo Mi conversién La “leucemia” del doctor Lacan “Todosalasilo” . 2... PRCONULIEEA, 23 ca Oo) 101 i141 : . . . 163 Ocon0e nooo 0 oN Pa ae eee 207] HHA oe POCO CT OTT OTT T Daa Mis observaciones de enfermos se leen como novelas. Sicmunp Freup No dejaré discépulos, No soy un maestro. No soy més que un testigo, El testigo se mantiene solitario, AIME Patuiire PCOS TCC C TOA OD dd Memorias de wna tran éHabria escrito estas paginas sin la insistencia de mi amigo & Figuier, maestro en m: “Usted lleva dentro suyo una obra importante”, me de de nuestros encuentros el hombre que estudiaria el lugar judaismo en el pensamiento y la obra de Jaccues Lacan, Resist durante mucho tiempo, tenia otros proyectos y aquel me mu- lestaba por razones que hubiera sido necesario analizar. Viejos recuor- dos, viejas penas mal curadas de la época en que laneé, a contracortien te y recurriendo a la nota equivocada en el concierto de las ideas psicoa- naliticas admitidas, esta piedra al mar: hay textos judios en la trastien- da del psicoandlisis. No el texto de la Cabala, esotérico, fascinante con su misterio, sino el texto talmudico trivial, el de Maiménides, antepa sado del discurso de las Luces. Aquello que Lacan habia pervibido an- tes que yo y me habia transmitido, Yo enuncié y desarcollé esta tesi dos obras, escritas casi en su totalidad mientras Lacan viv supervisién. Por otro lado, en un siglo en el que la cuestién judia ocupa cl lugar que conocemos en Europa, en su cultura y en sus tragedias, cuando av- tores importantes (desde Sartre a Hanna Arendt) le han consageado t flexiones que hicieron época, épor qué el psicoanalisis, y mas en po lar Lacan, que en alguna ocasién cita esa obra de Sartre para critics tendrian que estar fuera de este movimiento histérico de ideas? universo intelectual habitaria el psicoanalisis? Mas alld de vanas disputas que remiten a un tiempo acabado, otros motivos me detuvieron durante un tiempo, antes de lanzarme a esta pe le ocuipa ef , ¥ bajo su 1. LEnfant illégitime, Hachette Littérature, 1981; Manger le livre, Grasset, 1984 (Trad. esp.: El hijo ilegitimo, Nueva Visin, 1996; Comer el libro, De la Equis / Mild, 1996) Crrarp Hanoab sada lavestiygaciin, La obra de Lacan, aunque hoy en dia esté atravesan- do su ourgatorio, dio lugar, sin embargo, con de jos anas, auna 1onante de comentarios, lecturas especializadas, y bien is universitarias. Ninguno de estos andlisis altamente zados da cuenta, que yo sepa, de interés alguno por parte de La- n respecto al judafsmo, menos ain de una verdadera pertinencia de la cuestion, algo que yo sigo sosteniendo, Por Jo tanto, den nombre de qué cometer “esta insoportable falta de ideracifm'”? GQué me autoriza a llevar a cabo esta lectura singular? En realidad, se trata de una sola justificacién, muy poco académica: me autorizo por mi propio andlisis, por mi vinculo personal con Lacan, co- tidiano, y mantenido en el curso de doce afios. Ens parecié necesario —-como paso previo al impreseindi- ble y ya iniciado estudio académico de los textos, de la totalidad de los veinticuatro seminarios, del grueso volumen de los Escritos, y de algu- nas otras publicaciones—- realizar el relato de mi andlisis. Mi analisis con Lacan, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo el acontecimiento fundamental de mi vida. Por lo tanto, relataré mi metamorfosis de inge- niero agrénomo, cuyos sentido y recorrido de vida parecian firmemente trazados, en psicoanalista. En el comienzo soy un reconocido téenico del cultivo del arroz como arma contra el hambre del mundo, con una s6- lida ideologia marxista-leninista, para colmo en su versién tropical; es- 1 cor col guida w toy totalmente desvinculado de cualquier interés, bajo la forma que sea, de la cosa judfa, una particularidad obsoleta a los ojos del universalismo proletario. Y he aqui que me veo conducido, en medio del hervidero de la caldera freudiana, no sélo a hacer toda la carrera de medicina, inclui- da la especialidad, cosa que en un principio no exige otra cosa que una perseverancia sostenida, sino también a sufrir un tembladeral ideolégi- co total euyas manifestaciones externas serfan el estudio del hebreo, la asistencia a escuelas talmudicas, algunos afos de estadfa en Israel, y el retorno al lugar de mi nacimiento subjetivo, el judaismo. Metamorfosis que sdlo me concernia a mi pero cuya onda expansiva aleanzé a toda la familia que habia fundado, Se podran intuir los escollos colectivos que debieron scr atravesados y verificar, de paso, el aporte del psicoandlisis segiin el cual la familia constituye la infraestructura, a menudo incon- fortable, de nuestra vida psiquica, y en este caso, de nuestras produc- ciones teoricas. Este preémbulo al estudio del judaismo en la obra de Lacan, el relato de mi anilisis, ocuparta, segtin mi opinién, algunas decenas de paginas, cosa que ef editor acepté. Pero una vez empezada la cbra, estos prolego- 12 HOGG CGO oo oon MEMORIAS De Una TRANSFERENCIA menos se extenderian a centenares de paginas que adquirieron, en ce lacién con el proyecto in una plena autonomia. Empresa de la m: moria relativa a una experiencia vivenciada hace ureinta af referencias temporales y cronolégicas ya desdibujadas, papeles perso- nales, fichas de pago, recibos de alquiler, fechas de inseripcién en la fa- cultad, tratando de colmar a duras penas numerosas fallas de la memo- ria. Es cierto, nunca tomé una sola nota en el curso de mi anilisis, por estar demasiado implicado en el mismo, en una inmersion total que ne me permitia esta distancia subjetiva que me hubiera hecho pensar en la confeccién de un diariv. Freud observa en varias oportunidades que el relato completo de un andlisis remite a lo imposible. Imposible reforzado cuando se trata de dar cuenta de lo que equivocadamente se lama “andlisis diddctico”, a saber el recorrido singular mediante el cual alguien se convierte algtin dia en psicoanalista. El relato de un anilisis, el recuento de sus efectos, constituye, des- pués de algunos éxitos de libreria y de teatro, un género literario en sf, a veces con muy buena recepcién. Acaso no encierra aigtin perfume de investigacién policial, de novela, algo picante que atrae el interés? En mi opinién, y hasta el dia de hoy, ningtin analista ha tenido la osa- dfa de relatar en detalle su propio anilisis. Pues esto significarfa despo- jarse del aura de misterio y, por lo tanto, de la distancia necesaria que se debe conservar respecto a los pacientes, una oportunidad para caer- se del propio imaginario. “Emprendo una obra de la que no hay ejemplo ¥ que no tendra imitadores”, escribia JJ, Rousseau en el inicio de sus Confesiones, y yo pienso, por mi parte, ser el primero en intentar esta experiencia. Sin duda alguna, estoy alentado por el ejemplo del fundador. Sigmund Freud no vacilé en usar sus propios suefos, sus actos fallidos, sus sinto- mas, como material privilegiado de anlisis. Pero desde aquel entonces, se prefirié bajar la cortina, y e] manto que se utilizé para tapar la des- nudez de Noé ya no oculta las debilidades de nuestro progenitor, sino las propias. El costado formal y eclesidstico de nuestra comunidad encuen- tra allf su equivalencia. En una época obscena, en la cual el exhibicionis- mo no parece tener limites, la confesién sincera, piidica, el testimonio, éserian los tnicos considerados como fuera de contexto? El tiempo que vivimos, probable creptisculo del psicoandlisis, me pa- rece inyponer esta revelacién. Desde sus primeros pasos, el psicoandlisis sellé una estrecha alianza con la cultura de su tiempo, y Lacan contri- buyé brillantemente al reforzamiento de este vinculo que hoy en dia pa- s, con sus 13 Gerarp Happap rece ser un poco débil y quizas ya esté roto. El psicoandlisis ya no dialo- ga mucho con las otras disciplinas, llamadas equivocadamente “ciencias humanas”, tampoco con la literatura o la filosofia. Ya no aparece clara- mente qué intenta decir a través de su discurso, el cual vacila entre la palabra inefable y la herramienta paramédica. He tratado de restaurar este vineulo, en cada una de mis obras, de acuerdo a mis posibilidades, y sigo con esta ambicion. Bl intento que se va a leer, aunque predestina- do a cierto fracaso propio de toda obra, me parecié util y deseable. Se sa- bra, pues, de esta manera concreta, que existe una extrafia y efieaz préc- tica, que puede cambiar radicalmente un destino, e incluso aliviar algu- nos sufrimientos particulares. Un dia intenté, fuertemente alentado por Lacan, dar testimonio en- tonces frente a mis pares de la experiencia que acababa de atravesar, que 61 llamaba el pase. No fui comprendido. Veinte aitos mas tarde, hago al lector depositario de esta confesién De todas maneras, este relato es sobre todo un homenaje al psicoana- lista que fue Jacques Lacan, hombre admirable que una biografia malin- tencionada trat6 recientemente de pobre perro,” un intento de dar vivo testimonio de su arte, de su estilo. Lacan fue, por cierto, un personaje irritante, sus elecciones en la técnica psicoanalitica parecen a veces in- sostenibles y a algunos le resultaron escandalosas (no ocultaré nada de esto en las paginas que siguen). Pero también fue en Francia el promo- tor de una experiencia intelectual tnica, auténtica, donde la posibilidad de hacer trampas era minima y donde uno se jugaba la vida, a veces has- ta morir. Por mi parte, encontré el camino en el que queria y debia vivir, yy que por lo tanto podria dejar algin dfa sin demasiado pesar, ya que iba ‘a tener un “resarcimiento con los dias vividos”. Semejantes aventuras no abundan, si es que existen en la Francia actual. Por lo tanto, este intento inédito de revelar Ja intimidad de un pro- ceso singular que me llev6, asombrado, a ser un psicoanalista, constitu- ye una hazaita exotérica en contra del esoterismo que reina hasta ahora en esta materia. El espiritu perspicaz adivinard, por detrés del caracter novelesco de un relato, una intervencién tedrica, en todo caso un home- naje quiz ultimo a una disciplina apasionadamente amada, de la cual soy gran deudor y que creo en peligro de extincién. 2. La unica existente, la de Elisabeth Roudinesco, quien, sin embargo, cuan- do Lacan estaba vivo, mostraba hacia él —yo fui testigo mas de una vez— una particular obsecuencia. 14 AeeUsSGiscateerres Muy tempranamente, en Tinez, donde yo naci, en ins pritr 5 ras dolorosas de mi adolescencia, torné la decisién: seré psicoanulisic. Mi padre lo habia determinado, quizés antes de que yo hubiera nacido: hijo mayor seria médico, seria la revancha scial dé un hulle vp ea do. Tantas historias judias que recoren el mundo nos relatan esta his toria. Esta eleccion fue tomada por mi come propia, sin vacilacién, con alegria y seriedad, desde la escuela primaria, Me encontraba tan como- do en este molde preestablecido que a menudo me cargaban con el apo do “pequefio doctor”. Pero era necesario dejar la impronta de mi joven singularidad sobre esta voluntad paterna contra la que pronto levantariael estandarte 4c la rebelién. No seria un simple médico, sino un psiquiatra, “médico de los locos” como se decfa, frase que resonaba ya como una provocacién, wna desvalorizacién del hermoso t{tulo. Pero era muy pronto para tomar en serio las proclamaciones altisonantes de un adolescente dificil __ En verdad, esta eleccién llegaba a lo més profundo de mi alma, en la intimidad de mi dolor psiquico del cual nadie se preocupaba a pesar de las numerosas sefiales que yo producfa, Desde mi mas tierne infancia yo sufria, ademés de frecuentes apariciones de un aené que me torturabs de lo que mas tarde aprenderfa a llamar neurosis obsesiva. Pequesio ju- dio entregado a las oraciones, con mucho fervor religioso, estaba invadi do por momentos de pensamientos Tlenos de blasfemias, que me aplas- taban sobre el muro m tal de la vergtienza y de la desesperanza. Ado- lescente que habia descubierto el ateismo, me resultaba muy elegante proclamar que era ateo, lo que en una légica perfecta vaciaba de sentido cualquier pensamiento blasfematorio, No ganaba mucho con eso. Y ademas otra tematica obse: bia superpuesto a la precedente, representaciones de contenido sexual, que me hundian en una vergiienza inexpresable y un insoportable dolor a, 15 Geragp Happan z ~en mi clase habia adolescentes mas grandes~~ yo era ob tes homosexuales, que pertenecen al fondo de la cultura me- Mi ‘Sdentidad” sexual se encontré amenazada por sugeren hacian que de mi vida un infierno y que ocuparian 1 adelante todo el espacio canceroso de la neurosis. Era, se- gan mip én, un monstruo infame para suscitar semejantes co- mentarios y tener esta clase de pensamientos No podia confiar mi dolor a nadie, ni siquiera a un companero. Me- nos ain a mis padres, Bl sexo era tabi en el hipécrita discurso familiar. Mi monstruosidad, sin duda ya bastante transparente, no tenia que ser descubierta, Estaba convencido de que era el tinico ser humano que po- dia albergar semejantes pensamientos asquerosos. {Cémo podria yo re- velar esa tortura? La lucha contra estas representaciones me agotaba, y yo alternaba momentos de brillantes éxitos escolares con dificiles mo: mentos de depresién que nadie en mi entorno parecia entender. Pero un dia descubrf, con un alivio inmenso y una alegria inconcebi- ble, el nombre de Freud y los rudimentos de su pensamiento. Sobre todo la idea de que lo sexual marea muy tempranamente al nifo al rojo vivo. Se podia hablar, entonces, de estas cosas; yo no era un monstruo unico en su horror. Mas atin, veia en esta buena noticia la posibilidad de curar este sufrimiento, Emprender un psicoandlisis se transformé en un suefio, una’ yerdadera tierra prometida en la que esperaba entrar algtin dia. Fue asi que mi eleccién tomé6 forma. Al amparo de los estudios de me- dicina y psiquiatria, yo emprenderia mi propio andlisis, que me liberarfa de la desgracia. De este modo llegué a Freud por la puerta del sintoma. Quizas sorprenda que semejante idea naciera en la mente de un nifo de ese pais subdesarrollado y poco poblado que era Téinez entonces. Como el nombre de Freud habia podido alcanzar las orillas de esa Afri- ca colonizada, con un brillo tal que se transformé en la estrella que guid mi existencia? La historia y sus azares jugaron su papel en todo esto. Un sabado a la rioche del afto 1954. Terminado el Shabat, prendemos la radio como de costumbre. Esta vez una voz nasal, desconocida, pro- nuncia extraias palabras. Pierre Mendés France acaba de aterrizar en ‘Panez y anunciael reconocimiento por parte de Francia de la autonomia interna del pais. Dos aftos més tarde, esta autonomia se transformaria en independencia. No podiamos adivinar en este momento en qué medi- da este discurso sorpresivo transformaria nuestras vidas. Mendés France © nos tranquilizaba y nos lenaba de orgullo; y con un amor ‘amos a nuestro pais, Ttinez, y a Francia, ya reconciliados. cias de ahora era judio, igual que ree Annan RAR AAA AA UNA YOCACION PREC Pronto, empezé a soplar un vi do despertado de su suetio color ento nuevo sobre el antiguo protectora- : al, Bi pais salia bruscamente de su cas- carén, y acorde con la orientacién de su visionarie ditigent se abrié al mundo y a la modernidad, Vimos desembarcar en gran var tidad nuevos docentes y nuevos técnicos, legados para contribuir a la modernizacién del pais. Cambié la atmésfera del pais, su clima cultural se encontré aliviado del peso del orgulto colonial que reinaha hasta ese momento, Tiempo del neocolonialismo, Tainez experiments en aquellos afios un verdadero hervidero intelectual, del cual participé la elite de su poblacién local, donde se confundian todas las etnias, Los conciertos sinfonieos, las representaciones teatrales brindadas a menudo por elen- cos locales que juntaban dacentes y alumos de los liceos, las conferen cias brillantes, eran moneda corriente. Aquellos afios eran los afios de mi adolescencia torturada | Yo cursaba entonces mis estudios secundarios, empezados en una escuela de la Alianza Israelita, y continuados en el colegio Alaoui frecuentado por una mayoria de tunesinos musulmanes y gente de habla érabe. El liceo Carnot, establecimiento todavia controlado por Francia, tan remiso hasta ese momento a admitir alumnos autéeto- nos, abrié ampliamente sus puertas, en especial a ls nifios judios Rechaeé esta eleccién por fidelidad a mi sentimiento nacional, y por. que me sentia muy bien en este colegio Alaoul, donde habfa conocido tantos buenos docentes. Uno de ellos, Sicard, tuvo un papel especial en mi formacién, El mismo dia del comienzo del aio lectivo (me fal- taban dos afios para el bachillerato), presa de una extraia agitacién, nos hizo una declaracién sorprendente: el siglo XX era uno de los si. glos mas importantes de la historia de la literatura. Consideraba en- tonces la posibilidad de reducir el programa consagrado a Moliére, Racine, Corneille, sin duda inmensos genios, para hacerle un sitio a la literatura del siglo XX. _ Ahora bien, siempre en aquellos afios, otro acontecimiento, en ap. riencia menor, esta vez. un hecho editorial, contribuiria a la animacién cultural de Tiinez: la aparicién del libro de bolsillo, con centenares de tt tulos editados a un precio razonable. Sicard nos propuso erear una biblioteca en la clase, compuesta tini- camente de obras contempordneas. Cada umo de nosotros tenia que con- tribuir a la misma con algtin aporte econémico, y el mismo Sicard iha a hacer su generosa contribucién, Una tarde soleada de octubre, nos fui- mos todos juntos, con nuestro docente a la cabeza, para visitar la gran libreria dela ciudad, y comprar por decenas estos libros de bolsillo, que Bur Gérarp Hapoan nos fascinaban con su tapa brillante, con colores violentos. Un verdade- ro saqueo cultural. Bs asi que descubri a Malraux y Camus, Bernanos y Sartre, pero so- bre todo, entre tantas obras, La introduccién al psicoandlisis de Freud. La lectura de este libro, desde las primeras paginas, me conmovid pro- fundamente. Supe a partir de estas pocas paginas que mi destino iba a estar ligado a esta nueva disciplina. Nuestro docente habia tenido otra idea extrafta, la de dedicar una hora de clase, cada lunes a la mafiana, ala lectura de los grandes diarios literarios, tan numerosos en estos afios. Les Lettres francaises, Le Figa. ro littéraire, Arts et Spectacles. Nos informébamos de las ultimas pro- ducciones del pensamiento, literatura, poesia, ensayo. La cabeza llena con estas lecturas recién descubiertas, mal asimita- das, pero que nos llenaban de exaltacién, algunos de nosotros nos jun- tabamos, y paseando hasta avanzada la noche, debajo de la arboleda es- pesa de la Avenida, y en medio de los gritos estridentes de los gorriones, nos dedicabamos a rehacer la’filosofia, la literatura, la politica, la eco- nomfa, y el mundo en su conjurto, que esperébamos iba a ser socialis- ta. Lanz4bamos al aire, inexperimentados juglares, todas estas ideas. El pensamiento de Camus me habia seducido, mi amigo Dédé defendia la posicién de Sartre. La guerra de Argelia ya hacia estragos. Quizds la mayoria de los jévenes judios de mi generacién eran mas proclives a los encantos de la playa, 1a emocién de los primeros flirteos, y las partidas de poker. La ventaja de la neurosis, y de hecho tiene algu- nos beneficios, fue mantenerme distante de esta estéril ociosidad. La fiebre de mi adolescencia fue vivir en simbiosis con los debates del Barrio Latino parisino, del cual Téinez era el suburbio imaginario, de manera tal que llegado a Paris algunos afios mas tarde, me orienté rapi- damente y no tuve una gran sensaci6n de exilio. Descubri también, gracias a las Juventudes Musicales, en las audicio- nes de discos que se brindaban todos los viernes a la noche en un confor- table auditorio armado en un ala del liceo Carnot, la gran musica clasica, Beethoven, Schoenberg, Stravinski, musica que empecé a amar apasio- nadamente, y que acompaiia desde entonces cada dia de mi vida. La metamorfosis estética que la musica clésica me hizo conocer tuyo un papel importante, no me cabe ninguna duda,’ en mi devenir intelec- tual. 3. Ver milibro Freud en Italie, Albin Michel, 1994, La pintura del renacimien- to italiano jugé el mismo papel para Freud. 18 DOCttttttHthin Una vocacioy preca: mocicr sbjaba, los Hevaba a cabo entre mi familia y yo, pon Atravesaba momentos dificiles que mis pa mis nuevas lecturas. fuentes de una soledad cada vez mas aver verte querian, vanamente, privarme de estos placeies Temia volverme loco. Sin embargo, mis estudios bles irregularidades, me deparahan muchos 6x estaba al alcance de la mano. En tudios de medicina, comenzaria mi andl y ostarta lit mentos. [ha avanzando en una via regia, sin obstaculos, salvo los que pr venian de mis firerzas psiquicas, en permanente conflicto. Si aquelio no acontecié, mi camino iba a tener un desvio sorpre El ao anterior durante una estadia en Faris que mi padr bia regalado como recompensa por mis resultados en la primera parts del bachillerato, habia conocido a una joven alemana. Conoei eon 8. mi primera emocién amorosa compartida, muy casta por lo demas. Dos- pués de algunos pascos tomados de la mano en las calles del Barrio La- tino volvimos a nuestros respectivos paises prometiéndonos que man tendriamos correspondencia y nos verfamos nuevamente el verano si guiente en Baviera. Nuestra correspondencia fue muy escueta, $. tenfa muy poeas rosie: nes del francés, y mi aleman, que empezaba a aprender en el Instituto Goethe de Tunez, era muy rudimentario. A} acercarse el verano, las cartas breves que me mandaba §. se vol- vieron cada vez mas extrafias, inquietantes. “Ya no tienes que softar e nuestras hermosas vacaciones juntos” fue el contenido de sii tiltima ear- ta. Habia puesto tantas expectativas en este viaje que no queria renun ciar al mismo, y emprendi el viaje, con mi titulo y algunas pocas mone das en el bolsillo, hacia la pequeia localidad de Weiden, cereana de Nu remberg donde residia S, Ir de Tainez a Nuremberg, atravesar el Mediterrénco casi sin diners no es una empresa sencilla, Pero la dificultad me parecié muy peque yal cabo de unos pocos dias, haciendo dedo, recorri una distancia de va rios miles de kilémetros. Entonces me enteré, por su propio padre, ¢ §, habia sido internada en el hospital psiquidtrico de Miinich. La noticia me aplasté, Inmediatamente volvi a cargar mi mochila para viajar, siew pre a dedo, a Munich. Legué de noche y dormi en el Kolpinghavs eon sus cuchetas, una suerte de hogar para viajeros pobres. No pude cerrar que el ojo. f ae con mucha angustia el momento de pod pital gsigivatrico, y las horas me parecian interminables. Finalmente, Hiegue ai Hospital, una imponente construccién gris, austeva, con su in- juietante iimploza semejante a la de las carceles, tan distinta a los pitales psiquiatricos franceses que conoceria mas adelante. El padre de S. me habia dado una nota para el médico tratanie de te manera tal que fui autorizado a visitarla. Ella se encontra- un error o por falta de lugar, en el pabellén de los locos gra- caban desaforadamente, Fue para mi una experiencia horri- ble, un impacto tremendo. su hi ba, por al ves, que gf El dia siguiente y los dias sucesivos, pasé, pues, de una visita al hos- pital a horas ce postracién, sentado en el mismo banco. Este estado duréd una semana, Mientras tanto, habia conseguido que 8. dejara el pabellon de los locos uraves. Por mi parte, habfa encontrado un refugio en el Al- bergue de la Juventud de Munich. Conoei a un alegre grupo de italianos, con quienes estableci una amistad. El verano era magnifico. Poco a poco, mi tristeza iba disminuyenth. Si la visita por la tarde al hospital era sa- grada, de todos modos me quedaba el tiempo suficiente para frecuentar en agradable compafia las cervecerias de Munich. Sin embargo, percibia que una fractura se habia abierto en mi. Esta primera confrontacién con la enfermedad mental, la locura que cada hom- bre posee on su interior, me habia aterrorizado. Quedé convencide de no poser las fuerzas suficientes para llevar a cabo semejante combate, y arrojé las armas antes de aduefiarme de las mismas. Tomaba en abundan- cia, me reia, hastigaba con una falsa alegria a las chicas alemanas, pero me vivenciaba interiormente como muerto, una especie de zombie. Pero tenia que tomar una decisién: équé camino tomar, qué estudios Hevar a cabo? Sentado en el banco, frente a este hospital siniestro, tomé Ja decision de sacrificar mis aspiraciones intelectuales en beneficio de mi salud mental. Renuncié, con lagrimas, a la medicina, pero sobre todo al psicoanalisis, a la filosofia, en definitiva a todas mis ambiciones, para orientarme hacia una vida mas humilde, mas sana. Me anotariaen la es- cuela de los téenicos en agricultura de Tanez, isla de paz en los alrede- dores de la ciudad, con sus naranjos y sus frondosos arboles. &De dénde provenia esta atraccién sorpresiva por la agricultura? De mis afivs de militante en varios movimientos de juventud sionista, en donde me habian repetido una y otra vez que el trabajo agricola era de ahora en adelante ef nuevo ideal judio, la via de su redencién. Oscuros pensadores sionistas habian proclamado que la regeneracién del hom- bre judio, como si este fuese un degenerado, pasaba por el trabajo agri- 20 HOSS oT Oooo oodd) CUACION PRECH? cola cooperative. iQue asi sea’ La vida al aire libre, en contacto con el mundo rural seneillo y robusto, iba a brindar seguramenie la paz a mi alma, que la especulacion intelectual me habia quitado. Ya no era sion ta, sino un convencido patriota tunesin. Me pondria pues hurnildene te al servicio de la joven reptiblica, mientras iba a luchar para el adver miento del socialismo, solucién para tedos los problemas de la humani. dad y para os mios en particular. En aque! momenta, y durante k siguientes, este esquema de vida me tranquilizé. os afias El tiempo de estas extraitas vacaciones estaba finalizando. Volvi a mi casa, Mi padre me esperaba en el aeropuerto de Téinez. “Llegé la hora de que te inseribas en primer afio de medicina”, me dijo Lo hice participe, sin ningtin tapujo, de mi decisién: renunciaba a la medicina, y consideraba la posibilidad de inscribirme a la Escuela de Agricultura de Tiinez. Fue para él un golpe terrible, el derrumbe de su suefio que habia sido también el mio. No traté de entender lo que pudo causar esta suerte de suicidio mental. Prefirié dar tienda suelta a una rabia violenta. Fue el infierio durante varios dias. Querian que reviera mi decisién, que me quebrara. Mis padres no habian entendido precisa- mente que me habfa quebrado, que estaba tirado en el suelo, incapaz de levantarme. Una noche, junté fuerzas y sabiendo que mi padre estaba solo, sentado en la terraza de un bar, fui a hablar con él, “Esta guerra es inditil —le dije—. Me supera. Mi hermano podra empezar sus estudios de medicina dentro de un afio, Dejen de atormentarme.” Mi discurso produjo cierto efecto. A la tarde del dia siguiente fui ala Facultad de Agronomia de Tunez para inscribirme. Una extrafia providencia siempre atemperd mis mas graves errores Fui recibido por una persona con quien me habia cruzado varias veces iltimamente, el animador del auditérium de las IMF que yo frecuenta- baasiduamente, un melémano, apasionado por la misica de Ravel. Pero ignoraba cudl era su verdadera actividad. Descubria de repente que este hombre amable y culto era un ingeniero agrénomo, uno de estos ayu- dantes técnicos recién llegados. Luego de haber examinado mi expe- diente, mis brillantes resultados en el bachillerato, me miré sonriendo. “Bsta escuela no es para usted —-me dijo. Ella forma buenos técnicos en agricultura, pero usted tiene que prepararse para ingresar al Agro.” éQué eva este Agro? Me explicd, Podfa concederme una bolsa, suficiente para conseguir mi autonomfa financiera. Tenia que ir a Francia y apun- tar a un nivel mas alto Esta simpatia me conmovi , me sacd de mi estade depresivo. Ser 21 Gérarp Hannan agrénomo me parecié de repente magico, y esta charia relatada en fami- lia actué como un balsamo en la herida moral de mi padre, que recupe- 6 la sonrisa. La idea de tener un hijo campesino, an fellah como se dice en arabe, habia sido para él una humillacion insoportable. Pero se habia asesorado de todos modos, y los informes obtenidos le habian devuelto su orgullo paterno. Habia que moverse rapidamente, En primer lugar, obtenida la bolsa, habia que encontrar un curso preparatorio al Agro en algan liceo francés. Fscribi a una buena cantidad de colegios, que esta- ban en Paris y en las grandes ciudades de la provincia, Fueron, una tras otra, respuestas negativas. Algunos liceos me proponian una prepara- cién para las escuelas de veterinaria, otta vez la medicina, Estos recha- zos tenian su razdn de ser. Ya que me preparaba para estudiar medici- na, no habia considerado que podia haberme sido util preparar un ba- chillerato con especialidad en matematicas Finalmente, reciby la respuesta que ya no esperaba. El liceo Montaig- ne, de Burdeos, me aceptaba para mi preparacién al Agro, Bra hora, Es- tabiamos a mitad de octubre, y habia empezado ya el ano lectivo. Tomé el primer barco para Marsella, y luego el tren para Burdeos. Dejaba Ti- nez por varios meses, sin saber que esta partida era definitiva, 22 DOCCCOCG TOOT OONS Un agrénomo en fori Llegué al pensionado del liceo Montaigne, en Burde mediados de octubre de 1958. Llevaba una vatija pesada ¢ agujereada, y un objeto extrafio, mi violin. Desde hacia algunes ator ¢ sayaba este instrumento y no me habia resignado a dejarlo en Tuner Equipado de esta manera, no podia causar peor impresidn, sobre tod en medio del periodo dedicado a infligir molestias a | ilegadk molestias que en este liceo se levaban a cabo con una particular bruta lidad. Seis meses antes habia tenido lugar la rebelién de los militares en Argel, que habia llevado al poder a De Gaulle, que en aquel momento se consideraba como un partidario de la Argelia francesa. Por mi parte es: taba afiliado a la causa de Argelia independ hacer conocer mi posicién al respecto En verdad, no tenia idea del lugar ni del contexto histérico en me dio del cual habia aterrizado. Mis torpezas, mis provocaciones irrisorias, transformaron en pesadilla mi retorno a la realidad. Pero por otro lado encontré en este liceo excelentes personas, buenos compaiieros que trataron de ayudarme al incitarme amablemente a tene més diplomacia: Michel Jarrige, mi compafiere de estudio, que me wvudi a copiar los quince dias de curso que me habia perdido, Mounouloy, se convertiria en un brillante cientifico, De Robert, quien luego de haber ingresado al Agro, renuncié para dedicarse a la teologia, Sobre todo, es tableci una amistad con Salah e! Amami, mi padrino de promocién, futu ro agrénome tunesino, cuya enfermedad iba a provocar su desaparicisn prematura. Entre estos rudos descendientes de la aspera y generusa pro: vincia de Gascogne y yo, termind instalndose una cierta afinidad. Pero las primeras semanas de esta vida de internado fueron terribles. Sin embargo, lo més terrible fueron la intensidad y ol ritmo desen frenado de los estudios. Estaba lejos de llegar al nivel medio requerido en matemiticas, una disciplina que sin embargo me inturesaba mucho. ente, y en poco tiempe ey (érarp Hanpad Tomé clases particulares, ma aferraha, Habia que estudiar dia y noche, sin pausa, sin fin de semana, sin vacaciones. Nadie que no haya estado enuncu aratorio puede imaginar el esfuerzo que se exige a estos jovenes con ia promesa de que algtin dia, al ser parte integra de la gran Escuela de sus suefios, perteneceran a la elite de la sociedad, Con eyante presisn, tuve que aflojar en varias oportunidades. De manera tal que al cabo de cada trimestre, volvia exhausto a mi ciudad de Ttinez, para busear algiin alivio. Mi padre aprovechaba mi desampa- ro para incitarme a renunciar a mi pr°yecto insensato, y volver a mi pri- mera vocacién de médico. Pero nunca fui proclive a rendirme por la ad- versidad De alguna manera pude terminar este primer afo de preparacién. Sin embargo, el ritmo del segundo ajo resulté todavia mas terrible. Ya no soportaba el internado, verdadero reducto militar. Me converti en un alumno externa, pero sin el incentivo del estudio colectivo, la calidad de mi trabajo disminuyé considerablemente. Volvi al internado con la in- * dulgencia del rector que me atendié en su oficina para tratar de com- prender qué era lo que me perturbaba tanto: “Ya no soporto el sonido de su reloj de pared. Cada hora que suena me ileva a tomar la medida de mi atraso abismal.” Hacia el mes de marzo, a dos meses del examen definitivo, tuve que aflojar. Ya no daba mas. Mientras que mis compaferos hacfan el ultimo esfuerzo, descubri... la belleza de la literatura norteamericana. De ma- nera tal que lei con pasién El sonido y la furia de Faulkner, cosa que irri- taba profundamente a mis companeros de estudio. Pero era ineapaz de estudiar o de memorizar cualquier cosa. Flotaba en medio de un extraio vacio de la memoria. Solamente las matematicas seguian despertando mi interés. Estudiar una funcién, resolver una ecua- cidn diferencial, resultaba para mi un placentero juego del espiritu A todas estas dificultades objetivas se agregaban mis problemas neu- réticos, agravados por una relacién tormentosa. El amor, del cual espe- raba un alivio, no hizo otra cosa que incrementar mis tormentos. Sin embargo, cuando el momento del examen se hacia inminente, tuve un sobresalto. Volvi a estudiar de manera febril, estudiaba al azar ciertas partes de los cursos, y sobre todo me decidi a “pelear, a comba- tir hasta mi dltimo aliento”, sin saber muy bien lo que significaban es- tas palabras Abordé el primer examen con esta moral paradojal de triunfador y de sometide, fue el examen de admisién a la escuela de Grignon, ya que la on con la escuela del Agro atiri no habia tenido lugar re POORCCGCODDDNTTD 108 Jos pruebas de francés, que valian mucho, me aseguraron un quero capital en el punteje, incremer mid! cas, Pude evitar una eliminacién en fisica y biologia hurgando en mi me moria... y ayudandome con algunas miradas furtivas dirigidas al exa. men de mi vecino. Una semana mds tarde, para el examen de admisién a la Escuela del Agro, repeti la misma estrategia, a pesar de la gran dificultad de | pruebas. Un mes nas tarde, nos mandaron los resultados por telegramas. Habia aprobado los dos examenes, podia presentarme en la dos pra bas orales, lo que suscité una sorpresa general, incluyendo al rector, sor- presa mezclada con cierta bronca. Pero ya que no se me podia reprochar ninguna maniobra desleal, ninguna trampa de importancia, cada uno tragé su despecho, y recibi algunas felicitaciones amistosas. Para las pruebas orales habia que ir a Paris. Las de las escuelas de agricuitura eran las primeras, Nuevamente, senti ese espiritu triunfa- dor que me habia sostenido durante las pruebas escritas, esa energia que me daba la capacidad de utilizar la mas minima parcela de mi me- moria, de mi saber. Logré un puntaje que me permitia ingresar a la me- jor de las escuelas, la de Grignon. Pero luego de haber hurgado en mis tiltimas energias, el cansancio empezé a invadirme, cansancio acompanado por mis fantasmas familia- res. Mi prueba oral en el Instituto de Agronomia fue mediocre, y termi- né este exameno con una clasificacién muy baja. En verdad, estaba s metido a ese ritmo del humor que la neurosis imprimia a mis capacida- des, haciendo alternar los momentos de energia fuera de lo comtin con momentos de abatimiento, montaiia rusa de mi espiritu, que més tarde, sin el recurso a ninguna terapia quimica, mi anélisis erradicaria. e por a prueba de mat Grignon representaba, de todos modos, un lindo consuelo. Tres me- ses mas tarde, llegué a la apacible escuela, acurrucada en un hermoso valle, con su castillo, su bosque de senderos bien trazados, sus grandes campos de trigo y alfalfa, que sumergian de repente en una dulce enso- ‘iacién bucélica el alma menos campesina Quise mucho a esta escuela y a todo lo que recib{ como ensefianza. La formacién de los estudios de agronomfa es, a mis ojos, una de las mas completas, por su riqueza y su variedad, donde la biologia bajo todos sus aspectos se mezcla con la economfa, la industria, y el manejo de maqui- oR Gerarp Hanoy nas, y el valor dominante es la primacia del sentido comin, algo que me hacia falta considerabiemente en aquella época. La influencia profun- da de estos estudios nunca me abandoné. De todos modos, iba a ser sor- prendido algunos afos mds tarde cuando lef en la introduceién al Semi: nario 11, que Lacan dicté en el aio 1964, que el psicoandilisis tenia simi- litudes con.... la agronomia precisamente, ya que ambas disciplinas po- nen en juego una gran cantidad de conocimientas muy diferentes, cono- cimientos que hay que saber utilizar en forma simultanea. La idea tenia aparentemente su importancia para Lacan, ya que la volvié a repetir en 1972, en una de sus conferencias que tuvo lugar en la capilla de! hospi- tal Sainte-Anne con el titulo de El saber del psicoanalista. Pero aquel afio 1960, en que ingresé a la escuela Grignon, el nombre de Lacan me resultaba totalmente desconocido, y ninguna locura de la imaginacién podia dejarme adivinar cual seria mi recorrido. Esta paz de la naturaleza, a la cual aspiraba y que fue decisiva en la eleccién de mi profesidn, éacaso finalmente apaciguaria el desgarro de mi alma? Nada de esto pas6. Mi neurosis, que expresaba mis cambios de humor, mi conducta torpe e irritante, no tardé mucho en retomar el po- der, Fases de trabajo intensivo, apasionado, alternando con momentos de abulia, cuando se acercaba la fecha de los examenes. Experimentaba una cruel insatisfaccién, un vacio afectivo que me im- pedia conseguir cierta quietud. Desde algunos afios, estaba experimentando otra via de salvacién. Una segunda vocacién, la de la escritura —que germind, ella también, en mi infancia, y que nunca me abandonaria— me hacia compafia. Ha- bia escrito algunos poemas, antes de decidir lanzarme en un gran pro- yecto: relatar mi adolescencia, sus tormentos, sus peripecias. ‘Al no tener la escucha atenta del analista que me hubiera ayudado a desenredar la madeja de mis sufrimientos, volcaba a estos iltimos en el papel, escribiendo una novela que era esencialmente autobiogréfica. Te- nia en aquel entonces quince afios, Lamentablemente, el colegio y lue- go la preparacién al bachillerato no me dejaban ningtin momento libre para dedicarme a mi novela, con la excepcién de las vacaciones de vera- no que fueron dedicadas a llevar a cabo esta tarea durante tres afios se- guidos, en el calor intenso del verano tunesino, dejando a la gente de mi edad los placeres de la playa y de los primeros amores. Sobre todo, tenia que sobrellevar los sarcasmos familiares, y los de mis compaheros: cribir una novela, iqué vanidad esttipida! Los estudios en Grignon me dejaban finalmente mas tiempo libre, y mi obra avanzaba parcialmente en cada periodo de vacaciones. Bs asi que oR POCO C0 HHH IN AGRONOMO £ transeurrieror donada por t Sin embargo, vita noche dei 3 ta necesidad impeviosa de un momenié de “estivi que Hegaba a Paris, a la oste tré caminando por el bulevar Saint Mic! Justamente, en a entrada de un peg una mujer joven, con la piel muy os $ risa, una sonrisa “profesional” a mi criterio. Me de las primeras palabras, entend{ mi malentendido La much blaba franeés bastante mal. Estaba esperandy a unos amigos latinoarae ricanos, con quienes pensaba festejar el ato maevo. De una manera e pontanea, me propuso agregarine al grupo, si ne tenia alga in hacer. En efecto, los amigos no tardaron en aparecer, entre fos cuales. cubano, muy amigo de Fidel Castro. Como mucha gente cidn, me habia lienado de entusiasmo por la Revolucion C presencia me regocijé. Mi nueva amiga era brasilefa, Se llainaha Hel na Tavares. Pasé pues en esta alegre compaiia el Ato Nue denes de la bella Helena. “éConoce usted a Jean-Paul Sarive? gunté de repente. {Qué pregunta? iPor supuesto, de nombre “GLe gustaria encontrase con él?” éAcaso se trataha de un chiste? He lena me comenté que era la hija de un rico médico brasileiia, y que su fa milia habia hospedado recientemente, y durante algunas semanas, a Si mone de Beauvoir y a Jean-Paul Sartre, que acababan de hacer un tar go viaje por América Latina, especialmente a Cuba, pero tambitin a Brae sil. En el curso de esta estadia, Simone de Beauvoir se babii do gravemente, y la familia Tavares la habia hospedado y 2 rante varias semanas. Helena habia recogido sus amargas e« las que pronto iba a volear en su libro, La fuerza de las cosas. Le hab dicho que hubiera querido intensamente tener un hijo con Sartre, pero este se habfa opuesto siempre al proyecto. La paternidad era inconcilia ble aparentemente con las brumas de su doctrina de la libertad Intercambiando confesiones, le conté a Helena mi pequeio secreto, sintiendo el temor que el mismo podia parecer ridiculo: estaba eseribien= do un libro. “Voy a hacer una visita a Sartre pasado maviana, spor qué no me acompaiia?” éComo rehusar semejante oportunidad, ‘a que por otro lado no me parecia totalmente cretble? Sartre vivia en aquel entonces con su madre, una persona anciana en el ultimo piso de un edificio de la plaza Saiat-Germaindes alas or- me pre- afermen tERAKD Happan aparte, Helena me pidié que !a esperara en un bar que : o, para poder avisar a su huésped sobre mi pre. sencia, &speré asi largos minutos, parado frente al bar, anhelando des- esperadamente escuchar sonar el teléfono. Fl teléfono no sonaba. éQué hacer? iForzar al destino! Junté fuerzas, y me fui a tocar el timbre de la puerta de la casa de Sartre. El mismo me abrié. Me iban a llamar me dijo, mientras que me hacia pasar muy cortésmente a su escritovio don. de estaba Helena y Simone de Beauvoir. Fue ella que me sorprendi6 y me impacto muchisimo. Me habia fabricado una imagen de mujer extra- ante, y me encontraba frente a una aristécrata con el rostro serio, el cabello sabiamente recogido en una toca impecable. Sartre hablaba todo el tiempo. Contaba su encuentro con Fidel Cas- tro, mientras fumaba habanos, y ofreciéndonos el ron que le habia rega- lado e! Lider Maximio.* Tenia mucha bronca por no haber sido persegui- do, encarcelado, como los otros miembros de la red Jeanson, los “121” que habian ofrecido una ayuda cortcreta al FLN argelino, y a quienes les habian brindado publicamente su apoyo. Sabemos que conocer la pri- sin era su fantasma preferido, el sello de la verdad finalmente coloca- do a su filosofia. Me result6 evidentemente muy dificil introducirme en este monélogo dirigido a Helena. Sin embargo, logré poner de manifiesto mi admiracién por Castro, a mi criterio el ejemplo a seguir para los paises subdesarro- llados como Ttinez. Helena aproveché un momento de silencio para ha- blar de mi proyecto de un libro que yo estaba escribiendo. Los dos emi- nentes filsofos estuvieron atentos, y me invitaron cortésmente a mos- trarles mi manuscrito una vez terminado. Quizas podian publicarlo, Luego de una hora de conversacién, nos despedimos, y tanto Sartre como Beauvoir me renovaron su propuesta. Al dia siguiente, Helena volvié a Brasil, y nunca més tuve noticias de esta persona encantadora, Dos sombras se habian cruzado en este gran cruce de caminos que es Parfs. No supe, llegado el momento, aprovechar este encuentro con esta famosa pareja. Cuando algunos meses més tar- de, mi manuscrito estaba terminado, no tuve la astucia de mandarse- lo a Sartre. En el interin, su casa habja sido objeto de un atentado, y se habia mudado. Extraviado en medio de mis campos de maiz y de remo- lacha de Grignon, no supe cémo encontrar su nueva direccién, Ademas, yo misino habia estado librado a nuevos y peligrosos torbellinos. De to- 4. En castellano en el original. (N. de T.} COQ DT DTI) HH ‘UN aGRonome dos modos, mi relacién ce Tio postericr. Este breve encuentro dejé si embargo en mi una profurda impron- ta. Me liberd de mis inhibiciones, De manera que no era imposible para un judio sin iraportancia, recién Hegade desde una modesta colonia, los pies todavia en el barro del campo, encontrar los personajes mas emi- nentes de la inteligencia pavisina. Algunos aiios mas tarde, iba a inter- cambiar una correspondencia con Althusser, y mi deseo inconsciente no iba a tener que franquear, para encontrarme con Lacan, obstaculos in- superables. Mi proyecto de libro, hasta ahora tan hipotético, adquiri de repente una nueva consistencia. Empecé a creer en él, a trabajar mas activamente en su concrecion, y luego de algunos meses, en los prime- ros dias de las vacaciones de verano, terminé con la primera versién de la obra. Tenia que escribir ahora, a partir de este primer esbozo, la ver- sién definitiva. ne de Beauvelr tended algtin d O Mi primer afto en Grignon se terminaba, y me disponia a volver a mi pais cuando estallé el asunto tragico de Bizerte. Burguiba queria que esta tiltima presencia militar francesa desapareciera de Tiinez. Una inmensa manifestacién pacifica, una marea humana sin armas, se di- rigié hacia la base naval. El ejéreito francés hizo fuego sobre la mul- titud. Fue una carniceria espantosa. Se contaron millares de muertos y heridos. Mipadre me mandé un telegrama pidiéndome que me quedara en Pa- ris, Bn Tunez, reinaba una extrei 1a tensién. Pero una vez més, me re- husé a seguir el consejo de mi padre. Si el pais estaba en peligro, éacaso no era el momento para nosotros judios de Tiinez, sospechados de hacer un guifto a Francia, como malos patriotas, de mostrar nuestro apego a la tierra natal? Queria ser util, alistarme en alguna unidad. Me puse a buscar pues algtin barco, algtin avién que me levara a Tanez, Pero to- das las comunicaciones con Ttinez estaban cortadas. Tuve que resignarme. Alquilé una habitacién chica en un hotel mo- desto, més bien un tugurio, cerca de la calle de la Huchette, y alli dedi- caba mis noches y mis dias a la versién definitiva de mi libro. Mas de un tercio del mismo fue redactado en esta circunstancia. Transcurrié un mes hasta que el primer barco dejara Marsella con destino a Tiinez, y yo fui uno de sus pasajeros. Un tren nocturno tenia que llevarme a Marsella. Saqué mi equipaje de mi habitacién, y lo dejé por algunas horas en la recepcién del hotel. Cuando Ilegé la noche, volvi al hotel para recuperar mis dos valijas, Gerarn H. DAD una grande y otra pequefia. Alli sufri un tremendo impacto. La valija pequeda, la que contenia mi manuscrito definitivo, habia desaparecido. El encargado de hotel negé e! hecho. No habia dejado otra cosa que mi valija grande y desvencijada. Se ponia agri y tuve que irme rapida- mente, arrastrando la pesada velija que me habia quedado. Estaba des- esperado. Cinco aos de trabajo, arrancado a mis vacaciones, a mi tiem. po libre, habian sido destruidos de esta manera, No tenia ganas de nada, me queria morir, tirarme al Sena tan cercano, Por suerte, y por motivos de reparto de peso, el borrador completo es- taba en Ja valija que quedé en mi poder. Sentado en el tren que me con- ducia a Marsella, en medio del suefo agitado que se habia apoderado de mi, la desazén disminuyé un poco. Habra que apretar los dientes y re- comenzar la tarea. iPero qué dolor! (Anos més tarde, me robaran otra pequela valija, con partes del manuscrito de mi libro Freud en Italia, y nuevamente yo experimentarfa ese terrible dolor.) Llegado a Tuinez, me esperaban otros suftimientos. “éPor qué has vuelto?” Asi fue la bienvenida, habitual en la forma que adquiria, de mi padre. “éAcaso estas enterado que los estudiantes tunesinos no quieren volver a Francia?” Como siempre, mi padre no entendia nada de mis motivaciones. El mismo dia de mi llegada, fui a la Uni6n de los estudiantes tunesi- nos, para ofrecerme como voluntario. Pero voluntario de qué? Luego, como de costumbre, una largo paseo por las dos grandes avenidas de ‘Timez iba a permitirme encontrarme con mis amigos, musulmanes en su mayoria, De lejos, divisé la silueta de mi amigo Noureddine. Lo aga- rré del brazo. “éPero qué pasa Noureddine? ¢Ya no quieres tratar con- migo?” Noureddine habia decidido no dirigir Ja palabra... a los judios. éPero qué habiamos hecho? Algunos judfos habian ofrecido un poco de agua a algunos paracaidistas franceses. Los judios habian colaborado. con los franceses IY yo que habia vuelto para poner de manifiesto mi so- lidaridad, mi presencia! Una gran sospecha pesaba sobre los judios, tos que por supuesto no teniat ninguna responsabilidad en el asunto, Es verdad que muchos ju- dios se preguntaban si tenfan todavia alg’in futuro en un Téinez musul- man, y hacian un guifo a Francia. En Tos meses y los aiios que iban a se- guir, Tunez iba a quedarse sin la mayoria de sus judios, verdaderos au- toctonos sin embargo, tan arraigados al suelo natal. El resto que que- daba también dejarfa Timez, cuando estallé la Guerra de los Seis Dias. Una verdadera e indolora purificacin étnica. Ese dia se desgarr6 mi sentimiento nacional. Hiciera lo que hicie- 30 ee i TOCot amsportes pdb! Si ésta ea ilusoria, équd se nidad para seguir cos mii tarea, la escritura mesita ineomoda, en medio de un ealor ago rradas para no ser interrumpido por los ruid nas de paginas, La versién conservada tante, y el trabajo de redaceidn que volvia con facilidad a mi memoria Hacia fines de septiembre, Burguiba decid.6 poner pai tuaci6n y establecer una reconciliacién con Francia. La ter fie bre nacionalista, se aplacé de un dia para otro, y los estudiantes tures: nos fueron autorizados a retomar sus estudios en Franeia. No hize ta que me lo dijeran dos veces Mientras tanto, descubria que la escritura tenfa sus limites, Fl re més sincero no es una terapia, y la literatura no alivia en forma dei ra ningiin sufrimiento. Permite a lo sumo una supervivencia, La litera tura pertonece a otro registro. En otros términos, mi neurosis habia » tomado su accién torturante. Tenia que imaginar otvas estrate me ocurrié tener una vida de pareja estable, con la satisfaccién sexta y el apaciguamiento que trae aparejados, Quizas calmaria este delor que no paraba de atormentarme. Ignoraba en aqutel entonces que el eneuen. tro con una mujer, este encu nte, cor las s de la calle, escribia dec: convirtié en una ayu:la inv fa Hevado a cabo recient ade. gia. Se ntro enigmatica en ef cual un des anuda 9 se desata en el seno de la sombra misteriosa del ineousei ate resulta semejante, de acuerdo a la metafora acertada de Kafka, aun ea chillo que puede en ta ocasin exponer las tripas al aire de los porsona jes involucrados, y desgarrar una comodidad nareisista, por sas imper- fecta que sea la misma. : Este encuentro anhelado no tardé en producirse el mismo dia de mi retorno a Paris, Durante mi altima estadia en Tiinez, habia entablado una amistad con algunos jovenes que seguan sus estudios en Pacis habiamos acordado volver a encontrarnos en Paris, Una persona de este grupo me presenté a su amiga, A., una estudiante italiana, Alzo inau dito, explosivo, se produciria, una aceleracidn sin precedentes del cn so de mi existencia Extrano discurso fue el que dirig{ a A. durante nueste por este Barrio Latino donde ella vivia. Le di una primer pe se insdlita b eo shlany a Graz Hapoap e de ins axiomas de Peano: “Todo numero tiene uno anterior y otro posteri fs dije, sin darme cuenta que enunciaba la esencia del miste- rio de la paternidad. En seguida, hicimos proyectos definitivos. Mi futur libre ocupaba un gran espacio en la pareja que ya forma- bamos cnn A. Habia que tipear el manuscrito, y para esto habia que re- currir a nuestras escasas reservas. A. tenfa una amiga “lectora en una importante editorial” a quien entregé un ejemplar del manuscrito, Al- munas semanas mas tarde, ya en el extremo punto de mi ansiedad, reci- biel veredicto de la “lectora”, que decia sustancialmente: mi texto era demasiado mediocre para que la dama mancille su reputacién al pre- sentarlo a su editor, A. y yo nos quedamos profundamente abatidos, Yo habia hecho de la edicion del libro una cuestién vital. Hablé al respec- migo, como yo militante del partido comunista. éPor qué no mostrarlo a Pierre Gamarra, secretario de la revista Europa, me dijo mi amigo. Segui el consejo, Algunas semanas més tarde, ya leido el ma- auscrito, Gamatra me recibié. “Usted sabe —me dijo después de las cor- tesias habituales—, los cajones de todo escritor estan llenos de manus- critos impublicables, Siga escribiendo.” Estaba convocado, en una pala- bra, a llenar mis cajones. Abatido, deje la oficina del camarada. El pavimento de Paris ondula- ba bajo mis pies, el cielo tenia un extrafio color amarillo, toda realidad parecia envuelta en la bruma, disuelta en esta melancolia que era mia desde varios meses, desde el momento en que mi libro habia adquirido un contorno de realidad, y que se vefa ahora confrontado con una impo- ble publicacién, Fl espectro de la locura parecia nuevamente sobrevo- iar sobre mi cabeva. Tenia que recorrer hasta el final este calvario. Me vino la idea de pro- poner mi texto a la editorial Julliard, grandes descubridores de talentos en formacidtt en aquellos afos, desde el reciente triunfo de las novelas de Francoise Sagan Me furi, pues, al hermoso edificio de la calle de la Universidad, para presentar cAndidamente y sin ninguna recomendacién mi manuscrito ya arrugado. En la entrada, una secretaria me informé que la recepcién de manuseritos se hacia en otro lugar, EDénde? Allé, en esta salida de coches, ocupada por un camién del cual se deseargaban cajas de libros, un gran depésito, en realidad, donde habfa un encargado con un uniforme gris. “Ess por un manuscrito.” Tuve la audacia de pronunciar estas pala- bras, dirigidas al empleado poco amable, ocupado en descargar las cajas del camion, y que habia tenido que ver en su trabajo una cantidad infi- nita de manuseritos. to con un 0d PODODODODOD ! UN AGRONOMO EN FORMA -—Lo puede dejar allé —me contesté el hombre sin siquiera mirar- me--, alld sobre esta mesita... le van a escribir. —

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