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Loris Zanatta Historia de América Latina De la Colonia al siglo XXI bésica de historia 3. Las reptblicas sin estado Las décadas posteriores a la Independencia se caracterizaron Por un grado elevado de inestablidad politica y por un esoace Ginamismo econémico. En ol plano polio, prevaleci la tray. Imentacién del poder: de los despojos del imperio espafol sun. Gleron numerosas repiiblicas, cada una de las cuales se encom. 6 @ su vex desgarrada por largos y violentos contlctos entro Centro y Periferia, entre capitales y provincias emperiadas en reivindicar la propia soberania a costa de las otras. Las cong, ttuciones sobre las cuales se fundaron los diversos drdomos Politicos padecieron una volatlidad erénica y pusieron on Gena, una y otra vez, la visién del mundo liberal, que buseaba Erradicar ol orden corporativo de la era colonial, 0 bien la con, Servadora, que pretendia mantener gran parte del esqueleto co, torial, empezando por el rol tradicional de la iglesia catbice. En Llano econémico, la ruptura de los vinculos con Espatiay el Surgimiento de otros, todavia labiles, con Gran Bretafa hicieron Ge esta época una especie de interregno marcado por la esex, Sa actividad econémica, que a su vez fue causa de la escases Ge Fecurs0s que padlecieron los nuevos wstados. Solo hacia la Imitad del siglo estas condiciones empezaron a mutar, creande las premisas de las grandes transformaciones de las décadas siguientes. Inestabilidad y estancacién 1 ingreso en Ia vida independiente no fue para los paises de América Latina una marcha tiunfal. Todo lo contrario. En veda, Partes, aunque con modalidades y tiempos variables dada su hetero. seneidad desde la Epoca colonial y las diversas formas en que se haba ‘lcanzado la emancipacién politica, las distintas regiones entraron os 54 Histora do América Latina ‘una era marcada por privaciones, frustraciones y expectativas traiciona- das. Las primeras décadas posteriores a las guerras de independencia, ‘estuvieron caracterizadas por la inestabilidad politica y la estancacién ‘econémica, al menos como tendencia general. La inestabilidad politica se manifest6 en la imposibilidad, por parte de las nuevas autoridades, de imponer el orden y hacer valer la ley y la autoridad de sus constituciones en el territorio de las nuevas naciones, sujetas, en la mayorfa de los casos, a continuas luchas entre caudillos. En este sentido, es posible afirmar que los nuevos estados eran mis una propuesta o un deseo que una realidad, y que su nacimiento no se habia isto acompafiado por el de ningiin sentido definido de pertenencia a tuna nacién, entendida como una entidad historica compartida. El mis- mo principio federalista -adoptado en la mayor parte de los casos por las nuevas autoridades en reaccidn al centralisino espafiol y causa de dsperos conflictos en varios puntos del continente~ puso en evidencia la imposi- bilidad de fundar un orden estable, asf como la fragmentacién del poder. En cuanto a la estancacion econémica, aunque las actividades no se hae bian paralizado siempre, ni en todas partes, la produccién y el comercio se resintieron como resultado de los efectos destructivos de las guerras de independencia y por la ruptura del vinculo con la Madre Patria. ‘Antes de examinar qué ocurrié en concreto en uno y otro frente, es preciso preguntarse acerca de los motivos por los cuales la indepen- dencia reservé sorpresas miiliples y amargas. Claro que no existe wna respuesta unfvoca ni simple a fenémenos tan complejos y a episodios durante los cuales los nuevos estados empezaron a ajustar las cuentas, con los problemas que persistirian de ahi en mas. No obstante, ade Iantaremos algunas hipétesis. Por una parte, es posible vincular esos problemas, de tan enorme gravedad, a factores estructurales. Comple- ‘mentarias durante siglos de las ibéricas y sin poder confiar en mercados, nacionales (que en su mayoria sufrian de asfixia o faltaban por com pleto debido a la ausencia de vias de comunicacién interregionales), las economfas del area se habrian encontrado de golpe privadas de los, ingresos vitales del comercio colonial, y sin alcanzar a sustituirlos, al menos en el corto plazo, a través de las nuevas relaciones comerciales con las potencias en ascenso, A esto siguié una sustancial estancacién comercial y, con ella, una drastica reduccién de las finanzas publica, cen su mayorfa fruto de los impuestos cobrados a dichas relaciones co- merciales. Asf, los nuevos estados se encontraron privados de los recur 40s necesarios para construir sus propias estructuras y, por consiguien: te, para hacer valer su autoridad en el territorio nacional. Con mayor Las repdbicas sin estado 85 riz6n, estas condiciones inhibieron la formacién de una clase dirigente fuerte y cohesiva, capaz de guiar el proceso de statebuilding. El resulta do fue la inestabilidad politica Por otro lado, parece posible explicar estos fenémenos a partir de fac- tores culturales. En términos generales, la desaparicién del principio de unidad (es decir, el imperio) impuso a toda aquella inmensa regién la cruda realidad de su pluralidad. Si por un lado los principios liberales habian sido lo bastante fuertes para erosionar el viejo orden orginico, atentando contra sus principios y socavando sus pilares, no pudieron, sin embargo, fundar uno nuevo. A esto debe afiadirse que las nuevas cli- tes liberales se encontraron muy pronto con Ios limites de la revolucién, que habja generado un gran acontecimiento politico, la independencia, pero que se encontraba atin lejos de poder suscitar las transformaciones sociales y culturales necesarias para el triunfo de sus ideales. Al abatir a a monarquia ibérica, las elites criollasliberales no habian erradicado la sociedad orgénica que aquella habia plasmado durante tantos siglos. En éste limbo, suspendido entre un orden liberal que se esforzaba por afir- marse, enfrentado con un orden corporativo todavia vivaz y resistente, donde la estabilidad parecia posible slo cuando un Lider lograba colo. ‘arse aa cabeza, ocupando el lugar del rey en el viejo imperio, prospers la inestabilidad politica, causa a su vez ~con las violencias y las divisiones que la caracterizaron~ de la estancacién econémica. PAPA eee Liberales y conservadores Laistoria poitica de América Latina en el siglo XIX est surcada por et Constante conficto entre liberales y conservadores. No fu el crigen social lo que separé a unos de otros: en tempos en los cuales la actividad Poitica era cato de pocos notables, ambas corfientes nacieron en el seno 8 las elites crillas, esto es, en el vrtice de la pirémide social. Tampoco Puede decirse que fueran relevantes en el enfrentarriento los intereses lecontmicos la adhesion mayor o menor alos principio del re ‘comercio, en los cuales, grosso modo, todas en el curso del siglo XIX ‘conservaban una fe que conoci6 poces quebrantos. Antes que partidos Propiamente dichos, dichas tendencias fueron durante mucho tiempo 'meras representaciones de personaidades bien conocidas, blancas, ccultas y econdémicamente desahogadas. En muchos casos, a adscripcién ' uno U otro de los dos bandos no dependissiquiera de la ideologia, sino el tertorio 0 del grupe familar de pertenencia, Dicho esto, es preciso 86 Histoa de América Latina canon te ren ener ewe nena ae ae eae ieee ere, coon ana ener, sestlasnararnn nna Se rare aaaeeeeeee te canoes ocean ae ea Se seaman nee, orden politico una vez caida la opeién monarquica. Aunque impulsaran una ‘sociedad formada por individuos iguales y libres, propietarios ¢ indepen- Serene ee Sn nea insane aaa Las constituciones ‘A mediados del siglo XIX, y dando por descontadas las obvias diferen- cias entre un pais y otro, el panorama politico de América Latina fue dominado por notorios contrastes. Por una parte, cados la monarquia, yl tipo de legitimidad antigua que esta conferia al orden politico, no quedé a las reptiblicas mas que fundar una legitimidad nueva, basada sobre el principio liberal por excelencia: a soberanfa del pueblo. Un principio que encontraba en la Constitucién su expresion logica; de hecho, no hubo gobierno que no lo invocara como fundamento de su legitimidad, Por otra parte, sin embargo, estas constituciones fueron ‘en buena medida meros instrumentos politicos para legitimar pode- ji Liss rept sin estado 57 res conquistados por la fuerza y mantenidos a través de métodos muy distintos de los sostenidos por los principios liberales, hasta el punto que, en un mismo pais, diversas constituciones se sticedieron una a otra con un alto grado de frecuencia, ya menudo no fueron mucho mas que textos elegantes desprovistos de toda consecuencia prictica. Letra muerta, segtin algunos. Esto ocurria mientras el poder real, no formal, se organizaba por fuera de aquellas constituciones, se fragmentaba y ruralizaba, es decir, mientras la autoridad politica cafa en manos de los caudillos, jefes politicos y militares que estaban en condiciones de ejercer el poder con mano de hierro sobre un territorio determinado; y mientras esa autoridad abandonaba las ciudades, como si fuesen simu lacros vacfos de instituciones imposibilitadas de imponer sts leyes a los potentados de provincia y de las areas propiamente rurales. Alli donde parecfa afinarse el coraz6n de la vida local apenas comenzaba la estar caci6n de los intercambios comerciales con el exterior, No obstante, el hecho de que las constituciones fuesen en buena me- ida inoperantes no las volvi6 insignificantes, Antes bien, precisamente através de ellas y de sus ciclos es posible identificar las encrucijadas his- \Gricas de América Latina. Las constituciones de la primera ola, coeté- reas con la independencia y con las luchas por conseguirla, en muchos ‘casos expresaron un liberalismo romantico optimista, doctrinario, por ‘momentos tan abstracto como para parecer ajeno a las realidacles soci les que estaban Hlamadas a regular ~y sobre las cuales incidieron muy poco-. En cuanto reacciones al absolutismo espafiol yal temor de que luna nueva tirania lo reemplazara, esas primeras constituciones no se limitaron a introducir las libertades civiles individuales y abolir algunos de los legados corporativos, como la esclavitud y los impuestos a las comunidades indias, sino que, ademés, previcron un poder eecutivo débil, parlamentos con poderes amplios, estados federales y un exten. ido derecho al voto. / Sin embargo, dada su ineficaciay habiendo constatado que no bastaba on proclamar las virtudes para inducir a los ciudadanos a practicarlas, en especial en contextos donde la segmentacién social volvia complejo demarcar los limites de la ciudadania, una segunda ola constitucionsl, que habia durado mas o menos desde las declaraciones americanas de independencia hasta mediados de siglo, expres6 principios conservado- resy centralistas. A veces, remitiéndose con respeto a la Constitucién de (Cid, bien vista por los profesionales civiles que residfan en los centros urbanos; otras veces, declariindose herederas del modelo napoleénico, popular entre los militares. En sintesis, esta nueva ola postulé la necesi- S58 Historia de America Latina dad de adaptar el principio liberal de la Constitucién a las tradiciones y realidades sociales locales, sobre las cuales prevalecié el juicio amargoy pesimista que ya observamos en Simén Bolivar. No por azar las nuevas constituciones atendieron mucho mas al orden que a las libertades, li mitaron el acceso al voto sobre Ia base del censo y dejaron olvidadas las ambiciones de limitar el poder eclesidstico; antes bien, propendieron aver en la iglesia un eficaz instrumentum ragni. En definitiva, establecie- ron gobiernos fuertes y estados centralistas, bajo cuyo peso sucumbié el centusiasmo federalista de los primeros afios de vida independiente. Sin embargo, esto no bast6 para volverlos mis eficaces que los precedentes, sino por breves perfodos durante los cuales algunas areas ~con Vene- zucla, Chile y la vasta provincia de Buenos Aires bajo la férrea dictadura de Juan Manuel de Rosas- vivieron momentos de relativa estabilidad. Aun bajo la jurisdiccién de aquellas constituciones, en la mayorfa de los casos el poder politico fue ejercido por caudillos, es decir, por jefes politicos y militares de perfil social heterogéneo, con un modo de ejer- cer el poder mucho mas consonante con las viejas costumbres que con el nuevo espiritu constitucional. Aunque muchas veces ejercido por la fuerza, ¢ incluso extendido a nivel social, su fundamento era una am- plia red de clientelas informales (familiares, en el sentido més amplio del término) a la cual el caudillo garantizaba proteccién a cambio de lealtad, prebendas a cambio de obediencia. Dado que su autoridad es- taba por encima de leyes y normas, y era arbitraria y personal, puede afirmarse que, si el orden legal posterior a la independencia se preten- dia novedoso, continué siendo en buena medida el antiguo alli donde el fuerte entramado de los cuerpos sociales tradicionales, con la familia yel territotio a la cabeza, regulaba atin la vida piiblica. MAMMA Caudilisme e los cauilos y de sus gestas épicas rebosa la historia de América Latl- na en la primera mitad del sigo XIX. Desde Antonio Lopez de Santa Anna, ‘que goberné México once veces ~a veces como liberal, otras como con- servador-, hasta Juan Manuel de Rosas, que dominé la Argentina desde 1829 hasta 1852, con el titulo de Restaurador de las Leyes, pasando por 1 paraguayo José Gaspar Rodriguez de Francia, tedloga admirador de Robespierre que determiné el destino de su pais aiskandolo hasta 1840, hasta el guatemalteco José Ratael Carrera, cancerbero conservador que, en 1854, se proclamé presidente vitalci, Ls repabicas sin estado 59 Pablo Alborno, José Gaspar Rodriguez de Francia, deo. Existian caudilos cultos e incuitos, agnésticos y creyentes, lberales y conservadores. En su mayoria, eran hombres que, en vitud de su fuerza ycarisma, y en un marco de fragiidad o inexistencia de insttuciones ‘capaces de limitar su autoridad, reunian un vasto séquito y se erigian en {goberantes con la violencia dol poder. Un poder que elercitaban segiin €! tradicional modo del uso privado de los recursos publicos, es decrr, como un botin con el cual premiar a los secuaces y exclu a os ‘enemigos, como una propiedad privada que gobenaban por encima de leyes y constituciones. Con frecuencia excéntricos, las caudilos ejercian luna autoridad de tioo carismatico, més cercana a la de lideres raligiosos ue a la de jefes politicos; la de ideres deposttarios de un aura sagrada ccapaz de prometer y velar por la salvacion y la proteccién de sus devotes, quienes, a su vez, encontraban ventajas concretas en recono- Cer la autoridad de un caudilo dado y en colocarse bajo su proteccion, ya que no existian ni leyes nl instituciones capaces de garentizarselas, Es posible amar entonces que, en estas sociedades desprovistas todavia de estado, entre el caudilo y sus seguidores tenia lugar una rlacion de intercambio, aunque desigual, y no se trataba de la mera imposicién del poder por medio de la fuerza. La lealtad personal era la Clave de esta relacién, tipica por lo tanto de un orden social tradicional, donde el poder es absoluto y no compartido y donde, en suma, el Ccaudilo ocupaba transitoriamente el lugar simbdlico que durante un tiempo habia sido patrimonio del rey: el de cabeza de un organismo homogéneo y undinime. Esto no quita que el caucilsmo fuera el modo a través del cual se artcularan entre silos dversos riveles del poder. De hecho, era comin que los caudils locales, jefes absolutos en un pueblo, fuesen a su vez clientes de causilos mas poderosos, a los que entregaban, como dote su propio “feudo", a cambio de favores y proteccion, y asi siguiendo, siempre hacia arriba, escalando una 60 Historia de América Latina Piramide en cuya cima no pocas veces se encontraba el presidente de la Repabica, ar Sociedad y economia en transicién Hemos sefialado ya que la independencia no fue para América Latina un lecho de rosas y que la herencia del pasado condicionaba la evo- lucién del continente. Esto no implica que no cambiara nada sustan- cial en las més profundas fibras del continente en los primeros aiios posteriores a la emancipacién. Antes bien, en términos de estructura social, de relaciones econémicas y de vinculos con el mundo exterior, comenzaron a delinearse las hondas transformaciones que llegarian a madurar en la segunda mitad del siglo, En términos sociales, la mas importante fue la lenta desaparicién de Ja esclavitud, en primer lugar donde era s6lo una realidad marginal, como en México, Chile y América Central, y mucho mas tarde donde era un fenémeno masivo. Esto no ocurrié por influencia decisiva de lo cstablecido en las nuevas constituciones ~dado que en realidad desapa- reci6 en forma bastante més gradual que lo que habia sido proclamado Por ellas-, sino por los crecientes obstaculos a la trata de esclavos, por su escasa productividad y porque a menudo fue el precio a pagar para enrolarlos en las fuerzas armadas. Asi, a mediados del siglo XIX, la es clavitud seguia vital s6lo en las costas del mar Caribe y en Brasil, donde continu en vigor hasta 1888, Caricatura alusiva a los decretos de abolcion dol triutoindigena y de la esclavitud, Peri, 1854, us repibicas sin estado 61 Aun para la poblacién de las comunidades indias, la indepencencia y sus guerras implicaron incipientes, aunque lentos y fluctuantes, cam- bios, los cuales se dirigian a desmantelar derechos y deberes corporie tivos, empezando por el tributo indio, con el fin de hacer de todos ~ menos en teorfa~ ciudadanos iguales y libres en las nuevas replicas, Dicho objetivo con frecuencia quedé entrampado en los problemas fiscales de los nuevos estados, lo que los indujo en muchos casos, en especial en Pert y Bolivia, a mantener por largo tiempo los tributos indios, que tendieron a producir efectos bastante menos virtuosos que los previstos, dado que, al sustraer a los indios de un régimen social opresivo pero reglamentado, con frecuencia se los dejé a merced de tuna explotacién todavia mds intensa. Esto Hlegé al punto de causar vio- lentas reacciones contra la liberacién del yugo corporativo yen defensa de la Repiiblica de Indios, que era su emblema. Alli donde eran una ins- titucién diftundida y arraigada ~en México y Guatemala por una parte, yen los Andes sudamericanos por la otra-, las comunidades indias no desaparecieron, aunque desde la mitad del siglo la presién sobre ella y sobre sus tierras se acrecenté en todas partes. También en la esfera econémica y en las relaciones con el mun do exterior (dos ambitos indisolubles entre si) empezaron a cambiar las cosas después de la independencia, al principio de manera len Iuego, consolidando transformaciones definitivas. La novedad mas importante fue la introduccién y difusién de la libertad de comercio con las potencias europeas en especial; Gran Bretaiia fue la primera ya que los nuevos esiados, cortos de fnandas, se endeudaton much ¥ muy pronto con los ingleses, en quienes la RevoluciGn Industriel habia propickado un extraordinavio dinamismo comercial. Ese dines mismo la indjo a buscar, tanto en Amériea Latina como en wines partes, nuevos mereados y materias primas para las propiteindsiros yelconsumo de las poblaciones urbanas en! Gran Bretaa, Sin comey atin el boom comercial que s6lo la revolucién tecnolégica en los trans- Portes hizo posible en la segunda mitad del siglo, aquellos factores comenzaron a pesar desde entonces, aunque no tanto en términos de ‘expansién econémica, que todavia estaba por venit en esa época de estancacidn. Sibien es cierto que, por un lado, la nueva relacién con las potencias econémicas europeas imprimié una orientacién mas nitida a la ccono- ‘mia regional, atraida por las pingites ganancias prometidas por nuevos mis intensos intercambios comerciales, también lo es que inhibis e1 ya raquitico desarrollo de] mercado interno, pero abrié la perspectiva 62 Histora de América Latina de financiar el balance piiblico, que en muchos paises era el fruto de los tributos pagados por los indios, a los que se sumaban los impues- tos al comercio exterior. Por otro lado, estos nuevos intercambios esta- blecieron las premisas de la creciente influencia politica y econémica tanto del estrato comercial en crecimiento en las principales ciudades portuarias, como de los terratenientes propietarios capaces de producir para los mercados externos MAMMA El siglo britanico ‘Aunque los progresos en transportes y vias de comunicacién fueron en. 1 Alléntico Sur bastante mas lentos que los que contemporéneamente revolucionaron el Atldntico Norte, y aunque las guerras civiles latinoame- ricanas crénicas limitaron o retrasaron en muchos casos el comercio y las inversiones en las décadas centrales del siglo XIX, la fuerza liberada por el creciente poderio econémico de Gran Bretafa comenzé pronto ‘a hacer sentir sus efectos en América Latina. Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre dichos efectos: algunos observan que las ‘mercancias briténicas que desde entonces legaron en cantidad relevan- te alos centros urbanos latinoamericanos exoulsaron fuera del mercado al sector artesanal local, reduciéndolo a la miseria. Entonces, el creci- rmiento de los intercamibios con Gran Bretafta bloque6 para siempre la diferenciacién de las economias locales y el crecimiento del mercado in- terno, y favorecié la produccién de materias primas requeridas en canti- dades siempre mayores por el mercado inglés y europeo, demanda que ‘comenzé a acrecentarse a rtmos vertiginosos hacia madiados de siglo. En cambio, otros consideran que lo primero que hizo Gran Bretana en Virtud de la lbertad comercial recién itroducida fue empezar a sustituir la asfixia del monopolio espanol, responsable, a su vez, de haber pena- lizado con sus exportaciones texties y de otro género a los artesanos americanos, y de haber inhibido en América Latina tanto el crecimiento el mercado interno come la aiferenciacién productiva. En este sentido, «capitalism briténico, mucho mas vigoroso que el hispanico, habria abierto perspectivas inéaltas para las economias locales, gracias al onto pero constants florecimiento del comercio, l cual, desde la mitad del siglo, acompaharon con su inmensa fuerza los grandes bancos de inversién y las empresas ferroviaias. En general, los desarrolos variaron de zona a zona; all donde, como en México, existia desde hacia tiempo un mercado interno, las manufacturas locales sufrieron el impacto de Liss replicas sin estado 63 la competencia externa, lo que no ocurré en otras partes. Por cierto, desde entonces empez6 a cobrar formar aquello que suele lararse la “division intemacional del trabajo’, Inducida por la Revolucién Industrial, ‘en el seno de la cual le tocé a América Latina el papel de proveedora de materias primas minerales y agropecuarias Caricatura de Inglaterra como el pulpo del mperiaismo, Obra de un ibyjante norteamericano, 1888. Laiinflexién de mediados del siglo XIX Quiz porque los lideres de la independencia estaban desaparecien- doy en su lugar ingresaba en la escena politica una nueva generacién, formada por jévenes intelectuales y ya no por militares al frente de twopas, 0 bien porque, tanto en términos politicos como econémi cos, aquellas primeras décadas de la vida independiente transcurridas entre luchas intestinas y economias estancadas habian cancelado las expectativas de ver a los nuevos estados encaminados en la via de la civilizaci6n y del progreso; quiz porque el legado del pasado colonial se revel6, a los ojos de las elites liberales, mucho mas pesado de lo previsto y porque los ecos del 1848 europeo, es decir de las revolu- ciones liberales que arrasaron el Viejo Continente (al que, por histo- ria y cultura, aquellas elites atin pertenecfan), resonaron mis alla del 64 Historia de América Latha Atlintico, el hecho es que, desde mediados de siglo, algo empez6 a cambiar en América Latina. En todos los ambitos se respiraba tin aire nuevo, imperaba un nuevo “espiritu de los tiempos” que prenunciaba grandes cambios y, como siempre ocurre en estos casos, vaticinaba convulsiones politicas y sociales no menos radicales, Fue un giro complejo de los acontecimientos, ocurrido en modos y tiempos variables en cada pafs, en el cual resulta posible individualizar un rasgo comiin en gran parte del continente, Confluyeron las nue- vas oportunidades que se abrian a la regién a través de la integracién comercial y financiera con las mas grandes potencias del hemisferio norte, pero atin mas importantes fueron la conciencia y la constatacién, cada ver més difundidas en amplios estratos de las elites criollas, de que la independencia habia quedado a mitad de camino. Los urgia retomar el impulso originario y continuarlo. La nueva y mis radical generacién liberal de mediados de siglo comenz6 a animar el proyecto de edifi- car en América Latina sociedades liberales y consagradas al progreso, colocdndolas entre las més avanzadas de Occidente. Estos proyectos contrastaban tanto con la ola conservadora, culpable de haberse ple- gado a los condicionamientos del pasado, como con el romanticisio liberal abstracto de los primeros tiempos, que se habia ilusionado con cambiarlo todo por el solo hecho de dotar a las sociedades con buenas leyes, aunque sin procurarse la fuerza necesaria para imponerlas. Para aquellos liberales de nuevo cufto era necesario ir mas alli: era preciso cortar de un solo golpe y erradicar para siempre las raices del pasado, hispanicas y catdlicas, orginicas y corporativas, responsables a sus ojos de impedir el desarrollo econémico al bloqucar el libre flujo de mereancias y de riqueza, y de obturar la afirmacién de las tades civiles, al encerrar a la poblacién en los tradicionales recintos corporativos. Para crear naciones nuevas y progresistas, pobladas de ciudadanos independientes, iguales ante la ley, era necesario adoptar medidas drasticas. En primer lugar, se trataba de atacar el histérico pilar del viejo orden, la iglesia catélica, en especial porque sus ingen- tes bienes, sustraidos a la circulaci6n de la riqueza, eran para aquellas, elites los simbolos mas evidentes del freno que el pasado imponfa al Presente. A esto se sumaba su monopolio sobre la educacién, quie obs: taculizaba la difusién de las nuevas ideas, y el nacimiento y formacién de ciudadanos fieles al estado y a sus leyes antes que a la iglesia y a las, suyas. Finalmente, porque la iglesia y su doctrina eran los més sdlidos bastiones de Ia sociedad orginica, de la cual los liberales buscaban ‘emanciparse. Las repubicas sin estado 68, No fue por azar que en tomo a la iglesia y a su papel politico, social y cultural surgieran los conflictos mas agudos, a veces contenidos, pero frecuentemente bastante cruentos, en especial donde la iglesia era mas fuerte y habfa echado raices en todos los estratos sociales, como en Mé- xico. Conflictos que las leyes liberales, dirigidas a secularizar los bienes eclesidsticos, a laicizar la escuela piiblica, a reubicar el registro civil, los ‘matrimonios y los cementerios en la esfera estatal, haban prenunciado, y que tanto en América como en Europa estuvieron en el centro de la vida publica durante gran parte de lo que restaba del siglo. Tanto es asi que fue por causa de estos, antes que de cualquier otro tema, que la elite social y econémica, a pesar de guardar tantas afinidades en su interior sobre otros aspectos, se dividié en dos partidos -liberales y conservadores- y que los otros estamentos sociales fueron llamados con frecuencia a expresarse y a sostener una u otra causa. PAA Teoria politica y debate intelectual Desde meciados de siglo, las pistas falas y los pasos en falso seguidos Por la mayor parte de los estados latinoamericanos una vez aleanzada la Independencia estimularon amplos debates en las clases digentes sobre sus causas y sobre el mejor modo de darles remedio. Dichos debates trian presentes otros, costéneos, que en Europa se itan imponiendo a medida que la civiizacién industrial ganaba desarrollo, De ellos fueron re- {ejo las luchas polticas que, cada vez més a partr de entonces, recorrie- ron la regién, y también una produccién intalectual bastante nutrida y con frecuencia de excelente calidad, que se extendia del derecho a la flosofia, de la pedagogia ala literatura y la teora poltica. En estos debates se des- tacaron algunos grandes nombres, coo el conservador mexicano Lucas ‘Alaman y @! moderado venezolano Andrés Bello ~que desarrolo en Chile {gran parte de su actividad, hasta los mas brilantes exponentes de la ‘nueva generacién iberal, como Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento en la Argentina, los chilenos Francisco Bibao y José Victorino Lastaria y numerosos otros, dversos entre si Sobre el frente conservador prevalecia la idea de que el orden debia ser ‘el necesario preludio de laiberalzacién poltica, Hombres como Andrés Belo miraron con admiracién la monarquia constitucional de Gran Bre- tafa y sostuvieron, espada en mano, la necesidad de un gobierno fuerte y centralista. Su idea era la de un gobierno lbre del condicionamiento de los poderes locales y de un pueblo al que se juzgaba poco preparado (65 Histora de América Latina ‘para tomar parte en la vida publica. También aspraban a un gobierno ‘que hiciera suya la misién pedagégica de formar ciudadanos y cifundir un ‘sentimiento de nacionalidad, pasos previos a una gradual liberalizacion politica, Esta concepcion ademas de aquella de que, en vez de cortar de un solo golpe y para siompre las raices del pasado colonial, converia {undar sobre él el nuevo orden- hizo de Belo un inspirador de la Consti- tucién chilena de 1833, base del gobierno impuesto en este pais por su hombre fuerte, Diego Portales; pero también lo convitiS en uno de los. blanoos predilectos de los lberales de la generacion siguiente. Los liberales propusieron, en formas més o menos radicales, una especie de trasplante cultural, ya que consideraban que no sélo el orden, sino ‘también el progreso estaban al alcance de América Latina, aunque a condicién de suministrarle al continente dosis masivas de liberalism. LLacuttura hispénica, entendida en su estructura clerical y corporativa, fea para ellos causa primaria de atraso, por lo que urgia sustituira por la cautura flberal en auge en las potencias entonces ascendientes, de las que ‘convenia estimular el ingreso de hombres y técnicas, ideas y capitales en las naciones americanas. “Tanto como sus adiversarios conservadores, también los iberales partan de un ciagnéstico pesimista respecto a la capacidad de autogobierno de los puebios latincamericanos, a los que juzgaban incultos y sometidos al lero y a cultura tradicional. Esto los inducia a ergirlas nuevas arquitectu- ras de formas polticas y constitucionales liberales, pero bien atentas a wc dels precios de dchos bienes con fet encahiieron tembl ton dependents presopucstor nacional ATT eee rade aqua econnica na cao es roves ssa ino ct Tou qs vara Seu sus apoteo an sii Sonia epeoro Scere wan Ar tesa Rasa cov sar as agree an rd. Gowan eeu pas Yo peo dos trsomacones ness Gros frame rad como ars is ive Sa preoocn Gols toned Go wal de Aneea at nye oe Ses repens y cons Eta: unos, Aedteespat, caso ele Hearn nyo ere peg, tose eo trpuncto pa ors tao can eco aco recuerdo poral coo pela rprtercn epoca Laer iberal 79 {ue asumi6 como proveedora de came y grano para la gran potencia ‘uncial de la €poca, Gran Bretana, de cuyo imperio informal la Argentina {ue parte fundamental. Baste con decir que el millon y medio de libras es- terlinas que las islas britanicas importaban en 1860 se habia transforrmado ‘en casi 41 milones en visperas de la Primera Guerra Mundial; que los 730 ‘lémetros de vias férreas tencidas en 1870 superaron la marca de 33 (000 kiémetros cuarenta arios después; que la superficie cutivada, que fn 1888 sumaba cerca de 2,5 millones de hectéreas, en 1914 se habia ‘mutiplicado por diez, legando a 24 milones. Pero si el caso argentino fue Unico y extremo en algunos aspectos, Ro menos impresionantes son los nameros para los restantes paises, 1n especial los mas grandes y atractivos para la economia mundial, Ctecimiento de los ferocarries en México fue, por ejemplo, iqualmente impresionante, dado que en 1910 superaba los 19 000 kiémetros, algo nada desdtable en un pais con una geogratia tan enrevesada, donde las as férreas favorecieron, entre otras cosas, el nacimiento de un auténtico ‘mercado nacional, cuya vigencia impulsé el gran erecimiento econémico ela cada y media que transcurre entre los siglos XIX y XX, cuando el PBI mexicano crecié mas del 50%. Sila Argentina enlazé su economia Con los capitals briténioos, México se vinculé con los de los vecinos Estados Unidos, que pronto monopolzaron la industria minera, |Lacomotora de los ferrocarres mexicanos, en el rayecto que une Ciudad de México y el puerto de Veracruz, entre 1873 y 1925. Relatos semejantes pueden construrse en casi todos los otros paises, cada uno con sus pecullaridades. Empezando por Brasil, donde e! boom exportador se debi6 al café y se concentré en los estado de San Pablo Minas Gerais. Las inversiones britnicas y norteamericanas crecieron ali ‘Con prisa y mas que nunca antes, y se mutipicaron por siete entre 1880 ¥ la gran crisis de 1929. El resuitado fue que el érea cutvada se elews £20 Historia de América Latina «en forma exponencial y Brasil termin6 por dominar et mercado mundial ‘del café, dol que hacia 1929 poseia cerca de los dos tercios de todos los cultivos existentes. Como el café también proporcionaba las tres cuartas partes de las ganancias producidas por las exportaciones, se comprende ‘que la entera economia nacional dapendiera de los ciclos de ous precios. Esta exposicion panorémica podria continuar de un punto a otro det ‘continente: desde el Peru, donde la legada hasta los Andes de los ferrocarriles Gio nuevo impulso ala vocacion minera del pais, pero donde la explotacion de cobre, zinc y plomo ~dados los ingentes capitales y [as ‘modemas tecnologias que requeria- acabé por quedar bajo et control de las grandes empresas norteamericanas; hasta Bolvia, donde al nuevo boom de la plata sucedié el del estafo y donde la ete local que controla- ba la produccién se asent6 en el vérice de la escala socal de pais, Ue viv entonces un periodo de relativa estabilidad. Desde Chile, cuyas ‘exportaciones aumentaron y Hegaron a depender en un 80% de los productos de sus empresas mineras, en primer lugar det itrato, dada la slovada demanda de fertiizantes en el mercado europe0, sequido pore ‘cobre, del que se volvé primer produotor mundial hasta Ecuador, donde las exportaciones de cacao erecieron cuatro veces entre Un siglo y O10, ppasando por Venezuela y Colombia, donde e! detonador de las transto maciones econéiicas fue el despegue de las exportaciones de café CCabe agregar, adems, que el café y otros productos tipicos de las éreas subtropicales, como cacao, azicar de cafiay bananas ~en cuya produc cién ingresaron no sin prepotencia las grandes empresas norteamerca: ras, estuvieron en la base del boom de las exportaciones en América ‘Central y en e Caribe, asi como dal poder de las elites poiticas, que en ‘muchos casos lograron imponer su dominio. a” Una sociedad en transformacién ‘Tanto los efectos de la modernizacién econémica c sociales que suscitaron tuvieron profundidad diversa de pais pais 0 ‘extensos y veloces en los que mis se integraron a de regién en region; Ja economia mundial, y més limitados en los que lo hicieron en forma mis tardfa o lenta, es decir, en paises como Colombia y Venezuela, ¥en vastas reas de las repiiblicas andinas y centroamericanas. Mas allé de ajustesy riumos diferentes, el modelo econémico fue andlogo en woias partes, yo mismo puede decirse respecto de las transformaciones que gener6 en ta vida social. Asi, las naciones de América Latina entraron somo los cambios Lacratberal a1 avese intensificaria en el curso del siglo XX. a Yenenuca, que ae «una 0 poctscndadeserigidas en non clave vibrantes metrépolis. A ello se sumé la escolarizaci6n, al m¢ Bis centros urbanos y donde el estado mas avanz6 en su pro etre elds ncesdades de una economia yuna seed mis articu ‘tos industriales, Pata! pee a cambiar, en especial donde la inmigracién ite . to que la movil social quec Alaa Propiedad de la tierra, de la que en esta época se produjo, en. er ‘82 Historia de América Latina tuna enorme concentracién, no entendida ya como mera fuente de cestatus social, sino como fuente de progreso y riqueza, cuando no base de incursiones, para sus duefios, en el comercio, las finanzas y la industria. Cambiaron los estratos populares, en especial en los centros turbanos, o en sectores como los ferrocarriles y los transportes en ge- neral, las plantaciones y las empresas mineras, donde con frecuencia surgieron sélidos y combativos niicleos proletarios, sobre los cuales cayeron las primeras represiones violentas; también tuvieron lugar transformaciones en parte de las dreas rurales, al menos donde decli- 1né la vieja hacienda y el trabajo se volvié mas libre, es decir, sujeto al mercado y a sus intemperies. Asimismo, crecieron las capas medias de la sociedad, con frecuencia conformadas por mestizos o por migran- tes, diferenciadas y distribuidas en oficios, empleos y profesiones que iban desde el comercio y Ia administracién piiblica hasta los bancos, la escuela y el ejército, Capas medias muchas veces préximas al pro- letariado urbano -por sus ingresos y sus condiciones de vida-, pero formadas también, en ntimero creciente, por profesionales ¢ intelec- tuales deseosos de afirmacién, prestigio ¢ influencia, bien dispuestos a moverse en la arena politica. MAMTA La gran ola migratoria Las grandes migraciones mundiales que desde mediados del siglo XX hasta la crisis de 1929 transformaron gran parte de mundo, diseminan- do millones de hombres y mujeres provenientes de casi cada paraje de Europa, produjeron en algunos paises efectos revolucionarios, dado que ‘conmovieron el perfil damagraficn, acendmica y cutural. En la era liberal, aunque en distinta medida, todos los estados latinoamericanos buscaron atraer inmigrantes, exhibiendo razones econémicas, enfatizando que el arribo de migrantes de las zonas més desarroladas del planeta incenti varia el progreso técnico y productivo; aduciendo motivos culturales més celaborados, en particular la idea de que los fustazos de ética capitalsta {ue los inmigrantes tendrian a su cargo proporcionar habrian sacudido las bases de la tradicional indolencia latinoamericana. También acucieron altipico arsenal racista tan caro a muchos positvistas y cientifcos de la {poca, segin el cual la heterogeneidad étnica representaba en América Latina un lastre para el progreso, y para la cual una copiosa inyeocion de sangre blanca que iniciase un virtuoso proceso de “blanqueo" de la ppoblacién habia aportado un saludable rejuvenecimiento, Sean las que Ls ra becal 83 fueren las razones para favorecer la inmigracion, esta se dirigié de modo ‘masivo solo hacia algunas zonas, evitando aquellas donde viia una ‘numerosa poblacién campesina indigena o donde todavia exstia una tradicién de trabajo esclavo, Inmigrantes en el comedor del Hotel de inmigrantes, Buenos Aires, cica 1810. Archivo del Museo Nacional de Inmigrantes, En este sentido, resultaron tipicos los casos de México y Pent, donde, ‘aunque fos inmigrantes ejercieran una influencia econdmica notable, ya {Que se trataba, en su mayoria, de empresarios y comerciantes france- ‘ses y esparioles, su nimero fue exiguo. En cambio, los grandes fuos 'migratorios se drigieron hacia las zonas del hemisterio austral, donde el Clima era templado y se abrian amplas perspectivas de oportunidades do mejoras econémicas y sociales, uaa la desproporcion entre los inmensos espacios existentes y la escasa poblacién. La Argentina y Uruguay, entonces, y luego el Brasil meridional y en parte también Chile {ueron los paises que se vieron mas revolucionados con la recepcién masiva de migrantes europeos. En primer lugar la Argentina, donde, ‘Seguin algunas estimaciones, entre 1857 y 1930 ingresaron hasta 6 millones de migrantes, en su mayor parte itaianos y espafioles, més de la mitad de los cuales (unos 3,3 milones de individuos) se instalé all y fech6 raices. Fue asi como un pais que a mediados del siglo xix Contaba apenas con un millon de habitantes, en 1930, y en buena ‘medida gracias a la migracion, contaba ya con 11 millones. Uruguay viiio una transformacién andioga a la Argentina, aunoue en mucha menor proporcién, dada su extensién. En tanto, la politica migratoria de 14 Historia de América Latina Brasil estuvo dirigida a alterar el perf étnico de la poblacién, en gran parte negra o mulata, y a reemplazar el trabajo esclavo con el de ‘europeos asalariados. En buena medida, consiguié sus objetivos, atrayondo una enorme cantidad de ftaianos y portugueses, os cuales tendieron a concentrarse en el rea de més rapido crecimiento: San Pablo. a La ilusién de las oligarquias Los regimenes politicos de la era liberal eran denominados “oligarqui- cos", concepto a la ver correcto y engaiioso. Es correcto en el sentido de que se trataba de regimenes politicos donde la participacisn estaba limitada y donde el poder politico y el econdmico, concentrados en una elite restringida, tendian a superponerse. Ademas, de este modo se alude al hecho de que, mas allé de la pertenencia a un partido u otro, Jos miembros de la elite constitufan una oligarquia social, casi siempre blanca y culta, en la cima de una sociedad fragmentada sobre bases éinicas. En cambio, es engafioso sino se tiene en cuenta que asi era la politica en Occidente antes del advenimiento de la sociedad de masas: tuna actividad desarrollada por personajes notables y présperos; y que la violencia, la corrupcién y los fraudes que solfan caracterizar a las, elecciones en América Latina eran por entonces fenémenos comunes en Europa. Resulta atin mas engaiioso si no se advierten los cambios cen curso en estas décadas a medida que la economia, la sociedad y la ‘cultura se transformaban, en especial, una clara tendencia a la amplia- cin de la esfera ptiblica, a la liberalizacién del debate politico, a la expansiGn del sufragio y a competencias politicas més virulentas que en el pasado, al menos en las areas urbanas. Dicho esto, es preciso afiadir que, con todas sus diferencias ~a ve- ces enormes-, los regimenes de la época fueron modernizadores en el campo econémico pero conservadores en el politico, ya que procura- ron mantener el monopolio del poder hasta el punto de convertir con frecuencia a las constituciones en pactos entre oligarquias y a las elec- ciones en ficciones democraticas, donde legitimar drdenes politicos poco o nada representativos de los diversos estratos sociales. Se trataba, ‘en verdad, de pactos entre las mismas elites que se habian combatido entre si en los tiempos del caudillismo y que ahora encontraban en las oportunidades econémicas y en el comiin interés por la estabilidad politica y la paz social un s6lido punto de encuentro. Lice tera as Se producia asi una convergencia entre liberales y conservadores, y entre sus imaginarios politicos y sociales, el més racionalista¢ individuae lista de los primeros, y el mas religioso y onganicista de los segundos. Una concordancia de la cual fue emblema la ideologia de estos regimenes: ¢! positivismo (cuyas palabras clave estin todavia inseritas en la bandera bwasileia, “Orden y Progreso”), que desde México hasta la Argentina, pa- sando por el istmo centroamericano yas naciones andinas, se expres6 en lainvocaci6n de Paz y Administracién. En efecto, el positvismo se presté aconjugarlas dos tradiciones politicasyfiloséficas que hasta entonces ha- bian intentado suprimirse y anularse reeiprocamente. Si es cierto que los positivistas eran cultores de la raz6n y el progreso, y por lo tanto distantes de la primacia del espiritay la fe cara a los conservadlores, ambos conce- bian la sociedad como un organismo natural. El organicismo cientificista encontr6 asf un s6lido punto de contacto con el catdlico. De la sociedad entendida como un organismo, los primeros enco- tniaban 1 conocimiento de las leyes cientificas que lo animaban, y los segundos, el del plan divino al cual se corresponda. Unos otros dedu- ‘fan del organicismo el derecho natural de guiara la sociedad, es decir, ocupar su centro neuralgico, la cabeza que en un tiempo habia sido el rey. Asi, la ideologia positivistalegitimé el pacto implicito entre libera- les y conservadores, y la progresiva suspensién de los furibundos ata- ques de los primeros contra las corporaciones tradicionales, las cuales con la iglesia y el ejército ala cabeza- se tornaron aliadas de la estabi- lidad politica y social. Dicha ideologia -a veces fue erigida como dogma piblico de las nuevas clases dirigentes- legitimé atin mas la costumbre de gobemar prescindiendo de la politica, entendida como laartficiosa divisién de una sociedad que Dios o la naturaleza habjan concebido unida y arménica. En este sentido, dichos regimencs inauguraron una larga y robusta tradicién antipoltica, con hondas repercusiones en la historia latinoamericana posterior. Precisamente en esto consisti6 la ilusién de las elites de la época, las cuales con el tiempo ajustaron cuentas con los efectos de la moderniza- én que ellas mismas estaban promoviendo. Al transformar a fondo la sociedad y la cultura, la modernizacién cre6 el terreno para que nuevas ‘apas sociales y nuevas ideologias se asomaran a la vida publica: contes- tando el orden conservador, exigiendo una distribucién mas equitativa de cargas y honores, o pretendiendo introducir la politica donde las clgarquias la habian prohibido. Desde fines del siglo XIX, el nacimien- to de nuevos partidos politicos en diversas partes de América Latina, ¢ incluso de numerosos y combativos movimientos obreros ~anarquistas 26 Historia de América Latina y socialistas en su mayorfa, pero también catélicos, desde México hasta Chile, desde la Argentina hasta Cuba-, fue sintoma de las primeras y profundas grietas que estaban abriéndose sobre la superficie estable de los regimenes liberales. MATT Historias de guerras y limites Epoca de asentamiento de los estados-nacién, de ocupacién y delimita- cién de sus teritorios y definicién de las jerarquias entre los paises mas \y menos poderosos, la que se extiende entre los sigios XIK y XX se vio ‘ujeta a fuertes tensiones en las fronteras. En muchos puntos, fos limites internacionales habian quedado indefinidos desde la Independencia: entre la Argentina y Crile, Per y Ecuador, Colombia y Venezuela, y as en gran parte del continente, por no hablar de casi todos los limites de Brasil ‘Candido Lopez, Batalla de Tuyut! (delle. Museo Nacional de Balas A tes. El enfrentamiento tuvo lugar 0! 24 de mayo de 1866, en las cercanias de! lago Tuyut, en terttorio paraguayo, en el marco de fa guerra entre Paraguay y los paises que conformaron la Triple Alianza. En algunos casos, tanto los problemas de limites como los precarios ‘equilbrios entre las potencias desembocaron en cruentas guerras entre ‘vecinos, que causaron drésticos cambios territories. Este fue el caso de la guerra del Paraguay, combatida de 1865 a 1870 entre los ejécitos de la Argentina, Brasil y Uruguay de un lado, ye! ecto paraguayo dol otro, [Una guerra donde delicadas cuestiones geopolticas y problema del ‘acceso a las grandes redes fluviales de la regién se entrelazaron y dese Lacraliberal 87 bocaron en ia tragica derrota de Paraguay, que perdié 200 000 hombres cerca de la mitad de la poblacién- y vastas porciones de teritorio, que s¢ repastieron entre la Argentina y Brasi No fueron menores las consecuencias sobre el mapa de América del Sur de a Guerra del Paciico, que elitr entre 1879 y 1883, desencacienada Por el control de los ricos yacimientos de salitre del desierto de Atacama, en a que Chile revelé su mayor fuerza miltar y solide estatal, y derroté a los ejércitos de Pert y Bolivia, ampliando as! su tertorio, Los derrotados, en cambio, perdieron zonas conspicuas y, en el caso de Bolivia, incluso la salda al mara través del ooéano Pacifico, que revindica atn hoy. 7 Juntos pero diversos: México, Brasil, Argentina En las décadas que conducen de un siglo al otro, América Latina vivié procesos anélogos, aunque en modos e intensidad tan variables como para configurar historias muy diversas. Desde entonces, las historias na- cionales comenzaron a distinguirse de manera cada ver mas nitida de la historia de la regién en su conjunto, y se velvieron tan diferentes como iiltiples eran los paises nacidos de su unidad politica originaria, En México, el perfodo estuvo dominado por Porfirio Diaz, a partir del cual se lo denomina Porfiriato. Fue un régimen longevo, que se extendié desde 1876 hasta 1910, salvo un paréntesis breve, En térmi- ‘nos politicos, se traté de una autocracia: un régimen personalista y at toritario que impuso el orden después de largas guerras civiles. Una ver depuestas las banderas de la reforma liberal que tantas reacciones habia causado, Porfirio Diaz volvi6 a pacificar el pais para explotar a pleno las oportunidades de progreso econémico ofrecidas por la ri- pida apertura de los mercados. Para hacerlo, sutur6 las relaciones con Ia iglesia y se gan6 el apoyo de los grandes terratenientes, beneficia- dos por el despegue de las exportaciones y por las tierras sustraidas a Jas comunidades indias, contra las cuales ~como contra las pr agitaciones anarquistas en las minas- Diaz no titubes en usar la fuer- za, aunque la represién no fue el tinico instrumento de su gobierno, para el cual emple6 en abundancia también métodos bien probados: las redes fanuiliares y territoriales, En el campo econ6mico, el suyo fue como otros de la época~ un régimen modernizador, capaz de atraer inversiones ingentes, hacer subir las exportaciones agricolas y mineras, hacer crecer la economia y los ingresos fiscales, y promover la difusién de los ferrocarriles. No por azar se produjo entonces un gran boom de- £88 Historia de Arméica Latina mogrifico, incluso a pesar de que los bajos salarios y otros factores inhi bieron la inmigracién de masas. En términos ideol6gicos, el Porfiriato 1¢ un tipico régimen positivista, hasta el punto de que sus brillantes electuales eran denominados “los cientificos". Con el tiempo, tan- tas transformaciones lo sometieron a una dura prueba, a medida que las reivindicaciones sociales y las demandas de democracia politica se volvieron més intensas y acuciantes. Ademés, con la vejez de Diaz se impuso el problema de la sucesi6n: dado que la suya era una dictadura desprovista de canales representativos, la crisis asumié formas traumati- cas; para hacerlo caer fue preciso una revoluci6n, Porfirio Diaz (ala izqulerda), durante los festelos de! Centenario de ia inde- pendencia de México, en 1910. Fotografia de Aurelio Escobar Castellanos. Andlogo aunque diverso fue el caso del Brasil, donde Pedro I, someti- do por un lado a la hostilidad de los republicanos y por el otro a la de los grandes latifundistas contrarios a su decisién de abolir Ia esclavitud, cay6 en 1899 debido a un golpe de estado militar. También el Brasil se volvié entonces una reptiblica y los militares heredaron el rol de po- der moderador que hasta entonces habia encarnado el monarca. Nacié asi la Replica Velha, que se extendié hasta 1930, Se traté de un régt ‘men cuya naturaleza encontré expresién politica en la Constitucién de 1891, que sancioné la naturaleza federal del estado y, con ella, laamplia autonomia de los estados que lo integraban. Un eje que sustent aquel régimen fue la regular alternancia en el poder entre los dos estados iis ricos, San Pablo y Minas Gerais. En este sentido, el de Brasil fue Leora iberal 89 un pacto entre oligarqu dels ms fertes a cambio dela libertad de acin en el imbio Yoel aquel régime que a a lrg result exable (ambien impregnado de postviso) fue el cafe un bien de al Br lege controlar an feonGmica la que dieron gran imps ls capitals ingles los in migrates, que arebaron en gran numero yprveyeron mano de obra Bempo el régime suf los coleraos dela rida modemizacon, algo perepubleenla incipient agian de los traajadores urbane, en Iinnsbordinacion de os jovenes ofl del erelto los tenets, ame dlascenso de un nuevo extado, Rio Grande do Sul, que aca por des compaginar ls rela hacer emerge as gretas Benedito Calixto, Proclamacién de la Republica, deo, 1893. Pinacoteca Municipal de San Pablo, Entre todos, el caso de la Argentina es el mis impresionante, La trans. formacién que vivid en aquellos aiios tiene en verdad pocos paralelos en la historia -o acaso ninguno-. No tanto por su régimen politico, que encontré expresién en el Partido Autonom también un pacto entre oligarquias, es decir, entre las poderosas elites dela capital y as del interior del pais, a las que las primeras impusieron su propia hegemonfa, poniendo fin a los afiosos conilictos del pasado. ‘Tampoco por su ideologia, no menos positivsta que la de otros regime- nes coetineos. La transformac ca Nacional, y que fue in se debi6 a la profundidad sin paran 90 Histora de América Latina ‘g6n con la que la naci6n fue revolucionada por la inmigracién y porla intensidad impar de su integracién al capitalismo briténico. Todo ello produyjo importantes cambios sociales y econémicos, que hicieron de la Argentina uno de los paises mas ricos del mundo, al cual todos pro- nosticaban un gran futuro. Dado que los inmigrantes europeos le con firieron una elevada homogeneidad étnica y cultural, ausente en otras partes, y dada la civilizaci6n mayormente urbana que nacié prende que sus elites cultivasen cierto “destino manifiesto”, es decir, un espiritu misionario y una vocacién al liderazgo regional. Tampoco que los efectos de la modernidad se sintieran alli en primer lugar, y con mis fuerza, por ejemplo, en el precoz nacimiento de los modernos sin- dicatos y partidos politicos. Por eso, cuando en 1912 la Ley Sienz Pefia introdyjo el voto secreto y obligatorio, el argentino parecia haber sido el Gnico régimen de un gran pais latinoamericano a punto de pasar de la era liberal a la democratica sin excesivos traumas. El comienzo del siglo americano La guerra de 1898 entre los Estados Unidos y Espafia por la isla de Cuba, tan expedita para los primeros como trgica para la segunda -a tal punto que quedé inscripta como “el desastre” en la historia espaiiola y como una pequeiia y espléndida guerra en la estadounidense- repre sent6 un revés radical para las relaciones internacionales de América Latina, aunque lo fue en mucha mayor medida para América Central y el Caribe que para los grandes paises de América del Sur. E! Caribe s¢ volvié entonces un ago norteamericano, cuando antes era mayor ‘mente europeo, coronando asf el antiguo suefio norteamericano de ejercer allfel control y, con ello, garantizarse la seguridad de la frontera meridional. Con aquella guerra no sélo se derrumbé lo poco que quedaba en pie del imperio espaiiol en América -a partir de entonces huérfano también de Cuba y Puerto Rico-, sino que comenz6 a tambor batien- te la expansi6n militar y econémica estadounidense en la parte latina del hemisferio. Empezando por Cuba, a la cual Washington recon: independencia al precio de reservarse el derecho de intervenir en sus asuntos internos; siguiendo con Panamé, donde, en 1908, las tropas ¢ tadounidenses ayudaron a los irredentistas locales a obtener la indepen- dencia de Colombia a cambio de la concesién del derecho de construir ‘un canal interocednico, inaugurado en 1914; siguiendo con numerosos aera tberal 91 paises del area donde se proyecté la influencia estadounidense, desde ‘icaragua hasta la Repiiblica Dominicana, desde Guatemala hasta Hai- {i Sea a través de las robustas inversiones de las multinacionales agrico- lasy mineras, o del incremento de la propaganda cultural y las misiones protestantes, o bien por medio de las intervenciones crénicas de los ma- ‘ines para llamar al orden a los pequetios y mayormente pobres paises dela regién, el nuevo estadio de las relaciones entre los Estados Unidos yAmérica Latina encontré en 1904 su expresin en el corolario del pre- sidente Theodore Roosevelt a la Doctrina Monroe. Como seitalamos ya, Se até de un documento en el cual reivindicé para su pais el derecho de imtervenir en el resto de las Américas para garantizar el orden poli tico y difundir la prosperidad norteamericana, para mantener alejadas «las potencias europeas y completar la obra de civilizacién a la que los Extados Unidos se consideraban destinados, Por lo tanto, aquella fue 4a €poca en la cual la Doctrina Monroe se volvié emblema de la tutela Politica y militar estadounidense en el érea més préxima a los propios confines meridionales, objeto predilecto de la hostilidad del embriona- rio nacionalismo latinoamericano, del cual fue un numen, entre otros, ¢lpadre de la independencia cubana, José Mart PAM La independencia de Cuba En 1698, mientras en Cuba arcia la guerra de Independencia de Espafia liderada por los pattiotas locales ~muchos de ellos exiados en las costas ‘ortsamericanas-, €! gobierno de Washington decidlé la intervencién riltar en la ista para preservar la paz y proteger los intereses y la vida de los ciudadanos estadounidenses. EI Congreso aac a asta objetivo ot 1 favorecer la independencia de Cuba, en sintonia con el supuesto ex- Cepcionalsmo de los Estados Unidos y con la vasta simpatia que la causa Ccubana despertaba en la opinion puibica. En los hechos, lo que insinus {1 Tratado de Paz con e! que se ceré la guerra fue lainstitucién de una ‘especie de protectorado estadounidense en la isa, ejemplo y prueba del ‘ico de influencia que los primeros se aprestaban a establizar en aquella regién, La formula que sancioné estas soluciones fue la Enmienda Platt, {ue toms el nombre del senador a cargo de la Comision de Relaciones Exteriores del Senado de Washington y que fue insertada directamente €n el texto de la nueva Constitucién cubana, El documento reconocia & los Estados Unides el derecho de intervencién en la isla para preservar la Paz interior y a independencia, y imitaba el derecho cubano de contraer 92 Historia do América Latina Soremente deudas y estipular alianzas estratégicas que representaran ura ‘amenaza para la seguridad del gran vecino, derecho que, en los aos pposteriores, los Estados Unidos no dejaron de reciamar. Entretanto, en 1695 habla muerto combatiendo a las tropas espariolas José Martie escritor y patriota cubano elevado a la dignidad de pacre dela Independencia, Mart, exilado en los Estados Unidos, donde vib ‘escribiendo para la gran prensa en lengua espatiola, teorizé sobre la ecesidad de conclar la revolucion nacional con la democrética en Cuba. Fue un agudo ertico de los reginenes olgérquicos del continente, alos {que contrapuso la necesidad de dar voz a los sectores populares, y desi Ideologia positivist, a la que opuso la necesidad de integrar los compa: rents étnicos. Liberal idealista, imaginé y defendié un proceso de cons- truceién nacional nacido de las bases, de la sociedad cv, idealzando a veces su poder y su rol. Estos fueron los principios que trasplant ena Parlido Revolucionario Cubano, del cual fue fundador en 1892 e idetoge '0 trat6 de uno de los primeros partidos nacionales, que se radicaron en varios y vastos sectores sociales de la América Latina, Tpica de Mart {ue la precoz conciencia con la que adviié los signos de las aspircio- nas hegeménicas de fos Estados Unidos, un pais del cual, por lo dames, ‘admiraba las insttuciones y la cultura democratic, La amenaza que este representaba lo indujo a postular, antes que tantos otros, la lucha de los pueblos latinoamericanos por una “segunda independencia’ José Mant, a7”

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