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G. Vattimo y otros EN TORNO A LA POSMODERNIDAD G. Vattimo M, Ferndndez del Riesgo J. Beriain J.M. Mardones M. Malfesoli P. Lanceros LUrdanibin —-F. Savater A, Ortiz-Osés KS [Al ANTROPOS — garcelona, EDITORIAL DEL HOMBRE (944 ~ (19880), Der philosophische Diskurs der Modems, Francfort, Suh. amp, — (19855), «Questions and Counterquestions», en Bernstein (ed.), «Hla- bermas and Modernity», Polity Press (Cambridge). — (19850), Die Neue Uniibersichtichkeit, Francfort, Suhrkamp. — (985d), «La modernidad, un proyecto incompleto», en: H. Foster, J. Habermas; J. Baudrillard et al, La Posmodemidad, Barcelona, Kairés. Honxatentsn, M: (1971), Kristische Theorie I, Franefort, Fischer. LLUuMANN, N. y HABERMAS, J. (1972), Teorie der Gesellschaft oder Sor technologie, Frarefort, Suhtkamp. Lyotann, JF. 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Parto pues de un intento clarificador tras el inexis- tente debate, o existente algunas veces, pero con un en- foque completamente superficial y generalmente mal levado: tanto por parte de los defensores de dicho fend- meno como por parte de los enemigos. Los primeros re- duciendo el asunto a pura cuestién de moda, de arrugas, de banalidad, y los segundos tomando dicha palabra co- mo comodin tras el que colocar al enemigo al que atacar Lo referente a lo narrativo podria decirse que vendré por @fadidura, después del recorrido explicativo que hemos sefialado. Dificultades de definicién Mi hipstesis rigurosamente provisional es la siguiente: la posmodemidad es el folklore de la sociedad posindus: trial. Me refiero, claro, a la dichosa posmodernidad a la espafiola, que de fronteras arriba el término evoca ruidos bastante menos pintureros, invoca excursos filoséficos, es- 41 ‘éticos © periodisticos de mayor enjundia y convoca entu- siasmos algo més complejos. Pero por este caliente sur con tendencia a orientalizar la cuestiGn pos se siente y se vive como folklore de la sociedad posindustrial, de la mis- ma manera que el pop fue el folklore de la industrial [....! mea La nada fécil empresa de explicar qué sea esa llamada posmodemidad no sélo se debe al embrollo sec en tomo a dicho término se ha creado, ni tampoco al uso y abuso que de dicha palabra se ha hecho, sino que tam. bién se debe a su actualidad y a la consiguiente falta de perspectiva para enfocar el fenémeno. No es que la pala- bra provoque unanimidades, sino que, al contrario. las Posturas con respecto a ella son bien dispares: asi, se pue. de ver a los que afirman la existencia de dicho fenomeno, junto a aquéllos que lo circunscriben al marco de la mmo. da, a otros que limitan su pertinencia a algunas parcelas del saber o aquéllos otros que niegan lisa y llanamente la existencia de tal cosa. Deteniéndongs brevemente en el origen de las dificul- tades que comentamos, podemos ver cémo las causas principales serfan: la novedad de tal palabra (0, mejor, de la condicion que pretende expresar), el equévoco de la pa- labra pos acompafiando a otra que inclina a hacer pensar en una periodizacién histérica, los muchos sentidos de tal palabra y las diferentes disciplinas en las que se ha utili zado; por ultimo, podriamos sefalar cémo por aqui se podria aiiadir el desafortunado uso de la palabra: unos fri. volizando el tema y echando «soleado humor al guiso ga- lo», mientras que otros, haciendo gala de un gran celo militantista, han levado la cuestién al terreno de la sim- plificacién amalgamadora, Los mismos partidarios de la utilizacién y verosimili- tud de dicho vocablo han hablado de lo desafortunado que resulta dicho epiteto. Asi, se puede hablar de tal término més como un concepto operativo que como un concepto analitico: tal término vendria a ser como una advertencia de que las cosas ya no son como antes, de que estamos en 42 un momento en el que se ha extendido una sensibilidad © un estado de alma de tal modo que seria més exacto hablar de condicién més que de una época,'ya que este liltimo término conllevarfa una carga periodizadora que, a pesar de lo engafioso del pos, est en las antfpodas del pensar posmoderno. Asi pues, aunque tal término se pue- da prestar a equivocos, su utilizacién ha solido mantener- se con el fin de alertar acerca de lo que ya no marcha en la modernidad, como un grito de alerta que no parte de algin iluminado, como podria pasar hace algunos ajfios, sino que responde a una conciencia cada vez mas extendi- da de que las cosas ya no funcionan del mismo modo que hace algiin tiempo. Tal postura pretenderia igualmente profundizar en la actualidad de los tiempos que corren, frente a las simplificaciones que hacen que se interpreten las cosas de una vez por todas, sin observar los mas mini- mos cambios o particularidades de los diferentes momen- tos. Este intento por profundizar en estas cuestiones suele encontrar ciertos obstaculos, como indica Chesneaux «cuna de las trampas de la modernidad no es hacer pasar estas cuestiones como asuntos caidos en desuso, ver va- cfos de sentido? Fantésticas presiones se ejercen con el fin de desanimar a cualquier interrogaci6n general sobre nuestra €poca».? En la misma linea de lo apuntado por el profesor de La Sorbona, estarian las palabras de Jean- Frangois Lyotard cuando considera como una de las ta- reas decisivas de la humanidad, en el momento actual, ante la complejidad con la que se enfrenta la «resistencia al simplismo, a los esléganes simplificadores, a las peti- ciones de claridad y de facilidad, a los deseos de restaurar los valores seguros. Aparece ya que la simplificacién es barbara, reactiva».> De esta manera —y aunque pueda pa- recer lo que decimos contradictorio con ciertos usos loca- les de la famosa palabra de la que hablamos— las alertas posmodernas pretenderian analizar con seriedad los tiem- pos que nos han tocado vivir, y es ahf donde surgiran términos como reescritura, anamnesis, etc.’ Tales postu- ras lyotardianas harfan frente a ciertos posicionamientos frivolos que tomando el «todo vale» como estandarte han 43 intentado reducir lo posmoderno a pura pose, a simple cuesti6n de estilo; posturas que «traducen en el fondo la renuncia aun. verdadero trabajo de anamnesis [...] sacar la conclusion de “nada vale”, que “todo es bueno” [...] me parece un poco ligero [...]. Esta nocién de cool es verda- deramente una idea pobre; es el estoicismo traicionado y reducido a la “peor banalidad: jnada importa verdadera- mente, seamos indiferentes! y el cinismo del: ;gocemos!».5 Acerca de la modernidad Si comenzAbamos a aproximarnos al tema pretendien- do definir la:posmodernidad y sefalabamos algunas de las dificultades que lleva consigo tal empeno, entre éstas citbamos la dificultad que supone que el pos vaya acom- pafando a otra palabra. Asf pues, y con la intencién de ir clarificando a: euestién, vamos a detenernos en tal pala- bra. Tampoco:€s tarea exenta de complicacién la de defi- nir la modernidad. No obstante, y debido al ya aceptado y dilatado uso de ‘tal concepto, se puede hablar de cierta unanimicad a la hora de senalar los rasgos mas caracte- risticos de tal fenémeno. Sefialando los acuerdos —o el minimo comtin denominador— de los diversos discursos sobre la posmodernidad, Buci-Glucksmann nos da algu- nas pistas: «Que la modernidad como proyecto universa- lista de “civilizacién” descansando sobre el optimismo de un progreso tecnolégico ineluctable, sobre un sentido se- guro de la historia, sobre un dominio racional y democra- tico de un real entregado a las diferentes utopias revo- lucionarias de un futuro emancipado, haya entrado en crisis en los afios 70: tal es la evidencia masiva que unifi- ca los diferentes discursos sobre la posmodernidad, ya sean franceses 0 internacionales».® De la cita anterior podemos sacar en claro dos cosas: los rasgos que précticamente con unanimidad se aceptan como propios de ia modernidad y como tales rasgos han entrado en profunda crisis. Otra cosa sera el diagnéstico que de tales cuestiones se deduzca: para unos, resultard 44 que la modernidad es un proyecto muerto; para otros, es- tara agotado; mientras que, para otros, ser4 un proyecto inacabado. Jean Baudrillard” pone el dedo en la llaga al sefialar la gran dificultad de definir la modemidad. Tal dificultad surge al no ser éste un concepto de andlisis; es decir, no hay leyes de la modernidad, pero lo que si hay es una logica y una ideologia. Cémo no va a haber dificultades a la hora de definir la posmodernidad, situacién que co- mienza a vislumbrarse en estos tiempos, si tenemos en cuenta cémo la modernidad, siendo un fenémeno cuyos iniciales rasgos comienzan a darse all{ por el siglo xvi, todavia es objeto dificultoso a la hora de definirlo. Un momento clave en el asentamiento de la moderni- dad sera la salida de la Edad Media; en el Renacimiento se dan grandes cambios técnicos, cientificos y politicos que vienen a suponer, al mismo tiempo, un juego de sig- nos, de costumbres y de cultura que va sedimentando en una nueva estructura social. Siguiendo en este apresurado recorrido, podemos ver cémo los siglos XVII y XVIII ponen. las bases filoséficas (Descartes y la Filosofia de las Luces) y politicas (el Estado monarquico que sucede al feudal), al tiempo que las ciencias fisica y natural, al unfsono, dando los primeros pasos en lo que respecta a la tecnolo- gia aplicada (ahf estén los ejemplos de La Enciclopedia), hacen que los fundamentos de la modernidad den un gran salto adelante. Habria que afadir a esto la célebre guerella entre «anciens et modernes» que recorre toda esta época, originando una ley del progreso del espiritu huma no hasta llegar a mediados del siglo xvut y principios del XIX, que es cuando se dan los primeros pinitos de! «to- manticismo» como modernismo radical. Un hecho trascendental sera la Revolucién de 1789, que pone en pie al Estado burgués moderno, centralizado y democratico. Comienzan a funcionar el sistema consti- tucional, junto.a su organizacion politica y burocratica. El continuo e imparable progreso de las ciencias y de las técnicas hace que se den grandes cambios en el campo de la produccién (divisién del trabajo, con las consiguien- 45 tes transformaciones en las costumbres y en la cultura tradicional). Las luchas sociales surgen con fuerza, mar- cando de una manera total los siglos XIX y XX. A estos aspectos sefialados se han de afiadir la explosién demo- gréfica, la concentracién urbana y el gigantesco desarro- llo de los medios de comunicacién y de informacién, cuestiones todas ellas que dejaran su huella de un modo decisivo en la modernidad como practica social basada en el cambio, la innovacién, la inestabilidad y en la perma- nente crisis. Podria darse 1850 —aproximadamente— como fecha en la que la sociedad comienza a autopensarse en térmi nos de modernidad: tanto Théophile Gautier como Bau- delaire emplean él término. A través de todos estos pasos se fue conformando una retdrica, una légica y una ideologa de la modernidad. Lé- gica basada en la importancia de lo cientifico-técnico, en la trascendencia abstracta del Estado, en la idea de una consciencia auténoma e individual (sujeto), al tiempo que en una visién del tiempo cronométrico (como es obvio, no es ajeno a ello el sistema productivo imperante), lineal ¢ historic. La reforica seré una retérica de la ruptura, de la busqueda continua y de la innovacién, acompafiada por una estética de la creatividad, de lo inédito y de la novedad. Todo ello se manifestaré de un modo explicito en el fenémeno de las vanguardias. En efecto, ciertos de estos rasgos estaban en la base en los primeros tiempos, especialmente en los terrenos artisticos. Con el paso del tiempo, las aristas rupturistas iran cediendo ante una di- namica de la amalgama, como lo indica un pionero en el estudio de estos fenémenos, Henri Lefebvre: «La moder- nidad, en la sociedad burguesa, seré la sombra de la revo- lucién posible y fracasada, su parodia [...]. La moderni- dad, caricatura y moneda de la revolucién total, que no tuvo lugar. De buen o mal grado, mal y torpemente, en el interior del mundo trastornado y que no se ha vuelto a poner en pie, la modernidad cumple las tareas de la revo- luci6n: critica de la vida burguesa, critica de la alienaci6n, debilitacién del arte, de la moral y, en general, de las 46 ideologias, etc.».* De esta manera, lo que comenzaba con unas grandes dosis de rebeldia e inconformismo se con- vierte en una situacién normalizada y apaciguada, 0, por decirlo con la expresién mas grafica de Michel Leiris, ula modernidad se ha convertido en mierdonidad».? Pequeiio recorrido por el arte Cuando Rimbaud, en la fase final de Une saison en enfer, vecomienda que «es preciso ser absolutamente mo- derno»,'* lo que nos esta diciendo es que es necesario ser relativos, est llamando a la creacién de mundos nuevos, atin desconocidos. Tanto en el espiritu rimbaudiano como en el de su «maestro» Baudelaire habfa una exaltacién de lo nuevo, de lo desconocido, de lo por llegar, de lo inédi- to, de lo efimero, de Io transitorio, de lo fugitivo, de lo contingente, de lo ambiguo, de lo aleatorio (nos viene a mano una frase de Lefebvre: «Ser4 un cardcter esencial de la modernidad la introduccién masiva de lo aleatorio en todos los dominios de la conciencia, del conocimiento y de la accién? Puede sostenerse esta teoria»).!! Ahora bien, todo aquello que era, qué duda cabe, una propuesta cultural audaz, de biisqueda de lo insélito, se ha convertido en una norma social banalizante y de sumi- sién al modelo dominante. Ha dejado de ser un aguijén estimulante de la creacién artistica y literaria para pasar a convertirse en guia de la vida cotidiana y del orden pro- ductivo. De modo que lo que habfa sido contradiccién y vitalidad permanente se convierte en conformidad y apa- fio: «las vanguardias se han convertido también en un ri- tual primitivo de la cultura de masas y del consumo cul- tural: su signo no es critico, sino acomodaticio a las leyes de produccién y reproduccién econémicas; su cardcter es profundamente conservador».'? Y al igual que la esperan- za se ha perdido en el espfritu subversivo de las vanguar- dias art{sticas, lo mismo ha sucedido en lo referente al terreno politico: tras la embriaguez, la resaca, Como diag- néstico, en el mundo del arte, podemos tomar las ajusta- 47 das palabras:de Siméon Marchén-Fiz, que dice con respec- toa la pr jon: «amoralismo, escepticismo, re- signacién, + mo hist6rico, decepcién con respecto a los ideales de las viejas vanguardias y las ideas totalizadoras, ¢n'suma, carencia de expectativas, son algu- nas de las expresiones més socorridas para traslucir el sustrato que late en la actual escena artfstica»."? Desde hace ya algunos afios, esta crisis generalizada se palpa en los ambientes més diversos y se podria hablar, sin caer en exageracin, de una crisis estética, moral, se- xual, politica y:metafisica...La cultura europea ha tomado clara conciencia de no ser cultura, sino de haberse plega- do totalmente @ los intereses de la civilizacion tecnolégica y militar. Y silo que afirmamos es cierto, desde hace afios, como no lo ser ahora, tras los tltimos cambios tecnologicos y:tras los crimenes contra la humanidad co- metidos entlas Europa. Pero cifgndonos al terreno del arte, podemos decir c6- mo la modernidad ha triunfado y ya no es una meta a perseguir. Antes, era;una alternativa, ahora detenta el si- lién y, como-gs natural, en tales circunstancias surgen posturas que'se-oponen a este nuevo filtro académico. Es obvio que dentro de esta perspectiva es donde aparecen las propuestas posmodernas, éstas serfan «todo lo que puede existir ciando lo modemo es slo un punto de par- tida 0,1 meng: sntomo-técito de cualguier nueva crea cién».! * Imégenes para plasmar nuestra situacién «derivante» no faltan; quisiera hacer alusién a dos de ellas por su acierto. Guy Hocquenhem y René Schérer toman la idea Optica de difraccion, que ya Fourier habfa utilizado para hablar de la multiplicidad de gérmenes pasionales, y asi nos diran que:«con Fourier, comprendemos la difraccion como “la luz que nace del exceso de tinieblas’, “la apari- cién del bien en el mAs fuerte de los males”, “el resplan- dor instanténeo de armonfa que corta el centro de la sub- version’, “la luz viva que nace del efecto mas tenebroso”, como cuando un ala de plumas negras o un sombrero de fieltro negro, colocados entre el ojo y el sol, reflejan en 48 sus bordes las siete rayas como lo haria un prisma de cristal».'> La otra imagen a la que me he referido lineas més arriba seria la que propone Simén Marchén-Fiz, al decir que «tal vez el bateau ivre, del poeta Rimbaud, po- dria ser erigido con acierto en metéfora poética de una condicién plural que parece emerger sobre la desapari- cién de la homogeneidad en lo moderno y Ia disolucién | de los discursos artfsticos globales tan caros a las van- guardias».'* Y si con Rimbaud comenzdbamos esta incur- sién por los terrenos del arte, con él mismo la finali- zamos. | Viaje por la historia de las ideas Tras haber transitado por los terrenos histéricos, eco- némicos y artisticos, en un intento de delimitar qué se entiende por el término modernidad, quisiéramos hacerlo, a continuacién, por el de la historia de las ideas, campo j., As propiamente filoséfico. Siguiendo un esquema muy { simple,” podriamos decir que primeramente se dio un es- E tadio mitico, fundado en el «mas all»; posteriormente, se pasarfa al estadio modemo o ilustrado, en el que el saber * humano, con la razén como topos privilegiado, se consti- tuiré como nticleo fundamentador; en este estadio, el -_ emés acé» juega el papel que anteriormente habia de bus- _-garse en el exterior. Por titimo, estamos en una situacién ida crisis en la que no encontramos sentido ni en el : ios allé» ni en‘el «més acd»; seria una situacién pareci- da a la del viajero que carece de briijula. No cabe duda de que la esquematizacién propuesta tiene sus limites, espe- ialmente desde el punto de vista de que sigue la raciona- lidad periodizadora tipicamente moderna. ¢Y cuando ‘omienza esta profunda crisis de la que hablamos y que : seria la que marca el inicio de nuestra «condicién posmo- § derma»? Si bien no hay necesidad alguna de fijar fechas, pademss de la dificultad que ello supondrfa desde el punto vista de la interrelaci6n entre diferentes épocas («el sol 49 ya se ha puesto, pero ilumina y calienta todavia el cielo de nuestra vida, aunque ya no io veamos mas», que dirfa Nietzsche), 8 de que no se surge del vacio y, en conse- cuencia, los:limites son verdaderamente vaporosos y dift- cilmente delinyjables en sus precisos contornos, nos pare- ce significativa-la'utilizacién como «fecha operativa», por parte de Lyotard, la segunda guerra mundial: «con la so- lucién final, introduccién de nuevas tecnologias en la gue- ra, el uso sistemdtico de la destruccién de poblaciones civiles, es innegable que un cambio se opera. Los ideales de la modernidad son abiertamente violados [...] [ideales] que estipulaban que todo lo que hacemos en materia de ciencia, de técnica, de arte y de libertades politicas, tiene una finalidad comin y tinica: la emancipacién del hom- bre».'? No cabe duda, en efecto, que en tales fechas se da una cierta «ruptura» con el camino seguido hasta enton- ces por las diferentes visiones fundamentadoras de la mo- dernidad (san Agustin, Aufkldirung, las Luces francesas.. y nos hallamos,tomando las palabras de Paul Virilio, ante «el anuncio tercera revolucién del modo de destruc- cidn. Si la primera revolucién militar-industrial de 1870 ha facilitado lasextension del imperialismo colonial [...], la segunda revolucién militar-industrial y cientifica de des- pués de la segunda guerra mundial [...] segdin esta tenden- cia, la tercera revolucién deberta marcar la supremacta entera y definitiva del modo de destruccion sobre los dife- rentes modos.de produccién»,” y ast el siglo de las Luces quedarfa reducido a las luces de Ja velocidad, de la revo- lucion militar-industrial.”! Y no es que en tales fechas co- menzasen las posturas abiertamente criticas y/o descon- fiadas con respecto a la modernidad, sino que tales hechos monstruosos actuaban con su factica fuerza para dar extensién y cuerpo a las anteriores reacciones de rup- tura que muchas veces no habfan sido sino las quejas de algunos «avanzados» a su tiempo. En este apartado po- driamos sefialar, por no citar m4s que a unos pocos, a Feuerbach, Kierkegaard, Marx, Nietzsche; en este orden de cosas, diré Vattimo que «se puede sostener legitima- mente que la posmodernidad filoséfica nace en la obra de 50 Nietzsche [...] el pos de posmoderno indica una despedida de la modernidad que, en la medida en que quiere sus- © traerse a sus légicas de desarrollo y sobre todo a la idea de la “superacién” critica en la direccion de un nuevo fundamento, toma a buscar precisamente lo que Nietz- sche y Heidegger buscaron en su peculiar relacion “criti- ca” respecto del pensamiento occidental»,” ! Volviendo al esquema que hace unas lineas esbozéba- mos, quisiéramos recorrer de un modo rapido los perio- dos apuntados, destacando las principales caracteristicas de cada uno de ellos. Simplificando, comenzaremos por sefialar cémo en un =. primer momento podriamos encuadrar dentro del pensa- =<. miento premodemo tanto al modo de pensar mitico, al = pensamiento griego y al mismo cristianismo, ya que su =. concepcién del tiempo, al igual que su concepcién del su- jeto (0 su falta de tal concepcién), hacen que la solucién a los problemas de aqui abajo sea buscada fuera del propio mundo. Las salidas propuestas iran enlazadas con las sideas de origen y de magia o divinidad. Hasta los pinitos “-de las mitologias de victoria y las finalidades marcadas por la vision cristiana se propondrén para el «més alla». “La modemidad surgiré con la idea de sujeto auténomo, con la fuerza de la raz6n, y con la idea del progreso histd- rico hacia un brillante final en la tierra. Dicho pensa- miento se constituye en dos tiempos: el primero seré el Periodo que va desde el Renacimiento a la Iustracién. La tesis clave de dicho periodo seré la tesis del sujeto: «todos Jos hombres son, por naturaleza, esencialmente idénticos entre si»; de esta tesis se desprende una cierta idea de universalidad y de identidad; el segundo tiempo irfa desde el romanticismo hasta la crisis del marxismo, «la tesis * fundamental no es ya la del sujeto sino la de la historia», ~ y de ella se desprenderé una cierta 6ptica relativista. El sujeto pasard a ser pensado «desde categorias colectivas: naci6n, la cultura, la clase social, la raza». Dentro de la tesis historicista, tomaran cuerpo el nacionalismo y el so- ‘Galismo como las dos grandes y principales versiones po- iticas. Las contradicciones entre ambas tesis serén palpa- is 51 bles. «El intento’de articular la idea de sujeto y la idea de historia a través de la idea de progreso es un intento en sf contradictorio: en él se combinan la promesa de libera- cion y la exigericia de dominacién.» La esis del progreso surgiré como mediadora de ambas tesis contradictorias, pero ha legad6 el momento en que su credibilidad ha hecho agua y es ahi donde surge precisamente con toda su fuerza la crisis de la modernidad, Este es el momento en el que «comenzamos a ver, a nuestro alrededor, cémo cierto ntimero de mitos se derrumban. Los principios y las creencias sobre los que, hasta un periodo muy recien- te, las sociedadgs se han edificado y han vivido, se revelan como no habiendo sido, quizds, més que mitos, mentiras miticas. Lo, llama la puesta en cuestion de los valo- res del Proj dejlas Luces (Aufklérung) no es ya un asunto de opinién, sino que es una constatacién. Es ver- dad que el desatrollo de las ciencias y las técnicas no pue- de pretender ya mas hacer progresar la humanidad [...], que la barbarie no ha cedido el paso ante una civilizacién que parece, al cortrario, segregar, a medida que avanza, formas de barbarie desconocidas y desiguales».” Nos en- contramos, pues, en la «era del vacto».?* El término «posmodernidad> en si Después de los distintos rastreos que hemos Ilevado a cabo por diferentes terrenos, parece el momento propicio para poder hilar.més en corto en lo que hace al intento de definicién dg} dichoso término que tantos rios de tinta ha hecho —y sigue haciendo— correr. A la hora de en- frentarnos con él, juzgamos que el primer paso que nos conviene dar seré el de intentar analizar el contenido de dicho término, al igual que su origen. Comenzaremos por ver lo que dice quien introdujo dicho término en el cam- po de la filosofia. El libro clave en este orden de cosas es La condition postmodeme, y alli, en su primera pagina, Lyotard dice cémo «la palabra se usa en el continente americano, por la pluma de socidlogos y erfticos. Designa 52 el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de los juegos de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del fin del siglo XIX»;75 y en un texto de la misma época puntualizaré que «este término, que cojo a los americanos, designa un esta- do de la cultura. Se puede llamar modernas a las socieda- des que anclan los discursos de verdad y de justicia en los grandes relatos hist6ricos, cientificos [...] en el posmoder- no, es la legitimacién de lo verdadero y de lo justo lo que viene a faltar».* Como se puede observar por lo dicho, el término es tomado prestado a otros campos del saber. Por otra parte, las pretensiones de Lyotard al utilizar tal palabra no fueron ni polémicas ni tampoco su intento fue el de adoptar tal término como un modelo de conceptua- lizacién riguroso y cientffico.?” Mas bien, su propésito al tomar dicho término era el de llamar la atencién sobre el hecho de que algo no marchaba como hasta entonces en la modernidad. Es decir, que si hasta entonces las socie- dades llamadas modernas habian tenido sus relatos de le- gitimacién —en sus diversas variantes— y éstos habjan funcionado, el declinar de la confianza en dichos relatos indicaba que habfa que comenzar a pensar en «preparar una legitimidad para la sociedad del futuro»,”* ello espe- cialmente teniendo en cuenta que algo estaba comenzan- do a cambiar, pero que dichos cambios era previsible que podian durar decenios, es decir, que se habia de mirar dicho fenémeno como una «idea de cambio lento y pesa- do al menos tanto como la modernidad».”? De la idea que acabamos de apuntar se sigue evidentemente que «nadie es capaz todavia de definir esta ruptura posmoderna en un sentido que no sea lamentable y ecléctico».2° No es lo amés adecuado, de este modo, pretender cerrar la cuestion desde ya y de una vez por todas; y si seguimos lo afirma- {do por Lyotard, lo cual es bastante previsible que suceda, + la discusién, los tanteos, el deshacer la nebulosa que exis- = .te sobre esta «nueva» situacién que todavia nadie puede ,definir con precisién, lo cual no quita que ciertos rasgos ;enos puedan hacer pensar en que «algo esté cambiando 0 gxva a cambiar», las cosas van para largo. Practicamente, ya 53 a han pasado quince afios desde la aparicion de dicho tér- mino, y la discusién continta con fuerza, 0 mejor co- mienza ahora a coger auge, menos alli donde la recept vidad es nula hacia las ideas cambiantes 0 donde los de- bates entran cuando ya estén realmente mascados en otros lugares (dejaremos de lado el tradicional retraso se- cular). ; ; Puestos a buscar fechas, podemos seguir al arquitecto —no olvidemios que éstos se encuentran entre los pione- ros en la utilizacién de dicho término y éste ha tomado carta de naturaleza en dicha disciplina— italiano Paolo Portoghesi citando escribe que «en el curso del ultimo de- cenio, el adjetivo posmoderno ha viajado con diversas for- tunas por-elcampo de las ciencias humanas. Utilizado sistematicamente por primera vez en 1971 por Thab Has- san, que lo,gimpleaba a propésito de la literatura, ha ga- nado enseguida el campo de las ciencias sociales, la semiologta, Ja filosofia, después la arquitectura donde ha encontrado Un fértil terreno cultural y ha tomado una tra- yectoria qué, de la critica y de la historiografia, lo ha pro- yectado en la préctica, y donde se ha convertido final- mente en la-etiqueta comin de una serie de tendencias, de proposiciones tedricas y de experiencias concretas». Proposiciones tedricas y experiencias concretas que, gene- ralmente, sethan definido de un modo negativo con res- pecto a lo moderno. Es decir, se ha legado a definir lo posmoderno del mismo modo como se define a las muje- res como «no-hombres».”* Al igual que un futurélogo que sin certezas absolutas comienza a prever que algo esté cambiando:y.que,.en lo que hasta ahora dominaba, algo comienza a mostrarse como obsoleto, o por decirlo con palabras de Simén. March4n-Fiz, «si se persistiera en con- ¥ = ; s ts templar lo posmoderno como una réplica al declinar de moderno, ser en la medida en que ofrece resistencia a aquellas facciones mAs gaseosas, destiladoras de ideolo- sia, o identificadas por lo comtin con las ideas civilizato- rias del progreso cientifico-técnicor.> ‘Ante esta situacién, «sin tomar partido, el fendémeno posmoderno aparece ante todo como un sfntoma, a tomar. 54 - en consideracién como tal, por su aparicion y por sus po- siciones».* La indicacién resulta pertinente desde el pun- to de vista de que aun sin mostrar acuerdo, o desacuerdo, con dicho fenémeno la actitud més aconsejable es, por de Pronto, prestarle atencién, analizarla e intentar escrutar de qué es sintoma. Teniendo en cuenta lo ya apuntado en anteriores pagi- nas acerca de la «periodizacién» y sus dificultades, al tiempo que pensando en las dificultades de definicién que venimos sefialando, habremos de movernos en un cierto terreno ambiguo, no excesivamente delimitado, ni rfgida- mente marcado: «Posmoderno indica simplemente un estado de alma, o mejor un estado de espiritu. Podria de- cirse que se trata de un cambio en la relacién con el pro- t. blema del sentido: dirfa, simplificando mucho, que lo mo- derno es la consciencia de la ausencia de valor en muchas actividades. Si se quiere, lo que es nuevo seria el no saber = responder al problema del sentido».?> No cabe duda que nto es ajeno a este espfritu de «provisionalidad» y de «tan- teo hacia» el mismo titulo del libro, en el que de un modo especifico trata por primera vez el tema La condition post- “moderne, al igual que su tiltimo recopilatorio leve por mombre Le postmodeme expliqué aux enfants. Tanto él co- ‘mo sus editores lo han explicado: el cardcter de los textos reunidos es fundamentalmente «pedagégico», «provisio- F nal», «dirigido a los nifios», en el sentido de que nuestra mirada con respecto al fenémeno que nos ocupa ha de =.ser como la de los nifios, que, perplejos ante Io que suce- de ante sus ojos, se detienen a_analizarlo con mirada ente» pero a la vez detallista.*® En una entrevista con ocasién de la salida del libro al clerno es, quizés, la infancia de lo modemno, enton- he tomado los nifios como destinatarios [. concierne a la reevaluaci6n de la modernidad, no so- exactamente sus hijos, pero nos hemos convertido en con respecto a ella. No sabemos muy bien lo que nifica y estamos obligados a retomarla [...] tengo una relacién con la infancia: creo que las personas que 55 no se han perdido son aquéllas que han conservado su “infancia”junto.a ‘ellos. Esta es, a su vez, una cosa que obstaculiza la‘idea cartesiana de modernidad: poner las agujas a cero, decretar el Afio Uno del pensamiento nuevo [..1. Si la idea'posmoderna tiene algtin sentido es precisa- mente porque indica que esta ruptura es imposible o muy peligrosa. Noes verdad que se puedan poner las cosas @ cero, el pasado moderno esté ahf, es decir “la infancia”. Lo que es interesante es interrogarla».”” {Tendriamos; pues, que volver a los origenes de la mo- dernidad parg-volver a comenzar o para tomar los valores puros y criticds del ella? Por tal camino parecen avanzar las propuestas de Eduardo Subirats cuando invita a la ereconstruccién de la “dialéctica de las vanguardias” [...] averiguar aquellos elementos que han Ievado a sus postu- ras artisticas al agotamiento, o bien a la integraci6n en el medio de una:eivilizacién vitalmente vacta [...] salir al en- cuentro de.aqiiel nticleo radical que otorgé a las vanguar- dias su sentido utopico y transgresor. La critica radical de las vanguardias y de la cultura moderna como realidad objetivada y opaca es la premisa de la recuperacién del sentido critico mas hondo del arte y la cultura moder- nos»2® Este es el tono general de la propuesta subiratia- na: volver a Jes comienzos de la modernidad con el fin de rescatar el espiritu subversivo y radical que ésta encerra- ba en sus ini¢ics, de modo que se pueda relanzar el espi- ritu ut6pico. Por muy distinto camino van las pretensiones lyotar- dianas: volver hacia atrds, pero teniendo en cuenta que ya nos situamos en otra situacién bien diferente, no buscan- do la recuperaci6n de lo perdido, sino por los derroteros que nos indica a continuacién: «vivo la Hamada posmo- dernidad con una gran pasién, porque pienso que todo pasa como si fuera preciso recomenzar a comprender lo que nos ha sucedido, y nos sucede para tratar de retomar el inconsciente de la modernidad, de evitar sus “burra- das”»2° La vuelta atrds, en este caso, tomaré como empe- fio interrogar a la modernidad para situarnos en la nueva situacién con la ventaja de haber aprendido de los errores 56 que han hecho que un proyecto con tantas promesas de emancipacién haya levado a la humanidad a situaciones tan contrapuestas con respecto a las promesas programé- ticas. Alejandose de posturas «rupturistas», que pudieran suponer «una manera de olvidar o de reprimir el pasado, es decir, de repetirlo mas que una manera de superarlo», Lyotard tomaré como ejemplo el trabajo propuesto por Freud en la Traumdeutung, es decir, un camino de «anamnesis en el sentido de la terapéutica psicoanalitica [..J descubrir sentidos escondidos de su vida, de su con- ducta [...] como una “perlaboracién” (durcharbeiten) efec- tuada por la modernidad sobre su propio sentido». Esta es la responsabilidad que se ha de asumir si no queremos vernos condenados a repetir los errores anteriores y caer en la «neurosis moderna», la esquizofrenia, la paranoia, en las que ha vivido sumergido Occidente desde hace dos siglos. «As{ comprendido, el “pos-” de “posmoderno” no significa un movimiento de comme back, de flash back, de feed back, sino un proceso “ana-”, un proceso de anilisis, de anamnesis, de analogia, de anagogia, de anamorfosis, que elabora un “olvido inicial”.»*! La preocupacién por intentar delimitar dicho concep- to, por caracterizar esta nueva sociedad emergente y por situar su surgimiento, es empefio que ha ocupado, y ocu- pa, a estudiosos de los mas diversos campos del saber. En Jos textos que comentamos a continuacién, al menos lo que sf se da es un acuerdo en que algo distinto esta na- ciendo © ha nacido ya. Asi, por ejemplo, el historiador Jean Chesneaux se interroga al respecto: «¢Cémo caracte- rizar nuestra sociedad de los afios ochenta? “Sistema té- ‘edad industrial, hoy la conciencia eco- agonizante y mondtono [...] el posmodemnismo comprende paraisa de poccedad nee ee Se eee naruraleon mo y del utopismo de sus predecesores, pero que todos tie: ° pe ‘strictamente arquitect6nico, fue la Bie- $Menen un lenguaje doblemente codificado, es decir: en parte nal de Venecia de 1980-(«Presencia de la historia, el pos- dena y en parte algo mds, Las razones para esta doble od or ism? la que puede considerarse como la pri- ion son tecnoldgicas y semidticas: el arquitecto tra- sneer manifestecion de posmodernismo; en éste, «la Made usar una tecnologia actual, pero también guicre mera gran dernis: logica simbdlica recupera la dimensién que ofrecia la fun- unicar con un priblico determidado |...) la arquitectura Gién (légica racionalista) en los prolegémenos del mo- M@ePosmoderna ha elaborado una morfologfa basada en vimiento moderno [...] y més que avanzar propuestas larciudad y conocida como contextualismo, asf como formales regresivas, como algunos sectores criticos le } un Ienguaje arquitecténico mas rico basado en la me- 62 63 téfora, en elFepertirio de imagenes histéricas y en el in- genio» = : mcleirs ‘As{ puegge! posmodernismo aparece como el. sign que revela una crisis profunda y como un refugio que preserva una reflexion sobre nuevas orientaciones. Es, esencialmente, negacién del periodo precedente sin ser irmacién de un nuevo espacio. ee completar este provisional y apresurado mapa de la posmodernidad, no estarfa de mas traer a colacién al- gqunas referencias al campo de la sociologéa (Bell, toma - irillard...) y a la importancia que en osi- a act de i> 2pciedad tone la mactva incorporacién de las nuevag tecnologtas al campo de la produccién, de la educaci6n, etc. Igualmente, podfa tener gran interés ex- plorar un ‘poquillo por los campos de la actual filosofia francesa, la‘cual ha solido ser calificada como posestruc- turalista (como sinénimo de posmoderno), de la diferen- cia, pensamiento singular, etc., todo ello con el fin de marcar la ignportancia que dicho pensamiento ha acorda- do a las particularidades frente a las generalizaciones de las anteriores filosofias dominadas por el historicismo. Como lo resume Lyotard, «lo que llamais Ja filosofia fran- cesa de los ultimos afios, si ha sido posmoderna de algu- na manera,-es porque ella ha puesto a través de su refle~ xién la mirada sobre la deconstruccién de la escritura (Derrida), gobre el desorden del discurso (Foucault), sobre la paradoja’ epistemolégica (Serres), sobre la alteridd (Lévinas); sobre el efecto de sentido por busqueda nomé- dica (Deleuze), es porque ella ha puesto asf el acento so- bre la inconmesurabilidad».** Pero el anélisis de todo esto nos llevaria muy lejos, por lo que nos limitaremos a anali- zar brevemente algunos aspectos que juzgamos de interés. ‘Aun-a riesgo de hacer un tanto pesada la exposici6n, va- mos a recurrir a una serie de textos —en forma de citas— debidos alos mismos protagonistas de las posiciones a las que vamos a aludir, ello, ademés, nos ayudard a abre- iar la exposicion. . . sae pues, en nuestra tarea de despejar las incégnitas en toro al concepto de posmoderidad, nos encontra- 64 mos, en repetidas ocasiones, con cantidad de autores que sacan a relucir el término de deconstruccién. Detengémo- nos, pues, en la clarificacién de dicho concepto. Hal Fos- ter diré que «surge un posmodernismo de resistencia como una contrapractica no sélo de la cultura oficial del modernismo, sino también de la “falsa normatividad” de un posmodernismo reaccionario [...] un posmodernismo resistente se interesa por una deconstruccion critica de la tradicién (...] una critica de los origenes, no un retorno a éstos [...] trata de cuestionar mas que de explorar cédigos culturales, explorarlos mds que ocultar afiliaciones socia- les y politicas»,“* Craig Owens habla del «impulso general deconstructor»® del posmodernismo. Josep Picé6, refirién- dose a Wellmer,®* sefialard que segin éste «la posmo- , dernidad es un movimiento de desconstruccién y desen- © mascaramiento de la raz6n ilustrada como respuesta al proyecto modernista y su consiguiente fracaso, y que esa desconstruccién expresa: a) un rechazo ontolégico de la filosofia occidental, b) una obsesién epistemolégica con los fragmentos y fracturas, yc) un compromiso ideolégi- co con las minorfas en politica, sexo y lenguaje».°” En el mismo orden de cosas, Simén Marchén-Fiz apunta que «da actitud posmoderna no creo que apunte tanto a una negacién radical de todo lo moderno cuanto a una des- construccién. De alguna manera, nuestra presente condi- -gién bascularia entre un posmodernismo de reaccion 0 ne- gacion radical y un posmodemismo de desconstruccién, ; con la particularidad de que el primero cultiva el mani- = queismo y el exclusivismo, mientras que el segundo es in- clusivista. La cartograffa de manifestaciones artisticas pa- rece traslucir la segunda actitud».® Por tltimo, se podria abundar mucho més en consideraciones del mismo géne- To, y con el fin de evitar el exceso, sefialaremos cémo Georges Balandier define el posmodernismo como «un tiovimiento de deconstruccién, de puesta en piezas de la ‘jerarquia de los conocimientos y de los valores, de todo lo que contribuye a una formacién de sentido, de todo ‘To que ha sido constituido en paradigma o en modelo». Como es perfectamente observable, la coincidencia es 65 rdcticam ol definir el posmodernismo, al finir el posmods PI ente absoluta al e) corrier ; : menos ene Jos empresa desmitiicadors, descomstructo él, dlesenmascarsdora, de vuelta atrés, ya que los saltes ra, el vacio'somimposibles y peligrosos, con sm fin dest ‘logador des momento fundantes. Hate ee mde Se a a eta Untre otros por Deleuze y Derrida, quienes en su Bitor deconsmctera son penamente consents de aut 10 del logos y del | ; ne aa ot deci la ae puede decir desde fuera (hasta se bods de- ar ah "Gueran es inexistente), para a través eels oT thas y estrategias pacientemente estudiadas ender caer al propio logos en su forma occidental, me ca. Es decir, se mantendrén dentro de la racionalidad, i I testo que no se podfa,flosoficamente, hablar conta 1s F fa lengua para hacerlo. : eT gee arate recuerda en muchos sentides co aie ee hemos comentado de pasada acerca de Ta lo que ante omaiana como evocacion voluntaria © ind a ees del pasado»,” como per-elab oracién tae imidos y nos lil aspectos reprimi 1 min oa ee ines repetitivos,”! «como el rem saan de elaborar su dolencia presente asocian ae bee canis aparentemente inconsistentes a aoe Crone, pasa lave I perme 2 un aa i ri conc 2. e mn condos de ana resturacion clea nose pel le ean mide i tos de de los smulactos 3 gs podriames preguntaos, 28 ard, si reilmente puede haber progreso sin est2 be Para contestarnos, acto seguido y al i ist ees or rammnesis conduce, a través de una dolorosa labora Sis i nes zs i las relaciones, afeccio1 cion, a elabomres, que estén asociados a estos nom bres». 66 Pero hemos empezado hablando del término «decons- truccién» y nos parece obligado —como ya habiamos anunciado— hacer referencia a dicho concepto en el filé- sofo francés Jacques Derrida, ya que es él quien ha hecho uso de dicho concepto de una manera mis sistematica y rigurosa. Nos conformaremos para ello con sefalar el sentido que el propio Derrida da a dicha palabra. Asi, des- cribiendo «una especie de estrategia general de la decons- fruccién», nos dira: «en una oposicién filoséfica clasica, no tenemos que vérnoslas con la coexistencia pacifica de un vis-@-vis; sino con una jerarquia violenta. Uno de los dos términos se impone al otro (axiclégicamente, légica- mente, etc.), se encumbra. Deconstruir la oposicién signi- fica, en un momento dado, invertir la jerarquia. Olvidar esta fase de inversion es olvidar la estructura conflictual y subordinante de la oposicion»;”* pero éste seré un paso y sélo eso, y «la deconstruccién no puede limitarse o pasar inmediatamente a una neutralizacién: debe, por un doble gesto, una doble ciencia, una doble escritura, practicar una reinversion de la oposicién clasica y un desplazamien- 40 general del sistema. Es s6lo con esta condicién como la deconstruccién se dara los medios de intervenir en ; el campo de las oposiciones que critica y que es también = un campo de fuerzas no-discursivas».” Todavia nos indi- card en otro lugar que «“deconstruir” la filosoffa seria as{ pensar la genealogia estructurada de sus conceptos de la manera més fiel, més interior, pero al mismo tiempo, des- de un cierto exterior incalificable por ella, innombrable, determinar lo que esta historia ha podido disimular o pro- tibir, haciéndose historia por esta represién interesada en guna parte».’° De este modo, la labor deconstructora habré de usar Ia astucia y de las diversas estratagemas; ser preciso Frentrar en una especie de doble juego, ya que, como él mismo sefiala, «la revolucién contra la razén no puede phacerse mas que en ella [...] [ya que] no pudiendo operar que en el interior de la raz6n desde la que se profie- ; la revolucién contra la raz6n tiene pues siempre la én limitada de lo que se llama, precisamente en el 67 inisteri ic itacion»;”” y ex- lenguaje del ministerio del interior, una agit i" plicitando més lo ya dicho lineas més arriba, que m0 $° puede llamar contra ella mas que a ella, no se puede pro- {estar contra lla que desde ella, ella no nos deja, sobre st. I propio campo; ands que el recurso la estratagema y a la se encontrar’ la humanidad, pues, en su btsaueda de Ja felicidad;: en esa especie de «mesianismo ata es sfas» a la que'se referia de modo tan sagaz ele ena min?” Si aceptamos los andlisis que hemos ve} ido ae do, todo nos hace pensar que nos encontramos reales fen una sociedad sin padre, en la que cada cual ha de Ser su propio padre, constituirse en autoridad: esses es gando al momento en que «cada individuo se ve obfiese® Selnventar conductas. La politica del minimo Estado deja tnucho al Sf que se ve Ilevado a producir sus pequefios relatos». mentébamos desde el principio, tras some- ter cone enero andlisis Ia llamada posmodemidad, To referente a la narrativa nos vendrfa dado «por ahadieli: Tao, Es decir, a una situacién determinada corresponders tin tipo de literatura también determinada, acorde con los tiempos; e§-decir, la literatura de unos tiempos determ™®” nados reflejaré el sentir de dichos tempos, De modo que i os en los que se da on gn clésien como topos privilegiado y untvoco desde el que enjuiciar el presente y el futuro, en los Ge Carencia de credibilidad en los «grandes relatos legitima, Gores» (metazrelatos) que daban sentido al presente ¥ faturo que se habja de seguir... esto se traduce en die" rentes terrenos: arte, politica, filosoffa, Faltando un rela‘o inico que nos gufe, nos encontramos en una situacién desbrujulada, no tenemos esas verdades a las que agent j ido y legiti- ‘tempos no tan lejanos daban senti a ee es Pes ¢ se mantenfan. Nos hallamos, 4 macién a las posturas qué r Nos hallamos, 4 pues, en una situacién en la que imperan la incertidum 62 bre, el escepticismo, la diseminacién, las situaciones deri- vantes, la discontinuidad, la fragmentacién, la crisis..., as pectos que conllevan, en los terrenos artisticos, fenéme- nos como el pastiche, el collage, una posicién escindida y esquizofrénica que lleva en bastantes ocasiones a la buis- queda en otros tiempos de lo que ahora carecemos. Que nadie espere de Jo dicho que vaya a caer en el cretinismo de hacer un catélogo 0 un equipo de escritores posmodernos, nada més lejos de mi intencién. Es més, me parece una verdadera payasada hablar, como lo hacen algunos, de literatura posmoderna. Lo que si creo, sin embargo, que se puede decir es que las caracteristicas hasta ahora esbozadas hacen que se pueda ver el alza del gusto por ciertos géneros que han cobrado amplia exten- sion. Esquematicamente, se podria apuntar el gusto por una literatura «desasosegada» y la revitalizacién del género historico y de las narraciones tefiidas de ironfa y diversion. Dentro de lo que Hamo literatura «desasosegada», po- drian sefialarse las obras de un Bernhard, en las que, si- guiendo el relato autobiografico, y con grandes dosis de autoironia, se utiliza la literatura con cierta carga tera- péutica; en el mismo apartado meterfamos a Gustaffson, quien igualmente muestra personajes inquietos y asfi xiados ante el mundo en el que les ha tocado vivir. En ambos se pueden observar, por otra parte, significa- tivas citas, explicitas o implicitas, de pensadores como Schopenhauer, Nietzsche, Wittgenstein... claros repre- sentantes del pensamiento critico con respecto a la mo- dernidad. En el continente americano, pueden observarse, también, jévenes escritores que se enfrentan con la actua- lidad y sus problemas: Ellis, Johnson, McIntyre..., novelas contempordneas, pero bien distantes de las citadas en pri- mer lugar, que tendrian contenidos sin lugar a dudas més cultos. Hablaba, también, de la revitalizacion del género histé- rico. Sintomético en este orden de cosas lo que dice Um- berto Eco: «Desgraciadamente “posmoderno” es un térmi- no que sirve para cualquier cosa [...] sin embargo, creo que el posmodernismo no es una tendencia que pueda 69 ‘Gronoldgicamente, sino una categoria espi- ritual, una manera de hacer [...]. El pasado nos agobia, nos chantajea [..]. La respuesta posmoderna a lo moder- no consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse —su destruccién conduce al silencio— lo que hay que:hacer es volver a visitarlo; con ironfa, sin ' ingenuidad».!! Se puede ver, pues, en esta vuelta atrés ha- sg cia la historia, un viaje pertrechados con citas actuales, con una mirada actual, y as{ se podrén ver revitalizacio- nes de obras, ya cldsicas, como las de Marguerite Yource- nar, el mismo Eco, Robert Graves, Gore Vidal, 0 textos como los de Siskind (El perfume), Sloterdijk (El drbol ma- gico) 0, més cercanos, de Racionero (Cercamén), Félix de ‘Aziia (Mansura), Paloma Dfaz-Mas (El rapto del Santo Grial), de Garcia-Sanchez (y su vuelta a la época romanti- ca en su Carta de amor...); 0 una serie de obras que se centran en la-guerra civil: Beatus Ile de Mufioz Molina, la novela de Llamazares situada igualmente en tiempos de la contienda civil, o —por qué no— la Escuela de manda- rines de Espinosa, en la que se disecan los tiempos del franquismo, con cantidad de alusiones a otros tiempos, a otros pafses, etc. Por tiltimo, sefialaremos las novelas irénicas 0 con te- mas cotidianos, Con tonos callejeros y francamente bu- Kowskianos se abordan.sin presunciones temas menores, fantésticos’ yserdticos; ahf estan las obras de Haro Ibars, Marfa Jaén, Quim Monzé, por no citar mds que unos po- cos, © el revival del género policfaco local, con sus Va2- ' quez-Montalbén, Mendoza, Andreu Martin, etc., narracio- nes en las que en clave, sui generis, de novela negra, se retratan las costumbres cotidianas de nuestros tiempos, 0 de los tiempos recién pasados (Ja transicién...). i Que nadie busque en esta apresurada (y, por supuesto, incompleta)'y un tanto aleatoria lista un intento de clasifi- ; cacion estricta de géneros y autores. Simplemente, como ya hemos sefialado, no pretende ser mas que una simple pincelada para sefialar las claves de por dénde parecen moverse los gustos actuales en lo que respecta a la narra- tiva en nuestra actual condicién. Asf, en muchos casos, se circunscribi 70 podré discutir hasta que existan ciertos «parecidos de fa- miliay entre las obras y autores citados..., pero, en fin, para eso estamos, para discuti : NOTAS 1. Juan Cueto, prélogo a Fernando Poblet, Contra Madi, Ediciones Uiberaras, 1968, p72 0 ut @ Madera, 2, Jean Chesneaux, De la’ modemité, Paris a tg, Parfs, La Décowverte/Maspero, 3. Jean-Frangois Lyotard, Le Postmodern ex Editions Galilée, 1986, p. 133 Caen cee 4. Cfr. especialmente Lyotard, jotard, op. cit. y, ademés, «Reescribir la mmodemidade, Revista de Occidewe (Madrid, 66, novembre (986), 5. Jean-Frangois Lyotard, «Les enfants de L , eles enfants de Lyotard sont postmoder- nes» (palabras recogidas por Guitta Pessis-Pasterna ee (paar essis-Pastemnak), Libération, 21-22 6. Christine Buci-Glucksmann, «La Postmodernités, Magazine raire (Paris), 225, diciembre (1985), 41 oan 7. Jean Baudrillard, «Modernités, en Encyck : , «Modemité», en Encyclopaedia Universalis, 1968 Exposcén que es un modelo de concision. En las pias que sigven 1emos ido tras los pasos de dicho articulo, Para el enfoque de dicho tema tienen gran interés otros trabajos: Juan Cueto, Mitologias de la mo. _ demidad, Barcelona, Salvat, Aula Abierta, 1982, Desde otro punto de vis- ta: Julio Lépez, La musica de la Modernidad (De Beethoven a Xenakis) Barcelona, Anthropos, 1984. Para un recomido por la historia de las ideas, con fines urbanisticos y politicos, véanse los libros de Carlos Mo- 3, De a ciudad y de su rain, Madrid, Cupsa, 197 y Senas de Levitin nacional y sociedad industrial: Espana 1936-1980, Madtid, Alian- za, 1984, Véase, igualmente, Georges Balandise, Le dour. Possoir et modemité, Paris, Fayard, 1985. Especialmente, la segunda parte: «Pour salir Is modemiés. Tambien, Jean Chesneaut op ct obra de an interés, con amplias referencias a la situacién en Francia, en 5 desde la itoria socials de 1981 ins em especial 3. Henri Lefebvre, Introduccién a la modemidad, Madrid, Tecnos 1977, pp. 159-160 y 209 oe 9, Michel Leitis, «Modernité/merdonité», Nouvelle vocal merdonitér, Nowelle Revue Frangaise, 10. A. Rimbaud, Poésies, Paris, Librairie Générale Francaise, 1972 (Une saison en enfer, pp. 163-198) 11. Henri Lefebvre, op. cit, p. 185 12, Eduardo Subirats, La flor y el cristal, Ensayos sobre arte y arqui- 1 ectura modemai:Barcelona, Anthropos. 1986, p. 281. Véase, del mismo futon, El alma: jela muerte, Barcelona, Anthropos, 1983; en especial, la Introducciénz xb etisis de la modemnidad», pp. 15-70. Fiz, Del arte objetual al arte del concepto/Eptlogo 13. Simon? sobre la sensibilidad «posimoderna», Madrid, Akal, 1986, p. 294. 14, Juan ‘Adjignio Ram{rez, «Catecismo breve de la postmodernidad (notas provisionales)s, La Luna de Madrid (Madrid), 24, enero (1986), 21 15. Guy Hocquenhem y René Schérer, Lame atontique, Paris, Albin Michel, 1986, p. 24. 16. Simén Marchén-Fiz, op. cit., p. 293. Véase, del mismo autor, el trabajo titulado «Le bateau ivre: para una genealogia de la sensibilidad postmoderna», Revista de Occidente (Madrid), 42, noviembre (1984), 7.28. 17. He de recorocer mi deuda con Javier Sadaba, que me ha dejado tunas hojas mecanografiadas, atin sin publicar, que llevan por titulo: «La crisis postmodernay. En las Iineas que siguen, me he inspirado en. tal trabajo, y también en Antonio Campillo, Adids al progreso. Una medita Gdn sobre la Historia, Barcelona, Anagrama, 1985. De este tltimo he fomado algunas frases prestadas que son aquéllas que sin ir acompaia- as de llamada van entrecomilladas. Sobre este tema pueden verse del shine autor 2Uma crisis permanente 0 como contar la historia de la razon», en F-Jarauta, La crisis de la razét, Murcia, Universidad de Mur. Gia, 1986, pp. 139-162; Didlogo de los mundos, Murcia, Editora Regional ja, 1986, y, por ultimo, «Historia y Naturaleza» La(s) otva(s) hristoria(s) (UNED de Bergara), 1, junio (1987), 93-124, 18. F. Nietzsche, Humano, demasiado humano, Madrid, Edaf, 1979, p. 162. 19. Jean-Frangois Lyotard, articulo citado del Magazine Littéraire, 225. 20, Paul Vinitio, Lthorizon négatif. Essai de dromoscopie, Paris, Gali- ee, 1984, pp. 301-302 (a cursiva es suya) ‘21, Paul Virilio, Défense populaire et luttes écologiques, Paris, Galilée, 1978, p. 81. "23, Gianni Vattimo, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéuti- ca en la cultura posmodema, Barcelona, Gedisa, 1986, pp. 10 y 145. De gran interés para el andlisis de los primeros enfrentamientos con la modemidad dentro del campo del pensamiento: Massimo Cacciari, Krisis, Ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzsche a Witt genstein, México, 1982; Frangois Chatelet, «La modernité en philoso- Dhies, en André Akoun (dir.), La Philosophie, Parts, Retz, 197; Francis Po Jarauta, «De la razén clésica al saber de la precariedad, en La crisis de la razén, Universidad de Murcia, pp. 47-60. 23, Guy Hocquenhem y René Schérer, op. cit., pp. 18-19. 34, Véase el importante libro de Gilles Lipovetsky, Lére dus vide. Es: sais sur lindividuaisme contemporain, Paris, Gallimard, 1983. 25. Jean-Frangois Lyotard, La condition postmodeme, Pais, Editions de Minuit, 1979, p. 7. 2 26. Entrevista realizada por Christian Descamps ristian a el vespert Le Monde, 14 octubre (1979), tecogido en Entretiens avee Le Monde 1, Philosophies, Paris, La Découverte/Le Monde, 1984, p. 150, 27. Magazine litteraire, 225, 43. ; 28. Jean-Francois Lyotard-Elie Theofilakis (entrevista) is (entrevista), «Les petits ré- cits de Chrysalides, en Modemes et apres. Les Inmate f ee cee i Inmatériauex, Paris, Autre 29. Ibidem, p. 14 30. Ihidem, p. 9. 31. Paolo Porthogesi, Le Post-modeme, fs, Elec pans , Milén-Paris, Electa Moniteur, 32. Véase Charles Jencks, EI lng ‘ s, El lenguaje de le arguitectura posmoderna Barcelona, Gustavo il, 1984, p.5 ced ampli Pwmodeme 33, Simon Marchan Fiz op, tp. 305, 34, Félix Torres, «Post-modernisme et histoiren (1984), 110 (la cursiva es mia). ae a ae 35. Jean-Francois Lyotard, «Régles et Paradoxes», Baby! UGE, Paris, 1983, p. 68. “ nese Batone, WON, 36. Ver entrevista ya citada de Libération. 31. Ibidern. 38. Eduardo Subirats, La crisis de las 4 , La crisis de las vanguardias y la cultura moder- "a, Machi, Ediciones Libertarias, 1985, pp. 41-42. En general, toda su ra tiene invitaciones de tal género. Véanse, especialmente, «Signos de una época final, en Mas all de! osmodero, México, Gustavo Cl pp. 119-129; «Razén y nihilismo», Revista de Filosofia 2, no. viembre (1985), 89-103, sf (ela), 2, no 39. Jean-Francois Lyotard, «Note sur le sens de * , s de “post."s, en Le Post. moderne expligué au enfants, Paris, Calle, 1986, p. 121 a 40. Ibidem, pp. 121-122. 41. Ibidem, p. 126, » 42. Jean Chesneaur, op. cit., p. 188. ast cient catia aa 44. Frederic Jameson, «Posmod ; lernismo y sociedad de consumo», en. 1a Posmodernidad, Barcelona, Kairés, 1985, p. 167. “ “ 45: Leder pp 167-168 . Gilles Lipovetsky, op. cit, p. 118. 47. Ibidem, p. 127. : 48, Enureviat, ya cada, en Libation anni Vattimo, El fir de la moder arc en odemidad, Barcelona, Gedisa, 50, Tbidem, p. 146. Véase la acertada critica de Alb ; sada criti berto Cardin, «Me- So okino de Teomnponer una wane su medi, despre las aportaciones al estudio de la diferencia hechos por Derrida Deleuze, entre otros, al tiempo que denuncia su «contin intento de reducirlo a una chata escolistica heideggeriana», ademés, con «un ca- récter litirgico a base de no remitir précticamente jamés a realidades B | | | \. historicas concretas, a contenidos experienciales repetibles 0, al menos, comunicables». Si. Le Postmodeme expliqué..., op. cit., pp. 52-53. . 52. Paolo Portoghesi, Después de la arguitectura moderna, Barcelona, Gustavo Gili, 1984, p. 28 53. Charles Jendls, El lenguaje de la arquitectura postmoderna, Barce- Jona, Gustavo Gili, 1984, 3.* ed. ampliada; véase el esquema que aparece en la pégina 80, que da una buena muestra de la diversidad de estilos arquitecténicos desde la década de los sesenta hasta la actualidad 534, Juan Antonio Ramirez, «Catecismo breve de la postmodernidad (notas provisionalesis, La Luna de Madrid, 24, enero (1986), 21 55. Charles Jencks, op. cit, p. 5. 56. Paolo Portoghesi, Le Post-Modeme, Parfs-Milén, Electa Moniteur, 1983, p. 11. 57. Paolo Portoghesi, Después de la arquitectura.... op. cit. p. 42. 58. Para ver los contenidos de esta Bienal: La Modemiré ow Esprit du Temps, Parfs; LEquerre, 1982. Como respuesta a dicha corriente, se ‘organizé en Paris un Festival el 30 de septiembre de 1982, bajo el clarifi- cador titulo de La modernité.. un projet inachevé, recogido luego en libro con el mismo titulo (Paris, Editions du Moniteur, 1982). 59, Antonio Femédndez Alba, Neoclasicismo y Postmodernidad. En tomo a la iiltima arquitectura, Madrid, Hermann Blume, 1983, pp. 148 v 150. Véase del mismo autor, con un tono més critico hacia Jo posmoderno, «Delito y estuco, Las mariposas del Rockefeller Center (A modo de fabu- la)e, en Ms allé dll Posmodemo, México, Gustavo Gili, sa., pp. 11-29. 60, Antonio Fernindez. Alba, op. cit., p. 149. 61, Jean-Frango's Lyotard, «Missive sur histoire universelles, en Le Postmodeme expliqué... op. cit, p. 62. En el mismo sentido, tienen mu- cho interés las péginas 102 y siguientes del libro de Antonio Carpillo, ‘Adis al progreso, cuando habla de la tesis de la variacién en la onda de ‘epreservando la propia autonom{a se estaria preservando simulténea- ‘mente la autonomfa de los otros (p. 110). 62. Charles Jencks, Movimientos modernos en arguitectura, Madrid, Hermann Blume, 1983, pp. 375-376 (la cursiva es del autor). 63, Jean-Frangois Lyotard, «Appendice svelte», Babylone, 1, 79. 64, Hal Foster, «Introduccién al posmodernismo», en La Posmoder- nidad, Barcelona, Kairés, 1985, p. 12. 65. Craig Owens, «El discurso de los otros: las feministas y el pos- modernismos, en ibidem, p. 95. 66. Se refiere al articulo «La dialéctica de modernidad y postmoder- nidad>, Debats, 14, 67-87. 67. Josep Pic6, «Proceso a la Razén», Debats, 14, 40. 68. Simén Maxchén-Fiz, Del arte objetual al arte del concepto, p. 295. 69. Georges Balandier, op. cit, p. 139. 70. Definicién de anamnesis (en su sentido psicolégico y psiquiatri- co) tomada de Paul Foulquié (con la colaboracién de) Raymond Saint- Jean, Dictionnaire de la langue philosophique, Patis, PUF, 1978", p. 445. 4 71. Ideas tomadas de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Dic- cionario de Psicoandlisis, Barcelona, Labor, 1979, p, 284. 72, Jean-Francois Lyotard, «Note sur le sens Ge “post moderne expliqué.., op. cit., p. 125. 73, Jean-Frangois Lyotard, «Billet pour un nouveau décor», op >, oP. cit, P. 131. A los nombres a los que se refiere el autor son, fundamentalmen- te, los relacionados con la experiencia nazi, 74, Jacques Derrida, Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1977, pp. 54: (la cursiva es del autor). Fe. S455 75. Jacques Derrida, Marges de la philosophie, Paris, Editions de Mi- ee Pp. 392 (cursiva del autor). . ». Jacques Derrida, Posiciones, op. cit., p. 12 (cursi dy op. eit, p. 12 (cursiva suya), Un tra- bajo de aaa sobre dicho tema se puede encontrar en el suple- mento semanal de Diario 16, Culturas, 69, 3 agosto (1986), su titulo a ‘a a un amigo japonés». > . Jacques Derrida, Liécriture et la différence, Paris, Editic lu Seuil, 1967, p. 59 (cursiva suya). 7 + Baers @ 78, Ibidem, id. (cursiva suya). ‘79. Véase «Fragmento politico teolégico», en Walter Benjamin, Dis- xaos intros 1, Madi, Tauri, 1982, 9, 193194 . Jean-Frangois Lyotard, Entrevista en Le Monde, 14 octubre (1979), te 18 os 81. Umberto Eco, Apostillas « «El nombre de la rosa», Barcelona, Lue men, 1984, " en Le Post 75

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