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SER-DISPONIBLE

Por Juan Agustín Hoil Ucán

En este mes que transcurre vivirás una experiencias que, aunque parece un retorno a lo igual, la
realidad helicoidal te la hará ver como “siempre nueva”. Me refiero a la Super Kermés, momento oportuno
para crecer en la disponibilidad. Y mientras nos pre-ocupamos de los preparativos y pre-vemos el momento,
sería bueno reflexionar:
No pierdas de vista las interrogantes: ¿Qué sentido tiene el dar-me? ¿Si este ejercicio implica
renuncia, despojo y pérdida, porqué experimento gozo y plenitud?
Hoy día, el concepto de persona tiene un sin fin de definiciones, desde las reduccionistas como el
concepto de persona de Fernando Savater, hasta aquellas que, sin perder el sentido real, logran desvelar
aunque sea tanto, este misterio, v.gr., Marcel, Wojtyla, C. Díaz, etc.
Una de estas últimas definiciones me resulta interesante. Aunque no agota el misterio, sin embargo,
puede ayudar un poco para comprender el sentido de la disponibilidad. Se dice que la persona es un
absoluto-relativo, ¿en qué sentido?, bueno, pues en un doble sentido que más que paradójico, resulta
integrante. La persona es un absoluto pues siendo éste o aquél, es un ser en sí mismo, y no pide nada de otro
para ser él mismo. ¿Huele a Espinoza? ¡No, ni imaginarlo! mejor diré con Guardini que persona significa
que en mi ser mismo no puedo, en último término, ser poseído por ninguna otra instancia, sino que me
pertenezco a mí mismo. Y porque me pertenezco a mí mismo, es que poseo la libertad de dar-me. Se es
absoluto cuando se vive, por un lado, soldado al origen del que recibe el poder de ser, y, por otro, solidario
del destino de los hermanos. Escribía K. Jasper en algún lugar: “yo existo en compañía del prójimo; sólo no
soy nada” ¡He aquí el hilo conductor! ha esto me refería cuando calificaba de interesante tal definición. Y
aquí se entiende el porqué relativo: en cuanto que la persona “crece en plenitud” cuando, mediante su
carácter relacional con Dios, su prójimo y el mundo, se da a sí mismo. Cuando esto sucede, se encuentra dis-
ponible, es decir, se pone (ponible) total y plenamente (dis) al servicio del otro sin reservas ni tardanzas.
Entonces vivir, no puede ser vivir mi vida, sino vivir desviviéndose por el otro, con el otro, hacia el otro, sin
jamás dejar de mirar al Otro, al Dios que en Jesucristo se hizo prójimo de los hombres. Vivir, es hacerse
presencia, responsabilizándose de la propia vida (nadie da lo que no tiene, y nadie tiene lo que no cuida) y de
la circunstancia. Sólo el que es dueño de sí, puede disponer de sí para darse a los demás.
Hasta aquí una cosa ha quedado clara: disponibilidad no se trata únicamente de <<dar de lo que
tengo>> sino de <<darme en cuanto me tengo>>. Disponible es andar ligero de equipaje acompañando al
amigo, siempre presto para lo imprevisto. Disponible es dar amor en cada cosa dada, siendo consciente
siempre que sin amor, nos anegamos en nuestra propia soledad. Ahora entendemos porqué el perezoso,
separado de todos y de todo, se repliega sobre sí y opta por la disolución en la soledad. Está indisponible,
porque no se posee, aunque su vicio sea la posesividad.

Quien quiera seguir a Jesucristo, el paradigma de hombre-disponible por antonomasia, ha de orar más, leer
más la Palabra y descubrir en Ella a Aquél que siempre estuvo dispuesto para los demás, y en el paroxismo
de su entrega, “…se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó
el Nombre que está sobre todo nombre” (Fil 2, 8-9).

Ahora es la oportunidad de crecer en la disponibilidad. ¡Ánimo!

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