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(VERSIÓN CORREGIDA)
A partir del año dos mil ha sido insistente y masiva la campaña propagandística
contra una supuesta injerencia del gobierno cubano en asuntos de educación y
seguridad de Venezuela. Recordemos que ante las modificaciones de planes de
estudio y renovación de leyes de Educación, hubo frecuentes manifestaciones contra la
“cubanización” de ésta; e igualmente, no era extraño escuchar que los aparatos
policiales nacionales estaban dirigidos —a niveles de mando superior— por agentes
de diversos organismos de espionaje y represión de Cuba.
POLICÍA POLÍTICA VENEZOLANA BAJO CONTROL DE CUBANOS (VERSIÓN CORREGIDA)
Ahora —según los mismos voceros de siempre— el control se ha extendido a la Fuerza
Armada, cuyos mandos se suponen atados a las directrices de sus pares cubanos,
matriz que ha cobrado mayor énfasis luego del desfile cívico‐militar del 19 de abril.
Tanto es así que uno de los jefes de plumero justicia, en discurso inflamado de fervor
patrio y de rechazo a la «oprobiosa dominación extranjera» ha suscrito “la nueva
declaración de independencia”, como podemos enterarnos por el recorte siguiente:
Debería adosar a esa patriótica y valiente declaración la foto de la pancarta que
militantes de su organización portaron durante las manifestaciones previas al golpe de
Estado de abril de 2002 cuando rogaban, casi con espasmos de hembra sumisa, a sus
“hermanos estadounidenses” para que los salvaran de este comunismo:
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Llama sin embargo la atención de tantos rumores y chismes acerca del control cubano
en la educación, los organismos policiales y la fuerza armada, que no aportan
nombres, grados ni rostros de los presuntos controladores pues —que sepamos— el
único dato que han dado fue el de un “cubano” responsable de uno de los anillos de
seguridad presidencial, quien a la postre resultó ser un oficial superior venezolano
adscrito a Casa Militar, nacido en el estado Zulia y de apellido CHOURIO.
Precisamente a fines de diciembre de 2002 publicábamos en el portal de “APORREA”
[donde nuestros trabajos son ahora vetados sin razón aparente ni explicación alguna]
una nota —que navegaba entre la ironía y la sorna— acerca de la voceada presencia de
mercenarios cubanos en Venezuela como aporte al rescate de la memoria colectiva,
toda vez que los adecos, los copeyanos y sus aliados sufren de una pertinaz amnesia
que se ha transmitido genéticamente a sus descendientes directos, los grupos y
partidos que con distintos nombres (UNT, Alianza Bravo Pueblo, Proyecto Carabobo,
Primero Justicia, Podemos et al), representan las políticas, intereses y métodos de sus
progenitores.
Repasemos entonces lo que en los cuerpos represivos de Venezuela sucedía antes,
precisamente cuando los adecos, los copeyanos y sus aliados gobernaban.
Comencemos por el 22 de octubre de 1976, cuando son expulsados del país tres
periodistas estadounidenses, quienes habían arribado 24 horas antes para buscar
información acerca de la nave de “Cubana de Aviación” derribada en las costas de
Barbados mediante atentado con explosivos, por el que era señalado como
responsable un huésped de Carlos Andrés PÉREZ, el terrorista Orlando BOSCH.
Esos fablistanes eran: Hilda INCLÁN (representante del “Sun” y del “Miami News”);
Taylor BRANCH (de la revista “Esquire”), y John ROTHSCHILD, analista
independiente. ¿Qué grave delito cometieron esas personas para ser expulsadas tan
violentamente del territorio nacional, después de varias horas presas e
incomunicadas?
Nada más y nada menos que haber identificado en el aeropuerto de
Maiquetía a un cubano por ellos conocido como narcotraficante,
“datero” de la DEA y del FBI, terrorista activo contra el gobierno de
Cuba y agente de la CIA, quien para ese momento era jefe de la
División 54 (Contrainteligencia) de la DISIP. Ese delincuente
internacional era Ricardo “El Mono” MORALES NAVARRETE. Su
jefe nominal era el ministro de Relaciones Interiores de Venezuela, Octavio LEPAGE.
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En uno de los casos que lo involucraron, las declaraciones de MORALES implicaron
al también terrorista Orlando BOSCH, encarcelado por varios años mientras el
primero se libraba por sus actividades de informante de la DEA, del FBI y de la CIA.
Y gracias también a tan exclusivas relaciones, fue enviado a hacer cursos de
contrainteligencia dictados por el gobierno israelí, y luego destinado a Venezuela
como jefe de la División 54 de la DISIP.
Pero la presencia de ese narcotraficante y mercenario al servicio de las policías
estadounidenses y de los grupos terroristas que atentan contra Cuba no era casual ni
obra de buenas relaciones. Era parte de una política de colonización dictada desde los
Estados Unidos y sumisamente aceptada por los gobiernos de AD y COPEI.
Porque no se explica la presencia de MORALES NAVARRETE en ese cargo si no
hablamos de otro connotado terrorista de origen cubano y agente de la CIA, Luis
POSADA CARRILES, cuyo criptónimo en la Agencia era AMCLEVE/15 y su oficial de
control era Grover LYTHCOTT.
POSADA es contratado por Erasto FERNÁNDEZ —previa recomendación de “la
Agencia”— como instructor para la Dirección General de Policía (DIGEPOL) durante
el gobierno de Raúl LEONI [1964 – 1969], precisamente en el período en el cual se
inicia en este Continente la macabra práctica de las desapariciones forzosas de
prisioneros políticos, dudoso honor que corresponde a nuestro país y que sirvió de
guía a los regímenes militares del Cono Sur, especialmente a la “Operación Cóndor”,
mediante la cual los gobiernos de Chile, Argentina y Uruguay actuaban de consuno
contra militantes y dirigentes políticos.
Y cuando a ese cuerpo de policía política le cambian el nombre,
durante el primer gobierno de Rafael CALDERA [1969 – 1974],
convirtiéndola en Dirección de los Servicios de Inteligencia y
Prevención (DISIP), el “instructor” es ya Comisario Jefe de la
División de Seguridad, donde también actúan sus paisanos y
socios terroristas Gustavo ORTIZ FÁEZ y Rafael TREMOLS.
En las hemerotecas reposan informaciones de muertes por
“enfrentamientos” en los cuales fueron asesinados muchos camaradas, algunos de
ellos luego de sufrir torturas dirigidas y aplicadas por POSADA, quien usaba el
seudónimo de “Comisario Basilio”.
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En marzo de 1974 salió en acuerdo amistoso de la posición en la DISIP por el cambio
de gobierno, de acuerdo a la información que leemos en un material desclasificado de
la CIA.
En el texto Luis POSADA
es identificado como ex
Director de la División
Contrainteligencia de la
DISIP y ex agente de la
CIA, cuya relación fue
terminada en julio de 1967
y restablecido contacto en
octubre de ese mismo año,
con ocasionales relaciones,
la última de ellas en junio
de 1975 por problemas
con una visa.
Pero durante el primer gobierno de Rafael CALDERA [1969 – 1974] había llegado otro
selecto miembro de ese grupo, un elemento que fungía de enlace entre la CIA y el
organismo central de represión de las Fuerzas Armadas de Venezuela.
En esos tiempos lo que hoy conocemos como Dirección de Inteligencia Militar (DIM)
era denominado Servicio de Información de las Fuerzas Armadas (SIFA), cuya sede
central estaba ubicada en el Palacio Blanco, donde la CIA tenía oficina propia.
Ese enlace era Lázaro Rogelio UGARTE BRESSLAU, de origen cubano pero hijo de
español, quien usaba también los nombres de Luis Armando MÉNDEZ CÁRDENAS
y Luis CONTRERAS.
Por esos años operaba un grupo compuesto por funcionarios de la DIGEPOL, del
SIFA y de la PTJ —reforzado con delatores provenientes de organizaciones
revolucionarias— conocido como “El Gang de la Muerte” y cuyo jefe era el coronel
Juan Pablo OJEDA CAMPERO, segundo al mando en el SIFA. Algunos de esos
delatores devenidos en feroces policías eran Miguel MORAO, Isaac “el negro”
ECHARRY, Helímenas CHIRINOS y Carlos NÚÑEZ TENORIO (“Luisito”)
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Víctima de ese grupo fue el maestro de educación primaria y militante del Partido
Comunista, Silvino Antonio VARELA MORENO, quien fue secuestrado en Sabana
Grande, torturado, abaleado y luego lanzado por un desfiladero en Santa Lucía, pues
sus torturadores lo habían dado por muerto. Luego de grandes esfuerzos, el maestro
VARELA logró ser auxiliado por tripulantes de un automóvil y llevado al hospital
“Pérez de León” con dos balazos en su cuerpo, heridas, quemaduras y contusiones. El
relato de su odisea fue publicado en la revista “ÉLITE” del 25 de noviembre de 1967.
No corrieron con esa suerte muchos otros secuestrados, hasta hoy
desaparecidos, como Donato “el viejo” CARMONA, detenido en
Quinta Crespo en setiembre de 1965 y presumiblemente fusilado en
“Caño Cruz”, luego de ser torturado en el Campo Antiguerrillero de
Cachipo.
O Francisco PALMA PRADO, secuestrado en Caracas en mayo de
1967 sin que sus asesinos, esos mismos que hoy acuden a la OEA y a
cuanto organismo internacional exista cada vez que sienten un
malestar estomacal, hayan siquiera informado el sitio donde
abandonaron su cuerpo.
Demás está decir que jamás hubo intervención ni comentarios acerca
de tales violaciones a los Derechos Humanos por parte de organismos nacionales ni
internacionales, y en Venezuela solo se destacaba la voz del entonces diputado José
Vicente RANGEL, quien incansablemente denunció las detenciones, torturas,
desapariciones, asesinatos y demás agresiones que eran cotidianas en la vida del país,
sorteando todas las limitaciones que le eran impuestas, especialmente en la misma
Cámara de Diputados, donde sus derechos de palabra eran retardados (los adecos,
copeyanos y aliados se inscribían en el turno de oradores para consumir tiempo) y
mediante esa táctica saboteaban la denuncia y las proposiciones de investigación e
interpelaciones que son las usuales en el marco parlamentario.
Esos retardos y sabotajes también servían para que los grupos de exterminio que
operaban en cuerpos policiales y militares tomaran medidas de ocultamiento y
desinformación, preservando a sus “cuadros” y dando oportunidad a sus voceros en
las direcciones partidistas para desarrollar justificaciones e hipótesis, algunas
francamente asquerosas como la del dirigente adeco Carlos CANACHE MATA
respecto al crimen de Alberto LOVERA cometido por funcionarios de la DIGEPOL.
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Cuando Carlos Andrés PÉREZ llega [1974 – 1979] a la presidencia
su jefe de seguridad es Orlando GARCÍA VÁSQUEZ, connotado
agente de la CIA y cabeza visible del grupo de terroristas de
origen cubano que ocupaba posiciones de dirección en los
organismos de seguridad de Estado.
Y desde 1972, en el primer gobierno de CALDERA, había
ingresado Rafael RIVAS VÁSQUEZ como Analista de
Inteligencia de la DISIP, cargo desde el cual fue ascendido, seis
meses después, al de Jefe de División de Análisis; en 1974 a Jefe de
la División de Inteligencia; en 1976 a Jefe de División de
Investigaciones y ese mismo año, apenas siete meses después, a Director Asistente,
como podemos ver en parte de su curriculum que a continuación adjuntamos:
Nos gustaría encontrar
alguna nota de prensa,
una declaración, algún
remitido de esa época
en los cuales militantes
o dirigentes adecos,
copeyanos y aliados [en
especial los curas y
medios de confusión
masiva] protestaran por
el evidente asalto a que
eran sometidas tan
importantes posiciones
de la policía política por
conocidos delincuentes
internacionales, quienes
no solo reprimieron,
torturaron y asesinaron
a militantes de grupos y
partidos venezolanos
sino que además
hicieron grandes y muy
sucios negocios con los dineros públicos, amparados en el silencio cómplice y el
incontestable apoyo de las jerarquías partidista, militar, eclesiástica y empresarial.
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Rememoremos dos informaciones de 1972, resultado de las actividades de los
terroristas, narcotraficantes y agentes de la CIA que controlaban a la policía política en
Venezuela:
El presidente de la República era Rafael CALDERA y el ministro de relaciones
interiores era Lorenzo FERNÁNDEZ. Y por denuncias como esa varios miembros del
Comité de Redacción de la revista “REVENTÓN” fueron sometidos a juicio militar y
encerrados en el cuartel “San Carlos”, como exponíamos más extensamente hace unos
cuatro años acerca de la libertad de expresión y el derecho absoluto de presión.
Y léase bien: en treinta y seis (36) meses de gobierno hubo treinta (30) estudiantes
muertos por acción policial, uno de ellos —Luis Alberto HERNÁNDEZ— secuestrado
en setiembre de 1969 en Aragua de Barcelona, presumiblemente por funcionarios del
SIFA, y desde esa fecha desaparecido.
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Esta fue una operación de exterminio dirigida por Luis POSADA CARRILES, quien
con su equipo de torturadores y asesinos, reforzado con funcionarios policiales de
diferentes cuerpos y efectivos de la Guardia Nacional y del Ejército, coparon la casa
donde se hallaban los camaradas de “Punto Cero” con sus mujeres e hijos en la calle
“Anselmo Cerro” de La Victoria, estado Aragua, los capturaron vivos y los asesinaron.
La información del sitio le fue dada a POSADA CARRILES por un delator llamado
Omar DEBONA NOGUERA, (a) “Vladimir”, quien desde ese momento se convirtió
en otra escoria usada para perseguir, torturar y asesinar a militantes revolucionarios,
especialmente a quienes con él habían estado en el mismo grupo.
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El movimiento revolucionario en Venezuela se hallaba en una situación de grave
debilidad por su estado de dispersión, pérdida de perspectivas históricas y una
profunda carencia teórica. Se hablaba de “lucha armada” mientras se practicaba una
parálisis operacional; se reivindicaba en la propaganda a la finalidad revolucionaria y
lo que predominaba era la negociación, los acuerdos y pactos secretos con el gobierno
y sectores sociales de poder.
Los grupos de clase media que históricamente han dirigido a los movimientos
revolucionarios se mantuvieron en sus posiciones de radicalismo hasta que la crisis
teórica y política les limitó el horizonte de prontas salidas que se habían señalado. De
allí en adelante la prepotencia se les convirtió en depresión y la confianza en
desesperación por quitarse tan pesado fardo de encima.
Y para seguir siendo fieles a una de sus principales características, abandonaron la
misión emprendida sin finiquitarla, sin importar a quiénes dejaron en la estacada ni lo
que su irresponsabilidad significó para esa revolución de la que decían ser
representantes.
Tan cenagoso suelo fue propicio para que nacieran y se desarrollaran las estrategias de
los organismos internacionales cuya tarea es evitar o retardar los movimientos
revolucionarios, y como Venezuela es parte importante del “patio trasero” del
complejo militar – industrial estadounidense, pues fue la CIA el aparato terrorista de
Estado a quien correspondió la presea por el exterminio físico y los severos golpes
morales infligidos al movimiento revolucionario venezolano.
El grupo jefaturado por GARCÍA VÁSQUEZ, luego de las bajas sufridas por la salida
de POSADA CARRILES [sin ningún género de dudas implicado en el derribamiento
del avión cubano], y de MORALES NAVARRETE, quien —según informaciones—
fue asesinado en un bar de Miami, extendió su influencia y actividad participando en
jugosos negocios. Ya no solo se trataba de reprimir, espiar y desmantelar a cualquier
organización que apuntara a la actividad revolucionaria.
Ahora la “paz social” asentada sobre sangre y muerte daba también la oportunidad
para meter mano en el siempre robusto presupuesto nacional y así mismo para
plantear negocios a los amigos de la empresa privada, con quienes se podía llegar a
productivos acuerdos gracias al aval que daba ser bien recomendados por los más
altos niveles de la Administración Pública, como había demostrado su experiencia con
los aparatos de espionaje “privado” ICICA y FRANARCA.
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Comenzaba el segundo gobierno de Carlos Andrés PÉREZ [1989 – 1993] y el 02 de
febrero es nombrado Director de la DISIP el Comisario General Rafael RIVAS
VÁSQUEZ, quien por cierto era de origen cubano pero nacido en Nueva York.
El país reventaba por los cuatro costados y si bien es cierto que los partidos y grupos
denominados revolucionarios no daban pie con bola, no lo es menos que el aparataje
del dominio (partidos, fuerzas armadas, cuerpos policiales, iglesia, empresarios,
medios de confusión masiva) no las tenía todas consigo y existía una situación como
aquella explicada por GRAMSCI: “los de abajo no querían y los de arriba no podían”.
A finales de febrero estalla la rebelión popular que es ahogada en sangre, y acerca de
la cual el recién nombrado Director de la DISIP informaba:
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La restauración del orden, es decir, la continuidad del arrinconamiento del sector
social dominado, la explotación remachada con los aumentos de precios y el
acaparamiento de los bienes de primera necesidad. Y paralelamente la continuidad de
los grandes y productivos negocios a la sombra del amparo gubernamental.
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Buscamos la información correspondiente a las cédulas que aparecen en el documento
oficial emitido por el Comisionado del Presidente para Asuntos de Seguridad y
encontramos:
El documento de identidad correspondiente al agente de la
CIA Lázaro Rogelio UGARTE BRESSLAU no aparece
inscrito en el Registro Electoral y —tomemos en cuenta que
llegó al país en 1969— casi treinta años después un general
retirado, quien fuera Jefe de Casa Militar, segundo jefe del
SIFA y director de la DISIP en los gobiernos adecos, dirá sin
rubor alguno que esa cédula “pertenecía a un ciudadano
tachirense fallecido”.
Sin embargo, un día después de las declaraciones del
general, el dirigente adeco Rafael “El Curita” RODRÍGUEZ
MÉRIDA, entonces Director de la DIEX, justificó la trampa
con una explicación “legal” y una planilla chimba según la
cual UGARTE BRESSLAU se había naturalizado… ¡pero con
nombres y apellidos diferentes!
He allí uno de los porqué la Coordinadora Democrática, esa
misma del golpe de abril y del sabotaje energético 2002‐2003,
y que ahora opera bajo el seudónimo de Mesa de la Unidad
Democrática, rechaza en forma tan vehemente el uso de las
máquinas “captahuellas” en los procesos electorales.
¡Claro!, no permiten que los muertos se nacionalicen ni voten.
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Suponemos que la situación entonces era de suprema felicidad para la DEA [conocida
como “el cartel de las tres letras”] pues la colaboración del gobierno de Venezuela era
excelente para proveer de estupefacientes al cada vez más exigente mercado
consumidor estadounidense que genera ganancias considerables a importadores y
traficantes internos, entre ellos el agente de la CIA enlace con el SIFA venezolano.
Así será de productivo ese negocio que a la empresa “Celere” Inc., del comisario
UGARTE BRESSLAU (o Luis Armando MÉNDEZ CÁRDENAS o Luis
CONTRERAS, que por falta de nombres no es) le habían decomisado en Miami,
durante 1988 y 1989, la cantidad de dos mil ochocientos cincuenta y tres (2.853)
kilogramos de cocaína sin que ello significara su ruina económica ni el más leve
reclamo del gobierno estadounidense por la presencia de tan distinguido
narcotraficante en el más cercano entorno de la seguridad del entonces presidente de
Venezuela, hoy adinerado huésped en los Estados Unidos.
Hemos referido hechos ocurridos en nuestro país, soportados con datos y recortes de
prensa correspondientes a ellos. Tales hechos pueden ser verificados mediante
revisión de hemerotecas y nuestro objetivo es dejar constancia de una posición
política y ética que hemos tratado de mantener, pero también insistir en el rescate
de la memoria colectiva, tan agredida y esquilmada por sectores dentro y fuera del
gobierno, a quienes para nada interesa que la gente pueda comparar hechos y
situaciones que formen y eduquen para una estrategia anticapitalista, y por ello
antiestatal.
Y como colofón insertamos copia completa de la entrevista que le hicieran en agosto
de 1991 al general Raúl GIMÉNEZ GAINZA, hombre de suma confianza de Carlos
ANDRÉS PÉREZ. Que cada quien extraiga las conclusiones que considere.
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