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Musarañas

Programa de intervención
con niños de la calle
Javier De Nicoló,
Irenarco Ardila, Camilo Castrellón y Germán Mariño

Musarañas

Programa de intervención
con niños de la calle
Fundación Servicio Juvenil

Título original del libro primero: Musarañas.

Por la primera edición del libro primero:

© Javier De Nicoló, Irenarco Ardila, Camilo Castrellón y Germán Mariño, 1981


© Fundación Servicio Juvenil, 1981
© Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, IDIPRON, 1981

Miguel Infante
Lola Cendales
Fernando Peraza
Carlos Cañón
Alcira Romero de Díaz
Antony Bocaccio
Colaboradores

Título original del libro segundo: El niño de la calle, ¿qué hacer? Musarañas II.

Por la primera edición del libro segundo:

© Javier De Nicoló, 2000


© Fundación Servicio Juvenil, 2000
© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, 2000
© Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, IDIPRON, 2000

María Eugenia Martínez


Helena Gutiérrez
María Teresa Hoyos
Vicente Chaparro
Clara Eugenia Sánchez
Vicente Castro
Colaboradores
Título de la presente edición: Musarañas. Programa de intervención con niños de la
calle.

Por la presente edición:

© Javier De Nicoló, Irenarco Ardila, Camilo Castrellón y Germán Mariño, 2009


© Fundación Servicio Juvenil, 2009
© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, 2009
© Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, IDIPRON, 2009

Leandro Ramos
Director editorial

Luis Fernando Velandia


Clara Eugenia Sánchez
Claudia Rocío Forigua
Fabiola Franco
Rocío Viviana Ramos
Fanny Castiblanco
Jenny Amanda Ortiz
Tatiana Plata
Comité editorial

Centro de Investigación sobre Niñez y


Juventud Desprotegida, CINJD-IDIPRON
Área editorial

José Ricardo López


Diseño y diagramación

Anamaría Corrales
Corrección de estilo

Panamericana Formas e Impresos S. A.


Impresión

Noviembre de 2009
Primera edición

ISBN 978-958-99226-1-3

Impreso y hecho en Bogotá, Colombia


El contenido del texto es responsabilidad Todos los derechos reservados. Esta
exclusiva de los autores y no representa publicación no puede ser reproducida
necesariamente el pensamiento de la total o parcialmente por cualquier medio
Fundación Servicio Juvenil, del Fondo de o procedimiento sin previa autorización
las Naciones Unidas para la Infancia o del escrita de los titulares.
Instituto Distrital para la Protección de la
Niñez y la Juventud.
Nota editorial

La reedición conjunta de estos dos libros implicó llevar a cabo un trabajo de


actualización del lenguaje y de ajuste de los contenidos. A los textos se le aplicaron
nuevas reglas de construcción gramatical y de ortografía, mientras que los contenidos
se precisaron o se reorganizaron con el fin de obtener mayor claridad y de lograr una
unidad más fuerte entre dos publicaciones estrechamente enlazadas. Con todo, los
mensajes y contenidos de los dos libros son esencialmente idénticos a los originales
y permanecen fieles a éstos.
La fotografía de la portada corresponde a la original del primer Musarañas,
denominado libro primero en esta edición, realizada por ©Felix Tisnes Jaramillo.
La fotografía de la contraportada constituye a su vez la portada original del segundo
Musarañas, realizada por ©Gonzalo Cruz.
Las ilustraciones incluidas en esta reedición se basan en fotografías que aparecen en
las ediciones originales de ambos libros, realizadas todas por ©Felix Tisnes Jaramillo
–salvo la última de ellas, realizada por ©Helena Gutiérrez.
Ta b l a d e c o n t e n i d o

Nota editorial 9

Tabla de contenido 10

Libro primero
Musarañas 13

Prólogo 17

Primera Parte. Los muchachos de la calle 23



I Los gamines 24
II Las causas 25
III El proceso de gaminización 26

Segunda Parte. Nuestra respuesta 29

I ¿Qué es el programa? 30
II El Programa frente a los sistemas de
educación especial 32
III Descripción general del programa 34

Tercera Parte. Recorriendo el Programa 39

I La calle-calle y Operación Amistad 40


II La Once 70
III Liberia 83
IV Bosconia 100
V Chibchalá 135
VI La Arcadia 145
VII La Florida 161
VIII La Industria Juvenil 238
IX Un nuevo comienzo 244

Cuarta parte. Rupturas y consignas 259

I Rupturas respecto a los modelos clásicos de reeducación 260


II Consignas del Programa Bosconia-La Florida 297

Libro segundo
El niño de la calle, ¿qué hacer? Musarañas II 315

Prólogo 318

Historias de Javier 320

Introducción 322

I Un sueño. Lo que debes hacer 324


II Etiología del problema callejero 331
III Droga y otros problemas callejeros 338
IV Criterios filosóficos y pedagógicos del
Programa Bosconia 345
V El tren de los cinco vagones 358
VI La escalera de los seis peldaños 361
VII Logros y resultados 378
VIII Consideraciones finales 382
IX Testimonios 385

Anexos 403

I Argot de los niños de la calle 404


II Apodos más corrientes entre niños
de la calle 426

Bibliografía 431
Libro primero

Musarañas
A nuestros estupendos muchachos que nos han aceptado
como educadores, a los abnegados colaboradores y a todos los
bogotanos que se esfuerzan por comprender y ayudar a los
traviesos muchachos de la calle.
Nota:
Los autores queremos destacar que hemos programado y vivido intensamente la experiencia
educativa que se presenta en esta obra.
Prólogo

Con profunda alegría vemos que nuestros planteamientos educativos de hace


diez años han ido desfondando las puertas de los reformatorios y se han vuelto
casi “consignas oficiales”. No se trata de petulancia, sino de presentar sobre todo a
quienes están seriamente empeñados en el advenimiento de la “educación nueva”,
un ejemplo de lo que puede una experiencia innovadora, por más modesta que sea.
Consideremos que esta estrategia de la causa ejemplar es válida pese a las resistencias
que engendra, como es lógico que ocurra siempre que aparece un intento de cambio.
En noviembre de 1979 participamos en Bombay, India, en un seminario sobre
“muchachos socialmente desamparados”, organizado por el Bureau International
Catholique de l´enfance. Allí se presentaron tres experiencias que eran muestras de
una nueva concepción educativa en la recuperación del muchacho callejero: Unaugu
de Nairobi, África; Snehasadan de Bombay, Asia y el Programa Bosconia-La Florida
de Bogotá. Curiosamente, como si hubiera existido un acuerdo previo, en tres
continentes distintos, tres experiencias educativas reconocidas por muchos como
válidas, presentaban las mismas consignas de libertad, trabajo y ambiente acogedor.
Los hechos anteriores, una década de trabajo y el Año Internacional del Niño
(1979), han alentado la decisión de divulgar, mediante una publicación, nuestro
trabajo con los muchachos de la calle para tratar de replantear el fenómeno del
“gaminismo” en su etiología, prevención y tratamiento.
Nos parece que hay ya cierto consenso comunitario que el gaminismo es un
problema estructural, socioeconómico, muy relacionado por lo tanto, con el
desempleo, los bajos salarios, la falta de vivienda, de salud, de educación, el desarraigo
producido por la migración rural, etc.
Así se desprende fácilmente un nuevo concepto de prevención: sólo un digno nivel
de vida que dé a la juventud oportunidad de llegar al matrimonio con educación,
afecto y empleo, puede impedir la proliferación de parejas que sigan arrojando
gamines.
Esta consideración hasta hace poco no era tan obvia. Muchos explicaban el
fenómeno del gaminismo únicamente en términos de patología cerebral y hormonal,
de herencia biológica, de irresponsabilidad de los padres.
No desconocemos que como causas próximas del fenómeno gaminismo pueden
aparecer éstos y otros factores parecidos. Inclusive, reconocemos en esta etiología

17
todas las infecciones de nuestra época con sus medios de comunicación al servicio de
la explotación, con sus “criminales de cuello blanco” como diría Tomás Moro, con
sus conflictos de culturas; en fin, con su explícita ideología criminógena.
Pero que los factores anotados representen las causas profundas, no. Lo que está
en la base es la enorme indigencia económica y cultural, propia de una sociedad
injusta.
Por otra parte, queremos también cuestionar lo que nuestra sociedad ha
considerado atención “curativa” al muchacho desadaptado. Hoy más que nunca
resulta evidente que no se puede educar allí donde falta la libertad.
¿Hasta qué punto los reformatorios, con su estructura autoritaria represiva,
garantizan la libertad a la que tiene derecho todo ser humano, y más un niño? ¿Hasta
qué punto las obras tradicionales salvan el componente afectivo que debe tener todo
proceso de educación?
Nuestro punto de vista es que para educar se necesita libertad, un ambiente
excepcionalmente acogedor y trabajo productivo.
Siempre hemos descreído de los equipos técnicos y los aparatos terapéuticos
que pretenden hacer labor eficaz en los represivos, sórdidos y mustios ambientes de
reformatorio. ¿En un lugar en donde a un niño no se le permite vivir su libre, sana y
alegre vida de niño, no es acaso cinismo ofrecerle tratamiento terapéutico?
El ambiente puede tanto como la herencia. Nuestro muchacho, a pesar de su triste
historia, sigue siendo un ser emergente siempre que haya una adecuada interacción
afectiva con el ambiente que lo rodea.
Esto supone desmasificar, crear pequeños grupos, constituir los elementos de
una casa-familia. Y no se trata de hacerle creer que vamos a reconstruir la familia
propiamente dicha. Sencillamente es hacerle entender que lo que han perdido es
importante y que con su colaboración podemos crear una situación igualmente
válida: vivir en un pequeño grupo de coetáneos, libremente aceptado.
La enfermedad de la no relación, que es la de nuestro muchacho, no se cura
creando una relación artificial y mistificada, sino valorizando las otras relaciones
posibles en este período, pues el sentido de la propia identidad sólo se adquiere en la
espontaneidad de la relación con los demás.
Lo importante es hacerle entender que llegamos a ser personas gracias al favor del
otro: si el otro me determina, me habla, me promueve, me ama.
Y el adulto, ¿qué papel desempeñaría en este grupo? El más adecuado de acuerdo
con sus aptitudes y personalidad. Lo importante es que su acción no signifique
represión sino amistad, servicio, liberación. De él depende, sobre todo, que el grupo
se presente como muy simpático, alegre, valioso y no como un ghetto o clínica de
subvalorados, humillados, estigmatizados.
Creemos además que la salvación social de nuestros muchachos depende en muy
buena parte de los mismos muchachos. La situación histórica lo exige. La juventud

18
ha sido conducida por los mayores a un callejón sin salida y desconfía de la escala de
valores que le ofrecen, porque no están en condiciones de justificarla.
Dejemos que los jóvenes se lancen a la búsqueda. Ellos aceptan nuestra
colaboración si ven que nuestra oferta es sincera y humilde.
Con satisfacción hacemos notar que es precisamente en Bogotá, una ciudad
famosa por el fenómeno del gaminismo, la que está promoviendo experiencias
educativas como ésta del Programa Bosconia-La Florida, que supone una seria puesta
al día en el campo pedagógico.
Sobra decir que en forma indiscutible merece un reconocimiento el Gobierno
Distrital de Bogotá porque no sólo ha facilitado los recursos económicos, sino
porque se ha puesto en la singular tarea de favorecer, con todos los medios posibles,
la investigación científica acerca del gaminismo y el nacimiento de una respuesta que
por sus consistencia puede ser aprovechada también por otras ciudades.
Agradecemos al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, a Unicef, a
la Fundación Interamericana y a muchos amigos que han hecho posible la
publicación de este libro y presentarlo como merecen nuestros muchachos, quienes
desafortunadamente parece que no tuvieran derecho a nada digno, ni siquiera en la
prensa que habla de ellos.
Intencionalmente hemos buscado una presentación que pudiera suscitar interés y
simpatía por el tema del muchacho callejero. Creemos que así estamos colaborando
en lo fundamental: una nueva concepción y una nueva actitud frente a este problema.
Queremos hacer notar que para nosotros lo más valioso no son tanto las opiniones
que este libro ofrece cuanto la experiencia que lo sustenta. En ese sentido son autores
del mismo, todos los educadores que integran el equipo del Programa. Desde
luego, con distinta categoría; los de mayor mérito son los que pueden aducir mayor
abnegación, búsqueda y eficiencia educativa.
Terminamos haciendo notar que gracias a nuestra decidida consigna de autogestión
a todo nivel, el libro es fruto de la reflexión comunitaria de un grupo de personas
muy empeñadas en el cambio. Con ellos hemos trabajado y reflexionado sobre el
muchacho callejero y sobre el Programa Bosconia-La Florida. De allí nacieron estas
páginas que expresan nuestra labor educativa.

Javier De Nicoló

19
Los muchachos de la calle viven en una fiesta permanente.
El programa pretende continuarla.
Primera parte

Los muchachos de la calle


Capítulo I

Los gamines
Son aquellos muchachos que pasan las 24 horas del día en la calle vagabundeando,
pidiendo limosna o robando. Apeñuscados a la intemperie, cubiertos con cartones y
periódicos, buscan resolver el problema del frío. Vagan en grupos llamados galladas
y se caracterizan por el argot o jerga que usan.
Generalmente llevan ropa ancha y andrajosa; en ella esconden lo que roban, y con
ella provocan la caridad pública. Son muchachos sin familia, pues aunque tengan
en algún lugar a sus padres es como si no los tuvieran. No conocen su apoyo ni
económico, ni moral, ni afectivo.
El gamín es un muchacho que trata de dar una respuesta a la situación de pobreza
y desamparo afectivo en que ha vivido, independizándose. En el fondo es éste un
gesto de superación.
Entre una miseria sin libertad como la que vivía en su seudohogar y una miseria
con libertad, como se vive en la calle, el muchacho ha optado por la segunda.

24
Capítulo II

Las causas
El fenómeno del muchacho de la calle ha sido objeto de muchos estudios. Es un
problema social que se presta, como tantos otros, a la especulación y a la elaboración
de tesis de grado. En nuestra sociedad la misma pobreza se ha convertido en una
mercancía, tanto a nivel de estudios como de “soluciones”.
El muchacho de la calle es temática de comentarios no sólo en ambientes académicos
y políticos sino en reuniones sociales. Temática tan obligada como la del mal tiempo,
la de alza en el costo de la vida, la de la inseguridad.
Y sin embargo, a pesar de tantos discursos, sólo se ha llegado a estereotipos y a
ideas vagas sobre la verdadera naturaleza del problema:

“Los gamines son producto de la explosión demográfica”.


“Decir gamín es decir irresponsabilidad de los padres”.
“Echar hijos al mundo es fruto de la ignorancia y la bebedera del
pueblo”.
“A eso llega la prostitución en las ciudades”.
“¿Gamines? Enfermos mentales”.
“Miren lo que hace el éxodo campesino y el contagio urbano”.
“Estos niños nos dicen que nuestra sociedad no es cristiana y que la
ley es ineficaz frente a la delincuencia”.
“Sin duda la doble jornada escolar es la causa del gaminismo”.

Creemos que el gaminismo tiene como causa aparente la descomposición de la


familia pero que la causa determinante es la estructura social. Es decir, que no podemos
resolver el problema del gaminismo mientras no hayan resuelto los problemas del
desempleo, desnutrición, insalubridad, falta de vivienda y de educación.
Tal vez se piense que con este planteamiento no se llega a ninguna parte y que lo
único válido es luchar por el cambio del sistema vigente. Entonces vendría la pregunta:
¿qué hacer con el muchacho concreto que te roba, que se ve obligado a mendigar a
las salidas de cine, que vaga desprotegido e insidiante? ¿Mirarlo despreocupadamente
prometiéndole un lejano paraíso socialista?

25
Capítulo III

El proceso de gaminización
Hay diferentes momentos en el hacerse gamín. Un muchacho no se hace gamín
de un día para otro. Hay hitos del proceso: el pregamín, el gamín de barrio, el gamín
de “olla”, el predelincuente.

Pregamín
Es aquel muchacho que por la mañana va a la escuela y por la tarde se dedica a
rondar por el sector en compañía de sus amigos y sólo por la noche regresa a casa.
En muchos casos la mamá se va a trabajar, por ejemplo a lavar ropa o a prestar otros
servicios domésticos y deja cerrada la pieza en que viven, de modo que el muchacho
tiene que permanecer forzosamente en la calle. Es también pregamín el muchacho
que, por desavenencia con sus padres o con sus hermanos se vuela periódicamente de
su casa; permanece por fuera dos o tres días, ronda por la ciudad y se relaciona con
muchachos que están en sus mismas condiciones. Este tipo de muchacho comienza a
hacer sus primeras incursiones afuera pero sin romper definitivamente con el vínculo
familiar.

El gamín de barrio
Es el muchacho que vive ya en la calle pero que aún no ha dejado su barrio. Con
frecuencia visita a la mamá y regresa de cuando en cuando. Este muchacho es todavía
muy tímido para enrolarse en el “gran mundo” de la calle en el cual vive el gamín
de olla. A medida que la relación familiar se vuelve más precaria, los contactos son
más esporádicos hasta llegar a la escisión definitiva. Fenómeno propio de los barrios
populares de la capital como son San Carlos, Santa Lucía, Tunjuelito, las Ferias,
Lucero.

El gamín de olla
Es el auténtico gamín. Ha abandonado la casa y tiene como morada
permanentemente la calle. Este muchacho es más malicioso que el gamín de barrio y
tienen mucho de mafioso; es muy hábil y seguro en sus actividades de robo; es más
lanzado y atrevido. Después de dos o tres años fácilmente llega a la predelincuencia.

El predelincuente
Oscila entre los 14 y los 18 años. Vive exclusivamente del robo; de un robo
organizado y bien calculado que le permite, normalmente, tener algún dinero en el
bolsillo, vestir bien cuando lo quiere, pagar hotel, dormir con mujeres e inclusive,

26
tener sus paseos fuera de Bogotá con el fin de conocer el mundo y probar fortuna en
otros lugares.
En general, cuando el muchacho de la calle llega a los 15 ó 18 años, sigue uno
de estos dos caminos: o se ocupa de cualquier actividad marginal, como lotero,
carguero, embolador, vendedor ambulante, etc., o se dedica exclusivamente al robo
organizado.
Es preciso anotar que las anteriores clasificaciones tratan sólo de diferenciar a los
muchachos de la calle, pero obviamente, es imposible establecer linderos tajantes
entre gamín y gamín, y situación y situación.

27
Segunda parte

Nuestra respuesta
Capítulo I

¿Qué es el Programa?
Es una entidad empeñada en ayudar a salir de su estado de abandono a los
muchachos de la calle, mediante un sistema educativo que respeta su libertad y está
íntimamente ligado al trabajo productivo.
Existen obras asistenciales que atienden al niño pobre, pero obras que se dediquen
de manera exclusiva al muchacho callejero hay muy pocas.
IDIPRON es, precisamente, un Programa del Distrito de Bogotá que
específicamente atiende este problema.
Su eficiencia se pone a prueba mediante “casas de puertas abiertas”, pues es sabido
que el “legítimo gamín” después de la frustración objetiva experimentada en su
familia, prefiere el vagabundeo y rechaza las tradicionales obras “proteccionstas” que
pretenden ser su segundo hogar. Él las conoce todas por haber pasado algún tiempo
en ellas o por el relato de sus compañeros. Todo gamín tiene una historia que contar
del periodo pasado en alguna obra asistencial; desafortunadamente casi todas las
historias terminan con el relato de una fuga.
Huye siempre porque en definitiva no ha encontrado respuesta a su necesidad de
afecto y libertad.
Es curioso ver cómo la sociedad resuelve este fenómeno cerrando las puertas de la
institución y haciendo de cada muchacho un prisionero.
La pretensión, en cambio, del Programa es atender la educación del gamín con
instituciones de puertas abiertas y con un sistema no represivo. Quiere ser una
respuesta de confianza a la búsqueda de libertad del muchacho.
La mayoría de éstos, en verdad, al encontrar una acogida adecuada, principalmente
a su carencia afectiva, dejan su vida errante y aceptan integrarse al Programa.
Algunos criterios son fundamentales en la orientación del proceso educativo y
constituyen las características mismas de la labor desarrollada por el Programa:
– Busca atender con exclusividad a los muchachos de la calle, y especialmente a
los más necesitados. Una única excepción se le impone, la de los muchachos con
grave trastorno mental, debido a la carencia de los indispensables recursos técnicos
especializados que exige su asistencia.
– Considera que el gamín no es un muchacho anormal. En consecuencia, el muchacho
no tiene necesidad de una clínica siquiátrica sino de una educación que lo forme en
un medio de libertad para una vida libre.
– Promueve un ambiente excepcionalmente motivante y acogedor como uno de los
grandes recursos terapéuticos.
– Basa su terapia en el trabajo socioproductivo y en la amistad.
– Practica la reflexión en la acción como fundamental método de trabajo.

30
– Está contra la masificación, que es despersonalizante, y promueve todos los
dinamismos positivos de los pequeños grupos.
– Pide al educador que esté en una continua actitud de compartir el máximo de su
tiempo con el muchacho.
– Favorece un ambiente festivo y una intensa actividad artística.
– Procede gradualmente orientando al muchacho hacia el autogobierno y hacia la
organización de un proyecto educativo autofinanciado.
– Es una labor inspirada en el Evangelio y en la pedagogía del don Bosco.

31
Capítulo II

El programa frente a los sistemas de


educación especial
Nuestra filosofía de la educación tiene muchos puntos de contacto con lo que en
la historia de la educación especial de los últimos años se ha venido llamando sistema
sociopedagógico o psicosocial, o de autogobierno. El sistema sociopedagógico
consiste en llevar a los muchachos a constituirse en sociedad: en una sociedad en la
cual ellos mismos se gobiernan ejerciendo los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Esta filosofía ha hecho nacer decenas de “Ciudadelas del niño” como la de
Makarenko en Rusia, Flanagan en Estados Unidos, Rivola en Italia, Américo en
Portugal.
Nuestro trabajo de reflexión nos ha llevado a conclusiones que riñen con muchos
de los planteamientos de la educación especial tradicional. Creemos que el hombre
es un ser emergente, que siempre tiende a ser más, que está dotado de una gran dosis
de positividad y de bondad; por esa razón nos resistimos a encasillar al muchacho
dentro de los moldes de la psiquiatría clásica y sociología tradicional.
Nos parece una falta de respeto y de fe en el muchacho y además un desperdicio de
recursos humanos y económicos, darle a la portería de las instituciones que atienden
al muchacho de la calle, el carácter de clínica para enfermos mentales. Ciertamente
no tomamos esta actitud con nuestros hijos cuando nacen, poniendo junto a la
partera un psiquiatra porque, pese a las posibles anomalías, creemos en el niño que
llega al mundo.
Nos parece apenas lógico que lo primero que se deba brindar a un niño es afecto,
alimento, higiene y demás elementos propios de un ambiente normal, propicio
al desarrollo del ser humano. Sólo en un clima de naturalidad podemos apreciar
válidamente los comportamientos.
Si a los tres o cuatro meses, pese a la normalidad de los estímulos, persisten
respuestas inadecuadas, cariñosa y prudentemente se inicia el tratamiento que se
juzgue más indicado.
Nuestra experiencia nos dice que el número de muchachos de la calle que
necesitan esa atención especial no excede el diez por ciento.
En lo que se refiere al respeto de la libertad nos hemos propuesto eliminar fórmulas
simplistas e ineficaces que atenten contra la dignidad del muchacho y contra sus
derechos, por más pobre y travieso que sea.
Muchas personas creen encontrar la solución al gaminismo en reclusiones, sean
internados o colonias agrícolas, continuando de esta manera la serie de atropellos de
que ha sido objeto el muchacho de la calle.

32
El gamín posee un gran tesoro en su libertad. Todo sistema educativo que tienda a
eliminar la libertad está destinado al fracaso. La historia de la educación lo demuestra
claramente. El contexto de inseguridad social parecería una venganza inconsciente
de los atropellos que contra su libertad cometió la sociedad cuando él era pequeño.
Tampoco el campo es siempre terapia adecuada. Pretender hacer del muchacho
de la calle un agricultor a toda costa, es negarle el derecho a optar. El educarlo no
consiste tampoco en instaurar en el muchacho reflejos condicionados, domesticarlo,
darle consejos manipuladores o volverlo dócil a un sistema autoritario, sino en
suscitar en él la eclosión de su interioridad; en hacer que él se enseñe, juzgue y decida;
en ayudarlo a que sienta el intenso deseo de ser más y lo sea.

33
Capítulo III

Descripción general del programa


El programa de atención al muchacho callejero se realiza mediante dos entidades:
una de carácter oficial y otra de carácter privado.
La primera está financiada por el gobierno: es el Instituto Distrital para la
Protección de la Niñez y de la Juventud, que tiene como meta llevar al muchacho a
un buen grado de personalización y socialización. La segunda es una Fundación que
se propone introducir al joven en el mundo del trabajo productivo.
La primera es la llamada propiamente “Programa Bosconia-La Florida”, la
segunda es “Fundación servicio Juvenil”.

Bosconia-La Florida (Programa Distrital IDIPRON)


Esta parte del Programa se propone sacar al muchacho del mundo de la calle y
emprender con él un proceso educativo.
Se concibe como un ascenso que va desde la gallada, hasta la Ciudadela La Florida
en la cual realiza una experiencia de autogobierno. Comprende fundamentalmente
varios pasos: amistad, motivación, personalización, socialización.
Operación Amistad
El primer paso es precisamente la “Operación Amistad” que se cumple en la calle.
El Programa sale a la calle a hacerse amigo del muchacho. Se organizan periódicamente
visitas a las camadas, paseos, excursiones, fogatas a media noche, meriendas, etc. A
estas actividades se las ha llamado “Clubes Callejeros”. El educador del Programa va
a los sitios frecuentados por el muchacho para hacerse primeramente su amigo; luego
sí será su educador. Más tarde lo invitará al club llamado Patio de la Once.
En el patio se les proporciona oportunidad de recreación, atención médica y
odontológica, ducha de agua caliente, lavado de ropa y peluquería. Gracias a esta
“Operación Amistad” son pocos los muchachos de la calle que no han entrado en
contacto con el Programa.
Liberia
La etapa de motivación se hace en Liberia, casa de la libertad, situada a espaldas
de la Iglesia del Voto Nacional. Allí además de comida, recreación, servicios de salud
y aseo, el muchacho encuentra un dormitorio donde puede pasar la noche.
En esta etapa, a través del juego y actividades grupales, empieza el proceso de
motivación. Allí puede permanecer por espacio de 30 noches, al término de las cuales
se le hace regresar nuevamente a la calle para que pueda confrontar las dos realidades:
la calle y el Programa.

34
Cuarta Quinta
Segunda Tercera
etapa etapa
Primera etapa etapa etapa

Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, Fundación Servicio


IDIPRON Juvenil

Ciudad Industrial Juvenil,


Operación Amistad Liberia Bosconia La Florida
San Carlos
Calle-calle Clubes La Once
Atención a. Vivienda a. Centro agropecuario y
a. Vivienda
médica, recreacional
odontológica, b. Convivencia en clanes
Atención de b. Autogobierno
Visita a Paseos, ducha y o grupos b. Ciudad Industrial Juvenil:
6 p.m. a 8 a.m.
camadas excursiones, lavado de
(30 noches) c. Capacitación técnica
amistad con meriendas, ropa. c. Pre-aprendizaje c. Centro de producción industrial
“galladas” etc. Peluquería,
d. Bachillerato integral
recreación 8 d. Alfabetización d. Autofinanciación
a.m. a 4:30
p.m.

Amistad Motivación Personalización Autogobierno Autofinanciación

35
Trascurridos tres días, los que espontáneamente quieran, hacen solicitud para
ingresar a la siguiente etapa del Programa, o sea, a Bosconia.
A través de un proceso lento y sin forzar jamás la libertad del muchacho, se busca
la comunicación con su familia.
Algunos buscan a sus padres con el fin de obtener datos que les permitan conseguir
sus documentos de identidad o simplemente para visitarlos y contarles que están
saliendo del mundo de la calle.
Sin embargo, algunos también se muestran reticentes pues no quieren saber nada
de los suyos. En pocos casos se ha logrado que el muchacho vuelva a su casa. Para
ellos sirve frecuentemente el hecho de que ya ha desaparecido la causa inmediata de
su salida que puede ser, por ejemplo, la presencia de los padrastros o el mal trato de
alguno de los mayores.
El Patio de La Once y la casa de Liberia se encuentran ubicados en un sector de
hampa, marihuana y prostitución. Para el muchacho estos sectores de la olla han
llegado a ser un ambiente normal, pues en ellos puede huir fácilmente de la policía,
encuentra amigos que lo defienden y sitios en los cuales puede vender fácilmente los
objetos robados.
Como se ve, los primeros pasos del Programa se llevan a cabo en el propio medio
del muchacho. No lo llevamos a nuestro mundo sino que vamos al de ellos en un
intento de convivencia formativa.
Bosconia
El tercer paso se inicia en Bosconia que también se encuentra situada en la “olla”.
Así empieza la etapa de personalización.
El objetivo es claro: procurar que el muchacho se encuentre a sí mismo, como
persona, a través de una vivienda digna y un proceso de alfabetización y trabajo.
Alfabetización y trabajo son el hallazgo de un sentido en la vida y el comienzo de un
camino. Cuando el muchacho del Programa se halla preparado para ser “ciudadano”
de La Florida, se realiza un curso de capacitación intensiva en filosofía del Programa
y liderazgo comunitario, durante un mes, en la casa llamada “Camarín”.
La Florida
Es el cuarto paso del Programa, la República de los muchachos. En un ambiente con
gran énfasis en la creatividad y responsabilidad, los muchachos organizan, dirigen
y evalúan, con la asesoría de su educador, las actividades. Construyen su propio
gobierno, hacen sus leyes, administran parte de los dineros de la comunidad, juzgan
a los infractores de las normas, se forman críticamente. Allí, además del aprendizaje
técnico, existe el bachillerato integral para los que lo desean.

36
Fundación Servicio Juvenil
El programa quedaría en cierta forma sin salida si no poseyera una etapa que
permite al muchacho integrarse plenamente al mundo laboral. Esta función la
cumple la Industria Juvenil Bosconia y el proyecto agropecuario que está a punto de
volverse una realidad.
La Fundación es un proyecto privado, independiente de la financiación Distrital.
En la industria Juvenil Bosconia, los muchachos son trabajadores y socios. Allí
“terminan” su capacitación técnica, al mismo tiempo que producen. Ésta es una
etapa que no sólo se autofinancia sino que permitirá inyectar ayuda en la medida de
las necesidades en las primeras fases del proceso. Algo análogo sucede con la parte
agrícola.
La infraestructura de las dos obras ya existe y se espera que a finales del año 1981
operen de forma completa.
Es importante observar que el antiguo muchacho de la calle encuentra resistencias
y desconfianzas en el medio ocupacional. Por esta razón es conveniente que esté
empleado desde antes y así no pase de una institución asistencial al mundo del
trabajo sino que se transfiera de un puesto de trabajo, con alta capacitación, a otro,
sin molestias ni perjuicios respecto de él. Entonces sí, el ciudadano del Programa será
un ciudadano del medio social y un agente constructivo del mundo del trabajo en
donde se haga presente.

37
Te r c e r a p a r t e

Recorriendo el Programa
Capítulo I

La calle-calle y Operación Amistad


Nos hemos reunido en la oficina central, de acuerdo con lo
previsto, el director y tres educadores de La Once. Esperamos
a un grupo de amigos que a través de una carta han solicitado
nuestra colaboración para conocer el Programa Bosconia-La
Florida.

¿De quién es la iniciativa?


La iniciativa proviene de unos profesionales que quieren conocer el ambiente
callejero y el Programa. Lo más indicado es empezar por un recorrido a la calle
durante el día. Esta noche, o mañana, si ellos aceptan, visitaremos algunas camadas.
De acuerdo. Si se trata de acercarse, así sea mínimamente, al programa del
gaminismo, no hay otro camino posible.
¡Aquí están ya!
¡Buenos días!
Bienvenidos ¡Los esperábamos!

Un amistoso intercambio de saludos y presentaciones para


recibir a María Clara, a Luis y a Carlos; personas muy interesadas
en la educación.

De manera que ...


¡A sus órdenes! Si en algo podemos servir.
No saben cuánto nos interesa ver lo que ustedes están realizando.
Desde hace un tiempo estábamos interesados en conocer personalmente el
Programa.
¡No hay como ver para creer!
¡Sin duda!
De veras nos sentimos muy honrados con su visita. Espero que las impresiones
que podamos intercambiar a lo largo de nuestra conversación puedan satisfacer la
inquietud que los ha traído. Cuenten con toda nuestra disponibilidad para conocer
la obra que estamos adelantando con el ánimo de dar respuesta, en parte, al problema
del muchacho desamparado de Bogotá. Quisiéramos, eso sí, que nos manifestaran

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libremente sus puntos de vista y sus opiniones a propósito de los diferentes aspectos
que veamos.
Es una mutua invitación a la espontaneidad, que me parece muy oportuna.
¿Cómo vamos a proceder?
Nuestra propuesta es empezar por la calle, haciendo un recorrido por algunas
vías que son así mismo el territorio de acción de los muchachos callejeros del centro.
Podemos hacerlo a pie; nos llevará una hora y media o máximo dos si lo hacemos
despacio, tomándonos el tiempo necesario para observar y comentar.
Me parece excelente idea, el día está espléndido. ¿Cuáles son esos lugares?
Podemos hacerlo a partir de la calle 6a con carrera 10a para llegar a los puentes
de la calle 26. Si nos repartimos, un grupo puede venir por la Caracas también;
como nos acompañan educadores ya veteranos en la labor, habrá oportunidad de
recorrer no sólo estas dos arterias, la 10a y la Caracas, sino además algunas otras vías
muy importantes para nuestro propósito: la carrera 11 en algunos sectores, la zona
de estación de flotas próximas al Parque de los Mártires, San Victorino, parte de la
avenida 19 y sobre todo el sector de las calles 20 a 24 desde la carrera 13 hasta la
carera 5 a.
Me entusiasma la experiencia. ¡Manos a la obra!
Son las 10:30 a.m... Podemos ir lentamente con la intención de volver a reunirnos
dentro de dos horas para almorzar.
¿Qué les parece la Rebeca como sitio de encuentro?
Aceptado ¿Y cómo nos repartimos?
Bueno, por la calle es mejor ir en grupos pequeños. ¿Les parece bien que vayamos
dos parejas y un grupo de tres? Pienso que es más fácil desplazarse y podríamos al
final recoger un mayor número de impresiones.
Encuentro acertadísimo el reparto. ¡Vamos, pues!

La camioneta de Javier nos condujo hasta la calle 6a. De allí


partimos tomando carreras distintas unos y otros. La intención
era apreciar el ambiente del muchacho callejero lo más cerca
posible. Con María Clara y un educador tomamos la carrera 10a
hacia el norte.

Desviemos hacia la carrera 11 para cambiar de panorama y conocer una olla.

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¿Qué son las ollas?
Son los sectores en donde confluyen prostitución, hampa, expendios de droga,
compra y venta de objetos robados, residencias de cuarta y quinta clase, en fin... los
ambientes más sórdidos de la ciudad.
¡Es un lugar céntrico!
Mucho. A pocas cuadras de la plaza de Bolívar. Recuerdo a un visitante que hacía
una observación parecida a un grupito de muchachos. Les decía: La olla está cerca de
la Presidencia, ¿no es cierto? –“¡Cual cierto!, si es al contrario” –le respondieron– “es
la Presidencia la que está en la olla”.
Son ágiles en la respuesta.
Y en verdad, en pleno centro se halla este submundo de suciedad y abandono. La
carrera 11 causa miedo. De las 3 p.m. en adelante sobre la misma 10a la imagen que
ofrece la prostitución es deplorable.
Nunca había venido por aquí, ¿no hay peligro?
Siempre hay peligro, como en todas partes.
Un poco más.
Admito que es cierto, pero creo que saldremos con bien al otro lado.

Nos vinimos por la carrera 11 hasta salir a la calle 9a; volvimos a


la carrera 10a; la dejamos para hacer una pequeña incursión en
San Victorino, regresamos de nuevo a la carrera 10a para avanzar
hasta la calle 19.

Los nombres de los cafetines y residencias son dicientes; Edén, Éxtasis,


Arabia, Delicias...
Ya ha podido percibir que es una zona muy fuerte.
Sí, sí. Claro que no sólo ocurre en Bogotá y en las ciudades colombianas;
también en Europa y el resto de América.
¡Indudablemente! Nuestra idea al hacer la caminata de hoy es recoger alguna
impresión de las calles más transitadas por los muchachos bogotanos del centro de
la ciudad.
¿Usted quiere insinuar que hay gamines en otros lugares?
Es un hecho; los hay en barrios como San Fernando, el Restrepo, Chapinero, Siete
de Agosto, Kennedy, el Lago... por decir algunos. Sin embargo, son los muchachos

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que actúan en la zona céntrica los más conocidos y en cierta forma los que más
incomodan.
¡Con razón! están más a la vista. Yo pregunto si existen diferencias entre el
gamín de barrio y el de sectores céntricos.
Sí, las hay. El muchacho que viene al centro siente la influencia de zonas como
la que estamos recorriendo. El sólo hecho de tener compraventas a diestra y siniestra
facilita que él se “descargue” rápidamente de los objetos robados. No ocurre lo mismo
en los barrios. El gamín de centro es más agresivo, más peligroso si se quiere.
Las razones saltan a la vista.
Ocurre que el mismo muchacho callejero de los barrios le teme al del centro. Lo
considera más atrevido.
Creo que también el hecho del elevado número de peatones que transita
por la zona centro favorece en gran manera la actividad de robo que ejercen los
muchachos.
Sin duda.
A mí me robaron el reloj en una ocasión.
Son muy hábiles en la técnica del raponazo.
Me imagino que perfeccionan sus técnicas y evolucionan.
Con relativa frecuencia renuevan en parte el vocabulario, las actividades, los
mismos lugares de reunión; en algunos aspectos el muchacho callejero de hoy no es
el mismo de hace uno o dos años atrás. Cambia y permanece el fenómeno porque
hay rasgos tan firmes hoy como ayer.
¿Puede indicarme algunos?
La camada, la gallada, las tradiciones del “pormis” y la “calurosa”, la ley del
silencio, el raponazo y el “abataneo”, la ropa grande, la jerga típica... en fin, es en
opinión de ellos mismos un “pueblito” organizado a su manera.
A decir verdad no alcanzo a entender el sentido de algunas palabras entre las
que usted mencionó.
De ello iremos hablando un poco. Pero vamos ya sobre la carrera 10a que es la
arteria principal del mundo gamín en la zona céntrica, así tendremos oportunidad
de ver cómo se pone a prueba la creatividad del muchacho para desempeñarse en
su “trabajo” o, como ellos dicen, para trabajarle a “don roberto”. Mucho se podría
escribir sobre las técnicas del robo; el peatón las conoce en buena parte pero siempre
lo cogen desprevenido.

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Ya nada vale para defenderse. A un amigo mío lo robaron la semana pasada
precisamente cerca al edificio de Avianca en la carrera 7a . Había aprendido de
los taxistas a llevar el reloj en la mano derecha y por eso viajaba en su automóvil
confiado, con el vidrio bajo. Era medio día y el tráfico avanzaba muy lento;
estaba distraído esperando el cambio de semáforo cuando al sentir un pinchazo
en la mano izquierda instintivamente movió la derecha para protegerse, en el
mismo instante vino el raponazo. Malhumorado e incómodo tuvo que reconocer
el ingenio de los “chinos” de la calle: se habían llevado el reloj.
Otra técnica semejante es quemar a los conductores en la mano con un cigarrillo
encendido.
Yo veo la cosa muy compleja. A veces nosotros los transeúntes de cualquier
acera no colaboramos ni mucho ni poco. Con mis propios ojos lo vi en la
calle 22 con carrera 7a. Un muchacho había robado unas empanadas de una
venta callejera; en ese momento corría para atravesar la calle sin importarle los
automóviles que venían a buena velocidad. La persona que lo perseguía también
cruzó la calle y, más ágil, agarró al muchacho. Él ya no tenía absolutamente
nada, cosa que convirtió la furia de aquel caballero en puños y patadas. Los
curiosos de siempre nos acercamos para reclamar: ¡no se aproveche, suéltelo!
Hoy no sé decir cuál sería la mejor actitud porque el muchacho salió triunfante
y feliz. Un poco más adelante lo esperaba un compañerito junto al cual se sentó
tranquilo a compartir las empanadas.
En casos concretos es difícil decir cuál debería ser la actitud adecuada.
Lo más indignante para mí es el robo de los aretes cuando la pobre muchacha
queda sangrando con una herida en la oreja desagarrada.
Sí, la verdad es que los muchachos no se fijan en las consecuencias posteriores,
tanto más que algunos, tímidos y poco hábiles, fuman marihuana antes de iniciar su
actividad.
¿Alguien les enseña a robar?
El mismo grupo y la práctica. Al principio emprenden acciones menos arriesgadas
como la del muchacho que se hace el distraído y se estrella con una persona para
estudiar su reacción. Si la persona no se ha dado por enterada, su compañero que
viene atrás entiende que las circunstancias son favorables para un raponazo sobre la
cartera, o el reloj o algún paquete.
Son acciones pienso yo, con un gran sentimiento de venganza y desprecio por
la sociedad que no tiene consideración ninguna por ellos.
En cierta forma, el robo de un limpiabrisas o una cartera es como un “impuesto”
que cobran los muchachos.

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Sin fijarse a quién se lo cobran y sin destino previsto.
Ellos lo utilizan para subsistir.
¿Sólo para subsistir?
Para pasarla bien en la calle.
En caso de un robo como el de un reloj, ¿qué hacen?
¡Lo venden!
¿A quién?
Existen compraventas que los conocen; allí les reciben lo robado a un precio
conveniente.
¿No son estafados?
El reducidor siempre tiene la ventaja. Un reloj de $3.0001 puede venderse en
$600 o algo así. Existe, sin embargo, un cierto convenio que tampoco el mayor
puede violar porque entonces el muchacho no le vuelve a traer objetos robados. Es
su recurso de defensa.
El dinero robado de un raponazo, ¿lo reparten?
Para ello existe la ley del pormis que significa “por mitad”. O sea, robamos y
repartimos. Puede corresponderles bastante en la repartición. Hasta metódicos
se vuelven cuando la necesidad lo impone. No sé si han reparado en las antiguas
casas que bordean la carrera 10a con calles 3a y 4a; ya son varias las que han ido
demoliendo. Son antiguos caserones con solar, según costumbre de la colonia. Pues
cuando iniciaron la demolición, por aquellos lados dormía una camada de medianitos
cuyo jefe era “Moisa”. No sé como se les vino a la cabeza la idea de vender las tejas
de la demolición. Cada noche como gatos trepaban al tejado y bajaban unas cuantas;
al día siguiente las vendían. Más de dos semanas les llevó el desmonte, y más de
mil tejas bajaron de las casas del sector. En un almacén de construcción que se las
compraba les daban un peso por cada teja en buen estado. Dígame usted si no es ése
un trabajo hecho con ingenio y colaboración.
Del ingenio no dudo un instante.
Hechos que pueden probarlo conocemos muchísimos. Hace como un mes supe
de uno que me causó hasta risa al ver que la víctima no lograba salir de su asombro.
Cerca de un parqueadero de la calle 16 con carrera 9a había estacionado su
camioneta; de pronto un “chino” de unos 10 años se acercó muy comedido para

1
Las referencias específicas a valores en dinero se conservaron para preservar el contenido original. No
obstante, valga señalar que pudimos estimar que (COP) $1 de 1979 equivale aproximadamente a (COP) $130
a finales de septiembre de 2009.

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decirle al dueño: “oiga señor, se le rompió algo allí en el tanque porque se está saliendo
la gasolina“. El niño lo acompañó para mostrarle. Efectivamente allí había un charco.
Mientras observaban, su compañero con mucha propiedad sacaba dos paquetes
de la cabina. Los muchachos estaban de acuerdo y uno de ellos se había orinado en
el automóvil para dar la impresión del escape de gasolina.
Los niños que crecen en familia no pueden competir en sagacidad con los
muchachos callejeros; la calle es una escuela de capacitación práctica muy
especializada.
Si uno se empeña en observar bien, puede descubrir escenas a cada momento.
En los buses ocurre con frecuencia también el robo.
Sí, los buses son escenarios de actividades variadísimas. Muchachos que abren
con cuidado la cartera de la señora e introducen una o varias veces la mano hasta
encontrar algo que pueda servir, el monedero generalmente. Es lo que en el lenguaje
de la calle se llama “lanciar”.
Ahora recuerdo una aventura que vino a terminar en risas y comentarios.
Ocurrió con un caballero de unos 45 años muy serio y compuesto. Ya había
llamado la atención porque de continuo hablaba en voz alta reclamando por la
lentitud con la cual avanzaba el vehículo. En una de las paradas un gamín se
coló por la puerta de atrás; el señor que viajaba al fondo protestaba ahora más
indignado, y con el pie empujaba al muchacho exigiéndole que se saliera.
Éste, ofendido, al momento encontró la respuesta a la dificultad. Rápidamente
se colgó del caballero y se bajó triunfante con un zapato en la mano. Nunca
había visto más confundida a una persona; ya no tuvo palabras ante la sonrisa
complaciente de los pasajeros que habíamos seguido la escena.
No faltan conductores de buses que en forma agresiva responden a los muchachos
arrancando intempestivamente cuando ellos están subiendo. Es un procedimiento
que ha llegado a ocasionar muertes.
Pero son hechos que no se conocen.
Es natural, van a dar al anfiteatro y nadie se interesa por ellos; son los muertos
N.N. que pasan a la fosa común.
Y todo por pequeñeces, porque creo que el gamín es un ladronzuelo que se
dedica a robos de menor cuantía.
En general sí. No falta sin embargo, el caso del muchacho que cumple una función
de apoyo en una incursión de mayor precio y riesgo, aunque no es lo corriente porque
ya son acciones propias de delincuentes.

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La acción en los buses tiene su aspecto simpático por la picardía que revela.
Algunas anécdotas ocurridas precisamente en los buses vienen a propósito para
ilustrar la picardía que usted menciona.
En los buses trabajan cantando; es lo ordinario. Un rapazuelo de algo más de siete
años acababa de entonar una canción de moda “que no me alcanza y que no y que
no, con lo poquito que gano yo”. Como lo hacen siempre, pidió una contribución.
Después de recoger a lo largo y ancho del bus, sin inmutarse volvió a la carga para
decir: “a los señores y señoras que no tengan una monedita, también les puedo recibir
un billetico”.
Llego a creer que por la misma ocurrencia algunos le dieron unas monedas.
Y hasta el billetico. Nunca les falta el ingenio para lograrlo. Día a día saltan al
ruedo, como ellos dicen, nuevos grupos de muchachos y nuevas ocurrencias aparecen
también.
Un compañero me comentaba una de ayer nada más. Dos pequeñines se colaron
en un bus y vino la eterna historia: “señoras y señores, vamos a cantarles una canción
para que nos colaboren con una monedita”. Cantaron, y muy comedidos recogieron
la contribución espontánea de los pasajeros. Al notar que ésta era demasiado
insignificante volvieron a intervenir: “los que no han dado nada preparen su
monedita que aquí les va la ñapa”. Y vino la segunda canción. De nuevo recogieron
las monedas que les ofrecieron, las contaron, y el más pequeño en voz alta explicó:
“los que todavía no han dado váyanse decidiendo porque mi ñero va a recoger por
última vez; ya no hay más ñapas”.
El hambre vuelve recursivo a cualquiera. Recuerdo a una parejita de
pequeñines que incluso llegó a decir: “a los que no colaboren los espero en la
puerta y ya verán”.
Es una afirmación muy cierta. Escuche una última historia de buses.
Conocí personalmente hace apenas una semana una nueva modalidad de trabajo.
Subió un muchacho sucio y decidido; dijo: “yo no les vengo a cantar como hacen
todos por que ustedes ya saben las canciones y están cansados de escucharlas. Yo les
voy a contar un chiste”.
Despertaron interés las palabras y la mayoría de personas estuvo alerta. “Era la
época en que los elefantes volaban de flor en flor cuando pude ver a un cojo salir
corriendo y a un ciego leer un periódico sin letras...”. Los pasajeros escuchaban con
atención pues no aparecía el desenlace. El “chino” seguía hablando: “un carro sin
ruedas iba a gran velocidad por una carretera que no existía y un muerto pidió la
hora! Señoras y señores, aquí termina el chiste”. Ante conclusión tan redonda hubo
una carcajada general y me consta que hizo una buena colecta.

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Entre unas y otras, en cuanto a dinero no la deben pasar tan mal.
Pueden disponer de $100 o más diariamente.
Entonces, ¿por qué van tan andrajosos?
Porque es una condición de su modo de vida; pueden vestir mejor, pero para
ser gamín lo más conveniente es vestir mal. Se puede decir que los andrajos son
el uniforme o distintivo dentro del mundo de la gaminería. El vestido descuidado
ayuda a provocar la caridad pública; además los pantalones y sacos anchos permiten
esconder con facilidad lo que han robado.
¿Y cuando se les acaba la ropa del todo?
Compran de segunda. La Plaza España es una de los mayores comercios de
vestidos usados; un gamín con $100 tiene para conseguir una buena “mecha”.
Los más grandes ya se exigen. Visten mejor, me parece.
Sí, el muchacho de la calle cambia. Cuando va saliendo del mundo del gaminismo
porque es mayor de 14 o 15 años comprende que ya no puede atraer la caridad
pública como un niño pequeño, entonces, como dicen, “se abre” y empieza otro
camino, el de la predelincuencia donde ya se viste bien y los compromisos son más
serios.
¿Pero sigue viviendo en la calle?
El predelincuente ya tiene modo de pagar hotel y ve con cierto desprecio a los
gamines llamándolos “cascareros”. Aunque también hay mayorcitos que gobiernan
una gallada a manera de auténticos explotadores. Caso que se da también en ocasiones
con los parientes. Esto sí que es lamentable. Viene el padrastro a reclamar a su hijo
porque “lo necesita”. Uno entiende que el niño le sirve de “llave” para robar. No es
raro que el muchacho llore y se resista porque conoce muy bien de qué se trata.
He leído historias parecidas pero a propósito de cárceles. Son situaciones
extremas siempre.
Inicialmente creíamos que estableciendo una relación con la familia del muchacho
se podía encontrar solución al problema. Y no siempre es así.

Estábamos en la carrera 10a con avenida 19. Era el último


trayecto antes de llegar al sitio convenido de encuentro. Un
grupo de muchachos muy pequeños que avanzaba entretenido
en el reparto de unas frutas, dio ocasión al nuevo diálogo.

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Me impresiona ver un grupo así, son tan niños todavía.
Es un hecho que manifiesta cómo el gaminismo adquiere cada vez aspectos más
dramáticos. Hoy es frecuente hallar galladas de “chinches”, todos ellos de siete, ocho
y nueve años.
Yo pienso que los transeúntes los ayudan con facilidad porque los reconocen
más desvalidos y necesitados.
Indudablemente despiertan más la compasión.
En ese sentido los pequeños, en principio, no acuden al robo para subsistir; ellos
piden.
¡Deben comer muy mal!
Sí y no. El fruto de un buen “abataneo” lo reparten entre ellos. La comida en
algunas ocasiones es un buen pollo asado o frutas; otras veces es “repele”.
¿Repele?
Así llaman los muchachos de la calle los sobrados de un restaurante que consiguen
comprados o como regalo. Lo reciben en una bolsa o talego; viene de todo: papa,
arroz, huesos, palillos, servilletas, colillas...
¿Es corriente obtener repele?
Es el pan de cada día. Hay restaurantes que ya tienen organizado el sistema. Y el
motivo es muy claro: los dueños necesitan ganarse la amistad del grupo si no quieren
que les roben.
También con este sistema se evita que los muchachos estén molestando a la
clientela pidiéndole las sobras.
Algunas personas creen que el problema de la comida es una de los más graves
para el muchacho de la calle. Y no es cierto. Él consigue comida aunque sea sucia. Lo
sucio no representa ningún problema. En el trato con los muchachos el factor más
importante no es ni la comida ni el vestido sino el afecto.
Con el gaminismo ocurre como con todos los problemas sociales; si se mira
superficialmente siempre se da una imagen equivocada. Es un asunto que
requiere, para iniciar su solución, además de buena voluntad, una buena dosis
de investigación.
¡Tiene razón!
Conste que al ir ahora con ustedes es la primera vez que no los esquivo al
verlos venir. Confieso que les tengo miedo.
Sí, a veces son peligrosos.

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¡Siempre!
Las muchachas suelen ser las víctimas de preferencia. Y no sólo para robarlas.
A una amiga la siguió un grupito exaltado de gamines silbándola y rodeándola
como si fueran a agarrarla. Ella subió al primer bus que se detuvo.
Es un campo donde las invenciones son de no acabar, porque cuando despierta
en el muchacho la inquietud, como nos decía un pequeñín que sacaba silbando las
palabras por entre el hueco de los tres dientes delanteros que le faltaban: “es que uno
no se aguanta”.
El público mismo y los transeúntes gozan también cuando ocurren escenas
parecidas.
Galladas en plan de ataque cuando se encuentran sacudidas por esa onda son
de temer. Se alegran si ven venir una muchacha, pasan corriendo y le levantan las
faldas, se tiran al suelo como dormidos y al cruzar la señorita ruedan hasta quedarle
enredados entre las piernas, se divierten atacando a las damas al descuido para tocarles
los senos. Una niña, tendría los 16 años, se sintió ofendida y le dijo al muchacho que
se reía adelante después de una travesura: “¡mocoso, vaya a una escuela y aprenda
educación!”. “¡Bueno, hembrita, pero si usted es mi maestra!”. Respuestas así
terminan cualquier diálogo.

Estábamos ya en la Rebeca, un sitio típico de la gamineria


bogotana en pleno sector internacional de Bogotá. Tres
muchachos, felices, se bañaban desnudos aprovechando el calor
del medio día. Con nuestros amigos decidimos ir a un restaurante
a almorzar; allí continuaríamos nuestra conversación.

¿Cansados?
Un poco. Pudimos observar y comentar muchos detalles. Recorro con frecuencia
algunos trechos de las avenidas que transitamos hoy pero nunca lo había hecho con
la atención debida hacia el fenómeno gaminismo.
Además, el compañero es un verdadero técnico de la calle; los muchachos lo
reconocen y lo aprecian.
Cada día ellos están en plena comunicación con las camadas a través de las
actividades que organizan en la calle como trabajo del Club de Externos.
Se nota al instante. Nosotros venimos también satisfechos. Hasta logramos grabar
algunos diálogos con varios grupos. Por qué no los escuchamos; ¡los encuentro muy
significativos!

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¿Encontraron resistencia de parte de los muchachos para realizar la grabación?
Un poco, al principio; pero se tranquilizaron con las palabras de Jorge Moyano,
quien les explicó que éramos amigos de Bosconia y que podían hablar con confianza.

El grupo se cerró en torno a la pequeña grabadora que empezaba


a entregarnos opiniones de los muchachos en su lenguaje
característico. Escuchábamos atentos.

¿Está enfermo?
“Hace un año me cogieron; en una tumbada me jodieron los artículos, usted
entiende, no? Las bolas que decimos nosotros... Pero nosotros nos pisamos; un
policía me alcanzó a agarrar, yo le di un cacharrazo y me le pisé.
Claro que a la tarde estaba todo tembleque. Como el robo fue grande, eso la
policía tiraba tiros a lo loco, pero corrimos y coronamos. El tuerto, que era el ‘perro’
de la gallada, nos felicitó... yo tuve que ir a un hospital... allá duré como ocho días”.
¿Se sufre en la calle?
“A veces sí, a veces no... uno tiene que cuidar su organismo... pelear con muecos.
Yo he tenido que probar finura”.
¿Pero el grupo lo defiende?
“Cada gallada tiene su idea, si llega uno nuevo lo prueban a ver si es sapo o
serio... a ver si le da culillo... yo una vez coroné $2.000.Esa vez fue un policía, yo iba
pa´l´España. Me fue cogiendo. Yo le dije:

–Me suelta y tiene media tabla.


–¡Este güevón también le jala al soborno! –dijo el tombo.
–¿Cuál... una tabla...tampoco? –dije.
–Ándele desgraciado.
–¡Dos gambas! –ahí se estrompó el tombo.
–Camine allí detrás de aquel carro. A ver, démelas.

Le di la plata y me fue soltando”.


¡Los policías reciben plata!
“!Claro! Un tombo que le decimos “mariquita” porque se mueve así todo raro...
uy, el otro día yo tenía el delicioso en la mano y vino a pedirnos... que plata... que a
ver chinos... ¿tienen mosca?... nosotros: no, no tenemos... y así lo cogen a uno y le
dan una mano de leñazos”.

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¿Cuántos son en la camada?
“Somos nueve”.
¿Hay niñas también?
“Nosotros buscamos chinas pero no de esas grandes que se la pasan en los Mártires...
por que ésas lo dejan a uno pailo... hay chinas que son toros, son chupasangre... yo
llevé un día una a la camada... y allá, pues ... que tome un granito, que dos o tres...
chupe p´adentro, bien, ¿no?... ¿come d´esa? ... ella dice: bueno y entonces, claro...
uno la va contentando... pero hay chinas que cosquillean a lo loco... yo estuve con
una allá en los huecos de la 26... ahora taparon todo... hay chinas que le paran el
brinco a uno... espere que se lo coja, dicen... unas son garroteras, y eso a uno le da la
arrecherra... uno le da amor, la cultiva... y la hembra se va contentando... si uno es
asiado no se le van... claro que a veces la pelaa se va... es que hay unos muy sucios...
tienen granos y, claro, la hembra le pega el brinco... Una vez, el año pasado yo llegué
a dormir y al rato sentí llorar a un niño... pero chiquito, eso el llanto uno lo distingue
porque lloran raro... el que yo vi era muy chinche... ni siquiera tenía el ombligo
puesto... después como que lo llevaron a la Hortúa... no me arrecuerdo”.
¿Hoy tienen buena plata?
“Nada... si tuviera me compraría una buen mecha... como esos que se les ve la
escama... ve estos zapatos, me costaron tres puntos”.
¿No ha “trabajado” en la mañana?
“Sí, pero estaba embombao y m´esvalijaron”.
¿Y el almuerzo?
“Pailo... cuando uno tiene plata compra una bandejita... compra un repele de
pega... y es bueno, le sale de todo...”.
¿No le gustaría ir a Bosconia?
“Pues sí... a veces digo: me voy a ajuiciar y me voy a pagar pieza a los hoteles... hay
algunos mal asiados y uno prefiere irse a la camada... acostumbrado a los grupitos,
uno quiere su gallada y a uno no le gusta sacarle el culo... eso de los hoteles está caro...
a mí el último me costó $35...”.
¿Hace mucho tiempo está en la camada?
“Hace poco... ya no había vuelto porque me les caí para la 30 allá la gente se pone
rabona por cualquier cosa... yo tenía pistiada la forma de salir y a la final aquí estoy”.

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Termina el diálogo con uno de los grupos. Nuestros amigos
habían seguido cada giro de la conversación con vivísimo interés.

Qué riqueza de expresiones tan propias de su mundo. Hubo momentos en


los cuales perdía yo la noción del argumento que se venía tratando.
Se pudo recoger una conversación representativa.
Así es. Las otras son más breves pero también vale la pena escucharlas.
Veamos:
¡Hola muchachos!
“¡Entonces qué!”
¿Cómo les va?
“Ahí lo ve; camellando... ustedes sí vacano, ¿no?... como no les toca tirar
andén...¿Tiene un peche?”
¡Si, tome!
“¡Gracias... sabe que estoy todo llevado!”
¿Qué pasa?
“Me dio las siete luchas... de malas que estoy... un cirilo que me la prendió... le
gusta este bobo”.
¿De quién es?
“De un mancito que esta mañana quedó todo sano”.
¿De un man?
“¡Seguro Me orino en los calzones si no es cierto!”.
¿Y aquél, qué le pasa?
“Le hicieron la maldad. Se metió con una gallada de la 22... se cansaron de la
china que tenían, la sacaron y se la montaron al pelao...”.

Todavía teníamos grabada una última conversación con un


grupo de mayorcitos, muy breve, también. El grupo atento,
continuó escuchando.

¿Y los gamines?
“El gamín no se hace; lo hacen”.

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¿Por qué dice eso?
“Porque a uno se lo desprecian... la gente lo mira como a un perro... claro que uno
llega a la edad y empieza a razonar como buen animal... pero eso es una tochada... a
la fija a uno le va mal”.
¡No siempre!
“¡Claro que siempre! ...ah, la verraca vida... con sus pormenores y sus pormayores...
uno se quiebra una pata y después siempre mira al suelo buscando el próximo hueco
para no caer... claro que uno aprende”.
Si te dan la oportunidad de salir adelante, ¿la aceptas?
“Sí, claro... hay que tener la moral en alto... el gamín no se siente inferior... es un
resentido social y moral. Si me dan la oportunidad la recibo”. “¿Se fija en el chino
pobre?, ése siente hambre y se aguanta, en cambio el gamín se rebusca porque es
firme en sus ganas... pero, qué va, ahí voy yo andando yo como un loco... ”.
Fue todo lo que pudimos grabar. ¿Qué opinan?
Muy interesante.
En la última grabación se refleja un muchacho ansioso de progresar, con
deseos de superar su situación callejera.
En general, el muchacho que ha sufrido los golpes de la calle desea salir del
gaminismo.
Son ocasiones magníficas para ayudarlo porque parte de él mismo es el deseo
del cambio.
Muy cierto.
Una obra educativa que sepa captar este deseo puede obtener resultados
espléndidos. Claro que los pequeños son víctimas felices en la calle; el hecho
mismo de hacer lo que les viene en gana, a su edad, es un gusto que no todos
tuvimos. Como decía un amigo: “La única frustración seria que me conozco es
no haber sido gamín”.
Alguna vez en una gallada del centro, al preguntarles si eran felices, uno de ellos
respondió: “Pues muy felices. No ve que somos libres como los pájaros”.

Ya estaba bien entrada la tarde cuando nuestros amigos se


despidieron de nosotros. Habíamos convenido encontrarnos
la noche del día siguiente para hacer una visita nocturna a
las camadas. Estaban resueltos a aproximarse a la realidad del
gaminismo en todo el sentido de la palabra.

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Eran las 10 p.m. cuando nos encontramos. Esta vez, venía con
ellos Luis Felipe, un amigo interesado también en la educación.
Tras las presentaciones y saludos de rigor, partimos. Nuestra
intención era hacer un recorrido por la zona céntrica de la
ciudad. El vehículo nos condujo rápidamente.

Siempre están en grupo los muchachos.


Sí, casi nunca están solos, aunque se dan casos. Y es muy comprensible que de
ordinario obren como grupo; es más fácil defenderse y eventualmente atacar.
¿Qué cosa podemos ofrecerles al ir a las camadas, dulces tal vez?
Es preferible ofrecer cigarrillos. A propósito recuerdo una anécdota que nos
ocurrió con unos visitantes. Al llegar a la camada el educador se acercó animoso a
despertar a los muchachos. Fueron apareciendo las cabezas, una tras otra; algunos
continuaron durmiendo.
Una de las visitantes, animada también por el gesto del educador, invitó a uno
de los que dormían: “hola”, dijo ella ofreciéndole unos caramelos al muchacho. Él se
incorporó y al ver la oferta que le hacía: “no joda, ¿y para unos dulces me despierta...?
Es oportuna la aclaración, entonces.
Aquí hay ya una camada. Descendamos...
A propósito usted habla de “camada” y de otra palabra...
Tal vez “gallada”.
¡Sí, sí! ¿Significan lo mismo?
Camada es el grupo que se reúne en un lugar para dormir. Gallada en cambio es
el grupito de muchachos que se reúne en el día para trabajar y defenderse.
Una camada puede subdividirse, para las actividades del día, en varias galladas.
Donde se tiene mayor cohesión de grupo es en la camada; allí el muchacho además
de dormir prepara chocolate, agua de panela, sopa..., la vida de la camada los hace
casi hermanos y da origen a una cierta dinámica grupal que tiene aspectos muy
positivos que posteriormente tratamos de aprovechar en el Programa.
¡La visita de esta noche es a camadas!
¡Sí!, pero es la gallada la que hace al gamín; le da nombre. Cuando a un muchacho
de la calle se le pregunta de qué grupo es, él casi siempre responde haciendo referencia
a su gallada.
Éstas se denominan por alguna referencia al lugar, o por alguna característica en
común, así hay las galladas de la 22, de la 19, del Bolivariano, de tonelada y media,
del jep, “El Cartucho”, etc.

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¿Son estables las galladas?
Son relativamente estables si bien su dinámica interna no es muy fuerte.
Supongo que cada gallada tendrá su jefe.
Sí, generalmente es el perro. Algunos prefieren decir que no hay jefe; aunque
si uno observa con detenimiento, puede darse cuenta de que poco a poco, en la
conversación, va apareciendo el que manda, el punto de referencia del grupo.
¿Suele ser el más grande?
No siempre. Es cierto que puede ser un factor decisivo en algunos casos pero se da
también el caso de jefes que con referencia al grupo no son los mayores, en cambio
son los más decididos o los más capaces de iniciativa.
De todas formas existe una jerarquía.
Muy clara. En todas las galladas existen figuras curiosas. Los “largos” son los más
viejos, los más grandes; los chinches son los pequeños, que cumplen una función muy
importante porque se prestan más fácilmente para pedir limosna o para intervenir
en un robo sin ser notados. El “coico” es el recién llegado y que, como tal, tiene que
cumplir determinadas tareas como la de mantener aseado el lugar, traer cartones, leña
o agua. Se da el caso de “chinches” que son jefes de gallada porque el “largo” es un
“jilipo” o tonto.
¿Alguna ley interna, también?
Obviamente, la ley fundamental es la del silencio, que es la protección comunitaria
para todas las actividades de la gallada. La consigna es defenderse. Si en algún caso
alguien cae en manos de un perro o de un policía, debe mantener silencio sobre lo
que ocurre en la gallada porque ser considerado “sapo” es una humillación para el
miembro de una gallada; en castigo es sometido a sanciones de carácter violento y
sexual; incluso puede llegar a ser expulsado.
¡En definitiva, la gallada posee su organización!
Algunas galladas por ejemplo valoran mucho las consecuencias que derivan de
las “pepas”, y así, aceptan que se fume marihuana pero de ninguna manera que se
ingieran drogas.
Son precavidos, además. Yo he leído acerca de los animales que tienen en las
camadas; se dice que los adiestran para la defensa.
En algunos casos ocurre como usted dice.

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Estábamos junto a un grupo de muchachos; bajamos del vehículo
y nos acercamos. Se protegían del frío unos contra otros y se
cubrían con cartones. A primera vista sólo había cuatro en el
grupo, luego fueron saliendo los otros.

Buenas noches. Hola, qué tal.


“Buenas noches”.
¿Qué haces?
“Por ahí vendiendo el mayor de la Bogotá”. Ya no queda nada... los papeles no
más, el paro, ¡usted sabe!”.
¿Es cierto que la otra noche los detuvo la policía?
“Sí, nos llevaron, qué se podía hacer... ¡A ver, muchachos!, tenemos visita... Sabe,
es que los pelados están trasnochados porque anoche hicieron recogida; algunos
estuvieron en la Estación dizque porque estaban durmiendo en mala parte y ¡el man
del garage llamó a la policía!”.
¿Aquí no molesta la policía?
“No, aquí dejan dormir”.
¿Sí ganas algo con la lotería?
“A veces alcanza pa´l hotel... hasta donde se puede porque no hay que pedir canoa
a nadie”.
¿Y al Patio de la Once, vas?
“¡No!, allá asisten manes muy cachorros. Sabe, necesitamos jabón para los piojos.
Hay unos que están bien metidos, y mucha liendra... a veces pasa la Cruz Roja...
le dan drogas a los chinos, los calvean, y les hacen tratamientos a los que tienen
algunas enfermedades...”.
¿Vienen de noche?
“Ahora rato vinieron... A mí me toca poner la cara por ellos... porque yo animo la
camada haciendo respetar los pelados”.
¿Montándosela?
“No, ni montándosela. Porque un muchacho que le vaya a pegar a un chinche me
tiene que pegar primero a mí; yo siento lo que a ellos les hagan”.

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Pero a ti te pegan fácilmente.
“Ay, le pegan... pequeño de estatura pero no sabe de corazón... no, los pelados
están progresando... ahora yo vengo los domingos y les traigo periódicos. Un chinche
se va con diez, otro con ocho y así...”.
¿Y estas cobijas dónde las guardan?
“¿Las cobijas? En el alcantarillado”.
¿Tienen perros?
“¡Sí!, teníamos cinco perritos, se robaron dos y vendimos tres; la perra grande se
fue toda aburrida por los perros”.
¿Dormían con ustedes?
“Conmigo no, pero con los otros sí. Los cargaban pidiendo comida para la perrita
que crió. Se vendieron tres por necesidad de plata”.
¿Cuánto les dieron por ellos?
“Por uno, $100; por otro, $80, y por el otro, $150. Todo eso fue para ropa en la
España. Allá dimos $200 por toda la ropa para los chinches”.
¿Pero la lotería no te da suficiente para vivir?
“Es que a veces da y a veces no”.
¿Y ahora qué se puede hacer por ti?
“Me ayudaron para la arenera”.
¿Y no quisiste ir?
“Pues sí, iba a ir, pero no cumplí la cita...”.
¿Y por qué no cumpliste?
“Me cogieron para la Estación... no tenía papeles... de manera que pailo”.
¿Quién te da la lotería?
“Un señor que me conoce. Me da veinte o treinta pedazos, y no me como la
plata... ¡Soy honrado!”.
¿Cuántos vendes al día?
“Yo vendo todo. A veces vendo 10 pedazos, cuando me pongo a correr por las
calles”.

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¿Qué ganancia te da?
“La lotería, si uno la vende toda, más o menos le da para vivir. Todo sale por
unos pesos. Cuando está buena la venta se venden hasta treinta o cuarenta pedazos,
pero como no le dan a uno sino veinte... porque dicen que de pronto se va uno con
miles...”.
Como quien dice, ¡es poquito!
“Ahí apenas... como uno no fuma cigarrillo, ni nada ¡Claro!, con $30, agua de
panela y pan al desayuno, y de almuerzo sopita no más..., ahí se pasa... mientras no
se le tumbe la cabeza al presidente...”

Todavía conversamos un rato con el grupo; nuestros amigos


repartieron cigarrillos y algunas galletas que llevaban. Después
de vencidos los primeros temores, la camada de nueve muchachos
se expresaba franca y espontáneamente respondiendo a cuanta
pregunta se le dirigía. Aprovechamos la ocasión y los invitamos
a visitar el Club de Externos. Nos despedimos deseándoles
“una noche feliz”, palabras que al pronunciarlas las sentíamos
cargadas de ironía.

¿Pelean con frecuencia?


¡Sí, muchísimo!
En su escala de valores, la fuerza física, la violencia y la agresividad ocupan
un lugar destacado. Y me parece normal: cuando el hombre se siente postrado
prevalecen en él los instintos de la agresividad en su forma más primitiva, y el
sexo en sus manifestaciones deshumanizantes.
Es correcta su observación.
La camada que visitamos nos recibió bien. ¿Es siempre así?
No, ellos toman sus precauciones; no quieren ser sorprendidos. Su escondite a
veces es una choza de cartones, una casa semidestruida, un lote baldío... Siempre hay
el temor de un “tira” o un “gofia”. Cuando duermen más al descubierto como las
camadas que están en las avenidas, lo menos que puede sucederte es que te despisten
con una información falsa o se burlen de ti.
Es comprensible. La desconfianza del muchacho es muy grande; el ser
humano no le inspira ninguna seguridad.
Las primeras veces cuando hacíamos las visitas nocturnas teníamos contratiempos
serios; ahora no lo es tanto, ya nos conocen.

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Son muy suspicaces.
La suspicacia deriva también del hecho de que en las camadas se cumplen escenas
escabrosas o violentas en las cuales inclusive han muerto algunos muchachos. Es
el caso de los “pipos”, por ejemplo. El pipo es una bebida hecha con ingredientes
variados: cerveza, leche, aguardiente, diasepán, gaseosa, gasolina...
¿Toman semejante explosivo?
Lo toman.
¡Qué barbaridad!
En los grupos se dan situaciones extremas, inaceptables para nosotros; es parte de
su mundo y de su imperiosa necesidad de sobrevivir. Esta anécdota puede parecerle
extraña, pero es un hecho auténtico. Nos ocurrió en la calle 22 con carrera 8a, a las
siete de la mañana. Un repartidor, en un movimiento torpe, dejó caer varias botellas
de leche al suelo; se quebraron y el líquido empezó a correr al borde de la calle junto
al andén. Un chinche, al ver la escena, dudó un instante... pero sólo un instante;
decidido, dos metros más abajo esperó el charquito de líquido que bajaba y de bruces
en el suelo se entregó a sorber con delicia...

–Oye, ¡está sucia!, ¡te hace daño! –le dijimos nosotros.


–!Cuál sucia!, no la ve venirtoda blanquita –y continuó sin
inmutarse en su tarea.
Otra camada; de nuevo el saludo, los cigarrillos y el diálogo
con los “ñeros”. Al comienzo lento y difícil, luego más abierto y
sereno. Estábamos en San Victorino.

¿Los otros?
“Por allá colándose en los buses...”.
¿Y a qué hora se acuestan?
“Por ahí de dos a tres”.
¿Todas las noches?
“A veces trasnochan”.
¿Pero de aquí a las 7 a.m. los sacan corriendo?
“No, a las 7 a.m. se levantan de aquí. O a las 6 a.m. Claro que ahora más tarde
los peladitos empiezan a jugar bolas ahí en el poste y a pedir plata a los borrachos que
salen de los cafés. Hay unos que regalan plata; uno les dice: “Va a regalar un pesito

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para el tintico, llave?”, y se lo regala. A veces se le pide un peso y le dan a uno diez.
Pero yo soy honrado, pa´qué”.
Dime, ¿tú qué haces?
“Por ahí camellando. Desde que salí de Bosconia la cosa se ha puesto dura”.
¿Cuánto tiempo estuviste en el programa?
“Yo no duré sino unos seis meses”.
¿Por qué te saliste?
“Vainas... usted sabe...”.
¿Tienes buenos recuerdos?
“Sí, claro que toda la vida llevo con gusto en mi corazón a Bosconia”.
¿Cuál es el más grato recuerdo que tienes de Bosconia?
“Los consejos que le dan uno... Uno se sale porque le gusta más la calle...”.
¿La calle es sabrosa, no?
“No, ahora en la calle uno tiene la boca como una polvera, en cambio en Bosconia
permanecía con la tripa llena”.
¿Y tú, cómo te llamas?
“Yo me llamo como me puso el cura, con una papa en la mula...”.
No, el cura no te dio ese nombre.
“¿Sabe cómo me llamo yo? Neftalí Arturo Gómez Pinilla, alias el marranito”.
¿No será una “chapa”?
“No, a mí no me gusta ponerme chapa en ninguna parte. Así me llamo, de veras”.
¿Y ésta quién es?
“Maria de Jesús Gómez Pinilla, alias la marranita”.
¿Cuántos marranitos son?
“Por todos somos ocho”.
¿Dónde están los otros marranitos?
“Ahora están roncando...”.
Bueno, ¿y qué tal los otros compañeros?
“Esos sí duermen”.

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¿Quién es ese que está contra la pared?
“Es el tuerto... Hola, despierten que está la gallada de Bosconia... parecen tapias
durmiendo... ya comienzan a estirar las piernas... ¡qué tan mal educados!... Hola,
ñero, a saludar...”.
¿Qué tal muchachos?... ¡buenas noches!... ¿Quién quiere cigarrillos?
“Venga para acá se lo hacemos oler y ahí mismo se levanta a chupar. Hola Mocos,
¡arriba hermano! Es a fumar Pielroja. Ese está muy trabado!”.
¿Y quién huele gasolina?
“Todo el pueblo menos yo con ese frío que hace... miren, por fin se despertaron”.
¿Qué hubo, Carlitos?
“Ahí lo puede ver... y qué más... ¿cómo va la cosa por allá en Bosconia?”.
¡Pues lo estamos esperando!
“¡Ustedes son esquineros... luego voy por allá y nada!”.
¿Por qué no vas mañana?
“¿Palabra?”
¡Seguro!... Y qué, ¿estuviste chupando gasolina?
“¡Qué se va a hacer! Aquí todo el mundo le jala a eso, hasta la Magdalena”.
¿Dónde está Magdalena?
“Es ésa de allá, la del trapo rojo; ese trapo rojo está lleno de gasolina”.
¡Mentiras, ella no!
“¿Que no?... Lo que pasa es que ustedes no creen”.
¿Y de dónde vino Magdalena?
“Despertémosla; que hable ella misma... ¡hola! Ya se despierta; con esa gasolina
quién sabe”.
Magdalena, somos de Bosconia... ¿quieres caramelos?
“Cuál caramelos...¡dele pielroja!”.
¿De dónde viniste, Magdalena?
“De la Victoria”.
¿Y tus padres?
“Por ahí andan... ¡yo no sé!”.

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¿Qué hiciste hoy?
“Cantar en los buses... eso ahora pagan muy mal... en la tarde no hice sino
veinticinco pesos... eso pa´qué... tuve que darle la mitad a mi mamá”.
¿Y por qué?
“Porque ella los necesita”.
¿Dónde vive tu mamá?
“Por allá”.
¿Y tu papá?
“Sabrá el diablo...Oiga, ¿por qué no reciben mujeres en Bosconia? Por ahí hay
muchas peladas... sería bueno...”.
Lo vamos a intentar.
“Siempre dicen lo mismo... y nada”.

Repartimos dulces y cigarrillos a cada uno; los saludamos de


nuevo y nos despedimos. Todavía queríamos visitar otra camada.

Cada grupo trae una sorpresa diferente. Aquí las niñas... qué tristeza ¡Siempre
son las víctimas más indefensas!... ¿Son muchas las niñas gaminas?
El número es bastante inferior al de los muchachos. Además su vida gamín es
corta porque rápidamente ingresan al mundo de la prostitución.
Lo cual ya es un problema más complejo... ¿Hacia dónde vamos ahora?
Hacia un lugar conocido como “El Cartucho”, bastante sórdido y peligroso; es el
sitio donde quizá se ingiere más “pipo”.
A propósito, una pregunta que quería hacer hace un rato: ¿son frecuentes los
casos de intoxicación etílica entre esta clase de muchachos?
Muy frecuentes no son, pero no faltan. En repetidas ocasiones hemos hallado
muchachos en estado avanzado de intoxicación o en un letargo absoluto. Todavía
tenemos pendientes algunos problemas en juzgados por muchachos que hemos
llevado a hospitales y que han muerto después de tres o cuatro días.
Cerca de aquí, en la Plaza España recogimos hace poco a un muchacho de unos
15 años en un estado lamentable; lo llevamos a la Hortúa, pero murió a los dos días.
En otra ocasión, en la calle 9a con carrera 4a encontramos un adolescente que había
muerto a consecuencia de un “pipo”. Posteriormente supimos que sus compañeros
lo habían agarrado a puntapiés pensando que se trataba de una borrachera normal.

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Estábamos en “El Cartucho”, plena zona negra de Bogotá. Una
calle estrecha, rincón de piperos, hampa y gamines. El grupo
de muchachos todavía jugaba cuando llegamos. Nos recibieron
con la frase “entonces qué, ñero”, la típica manera de decir algo
cuando no quieren decir nada.

“¡Entonces qué, ñero!”


Bien, ¿y ustedes?
“Como siempre...”.
¿Cómo así?
“Jodidos, pero nadie cede... Como ustedes no lo reciben a uno...”.
¡No hay cupos! ¿Fuman?
“No será ‘pielroja’, como le dan a los pelados de la 23 y del ‘Chochal’”.
¡Tenemos “Imperial”!
“¡Ah, eso es otra cosa! ¡Que se vean pues!
¡Hola, Sangreyuca, venga ñero! A la mula no le den que viene trabao”.
¿Trabado?
“Mire como habla... mejor dicho, no puede ni hablar... se traba casi todos los
días... pero eso le sirve para trabajar...¿usted comprende, no?”.
¿Y el “trabajo” de hoy?
“Está mal.., A ése le robaron la caja de embolar. Ahora le va a tocar una en
arriendo”.
¿Dónde la perdiste?
“¡Por la 24... pero yo sé quién me la peló!”.
¿Vas a vengarte?
“Por ahora busco la caja... lo demás se verá... ese ‘culoemico’ ”.
¿Y cómo te robaron?
“Mientras le vendía ‘El espacio’ a una vieja”.
¿Viste quién fue?
“No, pero ya se sabe... el otro día le robó una caja a un pelado de San Victorino...
mejor dicho... él no se la robó pero él es el que manda”. “Pero conmigo no...”.

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¿Es mayor?
“Sí... ese ‘culoemico’ es peligroso. No es como uno que está una vez con la lotería,
otra vez con la cajita, otra vez en el bus pero siempre honradamente... Aquí nos
encontrará usted siempre con la frente alta”.
¡Caramba!
“Sí, la verdá se dice. Haber cigarrillos para mi ñero”.
¿De dónde venían?
“¡De lucha!”.
¿Estuvo buena hoy?
“¡Buena! fue máscara contra cabellera. Le robaron la pelea a Rayo de Plata. Al
Médico Asesino le rompieron la columna”.
¿Cómo?
“¡Sí!”.
¿Que le rompieron la columna?
“Ahí quedó botado. Esta vez sí lo jodieron”.
¿Hubo más peleas?
“La Bestia del Pantano contra el Ciclón Chino. La última pelea estuvo ‘barro’”.
¿Y se vinieron a pie desde allá?
“No, eso está muy lejos... en bus... nunca falta dónde colarse uno... nos íbamos
demorando un poco y ya hace mucho sueño”.
¿Nadie más duerme con ustedes?
“Falta Marco; ahora más tarde viene”.
Nosotros nos vamos... aquí hay otros cigarrillos.
“Gracias... ¿Vuelven?”.
Sí, otra noche.
“¿Y qué? ¿No más paseos?”.
Estamos organizándolos. Ya veremos.
“Pero que sea como el de la otra vez”.
¡O mejor!... ¡Hasta pronto!

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Nos retiramos de la camada ya bien entrada la noche para tomar
un café en un restaurante y hacer los últimos comentarios antes
de despedirnos.

Hablan con entusiasmo de la lucha. Yo tengo entendido que es una payasada;


pura farsa.
Es una ficción. La gente lo sabe y la mayoría de los muchachos también. Para ellos
lo importante es meterse en el espectáculo, vivirlo.
El que lo observa con sentido crítico no lo puede disfrutar.
Es lo mismo que sucede, aunque a otro nivel, con el cine. En la lucha cada
llave o cada puño podría ser mortal para una persona corriente, no para ellos;
está calculado...
La pelea se ensaya como puede serlo una pieza de teatro. No faltan los golpes
fuertes de verdad, aunque el luchador sabe hasta qué punto puede utilizar cada
llave.
El mérito de la lucha está en la coordinación y la fuerza.
De cualquier modo, son atletas que hacen su trabajo con acuerdo y maestría.
Y ganan sus pesos.
Cambiando de tema y para satisfacer una curiosidad: ¿ustedes hacen con
frecuencia lo de esta noche, visitar camadas?
Sí, porque es el trabajo básico; nosotros lo llamamos Operación Amistad. Se trata
de buscar al muchacho en su mundo, de establecer relación con él, así como es.
¿Es una actividad que requiere un equipo especial?
Es el equipo del Club de Externos. Al frente de él está un grupo de educadores de
lo más selecto, ya que su actuación exige mucho sacrificio y entrega. Lo que hicimos
anteayer y esta noche es el inicio de la Operación Amistad.
Hemos ido por el principio. Me alegra.
Las fogatas son típicas. Se hace correr la voz: “¡hay fogata!”. Normalmente es bien
recibida la noticia porque ellos saben que habrá chocolatada, alegría, cantos; suelen
colaborar consiguiendo llantas y leña para la hoguera.
No se me habría ocurrido a mí una operación tan curiosa.
Es un estímulo que provoca respuestas espontáneas. Allí mismo en torno al fuego
se puede apreciar una gama de actitudes; los muchachos cordiales y entradores, como
decimos; los perros, que vienen con intención de robar o de hacer desorden; los
simples curiosos...

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Me agradaría participar con ustedes en una fogata nocturna.
Las realizamos con alguna frecuencia; lugares excelentes los hay al pie de
Monserrate o en algún barrio periférico. Es el momento de invitarlos al Patio de La
Once.
¿Y vienen?
Muchos vienen. No es la única forma de invitarlos. Un recurso eficaz es una
tarde deportiva también, en un parque como el Tunal. Pese al poco tiempo que lleva
el Programa casi no hay barrio en el cual no tengamos un amigo a través del cual
lleguemos a un amplio grupo.
Una pandillita sí debe ser peligrosa.
La presencia del educador es definitiva, porque pueden ser un centenar; número
suficiente para atraer a la policía; en efecto, nos llegan de pronto radiopatrullas. Pero
al darse cuenta de que somos del Programa, se retiran.
Veo muy importante la Operación Amistad. Me parece la forma más
razonable de enfrentar una verdadera educación. Por experiencia sé que en los
reformatorios se obra de distinta manera; los muchachos van llevados por la
policía.
Con las actividades del primer paso del Programa, pretendemos entrar en amistad
con el muchacho, mostrarle la obra para que sea él mismo quien decida entrar, y aun,
el que insista. Así llega a un lugar que aprecia y que él mismo ha buscado.
Es una empresa agotadora.
Sin duda, pero es tan importante que la venimos haciendo desde el inicio pese
a las dificultades que comporta. Es extenuante el hecho de salir de noche, de lidiar
muchachos groseros habituados a la pelea, huraños.
En principio puede parecer alcahuetería. Se necesita penetrar el sentido de
la amistad con los pequeños raponeritos para no caer en la tolerancia por la
tolerancia.
Ha captado usted el meollo del asunto.
Lo digo porque no siempre deben ser salidas color de rosa, ¡con gamines!,
caray...
Cierto, cierto.
Recuerdo una escena en un bus. Fui uno de los peatones testigos del caso.
Una galladita venía por la calle jugando; se detenían, volvían a correr... alguien
tuvo una idea más feliz; decidieron esperar un bus. Cuando llegó, a la fuerza
lograron abrir la puerta trasera y el más grandecito, un mono carirredondo, se

67
acomodó en la escalerilla de bajada impidiendo que se pudiera cerrar; al cambio
del semáforo estuvo listo para saltar al suelo al mismo tiempo que lanzaba una
enorme rata dentro del bus, que iba como es corriente en Bogotá, con cupo
y sobrecupo de pasajeros. Las señoras que viajaban atrás y alcanzaron a ver
la acción del muchacho, gritaron al tiempo. El grito debió generalizarse más
adelante al conocer el resto de pasajeros el motivo y no poder moverse del sitio.
Mal podría alguno de los ocupantes del bus aquél dejar de reconocer la gracia, a
veces cruel, de los gamines cuando les viene en gana hacer diabluras.
La organización del grupo en las salidas es una de las dificultades, y no la
menor, me parece. Eso de que vayan con alguien así como así me parece cuesta
arriba. Son muchachos sin obligación con nadie, además desconocidos en
algunos casos.
Nos ocurre con los paseos. Una mañana cualquiera se pasa la voz, la visita a
camadas la noche anterior sirve para citarlos en un lugar determinado, que puede ser
San Victorino; allí se les recoge, se les lleva al Club de Externos y se les proporciona
baño y desayuno y ... comienza la jornada.
¿Van con su ropa de calle?
Sí, sí, es inevitable. Son paseos supremamente ruidosos. Nosotros, sabedores de
las dificultades, tomamos precauciones.
Se requieren educadores excelentes, en extremos recursivos.
Con las piscinas en los paseos sucede que el muchacho por su misma presentación
se delata como gamín. Un kilómetro antes del sitio escogido para el baño se les da
una pantaloneta, se les hace cambiar en el bus y se organiza una maratón. Así son
aceptados en cualquier sitio porque dan la idea de un grupo de jóvenes que cumple
una competencia.
Nunca se me hubiera ocurrido.
El primer paseo, en los inicios del Programa, lo hicimos con algo más de 200
muchachos a Pozos Colorados, un lugar cerca de Santa Marta en donde había
antiguamente unas salinas. Fuimos en tren. Las primeras veces fue en extremo difícil;
hoy en día ya nos beneficiamos de la experiencia y de los muchachos mayores que
nos colaboran.
El tema es inagotable, lo veo; sin embargo, ya es un poco tarde y debemos
partir. Pero créame que volveremos para continuar; nos gusta la experiencia.
Pues estamos dispuestos a acompañarlos, con gusto.

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Cuando nos despedimos eran las primeras horas de la
madrugada; también a nosotros, el compartir con los muchachos
la Operación Amistad, nos había hecho más amigos.

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Capítulo II

La Once
Veníamos de la Avenida Caracas por la calle 10a, y ahora
estábamos recorriendo la carrera 11 hacia el Patio de La Once.
Después de la pequeña incursión en la calle y las camadas,
íbamos al patio para completar nuestra imagen de la primera
etapa del Programa: la Operación Amistad, o sea las labores del
Club de Externos de Bosconia.

Les cuento que son lugares en los cuales nunca había estado. Todo inspira
temor: las calles estrechas, los rostros de las personas, la excesiva suciedad y la
sordidez del ambiente.
Evidentemente es un sector peligroso. Suele suceder que mueran una o dos
personas semanalmente en incidentes callejeros. Así es el mundo del muchacho de
la calle. Y conste que estamos en pleno día, son las 10:30 a.m. Ya pueden imaginar
cómo serán estos mismos lugares después de las 7 p.m.
Muy activos, supongo.
Ésa es la palabra, por decir lo menos: muy activos.
Es otra ciudad dentro de la ciudad.
Sí, es cierto.
Nos decía usted que el lugar que vamos a visitar se llama, ¿La Once?
Es el nombre popular, y le viene de estar situado sobre la carrera 11. Aquí estamos.

Golpeamos en la puerta. Al instante el educador responsable de


la entrada acude para invitarnos a seguir. Ya adentro, vemos el
gran patio, lleno hoy de muchachos que corretean de aquí y allí.
El saludo a Javier y a la pareja que lo acompaña es tumultoso
y alegre. Con dificultad continuamos el diálogo, entrecortado
por intervenciones que piden a gritos: “me recibe”, “me sube”.
Los dos amigos vacilan un tanto al comienzo, luego se animan
a dar la mano sin temor a los muchachos, sucios y andrajosos.

Caray, veo que la presencia de ustedes es casi una fiesta aquí.


Ojalá lo fuera. Será el mejor logro de nuestro trabajo.

70
No entiendo por qué lo dice con tanto énfasis.
Es la clave de la actividad inicial. Y en especial en La Once. Estamos en la
Operación Amistad.
No entiendo mucho.
Pues mire: a un muchachito atrevido, ladronzuelo y sucio como es el clásico gamín
bogotano, pocos se le acercan en plan de amistad. Y las razones son naturalmente
diversas. Nosotros por nuestra parte queremos ser sus amigos. Nuestra actitud y el
patio que ve son un ejemplo concreto.
Veo que insiste en la amistad.
Es la definición misma de esta etapa del Programa.
Ustedes inician el trabajo lanzando algo así como una red a los muchachos,
para atraerlos.
Es exacto.
Esa red está formada por paseos, excursiones, fogatas... lo que hicimos en
días anteriores: la visita a camadas, y al final las actividades del patio.
El proceso es como usted lo describe. Y lo llamamos: Operación Amistad o
actividades del Club de Externos.
Mi primera observación es decirles que lo hallo un inicio diferente a cuanto
yo conozco, y me parece fundamentado en el buen criterio y en la libertad. Aquí
no entran policías, supongo.
No, no entran. Por las razones que usted expresa. Estaría en contradicción con la
actitud de espontaneidad anotada antes.
Pero vamos por partes para hacer claridad. Un muchacho... cualquiera de los
que vemos aquí, ¿cómo llegó hoy?
Ya somos conocidos suyos; lo hemos visitado allá donde él vive, en su camada
una y otra vez. Cuando ya nos “distingue” le proponemos que venga a visitarnos. Le
comentamos del lugar, de los servicios que tenemos, le damos la dirección. Así van
llegando. Además, la noticia se riega y muchos más van conociendo La Once.
¿Cuántos serán? Unos 80.
Sí. El número varía siempre. En algunas ocasiones llegan a ser hasta 120 y más.
¿Cuáles son las actividades aquí?
Se tienen los servicios básicos: atención médica y odontológica, duchas de agua
caliente, lavado de ropa, algo de comida, recreación, peluquería...

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Ellos pueden recibir el servicio que quieran, ¿verdad?
Así es... Y lo que interesa es la amistad. Fíjese en aquel morenito que está jugando.
Su apodo es ‘tombo loco’.
Vaya nombre.
Pues ahí donde usted lo ve es un marihuanero de tiempo completo. Él siente la
amistad cuando con la cara sucia llega y le dice a la Hermana Cecilia que dirige el
patio: “guárdeme esto”. Ella recibe el paquete de marihuana mientras el ‘tombo loco’
va a bañarse con agua caliente. Al salir, “encaleta” de nuevo el paquete, juega un rato
y después del medio día se va. Aquel otro muchacho por ejemplo: el saco largo que
lleva le permite esconder hasta limpiabrisas. No tiene nada de raro que ahora lo saque
y le diga al educador: “guárdemelo mientras me baño”.
¿Y el educador se los devuelve?
Desde luego. En La Once los educadores no toman la actitud de decidir si es
bueno o es malo un comportamiento. Su misión es tomar actitudes que afiancen
la amistad; no manifiestan sospecha ni mucho menos indagan o moralizan. El
educador es un amigo y su actitud en el Programa es diferente a la de un policía o
la de un profesor corriente; quiere ganar la confianza del muchacho. Hay exigencias
mínimas; por ejemplo, no fumar la marihuana en el patio. En algunos casos llegamos
hasta a comprársela y la quemamos; sin embargo, no siempre tenemos los recursos
económicos para eso.
Me atrevería a decir que ustedes son demasiados permisivos.
Yo diría más bien que tenemos planes a largo plazo. Todo el trabajo de la calle, los
Clubes Callejeros y La Once, está enmarcado dentro de esa gran consigna que hemos
convenido en llamar Operación Amistad.
Es una etapa previa en la cual buscamos una primera relación con el muchacho,
vamos hacia él; más tarde, conociéndonos y estimándonos él se acercará a nosotros
para pedir ayuda, entonces sí podremos con verdadera razón empezar a plantear el
cambio porque es él quien pide, y lo hace a una persona que él acepta y aprecia.
¿No es ir muy despacio?
Yo diría que el edificio educativo, como cualquier construcción, es tanto más
resistente cuanto más fuertes son los cimientos. Si nosotros logramos en la primera
parte del Programa ganar la amistad del muchacho, que sea él quien pida entrar,
entonces hemos colocado bases serias y firmes. Esto es válido todavía si pensamos
en los lazos familiares que no existen o, si físicamente existen, no representan nada
para él.

72
¿La Once se entiende como la base del Programa?
Exactamente. La actitud de los educadores en el patio va dando frutos en los pasos
superiores de Bosconia y La Florida. Es todo un trabajo de equipo.
Volviendo a la actividad misma de La Once, ¿cómo se desarrolla?
A las 8 a.m. se abre la puerta y se cierra a las 4:30 p.m. Los muchachos van
llegando por grupos. En la mañana suelen venir en mayor número porque es más
difícil el repele; los restaurantes están cerrados y en los lugares donde suelen pedir,
todavía no hay nada.
Me manifestaba usted que el número de los asistentes es variable.
El número que frecuenta La Once depende de algunas actividades o espectáculos:
encuentros deportivos, lucha libre, batidas de la policía, etc. También puede depender
de la aparición de ciertos personajes de la calle, muy desafiantes, que infunden miedo
y destierran de un sector a los más débiles.
¿Conocen ustedes a esos personajes?
Sí, los conocemos, aunque no siempre es fácil descubrir y contrarrestar este tipo
de elementos negativos.
¿Hasta qué hora permanecen los muchachos? los que están hoy por ejemplo.
Salen a diferentes horas. La mayoría después del almuerzo se va a “trabajar”.
¿A trabajar?
Sí. En lenguaje callejero no se dice robar sino trabajar.
O sea, mientras están aquí no trabajan. Dicho de otra manera, vienen a
prepararse para luego salir a robar. ¿Ofendo con esa afirmación?
En absoluto. Algunas personas nos han reprochado con expresiones semejantes
afirmando que los enviamos a robar. Y es sólo porque no se mira el Programa en
conjunto. Al salir de La Once el muchacho se dedica, por fuerza, a sus actividades
callejeras.
Mientras el muchacho tiene su residencia permanente en la calle, roba para
subsistir. Lo que nosotros hacemos es irlo sacando poco a poco de la calle para
plantearle un proyecto de vida diferente. La labor del patio es el inicio de esa tarea.
Cada aspecto está previsto de manera intencional... ¿Cuál es el sentido por
ejemplo de frases como “me recibe” “me sube”?
Los servicios del patio llevan a despertar un sentimiento de dignidad que en boca
del muchacho es “¿me recibe?” y que traducido a nuestro lenguaje viene a corresponde
a la expresión “yo quiero cambiar”, “yo quiero progresar”.

73
Vuelvo a pensar que es un proceso lento.
Volviendo a la comparación de antes, son los cimientos de la construcción, del
cambio. Por que es un cambio en el sentido más denso de la palabra. Se necesita no
correr más de lo necesario.
Pasando a un tema diferente, ¿vienen muchos enfermos?
Con todos, la primera atención es brindarles la ducha caliente con jabón desinfectante.
La suciedad en que vienen favorece el desarrollo de enfermedades. Uno de los grandes
combates, por ejemplo, es contra los piojos y las liendres, ellos lo llaman “carangas”.
Es un problemita tan difícil de combatir que por consejo de la enfermera en algunas
ocasiones el único remedio es rapar completamente.
Veo que ustedes se mueven con mucha tranquilidad en estos ambientes.
El riesgo de infecciones y contagios siempre existe. Las enfermedades de la piel,
la tisis, los casos de venéreas son bastantes frecuentes aun entre muchos pequeños.
¿Entre pequeños dice usted?
Sí; pocas veces las personas reflexionan en ello. Muchachos de 12 años y menores
tienen estos problemas.
El puesto de salud los atiende; es como un pequeño hospital a donde acuden en
casos urgentes que, dada la situación de la calle, podrían llevar a complicaciones de
gravedad.
Algunos muchachos heridos por robos no quieren ir a hospitales porque allá
deben dar razón de la herida y de los hechos; prefieren venir a nuestro centro con la
esperanza de ser atendidos.
Las enfermedades más frecuentes.
Son muy frecuentes las venéreas; y en general enfermedades de tipo infeccioso;
heridas hechas con navajas o “fierros” ocasionadas por disputas entre ellos mismos. A
veces, heridas a bala cuando son sorprendidos robando. Algunos son casos graves. En
días pasados un muchacho recibió un balazo que le atravesó el labio.
Quizá es uno de los servicios que más agradecen, ¿verdad?
Indudablemente. Aquí llegan muchachos con quemaduras hasta de tercer grado;
deben permanecer 15 o 20 días en tratamiento.
¿Muchas anécdotas?
De todos los colores. El patio por sí mismo constituye un riesgo y una aventura
permanente.
Ocurren historias curiosas. Ésta por ejemplo. Estábamos con un grupo de
visitantes de varios países en La Once. Comentábamos de todo un poco. Un

74
muchacho de una batida había sido llevado a una estación de policía; por una ventana
se había colado para robar un par de cajitas cilíndricas y ahora jugaba con ellas en
el patio, mostrándoselas a los compañeros. Papá López, educador, exsargento de la
policía, dijo que eran bombas. Sin embargo, estaban tan viejas y sucias que nadie
les dio importancia. Al rato el chino vendito resolvió destapar las bombas de gases
lacrimógenos. Ya pueden imaginar la confusión y el desconcierto general que produjo
el estallido. Es hasta cómico. A veces la misma policía recoge a los muchachos con la
intención de retenerlos 24 horas o más, pero hacen tantas diabluras que los sueltan
antes de cumplir el tiempo previsto porque desesperan al más valiente. Por otra parte,
tratándose de niños tan pequeños no pueden aplicar mucho rigor con ellos.
Mucha paciencia se necesita, pienso yo. Desde el momento en que ustedes
les permiten actuar y expresarse como ellos son en su vida real, los recursos
educativos deben ser mayores. Los muchachos son ocurrentes y groseros en
extremo. Un amigo me comentaba una escena que tuvo que presenciar hace una
semana.
Una manifestación avanzaba por la carrera 7a hacia la Plaza de Bolívar: pancartas,
frases desafiantes en carteles, gritos combativos... Al lado de los manifestantes, un
grupito de gamínes. No faltó el señor de corbata, comedido y decente que les soltó
la pregunta:

–¿Qué hacen ustedes ahí?


–¿No ve?... vamos a la revolución! –dijo un muchacho.
–¿A la revolución?... y ¿por qué? –preguntó el señor.
– Este man sí es raro... por qué va a ser... pues por joder! –le
respondió enérgico el mismo muchacho.

Tienen la respuesta a flor de labio.


Uno se queda sin palabras.
Los percances que suceden a diario son de lo más insólito que pueda uno
imaginarse. Ahora, que si la víctima del chasco tiene carácter para sobreponerse al
incidente, allí puede estar el inicio de una fecunda amistad.
El caso más curioso que recuerde ocurrió durante la visita de un grupo de
universitarias. Eran ocho o diez, no recuerdo con precisión. Venían a conocer el
patio. Conversaron con los muchachos, les hicieron las eternas preguntas de
investigación que hacen los estudiantes: “¿eres gamín?”, “¿has fumado marihuana?”,
“Oye”, ¿y qué tal eso?, “tú no tienes papá ¿cierto?”. Preguntas iban y venían cuando
un “chino” llegó por detrás y a una del grupo, María Cristina, le acarició las piernas.
Ella reaccionó de inmediato y apenas pudo distinguir el rostro del muchacho que
corría confundiéndose con los que jugaban al balón. La entrevista continuó: “¿estás

75
contento en la calle?”, “¿no te da miedo robar?”... Eran tantas las preguntas y el
entusiasmo que despertaban las niñas que los muchachos se acercaron en número
mayor. María Cristina estuvo atenta; cuando distinguió al chino de la aventura lo
llamó aparte: “Oye, ¿cómo estás?, ven conmigo... ¿te gustan mis piernas? ¿verdad
que son bonitas?, ¡míralas bien!”. El muchacho esperaba un pellizco o algo así, ante
semejante propuesta quedó perplejo. Largo rato dialogaron, él termino pidiéndole
disculpas y rogándole que lo ayudara a ingresar a Bosconia. Esta niña, además de
bonita, era ocurrente y entendía que cualquier percance puede ser utilizado en bien
del muchacho.

Recorrimos acompañados de los muchachos, uno a uno,


los servicios que el patio les ofrece. A nuestros amigos les
impresionaba la espontaneidad con la cual se acercaban a la
enfermería, a la peluquería, a la ducha caliente.

¿Es siempre así?


Con las novedades que trae cada uno de los días. Nunca faltan.
El puesto de salud se halla en permanente movimiento, según veo.
Hay una religiosa dispuesta a atenderlos así vengan drogados o heridos; basta que
sean muchachos de la calle.
¿También a los mayorcitos?
A ellos se les facilita la ducha caliente pero no permanecen en el patio porque
suelen aprovecharse de los más pequeños.
¿Son frecuentes los problemas?
Bueno... no tanto. Cuando se dan, es necesario mostrarse muy firme. Nos ocurrió
por ejemplo con un largo. Había prohibido en la calle a los pequeños acercarse a
La Once; lo supimos y Camilo tomó la iniciativa: “vamos a buscarlo”. Así se hizo.
Durante tres días se le buscó, sin hallarlo, pero el gesto hizo fama en la calle. El largo
se marchó del sector.
Sería interminable la narración de anécdotas. Algunas son ejemplares.
Un grupo de cuatro muchachos formó una pandillita de matones que se dedicó
a “cascarles” a los más pequeños. El asunto ya era delicado pues hasta organizaban
pedreas contra el patio.
Fue una excelente ocasión para favorecer la solidaridad dentro del grupo. Los
educadores reunieron a los muchachos y los motivaron con una arenga: “muchachos,
tenemos los enemigos a las puertas, nos están atacando; necesitamos organizar una
defensa del patio”.

76
Bastaron pocas palabras para organizar grupos dispuestos a actuar inmediatamente.
Motivados, los muchachos se lanzaron como un batallón contra los agresores y el
asunto hubiera llegado a mayores si no se hubiera tomado la precaución de colocar
un educador que oportunamente debía intervenir para lograr una solución pacífica
con la condición de que los “largos” se fueran.
Ahora entiendo mejor la importancia de ser amigo de los muchachos.
¡Y de los educadores!
Sí, sí. Ya lo creo.
Un día, jugando fútbol, el balón fue a dar a casa de un vecino. Por desgracia, se
trataba de un señor de muy malas pulgas, dueño de una casa de citas, a quien se le
ocurrió la infeliz idea de quedarse con el balón. El educador fue a explicarle: “son
muchachos, estas cosas suelen ocurrir...”.
Tan disgustado estaba el otro que decidió retenerlo también. No tuvo una idea
peor; los muchachos salieron dispuestos a romper la puerta pues se difundió la
noticia de que estaban golpeando al educador. Intervenimos nosotros para que no
quemaran la casa. A este señor la vida se le hizo imposible hasta el punto de tener que
abandonar el sector.
Debe ser difícil conseguir educadores para trabajar en La Once.
Por fortuna son excelentes los que tenemos. No puede aceptarse a cualquiera.
Debe querer su misión, ser hábil y recursivo, capaz de afrontar con una gran dosis
de paciencia los diferentes problemas cuya solución no cabe en ninguna receta
preestablecida. Algunos educadores gozan ya de un merecido prestigio por su
eficiencia en la labor con los muchachos; es el caso, por ejemplo, de Pastor López y
Manuel Ospina, más conocidos popularmente como papá López y Majito.
Por otra parte, para favorecer el conocimiento de la realidad misma del muchacho
callejero, todo educador debe empezar su trabajo en el patio durante un período
mínimo de quince días.

Los muchachos estaban en plena actividad: jugaban, corrían,


participaban en el concurso de goles organizado en el ángulo
del patio; algunos también peleaban. Nuestros amigos seguían
preguntando.
La Once viene a ser como un refugio diurno.
O como una embajada, con su territorio especial.

77
Me llama la atención la espontaneidad de los muchachos y el aseo. En realidad
no es corriente ver un ambiente juvenil, y menos de gamines, tan limpio.
Tiene razón. Aquí se respeta al muchacho y se le deja hacer hasta cierto punto
lo que quiera. Es una confianza con buenos resultados como la limpieza. Él, poco a
poco, siente el deseo de mantener aseada la casa porque la considera como propia.
Dicho en esos términos, parece muy fácil.
Y no lo es. Como puede apreciar, una de las facetas predominantes a simple vista
es el entusiasmo, la alegría, el fervor en las actividades. Es casi una fiesta. Y debe serlo
así porque afuera está la calle, llena de atractivos.
Ustedes se lanzan a una competencia con la calle en atractivos.
Es una acertada definición de nuestro intento.
Y una pretensión difícil de lograr; aunque considero que es la forma más
adecuada de organizar las actividades cuando no se obra por presión externa o
por fuerza de la autoridad.
Sería magnífico lograr competir con la calle y vencer gracias a un conjunto de
actividades lúdicas llenas de contenidos valiosos bien programados. Es un desafío
constante. Hoy mismo, al hablar con una galladita de adolescentes en el Parque de
los Periodistas, ellos me explicaban con su lógica concreta cómo, sin embargo, son
mejores los halagos callejeros. Preguntaba yo si iban a La Once. Respondieron:

–Sí, vamos a bañarnos.


–Tan sólo a bañarse, ¿por qué? –les pregunté.
–El baño es bacano, lo demás no, qué hace uno perdiendo el
tiempo allá cuando hay tanto trabajo afuera –me respondieron.

Maravillosa la respuesta. Es una razón de peso.


Y de “pesos”... El grupito me impresionó; hasta nos ofrecieron unos “limpias”:
“baraticos se los dejo... y son oligarcas”.
Es la pasión por su libertad.
Y por su tiempo, fácilmente traducible a dinero.

El partido continuaba entre la más vibrante exaltación. Nosotros


ingresamos a la lavandería, lugar en el cual el muchacho puede
entregar su ropa y recibirla limpia a las tres horas.
¿No les dan ropa nueva?
En ningún momento. El servicio es de lavandería. Se les lava la ropa, se les
remienda y se les devuelve.

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Ustedes tienen aquí un verdadero contacto con el mundo gamín en un
ambiente de franca espontaneidad.
Aquí, día a día profundizamos en el conocimiento del muchacho. Luego, los más
golpeados por la calle van ingresando al Programa en la medida en que hay cupos y
ellos piden.
Observando los rostros veo que son niños y me pregunto por los hogares de
donde proceden. ¿Tienen ustedes servicio social? ¿Realizan visitas a los hogares?
Sí, en una etapa posterior. Al respecto, nos apartamos de la consigna según la cual
lo primero es atender a la familia. Y no por desconocimiento o menosprecio.
¿Entonces?
Al inicio visitábamos con frecuencia los hogares y nos dimos cuenta de la magnitud
del problema. El gamín no tiene familia. Puede tener una familia física, puede tener a
la mamá o al papá, pero la relación está completamente alterada.
El ambiente familiar del legítimo muchacho de la calle está tan deteriorado que
en vez de aportarle beneficios, le crea más problemas.
Tal vez usted exagere.
De ninguna manera. A un muchacho de La Florida, Luis, logramos animarlo
después de mucho trabajo a volver a su casa. Ya era un muchacho que estaba saliendo
adelante como se dice, y queríamos vincularlo de nuevo al hogar.
Aceptó dormir una noche en su casa el fin de semana y regresar el domingo. Al
volver preguntamos: “¿qué tal?”, “¿cómo le fue?”. Se le humedecieron los ojos pero no
respondió. Más tarde nos dijo: “a que voy a mi casa si en la noche antes de acostarnos
es costumbre que todos fumemos un 'varreto'; yo no quiero volver a empezar”.
Lamentable.
Y no es caso único. Con frecuencia van a la casa y el padrastro o los hermanos los
obligan a robar.
Con la familia ocurre algo semejante a lo que hace el médico que realiza una
operación y al abrir descubre un caso avanzado de cáncer; vuelve a coser la herida
porque no hay remedio. Sabemos y constatamos que el problema familiar es grave y
no estamos en condiciones de afrontarlo.
Entiendo. La especialidad del trabajo de ustedes es clara. La labor es atender
a los gamines que hay por la calles.
La visita a las familias se hace a todo lo largo del Programa, en la medida en que
el muchacho lo permita. Así logramos conocer el ambiente de donde procede para
tratar su caso de una manera más adecuada.

79
¿Nunca lograron vincularlo de nuevo al hogar?
Sí, se dan casos. Muy pocos, claro está.

María Clara se acerco a nosotros. Había estado recorriendo el


patio con los educadores y dialogando con los muchachos largo
rato.

Estoy sorprendida. Hace un momento un muchachito en el patio me decía:


“tenemos dos buses, uno verde y otro amarillo”.
¡Es verdad!
Los educadores me explicaban que se referían a los buses que utilizan los que están
en Bosconia y La Florida. Aún no han ingresado y ya sienten propios los servicios
del Programa.
El muchacho se identifica con el Programa; desde aquí, lo considera suyo.
Es algo que puede explicar el sentido de colaboración que se ve en las
actividades que se promueven.
Sacamos provecho del sentido grupal que caracteriza al muchacho callejero.
Algo debe influir el aviso que está escrito en la pared: “O hay pan pa´todos, o
pa´ninguno”. Ahora mismo al explicarme me lo decían muy gráficamente: “aquí
los jodidos somos todos... si logramos algo debe ser pa´todos”.
Y se expresaba con una seguridad que me hacía pensar en algo que les escuché
el otro día a ustedes: los gamines se sienten muy solidarios con su grupo.
Es característico, de veras.
Al conversar con ellos, cambié mucho la opinión que tenía, pues jamás me les
hubiera acercado con confianza y menos para hablarles.
¿Muchas palabrotas en el diálogo?
Bastantes. Aunque creo que son menos palabrotas en boca de ellos que en la
de los mayores. Ésos sí, no ahorran ninguna.
La confianza permite lentamente ir enriqueciendo su mundo de nuevas palabras
y de nuevas realidades. Aunque al principio no todos comprenden la importancia de
tolerarlas. Es otra mina de sucesos divertidos... Hace un mes organizamos un partido
de voleibol con los “ñeros” del patio. Un grupo de personas mayores se atrevía a
desafiarlos. La noticia fue motivo de entrenamientos, de organización de barras, de
selección de jugadores. Y vino el encuentro. Los mayores se presentaron con un
equipo en el cual participaban también dos señoritas; era un equipo que no jugaba
bien, sólo pretendía dar una nota de entusiasmo y alegría a las actividades.

80
Había un grupo de barras que animaba a los mayores que empezaron perdiendo;
sus partidarios gritaban y vociferaban: “al ánimo, al ánimo...”; un chinchecito, viendo
que ni las barras lograban mejorar el puntaje siempre adverso, se acercó a una de las
participantes, una secretaria, y le dijo:

–Pilas, que vamos perdiendo.


–Es que yo no sé jugar –dijo la señorita.
–¡Ah! con razón, porque cada vez que le llega el balón la caga!
–concluyó el niño.

Es un hecho que me hace recordar la cara de sorpresa de un amigo la semana


pasada, ante una respuesta en la calle. Veníamos por la carrera 7a a la altura de calle
16 y quisimos comprar uno de los periódicos de la tarde. Mi compañero se acercó
al vendedor, un gamincito de unos nueve años cuanto más. Por decir algo, ya que
el muchacho le preguntaba cuál prefería entre “El Espacio” y “El Vespertino”, le
devolvió la pregunta: “¿cuál me aconseja?”. El muchacho fue categórico al responder:
“Pues El Espacio porque trae viejas casi desnudas”.

Nos disponíamos a abandonar el patio. Los educadores


organizaban a los muchachos para repartirles el almuerzo;
rápidamente tomaban su respectiva banca y en menos de cinco
minutos estaban dispuestos a recibir la comida en un orden
envidiable.

¿Cuándo puede un muchacho avanzar a la etapa siguiente?


Se puede decir que el fruto palpable de la Operación Amistad se percibe cuando
el muchacho desemboca en la petición explícita de pedir el ingreso al Programa.
¿Y son muchos los que piden?
En la práctica, la mayoría.
¿Los reciben de inmediato?
En ningún caso. Cuanto más insista el muchacho en pedir ingresar, nosotros
tácticamente más insistimos en presentarle el Programa como “fulero”. Él insiste
en el sí y nosotros en el no, sin quitarle la esperanza de que en poco tiempo será
aceptado.
¿Cómo puede ser? ¿Ustedes provocan un sentimiento para luego combatirlo?
Así es en apariencia. Sin embargo, el aparente rechazo de nuestra parte acrecienta
su deseo de ingresar al Programa; y cuando logra entrar llega con un entusiasmo
único que es nuestro mejor aliado educativo.

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Veo que no se limitan a repetir las tradicionales maneras de educar.
Por lo menos lo intentamos.
Ha sido una agradable visita. Sorprende el mundo del gamín. ¿Cuándo
continuamos?
¡Cuando ustedes gusten!
¿Cuál es la etapa siguiente?
Los dormitorios. Para ello es preciso disponer de las 6 p.m. en adelante.
¿Puede ser mañana?
Con gusto.

Nos despedimos. Los visitantes se fueron. En el patio los


muchachos empezaban a tomar la sopa caliente que los
educadores les servían.

82
Capítulo III

Liberia
Es un sector impresionante.
Cierto, es la olla.

Habíamos cruzado el Parque de los Mártires, La Iglesia del Voto


Nacional, y bajábamos por la calle 11; en la esquina de la carrera
16 doblamos hacia la izquierda. Íbamos hacia Liberia.

Son los lugares típicos del gaminismo. Aquí la prostitución tiene un aspecto más
dramático que en los otros sitios. La calle siguiente, la 10a, es peor.
Un ambiente negativo como para establecer un dormitorio de muchachos...
Puede parecer equivocado pero corresponde a la gradualidad que nos hemos
propuesto en el Programa. Los primeros pasos los damos con los muchachos de la
calle en su mundo; luego, ellos aceptan dar con nosotros los pasos siguientes en otros
lugares.
Ya estamos enfrente de Liberia. Vale la pena hacer una última anotación sobre la
olla. En una investigación que realizamos el año pasado pudimos comprobar cómo
entre las carreras 15 y 18 y entre las calles 9a y 11, es decir a la distancia de dos
cuadras, en cada una de las casas había 57 puestos callejeros de venta de herramientas
usadas, elementos generalmente robados, 40 prostíbulos reconocidos abiertamente
como tales y 25 cafetines. El sector, además, permanece animado por una gran
afluencia de camiones que cargan y descargan materiales durante el día y por una
gran vida nocturna.
Pocas veces se piensa en el contexto del mundo del gamín. El gaminismo
evidentemente no es un fenómeno social aislado; tiene relación con fenómenos
como el desempleo, al analfabetismo, el alcoholismo; la pobreza con todas sus
manifestaciones.
Piense que muchas de las niñas que esperan clientes en las esquinas no pasan de
los 13 o 14 años; cobran lo mínimo en comparación con sitios similares situados
en distintos sectores de la capital. Es un problema en ascenso, hasta especializado.
Existen sitios de prostitución para atender a estudiantes de universidad y para
homosexuales... son aspectos deprimentes del centro de la capital.

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¿Los muchachos de la calle sí se sienten cómodos aquí?
Como dirían ellos mismos, se encuentran en su salsa.

Estábamos exactamente frente al número 10-32 de la casa de


Liberia. Golpeamos. El muchacho que salió a recibirnos nos
introdujo en un ambiente de simpatía al saludarnos: “Adelante,
bienvenidos a su casa”. Seguimos; se sentía una corriente fresca,
cordial, sin cumplimientos en el saludo de los muchachos.

La casa está dispuesta con gusto.


Es acogedora, ¿verdad?
Nadie podría imaginarlo después de hacer el recorrido anterior.

Fuimos conociendo la casa. Un morenito a nuestro lado


nos presentaba cada sitio. Finalmente nos sentamos para
acompañarlos a comer; entonces fuimos al diálogo.

Se nota el cambio con respecto a La Once. Si uno no lo tuviera presente,


bastaría el saludo para hacérselo entender a cualquiera.
Usted anota algo importante; el saludo entre nosotros es un medio para enseñar la
filosofía del respeto a la persona. Es un camino para ir entendiendo que entre lo que
nos rodea lo más valioso es el ser humano. Con los muchachos no se pueden hacer
grandes discursos; se necesitan hechos. El saludo es un buen ejemplo de ello.

Mientras conversábamos servían una comida en extremo


sencilla: sopa, pan y café, que los muchachos iban consumiendo
animadamente.

¿Es la comida habitual?


Manifiesta la gradualidad del servicio que ofrecemos al muchacho.

Los muchachos ya terminaban su comida y salían alegremente,


unos a jugar, otros a lavar la loza en la cocina; sólo quedaron los
servidores que ahora sí se sentaban a comer.

Javier, cuénteme desde cuando existe la casa Liberia.


Ésta fue la primera casa. Hablar de Liberia es hablar un poco del comienzo del
Programa.

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En el año de 1963 en Bogotá, un grupo de Salesianos descontentos de los sistemas
educativos vigentes en nuestro medio, organizamos un centro de reflexión para tratar
de diagnosticar y dar respuesta a la problemática juvenil colombiana del momento.
De ese grupo inicial, todavía trabaja con nosotros el Padre Vaccaro.
Dicho centro de reflexión produjo muchos proyectos, actividades y sobre todo
inquietudes. Pero, como siempre sucede con los cuestionadores, se les acusó de
teóricos; por esto los integrantes del grupo sintieron la necesidad de traducir los
nuevos planteamientos en experiencias concretas.
¿Con qué clase de ambientes trabajaron?
Con las clases populares. Quienes tienen dinero tienen, por eso mismo, mayores
oportunidades; en cambio, si no se ayuda a los desfavorecidos ellos difícilmente
podrán superar sus necesidades más elementales.
¿Fueron varios años dedicados a esa labor?
Sí. Posteriormente, con el beneplácito del Provincial de los Salesianos, durante
varios años desempeñé las funciones de Capellán en la cárcel de menores. Comencé
a aplicar los resultados de nuestros cuestionamientos pero me di cuenta de que era
algo imposible dada la estructura represiva de los centros.
Estructuración que aún no ha desaparecido del todo.
Cierto. Allí no podría realizarse una experiencia de educación nueva. Por aquel
entonces, en compañía de la doctora Martha de Sagasti, obtuvimos permiso de las
autoridades competentes para realizar un paseo con treinta y dos detenidos; queríamos
hacer notar cómo los muchachos respondían bien si se les trataba dignamente. El
resultado fue alentador; estuvieron felices con nosotros durante tres días y luego
todos aceptaron volver a su lugar de reclusión.
La experiencia debió causar sorpresa a los vigilantes de la cárcel.
Sí. Y en nosotros creó el deseo de hacer algo más estable. Renuncié al cargo de
Capellán con el ánimo de buscar recursos que permitieran organizar una experiencia
pedagógica autónoma.
En esa ocasión, doña Ofelia Jaramillo de Montoya y el doctor Germán París,
directores del Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito y de
la Lotería de Bogotá respectivamente, me llamaron para pedirme que les organizara
a nivel distrital, un programa que atendiera de manera exclusiva el problema del
muchacho de la calle.
Aún sabiendo que lo que se me pedía, erradicar el gaminismo, era muy difícil
de ser logrado, acepté ante la posibilidad de llevar a cabo un intento educativo que
valiera la pena. El primer paso fue capacitar a un grupo de educadores para hacerles
comprender la naturaleza del problema, para motivarlos en el sentido de una nueva

85
filosofía de la educación y para planificar con ellos el logro de los objetivos que se
proponía el Programa.
Bien. Entonces...
Planificamos un trabajo de algo más de medio año. Fueron meses de investigación,
de estudio, de paciente presencia en la calle para conocer a lo vivo el problema;
compartimos con los muchachos en sus camadas, realizamos un censo del mundo
del gamín y un vocabulario de sus expresiones más frecuentes. Algo muy interesante
fue el plano de las principales camadas bogotanas.
Se empezó pues, con un estudio del medio ambiente gamín. Seguramente
había especialistas en el equipo.
Sociólogos, psicólogos, pedagogos, expertos en trabajo juvenil. Fue un intenso
período de búsqueda.
Había un enorme fervor en el equipo. En la parte económica se hicieron presentes
Doña Ofelia misma, el doctor Germán París y otras personas.
Por el excesivo énfasis que se dio al proceso de investigación, durante seis meses
consecutivos, el grupo entró en crisis. Piense que casi el 50% de los integrantes no
solamente no estaba acostumbrado a este tipo de disciplina, sino que eran antiguos
“muchachos de la calle”, dedicados en ese momento a la venta de lotería o a lustrar
botas. Las noches las pasaban en el conocido dormitorio “Cinerama”.
¿Se refiere al dormitorio de Monseñor Restrepo?
Exactamente. Para todos la crisis fue positiva. Estábamos saturados de teorías.
Nos dedicamos entonces a algo que desde el primer momento se consideró muy
importante: establecer contacto con el mundo del muchacho.
Esto se llevó a cabo mediante salidas, sobre todo nocturnas, a los sitios frecuentados
por las galladas, e incluso continuamos las visitas a la entonces Cárcel de Menores de
la 30, después Centro de Observación No. 1.
Paralelamente se realizó un censo nocturno. Para ello se sectorizó la zona afectada
por el gaminismo. Ningún sector tenía más de cuatro manzanas. Nos repartimos en
grupos de a tres empadronadores. Cada grupo debía descubrir y estudiar las camadas
existentes en su sector. Tuvimos como consigna no anotar nada por escrito delante
del muchacho. Los datos se fijaban después, cuando ellos no lo advirtiesen.
Fue, pues, un intento serio por cubrir las áreas más afectadas por el problema.
Entonces constatamos que, siendo los muchachos callejeros encontrados 328 y el
déficit de cobertura de un 20%, el número total de los que dormían a la intemperie
no podía exceder los 400.
Por otra parte, la población diurna sí excedía los 400; no teníamos un dato exacto
del censo diurno debido a la movilidad del muchacho. Esto nos confirmaba que una
buena parte dormía en sus casas o en hoteles.
86
Un año más tarde, lo pudimos comprobar con el siguiente muestreo: de 150
muchachos de la calle, 43 dormían en hoteles, y de éstos, 14 en “remolques” es decir,
dos en una cama; 9, con compañera y los demás en cama individual, no excediendo
nunca el valor de la residencia de los $30.
Siempre es necesario clasificar o tipificar a los muchachos que, pese a su presentación
casi andrajosa, no han roto el vínculo con el hogar. Son hijos de placeras, loteros,
vendedores ambulantes, voceros de prensa y pordioseros que vuelven a sus casas por la
noche, y a menudo con el producido del día. Este tipo de “cuasigamín” representaba
en el año de 1971 el 30% de la población diurna callejera, en época escolar.Durante
las vacaciones, el número de este tipo de muchachos aumenta considerablemente.
¿Y cómo obtuvo los primeros colaboradores?
Una de las actividades más importantes fue sin duda la consecución de los
primeros educadores. Algunos eran profesionales que participaban de las inquietudes
que teníamos nosotros. Otros eran jóvenes estudiantes a quienes conocíamos en
los cursillos de orientación profesional que dictábamos a los alumnos de 5o y 6o de
bachillerato en los colegios de la sabana.
A otros, los vinculamos gracias a la actividad promovida mediante el grupo
musical Juventud Unida. Interpretaban sus canciones al estilo del conocido conjunto
“Viva la gente”, visitaban cárceles, hospitales, barrios, realizaban encuentros de
reflexión sobre temáticas social y cristiana. De este grupo vinieron al equipo inicial
del Programa unos educadores llenos de entusiasmo y de ganas de trabajar.
Por lo tanto, era un equipo muy juvenil.
Sí. Así fue. Algunas religiosas, con igual espíritu, se vincularon al Programa: las
hermanas María, Elvia, Socorro, María Luisa, pertenecientes a las comunidades de la
Presentación y Agustinas Misioneras. Era un grupo muy integrado.
Vale la pena mencionar que para algunos de los educadores el venir con nosotros
significó dejar sus estudios, dejar su casa y entregarse del todo a la experiencia que
empezaba. El proyecto que se iniciaba era muy sugestivo. Se trataba de realizar un
Programa que contradijera los absurdos que se cometen en las cárceles de menores.
Aún hoy en día sucede que a algunos muchachos de 12 y 13 años se les somete a
penas de calabozo de 15 días y un mes. Sé de un muchacho que se ahorcó allí.
La semana anterior leí también en el periódico algo semejante. En una
institución de Santander los detenidos, adolescentes todos, organizaron una
quema general de colchones e implementos de uso personal en protesta por
el maltrato que se les daba. Es un problema que aún perdura, por desgracia.
¿Ustedes cómo procedieron?
La investigación iba dando conclusiones que se empezaron a contrastar con la
realidad. El Programa surgió entonces como un auténtico desafío a la calle. No se

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trataba de negar los atractivos de la calle con base en una actitud dogmatizante.
Se trataba de una búsqueda seria de las fuerzas que obraban en las camadas y
galladas para impulsarlas hacia otro tipo de valores.
¿Luego se pensó en lugares de trabajo?
Consideramos fundamentalmente que las primeras casas, correspondientes a las
etapas iniciales del Programa, estuvieran situadas en los sitios frecuentados por los
muchachos.
¿En la olla?
Sí. Se trataba como actitud primera de ir hacia a ellos para iniciar un lento
alejamiento de la calle. Así empezamos. Después de algún tiempo, conseguimos que
las hermanas de María Auxiliadora nos vendieran una “escuela-taller” situada en un
lugar excelente para nuestra necesidad, la actual Bosconia. Se remodeló dándole una
estructura funcional. Los trabajos demoraron casi ocho meses.
Entre tanto el Distrito nos ofreció esta casa, utilizada por la policía. Según
entiendo, era depósito de elementos decomisados. Estaba en tal estado de abandono
que con dificultad logramos dejarla en condiciones habitables.
¿Con cuántos muchachos empezaron?
Hacia agosto de 1971, recibimos los primeros 45 muchachos. Los meses anteriores
fueron de intensa preparación.
El primer grupo nos dejó una impresión inolvidable. Fueron los momentos de
mayor alegría pues ustedes saben que todo comienzo va rodeado de una gran mística
y entusiasmo.
Son ya nueve años.
Cuando empezamos, Liberia no cumplió la misma función que hoy en día tiene.
Carecíamos de los ambientes, de la planta física necesaria para el desarrollo del
Programa total. Se ha ido avanzando lentamente.
¿El diseño del Programa es reciente?
El diseño general, a la verdad, lo hicimos desde el inicio en sus grandes trazos,
desde 1971. Intervinieron activamente Alfredo Gómez e Irenarco Ardila.
Las casas vinieron después; Liberia como segunda etapa del Programa, funciona
desde hace cuatro años.
En conjunto, el Programa es joven.
Sólo ahora tenemos los primeros muchachos que han recorrido las cuatro etapas
previstas, y ya tenemos la próxima cosecha de muchachos, por decirlo así.

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¿De La Once, pues, se asciende a Liberia?
Sí, los muchachos vienen con deseos de cambiar. El equipo de educadores los
conoce bien, los ha visto pedir insistentemente y sabe con certeza que son muchachos
de la calle. Con ellos conforman un grupo de unos treinta. Se les invita a venir a
Liberia durante cuatro semanas.
¿Dice usted “se les invita”?
Y la expresión es exacta, se les invita; en la línea del “si quieres”. Corresponde a
la misma cultura del muchacho callejero que ama profundamente su libertad. Los
sistemas que pretenden educar prescindiendo de esa verdad se equivocan del todo.
El muchacho defiende con singular agresividad aquello que para él es su elemento
vital. La historia de “Chocolate” es divertida y representativa acerca del argumento
que mencionamos. Tiene diez años, pero es tan pequeño que no revela arriba de siete.
Lo detuvieron por un raponazo y fue a dar a la cárcel de menores. Ingenio no le faltó
para volarse, y hasta el color oscuro de la piel le vino bien.
Una semana estuvo observando el ir y venir de los recipientes hasta conocer al
detalle la hora en la cual los recogían para botar la basura. Dos horas debió permanecer
entre los papeles y desperdicios pero les “coronó”. Lo trasportaron fuera del patio
central hasta la puerta de entrada donde debían volcarse en un carro distrital; cuando
según sus cálculos y los movimientos previstos del recipiente ya estaba afuera; sacó
la cabeza, luego el cuerpo y ante la sorpresa de los empleados recolectores salió
corriendo.
Fue un hecho de prestigio la evasión; su gallada lo esperaba. En la tarde decidieron
celebrar el acontecimiento con “trabada” en el teatro Ayacucho.
No es necesario agregar ninguna palabra... aunque tal vez sí: viva la libertad.
Pero volvamos a Liberia. Cuando los muchachos son seleccionados para ingresar,
por las tardes dejan sus actividades callejeras y se vienen con su aspecto típico, tal
como los han visto ustedes en el patio de La Once. Al llegar, reciben un talego donde
pueden dejar su ropa y se organizan para la ducha. Después del baño, se colocan su
pijama. La primera tarea al llegar es aseo.
¿No se incomodan?
Les agrada, más bien. Y colaboran. Ya pudo notar el ambiente de limpieza de la
casa.
Desde luego, los castigos deben ser fuertes para lograr tanto; porque no es
fácil. Si en la propia casa.
No, no. El castigo está abolido.

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¿O llaman de otra manera los golpes?
Veo que insiste en el tema. Sin embargo, es la verdad, no hay golpes ni castigo
físico. Liberia, por consigna, es la casa de la motivación.
No hay golpes... pero...
Los rostros de los muchachos pueden ser la mejor respuesta.
¿Y problemas tampoco hay?
De eso sí, muchos cada día.
¿Entonces?
Encuentro explicable su observación. No obstante, por mi parte insisto también
en que no utilizamos los golpes.
Es lo corriente aun hoy por hoy.
No en todas partes.
En la mayoría, al menos.
Es curioso notar cómo han hecho carrera algunos estereotipos: el de los golpes
es uno. Los educadores en Liberia aun teniendo muchachos tan difíciles logran
magníficos resultados, en la base está un gran cariño por el muchacho; luego, la
motivación continua y el grupo.
Existen detalles aparentemente sin valor que son la vida de un niño. Una escena
a propósito nos ocurrió con Álvaro cuando él estaba en Liberia. Era muy irascible y
lo sigue siendo. Se desempeñaba como jefe del acuario que tenemos en la sala. Hoy
vive en La Florida, ha crecido poco y conserva la cara de chinche. En aquella época
tendría unos diez años.
Había decidido marcharse. El educador le argumentó:

–Si sigues con nosotros, cuando seas grande, aprenderás a


trabajar muy técnicamente.
–Nada. Me voy –le dijo Álvaro.
–Pero qué ganas en la calle... Problemas; en cambio, aquí tienes
amigos que te ayudan a progresar, a organizar tu vida –le dijo
el educador.

Álvaro se puso de pie disgustado y salió. En un último esfuerzo por salvarle, en la


puerta, el educador tuvo una feliz ocurrencia:

–Oye, Álvaro, sabes que los peces van a estar muy tristes y van a
morir de hambre porque no hay quién les dé la comida a tiempo.

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Sólo tú puedes hacerlo. Por qué no te quedas esta noche, le
enseñas a alguien y mañana...

Se quedó una noche y ya no sé cuántas más.


Permanecer en el Programa tenía un sentido para él; si se marchaba morirían
los peces.
La extraña filosofía del corazón.
Quisiera preguntar acerca de algo que usted mencionó antes: el grupo.
El grupo es uno de los mejores educadores.
Es una frase bonita.
Hay otras mejores. Lo importante de ésta es la verdad que encierra.
¿Un tanto extraña mi preocupación por el castigo? Es la temática. Me trae a
la memoria mi escuela. Una de las lecturas de la cartilla era la defensa al adagio:
“la letra con sangre entra”. Ya puede imaginarse...
Hubo sangre y no hubo letras.
Y malos recuerdos después: hoy mismo lo puedo notar. Pero volvamos al
asunto.
A propósito, trabajamos la idea de que el hombre es un ser emergente. Si usted
lo motiva con bondad y le brinda ocasiones de vivir en un ambiente agradable, con
facilidad se obtienen otros cambios de conducta. Puede reducirse la agresividad, la
pereza, la mentira, el individualismo.
¿Y el grupo? Ustedes consideran eje en la solución de los problemas.
Cada día se hace un encuentro para evaluar el rendimiento diario; cuando
hay problemas excepcionales, se provocan también reuniones excepcionales. Los
muchachos colaboran; no hay duda; en los grupos predomina el buen sentido.
Se analizan las dificultades, se miden sus implicaciones y se hacen valoraciones
comunitarias. Cada muchacho tiene la posibilidad de hablar y de que su opinión sea
tenida en cuenta.
Antes hablábamos de las actividades... la conversación nos llevó lejos cuando
nos referimos al aseo.
Sí, sí. Aseo personal cuando llegan y aseo de la casa, preparación de la comida,
que es una actividad importante en la cual colaboran por turnos. Siempre un sistema
rotativo. Luego, la comida y ahora, ya ven: actividades libres. Dentro de un rato
vendrán actividades encaminadas a la formación de grupo por medio del teatro, los
títeres, los juegos de salón. Se trata de ir formando una conciencia crítica, de valorar

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aspectos tan importantes como: “¿por qué estoy en la calle?”, “¿vale la pena seguir
ese camino?”, “¿yo puedo cambiar de vida”... son reflexiones muy sentidas por el
muchacho.
Veo que ustedes enfatizan bastante la actividad como recurso educativo.
Durante el mes que permanecen los muchachos en Liberia las actividades varían
de acuerdo con la semana, cada vez con un grado mayor de exigencia.
¿Por ejemplo?
Si la entrada a la casa está convenida entre las 6 y 6:30 p.m., al comienzo se
aceptan los retardos. Durante la siguiente semana, no se les permite llegar tarde más
de una vez. En la tercera semana, como se supone que entienden mejor las cosas, se
les exigirá puntualidad en su llegada a la casa.
Igual procedimiento se realiza con la marihuana o con las pepas, por nombrar
otro aspecto. Durante la primera semana, se tolera que lleguen trabados, porque
apenas inician la experiencia. A partir de la segunda semana, uno de los requisitos de
entrada es hallarse en sus cabales. Esto supone, como ustedes pueden entender, un
trabajo muy cuidadoso en el seguimiento personal de cada muchacho.
El reglamento, pues, ejerce presiones graduales. Semana tras semana se vuelve
más exigente.
Sí, y es lógico. No se le puede pedir a un muchacho que se transforme de un
momento a otro. Pero lo definitivo no es tanto la gradualidad sino favorecer el
surgimiento de personas responsables de su propia educación.
Sus palabras me recuerdan la terapia no-directiva de Rogers y la transaccional
de Berne. Se parte del convencimiento de que todo hombre puede y debe
comprometerse en la solución de sus propios problemas.
Sócrates consideraba la educación un proceso mayéutico, ayudar a nacer a un
hombre nuevo. El educador sólo puede alentar, propiciar el nacimiento.
Ocurre algo semejante cuando, por ejemplo, el niño empieza a desarrollar
el lenguaje. Es el niño quien realiza el trabajo de empezar a hablar; los mayores
le presentamos motivos, incentivos. Es un giro radical. Vista así la educación,
resulta apasionante.
Al respecto, tenemos anécdotas curiosas. Manifiestan cómo va surgiendo dentro
de la mayor espontaneidad el compromiso con la casa.
Un par de muchachos precisamente de Liberia, estaban en la tercera semana de
actividades. Una tarde robaron un pollo; como estaba crudo, decidieron llevarlo
a donde una señora amiga para que lo preparara. El tiempo corría y el pollo no
terminaba de cocinarse; los muchachos esperaban impacientes, debían entrar a las

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seis y media o las cosas se les podían complicar. Llamaron por teléfono para pedir
una prórroga: “un cuartico de hora o algo así no más”. Por teléfono la voz se limitó a
recordarles las reglas del juego vigentes, debían llegar a las 6:30 p.m. Vino entonces
el momento de la incertidumbre: “¿nos vamos? ¿Y el pollo?, ¿se lo va a ganar la jaiba
ésta?”, “¿qué hacemos?”. Uno de ellos decidió cumplir con Liberia y llegar a tiempo,
su compañero, no. Ya aquí, mientras se decidía a comer el menú casero se consolaba
diciendo: “en Bosconia deben dar pollo, ¿cierto?”.
Pero interiormente pensaría: mañana habrá que conseguir el pollo más
temprano o me ocurre lo mismo... ¿Ya habrá comido pollo en Bosconia?
No tanto como quisiera, pero sí.
En alguna oportunidad, a propósito de pollos, pude observar en la Avenida
Caracas con calle 13 cómo una parejita de gamines se robaba un pollo asado.
Naturalmente salieron a perseguirlos pero los muchachos son demasiado hábiles,
el pollo volaba por encima de las cabeza de los transeúntes y de los vehículos
provocando una escena que fue la alegría de los presentes. No faltó hasta quien
celebró la travesura y la agilidad de los pequeños.
Siguiendo con el tema de los pollos recuerdo una escena con los nuestros, en
Liberia también.
Un muchacho robó un pollo y lo trajo en la tarde. Ya era un hecho, el pollo estaba
en la casa. ¿Qué hacer? Se convino en reunir al grupo para tomar la decisión. Alguno
hizo notar la contradicción: había venido a Liberia para superarse y él seguía en lo
mismo, robando. La respuesta fue espontánea: “¡cuál lo mismo! ¿No dicen que aquí
somos un grupo, una comunidad? Yo traje el pollo para compartirlo entre todos”.
Una nueva lógica, imperfecta desde luego, pero demuestra pícaramente cómo
ciertas ideas van llegando al muchacho.
Sin duda sintieron más fuerte la unidad de grupo mientras comían el pollo.
Ya lo creo.
¿Se presentan robos al interior del Programa?
Por supuesto, son inevitables. Son parte de los riesgos que asumimos al vivir con
ellos. Hay un suceso que recuerdo muy bien porque el negrito protagonista, además
de retinto era hablador como ninguno. Una tarde desapareció la pequeña máquina
de escribir que guardábamos en la oficina. El hecho era grave. No tanto por el valor,
sino por el servicio que prestaba al grupo.
Empezamos la pesquisa; reuniones, diálogos, preguntas. Al día siguiente ya
teníamos la verdad. Había sido “Cola´e Pato”.
Lo llamamos aparte. Aceptó; él había sido. Aceptó también indicarnos la
prendería en la cual le habían dado $400 por la máquina. Desde luego, de la plata, ni

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rastros. Fuimos a reclamar allí, les dijimos que era una estafa, que debían devolverla,
que traeríamos a la policía. El dueño del establecimiento se mantuvo en lo suyo: la
entrego si me devuelven los $400. Era el colmo. Habíamos perdido la máquina, y
ahora que la encontrábamos debíamos comprarla de nuevo. Sin embargo, no habría
otro camino posible. De regreso a Liberia, “Cola´e Pato” nos esperaba:

–Qué tal, ¿el jaibo se la devolvió? –dijo el muchacho.


–Nada. Vale $400 –le respondimos.
–Tranquilo ñero, es que ese man es un dañao; yo le ayudo con la
mitad ¿estamos?, déjeme salir esta tarde y verá que se los consigo.

En el patio dos de los más pequeños resultaron peleando; el disgusto terminó en


ofensas de grueso calibre; un compañerito vino a separarlos; luego salieron cada uno
para un sitio distinto...
¡El vocabulario de la calle es una maravilla!
Con frecuencia sueltan sin parar hasta veinte palabrotas, a cual más originales.

Y los apodos... tienen un tino para colocarlos…


Recuerdo ahora un paseo que hicimos con los muchachos de La Once.
Nos acompañaba un danés que había tomado por costumbre venir por las tardes
al patio a colaborar como voluntario. Ese día se unió al grupo desde la mañana
para compartir la excursión. Los muchachos estaban felices: cuando llegamos al
río, se lanzaron decididos a jugar en el agua, desnudos naturalmente porque eran
gamincitos reunidos esa mañana en el centro. El visitante quiso bañarse, y encontró
muy normal hacerlo también desnudo; nadie se inmutó, sólo que lo caracterizaron al
instante cuando un chinche lo llamó: “¡eh!, venga con nosotros “nalga-roja”.
Ya nos tendrán apodos a nosotros.
No teman, aquí ya van cambiando de actitud.
¿Puede recordar algunos apodos?
Generalmente colocan el apodo para hacer referencia a un defecto o característica
resaltante de la persona.
Así, por ejemplo, hay algunos muy curiosos como: buñuelo, tonto-hermoso,
chinchemico, pulga´rrecha, motas, topo-gigio...
Sin más, significativos todos. Pero continuemos. ¿Cuántas son las personas
mayores en Liberia?
Dos hermanas: Isabel Sarmiento y Maritze Trigos, y un educador.

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Son pocos.
Pero muy eficientes. Se ocupan con gran cariño hasta de los detalles más pequeños.
¿Y en el día?
Se realizan visitas a los hogares de los muchachos para establecer su verdadera
situación familiar; algunos no recuerdan quiénes fueron sus padres o dónde vivían;
muchos tienen la mamá o el padrastro.
¿Algunos vuelven al hogar?
Poquísimos. Sin embargo, es una labor que permite conocer los ambientes para
hacer más personal y eficiente el trabajo educativo.
¿Respetan a las mujeres los gamines?
Bueno... se ha dado el caso de muchachos recién entrados que les han dicho a
las religiosas “maricas”. Ya pueden comprender la imagen que el “chino” tiene de la
mujer.
Ha vivido experiencias tristes desde pequeño y ha sido muy lastimado. Es lo
normal si no conoce relaciones serenas con la mujer. Ni siquiera con la propia
madre.
Y el proceso educativo es un proceso de identificación. A él le ha faltado
cabalmente una figura digna, auténtica, de mujer. Es un compromiso del Programa
presentar patrones de identificación. El tener mujeres con gran mística y cariño por
los muchachos es definitivo.
Liberia viene a ser como un hogar después del ajetreo diario.
Algo así.
Y puede venir cualquiera de La Once.
Sí, si pertenece al grupo seleccionado por haber dado señales de querer progresar.
¿Vienen sin falta?
A veces fallan por las batidas o porque están detenidos en una estación de policía,
pero desde las 5 p.m. ya están pidiendo que les abran la puerta.
Una pregunta me viene ahora, ¿somos el único país con gamines?
No, no ¡Incluso el fenómeno no es nuevo!
Donde existen acentuados problemas socioeconómicos, se producen con facilidad
fenómenos parecidos. Después de la guerra, hubo gamines en Europa. Cuando la
situación cambió, desaparecieron.

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O sea, la guerra sería una causa de gaminismo.
Sí. La he mencionado a manera de ejemplo. Seguramente usted conoce la novela
de Dickens, “Oliver Twist”, para hacer una mención de Europa y del siglo pasado; o
ha tenido ocasión de ver la película “Los Olvidados” de Buñuel, que hace referencia
a una situación mejicana de hace más de 25 años.
Más reciente es, por ejemplo, la novela de Passolini sobre los muchachos de la
calle en Roma.
Son obras que revelan la realidad de las grandes ciudades.
El caso del muchacho abandonado que se lanza a las calles para subsistir no es un
fenómeno que únicamente se da en Colombia.
Sin embargo, en Colombia ha adquirido mayor dramatismo el problema.
Situaciones semejantes a las nuestras se dan en Lima, Santiago o Río, por ejemplo.
Y la respuesta que se da a los muchachos mediante la reclusión ciertamente no es la
más acertada.
Es verdad, eso sí, que entre nosotros el gaminismo se ha desarrollado ampliamente
y que el problema tiene características dramáticas.
Es una razón para buscar también con soluciones más adecuadas.
No se puede negar que en ese sentido se han dado pasos importantes.
Para mí, el asunto depende en su mayor parte de la familia.
Por fortuna ya están realizando estudios serios sobre la problemática del muchacho
callejero que ponen de manifiesto el papel irremplazable de la familia. Ahí radica en
primera instancia el asunto.
Se requiere además sensibilizar a la comunidad al respecto.
Es una observación importante.
¿El gaminismo, es pues, fruto de la irresponsabilidad de los padres?
De inmediato puede ser cierto, pero en el fondo el fenómeno del gaminismo
se debe a la pobreza. No creo que las madres colombianas sean desnaturalizadas
y constituyan un grupo absurdo de mujeres en el mundo, que botan a sus hijos.
Imposible.
Se llega a pensar cosas así.
Porque se hacen juicios superficiales, sin conocimiento de causa. Yo, por
experiencia de trabajo, estoy convencido de lo contrario.
Usted sabe muy bien la importancia que la psicología concede a los primeros
años.

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La mayoría de los gamines de pequeños, tuvieron cariño de madre; más tarde la
cadena de pesares que proviene de una pobreza cuya causa es estructural hizo el resto,
produjo el rompimiento.
No es una opinión corriente.
Pero es la verdadera. Es casi un círculo vicioso.
Un joven que gana el salario mínimo no logra organizar una familia; cuando
más, unas relaciones semiamorosas con alguna muchacha pobre. Pero carecen de lo
más mínimo. El resultado del “intento” que hicieron esos dos jóvenes por establecer
una familia, bien puede ser el nacimiento de un niño que con facilidad, por las
circunstancias de la pobreza, viene a engrosar las filas del niño abandonado.
Es frecuente en los grandes centros de países con grave problemática económica,
como el nuestro. Desde luego, siendo el problema en sustancia el mismo, se presenta
en cada ciudad con distinta fachada. Por ejemplo, no en todas partes el niño
abandonado llega como en Bogotá a invadir y ser tolerado en los sectores céntricos
de la ciudad.
Con frecuencia sucede, al hablar del gaminismo, que se enfatiza uno sólo de
los aspectos, o familia o situación social.
La descomposición familiar es la causa próxima, pero la causa más profunda es la
estructura económico-social.
Ahí tendríamos un motivo para que la educación de estos muchachos no se
polarizara en un sentido individual y clínico.

Los muchachos se estaban congregando en torno al educador


que entonaba una canción cuyo texto aparecía en un cartel con
letra grande. La afinación del coro hubiera hecho llorar a un
músico; el entusiasmo, en cambio, era excelente, contagioso.

Muy alegre la reunión.


Es una característica permanente.
¿Son todas semejantes?
Algunas son ya un rito en Liberia. Es el caso de la presentación de camadas y la
ceremonia de despedida.
Deben ser interesantísimas.
En la presentación de camadas la finalidad es conocerlos para orientar mejor el
trabajo de motivación. Se reúnen dos o tres que pertenecen a la misma camada y
organizan un sociodrama, un diálogo, canciones; narran algunas de sus aventuras

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famosas, nos cuentan sus apodos y la razón de los mismos. Así lo hacen uno a uno
los grupos. La reunión suele concluir pasando entre ellos un cigarrillo en señal de
amistad.
Muy significativo.
Es el punto de partida para empezar a constituir el grupo del Programa.
¿Y la ceremonia de despedida?
Es la conclusión. En ella se recibe la hoja de recuerdo que incluye la dirección
y el lema de Liberia, la fecha de ingreso, el nombre del Director. Se recuerdan los
momentos más destacados, las cualidades del buen liberiano, y se les explica la
ceremonia de iniciación en Bosconia. Es una noche de fiesta con cantos, actividades
de teatro, juegos de salón...
¿Después van directamente a Bosconia?
Al contrario. Al día siguiente van directamente a la calle.
¿A la calle?
Terminada su permanencia en Liberia van tres días a la calle; vuelven a dormir de
nuevo en los andenes y rincones de antes. Es un contraste que les permite valorar la
diferencia entre uno y otro ambiente.
Es cruel.
Es una experiencia que les permite contrastar el Programa con la calle.
Pasados los tres días se presentan en La Once a una hora convenida para la gran
fiesta de ingreso a Bosconia.
Nunca imaginé una conclusión tan sorpresiva del proyecto Liberia.
La vuelta a la calle por tres días nos garantiza luego una permanencia mayor en
el Programa. Cuando llegan a Bosconia, lo hacen con entusiasmo único, con fervor.
Así nos defendemos de los atractivos de la calle que empiezan a tirar de nuevo
mostrando una vida llena de facilidades y de encantos.

Nos despedimos del grupo. De nuevo, saludos. Ya afuera, nos


disponemos a abordar el vehículo cuando se acerca “Pirinola”.

Mírenlo. Ya es tarde. ¿Dónde va a dormir?


Por ahí.
¿Y dónde es por ahí?

98
Hizo un gesto con los hombros, guardó silencio. Luego salió
corriendo.

Simpático el muchacho.
Es un caso dramático. Estamos tratando de vincularlo a una obra donde pueda ser
atendido como conviene, porque es muy pequeño. Piensen que “Pirinola” sólo tiene
seis años y ya está en la calle.
¡Qué futuro le espera!
Pertenece a una familia con 14 hijos. Los cinco menores están en la calle.
Hasta los nombres en español se acabaron; él es “Chórchil” y su hermano de la
misma edad se llama “Dárvinson”.

Partimos. Atrás quedaba Liberia con su ambiente alegre tan


diferente de la olla que ahora recorríamos para volver a nuestros
hogares.

El gaminismo es un problema enorme, doloroso.


El caso del pequeñín que acabamos de ver lo revela en su complejidad. “Pirinola”
y su hermanito se pelearon; discutieron un rato. Al final, el argumento conclusivo de
“Pirinola” para su hermano fue: “si usted no se porta bien, lo devuelvo a su mamá”.

¡Cómo será la situación del hogar, cuando la amenaza mayor es devolverlo a


la familia!

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Capítulo IV

Bosconia
¡Aquí estamos de nuevo!
Les agradecemos su presencia; es motivo de mutuo estímulo. Cada visita es una
oportunidad para esclarecer y confrontar nuestros enfoques educativos.
Lo hacemos con gusto.

Otra vez reunidos para continuar la visita propuesta.


Amablemente nos recibe el director de la casa Bosconia, tercera
etapa del Programa. El día está espléndido. Son las 10 a.m.

Como verán hemos tratado de hacer una vivienda digna, sin alejarnos todavía del
ambiente más frecuentado por el muchacho de la calle.
Esta zona forma parte de la olla de Bogotá. Se ve muy solitaria la casa. ¿Dónde
están los muchachos ahora?
Algunos están en los talleres del barrio 20 de Julio; otros, en la escuela La Arcadia.
Aquí es la vivienda, es decir, un lugar a donde vienen a comer, dormir, a pasar los
momentos de recreación y de convivencia comunitaria.
Me ha llamado la atención, desde un principio, los nombres de las diversas
casas del Programa. Bosconia, La Arcadia, y la casa del barrio 20 de Julio,
Chibchalá.
Los nombres obedecen al propósito de hacer amable y novedoso el ambiente.
Detestamos las antiguas denominaciones de las obras asistenciales que hacen
referencia a: “Refugio”, “Reformatorio”, “Asilo”, “Correccional”, etc. Ustedes se dan
cuenta. Es como colocarle al muchacho un tatuaje en la cara. Un muchacho de
la calle no puede surgir porque las mismas instituciones que pretenden salvarlo lo
tienen fichado, lo colocan en la lista de los anormales.
En nuestro caso, La Arcadia, lugar campestre, Chibchalá, tierra del Chibcha. A
Bosconia la llamamos así en recuerdo de ese gran Educador que fue don Bosco.
¿Esta casa fue construida por ustedes?
No, como ya lo comentamos, la casa actual es un viejo edificio de tres pisos donde
antes funcionaba un colegio. Fue restaurado, y con las adaptaciones del caso, es ahora
la vivienda de los muchachos.

100
¿Para las obras ustedes cuentan con subsidio oficial?
El Programa es financiado por el Distrito de Bogotá. Los fondos provienen de la
Lotería de Bogotá y de la Empresa de los teléfonos.
Desde luego, logran atender un número limitado.
Usted alude a un hecho muy importante que constituye una seria limitación del
Programa: no tenemos la capacidad suficiente para recibir a todos los que desean
ingresar.
Ustedes pueden ver. La entrada está continuamente acechada por muchachos.
Piden ser atendidos. Se mantienen en espera a veces agresiva porque desean ser
recibidos.
¿Es continua la presencia de muchachos en la puerta?
Continua. Mire a ése; en un robo, lo hirieron. Estuvo en el Programa durante su
convalecencia. Por su gusto salió y ahora se encuentra enfermo. Está metido en el
mundo del hampa. Tenemos la voluntad de recibirlo pero también estamos esperando
que él exprese mayor deseo de ingresar; de lo contrario, seguirá robando en el Programa
y fumando marihuana. Durante el robo que les menciono, le atravesaron con una
bala la columna vertebral; perdió el control del esfínter. Nosotros le ayudamos ya en
el patio de La Once pagándole una colostomía, pero necesita atención mayor.
Hay otro muchacho que recibió tres balazos durante un atraco. Ahora está en el
hospital. Lo hemos visitado. Cuando salga, seguramente comenzará a merodear por
aquí. Es un caso diferente porque ha mostrado mucho interés por cambiar de vida.
Se me ocurre ahora la pregunta contraria. ¿Salen muchos muchachos del
Programa?
Según los análisis estadísticos que hemos realizado, hasta el 30 de junio de 1976
para quedarse definitivamente en el Programa, el 15% necesitó salir temporalmente
una vez y el 7% necesitó dos salidas. Existe también un grupo de un 10% que ingresa
y luego decide volver a la calle.
¿Los que no han vuelto, en cualquier momento pueden regresar?
Sí. Pero debe recomenzar el proceso. Una observación: hay personas que no dan
crédito a un programa educativo que, habiendo recibido a un muchacho, no logre
de él una permanencia definitiva. Y la eficiencia, el éxito de nuestro trabajo, depende
cabalmente de la libertad; la libertad de salir una y si es el caso dos o tres veces.
Libertad peligrosa.
Como lo es siempre la libertad.

101
Los muchachos pueden no volver...
¡O pueden volver! Pese a todo, como acabamos de mencionar, los datos nos dicen
que ha sido un camino con resultados positivos. El muchacho es un rebelde y sólo se
le puede conquistar por el corazón.
En principio la afirmación es válida, aunque...
Es un riesgo que da resultados. Recuerdo el primer año; con nosotros estaba
Alejandro, un muchacho de 16 años, muy despierto para conversar y una auténtica
mano de oro para el robo; lograba hacerlo como dicen, sin sentirse. Lo habíamos
recibido porque insistió bastante. Era el 24 de diciembre. En medio del entusiasmo,
pólvora y animación de la fiesta me decía:

–Mire, es la primera vez que me ocurre desde cuando salí a la


calle.
–¿Qué cosa? –le pregunté.
–¡Vestir así como estoy! –me respondió.

Me fijé. Realmente no pude notar nada raro. Él me explicó:

–Es Navidad, debiera tener ropa nueva.


–Sí, lo entiendo; sin embargo, no logramos regalos como para
que se estrenen; se hizo lo posible. No alcanzamos para tanto –le
insistimos.
–Sí, ya lo sé –continuó–. Sólo que también sé cómo se abren las
vitrinas, sé distinguir cuáles tienen alarma y cuáles no; hubiera
sido suficiente salir un par de horas... pero no, me he resistido
porque me detiene la confianza que han tenido en mí. Creen que
puedo ser alguien, eso no me deja robar esta noche.

¿Es caso único?


No, al contrario; las anécdotas semejantes son muchas. El caso de Alejandro es un
ejemplo. Cuando está en juego la relación personal se dan situaciones inesperadas.
Valga como un ejemplo otra anécdota.
“Guyu-guyu” tendrá 14 años al máximo, físicamente representa 11, aunque en
experiencia y picardía ya supera los 18; le ocurre además lo que a ciertos frutos: la
aspereza que los envuelve oculta un corazón espléndido. Nuestro amigo, a fuerza de
pilatunas, vino a colmar la paciencia de sus compañeros y educadores; merecía en
opinión de ellos una sanción ejemplar: una semana en la calle. Ciertamente es una
sanción dura para un muchacho.

102
La época era de lluvias. Un día, la antevíspera de ingresar, lo encontré a la una de
la tarde en un andén de la carrera 10a a pocos metros de Bosconia encogido en un
rincón para protegerse del agua, y completamente absorto en la lectura de un pedazo
de periódico. Estaba sucio, con el pelo desgreñado; los dedos de los pies, fuera de los
zapatos. El muchacho callejero de antes. Me ubiqué delante de él y estuve esperando
a que me notara; pasaron algunos instantes, de pronto:

–Ah, qué susto tan berraco, –comentó luego a los amigos–, ésa
no me la esperaba.
–¿Me invita a almorzar? –le dije, conocedor del caso.

Me miró como atolondrado; luego dijo:

–Bueno.

Se puso de pie, abandonó los papeles que leía y sin miedo a la lluvia se dirigió
hacia Bosconia; yo marchaba detrás.
Con un desenfado y propiedad admirables, él mismo abrió la puerta y se tomó
la libertad de ingresar y pedir dos almuerzos en el comedor de Bosconia. Ahora el
desconcertado era yo; jamás imaginé tanta seguridad y decisión. Me dejaba perplejo
cómo un muchacho que de momento no tenía nada que ver con Bosconia me hacía
notar que ésta era su casa y que en ella podía disponer como Pedro en la suya.

Mientras conversábamos habíamos ido recorriendo el patio,


deteniéndonos a trechos. Ahora estábamos frente al comedor.
Nos invitaron a seguir adelante. Es una sala amplia llena de
claridad y colorido.

Me parece muy alegre y muy limpio.


Lo es.
Nunca imaginé para estos muchachos un comedor con manteles de colores,
con floreros, con tanta alegría en los cuadros y tanta luz. De la limpieza ni
hablar, es impactante.
A propósito, queremos que el ambiente del Programa sea así: atractivo y alegre.
Bosconia en realidad es el comienzo en serio del proceso de desadaptación.
¿Desadaptación?
Sí. Queremos llevar al muchacho a cuestionar las contradicciones del ambiente de
la vida callejera y las contradicciones del ambiente que lo ha engendrado.

103
¿Para eso es necesario desadaptarlo?
Sí. Ponerlo en contradicción con el ambiente en que vivía para enseñarle que
podemos vivir de una forma diferente.
En realidad no hay lujo, buen gusto sí.
Es un conjunto de detalles que hacen llegar al muchacho hasta nosotros. Hoy en
la mañana un muchacho ya me estaba agrediendo con cierta impaciencia, me decía:

–Usted no canciona; no dijo que en los primeros días de enero


nos iba a recibir. Estamos ya a 16 de enero y nada, usted es un
humillativo.

Están pendientes de las fechas de entrada. Se han dado casos de muchachos que
nos rompen los vidrios porque no toleran el incumplimiento. Uno dice: “Bueno,
lo recibiré el próximo mes”, pero a veces no hay disponibilidad, no hay recursos,
entonces creen que se les está “dando caramelo” y pierden la paciencia.
Es la diferencia con el tradicional reformatorio en donde el muchacho queda
encerrado en una jaula. En el Programa, la presión es de afuera hacia adentro...
Un muchacho llevaba tiempo insistiendo y había observado que cuando llegaba
algún herido, inmediatamente lo recibían. Una mañana cuando el conductor estaba
sacando el vehículo, se lanzó por debajo para obligar a los del Programa a entrarlo.
Menos mal, hubo una maniobra rápida y se lastimó muy poco. Ahora está en La
Florida.
Creo que los muchachos, a pesar de su vida de gitanos alegres, deben sufrir
bastante. El hecho anterior parece increíble.
Se han dado por lo menos cuatro casos de éstos. Naturalmente los recibimos de
inmediato; pero hemos decidido no volver a hacerlo porque ya se hubiera convertido
en un sistema para entrar, inadecuado y peligroso.
Pienso ahora que no es cierto que el muchacho no acepte las instituciones;
se trata de hacer instituciones que den respuesta a sus necesidades. Se requiere
conocer el secreto.
El secreto es muy sencillo; la amistad, el trabajo y un grandísimo respeto por la
libertad.
Eso los hace sentir felices en el programa.
Frecuentemente el mayor argumento de algunas personas o entidades para
ayudarnos es la alegría que ven en los muchachos. En una carta nos los decían: “son
rostros de muchachos felices”.

104
¿Utilizan uniformes?
De ninguna manera.
Es la costumbre tradicional imponerles uniformes y rasurarlos. ¿Aquí el niño
se viste como quiere?
¡Hasta donde es posible!
¿Cómo obtienen la ropa?
Estamos tratando de evitar un fenómeno muy común en las instituciones
asistenciales: el paternalismo. Es una ofensa a la persona. No regalamos nada. El
muchacho obtiene el vestuario con trabajo. Si no gana lo suficiente, es preferible
verlo mal vestido o con los zapatos rotos que regalarle las cosas.
O sea, ¿deben comprar la ropa que usan?
Sí.
¿Cómo obtienen el dinero?
Es un juego educativo. Ellos ganan, a través de su trabajo, lo necesario.
¿Y compran de veras?
Compran los útiles necesarios y la ropa que necesitan, con peripecias hasta
graciosas. A uno de los muchachos recién entrado, al llegar la quincena le pagaron
los florines, no recuerdo cuánto, y él inmediatamente fue a la Cooperativa a comprar.
Había visto que sus compañeros tenían ropa nueva y quiso comprar ropa, pero al
llegar a la Cooperativa vio un carrito y adiós deseos de comprar camisa y pantalón.
Salió sin ropa pero con un carrito, dando vueltas por la casa. Por la tarde se reunió el
grupo y le hizo ver que había cometido un disparate, primero estaba la ropa, luego el
carro. Sin embargo, dijo:

–Yo nunca he tenido un carro y prefiero el carro.

El educador apoyó la actitud del muchacho, es decir, la libertad. El método a


veces produce frutos inadecuados, pero a la larga es muy formativo.
¿Usted mencionó florines?
Sí, la moneda del Programa se llama florín por la Florida que es nuestra República.

Tuvimos oportunidad de sentarnos en el comedor, comprobar


la resistencia de las mesas y la ingeniosidad del diseño.
Continuamos el diálogo mientras salíamos.

105
Al principio debe ser un problemita serio lidiar con muchachos acostumbrados
al mundo de la calle donde su lógica es la rapiña y la violencia.
Es difícil. Las mismas mesas y los asientos están hechos de manera especial para
resistir cualquier maltrato; son metálicos. Cuando ingresan nuevos grupos llegan
como un torbellino; para no castigarlos conviene colocarles útiles que no puedan
dañar. Las mesas por ejemplo, es muy difícil destrozarlas. Es inoxidable además.
Tiene una estructura de tubo de pulgada y media. Las sillas están pegadas a la misma
mesa. Si en todos los grados del Programa hubiera esas mesas, sería inadecuado. Sería
una falta de respeto al muchacho creer que no puede aprender a manejar las cosas.
Al comienzo todavía no es capaz de manejar una silla. Cuando lleguemos a la última
etapa verán ustedes, las tenemos como en nuestras propias casas. Una mesa sencilla,
con las sillas sueltas.
El muchacho ha ido pasando de una actitud callejera a una actitud mesurada.
Dígase lo mismo de las duchas como lo verán cuando pasemos por los dormitorios.
Son muy resistentes, y con una sola llave general se pueden controlar seis. Es una
forma de evitar el desperdicio de agua. En cuanto lleguemos a La Florida, se podrán
dar cuenta de que son como las de cualquier casa de familia.
Cada uno maneja su ducha porque allí el muchacho ya entiende mejor las cosas.
Se trata de un proceso.
Ya veo que la gradualidad la han llevado hasta el detalle. Encuentro muy
novedoso el esfuerzo que han hecho por adecuar el elemento para que responda
a la intención de educar. No siempre se tiene en cuenta que el diseño del mueble,
por ejemplo de una ducha, tiene gran importancia.
Intencionalmente se ha buscado realizar esta adecuación en todos los campos
posibles.
Pasando a un asunto diferente, quisiera preguntar por el presupuesto de
comida.
Ha tocado uno de los temas más difíciles. Con las obras asistenciales el problema
no es abrirlas sino mantenerlas. Para comida, contamos con un presupuesto diario
de $30 por muchacho. Como pueden ver, es una suma reducida. Nuestra intención
es darles una alimentación más rica en proteínas pero, dentro de esas limitaciones,
resulta prácticamente imposible. Uno de los problemas del muchacho de la calle es la
desnutrición. Por eso la comida debería ser más esmerada y balanceada.
¿Es la comida normal de cualquier muchacho de clase media?
El problema es que estos muchachos, para restablecerse, necesitarían un régimen
muy superior.

106
¡Pretenden mucho!
Puede ser. Cualquier gasto a beneficio de un muchacho de la calle, representa el
mínimo costo social frente al daño que la misma sociedad le ha causado.
En la calle viven del azar; hay días buenos y días malos.
Y los días malos deben ser frecuentes.
Mire si serán extravagantes algunas situaciones. Le sucedió a “Pate-cumbia”
en Liberia durante su segunda semana de formación. Venía corriendo desaforado
porque eran las seis y treinta de la tarde y él estaba aún a diez cuadras de distancia
de la casa; temía llegar tarde. Al ingresar, el educador reparó en rasguños y rastros de
sangre en manos y piernas.

–¿Estuviste peleando? –preguntó el educador.


–Fue con un perro grande...por un hueso –le contó el muchacho.
–¿Peleando con un perro por un hueso?
–Sí, pero comprenda, era que el hueso estaba carnudito –se
justificó el joven.

El proceso de dignificación de alguien así es lento. Ahora reparo en la


insistente gradualidad del Programa: es, por usar un símil, como tomar un
convaleciente y enseñarle a caminar de nuevo. Comprendo la preocupación por
los detalles. No obstante, pienso en las dificultades disciplinarias.
Es una disciplina espontánea. No faltan los episodios estridentes con sus momentos
de crisis y nerviosismo, apenas comprensibles. Es un campo de interminables
anécdotas que hasta nos disgustan cuando ocurren, pero que ahora tomamos con
humor.
La menor falta del adulto es aprovechada; y si no estamos alerta, el asunto pasa a
mayores, y el dominio del grupo no es fácil lograrlo tan pronto como uno quisiera.
Un medianito, travieso como él solo, desesperó al educador quien, cansado de pedirle
mayor compostura, se le acercó ofendido. Todo fue uno, verlo venir y emprender
carrera. Parecía una ofensa mayor ahora dejarlo escapar sin la sanción, de modo
que carrera detrás para alcanzarlo. Aquello era de maravilla: el pequeño adelante
esperaba, volvía a correr; ya pueden imaginar al educador. Casi fue un juego del gato
y el ratón; la alegría de los compañeros que contemplaban la escena llegó al delirio.
El chiquitín ganó en definitiva porque no se dejó alcanzar dejando muy en segundo
término el prestigio de su profesor.
Es alguien que debería entrenarse en atletismo... como mínima conclusión.
Es una escena jocosa ciertamente. Entre nosotros la norma es que no se golpea
nunca a ningún muchacho, y por fortuna es una realidad que la actitud de los

107
educadores en este sentido coincide con las intenciones del Programa. Las situaciones
en las cuales el educador pierde la calma desentonan en nuestro ambiente.
Es difícil conseguir un equipo educativo que actúe siempre en este sentido.
Tengo algún conocimiento al respecto. Además, mi propia experiencia de
estudiante me lo ratifica.
Muy cierto. Sin embargo, para nosotros es muy satisfactorio reconocer que
nuestros educadores comparten con los muchachos como amigos y compañeros.
Sin que falten las escenas divertidas pienso yo.
Las diabluras de los muchachos son la sal de la vida en el Programa. Los educadores
más novatos las padecen en mayor escala, son sorprendidos por respuestas rápidas e
imprevistas.
A uno de ellos, bastante irritable, lo sacó de casillas el nombramiento con todos
los honores que le hizo en el patio un “chinchecito”; “Zancudo” era el apodo.

–Su madre –le dijo el chico.


– La suya –le respondió el educador ofendido.
–Yo no tengo –volvió a decir el “Zancudo”; y se quedó tan fresco
mientras el educador consultaba con su imaginación cómo
responder.

Es algo que proviene de su experiencia callejera; en definitiva, la lucha por la


existencia. Para recurrir a la famosa tesis, sobreviven porque son los más aptos.
Nunca olvido el gesto despectivo de un mocoso en el centro de la ciudad.
Le ocurrió a una amiga. Como era final de mes, iba para la casa después de
hacer compras, con paquetes a dos manos. En la 10a se detuvo para esperar el
bus. Ya lo veía venir cuando sintió el raponazo; rápida, algo pudo protegerse y
sólo perdió uno de los paquetes... y el bus, por supuesto. De nuevo, a esperar
otro. Al rato, por detrás, vino el gamín y le botó el talego robado. Ante la mirada
incrédula de ella, el raponerito le dijo: “fulero... eran dulces baratos”.
Tratándose de muchachos tan listos se requiere una permanente actitud de
atención, ante el robo, por ejemplo.
A ello hemos tratado de responder con un poco de malicia. Aquí en el comedor
cada jefe de mesa debe entregar contados la loza y los cubiertos que han usado. Es
un control permanente. Aún así, con cierta frecuencia desaparecen cositas que van a
parar en alguna de las compraventas de la zona o a manos de cualquier jíbaro.
A ustedes se les ha pegado buena parte del vocabulario de los muchachos.
Es natural. Es el lenguaje con el cual nos entendemos con ellos.

108
Pero bueno... y ¿quién es el jíbaro?
El vendedor de marihuana. Vive muy camuflado pero los muchachos nos han
enseñado a conocerlos.
Los robos más comunes son de cubiertos porque siendo cosas pequeñas se pueden
esconder fácilmente. La loza no desaparece tanto.
Sería una continua pérdida de dinero porque según veo, aun no siendo loza
finísima, sí es de magnífica calidad. ¿En prevención no deberían ustedes usar en
general elementos más ordinarios?
Algunas personas nos objetan, a veces con tono un poco emotivo, que hacemos
gastos desproporcionados e innecesarios tratándose de muchachos de la calle. Nosotros
opinamos diversamente: rechazamos de plano la idea de considerar al muchacho
callejero como una persona de segunda categoría y por lo mismo, ofrecerle cosas de
segunda categoría. Al muchacho de la calle le ha faltado hasta el momento todo; el
Programa busca darle lo mejor en la medida, claro está, en que lo permitan nuestras
restricciones económicas.
Nuestro sistema de amistad con el muchacho y de respeto a su persona exige
como lógica consecuencia acabar cualquier forma de discriminación.
Reconozco el justo criterio que guía sus observaciones. Además ya pude
notar que es loza de la comúnmente llamada irrompible, que puede resistir
golpes sin quebrarse. En las afirmaciones anteriores se ha relacionado el robo
con la necesidad de tener algún dinero. Es un asunto más que impone cuidadosa
atención.
Ya lo comentábamos anteriormente. Estando el muchacho en la calle algunos
robos le dejan más de $5.000. Se puede decir que con frecuencia el muchacho
dispone en promedio de $70 a $100 diarios para sus gastos y pasatiempos. En el
Programa resulta materialmente imposible darle siquiera $50 semanales a cada
uno para esos mismos gastos. Es necesario suplir la insuficiencia económica con
actividades variadas.
Es un aspecto desconocido de ordinario. Pienso que la poca disponibilidad
de dinero de bolsillo para los muchachos dificulta el trabajo.
Como usted ha podido notar, el Programa atiende al muchacho callejero típico
o sea, a un muchacho cuya edad oscila entre los 9 y los 15 años. La dificultad que
señala de no disponer de ningún dinero es seria e insalvable.
¿Disponen de algunos pesos los muchachos?
Cada semana, un porcentaje del sueldo que ganan por su trabajo les llega en pesos
colombianos, aunque no es mayor cosa; son $12 ó $15 que no les alcanza ni siquiera

109
para un buen cine. De ahí, el empeño de los educadores en promover actividades
recreativas comunitarias que hagan rendir un poco más el escaso dinero que cada
muchacho recibe.
Pienso en la dificultad de los mayores, ya que empiezan a sentir necesidades
diferentes.
Es una situación verdaderamente difícil. De nuevo volvemos a la afirmación de
que el trabajo productivo es la única verdadera solución al respecto. En ese sentido se
realiza el proyecto de la Industria Juvenil que visitaremos luego.
¿Con los jóvenes un poco mayores que vagan en las calles realizan alguna
labor?
Nuestro deseo es servirles también, aunque para ellos ya no es el Programa.
¿Algún proyecto concreto?
Sí. Reunimos a algunos de estos muchachotes de 22 a 26 años y les hicimos una
oferta de ayuda: trabajo.
¿Aceptaron?
Un buen grupo, diecinueve, respondió afirmativamente a pesar de que el trabajo
que obtuvimos era difícil y pesado. Para nosotros era importante además ayudar al
grupo a superar los problemas que ya los habían llevado a conocer varias cárceles de
la ciudad.
Para estos jóvenes venía a ser su última oportunidad, me imagino.
Es cierto, por su edad, ya están de tal manera vinculados a actividades asociales
que cualquier ayuda cae en el vicio.
Pues para ellos con la ayuda de las autoridades distritales conseguimos una cantera
al norte de la ciudad, sobre la montaña, para explotarla. Les ayudamos inicialmente
a conseguir unas carpas para dormir y les hicimos un pequeño préstamo para la
alimentación de los primeros días. La experiencia empezó con excelentes resultados.
Vivían del producto de su trabajo. Sin embargo, últimamente resultó poco rentable;
la cantera estaba situada muy arriba y los jóvenes debían vender la arena a un precio
bajo, a pesar de ser de excelente calidad. Un viaje que en esa época debería valer $200
no se lograba vender por más de $120. Poco a poco vimos la conveniencia de dejarla.
Increíble. Muchachos venidos de la calle laborando en una cantera… ya que
no les gusta el trabajo les ayudan ofreciéndoles trabajo, y fuerte, por cierto.
En las areneras había dos educadores que trataban de formarlos en el sentido
de comunidad. En las noches hacían la evaluación. Iban mejorando el vocabulario,
rectificando las actitudes de pereza, corrigiendo la manera de comer, de vestir y sobre

110
todo la manera de ver el mundo. Por mes y medio estuvieron en las carpas. Después
se compró una casita prefabricada y se la dimos en arriendo. Veinte camas teníamos.
Me imagino que el fracaso en una experiencia de trabajo con mayores es un
asunto delicado, podría llevar fácilmente al desaliento y a concluir que es más
ventajoso el robo.
Sí. Son experiencias de cuidado. Y si regresan a la vida anterior son prácticamente
decisiones irreversibles.
¿Qué fin tuvo esa experiencia?
Las dificultades para vender la arena fueron insalvables y debimos renunciar
al intento. Sin embargo, en los ocho meses de trabajo pudimos rescatar a buena
parte del grupo. Aquello fue una verdadera batalla en la cual sólo nos sostenía una
inquebrantable fe en que los jóvenes pueden cambiar de rumbo y tomar la vida en
sus manos como un bonito proyecto para realizar.
¿Alguna conclusión para destacar?
Una de manera especial: el trabajo es la gran fuerza de transformación para todo
hombre.

Subimos las escaleras a la Cooperativa. Allí, ellos mismos, los


muchachos, nos explicaron el sentido de su servicio.

Somos los encargados de la casa. Respondemos por la revisión de los aseos y


por la atención de las visitas, tenemos a nuestro cargo las llaves de los dormitorios,
biblioteca y cooperativa.
Son un grupo especial.
Sí, por turno vamos pasando todos los que en Bosconia hemos dado mayor
rendimiento. Nosotros estamos próximos a integrarnos a la República de los
muchachos donde todos son ciudadanos.

Nos sentamos para saborear un tinto servido con la más


refinada etiqueta por los encargados del Servicio Comunitario.
Estábamos en el salón de juegos y cafetería. Había una mesa de
ping-pong, algunos juegos de parqués, ajedrez y hasta carritos y
revistas de aventuras para los más pequeños.

¿Y ustedes compran los refrescos y demás artículos que venden?


Sí señor, y al final de la semana rendimos cuentas.

111
¿Nunca falta dinero?
Sí, a veces; pero nosotros respondemos.
¿Cómo es eso de responder?
Tenemos el compromiso de que nada falte porque nos comprometimos, de
manera que cuando falta, nosotros respondemos con nuestros florines.

También nos brindaron cigarrillos y estuvieron atentos a


nuestras inquietudes.

¿Nos decían ustedes que Bosconia es vivienda?


Son dormitorios para grupos pequeños; en ningún caso se llega a tener más de
quince muchachos. Y la razón es clara: cuando el grupo es pequeño el educador
puede saber quién es quién. Lo puede llamar por nombre propio.
Se puede hacer seguimiento personal ya que la vivienda es el hogar del muchacho,
y si algo caracteriza al hogar es la intimidad y el afecto.
¿Podemos ver los dormitorios?
Sin duda.

Agradecimos y salimos. El Servicio Comunitario nos acompañó


gentilmente. Ellos mismos abrieron el dormitorio. Leímos:
Tayronas...

¿Tayronas es el nombre?
Tayronas. Los dormitorios tienen nombres indígenas: Sinúes, Andaquíes,
Nemquetebas, Caribes, Yanubas, Quimbayas. Con ellos queremos significar aprecio
por lo más genuinamente autóctono.
Los grupos tienen nombre típico, clan y tribu, que son la versión de la camada a
nivel interno del Programa.
¿Los dormitorios son iguales?
Sí. Son iguales. Aquí habitan los bosconianos más avanzados. Se empieza por el
dormitorio Nemquetebas y se termina por este dormitorio que junto con el Sinúes
preparan directamente para La Florida.
¿Nuestros amigos del Servicio Comunitario duermen aquí?
Aquélla es mi cama.

112
Muy resistente, por cierto.
Es hecha por ellos mismos en los talleres. El colchón es de material muy resistente
y en apariencia parecería de lujo.
A la hora de la verdad estos colchones representan un gran ahorro pues tienen
ocho años y se conservan en perfecto estado. A veces las cosas que parecen baratas, a
nivel educativo resultan caras y muy poco funcionales.
Tienen poca ropa pero muy ordenada...
El orden es uno de los recursos del ambiente educativo para incidir sobre el
muchacho: poco a poco él va tomando una actitud distinta frente a la vida.
La primera ocurrencia es pensar en las habilidades callejeras. ¿No se roban la
ropa unos con otros?
Ahora mismo, como pueden observar, las cómodas donde guardan sus pequeñas
propiedades están abiertas. Sería una gran ofensa al grupo tener las cómodas con
candado. El grupo se va sensibilizando y reacciona cuando un muchacho quiere
poner candado.
Me decía que son varios dormitorios...
Gradualmente se pasa por todos. Un bosconiano cuando llega, empieza en
Nemquetebas. Si progresa, va al sector donde están los dormitorios Caribes, Yanubas
o Andaquíes; es el segundo paso dentro de Bosconia. Si logra avanzar, pasa al tercer
bloque de dormitorios que le preparan para La Florida.
Los baños, ¡qué brillantes!
El aseo de los baños es otro recurso de personalización.
Es una palabra bastante técnica.
El muchacho callejero pide limosna, permanece sucio, vive del robo, duerme en
los andenes. Cuando deja de pedir limosna, cuando empieza a vestir ropa limpia,
cuando se dirige a una ducha para bañarse, a tener una cómoda en donde guarda la
ropa, cuando duerme en sábanas y con pijama, sabemos que lo estamos ayudando a
hacerse persona.
La personalización será una realidad cuando él haga todo por autodisciplina,
por convicción personal. Porque podría también existir un sistema represivo, en
donde el muchacho hace todas las cosas porque hay un policía con un palo en
la mano.
Es el ideal, sin duda, el sistema no represivo. Hacia allá tendemos... Observe
usted, tienen duchas con agua caliente, hay papel higiénico. Los sanitarios no tienen

113
puertas pero el diseño permite privacidad, como se dan cuenta; el utilizar fluxómetro
favorece la limpieza.
No parece existir el tradicional jefe gritón y grosero. ¿Cómo, sin reprimir,
logran el orden?
A través de la motivación. Uno de los recursos más fuertes es la reunión diaria.
Hay ciertas cosas en el Programa que son inamovibles. Es el caso de la reunión donde
de manera informal, por medio de la dinámica grupal, a veces teatro, títeres, etc.,
inducimos al muchacho a que reflexione, a que objetivice los actos de su vida. La
reunión viene así a constituirse en la lección diaria de los hechos que ha vivido. Cada
noche, al terminar el día, cada clan se reúne a reflexionar con su educador sobre los
acontecimientos en los cuales ha participado el grupo, revisa las actividades, realiza
un ejercicio de crítica y autocrítica y se propone nuevas metas. Es el mejor momento
de motivación de que dispone el Programa.
Los resultados saltan a la vista. Todo el ambiente favorece. La escritura de
vulgaridades en las paredes de los sanitarios se hace muy difícil cuando se hallan
recubiertos por azulejos. Me entusiasma que los sanitarios sean visitables. Si
aparecieran malas palabras escritas...
Asumiríamos el hecho educativamente. Hay muchas maneras de volverlo un
factor positivo del proceso de la formación. Nosotros trabajamos sobre la vida real,
como venga. Igual cosa se podría decir del desperdicio de papel higiénico. Utilizamos
con frecuencia el método del impacto, un recurso eficaz de la educación.
El solo nombre es curioso: método del impacto.
El educador, creativamente, se inventa una actividad que produce una impresión
única en el muchacho, revolucionando sus ideas y sentimientos. El muchacho
se siente como atacado por un acontecimiento sorpresivo. Por ejemplo, hay un
muchacho travieso que coge el papel higiénico y lo bota al sanitario. El papel se moja
y queda inservible y puede taponar las cañerías.
En cierta ocasión se encontraron dos rollos, uno en el sanitario y otro en el
recipiente de la basura. Un muchacho, revisor de aseo, se dio cuenta y me avisó.
Suspendimos las actividades y se hizo una “Operación Impacto”.
Yo la llamaría la táctica del escándalo.
Sí. Se arma un escándalo, se crea un suspenso. Nos reunimos como se hace en
las grandes ocasiones cuando damos informaciones muy alegres, como cuando se
prepara una sorpresa muy agradable. Ellos no sospechaban nada. Saqué un billete
de $200 y lo quemé delante de todos. Quedaron mudos. También los educadores.
Parecían preguntarse, ¿qué es esto? ¿Está loco? Entonces con mucha solemnidad y la
voz un poco baja, les pregunté:

114
–Muchachos ¿qué estamos haciendo?

Permanecieron callados. De pronto uno:

–Quemando plata
–Tiene razón. Estamos quemando plata. ¿Es correcto hacerlo?
–les pregunté.
–¡Nooo...! – dijeron en un grito general.
–¡Ah!, ustedes son inteligentes –proseguí–. Algunos, sin embargo,
parecen estar acostumbrados a quemar plata, a destruirla.

Pido la caneca de la basura y saco el rollo de papel. Sin ningún comentario el


muchacho ha comprendido: no utilizar bien las cosas es quemar el dinero.
Supone un manejo práctico del ambiente, y saber valorar las circunstancias
en el momento preciso.
Quisiera comentar otra “operación”, en este caso: solidaridad contra la mafia. No
sabíamos cómo resolver el robo sistemático de cubiertos y, pese a las campañas por
detener la ola, fue imposible controlarla; nos vimos obligados a renovar las unidades
desaparecidas. Con la ayuda de los muchachos más responsables, empezamos una
investigación. Todas las pistas conducían a casa de una señora; vivía a dos cuadras
y media de Bosconia, y se valía de los muchachos más pequeños para explotarlos.
Fácilmente cambiaban allí un tenedor, un cuchillo o una cuchara por marihuana;
hacían lo mismo con la ropa, incluso de segunda. El muchacho podía ir con una
camisa, se la quitaba y la cambiaba por marihuana. Conocido el sistema, ¿qué hacer?
¿Dar informe a la policía y proceder en forma drástica? Después de una reunión en
la cual intervinieron los muchachos mayores, llegamos a la conclusión de que lo
mejor era producir una Operación Impacto. Estábamos trabajando entonces unas
consignas a propósito: “Somos un grupo”, “Bosconia es una gran gallada”,”el que se
mete con uno se mete con todos”.
Resolvimos organizar una especie de manifestación popular contra la señora. La
Planeamos al detalle. Logramos disponer la acción para las 11 a.m. Los muchachos
habían sido rápidamente preparados por sus educadores, y uno de nosotros en forma
dramática motivó la defensa. Cinco minutos antes, un muchacho debería ir a cambiar
cubiertos por marihuana para estar seguros de la presencia de la señora. Preciso.
Entonces podíamos proceder, y procedimos. Los muchachos estaban organizados y
partieron en una manifestación con palos y escobas, gritando: “¡se siente, se siente,
Bosconia está presente!”. Al llegar el tumulto, la casa de inquilinato parecía no resistir
la invasión de 300 muchachos, los residentes se asustaron y empezaron a correr. Los
muchachos fueron entrando. En el segundo piso descubrieron objetos de Bosconia

115
y fueron echando mano de ellos diciendo: “esto nos pertenece, aquello también,
ese saco es mío, esos cubiertos son nuestros”. Algunos agentes de la policía nos
colaboraron. Se habían llamado por si en el peor de los casos, la acción no resultaba
como nosotros queríamos.
El hecho causó conmoción en el sector; era muy difícil pelear contra 300
muchachos. La policía intervino y en términos muy enérgicos manifestó que la señora
debería salir del sector en 48 horas por explotadora de los muchachos y comerciante
de droga.
Nosotros le dejamos lo robado con la condición expresada: debía salir del lugar.
El gesto ayudó a formar conciencia y cohesión de grupo. Fue muy motivador el
hecho de que al frente de él estuvieran los muchachos mayores. Terminada la acción
regresaron cantando consignas hacia Bosconia. En la tarde, a los muchachos que no
participaron se les reprochó duramente. Cinco de ellos manifestaron haber sentido
lástima, pues la señora sólo tenía ese medio de subsistencia.
¿Siempre han tenido éxito en este tipo de experiencias? Lo digo porque me
parece que requiere una habilidad muy grande y un excelente pulso para lograr
la acción justa en el momento preciso.
Pasamos momentos de desconcierto cuando los impactados somos nosotros ante
observaciones impensadas. Nos ocurre también. Por ejemplo. En alguna ocasión
apareció una silla rota y se convino en lanzarnos a una Operación Impacto. Fuimos
al salón de reuniones, y allí el gran escándalo: falta de preocupación por los objetos
de la comunidad, descuido, negligencia. El educador que presidía la reunión se
mostró bastante enérgico en la representación teatral. La silla en el medio parecía
un sentenciado que se defendía: “no me tratan con cuidado, no me quieren, les
presto toda clase de servicios y me pagan rompiéndome”. La silla estaba ofendida y
un educador la personificaba contando su desventura. Los muchachos atendían al
desarrollo de la escena. El impacto llegó al culmen cuando un pequeñín le dijo al
compañerito del lado en voz alta: “¿el cucho por qué está recitando esa poesía tan
larga?”.
Es un ejemplo de la más prosaica lógica.
Bueno, basta ya de Operación Impacto. ¿Por qué no vamos a la biblioteca y
conversamos con más detenimiento y amplitud...?

Lentamente avanzamos hacia la biblioteca; un alegre salón


arreglado con gusto exquisito. Nos guiaba también esta vez el
Servicio Comunitario.

116
Le manifiesto que hasta a los mayores les provoca leer en un ambiente tan
atractivo.
Aún así es lento el despertar del entusiasmo por la lectura... y es comprensible,
pocos saben leer.
Nuestro amigo...
Yo sí, señora, yo sé leer. Y me gusta venir por las noches a la biblioteca.
¿Son muchos los lectores?
A veces sí, a veces no.
¿No han recibido objeciones por lo que se refiere a los gastos en libros?
Parecen gastos desproporcionados a usuarios acostumbrados a tratar mal las
cosas, a vivir siempre con las manos sucias sin tener sentido de lo que puede
costar un libro.
Es asunto de orden. Existe un responsable cuya primera obligación es examinar
las manos de los lectores, debe favorecer también el silencio y el cuidado de los libros.
Excelente idea. Sin embargo, sigo pensando en los costos.
El muchacho de la calle es un desamparado afectivo; y ¿cuál será un ambiente
afectivo, amable?
Sería necesario insistir en los detalles que respetan la necesidad y el gusto del
niño.
Muy justa observación; al muchacho le encanta ver libros con ilustraciones. En
las primeras oportunidades tal vez no sea capaz de leer las pocas letras que hay en
ellas; sin embargo, con mucha propiedad viene a un lugar como éste donde asume el
sencillo gesto de hojear un libro. La biblioteca supone organización. Se puede tener
con muy pocos centavos.
Para un muchacho que está por ejemplo en una cárcel de menores, en este
momento se gastan más de $6.000 mensuales. Hasta allí se podría tener una biblioteca
si se gastara en libros una milésima de los costos, o sea $6. Piense que 200 personas
significarían $1.200 mensuales. Si lo multiplicamos por los 12 meses, tendríamos
una suma anual representativa para iniciar una biblioteca.
Es un raciocinio que puede parecer demasiado ingenuo, pero si se mira bien, es
muy realista a nivel institucional.
Requiere que todo el conjunto de personas interesadas en la actividad
educativa valore así las cosas.
En nuestro caso, si ustedes observan, la biblioteca está en buen estado no obstante
los siete años de funcionamiento. Lo único que aparece es el deterioro normal de

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los libros. No encuentra libros rayados ni pintados, las mesas se conservan. Es una
muestra más de los que puede hacer un muchacho de la calle bien motivado.
Es necesario ver para creer.
Existen obras educativas sin biblioteca porque los organizadores de los sistemas
educativos no se deciden a gastar una milésima en costos de biblioteca o no se les
enseña a los muchachos a respetar las cosas.
Quiero hacer una pregunta un poco maligna: ¿están ustedes seguros de no
haber cometido errores en el Programa?
No tiene nada de maligna la pregunta. ¡Vaya si hemos cometido errores!
¿Es mucho pedirle que nos señale algunos?
Por ejemplo, fue un error al comienzo, creer en la eficacia de los exgamines como
educadores. Lo hicimos demasiado pronto. Y nos hemos demorado más de lo que
creíamos en transformar al muchacho de la calle en educador. Hoy sí sentimos la
alegría de tener algo de eso, pero no sucedió tan pronto como nosotros los hubiéramos
deseado.
Ustedes quisieron que de inmediato, con el nombramiento, cambiaran de
actitud.
Algo así, nos precipitamos. También al inicio, vinculamos señoritas para el trabajo
en la vivienda. No nos fue bien. De buenas a primeras, no resulta confiar la disciplina
a la mujer porque el muchacho no está acostumbrado a ser dirigido por ellas. Se dio
el caso de un grupo que puso a la entrada del dormitorio un cartel con la leyenda:
“prohibido entrar mujeres”. Otro error: en alguna oportunidad quisimos prescindir
de una consigna que era ya muy conocida para nosotros: no recordar el pasado del
muchacho. Hicimos un diseño de fichas para una investigación relacionada con su
familia, con su ambiente, con su apariencia callejera y, después de haberle dedicado
esfuerzos y tiempo, se vino a tierra porque los muchachos de ninguna forma la
quisieron aceptar y reaccionaron de manera violenta al notar que hacía referencia a
su pasado.
Por lo traumatizante que es la figura paterna o materna. El muchacho se
negaba a formar un sistema sobre esas imágenes. Significativo el hecho.
Consideremos otro caso. Desde el comienzo, como se suele hacer siempre,
nos empeñamos en tener una buena dosis de profesionales titulados. Y también
fracasamos. El éxito en la educación depende principalmente de cierta riqueza en
la personalidad por la cual se es aceptado entre los muchachos. Viene a ser como el
“don de gentes”, por ejemplo.

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Si la persona que tiene las cualidades ha estudiado, encontramos un caso óptimo,
pero, lo primero no es buscar el título, sino la persona con las cualidades de educador.
Naturalmente que no sea tampoco una persona desprovista de formación
académica pues es obvio que las mismas dotes naturales sin un mínimo de
conocimientos pedagógicos no son aprovechables. Hubo una falla fundamental en
el equipo al inicio: los intelectuales se dedicaron a hacer trabajo intelectual y dejaron
el trabajo práctico para los no profesionales que había en el momento. Fue un gran
descalabro que nos hizo replantear la actividad.
Con frecuencia ocurre que una persona que ha estudiado el bachillerato, que ha
estado cinco o seis años en la universidad, que a lo mejor ha tenido cargos directivos
en alguna institución, no acepta convivir con el muchacho, sólo quiere diagnosticar
y ordenar. Personas así no realizan una verdadera labor educativa. Los que influyen
de verdad son los que comparten con el educando.
Los reformatorios no suelen funcionar porque la persona que vive con el
niño no es una persona preparada, es un hombre con un palo en la mano.
Son aleccionantes los errores.
Tenemos la ambición de escribir en el futuro algo sobre los errores cometidos.
Las equivocaciones constituyen una magnífica escuela de experiencias. La idea nació
cuando tratamos de hacer un estudio sobre el florín, que es la moneda, dentro del
sistema económico del Programa.
La gratificación es un asunto de larga discusión. Algunos siguen la filosofía
de Pavlov: poner estímulos seguidos para que el niño se vaya acostumbrando
a dar ciertas respuestas. Lo considero completamente negativo. La cuestión es
mucho más compleja; a mi modo de ver, intervienen múltiples factores.
Cuando empezamos con el florín nos equivocamos, no obstante la intervención
de una universidad. A raíz del suceso, se está escribiendo un libro en los Estados
Unidos: con un capítulo dedicado a nuestro programa.
En el asunto del florín, el trabajo con un equipo de personas de universidad
nos despistó, creó en el equipo de educadores una incomodidad frente a todo
planteamiento que tuviera que ver con el conductismo. El error a este propósito fue
querer someter a una gratificación milimétrica cada una de las cosas, establecer unos
comportamientos tan específicos, tan minuciosos y clasificados que hacían imposible
en la práctica cualquier tipo de control. Controlar cuántas veces se ponía de pie el
muchacho mientras estaba asistiendo a una reunión resultaba intolerable para un
educador. Naturalmente la dificultad generalizada llevó a un replanteamiento sobre
la forma de utilizar nuestra moneda. Perdimos, sin embargo, un año de trabajo.
O ganaron un año de experiencia.
Puede ser.

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Sucede, a veces, que el conocimiento superficial de un método o de un autor
determinado lleva a aplicaciones mecanicistas que desvirtúan del todo el valor
que puedan tener.
Quizá este ejemplo aclare hasta qué grado se puede llevar un aplicación
mecanicista. En el proceso de la enseñanza de la escritura, el educador se sienta con
un tarro de galletas. Cuando el muchacho da una respuesta correcta, recibe una
galleta como gratificación.
Muy motivante el sistema, se comprende.
Si por ejemplo, a los muchachos de la calle les hacemos una propuesta con
la perspectiva de que se les va a dar algo agradable dentro de tres meses, pues no
vibra tanto como cuando les estoy diciendo: “si aciertas, tienes una chocolatina”.
La gratificación inmediata es válida; pero si un sistema educativo se vuelve única y
exclusivamente gratificación inmediata es desastroso, porque el muchacho pierde una
cantidad enorme de valores; se vuelve casi un autómata, procede por actos reflejos.
Va asociando la gratificación hasta el condicionamiento total en el peor de los
sentidos.
Sería una situación delicadísima.
Nosotros utilizamos el reconocimiento frente a la comunidad.
Es una gratificación muy buena pero también, para que sea válida, no debe ser
muy frecuente. Perdería valor la gratificación. Sería fatal porque el muchacho lo
captaría inmediatamente.
El reconocimiento puede en algunas ocasiones convertirse en una gratificación
inmediata, sin exagerarlo, desde luego.
Hemos tenido algunos educadores muy hábiles en gratificar positiva y socialmente
a los muchachos.
Quiero hacer una pregunta sobre un tema diverso: ¿ustedes emplean el
método ensayo-error?
Es una observación que se nos hace con relativa frecuencia. Yo pienso en que si
bien ha habido fallas como las que se han notado, ello no lleva a la conclusión de que
se haya obrado con el método ensayo-error. Previamente a la iniciación del Programa
hubo no sólo un conocimiento del mundo del gamín, sino que, además, se tenía
ya una concepción pedagógica, una filosofía educativa, que se generó en ese grupo
inicial de personas inquietas con los problemas de la educación.
También se conocieron soluciones, alternativas que se le estaban dando al
problema del gaminismo. Se conocieron experiencias de Colombia y del exterior
en trabajos con muchachos difíciles. Como resultado de la investigación inicial, el
Programa empezó con una serie de hipótesis, si se las quiere llamar así. Una serie de

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premisas que han venido dinamizando el trabajo. Se gestaron como producto de una
reflexión teórica y fueron previas al inicio de la experiencia.
Ahora, durante la marcha, se han venido encontrando en la práctica un cierto
número de respuestas a los problemas; el método de trabajo se podría definir como
una “reflexión en la acción”.
No es “reflexión para la acción” como ocurre con el cientificismo, porque el
cientificismo paraliza, si una investigación no está archiprogramada y no está
teorizada al detalle, no se puede emprender. Así jamás se podría haber realizado
una obra como ésta en ocho años; además la educación cuenta con pocos recursos y
permanecer tres o cuatro años en la etapa de preparación es un contrasentido.
Tampoco es “acción para la reflexión”, que sería la improvisación. En ese caso sí
se podría hablar del método ensayo-error.
En muchas experiencias, inclusive trabajos en los que nosotros hemos
participado en ocasiones anteriores, el lema ha sido: acción en la reflexión, como
protesta contra el teoricismo, pero se cae en el espontaneísmo y muchas veces en
el aventurismo.
En síntesis, diríamos que, frente a la pregunta sobre el método ensayo-error, aquí
se ha encontrado un método distinto que evita los dos polos; la teorización y el
activismo. Se han sintetizado en la consigan mencionada: reflexión en la acción.
No se puede hablar de improvisación, entonces.
Estamos en la línea del ejército de personas que desde hace un siglo vienen
insistiendo en la inadecuación de la educación; conocemos sus ideas y por ello nos
comprometimos con base a cierta formación académica y a varios años de experiencia.
Es un contexto teórico que justifica el trabajo que vienen adelantando.
Sin hablar además de las investigaciones realizadas con actitud científica
formal. Hemos pasado por estadísticas, por censos, por definición de variables, por
evaluaciones, etc.
Las universidades de Bogotá, en una u otra forma, nos han ayudado en el
transcurso de la obra. Y diversos profesionales han intervenido en diferentes
momentos y circunstancias del Programa.

El diálogo continuaba animado mientras bajábamos las


escaleras; nos dirigíamos a la Dirección de Bosconia. El Servicio
Comunitario se despidió amistosamente pidiéndonos que
volviéramos. “Nos agradan las visitas”, dijeron.

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A medida que hemos ido realizando el recorrido en los días anteriores y hoy,
ha ido cambiando mi idea del muchacho callejero. Su agresividad e insolencia
pueden cambiar; pero todavía no dejo de temerles cuando los encuentro en la
calle. La imagen anterior persiste.
Del gamín se tienen todas las ideas posibles.
Es un tema sobre el cual se podría escribir bastante. Las opiniones van desde el
desprecio absoluto... Mire un botón de muestra.
Me ocurrió personalmente en Ciénaga cuando fuimos a una excursión de
vacaciones con el primer grupo de bosconianos. Teníamos ocho meses de trabajo;
el ambiente era agradable, con un alto sentido de responsabilidad y superación; los
educadores, entusiastas.
Tuve la oportunidad de dialogar con el alcalde del pueblo a donde llegamos, un
“lagartico” de no más de 27 años. Estaba conversando con sus amigos de oficina. Le
hablé de los muchachos, del viaje, de la amable acogida que habíamos tenido. Él me
escuchaba agradado. Por fin, como despertando al sentir un golpe de imaginación
me dijo:

–Son gamines, ¿verdad? –dijo el alcalde.


–¡Eran gamínes! –le contesté enfático.
–Es la misma cosa –me respondió.
–Del todo diferente.
–Está bien, no hablemos más del asunto –me dijo el alcalde
cambiando de tono–. Mire, creo que ahora sí voy a solucionar
un problemita ya viejo que me tiene medio loco... ustedes me
ayudan ¿cierto?.
–Con gusto, señor alcalde.
–Contemple la plaza, siempre está llena de mugre, papeles y
desperdicios. Tráigame sus gamines y yo los mando a limpiar la
población, las basuras se pueden acumular allí a la vuelta en un
hueco que hay. Se lo digo yo, el trabajoes el que hace al hombre.
–Si usted, señor alcalde, con sus secretarios trabaja al frente del
grupo en la recolección de basuras, cuente con nosotros –aclaré.
–Pero, ¡nosotros somos personas! –me dijo.
–Los muchachos también –le respondí ofendido.
–Bueno eso es problema suyo.
–Pues la limpieza del pueblo también es problema suyo y no
nuestro señor alcalde –le dije enérgicamente.

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Un desperdicio semejante está implícito en la pedagogía del garrote. El
muchacho se va llenando de resentimiento; de ahí nace el desarreglo afectivo. Es
un persistente desprecio ver al muchacho de la calle.
Hoy mismo aunque parezca sacado de un libro de horror, usted lo puede
comprobar, nos trajeron a Luis. Está durmiendo en la 10a frente a uno de los
almacenes populares de supermercado. El muchacho de la calle por costumbre tiene
el sueño pesado, no lo despierta el ruido de los automotores ni los empujones de los
transeúntes; pues algún criminal, para que no fastidiara más en frente de su almacén,
le regó gasolina en las piernas y le lanzó encima un trapo encendido. El muchacho se
despertó hecho una tea.
Con una vida así, se está programando a la persona para el odio y el
infortunio permanentes. Si le agregamos el desorden sexual, es comprensible su
comportamiento.
Son hechos que explican un tanto la actitud del gamín…
A propósito del desarreglo sexual del muchacho, ¿qué piensan ustedes?
Al respecto hay que aclarar algunos conceptos. Se tiene la idea que todos los
muchachos de la calle son homosexuales y es una equivocación. Muchos nunca han
tenido ese tipo de relaciones. Por el contrario, se han dedicado a la vida heterosexual.
En un trabajo realizado hace poco se pudo comprobar en la mayoría de los
muchachos, una amplia vida heterosexual con algunos episodios homosexuales. Y
este en un porcentaje que supera el 85%.
Tengo entendido que el sexo es una de sus temáticas preferidas.
El muchacho de la calle es muy dado al sexo, y se debe a la misma naturaleza de
su vida. En algunos casos pertenece a una familia en la cual el padre se dedica al robo
y la madre a la prostitución. Tenemos muchachos que sufren; quisieran ayudar a los
familiares que viven en esa situación. Cuenta mucho la promiscuidad en el hogar.
Viven en una pieza de inquilinato donde duermen pequeños y grandes, hombres y
mujeres, en una sola cama varias personas. Y cuenta el problema de la camada. Por el
frío, durante la noche se van apeñuzcando en un rincón donde los cuerpos quedan
muy juntos.
Freud decía que el pequeño es un perverso polimorfo. Lo decía para hacer
entender cómo el sexo salpica la vida de una persona en cualquier momento y en los
primeros años con mayor frecuencia.
Si eso es cierto con cualquier otro niño, mucho más cierto con un muchacho de
la calle; él conoce también el sexo por la corrupción del hampa. El hampón es un
hombre que sufre y cuando tiene plata, se entrega a los placeres.

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En fin, la misma edad y la falta de afecto inciden poderosamente en el problema.
A lo largo del día el muchacho pronuncia centenares de palabras de tipo homosexual,
para ofender al compañero le dice: “marica, fulano es marido suyo”. Ciertos gestos
siempre se refieren a la misma temática.
Entiendo que las relaciones sexuales entre ellos mismos son frecuentes; es
una temática que suele comentar bastante el gran público.
El homosexualismo interviene frecuentemente como sanción en la camada
cuando quieren castigar a un compañero. También contribuyen a fomentarlo las
instituciones donde pasa gran parte de la niñez.
Es conocida la incidencia de los internados, de los cuarteles, sitios en donde
hay mucha represión y poco intercambio con el sexo opuesto.
En la calle, las escenas son violentas y ofensivas. Cuando toman a un “cirilo”, a un
tontico del cual quieren abusar, el mayor, a manera de dueño de una subasta que le
produce dinero, ofrece la mercancía: “¿quién da $5 por fulano?”.
Es marcar a una persona de por vida.
Pero realmente los porcentajes de fijación homosexual notoria, que trasciende, no
son muy altos.
Nos sentamos en las oficinas de la Dirección de Bosconia, sencillas
y acogedoras. Continuamos dialogando animadamente.

Ustedes tienen una actitud bastante benigna con respecto a las manifestaciones
desviadas de la sexualidad, me parece.
No sólo nosotros. Por fortuna, se han superado en nuestro medio actitudes
demasiado represivas con relación al sexo. La represión, crear complejos de
culpabilidad, es siempre un hecho negativo. Lo es mucho más en el caso del pequeño
oprimido, del muchacho pobre, porque él ya tiene mucha carga a sus espaldas y no
es justo ponerle cargas ficticias que realmente no representan situaciones de culpa
moral.
Hay una consigna que, en cierta forma, sintetiza nuestra actitud: “En vez de
prohibir o vigilar la vida sexual de los muchachos, buscamos crear un ambiente de
serenidad, de respeto, de cariño”. Es decir, crear otra escala de valores en un ambiente
distinto.
Reconozco que a veces se falla al exagerar los problemas. Cuando el muchacho
habla de sexo, muchas veces no está hablando de experiencias propias sino que más
bien quiere impresionar a otros contando cosas oídas a otros o imaginadas.

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Es una especie de mitomanía frecuente también en el relato de actos violentos. La
persona ingenua le cree cuanto de buenas a primeras va contando. En algunos casos
se necesitan años para conocer la verdad.
En la problemática homosexual, ¿qué terapia están adoptando ustedes?
El problema de la terapia es sumamente complejo.
Debe tenerse en cuenta la literatura científica al respecto, tanto de la escuela
dinámica como de la comportamental.
A esta sólida formación hay que añadir mucho de ingenio y habilidad para
relacionar técnicas, conceptos, situaciones.
Quien se adentra en el campo de la terapia debe conocer la psicología evolutiva.
Muchas situaciones, especialmente en el campo sexual, responden a un proceso de
maduración y no hay que darles carácter patológico.
Insisten, pues, en la comprensión.
Cuando nos enfrentamos a una situación tan concreta como las relaciones
homosexuales, debe armonizarse el tratamiento ambiental con el individual. No
podemos generalizar. Cada caso tiene variables específicas.
Según eso, el ambiente no absorbe por completo al muchacho, respeta su
individualidad.
Exactamente. Nuestro enfoque es ambiental, pero teniendo en cuenta lo que
usted dice: un ambiente de respeto y valorización personal, de aprecio por la verdad,
en donde no hay la ley del silencio.
Si hubiera que precisar lo que conlleva ese ambiente que usted menciona,
¿qué se podría decir?
Nos referimos a un ambiente que permita la realización progresiva de los
muchachos, que responda a sus gustos y necesidades. Un ambiente donde ellos
se sientan en casa propia. Un ambiente cargado de detalles: saludo, aseo, buena
presentación personal, orden, alegría, que vaya creando optimismo y actitudes
positivas hacia la vida.
Un ambiente donde la presencia de la mujer sea una necesidad y donde ella pueda
desempeñar papeles femeninos.
Un ambiente donde el muchacho esté siempre ocupado y se valore su actividad.
Un ambiente juvenil, con fiestas, en donde el muchacho tenga la oportunidad de
conocer niñas de su misma edad y de entablar, a niveles no formales, amistad con
ellas.
Un ambiente físico sin rincones y encrucijadas sino con mucha amplitud y luz.

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Un ambiente de serenidad y confianza en los dormitorios, donde haya una
presencia continua y cariñosa del educador o del jefe de grupo que genere optimismo
y amistad.
Podríamos decir que es todo un diseño ambiental. Me parece que se trata de
captar las necesidades de los grupos y de las personas y responder adecuadamente.
Es como la aplicación del sentido común. Algo muy difícil, por cierto.
Efectivamente, un diseño centrado en las necesidades de los muchachos. Para
nosotros, educar es crear ambientes que permitan desarrollar todas las potencialidades
de la persona.
¿Qué hacer cuando un muchacho, a pesar de lo dicho anteriormente, continúa
con prácticas homosexuales?
Se inicia un trabajo personal con él: se le ayuda a elaborar una escala de valores;
se favorece el trato con las mujeres. Se realizan sesiones en donde analizamos la
etiología de su homosexualismo. Le damos información sexual científica y adecuada
a su edad; existen cursos en el Programa para informar al grupo sobre la vida sexual
y su patología. Se crean ambientes, más cercanos al muchacho, de reconocimiento,
apoyo, afecto, se crean situaciones para que haya una aceptación de sí mismo. Además
se utiliza todo el cúmulo de enseñanzas del sistema preventivo de Don Bosco. Sin
moralizar ni sacramentalizar, se le hace ver cómo una actitud religiosa positiva, una
relación amistosa con Dios, como amigo, puede ayudarle a solucionar su situación.
¿O sea que no utilizan los sacramentos de la confesión y comunión como
varitas mágicas?
Para nosotros, lo religioso no es mágico. Es la toma de conciencia de la
trascendencia del hombre, que se propone, inspirado en el Evangelio, transformar
su mundo social y personal. Evitamos que la religión sea el opio del pueblo y Dios el
tapa huecos de nuestras deficiencias.
¿Algunos casos se resisten a todo el tratamiento mencionado?
Si el muchacho persiste en su conducta homosexual, lo cual no es común, lo
enviamos a un buen psicólogo o a un psiquiatra. Por ejemplo en La Florida, en
una población de 450 muchachos, en este año dos han necesitado tratamiento con
especialistas fuera del Programa.
Pienso que los casos preocupantes son los muchachos mayores. Con los
pequeños el problema es menos grave, pues en ellos es más fácil lograr un
cambio de actitud.
Nos mantenemos en la línea de reforzar el yo, de reforzar sus posibilidades; y nos
ayudamos de una presencia muy serena y constructiva de la mujer.

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En realidad desmitifican el problema. Tratándose de sexo, lo grave es cómo
darle una respuesta en el momento en que ellos sientan necesidad de afecto. Y si
se trata de muchachos de 17 años...
Cuando buscan compañera en el campo de la prostitución, resultan parejas muy
débiles.
Es inquietante el problema afectivo en la adolescencia de un gamín. La
experiencia vivida es sin duda un lastre. Me gustaría saber cómo se mueve el
muchacho dentro del mundo de la prostitución.
Con una libertad única: aquí en Bosconia se han dado acontecimientos como
éste: el muchacho se acerca a 6 o 7 p.m. y dice: “mire, yo necesito las hembras; llevo
tres meses sin salir”.
Uno aprecia la espontánea sinceridad del muchacho y piensa cómo la prostitución
ha llegado a ser algo perfectamente normal para él.
Yo no sabría responderle a un joven así.
No moralizamos de inmediato. Se le respeta la libertad de salir a hacer lo que
quiera; después llegará el momento de la entrevista con él, cuando poco a poco se
le vaya haciendo entender la dignidad humana y cómo el acto sexual tiene sentido
donde hay amor.
Es un campo de múltiples pareceres pero yo creo que en esto hay poco que
objetar.
El ambiente de serenidad y objetividad ha llevado a ciertos hechos que parecerían
inconcebibles; por ejemplo, una fiesta con las niñas prostitutas de la zona con ocasión
de la Navidad.
¿Qué orientación le dan a ese tipo de encuentros?
Quiere ser un acto simbólico de comprensión para con ellas. Se invita un número
de 70 u 80, y se les prepara un buen almuerzo.
¿Y acuden?
Con gusto. Durante la última fiesta, sin embargo, pasamos un mal rato; algunas
muchachas se metieron a los baños y nos robaron los fluxómetros por un valor de
$12.000 a $15.000; nos causaron graves problemas porque tratándose de una obra
oficial, debemos rendir cuentas pormenorizadas de las cosas que se desaparecen.
Pero no nos arrepentimos; este año la haremos con un poco de malicia indígena
para que al mismo tiempo que se les beneficie, y nosotros no salgamos perjudicados.

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A propósito, ¿qué tipo de fiesta organizan con más frecuencia con los
muchachos?
Además de las fiestas nacionales y religiosas, que por lo demás se celebran en todas
partes, se conmemoran los hechos más sobresalientes del Programa, como puede ser
la apertura de una nueva casa o el ingreso de un nuevo grupo. Tratamos de hacer
realidad la consiga: el Programa es una continua fiesta.
¿Altos costos, por lo tanto?
Cuando decimos fiesta nos referimos a todo un plan bien determinado de
celebraciones deportivas, culturales, recreativas, formativas, religiosas. No hablamos
de lo que comúnmente se llama una “gran pachanga”. La primera connotación de la
palabra fiesta no es, pues, billete sino afecto.
A la palabra fiesta ustedes le dan una amplitud mayor entonces.
Es una estrategia educativa que permite lograr metas muy altas por el ambiente
agradable que suscita.
Entonces una fiesta es algo más que un día.
Evidentemente. Es un período de trabajo. De hecho, un año de trabajo se divide
para nosotros no en semestres sino en períodos festivos.
Explíqueme esa afirmación.
La actividad nuestra gira alrededor de las fiestas. Dos de ellas son Navidad y
Pascua. Navidad es la fiesta de los niños. Suele ser muy alegre esa temporada; con sus
rasgos de tristeza para aquéllos que ni siquiera conocen a sus padres. Corresponde al
inicio y fin de año.
La festividad navideña pertenece a nuestra cultura.
Nosotros aprovechamos la enorme carga afectiva que conlleva en beneficio de las
metas que nos hemos propuesto.
¿Y dice usted Pascua?
Sí. Existe una celebración, mayor, que es la Pascua. Entre nosotros tiene especial
significado. Los símbolos que la liturgia cristiana presenta son directamente aplicables
a nuestro ambiente: el cambio, la resurrección, el fuego, la luz, el agua. Es una
celebración muy sugestiva y sentida: la fiesta del hombre nuevo. Es la ocasión en la
cual el Programa experimenta una verdadera purificación interior.
Y además de Navidad y Pascua...
Además de estas dos festividades, todo el año está enmarcado por celebraciones
alegres: enero, febrero, marzo y abril constituyen la temporada de la fiesta de la

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Comunidad y del Trabajo; mayo y junio, la fiesta del Autogobierno; julio, agosto y
septiembre, la fiesta de la Amistad; octubre, noviembre y diciembre, la fiesta de la
Cosecha.
O sea, todas las actividades que se realizan durante esos meses van orientadas
a una fecha exclusiva de la temporada.
Es una convergencia unánime y alegre de esfuerzos.
En la práctica corresponden a los tradicionales bimestres o trimestres.
Pero la vivencia que logramos es diferente. La fiesta de la Comunidad y del Trabajo
por ejemplo, anima la actividad de los primeros meses del año. Es tanto el fervor y
entusiasmo que hemos logrado hacer realidad la consigna: el trabajo es nuestra fiesta.
¿De qué manera?
Toda la dinámica de preparación la hemos hecho llegar en los días finales de la
fiesta a unas jornadas de trabajo material para construir un patio por ejemplo, o para
hacer un camino, o para renovar la pintura de una casa.
Trabajamos de la mañana a la noche y logramos el objetivo; de manera que un
grupo, cansado y sudoroso, encuentra motivos reales para cantar, bailar, jugar, reír.
¿Los educadores participan?
El educador es siempre el compañero que está hombro a hombro con el muchacho;
es el animador incansable de estas jornadas.

Para una persona joven el ambiente festivo es su medio, como el agua para
los peces.
Otras festividades tienen relación con hechos importantes como por ejemplo, el
ingreso de un nuevo grupo al Programa, el avance de una etapa a otra, la posesión
del Concejo de Gobierno en La Florida. Otros motivos son de ocasión. Así hemos
celebrado la fiesta de las máquinas, la del agua, la de los sesenta mil árboles, por
nombrar algunas. Los motivos han sido bien precisos: recibir una maquinaria que
nos donaron; insistir en la consecución del agua para La Florida, que carecía de ella;
hacer una siembra colectiva para arborizar un terreno.
Quisiera que me contara más en detalle cuáles son las actividades que realizan
en esas ocasiones.
Bien. Refirámonos a alguna, por lo menos.
La del ingreso al Programa, puede ser.
La acogida es esencial en un ambiente educativo.

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El rito de entrada tiene sus raíces en Makarenko. Hace más o menos unos 25 años
cuando empecé a conocerlo me enamoré de muchas de las experiencias leídas en el
“Poema Pedagógico”; me impresionó el impacto que causaba la ceremonia inicial.
En aquella época, los gamines no fumaban marihuana, aun cuando los muchachos
de Makarenko eran verdaderos delincuentes. De noche salían a la calle para atracar
a los transeúntes.
¿Y cómo los recibía Makarenko?
En primer lugar, con los antiguos se iba a la estación de los trenes donde solían
reunirse, los invitaba, se las arreglaba para que llegaran, como diríamos nosotros, al
Club de la Once. Después, a través de un trabajo como el que nosotros realizamos
con los nuevos, se llegaba a la decisión sobre el grupo que ingresaría, y para ellos se
preparaba una fiesta. Se hacía tocar la banda, se tenía lista la ropa. Los muchachos
entraban y se bañaban. Se reunía luego la ropa sucia y andrajosa, y rociándola con
cualquier combustible, se hacía una hoguera. La quema de su antigua ropa tenía
carácter de compromiso renovador.
La motivación la tenía el Director del Programa, explicando que estaban de fiesta
porque ellos necesitaban a los muchachos que entraban, porque aquélla era la casa del
trabajo y ellos era los nuevos trabajadores tanto tiempo esperados.
Es un planteamiento psicológico que incide: desde luego el muchacho se
sentiría bien al pensar que lo esperaban, y con fiesta.
Es nuestro caso concreto, como habíamos comentado a propósito de Liberia,
cuando el muchacho termina la experiencia de las 30 noches, es lanzado nuevamente
a la calle en donde permanece tres días, plazo que le permite comparar su habitual
condición con la etapa que ha acabado de vivir en donde ha tenido una cama, un
lugar donde lo aprecian, lo estimulan, lo ayudan. Antes de salir, a cada uno de los
muchachos se le ha dicho si ha sido aceptado. Más tarde, se cita en el patio de La
Once; allí se bañan y se arreglan un poco.
Se prepara el acto de admisión en el Programa. Se realiza entonces una ceremonia
que incluye fundamentalmente tres pasos que son:
Primero, el muchacho pide ingresar y para ellos se presenta tal cual como es, con
sus cualidades y defectos. Segundo, el muchacho se expresa con claridad a qué se
compromete o sea, manifiesta que tiene información suficiente acerca del Programa.
Tercero, realiza un gesto público de compromiso y es recibido por la Comunidad que
forman sus compañeros bosconianos y educadores.
¿Y ya en detalle, cómo se desarrolla una recepción?
En primer lugar, el grupo de muchachos presenta su petición de ingreso al
Programa.

130
Uno de ellos, en nombre de todos, pide al Director que los reciba.

–¿Por qué quieres entrar? –les preguntamos.


–Porque yo quiero progresar, quiero cambiar, quiero dejar los
vicios –contestan ellos.

Cada uno de los muchachos presenta allí, a manera de confesión pública, cuál
es el problema conocido por la comunidad que él quiere realmente combatir.
Para unos será el caso de la marihuana, para otros será el robo, las peleas, etc.
Luego manifiesta algunas de las cualidades que el grupo ha descubierto en él y
también se compromete a estimularlas.

Naturalmente, el Director acepta la actitud de cambio manifestada por el


muchacho.
Viene el segundo paso. En él expresa de alguna manera qué quiere hacer en el
Programa. Porque si viene, es con alguna intención. Entonces el muchacho hace lo
que nosotros llamamos el recorrido del Programa. Caminando representa en el piso
los pasos gráficamente: da un paso adelante y dice: “yo estaba en la calle y llegué al
Club de La Once”. Después da otro paso y dice: “del Club de La Once pasé a Liberia,
pero como yo quiero avanzar ahora llego a Bosconia. Estoy seguro de que voy a lograr
llegar a La Arcadia, a La Florida, a la Industria Juvenil”. Es un gesto hecho con el
máximo de seriedad.
En definitiva, se le señalan metas, porque cada etapa del Programa es una
concreción de ideales.
Tiene razón.
¿Y luego?
El tercer paso es un gesto que manifiesta claramente su compromiso de cambio.
El muchacho en ese instante recibe un padrino que se coloca a su lado; es uno de sus
compañeros bosconianos o un educador. Entonces se despoja de sus prendas sucias y
queda vestido sólo con su ropa interior, para iniciar una hoguera que simbólicamente
allí, delante de todos, quemará al hombre viejo. En torno a las llamas, se organiza
una verdadera danza durante la cual, rítmicamente, expresan su deseo de cambio
con la cabeza, las manos, los hombros, la cintura, las piernas; en una palabra, se
compromete totalmente.
Sus compañeros lo rodean y permanentemente lo animan.
Se hace énfasis en la alegría que experimenta el Programa con la entrada del
nuevo grupo. A cada uno se le hace entender cómo ése es un día dichoso porque él

131
ha entrado. Y cuando él ingresa al Programa lo hace no para recibir, sino para dar.
Porque él es un hombre dispuesto a renovarse. Lo consideramos un gran amigo y un
gran trabajador, y cuando a un grupo entra un amigo y un trabajador, el grupo se
enriquece. Se le pregunta: “A ver, ¿qué es lo que vas a dar?”. El muchacho contesta:
“yo voy a devolver amistad, a prestar el servicio de mi trabajo, a ser útil”.
¡Los nuevos bosconianos a esa altura de la fiesta deben estar vibrantes!
Los padrinos intervienen entonces para invitarlos a vestir ropa nueva que expresa
su anhelo de renovación.
Me imagino a los pequeñines felices.
Cuando ya están dispuestos con sus trajes de estreno, son invitados a participar
en una comida de celebración.
Sus compañeros los esperan para la cena en el comedor. Los últimos en ingresar
son precisamente los nuevos. Cuando entran se grita: “¡que vivan los hombres
nuevos!”; se les agasaja mediante cantos y aplausos. Uno de los muchachos nuevos
expresa sus sentimientos y el de sus compañeros.
Quisiera participar alguna vez en la fiesta de recepción. ¿Es posible?
Claro que sí.
Es una reunión muy emotiva.
Tanto, que no faltan las anécdotas curiosas. Un morenito en el momento más
serio dijo: “yo me comprometo a progresar”. “Qué bien, –le respondió el Director–
¿en qué te comprometes a progresar?” Y el morenito radiante, sin darse cuenta: “en
todos mis vicios”.
La risa general debió despertarlo de su encantamiento.
Pero fue mejor con “Candongas”. Así llamaban a Luis, un siete manos para “bajar”
aretes a las señoritas en la 10a. También fue en el momento solemne. El Director, muy
serio, le dijo: “al ingresar al programa debes dejar los vicios y desarrollar tus buenas
costumbres”. El muchacho lo miraba alelado. “¿Te comprometes a desarrollar tus
cualidades?”. “Sí”. Respondió. “¿Y cuál es tu mejor cualidad?”. “Bajar candongas...”.

Ya era el mediodía. El diálogo nos había tenido ocupados sin


darnos cuenta. Convinimos en almorzar en Bosconia con el
fin de dedicar la tarde para realizar una visita a los talleres de
Chibchalá.

¿Cansados?

132
Un poco. Una última pregunta: ¿Cuánto tiempo mantienen los muchachos
la promesa de cambiar?
Una semana, un mes, dos meses... Es necesario confiar en ellos, creyendo siempre
que el cambio está ahí, que vendrá mañana o a más tardar pasado mañana. Suelen ser
enérgicos si no se les cree. A un pequeñín le decíamos: “¿pero serás capaz de cumplir
tus promesas de cambiar?” Nos respondió enfático: “me orino en los pantalones si
no es cierto”.
Maravillosa respuesta.
Siempre aparecen motivos de risas y sonrisas en la vida diaria con los muchachos.
Nos habla de que el paso a cada etapa del Programa es celebrado con una
fiesta.
Así es.
¿Parecidas a la del ingreso a Bosconia?
Cada una tiene sus características particulares. La del ingreso a Bosconia es la más
notable porque representa la vinculación al Programa.
La consideramos como un nuevo nacimiento.
Las demás celebraciones vienen a ratificar esta primera afirmación.
Así es.
Creo que es una forma original de entrar en el mundo infantil, de meterse
dentro de sus inquietudes.
En realidad, y me valgo de una afirmación de J. Meunier, el periodista francés
que publicó un libro sobre los gamines de Bogotá, se requiere mucha comprensión
para con los muchachos. El gaminismo necesita algo que pueda rivalizar con él en
fascinación.
Ahora entiendo mejor su preocupación por tener una gran variedad de
actividades con el colorido del ambiente de fiesta.
Es una respuesta a la necesidad de afecto que el muchacho siente. Viene a
propósito el comentario que hizo a un visitante un pequeñín que apenas llevaba dos
días en el Programa.

133
El caballero preguntaba:

–¿Estás contento en Bosconia?


–¡Lógico! –le contestó el muchacho.
–Y ¿por qué? –insistió el visitante.
–¡Por que soy importante!
– Ah, sí, y ¿cómo te diste cuenta? –le preguntó el señor.
–Uh, porque el martes pasado cuando llegué, me hicieron un
fiestonón bacanísimo; hasta echaron pólvora –dijo el joven
entusiasmado.

Nos dispusimos a tomar el almuerzo. El grupo de Servicio Comunitario nos


acompañaba también; nuestros amigos gozaron al escuchar a los muchachos
expresarse en lenguaje de la calle, llenos de expresiones novedosas para ellos.

134
Capítulo V

Chibchalá
A las 2:30 p.m. llegamos a los talleres, una casa al sur de la
ciudad. El nombre, Chibchalá. Entramos al patio amplísimo
circundado en el sector oriental por unas escalinatas semejantes
a las de un estadio.

Son los talleres, ¿verdad?


Sí, aquí mediante el juego empieza el muchacho a apreciar el trabajo productivo.
Según decía usted todos trabajan, incluso los más pequeños.
Así es. Vamos a verlos.

Nos dirigimos, cruzando el patio, hacia una rampa de acceso.



La actividad también aquí es gradual. Empecemos por los más pequeños. El
Taller de Aprestamiento.

Una explosión de alegría fue el saludo. Cada cual quería


mostrarnos el propio trabajo; títeres, trompos, dibujos en
silueta... Poco a poco fuimos atendiendo al requerimiento de
unos y otros. Los educadores nos explicaron.

Son siempre así. Se concentran en el trabajo, pero cuando hay un visitante,


quieren mostrar lo que han hecho.
Son espontáneos...
La satisfacción que muestran es el mejor test para saber si están bien. Se diría que
tenemos muchachos que han nacido para triunfar.
En realidad se divierten, lo veo. Ustedes tienen planes de trabajo, digamos...
Naturalmente. Existen niveles de trabajo con sus programas y actividades
específicas: aprestamiento, preaprendizaje y vocacional.
Aprestamiento es, en nuestro caso, iniciación al trabajo y desarrollo de las
habilidades necesarias en la escuela y la vivienda.
Un kínder...
Verdaderamente su kínder lo realizó colinchado a los buses.

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¿Cómo está planeado el aprestamiento?
Por unidades.
El taller enfatiza lo práctico.
Sin olvidar la preocupación de base, la formación. Con todos los temas ocurre lo
mismo.
Se complementa además con la escuela. El educar por el trabajo y el tener la
escuela en el campo me hacen recordar la pedagogía de Freinet.
Con él coincidimos fundamentalmente en el punto de partida: se trata de
satisfacer las profundas aspiraciones del niño, de extraer los motivos de la base, de
la expresión natural de la realidad que manejamos, más que aplicar deslumbrantes
principios pedagógicos.
Creemos con Freinet en el valor de la educación por el trabajo, en la necesidad
de una organización que garantice la efectividad de una labor cooperativa. Tratamos
de buscar los materiales, las técnicas, las estrategias, el ambiente, que se requiere para
que todos aquellos principios que inspiran nuestro trabajo, se vayan haciendo una
realidad.
Sin duda, es un magnífico campo de realizaciones pues he podido constatar
la actitud alegre de los muchachos.
Sí. Nos importa que el muchacho se sienta cómodo. Usted lo puede apreciar.
A aquél se le ocurre que la mejor manera de trabajar es encima de la mesa, a otro,
acostado en el suelo: alguno puede trabajar de pie en un rincón, en una palabra, buscar
su posición. Son las pequeñas cosas importantes para los niños. Claro que algunos
van más allá. Ha habido casos, y no se pueden desfavorecer, en que el muchacho
pone la mano en un tarro de pintura y marca los dedos en la espalda de un educador.
Es una prueba de la afirmación que nos hacía usted hacía un rato, se trabaja
jugando.
Vendrían a cuento aquí los trabajos de Alexander Sutherland Neill. Naturalmente
nosotros, en pueblos con poco dinero, no podemos realizar todo lo que él organiza en
su escuela, pero sí en muchos aspectos lo reconocemos y lo apreciamos; su experiencia
es una exaltación de la libertad.
Con muchachos de la calle habría ocurrencias de no acabar porque si algo
tienen de particular estos muchachos es que gozan cada momento que viven.
Figúrese usted, si para ellos la libertad es su vida. Recuerdo la impresión de una
noche en la 22 con 7ª, un centro de la más refinada gaminería. Era la media noche
pasada; veníamos de visitar algunas camadas en los puentes de la 26. Nos acercamos

136
al grupo que a esa hora “recochaba” jugando fútbol con un forro viejo y descosido,
algo que fue balón mucho tiempo atrás.
En el diálogo con los amigos, hicimos la pregunta a uno de ellos, “Topo-gigio”,
lo llamaban:

–¿Estás contento en la calle? –le preguntamos.


–¡Cómo no, si me puedo orinar en cualquier sitio!–respondió
él rápido.

Es una respuesta como dicen, redonda... Volviendo al tema, a mí no me


parece correcto, sin embargo, que un muchacho ponga la mano llena de pintura
en la camisa de un educador.
Su intervención nos permite precisar con detalle nuestra manera de ver las cosas.
Si eso fuera sistemático, sería desastroso. Pero en la reunión, al finalizar la jornada,
los compañeros mismos le harán entender dónde debe poner las manos cuando tiene
pintura. Pese a todo, es interesante pensar que el muchacho pudo equivocarse sin que
se le complicara la vida.
Respira simpatía su visión del asunto.
Debe ser así; de otra manera, nos neurotizamos. El muchacho goza lo indecible
haciendo travesuras. Cuando estábamos empezando, allá por el año 71, bajábamos
al patio a conversar con ellos. Luego en la noche era la desesperación porque no
encontrábamos las llaves; buscábamos infructuosamente en los bolsillos y al final
desesperados nos quitábamos el saco y lo sacudíamos y ahí estaban, sólo que en el
bolsillo alto de la pechera del saco, un lugar en el cual jamás pensamos en guardar
las llaves. Un muchacho en el tumulto nos las había sacado del bolsillo y las había
cambiado de lugar.
No todos aguantan bromas, porque además no todas son tan graciosas ni nos
encuentran siempre en actitud de aceptarlas.
Es cierto y es una lástima que lo sea. En algunos sistemas educativos del Japón,
una vez al año los niños son libres de mandar a su gusto en la familia. Le colocan
una caja de cartón al papá y lo obligan a caminar por la casa, a la mamá le mandan
que coloque el colchón sobre el escritorio... ya pueden imaginar a un niño con todos
los poderes. Para mí tiene gran sentido el hecho de poder hacer las cosas sin miedo.
Queda fuera de consideración cuánto pone en peligro la vida, es obvio. No se le
puede permitir a un muchacho herir a otra persona. Además, la bondad del niño
no le permite llegar a actuaciones tan impropias; cuando más, producirá daños
materiales... Un proceso de reflexión pedagógica y educativa sobre la espontaneidad

137
es algo fabuloso. Lo interesante sería favorecer de continuo lo que los japoneses hacen
un día al año.
¿Los educadores del Programa son tan pacientes como para resistir en la
práctica tan jocosamente la avalancha de travesuras?
No. Sería pretensión afirmarlo. Pero lo intentamos. Ahora, hasta las mismas fallas
del educador por las ocurrencias del momento llegan a hacerse más notorias. Es el
caso de un educador alterado que no logra controlarse y le da un coscorrón a un
muchacho; éste, ofendido, le replica:

“no me aguanté a mi padrastro que era un señor de barba y sí lo voy a aguantar a


usted que ni siquiera tienen bigote”.

Anotaciones por el estilo desarman al más furioso.

Continuamos el recorrido por el taller decorado con trabajos ya


concluidos; el colorido del lugar era la nota dominante.

Veo que tienen un escenario para títeres. ¿Lo utilizan?


¡Bastante!
¿Sólo como esparcimiento?
Como esparcimiento y como punto de partida o síntesis de una unidad de trabajo.
Los muchachos hacen los títeres y la representación sirve para integrar los temas, para
estimular la inventiva, para evaluar.
Además el hecho de que el muchacho pinte, rellene, corte, cosa y lo haga jugando,
es un recurso para corregir algunas dificultades del aprendizaje sin necesidad de llevar
al muchacho a un tratamiento especial. A través del juego a menudo se logra la
corrección de algunas deficiencias sensoperceptivas. Nos damos cuenta de que el
haber ingerido gasolina, el haber fumado marihuana, el haberse “empepado”, como
dicen ellos, produce una disminución en la capacidad de coordinación, de relación,
de atención y estos ejercicios ayudan a superar algunos problemas.
Es una terapia lúdica, mediante pequeños trabajos.
En aprestamiento por la mañana hay una actividad “obligatoria”; por la tarde, en
cambio, el muchacho puede hacer lo que quiera, con la única consigna de terminar
el trabajo empezado. Así se logra evitar que en una tarde empiece cinco trabajos, los
deje inconclusos y él mismo reciba luego un sentimiento de frustración.

138
Con los talleres, sobre todo en una obra oficial, la mayor dificultad suele ser
la consecución de los materiales. ¿Tienen problemas en ese sentido?
Muchísimos, aunque trabajamos en buena parte con materiales de desecho. Es
frecuente el caso de no tener puntillas, colbón, etc. Para salvar estas dificultades, un
recurso que utilizamos es la programación en forma no lineal. Es decir, los temas
están organizados de tal forma que se puedan trabajar en cualquier época del semestre
y según los recursos existentes: cartulina, lana, papel, etc.
Según eso, ¿ustedes se acomodan para realizar algo así como una programación
modular?
Exactamente.
Además, trabajar con material de desecho es muy educativo porque además
de la economía, favorece la creatividad.
Es cierto. De un palo abandonado puede resultar el mango de un recogedor; con
un trozo de madera al parecer totalmente inútil, se puede arreglar un asiento; con un
poco de aserrín se pueden hacer adornos... En una palabra: trabajar con materiales
de desecho ubica al muchacho en el mundo de la pobreza y le permite ser creativo.
Y cumple una función terapéutica.
Depende de cómo entendamos la palabra terapia.
Siempre el Programa se concibió como una terapia a través del trabajo.
El trabajo trasfigura al muchacho, lo vuelve otro. Si usted los hubiera conocido
antes de ingresar, no creería que son los mismos. Mientras están vagando por la calle
son tan traviesos que ni la policía puede con ellos y aquí... ya los ha visto tranquilos,
serenos y felices. El trabajo es una fuerza de la cual no se pude prescindir cuando se
quiere educar en el pleno sentido de la palabra.

El coordinador de los talleres era quien amablemente nos guiaba


ahora hacia Preaprendizaje, el segundo grado de capacitación en
Chibchalá. De nuevo, los alegres saludos a nuestra llegada.

¡Es típico el saludo en el Programa!


Sí, yo creo que el muchacho saluda porque ha empezado a sentir simpatía por
los que vienen a visitarlo y también porque se siente en su casa. Es una actitud en la
línea del hombre como centro de relaciones. Es una afirmación que me hace pensar
en las familias en las cuales no se percibe la llegada del papá o de la mamá después de
un día de actividad. Siempre he creído que son hogares en los cuales el cariño no está
del todo presente, allí falta algo. A propósito, recuerdo la respuesta de un muchacho
cuando, al verlo cantar alegre le pregunté:

139
–¿Estás contento?
–¡Sí! –me contestó.
–¿Y siempre cantas?–le volví a preguntar.
–Bueno, siempre no, antes no estaba en el Programa y no me
gustaba cantar–dijo.

Creo que en eso del cantar y del saludar es definitivo el ambiente.


¿Este es el segundo grado de talleres?
Sí. También aquí trabajan por unidades: “objetos de uso personal”, “objetos que
necesita mi comunidad”. Desde luego, las exigencias en el trabajo son mayores y
también son más variados los recursos; usted puede ver que trabajan en cuero, pisitex,
lana, madera, papel, cartón...
Algunos objetos los hace el muchacho para su uso: cinturones, trompos, billeteras,
gorras, patinetas; pero mientras más avanzado es el taller mayor es el porcentaje
de trabajos para la comunidad: cojines, tapetes, canecas para basura, recogedores,
traperos.
Me llama la atención la frase escrita en el muro: “en un taller feo no se puede
construir nada bonito”.
Es una insistencia más sobre el ambiente como recurso educativo.
Para nosotros es algo esencial. Precisamente uno de los grandes recursos
“terapéuticos” es el “ambiente”. De ahí nuestro empeño continuo por promover
fiestas, deporte, gimnasia, aseo, bibliotecas, teatro, paseos, música... todo ese
conjunto de elementos que, sin palabras, está siempre adelante, educando. Es verdad,
si el estímulo no cambia, la respuesta será la misma.

Ingresamos al taller de Vocacional. Un taller más amplio aun


que los anteriores.

¿Por qué vocacional?


Dentro de los recursos que poseemos, quiere ser una exploración de aptitudes y
preferencias. Exige a los muchachos un acabado mayor en cualquiera de los trabajos
que hacen. Podemos ver en detalle; comparando estos tapetes con los de los talleres
vistos, se aprecia el adelanto. Quiere ser el paso previo a los talleres de La Florida
donde el trabajo tiene una clara orientación hacia la producción de elementos
necesarios en la comunidad.

140
Existen especialidades.
Veamos... artesanías, calados, electricidad, ebanistería inicial; en el mismo sentido
están organizados los talleres de la primera planta que ahora visitaremos. Representa
una iniciación real en ebanistería, en soldadura y mecánica general.
¿Reciben alguna gratificación especial, algún pago por los trabajos?
En la tarde al terminar la jornada, siempre existe una reunión evaluativa a nivel
personal y grupal. En ella se asignan los florines que ha ganado cada uno teniendo
en cuenta la dedicación al trabajo, el rendimiento, la colaboración con los demás
compañeros.
¿Siempre se hace?
Siempre, y se hace énfasis no tanto en la comparación del trabajo de uno con el
otro, sino más bien en la comparación de su trabajo presente con su trabajo anterior.
Desde luego, no sólo los florines constituyen gratificación. Existe también la
gratificación social, por ejemplo, el reconocimiento frente a la comunidad por ser el
trabajador del día.
Los más activos y responsables pueden ser promovidos a “auxiliar de grupo”, o sea
la persona que al lado del educador está en condiciones de ayudar a otro compañero.

Mientras bajábamos a visitar la ebanistería y la mecánica,


nuestros amigos manifestaron de nuevo sus inquietudes.

Una pregunta sobre la frase que incluso anoté al visitar los talleres de arriba:
“podemos enseñar a trabajar, pero si no educamos política y moralmente, no
estamos haciendo nada”. Y es la palabra “política” la que me llama la atención.
Puede parecer un tanto extraño pero tiene un gran sentido. Con los grandes se
puede llegar a una motivación de fondo. Les hacemos ver cómo entre los valores
no están solamente los de tipo biológico, los intelectuales, los utilitarios o los que
incluyen la apreciación de la belleza, las formas y la armonía del mundo. Además de
la comprensión total y trascendente del cosmos y de lo que significan las relaciones
de amor entre los seres humanos, existe la esfera de lo político.
Política en nuestro contexto viene a ser la comprensión de los problemas
comunitarios y la decidida actitud de colaboración para resolverlos.
Cuando hablamos de política, nos referimos a un compromiso responsable de
transformar la realidad en la cual se vive.

141
Realidad que va más allá de las puertas del Programa.
Por supuesto. Algunos recursos nos han ayudado en esta formación. Por ejemplo,
la lectura de biografías de hombres notables que desde muy jóvenes vibraron por la
vida de su pueblo y eran extraordinariamente sensibles a sus problemas; también la
organización de cursillos de capacitación de jefes y, sobre todo, la formación en y
para el autogobierno.
¿Autogobierno?
Sí, la experiencia de participación de los muchachos en el gobierno del Programa.
En detalle lo veremos en La Florida pero ya aparece de una manera progresiva en
todas las casas a través de los jefes y subjefes. Actividades como la elección de jefes son
gestos altamente formativos en el sentido que veníamos conversando. En la Ciudadela
lo son más, por la organización misma de alcalde y secretarios, que se eligen a través
de una campaña y de una votación. Este ejercicio de intervención en el desarrollo
del Programa los preparara para intervenir más tarde en la búsqueda de solución a
los problemas nacionales. Se han dado casos en los cuales el gobernante, elegido por
los muchachos para un cargo directivo, comete faltas como reservarse para él un
dinero que es para la comunidad; pues muchachos con alto sentido cívico sienten la
necesidad de convocar una asamblea general para poner de presente el problema y
manifestar que de seguir así, ese tal no merece estar dirigiendo la comunidad.

Ahora dejábamos los talleres y nos dirigíamos a la zona oriental


o zona de vivienda y servicios generales.

¿Pero no se dan intromisiones políticas desde afuera del Programa? No sé si


me explico, presiones en uno u otro sentido.
Para hacer honor a la verdad, debo manifestar que las personas que han estado
frente de la Junta Directiva del Instituto a lo largo de los años pasados, y que pertenecen
a los diferentes partidos políticos, en este campo se han mostrado comprensivos de la
problemática que conlleva el educar muchachos de la calle y han colaborado con el
más alto sentido de desinterés posible.
Educar, entre otras cosas, es despertar en el joven la capacidad de análisis, de
crítica. En la medida en que avanza la educación de un hombre él se hace capaz de
asumir y entender los problemas del mundo que lo rodea, de comprometerse en la
solución de los mismos, libre y responsablemente.
De manera que en el aquí y ahora educativos, no importan los discursos
demagógicos, sino el hacerle vivir actitudes políticas. Yo estoy haciendo política
cuando he inducido al muchacho a criticar al compañero que está robando. El
muchacho que toma esa actitud frente al pequeño mundo juvenil, será también
capaz de afrontar los problemas del gran medio en el cual vivirá mañana.

142
Hace tiempo conocí una experiencia educativa que se precia de revolucionaria.
Pero por lo que observé, el sitio estaba sucio y lleno de basuras; el prado no se
cortaba por lo menos desde hace un año. Si no se empieza a revolucionar el ambiente
inmediato, a resolver los problemas de la pequeña comunidad donde se vive, no se
están colocando bases firmes, y fácilmente se hacen “charlatanes”.
De todos modos creo que si ustedes no enseñan al muchacho a cuestionar el
sistema que los ha marginado, no lo están “desadaptando”, no lo están volviendo
crítico.
En el momento en que yo estoy forzando a un muchacho de 10 años al
cuestionamiento de un sistema, estoy haciendo demagogia. Sería manipulación,
porque por la edad que tiene el niño, yo lo estoy poniendo a repetir frases que no
entiende ni siente.
Al dedicarme a cuestionar un sistema prematuramente, lo que voy a tener es un
envenenado, un resentido; no olvidemos que el muchacho nuestro es de la calle. En
la medida en que yo le enseñe al hombre a cuestionar el presente científicamente, en
que le enseñe a ser político en cada uno de los momentos de la vida, estoy preparando
un crítico para el futuro.
Si fuéramos a hacer una síntesis de lo visto hasta ahora, ¿qué podríamos decir?
Pues diríamos que los pilares de nuestra acción educativa son: el trabajo y la
amistad.
En La Florida, el saludo comunitario cada día es “un día más de trabajo y amistad”.
El problema del muchacho de la calle es el problema del hombre que no ha podido
solucionar los dos grandes paradigmas de la vida. Un hombre vive siempre sobre dos
coordenadas. Un hombre es normal cuando resuelve el problema del trabajo y del
amor. Nosotros nos hemos dado cuenta de que este muchacho está fuera de camino,
cabalmente porque no ha resuelto el problema de la subsistencia. Los padres, como
no tienen trabajo, no le pueden dar nada, y él tiene que acudir al robo para subsistir.
Además, no tiene resuelto el problema del amor; ni el amor que debió haber recibido,
ni el que se despierta en los días de la adolescencia. Nosotros afrontamos el trabajo y
el amor como los dos grandes problemas que él debe solucionar para emerger.
El trabajo abarca muchísimas dimensiones; es creatividad, recreación, terapia. No
es el trabajo que hacen algunos institutos de construir una pared por la mañana y
derribarla por la tarde. O como hacía Aureliano Buendía, en Cien Años de Soledad,
que se pasaba todo el día haciendo pescaditos de oro y cuando se le acababa el oro,
los derretía y volvía a empezar de nuevo. Es un trabajo productivo, que en la primera
etapa pretende resolver necesidades inmediatas de los muchachos y de la comunidad,
y que, en la última instancia, termina en una Ciudadela Industrial. Es un trabajo
en el cual la capacitación y la producción no son cosas ajenas ni yuxtapuestas, sino
que se integran. Cuando un muchacho está haciendo una cama y está manejando el

143
soldador, allí mismo puede aprender por qué razón se produce la soldadura, qué es
un ángulo recto, qué es óxido, etc. Y como resultado tiene una cama en la que puede
acostarse. Aprender conceptos teóricos que no conducen a la transformación del
ambiente, a la producción, no tiene sentido y menos dentro del contexto de nuestro
país.
Trabajar no es hacer maquinalmente un objeto; es aprender a transformar la
realidad, es afianzar su propia personalidad, es buscar el reconocimiento social que va
a hacer que él comience a desmoronar su sentimiento de inferioridad. El verdadero
trabajador enriquece su propio medio y a la vez se enriquece personalmente.

Ya era avanzada la tarde cuando nos levantamos de la mesa; el


tiempo había transcurrido rápidamente.

De veras estamos satisfechos. Quisiéramos seguir adelante en nuestro


conocimiento de las casas. Nosotros no podemos hacerlo mañana. ¿Qué tal
pasado mañana?
Bien.
Podríamos dedicar el día, nosotros estaríamos dispuestos.
¡Magnífico! ¿Nos encontramos a las 9:30 a.m. en la Oficina central?
De acuerdo.

144
Capítulo VI

La Arcadia
El vehículo había recorrido la Sabana hacia el Occidente;
habíamos dejado atrás Fontibón y Funza. Después de dos
kilómetros más todavía, estábamos en La Arcadia, la escuela
autoactiva del Programa. El aspecto de la casaquinta sabanera
todavía se mantiene, alegrado ahora por los colores de las nuevas
construcciones escolares. Ingresamos; los jardines agradaron a
nuestras visitantes.

Valía la pena el recorrido para llegar hasta aquí.


Es casi un símbolo. Lejos del ruido y del ajetreo de las calles bogotanas, en un
ambiente campestre, realizamos casi diría el reencuentro con el mundo de la infancia,
que tiene tanto de mágico y hermoso.
Sin embargo, es un poco distante.
Intencionalmente. Al muchacho lo caracteriza la movilidad, que mencionábamos
en otro momento. Se volvería loco y nos dejaría si todas las actividades se realizaran
en un solo lugar. Hacerlo viajar a unos talleres en el Sur y a una escuela situada a
media hora de su vivienda cumple una función terapéutica, reduce tensiones, serena.
De veras es atractiva la casa.
En un comienzo, la casa mereció el rechazo general de los muchachos. Les
resultaba extraño estar entre árboles y flores; ellos preferían las aceras de la 10a. Hubo
dificultades serias porque muchos decidieron abandonar el Programa.
¿Por qué?
Al dormitorio de aquí trajimos 26 pequeñines; no habíamos cumplido una
semana cuando se organizaron en galladita y 6 nos abandonaron. A la pregunta “¿por
qué se van?, vino una respuesta directa: “esto es muy fulero”. Los restantes querían
seguir el mismo camino. Fue un auténtico desafío a los educadores que debieron
buscar cuanto recurso hubiera para hacer comprender lo bonito que era estar tan
próximos a la naturaleza.
Eran argumentaciones en vano; el malestar continuaba, la mayoría optaba por
irse. Recuerdo una tarde de aquéllas; estábamos derrotados, tres más se iban. La
conversación llegó a agotarse; habíamos tratado de hacerle gustar el encanto que
tenía La Arcadia, sin resultados. En un momento, sin discutirlo más, los tres fueron
al dormitorio por su ropa. Nos causaba pena pensar en la nueva derrota. Sin embargo,

145
más allá de motivarlos y hacerles ver la conveniencia de quedarse no podíamos hacer
nada; ellos eran libres, podían irse y ... se iban.
Ya terminaban de doblar las camisas para depositarlas en una caja cuando entró
“Churrusco”, un “monito” de diez años, formando un gran escándalo; venía sucio, el
pantalón y los zapatos negros de barro, aunque venía más feliz que embarrado; traía
una pequeña serpiente. La puso en el piso y fue el centro de atracción:

–¿Dónde la consiguió? –le preguntó uno de los tres chicos.


–¡En la laguna! –respondió “monito”.
–¿Hay más? –le preguntaron.
–¡Yo creo que sí, vamos a cazarlas! –invitaron a todos los
muchachos que ahí estaban.

Varios salieron, uno de los tres de la historia también. Los dos amigos restantes
dudaron un rato; después decidieron ir a buscar al compañero para irse. A las 6 p.m.
volvieron en grupo, traían dos serpientes más y unas ganas enormes de organizar una
mayor cacería al día siguiente. Las serpientes pudieron más que nuestros preocupados
razonamientos.
Por fortuna, el hombre es el único ser que cambia.
El primer año hubo dificultades de permanencia y aún ahora las hay con los
muchachos que están recién integrados al Programa, pero a la mayoría ya les gusta
La Arcadia. No dejan de ocurrir desde luego casos a cual más curiosos con algo de
broma y de serio.
Un muchacho tenía entre las manos un copetoncito que había bajado de su nido;
al educador no le pareció bien; el pobre pájaro iba a morir; le dijo al muchacho:

–¿Por qué hizo eso, no ve que no es capaz de volar?


–Pues por eso lo cogí; si pudiera volar no hubiera podido
agarrarlo –respondió orgullosamente el muchacho.

Un apretón de manos nos dio la bienvenida, eran dos muchachos


con insignia verde en el brazo. El saludo, francote y espontáneo.

¡Mucho gusto!
¡Buenos días!
A sus órdenes
¡Gracias! ¿Y la insignia?
Nos distingue. Somos el Servicio Comunitario.

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¿También aquí?
¿Había visto el Servicio Comunitario en otro lugar?
En Bosconia.
Ah, sí; el Servicio Comunitario existe en todo el Programa.

Un tercer muchacho vino a saludarnos sonriente; nos llamó la


atención su rostro que tenía huellas profundas de quemaduras
en la mejilla izquierda; la insignia que portaba era de color
naranja.

Aquí llega “el propio”. Me place saludarlos.


Encantados. Disculpe, decía usted... el propio...
Es costumbre nuestra; pero esté tranquilo, no significa nada malo. Es una
expresión callejera, quiere decir, el preciso, el que necesitábamos.
Ah...
Lo decíamos porque es el Jefe de turno. La insignia de color es el distintivo.
Hoy todos le obedecemos porque él responde por la disciplina.
¿Y sí cumple?
Por regla general, ¡sí!
¿No falla alguna vez?
Claro; pero se me pone la cosa muy complicada.
¿Cómo?
¡Me llevan a la Asamblea!
¿Da miedo?
A mí sí, pueden destituirme.
¿Quién es la Asamblea?
Aquí en La Arcadia los educadores, los compañeros jefes del grupo, el Servicio
Comunitario y todos los muchachos de la jornada. La Asamblea es el momento más
bonito de nuestra actividad porque nos reunimos todos y tomamos las decisiones más
importantes. Claro que a veces se refieren a problemas delicados de la Comunidad...

147
Íbamos por un camino enlosado hacia el fondo, estábamos
invitados a visitar los laboratorios –aulas de trabajo iniciales,
donde se realiza el comienzo de la alfabetización. El servicio
comunitario color verde se retiró.

Los dejamos. Vamos a continuar nuestro trabajo. Quedan con el Jefe.


¡Con el propio!
Eso.
Cruzamos un patio asfaltado; en la puerta del salón, el educador
que nos había visto nos saludó. De nuevo el colorido, casi de
fiesta, del lugar era suficiente para derrotar cualquier imagen
tradicional de escuela.

Señora, buenos días.


Qué tal, amigos.
Es el primer nivel. Adelante. Mire mi trabajo.
Me explicas..., porque no entiendo.
Yo no sé leer, por eso apenas me dedico a estas fichas.
¿Ésta es una ficha?
Sí. Mire aquí está una camada comiendo en la calle y aquí unos muchachos del
Programa.
¿Qué tienes que hacer?
Explicar las diferencias entre los dos.
¿Tú estuviste en alguna camada?
Sí, señora, en la 22.
Dicen que es muy feo ese lugar.
¡Cuál feo... yo la pasé bacano!

Miramos los trabajos de unos y otros, dialogamos con ellos, les


preguntamos el nombre. Se veían satisfechos trabajando.

148
Me agrada el ambiente. Algunos detalles los encuentro bien logrados.
Nuestra escuela, por lo menos como meta, pretende apartarse de la escuela
tradicional, esa escuela que martiriza siempre a los alumnos prometiéndoles un
paraíso futuro.
Es la escuela que nosotros padecimos, la de las tareas, las notas, los exámenes.
Nosotros quisiéramos ayudar a dar muerte a esa escuela. Por ejemplo, creemos que
nociones que se aprendían sentados en un pupitre se pueden aprender mejor durante
el trabajo. La clase de higiene no tiene sentido cuando se da frente a un tablero; hay
que impartirla en el dormitorio, en los sanitarios, en el comedor; hay que darla en los
momentos en que la comunidad exige al muchacho estar bien presentado.
Con unos terrenos tan amplios, la clase debe ser atractiva; estudiar en la
práctica los abonos, las diversas clases de raíces, de tallos, de cultivo...
Estamos intentándolo: unir el aprendizaje a la práctica. Y aún con materias que
parecerían muy ligadas a la escuela tradicional como las matemáticas, la hacemos en
los talleres; cuando el muchacho coge el flexómetro y empieza a medir un pedazo de
madera para cortarlo, en ese momento, si nosotros preparamos al instructor, se puede
dar una clase viva de matemáticas.
Es el aprendizaje que en una familia hace el niño por ejemplo cuando nos
acompaña al mercado, y tenemos el cuidado de hacerle notar los precios y las
cantidades de cada producto.
Exactamente. Nosotros tenemos ocasiones magníficas durante las excursiones que
promovemos para la época de vacaciones. Un buen educador, mientras resuelve el
problema de la comida diaria con el escaso presupuesto que lleva, puede dar una
espléndida clase.
Esto es válido para todas las materias; quizá lo único que queda todavía un poco
sin resolver, porque parecería indispensable mantenerse en los moldes de la escuela
tradicional para satisfacerlo, es el punto de la alfabetización. Es un asunto que ocupa
de preferencia nuestro tiempo y hemos realizado investigaciones valiosas en un
empeño por darle contenidos vivenciales. Disponemos de varias cartillas en donde
hemos sintetizado nuestra experiencia. Se trabaja con métodos activos y lúdicos.
Son ideas que he leído en libros de Iván Illich pero que pocas veces he podido
ver realizadas.
Evidentemente no es fácil. Y son varios los autores importantes que coinciden en
las mismas afirmaciones. Hay que reconocer que quien descubre, quien avanza en
la verdad y en la ciencia, no es un hombre solo sino la humanidad entera. En una
época determinada algunas personas pasan a la historia como excepcionales porque
concretizaron el sentir de muchos. Se puede decir que en el mismo momento en

149
que en Latinoamérica Freire está hablando de educación liberadora, Piaget por otros
caminos está llegando a la misma conclusión. Hoy se hace énfasis especial en la
escuela no formal en distintos rincones del mundo. En México, Illich; en Europa
por ejemplo la corriente francesa de la escuela nueva; en Estados Unidos la escuela
considerada como éxtasis.
Sin lugar a dudas, hemos ganado mucho con esta preocupación por una
escuela en consonancia con la vida.
Una gran inquietud actual es la escuela no formal. Uno de sus planteamientos
proclama que lo principal ya no es lo informativo. La escuela no se concibe como
instrucción sino como un proceso que despierta en el hombre el deseo de aprender,
el deseo de ser más hombre, de volverse útil, de poner remedio a las situaciones de
hambre, de maldad, de ignorancia.
Lo que Edgar Faure expresaba con el título del informe a la Unesco: “Aprender
a ser”.
Exacto, en ese momento se debe enseñar no tanto la raíz cúbica en matemáticas
que a lo mejor no lo va a aplicar a lo largo de la vida el muchacho, ni ciertas fórmulas
químicas. Un muchacho en la escuela debe aprender a aprender.
Y para ello es muy conveniente una actitud no formal que rompe los moldes
de horarios o programas rígidos.
Incluso el aula se constituye en un estorbo en la medida en que se aleja de la
realidad. Para la escuela no formal, el hombre se educa en la resolución de sus
necesidades concretas, por eso tiende a ser asistemática, casi circunstancial.
Soy de la misma opinión. La escuela antigua nos impedía vivir... y con lo
bonito que es vivir. Todo era futuro y el futuro no nos dejaba vivir el presente.

Ahora dejábamos atrás los laboratorios iniciales y nos dirigíamos


al segundo nivel situados al otro extremo de la casa.

¿Es grande el área de la escuela?


La finca tiene 11 fanegadas. Como usted ve, se dedican a los locales de la escuela y
a residencia de un pequeño grupo de 30, a campos de deporte y una buena extensión
para cultivos.
Con buen gusto se hizo la distribución.
El lugar se prestaba.

150
Es verdad. La casona conserva aún el aire tradicional y campestre; además
la remodelación permite distinguir muy bien el sector más reciente sin restarle
importancia a la construcción antigua... ¿Los muchachos cómo llegan aquí?
Vienen de Bosconia en un bus del programa.
Me disculpa si vuelvo a una observación ya hecha, pero me parece que
el desplazarse a un lugar distante como La Arcadia encarece los costos de la
educación.
Puede parecer una erogación inútil, pero nos resuelve el problema de la
inestabilidad del muchacho. En la calle él viajaba todo el día a pie o “colinchado”.
El único lugar en donde una persona no se puede mover es la cárcel, y el Programa
quiere ser lo menos parecido a una cárcel.
Desplazarse de un lugar a otro es ya un recurso pedagógico más.
Adelante, en el cuarto grado del Programa, la situación es diferente; en La Florida
los muchachos tienen su vivienda, sus talleres y sus laboratorios de estudio. Pero con
los muchachos recién entrados no se puede hacer eso; no soportan la sensación de
encierro y acaban por irse.
Además, el muchacho que se inicia en el Programa suele entrar fácilmente en
conflicto con los demás compañeros; la movilidad de ambientes facilita la solución
de estos problemas.
Y si el ambiente es como el que vemos...
Nosotros, de hecho, tenemos graves dificultades con la alfabetización. Empezando
con que a los 10 ó 12 años por decir lo menos, no saben leer; caso que ocurre también
con muchachos de 14 años y más.
¿Qué nivel de escolaridad promedio tiene el muchacho al ingresar al
Programa?
Algunos nunca han asistido a la escuela; otros lo han hecho por uno o dos años,
pero la temporada de actividad callejera ha hecho que olviden lo aprendido.
La enseñanza debería contar con las experiencias vividas, partir de ellas.
Manifiesta usted una gran verdad. Por ello la escuela, en el caso nuestro, tiene que
elaborar sus propios textos. Una cartilla común y corriente trae en la primera lección
las expresiones: “mi mamá me ama” o “mi papá me mima”. Estos son contenidos que
están fuera del universo experiencial del muchacho como diría Freire. Además de
que el contenido no se ajusta a la historia del niño, los métodos que se utilizan son
supremamente áridos.

151
Veo la dificultad. Además el niño común y corriente va a la escuela porque
existe un medio social que lo presiona; si no asiste, en su casa se le crea un
conflicto.
En el Programa ya se han ido formando algunas tradiciones que también presionan
socialmente, pero su observación es de una gran validez.
¿Los muchachos no se burlan de los educadores?
A veces sorprenden con reacciones inesperadas. Ahora ocurren menos esas escenas
únicas, porque el grupo ayuda a mantener el cauce normal aun en casos difíciles.

Entramos a los laboratorios de segundo nivel en donde los


muchachos con interés se dedicaban a desarrollar sus fichas de
trabajo. Nuevamente volvimos al diálogo.

Si hubiera que definir la escuela que ustedes necesitan, ¿qué podría decirse?
Yo diría que necesitamos que nuestra escuela sea “un circo”.
Lo dice por los animales y los payasos.
Puede ser una forma de entenderlo. Pero al decir “circo” yo me refiero a otro factor,
al espectáculo, a la fascinación que despierta en pequeños y grandes, al atractivo
de luz, color, sonido, movimientos... Un niño queda entusiasmado con un “circo”.
Como solemos decir: queda agarrado. Así debería ser la escuela: atractiva, alegre. Y
debe superar al circo porque cada día la función debe ser diferente y enriquecedora.
Resulta algo muy experimental.
Sí... Lo vemos como un intento continuo de acertar, de acuerdo con unos
principios orientadores muy claros, como la continua crítica y autocrítica.
También yo lo entiendo en el sentido enunciado por Ud.
Nosotros estamos realizando una programación experimental. Consta de tres
cartillas en principio. La primera de aprestamiento para la lectoescritura, la segunda
de alfabetización y la última reúne lecturas basadas en historias vividas en el Programa.
La enseñanza de la lectura no es un fin en sí misma, es decir, el objetivo no es sólo que
el muchacho mecanice la lectura sino que reflexione.
La enseñanza de la lectura viene a ser como un pretexto para poderse
comunicar, para reflexionar en común.
En una palabra, para transmitir valores. Las cartillas de aprestamiento juegan con
muchísimas de las actividades que él realiza en la calle. En una ficha, por ejemplo,
donde hay un dibujo que representa un muchacho chupando gasolina, él deberá

152
colocar la figura o recortarla además de realizar un diálogo con sus compañeros sobre
la droga. El proceso se inspira en la decodificación que plantea Freire.
Actividad y reflexión siempre.
¡Siempre! Esta cartilla busca que el muchacho llegue a inferir, a través de un trabajo
eminentemente inductivo, las sílabas; que generalice, que descubra por sí mismo,
además que cree sus propias palabras. La cartilla a la vez ha recogido elementos de
la lingüística estructural, simplificados al máximo, de modo que con un mínimo de
elementos pueda generar el máximo de posibilidades. Obviamente, para realizar este
trabajo se ha investigado el universo vocabular del muchacho; aproximadamente
unas 200 palabras básicas de su argot.
¿Consideran un acierto la cartilla?
Hemos sido constantes en investigar. Preparamos el material, lo probamos con
los muchachos; es el momento de profundos desconciertos porque aspectos que
considerábamos relevantes pasan a ser secundarios o viceversa. Es un trabajo lento
pero efectivo.
Es el único camino adecuado.
El contenido de la cartilla de alfabetización quiere contribuir a motivar la
permanencia del muchacho en el Programa. Esto se logra contrastando el mundo de
la calle con el del Programa. En la discusión, el muchacho va tomando conciencia
de las prerrogativas que se le brindan. Las otras cartillas le irán diciendo, qué es
el Programa, por qué el autogobierno, por qué tenemos moneda interna, por
qué existen talleres. Se logra con historias y narraciones hechas por ellos mismos,
que conforman un verdadero libro de cuentos. La temática parte del mundo del
muchacho y gradualmente se extiende hacia su contorno, se amplía el espacio.
Muy interesante. Encuentro que el problema de la alfabetización ha sido una
de sus mayores preocupaciones, con justa razón; ¿existen trabajos semejantes en
otras áreas?
Hemos elaborado programas de ciencias y de historia de Colombia en historietas.
Lo que necesitamos y deseamos a mediano plazo es elaborar la mayoría de nuestros
textos. Esto nos dará un currículo más funcional, más rápido, más lúdico y sobre
todo, en consonancia con la filosofía educativa del Programa.

Dejamos los laboratorios y fuimos recorriendo la calle asfaltada


llena de colorido por los juegos pintados en el piso. En la valla se
lee la consigna: “La cosa es colaborando y que se vea”

153
Me he podido dar cuanta de que utilizan insistentemente frases escritas en
vallas y muros.
Cumplen una buena función, porque permiten recordar algunas de nuestras
consignas fundamentales.
Además veo que son muy sugestivas.
Sí, al igual que los dibujos del piso.
¿Este juego es la clásica “golosa”?
Con contenidos diversos.
¿Y la juegan?
Con mucho entusiasmo. El muchacho de la calle ha transcurrido buena parte de
su vida tirado en los andenes; nosotros queremos recoger esa realidad y elaborarla
educativamente: queremos que hable todo el ambiente, los árboles, las paredes, los
caminos. Ya puede ver en el piso la golosa que en síntesis le presenta el Programa,
el caracol donde juega con los elementos fundamentales de una clase de lenguaje, la
escala de los planetas, el rincón de los puntos cardinales, etc. Son recursos para un
aprendizaje más agradable.
Y además son elementos decorativos de muy buen gusto. ¡El rosal es
espléndido!
Quisiéramos que el lugar fuera como un parque lleno de flores, donde estudiar
fuera el gran juego de vivir.
Lo creo posible en este ambiente. ¿Se podría decir que la escuela de ustedes
es una escuela no formal?
Diría más bien que posee una gran cantidad de aspectos no formales.
No podemos decir por ejemplo que todas las actividades son circunstanciales.
Existen tratamientos no formales en aspectos como por ejemplo el manejo flexible de
parte de los tiempos, el uso de múltiples espacios de aprendizaje diferentes del aula, el
uso de estímulos distintos a las calificaciones, la resolución de necesidades concretas,
la participación en la planeación, ejecución y evaluación de las actividades.
Además, hay un aspecto muy importante: la permanente actividad manual.
Los jardines y cultivos se hacen con la colaboración de los muchachos, dirigidos
por personas entendidas en labores agrícolas. La construcción que ve al fondo nos
permite tener algunos animalitos para estudio también: conejos, cerdos, patos,
vacas...

154
Lo que en términos de la escuela de Decroly se llaman “centros de interés”.
Qué bien, y allí la huerta: remolacha, lechuga, zanahoria... hortalizas en general.
Es lo que debe hacer la escuela: enseñar a cultivar, a producir para mejorar la
propia alimentación.
El campo cumple una función irremplazable. Es curioso notar cómo un muchacho
de ciudad jamás se ha admirado al ver nacer una flor, al respirar aire puro.
Aquí el grupo pequeño, la organización en niveles, la programación según
intereses de los muchachos dan mejores respuestas que los esquemas tradicionales.
Evidentemente, renovar la escuela es una tarea que implica mucho esfuerzo.
Un programa como el nuestro no está organizado como el calendario escolar
que inicia actividades en febrero y concluye en noviembre. Nosotros integramos
muchachos en cualquier época del año, así sea marzo, junio o septiembre, y la escuela
debe atenderlos a medida que van llegando. Además, nuestro muchacho es altamente
inestable de manera que en la primera etapa de su permanencia en el Programa se
retira y vuelve a entrar luego. ¿Qué escuela puede tolerar ese ingreso permanente de
alumnos que van y vienen?

155
Ahora entiendo la importancia de que no haya clase magistral, porque el que
no asiste queda de una vez atrasado, excluido del proceso.
De ahí la conveniencia de un método distinto; un recurso útil es una guía de
trabajo que le permite al muchacho avanzar a su propio ritmo. Así las cosas, no
hay dificultad en que unos vayan muy adelante o que alguien ingrese en mayo
por ejemplo; para cada quien hay el trabajo adecuado a su capacidad. Es una ficha
bastante activa que le invita de continuo a la experimentación.
¿Logra favorecer un aprendizaje más rápido?
Sí y es de capital importancia para nosotros. Baste anotar que el muchacho inicia
su aprendizaje escolar a los 11 ó 12 años; no puede esperarse a hacer en cinco años
la primaria de la escuela tradicional porque la edad ya es un factor en su contra.
Este sistema le permite ganar tiempo, puede adelantarse un año o más; depende del
muchacho mismo, claro está.
¿Son cursos aprobados oficialmente?
Hasta el sexto de bachillerato ya. Y se nos ha animado a seguir la experimentación
porque puede ser una respuesta para un sector bastante amplio de población escolar.

Dejamos la zona escolar y nos dirigimos al sector de vivienda


de La Arcadia decorado con un gusto exquisito. Algunos
muchachos nos acompañaron.

Cultivar el campo no les debe gustar.


Pues ya puede imaginar un batallón de expertos en “linches” y “abataneos”
dedicados a hacer producir una parcela. Se logra con lentitud y con una enorme
dosis de paciencia.
El cultivo de la tierra es una experiencia que todos deberíamos realizar.
Hace unos tres años, emprendimos la siembra de repollitas de Bruselas. Recibimos
indicaciones y orientación oportuna para empezar, y logramos captar el entusiasmo
del grupo. Los muchachos aprendieron a limpiar el terreno, sacando el quicuyo,
un enemigo verde a quien no conocían como tal. Pronto surgió una dificultad. El
terreno era fecundo en chizas, un gusano trozador que fue acabando la alegría que
los pequeños cultivadores sentían al ver crecer las planticas. Los educadores se dieron
mañas de hacer sentir al grupo arrestos de ejército organizado; declararon: “campaña
de la quincena: acabar con las chizas”. Cada uno se proveía de astillas de madera con
las cuales escarbaba la tierra en busca del enemigo. Para aumentar el fervor la lucha se
declaró concurso: “el que traiga más chizas”. Cada tarde venían con tarros llenos de
animalitos que se quemaban luego. Un pequeñín sentía físico odio por esos gusanos
gordos y feos que acababan el sembrado, los perseguía con ira, con saña, a veces
156
arrancaba con cuidado la mata de repollitas ya casi en su punto, la colocaba a un
lado, limpiaba el terreno y cuando lo veía apto, volvía a sembrar la matica que ahora
empezaba lentamente a morir. El muchacho se enfurecía más al día siguiente cuando
veía mustia la repollita: “debieron retoñar las chizas”, pensaba.
Campañas semejantes tienen valor pese a todas las repollitas que se pierden,
pienso yo, porque en la vida hay más chizas y trozadores de lo que pensamos.
Cierto, cierto.
Ya sé que ustedes son enemigos de las sanciones y con justa razón. La mayoría
de los estudio serios se oponen a los castigos. Sin embargo, quisiera saber cómo
resuelven ustedes las situaciones concretas con muchachos difíciles.
La organización misma favorece un arreglo amistoso. El muchacho ya ha sido
castigado brutalmente, hacerlo aquí de nuevo sería repetir las situaciones frustrantes
que él ha vivido.
Con el agravante de generar sentimientos de culpa.
Cuando alguien comete una acción que merece ser sancionada hay una gradual
manera de enfrentar el asunto. En primera instancia, le reclama su propio jefe de
grupo; si el caso es mayor, pasa el jefe encargado de la disciplina general. Si aún no
hay solución, el asunto pasa al educador; cuando los pasos anteriores están agotados
y la gravedad del problema lo pide, se reúne la Asamblea que es la máxima autoridad.
Pocos muchachos son los que van hasta el extremo de llegar a la reunión Plenaria,
que es la Asamblea.
Ustedes van colocando recursos intermedios antes de llegar a una sanción
final.
Quienes dirigimos esta obra pertenecemos a una comunidad religiosa que se
dedica a la educación. No sé si conoce algo de la vida de don Bosco. En ella se
habla mucho del sistema preventivo, que viene a coincidir con muchas de las teorías
actuales. Él, por ejemplo, insiste en eso de que es mejor siempre la prevención, el
estar siempre con el muchacho, como una mamá está siempre con el niño, en una
convivencia educativa.
Claro que el sistema represivo es más cómodo para el educador. Basta con
promulgar una ley: el que hace tal cosa, se expulsa; el que hace tal otra, se deja sin
almuerzo. Forman un “régimen de terror”. Es el sistema en el cual basta un vigilante
y las cosas marchan a gusto del que dispone.
Es un imperio de miedo. Nadie hace las cosas por convencimiento.
Ocurre incluso que hay muchachos que desean el castigo y lo buscan. No es
frecuente pero hemos tenido el caso de muchachos que anhelan el castigo para

157
destacarse en el grupo. Castigarlos sería caer en la trampa que ellos mismos nos
colocan.
En todo caso no se puede ser débil frente a lo que está mal hecho.
Tiene razón en eso. Existen maneras preventivas y estimulantes de hacerlo sin
caer en los tradicionales golpes, en las doscientas flexiones o en privarlos de comida.
Dígame algunos ejemplos.
Mucho depende de la relación de amistad que se haya logrado establecer. Hemos
tenido educadores que para sancionar gravemente a un grupo ha bastado con que les
retire el saludo; los muchachos han terminado llorando y pidiendo la intervención
del Director para obtener de nuevo el saludo de su educador. A muchachos perezosos
en extremo se les llama y se les dice: “de ahora en adelante no aceptamos que tomes ni
unas escoba, ni un trapero, ni un recogedor; estás dispensado. Nosotros respondemos
por tu trabajo: puedes irte a jugar”. Pudiera parecer que semejante posibilidad a un
muchacho es hacerlo feliz y no hay tal; algunos no han resistido ni dos días cuando
ya han vuelto como dicen a “pedir canoa”: “yo quiero trabajar también como todos”.
Hay faltas mayores también. La comunidad por ejemplo se da cuenta de que
existe un grupo de compañeros que actúa en contra de los intereses comunes: robar
o distribuir marihuana, pereza continua, pelear sistemáticamente y ningún reclamo
ha servido para controlar la situación. La comunidad, con este motivo, se reúne, les
hace juicio y decide expulsarlos.
Aún en extremos como la expulsión, el muchacho no pierde totalmente su relación
con el Programa; siempre alguno de nosotros se interesa por ellos con el fin de darles
una nueva oportunidad ubicándolos en un medio distinto en donde ellos puedan
empezar a reflexionar y a realizar el cambio que no habían logrado hasta la fecha.
La sanción suele ser inmediata, supongo.
Es mejor. Y acostumbramos actuar como equipo para ayudar al muchacho.
Es muy oportuna la observación. Una sanción de tipo social puede ser
contraproducente si no hay educadores atentos.
Hay casos difíciles que nos dejan perplejos. En última instancia llamamos
al muchacho y le decimos “tu actitud permanente merece una sanción y ya no es
posible hacerte entender las cosas; por lo visto tú quieres que te golpeemos. Nosotros
no tenemos ese sistema; de manera que si quieres golpes no podemos hacer sociedad
contigo y es mejor que te retires. Tú pides algo que no podemos darte; mejor búscate
otro ambiente y si el día de mañana crees que en algo te podemos servir, ven de nuevo
que nosotros estaremos dispuestos a hacerlo”. Ese muchacho va a la calle y no tiene
nada de raro que vuelva con intención de cambiar y vivir una vida distinta.
Es acertado que quien sancione sea el grupo porque las figuras más significativas,
los educadores, pueden actuar como apoyo del muchacho.
158
El tiempo transcurría aceleradamente mientras dialogábamos
tomando tinto. Ahora, cumplida la visita, nuestros amigos
debían partir.

¡Los manteles y los floreros son de fiesta!


Son los de cada día. Intentamos que la fiesta sea permanente.
Se conservan muy limpios.
Un recurso que en algunas ocasiones utilizamos en la “Gran mesa”.
¿Qué es?
Consiste en utilizar una intensa motivación con el fin de obtener determinados
cambios en los comportamientos de los muchachos. Suele tener múltiples variantes
pero una forma puede ser ésta: se dispone una mesa en el centro del comedor,
preparada con detalles muy llamativos: mantel blanco, un bonito florero, una
adecuada disposición de platos y cubiertos. Se explica a los muchachos que allí
podrán comer quienes se distingan por sus excelentes modales. Desde luego, se crea
un deseo muy grande por llegar a ser partícipe de la Gran mesa. Cuando se utiliza
con acierto este recurso, se logra constituir una gran mesa, luego dos, tres, hasta
obtener que todos conformen una inmensa gran mesa donde la cordialidad y el buen
humor son la característica básica.
Me parece interesante, aunque considero que debe conllevar gratificaciones
bien precisas.
Sin duda.
Por lo tanto, se requiere dinero para sostener el entusiasmo.
No necesariamente. Porque en primera instancia, la gratificación es ingresar a la
Gran mesa; luego, cuando ya el grupo total está al mismo nivel de progreso, se les
presenta una gratificación superior.
¿Cuál podría ser?
Por ejemplo, poder compartir un día en la mesa con personas invitadas para el
efecto; suelen ser los coordinadores de otras casas.
¿Aceptan esa gratificación social?
La aceptan con gusto. Está en juego eso sí, la capacidad del equipo de educadores
para llevar adelante el proceso.
¿Es permanente la Gran mesa?
No. Son actividades que se promueven según el momento que se viva.

159
Me gustaría compartir cada una de las campañas que promueven ustedes.
Magnífico. A propósito del comedor, de la limpieza y de las buenas maneras
en el comedor, sería oportuno recordar una anécdota. En un comienzo de año,
explicaciones iban y venían sobre la forma adecuada de utilizar los cubiertos, de
masticar convenientemente la comida, de conversar en tono mesurado. Algunos
pequeñines escuchaban como quien oye llover. En el Programa los educadores
siempre se sientan a la mesa con los muchachos. Ese día, el educador, inquieto por el
comportamiento grotesco de un morenito que estaba justo sentado enfrente de él en
la mesa, le dijo recurriendo al argumento del buen ejemplo:

–Oye, Pedro, así no se come; por qué no te fijas en la Hermana,


mira cómo utiliza ella los cubiertos.
–Eso sí pa´qué se metió de monja. ¡Yo no! –le respondió el
muchacho, todavía con la boca llena de comida.

Espléndida contestación. Como para modificar el adagio popular: dime


cómo comes y te diré si eres monja.

Salímos del comedor y volvimos al automóvil que debía


transportarnos. Saludamos al coordinador y partimos. Atrás iba
quedando La Arcadia, la escuela autoactiva del Programa.

Nos falta conocer La Florida.


Sí, La Ciudadela, la casa grande.
Quisiéramos hacerlo mañana, desde temprano. ¿Hay dificultad?
Ninguna. Serán de nuevo bienvenidos al Programa.

160
Capítulo VII

La Florida
¡La Florida es la casa grande!
Sí, la Ciudadela que llamamos la República de los muchachos constituye la cuarta
etapa en el trabajo que realizamos.
¿Dónde está situada?
Detrás del Aeropuerto. Se llega hasta allí pasando por Engativá y el parque
La Florida. Si no hay inconveniente, podemos estar conversando con los mismos
muchachos.
Magnífico. ¡Vamos! Tenemos el tiempo necesario para conocer.

Partimos hacia La Florida. Dejamos atrás el centro y tomamos


la avenida 26.

¿La Florida tiene varios años de estar en servicio?


Solamente tiene seis años; es la más reciente de las obras del Programa.
Le manifiesto que tengo una gran curiosidad por conocerla, porque, pese a
que no soy pedagogo, el tema de educar muchachos con las características de
los de la calle me parece apasionante. Además he tenido ocasión de conocer
algunas obras por el estilo de La Florida; bueno, es algo que digo a juzgar por
la mínima idea que tengo: la cuestión de gobernarse ellos mismos y tener su
moneda propia.
Pues, nos alegra. Créanos que la conversación sobre la temática educativa nos
interesa. El diálogo resulta estimulante porque permite volver sobre el sentido y la
razón de cuanto hacemos.
En días pasados leí algo sobre el Programa en la prensa; algo muy breve,
simple información.
Con frecuencia se publican comentarios en los diferentes periódicos y en revistas
nacionales y del exterior. Son periodistas que han estado visitándonos.
¿Y estudios más serios sobre el Programa?
También los hay; algunos son tesis de grado y posgrado. Son ya muchos los
trabajos. En ellos se estudian aspectos tan diversos como la economía de fichas,
los principios básicos del Programa, los principios y teorías del aprendizaje, el

161
autogobierno como forma de educación, la orientación metodológica de los talleres
iniciales, los programas de alfabetización... Bueno, no hay duda de que los estudios
serios a nivel académico prestan un gran servicio.

Veníamos de Bogotá por la vía que conduce a El Dorado. Antes


de llegar al aeropuerto desviamos hacia Engativá, seguimos
hasta el parque distrital La Florida y ya desde allí veíamos las
edificaciones en ladrillo de la República de los muchachos.
Adelante una gran valla nos dio el saludo. “Bienvenidos”. La
Florida. Nos detuvimos ante la
enorme verja de ingreso.

Caray, es una casa muy grande.


Es una pequeña República de Muchachos.
Se ve muy sólida la construcción.
Lo es.

Los muchachos venían a saludarnos, entre ellos el Alcalde y


algunos de Servicio Cívico.

Bienvenidos. ¡Están en su casa!


Gracias, muy gentiles
Aquí el Alcalde...
¡Tanto gusto! No había conocido un Alcalde tan joven.
Pues ya ven; los jóvenes también sabemos gobernar.
¿Cuánto tiempo dura en su cargo un Alcalde?
No mucho, seis meses apenas.
¿Y quién lo elige?
Los compañeros mediante una elección popular.
¿Tiene auxiliares?
Directamente me ayudan los compañeros del Concejo de Gobierno. Somos
seis en total con los secretarios de Gobierno, Hacienda, Educación, un Juez y un
Defensor de la Comunidad.
Asumimos la organización y buena marcha de las actividades. También existe el
Concejo de Jefes.

162
Vamos por partes. ¿Cuál es la máxima autoridad?
La máxima autoridad es la Asamblea.
Ahora sí me perdí. Volvamos a empezar de nuevo.
Avancemos; allí en la Alcaldía hay unos gráficos que ayudan a aclarar el tema.

Entramos; el lugar es amplio y con un aire alegre y juvenil.


Nuestro amable funcionario prosiguió.

Nosotros somos como una pequeña república. Tenemos una Constitución y una
organización propias.
163
¿La Constitución ha sido elaborada con la participación de ustedes?
Sí. Colaboramos en grupos.
Hasta aquí, entendidos.
La autoridad mayor es la Asamblea General. Es un organismo que también toma
las decisiones más importantes en los casos graves.
Naturalmente se reúne en ocasiones solemnes.
Así es. Se reúne cuando la necesidad lo pide, y está formada por los muchachos
ciudadanos y el Concejo de Ancianos.
¿Quiénes son los integrantes del Concejo de Ancianos? Es un nombre curioso.
Son los educadores y directivos del Programa que nos asesoran.
¿La dirección extraordinaria depende pues de la Asamblea?
Sí, y la dirección ordinaria depende del Concejo de Gobierno. Lo formamos seis
personas como le decía: el Alcalde y los secretarios.
Nosotros respondemos por el desarrollo general de las actividades. En la Ciudadela
hay 32 tribus, cada una a su vez dirigida por un jefe. Cuando se reúnen, los jefes de
tribus forman el Concejo de Jefes, que tiene algunas responsabilidades directas para
el buen funcionamiento de las casas.

Ahora sí nos entendemos. Gracias.

Salimos de la Alcaldía hacia la plaza central. Nuestro amigo, el


Alcalde, se integró al grupo como uno más que participaba en el
diálogo con nosotros.

La plaza es como el centro del pueblo; en ella están los servicios generales: Sala
Múltiple, Cafetería, Cooperativa, Alcaldía, Banco, Biblioteca. Al fondo, el sector
que vemos es la vivienda; cada casa atiende a un promedio de 16 muchachos. A la
izquierda nuestra, el sector de aulas y talleres. Como usted puede apreciar, son tres
sectores bien definidos.
Es un lugar muy hermoso; bien distribuido. Da la impresión de un mundo
aparte.
Pretendemos algo así. La psicología evolutiva nos dice que los muchachos en la
pubertad y aún en la adolescencia viven en un mundo que tiene algo de soñador.

164
Entonces, ¿ésta podría ser una república mágica?
Y ¡por qué no! Quisiéramos que el Programa representara un mundo especial en
el cual el muchacho se volviera soñador; un mundo que yo lo llamaría así: “mágico”,
en donde se tenga contacto con realidades maravillosas, en donde no haya tiempo
de aburrirse.
¿Y no sería sacarlo de su realidad?
Al contrario, es para respetar su realidad de muchacho.
Pues créame que aquí la arquitectura le ayuda a lograrlo.
La ciudad posee, en cierta forma, una arquitectura antiinstitución clásica; está
llena de luz.
La Ciudadela respira aire puro, y no sólo porque está lejos de la ciudad sino
porque está diseñada de manera que el ambiente sea agradable.
Es algo que no se suele tener en cuenta.
La arquitectura que necesita un sistema educativo como el nuestro es
completamente distinta. Son muy pocos los profesionales que lo comprenden. La
primera consigna es compartir, estar con ellos, vivir con ellos. Es muy conveniente
que las construcciones favorezcan esta preocupación. Usted verá pocos muros
y muchos vidrios; verá ventanales enormes; no encontrará cortinas, por ejemplo,
porque en nuestro caso son poco funcionales, quitarían transparencia al ambiente.
La transparencia que ustedes mencionan da una gran sensación de amplitud.
Y hay un segundo factor importante en la arquitectura, para no referirme a muchos
otros. Está en consonancia con la preocupación de poner al muchacho casi en la
imposibilidad de ser castigado, de evitarle sanciones disponiendo adecuadamente
las cosas. Me refiero a que la construcción debe ser muy sólida, los materiales deben
ser resistentes. No resulta práctico por ejemplo un sanitario de cisterna porque se
rompe fácilmente; tendríamos un sanitario que no funcionaría y nos encontraríamos
además en la necesidad de aplicar sanciones por el daño causado. Dentro de este
mismo orden de ideas, son preferibles baldosines de granito a los pisos de madera;
basta pensar en las manchas de tinta cuando por descuido cae un frasco al suelo
y luego no hallamos como despercudir. Un simple interruptor en una obra para
muchachos de la calle debería estar a una altura superior a la corriente porque el
muchacho a cualquier cosa que puede tocar, a cualquier cosa que pueda desbaratar,
allá llega; no por maldad sino por una sana y necesaria curiosidad. Si yo le pongo el
interruptor a la altura de un metro, al pasar tratará de encender y apagar; en pocos
meses, aquel interruptor, por el continuo uso que ha tenido, se daña.

165
Estoy de acuerdo con las afirmaciones que usted ha hecho. Una inquietud me
queda y es a propósito de los vidrios que mencionaba antes. Fijándome, o no se
rompen los vidrios, o ustedes invierten altas sumas de dinero para reponerlos
inmediatamente.
De hecho, los muchachos rompen pocos vidrios; yo diría que se rompen en
el mismo porcentaje que en una casa de familia. Es curioso, cuando estábamos
construyendo la obra parecía muy cuestionable y desacertado que hubiera vidrios del
tamaño que usted aprecia en una casa donde habitarían muchachos de la calle; hoy
la experiencia nos da plenamente la razón: los muchachos son capaces de cuidar las
cosas.
Empiezo a creer que sí a juzgar por el aseo y limpieza.

Mientras conversábamos íbamos recorriendo una a una las


dependencias de la plaza central que el Jefe del Servicio Cívico
nos iba abriendo.

Pretendemos que el Programa tenga el máximo de eficiencia y economía, que


tenga una alta relación beneficio-costo.
Debe ser así.
Es nuestra permanente preocupación.

Algunos ciudadanos de La Florida se acercaron a saludar, luego


se retiraron. Nosotros continuamos el diálogo.

Me parece, al realizar la visita, que imaginaron un pueblo pequeño con sus


servicios. Y también policía.
No. Tenemos una organización muy curiosa.
Son estos muchachos de vestido amarillo y cascos de colores.
¿Y cómo se llaman?
Servicio Cívico.
¡Qué bien!
Suena como servicio ciudadano. El lema es precisamente: servir es mandar.
¿Ustedes son servidores de la comunidad, entonces?
Sí.
¿Y durante cuánto tiempo desempeñan la labor?
Durante una semana.

166
Muy breve el tiempo.
Suficiente.
¿Por qué suficiente?
Bueno, porque así tienen la misma oportunidad otros compañeros. El Servicio
Cívico somos un grupo de muchachos de una casa que durante una semana
suspendemos las labores ordinarias y nos dedicamos del todo a atender los asuntos
comunitarios.
¿Qué cosa, por ejemplo?
Tenemos a cargo nuestro las llaves de las casas, la atención de los visitantes, la
supervisión de aseos y trabajos, el servicio del comedor. Dedicamos tiempo también
al estudio de la Constitución, de las tradiciones y la filosofía del Programa. Somos
durante una semana como los administradores de la casa.
¿Con poder para mandar?
Con un cierto poder. Podemos llamar la atención por descuidos cometidos,
podemos presentar reclamos formales contra personas o grupos.
Según sus palabras, se supone que el Servicio Cívico está siempre alerta, o
sea, no falla nunca.
También falla. Algunos muchachos durante la prestación del Servicio resultan lo
más perezoso de la Comunidad.
¿Y entonces?
Existen controles superiores: el Concejo de Jefes, el Concejo de Gobierno o el
Juzgado. Pueden hasta degradarlos.
¿Es decir, quitarlos del servicio?
Sí, y es una situación extrema que ha ocurrido dos veces en La Florida con
compañeros muy descuidados, que tomaron a juego el trabajo de servir a la
comunidad. Se les llamó la atención y como no se corrigieron se les sometió a un
juicio que concluyó con la determinación de degradarlos.
¿Cómo se realiza un juicio en ese caso?
Es una ceremonia muy seria. Se reúne la comunidad. El secretario lee en voz alta
las funciones del Servicio Cívico para recordar el compromiso adquirido por los
compañeros que están allí presentes; el Fiscal presenta los cargos. El Juez pondera las
fallas del grupo y toma la determinación de degradarlos.

167
Según entiendo, cuando se llega al caso que me comenta, ya se han agotado
otros controles previos.
Por supuesto.
¿Qué sucede luego de la sentencia del Juez?
Cada uno de los compañeros degradados se despoja de la chaqueta característica
que lleva, del gorro de colores, de las insignias de su cargo, y los coloca a sus pies.
El Secretario de Gobierno ordena a los ciudadanos degradados dar media vuelta;
quedan así de espaldas a la comunidad y a la bandera del Programa que para esa
ocasión, se halla a la mitad de la sala. A continuación, el mismo Secretario ordena un
minuto de silencio. Todos bajan la cabeza. A una orden los ciudadanos se retiran en
silencio a sus tribus; La Florida está de luto.
¿Intencionado el ritual?
Ninguno de los ciudadanos desea encontrarse en la situación de ser destituido del
Servicio Cívico.
Muy comprensible la actitud. Entonces ¿es comprometedor pertenecer al
Servicio Cívico?
No, no. Es algo que estimula. Cada muchacho se siente importante. Imagínese
a los pequeños de 10 años revisando el aseo de una casa donde viven compañeros
de 17 ó 18 años, y calificando su responsabilidad al llenar la ficha diaria de control.
¿No se le ríen?
Uno que otro se ríe, pero sabemos que es un representante de la comunidad y que
si se le sabotea es el grupo en general el que lo defiende y con energía. Hoy por hoy,
ya es normal la obediencia al Servicio Cívico, así esté conformado por muchachos
muy pequeños.
No quiero perder la ocasión de referirme al Juez ya que lo hemos mencionado.
¿Cuáles son sus funciones?
El Juzgado es una institución que se creó para responder a una necesidad concreta.
Muchos de nuestros muchachos han estado en cárceles y han aprendido allí que es
más fácil castigar que resolver pacíficamente los problemas. Para evitar que fueran los
muchachos los que rompieran nuestra tradición de no castigar, se creó el Juzgado.
Ningún muchacho puede ser golpeado en La Florida. Él tiene el derecho a acudir
al Juez quien actúa en defensa del muchacho.
Otra función del Juez es dirigir los procesos judiciales y confirmar o rechazar la
sentencia de los jueces de conciencia.

168
Es un puesto de importancia, entonces.
En las elecciones se tiene mucho cuidado de elegir a la persona más adecuada para
el cargo.

Nos dirigíamos ahora hacia el sector de la vivienda a través de


un parque lleno de colorido; queríamos visitar una de las casas
donde habitan los muchachos.

Cuánta flor. Veo que le hacen honor al nombre: ¡La Florida, que es algo así
como el lugar de las flores!
Queremos tener un auténtico jardín alrededor de la casa; estamos esperando el
florecimiento de cinco mil matas de rosa que sembramos hace unos meses.
¿Y hortalizas?
También hay. Ya tendremos ocasión de recorrer los cultivos que se están haciendo
en grande, sobre todo, papa y zanahoria.
Las rosas son para el área próxima a las casas. El propósito es producir como
primer paso las hortalizas que comemos; posteriormente esperamos tener cosechas
que nos permitan una producción más amplia.
¿Cuántas hectáreas cultivan?
Por ahora tres hectáreas; pero poco a poco vamos ganando terreno para los cultivos.
La labor es lenta porque no disponemos de máquinas de trabajo de desquicuyar; es
bastante pesado cuando se hace a brazo y azadón.
Y bien, ¿cuál casa visitaremos?
Cualquiera. Son iguales en su estructura. Varía la decoración interna según el
gusto y la iniciativa de los moradores.
Al entrar encontramos un lavamanos y un espejo. Es una insistencia sobre el
aseo... y de hecho es grande la diferencia entre los ciudadanos y los bosconianos.
Sin embargo yo me atrevería a presentarle una observación muy personal.
¿Cuál?
Me impresiona positivamente la limpieza que he podido observar, el orden
en que están dispuestas las cosas, pero es necesario reconocer que la presentación
personal de los muchachos no es tan satisfactoria, incluso algunos aparecen
descuidados.
Es verdad. El mal vestir es uno de los hábitos más arraigados del muchacho.
Falta camino por recorrer.

169
En el vestir es evidente que juega un papel decisorio la financiación, precaria en
nuestro caso.
Sin duda. Es apenas una observación y me agrada comprobar que algunos
muchachos van bien presentados, o sea, aun con las limitaciones económicas
que es de suponer, con el destrozo natural de la ropa a su edad, el asunto es
educativo. Se trata de la asimilación de una actitud.
Vale la observación; algunos procuran presentarse limpios, otros apenas se inician
en este aspecto de su dignificación. Es algo que revela el cambio de mentalidad de
un muchacho. Un aspecto de singular relevancia es la aparición del amor; como por
encanto el muchacho cambia, cuida su ropa, arregla su pelo.
Pero sigamos. ¿Aquí está la sala de reunión?
Es el lugar del grupo. Cada noche se realiza una reunión durante quince minutos,
se conversan lo asuntos de mayor interés ocurridos en el día y se sacan conclusiones.
Es el recurso educativo de mayor importancia.
¿Quién dirige la reunión?
Los jefes. Tienen entrenamiento especial para dirigir las reuniones. Con ellos
estamos preparando un manual que contiene más de doscientas formas de realizarlas.
¿Y el tema?
El tema es seleccionado por el jefe según la ocasión. Se debaten argumentos
formativos o de algún asunto que en el momento es de interés general.
Según me dice, también las formas son diferentes.
Utilizan las técnicas de la dinámica de grupos: simposio, juego de papeles, el caso,
etc. En esto, la iniciativa del jefe es un factor importante.
¿Siempre participan todos?
Sí, porque todos se sienten responsables de la marcha de su tribu. La reunión
cohesiona. El grupo se preocupa cuando alguno muestra desinterés por las actividades
que han programado. Suelen ser muy exigentes con los perezosos. Podríamos decir
que la marcha de La Florida depende de esta reunión.
¿El educador participa?
El educador pocas veces interviene directamente. Lo hace a través del jefe.
Ambos estudian la marcha de la tribu, y el jefe asesorado por el educador toma las
determinaciones que serán puestas a consideración de la tribu en la reunión de la
noche. Es tan importante la reunión, que quien falta sin causa justificada no puede
ingresar a su tribu sin una nota especial del Alcalde.

170
¡El comedor! ¿Preparan ustedes las comidas?
No. Vienen desde la cocina en recipientes adaptados para el caso; aquí se pueden
mantener calientes mediante calefactores.
Cada grupo tiene su loza y sus cubiertos...
En ocasiones especiales nos reunimos todos en la cafetería central o disponemos
la sala múltiple como un gran comedor. Es muy agradable porque la presencia del
grupo en general causa mucha alegría; la banda nos acompaña y así dedicamos un
buen rato a cantar.
Arriba están los dormitorios.
Las camas son muy resistentes.
Hechas por ellos mismos. Son inversiones que abaratan los costos, se invierte en
algo que dura.
Y muy funcionales, además.
Como puede notar, apenas existe lo suficiente y necesario, sin lujo pero muy
digno.
De nuevo nos encontramos con las cómodas abiertas... Evidentemente tienen
más cosas que en Bosconia pero muy ordenadas.
Ya decíamos que si alguien tuviera la cómoda cerrada con candado estaría
ofendiendo al grupo, sería como tratar de ladrones a los compañeros. Es algo que
representa una evidente falta de confianza en los demás. Y cómo se puede ayudar a
un compañero que no confía en el grupo.
¿De sus palabras se pude deducir entonces que no hay robos?
Robos los hay, sin duda, aunque en La Florida ya son raros.
La libertad que manifiestan al dejar abiertas las cómodas en el dormitorio, donde
guardan su ropa y con frecuencia algún dinero, expresa la serenidad misma del
ambiente; se cree en el respeto de los demás.
Es una actitud encomiable. La libertad impone riesgos pero a la larga da
mayores resultados.
Cuando en una tribu se pierde algo, por ejemplo, un par de zapatos, iniciamos
un proceso. Se tiene presente la consiga: “problema hablado, problema solucionado”.
El jefe reúne a su tribu y pone de presente la situación, invita luego a que el culpable
acepte la ayuda del grupo manifestando espontáneamente su problema.

171
¿Sucede alguna vez que el culpable acepte decir que él fue?
En muchas ocasiones ocurre, sobre todo cuando en la tribu se ha creado
un ambiente de auténtica amistad y el Jefe ha sabido ganarse la confianza de sus
compañeros.
¿Si no sucede que el culpable haga la declaración de su falta?
No existe una norma que funcione a manera de receta. Cada caso ocurre con
circunstancias que lo revisten de mayor o menor gravedad. No obstante, es común
entre nosotros presentar otra oportunidad para que el culpable acepte su equivocación.
Consiste en que el jefe habla en privado con cada uno de los integrantes del clan.
Si el culpable confiesa su falta, el jefe mantiene reserva y el asunto llega a su
término.
¿Y en caso contrario?
El jefe acude al educador del barrio. Si tampoco él logra aclarar la situación,
interviene el Director de La Florida quien generalmente aprovecha la ocasión para
hacer una explicación científica de la cleptomanía y acude una vez más a la buena
voluntad del culpable. Cada muchacho escribe en secreto su nombre en una papeleta,
y por detrás la frase yo fui o yo no fui, según el caso. Las papeletas se entregan al
Director. Si aparece el culpable, el Director guarda reserva del nombre de la persona
y el caso concluye.
Posteriormente hablará en privado con el muchacho responsable.
Con seguridad en la mayoría de los casos no se descubre al autor del robo.
Acudir a la dignidad de cada muchacho para que confiese la falta y acepte la
ayuda que le ofrecen sus compañeros da buenos resultados. Y los grupos suelen ser
magnánimos con el culpable; de hecho lo ayudan. Pero, como usted dice, no todos
los casos hallan solución por este camino.
¿No toman algunas precauciones?
Existen controles. Una de las funciones del Servicio Cívico es hacer que no
haya ciudadanos fuera de lugar o merodeando por las casas. Ellos ponen alerta a la
comunidad sobre los sospechosos.
El mejor control es siempre estimular en cada muchacho el sentido de pertenencia
al grupo, de manera que entienda que la defensa de los bienes comunitarios es tarea
de todos.
¿Si alguien es sorprendido robando?
Cuando se descubre a un ladrón y éste no ha tratado su problema con algún
educador, la comunidad es inflexible. Se le hace un juicio y el muchacho es retirado
del Programa.

172
Continuemos la visita a la casa.
Sí, adelante, que al mismo tiempo podremos ir conversando acerca de los distintos
argumentos que nos interesan. Los sanitarios y las duchas...
La limpieza es de excepción.
Ellos la exigen al máximo. Es proverbial entre nosotros decir que la limpieza de
estos lugares es una expresión de dignidad.
Las duchas tienen control de llave cada una.
Veo que usted no pierde detalle. Es así. Si recuerdan, en Bosconia el control de las
duchas es colectivo porque se supone que un muchacho que apenas ingresa no sabe
de mesura con el agua.
Aquí en cambio cada quien controla su llave porque ya entiende mejor las cosas.
Los pequeños detalles como el del agua que usted menciona, bien conocidos y
apreciados por los muchachos, son un recurso educativo de gran valía. Expresan
mayor confianza en él.
Es una observación que aplicamos para las sillas también, por ejemplo. Son
movibles al gusto, cuando en Bosconia en cambio son fijas.
De todo punto de vista La Florida representa un grado mayor de acogida y de
ambiente. Pienso que los muchachos desean llegar a este lugar.
Es una meta que tienen siempre delante.
¿En cada una de las casa de vivienda duerme un educador?
No. Los muchachos solos, bajo la dirección de un jefe. Es otra diferencia con
Bosconia en donde un educador duerme en cada dormitorio.
La masificación es uno de los grandes enemigos de una verdadera acción
educativa. Ustedes atienden un número considerable de muchachos, pero cada
una de las casas replantea el asunto volviendo al grupo pequeño de nuevo. Es
una táctica muy buena.
No podríamos prescindir de atender un número elevado de muchachos; el
problema callejero es de varios miles. No obstante, como usted afirma, hemos
sorteado la dificultad con grupos pequeños en todas las actividades; generalmente
son quince los integrantes.
Es un número ideal.

173
Salimos de la casa. El Servicio Cívico nos precedía, atento y
gentil; en agradable conversación recorrimos el área de vivienda
para visitar el departamento de música donde escuchamos varias
interpretaciones clásicas y populares realizadas por la banda de
La Florida.
Le confieso que no esperaba escuchar a los clásicos interpretados por estos
muchachos.
Pues ya pudo comprobarlo. En su repertorio figuran las obras de Verdi, Haendel,
Chopin, Vivaldi, el movimiento final de la Novena sinfonía de Bethoven y como es
lógico, música popular colombiana.
Me decían que han participado en concursos nacionales.
Hemos obtenido un segundo puesto, que en concurso nacional es muy
significativo. Son trofeos que los muchachos aprecian bastante. Y fue obtenido sin
ninguna benevolencia especial.
En eso somos intransigentes. Sería una ofensa para nuestros muchachos que se les
considerara inferiores o incapaces. Una actitud paternalista es desastrosa. Ellos saben
que si hacen música se les dirá que es buena, si lo es, y, en caso contrario, se les dirá
lo propio. Los integrantes de la Banda aspiran a ser músicos de profesión.

174
La iniciativa de proponer a los muchachos una carrera musical en firme a
nivel profesional rompe con la tradición de simples serenateros, lo cual sería una
manera de reforzar su tendencia a la vida bohemia.
Claro que no todos tienen aptitudes de músicos de profesión, pero para ello se
hacen selecciones y cursos de orientación.
¿Cuántos muchachos integran la banda?
El grupo de la banda para sus presentaciones es de 30, que son los más
adelantados; existe también un grupo de otros 45 que forma diríamos una segunda
banda, conformada por muchachos que apenas están adquiriendo el dominio de su
instrumento y las nociones básicas de teoría musical.
¿Los profesores vienen cada día?
Vienen de la Universidad Nacional. Gracias a su competencia, hoy la banda es
una realidad. El director es el maestro Simón Galindo. Con él colabora un equipo
muy técnico en las diferentes áreas: solfeo, enseñanza de cobres, de cañas, de piano.
Imagino las dificultades y la paciencia que ello significa porque, que yo sepa,
a los muchachos de la calle les gustan únicamente las rancheras y los tangos.
Al comienzo nada distinto les agradaba, decían que lo demás era música para
encantar culebras.
Es comprensible, si se tiene en cuenta el ambiente en el cual crecieron.
En el desarrollo mismo del Programa hay hechos consoladores.
Hace tres años, los músicos prepararon un pequeño concierto para sus compañeros
de La Florida y presentaron la nueva pieza de su repertorio: la marcha triunfal de
Aida. Escuchamos con emoción las notas de Verdi; representaban una auténtica
superación. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando después de escucharla sus mismos
compañeros pidieron que la repitieran. Nunca imaginamos satisfacción mayor. Los
muchachos de la calle, entusiastas defensores de rancheras y tangos como usted dice,
también encontraban agradable la música brillante italiana.
Tienen aquí un pequeño conservatorio. ¿Han pensado en hacer aprobar sus
cursos, por ejemplo por la Universidad?
Esperamos obtenerlo, porque, en efecto, los muchachos que más han avanzado
están en algunas materias a la altura del 4° ó 5° semestre de conservatorio.

Queríamos visitar ahora el Cabildo, y el área de talleres y aulas.


Nos despedimos de los músicos y recorrimos las avenidas de La
Florida rumbo al Cabildo, un enorme kiosco de paja.

175
La música es un pilar en la educación; hoy constituye el lenguaje de la
juventud.
En una obra educativa no puede faltar la música. Es parte del ambiente. Además
de la banda, existen conjuntos instrumentales más sencillos y conjuntos vocales.
El ambiente está favorecido por el lugar.
Lo hemos ido adecuando. A propósito, vayamos por el fondo, así podemos
apreciar la pista de obstáculos.
Tomaron algunos elementos de lo que constituye una pista de infantería,
según parece.
Y del tradicional pentatlón. Adaptamos los ejercicios de manera que resultan
adecuados a los muchachos como juego y como gimnasia.
Veo pruebas de equilibrio, de salto, de velocidad...
Son más de 15 pruebas diversas que contemplan las posibilidades de ejercicio
gimnástico como juego.
¿Lo practican a diario?
Variándolo con deporte.
Pienso que el fútbol es su deporte. Quizá sea el deporte preferido porque está
al alcance, se puede improvisar en cualquier parte.
En La Florida, por las mañanas, cuando se levantan al escuchar la diana, se
disponen por orden de tribus para una reunión en la sala múltiple y de allí van en
grupos a gimnasia, a practicar atletismo, a la pista de obstáculos para practicar el
básquet o voleibol. Cada grupo durante la semana va pasando por las diferentes
actividades. Es algo muy rápido, y enérgico siempre; no más de veinte minutos.
¿Qué tipo de gimnasia practican?
Tenemos un buen profesor que se aparta de aquella gimnasia tradicional, dura,
que pretendía tener el cuerpo en tensión. Hacemos una gimnasia de relajamiento, de
armonía, de expresión corporal. Algunos ejercicios se asemejan bastante a la danza.
Con ese magnifico salón que poseen es posible hacer gimnasia rítmica,
danzas, teatro y muchas cosas más.
Es un buen recurso. Practicamos bastante teatro.
Me hace pensar usted en el papel del arte en la educación. Considero
personalmente que el arte, como medio de expresión y por lo mismo como
instrumento de educación, ha sido relegado a un puesto muy secundario.

176
No podemos afirmar que el Programa haya hecho pleno uso del arte como
instrumento de personalización y de socialización.
Sin embrago, una de las consignas de nuestro sistema educativo dice: “para
nosotros el arte es tan importante como el pan”. Y no ha quedado como letra muerta.
Hemos tratado de hacerla viva a través del teatro, la pintura, la danza, la música
instrumental y coral, la cerámica.
Siempre he pensado que el arte debe ser masivo, o sea, que todos deben tener
acceso a él; cuando yo estudiaba sólo los privilegiados podían presentarse en
público, era una mala política.
Es una gran verdad. Le manifiesto que la tenemos presente en el trabajo. Con
frecuencia realizamos certámenes culturales en donde el número de participantes, en
las diversas actividades, supera el centenar.
Hoy la actividad teatral ha ganado muchísimo en nuestro país, existen grupos
serios que investigan, que siguen una línea de búsqueda mucho más original y
creativa.
Se llevan a escena temas del momento con una gran economía de los decorados y
con un énfasis mayor en el actor mismo.
Veo que usted es una persona muy sensible a aspectos culturales como éste del
teatro. Nos alegra constatarlo, porque es para nosotros también una faceta riquísima.
Una de las mejores experiencias es la elaboración artística de nuestras fiestas. Después
de una jornada intensa de tres o cuatro días durante los cuales hemos realizado tareas
muy concretas como abrir una carretera, pintar una casa, cementar un patio, hacer
un campo deportivo, nos dedicamos a expresar en el lenguaje del arte todo lo que
hemos vivido.
El trabajo durante estas temporadas es intenso y festivo, triunfal: lo realizamos
con gran entusiasmo haciendo énfasis en lo hermoso que es transformarnos
transformando la naturaleza. Al fin del día, cantamos y coreamos lemas y consigas.
A partir del fervor con el cual se trabaja, el grupo de muchachos emprende con
facilidad la tarea de iniciar una labor artística. Designamos un día y allí representamos,
a través de diversos medios, la experiencia vivida. Es un día de canciones, dibujos,
murales, pequeños cuadros teatrales, composiciones de danza, tallas en madera, etc.,
que manifiestan la visión de los muchachos sobre la fiesta realizada.
¿Los trabajos son originales?
Deben serlo por fuerza. Y nos sorprenden con magníficas obras.
Un énfasis especial ha tenido el teatro. Hecho siempre de manera experimental,
trabajando en la elaboración de los textos y de las formas de expresión.

177
Cada temporada festiva se presenta a manera de desafío artístico, entonces.
Algo así.
En el caso concreto de los muchachos de la calle, es un recurso que puede dar
un beneficio óptimo; tanto el teatro como los títeres.
Los practicamos y aun quisiéramos lograrlo en mayor escala. Nos beneficia
bastante valorar en el trabajo artístico el proceso más que el resultado, porque es allí
donde reside la mayor fuerza educativa.
Completamente de acuerdo. Pero, bien; sigamos. Quiero apreciar de cerca
aquel juego que dejamos atrás. Me pareció un ajedrez.
En efecto, es un ajedrez gigante, con figuras de varilla y de una altura de 80 cm.
¿Lo juegan?
Ha sido un verdadero hallazgo; el tamaño y el lugar donde está colocado influyen
positivamente. En buena parte le debemos el entusiasmo existente por el ajedrez. Más
adelante, cuando el juego se popularice y sea mayor el número de los aficionados,
pensamos presentar periódicamente una jugada problema con el fin de despertar
inquietud.
Muy curioso. ¿Y este muro?
Es la torre del agua que hemos aprovechado en su parte inferior a manera de gran
valla; son tres metros por dos. Lo llamamos el muro de consignas.
¿Quién escoge las consignas? La que está escrita es muy curiosa: “Lo que nos
proponemos, lo logramos”.

178
Los muchachos del Concejo y los educadores. La frase va variando según sea la
conveniencia después de 15 o 20 días de tenerla en el muro. Son frases de aliento,
de crítica; o reflexiones sobre el ambiente. Como son de gran tamaño, impactan
bastante.
Conozco una obra educativa en donde pude apreciar algo semejante; la frase
la escribe el que desee y sobre el tema que guste. Desde luego aparecen críticas
fuertes a personas y disposiciones, y se da el caso de uno que viene y borra lo que
escribió el anterior. En un recurso de expresión libre, como han llegado a ser los
muros de nuestras calles.
El poder ejercer libremente la crítica beneficia en alto grado el ambiente educativo.
En nuestro caso el muro de consignas quiere ser una permanente confrontación
con la comunidad, reflejar sus inquietudes, sus luchas, sus fallas.
¿Puede recordar algunas frases?
Una mañana los muchachos de La Florida se sorprendieron de veras al mirar el
muro; allí aparecían suspendidos un trapero con el cabo partido, canecas de basura
rotas, una camisa y unos zapatos abandonados. La frase que los acompañaba era
sencilla: “queremos una opinión al respecto”.
Muy claro el mensaje.
Hemos tenido épocas difíciles a causa de la falta de agua. Con ocasión de la visita
de altos funcionarios del Acueducto, en el muro se dibujó un grifo del cual sólo caían
tres goticas sobre la lengua de un muchacho que debajo las esperaba con ansiedad. El
texto decía: “Tenemos sed”.
¿Lograron la solución del problema?
No. Pero al menos insistimos de nuevo. Recuerdo una frase que causó inquietud
en algunos adultos que nos visitaron. Decía: “Mi abuela quiso que yo tuviera una
educación, por eso no me mandó a la escuela”. Es una cita de Margaret Mead, muy
intencionada.

Nos dirigimos hacia el Cabildo. mientras los grupos de


muchachos al terminar ya su jornada de trabajo en la mañana,
salían a la plaza central ruidosos y alegres.

Estamos en el Cabildo, es el lugar donde suelen reunirse para las sesiones


importantes el Concejo de Jefes y la Asamblea.
¿Y reuniones más informales no realizan aquí? El lugar se presta.
También; celebraciones culturales, teatro, danza. Es un escenario muy próximo
al público.
179
Es solemne el sitio. ¿Y cómo se realiza una Asamblea?
Son diferentes en cada caso las circunstancias. Una forma es el banquillo. Cuando
un muchacho no quiere cambiar, pese a las insistencias y reclamos que le hacen,
se recurre a una reunión plenaria como última oportunidad que se le brinda. Se le
sienta en una silla en el medio de la sala, y la comunidad entera hace una crítica de
sus actuaciones, le manifiesta el deseo de apoyarlo si él lo desea. Al final se le pide que
exprese su propio pensamiento.
Algunas veces son los educadores y el Director general del Programa quienes
piden pasar al banquillo. Los muchachos libremente hacen las críticas en público.
¿Y en realidad sí hacen críticas?
Ciertamente.
Me parece muy positivo. Pero volviendo a los muchachos, ¿cómo reacciona
ante las observaciones de los compañeros?
De ordinario, el muchacho reconoce sus faltas y propone corregirse.

180
Es el ejemplo de un proceso eficaz. ¿Qué ocurre cuando el resultado es
contrario?
Cuando alguien llega a una Asamblea quiere decir que ha desbordado las instancias
anteriores o sea, que ya ha tenido que ver con su jefe de casa, con el Concejo de Jefes,
con alguno de los secretarios, con el Alcalde, con el Concejo de Gobierno. Se supone
por lo tanto que se trata de un asunto bastante serio.
Llega pues a la Asamblea. Se le sitúa en el medio, se hace una exposición de
cargos... y ¿no puede defenderse?
Lo puede hacer él mismo o por intermedio de algún compañero.
Nos estamos refiriendo al caso de un reincidente.
Sí. Él ya fue sometido a Asamblea, se le fijaron condiciones y vuelve por la misma
razón.
¿Cuál podría ser la razón?
Robo sistemático y premeditado, consumo permanente de marihuana, y
distribución y venta entre los compañeros, por ejemplo.
Bien. ¿Qué ocurre entonces?
Después de la valoración de su caso viene el fallo. El Alcalde suele pedir opiniones
a los asistentes y con base en ellas el Juez saca la conclusión final; tratándose de un
muchacho que no da señales de cambio, se opta por retirarlo de la Ciudadela.
En compañía del Servicio Cívico va a sacar sus pertenencias. Generalmente se le
dan algunos pesos para sus gastos menores.
¿Este muchacho jamás podrá volver a La Florida?
Puede regresar, pero tendrá que hacer de nuevo el camino.
¿Qué actitud toman los educadores?
Intervienen como miembros de la Asamblea.
¿No deciden ellos?
No. Decide el grupo coordinado por el Concejo de Gobierno.
¿Pero ustedes no siguen teniendo en esto como en otros aspectos la sartén
por el mango?
Podría interpretarse así, pero las personas que han convivido con nosotros se dan
cuenta de que el gobierno de los muchachos es un gobierno bastante real.

181
¿En todo?
También en eso tenemos que ser realistas. No todo puede estar en manos de ellos.
Se trata de un proceso. En la disciplina por ejemplo, es mayor la intervención de los
muchachos; en la programación de actividades también.
No así en la programación curricular académica ni en el movimiento económico
de la casa, por nombrar otros aspectos. La razón es obvia. La presencia de educadores
es necesaria como asesores.
Tal vez he sido impertinente con las preguntas, pero es que a veces también
se peca de ingenuidad cuando se piensa que un niño o un adolescente ya puede
disponer con justo criterio en la variedad de aspectos que conlleva una vida de
grupo. Y al respecto existen estudios científicos, como los realizados por Piaget.
Antes de los 12 años, no se puede hablar en serio de autogobierno. Y después de
esta edad, no se puede hacer autogobierno por decreto.
Es cierto. Piaget habla de la inteligencia de la acción, o sea, se aprende
fundamentalmente en la práctica, en el ejercicio de responsabilidades. Nadie
aprende a montar en bicicleta si no practica sobre ella.
El muchacho nuestro tiene la gran ventaja de su experiencia callejera. Por uno o
varios años ejerció plenamente su autonomía para sobrevivir.
Es evidente la necesidad de promover, catalizar y controlar.
Algo semejante a lo que ocurre en los colegios mixtos: se tiene una situación
formativa excelente, pero se requiere el adulto con criterio que comprenda y oriente.
Al autogobierno no se llega en forma espontánea; el simple dejar hacer conduce al
anarquismo. Me parece oportuno traer a cuento algunos hechos vividos por nosotros.
En una de las elecciones se optó por otorgar el derecho de voto a todos los ciudadanos
de La Florida. Descuidamos algo importante: el número de muchachos menores de
12 años era alto. Los pequeños no tienen capacidad para descubrir las cualidades de
la inteligencia, de liderazgo, de servicio que debe tener una persona para gobernar un
ambiente y se dejan guiar por el mejor deportista, el más fuerte, el buen cantante, el
amigo mío. Qué ocurrió pues? Fueron nombrados gobernantes que no tenían talla,
y en menos de tres meses la comunidad estaba desesperada.
Tengo dos preguntas para hacer: ¿quiénes tienen derecho del voto?, y otra
que de ninguna manera quisiera dejar pasar: ¿qué se hace cuando un equipo de
gobierno no cumple sus funciones, como en el caso enunciado por usted?
Nosotros hablamos de ciudadanos efectivos; ellos ejercen el derecho del voto.
Algunos son ciudadanos solamente.

182
¿La razón?
La edad, no saber leer y escribir, haber perdido los derechos de ciudadanía, son
algunos de los motivos.
¿El muchacho que vive en La Florida es ciudadano, pero no todos son
ciudadanos efectivos?
Exacto, además es un honor poder ejercer el derecho al voto.
Vayamos a la segunda pregunta.
Cuando el Alcalde o sus secretarios, elegidos para servir a la comunidad, no
cumplen con su deber, el Concejo de Jefes está en la obligación de pedirles que
cambien de actitud.
¿Y si no lo hacen?
Yo le voy a responder con la narración de un hecho, de los más significativos que
han ocurrido aquí en La Florida: la caída del Concejo de Gobierno. Es exactamente
el caso que usted señala.
Era evidente que los encargados del gobierno de la Ciudadela estaban abusando de
su cargo: se ausentaban de continuo, tenían preferencias en la asignación de trabajos,
su actitud era arrogante, incumplían ellos las normas mínimas que exigían a los
demás, guardaban para sí dineros que pertenecían al grupo entero, se aprovechaban
de los pequeños.
El Concejo de Jefes presentó la queja formal; por unos días las cosas cambiaron.
Luego la actitud fue peor: se aprovecharon del cargo para abusar de quienes les habían
hecho notar sus propias deficiencias.
En vista del atropello permanente, se les llamó a una Asamblea presidida de nuevo
por el Concejo de Jefes en la cual se les pidió coherencia con el cargo asumido. No
hubo respuesta y el ambiente fue empeorando.
El 5 de diciembre, era el año 1976, después de prolongadas reuniones, a las 10
p.m. golpearon a la puerta de la habitación del Director de La Florida.

–No aguantamos más, el poder lo tomamos nosotros –dijeron


tajantemente.
–Pero... –alcanzó a decir el Director.
– Tranquilo– le interrumpieron los muchachos– ya está decidido.
Sólo queríamos comunicarle
–¿Quiénes los apoyan? –preguntó el Director.
–La comunidad, nosotros los más antiguos –afirmaron ellos.
–Sugiero que se haga una reunión con el Concejo de Jefes en
pleno –dijo el Director.
–¡Está bien! –concluyeron.

183
En efecto, los jefes, cuatro educadores y algunos muchachos más, bastante
representativos, sesionaron hasta pasada la media noche. Se debatieron con fervor
argumentos como: la autoridad es servicio; los abusos del Concejo del tinto,
denominado así por su inoperancia; el futuro del Programa. Se estudió la Constitución
en detalle. Finalmente se propuso votación secreta: sí o no al cambio de gobierno.
Resultado: 30 positivos, dos negativos.
De inmediato se acometió la siguiente tarea: ¿quiénes asumen? ¿Cómo vamos a
proceder? ¿Qué hacemos con el Concejo saliente?
Para concluir, volvieron las reflexiones sobre el sentido del Programa, sobre la
necesidad de combatir las arbitrariedades en quien fuera, sobre la unidad del grupo.
Decididos y unánime hasta el menor detalle, salieron para el gesto definitivo.
A la 1 a.m. encendieron los altoparlantes: “Por favor, toda la comunidad debe
reunirse inmediatamente en la sala múltiple”.
El desconcierto era soberano: altavoces a semejantes horas. Varias veces sonó el
llamado: “inmediatamente, a la sala múltiple. Al término del disco que va a escucharse
deben estar reunidos en la sala múltiple”.
De todos los rincones fueron apareciendo muchachos en las más inusitadas
indumentarias. El Concejo saliente fue colocado aparte, distantes uno del otro; y la
comunidad, militarmente, fue puesta en actitud de firmes. Con voz pausada y en un
silencio y asombro de miedo se leyó un documento concebido en términos decisorios:
“nosotros, el Concejo de Jefes y algunos muchachos antiguos de la República de
los Muchachos Bosconia-La Florida, conscientes de nuestra responsabilidad de
ciudadanos, de jefes y de próximos dueños de la Industria Juvenil, deponemos por
grupismo, abuso de autoridad, pereza y despreocupación, al Alcalde N.N., a los
secretarios N.N.N. y asumimos como nuevo Concejo de Gobierno, bajo el control
del Concejo de Jefes y de la comunidad los cargos: Alcalde N.N., secretarios N.N.N.
Decidimos, además, que los compañeros destituidos deben abandonar de
inmediato la Ciudadela”.
Todavía se aclaró: “El secretario de Hacienda del Concejo anterior es quien mejor
ha desempeñado su cargo. Se le depone de secretario y se le nombra encargado de
Hacienda”. Sin más, se entonó el himno del Programa, se dieron vivas a La Florida
y a la unidad del grupo y el nuevo Alcalde pidió que con la mayor prontitud y sin
alborotar, se fueran a dormir.
Es una historia llena de incidentes sugestivos y originales. Además es una
actitud muy noble: cuando un equipo falla, otro asume dispuesto a someterse a
la crítica. Supongo que fue un Concejo de Gobierno eficiente.
Desde luego, tenían un compromiso radical.

184
¿Hubo pelea de parte de los muchachos depuestos o se retiraron sin conflicto?
Era tan evidente la actitud equivocada que tenían, que se fueron, ateniéndose
a lo dispuesto por sus compañeros.
Al encargado de Hacienda se le permitió continuar en la Ciudadela. A los demás,
se les precisó que de ninguna manera podrían presentarse en La Florida o en otra casa
del Programa antes de dos meses; sólo entonces se volvería a considerar su situación.
Es evidente que la confianza en los muchachos los hace valerosos y decididos;
favorece su personalización. ¿Volvieron después los destituidos?
Volvió uno de ellos. Durante los meses que estuvieron fuera, incluso les ayudamos
con algunos centavos para que se organizaran decentemente.
¿Un exilio financiado?
Se le podría llamar así. Lo importante es mantener la fe en que el muchacho
pueda cambiar; y un golpe tan fuerte como la pública destitución es ciertamente un
recurso educativo poderoso.
¿No hubieran podido intervenir ustedes para impedir la destitución?
El papel nuestro es cuestionar, hacer tomar conciencia de lo que ocurre y de cómo
se desarrolla.
El autogobierno es un riesgo, y pienso que en momentos determinados, hasta
doloroso.
Yo llego por las noches, a veces, y encuentro una cantidad de cosas que me
parecen mal hechas. Tenía por ejemplo una plaqueta de cemento que debía servir
para un trabajo que tenemos en proyecto y veo que la utilizan en forma diferente,
para señalar caminos en los jardines, pero ¿quién ordenó hacerlo? El Alcalde, me
dicen. Paciencia, ya hablaremos con él. Igual sucede cuando en Bogotá encuentro
tres o cuatro muchachos y pregunto: ¿qué hacen? El Alcalde nos dio permiso.
Debe ser así, o no hay autogobierno.
No siempre es agradable; ya usted hacía la observación. Una noche vi que el Alcalde
sancionó un grupo, que por descuido llegaba tarde a una reunión, imponiéndoles 10
vueltas a la Ciudadela. Reaccioné de inmediato: “es un desacierto”. El Alcalde fue
duro en la respuesta: “Al fin quién manda, ¿usted o yo?” En el momento no había
nada que agregar. Más tarde él mismo se acercó para dialogar y reconoció que se
había equivocado en la sanción.

185
Qué significativo es considerar al individuo dentro de su comunidad.
Respetar su posición.
Muy cierto. Nosotros procuramos estar atentos a los intereses de las personas pero
educamos en la comunidad, con ella y para ella.
Comparto su opinión; no se pude descuidar ningún aspecto. Es el error de
algunos planteamientos que quieren atropellar al hombre de hoy sobre la base
de una defensa de la comunidad.
Ya es tiempo de reposar un tanto. Vayamos a almorzar y luego conversamos con
calma.
Fuimos a almorzar. Nuestros amigos después recorrieron las
aulas y los talleres con algunos muchachos que dialogaron
amistosamente con ellos. Cuando nos volvimos a encontrar,
venían entusiastas y alegres: “estos muchachos nos han hecho
reír sin parar con sus historias”.

Nos han hablado de su futura industria juvenil como si fuera una realidad
que ya tuvieran en las manos.
Nos agrada que hayan estado conversando sobre los proyectos que siguen a La
Florida, que ya están próximos.
Conversamos con los muchachos sobre el golpe de estado que usted nos
narró; lo consideran un hecho definitivo en la historia de la Ciudadela. Nos
hablaron también de algunos gestos muy enérgicos de algunos alcaldes.
Les agrego una anécdota a ese propósito. Ocurrió con ocasión de la posesión del
segundo Concejo de Gobierno.
En día tan solemne los visitantes llenaban la Ciudadela. Cómo no, si era la
posesión del Alcalde; pues hubo más de dos personas interesadas en felicitar a los
nuevos gobernantes y además, de paso llevarse algún recuerdo. Había, por la ocasión,
un Servicio Cívico especial cuyo objetivo era proteger la casa y mantener información
permanente sobre cualquier anomalía. Cerca de la media tarde vino la noticia.

–Robaron los fluxómetros de la sala múltiple. En un valor de


unos $12.000 –dijeron los muchachos.
–¿De quiénes sospechan? –les preguntamos.
–Fueron dos hombres que salieron hacia el parque –dijo uno de
ellos.
–¿Cómo eran?
– Uno era bajito, llevaba saco oscuro a rayas –dijo otro muchacho.

186
Vino el plan, se organizaron los grupos de cacería, la persecución. La fiesta iba
adelante. A la hora, el tumulto con el culpable. Recuerdo mucho la escena. Nos
reunimos en la sala múltiple, se suspendió la música y el Alcalde tomó la palabra:

–Perdonen que interrumpa el baile pero es necesario que nos


demos cuenta; he sido nombrado para representar la comunidad
y voy a realizar mi primer acto de gobierno.

Hizo colocar al sindicado frente a todos. Prosiguió:

–Este desgraciado está pensando que nosotros somos unos


idiotas. Estaba robando y lo cogimos. Se debe saber que en La
Florida estamos dispuestos a sancionar el robo. Salgan adelante
los jefes de tribus.

Los muchachos se movilizaron en el acto.

–Con ellos vamos a organizar el juicio y la sanción.

Aquel pobre hombre veía frente a sí a 300 muchachos enardecidos y furiosos.

–Nosotros también hemos robado y sabemos cómo se arreglan


estas vainas... disculpen la interrupción. Que siga el baile
mientras nosotros resolvemos el problema. ¡Viva la República
de los muchachos!. “¡Vivaaaa!”, respondió el coro.

Lentamente fue regresando el ambiente festivo mientras el infractor padecía


algo que jamás hubiera imaginado en su vida: un juicio en una pequeña República
de muchachos que “sabían de esas vainas”. Hubo careo, acusaciones, defensa del
sindicado, acumulación de pruebas. Finalmente el desenlace:

–Por esta vez si usted devuelve lo robado se puede ir, si no, lo


entregamos a la policía.
El hombre estaba confundido; cada ocurrencia de los muchachos lo aturdía más.
Optó por lo segundo: mejor la policía.
En asunto de sanciones, ninguno supera a los muchachos.
Nunca faltan salidas curiosas.

187
¿Golpes, alguna vez?
En ningún caso. Las sanciones son de otro orden; la mayoría revela hasta sentido
del humor.
Cuéntenos algunas.
Se requiere pulso para dar soluciones adecuadas, como ésta. Dos pequeños se
trenzaron en una pelea de no acabar; puños y ofensas iban y venían; el educador
intervino. Llamó la atención con voz enérgica. Los muchachos se calmaron un instante
mientras resoplaban fuerte por las narices. Los circunstantes comprendieron que era
sólo una pausa: la pelea iba a continuar. Cuando el educador se retiró, llovieron
de nuevo las ofensas y los golpes. Esta vez, el educador intervino sancionando por
ofender a la comunidad con actitudes inurbanas. “Cada uno debe limpiar un vidrio.
Y el trabajo debe quedar bien hecho”. “Sí”. Respondieron con los hombros.
El educador indicó un enorme ventanal de 2 por 2 metros y dijo al primero:
“aquí, empiece; con papel periódico mojado”. Cuál no sería la sorpresa del segundo
cuando le fue indicado como lugar de sanción el mismo ventanal, sólo que por el
lado contrario. No entendió muy bien, pero cumplió. Mientras uno dejaba luciente
la parte alta, el segundo hacía la propio con la parte baja, así estuvieron esquivándose
un rato a través del cristal cuando contemplaban el rostro contraído del adversario;
fue un juego de mirar y no mirar.
A los 15 minutos estaban rendidos: se sonrieron. El mayorcito fue a decirle al
educador: “a mí me cambia de vidrio o no limpio nada”.
Sanciones las tiene que haber. La cuestión más profunda reside en cómo
proceder en el caso de las sanciones inevitables para que sean formativas. Es
tema para conversar largamente.
En la teoría hasta se pueden presentar propuestas. La práctica es más difícil.
Algunas veces se acierta, otras no. Eso sí, nos mantenemos alerta para hacernos la
crítica y autocrítica sobre la base de los hechos ocurridos.
En una comunidad numerosa como La Florida, a diario deben suceder
ocasiones que comprometen el criterio y el ingenio de los educadores.
No faltan los perezosos que prefieren seguir durmiendo un poquito más de
la cuenta. Se les reclama en forma personal, su tribu en la reunión diaria reclama
también.
No siempre el resultado es la prontitud cuando suena la señal de levantarse en la
mañana.
Un caso ya extremo recibió una sanción ejemplar. Sus compañeros decidieron:
“puesto que le gusta dormir, que siga durmiendo; que no se levante”. La cama fue
transportada a la plaza principal durante el día; se pidió no alborotar demasiado con

188
el fin de permitir el reposo tranquilo de nuestro amigo que debía dormir también las
horas del día. El jefe designó por turno a los integrantes de casa para que llevaran la
comida y para que a manera de guardias especiales garantizaran el silencio en torno
al dormilón.
La sanción social es con frecuencia más dolorosa que los golpes, y aun puede ser
contraproducente.
No lo niego. Es la ambigüedad de los recursos educativos, y de los actos humanos
en general. El ambiente es un factor del cual no se puede prescindir; si lo dominante
es la amistad y la benevolencia, es más fácil resolver el asunto de las sanciones.
Reconozco que la sanción depende del muchacho, de nosotros y de las
circunstancias.
Pero quisiera escucharle más ejemplos. Prometo no interrumpir.
Créame que la interrupción no nos incomoda. Es necesaria para ubicar la anécdota
referida; de otro modo, son narraciones en frío, hasta ininteligibles.
Entiendo. Lo escucho.
La solemnidad de algunos hechos busca destacar el grado de aprecio que nos
merecen.
Una noche fuimos invitados, muchachos y adultos, a reunirnos en el lugar más
inusitado de la Ciudadela: el basurero.
Eran las 7:30 p.m. Un gran muñeco, vestido de trapos viejos, precedía la reunión.
El Alcalde habló:

–Atravesamos una situación difícil en La Florida a causa de


robos recientes y de compañeros que continúan con el vicio de
la marihuana. Cada uno en un papel debe escribir su problema
en términos bien claros. Por ejemplo. Si es marihuanero
escribirá: yo fumo marihuana. Vamos a depositar las tarjetas en
los bolsillos del mamarracho que tenemos delante.

La orden se cumplió en silencio; continuó:

–Compañeros, necesitamos acabar nuestros vicios, que son


despreciables– y el Alcalde fue interrogando al grupo–.¿Estáis
dispuesto a luchar contra la marihuana?
–Sí –fue la respuesta unánime.
–¿Estáis dispuestos a luchar contra el robo? –les preguntó el
Alcalde.
–Sí –gritaron de nuevo los presentes.
– Hemos venido hasta este lugar, que es el basurero, porque así
de despreciables son el robo y la práctica de fumar y distribuir

189
marihuana; ahora vamos a cantar el himno del Programa
mientras damos candela al muñeco que simbólicamente se lleva
consigo nuestros problemas.

La actitud es siempre digna y el ambiente sale tonificado.


¿Programa al detalle sesiones semejantes?
Sí. Cuando la idea está clara se consideran las circunstancias y el momento más
oportuno.
Veo que buscan impactar. Ya algo nos había comentado al respecto en otro
momento. Precisamente, es método del impacto como ustedes los llaman.
Consiste en romper la monotonía para lograr mostrar la credibilidad de un
determinado valor.
Pues lo logran porque los resultados están a la vista. Bastaría reparar en el
aseo.
También a ese propósito hay una anécdota. Nos gusta tener la casa muy limpia.
Si vemos papeles fuera de puesto, los recogemos.
La costumbre de hacerlo se va imponiendo.
Me comentaba un muchacho cómo un día estaba él por la carrera 7a, en el centro
de Bogotá, entretenido mirando vitrinas; ya se iba cuando observó un papel en el
suelo y se agachó a recogerlo. Cuando se dio cuenta de que estaba en la calle, sonrió.
Después me comentaba: “La Florida lo va marcando a uno, porque veo un papel
botado y ya me da como ‘cacharra’”.
Es un proceso largo de cambio de valores que se percibe con claridad al
apreciar la diferencia entre los muchachos de las primeras etapas y los que están
aquí. Hemos conversado sobre varios aspectos; hay todavía por lo menos dos
acerca de los cuales quisiera intercambiar opiniones: mi primera inquietud nace
de ver aquí constituida una República de hombres; la segunda es una pregunta
que quisiera hacerles: ¿qué piensan de la religión?
Vamos por partes: usted hace una anotación muy clara: La Florida está constituida
por muchachos.
Siempre he creído que el mejor ambiente para educar es el mixto; aunque
no desconozco la seria dificultad que nace aquí al tratarse de estos muchachos.
Estamos identificados con la bondad de una educación mixta; es algo que figura
desde el comienzo en nuestra perspectiva.

190
¿Por qué no la han vuelto realidad?
El Programa apenas ahora dispone de locales para organizar sus actividades; es de
ayer.
Los muchachos se han ido transformando en contacto directo con la búsqueda
de los recursos físicos mínimos para trabajar. Nosotros tampoco conocíamos en
principio cuáles eran en detalle los procedimientos más adecuados para educar
pandillas callejeras: la investigación y el estudio han jugado un papel decisivo. “La
reflexión en la acción” es nuestra técnica metodológica más provechosa.
Me parece entender que ustedes vieron al comienzo tal cantidad de asuntos
por atender y de tal magnitud, que optaron por no agravar más las cosas,
haciendo el proyecto con sólo los muchachos.
Y habría algunas observaciones complementarias. La problemática de las niñas
es del todo diversa. Cuando una niña ingresa en la prostitución, cosa que ocurre
pronto, a los 13 o 14 años, se requiere una atención más cuidadosa.
¿Se podría agregar que las niñas gamínes son menos en número?
Ciertamente.
¿Pero han descartado la posibilidad de atenderlas?
No. Esperamos prestarles algún servicio también. Aunque son problemas
diferentes, la labor de varios años con muchachos, es una base de la cual se puede
partir.
De hecho, nos hemos lanzado a una experiencia representativa. Convencidos de
la importancia de prestar un servicio también a las niñas, obtuvimos por medio de
algunas personas una casa donde antes funcionaba un colegio y nos hemos dedicado
a reparar la construcción.
¿Los muchachos colaboran?
Con gusto. Los hemos organizado en brigadas de trabajo que han realizado tareas
importantes de albañilería, plomería, refacción de pisos y paredes, arreglo de patios
y jardines. Ya estamos próximos a poner en servicio la casa. Es cuestión de semanas.
Es importante que los muchachos intervengan en disponer el lugar en donde
van a ser atendidas sus compañeras.
Muy cierto. Ya sobre la marcha empezaremos a buscar la integración de los grupos
para llegar a un programa educativo mixto.
¿Y los educadores?
Se han ido preparando con nosotros a lo largo de este año; participan de la filosofía
que anima nuestro trabajo y son personas de gran mística.

191
Yendo a un aspecto diferente aunque próximo al tema que nos ocupa, ¿a La
Florida vienen niñas de colegio con frecuencia de visita?
Sí, y favorecemos estas visitas; los bailes son frecuentes.
¿Respetuosos los ciudadanos?
En extremo; hasta ingenuos, pese a su larga trayectoria.
¿Es posible?
No niego que la experiencia de un gamín en la calle conoce todo tipo de atropellos.
El muchacho es respetuoso e ingenuo a la vez. La anécdota que le voy a contar es
verdadera. A las fiestas vienen niñas de colegios cercanos, participan en las actividades
y bailan con los muchachos. Ya es una actividad corriente. Las primeras veces era un
acontecimiento. Preparábamos con empeño cada detalle. Les enseñábamos cómo
saludar, cómo tomar de la mano a la niña para sacarla a bailar, la importancia de ser
gentiles... Aprendían con avidez, y preguntaban.
Uno de ellos, preocupado por conocer al detalle los comportamientos en situación
tan agradable como novedosa para él, dijo:

–¿Y uno puede besar a una de las señoritas que vienen?


–Pues... –dijo un educador.
–Es que estoy pensando que a uno le pueden dar ganas– explicó
el muchacho.

Auténtico el hecho.
Legítimo.
¡Es único!
Es único por la calidad del ingenio, pero del mismo tenor hay centenares.
Escuchamos...
Uno más todavía. Legítimo también. Una tarde, estando yo en el patio, vi salir
de la biblioteca un pequeñín que se vino directamente hacia mí. Lo saludé. Él, sin
pensarlo dos veces, me disparó su pregunta muy serio:

–¿Sabe cómo vienen los niños al mundo?


–Sí, claro, ¿por qué? –le pregunté.
–Porque yo a todos los he conocido ya grandecitos, y estaba
pensando que así no se empieza, ¿no es cierto? –dijo el muchacho.

192
¡Caray!
Y las anécdotas son algo más que chistecitos que recordamos por la picardía que
revelan; son elementos que manifiestan un espíritu o un ambiente.
No lo dudo. Me ha llamado la atención el constatar cómo ustedes han
acuñado un vocabulario nuevo para referirse al trabajo educativo. Hablan por
ejemplo de Programa y no de institución.
Es un recurso para expresar la novedad de nuestro intento. Aunque no siempre
es bien entendido.
A Norberto, el primer Alcalde de La Florida, le ocurrió algo que no olvidará. Él
tiene la costumbre de interesarse por los muchachos que ve en la calle y no pierde la
ocasión de decirles que se acerquen al patio de La Once.
Una noche regresaba de su estudio después de las 10 p.m. y al ver un pequeñín
que se agazapaba en el suelo para protegerse del frío se le acercó y le dijo:

–Oye, ¿cómo estás? ¿Te gustaría ir a un Programa que tenemos


para muchachos?

El pequeño respondió sobresaltado:

–¿Ir a hacer una programa con usted? ¡No!

Y se puso en pie para llamar a gritos a su papá. Éste apareció de improviso y


detuvo a Norberto; hizo llamar la policía y una patrulla condujo a nuestro exalcalde a
una estación de turno. Allí pasó la noche detenido bajo la acusación de ser corruptor
de menores.
A la mañana siguiente, con artimañas, logró hacer una llamada a Bosconia para
solicitar ayuda.
Acudimos con Ovidio, educador y abogado del Programa. En efecto, el
muchachito, hijo del dueño de un puesto callejero de comestibles estaba durmiendo
en un rincón, agazapado y temeroso, pero haciéndole compañía al papá que suele
trabajar durante la noche. Al ser despertado de improviso, entendió en un sentido
diferente la propuesta de venir al Programa.
Cuando llegamos a la estación de policía nos encontramos con el muchacho y
el papá en plan de formalizar la correspondiente denuncia. Nos informamos del
caso y tratamos de hacer entender al airado señor cuál era el sentido de la frase que
Norberto había pronunciado y cómo no había ni la más mínima semejanza con el
delito mencionado: corrupción de menores. No quiso acceder. Fue necesario que
nosotros enérgicamente denunciáramos al caballero de la historia por calumnia, para
que accediera a entender las razones del caso.

193
Como para no volver a mencionar el Programa.
Cuando se vio libre, Norberto no lograba comprender cómo se había enredado
en semejante lío. Eran las 7:30 a.m. Nos agradeció la ayuda y se despidió presuroso:
a las 8 a.m. empezaba su jornada de trabajo.
Uno se inclina a pensar que algo así no puede suceder.
Sin embargo, incidentes como el anterior donde un malentendido toma
proporciones de tragedia son más corrientes de lo que se piensa.
Pero volviendo a la novedad de algunas expresiones, he reparado también en
que no hablan de “menor”.
La expresión es típica del código penal para referirse a un grupo determinado
de población infractora. No es necesario acudir a esta referencia cuando hablamos
de alguien. Es como si cada vez que me dirijo a un amigo le digo: oye, tú que no
has estado en la cárcel... llegará el momento en que mi amigo con justicia me va a
reclamar: cuál es el problemita conmigo que al nombrarme siempre me relaciona a
mí con alguien que no ha estado en la cárcel.
Comprendo. Quisiera ahora preguntarle acerca de la práctica religiosa que
ustedes favorecen.
Uno de los objetivos centrales del Programa es la evangelización de los jóvenes.
Luego, misa diaria.
No.
Me sorprende.
El Programa pretende ser profundamente cristiano y entiende la evangelización
como promoción integral de la persona. La pastoral tradicional, centrada en el
sacramentalismo, en lugar de acercar a los muchachos a Dios, los aleja.
¿No son rezanderos los gamines?
Son supersticiosos. No falta el muchacho que prende su velita a San Martín de
Porres para que le vaya bien el “trabajo” diario o se hace la señal de la cruz antes de
lanzarse al raponazo sobre una cartera o un reloj. Eso es cierto. Son supersticiosos y
... usted usó una palabra muy adecuada: rezanderos. Es un vocablo que viene al caso
para señalar la actitud religiosa superficial.
Tradicionalmente se ha centrado la enseñanza religiosa en la inteligencia.
De nuevo son muy acertados los vocablos que usted emplea: “enseñanza religiosa
centrada en la inteligencia”. Pienso que el meollo de la cuestión religiosa no reside ni
en la inteligencia sino en la enseñanza.

194
Ni menos en la obligación, agregaría yo.
El Programa no comparte la actitud de algunas instituciones que imponen la
religión y que lo hacen de una manera coercitiva y casi diría chantajista: yo te estoy
proporcionando comida, alojamiento, vestido... luego tú tienes que aceptar mis
opiniones religiosas.
Abusivo desde cualquier punto de vista que se le mire. Un comportamiento
semejante...
Nosotros creemos que el ser cristiano es una opción que marca la existencia; no
puede ser impuesta en ningún caso. Para mí es evidente que el cristianismo nos hace
más hombres; es, por supuesto, también una lucha por disminuir la injusticia, la
mentira y la maldad.
¿Cómo proceden pues?
Cuando un muchacho llega a nuestro Programa viene con los tradicionales
planteamientos a cerca de Dios y de la religión. Nuestro propósito inicial es no
martirizarlo con sermones o prácticas; él, al integrarse a nuestro grupo, debe, en
primera instancia, ser feliz, apasionarse por todos los valores que existen en la vida: la
amistad, el trabajo, la solidaridad, la alegría, el servicio a los demás. Cuando se vive
así, se están empezando a recorrer los caminos del amor y la verdad.
Así las cosas, es algo muy positivo en lo que a religión se refiere, porque se
están echando abajo el ritualismo y la magia presentes en la actitud religiosa de
nuestro pueblo.
Queremos vivir una experiencia profundamente humana con la seguridad de que
allí brotará necesariamente la nostalgia de Dios. Ya hoy lo estamos percibiendo en el
Programa: existe una profunda inquietud religiosa.
La primera actitud es, diríamos, preparar la tierra para la siembra.
Lo dice usted muy bien; cuando se han dado los pasos mínimos, les proponemos
explícitamente el mensaje cristiano. En ocasiones se hace una invitación a los jóvenes
para asistir a cursos o reuniones en las cuales, se les dice, se va a hablar expresamente
de la persona de Cristo y de temas religiosos.
Lo proponen así, abiertamente.
Como suena, sin ningún adorno: vamos a hablar de Dios, ¿quieren asistir? El
resultado es aceptación entusiasta.
¿Misa, no tienen?
Los domingos; y asisten libremente quienes quieren.

195
Es una actitud distinta, por ejemplo a la que yo viví.
Más beneficiosa, de todas maneras. Un sacerdote experto en trabajo juvenil, nos
decía al final de un cursillo en el cual participaban muchachos de colegio y algunos
nuestros: “los muchachos de La Florida son como la tierra negra apta para cultivar”.
Nos alegró profundamente la observación porque también nosotros lo percibimos de
la misma forma.
¿Destacan algunas épocas del año de manera especial?
Dos: Pascua y Navidad. Alrededor de ellas se hace el anuncio de la persona de
Cristo y de su mensaje. Acostumbramos realizar liturgias en las cuales juegan mucho
los símbolos.
La Pascua es la gran fiesta del cristianismo; y para nosotros, como ya lo habíamos
comentado, es el momento religioso de mayor estimación. Le puedo asegurar que es
una festividad sentida intensamente por nosotros y ya tradicionalmente esplendorosa.
Encuentro perfectamente normal que los sacerdotes y religiosos sean
considerados con el aprecio y respeto que he podido percibir a través de toda la
visita; el ambiente invita a ello.
El sacerdote o la religiosa son amigos de los muchachos; ellos lo entienden ya
muy bien.
¿De qué comunidad son las religiosas del Programa?
Son varias las comunidades que se han vinculado al Programa: las hermanas de la
Presentación, las Misioneras Agustinas, las Carmelitas, las Hermanas de la Enseñanza,
las hermanas de los Sagrados Corazones, las Terciarias Capuchinas, las Carmelitas de
la Caridad. Han realizado una labor magnífica por su sencillez y por su dedicación.
Los muchachos las aprecian y les guardan un inmenso cariño. Últimamente ha venido
a trabajar con nosotros la hermana Sara, cuyo espíritu salesiano resulta contagioso y
estimulante a pesar de su avanzada edad.
Mi formación religiosa no es muy fuerte, pienso que a mí siempre me
explicaron de pequeño que el diablo era un gato negro con unos ojos muy
brillantes. Hago esa afirmación para justificar el interés que tengo en hacer
algunas preguntas que permitan claridad al respecto.
¿Qué significa, desde el punto de vista religioso cristiano, el fenómeno gamín?
Al hacer una reflexión desde la óptica cristiana acerca del fenómeno gamín, no se
puede prescindir de que el gaminismo es una manifestación de la estructura social,
de que es una consecuencia. En términos cristianos el gaminismo es una situación
que acusa a la sociedad.

196
¿En qué sentido?
El gaminismo expresa que hay injusticia y reclama una actitud cristiana que
modifique esta situación, que realice el Reino de Dios.
Ya es un lenguaje técnico el que usted usa: ¿qué es el Reino de Dios?
Es una gran nueva de salvación que exige un cambio radical de la conciencia del
hombre y de las relaciones entre los hombres.
Bastante difícil de lograr.
Es siempre una utopía. Pero Jesús de Nazareth afirmó que ya estaba presente en
la historia, que se iniciaba en ÉL.
Según esa reflexión, los cristianos deben comprometerse a modificar la
situación que favorece el surgimiento del gaminismo.
Así es. Deben encaminar su acción a la creación de un hombre nuevo y de una
sociedad nueva.
Una empresa muy atractiva.
Y exigente. Se requiere ir más allá de las tradicionales actitudes espiritualistas que
se caracterizan por el “amor a las almas” y de las actitudes de caridad entendida como
beneficencia, como limosna.
¿Cómo se podría caracterizar la actitud adecuada de los cristianos?
Debe ser una actitud eficaz que modifique la situación de injusticia que
mencionamos.
La visión cristiana del gaminismo no es, pues, contemplativa; tiende a
comprometer a las persona para que actúen.
Muy acertada su observación. Una de las consignas que hemos trabajado en el
Programa señala esta radicalidad de opción: “la religión puede ser el opio del pueblo
o su impulso vital”.
Es un trabajo arduo si se piensa que el medio circundante todavía enfatiza
una religión muy conceptual.
Es cierto. La dificultad es real y es necesario ir contra la corriente. La evangelización,
en el caso concreto del muchacho callejero, arranca de un proceso fundamental de
promoción humana, de concientización sobre su dignidad.
Es una orientación renovadora y me gustaría que explicitara un poco su
afirmación.
A nivel de contenidos, el Programa trata de estimular al máximo el espíritu
comunitario y de solidaridad, éste último ya experimentado por el muchacho de
197
calle como defensa instintiva en su abandono. El Programa, valorando esta primera
experiencia, educa para el triunfo comunitario, para servirse unos a otros. En La
Once el lema escrito en uno de los muros dice: “hay pan pa´todos o pa´ninguno”.
Otras consignas en el mismo sentido son: “dentro del Programa todo nos
pertenece a todos, todo nos interesa”. Decir: “esto no me toca”, es una grave ofensa
a la comunidad.
La educación en el Programa está concebida como un ascenso permanente en la
pirámide del servicio y de la solidaridad.
El contraste con el medio social individualista es marcado.
Creemos que para vivir en comunidad y servir a la comunidad se debe partir de
una experiencia natural de comunidad.
Educar a la comunidad humana y en ésta a la comunidad eclesial, es todo
un proceso de interrelaciones en el que la construcción de la primera es factor
condicionante de la segunda.
Es decir, se parte de la práctica.
Sí, porque la comunidad no es un concepto que se aprende, es algo que debe
vivirse.
Su hechura es construcción permanente de cada hora, de cada día.
El muchacho ya ha vivido un germen de organización grupal en la calle.
Su afirmación es acertada. La primera forma organizativa del muchacho, con
intereses inmediatos de protección y de sobrevivencia, es apenas un germen. Por eso
es necesario favorecer una interrelación grupal estable de servicio y de permanente
corresponsabilidad.
Es un proceso que lleva tiempo antes de volverse realidad.
Hacer brotar a partir de hechos la fe, la esperanza y el amor cristiano en los
muchachos de la calle equivale a encarnar a Jesús de Nazareth en el corazón de
hombres nuevos. Nada fácil por cierto. Es algo a los cual se llega siguiendo unos
pasos de progresiva profundización, que hacen surgir continuos interrogantes.
Me parece que se tendría que hablar de algo semejante a un taller de formación
comunitaria.
El Programa pretende realizar algo así. Como usted puede comprender, las
dificultades son mayores porque es necesario ir viviendo el proceso.
¿Lo han logrado?
Es una pretensión decir que sí. La verdad es que tratamos de vivir profundamente
la experiencia humana de comunidad con el propósito de dar pasos en firme hacia
la construcción de la comunidad cristiana. En este sentido, queremos ofrecerles a

198
los muchachos la posibilidad de realizar una vivencia profunda; es el trabajo de base
porque la fe es un don de Dios. Ciertamente falta mucho por hacer.
Y por vivir.
La experiencia cristiana de la fe en una comunidad juvenil es algo que merece la
pena realizarse y que aún no hemos logrado.

La conversación nos había llevado tiempo.


Ahora intervino de nuevo el Servicio Cívico:
–Los invitamos a nuestra casa, allá pueden sentarse un rato...
¿Qué tal las sillas, confortables? –dijeron nuestros amigos y
añadieron–. Se las garantizamos, las hicimos nosotros mismos.
En el ambiente cálido de una casita de la Ciudadela continuamos
dialogando con la participación de los muchachos.

¿Cuál es su nombre?
Luis.
¿Jefe?
Sí, señor.
¿Lo respetan los muchachos?
Algunas veces “recochan”, pero no hay problemas graves; ellos colaboran.
¿Trae ventajas ser jefe?
Uno se siente más responsable. Yo participo en el Concejo de Jefes, y allí se tratan
asuntos delicados.
¿Le gusta el Servicio Cívico?
Me gusta.
¿Y es bueno atender visitas?
Cuando son respetuosos, sí.
No le entiendo.
Algunos lo miran a uno como a un animal raro. El domingo pasado llegó un
señor con un grupo, eran como siete, entre hombres y mujeres. Yo salí a atenderlos
y alcancé a escuchar que le decían a los otros: “fíjense, todos los jóvenes que ven son
gamines”. Yo creo que no hay derecho a ofendernos, nosotros hemos cambiado.

199
¿Le puedo hacer una pregunta indiscreta?
Claro, dígala.
¿Incomoda haber sido gamín?
Para serle sincero a mí antes me daba pena decir que era del Programa porque
decían que esto era para gamines. Claro que es cierto, los muchachos que hay aquí
han estado en la calle; pero no me gustaba que me lo fueran repitiendo a cada rato.
Ahora ya he cambiado. Admito que estuve en la calle y que hubiera podido terminar
en la mafia como un hampón. Sin embargo, por ejemplo, los compañeros de esta
casa ya cambiamos. Sentimos ese orgullo de habernos superado.
Nos alegra saber que han cambiado y que se sienten a gusto en un lugar tan
hermoso. ¿Cuál es su mayor deseo ahora?
Llegar a la industria juvenil.
¿Por qué?
Allá vamos a trabajar en una verdadera fábrica, y a ganar lo suficiente para
organizarnos.
Explíqueme un poco.
Bueno, la Industria Juvenil es la continuación del Programa; está situada cerca de
Corabastos. Existe buena organización con máquinas para ebanistería y mecánica.
Apenas las están instalando.
Y lo del florín, ¿cómo es el asunto?
El florín es la moneda del Programa.
El nombre es de una moneda europea.
Pero aquí la llamamos florín por La Florida. En realidad no existe ninguna
relación con moneda extranjera.
¿Cuánto vale un florín?
Tiene igual valor al del peso colombiano; claro que tiene un sistema especial de
cambio.
Quisiera entenderlo.
Uno gana florines por trabajar.
¿Y si no trabaja?
No gana, y en ese caso tampoco come.

200
¿Tan importantes son los florines?
Son los que nos permiten vivir en el Programa.

Vamos a mostrárselos... En la casa los muchachos reunieron


los florines que poseían y los mostraron a los visitantes.
Había de todas las denominaciones: uno, dos, cinco, diez,
veinte, cincuenta, cien. Les hicieron conocer los florines libres
y comunes. Ahora eran mayores las preguntas acerca de los
dichosos florines.

¿Se han fijado en la leyenda: “el que no trabaja no come”?


¿Se cumple?
Se cumple.
¿Cuánto gana en un día?
Le voy a explicar. Cuando uno llega al Programa le dan de inmediato un número
de cuenta con el cual se le conoce en el Banco. Si uno quiere ahorrar, lo consigna en
ese número. Cada día según el trabajo que cada compañero realiza llega un informe
al Banco; el informe es un puntaje que se va acumulando y se recibe como sueldo al
fin de la semana.
¿Qué hace con los florines que recibe?
El sueldo se reparte en tres cantidades: un porcentaje lo descuenta el Banco y se
llama pago de obligaciones. Es lo correspondiente a mi cuota por pago de servicios
como comida, transporte, lavado de ropa, estudio, etc.
¿El resto?
El resto ya es mi sueldo líquido que viene en florines comunes y un 10% en
florines libres.
¿Por qué la diferencia?
Los florines comunes me sirven únicamente para comprar en el Almacén-
Cooperativa de aquí. Seguramente usted ya tuvo la ocasión de visitarlo; venden ropa
y otros elementos necesarios para nosotros.
Alcanzan en una semana los florines para comprar, digamos, un pantalón y
una camisa.
No, no. No alcanzan.

201
¿Entonces?
Generalmente los guardamos nosotros mismos o los consignamos en el Banco
para hacer las compras a final de mes, o cuando tengamos suficiente.
Y los florines libres...
Los florines libres los apreciamos bastante. Están señalados con una inscripción
especial, como ustedes pudieron apreciar, y tienen la propiedad de que el Banco los
cambia por pesos colombianos.
¿Cuánto les viene a corresponder al final de una semana en plata colombiana?
Unos $20 o $30, según. Algunos ganan más por servicios especiales: el Concejo de
Gobierno o los encargados de algún trabajo; pueden llegar a $80 o $100 semanales.
También hay oportunidades en que el florín puede valer más de un peso, o puede
valer menos, por ejemplo, 20 centavos.
De manera que hay devaluación, y ¿cuándo ocurre?
Los movimientos de valor del florín los establece el Concejo de Gobierno y
el Concejo de Ancianos por circunstancias que son de gran importancia para la
comunidad.
¿Me puede dar ejemplos?
Cuando cayó el Concejo de Gobierno, la vez que lo tumbaron, el florín marcó el
valor más bajo: 20 centavos. El boletín que publicó el Banco decía que era un hecho
lamentable la irresponsabilidad del “Concejo del tinto”. Todos nos pusimos las pilas;
imagínese, la semana vino a resultar a la final como en $4.
¿Y momentos de revaluación cuáles han sido?
Hemos tenido varios. Uno fue cuando la Banda de Música del Programa obtuvo
el segundo puesto en un concurso nacional; el florín subió a $1,80. Sin embargo,
el mayor momento fue cuando Javier nos dio la noticia de que una Fundación le
ayudaba a la Industria con la donación de varias máquinas: esa vez el florín subió a
$2.
¿Considera que el florín es algo positivo?
Yo considero positivo el florín porque así uno tiene que luchar por la ropita. Ahora,
eso de que suba y baje también me gusta porque uno aprende a ver la importancia
de algunos hechos tanto positivos como negativos. Ya puede imaginar chinches del
barrio cuando de pronto una semana les dicen que el florín vale 20 centavos.
Se “rebotan”. Uno les dice que es por culpa del Concejo de Gobierno, que son
unos sinvergüenzas, “y a mí qué me interesa ese Alcalde, y menos si es sinvergüenza”,
es la respuesta. Claro, ellos no entienden la relación directa con el Alcalde. Los

202
educadores les explican y algo van entendiendo de los valores comunitarios, y la
responsabilidad que tenemos.
Cuando el florín sube, no hacen falta muchas explicaciones; el bochinche es
enorme.
¿Existe mercado negro de florines?
También: algunos se las dan de vivos y engañan a los pequeños.
Ellos le dan a un pequeño, por ejemplo, un billete de 50 florines libres, a cambio
de un billete de 100 florines comunes que les servirá para comprar ropa en la
Cooperativa.
¿Y falsificaciones? Lo digo al ver la diferencia entre el florín libre y el común.
Es apenas un sello de imprenta.
Algunos también falsifican el sello con tinta. Eso sí, no los cambian en el Banco
porque fácilmente los cogen; generalmente negocian con los compañeros más
pequeños o nuevos.
La conversación con los muchachos se había desarrollado en
forma cálida y entusiasta alrededor de la mesita central en la
casa del Servicio Cívico. Ahora nos proponíamos volver hacia la
zona central, a la biblioteca donde queríamos dialogar con los
jefes y educadores sobre algunos temas generales, que pudieran
ampliar la información ya recibida. Agradecimos al Servicio
Cívico y salimos.

Me doy cuenta de que el florín, en pequeño, refleja el mundo externo. Ustedes


simulan, por decirlo así, las contradicciones dentro de la realidad económica y
además lo utilizan como control indirecto del ambiente.
Nuestro sistema educativo, a causa de todas las libertades que concede, debe ser
atalaya. Lo contrario sería irresponsabilidad.
Una pregunta aún sobre el florín. ¿Cómo financian ustedes ese jueguito que
implica movimiento real de dinero?
La cuota mensual que recibimos del Distrito por cada muchacho es el respaldo de
los florines. Además algún dinero obtenido por donaciones.
A ver si nos entendemos. Ustedes reciben un aporte mensual para comida,
para vestuario...
Y para recreación.

203
El valor recibido que corresponde a cada muchacho lo transforman en
florines. Hasta aquí no veo dificultad mayor: ustedes crean un juego educativo
según el cual los elementos necesarios se obtienen de acuerdo con la actitud
que se tenga frente al trabajo. El monto total de las cuotas recibidas es el límite
máximo dentro del cual se realiza el movimiento de florines.
Exactamente.
Pero algunos ganan más del promedio.
Sin duda; pero otros ganan menos, lo cual ya sobre la práctica misma se refleja en
el vestuario y en el florín libre del cual se puede disponer.
O sea, un muchacho perezoso, poco colaborador, con problemas de grupo,
va a ganar menos; como consecuencia tendrá menos poder adquisitivo y
posiblemente su ropa sea más descuidada porque tiene menor posibilidad de
reemplazarla por una nueva.
Así es.
En una palabra, pierde doblemente, pues su dinero disponible que es un
porcentaje sobre el sueldo total, también baja.
Un muchacho que gana poco, a corto plazo siente consecuencias; igual sucede
con el caso contrario: los beneficios derivados de ser buen trabajador se notan al
instante.
Los florines que algunos ganan de menos, otros los ganan de más.
Así se mantiene el equilibrio de la balanza.
De otra forma, todos ganarían un promedio igual.
¿El perezoso que gana poco no se desanima?
Puedo ocurrir, pero cada día es una posibilidad de rendir más; el puntaje es diario.
Ahora, el florín no es un elemento suelto; está integrado a un sistema ambiental que
es coherente. La motivación es continua.
¿El almacén les vende caro?
En ningún caso; como las compras se hacen al por mayor, el costo de cada unidad
resulta económico para los muchachos. La correspondencia entre los elementos que
se tienen y los florines que circulan es total, se sobreentiende. Sobre esa equivalencia
se mueve el florín.
El florín elimina la actitud de pedir como mendigo.
Entre nosotros busca eliminar el robo y la mendicidad. Además, muestra los
valores y antivalores del dinero.

204
Es difícil su manejo.
Para que produzca buenos resultados en cuanto a formación se refiere, el equipo
de educadores debe estar muy atento siempre. De otra manera, puede convertirse
en un medio de represión como sería por ejemplo, quitar el pago a causa de faltas
insignificantes de rendimiento.
O también centrar todo el beneficio económico que representa el florín.
El florín puede encerrar al muchacho en un círculo cerrado que sólo atribuye a
determinada actuación tal valor, con lo cual no se daría margen para solucionar los
problemas de fondo.
Un procedimiento automático, dice usted.
Sí, la evaluación diaria del trabajo debe estar fundada en criterios muy claros
y conocidos, debe ser realizada en un ambiente de profunda amistad y debe hacer
referencia directa a lo individual y a lo comunitario. Sin ello, el florín pierde su
validez.
Llegamos a la biblioteca; nos esperaban seis muchachos y cinco
educadores. Les explicamos nuestro propósito: ya teníamos
una idea global del Programa; sin embargo, deseábamos hacer
algunas preguntas más sobre temas diversos que, por supuesto,
podía responder indistintamente cualquiera de los presentes.
Empezamos.

Vemos a algunos educadores del Programa. ¿No se incomodan si les


preguntamos algo que nos pica en la lengua hace ya bastante rato?
Adelante con la pregunta.
Tenemos la impresión de que mucho del éxito del trabajo del Programa se
debe al equipo; hemos apreciado que es un equipo joven, dinámico, entusiasta.
Yo me pregunto: ¿y los sueldos?
Malos.
Así de radical la respuesta.
Se puede matizar. Yo diría que si alguien busca hacer dinero, éste no es el lugar
para conseguirlo porque los sueldos son modestos apenas. Por fortuna, el equipo es
joven como usted dice, o sea, con menos obligaciones que una persona con familia
y gastos mayores.

205
Todavía sobre lo mismo. ¿Satisfechos en el trabajo?
Yo respondo que sí. Sé que es la misma respuesta que darán la mayoría de mis
compañeros. Estamos satisfechos; es una labor que debe hacerse con pasión o no
tiene ningún sentido.
¿Es la única opinón?
Yo estoy de acuerdo con lo anotado anteriormente. Se puede con facilidad
entregar de uno a dos años al Programa porque entusiasma prestar un servicio sin
fijarse demasiado en recompensas económicas.
Después de un tiempo, algunos piensan en retirarse por necesidades personales:
estudio o situación económica más favorable.
¿Quiere decir que cada dos años se renueva el personal?
De ninguna manera. El equipo central del Programa es el mismo desde la
fundación. Una buena parte de los educadores lleva cinco y seis años de trabajo en
el Programa porque han encontrado aquí un lugar propicio para realizar una labor
educativa eficiente. Es verdad que también un grupo de educadores se renueva cada
dos años aproximadamente. Algunos de ellos son excelentes, pero por fuerza mayor
deben atender otras actividades. Siguen visitándonos y colaborando ocasionalmente
con nosotros.
¿Es muy exigente el Programa con los educadores?
Un Programa educativo como éste se apoya en la actitud de personas apasionadas
por la educación. Usted sabe muy bien que ésa no es la actitud con la cual terminan la
mayoría sus estudios de normalista o de técnicos en una escuela profesional. Durante
los primeros años del Programa, cuando estábamos consolidando el trabajo, cada seis
meses dedicábamos dos, tres y aun cuatro semanas a una intensa labor de estudio y
reflexión para buscar la identificación de ideales y expectativas.
La formación de equipo.
La actitud de la comunidad educativa, conformada por educadores y muchachos,
es requisito básico para lograr resultados positivos.
Nuestro Programa, por esa razón, está muy interesado en la búsqueda de personas
que sean auténticos educadores o sea, que tengan una capacitación adecuada y que
estén dispuestos a compartir con el muchacho. El ideal es que trabajen de tiempo
completo; y muchos lo hacemos. No es un trabajo fácil.
¿El continuo cambio del personal de educadores según la observación que
usted menciona, no resulta contraproducente?
Lo es, pero parece inevitable.

206
Inevitable, dice.
El Programa se apoya en buena parte en una actitud de continua entrega y
desinterés.
Es más fácil la dedicación en los religiosos.
Los sacerdotes y los religiosos se hallan en una situación muy apta. La profesión
de los consejos evangélicos que ellos hacen los coloca en una actitud de especial
dedicación a Dios y a los hombres. El Programa nació con la inquietud muy salesiana
de servir a la juventud más pobre y abandonada.
Ha podido constatar, me refiero a la sociedad en general, una preocupación
notable de servicio entre los religiosos. Aunque existe su contraparte, ¿verdad?
No lo niego. Pienso, sin embargo, que la actitud de búsqueda y de entrega, para
no referirme sino al campo educativo, se ha intensificado en los últimos años. La
educación popular ha recibido un impulso serio.
Según nos decían, ustedes tienen muy presente a don Bosco.
Él fue un sacerdote que entregó totalmente su vida a los jóvenes. En Turín,
desde mediados del siglo pasado, inició un gran movimiento a favor de la juventud
desprotegida que conoció en las calles y cárceles cuando en el Piamonte se iniciaba el
proceso de industrialización.
Su sistema preventivo que descansa por entero en la razón, la religión y el amor,
excluye todo castigo violento y procura alejar aun los más suaves. Para los muchachos
es más agradable; para los educadores es exigente; requiere una dedicación 24 horas.
Su vida está salpicada de hechos similares a las anécdotas que nosotros
protagonizamos hoy día, y así hemos hallado en su praxis concretas inspiraciones
educativas para nuestras actitudes y comportamientos.
Me llaman la atención sus afirmaciones, parece que don Bosco tuviera una
cierta contemporaneidad para ustedes.
Era humano y un hombre a la medida del muchacho. El tratar de entenderlos a
ellos, nos ha llevado a comprenderlo más a él mismo.
Es una empresa para pocos.
Es una empresa para educadores auténticos. Y ambiciosos, es verdad. Para que en
el interior de las realidades humanas vividas intensa y comunitariamente se manifieste
el esplendor de la trascendencia se requiere decisión y coraje.
No es corriente pretender tanto.
Si no fuera así, no tendría sentido hablar de hombres nuevos para una sociedad
nueva.

207
¿No es peligroso ser tan radical?
Es necesario ofrecer metas exigentes. En ello radica el sentido de la vida.
¿Se puede pensar que el grupo de educadores y muchachos ve en la misma
forma que usted la acción educativa del Programa?
Todos no; un grupo representativo que día a día crece, sí. Es cierto también que el
Programa va logrando realizar con lentitud las inquietudes que le expongo.
Es un mal síntoma.
Si el Programa fuera estático, de acuerdo, pero estamos en un proceso. Si las
metas fueran fáciles de alcanzar, si estuvieran al alcance de la mano, como quien dice
a un año o dos de distancia, no sería tan apasionante la aventura. Lo valioso de la
propuesta que presentamos es que afecta los proyectos vitales de cada uno, que incide
sobre mis 15 o 40 años de vida.
¿No será soñar demasiado?
No está de más soñar cuando al mismo tiempo vamos respaldando con realidades
cada sueño.
Se pude pecar por optimismo.
Sería más grave pecar por pesimismo.

Nuestros amigos continuaban interesados en el diálogo. En este


tiempo, tres muchachos más se unieron al grupo.

Ahora, una pregunta a los muchachos. ¿Cuánto tiempo tiene de estar en La


Florida?
Un año.
¿Y cuánto demoró para llegar aquí?
Desde mi ingreso a Bosconia, unos ocho meses para llegar a La Florida.
Me parece poco el tiempo, y lo digo porque el cambio es violento para un
muchacho que hace ocho meses era dueño de calles y carreras en el centro de la
ciudad.
Usted hace una observación muy justificada.
La educación es un proceso lento de maduración.

208
Me confirma la apreciación. Yo creo que se está forzando al muchacho. Se le
puede exigir más de lo que puede dar, con perjuicios irreparables. La Florida es
un lugar muy hermoso donde se vive un ideal de cooperación y responsabilidad
que no todo muchacho puede lograr en seis u ocho meses, y menos si se trata de
muchachos callejeros.
Es una limitación y un condicionamiento imprescindible. Como usted puede
apreciar, la Ciudadela aún tiene algunos cupos. ¿Cuándo los llenamos? En el
momento mismo en el cual obtengamos los recursos económicos de dotación y
funcionamiento necesarios. Ello ocurre en el momento más sorpresivo sin obedecer
a procesos educativos, y se comprende. En la medida en que el Distrito dispone de
recursos y nos los entrega, nosotros recibimos más ciudadanos en La Florida. Es
un desplazamiento general: de Bosconia a la Ciudadela; de Liberia a Bosconia; de
La Once a Liberia. Es la razón por la cual algunos bosconianos has sido recibidos
como ciudadanos sin que hayan cumplido todas las etapas previstas del Programa. Es
una explicación también de la presencia de algunos problemas que ya deberían estar
superados en la etapa Florida. Bueno, la vida es así, con sus más y sus menos.
Las etapas anteriores pierden de esa manera resonancia sobre la formación
del muchacho.
Y debemos asumir los fallos en La Florida.
¿Tienen mecanismos de apoyo para disminuir el efecto negativo?
Cursillos. Periodos cortos e intensivos de formación.
No es lo mismo.
Dice bien, no es lo mismo. Suple en parte. El gran público por ejemplo, supone
que debe existir un programa donde usted recoge un centenar o más de niños y los
transforma de la noche a la mañana.
Sería como decirle a una persona que vemos débil y decaída: para recuperarse
devórese media vaca en una comida. Es comprensible el resultado.
El proceso educativo es lento, de ello no me cabe la menor duda. Las
precipitaciones producen efectos contrarios.
No existe ningún programa adonde ingresen 200 gamines o 200 prostitutas y al
cabo de tres o cuatro semanas ya sean ejemplares. No hay tal. Es como hacer pan.
Se requiere la levadura, el trabajo de adobar la masa, la cocción... Créame, no lo
entienden todos; a veces, con un irrespeto intolerable piden para los muchachos
procesos indignantes.

209
Un muchacho de la calle debería tener, pienso yo, una persona a su lado, que
lo quiera y lo comprenda. Como hizo nuestra madre con nosotros; esa sí fue
verdaderamente una educación personalizada.
Es una verdad de gran tamaño la que usted presenta. Sin atención individual no
existe educación verdadera. Pero piense en los costos si al lado de cada muchacho
ponemos a alguien que reemplace a la madre, alguien con capacidad y cariño.
Imposible.
Nosotros acudimos al grupo pequeño, quince muchachos al máximo.
Es menos costoso que el sistema de especialistas para cada muchacho. Por otra
parte, no se les consigue cuando se les pide compartir la vida real y corriente.
El especialista pocas veces comparte, que en educación es lo definitivo. La posición
tradicional suele ser disponer y dictaminar.
Yo insisto en que veo muy acelerado el ingreso a La Florida.
Existe el periodo del Camarín como preparación.
¿El Camarín?
No lo han visitado.
No.
Pues los presentes aquí han pasado por el Camarín. Es un dormitorio situado
sobre la calle 9a entre carreras 4a y 5a, en uno de los sectores coloniales más típicos
de Bogotá. Constituye el centro de capacitación de muchachos para La Florida. El
director allí es Ovidio López.
¿Cuántos van en cada ocasión?
Cada promoción está conformada por veinticinco muchachos.
¿Es una casa muy grande?
No. En realidad es un gran salón dormitorio; pero la decoración ha sacado
muy buen partido del espacio disponible distinguiendo sectores: sala de reunión,
biblioteca, dormitorio, área de juegos, comedor, cocina.
¿Cuánto tiempo permanecen allí?
Durante 30 noches.
¿Quieren contarme cómo están distribuidas las actividades?
Cuando el muchacho bosconiano termina su período formativo en esa casa, viene
al Camarín para estudiar las exigencias de su ciudadanía en La Florida. Cuando
llegan, la primera noche hacemos una gran fiesta.

210
¿Una fiesta?
Desde luego. Es nuestra manera de recibirlos, llegan como dueños de casa. Es una
reunión cálida y entusiasta. Al llegar los recibimos con las luces oscuras y en gran
silencio, les explicamos que esperamos de ellos que se comprometan al gran cambio;
encendemos las luces y con mucha seriedad hacemos entrega al grupo de las llaves de
la casa. Después vamos recorriendo la nueva propiedad: éste es el lugar de la lectura,
éste es el acuario que adorna la sala, ésa es la sala de juegos. Cada rincón y cada
objeto son presentados a los nuevos propietarios. Al concluir, se designa el primer
jefe de grupo, se explican las consignas generales y se pasa al comedor para la cena de
celebración. Así empiezan los muchachos su escuela de líderes.
¿No es demasiado hablarle a un muchacho de Bosconia ser líder?
Depende de cómo se entienda. Puede ser también un estímulo.
De todas formas la palabra es grande, “líder”.
Nos beneficiamos de que la palabra sea exigente para presentarle la bondad del
Programa en su etapa final, La Florida. Piense en lo difícil que es comprometer a un
muchacho que de pronto nos dice: “el Programa es fulero”; ¿por qué? “Yo me voy;
ustedes no son capaces de darme un cine semanal”.
Ya veo, ustedes quieren presentar a La Florida como el gran desafío.
Exacto. Nos hemos formado una imagen optimista del muchacho, por eso le
exigimos bastante.
¿Cuál es la programación?
Bueno, hay diferentes ciclos formativos que determinan los contenidos. Pero a
diario el grupo se levanta temprano y hace gimnasia. Con el director de la casa salen
por las calles del centro de Bogotá a trotar. Cualquier día se les puede encontrar a
las 5:30 a.m. en la Plaza de Bolívar o cerca al funicular de Monserrate realizando
ejercicios en medio de la neblina.
¿Todos los días salen?
Cada tercer día; los restantes se hace la gimnasia allí dentro en el mismo dormitorio.
Después naturalmente, aseo personal y de la casa.
Todo en silencio.
¿En silencio? ¡Vaya cosa!
Hemos descubierto que este pequeño ejercicio de silencio trae muy buenos
resultados.

211
No dudo un instante del beneficio del silencio en algunos momentos; pero
¿sí se cumple?
Se cumple a cabalidad. Antes del desayuno se medita por unos instantes en una
consigna del Programa, se recita con fervor la oración del líder y se hace el saludo
a la bandera. Entonces sí viene la conversación alegre sobre diferentes temáticas. Al
concluir el desayuno, cada uno lava su loza y salen en grupo a sus actividades.
¿Durante el curso del día qué hacen?
Van a la escuela y al taller como todos los bosconianos.
O sea, la actividad de la escuela de líderes se concentra en las horas de la tarde o
de vivienda.
Así es. Cuando vuelven, a las 5:30 p.m., tienen de nuevo programaciones
especiales.
¿Qué, por ejemplo?
Es ritual la reunión evaluativa del día. Después, la comida. Como se encuentran
en pleno centro, la actividad cultural es muy activa: asisten a presentaciones de teatro
experimental, a conferencias, exposiciones... en fin, se benefician de la programación
artística de las diversas entidades de la ciudad.
¿Y con el grupo mismo de muchachos no realizan programaciones artísticas?
Es uno de los mayores empeños. Cada grupo, al ingresar empieza a preparar la
jornada final de su promoción: ensayan su propio himno, la representación teatral,
algún poema, alguna danza... Este tipo de actividad se ha convertido en el eje
alrededor del cual gira con mayor entusiasmo la dinámica grupal.
Tratando de precisar los objetivos, ¿qué se podría decir?
En el Camarín se pretende acelerar el proceso de formación integral de aquéllos
que han concluido la etapa Bosconia, darles a conocer la filosofía del Programa para
que se comprometan decididamente con ella, ayudarles a identificar los principios
teóricos que sustentan el autogobierno, despertar una actitud de liderazgo personal
y comunitario que les permita asumir luego con responsabilidad su ciudadanía en la
República de los Muchachos.
Demasiado para 30 noches.
Es un trabajo intensivo que en La Florida se desarrolla con amplitud. En el Camarín
se inicia. Los objetivos específicos son muy concretos desde luego, alcanzables en el
breve periodo de su estadía allí. Están encaminados a que los muchachos puedan
tener una experiencia gozosa de grupo.
La oración y compromiso del líder lo expresan muy bien.

212
Puede recordarla.
Dice así: “Nosotros como líderes del Programa seremos muchachos sinceros,
excelentes trabajadores y amigos, conscientes de nuestros propios problemas y de los
problemas de los compañeros así como de la proyección social de nuestra actividad.
Mediante un permanente espíritu de superación y autogobierno transformaremos
el ambiente de nuestra comunidad juvenil de manera que asegure el bienestar, la
alegría y la formación integral de todos”.
¿Se recita diariamente?
Sí, y lo hacen ante la bandera del Programa. Los rituales aquí se revisten de especial
seriedad. Y como el grupo es pequeño, la incidencia es más notoria.
Viene a ser un cursillo intensivo de formación.
De formación práctica. Desde el primer día de su permanencia allí nombran el
jefe y éste determina la composición de los diferentes comités de servicio. Discuten
las normas mínimas vigentes y su sentido.
Es un efectivo ejercicio de participación.
Dirigido a preparar para la experiencia de autogobierno de La Florida. O sea,
está encaminado a formar en la colaboración y en la interiorización de las reglas de
convivencia mutua. Sin ello, el muchacho sigue teniendo una actitud egocéntrica,
típica actitud en presencia de realidades no asimiladas.
Es la actitud del niño pequeñito que busca en el juego su propio beneficio.
En el caso del chiquitín como el que usted menciona, se ve cómo se manifiesta
todo un proceso que lo va iniciando en el aspecto normativo de las relaciones sociales
de manera que prime la verdad y no la satisfacción. En primera instancia, está la
acción del adulto a manera de imposición social; luego, se debe llegar a una actitud de
solidaridad y reciprocidad que favorezca la autonomía. Así, poco a poco va surgiendo
la apreciación de lo justo y lo injusto, la crítica mutua y la objetividad.
Es la cooperación.
Que ya debe favorecerse ampliamente en muchachos que, como los del Camarín,
han vivido una primera etapa de superación en Bosconia.
Se requiere que el propósito cooperativo general se exprese en las diferentes
actividades que ellos tienen.
Sin duda; el grado más elemental es, por ejemplo, participar en las pequeñas
responsabilidades que nacen del cuidado de la casa. De esa manera resulta importante
ser el encargado de dar la comida a los peces, a la parejita de canarios que hay allí,

213
o repartir y recoger diariamente las escobas para el aseo, o ser el jefe que convoca a
reuniones y concede permisos para salir de la casa.
Yo creo que todos los muchachos son capaces de llegar a ser jefes.
Por experiencia, estoy de acuerdo con su afirmación. Una de las mayores ventajas
del autogobierno consiste en que ubica a los muchachos en la situación de actuar por
sí mismos.
¿Y los educadores?
Deben ser mejores para que logren impulsar un proceso semejante, más pacientes,
de gran rectitud, maduros afectivamente. Pensemos en el hecho de que el educador
trata de suprimir toda imposición en beneficio de la reciprocidad.
¿Tienen educadores que obren así?
Los tenemos. Es verdad que los educadores hemos tenido que aprender junto con
los muchachos a actuar de un modo diferente.
No ha sido fácil, sin embargo no podemos estar descontentos del camino hecho.
Se ha ido cambiando de actitud. En el autogobierno, por ejemplo, se cuestiona la
validez del castigo tradicional. Se tiende a sustituir el castigo propiamente dicho por
un sistema de medidas recíprocas que demuestran simplemente la ruptura de los
lazos de solidaridad en que consiste el hecho culpable.
No es la opinión usual.
Exacto. Si se quiere asumir la novedad del planteamiento, nosotros como
educadores debemos renovarnos porque la formación tradicional ni siquiera
vislumbra algo semejante.
En el caso del castigo, ¿cómo se podría actuar?
El culpable puede simplemente ser apartado de los cargos honoríficos, de las
responsabilidades y aún puede ser excluido por un tiempo, del grupo cuyas reglas ha
violado. El énfasis va sobre la reciprocidad.
¿Esta práctica no puede conllevar algunos peligros?
Sí, la presión del grupo puede volverse exagerada, pueden crearse actitudes cerradas
de grupo, algunos, creyendo ser objetivos, pueden entrar fácilmente en conflicto con
los demás. Hace falta buen sentido para hacer las cosas con mesura y equilibrio.

La experiencia es satisfactoria, entonces.


En el caso del muchacho de la calle, el autogobierno es uno de los pilares del
sistema educativo, en cuanto facilita la formación moral y cívica en un ambiente de
libertad.

214
El valor educativo de un régimen de libertad en el cual se tiene conciencia de los
derechos de los demás es indiscutible. El muchacho ama la libertad, desea dominar,
realizar, poseer. El autogobierno satisface en forma noble esta tendencia.
Lo esencial viene a ser, pues, favorecer una convivencia cada día más formativa.
En el viejo sistema de educación “ser persona” era “tener ideas”; en el nuevo “ser
persona” es “saber relacionarse con los demás”.
¿La idea es reciente?
No. Aunque es cierto que es ahora cuando se defiende con más ahínco.
¿Han existido muchas experiencias de autogobierno?
Conocemos algunas; sin duda ha habido otras de las cuales no tenemos referencia.
En cada caso la orientación responde a inquietudes muy precisas. Pero de todas
maneras se trata de experiencias educativas en la línea del autogobierno. Así por
ejemplo: la escuela-ciudad de Trotzendorf en Alemania, en el siglo XV; la ciudadela
de Wilson Gill en Estados unidos, a fines del siglo pasado; la ciudad romana de
Ray y la ciudadela de Lagrange, también en Estados Unidos al inicio del presente
siglo; la República Juvenil de George y la célebre ciudad de los niños de Flanagan,
la República de los muchachos de Civitavecchia en Italia, la casa del muchacho en
Portugal, la experiencia de Makarenko en Rusia.
La inquietud del autogobierno ha hecho surgir muchas ciudades.
Que han inquietado por los planteamientos novedosos que presentan.
Pero, bueno, nos hemos ido apartando de la conversación sobre la actividad
misma que desarrollan en el Camarín. Volvamos al asunto. ¿En qué forma se
desarrolla el proceso formativo?
Son seis ciclos de diferente duración.
¿Cuáles?
Formación práctica, formación comunitaria, formación filosófica del Programa,
formación histórico-sociológica y formación teológica.
Vamos por partes. La formación práctica. ¿Qué se pretende con ese ciclo?
Se favorece el desarrollo de comportamientos que fomentan la integración
grupal: buena presentación personal, hábitos de higiene, orden, prontitud, respeto al
compañero que tiene el encargo de dirigir. Para lograrlo, se acude a representaciones,
a sociodramas, a cantos, a repetición de consignas y lemas.
O sea, refuerzan el trabajo hecho en Bosconia.
Así es.

215
¿El otro ciclo?
La formación comunitaria.
Su intención la da el mismo nombre del ciclo.
Se hace énfasis en la dinámica grupal, en el planteamiento y solución de problemas;
se busca que el muchacho se ejercite en la crítica y la autocrítica cordial.
¿Quiénes dirigen?
Los educadores. Para lograr su propósito, poseen un material de reflexión muy
motivante.
El ciclo siguiente...
Es el de reflexión sobre la filosofía del Programa.
¿Qué cosas estudian?
En primera instancia, una reseña histórica del Programa, luego los criterios
pedagógicos básicos, el origen y significado de la bandera y símbolos del Programa y
el proceso operativo que lleva de la calle hasta La Florida y la Industria Juvenil.
Hay tres ciclos más.
El de formación ciudadana que es una reflexión sobre el autogobierno; el histórico-
sociológico que le permite al muchacho ubicarse en la realidad social colombiana y el
teológico, que es una iniciación seria en el reconocimiento de Cristo como el modelo
más perfecto de hombre.
Son ciclos breves.
Quieren despertar inquietudes.
¿Y al finalizar la permanencia en el Camarín?
La fiesta de despedida.
¡Siempre fiesta!
Siempre. Se celebra el progreso del grupo. Son reuniones muy alegres presididas
por el Director del Programa, a las cuales acuden el Concejo de Gobierno de La
Florida, los educadores de otras casas, sus compañeros más próximos.
Los muchachos realizan representaciones artísticas y delante de los presentes
asumen el compromiso de ser ciudadanos de la República de los Muchachos. El
Director los felicita y les entrega una carpeta personal en la cual van documentos
síntesis de los diferentes ciclos.
Uno de los muchachos agradece, el grupo canta el himno que han escogido como
propio y pasan a la cena final.

216
Los muchachos que nos acompañaban habían seguido el
dialogo con atención.Nuestros amigos se dirigieron ahora a
ellos directamente.

Yo les he oído mencionar la Constitución. ¿Existe?


Cómo no, está escrita.
¿Y quién la escribió?
Entre todos. Fue un proceso. Empezamos por dedicarnos al estudio de qué es una
constitución, qué contiene; inclusive estudiamos la constitución de algunos países
latinoamericanos.
¿Quiénes participaron?
Los más grandes del Programa. Fue en el año de 1974. Bajo la guía de Javier
y los educadores dedicamos varios meses al estudio y a la reflexión. Yo recuerdo
que a nosotros nos parecía difícil hacer una constitución, nos sentíamos importantes
cuando opinábamos y cada afirmación nuestra se iba teniendo en cuenta.
Además de las constituciones, ¿qué otros asuntos estudiaron?
Tuvimos varios cursillos. Nos íbamos desde el viernes a una casa bien tranquila
donde estábamos nosotros solos y regresábamos en domingo por la tarde. Era muy
exigente el trabajo. Estudiábamos la importancia de los valores cívicos; qué es ser
ciudadano, que es dar el voto, cuáles son las diferentes formas de gobierno... Desde
esa época yo empecé a entender un poco esa palabrita “democracia” que casi todos
los días aparece escrita en los periódicos.
¿Cuántos muchachos eran?
En ese año 74, el Programa no era tan grande como ahora. Apenas se había
inaugurado La Florida en junio. Durante los primeros meses como no había aún lo
necesario, no habitaban muchachos allí; fuimos llegando poco a poco: primero unos
12, después 20 y bueno...
Pero claro que ya existía una preocupación muy notable por ser ciudadano. Nos
parecía como volverse mayor de edad. Queríamos ir a La Florida aunque veíamos
que era durito: primero por las exigencias que nos ponían y segundo porque la
veíamos como una casa muy solitaria y apartada. Algunos la llamaban “los jardines
del recuerdo”, algo así como un cementerio.
Quisiera volver al argumento que estábamos desarrollando. ¿Cuántos
muchachos participaron en los cursos que usted menciona?
Se organizaban cursos para 30 compañeros. Como íbamos en varios grupos,
pienso que seríamos unos 90.

217
¿Qué significa ese número con respecto al total de los muchachos del
Programa?
Una tercera parte de los bosconianos.
Según eso, dos terceras partes no participaron en el proceso de elaboración
de la constitución.
No, no. Vamos despacio. Como le cuento, los grandes asistimos a los cursos de
capacitación, los pequeños, que eran la mayoría, no. Había unos muy chinches; sólo
pensaban en jugar bolitas y cuando más en aprender a escribir el nombre propio en
la escuela pero a ellos, a su modo, también les llegó la preocupación que teníamos.
¿De qué manera?
Pues nosotros los mayores, como generalmente éramos jefes, en la reunión que
cada noche se hace en todas las casas y en todos los clanes y tribus del Programa,
teníamos el deber de comentar lo que habíamos estudiado. Era hasta cómico porque
los chinches no entendían la trascendencia de nuestra preocupación; uno de ellos
me resultó a mí con que eso de votar no le parecía. Cuando le pregunté la razón,
me respondió diciendo: porque yo he visto que la tinta que usan lo mancha a uno y
después no hay como quitársela.
Se puede decir que el grupo de mayores recibió una capacitación específica
que luego transmitía a los pequeños. ¿Qué sucedió luego?
Cuando ya las ideas fundamentales estaban bastante claras, se estableció lo
que podríamos llamar los capítulos de la Constitución: los principios generales, la
organización de la República, los deberes y derechos... Entonces sí empezamos a
escribir los diferentes artículos.
¿Y ya quedaron definitivos?
La sola redacción casi nos vuelve locos porque el compromiso era que las palabras
que usáramos debían ser entendidas por cada uno de los participantes. Imagínese el
enredito que se formó al hablar de Concejo de Gobierno, Asamblea, Procuraduría,
sistema Judicial. Fue interesante, de veras. Algunas palabras fueron corregidas hasta
seis o siete veces. Cuando se hizo la Asamblea Constituyente, nosotros estábamos muy
informados del asunto. Fue hace seis años. El proceso duró un año prácticamente.
Claro que los últimos que han llegado a La Florida no participaron: ya existía la
Constitución cuando ellos fueron aceptados como ciudadanos. Les ocurrió lo que a
nosotros con la Constitución colombiana, cuando nos dimos cuenta, ya existía bien
terminada y hasta corregida y aumentada.

218
De nuevo la pregunta fue dirigida a los educadores que nos
acompañaban en la reunión.

De acuerdo. Yo los veo a ustedes entusiastas y alegres, llenos de optimismo y


posibilidades. Me parece que se hallan en una situación envidiable. Pregunto:
¿cuando los muchachos salgan no van ellos a estar desadaptados?
La inquietud que usted manifiesta es permanente en todas las personas que nos
visitan. Se asombran al ver las camas bien presentadas con su edredón de colores, o al
ingresar aquí a la biblioteca y ver que existen libros interesantes y bien conservados.
Nos manifiestan opiniones semejantes: al pobre no hay que desadaptarlo.
Yo me he dado cuenta de que en el Programa se tiene apenas lo necesario. Sin
embargo, es un salto descomunal frente a la calle; es una desadaptación.
El Programa fue hecho para eso, para desadaptar a los muchachos callejeros.
Existe una concepción completamente troglodita, inaceptable porque refleja una
falta profunda de respeto a la persona pobre. En el fondo, se dice que si un niño ha
tenido la desgracia de nacer en el último barrio, es un error sacarlo de su pobreza, hay
que dejarlo allí siempre. Con idéntico planteamiento en la India, un individuo que
tiene la desgracia de nacer paria seguirá maldito de por vida; no puede desadaptarse,
debe seguir siendo paria. Es una visión sagrada de la realidad según la cual una
estrella gloriosa guía a los privilegiados a tener más privilegios y una mancha de origen
destina a los pobres a ser más pobres. Eso no es cierto y debemos criticar esa visión
ingenua del mundo... Bueno, pero yo quería manifestar cómo, si no se alimenta uno
de la crítica, fácilmente puede caer en estereotipos y perder la objetividad.
Estoy de acuerdo en que las causas de la pobreza son removibles y en que
crear conciencia de la propia dignidad ya es un paso, sin embargo...
Trato de entender su inquietud. Un muchacho aquí come con cubiertos, se baña
a diario, dispone de una cama limpia y ordenada; posiblemente no puede obtener
lo mismo en su hogar. Es cierto. Además su medio ambiente familiar y sus antiguos
amigos lo harán encontrarse solo frente a encrucijadas preocupantes: para qué
estudiar, para qué trabajar si el robo produce más, por qué privarse del placer de los
vicios... no obtendríamos nada si a un muchacho durante dos años o algo más le
ayudamos a vivir con dignidad y después simplemente lo botamos al barro del cual
ha venido. Usted, con agudeza está insistiendo en la contradicción implícita en ello.
Una manera de formular mi pregunta sería: ¿al salir de La Florida el muchacho
podrá ganar lo suficiente para vivir con decencia?
Es una inquietud de fondo. Qué sentido tiene persuadir al muchacho a vestirse
bien si no va a tener posibilidad de hacerlo; qué sentido tiene acostumbrarlo a comer

219
con propiedad una comida bien balanceada si después en la vida deberá volver a
las lavazas que comió cuando estaba en la calle... Debemos pensar en el futuro del
muchacho.
La desadaptación la entiendo como dignificar a la persona. Es apenas justo
hacerlo; aunque conozco obras indignantes que dicen llamarse educativas y
proceden a la inversa: son una defensa implícita de la abyección.
Trato de concluir mi idea. La solución para nuestros muchachos es trabajo. Hoy
aprenden a trabajar con la ayuda de una obra distrital; mañana, con la capacitación
obtenida en los talleres y luego en la Industria Juvenil, podrán vivir como personas
dignas.
¿Capacitación a alto nivel?
Desde luego.
¡Profesionales, tal vez!
¿Por qué no?
¿Los recursos existen?
No en el momento. Esperamos obtenerlos pronto.
Es un aspecto, verdad... porque otro asunto es su actitud.
No lo olvidamos. Queremos muchachos que sean trabajadores sociales.
En el sentido tradicional...
Yo no creo mucho en ese trabajo social que es visitar a la familia del gamín sin
ofrecer nada; es un trabajo social sin salida.
Llega el profesional y halla unos niños sin alimento, un padre sin trabajo; ¿qué
puede hacer?
Aún haría algo si fuera un caso aislado; pero son enjambres de familias que viven
en estado de postración absoluta. Nosotros tampoco podemos sacar de la manga el
secreto mágico, no lo tenemos. Son problemas sociales agudos que suponen cambios
profundos de estructura. Hoy existe bastante inquietud al respecto.
La solución escapa de las manos de cualquiera.
Está en las manos de todos.
Bien, bien, pero referida a los muchachos.
Nuestro muchacho desadaptado, capacitado, no desconoce su procedencia, su
hogar necesitado, su extracción de barriada.

220
¿Y si la desconociera?
Sería un fracaso rotundo.
¿Sin atenuantes?
Sin ningún atenuante. En la perspectiva de nuestro trabajo educativo, figura el
volver a la propia casa con autoridad moral, con dignidad, con un empleo para
ayudar a reconstruir afectiva y efectivamente su hogar.
El mejor argumento sería ciertamente ése: “a mí me ayudaron a reconstruir mi
vida, yo quiero ayudarlos a ustedes. Vamos a hacerlo con ánimo y entusiasmo...”
No es fácil.
Lo sé. Es una razón más para buscar una alta capacitación de nuestros jóvenes; de
otra forma se irán arrastrando hasta llegar a lo mismo. Yo insisto en la capacitación, o
sea, no propongo a los muchachos como ideal ser camioneros o mensajeros, por decir
algo. Sería una ofensa, como si los considerara muchachos de segunda o tercera clase.
No todos ascenderán tan alto.
También lo sé. Yo formulo la frase al contrario: no todos se quedarán en el asfalto.
Es un optimismo contagioso el suyo.
Es mi actitud. Además tengo argumentos a granel para afianzarme en ella. El
Programa me da a cada momento satisfacciones profundas.
Mire otro hecho de los tantos que podrían traerse a cuento. Existe un intercambio
cultural con Canadá; tenemos ya 18 jóvenes nuestros que han viajado al exterior en
compañía de personas ciertamente más cultas que ellos a nivel formal; sin embargo,
han respondido como esperábamos: con entusiasmo, con ganas de progresar, con
personalidad. Ya tenemos más de 20 jóvenes nuestros que de asistidos han ascendido
a educadores; y lo hacen bien. No podemos ser pesimistas; jamás.
Voy a proponer un aspecto diferente, si me lo permiten. ¿Cuántos muchachos
han salido del Programa y cómo se han organizado?
Todavía esperamos la cosecha; el Programa es joven. Son ocho años de trabajo;
no todos tienen tanto tiempo con nosotros y es lógico, han ido ingresando a lo largo
de los años vividos: algunos tienen un mes o menos de haber ingresado. Hasta hace
cuatro años no había talleres ni escuela en La Florida. La mayoría de los jóvenes
permanece con nosotros por esa razón, apenas ahora está concluyendo el proceso.
Comprendo, pero algunos ya se habrán retirado, ¿conocen su ubicación
actual?
Sentimos la necesidad de organizar un sistema de estadísticas que nos permita
tener un control más rápido de datos. Es algo que aún nos falta. De los muchachos

221
que se han retirado el porcentaje mayor trabaja; un número menor ha vuelto a su
hogar o ha ingresado a instituciones diferentes; y otros han vuelto a la calle.
Cuando podamos ofrecer trabajo, entonces sí pulsaremos los logros del Programa.
Está lejano ese momento.
No tanto.
¿A qué distancia, tres, cuatro, cinco años?
Pensamos que a distancia de tres o cuatro meses se halla el inicio serio de esta
etapa.
Muy pronto.
De ello hablaremos cuando hagamos la visita a la Industria Juvenil.
Quisiera ahora hacer una pregunta que me inquieta desde hace un rato.
Adelante.
¿Aburridos con la visita?
De ninguna manera. Agradecidos con ustedes.
¿Habían tenido una visita que presentara tantas preguntas?
Visitas recibimos muchas; y vienen con distintos propósitos. Nos agrada recibirlas
cuando podemos identificarnos en preocupaciones educativas, porque hay algunas
que...
Demasiado curiosas.
Tal vez sea la palabra adecuada, curiosas. Mire, nos ocurrió ya hace unos años,
cuando estábamos iniciando Bosconia. Son historias de no acabar. Hasta con reinas
de belleza. Una de ellas, muy linda por cierto, nos informó con anterioridad que, dada
su real investidura que le permitía emprender obras notables para beneficio de sus
admiradores, vendría a visitar a los muchachos y a hacerles obsequios. Ingenuamente
le creímos. Los informamos del grato suceso. “nos la echamos” decían ellos. Cuál
no sería nuestra sorpresa cuando desde las dos de la tarde empezó el movimiento
general: primero llegó la radio con sus micrófonos, luego la t.v. con sus reflectores,
más tarde los periodistas, al final los fotógrafos con sus inevitables cámaras. Le cuento
que eran más visitantes que muchachos; éstos, encantados con la novedad, daban
declaraciones y pedían fotos. A las 3:30 p.m. llegó la reina luciendo un conjunto de
moda.
“La reina dispone de poco tiempo, vamos al grano”. No entendimos demasiado
pero dijimos que sí. Los muchachos la miraban, la saludaban; hasta le preguntaron:
“¿y por qué no trajo la corona?”. Ella, sonriente, dio respuesta a todo. Pero como
disponía de poco tiempo, al grano. Al fin entendimos. Un grupo de periodistas

222
escogió al muchachito más feo y gaminoso para que posara junto a la reina en la foto;
ella aparecía dándole un paquete de colombinas. Insistían en que sonrieran. Otra
foto. Tras la última foto, fueron saliendo reina, t.v., radio, periodistas, y fotógrafos.
Nosotros quedamos con una docena de colombinas en la mano. Al día siguiente el
periódico destacaba con amplitud el espíritu cívico y progresista de la reina; por la
prensa también supimos que nos había obsequiado más de $30.000 en bluyines.
Nunca los vimos pero... lo decía la prensa.
Al fin y al cabo fue un alboroto “real”.
Ciertamente. ¿Y quién se benefició?
No hay duda que ocurren desplantes y malas interpretaciones a través de la
prensa, pero aun así hay ocasiones en que se hace una difusión de la obra de una
manera muy adecuada.
Lo reconozco, y lo agradecemos. Hemos sido afortunados con los periodistas.
Nos han prestado una ayuda espléndida. Un ejemplo. Cuando nombramos al primer
Alcalde de la Florida se hizo un enorme despliegue; pues cuál no sería nuestra
satisfacción al saber que los parientes del joven gobernante de la Ciudadela lo
reconocieron a través de la prensa y fue una ocasión de encuentro familiar.
Hoy por hoy, existe una gran preocupación por el tema del gamín.
Ojalá esa inquietud permita llegar a las causas verdaderas del problema y conduzca
a plantear soluciones eficaces.
Existe desconcierto en las opiniones y en las acciones que se emprenden.
Diferentes personas organizan las más variadas actividades que se pueda imaginar,
desde concursos de belleza en su honor hasta festivas brigadas de salud a las cuales el
muchacho no asiste porque como decía un morenito, veterano de tres años de calle:
“estoy muy ocupado”.
Se puede imaginar que las iniciativas parten de una equivocada comprensión
del gaminismo.
No faltan los benefactores que ayudan a condición de que se utilice el Programa
en su beneficio. Un grupo de músicos organizó con su conjunto un festival bailable.
A juzgar por la venta de boletas el negocio no marchaba bien. Tuvieron una idea
brillante y nos la comentaron: les damos un porcentaje de las entradas pero que
podamos decir: “festival bailable pro-gamines de Bosconia”.
Nada alentador.
Se fastidiaron cuando les hicimos notar que utilizar el nombre del Programa y de
gamines como gancho para un baile no era lo más honorable. “No entendemos cómo
pueden ustedes rechazarnos a nosotros, si lo único que venimos a traerles es dinero”.
223
Su lógica se medía en billetes.
Nos llegan las más variadas propuestas. Hasta el torerito que no ha logrado llegar
a la Plaza grande, a la Santa María, y que viene y nos dice: “créanme, si decimos que
es para sus gamines de inmediato nos la conceden”.
El muchacho es la disculpa para obtener un beneficio personal.
Lo más grave en estos asuntos es el daño que hacen cuando a través de los medios
masivos de comunicación, difunden a los cuatro vientos que ingresarán millones a
beneficio del Programa. Así ha sucedido con carreras de vehículos, con presentación
de artistas de televisión, con estrenos de gala de películas colombianas y extranjeras,
con promoción de historietas cómicas.
Un artista de cine llegó a afirmar que sus servicios artísticos le significarían entradas
no inferiores a cinco millones de pesos y que todo ello iría a Bosconia; la noticia fue
difundida en primera página en un diario nacional en la edición del domingo.
Nos llovieron felicitaciones en abundancia. Éramos unos afortunados. Nunca
entró un peso; sin embargo se creó una imagen de poderío económico que jamás ha
existido.
Recuerdo ahora una película de Buñuel, “Los olvidados”, que ya tiene varios
años de filmada, y que se refiere a la problemática juvenil de México; en ella
critica las soluciones fáciles del problema.
Esa sí que sería una actitud de benevolencia para con los muchachos: entender que
no existen soluciones fáciles y sobre todo que el muchacho de la calle es magnífico.
Necesita ayuda ciertamente; más ayuda que garrote. También nosotros
tenemos ahora una visión positiva de la persona del muchacho que es más una
victima que un hampón pequeño.
Y el asunto no se limita a crear albergues, ni siquiera albergues que le inspiren
confianza.
Leí una opinión de la periodista Ofra Bikel. Afirma que ya ganaríamos
bastante con que se dejara de ver los gamines “como si fueran árboles o cosas,
que están ahí pero que nadie realmente ve”; desafortunadamente se han hecho
parte del paisaje bogotano.
Existe una actitud muy decidida de cambiar esta situación; yo la veo en muchas
personas, y es satisfactorio pensar que lo lograremos.

224
Además el muchacho es capaz de tomar actitudes inteligentes, lo hemos
podido apreciar. El hecho de sobrevivir en la calle en situaciones dramáticas
lo ha habilitado para ello. El sufrimiento capacita para la vida. Considero al
muchacho callejero inteligente y vivaz.
Vienen muy a propósito las palabras de Daniel Samper Pizano, quien en uno
de sus comentarios dominicales afirma: “yo estoy seguro de que si le sueltan un
computador a la viveza de un chino bogotano, es capaz de llegar por sí solo a la teoría
de la relatividad”.

La atención del grupo de interlocutores se mantenía constante.


Las preguntas iban y venían sin descanso. Ahora los visitantes
planteaban un tema diferente.

A través de las conversaciones que hemos tenido aquí y en las otras casas
del Programa, he podido comprobar que ustedes hacen referencia a varios
educadores clásicos en la historia de la pedagogía. ¿Es intencional?
Corresponde a una actitud lógica: estudiar las grandes realizaciones educativas.
¿De preferencia alguna?
A los muchachos les encanta estudiar a Makarenko y a Freinet. La forma misma
en la cual ellos presentan su experiencia los hace más asequibles.
¿Otros autores?
También. Sin embargo, en el caso de Makarenko la atracción es grande. En la
colonia Gorki y en la comuna Dzerzhinski había jóvenes más que traviesos. Para los
nuestros resulta agradable leer “Banderas en las torres” y “Mi poema pedagógico”.
Los que están más adelantados en estudios realizan pequeñas incursiones en libros
sistemáticos.
¿Les llama la atención la pedagogía?
El ambiente favorece el nacimiento de esa inquietud. Las obras de Makarenko
son bien conocidas.
¿Qué aspectos recogen de la experiencia de él?
Vale la pena mencionarlo porque es un autor cuyas realizaciones son estímulo
permanente para muchachos y educadores.

225
Veamos...
Claro que la experiencia de Makarenko debe entenderse ligada a la época y a
la situación social que le correspondió vivir. Además nuestra cosmovisión es
trascendente y cristiana.
Fundamentales diferencias.
Nos identificamos en la preocupación por el hombre y en el reconocimiento de la
educación como una fuerza que lo perfecciona.
Algunas instituciones sociales del país obran en sentido contrario, no hay
duda.
El aspecto educativo es sólo parte del cambio que necesitamos.
Parte esencial.
Sin cambios profundos en diversos órdenes de la cultura, la acción educativa es
limitada en extremo.
Pero necesaria.
De acuerdo. Por ello hay enfrentamiento entre la vivencia del grupo al interior del
Programa y la realidad exterior.
Reconozco que la mayoría de las fuerzas sociales están marcadas por el
individualismo.
La educación debe cuestionar esta posición.
¿Ir en contravía?
Algo así.
Pero volvamos a Makarenko.
Para él, la vida es el principal educador. En su época, hacia los años veinte, las
condiciones de trabajo eran extraordinariamente difíciles.
No cualquier vida...
Una vida marcada por la influencia colectiva. Es un concepto de suma importancia:
la colectividad educativa.
¿Y aplicado al Programa?
Bueno... El Programa nació para devolver al muchacho de la calle el atributo
esencial de todo ser humano: “ser ascencional”, “ser persona”. La vida es crecimiento,
desarrollo. De ahí el énfasis en que nuestro ambiente educativo, más que un lugar de
enseñanza, sea un centro de vida donde los resortes de la amistad, el trabajo y el arte

226
promuevan un ambiente espiritual, unos procesos de autoactividad y autonomía y
donde se logre, sobre todo, crear el colectivo, la comunidad.
¿No puede conducir a errores más graves que el mismo individualismo?
El mejor procedimiento puede ser en algunos casos el peor. Reconozco que la
pedagogía es una ciencia dialéctica, móvil, difícil.
Continuemos.
La comunidad organizada y aunada tiene una fuerza educativa innegable.
Para un muchachito que viene de la calle donde los valores son producto de la
cultura dominante, resulta una sorpresa que al ingresar a Bosconia, por ejemplo,
toda la comunidad salte de gozo por su llegada. Es tan inesperado que lo sacude
profundamente. Es el primer golpe de gracia. Luego viene la presión cotidiana,
la infiltración capilar, la conquista lenta, o sea, la acción permanente, fuerte, casi
implacable de la visión comunitaria de las cosas. Más tarde terminará apasionándose
por el bien común que es la meta buscada.
Se requiere comunidad en el equipo educativo también.
De otro modo serían palabras sin respaldo. Donde no existe plan de trabajo único,
convenio conciente de unidad de propósito, no se da proceso educativo.
¿La demasiada insistencia en la comunidad no niega la persona?
Volvemos a una anotación anterior. Puede suceder. Se trata de un juego de
contrarios: persona-grupo.
Y puede resultar pesado, tedioso.
Sería un fracaso, entonces. La experiencia comunitaria, aunque exigente con cada
miembro de la colectividad, debe manifestar como primera realización una enorme
riqueza de alegría juvenil.
Puede resultar incómodo para ustedes este vaivén continuo de temas; sin
embargo, corresponde a la inquietud que nos ha traído a visitarlos. Queremos
conocer sus opiniones.
No hemos tratado a fondo ningún tema porque no es ése el propósito; hemos
insinuado apenas las directrices que nos mueven.
Vale la pena hacer una presentación sistemática del Programa.
Ya están bastante elaborados los documentos al respecto. Su publicación está
próxima.

227
Yo vuelvo a preguntar. Y esta vez sobre un tema que me inquieta de
sobremanera.
Lo escuchamos.
Siempre me ha parecido la adicción a la marihuana un problema en extremo
difícil de desarraigar. Quisiera escuchar las opiniones de ustedes.
La dificultad es verdadera. Un aspecto siempre presente en el muchacho callejero
que fuma es la carencia de afecto y la inseguridad.
¿Fuman desde pequeños?
Pudo empezar a los ocho o nueve años. La iniciación se hace ligada a los ritos de
la calle con sus características de misterio y clandestinidad.
¿Es frecuente el consumo?
Muchísimo. Al inicio, es una curiosidad, y un recurso para superar los temores
en la primeras experiencias de robo; más tarde, es vicio y evasión. Permite soñar
despiertos. Con evidentes peligros. La embriaguez y euforia que produce los lleva a
jugar con los automotores en las avenidas; fácilmente terminan atropellados.
¿Y la terapia?
Es ambiental en la primera instancia. El afecto, el calor amistoso del grupo, la
actividad permanente, el trabajo, son un remedio magnífico.
¿Es suficiente?
No siempre. Entonces el diálogo personal hace la labor de fondo. En un clima
de optimismo se le van asignando responsabilidades graduales. La personalidad del
muchacho marihuanero suele ser muy débil.
En general son benignos en el trato, si me atengo a los comentarios anotados.
Con los distribuidores de marihuana, los jíbaros, somos implacables. Hemos
llegado a retirar muchachos del Programa por esa razón: negociar con la marihuana
e incitar a otros a fumarla.
¿Es fácil obtener marihuana?
Para los muchachos es sencillísimo.
¿No existe ningún control?
A ese nivel de pequeñas compras no. Y su consumo es también muy abierto.
Incluso existen algunas salas de cine en las cuales resulta natural hacerlo.

228
Ya estaba muy avanzada la tarde cuando nos retiramos del salón
de la biblioteca; aún intercambiamos algunas opiniones más con
los educadores y muchachos. El Servicio Cívico nos acompañó
hasta la puerta; al despedirnos, nos insistieron: “vuelvan, su
amistad nos complace”.

Antes de concluir la visita de hoy quisiera preguntarle acerca de la presencia


de la mujer en el Programa.
Estamos convencidos del papel insustituible de la mujer en la educación. Gracias
a ella, el niño, el muchacho, se va abriendo a la realidad y se va constituyendo en
artífice de su propia historia.
Es una afirmación indiscutible.
Con mucha frecuencia en la vida de nuestros muchachos ha faltado la presencia
de la mujer como madre y amiga. En las primeras etapas del Programa el muchacho
habla muy mal de la mujer o casi no la nombra, la madre no aparece integrada a la
historia personal, se puede afirmar que es más bien una anécdota transitoria.
Uno de los trabajos fundamentales ha de ser el de reconstruir esta imagen.
Y todos sabemos que es una tarea en extremo difícil.
En la práctica ¿Qué hacen ustedes?
Propiciamos los bailes, los encuentros con amigas; favorecemos la presencia de
señoritas que, en un clima de sencillez y respeto, participen en diferentes actividades
de las que se realizan en el Programa. Contamos con un grupo de voluntarias
excelente.
Y ¿educadoras?
Somos cuidadosos en su escogencia ya que su acción no es simplemente dictar
una clase sino ganarse la amistad del muchacho para colaborar en su proceso de
formación.
¿No se presenta el caso de muchachos reticentes al diálogo?
Ocurre, claro que sí. La persistencia en el diálogo personal y la bondad misma del
ambiente poco a poco logran solucionar las dificultades.
¿El caso contrario se ha presentado?
Sí. Recuerdo un hecho entre tantos. Un muchacho de unos 14 años le decía a
una educadora: “la quiero mucho, me gustaría ser su novio y casarme con usted”.
Ella, muy serena, le agradeció la propuesta y le hizo ver que él era muy joven para
pensar en el matrimonio, que ella lo apreciaba como amigo y que era mucho mejor

229
continuar así. En el primer momento él se resintió; después vino muy dolorido a
contarme el asunto. Yo le hice notar la madurez de la respuesta que había recibido y
cómo podía beneficiarse de unas hermosas relaciones de amistad.
Son las etapas del aprendizaje más importantes en la vida.
Realmente en nuestra sociedad la mujer aún no tiene el verdadero lugar que le
corresponde. Es una tarea por realizar.
Que llevará mucho tiempo.
Por eso desconciertan algunos casos. Hace dos años estuvimos con 300 muchachos
en el Parque Tayrona. Nuestro propósito era trabajar en la renovación de algunas
instalaciones deterioradas y desde luego beneficiarnos del lugar como descanso. Sin
embargo, acertamos al llegar en un momento de lluvias torrenciales que ocasionaron
el desbordamiento de ríos y el consecuente daño de las vías. También nuestros buses
se enterraron y la labor de rescate era muy difícil en extremo.
Una de las educadoras que iba con nosotros, Juanita, se constituyó en la figura
relevante en esa ocasión. Con el barro hasta las rodillas dirigió la actividad; su decisión
en las órdenes y su entereza sorprendió a los mayores, sobre todo extraños, que no
esperaban semejante actitud en una muchacha.
Magnífico que ocurran situaciones así. Yo pregunto ahora: ¿la presencia
femenina abarca todos los campos?
Todos. Con los pequeñitos, por ejemplo, es imprescindible su presencia; en ellos
el reclamo de cariño es aún mayor. En la enfermería juega un papel importante
la mujer, en la cocina, en las actividades de oficina. En fin, la verdad es que las
mujeres que trabajan en el Programa han realizado una dignísima labor que todos
reconocemos y apreciamos. Con justicia podemos afirmar que han sido un ejemplo
magnífico de delicadeza, amabilidad y capacidad en sus respectivas áreas de trabajo.

Tomamos el vehículo de la Dirección que amablemente conducía


Valerio y nos dirigimos hacia el centro de la ciudad. Durante el
viaje aún estuvimos dialogando.

¿El Año Internacional del Niño (1979) les ha traído algún impulso
significativo?
Fue un año de sensibilización de la opinión pública y de los gobernantes de todo
el planeta acerca del niño que, según Freud, es el padre del hombre; en nuestro país
hubo entusiasmo e intentos de realizar obras serias.
El tiempo hará claridad al respecto. En nosotros acrecentó el deseo de continuar
trabajando a pesar de tanta opinión superficial que llega a considerar al gamín como
un mal necesario. Por el contrario, constituye un capital humano invaluable.

230
En muchos casos el gamín es otro objeto de explotación.
Y es porque se ignora la riqueza humana de estos jóvenes. Consideramos que
un principio de acción básico es mirar con simpatía el gaminismo, aceptar que son
personas. Son muchos los estereotipos que se repiten sin analizar un poquito las
cosas. Nosotros afirmamos que el gamín es un ser superior, amante de la libertad
y la aventura. Es un muchacho alegre; en ello se diferencia del niño pobre que
generalmente es un niño triste. En cierto sentido, el muchacho de la calle tiene un
aire de triunfador.
Educar viene a ser promover los dinamismos existentes.
Los muchachos callejeros tienen unas estupendas virtudes que es una equivocación
despreciar. Son espontáneos, desinhibidos; son lanzados, “aventados” como ellos
dicen, son amantes del presente, ágiles y vivaces en el diálogo; sus respuestas dan
fe de una agilidad mental con frecuencia superior a la edad que poseen. Tienen el
gran secreto de romper los convencionalismos existentes. Su capacidad de burlarse
de cuanto hallan en el camino los reviste de un novedoso encanto de madurez que
sorprende. A sus años han tenido la experiencia de la solidaridad, de la fuerza amistosa
del grupo, todo lo cual se constituye filones de riqueza invaluable.
Ambiguos me parece.
Pero ciertos. A tal punto que uno se pregunta si nuestra misma sociedad suscita
una gama tan variada y abundante de características. Si la educación no cuenta con
estos valores, no es educación.
No se debe idealizar, sin embargo.
Aunque pienso que el énfasis debe estar en un cambio en la actitud de los mayores,
de la sociedad en general. El muchacho ama profundamente la vida, y sus gestos de
autodeterminación a edades tan tempranas son una provocación que aún está a la
espera de más pedagogos que hagan de ellos los hombres nuevos que necesitamos.
Los muchachos callejeros son “buena madera”, por decirlo con una expresión más
popular.
Los muchachos vienen a constituirse en una denuncia de la sociedad.
Son como la espuma que produce el jabón; donde existe una sociedad que no
funciona, allí hay gamines.
La palabra la tiene pues, una educación nueva, optimista.
Una educación dinámica, y sólida en sus planteamientos; en este sentido, son
hoy muchos los esfuerzos que se realizan para activar las estructuras positivas del ser
humano. Todas las ciencias se benefician del proceso.

231
Para nuestro caso, por ejemplo, ha sido muy benéfica la labor del doctor Luis
Enrique Caicedo que es hermano del creador de la sofrología. La importancia que
en su práctica da a la potenciación de los valores humanos ha logrado beneficiar a un
buen número de nuestros muchachos. Han aprendido con él, a través de sus sesiones
de relajación dinámica, desde las formas correctas de respiración hasta la manera de
programar el pensamiento para el logro de objetivos futuros.
Lo positivo es ciertamente un camino pedagógico mejor al tradicionalmente
practicado por los que fueron nuestros profesores.
Hoy es una corriente ampliamente difundida, aunque en la práctica pedagógica
no ha logrado penetrar como debiera.
Y demorará tiempo en lograrlo.
Lo cual es lamentable.
Debiera imperar el optimismo que se deriva de obras como “nacidos para
triunfar”.
Es algo que posee una fuerza mayor y reviste un encanto particular cuando lo
podemos afirmar de personas tan golpeadas como los muchachos callejeros.
Es necesario remover un estado de cosas ya muy arraigado.
Y equivocado.
La insistencia en lo exultante debería estar más presente.
Nosotros lo estamos intentando a través de las fiestas.
He notado una insistencia permanente en ello.
Constituyen la programación global del ambiente, el recurso por excelencia que
utiliza el Programa para educar. Frente a las permanentes decaídas de ánimo, muy
acentuadas en los muchachos que han carecido de afecto, el Programa ha desarrollado
un ámbito acogedor caracterizado por las fiestas. Ellas vienen a ser la coronación de
todo un período bien programado de actividades artísticas, recreativas, religiosas y
formativas, como quien dice, la plenitud del trabajo de una comunidad.
Muy agradable, por cierto.
Lo pretendemos al menos. Con las programaciones festivas cubrimos todo el año.
Ya en otro momento mencionamos las fiestas de pascua y Navidad. Cada bloque de
trabajo nuestro es un proceso hacia una exaltación jubilosa. Que nos permite volver
permanentemente sobre el gran desafío que planteamos a cada joven que llega a
integrarse a nuestra comunidad: cambiar, progresar, superarse.

232
Y si es con fiestas, qué mejor.

Un largo rato nos detuvimos todavía compartiendo inquietudes


en un restaurante del centro de la ciudad, mientras tomábamos
un refresco.

No es mi intención hacer el papel de abogado del diablo ahora que hemos


podido conocer, así sea en sus lineamientos generales, todo el plan de atención
al muchacho de la calle. Sin embargo, no quisiera omitir algunos comentarios
que me inquietan.
Es el momento de expresarlos.
Algunos se refieren a aspectos particulares y otros tienen un carácter más
general.
Sus observaciones son de gran ayuda.
Con respecto a La Once, me parece que no existe un sistema de información
mediante el cual la gran mayoría de los muchachos callejeros pueda conocer
el Programa y tener la oportunidad de ingresar a él. Los de la zona del centro
de la ciudad indudablemente que lo conocen pero no así las galladas de los
barrios, máxime se tiene en cuenta que el centro se halla cada día más vigilado
por la policía, lo que hace menos posible la presencia de los muchachos allí. Una
pregunta me surge a ese propósito: ¿qué porcentaje sobre el total de muchachos
de la calle representa el número de asistentes a La Once?
Por lo menos una tercera parte del total lo visita; otro tanto ha llegado en alguna
ocasión hasta allí y la mayoría ha oído hablar al menos de Bosconia. Sin embargo,
encuentro justa la observación. Es pertinente aclarar que desde hace diez años es el
centro de la ciudad el lugar de mayor confluencia de muchachos; luego ha tomado
matices diferentes con el surgimiento de otros polos de atracción par ellos en barrios
del sur o del noroccidente de Bogotá. Aunque no logra ser una acción que llega sin
excepción a todo lugar, la labor de los clubes callejeros lo pretende y en buena parte
lo logra; así mismo, las excursiones que realizamos a los lugares fuera de la ciudad y
en los cuales suelen participar un centenar o más de muchachos. Con frecuencia cada
excursión se especializa en un sector particular, digamos: galladas de los barrios San
Carlos y Santa Lucía, San Fernando y las Ferias, o Chapinero y el Lago.
¿Podría pensarse en la creación de varios lugares, estratégicamente ubicados
con las mismas características de La Once?
Sería de gran beneficio para controlar la expansión del gaminismo.

233
Que adquiere ribetes dramáticos como en el caso de la colegiala Martha
Helena que fue acuchillada en forma por demás altanera por un atracador de 16
años, cuya edad verdadera afirman es 14, muy en consonancia con la estatura
y semblante de un niño que difundió la prensa nacional. Y ahora, con mayor
énfasis, es oportuno volver a la afirmación que estos muchachitos no son malos
por naturaleza. Son más bien otras víctimas de una situación ya bastante cargada
de violencia.
Pero, en fin, refirámonos a otros aspectos. ¿No le parece que Bosconia por estar
situada en el corazón de una zona negra como suele decirse, puede, por su ubicación,
no resultar benéfica para aquellos jóvenes que empiezan un proceso de cambio?
Con algunos casos ocurre así. Le aseguro, sin embargo, que con la mayoría no. Es,
por el contrario, estimulante constatar que la fuerza del grupo resulta mayor que la
atracción callejera. Si un muchacho resiste allí, con mayor razón lo hará en ambientes
menos cargados de negativismo como los que el mismo Programa le va ofreciendo
luego al muchacho.
Lo considero un fogueo prematuro y difícil.
Justificado porque es allí donde el muchacho quiere estar al inicio. Sé de obras
que han fallado por pretender un alejamiento inmediato del medio que es la vida
misma del muchacho.
Voy a otro aspecto: el autogobierno en La Florida. ¿Cree que existe?
Como realidad humana que debe hacerse con el aporte de muchas voluntades,
veo que sí.
Son palabras de esperanza ésas. Permítame sin embargo que insista. ¿Lo que
existe es todo cuanto pudiera haberse hecho?
Los sueños van más lejos.
¿Demasiado tal vez?
El autogobierno es una ambición que hemos cultivado con un afecto único, en
ella nos hemos comprometido ardorosamente. Le aseguro que es una mina educativa
inexplorada. Nos agrada pensar que continuaremos en su búsqueda y ya se perfila su
presencia.
He planteado la cuestión porque aún se palpa, a mi manera de entender y con
los elementos de juicio de que dispongo, una imagen demasiado dominante de la
autoridad de los adultos. Si así fuera, el alcalde y sus secretarios lo que harían en
últimas sería continuar las líneas directrices de los responsables del Programa, y
todo el sistema de autogobierno tendería a ser más bien una artificiosa figura de
distracción para los muchachos.

234
Sus apreciaciones están apuntando a cuestiones que nos preocupan de veras.
Digo que ya se perfila un autogobierno real y auténtico y que ha tomado un buen
camino. El preguntarnos una y otra vez por la solidez del ideal de trabajo es fecundo,
sin duda. En otro momento sería muy conveniente realizar una conversación un
poco más extensa sobre algunos síntomas de madurez que percibimos; por ahora vale
la pena escuchar sus anotaciones.
Paso a señalar algo más. Es sencillamente admirable la personalidad que
manifiestan los jóvenes ciudadanos de La Florida y el ambiente comunitario,
“socializado”, en que ellos viven.
Sin embargo, en la práctica es artificial ya que es una experiencia que sólo se
puede vivir aquí en la Ciudadela. ¿En qué medida les están dando herramientas para
que cuando se encuentren en la realidad no sientan la frustración de un ambiente
completamente contrario al vivido?
No dudo que es un trabajo contra la corriente.
Siendo un poquitín ácido se podría afirmar que se trata de algo plausible
pero intrascendente.
¿Sería justo hacer lo contrario?
Alguien puede llegar a pensarlo.
Mal síntoma.
¡Lo cual no justifica lo contrario!
Ni lo niega. Vamos por partes. Los ciudadanos de La Florida viven un ambiente
de excepción, estimulante, cálido, cargado de amistosos reclamos comunitarios que
favorecen la solidaridad y la superación. Es de excepción el ámbito dentro del cual
se mueven. Pero es que fue de excepción su orfandad y su vida de vagabundos. Que
lo singular ahora sea su ambiente comunitario o socializado como dice usted, es
positivo. ¿Puede caerse en el error de los invernaderos? La amenaza es cierta y es
seguro que nos ronda de continuo.
Valga como inquietud.
Sería un desperdicio de energía y recursos no intentar algo distinto a lo existente,
¿no le parece?
Estoy con usted, pero querría señalar el extremo contrario.
Aceptamos la objeción; nos la hacen con frecuencia. Cada vez más pensamos
volcar la inquietud juvenil de los ciudadanos de La Florida hacia el ambiente exterior,
hacia sus barrios de origen, hacia ambientes más desprotegidos.

235
También lo he alcanzado a percibir y veo que una de las dificultades mayores
está en la capacitación, porque es lógico que no se trata de ir por ir, no basta la
buena voluntad y dos o tres palabras bondadosas. Se requiere un aporte mayor.
Veo también que la calificación de oficios que ustedes pueden dar debido a los
recursos actuales no es muy alta y no permite sobrevivir fuera de la Ciudadela
a alguien que carece de todo respaldo y ayuda. Se agrava aún más si nos
preguntamos por los mayores, por los que ya, se puede decir, concluyeron en
sana lógica su estadía en el Programa.
La industria, es la respuesta.
Bien; a propósito de ella surgen aún más inquietudes: es posible ligar
cuestiones tan complicadas como autogobierno y autogestión. Se entiende
que los muchachos van a producir, pero ¿quién va a dirigir y coordinar? ¿Ellos
mismos? No estarán en capacidad de hacerlo. ¿Los responsables del Programa?
Entonces no es autogobierno ni autogestión.
Nunca hemos subvalorado las dificultades.
Montar una ciudadela industrial que sea rentable como se pretende, es algo
que exige inversiones elevadísimas; además, estas inversiones comenzarían a
generar ganancias varios años después de la puesta en marcha del proyecto.
Son riesgos que actúan como estimulantes.
En la Ciudadela Industrial van a vivir los trabajadores que operan en ella.
¿Hasta cuándo? ¿Y cuando, como seguramente sucederá, empiecen a formar
sus hogares? Y yendo más adelante: cuando vengan los beneficios económicos
¿cómo se van a distribuir? Surgen asuntos de orden laboral muy novedosos. Si
los beneficios son abundantes, ¿querrán salir para que su lugar lo ocupe alguien
que viene con una capacidad inferior?
Una lluvia semejante de preguntas es beneficiosa. Muchas de ellas han sido
planteadas por nosotros desde hace varios años y su solución está en marcha. Nos
estamos haciendo ayudar de personas muy calificadas. Usted hace notar que surgen
preguntas novedosas que requieren respuestas adecuadas. Nuestra opinión es que
existen suficientes dificultades y perspectivas como para aceptar el desafío. Y la razón
mayor que nos impulsa a no desfallecer son los muchachos; ya nos han demostrado
que cuando se cree en ellos nos superan a todos.
¿Me permite una observación más?
Por supuesto.

236
El análisis del gaminismo, además de ser una cuestión compleja en sí misma,
se agrava aún más por la inexistencia de estadísticas, ¿no le deberían conceder
ustedes un poco más de atención a este punto de vital importancia?
Le acepto la insinuación. En un comienzo faltó más cuidado en la recolección
de los informes pero es que en aquel momento faltaban demasiados elementos
al tiempo; estábamos naciendo. Tenemos intención, sin embargo, de iniciar la
publicación del material de que disponemos que ya constituye un buen aporte a
un trabajo evaluativo; estadísticas e informes precisos existen, auque es necesario
sistematizarlos y ampliarlos aún más.

El tiempo había transcurrido sin notarlo, ya era de noche


cuando nos despedimos.

Ha sido un intercambio agradable de opiniones. ¿Cuándo podemos visitar la


Industria Juvenil?
De parte nuestra estamos a la orden.
Sería preferible pasado mañana.
De acuerdo.

237
Capítulo VIII

La Industria Juvenil
Con nuestros amigos emprendimos el viaje hacia las instalaciones
de la Industria Juvenil Bosconia. El día estaba espléndido.
Durante el camino realizamos un agradable intercambio de
opiniones.

¿Qué es eso de la Industria, de la Fundación?


Es la última etapa del Programa, la más importante por cierto, pues considero
que se podrá decir, usando la terminología de nuestros muchachos, que hemos
“coronado”, cuando la Industria sea una realidad.
¿Qué le hizo pensar en la Industria?
El convencimiento de que nada hemos hecho si nuestro joven no desemboca en
un trabajo real, satisfactorio y bien remunerado.
Perdone usted, pero me parece suficiente educarlos, capacitarlos; eso de
emplearse y capacitarse son tareas muy personales.
También yo creo que el empleo y el matrimonio son asuntos muy personales,
inclusive soy partidario de las teorías de Szondi quien afirma que estas dos decisiones
están muy condicionadas por el inconciente familiar: con todo, también creo que el
contexto social juega un gran papel.
Veamos...
En nuestro medio, conseguir empleo es un problema para el profesional, el
bachiller, el egresado del Sena y lo es mucho más para un “exgamín”.
Si desmejora un “currículo vitae” la falta de teléfono o una dirección que
corresponda al sur de Bogotá, qué decir de un candidato que haya sido gamín y
alumno de una institución de beneficencia y que además, a menudo, tiene muy
precaria “presentación personal” por su problema de desnutrición o sus cicatrices de
quemaduras, de peleas y de enfermedades.
Cierto.
La experiencia nos dice que el exgamín o no consigue empleo o lo pierde
rápidamente devolviéndose a sus andanzas; ahora, si dura en el empleo, su dinero se
convierte en vicios y su vida afectiva degenera en prostitución.
Me parece que usted exagera un poco.
En absoluto.
238
¿Entonces el trabajo de las instituciones en qué termina?
Esa es una pregunta bien importante: ¿hasta dónde llegan las instituciones?
Aún los más nobles propósitos se ven fallidos cuando un joven que con esfuerzo
ha logrado abandonar sus costumbres callejeras se ve enfrentado a la necesidad de
salir de la institución porque “se le acabó el tiempo”. Debe salir, pero ¿si no está aún
en condiciones de enfrentar la vida? En la mejor de las situaciones ha superado los
problemas más agudos pero su capacitación es mínima; basta ver los recursos con
los cuales cuentan las instituciones para entender que el muchacho no puede salir
técnico de nada. Agreguemos además otros factores: el breve tiempo de estadía allí
y el atraso del cual se ha partido: muchachos de 11 ó 12 años analfabetas, para no
mencionar casos dramáticos.
Pensar en instituciones bien dotadas es un sueño.
Ciertamente.
Algo puede hacerse.
Un muchacho no puede permanecer allí toda la vida, debe salir pero sale sin
defensas sólidas frente a la lucha por la vida.
La labor de seguimiento es indispensable.
De acuerdo, es indispensable como apoyo aunque lo verdaderamente irremplazable
es poder lograr el empleo bien remunerado que el joven necesita, porque si después
de tantos esfuerzos y promesas lo que les espera es el risible salario mínimo, prefiere
lógicamente devolverse a sus aventuras callejeras, mucho más lucrativas y menos
esclavizantes que el trabajo de jornalero.
Sin duda.
Por ejemplo, nuestro joven, aun en el caso de haber conseguido trabajo, tiene más
que otros el peligro de perderlo, primero por su inestabilidad emocional propia de un
niño muy lastimado afectivamente, segundo por ser muy sensible e irritable frente
a los malos tratos tan frecuentes en nuestros ambientes laborales. Él, como pequeño
oprimido que fue, siempre vejado y humillado, fácilmente vuelve a las reacciones de
antaño con las respectivas consecuencias, por demás justificadas.
¿Se trata pues de intentar una Industria que genere trabajo?
No sólo se trata de dar empleo de inmediato, se trata sobre todo de una Industria
Educativa. Me explico: creemos que es en la ocupación real, remunerada, donde se
pueden rectificar las nociones que del trabajo tiene el educando. Es forzoso hacerle
entender que el trabajo tiene desde luego aspectos económicos, técnicos, sociales
pero también psicológicos, morales. El trabajo es un gran medio para desarrollar y
enriquecer la personalidad, para alcanzar la plenitud de la alegría.

239
Una visión en grande, pues.
El trabajo es no sólo una obligación material, sino ante todo espiritual. La no
ocupación no es un fenómeno natural sino un hecho social propio de una sociedad
desorganizada, egoísta e injusta. No podemos por lo tanto resignarnos al desempleo,
y mucho menos al trabajo nocivo y explotador.
Me agradan sus apreciaciones.
Finalmente, se trata de despertar en el joven la obligación que tiene de realizar un
trabajo productivo.
El trabajo serio que produce la Industria es el gran reactivo que permite clasificar
y educar a nuestros jóvenes.
¿Reactivo dice usted?
Ante el trabajo, las respuestas son auténticas, no puede haber trampas: o se asume
con dignidad la vida trabajando o se opta por la desidia.
No lo dudo.
La misma capacidad de relación hay que medirla y mejorarla en el grupo de
trabajo, en la comunidad de trabajo; dígase lo mismo de las actitudes y de muchos
otros aspectos de la personalidad.
¿Usted cree que es posible con sus jóvenes, hacer una industria realmente
productiva?
Claro que sí. En los Pinos, Cuba, se volvió realidad el cultivo de 25.000 hectáreas
de cítricos gracias al trabajo productivo de muchachos estudiantes.
Yo estoy convencido de que nuestros jóvenes no solamente pueden ser excelentes
trabajadores sino pequeños empresarios que como socios integren un proceso de
autogestión. Así mismo, creo que en ese momento ellos como asistentes sociales,
agentes de cambio, promotores de comunidad, pueden acercarse al medio del cual
han salido, a sus familias, para catalizar un proceso de trasformación que va desde el
mejoramiento físico de la vivienda hasta la recomposición de la situación económica
y de las relaciones afectivas.
Nunca se ha creído posible la participación de un centro educativo en la
reconstrucción de los sectores marginados. Es urgente hacerlo; nosotros creemos que
los jóvenes, de haber una adecuada fuerza catalizadora, son capaces de autofinanciarse
e inclusive autoeducarse.
Un proceso a largo plazo.
Ni tan largo. Más bien se trata de un proceso que requiere en sí mucha fe en la
acción de los jóvenes, pero muy factible si se orienta bien la labor inicial. La ayuda

240
en nuestro caso debe ser muy fuerte en el inicio, luego, más adelante, la obra se debe
financiar sola.
¿Más adelante que significa en cuánto tiempo?
Cinco o seis años.

Estábamos en la vía que conduce de Fontibón a Corabastos;


una valla nos indicó: Industrias juveniles Bosconia. Ingresamos
a los predios en los cuales se veía un buen número de obreros
trabajando.

Pensé encontrar algo más modesto.


El proyecto que pensamos realizar es grande y el área de construcción va a ser
incluso superior al del conjunto que constituye La Florida. Como usted puede
apreciar, existen ahora cuatro pabellones enormes para talleres; están ya prácticamente
concluidos en obra negra, los servicios generales de administración y las pequeñas
casas de vivienda para los futuros trabajadores. Falta aún la construcción de un sector
más amplio de los locales para reuniones y actividades sociales.
¿Y la dotación?
Está en marcha. Como puede suponerse, los costos son muy elevados. Con la
ayuda de la Fundación Interamericana, quienes han constituido un verdadero apoyo
de la obra, poseemos ahora gran parte de la dotación de la Industria. Todo cuanto
usted ve es fruto de donaciones; de personas particulares de gran sensibilidad social
como es el caso de doña Soledad Rivas de Platin, de quien los muchachos de La
Florida guardan un cariñoso recuerdo pues fue una bienhechora que les brindó ante
todo una grande amistad. Es fruto también de donaciones hechas por personas e
instituciones extranjeras como la Misión Salesiana dirigida por el sacerdote Eduardo
Cappelletti, el gobierno de Holanda, Terre des hommes de Alemania, etc.
Veamos si estoy en lo justo. Toda la obra distrital que va hasta La Florida es
complementada con lo que estamos viendo.
Es exacto. La Industria Juvenil Bosconia es obra de la Fundación Servicio de
Orientación Juvenil que es una fundación civil privada, con personería jurídica,
que pretende fundamentalmente completar la capacitación técnica, la integración al
mundo del trabajo y la autogestión económica y social de los muchachos de la calle,
que después de estar dos o tres años en los Programas de Protección que el Distrito
de Bogotá les ofrece a través del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y de
la Juventud, salen “virtualmente” listos para emplearse y vivir dignamente.

241
Aquí sería oportuno volver a las consideraciones que hacíamos acerca de las
instituciones.
Un sistema educativo adecuado para muchachos como los nuestros es costoso;
además, la dependencia oficial lo hace bastante rígido. Nosotros consideramos
importante hacer notar que la coordinación de una entidad oficial con una entidad
privada que tenga en común el mismo fin, representan una situación ideal para realizar
un programa de promoción humana. Sobre todo si se requieren abundantes recursos
económicos y humanos, independencia ideológica y eficiencia administrativa.
La idea ha encontrado acogida a juzgar por la realización que vemos.
La escuela del trabajo es el camino lógico de educación, el trabajo es el secreto del
cambio de una persona. Al respecto, es bueno recordar la pedagogía de Blonsky para
quien el hombre verdaderamente humano se formaba a partir del enlace del trabajo
productivo con la enseñanza, con lo cual la fábrica vendría a ser el espacio educativo
verdadero y esencial para el hombre. Para él, una de las grandes preocupaciones era
cómo hacerle adquirir al niño el dominio de la civilización industrial moderna.
Pienso que no solamente atendiendo al caso de los muchachos callejeros sino
también teniendo en cuenta un campo más amplio, el énfasis en el trabajo es
necesario.
En países como los nuestros es una condición sin la cual nos alejamos de la
realidad. Nosotros creemos en una educación centrada en el trabajo.
La Industria Juvenil es una coronación auténtica del proyecto.
Nosotros pensamos que sí. Por otra parte, junto con la industria urbana está
surgiendo también una empresa agropecuaria.
¿Usted dice que además de este conjunto tienen un centro agropecuario?
Es una necesidad. Muchos de nuestros jóvenes, a causa del tiempo que han perdido,
no pueden alcanzar niveles de estudios muy altos. Ésta es una circunstancia por la
cual difícilmente podían integrarse a centros industriales urbanos con remuneración
satisfactoria.
¿Y el campo podría ser una solución?
Puede serlo, sobre todo, si se les ofrece una organización agrícola que les ofrezca
trabajo satisfactorio, vivienda, educación, adecuado nivel económico.
Piensan entonces en una solución radical.
Que exige la creación de un centro bien concebido científica, técnica y
económicamente. Es algo que ya está en marcha: contamos con un buen terreno y

242
estamos realizando los estudios pertinentes para descubrir un buen tipo de cultivo a
nivel industrial.
Es algo complejo.
Para acertar es necesario preocuparse también por otros proyectos como el de
motivación para ir al campo, el seguimiento de la vida afectiva del muchacho, la
educación permanente, la autogestión, la integración a la vida socioeconómica del
país, etc.

Fuimos recorriendo uno a uno los pabellones de la Industria


y examinamos la maquinaria; recorrimos así mismo las
construcciones destinadas a los servicios generales y a la
vivienda...La Industria era una realidad que permitía pensar en
realizaciones valederas. Así lo comentamos en el grupo cuando
nos disponíamos a salir.

La Industria ya no es un proyecto, es una realidad.


Ciertamente.
Y, ¿los muchachos?
Están ansiosos de participar en esta empresa que representa el último y mayor
desafío para nosotros y para ellos.

243
Capítulo IX

Un nuevo comienzo
¿Me decía que percibe síntomas de madurez en el sentido del ideal propuesto
por ustedes?
Ciertamente. Y vale la pena conversar acerca de ello porque en estos meses lo
estamos constatando.
Nos gustaría tener una información más amplia ya que son los brotes de la
cosecha, como nos decía usted en otra ocasión.
Le menciono tres hechos que nos estimulan bastante: las últimas recepciones de
muchachos, la experiencia de monitoras en el Programa y la actividad de Cali.
Vamos al primero.
El año pasado realizamos un nuevo concepto con la calle en forma ambiciosa.
Queríamos otra vez obtener el máximo de información acerca del mundo del
muchacho; era, en cierta manera, un esfuerzo por contrastar el Programa con la
realidad callejera del año 1979. Esto se logra permanentemente a través del Club de
Externos, es cierto, pero nuestro interés era reunir el mayor número de muchachos
de la calle, dialogar con ellos, realizar un balance de este mundillo bogotano y desde
luego, integrar al Programa un grupo numeroso.
Eran casi las mismas inquietudes que ustedes tenían al iniciar la obra.
Pensamos en hacer un censo lo más completo posible, de los muchachos callejeros
de Bogotá. En ese momento teníamos también entre manos preocupaciones muy
importantes: queríamos probar a los muchachos de La Florida; ¿nos ayudarían?
¿Lo harían con seriedad? ¿Ese grupo humano que constituyen los ciudadanos de La
Florida sí podría asumir una investigación que lo conduciría de nuevo a su antiguo
medio ambiente?
Venía a ser una experiencia de retroalimentación excelente.
Así la veíamos. Nos organizamos pues, con inquietud y esmero. Propusimos la
tarea al grupo y los muchachos mayores de La Florida respondieron afirmativamente.
Seleccionamos 211 ciudadanos.
Un número muy alto.
Queríamos cubrir un área amplia de la ciudad. Se organizó un curso de
capacitación para ellos: cuáles son nuestros objetivos, qué es una investigación, cómo
se realiza un trabajo científico, cuáles son las actitudes adecuadas e inadecuadas para

244
realizarlo, cómo vamos a relacionarlos con los compañeros de la calle. Fue alentador;
todos tenían gran interés en hacer una obra seria.
¿La dirección del trabajo estaba en manos de adultos especializados?
Personas muy hábiles en el manejo de recursos teóricos y también en la motivación.
El lema de la campaña era: “sólo los arriesgados conquistarán la tierra”.
Un auténtico desafío, pues.
El plan de actividades incluía una sectorización de Bogotá para llegar a las zonas
típicas del gaminismo y lograr una información completa. Se buscaba una labor
cuadra a cuadra. Para que el censo nos permitiera el máximo de confiabilidad se
determinaron tres tipos de salidas que por los horarios seleccionados durante la
misma semana abarcaban la actividad tanto diurna como nocturna de los muchachos
callejeros: una primera salida de los grupos de ciudadanos estaba encaminada a captar
el movimiento en las tardes; para ello trabajaron de 12 m. a 6 p.m. La segunda salida
por el contrario fue de mañana, desde las 12 a.m. a 1 p.m.; y la tercera desde las 9
p.m. hasta las 2 a.m.
Un cubrimiento casi total.
Eso queríamos.
En la práctica, ¿los ciudadanos cumplieron?
Cumplieron.
¿Todos?
Tratándose de adolescentes y jóvenes no faltaron los muchachos que se distrajeron
en otra actividad, es indudable.
¿No tuvieron ningún control al respecto? Lo digo porque era previsible esa
circunstancia, verdad.
Usted tiene razón en hacerlo notar: era previsible, y tomamos algunas precauciones.
El trabajo se realizaba por grupos; la evaluación comunitaria cada día lograba ajustar
bastante a los inquietos y distraídos; los resultados eran comparados y ponderados.
Y bien, ¿qué venía luego de identificar sectores y grupos callejeros con sus
características?
La intención era convocarlos a unas grandes jornadas en un lugar fuera de Bogotá.
Todo el trabajo nos ocupó la segunda quincena del mes de julio del año 1979.
Cuando ya se habían identificado los muchachos, los invitamos a un encuentro. Fue
algo verdaderamente conmovedor: cada ciudadano de La Florida se constituía en
padrino de uno o dos muchachos callejeros de su zona. La concentración del grupo

245
inquietó a los vecinos del sector donde nos reunimos; eran más de 600 muchachos
que corrían y gritaban.
Habían reunido algo así como la flor de la gaminería.
Y el estruendo que formaban los delataba.
¿De allí partieron al paseo?
Fuimos a Melgar. Nos prestaron una finca con instalaciones mínimas para
resguardarnos y un espacio amplio para actividades. Cinco días dedicamos al diálogo,
deporte, dinámicas grupales de integración, ejercicios para motivarlos al cambio.
Además, había ocupaciones muy prácticas como lavar la propia ropa o adecuar el
lugar para las comidas y dormida. Las campañas que organizamos incluían también
tareas tan concretas como saber realizar bien el aseo personal, desterrar las peleas,
declarar la guerra a los piojos y al desaseo.
¿Ustedes organizan equipos pequeños para dar responsabilidades?
Es lógico. Fueron coordinadas por el Alcalde de La Florida. Se constituyeron
comisiones de comida, de celaduría, de recreación, de primeros auxilios. Y un grupo
que siempre suele crearse en circunstancias especiales: el grupo disponible. A él se
integran los muchachos de más garra como se dice, dispuestos a colaborar en lo que
fuere necesario, así sea en horarios o circunstancias incómodas.
¿Son grupos constituidos por voluntarios?
Siempre.
¿En definitiva, los resultados fueron satisfactorios?
En muchos sentidos. Pudimos integrar al Programa 143 muchachos de la calle;
pudimos también recibir una retroalimentación altamente positiva a través de la
investigación. Y lo que es mejor, los ciudadanos de La Florida nos dieron la agradable
sorpresa de un trabajo en el cual la capacidad de diálogo y de observación, la actitud
serena y ética, la voluntad de servir y el optimismo fueron las notas dominantes.
¿El grupo que ingresó permanece?
Casi todo. Se han retirado unos 25. Es poco en realidad si se tiene en cuenta su
experiencia que oscila entre tres meses y seis años de calle. Además, muchos de ellos
necesitan de un segundo ingreso para estabilizarse en el Programa.
Lo veo razonable.
Cuando se acepta que el ingreso de un muchacho como el nuestro, a una obra
educativa, es voluntario, sucede que no todos quieren continuar con nosotros de
primer momento; lo curioso es observar que a la semana ya están a las puertas de
Bosconia solicitando el ingreso y pidiendo de nuevo “una oportunidad”.

246
Desde luego, educar no es cuestión de tocar a alguien con una varita mágica
y ya está. Lleva tiempo y supone altibajos en el proceso. Pero volvamos a la
conversación que traíamos. Pienso que los jóvenes mayores del Programa
recibieron también un gran impulso en ese contacto con la realidad que ellos
habían vivido.
Y aún los pequeños. Se afianzaron en su cariño por el Programa y en su deseo de
cambio. Es que resulta estimulante ver a los nuevos bosconianos defender su ingreso
ante solicitudes o reclamos contrarios. Una anécdota es muy representativa de ello.
Ocurrió en el segundo encuentro. Dos muchachos tuvieron una pelea bastante fuerte
y cruzaron puños y ofensas. Se les llamó la atención y el grupo estuvo de acuerdo
en que era una acción reprobable. Era un pleito sin final; como el intercambio de
acusaciones continuaba el grupo tomó una decisión: a cada uno le damos $100 y que
se vayan.

–Eso sí que no –respondieron ellos.


–$300 –replicamos.
–No nos vamos –dijo uno de ellos.
–¡$500 pues, y adiós! –manifestamos tajantemente.

Uno de los muchachos dudó un poco, pero al final estuvo de acuerdo con su
compañero en que no.

–Nos quedamos. Frescos, que con mi compañero vamos a


arreglarnos –expresó serenamente.
–¿Y los $500? –agregó el otro muchacho.
–Guárdalos por si otro quiere pelear. El Programa vale más –le
respondió el primero.

Al grupo que dialogaba en las oficinas de la dirección del


Programa se unían ahora ciudadanos de La Florida. Éramos ya
20 las personas allí. Después del saludo, volvimos al intercambio
de opiniones.

Usted hace un rato nos hablaba de que también el trabajo de monitorías que
se realiza en el Programa es muy significativo.
Nos entusiasma. Siempre nos ha preocupado que el muchacho no pierda de vista la
actitud permanente de servicio. Y con las monitorías tenemos en la mano un recurso
eficaz que por una parte nos permite continuar nuestro sistema de autogestión,
ajustándonos a las últimas insinuaciones psicopedagógicas, y por otra, favorece una

247
dinámica renovadora en el interior mismo del Programa ya que los monitores llegan
con entusiasmo y juventud a participar en la tarea educativa.
Pero vamos un poco más despacio. ¿Quién es un monitor?
Es un joven de La Florida que por su responsabilidad, conocimientos, excelente
conducta y voluntad de cambio puede realizar el trabajo de auxiliar en la labor
docente que realiza el Programa.
¿En qué campos específicamente?
En cualquiera de las áreas de trabajo o sea, en la vivienda, en los talleres o la
escuela.
¿Son muchos los jóvenes con las características que usted señala?
En el momento hemos seleccionado 53 monitores que pertenecen a los últimos
cursos de bachillerato.
¿A los jóvenes les agrada ser monitores?
Es una experiencia novedosa que está surgiendo rodeada de una gran expectativa.
Un monitor goza de prestigio.
¿Conlleva algún beneficio económico?
Ciertamente, aunque es algo ocasional y variable. Es un estímulo que no comporta
ninguna relación contractual o cosas por el estilo.
Me da un poco la impresión de que todo muchacho mayor queda de hecho
constituido de monitor. ¿Me equivoco?
El desarrollo lógico de la capacitación que ofrece el Programa conduce a ello;
en la práctica, sin embargo, se establecen exigencias que sólo permiten a un grupo
limitado constituirse en monitores efectivos.
¿Es una categoría más?
Es la mejor expresión de la ciudadanía de La Florida.
Lo veo optimista con la experiencia.
Lo estoy. Ahora mismo en La Arcadia, donde hemos concentrado el mayor
número, las actividades se han dinamizado con la presencia de los monitores.
Quiero expresarle una inquietud. Siendo así que los monitores no son ni
siquiera bachilleres, ¿no puede resultar contraproducente una capacitación
impartida únicamente por ellos?
Su inquietud tiene una fundamentación real, y sería equivocado en este momento
ceder todo el conjunto de la labor formativa e informativa a los muchachos. Ellos

248
son monitores, es decir, colaboradores de los educadores. Su acción se realiza con los
cursos de primaria.
Con frecuencia es más difícil trabajar a esos niveles.
Tiene razón; por eso mismo ser monitor es algo muy valioso para el Programa.
Tanto en la labor escolar como en las monitorías que algunos realizan en vivienda
y taller es evidente el beneficio para el ciudadano. Dirigir un grupo de compañeros
personaliza a quien lo hace. Es verdad eso sí que podemos pecar de ingenuos si
descuidamos profundizar los conocimientos que ellos imparten. Las dificultades en
cuanto a falta de claridad, poca profundización o carencia de recursos de dinámica
grupal en algunos es cierta; es algo que asumimos y se convierte en una urgencia
de capacitación para los monitores. Son razones que nos llevan a volver sobre
los lineamientos del curso de capacitación inicial que se les impartió: pedagogía,
psicología evolutiva, administración, métodos educativos, etc.
Yo veo las monitorías como un recurso excelente de maduración de los
jóvenes. A fin de cuentas es realizar con una actitud positiva los trabajos para los
cuales se van capacitando por la vida misma que llevan en el Programa.
Así es.
La inquietud que me vuelve de continuo es qué actitud van a tener cuando
el ambiente ya no sea tan propicio como el que se vive en todo el Programa;
cuando el ambiente sea contrario a sus aspiraciones.
Sigue siendo una de las preguntas que mayor expectativa despierta. Podemos
ampliar la conversación sobre ella. A mi manera de ver, un inicio de respuesta se da
ya en los muchachos nuestros que estuvieron trabajando en Cali.
¿Podemos hablar directamente con ellos?
Desde luego.
Pues me parece excelente.

En la reunión estaban presentes los muchachos que durante el


año 1979 estuvieron dirigiendo la casa Marcelino. Con ellos
conversamos.

Tenemos un gran deseo de conocer cómo se realizó la experiencia de Cali;


nos agradaría escucharlos brevemente acerca del inicio y desarrollo de sus
actividades en el Valle.
Bueno, a finales de 1978, el grupo de ciudadanos que estábamos en los cursos
superiores del bachillerato participamos, junto con los educadores, en un seminario

249
de capacitación que se dictó en La Florida; los temas eran interesantes: la filosofía
del Programa, la educación nueva, los métodos activos, fue algo que nos ilusionó
bastante.
¿Ya estaba seleccionado el grupo que viajaría a Cali?
Todavía no. Había sí mucha expectativa.
¿Cuándo conocieron los nombres?
En enero. En realidad, de acuerdo con lo que nos había hablado Javier, de que
se empezaría una obra semejante a la de Bogotá y que estaría en manos de nosotros,
pues nos entusiasmaba. Durante las fiestas de navidad del año 78, los comentarios
acerca de quién iría eran continuos en La Florida. Pero nada que nos decían. Vino
enero y dos días antes de partir, en una reunión muy solemne se aclaró el misterio:
éramos 11 compañeros. Esa noche hubo entusiasmo y alegría; estábamos contentos.
Nos sentíamos fundadores de un nuevo Programa y también un poquito preocupados
por la responsabilidad.
¿Ninguno desistió?
No, ninguno. Si era un honor pertenecer al grupo.
¿Se sentían preparados?
Pues, no mucho. Sin embargo, a nosotros nos parecía que con el curso que
habíamos hecho y con la vivencia del Programa que teníamos ya era suficiente para
realizar un buen trabajo. “Que nos permitan empezar y ya verán que sí podemos”,
eran nuestros comentarios.
¿La casa de Cali estaba dispuesta para atender de inmediato un posible
ingreso?
Claro que no, pero a nosotros nos habían dicho que los trabajos de arreglo eran
cuestión de un mes y listos.
Y, ¿así sucedió?
No, qué va. Si al llegar, la primera impresión fue desastrosa. Cómo sería que
cuando vimos la casa tan fea, y tan descuidada dijimos: “no, no puede ser”, y seguimos
adelante pensando que nos habíamos equivocado de dirección. Después, con pesar,
tuvimos que regresarnos. Pues sí, esa era la famosa casa.
¿Se desanimaron entonces?
La verdad es que sí, porque la idea que traíamos de Bogotá era otra. Nosotros
comprendimos que restaurar semejante esperpento llevaría varios meses. Luego, en la
reunión que hicimos el día siguiente tomamos las cosas con más clama y nos dijimos:

250
“Ésa es la prueba para saber si de verdad venimos como fundadores. De manera que
no nos rajemos”. Y fuimos saliendo adelante.
¿Cuánto tiempo llevó la reparación de la casa?
Ocho meses antes de que hubiera muchachos.
De manera que la primera actividad allí fue recuperar el lugar habilitando
las instalaciones.
Como en el grupo había compañeros con alguna preparación en mecánica,
soldadura, ebanistería, las tareas se repartían según esa capacitación. Elegimos como
jefe al compañero Carlos Jiménez porque él tenía habilidad para organizar asuntos de
construcción ya que había sido auxiliar de mantenimiento en La Florida.
Yo considero que desde luego ustedes trabajaron con entusiasmo para
corresponder a la confianza que les habían otorgado, pero que también el fervor
inicial debió ir bajando a medida que pasaban los meses.
Tiene razón. Los primeros días fueron hasta graciosos. Para nosotros fue una
fiesta cuando al empezar la reparación del techo bajamos la primera teja.
Y ¿luego?
Fue cambiando el panorama.
Seguramente hubo hasta disgustos. Me parece normal en un grupo de
jóvenes como ustedes que estaban al frente de una obra de importancia y que se
encontraban bastante solos.

Los muchachos se sonrieron con picardía como haciendo


memoria de escenas y controversias vividas. José tomó la palabra.

Para mí las principales circunstancias de conflicto se presentaron en las relaciones


entre nosotros y a causa de la libertad de que disponíamos.
¿Quieren explicarnos un poco?
Nosotros tuvimos dificultades por críticas de unos para con otros. Además,
como teníamos facilidad para disponer de nuestro tiempo no faltaban las ganas de
vagabundear también.
¿Lo consideran negativo?
Yo digo que fueron momentos de crisis. A pesar de los disgustos, nunca hubo
peleas o cosas así. Nos ayudó muchísimo el sentido de grupo y de reflexión que
traíamos de La Florida. Por ejemplo, cuando veíamos que las dificultades eran ya

251
muy notables pues pedíamos una reunión especial y allí nos decíamos las fallas
unos a otros. Salíamos un poco doloridos a veces porque la sinceridad duele, pero
también con la seguridad de que los compañeros nos iban a ayudar. Mejor dicho,
eran reuniones como de purificación.
Salían pues, transformados.
Logramos ser amigos en las buenas y en las malas; porque equivocaciones,
cometimos. Cuando el asunto nos superaba o no veíamos salida, pedíamos la ayuda
de personas que nos infundían el máximo respeto por sus criterios en educación y
por su actitud ecuánime.
Quiero volver al asunto de la obra misma. ¿En qué época empezaron la
actividad directa con los muchachos callejeros?
Nosotros desde la llegada a Marcelino nos mantuvimos en contacto con ellos,
pero la verdad es que sólo a partir del mes de junio las visitas a camadas y galladas se
hicieron más sistemáticas.
Procedieron de la misma manera que en Bogotá.
Nosotros nos propusimos ganarnos la amistad de los “parces” de Cali. En la
práctica, entendimos que había diferencias; en el lenguaje, en las costumbres, en la
manera de organizarse.
Usted ha mencionado “parce”; es algo así como el “ñero” de Bogotá.
Igual.
¿Por qué no nos señalan algunas diferencias entre los muchachos callejeros
de Cali y los de Bogotá?
En general, los caleños son más limpios, más abiertos, más exigentes también; a
mí me parece que consumen más marihuana y sobre todo bazuca.
¿Qué cosa es bazuca?
Son los residuos de coca que se mezclan con marihuana. “Embomban” a
cualquiera.
En efecto, debe ser más fuerte que el de la simple marihuana.
Y es también más costoso comprarla. Claro que les gusta mucho.
Pero bueno, siguiendo las características de los muchachos...
Las galladas suelen ser más numerosas que en Bogotá. Algo muy característico
que no conocíamos, es una forma de raponazo que consiste en colocarse en fila y salir
uno tras otro a la carrera, llevándose lo que encuentren al paso.

252
¿Difícil llegar hasta ellos?
Un poco. Nosotros tenemos aquí una grabación muy breve pero con sabor al
ambiente callejero que conocimos allí. Si gustan la escuchamos.
Encantados.

Rápidamente se hizo la instalación y de nuevo volvimos a


escuchar el lenguaje callejero con sus giros y expresiones
genuinas.

¿Qué tal estás?


“Ahí llevando del bulto”.
¿Cómo así?
“Ya lo ve, todo paspao. Si tuviera un destornillador sería otro cuento”.
¿Qué podrías conseguir?
“Bueno: espejos, copas, pasacintas”.
¿Es fácil venderlos?
“En la 16 sí. Pero si a uno lo coge la policía hay que darle el mitis”.
¿Cómo es la historia?
“Uno baja cargao y si el tombo lo pilla, uno tiene que quedarse quieto y entonces”.
¿Qué, cuánto le dieron?
“¡Tanto!
Y el tombo le pide a uno el mitis; claro que uno cambia el precio”.
Y ¿en qué gastan la plata?
“Cuando estamos hechos nos bazuquiamos”.
¿Cómo?
“Pues compramos bazuca. Se compra en la 12 y en la 14. Si uno se deja caer, lo
perjudican a uno. Lo llevan a Sucre; yo estuve cinco veces”.
¿De qué gallada eres?
“Yo, de la 6a; ahí me mantenía azotando la 6a.

253
¿Te va bien en el robo?
“A veces. Uy, el mes pasado robamos y marcamos como $4.000 cada uno. Allá en
el lote nuestro hacemos comida. Una vez robamos un poco de carne y la fritamos en
un tarro; quedó toda barrosa pero la comimos así”.
¿Usted pedía limosna?
“No, porque me da pena. Es mejor robar. Lo malo es que uno se mete en más
tropeles por eso”.
¿Fumas marihuana?
“Claro. La vareta es bacana. La que vende el paisa es buena; a $25, pero ésa sí es
varetísima; lo deja a uno bien”.
¿Y no te han cogido?
“Lógico. Una vez me les volé”.
¿Cómo te parecen las instituciones?
“Para mí todas son peores”.
¿Conoces otras galladas?
“Sí, tengo amigos en la gallada de la 14, en la del rincón marino, en la del estadio,
en la de Santa Helena. Eso hay hartas”.
¿No pagas hotel?
“Yo no. Esa plata más bien me la gasto en vareta”.
¿Quién vende?
“Por ahí. Yo también un tiempo estuve vendiendo, pero fue más lo que fumé que
lo que vendí”.
¿Sabes donde queda Marcelino?
“Sí, donde los rolos”.
¿Los conoces?
“Una vez estábamos en los bloques, llegaron esos manes en una lancha y nos
buscaron el ‘hablao’. Que qué hay, que si nos gusta jugar. Claro que uno al comienzo
se marea. Daban cigarrillos, uno feliz. Siguieron viniendo; la gente se asustaba al ver
que a los gamines les llegaba gente de camioneta. Así los conocimos”.

254
La conversación con los muchachos de La Florida que iniciaron
en el trabajo en Cali presentaba las inquietudes de ellos, sus
sueños, su manera de repetir la experiencia vivida. Ahora volvían
las preguntas.

¿Y por qué razones fueron a Cali?


En la decisión intervinieron varios elementos: las invitaciones permanentes y
cordiales que nos presentaron, el deseo que siempre hemos tenido de colaborar con
quienes se dedican a la misma tarea, la confluencia de circunstancias favorables que
aparecieron a través de la colaboración de amigos nuestros y sobre todo la posibilidad
de ofrecer trabajo a los muchachos mayores de nuestro Programa.
Fue una coyuntura especial. ¿Y a nivel económico?
Debo manifestar que en la decisión de realizar el trabajo en Cali influyeron más
razones de fe en la Providencia que motivos económicos. Allí se preveían desde el
inicio las precariedades que acompañan el surgimiento de obras semejantes. Varias
personas, sin embargo, con su entusiasmo, desinterés y ánimo de servicio hicieron
posible nuestra presencia allí; entre ellos, Paulina Molina, Mariela Prada y el doctor
Luis Alfonso Gómez, secretario de Agricultura del Departamento. Ellos desde un
comienzo, con un fervor envidiable, se dieron a la tarea de obtener los recursos
y la infraestructura mínima para realizar una obra a favor de los muchachos, que
respondiera a los mismos criterios del Programa Bosconia-La Florida de Bogotá.
Actualmente la obra es sostenida totalmente por el ICBF del Valle.
¿El planteamiento venía a ser el mismo de aquí?
En lo esencial sí, por ello veíamos la conveniencia de tener dos casas: una que
realizaran las actividades del Club de Externos, y otra que fuera el lugar de residencia
permanente. Así fueron surgiendo Marcelino y Bosconia de Cali.
¿Tuvo eco la iniciativa?
Muchísimo. Es encomiable la actitud de colaboración asumida por personas
como doña Cecilia de Arizabaleta, esposa del Gobernador del Valle; doña Myriam de
Escobar, esposa del Alcalde de Cali; el doctor Alfredo Herrera, director seccional del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y muchas personas más.
Un Programa que nació con muy buenos augurios.
Así es.
¿Se piensa llegar a tener talleres allí?
Es necesario lograrlo; urge organizar talleres que permitan pronto un trabajo
remunerado y urge también tener un plan de alfabetización muy ágil en la metodología
y muy adecuado en los contenidos.
255
¿De parte de los muchachos ha habido aceptación?
Muchísima. Hoy ya son un centenar los que reciben atención completa en la casa
Marcelino. Después de haberlos conocido en la calle y en el Club de externos de
Cali, les planteamos a los primeros un auténtico desafío: ir al Puracé; allí se probaría
la decisión de cada uno.
¿Se refiere usted al volcán del Puracé?
Sí. Es un lugar de difícil acceso por el frío y por el ascenso que es necesario realizar.
Fue algo que caracterizó al grupo y permitió establecer categorías de muchachos.
Ellos hablaban de los que lloraron y los que no lloraron en la expedición al Puracé.
En realidad, a los muchachos se les presentó la ocasión de probar la calidad de
palabra que daban. Habían estado ya un tiempo suficiente en el Club de Externos y
eran los candidatos que pedían el ingreso definitivo. Ir al Puracé era la prueba clave.
Las circunstancias que rodearon la experiencia le dieron características de leyenda.
Para los caleños, acostumbrados al clima ardiente del Valle, constituía un verdadero
desafío ascender a una montaña de nieve en un día lluvioso, con bajas temperaturas y
una neblina espesa. Álvaro, el más pequeño, aun hoy sostiene que para poder ingresar
a Marcelino él tuvo que ir hasta las nubes.
La idea entonces era provocarlos, desafiarlos.
Hacerles ver que cambiar de vida es algo que rompe todos los moldes de
comportamiento, es volver a nacer. Y un muchacho no aprende con teorizaciones.
¿Cómo ocurrió aquello?
El ascenso fue penoso. Sin embargo, la motivación que traían y el entusiasmo
de los educadores hicieron que el grupo se decidiera a participar en la aventura. El
fervor del equipo dirigente era contagioso, pero apenas con dificultad lograba vencer
el desaliento general.
A medida que el frío se hacía sentir con mayor fuerza, era también mayor la
resistencia a seguir adelante. Ya no era suficiente decir que los valientes continuaban:
nos llovían toda suerte de improperios: “esto es un castigo”, “que me devuelvan”, “yo
me voy a morir”, “se me está entiesando el corazón”.
Una expedición desafiante de veras.
No se logró alcanzar el sitio que se pretendía a causa del mal tiempo reinante. Sin
embargo, se llegó hasta un lugar muy próximo; fue un triunfo hacerlo. Para muchos
del grupo, sus educadores querían “matarlos”, otro en cambio para ponderar lo difícil
que había sido llegar a la altura decía: “eso es muy duro, fíjese que le salía a uno humo
de la boca sin estar fumando”.

256
Y tras el esfuerzo físico...
Vinieron los diálogos de fondo valorando el cambio de vida que significaba el
ingreso a Marcelino. Estaban felices y con el mayor desparpajo formulaban toda
clase de promesas: “si me reciben yo le regalo un bizcocho”, otro tratando de ser más
adecuado prometía una corbata; sin embargo, no faltó el pequeñín que de manera
conclusiva dijo: “si me reciben yo les digo ¡gracias!”.
¿Alguno se arrepintió después?
Los que participaron en el ascenso ingresaron a Marcelino. Se sentían felices al
llegar a la casa que los recibió con música y alegría. Como manifestaba Antonio:
“nos sentimos nuevazos con la ropa que nos dieron”. Ahora se consideraban hombres
superiores, capaces de superar cualquier obstáculo.

En la pequeña oficina de la Dirección del Programa Bosconia-


La Florida, Javier, Irenarco, Camilo, Jorge, los educadores que
allí se encontraban, y los muchachos intercambiaban con los
visitantes los últimos comentarios.

Seguiremos visitándolos con frecuencia.


Nos darán una alegría inmensa.
Ahora más que nunca seguiremos con atención los rumbos que vayan
tomando sus trabajos, con seguridad nos darán agradables sorpresas.
Vuelvan, necesitamos muchos amigos. Ya se han podido dar cuenta de la vida que
llevamos.
Sin duda habrá siempre dificultades y fracasos, pero a mi manera de ver
se trata de buscar infatigablemente que en ese forcejeo de fuerzas que lanzan
hacia adelante y que retienen, sea siempre mayor el impulso que la inercia. Los
motivos de aliento tienen rostro de jóvenes como los aquí presentes, ¡qué mejor
razón para continuar!
Es cierto.
Pienso que cada muchacho que cambia un poquitín es un argumento para
seguir.
No lo dudo un instante. Y tal vez nada representa mejor esa semilla de inquietud y
de educación nueva que hemos querido sembrar que las palabras de uno de nuestros
jóvenes. La anécdota merece recordarse.
El año pasado tuve ocasión de viajar con seis ciudadanos de La Florida a
Estados Unidos; íbamos invitados por la Fundación Interamericana. Estuvimos en

257
Washington, Nueva York y Denver con el objetivo de participar en diversos foros y
conversaciones con directores de obras de rehabilitación, con jueces menores, con
asistentes y trabajadores sociales, en fin, con personas dedicadas a laborar en este
mismo campo de la educación en Norteamérica.
Las personas que encontramos en nuestra gira quedaban sorprendidas al ver a
los muchachos, y les resultaba difícil creer que habían pertenecido a tan mentado
mundo del gaminismo.
Los ciudadanos de La Florida dieron razón de su experiencia con propiedad y
aplomo. Fue ejemplar su actuación. Lo ilustra magníficamente la respuesta dada en
Nueva York a las palabras de uno de los jueces norteamericanos que intervenían en
el simposio.
Él, una persona ya madura, muy dueño de sí mismo y con alarde de experiencia
afirmó: “está demostrado que tratándose de muchachos difíciles, con la bondad se
logra muy poco”.
Luis Moreno, el simpático “Pulga´rrecha”, ahora ciudadano del Programa estaba
allí; gracias a los servicios de traducción simultánea intervino de inmediato para
responderle: “pero ¿no se ha puesto a pensar usted en que con los golpes se ha logrado
mucho menos?”.

258
Cuarta parte

Rupturas y consignas
Capítulo I

Rupturas respecto a los modelos clásicos de reeducación


Germán Mariño

En el documento, a propósito de cada categoría, aparece primero la caracterización


del Programa Bosconia-La Florida y, a continuación, series de rasgos donde se
contrastan éste y los programas clásicos. Los círculos negros muestran los rasgos
donde se considera existe una “ruptura”. Los círculos punteados se colocaron donde
consideramos que los programas no han adoptado por completo el rasgo.
Se entiende por programas clásicos, aquellos programas que funcionaban
(desafortunadamente muchos todavía funcionan), cuando Javier De Nicoló
empezó su trabajo. Hay que anotar que actualmente los funcionarios de la División
de Rehabilitación del ICBF realizan esfuerzos para eliminar la enorme carga que
heredaron del Ministerio de Justicia. Además, es importante anotar que en las
Instituciones de Administración Directa, se han logrado notorios avances. La
circunstancia de haber trabajado durante dos años en el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar, me ha permitido constatarlo.
Tuve también la oportunidad de trabajar durante cinco años en el Programa
Bosconia-La Florida y creo que una de sus hipótesis iniciales de trabajo, es la de crear
un modelo alternativo en la educación especial. Para comunicar y expandir dicha
alternativa se elaboró este documento.

260
Nombre de las casas
– Usa criterios que no degradan ni señalizan a los muchachos.2

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Describe objetivo3

Lleva el nombre del fundador4

Lleva el nombre de Santo5

Lleva el nombre de asociación6

Otros criterios, por ejemplo, ubicación7

2
Un muchacho que pasa por una Institución con un nombre como: Amparo de, Centro de
Reeducación..., o Casa del Gamín, queda “marcado”.
Algunos de esos nombres además son degradantes: Centro de Recibo y Entrega de Menores, Hogar de
la Madre Soltera...
Los nombres de las casas del modelo “De Nicoló” utilizan criterios como:
– Ubicación de la casa. Ejemplo: La Florida-Camarín.
– Rescate de valores nacionales. Ejemplo: Chibchalá.
– Características del modelo. Ejemplo: Liberia, que significa la casa de la Libertad.
3
Ejemplos: Centro de Observación, Casa del Pospenado.
4
Ejemplo: Rudecindo Soto.
5
Ejemplos: María Oviedo, Bosconia.
6
Ejemplo: Club de Leones.
7
Ejemplos: La Florida, El Camarín, Industria Juvenil.

261
Supuestos
– Es posible realizar el cambio de los gamines a través de un programa
educativo.
– El muchacho no es un enfermo mental.8
– Debe respetarse la libertad del muchacho.
– La causa esencial del gaminismo es la estructura social.9
– No debe ser un programa paternalista.10

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

El muchacho es un anormal
Psicológico
El muchacho no es anormal

El muchacho debe ser encerrado

Debe respetarse la libertad


Social
El estado debe asumir una función
paternalista.
Al muchacho no se le regala nada.
La causa esencial del gaminismo es la
Etiología descomposición de la familia
La causa esencial es la estructura social

8
Estos presupuestos significan una ruptura con los enfoques clínicos y punitivos los cuales se reemplazan
por un enfoque educativo.
9
La descomposición de la familia es solo la causa inmediata aparente.
10
Las instituciones son asistenciales. En este modelo no se regala nada; todo debe pagarse con el producto
del trabajo. Más aún, en la fase final del Programa convierte al muchacho en socio de una industria.

262
Propósitos
– Promover integralmente.11
– Inserción crítica en la sociedad.12
–Crear un modelo alternativo en la Educación Especial.13

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Reformar14
Promover
Integración
Inserción crítica

11
El verbo “promover” contrasta con los propósitos clásicos formulados con verbos como “reformar”,
“reeducar”.
12
No se trata de integración a la sociedad, sino de inserción crítica; es necesario formar personas que
contribuyan a transformar esa sociedad que generó al gamín.
13
Javier De Nicoló fue el capellán de La Treinta pero se dio cuenta de que dentro del sistema existente
no se podía hacer mayor cosa. Y vio como único camino crear un nuevo modelo. El modelo no sólo
está operando en el Programa Bosconia-La Florida sino que comienza a reproducirse en otros proyectos,
incluso en instituciones en marcha. Desde este punto de vista ha cumplido su propósito.
14
De ahí el nombre de reformatorio.

263
Diseño y utilización del espacio
– Utiliza varios espacios que varían su ubicación y distribución en consonancia
con el objetivo de las diferentes etapas.15
– Crea baños que poseen simultáneamente control y privacidad.16
– Elimina la construcción que gira alrededor de un patio.
– Crea espacios con “paredes de vidrio” para obtener gran luminosidad.
– Elimina el recubrimiento de paredes con pintura y tiende a sustituirla con
mosaico y ladrillo, para lograr mayor conservación y mejor presentación estética.
– Programa el medio físico como “agente educativo”.17
– Diseña o adapta los espacios de los dormitorios para pequeños grupos.

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Un solo lugar
Número de Dos lugares
plantas físicas
Más de dos lugares
En ollas18
Ubicación En la calle
Fuera de las ollas
Sin adecuación
Tipo de
construcción Remodelación
Específicamente para obra educativa
Alrededor de un patio19
Distribución
Varios centros

15
Se empieza trabajando en “campo abierto”, en la calle, se sigue en casas ubicadas en las ollas y se
termina en zonas campestres.
16
Para ello se utilizan en las primeras etapas paredes de mediana altura con un diseño en doble “T”,
lo que obvia la necesidad de puerta. El diseño evoluciona hasta un baño sin “T” y con puertas cortas.
17
Unos ejemplos de ello los constituyen los jardines y la utilización de los pisos con juegos y consignas.
18
Zona de compra-ventas y prostíbulos.
19
La “institución gira alrededor de un patio”.

264
Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Encerrado20
Apertura
Abierto
Arriendo
Propiedad
Propiedad
Unifuncional21
Grandes locales
Multifuncional
Baja
Luminosidad
Alta
Con pintura
Recubrimiento Mosaicos
de paredes
Ladrillos
Dimensión Masificada
dormitorio Grupal
Sin control
Controlado
Baño
Sin privacidad22
Con privacidad y control

20
Los espacios son diseñados como para “cárceles” con muros para cerrarlos y evitar las “fugas”.
21
Por ejemplo: la Iglesia.
22
Para evitar la falta de control causada por baños con puertas “de piso o techo” en muchos lugares se
resolvió sencillamente quitarles las puertas.

265
Manejo de los tiempos

– Fija el tiempo de permanencia en término de las características del muchacho


y no de la ley.
– Aumenta el tiempo promedio de permanencia en la “institución”.23
– Aumenta la duración del contacto educador-muchacho a medida que avanzan
las etapas.24

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Duración del Única (igual)


contacto Diferenciada según etapa
De acuerdo con la ley
Fijación de
permanencia De acuerdo con características del
muchacho
Tiempo total 2 años
promedio
previsto Mayor de 2 años

23
Por esta razón a veces se le tilda de propiciar la “institucionalización”. Pero esto se desvirtúa si se tiene
en cuenta:
a. La edad de ingreso es inferior a la de los centros de rehabilitación en dos años, allí están muchachos
de 12 a 16 años; en el modelo De Nicoló hay a partir de los 10 años.
b. Los niveles de capacitación esperados son mucho más altos que los clásicos.
c. La familia del gamín no puede prestarle la ayuda necesaria debido a su descomposición.
24
Va desde unos minutos, por ejemplo, cuando se visitan “camadas” de noche, hasta las 24 horas del día.

266
Desplazamiento del muchacho

– No se deja “quieto” sobre todo en las primeras etapas.25


– La frecuencia y la distancia disminuyen, pero no terminan, a medida que avanza
el proceso.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Ninguna
Frecuencia Poca26
Mucha
Nula
Distancia Pequeña26
Grande

25
En la etapa Bosconia por ejemplo, el muchacho estudia en La Arcadia, cerca de Funza, se capacita
en Chibchalá, ubicada en el barrio 20 de Julio al sur de Bogotá y duerme en Bosconia que queda en el
centro.
26
Existen en ocasiones desplazamientos pero únicamente desde los centros de observación a los de
rehabilitación.

267
Sistemas de ingreso
– Se da progresivamente.
– Es voluntario, no interviene el policía ni el juez.
– El educador conoce al muchacho compartiendo con él en la calle.
– El educador en la fase de Operación Amistad, es “neutro”.27
– Utiliza “rituales”.28
– Antes de entrar un grupo, se realiza un gran paseo.
– No existe reseña de ningún tipo y menos dactiloscópica.29
– Se realiza dentro del medio ambiente del muchacho.30
– El muchacho para entrar, debe insistir en varias ocasiones.31

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Castigo32
Motivación
Premio
Toma de Forzado
decisión Voluntario33

27
En el patio de La Once, por ejemplo, el muchacho le puede dar a guardar a un educador, objetos
robados o marihuana; el educador los guarda y después se los devuelve.
28
El ingreso al Programa es un verdadero “bautizo”, se nombran padrinos, se establecen compromisos
mutuos, se entregan unos zapatos nuevos como símbolo de un nuevo camino y en ocasiones hasta
queman las ropas viejas y la marihuana para “romper” con el pasado.
29
Es cierto que al muchacho se le saca una fotografía para el carnet de ciudadanía pero no es al ingreso
y es completamente voluntario. En el sistema clásico como lo estipula el Artículo 650 del Código de
Procedimiento Penal en su aparte “Juicio ante los jueces menores”, Decreto No. 409 del 27 de mayo de
1971, dice: “Cada menor tendrá en el juzgado una ficha. En ella figurarán el retrato y las impresiones
dactiloscópicas”.
30
De ahí la movilidad de los clubes callejeros y la ubicación de las primeras casas en ollas.
31
El muchacho es el que pide entrar o como dice Irenarco Ardila, el subdirector del Programa, el
muchacho debe “pedir y repedir”.
32
Llega por “cirilo” o por “de malas”, porque se dejó coger.
33
Existe una consigna que sintetiza esto, dice: al Programa es muy difícil entrar pero es muy fácil salir.

268
Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Juez-policía
Personas Defensor
intervinientes
Muchacho-educador
Juez o defensor
Ubicación
Educador
Inmediata
Duración
Progresiva34
Edad: 12 a 16 años
Edad: 10 a 16 años
Usuarios
Heterogeneidad35
Homogeneidad
Reseña dactiloscópica
Reseña fotográfica
Sin reseña de ninguna clase
Proceso Con “audiencia”36
Sin “audiencia”
Con ritual
Sin ritual
Síntoma negativo
Reingreso
Síntoma positivo37

34
El ingreso total depende del muchacho; el tiempo puede oscilar entre 2 meses y 6 meses.
35
Se mezclan los muchachos de protección con los de reeducación y los gamines con los no gamines.
36
Hay audiencia según el Artículo 636, aunque el menor no debe asistir a ella.
37
Una consigna que existe lo sintetiza. Es posible que un muchacho entre y salga varias veces del Pro-
grama y que eso sea en algunos casos lo conveniente.

269
Criterios de selección
– Es exclusivamente para gamines entre 10 a 15 años.38
– Se da prioridad a los más necesitados.39
– En la selección participan los educadores, algunos de los cuales son exgamines.
– No es motivo de rechazo que el muchacho fume marihuana, es más bien un
“requisito” en la medida en que esto es casi una característica del gamín.
– Se seleccionan sólo aquellos muchachos que manifiestan gran deseo de ingresar
y a los cuales se les ha comprobado un tiempo mínimo de seis meses de vida en
la calle.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La
clásico
Florida

12 a 16 años
Edad
10 a 16 años
Características Grupos heterogéneos40
del muchacho Únicamente gamines
Personal Juez-policía
interviniente Educador41
Captura42
Requisitos
Que el muchacho pida entrar

38
Se entiende por gamín básicamente el muchacho que ha “roto” con su familia y pasa las 24 horas del
día en la calle.
39
Los más necesitados porque existen algunas obras que sólo seleccionan los muchachos, más “suaves”,
es decir, sin defectos físicos, sin problemas de salud, sin mayor agresividad e incluso que no sean feos.
En el Programa los únicos muchachos que no tienen cabida son aquéllos con un evidente y marcado
retraso mental (los que son un porcentaje muy pequeño).
40
Muchachos de rehabilitación en los cuales hay algunos gamines.
41
Entre los cuales se encuentran algunos exgamines.
42
El que se deja “agarrar” de malas.

270
Características del egreso
– Tiende a dar capacitación académica y técnica de alto nivel.43
– Lo vincula a una industria Juvenil como socio.
– El muchacho puede retirarse libremente cuando lo desee o puede ser retirado
por la comunidad educativa.44

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Nivel de Bajo
capacitación
esperado Alto
Imprevista
Planeación Por iniciativa de educadores
(grado) y / o directores
Vinculación Programada
Mercado de trabajo
Sector Industria Juvenil o granja
agropecuaria de autogestión
Juez
Decisión Muchacho
Comunidad educativa

43
Los sistemas clásicos le dan una capacitación por ejemplo, en zapatería para los muchachos y, servicio
doméstico para las niñas.
El modelo De Nicoló rompe con este postulado argumentando que si los niveles de capacitación
no son tal altos, el muchacho fácilmente reincidirá, pero esta vez no como “raponero” sino como
“apartamentero”.
44
La “expulsión” de la comunidad educativa se ve clarísima sobre todo en la fase de autogobierno.

271
Estrategias generales
– Gradualidad.45
– Desmasificación.46
– Creación de un mecanismo para que el muchacho participe en la programación,
ejecución y evaluación de las actividades.
– Utilización del “Método de Impacto”.47

45
Javier De Nicoló explica este aspecto con una analogía muy simpática.
Algunos creen, dice, que como el “gamín” ha comido mal durante años, lo que hay que hacer es sentarlo
en una mesa y servirle 40 libras de carne, 100 botellas de leche y 2 bultos de papa. Pero así no obviamos
la desnutrición, sino que lo matamos.
A nivel educativo algunos creen que un muchacho que vive como “le da la gana”, puede de la noche a la
mañana, someterse a un horario, usar cubiertos, vestirse correctamente, dejar de robar y hasta cambiar
de vocabulario.
Para obviar esta “ingenuidad” pedagógica, el modelo está programado para realizar una “desadaptación”
gradual.
Algunos ejemplos de ello lo proporciona la siguiente escalera.

Bosconia
Liberia
Club callejero
Visita a camadas

Espacio de acción Calle Parques, Casa Casa


alrededores
Duración de
interacción
Media hora De 3 a 5 horas De 8 a 10 horas 24 horas

Hora de la Entre 10 p.m. y Día Noche Día-noche


interacción 12 a.m.

46
Un ejemplo de la masificación nos lo dan los dormitorios de las instituciones clásicas donde en un
salón duermen 60 ó 80 muchachos.
Un ejemplo de desmasificación “natural” lo presentan las mismas organizaciones callejeras, donde la
gallada (que opera de día) está compuesta por lo general de 2 a 4 miembros y la camada (que opera de
noche) tiene un máximo de 15 miembros. El modelo De Nicoló recoge este valor de la organización
callejera y crea “clanes” (dormitorios) también en un máximo de 15 componentes.
47
Se utiliza para romper las formas ordinarias de enfrentar los problemas, es la “táctica del escándalo
sorpresivo”. Un ejemplo típico es el siguiente:
Al comienzo los muchachos desperdiciaban mucho papel higiénico y uno de ellos llegó a echar un rollo
completo en la caneca de la basura. Javier De Nicoló reunió entonces a los muchachos, sacó un billete de
$200 y lo quemó, a continuación sacó el rollo de papel higiénico y les dijo: lo que yo hice con el billete
es lo mismo que ustedes a veces hacen con el papel; y se fue.

272
– Trabajo con base en metas a lograr en pequeños plazos; éstas pueden ser la entrada
para obtener una nueva meta o constituirse en un fin en sí misma.48
– Utilización de los valores de la subcultura callejera.49
– Ambiente lúdico y variado o intenso.50
– Clima afectivo a través de la amistad que se consigue al estar con el muchacho
permanentemente.
– Continuum educativo día-noche.51
– Integración del muchacho al trabajo productivo.
– Planta física excepcionalmente limpia.52
– Utilización del medio físico como recurso.

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Uso negativo
Utilización del
medio físico Lo usa en forma positiva y planificada
como agente educativo
Monótonas
Actividades Pocas y de baja intensidad
Muchas y de gran intensidad

48
En el patio de La Once, una meta puede ser solicitar atención odontológica, lo que puede ser un
fin en sí mismo o servir de eslabón en la Operación Amistad. Un paseo a Monserrate puede ser otro
ejemplo. El muchacho que asiste a él puede no acercarse nunca más al Programa y, sin embargo, alcanzó
su objetivo.
49
Esa recuperación crítica de la subcultura callejera se ejemplifica en aspectos como número de
integrantes por dormitorio, utilización de rituales (la fumada de la marihuana en la calle es un verdadero
rito, ver al respecto el estudio sobre camadas de Isabel Sarmiento), elección de jefes, sometimiento a
leyes creadas por los mismos sujetos, inmediatismo en la consecución de metas.
50
La calle es una “fiesta”; el Programa, dado que es de puertas abiertas, debe ser, como dice Irenarco
Ardila, el subdirector, un “mano a mano” con la calle; por eso creó un ambiente lúdico, variado e
intenso. Si no fuera así, el muchacho desertaría inmediatamente.
51
En la institución, la “noche” no es considerada instancia educativa, lo único que se hace es “guardar”
a los muchachos (una prueba de ello es que para la noche los cargos que existen son los de “vigilantes”)
Por ejemplo, en el programa para los muchachos entre 16 y 18 años de La Modelo, donde no hay
inconveniente en que los muchachos tomen su última comida a las 5 p.m. para después encerrarlos en
un “dormitorio” hasta las 6 a.m.
52
Por ejemplo el uso planificado de flores y jardines.

273
Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Sin gradualidad
Procesos Con gradualidad operativa53
Con gradualidad teórica54
Masificado
Individualizado
Relación Miedo
muchacho- Indiferencia
Ambiente educador Amistad
humano El muchacho “obedece”
Participación El muchacho participa
del muchacho cada vez más hasta
llegar al autogobierno y
cogestión
El muchacho de noche es “guardado”
por un vigilante
La noche (vivienda) es un ambiente educativo
Al interior del Programa trabaja con base en pequeñas
metas
Al interior de las instituciones, las metas demoran mucho
tiempo en lograrse
En relación a Deja operar los antivalores de ésta en la
la subcultura institución55
callejera Elimina los antivalores e integra los valores

53
El Artículo 635 del Código citado dice: “Cada Juzgado de menores dispondrá de una casa de
observación cuya finalidad no es corregir al niño sino estudiarlo […] por un término de 90 días”. Sin
embargo, en muchos lugares o no existe la casa de observación, o funciona en el mismo programa con
reeducación y donde existe, los muchachos pasan un promedio no de 90 días, sino de 6 meses.
54
Por etapas, por pasos. El modelo De Nicoló es como una “escalera”.
55
Por ejemplo la “ley del silencio”.

274
Estrategias escolares
– Recibe y promueve muchachos en cualquier época del año.
– No utiliza calificaciones, promueve con base en objetivos.
– Es semiindividualizada y respeta los diferentes ritmos de aprendizaje.
– Tiende a elaborar sus propios materiales didácticos y crear su propia
metodología.56
– Tiende a integrarse con el taller y la vivienda.
– Es más rápido que la escuela tradicional. Posee menor intensidad horaria.57
– Posee un porcentaje significativo de componentes no formales.
– Tiende a dar una formación científica y crítica.
– Es activa y lúdica.58
– Es “vida” no preparación para la “vida”.
– Utiliza múltiples espacios de aprendizaje.59

Programa
Bosconia-La Programa
Explicitación de rupturas Florida clásico

Anual / semestral
Recepción
En cualquier época del año
Anual / semestral
Frecuencia
En cualquier época del año
Promoción De acuerdo con calificaciones
Requisitos Con base en objetivos sin
calificaciones

56
En este momento se han elaborado aproximadamente el 30% de los materiales para la primaria y el
10% de los de bachillerato.
Existen materiales de lectura, matemáticas, historia, ciencias.
A nivel metodológico se ha elaborado un modelo propio que se ha nutrido de técnicas como la Escuela
Unitaria y de metodologías como las de Freire, Freinet, Decroly y Makarenko.
57
Se debe a que parte del tiempo se invierte en la capacitación laboral; se obvia por la integración con
los otros ambientes, por ejemplo, la vivienda, trabajo, el arte y la religión.
58
Un ejemplo lo constituyen en las historietas (cómics) de Historia de Colombia y Biología. Otros
podrían ser los juegos de los pisos y paredes o los juegos de simulación.
59
El aula no es sino uno de ellos.

275
Programa
Bosconia-La Programa
Explicitación de rupturas Florida clásico

Ritmo de No individualizado
aprendizaje Individualizado60
Espacio de Dentro del aula
aprendizaje Fuera del aula y la institución61
Ministerio de Educación. Programa de
Educación de Adultos
Contenidos Programa de Educación regular
Definición de acuerdo con objetivos de la
institución
Tradicional
Decroly62
Metodología Freire63
No tradicional
Freinet64
Makarenko
Comerciales
Comerciales adaptados
Elaboración propia
Materiales Impresos (guías, cartillas)
didácticos
Audiovisuales65
Recreación, cine
Formación

60
Y semiindividualizado, trabajo en pequeños grupos.
61
Por ejemplo: fábricas, parques, museos, estadios.
62
La guía sobre Centros de Interés es un ejemplo.
63
La cartilla de alfabetización es un ejemplo.
64
La guía para la visita a museos y los ficheros autocorrectivos de matemáticas, son ejemplos.
65
El Programa posee una máquina de 16 mm y otra de 35 mm. Además de un proyector de diapositivas
y un video-cassette. Todos han sido obsequiados. La máquina de 16 mm, por ejemplo, por la esposa del
Presidente de Venezuela.

276
Estrategias de capacitación técnica
– En las primeras etapas se orienta a la resolución de necesidades individuales con
apropiación de lo producido, además su programación ni es rígida ni posee una
secuencia lineal.66
– En las etapas superiores, se centra sobre la resolución de necesidades de
mantenimiento y autoabastecimiento comunitario.
– Tiende a ser capacitación en la producción.
– Está remunerada diariamente con moneda interna.
– Integra, aunque sin alta intensidad, el trabajo agrícola.
– Tiende a dar una capacitación técnica y académica elevada.
– Posee fases de aprestamiento y exploración.
– En las primeras etapas, utiliza materiales desechables.
– Da una formación inicial básica, no especializada.67
– Se utiliza para inducir hábitos de disciplina y organización.

Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Productos no terminados68
Diferentes de acuerdo
con necesidades
Clases de individuales
Productos Productos Hacia
terminados
Producción fuera
69

en serie Hacia
adentro70

66
El muchacho que produce por ejemplo, un cinturón puede quedarse con él; además, dadas las
limitaciones de material y la personalidad del muchacho, la programación no es rígida, tiene en cuenta
las iniciativas de los muchachos y los proyectos no se ejecutan en un orden prefijado.
67
El muchacho debe saber arreglar de todo: una plancha, una banca, una camisa. No se le “mete”
únicamente en un taller de sastrería, por ejemplo.
68
Por ejemplo, ejercicios sobre diferentes empalmes en ebanistería. Cuando se da este tipo de capacitación
lo que se produce básicamente es “mugre”. El caso extremo lo presentaba el SENA hace algún tiempo
cuando construía una pared por la mañana y la tumbaba por la tarde. En las instituciones clásicas, sin
embargo, aunque ése es el “ideal”, muchas veces no puede realizarse por falta de recursos.
69
Por ejemplo, empacar bocadillos para una fábrica.
70
Se da en trabajos de autoabastecimiento por ejemplo, en la construcción de camas.

277
Programa Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-La Florida clásico

Presentado hacia la adquisición de


destrezas
Orientado hacia la resolución de
necesidades
Orientado hacia la formación de hábitos
Currículo de disciplina social
Capacitación en un oficio
En primera etapa, aprestamiento y
exploración en varios oficios
En última etapa, especialización
Sin remuneración
Remuneración Para productos en serie
Diario y con moneda interna71
Sin apropiación
Apropiación Individual72
Comunitaria
Bajo
Nivel esperado
Alto73

71
La moneda interna se llama florín.
72
El muchacho que hace una cometa, o un pañuelo, puede quedarse con él.
73
Ver características de egreso.

278
Estrategias de vivienda
– Utiliza las actividades artísticas, recreativas y la dinámica grupal en forma
sistemática e intensiva.
– Efectúa diariamente una reunión de evaluación grupal.
– Disminuye gradualmente, según etapas, la intervención del educador.
– Se integra con las actividades de escuela y taller.
– Cada dormitorio tiene un jefe nombrado por los mismos muchachos.
– Realiza excursiones periódicamente.
– Utiliza los recursos de la comunidad.
– Se considera ambiente educativo.
– El vestuario y los objetos de uso personal no son uniformes, se compran en la
cooperativa del Programa. Todos poseen un ropero individual.74
– Al muchacho se le permite usar el corte de pelo que desee y no se le rapa.
– Ningún servicio (lavado, habitación, etc.) es regalado.
– Las camas son individuales y poseen todos los elementos necesarios en cantidad
suficiente para conservar el aseo y la higiene.
– Las mesas tienen manteles, floreros y todos los cubiertos.75
– Los educadores comen con los muchachos y la alimentación es igual para
todos.76
– Existe un servicio cívico.77

74
Son las estrategias de la privacidad y de la propiedad individual (para los objetos básicos como ropa).
El ropero permanece abierto. Ponerle candado significa no tener fe en los otros, es considerar a los otros
como rateros.
75
En la institución clásica no se les da cuchillos para evitar que se los roben y los utilicen como armas.
En alguna ocasión, como rompían las cucharas y las volvían cuchillos, los hicieron comer con las manos.
Una solución salomónica.
76
Es la estrategia de la igualdad (igual comida, igual cama, etc.). En los programas clásicos la comida por
ejemplo, es mala para los muchachos y buena para los educadores. Aquí más bien se trata, en el peor de
los casos, que la comida sea regular para todos.
77
El servicio cívico es una organización que presta a la comunidad servicios como: atención a los
visitantes, control de los aseos. Todos los muchachos deben prestarlo con periodicidad.

279
Programa Bosconia-
Explicitación de rupturas La Florida
Programa clásico

Por orden de llegada


Ubicación de
los muchacos Por problemático78
Por edades
Número de Entre 50 y 80
muchachos por
dormitorio Entre 15 y 25
No existen
Se presentan
ocasionalmente grupos
externos
Artísticas Se presentan
sistemáticamente grupos
externos
Se realizan
Actividades sistemáticamente por
grupos internos
Dinámica No existe
Existe de forma
grupal programada y diaria79
No dirigida
Recreación
Dirigida
Excursiones No existen
y paseos Existen periódicamente
Forma de Regalado por la institución
adquisición Donado a la institución80
de vestuario y Prestado por la institución
objetos de uso Comprado en la cooperativa del
personal Programa por el muchacho
Autoelaborado en los talleres por el
muchacho81
Integración en No existe integración
otros ambientes Integrado con escuela y taller

78
Por ejemplo los muchachos que tienen enuresis son puestos en un dormitorio aparte.
79
Existe una reunión de clan.
80
Por ejemplo ropa usada conseguida por damas voluntarias.
81
Por ejemplo el muchacho puede hacer un pañuelo o unas sandalias.Son las estrategias de la privacidad
y de la propiedad individual (para los objetos básicos como ropa).

280
Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Relación con el No existe educador, existe vigilante


educador Amistad
El vigilante duerme en un lugar aparte
de los muchachos
El educador duerme en el mismo
Presencia del dormitorio con los muchachos
educador El vigilante come aparte de los
muchachos y diferente comida
El educador come con los muchachos, y
la misma comida que ellos

281
Dotación de la vivienda

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Común
Individual
Inadecuado a edad y clima82
Adecuado a edad y clima
Uniforme
No uniforme
Dos mudas
Vestido Más de dos mudas
No suministra prendas como pijamas o
pañuelos
Posee todas las prendas
No existe ropero83
Existe un ropero individual
Un solo par de zapatos
Más de un par de zapatos
Objetos de No existen
aseo Existen
personal84 Comunes
Individuales85
Dos muchachos
Unipersonal
Sin sábanas
Cama Con un juego de sábanas
Con dos juegos de sábanas
Colchón de tela y lana86
Colchón de cordobán y espuma

82
En ocasiones se presenta el caso de que tampoco es adecuado al sexo.
83
Los muchachos que tienen por alguna circunstancia, por ejemplo, dos pares de zapatos, deben
cargarlos en el hombro todo el día.
84
Jabón, pasta de dientes, toalla.
85
Lo único que el muchacho de la institución clásica tiene de uso individual es la peinilla.
86
Esto se constituye en un problema gravísimo sobre todo cuando hay muchachos con enuresis.

282
Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Metálica
Loza Loza
Plástica
Sin mantel
Con mantel
Mesa comedor
Sin servilletas
Con servilletas
Incompletos
Cubiertos
Completos
Sin papel higiénico
Con papel higiénico
Sanitario
Con tanque
Con fluxómetro
Lavaderos
Lavandería
Máquinas
Agua fría
Ducha
Agua caliente

283
Diseño del mueble
– El material predominante y el número de partes móviles varía según la etapa.87
– Facilita el aseo del medio.
– Son de larga duración.
– Los muebles de dormitorio y aula son unipersonales.88
– La mayoría no son comprados en el comercio, sino autoconstruidos en el pro-
grama, por los mismos muchachos.
– Las dimensiones del mueble están a escala de muchacho y no de adulto.89
– La materia prima básica es el metal.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Número de Varias
partes móviles Ninguna
Material Madera
predominante Metal
Número Dos
de usuarios
(dormitorio-
aula) Uno
Corta
Duración
Larga
Comercial
Adquisición
Autoconstrucción
Adulto
Escala
Niño-muchacho

87
En las mesas de comedor de algunas, por ejemplo, los asientos están “pegados” a las mesas para au-
mentar la duración.
88
Las camas no son “camarote”, ni los pupitres bipersonales.
89
Por ejemplo, la altura de las bancas para ver televisión; otro, aunque no es estrictamente un mueble,
es la altura de los tableros de basquetbol. El modelo De Nicoló trabaja intuitivamente la ergonomía,
ciencia que empieza a sistematizar las relaciones biológicas y tecnológicas entre el ser humano y las
máquinas o muebles..

284
Estrategias de salud
– No considera el muchacho como un enfermo mental.
– Tiende a suministrar una atención médico odontológica no sólo en el ingreso o
en la urgencia, sino en forma periódica y preventiva.
– No utiliza la educación física como castigo; promueve los componentes trabajo
y gran cantidad de deportes.90
– Existe un servicio permanente de enfermería.
– La alimentación tiende a ser balanceada y abundante.
– El tratamiento psiquiátrico en los pocos casos en que se hace necesario, se
realiza como última alternativa y fuera del Programa.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Ingreso
Médico Urgencia
Periódico
Urgencia
Odontólogo
Preventivo
No existe
Enfermero
Existe
Escasa
Abundante
Alimentación
No balanceada
Balanceada
Educación Castigo
física Recreación
Campamentos No se dan
trabajo Periódicos
Psicólogo, No existe
Psiquiatra Existe en algunas instituciones

90
En varias ocasiones, por ejemplo, se ha ido a los parques nacionales en la selva; se han hecho contratos
con el INDERENA para quitar la maleza, recoger semillas.

285
Sistemas de control
– El origen del control es básicamente la crítica comunitaria, la autocrítica.
– Da participación a los muchachos en la planeación, ejecución y evaluación
de todas las tareas evolucionando su intensidad según la etapa hasta llegar al
autogobierno y cogestión.91
– Utiliza algunos mecanismos operativos del sistema militar.
– El sistema de normas es unificado.
– Utiliza sistemáticamente la tradición para cohesionar el grupo.
– Existen secciones de evaluación diaria y programada en todos los ambientes.
– El educador debe ser evaluado por los muchachos.
– Utiliza una moneda interna para pago del trabajo.92
– Regula la adquisición de vestuario y objetos de uso personal a través de una
cooperativa.
– No utiliza castigos físicos.
– Tiende a ser preventivo.93
– Uno de los indicadores básicos de su eficacia es el índice de deserción de
muchachos.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Externo
Origen Crítica comunitaria
Interno
Autocrítica
Correctivo
Tipo
Preventivo

91
El autogobierno se plasma en la República de los Muchachos La Florida. Allí existe un Alcalde con
sus secretarios de Educación, Hacienda, Salud, y Gobierno, que son elegidos por votación popular. La
envergadura del autogobierno se ve, por ejemplo, en que el secretario de hacienda maneja $100.000, y
el Consejo de Gobierno puede expulsar definitivamente a un muchacho.
92
Esta moneda se llama florín; para regularla existe un banco, que le gira semanalmente al muchacho
un cheque por el producto de su trabajo. Él debe con esto pagar los servicios que le prestan (lavado
de ropa, alimentación) y lo que le sobre, parte viene “atado” en florines comunes, que no pueden ser
gastados sino en la Cooperativa en ropa u objetos de uso personal y parte en florines libres que puedan
ser cambiados por dinero corriente. El banco también presta servicios de cuenta de ahorro.
93
Un ejemplo lo constituye el lugar donde se ubica el educador en el bus. Si se hace en la primera fila,
lo más seguro es que tenga que pararse a separar una pelea; si se hace en el fondo, quizá no hay peleas.

286
Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Ninguna
Participación
Autogobierno
Verbal circunstancial
Comunica- Verbal sistemática
ción
Escrita (periódico)
No existe
Pago del Moneda externa
trabajo
Moneda interna
No unificadas
Normas
Unificadas
Ocasional
Mecanismos Diaria
Evaluación El educador evalúa al
muchacho
El muchacho evalúa al
educador
No existe
Sistema
militar Usa algunos mecanismos
operativos (no represivos)
No usa
Tradiciones
Usa para cohesionar
No existe
Cooperativa
Existe
No existe
Banco
Existe

287
Relaciones con otras instituciones
– No depende del Secretario de gobierno, ni de los jueces.94
– Es autónomo en relación a la Secretaría de Educación.95
– Se apoya parcialmente en instituciones como SENA o INDERENA.96

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Secretaría de Dependencia
Gobierno Independencia
Secretaría de Dependencia
Educación Autonomía
Dependencia
Jueces
Independencia
No se apoya97
SENA
Se apoya

94
En algunas instituciones parte del personal, por ejemplo, es nombrado por la Secretaría de Gobierno
o por la de Educación.
95
Se depende de una forma sui-genéris de la Secretaria de Educación, dado que la escuela posee una
licencia especial que le permite desarrollar sus propios programas.
96
En el SENA por ejemplo, se apoya con sus cursos del Programa Móvil Urbano.
97
En alguna institución, aunque tenían gran cantidad de tierra donde cultivar, rechazaron la ayuda del
SENA porque las tapias eran muy bajitas y los muchachos se podían fugar.

288
Relaciones con la familia

– Define como una de sus limitaciones la no realización de una transformación


social con la familia del gamín porque el inmenso deterioro de ella no puede
solucionarse realmente sino con medidas que conllevan cambios estructurales en la
sociedad.98
– Propende, en los casos donde existan condiciones, que desafortunadamente son
mínimas, por el reintegro del muchacho a la familia.
– Practica visitas domiciliarias a la familia para conocer su situación.99
– Promueve, en los casos donde se estime conveniente, que el muchacho visite los
fines de semana y hasta en periodos largos de tiempo a la familia.
– Se fija como meta a mediano plazo, que el muchacho, una vez egresado, regrese
a su familia y sea él quien apoye el trabajo de transformación social de la familia.100

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Una visita domiciliaria por la trabajadora social o de quien


realice sus funciones
Visita dominical de familiares a muchachos

Visita de algunos muchachos a su familia

98
Además, el Estado posee otros programas cuyo objetivo específico es la familia, por ejemplo el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar.
99
En muchas instituciones se dice que se realiza un trabajo social con la familia simplemente porque
se realiza una visita domiciliaria para realizar un informe social para el juez. Esto es no entender lo que
significa trabajo social.
100
Hay que anotar además, que en las instituciones de protección o en las de rehabilitación, pero con
muchachos no gamines, sí es mucho más probable realizar un trabajo con la familia.

289
Relaciones con la comunidad

– Utiliza como recursos salas de exposiciones, museos, parques, piscinas y


teatros.101
– Se apoya en grupos de voluntarios sobre todo para actividades recreativas y
artísticas.102

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

No utiliza
Salas de exposiciones,
museos, parques, piscinas y Utiliza
teatros.
Subutiliza

101
Las instituciones clásicas, como son cerradas, cuando mucho logran llevar esporádicamente algunos
recursos de la comunidad. El Programa en cambio, va a la comunidad. Un ejemplo que muestra la
amplitud y originalidad en la utilización del medio, es el uso de las vitrinas de Unicentro como objetivo
de una salida con fines educativos.
102
Entre los voluntarios, se busca que haya muchas niñas, como estrategia para afianzar la imagen
femenina, además, no son de clase alta sino de sectores populares.

290
Características de los educadores

– Proceden de la provincia, son jóvenes de ambos sexos, solteros, tienden a


estudiar en la universidad y duermen en el Programa.
– Existen varias comunidades religiosas femeninas.103
– Existe una comunidad religiosa masculina que es la que dirige el Programa.104
– Se tiende a que un grupo cada vez más significativo de muchachos se convierta
en educadores, es decir, existe una autoabastecimiento parcial.
– El personal de base dura pocos años trabajando, mientras que los directivos son
básicamente los mismos.105
– La selección de personal se realiza por criterios técnicos.
– Los tres ambientes, escuela, vivienda y taller, están atendidos por educadores
normalistas o técnicos que poseen condiciones salariales equiparables.106
– No existe sindicato.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Indiferente
Procedencia
Provincia
No mixto
Laico Mixto
Casado
Número de Una
Comunidad Varias
Religioso
Sacerdotes
Sexo
Monjas

103
Presentación, Agustinas, Carmelitas de la Caridad, Capuchinas, Hermanas Vedrunas, etc.
104
La Comunidad Salesiana.
105
El que los educadores de base duren pocos años puede parecer a primera vista una falla del sistema,
pero es más bien una estrategia deliberada para mantener la eficacia del sistema. Esto se explica porque
el educador recién graduado, joven y soltero posee un periodo de unos años en donde trabaja con una
inmensa entrega y mística.
106
Los educadores de vivienda ganan menos que los de escuela y taller pero también trabajan menos
tiempo.

291
Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Muchos años
Base
Pocos años
Estabilidad
Pocos años
Directivo
Muchos años
Externo
Origen Interno
Exgamines
Criterios de Políticos
admisión Técnicos
Lugar de Fuera de la institución
habitación Dentro del Programa
Baja
Escolaridad Normalista
Estudiante universitario
Funciones Administrativas
desempeñadas
por el personal Administrativas-educativas
directivo
Sindicato
Agrupaciones
No sindicato
Educador (aula)
Categorías Diferente Instructor (taller)
personal-base Celadores de noche
Igual Educadores
No existen
Requisitos Normalista (de aula o vivienda),
bachillerato técnico (taller)

292
Sistema de capacitación de educadores

– Se realiza en seminarios intensivos periódicos y en el trabajo.


– Además de preocuparse por la adquisición de destrezas, hace énfasis en la
formación ideológica.
– No se hace masiva sino por ambientes educativos.
– Se realizan los seminarios generalmente fuera del ambiente ordinario de trabajo.
– Es dirigida por personal del mismo programa.
– Los educadores nuevos deben recorrer en dos semanas todo el proceso del
Programa.107
– La capacitación en el trabajo es “hombro a hombro”.108

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Dentro de la institución
Ubicación
Fuera de la institución
Incidental
En el trabajo
Sistemática
Modalidad Circunstancial
En seminarios Programados,
intensivos y cortos
Información operativa
Campos Adquisición de destrezas
Formación ideológica

107
Empiezan trabajando en la Operación Amistad en la calle y pasan por dormitorios aulas y talleres de
todas las etapas.
108
Un ejemplo gráfico es la lavada de los baños; el educador que entrena al nuevo no le dice cómo
lavarlo, sino que lo lava con él.

293
Sistema de administración

– Los directores ejercen simultáneamente funciones administrativas y educativas.


– El Programa posee un límite de crecimiento para evitar el gigantismo.109
– Las unidades operativas se manejan con autonomía operativa.110
– Las orientaciones básicas son tomadas por el equipo central muy reducido que
se realimenta constantemente con la base.
– El sistema es ágil.111

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

No autonomía unidades operativas


Autonomía relativa de unidades operativas
Lenta
Velocidad
Normal
Funciones Administrativas
personal
directivo Administrativas-pedagógicas
No limitadas
Dimensiones
Limitadas

109
Tiene un límite máximo de 1.000 muchachos pero repartidos en varias casas. Réplicas en otras
ciudades del país.
110
Las unidades operativas vienen constituidas por los diferentes ambientes (escuela, vivienda y taller)
que son autónomos en todas las etapas.
111
La agilidad hace referencia básicamente a la velocidad en el suministro de materiales (alimentos,
vestidos, útiles escolares).

294
Sistema de financiación
– Combina la ayuda estatal con la de la Fundación Servicio de Orientación
Juvenil.112
– Busca apoyos parciales en fundaciones extranjeras.
– Utiliza hasta donde es posible, el autoabastecimiento y el automantenimiento.113
– Tiende hacia la autofinanciación a través de la Industria Juvenil y la empresa
agropecuaria.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

Gobierno / Fundación

Gobierno

Fundación

Extranjero ayuda parcial

Tiende a la autofinanciación

Utiliza el autoabastecimiento

112
También recibió dos plantas en Comodato de la Comunidad Salesiana, pero está totalmente
financiado, en sus primeras etapas, por el Distrito Especial de Bogotá.
113
La construcción de sus propios muebles y la impresión tipográfica de sus materiales de oficina, son
algunos ejemplos.

295
Sistema de investigación
– Integra ocasionalmente a las universidades pero únicamente a nivel de trabajos
de tesis de grado y en áreas prefijadas de común acuerdo con el Programa.
– Utiliza el método de “reflexión en la acción” para sistematizar la experiencia y
reorientar los procesos.
– Existe a nivel interno un grupo que tiene como una de sus funciones realizar la
recuperación crítica, la maximización y la exploración sistemática.114
– La investigación fue el punto de partida del diseño del modelo.115
– La investigación es para y por la acción.

Programa
Programa
Explicitación de rupturas Bosconia-
clásico
La Florida

No integra universidades
La universidad usa la
Externo institución
Agentes La universidad se pone en
función del Programa
No existe
Interno
Existe
Escribir
Objetivos
Para realimentar la acción
Ensayo-error
Método Experimental
Reflexión en la acción

114
La recuperación crítica se refiere a los sucesos pasados, la maximización al presente y la exploración
al futuro.
115
Se realizó una investigación de seis meses para conocer el mundo del gamín. Muchos de los valores
de la organización callejera moldearon el Programa.
El Programa se considera a sí mismo como una gran hipótesis de investigación.

296
Capítulo II

Consignas del programa Bosconia-La Florida

Etapas del programa


La calle-calle y Operación Amistad

1. La calle-calle o la “lleca” es el lugar donde vive el muchacho. Son los aleros


donde duerme, las aceras donde roba, las piletas donde se divierte. Es su nueva casa,
su “hogar”.
2. La calle-calle es el mundo de abandono, agresión y suciedad en que vive el
muchacho.
3. La calle para el muchacho es un mundo atractivo en el cual es un “rey” que se
burla de todas las instituciones y leyes.
4. El Programa llega a la calle-calle para ganarse la amistad de las camadas y
galladas.
5. Cuando el muchacho deja la familia y entra a la calle, se interna en una selva
agresiva donde se justifica el robo para poder subsistir y la agresión como defensa
ente la ley del más fuerte.
6. El muchacho de la calle ha dado respuesta a su situación de pobreza y desamparo
afectivo, independizándose.
7. Paradójicamente, el gaminismo se puede definir, como “la fiesta y emancipación
del pequeño oprimido”, con aventura, droga, sexo, dinero, libertad.
8. Las grandes ciudades colombianas son “fábrica” de gamines.
9. El Programa no pretende resolver el problema del gaminismo.
10. El gaminismo no es un problema social aislado; es un problema que tiene
relación con muchos otros como el desempleo, el analfabetismo, el alcoholismo, la
prostitución y, sobre todo, la pobreza.
11. Hay una causa próxima al gaminismo: la descomposición familiar; pero hay
una causa más profunda: la estructura social.
12. La Operación Amistad es la primera etapa del Programa. Su propósito es
establecer amistad con el muchacho de la calle.
13. La Operación Amistad consiste en acercarse al muchacho de la calle para
conocer su mundo y lograr que nos acepte como amigos.
14. Creemos que de la amistad entre los muchachos de la calle y nosotros,
saldremos todos beneficiados.
15. Esta etapa la consideramos “neutra” en cuanto no cuestionamos su vida, ni le
mostramos todavía soluciones a sus problemas.

297
16. La Operación Amistad se realiza en tres momentos: la calle-calle, los clubes
callejeros y La Once.
17. Los educadores del Programa deben empezar su trabajo por la Operación
Amistad.
18. La Operación Amistad es la base sólida de toda la labor educativa del Programa.
19. Los Clubes Callejeros son las actividades organizadas en la calle por un equipo
del Programa para ganarse la amistad del muchacho.
20. Los Clubes Callejeros se ubican en ambientes que frecuenta el muchacho de
la calle.
21. El Programa, irrumpiendo donde hay muchachos de la calle con los más
variados recursos, como paseos, visitas a las camadas, chocolatadas en plena calle a
media noche, etc. toma la iniciativa de ir hacia ellos y de brindarles amistad.
22. Merecer la confianza del muchacho es empezar a convivir su cambio.
23. El conocimiento de la calle es el camino más real para comprender y aceptar
al muchacho.
24. Para conocer al muchacho hay que palpar su situación con todos nuestros
sentidos.
25. Conocer el vocabulario del muchacho es conocer su mundo.
26. La grosería y las malas palabras en boca del muchacho de la calle son menos
ofensivas de lo que parecen.
27. No tengas miedo de hacer parte de la gallada si vas como amigo y no como
curioso o salvador paternalista.
28. La actividad de los Clubes Callejeros es permanente: se realiza en el día y en
la noche.

La Once

1. La Once es un amplio patio que funciona durante el día. Allí existen a


disposición del muchacho enfermería, servicio médico y odontológico, lavandería,
duchas con agua caliente, servicio de identificación, diálogo, recreación y algo de
comida. El muchacho recibe el servicio que desee.
2. La Once, así llaman los muchachos de la calle a una especie de Club que el
Programa tiene siempre abierto para ellos.
3. La Once es el refugio seguro contra la persecución y los golpes.
4. La calle es a menudo para el muchacho, tristeza, enfermedad, desaseo, hambre,
“culebras”, “achantamiento”, persecución. La Once es el inicio de una respuesta a
toda esta problemática.
5. Alegría, comprensión, amistad, aseo. Eso es La Once.
6. Aceptamos al muchacho como es, con su problemática: marihuana, pepas,
objetos robados, chuzos... pero le vamos enseñando a respetarse y a respetar.

298
7. No se le reprochan al muchacho sus vicios; se le hace tomar conciencia de sus
consecuencias.
8. Una de las características de La Once consiste en que el muchacho la visita
cuando quiere.
9. En La Once sólo aceptamos muchachos de la calle.
10. En La Once hacemos frecuentemente excursiones, paseos, campamentos,
porque son momentos excepcionales de espontaneidad y de diálogo y por lo mismo,
de labor educativa.
11. Una de nuestras características está en que es el muchacho mismo quien pide
entrar al Programa.
12. La frase clave del muchacho en La Once es: “me recibe, me recibe”.
13. En la calle se vive en una continua “fiesta”, el Programa pretende “continuarla”.
14. “Me responde”: señal de compromiso para el muchacho.
15. “O hay sopa pa´todos o no hay sopa pa´nadie”, lema de La Once.
16. La Once pretende, entre otras cosas, limpiar la cara de pordiosería de la
ciudad.
17. La Once es un servicio mínimo para aquellos muchachos a quienes no se
puede atender de tiempo completo.
18. En La Once se cumple una labor de observación para mejor ubicar al
muchacho.

Liberia

1. Liberia es la segunda etapa del Programa. Su propósito es motivar al muchacho


de la calle por el cambio.
2. Liberia es una pequeña casa situada en una de las ollas del centro de Bogotá.
Allí van durante treinta noches los muchachos que piden entrar al Programa. Están
desde las 5 p.m. a las 8 a.m. Mediante dinámica de grupos, el Programa profundiza
en el conocimiento del muchacho y el muchacho afianza su deseo de cambio.
3. Después de 12 horas de torbellino callejero, Liberia le brinda al muchacho de
la calle un amable ambiente de descanso y reflexión en las horas de la noche.
4. En Liberia, antes de conciliar el sueño, se hace un cuestionamiento de la vida,
mediante actividades grupales, recreativas y artísticas.
5. En Liberia, sobre todo el teatro y la representación son un medio muy eficaz
para que el muchacho vea su misma vida como una realidad que él puede cuestionar.
6. Liberia es una gran gallada donde compartimos con los ñeros, respondemos
por la casa, no nos damos el “esquine” y no nos damos garrote.
7. Liberia es el fruto de la amistad que el educador brinda al muchacho durante
su actividad en la calle.
8. Entrar a Liberia es empezar a romper con aquello que destruye la persona:
marihuana, robo, agresión, etc.

299
9. Durante la etapa Liberia, el Programa se acerca a la realidad familiar en un
intento de conocer mejor al muchacho.
10. Desafortunadamente, el ambiente familiar del legítimo muchacho de la calle
está tan deteriorado que en vez de aportarle beneficios, le crea más problemas.
11. En la medida en que ello es posible, favorecemos que el muchacho retorne a
su familia.
12. El muchacho de la calle carece de afecto; el cariño que podamos brindarle lo
lleva a quedarse con nosotros.
13. En la calle tengo apodos; en el Programa, mi nombre.

Bosconia

1. Bosconia es la tercera etapa del Programa. Su propósito es la personalización


del muchacho.
2. Es el comienzo en serio del proceso de “desadaptación” que lleva al muchacho
a cuestionar no sólo las contradicciones de la vida callejera sino también las
contradicciones del ambiente que lo ha engendrado.
3. La etapa Bosconia se realiza en tres momentos de la jornada: Vivienda,
Preaprendizaje y Alfabetización.
4. Al ser el muchacho de la calle fundamentalmente un inestable afectivo, resulta
“terapéutico” por lo menos en este paso, mantenerlo en continuo movimiento.
5. A Bosconia es difícil entrar, pero es muy fácil salir.
6. Cuando un muchacho ingresa a Bosconia, creemos que ha nacido un nuevo
hombre, por eso hacemos fiesta.
7. Cuando el muchacho ingresa a Bosconia, su pasado no nos importa, nos
importa su presente y su futuro.
8. El ingreso a Bosconia constituye un verdadero rito. Todo invita a pensar en un
nuevo nacimiento.
9. La ropa nueva que el muchacho recibe en el rito de entrada es signo de la nueva
vida por la que va a empezar a caminar.
10. Es posible que un muchacho entre y salga varias veces de Bosconia y que eso
sea en algunos casos conveniente.

Vivienda

1. La vivienda está ubicada en un sector de la olla porque queremos partir de la


realidad del muchacho y no de nuestra situación.
2. Dar vivienda consiste en buena parte en crear alrededor del muchacho un
pequeño grupo amable con una fuerte tonalidad afectiva.
3. En el Programa se trabaja con pequeños grupos para evitar la masificación, uno
de los factores más despersonalizantes en los ambientes educativos.

300
4. El grupo pequeño promueve todos los dinamismos comunitarios positivos.
5. Nuestros grupos tienen nombres indígenas para, simbólicamente, significar
nuestro respeto a lo más genuinamente autóctono.
6. Para que el muchacho empiece a ser persona digna, hay que atender a sus
necesidades básicas.
7. Uno de nuestros grandes recursos “terapéuticos” es el “ambiente”.
8. En los muchachos, fácilmente el impacto produce cambios de conducta, por
eso el Programa está empeñado en hacer “cosas de impacto”.
9. Un sanitario “excepcionalmente limpio”, una fiesta “excepcionalmente alegre”,
una casa “excepcionalmente acogedora”... producen impacto en el muchacho de la
calle.
10. Paralizar simultáneamente todas las actividades del Programa para analizar
un hecho, en apariencia insignificante, como puede ser un papel en el suelo, es una
Operación Impacto.
11. En el Programa, la reunión de grupo es sagrada.
12. En la reunión de grupo se recibe la lección de los hechos, es la escuela de la
vida diaria.
13. En las mil y más formas de hacer agradable y formativa la reunión de grupo
se manifiesta la calidad del educador.
14. La reunión evaluativa de grupo, periódica y bien llevada es el eje de la buena
marcha del trabajo educativo de la vivienda.
15. Dentro del Programa todo es nuestro, todo nos pertenece, todo nos interesa.
Decir “esto no me toca” es una grave ofensa a la Comunidad.

Preaprendizaje

1. El Preaprendizaje está ubicado en un barrio obrero.


2. El Preaprendizaje es la iniciación lúdica en el mundo del trabajo.
3. En nuestro Programa, la recreación es el trabajo de los niños y el trabajo es la
recreación de los mayores.
4. El trabajo es terapia, autovaloración, seguridad, disciplina.
5. El que no trabaja, no come.
6. Nos proponemos integrar el trabajo intelectual y el material.
7. Trabajo para todos según sus capacidades y remuneración para todos según sus
necesidades.
8. Podremos enseñar a trabajar pero si no educamos política y moralmente, no
estamos haciendo nada.
9. Si el educador es recursivo, el muchacho no tiene tiempo de aburrirse.
10. Somos pobres; por eso buscamos aprovechar al máximo nuestros recursos.
11. Quien no es ñero y no camella con nosotros, está contra nosotros.
12. En un taller feo no se puede construir nada bonito.

301
13. En Preaprendizaje el muchacho construye sus juguetes (trompo, cometa,
patineta), sus objetos de uso personal (pañuelo, cinturón...) y las cosas que necesita
la comunidad.
14. En Chibchalá se aprenden cosas sencillas como remendar la ropa y cosas más
complejas como construir una banca.
15. El muchacho puede elegir entre varios trabajos, pero una vez elegido, debe
concluirlo.
16. La evaluación debe hacerse sobre todo a través de la comparación hecha por
el muchacho entre su trabajo presente y su trabajo pasado y no exclusivamente por la
comparación de su trabajo con el de sus compañeros.
17. Tienes que aprender a compartir las herramientas para poder compartir las
penas y las alegrías.

Alfabetización

1. Alfabetización es enseñar al muchacho a decir “su palabra”.


2. Para nosotros la escuela es sinónimo de alfabetización.
3. Un muchacho con un elevado grado de comunicación-alfabetización sentirá la
necesidad de recoger información de acuerdo con sus intereses y necesidades.
4. Queremos que el proceso de alfabetización sea para el muchacho una fiesta, un
éxtasis, algo que lo lleve a “gustar” la alegría de vivir.
5. Nuestro proceso de educación no tiene semestres; está dividido en fiestas.
6. Nuestra alfabetización parte del mundo del muchacho, con sus palabras y
experiencias.
7. Los contenidos de la alfabetización deben desarrollarse integrados a los talleres
y a la vivienda.
8. La escuela pretende no sólo ser eficiente sino también agradable, pues no son
pocos los muchachos que se lanzan a la calle para evadir la monotonía de las escuelas
tradicionales y el consiguiente castigo de los padres.
9. Nuestra escuela no puede encerrarse en los salones, porque muy a propósito ha
sido construida en el campo.
10. Lo que se aprende en la escuela debe servir para resolver necesidades concretas
e inmediatas.
11. En la escuela se debe aprender haciendo y ojalá jugando.

12. El muchacho puede ingresar y ser promovido en cualquier época del año.
13. La escuela debe favorecer un proceso acelerado de aprendizaje.
14. Cada muchacho puede ir a su propio ritmo.
15. Dadas las características del muchacho y la filosofía educativa del Programa,
la escuela poco a poco debe ir elaborando sus propios materiales educativos.

302
16. Las fichas de trabajo deben plantearse con problemas que impliquen el uso
de la mano y la cabeza.
17. La escuela debe educar en el autogobierno y para el autogobierno.
18. Todos los objetos de la escuela deben tener una funcionalidad didáctica: el
piso, las paredes, los árboles, etc.
Para nosotros, el cine es un instrumento de culturización crítica y de terapia. El
cine es una clase.
Nos interesa estudiar a fondo las obras de Makarenko, don Bosco, Piaget, Ferriere,
Rogers, Lewin, Skinner, etc.
En nuestra escuela, la clase magistral hay que echarla a la caneca.

La Florida

1. La Florida es la cuarta etapa del Programa. Su propósito es la socialización del


muchacho.
2. La Florida es una ciudad pequeña; tiene viviendas, escuela y talleres.
Comúnmente se llama La República de los Muchachos. Está situada en el Parque La
Florida, detrás del Aeropuerto El Dorado.
3. La Florida es la muestra de confianza que se ha brindado a los muchachos de
la calle.
4. Antes de ingresar a La Florida, el bosconiano realiza un curso intensivo de
capacitación llamado Escuela de Líderes.
5. La Florida es autogobierno y trabajo.
6. En La Florida, los muchachos están organizados en cuatro barrios, con jefes
formados en el trabajo práctico, con un Concejo de Gobierno Juvenil y con un Concejo
de Ancianos. Caminan decididamente hacia la construcción del autogobierno.
7. Los muchachos que viven en La Florida trabajan en el autogobierno, por eso se
someten voluntariamente a las leyes hechas por ellos mismos.
8. El Programa tiene miedo a la institucionalización; por ello, La Florida quiere
ser un desafío a los peligros de la institución.
9. La conducta no cambia mientras no cambie el ambiente.
10. La Florida es un espectáculo de aseo, orden y buen gusto.
11. Para eso está hecho el Programa: para desadaptar a los muchachos de la calle.
Todos ponemos y debemos llegar a vivir con dignidad.
12. Todas las actividades de La Florida giran en torno al trabajo y la amistad.
13. A nuestro Alcalde lo elegimos entre los muchachos más trabajadores y
responsables.
14. En La Florida, la disciplina está en manos de los muchachos.
15. Todos los visitantes son igual de importantes en La Florida.
16. Nuestras edificaciones deben ser funcionales como la Sala Múltiple que sirve
para escampar, almorzar, bailar, hacer teatro, realizar asambleas y muchas cosas más.

303
17. Los problemas de La Florida se tratan semanalmente en el Concejo de
Gobierno.
18. En La Florida, trabajamos de día y estudiamos de noche como hacen todos
los muchachos de los sectores populares.
19. Un muchacho de La Florida debe ser capaz desde arreglar una plancha
eléctrica hasta hacer el pan que se come.
20. En La Florida, lo que nos proponemos lo logramos.

Temáticas pedagógicas
Sobre el educador

1. El educador en nuestro Programa debe ser un ejemplo, un investigador, un


evaluador, un amigo.
2. El educador es el que se sacrifica, el que es responsable, el que sabe servir.
3. Llamamos educador a una persona apasionada por la educación.
4. Para educar en el Programa no basta con decir que hay autoridad y obediencia;
puede haber ambas cosas sin que haya educación.
5. La autoridad se gana en la medida en que se hace auténtico servicio.
6. Al Programa no le sirven Educadores que sólo hagan lo que les mandan hacer.
7. En el Programa no trabajamos por horas ni por dinero.
8. Ojalá nuestra máxima aspiración de educadores fuera que los muchachos nos
superaran en todos los niveles posibles.
9. Creer en el muchacho es empezar muchas veces.
10. Estar con, asistir, es prever las faltas e impedirlas con nuestra presencia
continua y educativa.
11. Asistir no es ser policía, es compartir preocupaciones y anhelos de superación
con el muchacho.
12. El educador debe estar siempre presente y la asistencia debe ser discreta y
oportuna. Algunas veces, para corregir bastará una mirada, una broma, una palabra
amistosa.
13. El equipo en el trabajo educativo es la forma principal para lograr resultados
positivos.
14. El Programa está más interesado en la búsqueda de personas que en la
búsqueda de métodos.
15. Casi nunca hay malos muchachos sino malos educadores.
16. Obrar como equipo: en determinados casos el equipo educa mediante uno
que regaña y otro que consuela.
17. El progreso de un grupo de muchachos depende fundamentalmente de su
educador.

304
18. El educador no debe enredarse en discusiones y peleas con el muchacho.

Sobre el jefe

1. El jefe es el recurso número uno que tiene el Programa para que un grupo se
forme y marche bien.
2. El jefe es la autoridad dentro del grupo.
3. El jefe es el principal responsable del ambiente de amistad del grupo.
4. Un buen jefe es el primero para empezar a trabajar y el último para servirse en
la mesa.
5. Aquí están las cualidades de un buen jefe: es trabajador, se preocupa por los
intereses de la comunidad, hace buen ambiente, dice la verdad, es buen compañero,
ha superado sus problemas de robo, marihuana y agresión.
6. El jefe coordina la reunión del grupo cada noche. A esta reunión nadie falta.
7. Todos reconocemos que la Constitución es la ley de nuestra pequeña República.
El jefe la conoce y la hace conocer.
8. Al jefe le interesan todas las aspiraciones y problemas de su grupo, por encima
de antipatías o simpatías personalistas.
9. La felicidad de un jefe está en hacer felices a los demás compañeros.

Sobre los métodos de trabajo

1. En esto pretendemos caracterizarnos: en el dinamismo de nuestra estructura.


La mayor satisfacción para nosotros debería consistir en ser muy sensibles a las
necesidades del muchacho y del momento.
2. Reflexión en la acción, consigna principalísima del Programa.
3. Hay que compartir con el muchacho al máximo posible: juego, comida, tiempo
libre, etc.
4. Queremos educarnos por el trabajo y para la producción.
5. El horario es importante, pero es más importante la creatividad.
6. Para nosotros, la programación más importante es desprogramar las actividades
cuando se hacen rutinarias.
7. El sistema militar como juego es un valioso recurso que utilizamos en sus
aspectos positivos: orden, disciplina, prontitud.
8. Nuestro sistema de educación es preventivo, no represivo.
9. No podemos ser esclavos de teorías; lo importante es vivir el “aquí” y el “ahora”.
10. Luchamos contra la masificación porque es despersonalizadora.
11. Al ser para nosotros el muchacho de la calle más que un muchacho anormal
un pequeño oprimido, consideramos que la tarea principal la debe realizar más que
una clínica psiquiátrica, una educación que lo forme en un ambiente de libertad y
para la libertad.

305
12. Mientras el muchacho de la calle sea el centro de nuestras preocupaciones, el
Programa será eficaz.
13. Nada une más que la tradición. Inculcar tradiciones, conservarlas, crearlas, es
una tarea de importancia extraordinaria en la labor educativa.
14. Muchas cosas pueden convertirse en cargas para nuestro trabajo si nos
aferramos a ellas.
15. Al denunciar los errores y criticar los defectos lo hacemos igual que un médico,
únicamente para salvar al enfermo y no para matarlo.
16. Toda conclusión se saca después de una investigación y no antes.
17. Hay que marchar al frente de los problemas y no detrás de ellos.
18. No basta con plantear tareas, hay que resolver además el problema de los
métodos para cumplirlos.
19. Al examinar un problema no hay que ser simplistas. Que no nos pase los que
a una rana en el fondo de un aljibe, que cree que el cielo es tan grande como la boca
del pozo.
20. Es imposible dejar de cometer errores, pero debemos cometer los menos
posibles.
21. Nuestro trabajo puede convertirse en una fecunda pasión o en una peligrosa
rutina. Sólo la reflexión en la acción nos impedirá caer en ésta última.
22. Cuando algo está mal hecho, el muchacho debe entender por qué está mal;
no solo saber que para nosotros lo está.

Sobre el autogobierno

1. El autogobierno es un sistema de educación social que busca sacarnos de


nuestro egoísmo para que nos colaboremos mutuamente y nos sometamos a reglas
comunes.
2. El Programa avanza partiendo de la directividad hacia el autogobierno.
3. Si este Programa es eficaz y se realiza a cabalidad, el educador irá dejando
paulatinamente la directividad para convertirse en asesor.
4. El autogobierno sólo es posible si hay buenos educadores.
5. En una comunidad que está en búsqueda del autogobierno, cada uno se
preocupa de exigirse a sí mismo para poder exigir a los demás.
6. Los muchachos no llegarán al autogobierno en forma “espontánea”; es necesario
orientarlos. El simple “dejar hacer” conduce al anarquismo.
7. A veces es necesario tomar decisiones verticales para ir creando la posibilidad
de eliminar la verticalidad de las decisiones.
8. Autogobierno es lo contrario de manipulación.
9. El autogobierno se nutre de críticas y autocríticas, sobre todo a nivel de vida
compartida.

306
10. Sabe autogobernarse quien, sintiéndose libre de toda vigilancia, hace lo que
debe hacer.
11. El autogobierno no avanza si no hay autoformación.
12. Creamos muchas funciones para darle oportunidad a todo muchacho de
responsabilizarse de algo.

Sobre las fiestas

1. Las fiestas constituyen el recurso más agradable y fuerte que utiliza el Programa
para educar.
2. La fiesta, por la enorme carga afectiva que conlleva y el entusiasmo que puede
suscitar, permite alcanzar metas educativas muy ambiciosas.
3. La fiesta para nosotros no es una simple “pachanga” o un buen “almuerzo”, la
fiesta es la coronación de todo un período bien programado de actividades artísticas,
recreativas y formativas.
4. La fiesta es una estrategia ambiental de educación.
5. La fiesta es la plenitud del trabajo de una comunidad.
6. Cada fiesta concluye un ciclo y anuncia otro.
7. La fiesta es el canto final de un empeño de producción y de trabajo.
8. La fiesta es la totalidad de una acción.
9. El trabajo es nuestra fiesta.

Sobre la religión

1. La religión puede ser el opio del pueblo o su impulso vital.


2. Reconocemos que el Cristo de los Evangelios es el modelo más perfecto de
hombre.
3. Todo hombre consciente percibe en el límite de su vida la confrontación con
lo absoluto.
4. Nuestro Programa pretende ser de inspiración profundamente cristiana.
5. Creemos que fundamentalmente el cristianismo es lucha para reducir el mal,
entendido como mentira, injusticia, odio, miseria, egoísmo.
6. La fuerza de la religión la comprobamos en el hecho de que ciertos
planteamientos de tipo trascendente nadie los rechaza, como cuando decimos “no
sólo de pan vive el hombre”.
7. Algunos muchachos creen en Dios como en un mago; es importante que lo
vean como un amigo.
8. Respetamos la opinión religiosa del muchacho.
9. No confundimos religión con ejercicios piadosos.
10. La injusticia es la negación del cristianismo.

307
11. Creemos que donde hay progreso, allí está Dios.
12. Nuestra opción es por Cristo liberador.

Sobre el arte

1. Todos pueden y deben hacer arte.


2. El arte es elemento cohesionador y síntesis de todas las actividades.
3. El arte es un regulador de la investigación.
4. El arte debe reflejar nuestras utopías y nuestros problemas.
5. Para nosotros el arte es tan importante como el pan.
6. En nuestro trabajo educativo el teatro ocupa un lugar destacado.
7. Al hacer teatro, educativamente vale más el proceso de elaboración que el
resultado mismo.
8. Favorecemos una intensa actividad artística.
9. Buscamos expresarnos en un lenguaje artístico de primera calidad.
10. Un buen trabajo artístico cumple una magnífica labor de motivación en el
ambiente.

Sobre el castigo

1. El castigo es la forma más fácil y menos eficaz de controlar y modificar la


conducta humana.
2. El Programa nunca ha participado de la teoría del castigo; al contrario, la
rechaza enfáticamente.
3. Nosotros creemos en la bondad del muchacho de la calle. Para llegar a cambiar,
se necesita un ambiente cariñoso.
4. El castigo engendra nuevamente el castigo.
5. Hacemos hincapié en el premio y no en el castigo.
6. El castigo físico carece de blanco específico y crea, por lo tanto, una constelación
de nuevos conflictos.
7. Algunos muchachos buscan ser castigados para que se les preste más atención.
8. Nosotros, en vez de castigar, nos esforzamos en la asistencia creativa, el diálogo
continuo, el cariño y la atención.
9. La humillación, la burla y el desprecio son castigos más peligrosos que los
físicos.
10. El muchacho de la calle ya ha sido castigado brutalmente; esto lleva a un
desprecio de sí mismo. Que entre nosotros se sienta valorado.
11. Siempre que sancionemos al muchacho, nos debe ver como amigos suyos.
12. Rechazar el castigo físico no significa que seamos débiles y permitamos toda
clase de abusos, sino que creemos en la fuerza del ambiente educativo.
13. Golpear a un muchacho es cobardía.

308
Sobre la mujer

1. En la vida de nuestros muchachos, a menudo ha faltado la presencia de la


mujer como madre pues proviene de hogares desechos.
2. La sociedad de consumo ha hecho de la mujer un objeto de comercio, de
propaganda, de prostitución.
3. La mujer es madre, hermana, esposa, compañera, amiga...
4. La mujer debe ser una ayuda y complemento para la solución de los problemas
de afectividad.
5. La figura más significativa en la vida del hombre es la madre. Si las relaciones
con la madre son defectuosas, con frecuencia habrá una relación inadecuada con la
realidad.
6. Para que un niño abandone su hogar se necesita, entre otras cosas, que la
relación hijo-madre sea defectuosa.
7. La relación hijo-madre en algunos muchachos oscila entre el desprecio total y
la dependencia afectiva exagerada.
8. Algunos muchachos, para no reconocer la realidad de una madre indiferente,
se consideran malos hijos.
9. El papel de la mujer en el Programa es insustituible.
10. Propiciamos un ambiente en donde el muchacho vivencia y se afianza en
nuevos valores con respecto a la mujer, delicadeza, amabilidad, etc.
11. Sólo una mujer bondadosa rehace en el muchacho la “figura de la mujer”.

Sobre el sexo

1. El sexo para nuestra sociedad es objeto de comercio y explotación.


2. Los educadores deben ser muy definidos y maduros en su sexo.
3. El muchacho debe formarse en la hombría sin caer en el machismo.
4. Del sexo se debe hablar con claridad, sencillez y conocimiento científico.
5. Las experiencias sexuales de los muchachos nunca deben ser objeto de
comentario público.
6. Del sexo debe hablarse en el momento oportuno y con el respeto que merece.
7. La serenidad lleva al equilibrio emocional.
8. Contrarrestamos la homosexualidad con asistencia educativa y comprensión,
hablándole al muchacho, propiciando la relación cariñosa con la mujer.
9. La homosexualidad no es una enfermedad, es un síntoma de problemas
afectivos.
10. La masturbación no es ninguna enfermedad, no crea problemas fisiológicos,
ni lleva a la degeneración; nos dice, entre otras cosas, que el muchacho necesita
seguridad.

309
11. Cuando el muchacho habla de experiencias sexuales de él o de otros, no todo
lo que dice es verdad, muchas veces busca impresionar.
12. Una forma de venganza o de autocastigo inconsciente del muchacho de la
calle es inventar faltas sexuales de él o de los demás.
13. En vez de prohibir o vigilar la vida sexual de los muchachos, promovemos un
ambiente de serenidad, respeto, responsabilidad y cariño.
14. Cuando aparecen propagandas pornográficas, hacemos la crítica a la sociedad
de consumo.

Sobre la marihuana

1. La marihuana no es un problema como tal, es fruto de otros problemas.


2. La actitud policiva frente a la marihuana aumenta el deseo de fumarla.
3. La amistad del educador con el muchacho es el primer paso para que éste deje
la marihuana.
4. Más que hablar de marihuana, hablemos de valores.
5. El misterio y la clandestinidad son características del consumidor; no caigamos
en la trampa; tratemos la marihuana como uno de tantos problemas.
6. La comunidad es implacable con los distribuidores de marihuana.
7. Nunca califiquemos al muchacho de marihuanero; con ello le creamos un
ambiente adverso y le quitamos posibilidad de superación.
8. La depresión lleva a consumir marihuana; los sentimientos de culpa aumentan
la depresión y, por lo tanto, el consumo de marihuana.
9. Cuando el muchacho se va sintiendo más seguro, con más facilidad deja de
consumir la marihuana.
10. Para la mayoría de los muchachos, la marihuana fue una experiencia aprendida;
después se convirtió en evasión de problemas.
11. Mostrarse partidarios de la marihuana para ganarse la amistad, es tan negativo
como la actitud policiva.
12. El muchacho debe darse cuenta de que ni estamos de acuerdo con la
marihuana, ni es nuestra mayor preocupación.
13. Al consumidor de marihuana no hay que echarle en cara su problema, hay
que abrirle nuevos caminos a través de responsabilidades graduales.

Sobre el robo

1. Nuestros muchachos han robado. Se trata de definir dentro de una sociedad


capitalista este hecho.
2. En el Programa debe primar la frase “esto es nuestro”. Cualquier robo es robo
a la comunidad.
3. El robo rompe la amistad y acaba con la comunidad.

310
4. La marihuana y la agresividad son más fáciles de controlar que el robo.
5. Cuando el muchacho ha cometido un robo se pone nervioso; por eso el tono
de la voz, el cambio de color en la cara o la inseguridad, son motivos para sospechar
de él.
6. Entre los muchachos de la calle el robo está amparado por la “ley del silencio”.
7. Generalmente son dos o más muchachos los comprometidos en un robo.
8. No hay que desconfiar de los muchachos, pero tampoco hay que darles
oportunidad de robar.
9. Cuando hay un robo hay que hacer un escándalo bien estudiado.
10. Inconscientemente con frecuencia, el que roba se dice: “ya que no recibo
suficiente afecto, tengo derecho a robar”.
11. El robo aumenta el sentimiento de culpa y la posibilidad de cometer nuevos
robos; por eso hay que actuar inmediatamente.
12. Cuando hay robo, el grupo es responsable, por eso es el primero en actuar.
13. Hay que distinguir entre asuntos como tomar un pan y realizar un robo
premeditado.
14. Contrarrestemos el robo mediante:

– Charla personal con el muchacho.


– Aumento de la autoestima en el muchacho.
– Actitudes serenas y firmes al tratar de estos problemas.
– Ambientes seguros y arreglados artísticamente.
– Responsabilidades graduales con una supervisión cariñosa y estricta.

Sobre la libertad

1. El muchacho de la calle ama profundamente la libertad.


2. En el muchacho de la calle, colincharse en los buses, acostarse en los andenes,
comer cuando quiere, nos hablan no de la mala educación, sino de un profundo
deseo de ser libre.
3. En la calle, la libertad ha llegado algunas veces a confundirse con libertinaje.
4. La libertad del muchacho de la calle tropieza con la sociedad de consumo que
se opone a sus deseos de ser más.
5. Sólo cuando existe una objetiva valoración de uno mismo, se pueden tomar
decisiones libres.
6. Nuestro Programa permite que el muchacho ensaye, se equivoque, vuelva a la
calle, experimente, pida de nuevo ingresar.
7. Nuestra terapia puede llamarse terapia ambiental de la libertad.
8. Lo que se podía gastar en rejas y guardianes, se gasta en hacer más agradable
el ambiente.
9. El proceso de educar en la libertad es lento y doloroso, pero seguro y eficiente.
311
10. Para que un muchacho aprenda a tomar decisiones, hay que ayudarlo con un
ambiente de seguridad y afecto.
11. La decisión más importante del muchacho es: “me quedo libremente porque
quiero cambiar”.
12. El muchacho debe ser libre para hablar de sus problemas con el que quiera y
cuando quiera.
13. Privar a un muchacho de la calle de su libertad es graduar prematuramente a
un delincuente.

Sobre el muchacho de la calle

1. El gamín viene a ser especialmente el niño que ha dado una respuesta a su


situación de pobreza y desamparo independizándose. En el fondo es un gesto de
superación; entre una miseria total sin libertad y una miseria parcial con libertad, ha
optado por lo segundo. Es bastante, tratándose de un niño.
2. Para nosotros, el muchacho de la calle más que un muchacho anormal, es un
pequeño oprimido.
3. Un muchacho que se gana la vida por sí solo a los ocho años, es un muchacho
superior.
4. Por lo general, el muchacho siempre revela menos edad de la que tiene como
consecuencia de la desnutrición que ha empezado desde el periodo prenatal.
5. El muchacho ha sufrido más por la carencia de apoyo afectivo que por haber
aguantado hambre y frío.
6. En lo fundamental, el niño gamín es sencillamente un niño.
7. Muchos de los peores recuerdos que tiene el muchacho son de vida familiar.
8. La calle ha obligado al muchacho a volverse tremendamente recursivo y
creativo.
9. El muchacho ha descubierto la importancia de vivir en grupo. Sin la gallada y
la camada no hubiera podido sobrevivir en la calle.
10. Si comparamos al gamín con un muchacho corriente, veremos que el
muchacho de la calle tiene muchos puntos a favor, pero también muchos en contra.
11. El muchacho necesita una intensiva atención médica y odontológica porque
la calle lo ha destrozado.

Sobre el florín

1. Con el florín, se quiere instaurar en el Programa un sistema monetario lo más


parecido posible a los sistemas monetarios de nuestro medio.
2. El florín es un recurso educativo que está en función de trabajo.
3. Con el florín, enseñamos a diario y en forma muy vivencial que el “poder
adquisitivo” se puede alcanzar sin necesidad de robo y mendicidad.

312
4. El muchacho en la calle manejaba dinero. El florín permite que esto continúe
dentro del Programa.
5. El florín es un medio para reproducir en miniatura la problemática que en
nuestra sociedad produce el dinero, para que el muchacho aprenda a cuestionar y a
buscar soluciones.
6. No se puede educar haciendo caso omiso de la dimensión económica. Hay
que enseñar a tener no sólo en sentido individual, sino también sobre todo, a nivel
comunitario.
7. Mediante el florín, se presenta el “señor dinero” con sus valores y antivalores.
8. Los aspectos gratificados con el florín deben ser concretos.
9. Debe quedar claro, tanto para el educador como para el muchacho, cuándo y
por qué gana florines.
10. El número de aspectos que se gratifican es reducido para evitar que, por la
dispersión, el florín pierda validez.
11. La gratificación se hace teniendo en cuenta una evaluación constante,
sistemática y objetiva.
12. El muchacho se da cuenta de que se evalúa lo que hizo; la objetividad le da
seguridad.
13. La valoración del aspecto comunitario es una preocupación constante del
trabajo educativo.
14. La comunidad como elemento determinante puede ocasionar movimientos
de reevaluación del florín para destacar hechos o realizaciones notables.
15. El florín es uno de los mejores ejemplos de recursos ambiguos; puede ser
tan formativo y liberador como antieducativo y alienante; para medir su bondad
es necesario analizar continuamente el uso que se esté haciendo de él y determinar
criterios operativos.
16. En asunto de dinero y sexo, ignorar es muy poco; lo formativo en este caso es
ser consciente, entender el problema, ser libre para luchar y conquistar.
17. El florín es una forma lúcida de controlar el ambiente.
18. El florín permite a un muchacho pagar su comida, su estudio, su vivienda...
A través de él, al muchacho no se le regala nada.

313
Libro segundo

El niño de la calle,
¿qué hacer?
Musarañas II
A nuestros queridos educandos que nos han aceptado
en su vida, a los bienhechores, colaboradores y amigos
todos, de quienes se podría escribir otro libro por
representar una larga historia de generosidad e interés
en la solución de los actuales problemas juveniles.
Prólogo

A grandes males, grandes soluciones reza un adagio popular, que cobra vigencia
para el caso que ocupa el interés de este libro.
No hay duda que en Colombia, la situación de los niños, niñas y adolescentes
que deambulan por las calles es uno de los problemas sociales más complejos y
demandantes. La historia de la niñez colombiana ha estado atravesada por la privación
y la violencia que enmarca la vida de los niños y niñas con experiencia de calle.
Afortunadamente el padre Javier de Nicoló ha estado empeñado desde hace más de
tres décadas en la búsqueda y desarrollo de estrategias para recuperar e integrar a los
niños y niñas de la calle a la sociedad.
Desde hace varios años, Unicef venía insistiendo en la importancia de recuperar
y sistematizar la experiencia acumulada por el Padre Javier de Nicoló y su equipo en
relación con su trabajo con niños y niñas de la calle. Muchos fueron los argumentos y
razones esgrimidos por el padre Javier para retardar la decisión de esta publicación: la
sobrecarga de trabajo, la necesidad de precisar conceptos y metodologías, la prioridad
de actuar ante la magnitud y complejidad creciente del problema. Por fortuna todos
estos escollos fueron salvados y tenemos en las manos este profundo y maravilloso
libro.
Para Unicef Colombia constituye un honor haber contribuido a la realización
y publicación de este libro. Hace más de 20 años tuvimos la fortuna de apoyar la
publicación de Musarañas; ahora este segundo libro hace un nuevo reconocimiento
a todos aquellos niños y niñas que aún en las condiciones más adversas y violatorias
de sus derechos conservan la esperanza de recuperar su dignidad, reorientar sus vidas
y emprender un proyecto para integrarse como sujetos activos de derechos y deberes
a la sociedad.
Es también un homenaje al testimonio de una obra y una vida que constituye
ejemplo universal. Es innegable que el padre Javier ha sido el apóstol y pionero de
un Programa de grandes dimensiones y proyecciones futuras, ejemplo continental
y universal que ha sido imitado por numerosas organizaciones en varios países, más
de 17.000 niños y niñas han sido redimidos del asfalto, la indiferencia y la violencia
generalizada, exaltados como personas e integrados a la sociedad.
Los obstáculos y las dificultades no han logrado nunca desvanecer su empeño; por
el contrario, a mayores dificultades más trabajo, más noches en vigilia recorriendo los

318
“parches” y las “camadas”, más amor y regocijo en sus manos y millones de abrazos
para recibir a los reincidentes.
Para los pesimistas están las evidencias de mujeres y hombres que hoy ostentan
títulos universitarios, de niños y adolescentes que conforman bandas sinfónicas, de
trabajadores dignos que se abrieron oportunidades significativas en sus vidas y que
ejercen su ciudadanía sin temor a los retos de las dificultades propias de una sociedad
en construcción, ansiosa de mayor equidad y justicia social.
Ni los “largos” rebeldes se escaparon a su mano y su voz crítica, dulce y retadora,
porque hoy bajo la tutela del padre Javier también ellos encuentran oportunidades de
formación, capacitación y vinculación laboral.
Nuestro reconocimiento a todos y cada uno los miembros del equipo del Padre
Javier, a sus niños y muchachos, sería interminable nombrarles a todos, pero todos
ellos saben que están incluidos; a los alcaldes y gobiernos del Distrito Especial de
Bogotá, quienes a través del Programa IDIPRON no han ahorrado esfuerzos para
apoyar el desarrollo y la consolidación del Programa. Al Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar por su confianza y apertura a las iniciativas del padre de Nicoló; a
la Interamerican Foundation –IAF– por su apoyo y aliento al programa en diferentes
momentos.
La historia y las realizaciones que comparte este libro son también un llamado a
la corresponsabilidad del Estado, la familia y la sociedad en general, para encontrar
y consolidar soluciones a los numerosos factores que expulsan a niñas y niños a la
calle. Nos corresponde a todos la responsabilidad de lograr mayor equidad, menos
violencia social e intrafamiliar, más y mejores escuelas y mayores oportunidades para
la inclusión social. En una palabra: la plena vigencia y garantía de los derechos de la
niñez. Solo así podremos contribuir a la realización del sueño de Javier de Nicoló.
Este libro nos cuenta un proceso creativo fundamentado en la ética de la
acción y los derechos humanos. ¡Nosotros somos testigos de sus resultados y de sus
potencialidades para transformar y dignificar las vidas de niñas, niños y adolescentes
colombianos!

Carel de Rooy

319
Historias de Javier

Llegó Javier mi parcero sereno


a la camada en la noche lluviosa,
tiene cachucha de gran caballero
y una mirada profunda y graciosa.
El chinche corre a cogerle su mano,
hay alborozo en la calle cualquiera
porque mil dulces, tamal y mogolla
compartirá con amor en la esquina.
Venid mis hijos, hay pan para todos,
Dios os bendiga, perdonen la mesa,
si la injusticia nos tiene en la “olla”,
¡en esta olla tenemos grandeza!
No más cannabis mi niño travieso,
que tu amargura no tenga pereza,
venid al patio, te espera la cama,
con una manta decente y hermosa.
Venid al patio mi amigo, mas luego
¡a calentar el dolor y tus huesos!
¿Qué tal Roberto, Martín y Juanita?
Hoy los espero sin falta en mi casa,
habrá una fiesta con gran comilona
y hasta sorpresas y bastantes cosas.

Ya no me gusta la calle en la noche,


dice muy quedo Juanita la “brocha”,
toma su mano Javier con dulzura,
vete a Bosconia, no más travesuras.
Juanita entonces le dice de nuevo
con mis parceros o nada que llego.
Vayan mis hijos, a todos los quiero
porque sus vidas merecen justicia.
Se va Javier a la casa primero

320
a prepararles la cama y la mesa
y mientras llegan me dice contento
para estos niños ¡vivir es proeza!

Aún no termina la historia de un día


porque otro día la historia ya empieza
con otros niños vendrán otros sueños
y otros malandros tendrán su promesa.
¡Con tantos hijos Javier que proeza!
Mi Dios es bueno me dice con fuerza,
no digas nada, trabaja y regresa.

Nelson Ortiz Pinilla

321
Introducción

¿Para qué servirán tantos logros en tecnología y ciencias exactas, si estamos tan
retrasados en las ciencias políticas sociales, de las cuales depende la solución de los
mayores problemas de la humanidad?
En la imponente cumbre mundial de desarrollo social de Copenhague, del año
1995, en la que participaron 186 países, de los cuales 117 estaban representados por
los mismos Jefes de Estado, se afirmó que los actuales macroproblemas de pobreza,
desempleo y descomposición social, no se deben a la falta de recursos, sino a la de
compromiso, voluntad política, participación y conciencia de la sociedad civil y del
sector privado.
La cumbre de Copenhague es un ejemplo de amplio consenso, acerca de la
necesidad de empezar a remover las causas del profundo malestar actual. Es un
insólito e impresionante llamado a la buena voluntad de los gobernantes. Como
quien dice: la organización del mundo es posible si se le pone buena voluntad, si se
remueve la perversa intención de salvar únicamente los propios intereses.
Los que creemos en Dios, presente en el mundo y oportunamente operante –sin
limitar la libertad humana–, consideramos como nuevo y admirable “signo de los
tiempos” la preocupación por los pobres en los escenarios de poder y en los medios
de comunicación.
La pobreza, insistimos, tendría solución si madurara la conciencia entre los que
manejan el poder, el dinero y la ciencia (también ella víctima de la alineación que han
producido los sistemas imperantes). Eso sí sería una buena muestra de los cambios
estructurales esperados por los pobres, que también son legítimos dueños del mundo
en que vivimos.
Pero ¿qué tal si sólo nos quedamos con sueños y esperanzas? Es necesario que cada
uno promueva la comprensión de las cosas acerca del deber ser de un mundo mejor.
En el ámbito internacional, Colombia es señalada como un país en el cual la
guerrilla, el narcotráfico, la mafia, el secuestro, es decir, la extorsión y la violencia se
están volviendo en un modus vivendi. Peter Weldman, notable sociólogo, en su libro
Sociedades en guerra civil, afirma: “La violencia se ha convertido en Colombia en un
servicio que se puede comprar, está subordinada al dinero y tiene en el mercado un
valor calculable”.

322
Pues por más macabro que parezca, actualmente, la violencia no sólo se puede
explotar comercialmente, sino que hay quien llega a justificarla y casi sacralizarla.
¿Cómo librarnos, en este nuevo “siglo de las luces”, de filosofías tan siniestras? Con
la educación.
La máxima maravilla del ser humano es su mente, que como perenne lámpara
de Aladino, puede despertar el “genio” y con él los poderes más insospechados y
misteriosos. Por esto nunca deja de ser un descubrimiento, el darse cuenta que “el
hombre está hecho para pensar”. Una de las cosas buenas de nuestra época es que
el ser humano quiere volverse cada día más “pensante”. Quiere “aprender a pensar
mejor”. Y para nosotros “aprender a pensar” es sinónimo de Educación.
Creo que si en Colombia animáramos a los educadores y padres de buena voluntad
a educar seriamente a sus niños, en función de un cambio radical de mentalidad, la
transformación de situación sería más rápida y más significativa que con cualquier
otra estrategia. Incluso esta medida volvería más funcionales todos los planes que se
llevaran a cabo al mismo tiempo.
Volvemos a lo que normalmente supone una introducción y diremos que nuestro
principal propósito es dar a conocer el Programa Bosconia que se dedica con
exclusividad a la atención del niño de la calle.
Se trata de una breve descripción de su organización, origen, evolución y sobre
todo comprensión de los principios filosóficos y metodológicos que lo sustentan.
Mejor todavía, diríamos que se trata de describir qué venimos haciendo para atender
a los niños de la calle y el porqué.
Son muchos los amigos que al visitar nuestras obras exclaman: “¿Por qué no dan
a conocer esto tan interesante?” También nosotros estamos convencidos que, sobre
todo en materia de educación, la gente se interesa más si hablamos de algo que esté
funcionando y que se pueda visitar y ponderar de cerca.
Creemos pues que ha llegado el momento de dar respuesta a nuestros amigos.
Sentimos la necesidad de agradecer, ante todo a Unicef, que formalmente nos invitó
a poner manos a esta obra y nos dio los recursos necesarios.
Es la segunda vez, pues hace algo más de veinte años, nos animó también escribir
un libro que se refería al mismo tema y que tuvo mucho éxito.
Sea pues ésta, la ocasión de felicitar a Unicef por la significativa labor de dar a
conocer lo que en beneficio de los niños se hace y se escribe en todo el mundo. Nos
parece que, hoy más que nunca, es el gesto más noble y fecundo en pro de la niñez
tan lastimada en todos los rincones.

323
Capítulo I

Un sueño. Lo que debes hacer

En sueños, corrí a mi mesa de trabajo y escribí de manera delirante, como si


recibiera un dictado, los capítulos de un libro que tendría muchos nombres y que
finalmente se llamaría El niño de la calle, ¿qué hacer? Musarañas II. Me sentía como
nadando en mis propias aguas.
A la mañana siguiente, creí que hallaría el manuscrito ya revisado sobre el
escritorio. Pero no encontré nada. Todo lo había soñado. Comencé mis actividades
diarias, aún obsesionado por imágenes que recordaba como vividas realmente. Bajé al
comedor muy distraído. Me disponía a desayunar cuando llegó Vicente, uno de mis
más cercanos colaboradores. Le relaté paso a paso mi extraña experiencia nocturna.
Me escuchó asombrado y con su voz profunda e incrédula me preguntó:
–¿En realidad fue un sueño?
–Sí –le respondí–. Pero me impresiona recordarlo como si se tratara de una
película que acabo de ver.
–¿Y qué era lo que escribía cuando estaba soñando?
–Escribí en un arrebato, todo un plan para atender a los niños de la calle.
–¿Cómo?... ¿Y en qué podrá consistir semejante plan?
–Tendrías que escucharme con paciencia, le dije, porque me soñé no sólo “haciendo
cosas”, sino aplicando un método basado en unos determinados principios.
–Así planteado suena más interesante que la simple anécdota de un sueño –dijo
Vicente y agregó–. Creo que será mejor grabarlo y transcribirlo para ver qué
resulta de todo esto.
–De acuerdo. Comienzo cuando quiera–. Ahí mismo, Vicente trajo una grabadora.
–¿Entonces, cuénteme, qué fue lo primero que hizo en su sueño?
–Me parecía estar viendo una escena de la película Oliver Twist, cuando ese
niño que había sido rescatado de las manos de unos malhechores, despertó,
abrió la ventana de su suntuosa mansión y quedó sorprendido, no sólo por un
espléndido escenario de primavera, sino por un fantástico desfile de actores, que
como vendedores, muy simpáticos, ofrecían flores, frutas, prensa y todo tipo de
servicios... hermoso aquello y además muy nítido.
Pero repentinamente, cambió la escena. Aparecí en el escenario de un barrio
pobre, en medio de un típico ambiente callejero, con sus formas, colores y pintorescos
personajes. Había música, como en una feria. Sin embargo, logré oír una voz muy
clara que salía de un parlante y me decía: “Te esperábamos para indicarte lo que debes
hacer. Ante todo, visitar persistentemente la calle, observar, tomar nota, aprender a

324
comunicarte mediante una presencia amistosa, estimulante, volverte amigo de los
muchachos. Así aprenderás, entenderás el drama de la pobreza, las causas y el proceso
de ‘gaminización’ ”.
La voz se silenció. Entonces, hizo su aparición un personaje muy curioso
señalándome en el cielo un enorme globo en el cual se leía “Operación Amistad”.
Volviéndose hacia mí, ese fantasma exclamó:
–Esta es la principal etapa y supone mucha entrega y creatividad.
Quedé como absorto ante la nueva escena de mi sueño. De buenas a primeras este
hombre, que hablaba casi a gritos, me había parecido un mendigo. Observándolo
bien, encontré respetable su apariencia y por su atuendo y el corte de su barba lo
asocié a las imágenes que uno tiene de Sócrates, Platón o cualquier otro sabio griego.
La turbación inicial que me causó ese espectro fue momentánea. Ese viejo miope
y gritón, de ahí en adelante, comenzó a surgir en mi sueño, cada amanecer, para
llevarme a distintos lugares. Se convirtió en mi acompañante e interlocutor y lo fui
sintiendo cada vez más cercano y más sabio.
Como animándome con unas palmaditas en el hombro y con cierta sonrisa, me
sugirió:
–No te deberán faltar dulces en el bolsillo, ni anunciar, de pronto, una chocolatada
nocturna, una fogata, un rato de fútbol, un paseo. Pero, lo más importante será tener
una casa, un centro, que se parezca a un club. Un sitio que todos busquen por lo
acogedor.
En otro momento de mi sueño, me pareció estar frente a un lugar que ya conocía.
Un payasito, que después dijo llamarse Milton, me invitaba a entrar.
–¡Siga! Que usted ya conoce esto –señaló el payasito antes de desaparecer.
Era el primer club que se abrió en el Programa. Los niños lo llamaban “Patio de
La Once”. Todavía tenía el letrero “Bienvenido al Club de Bosconia”.
De la bruma volvió a surgir el anciano sabio para decirme:
–Centros de acogida como este serán el secreto del éxito para cosechar lo que se
ha venido haciendo en la calle. Deberán seguir siendo la originalidad del Programa.
En los “clubes” comenzará la segunda etapa. Verás que los niños en situaciones
dramáticas de abandono y desamparo, los buscarán como refugio, como respuesta a
sus necesidades más apremiantes y por qué no, a sus antojos.
Los niños de la calle suelen vivir en continua situación de acoso. En estos
centros empezarán a sentirse libres, reconfortados. Ya sin miedo, se acercarán para
pedir ayuda. En fin, será necesario crear un ambiente acogedor, darles buen trato y
ofrecerles servicios de comida, duchas de agua caliente, lavaderos de ropa, secadora,
peluquería, atención médica y oxigenantes juegos.

325
El “club” muy bien montado, bien atractivo, será la fachada del Programa.
No habrá niño de la calle que no lo conozca. Incluso se volverá el indicador para
distinguir al niño de la calle del que no lo es.
Pero ¡ojo!, lo más importante del club no deberán ser las instalaciones físicas sino
el recurso humano. Si sabes seleccionar, formar, capacitar y sobre todo apoyarlos, con
una adecuada animación, tendrás excelentes educadores y los niños lo aceptarán, los
buscarán. Su acción será muy fecunda.
Al niño le encantará que el educador lo visite en su barrio, en su “parche” y que
finalmente lo busque con frecuencia para entablar interesantes diálogos. Así, llegará
el momento en el cual, el educador avance en el proceso, animando al niño a dejar
la calle y a cambiar. Es toda una técnica de persuasión que tarde o temprano dará
resultados.
El educador debe ganarse al niño como lo hace una madre con su hijo. Se servirá
de la amistad, para comprometerlo y en este momento cobrarán validez las palabritas
al oído: ¿Entonces qué? ¿No me habías dicho que ibas a venir todos los días?
¿No me habías prometido ducharte a diario, dejar el pegante?
De tantas acometidas, desde luego todas cariñosas, llegará el día del compromiso.
Será el niño quien dirá:
–Ya quiero entrar al Programa, pero si me pruebas algo.
–¿Como qué?
–Como mandarme a Acandí o ponerme a estudiar.
–Bueno, listo.
–Como verás –agregó el anciano– el niño querrá avanzar.
–Pero ¿dónde meterlo? –reflexioné.
–Otra vez se tratará de poner a prueba tu hacer –añadió el viejo–. Necesitarás otro
centro, ahí cerca donde se la pasan los niños de la calle.
No será muy grande: podrás atender, simultáneamente, grupos de máximo treinta
y cinco niños, para realizar la tercera etapa: la del Compromiso. Una sola casa no
será suficiente. Deberás tener dos como la que hoy se llama Liberia con camitas,
buena batería sanitaria y una sabrosa comida, dos salitas: una de televisión y otra con
sencillos juegos de mesa y sillas para momentos de dinámica grupal.
En esta etapa, a través del juego y de actividades grupales, es decir de animación,
empezará el proceso de compromiso: preguntas estimulantes, pequeños dilemas... En
fin, un poco de “mayéutica de Sócrates”.
Animar a los niños es fácil con bondad, dulces y jueguitos. De pronto pequeñas
técnicas de sociodrama tipo Lewin Moreno. Son procesos que servirán también con
los mayorcitos de dieciséis años, para que lleguen a sentir el deseo de dejar la calle, la
droga y demás cosas autodestructivas. Pero deberá hacerse un seguimiento para que
sea constante su esfuerzo de superación.

326
En Liberia permanecerán durante un período de tiempo, al término del cual se le
hará regresar a la calle. El niño analizará si realmente quiere dejar la calle y entrar al
Programa. Parece una crueldad, pero no lo es: la confrontación de las dos realidades,
de las dos vivencias será muy fecunda para interiorizar el propósito y comprometerse.
Al transcurrir los días señalados, los que realmente quieran deberán presentar
solicitud para ingresar al Programa, “pedir” que se les reciba.
Los que opten por dejar la calle se reunirán como en plan de una excursión o de
una aventura bien estimulante.
Se programará el día y la hora de la “entrada”, para que sea realmente una fiesta:
se adornará la casa, se medirán tallas para entregar ropa nueva y deliciosa comida. La
noche anterior también será de fiesta, con una sugestiva fogata.
Al día siguiente empezará la etapa, el niño ingresará al internado, para desarrollar
el proceso de personalización.
En ese momento, pensé que estaba frente a un interlocutor, con toda seguridad,
bien informado y decidí ponerlo a prueba.
–¿Qué opina usted de la Personalización? –le pregunté.
–Mounier es el principal autor de esta filosofía o, mejor, actitud. Es una pedagogía
que pretende orientar al educando para que se realice como persona, para que alce
el máximo de iniciativa, de responsabilidad, de compromiso, de vida espiritual
–contestó el viejo.
–Pero, no divaguemos sobre este campo –le dije–. En otro momento podríamos
volver a las teorizaciones.
De nuevo, oí la voz. Esta vez me dijo: “Concéntrese en conseguir otro centro para
la cuarta etapa del proceso”.
El anciano parecía absorto en sus pensamientos. Sin embargo, también había
escuchado la voz y opinó:
–Será difícil, por el costo y por las muchas funciones que deberá desempeñar.
Prácticamente, sería hacer una mansión para que los niños se sintieran a gusto,
cómodos, libres, consentidos, amados... Una utopía imposible de resumir en algunos
atributos.
–Pero ¿con qué plata? O mejor todavía ¿quién, disponiendo de dinero, tendrá la
voluntad de hacer todo esto? –me pregunté.
Frente a este planteamiento me sentí vacilante, pero empecé a decirme:
–La situación no puede ser tan desesperada. Hay que pensar en algo.
–¿En qué? –preguntó el viejo.
–Por ejemplo en la línea de la planeación estratégica.
–Pero, ¿a qué viene esto? La planeación estratégica es para empresas –dijo el
viejo sabio en tono burlón–. Supone que ya existe el recurso económico y tiene muy

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poco que ver con los programas de atención a los indigentes, drogadictos y niños
abandonados. Además, si no hay indicadores matemáticos ¿cómo medir el afecto,
las emociones o las pulsiones que determinan la violencia, la droga, la prostitución?
–Bueno –le respondí a mi guía– sin quitarle méritos a la planeación estratégica,
que también he aplicado en ciertas situaciones como herramienta válida, creo que en
este caso no es el camino a seguir. Mis logros coinciden con los momentos en que veo
la pobreza como un desafío.
–¡Bravo! –exclamó mi interlocutor–. El recurso económico suele ser siempre
precario, escaso, incierto. Pero para usted que es un soñador de profesión no debe
haber obstáculo o razones de pesimismo.
Ahí mismo, animado por el elogio, afiancé mi posición.
–¡Claro! Hay certezas confiables a pesar de que no parezcan tan científicas. Por
ejemplo, el convencimiento de que creer es fecundo. Lo mismo, convencerse de que
no hay nada mejor que ayudar a los demás.
El mundo de la fe, del amor, de la compasión, es otra realidad. También llena
de respuestas contundentes. La gente dice “amanecerá y veremos”. Cuando estoy
con los pobres, deprimido como ellos por tanta desolación, de pronto me da por
reincorporarme y animarlos con un sencillo amanecerá.
–Entonces ya sabes que debes hacer –me dijo el viejo, en otra singular aparición–.
Conseguir un hermoso terreno, ya no cerca de las “ollas”, ni en barrios marginados,
sino lejos de la miseria y horrores de la calle, amplio para que los niños que tienen
indiscutible derecho a todo, puedan corretear. La arquitectura debe ser generosa,
con buena vista, jardines, zonas deportivas suficientes para la recreación simultánea
de todos. La vivienda, es decir, los dormitorios, duchas, sanitarios deben ser bien
hechos, al igual que la lavandería, cómodas, comedores, cocinas, despensas, y talleres,
con todo lo que esto significa.
De pronto en mi sueño, me pareció que estaba parado sobre una enorme tarima y
que ya no estaba escuchando la voz –ni reflexionando con mi amigo el sabio griego–
sino hablándole a un gran público sobre grandes proyectos. En primera fila volví a
ver a Milton acompañado de otros cinco payasitos más. Con gesto de burla, se unían
a un murmullo creciente. Nervioso interpelé a Milton para saber qué pasaba y él me
dijo al oído:
–Dicen que el cura está loco porque ¿de dónde va a sacar tanta plata para
construirle mansiones a los niños de la calle?
–¿Cómo que estoy loco? –interrumpí en actitud altiva y tan agresiva que los
payasos se esfumaron y el público se calló–. ¿Acaso los que están, sistemáticamente,
planificando es porque tienen dinero? Si no tenemos claro que se debe hacer en
este campo, ¿cómo vender la idea, cómo motivar, entusiasmar a la gente? ¿Cómo
conseguir recursos?

328
La pobreza –agregué sin permitir interrupciones– es un impostergable, un
imperativo ineludible. Si eso no se acepta “por las buenas”, la subversión, en todo
el mundo, con los chantajes más increíbles, hará que se piense y actúe a favor de un
cambio radical de esta situación. Y valga la verdad, en este campo, el mundo está
llegando a grandes consensos. Fijémonos en lo que sucedió en Copenhague donde
se produjeron presiones mejores que las promovidas por la insurgencia. Es decir, en
esta época, ha ido aumentando la unidad de criterios acerca de las alternativas válidas
por un mundo mejor y se han generado signos y movimientos orientadores, sobre
todo entre jóvenes.
A través de la historia se han dado buenos ejemplos de este fenómeno, que Cox
llama la “seducción del espíritu”. Uno de ellos fue la época de Francisco de Asís.
En la Biblia está claro el imperativo de liberar a los oprimidos, proteger e integrar
a los débiles, dejar participar a los marginados. Pero sólo hasta dos décadas atrás,
como dice Leonardo Boff, se conquistó una presencia, un consenso indiscutible en la
teología de la liberación, compenetrando todas las formas de reflexión y sensibilidad
humanista.
En la medida en que el ser humano entiende y se hace valer como “luz de la
naturaleza“, nacen corrientes y movimientos que orientan eficazmente a sectores
significativos de la humanidad.
Hay que lograr que muchos, sobre todo nuestros jóvenes, se interesen en el
problema de la pobreza. La solución no está en la limosna, sino en el advenimiento
de una nueva concepción de macro organización humana, que surja de un nuevo
tipo de ciencias sociales enfocadas a despertar la responsabilidad que todos tenemos
de colaborar en un bienestar global, que no es lo mismo que globalización.
Aquí terminó mi sueño. Al despertar, recordaba todo con gran claridad. Tal vez
porque con mi interlocutor, el sabio griego, sólo había hablado de conceptos que me
eran muy familiares. Se trataba de los principios y métodos que aplicábamos en el
Programa Bosconia para atender, paso a paso al niño de la calle.
Días más tarde, en la rutinaria reunión de “reflexión en la acción” y planificación
del trabajo mensual, Vicente me entregó la trascripción del relato sobre mi sueño y
dijo:
–Me pareció muy interesante y creo que resume su trabajo por los niños de la
calle, a lo largo de las últimas tres décadas. Ahora sólo me queda por saber ¿por qué
usted siempre nos dice “volvamos a soñar”?
La intervención de Vicente tuvo eco entre los colaboradores reunidos, que además
de expresar el deseo de leer las páginas donde se recopilaron las grabaciones de mi
sueño, iniciaron un amplio diálogo sobre la posibilidad de convertirlas en un libro
que lo pudieran leer hasta los niños y que sirviera entre educadores y alumnos como
estímulo para fomentar la participación en temas educativos.

329
A pesar de que había pasado más de una hora de reunión teníamos ánimo para
seguir, pues uno de ellos intervino diciendo:
–Bueno se nos quedó en el tintero el tema de los sueños que había empezado
Vicente: ¿Por qué usted siempre nos dice “volvamos a soñar”?
Me tocó contestar:
–Hay cantidades de cosas que uno hace porque resultan agradables y fáciles. No
siempre hay razones, pero en este caso yo creo tenerlas. Hace poco, leyendo un
libro de Juan David Nasio sobre psicoanálisis descubrí que Freud no cesaba de
volver a los fundamentos de su teoría. Y así a los ochenta y dos años, escribió el
último compendio de psicoanálisis y fue cuando dio a conocer nuevos conceptos
que nos han permitido entender mejor su teoría. Como dice Nasio, el retorno
a los fundamentos suele generar lo nuevo. Esto sucede, por ejemplo, cuando
nos referimos a la educación nueva: son consignas de hace miles de años, pues
empezaron con Sócrates. Pero cada vez que se retoman con empeño y entusiasmo
se descubren aspectos que habían permanecido ocultos en un primer momento.
Este es el sentido de “volvamos a soñar”.

330
Capítulo II

Etiología del problema callejero

¿Qué sientes al ver estos niños: compasión o la voluntad de hacer algo para
liberarlos de esa situación?

¿Por qué tantos niños en la calle?


Casi todos hemos sido testigos de ese impresionante espectáculo que son los niños
de la calle, pero pocos conocemos las causas profundas.
Así los estereotipos más comunes que corren de boca en boca y que pretenden
resumir las causas del problema son:

– La irresponsabilidad de los padres


– La ignorancia y “bebedera” del pueblo
– La insatisfacción de las necesidades básicas
– La violencia intrafamiliar
– La falta de afecto
– La prostitución
– La droga y demás adicciones
– La doble jornada escolar
– La falta de voluntad política
– La corruptora cultura actual

Es decir, la cultura popular confunde las causas próximas con las remotas o
profundas.
Hay tres fenómenos que resumen la situación global generadora de tantos males,
según se reconoció en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (1995). Ellos son:

1. La creciente pobreza
2. El aumento del desempleo
3. La descomposición social

Pero el planteamiento que despierta más consenso es que el sistema económico


imperante es la causa estructural de fondo. Dicho sistema, se suele definir también
como:

331
a. Única preocupación por la concentración y centralización de la riqueza.
b. Despreocupación total por la falta de equilibrio existente entre crecimiento
económico y justicia social.
c. Desinterés en los derechos colectivos y prevalencia de intereses y libertades
particulares.
No basta pues, dar estadísticas sobre crecimiento económico existente. Dicho
crecimiento sólo es válido si, como el alimento en el cuerpo humano, beneficia
rápidamente todas las células, aún las más periféricas del organismo.
Pero no es así. Por ejemplo, la cuarta parte de la humanidad se ve obligada en
la actualidad a vivir con ingresos inferiores a un dólar por individuo. Y esta cuarta
parte no representa la totalidad del creciente problema de la pobreza que por las
características de la sociedad actual, produce en el ser humano deterioros que jamás
habían llegado a ser tan exagerados.

332
Muchos creen, ingenuamente, que la gente se degenera por pereza, analfabetismo,
vicios. No entienden que la pereza y demás fenómenos tan comunes, son las últimas
manifestaciones de un proceso (casi de metamorfosis) que empieza con la pobreza.
En la calle se oye a menudo la frase: “es que la pobreza le daña a uno el corazón”.
Me parece una frase genial que, si se añade a la filosofía del Evangelio (cuidado con la
riqueza, que fácilmente daña el corazón) descubre fácilmente el sentido que debería
tener el dinero y la distribución de los bienes que produce la humanidad.
¿No será función esencial de los gobiernos promover este equilibrio, o equidad?
¿Tanta violencia en el mundo actual no tendrá nada que ver con la pobreza y con
la riqueza? Este tema, como dice Kliksberg, es impostergable, sobre todo cuando
involucra a los niños.
Unicef, una de las entidades que más lucha para mejorar la situación de la niñez
en el mundo, desde hace años (1987), viene alertando acerca de la creciente amenaza
que se cierne sobre esta población, que todos consideramos el futuro de la humanidad.
James Grant, el Director General de Unicef, en el famoso libro Ajustes con rostro
humano, ya en 1987, advierte que “millones de niños están sufriendo las consecuencias
de políticas económicas y financieras, que apenas han prestado atención a las
necesidades básicas y a las condiciones futuras de bienestar de la infancia y otros
grupos vulnerables”. Además, llama la atención sobre la posibilidad de que dicha
situación vaya empeorando.
Esas condiciones, donde hay cordura y nobleza, brotan espontáneas y dan razón
no sólo del extraño fenómeno de los niños callejeros, sino también de la aparente
insensatez de los padres (que parecen cada día más irresponsables), educadores (cada
día más indiferentes), y de la misma juventud, cuyas inexplicables reacciones son
comparables a los famosos “mecanismos de defensa” de Freud, en este caso, contra
una agresiva situación socioeconómica.
Cabe además anotar, que en estas condiciones los esfuerzos que se vienen haciendo,
para dar alguna respuesta a tantos problemas sociales, se están tornando cada día más
difíciles y costosos. Debido a que, por una parte, va creciendo la población juvenil
que demanda atención; por otra, la creciente complejidad de esta problemática
requiere métodos cada día más sofisticados.
Por ejemplo, siendo la educación un proceso de socialización, los más comunes
“factores socializantes” disponibles en el caso de nuestros jóvenes pobres son: las
discotecas, las pandillas, las ollas, los estadios, las maquinitas, los supermercados de
videos, etc. Ante estas circunstancias ¿cuál puede ser el resultado de la socialización,
si al mismo tiempo vienen a menos la familia y la escuela?
Es importante aclarar que no se trata de crear un panorama desesperanzador sobre
las posibilidades de cambio, sino de colaborar en la búsqueda de estrategias que nos
permitan salir del laberinto.

333
Así, lo primero naturalmente, es lo que estamos haciendo: no perder de vista las
causas.
Llegar al fondo de la comprensión en nuestro caso es el primer paso hacia la
solución.
Acto seguido es la animación, el poder del entusiasmo para la acción que
deberíamos seguir acometiendo con renovado empeño.
Lo que sucede actualmente es un fenómeno aleccionador, premonitorio de los
extraños excesos que pueden ser adoptados por nuestras nuevas generaciones. La
historia de la humanidad está salpicada de acontecimientos y modas semejantes.
Es interesante pensar que es cabalmente en las grandes crisis, cuando los hombres
nos volvemos más filósofos, religiosos y unidos en el empeño de lograr cambios
radicales. En este sentido, nuestra época podría transformarse en una de las mejores
sobre todo si acertamos a entender qué quiere decir cambio. Los fundadores de las
grandes religiones son unánimes en afirmar que sólo empezando por el cambio de
los individuos (es decir, empezando por uno mismo) se logra mejorar y cambiar el
mundo entero.
Por esto consideramos definitivo el aporte de la educación, de todo tipo,
personalizada, constructivista, autogestiva, ambiental.
Dicen que en las grandes revoluciones culturales fácilmente se producen grupos
muy fervorosos que al paso que van aprendiendo, sienten el deseo de transmitir, con
entusiasmo, lo que han aprendido. Esto nos hace pensar que la mejor educación
empieza por promover una sana y entusiasta convivencia. Es el mejor medio para
educarnos mutuamente. Los emotivos ambientes, en los que crecen nuestros niños,
bien observados nos muestran los elementos básicos de una convivencia que permite
crecer y ser felices.
La conclusión es que estamos muy equipados “para flotar”, el hombre es
esencialmente “emergente”.
¿Por qué entonces nos hundimos? Creo que el peso fatal está en la educación mal
concebida, incapaz de desarrollar nuestra lógica, nuestra capacidad de amar y de ser
justos.

Factores que llevan a un niño a terminar en la calle


Hay niños que a pesar de haber sido lastimados por la pobreza y por el desafecto
(que parecen ser las principales causas del fenómeno callejero) no van a dar a la calle.
Aún así, el no haber terminado en la calle no quiere decir que les haya ido bien. Hay
vidas que por la misma causa se vuelven un infierno y es un porcentaje demasiado
alto.
Algunos podrían argumentar: si hay niños azotados por el desafecto que no
desembocan en las calles, es señal de que ésta no es la causa del fenómeno. Más bien
habría que concluir que el afecto es una energía eficaz en pro y en contra.
334
Es decir, un niño oprimido por influencia de algún ser humano inconsciente, a
menudo se salva por la acción liberadora de una tercera persona que logra comunicarse
en forma eficaz y brindarle afecto.
Por ejemplo, la excesiva brutalidad de la figura paterna, a veces, queda bastante
neutralizada por la consabida bondad de una buena madre, de la abuela, de una
cariñosa e inteligente vecina.
Hemos conocido casos de familias exageradamente pobres, en las que los niños,
uno tras otro, se van deteriorando por desnutrición, enfermedad, desafecto, abuso de
todo tipo. Pero de pronto, uno de esos niños que pertenece al fatídico grupo se salva
porque alguien con mucho cariño y paciencia logra sacarlo de aquel medio, brindarle
afecto, dar respuesta a sus necesidades y enrumbarlo por otro camino. Las historias
de niños, verdaderos náufragos que se salvan, son las más interesantes.
Hay casos en los que la fuerza negativa se duplica. Por ejemplo, cuando a la
lamentable influencia de un padre violento, abusador, se suma la actitud de una
madre perversa.
En otros casos, la fuerza opresora es sencillamente tan aplastante que produce una
alienación total.
Y otras veces, el ambiente familiar amenazante puede volver al niño rebelde,
desafiante, simpatizante de la pandilla de la esquina e impulsarlo rápidamente a
involucrarse en operaciones delincuenciales (lo llevan incluso hasta despreciar al
hermano callejero por haberse convertido en un “blando pordiosero”).
Finalmente, hay casos de niños que pertenecen a familias de condición económica
y afectiva aceptable. Sin embargo, también se vuelven callejeros. ¿Cómo explicarlo?
Este fenómeno generalmente se relaciona con las amistades perversas que se van
formando en el barrio, el colegio, en una pandilla, en una discoteca, aún en el mismo
deporte. Tiene que ver con la existencia de un “seductor”, casi siempre mayor de
edad, que logra establecer un perverso vínculo afectivo, adoctrinar a la víctima, y
prácticamente esclavizarla. Desafortunadamente, son casos frecuentes y difíciles de
ser removidos, en cuanto la víctima sigue a su agresor como a un amigo liberador a
quien le debe respeto y obediencia. Es el problema de la maldad que mientras más
grave y perverso sea el daño que causa, resulta más hermética e invencible.
La casuística es ilimitada, pero no viene al caso ampliarla. Con facilidad se
entiende que el afecto en todos los seres humanos, sobre todo en la vida de un
niño, es lo definitivo. De él depende su ruina o salvación. Por eso creemos que no
exageramos al afirmar que la mayor irresponsabilidad es traer niños al mundo sin
contar con personas seriamente comprometidas en la satisfacción de sus necesidades
de afecto y de toda índole que demanda un niño.
La única solución es asegurar que exista una familia y hacer que los niños
permanezcan en ella.
¿No será deber del Estado hacerle seguimiento a los ciudadanos, para que
respondan por esta obligación?

335
La solución es la familia y no las instituciones a las cuales no deberían ser llevados
los niños sino en “momentos de indiscutible necesidad”.
Algunos creen que la solución está en el dinero. Otro error. A menudo se oye
a la gente decir que “no pueden tener niños porque no hay dinero”. La principal
conclusión sería más bien, no se deben traer niños al mundo si no hay serias
posibilidades de brindarles afecto.

El proceso para que un niño o una niña terminen en la calle


Para comprender el proceso que sigue el niño hasta convertirse en callejero, no
podemos olvidar los dinamismos que generan el afecto y el desafecto.
Hay que recordar que la complejidad de muchos problemas depende de factores
exógenos, como los ambientes callejeros, o de las personas que se van conociendo y
de factores endógenos, como la herencia, la personalidad y los traumas acumulados
desde los primeros años.
En este orden de ideas, si le hacemos seguimiento a un niño desprotegido,
abandonado por los padres, que empieza a recorrer los peores ambientes de una
ciudad, entenderíamos los distintos tipos de niños abandonados que se forman en
la calle.

Gamín de barrio

Viene a ser el que no ha salido del barrio, pero que ya duerme en la calle.
Este muchacho se encuentra con alguna frecuencia con la madre, porque ella lo
busca (no son todos los casos) o porque él se acuerda de ella y siente la necesidad de
verla. Pero, en la medida en que la relación familiar se vuelve más precaria, el niño se
alejará para permanecer definitivamente en la calle.

Callejero de “olla”

Ya no vive en el barrio, sino en las famosas “ollas” que son espacios de la ciudad
con excesiva circulación de personas, de carros y gran cantidad de comercio, lo cual
les permite merodear casi desapercibidos y con mejores “rebusques” y ganancias. Su
presencia se advierte cuando se reúne con otros callejeros para formar un grupo o
“parche”. Este muchacho que vive en “ollas”, como “El Cartucho”, una de las peores
que existen (hay muchas más a lo largo de la ciudad), se puede considerar como más
recorrido y difícil de educar.

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El predelincuente

Es un joven que oscila entre los 14 y 18 años. Vive casi exclusivamente del robo,
lo que le permite tener algún dinero y vestirse mejor que los demás. Por lo general, su
aspecto es mejor que el de un “gamín”, como dicen en la calle “no anda tan llevado”,
es decir, tan doblegado por la droga o tan mal vestido.

Callejero de horas libres

Vive con su familia, frecuenta la escuela, pero en los días y horas libres participa
en actividades de niño callejero. Es decir, practica el robo, el “rebusque”, el doping y
ocasionalmente se ve implicado en aventuras de pandillas.

Pandilleros

Son niños y jóvenes mayores de 10 años cuyas acciones son heterogéneas. Tienen
gran sentido de grupo, con el cual cumplen desde las más inocentes actividades
como: deportes, excursiones, hasta los más reprochables actos: robos, violaciones,
venganzas, asaltos, consumo de droga. En algunos sectores urbanos se constituyen en
un fenómeno muy temido, porque amenazan la seguridad y dificultan la convivencia
y el funcionamiento de los colegios y los demás sectores públicos.
Muchos de ellos no vuelven a la escuela ni a la misma familia. Los lugares que más
frecuentan son discotecas, salones de juegos y maquinitas, cine, zonas deportivas.
Constituyen un problema para sí mismos y para los barrios a los cuales pertenecen.
No se vuelven habitantes de la calle. Más bien, pasan a integrar grupos más peligrosos.

El “largo”

Es el callejero que generalmente por la droga ha llegado a un impresionante grado


de deterioro físico: es evidente en su desaseo, el desgreño de su pelo, lo andrajoso de
su vestimenta, cuando no por sus llagas y su torpe andar. Su última etapa es pedir
limosna o “retacar”, a veces en forma muy agresiva e intimidante.Cuando se habla
de habitantes de la calle son más los personajes que aparecen. Así podríamos añadir
a los perfiles ya descritos otros como: lustrabotas, limpia-parabrisas, varios tipos de
recicladores, voceadores, vendedores callejeros y hasta bebés con los cuales muchos
indigentes pretenden despertar la caridad pública.
En las últimas dos décadas ha nacido una especie de clasificación internacional
que divide la población juvenil callejera así: niños en la calle y niños de la calle.
Esta última se refiere a los que han hecho de la calle su hábitat, pues viven en ella
las 24 horas del día. Lo más grave es pensar que se presenta como una situación tan
insoluble que la ciudadanía la mira con indiferencia.
337
Capítulo III

Droga y otros problemas callejeros


El fenómeno de la droga no es exclusivo del muchacho de la calle. Aunque es
cierto que ha sido frecuente entre los grupos delincuenciales, hay ciertos fenómenos
de drogadicción que aparecen como moda también en otros ambientes.
Lo realmente triste es que no solo en el ámbito nacional sino mundial, la moda
de la droga se ha vuelto una verdadera epidemia entre los jóvenes.
El consumo de sustancias psicoactivas ha sido una de las características del niño
de la calle: prácticamente no se es “gamín” si no se ha consumido droga. Sin embargo,
la dosis y el grado de adicción varían enormemente de muchacho a muchacho y sería
falso afirmar que todos los niños callejeros son drogadictos, en el sentido de poseer
una alta dependencia.
La cantidad y tipo de droga que consuma un muchacho de la calle dependerá de
su edad, del tiempo de permanencia en la calle y de la década en la cual haya vivido
su experiencia callejera. Además, el grado de deterioro alcanzado tiene relación, sobre
todo, con la personalidad individual, el “parche” en el cual se “formó” y las amistades.
Este Programa ha tratado de monitorear el fenómeno sistemáticamente desde
1967, para hacer más adecuadas sus intervenciones.
En cuanto al tema de la drogadicción tratado en este capítulo, nos limitamos a
unas pocas observaciones, que son parte de un estudio realizado por el Programa con
la asesoría de la investigadora Ana Alejandra Lichilín.
Como dato histórico, tal vez es bueno recordar que el muchacho callejero de
inicios de la década de los setenta, conocía prácticamente sólo la marihuana (y
algunas pepas). Hacia mediados, los muchachos de la calle descubrieron que el
pegante bóxer, muy utilizado en zapatería, era un excelente inhalante.
El fenómeno del pegante o “sacol” apareció en Medellín, pero naturalmente, por
ser un producto tan comercial y necesario para la artesanía y la misma industria, llegó
a todas las ciudades de Colombia.
No es fácil precisar en qué lugar comenzó la práctica de este consumo. Por ejemplo,
hablando con habitantes de la calle en Lima, Caracas, San Pablo, se concluye que el
pegante es un producto conocido desde hace muchos años.
Se puso de moda, porque permite el doping y también se constituye en
“rebusque” para familias muy pobres. Basta pensar que una lata de “sacol” vendida
en pequeñas proporciones (como dicen ellos por “puchos” o pequeños frasquitos),
deja rendimientos de mínimo 400%.
Como siempre, llegamos al mismo punto: cuando unos hacen espectáculo de su
buena vida y a los otros sólo les queda la posibilidad de mirar, brotan como mala

338
hierba las “ganas del dinero fácil” cuyos campos de explotación más rentables son la
droga en todas sus formas, la prostitución, la delincuencia.
En relación con el “sacol” es de recordar que no es el único inhalante. Existen
muchos otros. En el siglo XVIII, con el advenimiento de la modernidad industrial y
refinación de los productos derivados del petróleo, comenzó el uso del “gas de la risa”
(óxido nitroso), de la gasolina, del thinner. En la actualidad, los niños de la calle si
no tienen “sacol”, buscan gasolina, disolventes de pintura, etc.
El “sacol” no ha desplazado a la marihuana puesto que sus mayores consumidores
son los niños más pequeños, los llamados “chinches”. El pegante es prácticamente el
“tetero” de los niños callejeros. Es de fácil consecución, bajo costo, uso descomplicado,
produce efecto en muy corto tiempo y una “traba” prolongada.
En la década de los ochenta se introdujo el basuco. Se vende como polvo de
varios colores, para todos los gustos, como sucede con los cigarrillos. Sin embargo,
el basuco no es consumido por todos los muchachos, es exclusivo de los más grandes
y en especial de quienes se encuentran lindando con la delincuencia, debido a los
costos.
El basuco no es usado permanentemente, sobre todo al comienzo. Algunos lo
utilizan en grandes ocasiones y también en grandes dosis. No es extraño encontrar
muchachos que llegan a gastar muchos miles de pesos en una sola noche.
Basuco proviene de las palabras base y coca, es decir, base de la coca. Aunque esta
droga es un verdadero explosivo químico sobre el organismo, su nombre no se deriva
de la mortífera arma llamada “bazuka”, como normalmente se cree.
Existen muchos derivados de la mezcla de basuco y tabaco: “pitillo”, “baserolo”,
“suco”, “motopecoso”, “ansia loca”, “suzuki”, “polvo loco”, “surrumgo”, “pistolo”.
Son muchos los nombres que le dan, dependiendo de las regiones. Una última
curiosidad es la pipa.
Podemos concluir que en los últimos 20 años los productos más comunes en la
calle han sido el “sacol”, la gasolina, la marihuana, el basuco.
También han cambiado las modalidades de venta y consumo. En la actualidad
existen lugares llamados “sopladeros”, donde se ofrecen distintos tipos de cocaína en
forma de bufé y a quien gasta más le dan dormida gratuita y hasta comida.
Hasta hace unos diez años se hablaba mucho de “desechables” que son jóvenes
mayores de 20 años atrapados por la calle. Ellos se distinguían por un uso, diríamos,
ponderado de la droga, por creencias acerca de efectos y mezclas de sustancias que
permitieran disfrutar más y deteriorarse menos.
Existen otras sustancias muy potentes y peligrosas como el borrachero (cacao
sabanero) del cual se extrae la “burundanga”, con la cual el hampa “idiotiza”
rápidamente a la víctima convirtiéndola en fácil presa de robo o violación. Su efecto
es tan espantoso que a nadie le queda gustando; produce un paroxismo que puede

339
llevar al consumidor hasta golpearse la cabeza contra la pared. Por eso, sólo es utilizada
para realizar grotescas acciones delictivas.
En el Programa se considera importante hacer un seguimiento no sólo al tipo de
drogas que se consumen en la calle, sino también a sus efectos, para diseñar mejor
las intervenciones, pues hay drogas que –como dicen los muchachos– producen
hambre (comelona) y risa (risueña). Hay otras, en cambio, que los vuelven huraños
y agresivos dificultando la operación de acercamiento.
A esto se debe que el muchacho callejero parezca a veces más sociable y fácil de
abordar y otras muy hostil, introvertido: son los efectos del basuco que, además, crea
un alto grado de dependencia, en muy corto tiempo.
La degradación a la que llegue un muchacho dependerá, como decíamos, de
múltiples factores: en primer lugar de la “olla” que frecuente y del poder de perversión
del “parche” al cual pertenezca.
Desde luego, también tendrá que ver con la personalidad; hay quienes se entregan
incondicional y rápidamente a la droga y otros que lo hacen más ponderadamente.
La presencia de personas adultas en un “parche” va sofisticando las cosas. Por esto,
una de las principales consignas del trabajo callejero es buscar estrategias para alejar
a los pequeños de los mayores, operación que consiste en atraer a los niños con
estímulos que sean más atractivos que la misma calle.
Muchos creen que el mejor sistema es la represión, obligar al niño a hacer lo que
se le mande y punto. Pero la experiencia nos dice que mientras el mismo muchacho
no construya su nuevo modo de vivir, no cederá (como sucede con los berrinches del
niño) y nos hará perder dinero, energía y paciencia.
Las dificultades han crecido por el aumento de locales (tipo cine rojo o sala X),
donde se facilita el uso de toda clase de droga, sobre todo de basuco. También se ha
tornado más difícil la motivación. No es lo mismo desestabilizar gradualmente a un
muchacho que consume marihuana, que a uno adicto al uso del basuco o del “sacol”.
Por supuesto que los efectos de la droga se sienten en las etapas sucesivas: los
muchachos que han inhalado gasolina durante mucho tiempo tienen muchos
problemas de memoria, lo cual se traduce en dificultades de aprendizaje. No son la
mayoría, afortunadamente.
Las causas por las cuales el muchacho de la calle consume drogas son, en muchos
aspectos, las mismas por las cuales lo hace cualquier persona de su edad. Al fin y al
cabo él es un muchacho como los demás, sólo que mucho más lastimado y oprimido.
Un joven puede consumir porque está de moda, por la necesidad de pertenecer a
un grupo (lo cual le brinda seguridad), o por evadir su inmenso vacío afectivo en la
búsqueda de bienestar (para eliminar el estado de depresión).
Otras de las razones del consumo son: lograr dormir a pesar del inmenso frío (en
Bogotá la temperatura baja durante la noche a cuatro o cinco grados centígrados),
quitarse un poco el miedo (como lo hacían los soldados en Vietnam) para realizar un
robo o cualquier otro operativo arriesgado.

340
Algunos creen que la droga le sirve a los muchachos de la calle como estimulante
sexual (como afrodisíaco) y en efecto, hay quienes las usan para tal fin. Pero, al
respecto no existe ninguna comprobación científica.

Cómo afrontar el problema de la droga


Muchos creen que la globalidad del problema se resuelve dentro de dos enfoques:
el legal y el médico. O sea, es un problema de leyes y de salud. Nos parece un
reduccionismo poco fecundo: los problemas humanos son más complicados.
La solución de tipo legal, por ejemplo, es la más sencilla en cuanto satisface a los
que creen que todos los problemas humanos se pueden resolver con un “decreto que
prohíba...”, en este caso, la producción y el consumo de droga.
Resulta desafortunado que el enfoque legal satisface sólo a los que nada tienen que
ver con la droga, pues ni la producen ni la consumen. Este enfoque se considera más
bien contraproducente. Por esto, son muchos los defensores de la “despenalización”
y de la “no prohibición” de la droga.
Claro está que no se trata de hacer caso omiso de la ley, sino de “agarrarse de
herramientas más eficaces”. Desde luego, la ley es necesaria, en especial contra los
que producen la droga y la comercializan. Así, la historia de los controles legales
internacionales sobre las sustancias psicoactivas (SPA) tiene ya casi 100 años. El
primero organismo interesado fue la Comisión contra el Opio que integraron 13
países reunidos en Shangai. Sus deliberaciones llevaron a la firma del primer tratado
sobre el control de drogas. Estos tratados se fueron perfeccionando en 1912 y 1925
(con inclusión de la cannabis). En 1936 se declaró explícitamente que el tráfico de
drogas constituía un delito internacional.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial, la Organización Mundial de la Salud y
las Naciones Unidas asumieron el control de las drogas. En 1948 lo ampliaron a las
sustancias de producción sintética. En 1971 se extendió a los alucinógenos como el
LSD, los sedantes, hipnóticos y estimulantes.
En la actualidad, bajo la dirección de las Naciones Unidas, se han ido creando varios
organismos de control: Consejo Social y Económico (que determina las políticas y la
supervisión de los convenios internacionales), la Comisión de Narcóticos, la Oficina
internacional de control de narcóticos, la DEA, etc.
Al considerar la dependencia de las drogas como una enfermedad, lo primero que
habría que hacer es prevenir, es decir, tratar de evitar la aparición y desarrollo de estas
sustancias.
Se insiste en que el primer paso de la prevención sería actuar sobre los factores
de mayor riesgo, tales como la pobreza, el desempleo, los conflictos familiares, los
conflictos escolares, la reducida autoestima, el pandillismo, el alcohol, etc.
Hay que reconocer que no ha desaparecido totalmente la costumbre del regaño,
del castigo, de las amenazas, de las descripciones apocalípticas sobre el futuro. Sin
341
embargo, para los que ya hemos recibido muchas lecciones del contacto con los niños
callejeros, queda claro que lo mejor es la motivación, la información, actividades
lúdicas, fiestas, arte, ideales, entre otras.
La situación más angustiosa se produce cuando nos damos cuenta que nuestros
muchachos ya han entrado en contacto con la droga y que necesitan un tratamiento
capaz de liberarlos. Son muchas las personas y entidades que ofrecen este logro,
pero a la luz de las cifras, la conclusión es que son pocas las entidades que logran
porcentajes de recuperación mayores del 40% con jóvenes drogadictos.
Si hablamos de muchachos de la calle, hay que hacer salvedades: si los atrapados
por la droga son menores de 16 años, los índices de recuperación fácilmente
pueden llegar al 80%. En cambio, si sobrepasan los 16 años, la eficacia de cualquier
tratamiento disminuye en la medida en que aumenta la edad y así, sólo se llega a
logros de máximo un 40%.
De manera sustancial, lo que hacemos nosotros es tratar de construir un ambiente
capaz de ganarse al joven, de persuadirlo de la bondad de la vida, con todo lo que
ella conlleva y de animarlo a construir su mundo, de acuerdo con sus mejores sueños
e ideales.
También en el Programa aplicamos las siguientes consignas:
– Ambiente muy acogedor como respuesta a las necesidades afectivas.
– Fiestas: promover la alegría, el arte, la poesía que les permita soñar con las
mejores ofertas que hace la vida.
– Abundante ocupación, cuando no productiva, por lo menos recreativa y
artística.
– Dinámicas grupales para favorecer la participación.
– Entrevistas bien llevadas.
– Mejorar la autoestimación.
– Búsqueda de Dios como orientación y respuesta ante los enigmas de la vida.
Y hasta donde se pueda, aplicación de los criterios de la terapia breve estratégica.

¿Y las comunidades terapéuticas?


En relación con jóvenes habitantes de la calle, entre 16 o 17 años, por ejemplo,
consideramos que este tipo de comunidades terapéuticas son poco eficaces. Para un
buen número de “mocetones” y adultos que “han tocado fondo” sí sirven, como
proceso de persuasión.
En este campo es definitivo entender que lo esencial es la comunicación eficaz,
la persuasión, sea cual fuere el discurso. Si logramos llevar al joven a cambiar su
manera de ver, de percibir, de interpretar, de relacionarse con la realidad, lo que
estamos haciendo es bueno, pues acabará cambiando también su manera de actuar.
No obstante, no podemos olvidar que la persuasión, como crisis cognitiva, proceso

342
de liberación, es la obra maestra que el ser humano puede inducir dialogando con
su amigo, con su hermano. Desde luego, no es difícil donde hay amor, empeño en
el logro, capacidad creativa en la búsqueda de recursos. El secreto es contar con
profesionales que tengan vocación y preparación para ello.
Parece que al comienzo las comunidades terapéuticas no lograron mucho, pero
aún así, según varias opiniones, fue muy aleccionador. En 1980, cuando quedó más
clara la orientación de fondo y sus respectivas consignas, se lograron resultados más
satisfactorios. Fue cuando se perfilaron tres orientaciones:

1. La comunidad de trabajo: se descubre claramente que el trabajo se puede volver


un instrumento liberador.
2. La comunidad de vida: en una comunidad casi ideal, que no cohíbe, que con
sincero afecto trata de ayudar al joven a construir su escala de valores e ideales, es
fácil “la salida del hueco”.
3. La comunidad terapéutica propiamente dicha, pues hay terapias y sobre todo
personas que dentro de ese ambiente especial, producen el insight y el deseo de
orientarse hacia mejores horizontes.

No podemos olvidar que las comunidades que lograron mayor éxito, tenían entre
otras características, inspiración fuertemente religiosa y herramientas ya probadas
en otros campos terapéuticos. Un caso es el de los doce pasos hacia la liberación
espiritual, de los alcohólicos anónimos, que de verdad han liberado a millones de
personas.
A manera de conclusión transcribimos lo que dice Deepak Chopra en su sencillo
y simpático libro Vencer las adicciones:

“Veo al adicto como un buscador, pero un buscador desorientado. El adicto


es una persona en procura de placer, incluso de cierta experiencia trascendental, y
quisiera subrayar que considero esta búsqueda como muy positiva. El adicto busca
en los lugares equivocados, pero va detrás de algo muy importante, y no podemos
permitirnos ignorar el significado de esa búsqueda. Al menos en el comienzo, espera
vivir algo maravilloso, algo que trascienda una realidad cotidiana insatisfactoria, y
hasta insoportable […]. A mi juicio, la persona que jamás ha sentido un impulso
hacia la conducta adictiva, es la que no ha dado el primer paso vacilante hacia el
descubrimiento del verdadero significado del Espíritu”.
La adicción representa la aspiración hacia un nivel de experiencia más elevado.
Hay que nutrir el espíritu. No sólo de pan vive el hombre.
Dostoievski afirmó que las personas para estar contentas, necesitan tres experiencias
de la sociedad a la que pertenecen: milagros, misterios y guía espiritual. Estas tres son
mucho más importantes para la gente que las necesidades materiales.

343
Chopra da como “respuesta verdadera”, la alegría, ese sentimiento que se origina
dentro de nosotros mismos y que es un regreso a la armonía profunda de cuerpo,
mente y espíritu. Es el espectáculo que nos brindan los niños: la alegría. Todas
las buenas terapias terminan con mucha alegría, pero la más profunda la puede
experimentar un ser humano, si logra cambiar, hasta “convertirse” totalmente a Dios:
es la curación total de la psiquis humana y sólo se da como acontecimiento religioso.

Y los otros problemas graves de la calle ¿cómo los resuelve el


Programa?
Sí, es cierto que en la calle hay muchos otros problemas graves, como ciertas formas
de cleptomanía, de desequilibrios afectivos, de violencia periódica, de depresión. Lo
más grave es cuando todo eso sirve de puente para pasar y afianzarse en mundos
realmente letales, como son la delincuencia y la franca alienación.
Hace muchos años, antes de comenzar a trabajar en la calle en Agua de Dios, que
había escogido como mi primer campo de acción, era insistente mi preocupación
sobre cuál podía ser la fórmula para liberarse de la enfermedad de Hansen. La
respuesta era tajante:
–No hay curación –dijeron; y añadieron algo que me intrigó–. A pesar de todo,
se les puede dar de alta.
–¿Qué quiere decir esto? –pregunté.
–Aceptar la situación y a partir de ahí organizar un sistema de vida con sentido y
mérito –dijeron.
Me parecía pura teoría, muy difícil de llevar a la práctica. En aquel entonces,
por tener cierta preparación técnica me destinaron a otros campos de acción. Pero
muchos años más tarde, estando de nuevo casi en el mismo escenario, me sorprendió
encontrar en escritos de algunos teólogos de vanguardia la siguiente afirmación:
“Ciertos trastornos, sobre todo afectivos, son enfermedades incurables, pero el
hombre tiene que aprender a vivir con enfermedades incurables”.
Fue cuando empecé a comprender lo angustiosa que resulta la vida en esta época,
más que en las anteriores, para un gran número de seres humanos. Fue cuando afiancé
el propósito de ser más comprensivo: en la calle, entre pobres, hay que desterrar los
“aspavientos”, los falsos moralismos, las actitudes apocalípticas. Sólo si se le abre
el corazón a la confianza, las mismas enfermedades se vuelven, como diría Freud,
posibilidades de sublimación o inclusive caminos de liberación y de virtud. Es el
misterio de la condición humana que nos permite intuir la trascendencia. Jesús dice:
“los que creyeren se salvarán”. Es decir, saldrán del laberinto. ¿Y los que no creen?
Pues serían los que optan por un camino que no lleva a ninguna parte.

344
Capítulo IV

Criterios filosóficos y pedagógicos del


Programa Bosconia
Nos referimos aquí a los principios que el Programa Bosconia ha venido adoptando
como pilares de todo el sistema educativo.
Al final de la década de los sesenta surgió, entre sacerdotes jóvenes, un notable
movimiento de reflexión acerca del tipo de educación y formación moral que exigía
América Latina, inspirado en las conclusiones del Concilio Vaticano II (1965) e
influenciado por la revolución estudiantil (1968) que se constituyó en la primera
protesta considerable, frente a la inquietante situación mundial de las últimas
décadas del siglo XX. Fue cuando se divulgó y afianzó la Teología de la Liberación y
la necesidad de comenzar a actuar a favor de los pobres.
En esa época, se sentía insistente la presión de la sociedad que pedía por todos
los medios, hacer algo por los niños de la calle. Así, empezamos a trabajar por ellos,
naturalmente con muy modestos recursos de varios amigos, de los cuales la persona
más notable fue Soledad Rivas. Sus aportes fueron definitivos para abrir las primeras
obras. El proyecto adquirió proporciones considerables cuando, al crecer el fenómeno
callejero, se despertó la voluntad política de apoyar este tipo de programas.
En abril de 1969, entre amigos, sobre todo educadores, nos propusimos estudiar
el fenómeno del niño callejero para entender su etiología, diseñar una secuencia de
pasos a seguir, determinar consignas y hacer un censo. Se pretendía crear un grupo
de reflexión no muy numeroso. Así nos unimos 12 profesionales y 12 exhabitantes
de la calle, que se distinguían por cierto nivel de superación, sociabilidad y capacidad
de diálogo.
Lo primero fue volvernos amigos y buscar la mejor manera de realizar el objetivo
de ayudar a los niños de la calle, tratando ante todo de entender el problema. Eso
suponía aprender a participar, a dialogar y a analizar de manera sistemática.
El resultado no se dejó esperar, apasionados por la causa y deseosos de aprender,
empezamos a visitar los ambientes donde vivían los niños, a dialogar con ellos y a
invitarlos a meterse en la aventura del cambio.
Eso funcionó muy bien, hasta el punto que después de cuatro meses, resultamos
casi todos amigos del primer momento, con 207 niños callejeros, montados en un
flamante tren, camino al Rodadero para disfrutar por un mes de un alegre paseo,
concebido como placer, aventura, camaradería y sobre todo búsqueda, por parte de
los muchachos, de mejores actitudes y opciones de vida. Todo salió a pedir de boca.
Cuando regresamos a Bogotá, éramos un espectáculo de “barra querida”, como la de
la canción “adiós muchachos, compañeros de mi vida”.

345
La verdad es que se trataba de un equipo de trabajo muy valioso por el entusiasmo,
la entrega y especialmente porque sabía lo que quería. Nos sentíamos gratificados. Lo
primero que se nos ocurrió fue definir unas consignas de base. Escogimos tres:

1. Reflexión en la acción: la principal luz, pensábamos, debía brotar más de la


reflexión que permitiera una acción bien programada y evaluada.
2. Ambiente muy alegre y acogedor: debía ser la principal impresión que se
grabara en la mente del niño.
3. Respetar al máximo la libertad del niño: la experiencia nos dice que un sistema
educativo se vuelve inoperante cuando no se respeta la libertad.

Las otras consignas brotarían de los criterios filosóficos y metodológicos que se


adoptaron a lo largo del proceso.
Se trataba de recoger en forma ecléctica los mejores planteamientos pedagógicos,
que sirvieran como herramientas para poner a funcionar un sistema educativo,
casi terapéutico, capaz de resolver adecuadamente el complejo problema del niño,
azotado por la pobreza y por la calle.
Así, San Juan Bosco y Makarenko nos parecieron dos paradigmas ineludibles
por haber sido exitosos pioneros en la atención de niños marginados provenientes
de la naciente sociedad industrial y con rotundo éxito. El primero en Europa, el
segundo en Rusia. Ambos con métodos muy reconocidos por eficiencia y sencillez.
La originalidad de don Bosco es el sistema preventivo que optimiza los procesos de
personalización y reduce la fascinación de la calle, que sigue actuando sobre el niño,
aún después de haber sido acogido por un sistema educativo. Lo más reconocido de
Makarenko es el trabajo socioproductivo.
En nuestra preferencia seguirían: Mounier y Faure, que describiremos donde
hablemos de Personalización. Piaget, escogido en aquel entonces, sigue siendo
inspirador principal, aún hoy. Pero tal vez por superficialidad en nuestras primeras
reflexiones, creíamos poderlo complementar con la visión de Skinner, cuyos criterios
han venido perdiendo vigor en las últimas décadas, hasta el punto de considerar,
metafóricamente, el auge del conductismo como el momento de la muerte de la
conciencia.
Lo propio para nosotros en este momento es añadir a los conocidos criterios
de Piaget las observaciones que hace Feuerstein, pues lo que enseña Piaget, desde
luego, es muy útil y fecundo, (especialmente en la escuela), pero valga la verdad no
es suficiente para resolver los problemas de la educación especial. Las causas radican
en que, por una parte, la mentalidad juvenil actual disminuye las posibilidades de
implementar plenamente el sistema; por otra parte, después de haberlo aplicado
esmeradamente atendiendo a todos sus principios, se llega a la conclusión de que
todavía al mismo sistema le falta mucho para poder ser eficaz.

346
Es interesante ver cómo la educación especial es la que a menudo pone a prueba
ciertos principios educativos muy usuales. Este es el caso de situaciones difíciles
que de pronto se superan, casi al azar, por ciertas intervenciones del educador,
inexplicablemente eficaces. Es cuando uno intuye la necesidad de otros elementos
educativos desconocidos. Al respecto, nos sorprendió hace un par de años la “teoría
del aprendizaje mediado”, de Reuben Feuerstein psicólogo clínico israelí que, como
nosotros, tuvo que atender mucha población de marginados. En resumen, afirma que
la educación supone –sobre todo en el caso de niños como los nuestros– la presencia
de un catalizador, esto quiere decir, una interacción en la cual otro ser humano,
generalmente un adulto responsable, se interpone e interpreta el mundo para el niño.
La mayor parte de la conducta humana, dice Feuerstein, no ocurre sin en el
entrenamiento y ejemplo de los demás. Los mejores rasgos de la mente humana no
se hacen presentes sin el contacto comunicativo de otras personas. Vienen a ser dos
necesidades básicas: la necesidad de ser y la necesidad de llegar a ser, de convertirse
en alguien. Este concepto básico exige estrategias que permitan producir un punto
intermedio entre educación como imposición y educación como oportunidad de
desarrollar la propia personalidad. Es un antagonismo que resume el conflicto
educacional, entre la necesidad de depender para sobrevivir y la necesidad de
independencia para realizarse como persona, desarrollarse, cambiar.
Las manifestaciones de este conflicto son variadas. Por eso se han creado muchas
teorías. Unos ven el desarrollo humano como producto de la naturaleza, en otras
palabras, como consecuencia de la relación directa y activa del organismo con la
naturaleza. Es un error que Feuerstein atribuye al traslado de teorías evolutivas del
reino biológico a la psicología y al resentimiento que en este siglo se ha despertado en
contra de la sociedad, como fuerza corruptora y opresiva. Sin embargo, son muchos
los que sostienen que el desarrollo del ser humano es producto de la sociedad.
Lo que más gana aprobación, especialmente en nuestra época, es darle mucha
libertad al niño para que se pueda desarrollar. Los que estamos rodeados de niños con
notables rasgos de deterioro, creemos que la tal libertad (casi incondicional) es un
mito de eficiencia porque no toma en cuenta las verdaderas necesidades del niño y la
magnitud de las amenazas del mundo actual. La conclusión es que la mayor parte de
su actitud no ocurre sin el entrenamiento y el ejemplo de los demás.
Rousseau, Montessori y Lewin sólo descubrieron aspectos parciales del
dinamismo que se necesita y así, defendían la escuela naturalista, humanista, libre,
abierta, autoactiva, sin competencias, sin amenazas, etc. Por eso mismo, actualmente,
hay rebelión contra la “institución”, se quiere dar muerte a la escuela; se rechaza
totalmente la intervención del adulto en el aprendizaje. La escuela tradicional que se
concibe como la acumulación de conocimientos, de habilidades, de creencias, pasó
a la historia.

347
Siguen siendo muy válidas las ideas más elaboradas de Piaget, quien atribuye el
desarrollo intelectual a una secuencia ordenada de etapas. Él trata de explicar cómo
se construye el conocimiento de acuerdo a una estructura. Por esto se considera
un constructivista-estructuralista. Skinner, por otra parte, siguiendo la filosofía de
Hume, creía que el conocimiento se lograba a partir de la presentación continua de
los fenómenos de la naturaleza. En definitiva Skinner no ve en el ser humano un
agente libre, de ahí su libro Más allá de la libertad y de la dignidad humana.
Ambos, tienen teorías bastante similares, en cuanto consideran que sólo hay
interacción directa y activa del niño con el medio ambiente, como factor clave, casi
único. Sin embargo, ambas teorías, dice Feuerstein, son insatisfactorias en cuanto
dejan sin respuestas muchas preguntas esenciales, por ejemplo cómo explicar las
variaciones y diferencias individuales.
Según Feurstein, no se puede explicar todo por la impresión y registro de estímulos
impuestos o inclusive por una interacción activa con dichos estímulos. Frente a estos
hay individuos que cambian mucho, otros no. Las diferencias en cantidad y tipo de
cambio no pueden ser explicadas ni por la teoría del estímulo-respuesta de Skinner,
ni por la teoría del estímulo-organismo-respuesta de Piaget. En consecuencia,
además de la primera modalidad entre el niño y el mundo, que es correcta, hay otra
de interacción con los estímulos. Esta segunda modalidad de interacción, la llama él
experiencia-aprendizaje-mediado (EAM).
Es una interacción en la cual otro ser humano (el adulto responsable) interpreta
el mundo para el niño. Un adulto se interpone entre el estímulo y el niño con la
intención de alterar tanto el estímulo como el niño. Creemos que en este tipo de
aprendizaje mediado hay más flexibilidad, pues permite aún conservando los procesos
de asimilación (clásicos de Piaget), ampliar los esquemas de influencia.
Por supuesto, mientras más adecuada sea la EAM (cualitativa y cuantitativamente)
mejor será el proceso educativo. A la inversa, una pésima EAM puede malograr el
aprendizaje y la totalidad del proceso educativo. Fácil es entender que en la EAM
el adulto responsable filtra y enmarca el estímulo con lo que regula la conducta del
niño. El adulto responsable por excelencia es la madre: ella regula la intensidad,
la frecuencia y orden de apariciones del estímulo. Así se explican las enormes
diferencias que puede haber en la educación (y las terapias). También se entiende
por qué, a menudo, los medios informativos y demás intervenciones erosionan con
mensajes opuestos, la influencia que tratan de ejercer los padres sobre los niños, con
sus opiniones, actitudes, costumbres y valores.
Es importante manifestar que las ideas de Feuerstein han sido para nosotros una
especie de revelación que nos ha animado a revisar nuestros métodos educativos y sobre
todo a rediseñar la capacitación del educador con miras a mejorar sus intervenciones.
Feuerstein nos permite recordar una vez más que la educación es un problema de
comunicación, empatía, sintonía, persuasión, de contacto comunicativo adecuado.

348
Esto explica por qué los niños sólo están bien en la familia, donde el adulto
responsable es la madre o el padre. Ellos son los capacitados para comunicarse con
sus hijos. Además, saben discernir muy rápidamente, la calidad de la relación que sus
niños van estableciendo con otros mediadores.
El drama de los internados está en no poder contar con educadores responsables,
tan eficaces como lo son la madre o el padre. Donde desaparece la familia, es el niño
quien maneja la relación y ya sin mucha responsabilidad se “entrega” a quien le cae
bien (aunque no siempre sea de confiar). Es el problema del niño de la calle que
acaba en instituciones y del común de la educación. Los directivos, ingenuamente,
creen que el niño sólo “absorbe” de los educadores, de los libros, tableros y demás
estímulos que nosotros escogemos y programamos para ellos. La realidad es que, a
menudo, casi nada incide en el niño de lo asignado y programado por el sistema
educativo. Son dos “bandas sonoras” completamente distintas.
Después de ponderar las observaciones de Feuerstein rápidamente se concluye
que lo definitivo, para niños sin familia, es contar con buenos educadores con
capacidad casi innata de comprenderlos y sintonizar con ellos como amigos. Además,
es necesario capacitarlos, evaluarlos, hacerles seguimiento permanente para que se
conviertan en educadores místicos, virtuosos de la educación, que se distingan por su
bondad, responsabilidad, capacidad de servicio, comunicación y destrezas didácticas.
Es una labor bastante difícil, casi imposible. El gran pedagogo ruso Makarenko decía
que había podido lograr todo lo que se había propuesto en la vida, pero que había
fracasado, totalmente, en la búsqueda de educadores suficientemente idóneos para
educar.
Para este resumen hemos utilizado los párrafos principales de un trabajo elaborado
por el mismo Feuerstein y su colaboradora Mildred Hoffman, cuyo título es Conflicto
intergeneracional de derechos: imposición cultural y autorealización.
Pretendíamos ser más breves: nuestro propósito era hacer de este libro un
instrumento de divulgación fácil de leer y comprender en pocas horas. Con todo,
creemos que no debemos terminar este capítulo, sin antes hacer alusión a otras
herramientas que consideramos cada día más importantes, para lanzarse a la calle,
con la pretensión de poder entender y ayudar a la gente.

Enfoque cognoscitivo
Platón opinaba que nosotros sólo conocemos sombras de la realidad. Nuestras
ideas nos informan sólo parcialmente sobre ésta y dependiendo de cómo funcione
nuestra “maquinita de pensar”. Por esto, antes de cualquier otra destreza, lo primero
que deberíamos desarrollar en nuestros niños es la capacidad de pensar.
Esta prioridad está expresada en muchos refranes de la filosofía popular que
corren de boca en boca y que últimamente encontramos también como títulos en

349
libros de superación personal: la importancia de comprender; cambia tus ideas y
cambiarás tu vida; querer no es poder; la idea produce el acto; el hombre está hecho
para pensar, y otros.
Por fortuna, el saber pensar se está volviendo un tema de moda. Se considera
definitivo, no sólo como terapia, sino también como camino al cambio, a la
liberación, a la paz, tan esperados en nuestra época.
En las últimas décadas, se produjo en psicología un fenómeno que se ha llamado
la Revolución Cognitiva que se considera un feliz acontecimiento, en cuanto está
afianzando la moda, el consenso, acerca de lo bueno y necesario que es mejorar nuestra
manera de pensar. Como decíamos, debería ser uno de los objetivos fundamentales
de la educación.
Es sabido que los pensamientos distorsionados, torcidos (como diría Manzoni),
son la causa de muchos males: desde los insoportables estados de ánimo, hasta las más
paroxísticas reacciones emotivas, sin excluir las adicciones que son también formas
de irracionalidad. La misma perversidad humana, se caracteriza por una mente que
ordena cosas absurdas. Cuando se trabaja con la marginalidad, se entiende que todas
las miserias físicas y morales tienen mucho que ver con la irracionalidad, ya sea como
causa o como efecto. Diría que son recíprocas.
Así, es comprensible que un muchacho de la calle me diga: “Padre, es que la
pobreza le daña a uno el corazón”; esto para indicar que se ve obligado a robar o a
delinquir. Otro joven en forma jocosa me decía también: “Javier, ¿no te has dado
cuenta que los pobres acabamos con la teja corrida?”.
Hace muchos años vi la película La máquina del tiempo, que pretendía explicar
la teoría de la relatividad; es decir, dentro de una concepción de la física moderna,
presentaba una máquina que presuntamente, por ser capaz de desarrollar grandes
velocidades, nos ponía a “pasear” por muchos sistemas asombrosamente diferentes
entre ellos, en el tiempo y en el espacio. Así, nos permite vivir momentos de
épocas prehistóricas, escenas más recientes y finalmente, nos situaba en épocas del
futuro, por cierto muy extrañas, pues graciosamente, se veía a los supermanes de
la época manejando computadoras que idiotizaban a la gran masa de ciudadanos,
representados por individuos que parecían cadáveres ambulantes, cumpliendo
órdenes de la computadora.
Esa película me causó mucha impresión. Se me grabó y me parecía premonitoria.
A veces, cuando veo un grupo numeroso de habitantes de la calle, se me ocurre que
si no los educamos aceleradamente, para que aprendan a pensar y a defender su
libertad, la perversidad humana, tan organizada en nuestra época, puede producir
en ellos niveles muy altos de alienación. De ahí que consideremos importante en la
capacitación de nuestros educadores, entusiasmarlos por el enfoque cognitivo, como
poderosa herramienta para alcanzar mayor idoneidad en su tarea.

350
Desde luego no se trata de transformar los pobres escenarios de refugios
asistenciales en modernas academias de alto vuelo investigativo e innovador (estamos
muy lejos todavía de contar con tanto recurso económico y humano). Pero sí se
pueden entender muy bien lo que, por ejemplo, significa la ya citada revolución
cognitiva y animar a nuestros educadores a que traten de llevar a la práctica muchas
de las consignas y métodos que de ahí se deriven.
Ese movimiento nació como una investigación que se realizó en el seno de la
psicología anglosajona. No hacía referencia a ningún enfoque concreto y lo realmente
específico de este movimiento era que el ser humano pasa a concebirse casi como una
computadora: procesadora de información. Esto significa que es un enfoque teórico
de corte computacional. Se trata de una analogía para explicar algunos aspectos del
comportamiento que desde luego no describe lo esencial del pensamiento humano.
Saber pensar no es, ni con mucho, llegar a ser un procesador de información, sino
más bien un solucionador de problemas (es una necesidad que determina la función
de la misma escuela).
El conflicto es la esencia de la vida y el máximo orgullo del ser humano es
alcanzar el equilibrio a pesar de tanta “turbulencia”. Creo que para eso ha de servir
el pensar. El mismo planeta tierra, que nos ha asignado Dios como residencia, es lo
más inquieto que uno pueda imaginarse: prácticamente es un volcán en actividad,
pero ¡qué equilibrio! Parecería que éste es el proyecto de Dios, el destino del hombre:
buscar la felicidad como un premio en una carrera de obstáculos.
Es curioso ver cómo, en todas las culturas, se trasmite, con mitos, el mismo
paradigma del hombre que alcanza la felicidad: un joven que busca al gran Rey y le
pide que lo deje unirse a su hija, para poder vivir feliz; el Rey le concede su deseo,
pero si le demuestra que es capaz de luchar y vencer. Esto es, saber pensar y actuar.
Lo verdaderamente genial, entonces, no es haber encontrado una curiosa
analogía o poder abarcar la conducta humana con teorías matemáticas, cibernéticas,
de ordenadores digitales, sino descubrir el aprendizaje y desarrollo humano como
posibilidad de liberación.
Fueron muchos los que aportaron a este descubrimiento que causó un justificado
entusiasmo. Las ideas de John Locke, por ejemplo, fueron definitivas porque descubrían
la posibilidad de aprender directamente de la experiencia sin más intervenciones. Es
decir, como dice Bruner, argumentando que no hay nada en la mente, excepto lo que
llega a través de los sentidos, instaura la base de una democracia de la experiencia y
del pensamiento. Se afirma así, que cualquiera podría aprender directamente de la
propia experiencia, sin intervención de otros cursos o autoridad superior.
Como quien dice, donde instauremos buenos sistemas educativos que pongan de
moda el “pensar como es debido”, la racionalidad del hombre se vuelve inevitable y
por ende el progreso.
En realidad era una novedad: más que una teoría del conocimiento era mostrar
un ideal.

351
Enfoque analítico
Para quienes trabajamos sistemáticamente con poblaciones marginales, entre las
muchas dificultades que se presentan, diría que la mayor es sentirse impotentes. Un
caso triste es llegar a comprender que un buen porcentaje de nuestros queridos niños
callejeros, son unos verdaderos atrapados sin salida, que marchan además, hacia
una situación cada día más dramática. Más triste aún es pensar que, cuando sean
mayorcitos y naturalmente más lastimados por el creciente deterioro, a la sociedad le
parecerá obvio afirmar que “eso les pasa por su maldad y por no saber pensar”.
Distinta es la actitud de los que, tal vez por haber tenido el privilegio de trabajar
en ese mundo, no sólo ven en los pobres unas víctimas de la injusticia y del egoísmo
humano, sino que trabajan para que la sociedad toda, sea más respetuosa, frente al
problema y sobre todo más justa y científica en sus apreciaciones, aprovechando la
mayor capacidad de análisis y solución de nuestra época.
Entre los maravillosos aportes de este último siglo, está la Teoría de Freud, por
cierto siempre cuestionada (desde su aparición hasta nuestros días) y, sin embargo,
cada día más reconocida en su capacidad de esclarecer y solucionar, no sólo los
problemas terapéuticos, sino también los problemas sociales y educativos. Por esto
cabe invocar a Freud también en este caso, en el que nos referimos a la relación entre
conflicto social e irracionalidad humana, que hoy más que nunca quisiéramos por lo
menos reducir.
Como dice Maccio, de hecho la “maduración de la humanidad” no ha alcanzado
todavía el estado de conciencia, que permita una organización social más igualitaria.
Este hecho expresa muy bien la preponderancia del inconsciente sobre la razón.
A pesar del mucho progreso humano, de las “revoluciones cognitivas”, de las
consignas constructivistas, del milagro de la comunicación, los porcentajes de
irracionalidad entre los seres humanos, están muy lejos de ser mejores que en épocas
pasadas. El racionalismo sigue siendo incapaz de comprenderlo todo. Nadie ha
podido aún cuestionar la famosa frase de Pascal: “El corazón tiene razones que la
razón no entiende”. Con Lawrence podemos concluir: “El corazón es otro universo,
del cual ignoramos todo”.
Freud descubrió ese nuevo planeta. Como la anota Jerome S. Bruner, Freud
siempre supo explicar la anatomía de la irracionalidad, de forma que pudiera ser
vencida. Encontró cómo arrancar las raíces esclavizadoras de las neurosis. Supo
desmantelar las defensas, interpretar los sueños y así burlar al inconsciente. Por eso
Freud merece el título de liberador.
Este es el enfoque analítico al que nos referimos, que como decíamos, en la
actualidad se considera importante no sólo como base de casi todas las terapias,
sino también para mejorar la interacción humana, la convivencia, todos los procesos
educativos.

352
Al referirnos ya a nuestro Programa para niños de la calle, no se trata de
psicoanalizarlos a todos, sino dotar a nuestros educadores y a todo el sistema
(mediante adecuada formación y reflexión psicoanalítica), de mayor capacidad de
discernimiento y respuesta, especialmente frente a los nuevos y desconcertantes
fenómenos juveniles de nuestras macrociudades.

Enfoque estratégico
Para obrar en forma diferente,
hay que aprender a ver el mundo en forma diferente.
Heinz Von Foerster.

Ya al terminar este capítulo, nos parece importante manifestar la necesidad


que hemos sentido, en los últimos años, de sostener una reflexión más sistemática
acerca de las últimas innovaciones, no sólo educativas (que únicamente inciden en
al escuela), sino sobre todo terapéuticas, naturalmente, con el ánimo de llevarlas al
mundo de la calle.
Para la muestra, el enfoque estratégico, que se ha venido cristalizando y
reconociendo como muy válido en estos últimos años, puede ser definitivo para
nuestro campo de acción. Se trata, como decíamos, de un avance en el campo
terapéutico, que como tal, puede ser aplicado a la atención de personalidades
“fronterizas”; término que utiliza el psicoanalista Kemberg para referirse a todos los
problemas de moda entre nuestros jóvenes.
Los jóvenes “fronterizos”, en nuestros sectores pobres se están volviendo turbas.
Es un fenómeno que deja perplejos e impotentes a los educadores por la calidad de
tratamiento que cada caso supone, y a los terapeutas por la cantidad de casos.
A los que dentro de un contexto de urgente necesidad y escasos recursos debemos
intervenir, nos toca (mientras, como dicen, cambien las estructuras) buscar y optar
por algo, que no sea siempre la indiferencia o la represión. Es lo que, por ejemplo,
pretendemos al sugerir la posible valoración de la psicología estratégica breve.
El enfoque estratégico es un notable ejemplo de eclecticismo o concertación de
planteamientos nacidos en distintos grupos de trabajo.
Su fundamento esencial lo encontramos en el constructivismo, que según su
principal teórico, Glasersfeld, es una teoría del conocimiento que propone una
ruptura radical con la concepción tradicional del conocimiento científico (o sea con
la filosofía de la ciencia-la epistemología). Viene a ser un nuevo modelo de pensar.
Es una revolución tan profunda, dice él, que pude resultar traumática para quien la
asume.
Esta revolución empezó con debilitar el convencimiento de que “el conocimiento
del origen y evolución de un problema, fuese condición indispensable para la solución

353
del mismo problema” (como sucede en la terapia psicoanalítica). Éste era una especie
de dogma de la investigación “científica-lineal”, que ya está pasando de moda. Aún
así, debe reconocerse que hizo avanzar mucho a la ciencia en los últimos 200 años. El
mismo Freud no se atrevió a rechazar este dogma aún cuando parece que la tentación
de hacerlo fue grande, pues acabó diciendo que era un fundamento que debería ser
modificado, mejorado, pero no eliminado.
El advenimiento del constructivismo, que como decíamos, está en la base de
muchos avances muy aprovechables en nuestro campo, representa la síntesis de un
gran volumen de reflexiones muy serias acerca de temas que en los últimos años se
están volviendo ineludibles como el lenguaje, la cibernética, el fracaso del positivismo,
la historia de muchos éxitos que logró la humanidad partiendo de teorías y actitudes
completamente insólitas (como en el caso de Copérnico o Einstein).
El enfoque estratégico va más allá del constructivismo por saber utilizar también
los planteamientos de la psicología sistémica del MRI (Mental Research Institute) de
Palo Alto, los de Milton Erickson (formulados por Jay Haley) y los últimos realmente
innovadores de algunos de los autores más notables de esta disciplina, como Paul
Watzlawic y Jorge Nardone.
Esta es la orientación que estamos tratando de adoptar como Programa y como
equipo de profesionales que desde hace muchos años viene luchando para dar una
respuesta más satisfactoria a la creciente problemática callejera.
Al tratarse de pobres, de nada sirven los mejores hallazgos científicos, si su
aplicación no puede llegar a ellos en forma sencilla y económica. Todos sabemos que
de haber dinero, se podrían remover muchas de las adicciones y trastornos mentales
de la población juvenil (aún la callejera), pues ya son muchas las terapias que pueden
intervenir con bastante éxito, en un número considerable de conductas irregulares.
Lo ideal sería potenciar los sistemas educativos, mejor dicho, que a cada uno de
nuestros niños y jóvenes, se le pueda brindar además de lo de siempre (teóricamente la
educación integral), una breve y seria atención psicológica que signifique un cambio
radical en la manera de percibir, ver e interpretar el mundo, que según parece, señala
las causas de las diferencias y problemas humanos.
Este objetivo no nos parece utópico si las pocas entrevistas bien personalizadas
que se realizaran con cada uno de los asistidos, significaran una breve y eficaz terapia
estratégica y la coronación de un proceso de cambio de mentalidad, logrando
como meta una verdadera cultura ambiental, con todo lo que esto significaría en
organización y logística. Esta idea se ha venido afianzando en la medida en que han
evolucionado (en los últimos años) los planteamientos de la terapia breve estratégica,
que nos parece muy aprovechable en nuestro campo.
En definitiva creemos que llegó el momento de “presionar” para que por lo
menos algunas instituciones educativas para niños pobres (tradicionalmente tan
cuestionadas), se conviertan en alegres ambientes no solo educativos sino también
terapéuticos. Por supuesto, no se trataría de transformar el viejo sistema educativo,

354
ya bastante escuálido y deprimente, en una tradicional institución clínica. Los niños
callejeros se pueden clasificar sencillamente como niños pobres que han perdido
mucho tiempo y oportunidades; por lo tanto, tienen derecho a mejores procesos
educativos que les permitan recuperar el tiempo y los derechos perdidos.
Entre personas que han estudiado este tema es casi lugar común que cualquier tipo
de terapia esté basada sobre procesos de persuasión. Giorgio Nardone, por ejemplo,
trata de probar cómo los procesos persuasores son el común denominador de todos los
modelos psicoterapéuticos, aún de los más diferentes entre sí. Entonces, refiriéndose
a la terapia psicoanalítica, se pregunta: ¿qué es el “transfer”, sino una intensa relación
sugestiva, relación que induce al analizado a asumir las interpretaciones que le
ofrece el “doctor”? Y no se queda corto en argumentos, al analizar las otras terapias:
cognitiva, conductista, centrada en el cliente. Concluye que los mejores modelos de
técnica de comunicación persuasora, se deben a Milton Erickson y a la psicología
social.
Aunque en el campo de la educación especial la meta es la misma –influir y
persuadir–, nosotros estamos convencidos que de todas las tipologías psicoterapéuticas
actuales, la más promisoria es la terapia estratégica breve. En esta dirección está
diseñado todo el programa. Quince años de detenido estudio de grupo, de la terapia
de Milton Erickson, que en muchas ocasiones nos ha permitido resolver serios
conflictos de conducta juvenil y comprender los problemas más apremiantes actuales
y el seguimiento que le hemos hecho a los últimos diez años de evolución de la
psicología estratégica breve, nos ha permitido adoptar esta disciplina como la mejor
respuesta a la problemática callejera.
En resumen, creemos muy factibles hacer de la terapia estratégica breve, un
capítulo del proceso educativo personalizado, naturalmente mediante un equipo de
profesionales cada día más motivados y capacitados para ello. Faltaría únicamente la
creación de una comunidad educativa debidamente programada para hacer del “arte
del cambio”, una especie de cultura ambiental. El gran obstáculo será la consecución
del recurso económico que todo esto conlleve, pero esperamos que la aprobación que
está ganando este tipo de solución a problemas tan demandantes, como los juveniles,
puede promover generosas actitudes de colaboración.

Enfoque de derechos
En la actualidad se habla mucho de derechos (sobre todo de los niños), cabalmente
porque, a pesar de que su incumplimiento es el mejor diagnóstico de todos los
desequilibrios humanos de nuestra época, sigue siendo una cuestión retórica e
inoperante. Basta analizar lo que viene sucediendo en nuestros días: la cantidad de
niños y jóvenes que habitan en la calle, los que mueren diariamente víctimas de la
desnutrición, del abuso y abandono, los que mendigan o roban para subsistir, los que
aún permanecen analfabetas y sin esperanza alguna de acercarse a la cultura.
355
Si pensamos en aquellos niños que por vivir en la calle se pierden definitivamente
en la droga o la delincuencia, vemos la gran distancia que existe entre aquello que se
consigna en las leyes de un país y lo que se practica. Un ejemplo lo encontramos en
la más reciente información de la Defensoría del Pueblo, según la cual:
– De 16´722.708 (total de menores de 18 años) 6´500.000, (casi el 40% de dicho
total de menores) son seriamente pobres, además una tercera parte de este total se
debate en franca miseria.
– Mueren 12 niños diariamente: cinco asesinados, seis muertos por accidentes,
uno por suicidio.
– Los niños maltratados son el 47% de la totalidad: sobre todo entre 5 y 14 años.
– Medicina legal reporta un promedio anual de 9.500 casos de abuso físico, 9.300
casos de abuso sexual. El 65% de las víctimas son niños de 5 a 15 años.
– Sin hablar del drama de los niños trabajadores, de los niños utilizados en la
guerra, de las niñas tan desprotegidas que acaban trayendo al mundo niños no
deseados que afianzan el círculo vicioso de la miseria y de la violencia.
Quien haga seguimiento a estas noticias, puede deducir que atender a los niños
es impostergable y más, cuando se trata de niños que viven en la calle. En nuestro
caso, rescatar al niño de esa inaceptable condición de miseria y degradación, lo
consideramos una acción prioritaria. La única que le puede devolver la dignidad.
El Programa ha partido de premisas fundamentales como el profundo respeto
por el niño, por su libertad, en las que creemos se basa la dignidad. Ofrecer al niño
afecto, comprensión, la posibilidad de ser atendido de manera que se recupere, en
todo aspecto, se hacen prácticas las mínimas referencias en las que se debe asentar la
dignidad y la convivencia. En otras palabras más explícitas, trabajamos en un marco
de acción que coincide en mucho con las diversas clasificaciones que se han hecho de
los derechos humanos.
En efecto, durante los últimos años, las naciones han coincidido en la preocupación
de consignar cada vez más derechos y tratar de hacerlos obligatorios por medio de
las normas. Los derechos rotulados como inherentes al ser humano como son el
derecho a la vida, la libertad, la seguridad, el derecho a un techo, al alimento, al
vestido, a la protección y amparo en el caso de los niños, han sido enriquecidos
con los consagrados o estipulados en leyes nacionales e internacionales. Tal es el
caso de nuestra Constitución Política (1991) que buscó garantizar protección a los
niños señalando en su artículo 44: “Los derechos de los niños prevalecen sobre los
derechos de los demás” o de la Declaración de los Derechos del Niño, adoptada por
la Asamblea de Naciones Unidas (1959) en uno de cuyos aportes dice que “... en
ningún caso se permitirá a un niño que se dedique a ocupación o empleo alguno
que pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental
o moral”.

356
En todo este conjunto de formulaciones encontramos un denominador común
que es garantizar una existencia digna, y un sistema de valores que rija la convivencia
dentro y entre estados. Pero lo más importante o quizás lo más dramático es tratar
de desarrollar esos principios porque sin alimentación suficiente, sin casa ni abrigo,
sin medios para acceder a la cultura, sin protección ante la enfermedad, es puro
cinismo decir que la persona es libre. La misma paz, la convivencia armónica que
tanto buscan las personas, exige la realización y el cumplimiento de las necesidades
humanas básicas que coinciden exactamente con la realización de los derechos
humanos, tal como fueron definidos.

357
Capítulo V

El tren de los cinco vagones


También en la educación se necesita el
“divide et impera” de los romanos.
Por eso dividimos la población callejera
en cinco grupos: niños, niñas, “largos”,
“trapecistas” y madres.

Frente al problema callejero quisiéramos ser como un simpático tren que todos los
niños de la calle distinguieran y esperaran para participar en una hermosa aventura,
un alegre paseo, una holgada respuesta a sus necesidades y aspiraciones.
La conformación del tren en vagones, permite describir ciertas funciones
esenciales del Programa Bosconia: el tren lleva una gran masa de personas. Nosotros
las distribuímos en distintos grupos para desmasificar, como primer paso hacia la
educación personalizada y para articular desde el comienzo una interesante dinámica
grupal, casi lúdica.
El grupo pequeño permite rápidamente crear una ambiente acogedor, intimar,
participar. También sirve para atenderlos por edades y analizar más fácilmente la
reacción de cada uno: como cuando se quiere dar colores a las telas; unas de inmediato
absorben y lucen el tono escogido, otras parecen resistirse. Es cuando se busca un
catalizador, diríamos un mediador tratándose de seres humanos.

Niños
Están entre los nueve y los 15 años y necesitan atención integral de internado.
Son naturalmente habitantes de la calle. Se podrían considerar como el grupo del
primer vagón. Estos niños son el antiguo y clásico personaje callejero que pasó a la
historia con el término “gamín”. Su hábitat ha sido la calle. Han sobrevivido unidos a
“parches” que los han obligado al robo, al uso de drogas o a la mendicidad. Presentan
diversas disfunciones derivadas de su abandono, desaseo, desnutrición, consumo de
alcohol, pegante, marihuana.
Son niños audaces, recursivos. Se sienten libres en la calle. Usan un argot propio,
ropa andrajosa, grande para ocultar el producto de sus robos. Agreden y asustan a
los ciudadanos.
El Programa los busca y convence para que voluntariamente inicien su proceso
de cambio y superación.

358
Niñas de la calle
Están entre los nueve y los 18 años. Las más pequeñas se atienden en internado.
En épocas anteriores, no se veían niñas entre los callejeros. Hoy día, sí se encuentran
jovencitas en la calle ganándose la vida en “trabajos” como el reciclaje o dentro del
mismo “parche”, colaborando en actividades delictivas. Esta situación exige atención,
al igual que las madres adolescentes y las trabajadoras del sexo.
Hay jovencitas que acuden al Programa a raíz de experiencias muy dramáticas
como embarazos, enfermedades, rompimiento con la pareja. Todas son mujeres de
barrios pobres, que han tratado sin éxito de organizar un hogar. La prueba de esto
es que algunos de sus hijos terminan en la calle. Para ellas, el Programa también ha
venido ofreciendo atención especial.
Por último, hay niñas en situación realmente precaria que venimos a conocer por
medio de sus hermanitos callejeros.

Largos
Para nosotros son jóvenes entre 15 y 18 años, pero debido a su condición de pobreza
llegamos a incluir a quienes tengan dos o tres años más de edad. Para este grupo no
sirven los internados, la única respuesta que ha resultado eficaz y económica ha sido
una atención en medios abiertos, en donde, con técnicas especiales de motivación, se
les habilita en pocos meses para integrarlos al mundo del trabajo.
Muchos de estos jóvenes constituyen el grupo de “gamines” que, atrapados
severamente por la droga, no lograron aprovechar las oportunidades de cambio. Es
un grupo que conflictúa mucho la ciudad, hasta el punto de crear una sistemática
protesta ciudadana.
El Programa cree que ellos siguen teniendo derecho a ser atendidos y no se cansa
de buscar nuevas fórmulas. Debido a esto, desde hace tres años aproximadamente,
se comenzó a promover entre los empleadores de todo tipo, la generación de
trabajo. Nació así, un nuevo servicio de atención llamado “Proyecto de Generación
de Empleo” respaldado por autoridades y empresas oficiales del Distrito, que han
venido vinculando a estos jóvenes en trabajos de mejoramiento del espacio público.
Se trata de un programa especial, en cuanto va acompañado de un sistemático
seguimiento, que permite afianzar en ellos la voluntad y la capacidad de trabajar.
Viene a ser un verdadero proceso terapéutico individual y grupal.

Trapecistas
Son jóvenes entre los 14 y los 18 años. Se atienden en medio abierto.
Provienen de barrios generalmente “marginales”. Constituyen un problema para

359
sí mismos y para los sectores donde merodean, pues vienen a ser los principales
actores de la actual problemática de los barrios. Su principal característica es que
por falta de recursos económicos abandonan la escuela y no alcanzan niveles de
escolaridad correspondientes a su edad. Esta situación se aprovecha para atraerlos
y desarrollar procesos de alfabetización, formación y capacitación. También es
importante mantener una continua relación con sus familias y sus barrios.
Los “trapecistas” muestran mayor interés emancipativo que otros grupos juveniles.
En sus familias se presenta un sistemático desempleo y por esto, aprecian mucho las
ofertas de trabajo, aunque sean de tiempo parcial.

Madres de niños callejeros


Creemos que atender a las madres de los niños callejeros es una estrategia prioritaria
en la solución del problema social actual. Es de las más acertadas inversiones sociales.
Se las convoca a participar en actividades de medios abiertos, que fomentan su
socialización, motivación para el mejoramiento personal y familiar.
Es un grupo heterogéneo en edad. Son mujeres cabezas de hogar, provenientes
de barrios muy pobres. Por lo general, han experimentado situaciones de maltrato y
violencia intrafamiliar. Carecen de educación y de capacitación para asumir empleos
productivos que les permita superar sus carencias de todo orden. No cuentan con
apoyo de compañeros o familiares.
Los niños y jóvenes callejeros, casi siempre, conservan relación sólo con la madre.
Por eso, se considera necesario atenderlas, como la mejor prevención del fenómeno
callejero.

360
Capítulo VI

La escalera de los seis peldaños


El Programa desde el inicio fue concebido como un proceso escalonado, gradual,
así:

Integración a
la sociedad

Socialización

Personalización
ad
e n talid
em vida
Compromiso
m b io d to de
Ca proyec
y
Club
d
m ista
ón A
Calle raci
Ope

Al comienzo, cada etapa se identificaba con una casa, por ejemplo: la de


Compromiso en Liberia y la de Personalización en Bosconia. Esta correspondencia
etapa/casa ha variado. Subsisten las etapas, pero ya no están ligadas a una casa
determinada. Lo que sigue siendo indispensable son los pasos y un sitio de ejecución
para “hacerlos sentir”. Esta flexibilidad permite una atención más eficiente.
No son muchos los que entienden la necesidad de esta gradualidad. En general,
se cree que a un niño que ha vivido a la intemperie, mal comido, mal vestido, sucio
y sin escuela, se debe recibir y de inmediato darle techo, comida, vestido, aseo y
escuela, quedando así arreglada la situación.
Nada más erróneo: el problema de un niño hambriento, desamparado, afligido,
no se resuelve con una comelona, una muda de ropa y una “juerga”. La comelona le
indigestará, la ropa la cambiará por marihuana y la fiesta aumentará su depresión. Es
decir, el salto entre la calle y el Programa no puede ser instantáneo, a riesgo de que
sea contraproducente. Por eso debe catalizarse una “desadaptación” gradual. Tal vez

361
impresione el término, pero es así: educar a los niños tan bien adaptados a la calle es
esencialmente una “lucha para desadaptarlos”.
La importancia dada a la multiplicidad de los centros en este Programa obedece
a la necesidad de abrir un abanico de servicios necesarios para reforzar el sistema de
escalonamiento, indispensable para cambiar su subcultura.
Son Unidades Educativas distintas las que van dando en cada caso, una respuesta
no sólo a una edad, a una problemática, sino también a un “momento de evolución”.
En definitiva, el sistema por etapas presenta enormes ventajas y por ello se ha
venido imponiendo.

Operación Amistad

La calle

Lo logramos irrumpiendo en el ambiente callejero donde viven los niños y


haciendo presencia sistemática y cariñosa, hasta que nos reconozcan. El niño es
espontáneo y rápidamente establece comunicación con quién está cerca y se muestra
deseoso de compartir sus juegos y de escucharlo con atención. Para afianzar el proceso
de mutuo conocimiento, siempre tenemos a mano una golosina o una invitación a
una chocolatada, o una fogata o a un paseo. Eso los atrae, les da confianza y consolida
los lazos de amistad.
El Operador Callejero se encarga de estar cerca del muchacho y de iniciar una
amistad que no debe tardar en producir buenos efectos. Para ello, debe conocer la
ciudad, la ubicación de los “parches”, “ollas” y demás sitios donde se presenta mucha
afluencia de callejeros.En efecto, se debe orientar su labor y hacerle seguimiento para
que tenga en cuenta la principal premisa del Programa que es un gran respeto por el
niño y mostrarse sencillo y amable en sus modales y lenguaje. Solo así logrará ganarse
la simpatía del muchacho.
El niño que proviene de ambientes muy agresivos, debe encontrar en el Operador
Callejero el mejor ejemplo o paradigma de bondad y tolerancia. Es lo que cataliza
rápidamente el proceso de amistad, que como decíamos es lo principal de esta primera
etapa. Más tarde, conociéndonos y estimándonos como buenos amigos podremos
entablar un fecundo diálogo sobre la bondad de otras metas y valores.
Quizá éste es uno de los aspectos que se olvida en la atención de niños que han
sido muy lastimados afectivamente: es indispensable la intervención de una persona
responsable que asuma las funciones de la figura parental que ha venido a menos
en la educación del niño. Cuando no es la propia madre, es necesario tratar que
una persona responsable se gane, poco a poco, la amistad del niño para, de ahí en
adelante, lograr que él acepte ser atendido.

362
En la educación de los niños pobres se descuida mucho dicha operación y es uno
de los aspectos “fatales” que dificultan más tarde obtener que el niño “se deje” educar.
Aquí cabe anotar que no hace honor a las políticas sociales, el remitir niños de una
institución a otra, como paquetes o cosas. Después de tantas opresiones, lo indicado
es hacer que el niño mismo sea quien elija las personas y ambiente que le caen bien.
Cuando esto se consigue, se reconcilia con su situación: viene a ser un ejemplo más
de los muchos logros que se esperan de la Operación Amistad. Aún así, queda en pie
que el mejor indicador de éxito es haber logrado que el niño sienta y exprese el deseo
se ser educado en el Programa (escogido por él).

Clubes

Los clubes son los famosos “Patios” que montamos donde es notable el fenómeno
del niño callejero. Nosotros los llamamos Centros de Atención Múltiple. Los niños
los llaman más sencillamente Patios. Son estructuras que parecen provisionales: un
lote parecido a un parqueadero, con buenas cercas, una batería sanitaria y casetas
para cocinar y para prestar primeros auxilios.
En el “Patio” la misión de los educadores es tomar actitudes que afiancen la amistad.
No deben criticar, manifestar sospecha, ni mucho menos indagar o moralizar. El
educador es un amigo y su actitud en el Programa es diferente a la de un vigilante.
Debe ganarse la confianza del muchacho. Son muchos los que no entienden que la
eficacia educativa depende de este previo proceso de acercamiento y comprensión.
La gran meta es lograr que el niño entre libremente al Programa. La tarea de
los clubes es esforzada, agotadora. Supone buenos educadores, no muy fáciles de
conseguir. Por fortuna, los que tenemos en la actualidad son excelentes. Casi todos
son antiguos muchachos de la calle que han estado en el Programa por varios años.
Una de las facetas inequívocas del Patio es el ambiente acogedor, la alegría, el
servicio incondicional. Y debe ser así porque afuera está la calle, llena de atractivos.
Es necesario competir con la calle y vencerla gracias a un conjunto de actividades
lúdicas. Es un desafío constante ver quién convence más: la calle o el Programa. No
podemos olvidar que atender niños callejeros es más agotador que “lidiar borrachos”,
como se diría vulgarmente.

Compromiso

Es la tercera etapa la que llamamos de Compromiso: interiorizar, empezar a hablar


de contrato, como en la mayoría de las terapias. Este proceso se adelanta en una
casa especial, generalmente, ubicada cerca de la “olla”, es decir, en el “Downtown”
que más frecuenta la juventud callejera. En la actualidad, por ejemplo para Bogotá,
Liberia y Belén son las dos casas en las cuales se realiza este proceso. Esta etapa

363
pretende catalizar en el niño la voluntad de abandonar la calle y dedicarse a un
proyecto de vida diferente, más productivo, estimulante y humano.
Mientras se cumple esta etapa, se acoge al niño todas las tardes a las 4 p.m. durante
por lo menos 45 días. Significa que por lo general de día queda libre y vuelve por las
tardes. Esto permite analizar qué uso hace de la libertad dada. Si vuelve por la tarde,
es señal de que sí está pendiente de nuestra oferta.
De vez en cuando se programan salidas a museos, piscinas, parques, bibliotecas
y demás recursos educativos y recreativos que ofrece la ciudad, para promover la
confrontación entre las dos formas de vida (calle/Programa). Los momentos más
intensos se desarrollan de las 5 p.m. en adelante, cuando ya en casa se integran los
niños a tertulias muy divertidas y cuestionadoras, naturalmente compatibles con su
edad, pero suficientes para hacerlos reflexionar. Se comienza también a introducir el
tema de los valores.

Cambio de mentalidad y proyecto de vida

Personalización

En nuestra cultura, “ser persona” señala una meta de crecimiento, plenitud y


desarrollo humano. Es un planteamiento filosófico que el Programa adoptó desde
el comienzo, como recurso muy válido para entender el problema del niño callejero

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y la solución, pues es una de las explicaciones más aceptables de los dinamismos
que actúan ya sea en el deterioro e involución del ser humano, como en su pleno
desarrollo. ¿Cómo explicar que llegar a ser persona, es lo máximo, es lo mejor, es el
destino del hombre?
Valga la verdad, con los muchachos no es fácil manejar el concepto “persona”,
por ser muy abstracto. De todos modos vale la pena tratar de hacerle entender el
atributo “personalizante”, es decir, lo que promueve el verdadero crecimiento total
del ser humano. Entre los muchos recursos didácticos resulta útil, por ejemplo, la
comparación con la corriente eléctrica. Aún cuando nadie conoce la naturaleza de
este fluido, es fácil descubrir su presencia por los efectos: alumbra, calienta, produce
movimiento. Hay que llegar a ser capaces de descubrir los efectos visibles, ojalá
medibles de una situación o proceso educativo personalizante.
Es lo que hizo un gran pedagogo, Faure, para promover las ideas de Mounier.
Analizó las más exitosas experiencias educativas del siglo XX. Así pudo descubrir y
señalar los métodos y recursos educativos que le parecieron más personalizantes. Esta
colección de recursos educativos es lo que se llama método Faure.
La educación personalizada en la línea de Mounier y Faure fue adoptada, desde el
comienzo, por el Programa Bosconia y por ello es apenas justo que nos detengamos
en hacer claridad acerca de lo que se entiende por personalismo. Los adolescentes
entienden la definición, pero no es suficiente por ser más dados al sentir que al
pensar. Es necesario que ciertas verdades, realmente importantes, las sientan como
descubrimientos. Es imperativo llevar educandos y educadores a exclamar como
Arquímedes: ¡eureka! “por fin entendí”, que es lo que tratamos de lograr con los
paseos, talleres, convivencias formativas, con todo tipo de dinámicas, especialmente
grupales.
Un caso es cuando se fomenta la participación colectiva, no sólo los profesionales
sino los educandos, expresan muy bien lo que a menudo uno cree que es muy difícil
de entender:
– La educación personalizada es ante todo una gran propuesta, un desafío. En el
Programa Bosconia se considera el principal indicador de éxito.
– Es la esencia de la tarea educativa. Sócrates dijo que la educación era como
un parto (de ahí la palabra mayéutica). Es la eclosión de muestra interioridad o,
mejor, de nuestra potencialidad. Como lo señaló Unamuno: “todos llevamos ideas
y sentimientos adormecidos, que salen a relucir si llega alguien a despertarlos”.
– Ser persona significa llegar al crecimiento total, al desarrollo y adaptación en lo
físico, en lo emotivo, lo intelectual y espiritual.
– Despertar niveles de conciencia cada vez más altos, pasando de la conciencia
ingenua a la crítica, para que nuestras acciones no sean “el hacer por el hacer”.
– Llegar a tener grandes ideales y valores, creando una escala, una pirámide, una

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jerarquía, o sea, dar a cada cosa que nos rodea, el valor que le corresponde. Se
trata de profundizar en la capacidad de discernimiento, para llegar a opciones
cada vez más libres.
– Llegar a entender que una persona no es lo mismo que una cosa o una planta,
atada a una sola condición.
– Llegar a comprender y realizar el amor y la libertad.
Resulta evidente que tanta claridad es fruto de la constante reflexión, del trabajo
en grupo y de las lecturas, entre otras cosas. La temática del personalismo resulta
interesante para los educadores y los educandos, principalmente cuando se centra en
el amor. Emanuel Mounier cree que todo ser humano, entendedor de su destino, podría
decir: “Yo no existo más que en la medida en que existo para los demás. Ser es amar”.
En efecto, a lo largo de la historia, la pedagogía ha desarrollado modelos
educativos de éxito casi incuestionable. Al parecer, el secreto de ellos ha sido ceñirse
siempre a lo que sugiere el amor: donde éste funciona, como en el caso de hogares
bien constituidos y de legítimas figuras parentales, el niño aprende, crece, se realiza
y se constituye en un modelo de persona y de relación social. Si se carece de este
sentimiento serán inútiles los ambientes saturados de teorías científicas, de buenos
colegios y mejores universidades. Se puede entonces concluir que el amor es la
condición indispensable para poder educar y que su carencia es la causa de muchos
males (Freud hace buenas referencias al respecto).
Como decíamos desde el comienzo, nuestro principal desafío era convertir el
Programa Bosconia en un proceso de personalización, pero sólo teníamos preguntas:
¿Qué condiciones debe tener el ambiente físico para que resulte personalizante?
¿Cómo hacer del educador el principal elemento personalizador? ¿Qué tipo de
presencia, de actitudes, de intervenciones se requieren de parte de él? ¿Qué tipo de
procesos debe catalizar? ¿Cómo se debe concebir una organización personalizante en
todos sus rincones, funciones, en todas sus dinámicas?
La respuesta es: toda la infraestructura del Programa, sus microambientes, las
relaciones entre educandos y educadores, todo, debería ser personalizante.
Después de unos años, si se ha trabajado seriamente, con una sistemática reflexión
en la acción, resulta fácil describir el aspecto personalizante de cada elemento del
sistema educativo. Así por ejemplo:

Comedor
Tradicionalmente es un ambiente difícil de manejar. Casi un arma de doble filo
o una olla de presión que en forma acelerada puede llevar a educar o a maleducar.
En manos de un educador desprevenido puede volverse total algarabía, desorden,
desaseo, rebatiña, peleas, batalla de fríjoles, cuando no de huesos: como en los
reformatorios. Pero, si el educador y sobre todo las consignas son personalizantes, el

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resultado es totalmente opuesto: mesas con lindos manteles, con flores, conversaciones
moderadas, encargados que repartan racional y rápidamente las viandas, música que
deja dialogar, chistes, alegría. Se llega a una total sintonía y confortante comunicación.

El dormitorio
También es un ambiente que facilita el proceso de personalización: allí se realiza,
con la participación de todos, la reunión diaria evaluadora de lo que se ha hecho
durante el día.
Es el lugar de la intimidad, del aseo personal y donde se debe aprender a respetar
el espacio y las pertenencias de cada cual. Facilita enseñar y adquirir hábitos,
indispensables para la vida: saber tender la cama, ordenar la cómoda, utilizar pijama,
lavarse los dientes, cuidar los vestidos, lavar en forma habitual las medias y la ropa
interior.
El dormitorio tiene jefes de grupo que ponen a prueba su capacidad de liderazgo,
coordinando las diferentes actividades y principalmente, logrando una convivencia
armónica por medio de actividades cotidianas como: levantarse al escuchar la música
que señala el momento de hacerlo, acostarse a la hora indicada, ordenar el lugar, salir
a tiempo a las actividades escolares o deportivas.

Los talleres
Son lo mejor para volver a los niños excelentes personas. Muestran los milagros
que obra la educación autoactiva, el trabajo. En los talleres, los niños más traviesos
parecen unos santos. Pueden pasar muchas horas sin cansarse. La actividad fácilmente
se trasforma en arte “liberador”, sin tantas sofisticaciones terapéuticas. Así mismo las
aulas, la biblioteca, el teatro, el canto, los juegos, los deportes, la televisión, las fiestas,
los paseos, el bus. En cada una de estas actividades y ambientes se pueden catalizar
procesos personalizantes. Por eso es indispensable que los educadores analicen cada
una de las etapas, e identifiquen los mejores momentos para desarrollarlos.
La reflexión en la acción, a la luz del sistema preventivo, permite las mejores
evaluaciones y programaciones.
El proceso generalmente comienza con una sonrisa, con algunas palabritas
cariñosas al oído del niño: “Oye Carlitos, mientras andes todo sucio, ‘paniquiado’,
robando, nadie te va a querer, hagamos un trato”. Así comienza la relación y la
comprensión del deber ser de las cosas.
El “nacimiento de la persona” es como la creación del mundo: lo primero es
la “palabra” que aleja del caos. Nada se puede hacer sin la palabra, que para los
que tenemos fe es la presencia de Dios en nuestra vida. Es lo que en otros ámbitos
llamamos persuadir, convencer, mostrar la verdad, enseñar. Es toda una ciencia, un
arte, una vocación, ojalá una pasión. Un educador sin eso es sal insípida.

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Creemos que la primera estrategia en este propósito es tener buenos educadores.
Es fundamental su idoneidad, su capacidad de comunicación, de despertar empatía,
simpatía, de relacionarse, de jugar con ellos y de establecer un diálogo interesante. El
educador, debe hablar con el ejemplo, con su capacidad de servicio y sacrificio, con
su discreción y tolerancia. Debe ser impactante en sus mensajes, preocupado por las
metas que pretende alcanzar todo el sistema.
Una de las estrategias dirigidas a la población infantil es dramatizar las situaciones
más típicas de los tres ambientes o mundos reconocidos por el niño, como son: la
familia, la escuela, la calle. Es importante manejar temas que tienen implicaciones
afectivas. Claro que se necesita mucha destreza. Por ejemplo, la familia es un tema
importante, pero también ambivalente porque depende de las asociaciones mentales
que suscite. La familia es el mejor mundo para vivir, para crecer, para experimentar
alegría, libertad, amor. El mejor mundo para educarse porque facilita la comunicación,
la convivencia, la participación, los procesos de identificación y socialización.
Así mismo referirse a la calle es una buena estrategia. Éste es un mundo pletórico
de vivencias para el niño; si se saben “reciclar”, también pueden reconfortar y liberar.
Los valores son tan importantes para la vida del ser humano que debería ser
un tema siempre presente con didácticas que requiera la edad y la época. No hay
escépticos en asuntos de valores. Todas las culturas los tienen y claramente podemos
distinguir entre los valores del mundo occidental, los de la cultura judía, los del
pueblo americano, los del mundo paisa, etc.
La calle y demás subculturas análogas se distinguen por defender causas que el
común de la gente rechaza. Un caso se da en el ámbito de las cárceles, los presidiarios
tienen valores: la ley del silencio, el “no dejarse”, etc. La mafia, la prostitución, la
calle, también tienen sus valores.
Como decíamos, a los niños es difícil hablarles de temas abstractos. Se requiere una
didáctica muy especializada. Para este caso, resulta más comprensible la comparación
de situaciones muy conocidas y experimentadas por el educando. Es el caso de los
dilemas: “si te encuentras una cartera, ¿qué es mejor, entregarla o quedarse con ella
para disfrutar del dinero?”.
Es lógico que los principales “valores” del niño de la calle sean los “vitales”:
deporte, fiestas, sexo, compañerismo, aventuras, protagonismo y la misma droga.
Depende del sistema educativo lograr que vaya subiendo en la escala de clasificaciones
y alcance sobre todo los que suponen mayor realización humana a todo nivel. Pero
no es difícil hablar con él de la bondad, de la verdad, de la belleza, de la justicia, del
sentido de la vida.
Lo principal es enseñarle a manejar la intención. Se pueden hacer cosas físicamente
buenas, como ayudar a un necesitado. Pero mientras no haya una intención, no se
puede decir que estamos guiados por valores. Es este el famoso tema de la formación
de la conciencia.

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Para que el niño conciba la vida como una feria de valores que lo invita a escoger,
debe estar en un medio libre, personalizante. Es decir, hay que darle la posibilidad de
ponderar, discernir, seleccionar libremente entre muchas alternativas, y desde luego,
sin cohibiciones poder obrar de acuerdo a lo que ha escogido.
Uno de los indicadores de la educación personalizada es poder medir qué tan
rápido llega el niño a distinguir, ordenar, jerarquizar sus valores. Ver cómo empieza a
referirse a sus ideales, que lo mueven a esforzarse y progresar: es la personalización de
los valores. Los logros de la vida no son los que nos depara la suerte, según la cultura
popular, sino los que alcanzamos como realización de los ideales escogidos.
Tampoco se puede dejar de lado la estrategia del impacto, por el cual entendemos,
la impresión capaz de desencadenar un cambio radical de conducta en una persona.
Todos los seres humanos experimentan en ciertos momentos de su vida, situaciones
de gran alegría, sorpresa o profunda tristeza, cuyo impacto los lleva a cambiar el
rumbo de su existencia o a modificar su conducta. Es bien sabido que las situaciones
muy impresionantes, a menudo producen cambios radicales, como la remoción de
hábitos.
Provocar este tipo de impacto no es fácil, no obstante los niños de la calle son
muy sensibles a esta dinámica. El educador debería ser lo suficientemente creativo,
interesado en el tema de las emociones, para encontrar la forma de propiciar
situaciones que generen profunda impresión en sus educandos. Hay muchas cosas
que producen impacto, empezando por las situaciones sencillas y de la rutina.
La calle vuelve destructivos a los muchachos; por eso escriben palabras grotescas,
rayan, destruyen muebles y todo lo que está a su alcance. Es casi un gesto espontáneo
de catarsis. Sin embargo, cuando dan con un ambiente impactante como con una
batería sanitaria bien hecha, con equipos que funcionan, buenos espejos, papel
higiénico, experimentan admiración, respeto y cambian de actitud.
Lo mismo sienten cuando se les entrega una cómoda que les permite sentirse, por
primera vez en su vida, “propietarios”. Un letrerito dice: “Esta cómoda tan linda es
tuya. Si tienes secretos, aquí los puedes guardar” y él lo acepta con alegría.
Estos detalles nos señalan una gran diferencia con la calle, donde no poseía nada;
al levantarse por la mañana, en el “cambuche” debajo del puente, no tenía donde
guardar ni los cartones que lo cobijaban.
Mucho se podría añadir acerca del impacto que despierta en el muchacho casos
como poder utilizar una excelente biblioteca o pasear por jardines cuidados o usar
hermosas guías didácticas. Lo impactan significativamente el buen trato y las buenas
actitudes. Las asume fácilmente como paradigmas.
¿No será el ejemplo de un buen educador un factor altamente personalizante? En
realidad son muchas las situaciones que un educador puede utilizar para persuadir
al niño, generar impacto y producir un cambio. ¿Y cómo saber cuales son estos

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elementos? Si por nobleza y cariño el educador está empeñado en buscar el bien de
sus educandos, brotan espontáneas las iniciativas. San Agustín decía: “ama y haz lo
que quieras”.
La reflexión en la acción aporta mucho a la comprensión del “deber ser” de la
acción educativa. Sobre todo si se realiza en pequeños grupos de convivencia cordial,
participativa.
En el proceso de personalización es también prioritario la presentación personal,
el aseo, el vocabulario, el saludo, todas las pequeñas cosas que nadie señala y
pondera en los ambientes muy pobres. Para ser más específicos, de la presentación
personal depende la relación social, sentirse bien, con autoestima. En consecuencia,
debe aprender a seleccionar y usar correctamente las prendas de vestir: camisa bien
abotonada, pantalón limpio con un buen cinturón, medias limpias que se deben
lavar diariamente, pijama, pantuflas, zapatos lustrados. La ropa debe estar marcada,
para evitar confusiones. Nada de esto es difícil: es adaptación y formación de hábitos
tan naturales en un niño como el aprendizaje de la lengua materna.
Respecto al vocabulario se logra convencerlos de abandonar el uso de términos
vulgares, gestos grotescos, apodos. Un niño con buenos ademanes es aceptado más
fácilmente.
El Programa cree en la fuerza educativa del ambiente no sólo humano que
depende del afecto y del buen trato, sino también del ambiente físico producido
por la decoración, la funcionalidad, el mobiliario, duchas confortables, ropa limpia,
comida caliente, jardines, sin caer en las sofisticaciones del conductismo. El aseo de
las casas es definitivo, se hace a diario y corre por cuenta de los muchachos divididos
en grupos y coordinados por el jefe o educador. Otros aspectos importantes son la
puntualidad, como generador del respeto por los demás. También el hacer un buen
uso de los buses, salas de televisión y de juegos.
Una estrategia para lograr el rápido aprendizaje de estos aspectos son las ya citadas
jornadas de convivencia. En ellas se dramatizan las situaciones más importantes de
la vida comunitaria, pero en pequeños grupos. Se sacan conclusiones, se premia a los
mejores y los materiales logrados se editan y pasan a la escuela como elementos de
aprendizaje.

Socialización

La quinta etapa del Programa es la socialización.


Hoy más que nunca, es necesario aprender a relacionarse con los demás, a disentir
o concordar y ayudarse mutuamente. El niño de la calle sobrevive y supera los
peligros, particularmente físicos, por estar unido a un grupo. La capacidad de vivir en
grupo y la participación en la vida comunitaria es el mejor indicador de normalidad
y madurez.

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Bien desarrollada, la socialización le ayudará también a identificar sus antivalores
y a removerlos. Logros notables de este proceso son: el sentido de justicia, de la
equidad, vivir en la verdad, ser crítico y al mismo tiempo tolerante, saber superar el
egoísmo, la indiferencia, el fanatismo, la codicia.
Escenas muy concretas del autogobierno son la estructura grupal en toda categoría;
la figura del Alcalde, de los Concejos, del servicio cívico, de los jefes de grupo, de los
coordinadores, de la asamblea, de los debates, la gratificación, los reconocimientos,
el manejo de una moneda interna (el camello), la comunidad educativa, entre otras.
Por supuesto, un logro real de socialización depende de la calidad de formación
para la democracia, para la convivencia, para la solidaridad, para la comprensión de
la situación actual del país, del desempleo, de la pobreza, de la desintegración social.
Todo esto despierta una gran sensibilidad y los vuelve agentes de cambio eficaces.
No se trata de hacer una universidad de un colegio, sino de avanzar al paso con
otros crecimientos, en la capacidad de convivir y responsabilizarse. Este tema lo
completaremos cuando hablemos de Piaget.

Autogobierno
Es una estrategia educativa de gran valor porque apunta al objetivo de la
socialización. Implica que el muchacho se hace partícipe de su propio crecimiento
y aprende en la práctica los principios de la convivencia, tolerancia, participación,
autocrítica.
El Programa va de la directividad al autogobierno, en forma progresiva, a lo largo
de sus etapas. El educador al final se convierte en asesor. No se llega al autogobierno
en forma espontánea. Es necesario orientarlos. El autogobierno se nutre de críticas y
autocríticas, sobre todo se necesita la sabiduría del adulto.
Sabe autogobernarse quien sintiéndose libre de toda vigilancia hace lo que debe
hacer. El Programa crea muchas funciones para darle oportunidad a todo muchacho
de responsabilizarse de algo.
El ejercicio del autogobierno se hace concreto en La Florida donde existe
organización propia, constitución (la primera se escribió en 1974 con base en el
estudio de lo escrito por Piaget, en La Autonomía), alcalde elegido popularmente por
los compañeros. Se cuenta con Consejo de Gobierno y jefes. La autoridad mayor es la
Asamblea general. Los educadores tienen voz en la asamblea pero no voto.
La disciplina siempre depende, con pocas excepciones, del Alcalde y de su
Consejo, así mismo los permisos para ausentarse del estudio o del trabajo. Para
casos excepcionales la normatividad depende de la Asamblea. Los asuntos cotidianos
dependen directamente del Consejo de Gobierno. Existen los Jefes de grupo, de
vivienda, de taller y escuela. Todos ellos integran el Consejo de Jefes que tiene algunas
responsabilidades directas para el manejo de la casa. En La Florida, el Cabildo es
físicamente un kiosko en el cual se reúne la Asamblea.

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También se cuenta con un Servicio Cívico. Es un grupo cuya función es prestar
un servicio a la comunidad cumpliendo ciertas funciones como cuidar el aseo de
las instalaciones, arreglar y mantener la buena presentación de la cafetería, recoger
las basuras, atender las visitas y otro tipo de encargadurías de biblioteca, salas de
juego, sala de televisión, buena presentación de los baños. Un Jefe coordina todas las
actividades del Servicio Cívico y vela por el cumplimiento de las funciones de todos
los compañeros.
Los trabajos especiales se realizan de acuerdo con las necesidades y pueden ser
solicitados por la comunidad educativa. En el año de 1974, con la participación de
los colaboradores de aquel entonces, se reunieron los criterios que Piaget expresa en
su obra.

La Autonomía.
La autonomía es un procedimiento de educación social que ayuda a los niños a
salir de su egocentrismo para colaborar entre sí y someterse a las reglas comunes. Es
cierto, dice Piaget, que la lógica y la moral son tendencias innatas. Pero, es también
muy cierto, que es sobre todo la sociedad (el ambiente, el grupo) la que se encarga
de hacer sentir la obligatoriedad de todas las reglas lógicas y morales. Lo que más
transforma la personalidad es la socialización. Sin este proceso las reglas morales
y lógicas parecen exteriores a él. Es decir, el niño no las siente. Mientras las reglas
permanezcan exteriores a él, el niño no consigue situarse en el mismo plano que
los demás individuos. Queda así dominado por su egocentrismo inconsciente y
espontáneo. El egocentrismo es la actitud natural del espíritu en presencia de las
realidades no asimiladas.
Esto sucedió, aún tratándose de las leyes del mundo físico: el hombre creía que
los fenómenos naturales se hallaban centrados en él mismo (el egocentrismo). Sólo
más tarde, cuando empieza a interiorizar las leyes del universo, sale de sí mismo para
situarse en un mundo independiente del yo.
El egocentrismo es evidente en los niños antes de los seis años. En el juego, la
única regla es su propio beneficio. Incluso creen poder ganar todo a la vez. Esto
supone incapacidad de pensar en el aspecto normativo de las relaciones sociales. Lo
mismo sucede en el campo de la lógica, cuando los intereses del yo están en conflicto
con la verdad, el pensamiento prefiere la satisfacción a la verdad.
El egocentrismo no le permite al niño comprender las relaciones más usuales. Así
sabrá designar su mano derecha, pero no la de su interlocutor. En este orden de ideas,
¿cómo llega el niño a liberarse de su egocentrismo para socializar su conducta y su
pensamiento? Lo hace por medio de la acción de los padres y adultos. Es el primer
proceso de socialización. Esta acción es eficaz, en la medida en que el niño la percibe
como un sentimiento de amor, temor o de respeto.
Piaget llama imposición social a la acción del adulto y llama respeto unilateral al
sentimiento de respeto que experimenta el niño y que hace posible la imposición.

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Siempre resulta cierto que toda consigna que emane de las personas respetadas
traduce en la conciencia del niño, bajo la forma de una consigna imperativa: así se
explica el éxito de la autoridad.
Este tipo de moralidad que se adquiere del exterior conduce a una especie de
legalismo. Los actos, en este caso, no están evaluados en función de intenciones y
juicios, sino de acuerdo con la regla. Este tipo de moralidad presenta un aspecto
positivo y uno negativo.
Lo que sale de la boca del adulto, se considera inmediatamente como cierto. Esto,
naturalmente, resulta negativo, pues exime de verificación racional y a menudo rechaza
la adquisición de las operaciones de la lógica. Pero la socialización depende también
de la interacción entre los individuos. En este caso la imposición desaparece en aras
del respeto, del consenso mutuo que se llama cooperación. Mientras la imposición
tiene por resultado esencial, poner reglas y verdades elaboradas, la cooperación aporta
la constitución de un método que permite al espíritu sobrepasarse sin cesar y situar
las normas del grupo, por encima de los estados de hecho. En estas condiciones, no
sólo se produce obediencia a las reglas establecidas por el grupo, sino también se crea
una actitud de solidaridad y de reciprocidad.
De otra parte, esta moral se caracteriza por la aparición de un nuevo sentimiento,
de un bien interior, independiente de los bienes externos. Dicho de otro modo, se
produce una autonomía progresiva de la conciencia. Así nace, sin que los adultos lo
insinúen, el sentimiento de lo justo, de lo injusto. Nace también una crítica mutua y
una objetividad progresiva.
Pensar en función de los otros es sustituir el egocentrismo propio y los
autoritarismos, por un método de relaciones verdaderas, que aseguran la comprensión
recíproca y la constitución de la misma razón. A este respecto, el producto esencial del
método es la “lógica de las relaciones”, que se vuelve un instrumento que permite al
niño liberarse de las ilusiones producidas por su egocentrismo y por un acatamiento
mal entendido de la autoridad.
En resumen, en el campo de la lógica, como en el de la acción brotan una serie
de obligaciones específicas, bien distintas de aquellas que suele imponer la autoridad.
Las formas de autogobierno posibles son ilimitadas pues son tantas como las
combinaciones posibles entre egocentrismo, autoritarismo, cooperación. Son estas
relaciones complejas entre egocentrismo, respeto universal y mutuo, las que parecen
explicar la diversidad de los resultados obtenidos por el método. Cuando se aplica
este método, también es necesario no separar la educación moral de la intelectual
y social. Las tres deben formar un todo inseparable. Así, una amplia autonomía
“intelectual” (realizada por los métodos activos) favorece indudablemente el éxito de
la autonomía social.
Resulta muy negativa la mezcla de métodos. Esto sucede por ejemplo, cuando se
practican métodos autoritarios en uno de los dos planos y métodos de autogobierno
en el otro.

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No se debe olvidar que en el autogobierno puede darse muchos tipos de
relaciones entre educador y educandos. En el caso de la “monarquía constitucional”,
el educador se limita a confiar ciertas funciones al niño y hace de la cooperación un
simple auxiliar de la obediencia. En cambio, en el caso de la “democracia igualitaria”,
el educador goza de los mismos derechos de sus alumnos. Aquí se trata de suprimir
toda imposición en beneficio de la reciprocidad.
En el autogobierno se cuestiona la validez del castigo. Este método tiende a sustituir
el castigo propiamente dicho por un sistema de medida, de reciprocidad, que permite
entender el acto culpable como ruptura de los lazos de solidaridad. El culpable puede
simplemente ser apartado de los cargos honoríficos, de las responsabilidades. Si es el
caso, de sus derechos de ciudadano. Es decir, puede momentáneamente, se excluido
del grupo cuyas reglas ha violado. Así, la reciprocidad es suficiente para motivar la
sanción, sin que intervenga la idea de castigo.
Es importante hacer notar algunos peligros en el autogobierno:
– A veces la presión del grupo se vuelve exagerada y así el niño puede perder su
libertad.
– Otras veces, la personalidad se desenvuelve con demasiada rapidez, el individuo
se afirma sin mesura, adquiere una hiperconciencia, entrando en conflicto con
los demás.
– Si falta, pues, buen sentido para hacer las cosas con mesura, equilibrio y criterio
científico se puede, fácilmente, llegar a conclusiones erróneas.
– El autogobierno puede favorecer en los niños la tendencia al espíritu de clan.
De otra parte, el autogobierno llega a ser muy fecundo. Produce entre los
niños una cierta “autodisciplina”, autoformación, mejor atmósfera grupal, mayor
rendimiento, formación del carácter y excelente formación social.
En un buen sistema de autogobierno el educador es tan sólo un amigo de los
niños que toman por sí mismos las decisiones.
El grado más elemental de participación consiste en pequeñas funciones cuyo
reparto puede ser realizado por el educador o hacerse por orden alfabético. La elección
representa un grado avanzado de independencia y autogobierno.
En general, se considera cierto que todos los niños son capaces de desempeñar
funciones y de llegar a ser jefes. En algunos casos puede ser conveniente confiar
una función importante a un niño insubordinado. Donde realmente funciona el
autogobierno no se juzga nunca a los individuos. Se analizan los actos con el fin de
comprobar si son o no compatibles con el bien de la comunidad.
Las mayores ventajas del autogobierno están en colocar a los niños en condición
de actuar por sí mismos, hacerlos hábiles para distinguir entre el bien y el mal. Pero
no podemos olvidar que el autogobierno es posible donde hay educadores capaces,
abnegados, conocedores del alma infantil, pacientes, de gran rectitud, maduros
afectivamente.

374
En el caso de los niños de la calle, el autogobierno es uno de los pilares del sistema
educativo, en cuanto facilita la formación moral, cívica y en un ambiente de libertad.
El niño ama la libertad, pero también desea dominar, poseer. Eso quiere decir que
debemos hacerle entender qué quiere decir ser libre.
Con nuestros niños es posible el autogobierno. La experiencia nos dice que son
capaces de constituirse en asamblea, crear cargos, nombrar funcionarios, dictar
reglamentos, reunirse para criticarse, juzgar sus actos y hasta determinar algunas
sanciones.
En el viejo sistema “ser persona” era “tener ideas”. En este sistema significa saberse
relacionar con los demás. En definitiva, la esencia de la educación, según Piaget, es
favorecer una convivencia cada día más formativa.

Integración a la sociedad

Hay que hacer del Programa una especie de fábrica que produzca en cada época
jóvenes a la medida de la situación que les toca vivir. Así lo hemos tratado de hacer.
Los que saben preguntar, al llegar a este punto, tratan de ponernos entre la espada
y la pared. Preguntan: ¿Con qué balaje, actitudes, debe presentarse este joven (que
se tilda de excallejero) para integrarse o mejor, lograr que la sociedad lo acepte? No
es difícil comprender que el problema más grande que afronta el muchacho que ha
vivido la dramática aventura de la calle, es el de la falta de oportunidades de empleo,
a pesar de haber desarrollado destrezas y habilidades para desempeñar una labor.
Con miras a resolver esta situación, cuando el muchacho está a punto de salir del
Programa lo vinculamos, durante un año, como operador callejero: una especie de
animador social. Esta experiencia temporal le permite sentir que, sea como fuere, ya
tiene trabajo y es independiente. También aprende a administrar y jerarquizar gastos
y responsabilidades. Más importante aún, se entrena de manera muy vivencial, como
un verdadero luchador, capaz de resistir lo que sea, debido a las dificultades que se
le presentarán.
Hay que concluir que la filosofía de incorporación de nuestros muchachos a la
sociedad ha ido evolucionando. En un primer momento, queríamos hacer de ellos
unos “supermanes”, enfatizando su formación académica, que consideramos como
el mejor bagaje para enfrentarse a la sociedad. En un segundo momento, pensamos
que debíamos estar en la “onda”, especializando técnicamente a nuestros pupilos.
Finalmente, hicimos una madura ponderación, de los factores de la actual situación:
– Desempleo despiadado de profesionales, técnicos y jóvenes, aún con respaldo
moral de la familia y de la sociedad.
– Pobreza exagerada de las familias y allegados de nuestros educandos.
– Persistentes ofertas del ya conocido mundo de la calle, con mayor fuerza
seductora.

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Pensamos que la mejor opción era prepararlo para trabajos y funciones de todo
tipo. El término no es muy elegante: “todero”. Parece que la primera acepción, es la
del hombre que no muestra ser muy profesional, pero en nuestro caso, le podemos
dar un mejor significado. La experiencia nos dice que esta opción da respuesta a:

– La inestabilidad que es una característica bastante común y arraigada en los


jóvenes que desde niños han sido lastimados, ante todo, afectivamente.
– Se multiplican las ofertas de trabajo.
– La vinculación laboral es menos formal y exigente, por lo tanto, más factible.
– Pueden asumir la función de contratistas que se esmeran en trabajar cada vez
más y mejor para conseguir una remuneración más alta.
– Tienen mayor posibilidad de dedicarse a trabajos que les gusten porque lo saben
hacer.
– Los períodos de desempleo son mucho más cortos que los que tienen quienes
pretenden vincularse formalmente al trabajo.
– Es un quehacer que les permite pasar por muchas experiencias que los capacitan
rápidamente.
– Además de volverse muy diestros en el desempeño de una amplia gama de
trabajos, acaban por volverse excelentes relacionistas que saben vender muy bien
lo que son y lo que saben.
– Desde luego, esta última política que asume el Programa, supone no olvidar las
consignas que son indispensables como facetas imprescindibles de una persona
normal y productiva.
– La puntualidad, laboriosidad, buena presentación personal, el trabajo diligente
y de calidad, el cuidado de las herramientas que lo hacen posible, responsabilidad,
relación humana y, fundamentalmente, la ética de trabajo que es lo que permite
estabilidad.

La conclusión de este capítulo, en otras épocas y en otros países, podría consistir


en una serie de criterios muy taxativos, pues de haber trabajo y estudio para todos los
jóvenes sólo faltaría una inteligente reglamentación.
Para nuestro joven pobre, sin familia y sin recursos para subsistir, lo único que
queda es lo imprevisible y para ello lo preparamos, a fin de reducir su frustración
y aumentar su capacidad de trabajo. Por ejemplo, en lugar de establecer términos
precisos sobre su permanencia en el Programa, pedimos a nuestro departamento
de trabajo social que continuamente explore las oportunidades de trabajo que les
pueda ofrecer a nuestros jóvenes. Ya nos ha sucedido en muchas ocasiones que por
la bondad de dichas ofertas, los muchachos han optado por dejar el estudio antes
de graduarse para vincularse al trabajo y contar así con los recursos sustanciales que
requiere la vivienda, la alimentación y el estudio nocturno. Este caso se está dando

376
inclusive como iniciativa del joven que en su día libre, por su cuenta busca contactos
que le ayuden a conseguir algún trabajo e integrarse así a la sociedad.
Como se puede ver, los períodos de permanencia en el Programa, la edad, los
logros y demás factores a tener en cuenta respecto a un egresado, no solo depende de
las exigencias de una institución o de los gustos de un alumno, sino de la necesidad
de no perder oportunidad de integración al mundo del trabajo. Esto no quiere decir
que no se tenga en cuenta el pensum y todos los demás requerimientos que rigen para
cualquier estudiante que está terminado sus estudios.

377
Capítulo VII

Logros y resultados
Al igual que Hans Jonas, creemos que en esta época y sobre todo en la educación,
hay que promover el principio de responsabilidad, más que las utopías y las esperanzas.
Por esto mismo, nos parece imprescindible la autocrítica. Es decir, preguntarnos si
este Programa tiene sentido o no. Es un cuestionamiento que nos venimos haciendo,
especialmente cuando en nuestro campo de acción que es la calle, vemos que va
creciendo la violencia, la pobreza y el deterioro social, a pesar de los esfuerzos y
buenas intenciones de muchos.
En este momento, pensamos que lo que más se necesita son programas que hagan
presencia en las calles, que estén más cerca de los pobres. La calle es, sin lugar a
dudas, el hábitat de los excluidos, desplazados, de los que no tienen ninguna otra
alternativa. Es el lugar de las últimas migajas. Allá, sin que nadie los organice o
constriña, quedan acorralados los pobres. Es el escenario donde brota espontánea e
insistente la pregunta: ¿tendrá solución este problema? Seguimos creyendo que sí. En
especial, si se empieza por los niños como lo viene haciendo este Programa.
Al comienzo nadie entendía el porqué ponderábamos tanto la calle. Pero
finalmente en Atlanta (Estados Unidos), el Programa Bosconia fue reconocido como
el más copiado de América Latina, debido a esta originalidad, mejor dicho, a su
trabajo en las calles.
Otra característica original del Programa es “trabajarle al niño”, de tal manera
que sea él mismo quien entienda y vea la necesidad de abandonar la calle, que sea él
mismo quien pida ser recibido para que se le eduque. Por esto, el Programa Bosconia
se considera de puertas abiertas: el niño entra por decisión propia y se queda, no
porque las puertas estén cerradas, sino porque sencillamente está en el lugar y con las
personas que ha elegido. Creemos que promover desde el comienzo, la libertad del
educando, habla bien de un sistema educativo.
Muchos creen que el único indicador confiable es saber: ¿cuántos niños hay
actualmente en la calle? Y ¿en qué porcentaje han disminuido o aumentado? Al
respecto, un observador común podría objetar que cada día hay más niños en la calle,
lo cual además es cierto. Sin embargo, en este caso, lo definitivo no sólo es contar
los niños sino ponderar las causas que producen el fenómeno callejero: la pobreza, la
desintegración familiar, la droga, el desempleo, la violencia, las deteriorantes modas
juveniles. Pero medir dichos factores no es fácil.
Eso lo saben los que están familiarizados con las estadísticas. Por eso, no se
ha podido establecer, ni siquiera en situaciones constantes, cuántos delincuentes,
traficantes de droga, prostitutas, drogadictos, niños abusados, borrachos o gente
inescrupulosa existe en el medio que nos rodea.

378
De todos modos, superando dichas dificultades, el Programa ha realizado con sus
egresados, dos censos (1997-1999) en coordinación con la Universidad Nacional de
Colombia, el Departamento Nacional de Estadística –Dane– y algunas entidades
distritales. Es de notar que, además de la fría ponderación estadística, para ser
eficientes, es importante saber cuántos de los niños que recogemos (que sin lugar a
dudas son callejeros) dejan la calle y aceptan ser educados hasta llegar a integrarse a
la sociedad como ciudadanos dignos y útiles.
Hay muchas situaciones que explican las limitantes que existen cuando se trata de
medir la problemática social. Frente a un censo, la población callejera se sustrae; no
les interesa contestar porque para un pobre es muy difícil subsistir sin meter el pie en
falso y no es natural revelar las propias faltas y debilidades.
También es frecuente que el muchacho callejero beneficiado por un programa
educativo, al terminar sus estudios, regrese al mundo de la pobreza. En otras palabras,
a ambientes de barrios pobres, donde no hay teléfono o la dirección es muy difícil de
ubicar. Todo esto hace inoperante la consigna de hacerle seguimiento y medir.
A veces, ni siquiera los jóvenes que se pueden considerar como exitosos facilitan
su seguimiento; se “pierden”, no vuelven a reportarse, cabalmente, porque les ha ido
muy bien. Es apenas entendible que un indigente o una joven de la calle que haya
superado su situación no tengan el menor interés en presentarse ante la sociedad
como exhabitante de la calle o como exprostituta y a nosotros tampoco nos gusta
hacer presión en ese sentido.

379
Todas estas situaciones complican el trabajo con los pobres, pero no eliminan los
logros, entre cuyas cifras podemos citar.
De 100 niños que recogemos en la calle:
– 75% los consideramos vencedores pues dejan la calle y se integran a la sociedad.
– 10% también dejan la calle pero no quedan integrados a cabalidad.
– 15% conforma la famosa población fronteriza.
Dicho 15%, en este momento, está representado por casi 1.800 jóvenes que han
sido atendidos en el Programa sin lograr salir adelante. Esto representa que siguen en
el campo de batalla: drogados, enfermos, sin empleo, a veces formando parejas muy
precarias. De todas formas para estos últimos se sigue luchando: nació así un tipo de
atención que hemos llamado Proyectos. Está integrado por un grupo de unos 700
muchachos y un centenar de jovencitas.
Se trata de ofrecerles empleo con sistemático seguimiento. Es una fórmula que
ha dado buen resultado y que ha sido posible gracias a la colaboración de entidades
distritales (Acueducto, IDU, Localidades), y algunas privadas (ofrecen vinculación
laboral, becas, capacitaciones o servicios médicos).Para las mujeres, una de las mejores
ayudas ha sido organizarlas alrededor de ventas de periódicos y revistas, actividad que
ocupa ya casi un centenar.
Concluimos así, que el saldo definitivo es bastante satisfactorio pues se puede
hablar en primer lugar de la gran cantidad de niños que dejan de ser de la calle
(principal objetivo del Programa). Esto significa haberlos liberado de situaciones de
abandono, de analfabetismo, de droga y demás secuelas callejeras. Todos ellos, más
tarde, quedan vinculados a diferentes opciones laborales. En su gran mayoría, optan
por crear un hogar estable y adquieren cierta estabilidad económica y familiar.
Se pueden añadir muchos casos que consideramos sobresalientes, por haber
desembocado en estudios superiores, en trabajos especializados, artísticos (más de
100 egresados se han vinculado, muy holgadamente, a distintos conjuntos musicales
del país). También es muy satisfactorio para nosotros ver a centenares de nuestras
niñas egresadas, vinculadas al mundo del trabajo y saberlas propietarias de sus
viviendas mediante los sistemas de ahorro.
Podríamos hablar de muchos otros logros como ciertos tipos de capacitación
que no sólo facilitan la integración al trabajo, sino que se constituyen en verdaderas
terapias de superación personal. Dígase lo mismo de lo que alcanza un joven cuando
se inicia en el campo del arte. No sabemos por qué entre los niños de la calle hay
tantos artistas. Es una verdadera liberación.
Valga la verdad, los logros no son fáciles de medir y menos a través de la frialdad
de las cifras. Qué hermoso es entrar a un centro educativo donde hay centenares de
niños y jóvenes que se constituyen en un verdadero espectáculo de alegría, salud y
progreso. Uno podría llorar cuando constata que cada uno de esos niños representa
un caso bien dramático de abandono, maltrato, explotación, adicción a la droga.

380
Todos ellos son un verdadero espectáculo de recuperación jamás imaginada. Decimos
lo mismo de las niñas, de los “trapecistas”, de las madres cuyas dramáticas historias
a menudo desalentarían a los que no tienen fe en el ser humano. Siempre tendrá
sentido ayudar niños y jóvenes, sea cual fuere su deterioro. El ser humano es siempre
un ser emergente.

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Capítulo VIII

Consideraciones finales
Nos parece apenas obvio hacer algunas consideraciones antes de finalizar esta
tarea. En primer lugar, nos unimos a quienes se han venido comprometiendo en el
propósito de buscar salidas a la inquietante situación colombiana. Sabemos que son
muchos los que están firmemente convencidos de que la educación es el instrumento
más eficaz para lograr el cambio. Nos consta que existen diversos proyectos de obras
para acoger y educar a los niños abandonados, drogados, desplazados, víctimas de la
guerra y de la calle. Esto es comenzar como es debido.
Debería animarnos el pensar que servir es muy gratificante, la más noble vocación,
el mejor atributo que puede merecer un educador. Detrás de una desinteresada oferta
de servicio, de ayuda humanitaria, siempre hay una actitud contemplativa, espiritual.
La deberíamos apreciar como un verdadero don y potenciarla con una sistemática
reflexión. Es lo que necesitamos en este momento. El problema actual es que muchos
jóvenes quedan seducidos por los peores ídolos. Es una situación realmente insólita.
McLaren, conocido defensor de la pedagogía crítica, tiene frases de gran poder
explicativo al respecto:
– Vivimos en un momento precario de la historia.
– En la actualidad, en todas partes y al mismo tiempo, la humanidad presenta
los mismos rasgos: desamparo individual, enfermedad moral, trastorno emocional.
– La vigente democracia, paradójicamente destruye lo que quiere promover: la
libertad, la justicia social, la tolerancia, el respeto por la diferencia.
– Como resultado de las ideas postmodernas, sólo avanza y asciende una
imitación burlesca de la democracia: la brutalidad e ingeniosas estructuras de
dominación.
– Vivimos en una cultura depredadora en la cual sólo hay dos roles posibles:
ser un buen agresor o una excitante víctima.
– Cultura depredadora: una cultura divertida, a pesar de ser la cultura de la
violencia, de la locura, de la muerte.
– Creación y comercialización de mitos.
– Tratar de volver real lo que no existe o que parezca normal lo extraño.
– Erotizar todas las situaciones, hasta las depresiones.
– En fin, el imperio de la mentira y de lo efímero.
Otra descripción que Peter McLaren hace del mundo actual, o de lo que él llama
“cultura depredadora”, se podría resumir así la gente mata, dispara contra multitudes
de extraños, de niños, de ancianos, para copiar, para imitar, por ejemplo a Breton
el famoso asesino que disparaba a ciegas contra multitudes. Para imitar a Lepine,

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masacrador de mujeres o al ruso Chikatilo, asesino de masas. Para imitar a Gacy,
torturador y asesino de niños. Lo mismo sucede con los pirómanos, con los jóvenes
motorizados: matan para copiar gestos de otros, pero sobre todo para divertirse, para
sentir emociones nuevas.
El mundo descrito por MacLaren no es un mundo imaginario, una ficción, es una
realidad en la que se mueve un porcentaje muy alto de nuestra juventud. En muchas
macrociudades no sólo es una moda, sino una verdadera subcultura (si se quiere
todavía subterránea pero poderosa, arrolladora). Los padres son los últimos en darse
cuenta; ya cuando hay muy poco que hacer.
A la gente sólo se le ocurre tomar medidas represivas, judiciales. Pero así no se
logra erradicar una subcultura, amedrentar una juventud comprometida con su
causa, de manera encarnizada.
Los sermones de la educación tradicional ya no funcionan. Están perdiendo
terreno la familia, la escuela, la religión, las instituciones. Los jóvenes de hoy son
muy sensibles a la cultura de la “new age”, de la farándula juvenil (como son las
pandillas, los ghettos, las salas especiales de videos, de maquinitas, las discotecas, los
“sopladeros” de droga, los cromos, etc).
Baudrillard es otro pensador que describe en forma sugestiva el mundo actual y
su “encanto”:
– Resulta paradójico que la humanidad se va hundiendo en la medida en que
desarrolla presuntos buenos propósitos de liberación.
– Hoy todo está liberado: se ha cumplido la liberación política, sexual, de la
mujer, del niño, del arte, de las pulsiones inconscientes, de las fuerzas productivas.
Y nos reencontramos colectivamente ante la pregunta crucial: ¿qué sigue después
de esta orgía? Frente a un mundo delirante sólo existe el ultimátum del realismo.
Eso significa que si queremos escapar a la locura del mundo, hay que desmontar
todo su encanto. La alienación de nuestros jóvenes se reduce al encanto de lo
efímero, de la locura, de la nada. Una vez más hay que acabar con los imperios,
sobre todo los últimos, que promueven fundamentalmente la esclavitud, agrega
Baudillard.
Nosotros creemos que educar ante tan caótica situación es un gran desafío
y nos preguntamos: ¿Qué tipo de educación deberíamos adoptar? ¿Qué tipo de
educadores podrían intervenir eficazmente, para remover tanta seducción, tanta
esclavitud? ¿Cómo promover la vida, la supremacía del amor, del espíritu? La
historia de la humanidad nos da una luz: sólo hombres que sepan introducir el
discurso de la trascendencia y de la bondad.
Además, pienso que los jóvenes necesitan más que discursos, del testimonio de
hombres que puedan hablar con su vida. Por esto a quienes muestren una decidida
voluntad de participar en la aventura de cambiar el mundo comenzando por los
niños, solo dejaría un mensaje de precaución y alerta: Los educadores que no puedan

383
hablar con su vida, que no muestren un propósito desinteresado de ayudar a la
humanidad, que no sepan enseñar a aprender, que no logren formar a sus educandos
como seres sociales, en función del bienestar de los demás, dejarían la situación peor
que antes.
El resumen, la mejor herramienta, también en este caso, es el amor: ama y
encontrarás lo que necesitas para ser eficaz.

384
Capitulo IX

Testimonios
Reproducimos aquí algunos testimonios de
niños y jóvenes que se ofrecen espontáneamente
a contarnos algo de su vida.
Creemos que es importante conocer lo que ellos
viven y sienten en la calle, así como saber lo
que piensan del camino hacia el cambio que
han emprendido.

Alberto, 17 años, estudiante de décimo grado

Mi alegría más grande fue el día que el grupo de muchachos de décimo y “once”, me
nombraron jefe de jefes, “elegante” cuando me dijeron: “la responsabilidad está en susmanos”
responda por eso. Yo soy un buen líder y he aprendido a organizar grupos.

Hace seis años después de andar mucho en la calle, llegué al “Patio” y estuve
asistiendo a él. Al principio no me gustaba mucho y yo no estaba preparado.
Necesitaba ir: comida, ducha... Después lo fui aceptando para que me ayudaran
a cambiar.
Estuve más o menos seis años en la calle, del “parche” entramos cinco al Programa
y a la Florida entramos cuatro, entre ellos Fernando, Jairo y Manuel. De ellos, a dos
los han matado y uno está en el Programa trabajando en Proyectos.
Momentos felices no hay en la calle, en la calle solo hay momentos de rebusque,
de sobrevivencia. Estos momentos no dejan nada bueno.
En la calle, recuerdo un día que estábamos un grupo como de 12 muchachos,
el día anterior habían matado muchos indigentes. Estábamos organizándonos para
dormir, chupando pegante, fumando marihuana, cuando llegó la fuerza de la policía
o el DAS y hubo una ráfaga de varios tiros, más de cuatro, quedaron tres heridos y
dos muertos. A mí me decían “Chinga”, uno de mis compañeros dijo: “Chinga, ¿qué
pasó?”. Otro me dijo: “me voy, me voy ... y Flachi, Flachi”, quiere decir que murió.
Recordando esto, recuerdo lo que me ha dado el programa, me ha dado aprecio.
Yo siempre pienso que es bacano que un muchacho sepa apreciar esto, porque yo
me demoré mucho para apreciarlo y muchas veces he estado a punto de perderlo,
por mi mala conducta. Mi conducta era el desorden y ahora un vuelco total, soy el
encargado del orden, de dar buen ejemplo a los muchachos.

385
Mi alegría más grande fue el día que el grupo de muchachos de décimo y “once”,
me nombraron jefe de jefes, “elegante” cuando me dijeron: “la responsabilidad está
en sus manos” responda por eso. Yo soy un buen líder y he aprendido a organizar
grupos.
Estoy en el taller de sistemas, aprendiendo el mantenimiento y la mecánica de los
computadores, manejo algunos programas y ahora estoy ilusionado con que se abra
la nueva sala, para aprovechar y aprender más.
Recuerdos... recuerdo cuando llegué al Tuparro, un cambio total, yo con otro
compañero era el más pequeño de la comunidad, al llegar allí no sabía del sistema
de vida: de la organización, de los mosquitos, de los peligros del río, del sol. Pero
unos compañeros me acogieron y me instruyeron sobre las bondades y peligros. Los
compañeros son muy importantes, de ellos se aprende mucho.
En este momento no soy nada de lo que fui: yo era el más cansón, una “caspa”, el
desorden, vicioso, peleador. Ahora estoy entendiendo la vida. A mi me han tolerado
mucho en el programa; al principio los educadores no me aguantaban, hasta que
un día el Padre Javier me dijo: “Alberto, usted a mí no me va a poder, usted tiene
que cambiar algún día”. El padre ganó, pero el único beneficiado soy yo. Sueño
con graduarme como bachiller, estudiar algo como psicología, para ayudar a la
comunidad de la calle.
Falta contarles de mi familia. A mi familia la volví a ver hace ocho meses, después
de durar seis años sin verlos, y resulta que me encuentro con algo igual: una hermana
problema que no se relaciona bien con la madre, una mamá esforzada por darlo
todo, sin lograr nada, un hermano que es la foto mía en ese entonces. Me esfuerzo
por entender todo esto. Me siento bien por lo que he hecho conmigo mismo; dejar
mañas, reconocer que necesito de este programa, por eso acepto reglas.
Quiero estudiar, tener un empleo y una familia a la que no le pase lo que me pasó
a mí, tal vez por este motivo es que yo estoy aquí.
Sé que debo aprovechar esta oportunidad y doy las gracias a las personas que me
han ayudado a estar donde estoy.

Francisco, 16 años, estudiante de primaria

Me fui un año para el Tuparro, allí me pasó algo muy raro, me olvidé de todo, solo pensé en
mí, en progresar.

Mi mamá tiene 50 años, está inválida, porque trabajaba de recicladora en “El


Cartucho” y tengo una hermanita de nueve años, ella es muy enferma; le duelen los
ojos, se le van a caer los dientes, no estudia, pero yo no quiero que se interne porque
ella es la que cuida a mi mamá. Tengo un hermano que se rehabilitó en el Programa,

386
él es bachiller, pero él no quería que yo entrara al Programa porque dice que a dos de
la misma familia no nos pueden ayudar. Yo al ver la situación de mi mamá me salí
del Programa y me puse a vender bolsas, lápices, pero me di cuenta que no podía dar
dinero para todo y que la situación de la calle es muy difícil; fui donde el padrecito
Javier y le conté mi situación, él me dijo que me podía ayudar con un arriendo, pero
por muy poquito tiempo, desde ese día mi mamá consiguió un ranchito en el barrio
El Tesoro, junto a la Estrella en Ciudad Bolívar.
Entré hace dos años al Programa, yo vivía en “El Cartucho”, allí me visitaron los
educadores y me invitaron al “Patio de la Doce”.
A mi papá toda la vida no le ha importado el mundo, simplemente me trajo al
mundo por accidente, me hizo con mi mamá. Por culpa de mi papá mi mamá está
así, él la ponía a jalar carros de balineras y la maltrataba mucho física y moralmente.
Ella logró trabajar lavando ropa, cocinando, de empleada de servicio, pero ahora
está inválida. La que nos hizo el seguimiento en el Programa fue la doctora Clara
Lucía, ella siempre estuvo allí. Nosotros estábamos en el ranchito y ella llegaba sin
que nosotros la invitáramos, para darse cuenta de que lo que yo decía era verdad.
Al entrar al Programa llegué a Belén, luego Liberia, después La Arcadia; allí estuve
muy “chévere”. Me gustan mucho los paseos, luego me fui un año para el Tuparro,
allí me pasó algo muy raro, me olvidé de todo, solo pensé en mí, en progresar.
Yo no tengo palabras para expresar que esto es muy bueno, acá es como el paraíso,
claro para mí, aquí yo he cambiado y quiero cambiar más.
Cuando yo estaba en la calle, mi imagen era de una cara toda negra, con grasa, el
pelo pegado, liendres, los dientes se me iban a caer, eso sí era un poco más gordo de
lo que soy ahora.
Yo tenía un “parche”, donde estaban muchachos en mi misma situación, se
fueron de la casa porque el papá les pegaba, o llegaba borracho y les decía que no
quería saber nada de ellos. Pedía pega en los restaurantes, o sobrados de las canecas
de basura, chupaba bóxer, consumía bazuco y “café gramado” o sea un revuelto de
bazuco con marihuana. En el “parche” le ayudaban mucho al líder, que es el que
maneja mejor el cuchillo, el más fuerte, el que sabe cómo es la vuelta de todo.
Soy una persona que me tocó vivir en la situación de la calle y todo lo que ello
conlleva. En “El Cartucho” me preocupaban los chinches que tenían que dormir
con los adultos barbados y eran como de su propiedad. También les tengo mucha
consideración a las mujeres, porque en la calle la mujer sufre más que el hombre,
todos abusan de ellas.
Yo soy colaborador y buena gente, estoy estudiando en el curso de nivelación y
me gusta mucho el taller de pintura, sé lijar, pintar y me gustaría ser ayudante de
ebanistería. Yo no anhelo ser una persona importante, pero sí sueño con llegar a ser
un ciudadano, para no ser una carga para la sociedad.

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Jaime, 18 años, estudiante de bachillerato

Yo no nací para seguir los pasos de mi padre, ahora que tengo un modo de pensar distinto.

Yo estoy en el Programa hace siete años, llegué a Liberia, luego pasé a Acandí,
luego a La Florida, al Tuparro y ahora estoy en La Florida. Yo he cambiado, los siete
años han servido, me han dado otro modo de pensar, de ver la vida. De pensar en
salir adelante. Ahora lo único que pienso es en superarme, terminar mis estudios de
bachillerato, lograr hacer una carrera de odontólogo y algún día poder ayudar mucho
a mi mamá y a mis hermanos.
Mi mamá vive en Cazucá con cuatro hijos, nosotros somos ocho por parte de
papá, y mi mamá tuvo nueve, de los que vivimos siete. En este momento con ella
viven cuatro, dos por parte de papá y dos por parte de padrastro.
Mi papá tuvo muchos hijos, él ya murió. Fue asesinado. El casi toda la vida fue
guerrillero, viajaba mucho, en cada viaje llevaba a uno de los hijos. Iba al Meta, al
Líbano... Yo fui varias veces con él. Él nos llevaba con otro disfraz, llevaba mercancía,
era comerciante, pero por debajo de cuerda hacía todos sus negocios, extorsionaba,
secuestraba... Entonces cayó en la cárcel, porque el DAS le hizo una persecución, eso
salió en el periódico detalladamente. Yo pienso que a pesar de que él hacía muchas
cosas malas, era por bien, por podernos sacar adelante, ese era el ideal de él. Él ya
estaba para retirarse, estaba en la ciudad, era comandante de guerrilla urbana y él se
quería salir a descansar en una casa que tenía en La Dorada, pero en eso no quiso la
gente que él se fuera, porque él ayudaba a muchísima gente. Él les daba a unos casa,
a otros mercado, entonces no se fue para La Dorada y al poco tiempo fue que lo
mataron. Yo estaba en Tuparro, yo llegué en navidad y mis hermanos me contaron.
Yo viví una experiencia de pequeño, yo no nací para seguir los pasos de mi padre,
ahora que tengo un modo de pensar distinto, me pongo a reflexionar sobre épocas
pasadas y me digo: –yo con la inocencia de siete años, sabía que mi papá hacía cosas
malas, aunque él siempre se encerraba en una pieza a limpiar armas, me imaginaba
que aparte de ser bueno, él algo malo hacía–. Desde pequeño pensaba que nunca
quería llegar a ser como él. Yo pensaba que él cuando yo creciera me quería tener para
meterme en eso, pero entré al Programa y todo es distinto.
Comencé mi vida de calle sacando a mis hermanos, una hermanita y un hermano
conmigo. Éramos muy pequeños; yo tenía ocho años, era el mayor, jugábamos,
buscábamos planes, pedíamos, cantábamos en los buses.
En ese entonces mucha gente nos conocía. Cuando nos subíamos a un bus, ya
sabían quiénes éramos, cantábamos las canciones de Vicente Fernández como “el
arracada” que son unos aretes y otras. Un hermanastro me enseñó un pedacito de
una canción, al comienzo fue chistoso porque yo me aventuré a cantar ese pedacito
de canción en los buses, pero me di cuenta que el pedacito de canción que cantaba

388
era muy feíto entonces me las aprendí completas y se las enseñaba a mis hermanitos,
cantábamos a la gente con mucho éxito.
Cuando yo era pequeño en la calle me decían “chiqui”.
Del Programa me gusta mucho el proceso que uno tiene, para mí este es el mejor
Programa, porque uno sale con otras opciones, con una visión más clara de la vida.
Yo a diario entraba a “El Cartucho” porque allá era más barata la comida, comíamos
combinado, que es un seco con arroz, o sea, fríjoles con arroz, garbanzos con arroz o
lentejas con arroz. Un combinado en ese entonces valía $100, y con agua de panela
$105. Dormíamos en la calle en las fachadas de las casas. Como yo era el mayorcito
a mí me daba mucha rabia cuando le pegaban a uno de mis hermanos, a mi se me
encharcaban los ojos y atacaba al que fuera. Un día estábamos en la 53 con Boyacá,
ahí quedaban muchos comederos seguidos y había un solo vigilante que cuidaba
toda la cuadra: había un asadero, una heladería, bastantes negocios. El guardia nos
tenía como bronca, él estaba en una esquina, nosotros en la otra pidiendo. Un día
se indignó porque mi hermano pequeño entró a comprar un vasito de agua, él tenía
mucha sed, entonces el celador lo sacó de una oreja, yo vi que le dolió mucho y sus
ojos se le llorociaron, le pregunté: “Mauricio, ¿le dolió?” Y me dijo que “sí”, entonces
yo empecé a pegarle patadas al celador, se aglomeró la gente que decía: “No sea
abusivo, no le pegue a los niños”, el celador me logró pegar una patada en la cabeza,
perdí la memoria y el habla. Al pasar un rato estaba con mis hermanitos en un bus, yo
no recordaba nada, pero ellos venían felices, porque les habían dado hamburguesas,
plata. Eso pasó. Yo dormía mucho en el parque de Santa Lucía, éramos más o menos
20, en el año 90, era “chévere”.
A raíz de cómo era mi papá, yo pienso que en sí la gente que es muy mala, siempre
lleva un ideal bueno, por ayudar a su familia, de pronto la culpa no es de ellos sino
de su situación, la injusticia social.
En el “parche” de Santa Lucía, tratábamos de fumar solo cigarrillo y no tener tanto
vicio, cuando amanecía cada uno se abría, se iba por su lado y nos encontrábamos a
las siete de la noche, cada cual se “rebuscaba” como podía, salíamos en grupitos de
dos o tres. Mis hermanitos se metían en centros comerciales, eran muy juguetones;
por ejemplo, cogían un trapero, uno de ellos se sentaba sobre él y el otro lo arrastraba
por todo el centro comercial. Entonces los celadores los sacaban. Una vez los llevé
a ver cine y como yo era más grande compre dos Charms, uno para ellos dos y uno
para mí. Era una Semana Santa, estábamos viendo la película de Jesús, entonces ellos
se dieron cuenta, se pusieron bravos y me amenazaron con que se iban a ir, yo me
afané porque yo respondía por ellos, se metieron debajo del telón, me arrastraron
del cabello, por toda la sala, la sala era lisa. Era tanta bulla que estábamos haciendo,
que la gente chiflaba, gritaba que saquen a esos niños, hasta que el celador nos sacó.
Junto al “parche” de Santa Lucía, había un CAI de la Policía y los policías que
trabajaban por turnos unos nos querían y otros no. A uno le teníamos mucha

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“bronca”, porque en la noche nos perseguía con la moto y nos hacía correr por todos
lados, nos llevaban al CAI y nos ponían a lavar las motos, a hacer cuclillas y decía que
si nos queríamos ir teníamos que hacer 50 cuclillas, yo en esa época era muy pequeño
y podía hacer solo 20. Lloraba.
Al “parche” algunas veces venían carros que no eran del Programa, nos invitaban
a otras instituciones, nos daban bocadillos, chocolate y pan.
Yo ya conocía los “Patios de Bosconia”, me invitaron unos amigos y unos
educadores nos dijeron que era un lugar muy chévere, donde uno se podía bañar,
nos daban comida. Después de mucha insistencia fui y me pareció muy bueno, allá
jugábamos, comíamos y nos íbamos al parche otra vez.
Yo iba al “Patio de la Doce”, nos hicimos muy amigos de un muchacho que es
egresado del Programa y sacó el mejor puntaje en el Icfes. Le decíamos “conejo”, él
siempre nos protegía, nos defendía y nos guardaba la plata.
En ese entonces salió mi papá de la cárcel, estábamos cantando en los buses y
vimos el periódico El Espacio y el noticiero. En el periódico vimos su foto con dos
más, uno de cada lado, con las manos atrás. Al instante de verlo, nos fuimos para
la casa y se lo mostramos a mi mamá, ella llamó a dos hermanas, ese mismo día
comenzaron a quemar un “poconón” de papeles, y de un montón de arena sacaron
unos talegos, yo no sé que tenían. Ahora me pongo a deducir por qué mi papá no
nos dejaba jugar en la arena, y por qué prefería darnos plata para que nos saliéramos
a la calle. Mi papá fue de los que primero invadió terrenos en Ciudad Bolívar. Con
la gente construían casitas de “Paroy” así suena, es como una cartulina gruesa para
construcción y les ponían teja de zinc. Cuando tenía su casa la Policía la tumbaba
y ellos volvían a levantar, volvía la Policía a tumbar, volvían ellos a construir, hasta
que se aburrieron y nunca volvieron a molestar, entonces allí se creó lo que se llamó
“Altos de Cazucá”.
En ese entonces vivían allí unas 300 personas, a mi papá lo cogieron. Ellos
escrituraban los lotes, mi papá cayó en la cárcel, mi mamá empezó a malgastar,
vendía los lotes a mal precio, a lo que le dieran. En esos barrios hay mucha gente que
sabe de eso de hacer papeles, escrituras. Y los lotes son legales. En esas se acabaron los
lotes, mi papá volvió a salir de la cárcel y me decía que no me fuera para el Programa,
él pensaba que como en ese entonces la moda era robar niños, creía que me podían
vender y llevar al extranjero, yo en mí sabía que eso no era así, intuía que el Programa
era bueno, que era “chévere”, que me iba a servir.
A mí se me perdían mis hermanos y yo presentía el lugar donde se encontraban
y siempre los encontraba.
Siempre he creído mucho en Dios, yo ahora último le digo a Dios, como dice el
padre Javier: “En ti confío, de ti todo lo espero”. Yo a veces digo que para qué pedirle
tantas cosas, si Él sabe exactamente lo que yo necesito.
Ahora le estoy pidiendo que ojalá siempre me tenga en el sitio que yo debo estar.

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Entré al Programa y no me pude despedir de mis papás, mi papá hizo un trato
conmigo, al ver que no sabía qué hacer conmigo, que yo me la pasaba en la calle, él
me dijo:
–Usted vaya a los patios, pero no se quede en la calle.
Cogí una rutina en la calle, aprovechaba todas las instituciones; conocí Nueva
Vida, Casa Club, la casa de los gringos y el Programa. A las ocho de la mañana
iba a la casa de los gringos, me bañaba y me desayunaba, me daban algo de ropa,
luego cantábamos canciones de Jesús, a las 9 a.m. me iba la Programa al “Patio de la
Veinticuatro” y me estaba hasta la tarde, a las 4 p.m. me iba a la séptima a “chunkin”
que eran unos restaurantes chinos, cualquier persona me regalaba comida rica, en la
tarde dormía en Nueva Vida.
Después de mucho andar me decidí por el Programa, entré a Liberia, luego a
Bosconia, luego fui a Acandí, al Tuparro y ahora estoy en La Florida.
Del Programa lo que más me gusta es el estudio, estoy en el taller de pintura,
pintamos toda la casa, yo muchas veces dirijo a mis compañeros, porque yo sé hacer
bien el trabajo.
En la vida yo quiero terminar mi bachillerato, hace una carrera, quiero aprender
inglés, italiano, portugués y francés. El inglés lo puedo aprender en el Programa y los
demás fuera, cuando salga.
Mi mamá vive en Cazucá, yo quiero ayudar mucho a mi mamá y a mis hermanos
más pequeños.

Samuel, 18 años, estudiante de bachillerato

Lo que más me gusta del Programa es que uno aprende a pensar, a preguntarse el porqué de
las cosas.

Yo estoy en el Programa hace seis años, desde el año 94. Lo que más me gusta del
Programa es que uno aprende a pensar, a preguntarse el porqué de las cosas. Aquí se
encuentra la solución a muchos de nuestros problemas y uno se siente seguro, muy
seguro.
Soy de Medellín, estuve desde los cinco años en la calle, no era tanto por mis
padres, sino por la miseria. Yo vivía en el basurero, ahora queda allí la terminal de
Medellín, eso era más o menos en el 89. Vivía con mi mamá, mi hermano mayor y
mi hermana. Desde que me acuerdo, siempre me iba a pedir con mi hermano, mi
mamá lavaba ropa o hacía cualquier cosa. Mi hermano en ese entonces tenía ocho
años, yo cinco y mi hermana estaba recién nacida. Lo más importante era conseguir
lo de mi hermanita: la leche y los pañales.
Estuve como nueve años en la calle, a los 14 años llegué al Programa.

391
Cuando salí definitivamente a la calle, tenía siete años y todo lo aprendí de
mi hermano. Esa época era muy dura en Medellín, por los grupos de limpieza,
perseguían a los “ñeritos”, los mataban. Nosotros con tanto miedo, dormíamos en
las alcantarillas, nos tapábamos con costales de esos de arroz. Nosotros andábamos
cinco, había uno más grande. Mi hermano me cuidaba muchísimo.
Mi hermano hoy en día está en la contra guerrilla, está en la móvil tres, lo que él
me ha contado son cosas que hace el ejército para combatir a la guerrilla.
A mi hermana de 14 años yo me la traje para Bogotá, porque un día en unas
vacaciones mi mamá la mandó a pasear, cuando ella volvió, no encontró ni supo más
de mi mamá. Desde hace seis meses vive con una señora “una monjita”, ella le da
estudio y ella me ayuda, vive en el barrio 12 de Octubre. Yo la conocí cuando trabajé
en Misión Bogotá, orientando a los ciudadanos, todos los días acompañaba a la hija
de ella que es hermana, ella sí es monja de verdad, a salir a coger el bus, cuando
terminaba su trabajo muy tarde en su parroquia, ella trabajaba en Los Laches en una
obra de caridad. Ella me llevó donde su mamá, que también en otra época había sido
una monjita. Ellas acogieron a mi hermana, ella está muy bien viviendo allí, estudia
en octavo grado. Yo la visito y le llevo lo que puedo.
Yo estoy en el taller de ebanistería de producción, pero el taller que más me ha
gustado es el de mantenimiento de sistemas. Yo aprendí mucho, me gustaría estar
todavía allí, pero hay que darle la oportunidad a otros compañeros. Aprendí demasiado.
Yo le desarmo y le armo una máquina, sé de programas, y muchas cosas más.
Mi sueño es estudiar psicología, en parte no sé que es la psicología, pero a mí lo
que me parece hermoso es ver a alguien mal y poderlo ayudar. Así sea moralmente.
Yo he sido líder y he colaborado mucho con mi comunidad.
Yo antes, para no decir de pronto que era una porquería, era algo insoportable.
No toleraba nada, pero de todas maneras no me arrepiento de nada porque el ser así
me llevó a conocer muchas cosas de la vida. Yo he sido lo que era, he cambiado y hoy
en día como persona me quiero y me respeto, lo único que sé en esta vida, es que sea
lo que sea siempre voy a estar como de pie, y siempre voy a luchar por lo que quiero.
Quiero ser alguien y estudiar. Me gustaría encontrar a mi mamá porque nunca volví
a saber nada de ella, he intentado por muchos medios de encontrarla, pero ha sido
imposible.

Simón, 17 años, estudiante de bachillerato

En este diciembre fui a visitar a mi mamá y sentí una alegría inmensa, porque hacía nueve
años que no la veía.

Yo soy del Amazonas, llegué a Bogotá con mi hermana, que venía como
comerciante de ropa. Mi hermana me dejó donde un tío que no me quería tener. Yo
me salí para la calle y me estaba amañando en ella porque me sentía muy libre.

392
A mí me gustaba mucho el Amazonas cuando pequeño. Recuerdo la pesca, cuando
iba al monte y una quebrada que se llama el Fiagro. Yo nací en Puerto Alegría, en este
diciembre fui a visitar a mi mamá y sentí una alegría inmensa, porque hacía nueve
años que no la veía.
Estuve tres años en la calle, en el “parche” de la calle 27; en ese entonces éramos
como 40 en el “parche”. Recuerdo que yo metía mucho vicio, lo que más me gustaba
era el pegante, un día me lo intentaron quitar y me reventaron la botella en la cabeza
y me quedó la cabeza llena de pegante, eso como quema, me ardió muchísimo.
Yo llegué al Programa por Liberia y he ido avanzando “suavecito”, porque es difícil
salir de un medio donde es completamente libre y no está atado a nada. Cuando uno
empieza a ver que hay que respetar reglas, se siente amarrado, entonces es difícil, uno
está acostumbrado a “ser libre”, a hacer lo quiere.
Yo me siento en el Programa muy bien, porque superarme es lo que yo más he
querido y anhelo ser alguien en la vida, no seguir siendo una persona “baja”, o sea
viviendo mal.
El taller que más me gusta y he tenido que escogerlo entre otros que también me
gustan como gimnasia y baile, es el de locución. Quiero llegar a ser un locutor, que
sepa hacerlo muy bien. Quiero aprender a expresarme bien ente un público, porque
yo he sido tímido. El educador de locución me dijo que yo tenía muy buena voz y
que no se me hiciera raro que de pronto un día de estos me sacara en un escenario
ante algunas personas, esto me animó mucho y me tiene muy contento.
Quiero ayudar a mi mamá, ella vive con un hermanito mío, trabaja en una tienda
en el Amazonas.
Yo soy una persona que he tenido muchos problemas, pero de todos modos he
sabido afrontarlos, intento superarme y lo estoy logrando a través del tiempo, yo soy
un poco alterado, no soy tan tolerante, pero estoy luchando por mejorar en esto.
Hay muchas experiencias en el Programa, pero la que más me ha gustado es ir al
Tuparro.
De La Florida me gustan mucho los talleres, he estado en dibujo artístico, en
sistemas, gimnasia y ahora estoy en locución. Del Programa lo que más me gusta es
que uno aprende a superarse y a ser persona.
Cundo yo vivía en el Amazonas, quería conocer la ciudad, me quería subir a un
carro. Ahora abro los ojos y quiero volver al Amazonas, allá la vida es menos dura
que acá.

393
Vicente, 14 años, estudiante de primaria

Mi papá hizo lo posible para que nos fuéramos a vivir a un barrio, pero no se pudo, entonces
nos fuimos a vivir a “El Cartucho”.

Yo estoy en el Programa hace siete años, llegué a Belén. Yo antes estaba en la calle,
con unos compañeros que también están en el Programa. Nosotros nos la pasábamos
en la sexta con octava, más allá de Bosconia. Por la tarde echábamos vicio, bazuco
y cuando se nos acababa, comprábamos pegante, eso nos quitaba la sensación de
hambre y nos hacía dormir más rápido. Para comer pedíamos plata, o si no, pedíamos
comida, a veces nos tocaba robar.
Yo era antes de mal genio, desobediente, a mí me trataron de ayudar varias veces
en el “Patio” pero yo no me dejaba, hasta que me convenció Jackeline, me dijo que
la acompañara a Belén, que iba a haber un paseo, nos dieron helados, nos llevaron al
parque Simón Bolívar y la pasamos “chévere”, me gustó y me amañé.
Luego llegué a Bosconia un día que me preguntaron si me hacía falta la calle, dije
que no, que yo necesitaba progresar porque la situación en la calle es cada día más
dura. Mi hermano también estaba en la calle, él ahora está en el Tuparro estudiando,
me hace mucha falta.
Yo antes vivía con mis papás y mis hermanos. Mi papá trabajaba de lustrador
de zapatos en Coca Cola y le arrendaron una piecita en Marruecos, allí vivíamos,
pero un día llamaron a la policía y nos sacaron todo a la calle. Mi papá consiguió
unos plásticos y dormimos tres días en la calle, mi papá hizo lo posible para que nos
fuéramos a vivir a un barrio, pero no se pudo, entonces nos fuimos a vivir a la calle
octava, a “El Cartucho”. Allá estaban dos compañeros míos, Miguel y Alejandro, con
ellos fue que me salí para la calle.
Mi mamá ahora trabaja en la plaza de Paloquemao, ella me trata bien, mi papá
trabaja de lustrador en la aduana, lo veo cada 15 días. El día que les dije que me iba
a salir del Programa se pusieron como tristes, me salí como tres días, pero volví a La
Arcadia. El año pasado fui a Acandí, gracias a Dios he progresado, yo he cambiado
en actitud, soy más piloso en el estudio, antes no me gustaban las guías, pero ahora
me doy cuenta que son lo más importante porque son como un repaso, me gustan las
guías nuevas que me han dado. Las que más me gustan son las de ciencias.
Mis papás en este momento están bien. Ellos pagan un primer piso como $150.000
mensuales. Cuando yo voy a visitarlos lo primero que me dan es el desayuno, luego
me invitan a la misa, a la Iglesia de San Carlos, por lo que ellos viven ahí cerca.
Aunque mi mamá verdadera es otra, porque mi papá se separó de mi mamá pues ella
me metía en una batea de agua, aunque de todas maneras yo la quiero y la visito, ella
vive con un señor que trabaja en un carro de acarreos. Yo le digo a mi papá que vuelva
con ella, pero él no quiere.

394
Yo soy un muchacho inteligente que puede salir adelante, todo depende es de mí y
yo pongo todo de mi parte. Sueño con ser psicólogo, para examinar las plantas, hacer
experimentos. Con las guías yo he hecho todos los experimentos de la potenciación
del imán, son experimentos muy bonitos.
En la calle me tocó “guerrear” mucho, porque en la calle hay gente grande muy
pesada que quiere aprovecharse de uno. Yo no me dejaba, me di cuenta que si a mi no me
maltrataban mis papás, mucho menos me iba a maltratar alguien que no era nada mío.
Quiero progresar y darle gracias al padre Javier por todo lo que nos da, por el
esfuerzo que hace y a las personas que colaboran en el Programa.
Me quiero ir para el Tuparro, para estar con mi hermanito. Ya hablé con Vicente
y de pronto me puedo ir en enero o si no por lo menos quiero hablar con él así sea
por teléfono. ¿ahí hay teléfono? De verdad quiero hablar con él.

Juan Carlos, 14 años, trapecista

Me gusta el ambiente de esta casa, los educadores ahora me dicen que yo soy el ejemplo aquí.

Yo supe hace seis meses de esta casa de Bosa, me contó un amigo. Vivo en Cazucá,
Ciudad Bolivar. Estaba sin estudiar y sin trabajar. Vivo con mi abuela. En el día me
la pasaba en la calle. Yo aquí me siento bien y estoy en sexto grado. Antes yo estaba
en la vida del vicio y ya lo dejé.
Me gusta el ambiente de esta casa, lo educadores ahora me dicen que yo soy el
ejemplo de aquí. Mi abuela me apoya y se da cuenta que yo estoy cambiando. Yo
vivía en Girardot y tenía un padrastro, él maltrata mucho a mi mamá, un día yo le
pegué y me echaron de la casa, por eso me vine para Bogotá. Yo estaba de segundo en
la lista de los que iban a matar. Yo estaba en un “parche” con nombre propio, pero es
un nombre muy feo: “Los matones”. Éramos 20 en la pandilla, mujeres y hombres.
Las edades entre 14 y 20 años. Trataba de haber un líder pero éramos dos los del
mando. En Ciudad Bolivar hay muchos “parches”, en Cazucá hay menos.
La lista la hace la gente del barrio, nosotros consumíamos vicio, marihuana y
bazuco. Siempre estábamos armados, teníamos “changotes”, una pistola 32 y una
nueve milímetros. Algunos de los del “parche” están ya muertos, otros perdidos. El
primer día en el Programa me llevaron de paseo al “Cuja”. Yo estuve en un cursillo
de tres días en el “Cuja”, uno se siente muy bien, es una experiencia que nunca había
tenido, aquí uno se siente como una familia, el ambiente es muy chévere.
Yo ahora estoy más gordo, aquí cambió mi forma de ser, mi forma de hablar yo
decía: “Entonces qué, quiúbo pirobo, gonorrea”. Ahora saludo: “Qué... todo bien,
buenas tardes”. Aquí todos los educadores nos animan, nos ayudan, nos tratan lo

395
mismo. Mi meta es llegar a ser un administrador de empresas. Yo tengo una novia
que me dice que antes me veía como un desechable y ahora me ve muy cambiado. En
este momento estoy buscando trabajo y me gusta mucho el estudio.

Jorge, 20 años, egresado del Programa

Maltrato, golpes, cachetadas, palazos...


Uno siente temor y no quiere volver a la casa, es como saber que una casa se está quemando y
tener que meterse allá. Uno siente mucho miedo.

Yo estuve tres años en la calle. Todo empezó por problemas en la casa, mi papá era
alcohólico, agredía a mi mamá física y psicológicamente.
Mi papá me mandaba a la calle, para que yo consiguiera un “plante”, un plante es
la plata que se recolecta para empezar un negocio.
Maltrato, golpes, cachetadas, palazos... Uno siente temor y no quiere volver a la
casa, es como saber que una casa se está quemando y tener que meterse allá. Uno
siente mucho miedo. Yo me quedaba hasta la una de la mañana en la calle, después
por fuera dos o tres días, luego decidí dejar el estudio y no volver a la casa. Uno se
vuelve más de la calle que de la casa.
Cuando yo estaba en la calle, mi madre me buscaba y me agarraba, digo me
agarraba porque me llevaba con fuerza, no era para decirme hijo ven vamos a la casa,
yo volvía allí; de nuevo maltrato, ahora ya perdoné a mis padres, no les tengo rencor,
al fin y al cabo son los padres de uno.
Mis vicios en la calle: sacol y marihuana. En la calle 127 conocí una señora que me
sacaba comida a la calle, no eran sobrados, era como un banquete y me decía todos
los días, usted tiene que cambiar, tiene que internarse en algún lado. Llegué a una
institución, y me dijeron aquí a usted no lo vamos a recibir, nosotros lo conocemos,
usted tiene muchas mañas. Luego conocí el “Patio de la Doce” llegué vuelto nada,
me senté al frente de la cancha, observando a todo el mundo, en esa época iba una
multitud al “Patio”, yo vi esa multitud. Vi muchachos acabados y yo por dentro me
decía: “Yo no quiero llegar a ser eso”, decidí ponerme a jugar con un gran futbolín.
En el “Patio” siempre hay un educador que lo anima a uno.
Yo pedí e insistí que quería entrar a Liberia, el mismo día que me recibieron para
entrar a Liberia, no sé como pero llegó mi mamá a la puerta del “Patio” y me vio
allí. Me vio con toda esa gente, habló con Majito y él le explicó que yo entraría ese
día a Liberia. Cuando mi mamá me preguntó por mi nombre, Majito se dio cuenta
que yo me había cambiado de nombre. Así fue que yo entré al Programa, hice mi
bachillerato y ahora soy otro, yo veía que toda la gente se graduaba de bachiller, a
mí no se me pasó por la mente que a mí me pudiera ocurrir eso. Me gradué el año
pasado, mi grado fue una felicidad muy grande y ahora soy otro.

396
Juan, 20 años, egresado del Programa

Cuando mi mamá murió llegaron todos los familiares, tíos y tías más que todo, a la
repartición de nosotros; nos repartieron como si fuéramos mercado.
Yo me siento agradecido con Dios y siento a Dios desde la calle. Cuando yo
actuaba de mala fe sentía al diablo, pero cuando alguien se me acercaba y me daba la
mano, yo pensaba en Dios.
Yo vivía cerca de “El Cartucho”, tengo dos hermanos y una hermana en el
Programa. Yo tenía año y medio, vivía con mi tía. En ese entonces tenía seis hermanos
y mi mamá estaba esperando uno, fue cuando mi papá maltrató a mi mamá y la
mató. Eso salió en el periódico El Espacio. Y mi tía me cuenta que eso fue así: un día
no sé si yo o mi hermano estábamos llorando porque no nos daban leche, mi papá
llegó cansado del trabajo, le pegó a mi mamá, ella se pegó con la punta de la cama
y murió. Yo perdono a mi papá, cuando yo estaba en la calle no lo perdonaba, pero
ahora con lo que he recibido, lo perdono, son errores que cualquier humano puede
cometer, no lo veo nunca, pero no le tengo rencor.
Ahora soy muy sensible, pero me toca salirme de pensar tanto, porque me siento
muy mal.
Bueno, me cuenta también mi tía que cuando mi mamá murió llegaron todos
los familiares, tíos y tías más que todo, a la repartición de nosotros, nos repartieron
como si fuéramos mercado. Yo me quedé de último en la repartición, tal vez por ser
el más negro y más feo, al fin una tía mayor me cogió y dijo: “Un varón, algún día
me va a servir para algo”. Ella me maltrató mucho, un día yo le pregunté por qué
lo hacía, ella es del campo y me dijo: “Si usted supiera todo mi sufrimiento no me
estaría preguntando eso”. Ella se vino para Bogotá por el maltrato de su mamá para
con ella, afortunadamente dio con un marido que la ayudó.
Cuando llegué al Programa lo que más recuerdo es la acogida que me dieron,
llegué en una navidad a San Carlos, inmediatamente el educador me llevó a jugar
con el grupo y en esa navidad como yo sabía leer, leí la novena de aguinaldo, me sentí
feliz por eso.
Después fui a La Florida y en el Tuparro terminé mi bachillerato.
Ahora mi tía tiene 70 años, ella me recibe con los brazos abiertos y está orgullosa
de mí, yo la voy a ayudar.
Yo soy una persona sincera, que quiere la vida, me gusta mucho, pero mucho
el estudio. Quiero estudiar Ingeniería Electrónica y quiero entrar a la Universidad
Nacional.
Le doy gracias al padre Javier por lo que me ha ayudado, que Dios lo proteja para
que pueda ayudar a muchos niños.

397
Santiago, 20 años, egresado del Programa

Era la primera vez en la vida que me vestían de “pe a pa” con ropa nueva.

Yo me gradué en noviembre de 1999 como bachiller. Soy músico de La Florida,


como dice el Padre: “La música engrandece el alma”.
Actualmente trabajo en el Programa como educador callejero y vivo con mi
mamá.
Gano $265.000, $65.000 gasto en pasajes. $100.000 son para mi mamá,
$100.000 son para mí.
Hace 10 años llegué al Programa.
Mi historia empieza en el Hospital de la Victoria, llegué allí porque la hija de
mi tía que era “jíbara”, vendía droga, me quemó el cuerpo con agua caliente. En el
hospital hice amistad con “Cortico”, un “ñero” de 12 años al que habían apuñaleado.
A nosotros nadie nos visitaba, a los otros niños le llevaban galletas, uvas y otras cosas,
como en esa época yo era malito, les quitábamos a los niños, lo que les llevaban. Me
escapé con “Cortico” del hospital y un día bajábamos por la calle 19, drogados, con
cobija grande encima del cuerpo y no se por qué “Cortico” se puso en la mitad de
la calle y empezó a gritar, todo loco, de pronto oí un totazo y chas... Salió enrollado
en un carro de basura. Todos los vecinos salieron. Eran las 11 p.m. Yo abrí la cobija,
quedó abierto, me desmayé. Al otro día le hicimos el funeral en el cementerio central
a lo “Charlie”, un “jíbaro” pagó, hubo música, trago, droga. Yo estaba sobrio y triste,
lloré toda la noche. Perdí a mi amigo.
Yo andaba armado con cuchillo, tuve muchos problemas, empecé a ir al “Patio de
la Doce”. Me parecía terrible pensar en ir a un internado, yo sólo preguntaba: ¿Si yo
entro al Programa, cuándo dan salida? Pero me animé justo el día de mi cumpleaños,
paseo al Cuja, son cosas que lo atraen mucho a uno.
Yo era cansón y fastidioso, creo que por eso fue que me pusieron encargadurías y
luego de jefe. Me sentí importante. Entré a inicial, yo no sabía leer ni escribir y saqué
311 puntos en el examen del Icfes.
De Acandí me escapé, me vine por playona con un compañero. Trabajamos en
una finca de don Juan Arrieta, luego llegamos a Bogotá en una tractomula, el señor
nos regaló una “vasca” o sea una cachucha y una camiseta, era de noche caminamos
hasta el centro. Ahí nos encontramos con un señor que hablaba distinto, decía que era
uruguayo, él dijo: “Pobres chiquitos, vengan a mi casa y les presento a mi esposa y a
mi hijo”. Entramos a su apartamento y nos pidió una rica pizza, nosotros mirábamos
detenidamente todo lo que había. Al rato le robamos una chaqueta, un reloj, una
cámara y otras cosas. Él nos echó a las dos de la mañana. Nos dijo: “Váyanse de aquí,
¡no los quiero volver a ver!”.

398
Varios días después fuimos a cine, nuestra sorpresa cuando nos encontramos con
un educador del Programa, le contamos lo sucedido y nos dijo: “Hoy mismo se van
para el Cuja”. De nuevo estábamos en el Programa.
Llegué a La Florida con dos requisitos para ser músico: ser Floridiano y estar en
quinto de primaria.
Me preguntaron qué instrumento quería tocar. Yo no sabía nada de eso. Vi a
un amigo tocando la flauta y dije: “Ése es el instrumento que a mí me gusta” y así
empezó mi estudio de flauta traversa.
Recuerdo muy bien cuando entré al Programa. Ese día nos llevaron a La Florida
para darnos la ropa. Era la primera vez en la vida que me vestían de “pe a pa” con ropa
nueva, yo muy contento escogí un jean azul, camisa azul, saco, interiores, medias,
zapatos y hasta cinturón. Éramos un grupo como de 30. El Padre nos dijo: “Si
ninguno de ustedes se sale en un mes yo les regalo a todos mi camioneta y la pueden
vender”. Uno todo ingenuo pensaba que lo podríamos lograr. Al pasar a Bosconia se
salieron dos y luego solo quedamos 15 en el grupo. El padre Javier ya nos distingue;
por eso hace ese tipo de promesas.
Cuando yo estaba en la calle, mi mamá siempre me buscaba y ahora está orgullosa
de mí. Vivo actualmente en Arborizadora Alta y mi mamá es madre comunitaria de
20 niños, yo le ayudo cuando puedo.
Lo que más valoro de la vida es la amistad. Mi meta es trabajar y estudiar Ingeniería
Ambiental.

Matilde, 30 años, madre de un niño del Programa.

Un día me lo encontré y le pregunte:


“Sumercé ¿qué quiere ser?” Y me dijo: “Mami, me voy para el Programa”.
Yo le contesté:
“Mijo, que Dios me lo bendiga”.

Mi hijo está en el Programa hace cuatro años y asistía al “Patio de la Doce”.


Estando en la calle, un día me lo encontré y le pregunte: “Sumercé ¿qué quiere ser?
Y me dijo: “Mami me voy para el Programa”. “Yo le contesté: “Mijo que Dios me lo
bendiga“.
Me gusta harto que esté en el Programa, él ha cambiado en todo: digamos ya no
es rebelde, no es grosero, ya no es “gamín”. Él está ahora en el taller de vitrales, sabe
hacer muchas cosas, le pasa como a la mamá, de cada cosa un poquito.
Me gustó mucho cuando hice en el Programa el curso de arreglos navideños. Me
gusta además el modo como nos tratan, nos hacen sentir, nos ayudan a analizarnos
más a nosotras. Por ejemplo, yo era más rebelde con el hijo que vive conmigo y he
cambiado.

399
Yo soy sola con dos hijos, el que está en el Programa y el que tengo a mi cuidado,
que está haciendo cuarto de primaria en una escuela del barrio Santa Inés, cerca de
“El Cartucho”.
Yo trabajo en la plaza de mercado de abastos, ayudo a una señora entre semana y
los domingos vendo mercadito. Por ejemplo, compro una caja de tomates y la vendo.
Hay días que nos va bien y otros que nos va mal.
En los cursos que he tomado en el Programa, he aprendido a tratar muy bien a
la gente, a vivir como más unidos. Yo era sola y allí he encontrado amigas: Rosita, la
señora Inés, la señora Lucía. Todas tenemos hijos en el Programa y nos saludamos de
beso: “que cómo le ha ido”, “que cómo está”.
Mi niño que está en el Programa es muy tratable, es muy educado, él antes era
muy rebelde, cuando se fue a la calle le gustaba jugar plata y no me hacía caso.
Me visita cada 15 días, él llega a abastos. ”Mamita buenos días”. Me da mi
beso. Saluda a todo el mundo. Quiere y se preocupa mucho por el hermanito, le da
consejos, le dice: “Hágale caso a mi mami, mire que ella está acabando la vida por
usted, ella es la que le está dando todo“.
Me gusta ir al Perdomo, la casa de las madres, me queda muy lejos, pero yo hago
todo el esfuerzo y llego hasta allá.
Estos testimonios no son casos seleccionados
de una gran lista, son testimonios de niños y
jóvenes de distintos grupos invitados al azar.
Esto nos da una idea del “calvario” que muy
frecuentemente, debe afrontar un niño de la
calle, y del respeto que merecen los niños pobres.

401
Anexos
Anexo 1

Argot de los niños de la calle

A 180:* rápido.
A la lata:* harto, bastante.
Abataneo: robo que se hace arrebatando.
Abatanero: el que abatanea.
Abonar: defecar.
Abrirse: irse, retirarse, perderse, “pisarse”.
Achantado: triste, decepcionado, desanimado.
Achote: cualquier joya que contenga oro.
Agrio: individuo que pelea con cualquiera. Cadena de fantasía.
Ajisoso: alborotado, desesperado y peleador.
A la fija: ir seguro.
Aleta: parte trasera de algunos carros con espacio suficiente para
viajar colgado.
Alevoso: agresivo.
Alfalfa: marihuana.
Alonar: tirar al suelo a una persona cuando se lanza al piso.
Alzado: agresivo.
Amistad: amigo.
Andar hecho: tener mucho dinero.
Anfibio: delator, sapo.
Antena: corbata.
Aparato: cuchillo.
Ardido: resentido y con deseos de venganza.

* Estas palabras aparecen únicamente en el libro segundo: Niño de la calle, ¿qué hacer? Musarañas II,

404
Arrancón: fuga colectiva.
Arruncharvse: deprimirse. Dormir en cualquier parte.
Ascensor: cabuya con la que se recogen los puchos de marihuana
desde la calle a los pisos superiores de una cárcel.
Atarzanar: coger a alguien por el cuello con el brazo.
Aventar: señalar a alguien como responsable de algo.
Aventón: no dar la parte que corresponde al compañero. “Tirar
aventón”.
Avionero: dárselas de astuto.
Bacán: individuo que viste elegante.
Bacano: muy bueno.
Bailao: golpe.
Bajar: robar.
Bajar al pozo: prestarse para que le hagan la maldad.
Balurdo: de mal gusto, miedoso, bajo.
Bandera: mal presentado, “llevado”.
Barbado:* billete de $ 5.000.
Barbiado: carro sin limpiabrisas.
Barra: un peso.
Barro: de poco valor.
Basto: mal amigo, ordinario.
Biblia: el que se las sabe todas.
Birolo: desnudo.
Bironcho: que se la deja montar de cualquiera.
Biruso: billete.
Blanca:* la taza del baño.
Bobo: reloj.
Bocho: reloj en estilo de torta. Colgandeja.
Bolas: caderas.

405
Boleto: persona que fácilmente cae en manos de la policía.
Boludo: automóvil que permite ir colgado.
Bomba: varios varetos.
Bombero: el que se orina mientras duerme.
Brinco:* problema.
Bulbefierro: prostituta.
Burra:* cicla.
Caballo: persona que aguanta golpes o carga pesada.
Cabecinegra: máquina de coser.
Cabrero: desconfiado.
Cabriar: hacer desconfiar a alguien.
Caca nené: expresión de alarma.
Caco: homosexual.
Cacorro: homosexual activo.
Cacha: no hacerle daño físico a la persona que se atraca.
Cachas: ser amigo de alguien.
Cacha blanca: cuchillo de mango vistoso.
Caricortado: nalgas.
Cachirila: maldadoso.
Cachita: amigo.
Cacho: marihuana lista para fumar.
Cachorro: busca pleitos.
Cachos: anteojos.
Cacho: Marihuana lista para fumar.
Caer: dejarse descubrir en alguna actividad ilícita.
Cagando: cogerlo distraído, indefenso. “cogerlo cagando”.
Cagarla: hacer mal las cosas. “Meter la pata”.
Caimaneo: acción de esculcar carteras.

406
Caimaniar: esculcar carteras.
Caja de muñecos: televisor.
Caleto: tener mucho dinero. Lugar donde se esconde algo.
Calletano: “cállese”, “no diga nada”.
Calurosa: quema de papeles y llantas para calentarse.
Calvazo: golpe en la cabeza con la falange de los dedos.
Calviar: motilar completamente rapado.
Calvo: que está con la cabeza rapada. “Fósforo”.
Camada: sitio en la calle donde duermen grupos de habitantes de la
calle. Grupo de habitantes de la calle.
Cambuche: sitio donde duermen los callejeros. Sinónimo de “parche”.
Camellar: trabajar, robar.
Campana: vigilante que colabora para hacer algún robo, alertando al
que actúa.
Cana: cárcel.
Cancaniar: hacer el acto sexual.
Canabis: marihuana.
Canecho: Pene.
Cantar: decir la verdad.
Cantar zona: avisar.
Caperucita: radiopatrulla con señal roja encima.
Caquero:* persona que roba a sus propios amigos.
Carangas: piojos.
Cargado: llevar algo robado o llevar marihuana.
Carramaniado:* drogado.
Carreta: hablar procurando convencer a alguien. Habladuría.
Carreto: el que habla mucho.
Cascar: golpear a otra persona.
Casacra: reloj de poco precio.

407
Cascarero: el que roba objetos de poco valor.
Castalia: policía.
Catano: anciano. Individuo a quien se le echa la culpa de algo.
Celapatos: celadores.
Celpa: individuo que come mucho.
Cerdo: policía.
Chaborreo: robar borrachos.
Chaguala: herida grande.
Chamarriar: asegurar para sí algo cuando se está en rebusque.
Chamba: trabajo, herida grande.
Chancharos: fríjoles.
Chapa: nombre falso.
Chatarrero: el que recoge basura metálica.
Chencha: cartera.
Chibolo:* fuga.
Chichada: tunda, lluvia de golpes sobre alguien.
Chicharra: cigarrillo de marihuana.
Chimba: órgano genital femenino.
Chinche: muchacho de la calle pequeño.
Chino: niño.
Choca:* bombillos “stop” de volskwagen.
Choto:* persona que se entrega. Mimado, protegido, tonto.
Chucaros:* policías bachilleres.
Chucho:* Dios.
Chulo:* muerto.
Chupa: policía de tránsito.
Churretiar:* le dio miedo.
Chute:* sobras.

408
Cierre:* cicatriz de herida.
Cinco letras: cigarrillos lucky, que se usa como soda después de la
marihuana.
Cirilo: individuo que se deja humillar, o se deja mandar de
cualquiera. Tonto.
Cocacho:* coscorrón.
Cocha: cerveza.
Cocheche: individuo que se presta en actitud servil.
Cochiniar: robar al compañero con quien se anda.
Cocina:* sitio de drogadicción.
Coco: radio, cabeza.
Coico: individuo que se presta en actitud servil, regularmente lo
hace buscando protección.
Colado: entrar a un espectáculo o a un bus sin pagar.
Coleto: malgeniado, enfadado por haber perdido en un evento.
Colgar: matar, atracar a alguien.
Coliar: guardarse la parte del compañero.
Colino: loco.
Colorada: sangre.
Combinado:* calentado.
Combo:* grupo de amigos.
Comelona: hambre acentuada.
Completo: ser bisexual.
Comprar a
mi hermano: comprar cuchillo.
Conejo: pedir algo y no pagar.
Container:* sitio donde dejan los muertos.
Contrata: lugar donde le guardan la comida a alguien.
Coronar: terminar de conseguir algo.
Coscorria:* malo, caspa.

409
Cosquilleo: meter la mano en el bolsillo de alguien.
Cosquillero: carterista.
Cranearse: fumar marihuana.
Cremallera: cicatriz grande.
Cruce:* hacer un favor.
Cruceta: aparato abre candado.
Cruzar: prestar, hacer un favor.
Cuajo: miedo.
Cuatro esquinas: anteojos.
Cucho: anciano.
Cuero: papel para armar un vareto.
Cuincas: ojos.
Culebra: enemigo.
Culiar: acto sexual.
Culillo: miedo.
Culilloso: miedoso.
Culo: bodega del vehículo.
Culochencho:* vehículo viejo.
Chibolo: fuga.
Choca: bombillos “stop” de Volswagen.
Choto: persona que se entrega. Mimado, protegido.
Dar un directazo: dar un sorbo.
Dar violinazos: apuñalar.
Darse garra: abusar.
Darse la pata: irse, encontrar la oportunidad de robar.
Dejar azul: robar sin que el otro se dé cuenta.
Dejar sano: no molestar, no herir, no matar. Hacer algo sin que el otro
se dé cuenta.

410
Descorchar: usar a alguien sexualmente por primera vez, hombre o
mujer.
Despegue: irse.
Destuerca: destornillador.
Desvalijar: quitar a otra persona las prendas de vestir, lo que lleva.
Robar lunas, limpias, copas de carro.
Disparar: pedir prestado. Acosar a otro.
Distrave: distracción.
Doblado:* falso.
Dormilona: sueño profundo que se da después de ingerir marihuana o
pepas.
Dormilones: los muertos.
Dos paticas: espejo de vehículo.
Dos tablazos: espejo de vehículo.
Ebra: vestido bueno.
Echar a la guerra: meter a alguien en un problema.
Echar mazo: caminar mucho.
Echar neve: tomar cerveza.
Echarlo al Horto: usarlo sexualmente.
Echarse al otro: matar.
Efe ocho: carro del F2.
Ejecutivos:* viejitos.
El bis: el órgano sexual femenino.
El gol:* lo que robaron.
El propio:* persona inteligente.
El voltiado:* dejarse coger distraído.
Embarcador: que no cumple con lo propuesto. Persona que
compromete a otro.
Embalao:* con un problema.
Embombao: enmarihuanado.

411
Empepao: que ha ingerido pepas.
Enrular: armar la marihuana.
Encaletarse: esconderse.
Encanar: llevar preso.
Enfletar: irse apresuradamente de un lugar
Engome: pegarse, unirse.
Entalegado: encarcelado.
Entregarse: volver al hogar. Pedir que lo reciban en una institución.
Entucar: realizar algo de primero.
Escabechar: prender el cigarrillo y aspirar la primera vez. Empezar algo.
Escama: gritar, hacer algarabía.
Escapiar: robar sin ser descubierto.
Esmeralda: policía.
Esquine: irse por su lado, dejar botado al compañero.
Esquinero: incumplido, falta de palabra.
Estar pailo: estar sin dinero.
Estallar: acusar, sapiar.
Estar colino: estar loco.
Estar en la olla: estar mal, sin dinero.
Estar frío: estar sin dinero.
Estar lazo: salirle algo bien después de no estar seguro del éxito.
Estartazo: darse cuenta de repente. Caer en cuenta rápido.
Estortillarse: equivocarse, desatarse, no saber decir mentiras.
Estromparse: realizar cualquier actividad rápido y primero.
Estuchar: robar carros.
Estular: caer en cuenta, mirar.
Explotarse: dar pistas, dejarse descubrir. “Sapiarse solo”.
Falceto:* persona que engaña.
Faltón:* amistad falsa.

412
Fedos: detectives.
Fercho: chofer.
Feriar: vender.
Ficha:* amigo.
Fierro: arma cortopunzante.
Fifi:* marica, homosexual.
Fijero: el que arremete a traición.
Filo: hambre.
Firme: fiel, no delata.
Flecha: persona indicada para algo.
Fonca: cajetilla de cigarrillos.
Foquiar: dormir.
Fresco: tranquilo, sereno.
Fulastro: feo, malo.
Fulero: muy malo, de mal gusto. Achantado.
Galgo: individuo que come mucho. “Celpa”.
Gallada: grupo de muchachos de la calle.
Galo: individuo que roba y se viste bien.
Gamba: cien pesos.
Gambearse: conseguir dinero.
Gamín: carasucia, muchacho de la calle.
Ganado: piojos, pulgas.
Ganso: acusación falsa.
Gardenias: drogas.
Gardenio: drogado.
Garosear: comerse las comidas que no son propias.
Garriar: pasarse del límite.
Garrotero: el que coge para sí más de lo que le corresponde.
Garulla: individuo miedoso, flojo.

413
Gasolino: muchacho a quien le gusta la gasolina.
Gazimba: bebida gaseosa.
Gil: tonto.
Gilipo: tonto, comportamiento campesino.
Gofia: detective.
Gol: robo.
Golondra: tirar piedra.
Grasa: betún.
Grave:* enfermo.
Greda: materia fecal.
Gringo: no darse cuenta. “Se quedó gringo”.
Guachimán:* celador.
Guango: dinero, plata.
Guasa: reloj de poco valor.
Gumarra: gallina.
Gurubeta:* hambre.
Hacer el cruce: conseguir algo a alguien.
Hacer la maldad: utilizar a alguien sexualmente.
Hacer vaca muerta: en pandilla abusar de una muchacha.
Hacha: experto en algo.
Hazaña: aventura.
Hazañoso: hacer alarde de ser muy guapo.
Hortaliza: actividad sexual.
Horto: ano.
Infundia: marihuana.
Jaiba: vieja.
Jaibo: viejo.
Jalar: robar radio y pasacintas de los carros.
Jaula: carro de la policía.

414
Jerga: ruana.
Jíbaro: vendedor de marihuana.
Jugarse el coco: pensar bien algo.
Jurga: llave para abrir puerta de carros.
La city:* el centro.
La gurbia:* tener hambre.
La liga:* dar una moneda.
La madre:* afirmar algo.
La quinas:* 500 pesos.
La reja:* la cárcel.
La res:* la mujer.
La vuelta de todo:* hacer la vuelta, realizar la fechoría.
Labia: habladuría.
Lambeculos: persona arribista que aspira a que alguien le permita andar
con él.
Lambeplatos: meseros.
Lambido: persona inútil.
Lámparas: gafas.
Lana: dinero.
Lancrucer: espejos.
Lanciar: robar de los bolsillos.
Largo: individuo alto.
Lavaza: individuo mala persona.
Lazo: cadena.
Lagran: ofensa.
Lechera: caja de “chicles”, radiopatrulla.
Lichigo: inútil. Dinero que se recibe por algo robado.
Liebre:* enemigo.
Liendres:* huevos de los piojos.

415
Liga: pasar plata.
Ligado: de buenas.
Limpias: limpiabrisas.
Linche: Viajar colgado de un carro.
Linchis:* colgarse de un carro.
Lionso: pantalón.
Llantas: ya.
Llave: amigo.
Lleca: calle.
Llevao: sin un centavo, degenerado.
Llevar del bulto: cargar con la responsabilidad.
Loba: prostituta.
Loca: homosexual.
Locas: homosexuales.
Lona: suelo.
Lora: carro patrulla.
Loro: radio.
Luca: mil pesos.
Luna: espejo de carro.
Machucante: acompañante de una dama.
Mafioso: el que se las da de fuerte, de astuto.
Magarro:* cigarrillo.
Balandro:* ladrón.
Maldadoso: malintencionado.
Maleta: no sirve para nada.
Mamando: fracasar.
Man: hombre.
Manca:* cuchillo.
Mancito: individuo, se usa como despectivo.

416
Mandado: armado.
Mandar cerebro: pensar algo bien.
Mándese: hágalo ya.
Mano: sol.
Mano negra: Juego en que se pierde quien tenga cogido un objeto con
la mano desnuda al momento de decirle mano negra.
Maño: soportar cualquier cosa por estar en algún sitio.
Marcando chulo: estar muerto.
Mariarse: ponerse desconfiado.
Marido: individuo que responde por otro.
Mariela: anunciar la presencia de extraños.
Marrano volador: pulga.
Marranos: Policías.
Máscara: rostro. Cara.
Mataburros: mezcla de distintos colores.
Mazo: revolver. Ir a pie.
Mecha: prenda de vestir buena.
Mediagorra: pene.
Medialuca: quinientos pesos.
Mello: acción.
Merra: prostituta.
Meter: introducir marihuana a algún sitio y fumarla.
Meto: tome, reciba.
Mica: muchacho joven.
Migua: mi pene. “Miguama”.
Mirri: pene.
Mirador:* bolsillo.
Moles: fríjoles.
Mona: mujer. Marihuana.

417
Moridero:* sitio solo.
Morlaco:* persona muerta.
Mosca: dinero, plata.
Moscas: alerta, cuidado.
Mueco: golpe.
Mula: persona que se entrega.
Natilla: nada.
Nave:* carro.
Nepor: parte que le corresponde.
No lo pele:* no moleste.
Número: persona que va a dar oportunidad de algo.
Ñera: amiga, compañera.
Ñerias: amistad.
Ñero: amigo, compañero.
Ofri: sin un centavo.
Oler a formol:* lo van a matar.
Olla: sitio donde venden marihuana, lugar sórdido.
Onda: alucinación.
Ondazo: noticia muy buena.
Pachurro: persona de modales propios del campesino.
Paquelo: individuo que se masturba.
Paila:* no se pudo hacer nada.
Paleto: sin dinero.
Pálida: depresión que se siente después de haber fumado
marihuana.
Palo: caja de embolar.
Pan: órgano sexual de la mujer.
Pancho: pan.
Panela: radio mediano con tocadiscos.

418
Paniquiado:* drogado.
Papayazo: oportunidad de robar, a veces se espera, a veces se
encuentra de repente.
Parca: radiopatrulla.
Parce:* compañero.
Parcero:* amigo.
Parchar:* sociabilizar, convivir.
Parcharse: permanecer en un lugar por largo rato, generalmente con
el fin de sociabilizar.
Parche:* lugar de reunión, grupo de amigos.
Párela: no moleste.
Parla:* hablar mucho.
Parra: persona que compra artículos robados.
Paso de muleta:* mirar dos veces antes de robar algo.
Paspa:* tiene hambre.
Paspao:* persona que no tiene nada, deprimido.
Patecabra: navaja. Arma blanca cuya hoja sale de la cacha al oprimir
un botón.
Patiar: mirar, ver algún suceso interesante.
Pava: colilla de cigarrillo.
Peches: cigarrillos.
Pedir canoa: rogar, suplicar.
Pegamos:* irse.
Peganteros:* gente que mete pegante.
Pegarlo:* armar la droga.
Pelao: muchacho.
Pellizcarse: caer en cuenta, darse cuenta.
Pelotas: bobo, tonto.
Pepa: reloj, barbitúrico o alucinógeno en pasta o cápsula.
Pepalfa: papel.
419
Pepe: pene.
Pepenador: persona que recoge papeles y chatarra, regularmente en la
madrugada.
Pepo: drogado.
Pepos:* ojos.
Percha:* ropa.
Perro: persona astuta y decidida que se aprovecha de los demás.
Pesada: grupo de personas importantes.
Pescar: quitar algo. Detener a alguien.
Piano: caja de embolar.
Pichar: hacer el acto sexual.
Piche: golpe en la vista.
Pifia: equivocación.
Pifiarse: equivocarse.
Pifioso: creerse más que otro.
Pinta: individuo sospechoso. Prenda de vestir muy buena.
Pipa: elemento de fabricación casera utilizado para consumir
drogas.
Pipo: mezcla de alcohol y bebida gaseosa.
Pirata: persona que se la pasa caminando, regularmente entra a
sitios donde no se le estima.
Piratear: lustrar por la calle de café en café.
Piriguaya: órgano sexual femenino.
Piroba: persona de poco valor, insulto dirigido a una mujer
promiscua.
Pirobo: persona de poco valor, compañero homosexual, prostituto.
Pisarse: irse.
Pisos: zapatos.
Pistiar: mirar, ver.
Pitazo: aspirada de cigarrillo o marihuana.

420
Plancho: muchacho bien parecido.
Pormis: mitad que le corresponde en una repartición.
Porra: individuo inteligente.
Pote: cárcel. Persona robusta.
Producido:* robarle los monederos a los buses.
Pucho: un poco de marihuana.
Pueblo: grupo de muchachos de la calle.
Punto: diez pesos.
Punto rojo:* marihuana fina.
Quebrar: robar con éxito, matar.
Quedar jarra: fracasar.
Quenque: cacho de marihuana grande, listo para ser fumado.
Quesito: droga.
Quiente: expresión ofensiva que hace referencia a haber sido
engañado y utilizado sexualmente.
Quince pesos:* cuchillo.
Quiñonazos: tirar al corazón.
Rabón: de mal genio.
Rana: el que acusa.
Rapar: robar quitando bruscamente.
Raquetiar: esculcar.
Raya: detective.
Rebuscar: salir en busca de alguna oportunidad para robar. Darse
mañas para conseguir lo que se necesita.
Reducindo:* persona que compra lo robado.
Regalado: el que se entrega a una institución. El que vende barato lo
que se roba.
Remolque: ayuda que se da a alguien.
Renato: delator.

421
Resindo: el que compra artículos malos.
Repele: sobras de comida.
Responder: acción de recibir algo que se debe defender hasta con la
vida y sólo se entrega al que lo encomendó.
Retacar: acosar, reclamar, exigir, pedir, cobrar.
Retaguardia: nalgas.
Retreta: dar golpes seguido a otro.
Riel: difícil.
Rieca: individuo hábil.
Richar: hacer el acto sexual.
Risueña: risa causada después de ingerir alucinantes.
Rodar: pasar de uno a otro.
Ronca: homosexual.
Ruedo: ambiente en el cual se realizan las actividades callejeras.
Sabana: papel delgado para envolver marihuana.
Sablazo: pedir plata en préstamo.
Sabotear: molestar.
Sacar de taco: retirar a una persona.
Salvado: comida mal preparada.
Sano: no darse cuenta.
Sardina: mujer joven.
Seca: sed.
Ser salsa: peleador.
Severa: cosa grande.
Soda: cigarrillos Lucky.
Sollado: alucinado.
Solli: algún objeto vistoso que completa el vestido.
Songa: piedra.
Soplo:* persona que roba rápido.

422
Su calavera: la mamá de otro.
Sucu: ano.
Sueco: ir a pie.
Tabla: cien pesos.
Tabliado: muy bueno y abundante.
Taco: destornillador o puntillón para abrir ventanas o puertas.
Taladro: homosexual.
Talego: cárcel.
Tapa: nalga.
Tarriar: tocar la cadera de otro.
Tarro: teatro de baja categoría.
Tarros: piernas.
Tartamuda: ametralladora.
Tragacopas: comelón.
Tutucar: pillar, descubrir.
Tatuque: acción de pillar, descubrir.
Teja: sombrero.
Telco: hotel.
Tembo: tonto.
Teus:* usted.
Tira: detective.
Tistiristis: pretextos que se dan para no hacer favores.
Tizas: cigarrillos.
Todo campanoso: anunciar algo.
Toque: pedazo de alguien.
Torcido: alucinado.
Torta: medalla, medallón, reloj.
Torta bobo: medalla con reloj.

423
Trabado: alucinado.
Trabuco:* pistola.
Tráfuga: abandonar al compañero.
Tragacopas:* bebedor.
Tranca: paraguas.
Tranzar: sobornar a alguien.
Tres cabezas: reloj automático y con tres tornillos.
Tres canales: cuchillo grande.
Tres rayos: cincuenta pesos.
Trilla: darle duro a alguien.
Trinca: algo difícil.
Tuco:* cepillo pequeño para aplicar el agua y el betún.
Turula:* radio.
Un palo:* un millón de pesos.
Uyuco: dedo.
Valecito: amigo.
Varela: persona ágil para el cuchillo.
Vareto: marihuana lista para fumar.
Vasca: gorro, cachucha.
Velar:* montarla.
Viajar en tetas: colarse en el trole o transporte público, generalmente
colgado.
Virgo: tornillo sin goma.
Visage: cuando demuestra lo que se va a hacer.
Vivo: que siempre tiene éxito.
Volar: quitar, robar.
Volqueto: estar trabado.
Voltear: rebuscar.
Yilay: fósforo.

424
Yotas: yo.
Zalamba:* anunciar la presencia de extraños en un lugar.
Zanahorio: novato con experiencia de la calle.
Zonas: cuidado, atento, alerta.
Zorra: persona de poco valor, insulto dirigido a una mujer
promiscua.

425
Anexo 2*
Apodos corrientes entre los niños de la calle

Apodos en Bogotá

Abuela Bombillo Carangas


Alcatrán Borracho Carechenta
Aguijón Boyacá Car´epapa
Alipio Buda Car´etabla
Anacleto Bulto´ecebo Car´etumba
Anemia Buldózer Car´evieja
Apagaincendios Buñuelo Caricortado
Arepamocha Burroviejo Carroloco
Arepita Brasilero Carrotanque
Ariari Bruja Casacabel
Ariquipe Cascarrabias
Arreó Cabezón Catano
Avianca Cabezalisa Cebolla
Azteca Cabeza´ehuevo Centavito
Cachalas Coca
Bandera Cachetón Colcana
Barjas Caidodeárbol Col´epato
Bartolo Caleño Cogollo
Barrabás Calvete Compadre
Barrig´epalo Caminonero Compajita
Bigoticos Campeche Condorito
Bigot´ebrocha Campero Conejo
Biszcochito Campoabierto Coronado
Bocheto Campo´etejo Coronel
Bolalaire Canastica Cortocircuito
Bolacuadrada Canchoso Cuatrodientes
Bolafija Candongas Cuatromuelas
Boladeoro Canuto Cuasimodo
Bolapicha Cápaz Cucaracho
Boliboli Capitán Cuchito
Bomberito Capulina Cucho
Bombero Carabela Cuernoasado

* Esta lista de apodos apareció únicamente en el libro primero: Musarañas.

426
Culebro Churrasca Gringa
Culodeoro Churrusco Guabina
Culoroto Chute Guayabos
Currummero Guayitos
Crespoloco Dedochupa Guitonto
Cristoloco Desmueletado Gusanito
Chachi Diablito Guyuguyu
Chanly Diablo
Chato Dinete-de-burro Hércules
Chavo Doblacachas Huesitos
Chéntela Dólar
Chicuco Donayo Japonés
Chicharra Donchute Jefecito
Chichero Drácula Jetas
Chichigua Jet ´ebagre
Chichones El indio Jet´ejarro
Chilindrina Enano Joyitas
Chinche El putas
Chinchecalvo Kawasaki
Chinchemíao Farolo Kin-kon
Chinchepiojo Feo
Chinchemono Filaindia Lagarto
Chinga Fósil Lagata
Chinofeo Fleque Lalo
Chinola Frijolito Lanegra
Chinolindo Fleque Largo
Chinoplancho Frijolito Lechón
Chinotonto Fuler Lenguasaque
Chipichipi Lentejitas
Chiroso Galembo Liso
Chita Gallina Loloco
Chiva Garofi Lora
Chivita Gasolinero Loro
Chocolate Gato Lunar-de-puta
Chona Generalnene Lunares
Choncho Gilipo Llanero
Choneto Gitano Llavecita
Chorro-de-humo Gogi
Chunco Gorila Macaco
Chupadedo Gosque Mafafa
Chupamecha Goyeneche Magoga

427
Maicito Motas Palavecino
Maíz Morrocoy Pálido
Majo Muelapicha Palomo
Maleta Muelarica Pambelé
Mamerto Muelón Panadero
Mandíbula Muerto Papayas
Mano´ehierro Mula Papujo
Mano´epera Mularucia Patato
Manzanita Muñeca Pate´amarillo
Mapamundi Musas Pat´ecumbia
Marciano Musarañas Pat´ecorcho
Mardila Pat´echicle
Mariposo Nalgaeléctrica Pat´epalo
Marranito Nalgaroja Pat´eperro
Mascafrenos Narices Patuleco
Mazamorrero Natacha Pasolento
Marucha Pastelero
Mediahueva Ñeñeñe Pastelito
Mediajeta Ñerías Pastuso
Medianalga Ñope Pecas
Mediokiosko Pekinés
Mediometro Oblea Penca
Melenas Ogro Peloquieto
Merengue Ojitos Peopeo
Micifú Ojobiónico Pepas
Micirico Ojipicho Pepe
Mikey Ojo´evaca Perico
Mil´artes Ojo´evidrio Pereira
Milmáscaras Opita Pernicioso
Mocoalaire Oporapa Perroselva
Mocochile Orangután Perrofino
Mocofresco Orejas Pico´echulo
Mocolimpio Orejitas Pierna-de- oro
Mocos Orejamocha Pilos
Mocotieso Orqueta Pingüino
Mocho Orquídea Pinina
Mojojoy Oso Pinocho
Momia Piñique
Mongol Paisa Piojito
Monino Paisita Propio
Moscamuerta Pájaroloco Pipelón

428
Pirinolo Sietefrenos Trosqui
Piquiña Sietenuches
Pisca Sietepanzas Vampiro
Pistolero Sietevidas Vasca
Pitillo Simio Vaselina
Pitucha Soldadito Vaso´eleche
Polaco Solín Virgoalegre
Pollito Sorpistolas Virgoloco
Pollo Soyisoyi Virgorápido
Pollobravo
Popocho Tabaco Willi
Pote Tablazo
Pulga Talla Zambo
Pulga´rrecha Tapatío Zancudo
Puntofijo Tazán Zapatoviejo
Puñaladas Tembo Zurdo
Plinio Temerario
Principito Terremoto
Tigre
Quemado Tiogringo
Tiomocho
Radiografía Tiosan
Rascabuches Tísico
Rascacielos Togui
Rasputín Tomatico
Rayoveloz Tomboloco
Ratón Tomboají
Relleno Tontohermoso
Renato Topogigio
Rolo Tortuga
Torongo
Sabiocaldas Totazos
Saco´eplomo Turrón
Sandocán Tragamonedas
Sangrenegra Tragoncito
Sangreverde Trancon
Sarga Trastorno
Satanás Treceaños
Sieteataques Trespelos
Sietebolas Tribilín
Sietelenguas Trompa´ebuque

429
Apodos en Cali Lengüita Pocholo

Barriga´esapo Mafía Restusi


Bacón Mamadeo
Boque´caimo Maniquenque Suco
Boqu´etrompeta Mano´escaudio
Boqu´evaso María-peinate Tetaquemada
María-visages Torcido
Cabeza´planeta Medio-lo-veo Travolta
Calzones Melopopo Trescolores
Cantante Millón-de-telares Truque
Carambimbo Miky-sú
Car´ebalastro Mimuri Yango
Car´etorta Miraconchanfle
Carita-de-ángel Misangre Zancas
Carrancho Mis-ojitos
Cincotiros Mochito
Coroso Muelitas
Correcaminos Mulavieja
Culibajito
Oluco
Chamita Ombligón
Charila Ome
Chatarra Orejitas
Chelo
Chiquis Palomeque
Chuchopepas Panquemado
Pantera
Frent´elulo Pat´echola
Par´eflauta
Gallaíta Pat´elancha
Gasolina Plancho
Garrapata Pecas
Garincha Peo-químico
Perro-asustado
Huelefeo Pico´epollo
Piel-de-sapo
Júpiter Pichi
Pifia
Kunfú Pingua
Pirata

430
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Esta obra se terminó de imprimir en los talleres de
Panamericana Formas e Impresos S.A. en noviembre de 2009.
Cll. 65 N° 95 – 28. Teléfono: (57-1) 4302110,
Bogotá, Colombia.

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