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silencio y a la oración
en los niños
Módulo II
La iniciación al silencio y a la
oración en los niños
Módulo II
OBJETIVOS
I.
II.
CONTENIDO
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La iniciación al silencio y a la
oración en los niños
Módulo II
CARACTERÍSTICAS DE LA
RELIGIOSIDAD DE LOS NIÑOS
“Dios es vida”
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La iniciación al silencio y a la
oración en los niños
Módulo II
Las grandes fiestas religiosas son ocasiones excepcionales para orientar, de forma concreta – en clase y
en el hogar – el espíritu y el corazón del niño hacia Dios y hacia el mundo sobrenatural. Porque en ellas
se encuentran asociadas: acción, narración e imagen. Su influjo puede alcanzar toda la vida del niño y
transfigurarlo. El clima festivo de alegría y oración, que en ellas reina acompañado de palabras, cantos;
preparadas con cuidado y respeto lo orientará a encontrarse con Dios, en forma personal y comunitaria.
Para descubrir a Dios y el mundo religioso, el niño tiene necesidad de oír hablar y hablar de él, a su vez,
de todo ello.
Solo así, puede crecer la semilla depositada en su corazón por el bautismo. No desperdiciemos ninguna
oportunidad para manifestar nuestra fe y dejemos que él también hable y pregunte libremente para
evacuar sus dudas. Será interesante presentarle también narraciones religiosas dándole respuestas y
explicaciones que lo llevarán a familiarizarse, poco a poco, con el mundo de las realidades espirituales y
a manejar el vocabulario de la vida religiosa.
Esta imitación no es sólo un puro mecanismo sino que admite siempre un rasgo de espontaneidad,
sinceridad e iniciativa personal.
La experiencia religiosa infantil es auténtica, frecuentemente en medio de la admiración y de la alegría,
alcanza características personales.
Por eso, el momento de entrada en el Jardín de Infantes puede considerarse un momento crucial en el
proceso evolutivo del niño.
La religiosidad infantil es simbólica, contemplativa, concreta, sensorial. Los niños no son capaces de
formular conceptos de manera lógica y coherente. Su pensamiento está siempre íntimamente ligado a
la acción, es experimental y cargado de emotividad.
POR ELLO, POR EJEMPLO: SI UN DOMINGO ACERCA AL ALTAR LAS OFRENDAS DE LA MANO DE SUS
PADRES VIVIRÁ DE OTRA MANERA EL IR CON ELLOS A LA CASA DEL SEÑOR. ALLÍ, HIZO ALGO, EN
FORMA PERSONAL PERO ACOMPAÑADO DE SUS SERES QUERIDOS QUE LE INSPIRAN CONFIANZA Y
SEGURIDAD.
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El niño se forma de una idea de las personas y de las realidades religiosas conforme a los modelos que lo
rodean. La imagen del padre influye en la imagen de Dios, un padre muy autoritario, severo, justiciero,
le convertirá una imagen angustiosa de él, y de Dios. El afecto de la madre también influye en las
relaciones con Dios. Ella educará el sentido de Dios no tanto por razonamiento como por afectividad. Es
la primera mediadora, sin cuya intervención se hace difícil la relación con Dios.
“Mujer ahí tienes a tu hijo”
(Jn. 19, 26)
Pensemos en Jesús:
“Y el niño crecía, se desarrollaba y se hacía cada día más sabio. Y la gracia de Dios estaba en
él”
(Lc. 2, 40)
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3. La necesidad de lo absoluto. DIOS ES SU DIOS
La necesidad de admirarse y de lo absoluto arrancan de su afán de grandeza, de su necesidad
sobrenatural de Dios, de su deseo de trascendencia.
Dios aparecerá entonces como la completud de la creatura, como un ser que responde a las necesidades
más últimas de su naturaleza y de su vida de Gracia.
De este modo Dios no será algo impersonal o abstracto. DIOS SERÁ SU DIOS, que lo creó, lo eligió y lo
ama personalmente.
El niño admirará y contemplará a su Creador, a su amigo, a su todo; con su vida le rendirá homenaje de
amor y respeto. La oración no será otra cosa que el diálogo amoroso entre Dios y el hombre, entre dos
personas que se aman.
Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón no descansará hasta hallarse en ti.
San Agustín.
La toma de conciencia de la relación con su Dios marca la necesidad de oración. Si no despertamos en
los niños el deseo de orar, nuestra catequesis pierde sentido.
Si la catequesis no arriba a una auténtica oración, no hay auténtica catequesis. Insisto, la catequesis no
debe hablar tanto “de” Dios sino hablar “con” Dios.
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ALABANZA
Es fijar la mirada en Dios, en sus perfecciones, descubriendo
maravillas siempre nuevas: su justicia, su salvación, su
verdad, su belleza, su amor y su fidelidad, su fortaleza…y
alabarlo, olvidándose de uno mismo. Con Jesús, el nuevo
David, hacer propio los motivos de alabanza que inspiraban
al salmista (Sal. 18, 30, 35, 109…)
Es el gozo de María que en el Magnificat contempla que Dios
ha obrado en su creatura (Lc. 1, 46‐55). Es la oración con que
la Iglesia comienza cada día alabando a Dios (Laúdes).
Es el cántico de los bienaventurados (Ap. 5, 13): “Al que está
sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor y gloria…”.
¿Alabas a Dios ante el esplendor de la creación, ante sus obras a favor de su pueblo, ante sus
perfecciones…? ¿Lo haces en nombre de todos?
ACCIÓN DE GRACIAS
Surge mirando los beneficios ya concedidos por Dios, sea
a través de los dones de la naturaleza, como de la gracia.
Es la actitud del Hijo para con su Padre en el seno de la
Trinidad: el Padre que se da, se le entrega por entero.
“Padre, te doy gracias…” (Jn. 11, 41). Cristo la siembra en
nosotros en la Eucaristía. Es la hora privilegiada para
dejarnos tomar por entero por la acción de gracias de
Cristo y unir a los suyos en nuestros motivos personales
de dar gracias al Padre. “Den gracias a Dios en toda
ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes” (1
Tes. 5, 18). “¡Gracias sean dadas a Dios por su don
inefable!” (2 Cor. 9, 15).
¿Te acuerdas de agradecer? ¿O bien pienso que para Dios y para los demás existe el deber dar y para
mí el derecho de recibir? ¿Dar gracias cada mañana al despertar y cada noche al acostarte?
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PETICIÓN
No es una actitud inferior. Es la primera que surge porque somos indigentes y
puesto que Dios es nuestro Padre, tenemos la audacia de acercarnos a Él con
confianza filial para exponerle nuestras necesidades. En los Salmos se pide con toda
el alma: (Sal. 25, 26, 28, 57, 70, 88…)
Jesús nos exhorta a pedir: “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les
abrirá” (Mt. 7, 7). En el Padre nuestro se nos enseña a hacerlo con siete peticiones.
Tanto más audazmente cuanto que pedimos en su Nombre (Jn. 14, 13; 15, 16; Ef. 5,
20) y porque Cristo mismo ora por nosotros (Jn. 14, 16). Oremos al Padre con la
misma actitud filial de Jesús, participando de su Espíritu (Gál. 4, 6).
¿Le das a Dios la alegría de dar, de “sentirse” Padre, al hacerte mendigo a sus pies? ¿Qué le pedirías
ahora por tu familia, por vos, por los demás…?
PETICIÓN DE PERDÓN
Tomo conciencia de no haber respondido al Amor con amor,
de no haber hecho la voluntad de Dios y lo confieso en la
oración: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!...”
(Lc. 18, 13).
Ciertamente Cristo no conoció esta actitud, ya que no tuvo
pecado. Sin embrago, “Él llevó sobre la cruz nuestros pecados
cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos la pecado,
vivamos para la justicia.” (1Ped. 2, 24). Obrando así, nos “dejó
un ejemplo a fin de que” sigamos “sus huellas” (1Ped. 2, 21).
Nuestro arrepentimiento será auténtico cuando nos haga
preferir la voluntad de Dios a la nuestra, a ejemplo de Cristo.
¿Te reconoces pecador? ¿Le pides perdón a Dios con frecuencia? ¿Comienzas tu oración personal
pidiendo perdón como se hace en la celebración eucarística?
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INTERCESIÓN
Es la oración del que busca “no solamente su propio interés, sino también el de
los demás” (Fil. 2, 4).
Abraham inaugura el largo linaje de intercesores (Gén. 18), Moisés, Jueces,
Reyes, Profetas…Todas las figuras del gran y único Intercesor, Jesucristo (Rom.
8, 34; 1 Tim. 2, 5‐8) quien se ha solidarizado con nosotros, intercedió e
intercede en el cielo para que nos abramos a la salvación que Él nos ha obtenido
(Heb. 7, 25; 1Jn. 2, 1).
Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de
oración, lo atestiguan las cartas de San Pablo.
¿Velas por la inmensa muchedumbre de hombres que Dios pone en tu camino (el enfermo, el que no
tiene trabajo, el que tiene problemas familiares…)? ¿Ruegas por los que te hacen el mal, como Jesús?
REPARACIÓN
La oración de muchos se ha vuelto egoísta. Más allá de la propia vida no se ve
nada: nada tiene tanta importancia.
La oración de reparación consiste en ofrecer los propios sacrificios, los propios
sufrimientos por los pecados ajenos.
Me pongo junto a Jesús para sentir con él, y lo que él siente por los pecadores,
lo quiero compartir. Es vivencia del amor de identificación. Todo lo que se
hace unido a Cristo, es agradable a Dios (1Ped. 2, 5; Rom. 12, 1‐2).
Es acercarse a la cruz, a la mujer de los dolores del Apocalipsis (12, 2): en esta
cumbre, se es expresión mariana. En y por Cristo (Heb. 10, 10) se es “a la vez
salvado y salvador”.
¿Te interpela el amor de Cristo no correspondido? ¿No te sientes llamado a unir tus dolores a su
corazón, ofreciéndote como víctima por la salvación de la humanidad?
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ABANDONO
Es una oración pacificadora. No hay anestesia que suavice tanto las penas
de la vida como un “yo me abandono en Ti”. Jesús nos enseñó esta actitud
de entrega en al Padrenuestro: “Hágase tu voluntad”, y el mismo expresó:
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 23, 46).
Te puedes servir del Salmo 23(22): “El Señor es mi pastor nada me puede
faltar”. Es la oración de Santa Teresa de Ávila: “Nada te turbe, nada te
espante… quien a Dios tiene nada le falta…” o la de Carlos de Foucault:
“Padre, en tus manos me pongo. Haz de mí lo que quieras”.
Cuando te topas con grandes o pequeñas contrariedades: ¿Depositas en las manos del Padre que no
nos defrauda, todo aquellos que te disgusta: tus padres, tu físico, la enfermedad, la vejez, tu historia
herida, los “fracasos”, las impotencias…?
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En mi experiencia, lo ideal sería contar con una sala especialmente dedicada a tal fin, muy próxima a la
sala de catequesis. Este debería ser un lugar privilegiado de la escuela o parroquia. Esta sala tiene que
ser cálida, con poca visión hacia el exterior (se pueden disimular los vidrios con vitraux de celofán), con
una alfombra para que los chicos puedan sentarse en el piso. En el mejor lugar de la sala, colocar una
imagen de Jesús, una mesita con un mantel blanco, una Biblia, un Cirio Pascual y unas flores. Es decir,
una especie de salón‐catequístico‐capilla donde con sólo entrar se sienta un clima diferente.
sé que la idea de contar con un salón exclusivo para la catequesis es muy pretenciosa y que no siempre
es posible disponer del mismo. Por ello es que surge como alternativa el “rincón de oración” dentro de
la misma sala. Por otra parte, el rincón en cada salón permite el trabajo simultáneo de varios catequistas
y , el hecho de no tener que movilizarse a cada momento. Asimismo, sería bueno que cada familia
pudiera disponer de un lugarcito o rincón destinado a la oración de su hogar, como antaño lo hacían
nuestros mayores.
2. CARACTERÍSTICAS DEL RINCÓN DE ORACIÓN
Debemos respetar ciertas condiciones para que el rincón de oración o rincón de Jesús vaya “entrando”
progresivamente en la vida de los chicos y se vaya transformando en algo sagrado, es decir, en algo
separado especialmente para Dios, por su uso. Para armar el rincón de Jesús habrá que tener presentes
las siguientes consideraciones:
a) El lugar
Í de honor: diferente, limpio, siempre en orden.
Í de poco tránsito y fácil acceso.
Í distinto: no utilizarlo para otra cosa. Siempre alegre y luminoso.
b) Las imágenes
La experiencia me indica que es muy importante la elección de las imágenes a colocar. Tiene que
ser alguna imagen de Jesús (ya que Él es el centro de la catequesis). En algún momento, la podrá
acompañar una imagen de la Virgen María o algún santo (cuando hablo de imagen estoy
hablando indistintamente de una lámina, estatua o escultura).
Lo importante es que la imagen elegida sea del agrado de los chicos y apropiada para la
catequesis. Es decir: imágenes naturales, sobrias, sencillas y simples; en las cuales se privilegie
más el gesto y la expresión de los rostros que la imagen en sí misma.
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Preferentemente que sean imágenes de un solo color, sin demasiados elementos fantasiosos o
que no correspondan exactamente a las narraciones evangélicas. Evitemos todos esos elementos
accesorios que tienden a distraer o asustar a los chicos; por ejemplo: imágenes del Niño Jesús
con el pecho abierto y el Sagrado Corazón a la vista lleno de espadas; imágenes con espinas y
sangre; representaciones de la Virgen rodeada de ángeles o dominando demonios, etc.
Una cosa que debemos dejar bien clara es que las imágenes son representaciones hechas por
los hombres y que Dios es mucho más que las mismas. Incluso conviene explicar a los niños
cómo están hechas las imágenes y que no sucede nada en el caso de que se rompan, salvo la
pérdida material.
A los chicos les tiene que quedar claro que los cristianos no adoramos ninguna imagen. Las
representaciones de Dios tienen que servirnos para acercarnos más a Él.
Siempre será mejor colocar una imagen de Jesús Resucitado que una crucificado. Puede ser la
imagen del Buen Pastor. Busquemos que la expresión del rostro sea dulce y varonil, a la vez.
c) Elementos
Los elementos que integrarán el rincón de Jesús serán seleccionados con
cuidado y siempre buscaremos la sobriedad, el buen gusto y la renovación
constante de los elementos perecederos. Bien pueden ser los siguientes:
Í Una mesita o repisa. Con un mantel blanco, que se encuentre a la
altura normal para los niños parados. Es preferible correr el riesgo
de la cercanía (aproximadamente 1m. de altura).
Í Una Biblia.
Í Una imagen de Jesús.
Í Un florerito, con flores que traerán los niños.
Í Una vela pequeña.
Í Una alfombra y algunos almohadones.
d) Su uso
Al principio del año se rezará con los niños simplemente recogiéndose en el mismo lugar donde
están. Después de haberlos iniciado en el silencio y la oración, es conveniente introducir y armar
el rincón de oración.
Los chicos colaborarán en el armado y elección de los elementos. Los papas podrán participar en
la celebración de inauguración del mismo.
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Demás está decirles que lo que va a diferenciar al rincón de oración va a ser su uso. Si ustedes,
maestras‐catequistas, padres, no están convencidos de su utilidad y no lo usan para rezar, los
chicos lo utilizarán mucho menos.
De él extraeremos la Biblia para leer la Palabra en los encuentros catequísticos. Lo podemos
utilizar para hacer la oración de cada día; para rezar juntos o en grupitos, cuando sea necesario;
para ofrecer trabajitos, regalos, etc.
Los chicos podrán ir a rezar libremente al rincón ya sea al llegar o al salir; antes, durante o
después de los recreos, sin pedir permiso; durante las actividades, pero pidiendo permiso…
Cuando los chicos estén libremente en el rincón no hay que controlar la oración que ellos
realicen. Si quieren arrodillarse, hacer gestos, besar la Biblia, cantar u otro gesto, que se sientan
en libertad de expresarse y orar como el Espíritu les indique. Lo que importa es que se
familiaricen con las cosas de Dios.
Por supuesto que el mero hecho de tener un rincón para orar, no significa que los chicos recen más. La
oración es un don de Dios y tiene que transformarse en una actitud de vida. El rincón de oración puede
ser un elemento más que nos ayude a iniciarnos en este largo y hermosos camino.
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ACTIVIDAD FINAL DEL MÓDULO
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