SORTILEGIO Y ASTROLOGIA’
1. Sortilegio en favor de una institucién literaria
Casi a mediados de febrero, recibi de pronto una invita-
cin para contribuir con algiin escrito de mi pluma al proyec-
tado ALBUM de una nueva institucién literaria, llamada el Ate-
neo, en una gran ciudad occidental? ¢Qué podia hacer? Antes
de que llegara la invitaci6n, el dia 13 habia comenzado; la leyen-
da “a vuelta de correo” era el tinico limite explicito para res-
ponderla; y la invitacién estaba fechada el 10: por lo tanto, ya
habian cumplido su corta vida en este mundo tres “a vuelta de
correo”. No soy de las personas que, traténdose de pan, piden
las cantidades discrecionales (pain a discrétion) de los restaurants
parisinos}’ pero cuando se trata de tiempo, si. Positivamente,
siempre que debo pensar, requiero tiempo d discrétion. Y fue asi
que no me quedé otro recurso que éste: en mi estudio tengo
una bafiadera, tan grande que se puede nadar en ella, supo-
niendo que el nadador no sea un hombre ambicioso y se conforme
con avanzar tres pulgadas como maximo. Esta bafiadera, reem-
plazada por otra mejor (en lo que respecta a su funciGn origi-
nal), me presta ahora un servicio secundario como depésito de
manuscritos. Esté llena hasta el tope de papeles de todo tama-
fio y clase. Cada papel escrito por mi, a mi, para mi, deo sobre
mi y, también, contra mi, puede ser hallado, luego de una bis-
queda imposible, en este amplio repertorio. Digamos de paso que
Jos textos agrupados en la iltima (u hostil) categoria, han sido
compuestos, principalmente, por zapateros y sastres ~un tipo de
29personas muy afectivas, que se adhierer. a uno con la constan-
cia de un emplasto. Esta fidelidad es admirable; pero [suele
‘manifestarse demasiado a menudo con mal humor y las peque-
fias alteraciones nerviosas del apego excesivo.] No estén con-
tentos sino saben “en qué anda uno”, “qué tiene en mente” y
a donde viajar4. A mi, por ser economista politico, me asedian
pidiéndome opinién sobre la moneda, especialmente por esa
forma particular que son las facturas con dos afios de atraso; y
siempre quieren que responda a vueltz de correo. Pues bien,
decidi sacar de este depésito algin escrito para el Ateneo. Era
mi resolucién indeclinable que la Institucién fuera tratada con
pena justicia, por lo menos en lo que puede procurar la volun-
tad humana, Dedicarfa al Ateneo cuatro profundas zambullidas
en la bafiadera, cuando un solo hombre, por ms hiperbélica-
mente ilustre que fuese, no podrfa haber hecho més de una. Por
otro lado, el Ateneo debia conformarsecon lo que le enviara la
fortuna y no reprocharme nada por la sospecha de que los hubie-
ra engafiado. Para anular toda posibilidad de un reclamo seme-
jante, solicité la presencia de tres j6venes damas, que odian todo
Jo injusto, como si fueran fiscales, para que observaran el pro-
cedimiento en representacién del Ateneo, controlaran que la
pesca se hiciera correctamente y dieran aviso a la corte en caso
de que algo anduviera mal. A las seis de la tarde todo estaba lis-
to en mi estudio. La bafiadera habia sido intensamente iluminada
desde arriba, para prevenir embustes ea ese campo; y el joven
que iba a ejecutar las zambullidas habia terminado de ponerse
tuna bolsa de papas nueva con agujeros en el fondo para sus
piernas. Y como la bolsa estaba atada a su garganta con una ten-
sién asfixiante, dejando un solo agujero para que pudiera mover
su brazo libremente, queda claro que, aun cuando sus inten-
ciones fueran sinceramente fraudulentas y tuviera un arreglo
conmigo, no podria ayudarme ocultando papeles en su ropa ni
con otra artimafia que quisiéramos perpetrar. Habiéndose sen-
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tado las damas en lugares elegidos admirablemente para derec-
tar cualquier movimiento sospechoso, los procedimientos comen-
zaron. Se dio el paso inaugural con un prolijo discurso de mi par-
te en el que protesté porque se me hacia objeto de sospechas
infundadas y me esforcé por restituirle a mi imagen una abso-
lua pureza de intenciones; pero, lamento decirlo, sin éxito.
Deelaré, con cierto énfasis, que en la bafiadera, aunque no podia
decit dénde exactamente, habia un texto que consideraba del
mismo valor que la mitad de todas mis posesiones: “Y sin embar-
0”, continué, “si nuestro honorable amigo de la bolsa de papas
pescara por azar ese mismo texto, estoy decidido a enfrentar la
siruaci6n, si, en ese caso, expresaré mi interés por la Institucién
sacrificando la mitad de mi reino. Aunque ese premio fuera pes-
cado hoy aqui, abandonard esta casa con destino al Ateneo esta
misma noche.” Ante lo cual, la cabecilla de las fiscales, a quien
puedo llamar, en honor a Shakespeare, Porcia,* apagé desa-
gtadablemente mi entusiasmo diciendo que no habia necesidad
de tanta energfa, porque ella y sus letradas hermanas se encar-
garian de cumplir el envio al Ateneo; de hecho, yo no tendria nin-
in mérito hiciera Io que hiciese. Entonces, para desalojar la
melancolfa provocada por los obstinados prejuicios de las fis-
cales, pedi un vaso de vino y, mirando al Oeste’, brindé a la
salud del Ateneo, con Ia alegorica idea de una joven que esta por
set mayor de edad y entrar en posesién de su dote. “Brindo por
tu prosperidad, querida muchacha”, dije; “eres muy joven; pero
éa es una falta que, segiin un viejo adagio griego, disminuye dia
a dia; estoy convencido de que siempre serés tan amable como
ahora con los extrafios necesitados de libros y periédicos. Nun-
a te vuelvas fastidiosa, querida, como acostumbran algunas
de tu sexo” (diciendo lo cual, miré salvajemente a Porcia). Y Iue-
go di la sefial al joven para que nos pusiéramos en campafia
* El mercader de Venecia.*
31los ojos de Porcia, adverti en silencio, brillaban como los de un
aguila. “{Prepararse para bajar!”, exclamé; y luego: “jBajar!".
Alla vor de “;Prepararse!”, Bolsa de papas se habia arrodilla~
do sobre su pierna derecha (quedanco su cara en angulo recto
sobre la bafiadera); a la voz de “jBajar!”, hundi6 su brazo dere
cho en el proceloso mar de papeles. Durante un minuto estuvo
trabajando en ellos como si remara; y entonces, ante la orden
perentoria de “jArribat”, elevé en elaire, como Bruto ilumina-
do por la recriminacién de César, su botin. Fue entregado, por
supuesto, a las fiscales, que mostraron de inmediato una leve
curiosidad femenina, ya que se trataba de una carta cerrada y
podia ser una vieja carta de amor que yo hubiera escrito y que
la oficina de correspondencia extraviada hubiera devuelto recien-
temente. Atin lucia fresca y floreciente. Asi, aunque no fuera un
premio para el Ateneo, podia ser un secreto interesante para las
fiscales. Lo que result y sacamos en cada pesca, lo registraré con
su correspondiente ntimero de orden.
N? 1. Era una invitacién a cenar para el 15 de febrero que
habia olvidado abrir. Estaba, como dicen los financistas, “llegando
al vencimiento”, pero no vencida, por fortuna (en cuyo caso
s6lo queda un pobre remedio}, pues faltaban dos das para poder
cobrarla. Arrecié una discusién entre las fiscales sobre si ésto ser-
viria para el Album a falta de mejor pesca. Yo postulé que si, por-
que, si bien una invitacién a una cena no podia ser vista razona-
blemente como un texto muy esmerado, siendo su lema Esse
quam videri (que en buen latin significa “Comer® antes que apa-
rentar comer”, como en los banquetes de Barmacida’), supongan,
» Esse, comer: el lector, aunque no sea un lasnista tl vez conozca este signi-
ficado adjudicado antiguamente a verbo Esse, por una chanza en latin corrien-
te entre los escolares, a saber: Pes est caput, que a primera vista parece signi-
ficar el pie es la cabeza, pero que en verdad significa: Pes (en su otro sentido,
gue equtal Peis en ino qu no ee noe) come a
la cabeza.‘
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sin embargo, que hubiera enviado la invitacién al Ateneo con un
poder para que comieran la cena en mi lugar, za inclusién de ese
sélido bonus! no habria disminuido la escasez de la carta como con-
tribuci6n para el Albwyn y no habria mitigado la insatisfaccién del
Ateneo? Porcia opin6 negativamente que tal cosa fuera posible, por-
que el Ateneo tenia 2000 bocas y deberia haber, por lo tanto, 2000
cenas, un argumento que consideré vistoso pero, legalmente hablan-
do, insostenible, porque el Ateneo tenia la posibilidad de designar
un plenipotenciario—un hombre de inmenso calibre- para comer la
cena en representacién de los 2000. No sé qué tenia eso de gracio-
so, pero durante la acalorada pelea con Porcia, Bolsa de papas
cempez6 a reirse ran descontroladamente que me vien la obligacién
de ordenarle en forma imperiosa: “;Prepararse para bajar!”. Pero
antes de que pudiera obedecerme, fui sacudido por Porcia, que tenta
€n sus ojos una mirada de triunfo que me alarmé. Ella y sus her-
manas fiscales habian estado examinando la invitacion. “Y”, me
dijo Porcia maliciosamente, “es cierto, como notaste, que faltan dos
dias para la cena del 15. S6lo que, por desgracia, la carta es de aio
equivocado: jes de hace cuatro afios!” jOh! jlmaginen qué horror!
Ademas de la mortifcacién por la victoria de Porcia, me habia libra-
do por casualidad de que el plenipotenciario me acusara de enviar-
le lo que ahora podia ser considerado un fraude. Me apresuré a
ccultar mi confusi6n dando las dos érdenes “jPrepararse para
bajar! y “;Bajar!” casi en la misma exhalacién, El'N°1, después de
todo el desperdicio de erudici6n legal sobre el caso, habia estallado
como una pompa de jabéns y ahora, en consecuencia, se habia gene
rado una mayor expectativa sobre el N°2. Con un gran temblor en
Ja vor, di la orden final: *jArriba!”.
N°2. Me desagrada mencionar que esta pesca dio como
resultado una deuda.” El disgusto estaba escrito en todos los ros-
tos; y temo que a mi alrededor comenzé a crecer la sospecha,
porque era posible (dada mi experiencia personal en estos mares),
de que hubiera indicado al joven amigo dénde debia dragar en
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