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MUJERES DE LA BIBLIA
LA ESPOSA DE CAÍN
Espinos y abrojos al este del Paraíso
Génesis capítulo 4 – Judas versículo 14
¿Dónde estarían los leones mansos que jugaban con Adán y Eva y
les lamían amigablemente la mano? Las bestias salvajes que nos rodean
ahora, están llenas de desconfianza. Tienen una mirada agresiva y huyen
de nosotros. Al quebrase la amistad entre el hombre y Dios, se ha hecho
mucho más difícil la amistad entre el hombre y los animales. Hay brechas
muy profundas que dividen a la creación. La serpiente, astuta y mal
intencionada, comenzó la desunión.
La esposa de Noé
Génesis capítulos 6; 7; 8 y 9
Rebeca
Canaán, en un marco tan sencillo, vi por primera vez el rostro del hombre
que iba a significarlo todo para mí desde allí en adelante.
Fue emocionante llegar junto con Isaac y nuestros acompañantes al
campamento de Abraham y recibir la bienvenida de todos, y
especialmente conocerlo a él. Las mujeres empezaron a preparar una
gran cena. Encendieron varios fuegos y asaron cabritos y tortas al
rescoldo. Los hombres cantaban acompañándose con distintos
instrumentos musicales, especialmente flautas y salterios. Luego, Isaac
me llevó a la tienda de Sara. Esa iba a ser mi tienda. Allí estaban los
tapices y los cojines de piel de cabra teñidos de azul y rojo; allí estaban
sus joyas, sus hermosos velos, sus perfumes predilectos. Ahora yo tenía
el derecho de usar todo lo que era de Sara, de ocupar el lugar de Sara, y
además, la gran responsabilidad de hacer feliz al hijo de Sara. Bueno,
esto no fue difícil. Isaac era realmente manso, pacífico, y tenía una mente
muy espiritual. Me cuidaba como su más preciosa posesión, y yo le
obedecía reconociéndolo como la persona que más autoridad tenía sobre
mí en la tierra, no solo por ser mi esposo y cabeza, sino por ser el
depositario del pacto de Jehová y su más fiel servidor después de la
muerte de Abraham.
Pero no fue todo gozo en nuestro matrimonio. En la vida, lo amargo
y lo dulce siempre se intercalan, y a veces hasta se mezclan en la misma
copa. Con el pasar de los años una sombra se fue extendiendo sobre
nuestra felicidad. Los hijos que tanto deseábamos no llegaban. Isaac me
instaba a confiar en Jehová cuando me veía llorar de desilusión.
Poco a poco, me fueron invadiendo muchos temores amargos.
¿Que sería de mi vida si un día, cansado de esperar Isaac, me enviara de
vuelta a Padán-aram y tomara otra esposa? ¿Cómo podría yo decirles a
mis hermanos que sus palabras de despedida habían sido en vano?...
“Seas la madre de miles de millares…” Lo sentía especialmente amargo
porque siempre se consideró que una mujer sin hijos no era bendecida
por Dios.
¿Y sin Isaac tomara otra esposa sin despedirme, y yo me viera
relegada y sustituida en mi propio campamento? Un día le conté todas
esas preocupaciones a él, y me consoló diciéndome que jamás pensaría
en tomar una concubina como había hecho su padre.
-“Tengo confianza- dijo- en que nuestro hijo llegará un día, y no
quiero que tenga que sufrir sintiéndose perseguido por los celos de un
hermanastro, como sufrí yo cuando Ismael me perseguía dentro de mi
propia casa”.
Al cabo de veinte de veinte años de larga espera, aparecieron las
evidencias de que el milagro iba a producirse. Una gran felicidad me
inundó. ¡Al fin cumpliría con el propósito de haber llegado al campamento
de Abraham!
Pero de nuevo, lo amargo y lo dulce se mezclaron. Yo sentía cosas
extrañas dentro de mí que me hacían temer lo que sucedería. Me puse en
oración delante de Jehová y entonces oí las memorables palabras de
Dios: “Dos naciones están en tu seno, y dos pueblos serán divididos
desde tus entrañas, y un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor
servirá al menor”.
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
consejo u opinión a Isaac y a mí. ¿Qué hijos podría criar con una
adoradora de demonios, una de esas hititas descaradas que me
amargaban la vida con su presencia? Pensé que si Jacob hiciera lo
mismo yo perdería todo deseo de vivir. Él tenía ahora setenta años, era
tiempo de que buscara una esposa, pues recaía sobre él la
responsabilidad, de continuar levantando la descendencia de Abraham,
para que llegara a ser “padre de una multitud” como Jehová había
prometido. Por eso, y para alejarlo de su vengativo hermano, lo enviamos
a mi hermano en Padán-aram. Viajeros venidos de allá nos habían traído
noticias de que Laban, tenía dos hermosas hijas solteras. Allí Jacob
hallaría una madre digna para sus hijos, una adoradora de Jehová.
Fue una satisfacción para mí que Isaac aprobara el viaje y lo
volviera a bendecir, repitiéndole lo que Dios le había prometido a
Abraham, y esta vez sabiendo que era Jacob quien recibía la bendición.
Como siempre nuestro amado hijo no opuso ninguna resistencia a
nuestra voluntad. Por fin íbamos a tener nietos, aunque tal vez nunca los
viéramos. La idea era muy dulce, pero la despedida fue amarga. El era el
verdadero compañero de nuestra vejez, el que velaba por nosotros. No
era fácil despedirse de un hijo así, menos aún cuando Isaac tenía ya 130
años y estaba ciego, y yo empezaba a sentirme abrumada físicamente
bajo el peso de mis 110 años. Cierto, estábamos rodeados de fieles
siervos que habían trabajado y vivido con nosotros por largo tiempo, pero
los siervos nunca sustituyen a los hijos.
Años después de la partida de Jacob, supimos que estaba
trabajando fuerte para mi hermano Laban, y que Jehová lo había
bendecido con una familia y una importante posesión de ganado, Nos
mandó a decir que un día esperaba volver con un gran campamento para
estar de nuevo junto a nosotros, y nos quedamos soñando sobre ese día.
Esa posible felicidad era nuestro tema predilecto de conversación,
aunque no sabíamos cuando se realizaría, y si estaríamos vivos para
verlo volver.
Al hacer un recuento de mi vida, nunca lamenté el haber seguido la
guía de Jehová y de mis padres, aceptando el contrato de boda que ellos
concertaron con el esclavo de confianza de Abraham. Jamás lamenté el
haber vivido en tiendas, peregrinando junto a uno de los amados
patriarcas que fueron depositarios de las promesas de Jehová. El haber
tenido conocimiento, de la misma boca de Jehová, de que mi vida era el
punto de partida de dos naciones, era un privilegio inmerecido que
compensó de sobra los momentos amargos de mi existencia.
Isaac me reconforté muchas veces asegurándome que esta vida
transitoria no era la única que había para los que obedecen al Dios
verdadero. Aunque muriéramos sin volver a ver a nuestros hijos, Esaú
por haberse establecido en Seir y Jacob por estar tan lejos de Siria, un día
resucitaríamos para enterarnos de cómo Jehová había cumplido su
promesa hecha a Abraham, de hacer su descendencia numerosa como
las estrellas del cielo. Isaac mismo había escuchado esas palabras, atado
en el altar donde Abraham iba a sacrificarlos por mandato de Dios. El
decía que, si el ángel de Jehová había detenido la mano de s padre
cuando estaba por bajar el cuchillo sobre él, eso era en sí, nos solo una
prueba de que Dios estaba satisfecho en cuanto a la obediencia de
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Álef Guímel
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Jokébed
Una vida en el marco de la esclavitud
Éxodo, capítulos 2 y 3
Números 26:59
ardientemente salvar del decreto mortífero del faraón. No era posible salir
de Egipto, ni ocultarlo por mucho tiempo. Logré esconderlo por tres
meses. Cada vez que veía soldados en la calle mi corazón se agitaba
dolorosamente. ¿Vendrían a buscar al niño? ¿Estarían sobre aviso?
Me preocupaban mucho algunas mujeres de nuestro pueblo que
estaban inclinándose a dioses egipcios. Parecí que se habían dedicado a
observarme y decían cosas con doble intención:
-“¿Qué pasó con el niño que esperabas? Nadie ha visto a los
soldados venir a buscarlos. Tú no tienes cara de duelo como las madres
que tuvieron que entregar a su hijo para que lo arrojen al Nilo. No quieres
hablar porque estas ocultando algo. ¿Acaso te sientes mas privilegiada
que las demás?”
Un día tuve que tomar una decisión valerosa, porque era imposible
continuar así. Jehová vio la tribulación que había en mí y puso una idea
muy buena en mi mente. Preparé una cesta, siguiendo el modelo de las
embarcaciones de papiro que trasportan varias personas. El papiro es esa
hermosa planta acuática, como lo indica su nombre “planta de río”. Sus
hojas anchas y largas pueden elevarse a casi cinco metros de altura y
provee material para muchas cosas: barcos, canastos, sandalias, cajas, y
en planchas prensadas de hojas entretejidas, ha probado ser un material
muy durable para escribir.
De modo que tejí la cesta, la barnicé con una mano de betún y con
resina de pino para hacerla impermeable, como le hacen a las
embarcaciones, y allí a aquel bebé tan hermoso para dejarlo flotando a la
orilla del Nilo, donde la princesa acostumbraba a bañarse en los días
plácidos. Amran, mi esposo, aprobó el proyecto.
Hablé con Miriam, mi hijita, acerca de la misión que ella tendría que
cumplir. Vigilaría desde un lugar cercano, y cuando la princesa
descubriera la cesta, se acercaría para ofrecerle una nodriza que criara al
niño. –Tienes que ser fuerte hijita, y estar preparada para lo que venga. La
princesa comprenderá enseguida que se trata de un bebé hebreo, porque
es rosado y robusto, tan diferente de los bebés egipcios, menudos y de
piel oscura. Imagínate que la princesa dijera: “Es necesario entregar al
niño a los soldados inmediatamente”. ¿Vas a ser fuerte entonces y
alejarte resignada y sin decir palabra?
Me prometió que así lo haría. Esto sería muy duro para ella, porque
estaba tan encariñada con su hermanito. –Cuando tú seas madre o
abuela, Miriam tal vez seamos un pueblo libre que no tenga que ver a sus
hijos sacrificados. Pero ahora somos esclavos, no tenemos derecho a
protestar ni a pedir nada, mucho menos a maldecir, porque nos costaría
la vida. Los esclavos, cuando tenemos un dolor muy grande, lo único que
podemos hacer es tragárnoslo ¡Mejor que tú aprendas esto desde niña!
Llegó el día elegido, y salimos Miriam y yo, muy temprano, en
dirección al Nilo con la valiosa carga viviente y una esperanza en el
corazón. Se comentaba que la joven princesa era una persona compasiva,
de nobles sentimientos, muy diferente a su padre, el Faraón. Depositamos
el niño entre las plantas que bordean el río, cerca del palacio, y yo volví a
casa, hablándole a Jehová dentro de mí todo el camino, encomendándole
al niño y diciéndole una y otra vez cuánto deseaba que viviera para
servirlo. Pasaron algunas horas y al fin Miriam entró en nuestra humilde
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
vivienda con carita radiante. Antes que pudiera decirme nada comprendí
que todo había salido bien. Me presenté ese mismo día ante la princesa y
ella me fijó un salario para criar al niño. ¡Qué cosa maravillosa estaba
haciendo Jehová por nosotros! Podríamos estar con el niño, inculcarle fe
y amor hacia el Dios verdadero, y todavía recibir pago material por
hacerlo.
-¿Sabes mamá? Cuando la princesa lo vio se enterneció tanto, y
dijo: “Le llamaremos Moisés porque ha sido salvado de las aguas”.
-Es un nombre muy bonito, Miriam, aunque no sea un nombre
hebreo. Tendremos que olvidarnos de los nombres que nosotros
habíamos elegido para ponerle.
Los años fueron pasando y el niño crecía hermoso y sano. Cuando
ya no necesitó leche materna y cuidados especiales, tuve que entregarlo
al palacio para que recibiera la educación superior como miembro de la
familia real, ya que era el hijo adoptivo de la princesa. Luego Moisés
solicitó que me dejaran venir regularmente a verlo porque me había
tomado cariño como nodriza. Tenía que emplear muchas horas recibiendo
instrucción política, histórica, militar, y todo o que constituía la cultura
egipcia. Le quedaba también algún tiempo para juegos y recreo en los
jardines del palacio. Los guardias me conocían y me dejaban pasar a
verlo. Siempre hallábamos algún tiempo para hablar de nuestras
esperanzas de la liberación y de las cosas hermosas que Jehová había
prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Todo esto era un gran consuelo
para mí. Años después del nacimiento de Moisés nacieron muchos hijos
varones entre los judíos en cautiverio. Pero los egipcios ya se habían
olvidado del decreto de muerte contra los bebés hebreos.
Fue un deleite criar tanto a Aarón como a Moisés. Escuchaban con
gran atención cuando les hablábamos de Jehová, el Dios del cielo. Ambos
niños eran muy diferentes en su personalidad. Aarón tenía facilidad de
palabra y era muy conversador. Moisés en cambio era calladito y retraído.
Tenía una leve tartamudez, lo cual quizás era una de las causas porque se
privaba de conversar. En cambio, aprendió a escribir con mucha facilidad,
y lo hacía tan bien en egipcio como en hebreo. De vez en cuando me leía
alguno de sus ingeniosos poemas.
La princesa estaba orgullosa de su hijo adoptivo y lo vestía
regiamente. Cuando creció le confiaron algunas misiones importantes en
el palacio y era evidente que esperaban que fuera una persona valiosa
para el estado cuando llegara a ser un hombre maduro. Muchas veces
Amram y yo tuvimos temor de que Egipto lo mareara con sus halagos, y
que el lujo desenfrenado del palacio lo hiciera olvidar de su pueblo, cada
vez más oprimido por la esclavitud. De vez en cuando teníamos
oportunidad de hablar con él, y entonces nos tranquilizábamos porque su
corazón no había cambiado.
Una noche, Amram y yo estábamos acostados. Ya hacía varias
horas que había caído el sol. Oímos que alguien empujaba la puerta y
entraba. Amram se levantó y preguntó:-¿Quién anda allí?
Entonces oímos la amada voz de nuestro hijo en tono bajo:- Padre,
madre, no se asusten; soy yo Moisés. Por favor, no levanten la voz. Nadie
deber saber que estoy aquí.
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
¡Qué extraño! El nunca venía a los barrios de los esclavos para que
la gente no sospechara la relación que tenía con ellos, y especialmente
con nosotros, su familia. Alguna razón muy especial tenía que haber para
que viviera a tan altas horas de la noche.
En el brasero todavía ardían algunos carbones del fuego en que
había calentado en la cena. Arrimé una antorcha y la encendí para poder
verlo mejor. No tenía las ropas señoriales que usaba en el palacio, sino la
ropa rústica de los sirvientes más humildes.
-Hijo mío, ¿Qué pasa por qué estas vestido así?
-Muchas cosas han sucedido en pocos días y debo huir lejos. No
podía irme de Egipto sin verlos una vez más, padres queridos. Hace
pocos días vi a un capataz egipcio castigando brutalmente a un hebreo y
la sangre ardió en mis venas. No pude soportarlo y me trabé en lucha con
el egipcio mientras el esclavo escapaba. Sin darme cuenta, puse tanta
fuerza en mis manos que lo maté, aunque no era esa mi intención. Pensé
que nadie estaba observando la escena y lo enterré allí mismo, seguro de
que la cosa no iba a pasar de allí, pero al día siguiente encontré dos
hebreos luchando entre ellos y quise separarlos. Le dije al más agresivo:
“¿Por qué debes golpear así a tu compañero?” Y él me contestó con ira:
“¿Quién te nombró a ti juez y príncipe sobre nosotros? ¿Tienes pensado
matarme a mí como hiciste con el egipcio?”
Me alejé de allí muy dolorido, porque parece que los hebreos están
tan confundidos que ya no entienden la diferencia entre los que los
atacan y los que los defienden. Evidentemente este no es el momento
para ayudarles a conseguir su liberación. Y ahora, alguien me advirtió que
el asunto llegó a oídos del Faraón y ha dada ordenes de buscarme y
darme muerte. En Egipto cualquier criminal puede quedar impune, pero
no los traidores, y eso es lo que Faraón piensa de mí. Soy alguien a quien
se le ha ofrecido todo a cambio de su lealtad: riquezas, poder, honores…
¡Y ahora han descubierto que mi corazón está con los esclavos!
-¿Qué piensas hacer ahora hijo?- Preguntó Amram.
-Pienso irme a Madián y trabajar como cualquier jornalero. Aunque
los egipcios sienten desprecios por cualquiera que pastorea ovejas, pues
lo consideran un trabajo no digno de hombres emprendedores, a mí me
gusta hacerlo y en Madián es un muy común. Empezaré por allí, y luego
Jehová me indicará cuál es su voluntad. Ustedes me enseñaron que
cuando Abraham estaba preocupado por morir sin descendencia, Jehová
le hizo llegar una promesa: “No temas Abraham. Soy para ti un escudo”
Eso es lo que espero que Jehová sea para mí en este momento difícil.
-Hijo ya tienes cuarenta años. Cuando estés en Madián Cásate y
forma tu familia. Tú también como Abraham deberías preocuparte por tu
descendencia.
Moisés nos aseguró que así lo haría. Luego sus amorosos brazos
nos rodearon y nos besó varias veces. Antes de marcharse me dejó un
encargue que cumplir:
-Mamá, yo sé que mi desaparición será un duro golpe para la
princesa. Estoy defraudando todas las esperanzas que ella puso en mí, y
me duele hacerlo. A medida que la situación de los hebreos se fue
agravando quise interesarla en el asunto para que usara su influencia y
tratara de aliviar sus cargas. Pero no hizo nada. Quizás tiene miedo de
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Miriam
Álef Guímel
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Rahab
De espaldas a Jericó
Josué capítulos 2 al 6
denunciarlo, las cabezas de todos los que están en esta casa van a rodar
por el suelo.
Fue un momento terrible. Me recosté contra el marco de la puerta
porque pensé que iba a desvanecerme. Solo mi recién nacida fe en el Dios
de los hebreos podía sostenerme en pie. Corrí a la azotea en cuanto ellos
desaparecieron y llamé a los jóvenes, que ya estaban acostados entre el
lino como para pasar la noche.
-Ustedes no pueden quedarse aquí de ninguna manera esta noche.
Mi familia y yo estamos en peligro de muerte si descubren que los
tenemos escondidos. Tienen que irse de cualquier forma, y deben huir
hacia las montañas porque los buscan para el lado del río.
Era imprescindible que salieran de nuestra casa cuanto antes. Pero
¿cómo? No podían bajar por la escalera, a la vista de todos. No quedaba
otra posibilidad que la ventana que daba al muro exterior pero estaba a
gran altura. Saltar era imposible... Entonces me acordé… ¡bendita idea!
¡La cuerda de lino! Tenía como 30 metros de cuerda de tejida, teñida de
rojo, que aún no había vendido. Con ella podíamos ayudarlos a
descolgarse por la ventana y huir resguardados por la oscuridad de la
noche.
Pero no podía dejar ir a aquellos hombres sin hacer un pacto con
ellos. Sabía cuánto significaba para ellos el nombre de Jehová y que
jamás lo usarían para jurar en falso, por eso les pedí que me juraran por
su Dios que cuando vinieran a tomar Jericó salvarían mi vida y la de mi
familia.
Me lo juraron. El pacto que hicimos contenía tres cláusulas: 1) Que
no divulgaríamos nada del asunto; 2) que cuando ellos volvieran
debíamos estar todos dentro de la casa, pues no responderían por la vida
de cualquiera que estuviese fuera; y 3) que dejaríamos un pedazo de esta
cuerda roja colgando de la ventana. Nos despedimos de ellos llenos de
ansiedad y expectativa. Les rogué que se quedaran escondidos en las
montañas por lo menos tres días, mientras los soldados los buscaban.
Nos tranquilizamos mucho cuando supimos que habían vuelto sin ellos.
Ahora solo quedaba esperar liberación.
Pasaron varios días más, y una mañana, con las primeras luces del alba,
nos despertamos con un sonido desacostumbrado. Era un sonido de
marcha, y luego de trompetas. Saltamos todos de la cama y corrimos a la
ventana que daba al muro exterior. ¡Qué espectáculo! El pueblo de Israel
en pleno, más de dos millones de ellos, estaban rodeando a Jericó.
Caminaban sin prisa y en silencio. Todos los hombres jóvenes, armados,
iban al frente siguiendo a un anciano de figura erguida que los
comandaba. Era Josué, el que había quedado al mando del pueblo
después de la muerte de Moisés. Detrás de los hombres de guerra, los
sacerdotes cargaban el arca sagrada cubierta con un lienzo, y detrás de
éstos marchaba el resto del pueblo, mujeres, niños, ancianos.
Mi padre me llamó la atención:
-¡Mira, allá, esas dos cabezas que se vuelven para mirarnos! ¡Son
los muchachos que estuvieron en casa! Nos saludaban agitando la mano
y sonreían con aire de triunfo. Nuestras cabezas apiñadas en la ventana y
el pedazo de cuerda roja, les daban la seguridad de que habíamos
guardado el pacto.
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
contra de nosotros? La respuesta fue: -No, sino que yo… como príncipe
del ejército de Jehová he venido ahora. Este príncipe angelical le había
delineado a Josué el proceder que debía seguirse para tomar a Jericó.
¡Que bien que habíamos sabido esperar y no nos habíamos desalentado
porque el fin no venía en el momento ni de la manera como lo habíamos
esperado!
Nuestra llegada al campamento de Israel fue otra sorpresa. Yo
había pensado que iba a encontrar un campamento desordenado,
improvisado, de cualquier manera. En cambio, todo tenía un orden y una
limpieza sorprendentes. En medio estaba la tienda sagrada, y alrededor
las tribus acampadas; cuatro al norte cuatro al sur, cuatro al este y cuatro
al oeste.
Mis primeros días entre ellos fueron inolvidables. Me encantaba
visitar diferente tiendas y ver como estaban arregladas. Aprendí a hacer
las comidas que mas les gustaban a los israelitas, y tejidos en telar que
en Jericó no sabíamos hacerlos. Me hubiera encantado poder entrar en la
tienda que servía como templo, pero me dijeron que eso no estaba
permitido a los gentiles y tuve que conformarme con imaginar las cosas
que los sacerdotes hacían allí. Me emocionaba mucho pensar que dentro
del Santísimo Jehová les hablaba en ocasiones especiales para
manifestar su voluntad, en asuntos de interés para toda la nación.
Mi familia y yo continuamos viviendo con ellos durante los seis
años de guerra de la conquista. Nos sentíamos parte de Israel. Con ellos
festejábamos las victorias, y con ellos llorábamos a los caídos en la
guerra. Durante ese tiempo 31 reyes fueron vencidos y mucha tierra fue
sojuzgada. No habían llegado aún los límites que Jehová había señalado
para la tierra, pero el pueblo estaba cansado de tanta lucha y decidieron
quedarse así y empezar a disfrutar la paz. Entonces vino la división de las
tierras. Cada tribu y cada familia recibieron su porción.
Salmón era un israelita que se había hecho muy amigo de nosotros
y frecuentemente nos visitaba cuando había una tregua en la guerra, o
cuando le daban algunos días de descanso. Así que ahora vino a
contarnos con gran gozo acerca de los campos que le correspondían
dentro del territorio de la tribu de Judá. Me sorprendió grandemente
cuando si yo quería compartir su vida y su herencia como esposa suya.
Pero Salmón, -le dije-. ¿Acaso te olvidas de la clase de mujer que yo he
sido y de la vida que yo he vivido?
Su respuesta fue: Rahab, si Jehová te consideró digna de ser
salvada de la destrucción de Jericó, yo también te considero digna de ser
una madre en Israel. Yo te pido por favor, si vas ha ser mi esposa, no
recuerdes más todo aquello. Tu pasado quedo enterrado en las ruinas de
Jericó y nadie lo va ha sacar de allí.
Nos casamos y fuimos muy felices. Muchas veces comentamos con
Salmón que la realidad había superado todos los sueños. Cuando
mirábamos los campos cultivados, las colinas llenas de rebaños, el
continuo aumento del pueblo, y nuestros hijos creciendo sanos y alegres,
no encontrábamos palabras para darle gracias a Jehová por sus
bondades. Solo había una cosa que perturbaba aquel cuadro de paz. Era
un pensamiento que estaba sobre nosotros siempre, como una espada:
era la incertidumbre de que algún día tendríamos que morir. Y a veces se
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
RUT
Una nueva vida dentro de un pueblo diferente
Rut, capítulos 1 al 4
-Podría hacerlo hasta el año del jubileo, cuando la tierra debe ser
devuelta a sus dueños legítimos, de acuerdo a la ley de Moisés. Esta
es una sabia disposición de Jehová, para impedir que los ricos se
hagan poderosos y acaparen tierra, quitándole definitivamente a
una fanlilia en desgracia, la porción hereditaria que ha recibido.
Pero aún así, al no tener herederos, nadie reclamará mi posesión en
el año del jubileo. Nadie podrá decir de allí en adelante: Estos son los
campos de Elimelec, Mahlón y Kilión. Entonces, hasta el nombre de
ellos será olvidado. Por eso es tan triste volver y decirles a los que
me conocen que lo he perdido todo, que no hay nadie que pueda
recibir esas tierras, trabajarlas y poblarlas. Me mirarán como
alguien a quien Dios no bendice, alguien que no merece tener un
nombre en Israel.
se hiciera sentir en todo su rigor. Por todos lados se veían los grupos
de los segadores, y sus cantos llenaban el aire. Después que ellos
hacían lo más grueso del trabajo, los pobres del pueblo y los
refugiados extranjeros tenían entrada libre al campo. Sin saber por
qué, dirigida por Dios, pedí permiso para cosechar en el campo de
un hombre muy mayor y rico, estimado y respetado en la región,
cuyo nombre era Boaz.
-Eso quedó muy atrás en el tiempo, Rut. Es una pena que surgiera
ese antagonismo. Ustedes son descendientes de Lot y nosotros de
Abraham. Somos en realidad, parientes. Nuestros idiomas se
parecen tanto, que no es difícil entendernos. Individualmente, los
moabitas en realidad nos tratan bien, y nosotros a ustedes. Cuando
Elimelec y yo llegamos con los muchachos buscando refugio en
Moab, muchos se mostraron compasivos y nos ayudaron a empezar
de nuevo. Además, hay una razón poderosa para que Boaz se sienta
inclinado a ser bueno con los extranjeros. Su madre también fue una
muchacha pagana que, como tú, abandonó su tierra y sus dioses
falsos, y vivió en Israel hasta su muerte. Boaz es uno de los hijos de
Rahab, la mujer de Jericó que albergó a los espías de Israel, y fue
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Álef Guímel
Mujeres de la Biblia 1
www.alefguimel.net
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Débora
Una mujer profética dirigiendo una guerra
Jueces capítulos 4 y 5
Los que vivían en Galaad, del otro lado del Jordán no lo cruzaron
para venir a sumar sus esfuerzos a los nuestros. Los que vivían a orillas
del mar siguieron ocupados con sus naves, disfrutando la belleza de sus
costas. Ellos estaban lejos de la amenaza de los cananeos, por eso no los
conmovió el clamor de sus hermanos en peligro. Olvidaron que, cuando
el nombre de Dios está comprometido en una causa, todos los miembros
de su pueblo tienen la responsabilidad de obedecer y participar en su
vindicación.
Los de Zabulón y Neftalí no pensaron en sí mismos primero. Se
hicieron disponibles arriesgando sus vidas. Por eso escribí que
despreciaron sus almas exponiéndolas a la muerte. La recompensa fue
maravillosa. ¡Vieron el poder de Dios en acción y participaron en la
victoria! ¡Enriquecieron su vida con una experiencia inolvidable!
Así resultaron ser los enemigos de Israel, como pasto que se seca
bajo el calor abrasador del sol. ¿Qué es la carne humana, sino hierba que
no puede desafiar al más resplandeciente sol del universo, que es
Jehová?
Muchos años de paz siguieron a ese período turbulento. La gente
del rey Jabín lloró la muerte de Sísara y el humillante destrozo de su
ejército. Aquella generación nunca se recuperó de esa pérdida, ni se
atrevió más a atacar a nuestros pacíficos campesinos para robarles sus
cosechas. Aprendieron por las malas que quien ataca al pueblo de
Jehová, se acerca demasiado a El para provocarlo, como si intentara
tocar la niña de su ojo.
Álef Guímel
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
La hija de Jefté
Virtud y abnegación
Jueces capítulos 10 y 11
Álef Guímel
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
Mical
las cuales, con sus hijos, compartían los honores y los gozos que él
recibía como rey. Ahora existía una familia real en la cual yo sería
simplemente un opaco integrante.
Paltiel recibió con mucho dolor la noticia de nuestra separación
forzosa. Lloró como un niño, porque había llegado a quererme y no se
resignaba a dejarme ir. Durante un largo trecho del camino su carro
siguió al de Abner. Paltiel no podía dejar de llorar, hasta que Abner se
encaró de nuevo con él y le dijo que era mejor que volviera a su casa y se
olvidara de mí. ¡Qué amor tan fiel, lamentablemente desperdiciado! ¡Cómo
hubiera deseado yo ver a David llorando la milésima parte de las lágrimas
que estaba derramando Paltiel!
El recibiendo de David fue muy amable. Me sentí halagada por el
honor de vivir en su palacio, y por ser la primera esposa del héroe más
victoreado de la nación. Pero pronto comprendí que David había exigido
mi regreso porque ese era un caso de lesa majestad. Una esposa es
considerada una propiedad de valor, y David no estaba dispuesto a
aceptar la voluntad de Saúl, que ilegalmente me había transferido a otro
hombre. El prestigio el nuevo rey estaba en juego. El tenía que
demostrarle al pueblo, que las decisiones del rey Saúl no eran
incuestionables. En cuanto a mí, debía resignarme y aceptar el hecho de
no ser una esposa amada como Abigail, o como Bat-Seba. Yo era
simplemente un premio de guerra, ganado con riesgo de su vida; algo
para exhibir, no para disfrutar.
Poco después de llegar al palacio real cometí el error más
lamentable de mi vida. A David le dolía pensar que el arca sagrada, que
desde los días de Moisés había representado la presencia invisible de
Dios entre su pueblo, estuviera guardada en la casa de un levita, después
de haber sido hurtada y devuelta por los filisteos, y no tuviera un lugar
digno donde morar. Le oímos comentar al rey algunas veces que, no era
lógico siendo él un simple humano, que habitara en un regio palacio y el
arca sagrada no tuviera el templo que merecía.
David decidió hacer traer el arca al Monte Sión y alojarla en una
tienda especial. Esto di motivo a una gran fiesta, y se pidió a todo el
pueblo que participara expresando su alegría, porque al estar el arca en
Sión, el asiento del gobierno teocrático, fluirían bendiciones a toda la
nación. Músicos y cantantes levitas integraban la gran procesión. El arca
venía cubierta por un lienzo, sobre los hombros de algunos sacerdotes.
David escribió su primera canción de acción de gracias para esa ocasión,
y la entregó a los hijos de Asaf para que se encargaran de cantarla
cuando el arca sagrada estuviera entrando en Sión.
Yo observaba desde una de las ventanas del palacio y algo me
sacudió de sorpresa. ¡El rey venía danzando por la calle, vestido con un
simple efod de lino! Me pareció absurdo que no estuviera vestido con sus
ropas reales, para saludar al pueblo con la dignidad propia de la ocasión.
Lamentablemente, no supe interpretar aquella forma sencilla de
expresar su alegría, sin protocolo ni formalidades. Tampoco supe frenar
mi lengua, y cuando salé a encontrarme con los festejantes, al enfrentar a
David, cometí la locura de decirle que se había portado como un
casquivano al expresar su gozo bailando con ropas livianas. La gente en
cambio, disfrutaba de todo con un gozo delirante. Antes de retirarse a sus
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
hogares, cada hombre, mujer y niño, recibieron una torta anular de pan,
una torta de dátiles y una de pasas.
Después de aquel mal momento frente a David ese día, me castigó
ignorándome como esposa. No se divorció de mí ni me dejó libre para
iniciar una vida fuera del palacio. Tuve que quedarme en mi lugar, como
un objeto decorativo. No me falta nada en cuanto a cosas materiales, pero
me falta amor. Nunca tuve hijos que me consolaran. De mi familia no
queda casi nadie. Mi padre, Jonatán, y otros dos hermanos míos,
murieron en una batalla contra los filisteos. Mi hermana Merab también
murió dejando cinco hijos en los cuales volqué mi cariño, y mi instinto
maternal insatisfecho. Luego, hubo un problema serio con los gabaonitas,
por una injusticia que Saúl había cometido contra ellos. Los gabaonitas
exigieron que se les entregaran siete descendientes de Saúl para
matarlos, a fin de dar la ofensa por vengada y no tomar represalias más
severas. Cinco de ellos fueron los hijos de Merab.
Ahora, en mi vejez, tengo mucho tiempo para pensar y comprendo
que David fue muy noble a pesar e sus errores. Dos veces tuvo
oportunidad de matar a Saúl, su enconado enemigo, y no lo hizo porque
era el ungido de Jehová para el reino. Hizo venir al palacio a Mefibóset, mi
sobrino, hijo de Jonatán, lisiado de ambos pies. Le entregó tierras que
habían pertenecido a Saúl y aseguró el sustento de su familia. Pero, el
propio Mefibóset tiene un asiento concedido de por vida en los
comedores del palacio, por el amor que David sintió por Jonatán, su
padre.
Es indudable que el corazón de David ha estado fijo en la adoración
de Jehová. Su más ardiente deseo ha sido siempre que Jehová también
tenga una casa dedicada a El en Israel. Un ángel fue enviado para dar
reconocimiento a ese propósito y le ordenó que comprara la era de
Arauna, el jebuseo, en un lugar rocoso más elevado que Sión, al norte, en
el Monte Moría, el mismo lugar en que Abraham ofreció simbólicamente a
Isaac en sacrificio. Se le advirtió que él no tendría el privilegio de edificar
ese templo porque había sido un hombre de guerra. En cambio, Salomón,
su hijo, lo edificaría respaldado por Dios, en un tiempo de paz y
prosperidad.
David no viviría muchos días después de esto, pues está muy débil
y enfermo. Pero, tiene la inmensa alegría de saber que la obra se realizará.
Ha hecho todos los preparativos posibles para facilitarle a Salomón esta
tarea. Hay grandes cantidades de mármol, madera, oro y plata, listos para
ser usados. Hasta los cantantes y músicos están asignados desde ya. Sin
duda, será el edificio más hermoso del mundo.
David anunció públicamente que deja su tesoro personal de oro y
plata como contribución para la obra del templo. El pueblo, después de
escuchar al rey, se sintió movido a contribuir generosamente. Salomón ha
recibido hasta los planos detallados, de la mano de su padre. Nuevamente
nuestro amigo, el rey Hiram de Tiro, ofreció mano de obra y material para
este proyecto gigantesco.
Este es el gran día de la coronación. Salomón, el segundo hijo de
Bat-Seba, montando la mula de David, salió del palacio y anduvo por las
calles de Jerusalén. La columna de gente que lo sigue crece
continuamente. Junto al manantial de Guihón, en las afueras de la ciudad,
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Álef Guímel
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
LA MUJER DE SUNEM
El premio a la hospitalidad
2 Reyes 4: 8-37
2 Reyes 8: 1-8
dijimos que esa pieza era suya, que nadie más la ocuparía y estaría
siempre lista y limpia para albergarlo.
Las estadías de Eliseo en Sunem nos dieron la oportunidad de oír
de sus mismos labios los hechos poderosos que Jehová realizó usándolo
como instrumento. Le emocionaba relatarnos la extraordinaria
experiencia de ver a Elías, su amado maestro, ascendiendo a la altura en
un carro de fuego y dejando caer su manto, su vestidura oficial de
profeta. Elías le había asegurado que, si lo veía al ser quitado de su
presencia, recibiría una doble porción del espíritu o poder con que
Jehová lo había dotado a él. Eliseo había querido saber si el uso de aquel
manto le confería ese poder. Se dirigió al Jordán y, golpeando sus aguas,
preguntó: “¿Dónde está Jehová el Dios de Elías?” La respuesta no se
hizo esperar. Las aguas del Jordán, separándose gradualmente, le dieron
paso sobre el lecho del río.
Por él mismo, y por otros que comentaban sus milagros, nos
enteramos como habían sido sanadas con sal las aguas malas de Jericó.
En otra ocasión, cuando unas calabazas silvestres puestas por
equivocación en un guisado lo habían contaminado con un veneno
mortal, un simple puñado de harina en las manos de Eliseo lo habían
convertido en una comida saludable.
Era evidente que Eliseo disfrutaba de la hospitalidad de nuestra
casa. En una de las ocasiones en que vino a pasar unos días, envió a
Guejazi, su asistente, adonde yo estaba en mis tareas, para preguntarme
si había algo que podía hacer por mí. Estaba dispuesto a interceder ante
el jefe del ejército p aún ante el rey, si hubiera alguna petición que hacer a
mi favor.
Le dije que no echaba de menos nada, ya que vivía en medio de mi
pueblo, gozando de todas las ventajas que la ley me concedía como
israelita natural. Guejazi, volvió a subir con mi respuesta. Un momento
después regresó diciendo: “Eliseo te llama”. Subí a su pieza y me quedé
de pie a la entrada. Entonces él dijo algo maravilloso que resuena en mis
oídos todavía: “A éste tiempo fijo, el año que viene, tendrás un hijo en tus
brazos”. Mi respuesta turbada de asombro fue: “¡¡No amo mío, oh hombre
del Dios verdadero! ¡No digas mentiras a tu sierva!”
Pero fue verdad; al año siguiente yo tenía un hijo en mis brazos.
Creció sano y hermoso. Le gustaba andar por los campos siguiendo a su
padre y a los segadores. Un día, uno de los peones apareció en la casa
cargando en brazos al niño que se quejaba constantemente.
_ “El señor me ordenó que lo trajera porque desde hace largo rato le
oímos decir: “¡Ay mi cabeza! ¡Ay mi cabeza!” Le hemos mojado la frente,
lo hemos hecho descansar a la sombra, pero no se le pasa”.
Eso fue en las primeras horas de la mañana. Yo me senté con él
sobre las rodillas sin saber qué hacer para mejorarlo. Cada momento que
pasa lo veía peor y su respiración era cada vez más agitada. Al mediodía
murió. En medio de la terrible angustia que se apoderó de mí, mi mente
estaba llena de un solo pensamiento: ¿Por qué me había dado Dios un
hijo que no esperaba si debía perderlo así? Solo el profeta podía saber la
respuesta. A esta altura del año él estaba en el monte Carmelo. Tenía que
ir a su encuentro.
MUJERES DE LA BIBLIA TOMO 1 - MUJERES DE LA BIBLIA
NITOCRIS
Daniel capítulos 4 y 5
hermano mayor, Evil Merodac, reinó solamente dos años. Cometió errores
y no se hizo querer por el pueblo. Mi cuñado, Neriglisar, lo asesinó y
usurpó el poder. Cuatro años después, él murió, y su hijo, Laváis Marduc,
ocupó el trono. Este sobrino mío era un hombre joven libertino,
irresponsable. Su vergonzoso reinado duró solo nueve meses, hasta que
alguien puso fin violento a su vida. Nabonido, mi esposo, era entonces
gobernador de Babilonia. El pueblo lo respetaba, y muchos lo señalaron
como la persona indicada para ocupar el trono y dirigir todo el imperio.
Nabonido había sido el yerno predilecto de mi padre, porque tenían
tantas cosas en común. El interés de ambos en el arte, la cultura, la
religión las obras edilicias, los hicieron buenos amigos. Mi esposo es hijo
de una sacerdotisa de Sin, el dios de la luna, y esto causó que
Nabucodonosor lo apreciara aún más. En una campaña militar, Nabonido
conquistó la ciudad de Temá, un oasis de Arabia visitado por muchas
caravanas mercantes. Es un lugar tranquilo y a él le encantaba pasar
largas temporadas allí, escribiendo sobre hechos históricos. Belsasar
entonces ocupaba el trono en representación de su padre. Así estaba,
ejerciendo pleno poder en el reino en ausencia de su padre, aquella noche
trágica en que los dioses de Babilonia probaron estar ciegos, mudos y
paralizados, cuando más se necesitaba que nos defendieran.
Nadie imaginaba en Babilonia que el día en que trajeron los
primeros cautivos judíos y se celebró como una gran hazaña la caída de
Jerusalén ante nuestras fuerzas, allí quedaba señalado el tiempo del
desplome para nosotros, ante el avance de Ciro, rey de Persia, sesenta y
ocho años después.
Daniel nos hizo entender que no fue por la superioridad de
babilonia que Jerusalén cayó, sino porque Jehová decretó setenta años
de cautiverio para su pueblo, en castigo por sus infidelidades.
Daniel había llegado a Babilonia como adolescente cuando, durante
el primer sitio a Jerusalén, diez años antes de su caída, los babilonios
habían tomado cautivos, hijos de nobles y príncipes, jóvenes inteligentes
y sin ningún defecto físico, lo mejor de la juventud, a fin de usarlos en
importantes puestos en la corte.
Daniel se hizo famoso interpretando los sueños de Nabucodonosor,
especialmente aquél en que él se vio a sí mismo como un hermoso árbol
que era cortado, se le implantaba un corazón de bestia, y se le aseguraba
el recobro de su posición al cabo de siete años.
El tiempo fue transcurriendo, y Babilonia se sentía cada vez más
segura de sí misma, ostentando su poderío y su prosperidad material,
hasta que llegó aquella noche que cambió su lugar en la historia.
Estábamos celebrando el año nuevo, una de las fiestas religiosas más
importantes. Belsasar quiso tener un gran banquete con mil invitados.
Sabíamos que Babilonia estaba amenazada por los medos y los persas y
que estaban cavando un canal. Pero nadie estuvo de acuerdo en
posponer los festejos. Esto equivaldría a dudar de que Babilonia fuera
invencible. Los militares y los nobles concurrieron a la fiesta trayendo a
sus esposas y concubinas muy engalanadas. Yo estuve entre ellos al
mediodía, y luego volví a mis habitaciones a descansar con una gran
inquietud en el corazón, porque mi hijo estaba bebiendo mucho y temía
que hiciera algún disparate o se pusiera en ridículo delante de todos. En
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