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TÉCNICAS

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Movilización e inmovilización
en pacientes accidentados
M. Ruiz Madruga, M. Álvarez Blázquez,
F. J. Fonseca del Pozo, E. I. García Criado

INTRODUCCIÓN
El objetivo fundamental, tras todo suceso traumático, es garantizar la
correcta inmovilización y movilización de los pacientes accidentados. En
este capítulo se describen las técnicas y los materiales actualmente dispo-
nibles en la mayor parte de los puntos de urgencias de España para tales
fines. Se calcula que de un 3 a un 25 % de las lesiones espinales se pro-
ducen durante el manejo inicial o el transporte al centro hospitalario del
paciente, por lo que ante cualquier paciente con sospecha de lesión raqui-
medular se deberán practicar las maniobras que permitan la total inmo-
vilización de la columna, hasta que se descarte la lesión mediante estudio
radiológico. La inmovilización y movilización de pacientes accidentados
se inscribe en el proceso de evaluación inicial.
Se define movilización como el conjunto de técnicas destinadas al despla-
zamiento del paciente accidentado desde el lugar donde se encuentra hasta
otro del entorno, sin que esto suponga un agravamiento de sus lesiones.
Inmovilización, responde al conjunto de técnicas destinadas a conse-
guir, de modo temporal o permanente, la supresión parcial o total de un
miembro o zona corporal (con especial atención a la región cervical).
Como regla general, siempre se debe practicar la inmovilización del
miembro o región afectada, previa a cualquier movilización del acciden-
tado, con lo que se evitará el agravamiento de su lesión. La excepción a
esta regla viene condicionada por tres aspectos:

• La existencia de peligro en el lugar del accidente para el paciente o


equipo sanitario.
• El riesgo inminente para la vida del accidentado.
• Ante un suceso con dos pacientes atrapados, uno de ellos dificulta la
actuación sobre el otro que padece un riesgo inminente para su vida.

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Toda inmovilización y movilización de accidentados requerirá:

1. Planificación previa de la secuencia de actuación que se debe realizar.


2. Sincronización de todos los actuantes.
3. La dirección bajo un único mando.

TÉCNICAS DE INMOVILIZACIÓN
INMOVILIZACIÓN DE LA COLUMNA CERVICAL
La columna cervical es la región de la columna vertebral más suscep-
tible de sufrir una lesión ante un suceso traumático. Su inmovilización
debe garantizarse en todo momento mediante la realización de técnicas
manuales, aplicación de collarines cervicales o inmovilizador tetracame-
ral (dama de Elche). El equipo de urgencias se puede encontrar, básica-
mente, en las tres situaciones que se describen a continuación:

• Paciente sentado, sobre el volante. Para inmovilizar la columna cervi-


cal es necesario que se encuentre en posición neutra y alineada con la
columna dorsal y lumbar. Para ello, el personal sanitario deberá situar-
se en la cabeza del paciente y realizar una inmovilización posterior con
ambas manos, colocando las palmas sobre los pabellones auriculares
del paciente, los primeros dedos sobre la zona occipital, el quinto dedo
sobre el hueso de la mandíbula y el resto de dedos abarcando la cara del
paciente (fig. 1). Una vez inmovilizada, se efectuará una leve tracción
cervical de la cabeza, aproximadamente de 5 kg de peso, al tiempo que
se levanta y coloca con la nariz mirando al frente. Tras situar la cabeza
en posición neutra, se procede a la colocación del inmovilizador o
collarín cervical.

Figura 1

• Paciente en decúbito supino. El personal sanitario se situará en la


cabeza del paciente y realizará una inmovilización posterior con ambas
manos, colocando las palmas sobre los pabellones auriculares del
paciente, el primer dedo sobre el arco cigomático, el segundo dedo
sobre la mandíbula y el resto de dedos hacia atrás, cogiendo la región

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mastoidea y occipital (fig. 2),


después seguirá con la tracción
igual que en el caso anterior.
• Paciente en decúbito prono.
Véase más adelante la rotación
del paciente.

En el mercado existen collari-


nes cervicales blandos y rígidos.
Los primeros están realizados con
materiales poco rígidos, como la Figura 2
espuma o el plástico blando, y
mantienen un grado de inmovilización menor del 5 %, por lo que no
cumplen con eficacia la función pretendida. Además, al no contar con
una abertura traqueal, impiden la valoración de las venas del cuello y el
acceso a una vía aérea quirúrgica de urgencia (cricotiroidotomía). Los
collarines rígidos son más eficaces, limitando cerca de un 90 % la flexión
y un 50 % la extensión, flexión lateral y rotación. Para ello cuentan con
cinco puntos de apoyo: mentón, inserción clavícula-esternón, arcos man-
dibulares, occipital y músculo trapecio. Estos collarines, denominados
Philadelphia, cuentan con una abertura anterior que permite un acceso
fácil a la tráquea y a las venas del cuello.
La colocación de un collarín implica la participación de dos profesiona-
les, que denominaremos A y B: el A se situará en la cabecera del pacien-
te, colocando la cabeza en posición neutra, tal y como se describió ante-
riormente; el B procederá a elegir el collarín del tamaño adecuado al
paciente o ajustará la medida si es extensible. Para ello se mide el espacio
comprendido entre el arco de la mandíbula y el borde superior del trape-
cio homolateral, colocando los dedos de las manos de manera horizontal
(fig. 3). Esta medida se trasladará a la parte lateral del collarín, eligiendo
el que más se aproxime a aquélla (fig. 4).

Figura 3
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Figura 4

Una vez elegido el collarín por B, éste pasará la parte posterior de éste
por la región occipital y presentará la parte anterior sobre la mandíbula
(fig. 5). Una vez colocado se ajustará y cerrará adecuadamente (fig. 6).
Dado que ningún collarín cervical suprime totalmente los movimientos
de la región cervical, deberá mantener simultáneamente la inmoviliza-
ción bimanual o asociarle un inmovilizador de cabeza.
Este dispositivo, denominado comúnmente «dama de Elche», permiti-
rá liberar el control cervical manual al evitar el movimiento de flexión
lateral de la cabeza. Consta de:

• Una base (debe fijarse a la camilla de tijeras o tabla larga).


• Dos almohadillas laterales con orificios centrales (para valorar la exis-
tencia de otorragia durante el traslado), estas almohadillas laterales
tienen dos terminaciones (una recta para la tabla larga y otra oblicua
para la camilla de tijeras).
• Dos cintas para la fijación del paciente a nivel del mentón y de la frente.
• Cintas para la fijación del dispositivo a la tabla larga o camilla de tije-
ras (fig. 7).

Figura 5 Figura 6

Lado oblicuo
Camilla de tijeras

Lado recto
Tabla larga

Figura 7
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INMOVILIZACIÓN DE LA COLUMNA DORSAL Y LUMBAR


La columna dorsal y lumbar debe inmovilizarse en un plano horizon-
tal sobre un dispositivo rígido. La posición del paciente, para una adecua-
da inmovilización, es en decúbito supino, manteniendo alineado el eje
cabeza-cuello-tronco. Los movimientos de alineación de la región dorsal
y lumbar deben realizarse en bloque, prestando especial cuidado en su
sincronización. Una vez situado sobre el dispositivo de inmovilización,
deben rellenarse los espacios naturales a nivel del cuello, región lumbar
y rodillas con almohadillas o cualquier otro elemento, y fijar al paciente
al dispositivo de inmovilización mediante correas de sujeción.
Las correas deben situarse en el tórax/hombros, cruzándose en X sobre
la pelvis y, además, de manera independiente en los miembros superiores
e inferiores con una cinta adicional.
Para su correcta colocación, primero se fija el tórax; en segundo lugar,
las caderas y extremidades superiores: se pasa la correa por dentro de la

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Figuras 8-11. Pasos de la inmovilización de columna dorsal y lumbar

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abertura de la camilla/tabla (fig. 8), se coloca la extremidad (fig. 9), se cruza


la correa por lo alto del paciente, se realizan las mismas maniobras en el
lado contralateral, se ajustan las correas y se abrochan en el centro (fig. 10).
Para finalizar, se sujetan las extremidades inferiores a la altura de las rodi-
llas (fig. 11). Una buena inmovilización con correas y camilla de tijera per-
mitiría trasladar a un paciente con la camilla, incluso en posición vertical
colocándole la dama de Elche que falta en la figura 11 (p. ej., en domicilios
que tienen habitaciones estrechas y no pasan en decúbito supino).
Como dispositivo de inmovilización se utiliza el colchón de vacío (fig. 12),
consistente en un estructura rectangular en cuyo interior se encuentran
bolitas de poliéster que, al extraer el aire mediante una bomba de vacío, se
compactan, obteniéndose la rigidez deseada. Se coloca al herido y se realiza
el vacío mediante la bomba o el aspirador de secreciones, una vez consegui-
da una consistencia dura y ajustada se ponen las correas para una fijación
total. Si se sospecha una fractura de cadera, se puede colocar una sábana
entre el paciente y el colchón, para que se pueda ajustar y para hacer com-
presión y estabilizar la pelvis (fig. 13), o la tabla espinal larga, superficie
plana, rectangular y rígida, de madera o plástico duro, con pequeñas aber-
turas laterales que se utilizan para colocar correas de sujeción, y que sirven
a su vez como asideros para poder desplazarse con ella.

Figura 12 Figura 13

INMOVILIACIÓN DE EXTREMIDADES
La inmovilización de lesiones óseas de las extremidades superiores e infe-
riores es uno de los objetivos en el medio prehospitalario. Con esto se redu-
ce significativamente el dolor del paciente y se evita el agravamiento del daño
muscular, nervioso y de vasos sanguíneos. Para ello se utilizan las férulas de
extremidades, de las que existen diferentes modelos, aunque las más corrien-
tes en el medio prehospitalario son las férulas neumáticas, de vacío, semirrí-
gidas y de tracción. Todos los modelos constan de diferentes férulas para
inmovilizar las distintas articulaciones de una extremidad. Los materiales
utilizados para su fabricación suelen ser el plástico o el nailon.

• Las férulas neumáticas ejercen la inmovilización de la extremidad afec-


tada mediante la presión del aire introducido en ella a través un disposi-
tivo de inflado. Esta presión se regula con una válvula que permite la
entrada y la salida del aire. Las férulas neumáticas están compuestas por
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varias cámaras de aire que permiten una correcta adaptación al miembro


lesionado.
• Las férulas de vacío realizan su función al contrario que las neumáti-
cas. La presión sobre el miembro afectado se realiza con la extracción
del aire interior por una bomba de vacío. Su interior está compuesto
por bolitas de poliéster, que al extraer el aire, se compactan y adquie-
ren la dureza necesaria para realizar la inmovilización.
• La principal característica de las férulas semirrígidas es la simpleza de su
colocación, no necesitan ningún otro elemento para su empleo, como
bombas de inflado/vacío. Están realizadas de material plástico flexible, y
mantienen la rigidez estructural mediante una varilla metálica.
• Las férulas de tracción son férulas rígidas metálicas, que cumplen los mis-
mos objetivos que las anteriores. Su particularidad reside en la posibilidad
de ejercer una tracción lineal constante sobre el miembro afectado.

La inmovilización de una fractura requiere la participación de dos profe-


sionales. El A efectúa la sujeción del miembro afectado para evitar movi-
mientos, mientras el B descubre el área afectada y realiza una valoración
del pulso, relleno capilar, temperatura y coloración. Posteriormente, A pro-
cede a la alineación del miembro, ejerciendo tracción en el eje de la articu-
lación distal y proximal a la lesión, colocándolo en extensión (fig. 14). Una
vez alineado el miembro afectado, B vuelve a efectuar la valoración del
pulso distal, relleno capilar, temperatura y coloración (figs. 15 y 16). Si se
hubieran detectado signos de isquemia, A volverá a colocar el miembro
afectado en la posición anterior, manteniendo la sujeción del miembro, y B
colocará la férula evitando movimientos bruscos. Tras la colocación de la
férula, el profesional A o el B valorará nuevamente el riego del miembro, y
se encontrara disminuido, se procederá a aflojar la presión de la férula.

Figura 14 Figura 15 Figura 16

TÉCNICAS DE MOVILIZACIÓN
• Rotación del paciente en bloque. Se deberá realizar cuando se quiera cam-
biar la situación del paciente de decúbito prono a decúbito supino. Para
ello es necesario el concurso de cuatro profesionales, A, B, C y D.
El A se sitúa detrás del paciente y sujeta su cabeza, colocando las manos de
manera que al proceder a la rotación no queden cruzadas. Se debe tener
en cuenta que la rotación se realiza en el sentido contrario a la dirección
en la que apunta la cara del paciente inicialmente, debiéndose colocar el
resto de profesionales en el lado hacia donde se hará la rotación.
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El B procederá a la alineación de los miembros inferiores y superiores. Una


vez alineados, B se sitúa de rodillas a nivel del tórax, sujetando con una
mano el hombro y la muñeca más alejada del paciente.
El C a la altura de las caderas sujetando el brazo y el muslo.
El D a la altura de los miembros inferiores, sujetando la cadera y la parte
distal del miembro inferior (fig. 17).
Tras la colocación de todos ellos, A indica el inicio del movimiento,
dirigiendo el ritmo y la coordinación. Al mismo tiempo B, C y D ejer-
cen la fuerza necesaria para, en un primer movimiento, colocar al
paciente en decúbito lateral. A, durante este movimiento, mantendrá
en todo momento la columna cervical en posición neutral (A manten-
drá la sujeción y tracción de la cabeza, mientras que los otros tres son
los que realizan el movimiento) (fig. 18).
En un segundo movimiento, B, C y D colocarán sus manos en la parte
inferior del paciente (fig. 19). Por último, tras la indicación de A, se
procederá a la colocación del paciente en decúbito supino, mediante un
movimiento sincronizado de todos los profesionales.
Una vez situado el paciente en decúbito supino, A continúa con la
inmovilización cervical ma-
nual, procediendo B a la colo-
cación del collarín cervical. Se
podrá realizar esta técnica para B
A C
dejar colocado al paciente
D
sobre tabla larga o camilla de
cuchara/tijera, para lo cual,
otro profesional colocará la
tabla larga o camilla de cucha-
ra entre los profesionales y la
espalda del paciente, apoyándo-
la sobre él (v. fig. 19). Figura 17

B C C
D A B D
A

Figura 18 Figura 19

• Puente holandés. La realización de esta técnica requiere la actuación


de tres profesionales. Uno de ellos coloca la camilla o dispositivo donde
se vaya a situar al paciente en paralelo a éste. A se sitúa en la cabeza
mirando a los pies del accidentado, practicando el control cervical, B
coloca sus manos sobre los hombros y C coloca sus manos sobre la
cadera y por debajo de las rodillas. Cuando lo indique A, se levanta al
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paciente sincronizadamente, manteniendo la alineación cabeza-cuello-


tronco, desplazándolo lateralmente y colocándolo en la camilla.
• Puente compuesto. Esta técnica precisa de la colaboración de cinco profe-
sionales. Tres de ellos se sitúan con las piernas abiertas, en la horizontal de
la víctima. El situado en la cabeza
se encarga de dirigir la maniobra
y de hacer una tracción lineal de
la cabeza situándose en sentido
contrario a los tres restantes. Un
quinto rescatador introduce la
camilla debajo del accidentado.
Las manos de los profesionales
sujetan cuello y hombros, pelvis y
pantorrillas. El situado en la
cabeza realizará una ligera trac-
ción lineal (fig. 20). Figura 20

COLOCACIÓN DE LA CAMILLA DE TIJERA


También llamada «camilla de
cuchara», consiste en una camilla
con palas cóncavas, fabricada en
aluminio ligero o plástico. Consta
de una parte más ancha destinada
a situar el tronco y una parte más
Parte estrecha para
estrecha para las extremidades extremidades inferiores
inferiores (fig. 21). Se puede sepa-
rar en dos mitades para introdu- Figura 21
cirla por debajo del paciente con
un mínimo movimiento de lateralización. Tiene la capacidad de ajustar-
se a la longitud del accidentado, mediante extensión telescópica.
Para una correcta colocación son necesarios al menos tres profesiona-
les, siguiendo la siguiente secuencia de actuación:

• Se coloca la camilla al lado del paciente para su ajuste longitudinal.


Ésta debe quedar con la medida justa del accidentado.
• Como paso previo, se realiza la inmovilización cervical mediante un
collarín, manteniendo simultáneamente la inmovilización cervical
manual (fig. 22).
• Una vez ajustada, se separan
sus dos mitades y se pone cada
una a un lado del paciente,
teniendo la precaución de no
pasarla por encima de éste.
• Uno de los sanitarios se coloca
en un lado del paciente y en el
opuesto el otro. Estos últimos
son los encargados de tirar
levemente de los hombros y de Figura 22
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la pelvis, respectivamente, para que el del lado opuesto pueda introdu-


cir la pala bajo el paciente.
• Una vez introducida la pala, se repite la maniobra para colocar la
siguiente hoja de camilla (figs. 23-25).
• Una vez puestas las dos palas, se cerrará la camilla, empezando por el cie-
rre de la cabeza. Al ajustar los cierres, no hay que hacerlo bruscamente,
sino apretando el gatillo del cierre para no sacudir al accidentado.
• Por último, hay que asegurarse de que los cierres que ajustan las dos
palas se encuentran bien asegurados antes de elevar la camilla.
• De igual modo se asegurará al accidentado con el correspondiente
juego de correas. Al retirar la camilla, recomendamos que primero se
abra el broche de la cabeza.

Figura 23 Figura 24 Figura 25

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