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pSan Pablo nos dice: ³÷  
  


 
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 ÷   Œstas palabras tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va
acompañado de alegría por la cual el Apóstol agrega al mismo pasaje: 
 
           
 La alegría se deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento, que vale también para todos los
hombres. Œl sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es una de esas cosas por las que el
hombre esta llamado a ello de una manera misteriosa y oculta.p
÷omo es sabido el sufrimiento entra en el hombre en distintos momentos de su vida: se realiza de diferentes
maneras ; asume dimensiones diversas; sin embargo el sufrimiento es inseparable de la existencia terrena del
hombre; por ello Iglesia, que nace del misterio de la redención en la ÷ruz de ÷risto, está obligada a buscar el
encuentro con el hombre, de modo particular en el camino del sufrimiento. De aquí se deriva que el sufrimiento
humano suscita 
   
   


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, llegando a tocar en el hombre la más profunda
necesidad del corazón y también el profundo imperativo de la fe, ambos parecen unirse de manera singular.p
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Œl hombre sufre de diversos modos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas
ramificaciones ya que el sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y, a la vez, aún
más enraizado en la humanidad misma. ÷uando distinguimos entre el sufrimiento físico y moral, la misma tiene
como fundamento la doble dimensión del ser humano: corporal y espiritual. Aunque las palabras ³sufrimiento´ y
³dolor´ se pueden usar, hasta un cierto punto como sinónimos, el sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo,
mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Se trata del dolor de tipo espiritual y no solo de la dimensión
³psíquica´, es decir, del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como físico. La S. Œ. ±sobre todo el A.T.-
es un gran libro sobre el sufrimiento. La realidad del sufrimiento plantea una pregunta sobre la esencia: ¿qué es el
mal?. La respuesta cristiana a esta pregunta es distinta a la que plantean algunas tradiciones culturales y religiosas.
Desde el concepto cristiano, el hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta del bien; es decir que el
hombre sufre a causa del bien del que el mismo se ha privado. p
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Todo hombre que sufre se pregunta: ¿por qué? -es una pregunta sobre la causa- y al mismo tiempo, ¿para qué? -es
decir por su sentido o su fin-. Œsta es una pregunta difícil, como lo es la pregunta ¿por qué el mal?. ambas
preguntas son difíciles cuando el hombre se la hace a otro hombre, como también cuando se la hace a Dios, ya que
el hombre no le hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que se la
hace a Dios como creador y Señor del mundo, lo que muchas veces produce frustración y hasta la negación misma
de Dios. Œn el libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión mas viva; la respuesta del los viejos amigos es ±
debe haber cometido alguna culpa grave- para ellos el sufrimiento es la pena o consecuencia de algún pecado y es
mandada por Dios. Pero Job niega que sea verdad ese principio ya que el se reconoce inocente y por lo tanto para
Job, su sufrimiento es el de un inocente y debe ser aceptado como misterio que él, con su inteligencia, no puede
comprender a fondo. Para percibir la verdadera respuesta al ³por qué´ del sufrimiento, tenemos que volver nuestra
mirada a la revelación del amor divino. ÷risto nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el ³por qué´ del
sufrimiento, ya que Él le ha dicho todo al hombre en la cruz.p
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0Jn.3,16). Œstas palabras, nos introducen en el centro mismo de la acción salvífica de Dios -
manifiestan la esencia misma de la salvación cristiana- nos encontramos aquí con una dimensión totalmente nueva
que encierra en cierto sentido el significado del sufrimiento dentro de los límites de la justicia ± 

 )p
Œl hombre ³muere´ cuando pierde la ³Vida Œterna´. Œl Hijo del hombre en su misión salvadora llega a tocar el mal
en sus mismas raíces trascendentales que están fijadas en el pecado y la muerte. Œl vence el pecado con su
obediencia hasta la muerte y vence la muerte con su resurrección. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el
sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos, sin embargo, el sufrimiento no puede separarse
del pecado de origen ±original-. Y aunque la victoria de ÷risto sobre el pecado y la muerte, conseguida por ÷risto
no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana ni libera del sufrimiento, esta victoria proyecta una luz
nueva, la luz del Œvangelio, que es la salvación. Œn el centro de esta luz se encuentra la conversación con
Nicodemo: $ 

 
    
 %& * 0Jn 3,16). p
Œn su actividad mesiánica en medio de Israel, ÷risto se acercó sin cesar al mundo del sufrimiento humano tanto al
del cuerpo como al del alma, instruyo poniendo como centro las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los
probados por diversos sufrimientos en su vida temporal,   

   
 ´, se acerco
sobre todo al mundo del sufrimiento por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo en todas sus
formas, al extremo de alcanzar la salvación por su muerte y resurrección en la cruz, y es por eso que reprende
severamente a Pedro cuando quiere impedir el sufrimiento y la muerte en la cruz 0÷f. Mt. 16,23). ÷risto se
encamina hacia su propio sufrimiento consciente de su fuerza salvífica, va obediente hacia el Padre, pero ante todo
esta unido al Padre en el amor con el cual él ha creado el mundo, y al hombre en el mundo. Por eso Pablo escribe
de ÷risto: +
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Œl sufrimiento humano ha alcanzado su punto culminante en la pasión de ÷risto. Y, a su vez, ésta ha entrado en una
dimensión completamente nueva y en orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que ÷risto habla con
Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, así como el bien supremo de la redención del
mundo ha sido sacado de la cruz de ÷risto y toma de ella su arranque. La cruz de ÷risto se ha convertido en una
fuente de la que brotan manantiales de agua viva. Œn ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el
sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a ese interrogante.p
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Œl mismo poema del Servidor doliente 0Is. 53, 10-12) nos conduce, en la dirección de este interrogante y de esta
respuesta. Puede afirmarse que, junto con la pasión de ÷risto, todo sufrimiento humano se ha encontrado en una
nueva situación. Œn la cruz de ÷risto no solo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el
mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. ÷risto ±sin culpa alguna propia- cargó sobre sí ³el mal total del
pecado´. Œl redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la
redención. ÷ada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la
redención. Œsta llamado a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Œstá
llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido.
Llevando a cabo la redención mediante el sufrimiento, ÷risto ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel
de redención. ÷onsiguientemente todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento
redentor de ÷risto. p
Œl hombre al descubrir por la fe el sufrimiento redentor de ÷risto, descubre al mismo tiempo en él sus propios
sufrimiento, los revive mediante la fe, enriquecidos con un nuevo contenido y con un nuevo significado. La cruz de
÷risto arroja la luz salvífica con tanta vehemencia sobre la vida del hombre y, principalmente, sobre su
sufrimiento, porque, mediante la fe, lo llega a tocar junto con la resurrección: el misterio de la pasión está incluido
en el misterio pascual. A quienes participan de los sufrimientos de ÷risto, las palabras .
  
   
 
  
0Lc. 23,34) se imponen con la fuerza de un ejemplo supremo. Œl sufrimiento es también
una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual. De esto han dado prueba, a través
de diversas generaciones, los mártires y los confesores de ÷risto, fieles a las palabras: ´/ 

  


      



0Mt. 10,28). Œs sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba ±a veces
bastante dura-, a la que es sometida la humanidad. Œn el sufrimiento está contenida una particular llamada a la
virtud, que el hombre debe ejercitar por su parte. Œsta es la virtud de la constancia al soportar lo que molesta y hace
daño. Haciendo esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el sufrimiento no
prevalecerá sobre él. p
De este modo, con esa apertura a cada sufrimiento humano, ÷risto ha obrado con su sufrimiento la redención del
mundo. Al mismo tiempo Vive y se desarrolla como cuerpo de ÷risto o sea la Iglesia y, en esta dimensión cada
sufrimiento humano, en virtud de su unión en el amor con ÷risto, completa el sufrimiento de ÷risto. Lo completa
como la Iglesia completa la obra de redención de ÷risto.p
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Œl redentor mismo ha escrito este Œvangelio ante todo con su propio sufrimiento asumido por amor, para que el
hombre   
  
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 0Jn. 3,16). Œs ante todo consolador notar que al lado de ÷risto, en
primerísimo y en destacado lugar, está siempre su Madre, por el testimonio ejemplar que con su vida entera da a
este particular Œvangelio del sufrimiento. Su subida al ÷alvario, su ³estar´ a los pies de la cruz junto con el
discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo. p
Œl Œvangelio del sufrimiento, a través de la experiencia y de la palabra de los Apóstoles, se convierte en una fuente
inagotable para las generaciones siempre nuevas que se suceden en la historia. Œl evangelio del sufrimiento
significa no solo la presencia del sufrimiento en el Œvangelio como uno de los temas de la Buena Noticia, sino
además la revelación de las fuerzas y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de ÷risto y
luego en la misión y en la vocación de la Iglesia.p
÷risto no escondía a sus oyentes la necesidad del sufrimiento. Decía ³  
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 0Lc. 9,23). Sus discípulos y confesores encontrarían múltiples persecuciones 0Lc. 9,23; Mt. 7,13-
14; Lc. 21, 12-19; Jn. 15, 18-21; Jn. 16,33). Œl primer capítulo de este Œvangelio del sufrimiento contiene en si
mismo una llamada especial al valor y a la fortaleza, sostenida por la elocuencia de la resurrección. Otro gran
capítulo de este Œvangelio lo escriben todos los que sufren con ÷risto, uniendo los propios sufrimiento humanos a
su sufrimiento salvador, lo escriben y lo proclaman al mundo, lo anuncian en su ambiente y a los hombres
contemporáneos.p
A través de los siglos y de las generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una fuerza particular
que acerca interiormente al hombre a ÷risto; una gracia especial. A ella deben, muchos santos su conversión por
ejemplo san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, etc.. ÷uando este cuerpo está gravemente enfermo,
totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la
madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo un elección conmovedora para los hombres sanos y
normales, todo esto fruto de una particular conversión y cooperación con la gracia redentora. p
Œl sufrimiento no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. ÷risto se encuentra
muy dentro de todo sufrimiento, el divino redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del
corazón de su Madre, primicia y vértice de todos los redimidos, ÷risto moribundo confirió a la siempre Virgen una
maternidad nueva ±espiritual y universal-. Œste proceso interior no se desarrolla siempre de igual manera. ÷asi
siempre comienza con una protesta típicamente humana y con la pregunta del porqué. A esta pregunta ÷risto
mismo responde desde la cruz, desde el centro del propio sufrimiento, esto es algo mas que una respuesta abstracta
a la pregunta del sufrimiento. Œsta es, en efecto, una llamada. Œs una vocación. ÷risto, ante todo dice ³Sígueme´,
³Ven´, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi
sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de
÷risto, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. p
De esta alegría habla el apóstol en la carta a los ÷olosenses 0÷ol. 1,24). La superación del sentido de inutilidad del
sufrimiento, la sensación deprimente de la enfermedad, es transformada por Jesús en frutos de salvación de sus
hermanos y hermanas, por lo tanto no solo que no es inútil sino que se transforma en un servicio insustituible. Œl
sufrimiento mas que cualquier cosa, es el camino a la gracia que transforma las almas y hace presente en la historia
dela humanidad la fuerza de la redención.p
Por eso la Iglesia ve en todos los sufrientes, un sujeto múltiple de su fuerza sobrenatural. Los manantiales de la
fuerza divina brotan precisamente en medio de la debilidad humana. Los que participan de los sufrimientos de
÷risto conservan una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo.p
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La parábola del Buen Samaritano pertenece también al Œvangelio del sufrimiento. Mediante esta parábola ÷risto
quiso responder a la pregunta: ³¿y quién es mi prójimo´ 0Lc. 10,29).Œn efecto, entre los tres que viajaban a lo
largo, donde estaba medio muerto un hombre robado y herido por los ladrones, el Samaritano demostró ser
verdaderamente el «prójimo» para aquel infeliz. ³Prójimo´ quiere decir también aquél que cumplió el
mandamiento del amor al prójimo, al mismo tiempo indica, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el
prójimo que sufre. No nos está permitido ³pasar de largo´, con indiferencia. Buen Samaritano es todo hombre, que
se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Si ÷risto, conocedor del interior del
hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento
ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión
hacia el que sufre.p
Œl buen Samaritano no se queda en la mera conmoción y compasión. Œstas se convierten para él en estímulo a la
acción que tiende a ayudar al hombre herido, buen Samaritano es el que ofrece ayuda en el sufrimiento, dentro de
lo posible, eficaz. Œn ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera medios materiales. Se puede afirmar que se
da a sí mismo, su propio ³yo´, abriendo este ³yo´ al otro. Tocamos aquí uno de los puntos clave de toda la
antropología cristiana. Œl hombre no puede ³encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo
a los demás´. Œsta actividad asume, en el transcurso de los siglos, formas institucionales organizadas y constituye
un terreno de trabajo en las respectivas profesiones. ¡÷uánto tiene ³de buen samaritano´ la profesión del médico,
de la enfermera, u otras similares! Por razón del contenido evangélico, encerrado en ella, nos inclinamos a pensar
más bien en una vocación que en una profesión.p
Viendo todo esto, podemos decir que la parábola del Samaritano se ha convertido en uno de los elementos
esenciales de la cultura moral y de la civilización universalmente humana. Œstas se extienden a todos los que
ejercen de manera desinteresada el propio servicio al prójimo que sufre, empeñándose voluntariamente en la ayuda
y destinando a esta causa todo el tiempo y las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo profesional. Œsta
espontánea actividad puede también definirse como apostolado, siempre que se emprende por motivos
auténticamente evangélicos. La Ayuda familiar, por su parte, significa tanto los actos de amor al prójimo hechos a
las personas pertenecientes a la misma familia, como la ayuda recíproca entra las familias.p
Œs difícil enumerar los tipos y ámbitos de la actividad como samaritano que existen en la Iglesia y en la sociedad.
Œs enorme el significado de las actitudes oportunas que deben emplearse en la educación. La familia, la escuela, las
demás instituciones educativas, aunque sólo sea por motivos humanitarios. La Iglesia debe hacer lo mismo,
profundizando aún más. Las instituciones son muy importantes e indispensables; sin embargo, ninguna institución
puede de suyo sustituir el corazón humano, la compasión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando
se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno. p
La parábola del buen Samaritano, camina con él a lo largo de la historia de la Iglesia y del cristianismo, a lo largo
de la historia del hombre y de la humanidad. Testimonia que la revelación por parte de ÷risto del sentido salvífico
del sufrimiento no se identifica de ningún modo con una actitud de pasividad. Œs todo lo contrario. Œl Œvangelio es
la negación de la pasividad ante el sufrimiento. ÷risto realiza de este modo el programa mesiánico de su misión,
según las palabras del profeta: 2 2#    "3  1    #     

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3 

"3 0Lc. 4,18-19). Œn el programa mesiánico de
÷risto, que es a la vez el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor,
para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización en la ³civilización del amor´. Así
como todos son llamados a ³completar´ con el propio sufrimiento    


   
   
÷  0÷ol. 1,24). ÷risto al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a
quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el sentido del sufrimiento.p
>   p
Œste es el sentido del sufrimiento, verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. Œs sobrenatural, porque se
arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el
hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión. Œl ÷oncilio
Vaticano II ha expresado: 2 

             
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