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El movimiento de Dios se parece al de las madres y los padres cuando se arrodillan en el suelo
para ponerse a la altura de los ojos de sus hij@s, para comunicarse mejor con ell@s. Dios se
coloca a nuestra altura.
Toda vida que necesita ser protegida, envuelta en pañales y cariño, acogida,acunada y cuidada
en un regazo, en una tierra extranjera... sigue siendo señal de la encarnación de nuestro Dios.
8 Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso
velando sus rebaños. 9 Un ángel se les apareció, y la gloria del Señor los
envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo, 10 pero el ángel les
dijo: -No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también
para todo el pueblo.
La gloria de Dios era vinculada hasta ahora al marco sacro y grandioso del templo.
Desde ahora se manifiesta en ese niño del pesebre y en lo que él representa.
Se trata de la mejor Noticia, causa de la mayor alegría. No se manifiesta en
alardes ni prodigios, sino en signos sencillos y humildes: el quehacer diario,
la convivencia familiar y social, las obras de paz, justicia y amor.
Nos han dicho que quieres volver a nacer otra vez.
Mira que eres loco ¿eh?
¿Pero no ves lo que somos y lo que estamos haciendo?
Y, sin embargo, Tú quieres venir.
Ya no sé si con tu gesto testarudo de volver cada Navidad
estás pretendiendo decirnos algo:
Que el cielo está siempre abierto, que hay estrellas para guiar nuestros pasos,
que hay ángeles humanos a nuestro lado, que podemos hacernos tiernos como
niños, que el mundo puede ser nuevo y que Dios es Padre y Madre en nuestro
desconcierto.
Que nadamos en abundancia mientras hay personas, hermanas nuestras y tuyas,
que sufren hambre de pan, de cultura, de cariño, de libertad, de dignidad...
Que tenemos un mensaje que se llama Evangelio, que todavía no es Buena
Noticia para todos.
Que nos preocupamos mucho por nosotr@s y nos justificamos dando limosna.
Si es así, Jesús, ven a nuestras casas esta Navidad.
Ven a nuestra ciudad, ven a nuestro grupo, ven a nuestro mundo.
Y ven, antes que nada, a nuestro corazón.
Ulibarri, Fl.