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Las funciones de la atmósfera relacionadas con la vida son tres: actúa como filtro de
radiaciones perjudiciales, regula la temperatura del planeta y contiene los gases necesarios
para la vida.
La atmósfera es la envoltura gaseosa que rodea a la Tierra. Comenzó a formarse hace unos
4600 millones de años con el nacimiento de la Tierra. La mayor parte de la atmósfera
primitiva se perdería en el espacio, pero nuevos gases y vapor de agua se fueron liberando
de las rocas que forman nuestro planeta.
La atmósfera de las primeras épocas de la historia de la Tierra estaría formada por vapor de
agua, dióxido de carbono(CO 2) y nitrógeno, junto a muy pequeñas cantidades de hidrógen o
(H2) y monóxido de carbono pero con ausencia de oxígeno. Era una atmósfera ligeramente
reductora hasta que la actividad fotosintética de los seres vivos introdujo oxígeno y ozono (a
partir de hace unos 2 500 o 2000 millones de años) y hace unos 1000 mill ones de años la
atmósfera llegó a tener una composición similar a la actual.
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Sin embargo, los efectos pueden ser bastante mas graves. Esa radiación
ultravioleta, en caso de no ser detenida por la capa de ozono, puede romper los
enlaces de las moléculas orgánicas, produciendo fragmentos muy reactivos.
Además, es suficientemente enérgica como para ser absorbida por la cadena de
ADN y romperla, pudiendo reunirse los fragmentos según una secuencia d iferente
de la normal. De hecho, entre los efectos más graves se encuentran los cánceres
de piel, en especial en personas de piel clara. Si a lo largo de la historia no han
sobrevivido organismos cuyo ADN era sensible a la radiación visible o infrarroja, s e
puede deducir el futuro que podrían tener los organismos que no sean capaces de
soportar la radiación UV, en el caso de que desapareciese la capa que nos protege.
Aparte de todos esos efectos biológicos, también son muy importantes los efectos
climáticos, que se fundan en la llegada a la superficie terrestre de mayores niveles
de energía, lo que contribuiría a aumentar la temperatura, participando así el
cambio climático, con toda s las consecuencias que éste podría llegar a acarrear.
Las auroras boreales, o luces del Norte, no son, como en un principio se creía, la luz del sol
reflejada por el hielo del Océano Ártico o reflejada en cristales de hi elo en suspensión en el
aire, tampoco la altura a la que se encuentran es tan baja como se pensaba.
La causa de la formación de las auroras está en la interacción del viento solar con el
campo geomagnético, la magnetosfera, que envuelve a la Tierra, y con la ionosfera.
Figura 2