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SIETE TESIS PARA REPENSAR LA ÉTICA PROFESIONAL *

Augusto Hortal Alonso, S.J.

1. Definición de profesión
Todo trabajo remunerado es una profesión. No todo trabajo remunerado es
una profesión en sentido pleno. Existe hoy una tendencia hacia la profesionalización
de todo trabajo.
Hoy todos quieren ser profesionales. Esto hace que la tarea de definir las
profesiones se convierta en fuente de agravios para quienes no caen bajo esa
definición de profesión.1 Dar un concepto demasiado restringido de profesión podría
parecer una descalificación ex definitione de las pretensiones de determinados
colectivos a ser considerados como verdaderos profesionales. En cambio si toda
ocupación laboral estable y remunerada es considerada como profesión, entonces el
concepto es tan amplio, que apenas puede afirmarse de él nada concreto. La ética
profesional sería una mera ética del trabajo, de la laboriosidad, de la eficacia y de la
eficiencia, etc.
Aquí ofrecemos una definición tipológica de profesión. Al definir la profesión
conforme a la semántica de prototipos, cada rasgo caracteriza centralmente lo que es
la típica profesión. Cuando todos esos rasgos se cumplen, estamos ante lo que
podemos llamar la profesión en su sentido pleno, la profesión-tipo. En cambio, cuando
algunos de esos rasgos faltan o se cumplen en menor medida, no por ello hay que
dejar de hablar de profesión, aunque sea en un sentido menos pleno. Los rasgos
admiten grados de realización; es posible, pues, construir escalas de
profesionalización. No todas las profesiones lo son en igual medida, ni todas alcanzan
* Publicado en inglés: "Seven Theses on Professional Ethics", Ethical Perspectives 3/4 (Dec.
1996) 200-205
1 "En terminología sociológica - escribe T.Parsons -, una profesión es un racimo de roles
'ocupacionales', roles en los que quienes los encarnan desempeñan determinadas funciones
valoradas en la sociedad en general, y que mediante esas actividades, se 'ganan la vida' con un
trabajo 'de tiempo completo." T.PARSONS, Essays..., 372 (cfr. nota 8). Para Max Weber profesión es "la
actividad especializada y permanente de un hombre que, normalmente, constituye para él una fuente
de ingresos y, por tanto, un fundamento seguro de su existencia". MAX WEBER, La ética protestante y
el espíritu del capitalismo. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid 1955. pág. 78.
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a la vez el mismo grado de profesionalización. Esto parece responder mejor a la


realidad de la que nos ocupamos y a la tendencia generalizada a la profesionalización
de las actividades ocupacionales.
Para que un conjunto de actividades ocupacionales pueda llamarse profesión
en sentido pleno se requiere:
a) dedicación estable a ese conjunto de actividades que tienen una función
social específica;
b) la profesión es para el profesional su medio de vida;
c) cuerpo específico de conocimientos del que carecen los que no son
profesionales (expertos/legos);
d) transmisión institucionalizada de esos conocimientos a los nuevos
profesionales; sólo quien los adquiere por el procedimiento institucional previsto
obtiene la acreditación imprescindible para ejercer la profesión. La Universidad tiene
hoy como una de sus funciones más importantes la formación de profesionales; el
título académico es indispensable para acceder al ejercicio profesional; las profesiones
no universitarias tienen como meta el pasar a ser universitaria;
e) control de los profesionales sobre el ejercicio profesional; para lo que se
constituyen en Colegio. El Colegio establece las normas y procedimientos vinculantes
para todo el que quiera ejercer la profesión. Todo el que ejerce la profesión ha de estar
colegiado y cumplir las normas del Colegio profesional.

2. ¿Ética o deontología?
Para configurar el buen ejercicio profesional deben combinarse las referencias
éticas con las normas deontológicas.
"Ética" y "deontología" son dos palabras que, referidas al ámbito profesional, a
veces se presentan como intercambiables. Aquí vamos a distinguirlas, a marcar las
diferencias, aunque sin separarlas radicalmente, tratando de mostrar la necesaria
complementariedad de perspectivas que representan.
La ética profesional se centra ante todo en el tema del bien: qué es bueno
hacer, al servicio de qué bienes está una profesión, cuál es el tipo de bien que busca
como finalidad la abogacía, la medicina, la ingeniería, el trabajo profesional de los
farmacéuticos o de los periodistas, etc.
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La deontología profesional formula ante todo de deberes y obligaciones (deon


en griego significa deber), busca establecer un conjunto de normas exigibles a todos
los que ejercen una misma profesión.
Sin la perspectiva ética, la deontología se queda sin su horizonte de referencia.
No acaba de quedar claro el sentido y el por qué de las normas deontológicas; no se
ve claro hacia dónde apuntan, qué clase de bien tratan de conseguir. La deontología
exige actuaciones. La ética propone también y pide motivaciones.
Las normas no son superfluas. El bien es siempre un predicado "no saturable":
nunca es ni será posible dar una enumeración exhaustiva o caracterización
completamente precisa de lo bueno. El bien es pluriforme; tiene muchas facetas. De
ahí que no sea exigible a todos en todos sus aspectos. Por eso hacen falta normas.
Ellas tratan de salvaguardar unos mínimos obligatorios para todos, compartidos por
todos, que pueden y deben ser interpretados por todos en los mismos términos y que a
todos se deben aplicar con idénticos criterios. Sin normas no hay universalidad ni
igualdad en las exigencias; sin igualdad y universalidad en las cuestiones necesarias,
la cooperación social consagra y legitima desigualdades y arbitrariedades. La
deontología habla de lo que es vinculante para todos. De los espacios abiertos y
plurales que quedan para el bien se ocupa la ética.
La ética tiene como instancia última la conciencia individual. La deontología se
mueve más en el campo de lo que es aprobado por un colectivo. Se puede apelar a la
propia conciencia del deber de cada profesional, pero lo normal es que cuando se
habla de deontología profesional se entienda por tal los criterios compartidos por el
colectivo profesional y normalmente convertido en texto normativo por el
correspondiente colegio profesional.2

2 Los códigos deontológicos contribuyen a la consolidación de una profesión. Toda profesión necesita
imagen, aprecio, reconocimiento social de las capacidades técnicas y también de las actitudes éticas
de los profesionales. Los Colegios profesionales al formular los códigos deontológicos intentan
establecer un cierto control de calidad sobre las prestaciones profesionales. Pero los Colegios
representan a los profesionales y esto lleva con frecuencia a que los códigos deontológicos y las
consideraciones éticas parecen más aptas para proteger o promocionar la imagen, el status de los
profesionales y para legitimar su control monopolístico del ejercicio profesional que para garantizar
un buen servicio a los potenciales clientes y usuarios. El axioma básico del corporativismo es que lo
que es bueno para la profesión, es bueno para los clientes y usuarios de la misma.
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3. El profesional y su ethos: principio de beneficencia


El bien que se obtiene ejerciendo correctamente una determinada profesión
constituye el mejor criterio para decidir quién es un buen profesional tanto en el sentido
de su competencia técnica como, en principio, de su ética.
Al abordar los temas de una ética profesional lo primero que hay que
plantearse es la finalidad a cuyo servicio se supone que está la actividad profesional en
cuestión, qué bienes se supone que produce o intenta producir, qué servicios presta o
intenta prestar. El ejercicio profesional de la medicina pretende cuidar y restablecer la
salud de las personas con arreglo los saberes y técnicas disponibles en un momento
histórico determinado. El fin del ejercicio profesional del juez es la administración de
justicia conforme a las leyes; el fin del ejercicio profesional del abogado es el
asesoramiento, defensa y representación de la persona de su cliente en relación con
las leyes, los tribunales, la administración, los contratos, etc.
En nuestra sociedad existen muchas actividades en las que no acabamos de
saber para qué sirve lo que hacemos o a quién dañamos cuando lo hacemos mal. Por
ahí tendría que empezar todo planteamiento de una ética profesional: ¿a quién y para
qué sirve el ejercicio de una determinada profesión? Eso a veces se nos escapa, lo
perdemos de vista, no es fácil decirlo, sobre todo cuando no hablamos en abstracto
sino en concreto.
Por ahí tendría que empezar toda reflexión ética. En relación con el fin y con el
modo, con las técnicas y los saberes con que cuenta la actividad en cuestión, es como
se define lo que es un buen profesional, técnicamente competente y moralmente
responsable. El principio fundamental que rige estas relaciones es el de beneficencia o
actuación en beneficio (nunca en perjuicio)3 del cliente, del usuario de cada servicio
profesional. Es decir, se trata de prestar el servicio que se supone que presta el buen
profesional. Desde esta perspectiva el cliente o el usuario es el beneficiario de la
actuación profesional.

3 Por encima del principio de beneficencia está el principio de no maleficencia (“primum non nocere”);
al repensar las grandes líneas de la ética profesional no le prestamos especial atención porque su
aportación baraja los mismos criterios del principio de beneficencia aunque en negativo; con
frecuencia no está claro qué es el bien, pero sí están claros los males que se pueden causar con
nuestras actuaciones. cfr. D.Gracia,
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Las profesiones son “prácticas” o pretenden hacer una aportación funcional


específica a algún tipo de “prácticas”, en el sentido que da a esta palabra MacIntyre:
actividades cooperativas que buscan realizar bienes intrínsecos, es decir, aquellos que
sólo se pueden obtener desarrollando bien esas “prácticas”. Las “prácticas”, por ser
actividades cooperativas recurrentes y relevantes para muchos necesitan
institucionalizarse y al hacerlo necesitan y a la vez proporcionan bienes extrínsecos
como son dinero, poder, prestigio, status, etc. eso serían bienes extrínsecos. La
institucionalización del ejercicio profesional requiere recursos económicos, requiere
una cierta acumulación de poder, requiere un cierto prestigio, un cierto status.
No hay que tener un concepto demoníaco ni del dinero, ni del poder, del
prestigio o del status. Son ambiguos.... Sólo son perniciosos cuando terminan
pervirtiendo el asunto. Pero éste es uno de los grandes problemas del ejercicio
profesional, donde habría que centrar el tema del corporativismo. Las profesiones
entran en escena para estar al servicio de unos determinados bienes. El servicio
permanente de esos bienes requiere recursos económicos, institucionales, de poder,
de status, de imagen y existe continuamente el peligro de "hacer trampas". El bien
intrínseco se pierde, se corrompe cuando se hacen trampas. La trampa, incluso no
descubierta, en el juego de ajedrez o en cualquier práctica profesional (médica,
jurídica, investigadora, etc) hace que ninguna de esas prácticas sea lo que es y valga
por lo que vale.
Es posible conseguir bienes extrínsecos sin participar en determinadas
prácticas, o haciendo trampas en lo que se hace. Nuestra sociedad está montada
sobre los bienes extrínsecos. Coincidimos sólo en lo cuantificable, en aquellas cosas
que consisten en repartrir recursos, dinero, prestigio, etc. En cambio los bienes
intrínsecos están marginados.

4. El usuario y sus derechos: principio de autonomía


El cliente o usuario de los servicios profesionales no es mero objeto o
destinatario (beneficiario) de esos servicios; es sujeto de derechos que debe ser
respetado, tomado en consideración, informado... Es alguien que tiene una palabra
decisiva que decir sobre algo que le afecta como persona
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El principio de beneficencia, al proclamar la actuación profesional en beneficio


del cliente o usuario, no hace más que consagrar una evidente e inevitable falta de
simetría: la que existe entre el benefactor y el beneficiario. El profesional sabe mejor lo
que le conviene a quien acude a él; por eso se acude a él, y él actúa en bien de quien
acude a él.
Cuando el ejercicio profesional trata de atenerse sólo al principio de
beneficencia, lo absolutiza, y al absolutizarlo cae en el paternalismo o en la tiranía. El
profesional (como el padre adulto de un niño que aún no ha llegado a la madurez) sabe
mejor lo que le conviene al cliente o usuario, le protege incluso frente a sus propias
ideas o ignorancias; se tiende a ver al cliente o usuario como un niño, se le infantiliza.
Su obligación es hacer lo que le digan; pues se actúa por su bien.
Esto es algo que en medicina se ha dado mucho, y que en otras profesiones
también puede darse. La desigualdad que genera el ser experto en proporcionar
aquello que el otro necesita y no puede obtener por sus propios medios, suele
desembocar en una situación en que esa jerarquía se extrapola a todo el sistema de
relaciones; se desconecta el punto de vista del usuario o cliente y queda reducido a
mero destinatario u objeto de la acción del profesional.
Para corregir esto hay que hacer intervenir el segundo principio de la ética
profesional: el principio de autonomía. Este principio se gesta y articula en la cultura
jurídica y en la mentalidad política occidental de los últimos doscientos años.
Cuando se tiene en cuenta el principio de autonomía el profesional no es el
único que define e interpreta su propia actuación; entra en diálogo con el usuario, toma
en consideración su punto de vista, establece con él unos pactos, unos acuerdos
acerca de las prestaciones profesionales. El usuario es interlocutor adulto (o es
representado por quienes pueden serlo en su nombre, por ser los más allegados),
tiene la oportunidad de decir si quiere esto o prefiere lo otro. El usuario es sujeto
protagonista de lo que con él se hace o se va a hacer; entiende la acción del
profesional como subordinada a sus propios planteamientos, como contribución
necesaria e importante para seguir su propio modo de entender la vida. Es él el que
debidamente informado debe decidir acerca del servicio o prestación que se le ofrece.
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5. Profesión y sociedad: principio de justicia.


El principio de justicia sitúa el ejercicio profesional en el marco de una ética
social.
La ética social abre la perspectiva en la que se articulan las múltiples
necesidades e intereses con las posibilidades y recursos disponibles conforme a
criterios de justicia. De esta manera se corrige la tendencia al corporativismo en que
tienen a caer los planteamientos de la ética profesional cuando no se toma en cuenta
esta perspectiva. Las profesiones, y con ellas la ética profesional, corren el peligro de
constituir un espacio segregado, alejado de las necesidades sociales, para crear un
mundo plenamente autónomo, al margen de lo que la sociedad necesita de ellas, o de
la escasez de recursos con que cuenta para financiar sus actividades.
Las profesiones no son tan autónomas como pretenden ser. Las profesiones
no se entienden sino desde la función social que desempeñan, y eso las vincula al
contexto del que surgen y al que pretenden servir. El profesional y el cliente o usuario
de sus servicios no se encuentran, y menos hoy, en un espacio infinito y neutro en el
que ellos se mueven a sus anchas sin interferencias extrañas, sin cortapisas ni
limitaciones. Hoy es cada vez más frecuente el ejercicio profesional en el marco de
organizaciones, instituciones y empresas. No es lo mismo el médico que tiene su
propia consulta que el médico que trabaja en un hospital de la Seguridad Social. Un
psicólogo que trabaja en la selección de personal de una empresa tiene que
compaginar sus obligaciones de profesional competente y honesto en relación con la
persona que acude a él, con las obligaciones contraídas con la empresa que le emplea
y le paga.
El ejercicio profesional tiene lugar en un espacio social, con recursos escasos,
con necesidad de compatibilizar o jerarquizar demandas plurales, ya que no es posible
dar la razón a todos y ofrecer a cada uno lo que desea o le conviene. Si el presupuesto
de un hospital tiene que ser empleado preferentemente en un programa de prevención
de la esterilidad o de fecundación humana asistida, no es una cuestión sobre la que
baste la opinión de los afectados que dicen "yo quiero...", ni sólo la de los médicos que
dicen "yo puedo...". Hay que articular criterios de justicia para responder a la pregunta
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¿Qué es justo para todos cuando no hay recursos para satisfacer las demandas de
todos?
La ética profesional entronca entonces con la ética social al hacer intervenir
criterios de justicia, en orden a marcar prioridades y distribuir recursos escasos. Sin
eso la ética profesional carece de criterios para hacer frente a las desmesuradas
demandas de los profesionales que quieren más medios y las desmesuradas
reclamaciones de los usuarios que quieren más y mejores prestaciones. Hay que tener
en cuenta el marco social, las necesidades de todos y los recursos disponibles a la
hora de establecer prioridades con criterios de justicia.
Por eso la ética profesional tiene que preguntarse si la función social que de
hecho desempeña una profesión es la misma que la que la sociedad necesita o espera
de ella. Las circunstancias (escasez de recursos, nivel cultural de la población,
modulación de las necesidades, prioridades) en las que ha de ejercerse la profesión
tienen también relevancia ética. Del hecho de ejercer una profesión en un país
desarrollado o en otro que no lo es, en un país democrático o en otro que no lo es, etc.
se siguen consideraciones éticas que no es posible desatender.
Muchas profesiones nacieron como servicio público y todas ellas tienen esa
dimensión como constitutiva del servicio que pretenden proporcionar. Los grandes
problemas que tiene hoy planteados la humanidad, como las desigualdades Norte Sur,
el medio ambiente, el paro, la violencia, el SIDA, las nuevas fuentes de energía, etc. no
pueden soucionarse sin poner la contribución competente de los profesionales al
servicio de la solución de dichos problemas. Al ejercicio profesional le afectan los
criterios de justicia social (nacional e internacional); cada colectivo profesional tiene
que plantearse qué contribución al bien común debe hacer y corresponde a los
responsables del gobierno de la sociedad asignar prioridades y distribuir recursos
conforme a criterios de justicia.
Tampoco es posible silenciar que hoy las responsabilidades profesionales se
suelen ejercer en contextos en los que la corrupción y la confusión están muy
extendidas. La reflexión ética no se puede limitar a hacer propuestas ideales; tiene
también que reflexionar sobre las condiciones reales en que dichas propuestas tienen
que llevarse a cabo.
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6. Diálogo entre expertos, afectados y responsables en la toma de decisiones


éticas.
En los planteamientos de ética profesional, en los comités de ética, en los
debates públicos sobre estos temas, hay que intentar escuchar y hacer oír estas tres
voces: la voz de los expertos, la voz de los afectados y la voz de los responsables.
En toda decisión compleja acerca de una actuación profesional hay que tener
en cuenta, por supuesto, el punto de vista de los profesionales; ellos son, por hipótesis,
competentes en los temas de su profesión. Lo que se sabe de derecho, de medicina,
de arquitectura, ingeniería, etc. lo saben los juristas, los médicos, los arquitectos, los
ingenieros, etc. respectivamente. Y si hay profesionales que no saben, son otros
colegas de su misma profesión quienes, en principio, mejor pueden juzgar acerca de
su ignorancia o incompetencia.
Quien al plantearse cualquier problema en el que intervienen o pueden
intervenir profesionales, no tiene en cuenta lo que pueden aportar los expertos, corre
el riesgo de ignorar elementos muy decisivos de dicho problema. Hay pues que tener
en cuenta a los expertos profesionales para acertar en las decisiones acerca de
asuntos de su competencia.
Ahora bien, eso no significa que sean ellos los únicos que tengan voz y voto en
estos asuntos. Cuando se deja todo en sus manos, es fácil que caigan en el secuestro
corporativo de los asuntos, en la ideología del profesionalismo. Las operaciones serán
técnicamente perfectas, aun cuando los enfermos se mueran. Hemos aludido más
arriba al paternalismo como la forma de dejar exclusivamente en manos de los
expertos las decisiones.
Esas decisiones afectan a otros; por eso hay que hacer intervenir el punto de
vista de los afectados, sea que ellos mismos estén en condiciones de articularlo, sea
que su punto de vista y sus intereses sean articulados por otros que los representan.
El punto de vista de los afectados y lo que desde esa perspectiva se puede
aportar tiene y debe tener un peso específico insustituible. Eso no convierte a los
afectados en expertos, pero sí añade elementos centrales que hay que tener en cuenta
en las tomas de decisiones. Al fin y al cabo los que busca la actuación profesional es el
beneficio del cliente, la utilidad de los usuarios.
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Tampoco conviene absolutizar esta perspectiva. Los afectados son los que
tienen el problema; pero la solución no se la pueden proporcionar; no tienen para ello
ni conocimientos ni recursos. Cuando todo se enfoca desde este punto de vista puede
haber gran empeño en los resultados finales, pero no se acaba de saber qué medios
hay que poner para lograrlos. Se cae fácilmente en un moralismo estéril o sentimental.
El discurso que se hace sólo desde esta perspectiva sirve para descalificar
actuaciones, pero no para solucionar problemas.
Como hemos dicho más arriba expertos y afectados no se encuentran ni en un
espacio extrasocial ni en un paraíso de recursos y posibilidades ilimitadas. Tiene que
existir una perspectiva en la que se articulen las múltiples necesidades e intereses, con
las posibilidades y recursos disponibles conforme a criterios de justicia. Eso es lo que
toca hacer a los responsables políticos a nivel de toda la sociedad y a los directivos en
los niveles institucionales. Ellos tendrán, por supuesto, que estar asesorados por los
expertos y deberán tener en cuenta a los afectados. Cuando no se puede llegar a
todos, hay que arbitrar fórmulas para que los recursos se distribuyan razonable y
equitativamente conforme a criterios de justicia.
Tal vez por eso sea tan difícil y compleja una ética profesional en una sociedad
como la nuestra en la que cada cual vive en su mundo y casi sólo escucha a los que
piensan más o menos como él, por vivir las situaciones desde contextos y perspectivas
semejantes. No sería pequeño servicio el que puede prestar la Iglesia a este mundo
fragmentado: reunir a los dispersos en un nuevo y cotidiano Pentecostés en el que
hablando cada cual su propia lengua diferente, todos llegasen a entenderse. Las
Universidades de la Iglesia deberían ser un buen lugar para hacer oír y entender esas
lenguas diferentes.
Este es el esquema de ética profesional que os quería presentar. Se trata de
un planteamiento genérico que para ser válido y aplicable a las distintas profesiones,
tiene primero que ser enriquecido, modulado y modificado. Sólo así podrá adaptarse a
las diferentes profesiones e incluso a situaciones muy dispares dentro de cada
profesión.
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7. Identidad y vocación
Digamos una última palabra sobre lo que la profesión significa para el que la
ejerce. El trabajo puede verse como "puesto de trabajo", como "carrera" y como
"vocación".4 En el primer caso lo importante es el dinero que el profesional se lleva a
casa a cambio de sus prestaciones. En el segundo caso se valora el status, prestigio
social, poder y competencia crecientes (en principio) que hacen que el trabajo se
convierta en fuente de estima social. Cuando el trabajo se ve como vocación la labor
de una persona se convierte en algo inseparable de su vida. Vive para el trabajo que
realiza y no sólo de él.
Hoy no se suele insistir en los aspectos vocacionales de la profesión.5 Sí
permanecen, sin embargo, rasgos caracterizadores de este aspecto que hoy suelen
agruparse más en torno al concepto de identidad. La componente ocupacional es muy
importante en la configuración de la propia identidad. Nadie acaba de decir quién es sin
aludir a lo que hace y profesa hacer, a lo que se dedica, para lo que vive y de lo que
vive.
Suele señalarse como rasgo importante del concepto de profesión lo que
podríamos llamar el aspecto vocacional, o si se prefiere la fuerte implicación personal
en esas actividades ocupacionales. "profesión" y "vocación": son originariamente
términos religiosos. Fue Lutero, según Max Weber, quien, con la palabra Beruf
(profesión, oficio), introdujo este término en el mundo de las actividades mundanas y
aplicó el concepto de profesión muy cercano al de vocación (Berufung). Algo paralelo
sucede con la palabra "profesión" que originariamente significa la consagración por los
votos del miembro de una orden religiosa, y posteriormente pasa a significar la
consagración de una persona al tipo de actividad que se presenta como una forma de
vida a la que uno también se consagra con cierto sentido religioso. Se habla también
de que ser juez, militar o médico es una especie de sacerdocio. En el sacerdocio
destaca el aspecto religioso, vocacional. Nadie es sacerdote, sino el que es llamado y

4 R.N.BELLAH, R.MADSEN, W.M.SULLIVAN, A.SWIDLER, ST.M.TIPTON, Hábitos del corazón. Alianza.


Madrid 1989. págs. 96-102.

5 Cfr. G.Marañón, Vocación y Ética y otros ensayos. Espasa-Calpe. Madrid 1947. J.MARTÍN-MORENO Y
AMANDO DE MIGUEL en su libro Ética de las profesiones (CIS. Madrid 1982. págs. 53-73, esp. 57 y 68)
dedican un capítulo a "la ideología del profesionalismo y la metáfora religiosa". Ver también A.AUER,
El cristiano en la profesión. Herder. Barcelona 1970.
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responde a la llamada libremente. De igual manera el profesional siente la llamada a


vivir para su profesión, y se dedica a ella, hace "profesión" de la forma de vida que
comporta vivir para prestar ese servicio.
Afirman Robert N.Bellah y sus colaboradores que "la idea de vocación es cada
vez más difícil de comprender, ya que nuestra sociedad es cada vez más compleja y
utilitarista." La cosa no les parece banal pues piensan que "la ausencia de vocación
implica la ausencia de un sentido moral."6
El trabajo no agota su significado en las funcionalidades sociales o individuales
que desempeña. Cabe en esto ser más inner directed (vocación) o más outer directed
(prestigio, poder, dinero).

6 BELLAH y otros, Hábitos..., pp. 97,102.

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