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Libro de arcángel Miguel

Instrucción del Maestro El Morya, 1952

Cuando Dios Padre-Madre puso al cuidado de los grandes Elohims la responsabilidad de la


creación de una orbe habitable sobre el cual ciertos espíritus inteligentes pudieran
evolucionar hacia la perfección divina, los Elohims de la luz de sus propios corazones,
proyectaron los rayos convexos que formaron la cuna o matriz para la tierra. Allí donde se
encontraron los rayos masculinos y femeninos se formó el átomo permanente de la tierra,
este átomo contenía en sí el poder magnético mediante el cual se atrajo la sustancia luz
universal e esta forma esférica y con la cooperación de los constructores de las formas, de
los Devas de la naturaleza y de los directores de las fuerzas de los elementos, se le dio ser
al mar, a la tierra y a la atmósfera, con el fuego cósmico interpenetrándolo todo. Un día
cósmico se completó el trabajo de la creación y los Elohims le avisaron al Sol, que el
planeta tierra estaba listo para ser habitado.

A tres tipos distintos de vida inteligente se les dio la oportunidad de desenvolver su


naturaleza divina en esta pequeña estrella, la tierra. Ángeles, hombres y elementales, cada
uno contribuyendo de alguna manera al bienestar y progreso de los demás y se ordenó que
su fuerza vital combinada tejiera el puente espiritual para unir la tierra con el corazón de
Dios. De la misma manera que padres amorosos se preparan para la venida de un niño
esperado, mucho antes del advenimiento del bebé al plano terrenal, así mismo se
prepararon los padres Dioses para la custodia, sostenimiento y protección de las vidas
evolucionantes que habrían de ser convocadas a poblar esta estrella. A la humanidad
habría de dársele la oportunidad de experimentar con los centros creativos de pensamiento
y sentimiento, y de aprender a atraer la energía y moldearla en bellas formas,
convirtiéndose en cocreadora con sus padres Dioses y con el correr del tiempo en
constructores de soles y estrellas por cuenta propia en el círculo siempre en expansión de
los ritmos de la vida.

Con el propósito de sostener los cuerpos de los seres humanos, se envío el reino elemental
a la tierra, cargados con el fíat de obedecer todas las órdenes del hombre, de hacer para él
abrigos de piel, de mantener éstos en buenas condiciones y de materializar de la sustancia
primigenia de la tierra, del aire y del agua el sustento para reabastecer dichos cuerpos, así
como también las necesidades y lujos que habrían de ser de su exilio algo feliz y armonioso.

Estos elementales fueron puestos bajo la dirección de los grandes Devas de la naturaleza y
de los constructores de las formas y en la medida en que sirvieran a la humanidad de la
tierra se les prometió que en el futuro evolucionarían hacia el reino de directores de la vida
elemental.

Con el propósito de custodiar y alimentar la naturaleza espiritual de los seres humanos y de


contribuir con el desarrollo de la chispa interna de divinidad hasta convertirse en la llama de
la maestría consciente, se envió la Hueste Angélica a la tierra para parase al lado de la
humanidad, irradiando amor, la fe y la voluntad del Padre dentro de la atmósfera y aura de
cada consciencia divina evolucionante de cada hombre. La Hueste Angélica quedó bajo la
dirección de los siete grandes Arcángeles, quienes vinieron desde el Gran Sol Central de
nuestro sistema y habitaron dentro de nuestro sol físico hasta que los Elohims hubieron
preparado partiendo del cuerpo luz primordial y amorfo de Dios los planetas que habrían de
estar a su cargo.
A la Hueste Angélica, mediante su asociación con la humanidad y el reino elemental se le
prometió que con el correr del tiempo podrían alcanzar el estado de Arcángeles y
convertirse en poderes guardianes en sistemas de mundos todavía no nacidos de las
consciencias de futuros señores solares. Cuando los reinos elementales hubieron hecho
verde la tierra con frutas y belleza y el reino angélico hubo llenado su atmósfera con la
sustancia estimulante de lo divino, el planeta estuvo preparado para la bella ceremonia
mediante la cual la humanidad fue bienvenida a la hospitalidad de un nuevo teatro de
evolución, lleno de oportunidades, promesas, belleza y abundancia. Y luego tuvo lugar el
descenso del hombre al mundo, una ceremonia cuyo recuerdo quedó escrito por toda la

eternidad en las sensibles sustnacia de la caya, la cual será algún dia (17:50)

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