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JEAN-PAUL SARTRE (1905-1980):

“SI NO ELIJO, TAMBIÉN ELIJO” 1

Eduardo Harada Olivares 2

María de la Luz Troncoso López 3

El hombre se hace, no está todo hecho desde el


principio […], JEAN-PAUL SARTRE.

Hace años, a finales de la década de los años cuarenta o después de la Segunda Guerra Mundial,

el existencialismo estuvo “de moda”, sobre todo, entre los jóvenes universitarios.

Era común decir u oír: “Esa película, novela, idea, etc., es existencialista”, queriendo

decir con ello que trataban de la “realidad humana”, implicaban un cuestionamiento de las

convenciones sociales, se referían a la falta del sentido de las cosas, hablaban de la posibilidad de

la muerte o hasta del suicidio, etc.

Además, algunas personas se consideraban a sí mismas “existencialistas”, mientras que

otras estaban en contra del existencialismo.

De manera superficial, ser “existencialista” consistía en vestirse todo de negro, leer a

ciertos autores considerados “existencialistas” (además de Sartre, Camus, Marcel, Jaspers,

Heidegger, etc. i), asistir a reuniones con “intelectuales”, etc. ii

1
Publicado en LUX, No. 553, octubre de 2005, pp. 137-142.
2
Profesor de Carrera Titular B en la ENP de la UNAM.
3
Profesora de la Preparatoria Abierta de la Escuela Técnica del SME.
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De manera un poco más profunda, ser “existencialista” implicaba estar comprometido con

la solución de los problemas vitales del ser humano y políticos de toda la humanidad.

Incluso, de esa época proviene la expresión -que todos hemos usado o escuchado- “Tener

un problema existencial”, es decir, no un problema físico, material, económico, etc., sino, más

bien, un problema que surge del hecho de existir en tanto que seres humanos, esto es, como seres

libres y de tratar de encontrarle sentido a la vida para saber qué hacer y llegar a ser.

Un problema existencial sería, por ejemplo, tener que decidir entre dejar de estudiar y

ponerse a trabajar para ayudar a la familia, participar en una huelga o no hacerlo o poner en

peligro la vida de otras personas.

Pero lo anterior son únicamente usos cotidianos de la palabra ‘existencialismo’ y quizá

sólo se trate de meros prejuicios, es decir, de ideas previas sobre algo que en realidad no se

entiende o se desconoce.

¿Qué es el existencialismo?

El existencialismo es una corriente filosófica iniciada por el filósofo francés Jean-Paul

Sartre, de quien este año celebramos cien años de su nacimiento (nació en 1905 y murió en

1980).

Sartre no sólo fue un filósofo, sino también un escritor, novelista y dramaturgo iii.

De hecho, en 1964 recibió el Premio Nóbel de Literatura, el cual rechazó, debido a

razones políticas.

En efecto, también fue un activista político ligado a la resistencia francesa contra la

ocupación nazi, al movimiento estudiantil del 68, a las luchas anti-colonialistas, etc.
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Sartre escribió libros filosóficos muy complejos y extensos como El ser y la nada. Ensayo

de ontología fenomenológica (1943) y Crítica de la razón dialéctica. Precedida de cuestiones de

método (1960).

Pero también libros de divulgación, dirigidos a un público general o no especializado,

como El existencialismo es un humanismo, publicado en 1946.

En este pequeño libro Sartre explica lo que entiende por existencialismo y también

responde algunas críticas que se le hicieron a esta postura iv.

Básicamente, lo que intenta mostrar es que los seres humanos somos irremediablemente

libres, estamos condenamos a elegir y no podemos no hacerlo, pues la no elección también es

una elección, por lo que somos responsables de lo que somos (al igual que tenemos una gran

responsabilidad con todos los seres humanos v).

En las siguientes páginas se tratara de mostrar algunas de las premisas de las que parte

Sartre para llegar a tales conclusiones, pero también se incluirán varios ejemplos que ilustren su

filosofía.

El objetivo de este escrito, además de invitar a leer el libro de Sartre El existencialismo es

un humanismo (el cual no sólo es bastante corto, sino también sencillo y relativamente fácil de

entender), es hacer reflexionar sobre uno de problemas que compartimos todos los seres

humanos: la libertad de elección.

* * * * *

El existencialismo, nos dice Sartre, parte del principio de que en el ser humano, a diferencia de

los objetos, “la existencia precede a la esencia” (El existencialismo es un humanismo, p. 11) vi.

O, dicho de otro modo, el ser humano es “una existencia que elige su esencia” (Ibid., p. 35),

entendiendo por ‘esencia’ lo que hace que algo sea lo que es.
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En el caso de los objetos sí está determinado o pre-determinado (antes de que existan) lo

que son y ellos no pueden cambiar esto.

Por ejemplo, una herramienta es confeccionada con cierta finalidad (por ejemplo,

martillar), antes de producirla se tiene una idea previa de ella (gracias a la cual se le puede definir

con precisión) y existen ciertos métodos para elaborarla (que cualquier puede aprender para

fabricar herramientas casi idénticas o que a penas se distinguen unas de las otras). Por eso

podemos decir que un martillo sí tiene una esencia.

En cambio, el ser humano empieza por existir y sólo después busca lo que debe o puede

ser, es decir, primero existe y luego se define (mejor dicho, se auto-define) vii.

Otra forma de decir lo mismo es que el ser humano comienza “siendo nada” y que no es

otra cosa sino lo que él hace de sí mismo y que para esto no hay “recetas” o reglas generales que

puedan ser aplicadas mecánicamente para obtener un resultado seguro (Ibid., p. 13).

Es decir, un ser humano no nace siendo algo determinado, por ejemplo, valiente o cobarde

(la valentía y la cobardía no son algo que se herede o se traiga en los genes), sino que se convierte

en valiente o cobarde.

¿Cómo nos convertimos en lo que somos?

Muy sencillo: a través de las elecciones que tomamos y de los actos que realizamos.

En efecto, el que hasta el momento hayamos sido de cierta forma no implica que

necesariamente seguiremos siendo de la misma manera, sino que siempre podemos cambiar (a

veces mucho y a veces aunque sea sólo un poco).

Si fuéramos algo desde nuestro nacimiento y no pudiéramos cambiar nada durante toda

nuestra vida, no tendríamos mayores problemas o estaríamos completamente tranquilos (no

tendríamos ninguna opción: haríamos lo único que podríamos hacer), pero la verdad es que, por
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ejemplo, siempre hay una posibilidad para el cobarde de dejar de serlo y para el héroe de no ser

tal (Ibid., p. 31).

El cobarde es “responsable de su cobardía” porque “se ha construido como hombre

cobarde por [medio de] sus actos”: lo que le vuelve cobarde no es algo previo sino los actos de

renuncia que realiza a cada momento (Ibid., p. 30).

Lo anterior significa que cada ser humano es responsable de lo que es o que todas las

personas, lo sepan o no, lo quieran o no, se eligen a sí mismas. Es decir, a pesar de que ningún ser

humano ha elegido existir (ni las características con las que nace o las circunstancias que le

rodean), sin embargo, es responsable de lo que, a partir de esa existencia, hace y llega a ser, pero

también de lo que no hace y deja de ser.

La tesis que Sartre sostiene es que “el hombre es libertad” o “está condenado a ser libre”

(Ibid., p. 20), pues inclusive si no elije, también elije (precisamente, no elegir): el hombre es libre

de elegir lo que quiere, pero no puede evitar tomar decisiones (Ibid., p. 36) viii.

Por ejemplo, si se le pide a alguien un consejo acerca de qué hacer en cierta situación, de

hecho, ya se ha tomado una decisión: se elije a esa persona debido a que se sabe más o menos, en

el fondo, lo que va a aconsejar. Y después de recibir el consejo se puede aceptar éste o

rechazarlo ix.

Para ilustrar esto Sartre expone un famoso ejemplo en su libro El existencialismo es un

humanismo sobre un alumno que fue a consultarlo en las siguientes circunstancias:

Su padre se había peleado con la madre y tendía al colaboracionismo [con los nazis]; su
hermano había sido muerto en la ofensiva alemana de 1940, y este joven, con sentimientos
un poco primitivos pero generosos, quería vengarlo. Su madre vivía sola con él, muy afligida
por la semi-traición del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él. Este
joven tenía, en ese momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas
francesas libres –es decir, abandonar a su madre- o bien permanecer al lado de su madre y
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ayudarla a vivir […] en consecuencia, se encontraba frente a dos tipos de acción muy
diferentes: una concreta, inmediata, pero que se dirigía a un solo individuo; y otra que se
dirigía a un conjunto infinitamente más vasto, a una colectividad nacional, pero que por eso
mismo era ambigua y podía ser interrumpida en el camino” (Ibid., pp. 21-22) [realmente, ¿en
qué podían influir las acciones de una sola persona en el destino de la guerra?].

Y, “¿en nombre de qué, en nombre de qué gran máxima moral –pregunta Sartre- piensan

ustedes que podría haber decidido con toda tranquilidad de espíritu abandonar a su madre o

permanecer al lado de ella?” (Ibid., p. 41).

Lo que plantea Sartre es que todas las reglas morales son demasiado amplias o generales

para el caso preciso y concreto al que nos enfrentamos, por lo que ninguna puede librarnos del

problema de tener que elegir x.

Por eso, el “consejo” que Sartre le dio a su joven alumno fue, simplemente, elija, es decir,

invente, cree o imagine no sólo qué hacer sino, ante todo, lo que debe o puede ser xi.

En resumen, no hay signos en el mundo o en ningún lado está escrito lo que debemos

hacer. Es más, si lo estuviese, de todas formas seríamos responsables de interpretarlo y

determinar lo que quiere decir o cuál es su significado (Ibid., p. 20) xii.

Por ejemplo, vamos a suponer que a alguien, muy católico o guadalupano, se le “aparece”

la Virgen y ella le pide que haga algo. Uno podría concluir que, dado que esa persona es creyente,

debe hacer lo que ella le ordena.

Sin embargo, preguntaría Sartre, ¿qué prueba que se trata, en efecto, de la Virgen?, ¿qué

prueba que se trata de una genuina aparición y no de un sueño o una alucinación?, pues muchos

lo dudarían, ¿no es cierto?

Es más, vamos a suponer que la “Virgen” solicitara algo que fuera en contra de la

consciencia moral de la persona, ¿no dudaría ésta un solo momento en obedecer?, ¿no tendría que

decidir si, a pesar de ello, debería hacer lo que se le pide?


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La verdad es que si algo se nos “aparece” no estamos obligados a aceptarlo.

Claro está, no todos aceptamos la responsabilidad o las consecuencias que se derivan del

hecho de que somos libres, pues reconocerlas o aceptarlas nos produce angustia, esto es, miedo

ante “la ausencia total de justificación” (Ibid., p. 48). Por ello, hay personas que intentar huir de

su libertad y tratan de hacerse tontos a sí mismos xiii.

Como vemos, el existencialismo se opone a las ideas pesimistas y conformistas de quienes

dicen: “así soy”, “así siempre he sido y así siempre seré”, “el que nace para maceta no sale del

corredor”, etc. xiv

Pero también se opone a las excusas y los pretextos: las circunstancias han estado en mi

contra; yo valgo mucho más de lo que soy; podría ser mejor u otra cosa, pero…

Por ejemplo, podría decir alguien, no he tenido un gran amor, debido a que no he

encontrado a la persona adecuada, pero después, mañana, entonces sí…

Sartre sentencia que no se es más que el conjunto de los actos que se realiza (Ibid., p. 29)

y que fuera de eso, no hay nada, por lo que no existe el “hubiera…” o el “hubiera…” es una

excusa vacía.

Así, “no hay otro amor que el que se construye, no hay otra posibilidad de amor que la

que se manifiesta en el amor” (Ibid., p. 28).

Aunque sea duro aceptarlo, uno puede enamorase de alguien, planear hablarle, imaginar

cómo podría ser la relación, inclusive, disfrutar en sueños de ese amor (tener, lo que se dice, un

“amor platónico”, idealizado o de lejos, es decir, de personas no muy inteligentes… o no muy

comprometidas, diría Sartre)… pero nunca hacer nada para que la otra persona lo que se siente

por ella, para que ella llegue a sentir lo mismo y para que ambos se amen mutuamente.
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Desde el punto de vista del existencialismo, ese supuesto “amor” simplemente no existe,

ya que no hay más amor en el mundo que el que realmente se da y el que se recibe. Sobre todo,

porque en cualquier momento la otra persona podría desaparecer o morir… y lo mismo podría

ocurrir con nosotros xv.

* * * * *

Confiamos en que la próxima vez que oigas hablar del ‘existencialismo’, de Sartre, etc., seas

capaz de dar sentido a tales palabras.

También confiamos que elegirás leer algo escrito por Sartre (repito, te recomiendo que

comiences por El existencialismo es un humanismo).

Pero, sobre todo, estamos seguros que la próxima vez que te enfrentes a una elección

moral, reconocerás y aceptarás que eres libre y que no te queda otra opción si no elegir y que,

por ello, eres responsable no sólo de lo que haces sino, igualmente, de lo que eres y que no

tratarás de huir de tu libertad de elección pues al hacerlo de todas maneras estarías eligiendo,

pero eligiendo mal.

Bibliografía

Sartre, J.-P., El existencialismo es un humanismo, traducción de Manuel Lamana, Losada, Bs. As., 1998, 67, pp.
(hay otra edición con la misma traducción en la editorial mexicana Quinto Sol).
-----, El ser y la nada, Losada, Bs. As., 1998.
-----, Las palabras (autobiografía), Losada, Bs. As., 1964.
-----, Los caminos de la libertad, Losada, Bs. As., 1984.

i
Cabe mencionar que algunos de estos autores no sólo rechazaron el título de “existencialistas” sino que estuvieron
en contra de este tipo de filosofía. El ejemplo más claro de ello es Martin Heidegger en su escrito Carta sobre el
humanismo.
ii
Por eso, algunos marxistas consideraban al existencialismo una mera “ideología burguesa”.
iii
Entre sus obras de teatro se encuentran: A puerta cerrada y Muertos sin sepultura; entre sus novelas: La náusea, El
muro y Los caminos de la libertad.
iv
De hecho, al final, el libro incluye una entrevista con él, en la que responde, sobre todo, las críticas de los
marxistas. Entre las críticas que trata de responder se encuentran que el existencialismo invita a permanecer en el
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“quietismo”, es una filosofía burguesa, se centra en lo malo del ser humano (El existencialismo es un humanismo, p.
7) y hace imposible juzgar a los demás (Ibid., p. 8).
v
Cada ser humano, dice Sartre, es responsable de todos los hombres, pues al elegirse elige una imagen o esencia del
ser humano e indica lo que debería ser éste (Ibid., p. 14).
vi
Sartre también dice que el punto de partida del existencialismo es la frase de Dostoievski, que aparece en su novela
Los hermanos Karamázov, “si Dios no existiera, todo estaría permitido” (Ibid., p. 19). En efecto, si Dios existiera le
hubiera dado una esencia o naturaleza al ser humano y, por tanto, estaría pre-determinado lo que sería y debería ser.
vii
Podríamos parafrasear la frase cartesiana de “Pienso, luego existo”, diciendo: Existo y luego pienso en lo que soy
o, mejor dicho, existo y luego elijo lo que soy o, también, existo y luego, a través de mis elecciones y actos, me creo
a mí mismo.
viii
En ese sentido, podemos concluir junto con Sartre: al elegir estamos solos (desamparados) y sin excusas (Ibid., p.
39).
ix
Otro ejemplo que ofrece Sartre es el siguiente: “si bien es cierto que –frente a una situación que hace que yo sea un
ser sexuado que puede tener relaciones sexuales con un ser de otro sexo, que yo sea un ser que puede tener hijos-
estoy obligado elegir una actitud y […] de todos modos llevo la responsabilidad de una elección […]”: permaneceré
casto, me casaré sin tener hijos o me casaré y tendré hijos, “de todos modos, haga lo que haga, es imposible que no
tome una responsabilidad total frente a este problema” (Ibid., p. 36-37).
Se puede objetar que Sartre no está tomando en cuenta todas las posibilidades reales en esta situación: se
puede tener hijos, pero no estar casado; o, más aún, una mujer puede ser violada u obligada a tener relaciones
sexuales, resultado de lo cual puede quedar embazada. Pero creo que Sartre respondería en este último caso que esa
mujer podría decidir continuar con el embarazo o abortar e, incluso, en el caso de que no pudiera hacer esto último
(por falta de recursos, presión social, etc.), podría cuidar y amar al producto del embarazo o no hacerlo. De todas
maneras tendría que elegir.
x
Es decir, Sartre sostiene que “[…] los principios demasiado abstractos fracasan para definir la acción”, dado que,
“el contenido es siempre concreto” e “imprevisible” (Ibid., p. 41).
Por eso, dice que la moral entraña “creación” e “invención”: “no podemos decir a priori lo que hay que
hacer” sino que estamos obligados a inventar nuestra propia ley.
Y, en se sentido, Sartre considera que podemos comparar la elección moral con la construcción de una obra
de arte: “¿Se ha reprochado jamás a un artista que hace un cuadro el no inspirarse en reglas establecidas a priori? ¿se
ha dicho jamás cuál es el cuadro que debe hacer? Está bien claro que no hay cuadro definido que hacer, que el artista
se compromete a la construcción de su cuadro, y que el cuadro por hacer es precisamente el cuadro que habrá hecho:
está bien claro que no hay valores estéticos a priori, pero que hay valores que se ven en la coherencia del cuadro, en
las relaciones que hay entre la voluntad de creación y el resultado. Nadie puede decir lo que será la pintura de
mañana; sólo se puede juzgar la pintura una vez realizada (Ibid., p. 37)”.
Por cierto, en esto coincide Michel Foucault (de finales de los años setenta y principios de los ochenta), pues
éste filósofo francés también habla en su ética de una “estética de la existencia”, de convertir a la propia vida en “una
obra de arte”, etc., a pesar de las críticas que le dirigió al existencialismo en su periodo “arqueológico” (de los años
sesenta), especialmente a su concepción del sujeto (como dador de sentido), ya que para Foucault el sujeto no sólo se
construye por medio de su propia actividad, sino, igualmente, por medio de las relaciones de saber y de poder. Por
otra parte, Foucault rechaza la idea sartreana de “autenticidad”.
xi
Otro ejemplo que ofrece Sartre es el siguiente: “Cuando […] un jefe militar toma la responsabilidad de un ataque y
envía cierto número de hombres a la muerte, elige hacerlo y elige él solo. Sin duda hay órdenes superiores, pero son
demasiado amplias y se impone una interpretación [acerca de lo que hay que hacer exactamente] que proviene de
él…” (Ibid., pp. 17-18).
xii
La vida, a priori, no tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle
sentido, y el valor no es otra cosa, que ese sentido que ustedes eligen (Ibid., p. 43).
xiii
Como nos muestra en su novela de tres tomos Los caminos de la libertad.
xiv
El existencialismo, dice Sartre, es un “optimismo”: afirma que siempre se puede hacer algo (Ibid., p. 46).
xv
La vida, plantea Sartre, debe ser vivida de forma auténtica, sin mentiras (Ibid., p. 48).

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