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La Pequeña Alma y el Sol

Por Neale Donald Walsch

HABIA UNA VEZ UNA Pequeña Alma que dijo a Dios:


-¡Ya se quien soy!
Y Dios le contesto:
-¡Maravilloso! ¿Quieres eres?
La pequeña alma contesto a toda voz.
-¡Soy la luz¡
Dios sonrió ampliamente:
-Así es -exclamo-. Tu eres la Luz.
La pequeña alma estaba feliz, porque había comprendido lo que todas
las almas del reino trataban de entender.
-¡Hurra! ¡Esto es fantástico¡
Pero poco después ya no le basto con saber quien era. Sentía cierta
inquietud en su interior, porque quería ser lo que
era. Así, la pequeña alma volvió a hablar con Dios (lo cual no es mala
idea para todas las almas que quieren ser Quienes
Son realmente), para comunicarle sus ideas:
-¡Hola, Dios! Ahora que ya se quien soy, ¿es bueno serlo?
Dios respondió:
-¿Quieres decir que deseas ser Quien Ya Eres?
-Pues... veras. Una cosa es saber Quien soy, y otra muy distinta es
serlo realmente. Quiero sentir como es ser la luz.
-Pero si ya eres la luz -Repitió Dios, sonriendo otra vez.
-¡Si, pero quiero saber como se siente serlo! -exclamo la pequeña
alma.
Creo que debí imaginármelo -repuso Dios, riendo-, Tu siempre has
sido la mas aventurera ---y, tras un instante, la
expresión de Dios cambió-. Pero hay una cuestión...
-¿Qué es? pregunto la almita.
-Que no existe otra cosa además de la luz. No creé otra cosa que lo
que tu misma eres. Así, no hay un modo sencillo
para que experimentes Quien eres, puesto que no hay nada que no
seas.
-¿Cómo? -repuso la Pequeña Alma inocente, estaba un poco
confundida.
-Piénsalo de este modo. Eres como una vela en el sol. Ya estas allá,
junto con millones y millones de otras velas que
forman el sol. Y el sol no podría serlo sin ti, porque le faltaría una de
sus velas, y asi no podría brillar tanto. Pero saber
que eres la luz estando dentro de la luz... ese es el problema.
-Tu eres Dios, ¡ya se te ocurrirá algo!
Dios volvió a sonreír:
-Ya pensé en algo. Puesto que no puedes sentirte la Luz al estar en
ella, te rodeare de oscuridad.
-¿Qué es la oscuridad?
-Es aquello que tu no eres.
-¿Tendré miedo de la oscuridad? -gimió la almita.
-Solo si así lo quieres -respondió Dios-. A decir verdad, no hay nada
que temer, a menos que así lo decidas. Nosotros
inventamos todo eso. Fingimos.
-¡Ah! -exclamo la pequeña alma, que ya se estaba sintiendo mejor.
Entonces Dios explico que, para poder experimentar cualquier cosa,
se requiere de su opuesto.
-Ese es un gran don, porque sin el no podrías conocer como es todo lo
demás. No podrías saber que es lo Caliente sin
lo frió, el Arriba sin el Abajo, lo Rápido sin lo lento. No podrías saber
que es la izquierda sin la derecha, el Acá sin el
Allá, el Ahora sin el Después.
Y así -concluyo Dios-, al verte envuelta en la oscuridad, no cierres el
puño ni alces la voz para maldecirla. Mas bien, sé
Luz entre las tinieblas, y no te enojes por ello. De ese modo sabras
Quien Eres Realmente, y también los demás, lo
sabrán. Permite que tu luz brille para que todos sepan que eres
alguien muy especial.
-¿Quieres decir que esta bien que los demás sepan que soy alguien
muy especial?- inquirió la Pequeña Alma.
-¡Por supuesto!-rió Dios-.¡Esta muy bien! Pero recuerda que "especial"
no quiere decir "mejor". ¡Todos son especiales,
cada
uno a su modo! Pero hay muchos que no lo recuerdan. Entenderán
que esta bien que sean especiales solo cuando tu
mismo sepas que esta
bien ser especial.
-¡Fantástico! -exclamo la almita, quien bailaba, reía y daba saltos de
felicidad-.¡Puedo ser todo lo especial que quiera!
-Si, y puedes serlo a partir de ahora mismo- agrego Dios, quien
bailaba y saltaba y reía con la pequeña Alma-.¿Que
parte de lo
especial quieres ser?
-¿Qué parte de lo especial? No te entiendo. -Verás...- le explicó Dios-
ser la Luz es ser especial, y eso esta hecho de
muchas partes. Ser generoso es ser especial. Ser amable es ser
especial. Ser creativo es ser especial. Ser paciente es
ser especial. ¿Se te ocurren otros modos de ser especial? La pequeña
Alma quedo en silencio por un instante:
-¡Se me ocurren muchas formas de ser especial!- Exclamo luego.- Es
especial ayudar a los demás. Es especial
compartir. Y ser amistoso también es ser especial. ¡Ser considerado
con los demás es ser especial!
-¡Así es!- concordó Dios-. Y tu puedes ser todas esas cosas, o
cualquier otra parte de lo especial que desees ser, en
cualquier momento. Eso significa ser la Luz.
-¡Ya se lo que quiero ser!- anuncio la Pequeña Alma, muy
emocionada-. Quiero ser la parte de lo especial llamada
"perdonar". ¿No es especial perdonar?
-Oh, si- aseguro Dios-. Eso es muy especial.
-Entonces, eso quiero ser. Quiero perdonar. Quiero experimentarme a
mi misma de ese modo.
-Bien- dijo Dios-. Pero hay algo que debes saber. La Pequeña Alma
comenzaba a impacientarse. Parecía que siempre
había complicaciones.
-¿De que se trata?- suspiró.
-No hay nadie a quien perdonar.
-¿Nadie?- la Pequeña Alma apenas podía creer lo que estaba oyendo.
-¡Nadie!- repitió Dios. Todo cuanto hice es perfecto. No hay una sola
alma en toda la creación que sea menos perfecta que
tu. Mira a
tu alrededor.
Entonces la Pequeña Alma se dio cuenta de que se había reunido una
gran multitud. De todo largo y ancho, de todos
los rincones del
Reino, habían venido almas, porque se había corrido la voz de que la
Pequeña Alma sostenía una extraordinaria
conversación con Dios, y
todos querían oír lo que decían.
Viendo a las incontables almas reunidas, la almita tuvo que coincidir:
nadie parecía ser menos maravilloso, menos
magnifico o
menos perfecto que ella misma. Tal era el esplendor de las almas
reunidas y tan brillante era su Luz, que la Pequeña
Alma apenas podía
sostener su mirada.
-¿A quien perdonar entonces?- preguntó Dios.
-¡Oh, creo que esto será muy aburrido!.- Gruñó la almita-. Queria
experimentarme como El Que Perdona. Quería saber
como es
esa parte de lo especial. Y, así, supo como es estar triste.
Pero entonces un Alma amistosa salio de entre la multitud:
-No te preocupes Pequeña -le dijo-. Yo te ayudare.
-¿De verdad? -replico, con el rostro iluminado-. ¿Pero que puedes
hacer?
-Puedo darte a alguien para que lo perdones.
-¿Puedes?
-¡Desde luego! -canturreo el Alma amistosa-. Puedo ir a tu siguiente
vida y hacer algo para que lo perdones.
-Pero... ¿Por que habrías de hacerlo? -pregunto la Pequeña Alma-. ¡Tu
que eres un Ser de tan absoluta perfección! Tu
que vibras con gran rapidez creando una luz tan brillante que apenas
puedo verla! ¿Que podría hacer que frenaras tu
vibración hasta que tu luz se hiciera oscura y densa? ¿Que podrías
hacer tu, que eres tan ligera como para bailar en las
estrellas y desplazarte por el Reino a la velocidad del pensamiento,
entraras a mi vida y te volvieras pesada como para
hacer una cosa tan mala?
-Es muy fácil -repuso el Alma Amistosa-. Lo haría porque te amo.
A la Pequeña Alma le sorprendió la respuesta.
-No te asombres- le dijo el Alma Amistosa-. Tu hiciste lo mismo por
mi. ¿No lo recuerdas? Hemos bailado juntas muchas
veces, por eones y eras. Durante todos los tiempos y en muchos
lugares hemos jugado juntas. Simplemente no lo
recuerdas. Ambas hemos sido todas las cosas. Ya fuimos el Arriba y el
Abajo, la Izquierda y la Derecha. Fuimos el Acá
y el Allá, el Ahora y el Después, Fuimos lo Masculino y lo Femenino, lo
Bueno y lo Malo. Tu y yo Fuimos la victima y el
villano. Así, nos hemos reunido muchas veces, la una dando a la otra
la oportunidad exacta y perfecta para expresar y
experimentar Quienes Somos Realmente."
"De ese modo -añadió el Alma Amistosa-, llegaré a tu próxima vida y
seré el "malo". Haré algo realmente terrible, y
entonces podrás experimentarte como El Que Perdona.
-¿Que harás?- pregunto la Pequeña Alma, un poco nerviosa-. ¿Que
puede ser tan terrible?
-Oh, ya pensaremos en algo -replico el Alma amistosa, con un guiño.
Segundos después, pareció tornarse muy seria y
murmuró:
-Tienes razón en algo.
-¿En que? -quiso saber la almita.
-Tendré que frenar mi vibración y hacerme muy pesada para hacer
ese algo no tan bueno, Fingiré que soy alguien muy
distinto a
quien realmente soy. Por eso te pediré un favor a cambio.
-¡Si, lo que quieras! -exclamo la Pequeña Alma y comenzó a cantar y
bailar- ¡Podré perdonar, podré perdonar!
Pero notó que el Alma Amistosa seguía muy callada.
-¿Que quieres? -le pregunto-. ¿Que puedo hacer por ti? ¡Eres todo un
ángel por estar dispuesta a hacer tal cosa por mi!
-¡Claro que el Alma Amistosa es un ángel! -interrumpió Dios- ¡Todos lo
son! Siempre recuerda eso que solo ángeles
envio.
Y así, la Pequeña Alma quiso mas que nunca satisfacer la petición del
Alma amistosa:
-¿Que puedo hacer por ti? -volvió a preguntar.
-En el momento que te golpee y te despedace -repuso el Alma
Amistosa-, cuando te hago lo peor que pudieras
imaginarte, en ese
mismo instante...
-¿Que? -interrumpió la Pequeña Alma-. ¿Que...?
El Alma amistosa esta aun mas seria:
-Recuerda quien soy realmente.
-¡Si, así será! -exclamo el Alma Inocente-. ¡Te lo prometo! Siempre te
recordaré tal y como te veo aquí y ahora.
-Muy bien -repuso el Alma Amistosa-, porque pondré tanto empeño en
fingir, que olvidaré quien soy. Y si tu no me
recuerdas como soy realmente, no podré acordarme durante mucho
tiempo. Y si olvido quien soy, incluso tú olvidaras
Quien Eres, y las dos estaremos perdidas. Entonces necesitaremos
que venga otra alma para que nos recuerde a
Ambas Quienes Somos.
-¡No, no será así! -prometió otra vez la Pequeña alma-. ¡Te recordaré!
Y te agradeceré por darme ese don, la
oportunidad de experimentarme como Quien Soy.
Así acordaron, y La Pequeña Alma fue hacia una nueva vida,
emocionada por ser la Luz, que era muy especial, y por
ser esa parte de lo especial que se llama Perdonar.
Y espero ansiosamente poder experimentarse como Perdón y
agradecer lo que hiciera la otra alma para que fuera
posible.
En todo momento de esta vida, cada vez que apareció en escena una
nueva alma, ya fuera que trajese felicidad o pesar (y especialmente si
traía pesar), la Pequeña Alma pensó en lo que Dios le dijo.
"Siempre recuerda que no envió mas que ángeles"

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