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PALABRAS DEL DOCTOR ANTONIO HERNÁNDEZ GAMARRA CON

OCASIÓN DE LA CLAUSURA DE LA SEMANA DE LA SINCEANIDAD EN


NOVIEMBRE DE 1988

Me encuentro aquí traído de una mano por la nostalgia y asido de la otra por
la esperanza. Y qué confusión de sentimientos y qué cantidad de vitales
emociones!.

La esperanza me acompaña porque es muy grato saber que durante toda


una semana hemos hecho el esfuerzo de encontrarnos con lo nuestro, de
recordar lo nuestro, de alabar lo nuestro. Con nuestros cuentos, con
nuestras décimas, con nuestras aficiones, con nuestra música, con nuestra
poesía.

Pero además estos encuentros son esperanzadores porque significa que


abandonamos la indolencia respecto de nuestros valores culturales y por
ello mismo y desde ese instante nos sentimos solidarios e identificados en
lo colectivo.

Y eso sí que hace falta. Sí que nos hace falta decir que somos nosotros
mismos, que queriéndonos asimilar al mundo, a su cultura y a su progreso,
tenemos lo nuestro que es bello y que es auténtico.

Sí que nos hace falta luchar colectivamente por la solución de nuestras


apremiantes necesidades. Como decíamos al dirigirnos al Foro de
Profesionales de Sincé residentes en Bogotá, sí que nos hace falta el que
no contemos con una política vial, sí que nos hace falta que no tengamos
una política hospitalaria y de salud, sí que carezcamos de una política
educativa, de una política recreativa y cultural. Sí que nos hacen falta esas
políticas y cuanto nos ha sobrado en veces el egoísmo.

Afortunadamente parecemos despertar del sueño de la indiferencia por los


problemas colectivos y emociona e hincha el espíritu de civismo el saber
que aquí en Sincé existen gentes preocupadas por esos problemas,
divulgando su existencia y trabajando denodada y desprevenidamente por
su solución; al igual que lo está haciendo la Asociación Cívica de
Sinceanos residentes en Bogotá.

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Por todo ello complacido, honrado y gustoso acepté acompañarlos, así
fuera unas horas, durante esta semana y por eso también acepté dirigirme a
ustedes atendiendo la muy amable invitación que me hiciera la Junta
Directiva Organizadora de la Semana de la Sinceanidad, cuyo ejemplo y
entusiasmo merecen nuestra perenne gratitud.

Pero además he sabido que no sólo los valores culturales en abstracto han
sido rescatados sino y quizá más importante los hombres que los hicieron
posible. Y esto sí que era una urgencia. Porque parte esencial de lo que
debemos resaltar son precisamente tantos y tan notables valores humanos
que deben sernos guía y ejemplo. Porque si nos dicen poetas: nosotros
diríamos Simón Latino. Porque si alguien nos habla de estadistas nosotros
podríamos señalar a Alfonso Romero Aguirre. Porque si alguien menciona
mandatarios diríamos Demetrio Muñoz. Si alguien dice cuenteros, nosotros
tenemos un cuentero con nombre de cuentero que se llamaba Homero.
Porque si alguien menciona educadores uno aquí en Sincé podría decir
Lorenzo Ulloa, Pedro Espinosa, Germán

Herrera. Si nos preguntan por el arte de la garrocha uno aquí en Sincé


podría decir Manuelito Rodríguez. Si nos hablan de la música aquí en Sincé
diríamos Adolfo Mejía y si de letras podríamos hablar de Gabriel el nuestro.
Pero si acaso se habla de Medicina y de Filantropía aquí diríamos Luis
María Merlano.

He hecho esta lista a riesgo de ser injusto y solo he mencionado a los que
ya se han ido, pero cada uno de ustedes ayúdenme, en lo más profundo de
su corazón, a agrandarla para que exaltemos nuestros valores, nuestras
gentes. Para que sus nombres lleven el nombre de algunas de las obras
que hagamos, para que honrándolos permitamos ser fieles a su ejemplo.

Pero antes dije que me había traído también la nostalgia. Porque yo me


siento profundamente orgulloso de decir que nací, que estudié aquí y soy
parte de aquí. Porque mis sueños y mis esfuerzos los alimentan las
primeras letras que me enseñó la Niña Sofi, la aritmética y tantas otras
cosas que me inculcó Luis Gabriel Mesa y los primeros versos leídos en una
vieja gramática de Bruño, siguiendo el alma sensitiva de Anselmo Castilla.

Pero además con algunos de ustedes intentamos en nuestro tiempo y a


nuestra manera crear expresiones de solidaridad colectiva. Me acuerdo
ahora de la Brigada Cívica Juvenil, de sus actividades, de sus recitales
poéticos y del montaje de sus dramas.

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Pero esos recuerdos por gratos que sean no pueden enturbiar lo evidente.
Lo de esta semana ha sido más nuestro, más auténtico, más profundo, más
expresivamente popular.

Y si me he tomado la libertad de hablar de mí y de ese episodio que hicimos


con tan buenos y tan grandes amigos es porque para mí constituye una
satisfacción profunda que después de tantos años la vida me haya regalado
la fortuna de ser testigo del progreso y los logros que hemos alcanzado.

Al felicitar a todos y cada uno de los miembros de la Junta Municipal de


Cultura, al agradecerles su entusiasmo, su dedicación y su iniciativa, al
expresarles a todas aquellas personas que con su aporte intelectual o
material contribuyeron a lo que aquí en esta plaza se ha vivido esta semana
permítanme que para clausurar el evento solo diga que si en todos nuestros
actos adoptáramos actitudes como las de estos días la vida sería más
promisoria, la lucha menos dura y la hermandad más duradera.

Gracias.

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