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TRABAJO DE DOCTORADO

LOS INTELECTUALES Y LA POLÍTICA EN EUROPA Y ESPAÑA:


PERSPECTIVAS COMPARADAS

PEDRO LAÍN ENTRALGO


(1930 – 1951)

CINTURA POLÍTICA
E
INTELECTUAL

LLUÍS HERNÁNDEZ PÉREZ


Junio 2005
“La lectura nos regala mucha compañía, libertad para ser de otra manera y ser más”.

Pedro Laín Entralgo.


ÍNDICE

Págs.

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………… 1

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA …………………………………...................... 3

PRIMERA ETAPA: “FIN DE LA MONARQUÍA DE SAGUNTO”…….………. 7

SEGUNDA ETAPA: “LA II REPÚBLICA”……………………………………... 11

TERCERA ETAPA: “LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA”……………………… 15

Los primeros días del alzamiento…………………………………. 15


Laín en Pamplona. Articulista del diario “Arriba”………………... 16
Laín en Burgos. El “gueto al revés”………………………………. 22

CUARTA ETAPA: “LA POSTGUERRA” (1940 – 1951)……………………….. 25

Retorno a Madrid………………………………………………….. 25
Escorial: Revista de Cultura y Letras……………………………… 26
Laín empieza a distanciarse de la España oficial….………………. 28
La Falange dentro del Régimen franquista ……………………….. 29
El Laín docente……………………………………………………. 32

CONCLUSIONES…………………………………………………………………. 36

BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………………. 38
INTRODUCCIÓN
Los intelectuales se caracterizan como grupo social no sólo por su dedicación a un trabajo no manual,
sino también por presentar frecuentemente una actitud crítica frente a la sociedad establecida. Este
papel crítico ha sido especialmente importante en épocas de transformación revolucionaria, tales como
las revoluciones burguesas o las revoluciones socialistas. Pero todo intelectual debe acompañar a ese
espíritu crítico con un cuerpo tangible, con una obra literaria, artística o científica que haya alcanzado
notoriedad y presencia en el debate público. Esta obra –que debe estar libre de servidumbres-
necesariamente debe suscitar un mecanismo acción-reacción dentro de la opinión pública.

A menudo, tenemos tendencia a relacionar al intelectual con aquel que mantiene una postura
independiente y que denuncia en nombre de valores universales ciertas actuaciones del Estado, de los
poderes públicos o de los políticos. Evidentemente, el terreno de la independencia es muy acotado y
por tanto, muy susceptible de ser de interpretado. Esta angelical descripción de intelectual pronto topa
con las ingratitudes que nos ofrece la vida real. Ya en 1927, Julien Benda en su obra “La traición de los
clérigos1” nos ofrece una imagen menos complaciente del supuesto “ente intelectual”, nos habla de la
traición de los intelectuales. Defiende Benda que los intelectuales no deben seguir manteniendo
posturas totalmente imparciales, deben tomar partido por las causas justas, aunque sea a costa de
abandonar el terreno de los valores universales. Rechaza las medias tintas acomodaticias y el pacifismo
que brota de la indiferencia moral y de la necesidad de venerar las opiniones como si fuesen sagradas.
Denuncia a los intelectuales que prostituyen los ideales en nombre del apego nacionalista, el
relativismo o la razón de Estado.

En España, debido a la poca permeabilidad que nos ofreció nuestra Ilustración, nos encontramos con un
sujeto intelectual propiamente dicho en torno a la generación de 1898, cuando un grupo de influyentes
personajes inician importantes campañas de protesta contra los políticos y la praxis política del
momento. Ya no se limitan a la pura narración de los hechos sino que buscan el surgimiento de un
debate que permita una regeneración de las estructuras económicas, sociales y políticas de España.

Atendiendo a lo expuesto anteriormente, podemos observar en Pedro Laín Entralgo dos facetas muy
diferenciadas. Una la intelectual y otra la política. La intelectual deriva de su trabajo docente, de su
labor como escritor y articulista, de su dominio de la filosofía, de la biología, de la química y de otras
tantas ramas del saber. Siempre intenta Laín suscitar debate e influenciar dentro de su entorno vital.
Desde un punto de vista político, quizá sea más difícil observar el núcleo intelectual que forma parte de

1
Julien Benda: La traición de los clérigos, Barcelona, Biblioteca Universal del Círculo de Lectores, 2000.

1
su persona. Como falangista y defensor del fascismo, Laín toma posición ideológica e intenta
influenciar para que su sistema de valores se perpetúe y expanda ya no sólo en España sino en Europa.
Este posicionamiento choca frontalmente con otros tendentes a defender a ultranza el sistema
democrático. Se trata de un Laín politizado, con servidumbres hacia el poder que lo sustenta, con una
capacidad de influencia basada en la coacción y con un creciente anacronismo evolutivo en cuanto al
posicionamiento ideológico que se va imponiendo en el mundo occidental. Difícil me resulta hallar la
dimensión intelectual de este Laín. Sin embrago, la hay. Laín es capaz, aunque sea en parte, de asimilar
aquello que es intelectualmente aceptable desde su punto de vista, independientemente de donde
proceda. Esta capacidad de aceptación de lo intelectualmente contrapuesto y de los intelectuales que
eligieron el bando contrario lleva a Laín a una secuencia evolutiva que lo aparta de su posicionamiento
fascista radical para adentrarlo en la trayectoria democrática. Es precisamente esa evolución la que ha
suscitado mayores controversias en torno a la figura de Laín Entralgo: para unos era un simple traidor
que merecía formar parte del olvido en el “exilio interior” mientras que los otros dudaron y dudan de su
verdadera aceptación democrática.

Por suerte para Laín, son muchos los que han olvidado las externalidades negativas derivadas de su
posicionamiento ideológico durante la Guerra Civil y de su actuación política hasta 1956, para
centrarse en su dimensión “humanista, renacentista e intelectual”. En este estudio, pretendo adentrarme
en la cotidianidad de Laín desarrollada entre 1930 y 1951. No me limitaré a glosar su figura, trataré de
analizarla mediante conclusiones propias aunque para ello tenga que considerar la de otros.

2
BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA
Pedro Laín Entralgo nace el 15 de febrero de 1908 en Urrea de Gaén, municipio sito en la provincia de
Teruel. Su padre –médico de profesión- juega un papel importante en relación al primer contacto que
tiene el joven Laín con el mundo médico y en sus primeras incursiones intelectuales. Cursa el
Bachillerato en Soria, Teruel, Zaragoza y Pamplona. En 1923 es ya estudiante de la Facultad de
Ciencias de Zaragoza. Continúa y finaliza sus estudios de Ciencias Químicas y Medicina en Valencia.
En octubre de 1930 se traslada a Madrid para realizar los cursos de doctorado correspondientes a sus
licenciaturas. Posteriormente, se traslada a Viena, a donde llega en 1932, para completar su formación
en Psiquiatría.

Regresa de Viena e inicia su trabajo como médico en la Mancomunidad Hidrográfica del Guadalquivir.
Desde 1934 ejerce de médico de guardia del Instituto Psiquiátrico Provincial de Valencia. En diciembre
de ese mismo año se casa con su novia y compañera de estudios, la sevillana Milagros Martínez. Los
recién casados fijan su residencia en la misma Valencia. Su primera hija nace en noviembre de 1935.
Cuando estalla la Guerra Civil española, Laín –que cuenta con 28 años- asiste a un Congreso en
Santander, desde donde consigue llegar a Pamplona, una vez tomada la decisión de pasar a la zona
controlada por los sublevados.

Al igual que muchos otros españoles, también Laín sufrió las ingratitudes de la guerra, aunque no
debemos olvidar que él participó de forma muy activa en el devenir de la contienda. Laín se afilió a la
Falange y durante la contienda colaboró en Arriba España y otras publicaciones de marcado acento
falangista. Desde 1938 dirigió la Sección de Ediciones del Servicio Nacional de Propaganda, después
transformada en Editora Nacional. Es decir, Laín colabora activamente con el nuevo Régimen
franquista que se impone en España después de la Guerra Civil. Evidentemente es un protegido del
régimen durante muchos años, aunque el paso del tiempo y su evolución personal lo lleven a posiciones
muy distantes de las mantenidas en sus primeros años de vida política.

Aunque pueda parecer lo contrario, su relación o connivencia con el Régimen no fue del todo fácil.
Junto a otros intelectuales –Luis Rosales y Antonio Marichalar, entre ellos- funda en 1940 la Revista
Escorial de claro signo aperturista. Su relación con el poder fue estrecha aunque poco a poco se fue
desvinculando de él, llegando incluso a abandonar sus cargos políticos. Con el tiempo sufrió la

3
depuración a la que se sometió a muchos falangistas de “procedencia dudosa”. Laín se dedicó desde
entonces a su profesión y a su trabajo intelectual. En 1948 funda Cuadernos Hispanoamericanos.

Coetáneo de Dionisio Ridruejo, Tovar, Julián Marías y Tierno, obtuvo la Cátedra de Historia de la
Medicina en la Universidad Central de Madrid, que ocupó desde 1942 hasta 1978. Fue Rector de dicha
Universidad desde 1951 a 1956, llevando a cabo el intento más serio de apertura intelectual en la
Universidad de la época franquista. Cesó en el cargo por sus desavenencias con la política del régimen,
lo que le supuso verse relegado al llamado “exilio interior”. En 1943 fundó el Instituto Arnau de
Vilanova de Historia de la Medicina, dentro del CSIC. Fue miembro de la Real Academia Nacional de
Medicina desde 1948, de la Real Academia Española de la Lengua desde 1954 y de la Real Academia
de la Historia desde 1962.

Pedro Laín Entralgo se ha definido intelectualmente a sí mismo como “historiador de la medicina,


antropólogo, y ensayista y dramaturgo de domingo, por supuesto profesor universitario, hombre que
ofrece a la incierta juventud lecciones sobre lo que él sabe o debe saber, y que a veces tiene la fortuna
de suscitar en el alma de alguno de sus oyentes o lectores, la voluntad de acompañarle por los caminos
de su particular disciplina académica”. Su obra escrita más voluminosa se centra en el desarrollo de
dos de sus máximas inquietudes, la “Historia de la Medicina” y el “Problema de España”.

Utiliza la técnica ensayista con gran maestría. Sus obras de Ensayo más destacadas son: Medicina e
historia (1941), Estudios de historia de la medicina y de antropología médica (1943), Las generaciones
de la historia (1945), El espíritu de la poesía española contemporánea (1948), La historia clínica
(1949), Menéndez Pelayo (1952), Historia de la medicina moderna y contemporánea (1954), Las
cuerdas de la ira: reflexiones sobre la diversidad de España (1955), España como problema (1949), La
espera y la esperanza (1957), La generación del noventa y ocho (1959), Teoría y realidad del otro
(1961), La aventura de leer (1964), La relación médico-enfermo, historia y teoría (1967), Gregorio
Marañón: vida, obra y persona (1969), La medicina hipocrática (1970), A qué llamamos España
(1971), Sobre la amistad (1972), Historia Universal de la Medicina (1973), Descargo de conciencia:
1930-1960 (1976), Antropología de la esperanza (1978), la guerra civil y las generaciones españolas
(1978), El diagnóstico médico: historia y teoría (1982), Antropología médica (1984), La espera y la
esperanza: historia y teoría del esperar humano (1984), En este país (1986), La curación por la palabra
en la antigüedad clásica (1987), Creer, esperar, amar (1993), Esperanza en tiempo de crisis: Unamuno,
Ortega, Jaspers, Bloch, Marañón, Heidegger, Zubiri, Sastre, Moltmann (1993), Teatro y vida: doce
calas teatrales en la vida del siglo XX (1995), Alma, cuerpo, persona (1995), Idea del hombre (1996),

4
El problema de ser cristiano (1997), Hacia la recta final: revisión de una vida intelectual (1998), Qué es
el hombre: evolución y sentido de la vida (1999), La empresa de envejecer (2001). Laín también se
atreve con el genero teatral: Entre nosotros (1966), Cuando se espera (1967), Las voces y las máscaras
(1967), Judith 44 (1967), Tan sólo hombres (1967), El Empecinado (1985).
Escritor incansable y extraordinariamente prolífico, con un trabajo intelectual muy extenso y
cualificado. Laín es y ha sido un referente intelectual para varias generaciones. Por ello en 1970 recibe
el Premio Nacional de Teatro, en 1974 el Premio de Periodismo “Ramón Godó Lallana”, en 1976 el
Premio Montaigne por su aportación a la cultura europea, en 1978 recibe la Gran Cruz de la Orden
Civil de Alfonso X el Sabio, en 1980 recibe la Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad, en 1980 recibe
el Premio Aznar de Periodismo, en 1985 recibe el premio Hermanos Machado con su obra teatral El
Empecinado. Finalmente, en 1989 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y
Humanidades2 y en 1999 recibe el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos3.

Como intelectual y pensador católico con fuertes convicciones cristianas y con marcado carácter social,
está muy vinculado al pensamiento de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y al de la generación del 98,
demostrando una constante preocupación por la historia y la filosofía; se ha manifestado a favor del
europeísmo4, aunque siempre ha defendido la peculiaridad puramente española. Una prosa clara y una
gran erudición son sus rasgos más notables. Sus obras filosóficas poseen principalmente dos
características: una aguda conciencia histórica y un afán de armonía. Su pensamiento es así integrador
y perspectivista. Destaca su antropología filosófica. En su Antropología de la esperanza, Laín Entralgo
ha descrito los mecanismos de la espera previos al proyectar humano. Entre los principales temas que
aborda, son relevantes los de la realidad y los de la persona. Su antropología filosófica tiene en cuenta
la biología, la fisiología y la neurología.

Pedro Laín Entralgo dedicó su vida al trabajo y de esta forma podemos dar sentido a sus propias
palabras: “El trabajo tiene un valor fundamental en la vida. El hombre realiza su vida, modificando
mucho o poco el mundo en el que existe. La imaginación y el trabajo hacen historia, y la tarea
fundamental del hombre es contribuir con el suyo a la empresa de que la humanidad vaya adelante”.

Pedro Laín Entralgo muere en Madrid en al madrugada del día cinco de junio del año 2001, a la edad
de 93 años y, prácticamente, sin haber dejado de publicar hasta el último momento. Los comentarios en

2
Cuartas, Javier: “Pedro Laín Entralgo, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades”, El País, 14 de
diciembre de 1978.
3
Santos, Carmen: “Pedro Laín Entralgo recibió el Premio Jovellanos”, diario ABC, 27 de marzo de 1999.
4
Sobre este tema, véase “Morán, García-Añoveros, Pérez-Llorca y Beneyto debaten el europeismo de Laín”, diario ABC, 7
de mayo de 1997.

5
la prensa nacional fueron muy numerosos y bastante uniformes. Destacan todos ellos la condición de
gran “humanista” de Laín5, pero también coinciden la mayoría de ellos en su tangencialidad a la hora
de referirse a los puntos negros que, sin duda, forman parte de su vida. La evolución ideológica de Laín
es apreciable y constatable, su capacidad intelectual incontestable y su humanismo probado, pero a
todo ello, y aplicando un sentido crítico-constructivo, deberíamos añadir una dosis irrenunciable de
realismo sobre su connivencia y participación con un poder no legítimo y manchado de sangre. No
debemos olvidar que Laín llegó a ser uno de los personajes más importantes del aparato
propagandístico del primer franquismo, un acérrimo aliado de la Alemania nazi, un fascista en esencia
y un defensor del totalitarismo. Como bien dice Jordi Gracia: “Habrá que convenir en que escritores
como Torrente, Ridruejo o Luis Rosales y profesores como ‘Laín’, Aranguren, Tovar o Maravall
fueron actores intelectuales de la victoria y anduvieron mezclados, a menudo hasta el fondo, en la
construcción de un Estado y una cultura fascistas”.6 Todo ello, sin menoscabo de su evolución
ideológica que culminó en una defensa inequívoca de los valores democráticos.

5
Sobre este tema, véanse entre otros, Tusell, Javier: “Un intelectual y una época”, El País, 6 de junio de 2001; Lafuente, R.
Fernando: “Muere Pedro Laín, el humanista que protagonizó la vida intelectual española desde 1939, diario ABC, 6 de junio
de 2001; Marías, Julián: “El español Pedro Laín”, diario ABC, 14 de junio de 2001;
6
Gracia, Jordi: La Resistencia Silenciosa, Barcelona, Editorial Anagrama, 2004, p.218.

6
PRIMERA ETAPA: “FIN DE LA MONARQUÍA DE SAGUNTO”
Aquel joven estudiante de doctorado llega a Madrid en octubre de 1930: “El Madrid incitante: allí está
mucho de lo que en la provincia más íntima y vivamente le venía atrayendo, Marañón, Jiménez Díaz y
ciertas vagas posibilidades para la incipiente formación psiquiátrica, por el costado médico de su
carrera universitaria, Ortega y Zubiri como incentivos máximos de vocación teorética, filosófica, que
desde la adolescencia ocultamente bulle dentro de él; allí viven, por añadidura, los grandes astros
españoles de su primera afición a la lectura literaria, Valle-Inclán, Baroja, Azorín y Pérez de Ayala”.7
En 1930, la personalidad intelectual de Laín empieza a vislumbrarse de forma fehaciente. En ella se
dibujan dos tendencias muy claras, la médica y la filosófica. Pero su vocación requiere de un
instrumento expositivo potente y clarificador, y Entralgo lo encuentra. Se trata de la literatura, de una
prosa contundente y armoniosa. Zubiri, Ortega, y los hombres de la Generación del 98 representan
para Pedro Laín la cima de la intelectualidad, del pensamiento y de la reflexión. Esta veneración va a
perpetuarse a lo largo de la vida de Laín. Bebe de ellos. Laín empieza a ser consciente de donde viene y
sobre todo, a donde quiere llegar.

En esos momentos, la posición política de Laín es aún un tanto difusa, más bien vaga. Pero muy pronto
este joven de provincias –aquel que en otros tiempos, y según su propia autodefinición había sido un
‘infante híbrido de niño burgués y chico de pueblo’- va a intuir que la política puede ayudarle a acortar
el sufrido camino hacia el éxito. Aquel joven licenciado que apenas cuenta con veintidós años ya se
define plenamente católico aunque huye del concepto político “derecha”. Años más tarde, dice Laín:
“…siempre me han parecido vulgares, insípidos e inoperantes los modos de pensar a que nuestra
derecha católica viene dando el nombre de “ideas sanas”- y una secreta e insobornable de mi alma a
moverme dentro de los aburridos cuadros sociales en que cuajaban y siguen cuajando los modos
derechistas de entender y hacer la vida. Como becario del Colegio del Beato Juan de Ribera yo
pertenecía ex officio, sí así vale decirlo, a las filas de los Estudiantes Católicos; pero nunca sentí el

7
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.31.

7
menor deseo de tomar parte activa en su organización…”.8 Laín huía de una derecha que basaba su
discurso en una sucesión de consignas –Patria, Familia, religión y Monarquía- que no eran otra cosa
que una reformulación atenuada y burguesa del romántico “Dios, Patria y Rey” de los carlistas. Su
religiosidad, dominada por un cristianismo católico de marcado signo social choca bien pronto con las
pretensiones de una Iglesia que pretende y que acaba por dominar –a lo largo del Régimen franquista-
las estructuras políticas del Estado. Laín aboga por una Iglesia social e intelectualizada que se sustente
en una visión cristiana de la vida y en la inagotable idea del amor. Se aleja irremediablemente de una
Iglesia que después de la Guerra Civil va a profesar un cristianismo que no va a ser asuntito ni
integrador sino todo lo contrario, excluyente e integrista. Puedo deducir que se trata de un choque
íntimo e interior que apenas logra aflorar a la superficie hasta ya bien entrados los años cincuenta,
cuando ciertas decisiones o planteamientos acaecidos durante su paso por el Rectorado de la
Universidad de Madrid, le granjearon la enemistad de importantes sectores de la curia de la Iglesia
Católica.

Su llegada a Madrid implicaba un acercamiento intelectual a las dos personalidades médicas más
importantes del país y del momento: Gregorio Marañón9, que en 1930 se encuentra en la cima de su
prestigio médico y social y Carlos Jiménez Díaz que a sus 32 años es la estrella con más proyección de
la medicina nacional y el que induce a Laín a preocuparse por la patología médica.

Grandes avatares políticos esperaban a aquella España. El joven Laín continúa con su posición
expectante y políticamente indefinida. Sus doctorados siguen adelante. El ambiente académico donde
su mueve Laín destaca por su poca clarificación política aunque muchos de los integrantes de aquel
exclusivo círculo aspiraban –en secreto- a que un anunciado y supuesto cambio de régimen resolviera
los problemas10 que enquistaban a una España que no había sabido regenerarse después del desastre de
1898. A principios del año 1931, ya era muy notoria la posibilidad de liquidación política y social de la
monarquía de Sagunto y el finiquito de Alfonso XIII.

La revuelta de San Carlos y el cierre de la Universidad golpean el centro de la vida política y social de
la capital de Reino. En ambos acontecimientos –acontecidos entre enero y abril de 1931- Laín toma una
posición no comprometida, distante en cuanto a responsabilidades pero cercana en cuanto espectador.
Sin embargo, en el segundo de los acontecimientos Laín adquiere un papel más relevante cuando –a

8
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.81.
9
Acaba de publicar “Veinticinco años de labor”, retorna a la presidencia del “Ateneo”, su Instituto hospitalario goza de
gran fama y posee un crédito extraordinario como escritor y ensayista.
10
Entre los muchos merecen consideración aparte: la deficiencia de efectiva libertad civil y religiosa, ansia de verdadera
justicia social, abolición rápida de la ignorancia, definitiva incorporación intelectual a Europa.

8
propuesta del profesor Giral- decide seguir junto a algunos compañeros las clases de química biológica
en los antiguos locales de la vieja Academia de Farmacia. Un remolino de estudiantes enfurismados no
acepta tal decisión y la tensión aumenta rápidamente. Años más tarde –durante su etapa al frente del
Rectorado de la Universidad de Madrid, un día de primavera de 1954- tendrá que volver a revivir
acontecimientos muy parecidos.

Se convocan elecciones municipales para el día 12 de abril de 1931. Principalmente se disputan el


poder corrientes ideológicas totalmente contrapuestas, una coalición monárquica y una conjunción
republicano-socialista.
Ante las elecciones del domingo 12 de abril de 1931, Laín se considera “…espectador
apasionantemente curioso”11. Todavía dista mucho de concentrarse en torno a un compromiso político.
Catolicismo y derecha marcan un posicionamiento ideológico que se aleja demasiado de los
compromisos políticos defendidos por la conjunción republicano-socialista; pero al mismo tiempo el
anacronismo que le suscita la coalición monárquica lo apartan de las tesis defendidas por éstos. Laín se
encuentra huérfano de ideología. A mi entender el componente “derechizante” en el intra-pensamiento
de Laín es ya mucho más fuerte de lo que él mismo nos sugiere en sus memorias.

La gran derrotada en las elecciones es la Monarquía. El 14 de abril de 1931 se proclama la República.


Alfonso XIII abandona el país. A Laín no le afecta su marcha, repetidamente se había declarado no
monárquico. Pero lo que sí le afecta es la quema de iglesias y conventos sucedidos en Madrid el día 11
de mayo de 1931. Laín no entiende la poca defensa que ha tenido la Iglesia por parte de los propios
católicos; duda de un pueblo que tiene el deseo de quemar iglesias como medio depurativo de males
ancestrales al mismo tiempo que también duda de la propia Iglesia, que ha sido la encargada de educar
a aquella masa de energúmenos que ataca sus centros de oración sin el menor escrúpulo. Ortega,
Marañón, Unamuno tachan los hechos de “injustos, repugnantes y miserables”. Laín suscribe la
opinión de sus maestros, pero ¿Cuál es su postura ante tales hechos?: Indignación absoluta aunque se
mantiene distante del centro del problema. Gran significación adquiere a este respecto un pasaje de la
biografía de Laín donde el mismo introduce el concepto “cobardía” para definir lo que posiblemente él
cree que ha podido ser su vida. Dice así: …Sí, respondiste contemplando, contemplaste sin
comprometerte, disfrazaste de crítica tu laxitud, acaso tu inacción, y al fin, aún tan joven, comenzaste
a hacer un hábito –a la postre, cómodo- de tu propia perplejidad. Y el mero espectador, el que ante el

11
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.102

9
mundo en torno no sabe o no quiere responder sino contemplando, ¿Qué es en el fondo, amigo autor,
sino un evadido, un perezoso o un cobarde?...”.12

A pesar de todo, estos hechos no van a pasar en vano en la vida del hasta aquel entonces despolitizado
Laín. Llevado por un deseo inevitable que él alude a una simple curiosidad, entra por primera vez en
contacto con el naciente “nacionalsindicalismo español”. Laín lo relata así: “Algo más vi y oí esa
mañana. Como curioso de la vida en torno, yo sabía que en una de las casas de la Gran Vía próximas
a nuestro observatorio callejero tenía sus oficinitas La Conquista del Estado; y aun cuando nunca
había entrado en ellas, me decidí a subir, para pulsar por mí mismo el estado de ánimo de las
personas que allí hubiera. Con los brazos cruzados sobre el pecho, mussolonianos el gesto del rostro y
la actitud del cuerpo, el propio Ramiro Ledesma Ramos se hallaba ante un ventanal, contemplando el
contorno del incendio ‘¿Qué les parece a ustedes todo esto?’, pregunté. ‘A nosotros, ni nos va, ni nos
viene. Que se defiendan ellos’, respondió olímpico este segundo Ramiro. Era sincero y, como antes he
dicho, no le faltaba la razón…”13. En este sentido podemos advertir como el propio Ramiro Ledesma
Ramos se manifiesta en las páginas de La Conquista del Estado respecto a la quema de conventos:
“…En nuestro programa revolucionario hay la subordinación absoluta de todos los poderes al Poder
del Estado. ¡Nada sobre el Estado¡ Por tanto ni la iglesia, por muy católica y romana que sea. Ahora
bien; el orbe humano en que se mueven las preocupaciones de tipo religioso las creemos en todo
ajenas al orbe político, y nada nos importan, una vez asegurada aquella supremacía. La tea
incendiaria denuncia unos objetivos un poco anacrónicos, enderezándose a inquietudes de tipo
burgués, como esa de herir el corazón mismo de la frailería. De todas formas no seremos nosotros los
que neguemos cierta eficacia rotunda a las llamas purificadoras”14.

El paso del tiempo consolida a la República y Laín vuelve a concentrarse en su carrera profesional. En
aquellos años ya ha leído un manual de Garrison que lleva por nombre “Historia de la Medicina”. Ya
se ha producido el acercamiento intelectual entre una disciplina –Historia de la Medicina- y el hombre
que hará de ella su oficio universitario en los años venideros, aunque en ese momento Laín aún no lo
sabe. Más bien al contrario, en octubre de 1931 decide incrementar su asistencia al servicio
neuropsiquiátrico de Sanchís Barnús teniendo muy claro que éste debe ser su camino profesional.

12
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.111
13
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.107
14
La Conquista del Estado, núm. 10, 16 de mayo de 1931, p.1.

10
Muy pronto Laín requiere de nuevas metas científicas en torno a la psiquiatría. En 1932 parte hacia
Viena para realizar estudios de psiquiatría mediante un pensionado otorgado por la Junta de
Ampliación de Estudios.

SEGUNDA ETAPA: “LA II REPÚBLICA”


La estancia en Viena representa para Laín una incursión europeizante muy significativa. La idea de
Europa va a estar presente permanentemente en el pensamiento de Laín15. Su formación académica en
la capital austriaca tuvo una clara tendencia generalista, muy por encima de cualquier pretensión íntima
hacia la especialización. De regreso a España, Laín intenta conseguir una plaza de médico de guardia
en el manicomio de Valencia. Desgraciadamente, la endogamia y el tráfico de influencias en la
ejecución de las oposiciones lo llevan al fracaso. Laín tiene en esos momentos veinticuatro años. Un
rasgo muy distintivo de la personalidad de Laín empieza a vislumbrarse: su afán preponderado de
notoriedad intelectual por encima de cualquier otro, incluido el económico. Laín se siente superior
intelectualmente pero se da cuenta que la lucha para conseguir una ubicación dentro del sistema
académico va a ser dura y larga. A no tardar, va a comprender que su actitud política puede ayudarle
aminorar la dureza de la batalla y sobre todo, a acortar los tempos hacia el éxito.

Laín acaba aceptando una auxiliaría de Ciencias en el recién creado Instituto-Escuela de Valencia,
hasta que por mediación de su futuro suegro, consigue una plaza de médico en la Mancomunidad
Hidrográfica del Guadalquivir. Allí se encarga de la atención médica de un grupo de unos tres mil
obreros y la de sus familias, los cuales están construyendo diferentes tramos y acueductos del canal que
se erige desde el río Viar hasta la Ribera de Cala (Sevilla). El trabajo es duro pero el sueldo reconforta.
Laín se ocupa de controlar la proliferación del paludismo que tantos infortunios está causando en

15
Laín Entralgo, Pedro: “El reto de Europa”, El País, 19 de agosto de 1995.

11
aquella zona. Justo allí es donde Laín entra en contacto con el anarcosindicalismo y con el colectivismo
económico. Puras utopías muy alejadas de su pensamiento y de su concepción de la vida, aunque un
joven católico con tendencias sociales como es él, se encuentra mucho más cerca del colectivismo que
del anarcosindicalismo.

Un Laín seducido por el embrujo sevillano se plantea su futuro e incluso duda si radicar
definitivamente su domicilio y el de su futura mujer en Sevilla. Pero una nueva oportunidad planea
sobre su vida. Se había creado una nueva plaza de médico de guardia en el Instituto Psiquiátrico
Provincial de Valencia. En 1934, esta vez sí, consigue su plaza mediante oposición. La rutina se instala
en su vida, prosigue con sus estudios16 mientras desarrolla su trabajo. Se trata de un trabajo que le
permite una importante dedicación lectora: psiquiatría, psicología y filosofía. Elabora y publica
diferentes trabajos dentro del campo de la psicología.

En diciembre de 1934 se casa y en noviembre de 1935 nace su primera hija. Laín, católico convencido
siempre fue fiel al concepto “familia”. El 6 de octubre de 1934 se había producido la sublevación
socialista y catalana contra el gobierno radicalcedista. El paso de los meses no disminuye la
consternación que siente Laín. Durante aquellos meses optó por una consolidación de la República
aunque evidentemente él no era republicano. Tampoco –siguiendo su propia opinión- se encontraba
cerca de la posición ideológica que defendía la CEDA: “nunca pertenecí a la CEDA, siempre me
pareció excesivamente conservadora su política social, excesivamente tradicional, ‘derechista’, su
política religiosa, excesivamente tosca y pobre su visión del problema intelectual de España y de la
inteligencia en general”17. Nunca le convenció a Laín la coalición entre la CEDA y el Partido Radical
y siempre abogó por una “entente” entre el catolicismo y los socialistas. El Levantamiento armado
fracasó aunque un poso de odio ya se había apoderado plenamente de una enfermiza sociedad española.

Un pensamiento recurrente en la vida de Pedro Laín Entralgo aparece en referencia al fracaso del
levantamiento armado. Laín es partidario de involucrar en el quehacer diario de la nación a aquella
parte de la sociedad que no encuentra acomodo dentro de la misma. No cree en el desarme total del
adversario. Se trata de un pensamiento que lo va a acompañar hasta el fin de sus días y que sin duda,
forma parte de su esencia intelectual. Una forma de ver la vida que con el tiempo lo llevará desde una
posición privilegiada dentro del régimen franquista hacia una especie de “exilio interior”. Laín huye de
la negación del “otro”. Su cristianismo conlleva de forma intrínseca la asunción del otro, incluso la del

16
Empieza a considerar con fuerza dedicar su tesis doctoral al problema del “trastorno central” de la esquizofrenia.
17
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.144.

12
contrario. ¿Ingenuo? No lo quiero parecer. Este cristianismo y esta asunción del otro no serán totales.
Salvaremos al otro, pero sólo aquella de sus partes que puedan adaptarse. Más allá de 1939, el régimen
franquista es incapaz de dignificar a los derrotados y sólo atiende a razones exterminadores, tanto de un
punto de vista físico como intelectual. A pesar de todo, no podemos negarle a Laín cierta capacidad
conciliadora aunque ésta aparezca con mucha fuerza una vez el régimen franquista ya ha sucumbido18.

También en esos años –desde mediados de 1934 hasta los meses iniciales de 1936- Laín y otros
antiguos compañeros o profesores del Colegio Mayor del Beato Juan de Ribera, deciden editar una
Revista intelectual y universitaria. La edición le corresponde a la Asociación de Antiguos Becarios de
ese colegio. En marzo de 1935, aparece “Norma. Revista de exaltación universitaria”. El segundo
número19 no aparece hasta abril de 1936. Se trataba de la primera incursión de Laín Entralgo en el
mundo editorial, actividad que en un futuro ejercerá regularmente. “Norma” murió en la imprenta justo
entre los días 18 y 19 de julio de 1936. En esta España de pre guerra, 3 revistas dominan el panorama
cultural español: La revista Occidente que empieza a publicarse en 1923, la revista Acción Española
que se funda en 1931 y la revista Cruz y Raya que entra en funcionamiento en 1933.

En sus recuerdos, Laín se muestra muy contrariado sobre el penoso funcionamiento que mostraba el
manicomio durante aquellos años. La gestión del mismo dependía de la Diputación; de lo que él define
como “…chabacano caciquismo del partido blasquista”. Un drástico cambio político acontece en
aquellos días: el 16 de febrero e 1936 el Frente Popular triunfa en la contienda electoral. En la
Diputación Provincial de Valencia, Sánchez Requena se hace cargo de los asuntos del manicomio. Una
de arena y otra de cal: El laicismo impera en la sociedad y las monjas encargadas de atender las
necesidades internas del manicomio son vergonzosamente despedidas. Como contrapunto, el nuevo
gestor atiende de forma más eficiente las necesidades del lugar. En este momento, Laín aun se declara
“apolítico” pero ya queda claro que dentro del Instituto Psiquiátrico Provincial de Valencia y desde
instancias superiores, lo incluyen dentro de la “derecha del cuerpo técnico de la casa”.

Enero de 1936: el morfólogo Barcia Goyanes comunica a Laín que la Junta Central Católica le había
solicitado una serie de conferencias a desarrollar en los cursos de verano de Santander y le pide su
colaboración. Barcia debía exponer una visión antropológica del cuerpo humano mientras que Laín
debería ofrecer una concepción del alma humana descriptiva y dinámicamente atenida a la realización
somática de su actividad. Es justo en ese pasaje de la vida de Laín cuando podemos observar de forma

18
Véase Laín Entralgo, Pedro: “Hacia la definitiva conciliación”, El País, 2 de octubre de 1982.
19
La editan: R.Bordonau Mas, R. calvo Serer. J. Corts Grau, S. Boig Botella, P. Laín Entralgo, J.J. López Ibor, F. Marco
Merenciano.

13
más plausible su gran ambición profesional, la cual parece siempre querer diluir bajo los efectos de una
pseudo-humildad. A estas alturas de la historia, Laín ya tiene claro hacia donde debe dirigir su carrera
profesional. Así lo expone en sus memorias: “Supongamos –me decía yo en mis adentros- que mi curso
en Santander llega a ser todo lo que de él yo espero. Puesto que tanto viene hablándose estos últimos
meses de crear el germen de una próxima Universidad Católica, ¿quién considerará descabellada la
pretensión de lograr en Madrid un puesto docente, modesto, desde luego, pero suficiente para que
nosotros tres, mi mujer, mi hija y yo, podamos vivir allí? Una vez en Madrid, estudiaré filosofía (…) y
teniendo en cuenta que nadie en España anda seriamente el camino a la vez antropológico, filosófico y
médico por el cual pienso moverme, ¿por qué no verlo como una vía de acceso a una futura cátedra
universitaria…”20. Para muchos de sus compañeros y maestros, los cuales en su gran mayoría forman
parte de la vanguardia intelectual española de pre-guerra, un negro panorama forjado mediante el
combate a sangre entre los españoles, va a significar su estancamiento intelectual, su exilio físico e
erudito o, en muchas ocasiones, su eliminación física. Para Laín, en cambio, el estallido de la guerra no
significa un freno de su carrera profesional, más bien lo contrario, implica una aceleración que
posibilita que en apenas quince años -en 1951- llegue a ser Rector de la Universidad de Madrid.
El país estaba inquieto y alarmado. Huelgas, incendios y atentados por doquier encendían los ánimos
sociales. El 12 de julio de 1936 cae asesinado el Teniente Castillo y el 13 de julio Calvo Sotelo. La
consternación se apodera del país. Dentro de los corrillos de la “derecha” empieza a aventurarse un
posible levantamiento militar. Diego Sevilla, perteneciente a las Juventudes de la derecha regional
Valenciana, avisa a Laín sobre tales intenciones. Un Laín inquieto pero desconocedor de lo que esta
sublevación significaría para el futuro colectivo de los españoles y para el suyo propio, decide viajar a
Santander junto a Barcia Goyanes.

20
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.141.

14
TERCERA ETAPA: “LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA”

Los primeros días del alzamiento


¿Dónde se encontraba Pedro Laín Entralgo del 18 de julio de 1936? En Santander. Pedro Laín no pudo
impartir ninguno de sus cursos ya que éstos fueron todos suspendidos consecuencia del alzamiento
militar el día 19 de julio de 1936. Sorprende sobremanera lo que Laín anuncia en sus memorias:
“Durante algunos días hubo en Santander una calma tensa e indecisa, que rápidamente se habría
transformado en un triunfo rotundo del alzamiento si los jefes y oficiales del único regimiento que
constituía la guarnición de la ciudad, uno de infantería, no hubiera cometido la torpeza de quedarse
encerrados en su cuartel y se hubieran decidido a ocupar militarmente las calles. (…) El Frente
Popular se hizo dueño de Santander y su provincia, y ésta, desde su posición central, se sumó a las que
en el norte siguieron fieles a la República…21”. Me pregunto, ¿Dónde está el ansia pacífica y
conciliadora de un Laín autoproclamado apolítico y tremendamente preocupado por el problema de
España? ¿Cómo puede Laín hablar de “torpeza” de aquellos que sólo se limitaron a salvaguardar la
legalidad vigente? La respuesta es simple, nos encontramos ya ante un Laín sumamente politizado y

21
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.158.

15
escorado hacía la derecha más tradicional y fascistoide como consecuencia de la acción de un gobierno
y de una República a la que él creía sumamente laicista y anticatólica. Además, en el interior de su
alma Laín no dudaba de un triunfo claro y rápido de los sublevados.

Aquí tenemos a los dos amigos, Barcia y Laín, comprometidos ya totalmente con la causa rebelde pero
encorsetados en un territorio políticamente hostil y dominado por el Frente Popular. En ambos casos, el
deseo de incorporarse a la zona nacional fue creciendo con el paso del tiempo, aunque no fue del todo
fácil. Laín y Barcia aprovechan para asistir a los cursos que seguían dándose en la Universidad
Internacional de la Magdalena y para asistir a la Casa de Salud de Valdecilla. Sus ansias por conocer
cuanto está pasando en España y cuanto acontece a sus respectivas familias topa con grandes
dificultades en una zona donde la prensa sigue claramente los designios políticos emanados del centro
de poder, en este caso del Frente Popular. Llegar a la zona nacional y reencontrase con su mujer e hija
se imponen durante aquellos días en los planes de futuro de Laín, pero ¿Cómo? Laín y su compañero
solicitan un certificado de asistencia a los cursos de la Universidad Internacional de la Magdalena al
Secretario General de dicha Universidad, Pedro Salinas. Éste se niega alegando que no son alumnos
oficiales y por tanto, deben contar con la aprobación de las autoridades del Frente Popular. Tuvieron
que acudir a un doctor amigo que avaló su presencia en los servicios de la Casa de Salud de Valdecilla.
Las autoridades republicanas dieron por bueno el documento y lograron salir de Santander en el
torpedero alemán Seeadler el 18 de agosto en dirección a Bayona. Desde allí regresaron a España y se
presentaron a las autoridades militares de Pamplona.

Laín en Pamplona. Articulista del diario “Arriba”


Una notabilísima confusión puede apreciarse en un Laín que muchos años después va a preguntarse a sí
mismo sobre su actuación: “Pudiendo haber seguido el camino que por Toulouse conduce a Barcelona,
y de Barcelona a Valencia, donde sin duda estarán ya tu mujer y tu hija, muy libremente has elegido el
que lleva a San Juan de Puerto, Valcarlos y Pamplona. ¿Por qué? Peculiar dilema el de Laín: Patria o
familia. Evidentemente, si Laín hubiese sido el que pretende que creamos que fue, un ser netamente
familiar, especialmente apolítico y firmemente católico comprometido con el amor y no con el odio, no
habría dudado en optar por la familia; más aún cuando esta elección de la “Patria” implica una
confrontación intrafamiliar y el desmembramiento colectivo de los españoles. El propio Laín responde
a su dilema: “Por cumplir lo que creo un deber para con mi patria “. Una nueva dimensión -sin duda
agazapada durante años pero ya existente- sobreconfigura la personalidad de Laín: se trata del
“patrioterismo” o sentimiento de “salvación de la patria”.

16
Laín es conocedor de su condición de hombre de poca acción. El frente de batalla quedaba relegado
para otros más valerosos. Prefiere la segunda línea. En Pamplona, ofrece sus servicios como médico. El
comandante Berbieta lo dirige a una de las milicias, el Requeté o la Falange. Un nuevo dilema aparece
en el horizonte vital de Laín. Según su propia concepción de la realidad histórica de aquel momento, la
decisión fue especialmente fácil no por afirmación pero si por negación. Laín reniega de la milicia
carlista por anacrónica. En cuanto a la Falange, dice: “la verdad es que yo sabía muy poco de ella. La
veía como una versión española del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán; y aunque la
figura de José Antonio Primo de Rivera, por lo oído, más bien simpática, la organización militar de su
Movimiento y su proclamación de la violencia como instrumento de la acción política no me atraían de
manera especial”22

Nos encontramos ante el primer contacto entre Laín y la Falange. Posiblemente, Laín si que desconocía
la esencia real de Falange pero, ¿cómo un ciudadano conciliador, católico y respetuoso con el legado
intelectual de sus congéneres, puede decidir formar parte activa de una organización política que
incluye en su secuencia ideológica la utilización de la violencia como medio justificativo para la
consecución de un determinado objetivo? La respuesta vuelve a ser sencilla: el Laín de 1936 era más un
fundamentalista católico que un cristiano socialmente comprometido, era más un intransigente que un
conciliador y sobre todo, era un hombre que empezaba a advertir que ponerse al lado de los vencedores
podía reportarle unos mayores beneficios profesionales.

Laín ingresa en la Falange a finales de 1936. En su elección por la Falange –más por negación de la
milicia Requeté que por afirmación del Movimiento- ayuda un encuentro casual que tuvo Laín durante
sus primeros días en Pamplona. En la Plaza del Castillo se encontró con Fidel Jadraque, antiguo
compañero y odontólogo de profesión. Fidel había ingresado en la Falange tiempo atrás. Presentado
por éste y por Berasain –catedrático de física y química de Laín- ingresa en la FE de las JONS. Destaca
el apelativo que usa Laín para describir el falangismo de Fidel, el de Berasain y el suyo propio:
“ocasional”. Es decir, Laín, intenta mediante cierto mensaje subliminal hacernos ver que la esencia
íntima de su persona y la de sus amigos no era falangista. La Falange no era un fin en sí misma, más
bien era un medio. Laín sugiere –sin duda como medio para justificar su futura conversión y
distanciamiento del movimiento falangista- que lo que le llevo a adscribirse en la Falange fue su
pragmatismo y no su dogmatismo. El propio Laín, sin embargo, reconoce que lo que en un principio
fue una simple cuestión práctica acabó convirtiéndose con el tiempo en un planteamiento ideológico de

22
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.181.

17
envergadura. La lectura de los discursos de José Antonio lo sugestionaron de tal forma que acabó por
identificar los planteamientos de la Falange como la única vía capaz de superación de lo que él entendía
como los cinco grandes problemas de la vida española: el religioso, el económico, el ideológico, el
cultura y el regional. Ya tenemos en Laín dos de las dimensiones que marcan su posicionamiento
político e ideológico: cristianismo y falangismo. El primero de ellos lo acompañará toda la vida
mientras que del segundo acabará renegando.

A partir de ese momento, un gran desasosiego va a invadir la conciencia de Laín. Como integrante de
una fuerza política que defiende la utilización de la violencia, va encontrarse frente a frente con la
muerte. Conciente ya que la Falange va a resolver los problemas de España cuando se aplique su
programa, Laín se ve obligado a presenciar el fusilamiento de un anarcosindicalista que se obstinó en
seguir fiel a la legalidad de la República. Laín no participa pero este hecho hace –según sus propios
comentarios- que por primera vez dude sobre su elección de bando. Años más tarde Laín nos anuncia
como auto justificó sus dilemas de conciencia: “¿no están haciendo los ‘otros’ exactamente lo mismo
que éstos, y acaso –creía ingenuamente yo- en mayor medida y de más cruel modo?”23. Nos
encontramos ante un Laín inmerso voluntariamente en la crueldad de una guerra civil, que enseña el
funcionamiento de las armas pero que no quiere usarlas personalmente. Podemos advertir ante tal
realidad, como mínimo, cierta consternación. Años más tarde se preguntaba Laín como hubiera actuado
en caso de que el azar le hubiese obligado a disparar sobre aquel hombre. Desde mi punto de vista, y
atendiendo a un planteamiento puramente intuitivo, creo que hubiese disparado. Seguramente no por
afán de notoriedad pero si por miedo a negarse a obedecer una orden.

Laín descubrió la dureza que implicaba estar en la primera línea del conflicto. Su lugar no era ese; el
suyo estaba en la retaguardia. Sus dotes intelectuales debían primar sobre la irracionalidad del conflicto
directo y del cuerpo a cuerpo. ¿Qué podía hacer un falangista en la retaguardia? Pronto lo supo. Entró
en contacto con el grupo que hacía el periódico Arriba España: “Primer diario de Falange”. Antes del
18 de julio de 1936, Arriba, órgano central de FE de las JONS, sólo aparecía semanalmente. Después
de esta fecha, la Falange se adueña de la Voz de Navarra, diario de orientación vasco-nacionalista. Los
ya directores de El Diario de Navarra -Fermín Yzurdiaga y Ángel María Pascual- reciben el encargo
de aprovechar los talleres incautados. Así nace Arriba España. Su director –Fermín Yzurdiaga- pide a
Laín su ingreso en la redacción del diario. Laín acepta el envite.

23
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.184

18
Arriba España se centraba en torno a dos temas principales: el devenir de la guerra y la defensa y
publicidad de la ortodoxia falangista. La guerra transcurría lentamente pero se dirigía inexorablemente
hacia la victoria. Por su parte la ortodoxia falangista consagrada a través del diario mitificó a José
Antonio Primo de Rivera “el ausente”. El diario también dio fe de la lucha interna por el poder dentro
del bando nacional, al mismo tiempo que trataba de los temas locales a excepción claro está, de uno: el
de la represión. Laín escribe artículos anónimos, artículos firmados y folletones. Durante la primavera
de 1937 publica una serie de folletones bajo el título general de “Tres generaciones y su destino” que
versaba sobre como tres generaciones de españoles –la del 98, la de Ortega y la propia de Laín-
sucesivas se habían enfrentado al problema de España y cuáles fueron sus propuestas para solucionarlo.
Estos folletones sirvieron de materia prima para que años más tarde Laín escribiera su obra, España
como problema. Por primera vez podemos observar en Laín –y esta vez a parte de su palabra podemos
contar con su obra escrita- un tímido intento de superación e integración de las dos Españas bajo la
rúbrica “voluntad asuntita y superadora”. Pero no nos engañemos; en la primavera de 1937, la atrocidad
de la guerra se encuentra en plena ebullición. No dudo que Laín pretendiera superar la pugna entre las
“dos Españas” y asimilar lo cultural e ideológicamente aceptable de los que él llamaba “los otros” una
vez vencidos éstos, pero sin duda, lo primero era vencerlos. Posiblemente, Laín entendió la contienda
entre los españoles como un mal totalmente necesario para lograr el gran objetivo, la solución de los
problemas de España y la introducción de la concordia entre las diferentes sensibilidades ideológicas.
Creía que la complementariedad entre la España progresista, innovadora y moderna con la España
tradicional y conservadora se hacía totalmente necesaria. Muchas veces en sus memorias, el propio
Laín se ha definido como “ingenuo”. En parte puedo coincidir con este análisis, pero solo en parte.
Laín se parece a esos bomberos que deben quemar selectivamente el bosque a fin de evitar los grandes
incendios que impidan la vida a gran variedad de fauna y flora. Su problema fue que muchos de sus
compañeros bomberos querían arrasar totalmente el bosque para luego plantar aquellas especies
animales y vegetales acordes a sus planteamientos políticos y económicos. No dudo que su capacidad
intelectual favoreciera que él –una vez acabada la guerra y cicatrizadas las primeras heridas- asumiera
como válido para la cultura y la sociedad española el reingreso de los vencidos y de un pasado posible
que pudiese encajar en sus firmes convicciones de entonces, es decir en la nueva realidad española.
Lastimosamente, en España no se dieron las condiciones para que esto pasara. Solo la llegada de la
democracia nos permitiría solucionar el problema entre las dos Españas, y únicamente lo pudimos
hacer –si realmente lo hemos hecho- asumiendo el perdón de unos con los otros. Durante el Régimen
de Franco esto no fue posible.

19
Ya tenemos en escena al Laín intelectual, al Laín politizado y al Laín articulista, pero ¿Dónde está el
Laín marido y padre de familia? El 8 de diciembre se reencontró con su mujer y su hija. El drama de la
guerra civil ya había penetrado en muchas familias españolas y la de Laín no fue una excepción. A su
hermano, socialista de ideología y participante activo en la contienda civil tardaría más de 21 años en
volver a verlo mientras que su padre –laico y con tendencias socialistas- permaneció fiel a la República
pero impotente ante el transcurrir de los acontecimientos. Arena de otro costal fue explicarle a su mujer
de lo sucedido con su suegro, que fue muerto “paseado” en la carretera de Dos Hermanas por los que
integraban el mismo grupo humano e ideológico que su marido. De nuevo Laín –y siempre según sus
propias manifestaciones- se plantea si no se ha equivocado de bando y sobre la idoneidad de su
adscripción al Movimiento. Al fin y al cabo, su suegro simplemente había sido una buena persona que
fue miembro de Acción Republicana. Laín constata en sus propias carnes algo que va a denunciar –
siempre de forma muy difusa y tímida durante el Régimen franquista- muchas años más tarde: “La
incapacidad de nuestra derecha para la denuncia de cualquier fechoría cometida en aras del que ella
considera “su orden”. Aunque en ocasiones este derechismo se haya tácticamente disfrazado de ‘vida
piadosa’, de ‘tradicionalismo’ o de ‘falangismo’24.

Las obligaciones familiares y las necesidades de manutención llevan a Laín a buscar otros caminos
paralelos al de la escritura a fin de obtener nuevos recursos. Significativo es en este sentido conocer
que en Arriba España no se cobraba. Los primeros réditos de su posición política no tardaron en llegar.
Laín obtuvo de la Diputación de Navarra su adscripción como médico supernumerario en el manicomio
provincial.

Es justo en esa época cuando Laín entra en contacto con personajes que van a marcar
significativamente su propia vida como persona y como intelectual falangista y fascista. Ser articulista
en Arriba España, permitió que Laín fuera conocido más allá de su propia dimensión como médico. En
enero de 1938 se celebra el II Congreso Nacional de la Sección Femenina de Falange. Laín es el
encargado de pronunciar una conferencia en la que pretendía modernizar algunas de las tesis expuestas
por Unamuno en su ensayo En torno al casticismo. Es en Segovia donde Laín entra en contacto Pilar
Primo de Rivera que presidía el congreso y, sobre todo con Dionisio Ridruejo. En otro congreso, en
este caso el Congreso de Prensa y Propaganda organizado por la Falange en Salamanca conoce Laín a
otro de sus grandes amigos, Gonzalo Torrente Ballester.

24
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.187.

20
Pero no todas las tareas de Laín dentro de Falange tenían relación con la prensa25 o con la organización
de conferencias. Su implicación en la organización era ya merecedora de encargos de mayor amplitud
que suponen un grado de confianza en él por parte de sus superiores. En abril de 1937, concretamente
entre el día 15 y 18, se extendió la noticia de que se iba a producir la Unificación. Este hecho produjo
una escisión en los niveles jerárquicos superiores y nacionales de la Falange. Hedilla y los suyos por un
lado y Agustín Aznar, Pepe “Perla”, Jesús Muro y Sancho Dávila por el otro, competían por el poder
dentro de la Falange. La misma escisión se produjo en Pamplona. Allí se disputaban el poder el jefe
territorial “Pepe Perla” y el hedillista y jefe provincial Arraiza. Cabe decir que la redacción de Arriba
España había apostado por este último. Arriza encarga a Laín que viaje a Salamanca y transmita a
Hedilla el apoyo de la Falange de Navarra, en contra de la postura del jefe territorial, “Pepe Perla”.
Laín inició su misión pero la Unificación era ya un hecho y Hedilla, elegido poco antes jefe de la Junta
de mando de Falange, había ido a visitar a Franco y junto a él saluda a la multitud congregada ante el
Cuartel General. La controversia dentro de Falange ya tenía ganador claro pero Laín decidió seguir con
su misión y entrevistarse con Hedilla. Después del encuentro, Laín –seguramente en contra de su
pensamiento pero muy consciente de su conveniencia cara a la obtención de futuros rendimientos-
recomienda a Arraiza la conveniencia de organizar prontamente una manifestación falangista de
adhesión al Decreto de Unificación26. Al día siguiente una manifestación se celebro en Pamplona. Poco
más tarde Arraiza es nombrado Gobernador de Canarias mientras que Fermín Yzurdiaga pasa a ocupar
la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda de la recién nacida FET y de las JONS.
Una gestión de Laín a favor del eminente patólogo Carlos Jiménez Díaz –agazapado en Pamplona
desde su llegada en febrero de 1937- lo pone en contacto con Ramón Serrano Suñer. Importantes
réditos va a obtener Laín de este encuentro.

También en esos días se produce el contacto epistolar entre Laín y Eugenio d’Ors. El motivo del
contacto radica en el impacto que suscitó en Eugenio d’Ors un artículo27 que Laín había escrito en el
primer número de Jerarquía; la “Revista Negra de la Falange”. D’Ors retornó de París, se quedó
provisionalmente en Pamplona y decidió ingresar en la Falange. Un grupo de eminentes personajes
gravitan en torno al legado intelectual que el gran maestro D’Ors deja durante aquella su estancia en

25
Francisco Umbral considera a Laín como referente al utilizar el término “laines” para referirse a todos los intelectuales
colaboradores de la prensa falangista. En la Leyenda del Cesar Visionario, describe quienes eran los laines: Ridruejo, Tovar,
Serrano, Foxá, D’Ors, Fernández Cuesta, Saínz Rodríguez, Torrente, Sánchez-Mazas, Luis Rosales, Areilza, Eugenio
Montes, Vivanco y Laín. En esta novela, Umbral dibuja un cuadro de la vida cotidiana de la zona franquista y una visión
agridulce de la contradictoria experiencia de los intelectuales que, desengañados luego en su mayoría, trataron en un primer
momento de aportar moderación al nuevo régimen.
26
Hemos de destacar que la Unificación fue aceptada por los falangistas, incluido el propio Hedilla, a regañadientes. La
Falange “pura” tenía ya entonces enormes dificultades para diluir dentro de su propia esencia el tradicionalismo y el
naciente franquismo.
27
Titulado “Sermón de la tarea nueva” y donde se recogían algunas ideas en torno a los deberes del intelectual cristiano.

21
Pamplona: se trata del granadino Luis Rosales, de Luis Felipe Vivanco y del propio Laín.
Precisamente, ellos tres, se encargan de planear y dirigir dos series de publicaciones: Ediciones
Jerarquía y Ediciones Fe. Ediciones Jerarquía seguía un formato más intelectual y literario mientras
que Ediciones Fe seguía una línea más política. Precisamente en Fe, es donde Laín –bajo el
pseudónimo de Marcial Vicuña- publica una nota titulada “Análisis espectral de la retaguardia”. Dice
Laín en sus memorias: “en su intención, un ataque contra la derecha encastillada, arcaica y no
asumente, en nombre del falangismo asuntito. El arcaísmo y el egoísmo de la derecha, que con el
franquismo naciente habían triunfado ya en la vida política y social de la España del 18 de julio, pese
al fracaso político de los restos de Acción Española, eran a nuestros ojos el ‘enemigo número uno’ de
la retaguardia”28. Laín empieza a observar que entre los “suyos”, entre aquellos que como él van a
ganar la guerra, unos cuantos son tan deplorables como los que él denomina los “otros”. Ya parecen
claras las desavenencias existentes entre la derecha tradicional y ultra catolizada conformadora del
franquismo con la filosofía falangista.

Justo cuando acababa de constituirse el primer gobierno del Nuevo Estado, Laín recibe una llamada del
nuevo ministro del Interior, Serrano Suñer. Los dos se encuentran en el despacho de este último en
Burgos: “Laín, quiero que hablemos de los servicios de Prensa y Propaganda. Para Prensa ya tengo
un hombre, José Antonio Jiménez Arnau; para Propaganda todavía no”.-“Uno veo yo en primer
término: Dionisio Ridruejo” –“También yo he pensado en él: pero sé que con gran fuerza Queipo de
Llano se opondrá al nombramiento. Gomero va a quedarse en Sevilla marcándole. Tanto más
intentará Queipo vetar a Ridruejo”. “No obstante –insisto yo- creo que él es el hombre”. Pausa. Otra
vez Serrano: “Haré todo lo posible para conseguirlo. En cualquier caso, ¿Puedo contar con usted?” –
“No quiero hacer carrera política y no sirvo para ella; pero dentro de lo que yo sé hacer con mi mejor
voluntad le digo que sí. Y si es con Ridruejo, con el alma y con la vida”. Pocos días después, Dionisio
era nombrado Jefe del Servicio Nacional de Propaganda; junto a él, yo tendría a mi cargo la Sección
de Ediciones de ese Servicio”29. Rápida respuesta de aquel que asegura que no quiere hacer carrera
política. Su nuevo destino Burgos.

Laín en Burgos. El “gueto al revés”


Un hecho confluye durante aquellos días y no debe pasarse por alto en este análisis sobre la vida de
Laín. Se trata de la muerte del padre. Éste, siempre fiel a sus principios, pidió su adscripción como
médico al ejército republicano y fue destinado a un Hospital de Sueca. Allí muere. De nuevo, Laín

28
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.213.
29
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.216.

22
sufre en sus propias carnes la más desgarradora de las circunstancias consustánciales a una guerra civil:
hermanos contra hermanos, padres contra hijos. Mientras el futuro depara para Laín una participación
activa en el desarrollo propagandístico del nuevo Régimen, su padre fallece sirviendo en el bando
contrario.

Cuanto de extraño tiene la trayectoria de aquel que no duda en aseverar su mínima vocación política.
Suspicaz y en tono guasón me pregunto donde habría llegado Laín si hubiese sentido en sus carnes la
necesidad de lanzarse al ruedo político. Con vocación política o sin ella, aquí tenemos a Laín –en la
primavera de 1938- dirigiendo las publicaciones político-ideológicas oficiales de la España nacional.
Cuanto menos puedo inocularme de cierta anarquía mental a la hora de comprender que dimensión
dominaba en Laín durante aquellos años: ¿Se trataba de un médico? ¿De un químico? ¿De un
especialista en psiquiatría? ¿De un filósofo? ¿De un escritor, articulista o ensayista? ¿De un político?
Bien, no lo sé. Posiblemente era una conjunción sumativa de las anteriores.

Dionisio Ridruejo juega un papel fundamental en la vida de Laín. Ya en Burgos, Ridruejo30 constituye
en el Palacio de la Audiencia, el Servicio Nacional de Propaganda del naciente Estado. Ridruejo tenía
jurisdicción sobre la edición de libros, el cine, el teatro, la organización de actos públicos y otras
muchas actividades de propaganda directa. Los medios materiales, técnicos y humanos fueron escasos,
de pura subsistencia. Los recursos globales para Prensa y Propaganda se cifraban en 180.000 pesetas,
cifra que englobaba los salarios del personal y gastos de servicios: agencias, libros, carteles, películas,
compañías de teatro, actos públicos y materiales de toda especie31. En aquella tarea lo acompañaron
importantes intelectuales: Antonio Tovar al frente de la radio, Pedro Laín Entralgo como encargado de
ediciones junto a Torrente Ballester, Rosales y Vivanco; Luis Escobar encargado de teatro, Juan
Cabanas, José Caballera y Romero Escassi al frente de plástica. Santiago Montero Díaz, Eugenio
Montes, Samuel Ros, Xavier de Salas, Edgar Neville y otros muchos colaboran con Ridruejo. La
sección de plástica se encarga de orientar estéticamente la apariencia del Nuevo Estado mientras que en
la sección de cine, nace el NO-DO y el cortometraje costumbrista, que tanta importancia van a adquirir
en el desarrollo del futuro régimen. Coincido plenamente con el análisis que realiza Jordi Gracia: “Esa
forma de irracionalismo convierte al lenguaje en ‘propaganda’ porque no aspira a comprender la
realidad, ni a conocerla o analizarla, sino a transmitirla prefabricada de acuerdo con su propio
sistema ideológico”32

30
Ridruejo está al frente del Servicio Nacional de Propaganda desde febrero de 1938 hasta noviembre de 1940.
31
Ridruejo, Dionisio: Casi unas memorias, Planeta, Barcelona, 1976, p.134.
32
Gracia, Jordi: La Resistencia Silenciosa. Editorial Anagrama, Barcelona, 2004. p.24

23
Recordemos que durante la Guerra Civil, concretamente en 1938, aparece el preámbulo de la ley de
prensa donde se rechazaba cualquier pretensión a la libertad entendida al estilo democrático. Este texto
imponía la necesidad de que los directores de los periódicos fuesen necesariamente elegidos por el
gobierno. Solo a partir de la década de los cincuenta pudieron los periódicos nombrar por sí mismos a
los directores y únicamente en 1966 desapareció la censura previa. La prensa y los medios de
comunicación se convirtieron en instrumentos de fascistización. En este sentido Laín y sus amigos
colaboran en el desarrollo de un aparato inquisitorial y coactivo que va en contra de todo aquello que
en un futuro van a defender la mayoría de integrantes del grupo burgalés: La capacidad asuntita y
superadora e integradora.

Dentro de esa España Nacional, se forma un verdadero grupo intelectual burgalés. El propio Dionisio
Ridruejo explica como nació: “Mi despacho se transformó más de una vez en tertulia literaria y en sala
de lecturas y recitales, y añadiré que por virtud de ello, se fue transformando el vínculo funcional de
los que trabajábamos en la propaganda (y de otros allegados) en un vínculo de grupo intelectual, más
generacional, quizá, que ideológico”33. Intelectuales que dirigen esa gran maquinaria propagandística
que va a legitimizar al nuevo Régimen y lo que es más importante, a proyectarlo en el futuro. Respecto
a la opinión que los políticos de entonces tenían de este grupo burgalés, dice Laín en sus memorias:
“…una suerte de segregado, ‘reserva literaria’, un ghetto al revés, un aderezo para el lucimiento, sólo
políticamente aceptable mientras no tratase de interferir en las decisiones ‘serias’. Los verdaderos
titulares del mando nunca pasaron y nunca pasarían de tolerarnos”34. Ardua tarea supone realizar un
ejercicio introspectivo que intente razonar que necesidad tenía el poder político para asumir que unos
de los campos fundamentales para el mantenimiento de la moral de la victoria en la zona nacional fuese
administrado por teóricos versados en letras que se caracterizaban por causar seria desconfianza en las
cúpulas superiores de la jerarquía político-militar. Más aun si tenemos en cuenta el apoyo incondicional
del que se perfilaba como el hombre fuerte del nuevo régimen: Ramón Serrano Suñer. Sin duda, este
distanciamiento inicial entre el grupo burgalés y el poder político, quizá no fuera tan plausible y cierto
como Laín quiere hacernos ver. Lo cual no excluye que bastantes años después, Laín y alguno de sus
amigos se distancien de forma ostensible de ese poder político, llegando incluso a la asunción por parte
de algunos de los intelectuales del concepto “exilio interior”.

Tal posición dentro del escalafón social, supuestamente permite que este grupo, con Laín y Ridruejo a
la cabeza, obtenga alguna victoria moral tendente a favorecer el supuesto deseo de revitalización de la

33
Ridruejo, Dionisio: Casi unas memorias, Planeta, Barcelona, 1976, p.137.
34
Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Nueva Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, p.227

24
cultura española. Destaco aquí el episodio narrado por Laín: “… y contra la resistencia de las
poderosas fuerzas político-religiosas que nos rodeaban, conseguimos que los libros de Antonio
Machado, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca apareciesen de nuevo en los escaparates de
las librerías”. Me resulta muy extraño que en plena guerra civil; esos a los que muchos llamaban
“rojos” incendiarios tuvieran cabida en las librerías burgaleses, a la sazón esencia pura del nuevo
Régimen. Permítanme no dudar aquí de la versión de Laín pero si de su memoria.

El primer día de abril de 1939, se produce el final de la última guerra civil española. Al poco tiempo, en
septiembre de 1939, Laín se traslada definitivamente a Madrid. Él mismo dibuja su propia autorretrato
ideológico, el cual queda esbozado de la siguiente manera: “…un falangista sin vocación y sin
aptitudes para la gestión política, al que la naciente España oficial, a la vez que ha dado un puesto en
su administración (jefe de la Sección de Servicio Nacional de Propaganda), ciertos honores (miembro
del Consejo Nacional del Movimiento) y algunas franquías (poder escribir en prensa, poder visitar sin
trabas en su despacho a un ministro o a un director general), había herido gravemente su esperanza en
la patria superadora y asuntita que la falange originaria prometió; un estudioso que por el camino de
la historia de la medicina aspiraba a la docencia universitaria (…), persona, en fin, que por
temperamento y educación tendía en su vida social a la conciliación y a la pacífica convivencia”35.
Podemos aquí observar en Laín, de nuevo un claro deseo de dedicarse a la docencia universitaria. Su
condición no vocacional como miembro de la Falange no la pongo en duda; respecto a la política no
entro yo a valorar sobre su mucha o poca capacidad, lo que si creo resaltable es su opción por utilizar
los mecanismos políticos como medio útil de consecución de sus objetivos. Otro aspecto que no
debemos olvidar es que Laín entra en Falange cuando ésta ya empieza a distanciarse en esencia de lo
que fue la falange originaria. Este distanciamiento acabará por incidir en Laín, llevándolo a la ruptura.

CUARTA ETAPA: LA POSTGUERRA (1940 – 1951)

Retorno a Madrid
La guerra civil finalizada. Vencedores y vencidos. ¿Y la Falange? Ya empezaban a vislumbrar los
falangistas de pro que la “unificación” entre Falange (debía convertirse en vehículo de atracción de las

35
Pedro Laín Entralgo, Descargo de Conciencia (1930-1960), Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, pp.260

25
masas populares) y Tradicionalismo (les correspondía la solidez de los principios en la organización de
España) no respondía a la realidad; a lo largo del decenio de 1940-1950 ya pudo corroborarse que el
poder político de la Falange fue mínimo. Franco ya había decidido no limitar su propio mando. Dentro
de la derecha se encontraban aquellos que abogaban por la creación de barreras institucionales que
limitasen la libertad de decisión de Franco; aquellos que mantenían los principios de su ideario original
y los que entendían que Franco solo era una solución temporal. Solo aquellos que consiguieran ser
flexibles y practicar el posibilismo encontraran un puesto en el nuevo régimen. ¿Lo encuentra Laín?
Evidentemente. Laín es un claro ejemplo posibilista durante esos años. Es un hombre del régimen,
aunque con los años llegara a denostar la falta absoluta de preocupación cultural de Franco y de su
régimen.36

Y el Laín falangista, ¿cómo desarrolló su vida política?: En primer lugar, Laín era consejero nacional
del Movimiento, cosa que a partir de 1942 –cuando se crean las Cortes- lo convierte en Procurador. En
segundo lugar –durante esos primeros meses de su retorno a Madrid- continuó dirigiendo la Sección de
Ediciones y más tarde, Editora Nacional. Allí permaneció hasta las medianías del decenio 1940-1950.
En tercer lugar, Laín se dedica a escribir una serie de artículos y folletones –primero en Arriba y en
Pueblo, más tarde en ABC- y a pronunciar conferencias tendentes, sin duda, a mostrar su adscripción al
nuevo sistema político.

Y los objetivos del gueto al revés de Burgos, ¿se estaban cumpliendo? La incorporación de los
vencidos de buena voluntad no se produjo, más bien lo contrario. Juicios, depuraciones
administrativas37, responsabilidades políticas, leyes y juicios contra los masones,… fueron
sucediéndose después de 1939. Nunca existieron fórmulas de reconciliación. El grupo de Burgos sólo
conoció el fracaso en sus intenciones superadoras e integradoras. En España, los vencedores pretendían
empezar desde cero la Historia de España y al mismo tiempo, reconstruir el pasado imperial. En este
sentido, nacionalismo y catolicismo se unen en una voluntad de ruptura con el pasado. Estamos
hablando del Nacionalcatolicismo. No es más que una sensibilidad antimordena que potencia una
confusión entre los planos político y religioso. Se basa en una intolerancia radical fundamentada en una
religiosidad integrista e ignorante.

Laín reconoce muchos años después que él, como individuo perteneciente al grupo, pecó por debilidad
y probablemente por cobardía al no denunciar una realidad tan injusta. Reconoce que no tuvo el arrojo

36
Conviene recordar que Franco atribuía a los intelectuales un “orgullo “intolerable.
37
Los funcionarios o empleados públicos no podían ser indiferentes: debían ser adictos al régimen. Se producen
depuraciones en la carrera judicial, en la carrera diplomática, en la enseñanza primaria, secundaria o universitaria.

26
que en cambio si que tuvo Dionisio cuando éste rompió con la España entonces oficial. Durante 1940-
1945, el enfriamiento que Laín ya sentía en su adhesión con esa España oficial fue totalmente
parapetado tras un falangismo exhibicionista. Laín siguió dentro del sistema. No debemos olvidar que
durante este período de cinco años, entre otras cosas, Laín se sitúa al lado de las potencias del Eje y
escribe “Los Valores morales del Nacionalsindicalismo”, donde afirma su condición de falangista y
nacionalsindicalista. .

En agosto de 1939, se nombra a José Ibáñez Martín ministro de Educación en sustitución de Pedro
Sainz Rodríguez. José Ibáñez, antiguo integrante de la CEDA y ahora falangista, nunca va a tener
aprecio por Laín. Tensiones importantes se van a producir entre ellos a lo largo de los años. Antonio
Tovar se ocupa de la Dirección General de Enseñanza Técnica. José María Albareda funda, organiza y
dirige el CSIC. En ese contexto, el Opus Dei –del que Laín nunca fue fervoroso seguidor- empieza a
dominar parte de la vida económica, política, social y por ende educacional del Estado español. ¿Qué
importancia tienen los datos anteriores en la vida de Laín? Muchísima. Recordemos que Laín va a
desarrollar su vida en el mundo de la docencia e, incluso llega a ser Rector de la Universidad de
Madrid.

Escorial: Revista de Cultura y Letras


Por otro lado, el nacimiento de la revista Escorial en noviembre de 1940 debe situarse bajo las
coordenadas político-sociales de aquella época. Dionisio Ridruejo fue el Director y Laín el subdirector.
Compartieron la gerencia diaria de la revista, Luis Rosales y Antonio Marichalar38. Es decir, se trata
de una Revista que la hacen quienes pensaron y proyectaron el futuro en la oficina de propaganda que
tuvo Ridruejo en el Burgos de 1938: Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester,
Francisco Javier Conde… Todos los que con el maestro Eugenio d’Ors y con Luis Rosales y Luis
Felipe Vivanco (que habían escrito en la revista católica progresista de José Bergamín, Cruz y Raya),
Eugenio Montes, José Luis L. Aranguren o José Antonio Maravall.

En noviembre de 1942 era director José Maria Alfaro; esta primera época –interrumpida en 1945- duró
hasta el número 55, ya de 1947. Apenas reaparecida en 1947, en el 1949 intenta una segunda época,
que dura de mayo a diciembre y llega hasta el número 64. Entonces apareció dirigida por Pedro
Mourlane Michelena y siguió teniendo unas trescientas páginas que fueron su número medio.

38
La incorporación de este crítico y traductor como secretario de la nueva revista, es entendido por muchos como un guiño
a la antigua Revista Occidente ya que Marichalar había sido uno de los firmantes del manifiesto en defensa de la República
de julio de 1936 y gran amigo de ortega.

27
Escorial presenta una clara vocación literaria aunque se trata de una revista con claro componente
militante, político e ideológico. Desde un punto de vista literario destaca la rehabilitación de la figura
de Machado que hace Dionisio Ridruejo, los escritos de Ricardo Gullón sobre las letras anglosajonas,
los primeros artículos de Aranguren para atender a lo mejor de Eugenio d’Ors, el acercamiento de
Tovar a los clásicos o la respetuosa corrección que hace Laín Entralgo de la cerrazón intelectual del
integrismo católico. Los participantes de Escorial pretendían un nuevo Estado más moderno que
diluyera la ignorancia del franquismo.

Creo conveniente subrayar la importancia del “Manifiesto Editorial” que bajo la pluma anónima de
Dionisio Ridruejo aparece en el primer número de la revista. Podemos observar la clarividente valentía
de Dionisio y, sin duda, del resto de integrantes de la revista, que defienden unos objetivos muy
progresistas, superadores e intelectuales para una España recién salida de la guerra y que está
imponiendo un severísimo castigo sobre los vencidos39. El tono aperturista e integrador de la revista es
incuestionable. Laín participa directamente de esta iniciativa, pero sigue siendo ambivalente. Mientras
potencia, articula y desarrolla un proyecto aperturista como Escorial sigue mostrando una
inquebrantable adhesión a la España Oficial y a la ideología imperante. No olvidemos que entre 1940 y
1941 España vive la “apoteosis del totalitarismo”. A pesar de todo, con Escorial se recupera todo lo
recuperable, tal y como promete el editorial de Ridruejo en el primer número. Se trata de rentabilizar la
mejor cultura española para así construir un Estado moderno donde no solo ocupen un lugar preferente
personajes de la línea de Menéndez Pelayo, sino también otros como Unamuno, Machado, Baroja,
Azorín y Menéndez Pidal.

En Escorial participan muchos de los integrantes del grupo de Burgos, varios escritores falangistas
anteriores a la guerra civil, jóvenes que estaban iniciando sus carreras literarias y muchos de los
hombres que antes de 1936, fuese cual fuere su ideología, habían destacado dentro de la cultura
española. El nuevo Ministerio de Educación Nacional a través del CSIC intenta al igual que los
integrantes de la Revista Escorial la reconstrucción intelectual de España, pero de forma totalmente
antitética. El exilio y la depuración habían mermado de forma muy considerable los cuadros
universitarios, científicos y literarios; en Escorial y el grupo de Burgos, pretendía una integración de
valores basada en la incorporación de lo culturalmente válido en la cultura española
independientemente del pensamiento ideológico de los incorporados, mientras que desde las instancias
gubernamentales se aplicaban políticas “depurativas” donde se prescindía de los mejores si estaban
infectados de sospecha de liberalismo o republicanismo a favor de los que practicaban seguidismo.

39
Escorial, Revista de Cultura y Letras, Madrid, nov. 1940 pp. 7-12

28
Ridruejo abandona la Revista Escorial a su vuelta de Rusia en 1942. Escorial, nacida en 1940 como un
proyecto de Falange pasa a depender directamente del Estado. Tal y como sostenía José Carlos Mainer
en Falange y literatura (1971): “colaborar con Escorial fue un modo inmediato de integrarse e
identificarse como miembro del poder de la nueva España de Franco desde la alta cultura, académica
y universitaria. Lo fue incluso para aquellos que no son el poder, pero actúan y aceptan actuar como
parte del poder, y entre ellos, a lo largo de la década de los cuarenta, hombres como Menéndez Pidal,
Marañón, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Julián Marías, José Luis Cano, o unos jovencísimos
Blas de Otero, Eugenio de Nora o José María Valverde”. Escorial no quiere asumir el pasado liberal,
simplemente lo transmite modificado en función de sus intereses, es decir en función de los
fundamentos del pensamiento fascista.

A parte de la Revista Escorial, Pedro Laín dirige desde febrero de 1948, Cuadernos
Hispanoamericanos, del Instituto de Cultura Hispánica. Como subdirector aparece Florentino Pérez
Embid y como secretario Ángel Álvarez de Miranda. Bimensual en un principio, se convirtió en
mensual a partir del número 25. En la revista aparecen figuras importantes y notorias de
Hispanoamérica, preocupaciones literarias y artísticas de vanguardia y una variada información de
numerosos fenómenos culturales.

Laín no se encuentra cómodo en una España “derechizada” con resentimiento cultural, que se basa en
el constante ataque a Unamuno y a Ortega; donde ni el propio Zubiri se libra de la censura; con una
iglesia penetrante que incluye “la formación religiosa” como asignatura obligatoria en la enseñanza
universitaria; con una represión brutal por parte de los vencedores sobre los vencidos y el consiguiente
“silencio” de muchos de los que podían hablar; con una pobreza galopante. Laín participa activamente
de este silencio.

Laín empieza a distanciarse de la España oficial


También en 1940, de manos de Pedro Gomero, Laín dirige la Residencia de Estudiantes sita en la calle
del Pinar de Madrid. Dice Laín que pretendía salvaguardar lo bueno de la época anterior aunque topó
con la intransigencia del Opus Dei y la del CSIC que pretendían adueñarse tanto desde un punto de
vista material como intelectual del legado de la Residencia. Por otra parte, Laín ya mostraba signos
evidentes de distanciamiento de la política educativa de Ibáñez Martín.

29
En aquellos años, entre 1939 y 1942, podemos observar ya en la prensa escrita ciertos ataques a la
figura de Laín. Precisamente desde donde había sido su casa: el diario Arriba España. Dionisio
Ridruejo toma una posición contraria al uso de la expresión “cruzada nacional” para referirse a la
Guerra Civil. En 1942, desde Arriba España se respondía, con poco amor diríamos, a Dionisio. Pero
Ridruejo se encontraba en Rusia combatiendo con la División Azul. ¿Quién respondió al artículo de
Arriba España? Fue su amigo fraternal, Pedro Laín. Fermín Yzurdiaga lanzó un duro ataque contra
Laín; “traidor a las palabras del Caudillo”, “Sujeto perteneciente a una familia políticamente
sospechosa”… Como sujeto peligroso, como falangista de procedencia dudosa fue Laín sometido a la
depuración de los cuadros del Movimiento por orden de José Luis Arrese. Poco tiempo después Laín
deja su cargo en Editora Nacional y sale voluntariamente de las Cortes. El Laín político iniciaba su
proceso de despolitización. Proceso que aun tardara varios años en consolidarse.

Laín se distancia, sobre todo desde el interior de su persona, aunque mantiene una actitud zigzagueante.
Por ejemplo, en 1943 publica Sobre la Cultura Española donde destaca su idea de integrar toda la
cultura hispánica del siglo XX independientemente de su posición ideológica o de su posición
generacional mientras que en 1942 había glosado la figura de Menéndez Pelayo, alter ego del
tradicionalismo español y del régimen franquista.

La Falange dentro del Régimen franquista


España no había entrado en la II Guerra Mundial dada la ausencia de unidad en la clase dirigente del
régimen franquista, que presencia un duro enfrentamiento entre militares y falangistas. Los falangistas
eran partidarios de la intervención en la Guerra. En mayo de 1941 se inicia una crisis de gran
envergadura dentro del franquismo. La Falange, controlada por Serrano Suñer, se dispensa a sí misma
de la censura, al mismo tiempo que importantes falangistas dimiten de sus cargos: Pilar y Miguel
Primo de Rivera. El 5 de mayo, Galarza, hasta entonces Subsecretario de la Presidencia es nombrado
Ministro de Gobernación (hasta entonces dominado por Serrano Suñer) mientras que Carrero Blanco
ocupa la Subsecretaría de Presidencia. Este movimiento político no gustó nada en Falange. El diario
Arriba atacó con fuerza a Galarza. Las dimisiones, sobre todo de falangistas, se sucedieron. El propio
Serrano Suñer dimite. Franco, siempre pendiente de mantener un equilibrio dentro de la coalición
conservadora40, rectifica y el día 16 nombra Ministros a cuatro falangistas: Arrese como Ministro del
Partido, Primo de Rivera como Ministro de Agricultura, Girón como Ministro de Trabajo y Benjumea
como Ministro de Hacienda. A ellos se suman Serrano Suñer y Carceller. Estamos en el punto
histórico donde Falange copa mayor protagonismo en el poder. Pero Galarza empieza a nombrar

40
Integrada por falangistas, carlistas, monárquicos alfonsinos y católicos.

30
Gobernadores y Jefes provinciales del Partido mientras que Carrero –conocido antifalangista- no
apoyaba a un partido “caótico y enfrentado al ejército”. Serrano, lejos de Gobernación, deja de influir
en Falange y ésta se aleja definitivamente del monopolio del poder. Serrano no deja solo de controlar
un Ministerio clave como el de Gobernación sino también la prensa.

El enfrentamiento Falange-Ejército crece conforme Serrano Suñer va perdiendo poder. El día 16 de


agosto de 1942, el Ministro del Ejército –el tradicionalista Varela- sufre un atentado por parte de
falangistas radicales. Serrano queda definitivamente marginado. Falange se convierte en una fuente de
problemas para Franco. La Ley de Cortes de 1942 implica dar en la práctica una mayor importancia del
componente tradicionalista frente a la Falange. El antiamericanismo de la Falange hace que una vez
conseguida la victoria de los Aliados en 1945, Lequerica, entonces Ministro de Exteriores, aconseje a
Franco que Arrese –y la Falange- se aparten del panorama político. Franco recurre al catolicismo
político, concretamente a los círculos de asociacionismo católico. La existencia de organismos
asociativos católicos implica un gran revés en la aspiración política que tiene Falange: el monopolio del
poder. Los falangistas son conscientes del catolicismo del régimen franquista y del partido, pero no
aceptan la autonomía de lo religioso frente a lo político.

La Falange sufre una importante depuración interna en la década de los cuarenta. Incluso Arriba, diario
falangista por excelencia, describe en 1949 a Franco como el “hombre de Dios”, el de siempre, que
aparece en el crítico instante y derrota a los enemigos.

“Falangista de dudosa procedencia”. Ese debía ser el destino de Laín y el de otros muchos. ¿Qué
quedaba de aquella Falange Joseantoniana de antes de la Guerra Civil? Poca cosa. Poco a poco fueron
apartados del poder. El futuro de Falange pasaba por muy pocos hombres. Destacaban Gerardo
Salvador Merino y Dionisio Ridruejo. En 1942, el franquismo puro y el falangismo franquista ya
habían triunfado sobre el falangismo tradicional. Ese mismo año, 1942, Gerardo y Dionisio desparecen
de los cuadros de la Falange. El primero de ellos, jefe provincial de Falange en La Coruña y delegado
nacional de sindicatos después de la guerra civil, cae en desgracia al ser acusado de haber estado en
contacto con una logia masónica. Es depuesto de todos sus cargos y expulsado del escalafón de
Notarías. La elaboración de uno de los libretos más comprometidos de Pedro Laín, Los valores
morales del Nacionalsindicalismo derivan de su amistad con Gerardo Salvador. Éste, en 1941 le pidió

31
a Laín que pronunciase una conferencia en el congreso sindical. El texto de esa conferencia más la
inclusión de varios artículos41 ya publicados dieron vida al libro en cuestión.

Francisco Umbral resume muy bien la concepción que tenían los falangistas de primera hora hacía
personajes como Pedro Laín Entralgo ya tachado como “falangista de dudosa procedencia”. En su
novela “Madrid 1940. Memorias de un joven falangista”, el protagonista realiza un comentario sobre
Laín: “es un intelectual del que no me fío, un ideólogo sin ideas a quien se le nota demasiado su pasión
por el 98 y liberales como Marañón y Ortega. A unos o a otros está traicionando. ¿A quién? En
nombre del humanismo quiere estar con todos. Pero lo suyo es el pancismo intelectual enriquecido con
cobardía civil. A mí me parece, como su amigo Ridruejo, uno de los grandes traidores de la Falange.
Hay que elegir entre la Falange y Franco, eso ya va estando claro en estos años, y Laín no ha elegido,
sino que está con todos, y además con los liberales del exilio”42.

Aquí tenemos a una Laín descorazonado, creyente a ultranza de una Falange tradicional totalmente
arrinconada y derrotada, defensor incombustible de una actitud superadora que estaba más lejana que
nunca. Solo un acontecimiento histórico pudo devolver la esperanza a Laín: el inicio de la II Guerra
Mundial. Si la Alemania Nazi triunfaba, sus buenos amigos Gerardo Salvador y Dionisio Ridruejo,
ambos con importantes contactos con aquella realidad teutona, acaso podrían recuperar un papel
destacado dentro del panorama político español y con ellos, la Falange tradicional. Se trataba de una
esperanza desarrollada en el ámbito interno de Laín. No tuvo el coraje de arriesgar en aquellos días su
posición oficial, ni siquiera participando en la organización de la clandestina Falange Auténtica como
se desprende del “sumario número 377 en virtud de querella presentada por el Ministerio Fiscal
(fiscalía de la Audiencia de Madrid) en fecha 2 de noviembre de 1942 presentada en el Juzgado de
Instrucción de guardia que le era el número 20 dirigida contra Juan Muñoz Mateos, vecino de San
Sebastián y demás personas que de la investigación sumarial apareciesen responsables del motivo de
la misma, que lo era según información denominada Falange Española la Auténtica, entidad
clandestina con junta de mandos en Madrid y Jefaturas regionales, que tienen organizadas milicias y
fuerzas de choque con el objeto de asaltar violentamente el poder e imponer por la fuerza sus
procedimientos de gobierno, de los que se hace propaganda en manifiestos en los que se censura la
actual organización política y social del Estado, no contándole quienes sean los jefes de la misma y sí
sólo forman parte de ella el querellado, acompañando atestados de la policía, declaración del
querellado y proponiéndose oír a éste y ordenar a la primera la prosecución de las investigaciones

41
“Diálogo sobre el heroísmo y la envidia” (1938), “El sentido religioso de las nuevas generaciones” (1940), “Catolicismo e
historia” (1940), “Sobre el retorno de la creencia” (1940) y “Oportet haereses esse” (1941).
42
Umbral, Francisco: Madrid 1940. Memorias de un joven fascista, Barcelona, Planeta, 1993, p.83.

32
realizadas”43. Dentro del mismo sumario 377 se acuerda recibir declaración en la forma prevenida por
la ley de Enjuiciamiento Criminal al Excmo. Señor Ministro de Trabajo Don José Antonio Girón y una
vez averiguada su residencia a los Señores Don Pedro Laín Entralgo, Don Angel B. Sanz y Señores
Jiménez Millas y Santamaría. Laín, declara: “… ser Consejero Nacional de FET y de las JONS
habiendo desempeñado además el cargo de jefe de Ediciones del Ministerio de la Gobernación,
conocer a Don Juan Muñoz Mateos desde el año mil novecientos treinta y siete con él que se relacionó
en Pamplona donde desempeñaba funciones de Inspector de Prensa y Propaganda habiendo seguido
tratándolo posteriormente cruzándose alguna carta con motivo de haberle pedido al declarante obras
de propaganda de la Falange, que lo considera afecto al Movimiento, ignorando que haya procurado
formar organización alguna subversiva ni tampoco cree haya tenido contacto con otros elementos
contrarios a su ideario habiendo sido siempre sus relaciones con los que ha estimado más afines a la
doctrina falangista, no teniendo noticia de que pueda existir dentro de la Falange organización alguna
clandestina ni mucho menos con milicias armadas o cosa parecida; exhibidas la copias de hojas
clandestinas asegura que no tiene la menor noticia respecto a su procedencia ni circulación y con
respecto a la denominación de FEA sólo puede decir que a raíz de la Unificación hubo el rumor de
una escisión que se trataba de atribuir esa denominación, ocurriendo hace por lo menos cuatro años y
que después no ha vuelto a tener noticia de dicha organización o rumor”44. ¿Conocía Laín los
pormenores de la FAE? En principio, hemos de considerar las muchas posibilidades de que eso fuese
así. Un Falangista de pro, enormemente traumatizado con tránsito de una ideología falangista
tradicional hacia un falangismo sometido al franquismo, debía tener muy presente cualquier tipo de
movimiento dentro de la Falange. Cosa diferente es que Laín estuviese implicado de forma fehaciente
en la operación. Conociendo sus condicionantes psicológicos me inclino por un no. Laín nunca se
caracterizó por su valentía. En esos años aún mantenía un fuerte componente político y era una persona
perteneciente a la España Oficial.

El Laín docente
Ya desde 1937, la depuración fue brutal en universidades, institutos, escuelas, academias. Además
Ibáñez Martín incorpora un sistema de selección del profesorado universitario que impera durante 12
años y que exigía un “certificado de adhesión” a todos los opositores a cátedra además de introducir
tribunales juzgadores elegidos por el ministerio y integrados por personas “seguras” o ideológicamente
derechistas. Tengo la certeza de que Laín observaba con malos ojos todo este panorama, aunque

43
“Informe sobre las actividades de la Falange Auténtica”, Documentos inéditos para la historia del Generalísimo,
Fundación Nacional Francisco Franco, Vol. III, Madrid 1993, pp.. 668-669.
44
“Informe sobre las actividades de la Falange Auténtica”, Documentos inéditos para la historia del Generalísimo,
Fundación Nacional Francisco Franco, Vol. III, Madrid 1993, pp. 670-671.

33
debemos preguntarnos –sin dudar del poderío intelectual de Laín- si él no fue beneficiario directo de tal
circunstancia, a menos hasta que sale del rectorado de la Universidad de Madrid, allá por 1956.

Una de las claves del mantenimiento del Dictador en el poder derivó, sin duda, de la dosificación de las
parcelas de influencia que Franco instrumentalizó entre los diferentes grupos de presión de los que se
nutrió el Régimen. Dos leyes jugaron un papel fundamental dentro de aquel contexto político-social: La
Ley de responsabilidades políticas (9 de febrero de 1939) y la Ley sobre Seguridad del Estado (1941).
La primera de estas -a parte de liquidar partidos, sindicatos y asociaciones- fijaba las normas para la
depuración de funcionarios y fue aplicada con especial rigor en el ámbito de la enseñanza.

En términos generales podemos aseverar que la educación nacional fue cedida a los propagandistas
católicos. Recuérdese las palabras que articuló el Caudillo en la Dirección Central de la Acción
Católica allá por 1940: “Hay que recristianizar a esa parte del pueblo que ha sido pervertida,
envenenada por doctrinas de corrupción”. Iglesia y Estado formaron un frente común y sus relaciones
fueron extraordinariamente estrechas ya desde el inicio de la Dictadura. La mayor parte de la Iglesia -
con el Primado Cardenal Gomá a la cabeza- calificó el alzamiento militar de los sublevados con el
apelativo “cruzada nacional”. Especial importancia en aquella primera época de la Dictadura franquista
adquiere el acuerdo firmado por Serrano Suñer con el nuncio Cicognani el 7 de junio de 1941. En él, se
concedía a Franco la potestad de la presentación de obispos. En 1943 siete obispos fueron nombrados
procuradores en cortes por designación directa de Franco, y en febrero de ese mismo año, se aprobaba
la Ley de Ordenación Universitaria.

Ésta, sesgada ideológicamente y fácilmente instrumentalizada por catolicismo más fundamentalista,


afirmaba que “… la Universidad, inspirándose en el sentido católico, consustancial a la tradición
universitaria española, acomodará sus enseñanzas a las del dogma y la moral católica y a las normas
del derecho canónico vigente”. Importancia creciente adquiere en nuestro análisis la observación del
artículo 58 que disponía que para concursar a plazas de profesor había que manifestar “la firma
adhesión a los principios fundamentales del Estado, acreditada mediante certificación de la Secretaría
General del Movimiento”.

Después de su titubeante affaire con la Falange Auténtica ¿Cuál seguía siendo el máximo objetivo de
Laín? La respuesta es clara y concisa: su carrera docente en la Universidad. Desligarse de cualquier
relación con la Falange Auténtica era lógico en un hombre que no quería poner en peligro su carrera
académica, que se inició con la Cátedra de Historia de la Medicina en Madrid, obtenido además de por

34
sus méritos intelectuales con la ayuda del entramado de relaciones que Laín se había procurado dentro
del Ministerio de Educación. El Ministro Ibáñez Martín ofreció a Laín un Tribunal a su medida. Según
Laín este ofrecimiento fue declinado. A pesar de todo, en el tribunal se nombraron dos vocales muy
afines a Laín. Se trataba de Pérez Bustamante y Barcia Goyanes. Pedro Laín había elegido Historia de
la Medicina, debido a que en esta materia podía entrelazar la diversidad de conocimientos que él poseía
pero, sobre todo debido a que se trataba de un campo de saber manifiestamente virgen en nuestro país y
ello lo catapultaba con casi total seguridad a la consecución de la plaza. Pero Laín ya había aprendido
una lección muy importante a sus veinte y cuatro años, la primera vez que intentó obtener una plaza de
médico de guardia en el Manicomio de Valencia: ser el mejor no es garantía absoluta para la obtención
del puesto. Ahora, la red de influencias jugaba a su favor.

La década de los cuarenta va a ser muy fructífera desde un punto de vista intelectual para Laín. En
octubre de 1942, Laín empieza su función docente en la Cátedra de Historia de la Medicina en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid; en 1943 funda y dirige el Instituto Arnau de
Vilanova de Historia de la Medicina en el CSIC y en 1949 –junto a Aníbal Ruiz Moreno- crea los
Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina.

Pero Laín, y sobre todo su conciencia, ya dudaba sobre cual debía ser su lugar. Por un lado añoraba y
deseaba el retorno de la pureza inicial de la Falange y por otro debía cobijarse bajo el amparo del
régimen que había traicionado esa pureza. Ideológicamente se apartaba de la idiosincrasia franquista
pero profesionalmente se acercaba a ella. Esta pugna interna entre intereses y conciencia vive en Laín
durante toda la década de 1940-1950. Con el transcurrir de los años Laín va a ir dejando atrás su
falangismo y va a ir descubriendo la falacia del fascismo. En definitiva, se va a ir despolitizando a
cambio de incrementar su concepción intelectual del hombre, de la colectividad y de la medicina.

Pero Laín aun tiene que llegar a cotas de poder más altas dentro de la España Oficial. En 1951, la
llegada al frente del Ministerio de Educación Nacional, de su amigo el católico Joaquín Ruíz-Giménez,
convierte a Pedro Laín Entralgo en rector de la Universidad de Madrid. Cabe decir, que un joven que
en 1936 aspiraba a ser profesor de una Universidad católica, y que en tan sólo 15 años llega a ser rector
de la Universidad más importante del país, debe tener un componente ideológico muy afín al régimen.
Laín no lo reconoce así. En sus memorias se define no falangista. El 13 de septiembre de 1951, en la
toma de posesión de su cargo de rector dice: “Todo cuanto haga estará inspirado en la lealtad al
magisterio de nuestros maestros, entre los que quiero destacar a dos: José Antonio Primo de Rivera,
que en esta facultad cursó estudios, y Ramiro Ledesma Ramos, que cursó en la de Filosofía, a los que

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es necesario ser leales por su ejemplaridad y ética”45. ¿Era Laín falangista o no lo era en 1951? De
nuevo la ambivalencia de Laín. Seguramente ya no creía en el proyecto pero lo utilizaba en pos de su
ambición personal: llegar a las cotas más altas dentro de la carrera universitaria.

Durante el ejercicio de su rectorado, Laín observa atónico como se incrementan los ataques contra
Unamuno y contra Ortega. El poder político y eclesiástico del momento carga contra todos aquellos
que se atrevan a defender alguna de las tesis de los anteriores autores. Laín, nunca bien visto por la alta
jerarquía eclesiástica y vigilado por un inquisitorial poder político se convierte en pieza a batir. Pronto
tienen motivos para su defenestración. El 6 de febrero de 1956 surgen graves enfrentamientos con
ocasión del Congreso de Escritores Jóvenes. Esta organización estudiantil se distancia enormemente de
la línea marcada por la organización oficial del régimen, el SEU. Se inicia una revuelta demandando
una organización estudiantil más democrática. El 9 de febrero, en el homenaje al falangista Matías
Montero, surgen grandes disturbios entre miembros del SEU y sus adversarios. El falangista Miguel
Álvarez recibe un disparo en la cabeza en la calle Alberto Aguilera. El Ministro Joaquín Ruíz-Giménez
y el Recto Laín Entralgo son cesados inmediatamente. En ese punto culminante de la vida de Laín, se
produce su distanciamiento definitivo con Falange y con los cargos públicos. Laín empieza a deshacer
las cadenas de la servidumbre.

Un punto culminante en el proceso de intelectualización de Laín se produce cuando –estando en pleno


proceso de superación del falangismo- publica en 1949 una serie de ensayos sobre el fracaso de su
grupo generacional ante la cultura española, que se engloban bajo el título España como problema. Su
publicación pronto es motivo de respuesta. Rafael Calvo Serer, entonces en pleno disfrute de los
favores del franquismo, a través de Ibáñez Martín y del CSIC, publica España sin problema. Nos
encontramos ante dos formas diferentes de entender la España de aquellos años, y consecuentemente
cada uno de ellos logró aunar las simpatías de los intelectuales españoles. Decididos partidarios de la
no problematicidad de la conciencia nacional de España fueron José María Pemán, Florentino Pérez-
Embid, Juan José López Ibor, José Pemartín, Rafael Gambra, y otros muchos. Contrariamente, otro
grupo de intelectuales se alinearon en torno a una actitud problematizante, entre los que destacan
Gaspar Gómez de la Serna, Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo, Rodrigo Fernández Carvajal y otros. La
posición falangista pretendía integrar en su propia esencia las actitudes intelectuales de la izquierda
liberal mientras que los otros -el sector católico, integrista y monárquico representado por la revista del
CSIC Arbor- negaban la problematicidad de una España ya definida tiempo atrás por Menéndez

45
G. Francesc Iglesias, “Un artículo de Pedro laín”, Diario 16, 8 de abril de 1991.

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Pelayo. Es decir, a pesar de la diferente fuerza con la que se enfrentan en la defensa de la
problematicidad, existe un claro predominio de hombres formados en el nacionalsindicalismo.
CONCLUSION
Laín es un ser ambivalente. Una falaz ambivalencia marca parte del testimonio de Laín. Cuando escribe
sus memorias, en 1976, ya no es el hombre que fue, ha evolucionado. Mediante una perspicaz técnica
retrospectiva analiza su pasado, su pensamiento. Admite errores, se arrepiente pero siempre encuentra
una salida justificativa. Ejemplo de esta política justificativa son los siguientes fragmentos diseminados
por su obra autobiográfica “Descargo de Conciencia”. Dice Laín: “La Editora Nacional no hizo bajo mi
dirección, sin duda, todo lo que pudo y debió hacer (…) No obstante algo hizo.”46.

La publicación de Los valores morales del nacionalsindicalismo (1941) también despierta en Laín
grandes ansias de rectificación “…la publicación del librito ‘Los valores morales del
Nacionalsindicalismo’, el más citado y controvertido de mis escritos falangistas, y mi bien notoria
situación al lado de la Italia fascista y de la Alemania nacionalsocialista durante la Segunda Guerra
Mundial, el más flagrante y revisado de todos mis errores políticos. Pero si erré por ingenuidad o por
desconocimientos, nada hay en mi conducta política de lo cual, en mi opinión, tenga que
avergonzarme.47

Quizás uno de los episodios donde Laín expone de forma más taxativa sus remordimientos de
conciencia coincide con su alineación con las potencias del eje y en especial con una Alemania
nacionalsocialista manchada con la sangre de millones de judíos. Dice Laín: “Quede constante la
explícita confesión de este grave error mío. Error grave, sí, y hoy para mí bien ingrato, pero –así me
atrevo a creerlo- no culposo. Lo hubiera sido en el caso de haber conocido yo antes de 1945 el más
horrendo de los crímenes del nacionalsocialismo, la monstruosa matanza de judíos en los varios
campos de concentración para tal fin creados”. Resalta el hecho de que, cuando en 1976 Laín
reconoce este error, no falta la puntilla justificativa bajo la expresión “no culposo”. También debemos
advertir que no sólo los judíos fueron las víctimas del exterminio nazi. Homosexuales, gitanos,
republicanos españoles y otros muchos pasaron por los campos de exterminio. ¿Cuándo y en qué
momento se acordó Laín de ellos? Queda claro que Laín tiene difícil justificar su apoyo al
nacionalsocialismo alemán, sobre todo si recordamos que en el comentado Los Valores morales del
nacionalsindicalismo exhortaba a fijarse en el ejemplo de la Alemania nacional socialista que había
logrado, aún a costa de grandes sacrificios, vencer la lucha social, sosteniendo y mejorando la justicia

46
Pedro Laín Entralgo, Descargo de Conciencia (1930-1960), Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, pp.265
47
Pedro Laín Entralgo, Descargo de Conciencia (1930-1960), Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2003, pp.265

37
social y creando una apasionante empresa nacional. Laín llevó siempre sobre su espalda el peso de su
supuesta afinidad con la ideología nazi. Por ejemplo, el 19 de febrero de 1991, su propio hijo –Pedro
Laín Martínez- se ve obligado a replicar en las páginas del Mundo a Francisco Umbral que había
acusado a su padre y a Dionisio Ridruejo de nazis. En el citado artículo se argumenta que ni su padre ni
Ridruejo habían sido nunca nazis ni “franquistas ‘estrictu sensu’ en aquellos años ni nunca. Fueron
falangistas”48

Jordi Gracia dice: “…también por eso está más cerca de lo admirablemente humano la repulsa
temprana de Dionisio Ridruejo a su propio pasado y sus convicciones fascistas antes que el caso de
Laín Entralgo y su maquillaje de una biografía ni asumida ni deplorada”49. Quizá mi análisis no sería
tan duro aunque en esencia, coincido con Jordi Gracia. A pesar de todo, Laín Entralgo, Dionisio
Ridruejo, Aranguren, Torrente y otros tantos, no fueron ni liberales ni demócratas aunque su aportación
intelectual permitió grandes zonas de iluminación en una España muy oscura. Fueron grandes
profesores, grandes escritores y grandes articulistas. Lograron la apertura en su propio pensamiento y
en el de los demás. Murieron no siendo lo que fueron.

48
Laín Martínez, Pedro: “Difamación de Lain Entralgo y Ridruejo”, El Mundo 19 de febrero de 1991.
49
Gracia, Jordi: La Resistencia Silenciosa. Editorial Anagrama, Barcelona, 2004.

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Bibliografía

• AAVV., La empresa de vivir: estudios sobre la vida y la obra de Pedro Laín Entralgo,
Barcelona, Nueva Galaxia Gutemberg, 2003.
• Albarracín Teulón, Agustín.: Pedro Laín, historia de una utopía, Madrid, Espasa Calpe, 1994.
• Benda, Julien: La traición de los clérigos, Barcelona, Biblioteca Universal del Círculo de
Lectores, 2000.
• Carbajosa, Mónica; carbajosa, Pablo: La corte literaria de José Antonio, Barcelona, Crítica,
2003.
• Gran Enciclopedia Aragonesa. Voz Laín Entralgo, Pedro. Tomo VII. 1981 / Parada, Maria
Rosario: Pedro Laín Entralgo. Colección “Memorias de Aragón”. Diputación General de
Aragón.
• Gracia, Jordi: La Resistencia Silenciosa, Barcelona, Editorial Anagrama, 2004.
• Laín Entralgo, Pedro: España como problema, Madrid, Aguilar, 1957.
• Laín Entralgo, Pedro: Descargo de Conciencia (1930-1960), Barcelona, Nueva Galaxia
Gutemberg, 2003.
• Laín Entralgo: Pedro: Los Valores morales del nacionalsocialismo, Editora Nacional, Madrid,
1941.
• Laín Entralgo, Pedro: “Sermón de la tarea nueva. Mensaje a los intelectuales católicos”,
Jerarquía, invierno (1936), pp. 33-51
• Mainer, José Carlos: Falange y Literatura, Barcelona, labor, 1971.
• Preston, Paul: Franco. Caudillo de España, Barcelona, Grijalbo, 1994.
• Ridruejo, Dionisio: Casi unas memorias, Planeta, Barcelona, 1976.
• Santos Juliá: Historias de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2004.
• Tusell, Javier: Dictadura Franquista y Democracia, 1939-2004, Barcelona, Crítica, 2005.
• Umbral, Francisco: Leyenda del Cesar Visionario, Barcelona, Seix Barral, 1991.

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