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EL MÉTODO CIENTÍFICO:
LA OBSERVACIÓN
Un método dialéctico
Sin embargo, la síntesis no es una visión absoluta de las cosas: es sencillamente una
nueva forma de ver tras el proceso dado. Se convierte en una nueva tesis, que a su vez
se podrá confrontar con una antítesis, para dar una nueva síntesis, que a su vez se
convertirá en una nueva tesis, etc.
Para ilustrar este método, supongamos que vemos a una persona que abre el capó de
su coche. Tras una primera "mirada", nuestra representación-interpretación espontánea
podría ser: "Está comprobando el nivel del aceite". Se diría que esa es la "tesis".
Luego, por no estar satisfechos con esa interpretación y después de un examen más
detallado, podemos decir: "No es el aceite lo que le importa". Finalmente, esto puede
llevar al planteamiento de una nueva forma de ver (hipótesis), por ejemplo: "Comprueba
el carburador". El proceso puede continuar y se puede negar esa nueva "tesis", se puede
dar una "antítesis", luego una nueva síntesis. La afinación crítica se hará cada vez que
la nueva "tesis" ya no satisfaga nuestros proyectos.
Una "tesis":
la representación de Claude Bernard
Este es el modelo que vamos a examinar por medio del método dialéctico, mostrando
cómo se puede tornar cierta distancia respecto de la visión espontánea obtenida de la
observación, las leyes, las pruebas, los procesos de comprobación, etc., de forma que se
logre tina visión siempre más crítica.
La observación científica
En el mundo existirían una serie de informaciones que habría que recibir lo más
fielmente posible.
Observar es estructurar un modelo teórico
Si digo que hay una hoja de papel en el escritorio, sólo puedo decirlo a condición de
tener una idea previa de lo que es una hoja de papel. Igualmente, si digo que se me cae
el bolígrafo cuando lo suelto, tengo ya cierta idea "teórica" de lo que es arriba y lo que
es abajo. Si observo el dibujo de la página, según lo organice, veré un pato o un conejo,
una escalera vista desde arriba o vista desde abajo.
Cuando observo, "algo" siempre tengo que describir "lo". Para lo cual utilizo una
serie de nociones que ya tenía antes: éstas se refieren siempre a una representación
teórica, generalmente implícita. Sin esas nociones que me permiten organizar mi
observación, no sé qué decir. Y en la medida en que carezca de un concepto teórico
adecuado, estoy obligado a apelar a otros conceptos de base: por ejemplo, si quiero
describir la hoja que está sobre mi escritorio y no tengo noción de hoja, haré de ella
una descripción hablando de esa cosa blanca que esta sobre mi escritorio, sobre la que
parece haber líneas con cierta regularidad y también con cierta irregularidad, etc.
(Aquí habría que hablar sobre la posibilidad psicológica para los humanos de
"simbolizar-", es decir, de hablar de "tal cosa", de tal "objeto", y considerarlo como un
objeto, como una cosa, es decir, separarlo del flujo de nuestros actos reflejos para
convertirlo en objeto de nuestro lenguaje, de nuestro pensamiento y de nuestra
comunicación).
Por tanto, para observar hay siempre que referir lo que se ve a nociones previas. Una
observación es una interpretación: es integrar determinada visión en la representación
teórica que nos hacemos de la realidad. Lo que afirma claramente la filosofía desde
Kant lo ha vuelto a encontrar la psicología, especialmente con la psicología cognitiva.
Esta aproximación de las ciencias psicológicas insiste precisamente en el carácter
construido de nuestros conocimientos. Como señalaba Arnkoff,
"las teorías constructivistas de cognición están en oposición a las que consideran que el
conocimiento del mundo externo viene directamente de una forma inmediata. El punto
de vista es constructivista en cuanto que el significado de un acontecimiento o la
configuración de los datos están construidos por el individuo" (Arnkoff, 1980).
La carga teórica de las observaciones también ha sido estudiada por los filósofos y
sociólogos de la ciencia (ver R.E. Grady, 1973, citado por Pinch, 1985). Así Hanson
(1958) señala que cuando Galileo habla de su observación de "cráteres" en la luna, esa
palabra evidentemente no es puramente "empírica", sino que está inserta en una
interpretación teórica. Achinstein (1968, p. 181 y ss.) terminó su análisis sobre la
posibilidad de separar las palabras "observacionables" de las teóricas, escribiendo:
"Lo demostrado no es que sean imposibles las divisiones, sino que, según los criterios
utilizados, pueden darse muchas distinciones... una palabra clasificada como
observacional (o teórica) según un criterio, será no-observacional (o independiente de la
teoría) según otro".
Además, no se puede observar sin utilizar el lenguaje, sea verbal, sea mental. Y la
lengua ya es un modo cultural de estructurar una visión, una comprensión. Una
descripción en una lengua no producirá el mismo efecto que en otra. Estamos, pues,
irremediablemente atrapados en el lenguaje, que existe desde antes que nosotros y
existirá después de nosotros. Así que los científicos no son individuos que observan el
mundo a partir de cero; son los participantes dc un universo cultural y lingüístico en el
que se insertan sus proyectos individuales y, colectivos (Prigogine y Stengers, 1980).
Igualmente, la noción de observación "completa" no tiene ningún sentido, ya que
observar es siempre seleccionar, estructurar y por lo tanto, abandonar lo que no se
considera. No hay nada más extraño a la observación científica que una observación
"completa": si persiguiéramos un fin semejante, nunca haríamos ciencia,
¡permaneceríamos siempre en la observación!
En la misma línea, podemos decir que las proposiciones empíricas que sólo cuentan
lo que vemos, y que serían la base fundamental de todos los conocimientos científicos,
son ya en parte proposiciones teóricas. Las proposiciones empíricas no son lo "opuesto"
a proposiciones teóricas, son ya teóricas.
La imagen del trabajo científico, de acuerdo con la cual, empezaríamos por recoger
observaciones que expresaríamos con proposiciones empíricas indiscutibles, en las que,
seguidamente, trataríamos de encontrar proposiciones teóricas explicativas, es pura
imagen de ficción. Lo que parece ocurrir es que, en la práctica científica, en
determinado momento, se consideran "hechos empíricos" ciertos elementos de una
descripción. Esos "hechos empíricos" no se cuestionan de momento.
Las proposiciones empíricas difieren de las teóricas en que por una convención
práctica unida al trabajo científico del momento, se establecen como
momentáneamente indiscutibles. Si digo que "el agua hierve a 100", es un enunciado
empírico, lo que quiere decir que es una afirmación que no voy a cuestionar. Más tarde,
con la práctica puede que transforme esa proposición "empírica" en una teórica (y
además, antes de considerarla empírica, ya se consideró teórica).
Cada vez que una proposición no concuerda con una teoría, es posible, más que
modificar la teoría, modificar las reglas de interpretación de la observación y describir
lo que vemos de otra manera. Volveremos más adelante sobre la utilización de lo que
llamamos "hipótesis ad hoc".
En nombre de presupuestos teóricos, decidimos que dos cosas son "iguales"; esto no
nos lo da inmediatamente la experiencia.
¿Objetividad absoluta
u objetividad socialmente instituida?
Pero entonces, ¿qué ocurre con los objetos que observamos? Tenemos la clara
sensación de ver las cosas con objetividad, tal y como son. El problema de esta manera
de ver, es que parte de una definición espontánea de la objetividad que sería "absoluta",
es decir, sin relación alguna con otra cosa. Ahora bien, parece que no podemos hablar
de un objeto más que mediante un lenguaje -realidad cultural- que se puede utilizar para
explicárselo a los demás. No puedo hablar de la lámpara que está sobre la mesa si no es
a condición de tener suficientes elementos de leguaje, comunes y convencionales para
que me entiendan.
Decir que "algo" es objetivo es por lo tanto decir que es "algo" de lo que se puede
hablar con sentido; es situarlo en un universo común de percepción y comunicación, en
un universo convencional, instituido por una cultura. Si, por el contrario, quisiera
hablar de un "objeto" que no tuviera cabida en ningún lenguaje, mi visión sería
puramente subjetiva, no comunicable; en último extremo, loca. El mundo se convierte
en objetos en las comunicaciones culturales. La objetividad -en todo caso, así
entendida- no es absoluta, sino relativa a una cultura.
Igual que antes señalé que existe un lenguaje anterior a toda descripción, hay que
añadir que también existe, anterior a todo objeto, una estructura organizada del mundo
en la que se insertan los objetos. Eso es lo que los sociólogos como Peter Berger y
Thomas Luckmann (1978) llamaron "la construcción social de la realidad". Ellos
entienden por tal esa organización del universo unida a determinada cultura, sea de una
tribu de pescadores del Amazonas o nuestra cultura industrial y que ofrece un marco a
la visión, de manera que cada una de las cosas puede tener en ella su lugar (o más bien,
que determina lo que serán los objetos). Cornélius Castoriadis introdujo un concepto
filosófico parecido al hablar de la institución imaginaria del mundo (1978). El
"mundo" está organizado según eso en función de una sociedad (cf. G. Fourez, 1974,
pp. 19-42).
Los objetos no están dados en sí, independientemente de todo contexto cultural. Sin
embargo, no son construcciones subjetivas en el sentido corriente de la palabra, es decir,
"individuales": precisamente, gracias a una manera común de verlos y describirlos, los
objetos son objetos. Si, por ejemplo, quiero hacer de la flor otra cosa distinta a la
prevista en mi cultura, se sacará la conclusión de que estoy loco. No puedo describir el
mundo según mi subjetividad; tengo que integrarme en algo más amplio, una institución
social, es decir, una visión organizada admitida comunitariamente. Si, por ejemplo,
quiero decir que un elefantito rosa está bailando sobre mi mesa, es probable que
consideren que tengo trastornos mentales... ¡a menos que logre unir mi "visión" con un
discurso socialmente admitido!
Para ser "objetivo", tengo que integrarme en el entramado social: eso es lo que me
permitirá comunicar mis visiones a los demás; sin eso, dirán sencillamente que soy
subjetivo. Así es como Bachelard hacía notar que "la objetividad no se puede separar
de los caracteres sociales de la prueba" (1971, p. 116). (Ver también Latour y Woolgar
(1979) que describen maravillosamente todos los términos y fronteras, a veces
sorprendentes, de la institución de un "hecho" científico).
Pero al menos desde Kant, la subjetividad remite en primer lugar a una construcción.
La palabra "sujeto" designa entonces el conjunto de actividades estructurantes
necesarias para la observación. Ese conjunto forma lo que Kant llama "sujeto
transcendental" (o "un tema transcendental"). Y, como observar siempre es construir y
estructurar, se puede decir que la observación es actividad del sujeto, o subjetiva, pero
en cuanto que observar es organizar nuestra visión según reglas que son sociales o están
unidas a la historicidad de una cultura.
Si tengo una tiza verde sobre la mesa y al observarla me parece roja porque soy
daltónico, se dirá, en el lenguaje habitual, que mi interpretación es "subjetiva" porque
depende de mi forma individual de estructurar el mundo. Pero si hablo de una tiza
verde utilizando las nociones de tiza y de verde, y otras muchas, se dirá que mi
observación es "objetiva"; sin embargo he podido estructurar esa observación por medio
de una actividad estructurante del sujeto y por mediación de una cultura compartida.
Aún más, se puede decir que el carácter objetivo viene directamente de las
convenciones transmitidas por las actividades de los "sujetos".
El "sujeto transcendental" no es por tanto, de ninguna manera, algo que depende del
individuo: se trata más bien de un conjunto de elementos unidos a nuestra biología, a
nuestro lenguaje, a nuestra cultura, etc. Como afirmaron Husserl y Merleau-Ponty 4, "la
subjetividad transcendental podrá ser intersubjetivada" en otras palabras, ese "sujeto" es
una comunidad humana organizada en una lengua, costumbres, etc. Lo que da al sujeto
su carácter objetivo es precisamente esa construcción por ese sujeto según reglas
socialmente admitidas y reconocidas. En otras palabras, sólo hay objeto a través de la
subjetividad "y las convenciones, lo que no quiere decir que la observación es
subjetiva, si se entiende por tal que dependa de la interpretación libre de un individuo.
4
Husser1, en Die Krisis europaïschen Wissenschaften und díe traiiszendentale Phänomenologie,
III (inédito) citado por M. Merleau-Ponty (1945) en Fenomenología de la percepción, Prefacio, p.
VII.
"La ciencia se nutre de hechos observados. Pero no existen los hechos en bruto; incluso
el eclipse, el trueno, el precipitado de la probeta, suponen una teoría, más o menos
simple, más o menos elaborada, pero que nunca está ausente. Ni siquiera podemos sentir
o percibir sin poner algo de nuestra parte, algo de nuestros conocimientos adquiridos. El
pensamiento no se deja nunca eliminar" (Ullmo, en Piaget, 1967, p. 657).
El uso en informática de bases de datos puede hacer que nos demos cuenta con más
facilidad de lo que es la objetivación. Para que exista un "objeto" en una base de datos,
es preciso que se integre en una de las categorías programadas en ese fichero. Lo que
determina una clase de objetos no proviene por lo tanto, sencillamente "de afuera", sino
también de la clasificación que nos hemos proporcionado. Esa clasificación permite
reunir en un conjunto de "objetos" cosas que tienen diferencias; es una manera concreta,
convencional pero no arbitraria, de resolver el problema de lo "igual" y lo "diferente".
La manera en que la filosofía de las ciencias ha sacado a la luz las relaciones entre lo
"teórico" y lo "empírico" no deja de incomodar a veces al sentido común y a un análisis
epistemológico. En efecto, si bien es fácil admitir que toda descripción contiene
elementos de nociones o teoría, hay algo que hiere el sentido común del biólogo al
decir, por ejemplo, que una célula, tal y como se observa al microscopio, no sería más
que un modelo teórico: para él la célula "existe realmente". Además, la experiencia
común y la de los científicos nos demuestra el "sentido común" y el interés que hay en
decir que ciertas observaciones deben considerarse independientes de las teorías (cf.
Hacking, 1981).
En otras palabras: ¿hay que decir que una célula o un electrón existen? ¿O más bien se
debería decir que tomamos en consideración los modelos teóricos que son los modelos
celulares y electrónicos?
¿Qué sería mejor decir en los programas de enseñanza secundaria que en ellos se
estudia la célula, o que en ellos se estudia el modelo celular; que se estudia en ellos el
átomo o que se estudia en ellos el modelo atómico?
Una visión espontánea afirmaría que "la célula existe realmente", mientras que
aceptaríamos mejor decir que la teoría de la evolución, o la de la relatividad, sólo
existen dentro de la cabeza de los científicos (aun cuando nos permitan "leer" mejor el
mundo). Y además, aceptaríamos mejor decir que una silla no existe al igual que una
célula, pues su existencia depende del uso que se hace de ella.
Además, la afirmación excesivamente clara de que lo empírico embebido de teoría
molesta al experimentador que considera correcto que, en ciertos momentos, la
distinción entre empírico y teórico le permita probar una teoría (por ejemplo, cuando
mide la temperatura de ebullición de un líquido).
En torno a estas cuestiones, los debates en la filosofía de las ciencias están abiertos;
más adelante volveremos sobre la cuestión de la independencia de los tests
experimentales en relación con las teorías. Yo propondré aquí un modo de ver que creo
que puede clarificar el debate en cuanto al modo de existencia de entidades como las
células.
Además, cuando se trata de hablar de célula en un tejido vivo, las cosas se hacen más
delicadas. Desde el momento en que se supera cierta ingenuidad, nos damos cuenta de
que la célula no se manifiesta sencillamente por el microscopio. Si así fuera, nos
planteamos por qué tan frecuentemente los estudiantes preguntan a sus profesores:
"¿Cómo hay que mirar para ver la célula?". Con ello indican que para ver la célula es
preciso mirar de determinada manera, con una rejilla de interpretación que no siempre
es evidente. Además, si la célula se diera tan evidentemente en la observación, también
nos preguntaríamos por qué se necesitó que pasara tanto tiempo entre el descubrimiento
del microscopio y la moda del modelo celular. Evidentemente, sólo se han visto las
células en el momento en que, de acuerdo con un estado de las interpretaciones teóricas,
resultaba interesante considerar al mundo de esta manera. En eso, la "célula" va junto
con la "silla": en ambos casos, para " verlas" hay que relacionarlas con cierto número de
reglas de uso. No son nociones absolutas, sino "artefactos", es decir, realizaciones del
"arte" o la ingeniosidad humana. Desde ese punto de vista, tanto la silla como la célula
aparecen unidas a una socialización instituida y no se pueden considerar objetos que
existen independientemente de una visión de objetos instituyente. No se trata tanto de
la célula, que existiría en sí misma, como de la necesidad del modelo celular para poder
hablar de células.
Afirmar esta relación intrínseca entre lo teórico y lo empírico no quiere decir que
nuestras propuestas empíricas vayan siempre unidas a todos los sistemas teóricos en los
que se pueden utilizar.
Por suerte, en buen número de casos existe prácticamente independencia entre ciertos
modelos teóricos y los más amplios sistemas en los que se utilizan. En las oraciones "la
silla está en la habitación" o "esas células están muertas", sin duda resulta correcto decir
que sólo podemos hablar de la silla o de las células, refiriéndonos a modelos teóricos;
pero una vez aceptados estos, ya no interfieren prácticamente con el sentido de las
oraciones. Dicho con otras palabras: cuando me interrogo sobre dónde está la silla o
sobre la muerte de las células, hablando prácticamente puedo considerar que la silla o
las células existen en realidad.
La ideología
de la inmediatez científica
Falta decir algo sobre el hecho de que a menudo tenemos la impresión de que lo que
observamos es ciertamente "real". El sentimiento de realidad 5 es objetivo y afectivo y
hace que tengamos confianza en el mundo tal y como lo vemos.
5
Respecto al sentimiento de la realidad ver J. Marechal (1937) y G. Fourez (1974 y 1979).
Por otra parte, la noción de real parece funcionar como una forma de anunciar una
interpretación privilegiada; así se diría que un sueño no es algo "real"... Tratar de decir
lo que en último término no es lo real, equivale a buscar una interpretación a la que se
daría un último estatuto privilegiado. Decir que "esto es en realidad aquello" es
privilegiar la segunda interpretación (aquello) con respecto de la primera (esto). Por
ejemplo, si digo que tal enfermedad no es realmente fisiológica, sino psicológica, la
palabra "realmente" señala simplemente la interpretación privilegiada.
Cuando estamos acostumbrados a ver el mundo de una forma determinada, se hace casi
imposible ver las cosas de otro modo. Cuestionar esa visión crearía una crisis afectiva
profunda. La visión que tenemos del mundo parece entonces absolutamente objetiva y
necesaria. Esto puede llegar hasta el punto de que si, en una determinada sociedad,
alguien negara esas "visiones" necesarias, pronto se le declararía loco, ¿tiene eso un
significado absoluto o significa sencillamente que su visión del mundo se integra mal en
la institución imaginaria del mundo, de su sociedad? (cf. Foucault, 1961).
Para entender mejor como la construcción social del mundo provoca el sentimiento
de objetividad y como ésta es una institución social, resulta interesante el ejemplo del
solfeo. Sin el solfeo, sin cierta teoría de las notas musicales, las notas no existen
objetivamente. Y sin embargo, gracias a esa teoría, las notas existen objetivamente. Las
notas musicales no existen "por sí mismas", sino tan sólo a través de esa visión socio-
cultural que instituye el mundo del sonido: el solfeo. Pero como, en nuestra cultura, el
mundo del sonido es menos "objetivo" que el de la vista, tenemos la impresión (al
menos la mayoría de la gente, aunque no necesariamente los músicos) de que el mundo
del sonido ese menos "objetivo" que el de la vista. En última instancia sentiríamos la
tentación de decir que las notas musicales son menos reales que los colores. Muchas
personas tienen la impresión de que ver "rojo" es objetivo, mientras que oír un "la" es
tener una experiencia que va unida a una cultura. Cuando el mismo rojo va también
unido a una construcción social del mundo. (Señalemos que para que las notas
musicales existan como objetos, no es necesario que se definan técnicamente mediante
el solfeo; basta como en el caso de los colores, con que tengan una definición informal
(cf. Hall, 1959).
Todo lo que las "pruebas" que aparecen en los cursos de ciencias consiguen decir es
que las teorías enseñadas proporcionan un instrumento satisfactorio de "lectura" de]
mundo observado. Y todos los que enseñan saben hasta qué punto el "mundo
observado" está estructurado en un curso para que no se vea demasiado lo que
sembraría la duda sobre el modelo enseñado. La descripción del "mundo observado" ya
está hecha en función de una teoría que será "probada"; en ese sentido, se podría decir
que toda descripción científica y toda observación ya es el establecimiento de un
modelo teórico. La expresión "probar esa observación" no se utiliza en absoluto, pero
podría significar que el modelo tomado funciona a nuestra satisfacción. (Hay que
subrayar "nuestra satisfacción, pues todo lo que se pide al modelo es que nos satisfaga
en nuestros proyectos).
La revolución copernicana
de la filosofía de las ciencias
Esta sección sobre la observación científica tenía como objeto provocar, como decía
Kant, una especie de revolución copernicana con relación a la observación. (Se atribuye
a Copérnico el habernos enseñado a no seguir viendo al sol girando en torno a la tierra,
sino a la tierra en torno al sol).
En nuestra cultura, consideramos espontáneamente que el observador "gira"
alrededor del objeto, estando éste considerado como lo que produce la observación,
mientras que el sujeto que observa se considera esencialmente receptivo. La revolución
copernicana consiste en desplazar el acento y decir que la observación es, en primer
lugar, una construcción del sujeto y no en primer lugar el descubrimiento de algo que
estaría allí independientemente del sujeto que observa. (Pero decir que algo es una
producción humana no es, como creen algunos, disminuir su importancia: las
tecnologías automovilísticas no son menos importantes si se las considera como
construcciones humanas más que "descubrimientos" de algo ya preexistente).
Para aceptar un punto de vista "constructivista" en filosofía de las ciencias hay que
despedirse de una relación absoluta y directa con el mundo de la observación.
1.- En qué consiste el método dialéctico para este autor y cómo se aplica al objeto de
estudio (la observación)?