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Miguel Ángel Alva de la Puente

Comercio Internacional
TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE AMERICA DEL NORTE (TLCAN)

El Tratado de Libre Comercio (TLC) se ha convertido en un factor trascendental de la


economía mexicana. Gracias al TLC la economía ha logrado que las exportaciones
mexicanas crezcan de manera prodigiosa, el TLC ha hecho posible que el crecimiento de
las exportaciones no sólo compense la contracción que ha caracterizado al mercado
interno, sino que le ha dado un nuevo horizonte al desarrollo industrial del país.
El Tratado de Libre Comercio en México en lo personal es interesante debido a que
debemos tener conocimiento de en qué consiste, qué resultados se ven reflejados en la
sociedad, así como los avances y retrocesos que ha ocasionado.
El propósito de este ensayo es tener una amplia visión, y un mayor dominio del tema
tomando en consideración a algunos aspectos relevantes.
En este tema se dan a conocer los propósitos del Tratado de Libre Comercio, cómo se ha
ido desarrollando y los efectos que ha ocasionado en el país.
Como es bien sabido en México desde mediados de los años ochenta ha hecho una serie
de reformas económicas con el fin de aumentar la eficacia, el crecimiento económico y el
bienestar social llevando consigo un proceso de privatización y liberación financiera. Es
por esto que en el año de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN), por medio de éste, las exportaciones mexicanas se verían
beneficiadas con un mayor acceso al mercado de los EU. y Canadá y las importaciones
continuaron con su proceso de apertura.

El Tratado de Libre Comercio o North American Free Trade Agreement (NAFTA), es un


conjunto de reglas que los tres países acuerdan para vender y comprar productos y
servicios en América del Norte.
Se llama “zona de libre comercio”, porque las reglas que se disponen definen cómo y
cuándo se eliminarán las barreras arancelarias para conseguir el libre paso de los
productos y servicios entre las tres naciones participantes; esto es, cómo y cuándo se
eliminarán los permisos, las cuotas y las licencias, y particularmente las tarifas y los
aranceles, siendo éste uno de los principales objetivos del Tratado. Además el TLC
propugna la existencia de “condiciones de justa competencia” entre las naciones
participantes y ofrece no sólo proteger sino también velar por el cumplimiento de los
derechos de propiedad intelectual.
El Tratado de Libre Comercio nos permite el intercambiar y conocer no solo productos
para consumo humano, sino que para ser parte de un mundo tenemos que estar al nivel
de los países con mayor desarrollo.
Se observa el avance de la tecnología, se han creado nuevas vías de comunicación, ha
crecido la posibilidad de acceder a otros mercados, se cuenta con telefonía celular e
Internet, con los cuales en años atrás era inimaginable contar.
Por otra parte, el nivel de comercio es mayor ya que abarca un espectro más amplio de
bienes y servicios. La mayor diferencia está en el nivel de flujos financieros y de capitales,
ya que diariamente se ve reflejada la circulación de dinero en gran cantidad tanto en
efectivo como por medio electrónico.
Así mismo los mercados y la producción en los diversos países entran cada vez más en
una dependencia recíproca a causa de un comercio transnacional con bienes, servicios,
fuerzas de trabajo, el movimiento del capital y de la tecnología.
Cualquier país al intentar un cambio está corriendo el riesgo de que no se cumpla con lo
estimado, antes de entrar en vigor el Tratado de Libre Comercio se tenía la visión del
progreso, el conocimiento a otros medios, una mejor calidad de vida en todos los
sentidos, pero a lo largo de estos años se han visto reflejadas las contrariedades ya que
Miguel Ángel Alva de la Puente

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estamos inmersos en una desesperación porque fue un cambio arriesgado que nos traído
consecuencias en mayor parte negativas.
Fue arriesgado para nuestro país ya que somos un país en vías de desarrollo ya que el
libre comercio no es una ganancia absoluta, ya que mina una economía local de
subsistencia y al hacernos dependientes de productos vendidos en mercados mundiales
ocurre un desequilibrio en los precios y al cambio tecnológico.
La propuesta que se tiene en base a estos hechos es que el gobierno debe impulsar y
promover empleos y mejorar los salarios. En cuanto al sector agrícola se deberían crear
programas o si ya se tienen impulsar a los agricultores a que tengan la oportunidad de
comercializar sus productos a los mercados, que generen fuentes de empleo en los
lugares rurales, además de invertir para una mejor educación a fin de que la población
esté preparada y tenga una mayor calidad de vida.

Desde que entró en vigor el Tratado, ha tenido un brutal efecto sobre la economía
mexicana. El efecto principal del TLC ha sido el de forzar a que las empresas mexicanas
se dediquen a elevar la productividad, a aprovechar las ventajas comparativas con que
cuenta el país y a desarrollar ventajas competitivas propias, a negociar asociaciones
estratégicas con empresas extranjeras clave para su actividad y a asumir riesgos
empresariales dentro de un entorno institucional y legal previamente inexistente. El
resultado general es obvio para todos: las empresas que han adoptado la lógica inherente
a la globalización de la economía que anima al TLC se han transformado, en tanto que el
resto de las empresas mexicanas decaen, esperando alguna solución milagrosa que
evidentemente nunca aparecerá. El ajuste inherente a este proceso ha sido sustancial,
como lo muestra el imponente crecimiento económico que experimentan regiones que
nunca habían sido significativamente manufactureras, en tanto que aquellas que
tradicionalmente lo habían sido, han experimentado una inevitable contracción.
El TLC constituye una de las mayores ventajas competitivas con que cuenta el país pero,
lamentablemente, hacemos poco por aprovecharla al máximo. No hay la menor duda de
que un creciente número de empresas mexicanas, que emplean a millones de
trabajadores, no sólo ha convertido al TLC en su vehículo hacia el éxito económico, sino
que han aprendido a explotarlo en todas sus vertientes. Sin embargo, como sociedad,
hemos desaprovechado la extraordinaria (y única) oportunidad que entraña ese tratado.
No se puede descartar la posibilidad de que, en el curso de la próxima década, otros
países acaben gozando de ese mismo acceso privilegiado a los Estados Unidos y
Canadá. De no construir una verdadera base de competitividad, habremos desperdiciado,
una vez más, una oportunidad única de consolidar nuestro desarrollo.
El TLC es un instrumento central para el desarrollo del país. Ha permitido comenzar a
despolitizar al menos una parte de las decisiones empresariales, contribuyendo al
desarrollo de empresas e industrias de clase y competitividad internacionales. Aunque
está todavía lejos de beneficiar a todos los mexicanos, su éxito es tan abrumador que sus
limitaciones acaban siendo intrascendentes en términos relativos. Pero el TLC no es, ni
puede ser, un objetivo en sí mismo. El país requiere de una estrategia del desarrollo que
lo tome como uno de sus pilares fundamentales, pero que vaya más allá: a la educación,
a la infraestructura, a la competitividad integral de la economía y de la población. En
suma, a elevar la productividad general de la economía del país. En ausencia de una
estrategia de esa naturaleza acabaremos siendo un país perpetuamente dependiente de
bajos salarios.

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