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SER MAESTRO, SER TUTOR

Consuelo de Jesús Cortés Penagos


Berenice Yahuaca Juárez
Facultad de Químico Farmacobiología. UMSNH
Resumen
Muchos profesores, no nos educamos como pedagogos, pero nuestra practica docente nos enseña y
obliga a adquirir conocimientos en el área pedagógica, así al ser maestros nos formamos como tales y
nos adentramos a un mundo no conocido, si bien fascinante pero peligroso – NUEVO – . Tendremos
ahora que dedicar nuestro tiempo a aprender a educar, proceso que podrá ser fácil o demasiado
complicado, la adquisición de estos nuevos saberes dependerá de la disciplina, el deseo y la voluntad
puesta en lo que queremos aprender. No hay tarea más difícil que aquella que no queremos realizar, la
que no se acomoda a nuestros deseos. Si como profesores mostramos sensibilidad ante este reto y
considerando que existe un mundo que rodea al estudiante, entonces se requiere desarrollar capacidades
nuevas, mostrar habilidad para manejar esta nueva etapa, ahora como PROFESOR–TUTOR. Esto
significa, sin duda una nueva actitud, una enseñanza constante que se da con el quehacer diario, con la
apertura y flexibilidad de conjuntar las anteriores ideas, costumbres y vivencias con las que ahora son
aportadas por los actores de la tutoría. El profesor–tutor deberá transmitir para conservar, porque valora
positivamente ciertos conocimientos, ciertos comportamientos, ciertas habilidades y ciertos ideales.
Deberemos elegir, verificar, convencer, elogiar y descartar. Y esta nueva experiencia nos cambia, nos
impacta y nos complementa.

Somos maestros, si bien, no de formación, pero si de acción, impartimos todos los días cátedra frente a
grupo y esto nos compromete a entender en qué consiste esta labor educativa. Convencidos de que el
proceso de enseñanza no es una mera transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas,
sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad. Asumimos que la educación es
tarea de sujetos y su meta es formar también sujetos, no objetos ni mecanismos de precisión, de ahí que
venga sellada por un fuerte componente histórico – subjetivo, tanto en quien la imparte como en quien
la recibe.

Este factor de subjetividad no es primordialmente una característica psicológica del maestro ni del
discípulo – no son características irrelevantes – sino que viene determinado por la tradición, las leyes,
la cultura y los valores predominantes de la sociedad en que ambos establecen su contacto.
La educación tiene como objetivo contemplar la humanidad del estudiante, neófito en este campo, se
trata de formar una precisa orientación social: la que cada comunidad considera preferible. Ayer era la
valentía lo primordial y entonces se preferían las facultades que implican las virtudes militares; hoy en
día es el pensamiento y la reflexión; mañana será tal vez, el refinamiento del gusto y la sensibilidad
hacia las cosas del arte. En este contexto, podríamos decir que el objetivo pedagógico es obra de la
sociedad, donde se intenta favorecer un tipo de hombre frente a otros, un modelo de disposición
laboral, de maduración psicológica y hasta de salud, que si bien no es el único posible pero que sí se
considera preferible a los demás.

Tomando en cuenta lo anterior como una verdad, estamos hablando de formar profesionistas a partir de
estudiantes de acuerdo a las necesidades de la sociedad, si bien esto puede garantizar el “éxito de los
profesionistas formados”, es importante no olvidar que los sujetos en formación presentan no solo una
necesidad pedagógica, sino un sin numero de necesidades que lo definen como sujeto, la labor del
profesor se amplia.

Muchos profesores, no nos educamos como pedagogos, pero nuestra practica docente nos enseña y
obliga a adquirir conocimientos en el área pedagógica, así al ser maestros nos formamos como tales y
nos adentramos a un mundo no conocido, si bien fascinante pero peligroso – NUEVO – . Tendremos
ahora que dedicar nuestro tiempo a aprender a educar, proceso que podrá ser fácil o demasiado
complicado, la adquisición de estos nuevos saberes dependerán de la disciplina, el deseo y la voluntad
puesta en lo que queremos aprender. No hay tarea más difícil que aquella que no queremos realizar, la
que no se acomoda a nuestros deseos.

El hecho de considerar que el estudiante tiene necesidades en el aula y más allá, nos invita a ser
susceptibles, flexibles e investigadores de esas necesidades y de cómo repercuten en su persona y su
desarrollo académico. En el aula, su comportamiento a la hora de clase, cómo resuelve sus dudas; en el
laboratorio cómo se desempeña, cómo se mueve y resuelve los problemas propios de esa práctica
complementaria a la teoría. Fuera del aula cómo se involucra en las demás actividades que lo
identifican como estudiante; es asiduo visitante de la biblioteca, del centro de cómputo, cómo participa
en las actividades deportivas, sociales y culturales dentro de la Facultad. Todo esto forma parte de su
desarrollo académico. Otro aspecto importante es considerar su situación familiar, dónde vive, con
quien vive. Si su desarrollo como persona está cooperando de manera positiva a su formación como
profesionista y viceversa.

Si como profesores mostramos sensibilidad ante este mundo que rodea al estudiante, entonces se
requiere desarrollar capacidades nuevas, mostrar habilidad para manejar esta nueva etapa, ahora como
PROFESOR–TUTOR. Esto significa, sin duda una nueva actitud, una enseñanza constante que se da
con el quehacer diario, con la apertura y flexibilidad de conjuntar las anteriores ideas, costumbres y
vivencias con las que ahora son aportadas por los actores de la tutoría. La actividad tutorial como
experiencia, toma entonces una magnitud realmente sorprendente, al reconocer que en ella estamos
involucrados profesores–tutores (compañeros profesores con un común demonimador), estudiantes que
viven al igual que nosotros una nueva exigencia. Las autoridades que desean que el programa sea
exitoso y con resultados reales y medibles, que impacten en el programa educativo que toma este reto.

Para los profesores tutores surge una pregunta, entre muchas otras: ¿cómo podemos esperar que el paso
por la Facultad propicie la formación de personas capaces de transformar positivamente las estructuras
sociales? Nuestra práctica docente siendo conservadora se convierte en una alternativa de lucha de lo
antiguo contra lo nuevo y viceversa. ¿Qué hacer entonces ante esta nueva tendencia en el quehacer
pedagógico?. Como educadores somos responsables del mundo académico de los estudiantes, y si esta
responsabilidad no es aceptada, deberemos dedicarnos a otra cosa y no estorbar. Asumir esta
responsabilidad no es aprobarlo tal como es, sino analizarlo conscientemente porque es y porque sólo a
partir de lo que es puede ser enmendado. Con frecuencia el profesor no se siente responsable del
estudiante y es patente el sentimiento de que no se cuenta con suficientes recursos personales para
atenderlo. El profesor tutor deberá transmitir para conservar, porque valora positivamente ciertos
conocimientos, ciertos comportamientos, ciertas habilidades y ciertos ideales. Deberemos elegir,
verificar, convencer, elogiar y descartar.

El profesor tutor debe estar atento a la diversidad y no como problema sino como una realidad evidente
e inevitable en el lugar de trabajo y con el material de trabajo – los estudiantes – esto es, “todos parecen
iguales” pero no lo son. Esta diversidad deberá ser entonces abordada considerando que involucra,
entre otras: la detección de los problemas de aprendizaje, medidas específicas para intentar solucionar
los problemas que presente el tutorado.
En la detección de los problemas de aprendizaje se diferencian varios tipos de estudiantes que
requieren medidas específicas de atención, pudiéndose pensar en las adaptaciones curriculares para los
estudiantes con dificultades en alguna asignatura, el apoyo en dicha asignatura (asesoría), una
evaluación psicopedagógica profesional (que deberá llevarse a cabo por especialistas). Contar con
técnicas de estudio y estrategias para sistematizar la adquisición de información, y un material
lógicamente presentado, es un requisito indispensable para que produzca una buena relación entre el
estudiante y lo que se pretende estudiar. Para que exista un vínculo, una relación adecuada entre el
sujeto que aprende y el objeto que busca incorporar a sus estructuras cognoscitivas, es necesario un
método adecuado. Sin embargo, aun cuando existan técnicas, métodos y estrategias excelentes, de nada
van a servir si no existe el deseo de conocer. Si las actividades necesarias para dominar el saber que se
va a adquirir no son primero objeto de nuestros afectos, si el conocimiento no es visto como algo
deseable, preciosos, digno de nuestro amor, difícilmente abriremos nuestra mente para alojar este saber.

En el quehacer tutorial estamos ciertos que se presentaran todos los tipos de estudiantes que nos
describieron durante los cursos de pedagogía y psicología educativa, de los cuales nos hablaron
durante el diplomado en formación de tutores, y en los cursos de capacitación a los cuales hemos
asistido, es decir tendremos un “desafío educativo y tutorial” real, en nuestras manos. Así, el
incursionar en la tutoría nos ha convertido en aspirantes a tutores, independientemente de la
experiencia y antigüedad que tengamos como docentes, el tutor apoya para el desarrollo personal y
social. Como neófitos tomamos en cuenta algunas consideraciones:

 Dar mayor importancia a cómo aprender, que a qué aprender. Es probable que los estudiantes
nunca conozcan un hecho en particular, pero siempre necesitaran saber como aprender.
 Enseñar a los estudiantes a leer con una comprensión genuina, a moldear una idea, a manejar
material difícil, a utilizar la escritura para aclarar el pensamiento.
 Durante las entrevistas cuestionar al estudiante tutorado sobre su inclusión en el proceso de
enseñanza y aprendizaje, bajo la premisa de que deseamos que los estudiantes se apropien de su
aprendizaje.
 Ayudar a los estudiantes a examinar los tipos de dilemas que enfrentan actualmente o que
enfrentarán en el futuro cercano; por ejemplo, rivalidades, bromas, robo, prejuicio, comportamiento
hacia los compañeros, hacer trampa, alcohol, drogas, adaptarse para ser más populares.
 Ayudar a los estudiantes para que vean las perspectivas de los demás, ha que establezcan
conexiones entre los valores expresados y las acciones, salvaguardando su privacidad.
 Asegurarse que el Profesor Tutor y el estudiante tutorado se escuchen entre si. Que su relación
refleje interés y respeto.
Nos damos cuenta, los ahora profesores tutores que tenemos potencial para serlo, la única preocupación
constante es, no quedar exhausto antes de empezar. Como es natural, desearemos trabajar muy duro
mientras se aprende el oficio, se deberá disponer a dedicar horas y horas del tiempo, al igual que otros
profesionales, los profesores trabajan muchas más horas de lo que los demás piensan... Y he ahí el
verdadero impacto de la tutoría sobre el profesor, su redefinición como actor dentro de la educación y
formación de recursos humanos.

Varios autores definen a los mejores maestros a aquellos que reúnen características importantes desde
el punto de vista de los estudiantes, estas son: tienen sentido del humor, hacen que su clase sea
interesante, tienen conocimiento de sus materias, explican con claridad, dedican tiempo para ayudar a
sus estudiantes, son justos con los estudiantes, tratan a los estudiantes como adultos, se relacionen bien
con ellos, toman en cuenta los sentimientos de los estudiantes y no muestran favoritismo hacia algunos
estudiantes. Para desarrollar estas características es necesario conocerlas y para esto el maestro se
convierte en maestro investigador, que implica que los maestros realicen sus propios estudios para
mejorar su práctica de enseñanza. Los maestros efectivos conocen sus materias, utilizan estrategias
instruccionales de manera efectiva y poseen habilidades en las siguientes áreas: establecimiento de
metas y planeación, manejo del aula, motivación, comunicación, trabajo con diversos grupos étnicos y
culturales y uso de la tecnología.

Para ser un maestro efectivo también se necesita compromiso y motivación. Esto incluye tener una
buena actitud e interesarse por los estudiantes. Es fácil que los maestros sigan una ruta y desarrollen
una actitud negativa, pero esto afecta a los estudiantes y puede perjudicar su aprendizaje.

Así como el maestro tiene características que lo llevan a convertirse o ser considerado un buen maestro,
el tutor debe reunir características o cualidades para ser un buen tutor, y para esto es necesario
comprender que, como tutores proporcionamos el andamiaje, es decir, el apoyo para el aprendizaje y la
resolución de problemas. El apoyo consiste en indicios, recordatorios, motivación, división del
problema en pasos, ejemplos o cualquier otra cuestión que permita que el estudiante se convierta en un
aprendiz independiente.
El tutor deberá ser aquel que enseña de manera directa y además, crea ambientes de aprendizaje y
confianza para el tutorado, viendo a éste “no como una botella que hay que llenar, sino un fuego que
hay que encender” (Montaigne).
Bibliografía
1. Bisquerra R. (2002) La práctica de la orientación y la tutoría. CISSPRAXIS, S.A. Barcelona
2. Castañeda J. (2003) Habilidades académicas. Mi guía de aprendizaje y desarrollo 2ª Edición,
McGraw-Hill.
3. Santrock J.W. (2006) Psicología de la educación, 2ª Edición, McGraw-Hill.
4. Savater F. (2006) El valor de Educar, 2ª impresión en aula, Editorial Ariel, Barcelona
5. Woolfolk A. (2006) Psicología Educativa, 9ª Edición, PEARSON EDUCACIÓN, México.

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