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“Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave” escribe César Vallejo en ‘Espergesia’,
un título por demás tan provocativo como enigmático, ¿esperanza y analgesia? ¿Será que
el valor de la esperanza radica en la posibilidad de anular o superar el dolor, que en su
naturaleza es doble o vale dos veces? (‘Los nueve monstruos’). Pero allí está el poema, y
todos saben que hay un vacío metafísico en él…
César Vallejo, murió un día que Dios estaba muerto, como diría la protagonista
Madeinusa o la directora Claudia Llosa, en su película del mismo nombre ‘Madeinusa’.
Murió Vallejo el Viernes Santo de 1938, 15 de abril, aunque no era jueves, ni tampoco
otoño porque en París ya era primavera… y Dios estaba muerto hasta el domingo de
Resurrección…
Hoy, en apenas pocos milisegundos, el buscador de Internet nos ofrece 965.000 entradas
sobre César Vallejo; pero, aún así, esa rapidez de la modernidad cibernética e informática
no nos dice nada respecto al valor humano que el poeta le concede al hombre como una
posibilidad y no necesariamente como una realidad, accesible sí pero quizá no para todos
y en algunos casos, hasta puede hablar de hombres humanos porque otros, esos otros
hombres, no lo son…
De forma cierta, podemos afirmar que su obra completa representa un modo nuevo de
escribir poesía, más allá de la corriente del Modernismo y más acá de la libertad de
nuestros tiempos, y he aquí, otro valor axial en la poética vallejiana.
Vallejo fue un hombre de su tiempo que, sin duda, se vio fascinado y quien sabe sino
hasta inspirado, ante las promesas idealistas del marxismo; pero su poesía poco tiene que
ver con el dogmatismo ideológico marxista. De hecho, Vallejo se opuso varias veces a
aceptar cualquier creencia dogmática, ni siquiera la del marxismo y aún menos la propia
vocación política de un coterráneo suyo como fuera Víctor Raúl Haya de la Torre. El
poeta defiende el valor del hombre como ser excepcional por la posibilidad de ser,
aunque no sea en ese instante, y cuya libertad supera el sacrificio en aras de cualquier
doctrina o ideología en particular.
2
Pienso que la evolución del pensamiento político en Vallejo no es tan simple como
alguna crítica ha querido presentar y es más compleja que la simple suma de un
cristianismo maternal, doméstico, casi bucólico, acunado entre los Andes y los alfalfales
de Santiago de Chuco, maravillosamente integrado a una concepción científica del
mundo. Antes de ser poeta y literato, Vallejo fue profesor de ciencias naturales en algún
colegio particular, y sentía el llamado de la medicina, aquella parte de la ciencia que tiene
además del arte una técnica y una vocación profundamente humana, como él. Fue así que
viajó a Lima, en procura de la Universidad de San Marcos animado por su amor a la
ciencia más que a las letras y quizá fue también así como el materialismo dialéctico y el
científico, cautivaron su imaginación tan poderosa como sensiblemente humana.
Vallejo tuvo siempre presente en su obra poética el más noble ideal de fraternidad que
constituye toda una poética de la solidaridad, en conexión directa con una sentida defensa
de los derechos humanos. El suyo, es el anuncio de una ética universal basada en la
defensa de la libertad humana y con ella, la preeminencia de los derechos humanos, los
cuales son la piedra fundamental de toda sociedad auténticamente democrática.
Cada lector de los poemas de Vallejo, encuentra en ellos un espejo de su propia realidad.
Así por ejemplo, Juan Larrea, amigo del peruano, se inclinó siempre por una lectura
metafísica y religiosa de la obra de Vallejo; mientras que su esposa, Georgette de Vallejo,
al igual que otros lectores, interpretó siempre su obra desde la política marxista.
Si hubiera que definir a Vallejo en breve, diría que fue un poeta humano, metafísico y
religioso, filosófico hasta el existencialismo y cristiano, profundamente cristiano, y en
este sentido, diré que católico: en cuanto universal. Pero podría haber sido budista, en
cuanto a su comprensión gnoseológica del dolor; y también seguidor del Advaismo
Vedanta de Sankaracharya, por su visión unitaria y universal de la existencia. Por ello, es
mejor utilizar un solo calificativo para referirse a Vallejo: POETA.
En una carta fechada el 27 de diciembre de 1928, Vallejo le dice a su amigo Pablo Abril
de Vivero: «Estoy dispuesto a trabajar cuanto pueda al servicio de la justicia económica
cuyos errores actuales sufrimos: usted, yo y la mayoría de los hombres, en provecho de
unos cuantos ladrones y canallas. Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual
estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario
y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas». (Epistolario,
190).
habían hecho miembros del Partido Comunista Francés. Vallejo va incluso más allá y se
adhiere al socialismo revolucionario, estudia la teoría marxista, asiste a charlas y
reuniones en las que se exponen y discuten problemas socioeconómicos, lee folletos y
libros sobre la lucha de clases, se interesa por la organización socialista del trabajo y por
autores y creaciones soviéticas. Se liga al movimiento comunista y hasta adoctrina a
obreros españoles exiliados en París. En el Perú, el Amauta 1 José Carlos Mariátegui
acaba de fundar el Partido Comunista Peruano, con la propuesta de crear una célula del
Partido en París. Vallejo se entusiasma y dentro de esa célula, la ideología que adopta
íntegramente es la del marxismo-leninismo, militante y revolucionario en sus aspectos
filosófico, político y económico-social. Mariátegui, dice y cita textualmente a Antenor
Orrego, uno de los pensadores e intelectuales de vanguardia en el Perú, que abre el
camino y reconoce la importancia de Vallejo, al decir textualmente en el séptimo y
último de sus célebres ensayos, El Proceso de la Literatura Peruana 2 , aunque para el
Amauta, lo ‘peruano’ fuera solamente lo ‘indígena’3:
El primer libro de César Vallejo, Los Heraldos Negros, es el orto de una nueva
poesía en el Perú. No exagera, por fraterna exaltación, Antenor Orrego, cuando
afirma que "a partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad,
de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal… Vallejo es un
creador absoluto. Los Heraldos Negros podía haber sido su obra única. No por
eso Vallejo habría dejado de inaugurar en el proceso de nuestra literatura una
nueva época. En estos versos del pórtico de Los Heraldos Negros principia acaso
la poesía peruana (peruana, en el sentido de indígena).
1
Voz quechua que significa, por extensión: Maestro, Sabio y Erudito.
2
“Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, Capítulo XIV, César Vallejo.
http://www.yachay.com.pe/especiales/7ensayos/
3
Indígena, nacido u originario en la India, tierra fabulosa en la imaginación europea que motivara el
descubrimiento de las Américas. En el caso del Perú, como bien dice José María Arguedas, se encuentran y
se mezclan ‘todas las sangres’.
4
Es posible sí, corroborar una vez más la existencia de una poética de la solidaridad en
Vallejo, que se ampara en cuestiones individuales y colectivas, que tienen un referente en
concreto: la libertad, la fraternidad, la discriminación, el trabajo, el nivel de vida y la
educación, la salud pública y la vivienda, en otras palabras, la satisfacción de las
necesidades humanas básicas. Pienso que lo importante, en todo caso, en Vallejo como
Neruda, en Benedetti como en Borges, es el saber dilucidar entre poesía e ideología y ver
hasta lo que resulta más difícil: la verdadera dimensión de autenticidad existente en las
propuestas líricas de Vallejo y la de otros autores hispano parlantes.
4
“Por un verdadero César Vallejo: entre la poesía solidaria y la ceguera marxista”
http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/502
5
5
búsqueda de un nuevo léxico porque el conocido le resulta insuficiente e insatisfactorio
para dar paso a una nueva veta de impensables neologismos e inusuales adjetivaciones,
reveladores de conceptos más profundos que el lirismo puro, el tropo y la metáfora. Los
mejores años de su producción artística coincidieron con el florecimiento de las
vanguardias europeas e hispanoamericanas, con la moda ultraísta, creacionista y
surrealista que Vallejo conoció directamente, en París y con aguacero. Sin embargo, él va
más allá del mero intento formal y casi reaccionario de algunos otros poetas
vanguardistas: la poesía de Vallejo se basa siempre en una honda emoción humana y,
sobre todo, en una solidaridad universal con el hombre de la que Vallejo deja el
testimonio literario y humano en sus poemas.
Quizá como nunca antes, la poesía en lengua castellana había adquirido un carácter tan
coloquial y conversacional siendo, a la vez, tan líricamente humano. Es en el acierto de
conjugar esta doble faceta humana y poética, que la poesía de Vallejo alcanza su más alta
cota y lo que explica, entre otras razones, el interés siempre actual por su poesía. Pienso
que el valor de la poesía de Vallejo también radica en el conflicto del que da testimonio
el hombre moderno, a causa de la modernidad y de aquella ‘Humanidad’ que trasciende
el tiempo porque es tan eterna como su propio Creador. El canto de Vallejo es el grito por
la dignidad humana, por la fraternidad y por la libertad individual, hasta el punto de que
su lenguaje se hace a veces subversivo, revolucionario, profundamente revolucionario, no
por ideas aprendidas sino por experiencias vividas, como bien lo afirma él mismo. Dice
así, el gran poeta uruguayo Mario Benedetti:
“En Vallejo, la metáfora nunca impide ver la vida; antes bien, se pone a su
servicio.”6
Un recorrido por el mundo poético vallejiano permite detectar esa visión solidaria con la
humanidad. Manuel Mantero ya dedicó unas páginas a la ternura humana de Vallejo,
donde señaló que: «en todos sus libros, y en más o menos grado, esta ternura, a veces
diluida y otras saltante, resplandece y nos agarra» (Mantero, 1971: 122). Nunca mejor
utilizado el verbo, esa misma ternura nos agarra como el dolor, convertida en fiera o en
ave de presa, y no nos toma, o nos coge y no nos ase, nos aprisiona en su garra tierna y
blanda, poderosa y temible, de gran señor de las selvas del pensamiento enmarañado y
nos eleva hasta las alturas de la metafísica aquilina. Reseñar aquí en este breve espacio
físico y temporal, cibernético, todos y cada uno de los poemas vallejianos, en los que se
aborda el tema de los derechos humanos, la potencia radical de su humanismo y de su
humanidad, es una tarea que rebasa los límites de este breve recuento, inspirado por
demás en el trabajo de otros autores más y mejor calificados que yo, aunque en algunos
casos, el peso de la carga ideológica difiera en el mismo análisis coincidente, como me
sucede con Alberto Acereda, por ejemplo 7.
5
César Vallejo a Pablo Abril de Vivero, 27 de diciembre de 1928. Ed. de José Manuel Castañón. Cartas:
114 cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero. Lima, Juan Mejía Baca, 1975.
6
Letras del continente mestizo, Montevideo: Arca, 1972.
7
Ver nota 4.
6
Casi un mes antes de escribir «Me viene, hay días, una gana ubérrima...», Vallejo
escribió otro poema de parecida temática fraternal, como el titulado «Traspié entre dos
estrellas», en el que plantea de manera compasiva la idea de la desgracia humana y el
destino fatal del ser humano. Luego de una primera parte que incluye la explicación de la
existencia trágica del hombre desde su nacimiento hasta la muerte, el poema adquiere en
la segunda parte un tono compasivo que favorece la sucesión discursiva de las ideas. Esto
es posible gracias a la fórmula del «Amado sea el que...», que evoca de inmediato la
tradición de las bienaventuranzas del Nuevo Testamento, revelada por el Cristo a sus
discípulos.
Por esta vía poética, Vallejo expresa todo un sentimiento de solidaridad -que bien puede
tildarse de cristiana- con la humanidad en tanto especie y como calidad o condición
humana, reforzado por el empleo constante de la precitada anáfora y el uso del vallejiano
humor acíbar. Como se advierte en otros poemas de Vallejo, el suyo es un humor que
rezuma amargura, y filtra la tristeza y el sufrimiento del hombre por ser en el mundo. En
realidad, la habilidad de Vallejo para incorporar fórmulas y esquemas pertenecientes a
otros campos y disciplinas, campos y disciplinas que cultivara en los inicios de su
quehacer intelectual universitario y como docente, al margen de la poesía, se observa
mejor en el poema que se inicia «Considerando en frío, imparcialmente...», de ‘Poemas
Humanos’, estudiados de manera profunda por Alonso Zamora Vicente. Si en el texto
anterior Vallejo recurre a la fórmula cuasi neo testamentaria, aquí el poeta construye sus
versos con el esquema de un documento jurídico: «Considerando...», «Examinando...»,
«Comprendiendo...». De esta manera, Vallejo destaca en el poema la pequeñez del
hombre en un mundo angustioso y abrumadoramente burocrático, donde se plantea -una
vez más- la fraternidad universal con el hombre de la calle, el hombre que va a pie, aquel
que pasa con un pan bajo el brazo… casi anónimo, que tose y que escupe, que finalmente
cae muerto y no se levanta.
7
Sea propicio señalar que una década más tarde, el «Preámbulo» de la Declaración
Universal de Derechos Humanos se inicia con un total de siete repeticiones de la fórmula:
«Considerando...», que es precisamente el mismo número de veces que Vallejo emplea
tal gerundio en su poema, como también lo recuerda Acereda 8 . Por este camino, la
frialdad e imparcialidad con que aparentemente se aborda el poema es un recurso
consciente y habilísimo de Vallejo para reforzar y poner más de relieve un sentimiento de
fraternidad que lo desborda. La suya es una solidaridad que en cada estrofa, se
corresponde respectivamente con las categorías vallejianas de la humanidad que el poeta
reconoce y denonima: el hombre-triste, el hombre-masa, el hombre-laboral, el hombre-
desesperado, el hombre-animal, el hombre-indiferente y el hombre-burocrático. Tras
estas siete premisas o «considerandos» referidos a cada categorización, y tras la aparente
indiferencia de la sexta estrofa, llegamos a la estrofa final. En ella se percibe una
desgarrada emoción de hermandad que es sentida, verdadera y auténtica, como cierre
final a un poema formulado en términos casi asépticos. Vallejo se dirige a ese hombre
universal y ante él confiesa: «viene, / y le doy un abrazo emocionado. / ¡Qué más da!
Emocionado... Emocionado...» (vv. 33-36). Pero, he aquí que llegaremos de manera
anticipada, en la persona del propio poeta, a una octava y final categoría que se reseña en
‘Los nueve monstruos’, cual es, la del hombre-humano.
Es en el poema ‘Los nueve monstruos’, comentado in extenso y de una manera por demás
magistral, por Ignacio López-Calvo y André Coyné, en el que Vallejo expresa el dolor
universal a través de lo que pudiéramos llamar una ética y una estética de la
desesperación y de la angustia. Este sufrimiento humano aparece estrechamente unido a
la idea cristiana de fraternidad total: «Crece la desdicha, hermanos hombres» (v. 23) o
«El dolor nos agarra, hermanos hombres» (v. 39), y una vez más, como su ternura, el
dolor nos agarra, nos atrapa, y no nos suelta. Sin embargo, la concepción de una
fraternidad universal no es exclusiva de este pensamiento ni de las Enseñanzas de Jesús,
sino que resulta intrínseco al ser humano. El Gran Nazareno, como otrora Krishna en la
India, vino a recordar nuevamente una vieja enseñanza casi olvidada por la humanidad.
8
Ver nota 2, op. cit.
8
guerra, trascendiendo el dolor ajeno que lo siente como propio, escribe los quince poemas
de ‘España, aparta de mí este cáliz’ en los últimos meses de 1937.
Más allá de un simplista esquematismo ideológico o de tildar la suya como una poesía
axiomática, lo que caracteriza la visión de la guerra en Vallejo es la idea de la lucha por
la libertad y por los derechos del hombre, en un humanismo universal, pero que enfrenta
el horror de la violencia y el desgarramiento interno del hombre contra su hermano, el
hombre. El tema de la Guerra Civil en España fue recurrente, además, en otros varios
autores y poemarios hispanoamericanos. En el caso de Vallejo, de la contienda civil
española surgieron algunos de los mejores poemas que componen ‘España, aparta de mí
este cáliz’, en donde el poeta canta al pueblo en lucha, expresando su amor por España y
la causa republicana, uniendo en ello las raíces de su peruanidad profundamente
autóctona y sentidamente foránea, consciente de ser dos en uno, superando cualquier
atisbo esquizofrénico en el amor por la madre y el odio por el padre, o viceversa. Como
en el caso del Inca Garcilaso de la Vega, César Vallejo no tiene complejos por su origen
ni sufre la alienación de una visión extrañamente ideal que no se sustenta en la identidad
de nuestros orígenes, que es el dolor de ser dos veces: en el de España y en el de los
Incas. En esa circunstancia trágica de la fraternidad contra la fraternidad, en una guerra
fratricida, Vallejo se convierte en precursor de los derechos humanos, más allá de
cualquier ideología.
No hablaré de Pedro Rojas, protagonista del primer poema, mas si del segundo que es el
titulado «Masa». De este poema, apreciamos una hermosa caracterización histriónica de
los estudiantes del Instituto Cervantes de Nueva Delhi, el martes 27 de abril de 2010.
Este es un poema cuyo mensaje trasciende una ideología específica y demuestra la fuerza
de la fraternidad y el amor al prójimo. En diecisiete versos, Vallejo narra la salvación y
resurrección de un soldado muerto por el fratricidio y resucitado como un nuevo Cristo,
por la fraternidad total y por el amor de todos.
En este sentido, pocas veces como sucede como en la poesía de Vallejo, la conciencia del
dolor humano que se cristaliza en versos tan sentidamente solidarios y fraternos. De esta
manera, se puede reconocer en ‘España, aparta de mí este cáliz’, una poesía de combate
y de circunstancia, pero que adquiere un mensaje universal y humano, antropológica y
filosóficamente justos, sin el peso de la carga ideológica o políticamente dogmática.
9
Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego
Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.