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“A PROPÓSITO DEL HUMANISMO EN CÉSAR VALLEJO”

“Todo acto o voz genial viene del pueblo


y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna.”
César Vallejo.

“Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave” escribe César Vallejo en ‘Espergesia’,
un título por demás tan provocativo como enigmático, ¿esperanza y analgesia? ¿Será que
el valor de la esperanza radica en la posibilidad de anular o superar el dolor, que en su
naturaleza es doble o vale dos veces? (‘Los nueve monstruos’). Pero allí está el poema, y
todos saben que hay un vacío metafísico en él…

César Vallejo, murió un día que Dios estaba muerto, como diría la protagonista
Madeinusa o la directora Claudia Llosa, en su película del mismo nombre ‘Madeinusa’.
Murió Vallejo el Viernes Santo de 1938, 15 de abril, aunque no era jueves, ni tampoco
otoño porque en París ya era primavera… y Dios estaba muerto hasta el domingo de
Resurrección…

Hoy, en apenas pocos milisegundos, el buscador de Internet nos ofrece 965.000 entradas
sobre César Vallejo; pero, aún así, esa rapidez de la modernidad cibernética e informática
no nos dice nada respecto al valor humano que el poeta le concede al hombre como una
posibilidad y no necesariamente como una realidad, accesible sí pero quizá no para todos
y en algunos casos, hasta puede hablar de hombres humanos porque otros, esos otros
hombres, no lo son…

“Jamás, hombres humanos,


hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!” (‘Los nueve monstruos’)

De forma cierta, podemos afirmar que su obra completa representa un modo nuevo de
escribir poesía, más allá de la corriente del Modernismo y más acá de la libertad de
nuestros tiempos, y he aquí, otro valor axial en la poética vallejiana.

Vallejo fue un hombre de su tiempo que, sin duda, se vio fascinado y quien sabe sino
hasta inspirado, ante las promesas idealistas del marxismo; pero su poesía poco tiene que
ver con el dogmatismo ideológico marxista. De hecho, Vallejo se opuso varias veces a
aceptar cualquier creencia dogmática, ni siquiera la del marxismo y aún menos la propia
vocación política de un coterráneo suyo como fuera Víctor Raúl Haya de la Torre. El
poeta defiende el valor del hombre como ser excepcional por la posibilidad de ser,
aunque no sea en ese instante, y cuya libertad supera el sacrificio en aras de cualquier
doctrina o ideología en particular.
2

Pienso que la evolución del pensamiento político en Vallejo no es tan simple como
alguna crítica ha querido presentar y es más compleja que la simple suma de un
cristianismo maternal, doméstico, casi bucólico, acunado entre los Andes y los alfalfales
de Santiago de Chuco, maravillosamente integrado a una concepción científica del
mundo. Antes de ser poeta y literato, Vallejo fue profesor de ciencias naturales en algún
colegio particular, y sentía el llamado de la medicina, aquella parte de la ciencia que tiene
además del arte una técnica y una vocación profundamente humana, como él. Fue así que
viajó a Lima, en procura de la Universidad de San Marcos animado por su amor a la
ciencia más que a las letras y quizá fue también así como el materialismo dialéctico y el
científico, cautivaron su imaginación tan poderosa como sensiblemente humana.

Vallejo tuvo siempre presente en su obra poética el más noble ideal de fraternidad que
constituye toda una poética de la solidaridad, en conexión directa con una sentida defensa
de los derechos humanos. El suyo, es el anuncio de una ética universal basada en la
defensa de la libertad humana y con ella, la preeminencia de los derechos humanos, los
cuales son la piedra fundamental de toda sociedad auténticamente democrática.

Cada lector de los poemas de Vallejo, encuentra en ellos un espejo de su propia realidad.
Así por ejemplo, Juan Larrea, amigo del peruano, se inclinó siempre por una lectura
metafísica y religiosa de la obra de Vallejo; mientras que su esposa, Georgette de Vallejo,
al igual que otros lectores, interpretó siempre su obra desde la política marxista.

Si hubiera que definir a Vallejo en breve, diría que fue un poeta humano, metafísico y
religioso, filosófico hasta el existencialismo y cristiano, profundamente cristiano, y en
este sentido, diré que católico: en cuanto universal. Pero podría haber sido budista, en
cuanto a su comprensión gnoseológica del dolor; y también seguidor del Advaismo
Vedanta de Sankaracharya, por su visión unitaria y universal de la existencia. Por ello, es
mejor utilizar un solo calificativo para referirse a Vallejo: POETA.

Cualquier lectura cuidadosa de los textos en prosa y el teatro de Vallejo, permiten


corroborar su compromiso ideológico con el marxismo y con el partido comunista, no por
la ideología ni por el partido en sí, sino por el valor del ser humano que ellos pregonaran,
aunque después se viera abrumado por el Estado y la praxis contraria a todo lo expuesto
en la teoría.

En una carta fechada el 27 de diciembre de 1928, Vallejo le dice a su amigo Pablo Abril
de Vivero: «Estoy dispuesto a trabajar cuanto pueda al servicio de la justicia económica
cuyos errores actuales sufrimos: usted, yo y la mayoría de los hombres, en provecho de
unos cuantos ladrones y canallas. Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual
estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario
y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas». (Epistolario,
190).

El marxismo era entonces la gran pasión y motivación de muchos intelectuales del


momento, y no sólo en Europa, bajo el impulso y el ejemplo de la Revolución Soviética.
Los surrealistas franceses -André Breton, Paul Eluard y Louis Aragon, entre otros- se
3

habían hecho miembros del Partido Comunista Francés. Vallejo va incluso más allá y se
adhiere al socialismo revolucionario, estudia la teoría marxista, asiste a charlas y
reuniones en las que se exponen y discuten problemas socioeconómicos, lee folletos y
libros sobre la lucha de clases, se interesa por la organización socialista del trabajo y por
autores y creaciones soviéticas. Se liga al movimiento comunista y hasta adoctrina a
obreros españoles exiliados en París. En el Perú, el Amauta 1 José Carlos Mariátegui
acaba de fundar el Partido Comunista Peruano, con la propuesta de crear una célula del
Partido en París. Vallejo se entusiasma y dentro de esa célula, la ideología que adopta
íntegramente es la del marxismo-leninismo, militante y revolucionario en sus aspectos
filosófico, político y económico-social. Mariátegui, dice y cita textualmente a Antenor
Orrego, uno de los pensadores e intelectuales de vanguardia en el Perú, que abre el
camino y reconoce la importancia de Vallejo, al decir textualmente en el séptimo y
último de sus célebres ensayos, El Proceso de la Literatura Peruana 2 , aunque para el
Amauta, lo ‘peruano’ fuera solamente lo ‘indígena’3:

El primer libro de César Vallejo, Los Heraldos Negros, es el orto de una nueva
poesía en el Perú. No exagera, por fraterna exaltación, Antenor Orrego, cuando
afirma que "a partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad,
de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal… Vallejo es un
creador absoluto. Los Heraldos Negros podía haber sido su obra única. No por
eso Vallejo habría dejado de inaugurar en el proceso de nuestra literatura una
nueva época. En estos versos del pórtico de Los Heraldos Negros principia acaso
la poesía peruana (peruana, en el sentido de indígena).

Pareciera ser que, en forma paulatina, el proceso de evolución ideológica en Vallejo se


radicalizara y que éste fuera haciendo a un lado la poesía, para centrarse más en tareas
periodísticas y de propaganda, aún de combate ideológico, a favor de la revolución
apoyada en las tesis marxistas y leninistas. Pero en ello, cabe recordar que pesará también
la necesidad de supervivencia y la de equilibrar un presupuesto diario al elevado costo
inflacionario de una Europa que preludia la II Guerra Mundial y asiste a la tragedia de la
Guerra Civil Española. En el seno de esa célula, se sostienen y propugnan los métodos
del socialismo revolucionario ortodoxo y se combaten todas las formas, los métodos y las
tendencias de la llamada social-democracia y de la II Internacional.

Vallejo concluye en algún punto de su análisis y de su visión, diciendo: «Como hombre,


puedo simpatizar y trabajar por la Revolución, pero, como artista, no está en manos de
nadie, ni en las mías propias, el controlar los alcances políticos que puedan ocultarse en
mis poemas.» (Crónicas, II, 298).

1
Voz quechua que significa, por extensión: Maestro, Sabio y Erudito.
2
“Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, Capítulo XIV, César Vallejo.
http://www.yachay.com.pe/especiales/7ensayos/
3
Indígena, nacido u originario en la India, tierra fabulosa en la imaginación europea que motivara el
descubrimiento de las Américas. En el caso del Perú, como bien dice José María Arguedas, se encuentran y
se mezclan ‘todas las sangres’.
4

En el prólogo a su antología poética sobre derechos humanos, el también poeta y crítico


Manuel Mantero incluyó varios poemas de Vallejo y advirtió: «la historia nos ha
mostrado cómo pasan las ideologías; en cambio, las ideas, si son legítimas, permanecen.
Lo malo de los «ismos» políticos es que, cuando desaparecen, suelen dejar detrás
muchas lágrimas y mucha sangre» (Mantero, 1973: 8) citado por Alberto Acereda en su
texto4.

El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en París


la Declaración Universal de Derechos Humanos, documento de treinta artículos que
aspiraba a la defensa de la libertad, la justicia y la paz. La cuestión de su fundamentación
teórica ya fue tratada por varios juristas y estudiosos como Norberto Bobbio y, de modo
divulgador, por Hernando Valencia. Para aquél, «el problema de fondo relativo a los
derechos humanos no es hoy tanto el de justificarlos como el de protegerlos» (Bobbio,
61). Efectivamente, los últimos informes de Naciones Unidas, los del Departamento de
Estado del gobierno estadounidense y los de ONG como «Christian Solidarity
Internacional», «Freedom House», «Internacional Organization of Human Rights», y
«PEN Internacional» (por no citar ya otros grupos como Human Rights Watch o
Amnistía Internacional, cuyos informes hay que leer siempre con mucha atención y no
poca reserva), muestran que todavía hoy no existe un solo gobierno en el mundo que
respete en su integridad todos los artículos de dicha Declaración.

El caso hispanoamericano o latinoamericano es, en este sentido, muy significativo y


buena parte de los hechos políticos del siglo XX en esa zona apuntan justamente a las
violaciones de tales derechos dentro de un marco de total impunidad. Resulta obvio que
el estudio de la poesía hispanoamericana contemporánea ofrece un inagotable campo para
iniciar esa labor de hermanamiento entre ética, literatura y humanidad. El caso de Vallejo
es paradigmático y no puede seguir siendo utilizado y apropiado por alguna crítica
sesgada en una forma exclusiva y excluyente. La poética de la solidaridad anunciada por
Vallejo, favorece la reflexión intelectual y humanística.

Es posible sí, corroborar una vez más la existencia de una poética de la solidaridad en
Vallejo, que se ampara en cuestiones individuales y colectivas, que tienen un referente en
concreto: la libertad, la fraternidad, la discriminación, el trabajo, el nivel de vida y la
educación, la salud pública y la vivienda, en otras palabras, la satisfacción de las
necesidades humanas básicas. Pienso que lo importante, en todo caso, en Vallejo como
Neruda, en Benedetti como en Borges, es el saber dilucidar entre poesía e ideología y ver
hasta lo que resulta más difícil: la verdadera dimensión de autenticidad existente en las
propuestas líricas de Vallejo y la de otros autores hispano parlantes.

La poética de humanidad y solidaridad que muestra Vallejo, sirve de heraldo y


gonfalonero, a una nueva edad de respeto a la dignidad que importa y comporta el simple
y trascendental hecho de ser: humano! La poesía de Vallejo rompe formalmente con las
estructuras tradicionales de la lengua, desborda la ortografía, quiebra la sintaxis y va a la

4
“Por un verdadero César Vallejo: entre la poesía solidaria y la ceguera marxista”
http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/502
5

5
búsqueda de un nuevo léxico porque el conocido le resulta insuficiente e insatisfactorio
para dar paso a una nueva veta de impensables neologismos e inusuales adjetivaciones,
reveladores de conceptos más profundos que el lirismo puro, el tropo y la metáfora. Los
mejores años de su producción artística coincidieron con el florecimiento de las
vanguardias europeas e hispanoamericanas, con la moda ultraísta, creacionista y
surrealista que Vallejo conoció directamente, en París y con aguacero. Sin embargo, él va
más allá del mero intento formal y casi reaccionario de algunos otros poetas
vanguardistas: la poesía de Vallejo se basa siempre en una honda emoción humana y,
sobre todo, en una solidaridad universal con el hombre de la que Vallejo deja el
testimonio literario y humano en sus poemas.

Quizá como nunca antes, la poesía en lengua castellana había adquirido un carácter tan
coloquial y conversacional siendo, a la vez, tan líricamente humano. Es en el acierto de
conjugar esta doble faceta humana y poética, que la poesía de Vallejo alcanza su más alta
cota y lo que explica, entre otras razones, el interés siempre actual por su poesía. Pienso
que el valor de la poesía de Vallejo también radica en el conflicto del que da testimonio
el hombre moderno, a causa de la modernidad y de aquella ‘Humanidad’ que trasciende
el tiempo porque es tan eterna como su propio Creador. El canto de Vallejo es el grito por
la dignidad humana, por la fraternidad y por la libertad individual, hasta el punto de que
su lenguaje se hace a veces subversivo, revolucionario, profundamente revolucionario, no
por ideas aprendidas sino por experiencias vividas, como bien lo afirma él mismo. Dice
así, el gran poeta uruguayo Mario Benedetti:

“En Vallejo, la metáfora nunca impide ver la vida; antes bien, se pone a su
servicio.”6

Un recorrido por el mundo poético vallejiano permite detectar esa visión solidaria con la
humanidad. Manuel Mantero ya dedicó unas páginas a la ternura humana de Vallejo,
donde señaló que: «en todos sus libros, y en más o menos grado, esta ternura, a veces
diluida y otras saltante, resplandece y nos agarra» (Mantero, 1971: 122). Nunca mejor
utilizado el verbo, esa misma ternura nos agarra como el dolor, convertida en fiera o en
ave de presa, y no nos toma, o nos coge y no nos ase, nos aprisiona en su garra tierna y
blanda, poderosa y temible, de gran señor de las selvas del pensamiento enmarañado y
nos eleva hasta las alturas de la metafísica aquilina. Reseñar aquí en este breve espacio
físico y temporal, cibernético, todos y cada uno de los poemas vallejianos, en los que se
aborda el tema de los derechos humanos, la potencia radical de su humanismo y de su
humanidad, es una tarea que rebasa los límites de este breve recuento, inspirado por
demás en el trabajo de otros autores más y mejor calificados que yo, aunque en algunos
casos, el peso de la carga ideológica difiera en el mismo análisis coincidente, como me
sucede con Alberto Acereda, por ejemplo 7.

5
César Vallejo a Pablo Abril de Vivero, 27 de diciembre de 1928. Ed. de José Manuel Castañón. Cartas:
114 cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero. Lima, Juan Mejía Baca, 1975.
6
Letras del continente mestizo, Montevideo: Arca, 1972.
7
Ver nota 4.
6

‘Poemas Humanos’, aunque muchos estudiosos y especialistas cuestionen la decisión de


Georgette de Vallejo en cuanto al título, diciendo que no es el título original del poeta, es
ciertamente aquella obra que ofrece varios poemas, los más representativos quizá, del
tema de la fraternidad. De esta manera, se confirma lo propio del título, amén del valor
testimonial que le corresponde innegablemente a su pareja y compañera. Cito así, aquel
poema que se inicia diciendo: «Me viene, hay días, una gana ubérrima...», fechado en
noviembre de 1937. Se trata de un canto a la hermandad con el prójimo, cualquiera que
sea su condición. Es un deseo de amar a todos: «al que me odia, al que rasga su papel, al
muchachito / a la que llora por el que lloraba» (vv. 5-6). Es un querer universal,
«mundial / interhumano y parroquial» (vv. 24-25) escribe Vallejo, en un ansia absoluta
de fraternidad y de fraternidad absoluta. La insistente repetición del verbo «querer» a
lo largo del poema contribuye a entender el texto en términos de una purificación
universal y personal por la que Vallejo se solidariza con todo y para con todos. Cabe
precisar que el uso del verbo ‘querer’ en el Perú, enfrasca y encubre discretamente el
peso que en verdad encierra el verbo ‘amar’, pero al mismo tiempo denota la convicción
volitiva y el compromiso racional que va más allá de la emoción original y prístina de
aquel otro sentimiento.

Casi un mes antes de escribir «Me viene, hay días, una gana ubérrima...», Vallejo
escribió otro poema de parecida temática fraternal, como el titulado «Traspié entre dos
estrellas», en el que plantea de manera compasiva la idea de la desgracia humana y el
destino fatal del ser humano. Luego de una primera parte que incluye la explicación de la
existencia trágica del hombre desde su nacimiento hasta la muerte, el poema adquiere en
la segunda parte un tono compasivo que favorece la sucesión discursiva de las ideas. Esto
es posible gracias a la fórmula del «Amado sea el que...», que evoca de inmediato la
tradición de las bienaventuranzas del Nuevo Testamento, revelada por el Cristo a sus
discípulos.

Por esta vía poética, Vallejo expresa todo un sentimiento de solidaridad -que bien puede
tildarse de cristiana- con la humanidad en tanto especie y como calidad o condición
humana, reforzado por el empleo constante de la precitada anáfora y el uso del vallejiano
humor acíbar. Como se advierte en otros poemas de Vallejo, el suyo es un humor que
rezuma amargura, y filtra la tristeza y el sufrimiento del hombre por ser en el mundo. En
realidad, la habilidad de Vallejo para incorporar fórmulas y esquemas pertenecientes a
otros campos y disciplinas, campos y disciplinas que cultivara en los inicios de su
quehacer intelectual universitario y como docente, al margen de la poesía, se observa
mejor en el poema que se inicia «Considerando en frío, imparcialmente...», de ‘Poemas
Humanos’, estudiados de manera profunda por Alonso Zamora Vicente. Si en el texto
anterior Vallejo recurre a la fórmula cuasi neo testamentaria, aquí el poeta construye sus
versos con el esquema de un documento jurídico: «Considerando...», «Examinando...»,
«Comprendiendo...». De esta manera, Vallejo destaca en el poema la pequeñez del
hombre en un mundo angustioso y abrumadoramente burocrático, donde se plantea -una
vez más- la fraternidad universal con el hombre de la calle, el hombre que va a pie, aquel
que pasa con un pan bajo el brazo… casi anónimo, que tose y que escupe, que finalmente
cae muerto y no se levanta.
7

Sea propicio señalar que una década más tarde, el «Preámbulo» de la Declaración
Universal de Derechos Humanos se inicia con un total de siete repeticiones de la fórmula:
«Considerando...», que es precisamente el mismo número de veces que Vallejo emplea
tal gerundio en su poema, como también lo recuerda Acereda 8 . Por este camino, la
frialdad e imparcialidad con que aparentemente se aborda el poema es un recurso
consciente y habilísimo de Vallejo para reforzar y poner más de relieve un sentimiento de
fraternidad que lo desborda. La suya es una solidaridad que en cada estrofa, se
corresponde respectivamente con las categorías vallejianas de la humanidad que el poeta
reconoce y denonima: el hombre-triste, el hombre-masa, el hombre-laboral, el hombre-
desesperado, el hombre-animal, el hombre-indiferente y el hombre-burocrático. Tras
estas siete premisas o «considerandos» referidos a cada categorización, y tras la aparente
indiferencia de la sexta estrofa, llegamos a la estrofa final. En ella se percibe una
desgarrada emoción de hermandad que es sentida, verdadera y auténtica, como cierre
final a un poema formulado en términos casi asépticos. Vallejo se dirige a ese hombre
universal y ante él confiesa: «viene, / y le doy un abrazo emocionado. / ¡Qué más da!
Emocionado... Emocionado...» (vv. 33-36). Pero, he aquí que llegaremos de manera
anticipada, en la persona del propio poeta, a una octava y final categoría que se reseña en
‘Los nueve monstruos’, cual es, la del hombre-humano.

Es en el poema ‘Los nueve monstruos’, comentado in extenso y de una manera por demás
magistral, por Ignacio López-Calvo y André Coyné, en el que Vallejo expresa el dolor
universal a través de lo que pudiéramos llamar una ética y una estética de la
desesperación y de la angustia. Este sufrimiento humano aparece estrechamente unido a
la idea cristiana de fraternidad total: «Crece la desdicha, hermanos hombres» (v. 23) o
«El dolor nos agarra, hermanos hombres» (v. 39), y una vez más, como su ternura, el
dolor nos agarra, nos atrapa, y no nos suelta. Sin embargo, la concepción de una
fraternidad universal no es exclusiva de este pensamiento ni de las Enseñanzas de Jesús,
sino que resulta intrínseco al ser humano. El Gran Nazareno, como otrora Krishna en la
India, vino a recordar nuevamente una vieja enseñanza casi olvidada por la humanidad.

La de Vallejo, es una hermandad universal que abarca elementos cotidianos y básicos


alejados de cualquier ideología que no sea la del hombre, la del hombre que tiene una
tarea por delante: la de humanizar el universo entero. De allí, la frase final, casi lapidaria:
«¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, / hay, hermanos muchísimo que hacer» (vv.
69-70) con que concluye el antedicho poema (‘Los nueve monstruos’), a treinta minutos
por segundo, desde el primero en que empezó.

Vallejo vivió la experiencia de la Guerra Civil Española y lo hizo de una manera


comprometida a favor del bando republicano. Fue así que formó el «Comité Ibero-
Americano para la Defensa de la República Española» y escribió artículos en favor de la
causa revolucionaria en el boletín “Nuestra España”. La suya no fue sólo una lucha lírica
y declarativa, sino activa ejecutiva, inmensamente proactiva y no meramente reactiva. En
1937, el gran poeta peruano participó en el Segundo Congreso Internacional de
Escritores para la Defensa de la Cultura. En medio de los horrores y las angustias de la

8
Ver nota 2, op. cit.
8

guerra, trascendiendo el dolor ajeno que lo siente como propio, escribe los quince poemas
de ‘España, aparta de mí este cáliz’ en los últimos meses de 1937.

Más allá de un simplista esquematismo ideológico o de tildar la suya como una poesía
axiomática, lo que caracteriza la visión de la guerra en Vallejo es la idea de la lucha por
la libertad y por los derechos del hombre, en un humanismo universal, pero que enfrenta
el horror de la violencia y el desgarramiento interno del hombre contra su hermano, el
hombre. El tema de la Guerra Civil en España fue recurrente, además, en otros varios
autores y poemarios hispanoamericanos. En el caso de Vallejo, de la contienda civil
española surgieron algunos de los mejores poemas que componen ‘España, aparta de mí
este cáliz’, en donde el poeta canta al pueblo en lucha, expresando su amor por España y
la causa republicana, uniendo en ello las raíces de su peruanidad profundamente
autóctona y sentidamente foránea, consciente de ser dos en uno, superando cualquier
atisbo esquizofrénico en el amor por la madre y el odio por el padre, o viceversa. Como
en el caso del Inca Garcilaso de la Vega, César Vallejo no tiene complejos por su origen
ni sufre la alienación de una visión extrañamente ideal que no se sustenta en la identidad
de nuestros orígenes, que es el dolor de ser dos veces: en el de España y en el de los
Incas. En esa circunstancia trágica de la fraternidad contra la fraternidad, en una guerra
fratricida, Vallejo se convierte en precursor de los derechos humanos, más allá de
cualquier ideología.

No hablaré de Pedro Rojas, protagonista del primer poema, mas si del segundo que es el
titulado «Masa». De este poema, apreciamos una hermosa caracterización histriónica de
los estudiantes del Instituto Cervantes de Nueva Delhi, el martes 27 de abril de 2010.
Este es un poema cuyo mensaje trasciende una ideología específica y demuestra la fuerza
de la fraternidad y el amor al prójimo. En diecisiete versos, Vallejo narra la salvación y
resurrección de un soldado muerto por el fratricidio y resucitado como un nuevo Cristo,
por la fraternidad total y por el amor de todos.

El milagro acontece justamente por el amor y la fraternidad humana cuando todos se


acercan finalmente al combatiente muerto en la batalla: «le rodearon; les vio el cadáver
triste, emocionado; / incorporose lentamente, / abrazó al primer hombre; echose a
andar...» (vv. 15-17). La masa popular logra la salvación del hombre individual, así
como aquel otro Hombre y Dios, según la doctrina cristiana, hace posible la redención de
la humanidad entera, la pasada y la por venir. Vallejo universaliza el hecho haciendo
énfasis en la importancia de la acción conjunta. Súbitamente nos hallamos ante la
resurrección de Lázaro (Juan, 11: 43-44), pero esta vez, no por intervención divina sino
por causa de la fraternidad total de los otros hombres.

En este sentido, pocas veces como sucede como en la poesía de Vallejo, la conciencia del
dolor humano que se cristaliza en versos tan sentidamente solidarios y fraternos. De esta
manera, se puede reconocer en ‘España, aparta de mí este cáliz’, una poesía de combate
y de circunstancia, pero que adquiere un mensaje universal y humano, antropológica y
filosóficamente justos, sin el peso de la carga ideológica o políticamente dogmática.
9

En conclusión, si decimos y nos referimos al Humanismo en César Vallejo, lo hacemos


porque el poeta fue un hombre que luchó por el hombre, entre los hombres, desde sus
trincheras de paz y de palabras cotidianas, no exentas del dolor y la angustia metafísica y
existencial del ser… un hombre humano, el más poeta de ellos o el más humano entre
aquellos.

Nueva Delhi, 27 de abril de 2010.

Carlos Alberto Yrigoyen (M. Phil.)

Espergesia

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego

Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...


Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día


que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
10

desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

LOS NUEVE MONSTRUOS

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,


hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,


más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
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y es una inundación con propios líquidos,


con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,


por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

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