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El ejercicio y el paciente diabético

Durante la fase inicial de ejercicio aeróbico prolongado (como caminar, correr, montar en bicicleta
o nadar), el glucógeno muscular es la fuente principal de combustible para la contracción
muscular. Después de 5-10 minutos, la glucosa sanguínea y los ácidos grasos libres (AGL) se
convierten en sustratos cada vez más importante. Sin embargo, los niveles de glucosa en sangre
por lo general permanecen prácticamente sin cambios durante los primeros 40 minutos de
ejercicio, debido a que la glucosa liberada por el hígado es a partir de la degradación del
glucógeno hepático.

Durante el ejercicio más prolongado, la gluconeogénesis hepática a partir de lactato, glicerol,


piruvato, y algunos aminoácidos se vuelve cada vez más importante y pueden ser responsables de
un 40-50% de la producción hepática de glucosa. Si el ejercicio continúa, los niveles de glucosa en
la sangre comienzan a caer y se produce un cambio de energía de carbohidratos a ácidos grasos
libres. Tras el ejercicio, los músculos y reservas hepáticas de glucógeno se reponen, un proceso
que tarda de 24 a 48 horas. Durante este período, mejora la tolerancia a la glucosa y los
requerimientos de insulina disminuyen.

En un capítulo en Nutrición y desempeño atlético, Arthur S. León, MD, dice sin embargo que estos
beneficios ocurren sólo si el control de la diabetes es el adecuado o si sólo hay hiperglucemia
leve sin cetosis.

Si la deficiencia de insulina es más grave y el control metabólico es deficiente durante el


ejercicio, la producción de glucosa, ácidos grasos libres y cuerpos cetónicos pueden exceder la
utilización periférica y llevar un incremento de la hiperglucemia y cetoacidosis. Estos resultados
indican la importancia del adecuado control de la diabetes antes de que cualquier paciente
diabético se embarque en un programa de ejercicios.

Otro problema potencial en los pacientes diabéticos tratados con insulina es la hipoglucemia
inducida por ejercicio. Este riesgo puede reducirse usando sitios de inyección no ejercitados,
reduciendo la dosis de insulina, evitando hacer ejercicio en el momento del peak de la dosis de
insulina, evitando el ejercicio en el momento de máximo efecto de la insulina, haciendo ejercicio
en el momento de glucosuria leve, y comer una merienda de 10-15 g en carbohidratos (fruta,
jugo de fruta o galletas/pan) media hora antes de hacer ejercicio y cada 30 minutos posteriores,
durante el ejercicio prolongado y continuo.

El efecto del entrenamiento de ejercicio en el músculo esquelético contribuye aún más al control
de la diabetes. El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo capilar, resultando en una mejor entrega y
extracción de oxígeno y sustratos de nutrientes. También aumenta la capacidad de
almacenamiento de glucógeno. Estas adaptaciones incrementan la utilización de la glucosa,
ácidos grasos libres y cuerpos cetónicos por los músculos entrenados durante el ejercicio, y
disminuyen la producción de ácido láctico.

En los pacientes diabéticos y no diabéticos, el entrenamiento físico mejora la resistencia cardio-


respiratoria, lo que aumenta la capacidad máxima de trabajo y la capacidad de realizar un trabajo
submáximo por mayor tiempo con menor fatiga y percepción de esfuerzo. Además, el
entrenamiento ha demostrado que reduce las alteraciones lipídicas asociadas a enfermedad
arterial coronaria.

Los pacientes diabéticos deben seleccionar actividades que disfruten, que sean apropiadas para la
salud, y que puedan mantener de por vida. Antes de que un diabético empiece cualquier
programa de ejercicio más fuerte que caminar, el Dr. León cree que deben tener una evaluación
física completa con recomendaciones para los niveles seguros de ejercicio. El ejercicio debe
realizarse en un momento conveniente, a la misma hora, todos los días aproximadamente, con
la misma intensidad y duración.

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