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La primera vez que fui a la Quiñonera, hace ya muchos años, los gemelos
Héctor y Néstor Quiñones vivían solos en la enorme casa, totalmente vacía,
creo que sin luz, rodeados de perros (el legendario Tuercas), de cacas de
perro, de basura, de un jardín caótico y salvaje, y por supuesto, de su arte. El
par de adolescentes dedicaban sus días y sus noches a pintar donde fuera:
en papel, en bastidores, en las paredes. Era como si a través de su talento
innato hubieran querido preservar el espíritu artístico y cultural que sus
padres les impartieron en casa.
Con los años, las visitas se volvieron cada vez más frecuentes. Los artistas,
pintores, pachecos, hippies, seudopunks, escultores, chemos, peyoteros,
músicos, rockanroleros, alcohólicos, literatos, musarañas y vividores que la
habitaron y visitaban fue en aumento. Era, por un lado, una población
estable (las amistades entrañables) y, por otro lado, una población variable
(las amistades efímeras). Se formó una comuna sui generis, perfectamente
anárquica. Algunos llegaron a vivir en lugares y rincones insospechados, en
condiciones francamente infrahumanas. Y es que la casa parece ser infinita.
Cada día se desdobla y permite que le descubran una nueva guarida, un
ángulo desconocido pero nunca se deja ser conquistada totalmente.
Remodelé mi estudio, al igual que los nuevos pobladores que han entrado,
dándole un segundo aire a la casa. Los perros se extinguieron, con
excepción de Feliciano, el perro ciego, condenado al patio trasero. Los
fantasmas en pena desaparecieron, aparecieron bebés y niños, y la
convivencia con los nuevos inquilinos, siempre creadores, es esporádica y
fructífera: cada quien está en lo suyo. Escasean los tragos, los jalones y los
gajos, e impera la sobriedad. ¿Será que ya estamos viejos? Y en mi espacio -
mi santuario- he podido imaginar, proyectar y escribir proyectos, tener
juntas creativas de diversa índole (son muchos los que llegan y dicen
perplejos “yo ya había estado aquí” y cuentan alguna anécdota increíble), y
pude preparar, ensayar, producir y editar mi primer largometraje.