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San Juan, Puerto Rico

Martes, 16 de Diciembre de 2008

16-Diciembre-2008
Rafael A. Torrech San Inocencio
Consultor e historiador

¿Dónde están los chavos?


Es bochornoso reconocer que si los ciudadanos hiciéramos lo que hace el Gobierno, es
muy posible que fuéramos presos. Alguna vez se valoró el servicio al ciudadano como la
médula del servicio público. Hoy parece que el mejor servidor público es el que le
despoja más dinero al contribuyente.

Escamotear recursos a los contribuyentes, a las organizaciones privadas y especialmente


a las sin fines pecuniarios, es una política pública dominante en el Gobierno. Bregar con
pagos del Gobierno es sinónimo de desagrado, demoras irrazonables y arbitrarias e
impune injusticia fiscal.

La crisis fiscal es una gran excusa para la degradación del Gobierno. La misión principal
del Departamento de Hacienda parece ser la retención de fondos estatales y federales que
ya no son suyos. No lo son, ya que no les fueron asignados, o porque ya se efectuó la
prestación de los bienes y los servicios para los cuales fueron otorgados.

Si la burocracia es el colesterol del Gobierno, tenemos una administración pública


suicida, que bloquea sus venas para acumular lo que no es suyo y para engordar la ya
obesa nómina gubernamental. Si el Gobierno no puede adjudicar razonablemente los
fondos federales recibidos, ¿con qué cara vamos a Washington a reclamar paridad en sus
asignaciones? ¿Para qué son los fondos federales? Para brindar los servicios que sus leyes
autorizan, o para satisfacer las necesidades locales de flujo de efectivo.

Esta irresponsabilidad abona a la percepción generalizada en Washington de que Puerto


Rico es un gran saco sin fondos, que no importa los fondos asignados, es incapaz de
resolver sus problemas sociales, educativos y de salud. Una colonia tipo “pac man”, que
ha transfigurado su desventaja social en una oportunista fuente de lucro.

La pregunta obligada es, ¿dónde están los chavos? La mezquindad fiscal del Gobierno es
un crimen con muchas víctimas, manufacturado por el mismo gobierno que exalta el
cumplimiento de la ley, pero que se ubica al margen de ella. Su principal víctima es el
propio Gobierno, por el irreparable daño autoinfligido a la credibilidad y confianza de sus
gobernados.

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