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El zorro porfiado

Victoria Meza U.
Sebastián Vega A.

Había un grupo de amigos, este es el cuento. En este grupo había un perro, un chancho, un
avestruz y un zorro.

¡Por fin! Terminó el colegio – dijo el chancho.


¡Sí, llegaré a mi casa a comer gusanos de las madrigueras! – dijo con felicidad la enorme
avestruz.
Tenemos que cruzar el ancho río en el bote, y por fin estaremos en nuestras casas –
agregaron los amigos en una sola voz.
Oigan y ¿dónde está el zorro? – preguntó a los amigos el buen perro.
Ese zorro pillo – dijo el avestruz – ¡ya se escapó otra vez! – dijo con rabia.

A lo lejos se podía ver al zorro, ansioso por irse sin sus amigos, corría para alcanzar al bote,
el último bote que estaba atado a un sauce en la orilla del río.

¡Jajajajaja! Esos tontos se quedaron atrás, como siempre soy el más inteligente y rápido.
Ahora podré ir al pantano negro, ese lugar que mis padres prohibieron – reía el zorro
mientras apenas remaba por el ancho río.
Zorro tonto – decía el cansado perro – estoy seguro que va a ir al pantano negro, lo sé
porque es un porfiado – terminó de decir.
Después, las negras nubes empezaron a ser movidas por el viento que venía del norte.
A ese zorro porfiado vamos a enseñarle algo – dijo el viento norte a las negras nubes.

Pasaban las horas y empezó a llover, los amigos estaban entumidos bajo el sauce del río,
enojados y preocupados por su amigo, el zorro porfiado.
Otra vez ese zorro porfiado nos dejo botados – decía triste el cerdo.
¡Miren, allá viene un bote hacia acá! – gritó el perro, feliz.
¡Es el zorro! – decía la avestruz, acercando su largo cuello hacia el horizonte. Pero estaba
equivocada, no era su amigo zorro.
En la mitad del río estaba el zorro. Con poca fuerza agarraba un remo y, con el viento y la
lluvia de las nubes negras en su contra, no hacía más que dar vueltas.

En la orilla del río, mientras más se acercaba el bote, los amigos se dieron cuenta que, lo
que parecía ser su amigo el zorro, en realidad era el papá zorro.
¡Papá zorro! – gritaron asustados los amigos.
Cerdito, perrito, avestruz, ¿han visto a mi hijo, el zorro? – preguntó el papá zorro, llegando
a la orilla del río.
Su hijo se fue en el bote y nos dejo botados acá, – dijo el cerdo al papá zorro – y creo que
se fue al pantano negro.
¡Ese zorro porfiado! Yo sabía que en algo malo andaba, cuando llega tarde a la casa los
días lluviosos es porque hace cosas malas – dijo el desanimado papá zorro.
¡Vamos a buscarlo! – Dijo la avestruz – yo se por donde hay que irse para llegar al pantano
negro. – dijo la avestruz.
Los amigos subieron al bote del papá zorro, y ante la dificultad del río, el viento y la lluvia,
todos trabajaron por avanzar.
Perro, ¡agarra el remo izquierdo, y yo agarro el remo derecho y remamos al mismo tiempo!
- Dijo el experimentado papá zorro.
¡Yo me siento al medio y hago equilibrio con mi peso! – dijo el cerdo.
¡Y yo me encargo de mirar por el río para encontrar al zorro! – dijo la avestruz.
Mientras tanto, tantas eran las vueltas que daba el zorro, solo en el bote, que el remolino
creció y creció, creándose un agujero en el centro.
¡Ahh! ¡Déjame salir de acá estúpido río! – gritaba el zorro.
¡A ver si con esto aprendes a respetarnos! – dijo el viento norte al zorro.
Mientras tanto, el barco del papá zorro iba muy rápido entre la tormenta, con todos los
amigos trabajando por avanzar y buscar.
¿Ves algo, avestruz? – preguntaba el papá zorro a la avestruz.
¡No, no puedo ver nada, pero voy a sumergir mi cabeza para encontrar al zorro! –
respondió la avestruz. Mientras avanzaban, la avestruz pudo ver que bajo el agua, más
adelante había un remolino y un bulto girando. Mientras se acercaron, el perro y papá zorro
remaban mas rápido para alcanzar al zorro, el cerdo se encargaba de estabilizar el bote y la
avestruz guiaba el rumbo del bote, haciendo timón con su cabeza.
¡Ayúdenme amigos, ayúdame papá! – gritaba el zorro en el bote, que giraba en el centro
del remolino. El bote del papá zorro se acercó al borde del remolino.
¡Agárrate de mi cabeza, zorro! – dijo la avestruz, quien alargó su cuello hasta el zorro,
como si se tratara de una cuerda. El zorro, llorando, estaba muy mojado y apenas pudo
agarrarse del cuello de la avestruz.
¡Perdónenme amigos, perdóname papá! – lloraba el débil zorro, quien fue envuelto por el
cuello de la avestruz. Después, la avestruz tiró de su cuello y el zorro cayó en el bote del
papá zorro. El zorro llorando, miraba con vergüenza a su papá y a sus amigos, quienes
condujeron el bote por el torrentoso y ancho río. Y así termina este cuento.

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