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Dermatología
Latinoamericana
bajo la dirección de
Ricardo Galimberti
Adrián Martín Pierini
Andrea Bettina Cervini
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
LATINOAMERICANA
Historia de la Dermatología Latinoamericana, bajo la dirección de Ricardo Galimberti,
Adrián Martín Pierini y Andrea Bettina Cervini.
Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del XXI Congreso Mundial
de Dermatología, Buenos Aires, 2007.
Redactado por 73 autores que representan a la comunidad dermatológica de América Latina,
constituye el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología, realizado en Buenos
Aires del 1º al 5 de octubre de 2007.
ISBN: 978-2-7089-5864-7
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
LATINOAMERICANA
Alfredo Abreu Daniel (Cuba); Gilberto Adame Miranda (México); Danielle Alencar-Ponte (Colombia); Claudio Arias Argudo (Ecuador);
Ma. Isabel Arias Gómez (México); Eduardo Baños (El Salvador); Antonio Barrera Arenales (Colombia); Zuño Burstein Alva (Perú); Andrea
Bettina Cervini (Argentina); Mauricio Coello Uriguen (Ecuador); Paulo R. Cunha (Brasil); Luis Flores-Cevallos (Perú); Elbio Flores-
Cevallos (Perú); Ricardo Galimberti (Argentina); Pedro García Zubillaga (Argentina); Jaime Gil Jaramillo (Colombia); Flavio Gómez
Vargas (Colombia); Rubén Guarda Tatín (Chile); Enrique Hernández Pérez (El Salvador); Alfredo Lander Marcano (Venezuela); Franklin
Madero Izaguirre (Ecuador); Fernando Magill (Perú); Graciela Manzur (Argentina); Aldo Edgar Martínez Campos (Nicaragua); José A.
Mássimo (Argentina); Jairo Mesa Cock (Colombia); Martha Miniño (República Dominicana); Isaac Neira Cuadra (Nicaragua); León
Neumann Scheffer (México); Yolanda Ortiz (México); Adrián Martín Pierini (Argentina); Jaime Piquero Martín (Venezuela); Leana
Quintanilla (El Salvador); Roberto Rampoldi (Uruguay); Antonio Rondón Lugo (Venezuela); Amado Saúl (México); Eduardo Silva-Lizama
(Guatemala); César Iván Varela Hernández (Colombia); Mirta Vázquez (Argentina); Alberto Woscoff (Argentina)
LISTA DE AUTORES
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LISTA DE AUTORES
CERVINI, ANDREA BETTINA (Argentina). Médica Dermatóloga. Médica Asistente del Servicio de
Dermatología del Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Buenos Aires.
Docente adscripta orientación Dermatología de la Universidad de Buenos Aires.
COELLO URIGUEN, MAURICIO (Ecuador). Médico Dermatólogo. Sociedad Ecuatoriana de
Dermatología Núcleo del Azuay.
CORREA, JULIO (Paraguay). Médico Dermatólogo. Miembro activo de la Sociedad Paraguaya
de Dermatología.
CUNHA, PAULO R. (Brasil). Profesor Autónomo de la Facultad de Medicina de la Universidad
de São Paulo. Profesor Titular de Dermatología de la Facultad de Medicina de
Jundiaí. Posdoctorado en The New York University.
DE LEÓN G., SUZZETTE (Guatemala). Jefe de la Unidad de Docencia Instituto de Dermatología
y Cirugía de Piel.
DÍAZ ALMEIDA, JOSÉ G. (Cuba). Profesor de Mérito. Doctor en Ciencias Médicas. Jefe de la
Cátedra de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García.
DIEZ DE MEDINA, JUAN CARLOS (Bolivia). Jefe de enseñanza e investigación de la Fundación
Piel, Bolivia.
FAIZAL GEAGEA, MICHEL (Colombia). Coordinador, Unidad de Dermatología, Universidad
Nacional de Colombia. Profesor Asociado, Unidad de Dermatología, Universidad
Nacional de Colombia. Director del Departamento de Medicina Interna de la
Universidad Nacional de Colombia.
FALABELLA, RAFAEL (Colombia). Profesor Emérito. Jefe del Servicio de Dermatología,
Universidad del Valle, Cali.
FLORES-CEVALLOS, ELBIO (Perú). Profesor de Cirugía Humana de Cabeza y Cuello, Facultad de
Medicina de San Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
Fundador y Ex Jefe del Servicio Docente y Asistencial de Cirugía de Cabeza y Cuello
del Hospital General Nacional Dos de Mayo, Lima.
FLORES-CEVALLOS, LUIS (Perú). Profesor de Dermatología, Facultad de Medicina de San
Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Fundador del Servicio
Asistencial y Docente de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati Martins y Ex
Director.
GALIMBERTI, RICARDO (Argentina). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Italiano de
Buenos Aires. Profesor Regular Adjunto de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Profesor Adjunto de la Escuela de Medicina del Hospital Italiano de Buenos Aires.
GARCÍA ZUBILLAGA, PEDRO (Argentina). Pediatra-Dermatólogo Universitario. Docente Adscripto
a Dermatología, Facultad de Medicina UBA. Dermatólogo Pediatra del Hospital de
Niños Ricardo Gutiérrez.
GIL JARAMILLO, JAIME (Colombia). Profesor del Servicio de Dermatología, Universidad Libre de
Cali. Dermatólogo. Instituto de Seguros Sociales de Cali.
GÓMEZ VARGAS, FLAVIO (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Profesor Titular, Servicio de Dermatología,
Universidad de Antioquia.
GONZÁLEZ ROJAS, Carlos Horacio (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología Pediátrica. Ex Presidente del Colegio Iberoamericano de Criocirugía.
GREENBERG CORDERO, PETER A. (Guatemala). Director Médico del Instituto de Dermatología y
Cirugía de Piel. Miembro de la Academia Guatemalteca de Dermatología.
GUARDA TATÍN, RUBÉN (Chile). Ex-Presidente de la Sociedad Chilena de Dermatología y
Venereología (1986-1990). Ex-Profesor Asociado de Dermatología de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Chile.
GUTIÉRREZ ALDANA, GUILLERMO (Colombia). Ex Jefe, ex Profesor Titular y Profesor Emérito del
Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia. Ex Presidente de
la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
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Historia de la Dermatología latinoamericana
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LISTA DE AUTORES
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ÍNDICE
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Historia de la Dermatología latinoamericana
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ÍNDICE
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Historia de la Dermatología latinoamericana
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ÍNDICE
América Latina tiene una historia muy rica desde la época precolombina, en las cul-
turas indígenas cuyas trazas aún perduran en las costumbres de nuestros pueblos.
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RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI , ANDREA BETTINA CERVINI
■ Introducción
«Los imperios del futuro se construirán sobre el conocimiento». Albert Einstein
«El libro es el más sorprendente entre los múltiples instrumentos del hombre.
Los otros son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son ex-
tensiones de su vista, el teléfono, una extensión de su voz; pero el libro es otra
cosa; el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Es una de
las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres». Jorge Luis Borges
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LUIS DAVID PIERINI
■ Los grupos
Aspectos indígenas: botánica médica,
generales
geografía médica, patologías
El vocablo aborigen deriva del latín aborigines, compuesto de ab: ‘desde’ y origo: ‘orí-
genes’, y éste de oriri, ‘nacer’. Por lo tanto, “desde los orígenes” se llama aborígenes a
los originarios del suelo en que se vive.
El aluvión inmigratorio desencadenó horribles epidemias en el seno de estas agrupa-
ciones primitivas. Una de las primeras enfermedades que se difundieron en forma epi-
démica fue la viruela. Los indígenas la llamaron mal o enfermedad de los españoles,
pues, según su tradición, acaso no mal fundada, no conocieron las viruelas hasta que los
españoles arribaron a América. “Es indecible el horror que les tienen estos indios, y con
razón, pues entrando en sus toldos, mueren tantos que sus poblaciones quedan desier-
tas”, escribía un cronista.
Al igual que la viruela, la lepra y la tuberculosis –según tradiciones orales– eran en-
fermedades desconocidas antes de la Conquista.
Siguiendo a Fiz Fernández, con leves modificaciones de nuestra parte, ubicamos a
nuestros aborígenes en los siguientes acápites:
I. Brasilio-guaraníes y grupo Chaco Litoral, integrantes del conjunto guaraní. Com-
prende además de los mismos guaraníes, a los guaycurúes (tobas, mocobíes o mocovíes,
abipones, pilagáes), matacos, wichis y charrúas, estos últimos vinculados a los pampas.
II. Grupos del Noroeste: abarcan los omahuacas, los apatamas de la Puna y los dia-
guitas calchaquíes, con poderosa influencia incaica.
III. El grupo andino y de las Sierras Centrales está integrado por los pehuenches, los
huarpes, los comechingones de Córdoba, los sanavirones del Río Dulce o del Río Negro,
los tonocotés de Santiago del Estero, los lules y vilelas de Tucumán y los peri- cordillera-
nos, todos ellos con enculturación incaica.
IV. Pampas: comprenden los querandíes, los pampas y los puelches.
V. Patagones o tehuelches.
VI. Extremo sur magallánico: onas, yaganes y alacalufes.
Constituían el grupo aborigen más numeroso del país. El historiador Pedro de Angelis
cree que guaraní proviene de Gua: ‘pintura’, Ra: ‘manchado’ y Ni: signo de plural. Es de-
cir, eran los manchados de pintura o sea, aquellos que se pintan. Escribe: “Se cubren el
cuerpo con pintura negra, roja y amarilla, para protegerse de los rigores del sol, a guisa
de los actuales filtros y protectores solares”.
Lo agreste de su hábitat hizo que España, al perder sus colonias, no hubiera llegado
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Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas
1. Guaraníes
Practicaban el tatuaje*, no sólo como ornato, sino con fines curativos para pacientes
con determinadas afecciones, a través de incisiones en la piel en la región dorsal y glú-
tea. Cuando se realizaban como alivio del cansancio, luego de marchas agobiantes, tales
tatuajes se nominaban como “higiénicos”.
Muchas tribus practicaron este ritual ancestral. Son oportunas las expresiones del an-
tropólogo Rubén Palavecino, quien a propósito de los naturales chaqueños dice: “El ta-
tuaje del rostro es un hábito extremadamente difundido, que se inicia en el púber y
progresa con la edad. La operación es casi siempre practicada por las viejas de la tribu,
mediante el trazado de un dibujo guía. La punción de la piel se efectúa con espinas de
cactus o de pescado, o con agujas de hueso, seguidas de introducción de materia colo-
rante por fricción enérgica”.
Sin embargo, el adorno masculino por excelencia fue el tembetá, de forma y materia-
les diversos, como por ejemplo: plomo con incrustaciones de turquesa o madera de palo
borracho. Significaba valentía, coraje, agresividad y era signo distintivo de jóvenes gue-
rreros y cazadores.
BOTÁNICA MÉDICA
El rico reservorio fitogeográfico tropical y subtropical fue empleado en la curación de
afecciones, supeditándose su aplicación a virtudes mágicas de la flora o a la concepción
teúrgica de la enfermedad.
Copaiba (Copaifera officinalis) (palo de aceite): da un óleo resina que se utilizó en he-
ridas, ulceraciones y después en enfermedades venéreas. Se considera uno de los medi-
camentos más antiguos del Nuevo Continente.
Zarzaparrilla (Zarzaparrilla smilaxsifilítica): en cocimiento o en solución –macera-
ción en vino–, gozó de prestigio terapéutico en afecciones dermatológicas, tales como
sarna y venéreas, difundidas por los españoles. Poseía también acción sudorífica.
Salvia: aplicada a la superficie cutánea, servía para ahuyentar insectos.
Mangle (Conocarpus erecta o Bucia erecta): se empleaba la raíz asada en personas
que habían sufrido picaduras de raya.
Carqueja (Yaguareté Caá) (Baccaris chispa): indicada aún hoy en infusión teiforme
para aliviar disquinesias biliares, era aplicada en ulceraciones venéreas y en pacientes
portadores de lepra.
Anguay, copal o benjuí (Styrax leprosus): árbol de madera incorruptible e imputres-
cible, utilizado para construir las primitivas iglesias. Se extraía de él un bálsamo al que
se atribuían virtudes curativas, aplicado en heridas, ulceraciones y lesiones óseas.
Los hechiceros payé adoptaron su aromática resina para sahumar, a modo de incien-
so, el lugar donde cumplían sus rituales, de ahí la denominación de iberá payé, voces
guaraníes que literalmente significan “árbol de los hechiceros”.
Contrahierba (Dorstenia contra hierba): se utilizaba en baños tibios y en sahumerio,
para rehabilitar formas de parálisis. Era utilizada en el tratamiento del sarampión y de
*
La palabra tatuaje es originaria de las islas de Oceanía, de los canacos polinesios. Tatahu deriva de ta: ‘dibujo’,
y designa de un modo general las marcas y señales hechas sobre el cuerpo.
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LUIS DAVID PIERINI
la viruela. Se aplicaban sus hojas y raíces machacadas para curar úlceras tórpidas y pi-
caduras de víboras.
Ceibo, “chop” (Erythinia cristagalli): de gran profusión en las costas del Paraná y
afluentes, los indígenas se valieron de su corteza, cogollos y brotes para preparar coci-
mientos y bálsamos, que aplicaban en heridas ocasionadas por garras o dientes de ya-
guaretés.
Urucú (Bixia orellana): árbol de 2 a 5 m de altura, cuya difusión se extiende desde
México hasta Chaco, siempre al oriente de la Cordillera. Especie de vistosas flores, cuyas
semillas contienen dos sustancias colorantes: una amarilla, la orellina, y otra, rojo cina-
brio. Esta última se usaba para proteger la piel, pues el ungüento atemperaba los rayos
ultravioletas. La urucuización consistía en untarse todos los días con aquella sustancia
para mantenerse libre de las proteiformes picaduras de insectos. Por su indisolubilidad,
resistía la acción del baño y del sudor.
Moisés Bertoni apunta en su Memoria que todo el cuerpo y la cara de los indígenas
presentaban un tinte colorado especial, pálido lustroso, que les daba un aspecto extra-
ño, pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues se borraba toda marca o cicatriz,
quedando el cutis satinado. El color rojo que exhibían hizo nacer el errado concepto de
la existencia de una raza roja entre los aborígenes sudamericanos.
Los indios yaguas y los guerreros xikriu, habitantes de la gran cuenca del Amazonas
y Orinoco, siguen empleando el urucú, como sus antepasados, para ahuyentar los insec-
tos y teñir su vestuario.
Tabaco (Nicotiana tabacum): esta especie botánica es la primera mencionada en las
referencias literarias europeas inmediatamente posteriores al Descubrimiento, que son
los diarios de navegación de Cristóbal Colón.
En los albores del Nuevo Mundo, el tabaco se usaba para ser fumado y aspirado a modo
de rapé. Era común chupar su jugo y beber el agua de sus hojas maceradas. Existían claras
relaciones entre el culto y la medicina, pues antes de ciertas ceremonias, como la iniciación
de los adolescentes, se bebía jugo de tabaco y se lo aspiraba por vía nasal. Se menciona, ade-
más, su empleo en forma de aspersión y de solución tintórea para decoración cutánea.
Antes de la era precolombina, se lo empleaba también como principio activo en dolo-
res y picaduras, sarna y erisipela. La documentación disponible no nos permite aseverar
que en ese período se cultivara en el actual territorio argentino.
El tabaco es la única planta dañina que hemos heredado de nuestros aborígenes.
GEOGRAFÍA MÉDICA
Juan Carlos Boudin diría que el hombre no nace, no vive, no sufre ni muere de la mis-
ma manera en las distintas partes del mundo. La concepción, el nacimiento, la vida, la
enfermedad y la muerte varían según el clima y el suelo, según las estaciones y los me-
ses, la raza y la nacionalidad.
Las crónicas registran una incidencia manifiesta de las patologías tropicales y subtro-
picales entre los indios guaraníes. Enteritis, enterocolitis, anquilostomiasis, disentería,
paludismo, necatoriasis y otras parasitosis conforman el haber de estas infestaciones por
vermes, nematelmintos y platelmintos. Artrópodos venenosos, como miriápodos, escor-
piones y arañas, provocaban no pocos accidentes por su ponzoña. También los insectos
transmisores y vectores de enfermedades, tales como moscas, mosquitos, pulgas y pio-
jos, contribuyeron a mantener un significativo índice de morbilidad.
Debemos recordar, además, enfermedades importadas, como la tuberculosis, la vi-
ruela y –según algunas teorías– la sífilis, provocadoras de innumerables defunciones.
2. Guaycurúes
Los guaycurúes son una extensa familia que según Salvador Canals Frau era de origen
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Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas
patagónico y estaba compuesta por los tobas, mocovíes, abipones, pilagáes, payaguas y
mbayes. Los dos últimos grupos desaparecieron hace mucho tiempo.
Como rasgo general, los hombres, en vez de usar vestido, se pintaban el cuerpo.
A)TOBAS
La medicina nativa tradicional de los tobas posee una polifacética farmacopea aplica-
da a heridas, fracturas, esguinces, ulceraciones, mordeduras y parasitosis. Diversas sus-
tancias pertenecientes a los otros dos reinos de la naturaleza enriquecen el vasto
anaquel farmacológico de estas primitivas poblaciones, donde el ritual, los cánticos, la
monotonía de los tambores, el humo del tabaco, los conjuros e invocaciones a agentes
sobrenaturales, dramatizados por el médico-brujo, crean el contexto terapéutico ade-
cuado a las estructuras sociales de la comunidad.
B)MOCOBÍES O MOCOVÍES
Según un cronista, “curan las heridas con sólo atarlas, como también las quebradu-
ras de los huesos, y tienen una carnadura tan sana que en breve se suelda y poco se hin-
cha. Y aún han llegado a ver un indio, rasguñado de un tigre cuyas uñas son venenosas,
sanar de ello sin producir hinchazón”.
Tatuajes, adornos
Como sus vecinos territoriales, los abipones se aplicaron al arte del tatuaje. En el ca-
so de las niñas, se les hacían grabados en el busto. Según la descripción del Padre Ma-
nuel Canelas, esta operación se realizaba con ciertas espinas untadas en diversos
colores, en especial el negro y el azul. “El dolor e hinchazón que padecían encerradas
por cerca de un mes, sufriendo hasta parecer monstruosas, [era] para quedar, sólo a su
parecer, hermosas”. Otros lugares preferentemente elegidos eran las zonas lagrimales,
los ángulos externos del ojo y el entrecejo.
Medicina
Aunque los pequeños, por el hecho de deambular desnudos, se hallaban acostumbrados
a los embates telúricos, no pudieron evitar las picaduras de insectos, en especial mosquitos,
pese a que sus mayores se ingeniaban para atenuarlos. Para esto apelaban a la grasa de ñan-
dú o de pescado, que mezclada con resinas, se friccionaba sobre toda la superficie corporal.
También se hallaban torturados por el “pique”, nombre vulgar dado en la Argentina y
Paraguay a la nigua (Sarcopsylla penetrans). Este agente es una pulga de la América tro-
pical y subtropical que ataca al hombre, penetrando debajo de la epidermis de los pies,
en especial de las uñas. Sus huevecillos son de color amarillo, no salen al exterior y se de-
sarrollan en los planos subtegumentarios. Forman pequeños abscesos, que en ocasiones
exigen drenaje quirúrgico. Esta dolorosa afección, acompañada de prurito y otras derma-
tosis, era tratada por preparados que tenían como vehículo grasa y polvo de cantárida.
Las micosis cutáneas, la sífilis, las reacciones dermatológicas de probable origen alér-
gico y la leishmaniasis eran tratadas con grasa fosforada, como el almizcle de yacaré.
En los testimonios históricos correspondientes a diferentes períodos del nomadismo y se-
dentarismo mocovíes, las primeras descripciones coinciden en afirmar que por la misma se-
lección natural existían pocas enfermedades fuera de las epidémicas. Cuando se difundían
estas patologías, todos los indígenas huían; no se conocía una calamidad mayor. Así, la ma-
dre o el padre se alejaban, dejando a los niños afectados en el mayor desamparo. Sólo co-
locaban a la cabecera del lecho un cántaro con agua, carne asada y frutos silvestres.
En el año 1745, una asoladora epidemia atacó 30 poblaciones del Paraguay y adya-
cencias, segando la vida de 72.000 naturales de todas las edades. En 1760, en la reduc-
ción mocoví de San Javier, provincia de Santa Fe, hubo un nuevo recrudecimiento del
genio epidémico que diezmó a 800 aborígenes.
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LUIS DAVID PIERINI
Herboristería
Mencionaremos algunos especímenes:
Mistol: conocido también por otras etnias, este árbol de precioso porte es muy común
en los montes santafesinos y santiagueños. Posee un fruto dulce, rojo, con el cual se ha-
ce la aloja; sus hojas se emplean para el tratamiento de las heridas.
Cebil: pertenece a la familia de las mimosas; sus hojas y cortezas maceradas fueron
aplicadas a modo de emplasto en las lesiones mutilantes de la lepra.
Guayacán: además de aliviar las enfermedades reumáticas y las algias de la gota, se
empleó su resina para neutralizar las complicaciones del tercer período de la sífilis. Nues-
tros indígenas bebían en infusión sus hojas y cortezas como reconstituyente general.
Palmera pindo o palmera grande (Coco Romango flianum): especie muy apreciada
para la techumbre de los ranchos, se utiliza también en la fabricación de múltiples tre-
bejos y sus cogollos se emplean como alimento.
Esta variedad alberga un gusano blanco del tamaño de un dedo, que los naturales lla-
man tombú. Refiere el doctor Esteban Laureano Maradona que este verme –verme espe-
luznante– puesto al fuego, segrega un aceite que los indígenas utilizan para tratar las
heridas. Su cuerpo así frito o ensartado es comestible, como si fuera un chicharrón.
Ortica dioca (Ortiga mayor): en medicina popular y aborigen posee indicaciones pa-
ra casi todos los sistemas y aparatos. Era ensalzada por su función galactagoga y diuré-
tica, así como su acción sobre el folículo piloso.
Solimán o colmillo de víbora: fue empleado por los aborígenes como antiofídico. Las
zonas que frecuentaron los autóctonos pertenecen a una dilatada zona de ofidismo donde
pululan la víbora de coral (Elaps corallino), la serpiente de cascabel (Crotalus terrificus) y
la víbora de la cruz o yarará (Lachesis alternatus), cuyas picaduras pueden ser letales.
Mastuerzo: se lo empleó en cocimientos para neutralizar afecciones dermatológicas,
escorbuto y diversas formas de tuberculosis pulmonares.
C) ABIPONES
Herboristería
La policroma variedad botánica permitió a los naturales del Gran Chaco crear una
suerte de farmacopea donde se aunaban conocimientos empíricos y de hechicería cha-
mánica. Mencionaremos algunas variedades:
Abariguay: con ella preparaban un bálsamo empleado en la curación de heridas. Cre-
ían que su aplicación bucal detenía las hemorragias y los accesos de tos.
Ambay: ha sido mencionado como tratamiento antivenéreo y como elemento de fric-
ción para la obtención del fuego.
Quinoa: leguminosa que además de servir de alimento se aplicaba como cataplasma
sobre la parte herida o traumatizada.
Zarzaparrilla: contra mordeduras y picaduras de animales ponzoñosos.
Patologías
A pesar de la privilegiada contextura de los abipones, las enfermedades surgidas de
la ecología regional, los insectos y parásitos, las guerras internas y exteriores, unidas a
las afecciones transmitidas por el blanco, devinieron en la casi extinción de esta raza.
Las epidemias también hicieron sentir sus efectos; en 1734, la viruela diezmó a 30.000
habitantes, entre adultos y niños.
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Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas
Otra plaga que hallamos mencionada la constituyó el “pique”, “bicho de pie” o “agra-
ni”, vocablo abipón que significa “mordaza”.
Estos grupos reconocieron la acción hematófaga de la vinchuca, a la que denomina-
ban “sanguijuela con alas”, así como las complicaciones provocadas por picaduras de
avispas, arácnidos y escorpiones.
Símbolos de belleza
La perforación de las orejas era realizada con trocitos de hueso, astillas o cuernitos
de venado, introduciendo luego una hoja de palmera arrollada que por distensión agran-
daba el orificio, pudiendo llegar el lóbulo hasta el hombro.
El tatuaje, difundido entre las culturas americanas, mostraba su refinada expresión
entre los abipones, escarificando la piel del rostro, pecho y brazos. El primitivo cincel era
una espina rígida que fijaba en la dermis tinturas vegetales, hollín y cenizas. Las filigra-
nas de este sello indeleble constituyeron un blasón de diferenciación tribal.
Casi todos los pueblos de Paracuaria* se tatuaban. Los abipones reconocieron este ar-
te con el nombre de likinranala. Preguntados sobre el significado o la causa de aquella
bárbara costumbre, los aborígenes respondían que la habían heredado de sus ancestros.
Aquel suplicio duraba cinco días, durante los cuales la adolescente permanecía encerra-
da en su choza, cubierta con una piel, privándose de algunos alimentos como la carne y
el pescado. Las sesiones repetidas y cercanas encendían el rostro, con edema y tumefac-
ción. Desde temprana edad, las niñas se depilaban cejas y pestañas, rasurándose par-
cialmente la cabellera como elemento de identificación tribal.
D) PILAGÁES
Adornos
Peinaban el cabello, muy abundante, con peines de palillos y usaban pendientes fa-
bricados con los mismos elementos. Nos detendremos en la perforación de las orejas: es-
tas mutilaciones parciales se practicaban en ambos sexos, introduciendo botones de
madera u hojas de palmeras arrolladas. El agujero se dilataba hasta permitir el pasaje
de un disco, de cuatro o cinco centímetros.
Practicaban la depilación y decoraban la piel con diversas pinturas. Casi siempre an-
daban descalzos.
Tatuajes
El taraceo estuvo muy difundido entre los pilagáes del río Pilcomayo. Este mágico y di-
fícil arte se practicaba con agujas de cardón, frotando sobre la piel punteada diversas sus-
tancias, entre ellas, hollín. Los niños eran tatuados con dibujos que mostraban figuras
geométricas: óvalos, círculos y rombos, divididos por diámetros, diagonales y rectángulos.
Las respuestas que daban acerca de las motivaciones de los diversos tatuajes eran:
“es marca pilagá”, o “para que no tengan la peste” o “para adquirir inmunidad”.
3. Matacos
Botánica médica
Los naturalistas que se internaron en la intimidad de la espesura amazónica o arri-
baron a la vera de sus ríos recopilaron excepcionales observaciones fitológicas. Mencio-
naremos algunas especies:
* Paracuaria: amplia zona de Sudamérica, donde se situaron las misiones jesuíticas; su capital era Córdoba del
Tucumán.
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LUIS DAVID PIERINI
Palo santo (o palo bendito o guayacán): empleado en diversas afecciones por todas
las tribus del nordeste. El hermano jesuita Pedro de Montenegro, reconocido cirujano y
herbolario del Paraguay, resumió en su Materia Médica, escrita a principios del siglo
XVIII, todas las aplicaciones de esta variedad arbórea. Conocido en Europa como impor-
tante curalotodo, se lo empleó en el tratamiento de la sífilis, en las artropatías y en los
trastornos circulatorios. Sus preparaciones utilizaban la resina de la corteza; se le atri-
buían propiedades diuréticas, diaforéticas y catárticas. La resina, unida con grasa de
avestruz o de pescado, aplicada sobre la piel ahuyentaba los mosquitos. En la actuali-
dad, el palo santo se utiliza con el mismo fin en la composición de los espirales.
Ceibo o seibo: la corteza machacada fue utilizada como cataplasma sobre las morde-
duras provocadas por animales; en forma de cocimiento aún persiste en las prescripcio-
nes populares para tratamiento de úlceras, rectitis, hemorroides y vaginitis.
Yetibay o jalapa: el jugo de sus flores, recién exprimidas, fue empleado en las otitis
infantiles y en las erupciones herpéticas.
Ayuy o laurel: árbol de madera resistente, sus frutos fueron utilizados en trastornos
digestivos infantiles y en la escrofulosis; triturado con miel se aplicaba en ulceraciones
crónicas. En forma de linimento se recetaba para la flogosis reumática, las neuralgias y
el prurito de la sarna.
Oruzuz: además de emplear la infusión en los cuadros catarrales y en las afonías, se
usaba en las erisipelas a modo de sinapismo o en forma de pasta.
Canchalagua: se administraba en forma de infusión, además de servir como atenuan-
te de los dolores de los reumáticos y también en los portadores de enfermedades venéreas.
Totora: sus flores se aplicaban en las quemaduras, y el cocimiento de sus raíces se
utilizaba en el lavado de úlceras y tumores.
Tusca: se bebía en forma de cocimiento, luego de tostar y hervir su fruto. Se indica-
ba su ingestión en ayunas y se la recomendaba en infecciones gonocóccicas.
Tabaco: el doctor Esteban Laureano Maradona, destacado médico formoseño e inves-
tigador de la flora del Chaco central, relata en su libro A través de la selva que los indí-
genas, en caso de picaduras de víbora, succionan la parte afectada a manera de ventosa,
previa masticación de hojas de tabaco. Además, se suele emplear en otras afecciones di-
versas partes de la planta, como raíces y semillas, con grasa o sin ella, con o sin resinas
y con polvo de valva.
■ Grupos del
II. Grupos delNoroeste
Noroeste
Este grupo conocía las aguas termales. Los espejos de agua, las temperaturas propicias,
el tapiz de vegas y mallines y la proliferación de ejemplares arbóreos, como el molle,
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Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas
crearon un paisaje bucólico en el que la vida de las familias nativas se deslizó sin las
angustias y sobresaltos de otras etnias.
América indígena tuvo en cuenta el mito universal de la fuente de Juvencio, y el cono-
cimiento y la valoración de los efectos terapéuticos de las aguas que Pachamama (Madre
tierra) brindaba generosamente a sus hijos fueron incorporados por sus habitantes protohis-
tóricos en distintas épocas. Frecuentaron las fuentes termales, con fumarolas bullentes, ma-
nantiales cálidos, efluvios azufrados que formaban un espejo de agua cálida y vivificante.
Desde el período preincaico eran conocidos en la región de Cuyo el baño de Uyurmi-
re y el del Inca, en el templo de Wiracocha (o Viracocha).
Otra fuente unida a la devoción indígena, por su riqueza legendaria y por la virtud de
sus vertientes, es la que surge en el paraje La Laja. Aquí el amante huarpe Yahue, lue-
go de matar a la dulce Tahue y al seductor de ésta, murió en los pedregales sanjuaninos
como redención de aquella tragedia; después de su muerte, cual fuente de esperanza,
brotarían tres milagrosos manantiales.
Otros nativos de nuestro territorio concurrieron igualmente a diversos baños y fuen-
tes. Los araucanos visitaban Copahue y Futalauquen y también conocieron Cullu-co
(aguas ácidas) y Laguen-co (aguas calientes). Los indios que transitaban por la provincia
de Buenos Aires conocieron la laguna de Epecuén. Según Tomás Falkner, a este lugar de
tonificantes aguas concurrían desde tiempo inmemorial los jefes indios con su familia.
Cuentan las tradiciones vernáculas que el cacique puelche Carhué (Corazón Puro), apa-
sionado por Epecuén, curó de una extraña parálisis al sumergirse en la gran laguna que
formaron las lágrimas de amor de su bella amada.
También los diaguitas de Talacasto dejaron su pena indiana a través de las calcina-
das tierras de sus antepasados en una aguada surgida del llanto incesante de un apues-
to joven, que viera fenecer a su amada por el odio atávico hacia los invasores Incas.
Inti-Yacu (agua del sol) llamaron los nativos mediterráneos a la actual zona de Río Hon-
do (Santiago del Estero), cuyos cursos surgentes afloraban como vivificantes de vertede-
ros. Los pobladores vinculaban las bondades de Yacuru-pay (agua caliente), con los rayos
flamígeros del astro sol, al cual adoraban.
Alonso Ovalle, en un libro publicado en Roma en 1646, hace referencia al calor, salo-
bridad y mineralización de las aguas de Puente del Inca, sin revelarnos la explicación
científica. Su reseña es una descripción paisajista de este monumento enclavado en la
precordillera, en la que el autor exalta aquella curiosa expresión de la naturaleza.
Según Michel Horst von Brand, el primer análisis de aguas termales argentinas lo efec-
tuó el físico y químico Michel Faraday, en 1827, sobre muestras tomadas en aquel lugar.
Villavicencio, según testimonios de viajeros, fue visitada por el célebre naturalista
Charles Darwin en 1839. Ya desde 1800, lugareños y vecinos de Mendoza acudían en
busca de sus cualidades benéficas.
■ ElCentrales
III. El grupo andino y de las Sierras grupo andino y de las Sierras Centrales
Está integrado por los pehuenches, los huarpes, los comechingones de Córdoba, los
sanavirones del Río Dulce o de Río Negro, los tonocotés de Santiago del Estero, los lules
y vilelas de Tucumán y los araucanos peri-cordilleranos, todos ellos con enculturación
incaica.
Botánica médica
27
LUIS DAVID PIERINI
■ Pampas, querandíes
IV. Pampas, y puelches
querandíes y puelches
Se denomina pampas a un conglomerado humano de origen mixto con los que se halló
Sebastián Gaboto en la desembocadura del Carcarañá, dándoles el nombre de querandíes
(hombres con grasa).
Frente a la viruela, en caso de ántrax o abscesos estos aborígenes provocaban su ma-
duración aplicando cataplasmas de estiércol muy caliente. “Cuando están a término ex-
tirpan el germen por medio de una crin doblada y lo comen enseguida entre dos bocados
de carne cruda, pretendiendo así conjurar toda recaída”.
Los puelches guenakén, que habitaban la parte norte de la Patagonia eran, según ex-
presó José Sánchez Labrador, “de naturaleza fortísima y de tal condición que sin medicina
se restablecían muchas veces de enfermedades y heridas que para otros serían mortales”.
Herboristería
■ Patagones
V. Patagonesoo tehuelches
tehuelches
La zona al sur del río Colorado, límite natural de las provincias de La Pampa y Río
Negro –la planicie más austral de América–, es internacionalmente conocida con el nom-
bre de Patagonia, que alude a los míticos “gigantes patagones”, descriptos en 1520 por
Antonio Pigafetta, cronista de la circunnavegación de Hernando de Magallanes.
28
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas
Nacimiento y crianza
Ectoparasitosis
Epílogo ■ Epílogo
El autor coincide con los destacados genealogistas Diego Herrera Vegas y Carlos Jáu-
regui Rueda en que el tronco fundacional de nuestro país deriva de tres etnias: la aborigen,
29
LUIS DAVID PIERINI
la africana y la del colonizador español. Estas etnias se unieron a través de dos generaciones
y se completaron hace ciento cincuenta años con la inmigración.
■ Conclusiones
Conclusiones
Septiembre, 2005
E n 1780, poco después de creado el Virreinato del Río de la Plata, se proclama en una
Real Cédula: “Informado del desarreglo y abusos con que se ejercita la Medicina, Ciru-
gía, Farmacia y Flebotomía a ellas anexas, con especialidad en las provincias distantes
de esta capital, he resuelto, por ahora, establecer y crear en ella un Tribunal de Porto,
como lo hay en las ciudades de Lima y Méjico, con las mismas facultades, prerrogativas
y excepciones, para que por este medio, que tanto se conforma con las leyes, se corrija
y extirpe el desorden, y he venido en elegir y nombrar al Dr. D. Miguel O’Gorman, en
quien concurren las partes y calidades necesarias para Protomédico y Alcalde mayor de
todos los respectivos profesores...”. A partir de este momento contamos con el primer
médico y decano en lo que luego sería la Argentina.
En 1803 se expide “un auto contra los curanderos” y en diciembre del mismo año se
otorgan los cargos de médicos y cirujanos habilitados para ejercer la profesión.
Tres décadas más tarde, en 1835, el Dr. Tiburcio Fonseca publica una tesis sobre “Es-
tructura, función y vinculación en la patología general y terapéutica del órgano cutáneo”.
En sus 35 páginas enfoca científicamente las enfermedades de la piel, con lo cual, al pa-
recer, la Argentina se convierte en pionera entre los países latinoamericanos en este as-
pecto.
En 1874, la Academia de Medicina que regía la Facultad incluye en su currículo al-
gunas especialidades, entre ellas “Clínica de las enfermedades de piel y sífilis”, y desig-
na en 1875 como profesores titular y adjunto a los Drs. Leopoldo Montes de Oca y L.
Meléndez; posteriormente, al ser designados éstos para otra asignatura, la especialidad
siguió formando parte de Patología Externa.
En el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, donde se concentraba toda la actividad do-
cente, funcionaba un Servicio de Sifilografía y Dermatología. El 18 de marzo de 1892 el
decano de la Facultad de Ciencias Médicas M. González Catán funda la cátedra de En-
Figura 1. Prof.
fermedades Venéreas y Piel, que se dictaría en el 4° año de la carrera de Medicina. El Baldomero Sommer
primer profesor fue Baldomero Sommer (figura 1), quien formó su cátedra en el Hospital
31
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
■ La3.época
La épocade
de Baliña y Greco
Baliña y Greco
32
Historia de la Dermatología argentina
Figura 4. Prof.
Luis E. Pierini
Figura 5. Prof.
Marcial Quiroga
Figura 6. Prof.
Miguel A. Mazzini
Figura 7. Prof.
Aarón Kaminsky
dirigida por el Prof. Pedro Baliña, titular entre los años 1925 y 1946. Allí se formaron fu-
turos profesores titulares como Luis E. Pierini (figura 4), Marcial Quiroga (figura 5), En-
rique Fidanza y Miguel A. Mazzini (figura 6), así como José M. Puente, Juan Pessano,
Ceferino Orol Arias, Emilio Fernández Blanco, José L. Carrera, Ludovico Facio, Guiller-
mo Basombrío, Fernando Noussitou y Aarón Kaminsky (figura 7). La mayoría fueron je-
fes de los servicios de Dermatología más acreditados de la época.
En 1934 se constituye una filial en Rosario, seguida por Córdoba (1938) y Mendoza
(1952).
La Sociedad Argentina de Dermatología, con sede en la Asociación Médica Argentina,
es dirigida por Nicolás Greco, profesor titular de Dermatología de la Universidad de La
Plata y adjunto y luego honorario de la de Buenos Aires (1943).
Esta época se caracterizó por el centralismo de Buenos Aires y por una marcada di-
ferencia numérica entre los integrantes de ambas sociedades.
33
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
Figura 8. Prof.
Alejandro Cordero
Figura 9. Prof.
Pedro H. Magnin
Figura 10. Prof.
J. E. Cardama
Figura 11. Prof.
Julio Martín Borda
Luis Curia, Oscar Bonafina, Nélida Franco, Antonio Raimondo, E. Blasi, Hans Botrich,
Manuel Olchansky y Natan Gotlib entre otros. La mayoría fueron jefes de distintos y pres-
tigiosos servicios de Dermatología en Buenos Aires.
La Asociación Argentina de Dermatología continuó con la publicación de su Revista
Argentina de Dermatología, a la vez que organizaba anualmente congresos nacionales y
sostenía su biblioteca dermatológica, la más antigua del país. La Asociación estuvo pre-
sidida por M. A. Mazzini, G. Basombrio, F. Noussitou, R. Garzón (Córdoba), A. Cordero,
A. Kaminsky, J. L. Carrera, F. Ambrosetti, E. Jonquières, R. N. Corti, P. Viglioglia, M.
Seoane, P. Magnin, J. E. Cardama (figura 10), N. Sánchez Caballero, L. M. Baliña y C. Pa-
rra (Mendoza), M. Marini, L. Valle y J. L. lribas.
Luis E. Pierini fue el maestro por antonomasia. Sencillo, humilde en su accionar, res-
petuoso, poseía una personalidad deslumbrante por sus conocimientos dermatológicos y
su cultura general. Italiano de origen, no pudo alcanzar por esa razón la titularidad de
la Primera Cátedra. Su pensamiento se expresó cabalmente en su artículo “Cincuenta
años de Dermatología” (Arch Argent Dermatol. 1973; 23:1-9), donde se responde a un di-
lema común en las nuevas generaciones: ¿por qué elegimos la Dermatología?
Pierini se desempeñó en los hospitales Fernández, Muñiz (donde elaboró su tesis de
doctorado sobre “Tratamiento de la lepra” y describió la clásica prueba con histamina
que lleva su nombre), y Casa Cuna (hoy Pedro de Elizalde). Fue jefe de servicio de los
Hospitales Fiorito, Italiano y finalmente, a partir de 1949, del Rawson, donde alcanzó el
grado de profesor titular de la Segunda Cátedra. Cabe consignar que durante veinte años
trabajó con el Prof. Pedro Baliña quien lo designó Jefe de Trabajos Prácticos en el Hos-
pital Ramos Mejía. La cátedra a su cargo fue un semillero de importantes especialistas
que se enorgullecían de ser discípulos del Maestro Pierini.
Entre ellos, en primer término Julio Martín Borda (figura 11), hombre de extraordi-
nario valor científico, moral y humano, que sumaba su accionar al de Pierini en el estu-
dio de muchas dermopatías. En su Hospital Privado de Piel realizaba ateneos mensuales
a los que concurrían numerosos dermatólogos jóvenes, especialmente de las provincias.
En esta institución, así como en el Hospital Rawson, se formó un buen número de espe-
cialistas latinoamericanos. En el plano nacional se destacan Abraham Man, José Casas,
Raúl Rodeiro, Augusto Casalá, Santiago Mosto, Alberto Carvalho, Raúl Mazzini, lsmael
Pomposiello, Gregorio Álvarez, Luis Trepat, Pacífico Díaz, Eduardo Lacentre, algunos de
ellos ya desaparecidos y otros que merecen párrafo aparte. La sagacidad de Borda le
permitió plantear hipótesis y relacionar cuadros clínicos que en la actualidad se aceptan
mundialmente.
David Grinspan descolló entre sus pares. Semiólogo de excepción, con un amplio co-
nocimiento dermatológico, se orientó hacia la hasta entonces pobremente estudiada es-
tomatología. Fundó y dirigió el Centro de Tumores de Piel y Estomatología del Hospital
Rawson, pionero en Latinoamérica, legando sus enseñanzas en su Tratado de Estomato-
logía que consta de seis voluminosos tomos y es un clásico en la materia.
34
Historia de la Dermatología argentina
35
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
Arturo Mom concurre también a Estados Unidos donde inicia la investigación derma-
tológica; otro asiduo concurrente es el Prof. Alejandro Cordero. Así comienza la etapa de
“norteamericanización” de la Dermatología argentina que, sin perder la influencia fran-
cesa, toma rumbos más amplios, en especial en fisiopatogenia y terapéutica.
Pedro Horacio Magnin permanece un tiempo en Estados Unidos colaborando en la in-
vestigación con el pionero Stephen Rothman. De vuelta en la Argentina principia una
destacada carrera: sucede a Quiroga y a Mazzini como profesor titular, es presidente du-
rante varios períodos de la Asociación Argentina de Dermatología y dirige durante déca-
das la Revista Argentina de Dermatología. Estudioso apasionado, sus jornadas
comienzan a la madrugada; escribe libros y artículos, investiga diversos tópicos, entre
ellos porfirias y cáncer de piel. Organiza ateneos, jornadas y congresos y forma un nú-
cleo cerrado de discípulos que lo siguen en su tarea. Jefe de los Hospitales Británico y
Ramos Mejía –este último continúa como asiento de la Cátedra–, posee una personalidad
particular, severa y exigente. Imparte sus conocimientos ayudado por una capacidad de
memoria excepcional, pero demanda también una entrega casi total a los que compar-
ten sus tareas. Sucedió a Marcial Quiroga en la Academia Nacional de Medicina.
Alejandro A. Cordero continuó la serie de brillantes maestros. Trabajó con Quiroga,
de cuya cátedra fue adjunto y luego jefe de servicio de los Hospitales Tornú, Rawson y
Clínicas, llegando a ser profesor titular en los dos últimos. Cordero era un ser y un cien-
tífico de excepción. Modesto, afable, protector, fue maestro de numerosos dermatólogos.*
Viajaba de continuo a diversos países del mundo, acompañado por su culta esposa. A la
mañana concurría a centros hospitalarios, por la tarde visitaba la ciudad y sus museos
y al anochecer compartía la comida con los principales dermatólogos del país mientras...
seguía hablando de Dermatología. En los congresos, a la manera de un aplicado alum-
no, anotaba en un cuadernito todo lo visto y oído que a su regreso y con gran generosi-
dad comunicaba en sus clases. Las principales sociedades dermatológicas del mundo lo
designaron miembro honorario. Como Quiroga, fue miembro de la Liga Dermatológica
Internacional. Su memoria es perpetuada por todos los que lo conocimos.
Las cátedras. En los años que transcurrieron entre Pierini y Quiroga no hubo con-
cursos. Los profesores adjuntos ya designados ocupaban interinamente el cargo de titu-
lar durante un año; ello motivó que notables dermatólogos no pudieran concursar para
el cargo de profesor titular.
Normalizada la situación después de más de una década, llegan a ser designados pro-
fesores titulares Cordero y Magnin. Al retirarse por razones de edad (en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires el límite son los 65 años) le suceden Viglio-
glia y Jaimovich por un corto período. Se amplía el número de cátedras a cuatro y asu-
men Alberto Woscoff, Ana Kaminsky, Hugo Cabrera y Carlos Kaminsky –este último
tempranamente fallecido.
Ana Kaminsky, de reconocida trayectoria internacional, es designada, como antes
Quiroga y Cordero, miembro de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas, con
lo cual la Argentina tiene su representante; ha sido invitada por numerosos países a dic-
tar conferencias y es honrada en ellos como Miembro de Honor.
Hugo Cabrera, formado con Gatti y Cardama, se desempeñó como jefe en el Hospital
Posadas y luego en el Hospital de Clínicas donde instaló su cátedra. De amplísimos cono-
cimientos dermatológicos, ha publicado numerosos trabajos, en muchos de los cuales ha
descrito patologías inéditas en el país. Se destaca su libro Nevos, escrito en colaboración
con Sandra García, y que es obra de consulta obligada en el tema.
Alberto Woscoff fue profesor titular y jefe en el Hospital de Clínicas, además de profesor
consultor de la Armada Argentina y jefe de servicio del Hospital Naval Pedro Mallo.
36
Historia de la Dermatología argentina
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PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
■ La6.federalización
La federalización dede la Dermatología
la Dermatología argentina argentina
La Dermatología en Córdoba
Sus inicios datan del siglo XIX. En 1889 se crea la primera cátedra de la especialidad
en la Argentina (anterior a la de Buenos Aires) con sede en el Hospital de Clínicas. Su
primer profesor fue Hugo Stemphelman, sucedido por Manuel Freyre, Tomás Garzón,
Rafael Garzón (padre), Ramón Argüello (interino), Luis Argüello Pitt, Enrique Tello y Ra-
fael Garzón (hijo).
La labor del Dr. Garzón (h), designado en 1983, es de mucho valor, lo mismo que sus
publicaciones y sus contribuciones científicas a congresos y cursos, en los cuales ha da-
do gran proyección a la cirugía dermatológica. Ha editado varios libros para pregrado,
a la vez que ha escrito artículos y libros con gran relevancia para la historia de la Der-
matología argentina.
En 1975 se crea la segunda cátedra con sede en el Hospital Córdoba; sus profesores
fueron Ignacio Segundo Toledo y Augusto Magnani. La tercera cátedra, creada en el mis-
mo año en el Hospital San Roque, tuvo como profesores a Pedro Guillot y luego a la Dra.
Belia de Oviedo.
La Universidad Católica de Córdoba fue dirigida por Ignacio Toledo y luego por Carlos
Consigli. Constituye uno de los centros privados más prestigiosos del país. Tanto Car-
los Consigli como su hermano Javier son notables dermatólogos y leprólogos que han
efectuado importantes aportes a la especialidad.
Córdoba se destaca particularmente en dos temas: la lepra y el hidroarsenicismo cró-
nico regional endémico (HACRE). En el primer caso, hay que mencionar la existencia de
un lazareto ya en el año 1621; otro es fundado en 1884; en 1939 se inaugura en San Fran-
cisco del Chañar el sanatorio J. J. Puente y el dispensario Prof. Guillermo Basombrío, mo-
delos en su género. Se destacaron en este campo Luis Argüello Pitt y Carlos Consigli.
El HACRE es descrito meticulosamente por Ramón Argüello y Enrique Tello. Este úl-
timo es autor del libro HACRE, referencia obligada en el tema. Estos estudios son conti-
nuados en Salta por Roberto Biagini, quien precisa su epidemiología y la vinculación con
el carcinoma visceral.
La Reunión Dermatológica de Córdoba tiene más de medio siglo de existencia y ha si-
do presidida por los dermatólogos cordobeses más notables, entre los cuales se destacan
en la actualidad Miguel A. Orozco, Luis Flores González y Alejandro Ruiz Lascano.
38
Historia de la Dermatología argentina
La Dermatología en Mendoza
Los primeros dermatólogos que ejercieron en Mendoza en los años 30 fueron Everar-
do Godoy y León Boaknin, a quienes se sumó en 1939 el Prof. Gerónimo López González.
La labor asistencial se desarrollaba en los hospitales Central y Luis Lagomaggiore.
En 1950 se funda en Mendoza la Facultad de Ciencias Médicas, dependiente de la Uni-
versidad Nacional de Cuyo, y se contrata a Joao Ferreyra Márquez, de Portugal, como
profesor titular de Dermatología. En 1965 es sucedido por Gerónimo López González y
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PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
luego por Sebastián Pons, Alberto Torres Cortijo (como interino) y en 1987, por Cristóbal
Parra. La escuela mendocina ha descollado por la importancia de sus contribuciones y
el prestigio de sus integrantes.
Gerónimo López González identificó el prurigo solar. Sebastián Pons fue, además de
profesor titular, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de
Cuyo; entre su prolífica producción cabe mencionar el trabajo “Manifestaciones cutáneas
de la enfermedad de Chagas”.
Alberto Torres Cortijo, formado en España con Gómez Orbaneja y en Buenos Aires
con Pierini y Borda, se dedica con ahínco a la criocirugía. Es notable su trabajo “Acro-
patía úlcero-mutilante de Bureau y Barrière. Estudio de ciento cincuenta casos. Su aso-
ciación con pelagra”.
En 1986 es designado profesor titular el Dr. Cristóbal Parra. Su trayectoria se distin-
gue por la cantidad y calidad de trabajos originales, publicados por las más calificadas
revistas norteamericanas y europeas. Introduce el conocimiento de la Dermatología ar-
gentina en Alemania, país donde se perfeccionó. Varios de sus trabajos se publican en
alemán, idioma que habla y escribe a la perfección.
Se distinguen en esta escuela Elías Bittar, Olga Bocanegra, José F. Leonforte, Emilce Ri-
varola, Narciso Driban y dos brillantes dermatólogas integrantes de la familia Parra: Néli-
da Pizzi de Parra, que se destaca en Dermatología Pediátrica, y Viviana Parra de Cantú.
La histopatología estuvo a cargo de Aníbal Ortiz Medina, discípulo de Abulafia y co-
autor de varias publicaciones nacionales e internacionales.
Además de la Facultad Nacional de Cuyo, fundada en 1950, existen dos facultades
privadas: la Facultad de Ciencias Médicas del Aconcagua, fundada en 1997, y la Facul-
tad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Mendoza, en 1998.
Las asociaciones dermatológicas locales son la filial Cuyo de la Asociación Argentina
de Dermatología (1958), la primera sección de la Sociedad Argentina de Dermatología y
el Ateneo de Dermatología “Profesor Joao Ferreira-Marques” (1966).
Comenzó en 1918 con el Dr. Emilio Cortelezzi quien fue el primer profesor titular de
la cátedra de Dermatología, creada en 1930. Lo suceden Nicolás Greco, Ernesto L. Othaz
y Alcides Conti, entre otros. Fue la época de mayor trascendencia de la Dermatología pla-
tense. Luego son nombrados profesores titulares Jorge Cueto, Juan Fuertes (interino),
Flora Stoichevich y Raúl E. Balsa, quien poseía un conocimiento enciclopédico y dejó a
la posteridad un voluminoso Manual de Dermatología Clínica (1998).
Roberto Castelleto es un anatomopatólogo de destacada actividad.
En 1973 se inicia la Sociedad de Dermatología de La Plata –luego filial de la Sociedad
Argentina de Dermatología–, presidida por L. T. Mirande, Stella Maris Ingrata y Luis H.
Pedemonte.
La Dermatología en Tucumán
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Historia de la Dermatología argentina
La Dermatología en el Nordeste
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PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
Figura 15. V
Congreso Ibero
más de 3.000 dermatólogos, quienes coincidieron en que fue el congreso más brillante y
Latinoamericano de fructífero de los realizados hasta entonces.
Dermatología, En 1973 Sebastião Sampaio, Pablo Viglioglia, Juan Carlos Gatti y Osvaldo Mángano
Buenos Aires, fundaron la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA);
noviembre 1963. en sus comienzos y hasta el 8° Congreso, Argentina y Brasil se alternaban como sedes de
Acto Inaugural la reunión anual. A partir de entonces las sedes se extendieron a los demás países, con-
Figura 16. Asamblea virtiendo a la RADLA en el más significativo congreso regional, tanto por la calidad de
Ordinaria del CILAD su labor científica como por la cantidad de asistentes. En 2005 en la reunión de Buenos
Figura 17. Aires fue presidente el Dr. Edgardo Chouela, bajo cuya decidida y ardua gestión se am-
Presentación de plió el espectro de países intervinientes a Colombia, Venezuela, Ecuador y México; se
enfermos en el prevé la próxima incorporación de la colectividad hispanohablante de Estados Unidos.
Hospital Rawson También se efectuaron reuniones internacionales de leprología bajo la dirección de
Figura 18. Tema Gatti y Cardama; el Congreso Mundial de Cáncer Cutáneo con la presidencia de León Jai-
Oficial Cáncer movich y secretaría de Fernando Stengel; periódicamente se realizan reuniones interna-
cutáneo. Relatores: cionales de Dermatología Pediátrica.
Prof. Jorge Abulafia Estos significativos antecedentes justifican y anticipan el brillo del Congreso Mundial
(2º desde la derecha) de Dermatología que, con la presidencia de Ricardo Galimberti y la secretaría de Adrián
y David Grispan (3º M. Pierini, se efectuará en Buenos Aires en el año 2007.
desde la derecha)
La Asociación Argentina de Dermatología y la Sociedad Argentina de Dermatología
son instituciones representativas de toda la República Argentina.
En un principio la labor dermatológica estaba centralizada en Buenos Aires; más ade-
lante, reconociéndose la capacidad y prestigio de los dermatólogos de las distintas provin-
cias, se comienzan a establecer filiales y secciones. Las secciones de la Sociedad
Argentina de Dermatología, que agrupa a más de 2.500 dermatólogos, son las de Bahía
Blanca, Provincia de Buenos Aires, Comahue, Córdoba, Corrientes, Chaco, Chubut, Jujuy,
La Plata, Litoral, Mar del Plata, Mendoza, Misiones, Rosario, Salta, San Juan, Santiago del
Estero y Tucumán; son delegaciones Catamarca, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
La Sociedad Argentina de Leprología también forma parte de la SAD.
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Historia de la Dermatología argentina
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PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
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Historia de la Dermatología argentina
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PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
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Historia de la Dermatología argentina
Septiembre, 2005.
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AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE
■ La2.medicina
Lamedicina popular.
popular. LosLos curanderos
curanderos y la magia
y la magia
* Ensalmos: modo supersticioso de curar con palabras mágicas y medicamentos empíricos; conjuros: imprecación o sortilegio
de los hechiceros; encantamiento: acción de encantar, obrar maravillas por arte sobrenatural.
50
Dermatología: arte y cultura
Muchos pueblos naturales han desaparecido por las epidemias que les ocasionó el
choque con otra civilización, las hambrunas, la emigración y la transculturación*.
En nuestro país, los matacos habitaron el territorio del Chaco, donde aún subsisten al-
gunos grupos. Sus hechiceros utilizaban la succión de la zona enferma y simulaban extraer
el mal mediante vómitos, piedras, espinas, insectos o puntas de flecha ocultos en su boca.
Se acompañaban de cantos y bailes. En la herboristería utilizaron el Yetabay o Jalapa; el
jugo obtenido de sus flores se indicaba en afecciones herpéticas y en otras dermatosis.
Los guaraníes pertenecientes al grupo Tupi Guaraní habitaron las islas del Paraná; su
habitat se extendía hasta el Amazonas. Utilizaron la ostra, ita, concha bivalva pulveriza-
da o molida que era espolvoreada sobre heridas o abcesos para acelerar su curación.
La piel del cuervo (urubu) era aplicada sobre las heridas. Para las afecciones vené-
reas tenían la resina de copaiba (Copaifera officinalis o palo de aceite); la zarzaparrilla
(Zarzaparrilla smilaxsifilitica) en cocimiento y maceración en vino, que tiene la propie-
dad de estimular el sudor, también era indicada en sarna.
Con igual finalidad utilizaban la zarza blanca (Bytneria o Punttneria cartagenesis)
mientras que la salvia (Saevia officinalis) era indicada en la reepitelización de úlceras.
Fue muy interesante el empleo del urucú (Bixia orellana); las semillas de este árbol con-
tienen dos colorantes: uno amarillo -la orellina- y otro rojo cinabrio, llamado bixina. Es-
te último, que es insoluble en agua, era aplicado por los aborígenes sobre la piel
combinado con grasas, resinas y ceras para repeler insectos y atemperar la acción de los
rayos ultravioletas. La urucuización era resistente al baño y al sudor.
En la era precolombina el tabaco (Nicotiana tabacum) se usaba en las escabiosis, eri-
sipela y picaduras.
Los mocovíes habitaron desde el Río Bermejo y las fronteras de Tucumán hasta San-
ta Fe. Utilizaron el cebil –perteneciente a la familia de las mimosas–, en forma de em-
paste para las lesiones mutilantes de la lepra.
En el sur de Mendoza, Santa Fe, San Luis, Córdoba y Noroeste de Buenos Aires se ubi-
caron los pampas, quienes emplearon el yang en la terapéutica de las aftas bucales13.
Las formas pretécnicas de la medicina nos han legado algunas prácticas que se incor-
poraron a la medicina popular (folk Medicina).
El empirismo (es decir, el recurrir a un remedio o práctica que en casos similares fue
beneficioso) y la magia se fusionaron en el empleo de algunas drogas que pasaron del
mundo primitivo o natural al “civilizado”. Tales son los ejemplos de la quina, el opio y la
belladona, entre otros11.
El método para inducir la curación empleado por los hechiceros es la sugestión14. El
chamán ocupa una distinguida situación en la esfera social; es respetado por su etnia,
que cree que es conocedor del misterio de la vida y de la muerte y poseedor de la facul-
tad de curar o de producir, a su voluntad, la enfermedad.
La medicina es arte (tekne) cuando quien la ejerce conoce racionalmente qué es la
enfermedad y cuál es el remedio que en cada caso se emplea. Este doble saber se refie-
re al conocimiento, también racional, de la “naturaleza” de la enfermedad y de la cura.
El cambio de paradigma se debe a la genialidad de los médicos griegos, expresado en
un texto de Alcmeon de Crotona hacia el año 500 a.C.11.
A partir del descubrimiento de América se produjo el arribo de médicos europeos que
se ubicaron en los centros más poblados y resultaron escasos para atender las necesida-
des de los pobladores que solían recurrir a los curanderos.
Ésta fue una de las causas que llevó al protomédico Miguel O’Gorman a solicitar al virrey
Vértiz la instauración del Protomedicato del Río de la Plata (1777). El Protomedicato era
* Transculturación: proceso de difusión o de influencia de los rasgos culturales de una sociedad, cuando entra en contacto con
otra que se encuentra bastante menos evolucionada.
51
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE
una institución creada en España y se hallaba a cargo de médicos designados por el rey.
La autorización, otorgada en 1780, sentó las bases de la enseñanza de la ciencia médica
y farmacológica en nuestras tierras.
Yankilevich señala sobre estos funcionarios: “Desempeñaban la triple función de la
dirección de la enseñanza y de los problemas del gobierno en cuestiones de medicina, ci-
rugía y farmacia. Administraban justicia, constituyendo un tribunal especial para casti-
gar faltas y excesos cometidos por los facultativos. Perseguían a los curanderos. Fijaban
los aranceles para exámenes y visitas de boticas”15.
Posteriormente, el 9 de abril de 1822, durante el gobierno del General Martín Rodrí-
guez (1820-1824) se dictó la ley de Arreglo de la Medicina. Contaba con 98 artículos que,
bajo la inspiración de Rivadavia, encuadraba las atribuciones del nuevo tribunal de me-
dicina, que reemplazaría al Protomedicato. Establecía la forma y condiciones de la asis-
tencia médica y de la farmacia y creaba las escuelas respectivas, disponiendo en breves
artículos los procedimientos judiciales de profilaxis e inspecciones sanitarias para pre-
venir la transmisión de las enfermedades infecciosas. Establecía las atribuciones de los
médicos de policía, del puerto y de la campaña. El título IX se ocupaba de la administra-
ción de la vacuna y por el título X se creaba la Academia de Medicina.
El peligro que entraña el curandero reside en que, al desconocer la medicina, recu-
rre a arbitrariedades para convencer a su cliente de que puede curarlo, y su accionar va
acompañado muchas veces de afán de lucro y mesianismo. Todavía en la actualidad, la
escasez de facultativos en relación con la densidad demográfica gravita en la dificultad
de erradicar el curanderismo.
En cuanto a los charlatanes, Nerio Rojas los define como “todo profesional diploma-
do (médico, dentista o partera) que autorizado a ejercer el arte de curar, promete cura-
ción a término fijo o por medios secretos o infalibles”.
El accionar de curanderos y charlatanes se ve favorecido actualmente por la difusión
de anuncios en los medios de comunicación16.
Magrassi y Radovich interpretan que en el éxito de los curanderos es muy importante
“la relación personalizada con su paciente. Esta personalización de la interacción se debe
a que el saber y el lenguaje del curador son casi siempre el saber y el lenguaje del enfer-
mo”. Además, los factores culturales encuentran su correspondencia tanto en la enferme-
dad como en su tratamiento14. Al mismo tiempo, la clandestinidad les otorga un factor
sugestivo que potencia su gravitación en la clientela; la persecución de que son objeto ge-
nera una corriente de simpatía en quienes los consultan.
Existen ciertas condiciones que determinan la idoneidad del curandero, como día y
lugar de nacimiento, herencia familiar y orden de natalidad en el seno de la familia. El
haber nacido en Jueves Santo, la noche de Navidad o el día de San Judas, entre otros
días del santoral cristiano, son marcas favorables.
Intrigaron a Baudouin los resultados positivos que obtenían a veces los curanderos;
dedujo entonces que se debían a su reputación y a las “prácticas bizarras cuya bizarría
y falta de lógica dan la impresión de lo maravilloso y ponen al enfermo en el estado de
emoción que facilita la autosugestión espontánea; en esas condiciones la fe cura”. Este
autor analizó los efectos de la autosugestión en la curación de las verrugas vulgares17.
Un trabajo con los indios apaches efectuado en el estado de Nuevo México permitió a
los investigadores Boyer y Boyer concluir que esa etnia compaginaba en el adulto lo his-
térico y lo compulsivo. Sobre este tipo de personalidad tendría resultados favorables el
hechicero, actuando sobre enfermedades predominantemente psicógenas18.
En 1838 toma consistencia un concepto novedoso al publicar Max Jacobi el artículo
“Nueva disquisición sobre los fundamentos de la medicina psicosomática”. En ese año
aparece la obra del barón Ernesto Von Feuchtersleben titulada Psicología Médica, en la
cual expresa: “El miedo causa especialmente enuresis, diarrea, poluciones, erisipela
y erupciones en los labios; facilita la recepción del contagio y las miasmas; perturba las
52
Dermatología: arte y cultura
53
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE
Octubre, 2004
55
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
el país organizador del VII Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica, con la presi-
dencia del Dr. Adrián M. Pierini.
La SADEPE le dio al Congreso un adecuado marco institucional. Se fijó entonces un
objetivo más ambicioso: congregar en su seno a todos los especialistas dedicados a la
Dermatología Pediátrica.
Una vez finalizado el congreso, con la fortaleza que le dio a la institución el éxito ob-
tenido en su organización, con más de 900 asistentes de todo el mundo y con la proyec-
ción alcanzada dentro y fuera del país, se iniciaron las gestiones para conseguir su
oficialización.
Este proceso comenzó a gestarse durante una asamblea realizada en el Hospital de
Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, en la cual se otorgó mandato a las entonces auto-
ridades provisorias para tramitar la creación de una entidad oficial independiente de las
ya existentes.
Las gestiones ante el organismo gubernamental que regula la existencia y desenvol-
vimiento de las asociaciones civiles culminaron felizmente el 14 de agosto de 1995, cuan-
do en una asamblea celebrada en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan se
reunió un grupo de dermatólogos dedicados a la salud infantil, dando comienzo a las ac-
tividades científicas de la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica (SADEPE).
La asamblea aprobó el proyecto de estatuto de la nueva institución y designó la prime-
ra comisión directiva, que quedó integrada por los doctores Adrián Martín Pierini (presi-
dente), Eva Golberger de Mora (vicepresidenta), Silvia Anselmi (secretaria general), Rita
García Díaz (secretaria científica), Rebeca Rubinson (tesorera), Alicia Rositto y Zulema Pic-
cone (vocales titulares) y Silvia Pueyo y Alejandro Campos Carlés (vocales suplentes). El ór-
gano de fiscalización estuvo integrado por Amalia Campo y Jorge Savoia como revisores
de cuentas titulares y Lidia Valle como revisora de cuentas suplente.
La personería jurídica de la institución se obtuvo por resolución 00191 del 17 de noviem-
bre de 1995.
El 27 de abril de 1996 se realizó en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan
una asamblea societaria que resolvió la renovación de la comisión directiva, designando
a los nuevos integrantes: presidente, Jorge Savoia, vicepresidenta, Silvia Pueyo, secreta-
rio general, Alberto Lavieri, secretaria científica, María Rosa Cordisco, tesorera, Viviana
Kislansky, vocales titulares José Antonio Mássimo y Adrián Martín Pierini y vocales su-
plentes, Zulema Picone y María Ranalletta.
Se designó también el órgano de fiscalización, integrado por María del Carmen Boente y
Nélida Pizzi de Parra, como revisoras de cuentas titulares, y Gisella Delfino como revisora de
cuentas suplente.
La siguiente gran tarea que se propuso la nueva comisión directiva fue la organiza-
ción y realización de un congreso argentino de la especialidad.
Dos años después de haber sido reconocida como una asociación científica individual
con personería jurídica propia, la SADEPE organizó, entre el 13 y 16 de agosto de 1997,
el Primer Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica en los salones del Palais Rou-
ge de la Ciudad de Buenos Aires, con un importante programa científico y una concu-
rrencia numerosa, compuesta por pediatras y dermatólogos.
Este Primer Congreso fue presidido por el Dr. Jorge Savoia; participaron como invita-
dos especiales los Drs. John Harper de Gran Bretaña, Moise Levy, Neil Prose y G. Gold-
berg de Estados Unidos y Ramón Ruiz Maldonado de México, entre otros invitados de
prestigio internacional, comenzando así un fructífero camino de eventos científicos de al-
tísimo nivel.
Al finalizar el congreso, el 16 de agosto se designó en asamblea extraordinaria la nue-
va Comisión Directiva, integrada por Silvia Pueyo (presidenta), Nélida Pizzi de Parra (vi-
cepresidenta), José Antonio Mássimo (secretario general), María Rosa Cordisco
(secretaria científica), Viviana Kislansky (tesorera), Zulema Piccone y Alberto Lavieri
56
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica
(vocales titulares), María Amelia García y María del Carmen Boente (vocales suplentes),
María Teresa González y Carmen Margulis (revisoras de cuentas titulares) y María Elsa
Giovo (revisora de cuentas suplente).
La renovación de la Comisión Directiva generó nuevos proyectos, como la implemen-
tación de una actividad científica más regular durante todo el año, la ampliación del re-
gistro de socios y la compra de una sede propia.
Una de las primeras tareas que puso en marcha la nueva comisión fue la de abrir una
suscripción de socios y organizar una sostenida actividad científica, proyectando tres
reuniones anuales en distintos hospitales, de los muchos que cuentan con servicios de
Dermatología Pediátrica.
En cumplimiento de ese objetivo, durante el año 1998 se realizaron tres reuniones
científicas en los hospitales Prof. Dr. Juan P. Garrahan y Pedro de Elizalde, de la ciudad
de Buenos Aires, y Sor María Ludovica, de La Plata.
La convocatoria a incorporar nuevos socios tuvo inmediata respuesta con una importan-
te suscripción; éste fue el fundamento para que la institución, en pleno crecimiento, pasara
a llamarse Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica (ASADEPE), asociación civil.
En abril de 1998 se dio un paso importante en el desarrollo de la institución, al fundar
el Dr. José Antonio Mássimo la revista Dermatología Pediátrica Argentina (DPA), órgano
oficial de la ASADEPE. Esta publicación se constituyó en la primera de la especialidad en
lengua española, de aparición trimestral y con un tiraje de 8.000 ejemplares.
En junio del mismo año se formalizó también un convenio entre ASADEPE y la em-
presa productora de pañales Procter & Gamble, el cual sería la base que permitiría ad-
quirir una propiedad destinada a ser sede social.
En el mes de septiembre, la ASADEPE apoyó y avaló la iniciativa de los Drs. José An-
tonio Mássimo y Silvia Teresita Pueyo, para que, desde el Hospital de Niños Ricardo Gu-
tiérrez, fundaran la carrera de Especialista en Dermatología Pediátrica en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, ocupando los cargos de director y subdirec-
tora respectivamente.
Se avanzó así decididamente hacia la consolidación de esta joven y pujante discipli-
na, con mucho campo de acción en la Argentina, país con una gran población infantil y
con una fuerte demanda de atención para las enfermedades de la piel.
En el año 1999 se realizaron tres reuniones científicas: la primera el 27 de marzo en
el Hospital Privado de la Comunidad, en Mar del Plata; la segunda el 7 de agosto en el Cír-
culo Militar de Olivos; y la tercera el 20 de noviembre en el Hospital Houssay de Vicente
López, provincia de Buenos Aires.
Entre el 23 y el 25 de agosto de ese año se llevó a cabo el Segundo Congreso Argen-
tino de Dermatología Pediátrica con la Dra. Silvia Pueyo como presidenta y los doctores
Joseph Morelli y Amy Nopper de Estados Unidos, como invitados extranjeros, que enri-
quecieron el elenco de prestigiosos invitados nacionales entre una concurrencia que su-
peró los 600 asistentes.
El 18 de septiembre de 1999 se dio otro paso trascendente en la consolidación de la
institución, al adquirir una casa en Honduras 5770, en el barrio de Palermo, para insta-
lar la sede social de la ASADEPE (figuras 1 y 2). A partir de su inauguración oficial (fi-
guras 3 y 4) comenzaron a proyectarse numerosas actividades docentes de la
especialidad para los asociados.
El 25 de septiembre de ese año se renovaron las autoridades de la Comisión Directi-
va para el período 1999-2001, la cual quedó integrada por Silvia Teresita Pueyo (presi-
denta), José Antonio Mássimo (vicepresidente), María Amelia García (secretaria general),
Pedro García Zubillaga (secretario científico), Antonio Pignataro (tesorero), Ricardo Ko-
han y Pedro Rovere (vocales titulares), Anita Rossi y Araceli Rodríguez (vocales suplen-
tes) y, en el órgano de fiscalización, Guillermo Ilho y Carlos Lorenzano (revisores de
cuentas titulares) y Jorge Díaz Saubidet (revisor de cuentas suplente) (figura 5).
57
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
Figuras 1 y 2.
Sede social de
la ASADEPE.
Vista interior
(1) y vista
exterior (2)
Figuras 3 y 4.
Inauguración oficial
de la Sede social
58
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica
59
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
60
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica
Figura 8. II Congreso
Argentino de
Dermatología del
Adolescente (2004)
61
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
Nuestros diez años de historia son el mejor aval del esfuerzo realizado, con la ética
profesional, la pasión por nuestro trabajo y el compromiso con la sociedad como princi-
pales valores. ■
Septiembre, 2005
RESEÑA HISTÓRICA
DE LA SOCIEDAD
BOLIVIANA DE
DERMATOLOGÍA
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
63
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
■ Desde la fundación
II. Desde la fundaciónhasta fines
hasta fines de 1985
de 1985
64
Reseña histórica de la Sociedad Boliviana de Dermatología
65
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
■ Desde
III. 1986 hasta
Desde 1986 lalafecha
hasta fecha
Dados todos los antecedentes señalados, podemos considerar que la Sociedad ha lle-
gado a su mayoría de edad en menos de 20 años de existencia. La creación del posgra-
do marca esta culminación.
66
Reseña histórica de la Sociedad Boliviana de Dermatología
Después de unos dos años de gestiones, en 1985 fue aprobada su creación después de
cumplir los numerosos requisitos exigidos por la Comisión Nacional de Posgrado, que en-
tre otros solicitaba: infraestructura adecuada, biblioteca, planta docente, programas ins-
pirados en su utilidad para el país. Finalmente, el 3 de febrero de 1986 recibimos a los
tres primeros residentes en Dermatología: W. Magariños, S. Calderón y M. Loredo.
Con respecto a la infraestructura del Área Hospitalaria (Hospital de Clínicas), su am-
pliación y remodelación pudo ser posible gracias a las gestiones de una joven dermató-
loga boliviana residente en Caracas, la Dra. Ana G. Miranda. En el momento actual, el
Sistema de Residencia está a cargo de los Drs. Fernando Cárdenas y Luis Valda y para el
próximo año participarán en la planta docente todos los integrantes de la Sociedad Bo-
liviana de Dermatología. En términos generales, la especialización dura tres años; el pri-
mero corresponde a Medicina Interna. Como una modalidad única de este posgrado, hay
que señalar que entre los requisitos se exige la formación en Dermatología Tropical. Pa-
ra ello, contamos nuevamente con el apoyo de Santa Cruz, sede de dos centros asisten-
ciales y de investigación: Jorochito y CENOTROP (Centro Nacional de Enfermedades
Tropicales) de prestigio ya internacional, con una excelente planta de profesionales y que
cuenta además con un órgano de publicaciones de aparición regular.
Para terminar, insistimos en que la relación anterior es una apreciación muy sucinta
de lo que ha sido y es la Sociedad Boliviana de Dermatología; faltan numerosos detalles
y nombres de personas que a través de ella cooperaron con el país.
Existen muchas proyecciones para el futuro, que podrán realizarse si seguimos cons-
tituyendo un grupo compacto, propiciando el trabajo en equipo y abriendo las puertas a
la juventud en una constante motivación e incentivación. ■
Noviembre, 2004
LA DERMATOLOGÍA
Y LOS DERMATÓLOGOS
EN EL BRASIL
PAULO R . CUNHA
■ Primera
1. Primera etapa: las bendiciones etapa:
de los payés las bendiciones de los payés
Este período duró más de doscientos años, dominados por la intuición y el puro empi-
rismo. El tratamiento de las enfermedades consistía en el uso de pociones hechas con ho-
jas, frutas, semillas y raíces, esencias, bálsamos y resinas disueltas, maceradas o cocidas
para que los enfermos tomasen, aspirasen, friccionasen o se aplicasen en cataplasmas.
Algunas de las substancias de la fitoterapia aborigen que después se incorporaron a
la farmacopea mundial fueron: ipeca, jaborandi, quenopodio, copaiba y ratania; ipeca-
cuana, quina, coca, jalapa, podófilo.
Solamente a partir del Gobierno General comenzaron a instalarse en el país algunos
médicos llegados desde Europa, como Jorge Valadares y Jorge Fernandes.
69
PAULO R . CUNHA
La mayor parte de los primeros trabajos con alguna base científica emprendidos en
Dermatología no tuvieron como escenario a ninguna de las dos facultades, pero se valie-
ron del clima propicio a la investigación promovido por ellas. El médico Meirelles, de
Pernambuco, promotor y fundador de la actual Academia Nacional de Medicina, escribió
en 1827 sobre la Elephantiasis graecorum, la actual Hanseniasis. El tratamiento de la
enfermedad conocida como lepra por medio de las aguas termales de Goiás, que preco-
nizó João Maurício Faivre, fue recusado por De Simoni después de minuciosos exáme-
nes. Ambos médicos fueron fundadores de la Academia Nacional de Medicina.
A pesar de los cuestionamientos recibidos, Faivre fue designado por el Emperador
Don Pedro II para tratar a los leprosos en el Hospital de los Lázaros, en São Cristovão,
Río de Janeiro. En 1838, Abreu e Lima comprobó que la lepra no era hereditaria pero sí
contagiosa, y que podía llegar a afectar a todas las clases sociales.
Entre 1861 y 1869, el naturalista y químico T. Pecolt introdujo para el tratamiento de
varias dermatosis el uso del aceite de sapucaína –Carpotroche brasiliensis– que según se
comprobó posteriormente, contenía también azufre. A partir del uso de este aceite se de-
cidió elaborar una emulsión para el tratamiento de los enfermos con escabiosis y derma-
tofitosis.
En este período se presentaron varias tesis de doctorado relativas a la medicina de la
piel; la mayoría de ellas no pasaba de meras disertaciones, sin aportar nuevas contribu-
ciones científicas. Más de veinte trabajos fueron igualmente dedicados a la lepra, la sífi-
lis, tumoraciones y dermatosis. Entre ellos hay que señalar varios estudios sobre las
Figura 1. Dr. Adolfo
bubas –considerada la más temible enfermedad de la época colonial e imperial–, entre
Lutz (1855-1940)
ellos: “Buba”, de Bernardo Clemente Pinto (1835), F. B. Fiúza (1856) y Gama Lobo
(1858); “Memoria sobre la enfermedad vulgarmente llamada bubas”, de Joaquim Je-
rônimo Serpa (1842-44); “El origen del nombre bubas, variedad, tratamiento; extirpa-
ción”, de João Alves de Moura (1849); “Breves consideraciones sobre la buba y su
diagnóstico diferencial”, de Gregorio Pereira de Miranda Pinto (1866); “Las bubas, su
naturaleza y tratamiento”, de Eusébio de Martins Costa (1884).
Sobre la enfermedad de origen africano denominada ainhum o Dactilosis esponta-
nea existen otras tesis de doctorado como: “Un caso de ainhum”, de Carlos Moncorvo
de Figueiredo (1875); “Ainhum. Estudio sobre la enfermedad conocida con esa deno-
minación”, de Domingos de Almeida Martins Costa (1875), “Un caso de ainhum”, de
José Pereira Guimarães (1877) y “Del ainhum”, de Antônio Pacheco Mendes (1880).
El profesor Luiz Chaves de Faria publicó, en 1887 y 1904, dos trabajos de mérito:
“Compendio de enfermedades cutáneas” y “Enfermedades venéreas”.
Entre 1888-1899 aparecen las notables contribuciones de Adolfo Lutz (1855-1940)
en el campo de la nosología tropical (figura 1). Siendo practicante en el famoso
70
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Dermatologium de Hamburgo, bajo la orientación del Dr. Unna, describió con el maestro
alemán las formas cocoides del bacilo de Hansen (1886)1.
Bruno Chaves
En 1887, el Dr. Bruno Chaves, graduado en Bahía, publicó una tesis de doctorado so-
bre “El mercurio y sus compuestos”, indicándolo para el tratamiento de las sífilis. Este
trabajo fue publicado en el Medical and Surgical Reporter, de Filadelfia, y en los Anna-
les de Dermatologie et Syphilographie. Como consecuencia de estos estudios, fue desig-
nado como miembro extranjero de la Societé Française de Dermatologie et
Syphilographie, la cual serviría como modelo para la fundación de la Sociedad Brasile-
ña de Dermatología.
No es de extrañar que Bruno Chaves, en ese momento ya radicado en Pelotas, Río
Grande do Sul, se convirtiese en uno de los cinco dermatólogos brasileños invitados a
participar en el Primer Congreso Mundial de Dermatología y Sifilografía, realizado en
1889 en París, en el Hospital Saint-Louis.
El primer servicio
71
PAULO R . CUNHA
Presidente Perpetuo. También le fue solicitada la creación del Museo de la Academia Na-
cional de Medicina”2.
A mediados del siglo XX, la Academia Nacional de Medicina tendría otros dos presi-
dentes de la especialidad, Rubem David Azulay y Jarbas Porto, que también dirigirían la
Sociedad Brasileña de Dermatología.
72
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
73
PAULO R . CUNHA
■ La3.etapa científica
La sociedad científica
El escenario inspirador
A fines del siglo XIX, el estudio y la práctica de la Dermatología habían llegado en Europa
a un grado elevado de desarrollo, permitiendo el debate sobre los grandes problemas de
74
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
la patología y de la clínica entre los maestros de las diversas escuelas. Ferdinand Hebra,
jefe de la Escuela de Viena, lanzó las bases definitivas de la especialidad, otorgándole la
sistematización y el cuerpo de doctrina que inspiraron a los continuadores de su obra:
Kaposi, Auspitz y Neuman.
La Dermatología llegó al Brasil con cierta dificultad, ya que los estudios y los traba-
jos fueron incrementándose recién durante los años que marcaron el final del siglo XIX y
el comienzo del siglo XX. Incluso algunos autores no reconocen ninguna contribución en
ese sentido antes de 1900.
Lo cierto es que podemos comenzar a hablar tanto de una medicina como de una Der-
matología brasileña a partir de los inicios del siglo XX. El trabajo desarrollado por las dos
Escuelas (Salvador y Río de Janeiro) fue la semilla que hizo germinar el espíritu científi-
co en las primeras generaciones de médicos graduados en el país. Muchos de ellos par-
tieron para Europa en busca de perfeccionamiento; al mismo tiempo que se
actualizaban, procuraban aplicar lo que aprendían a la realidad de Brasil.
Algunos autores destacan el papel de Oswaldo Cruz y del Instituto Manguinhos en es-
te escenario, sobre todo en el desarrollo de la nueva especialidad médica relacionada
con las enfermedades cutáneas. La producción académica fue dejando de ser una sim-
ple reproducción de bibliografía, característica fundamental de la fase pre-científica, pa-
ra asumir el carácter de investigación y de estudio de laboratorio, contribuyendo de
manera decisiva a la identificación de enfermedades anteriormente desconocidas, así co-
mo sus causas, diagnósticos y tratamientos.
El Instituto Manguinhos nació bajo el nombre de “Instituto Soroterápico
Federal” para preparar sueros y vacunas contra la peste. Transformado
después por Oswaldo Cruz (figura 2) en el Instituto de Medicina Experimen-
tal, recibió en 1908 la denominación actual; se privilegió la investigación en
Dermatología debido a la influencia que Cruz recibió de Raymond Sabou-
raud, el verdadero fundador de la micología médica, con quien había traba-
jado en París.
Junto con Oswaldo Cruz, un grupo de maestros eminentes y jóvenes cien-
tíficos que pasaron por Manguinhos se constituyó en la primera generación
de dermatólogos brasileños, provocando un período efervescente de estu-
dios e investigaciones científicas en el ámbito de esa especialidad. Entre
ellos se destacaron: Adolfo Lutz, Adolpho Lindemberg (figura 3), Parreiras
Horta, Gaspar Viana, Rocha Lima, Henrique de Beaurepaire Aragão, Arêa
Leão, Armínio Fraga, Eduardo Rabello, Fernando Terra (figura 4) y Olympio
da Fonseca Filho.
Adolfo Lutz (1855-1940), genial investigador brasileño, descubrió en
1908 en São Paulo una nueva enfermedad, actualmente denominada para-
coccidioidomicosis o Enfermedad de Lutz-Splendore-Almeida.
La cumbre de esa actividad paralela y simultánea fue indudablemente la
Clínica de Dermatología y Sifilografía de la Facultad Nacional de Medicina. Allí se suma- Figura 2. Dr. Oswaldo
Cruz
ron, además del interés de Fernando Terra, la participación de Eduardo Rabello, invita-
do, en un gesto hidalgo del titular, para integrar el equipo de la cátedra. Como resultado,
Terra y Rabello crearon un gran centro de investigación dermatológica, atrayendo a
otros especialistas en parásitos y patólogos del Instituto Oswaldo Cruz que iniciaron la
época de oro de la naciente especialidad.
En el transcurso de cuatro años se produjeron trabajos fundamentales. En 1908, co-
mo ya se señaló, la paracoccidioidomicosis fue descubierta en São Paulo por Adolfo Lutz.
Adolpho Lindemberg (1872-1944) expuso en 1909 el descubrimiento del agente etiológi-
co de la leishmaniasis, posteriormente denominado Leishmania brasiliensis. También en
1909 describió un nuevo tipo de micetoma y su agente etiológico con el nombre de Dys-
comices brasiliensis (actualmente Nocardia brasiliensis).
75
PAULO R . CUNHA
76
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
El modelo francés
77
PAULO R . CUNHA
Con cinco años de experiencia dermatológica, Sampaio fue docente y consiguió una
beca para asistir a la Clínica Mayo en los Estados Unidos, en esa época el mayor centro
médico de ese país; allí hizo sus prácticas médicas entre 1951 y 1952, y luego continuó
sus estudios en Europa.
En la Clínica Mayo Sampaio vio que los enfermos eran visitados todos los días y reci-
bían una atención médica eficaz, práctica que aplicó en São Paulo a su regreso, influyen-
do sobre varias generaciones de dermatólogos brasileños. “Fui formando discípulos y
mis discípulos formaron otros discípulos”, decía.
Fue Presidente de la Asociación Médica Brasileña, del Colegio Ibero-Latinoamerica-
no de Dermatología y del Consejo Regional de Medicina y miembro del International
Committee of Dermatology.
Desde su cátedra en la USP Sebastião Sampaio formó discípulos que se distribuyeron
en todo el Estado de São Paulo, varios estados brasileños y el exterior; la mayoría de sus
discípulos mantuvo su vinculación con el maestro, a quien invitaban durante decenas de
años para dar conferencias y asistir a encuentros y jornadas, además de prestigiar con
su presencia diversas reuniones creadas por él mismo.
Autor del primer libro de Dermatología en lengua portuguesa, estuvo dos veces en
Brasil: en 1797 y 1817.
Adolpho Lindemberg
El carioca Paulo de Figueiredo Parreiras Horta nació en 1884, fue farmacéutico an-
tes de cursar medicina en Brasil y después microbiología en París. Fue uno de los mayo-
res micólogos brasileños.
78
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Joaquim Mota
Fue uno de los mayores sifilógrafos brasileños. Se graduó en la Universidad del Bra-
sil en 1916 y trabajó en el Instituto Oswaldo Cruz, en el Servicio Médico del Ejército y en
el Departamento Nacional de Salud Pública, así como en la Inspectoría de Profilaxis de
la Lepra y Enfermedades Venéreas.
Oswaldo Costa
Eduardo Rabello
Hildebrando Portugal
Nació en Recife, en 1889. Recibió su diploma en la Facultad de Medicina de Río de Ja- Figura 6. Dr. Francisco
neiro. Trabajó con Olympio da Fonseca Filho y Arêa Leão en Manguinhos y fue asisten- Eduardo Rabello
te de Eduardo Rabello. Al retornar a su tierra natal, trabajó en la Clínica Dermatológica
en el Hospital de Santo Amaro, dando inicio a la Dermatología de Pernambuco.
Jorge de Oliveira Lobo utilizó su nombre para identificar una enfermedad provocada por
el hongo denominado Paracoccidioides loboi. También describió una nueva forma de blas-
tomicosis, cuyas lesiones particulares fungosas tienen como nicho ecológico la Amazonia.
79
PAULO R . CUNHA
Demétrio Peryassú
Anuar Auad
Norberto Belliboni
Guilherme V. Curban
Profesor Libre Docente de la FMUSP, es autor, junto con Luiz M. Bechelli, del Compen-
dio de Dermatología, libro de consulta de la especialidad.
Clóvis Bopp
Antar Padilha-Gonçalves
80
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Abrahão Rotberg
Antonio Delfina
Jarbas Porto
81
PAULO R . CUNHA
Márcio Lobo
Neuza Dillon
Ney Romitti
Mauricio nació en Pesqueira, Pernambuco; se trasladó a Recife para estudiar el ciclo se-
cundario y la carrera de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de Pernambuco. Su
formación dermatológica y su inicio en la carrera académica se desarrollaron en el HC/F-
MUSP. Desde 1994 es Profesor Titular de UNIFESP/Escuela Paulista de Medicina. En el HC
conoció a la alumna Alice, de São Paulo, con quien se casó; tienen dos hijos y cuatro nietos.
Alice hizo su práctica de Medicina en el HC/FMUSP y es actualmente profesora adjun-
ta y docente libre de la UNIFESP/ Escuela Paulista de Medicina, desde 1997.
Ambos ocuparon diferentes cargos en la SBD, entre ellos la Presidencia de la Regio-
nal de São Paulo (Alice y Maurício) y de la SBD (Maurício).
82
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
En los inicios de su carrera, llegó a trabajar con Eduardo Rabello. Vinculado a la SBD
desde que era estudiante, frecuentó el Pabellón São Miguel (financiado en el inicio de los
años 30 por la Organización Mundial de la Salud para cursos internacionales de lepra, pe-
ro inmediatamente transferido para la Clínica Dermatológica de la Universidad de Bra-
sil). Era presidente de la SBD cuando se cumplieron 50 años de su creación, y como tal
resolvió cambiar muchas cosas: “Ya existían las reuniones, pero todas se realizaban en
Río de Janeiro. La gran mayoría de los socios era natural de Río. Cuando asumí la Presi-
dencia, hice modificar los Estatutos y empecé a promover las reuniones en otros Estados,
ya que entendía que la Dermatología era nacional y no solamente de Río de Janeiro”.
También fue en dos oportunidades editor jefe de los Anais Brasileiros de Dermatolo-
gia, donde introdujo varias innovaciones. Fue también Presidente de la Asociación Bra-
sileña de Leprología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, de la
Internacional Society of Dermatology y de la Academia Nacional de Medicina. Por sus
méritos personales y la calidad de sus trabajos científicos fue agraciado con trece pre-
mios: medalla de oro Oswaldo Cruz, Antonio Pedro (tres veces) y Gaspar Viana, premio
Jorge Lobo, varias plaquetas –tres nacionales y una de la North American Clinical Der-
matological Society. Azulay es uno de los autores más destacados de la Historia de la
Dermatología Brasileña.
Rui Miranda
Lucio Bakos
Sylvio Fraga
De Minas Gerais, la familia Gontijo (el padre, João B. Gontijo Assunção y el hijo, Ber-
nardo Gontijo) son personalidades distinguidas en la Dermatología. Joao se graduó en
1947 en la UFMG y realizó su práctica médica en París en el Hospital Saint-Louis duran-
te los años 1948-1949. Por concurso público obtuvo el título de profesor adjunto y docen-
te libre de la UFMG. Publicó 24 trabajos en forma individual o en colaboración, y
presentó cerca de 200 ponencias en congresos y reuniones en Brasil y en el exterior. Ber-
nardo, el hijo, se graduó en la UFMG y completó su práctica médica de Dermatología en
el Hospital de Clínicas de la USP; y es actualmente profesor de la Facultad de Medicina
de la UFMG. Ambos fueron miembros participantes y presidentes de la SBD.
83
PAULO R . CUNHA
Márcio Rutowitsch es hijo del dermatólogo Mário Rutowitsch, que fuera Presidente de
la SBD en 1960. Márcio se graduó en la Universidad Federal Fluminense y es actualmen-
te Jefe del Servicio de Dermatología del HSE.
■ La5.Dermatología enloslos
La Dermatología en estados
estados
Estas generaciones pujantes, con sus ansias de nuevos caminos, fueron el resultado
del estímulo a la investigación científica propiciado por la educación dermatológica re-
novada, por la llegada de nuevas especialidades a otras regiones del país y por la acción
sinérgica de la SBD.
Efectivamente, la Dermatología se ampliaba. En las décadas de 1920 y 1930, de
acuerdo con Rabello Júnior, “la cátedra de Belo Horizonte, de Antonio Aleixo (1884-
1943), marcaría la llegada de un nuevo centro de estudios en el país, con trabajos y pu-
blicaciones novedosas en los sectores gemelos de la venereología y de la hansenología,
destacándose Orsini de Castro (1892-1970) en Dermatología y O. Diniz (1902-1966) en
hansenología. Trabajos originales de gran envergadura fueron desarrollados por O. de
Castro, Oswaldo Costa (Cátedra de la Universidad Federal) y Tancredo Furtado (Cátedra
de la UFMG)”3. Costa fue el autor de una notable tesis sobre las acroqueratosis (1960),
mientras Furtado haría lo mismo en 1955 sobre la frambesia.
En Juiz de Fora se instaló igualmente un gran centro dermatológico, con Antônio Car-
los Pereira y Carlos Adolfo Pereira. Entre 1922 y 1940 se publicaron importantes traba-
jos brasileños sobre el pénfigo foliáceo, entre ellos los de J. P. Vieira(1927) y Orsini de
Castro (1940).
Fundada en 1916, la Facultad de Medicina de São Paulo contó enseguida con una cá-
tedra de Dermatología, cuyo titular fue Adolpho Lindemberg (1872-1944), autor de tra-
bajos pioneros en leishmaniasis tegumentaria y pénfigo foliáceo. Su discípulo Nicolau
Rossetti (1894-1956) fue más tarde el titular de la Cátedra de Dermatología en la Escue-
la Paulista de Medicina, donde tuvo como sucesor al leprólogo y dermatólogo Abrahão
Rotberg, autor de trabajos notables sobre la reacción de Mitsuda, la reacción de Monte-
negro y las angeítis necrotizantes. Informa Rabello:
84
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
■ Dermatología
6. La Sociedad Brasileña de La Sociedad Brasileña
(SBD) de Dermatología (SBD)
La sesión de fundación de la Sociedad Brasileña de Dermatología se inició a las diez
horas de la mañana del domingo 4 de febrero de 1912, en el Pabellón Miguel Couto, de
la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro. Estaban presentes dieciocho médicos,
de los cuales sólo diez eran dermatólogos. Tres de ellos formaban parte de la Comisión
Organizadora: Fernando Terra, Eduardo Rabello y Werneck Machado. Los otros funda-
dores eran los Drs. Moncorvo Filho, Alfredo Porto, Eduardo Magalhães, Adolfo Lutz, Víc-
tor de Teive, Caetano de Menezes, Gaspar Viana, Leal Júnior, Oscar da Silva Araújo,
Juliano Moreira, Paulo Parreiras Horta, Zopyro Goulart, Miguel Salles, Eduardo Jorge y
Franco de Carvalho.
La SBD es la segunda mayor entidad de la especialidad en el mundo en número de aso-
ciados. En el año 2000 fue aprobado el 5 de febrero para la conmemoración anual del Día
del Dermatólogo.
En los trece primeros años de actuación de la SBD predominó, al lado de la discusión
científica de la mayor seriedad, el estímulo a la investigación –luego extendido a las nue-
vas generaciones que cursaban Medicina–, así como el conocimiento y la divulgación de
las actividades dermatológicas realizadas en las demás regiones del país; el espíritu aco-
gedor y atento de los dirigentes y la preocupación por fijar las bases para la construc-
ción de algo definitivo para el futuro.
La SBD tuvo en su historia dos gestiones prolongadas: la de Fernando Terra que duró
trece años y la de Eduardo Rabello, quien la presidió por quince años sin interrupción.
85
PAULO R . CUNHA
El cincuentenario de la SDB
86
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Figura 9. Anais
de los intereses éticos, sociales y económicos de los dermatólogos brasileños. Bopp fue Brasileiros de
también el principal organizador de las reuniones regionales denominadas “Líneas Sur Dermatologia. Año
de la Dermatología Brasileña”, actualmente llamadas “Jornadas Sud-Brasileñas”, que 1940
congregan a los especialistas de Río Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. Figura 10. II Reunión
Anual de Dermato-
El 90º aniversario de la SDB sifilógrafos brasileños
en Belo Horizonte.
(1945)
Le correspondió conmemorar el 90º aniversario de la fundación de la SBD a quien era
su presidente electo en ese momento, el Prof. Fernando Augusto de Almeida, destacado
especialista cuya tesis de doctorado en la USP trató sobre “Prurito de Hebra”, y es uno
de los mayores conocedores de tumores cutáneos, principalmente el melanoma; es ade-
más uno de los fundadores y el primer presidente del Grupo Brasileño de Estudio del Me-
lanoma (GBM). Bajo su dirección se impulsó el Proyecto Pro Memoria, coordinado por el
Prof. Dr. Paulo Cunha (figura 11), cuya finalidad es conservar la historia de la Dermato-
logía en Brasil a través de libros, documentos e imágenes. El primer trabajo realizado
fue la edición de la Historia de la Dermatología en Brasil, un primoroso rescate de fotos
y textos desde los inicios de la especialidad en el país.
También se destacaron en su gestión la manera profesional de administrar y el im-
pulso financiero dado a la SDB.
La SBD 2003/2004
87
PAULO R . CUNHA
Desde 1950, la SBD, a través de la ley nº 1.270, fue considerada de utilidad pública.
Veintitrés años pasaron entre la realización de la primera reunión de los especialistas en
dermatología-sifilógrafía brasileños, en 1944, y otro gran evento de la historia de la en-
tidad, en 1967; el examen de los primeros profesionales para obtener el título de espe-
cialista en Dermatología, realizado en Juiz de Fora. Los profesores que se sometieron a
ese primer examen fueron: Tancredo Furtado, Clóvis Bopp, Rubem David Azulay, Rui No-
ronha de Miranda y Sebastião Sampaio (delegado ante la AMB) (figura 12).
En el año 2005 tuvo lugar el 39º examen del título de especialista de la SBD, bajo la
presidencia del Profesor Dr. Paulo R. Cunha.
88
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
especialidad en el país, ofreciendo una amplia asistencia a millones de pacientes con en-
fermedades cutáneas, además de 204 vacantes anuales para la práctica médica, espe-
cialización, grado de maestría y doctorado en sus cursos de posgrado.
Unidades regionales
NORTE-NORDESTE
Bahía
Bahía, cuna de la dermatología en el país, cuenta actualmente con dos Servicios ha-
bilitados por la SBD: el del Hospital de Clínicas (UFBA) y el del Hospital Santa Isabel de
la Escuela de Bahía de Medicina y Salud Pública.
La cátedra de Clínica de las Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas fue fundada en 1884,
teniendo como regente a Alexandre Evangelista de Castro Cerqueira. En 1893, pasó a de-
nominarse Clínica Dermatológica y a partir de 1915 estuvo a cargo sucesivamente de Artur
da Silva Leitão, Flaviano da Silva, Otávio Garcez de Aguiar, Newton Alves Guimarães, Nei-
de Ferraz y Ênio Ribeiro Maynard Barreto.
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas se compone de tres salas para
atención al público y una sala de cirugía ambulatoria. En la enfermería dispone de cua-
tro camas y de una sala anexa para reuniones. A pesar del ambiente reducido, el consul-
torio externo de la especialidad es el segundo en atención en el hospital, posición que
podrá cambiar con la transferencia de Dermatología al Pabellón Prof. Magalhães Neto. En
los últimos tres años, la aprobación de los residentes llegó casi al 100%. La investigación
en el Servicio se ha focalizado principalmente en el área de enfermedades tropicales.
Amazonas
Por estar localizado en el Estado de Amazonas, el Instituto de Dermatología Tropical
y Venereología Alfredo da Matta es el centro de referencia en enfermedades sexualmen-
te transmisibles (ETS) y hanseniasis, trabajando desde 1955 en la educación, investiga-
ción, prevención y tratamiento de las enfermedades dermatológicas. Su jefe es el
Presidente de la SBD gestión 2005/2006, Prof. Sinésio Talhari.
Inicialmente destinado a la asistencia de los pacientes con lepra, el Instituto Alfredo
da Matta extendió su acción sobre otras dermatosis a finales de 1970. Desde 1981 rea-
liza en su propio laboratorio la serología para la detección de HIV.
El Hospital Universitario Getúlio Vargas, de la Universidad de Amazonas también es el
hospital de referencia para los servicios habilitados, bajo la coordinación del Dr. Jonas Ribas.
Pará
89
PAULO R . CUNHA
Pernambuco
En Pernambuco, los servicios habilitados por la SBD corresponden al Hospital de las
Clínicas de la Universidad Federal, que tiene como jefe de Servicio al Prof. Josemir Belo
dos Santos; el Hospital Santo Amaro, que tiene como jefe de Servicio al Profesor Itamar
Belo dos Santos, y el Hospital Universitario Oswaldo Cruz, que tiene como Jefe de Servi-
cio al Prof. Dr. Emmanuel Rodrigues de França.
Ceará
Fundado en 1975, el actual Centro de Dermatología Dona Libânia, de la Secretaría de
Salud del Estado de Ceará, es el centro de referencia estatal y el macro-regional en han-
seniasis. Durante veinte años desarrolló actividades de control de hanseniasis y tubercu-
losis; actualmente realiza además actividades de asistencia, investigación y educación;
reúne los sectores de hansenología, leishmaniasis, cáncer de piel, ETS, alergia cutánea,
dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, tuberculosis y otras dermatosis. Su direc-
tor general es el Dr. Heitor de Sá Gonçalves, segundo secretario de la SBD en la gestión
2005-2006; la Jefa del Servicio es la Dra. Maria Araci Pontes Aires.
En el año 2003 la SDB otorgó una nueva certificación al Hospital Universitario Wal-
ter Cantídio, que tiene como Jefe del Servicio al Dr. José Wilson Acioly Filho.
90
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Hospital Onofre Lopes, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, bajo la coordi-
nación del Dr. Pedro Bezerra da Trindade Neto, dispone de un área propia dentro del Hos-
pital con seis consultorios para la atención del ambulatorio, dos salas equipadas para
cirugía y criocirugía, sala de cosmiatría, un laboratorio de micología, una sala para reu-
niones, una unidad de fototerapia, una sala para curaciones y enfermería con seis lechos.
Habilitado en 1999 por la SBD, se dicta la asignatura de Dermatología, cursos prácticos
y teóricos a los alumnos del curso de medicina, del 7º período y entrenamiento teórico-
práctico para médicos que estén efectuando su práctica médica en la clínica y para los
alumnos del Doctorado de Medicina. El servicio admite anualmente dos vacantes de prác-
tica autorizadas por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). En los últimos cinco años
la aprobación de los practicantes en el examen para obtener el título de especialista de la
SBD llegó al 91%.
En este servicio se desarrollan proyectos de investigación y trabajos científicos en el
área de la genodermatosis ampollar, específicamente el pénfigo crónico familiar benig-
no, tema de la tesis de doctorado del Prof. Pedro Bezerra da Trindade Neto. También se
realizan estudios relacionados con la epidemiología del melanoma en Rio Grande do Nor-
te y con la citología aplicada al diagnóstico de enfermedades cutáneas, tema de la tesis
del Prof. Thomas de Aquino Paulo Filho.
Sergipe
En Sergipe, el Hospital Universitario es el único habilitado por la SBD, y tiene como
jefe de Servicio al Prof. Pedro Menezes Portugal.
Alagoas
A partir de la acción pionera de los jóvenes médicos Aldo de Sá Cardoso (alumno de
Jorge Lobo en Recife, graduado en 1938) y Aderbal Loureiro Jatobá, la Dermatología co-
menzó a ser practicada como clínica privada en 1940.
Años después, Jorge Duarte Quintela Cavalcanti también comenzó a ejercer la espe-
cialidad en Maceió. El 5 de marzo de 1951 se estableció la enseñanza médica en el Es-
tado, y fue el Dr. Aldo Cardoso el escogido para ser profesor de la cátedra de
Dermatología y Sifilografía. Una vez creada la Facultad, se graduaron otros dermatólo-
gos, como Zirelli Valença –quien describió la señal de Zirelli– y Nehemias de Alencar.
Con la creación de la Escuela de Ciencias Médicas de Alagoas, el 15 de marzo de
1970, la Cátedra de Dermatología fue implantada por el Prof. Aldo Cardoso, cuyo asis-
tente, el Dr. Alberto Eduardo Cox Cardoso, fue posteriormente titular de la cátedra.
Brasilia
En 1980, el actual Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Brasilia
(HUB) nació de la fusión del Servicio de Dermatología del Hospital de los Servidores de
la Unión (HSU), IPASE, que posteriormente pasó para el INAMPS, y del Servicio de Der-
matología del Hospital Escuela de la Unidad Integrada de Salud de Sobradinho (UISS), de
la Universidad de Brasilia.
En ambas instituciones, en los servicios originarios se destacan los nombres de los Drs.
Iphis Campbell y Gladys Campbell (iniciadores), Roberto Doglia Azambuja, Rosicler Álva-
res y Carmélia Matos Reis (HSU) y la Prof. Raimunda Nonata Ribeiro Sampaio (iniciado-
ra), así como Rosicler Aíza Álvares (UISS). En el HUB se puede citar a los Drs. Antônio de
Pádua, Ana Maria Costa Pinheiro, Ribeiro de Paula y Gerson Pena –éste último investiga-
dor asociado del núcleo de investigación de la UNB y Presidente del 60º Congreso de Der-
matología de la SBD (Brasilia 2005). Actualmente hay diez dermatólogos del HUB.
El ambulatorio de investigación en leishmaniasis tegumentaria americana, que fun-
cionaba desde 1975 en la UISS-UNB, creado por la Prof. Raimunda (también jefa de ser-
vicio) bajo el estímulo del Prof. Philip Davis Marsden (in memoriam) fue transferido al
91
PAULO R . CUNHA
Goiás
La cátedra de Dermatología fue iniciada en la Universidad Federal de Goiás por los
Profs. Anuar Auad, Rodovalho Mendes Domenici y Vanderli Dutra, ya fallecidos. En
1967 ingresaron Divino Miguel Rassi y Paulo Cezar Borges, que se jubilaron en los años
90. En la década del 70 ingresaron Aiçar Chaul, Lia Cândida Miranda de Castro y Hugo
Junqueira.
En 1978 se creó la residencia en Dermatología, que fue enseguida autorizada por la
SBD; ocuparon la dirección de la institución los Drs. Anuar Auad, Divino Miguel Rassi y
Paulo Cezar Borges, y, desde 1997, Aiçar Chaul. Hasta el año 2002 han terminado los dos
años de residencia o aprendizaje 80 médicos, la mayoría de ellos con diploma de Espe-
cialistas en Dermatología por la SBD.
Del servicio de Dermatología del Hospital de las Clínicas de la Universidad Federal de
Goiás salieron tres presidentes de los congresos de la Sociedad Brasileña de Dermatolo-
gía: Anuar Auad (1970), Divino Miguel Rassi (1987) y Lia Cândida Miranda de Castro, los
dos primeros también presidentes nacionales de la entidad, de acuerdo con las normas
de la época, que no separaban las atribuciones de la SBD y del Congreso.
Minas Gerais
La Santa Casa de Misericordia de Belo Horizonte suministró los servicios clínicos pa-
ra la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Minas Gerais, fundada en 1914.
La Clínica de Dermatología era entonces conducida por Antônio Aleixo, quien en 1917
fundó la Enfermería y la Clínica de hombres, mientras Olyntho Orsini era jefe de la Clí-
nica de mujeres.
A partir de 1944, con el ambulatorio trasladado a un edificio propio, la Clínica Der-
matológica pasó a ser dirigida por Josefino Aleixo, teniendo como asistentes a Oswaldo
Costa y José Mariano.
La Clínica Dermatológica de la Santa Casa tiene actualmente 15 asistentes –nueve de
los cuales se graduaron en el mismo servicio– y 12 colaboradores, todos con TED (Título
de Especialista en Dermatología). La dirección del servicio está a cargo del Dr. Jackson
92
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Machado Pinto. Dos de los integrantes de la Clínica hacen actualmente su práctica mé-
dica en la University of Colorado y otros en la Argentina y en Austria.
Se dispone dentro del hospital de un área propia con 12 camas, 5 ambulatorios, 2 sa-
las para pequeñas cirugías, sala de clase, sala de reuniones con biblioteca y modernos
equipos. Se atiende un promedio anual de 200 pacientes internados y cerca de 16 mil pa-
cientes externos en Dermatología General, Sanitaria, Pediátrica y Cirugía Dermatológi-
ca. En diciembre de 2001 se adquirió una unidad de fototerapia con UVA y otra de UVB
311 nm.
Desde su fundación se han realizado diversos trabajos científicos en la Clínica Derma-
tológica, destacándose las tesis del grado de maestría y doctorado en leishmaniasis te-
gumentaria americana y en enfermedades ampollares, especialmente el pénfigo foliáceo
endémico.
93
PAULO R . CUNHA
Mantuvo el equipo de asistentes del Prof. Orsini, que aumentó con la llegada del do-
cente Tancredo Furtado, del profesor adjunto Cid Ferreira Lopes –que también fue Jefe
de la Enfermería de Dermatología de la Santa Casa, organizador y primer Director de la
Escuela de Salud Pública de Minas Gerais, miembro titular de la Academia de Medicina
de Minas Gerais y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina–; y del
Dr. João Gontijo, que era también Jefe de la Clínica Dermatológica del Hospital Munici-
pal. Se jubiló en 1975.
Su hijo, Paulo Uchôa Costa, siguió brillantemente el ejemplo del padre, tornándose
eximio dermatólogo y profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la UFMG.
El Prof. Tancredo Furtado (1923), natural de Carmo do Paranaíba-MG, fue el sucesor
de Oswaldo Costa, y pronunció un bello discurso en 1975 al exponer su tesis “Tumor grá-
nulo-celular de Abrikossoff (Schwannoma gránulo-celular)”. En 1955 había defendido el
cargo de docente libre con la tesis “Manifestaciones tardías de la frambesia”. En 1963 se
había presentado a concurso público para optar a la cátedra de la Facultad de Ciencias
Médicas de Minas Gerais, defendiendo la tesis sobre “Queratoacantoma y procesos afines”.
Desde 1975 hasta 1993, cuando se jubiló en forma compulsiva, Tancredo Furtado lle-
vó la Dermatología de la UFMG a un elevado grado de prestigio con sus innumerables
publicaciones, participación en congresos, en mesas examinadoras, orientación de tesis
etc. A partir de 1975 tornó más dinámico el Servicio de Dermatología de la Facultad de
Medicina, al ser transferido desde la Santa Casa al Anexo de Dermatología del Hospital
de las Clínicas. Inauguró la Práctica Médica en 1976 y el grado de maestría en 1977. Fue
Director de la Facultad desde 1982 hasta 1986.
Durante su gestión, el profesor adjunto João Gontijo Assunção se convirtió en docen-
te libre en marzo de 1978 con la tesis “Pénfigo foliáceo en la infancia. Algunos aspectos
epidemiológicos y clínicos” y ejerció el cargo de Jefe del Servicio de Dermatología duran-
te el período comprendido entre 1982 y 1986.
Tancredo Furtado fue uno de los creadores de la Reunión Triangular de Dermatolo-
gía, Presidente de la Sección de Minas Gerais de la SBD y Presidente de la Nacional en
1973; miembro emérito de la Academia Mineira de Medicina, miembro honorario de la
Academia Nacional de Medicina y socio correspondiente u honorario de varias socieda-
des extranjeras de Dermatología.
Toda esta fulgurante carrera profesional y universitaria se basó en una sólida for-
mación humanística y en una esmerada carrera médica (fue uno de los dos mejores
alumnos de su clase de 1946) con posgrado en los Estados Unidos: cursos y prácticas
médicas en las Universidades de Kansas City, Chicago, Nueva York, Washington y Los
Ángeles.
La Profesora Orcanda Andrade Patrus (1941), natural de Juiz de Fora, que ejerció las
funciones de profesora asistente desde el período del Prof. Oswaldo Costa, hizo el docto-
rado y en 1980, defendió la tesis “Antígenos de histocompatibilidad, inmunocomplejos y
complemento en el pénfigo foliáceo”, con la cual llegó a ser profesora adjunta. En 1991
fue nombrada Profesora Titular en concurso público y dirigió con gran visión, competen-
cia y desprendimiento el servicio de Dermatología, introduciendo mejoras, implantando
la informatización y manteniendo el alto nivel de trabajo del equipo y el reconocido mo-
delo de enseñanza de grupo.
Después de su jubilación, asumió la dirección del Servicio el Profesor Adjunto Dr. An-
tonio Carlos Martins Guedes, que realizó muy buena administración, reformando y mo-
dificando el Anexo de Dermatología del Hospital de Clínicas, sin perjudicar por eso su
antigua, competente y dedicada responsabilidad en la sección de Histopatología.
Al finalizar su mandato, fue sustituido por el profesor adjunto Bernardo Gontijo, an-
teriormente director del posgrado en Dermatología y presidente de la sección de Minas
Gerais. Entre 2000-2001 dirigió la SBD (nacional) con valor, dedicación, desprendimien-
to y competencia.
94
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Otros servicios habilitados en Minas son la Universidad Federal de Juiz de Fora (su
Jefe es el Prof. Aloísio Gamonal) y la Universidad Federal de Uberlândia (Jefa del Servi-
cio, la Dra. Sônia Antunes de Oliveira).
Espíritu Santo
El Servicio de Dermatología del Hospital Cassiano Antônio Moraes, del Hospital de Clí-
nicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Espírito Santo, podría ha-
ber sido habilitado mucho tiempo antes por la SBD, pero la propia unidad quiso
postergar la habilitación: “Era necesario que el Servicio estuviese convencido de que su
aprobación vendría con la nota máxima, como debe ser todo lo que implica respeto al
ejercicio de la Medicina”2.
Señala la revista de la SBD: “Algunos aspectos llaman la atención en ese Servicio: la
simplicidad y la armonía entre todo y entre todos, la informalidad en las relaciones de
las personas y en la ejecución de las tareas; el espíritu de sacerdocio que se traduce en
los proyectos y en la capacidad de ser osado. Los Profs. Carlos Cley Coelho y Délio Del
Maestre (este último Jefe del Servicio) forman la dupla del magisterio integrado, dentro
de un programa seleccionado de común acuerdo”2.
Si bien el espacio del Servicio no es muy grande, los siete consultorios impresionan
por su luminosidad, lo que también acontece en la sala de reuniones y en otra dedicada
a pequeñas cirugías, así como en el almacén. Habilitado en 1999 –en la reunión del Con-
sejo Deliberativo realizada durante el 54º Congreso Brasileño de Dermatología, en Belo
Horizonte–, el servicio médico, aprobado con nota máxima, es la referencia estatal en
hanseniasis, tuberculosis extra-pulmonar y leishmaniasis. Atiende un promedio de 150
personas por día, extendiendo su acción hasta los límites de Bahía, Minas Gerais y Río
de Janeiro.
Se han realizado allí estudios estadísticos nosológicos de las enfermedades dermato-
lógicas, otros sobre pacientes trasplantados, psicodermatosis, afecciones cutáneas de pa-
racoccidiodomicosis, tuberculosis extra-pulmonar, hanseniasis y leishmaniasis.
También la Santa Casa de Misericordia de Vitória fue habilitada por la SBD. Tuvo co-
mo Jefe de Servicio al Prof. João Basílio de Souza Filho.
95
PAULO R . CUNHA
especialidad. No existe, o por lo menos no existía en la época, otro curso igual en el mundo,
ya que en los otros países los cursos se desarrollaban en las áreas básicas: física, biología,
biología molecular, química”.
Dos aspectos contribuyeron al éxito del posgrado en Dermatología de la UFRJ: la
transferencia al Hospital Universitario, en 1978, dejando las instalaciones seculares de
la Santa Casa de Misericordia, y la vecindad con el Centro de Ciencias de la Salud que
contiene el famoso Instituto de Biofísica, organismo de investigación básica de fama in-
ternacional. La integración entre las dos áreas fue gradual y total. Las asignaturas, has-
ta ese momento conocidas como Biofísica y Bioquímica, se tornaron asignaturas de
órganos, dando origen a los laboratorios de tejido conjuntivo, de hormonas, de endocri-
nología y de fotobiología.
El primer catedrático de Dermatología de Río de Janeiro fue João Pizarro Gabizo en
la Academia Médico-Quirúrgica, que recién en 1932 recibiría la denominación de Facul-
tad de Medicina de la Universidad de Brasil. A Gabizo lo sucedieron Luiz da Costa Cha-
ves Faria y los ya conocidos Fernando Terra, Eduardo Rabello y Francisco Eduardo
Rabello (que conservó el puesto hasta su jubilación, en 1975, por aplicación del princi-
pio del derecho adquirido).
Ejercieron la dirección de Dermatología todavía en la
Santa Casa (figura 13) los Profs. Sylvio Fraga y Antônio de
Souza Marques. En la Ilha do Governador, después de la
transferencia al Hospital Universitario, el encargado de
la organización y primer Jefe de Servicio de Dermatología
fue el Prof. Absalom Figueira (1978-1980), sucedido por los
Profs. Rubem David Azulay (1980-1985), Antônio Carlos
Pereira Junior (1986-1997) y Celso Tavares Sodré.
Dotado de enfermería propia, con 14 camas, la atención
del ambulatorio del Servicio se hace de manera integrada
junto a los demás sectores del Hospital Universitario. De
este modo, tanto los alumnos de grado como los del pos-
grado no pierden la visión de todos los aspectos médicos.
En este último nivel de graduación, el curso es suminis-
trado lato o stricto sensu. Lato sensu, el posgrado funcio-
Figura 13. Clínica de
na en dos niveles: Curso de Perfeccionamiento I y Curso de Perfeccionamiento II, con seis
la Facultad de
vacantes cada uno. La cantidad de horas del curso es compatible con la especialización
Medicina de la Santa
Casa, Río de Janeiro, y el programa se superpone con la práctica médica. El interés por los cursos es tal que
Pabellón San Miguel. todos los años más de un centenar de candidatos se presenta para disputar alguna de las
ocho vacantes ofrecidas.
96
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Gaffrée-Guinle
El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gaffrée-Guinle, de la Escuela
de Medicina y Cirugía, tuvo como primer titular en Dermatología al Prof. Ramos e Silva
y como asistentes a los Profs. Demétrio Peryassu y Antar Padilha-Gonçalves. La base fí-
sica era la Policlínica General de Río de Janeiro. En los años 60, según refiere la Prof.
Gabriela Lowy, “se obtuvo una gran victoria al adquirir la Facultad el Hospital Gafrée-
Guinle, donde pasó a ser dictada la asignatura”.
La dirección de las clases de Dermatología continuó a cargo de la dupla Peryassu/Gon-
çalves, teniendo como colaboradores a los Drs. Aldy Barbosa Lima, Gabriela Lowy y Danilo
Vicente Filgueiras, hasta el final de 1972, aun después de la realización del concurso públi-
co para profesor titular que designó a los dos; sin embargo, poco después una enfermedad
provocó el fallecimiento de Demétrio Peryassu.
Bajo la dirección de Antar Padilha-Gonçalves se lograron dos grandes avances: la ins-
talación de la enfermería de Dermatología y la creación del curso de especialización en
Dermatología, con autorización, apoyo y aprobación de la SBD. En esa misma época hubo
una expansión física del Servicio con la creación de nuevas salas de clase y mejores como-
didades para la atención del ambulatorio.
Su sucesor, Prof. Aldy Barbosa Lima, creó posteriormente el Servicio de Cirugía Der-
matológica. En 1998 se jubiló el segundo titular y las responsabilidades de la asignatu-
ra y del servicio de Dermatología pasaron a la Prof. Gabriela Lowy. El cuerpo docente se
amplió con la integración de José Alvimar Ferreira, Carlos José Martins, Coaracy Mello
y Ricardo Barbosa Lima.
El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gafrée-Guinle patrocinó varios
eventos científicos, destacándose las Reuniones Triangulares, que innovaron sus presen-
taciones con la exhibición de casos clínicos en video. La presencia de sus especialistas es
constante en reuniones, jornadas, congresos nacionales e internacionales, con una abun-
dante contribución científica.
97
PAULO R . CUNHA
Durante el tercer año de la carrera, teniendo que realizar un trabajo sobre fármaco-
cosméticos, buscamos a quien después sería para nosotros modelo y motivo de orgu-
llo profesional, el Prof. Rubem David Azulay. Bajo su orientación, alegre, proficua y
competente, que respondía a nuestras ansiedades científicas, trabajaríamos durante
veinte años más. Nuestro servicio ocupaba medio piso de la antigua ’Policlínica de
Valonguinho’ y al comienzo nos transfirieron a un espacio de tres metros cuadrados
en el Hospital Antônio Pedro... De la Policlínica nos quedaron muchos recuerdos; fue
un ambiente simple y tranquilo donde aprendimos a enseñar y a investigar. De allí
partimos para el Fiocruz, donde investigamos aspectos esenciales de la fibra elásti-
ca en una paciente de seis años de edad con tejidos de sesenta. Ya pertenecíamos al
cuerpo docente de la asignatura; como era común en la época, trabajábamos por el
placer de aprender, sin ninguna remuneración, pero honrados con lo que hacíamos.
Creo que actualmente en nuestro país lo que falta es la valorización del individuo por
el trabajo que ejecuta. Quien tiene esa retribución sabe cuánto es capaz de hacer pa-
ra superar las dificultades. Del Servicio de Dermatología del Hospital Antônio Pedro
surgió la iniciativa de la unificación de la nomenclatura dermatológica, tomando co-
mo base el trabajo del Prof. Francisco Eduardo Rabello. Le correspondió al Prof. An-
tônio Pedro de Andrade Gaspar, en colaboración con el Prof. Neide Kalil Gaspar,
reunir e identificar los diferentes y numerosos sinónimos que dificultaban el enten-
dimiento de la Dermatología. Eran cerca de 10.000 términos. Esos autores agrupa-
ron siete mil términos en la Nómina Dermatológica, señalizando la nomenclatura
sugerida por el Prof. Rabello. Este libro representó un hito fundamental para la
98
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
LA DERMATOLOGÍA PAULISTA
La dermatología paulista tuvo su inicio el 3 de mayo de 1907, al crearse en la Santa
Casa de Misericordia de la capital un Servicio de Enfermedades de la Piel bajo la direc-
ción de Adolpho Lindemberg, uno de los pioneros de la especialidad en el Estado, en el
país y en la SBD.
El 29 de febrero de 1916 Lindemberg dio la primera clase como catedrático de Der-
matología de la Facultad de Medicina y Cirugía de São Paulo. Se jubiló en 1929 y fue su-
cedido por el Prof. João de Aguiar Pupo; éste ejerció el cargo hasta 1960, transfiriéndolo
al jubilarse al Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, a su vez jubilado en 1989 y suce-
dido por el Prof. Evandro Rivitti, actual Profesor Titular.
El Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina funcionaba en la Santa Casa.
Por el elevado número de pacientes, mantenía un ambulatorio excelente que ocupaba to-
do un piso del Pabellón de Lara y dos enfermerías, masculina y femenina, cada una con
capacidad para 40 camas. En 1945, al instalarse el Hospital de las Clínicas, la cátedra se
trasladó a ese lugar. Una serie de dificultades prácticamente desactivó la Dermatología
de la institución multisecular, hasta que en 1975 el Prof. Nélson Proença sucedió al Prof.
Humberto Cerruti como titular de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas,
creándose a partir de entonces un importante núcleo de la especialidad en São Paulo.
Santa Casa
La base de acción de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de Misericordia de
São Paulo, según uno de sus antiguos jefes, “es la asistencia al enfermo, de manera efi-
ciente y calificada, la capacitación de nuevos profesionales y la investigación científica”2.
El ambulatorio atiende por día a 200 personas, de las cuales 50 son pacientes nuevos, lo
99
PAULO R . CUNHA
que resulta en 4.000 pacientes por mes y 40.000 por año, sin que haya filas de espera.
“La inauguración reciente del Centro Quirúrgico vinculado a la Clínica, con todos los apa-
ratos necesarios, tanto para dictar las clases como para la atención del ambulatorio y el
desarrollo de los estudios y pesquisas, es una innovación en términos de Brasil”2. La pro-
ducción científica sigue la tradición establecida por Lindemberg y Pupo. Los trabajos del
equipo actual han obtenido el reconocimiento nacional y muchos de ellos constituyen una
referencia en el ámbito internacional.
La estructura básica de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de São Paulo se
inició en la década del 70 al asumir el Prof. Nelson Proença la dirección de la clínica. Su
equipo inicial contaba con los dermatólogos Fausto Alonso y Marcus Maia; con el tiem-
po, se asociaron Humberto Frucchi, Clarisse Zaitz, Ida Duarte, Sylvia Souto Mayor, Ro-
sana Lazzarini, Thais Proença y Valéria Souza. Además de los profesores contratados, el
servicio médico cuenta con muchos voluntarios.
La clínica está dividida en varios sectores de sub-especialidades como oncología, ci-
rugía dermatológica, medicina interna, fototerapia, micología, dermatología y pediatría.
Actualmente, la profesora Ida Duarte, ex-residente de la clínica, es la responsable de su
dirección que tiene como principal objetivo la atención asistencial, la enseñanza y la in-
vestigación en Dermatología.
Hospital de Clínicas
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de la USP fue el núcleo de la ex-
pansión de la especialidad paulista. En 1975, por el Decreto Nº 5837 del 12 de marzo, fue
creado el Instituto de Dermatología del Hospital de Clínicas y el 24 de Junio de 1986 el De-
partamento de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo.
El Departamento tiene un equipo de 70 profesionales: 23 funcionarios técnicos, bió-
logos, y administradores, 14 médicos asistentes, tres médicos comisionados, siete docen-
tes, dos psicólogos, dos enfermeras y 19 auxiliares.
En el edificio del ambulatorio, inaugurado en 1979, hay 30 salas para atender a los
pacientes y servicios auxiliares. Además de la atención a consultas dermatológicas gene-
rales –donde llegan pacientes del Brasil y de toda América Latina–, hay grupos dedica-
dos a patologías específicas bajo la responsabilidad de los profesores del cuerpo docente.
En la unidad ya se graduaron 300 dermatólogos, y actualmente cuenta con 26 prac-
ticantes. En el posgrado se graduaron (hasta 1999), 30 por el curso de Maestría, 45 doc-
tores y 17 docentes libres. Las prácticas de perfeccionamiento reciben candidatos a
médico-observador, médico-colaborador, médico-investigador. El departamento también
recibe médicos visitantes y realiza un curso de especialización para extranjeros.
Entre 1991 y 1998 los profesionales del departamento presentaron cerca de 76 artí-
culos científicos en publicaciones nacionales, 42 en internacionales y editaron cinco li-
bros: Terapéutica dermatológica, de José Eduardo Costa Martins y Luiz Camargo
Paschoal; Clasificación general de hongos y sistemática, de Carlos da Silva Lacaz; Ma-
nual de Dermatología, de Luíz Carlos Cucé y Cyro Festa Neto; y Dermatología, de Sebas-
tião Sampaio y Evandro Rivitti. Seis equipos permanentes realizan investigación
sistemática en las áreas de inmunodermatología, oncología cutánea, dermatosis infeccio-
sas y parasitarias, dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, inmunodeficiencia e
inmunomodulación, histopatología, psoriasis y fotobiología. Desde 1989 la dirección del
servicio médico es ejercida por el Profesor Titular Evandro Rivitti, quien se graduó en
Medicina en 1965 en la USP, obtuvo el título de doctor en Dermatología y docente libre
en la FMUSP; su área de especial interés es la inmunidad en Dermatología.
100
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
permaneció durante veinte años. Le sucedieron los Profs. Newton Alves Guimarães, Abra-
hão Rotberg, Antônio Francisco Defina, Raymundo Martins Castro y Maurício Mota de Ave-
lar Alchorne; actualmente la dirección es ejercida por la Prof. Jane Tomimori Yamashita.
Durante la gestión del Prof. Raymundo Martins Castro, en 1990, se desdobló la asig-
natura de Dermatología en Dermatología General y Dermatología Infecciosa y Parasita-
ria. Nueve profesores enseñan la especialidad en la Escuela Paulista de Medicina. La
demanda de atención médica procede predominantemente de la población de menor po-
der adquisitivo, en su mayoría portadora de enfermedades infecciosas, dermatitis ecze-
matosas y eritemato-escamosas. El ambulatorio funciona diariamente en dos turnos en
el Hospital São Paulo. Existen, además, un laboratorio para exámenes micológicos y bac-
teriológicos, un sector quirúrgico dermatológico y otro de alergias.
Entre los nuevos grupos de estudios hay que mencionar los referentes a hanseniasis,
micosis y leishmaniasis, colagenosis, dermatología pediátrica, enfermedades ampollares,
tumores, cosmiatría, alergia dermatológica y dermatología ocupacional. Un Servicio de
ETS tiene bajo su cargo la supervisión y orientación docente, con la participación de aca-
démicos del Curso de Medicina.
El elemento diferencial del Servicio es la búsqueda de calidad en la capacitación de
especialistas. Además del curso de graduación para los alumnos de 3º y 4º años y de la
especialización en la Residencia Médica, con seis vacantes anuales y una duración de
tres años (uno en clínica médica y dos en la especialidad), el Departamento de la Escue-
la Paulista de Medicina ofrece un curso de posgrado strictu sensu y tres cursos de espe-
cialización: Dermatología para extranjeros, Dermatología avanzada y Dermatología de
las áreas selectivas.
Facultades
En la década de 1950, según el Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, fue fundada
la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto y en 1963 la Facultad de Medicina de Botuca-
tu, de la UNESP, cuya asignatura de Dermatología estuvo desde 1967 bajo la dirección de
la Prof. Neuza Dillon; actualmente se encuentra bajo la dirección del Prof. Silvio Marques.
Entre los años 60 y 80 se crearon numerosas escuelas médicas en otras ciudades pau-
listas, entre ellas las facultades de Medicina de Rio Preto, Unicamp, Santos, ABC, Santo
Amaro, Jundiaí, PUCs de Campinas y Sorocaba, Taubaté, Bragança, Marília y Catandu-
va. Actualmente existen 19 escuelas médicas en el Estado de São Paulo; en su mayoría,
los titulares de Dermatología son oriundos de la USP, como los Profs. Luíz Carlos Cucé,
Luiz Henrique Camargo Paschoal, Alice Avelar Alchorne, Neuza Dillon, Nelson Proença,
Maurício Alchorne y otros. Entre los profesores de otro origen cabe destacar a João Ro-
berto Antônio, de Rio Preto, y Ney Romitti, de Santos.
Los núcleos importantes de formación de dermatólogos son el Hospital del Servidor
Municipal y el Hospital del Servidor Público Estatal. El primero, dirigido por el Dr. Auré-
lio Ancona López y después por el Dr. Alexandre de Mello, se encuentra actualmente ba-
jo la dirección del Dr. Ival Peres Rosa; el segundo, que fue dirigido por el Dr. J. Pessoa
Mendes, actualmente está bajo la dirección del Dr. J. Alexandre Sittart.
El Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio se destaca entre los dermatólogos que más
han contribuido a la formación de los nuevos especialistas. Podemos mencionar además
los nombres de João Bicudo Junior, Argemiro Rodrigues de Souza, Vinicio Arruda Za-
mith, Estevão Almeida Neto, Norberto Beliboni, Guilherme V. Curban y, entre las institu-
ciones, la Sección Regional de la Sociedad Brasileña de Dermatología, creada en 1970.
101
PAULO R . CUNHA
convenios con las Facultades de Medicina, y recibe todos los años tres practicantes. El
proceso de formación requiere de la elaboración obligatoria de una monografía bajo la
orientación de los preceptores.
Entre los logros del Servicio se cuentan importantes trabajos publicados en el país y
en el exterior, la participación en encuentros y la edición de un libro titulado Dermatolo-
gía para el Clínico, ya en su 3ª edición. El Centro de Estudios Dermatológicos Dr. José
Pessoa Mendes (que fue director del servicio médico hasta 1987 y Presidente de la SBD
nacional y regional) contribuye activamente a fomentar la investigación científica en esa
unidad autorizada por la Sociedad Brasileña de Dermatología. La dirección del servicio
médico es ejercida por el Profr. Alexandre Sittart, que también forma parte de la direc-
ción de la AMB.
Hospital Heliópolis
El Servicio de Dermatología del Hospital Heliópolis, de São Paulo, creado hace casi
treinta años, se convirtió en un centro de referencia en el tratamiento de las micosis pro-
fundas, vasculitis, enfermedades ampollares y enfermedades graves de la piel, de difícil
diagnóstico y tratamiento.
La responsable de su creación fue la Dra. Alice Alchorne, quien estuvo a su cargo du-
rante 22 años consecutivos. Actualmente, el Prof. Jacob Levites es el jefe del Servicio de
Dermatología. Desde 1984, la práctica médica en Dermatología está autorizada por el
MEC y por la SBD.
Cuenta con una enfermería especializada con diez camas y presta asistencia continua
a la comunidad local, incluyendo la región de Ipiranga y del ABC Paulista. Ha capacita-
do hasta la fecha a numerosos dermatólogos y está presente en todos los eventos de la
especialidad.
El Servicio de Jundiaí
Relata su actual Jefe, el Prof. Paulo Rowilson Cunha: “Los primeros años del Servicio
de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí fueron maravillosos y difíciles,
abriendo acciones y frentes de trabajo (residentes, laboratorios, clínica, pacientes y co-
munidad)”.
Bajo la dirección del Prof. Fernando Augusto de Almeida, que convocó a trabajar con
él a personalidades brillantes como Carlos Machado, Vítor Reis, Célia Riscalla, Agenor
Silveira, todos de la Universidad de São Paulo, Benedito Corrêa (micología) y Câmara Lo-
pes (patólogo), se dio inicio a un proyecto piloto perfecto, que tenía como objetivos cla-
ros la enseñanza, la investigación y la atención médica.
El Servicio de Dermatología de la FMJ fue creciendo a partir de esos objetivos y algu-
nos de sus primeros residentes se tornaron profesores competentes: Célia Antonia Xa-
vier, Iza Maria Bottene, Jacqueline Calvo, Mônica Bulizani, Otávio Moraes, junto con
102
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
nuevos miembros que se unieron al equipo, como las Profs. Lucía Helena Arruda y Den-
se Steiner. Al cumplir 25 años, en 2002, el Servicio celebró la capacitación de 50 resi-
dentes, en su mayoría aprobados en el TED y algunos incorporados al magisterio de la
propia unidad.
El Prof. Dr. Paulo R. Cunha es profesor titular de Dermatología de la Facultad de Medi-
cina de Jundiaí. En 1988, con la tesis “Estudio del suero epidemiológico en foco del Pénfi-
go Foliáceo endémico (Fogo selvagem) en el Estado de São Paulo”, obtuvo el título de
doctor en Dermatología en la FMUSP. Hizo el posdoctorado en la New York University. En
1997 obtuvo el título de docente libre de la Facultad de Medicina de la USP con la tesis “Es-
tudio comparativo sobre la sensibilidad de las pruebas de inmunofluorescencia indirecta e
Immunoblotting o Western Blotting para la detección de anticuerpos intercelulares en las
diferentes formas y fases evolutivas de la enfermedad del Pénfigo Foliáceo o Fogo Selva-
gem”. Fue director de la Facultad de Medicina de Jundiaí durante los años 1996-2000.
El servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí se destaca en el
campo de la investigación, principalmente en relación al Fogo selvagem. Sus integrantes
consideran relevante haber participado en el progreso y en el prestigio nacional que el
servicio consiguió.
103
PAULO R . CUNHA
104
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Stoff, Sílvia Regina Barraviera, Vidal Haddad Júnior y Maria Regina Silvares (es necesa-
rio recordar que en Botucatu los docentes cumplen el régimen de tiempo completo y de-
dicación exclusiva). Con la creación de la UNESP en 1976 fueron constituidos nuevos
departamentos, uniéndose la Dermatología a la radiología y a las enfermedades infeccio-
sas y parasitarias; en 1994, surgió el Departamento de Dermatología y Radioterapia, lo
cual resultó ser una solución mejor, aunque continuaba sufriendo las contingencias de la
prohibición de nuevas contrataciones.
En 1970, con la disponibilidad de cuatro camas y una fuerte demanda de la atención
ambulatoria se inició la Residencia Médica, que pasó por un proceso de consolidación
lento y difícil hasta 1978, cuando comenzó a crecer; entre 1970 y 2001 se graduaron 82
residentes. Desde 1994 hasta la actualidad se ofrecen seis vacantes. En cuanto al Servi-
cio, de las dos camas que poseía en 1968, Dermatología dispone actualmente de 16. El
Ambulatorio General y Especial funciona diariamente en los dos turnos, con siete luga-
res para consulta, dos salas quirúrgicas y la sala de curaciones. Existen servicios de mi-
cología, documentación fotográfica, inmunología alérgica, fotobiología y telemedicina.
Además de los señalados anteriormente, São Paulo posee los siguientes servicios ha-
bilitados: el Hospital Universitario Wladimir Arruda (jefe del Servicio, Dr. Luiz Cucé); el
Hospital Guilherme Álvaro; la Fundación Lusíadas (jefe del Servicio, Prof. Dr. Ney Romit-
ti), la Universidad de São Paulo; la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (jefe del Ser-
vicio, Profa. Norma Foss), Unicamp (Jefe del Servicio, Dr. Elemir Macedo de Souza), la
Facultad de Medicina de Marília (jefe del Servicio, Dr. Spencer Sornas) y el Hospital Uni-
versitario de Taubaté – UNITAU (jefe del Servicio, Dr. Samuel Mandelbaum)3.
105
PAULO R . CUNHA
DERMATOLOGÍA DE PARANÁ
Curitiba
En el majestuoso Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Paraná, que tiene
49.196 m2 de área construida, 191 consultorios, 374 ambulatorios y 635 camas distri-
buidos en 45 especialidades, se encuentra uno de los más prestigiosos servicios habilita-
dos de la SBD, dirigido por el Prof. Jesús Rodrigues Santamaría, ex-presidente de la
entidad nacional.
Fundado en 1961, cuando era catedrático el Prof. Rui Miranda, el Servicio Dermato-
lógico del HC tiene ya más de cuatro décadas de existencia. Funciona en dos edificios;
una parte está ocupada por los servicios administrativos y en la otra se encuentran los
ambulatorios y el centro quirúrgico ambulatorio para todas las especialidades. En este
último, el servicio tiene también siete salas para atender al público, siete consultorios,
una sala para pequeños procedimientos y una para el equipo. El promedio de atención
al público es de 70 pacientes por día provenientes de Paraná, Mato Grosso y Santa Ca-
tarina. En Curitiba predominan las enfermedades de tipo europeo que corresponden a la
formación étnica de la mayoría de la población, como cáncer de piel, lupus, colagenosis,
psoriasis, diabetes, arteriosclerosis e insuficiencia vascular.
Fuera de los muros del HC, el Servicio de Dermatología mantiene el Centro Souza Araú-
jo, creado por Rui Noronha de Miranda, que atiende diariamente de 40 a 50 personas, ac-
tuando principalmente en Dermatología sanitaria y en onco-dermatología. El Servicio, que
sirve de referencia para todo el Sistema SUS, recibe por semestre cien alumnos del curso
de Medicina, además de los estudiantes del internado, los residentes de Clínica Médica que
pasan un mes en Dermatología y los alumnos del internado selectivo que han escogido la
especialidad para pasar los últimos ochenta días de entrenamiento en la institución.
En lo que se refiere a la producción científica, el servicio del HC de Curitiba ha mar-
cado su presencia en los Anais Brasileiros de Dermatología y en las publicaciones ex-
tranjeras, con trabajos sobre hanseniasis y pénfigo.
Dermatología de Londrina
Fundada en 1967, la Facultad de Medicina del Norte de Paraná, localizada en Lon-
drina, inició tres años después la enseñanza de la Dermatología, con los Profs. Drs. José
Schweinden (titular) y Lorivaldo Minelli (asistente), seguidos por sus colegas los Drs. Ro-
berto Piraino y Roberto Schnitzler.
Al final del año 1979, la Facultad de Medicina se unió a otras para constituir la Uni-
versidad Estatal de Londrina. En esa ocasión, por tener que retornar a Curitiba el titu-
lar se hizo cargo de la asignatura el Dr. Minelli, quien permanece hasta hoy. Tres años
atrás, en 1976, los Drs. Minelli y Piraino habían defendido sus tesis de doctorado, obte-
niendo el cargo de profesores asistentes. La tesis del Dr. Minelli titulada “Geografía mé-
dica del pénfigo foliáceo sudamericano en el Estado de Paraná”, fue dirigida por el
recordado Prof. Raymundo Martins Castro, mientras que la del Dr. Piraino, titulada “Po-
roqueratosis de Mibelli”, fue orientada por el Prof. Dr. José Kriner, de la Argentina.
En 1998, el Dr. Minelli fue promovido a profesor asociado en concurso público presi-
dido por el Prof. Dr. Sebastião de Almeida Prado Sampaio.
En las décadas del 70 y 80 varios residentes se especializaron en la Clínica de Der-
matología de la Universidad y, a partir de los años 90, se inició la Residencia oficializa-
da por la Sociedad Brasileña de Dermatología, donde numerosos exalumnos obtuvieron
sus respectivos diplomas de Especialistas.
106
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
juntamente con el Dr. Álvaro Schiavi Jr. y la Dra. Clarisse Furtado fueron integrantes de
la cátedra de Dermatología hasta 1989. Actualmente la dirección del Servicio está a cargo
de la Dra. Analise Roskamp Budel.
Se encuentran conectadas entre sí la red de atención de la Intendencia y la del Esta-
do, que reciben cerca de mil pacientes por mes. Paraná posee también el Servicio de la
Santa Casa de Misericordia, PUC, como servicio habilitado, que tiene como Jefe del Ser-
vicio al Dr. Luiz Carlos Pereira.
Gaúchos en la Dermatología
Fue el Dr. Ernst von Bassewitz, un alemán diplomado en Berlín en 1890, quien ejer-
ció por primera vez en Rio Grande do Sul la especialidad dermatológica. Después de pa-
sar por São Paulo, llegó en 1894 a la pampa gaúcha de Rio Grande do Sul, y trabajó en
remotas localidades del litoral y de la campaña. En 1927 publicó en los Anales de Medi-
cina de Rio Grande do Sul un informe sobre la incidencia de la lepra en la colonia ger-
mánica.
El primer profesor de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de Por-
to Alegre, creada en 1898, fue el Dr. Modesto José de Souza, sucedido por el Dr. Rodolfo
Masson y después, por concurso público, por el Dr. Ulisses de Nonohay, quien además in-
tegraría la columna revolucionaria que marchó hacia Río de Janeiro con Getúlio Vargas.
En 1942 se creó en la Facultad de Medicina de Porto Alegre el Curso Equiparado de
Clínica Dermatológica y Sifilográfica, dirigido por José Gerbase, oriundo de Alagoas, dis-
cípulo de Ramos e Silva. En 1946 se incorporó el Prof. Clóvis Bopp, catedrático desde
1959 con la tesis “Cromoblastomicosis: contribución para su estudio”. En 1992 el Prof.
Lúcio Bakos fue nombrado profesor titular de Dermatología de la Universidad Federal de
Rio Grande do Sul, también por medio de concurso público.
Ciencias Médicas
La Fundación de la Facultad Federal de Ciencias Médicas de Porto Alegre fue creada
en 1960 con el nombre de Facultad Católica de Medicina, junto a la Hermandad de la
Santa Casa de Misericordia. Cuatro años después, el Prof. Enio Candiota de Campos, des-
tacado maestro y científico, fue designado primer titular de la asignatura de Dermatolo-
gía, juntamente con los Profs. Achyles Hemb, Gisela Del Pino y Aída Schafranski.
Después del fallecimiento del primero, asumió la titularidad el Prof. Dr. Armin Bernhard
y, posteriormente, el Prof. Cláudio Bartelle.
El Servicio de Dermatología de la FFFCMPA se localiza en el complejo de hospitales
de la Santa Casa de Porto Alegre, donde se dicta el curso curricular y el de posgrado a
los residentes y sus alumnos. Tiene como profesores a Érika Geier, Walmor Bonatto, Re-
nan Bonamigo, Irene Menezes, Aída Schafranski, Carolina Feijó, Raquel García y otros
colaboradores.
El Servicio de la UFRGS
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de Porto Alegre tiene tres profe-
sores de la UFRGS: un titular, Lúcio Bakos, y dos adjuntos: Tânia Cestari y Luiz Fernan-
do Bopp Muller. También tiene cinco médicas dermatólogas, Ane K. Simões Pires, Isabel
C. P. Kuhl, Márcia S. Zampese, Marlene L. Weissbluth y Mirian Pargendler, dos residen-
tes y tres alumnos, además de dos alumnos del curso de Maestría y un alumno del Doc-
torado por año. Además de dictar estos cursos, los integrantes del Servicio se dedican a
la asistencia y a la investigación (ésta muy estimulada en todos los niveles).
Considerado como centro de referencia en SIDA para Rio Grande do Sul, el Servicio
de Dermatología del HC de Porto Alegre dispone de un sector de dermatoscopía digital,
con video-dermatoscopía y análisis de imágenes; un sector de fototerapia y fotobiología,
para atender a pacientes fotosensibles. También presenta un sector de Salud Pública, ya
107
PAULO R . CUNHA
que recibe médicos cedidos por la Secretaría de Salud que actúan en SIDA, ETS y Han-
seniasis. La actividad se realiza en dos turnos, en días hábiles, con guardias los días fe-
riados y los fines de semana. Por ser un hospital de referencia, el Servicio recibe
numerosos pacientes para la atención de nivel terciario, concentrando patologías sisté-
micas y de manejo más difícil.
Santa Catarina
Santa Catarina posee la habilitación del Hospital Universitario de la Universidad Fe-
deral (Jefe del Servicio, Prof. Jorge José de Souza Filho).
■ La7.historia
La Historiade laRADLA
de la RADLA (Reunión
(Reunión Anual deAnual
los Dermatólogos
de los Dermatólogos
Latinoamericanos Latinoamericanos)
del Cono Sur)
■ Algunas
8. Algunasenfermedades
enfermedades y susy tratamientos
sus tratamientos
Lepra y enfermedades venéreas
Antiguo compañero de Carlos Chagas en el Instituto Oswaldo Cruz, Eduardo Rabello re-
cibió, alrededor del año 1920, como Inspector General de la Lepra, la misión de elaborar
la primera legislación brasileña de profilaxis de las enfermedades venéreas, afecciones
que hacían sufrir a los pacientes, además de las consecuencias de la enfermedad, los efec-
tos negativos de la desinformación pública y del atraso de la mentalidad predominante.
A la inmigración negra se la responsabilizó por la introducción de la lepra, como
108
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
El Fogo selvagem
El Fogo selvagem (FS) es una enfermedad endémica en ciertas regiones del Brasil con
un número total de enfermos aproximadamente de 15.000, prevaleciendo entre las per-
sonas jóvenes que viven en las áreas rurales del país. En São Paulo, en la década de
1930, el aumento del número de casos llevó al gobierno estatal a crear un hospital ex-
clusivo para esos enfermos; más tarde, se abrieron otros hospitales en Goiânia y Campo
Grande. En 1970 se estimaba que había por lo menos 10 mil casos conocidos de FS en
los estados endémicos del Brasil. En 1983, gracias a la visión de Sebastião Sampaio, de
São Paulo, y de Luíz Díaz, de los Estados Unidos, se creó el Grupo Cooperativo Brasil-Es-
tados Unidos para la investigación del Fogo selvagem, que produjo decenas de trabajos
científicos y contribuyó a un gran adelanto en el conocimiento de la patogénesis de la en-
fermedad y en el desarrollo de las técnicas de diagnóstico.
Durante las décadas de 1950 a 1990 la incidencia del FS disminuyó en São Paulo; el
Prof. Paulo R. Cunha informó en su tesis de doctorado en la USP sobre el último foco en
el Estado, localizado en los municipios de Franco da Rocha y Mairiporã. Las caracterís-
ticas epidemiológicas de la enfermedad muestran fuertes evidencias de que el FS es in-
fluenciado por factores ambientales; los esfuerzos de los investigadores están puestos en
determinar el agente etiológico ambiental que produce el desencadenamiento de esa en-
fermedad en Brasil.
109
PAULO R . CUNHA
Figuras 14 y 15.
Campaña de Prevención
del Cáncer de Piel (24
de noviembre de 2001)
■ Los desafíos
9. Los desafíos de
de lalaDermatología
Dermatologíapara elen el milenio
nuevo nuevo milenio
La regionalización de la SBD tuvo su inicio después de la conmemoración de sus 50
años, al abrirse la participación a todos los estados brasileños. Actualmente, las regio-
nales tienen una extraordinaria influencia en los emprendimientos de la SBD, fortale-
ciendo la nacionalización de la entidad, procurando la integración y actuando en las
unidades como auténticas delegaciones de la entidad mayor, sin perder las característi-
cas de las organizaciones locales.
En el campo científico, la Dermatología dejó de ser una especialidad puramente clí-
nica y evolucionó como especialidad clínico-quirúrgica. Así como se amplió el concepto
de salud, que pasó de ser “la ausencia de enfermedades” a convertirse en sinónimo de
bienestar físico, moral, social y mental, también la Dermatología agrupó novedades que
110
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Octubre, 2005
S e estima que los primeros pobladores de Colombia llegaron en busca de nuevas tie-
rras y mejores condiciones de vida en una etapa paleoindígena (15.000 a 10.000 a.C.)
procedentes de Oceanía y Asia, por el Estrecho de Behring, aprovechando las glaciacio-
nes; o también posiblemente, según Méndez Correa, por la Antártida y el mar Pacífico1.
La baja densidad demográfica, la dispersión de los asentamientos y la ausencia de
animales domésticos favorecieron la poca diseminación de las enfermedades y hay evi-
dencias antropológicas de sano crecimiento poblacional en los chibchas2; no obstante
sufrieron padecimientos genéticos, autoinmunes, traumáticos, degenerativos e infeccio-
sos, que los llevaron al desarrollo de medidas preventivas y de algunos tratamientos, así
como al descubrimiento de medicamentos.
Los habitantes prehispánicos del continente americano consideraron sabiamente que
el ser humano era uno más dentro del cosmos y que no podían romper el equilibrio de
la naturaleza sin recibir un castigo en su salud. Nuestros indígenas clasificaron a las en-
fermedades en varios grupos. Los nukak del sur-oriente del país las dividían en: 1) bro-
tes y granos asociados con “dardos mágicos” lanzados por “seres enemigos” y/o como
parte de un castigo, ya fuera por la infructuosa caza o pesca o por su exceso; 2) asocia-
das con espíritus del bosque (EbEp) y picadura de los truenos (takuEji), muy peligrosas,
podían ocasionar la muerte; 3) asociadas con el incumplimiento de normas; 4) enferme-
dades menores que no implicaban la muerte, como las picaduras y las pequeñas heri-
das3. Entre los huitotos del Putumayo la enfermedad era producto de ataques
“chamanísticos” (brujos) de otras tribus. Los paeces las clasificaban según provinieran
de visiones del “duende”, del “cacique” y del “arco”; en esta última incluían a los hijos
con rasgos físicos de animal y los granos en la piel. Otras tribus las clasificaron en
113
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
114
Historia de la Dermatología en Colombia
de las Indias del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1535): “Así pues, el llamado
‘mal francés’, ‘mal napolitano’, ‘mal serpentino’, ‘mal lazarino’ o ‘enfermedad de las cor-
tesanas’ era en realidad la enfermedad de naturaleza americana”; y anota también el
cronista en comunicación dirigida al Rey de España sobre la expansión de la sífilis en las
nuevas tierras y su llegada a la Península Ibérica: “En las Indias... es muy notorio el pa-
lo santo, que los indígenas llaman guayacán... La principal virtud de este madero está en
curar el mal de las bubas... del palo de él toman astillas delgadas... y sus limaduras cué-
cenlas en cierta cantidad de agua… y desde que ha desmenguado el agua con el coci-
miento..., quítanla los dolientes y bébenla ciertos días por las mañanas en ayunas... y
sanan sin ninguna duda muchos enfermos de aqueste mal. Puede Vuestra Majestad te-
ner por cierto que aquesta enfermedad vino de las Indias a España”. Es posible que el
Treponema haya sufrido mutaciones al actuar masivamente en Europa, incrementando
su patogenicidad en un medio ambiente y una población virgen hasta 14932.
La presencia de la tuberculosis en la América prehispánica está hoy ampliamente do-
cumentada por técnicas de ADN; se han encontrado lesiones óseas en restos de la cultu-
ra Muisca en número relativamente alto de casos, lo que hace suponer que afectó de
manera importante a las comunidades6.
La enfermedad de Chagas, producida por el Tripanosoma cruzi y transmitida por tria-
tomineos, es exclusiva de América.
Además de estas enfermedades, afectaron la salud de la población nativa las heridas
por flechas envenenadas con hierbas (Ogendeia terstroeniflora, una Moracea y Strychnos
toxicaria) y venenos de animales como ranas (Dendrobates), arañas (Migale) y serpientes.
Estuvieron también presentes otras enfermedades no infecciosas como el hipotiroidismo
congénito, el bocio, el labio leporino, el albinismo, el enanismo y la pilimicción (quiste der-
moide de la vejiga) observada en Popayán.
Los indígenas clasificaron las plantas de diferentes formas, que podríamos resumir
en: plantas del conocimiento (psicotrópicas), amargas (energéticas), purgantes, estimu-
lantes, preventivas y medicinales en sentido estricto11. La herbolaria indígena aportó de
manera significativa al desarrollo de la terapéutica; plantas que se consideraban sagra-
das y medicinales son por ejemplo el achiote (Bixa orellana), utilizado para prevenir las
quemaduras solares; la chica (Bignonia chica), como repelente de insectos y preventiva
de mordeduras de serpientes y murciélagos; la otoba (Miristicacea), para la sarna y el
cuidado del cabello, uso que permanece aún inalterado; entre los cubeo y los macuna, el
ají (Capsicum) fue utilizado como tratamiento para el acné “para mantener la cara libre
de barros y de manchas; se absorbe por la nariz mediante un tubo de hojas el jugo del
ají para que la piel exude la grasa natural”; para curar el nuche, ponían un parche de
diaquilón con lo que moría la larva y luego la exprimían; la coca (Erythroxylon coca), que
masticada (mambeo) “proporcionaba resistencia extra al organismo”; el palo santo y el
guayacán usados para las bubas; el coralito cuya fruta “mojada y estregada en las lepras
o manchas que brotan del cuerpo, que unos llaman empeine, otras carate y otras seme-
jantes, muy inmundas y asquerosas, las quita y destruye y deja la carne y cutis limpio sin
señal de enfermedad...”12; el tabaco fue quizás el que más influencia tuvo durante la Co-
lonia, usado para mordeduras o heridas por flechas envenenadas, como cicatrizante, he-
mostático y cauterizante3, 13; la caraña (resina de palma), para las llagas purulentas o
heridas recientes y las yerbas de las bubas, con cuyo polvo lograban la epitelización en
las heridas; la acedera para el tabardillo y la quina para los hematomas9.
Además de las plantas, los indígenas utilizaron en los tratamientos sustancias y ele-
mentos animales, como por ejemplo, una mezcla de masa de sebo, cardenillo y harina de
maíz tostada o polvos de cáscaras de cangrejos y de bencenuco para curar las llagas; los
115
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
La medicina indígena tuvo dos fundamentos: el primero, de tipo preventivo tanto in-
dividual como colectivo, que se manifestaba de diversas maneras: en el abandono de en-
fermos graves para mantener la supervivencia del grupo; en el traslado de
asentamientos cuando se reunían grandes cantidades de basuras y desechos en el lugar;
en la actitud de prevención frente a los factores desencadenantes de enfermedades, el
aislamiento de las mujeres menstruadas, la construcción de viviendas sobre árboles y el
dormir en hamacas y con toldillos; el segundo, de tipo sintomático, mediante la ingestión,
inhalación, masticación o untura de diversas plantas, en las dietas y sangrías, encami-
nadas a aliviar afecciones orales, epidérmicas y traumatismos. El extremo lo representó
Figura 2. Templo Solar.
la costumbre del infanticidio, que se practicaba con los nacidos con defectos físicos y con
San Agustín 300 d. C. algunas genodermatosis como el albinismo14.
Nuestros indígenas sufrieron durante
el Descubrimiento y la Conquista un grave
deterioro orgánico, junto con la disminu-
ción o pérdida de sus valores espirituales
ancestrales, sentimiento de inferioridad y
casi la desaparición de su concepción del
mundo, como consecuencia de la imposi-
ción de los drásticos, rápidos y forzados
cambios culturales, que los llevaron muy
cerca de su total extinción15.
Estas breves pero sentidas líneas rin-
den homenaje y tributo perenne de admi-
ración y respeto a nuestros indígenas, que
en el pasado y el presente siguen dándo-
nos lecciones de bonhomía, convivencia
armónica y amor por todos los seres ani-
mados o inanimados que la madre natu-
raleza nos ha obsequiado prolijamente
(figura 2).
116
Historia de la Dermatología en Colombia
■ La Dermatología
II. La Dermatología desde el descubrimiento desde
de América hasta el descubrimiento
la Colonia. La influencia
de la Conquista y las nuevas enfermedades
de América hasta la Colonia. La influencia de
la Conquista y las nuevas enfermedades
En 1499, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa tocaron tierras colom-
bianas en Coquibacoa –hoy Cabo de la Vela, península de la Guajira– iniciándose así el
período de la Conquista de nuestro territorio, que se extendió hasta el año 15501. Du-
rante este período fue fundada Santa Fe de Bogotá (hoy Bogotá) por Don Gonzalo Jimé-
nez de Quesada, el 6 de agosto de 1538. La llegada de los colonizadores españoles trajo
un cambio radical para las poblaciones indígenas, en su forma de vida, alimentación,
costumbres y creencias, amenazadas además por la imposición de una nueva religión.
La alta vulnerabilidad orgánica de nuestros aborígenes estaba determinada por la mal-
nutrición debida a su alimentación basada en carbohidratos y escasas proteínas, por las
enfermedades propias de América y por la ausencia de inmunidad contra las importadas
de Europa. Estos factores, sumados a la dominación de los colonizadores, causaron un
enorme desastre demográfico en las comunidades aborígenes. Se estima que en el siglo
XVII había desaparecido el 90% de la población nativa; no obstante, el encuentro de los
dos mundos fue benéfico por el mestizaje entre los importantes aportes que nuestros in-
dígenas hicieron a la humanidad con sus vastos conocimientos en la herbolaria y el apor-
te científico del otro lado del océano.
Álvarez Chanca fue el primer médico europeo que llegó a América en el segundo via-
je de Colón y hasta las tierras del Darién en 1514. Con los conquistadores llegaron tam-
bién charlatanes, empíricos y algunos protomédicos militares como el capitán Antonio
Díaz Cardozo en 1538 y el soldado Martín Sánchez Ropero9, 16; también arribaron Pe-
dro Fernández de Valenzuela, personaje popular y controvertido que escribió el Tratado
de medicina y modelo de curar en estas partes de Indias; Mendo López del Campo, Lo-
pe Sanjuán de los Ríos y, como cirujano, Esteban González; en Santa Marta, en 1528 se
menciona la presencia de Luis de Soria y de cuatro barberos (cirujanos); en Cartagena
ejercía en 1547 Martín Rodríguez.
Durante la Conquista no hubo en Colombia enseñanza de la Medicina.
Como el descubrimiento y la colonización se iniciaron por las costas del océano Atlán-
tico, fueron los asentamientos de esta región los primeros en poblarse y en consecuen-
cia fue allí donde se inició la atención hospitalaria. Según Andrés Soriano Lleras, el rey
Fernando el Católico ordenó en 1513 la creación de un hospital en el Darién –el Hospi-
tal de Santa María la Antigua del Darién–, trasladado en 1524 al territorio de lo que hoy
es Panamá. En 1535 se inició en Cartagena la construcción del hospital San Sebastián,
luego de Santa Clara, también llamado de La Caridad, que atendía a todo tipo de enfer-
mos; en el mismo año se inició el Hospital de San Lázaro, constituyéndose en el primer
Lazareto; más adelante se fundó el hospital del Espíritu Santo para enfermos incurables.
En 1528 se fundó el Hospital de Santa Marta2, 16.
117
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
■ La Dermatología desde
III. La Dermatología
la Colonia hasta la desde la Colonia hasta la actualidad
actualidad
César Iván Varela Hernández
118
Historia de la Dermatología en Colombia
La sífilis estuvo también muy presente en esta región, debido a la promiscuidad de los
colonizadores; así puede deducirse de lo escrito por Juan Rodríguez Freyle en su obra El
Carnero acerca del oidor don Luis Tello de Erazo, residente en Santa Fe y funcionario del
presidente del Nuevo Reino, Diego Gómez de Mena. El oidor habría ido a morir en Sevi-
lla “del mal francés”, después de “trocar la garnacha por las aventuras con damiselas
promiscuas”.
En 1630 se inició en Santa Fe la epidemia de tabardillo que se difundió en cuatro años
por todo el país; aparte de las epidemias de viruela, ninguna otra se extendió tanto ni fue
tan devastadora; según el historiador Groot “dio muerte a las cuatro quintas partes de los
indios de la sabana”; fallecieron además arzobispos, clérigos, religiosos, alcaldes, nobles,
plebeyos y esclavos. Esta epidemia fue conocida como la “peste de Santos Gil”, por el nom-
bre del notario que hizo la mayoría de los testamentos de los nobles moribundos, quienes
le donaban sus bienes ante la muerte de todos sus descendientes por la misma peste2.
El primer médico titulado que llegó a Santa Fe fue Don Álvaro de Aunón en 1579, y
el primer criollo graduado en España fue Don Juan López en 1584.
El Hospital de San Pedro, en Santa Fe, abrió sus puertas en 1569, luego de que en
1564 el Obispo Fray Juan de los Barrios y Toledo donara una de sus casas con el propó-
sito de fundar “un hospital en el cual vivan y se recojan y curen los pobres que a esta
ciudad ocurrieren y en ella hubiere así españoles como naturales”. En 1635, el manejo
del hospital fue encargado a la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios; se le lla-
mó Hospital de Jesús, María y José, aunque desde entonces se le conoce como Hospital
San Juan de Dios16. Durante la Colonia se crearon 25 hospitales, entre otros el de San
Sebastián en Cartagena, el de Popayán en 1577, el de Honda en 1600 y en 1789 el de
San Gil (Leprosario). La primera botica que existió en Santa Fe fue la de Pedro López de
Buiza, en 1630.
Durante los siglos XVI y XVII prácticamente no hubo enseñanza médica; los pocos
médicos servían exclusivamente a la realeza y a las autoridades colonizadoras; las pri-
meras cátedras de medicina en el Colegio Mayor de San Bartolomé en 1641 y en el Co-
legio Mayor del Rosario, en Santa Fe, se clausuraron por falta de alumnos, debido en
parte a que “la carrera de médico era considerada indigna y apropiada sólo para perso-
nas de baja condición social”9 y además porque regía para los españoles la pro-
hibición de estudiar fuera de su país.
A comienzos del siglo XVIII, con la llegada de los Borbones a la Corona Es-
pañola, renacieron los estudios médicos en España, y en consecuencia también
en sus colonias; así, la cátedra de medicina se consolida en 1753 con José Vi-
cente Román Cancino, en la Universidad de Santo Tomás, donde en 1764 se
gradúa su primer médico, Juan Bautista de Vargas Uribe. En 1760 regresa de
España José Celestino Mutis trayendo las ideas de la Ilustración; en función de
ellas difunde la vacuna contra la viruela y la construcción de cementerios en
las afueras de las ciudades, marcando los primeros pasos de la medicina de sa-
lud pública en el país; “descubre” la quina utilizada ancestralmente por los in-
dígenas, y como educador médico forma como discípulo a Miguel de la Isla,
quien sería el fundador de la primera Escuela de Medicina en Santa Fe (1802)
(figura 3).
Juan Gualberto Gutiérrez, médico y abogado, atendió en 1810 el asilo de vi-
rulentos de Santa Fe y a los soldados enfermos el 5 de agosto de 1819, dos días antes de Figura 3.
Miguel de la
la batalla del Puente de Boyacá, que dio la libertad a Colombia; estuvo a la cabecera del
Isla
prócer Antonio Nariño durante su agonía, dejando consignado hasta el momento de su
muerte en el diario que se conserva en la Casa Museo de Nariño en Villa de Leyva12.
119
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
Las dificultades producidas por las guerras de Independencia en las primeras décadas
del siglo XIX hicieron desaparecer casi totalmente la enseñanza médica en el país. La ma-
la nutrición, la carencia de servicios básicos y de medidas de saneamiento determinaron
una alta morbi-mortalidad en ese siglo16. Se presentaron varias epidemias de fiebre
amarilla, viruela, sífilis, tuberculosis, sarampión, bartonelosis, parasitosis, fiebre tifoidea
y tifus exantemático; se recomendaba: “hay que estar en contacto con el pueblo e ir va-
cunándose lentamente con las aguas infectadas, con las cortezas sucias de las fru-
tas...”17. La lepra y el paludismo fueron algunos de los principales problemas del siglo.
Con la República, iniciada en 1810, surge también la medicina moderna en Colombia.
120
Historia de la Dermatología en Colombia
121
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
122
Historia de la Dermatología en Colombia
el primer director del leprosario de Caño del Oro, en Tierra Bomba, bahía de Cartagena;
Moisés Pianeta Muñoz, quien estudió en la Universidad de Cartagena de la que más tar-
de fue decano (1946), “el modernizador de la Facultad de Medicina”; “multiespecialista y
pedagogo de alma”22; Carlos Alberto Garzón Fortich, quien estudió Dermatología y lepro-
logía en Brasil y Estados Unidos, se radicó definitivamente en Cartagena en 1953, siendo
el primer dermatólogo titulado, profesor de la Universidad de Cartagena, director de los
lazaretos de Caño del Oro y Agua de Dios, jefe de la campaña nacional antileprosa del Mi-
nisterio de Salud, portador de la Gran Cruz de Damian de Brasil y la Gran Cruz “Jorge
Bejarano” de Colombia; Nayib Ambrad Domínguez, formado en la Argentina donde en
1950 hizo cursos de endocrinología con Carlos Galli Mainini, E. B. Del Castillo y Guiller-
mo Di Paola; en investigación endocrina fue colabora-
dor y discípulo del premio Nobel, Bernardo Alberto
Houssay; en Dermatología fue discípulo del Prof. Cordi-
biola y autor de la “Coloración de contraste para las
reacciones de Galli Mainini”; Enrique Alonso Osorio Ca-
macho (figura 9), estudió en la Universidad Nacional
Autónoma de México, fue profesor de la Universidad de
Cartagena (1972-1992), presidente de la Asociación Co-
lombiana de Dermatología de la cual es actualmente
Emérito y Miembro Honorario y ejerce con excelencia
en Cartagena; y Diego Fernando Gómez Pérez, quien en
1960 se graduó de dermatólogo en la Argentina; docen-
te y dirigente político15.
En 1939 llegó a Cali (Valle del Cauca) Julio César
Barreneche Mesa, quien estudió Dermatología y anestesiología en Suiza; también ejer- Figura 9.
cían allí, aunque sin ser especialistas, Carlos Salcedo Cabal y Jaime Kelber. En 1954, Enrique A.
Hernán Tobón Pizarro, del Skin and Cancer Hospital de Nueva York, con estudios en Bue- Osorio
nos Aires realizados con el Prof. Luis Pierini, fue pilar de la especialidad hasta su falle- Figura 10. Jaime
cimiento en 1985; en 1956 llegó Jaime Betancourt Osorio (figura 10), gloria viva de la Betancourt
especialidad, quien estudió en Madrid en 1955 y perfeccionó su saber con el profesor
Pierini en Buenos Aires; con el doctor Tobón fueron los primeros profesores de Derma-
tología de la Universidad del Valle. Además, Jaime Betancourt ha cultivado la pintura, la
escultura y la poesía. Profeso por él mi mayor cariño y respeto. En 1960, Ernesto Correa
Galindo, pionero dermatopatólogo formado en la Ar-
gentina bajo la tutela de Pierini, Borda y Abulafia, sen-
tó cátedra en el Hospital San Juan de Dios; en 1965,
Antonio José Torres Muñoz (figura 11), discípulo del
doctor Correa, perfeccionó sus estudios en Buenos Ai-
res con Aarón Kaminsky; es ejemplar profesor ad hono-
rem en la Universidad del Valle; consumado lector,
dotado de incomparable memoria y una vasta cultura
general; en 1966 llegó Rafael Falabella, graduado por
la Universidad de Iowa, quien creó en 1970 con Jaime
Betancourt y Nelson Giraldo el Servicio de Dermatolo-
gía de la Universidad del Valle, siendo desde entonces
su Jefe; sus investigaciones han dado grandes avances
al estudio y tratamiento del vitiligo. En 1967 inició su
ejercicio Cecilia Moncaleano de Lasprilla (figura 12), la
dama de la Dermatología vallecaucana, la primera mujer que ejerció la Dermatología en Figura 11.
Colombia, médica egresada de la Universidad Nacional y dermatóloga por la Universidad Antonio Torres
de São Paulo, desarrolló importantísima labor en el Hospital San Juan de Dios, el dispen- Figura 12.
sario de lepra y los Ferrocarriles Nacionales hasta 1991 cuando se jubiló. Ese mismo año Cecilia
Moncaleano
123
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
regresó Nelson Giraldo Restrepo, quien estudió dermatopatología en Buenos Aires con el
Prof. Abulafia y fue profesor excelente en la Universidad del Valle15, 21.
La historia de la Dermatología en Santander se inició con Álvaro Sabogal Rey, quien
llegó a Bucaramanga en 1958, nombrado por el Ministerio de Salud para dirigir los pro-
gramas de lepra en compañía de Virgilio Rodríguez. Alejandro Villalobos Fernández lle-
gó en 1960, graduado en Buenos Aires y luego de ejercer unos años se trasladó a Estados
Unidos. En 1961, luego de estudiar en España, llegó Luis Felipe Moreno, quien inició el
tratamiento de las úlceras de miembros inferiores y en 1964, Jaime Acevedo Ballesteros,
los dos actualmente en ejercicio. En el eje cafetero, a Manizales (Caldas) llegó en 1965
Heriberto Gómez Sierra, de la Universidad de Antioquia, fundador y titular de la cátedra
en la Universidad de Caldas; lamentamos profundamente su muerte ocurrida mientras
preparábamos esta obra; en 1968 tuvo en Jairo Mesa Cock su primer discípulo, quien fue
luego docente durante muchas décadas y Jefe del Servicio (1980-1985); en la actualidad
Mesa Cock es el pilar de la comunicación y educación dermatológica continua por Inter-
net en el país. Bernardo Giraldo Neira estudió Dermatología en Estados Unidos, se espe-
cializó en alergias y desde 1967 ejerce en Pereira y Manizales. A Pereira (Risaralda) llegó
en la misma época Adolfo Ormaza Hinestrosa, quien había estudiado en la Argentina. En
Armenia (Quindío) el pionero fue Fabio Rivera.
En Cúcuta (Norte de Santander) y Arauca, el maestro
Pedro Miguel Román Suárez (figura 13), formado en le-
prología en 1966 en el Instituto Federico Lleras, fue
quien inició la especialidad y durante casi cuatro décadas
llevó bienestar a sus pacientes. En Barranquilla (Atlánti-
co) los primeros fueron: Blas Retamoso, quien estudió
medicina en Cartagena y se dedicó a la Dermatología;
Luis López y Carmelo Castillo Porto, ya fallecidos, y Alí
Tajan Calvo, gran hombre, autodidacta y poeta, actual-
mente en ejercicio exitoso. En el departamento del Cau-
ca, los pioneros fueron José María Delgado Paredes
(figura 14), dermatólogo de la Universidad de South Ca-
rolina y sanitarista de la Universidad de Harvard, jefe de
Figura 13. Pedro
Morfología y profesor de Dermatología de la Universidad del Cauca; Mario Ernesto Gon-
M. Román
zález, dermatólogo de la Universidad de Buenos Aires, profesor de Dermatología en la
Figura 14. José M.
Universidad del Cauca por más de 30 años y José Félix Zambrano Payán, entrenado en
Delgado
el Hospital Federico Lleras, profesor colaborador de la Universidad del Valle en lepra y
leishmaniasis15. En Córdoba, el primero en llegar a Montería en la década del 60 fue
Figura 15. Hugo Corrales Lugo, formado en el Instituto Federico Lleras, quien manejó los progra-
María Mélida mas de lepra, seguido de Albio Puche. En Sincelejo (Sucre) el primero fue Hugo Corrales
Durán Merchán Medrano, quien es además médico internista. En Boyacá Antonio Morales inició el ejer-
cicio de la especialidad a partir de 1968, cuando llegó de la Universidad de Salaman-
ca, España; sigue en ejercicio con competencia y éxito15.
[Era] una preciosa mujer, maestra y viajera incansable, el glamour era su sello; se movía
con elegancia y delicadeza en todos los ámbitos. La Dermatología colombiana tenía
en ella su más importante embajadora, siendo miembro destacado [...] de la Organización
Mundial de la Salud, de la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología [...],
124
Historia de la Dermatología en Colombia
125
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
■ Historia dela la
Historia de investigación,
investigación, la infectología
la infectología y las subespecialidades
y las subespecialidades
HISTORIA DE LA LEPRA
Se dice que la enfermedad llegó a Colombia en el siglo XVI con los conquistadores y
los esclavos africanos, y encontró en las dificultades sociales y sanitarias el medio pro-
picio para aposentarse, propagarse y mantenerse. A partir de entonces se desarrollaron,
en diferentes esferas, una serie de prácticas, como la creación del primer laboratorio, las
medidas gubernamentales sanitarias, la investigación y la estadística, así como el reco-
nocimiento del derecho del enfermo frente al prejuicio.
Correspondió a Cartagena de Indias en 1610 la creación del primer lazareto, el Hos-
pital de San Lázaro, el cual, debido a las quejas de los vecinos, sufrió varios traslados y
tuvo que ser cercado con muros de piedra. Vendría más adelante la creación de los le-
procomios de Caño de Loro –para otros, Caño del Oro– (1808), Contratación y Agua de
Dios. Parte de su sostenimiento económico se obtuvo con impuestos al licor, los tejidos y
la carne. En 1646 se registró el primer paciente con lepra en Santa Fe, Santibáñez Bro-
chero, cura de la catedral. En el siglo XVII, la lepra abundaba en la costa caribeña y el
leproso era considerado un paria al que se separaba de sus familiares sanos y de la so-
ciedad hasta el final de sus días para enviarlo, con todas las precauciones de rigor y con
sus propios muebles, al lazareto de Cartagena –convertido en cementerio de vivos.
En el siglo XVII, José Celestino Mutis tuvo idea clara de la enfermedad, diferencian-
do los enfermos en poco o muy contagiantes. En el siglo XVIII, entró la lepra en los de-
partamentos de Antioquia y los Santanderes; en la población de Socorro proliferó tanto
en 1775 que los pobladores huyeron del lugar y las casas de los enfermos fueron ape-
dreadas9. A finales de ese siglo el virrey Caballero y Góngora escribió: “Al instante que
un paciente es declarado lazarino, se le conduce al Hospital de Cartagena, se le señala
su pequeña porción de terreno y se le entrega su casa o habitación para pasar el resto
de sus días... con que vienen a estar condenados estos desventurados a una cárcel per-
Figura 16. Juan
de Dios
petua”2. En el siglo XIX, José Joaquín García describió las manifestaciones sensitivas y
Carrasquilla motoras de la enfermedad; Ricardo de la Parra postuló que la lepra era contagiosa, he-
reditaria y curable; Evaristo García, al presentar su pieza sobre el “Mal de San An-
tón” en el museo Dupuytren, inició en París la polémica sobre artropatía y lesión
ósea por compromiso neural. En ese siglo se utilizaron como tratamiento la estricni-
na, los arsenicales, la aspirina, los venenos de serpientes y el aceite de chalmugra
(leprol).
Gabriel José Castañeda logró, a partir de su obra La lepra en Colombia. Etiología,
nosología, profilaxis y tratamiento, que se sancionara la Ley de los Lazaretos. Juan
de Dios Carrasquilla (figura 16), buscando las primeras manifestaciones de la enfer-
medad, describió el “chancro leproso”, investigó y produjo una antitoxina que reco-
rrió el mundo en 1890; consideró que la pulga podría ser un vector; diseñó su propio
método para encontrar el bacilo en la linfa33, 34; defendió el origen infeccioso de la
lepra causado por un microbio aun en contra de las teorías hereditarias35. Pablo Gar-
cía Medina logró que a fines del siglo XIX se promulgaran leyes para que los leprosa-
rios se convirtieran en colonias de enfermos2.
126
Historia de la Dermatología en Colombia
En las décadas de 1920 y 1930 Federico Lleras Acosta (figura 17) realizó múlti-
ples investigaciones sobre bacteriología y especialmente sobre lepra; describió la
Reacción de Lleras –prueba de fijación de complemento con sensibilidad de 97% y
especificidad de 99,7%– que se probó en más de 7.000 pacientes, pero cayó en desu-
so al no poderse confirmar su especificidad24. En la década de 1950 se inició el ma-
nejo de la lepra con sulfona, pero debido a la resistencia, a partir de 1981 se utiliza
la poliquimioterapia. En el pasado reciente y en el presente han contribuido a la his-
toria de la lepra importantes instituciones y prestigiosos dermatólogos como Fabio
Londoño, Luis Alfredo Rueda, Mariano López, Gerzaín Rodríguez, Antonio Torres,
Luis Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, Gustavo Corredor, Efraín Solares Ala-
va, Jorge García, Rubén Marrugo, Carlos Garzón Fortich, Álvaro Sabogal, Pedro Mi-
guel Román, José Félix Zambrano y Antonio Morales, entre otros.
En 1998 existían 2.933 enfermos registrados en el país.
No obstante las innumerables investigaciones, las medidas de saneamiento ambien- Figura 17.
tal y el desarrollo tecnológico, a lo largo de los tiempos la lepra continúa siendo un fla- Federico Lleras
gelo para la humanidad. A las nuevas generaciones les corresponderá realizar las
investigaciones genéticas y de biología molecular tendientes a lograr la erradicación del
mal de los siglos.
127
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
128
Historia de la Dermatología en Colombia
HISTORIA DE LA MICOLOGÍA
Los primeros estudios sobre micología fueron realizados por José Posada Trujillo
en la Universidad de Antioquia, en la década de 1930. A la misma universidad llegó
en 1954 Gonzalo Calle Vélez (figura 21), el primer gran impulsor de la micología,
quien se entrenó en Ann Arbor, Michigan, y trajo al país la primera colección mico-
lógica, que sirvió de base para el estudio y la investigación. Se reforzó esta área con
Ángela Restrepo Moreno, quien se inició como tecnóloga médica y llegó a convertir-
se en la más destacada micóloga del país con innumerables investigaciones; entre las
primeras y memorables se cuentan las realizadas sobre histoplasmosis y paracocci-
dioidomicosis, que llevaron a innovaciones en técnicas diagnósticas, estudios clínicos
epidemiológicos y terapéuticos. En 1956 se destaca el valioso aporte del médico Julio
Sánchez Arbeláez. El doctor Calle logró incluir el estudio de las micosis como parte
129
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
HISTORIA DE LA DERMATOPATOLOGÍA
Alfredo Correa Henao, especializado en los Estados Unidos, el primer patólogo en Co-
lombia, inició la cátedra en la Universidad de Antioquia y trabajó en el Instituto Pro-
filáctico, fundado en 1924 en Medellín por Gustavo Uribe Escobar. En la década de
1950, regresó de Michigan el primer dermatopatólogo, Mario Robledo Villegas, quien
ha hecho grandes aportes al estudio de las dermatomicosis; es un hombre lleno de
sabiduría en su noble sencillez. En 1960 llegó a Cali Ernesto Correa Galindo, derma-
topatólogo formado en la Argentina, quien dio inicio a la cátedra en el Hospital San
Juan de Dios; su legado y su condición humana fueron incomparables. A su lado se
formó Antonio José Torres Muñoz, quien también perfeccionó sus estudios en Bue-
nos Aires; en 1967 llegó Nelson Giraldo Restrepo (figura 22), quien se formó al lado
del profesor Abulafia en Buenos Aires; con el doctor Torres fundaron la cátedra en
la Universidad del Valle en la década de 197021. En Bogotá en 1963, Luis Alfredo
Rueda Plata, quien había estudiado dermatopatología con los profesores Degos y Ci-
vatte en Francia, inició su importante contribución universal en especial al estudio
de los virus papova15, 20. En 1975, Alonso Cortés creó en la Universidad de Antio-
Figura 22. Nelson quia el laboratorio de dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar”, bajo la dirección de
Giraldo Walter León Hernández, connotado dermatopatólogo y excelente pedagogo. Se destaca
también por sus aportes el patólogo Aníbal Mesa Cock. En Bogotá, en las décadas de 1970
y 1980, Fernando García Jiménez, Jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad
Nacional, le imprime a éste un importante enfoque dermatopatológico; desde el Instituto
Nacional de Salud el patólogo Gerzaín Rodríguez Toro inicia una importantísima colabo-
ración que continúa hasta el presente. Hacia 1989, con el ingreso de Luis Fernando Pal-
ma, la subespecialidad cobra aún mayor rigor en esa Escuela con observaciones precisas,
de criterio estricto, que se suman a la noble condición humanística y voluntad docente del
especialista. A finales de la década de 1980 regresó a Manizales desde la Universidad de
Nueva York Felipe Jaramillo Ayerbe, quien se constituyó
en pilar en la región cafetera. En la década de 1990,
otros dermatopatólogos llegaron a diferentes ciudades a
expandir la subespecialidad: Mabel Yaneth Ávila Cama-
cho a Bucaramanga y Ricardo Augusto Rueda Plata a
Cali; este último describió la erupción polimorfa y eosi-
nofílica asociada con radioterapia21, 32. El 22 de junio
de 1996, en Bogotá, Antonio Barrera, Patricia DeCastro,
Felipe Jaramillo, Leonor Molina, Luis Fernando Palma,
Gerzaín Rodríguez, Luis Alfredo Rueda y Ricardo Rueda
fundaron el Capítulo Colombiano de Dermatopatología y
eligieron como primer presidente a Antonio Barrera
Arenales (figura 23).
130
Historia de la Dermatología en Colombia
práctica y enseñanza, que se consolidaron bajo sus directrices en 1992 con la creación del
posgrado en Dermatología oncológica, cuyo diseño encargó a Michel Faizal Geagea y que
continuó Álvaro Acosta de Hart. En la década de 1990, Claudia Marcela Covelli Mora y Car-
men Helena de la Hoz Ulloa iniciaron la atención especializada en la Universidad del Va-
lle en Cali. Varios colegas formados en el exterior y egresados del posgrado del Instituto
Nacional de Cancerología han llevado la subespecialidad a diferentes ciudades del país.
En las décadas de 1970 y 1980, la Dermatología pediátrica dio sus primeros pasos, si-
guiendo el naciente y progresivo interés mundial por profundizar en el estudio de la Der-
matología infantil, con inquietos dermatólogos ligados con la docencia. Entre ellos se
destacan: en Bogotá, Mariano López y Manuel Forero en el Hospital Pediátrico La Miseri-
cordia, Enrique Suárez Peláez y Jaime Soto Mancipe en la Clínica Infantil Colsubsidio y
Antonio Barrera Arenales en el Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de San-
tos; en Medellín, Evelyne Halpert Ziskiend (figura 25), dermatóloga de la Universidad de
Antioquia y primera dermatóloga infantil de Colombia, graduada en el Instituto Nacional
de Pediatría en México en 1981, quien creó el servicio en el Hospital Universitario San Vi-
cente de Paúl, posteriormente a cargo de Amparo Ochoa, Martha Sierra y Gabriel Ceba-
llos; en Cali, Guillermo González Rodríguez, Rafael Isaza Zapata y Jairo Victoria
Chaparro, y en Manizales, Josefina Danies en el Hospital Infantil. En Cali, se iniciaron los
Seminarios Internacionales de Dermatología Pediátrica; el primero (1989) fue coordina-
Figura 25. Evelyne
do por Guillermo González y Rafael Isaza. Halpert
En 1992, al cierre del XIX Congreso Colombiano de Dermatología en San Andrés, ba-
jo la presidencia de Flavio Gómez Vargas, se realizó un simposio sobre “La enseñanza de
la Dermatología en Colombia”, en cuyo transcurso dijo Antonio Barrera: “La insospecha-
da dimensión y la complejidad de la Dermatología, la diversidad de hechos patológicos,
son razones que nos impulsan a considerar la urgente prioridad de incrementar, ampliar
y profundizar en el estudio e investigación de la especialidad en sus diferentes tópicos,
sin estar propiciando una fragmentación inútil y sin estar proponiendo algo nuevo... La
conveniencia de crear e impulsar programas y servicios subespecializados en algunos de
los campos de la Dermatología son tareas para un futuro próximo [así como] las consi-
deraciones sobre dermatología pediátrica, dermatopatología, cirugía dermatológica,
dermatología oncológica entre otras... como programas sub-especializados con posibili-
dad de realizarse en algunas escuelas de Dermatología del país”.
En 1992, Antonio Barrera, Josefina Danies, Manuel Forero, Guillermo González,
Evelyne Halpert, Mariano López, Amparo Ochoa, Enrique Suárez Peláez, Jaime Soto y
Jairo Victoria fundaron en Bogotá la Asociación de Dermatología Pediátrica, eligiendo
como primer presidente al Dr. Suárez y como secretario al Dr. Barrera. La subespeciali-
dad continúa creciendo y expandiéndose en los diferentes servicios con la llegada de
nuevos especialistas.
HISTORIA DE LA CRIOCIRUGÍA
COLABORADOR: Carlos Horacio González Rojas
Gilberto Castro Ron, Presidente del American College of Cryosurgery, abrió un curso
de criocirugía para dermatólogos en el Instituto de Oncología Luis Razetti en Caracas al
que asistieron en 1988 Carlos Horacio González Rojas y Sergio Cáceres Orozco, iniciando
la criocirugía moderna en Colombia. El doctor González fundó la Unidad de Criocirugía
en Armenia, dedicada a la enseñanza y práctica de la técnica, con atención, sin ánimo
de lucro, a enfermos sin recursos. Bajo su orientación se entrenaron los dermatólogos
131
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
132
Historia de la Dermatología en Colombia
133
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
d) Capítulo del Atlántico. Fue fundado en Barranquilla en 1987 por Antonio Jaller, Ál-
varo Correa, Bernardo Huyke (figura 32), Jairo Fuentes, Lesbia De León Ternera, Dubys
134
Historia de la Dermatología en Colombia
i) Capítulo Centro-Oriente. Fue fundado en septiembre de 2003 en Bogotá por Michel Fai-
zal Geagea; está integrado por los colegas de los departamentos de Boyacá, Meta, Toli-
ma, Huila y Caquetá y los municipios de Cundinamarca diferentes a Bogotá.
135
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
l) El Departamento del Cauca. Fueron los pioneros José M. Delgado, Mario E. González
y José F. Zambrano. A partir de 1983 ejercen en Popayán Edgar Ricardo Altuzarra Ga-
lindo (figura 38), dermatólogo y epidemiólogo, profesor y Jefe de Dermatología Sanitaria
Departamental; desde 1992, Germán Velasco Cárdenas (figura 39), egresado de la Uni-
versidad de Barcelona y en 1999, José F. Ospina Alzate, de la Universidad de Caldas y
profesor universitario. En 2002 los dermatólogos se integraron al Capítulo del Valle.
136
Historia de la Dermatología en Colombia
Las Filiales
137
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
Jairo Mesa Cock (figura 47), quien ha dedicado su vida a la docencia en la Uni-
versidad de Caldas en Manizales, al jubilarse en 1994 pensó que “la tecnología de
las computadoras y el Internet serían unas herramientas que podrían ser utiliza-
das para muchos objetivos y entre los dermatólogos... con fines educativos”. Des-
de 1998 fue organizando una base de direcciones electrónicas de dermatólogos a
quienes periódicamente enviaba resúmenes y comentarios sobre artículos de dife-
rentes publicaciones, lo cual dio lugar al Club de Revistas. En el año 2000 Mario
Linares Barrios, quien dirige el Foro Dermatológico en Cádiz, España, comenzó a
hacerle difusión al Club de Revistas; en 2002, otro brillante e inquieto colega es-
pañol, Paco Russo, inició en la web un espacio análogo, el Foro Bibliográfico e in-
vitó al doctor Mesa a participar en él.
La página web de la Asociación se creó en septiembre de 2001, durante la pre-
Figura 47. Jairo sidencia de Ángela Zuluaga de Cadena; en 2002 empezó a ser patrocinada por Labora-
Mesa torios Aldoquín, gracias a su gerente Gabriel Peña. En octubre de 2002, Jairo Mesa Cock
le expresó a la nueva presidenta, Evelyne Halpert, su deseo de crear una página en In-
ternet destinada a los dermatólogos con fines educativos, tarea que inició el 1º de enero
de 2003. Desde entonces ha dirigido la página con excelencia, imprimiéndole su perso-
nalidad, desarrollando innovaciones, enseñando y sembrando el sentido de pertenencia
a la comunidad científica; actualmente dispone de espacios para información general,
comunicados, eventos académico-científicos, asociados, lista de correos, residentes, his-
toria, capítulos regionales, club de revistas, minicasos semanales, perlas dermatológicas,
foro gremial, la Revista electrónica y proyección a la comunidad entre otros, con múlti-
ples enlaces. La página es visitada por colegas de Iberoamérica constituyéndose en refe-
rente de unidad, información y enseñanza.
138
Historia de la Dermatología en Colombia
■ La
Enseñanza de la Dermatología: escuelas-servicios enseñanza
de Dermatologíade la especialidad:
escuelas-servicios de Dermatología
En Colombia la enseñanza de la especialidad se ha realizado en los diferentes servicios
de Dermatología, en el marco de la academia y la investigación y teniendo como base de
acción los hospitales universitarios cuyo aporte ha sido fundamental para la atención der-
matológica de la comunidad. Existen nueve servicios con programas de posgrado en Der-
matología en diferentes universidades de Bogotá, Medellín, Manizales y Cali, un programa
de subespecialidad en Dermatología oncológica en Bogotá y uno de subespecialidad en ci-
rugía dermatológica en Medellín. Además, en muchas ciudades funcionan varios servicios
de Dermatología que ofrecen educación en pregrado de medicina.
Desde sus inicios en el siglo XIX, los servicios se han constituido en verdaderas escuelas
de Dermatología que han acompañado el desarrollo de la especialidad: en sus primeros
139
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
años, siguiendo los lineamientos de las escuelas europeas, en especial la francesa que
dogmatizó el mundo médico, y en los inicios del siglo XX, bajo la influencia de la escuela
norteamericana que continúa hasta nuestros días. Desde mediados del siglo XX han reci-
bido también el aporte de las escuelas latinoamericanas, especialmente de la argentina,
brasileña y mexicana, pues muchos dermatólogos han viajado a esos países a realizar sus
entrenamientos. Esta variada influencia, sumada a la impronta personal de los ilustres
colegas que han dirigido las diferentes escuelas, ha dado a cada una identidad propia.
140
Historia de la Dermatología en Colombia
141
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
142
Historia de la Dermatología en Colombia
143
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
Figura 59.
Álvaro Acosta ■ Dermatología,
Dermatología, artearte y cultura
y cultura
144
Historia de la Dermatología en Colombia
Figura 62.
“Ventana al
África”, óleo de
Sergio
Martínez
Figura 63.
Vitral. Jaime
Betancourt
145
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
Cada pueblo ha tenido como ideal de belleza, como es obvio, un tipo diferente de piel;
el color níveo, ebúrneo, plateado lunar en los europeos; el dorado, mies, para los in-
doamericanos; el negro como ‘noche diamantina’, o de ébano para los africanos…
(Jaime Gil Jaramillo, en “La piel”, ensayo).
146
Historia de la Dermatología en Colombia
147
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
Septiembre, 2005
Agradecimientos
Agradecimiento a los colegas dermatólogos
Alfonso Rebolledo Muñoz, Álvaro Arévalo Durán, Álvaro Correa Sánchez, Álvaro En-
rique Acosta Madiedo de Hart, Ángela Zuluaga de Cadena, Armando Vásquez Lobo,
148
Historia de la Dermatología en Colombia
Blanca Lilia E. Lesmes Rodríguez, Catalina Zárate Ortiz, Doris Stella León Romero, Ed-
gar Ricardo Altuzarra Galindo, Felipe Jaramillo Eyerbe, Fernando García Jiménez, Fer-
nando Vallejo Cadavid, Germán Santacoloma Osorio, Germán Velasco Cárdenas, Gonzalo
Marrugo Guardo, Héctor José Castellanos Lorduy, Jaime Acevedo Ballesteros, Jaime Be-
tancourt Osorio, Jaime Soto Mancipe, José Ignacio Gómez Uribe, José Rómulo Villamizar,
Luis Arturo Gamboa Suárez, Luis Felipe Moreno, Luis Hernando Moreno Macías, Luis Mi-
guel Covo Segrera, Luisa Porras de Quintana, Luz Marina Gómez Vargas, Luz Stella Mon-
toya de Bayona, Martha Cecilia Valbuena Mesa, Mary Ann Robledo Prada, Rafael
Falabella Falabella, Ricardo Flaminio Rojas López, Sergio Martínez Lecompte, Stella Pra-
da de Castañeda, Víctor Otero Marrugo y Ximena Sánchez Angarita.
149
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
150
Historia de la Dermatología en Colombia
C, Del Portillo P, Romero RE, 46. García Márquez G. Cien años 48. Guillet G. Antiguas creencias,
Patarroyo ME. Diagnosis of de soledad. Bogotá: Norma; antiguas prácticas. En:
cutaneous tuberculosis by 1997. Dermatología. La
polymerase chain reaction 47. Lyons AS, Petrucelli RJ. Dermatología en Francia. D.
using a species-specific gene. Historia de la Medicina. Wallach y G. Tilles editores;
Int J Dermatol. 1996;35: Barcelona: Doyma; 1984. París: Privat; 2002:707-13.
185-8.
RESENA HISTÓRICA
DE LA DERMATOLOGÍA
EN CUBA
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
E ste trabajo presenta una cronología que abarca los siguientes períodos de la histo-
ria de Cuba: Período Colonial (1509-1902), Período de la República Liberal Burguesa
(1902-1958) y Período de la Revolución Socialista (desde 1959).
153
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
dice literalmente: “Los Señores Regidores o vecinos de ella dijeron que a su noticia ha
venido que en esta ciudad hay cuatro o seis personas tocadas del Mal de San Lázaro, que
han venido de fuera, las cuales se andan paseando por las calles en gran daño o perjui-
cio de esta ciudad a vecinos de ella por ser enfermedad contagiosa”4.
La incidencia de la lepra comienza a aumentar y aparecen nuevos enfermos entre los
vecinos de la ciudad, así como entre los españoles y esclavos africanos recién llegados,
lo cual preocupa a las autoridades. En actas del Cabildo posteriores al 10 de marzo de
1662 aparece el Acuerdo de “destinar un buhío” para recoger a los que padecen el con-
tagioso Mal de San Lázaro.
Ya en el siglo XVIII, se celebra en 1793 en la Sociedad Económica de Amigos del País
la primera sesión científica sobre la lepra en Cuba, teniendo como conferencista al médi-
co italiano Fernando Rivas, quien expuso su “Disertación sobre el Mal de San Lázaro”5.
En 1840 comienza la publicación de las revistas médicas de La Habana donde apare-
cen numerosos artículos sobre Dermatología.
En 1873 se produce la primera iniciativa oficial que demuestra la preocupación de las
autoridades sanitarias de la época por las enfermedades venéreas: se funda el llamado
Hospital de Higiene y, ante la alarma por el número de prostitutas existentes en La
Habana, se dicta la primera regulación sobre la prostitución, un Reglamento Especial
de Higiene Pública6.
En noviembre de 1879, en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales
de La Habana el sabio cubano Carlos Juan Finlay participa de un profundo debate so-
bre el contagio y el aislamiento obligatorio de los enfermos de lepra7.
Durante el siglo XIX la sifilografía se unió definitivamente a la Dermatología gra-
cias a los insuperables trabajos de Ricard y Fournier, fundadores de la sifilografía
clínica8.
En las postrimerías del siglo (1899) el Dr. Raimundo G. Menocal fue nombrado
profesor de Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de la Universidad de La Ha-
bana; en su asignatura se encontraba lo que es hoy la especialidad de Dermatología
donde se incluyen la lepra y la sífilis9 (figura 1).
Figura 1.
Raimundo G.
Menocal ■ Período de la
La República República
Liberal Burguesa Liberal Burguesa (1902-1958)
(1856-1917)
En 1901, en plena intervención norteamericana, el Prof. Raimundo G. Menocal fue
nombrado responsable de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía que se acababa de
crear, al ponerse en ejecución la reforma de la enseñanza conocida con el nombre de
Plan Varona.
El Prof. Menocal había nacido en 1856 en San Felipe, San Antonio de las Vegas. Es-
tudió en la Universidad de Madrid y se licenció en la Facultad de Medicina de Zarago-
za en 1876, doctorándose el mismo año en la Universidad de La Habana. Su experiencia
en la Dermatología estaba avalada por su desempeño en el Hospital Saint-Louis de Pa-
rís, junto a destacados profesores de la época gloriosa de la Dermatología francesa del
siglo XIX.
Colaboró con la independencia de la patria fundando el Club Revolucionario “Oscar
Primelles” en la ciudad de Nueva York. Inició la docencia de Dermatología en el año
1903, impartiendo cursos complementarios de tres meses de duración para los alumnos
de Medicina, en lo que podría considerarse la primera actividad docente dermatológica
de que se tiene noticias en Cuba10. Hombre de gran maestría pedagógica y de vasta cul-
tura médica, se lo considera entre los pioneros de la Dermatología latinoamericana.
Desarrolló sus actividades docentes en el antiguo hospital Nuestra Señora de las Mer-
cedes (fundado en 1886), heredero del Real Hospital de San Felipe y Santiago, conocido
también como San Juan de Dios (fundado en 1598)11 (figura 2). Creó en el Hospital
154
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba
155
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
156
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba
del Treponema productor de la pinta, obtenido en la linfa de las lesiones cutáneas según
una técnica personal de los Drs. José Alfonso Armenteros y Juan Grau Triana15. La tras-
cendencia de este descubrimiento fue reconocida desde la primera comunicación por las
instituciones dermatológicas de más alto nivel de América y Europa.
En 1941 es identificado por primera vez en Cuba el hongo causal de la Cromomicosis
por parte de investigadores de los Servicios de Dermatología de los hospitales Calixto
García y Mercedes16.
En 1942 se realiza un censo de lepra donde se registra la cifra de 1900 enfermos.
En 1943 se funda la Revista del PLESC —Revista de Sifilografía, Leprología y Derma-
tología—; el primer número aparece un año más tarde. También en 1943, siendo direc-
tor del Hospital San Lázaro del Rincón el Dr. Fernando Trespalacios, se aplica en ese
centro el tratamiento para la lepra con sulfona (aparecida en el año 1941) en sustitución
del aceite de Chaulmoogra.
El 24 de febrero de 1944 se inaugura el Hospital Nacional San Luis de Jagua, en el tér-
mino municipal de Alto Songo, provincia de Oriente, destinado a la atención de los enfermos
de lepra; su primer director es el Dr. Miguel A. González Prendes. Los días 1 y 2 de abril se
celebra en Santa Clara la 1ª Conferencia Cubana de Leprología, durante la cual el Dr. Enri-
que Ríos León, destacado dermatólogo de esa localidad, inaugura un dispensario del PLESC.
En 1946, el Dr. Victoriano Bermúdez aplica por primera vez en Cuba, en el Servicio
de Dermatología del Hospital Calixto García, el tratamiento con BAL, antídoto específico
de la intoxicación por metales pesados como el arsénico y el mercurio que se aplicaban
para el tratamiento de la sífilis17.
En 1947 los Profs. Pardo Castelló, Francisco Tiant y Raúl Piñeiro sostuvieron en dis-
tintas publicaciones que las lesiones de los troncos nerviosos periféricos en la lepra eran
una constante en cualquier forma clínica de la enfermedad, aseveración aceptada por la
mayoría de los autores18.
En 1948 tuvo lugar en La Habana, del 3 al 11 de abril, el V Congreso Internacional
de la Lepra, organizado por la Sociedad Cubana de Dermatología en colaboración con la
Asociación Internacional de la Lepra. Anteriormente, por Decreto Presidencial No. 4500
del 18 de diciembre de 1947, el Gobierno de Cuba había creado la Comisión Nacional Or-
ganizadora del V Congreso, designando a los Drs. Alberto Oteiza e Ismael Ferrer como
Presidente y Secretario respectivamente18. La Asociación Internacional de la Lepra es-
tuvo representada por su Presidente H. W. Wade y por el Dr. Ernest Muir, Vicepresiden-
te del Congreso13. En este evento se adoptó la Clasificación Panamericana como
Clasificación Internacional y se aprobó la inclusión del grupo “Incaracterístico” (denomi-
nado “Indeterminado”) propuesto por el Prof. Latapí. Esta clasificación se aplicó prime-
ro en América y posteriormente a nivel internacional19.
La celebración de este importante Congreso fue recordada con la emisión de un sello
conmemorativo por parte del Gobierno de la República de Cuba, puesto en circulación el
día 9 de abril de 1948.
Al terminar las actividades del Congreso, el 11 de abril, reunidos bajo la presidencia del
Dr. Pastor Fariñas y teniendo como secretarios a los Drs. Guillermo González Pérez y Ovi-
dio de la Osa, los dermatólogos ibero-latinoamericanos presentes decidieron fundar una
organización con el fin de reunir a los especialistas de todos los países de habla española
y portuguesa. Así nació el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), cuyo
propósito principal fue fomentar el intercambio científico entre los dermatólogos de am-
bos continentes.
En el acto de constitución se aprobaron los estatutos y se eligió la primera comisión,
integrada por el Dr. José Aguiar Pupo de Brasil en el cargo de presidente y con tres vi-
cepresidentes: los Drs. Braulio Sáenz Ricard de Cuba, José Gay Prieto de España y Mar-
cial Quiroga de Argentina. Fue designado secretario el Dr. Humberto Cerruti de Brasil.
El primer congreso se celebró en Río de Janeiro en el año 195020.
157
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
El 4 de mayo de 1951 en el Salón de Actos del Servicio del Hospital Mercedes se crea
la Sociedad Cubana de Leprología, que reúne a los dermatólogos dedicados principal-
mente a la atención de los enfermos de lepra.
En mayo de 1954 se reúne en La Habana un grupo de dermatólogos dedicados al vas-
to campo de la Cosmetología, bajo la presidencia del Prof. Carlos Castanedo, y crean la
Sociedad Cubana da Cosmetología (figura 6).
Los días 26 y 27 de marzo de 1955 se celebra en La Ha-
bana la II Conferencia Nacional de Leprología, auspiciada
por la Sociedad Cubana de Leprología, bajo la presidencia
del Dr. Pastor Fariñas. Se expone detalladamente en este
foro el alcance de la Clasificación Sudamericana de la Le-
pra, aprobada en el V Congreso Internacional.
En 1955, el Dr. Horacio Abascal, director del Servicio de
Profilaxis Venérea, publica un interesante trabajo sobre la
pelagra y la frambesia, estableciendo una pauta definitiva
en la cuestión filológica planteada21.
Figura 6. Carlos En 1956 el Gobierno de la República de Cuba emite un
Castanedo Pardo sello conmemorativo del centenario del nacimiento del pionero de la Dermatología Lati-
(1913-1998) noamericana Prof. Raimundo G. Menocal.
Figura 7. Guillermo En junio de 1958 los Drs. Guillermo Fernández Hernández-Baquero (figura 7) y Fer-
Fernández Hernández- nando Trespalacios publicaron una nota preliminar sobre el primer caso de Piedra que
Baquero (1920-1987) se observa en Cuba producido por Trichosporum beigoli22. En diciembre, los Drs. José
Alfonso Armenteros y Oscar Romero dan a conocer una nueva forma clínica de la Cro-
momicosis a la que denominan Seudoqueloidea23.
158
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba
al desarrollo de los programas sociales y de salud que la dirección del país se propuso
desde los primeros tiempos.
Al ser depurados los profesores de la Cátedra de Dermatología por la Reforma Uni-
versitaria, en el segundo semestre de 1960 ingresan por concurso nuevos docentes que
ya venían trabajando como adscriptos, instructores, asociados o residentes; de esta ma-
nera se van normalizando todas las actividades.
En 1960 desaparece el PLESC, dando lugar a la creación de la Sección de Lepra (más
tarde Departamento de Dermatología) bajo la dirección de Atención Hospitalaria del Mi-
nisterio de Salud Pública.
Por Ley 723 del 22 de enero de 1960, se crea el Servicio Médico Rural, lo cual resul-
ta de la mayor importancia para las poblaciones situadas en las zonas más apartadas del
país, sobre todo en las regiones montañosas donde nunca había llegado un médico.
Entre los años 1961 y 1962 el Consejo Universitario nombra profesores titulares a los
Drs. Raúl Piñeiro y Guillermo Fernández Hernández-Baquero y profesores auxiliares a
los Drs. Andrés Valdés Alvariño, Bartolomé Sagaró y Carlos Castanedo, más adelante
promovidos a titulares.
Se establece el primer Programa de Control de la Lepra dirigido por el Prof. Bartolo-
mé Sagaró (figura 9), que se ha ido actualizando de acuerdo con los nuevos conocimien-
tos científicos y el desarrollo del Sistema Nacional de Salud del país.
En la primera mitad de la década del 60 se crean los internados obligatorios para to-
dos los alumnos y la residencia de Dermatología; el internado se cursaba en el sexto año
de la carrera y la residencia en un posgrado de dos años de duración.
En 1966 se nombran los primeros Instructores de la Cátedra de Dermatología del pe-
ríodo: Drs. José Díaz Almeida, Alfredo Abreu, José Díaz de la Rocha, Fernando Fernán-
dez y Pedro Regalado Ortiz; en 1969 son promovidos a profesores auxiliares y en 1977 a
Figura 9. Bartolomé
titulares.
Sagaró Delgado
A lo largo de este proceso, la docencia de la Medicina, y con ella la de la Dermatolo-
(1919-2001)
gía, se extiende a todo el país.
En 1966 se inaugura la actividad docente en Santiago de Cuba y es designado Profe-
sor el Dr. Miguel Ángel D´Alessandro, destacado dermatólogo de esa provincia.
En la provincia de Camagüey es nombrado profesor el Dr. Enrique Llanos, acredita-
do dermatólogo camagüeyano.
En la provincia de Santa Clara es nombrado profesor el Dr. Serafín Ruiz de Zárate,
prestigioso especialista de la región central del país.
Al inaugurarse en 1969 la docencia en la provincia de Matanzas es designada profe-
sora la Dra. Zobeida Lovio, dotada de relevantes cualidades docentes y asistenciales.
En la Provincia de Pinar del Río es designado para asumir la actividad docente el Dr.
Luis Ruqué, que venía desempeñándose como dermatólogo.
En la estructura administrativa del Ministerio de Salud Pública se constituyen los gru-
pos nacionales y provinciales, integrados por profesionales de alto nivel científico y re-
conocido prestigio para asesorar en las diferentes especialidades médicas. El Dr.
Bartolomé Sagaró es designado Jefe del Grupo Nacional de Dermatología; a partir de
1972 lo reemplaza el Dr. Alfredo Abreu, en el cargo hasta la actualidad.
En esta etapa se publican más de 20 libros y monografías, entre las que destacan:
Propedéutica Dermatológica del Prof. Hernández Baquero, Dermatología para estudian-
tes y el médico práctico, del Prof. Carlos Castanedo, Historia de la lepra en Cuba, del
Prof. Miguel A. González Prendes, Histomorfología de la piel, del Dr. Darío Argüelles, Mi-
cología, del Dr. Alfonso Armenteros y el primer libro de texto oficial para los alumnos re-
dactado por el Colectivo de la Cátedra de Dermatología.
Al finalizar la primera década la especialidad está más fortalecida, con un número
mayor de especialistas graduados, mejor organización de los Servicios y una cobertura
asistencial que abarca todas las provincias del país.
159
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
160
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba
161
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
doctor en Ciencias Médicas la Dra. Damisela López Osorio, el Prof. Ramón Daniel Simón
y la Prof. Myra Guerra Castro.
Del 19 de octubre al 7 de noviembre de 1991 se celebra en la ciudad de La Habana
el Curso de Administración y Epidemiología del Control de ETS, cuyo propósito es capa-
citar y actualizar a dermatólogos y epidemiólogos en los elementos básicos –administra-
tivos y epidemiológicos– para la elaboración y perfeccionamiento de un programa de
control de las ETS.
En 1993, como resultado del desarrollo del Programa de Control de la Lepra basa-
do en la aplicación de la poliquimioterapia, el país exhibe valores inferiores a la cifra
de 1 x 10 000 habitantes.
En el segundo semestre de 1993 se inaugura la docencia de Dermatología para pre-
grado en el Hospital Clínico Quirúrgico Luis Díaz Soto de La Habana del Este para alum-
nos de la carrera de Medicina Militar; se nombra jefe de Servicio al Prof. Santiago Alfonso.
El 31 de enero de 1994 la Dirección de Docencia del Ministerio de Salud Pública pu-
blica el nuevo Reglamento para la Residencia de Dermatología.
El 7 de julio de 1995 se celebra la I Jornada Interna de Dermatología del Hospital Ca-
lixto García y IX Provincial de Dermatología en conmemoración del centenario de esa
institución, auspiciadas por el Prof. Díaz Almeida y la Prof. Fernanda Pastrana, Jefa del
Grupo Provincial de Dermatología de Ciudad de La Habana, con la coordinación de la
Prof. Adis Abad.
En las nuevas elecciones para integrar la Junta Directiva de la Sociedad Cubana de
Dermatología es electo Presidente el Dr. Alfredo Abreu (figura 13), como Vicepresi-
dente el Dr. José Díaz Almeida, Secretaria la Dra. Zobeida Lovio y Tesorera la Dra.
María Antonia Díaz.
En 1996 se celebra en el mes de julio la Jornada Territorial de Dermatología de
Santa Clara —Jornada de Cienfuegos—, con la asistencia de dermatólogos y epide-
miólogos de todas las localidades del territorio, bajo la coordinación del Dr. Roberto
Seife. Los días 8 y 9 de noviembre de 1996 se realiza en Santiago de Cuba la XIII Jor-
nada Provincial y II Territorial de Dermatología auspiciada por la Sociedad Cubana de
Dermatología-Filial Santiago de Cuba y el Grupo Provincial de la Especialidad; la
coordinadora es la Dra. Yolanda Columbié. El 28 de noviembre tiene lugar en la Ciu-
dad de Camagüey la Jornada Científica “Aniversario 37 del Hospital Clínico Quirúrgi-
Figura 13. Alfredo co Amalia Simoní” durante la cual el Prof. José Rodríguez Machado, Jefe del Servicio
Abreu Daniel de Dermatología, se refiere a la aplicación de la criocirugía introducida en su servicio
desde 1991, con el gran mérito de utilizar instrumentales diseñados por su Colectivo y
fabricados por la industria mecánica de la provincia. El 30 de noviembre se celebra en
el Hospital Clínico Quirúrgico Miguel Enríquez de Ciudad de La Habana la I Jornada Lu-
so-Cubano-Española del Grupo Dermatológico del Atlántico; durante el evento se realiza
una interesante sesión sobre casos para diagnóstico.
Del 3 al 7 de febrero de 1997 se celebra en Ciudad de La Habana la I Conferencia In-
ternacional de Dermatología Cubano-Italiana; participan como expositores profesores
cubanos e italianos. En este año el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana
otorga la categoría de Profesores Consultantes a los Profs. José Díaz Almeida, Alfredo
Abreu, Julián Manzur y Pedro Regalado Ortiz.
Los días 2 y 3 de septiembre de 1998 se celebra en la Ciudad de La Habana, en el
Hospital Miguel Enríquez, la I Jornada Luso-Cubana de Dermatología y Clínica General
donde queda evidenciado el desarrollo de la Dermatología de ambos países. Los días 17
y 18 de diciembre se realiza la Jornada FOTOTER 98 auspiciada por la Universidad de
La Habana, en la cual la Lic. Esperanza Furones, promotora de este procedimiento, y los
Profs. José Díaz Almeida, Adis Abad, Victoria Fundora y Pedro Balaguer, dermatólogos
del Hospital General Calixto García, presentan numerosos trabajos relacionados con la
aplicación del Fototer en Dermatología.
162
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba
Así arribamos al año 2000 con una sustancial mejoría en la situación socioeconómi-
ca del país, que se viene produciendo en forma sostenida a partir de la segunda mitad
de la década de los 90. Como principales indicadores destacamos:
• Se desarrolla la educación en todos los niveles.
• Se incrementa el número de especialistas graduados en Dermatología hasta alcan-
zar el número de 546 para una población de 11.229.688 lo que hace un promedio de
1 dermatólogo X 20.567 habitantes.
• Se desarrollan los institutos superiores de Ciencias Médicas del país y se incremen-
ta el número de facultades de Medicina hasta llegar a 22, incluyendo la Escuela Latino-
Americana de Ciencias Médicas (ELAM).
• La Dermatología se encuentra presente en todos los policlínicos del país.
• Un colectivo de profesores de los institutos superiores de Ciencias Médicas de La Ha-
bana, Villa Clara y Santiago de Cuba concluye el más reciente libro de texto de la asig-
natura para alumnos y residentes en dermatología.
• Se incrementan los cursos de posgrado en Dermatología en todas las Facultades.
• Continúa la capacitación y especialización de los docentes y se eleva el número de
profesores con grado científico.
• Se han celebrado importantes reuniones nacionales y provinciales de discusión y
análisis de los programas de lepra y ETS.
• La lepra deja de constituir un problema de salud pública al alcanzar una tasa de
prevalencia de 0.2 x 10.000 habitantes.
• La sífilis congénita está prácticamente erradicada.
• En cuanto al VIH/SIDA, se perfecciona el programa de prevención y promoción con
una atención integral a todos los enfermos.
• Se incrementa la ayuda internacional aportada por nuestros dermatólogos. ■
Septiembre, 2005
163
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
■ La Dermatología
I. La Dermatología como especialidad en Chile como especialidad en Chile
Primera mitad del siglo XX
165
RUBÉN GUARDA TATÍN
e internistas para manejar estas patologías. Ello fue reforzado por el reconocimiento de
la Dermatología como especialidad por parte de la medicina francesa, a la sazón recto-
ra general del conocimiento y la práctica médica en Sudamérica. Alrededor de 1914, la
Universidad de Chile (UCH) introdujo la enseñanza de la Dermatología para sus alumnos
de medicina, seguida por la Universidad de Concepción, la Pontificia Universidad Católi-
ca (PUC) y otras. Dos centros de atención dermatológica lideraron no sólo la atención de
pacientes dermatológicos y venéreos, sino también la docencia y la legitimación de la es-
pecialidad. Ellos fueron: el Hospital San Luis, fundado a finales del siglo XIX para la
atención de enfermedades dermatológicas y venéreas, y la Clínica de Piel y Sífilis en el
Hospital General San Vicente de Paul, creada a comienzos del siglo XX en una fecha no
determinada.
No cabe duda de que la crudeza visual de las enfermedades dermatológicas, la reti-
cencia social ante las afecciones venéreas y la carencia de recursos terapéuticos contri-
buyeron al poco atractivo de la Dermatología para los médicos jóvenes. Cualquiera fuese
el mecanismo para acceder a ella, fue siempre una elección secundaria en Chile. De los
que finalmente la ejercieron, muchos llegaron a ella accidentalmente y, por cierto, la
gran mayoría no se incluía entre los mejores egresados de las escuelas de medicina, sal-
vo honrosas excepciones como la de Hernán Hevia Parga, el mejor alumno de la promo-
ción 1938 de la PUC.
El acceso a la especialidad tuvo entonces, por falta de competencia por los puestos de
trabajo, un trámite relativamente fácil. Consistía en afiliarse, con o sin salario, a los ser-
vicios de Dermatología existentes en Santiago, Valparaíso o Concepción, para adquirir,
mediante la práctica por semanas, meses o años, una formación variada que permitiera
atribuirse el rol de dermatólogo. A pesar de ello, el escaso atractivo de la Dermatología
creó siempre una falencia importante de especialistas en todo Chile, muy aguda sobre
todo en las provincias. Era común el comentario entre los médicos no-dermatólogos de
que la Dermatología era una especialidad fácil, poco seria y poco científica; esta imagen
desacreditada se avivaba con la opinión extendida de que llegaban a ser dermatólogos
quienes fracasaban en otras opciones. De esta manera, nunca hubo en Chile, ejerciendo
en forma simultánea, más de un par de docenas de dermatólogos con preparación sufi-
ciente, casi todos en Santiago y unos pocos en Valparaíso y Concepción. La falencia men-
cionada, especialmente en las provincias, hizo que algunos médicos generales o
urólogos, por razones humanitarias o económicas pero sin mayor preparación, atendie-
ran a los pacientes con dermatosis y/o ETS rechazados por otros colegas, constituyéndo-
se así en los dermatólogos de sus regiones.
Después de 1952
En 1952 la creación del Servicio Nacional de Salud (SNS) mediante la Ley 10.076 sig-
nificó establecer una política de cobertura obligatoria de atención de salud para todos
los habitantes del país, para lo cual se fundieron en una sola estructura todos los hospi-
tales y policlínicos de Chile con atención comunitaria, cualquiera fuese su jerarquía. Co-
mo resultado, se puso de manifiesto en las acciones del SNS una importante falencia
cuantitativa y/o cualitativa de médicos de varias especialidades, incluyendo la Dermato-
logía, tanto para acciones preventivas (materno-infantil, tuberculosis, ETS, otras) como
curativas. Las causas de esta falencia fueron, por un lado, la inequidad en la distribu-
ción de los especialistas, quienes preferían trabajar en Santiago, y por otro, la ausencia
de una política de estímulos a los médicos jóvenes para obtener una diversificación de
especialistas y un número mínimo suficiente para las necesidades del país. Además, el
reducido número de médicos egresados determinaba una elección de especialidad basa-
da sólo en la decisión personal de cada médico relacionada por lo general con una ofer-
ta puntual de trabajo en un centro hospitalario.
166
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
Esto cambió radicalmente para todas las especialidades —menos para la Dermatolo-
gía— cuando en 1958 se inició el sistema de médicos generales de zona: éstos son médi-
cos recién egresados enviados a provincias (principalmente en áreas carentes de médicos)
como parte de los programas nacionales de salud pública del país, con excelente remu-
neración durante tres a cinco años. Al término de este período ellos pueden acceder, co-
mo premio, a formarse en la especialidad y centro hospitalario de su elección, con sueldo.
Sin embargo, estos médicos mostraron casi nulo interés en elegir la Dermatología por su
escaso atractivo. La falencia de dermatólogos en Chile llegó a ser notoria: en 1970 había
alrededor de 30 dermatólogos calificados y otra veintena no calificada. El drama de los
pacientes era triple: el rechazo de sus cuerpos dañados por sus grupos comunitarios, la
difícil obtención de suficiente y regular atención médica y la falta de medicinas efectivas
para sus patologías debido al limitado progreso de la ciencia médica dermatológica has-
ta entonces. Esto conducía a la cronicidad y agravamiento de sus lesiones, con mayor re-
chazo aún de su grupo familiar o comunitario y, lo que resultaba más grave, una
reticencia de los médicos generales a su manejo terapéutico. Sólo después de 1980 llega-
ría el despertar de un interés consistente por la especialidad en los médicos jóvenes.
En los últimos 15 años del siglo XX y en los primeros de este siglo el interés de los
médicos jóvenes por la Dermatología ha crecido notablemente. En este período, la de-
manda creciente ha sobrepasado los cupos de residentes en formación en los grandes
centros dermatológicos. Este cambio tuvo varias causas: 1) la creación de un programa
nacional de formación de posgrado rigurosamente ordenado en materias teóricas y prác-
ticas y con el apoyo docente de los principales dermatólogos del país; 2) el ascenso es-
pectacular del estatus científico de la Dermatología en el concierto de las especialidades
médicas, debido a la notable penetración de las ciencias básicas (genética, bioquímica,
inmunología, fisiología) en el conocimiento de la piel y sus patologías; 3) el significativo
progreso en tratamientos efectivos (antibióticos, corticosteroides); 4) la reducida deman-
da de atenciones de urgencia y con ello una atención en horarios acomodables, un atrac-
tivo especial para mujeres médicas; 5) un ingreso económico estable por vía de la
atención privada de pacientes, y 6) en los últimos cinco años, la considerable atracción
de la cirugía dermatocosmética. Las consecuencias de este giro fueron: a) la Dermatolo-
gía como una de las cinco especialidades preferidas por los médicos recién egresados de
las escuelas de medicina con mejores puntajes, b) una franca reducción de la falencia de
dermatólogos en el país y c) una mejoría franca en la asistencia dermatológica de los pa-
cientes en las grandes ciudades.
Sin embargo, subsiste el serio problema de una persistente inequidad en la distribu-
ción de los dermatólogos; quedan así grandes sectores de nuestro extenso país con esca-
sa presencia de especialistas. Varias causas contribuyen a esta inequidad: no sólo la
natural preferencia por la calidad de vida en los centros urbanos (especialmente Santia-
go) y la calidad de progreso médico en los grandes hospitales, sino también la pobreza
de medios del Ministerio de Salud y los servicios de salud regionales para estimular eco-
nómicamente a los egresados para hacer la especialidad o para facilitarles recursos ma-
teriales y humanos para la atención de pacientes y acciones preventivas.
Hacia 1970 se produjo en Chile una enorme brecha generacional: por un lado, der-
matólogos casi todos mayores de 50 años de edad; por otro, un tímido asomar de jóvenes
167
RUBÉN GUARDA TATÍN
menores de 30; y muy pocos ocupando la brecha entre ambos extremos. Dado el explo-
sivo aumento reciente del número de jóvenes dermatólogos y el retiro o deceso de los an-
tiguos, la inmensa mayoría es actualmente menor de 50 años y representa un capital
potencial para el progreso de la Dermatología chilena.
Por otra parte, mientras que antes de 1960 no había profesionales mujeres en la es-
pecialidad, en el presente, una franca mayoría de los dermatólogos son mujeres, no sólo
porque suelen aventajar a los varones en las calificaciones de pregrado para así acceder
a los cupos de beca/residencia (varias han sido las mejores alumnas de sus respectivas es-
cuelas de medicina), sino además porque, como ya se señaló, el ejercicio de la especiali-
dad es muy compatible con sus responsabilidades familiares. Muchas se han destacado
en diversas áreas de la Dermatología y también en roles directivos: cuatro de los últimos
seis presidentes, seis de los últimos siete vicepresidentes y los últimos ocho secretarios ge-
nerales de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) fueron mujeres.
Varios pasos directos e indirectos han sido dados para la acreditación de un médico
como especialista de Dermatología y Venereología en Chile. El primer paso lo constituyó
la fundación de la Sociedad Chilena de Dermatosifilología (SCDS), después llamada So-
ciedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) en 1938. Sus socios fueron enton-
ces naturalmente legitimados ante sus pares y ante los miembros de la Sociedad Médica
de Santiago, de la cual la SCDS fue filial al nacer. Sin embargo, ante el resto de las ins-
tituciones y la comunidad nacional, tal afiliación representó sólo una estimación por con-
senso (pero no normatizada) del carácter de especialista. Desconocemos los requisitos
para ser socio de la SCDS (luego SCDV), durante su primera fase histórica (1938-1980)
(vide infra).
El segundo paso lo constituyó la iniciación del programa de formación de postítulo de
especialista en Dermatología conferido por la UCH desde 1966. Sin embargo, al menos
168
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
hasta 1990, sólo una minoría de los dermatólogos que ejercían en Chile egresaron de es-
te programa; en los últimos años, en cambio, su número es significativo.
El tercer paso fue dado por una intensa tarea de la SCDV que, en ausencia de regis-
tros de socios afiliados a la SCDV desde su fundación, comenzó en 1986 una rigurosa re-
visión de antecedentes, conforme a los estatutos de 1985, para una validación de
médicos como dermatólogos y por ende socios de la SCDV, lo cual finalizó en noviembre
de 1987 con un listado oficial de 130 socios titulares. Con ello, los socios se reconocieron
formalmente como pares.
El cuarto paso se dio en 1988 cuando la SCDV aceptó una invitación de la Corporación
Nacional de Acreditación de Especialidades Médicas (CONACEM) –una corporación autóno-
ma de derecho privado formada por el Colegio Médico de Chile, las diferentes sociedades
de especialidades médicas chilenas y la Asociación de Facultades de Medicina de Chile
(ASOFAMECH)– para iniciar un proceso formal de acreditación de médicos en Dermatolo-
gía y Venereología basado en las pautas generales fijadas por CONACEM, sumándose a
otras sociedades médicas que ya habían iniciado tal acreditación. Para tal efecto, se cons-
tituyó una comisión específica de cinco miembros conformada por Rubén Guarda como pre-
sidente, designado por el directorio de CONACEM, Juan Honeyman y Daniel Villalobos,
designados por ASOFAMECH y Manuel Melis y Julia Oroz, designados por la SCDV.
En 1990, después de varias propuestas y modificaciones, la comisión y el directorio de
CONACEM acordaron el documento final de requisitos para tal acreditación en “Dermato-
logía y Venereología”. Los problemas principales del trabajo de esta comisión fueron: 1)
adecuación a la realidad nacional de una limitada formación regular de especialistas; 2) la
incorporación de la palabra “Venereología” a la especialidad (dado que médicos de otras
especialidades trataban pacientes con ETS); 3) la calificación como “especialidad prima-
ria” de la Dermatología y Venereología; 4) la formulación de requisitos que permitieran la
acreditación de médicos con un largo ejercicio digno e idóneo de la especialidad (sobre to-
do en provincias) pero sin educación formal en la misma, y al mismo tiempo impidieran la
acreditación inmerecida de médicos con preparación insuficiente. En resumen, se deter-
minó que calificarían para la acreditación: a) los profesores ordinarios acreditados de Der-
matología de la Facultad de Medicina reconocida; b) los titulados de programas oficiales
de postítulo de Dermatología y Venereología de las facultades acreditadas; c) los médicos
que hubieran tenido un adiestramiento en práctica por 5 años en centros dermatológicos
chilenos que cumplieran ciertos requisitos estipulados; y d) los médicos formados en la es-
pecialidad en facultades de medicina extranjeras con programas similares a los de las fa-
cultades de medicina chilenas. Los médicos que calificaban para los dos últimos grupos
eran sometidos sólo a un examen práctico de cinco días, hasta que en 2002 se agregó un
examen teórico para pre-calificar para el examen práctico.
El proceso de certificación de especialistas en Dermatología y Venereología por CO-
NACEM se inició en 1991 y sigue vigente hasta ahora. Se efectúa a través de un organis-
mo técnico llamado Comisión de Dermatología y Venereología que analiza las
postulaciones voluntarias de los médicos que desean acreditarse enviadas por el direc-
torio de CONACEM. Esta comisión está conformada por cinco miembros: uno (el presi-
dente) designado por el directorio de CONACEM, dos por la SCDV y dos por ASOFAMECH.
Tres dermatólogos han integrado esta comisión desde su inicio hasta ahora: Rubén Guar-
da como presidente, Manuel Melis por la SCDV y Juan Honeyman por ASOFAMECH. Los
otros dos miembros han rotado y han sido, por la SCDV, Julia Oroz y Félix Fich, y por
ASOFAMECH, Daniel Villalobos, Mirtha Cifuentes y María Luisa Pérez-Cotapos. Hasta
septiembre de 2004 esta comisión había acreditado a 179 médicos como especialistas en
Dermatología y Venereología.
Como no existe ley de especialidades en Chile, la acreditación por CONACEM es la
única instancia legitimada ante las instituciones de salud privadas, las universidades y
las asociaciones médicas gremiales y científicas. Sólo el Ministerio de Salud ha sido
169
RUBÉN GUARDA TATÍN
renuente a legitimar estas acreditaciones y a exigirlas para cubrir los cargos de especia-
listas en hospitales públicos, debido básicamente a una política contingente, esto es,
retener la posibilidad de nombramientos médicos por razones no estrictamente técnicas.
De esta forma, la legitimación de especialistas no está aún completada en Chile y no
representará un instrumento verdaderamente eficaz hasta que todas las instituciones
nacionales concuerden en un proceso único.
■ LaII.enseñanza
La enseñanza de
de lalaDermatología
Dermatologíaen Chileen Chile
Introducción
La actividad docente con relación a la Dermatología se limitó hasta 1966 sólo a la en-
señanza de la disciplina a los alumnos de pregrado de las escuelas de medicina existen-
tes y a la enseñanza de algunos tópicos seleccionados relacionados con la higiene social
a alumnos de otras escuelas. No existen datos fidedignos (fechas y circunstancias) acer-
ca del inicio de la enseñanza de la Dermatología como disciplina aislada en los estudios
de pregrado. La Dermatología ha sido en Chile tradicionalmente considerada una disci-
plina subordinada y menos relevante en el currículo general de estudios. Hasta hoy se
asignan a los alumnos sólo dos semanas a tiempo completo para actividades prácticas y
curso teórico, lo que se estima insuficiente por el impacto y la prevalencia de las derma-
tosis en la práctica diaria de médicos generales y pediatras.
Escapa a los objetivos de este compendio extenderse en la vida y el aporte de los pro-
fesores más relevantes de Chile (con algunas excepciones) como también en la mención
de todos los dermatólogos que trabajaron en los servicios y cátedras vinculados a la en-
señanza de pregrado y posgrado.
La UCH fue la pionera y única responsable de esta enseñanza hasta 1983. Los inicios
de la incorporación de la Dermatología al currículo de estudios para los alumnos de me-
dicina de la UCH y sus primeros profesores son aún difusos. El primer nombre de la dis-
ciplina fue “Piel y Sifilografía” y el primer profesor fue Mamerto Cádiz, médico
epidemiólogo, pero se desconocen su cargo, su lugar de trabajo y sus referencias perso-
nales. Las clases se dieron al inicio exclusivamente en el Hospital San Luis hasta la crea-
ción de otra cátedra en el Hospital San Vicente de Paul. Luis Puyó Medina, formado en
París, fue quien fundó –aparentemente– la primera cátedra formal, y quien imprimió a
la enseñanza el sello de la Dermatología francesa, ampliamente dominante en los países
de América del Sur en la primera mitad del siglo XX; sin embargo, no disponemos de da-
tos fidedignos respecto del lugar de trabajo y el período de ejercicio del Dr. Puyó. Por otra
parte, desconocemos cuándo se crearon los grados de profesor titular y profesor extraor-
dinario de Dermatología.
Si bien sabemos que en la mayor parte de la primera mitad del siglo XX funcionaron
dos cátedras de pregrado (hospitales San Luis y San Vicente de Paul) con sus respectivos
profesores o encargados de cátedra, desconocemos la importancia relativa de estas cá-
tedras en términos de absorción de alumnos, presupuestos y planta docente; en 1938
coexistían un profesor titular (Luis Prunés Risetti) y un profesor extraordinario (Roberto
Jaramillo Bruce), ambos prohombres de la Dermatología chilena y con rivalidad recono-
cida. Estos cargos aparentemente se ganaban por concurso de antecedentes y clases ma-
gistrales. En una fecha no precisada se estableció que el profesor titular debía estar en
el San Vicente de Paul, mientras que los profesores extraordinarios podían estar en cual-
quiera de los dos hospitales.
170
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
El Hospital San Vicente de Paul, en el área norte de Santiago, fue asiento de la pri-
mera cátedra de Dermatología autónoma del país en el seno de la Facultad de Medicina
de la UCH. Esta cátedra estuvo a cargo de Luis Montero Rivera entre 1914 y 1938, y de
Luis Prunés Risetti entre 1938 y 1954. Se desconocen otros datos del doctor Montero. El
doctor Prunés (1883-1970) se formó durante tres años en el Hospital Saint-Louis de Pa-
rís después de la Primera Guerra Mundial, al lado de los profesores Darier, Brocq, Civat-
te y Sabouraud. Al volver a Chile ingresó, en la década de 1920, en el Hospital San Luis
de Santiago donde llegó a ser jefe de la sección B y profesor extraordinario de Dermato-
logía hasta que en 1938 fue llamado a asumir la jefatura y el cargo de profesor titular
de la entonces llamada “Clínica Universitaria de Piel y Sífilis” del Hospital San Vicente de
Paul. Esta clínica tenía dos salas de 30 camas cada una (hombres y mujeres) y un con-
sultorio externo.
El doctor Prunés es recordado como una figura ilustre de la Dermatología chilena; en
1938 lideró, junto a Roberto Jaramillo, la fundación de la Sociedad Chilena de Dermato-
sifilología, de la cual fue su primer presidente; introdujo en Chile los métodos diagnósti-
cos de la sífilis (ultramicroscopía y serología) y el uso de arsenicales para su tratamiento
y preconizó la importancia diagnóstica de la biopsia cutánea. Fue un humanista/mora-
lista de alto vuelo y un admirado educador; llegó a ser presidente de la Sociedad Médi-
ca de Santiago y Ministro de Salubridad de la República, con una destacada labor en la
higiene social y el control de las ETS. Falleció en 1970.
En 1952, al cerrarse el Hospital San Vicente de Paul, la Clínica Universitaria de Piel
y Sífilis se trasladó al recién fundado Hospital José Joaquín Aguirre de la UCH, cambian-
do su nombre por el de Servicio de Dermatología, que aún se conserva. Al jubilarse el Dr.
Prunés en 1954, fueron nombrados dos nuevos profesores titulares de Dermatología,
ambos provenientes del Hospital San Luis: Florencio Prats González en el Hospital Agui-
rre y Mauricio Weinstein Rudoy en una nueva cátedra creada en el Hospital San Juan de
Dios. El Dr. Prats (fallecido en 1960) provenía del Hospital San Luis donde era ya jefe de
la sección B y profesor extraordinario de Dermatología. El Dr. Prats editó en 1960, me-
ses antes de fallecer, el primer texto de Dermatología chileno, el que fue multiautoral y
destinado al pregrado, aunque por sus dimensiones resultó ser más un libro de consul-
ta para dermatólogos o médicos generales. La lista de los más destacados dermatólogos
docentes en los Hospitales San Vicente de Paul y Aguirre hasta 1970 incluye, además de
los mencionados, a Roger Lamas, Ignacio González Díaz, Eugenio Robles, Mauricio
Weinstein, Federico Pescetto, Oscar Klein, Raúl Alarcón y Marco Antonio de la Parra. En
la cátedra del Hospital Aguirre (Área Norte), hubo casi siempre nueve médicos de plan-
ta hasta 1970.
En la década de 1960-1970 la enseñanza de la medicina en la UCH se dividió en cin-
co sedes en diferentes áreas de Santiago: norte, oriente, central, sur y occidente; cada
sede adquirió independencia de cátedra para Dermatología. Se presenta a continuación
a los principales protagonistas de estas cátedras.
Hernán Hevia Parga sucedió al Dr. Prats como profesor titular, cargo que desempeñó
entre 1961 y 1969. El Dr. Hevia (1914-1997) trabajó desde sus inicios como dermatólogo
en el Hospital San Vicente de Paul; previamente, en 1951, había sido nombrado profesor
extraordinario. Es considerado unánimemente la gran figura de la docencia dermatológi-
ca chilena de la segunda mitad del siglo XX. Aunque no fue muy prolífico en artículos
científicos clínicos o de investigación (escribió preferentemente sobre sífilis), fue el proto-
tipo del insigne profesor médico distinguiéndose por su gran dedicación a los pacientes de
hospital público y alumnos hasta el final de su carrera. Fue un infatigable lector de revistas
de la Dermatología mundial, transmisor del interés bibliográfico como el mejor método
171
RUBÉN GUARDA TATÍN
El Hospital San Luis, en el área oriental de Santiago, inició sus actividades en el cam-
bio del siglo XIX al XX para atender pacientes de todo el país con enfermedades de la
piel y venéreas; con el tiempo fue absorbiendo a los pacientes crónicos con úlceras de
cualquier origen (preferentemente vasculares), grandes quemaduras y sus secuelas, pa-
raplejias y otras patologías no relacionadas con la piel. Alrededor de 1950 era habitual
un número de 300 pacientes hospitalizados, una atención ambulatoria de más de 100 pa-
cientes diarios y una planta de 10 a 15 médicos. Poseía dos secciones llamadas A y B, ca-
da una con su propio jefe y equipo de dermatólogos. Numerosos médicos formados en
este hospital pasaron a ocupar cargos o cátedras en el Hospital San Vicente de Paul o vice-
versa. Fue en el Hospital San Luis donde se impartió (ad honorem) la primera enseñan-
za de pregrado de Dermatología en Chile. Se encargaban de la cátedra uno o ambos jefes
de sección, quienes podían o no tener el grado de profesor otorgado por la UCH. Se des-
conoce la lista completa de jefes/encargados de cátedra, pero incluye a Mamerto Cádiz,
172
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
Luis Puyó, Roberto Jaramillo, Florencio Prats, Gastón Ramírez y Raúl Alarcón. De esta
lista, fueron profesores extraordinarios de Dermatología de la UCH Roberto Jaramillo
(jefe de la sección A), Florencio Prats (jefe de la sección B) y Gastón Ramírez.
El Dr. Jaramillo (1884-1951) fue una de las figuras más destacadas de la Dermatolo-
gía chilena entre 1935 y 1950; se formó en Europa, en el Hospital Saint-Louis de París,
entre otras instituciones, en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Fue enemigo
declarado del dogmatismo científico y pionero de la histopatología en Chile, siguiendo la
línea de los célebres patólogos europeos de comienzos del siglo XX; según su propuesta
se instaló el laboratorio de histopatología en el Hospital San Luis. En 1951 fue sucedido
en la cátedra por Gastón Ramírez quien ocupó el cargo hasta 1968.
El Dr. Ramírez (1904-1996) se formó primero en el Hospital San Luis y luego en el San
Vicente de Paul donde llegó a obtener el título de profesor extraordinario en 1947 para re-
tornar al San Luis en 1954. En el laboratorio de histopatología, el Dr. Jaramillo fue suce-
dido primeramente por un brillante dermatopatólogo, Luis Toro Genkel, y luego por Raúl
Alarcón Casanueva. Este último ganó el concurso para la jefatura del Hospital San Luis en
1969 y durante el transcurso de su mandato se trasladó el servicio y cátedra de Dermato-
logía al vecino Hospital del Salvador, cuando el Hospital San Luis dejó de funcionar en 1978.
Durante este período se destacaron además, en la docencia, Adelaida Tolic y Fernan-
do Oyarzún. En 1982, al jubilarse el Dr. Alarcón, fue nombrado jefe de dicho servicio Car-
los Vera Mora, quien de inmediato encargó la enseñanza a Ximena Raggio, que cumplió
esa función hasta 1998. Fue sucedida por Enrique Mullins hasta ahora. De esta manera,
el servicio de Dermatología del Hospital del Salvador (como heredero del Hospital San
Luis) es el más antiguo del país en enseñanza de pregrado y asistencia a enfermos der-
matológicos y venéreos.
En el Hospital San Borja del área central, la primera enseñanza de pregrado de Der-
matología fue encargada a Hernán Hevia en la década de 1950, mientras que Florencio
Prats enseñaba en el Hospital Aguirre; aquélla se interrumpió al asumir el Dr. Hevia co-
mo profesor titular en el Hospital Aguirre en 1960. En 1972 se reinstaló dicha enseñan-
za en el Hospital San Borja a cargo de Daniel Villalobos hasta su renuncia en 1990, con
la cual terminó la instrucción en esta área. En los hospitales Barros Luco y Trudeau del
área sur, la UCH nombró como primer encargado de la docencia a Ignacio González Díaz,
desde fines de la década de 1950 hasta 1972; éste fue después sucedido por Jaime Ruiz
(1972-1996), Alfredo Cardemil (1996-2002) y Héctor Fuenzalida (desde 2003).
En el Hospital San Juan de Dios (área occidental) vinculado a la UCH, el primer pro-
fesor extraordinario fue Mauricio Weinstein, desde 1954 hasta 1970. El Dr. Weinstein se
había iniciado en el Hospital San Luis para luego integrarse al Hospital San Vicente de
Paul. Le sucedió Isidoro Pasmanik desde 1970 hasta su jubilación en 1990. Desde enton-
ces no hubo profesores acreditados en este hospital, pero han servido como encargados
de cátedra de pregrado sucesivamente: María Isabel Benavides (1982-1993), María Isa-
bel Herane (1993-1998) y Emilio Sudy (desde 1999). También han sido destacados der-
matólogos docentes en este hospital Ximena Ancic, Ximena Moncada y Francisco Urbina.
173
RUBÉN GUARDA TATÍN
fecha no conocida) por varias décadas hasta 1989. En marzo de 1954 la PUC creó la cáte-
dra formal de Dermatología y nombró como profesor a Hernán Hevia Parga, quien enseñó
en el mismo Hospital Aguirre donde trabajaba. Alrededor de 1975 la PUC formó una peque-
ña planta docente asociada al Hospital Aguirre para la enseñanza a sus alumnos e internos,
para colaborar con el Dr. Hevia, integrándola los doctores Honeyman, Eguiguren y Guarda.
En 1980 el Dr. Hevia fue nombrado primer profesor titular de Dermatología de la
PUC. Luego de su jubilación en esta función en 1983, la cátedra fue encargada a Juan
Honeyman Mauro, nombrado profesor titular en 1990. En 1983 la PUC creó la Unidad
Docente Asociada de Dermatología con sede física autónoma, ubicada en el consultorio
externo de la PUC en su campus universitario sur, con una planta propia de dermatólo-
gos; al comienzo sólo se realizaron labores asistenciales y la primera dermatóloga con-
tratada fue la doctora Mirtha Cifuentes; luego se encararon también funciones docentes
para sus alumnos de pregrado. Otros dermatólogos docentes de la PUC han sido María
Luisa Pérez-Cotapos, Montserrat Molgó, María Soledad Zegpi, Rosamary Soto, Ariel Has-
son y Sergio Silva, entre otros. En el año 2000 la jefatura de servicio y de cátedra fue
asumida por la Dra. Pérez-Cotapos.
174
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
Hasta 1960 no hubo textos de Dermatología para el pregrado editados por dermató-
logos chilenos, por lo que se usaban sólo las ediciones de la Dermatología francesa y las
publicadas por dermatólogos españoles o argentinos. El texto de Jean Darier, reeditado
luego por sus discípulos (entre ellos, Jean Civatte), fue el principal referente para los es-
pecialistas. Los alumnos solían usar apuntes informales de clases tomados de años ante-
riores o entregados por los propios profesores a manera de bosquejos, hasta que
Florencio Prats editó en 1960 un libro multiautoral escrito por él y los colaboradores de
su cátedra en el Hospital Aguirre. Sin embargo, este libro nunca pudo establecerse co-
mo texto de uso común de pregrado por ser sus contenidos más ambiciosos. Luego fue
usado por muchos años un compendio de apuntes de clases, inédito, escrito por Hernán
Hevia y algunos de sus colaboradores. Este compendio sirvió de base para editar hacia
1990, convenientemente actualizado, un texto de colaboración multiautoral por los pro-
fesores de la misma cátedra; actuaron como editores Juan Honeyman y Raquel Nahuel.
Han aparecido también, otros dos textos multiautorales: uno en 2001, editado por María
Isabel Herane y Francisco Urbina y otro en 2003 editado por María Luisa Pérez-Cotapos
y Ariel Hasson de la PUC; ambos libros representan un digno aporte, aunque exceden las
dimensiones de un curso de pregrado.
175
RUBÉN GUARDA TATÍN
Hasta 1970 los principales textos de referencia fueron sucesivamente los editados por
176
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
■ Reseñas
III. Reseñas de algunas disciplinas de algunas
dermatológicas disciplinas dermatológicas
Dermatología Pediátrica
Hasta 1950 las enfermedades dermatológicas de los niños fueron atendidas por los
pediatras generales y los dermatólogos, sin mayor exploración de su amplio espectro ni
dedicación a ellas como un objetivo asistencial central. Los que abrieron el camino para
el desarrollo y el progreso de la Dermatología infantil fueron Ignacio González Díaz (for-
mado como dermatólogo) y Pedro Cofré (formado como pediatra), quienes, en Santiago,
se encargaron de atender la Dermatología infantil en los hospitales pediátricos Roberto
del Río y Calvo Mackenna, respectivamente.
En 1958, el Dr. González fue enviado por la UCH a realizar dos tareas cruciales: crear
la cátedra de pregrado y la atención dermatológica en el Hospital Barros Luco (que sig-
nificó posteriormente la creación del Servicio de Dermatología de dicho hospital), e ini-
ciar la atención dermatológica en el Hospital Roberto del Río perteneciente a la UCH; fue
el primer dermatólogo vinculado a un hospital pediátrico chileno. Desde esta posición,
contribuyó no sólo a formar residentes becarios de pediatría general y de Dermatología,
sino a echar las bases de la Dermatología infantil.
La única estructura con camas y atención externa en hospitales chilenos que recibió
el nombre de “Servicio de Dermatología Infantil” fue creada en el Hospital Roberto del
Río en una fecha indeterminada, presumiblemente antes de 1960; sus jefes fueron suce-
sivamente Ignacio González, María Elsa Maira y Julia Oroz, hasta que fue suprimida en
1976. Desde 1966 y durante algunos años, Alan Rojas colaboró con el Dr. González en la
tarea asistencial. Julia Oroz, quien había terminado su residencia en pediatría en 1965,
se formó como dermatóloga entre 1968 y 1970 con el Dr. González en el citado hospital
y con el Dr. Hevia en el Hospital Aguirre; después de trabajar un tiempo en Valdivia, re-
gresó en 1973 para asumir la atención de Dermatología infantil en el Hospital Roberto
del Río dejada vacante por el Dr. González que se jubiló en 1972. Durante ese ínterin, la
atención estuvo a cargo de la pediatra María Elsa Maira, quien había trabajado con Gon-
zález durante el período 1970-1972. La Dra. Oroz ha sido la encargada, desde entonces,
de la formación práctica y teórica en Dermatología infantil de la gran mayoría de los re-
sidentes becarios de Dermatología que le han enviado las universidades chilenas, resul-
tando así un pilar capital en el desarrollo de este tópico por su empuje, voluntad de
perfeccionamiento y capacidad de estimular a las nuevas generaciones.
Desde 1976 hasta 1990 se unió a ella otro pediatra, Winston Martínez, quien en for-
ma paralela completó su formación como dermatólogo. El Dr. Martínez fue reemplazado
por Sergio Silva en 1990. En 1983 fue creado expresamente otro cargo para la atención
dermatológica, ocupado en forma sucesiva por Gabriela Smoje, Paulina Grandi y Paula
Castillo.
Pedro Cofré, la otra figura central en el inicio de la Dermatología infantil en Chile, fue
un pediatra del Hospital Calvo Mackenna (área oriental) con un gran interés en atender
a niños con problemas dermatológicos. Esto lo llevó a adiestrarse paralelamente en
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RUBÉN GUARDA TATÍN
Inmunodermatología
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Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
Venereología
El Hospital San Luis fue el gran centro de referencia para la atención de pacientes
con ETS, principalmente sífilis, durante la primera mitad del siglo XX; gran parte de sus
300 camas estaban ocupadas por enfermos en las diferentes etapas de la sífilis y otras
ETS. Gradualmente otros hospitales en Santiago, Valparaíso y Concepción fueron toman-
do activo rol en el manejo ambulatorio e intrahospitalario de las ETS (entre ellos, el Hos-
pital San Vicente de Paul). No hemos encontrado referencias bibliográficas sobre las
características y las personas ligadas al manejo de las ETS antes de 1950. Sabemos que
después de 1940, con la creación del Servicio de Seguro Social, se efectuaron pruebas
serológicas masivas para sífilis, mostrando que el 10% de los chilenos asegurados eran
positivos; ello motivó que en este hospital se iniciara el uso masivo de arsenóxido en fle-
boclisis, con lo cual se logró un hecho extraordinario: el descenso en las tasas de preva-
lencia e incidencia de sífilis antes de la llegada de la penicilina. Entre 1953 y 1970, en
virtud de la masificación del uso de antibióticos y los programas de control de las enfer-
medades de transmisión sexual (ETS), la sífilis perdió importancia epidemiológica y clí-
nica en Chile (como en otras partes del mundo) y dejó de ser referente obligado del
diagnóstico diferencial de las afecciones cutáneas. El descuido consiguiente en dichos
programas fue causal de un aumento en la incidencia de gonorrea y uretritis no gonocó-
cicas y luego también de sífilis. Entonces la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) estimuló la reinstalación de programas de control de ETS bajo el control del Ser-
vicio Nacional de Salud y designó a Chile (específicamente al Hospital San Juan de Dios)
para el desarrollo de programas pilotos de control, seguimiento epidemiológico y trata-
miento de ETS; se nominó para su ejecución a Isidoro Pasmanik. Como efecto de estos
programas se alcanzó en Chile la cifra de cero casos de sífilis congénita.
Durante 10 años se dictaron, con el apoyo de la OPS, ULACETS, el Ministerio de Sa-
lud y el Instituto de Salud Pública de Chile, cursos internacionales de manejo de progra-
mas de control de ETS, con asistencia de jefes de programa y servicios de Dermatología
de varios países latinoamericanos, dirigidos por Isidoro Pasmanik y con la colaboración
de Daniel Villalobos. El doctor Villalobos colaboró en la década de 1980 en programas
educacionales para el control de ETS auspiciados por el IDRC de Canadá y por la Asocia-
ción de Protección a la Familia.
Cuando el Hospital San Luis desapareció en 1972, a pesar de la lucha antivenérea
centrada en el Hospital San Juan de Dios, la asistencia a pacientes con ETS asociada a
los hospitales resultó insuficiente y coincidió con un alza de ETS. Sin embargo, la deci-
dida injerencia del Ministerio de Salud en el control nacional de ETS contribuyó a mejo-
rar sustancialmente la situación. Desde 1980 hasta 1987 Daniel Villalobos estuvo como
encargado nacional del control de ETS en el Ministerio de Salud; bajo su liderazgo fue-
ron elaboradas las primeras normas nacionales de tratamiento y control de las ETS, con
el apoyo de la OPS, lo que constituyó un hito para la salud pública del país. En 1987 Blan-
ca Campos fue designada jefa del programa nacional de control de ETS del Ministerio de
Salud. Las segundas normas nacionales para las ETS se elaboraron en 1990 y las terceras,
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Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
■ Historia
IV. Historiade lade la Sociedad
Sociedad Chilena de Chilena dey Dermatología
Dermatología Venereología y Venereología
Fundación
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RUBÉN GUARDA TATÍN
(1960-1961), Raúl Alarcón Casanueva (1962-1963), Oscar Klein Kohn (1964-1965), Isi-
doro Pasmanik Guiñerman (1968-1969), Pedro Cofré (1970-1972), Daniel Villalobos To-
ro (1972-1974), Alan Rojas Canala (1974-1976), Oscar Klein Kohn (1976-1978) y Marco
Antonio De la Parra Enríquez (1978-1980). La duración señalada de esos mandatos es
sólo aproximada.
Fase de transición
Entre 1980 y 1986, período en el cual fueron presidentes Julia Oroz Montiglio (1980-
1981), Gonzalo Eguiguren Lira (1982-1983) y Carlos Vera Mora (1984-1986), la SCDV vi-
vió un tiempo de transición caracterizado por la búsqueda de una mejor estructura y la
redacción de estatutos que la independizaran jurídicamente de la Sociedad Médica de
Santiago. Este proceso se inició en 1981 y terminó en 1985 con la aprobación de la per-
sonería jurídica y los estatutos de la SCDV. Además, en 1985 se creó la Revista Chilena
de Dermatología, llamada inicialmente Dermatología (Chile), como el órgano oficial de la
SCDV, impulsada por Carlos Vera y Juan Honeyman; los tres primeros números apare-
cieron durante 1985. Su editor/director desde entonces hasta la fecha ha sido el Dr. Ho-
neyman. Durante este período se realizaron algunas sesiones científicas y se continuaron
realizando las Jornadas Anuales en primavera. Como ocurriera con toda la información
previa a 1986, tampoco en esta fase de transición la SCDV conservó datos escritos de sus
actividades por razones similares a las de la primera fase histórica.
182
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
trasladó en diciembre de 1987; esta oficina se entregó en 1994 debido al abandono for-
zoso que hizo la Sociedad Médica de Santiago de dicho edificio. Luego siguió un período
sin sede con una dispersión del archivo y la biblioteca y un trabajo repartido en las ca-
sas u oficinas de los miembros del Comité Ejecutivo y la secretaria administrativa. Sin
embargo, en 1993 y bajo la presidencia de Félix Fich, se acordó gestionar la compra de
una nueva oficina-sede, la cual se materializó en diciembre de 1995, bajo la presidencia
de Tirza Saavedra; se ubicó en calle La Concepción, comuna de Providencia y sirvió a la
SCDV hasta su venta en 2002. En junio de 2003, la SCDV, bajo la presidencia de Raúl Ca-
brera, compró su tercera sede, más amplia, en calle Luis Pasteur, comuna de Vitacura,
en funciones desde entonces.
6. Número de socios. Después de un proceso de varios meses, en mayo de 1987 el di-
rectorio de la SCDV terminó el primer registro oficial de socios titulares, que dio un nú-
mero de 127; en septiembre de 2004 los socios titulares son 222, los cuales se califican
según el cumplimiento de requisitos estatutarios de ingreso. Estas cifras deben compa-
rarse con los presumiblemente 30 socios existentes en 1970. El notable aumento en 34
años demuestra la eficacia de los planes de formación de nuevos especialistas, el reno-
vado interés por la especialidad y el esfuerzo mancomunado de los dermatólogos chile-
nos en el trabajo docente directo.
7. Filiales. La longitud de Chile determina un relativo aislamiento geográfico de mu-
chas ciudades distantes de Santiago, generando la necesidad de filiales que reúnan por
cercanía a los socios de la SCDV. Al amparo de la SCDV nacieron a mediados de la déca-
da de 1980 las filiales Sur y Norte impulsadas por Patricio Rifo (Temuco) y Alex Arroyo
(Antofagasta) respectivamente. Se aprobó el primer reglamento de filiales en 1988, pos-
teriormente modificado. En la actualidad están funcionando las filiales Norte (sede An-
tofagasta), Quinta Región (sede Valparaíso/Viña), Bío-Bío (sede Concepción) y Sur (sede
Temuco). Estas filiales han organizado numerosas reuniones científicas intrarregionales
–a veces con invitados de Santiago– y varias Jornadas Nacionales Anuales.
8. Comisiones permanentes. En 1986, bajo la presidencia de Rubén Guarda, se pusie-
ron en marcha las comisiones permanentes de trabajo para asesorar al directorio en ma-
terias estatutarias, administrativas y de relaciones internas y externas, lo que al mismo
tiempo permitió ampliar la representatividad de las decisiones. Dichas comisiones se
reúnen autónomamente o a petición del directorio, sus miembros duran dos años, sus
funciones están sometidas a reglamentos y sus resoluciones requieren de la aprobación
final del directorio. Las comisiones en funciones desde 1986 son: 1) Estatutos, Reglamen-
tos y Admisión de Socios, 2) Ética, Disciplina y Relaciones Profesionales, 3) Aranceles y
Prestaciones, 4) Científica y Educación Continua, 5) Relaciones internacionales y 6) Co-
mité Editorial de la Revista Chilena de Dermatología. Ulteriormente se agregaron las co-
misiones de: 7) Biblioteca e Informática y 8) Bienestar.
9. Grupos de trabajo. Aunque antes funcionaran de manera esporádica algunos gru-
pos de trabajo (por ejemplo, dermatosis ocupacionales y dermatitis de contacto) en 1990,
bajo la presidencia de Juan Honeyman, la SCDV normatizó y estimuló la formación de
estos grupos, concebidos como agrupaciones de socios con afinidad en ciertas materias
científicas a fin de intercambiar experiencias y generar documentos o posiciones de la
SCDV, a través de reuniones periódicas de trabajo. Los grupos con actividad más regu-
lar hasta el presente han sido los de Dermatología Pediátrica, cirugía dermatológica, ac-
né/rosácea y láser. Otros grupos han sido los de ETS, cosmiatría, oncología cutánea,
psoriasis y medicina interna.
10. Sesiones de educación continua. Con el fin de revisar y actualizar el conocimien-
to de temas específicos en horarios vespertinos, la SCDV efectuó desde 1986 hasta 1989
varias sesiones de educación continua para sus socios. Éstas fueron reanudadas desde
2002.
11. Congresos Chilenos de Dermatología y Venereología cada dos años.
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Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
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Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
■ La chilena
VII. La Dermatología Dermatología chilena
en el concierto en el
internacional concierto internacional
Presencia de los dermatólogos chilenos
en las reuniones internacionales
Hasta mediados de la década de 1970 los dermatólogos chilenos participaron con es-
casa frecuencia en instituciones y reuniones de carácter internacional. Contribuyó a ello
el hecho de que Chile es el país americano más alejado de Europa y el sudamericano más
alejado de Estados Unidos. Aunque hubo contactos de carácter personal con la Derma-
tología francesa a través de algunos profesores (por ejemplo, Puyó, Jaramillo y Prunés)
y con la Dermatología argentina (por ejemplo, Prats y Brieva), los primeros contactos ins-
titucionales fructíferos fueron hechos por los médicos conectados con las ETS, principal-
mente Isidoro Pasmanik y Daniel Villalobos. El Dr. Pasmanik, como responsable en Chile
del programa piloto de la OPS para el control de ETS desde 1960, participó en diversas
acciones conjuntas con representantes de otros países latinoamericanos; fue además un
viajero infatigable a múltiples congresos de Dermatología y ETS y casi siempre la única
presencia chilena en ellos hasta 1975. Junto a los doctores Villalobos y Fich participó ac-
tivamente en reuniones internacionales de ETS y SIDA, incluidos los congresos ULA-
CETS. Félix Fich fue vicepresidente de ULACETS en el periodo 1995-1999.
Entre 1976 y 1990, el rol de Juan Honeyman fue crucial en la inserción de los derma-
tólogos chilenos, tanto para asistir como para presentar ponencias en las reuniones mé-
dicas internacionales, lo que se resume como sigue: 1) desde su formación dermatológica
en Oregon, fue el principal promotor de la participación de jóvenes dermatólogos en los
meetings de la American Academy of Dermatology (AAD) y su afiliación a ésta; 2) fue im-
pulsor de la afiliación de la SCDV a la International League of Dermatological Societies;
3) a partir de su primera asistencia a una RADLA en Guarujá (1976), propició la incor-
poración y la participación con ponencias de un gran número de dermatólogos chilenos
en el principal evento anual de la Dermatología sudamericana, la Reunión Anual de Der-
matólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA); 4) finalmente, efectuó igual promo-
ción para la realización de los congresos del Colegio Ibero-Latinoamericano de
Dermatología (CILAD).
Los dermatólogos chilenos han participado muy activamente desde 1977 como asis-
tentes, relatores y directivos de las RADLA del Cono Sur. Juan Honeyman, Carlos Vera y
Rubén Guarda han sido presidentes de la organización, y por tanto, delegados perma-
nentes en su consejo. Como delegados renovables han participado Isidoro Pasmanik,
Gonzalo Eguiguren, Julia Oroz, Leonardo Sánchez, Iván Jara, Raúl Cabrera, Félix Fich,
Montserrat Molgó y Orietta Gómez. La participación de Chile en la coordinación de acti-
vidades científicas y relatorías es ya tradicional, en especial en Inmunodermatología y
oncología cutánea. Algo menos numerosa ha sido la presencia chilena en CILAD y sus
congresos. Juan Honeyman fue delegado nacional de CILAD por Chile desde 1975 hasta
1999, vicepresidente de área de CILAD entre 1995 y 1999 y primer vicepresidente entre
1999 y 2003. Desde 2000 Rubén Guarda es delegado nacional al CILAD por Chile, reele-
gido por votación en 2003.
En suma, la presencia de dermatólogos chilenos es constante y a veces masiva en los
meetings de la AAD, los congresos mundiales de Dermatología y Dermatología Pediátrica,
187
RUBÉN GUARDA TATÍN
Chile ha sido sede muy exitosa de los siguientes eventos dermatológicos internaciona-
les: 1) RADLA del Cono Sur 1985, la primera realizada en Santiago (presidente Juan Ho-
neyman y secretario general Gonzalo Eguiguren), con 400 médicos asistentes de los
países RADLA (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú, Paraguay y Uruguay); 2) RADLA
del Cono Sur 1992 en Santiago (presidente Carlos Vera y secretaria general Mirtha Ci-
fuentes), con 500 médicos asistentes; 3) RADLA del Cono Sur 1997 en Santiago (presi-
dente Rubén Guarda y secretario general Raúl Cabrera), con 950 médicos asistentes; 4)
Congreso de ULACETS 1995 en Santiago (presidente Blanca Campos y presidente del co-
mité científico Félix Fich) con 1800 participantes de 35 países. Santiago se prepara pa-
ra recibir un nuevo RADLA en 2006 bajo la presidencia de Raúl Cabrera.
En la segunda mitad del siglo XX se han realizado dos ciclos de reuniones entre los
dermatólogos argentinos (principalmente de Cuyo, la región argentina más vecina a San-
tiago) y chilenos: 1) el primer ciclo corresponde a las llamadas Reuniones Andinas de
Dermatología, efectuadas una en Mendoza (1969) y otra en Santiago (1970), propuestas
por Isidoro Pasmanik y Alberto Torres Cortijo (Mendoza) y organizadas por la SCDV y la
Sociedad Argentina de Dermatología (filial Cuyo), con significativo éxito para la herman-
dad chileno-argentina; 2) la segunda serie, más prolongada, corresponde a las llamadas
Jornadas Transandinas de Dermatología, que son anuales, con sedes alternas: Santiago
en otoño y Cuyo en primavera, entre 1989 y 1995, propuestas inicialmente por Cristóbal
Parra (Mendoza) y Rubén Guarda (Santiago) y acordadas entre el directorio de la SCDV
y la filial Cuyo de la Asociación Argentina de Dermatología (Nélida Pizzi, Cristóbal Parra,
José Leonforte y Elías Bittar). La SCDV encargó a su filial Quinta Región asumir la res-
ponsabilidad chilena de estas Jornadas, que tuvieron una masiva asistencia de dermató-
logos cuyanos y chilenos.
Otra serie de reuniones fueron las llamadas Jornadas Interandinas, efectuadas entre
1994 y 2000, que congregaron a los dermatólogos del norte chileno, los argentinos de
Salta, los bolivianos de La Paz y Cochabamba y los peruanos del sur (Arequipa, Cusco y
Tacna), además de varios de Santiago y Lima. Fueron impulsadas por Juan Pedro Lonza
y otros dermatólogos del norte chileno y apoyadas por Juan Honeyman (Santiago), Fer-
nando Magill y Emilio Carranza (Lima), con una importante asistencia. Las reuniones
efectuadas fueron cuatro: Iquique 1994, Cusco 1996, Cochabamba 1998 y Salta 2000. ■
Octubre, 2005
188
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena
Aspectos históricos
Época prehispánica
Entre los diferentes pueblos aborígenes que poblaron el litoral ecuatoriano antes de la
llegada de los españoles, los huancavilcas son los que mayor atención recibieron de parte
de los investigadores de nuestro pasado médico. Por ello nuestro artículo se fundamenta
en los datos obtenidos de este pueblo constituido por numerosas tribus que poblaron la zo-
na de lo que hoy es la Provincia del Guayas y parte de las provincias de Manabí y Los Ríos.
Situados en plena zona tropical, los huancavilcas sufrieron las inclemencias del cli-
ma; sin embargo, su patología no era muy variada y eso determinó que los conquistado-
res españoles consideraran estas tierras como muy sanas. Su patología cutánea podría
resumirse en algunas enfermedades infecciosas, afecciones parasitarias de la piel, pica-
duras de insectos y manifestaciones cutáneas de intoxicaciones por el uso de bebidas
191
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
La Conquista
Desde la llegada de Bartolomé Ruiz –hábil piloto español y primer europeo que pisa-
ra tierra ecuatoriana, seguido del gran conquistador Francisco Pizarro– los españoles
encontraron en estas tierras patologías condicionadas por el medio tropical.
Quizás la entidad morbosa que con mayor frecuencia debieron enfrentar fue el palu-
dismo. Esta enfermedad era endémica entre las tribus de la costa ecuatoriana; los espa-
ñoles sufrían aún con mayor crudeza las consecuencias de las picaduras de mosquitos
infectados por el hematozoario al punto de que, de acuerdo con los cronistas, esas pica-
duras “llevaron a la tumba a muchos de ellos y a la mayor parte enfermaron”.
En su tercer viaje por las costas del sur, Francisco Pizarro desembarcó en la bahía de
San Mateo a principios de 1531. De allí siguió a las poblaciones de Coaque y Puerto Vie-
jo, en lo que hoy es la Provincia de Manabí, donde los españoles sufrieron una de las más
grandes y desconocidas pestes a la que llamaron “de verrugas”. Esta epidemia –de
acuerdo con estudios realizados en el siglo XX por algunos investigadores– parece haber
correspondido al pian, aunque todavía hay quienes piensan que pudo haber sido de ve-
rruga peruana.
Otra enfermedad frecuente en esa época fue la viruela. Dice el mercedario Fray Pe-
dro Ruiz Naharro, refiriéndose al mes de marzo de 1531: “En esta bahía de Quaque en-
fermaron algunos de nuestros españoles de achaques de viruelas y bubas, de que
murieron algunos, y otros quedaron hoyosos los rostros y sumamente feos, efecto que
causan las viruelas”.
Poco después de su fundación, la ciudad de Guayaquil, el principal puerto ecuatoriano,
contó con un hospital al que acudía mucha gente enferma desde diferentes puntos del lito-
ral, atraídos por la fama curativa que tenía la zarzaparrilla fresca. Este hospital contaba
con una botica donde se encontraban todos los remedios usados en la época; entre ellos el
jabón prieto cuya preparación –enseñada por los españoles– se hacía con lejía obtenida de
las cenizas de ciertas maderas y mezclada con sebo; este producto era de uso muy popular
para el baño y especialmente para lavar el cabello y ayudar en el control de los piojos.
192
Historia de la Dermatología ecuatoriana
Época colonial
A principios del siglo XVII los aborígenes huancavilcas casi se habían extinguido co-
mo consecuencia, en gran parte, del descuido que tenían los colonos españoles con la sa-
lud del indio. La sanidad de los pobladores del litoral ecuatoriano se encontraba en
manos de los curanderos, y la aparición de un médico titulado por estas tierras era con-
siderada por muchos como una obra de la Divina Providencia. En el Hospital de Guaya-
quil la atención a los enfermos era dada generalmente por un sacerdote católico con
conocimientos prácticos.
Poco se sabe sobre las enfermedades que se presentaron en el siglo XVII. En las cró-
nicas se mencionan las epidemias de sarampión y viruela como las que causaron mayo-
res estragos en nuestra población.
A comienzos del siglo XVIII Guayaquil padeció otra epidemia de viruela que causó
una gran mortandad entre su población, que para el año 1708 ascendía aproximada-
mente a 4.000 habitantes. Hacia la segunda mitad del siglo, Guayaquil dejó de ser una
ciudad abandonada por la medicina y apareció un mayor número de médicos que se hi-
cieron cargo de la atención a los enfermos en el hospital o de manera particular.
Con la presencia de los médicos se logran en esta época descripciones más técnicas
de las enfermedades y empiezan a aparecer reportes más detallados de ciertos padeci-
mientos cutáneos y de sus diferentes formas de tratamiento. Ejemplo de esto fue, en
1776, el uso de “un remedio maravilloso” usado para extirpar un parásito de la piel que
fue tanto para los españoles como para los mestizos e indios una verdadera plaga: la ni-
gua. El remedio maravilloso consistía en “untar las partes donde residen las niguas con
aceite de olivas sin calentar, y muriendo ellas, se desprenden fácilmente las bolsillas que
las contienen”.
La nigua y los piojos han sido los parásitos presentes desde la época de los aboríge-
nes y que a través de la conquista y la colonia han llegado hasta nuestros días. La nigua
ocasiona los consabidos trastornos locales y los piojos producen incluso el tifus exante-
mático muchas veces mencionado en las crónicas de la colonia.
Tal como ocurrió en siglos anteriores, la viruela y el sarampión fueron problemas co-
munes y graves también en el siglo XVIII. Es necesario decir que durante toda la colonia
estas dos enfermedades fueron endémicas en nuestro litoral y de manera particular en
la ciudad de Guayaquil, pero de vez en cuando adquirían el carácter de epidémicas. Así
ocurrió con la nueva epidemia de viruela del año 1785.
En los archivos de la conquista no se encuentran indicios de que la lepra haya existi-
do en nuestro medio en esa época. Es probable, como se piensa en otros países de Amé-
rica, que nuestros aborígenes no la padecieran y que fuera importada de Europa y
posiblemente también de África a través de individuos de raza negra traídos para cier-
tas labores.
Recién en el siglo XVIII se encuentra la disposición de que los enfermos de lepra de-
bían ser enviados al Lazareto de Cartagena de Indias, lo cual era difícil de cumplir debi-
do a la distancia y a los malos caminos; por ello los enfermos deambulaban libremente
por las calles de Guayaquil. Entonces surgió la idea de identificar a todos los enfermos
de lepra que había en la ciudad y proyectar la construcción de un sitio especial donde
estuvieran recluidos y aislados.
En 1795, un relevamiento de las personas afectadas de lepra estableció que existían
24 enfermos en Guayaquil y se determinó que fueran enviados, unos al Lazareto de Car-
tagena de Indias y otros al Lazareto de Quito recientemente creado.
En razón de que se presentaban nuevos casos de lepra, se hizo evidente la necesidad
de un lugar de contención; en 1818 inició sus actividades el primer lazareto en el litoral
ecuatoriano, establecido en la ciudad de Guayaquil.
193
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
La Independencia (1820-1830)
Durante este período, el ejercicio de la medicina mantuvo las prácticas rutinarias es-
tablecidas durante la época colonial y fueron escasos los aportes científicos; éstos eran
logrados por las pocas personas que después de cursar estudios de medicina en centros
más avanzados del extranjero regresaban a estas tierras.
Un dato curioso y digno de citar es el mencionado por varios autores de esta época
respecto al color de la piel de los habitantes de Guayaquil, en particular de sus mujeres.
Basil Hall, en su libro Extractos de un diario escrito en las costas de Chile, Perú y Mé-
xico en los años de 1820, 1821 y 1822, se refiere a las guayaquileñas de la siguiente ma-
nera: “A menudo habíamos oído alabar el cutis claro de las guayaquileñas, pero
habíamos imaginado que era una ponderación. Por eso, con sorpresa encontramos a es-
tas señoras blancas y rubias como cualquier europea. Sus ojos, diferentes a los españo-
les, eran azules y su cabello claro. Esto es tanto más extraordinario cuanto que
Guayaquil está situada dentro de poco más de dos grados al sud del Ecuador y quedan-
do al nivel del mar, es excesivamente calurosa durante todo el año”.
Jorge Juan y Antonio de Ulloa en su Viaje a la América Meridional también destacan
el hecho de que “siendo aquel país tan cálido no sean sus naturales trigueños y que no
teniendo los españoles por naturaleza el cutis tan blanco, como las naciones del Norte,
sus hijos allí sean rubios”.
Las razones que daba el Dr. Abel Brandín en 1826 para esta característica eran “la
influencia de la humedad del clima, del modo de vivir de las mujeres, de su perfecta
inacción y substracción a la luz; lo mismo que las plantas que se privan de la impre-
sión del sol y de toda luz, y que se marchitan, pierden sus colores […] La falta de ejer-
cicio, de movimiento, con el calor y la humedad, favorecen el desenvolvimiento del
tejido celulario, lo hartan, lo impregnan de humedad, y favorecen la blancura del epi-
dermis del cutis”.
Las enfermedades más comunes en la población de Guayaquil eran por entonces el
paludismo, la disentería, la viruela, la tuberculosis, el sarampión y la sífilis.
Desde el comienzo de esta época, la que había sido provincia libre de Guayaquil y
ahora era parte de la República del Ecuador mostró un sostenido progreso en todos los
aspectos; y la medicina, con la llegada de algunos médicos que decidían sentar sus rea-
les en este lugar, también mostró un notable y sostenido desarrollo.
Durante las primeras décadas de la era republicana, los estudios de Medicina debían
realizarse en la ciudad de Quito, única que en ese entonces tenía una Escuela de Medi-
cina en Ecuador; por ello los médicos de nuestra región litoral eran nativos que debían
viajar a otros lugares para realizar sus estudios o extranjeros que se quedaban princi-
palmente en Guayaquil. Nada de esto fue impedimento para que los médicos guayaqui-
leños, deseosos de lograr la superación científica, conformaran en 1835 la Junta
Departamental de Medicina y muy poco después la Sociedad Médica del Guayas.
La aparición de la Sociedad Médica del Guayas marcó una etapa de superación y pro-
greso en la medicina guayaquileña, ya que durante su larga y fructífera existencia fue la
encargada de dictar las normas para combatir las epidemias, defender a los profesiona-
les médicos, nombrar las autoridades médicas de la ciudad y participar en la fundación
de hospitales.
Es digna de recordarse la intervención del Dr. Mariano Arcia quien, posiblemente in-
fluenciado por los relatos de las curaciones de Alibert en las aguas sulfurosas de Tívoli,
pensó que nuestros leprosos podían curarse con las aguas sulfurosas de la península de
Santa Elena. Para ello obtuvo los medios para la construcción de un lazareto en los mismos
194
Historia de la Dermatología ecuatoriana
sitios donde brotan las aguas termales de Santa Elena, el cual empezó a brindar aten-
ción a los enfermos a fines de 1837.
Entre 1842 y 1867 el litoral ecuatoriano y particularmente la ciudad de Guayaquil su-
frieron tres epidemias de fiebre amarilla que produjeron una alta mortalidad entre sus
habitantes.
En diciembre de 1867 comienza a funcionar en Guayaquil la Junta Universitaria, or-
ganismo cuya función era recibir los exámenes de incorporación de quienes querían
ejercer en Guayaquil o en la provincia. Diez años más tarde, en 1877, abre sus puertas
la Facultad de Medicina de Guayaquil, con lo cual se inicia un nuevo y más exitoso pe-
ríodo para la medicina local.
Guayaquil se vio atacada por una nueva epidemia de fiebre amarilla en 1880. Esta
enfermedad, junto con el dengue, la viruela, el sarampión, el cólera y las disenterías fue-
ron los padecimientos más frecuentes de la región en el último cuarto del siglo XIX.
A comienzos del siglo es posible observar ya una cierta inclinación a la Dermatología en-
tre los médicos clínicos de la costa ecuatoriana y comienzan a divulgarse a través de las re-
vistas de la época sus valiosas observaciones. Entre esas publicaciones citamos las siguientes:
—José Ramón Boloña, “¿Existen la Blastomicosis y la Leishmaniasis en el Ecuador?”,
Act. Trab. I Cong. Med. Ecuat. Vol II, 97, 1917.
—José Darío Moral, “Leishmaniasis Americana”, Bol. Med. Cir. Año XVIII, 132, 73,
1920; y “Dermatitis Bullosa Plantaris”, Bol. Med. Cir. Año XXIII, 140, 67, 1921.
—Juan Federico Heinert, “Dermatitis Vesicular Aguda”, An. Soc. Med. Quir. Guay. Vol
VII, 163, 1927.
—J. Insua Hilaron, “Micetos que originan dermatomicosis del hombre más comunes
en Guayaquil” (Tesis Doctoral), Rev. Univ. Guay. Año IV, 1, 128, 1933.
A medida que avanza el siglo va creciendo la atención hacia las afecciones de la piel.
A los nombres de eminentes clínicos que presentan publicaciones sobre el tema –como
Alfredo Valenzuela Valverde, Armando Pareja Coronel, José Falconí Villagómez–, se
unen los de otros médicos que empiezan a mostrar una inclinación preferente por la Der-
matología como José Víctor Payese Gault, con quien se inició en la Facultad de Medicina
de la Universidad de Guayaquil la Cátedra de Dermatología, que en su inicio se llamó de
“Urología, Enfermedades Venéreas y Dermatología”.
Cuando falleció el Dr. Payese le sucedió el Dr. Gustavo Adolfo Fassio; en ese momen-
to se separó la cátedra y comenzó a llamarse “Cátedra de Dermatología”.
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En las circunstancias mencionadas, el inicio de los años 1960 presentaba campo pro-
picio para que todos estos profesionales se uniesen bajo un solo cuerpo colegiado que se
dedicara de lleno al fomento de la investigación, difusión y enseñanza de la especialidad.
La idea surgió en la ciudad de Guayaquil y los doctores Enrique Uraga Peña, Wenceslao
Ollague Loayza y Luis Carvajal Huerta se encargaron de hacerla realidad: iniciaron las
reuniones preliminares con diferentes profesionales médicos del país que practicaban la
Dermatología u otras especialidades afines. Surgió entonces la necesidad de crear una
Figura 1. Edificio Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y se fijó fecha y lugar para realizar una reunión
situado en la Avenida
de nivel nacional en la que se llevaría a cabo la fundación de la entidad.
9 de Octubre y
Así, el 15 de mayo de 1963, 23 prestigiosos profesionales se reunieron en la ciudad
Baquerizo Moreno
(Guayaquil), en cuyo
de Guayaquil, en el local del Club Médico (figura 1) situado en el cuarto piso del edificio
4º piso funcionaba el que todavía existe en la esquina noroeste de la intersección formada por las calles Ba-
Club Médico, donde querizo Moreno y Nueve de Octubre y decidieron formar la Sociedad Ecuatoriana de Der-
se fundó la Sociedad matología, cuya acta de constitución transcribimos:
Ecuatoriana de
Dermatología ACTA DE CONSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD ECUATORIANA DE DERMATOLOGÍA
En la ciudad de Guayaquil a los quince días del mes de mayo de mil novecientos se-
senta y tres, se reunieron en los salones del Club Médico, previa convocatoria efectua-
da por los doctores Enrique Uraga Peña, Luis Carvajal Huerta y Wenceslao Ollague
Loayza, los doctores Edmundo Blum, Bertha Duarte de Rendón, Elena Yerovi, Silvio
Torres, Germán Moreno Valero, Carlos Hidalgo González, Otto Arias, Claudio Arias,
Carlos Timm, Bolívar Estrella, Francisco Parra, Roberto Jalón, Eduardo Reina, Do-
mingo Paredes, Jorge Ramírez, Eudoro Moscoso, Jorge Bermeo, Carlos Espín, Felipe
Aroca y Servio Peñaherrera; quienes después de oír la exposición que efectuara el Dr.
Uraga Peña, en la que señalaba que el objetivo fundamental de la reunión era el de
constituir, si así lo estimaban conveniente, una entidad que agrupara a todos los mé-
dicos que tuvieran dedicación especial a la Dermatología, Sifilografía y Leprología,
con miras a incrementar el estudio de dichas ramas de la Medicina y propender por
todos los medios a su mayor difusión y engrandecimiento, acordaron constituirse en
Asamblea y designaron para el efecto como Director de la misma al Dr. Uraga Peña y
como Secretario al Dr. Ollague Loayza, y luego de oír diversas exposiciones favorables
a dicho criterio, resolvieron en definitiva la formación de la Sociedad y que luego de
ser aprobados por la misma los sometieron a consideración del Poder Ejecutivo para
su aprobación de conformidad con las disposiciones legales pertinentes.
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
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manera muy aislada, pero el empuje del Dr. Wenceslao Ollague Loayza logró sacar a la
luz una nueva revista con el nombre de Dermatología Ecuatoriana, la cual se constituyó,
a partir de 1986, en el órgano oficial de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología.
En enero de 1992 los doctores Patricio Freire, Santiago Palacios y Luis Moncayo,
miembros del Núcleo de Quito, toman la iniciativa de continuar las publicaciones de nues-
tros especialistas con una revista con el mismo nombre de la que publicara originalmen-
te el Dr. Wenceslao Ollague en 1966; gracias al entusiasmo y la entrega de sus editores,
esta nueva Dermatología se mantiene hasta la actualidad como órgano oficial de la Socie-
dad, habiéndose publicado ya más de veinte números de valioso contenido científico.
200
Historia de la Dermatología ecuatoriana
del Azuay, cuyo presidente y por ende el presidente nacional es el Dr. Víctor León
Chérrez, de la ciudad de Cuenca.
La enseñanza de la Dermatología como especialidad se realiza en las tres escuelas de
posgrado ya mencionadas, que actualmente incorporan un promedio de diez dermatólo-
gos por año.
La hospitalización para pacientes con afecciones dermatológicas es actualmente una
constante en los Servicios de Dermatología de los hospitales de las principales ciudades
ecuatorianas. La atención dermatológica ambulatoria se realiza en la mayoría de los
hospitales del país y también en unidades de menor nivel o en dispensarios dedicados a
la especialidad.
A nivel nacional, la presencia de la especialidad es constante por medio de la realiza-
ción de cursos, jornadas y congresos; y nuestros dermatólogos asisten regularmente a los
más importantes eventos internacionales para compartir y adquirir conocimientos.
Presentamos aquí una breve biografía de algunos de los más influyentes dermatólo-
gos del país, escogidos de entre aquellos que ya no se encuentran junto a nosotros, co-
mo un homenaje a su memoria y a la obra que realizaron en beneficio de la
Dermatología ecuatoriana.
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
En este capítulo he creído oportuno destacar algunos datos relativos al surgimiento, desa-
rrollo y logros de esta joven Sociedad, así como también a los médicos que dieron inicio a la
Dermatología en la ciudad de Quito y la proyectaron en el ámbito nacional e internacional.
La historia de la Dermatología ecuatoriana y especialmente la de nuestra ciudad no
es nueva. Muchas enfermedades cutáneas fueron tratadas por médicos ecuatorianos cu-
yos nombres sólo son conocidos por las generaciones que tuvieron el privilegio de ser
tratadas por ellos.
Pero en 1910 se inicia en Quito la Dermatología como rama especial de la Medicina.
El pionero de esta hazaña es el Dr. Ricardo Villavicencio Ponce, quien al regresar de Eu-
ropa como médico cirujano ejerce también la Dermatología, a la que dedica con entusias-
mo buena parte de su tiempo.
En los apuntes biográficos realizados por don Eduardo Samaniego y Álvarez1 el Dr.
Villavicencio expresa textualmente: “Soy creador de la Cátedra de Dermatología. ¿Cómo
se curaba antes en el hospital a los enfermos de piel? A todos con el ungüento del solda-
do. ¿No he formado discípulos en esta rama? Allí están los dermatólogos Espinoza Bra-
vo, Lasso, Arcos y en sifilografía, Zambrano y Ricardo Paredes. Me intereso por los
leprosos pidiendo que se mande un joven médico a los Estados Unidos de América para
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Andes. Es importante la presentación de casos clínicos como así también las consideracio-
nes sobre los problemas de actualidad dermatológica.
Cabe mencionar que luego de conformada la Sociedad, comenzaron a realizarse los
Triangulares de Dermatología con el auspicio de la casa Schering Americana; así el nom-
bre de Mauricio Camilo Ede, en aquella época su gerente, se une a la historia de la Der-
matología. Las ciudades de Guayaquil, Quito y Cuenca han recibido siempre en forma
cordial a todos los socios para comentar los asuntos de mayor interés de la Dermatolo-
gía y observar los casos clínicos de mayor dificultad diagnóstica. Posteriormente, los
Triangulares se denominaron “Jornadas” pero continuó la misma actitud, esto es, el in-
tercambio de sus socios y el progreso de la Sociedad.
En el año 1983 se realizó en Quito el Segundo Congreso de Dermatología. Asistieron
profesores nacionales y extranjeros; el tema principal que se debatió con el aporte del
núcleo de Quito fue “Dermatosis principales en las regiones del Ecuador”.
El tema leishmaniasis también fue abordado por el Núcleo de Quito en el primer Congreso
de la especialidad realizado en Guayaquil en 1981. Durante el Tercer Congreso en Cuenca, el
tema de colaboración fue: “Estudio del Epitelioma Basocelular en los hospitales de Quito”.
Es importante destacar aquí la historia del Hospital Dermatológico Gonzalo González
cuyo crecimiento fue paralelo al de la Dermatología en Quito. En el año 1785 los pacien-
tes de lepra eran asilados en el Hospital de la Misericordia del Señor. En 1882 se asila-
ban en el hospital y manicomio San Lázaro donde recibían un aislamiento riguroso e
inhumano, ya que eran perseguidos y luego abandonados a su suerte.
En el año 1911 bajo la presidencia del General Eloy Alfaro los pacientes son trasla-
dados a Pifo, a un edificio perteneciente a la comunidad de Padres Jesuitas que habían
sido expulsados.
En 1922, siendo presidente el Dr. Isidro Ayora, se construye el leprocomio Verde Cruz
con capacidad para 150 pacientes; fue inaugurado el 2 de abril de 1927 con carácter de
leprocomio nacional. Su primer director fue el Dr. Eduardo Egas, quien permaneció en
estas funciones hasta 1933. El leprocomio fue construido con el objetivo de aislar a los
pacientes, era un “hospital cárcel”. En la actualidad subsisten pequeñas murallas de esa
época. Existían “parlatorios”, ventanas con mallas y alambres a través de los cuales ha-
blaban los pacientes con sus familiares o dictaban sus cartas. No existía allí moneda co-
rriente, en su lugar circulaban sellos equivalentes a papel moneda. La asistencia social
ayudaba con lo que se llamaba “la masita”, una subvención diaria cuya denominación se
mantiene hasta la actualidad y que proviene de un pedazo de masa para hacer pan que
se les daba a los pacientes cuando permanecían en el Hospital San Lázaro. Se los man-
tenía incomunicados y con las puertas cerradas de por vida.
A partir de 1933, se nombra Director al Dr. Luis Rendón –quien había realizado estu-
dios de Dermatología en los Estados Unidos– el cual permaneció en su cargo por 17 años
consecutivos, tocándole en suerte ser testigo de la aparición de la droga milagrosa con-
tra la lepra: las sulfonas. Realizó las gestiones para traerla al país donde comenzó a
usarse en 1947. Con el Dr. Rendón se inicia la campaña antileprosa en el Ecuador.
En 1948 el Dr. Gonzalo Hernández realiza en Quito su tesis doctoral sobre “Censo de la
Lepra en el Ecuador” y reemplaza al Dr. Rendón en la jefatura de la campaña; encuentra
que las provincias más afectadas son: El Oro, Azuay, Loja, Imbabura, Bolívar y Carchi.
En 1957 se nombra director al Dr. Gonzalo González quien había realizado su tesis
doctoral en 1947 sobre el tratamiento de la lepra con la promanada. En esta época el le-
procomio sufre notables cambios y transformaciones. Las antiguas barreras de recelo se
derrumban. Se permite el manejo de dinero, el intercambio libre de correspondencia, de-
saparecen los parlatorios y el lugar va tomando la fisonomía de un verdadero hospital.
Gracias a la fundación católica alemana Hardeseen se inicia la construcción de la ciuda-
dela del enfermo de Hansen. El Dr. González permanece como director hasta 1968, año
en que la muerte le sorprende prematuramente.
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A partir de esa fecha se hace cargo el Dr. Mario Sarzosa que continúa trabajando con
igual entusiasmo para la rehabilitación del enfermo de Hansen. El leprocomio se trans-
forma en Sanatorio que lleva el nombre del ilustre médico Gonzalo González. El Dr. Sar-
zosa dedica más de 30 años de su vida a la rehabilitación del enfermo hanseniano.
En febrero de 1970 fue nombrado director el Dr. Holger Garzón quien realizó su te-
sis doctoral sobre “Epineurolisis de nervios periféricos”. Se preocupa de continuar la
transformación del Sanatorio, da otra fisonomía a los servicios de enfermería, crea la
consulta externa dermatológica y concluye la construcción de 16 casas para los enfer-
mos de Hansen.
De acuerdo con los requerimientos de la OMS, solicita y obtiene la transformación del
Sanatorio en el Hospital Dermatológico Gonzalo González mediante acuerdo ministerial
Nº 3131 del 14 de agosto de 1980 publicado en el registro oficial Nº 257 del 21 de agos-
to del mismo año, firmado por el Dr. Humberto Guillén, ministro de Salud.
En las últimas dos décadas del siglo XX la Dermatología quiteña ha crecido de mane-
ra constante. Los Congresos, Jornadas y todo evento dermatológico que se realice a ni-
vel nacional cuentan siempre con la presencia activa de sus dermatólogos.
A esta participación se une también la realización en Quito de los más importantes
eventos dermatológicos, como se demuestra con la organización y realización de los II,
V, VIII y XI Congresos Ecuatorianos de Dermatología, este último en julio de 2003. Tam-
bién se han realizado dos de los antiguamente llamados Triangulares de Dermatología y
más de diez Jornadas Nacionales de Dermatología.
Se han organizado reuniones dermatológicas de diversa índole: cursos de Dermatología
Pediátrica, cursos de Cosmiatría, cursos de actualización en Dermatología, la “Semana del
lunar” –trabajo de investigación y servicio a la comunidad–, Simposio de manifestaciones
cutáneas de SIDA, Simposio-Taller de Dermatología General, reunión de Aniversario del
Hospital Dermatológico Gonzalo González, tertulias dermatológicas, reuniones interhospi-
talarias y la creación de la Fundación Ecuatoriana de Psoriasis, entre muchas otras.
El Núcleo de Quito ha logrado también facilitar el intercambio científico, cultural y so-
cial de sus miembros a través de la formación de la “Casa del Dermatólogo” que abre sus
puertas en noviembre de 1997 y poco después, en 1999, logra adquirir un local propio
donde actualmente funciona la Sede del Núcleo.
La enseñanza de la Dermatología se ha visto reforzada con el inicio de la Escuela de
Posgrado en Dermatología que está adscripta a la Universidad Central y es actualmente
la fuente de las futuras generaciones de dermatólogos de Quito.
■ Referencia
bibliográfica
de la Federación Médica del
1. Samaniego y Alvarez, E: Ecuador, Quito, 1954, 58
Apuntes biográficos. Boletín (XII): 17.
■ III.III.La
La Dermatología en el Azuay
Dermatología en el Azuay
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
Entre los datos históricos más relevantes podemos consignar los siguientes: en 1534 se
realiza la fundación española de Quito. En 1535 se registra la fundación de Guayaquil, de
Portoviejo y de Lima, y una nueva epidemia de viruela en el Ecuador. En 1537 se realiza
una nueva fundación de Guayaquil con 150 habitantes; ese mismo año se emite la Bula de
Paulo III, condenando la esclavitud de los indios y declarando que éstos y los ne-
gros “son realmente hombres”. En esta época se proclama la Cédula Real que
ordenaba fundar hospitales. En 1547 se funda la ciudad de Loja y se emiten De-
cretos Reales para proteger la salud de los indios. En 1555 se funda la Univer-
sidad de San Marcos de Lima. Durante el gobierno de Felipe II, Andrés Hurtado
de Mendoza, Virrey del Perú y Marqués de Cañete, expidió en Lima el 15 de ma-
yo de 1550 una Provisión para la fundación de Cuenca. Gil Ramírez Dávalos es-
coge el sitio de “Paucarbamba” (Tomebamba) para la nueva ciudad; así, un
lunes santo, el 12 de abril de 1557 nace Cuenca a la historia con
señalamiento de los términos bajo su jurisdicción, a saber: al
Norte hasta el pueblo de naturales denominado Tiquizambi, al
Sur hasta las ciudades de Loja y Zamora; al Oriente hasta Ma-
cas, Cuyena y Zuña, y por el Occidente hasta los términos de la
Isla Puná. Se hicieron los repartos de solares y se denominó ca-
lle Santa Ana a la que pasa por la Plaza de Armas9, 10 (figuras
11 y 12). Por esa misma época se dictan Decretos Reales: que en
todas las ciudades debe haber hospitales comunes y de contagio-
sos por separado2.
En 1558 se describe una nueva epidemia general de virue-
la en el Ecuador, a la que se combate con zarzaparrilla y palo
de guayacán. En 1564 se inaugura la Real Audiencia y Presi-
dencia de Quito (Hernando de Santillán) y comienza el colonia-
Figura 11. Fundadores
je organizado2. En 1565 se realiza la fundación del primer Hospital, el de la Santa de Cuenca: Andrés
Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo en Quito. Hurtado de Mendoza,
En 1580, 1581, 1587, 1589 y 1590 se describen nuevas epidemias de viruela y saram- Virrey del Perú y Mar-
pión en el Ecuador; la última fue la más agresiva ya que causó alrededor de 30.000 qués de Cañete y Don
muertes. En 1660 se funda el primer Hospital en Guayaquil, administrado por el Herma- Gil Ramírez Dávalos
no Baltasar de Peralta, y se instala la primera botica. Se funda en Quito la primera Uni- Figura 12. Plano
versidad en el país –la cuarta en América–, “San Fulgencio”, por Bula de 1596, a cargo original de la
de los religiosos augustinos; comenzó a funcionar en 16032, sin incluir en su pensum a primitiva traza de la
la Medicina. En 1608, el Cabildo quiteño decide nombrar Médico de la Ciudad al Lic. Je- ciudad de Cuenca
rónimo Leyton, que no recibía salario. Al producirse numerosas muertes en Quito por
una epidemia desconocida, el Cabildo decide en 1609 contratar al Dr. Meneses y pagar-
le “300 patacones de ocho reales cada uno”2. En 1611 y 1612 se sucedieron en Quito epi-
demias de tabardillo, sarampión y “esquinencia” (difteria); esta última se extiende hasta
1614; el rey de España ordena la inspección regular de los hospitales2.
En 1622 se funda la segunda Universidad en el Ecuador, la Real Pontificia Universi-
dad de San Gregorio Magno, en Quito, a cargo de los Padres Jesuitas; el rey de España Figura 13. Monasterio
recomienda la apertura de más asilos y hospitales5. del Carmen, fundado
Hacia 1630 se descubren las propiedades antipalúdicas de la quinina en Malacatus- en 1682
Loja y con ello contribuye nuestro país a la medicina mundial,
constituyéndose en el tratamiento casi único del paludismo por va-
rios siglos5. En 1645 se produjeron nuevas epidemias de viruela,
alfombrilla y garrotillo (difteria) en Quito. En 1672 y 1679 ocurren
epidemias de disentería en Quito. (Rescatemos de las páginas de la
historia el Monasterio del Carmen, fundado en 1682) (figura 13).
En 1688 se funda en Quito la Universidad de Santo Tomás de
Aquino, a cargo de los religiosos dominicos; pero tampoco incluye
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
En 1782, la ciudad de Cuenca fue nuevamente afectada por una grave peste (saram-
pión, viruela y tifus), debido a una “excesiva falta de lluvias”. Para conseguir el socorro
del cielo ante semejante calamidad se mandó a traer a la ciudad el Santo Cristo de Gi-
rón11 (figura 14).
En 1785 una epidemia de sarampión y escorbuto mata a 8.000 personas; el
Dr. Eugenio Espejo –quien se revela, además de higienista, como precursor de
la microbiología– publica Reflexiones acerca de las viruelas y la higiene de
Quito. La Corona española recomienda el aislamiento de los casos de viruela2.
En 1786 se realiza en Quito la fundación del Hospital de San Lázaro para
leprosos, anexo al hospicio. En 1803, se proclama la Real Expedición Filantró-
pica de la Vacuna en todas las colonias españolas; sale de La Coruña el 3 de
noviembre con 22 niños vacunados en la corbeta “María Pita”, para propagar
la inmunización. Figura 14. Llegada del
Señor de Girón a la
Finalmente, en esta rápida pero apasionante revisión de los hechos que han marca-
ciudad de Cuenca
do nuestra historia, particularmente médica, debemos recordar que el 10 de agosto de
1809, siendo entonces presidente de la Real Audiencia don Manuel Urríes, Conde Ruiz
de Castilla, los patriotas ecuatorianos influenciados por las ideas libertarias de aquel
gran precursor Eugenio de Santa Cruz y Espejo, reunidos en la casa de doña Manuela de
Cañizares y encabezados por Antonio Ante, Pío Montúfar, Quiroga, Ascázubi y don Juan
de Salinas, entre otros, proclamaron el Primer Grito de la Independencia en América12, 13,
consiguiendo la tan ansiada libertad.
En octubre de 1867, durante el gobierno del Dr. Jerónimo Carrión, los legisladores
doctores Juan Bautista Vázquez y Luis Cordero Carrión logran la aprobación del decre-
to por el cual se crea la Universidad con sus Facultades de Jurisprudencia y Medicina en
la ciudad de Cuenca; se inaugura oficialmente el 1º de enero de 18682, 14.
Con la oficialización de la Universidad de Cuenca se inaugura también la Facultad de
Medicina, siendo su primer Decano el Dr. Agustín Cueva Vallejo (figura 16) –nacido en
Cuenca en 1820, graduado en Quito en 1843, fallecido en 18732, 15; fueron sus auspi-
ciadores e iniciadores, además de los legisladores nombrados, los doctores Agustín Cue-
va, Manuel Coronel y Antonio Ortega14.
Para fines del siglo XVIII ya había hospitales en Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja y Rio-
bamba, existían servicios de atención y de botica, pero sólo los indígenas acudían a ellos y
su ingreso a los mismos era considerado como signo de desgracia. En Cuenca funciona el
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hospital desde 1747 bajo la administración de los Betlhemitas; en él ejercía como cirujano
Fray Santiago de las Ánimas, quien en 1779 hizo la autopsia al “espadachín Zabala”5.
El Hospital de los Bethlemitas funcionó en San Blas hasta 1872, cuando fue reempla-
zado por el Hospital del Ejido, llamado San Vicente de Paúl, en honor del patrono y fun-
dador de la Orden de las Hermanas de la Caridad, las únicas enfermeras que trabajaron
en él durante los 100 años de vida del hospital16 (figuras 17 y 18). El 28 de agosto de
1869, por decreto legislativo, se dispone oficialmente que el Poder Ejecutivo ponga a los
hospitales de la República que cuenten con fondos suficientes a cargo de las Hermanas
de la Caridad; se celebran los contratos correspondientes y se dictan todas las providen-
Figura 16. Dr. Agustín cias del caso para conseguir este importante cometido; en octubre del mismo año se sus-
Cueva Vallejo, primer cribe en París el contrato para el establecimiento oficial de las Hermanas de la Caridad
Decano de la Facultad en nuestro país, aprobado el 4 de diciembre por el Ministro de Relaciones Exteriores5.
de Medicina A partir de 1868 comienza la vida docente en la Facultad de Medicina de Cuenca, pro-
bablemente con un programa de enseñanza copiado del Plan de Materias de la Univer-
sidad de Quito; este plan de estudios
estuvo reducido a cinco años en la pri-
mera etapa. La falta de medios económi-
cos y la escasez de profesores hicieron
que el plan fuera en gran parte teórico y
varias cátedras dictadas por el mismo
profesor. El primer Decano de la Facul-
tad de Medicina fue su fundador el Dr.
Agustín Cueva Vallejo, nacido en Cuenca
Figura 17. Sector de
San Blas, donde
el 24 de agosto de 1820; en 1838 viaja a Quito para cursar estudios de Medicina y obtie-
funcionó el Hospital ne su título doctoral. En 1856 parte a Europa donde se capacita con los grandes maes-
de los Betlemitas tros de la época: Trusseau, Ricord, etc.; el Dr. Cueva Vallejo permanece en el decanato
Figura 18. Vista hasta pocos meses antes de su muerte, en 1873; fue destituido de sus cargos por ser con-
panorámica del trario a la política de la época. Fue sucedido por el Dr. José Oramas14, 15.
Hospital San Vicente Por esos años (1870), se hacía referencia en la ciudad de Quito al poder curativo de
de Paúl la planta del condurango (bejuco del cóndor), utilizada por el Dr. Camilo Cáceres, ciruja-
no del Hospital de Quito, quien refiere haberla empleado con éxito en el tratamiento de
cáncer del muslo, de los párpados, en la sífilis y la blenorragia, así como en las úlceras
escrofulosas.
El 24 de agosto de 1870 el Gobernador del Azuay transcribe al Ministro una comuni-
cación del presidente de la Conferencia San Vicente de Paúl. Con fecha 8 de agosto le in-
forma que la conferencia, después de haberse hecho cargo de la Fábrica de la Colina de
Cullca para establecer el Lazareto de mujeres, encuentra varios inconvenientes para po-
der cumplir con el propósito de la Municipalidad de que los leprosos no estuvieran jun-
to con los hombres elefantiásicos en el “Jordán” (leprosario creado en Cuenca en 1816 y
luego trasladado al sitio denominado el Jordán en 1844), y manifestaba las ventajas que
habría en construirlo en el sitio de Machángara. Al resolverse así, en 1882 se realizó su
construcción2 (figura 19).
La Facultad de Medicina de Cuenca comienza a extender sus títulos con regularidad
y anualmente, a partir de 1873; su primer graduado fue el Dr. Manuel Palacios quien, a
pesar de haberse incorporado en Cuenca, refrendaría su título en la Universidad Central
de Quito14; posteriormente egresaron Agustín Yerovi, Fidel del Castillo y Eduardo Cor-
dero2. A raíz de la revolución liberal de 1895, la Universidad se independiza del Colegio
y comienzan a funcionar las dos facultades: Jurisprudencia y Medicina; esta última se or-
ganiza con programas y profesores, y para 1910 cuenta con médicos y profesores veni-
dos desde Europa, como los Drs. Emiliano J. Crespo y David Díaz14. La asistencia
obligatoria al Hospital y al Anfiteatro comenzó probablemente en enero de 1905.
El 2 de enero de 1910, el gobierno del General Eloy Alfaro dictó un decreto por el que
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
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segundo curso, Dr. Sebastián Moscoso; Filosofía: Dr. Luis Loyola; Patología: Dr. Luis Carlos
Jaramillo; Terapéutica: Dr. Bernardo Yépez; Clínica: Dr. Nicolás Sojos; Cirugía: Dr. José
Mogrovejo; Obstetricia: Dr. Manuel Palacios; Química: Dr. Carlos Cueva, y Farmacia:
Dr. Nicanor Corral14.
Como dato importante, podemos señalar que en 1920 se produce una acalorada dis-
cusión en los círculos científicos sobre la existencia del tifus exantemático en el Azuay,
sospechado ya años antes por el Dr. Nicolás Sojos (Decano de la Facultad de Cuenca en
1904) y el Dr. Manuel Farfán, quien al parecer falleció con esta enfermedad a cuyo es-
tudio se consagrara en su práctica nosocomial y privada. Sanitarios y bacteriólogos de
Quito, Guayaquil y Cuenca (entre ellos el Dr. Nicanor Merchán), intervienen en el estudio
bacteriológico, sin llegar a una solución definitiva.
Es precisamente en ese año (1920) cuando la “viruela pastosa” (septicemia eruptiva)
es bacteriológicamente identificada y descripta como entidad clínica en Guayaquil (doc-
tores Wenceslao Pareja y J. T. Larrea), lo que más tarde se demostraría en la Comisión
Técnica Norteamericana integrada por Long y Eskey. Otro dato destacable es que en
1925 se instala el primer Gabinete de Rayos X en la ciudad de Cuenca2.
La Cátedra de Dermatología como tal se inicia en la Facultad de Medicina de la Uni-
Figura 22. Dr. José
Mogrovejo, primer
versidad de Cuenca en 1929. La Asamblea Universitaria en sesión del 12 de septiembre
profesor de eligió el plantel de profesores para el período 1929-1933 que estuvo en vigencia hasta
Dermatología en la 1936; su primer profesor oficial fue el Dr. José Mogrovejo Carrión, quien además dictó la
Facultad de Medicina Cátedra de Terapéutica y anteriormente había tenido a su cargo la Cátedra de Cirugía14;
de Cuenca años más tarde (1967), fue designado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Cuenca17 (figura 22).
Por esa época se registra en nuestra ciudad un hecho histórico: la inauguración de la
primera planta de decantación de agua potable (figura 23).
Posteriormente, desde 1938 hasta 1949, la Cátedra de Dermatología estu-
vo incluida dentro de la de Patología Externa, correspondiéndole su dictado a
los Drs. Luis A. Sojos, Víctor Barrera, José Alvear (quien patentara su “famo-
sa pomada de Alvear“)14.
En 1936, por decreto universitario, se crea la Cátedra de Patología Tropical.
En mayo de 1944, tras una reorganización de la Facultad de Medicina, el Dr.
Luis A. Sojos continúa a cargo de la Cátedra de Patología Externa, que incluía
Dermatología, y se incorporan nuevos profesores que vale la penar mencionar:
los Drs. Juan Idrovo A. (Cirugía), Leoncio Cordero J. (Histología) –prestigioso
profesional que contribuiría más tarde, en gran medida, al desarrollo de la Der-
Figura 23.
Inauguración de la
matología, no sólo en el Azuay sino en el nivel nacional–, y Alberto Alvarado C. (Anatomía),
Planta de decantación entre otros14.
de agua potable en Desde 1950, dentro del Plan de Estudios de la Facultad, la Cátedra de Dermatología
Cuenca, 1928 se incluía en el pensum correspondiente al quinto año, con el nombre de Clínica Derma-
tológica, Venéreas y Sifilografía, a la que se sumaban: Clínica Terapéutica, Clínica Pediá-
trica y Puericultura, Técnica Quirúrgica e Higiene y Salud Pública.
El Plan de Estudios iniciado en 1950 se mantuvo en lo fundamental, con variaciones
frecuentes en algunas materias, hasta la realización del Primer Seminario de Educación
Médica Nacional llevado a cabo en septiembre de 1967 en Guayaquil. En él se trató nue-
vamente y con apasionamiento la “unificación de los Planes de Estudio”, la cual se con-
siguió al cabo de largas discusiones; se realizaron algunas pequeñas modificaciones,
pero en lo fundamental, se ha conservado hasta 1970. Debemos anotar que estas refor-
mas no han afectado la Cátedra de Dermatología, que continúa siendo incluida dentro
del pensum correspondiente al quinto año, pero éste fue ampliado14.
En mayo de 1960, durante el decanato del Dr. Leoncio Cordero J. (1958–1964), la Jun-
ta de la Facultad, en vista de los méritos de los doctores Luis C. Jaramillo y José Mogro-
vejo Carrión, ex profesores de la Facultad –a quienes no se les había honrado
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
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M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
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M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
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Historia de la Dermatología ecuatoriana
hacia los años 1978-1980, coincidiendo con una época de sequía; el trabajo fue presen-
tado en el II Congreso Ecuatoriano de Dermatología en Quito en 198219.
Otro evento importante que vale la pena recordar es el 1º Encuentro Internacional de
Dermatología realizado en Cuenca el 13 de febrero de 1999, bajo la presidencia del Dr.
Marcelo Merchán, con la presencia y participación de los Profs. Luis Díaz (Medical Colle-
ge of Wisconsin), Thomas Lewley (Atlanta, Georgia), Richard Edelson (Universidad de Ya-
le) y Evandro Riviti (São Paulo, Brasil), y tuvo una masiva participación local y
nacional24, 32.
Asimismo, el núcleo del Azuay, presidido por el Dr. Edgar Reinoso, organizó en Cuen-
ca del 5 al 7 de abril de 2001 el Curso Internacional de Dermatología del Adolescente,
que tuvo una gran acogida y participación tanto de médicos generales como de especia-
listas en el nivel nacional24.
Los miembros del núcleo del Azuay, y particularmente los Drs.
Marcelo Merchán y Víctor León, con la finalidad de contribuir al
desarrollo científico y formación de la clase médica en general
participaron en la elaboración y difusión de los llamados Cuader-
nos de Dermatología, como un programa de Educación Médica
continuada en Dermatología General y Pediatría; estas publica-
ciones circularon a partir del año 2001. Siguiendo con esta moti-
vación, Osvaldo Muñoz, Marcelo Merchán, Mauricio Coello, Víctor
León y Teodoro Espinosa, con el aval de la Sociedad Ecuatoriana
de Dermatología y el auspicio del Departamento de Cultura de la
Universidad de Cuenca publicaron en el año 2002 un libro denominado Prevención de las
Figura 36. Miembros
enfermedades de la Piel, dirigido a la educación y formación no sólo de la clase médica
Activos de la Sociedad
sino del público en general, en virtud de su lenguaje fácil y comprensible34.
Ecuatoriana de
Finalmente, debemos anotar que, en el aspecto gremial, el Núcleo del Azuay ha apor- Dermatología Núcleo
tado para la Dermatología nacional entre otros aspectos: la elaboración, discusión y apro- del Azuay. Cuenca,
bación definitiva del Reglamento de las Jornadas Nacionales24, 32; la discusión y 2003. De izquierda a
aprobación del Reglamento de Publicaciones de la Revista Dermatología; la elaboración y derecha: Mauro
discusión de los Reglamentos para los Estatutos de la Sociedad Ecuatoriana, que una vez Manzano, José
aprobados, contribuirán a normar y regular la actividad tanto en el nivel local como na- Verdesoto, Plinio
cional24. El Núcleo del Azuay cuenta con un local propio, adquirido en 1993, donde fun- Padilla, Osvaldo
ciona la sede y donde año tras año se vienen incrementado la biblioteca y la diapoteca24. Muñoz, Marcelo
Los hechos sintetizados en los párrafos anteriores hablan por sí mismos de la unidad Merchán, Juan
Ambrosi, Teodoro
y mística de trabajo que caracteriza a quienes tenemos el orgullo de formar el Núcleo
Espinosa, José Tobar,
Azuayo de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, considerada como “una de las so-
Mauricio Coello,
ciedades más unidas del país; con discrepancias que unen porque afinan ideas, con ten- Claudio Arias, Iván
siones que en algún momento pudieron haber tenido características hasta cierto punto Zéas, Edgar Reinoso y
personales (sobre todo en lo nacional), pero que ya se han limado; han desaparecido las Xavier Encalada.
aristas y estamos en la época de comenzar un nuevo trabajo, bajo la inspiración y la Atrás y en el mismo
atenta mirada de los grandes maestros de la Dermatología ecuatoriana”27. orden: Bolívar Granizo
A la fecha de terminar estas notas, la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo y Víctor León,
del Azuay cuenta con un total de 23 miembros activos: Claudio Arias A., Iván Zéas D., Víc- Presidente Nacional
tor León Ch., Mauricio Coello U., Marcelo Merchán M., Edgar Reinoso M., Hernán Villacís de la Sociedad
O., Juan Ambrosi O., Teodoro Espinosa P., Norma Sigüenza C., Patricia Bermeo M., José Ecuatoriana de
Dermatología (2004)
Verdesoto G., Mauro Manzano, Bolívar Granizo H., Jaime Abad (dermatólogos); Osvaldo
Muñoz A. (epidemiólogo), Plínio Padilla G. (infectólogo-micólogo), Rolendio Palacios P., Jo-
sé Tobar C., Hernán Urgilés (inmunólogos), Gustavo Moreno A. (cirujano oncólogo), Clau-
dio Galarza M. (reumatólogo) y Xavier Ochoa M. (infectólogo)24 (figura 36). ■
Mayo, 2005
219
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
221
JULIO E . BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ , LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ
en Francia; presentó interesantes trabajos sobre sífilis durante el V Congreso Médico ce-
lebrado en San Salvador, en 1938. Idealista en sumo grado, participó activamente en la
política nacional contra el general Maximiliano Hernández Martínez, por lo que tuvo que
abandonar el país en 1944. Falleció junto con su esposa en un accidente de tránsito en
el vecino país de Honduras.
En 1938 regresó Eduardo Barrientos después de realizar estudios de Medicina y Der-
matología en Suiza, y ese mismo año comienza a trabajar con Esteban Reyes5. Describió
los primeros casos de Mal del Pinto. Un año más tarde fue nombrado Director del Hos-
pital de Asistencia Social y Jefe de la clínica nocturna de la Dirección General de Sani-
dad6. Posteriormente ocupó la jefatura del Departamento de Dermatología del Hospital
Rosales y del Instituto Salvadoreño del Seguro Social hasta su retiro en 1978.
Juan José Rodríguez se doctoró en medicina en 1941; fue nombrado jefe del consulto-
rio de Dermatología del Hospital San Rafael de la ciudad de Santa Tecla (12 km al occiden-
te de la capital); en 1942 realizó estudios de Dermatología en Columbia, Nueva York7. A
su regreso, en 1947, se le encargó dirigir la construcción de las unidades de radioterapia
cutánea –en la cual se había especializado– y las de bacteriología, micología y pequeña ci-
rugía, con lo que se expandió el servicio7. Publicó trabajos sobre dos casos de prurigo no-
dular de Hyde, dermatitis por herbicidas, pénfigo en El Salvador, esporotricosis fija e
incidencia de tumores malignos en el Hospital Rosales8. En 1951 fue nombrado profesor
titular de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El
Salvador. Se desempeñó como Jefe del consultorio externo de Dermatología del Hospital de
Niños Benjamín Bloom. Fue miembro activo de la Academia Americana de Dermatología
de la cual llegó a ser miembro honorario, y socio de la Sociedad Internacional de Derma-
tología Pediátrica.
Antonio Carranza Amaya obtuvo su doctorado en medicina en 1947 con la tesis titu-
lada “Lepra en El Salvador”9 y desde entonces comenzó a trabajar en el consultorio ex-
terno de Dermatología; más tarde tuvo a su cargo los hansenianos hospitalizados en el
Hospital Rosales y continuó interesándose por esa enfermedad. Realizó estudios de pos-
grado en el Instituto Skin and Cancer de la Universidad de Nueva York y a su regreso
fue el encargado de la campaña de lucha contra la lepra. Otros trabajos publicados:
“Epidemiología y morbilidad de la lepra en la República de El Salvador,” “La lepra co-
mo causa de incapacidad en El Salvador”, “Linfomas malignos” y “Miasis furunculoide
en El Salvador”.
El Dr. Oswaldo Ramírez Cienfuegos realizó estudios de posgrado en Dermatología en
París y Madrid, donde se relacionó con grandes dermatólogos, y regresó al país en 1950.
Fue siempre un investigador muy entusiasta; publicó gran cantidad de artículos sobre te-
mas dermatológicos, lo cual lo convirtió en uno de los especialistas salvadoreños más re-
conocidos internacionalmente. En diciembre de 1957, durante el Primer Congreso
Centroamericano de Dermatología presentó los resultados de sus estudios sobre una en-
tidad nosológica que llamó “Dermatitis Cenicienta”, llamada también “Enfermedad de O.
Ramírez” y conocida en la literatura anglosajona como “Eritema Discrómico Perstans”.
Su presentación para explicar la etiología de la enfermedad fue notable. Fue uno de los
organizadores de ese Primer Congreso Centroamericano y uno de los más entusiastas
promotores de la formación de la Sociedad Centroamericana de Dermatología que, como
se mencionó, se fundó durante ese cónclave. Se interesó mucho por las enfermedades cu-
táneas padecidas por los habitantes del país en la época prehispánica; durante el V Con-
greso del CILAD (1963), presentó un trabajo con el título “Dermatología en barro en El
Salvador”3.
Fue Vicepresidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y
Presidente del VIII Congreso realizado en San Salvador en el año de 1975. Ocupó cargos
en la administración y fue Viceministro de Salud Pública y Asistencia Social.
El Dr. José Llerena Gamboa realizó estudios de posgrado en la Universidad de Stanford,
222
La Dermatología en El Salvador
California, y luego en el Centro Dermatológico Pascua de México DF, cuyo director era
Fernando Latapí. Se interesó mucho por la micología y a su regreso, en 1956, se preo-
cupó por equipar lo mejor posible el laboratorio de micología del Hospital Rosales y por
planificar el estudio de las enfermedades de los hongos en el país10. Entre sus trabajos
en ese campo se encuentran: “Contribución al estudio de las micosis profundas en El Sal-
vador”11, “Cuatro casos de micetoma causados por hongos diferentes”, “Heat treatment
of sporotricosis and chromoblastomycosis” y “La esporotricosis en El Salvador”12. Fue
médico del consultorio externo de Dermatología del Hospital Rosales y profesor auxiliar
de micología de la Facultad de Medicina4.
El Dr. Enrique Hernández Pérez regresó al país en 1970, después de haber realizado
amplios estudios de Dermatología, Dermatopatología y cursos de cirugía dermatológica
y cosmética. Comenzó sus estudios de posgrado en el Instituto Dermatológico Pascua,
con el Prof. Fernando Latapí, quien lo envió a hacer una rotación completa al servicio de
Cirugía Plástica del Hospital General de México bajo la dirección del Prof. Fernando Or-
tiz Monasterio.
En San Pablo, Brasil, su jefe, el Prof. Sebastião Sampaio, lo indujo también a que con-
tinuara su formación en cirugía dermatológica. Durante los dos años que pasó en esa ciu-
dad, se interesó mucho por la Dermatopatología y siendo aún residente, tuvo a su cargo
todas las biopsias del servicio; una vez por semana presentaba los casos a sus jefes, los
Drs. Thales de Brito y Cecy Barros.
En Buenos Aires tuvo como profesor principal al Dr. Aarón Kaminsky, un extraordi-
nario maestro en diagnóstico y terapéutica, con quien inició sus estudios de la cosméti-
ca médica; de él aprendió el uso correcto de la cosmiatría. Recibió capacitación del Dr.
Julio Martín Borda, especialmente en clínica, y durante ese periodo profundizó sus estu-
dios en Dermatopatología bajo la dirección del Dr. Jorge Abulafia.
Continuó sus estudios en los Estados Unidos: en Dermatopatología, bajo la dirección
de Walter Lever en Boston y con Bernard Ackerman en Nueva York; en cirugía cosméti-
ca trabajó bajo la supervisión de los doctores Richard Webster en Brooklin, Gerry Fen-
no en Houston, Howar Tobin en Abilene, Julius Newman en Philadelfia y Sam Stegman
en California.
A su regreso a El Salvador fue profesor titular y jefe de la Unidad Docente de Derma-
tología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador y Jefe de la Sección
de Dermatopatología del Departamento de Patología del Hospital Rosales del cual era di-
rector el Dr. Francisco Velásquez. Ocupó esos cargos hasta su retiro en 1987 para dedi-
carse sólo a la práctica privada13.
Desde que inició su trabajo en el país, transmitió a sus colegas su interés por la ciru-
gía dermatológica, disciplina a la cual se le daba poca importancia en esa época. Las pri-
meras operaciones las practicó en la sala de Pequeña Cirugía del Departamento de
Dermatología del Hospital Rosales; aunque el sitio no era el más apropiado, se practica-
ba en él todo tipo de cirugías de cáncer de piel incluyendo cirugía de Mohs. Bajo su di-
rección se iniciaron las residencias en Dermatología; los siete dermatólogos que se
formaron con él tuvieron que prepararse muy especialmente no sólo en clínica sino tam-
bién en cirugía y patología.
Varios años después comenzó a trabajar en el Hospital Santa Teresa de la ciudad de
Zacatecoluca, población localizada en el Departamento de la Paz, unos 50 km al oriente
de la capital, y allí pasaba los días sábados casi completos con sus residentes extranje-
ros, practicando diferentes tipos de procedimientos principalmente cosméticos, como li-
posucciones, ritidectomías, blefaroplastías y transplantes de pelo.
Sus aportes más importantes en cirugía cosmética fueron: la realización de más de
8.000 casos de liposucción a partir de 1981, la clasificación por volúmenes de la liposuc-
ción, la definición de lipoescultura y la forma de calcular el volumen que se debe infil-
trar de solución de Klein para hacer una liposucción.
223
JULIO E . BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ , LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ
Octubre, 2005
224
La Dermatología en El Salvador
E n el prólogo del libro Las Ciencias Médicas en Guatemala escribe el brillante médi-
co e historiador Carlos Martínez Durán:
En su Historia de Guatemala, Francis Polo Sifontes define la Historia como “una re-
lación escrita de los hechos de la vida del hombre desde el pasado hasta el presente, más
el estudio del significado de tales hechos para el hombre mismo”. También allí se refie-
re a la cultura como “la conducta o comportamiento aprendido y posteriormente mani-
festado por los miembros de una sociedad”. Estos dos conceptos están relacionados con
la Dermatología como parte de la cultura médica de nuestro país. Por lo tanto, es nues-
tra obligación como dermatólogos no sólo ser expertos en enfermedades cutáneas sino
también investigadores de su historia, especialmente en nuestro país, ya que tendrá ca-
racterísticas propias que nos permitirán aportar nuestro conocimiento a la Dermatolo-
gía mundial.
Los mayas poseían la cultura más avanzada del mundo descubierto por Colón; mere-
cen ser designados como “los griegos de América”. La admiración por las construcciones
que quedaron como testimonio de aquel pueblo fantástico provocó, desde el inicio del
227
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
Figuras:
1. Anciana con niño siglo XIX, que viajeros y estudiosos de diferentes partes del mundo vinieran a estas re-
2. Calvicie giones selváticas a visitar sus centros ceremoniales. La subárea maya tuvo una extensión
3. Deformidad en de unos 325.000 km, o sea, un territorio equivalente al triple del que ocupa actualmen-
nariz te la República de Guatemala. Los mayas habitaron lo que hoy corresponde a los esta-
dos mexicanos de Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, la República de
Guatemala, Belice y el occidente de la República de Honduras. Sus orígenes se pierden
en el tiempo; algunos historiadores mayistas creen que fue una cultura que se desarro-
lló in situ y aunque ellos mismos principiaban su meticulosa cuenta del tiempo en una
época tan remota como el año 3113 a. C., los expertos no han encontrado evidencias de
su cultura que puedan ser fechadas antes del año 2000 a. C.
La vida de este pueblo giraba en torno al cultivo del maíz que fue su sustento básico.
Fundaron sus principales centros ceremoniales en lugares secos y alejados de un río o
lago, como Tikal y Uaxactun; pero en otros casos los establecieron junto a una fuente de
agua, como Copan o Yaxhá.
228
Historia de la Dermatología en Guatemala
sobre todo la religiosa, fue notable durante este período con una proliferación
de centros ceremoniales, calzadas y juegos de pelota. Figuras:
4. Deformidad en cara
PERÍODO POSCLÁSICO (900-1500 D.C.) 5. Deformidad facial
El paso a este período fue traumático. Se cree que hacia el año 900 d.C. hubo una se- 6. Deformidades
quía prolongada que afectó durante años al territorio de Mesoamérica (esto ha sido dedu- faciales
cido de los estudios científicos de la paleobotánica). El pueblo maya reclamó ante sus
sacerdotes, especialmente los dedicados al culto de Chac, señor de la lluvia, pero los es-
fuerzos de éstos resultaron inútiles; el pueblo se rebeló entonces y tras sangrientas revuel-
tas, los sacerdotes desaparecieron. Sólo la clase sacerdotal sabía leer y escribir y guardaba
celosamente los conocimientos sobre astronomía y agricultura, por lo cual los centros ma-
yas comenzaron a decaer. Al mismo tiempo se produjo una invasión de los toltecas desde
el noroeste; estos conquistadores provenían de Tula, ciudad localizada en el altiplano cen-
tral de México, y su lengua era el náhuatl. Los toltecas se apoderaron de los centros ma-
yas. Las crónicas indígenas, como el Memorial de Tecpán o el Popol Vuh, asientan en sus
páginas cómo los cakchiqueles y quichés, vinieron de Tula, al oriente, cruzando el mar, tra-
yendo dioses toltecas como Tohil, Avilix y Jacavitz, pero escribían en su lengua mayense y
utilizaban el viejo calendario maya con su sistema vigesimal. El posclásico se caracterizó
por ser un período de guerra, de continuas rivalidades; como consecuencia surgieron los
señoríos indígenas que encontraron los españoles a su llegada y cuyos odios supo aprove-
char para sus fines de conquista el adelantado don Pedro de Alvarado1, 9.
LA MEDICINA MAYA
Tres fuentes son importantes para el estudio de la medicina maya:
1) El rico material artístico en el que quedaron representadas las enfermedades más
importantes.
2) Los códices mayas, el Popol Vuh y los escritos indígenas.
3) Los viejos cronistas que fueron testigos de sus tradiciones y costumbres.
Es posible que las enfermedades puedan explicar también, de algún modo, la decaden-
cia de esta civilización que nada tuvo que envidiarle a la egipcia y a la mesopotámica.
LA MITOLOGÍA MAYA
Los mayas dieron a la medicina un carácter sagrado cuya liturgia era conocida por la
casta sacerdotal como una ciencia misteriosa transmitida de padres a hijos. Los indíge-
nas actuales saben muy poco de estos secretos, si bien en Yucatán quedan herbolarios y
en Guatemala brujos o curanderos que son los últimos representantes de esa casta de
médicos indígenas. Las deidades médicas eran numerosas y variadas, y competían en po-
der y grandeza.
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E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
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Historia de la Dermatología en Guatemala
231
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
Figuras:
12. Labio leporino Durante el momento del parto, la embarazada confesaba sus pecados, la comadrona
13. Rinofima se extraía sangre y la rociaba mientras hacía invocaciones y ejecutaba una ceremonia
14. Tumor abdominal para facilitar el parto.
La cirugía no estaba tan desarrollada como la medicina herbolaria; sin embargo, los
cirujanos fueron capaces de realizar extracciones y mutilaciones dentales, hacer próte-
sis, extraer cuerpos extraños, drenar abscesos, curar heridas, hacer sangrías, circunci-
siones, trepanaciones craneales y curaciones oculares.
Según los cronistas, el arsenal terapéutico de los indios era eficaz, superior al de los
médicos y cirujanos que llegaron en el siglo XVI. Existían purgantes, diuréticos, coagu-
lantes, eméticos, sedantes, etcétera.
Las principales costumbres higiénicas eran la dieta y los baños. La alimentación era
balanceada con el maíz como alimento principal; también utilizaban las legumbres y la
carne de venado, así como el pescado. Hacían bebidas fermentadas basándose en frutas
como el jocote.
Los mayas usaban el baño de vapor. Los baños temascal constituían ritos especiales.
Los casados se bañaban juntos, las embarazadas se bañaban en los últimos meses del
embarazo y los solteros se bañaban solos. Los temascales medían poco más de un metro
de altura y tenían paredes de piedra y piso de madera cubierto de barro. Adentro había
piedras que se calentaban y luego se mojaban con agua produciendo vapor. Su protecto-
ra era la diosa Temazcalteci.
232
Historia de la Dermatología en Guatemala
Se utilizaban también las aguas medicinales, por ejemplo, las sulfurosas, para curar
calambres, dolores del cuerpo, infecciones intestinales y reumatismo; creían que las
aguas termales tenían poderes curativos. En la Europa del siglo XVI no era costumbre
bañarse con frecuencia. El capitán Juan de Estrada (1579) menciona que “ellos tenían la
costumbre de bañarse en los ríos y lo siguen haciendo”. El cronista español Fuentes y
Guzmán relataba que los indígenas usaban el baño para tratar las fiebres, tumores, sífi-
lis y otros males4, 5 (Tabla 1).
Tabla 1. Nombre anatómico de la piel y sus anexos y de algunas enfermedades de la piel en idioma maya4
LA ESTÉTICA
Las deformaciones cefálicas se han practicado en forma universal en determinados
períodos culturales; obedecen a razones estéticas ligadas a costumbres mágicas y reli-
giosas. Esta práctica no debe relacionarse con un menor desarrollo cultural; a finales del
siglo XIX se realizaba todavía en el sur de Francia.
Estas deformaciones, que desde el punto de vista médico eran inocuas, se lograban
por medio de aparatos especiales. Los códices mayas muestran a Hunahpú y otros dio-
ses con la cabeza alargada, dado que el ideal estético era una frente aplanada4, 5.
233
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
Luego comenzó el ataque a la ciudad en el extremo del puente, lugar que había es-
cogido Chucuybatzin para la guerra y para llevar a los Tucuchés a la revuelta. Cua-
tro mujeres se habían armado de cotas de algodón y de arcos, disfrazándose para la
guerra como cuatro jóvenes guerreros. Las flechas lanzadas por estos combatientes
penetraron en la estera de Chucuybatzin, fue espantosa la gran revolución que hicie-
ron los Señores antiguamente.
Iximché, la capital del reino cakchiquel, tuvo una historia breve y tormento-
sa. Los cakchiqueles eran aliados de los quichés, la corte estaba en Chiavar y el
rey era Quikab. Pero el rey quiché fue derrocado por sus hijos y él mismo aconse-
jó a los cakchiqueles que huyeran y que fundaran Iximché en la cumbre del mon-
te Ratzamut. Los reyes Juntoh y Vukubatzm construyeron la ciudad en 1470.
Desde entonces fueron enemigos de los quichés, lo cual fue aprovechado por el
conquistador Pedro de Alvarado emulando la táctica que usó Hernán Cortés en la
conquista de México.
Los primeros historiadores españoles en llegar a Iximché fueron Bernal Díaz
del Castillo y Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Bernal Díaz pasó por Ixim-
ché en agosto de 1526 y tuvo que abrirse camino con las armas, ya que escuadro-
nes guatemaltecos escondidos en el barranco estaban emboscando a los
españoles. Bernal pernoctó en lo que llama Guatemala la Vieja, a que la describe
así: “Y estaban los aposentos y tan buenos y de tan ricos edificios en fin como de
caciques que mandaban todas las provincias comarcanas”. Esta descripción es un
verdadero elogio pues el soldado cronista ya había sido testigo de la magnificen-
cia de la corte azteca6.
La descripción que hace don Antonio de Fuentes y Guzmán en la Recorda-
ción Florida, libro XV, capítulo V, es vívida y detallada. Hay un pasaje que va-
le la pena transcribir:
Hacia la parte norte del palacio, donde en un lugar muy decente y adornado estaba en una co-
mo ermita o adoratorio un oráculo del demonio que era una piedra negra y transparente como
vidrio, pero de mejor y más preciosa materia que la piedra Chay, en cuya diafanidad les confir-
maba la sentencia, luego se ejecutaba allí en aquel tribunal sobre aquella peana donde también
se le había dado tormento al reo y si en contrario se representaba o no se figuraba en lo diáfa-
no de la piedra alguna cosa, quedaba libre. Y este oráculo era también consultado en todos los
movimientos militares que se ofrecían ejecutándose o no la guerra según el aspecto o represen-
tación del oráculo.
Esto hace suponer que también podrían haber consultado a este oráculo
Figuras:
15. Tumor en ala nasal
si algún gobernante o principal sufría alguna enfermedad o dermatosis que no pudiera
16. Tumor en ojo ser curada por los médicos o sacerdotes.
17. Deformidad nasal Aquí vale la pena hacer un breve análisis del nombre Guatemala4. Los primeros do-
cumentos históricos en los que aparece son las cartas de relación que Pedro de Alvara-
do envió a Hernán Cortés en 1524; el conquistador relata su viaje desde Soconusco, y la
palabra Guatemala aparece tres veces.
En la segunda carta refiere que salió de Utatlán, la capital del reino quiché, y que en
dos días llegó a Guatemala, o sea, Iximché. Por su parte, Hernán Cortés menciona a la
234
Historia de la Dermatología en Guatemala
■ La
2. La Dermatología durante la Conquista Dermatología durante la Conquista
El día 6 de diciembre de 1523 Pedro de Alvarado salió de Tenochtitlán, la capital del
imperio azteca recién conquistada por Hernán Cortés, con la misión de someter Utatlán
y Cuauthemallan a la corona española. Iban ciento veinte hombres a caballo, trescientos
hombres a pie, ciento treinta ballesteros y escopeteros, cuatro tiros de artillería con mu-
cha pólvora y municiones y una fuerza auxiliar de guerreros mexicanos, culhuas y tlax-
caltecas.
Las enfermedades que sufrieron los conquistadores fueron innumerables. Algunas
eran propias de los lugares que sometían, otras eran traídas por ellos del viejo continen-
te, y como armas biológicas se sumaban a los caballos, espadas, cañones, lanzas, mos-
quetes y ballestas para aterrorizar y sojuzgar a los indígenas.
Curiosamente, para curar las heridas de guerra usaban la grasa de un indio muerto,
además de plantas medicinales cuyo uso aprendieron en América, dado que los europeos
no tenían los conocimientos de los médicos indígenas.
Bernal Díaz del Castillo, el famoso cronista, nos cuenta sobre las enfermedades sufri-
das por los conquistadores: “Desde ha tres o cuatro meses que estábamos poblando, dio
pestilencia, de la cual murieron muchos soldados, y demás desto todos los más adolecía-
mos y se nos hacían unas malas llagas en las piernas”. Podemos deducir que sufrieron
una epidemia, y las “malas llagas en las piernas” es probable que fuera ectima. Deben
haber sufrido múltiples picaduras de insectos como zancudos, moscas, tábanos y garra-
patas y tal vez piojos. Las plagas de mosquitos son mencionadas por los cronistas Bernal
Díaz del Castillo, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán y Fray Francisco Ximénez.
Otras dermatosis muy frecuentes padecidas por los conquistadores eran las úlceras
simples o llagas, consecuencia de picaduras sobreinfectadas, y las bubas; en éstas se han
englobado muchas enfermedades como la sífilis, el pian, adenitis simples y pequeños
abscesos en la piel.
235
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
El relato de Bernal Díaz no parece referirse a sífilis ni pian sino a abscesos múltiples
y adenitis secundarias de picaduras y lesiones de rascado; popularmente se decía que
“tenían mal humor” si se infectaba una herida, o que tenían “incordios” o “bubones” si
había adenitis. Bernal Díaz, probablemente, se refiere a la piodermitis.
Existía un curioso método de tratamiento usado por los médicos españoles de aque-
lla época; según refiere una crónica, “los médicos mandaron que [el enfermo] mamase a
una mujer de Castilla”. Sabemos que la leche de mujer contiene anticuerpos y esto pudo
ayudar al paciente.
Los conquistadores sufrieron también escabiosis, miasis, pediculosis y filariasis. En la
Recordación Florida se hace referencia a estas plagas y especialmente a la miasis nasal
y cutánea, como así también a la oncocercosis que podría ser causada por Oncocerca val-
vulus var. Acutiens y una especie de filaria de Medina3, 7.
Eduardo Silva-Lizama
Las descripciones de las enfermedades de la piel durante este período son muy esca-
sas, por lo que mencionaremos algunos aspectos relevantes de la historia de la medici-
na y su relación con la Dermatología.
Durante los siglos XVI y XVII la ciencia médica y la cultura se desarrollaron bajo la in-
fluencia de métodos terapéuticos a base de hierbas, música, agua, batallas, ritos espiri-
tuales simbólicos y el cuidado de la colectividad hacia el enfermo. En Guatemala eran
conocidas las enfermedades de la piel, y prueba de ello fue el interés de las autoridades
médicas y gubernamentales para crear hospitales, lo cual se llevó a cabo en los años
1527, 1543 y 1776. En la mayoría de ellos se atendían todas las enfermedades; había tam-
bién un número menor de asilos y hospicios creados para la atención de las epidemias que
castigaban al país periódicamente, como el Hospital San Lázaro, fundado por el Marqués
Lorenzana en 1638 para el tratamiento de las enfermedades de la piel y la lepra.
Todos los historiadores de la medicina y de la cultura en general han afirmado que los
siglos XV, XVI y XVII fueron para España un verdadero renacimiento científico y que en
ese tiempo la medicina y la cirugía llegaron a su apogeo para decaer notablemente en el
siglo XVIII, que fue pobre en calidad y en número de hombres de ciencia verdaderos. Ese
apogeo y florecimiento de la medicina española llegó muy tarde a Guatemala, pues tanto
en el siglo XVI como en el XVII, la ciudad carecía de un ambiente apropiado para ello ya
que tenía mayores preocupaciones en el campo de la política colonizadora, llena de aspe-
rezas, y en la pacificación y cristianización de los gentiles. La medicina se ejercía como
un vulgar empirismo, no había dónde enseñar y los hospitales eran simples asilos de en-
fermos, consolados por la religión más que por la medicina curativa. Se ignoraba la cien-
cia española, que comenzó a conocerse hacia el final del siglo XVII.
La cultura médica española se proyectó en Guatemala hacia el siglo XVIII, con gran
retraso, cuando la Península Ibérica estaba ya en decadencia. Las grandes ideas fisioló-
gicas, los progresos de la cirugía científica, el auge de la anatomía, desarrollados duran-
te todo el siglo XVI y comienzos del XVII, llegaron a Guatemala en las postrimerías del
siglo XVIII.
En el siglo XVI, los enfermos de cuerpo y espíritu deambulaban por la ciudad, no ha-
bía ningún médico y sólo los sacerdotes y la religión podían curar, implorando los favores
y misericordias de Dios. Entre aquellos sufrimientos inacabables paseaba su hábito blanco
236
Historia de la Dermatología en Guatemala
En verdad fue terrible cuando el Gran Señor de Dios nos mandó esta muerte. Muchas
familias doblegaron la cabeza ante ella. A la gente le sobrecogía un frío, y enseguida
venía la fiebre, por la nariz salía sangre, había tos y se inflamaba la garganta, tanto
en la peste mayor como en la menor. Todos se vieron atacados. Siete días después de
la Pascua aumentó la peste, siendo increíble el número de gente que sucumbió, en-
tre hombres, mujeres y niños.
237
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
El Hospital General San Juan de Dios fue inaugurado en 1778. Durante estos años, en
el departamento de Medicina de Hombres se instaló una clínica de enfermedades uroge-
nitales y de sífilis. Bajo la dirección de don Rafael Angulo y Urruela, se recluyeron los pa-
cientes de lepra y enfermos crónicos de la piel de 1778 a 1875.
En 1810 el doctor Narciso Esparragoza y Gallardo escribió su libro sobre varios te-
mas como prurito, exantemas y úlceras de la piel. En 1861 el doctor Mariano Padilla pu-
blicó un ensayo sobre el origen de la enfermedad venérea. En 1863, los facultativos del
Hospital General comenzaron a confeccionar un informe o memoria de las actividades
que se llevaban a cabo en cada uno de los servicios; el Dr. Francisco Abella mencionó nu-
merosos diagnósticos de enfermedades de la piel, enfermedades de las uñas y escrófu-
las. El Dr. Eligio Baca presentó su informe en 1864 y entre los numerosos diagnósticos
hizo referencia a ectima, impétigo, eczema, sarna y elefantiasis de los griegos. La im-
plantación de injerto cutáneo secundario a la extirpación de un epitelioma basocelular
nasal, la operación de uña encarnada y de rinoescleroma, se encuentran mencionadas
238
Historia de la Dermatología en Guatemala
en la memoria hospitalaria del año 1900 entre la numerosa lista de intervenciones qui-
rúrgicas practicadas por el Dr. Juan José Ortega24, 25, 26.
Los primeros especialistas en Dermatología se incorporaron al Hospital General, mar-
cando una nueva etapa de la especialidad. En 1945 el Dr. Fernando Cordero fue nom-
brado jefe de servicios internos de Dermatología; el Dr. Luis Gálvez Molina ocupó la
jefatura de la consulta externa en 1946; el Dr. Arturo García Valdez fue jefe del servicio
de Dermatología de hombres en 1956. Posteriormente se incorporaron al servicio los
Drs. Jorge Close de León (1958), Eduardo Silva Martínez (1963), Leonel Linares (l972),
Carlos Cordero (1978), Salvador Porres (1986) y Edgar Pérez Chavarría con la subespe-
cialidad de Dermatología Pediátrica en 1988. La jefatura del Servicio la ocupa desde
1980 el Dr. Leonel Linares.
El Hospital General San Juan de Dios, uno de los más antiguos del país, es el hospi-
tal escuela donde se forman los estudiantes de la Facultad de Medicina, quienes rotan
por los diferentes servicios. La consulta al servicio de Dermatología es voluminosa, con
pacientes de escasos recursos provenientes de diferentes partes del país.
La Dermatología como especialidad se inició en este Hospital y fue reconocida como
tal durante la década de 194012, 13.
Con fecha 9 de octubre de 1880, el General Justo Rufino Barrios acuerda la creación
del Hospital Militar “considerando que es un deber del gobierno auxiliar de manera efi-
caz a los individuos del ejército que pierden la salud como consecuencia del servicio; que
siguiendo los buenos preceptos administrativos es necesaria la creación de un estableci-
miento en donde bajo una inspección facultativa adecuada, puedan encontrar los milita-
res una buena asistencia profesional”. La noticia fue publicada en El Guatemalteco,
periódico oficial de esa época, el jueves 14 de ese mismo mes, en su número 310. La
inauguración oficial se realizó el 16 de marzo de 188114.
A los diez meses y medio de la apertura, es decir, el 31 de enero de 1882, se aprue-
ba el primer reglamento del Hospital Militar, elaborado por el Dr. Joaquín Yela, inspec-
tor médico, y por el Dr. Francisco Abella, cirujano del establecimiento; allí se dice:
“Habrá un médico y cirujano, que deberá pertenecer a la facultad de Medicina de la Re-
pública, nombrado por el gobierno a propuesta del director. El médico nombrado será el
responsable de la atención de los pacientes, en colaboración con los practicantes de Me-
dicina y Cirugía, que tendrán que ser por lo menos del cuarto año de estudio”.
Cabe recordar que en aquella época no existían especialistas; el médico y cirujano
atendía a todos los pacientes en general, incluso aquéllos con enfermedades de la piel.
Los pacientes que padecían enfermedades venéreas pagarían cincuenta centavos por es-
tancia y en caso de reincidencia, dos terceras partes de su sueldo.
En 1913 se construyeron dos pabellones para los enfermos de piel y venéreas; en
1914, el Comandante Dr. Antonio Macal se hizo cargo de las salas de jefes y oficiales, ci-
rugía, enfermedades de la piel y venéreas. En 1915 se declaró de urgente necesidad me-
jorar las condiciones higiénicas y sanitarias de las salas de los pacientes con
enfermedades de la piel, debido a sus frecuentes fugas del hospital.
El 25 de diciembre de 1917 el edificio del Hospital Militar sufrió grandes daños como
consecuencia del terremoto que asoló la ciudad de Guatemala; la torre del edificio se
desplomó al día siguiente. La situación precaria del hospital se prolongó durante todo el
año 1919, era prácticamente imposible atender a los enfermos de los cuerpos militares.
Por ello, a mediados de noviembre de 1920 el gobierno ordenó que el Hospital Militar
fuera trasladado al edificio que ocupaba el Asilo Maternidad Joaquina; los enfermos fue-
ron trasladados a partir del día 6 de diciembre.
En 1924 el Dr. Carlos Padilla y Padilla, director técnico, se hizo cargo de las salas de
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Historia de la Dermatología en Guatemala
En 1986 el Dr. Thomas Navin, de la división de Enfermedades Parasitarias del Center for
Disease Control, Atlanta, Estados Unidos, y el Dr. Byron Arana, del Centro de Investigacio-
nes de Enfermedades Tropicales de la Universidad Del Valle de Guatemala, colaboraron con
el Servicio en el estudio de la leishmaniasis cutánea. Esto último hizo que el Servicio de Der-
matología se convirtiera en uno de los centros más importantes de referencia y estudio de
las parasitosis cutáneas, particularmente de leishmaniasis cutánea, en Guatemala12.
Desde 1989 hasta 1990 el Dr. Neftalí Villanueva Valdez ocupó la jefatura del Servicio de
Dermatología; en 1989 se incorporaron los dermatólogos Edgar Cifre Recinos y Carlos Villa-
nueva Ochoa, este último como encargado de la subespecialidad de Cirugía Dermatológica.
Desde 1990 ocupa la jefatura del Servicio el Dr. Antonio Wong Galdamez; en 1991 se
incorporan los Drs. Ricardo Garzona Barillas y Manolo Gutiérrez.
Desde 1920 funcionaban las instalaciones del Hospital Militar, cuya construcción en
su mayor parte era de bajareque. Sin embargo, mediante constantes inversiones había
logrado mantenerse relativamente en buen estado. La preocupación por contar con un
nuevo hospital data de 1945, pero por diversas circunstancias, especialmente de índole
económica, los proyectos no pudieron llevarse a cabo hasta el año 1991. Fue entonces
cuando se trasladó el Hospital Militar a su nuevo y moderno edificio, cambiando su nom-
bre por el de “Centro Médico Militar”11.
El Estado Mayor de la Defensa Nacional otorgó becas para realizar estudios de Der-
matología en el exterior a los doctores Manolo Valladares y Horacio Antulio Paredes. Va-
lladares fue al Hospital Militar de México DF y regresó en 1994; Paredes fue al Instituto
Dermatológico de Guadalajara, México y se incorporó al servicio en 1996 con la subes-
pecialidad de Cirugía Dermatológica. Posteriormente, en el año 2004, el Dr. Paredes es
nombrado Director General del Centro Médico Militar.
El 30 de junio del 2004 asume como jefe de la sección de Dermatología el Dr. Eduar-
do Silva-Lizama y se integran a la Unidad de Dermatología Médico Quirúrgica los docto-
res Ricardo Garzona Barillas, Edgar Manolo Valladares e Isabel de Orellana.
El Centro Médico Militar brinda atención médica principalmente al personal del ejér-
cito; recientemente ha extendido sus servicios a la población civil.
Los ideales que inspiraron la revolución de octubre de 1944 llegaron a dos grandes
realizaciones de beneficio social: el Código del Trabajo y la creación del Instituto Guate-
malteco de Seguridad Social (IGSS).
La Seguridad Social surgió en las estructuras guatemaltecas a través de la Constitu-
ción de la República promulgada en el año de 1945, como producto inmediato del movi-
miento popular de 1944, y se hizo realidad por Decreto Nº 295 del Congreso de la
República el 30 de octubre de 194614-22.
La Policlínica fue inaugurada el 26 de enero de 1963. En 1968 los Drs. Aparicio Gonzá-
lez y Guillermo Fortín Gularte se hicieron cargo de la atención de los pacientes con enfer-
medades de la piel y venéreas; los siguieron en 1972 Eduardo Silva Martínez y Francisco
Rolando Vásquez Blanco, quien pasó posteriormente al Hospital General de Enfermedad
Común22. En 1975 se incorporó al servicio Jorge Close de León; posteriormente, en 1976,
fue nombrado Romeo Augusto Moraga Miranda; en ese mismo año Rubén Mayorga Peral-
ta se hizo cargo del laboratorio de Micología, su labor fue continuada por Heidi Logemann.
En 1977 fueron nombrados Concha Marina González de Méndez y Miguel Eduardo Robles
Soto; Ramiro Paz y Paz se incorporó en 1978. Durante la década de 1980 se sumaron Ha-
roldo Soto Sandoval (1980), Álvaro Castellanos de la Roca (1983) y Eduardo Silva-Lizama
(1986). En 1992 fueron nombrados Ricardo Augusto Garzona Barillas, Marco Vinicio Solór-
zano de la Cerda y José Higueros. En 1997 ingresaron Lorena Bay y Guillermo Letona.
En esta Unidad se encuentra el mayor número de dermatólogos, cinco en la jornada
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Durante el mes de enero de 1942 se celebró en Río de Janeiro la III Reunión de los
Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas. Por medio de la
Resolución Nº 30 se creó la Agencia del Gobierno de los Estados Unidos de Norte Amé-
rica, denominada “Instituto de Asuntos Interamericanos”, con los objetivos primordiales
de fomentar el bienestar general y afianzar las relaciones amistosas entre los países de
América.
El 14 de agosto de 1942, el Instituto de Asuntos Interamericanos celebró con el go-
bierno de Guatemala –por medio de su subsidiaria, el Servicio Cooperativo Interameri-
cano de Salud Pública (SCISP)–, un contrato por el cual se comprometía a construir un
hospital, además de desarrollar algunos otros trabajos de salud.
El 15 de diciembre de 1955 se inauguró oficialmente el Hospital Roosevelt con la
apertura del Departamento de Maternidad. Posteriormente se inauguraron el Departa-
mento de Pediatría (1957) y el Departamento de Medicina y Cirugía (1959). Las consul-
tas dermatológicas atendidas por el Dr. Eduardo Tschen fueron aumentando
progresivamente, hasta que en 1960 se fundó la Unidad de Dermatología y Alergia. Pos-
teriormente se incorporaron los Drs. Francisco Saravia (1969), Rolando Vásquez (1970),
quien ocupó la jefatura en 1985, Edwin García (1981) y María del Socorro Obregón
(1990). El Dr. Neftalí Villanueva fue jefe de la Unidad de 1988 a 1995, seguido por el Dr.
242
Historia de la Dermatología en Guatemala
Pablo Urquizu en 1996. La Unidad de Dermatología del Hospital Roosevelt lleva el nom-
bre “Dr. Eduardo Tschen”, en honor a su infatigable y meritoria labor. Desde 1990 cola-
boran con la unidad los dermatólogos Carlos Villanueva en la sección de cirugía y Manuel
Antonio Samayoa en histopatología.
La Unidad de Dermatología y Alergia “Dr. Eduardo Tschen” cuenta actualmente con ser-
vicios de consulta externa, internación, cirugía e histopatología; se atiende una alta deman-
da de pacientes provenientes de toda la República, la mayoría de escasos recursos17, 18.
1957 Dr. Jorge Close de León 1985 Dr. Miguel Eduardo Robles Soto
1959 Dr. Arturo García Valdez 1987 Dr. Antonio Wong Galdamez
1961 Dr. Jorge Close de León 1989 Dr. Eduardo Silva-Lizama
1964 Dr. Arturo García Valdez 1991 Dra. Patricia Chang de Chang
1968 Dr. Aparicio González 1993 Dra. Olga Marina Rosales de Martínez
1970 Dr. Eduardo Tschen 1995 Dr. Carlos Villanueva Ochoa
1972 Dr. Arturo García Valdez 1997 Dr. Pablo Humberto Urquizu Dávila
1976 Dr. Rolando Vásquez Blanco 1999 Dr. Gerardo Bran Quintana
1979 Dr. Neftalí Gonzalo Villanueva 2001 Dr. Manuel Antonio Samayoa
1981 Dr. Jorge Close de León 2003 Dra. María del Socorro Obregón
1983 Dr. Eduardo Tschen
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■ Enseñanza
Enseñanza dede la Dermatología
la Dermatología
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Historia de la Dermatología en Guatemala
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Unidad de Cardiología
Enfermedades bulosas: Dermatitis herpetiforme, dishidrosis, herpes gestacional,
pénfigo y sus variedades, penfigoide y sus variedades.
Discromías o alteraciones de la pigmentación:
Vitiligo, albinismo, dermatitis solar hipocromiante, melasma, dermatosis cenicienta,
argiria, lentigo senil.
Acné, rosácea, y reacción acneiforme.
Unidad de Oncología
Tumores Benignos:
Fibromas: duro y blando
Hemangiomas: nevos rubíes, hemangioma plano, hemangiomas capilares inmaduros,
hemangiomas cavernosos.
Mancha mongólica, nevo azul, nevo de Ota.
Nevos Nevocíticos: nevo de unión, compuesto, intradérmico, gigante congénito, de Becker.
Queratosis seborreica.
Tumores malignos:
Lesiones precancerosas:
Queratosis actínicas, arsenicales, enfermedad de Bowen, leucoplasia, cuerno cutá-
neo, radiodermitis, úlceras crónicas.
Cáncer:
Basocelular, espinocelular, melanoma, enfermedad de Paget, sarcoma de Kaposi, der-
matofibrosarcoma.
Unidad de Neurología
Facomatosis
Enfermedad de Von Recklinghausen, E. Pringle, S. Sturge-Weber
Enfermedades Psicocutáneas
Escoriaciones neuróticas, prurigo nodular de Hyde, dermatitis facticia, fobias, delirio
de parásitos, tricotilomanía, prurito psicógeno, alopecia areata, onicofagia.
Unidad de Hematología
Manifestaciones cutáneas de leucemias y linfomas.
Dermatosis inflamatorias,
Psoriasis, parapsoriasis en placas, prurigo solar, pitiriasis rosada de Gibert.
Unidad de Gastroenterología
Manifestaciones cutáneas de enfermedad hepato-biliar, amiloidosis cutánea, porfirias.
Histiocitosis.
Unidad de Endocrinología
Acantosis nigricans, xantomas, pelagra, y manifestaciones cutáneas por diabetes
mellitus, gota.
Unidad de Reumatología
LED, LES, LE subcutáneo, dermatomiositis, esclerodermia localizada y sistémica.
Corticodermias.
246
Historia de la Dermatología en Guatemala
■ Instituto
Instituto de Dermatología de Dermatología
y Cirugía de Piel (INDERMA)y Cirugía de Piel (INDERMA)
Peter Greenberg Cordero, Suzzette de León G.
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Historia de la Dermatología en Guatemala
5. La Dermatología ■ Laliteratura.
en la Dermatología enpopular,
Dermatología la literatura. La Dermatología
los curanderos, la magia
popular, los curanderos, la magia
Eduardo Silva-Lizama
La Dermatología en la literatura
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Historia de la Dermatología en Guatemala
flanco derecho. Materias pestilentes salieron desde lo más hondo y la postema quedó Figuras 33, 34 y 35.
Instituto de
evacuada. Rápido alivio transformó la cara agonizante del enfermo y una gran admira-
Dermatología y
ción surgió de todos los presentes.
Cirugía de la Piel:
El cirujano Vásquez de Molina con gran habilidad e intuición salvó al paciente, quien
vista frontal; Unidad
por el espacio de trece meses vivió con una fístula que no le impidió la vida activa y coti- de Informática y
diana. ¿Por qué esta observación se ha conservado en los archivos? Ocurrió que Don Ma- biblioteca y Unidad de
nuel Fernández murió por ulteriores infecciones de la fístula y la familia se negó a pagarle docencia y posgrado
sus honorarios a Vásquez de Molina. Don Juan cobraba 500 pesos por su urgente inter- en Dermatología
vención y los herederos del difunto portugués no querían pagar nada, lo cual motivó el
proceso y la demanda que quedaron registrados en los documentos de la época28, 29, 30.
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E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
252
Historia de la Dermatología en Guatemala
don Melchor de Mencos y don Joseph de Estrada amaban relatar con justo asombro. Du-
rante los quince años que Pedro de Bethencourt vivió en Goathemala, un ambiente de
milagro le circundaba y nadie dudaba de su santidad. El 25 de abril del año 1667, a las
dos de la tarde, a los 48 años de edad, murió el Hermano Pedro para las miserias de la
tierra y nació para la gloria eterna de Dios.
En el año 2002, su Santidad Juan Pablo II visitó Guatemala con motivo de la canoni-
zación del Santo Hermano Pedro de Bethencourt, ahora venerado en los altares de las
iglesias guatemaltecas28, 29, 30.
Desde el año 1729 comencé a curar al Oidor D. Tomás Ignacio de Arana de un lúpu-
lo cancroso del labio inferior de la boca, hacia el lado izquierdo, con gravísimo dolor
y erisipela de toda la circunferencia. No pude evitar que se ulcerara y luego no curó
con ningún tópico. Por tal motivo fue llamado el Dr. José Medina, quien recetó pur-
gas y sangría, las cuales no lo mejoraron por su naturaleza cálida y adusta. La cura-
ción duró hasta el año 1732 en que le acaeció un tabardillo, que se vio de muerte, y
del cual le curó el Dr. Medina. Las evacuaciones y el gran calor de las calenturas di-
secaron la úlcera de la boca y quedó a su merced padeciendo de otras enfermedades
que le curó el Dr. Ávalos y Porres. Así hasta el año 1738. A fines de este año le vino
una destilación reumática que le formó varios tumorcillos escirrosos, que degenera-
ron en úlceras tan malignas que le mortificaron muchísimo, una de ellas le perforó
el labio inferior de afuera adentro y se extendió a las muelas, destruyendo parte de
la mandíbula, al nivel de la muela cordal, luego se le inflamó el masetero y no podía
abrir la boca. Cuando ésta comenzó a cicatrizar, los otros tumorcillos se ulceraron,
llegando hasta la oreja y el ojo del mismo lado. De nada sirvieron los tratamientos;
entonces pasó por aquí el Dr. Santiago Estebanson, quien le recetó mercurio, lo que
exasperó el mal en tal forma que estuvo a punto de perder la vida, si no fuera por
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milagro de Nuestro Señor de los Dolores del Cerro. No sanó enteramente y se le hi-
cieron varias fuentes con lo cual divirtieron las úlceras. Luego le aparecieron en el
brazo derecho cinco úlceras iguales a las de la cara, muy inflamadas y erisipelato-
sas. Los maestros Justo González y Pedro Zúñiga lo asistieron diariamente, y se ha
puesto tan grave, que el día que fue a una función en la Capilla Real, se inflamaron
mucho los tumores. El tumor mayor puede hacerse tan grande, que destruirá la ca-
ra. La úlcera es incurable de las Noli Me Tángere (26 de junio de 1744).
Don Manuel de Ávalos y Porres también informó sobre la enfermedad del Oidor, diag-
nosticando un tumor cancroso del carrillo, ulcerado por dentro y por fuera. Diagnosticó
otras enfermedades, tales como hemorragias, afectos asmáticos y cólicos. El tumor es incu-
rable, agregó el informe, y sólo los baños frecuentes, la dietética y el reposo podrán mejo-
rarlo. Se piensa que dicho padecimiento pudo ser un tumor maligno, lupus u osteomielitis.
El Oidor Decano don Tomás de Arana, decepcionado de su incurabilidad material,
quiso curarse el alma y pidió licencia al Capitán General Rivera y Santa Cruz para reti-
rarse al Convento de San Francisco, donde deseaba terminar sus días. Allí, en una celda
purificó su alma, mientras las malignas úlceras “se divertían haciendo nuevas fuentes”.
Así murió el Oidor don Tomás de Arana, hombre respetable, digno y caritativo, ama-
do y sentido por todos28, 29, 30.
254
Historia de la Dermatología en Guatemala
prisión, que era el llamado “de la capilla”. El alcalde Rubio Morales, el administrador del
correo, Joseph de Garayales, y todas las autoridades juzgaron como reservados y sospe-
chosos los inocentes papeles de Desplanquez. El fantasma de los piratas ingleses y la in-
tromisión de espías agigantaban la responsabilidad del médico francés. Urgían las
traducciones y los interrogatorios. Las autoridades sencillas y desocupadas vieron en
aquel viaje un formidable plan de invasión, esperando encontrar en los misteriosos pa-
peles todas las claves de los maravillosos proyectos. Grande fue la decepción cuando se
enteraron de su contenido. Como no se encontró en toda la ciudad quien conociera la
lengua francesa, el propio Desplanquez tuvo que traducirlos, bajo severo juramento.
Los misteriosos papeles (conservados actualmente en el archivo de gobierno), conte-
nían materias diversas. Uno de ellos hablaba minuciosamente sobre la geografía e his-
toria del Perú, en base a un libro de viajes; tales descripciones eran muy útiles para el
doctor Desplanquez, quien partía a ese país en busca de fortuna. Otro contenía una des-
cripción del diamante y de otras piedras preciosas, seguida de una curiosa técnica para
blanquear los calzones de seda. Otros papeles se referían a historias de animales y plan-
tas, en relación con la terapéutica. Allí se relataban curaciones, como el infalible reme-
dio para la rabia, que consistía en tomar una onza de estiércol de oca en vino blanco.
Una lista completa de remedios seguía a continuación: el zumo de chiridono botaba los
dientes sin dolor, en veinticuatro horas; el tlanchinoli curaba el mal venéreo en pocos
días y privaba de la razón a los enfermos por el tiempo de veinticuatro horas. El genipa
ponía el cutis tan negro que era posible vender blancos por negros. Con tan magníficos
y eficaces remedios era de esperarse el buen éxito del médico Desplanquez, quien des-
graciadamente tuvo que dejar en el juzgado las recetas infalibles.
El castillo imaginario se desplomó, pues las autoridades avergonzadas tuvieron que
pedir excusas al inocente Desplanquez. En diciembre de 1768, el fiscal Romaña pidió la
libertad del médico francés, a quien le quedó prohibido internarse en provincias o vagar
por América. Desplanquez, una vez libre y desagraviado, participó en la lucha contra las
epidemias formulando buenas recetas para la de sarampión del año 1769 y para la del
tifo del año 1774. Cuando se inició la traslación de la ciudad al valle de la Ermita, nues-
tro médico del rostro horrible vivió algunos años en la Nueva Guatemala, de la cual de-
sapareció sin dejar registro. Así terminó la historia del médico Desplanquez, soltero
repugnante de rostro, quien encontró fortuna y provecho en la ciudad que antes le con-
denara a prisión severa29.
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protestas y anunció que seguiría a Imery por doquiera, pues estaba padeciendo de una
grave dolencia que había mejorado notablemente gracias a los magníficos cuidados del
médico. El ayuntamiento consideró el caso de suma gravedad para la salud pública. To-
da la provincia de San Miguel estaba infestada del mal venéreo, el cual evolucionaba a
formas malignas debido al clima. Fue tanta la gravedad del mal, que en las calles sólo
se veían “hombres llagosos”. La casa del médico Imery era un verdadero hospital de ve-
néreos. La desgracia y la muerte caerían sobre el pueblo si lo dejaban sin auxilio médi-
co. La peste luética favoreció a don Marcos Imery en todos los sentidos, le dio la libertad
y grandes ganancias. Los vecinos llagados pudieron más que la justicia acusadora; de na-
da sirvieron los malos informes que dirigió a Domás y Valle el vecino Lorenzo Moreno,
quien afirmaba en el memorial delator las faltas de Imery, empírico sin conciencia, que
a ninguno curaba y a todos explotaba. A pesar de todo, el cirujano y médico irlandés
Marcos Imery continuó curando sifilíticos; el gobierno de Guatemala olvidó todas las cir-
cunstancias del proceso. Finalmente, Imery, rico, estimado, libre de la sífilis, emprendió
viaje a León con la esperanza de encontrar allí nueva clientela, nueva lúes y novísimas
monedas29, 30.
La Dermatología popular
256
Historia de la Dermatología en Guatemala
alcanfor y agua de laurel cerezo (10 g) más aceite de oliva (50 g) como antipruriginoso;
por su acción antiséptica y microbicida, el agua de Alibour con sulfato de cobre y zinc en
300 g de agua de alcanfor; el licor de labarraque con hipoclorito de sosa; el agua blanca
con subacetato de plomo; y el cocimiento de quina, que también se distinguía por ser as-
tringente; el bálsamo del comendador como cicatrizante de las heridas de guerra; el bál-
samo del Perú en unturas, como descongestionante y el bálsamo tranquilo como calmante
y emoliente. El emplasto de mostaza negra de Zacapa, sola o con pimienta roja de Palín
era de uso muy popular por su acción terapéutica rubefaciente y excitante.
Con el correr de los años y en forma progresiva estos medicamentos se fueron susti-
tuyendo por otros menos agresivos y con escasas reacciones colaterales, como la solu-
ción citofílica y cicatrizante, con cloruro de magnesio seco (12.10 g), cloruro de magnesio
cristalizado (25.85 g) en 1.000 cm3 de agua o agua ictiolada al 10%, con propiedad des-
congestionante en el tratamiento de las dermatitis esquematizadas y linfangitis; las solu-
ciones de Dakin con carbonato ácido de sodio (15 g), solución alcalina de hipoclorito de
sodio (750 cm3) y agua destilada (csp 1.000 cm3); de Burrows con alumbre de 1 g, suba-
cetato de plomo (5 g) y agua (100 cm3 ); así como la solución de nitrato de plata al 1 al
10% o colargol (plata coloidal) al 10%, algunas de ellas aún se utilizan. El glicerolado de
almidón, solo o como vehículo de otros medicamentos, como el glicerolado tártrico o el
cádico con aceite de cada 5 g, aceite de enebro (15 g), extracto de Panamá csp. Glicero-
lado de almidón (85 g), y esencia de clavos csp. prescrita para el tratamiento de la soria-
sis; el glicerolado de estearatos o diadermia para la xerosis diseminada de los viejos o
heridas atónicas, el polvo graso con talco (80 g), estearato de magnesia y aceite de coco
(10 g); la pomada de colaregol al 10% y el aceite gomenolado al 15% como cicatrizante.
Con propiedades queratolítica y antiséptica así como limpiadora, se utilizaba la pomada
jabonosa con jabón amigdalino y manteca de cerdo (110 g), azufre sublimado (4 g), áci-
do salicílico (1 g), aceite de almendras (20 g), y esencia de geranio (4 gotas).
En las dermatomicosis se recomendaban la tintura de yodo sola o con acetona al 2%,
o con cloroformo al 6%, el timol alcanforado al 5% o con guayacol cristalizado (50 g), en
aceite de oliva y manteca (25 g)32, 33.
Un chamán es el brujo de los brujos, el hechicero. Es el que trabaja las siete poten-
cias que van desde la magia blanca hasta la negra. El trabajo negro se realiza cuando le
han hecho daño a alguien y los médicos ya no pueden hacer nada por él. El chamán es
el último recurso. Las ceremonias se efectúan por la noche en cementerios, cuevas o
puentes, donde, según los chamanes, es común ver a la muerte y a Satanás. La existen-
cia de chamanes, brujos, hechiceros, zajorines y curanderos es parte de la historia y cul-
tura de Guatemala. Para algunos, estos personajes son solamente charlatanes que se
aprovechan de los crédulos, mientras que para otros constituyen una oportunidad de en-
contrar solución a sus problemas cotidianos. Los más radicales en la oposición son los
religiosos, quienes condenan estas prácticas como satánicas. Los brujos o chamanes es-
tán distribuidos en el país en un total de siete, localizándose en Samayac, San Lucas To-
liman, Zunil, Quetzaltenango, San Jorge, La Laguna y San Andrés Itzapa.
En esta multivariedad de maneras de enfrentar el fenómeno salud-enfermedad, los
actores principales tienen las siguientes particularidades:
• Naturópatas. Nivel intermedio, técnico o más. Con tres años de estudio sistematiza-
do o más. Son los denominados N.D.
• Alópatas empíricos. Con estudios académicos sistematizados, sin graduarse.
• Naturistas. Sin nivel académico, con un grado de estudios de primaria.
• Curanderos familiares. A veces sin grado de escolaridad; simplemente por comu-
nicación tradicional.
257
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN
Septiembre, 2005
258
Historia de la Dermatología en Guatemala
Agradecimientos
Como en todos los pueblos primitivos, la medicina indígena se confundía con la ma-
gia y el conocimiento se confundía con la superstición. El sacerdote y el hechicero eran
los únicos que luchaban contra la enfermedad, el primero aplacando la cólera de los dio-
ses y el segundo conjurando la acción de los astros y los espíritus malignos1. Los pueblos
mesoamericanos habían aprendido a diferenciar enfermedades, identificándolas con
nombres específicos, y contaban con diferentes procedimientos terapéuticos. Una de las
áreas más desarrolladas era la botánica; la herbolaria hizo aportaciones invaluables a la
medicina europea (figura 2). Ignacio Chávez señala: “Nunca la farmacología recibió un
aporte –ni volverá a recibirlo jamás– tan grande, tan rico y tan insustituible como el que
261
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
Cuadro 1. Denominaciones en náhuatl para las diferentes regiones de la piel según los códices Matritense y Florentino
262
Historia de la Dermatología en México
Nanahuatl, dios de los leprosos. Los aztecas, con su necesidad imperiosa de atender a
sus heridos de guerra y con los recursos de una abundante flora medicinal, desarrolla-
ron un arte médico quirúrgico; aplicaban remedios calientes o realizaban sangrías en los
sitios infectados e inflamados. Con sus bisturíes de obsidiana abrían abscesos y flemones
para evacuar el pus, curaban úlceras y quemaduras y suturaban las heridas usando el
cabello como hilo. Utilizaban suturas por puntos separados en nariz y en labios usando
cabellos muy limpios y aplicándoles tópicos especiales.
Los indígenas suministraban medicinas por vía bucal o aplicadas sobre la piel y em-
pleaban medios físicos terapéuticos como el baño, el calor o la humedad. Entre sus me-
dicamentos para curar las heridas infectadas estaban los emplastos hechos con tortilla de
maíz afectado de fungosis, aprovechando las propiedades curativas de estos hongos4. Los
aztecas tuvieron conocimiento de las enfermedades venéreas y las denominaron con el
término cihuatlaueliloc, que significa ´resultante de las relaciones con mujeres´; descri-
bieron también la blenorragia, los chancros y los bubones. La sífilis fue ampliamente co-
nocida; en su etapa terciaria era tratada con baños de vapor (temazcalli). Utilizaron
también la piroterapia y las sales mercuriales (inhalación de vapores sulfurosos y mercu-
riales), además de una papilla de maíz, michihuautli, o una infusión de raíz de adelfa,
quautepatli6.
Probablemente la dermatosis se decía zahuatl, la urticaria, chincual y la psoriasis, xiotl.
Entre los mayas, la medicina mágica, las deidades médicas y el concepto de enferme-
dad como castigo de los dioses aparecen en el Popol-Vuh, donde se mencionan curaciones
dermatológicas y algunas cirugías rituales7. Entre los mayas no se han encontrado huesos
con evidencias de sífilis. Las mujeres se colocaban una piedra ámbar en un agujero hecho
en la nariz, en el tabique que divide las fosas nasales, se horadaban las orejas para colo-
car aretes y se labraban el cuerpo de la cintura para arriba, excepto los senos. Los dioses
mayas de la medicina fueron: Ixchel, Citboltún y Zamná. Los dos primeros fundaron la pro-
fesión de los médicos o Ahmen que significa “aquel que entiende”.
El cacao, en la herbolaria prehispánica, también era muy importante desde el punto
de vista medicinal, gracias a sus propiedades energéticas. En el ritual maya, la mazorca
y la bebida del cacao simbolizaban el corazón y la sangre, elementos necesarios para
conservar el equilibrio cósmico. Según la mitología maya el cacao tuvo un origen divino:
Xmucane, uno de los dioses creadores, inventó nueve bebidas que alimentaron y forma-
ron a los hombres; tres de ellas se elaboraban del maíz y el cacao. Los mexicas remitían
el origen mítico del cacao al dios Quetzalcóatl, quien lo había traído a la tierra para cul-
tivarlo en su jardín divino de la ciudad de Tula8.
Desde el punto de vista medicinal, el cacao se utilizaba para enfermos del hígado, en
tísicos y extenuados. En Dermatología, se utilizaba el aceite de cacao en grietas y heri-
das de la piel. La manteca de cacao tenía aplicaciones medicinales y cosméticas en el cui-
dado del cutis. Los indígenas centroamericanos acostumbraban mezclarla con achiote y
untársela en el rostro para producir un vivo color rojo para sus festividades pensando
“aquel que va más embarrado va más galán”; al mismo tiempo, esto les procuraba una
protección solar8.
La consecuencia que tuvo en la medicina europea la incorporación de medios curati-
vos americanos fue extraordinaria. Entre los medicamentos aportados por América es-
tán el guayaco, la ipecacuana, la coca, la quina, el barbasco, la zarzaparrilla, el curare,
el mate y el tabaco.
Los navíos de Indias llegaban a Sevilla cargados de raíces, hierbas y plantas; se crea-
ron allí jardines botánicos particulares. El estudio de la aportación médica americana
fue realizado por Nicolás Monardes, con éxito universal. En su obra, Sahagún dedica un
apartado a la medicina indígena de México; se destaca también la labor de Francisco
Hernández, el primer médico que exploró las medicinas de América. Thierry de Héry es-
cribió en 1552 un tratado –La Méthode Curatoire de la Maladie Vénérienne– e hizo
263
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
■ Época
Época colonial
colonial
Medicina
La Nueva España se inicia en 1521 con la toma de Tenochtitlan, capital del Imperio
Azteca, y termina oficialmente en 1821 cuando Don Agustín de Iturbide declara al país
independiente de la corona española10. Antes de la llegada de los españoles no existía la
noción de país; lo que hoy es México estaba habitado por diversos grupos étnicos distri-
buidos en un vasto territorio desde Estados Unidos hasta Sudamérica, que poseían diver-
sas culturas y lenguas y mantenían continuas guerras por la supremacía. El 13 de agosto
de 1521 Hernán Cortés y un grupo de sus soldados, apoyados por trece bergantines, to-
maron la ciudad lacustre de Tenochtitlan destruyéndola piedra por piedra y llenando los
canales con cientos de cadáveres que la hicieron inhabitable por mucho tiempo. Esto obli-
gó a los españoles a refugiarse en la vecina Coyoacán. Veinte años después se inicia la tra-
za de la nueva ciudad siguiendo los planos de las urbes europeas y usando las piedras de
los templos aztecas. La ciudad se convertiría en la capital del Reino de la Nueva España,
mientras los españoles proseguían su aventura hacia el norte hasta California y Texas.
Ellos trajeron su cultura, su lenguaje y su religión, pero también trajeron enfermedades co-
mo la viruela y el sarampión y se llevaron otras como la sífilis10. Así, menos de 50 años des-
pués de la llegada de los conquistadores, la población indígena se habría reducido de 25 a
3 millones, debido tanto a estas epidemias como a las guerras y a los maltratos padecidos.
Gran parte de los españoles, al observar el extraño ritual con que a menudo se im-
plantaban los tratamientos médicos, sólo vieron en ellos magia y superstición, medicina
de pueblos primitivos y ausencia de todo conocimiento positivo. No fueron capaces de
percibir el valor de su experiencia, la riqueza de su farmacología y de sus intentos de
clasificación, la intuición maravillosa de pueblos que no recibieron influencias de otras
razas o civilizaciones y que tuvieron que elaborar la propia, aislada y lentamente, con-
fiando sólo en la comprobación secular y la confirmación de sus ideas. Para imponer la
religión cristiana y arrancar de raíz la herejía de los naturales, el conquistador destru-
yó sus templos, derribó sus ídolos y llegó hasta a quemar sus códices, con lo cual mutiló
su historia. Se perdió así gran parte de lo que la raza indígena había acumulado pacien-
temente a través de los siglos1.
Apenas establecidos en la Nueva España, los españoles instituyen el Protomedicato,
una institución encargada de vigilar la buena práctica médica y el funcionamiento de las
boticas. La necesidad de crear centros educativos para la preparación de los habitantes
de las tierras conquistadas hace que el 21 de septiembre de 1551 se cree por Real Cé-
dula la Real y Pontificia Universidad de México, que inicia sus funciones dos años des-
pués. Ese mismo año (1553) se empieza a admitir a los primeros médicos llegados al
país, entre ellos, el Dr. Pedro López. Simultáneamente, la carencia de médicos lleva a in-
cluir los estudios de medicina dentro de sus programas académicos. Los programas de
medicina, en forma similar a los establecidos en las universidades europeas, están cons-
tituidos por cuatro materias: “Prima de medicina”, “Vísperas de medicina”, “Anatomía y
cirugía” y “Método y práctica de la medicina”, teniendo como principios básicos los con-
ceptos enunciados por Hipócrates y Galeno. No puede dejarse de reconocer que, como
afirma Ignacio Chávez, es en los siglos XV y XVI –los siglos de oro de la medicina espa-
ñola–, cuando se crean las siete universidades más antiguas y mejores del mundo, bajo
la influencia árabe de Avicena, y es en este mismo período cuando nace también la uni-
versidad en la Nueva España.
264
Historia de la Dermatología en México
Dermatología
En el Códice Badiano aparecen palabras como xiotl (jiote), empeines y otras. Se ha-
bla del achiote, o pimiento de Tabasco o bixa orellana como tratamiento de la lepra12.
Esta obra, como se expuso anteriormente, es considerada el primer libro de medicina de
la colonia, dedicado a la terapéutica herbolaria; en el texto aparecen numerosas enfer-
medades de la piel y sus remedios, con magníficas ilustraciones en color.
Después de la conquista, en los códices aparecen mencionadas la viruela o hueyza-
huatl, el sarampión, tepitonzahuatl y el tifo o tabardillo, matlatzahuatl. También se
mencionan los nevos o lunares, tlaciuztli y el prurito, cuecuetzoquiliztli, las pápulas pru-
riginosas, tatapaliuiztli, las efélides, ixticeuac, y la pitiriasis, quatequizquitl, así como
Tunga o nigua, qualocatl, la sarna, ezcazahuatl, la tiña, quiayincayotl, y la pediculosis,
ixocuili.
Los mexicas conocían el mal del pinto. Hernán Cortés escribió con gran admiración a
Carlos V en una de sus Cartas de relación: “En este país de ventura hay rarezas en el co-
lor de sus habitantes, presentando variedades en el mismo individuo”4, 13.
Se discute si existía la lepra en América antes de la llegada de los españoles; la pre-
sencia de figurillas que parecen representar una facies leonina y algunas crónicas que
hablan de un hospital donde los aztecas secuestraban a los pacientes de lepra parecen
apoyar la hipótesis de la existencia de la enfermedad en tiempos prehispánicos16. Pero,
por otro lado, ni Cortés en sus Cartas de relación a Carlos V ni Bernal Díaz del Castillo
la mencionan, a pesar de que era una enfermedad muy conocida por muchos de los es-
pañoles procedentes de Andalucía, donde era endémica; en cambio, sí mencionan la
existencia del mal del pinto y del albinismo. Al reconocer la enfermedad entre sus pro-
pios soldados, Cortés estableció el primer leprocomio de América (Hospital de San Láza-
ro), en una zona llamada Tlaxpana. A pesar de ser un edificio pequeño atendió a un buen
265
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
número de enfermos españoles, pero tuvo corta vida (de 1521 a 1528), ya que fue clau-
surada a instancias de Nuño de Guzmán, quien adujo que por ahí pasaba el agua que ve-
nía del acueducto de Chapultepec con peligro de contagio para la población. El hecho es
que Guzmán se quedó con esos magníficos terrenos16.
A los primeros hospitales creados por los españoles seguramente asistirían enfermos
de la piel: bubas, sarna, lepra, fuego sacro (zoster), psoriasis, tiñas, tuberculosis, mal del
Figura 5. Fachada de pinto, enfermedades que, como ya se ha mencionado, se presentaban en la población in-
la Iglesia anexa al
dígena. Es claro que no existía la Dermatología como tal, porque, como es bien sabido,
segundo Hospital de
ésta nació en Inglaterra y Francia a fines del siglo XVIII15.
San Lázaro
Figura 6. Estado que
Con Cortés llegaron dos protomédicos –Pedro López (1527-1597) “el Viejo” y Cristóbal
presentaban los de Ojeda– que atendieron a los numerosos enfermos víctimas de las epidemias de virue-
pacientes de lepra en la y tifo. El primero había nacido en Duelas, Castilla, y a los 30 años llegó a la muy Noble
el Hospital de San y Leal Ciudad de México. Fue uno de los primeros médicos borlado de doctor por la Real
Lázaro y Pontificia Universidad de México; fue un gran benefactor y fundó dos hospitales; el de
los Desamparados, que llegaría con el tiempo a ser el Hospital de la Mujer y el se-
gundo hospital de San Lázaro para los en-
fermos de lepra. López sostuvo de su
propio peculio estos hospitales y después
de su muerte, en 1597, sus descendientes
continuaron su obra.
Este segundo hospital de San Lázaro
duró tres siglos (1572-1862). Fue cons-
truido a las orillas del Lago de Texcoco, en
un lugar conocido como Las Atarazanas,
el arsenal donde Cortés guardó sus trece
bergantines después de la conquista de la
ciudad. No está claro si este sitio estaba en la calle de Ixtapalapa –hoy Pino Suá-
rez– o por el rumbo de la Merced, al oriente de la ciudad, en el barrio que reci-
bió por ello el nombre de San Lázaro. Este hospital tuvo larga vida y fue demolido
cuando se encontraba en lamentables ruinas, permaneciendo en pie sólo su iglesia ad-
junta dedicada a San Roque, también derribada después en aras de la modernidad15, 16
(figura 5). Los enfermos fueron trasladados al Hospital de San Pablo, llamado Hospital
Juárez desde 1872. Esta institución experimentó una vida azarosa; manejada por la or-
den de los Juaninos, siempre padeció carencia de medicamentos y de material de cura-
ción, y los enfermos enviados allí vegetaban en condiciones deplorables (figura 6). Las
autoridades jamás tuvieron interés en este hospital que fue muriendo lentamente, como
los enfermos que ahí vivían. Fueron sus directores importantes médicos, como el Dr. La-
dislao de la Pascua (figura 7) (de 1833 a 1842), durante cuya gestión ingresaron 205 en-
fermos. De la Pascua fue el primero en llamar la atención sobre la enfermedad
denominada la forma “manchada”, hoy conocida como lepra lepromatosa difusa de Lu-
cio y Latapí; publicó también el primer artículo sobre lepra en el periódico de la Socie-
Figura 7. Dr. Ladislao dad Filoiátrica. Desde 1843 y hasta su demolición en 1862, el hospital estuvo bajo la
de la Pascua dirección del Dr. Rafael Lucio quien completó las observaciones del Dr. De la Pascua so-
(1815-1891) bre la forma manchada.
266
Historia de la Dermatología en México
de piedad, más orientado al acompañamiento espiritual del enfermo que a tratar de ali-
viar sus males11.
La evangelización corrió paralela a la conquista militar y se construyeron monasterios
que, a la usanza medieval, funcionaban también como dispensarios y enfermerías; por
ello, es posible afirmar que el número de estos centros era grande a fines del siglo XVI,
época en que las grandes epidemias se diseminaron por toda Mesoamérica, con un alto
grado de mortalidad entre los pueblos indígenas.
Ésta es la medicina que arribó del “Viejo” al “Nuevo Mundo” y éste fue el espíritu de
sus centros hospitalarios. Hernán Cortés y los religiosos que vinieron con él se dieron a
la tarea de atender a enfermos y menesterosos. En 1524, en el sitio llamado Huitzillan
(lugar de colibríes) donde en 1519 se había encontrado con Moctezuma a su arribo a la
gran Tenochtitlán, Cortés construye el hospital de la Inmaculada Concepción de Nuestra
Señora, posteriormente conocido como Hospital de Jesús, que aún funciona, siendo la
institución hospitalaria más
antigua de América (figura 8).
También en esta época se
fundan el Hospital de Santa Fe
(1531), el Hospital del Amor de
Dios u Hospital de las Bubas
(sífilis) en 1540, el Hospital de
los Indios, el de San Cosme y
San Damián y el Hospital de
San Hipólito para enfermos
mentales15.
En 1779 se funda el Hospital de San Andrés, el primero que recibió toda clase de en- Figura 8. Hospital
fermos, inclusive de piel (figura 9). Fue un hospital dedicado a la enseñanza; allí tuvie- de la Inmaculada
ron sus cátedras eminentes médicos como Jiménez, Carpio, Del Río y muchos más. Concepción de
Existió hasta 1905 cuando se abrió el actual Hospital General de México. Nuestra Señora,
ahora Hospital de
Jesús, fundado
Época Independiente ■ Época independiente por Hernán
Cortés
Figura 9. Hospital
Medicina de San Andrés en
la Ciudad de
En el siglo XIX se producen tres acontecimientos que marcarán para siempre al país México
y a sus habitantes. Primero, la Guerra de Independencia, iniciada en 1810 y terminada
en 1821. Segundo, la injusta guerra con Estados Unidos en 1847 que concluyó cercenán-
dole al país más de la mitad de su territorio. Y tercero, la invasión francesa en 1862 que
impuso a un príncipe austríaco en el trono de México. Estos sucesos marcaron profun-
dos cambios en la vida de los habitantes del naciente México, entre los cuales estuvieron
incluidos la medicina y su enseñanza.
En 1833 es clausurada la Real Universidad y se crea el Establecimiento de Ciencias
Médicas, origen de lo que será la Escuela Nacional de Medicina con sede –a partir de
1854– en el Palacio de Santo Domingo, residencia de la Santa Inquisición durante la épo-
ca de la colonia. El siglo XIX es en Europa una época de grandes avances en el área de
la medicina, avances que rápidamente llegan a México, obligando a la reestructuración
de los programas académicos y de la práctica médica. Se fundan escuelas de medicina
en diversos sitios del país, hasta llegar a ocho al término del siglo XIX, y se inicia la cons-
trucción de centros hospitalarios en donde se imparte la asistencia médica, se practica
la docencia y se incentiva la investigación.
En 1841 se funda el Consejo Superior de Salubridad, organismo encargado de vigilar
la buena práctica médica, la salubridad e higiene públicas y las campañas de vacunación;
267
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
la institución, junto con la Beneficencia Pública (fundada en 1861), serán la base para la
formación de la Secretaría de Salud en 1983.
En 1873 queda constituida la Academia Mexicana de Medicina, que a partir de 1912
es designada como órgano consultivo del gobierno de la República. En 1891 el Dr. Eduar-
do Liceaga, a petición del presidente Porfirio Díaz, elabora el primer Código Sanitario.
Figura 10. Dr. Rafael
Lucio (1819-1886)
Figura 11. Dr. Ricardo
Dermatología
E. Cicero (1869-1935)
Figura 12. Dr. Jesús En los inicios del México independiente, después de 1821,se esbozan las primeras se-
González Urueña ñales de una naciente Dermatología y se realizan las primeras publicaciones especializa-
(1868-1957) das. Los nombres de Ladislao de la Pascua, Rafael Lucio, Ricardo Cicero, Eugenio Latapí
y más tarde, ya en el siglo XX, los de Jesús Gon-
zález Urueña y Salvador González Herrejón
aparecen ligados a la enseñanza de algunos te-
mas de Dermatología. (figuras 10, 11 y 12).
Lucio, por ejemplo, daba sus clases en el
Hospital de San Andrés incluyendo temas como
lupus eritematoso, lepra, sífilis, escabiasis, tun-
guiasis. Presentó en las sesiones de la Academia
de Medicina de diciembre de 1851 y enero de
1852 su Opúsculo sobre el Mal de San Lázaro o
Elefantiasis de los Griegos, en el cual resume to-
do lo observado, en sus diecinueve años como
director del segundo Hospital de San Lázaro, sobre la variedad que hoy lleva
su nombre (figura 13). Sin embargo, en esta primera época del México inde-
pendiente, la Dermatología no atraía mucho interés; Soriano señala que en
1888 sólo dos de los 232 médicos recibidos en los últimos seis años, atendían
enfermos de la piel17,18.
Con los médicos antes señalados que nacieron en el siglo XIX y algunos
otros que trabajaron hasta los inicios del siglo XX, surge la Dermatología en
México que se consolida como especialidad el día 5 de febrero de 1905
cuando se inaugura el Hospital General de México y se abre un pabellón pa-
ra los enfermos de la piel.
Figura 13. La forma
clínica de lepra que
describió Lucio ■ Época
Época contemporánea
contemporánea
Las bases de la llamada Escuela Mexicana de Dermatología fueron sentadas por Gon-
zález Herrejón y Fernando Latapí. La enseñanza de la Dermatología se inició a princi-
pios del siglo XX en el Hospital General de México y en el Centro Dermatológico Pascua;
más tarde nació la enseñanza de posgrado en estas instituciones y en el Instituto de Sa-
lubridad y Enfermedades Tropicales; más adelante, en el Instituto Mexicano del Seguro
Social, en el Hospital General Dr. Manuel Gea González y –en el interior del país– en el
Instituto de Dermatología de Jalisco, Hospital Universitario de Monterrey, Universidad de
San Luís Potosí y posteriormente en otras instituciones públicas. Existen hoy dos agru-
paciones dermatológicas: la Sociedad Mexicana de Dermatología (1936) y la Academia
Mexicana de Dermatología (1952); ambas pertenecen a la Liga Internacional de Socieda-
des Dermatológicas y tuvieron a su cargo la organización del XI Congreso Internacional
de Dermatología celebrado en México en 1977.
Dermatología. Revista Mexicana nació en 1956 y en 1987 inició una nueva época co-
mo órgano oficial de las dos agrupaciones. Desde 1975 existe un Consejo Mexicano de
Dermatología y actualmente es indispensable la recertificación.
268
Historia de la Dermatología en México
Cirugía dermatológica
269
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
■ Conclusión
Conclusión
El fenómeno de globalización mundial toca todos los ámbitos del acontecer humano,
incluyendo el ámbito de la medicina. La información médica generada en cualquier par-
te del mundo es recibida el mismo día; los avances tecnológicos, quirúrgicos y farmaco-
lógicos son rápidamente difundidos por grandes transnacionales. México inicia el siglo
XXI con la presencia de grandes instituciones privadas y públicas, con una práctica mé-
dica que responde a los grandes avances de la medicina contemporánea, pero también
con grandes retos por cumplir, sobre todo en el terreno social. ■
Octubre, 2004
270
Historia de la Dermatología en México
E n México, como en la mayoría de los países, desde el siglo XIX se atendían en los
servicios de Dermatología general —y siguen atendiéndose sin distinción— adultos y ni-
ños. Por otro lado, en los hospitales pediátricos los pacientes dermatológicos eran aten-
didos por los pediatras, los cuales, en general, tienen una escasa preparación
dermatológica. En la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los hospitales pediátri-
cos optaron por tener un dermatólogo general como consultante externo, situación que
prevalece en la mayoría de los casos.
Desde los años sesenta del siglo pasado, el Hospital Infantil de México, institución em-
blemática de la Pediatría latinoamericana, contó con un servicio de Alergia y Dermato-
logía, cuyo jefe fue el médico alergista Dr. Luis Gómez Orozco; como dermatólogo
consultor, el Dr. Roberto Núñez Andrade concurría durante dos horas diarias, pero no
realizaba docencia ni investigación.
En esa época, en el Servicio de Dermatología del Hospital General de México el Dr.
Mario Magaña Lozano veía a los pacientes pediátricos y realizaba las interconsultas so-
licitadas por el Servicio de Pediatría del mismo hospital.
Hacia fines de 1969, después de haber hecho estudios de posgrado en Dermatología y
Dermatopatología, regresé de Europa y trabajé como encargado del laboratorio de Der-
matopatología, en la institución donde años antes había hecho la especialidad en Derma-
tología, el Centro Dermatológico Dr. Ladislao de la Pascua, entonces dirigido por el Prof.
Fernando Latapí, quien también era jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Gene-
ral de México. En ese mismo año conocí al Dr. Rigoberto Aguilar Pico, quien acababa de
ser designado director del Hospital Infantil de México, y me comentó que el Dr. Núñez An-
drade estaba por retirarse, invitándome a ocupar su puesto. En esos tiempos de fines del
sexenio del Presidente Díaz Ordaz corría la voz de que en el sur de la Ciudad de México
se estaba construyendo un nuevo centro hospitalario que remplazaría al Hospital Infantil
de México. El director del nuevo hospital sería el Dr. Lázaro Benavides Vázquez, quien ya
estaba entrevistando a quienes formarían su equipo. Al finalizar mi primer año de traba-
jo en el Hospital Infantil, entregué un informe de mis actividades y poco después fui invi-
tado a entrevistarme con el Dr. Benavides. Me ofreció la jefatura del Servicio de Alergia y
Dermatología en el nuevo hospital, que fue inaugurado el 6 de noviembre de 1970 por el
273
RAMÓN RUIZ MALDONADO
presidente saliente, Lic. Gustavo Díaz Ordaz y su señora esposa, Presidenta del Patrona-
to del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). El INPI sería remplazado en el
nuevo sexenio por la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN), cuya presiden-
ta sería Doña María Esther Zuno de Echeverría.
El nombre del Servicio de Alergia y Dermatología había sido heredado del Hospital
Infantil de México, que tenía como jefe a un médico alergista. En el nuevo hospital de la
IMAN el jefe era yo, y consideré que lo adecuado era separar los dos servicios, lo que
ocurrió un año más tarde.
En diciembre de 1971, como todos los años, se celebraba en Chicago la reunión anual
de la Academia Americana de Dermatología. Allí conocí a la Dra. Lourdes Tamayo Sán-
chez, quien había hecho su tesis doctoral sobre “La etiología del edema en la desnutri-
ción crónica del niño”, en el Hospital Infantil de México bajo la dirección del reconocido
maestro de la Pediatría, Dr. Joaquín Cravioto, y hacía poco tiempo había terminado la es-
pecialización en Dermatología en el Instituto Nacional de Enfermedades Tropicales, ba-
jo la dirección del Prof. Dr. Antonio González Ochoa. En aquellos años estaba en su
apogeo la pugna –que venía de tiempo atrás– entre el “grupo de tropicales” y el “grupo
del Pascua y del Hospital General”, liderados respectivamente por González Ochoa y La-
tapí. Como consecuencia de esa lamentable situación, prácticamente no había contacto
entre los alumnos y ex alumnos de los dos profesores. A pesar de ello, y en base a las
buenas referencias que había recibido sobre la Dra. Tamayo, la invité a trabajar como
médico adscrito en el Servicio de Dermatología; afortunadamente aceptó y la fructífera
colaboración entre ambos ha durado 33 años, desde abril de 1971. En 1989, después de
casi veinte años como jefe de servicio y con el fin de obtener una plaza de investigador
para el Servicio, dejé la jefatura a la Dra. Tamayo, quien a su vez renunció en 2002 por
motivos de salud y fue sustituida en la jefatura por la Dra. Carola Durán Mckinster, una
brillante alumna nuestra.
Sin duda bajo la influencia del optimismo y la energía creadora que existía en la mayo-
ría de quienes iniciamos el nuevo hospital de la IMAN –incluidos el Director General de la
Institución, Dr. Alger León Moreno, y la Presidenta del Patronato, Sra. María Esther Zuno
de Echeverría, esposa del Presidente de la República en turno–, en octubre de 1973 orga-
nizamos el Primer Simposio Internacional de Dermatología Pediátrica, que tuvo lugar en
el flamante auditorio del Hospital de la IMAN con la asistencia de médicos llegados de 26
diferentes países; entre ellos estaban los pioneros de la Dermatología Pediátrica en sus res-
pectivos países: Martín Beare de Irlanda, Ferdinando Gianotti de Italia, Gabriela Lowy de
Brasil, José María Mascaró de España, Edmund Moynahan de Inglaterra, Dagoberto Pie-
rini de Argentina, Lawrence Solomon, Sydney Hurwitz, Alvin Jacobs, Samuel Weinberg y
Guinter Kahn de los Estados Unidos, Eva Torok de Hungría y Kazuya Yamamoto de Japón.
Durante el Simposio, en una cena que se ofreció a los profesores extranjeros, propu-
se la formación de la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica, iniciativa que
fue entusiastamente aceptada. Bajo los auspicios de esta Sociedad se han celebrado diez
congresos, el primero en la Ciudad de México, en octubre de 1976. A los ocho primeros
se los llamó internacionales; a partir del noveno, que se celebró en Cancún en 2001, se
aceptó mi sugerencia para que se los denominara mundiales.
En 1996, a propuesta del Dr. Alejandro García Vargas del Instituto Dermatológico de
la Ciudad de Guadalajara (México), se fundó el Colegio Mexicano de Dermatología Pediá-
trica, siendo yo su primer presidente. El Colegio ha organizado bianualmente el Congre-
so Mexicano de Dermatología Pediátrica. El primero tuvo lugar en la Ciudad de México,
en 1997, bajo mi presidencia; el segundo en Puerto Vallarta (Jalisco), presidido por el Dr.
García Vargas; el tercero en la Ciudad de Chihuahua, presidido por la Dra. María de
Lourdes Trevizo de Moreno; y el cuarto en la ciudad de Puebla, presidido por el Dr. Ja-
vier Gil Beristain. El próximo se realizará en la ciudad de Querétaro en 2006, presidido
por la Dra. Margarita Royo de Garfias.
274
Historia de la Dermatología pediátrica en México
275
RAMÓN RUIZ MALDONADO
He tratado de ser objetivo al escribir esta reseña histórica; estoy consciente de que
más que eso parece una autobiografía y en realidad lo es. He sido actor en este escena-
rio donde se gestó la Dermatología Pediátrica durante 35 años. Si he omitido algún nom-
bre, algún dato, ha sido por un descuido involuntario y de antemano pido disculpas.
Ha sido, sin duda, una tarea de equipo, de los médicos del Servicio, de los médicos de
otras especialidades, de las autoridades, pero sobre todo ha sido un acto de amor por lo
que hacemos. No somos la excepción: en el Instituto Nacional de Pediatría disfrutar,
amar lo que hacemos, es más bien la regla. ■
Noviembre, 2004
■ Referencia
bibliográfica
Ruiz-Maldonado, R. Pediatric
Dermatology
Accomplishments and
challenges for the 21st
Century. Arch Dermatol.
2000; 136:84.
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
NICARAGÜENSE
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
277
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
a que el mal se propagara en todo el país, ordenó que todo enfermo de lepra fuera
recluido en la isla de Aserraderos (isla del Cardón) en el puerto de Corinto, sobre el Océa-
no Pacífico, Departamento de Chinandega. En 1902 se fundó allí el primer leprosario,
donde los pacientes internados se transformaron en verdaderos prisioneros, ya que no
se les permitía salir. Los enfermos eran transportados en vagones especiales del ferroca-
rril, pintados de amarillo y con el número 79 como inscripción, además de letreros que
indicaban el tipo de personas que viajaban en ellos. En 1930, los enfermos se escaparon
de la isla Aserraderos, y la mayoría se instaló en el municipio de El Viejo, Departamen-
to de Chinandega, convertido así en el principal foco leprógeno del país en ese momen-
to. Otro grupo se instaló en el Departamento de León.
En 1932 se funda en la ciudad de Managua el primer Leprocomio Nacional con el nom-
bre de San Lázaro, en los terrenos que ocupa actualmente el Centro Dermatológico Na-
cional Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, que los antiguos pobladores de Managua siguen
denominando “Leprocomio”. Esos terrenos fueron donados por Don Alfonso Pérez Alon-
so y Don Juan de Dios Matus; este último, por su amor a los pacientes hansenianos fue
llamado “Juan de la lepra”. En sus inicios el establecimiento albergaba 38 pacientes.
En 1934 se nombra director del leprocomio San Lázaro al Dr. Roberto Espinosa Soto-
mayor, el cual, a pesar de no ser dermatólogo, combinaba sus actividades administrati-
vas con la atención dermatológica de los pacientes hansenianos3.
En 1943 se crea el Patronato contra la Lepra y se nombra como director al primer mé-
dico especializado en Dermatología, el Dr. Carlos Irigoyen (figura 1), graduado en México,
fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamerica-
na de Dermatología. En 1963, en calidad de Secretario General de la Sociedad Centroa-
mericana de Dermatología, organizó el IV Congreso Centroamericano de Dermatología4.
Posteriormente se hace cargo de la dirección médica del leprosario San Lázaro el Dr.
Armando Morales Ettienne, dermatólogo graduado en Argentina, el cual fue miembro
fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamerica-
na de Dermatología5.
Durante los años posteriores regresa al país un importante grupo de dermatólogos ni-
Figura 1. Dr. caragüenses, que mencionamos a continuación:
Carlos Irigoyen, • Dr. Jorge García Esquivel, graduado en México.
primer • Dr. Alcides Delgadillo, miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Derma-
dermatólogo
tología.
nicaragüense
• Dr. Ernaldo Ávalos, graduado en Argentina, miembro fundador de la Sociedad Ni-
caragüense de Dermatología.
• Dr. Carlos Delgado, graduado en Francia, miembro fundador de la Sociedad Nica-
ragüense de Dermatología6.
• Dr. Oscar Martínez Campos, graduado en Argentina, cirujano plástico y dermatólogo;
fue presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y secretario adjunto ante la
Sociedad Centroamericana de Dermatología. Asimismo fue Ministro del Seguro Social en
el año 1997 y actualmente es diputado por Nicaragua ante el Parlamento Centroamerica-
no. Ha participado como profesor invitado en numerosos congresos nacionales.
• Dra. Josefa Pineda, graduada en Argentina.
• Dr. Sergio Delgado, graduado en Puerto Rico.
• Dra. Leonor Corea, graduada en Francia.
• Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, graduado en México y España, quien regresó a
Nicaragua en el año 1975 (figura 2).
• Dr. Ángel Martínez Jiménez, quien regresó a nuestro país en 1977, luego de gra-
duarse en Brasil. Fue director y subdirector docente del Centro Nacional de Dermatología,
cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología en la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). En 1991, la Uni-
versidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por
278
Historia de la Dermatología nicaragüense
sus 10 años como docente de la institución. Ha participado como profesor Invitado en nu-
merosos congresos nacionales.
• Dr. Juan José Guadamuz, graduado en México, fue profesor titular de la cátedra de
Dermatología (pregrado) de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autóno-
ma de Nicaragua, León.
• Dr. Orlando Sarria Berríos, graduado en México.
• Dr. Aldo Edgar Martínez Campos, regresó a Nicaragua en 1977, luego de graduarse en
Argentina.
• Dr. Federico Prado Rocha, graduado en Francia, regresó a nuestro país en 1979. Fue
cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología de la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). También fue cofun-
dador del Hospital Dermatológico Nacional. En 1991, la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por sus 8 años como docente en la
institución. Durante los años 1997-98 fue Viceministro de Salud. Ha participado como
profesor invitado en diversos congresos nacionales.
• Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina, quien regresó a Nicaragua en 1980, luego de
graduarse en Uruguay.
• Dra. Marlene Parra García, quien regresó en 1985, graduada en México con la su-
bespecialidad en Dermatología pediátrica, constituyéndose en la primera dermatóloga
pediatra del país. Desde 1996 a 1999 fue coordinadora del curso de posgrado de Derma-
tología en el Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo. Desde
1992 es profesora titular de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de
Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua. Ha participado
como profesora invitada en numerosos congresos nacionales.
Todos estos dermatólogos, así como otros que no han sido mencionados aquí, han tra-
bajado en forma responsable y con amor por la Dermatología nicaragüense. Pero consi-
deramos necesario hacer un reconocimiento especial a algunos de ellos que se han
destacado a lo largo de los años por su especial dedicación y entrega.
Se destacó por su trabajo como director médico del Leprocomio (1951-1970), cuyo
nombre se cambió bajo su gestión por el de “Sanatorio San Lázaro”. Introdujo en Nica-
ragua el primer tratamiento efectivo contra la lepra, las sulfonas (DDS). Inició el primer
tratamiento de estudio de campo para tratar a los pacientes ambulatorios y con el apo-
yo del Dr. Rodolfo Matus, cirujano plástico, realizó las primeras cirugías reconstructivas
de los pacientes que lo necesitaban. Fue el primer especialista nicaragüense que dio a Figura 2.
conocer sus experiencias dermatológicas en congresos nacionales e internacionales. Fue Francisco José
miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y Secretario General Gómez Urcuyo
de la Sociedad Centroamericana de Dermatología; como tal organizó en 1976 el X Con-
greso Centroamericano de Dermatología. También fue en varias ocasiones presidente de
la Sociedad Nicaragüense de Dermatología.
Fue uno de los dermatólogos más sobresalientes que ha tenido Nicaragua y su ausen-
cia prematura fue una pérdida irreparable. Gran parte de su vida como médico derma-
tólogo la dedicó a los enfermos de lepra, con capacidad científica y mística, con amor y
279
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
dedicación. Fue director del Sanatorio San Lázaro desde 1976 hasta
1981; cofundador e impulsor de la fundación del Hospital Dermatológico
Nacional que actualmente lleva su nombre en un justo homenaje a su
memoria, por la ardua tarea que inició el 1º de febrero de 1978. A par-
tir de ese momento el hospital experimentó una transformación impor-
tante en sus estructuras físicas y médicas, produciéndose una mejoría en
las condiciones higiénicas y ambientales de los enfermos internados. Por
primera vez los pacientes dermatológicos tuvieron su propio hospital,
donde eran internados para recibir sus tratamientos médicos. Bajo su
Figura 3. De izq.
a der.: Hermann
administración, los pacientes con el mal de Hansen recibieron en forma institucionaliza-
Schäffer, Aldo da los tratamientos de rifampicina, clofazimine y DDS (figura 3).
Edgar Martínez Fue también cofundador de la Sociedad Amigos de los Leprosos, a través de la cual
Campos, se logró construir la Ciudadela Adilia de Eva, formada por 17 casas higiénicas, indepen-
Francisco José dientes unas de otras, para que los pacientes tuvieran un techo modesto pero digno con
Gómez Urcuyo, la privacidad que cada familia tiene en su hogar. Actualmente viven en esta ciudadela 17
en el homenaje pacientes ya curados, pero que siguen recibiendo atención médica, alimentos y todos los
de la Asociación elementos necesarios para su cuidado. Todos son ancianos, y viven acompañados de hi-
Nicaragüense de jos y nietos, constituyendo así una población de 41 personas. Estas construcciones se hi-
Dermatología al
cieron en los terrenos del mismo hospital y están separadas de las que ocupan los
Dr. Gómez
pacientes hospitalizados por otras patologías. Hay que destacar que en la construcción
Urcuyo
de estas viviendas, el gobierno de turno no invirtió ni un centavo. Los pacientes solteros
viven en pabellones separados para varones y mujeres. La ciudadela lleva el nombre de
Doña Adilia de Eva en honor a esta honorable matrona que trabajó esforzadamente en
su construcción y que sentía especial devoción y amor por los enfermos con lepra.
El Dr. Gómez Urcuyo creó el Departamento de Promoción y Bienestar Social para tratar
a los enfermos hansenianos en forma multidisciplinaria. A través de su acción, se logró in-
tegrar a algunos pacientes mutilados a su vida familiar; se fundaron talleres de carpintería
y se dio capacitación para que aprendieran los oficios de carpintería y ebanistería, con gran
éxito, ya que algunos pacientes, a pesar de sus mutilaciones, se hicieron productivos y más
útiles a sus familias. En 1980, Gómez Urcuyo participó en un estudio de campo para deter-
minar nuevos casos de lepra en los departamentos de Chinandega y Managua.
Fue profesor invitado en varios congresos nacionales y del extranjero donde expuso
sus trabajos y experiencias personales. En 1980 fundó la cátedra de Dermatología de
pregrado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Fue cofunda-
dor de la cátedra de posgrado de Dermatología de la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua (León y Managua). En dos oportunidades fue Secretario Adjunto por Nicara-
gua ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología. En 1991 se le realizó un reco-
nocimiento por sus 10 años de labor docente en la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua (Managua). En 1994, la Sociedad Hondureña de Dermatología, en reconoci-
miento a sus méritos, lo designó Miembro de Honor.
Uno de los pacientes hansenianos más antiguos del Centro Nacional de Dermatología,
Don Pedro Delgadillo7, en una demostración de afecto, respeto y agradecimiento, le de-
dicó el siguiente poema:
280
Historia de la Dermatología nicaragüense
El Dr. Francisco José Gómez Urcuyo es considerado el médico que más amor y dedi-
cación tuvo para los pacientes hansenianos. Podemos constatarlo en uno de sus poemas,
que las autoridades del Ministerio de Salud seleccionaron y grabaron en una placa de
bronce que fue develada durante una ceremonia solemne en el Centro Nacional de Der-
matología que actualmente lleva su nombre8:
Señor:
son mis leprosos la luz de mi vida.
Ellos llenan de ternura
mi profesión y nicaraguanidad.
Dermatólogo y especialista en Medicina del Trabajo (figura 4). En 1980 fue cofunda-
dor de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de Medicina, Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua. Durante el mismo año participó en un estudio de cam-
po para detectar nuevos casos de lepra en los Departamentos de Chinandega y Managua.
En 1982, fue seleccionado por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, de León
y de Managua y la Dirección Superior del Ministerio de Salud, como Jefe Nacional de En-
señanza de la Especialidad de Dermatología a nivel de posgrado9. En su calidad de fun-
dador y jefe de la cátedra elaboró junto al Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina los planes
y programas de la especialidad, actualmente vigentes, con modificaciones hechas por los Figura 4. Aldo
mismos autores en años posteriores. Actualmente, de los 42 dermatólogos que trabajan Edgar Martínez
en Nicaragua, 36 son graduados en el país10. Campos
En la fundación de la cátedra de Dermatología estuvo acompañado por los Drs. Her-
mann Allan Schaffer Urbina, Francisco José Gómez Urcuyo, Federico Prado Rocha
y Ángel Martínez Jiménez. Posteriormente se incorporaron el Dr. Hugo Argüello
Martínez, médico patólogo, la Lic. Dalia Torres Flores (figura 5), bióloga y tecnólo-
ga médica, con cursos de posgrado en Micología realizados en Costa Rica y Argen-
tina, y la Dra. Marlene Parra García.
En dos oportunidades Martínez Campos fue presidente de la Sociedad Nicara-
güense de Dermatología y secretario adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Cen-
troamericana de Dermatología. En dos oportunidades ha sido presidente de la
Asociación Médica Nicaragüense; actualmente es presidente honorario de la Aso-
ciación Nicaragüense de Dermatología y miembro perpetuo de la Junta Directiva de
Figura 5.
la Asociación Médica Nicaragüense6, 11. Ha sido profesor invitado en congresos naciona-
Francisco José
les e internacionales donde ha dado a conocer sus trabajos y experiencias personales. Gómez Urcuyo y
Se puede afirmar categóricamente que, junto con los Drs. Hermann Allan Schaffer Dalia Torres
Urbina y Francisco José Gómez Urcuyo, es uno de los pilares de la actual Dermatología Flores
nicaragüense.
281
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
282
Historia de la Dermatología nicaragüense
mármol en el Auditorio del Centro Nacional de Dermatología para recordar su obra co-
mo docente y su ejemplo de vida.
Fue uno de los dermatólogos más importantes que ha tenido Nicaragua, y su ausen-
cia es sentida por todos.
■deLa
La Asociación Nicaragüense Asociación
Dermatología Nicaragüense de Dermatología
En 1957 se inician las gestiones para su fundación, que se llevará finalmente a cabo
el 4 de mayo de 1961, en la Declaración de Managua, con el nombre de Sociedad Nica-
ragüense de Dermatología y Sifilogía. Posteriormente, por razones legales, debió cam-
biar su nombre inicial por el de Asociación Nicaragüense de Dermatología.
Sus fundadores fueron los Drs. Carlos Irigoyen, Alcides Delgadillo, Armando Morales
Ettienne, Jorge García Esquivel, Ernaldo Ávalos Vega y Carlos Delgado González, todos
ya fallecidos5.
La Asociación Nicaragüense de Dermatología agrupa a la gran mayoría de los derma-
tólogos del país. Hasta el presente ha organizado XIX Congresos Nacionales de Derma-
tología6 enfocados hacia las siguientes especialidades: Dermatología, Medicina Interna,
Pediatría, Cirugía Plástica y Medicina General; en algunos congresos se han presentado
temas dirigidos a la atención primaria, a la formación de residentes y estudiantes de me-
dicina. También ha organizado a través de sus miembros directivos, tres congresos cen-
troamericanos.
A través de la Asociación se han realizado acuerdos con la Facultad de Medicina de
la Universidad Americana para llevar a cabo programas de Educación Médica Continua
en Dermatología y Cursos de Actualización Dermatológica. Figura 8.
El 6 de octubre de 1998, durante la Asamblea General de la Asociación Nicaragüen- Develación de la
se de Dermatología, se crea la beca de estudio “Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina” en placa de bronce en
memoria de este eminente dermatólogo nicaragüense; la beca consiste en $US 200 men- homenaje al Dr.
suales y está dirigida a los médicos jóvenes, con excelente promedio durante su carrera, Gómez Urcuyo en
que deseen estudiar Dermatología. El primer médico que obtuvo esa distinción fue el Dr. el Centro Nacional
Hermann Allan Schaffer Suárez, quien realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de Dermatología.
de la Universidad de Marroquín, Guatemala. La Asociación cuenta también con un fon- De izq. a der.: Sra.
Inés Hurtado vda.
do de ayuda mutua y un seguro colectivo de vida para los dermatólogos miembros de la
de Gómez Urcuyo,
Asociación que lo necesiten en caso de enfermedad o muerte6.
Sra. Sara Urcuyo,
madre del Dr.
Gómez Urcuyo y
■ El Centro Nacional de Dermatología Lic. Martha
Dr. Francisco
Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Gómez Urcuyo
Urcuyo” Palacios, Ministra
de Salud 1995
El 20 de febrero de 1995, a 25 días de la muerte del ilustre dermatólo-
go, el Ministerio de Salud –a petición de la Asociación Médica Nicaragüense
y de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología–, en ceremonia solemne le
dio su nombre a la institución que fundara el Dr. Gómez Urcuyo el 1º de fe-
brero de 1978 (figura 8), con la colaboración del Dr. Ángel Martínez Jimé-
nez, a cargo de los pacientes hansenianos, el Dr. Aldo Edgar Martínez
Campos, como sub-director docente, el Dr. Federico Prado Rocha, como je-
fe de la consulta externa, el Dr. Claudio Galo Sandino, microbiólogo clínico,
como jefe y fundador del actual laboratorio del hospital. Posteriormente se
incorporaron los Drs. Hermann Schaffer Urbina, como jefe de pacientes
hospitalizados, Josefa Pineda, Leonor Corea, Hugo Argüello, médico patólogo, discípulo
del Prof. Akerman, Marlene Parra García y la Lic. Dalia Torres Flores12.
En el presente es hospital escuela, con un promedio de atención de 300 pacientes por
283
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
■ LaLaactividad docente
actividad docente dermatológica
dermatológica en Nicaragua
en Nicaragua
284
Historia de la Dermatología nicaragüense
285
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
Octubre, 2004
286
Historia de la Dermatología nicaragüense
289
JULIO CORREA
–llamada de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay)– entre los años 1865-1870,
mutiló aún más el territorio y aniquiló a gran parte de la población, sumiendo a los so-
brevivientes en la desolación y la miseria como consecuencia de las balas, el hambre y
las innumerables pestes en los campos de batalla.
Durante la reconstrucción de la patria después del nefasto quinquenio se producen
los primeros acontecimientos que marcan los inicios de la historia dermatológica en el
Paraguay. Los numerosos documentos que hemos consultado sobre el período constitu-
yen un conglomerado interesante de informaciones referidas a lo más notable sobre las
enfermedades de la piel en nuestro país, los mecanismos para combatirlas y sus resul-
tados, aportadas por destacados componentes de estas comunidades.
El objetivo de esta introducción es despertar el interés de los que vienen llegando pa-
ra que su aporte contribuya a enriquecer aún más la historia de la Dermatología en el Pa-
raguay. Mi gratitud y reconocimiento a los que colaboraron con este modesto trabajo.
■ LaI.población deAmérica.
La población de América. El hombre
El hombre americanoamericano
Existen también otras teorías, algunas fantásticas. Las principales fuentes de datos
prehistóricos en América son los montículos y sambaquíes y restos hallados en cuevas y
cavernas. Los fósiles humanos más antiguos encontrados en nuestro continente, medi-
dos por el carbono 14 son (siempre siguiendo a González Torres):
– Isla de Rosas, costa californiana, 38.000 años.
– De Lewisville, Texas, 37.000 años.
– De Sandia Cave, 26.000 años.
– De Tule Springs, Nevada, 22.000 años.
– De Chile, 10.000 años.
– De Folsom (hogueras de hombres de Folsom) 9.889 años.
– De Lagoa Santa, Brasil, 6.000 años.
290
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
Los caracteres antropológicos del hombre del Paleolítico superior son: dolicocefalia
(cabeza alargada, con la bóveda craneana elevada, paredes delgadas), cara larga y es-
trecha, nariz mediana, arcos superciliares acentuados, cabellos lisos. Se los llamaba aus-
traloides porque aún existen individuos y pueblos con la misma característica
antropológica en Australia. Están representados hoy por los algonquinos y shoshones de
América del Norte; y por los gé, kaingua, siriones, tobas y tehuelches, entre otros, en
América del Sur.
Los hombres del Paleolítico superior aparecieron en el Paraguay hace 6.000 años. Se-
gún Canals Frau, los pobladores del Paleolítico superior de América del Sur forman tres
grupos raciales, todos dolicoides: los antepasados de los huárpidos (altos, delgados, pilosos:
huarpes de Cuyo, siriones del oriente boliviano), que bajaron por México, Centro América,
Colombia, zonas interandinas; los lágidos (bajos, fuertes, pilosos: kainguá, gé, entre otros),
que alcanzaron Venezuela, la cuenca del Orinoco hasta Brasil Central y Oriental, Paraguay
y NE argentino. Los patagónidos (altos, robustos, poco pilosos); los tehuelches de la Pata-
gonia, que habitaban desde Tierra del Fuego hasta el centro del Brasil.
En el Neolítico, vinieron otras oleadas migratorias que ocuparon Alaska, el norte de
América del Norte hasta el Este (esquimales) y luego migraron al sur (5500 a 5000 a. C.);
se afirma que también vinieron de la Polinesia. Eran braquicéfalos (cráneo más corto y
ancho), sedentarios, agricultores, pastores y ganaderos. Usaban herramientas y armas
de piedra pulida, huesos, astas, marfil. Conocieron y perfeccionaron la cerámica, alfare-
ría, hilado, tejido; tenían organización social, vivían en aldeas. Desarrollaron las artes y
la religión. Eran buenos navegantes y perfeccionaron sus embarcaciones.
Los actuales representantes de estos grupos son los muscogui y sudástidos en el SE
de los Estados Unidos; los apaches en el norte de México; los esquimales: amazónidos,
arawakos, brasílidos, caribes, guaraní-tupí. En el Paraguay aparecieron hace unos 3.000
años a.C. tribus de cultura neolítica. Vivían en la selva, en nuestra región Oriental, en
grandes casas comunales y agrupamientos aldeanos.
Las razas amerindias se han clasificado desde diferentes puntos de vista: por áreas
geográficas, familias lingüísticas, áreas culturales, etc. En la época del descubrimiento
de América había en el continente cuatro subgrupos, conforme acepta la mayoría de los
antropólogos:
1. Indios norpacíficos en Alaska y Oeste de las Montañas Rocosas, a lo largo del Pací-
fico Norte hasta California; entre ellos, los apaches, principalmente, que bajaron hasta
México.
2. Indios subpacíficos o del Pacífico sur, desde México, América central, por los An-
des hasta la Patagonia. Son los neo-amerindios, aztecas, mayas, incas, araucanos en Chi-
le, pampeanos y patagones en las praderas del este de los Andes, Chaco austral, Pampa
y Patagonia.
3. Indios noratlánticos, en las llanuras de América del Norte, al oeste de las Monta-
ñas Rocosas, cuyos principales representantes eran los pieles rojas, bastante alejados del
mongol, con 1,70 m en promedio de estatura.
4. Indios subatlánticos o del Atlántico Sur, en selvas de América del Sur al este de los
Andes, hasta la costa atlántica; de ligero aspecto mongoloide, mesocéfalos, de baja esta-
tura (1,55 a 1,60 m); divididos en numerosas naciones, parcialidades o tribus.
En las Antillas estaban los caribes. Existían también otras razas que no incluiremos
aquí para detenernos más en el análisis y comentario de las naciones que componían las
grandes áreas de la América del Sur donde se dieron a conocer las grandes civilizacio-
nes de las cuales descendemos.
Para ser más puntuales, citaremos a la referente obligada de la antropología para-
guaya, Branislava Susnik, quien realizó una síntesis de las características raciales y so-
cioculturales y de las migraciones de los pobladores prehistóricos del Paraguay,
agrupándolas en tres tipos:
291
JULIO CORREA
1. El pámpido: habitó hace 5-6 mil años a.C. en Chaco y la Pampa; de características
físicas y culturales paleolíticas. Los actuales descendientes serían los makã y los mbajá-
guaikurú.
2. El lágido (por los fósiles encontrados en Lagoa Santa, Minas, Brasil), habitó hace
5-6 mil años a.C. en la región oriental del Paraguay, estados de Paraná, Santa Catarina
y Rio Grande do Sul en Brasil, y Misiones, Argentina.
3. El amazónico: 3000 años a. C. cruzó el istmo de Panamá, llanos de Colombia y Ve-
nezuela hasta el Amazonas, bajó por los afluentes (Madeira, Tapajos, Xingú, Araguaica,
Tocantins) y llegó al Paraguay hacia el año 500 a. C. Son los paleoamazónidos o ava-ama-
zónidos, que alcanzando las nacientes del Río Paraguay se dispersaron por afluentes
hasta el Paraná y costa Atlántica. De tipo racial proto-malayo mongoloide, braquicéfa-
los, baja estatura, cultura neolítica. Los guarani-tupí son racialmente amazónicos, como
también lo son los jíbaro pano, hacia occidente, hacia los Andes y los arawak, caribes,
entre otros.
Entre los migrantes avá-amazónidos se distinguen dos ramales importantes:
1. Los protomby’á, que entraron en contacto con los kaingang y les impusieron su len-
gua avá ñe’e. Poblaron la zona del río Paraguay y afluentes. Estaban organizados en gru-
pos de un solo linaje en una casa comunal.
2. Los protocarios, de asentamiento más reciente (menos de 500 años a.C.) en el mis-
mo territorio, se impusieron a los anteriores, fusionándose con ellos. De cultura neolíti-
ca, agrupados en aldeas (tekoja), en multilinajes (ñandurá), con un jefe (mburuvichá);
eran agricultores. Practicaban la poligamia y el rapto de mozas con fines de alianza, de
parentesco político (tovajá) y de ayuda mutua. Los dos grupos, protomby’a y protocarios,
se fusionaron bajo el dominio de los segundos, para constituir la gran nación guaraní.
Varias parcialidades, que constituían la nación guaraní, fueron contactadas por los
descubridores, conquistadores, colonizadores y misioneros españoles y portugueses. Ci-
taremos algunas de las principales, siguiendo a Bertoni y Susnik, con especial referen-
cia a la Provincia del Paraguay: Kario, Tobati, Guaraní, Guarambaré, Iratí, Paranae o
Paranaygua, los Yguazu, Akaray, Monday, Guyrae, Jakui-Tape, Tape, Tarumá. Todos
ellos ocupaban territorios definidos, delimitados por ríos, serranías, lagunas y bosques.
Eran agricultores, siempre comandados por caciques cuyos nombres se constituyeron en
leyenda por la férrea defensa de sus territorios frente a la pretensión extranjera.
Se citan otras parcialidades que incluyen a los guaraní-tupí, los cuales se habían di-
seminado por los territorios actuales de Brasil, Bolivia, Argentina, entre otros.
En territorio paraguayo, en el Chaco, Región Occidental, mencionamos las parcialida-
des que viven allí actualmente: Ayoreos, Chamacocos, Tapieté, Chiriguanos, Guaná, To-
ba, Sanapaná, Anguite, Lengua, Choroti, Nivaclé, Makã, Toba-lengua. En la Región
Oriental, los Pa’i-Tavyterã, Ava-Chiripa, Ache-Guayaki, Mbyá-Guaraní.
■ El II.territorio
Territorio deldel Paraguay.
Paraguay: Descubrimiento.
Descubrimiento. Colonia.
Colonia. Independencia. Guerra de la Triple
Alianza (1865-1870)
Independencia. Guerra de la Triple Alianza (1865-1870)
En el siglo XVI, el primer gobierno instalado por los españoles en las regiones del Pa-
raná fue el de Asunción del Paraguay, adonde se trasladan los pobladores de Buenos
Aires en 1541. Por la rápida extensión de la conquista, la gobernación del Paraguay
comprendía los inmensos territorios que hoy forman las Repúblicas de Argentina, Pa-
raguay, Uruguay y algunas Provincias del Brasil, ocupadas entonces por los españo-
les. Teniendo presente esa organización de nuestras antiguas casas en aquellos
vastísimos países, se comprende fácilmente que con el nombre de Paraguay se desig-
naban por regla general los territorios situados desde el Perú y el centro de Bolivia
al norte, hasta el extremo meridional de América del Sur, y desde los Andes hasta el
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
Océano Atlántico; como en todo ese país la principal gobernación era entonces la de
Paraguay –puesto que la de Tucumán era inferior y la de Buenos Aires no se fundó
hasta 1617–, los Jesuitas, al constituir una provincia religiosa en aquellas regiones
en el año 1607, tomaron para sí la denominación civil que entonces prevalecía en el
territorio ocupado por ellos. Empezó pues a llamarse “Provincia de Paraguay” (Pa-
raquaria en latín) y con ese nombre perseveró hasta que fue expulsada la Compañía
por Carlos III2.
293
JULIO CORREA
Se cita también el Tratado de San Ildefonso del año 1777 en relación con la demar-
cación de límites, siempre favorables a la corte de Lisboa, por la falta de cooperación de
la Corona española y por las actitudes ocupacionales de los portugueses.
En la considerada séptima sustracción territorial sufrida por la provincia y con la pro-
mulgación de la Ordenanza del 17 de enero de 1782 se instituía Asunción como capital
de la Intendencia del Paraguay. Por este documento fueron fijados los límites, coinciden-
tes con los del distrito del Obispado. Los mismos eran los acordados en los Tratados de
1750 y 1777. En relación con la divisoria entre el Paraguay y las Provincias del Sur es-
tablecían la siguiente línea: el río Bermejo, río Paraná, Yberá, Mirinay, Uruguay e Iby-
cui, hasta el nacimiento de éste en el nudo grande de la sierra Santa Ana y una línea que
de allí parte hasta frente a la desembocadura del Pepiry Guazu en el Uruguay. Pero en
1803, el Rey Carlos III elevó a la categoría de gobernación independiente los 30 pueblos
de las antiguas misiones del Paraguay. Dos años después, el mismo Monarca adscribe di-
chos pueblos a sus territorios originales y designa a Don Bernardo de Velazco como “Go-
bernador militar y político e Intendente de la Provincia del Paraguay y de los 30 pueblos
de las Misiones de los indios Guaraníes y Tapes del Paraná, Uruguay y Paraguay4.
Bernardo de Velazco fue el último Gobernador español; durante su mandato se pro-
dujo el movimiento libertador del 14 y 15 de mayo de 1811, fecha en que el Paraguay lo-
gra su independencia de la Madre Patria.
Respecto de los acontecimientos diplomáticos ocurridos en la posguerra de la Triple
Alianza, que establecieron definitivamente los actuales límites de la República del Para-
guay, mencionaremos los hechos más notorios suscitados en un marco difícil de negociacio-
nes, ante las desavenencias entre el Brasil y Argentina por la colisión de intereses en pugna,
y que tuvieron como terreno de negociación los términos del Tratado de la Triple Alianza.
El Brasil conviene en fijar el Río Apa como límite entre el Paraguay y Brasil, lo que
significaba la cesión de territorio paraguayo. Esta pretensión quedó firme en el Tratado
de enero de 1872, firmado entre el Barón de Cotegipe y Carlos Loizaga, representante
paraguayo. El 20 de mayo de 1875 se firmó un tratado de límites por el representante
paraguayo Jaime Sosa y el representante argentino Carlos Tejedor, cediendo el Paraguay
su territorio hasta el río Verde, en el Chaco Occidental. Este tratado no fue aprobado por
el gobierno del Presidente Juan B. Gill. Se realizaron nuevas negociaciones que conclu-
yeron con el acuerdo suscripto por el paraguayo Facundo Machain y el argentino Ber-
nardo de Irigoyen, ampliando su territorio los argentinos hasta el río Pilcomayo. Como
medida salomónica, se llevó a arbitraje la franja aludida entre el río Pilcomayo y el río
Verde; el árbitro elegido fue el Presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes,
que falló a favor del Paraguay5.
■ LosIII. guaraníes:
Los guaraníes: la medicina
la medicina empírica
empírica y su aplicación
y su aplicación a las enfermedades generales y
a lasdeenfermedades
la piel generales y de la piel
Hemos visto la extensión del territorio que ocupaban los guaraní-tupí, repartidos
en varias naciones y con nombres definidos que manifiestan múltiples expresiones de
294
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
La determinación y las diferentes estrategias usadas por cada pueblo fueron el resul-
tado de la realidad del momento, que había que saber administrar para preservar con
dignidad la raza amenazada. El mejor conocedor moderno de la raza que fue la más ci-
vilizada de toda la parte occidental de nuestra América no exageró al decir de los gua-
raníes: “Fue uno de los mayores y más notables pueblos de la tierra” (General Couto de
Magalhaes, O Selvagem, citado por Bertoni).
La extraordinaria longevidad de los guaraníes se debía al extremo cuidado por la prác-
tica de la higiene. La vida ordinaria de nuestros karaivés era de 150 años o más. El aseo
del cuerpo era costumbre generalizada; se bañaban en los ríos por más frío que hiciera.
Los chiriguanos se limpiaban la cabeza mediante las semillas machacadas de ñandihra.
Cuidaban también mucho de sus uñas y no menos de los pies. Ninguna parcialidad gua-
raní andaba totalmente desnuda; pero la desnudez relativa fue, en cambio, muy general.
La cuestión de la vestimenta nos lleva a hablar de la urucuización; esta operación diaria
era obligatoria entre los karaives y los guaraníes del Norte y parte del NE, sus descen-
dientes directos. El urukú o bixa orellana es un árbol geotrópico común, que cultivado por
los indios llega hasta regiones serranas; produce una materia colorante que se forma en
torno de las semillas. En Antillas y en todo el Norte de este continente se emplea como
azafrán en muchas comidas. Cada mañana, después del primer baño y antes de secarse
al fuego, todo varón karaivé se hacía frotar el cuerpo con un ungüento hecho de aquella
materia, empastada con un aceite generalmente de palma. Como resultado todo el cuer-
po, inclusive el rostro, presentaba un tinte colorado pálido especial, bastante lustroso, ex-
traño pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues toda mancha de la piel o cicatriz
quedaba borrada y el cutis muy finamente satinado, a la vez que más blando y fuerte. Esa
operación les proporcionaba una defensa contra los malos efectos de la lluvia, contra los
ardores del sol y el frío en ciertas noches y por último, les preservaba de la picadura de
insectos. La urucuización debía oponerse también a una transpiración excesiva que pu-
diese ser causa de debilidad y, al renovarse cada día, mediante un enérgico lavado, debía
llevar toda impureza de la piel. Tan repetida fricción aceitosa debía detener también el
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JULIO CORREA
296
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
arsenal terapéutico formado por innumerables plantas de la selva, cuyas virtudes conocían.
Según Moisés S. Bertoni, el vocablo payé ha dado lugar a cierta confusión. Su acep-
ción no es idéntica en todos los países ni parece que lo fuera tampoco antiguamente. No
puede ser tomado como sinónimo de “hechicero”, porque ningún pueblo guaraní fue fe-
tichista ni usó fetiches. El payé siempre es médico, pero no lo es esencialmente; y em-
plea sobre todo la sugestión y el magnetismo (que no es “curar con palabras” como
algunos creen, y que es una costumbre supersticiosa de origen europeo): “El tuvichava,
llamado erróneamente “cacique”, también suele ser médico; el kurupaih-voñanga tam-
bién, pero más bien espiritista o evocador de espíritus”6.
Con respecto de las enfermedades, ciertos abscesos merecen nuestra atención. Uno
especialmente, el divieso o Miã, tiene a veces carácter epidémico y ataca a todos, mien-
tras los nacidos comunes persiguen más a los de raza blanca y no aclimatados. Nadie ha
visto un caso de escrófula, que yo sepa, entre los indios de raza guaraní, que viven sin
contacto con los cristianos (tekokatu).
Es notable lo poco que los escritores antiguos se ocuparon de la mayor parte de las
enfermedades parasitarias. La leishmaniasis era mal interpretada, llamándosela con el
nombre de la sífilis en España, esto es, bubas, y como algunas naciones guaraníes la lla-
masen “piã”, nombre que otros daban a una enfermedad que fue confundida con la sífi-
lis, la confusión fue general.
Conocían perfectamente el paludismo, con sus manifestaciones generales y la perio-
dicidad de las crisis, conforme la variedad de parásitos.
En relación con la lepra, Bertoni habla detalladamente del tratamiento empírico, pe-
ro no describe las clásicas lesiones de estos enfermos. Los guaraníes combatían esta
afección, traída por los europeos a América, con el método de la sudación a chorro.
El procedimiento paraguayo para curar la lepra parece ser idéntico a lo que Roche-
fort vio en las Antillas. Es necesario construir un horno de tal capacidad que la per-
sona pueda caber en él cómodamente sentada. El horno se hace de barro ordinario.
Enseguida de construirlo y cuando el barro está mojado (no se debe dejar secar), se
le pone fuego liviano, no para quemarlo sino para calentarlo; esto puede hacerse con
hojarasca o paja. Apagado oportunamente el fuego y tanteado el calor interno, para
ver si el paciente podrá soportarlo, se encierra a éste completamente en el horno y
se tapa con barro amasado dejando dos agujeros o una abertura, para mirar y res-
pirar. La enorme tensión del vapor, determinada por la saturación de humedad y al-
ta temperatura, no demora en producir una transpiración tan abundante que otra
igual no puede haber. El sudor corre todo el cuerpo y luego por el fondo del horno.
Creo que la operación poco debe pasar de media a una hora lo más. Entonces se abre
y el enfermo sale. Éste es un momento crítico y peligroso. Inmediatamente los enfer-
meros deben cubrir al enfermo con ponchos y mantas de lana y al mismo tiempo en-
jugar todo el cuerpo. Es indispensable obrar rápido y que el sudor sea secado sin que
el cuerpo se enfríe ni reciba corriente de aire, por poco que sea. Se seca refregando
enérgicamente con tejidos de algodón. Hecho esto, se envuelve completamente al pa-
ciente, si es posible con ropa de lana, se le cubre bien y se acuesta en un cuarto ce-
rrado, en el que debe pasar el resto del día. Al día siguiente puede levantarse pero
no salir, si el tiempo no es caluroso y hay algún viento. Es indispensable que la vuel-
ta a la temperatura normal y por fin a la vida libre, sea lenta y gradual. Que resulte
eficaz y definitivo, es lo que actualmente no se puede afirmar. Agrego que es general
la idea de que la lepra es una alteración de la sangre6.
297
JULIO CORREA
Historia de la Dermatología en el Perú, de los Drs. Luis y Elbio Flores Cevallos, se rea-
firma el origen americano de la sífilis, con documentaciones testimoniales de huacos pre-
colombinos. Bertoni, en cambio, asegura la ausencia de la enfermedad antes de la
llegada de los españoles, destacando lo contradictorio y extraño de que se diese por ame-
ricana una enfermedad que no tenían los pueblos americanos y cuya propagación se rea-
lizó en Europa con enorme rapidez, mientras que en América no se desarrolló en miles
de años. Subraya también el hecho de que los indígenas americanos no tuvieran un nom-
bre para designar esta enfermedad y que hasta la fecha no lo tienen los indígenas de las
tribus que permanecieron sin contacto carnal con los europeos.
Todos los autores citados por Bertoni (Juan de Léry, Thevet, Guillermo Piso) destacan
la enfermedad denominada piã o pian, que se caracteriza por presentar bubones gene-
ralizados, que a veces se ven incluso en niños. Como remedio, según indica Rochefort, se
utiliza la corteza amarga del árbol Chipihú, con el nácar raspado de un nambí (concha),
el jugo de ciertos ihsipós rastreros o yhvihmbi; y externamente, ciertos ungüentos y lini-
mentos, que tienen un poder notable para la limpieza de las pústulas que se presentan
generalmente sobre el cuerpo de los tienen el pian. Y agrega:
Componen estos remedios mediante la ceniza de juncos o pirí quemados, con la cual
mezclan el agua que segrega y que recogen de las hojas del caulinares del babirier;
emplean también con el mismo fin el jugo del fruto del genipa y aplican sobre los bo-
tones la pulpa machacada de este fruto, que tiene el poder de atraer todo el pus de
las llagas y cerrar los labios de las úlceras6.
Los guaraníes conocían diversos procedimientos para aplicar a las afecciones varias
que se producían en la piel. La succión, que en guaraní es suvá, era muy conocida:
Por lo demás los guaraníes conocieron desde muy antiguo la ventosa verdadera. La
ventosa guaraní no era de vidrio, sustancia ignorada en América, sino que se hacía
cortando convenientemente una calabaza o porongo (Lagenaria vulgaris) de mane-
ra de formar un embudo o cornete, que se aplicaba como nuestras ventosas, pero ex-
trayendo el aire por aspiración por la parte angosta debidamente agujereada. Un
buen suvandára (así llaman al operador) produce rubefacciones y levantamientos
que no pueden dejar de tener su efecto sobre ciertas dolencias6.
El calor del fuego y los rayos solares son aprovechados por el médico o payé. Según
Bertoni, que cita a Couto de Magalhaes:
Es importante destacar que, por el celo que ponían en el aseo y por su disciplina en
la alimentación, los indígenas presentaban muy pocas dermatosis. Guillermo Piso, cita-
do por Bertoni, indica sólo dos: el empeine y el sarpullido. Para el empeine (en guaraní
uñé, denominación que persiste hasta nuestros días y es utilizada por nuestros compa-
triotas de los hospitales públicos para designar a la dermatofitosis), se utiliza una hier-
ba de aspecto gramináceo y modesto, llamada yupikaih; se usa machacada. También se
emplea la vaina de una leguminosa, el Phaseolus caracalla, y en casos muy rebeldes la
cáscara de sevipira, árbol brasileño de acción muy intensa.
La sudamina o sarpullido se puede detener por el decocto de raíces de Yuripe
298
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
(Iuripeva) con limones. Una de las especies de es muy parecida al Solanum robustum
(Yaguarete-pó), con notable efecto sobre llagas y úlceras en general.
Bajo los rótulos de úlceras y bubas se encuentran menciones entre antiguos autores
sobre la leishmaniasis. Para la curación de las úlceras se usaban los ka’ã-tai, Polygonum
acre y especies afines y la leche del guapoih (Picus).
Una de las molestias más generales en ambas Américas es seguramente la ura (Der-
matobia hominis) o mejor dicho, la larva de esta mosca, distinguida del animal adulto
con el nombre de Mberuasó, siendo ambos nombres guaraníes. Para preservar de la ura
no son siempre eficaces los insectífugos; sin embargo, conociendo las condiciones at-
mosféricas y la hora peligrosa y aromatizándose con ciertas plantas los indios general-
mente la evitan, mediante el uso del aceite de Chupad y el decocto del Paraih y en el
NE, a través de bálsamos diversos y el cocimiento del Tarokih, una Cassia de notables
propiedades. En el caso frecuente de ser atacados, nunca practican corte alguno; cuan-
do es pequeña, la extraen previa narcotización con tabaco o la asfixian mediante cás-
cara contusa de Ihvaika (Ocotea), u otra sustancia de análogo efecto, sacando luego la
larva por presión.
Se mencionan insectífugos como el Paraih (Picrasma palo-amargo), el Paraihva del
NE (Simaruba versicolor) y los del Norte (Simaruba, Simaba, Quassia). Otro insectífugo
poderoso es el Gwembé, designándose con este nombre dos o tres especies muy afines de
grandes Philodendron, llamados también Embe, Aimbe, Guembepi (Ph. bipinnatifidum,
Ph. lundii, Ph. lubium y tal vez otra), los mejores medios de defensa contra piques o ni-
guas (Tunga penetrans).
Para el ofidismo, los remedios usados por los guaraníes corresponden a cuatro cate-
gorías diferentes, aunque algunos podían pertenecer a dos o tres categorías a la vez. La
primera propendía a la eliminación del veneno, la segunda a su neutralización, la terce-
ra a sostener la vitalidad y la cuarta a prevenir los accidentes secundarios y la infección
general. Se citan: la aplicación de barro a las mordeduras ponzoñosas, las ventosas es-
carificadas, la cauterización, pero no el escaldamiento. El más generalizado era el pro-
cedimiento sudorífico. La neutralización se intentaba de muchas maneras, como por
medio del Yahape (Kullinga adorata), la ciperácea que en Paraguay lleva el calificativo
de Kaapi-Kati-payé; tal vez la acción era más carminativa. Neutralizantes más efectivos
eran el tabaco, en aplicación de hoja calentada a sudar; el Caapiã (Dorstenia) en aplica-
ción externa el jugo o interna, la infusión a frío de la raíz contusa; los cataplasmas con
mandioca (la raíz cruda y rallada).
Es necesario mencionar también la saliva de persona en ayunas aplicada a la herida,
manteniéndola húmeda. Como desinfectante se usaba la esencia del incienso (Myrocar-
pus frondosus); la piel del fruto del Guavira (Campomanesia guavira y especies afines);
entre los mejores, está el Ihsihpo Kati o Milhombres (Aristolochia brasiliensis, Ar. Trian-
gularis), que sostiene las fuerzas, combatiendo la paralización. El Yahape verdadero (Ky-
llinga), fuerte carminativo, está en el mismo caso.
Los guaraníes tenían conocimiento de la inmunización por inoculación previa. Se ha-
cían morder por especies de menor ponzoña, como la culebra ñakanina, con el fin de que
las eventuales mordeduras de víboras más peligrosas no les resultasen mortales6.
Los guaraníes, que vivían integrados a la naturaleza y que iban a la guerra en circuns-
tancias específicas, sufrían todo tipo de lesiones de piel. El vendaje se hacía con tejidos de
algodón. El lavado de heridas nuevas era practicado en pocos casos y, según el país o pá-
ramo, con agua hervida. A veces se hacía con ciertos aceites como el de karaiva, destila-
do por un árbol del Nordeste, que a la vez sirve contra los tumores en general.
La medicación más empleada era la esencia del myrocarpus, es decir, la resina de
299
JULIO CORREA
incienso, obtenida por cocimiento o infusión en agua caliente o fría del Myrocarpus fron-
dosus o las especies afines llamadas Kavureih o Kavureihva. Entre las más usadas estaba
también el Mboichini-Ka’a, llamado por muchos “yerba santa” (Baccharis vulneraria
Backer) cuyas hojas verdes se aplican sobre las heridas.
Conocían lo necesario para la aplicación de la medicación tópica conforme las lesio-
nes se presentaban en diferentes regiones anatómicas. Para la cabeza, en caso de con-
tusión o corte, destinaban como remedio insuperable el aceite de Chupad. Se colocaba al
herido en hamaca de manera que la cabeza permaneciera mucho más alta que el cuer-
po. Para los ojos, el jugo de Kupaihra, por decocto, mezclándolo con albúmina de la cla-
ra de los huevos de las aves. Para las lesiones de pies, el chupad agregado al bálsamo o
resina de incienso. Las resinas óleo-esenciales de varias especies de Icica, Myrocarpus,
Myroxylon, Protium y otras especies parecidas substituían al incienso y al chupad don-
de estos árboles escaseaban. Apelaban a estas oleorresinas para que las heridas no de-
jasen cicatrices. El procedimiento se empleaba también para eliminar rastros de las
escarificaciones.
Otras plantas conseguían borrar las cicatrices. Al hablar del Kurupaih del NE un ob-
servador expresa: “Los indios se sirven de la leche de este árbol para curar las heridas
frescas y viejas… y dicen que las heridas a las que se aplica esta leche no dejan ningu-
na señal de cicatriz”.
Para las heridas contusas con formación de hematomas, aparte del aceite de Kupaih
usaban un cocimiento de la raíz de la Boehmeria caudata, urticácea muy común.
Para las heridas gangrenosas era muy usado el tabaco, aunque más poderosas eran
las aristoloquias ya citadas. El Ka’átai (Poligonum acre) era usado por los indios del Nor-
te. También se usaban para las ulceraciones, además de la medicación específica como
los akapu, grupo de especies de Andira, el Avaramo, la Mimosa unguiscati, según Mello
Moraes, el Sihpakarihó (Davilla rugosa y D. brasilian), la manipuera, masa de mandio-
ca rallada con su jugo, los Guapoih (Picus), el Penaihva, especie de manzanillo de las An-
tillas y Amazonas (Hippomane) y muchas otras plantas. Los indígenas curaban la
ulceración cancerosa por medio de la savia del árbol penaihva. Después de secarla, la
rodean con una pasta hecha de uruku con barro, para que no se derrame la leche verti-
da en la úlcera. Los tejidos mortificados se ennegrecen, se separan de la parte sana, y a
la herida limpia ya, se le cura con aceite del Kupaih y plantas emolientes.
Conocían los métodos de asepsia y desinfección. Mello Moraes habla de una planta
aromática llamada Tarerokih, con la cual los indios se perfumaban cuando caían enfer-
mos porque creían que poseía propiedades antipútridas. Para el mismo fin se empleaban
las flores del Guavira (Campomanesia) y cocimientos de hojas de Taperihua (Cassia), de
la cáscara de Kavureih (Myrocarpus), del derma del Ihsihpo-Kati-paye (Aristolochia).
Por último debemos destacar que los guaraníes pintaban su cuerpo por razones va-
rias: identificación tribal, ornamentación, carácter guerrero, religión, significación má-
gica, recordación mítica, iniciación, ceremonial, festiva, danzas o juegos, protección o
atracción, ahuyentar espíritus malos, infundir miedo, al llegar la pubertad (rojo o azul),
durante la menstruación (negro o azul), en moribundos, durante el luto (aunque no siem-
pre), en el casamiento. La viuda, al terminar el luto (período de abstinencia sexual), se
pintaba el rostro de rojo.
Los tatuajes, aunque entre los guaraníes no eran frecuentes, se realizaban con las
mismas pinturas, utilizando materiales como espinas de tunas o huesos puntiagudos. El
tatuaje era practicado en forma progresiva; se iniciaba generalmente en edad joven, se
intensificaba en la pubertad y en la edad adulta se aplicaban los tatuajes definitivos.
En cuanto a los adornos, algunos eran usados toda la vida y otros según las ocasio-
nes de carácter religioso, conforme las etnias, sexo y edad, entre otros factores. Actual-
mente entre los Mby’á, Pañ y Chiripá, los varones hasta el día de su matrimonio gustan
de colocar detrás de las orejas flores de lindos colores chillones o la fuertemente
300
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
perfumada hoja de caraguatá moroti. Los Mby’a llevan en el labio inferior el tembetá,
que en otros tiempos debe haber consistido en una piedra y hoy casi siempre es un bas-
toncillo de Tacuarembó, huesos de tibia de aves del tamaño de una gallina, con o sin in-
crustaciones. También la resina del Hyary, Mbary o Tembetary se usa para confeccionar
estos objetos. La técnica para la confección consiste en colocar una cañita fina de bam-
bú contra el tronco herido de uno de esos árboles a fin de recibir la goteante resina lí-
quida. Después de unos días, el cañito está lleno y la resina se endureció, de modo que
puede ser liberado de la forma que lo envuelve.
Los adornos para las orejas sólo eran usados por las mujeres7.
■ Aspectos
IV. Aspectos históricos históricos
de la medicina de la Relación
en el Paraguay. medicinacon laen el Paraguay.
Dermatología
Relación con la Dermatología
Con los conquistadores llegan al Paraguay los primeros galenos europeos. Esto acon-
teció en el siglo XVI. En las capitulaciones que los Adelantados fijaban con el Rey so-
lía haber una cláusula por la que se obligaban a traer consigo médicos y cirujanos,
boticarios y medicinas, con las que se atendería gratuitamente a los enfermos duran-
te la travesía o en tierras conquistadas. En un comienzo fueron los cirujanos. Y no
los titulados, sino simples barberos que lo mismo sabían sangrar que afeitar, sacar
muelas que poner ventosas. Más tarde, ya en las postrimerías del siglo XVI, princi-
piaron a ejercer médicos cirujanos graduados, pero éstos fueron los menos. El Río de
la Plata, que a despecho de su nombre no tenía plata ni cosa parecida, ofrecía poco
atractivo a los doctores de Medicina y Cirugía. Lo que hoy denominamos disentería,
viruela, paludismo y avitaminosis, que fueron probablemente las afecciones médicas
más comunes de la época, se trataban sobre todo con purgantes, sangrías y vento-
sas. Su labor habitual consistía en entablillar huesos fracturados, reducir dislocacio-
nes, drenar abscesos, cauterizar heridas y amputar miembros gangrenosos. Sus
remedios predilectos eran la purga y la sangría, verdaderas panaceas universales.
También recurrían en ocasiones al polvo de unicornio, al milagroso bezoar o a los mil
y un brebajes en los que nunca faltaba el vino y el aceite, puestos en boga en la me-
dicina del Renacimiento. […] Junto a estos artesanos, vinieron también a las Améri-
cas muchas enfermedades. El Paraguay sufrió en los siglos XVI, XVII y XVIII
devastadoras epidemias de viruela, sarampión y otras infecciones importadas que
arrasaron pueblos enteros. Los indígenas, menos inmunizados que los europeos,
perecían a millares. Tras el empuje creador de la conquista, cayó el Paraguay en un
301
JULIO CORREA
Coinciden González Torres y Guillermo Vidal en situar en el año 1541 la creación del
Hospital de Españoles y Naturales, ya que en esa fecha se constituyó Asunción en ciu-
dad. Una Cédula Real mandaba a los Virreyes, Audiencia y Gobernadores que fundasen
hospitales en los pueblos de españoles e indios. En la época de la Colonia se construye-
ron dos hospitales en Asunción. El primero, el Hospital San Bartolomé, fue erigido hacia
1603 por el franciscano obispo Fray Martín Ignacio de Loyola. El segundo fue fundado y
organizado por el médico paraguayo Dr. José Dávalos y Peralta, que había estudiado me-
dicina en la Universidad de San Marcos, de Lima. Hacia 1695 funda el hospital donde
trabaja hasta su muerte en 17319.
Hacia el año 1760, se construyó otro hospital en los terrenos que más tarde llamaron
Potrero, a orillas del arroyo Jardín, por decisión de la Corte, que se opuso tenazmente a
las pretensiones del cabildo y del obispo en el sentido de invertir las rentas del Hospital
en la creación de una Universidad o Convictorio dirigido por los Jesuitas8.
Los últimos años de la Colonia fueron, en cambio, muy provechosos para la sanidad
nacional. La prosperidad económica atrajo a varios médicos europeos; otros llegaron con
las partidas demarcadoras de los límites hispanolusitanos. Cirujanos con título universi-
tario, introdujeron en el Paraguay las modernas ideas sobre la anatomía, patología y diag-
nóstico clínico; individualizaron el tétanos infantil, los exantemas agudos, las calenturas
intermitentes, la sífilis, la tuberculosis pulmonar, la conjuntivitis epidémica, las disente-
rías y el tabardillo. Fueron también los primeros en usar el fórceps y hacer atrevidas in-
tervenciones quirúrgicas. En estos años se regulariza el ejercicio de la medicina.
El Congreso de 1844 dispuso la contratación de profesores extranjeros y el envío de
jóvenes paraguayos al exterior para estudiar medicina, cirugía y obstetricia. Estos mé-
dicos contratados por el Estado, ingleses en su mayoría, constituyeron la sanidad militar
y en 1858 formaron una Escuela de Cirugía que funcionaba en el Hospital Potrero. La
guerra de 1865-1870 dio al traste con esta primera escuela médica oficial; todos sus in-
tegrantes pasaron a cuadros del ejército8.
A partir de 1870 la medicina se vivifica con el aporte de numerosos médicos europeos
que vienen al heroico Paraguay más en busca de aventuras que de fortuna. El Estado,
carente de recursos, no puede realizar obras sociales, y se limita a bosquejar una nueva
organización sanitaria. El Consejo de Medicina e Higiene Pública, el Conservatorio de Va-
cunas, el Hospital de Caridad y otras instituciones afines son fundadas en este tiempo con
mayor caudal de propósitos loables que de medios económicos de subsistencia.
El año 1890 marca una nueva etapa, con dos hechos trascendentales: la aparición de
los primeros médicos paraguayos y la fundación de la Universidad Nacional de Asunción.
Los primeros médicos paraguayos se graduaron en Buenos Aires y Montevideo; de retor-
no a la patria, gracias al apoyo prestado por varios profesores españoles, hicieron posi-
ble la apertura de una Facultad de Medicina. Esta primera Facultad tuvo una existencia
efímera pues se disolvió a mediados de 1891, por falta de alumnos; se reactivó en 1898
para dar años después la primera promoción de facultativos nacionales.
Y así entramos en el siglo XX, en el que la Medicina progresa rápidamente hasta lo-
grar la posición actual. El Hospital de Caridad, inaugurado en 1894, se nacionaliza en
1925 y en 1927 pasa a ser dependencia de la Facultad de Ciencias Médicas. Ésta, clau-
surada en 1912 y abierta por tercera vez en 1918, se reorganiza y perfecciona con la co-
laboración de ilustres profesores contratados en Europa. Puede fijarse en 1927 el punto
302
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
Vamos a referirnos aquí a los acontecimientos que cimentaron las primeras estruc-
turas de organización y funcionamiento de la Sociedad Paraguaya de Dermatología (fi-
gura 2).
Cabe mencionar, para regresar al fondo de las edades, como quien dice, a los médi-
cos de aquella gallarda juventud que se dispusieron fundar la Sociedad de Dermatología,
Sifilología y Leprología del Paraguay, como se denominó al principio. En este apartado
reproducimos el Acta fundacional de la Sociedad (figura 3) y recordamos la nómina de Figura 2. Logotipo de
la Sociedad Paraguaya
los que suscribieron el documento, haciendo la salvedad de que puede haber omisiones
de Dermatología
involuntarias por falta de documentos. Sus socios fundadores fueron los Drs. Amelia
Aguirre, Roque Ávila, Atilio Báez Giangreco, Francisco Benza, Guillermo Brañas, Virgi-
lio Caballero Garay, Arquímedes Canese, José Esculies, Manuel Jiménez, Tomás Gonzá-
lez, Miguel González Oddone, Domingo Masi, Desiderio Meza, Francisco Millares, Alberto
Miquel, Domingo Pessolani, Federico Ríos, Eduardo Rodríguez, Juan Servín, Ricardo
Ugarriza, David Zaidestein. Corría el año 1946.
El 10 de noviembre de 1947, en asamblea, se consagra definitivamente el Estatuto que
rige hoy día la Sociedad Paraguaya de Dermatología, reemplazando la denominación an-
terior y determinando los objetivos, obligaciones societarias, rangos de membresía, asam-
bleas y comisiones directivas, entre otros, y definiendo los lineamientos definitivos que
Figura 3. Acta
dan vigencia y dinámica a la institución que nuclea a los dermatólogos del Paraguay10.
fundacional de la
Durante la jefatura de la Prof. Dra. Hermelinda Palacios de Bordón (1986) se re-fun- Sociedad de
dó la Sociedad Paraguaya de Dermatología. Dermatología,
Hay que destacar que en forma modesta pero sostenida y firme, con el aporte de va- Sifilología y
rios médicos jóvenes que fueron a especializarse en prestigiosas escuelas tanto en Amé- Leprología del
rica como en el Viejo Mundo, se ha conseguido ubicar a la Sociedad Paraguaya de Paraguay
Dermatología como parte integrante de famosas sociedades como RADLA, CILAD, ATD,
entre otras, contribuyendo con aportes científicos como trabajos de investigación, casos
clínicos relevantes, integrando comisiones auxiliares y también organizando congresos
de la especialidad.
Remitiéndonos a los documentos que hemos revisado, muy poco hemos encontrado
referente a las comisiones directivas anteriores a 1986; es muy probable que se hayan
extraviado por carecer de una secretaría permanente, situación que fue subsanada en el
año 1998 bajo la presidencia de la Dra. Gloria Galeano de Valdovinos.
A pesar de estas carencias, es posible afirmar que a partir de 1986 se sucedieron di-
námicas y laboriosas autoridades que dieron solidez definitiva a las actividades científi-
cas, contando con la participación de los ya numerosos socios de la Sociedad. Se
elaboraron calendarios de encuentros mensuales como ser cursos, conferencias, presen-
tación de casos, mesas redondas, presentación de trabajos para la incorporación de so-
cios y jornadas con invitados extranjeros de relevancia –grandes maestros como los Drs.
Adrián M. Pierini, León Jaimovich, Rita García Díaz, Alejandro Cordero, Alberto Woscoff,
Jorge Abulafia, José A. Mássimo, Evandro Rivitti, Joel Bomfard, Walter Balda, Hugo Ca-
brera, Sebastiao Sampaio, María A. Vitale, Galo Montenegro, Raúl Vignale, Mario Marini.
Luego de extenuantes horas de trabajo por las reuniones cotidianas, con total dedi-
cación y empeño, se llegó a la realización del I Congreso Paraguayo de Dermatología, los
días 13 al 16 de octubre de 1995, con la presencia de ilustres exponentes de la Derma-
tología Latinoamericana como Ramón Ruiz Maldonado y Roberto Arenas (México), Jorge
303
JULIO CORREA
Abulafia, Alberto Woscoff, Hugo Cabrera, Margarita Larralde, David Grinspan, Manuel
Jiménez y José A. Mássimo (Argentina), Juan Honeyman (Chile), Clarisse Zaits y Silvio
Alencar (Brasil). Los temas oficiales fueron Terapéutica en Dermatología y Cáncer y Pre
cáncer de piel. Concurrieron 413 personas entre colegas nacionales y extranjeros,
dermatólogos en su mayoría, como era de esperarse, que asistieron a cursos pre congre-
so, conferencias magistrales, simposios, temas libres, mini casos y una sesión de Histo-
patología, entre otros temas que incluyeron todo el espectro de las afecciones
dermatológicas.
A finales del año 1996, estando como Delegada RADLA por Paraguay la Dra. Oilda
Knopfelmacher, se ofreció al Paraguay ser la sede para la realización del próximo Con-
greso RADLA –el primero en nuestro país–, el cual se llevó a cabo en 1998.
El II Congreso Paraguayo de Dermatología y II Jornadas Paraguayas-Paranaenses de
Dermatología se realizó del 26 al 28 de agosto de 2000, con más aplomo y contundencia
por la experiencia adquirida en el primer evento: El tema oficial fue “Terapéutica Der-
matológica. Qué hay de nuevo”, acompañado de cursos, simposios y conferencias, con la
presencia de ilustres invitados como Amy Nopper (USA), Roberto Arenas y Yolanda Or-
tiz (México), Fausto Forim Alonso, Julio C. Empinotti, Sebastiao Sampaio (Brasil), Manuel
Giménez, León Jaimovich, Héctor Lanfranchi y Mario Marini (Argentina).
El III Congreso Paraguayo de Dermatología se llevó a cabo los días 20 al 22 de sep-
tiembre de 2002, con la misma predisposición y entusiasmo que los anteriores, retoman-
do los temarios ya mencionados con el agregado de algunas novedades y con la ilustre
presencia de invitados como Guadalupe Chávez, Roberto Arenas, Roberto Estrada y Jo-
sefina Carbajosa (México), Héctor Cáceres (Perú), Manuel Zamora, Martín Sangüeza y
Juan C. Diez de Medina (Bolivia), Margarita Larralde (Argentina), Antonio Rondón (Ve-
nezuela), Raúl Cabrera (Chile), Marcello Menta (Brasil).
El 25 y 26 de julio de 2003 se concretaron las I Jornadas de ATD en Paraguay, con la
inestimable colaboración de Miguel Allevato, Juan C. Diez de Medina, Jaime Piquero,
Martín Sangüeza, Néstor Macedo, impulsadas por la Sociedad Paraguaya de Dermatolo-
gía con el apoyo de otras instituciones, y a las que asistieron una buena cantidad de co-
legas dermatólogos e interesados en general sobre estos aspectos de la especialidad, a
través de conferencias, sesiones interactivas y reuniones.
El IV Congreso Paraguayo de Dermatología y I Curso CILAD para médicos generales,
clínicos y pediatras se desarrolló del 24 al 26 de septiembre de 2004, con los auspicios
de la Sociedad Paraguaya de Pediatría, el Servicio de Dermatología del Hospital Nacio-
nal, el Departamento de Lepra del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, la Cá-
tedra de Dermatología-Facultad de Ciencias Médicas-Universidad Nacional de Itapúa, el
Servicio de Dermatología-Hospital Central del Instituto de Previsión Social y del Depar-
tamento de Medicina Interna-Hospital Central del Instituto de Previsión Social. Se contó
con la presencia como invitados extranjeros Carlos F. Gatti y Adrián M. Pierini (Argenti-
na), Juan C. Diez de Medina y Martín Sangüeza (Bolivia), Roberto Arenas (México), Ri-
cardo Pérez Alfonso, Elda Giansante (Venezuela); el temario incluyó, como en los eventos
anteriores, todo el espectro de las afecciones dermatológicas en general.
Todos los eventos tuvieron lugar en la capital de la República, Asunción. Nobleza obli-
ga a mencionar la participación de eminentes profesionales paraguayos, como profeso-
res, instructores de la docencia, colegas pertenecientes a la Facultad de Ciencias Médicas
de la Universidad Nacional y a conocidos hospitales públicos del Paraguay, así como es-
pecialistas de otras disciplinas como hematólogos, infectólogos, internistas, pediatras y
otras especialidades de las Ciencias Médicas, sin cuya participación desinteresada hubie-
ra sido imposible la realización de los eventos.
Sin citar nombres, por temor a olvidos injustificados, va nuestra sincera gratitud a to-
dos ellos. Como conclusión, podemos afirmar que las actividades realizadas por los der-
matólogos del Paraguay, en su nueva faceta de afianzamiento y proyección definitiva en
304
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
el fascinante mundo de las ciencias, tienen como destino final la aplicación de los cono-
cimientos a los enfermos que solicitan la sincera ayuda para el alivio de las patologías a
nivel del tegumento, y por ello acuden a la consulta en el templo del trabajo, el consul-
torio del dermatólogo. ■
Septiembre, 2005
INTRODUCCIÓN ■ Introducción
Luis Flores-Cevallos
E l Perú es un país privilegiado, dotado de una gran riqueza natural –flora y fauna–,
que influye enormemente en la patología humana y por ende en la dermatológica. Posee
además un pasado histórico cultural milenario.
Considero necesario exponer aquí algunas informaciones útiles para conocer el am-
biente en que se desarrollan los acontecimientos históricos, así como la patología derma-
tológica tropical.
El Perú se encuentra ubicado en la zona subtropical de la América del Sur, atravesado
por la cordillera de los Andes de Norte a Sur y bordeado por el Océano Pacífico con la co-
rriente marítima fría de Humboldt que se moviliza de Sur a Norte, condiciones que hacen
del país un emporio de riquezas naturales con variadas manifestaciones en su biología.
La Costa. Corresponde a la parte occidental, de clima desértico bastante estable, cu-
bierta frecuentemente por neblina espesa y esporádicas lluvias. Abarca desde el litoral
hasta los 500 m de altura, con una longitud de 2.070 km que no es propicia para la exis-
tencia de vectores transmisores de enfermedades dermatológicas tropicales.
La Sierra. Es la parte central, constituida por los valles interandinos, con una altitud
entre 500 y 4.000 m sobre el nivel del mar. Tiene una anchura de 150 km al norte y de
300 km al sur. Su clima es variado y sus temperaturas extremas oscilan entre 5 y 26 °C.
Desde los 4.500 m de altura aparecen las nieves perpetuas. En los valles se presentan
diferentes climas en una misma estación del año, a corta distancia, con variantes de flo-
ra, fauna y patología. Entre los 1.200 y 2.800 m de altitud se halla el ecosistema propi-
cio para el hábitat de vectores transmisores de leishmaniasis cutánea benigna, llamada
uta, y verruga peruana (Bartonelosis).
La Selva. Es la parte oriental con una altitud por debajo de 1.000 m sobre el nivel
del mar, es la región más extensa. Se halla surcada por numerosos ríos y posee una
frondosa vegetación tropical y abundantes precipitaciones pluviales, que influyen en su
clima húmedo y sumamente caluroso, propicio para el hábitat de vectores transmisores
de enfermedades dermatológicas tropicales como la leishmaniasis muco-cutánea, lla-
mada espundia.
307
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
■ Primera parte
Primera parte
Elbio Flores-Cevallos
308
Historia de la Dermatología en el Perú
culturas de la costa Norte alrededor del año 1800 a.C. y en la sierra Norte hacia el 1000
a.C.1. Las culturas preincaicas a través de sus ceramios antropomorfos, huaco retrato,
que son verdaderos ideogramas, nos muestran gráficamente con una iconografía muy fi-
na y real no solamente las manifestaciones externas de la diferente patología dermato-
lógica, sino también la iconografía de otras especialidades médicas como la obstetricia,
traumatología, cirugía, oncología y teratología; y nos dan a conocer también representa-
ciones sobre la actividad sexual así como sus conocimientos de arquitectura, música, sus
creencias mágico religiosas, sus sentimientos de alegría, dolor y preocupaciones.
309
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Figura 1. Ceramio
de la cultura
Mochica del Museo
Víctor Larco Herrera
de Lima: se muestra
a un paciente con
las nalgas
expuestas, con la
piel llena de
lesiones de
condilomas planos
de sífilis
Figura 2. Ceramio
de la cultura Chimú
del mismo museo:
se muestra a un
paciente del sexo
masculino
mostrando
numerosos Los Hacarícuc o Cuyricuc eran los adivinos que miraban los cuyes y abriéndoles con
papilomas en la piel una uña, obtenían según el estado de las vísceras el diagnóstico de la enfermedad. Los
del pene y Calparicuqui, que veían el futuro y la ventura examinando el cadáver de las llamas y so-
abdomen,
plando los bofes, hacían sus diagnósticos. Muchos otros adivinos utilizaban las hojas de
característicos de
coca: “Las toman enteras, las extienden en el suelo sobre una manta, musitan algunas
sífilis secundaria
palabras, echan el aliento sobre las hojas y las arrojan al aire. Observan cómo ellas caen
sobre la manta y según esto será el diagnóstico y pronóstico”; este rito todavía se hace
actualmente en algunos pueblos de la serranía del Perú3.
Existían numerosos oráculos en los lugares donde tenían ídolos o totems. El más fa-
Figura 3. Ceramio moso fue el de Pachacámac cerca de Lima. Acudían a estos oráculos para pedir ayuda
de la cultura Chimú en la curación de sus enfermedades, rogar por la salud del Inca, etc., como los antiguos
de la colección del griegos lo hacían en el oráculo de Delfos.
Dr. Hugo Vizcarra. El esplendor de la medicina incaica se produjo en el gobierno del Inca Pachacútec,
Toda la piel del quien dio una legislación muy avanzada. Las enfermedades dermatológicas que se pre-
cuerpo presenta sentaron en el Imperio de los Incas fueron las mismas que se presentaron en los diferen-
una serie de
tes pueblos que los conquistaron.
nodulaciones,
excrecencias
pequeñas y grandes
ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS EN LA ÉPOCA PRECOLOMBINA
mulares
Sífilis
La sífilis fue una de las enfermedades dermatológicas más extendidas en
las diferentes civilizaciones del antiguo Perú. Los ceramios de la cultura Mo-
che-Chimú, en particular, nos muestran gráficamente huacos con evidentes le-
siones sifilíticas (figuras 1 y 2). El arqueólogo peruano Julio C. Tello junto con
Hunter Williams encontraron típicas lesiones de la sífilis en sus estudios de os-
teopatología realizados en 1929. La sífilis en el Incanato alcanzaba no sola-
mente al pueblo, sino también a las clases sociales más altas del Imperio.
George E. Eaton, médico osteólogo norteamericano miembro de la expedi-
ción de Hiram Bingham que descubrió Machupicchu en 1911, encontró en un
cementerio de la zona, en una “ubicación muy espectacular”, la sepultura de
la suprema sacerdotisa o Mamacona, priora del convento de las mujeres vír-
genes escogidas, encargadas de tejer hermosas telas y de hacer la chicha pa-
ra el Inca y la nobleza. En el examen osteopatológico encontró que “por
desgracia sufría de sífilis”. Esta dama había sido enterrada en un hermoso lu-
gar, con gran riqueza material que evidenciaba su importancia2.
310
Historia de la Dermatología en el Perú
De acuerdo con los cronistas, la sífilis fue llevada a Europa por los conquistadores en
el primer viaje de regreso a España. La sífilis apareció por primera vez en Europa, en
Nápoles, en 1494, y por ello fue llamada “la enfermedad de los napolitanos”. Aparece co-
mo una epidemia misteriosa y desconocida, de propagación rápida, para la cual no se
conocía ningún tratamiento, y que producía gran malestar en la población y sus familias.
Su nombre se registra en la literatura por primera vez en 1530; un médico de Verona,
Girolano Fracastore, escribe un poema pastoril y le pone a la temible enfermedad el
nombre del pastor.
Durante mucho tiempo se tuvo la convicción de que la sífilis era originaria de Améri-
ca; sin embargo, estudios recientes de arqueólogos ingleses han encontrado en una aba-
día de religiosos agustinos, en el Puerto de Hull, al Noroeste de Inglaterra, en la cripta
donde se enterraban los sacerdotes, nobles y comerciantes ricos, que las dos terceras
partes de los esqueletos presentaban lesiones típicas de sífilis; estos investigadores hicie-
ron estudios arqueológicos en restos óseos en diferentes cementerios romanos de la
Edad Media, encontrando lesiones de sífilis hereditaria en niños, con los clásicos dientes
en sierra de Hutchinson; concluyeron que la sífilis existía en Europa antes del descubri-
miento de América.
Verruga peruana
Las culturas preincaicas Moche, Chimú, Vicús y Chancay florecieron en la costa nor-
te del Perú entre los siglos I a.C. y XIII d.C., en los actuales departamentos de Piura, Lam-
bayeque, La Libertad y Lima. En sus numerosos ceramios (huacos-retrato) nos han
dejado graficadas las lesiones externas de la piel que producen las enfermedades der-
matológicas, entre ellas la verruga peruana.
El ceramio de la figura 3 muestra indudablemente las lesiones típicas de la piel de la Figura 4. Ceramio
verruga peruana en su fase verrucosa y constituye el verdadero libro sobre esta enfer- mochica
medad que nos han dejado las antiguas culturas peruanas. (leishmaniasis)
Leishmaniasis
Las culturas Moche-Chimú nos han dejado ceramios con pruebas grá-
ficas de que la verruga peruana y la leishmaniasis tegumentaria estuvie-
ron asociadas a mitos legendarios del culto a la papa. Algunos huacos
Mochicas presentan papas de cuyas yemas, simulando vulvas, brotan ros-
tros de verrucosos y utosos. Otros ceramios representan escenas de la
siembra y cosecha de la papa en los cuales la cara humanizada de la pa-
pa presenta mutilaciones de uta y nódulos verrucosos (figura 4).
La leishmaniasis cutánea, variedad uta, es endémica en las quebra-
das de los valles andinos, conjuntamente con la verruga peruana. Pedro
Weiss ha hecho un minucioso estudio de estos ceramios que represen-
tan a la papa con lesiones de uta y verruga y están vinculados con los
órganos sexuales, con lo cual los antiguos peruanos marcaban la corre-
lación que existía entre la uta y la verruga, la fecundidad de las tierras
de los valles andinos y la fertilidad de las mujeres.
Los indígenas utilizaban resinas para curar la leishmaniasis3.
311
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Micosis profundas
La figura 6, ceramio de la cultura Vicús (300-800 d.C.) del Mu-
seo del Banco de Reserva del Perú, muestra un pie edematoso, con
nodulaciones localizadas, mayormente en la parte posterior exter-
na de la piel del pie y talón. Estas lesiones son similares a las que
se observan en la figura 7 (paciente del Hospital Dos de Mayo de
Lima, diagnosticado como Micetoma por el estudio micológico)
(cortesía del Dr. O. Romero).
Figura 6. Ceramio
Vicús (Micetoma) Pinta o cara
Figura 7. Micetoma La pinta o cara, según Lastres, era conocida
de pie por los antiguos peruanos con el nombre de ahoberados de prieto y blanco. En las cró-
Figura 8. Ceramio nicas del Inca Garcilaso de la Vega se menciona que los hechiceros de la antigüedad cria-
Mochica ban sapos a solicitud de los agraviados, alimentándolos con maíz de diferentes colores,
(¿urticaria?)
según la calidad de las manchas que querían producir en la piel de sus enemigos, de los
amantes infieles, etcétera3.
Tuberculosis
Hemos realizado nuestros estudios en pacientes durante los años 1940-1960, en los
Servicios de Dermatología del pabellón 8–II del Hospital Nacional Arzobispo Loayza de
Lima y del Policlínico Obrero del Seguro Social del Callao, encontrando que el 0,01% de
pacientes que concurrían por afecciones de la piel eran portadores de tuberculosis cutá-
nea. Llegamos a las siguientes conclusiones:
1. La tuberculosis cutánea es una enfermedad milenaria en el Perú.
312
Historia de la Dermatología en el Perú
La medicina que los españoles introdujeron en el Nuevo Mundo fue la medicina do-
minada por la Teología Escolástica de la Edad Media y los conceptos filosóficos de Aris-
tóteles, dice Unanue3. Las universidades en el siglo XVI en España estaban sometidas a
la intolerancia religiosa de la Inquisición. Las ideas renacentistas en general, como las
de Vesalio, que revolucionó la Anatomía con la disección de cadáveres, encontraron mu-
cha resistencia.
La conquista del Imperio de los Incas se inició por el año de 1526 con la firma del do-
cumento entre Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque
para conquistar un país fabuloso, allende las costas del Mar del Sur, al que llamaban “Bi-
ru”. En 1531, en su tercer y último viaje hacia el sur, los conquistadores tuvieron que ha-
cer un alto en la apacible bahía de Las Esmeraldas, en Coaque (Ecuador). “Una
desconocida y temible enfermedad llamada Berrugas”, atacó a un gran número de ellos,
produciendo consternación y quebranto. El Inca Garcilaso cuenta que apareció repenti-
namente una enfermedad “extraña, abominable”, que consistía en multitud de verrugas
que aparecían en la piel de todo el cuerpo, muchas de ellas crecían desmesuradamente
y se ponían como “brevas”, y sangraban mucho, afectando el rostro, pues muchas “col-
gaban de la frente, otras de las cejas, otras del pico de la nariz, de las barbas y orejas”.
Fueron muchos los afectados por la epidemia, con verrugas grandes y sangrantes como
“huevos”, y con otros síntomas de intoxicación, delirio y parálisis. Como era una enfer-
medad nueva para los españoles, apunta Gómara, “no sabían qué hacerse”3, 4, 5, 6.
Siete meses duró ese vía crucis de los españoles. Muchos sucumbieron bajo los efec-
tos de esta extraña dolencia, que se iniciaba en forma brusca “pues se acostaban sanos
y amanecían muy enfermos”. Ésta es una de las primeras enfermedades dermatológicas
sistémicas que en su fase eruptiva fue descrita magistralmente por el cronista español
Miguel de Estete, quien afirma que “el pueblo de Coaque es la costa más enferma que
hay debajo del cielo”3.
Los españoles no dieron ninguna importancia a los conocimientos médicos de los In-
cas. Narra Garcilaso de la Vega, en su Historia General del Perú, que el Inca Atahualpa
enfermó estando prisionero; según refiere el Padre Blas Valera ”en prisión estuvo el Inca
desahuciado de la vida, de una gran melancolía que le dio al verse en cadenas y solo, que
no dejaban entrar indio alguno donde él estaba, sino un muchacho sobrino suyo que le
servía. Entonces los españoles lo sacaron de la prisión y llamaron a los indios principales
que había, los cuales trajeron grandes herbolarios que lo curaron, y que para certificar-
se de la calentura le tomaron pulso de la nariz, a la junta de las cejas, que le dieron a be-
ber zumo de yerbas de gran virtud. Llama payco a las unas, y no nombra otra. Dice que
la bebida le provocó gran sudor y un sueño profundo y largo, con que se le quitó la calen-
tura y recordó sin ella; y que le hicieron otro medicamento, y que en pocos días volvió en
sí, y que entonces lo volvieron a prisión”3, 4, 5, 6.
Apenas fundada Lima en 1535, se hizo sentir la necesidad de centros hospitalarios en
donde se atendieran los numerosos enfermos españoles e indios. El 16 de marzo de 1538
se edificó el primer Hospital en la Rinconada de Santo Domingo y nació el Beaterio de
Camilas para las mujeres atacadas del mal del “cancro”. Hacia 1549 se dio comienzo a
la edificación del Hospital de Santa Ana, destinado a la “curación de los miserables in-
dios que morían como bestias en los campos y en las calles”, según dice Córdova y Urrutia;
313
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
fallecían sobre todo por enfermedades. infecciosas. En 1556 se funda el Hospital de San
Andrés para atención de los españoles3.
Por Real Cédula fechada de 1501 se introdujeron en América los esclavos africanos;
los que viajaban de Panamá traían muchas enfermedades, como la viruela, la lepra, sa-
rampión y tabardillo; vivían en medio de la corrupción y enfermedades3.
La lepra infectó el suelo americano y por ello en 1546 se vio la necesidad, a iniciati-
va de Antón Sánchez, de fundar un hospital que se llamó el Hospital de San Lázaro y que
muy pronto fue ocupado por numerosos pacientes; los esclavos africanos eran muy pro-
pensos a la lepra y viruela.
Al poco tiempo de terminada la Conquista se fundaron otros hospitales en Lima y
en diferentes ciudades del Perú como: Cuzco, Trujillo, Huamanga y Arequipa. En la
fundación de estos hospitales la iniciativa provenía de los religiosos y hermandades de
la caridad.
El Real Tribunal del Protomedicato fue creado en el Perú por el Rey Felipe II para el
control de la profesión médica; fue inaugurado en 1570 en época del Virrey Toledo.
Durante el Virreinato se produjeron numerosas epidemias, especialmente las virales.
La musa popular destacaba la presencia de estos huéspedes indeseables:
Eran muy frecuentes las epidemias de viruela, sarampión, verruga, tifus exantemáti-
co y gripe que atacaban preferentemente a la población indígena.
La tuberculosis fue una enfermedad muy difundida durante la Colonia y República.
Santa Rosa de Lima, patrona de Hispanoamérica y Filipinas, murió de tuberculosis el 24
de agosto de 1617 a la temprana edad de 31 años. Simón Bolívar, después de su campa-
ña libertadora del Perú se retiró a la isla de Santa Marta y falleció del mismo mal.
La viruela continuó produciendo constantes epidemias durante toda la colonia y pri-
meros años de la República. Una de las peores, que alarmó a todo el Perú, se produjo en
abril de 1584. Se inició en el Cuzco, como una dolencia que unos denominaban saram-
pión, otros tabardillo o paperas. No era fácil precisar el tipo de enfermedad por “el atra-
so en que yacía la medicina, pero posteriormente los síntomas mostraron que
probablemente se trataba de la viruela”. Esta enfermedad atacaba ”casi exclusivamen-
te a los indios quienes morían por millares y especialmente los jóvenes”7.
Esta epidemia se extendió hasta 1590. En las historias provenientes de las diferentes
provincias del Perú se la consideró similar por sus estragos a la peste en Florencia, des-
crita por Alejandro Manzoni. Los cadáveres permanecían a veces insepultos o bien se
abrían zanjas en las mismas calles para ahorrarse su traslado.
La población peruana disminuyó notablemente de la cifra de 10.000.000 de habitan-
tes que, según se considera, tenía el Imperio de los Incas al momento de la Conquista. El
censo hecho por el Virrey Gil de Taboada y Lemos entre los años 1792-1795 arrojaba una
población de 1.400.000 habitantes en la circunscripción del Virreinato peruano. La cau-
sa de esta tremenda despoblación se explica no solamente por la gran mortandad pro-
ducida por las enfermedades virales traídas por los conquistadores sino también por las
pésimas condiciones en que vivían y trabajaban los indios7.
Durante toda la época de la Colonia y primeros años de la República no existió ningún
intento por representar gráficamente las diferentes enfermedades con lesiones visibles en
la piel, como lo hicieron los antiguos peruanos. Los trabajos médicos fueron muy escasos,
todos eran tamizados por el Tribunal de la Santa Inquisición que se instaló en Lima duran-
te el gobierno del Virrey Toledo en 1570 y duró prácticamente hasta 1821, año de la
314
Historia de la Dermatología en el Perú
independencia del Perú. Los círculos médicos del Virreinato más grande de Sudamérica no
se interesaron mayormente por las enfermedades dermatológicas.
En 1818 el Protomédico Melchor de Amusgo, Clérigo Presbítero, publicó “un discur-
so del sarampión o acerca del sarampión” que fue muy elogiado por los médicos de su
época. En esos tiempos existía, como lo ha probado Lastres, una sólida ligazón entre la
medicina y la religión.
En 1630 el Protomédico Pedro Gago de Vadillo, español, publica lo que sería el primer
libro peruano sobre cirugía, Luz de la Verdadera Cirugía, donde menciona por primera
vez a la verruga. Recordemos que en ese entonces, al igual que en Europa, los cirujanos
eran los que se dedicaban a cuidar los trastornos externos, superficiales o cutáneos.
En 1693 el Protomédico Presbítero Vargas Machuca publica un Discurso sobre el sa-
rampión muy elogiado por Unanue.
En 1694, Francisco Bermejo y Roldán, Catedrático de Prima de Medicina, publicó un
libro sobre el sarampión, enfermedad que se presentaba en forma epidémica y con com-
plicaciones graves; se creía era producido por los aires pestilentes como medio de con-
tagio, y que en él se encontraban alterados los humores y la sangre. Para su tratamiento
Bermejo recomendaba mejorar el aire con romero y para mejorar los humores prescri-
bía sangrías y purgas. Es el estudio más completo sobre el sarampión.
Entre 1732 y 1743 Pedro Peralta publicó un Calendario anual sobre climas y enfer-
medades, donde decía que el otoño sería una fructífera estación más enferma que sana,
con amenazas de viruela y sarampión.
Por recomendación del Protomédico Peruano Hipólito Unanue se inauguró el Real An-
fiteatro Anatómico en el Hospital San Andrés el 21 de noviembre de 1792, para mejorar
la enseñanza de la Medicina, siguiendo al anatomista Vesalio; allí estableció las Confe-
rencias Clínicas, donde él dictaría la conferencia sobre “Calenturas” y el Protomédico Jo-
sé M. Dávalos sobre “Viruela”. En el discurso de inauguración del anfiteatro afirmó
Unanue que “las fiebres eruptivas son un astro maligno del Perú, que está lleno de pes-
tilencias y de epidemias, complicado con la presencia de charlatanes y empíricos que
practican la medicina y producen un cuadro desolador. La enseñanza de la anatomía va
a redimir al Perú, restaurándola en una ciencia benéfica y sanos médicos ilustrados”3.
En 1634, en época del Virrey Conde de Chinchón, mejoró la enseñanza de la medici-
na y se descubrieron las bondades medicinales de la corteza de la quina para curar las
fiebres intermitentes de las tercianas y cuartanas; fue llevada a Europa en 1635.
En 1802 se presentó una grave epidemia de viruela en Lima. Un barco español que
iba a las Filipinas llegó al Callao portando algunos frascos de vidrio que contenían la va-
cuna; Unanue aprovechó esta oportunidad para iniciar en el Perú la vacunación contra
esta temible enfermedad. El Rey de España, pocos años después, envió una expedición
filantrópica que llegó a Lima en 1806 portando la vacuna; pero ya un año antes, en 1805
habían llegado de Buenos Aires nueve tubos de vidrio con la vacuna, con lo cual se con-
tinuó con la vacunación iniciada por Unanue, no sin alguna resistencia por parte de la
población. Pocos meses después llegó Salvani con la mencionada expedición filantrópi-
ca. Así, con la eficaz colaboración de Hipólito Unanue, se extendió la vacunación contra
la viruela en toda la Colonia.
También a iniciativa de Unanue durante el Virreinato de Abascal se fundó el Real Co-
legio de Medicina y Cirugía de San Fernando que entró en funciones el 13 de agosto de
1808 con un programa de estudios acorde con los avances médicos de su tiempo en que
la “teoría se acompaña de la práctica para que, unidas a una sana moral, sean los cami-
nos para llegar a ser buen médico”3. La Colonia concluye con los aportes de este sabio
peruano; es entonces cuando el médico recién comienza a poseer una técnica científica,
sensibilidad profesional y amplitud filosófica.
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Historia de la Dermatología en el Perú
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calificar como especialistas en dermatología a los médicos que reunieran las condiciones
éticas, de entrenamiento e idoneidad, requeridas por los reglamentos correspondientes;
hasta que se constituyera el Colegio Médico, asumir las funciones éticas y deontológicos
de la especialidad; y colaborar con las entidades oficiales y privadas en la solución de los
problemas técnicos de su competencia. La duración de la Junta Directiva se estableció
por un año.
En 1971, siendo Presidente de la Sociedad el Dr. Luis Flores-Cevallos, se nombró una
comisión para modificar el Estatuto adecuándolo a las exigencias del Colegio Médico del
Perú.
El Estatuto se ha modificado en varias ocasiones en aspectos secundarios9; desde la
última reforma (1996) la Junta Directiva es elegida cada dos años. La Sociedad Peruana
de Dermatología programa reuniones clínico-patológicas mensuales, jornadas, congre-
sos cada dos años, y muchas otras actividades científicas que se realizan en Lima y Pro-
vincias. El 1° de septiembre de 2004 la SPD celebró sus 40 años de fundación y en una
ceremonia por las Bodas de Rubí la Junta Directiva, presidida por el Dr. Nicolás Tapia
Dueñas y teniendo como Secretario al Dr. Luis Valdivia Blondet, distinguió con la meda-
lla de honor a los fundadores y ex presidentes. Terminada la ceremonia central, el De-
cano del Colegio Médico del Perú inauguró el X Congreso Peruano de Dermatología. La
Sociedad Peruana de Dermatología actualmente cuenta con un boletín informativo y una
revista científica, Dermatología Peruana.
En 1967, durante el XIV Congreso Mundial de Dermatología realizado en Munich
(Alemania), el Dr. Luis Flores-Cevallos14 aprovechando su amistad con el Profesor Ro-
bert Degos, del Hospital Saint-Louis y Presidente de la Liga Internacional de Sociedades
Dermatológicas (LISD), le manifestó el deseo de que la SPD se inscribiera en la LISD, ob-
jetivo que logró después de realizar los trámites necesarios, pagando con su peculio las
cotizaciones de 21 dermatólogos.
En 1969 se eligió Presidente de la SPD al Dr. Luis Flores-Cevallos, quien fundó y or-
ganizó las sedes y sus Juntas Directivas de las Provincias.
Sede Central, en la Ciudad de Lima: Presidente Luis Flores-Cevallos, Vice-Presiden-
te Zuño Burstein, Secretario General Wenceslao Castillo, Secretario de Acción Científica
Luis Romero, Secretario de Economía Oscar Romero, Secretario de Acción Gremial y
Deontología Pedro Navarro, Secretaria de Biblioteca y Actas María Elena Ruiz.
Sede Región del Sur, Ciudad de Arequipa: Marcial Ríos, Luis Suárez, Raúl Hurtado,
Víctor Delgado.
Sede Región del Norte, Ciudad de Trujillo: Luis Tincopa.
Ese mismo año organiza en Arequipa la Primera Jornada Peruana de Dermatología
que se realizó del 21 al 24 de Mayo de 1970; participaron, además de dermatólogos, pro-
fesionales de especialidades afines y paramédicos. Los Anales de estas jornadas se pu-
blicaron en un número especial de la Revista de la SPD Vol. 4 Nº 1 Junio 1970.
El 1° de septiembre de 1971 la Sociedad Peruana de Dermatología reeligió como Pre-
sidente a Luis Flores-Cevallos; la Junta Directiva estuvo además integrada por Wences-
lao Castillo, Raúl Gallarday, Luis Romero, Oscar Romero, Pedro Navarro y María Elena
Ruiz. Hacía pocos años que la SPD había comenzado a realizar en los diferentes hospi-
tales de Lima y Callao simposios, mesas redondas, conferencias y cursillos, así como jor-
nadas en Lima y provincias (Arequipa y Trujillo), todo lo cual justificaba la realización
del I Congreso Peruano de Dermatología.
La organización de este primer Congreso fue una tarea difícil pero compensada por
el gran interés despertado y por la cooperación de prestigiosos dermatólogos proceden-
tes de diferentes países del mundo. El Primer Curso Internacional de Dermatología y el
Primer Congreso Peruano de la Sociedad Peruana de Dermatología se realizaron en el
Hospital Edgardo Rebagliati Martins del 1 al 7 de diciembre de 1971. Asistieron al Con-
greso 30 dermatólogos extranjeros, 10 acompañantes y 150 dermatólogos nacionales.
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Historia de la Dermatología en el Perú
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Historia de la Dermatología en el Perú
del Primer Curso Internacional de Dermatología y del Primer Congreso Peruano de Der-
matología.
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GRUPOS PROFESIONALES
Otras áreas especializadas de la Medicina que han contribuido al conocimiento y de-
sarrollo de la Dermatología en el Perú han sido las relacionadas con alergia e inmuno-
logía. Destacan en esta área personalidades médicas, algunas de las cuales constituyeron
verdaderas escuelas formadoras de esta especialidad, como la liderada por el Dr. Emilio
Ciuffardi en el Hospital de Policía; fue además fundador de la Sociedad Peruana de In-
munopatología y Alergia. Juntamente con el Dr. Pedro Vargas Morales, fundador de la
Sociedad de Asma Bronquial –ambos fallecidos–, y sus continuadores han contribuido al
conocimiento de las enfermedades dermatológicas alérgicas. En esta área hay que men-
cionar el servicio altamente calificado de Dermatología y Alergia del Hospital Central del
Empleado, con el Dr. Luis Flores7 como Jefe del servicio, así como la Escuela Alergoló-
gica del Dr. Betteta con base en el Hospital 2 de Mayo y el Instituto Especializado de
322
Historia de la Dermatología en el Perú
Inmunología y Alergia de sus seguidores, grupo vinculado con el Dr. José Zegarra Pupi.
Cabe mencionar también la contribución del Servicio de Alergia del Hospital del Niño, a
cargo del Dr. Enrique Drassinower. Todas estas personalidades, ya fallecidas, han deja-
do seguidores que actualmente continúan vinculados con la Dermatología.
PROFESORES PIONEROS
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Historia de la Dermatología en el Perú
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Luis Flores-Cevallos15
Médico Dermatólogo especializado en Francia; Doctor en Medicina. Nació en la Ciu-
dad de Ayabaca, Departamento de Piura, en el año 1917 (figura 14).
El Prof. Loret de Mola lo incentivó a viajar al extranjero y le sugirió el Hospital Saint-
Louis de París como el mejor centro de estudios en Dermatología. En 1950 se matriculó
en los cursos de Histopatología Dermatológica, con el Prof. B. Duperrat; en Dermatolo-
gía Clínica con los Profs. L. Gougerot y R. Degos; en Alergia Dermatológica y Citología
con el Prof. Tzanc. Un aspecto digno de mencionar es la solicitud del Prof. Duperrat pa-
ra que colaborara con él, elaborando el capítulo “Leishmaniasis y Verruga Peruana” del
importante libro que el científico estaba escribiendo.
En 1952 regresó al Perú y decidió aplicar los conocimientos adquiridos en Francia en
Figura 14. Dr. Luis
la Cátedra de Dermatología en la Universidad de Mayor de San Marcos y en el Servicio
Flores-Cevallos
de Dermatología del Policlínico Obrero del Callao. En sus 11 años de trabajo en estas ins-
tituciones, como Jefe Instructor de Clínica y Profesor Auxiliar, organizó las reuniones clí-
nicas mensuales, simposios anuales en Lima y provincias; preparó el Syllabus de
enseñanza de Pregrado; realizó la publicación de trabajos y folletos sobre reuniones clí-
nicas, instauró programas de intercambio cultural con el extranjero y la asistencia en
grupos a congresos mundiales, entre otras labores, sin dejar de dictar, por las mañanas,
sus clases teóricas y prácticas.
En 1973 obtuvo el título de Doctor en Medicina.
En el Hospital del Empleado se dedicó a la organización del Servicio de Dermatolo-
gía, luego creó el Servicio de Alergia, estableció las Reuniones Clínicas Interhospitalarias
y el intercambio cultural con el extranjero; preparó los Manuales de Organización y Fun-
ciones, Normas y Procedimientos del Servicio.
Posteriormente asumió responsabilidades administrativas de gran importancia en el
Hospital del Empleado, llegando a ocupar su Dirección hasta 1986, fecha en que renun-
ció para proseguir su infatigable labor en otros campos de la medicina.
Organizó y ejecutó la I Jornada Peruana de Dermatología, en el Hospital Regional del
Empleado en la ciudad de Arequipa. Inició la preparación del I Congreso Peruano de
Dermatología y el I Curso Internacional de Posgrado de Dermatología.
Reelecto Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología en el año 1971, su pri-
mera gestión fue la inscripción de la Sociedad en el Registro Nacional de Instituciones
Médicas del Colegio Médico del Perú; actualizó el Estatuto y el Reglamento; a sus 20 socios
326
Historia de la Dermatología en el Perú
PROFESORES CONTINUADORES
Juan Manrique15
Médico Dermatólogo graduado en la Universidad de Chile (figura 15). Nació en Ilo,
Departamento de Moquegua, en el año 1914. Realizó su entrenamiento en el Hospital
San Vicente en Santiago de Chile, en el Servicio de Dermatología del Prof. Arturo Paro-
di, discípulo del profesor alemán Jadassohn.
En 1944 ingresa a la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Chile. A su regre-
so al Perú en 1947 ingresa a trabajar en el Hospital Obrero de Lima hasta 1984. En ese
Hospital ejerce la Jefatura del Servicio de Dermatología y luego la Jefatura del Departa-
mento de Medicina Especializada hasta su retiro. Asimismo, es nombrado Médico Der-
matólogo Consultor en los Hospitales Militar y de Aeronáutica.
En 1960 ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, en calidad de profesor en la Cátedra de Dermatología. Figura 15. Dr. Juan
Manrique
En 1972, se le pide que abra la Cátedra de la especialidad de Dermatología de la Uni-
versidad Nacional Federico Villarreal, en la cual se desempeña como Profesor Principal.
En 1990 es declarado Profesor Emérito de la Universidad de Chile y un año después
le otorgan el título de Doctor Honoris Causa.
A lo largo de su vida profesional, este distinguido especialista ha cumplido una amplia
y proficua labor en el campo de la docencia universitaria: ha dictado cursos de Extensión
y cursos de Posgrado, ha realizado asesorías de tesis de Pregrado y Posgrado, ha sido ju-
rado de tesis de Pre y Posgrado y ha participado en diversas comisiones académicas.
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ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Entre los más importantes trabajos de investigación que ha publicado se cuentan dos
Manuales de Dermatología que sirven de guía para los estudiantes de Pregrado de la
Universidad Nacional Federico Villarreal.
Ha participado en diversos Congresos de su especialidad tanto a nivel nacional como
internacional, actuando como organizador y conferencista.
Entre las múltiples distinciones recibidas, tiene los reconocimientos del Colegio Médi-
co del Perú, del ex Hospital Obrero, hoy Hospital Guillermo Almenara, del Hospital Mili-
tar, del Hospital de Aeronáutica, de la Sociedad Peruana de Dermatología, de la Sociedad
Bolivariana de Dermatología y de la Sociedad Chilena de Dermatología.
Es miembro de diversas Sociedades Científicas del Perú y del extranjero y ha ejerci-
do los cargos de Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología y de la Federación
Bolivariana de Dermatología.
José Neyra15
Médico, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Tropical, Leprología, Tisiología
y Medicina Sanitaria. Nació en Lima en 1920; realizó sus estudios de Posgrado en Fran-
cia; es autor de diversos estudios sobre Epidemiología de la Lepra en el Perú (figura 16).
Trabajó durante treinta y dos años en el Ministerio de Salud, llegando a ocupar el car-
go de Viceministro en 1978.
Figura 16. Dr. José
Neyra
Ha dedicado gran parte de su tiempo a la actividad docente, ejerciendo como Profesor du-
rante cuarenta años en la Facultad de Medicina de San Fernando, donde llegó a la categoría
de Profesor Principal en la especialidad de Enfermedades Tropicales. Al retirarse como cate-
drático de ese centro de estudios se le otorgó el título de Profesor Emérito, como reconoci-
miento a su importante y dedicada labor en beneficio de las nuevas generaciones de médicos.
Entre los años 1951 y 1953 estuvo en Francia realizando estudios sobre Tuberculo-
sis, Lepra y BCG. Años después volvió a ese país para seguir estudios sobre Tuberculosis
y en 1970 viajó a Italia con el mismo objetivo.
Entre las más importantes distinciones recibidas a lo largo de su carrera se encuen-
tran las condecoraciones de la Orden de “Hipólito Unanue” y la Orden de “Daniel A. Ca-
rrión”, en el grado de Gran Oficial.
En dos oportunidades se ha desempeñado como Secretario de la Facultad de Medici-
na de San Fernando y ha sido Secretario de la Federación Médica Peruana y del Conse-
jo Regional III del Colegio Médico del Perú. Fue incorporado como Miembro Asociado de
la Academia Nacional de Medicina en 1991 y se le nombró Miembro Titular en 1994. Es
Miembro Honorario de la Academia Peruana de Salud, desde la fundación de esa insti-
tución, en diciembre de 1993. En los años 1994 y 1995, ejerció el cargo de Decano del
Colegio Médico del Perú. En los años 1995 a 1998 fue representante de los Colegios Pro-
fesionales del Perú ante el Consejo Nacional de la Magistratura.
El Dr. Neyra ha realizado diversos trabajos de investigación: “Las Correlaciones In-
munológicas de la Lepra con la Tuberculosis. Su aplicación práctica”; “La Vacunación
Figura 17. Dr. Aizic BCG en la Profilaxis de la Lepra”, que fue su tesis de Bachiller en Medicina (1950) y otros
Cotlear como “Inmunología de la Lepra”, “La Vacunación BCG en la profilaxis de la Lepra. Plan
de trabajo en el Nor-Oriente”, “Clima y tuberculosis. Aspectos históricos”, “El antagonis-
mo de la Lepra en la Tuberculosis. Consideraciones Epidemiológicas en el Perú”, “La Tu-
berculosis en los sujetos de más de 50 años”, “La fiebre amarilla en el Perú” y “La peste
en el Perú”, “La verruga peruana en el Departamento de Ancash”; hay que destacar la
publicación de su libro Imágenes Históricas de la Medicina Peruana (1999).
Aizic Cotlear15
Médico Dermatólogo, Doctor en Medicina; nacido en Lima el año 1927 (figura 17).
Realizó la residencia en Dermatología en la New York University, Bellevue Medical Cen-
ter, Skin and Cancer Unit, donde siguió estudios hasta el año 1955.
328
Historia de la Dermatología en el Perú
Ha tenido una intensa actividad en el campo de Leprología entre los años 1957 y
1976. Durante ese tiempo cumplió tareas como Médico Jefe del Servicio Nacional Anti-
leproso del Ministerio de Salud Pública.
Entre los años 1958 y 1970 ha sido Consultor del Instituto de Salud Ocupacional. Si-
multáneamente, ha cumplido una importante labor asistencial en Dermatología, desem-
peñándose como Médico Jefe del Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos en la sede del Hospital Dos de Mayo, entre
los años 1962 y 1983.
En 1968 fue elegido Jefe del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina
de San Fernando, cargo que desempeñó hasta 1969. Posteriormente fue nombrado Di-
rector del Programa Académico de Perfeccionamiento de la UNMSM, labor que cumplió
hasta 1971.
Algunos de sus más destacados trabajos de investigación han sido, en el campo de la
Leprología, “Preparación del suero citotóxico antireticular y su aplicación en la lepra” y
en Dermatología Ocupacional: “Arsénico y dermatosis ocupacionales”. Sus publicaciones
le valieron distinciones especiales, entre ellas ser nombrado Consultor en Lepra de los
Institutos Nacionales de Salud y ser incorporado como Miembro de la New York Academy
of Sciences.
Es miembro de diversas e importantes instituciones científicas y sociedades profesio-
nales del Perú y del extranjero, entre ellas la American Academy of Dermatology; es
miembro activo de la New York Academy of Sciences.
Entre otros congresos, ha concurrido anualmente, desde 1970, a las reuniones de la
American Academy of Dermatology, institución de la cual es miembro vitalicio.
Zuño Burstein15
Médico Doctor en Medicina, especialista en Dermatología y Medicina Tropical, con es-
tudios de Posgrado en Alemania e Israel. Nació en la Ciudad de Chiclayo, Departamento
de Lambayeque, el año 1930. En la Facultad de Medicina de la UNMSM obtuvo el título de
Bachiller en Medicina y posteriormente el de Médico Cirujano, en el año 1957 (figura 18).
Entre los años 1958 y 1960 siguió estudios de especialización en Dermatología y Medi-
cina Tropical en el Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania, y en la Clínica
Dermatológica Universitaria de esa ciudad. Posteriormente siguió especializándose en la
Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Realizó esta capacitación
mediante una beca otorgada por el gobierno alemán en mérito a un convenio entre el go-
bierno peruano y alemán para constituir en el Perú un Instituto de Medicina Tropical.
A su regreso a la Facultad de Medicina de San Marcos obtuvo en 1962, como Jefe Ins- Figura 18. Dr. Zuño
Burstein
tructor en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas Tropicales y Parasitarias, el cargo de
profesor auxiliar en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía, encomendándosele el tras-
lado, organización y coordinación de la Cátedra que había sido ubicada en el Hospital 2
de Mayo. Posteriormente fue nombrado Profesor Principal en la Cátedra de Dermatolo-
gía y en la de Medicina Tropical, desempeñando el cargo de Jefe de Consultorios Exter-
nos y Unidades Periféricas, así como el de los programas especiales del ya constituido
Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, donde llegó a ser Direc-
tor Interino y más adelante Jefe del Servicio de Lepra y Dermatología Sanitaria en con-
venio con el Ministerio de Salud.
En su actividad académico-administrativa fue miembro de la comisión reorganizado-
ra y posteriormente Director Universitario de Servicios Académicos y Registro Central y
luego Director Universitario de Planificación de la UNMSM. Fue nombrado Profesor Emé-
rito de ese Centro de Estudios en 1976; actualmente continúa desempeñando la docen-
cia en el posgrado.
Ocupó el cargo de Jefe del Departamento de Lepra y Micología Médica y luego del De-
partamento de Dermatología Sanitaria en los Institutos Nacionales de Salud.
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ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Dante Mendoza15
Dermatólogo y dermatopatólogo; nació en el Departamento de Junín, Perú, el año
Figura 19. Dr. Dante 1934 (figura 19). Hizo su Posgrado en el Servicio de Dermatología con el Prof. Robert De-
Mendoza gos y en Dermatopatología con el Prof. Jean Civatte, en el Hospital Saint-Louis de París.
330
Historia de la Dermatología en el Perú
Wenceslao Castillo15
Médico dermatólogo. Nació en Lima en 1929, obtuvo el título de Médico Cirujano en
la UNMSM en el año de 1956 (figura 20). En 1961 ingresó como profesor a la Universi-
dad de San Marcos, donde actualmente, se desempeña como Profesor Principal de Der-
matología de la Facultad de Medicina de San Fernando y es Jefe del Servicio de
Dermatología del Complejo Hospitalario Daniel Alcides A. Carrión-Callao.
La tarea más importante que ha desarrollado el Dr. Castillo a lo largo de su carrera
profesional es la investigación. Su trabajo “Candidiasis Mucocutánea Crónica, estudio in-
munológico y tratamiento específico con factor de transferencia”, realizado en conjunto
con el Dr. Raúl Patruco le valió el Segundo Premio del prestigioso Instituto “Hipólito Una-
nue” el año 1979 y una Mención Honrosa en el Premio “Roussell”. Figura 20. Dr.
En 1982 el “Estudio de los parámetros Inmunológicos en Enfermedades Infecciosas y Wenceslao Castillo
Tropicales que constituyen problema de salud en el Perú” realizado por ambos especia-
listas obtuvo Mención Honrosa del Premio “Hipólito Unanue”. Otro hito notable en la ca-
rrera de investigador del Dr. Castillo fue el descubrimiento de los primeros casos de SIDA
en el Perú, que efectuó junto con el doctor Patruco. Otro de sus motivos de investigación
ha sido la enfermedad de Lyme, cuyos primeros casos comunicó.
Otros importantes trabajos científicos realizados y publicados por el Dr. Castillo son
“Dermatitis Atópica”. “Genética y dermatología”, “Dermatitis de contacto”, “La niñez y
el SIDA”, “Clasificación de las enfermedades de Transmisión Sexual”, “Herpes I y Her-
pes II”, “Inmunología del SIDA” y “El Eosinófilo”.
Es miembro de numerosas sociedades médicas entre las que se cuentan la Sociedad
Peruana de Dermatología (SPD); la Sociedad Peruana de Inmunología y Alergia; la Socie-
dad Ecuatoriana de Dermatología; la Sociedad Paraguaya de Alergia; la Sociedad Boli-
variana de Dermatología; la Sociedad Latinoamericana de Alergistas; la Sociedad
Peruana de Genética Médica; la Unión Peruana y la Unión Latinoamericana contra las
Enfermedades de Transmisión Sexual.
El Dr. Castillo ha sido varias veces Presidente de la Sociedad Peruana de Inmunolo-
gía y Alergia.
Oscar Romero16
Médico dermatólogo, nació en la ciudad de Lima en 1929. Se recibió de médico en
1961 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el título de Especialista
en Dermatología en 1977. Hizo sus estudios especializados en la Facultad de Medicina
de la Universidad de San Paulo entre los años 1961 y 1962 en las ramas de Microbiolo-
gía y Medicina Tropical; en el Hospital Das Clínicas de la misma Universidad realizó es-
tudios de posgrado de Dermatología entre 1963 y 1965.
Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
331
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
en el año 1955 como ayudante de prácticas en el Laboratorio de las Clínicas; hizo su ca-
rrera docente inicialmente en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Pa-
rasitorias con el Profesor Hugo Pesce y posteriormente en la Cátedra de Dermatología
con el Profesor Aizic Cotlear, llegando a ser Jefe de la Cátedra de Medicina Tropical el
año 1977 y de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos el año 1980 a 1993, en su condición de Profesor Principal de Dermatología y Medi-
cina Tropical completando 44 años de servicios docentes. Fue Jefe del Servicio
Académico Asistencial de Dermatología y Jefe de la Sección de Educación Médica Conti-
nua de la misma Universidad. Fue Tutor y Profesor responsable de la especialidad de
Dermatología de la Unidad de posgrado de la Facultad de Medicina.
En su labor médico asistencial ingresó en 1966 al Ministerio de Salud Pública, por
concurso, ocupando la plaza de Médico Venereólogo en el Centro de Salud de Ate Vitar-
te; en 1968 ocupó por concurso la plaza de Médico Dermatólogo en el Hospital Nacional
2 de Mayo, donde llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología (1995-1999), completan-
do 37 años de servicios prestados a la Salud Pública (Ministerio de Salud). Ha sido po-
nente en numerosos certámenes de Dermatología y Dermatología Tropical realizados por
las Sociedades Médicas y Congresos Nacionales e Internacionales.
Entre sus trabajos publicados se destacan los siguientes títulos: “Enfermedad de Jor-
ge Lobo, primer caso diagnosticado en el Perú”, “Leishmaniasis Cutánea, formas espo-
rotricoides”, “Enfermedades Venéreas, Sífilis”, “Blastomicosis Sudamericana en el
Perú”, “Donovanosis en el Hospital 2 de Mayo”, “Necrobiosis Lipoídica en el Hospital 2
de Mayo”, “Sarcoma de Kaposi desde 1991 a 1993 en el Hospital 2 de Mayo” y numero-
sos manuales de clases teóricas para Dermatología.
Entre las distinciones otorgadas al Dr. Romero se mencionan la medalla por 25 años
de servicios en el Hospital 2 de Mayo, medalla por los 40 años en la docencia médica en
la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Distinción Ho-
norífica y Medalla al Mérito por destacada labor científica y profesional en prestigio de
la Orden otorgada por el Colegio Médico del Perú en Octubre de 1999. Pertenece a la So-
ciedad Peruana de Dermatología que le ha concedido el año 2004 el Título Honorífico de
“Maestro de la Dermatología Nacional”. Es miembro del Colegio Ibero-Latinoamericano
de Dermatología (CILAD).
Elda Canadell15
Nació en 1934 en Buenos Aires y se graduó de Médica en 1958 en la Facultad de Me-
dicina de la UBA. Hizo su entrenamiento dermatológico en la Cátedra en el Hospital Ra-
mos Mejía con el Dr. Marcial Quiroga. Obtuvo la nacionalidad peruana por matrimonio
revalidando su título profesional de Médico Cirujano en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos y posteriormente obtuvo el título de Especialista en Dermatología, siendo una
de las iniciadoras y exponentes de la Dermatología Cosmiátrica en el Perú (figura 21).
Gracias a los certificados otorgados por el Prof. Quiroga, fue aceptada en la Cátedra
del Prof. Aurelio Loret de Mola y se desempeñó como Jefa de Prácticas, siendo la prime-
ra dermatóloga en ejercer la docencia.
En 1962 integra el grupo de profesores fundadores de la Universidad Peruana Caye-
Figura 21. Dra. Elda tano Heredia e inicia sus labores como docente en la Facultad de Medicina de ese cen-
Canadell tro de estudios.
En 1972 es invitada a formar parte del plantel de catedráticos de la Universidad de
San Marcos, como Profesora Auxiliar y más tarde como Asociada, en la cátedra del Pro-
fesor Aizic Cotlear.
La doctora Canadell, con gran vocación por la docencia, es tutora de Residentes de
Pediatría en la especialidad de Dermatología, en el Departamento de Pediatría del Área
Hospitalaria Nº 6 del Callao y en el Hospital del Niño, por la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos y la Universidad Federico Villarreal.
332
Historia de la Dermatología en el Perú
Alejandro Morales17
Médico dermatólogo, nacido en Trujillo, Perú, en el año 1933. En 1959 obtuvo el títu-
lo de médico cirujano en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hizo sus estu-
dios de posgrado especializado en el Hospital Henry Ford (Detroit) haciendo el internado
y la residencia en Medicina Interna entre 1959 y 1961 y una residencia en Dermatología
en el mismo Hospital de 1961 a 1964. Hizo estudios de Dermatopatología con el Dr. G.
Pinkus (Michigan) de 1964 a 1965.
El Dr. Morales es Fellow de la Academia Americana de Dermatología desde 1965 y de
la Academia Americana de Dermatopatología desde 1976, habiendo sido certificado con
el American Board de Dermatología y con el American Board de Dermatopatología.
Se integró a la Escuela Dermatológica del Prof. Cotlear de la Facultad de Medicina de
la UNMSM como Profesor Asociado de Dermatología desde el año 1965 a 1971, habien-
do sido miembro del comité de especialización en Dermatología de esta Universidad el
año 1974. Fue Profesor Asociado de Clínica en la Universidad de Michigan en los años
1978, 1980, 1982 y 1984.
En su labor asistencial fue Asociado en el Departamento de Dermatología en el Hos-
pital Henry Ford, Detroit, del año 1975 a 1980 y Vice-Chairman del mismo Departamen-
to del año 1981 a 1984.
Ha sido Secretario de la Michigan Dermatology Society del año 1978 a 1981 y Presi-
dente de esta institución del año 1981 a 1983.
Perteneció al Departamento de Dermatología de la Clínica Anglo Americana en Lima
de 1965 a 1974; desde 1984 a la fecha (2004) es Director del “Instituto Dermatológico”.
Es autor de 15 publicaciones en revistas médicas nacionales y extranjeras como JAMA,
Archivos de Dermatología, Journal of the American Academy of Dermatology y otras,
sobre temas como “Ototoxicidad de la Kanamicina”, “Xantomatosis hipercolesterolémi-
ca familiar esencial”, “Calcificaciones subcutáneas en úlceras de piernas”, “Epitelioma
de Jadassohn”, “Queratoacantomas múltiples de piel y conjuntivales”, “Penfigo benig-
no familiar crónico”, “Displasia ectodérmica anhidrótica hereditaria”, “Sindrome de
Reiter con queratodermia”, “Principios de fotobiología y fotosensibilidad”, “Minocicli-
na y pigmentación cutánea generalizada”, “Sindrome de Torres: reporte de dos casos”
entre otros.
Ha colaborado en capítulos de libros como el Current Therapy de Conn con el tema
“Tratamiento de la escabiosis” y otros.
Ha dictado numerosas conferencias en instituciones nacionales y extranjeras sobre
diversos temas de la Dermatología.
Es miembro de la Sociedad Peruana de Dermatología, del Colegio Ibero-Latinoameri-
cano de Dermatología, del American Medical Association, del American Venereal Disea-
se Association, de la International Society of Tropical Dermatology, de la International
Society of Pediatric Dermatology entre otras.
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ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Pedro Navarro18
Médico dermatólogo, Doctor en Medicina, nacido en la Provincia Constitucional del
Callao en 1931. Al egresar de la Facultad de Medicina de San Fernando en 1958 con el
título de Médico Cirujano, ingresa a la Sanidad Militar donde labora inicialmente; más
tarde entra en el Hospital Central del Empleado, donde se lo asigna al Servicio de Der-
matología.
En los años siguientes hasta 1963 se capacita por cortos períodos en el extranjero; en
1964 obtiene una vacante en la Cátedra del Prof. Luis Pierini en Buenos Aires; en la mis-
ma ciudad se capacita también en Dermatopatología con el Prof. Jorge Abulafia; en
agosto y septiembre de 1967 asiste al Servicio del Prof. Duperrat del Hospital Saint-Louis
de París.
Obtiene el título de Especialista en Dermatología en la UNMSM el año 1976 y el gra-
do Académico de Doctor en Medicina en 1978 en la misma Universidad.
Ingresa a la docencia universitaria el año 1977 como Profesor de Dermatología, acti-
vidad que ejerce hasta la actualidad en condición de Profesor Principal siendo miembro
del Comité de la Especialidad en Dermatología de la Unidad de Posgrado de la UNMSM
desde hace varios lustros. También es docente en la Universidad Ricardo Palma desde el
año 2001 en la enseñanza de Dermatología.
En el área asistencial llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Ed-
gardo Rebagliati (antes Hospital Central del Empleado) cargo que desempeñó hasta el
año 2001.
Con múltiples estudios y capacitación académica y profesional ha participado en con-
gresos y certámenes de la especialidad desde 1963 y es autor de numerosas publicacio-
nes en revistas y libros.
Es miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología, Miembro de la Ame-
rican Academy of Dermatology, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, del
Círculo Dermatológico del Perú, de la International Society of Dermatology, de la Fede-
ración Bolivariana de Dermatología, del Instituto de Investigaciones Leprológicas de Ar-
gentina, de la Sociedad de Patología Oral y de la New York Academy of Sciences.
Al crearse el Colegio Médico del Perú en 1970 tuvo participación activa en la inscrip-
ción definitiva de la Sociedad Peruana de Dermatología en el registro nacional de Insti-
tuciones Médico Científicas.
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Historia de la Dermatología en el Perú
Hugo Monroy15
Médico dermatólogo; nació en 1941 en la provincia de Pisco, departamento de Ica (fi-
gura 22). A los 15 años viajó a la ciudad de Córdoba, Argentina, graduándose como Mé-
dico Cirujano en esa ciudad en 1965. Recibió sus primeras enseñanzas en Dermatología
de los Profs. Luis Argüello, Enrique Tello y José María Fernández, famoso leprólogo. In-
gresó tempranamente por concurso de méritos a la cátedra de Dermatología de la Fa-
cultad de Medicina de la Universidad de Córdoba.
Actualmente realiza labor docente en el Servicio de Dermatología como profesor titu-
lar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Marcos, tanto con
alumnos de Pregrado como de Posgrado. También colabora con el Posgrado en la Facul-
tad de Medicina de la Universidad Nacional Federico Villarreal, donde es tutor de Resi-
dentes de la especialidad.
Figura 22. Dr. Hugo
Monroy
La Escuela Dermatológica del Prof. Aizic Cotlear
en el Hospital Dos de Mayo
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Historia de la Dermatología en el Perú
liderado por dos jóvenes valores de la Dermatología peruana, los Drs. Francisco Bravo y
Manuel del Solar.
ANTECEDENTES
En el Estatuto universitario del año 1928, expedido por mandato de la Ley Nº 6041,
ya se consideraban los estudios pertinentes para obtener el título de especialista. Esta
prerrogativa sólo se concedió a las Facultades de Medicina y de Derecho de la Universi-
dad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (UNMSM).
Esta disposición se repite en las siguientes leyes y estatutos universitarios, pero desa-
parece en el texto de la Ley 13417 del año 1963. Por esta razón, para poder preparar a
sus especialistas, la UNMSM se apresura a constituir su Escuela de Graduados, encarga-
da de organizar y orientar la educación continua de éstos, concediendo especial énfasis
a los cursos de actualización y estableciendo el sistema de Residencia para formar espe-
cialistas en las distintas ramas de la actividad médica; pero no otorga el título de espe-
cialista, sino un Diploma en el que se consigna que un Médico-Cirujano “ha cumplido
satisfactoriamente con el Programa de Residencia en la especialidad de …..”, con las fe-
chas de iniciación y término. Este Diploma lo firmaban el Decano de la Facultad de Me-
dicina y el Director de la Escuela de Graduados.
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PROGRAMAS DE POSGRADO
El Estatuto General de la Universidad Peruana del año 1972, promulgado por Decre-
to Ley Nº 17437, establece que los programas de posgrado simples (cursos de actualiza-
ción y/o refresco) y los programas de residencias corresponden al ciclo de Segunda
Especialización (el de Primera Especialización culmina con la obtención del titulo de mé-
dico-cirujano) y estarán comprendidos en la Dirección de Programas Académicos de Me-
dicina Humana.
TÍTULO DE ESPECIALISTA
Por Resolución Nº 1226-73, del 18 de enero de 1973, el Consejo Nacional de la Univer-
sidad Peruana (CONUP) autorizó a la UNMSM a implementar su Programa de Segunda Es-
pecialización en Medicina Humana y a otorgar el título de Especialista, que por primera
vez se otorgaba en el Perú a nombre de la Nación, siguiendo la modalidad escolarizada,
al terminar un riguroso programa de residentado y capacitación especializada.
Antes de la existencia de este programa, los profesionales médicos se hacían especia-
listas mediante el proceso de autoeducación, interaprendizaje o estudios realizados en
forma independiente bajo la modalidad no escolarizada.
El CONUP, por Resolución Nº 1556-74 CONUP, del 6 de febrero de 1974, consideran-
do que era conveniente otorgar los títulos por la modalidad no escolarizada para regu-
larizar la situación de muchos profesionales, que el otorgamiento de títulos está
amparado por el Art. 62 del Decreto Ley Nº 19326 y que, además, ninguna otra institu-
ción pública o privada puede arrogarse esta función que corresponde exclusivamente a
la Universidad Peruana, la cual explícitamente se halla autorizada por Ley para otorgar
los títulos de especialización, resuelve: autorizar al Programa de Segunda Especializa-
ción en Medicina Humana de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para otor-
gar el título de “Médico-Cirujano Especialista en…”, a nombre de la nación peruana, en
la modalidad no escolarizada1.
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Historia de la Dermatología en el Perú
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ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El aprendizaje y el adiestramiento de los médicos que practican la Dermatología en
el Perú tuvieron diferentes vertientes formativas.
Los centros asistenciales hospitalarios y servicios de salud pública (beneficencias pú-
blicas, Ministerio de Salud, seguridad social, Fuerzas Armadas y policiales y gobiernos
locales) y privados (clínicas particulares) comprometían, en un principio directamente y
luego por concurso, a médicos que habían adquirido experiencia en enfermedades de la
piel y venéreas, ya sea por autoeducación, al lado de profesionales con conocimientos
prácticos de la materia y por ser jefes de servicios encargados de estas dolencias, o por
haber hecho cursos o estadías de la especialidad en el extranjero.
Hay que destacar la contribución que hicieron, desde su fundación, dos grandes cen-
tros hospitalarios de la Beneficencia Pública de Lima: el Hospital Dos de Mayo (hospital
de hombres) y el Hospital Arzobispo Loayza (hospital de mujeres); allí la Facultad de Me-
dicina de San Fernando de la UNMSM no sólo contaba con personal profesional altamen-
te calificado que desempeñaba cargos asistenciales, siendo simultáneamente profesores
de la universidad, sino que también tenía instalaciones docentes y de investigación de su
propiedad, constituyéndose, así, en centros asistenciales docentes y de investigación que
han jugado –y lo siguen haciendo– un importantísimo rol en la formación universitaria
de médicos cirujanos, investigadores médicos y, posteriormente, de especialistas en las
diferentes ramas de la medicina.
En el Hospital Arzobispo Loayza, gran centro asistencial de la Beneficencia Pública
de Lima, que pasó después al Ministerio de Salud, el consultorio de Dermatología y Sifi-
lografía, a cargo del Dr. Eleodoro Camacho en 1926, fue ocupado en 1927 por el Dr. Au-
relio Loret de Mola, quien ejerció su jefatura en la década del 30, ostentando, además,
la condición de Catedrático Principal en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la
Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM. El Dr. Pablo Arana fue nombrado
Profesor Auxiliar, dando inicio a la primera Escuela Dermatológica peruana en ese hos-
pital, la cual desempeñó un rol muy importante en la enseñanza de pregrado de la espe-
cialidad y en la capacitación especializada por la modalidad no escolarizada de muchos
médicos.
Esta estructura docente asistencial tuvo estrecha vinculación con la del Dr. Pedro
Weiss quien, por el año 1926, ejerció la subjefatura del Instituto de Anatomía Patológica
del Hospital Loayza, dirigido por el Dr. Mackehenie y posteriormente fue, en su condición
de Catedrático Principal de Anatomía Patológica de la UNMSM, fundador de la importan-
te Escuela Peruana de Patólogos, con interés especial en la Dermatopatología, Micología
médica, Medicina Tropical y Antropología; esta vinculación inauguró un amplio espectro
en los conocimientos sobre el tema y fue de gran importancia para un adecuado enfoque
de la especialidad y de la docencia dermatológica.
La interrelación entre estas dos grandes escuelas médicas –la Dermatológica de Loret
de Mola y la Patológica de Pedro Weiss–, quedó largamente establecida; puede mencio-
narse, como una de sus evidencias, la actividad del médico dermatólogo Dr. Víctor Meth,
quien perteneció a ambos grupos desempeñando la docencia en la antigua Cátedra de
Dermatología, la Jefatura del Servicio Hospitalario de Dermatología y actuando, al mismo
tiempo, como dermatopatólogo en el Departamento de Patología del Hospital Loayza.
En 1961, como se ha señalado en páginas anteriores, se produjo la renuncia masiva
de los profesores de la Facultad de Medicina de San Fernando. Ante esta emergencia, el
gobierno universitario dispuso el traslado de todos los bienes físicos y docentes de esta
cátedra al Hospital Dos de Mayo de Lima, y decretó su reorganización, encargando la
ejecución de esa delicada misión al Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de la Cátedra de
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El Instituto Nacional de Salud edita, desde el año 1942, una de las publicaciones cien-
tíficas más importantes del Perú, la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud
Pública, como su órgano de difusión científica, cuyos primeros editores fueron los docto-
res Telémaco Batisttini y Carlos Gutiérrez Noriega, y, actualmente, está dirigida por el
Dr. Zuño Burstein, indizada en LIPECS, LILACS y SCIELO. Cuenta con un comité editorial
y un consejo consultivo de la más alta calidad científica.
El Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud ha firmado, hace 20 años, un
convenio con el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, para es-
tudio, capacitación de personal y atención asistencial en lepra y Dermatología Sanitaria.
El Perú goza del privilegio –afortunado desde el punto de vista científico, pero desa-
fortunado en el aspecto sanitario– de contar en su amplio territorio con áreas endémi-
cas de leishmaniasis tegumentaria en las que se reproducen las más diversas
modalidades clínicas del proceso; tal particularidad no es observable en otras regiones
del mundo donde habitualmente predomina una determinada modalidad clínica para ex-
tensas áreas territoriales; tal es el caso del Botón de Oriente (leishmaniasis cutánea pu-
ra) en el viejo mundo.
En nuestro país, en cambio, que cuenta con condiciones ecológicas tan variadas, se
presentan manifestaciones clínicas que nosotros vinculamos estrechamente con su pro-
cedencia territorial. Así, se habla de uta para la leishmaniasis andina y de espundia pa-
ra la de procedencia selvática, atribuyéndosele a cada una caracteres clínicos más o
menos específicos.
Clásicamente y desde temprana época se ha considerado en el Perú la existencia de
dos tipos o formas clínicas de leishmaniasis tegumentaria. Palma en 19083, Escomel4,
Arce5 y Monge6 en 1914, Weiss en 19247 y otros investigadores peruanos aceptaban la
diferenciación entre uta y espundia aun sin conocer la etiología de ambos cuadros clíni-
cos. Pero fueron fundamentalmente Escomel en 19428 y Weiss en 19439, habiéndose co-
nocido la etiología leishmaniásica de ambos procesos, quienes establecieron dos formas
clínicas perfectamente identificables de leishmaniasis en el Perú: un primer tipo benig-
no, comparable con el Botón de Oriente, que afecta preferentemente a los niños, que cu-
ra espontáneamente, dejando a la persona vacunada para el resto de su vida, que
raramente da lesiones mucosas y sólo por continuidad y es exclusiva de las regiones an-
dinas; es denominada uta o leishmaniasis andina peruana; el segundo tipo, forma gra-
ve, preferentemente de hombres adultos, con compromiso constante y metastásico de
mucosas respiratorias, de localización territorial selvática, corresponde a la espundia o
leishmaniasis selvática americana. Este criterio fue aceptado en 1950 por la Comisión de
Nomenclatura de la Sociedad Brasileña de Dermatología y Sifilografía y por la Sociedad
Iberoamericana de Dermatología en su reunión de Río de Janeiro.
Sin embargo, del análisis de las casuísticas de varios investigadores peruanos, como
Cornejo Ubillus10, comprobamos que se describen formas clínicas de leishmaniasis en
áreas que no corresponden a su distribución geográfica clásica. El mismo Weiss, en
195311, pone en duda su creencia primitiva de que en los Andes se presentaba sólo la
forma uta por verificaciones posteriores de la existencia de algunos focos andinos, aun-
que raros, de espundia, así como focos selváticos de uta. Estos hechos, dice Weiss, pare-
cen eliminar la posibilidad de diferencias esenciales entre una y otra forma clásica; pero,
sin embargo, las diferencias estadísticas regionales y aún locales, llegan a ser tan acen-
tuadas que no pueden dejarse de lado.
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196413, numerosos trabajos de Tejada publicados desde el año 197036 y muchos otros
estudios más recientes de diferentes investigadores.
En cuanto a las especies vectoras de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú, toda-
vía no se han completado con evidencias experimentales decisivas los estudios que per-
mitan afirmar cuáles son las especies de phlebotomus (lutzomyias) que sirven de
vectores a la leishmania. En 1943, Pesce y Pardo37 encuentran, en la provincia de An-
dahuaylas –coincidiendo con la zona endémica utógena– dos especies de phlebotomus
que fueron clasificados por Hertig como Ph. Battistini (Hertig, 1943).
En 1951, al estudiar la relación entre leishmaniasis tegumentaria y phlebotomus,
Herrer38 considera que en la vertiente occidental de los Andes el ph. verrucorum y el
ph. peruensis eran los que mostraban más estrecha relación con la distribución geográ-
fica de incidencia de la uta. Este investigador nos comunicó personalmente que “en lo
que concierne a la transmisión natural de la leishmaniasis tegumentaria existe notable
confusión. Con frecuencia, por ejemplo, se indican como vectores a especies de lutzom-
yias únicamente porque se ha puesto de manifiesto en ellas la presencia de promastigo-
tes (leptomonas), sin identificar debidamente el flagelado en cuestión”. Coincidiendo con
esta opinión, Laison y Show39 señalan que se ha observado una gran cantidad de infec-
ciones naturales de flagelados entre flebotomos capturados en la naturaleza, pero solo
en un pequeño número de ellos se han identificado los parásitos positivamente como
leishmanias. Estos autores, en un análisis crítico riguroso y muy minucioso del proble-
ma, señalan, además, que la presencia de infección en lutzomyias que las transmiten en-
tre roedores silvestres que no son antropofílicos, no juega rol alguno como transmisores
para el hombre y que se necesita que intervengan en la cadena epidemiológica de la
leishmaniasis humana especies de phlebotomus antropofílicos.
El estudio de la presencia y distribución de lutzomyias en general y de las que juga-
rían un rol como vectores para la leishmaniasis tegumentaria ha sido hecho y publicado
en el país y en el extranjero por Herrer y, posteriormente, por los biólogos Drs. Bertha
Llanos y Abraham Cáceres, del Instituto Nacional de Salud y del Instituto de Medicina
Tropical “Daniel A. Carrión” de la UNMSM, donde el Dr. Abelardo Tejada –su actual di-
rector– ha contribuido con numerosas investigaciones al respecto.
En el Perú todavía no se han llegado a detectar con precisión los reservorios del pa-
rásito que den explicación satisfactoria de esta endemia que se mantiene desde épocas
remotas.
Ugaz, en 188640, al hacer un estudio de la uta (llamada lupus en ese entonces) en el
Perú, pone en evidencia que una de las ideas más difundidas entre los pobladores de las
zonas utógenas –constatada en los pueblos de Cajamarca, Huamachuco, Ancash, Cerro de
Pasco, Valle del Rimac y Ayacucho– era la de conferir un rol importante en la producción
del mal ulceroso a mosquitos que picaban a la caída de la tarde, que se habían alimenta-
do con “jugo de animales en putrefacción, especialmente víboras” y lo inoculaban a sus
víctimas; o a la inoculación del jugo resinoso de huarango (Acacia puntata), tomado por
mosquillas de alas blancas que viven a su sombra (Cajamarca). En el Cuzco estaba difun-
dida la creencia de la producción de la enfermedad por la “lamedura de araña”. En Caja-
marca, igualmente, se atribuía un papel importante a “la antimonia que se levanta del
suelo seco y caliente de las quebradas con las primeras lluvias de la cuaresma”. También
se culpó de la enfermedad a las aguas de mala calidad (La Libertad). Urcia, en 191320 re-
coge la referencia del Dr. Barranca, en la que consigna la creencia de que “el indio cuan-
do al beber se moja la punta de la nariz, adquiere la enfermedad”. Urcia relata la creencia
muy generalizada de la existencia de animales o plantas que directa o indirectamente, por
picadura o por contagio, inoculan el germen de la uta; él se inclina a creer que el agua es-
tancada puede contener los gérmenes productores, o los huevecillos y larvas de los insec-
tos; describe con detalle como vector a un insecto –refiriéndose, evidentemente, al
Phlebotomus– al que “se le pretende llamar titira, cuando su nombre es el de uta”.
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Generalidades
Daniel A. Carrión, estudiante de medicina, quien realizó un heroico sacrificio al ino-
cularse voluntariamente material de un botón verrucoso y fallecer del proceso sistémico
en el año 1885, consolidó el concepto de unidad entre la fase febril anémica (“Fiebre de
La Oroya”) y el período eruptivo (“verruga peruana”) de esta afección, consideradas por
los dualistas como dos enfermedades diferentes.
La enfermedad de Carrión o verruga peruana es una bartonellosis humana, proceso
infeccioso general, bacteriano, no contagioso, producido por la Bartonella bacilliformis,
transmitida por vector alado (Phlebotomus verrucarum). Es una enfermedad endémica,
con carácter regional en áreas bien circunscritas de ciertas regiones andinas del Perú y
algunos focos en Ecuador y Colombia. Clínicamente, presenta un primer estadio que, por
causas diversas, puede cursar inaparente, casi sin síntomas, pero con frecuencia da lugar
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Historia de la Dermatología en el Perú
a la fase febril anémica, de gran gravedad, que conduce a la muerte por anemia severa
y cuadro tóxico-infeccioso, cuadro denominado antiguamente “Fiebre de La Oroya”. Si
se sobrevive a este estadio, después de un período de duración variable, se presenta el
segundo proceso eruptivo, caracterizado por un brote verrucoso (angiomatoso) de mag-
nitud diversa, con lesiones de diferente tamaño y profundidad, cuya localización, además
de la tegumentaria, puede comprometer órganos internos. La involución espontánea
conduce a un estado de inmunidad permanente al proceso.
El pronóstico es malo si es dejado a su evolución espontánea en la forma severa del pe-
ríodo febril anémico y habitualmente bueno, aún en las formas de gran brote, en el perío-
do eruptivo. La muerte en el primer estadío se produce por la severa anemia o por la
complicación salmonelósica frecuente al inicio del período intercalar. La enfermedad res-
ponde favorablemente a los antibióticos antibacterianos y no existe vacuna contra ella.
Ofrece riesgo epidémico cuando se moviliza la población no inmune a las regiones endé-
micas, no existiendo propagación del proceso fuera del área endémica (figuras 28, 29, 30).
Historia
La verruga peruana es una enfermedad autóctona americana, más propiamente pe-
ruana, cuya antigüedad precolombina es incuestionable. Las expresiones demostrativas
en la cerámica mochica51, los relatos de los cronistas de Indias y otras evidencias hacen
pensar a Lastres52 que la verruga ha existido siempre, hablando geográficamente, en
los mismos lugares en donde hoy reina, principalmente en las quebradas, siendo cono-
cida por el indígena con la voz quechua de sirki. El interés científico por su estudio se
despertó, principalmente, a partir del año 1870, a raíz de la construcción del ferrocarril
de Lima a La Oroya, a través de los Andes. En el tramo que pasa por la zona verrucóge-
na del valle del Rimac se produjo una grave epidemia, la cual –según se afirma- ocasio-
nó la muerte de siete mil trabajadores y de los cien ingenieros británicos y
norteamericanos que construyeron el ferrocarril; todos contrajeron la enfermedad y mu-
rió la mitad. La vinculación nosográfica de las manifestaciones graves de esta epidemia,
denominada “Fiebre de La Oroya”, con el brote cutáneo que se presentaba en los sobre-
vivientes, conocido como “verruga peruana”, se estableció progresivamente, contando
para ello con el sacrificio heroico de Daniel A. Carrión.
La comunidad científica mundial se interesó por esta misteriosa y rara afección que
fue estudiada exhaustivamente en sus aspectos clínicos, epidemiológicos, etiopatogéni-
cos, experimentales y terapéuticos por numerosos investigadores peruanos y extranje-
ros. Así, en 1898, Odriozola53 publica una monografía que se consideró como una de las
mejores contribuciones al estudio clínico de la enfermedad. En 1905, Barton54 descubrió
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Introducción
La lepra no existía en América antes de la llegada de los conquistadores europeos.
Los españoles trajeron esta enfermedad a América Central, América del Sur y, en Nor-
teamérica, a México y parte de los Estados Unidos. El primer lazareto se fundó en 1520
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En nuestro país existía hasta el año 2000, en el Ministerio de Salud, una estructura
técnico administrativa denominada Dirección del Programa Nacional de Control de En-
fermedades Transmisibles, en la que se incluía el Programa de Control de Tuberculosis
y Lepra, y que contaba con la colaboración comprometida eventual de un Comité Asesor
formado por médicos tropicalistas, leprólogos y dermatólogos.
Actualmente (2004), la reestructuración administrativa del Ministerio de Salud ha he-
cho desaparecer los programas nacionales específicos de control de enfermedades, in-
cluyendo el de Lepra. En su lugar se han constituido, en una Dirección General de Salud
de las Personas, seis estructuras administrativas denominadas Estrategias de Salud y
una de ellas se ocupa del Control de Tuberculosis y Lepra.
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Historia de la Dermatología en el Perú
un problema de salud pública, fundamental- Años 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Total
mente en el departamento de Ucayali, lugar
Multi-bacilar 1.205 672 220 245 202 195 227 237 221 151 126 3.701
con una prevalencia de la enfermedad que
supera la tasa de 1 x 10000 habitantes. Esta Pauci-bacilar 649 362 57 59 39 45 37 25 45 29 39 1.386
información nos permite priorizar las activi- Total 1.854 1.034 27 304 241 240 264 262 266 180 165 5.087
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En setiembre de 1926, por decreto supremo, se crea la Liga Nacional Antivenérea co-
mo institución de sanidad y beneficencia, dedicada a la acción y a la propaganda antive-
néreas. Esta creación se produce acogiendo las recomendaciones de la Primera
Conferencia Nacional Antivenérea, celebrada en Lima del 30 de agosto al 5 de setiembre
de 1926 que, además, recomienda, entre otras cosas, que se inicie la educación sexual
desde la segunda enseñanza, que se unifiquen los métodos o procedimientos curativos,
que se estimule el desarrollo de la especialidad venereológica y que se introduzca el cer-
tificado médico prenupcial. Declara que, mientras subsistan las condiciones sociales rei-
nantes, la reglamentación de la prostitución es necesaria. Recomienda una serie de
medidas de protección para los hijos menores de edad y para las jóvenes abandonadas,
sugiriendo que se establezca la edad de 18 años como mínima para el ejercicio de la
prostitución y acuerda, también, solicitar que se establezca legalmente la declaración
numérica obligatoria para las enfermedades venéreas.
Con fecha 6 de mayo de 1927 se aprueban, por Resolución Suprema, los Estatutos de
la Liga Nacional Antivenérea, cuyo objeto era recoger y canalizar las orientaciones tra-
zadas por la Primera Conferencia Nacional Antivenérea; pero, en su constitución se se-
ñala tal complejidad de miembros –desde el Presidente de la República, ministros de
Estado, presidentes de la Corte Suprema de Justicia y de las Cámaras Legislativas, has-
ta representantes de un sinnúmero de instituciones– que nunca llegó a funcionar.
El Gobierno interviene, nuevamente, en enero de 1941, creando por decreto supremo
el Servicio Nacional Antivenéreo, dependiente de la Dirección General de Salubridad; se
le encarga la ejecución de los trabajos de prevención y de asistencia médico social con-
cernientes a las enfermedades venéreas y como organismos de orientación y de estudio
técnico de los problemas inherentes a esas enfermedades, con la obligación de centrali-
zar la estadística general de las enfermedades venéreas y ejercer la supervigilancia y
control técnico de los servicios venereológicos que existan a cargo de otras entidades. El
mismo año e igualmente por Decreto Supremo, se declara obligatoria la asistencia mé-
dica de toda persona que padezca de cualesquiera de las siguientes enfermedades en pe-
ríodo de contagio: sífilis, gonorrea, chancro blando y linfogranuloma venéreo;
estableciéndose para los omisos severas sanciones, incluso con intervención policial si es
necesario y se prohíbe el expendio libre de drogas, específicos y medicina general desti-
nados al tratamiento de enfermedades venéreas. Se establecen, asimismo, las obligacio-
nes médicas al respecto.
El control actual del ejercicio de la prostitución en el Perú está señalado en el Regla-
mento vigente de Licencias Especiales de Policía, aprobado por Decreto Supremo de di-
ciembre de 1946, en el que se establecen los requisitos para el funcionamiento de las
casas de tolerancia, de cita, prostíbulos y lenocinios y la obligatoriedad para las mujeres
que ejerzan la prostitución de encontrarse provistas del certificado de buena salud otor-
gado por el Servicio Antivenéreo y la licencia personal expedida mensualmente por la
Recaudación. Los conductores de estas casas están obligados a hacerlas reconocer se-
manalmente por el Servicio Nacional Antivenéreo. La policía debe vigilar su cumplimien-
to y remitir para su curación a las mujeres que adolezcan de enfermedad contagiosa. Las
infracciones de estas disposiciones generarán multas previstas en ese Reglamento.
Debido a una reorganización ministerial, desaparece el Servicio Nacional Antivené-
reo y es sustituido por el Departamento de Venereología que, por mandato de la Resolu-
ción Suprema del 19 de mayo de 1952, adecúa su funcionamiento con el objeto de
modernizar los métodos de lucha antivenérea en el país y, en arreglo al principio de des-
centralización administrativa de los servicios sanitarios ejecutivos periféricos, se hace
cargo, fundamentalmente, del planeamiento de la campaña antivenérea. Elabora, así, un
Plan General de Trabajo, que tiene como funciones: trazar el plan nacional de lucha an-
tivenérea, dictar normas técnicas para la ejecución de las campañas antivenéreas que
deberán realizar los servicios sanitarios locales, supervisar o fiscalizar el cumplimiento
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Historia de la Dermatología en el Perú
de los programas locales, constituir el organismo consultor para todos los programas lo-
cales, constituir el organismo consultor para todos los programas antivenéreos del Mi-
nisterio del ramo y coordinar su acción con otros departamentos del mismo, de otras
entidades y de otros sectores. Elabora, también, un detallado plan de campaña antive-
nérea nacional.
Posteriormente, el Departamento de Venereología desaparece como estructura y es
incorporado como un programa de la División de Epidemiología del Ministerio de Salud,
el que, a su vez, es ulteriormente integrado a la Dirección de Erradicación y Control de
Enfermedades Transmisibles. Ahí se centralizan las funciones de vigilancia epidemioló-
gica, programación y normas técnicas de control generales y específicas a nivel nacio-
nal. Las enfermedades venéreas están sometidas al Sistema Nacional de Notificación de
Enfermedades Transmisibles, consideradas en el grupo de “enfermedades de acción sa-
nitaria”, con obligatoriedad de notificación dentro de los siete días de conocido el caso.
En nuestro país se atienden enfermos de SIDA desde 1983; los primeros fueron pa-
cientes, en general homosexuales, que venían con diagnóstico certero desde los Estados
Unidos (en su condición de peruanos-norteamericanos). Muchos estaban desahuciados o
se sentían discriminados y buscaron un mejor trato en el Perú.
Inmediatamente, los especialistas que asistían a estos enfermos comenzaron a deri-
varlos –para control inmunológico– al Dr. Raúl Patrucco Puig, prematuramente desapa-
recido en 1987, que inició los estudios y la recopilación completa de los casos.
En los primeros años, casi la totalidad de los pacientes fueron homosexuales y venían
del extranjero (principalmente de los Estados Unidos). Más tarde aparecen casos de ho-
mosexuales peruanos que no habían viajado al extranjero pero habían tenido relaciones
con turistas. También hay casos de contagio a través de transfusiones de sangre. En es-
te período no fueron reportados casos en provincias. Al inicio de la epidemia en el Perú,
pocas personas tomaron el problema del SIDA con la seriedad que merecía.
El 25 de noviembre de 1985, se nombra por Resolución viceministerial 005-85-
SA/DVM, la primera Comisión Oficial que estudiaría la incidencia del SIDA en el Perú.
Sus miembros fueron los Drs. Gottardo Agüero (coordinador) y Raúl Patrucco y como de-
legados del Colegio Médico del Perú los Drs. César Delgado Sayán y Aníbal Escalante.
Al poco tiempo, esta comisión toma contacto y coordina con el NAMRID (Instituto de
Investigación de Enfermedades de la Marina de los Estados Unidos), que había manifes-
tado su intención de hacer un estudio de seroprevalencia de anticuerpos contra el VIH
en 40,000 personas en el Perú.
El 19 de febrero de 1987, mediante la Resolución viceministerial 020-87SA/DVM, se
amplía la comisión anterior con los Drs. Santos Hinostroza, Eduardo Gotuzzo, Enrique
Fernández, Alejandro Padrón y Oscar Frisancho
El 2 de abril de 1987 se expide la R.S. 011-87-SA, que crea el Programa Nacional Mul-
tisectorial para Prevención y Control del SIDA y la R.S. 013-87SA, que crea la Comisión
Técnica de Certificación, Calificación y Registro de los casos de SIDA (CTCCR). El 7 de
abril, por Resolución Ministerial 238-87-SA/DM, se designa la nómina de los profesiona-
les que la integran: Drs. Raúl Patrucco (presidente), Eduardo Gotuzzo, Alejandro Padrón,
Santos Hinostroza, José Gálvez Brandon, Oscar Misad, Aníbal Escalante, Guillermo Con-
treras y Miguel Campos.
El 1 de junio de 1987, el Dr. Gottardo Agüero fue nombrado, por R.M. 373-87-SA/DM,
como director del Programa Nacional Multisectorial para prevención y control del SIDA
y el 9 de junio del mismo año, por R.M. 196-SA7P, se lo designa como director general
del Programa.
Debido a la prematura desaparición del Dr. Raúl Patrucco, una Resolución Ministerial
del 21 de agosto de 1987 nombró en su reemplazo como presidente de la CTCCR al Dr.
Aníbal Escalante y por RVM 428-87-SA/DM del 10 de julio del mismo año se designó nue-
vo miembro de la comisión al Dr. Alberto Yuén.
361
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Septiembre, 2005
(La revisión del texto estuvo a cargo de la Dra. Tarcila Rey Sánchez.)
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363
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
N
representando
la uta
o existen evidencias de que las civilizaciones preincaicas e incaica conta-
ran con escritura; pero se conocen algunas enfermedades padecidas por las
poblaciones de esa época a través de huacos antropomorfos pertenecientes a
las culturas Moche, Huari, Lambayeque, Chimú y Mochica, todas ellas prein-
caicas, que permiten deducir la representación de patologías como la uta (fi-
gura 1), la verruga peruana (figura 2), el albinismo (figura 3), la parálisis facial
(figura 4), la elefantiasis (figura 5), el hipotiroidismo con leishmaniasis (figura
6), la sífilis congénita “nariz en silla de montar” (figura 7), el labio leporino (fi-
gura 8), y otras. Asimismo persisten palabras quechuas (incas) que se utilizan
para nombrar diferentes patologías tales como sirki y ticti para la verruga pe-
ruana y ccara para la pinta.
El estudio de lesiones óseas en momias de la cultura Paracas hace suponer
que el origen de la sífilis es americano; también se sabe que practicaban tre-
panaciones e injertos óseos (figura 9).
Las creencias de estos pueblos contenían conceptos mágicos religiosos no
muy distintos de los conceptos europeos de aquella época; interpretaban que
la causa de la enfermedad era un castigo divino al pecado y se protegían con
la magia u ocultismo y con un arsenal terapéutico mucho más amplio que el
europeo; tanto es así que Felipe II, rey de España, envió a Francisco Hernán-
dez a estudiar los medicamentos americanos. Tal confianza tenía Hernán Cor-
tés, conquistador de México, en la medicina y en los curadores americanos que
escribió a Carlos V solicitándole que evitara que vinieran médicos europeos a
América pues los creía innecesarios.
Se conocía con el nombre de hampi camayoc (hampi: medicina; camayoc:
el que practica) al médico indígena que trataba al Inca y a la nobleza, y como
Figura 2. Cultura
camasca al médico del pueblo. Moche.
La mayoría de las medicinas provenían del reino vegetal; algunas de ellas han llega- Representación de
do hasta nuestros días: quina o cascarilla (para la fiebre y tercianas), palo santo (para la verruga peruana
365
LUIS VALDIVIA BLONDET
Figura 3. Cultura
Moche.
Representación de
un albino
Figura 4. Cultura
Mochica.
Representación de
parálisis facial
Figura 5. Cultura
Lambayeque. Vasos
representando
elefantiasis
Figura 6. Cultura
Mochica.
Representación de
hipotiroidismo con
leishmaniasis (uta)
Figura 7. Cultura
Moche. Sífilis
congénita: nariz en
silla de montar
Figura 8. Cultura
Moche. Labio
las manchas de la cara), molle (para el dolor de cabeza), la piña y el tamarindo (purgan-
leporino
tes), el guayaco (antidiarreico), la uchangana (abortivo), el guayruro (para males del co-
Figura 9. Cultura
Paracas.
razón), el vanargo (afrodisíaco), la isaña (para reprimir el apetito sexual), entre otros.
Trepanaciones e
injertos óseos
■ Conquista,
2. Conquista, Virreinato y primeros
Virreinato y primeros años
años de la de la República
República
366
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
■ en
3. La educación dermatológica Lalaeducación dermatológica
República desde 1856 en la República
desde 1856 hasta nuestros días
La educación en pregrado
367
LUIS VALDIVIA BLONDET
de gobierno de la Facultad de Medicina, que elige como decano al Dr. Alberto Cuba Ca-
paró. Se contrata al Dr. Clement Countar, dermatólogo norteamericano, para la reorga-
nización del Servicio Docente en la especialidad. En 1962 ocupa la cátedra el Dr. Aizic
Cotlear quien permanece hasta 1980; le sucede el Dr. Oscar Romero Rivas hasta el año
1993, cuando la cátedra de Dermatología pasa a ser un capítulo dentro del curso de me-
dicina interna; su jefe hasta la fecha es el Dr. Dante Mendoza Rodríguez.
El desarrollo de la Dermatología hasta la segunda mitad del siglo XX estuvo focaliza-
do en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A partir de 1960 se crean nuevas
universidades en Lima y en el resto del país, muchas de ellas con Facultad de Medicina.
En 1966 había Facultades de Medicina en cinco universidades: Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Universidad Nacional de
Trujillo, Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y Universidad Nacional San Luis
Gonzaga de Ica.
Actualmente, tan sólo en Lima existen programas de medicina en ocho universidades:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia,
Universidad Particular San Martín Porras, Universidad Nacional Federico Villarreal, Uni-
versidad Ricardo Palma, Universidad Científica del Sur, Universidad San Juan Bautista,
Universidad Norbert Wiener.
La Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas Cayetano Heredia fue crea-
da por los Drs. Alberto Hurtado y Aurelio Loret de Mola en 1962. El primero ocupó el
rectorado y el segundo, la jefatura de la Cátedra de Dermatología.
El 17 de mayo del mismo año se fundó la Universidad Particular San Martín de Po-
rras; su primer rector fue el RP Víctor Sánchez Valer; su Facultad de Medicina y Odon-
tología se inició el 6 de julio de 1983. En 1984 la Facultad de Medicina se independiza,
y los conocimientos de Dermatología se imparten como un capítulo de la asignatura de
medicina interna; en el año 2002 se constituye como curso, a cargo del Dr. Julio Bonilla
Espinoza.
La Universidad Nacional Federico Villarreal se funda el 18 de setiembre de 1965. La
Facultad de Medicina se crea por resolución del rector Nº 1348 del 12 de abril de 1966
y Ley 14692 del 18 de octubre del mismo año. Su hospital base es el Hospital Hipólito
Unanue (antes Hospital del Tórax de Bravo Chico). Su primer decano fue el Dr. César
Reynafarje Hurtado y el primer jefe de cátedra de Dermatología, el Dr. Juan Manrique
Ávila.
En el Sur del Perú la educación en Medicina se inició en 1827 en Arequipa, en el Co-
legio de la Independencia en coordinación con la Universidad de San Agustín. Su primer
rector fue el Dr. José Fernández Dávila. La Facultad de Medicina funcionó con altibajos
hasta su cierre en 1876; se reabrió en 1958, y la enseñanza de Dermatología dentro de
la misma comenzó en 1960; su primer profesor fue el Dr. Marcial Ríos Flores, y tuvo co-
mo sede hospitalaria docente el Hospital Honorio Delgado (antes Hospital General). Han
sido docentes de la especialidad los Drs. Víctor Delgado Fernández y Luis Suárez Eliot;
el actual jefe del servicio es el Dr. Raúl Hurtado Paredes, con quien se ha iniciado la for-
mación de posgrado en Dermatología.
En 1967 se fundó la Universidad Católica Santa María que cuenta con Facultad de
Medicina; como profesores de Dermatología se desempeñó inicialmente el Dr. Marcial
Ríos Flores, luego el Dr. René Portugal Gallegos, la Dra. Lilia Zapata Cárcamo y actual-
mente el Dr. Fredy Mostajo Quiroz.
La práctica clínica de los alumnos de ambas universidades se realiza en los hospita-
les Goyeneche y Honorio Delgado, ambos de Salud Pública, y en el Hospital del Seguro
Social.
La Universidad San Antonio Abad del Cuzco fue creada por el Papa Inocencio XII el
1º de marzo de 1692. La Facultad de Medicina fue creada por el Consejo Ejecutivo el 25
de agosto de 1977 y aprobada por el Consejo Regional de la Universidad Peruana en la
368
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
369
LUIS VALDIVIA BLONDET
370
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
su posterior abandono, así como su opinión sobre el sacrificio de Daniel Alcides Carrión
(figura 16). En este hospital se desarrollaron los principales hechos de la historia de la
medicina y Dermatología del Perú durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX; bas-
ta mencionar a Daniel Alcides Carrión. Allí se instauró el Día de la Medicina (5 de octu-
bre de 1930), y la Asociación Médica Peruana Daniel Alcides Carrión.
Remodelado en 1967 con apoyo de la fundación Kayser, pasó a ser hospital general,
es decir, con atención para hombres, mujeres y niños.
En 1935 se registra el funcionamiento del Servicio de Enfermedades de la Piel en el pa-
bellón de San Lázaro dirigido por el dermatólogo ítalo peruano Alfieri Valdettaro y por el
Figura 16. Daniel
Dr. Pablo Nagaro. En 1942 el servicio es trasladado a un local construido para laboratorio Alcides Carrión
clínico situado entre la morgue y el pabellón de niños, y en 1945 se ubica en éste último García, Héroe
con el Dr. Alfredo Parodi Bacigalupo como jefe de servicio de San Lázaro y San Camilo. Nacional
El primer jefe del departamento de Dermatología fue el Dr. Arturo Salas Brousset. Le
siguieron los Drs. Enrique Franciscolo Castagnino, Julio Bonilla Espinoza, Oscar Rome-
ro Rivas, Victoria Morante Sotelo y Carlos Galarza Manyari.
El Hospital de Policía fue inaugurado el 30 de octubre de 1942, con 250 camas; den-
tro de la clínica de oficiales funcionaba el consultorio de Dermatología a cargo del Dr.
Luis García Arrese, quien fue sucedido por los médicos dermatólogos Arturo Salas
Brousset, Carlos Rizo Patrón Tassara, Oswaldo Paredes Reynoso, Emilio Carranza Cordi-
viola, Alberto Torero, Manuel Balaguer Rosas y Guido Paredes Llerena. El primer direc-
tor del Hospital fue el Teniente Coronel de Sanidad Juan José Mostajo Vargas.
El Hospital Obrero (hoy Hospital Guillermo Almenara) fue inaugurado el 12 de agosto
de 1936 e inició sus actividades el 10 de febrero de 1941. El Servicio de Dermatología con-
taba con 14 camas y su primer jefe fue el Dr. Pablo Arana Iturri; lo sucedieron los Drs.
Juan Manrique Ávila, Adrián Casafranca Lovatón, Luis Rioja Ugaz y José Catacora Cama.
El Hospital Militar Central, inaugurado el 31 de diciembre de 1957, recibe al perso-
nal del antiguo Hospital Militar San Bartolomé, en el cual funcionaba el Servicio de Der-
matología, Sifilología y Enfermedades Infectocontagiosas desde 1952. Su primer jefe fue
el Teniente Coronel de Sanidad Luis Castro Mendivil, hasta 1962. Su primer médico der-
matólogo fue el Teniente Coronel de Sanidad Raúl Gallarday Vásquez, formado en Ar-
gentina, quien fue jefe del Servicio de Dermatología desde 1962 hasta 1977. Lo
sucedieron en la jefatura los Drs. Coronel de Sanidad Médico Julio Saldaña Patiño, Ale-
jandro Rosé Gonzáles y Leonardo Sánchez Saldaña. El Dr. David Carrizales Ulloa de la
Escuela Francesa (París) trabajó como médico asesor docente, y tuvo mucha influencia
en el desarrollo de la Escuela Dermatológica del Hospital Militar. En 1968 el servicio to-
mó el nombre de “Departamento de Dermatología”.
El Hospital Central de Aeronáutica (Fuerza Aérea del Perú) (figura 17) fue
inaugurado el 8 de julio de 1969 contando con un Servicio de Dermatología di-
rigido por el Coronel FAP Médico Dermatólogo Luis Cavero Ortiz; posterior-
mente se integran los Drs. Luis Valdivia Blondet, Manuel Palomino Yamamoto
y Rafael Gamarra. A partir del año 1984 empieza a funcionar el Servicio de
Dermatología como sede hospitalaria docente de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos. En su jefatura se sucedieron: el Coronel FAP Médico Der-
matólogo Dr. Luis Valdivia Blondet, que alcanzó el grado de General, el Coronel
FAP Médico Dermatólogo Dr. Manuel Palomino Yamamoto, el Coronel FAP Mé-
dico Rafael Gamarra Gálvez, los Comandantes FAP Médicos Bruno Ciriani An-
chorena y Lizandro Obregón Sevillano. Históricamente éste fue el primer
servicio dermatológico del país reconocido como médico-quirúrgico por su Institución. Figura 17. Hospital
Fue modelo de organización moderna de un Servicio de Dermatología médico-quirúrgi- Central de
co contando en sus instalaciones con secciones de radioterapia, fototerapia, alergia, mi- Aeronáutica
croscopía, sala de fotografía, quirófano ambulatorio y consultorios externos.
El Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión estuvo constituido por el “Sector Carrión”
371
LUIS VALDIVIA BLONDET
y el “Sector San Juan”, construidos por la Beneficencia Pública del Callao, y fueron inau-
gurados el primero en 1941 y el segundo en 1968. El 15 de octubre de 1971 se procede a
su unificación bajo el nombre de Complejo Hospitalario “Daniel A. Carrión”, relevando el
nombre del mártir de la medicina peruana y héroe nacional. El primer jefe del Servicio de
Dermatología fue el Dr. Wenceslao Castillo Rivadeneyra hasta 1999, año en que se retira
por cumplirse su tiempo de servicio; fue sucedido por la Dra. Zaida Gutiérrez Ylave.
El Hospital Central del Empleado del Instituto Peruano de Seguridad Social –Hospital
Edgardo Rebagliati Martins–, fue fundado el 2 de noviembre de 1958; el primer jefe del
Servicio de Dermatología fue el Dr. Luis Flores-Cevallos, lo sucedieron los Drs. Pedro Na-
varro Huamán, Enrique Yoshiyama Tanaka y Gadwyn Sánchez Félix.
El Centro Médico Naval, fundado en 1956, cuenta desde su inicio con Servicio de Der-
matología; por su jefatura han pasado los Drs. José San Martín Razzeto, Humberto Cos-
ta Alfaro, Octavio Small Arana, Hugo Condori Di Burga y Gustavo Beltrán Grados.
El Instituto de Salud del Niño –Hospital del Niño– fue inaugurado el 1° de noviembre
de 1929 por Augusto B. Leguía, presidente de la República, con el nombre de Hospital de
Niños “Julia Swayne de Leguía”. El primer director del Hospital fue el Dr. Carlos Krum-
dieck. En enero de 1930 comenzaron a funcionar los consultorios externos con siete pa-
cientes el primer día, y en abril se abrieron las primeras 20 camas de hospitalización.
Actualmente es el centro referencial de patología infantil. El servicio de Dermatología pe-
diátrica está a cargo de la Dra. Rosalía Ballona Chambergo.
El Hospital Alberto Sabogal Sologuren fue fundado en 1942. En 1974 cambia de nom-
bre por el de Hospital Zonal N° 1 IPSS. El 12 de febrero de 1982 se inaugura el nuevo lo-
cal hospitalario en Bellavista, y en 1991 cambia de nivel bajo la denominación de
Hospital Regional III.
El Consultorio de Dermatología se crea en 1950 con el Dr. Luis Flores-Cevallos, quien
en 1961 se traslada al Servicio de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati. El mis-
mo año ingresa el Dr. Juan Meza Balbuena, conformándose el staff de la siguiente for-
ma: Dr. Juan Meza Balbuena (médico jefe), Dra. Emma Ávila Del Carpio, Dra. Gloria
Baquerizo y Dr. Rogelio Pinto Salas. En 1984 el equipo médico estaba constituido por los
Drs. Humberto Gonzáles Garay (médico jefe), Gloria Baquerizo, Emma Ávila Del Carpio,
Rogelio Pinto Salas, Humberto Costa Alfaro, Herbert Tirado, Carlos Guerra Carbajal, Da-
niel Valverde Bejarano y José Salazar Zumarán. Desde 1980 el Dr. Gonzáles Garay fue
jefe del servicio hasta su jubilación en 1992, fecha en que la Dra. Emma Ávila Del Car-
pio asumió dicho cargo. En 1994 acepta la Jefatura el Dr. Rogelio Pinto Salas quien se
mantiene hasta la fecha. En el mes de junio de 2000 se inicia la residencia de Dermato-
logía con el ingreso del Dr. Ferdinando de Amat Loza.
El Hospital María Auxiliadora, fundado en agosto de 1986, inicia su funcionamiento
contando con un Servicio de Dermatología cuya jefatura ejerce desde su inicio el Dr. César
Pérez del Arca. Es sede docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en pre-
grado desde 1986 y en la formación de residentes en Dermatología desde mayo de 2000.
■ Las
LasSociedades Científicas
Sociedades Científicas de la especialidad
de la especialidad
El Colegio Médico del Perú, en uso de sus funciones, clasifica a las Sociedades Cientí-
ficas en: Principales –que llevan la representación de la especialidad por el país– y Es-
peciales –filiales de Sociedades Científicas Internacionales– (Reglamento de Sociedades
Médico Científicas del Colegio Médico del Perú 1999, Artículo 7).
372
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
373
LUIS VALDIVIA BLONDET
374
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
375
LUIS VALDIVIA BLONDET
CILAD- Perú
CILAD-Perú es una asociación formada en 1964 por el delegado nacional del Colegio
Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD, actualmente llamada CIDERM, Círculo
Dermatológico del Perú), que figura como tal en el Registro Especial de Filiales de Institu-
ciones Médicas Científicas Internacionales. Tiene actividad científica duplicadora de la de-
sarrollada por la Sociedad Peruana de Dermatología y edita la revista Folia Dermatológica.
■ Epílogo
Epílogo
Septiembre, 2005
Agradecimientos
Al Dr. Nicolás Tapia Dueñas, quien nos proporcionó sus fotografías de huacos para es-
ta obra.
A Julio Bonilla Espinoza, Oscar Romero Pridat y Carlos Galarza Manyari, quienes nos
proporcionaron información sobre la historia del Hospital Dos de Mayo.
A la Dra. Gladys Vidarte Orrego por su colaboración para conseguir información so-
bre la historia del Hospital Arzobispo Loayza.
Al Dr. Oscar Tincopa Wong que colaboró en la información sobre la historia dermato-
lógica del Norte del Perú.
376
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
A los doctores Víctor Delgado Fernández y Marcial Ríos Flores por la información so-
bre la Dermatología en el Sur del Perú.
Y a todos aquellos que hicieron posible la realización de esta obra.
379
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
■ De2.la
Dellegada deColón
la llegada de Colón al cambio
al cambio de soberanía
de soberanía
380
Historia de la Dermatología en Puerto Rico
381
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
Sus primeros egresados (1969) fueron los Drs. Ramón Piñeiro, Eduardo Hernández y
Luis Guillermo Ortiz. La Dra. Gloria de la Vega fue la primera dermatóloga, integrando
el segundo grupo egresado del Programa de Dermatología.
Al surgir la oportunidad de adiestramiento en Puerto Rico, disminuyó el número de
puertorriqueños que iban a Estados Unidos para hacer su especialización. Hasta el pre-
sente se han adiestrado en nuestra institución unos 90 dermatólogos.
Durante la década de los sesenta comenzaron su práctica los Drs. Armando Silva, Pe-
dro Lázaro, Héctor Hernández López, Héctor Cardona y César A. Quiñones, quien hizo
una maestría en fisiología de la piel. En los setenta llegaron los Drs. Rafael Pasarell, Raúl
Morales, María del P. Millán, Aurea Ramírez y Fernando Calero, todos adiestrados fuera
de Puerto Rico.
El Dr. Jorge L. Sánchez, quien hizo su residencia en nuestro programa en 1970, se es-
pecializó en dermatopatología con el Dr. Bernard Ackerman en la New York University y pa-
só a ser el jefe de la Sección de Dermatología en 1973. En 1980 y gracias a su esfuerzo, la
sección se convirtió en el Departamento de Dermatología. El Dr. Jorge L. Sánchez también
llegó a ocupar los cargos de Director Ejecutivo del Hospital Universitario de Adultos, Rec-
tor del Recinto de Ciencias Médicas y Presidente Interino de la Universidad de Puerto Rico.
En la década de los 80 regresaron a Puerto Rico el Dr. Néstor P. Sánchez (1981) y el Dr. Ra-
fael Vélez Torres (1985) quien fue el último dermatólogo puertorriqueño que se especializó en
Estados Unidos. Los Drs. Oteyza (de Cuba) y Porres (de España) se establecieron temporaria-
mente en Puerto Rico, pero con posterioridad se trasladaron a Estados Unidos.
382
Historia de la Dermatología en Puerto Rico
383
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
■ Asociaciones dedermatólogos
6. Asociaciones de dermatólogos
La primera asociación de dermatólogos se constituyó con la formación de la Sección
de Dermatología de la Asociación Médica de Puerto Rico a principios de los años cincuen-
ta. Esta sección agrupó durante dos décadas a la mayoría de los dermatólogos que ejer-
cían su especialidad en Puerto Rico.
En 1971 se formó una nueva organización, la Sociedad Dermatológica de Puerto Ri-
co. Esta entidad, independiente de la Sección de Dermatología, poco a poco pasó a ser la
mayor agrupación de dermatólogos. Desde 1971 la Sociedad ha celebrado cada verano
una convención a la cual asisten prácticamente todos los dermatólogos de Puerto Rico y
muchos residentes en Estados Unidos. También se celebra una mini-convención en el
mes de noviembre. De esta forma los dermatólogos en actividad acumulan gran parte de
los créditos que son necesarios para su re-certificación cada tres años. Estas actividades
se caracterizan por su excelencia científica y social y en ellas participan conferenciantes
invitados, tanto norteamericanos como europeos, centro y suramericanos y caribeños. El
éxito de la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico se debe en gran parte al compromiso
del Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina con la parte académica y
científica de las convenciones.
La mayoría de los dermatólogos son miembros de la Academia Americana de Derma-
tología y muchos de ellos asisten a las convenciones anuales. Un gran número de derma-
tólogos pertenece a otras sociedades profesionales, entre ellas el Colegio
Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), agrupaciones de dermatopatología,
cosmetología, cirugía cosmética, cirugía de Mohs, dermatología pediátrica y la Asocia-
ción de Profesores de Dermatología.
■ Comunicación
7. Comunicación
En los años 1977-1979, el Dr. César A. Quiñones publicaba una carta circular bajo el
título News from... que se distribuía entre los dermatólogos y otros especialistas intere-
sados en nuestro campo; en ella se discutían noticias, se intercambiaba información, se
comparaban costos de medicamentos, etc. Con los adelantos en tecnología el doctor Qui-
ñones estableció, en agosto de 2000, una página en Internet llamada notimed.com, que
concluyó en 2004 cuando la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico, bajo la dirección del
Dr. José Rabelo creó oficialmente nuestro portal en Internet: <sdpr.org>.
Enero, 2005
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN REPÚBLICA
DOMINICANA
ISLA DE SANTO DOMINGO: DONDE TODO COMENZÓ
385
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
386
Historia de la Dermatología en República Dominicana
Figura 3.
Antiguo
Hospital San
Lázaro. Dibujo
de lo que fue el
primer
leprocomio en
América
Figura 4.
Antiguo
Hospital San
Lázaro. Actuales
condiciones de
la primera
En el año 1500 llega el primer cirujano, el Maestre Alonso; en 1533 se realiza la pri- leprosería del
mera autopsia del Nuevo Mundo en unas gemelas siamesas, practicada por el cirujano Nuevo Mundo
Juan Camacho, quien en su descripción hace especial énfasis en la piel4.
En 1519 se instala el primer Protomedicato en América, el cual regularía el ejercicio
de la medicina; en 1562 por la bula “Apostolatus Culmine” se crea la primera Universi-
dad del Nuevo Mundo, Santo Tomás de Aquino, hoy Universidad Autónoma de Santo Do-
mingo (UASD). En 1582 se inaugura el primer Asilo de Niños, el cual, según refiere el
doctor Pedro López, era frecuentemente atacado por epidemias de sarnas y salpullidos2.
Con el arribo de los esclavos oriundos de diferentes partes de África llegan nuevas en-
fermedades; así en la isla se encuentran en esta época, según los cronistas, filariasis, gu-
sarolas, viruela, lepra, disentería, fiebre amarilla, sarna, bubas, chancros, llagas y
úlceras varicosas.
En el siglo XVIII se describen enfermedades cutáneas como la filaria, pian, blenorra-
gia, viruelas negras, sarampión, gusarola, verola (pinta), niguas, úlceras y varios tipos
de chancros9, 11, 12.
Las bubas son una de las primeras patologías descritas en la isla. En 1730, Damier
Chevalier describe unas lesiones de piel que bien pudieran corresponder a la lepra, afir-
mando que “son consecuencia de la viruela (sífilis)”; en 1747 publica un tratado sobre
las afecciones de la isla, en el cual señala a la lepra como una patología común en la po-
blación negra y blanca, considerándola como una sífilis modificada2, 12.
Como la de los indígenas, la medicina de los esclavos negros era también animista y
empírica, basada en el uso de cataplasmas y zumos junto a ritos mágicos interpretados
por el bokor12.
En 1804 Emmanuel Chopitre –médico francés radicado en la parte francesa de la Hispa-
niola– hace una de las primeras descripciones de la lepra en América considerándola tam-
bién como una forma de sífilis. Este autor describió en París lo que hoy conocemos como
facies leonina, así como algunas secuelas de la enfermedad; también describió el pian o bu-
bas en tres formas clínicas –forma a pequeños pianes, pianes rojos y pianes grandes12, 13.
Otro médico francés, Charlevoix, definió la lepra como una patología no propia de es-
tas tierras sino proveniente de Europa, que era frecuente en las ciudades y rara en los
campos13.
La Dermatología en tiempos■
de La Dermatología
la República en tiempos de la República
Desde 1845 existía orden de encierro en el Hospital San Nicolás de Bari para los pa-
cientes de lepra. En 1881 se funda la primera Asociación Médica; en estos años los mé-
dicos aún eran clínicos generales o cirujanos; no se conoce una especialización, que sólo
empieza a visualizarse en 1852 después de la apertura de dos colegios de medicina, en
Santo Domingo y Santiago14.
387
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
■ LaElDermatología
siglo XX en el siglo XX
Hacia 1904 se quiso construir un lazareto en la pequeña isla Catalina, en el sureste
del país, pero ese proyecto se abandonó. Los trabajos se realizaron en Nigua, al suroes-
te de la ciudad y concluyeron en 191115. El director fue el doctor Fernando Arturo De-
filló, primer leprólogo en nuestro país, en los períodos 1912-1922, 1922-192616. El Dr.
José Antonio Miniño Bhäer dirigió el leprocomio en 192817; su último director fue el Dr.
Mario Fernández, ya que actualmente es un asilo de ancianos.
Desde 1912 la primera médica dominicana, Evangelina Rodríguez, graduada en
Francia, trabajó en gineco-obstetricia y urología y trató Enfermedades de Transmisión
Sexual (ETS), en prostitutas en su natal San Pedro de Macorís, haciendo las primeras
descripciones sistemáticas de estas patologías.
El Dr. Guillermo Herrera, brillante leprólogo, con estudios en Francia, pasó a ocupar
la dirección de la leprosería en Nigua a partir de 1942, permaneciendo allí hasta media-
dos de 1980. Fue el primero en usar las sulfonas en pacientes de lepra y publicó varios
artículos en República Dominicana y en el extranjero sobre “Lesiones liquenoides en le-
Figura 5. Dr. Felipe pra” y “Tratamiento de la lepra con sulfonas”18.
Pimentel Imbert.
Considerado el
Los primeros dermatólogos y la primera Sociedad de Dermatología
primer dermatólogo
dominicano, fue,
En la década del 40 hay que señalar en el país la existencia de los primeros derma-
además, el primer
micólogo y primer tólogos especializados, los cuales habían estudiado en tierras extranjeras: Víctor Manuel
presidente de la Soñé Uribe estudió en Bruselas y ejerció como dermatólogo y venereólogo; Manuel Feli-
Sociedad pe Pimentel Imbert (figura 5) hizo estudios de Dermatología y micología en Puerto Rico,
Dominicana de ejerciendo en las dos áreas; se dedicó a la enseñanza médica como micólogo y bacterió-
Dermatología en logo, y como dermatólogo trabajó en forma privada; también hay que mencionar a Héc-
1949 tor Purcell Peña y a Miguel Ortega19, 20.
Figura 6. Dr. El 8 de junio de 1949 se fundó la Sociedad Dominicana de Dermatología y Sifilogra-
Huberto Bogaert fía (SDDS); fue su primer presidente el Dr. Pimentel Imbert y vicepresidente, el Dr. Héc-
Díaz (2000),
tor Purcell Peña, venereólogo; otros integrantes fueron Juan Mella, Miguel Ortega, Víctor
mientras dirigía
Soñé Uribe, dermatólogos venereólogos, Guillermo Herrera, leprólogo, Julio Senior, Gui-
una de las sesiones
llermo de los Santos, médicos generales; José de Jesús Ravelo de la Fuente, médico la-
clínicas del IDCP
(Dirección IDCP- boratorista y como presidente honorífico, Fernando Defilló.
DHBD) Sin embargo, el régimen político imperante no permitió las actividades científicas del
gremio médico, por lo que la sociedad per-
maneció prácticamente inactiva hasta 1962.
En esa fecha se elige una nueva directiva y se
proclaman nuevos estatutos, con una comi-
sión integrada por Pimentel Imbert, Herrera,
Purcell, Soñé, junto a Miguel Contreras y Hu-
berto Bogaert Díaz (figura 6); Asistieron,
además, Rafael Rodríguez Castellanos, Félix
Benzo, Gilberto Baltasar Robiou, José Ruso,
Rafael Fernández Báez y Rafael Díaz.
Se estableció que la sociedad estaría com-
puesta por los especialistas en Dermatología,
Venereología y Leprología, tendría su revista,
celebraría congresos, simposios, cursos y todas las actividades científicas pertinentes;
sus miembros podrían disfrutar de viajes y becas de estudios. También se autorizó a mo-
dificar el nombre de la asociación por el que lleva actualmente, Sociedad Dominicana de
Dermatología (SDD)20, 21.
388
Historia de la Dermatología en República Dominicana
Figura 7.
El origen del Instituto Dermatológico Dominicano. Sus logros
Fundadores del
Instituto
En 1963, con el objeto de cooperar en todo el país en la lucha contra esta enferme-
Dermatológico
dad, se fundó el Patronato de Lucha Contra la Lepra, que daría lugar al futuro Instituto Dominicano (1966).
Dermatológico Dominicano. Durante el período 1963-1965 el Patronato realizó una in- De derecha a
tensa campaña informativa en todos los medios, con la colaboración activa de la SDD; en izquierda, Antonio
1964 obtuvo un solar destinado a la creación de un centro, cuya construcción se inició Coiscou, Eladio de
en 196522. los Santos, Huberto
El 3 de febrero de 1966 se abrieron Bogaert Díaz,
las puertas del Instituto Dermatológico Sócrates Parra,
Dominicano (IDD) (figura 7), entidad pri- Ernesto Benzo,
Mario Fernández
vada, con la asesoría del profesor Fer-
nando Latapí –del Centro Dermatológico
Pascua de México–, y de su asistente
Amado Saúl. El Instituto se inició en un
local muy pequeño en las afueras de la
ciudad con un reducido grupo de médi-
cos: Huberto Bogaert Díaz y Sócrates Pa-
rra, graduados en los Estados Unidos;
Ernesto Benzo y Colón Kuret, médicos
generales con conocimientos en Derma-
tología; Mario Fernández, Antonio Coiscou Weber y Eladio de los Santos (figuras 8 y 9),
dermatólogos, recién llegados del Centro Dermatológico Pascua23.
Figura 8. El Dr.
Antonio Coiscou
impartiendo
consulta (1967)
Figura 9. El doctor
Eladio de los
Santos dictando
clases a los
estudiantes de la
Universidad
Autónoma de
Santo Domingo en
el IDD
389
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
■ Desarrollo
Desarrollo dede
las las subespecialidades
subespecialidades de la Dermatología
de la Dermatología
390
Historia de la Dermatología en República Dominicana
Otras instituciones
Publicaciones ■ Publicaciones
PRIMERA PUBLICACIÓN DE DERMATOLOGÍA
En 1967 el IDD lanzó la primera publicación dermatológica, la Revista Dominicana
de Dermatología, RDD, órgano oficial del IDD, vigente en la actualidad; tiene una tirada
391
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
OTRAS PUBLICACIONES
En 1978 fue editado el primer texto de medicina cutánea dominicana, con el doctor
Bogaert como editor; es el libro oficial de la enseñanza de Dermatología en las principa-
les universidades del país. Esta publicación se mantiene vigente con tiradas cada dos
años y posee ya ocho ediciones. Mas adelante, en 1992, el doctor Bogaert junto a Caste-
llazzi publicó un Manual de Lepra.
En 1993 se crea la segunda publicación dermatológica del IDD, la Carta Dermatológica
Clínico-Quirúrgica, un documento de aparición cuatrimestral dirigido básicamente al médi-
co general y distribuido en forma gratuita en los principales centros asistenciales del país.
En 1994 ve la luz el boletín oficial de la SDD, Perlas Dermatológicas, bajo la dirección
de Nilda Fernández, con una aparición trimestral. De este modo, actualmente la Repú-
blica Dominicana cuenta con tres publicaciones de medicina cutánea35.
■ LaLaenseñanza
enseñanza de de la Dermatología
la Dermatología
Programas
392
Historia de la Dermatología en República Dominicana
Otros programas
El IDCP-DHBD (Dr. Huberto Bogaert Díaz) ha desarrollado otros programas como el
de control, prevención y tratamiento de filariasis y miasis cutánea, vacuna contra VIH,
Programa de Intervención en ITS para la prevención del VIH, Programa de Género y Sa-
lud, financiados y dirigidos por diversas instituciones extranjeras.
393
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
por lo que la residencia de esta especialidad se ha convertido en una de las más solici-
tadas y surgen nuevas subespecialidades dentro del área, como implante capilar, laser-
terapia, etcétera.
■ Dermatología y arte
Dermatología y arte
Hasta el momento, sólo dos dermatólogos se han destacado dentro de las artes plás-
ticas: Thimo Pimentel, hijo de Pimentel Imbert, es pintor, escultor y grabador y sus obras
han sido expuestas en diversos puntos de Latinoamérica. Luisa González de Bogaert tam-
bién es pintora y escultora, actividades que comparte con la escritura de cuentos y en-
sayos. Por su parte, Martha Miniño es escritora y periodista, además de crítica de arte.
■ Dermatología y magia
Dermatología y magia
El vudú está muy arraigado en la cultura dominicana, y en sus rituales los brujos o
bocós preparan diversas infusiones y baños para los maleficios o enviaciones, emplean-
do pócimas y fórmulas transmitidas por tradición oral desde los tiempos de los predece-
sores negros44. Sin embargo, el pueblo en su mayoría prefiere acudir al médico en
cuanto a las afecciones de piel se refiere. ■
Septiembre, 2005
Anexo
Fuente: F. Moscoso Puello, Apuntes para la historia de la Medicina de la Isla de Santo Domingo, Vol. I, Universidad Central del Este, 1982.
394
Historia de la Dermatología en República Dominicana
395
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
(Costa Rica): Sociedad 42. Departamento Producción artísticos del Maestro. Serie
Centroamericana de IDCP. Formulaciones Instituto Arte y Sociedad.
Dermatología; 1998. Dermatológico y Cirugía de Publicaciones de la
41. Miniño M, Hernández P. Piel; 2003:1. Universidad Autónoma de
Exfoliación química 43. Actividades IDCP. Rev Dom Santo Domingo.
(peelings). Dermatol Cosm Dermatol. 2002;29(1):67. 1999;(38):13-22.
Med Quir. 2003;1(4):237- 44. Miniño M. ¿Es el vudú una
240. religión? Documentos
LOS INDÍGENAS
DEL URUGUAY Y SU
RELACIÓN CON LA
DERMATOLOGÍA
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
Introducción ■ Introducción
El Uruguay y el Plata
vivían su salvaje primavera...
Es la raza indomable
que alentó en esta tierra,
patria de los amores y las glorias,
que al Uruguay y al Plata se recuesta;
Así como esos círculos concéntricos que mueren en los brazos del juncal, se pretendió ani-
quilar a una raza; la conquista fue exitosa y la colonización total: política, cultural y religiosa.
397
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
Compartimos el concepto que nos trasmite INDIA (Integración Nacional de los Descendientes
de Indígenas Americanos): “Arrancaron nuestras hojas, quitaron nuestras ramas, cortaron
nuestro tronco, pero no pudieron tocar nuestra raíz y desde allí retoña nuestra fuerza”.
Una vez realizado el Descubrimiento, fue necesario para los españoles dilucidar si los
indios eran seres humanos, con el propósito de evangelizarlos. En 1537 el Papa Paulo III
reconoció en una Bula su condición humana2.
En toda América los indígenas sufrieron la codicia de los conquistadores, que comen-
zó con Colón y su desenfrenado deseo de obtener oro: “El oro es excelentísimo; del oro
se hace tesoro, y con él, quien lo tiene hace cuanto quiere el mundo, y llega a que echa
las ánimas al Paraíso”3.
En 1495 Colón dirigió en persona una campaña militar contra los indígenas de Domi-
nicana; 500 de ellos fueron llevados como esclavos a España, pero debido a las protes-
tas de los teólogos la esclavitud fue prohibida. Mejor dicho, como dice Eduardo Galeano,
fue “bendecida”, dado que la práctica habitual luego de cada sometimiento era leer an-
te escribano público un extenso y retórico requerimiento que exhortaba a los indígenas
a convertirse a la “santa fe” y si no lo hacían eran esclavizados4.
Américo Vespucio, a quien le debemos el nombre América por sus trabajos cartográ-
ficos, registra con frialdad las crueldades cometidas con los indios antillanos. Como an-
tes hiciera Colón, manifiesta que los indígenas eran “tímidos y tontos y podían hacer con
ellos lo que quisieran”5.
Según el análisis de Galeano, las civilizaciones que llegaban a estas tierras vivían la
explosión creadora del Renacimiento. América aparece como una invención más, incor-
porada –junto con la pólvora, la imprenta, el papel y la brújula– al bullente surgimiento
de la Edad Moderna, con un gran desnivel en el desarrollo de ambos mundos, lo que ex-
plica en gran medida la facilidad con que sucumbieron las civilizaciones nativas4.
Desde el nacimiento mismo de nuestra Nación (1830) la Historia Oficial se encargó de
aclarar que “Uruguay era un país sin indios”, lo cual alentaba una fuerte presencia in-
migrante, cuya última gran oleada de europeos llegó en los años 20 del siglo pasado, en
busca de paz y bienestar6, 7.
El Estado Oriental de 1830 fue un proyecto liberal y por ello inicialmente antiartiguis-
ta, contrario al concepto de Patria Grande Federal y de integración americana que ha-
bía proclamado nuestro Prócer José Gervasio Artigas Pasqual.
Artigas luchó por los derechos de los indios con los cuales convivió durante muchos
años; ellos fueron sus compañeros en la lucha armada por la independencia, componían
su guardia personal y serían sus fieles amigos hasta los últimos días de su vida en el exi-
lio del Paraguay.
El Estado naciente trató de demostrar que los charrúas eran escasos en número; ade-
más se los calumniaba permanentemente calificándolos de brutos e incorregibles. “Eran
tiempos de preconceptos sutilmente racistas, con tantos prejuicios inculcados que Zorri-
lla de San Martín, el brillante autor de la Leyenda Patria, tuvo que crear un personaje
mestizo para poner sentimientos humanos en el personaje de Tabaré. Personalmente só-
lo rescato la belleza de su poesía; discrepo con el argumento” afirma Abella6.
Barran sostiene que fueron las clases dominantes del país quienes crearon el mito del
Uruguay europeo y blanco. El estuario del Plata tuvo una colonización tardía, ya que no
había tesoros y en el Río de la Plata no se encontró la entrada hacia las “tierras de los
metales”. Se poblaron estas regiones debido a tres motivos fundamentales: la calidad de
sus praderas, el puerto natural de Montevideo y su condición de territorio fronterizo en-
tre España y Portugal.
La persecución y etnocidio de los charrúas comenzaría mucho antes de 1830, concre-
tamente a partir de 1610 con las hostilidades de los bandeirantes. De allí en más la ca-
rencia de refugios selváticos profundos condicionó la forma de vida de los aborígenes,
llevándoles a ser aún más nómades6.
398
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
Cuenta la leyenda indígena que la primera muchacha charrúa que murió defendien-
do su pueblo de los bandeiras fue enterrada en la ladera de un cerro, y que su compa-
ñero se mantuvo muchos días junto a su tumba hasta que, en un combate posterior,
también recibió la muerte y fue enterrado junto a su amada. Al tiempo, el cuerpo de la
muchacha brotó de la tierra convertido en un ceibo de flores rojas; sobre sus ramas se
posaba un pájaro de plumaje rojo, vigilando el horizonte: era el corazón de su compañe-
ro. El churrinche libertario recuerda al pueblo charrúa que no debe aceptar jamás la es-
clavitud y la flor del ceibo rojo constituye hoy nuestra flor nacional8.
Los bandeirantes fueron grupos armados creados en San Pablo como una empresa al-
tamente organizada que reclutaba indios para venderlos en las plantaciones de azúcar
y en las haciendas de la región. San Pablo había sido fundado en 1543 al margen mismo
de la línea demarcatoria del Tratado de Tordesillas, firmado entre España y Portugal pa-
ra delimitar la expansión territorial portuguesa en América9.
Las matanzas y persecuciones contra los charrúas continuaron durante más de dos
siglos. En la Batalla del Yí (1703) las fuerzas aliadas de tapes y españoles mataron a 300
charrúas. En 1751, el Gobernador Joaquín de Viana dio orden de “pasarlos a cuchillo”.
En 1797 se crea el Cuerpo de Blandengues con el propósito de “llevar una guerra sin
cuartel para los infieles”; y podrían enumerarse muchos otros episodios más10.
El 18 de abril de 1831 el General Rivera, primer Presidente de la República, mató sal-
vajemente en una emboscada en el arroyo Salsipuedes a los integrantes de las últimas
tribus charrúas. Aquellos mismos que habían sido sus fieles soldados fueron reunidos en
ese paraje, so pretexto de promover un Tratado de Paz que terminó en una traición.
En un documento dirigido al General Laguna, a quien se encomendara reunir a los
charrúas, le escribe el Presidente Rivera: “Infunda la mayor confianza a aquellos y ase-
gúreles la buena disposición y amistad del Presidente hacia ellos...” El motivo invocado
por el Gobierno era que los charrúas ocupaban tierras que estaban adjudicadas (cuando
ellos las habitaban desde hacía 3.500 años), y que Rivera quería “pacificar la campaña”.
El grupo armado de Salsipuedes estaba conformado por guaraníes provenientes del
Paraguay, batallones de argentinos y brasileños dirigidos por hacendados y el Ejército
Nacional al mando del Presidente Rivera y su sobrino Bernabé Rivera. Éste último, tiem-
po después, fue ejecutado por un grupo de charrúas al mando del Cacique Sepé, quien
había prometido vengarse del “traidor don Frutos Rivera”11, 12, 13.
Cuando nos referimos al etnocidio practicado con los charrúas, no debemos olvidar
que fue largamente discutido y planificado: antes de decidir la “Operación Salsipuedes”
se había pensado enviarlos a la Patagonia o expulsarlos hacia el Brasil.
En 1831 José Ellauri, Ministro de Guerra, firmaba un decreto que permitía embarcar
a los charrúas “sin permitirles bajar a puerto”. El charrúa Ramón Mataojo, enviado a
Francia, figura como internado en el hospital de Toulon del 22 al 29 de abril de 1832, y
murió en el barco de regreso el 21 de septiembre11.
En los mismos años eran desterrados hacia las Islas Malvinas varios charrúas, quie-
nes, al mando del entrerriano Antonio Rivero, atacaron el 26 de agosto de 1833 el esta-
blecimiento de Luis Vernet, en Puerto Soledad. Algunos fueron apresados y deportados
a Valparaíso; otros murieron en combate.
Yacen en Malvinas charrúas que pelearon defendiendo la soberanía argentina y ame-
ricana de las islas en 1833. En 1982 cuando las ocupan tropas argentinas, denominan al
lugar Capitán Rivero en recuerdo de las acciones de este indígena entrerriano; luego lo
designan como Puerto Argentino y hoy se llama nuevamente Port Stanley11, 13).
El 25 de febrero de 1833 fueron llevados a Francia cuatro sobrevivientes de Salsipue-
des: Vaimaca Pirú y Tacuabé –quienes habían luchado por la independencia con Artigas
y Rivera–, Guyunusa y Senaqué, médico-chamán.
La Historia Oficial nos dijo que eran los cuatro últimos charrúas, pero no fue así: lue-
go de la matanza, niños y mujeres fueron distribuidos entre las familias montevideanas,
399
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
muchos hombres huyeron y muchos otros se refugiaron en lugares donde no los pudie-
ron hallar, inclusive del otro lado de la frontera.
El empresario François de Curel los llevó a Francia con el propósito de presentarlos
ante el Rey y las Sociedades Científicas. Fueron mostrados en público, en una inhumana
exhibición circense; entre las personas famosas que acudieron a presenciar el espectá-
culo se encontraba Chopin.
A los pocos meses murió Senaqué, luego Vaimaca y después falleció Guyunusa de tu-
berculosis. Pero antes de morir dio a luz un hijo de Tacuabé, quien huyó con el niño y se
perdió en Francia sin dejar rastro. Nada más se supo de ellos11, 12, 13, 14, 15.
No sucede en nuestro territorio lo que acontece en el resto de América, donde hoy
existen comunidades indígenas. Desde hace ya más de cien años en Uruguay no hay in-
dios autóctonos, pero sí están sus descendientes, que en la actualidad se agrupan en di-
versas instituciones con variados objetivos. Desde hace casi 20 años investigan sobre sus
antepasados, realizan conferencias y eventos culturales, recuperan símbolos y palabras
guardadas durante mucho tiempo, para incluso cantarlas. Hasta 1991 los primeros cen-
sos relevaban 120 familias (360 individuos) descendientes. Datos más recientes recogen
cifras de hasta medio millón de individuos16.
Los estudios de Antropología Biológica comenzados en 1985 por los Drs. Mañé Gar-
zón y Nora Sans continúan hoy en distintos puntos del territorio. Las investigaciones rea-
lizadas por la Dra. Sans en el Departamento de Tacuarembó muestran que más de un
20% de los genes de la población tiene origen indígena. Un 59% de esa población des-
ciende por vía materna de indígenas, lo que demuestra que en Uruguay como en Améri-
ca Latina se dio la unión de mujeres nativas con europeos. Las cifras se repiten aunque
en forma algo menor en otros puntos del territorio11. Estos estudios certifican que se
conserva una importante cuota de sangre americana en nuestros pobladores: los inte-
grantes de esta Nación no somos, por tanto, sólo inmigrantes europeos o descendientes
de esos inmigrantes17.
400
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
Solís denominó Mar Dulce al Río de la Plata, donde recibiría la muerte de manos de los
indígenas que habitaban las costas de la actual Colonia, y que luego se lo comieron. Estos
indios no eran charrúas, sino guaraníes que practicaban la antropofagia sólo como una
práctica ritual, ya que la fuente de proteínas en estos territorios era muy abundante, co-
mo lo señalan los relatos de los viajeros al describir la fauna y flora de la región. La antro-
pofagia ritual era practicada por los grupos amazónicos pero no por los patagónicos20, 21.
A partir de la llegada de Solís poseemos crónicas que relatan el modo de vida y cos-
tumbres de los charrúas; aquí citaremos las más importantes.
En 1520 Fernando de Magallanes navega el Río de Solís, nombre que se le da en ho-
nor al marino muerto. A partir de este viaje está registrado el nombre de Monte Vidi que
posteriormente –según una de las teorías sobre el nombre de la ciudad– designaría a
nuestra capital, Montevideo, aludiendo al cerro que se encuentra en la bahía. (En 1502
Vespucio lo había denominado Pinnaculum Detentio, es decir, de la detención o de la ten-
tación, según se traduzca). Magallanes navega por el Río Uruguay, donde los indígenas
lo aprovisionan de víveres. Al no encontrar la ruta de los tesoros, sigue hasta el sur y por
el estrecho que hoy lleva su nombre alcanza el Pacífico18.
En 1527 llega Sebastián Gaboto, quien funda la primera población en Uruguay a orillas
del río San Salvador, y, tal como lo atestiguan los relatos, tiene contacto con los indígenas.
Diego García deja en sus memorias (1526-1530) uno de los documentos más valiosos
para identificar a la Nación Charrúa.
En su diario de navegación (1530) Lope de Souza ofrece testimonios muy interesan-
tes sobre su contacto con los charrúas, describiendo, además, los parajes, fauna y flora
de la región.
En 1536 Pedro de Mendoza investiga la desembocadura del Uruguay y el Paraná. En
la costa suroeste, junto al Riachuelo, funda una población que denomina Santa María de
los Buenos Aires. Un soldado de su expedición, Ulrico Schmidel, escribió un extenso re-
lato luego de casi veinte años de permanencia en estos territorios.
A Martín del Barco Centenera, llegado con el Adelantado Ortiz de Zárate (1573), le
debemos un poema –conocido en forma póstuma– que denominó Argentina y conquista
del Río de la Plata. En este caso, “Argentina” alude a los territorios que abarcaban to-
das las zonas del Plata, que habían alcanzado notoriedad, como mencionamos antes, por
la noticia errónea de que existía plata en la región.
Etimológicamente la palabra argentina proviene de argentum (plata). Fue tan poderosa la
influencia de este título que no sólo cambió la denominación del Río de Solís por Río de la Pla-
ta, sino que perduró para dar nombre a la hermana Nación, la República Argentina18, 22.
401
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
Posteriormente hubo otras incursiones de distintas culturas hasta que, hace apro-
ximadamente 3.500 años, habrían llegado los charrúas provenientes de la Patago-
nia12, 21, 23, 24, 25.
De acuerdo con las investigaciones, en los años del Descubrimiento de América el Uru-
guay estaba poblado por algunos miles de indígenas –charrúas, chanáes, guenoas, minua-
nes, yaros, bohanes, guaraníes y arachanes– y su territorio se extendía a Brasil y Argentina.
Describiremos brevemente su procedencia y las diferencias entre las diversas tribus.
Charrúas, guenoas, chanáes y minuanes constituían la macro etnia charrúa con un
origen y una raíz lingüística similar. Ocupaban los territorios de la costa del Plata, el cen-
tro y norte del Uruguay. Los minuanes se extendían hasta Río Grande y los charrúas y
chanaes, hasta la Mesopotamia argentina. Los charrúas eran racialmente patagónicos
(Chonick), rama americana característica de las llanuras con grandes analogías con mu-
chas costumbres de los tehuelches, incluyendo el idioma. De acuerdo con Serafín Corde-
ro, la llegada de los charrúas estaría determinada por el elemento individualizador del
Neolítico, el arco y la flecha.
Además de la teoría que sostiene que el hombre americano llegó al continente a tra-
vés el estrecho de Behring (mongoles), hay otra muy aceptada, desarrollada por Rivet11
quien sostiene que la raza patagónica es de origen australiano; existen unas 70 palabras
similares entre las lenguas tehuelches y australianas. Goebner y Schmidt encontraron
ciertas similitudes etnográficas entre los indios de la Tierra del Fuego y los de Australia:
la altura y color de piel de los patagónicos son similares a las de los australianos y no a
los mongoles. Lo que no explica Rivet claramente es la forma en que llegaron, por la dis-
tancia que los separa a través del océano26.
Los yaros y bohanes son tribus que llegaron a nuestro territorio antes que los cha-
rrúas, hace aproximadamente 6.000 años, deslizándose a través de la cuenca del Ama-
zonas por los torrentes, bajando de la Cordillera de los Andes. Llegaron por los ríos
Paraná y Uruguay y se establecieron en nuestro territorio y en la Mesopotamia argenti-
na. Los testimonios de Sepp (1691) describen sus rasgos antropológicos y sus costum-
bres; Félix de Azara constata que su lengua es totalmente diferente al resto de los
indígenas de la región25, 26, 27.
Después del establecimiento de los charrúas provenientes de la Patagonia, hace apro-
ximadamente 2.000 años se produjo una incursión de razas tropicales –guaraníes y tu-
pí-guaraníes– pertenecientes a la familia Caribe, palabra etimológicamente relacionada
con caníbal. Ocuparon extensos territorios desde las Guayanas al Plata. En nuestra re-
gión los guaraníes se instalaron en la costa del Uruguay y en sus islas y los tupí-guaraní
al noroeste del Uruguay (arachanes).
Antes de la conquista, la expansión guaraní se produjo rodeando el territorio ocupa-
do por los charrúas; el trueque de mercancías y las intercomunicaciones eran corrientes
entre ambos grupos. La influencia de su lengua y su cultura fue penetrando lentamente
en las tribus charrúas que se establecían en las fronteras tribales; así, muchos de los
nombres de los caciques charrúas que nos llegan en los relatos de cronistas y viajeros ya
estaban guaranizados antes de la conquista. Esta situación se vio incrementada después
del Descubrimiento y sus tribus fueron desplazadas tierra adentro, aumentando así los
lazos con los guaraníes-tapes.
Después del Descubrimiento los tupí-guaraní invadieron totalmente nuestro territorio.
Su influencia cultural durante 200 años dejó como resultado la desaparición de la lengua
charrúa; los misioneros jesuitas, que utilizaban el idioma guaraní para imponer su reli-
gión, contribuyeron a consolidar este predominio. Los investigadores rescataron del olvi-
do poco más de 70 palabras de la lengua charrúa. En 1831, luego de la celada de
Salsipuedes, los sobrevivientes fueron entregados como esclavos; entre las prohibiciones
fijadas por el nuevo Gobierno estaba la de utilizar su idioma28, muy lejos del ideario arti-
guista. Artigas había vivido varios años a partir de 1779 entre los charrúas, y a lo largo de
402
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
su actuación bregó siempre por los derechos de los indios y de los humildes, ganándose el
calificativo de “Protector de los Pueblos Libres” y “Padre de los Pobres”29. Se rescatan de
su pensamiento como Jefe de los Orientales en diversos documentos (Reglamento de Tie-
rras, Congreso de Abril, Instrucciones del año XIII)30, los nobles principios de Solidaridad,
Igualdad y Libertad, tan necesarios en las sociedades antiguas como en las globalizadas.
Las incursiones de los guaraníes misioneros durante varios siglos dejaron notorias
huellas en nuestra cultura y costumbres, como demuestran la toponimia de la mayoría
de nuestros ríos, accidentes geográficos en general, flora y fauna. Es probable que los
charrúas los nombraran de manera diferente, pero la falta de población fija, que es el
sostén fundamental de los arraigos, provocó el olvido de aquellos nombres originales.
Las incursiones de pobladores guaraníes posteriores a la Conquista empezaron a par-
tir de 1612, huyendo de los ataques de los bandeirantes.
Las “vaquerías” consistían en el arreo de ganado de la Banda Oriental hacia las Mi-
siones, y durante las cuales muchos indios se quedaban en nuestro territorio.
Las campañas militares españolas que contaban con soldados guaraníes, así como la
lucha contra los portugueses en Colonia de Sacramento (1680), o posteriormente en la Ba-
talla del Yi, trajeron miles de individuos que también se asentaron en nuestro territorio.
La expulsión de los Jesuitas de las Misiones (1767) provocó la emigración de quince
mil guaraníes hacia el sur, proceso que continuó en los años posteriores. Más adelante,
los guaraníes que integraron el ejército de Artigas retornaron del Paraguay tras su de-
rrota militar; otros integraron el ejército de Rivera, muchos ingresaron cuando Rivera
reconquistó las Misiones Orientales
Desde la época colonial hasta 1851 están documentados en actas de bautismos y de-
funciones 30.000 pobladores guaraníes. Este caudal humano forma la base de la socie-
dad rural uruguaya; algunos se mantuvieron al margen de la sociedad hispánica, con
una vida nómada y errante, aunque más tarde se irían incorporando a las poblaciones
sedentarias; la mayoría integró la sociedad de la época. Todos ellos nos dejaron su cul-
tura, sus costumbres y sus tradiciones, que tuvieron notable incidencia en la formación
de nuestra sociedad31.
■ Prácticas
Prácticas curativas generales curativas
y dermatológicas generales y dermatológicas
Vamos a referirnos ahora a los recursos tradicionales que los charrúas y guaraníes
empleaban como métodos de curación.
Abella sostiene que, antes de la llegada de Colón, todos los pueblos de América esta-
ban en contacto. Hay numerosas pruebas del trueque tradicional entre todas las comu-
nidades, incluyendo las andinas, guaraníes, indios pampas y de las llanuras. Las señales
de humo constituían una forma de comunicarse18. Está comprobado, además, que los
indígenas eran hábiles canoeros, y la hidrografía americana fue propicia para las vías de
comunicación. La canoa era un método corriente y eficaz de transporte y comunicación
entre los indígenas de la zona, y la flora indígena ofrece materia prima apropiada para
su construcción: árboles como el timbó y el angico para las canoas y el tacuaruzú (caña
tacuara) para las balsas21.
La similitud de los recursos para curar entre los charrúas y guaraníes nos permite
tratar el tema en conjunto. En primer lugar, un doble fenómeno que caracteriza a am-
bos grupos: por un lado el curandero, el sacerdote y el hechicero estaban relacionados
entre sí; por otro, existía el conocimiento de las plantas curativas.
En América coexistieron pueblos muy diferentes en su nivel social, político, económi-
co y religioso, pero compartían una tradición mágico-religiosa y tenían similares concep-
tos de las enfermedades, las mismas bases teóricas e iguales prácticas curativas.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre trató de comprender el mundo que lo rodeaba,
403
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
404
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
Félix de Azara (1796) dice sobre los charrúas: “Sus médicos a toda especie de enfer-
medades aplican el mismo remedio, que es chupar con mucha fuerza el estómago del pa-
ciente, persuadiendo que así se extraen los males para que los gratifiquen”. Sobre los
minuanes agrega: “Curan a sus enfermos chupándoles el estómago como los cha-
rrúas”26. El método de chupado, decía el jesuita austríaco Dobrizhoffer, se extendía a
“una úlcera o herida sangrienta obteniendo un real provecho... en picaduras de serpien-
te”, y afirmaba que era un método común en toda América34.
En 1812 el Coronel Díaz contaba que entre los charrúas estaba permitido que las mu-
jeres curaran: mencionaba la existencia de “indias que hacían entre ellos oficio de mé-
dico”34.
Las friegas consistían en engrasar al paciente con grasa de ñandú, aguará tigre, ta-
tú, iguana o pescado y luego frotar con un cuero el cuerpo; también se les frotaba con
ceniza caliente. Acompañaban a veces las ceremonias con hierbas humeantes alrededor
del paciente22.
El Dr. Schiaffino nos dice que las sangrías eran no sólo de uso, sino de abuso general
entre las razas charrúas; las empleaban no sólo para aliviarse de sus males sino también
para aligerarse, facilitando sus correrías o para sus fiestas solemnes y funerarias. Los
guaraníes sangraban las venas de la cabeza, del codo o de la pantorrilla, según preten-
dieran curar cefaleas, fiebres u otros males.
Los baños figuraban entre los métodos terapéuticos preferidos; los charrúas los pre-
ferían fríos y los guaraníes, calientes. Nuestros ríos gozaban fama de poseer poderes cu-
rativos. En su obra Historia de la Conquista, Lozano, siguiendo una fuente indígena, le
atribuye al Hum (Río Negro) poderes curativos “por correr desde su origen por terrenos
muy abundantes en zarzaparrilla”. En su investigación sobre los descendientes de Arti-
gas N. Caula menciona que el 21 de mayo de 1802 el Rey Carlos IV de España concedió
a Santo Domingo de Soriano el Título de “muy noble valerosa y leal Villa y Puerto de la
Salud del Río Negro”, por el poder curativo de sus aguas; éstas fueron analizadas en Pa-
rís en 1877 por el químico Hill quien concluyó en el informe: “Las aguas del Río Negro
pertenecen al grupo especial de los sulfidro-sulfuradas y están acreditadas para la cura-
ción de las enfermedades de la piel, de las vísceras abdominales, obstrucción intestinal
y virus sifilítico”.
En esa época muchas familias importantes de Buenos Aires concurrían a estas aguas
cumpliendo prescripciones médicas.
Por su parte, Schiaffino relata que en la práctica de alinear fracturas y luxaciones se
utilizaban procedimientos análogos en todo el continente; en el museo de La Plata (Ar-
gentina) se encuentran huesos perfectamente consolidados. Según la región geográfica
se utilizaban distintas plantas; los guaraníes empleaban el Caapitá Guazú, y en nuestras
latitudes posiblemente el algarrobo y el molle34.
No todo fue mágico o simbólico en la medicina aborigen; paralelamente existió algún
tipo de investigación metódica de muchos cientos de años, capaz de descubrir las virtu-
des curativas de plantas y flores, así como relaciones, causas y efectos, que han perdu-
rado hasta nuestros días en la tradición oral.
El Padre Furlong dice que “entre la medicina americana y la europea no hubo cho-
que, sino más bien un abrazo”. En muchos relatos de la conquista –Gonzalo Fernández
de Oviedo, Alonso de Zurita, Cieza de León, el Inca Garcilaso, entre otros autores– se en-
cuentran numerosas anotaciones sobre la botánica y medicina indígena35.
En 1522 Hernán Cortés, luego de haber sido curado por médicos aztecas, le escribe
al emperador: “No se deje pasar médicos a Nueva España, bastando los naturales”36.
En 1570, Felipe II expresa en una de las Leyes de Indias (tomo V, título 6), sus deseos
de que se enviara a España una recopilación de los conocimientos de los indígenas sobre
plantas, hierbas y semillas medicinales así como la forma de prepararlos, ingerirlos, apli-
carlos y cultivarlos. Él mismo, junto con el Consejo de Indias, envió en una de las múltiples
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ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
406
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
Se untaban la piel con grasa animal y “luego se ponían al sol para que les penetrara”
relata el Coronel Díaz (1812) en la Historia de las Repúblicas del Plata. La grasa de ti-
gre era utilizada para curar muchas de las enfermedades de la piel: “Era una medica-
ción que no fallaba en los gusanos” ya que, según se suponía, éstos abandonaban las
cavidades por el olor nauseabundo que despedía la sustancia. También utilizaban otras
grasas, debido al contacto continuo con el agua y a veces las mezclaban con hierbas que
les servían como repelente de insectos22, 34.
Los charrúas se practicaban múltiples incisiones en la piel, ya fuera por mortificacio-
nes funerarias o como forma de señalar el número de enemigos muertos.
La dieta de los aborígenes era rica en proteínas debido al consumo de venado, ñan-
dú, mulita, perdiz, pava de monte, pescado y moluscos; completaban la dieta frutos co-
mo butiá arazá, mburucuyá, cogollo de ceibo y abundante miel de lechiguana, camoatí y
camoatá43. El monte indígena era un “supermercado” que aprovechaban doblemente:
el monte frutal y melífero, fuente de proteínas, proveedor de bebida y el monte como far-
macia, con 48 especies de plantas medicinales conocidas44.
Los indígenas de toda América tuvieron una relación “religiosa” con los árboles nati-
vos. En nuestra región los charrúas y guaraníes veneraban el higuerón, el ombú y la
aruera, considerando que cada especie tenía un espíritu guardián. Respetaban y preser-
vaban las leyendas sobre los árboles sagrados, plantas mágicas o diabólicas y hierbas
medicinales o alucinógenas, que transmitían a sus descendientes.
Gonzalo Abella refiere las palabras de un vecino de la ciudad de Artigas: “Mi abuela
charrúa me decía cosas y me pedía que no olvidara... después me llevaba al campo y me
hacía saludar a ciertos árboles y yo debía recordar que eran sagrados”6. Descendientes
charrúas que hoy viven en Entre Ríos, Argentina, hablan del algarrobo blanco como un
“árbol sagrado por sus dones”45.
En la flora autóctona uruguaya fueron reconocidas más de 170 especies de plantas
con valor medicinal, de las cuales más de 40 tienen aplicación en el tratamiento de afec-
ciones de piel. En la recopilación consultada, que recoge una larga tradición oral, figura
su aplicación en múltiples lesiones de piel –heridas, “llagas”, úlceras, erupciones, infla-
maciones de piel y mucosas, tiñas, sarna, forunculosis y “granos”, “callos” y verrugas
“llagas sifilíticas”–, como cicatrizante, astringente, etcétera.
Algunas de las más importantes eran: abrojo, acacia mansa, agarrabicho, ajenjo, al-
tamisa, lengua de gato, anacahuita, angico, araza bardana, mburucuyá, calaguala, cen-
táurea, caraguatá, carqueja, ceibo, barraco, cipo, cula, curupí, charrúa, espina amarilla,
espinillo, guaycurú, higuerón, huevo de gallo, malva, mio-mio, ortiga, palan-palán, paja
brava, pata de vaca, sauce, sauco, yerba carnicera, zarzaparrilla45, 46.
Las hierbas medicinales se preparaban según los tradicionales métodos de infusión,
cocimiento y maceración, ya fuera del tallo, hojas, flores, corteza o raíz, aplicándose en
la zona a tratar.
La medicina popular desarrollada por charrúas y guaraníes misioneros tuvo gran di-
fusión y arraigo en la Banda Oriental. Se practicó con tal intensidad que durante muchos
años fue utilizada no sólo por curanderos sino por la mayoría de la población rural, así
como por muchos otros sectores de la sociedad. Fue incorporada también por la comu-
nidad afro; de este modo, el negro yuyero y la negra curandera son personajes caracte-
rísticos, representados hoy en las comparsas de candombe en Carnaval, como ocurre con
el simpático “negro gramillero”16.
En la Mesopotamia argentina hubo charrúas; actualmente se encuentran sus descen-
dientes. Una página web editada por la Asociación Pueblo Jaguar, ubicada en Villaguay
(Entre Ríos-Argentina), publica bajo el título “Jardín etnobotánico del pueblo charrúa”
una lista de plantas medicinales con sus aplicaciones. Don Santos Mornico es el yuyero
charrúa que protagoniza la página: “En el espíritu de nuestros yuyeros y curadores se
refugian nuestros saberes y prácticas, su trabajo perdura en tanto el monte perdure. Las
407
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
tradiciones están vivas si se transmiten a las nuevas generaciones, hoy tal como siem-
pre, y su eficacia alienta a conservar, recuperar y proteger un conocimiento tradicional
en beneficio de la Humanidad”45.
Barrán sostiene que entre la medicina académica y la medicina popular no hubo un
abismo sino una idea de continuidad, sobre todo hasta los años 1875-188047. Es común
entre los residentes del Interior de nuestro país que aun hoy empleen las plantas medi-
cinales para muchas afecciones, independientemente de que reconozcan y respeten la
medicina académica.
Septiembre, 2005
408
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
rólogo ■ Prólogo
411
RAÚL VIGNALE
–sin la cual sería imposible esta breve publicación– los siguientes autores, todos ellos
destacados por sus amplios y extensos conocimientos en Dermatología, proveniente en
especial de su larga labor hospitalaria: Profs. Drs. Juan Francisco Tost, Eustaquio Mon-
tero, Esther Casella de Vilaboa, Ana Cassinelli, Probo Pereira, Moris Margounato, Néstor
Macedo y Griselda de Anda y Drs. Carmen Riveiro y Francisco Amor García.
El Uruguay es un pequeño país situado entre Argentina y Brasil que extiende sus cos-
tas sobre el Río de la Plata y el Atlántico y cuenta con una población de unos tres millo-
nes de habitantes. Tiene una sola Facultad de Medicina radicada en la capital,
Montevideo, donde han hecho sus estudios todos los médicos uruguayos; está situada en
parte en un antiguo edificio donde se desarrollan las materias básicas y en parte en el
Hospital Universitario Manuel Quintela para las Clínicas. La enseñanza se realiza tam-
bién en hospitales del Ministerio de Salud Pública, como el Maciel, Pereyra Rossell, Pas-
teur e Instituto de Higiene. Dado el fuerte incremento de estudiantes de medicina en
estos últimos años se habilitó la enseñanza de algunas materias clínicas en los hospita-
les de la capital de algunos departamentos del interior de la República.
■ La1.primera
La primeraasistencia hospitalaria
asistencia hospitalaria en la ciudad de Montevideo
en la ciudad de Montevideo
Cuando Bruno Mauricio de Zabala funda en 1726 la Ciudad de Montevideo, se hace
necesario el cuidado sanitario de los primeros pobladores. En ese momento la ciudad
contaba con 400 habitantes en el centro y 4.000 en sus alrededores.
Figura 1. Primer Empieza así la primera época sanitaria. Los enfermos graves se trasladaban a Bue-
Hospital de Caridad nos Aires, ciudad con la que había un contacto casi diario, creándose lo que se llamó la
(1788). Museo del Medicina del Río de la Plata. Se atendía en casas particulares; para la atención de los
Hospital Maciel presos y soldados se llamaba a los médicos del Presidio. En 1760 se instaló en Maldona-
do un pequeño Hogar-Casa llamado
Hospital Real para prestar servicios
médicos a algunos pacientes alejados
de la Capital. Poco después, cerca del
puerto de Montevideo, se fundó en un
pequeño local un Hospital que se llamó
De la Marina. En 1775 se creó la Her-
mandad de Caridad de San José con
Francisco Maciel y Mateo Vidal entre
los principales fundadores, junto con
un pequeño grupo de notables pertene-
cientes al Cabildo. Entre 1775 y 1789
se creó el Hospital de Caridad1-13 (fi-
gura 1), dada la cantidad de enfermos y para su mayor comodidad y mejor atención; en
1791 se extendió a un lugar cercano para ser ampliado. Finalmente el 24 de abril de
1825 se puso la piedra fundamental del nuevo y definitivo Hospital que se llamó Maciel
en honor al primer fundador9-16. En síntesis, el Hospital de Caridad funcionó desde
1788 hasta 1825, con sucesivas ampliaciones.
Los primeros médicos se formaron en Buenos Aires donde ya existía una Facultad de
Medicina. Aquellos primeros años fueron nefastos para la población, pues a los enfermos
de origen local se sumaban los numerosos heridos en las guerras entre orientales, espa-
ñoles y portugueses por las continuas invasiones ocurridas principalmente entre los años
1813 a 1816. Posteriormente, Dámaso Antonio Larrañaga, Vicario de la Iglesia Matriz, y
Pintos de Araujo Correa ampliaron esos lugares para dar mayor asistencia hospitalaria
creando la Casa Cuna para niños abandonados y enfermos.
412
Historia de la Dermatología en el Uruguay
413
RAÚL VIGNALE
María Tiscornia y Héctor Santomé, que fueron años después Profesores Agregados y Ti-
tulares de la Facultad.
414
Historia de la Dermatología en el Uruguay
Inició su carrera docente siendo estudiante como ayudante de clase del Departamento
de Histología y Embriología bajo la dirección de Washington Buño, y luego por concurso
de oposición como Ayudante de Clase de Fisiopatología y Medicina con los Profs. Drs. Jo-
sé P. Migliaro, F. Herrera Ramos y Manlio Ferrari. Después de recibirse en 1954 con una
tesis de doctorado sobre el ”Tumor de Malherbe“ con nota de sobresaliente, obtuvo por
concursos de méritos y oposición todos los cargos en la Facultad de Medicina hasta lle-
gar a Profesor Titular en 1969. Años después lo sucedería el Prof. Dr. Probo (1988). Con
aquella tesis ganó una beca al obtener el “Premio Artigas”, el máximo galardón que un
estudiante obtuviera en esa época. Solicitó por esa beca una estadía en Nueva York con
Alfred Hopf, pero debido a la enfermedad de su Señor Padre, para estar cerca de él, op-
tó por trasladarse a Buenos Aires por espacio de cinco años (1958-1962) para especiali-
zarse con los Profs. Luis E. Pierini, David Grinspan, Julio M. Borda, Jorge Abulafia, R.
Mazzini, Pomposiello y Jonquières en el Hospital Rawson; con Marcial Quiroga, M. A.
Mazzini y Magnin en el Hospital Ramos Mejía y con Dagoberto Pierini en la Casa Cuna-
Hospital de Niños Pedro de Elizalde. Fue sobre todo en el Rawson –donde ejercía como
dermatopatólogo el Dr. Jorge Abulafia, verdadero Maestro de esta especialidad– donde
se formó Raúl Vignale. A su lado, en forma diaria, desde las 7 de la mañana hasta las 18
horas, consolidó sus conocimientos clínicos y anatomopatológicos cultivando amistades
que hasta ahora conserva en su memoria.
Durante muchos años desarrolló aquella subespecialidad, viajando mensualmente,
hasta el momento actual, para asistir a los Servicios de Dermopatología de distintos hos-
pitales. Vignale aplicó, además, la inmunología a la Clínica como elemento fundamental
para explicar la fisiopatología de las enfermedades. En el Servicio de la Clínica Dermo-
sifilopática del Hospital Maciel ejerció esa especialidad como anatomopatólogo junto al
Prof. Dr. Luis Torres de la Llosa, para seguir luego en el Hospital de Clínicas Dr. Manuel
Quintela. Es de destacar que la Anatomía Patológica siempre se efectuó en el propio Ser-
vicio, desde los tiempos remotos del Hospital Maciel y luego en el Hospital de Clínicas.
En el Ministerio de Salud Pública realizó su primer concurso de oposición como Derma-
tólogo del SAYPA (Servicio y Asistencia y Preservación Antituberculosa) donde se desem-
peñó por espacio de cuatro años atendiendo a los pacientes con tuberculosis que
presentaban lesiones de piel, y que tenían el alta del Hospital de Internación Saint-Bois.
Años después tuvo que realizar un nuevo concurso de oposición para el cargo de Médi-
co Dermovenereólogo y de Higiene Sexual, que ejerció en los Dispensarios Antisifilíticos
y de Enfermedades Venéreas. Posteriormente pasó por concurso de méritos a ser Médi-
co Jefe de la Policlínica Dermatológica del Hospital Pereyra Rossell, que inauguró el Ser-
vicio con su cargo recién creado; allí cesó sus funciones en 1969, cuando fue nombrado
Profesor Titular de la Clínica Dermasifilopática en el Hospital de Clínicas. En el Ministe-
rio de Salud Pública, en el Instituto de Oncología estuvo en la Policlínica Dermatológica
junto al Dr. José Espasandin y los nuevos Adjuntos de la Clínica de la Facultad. En sín-
tesis, efectuó toda su carrera en el Ministerio de Salud Pública, donde llegó a Jefe, y en
la Facultad como Profesor Titular. Fue ayudante de Anatomía Patológica en el Ministe-
rio de Salud Pública por muchos años en la Posta Central del Hospital Pereyra Rosell que
dirigía el Prof. Matteo. Recibió numerosos premios, honores y distinciones de diversas
Academias Internacionales de Dermatología; entre ellos, la distinción otorgada por la Co-
misión Directiva del CILAD en Málaga como uno de los principales dermatólogos de Ibe-
rolatinoamérica; posteriormente en el Aula Magna de la Facultad de Medicina el Comité
Internacional de Ligas de Sociedades de Dermatología le otorgó el “Certificado de Apre-
ciación” por sus extraordinarios méritos en docencia, investigación y cooperación inter-
nacional en el campo de la Dermatología. Para este último evento, fue expresamente al
Uruguay la Prof. Ana Kaminsky de Buenos Aires como delegada del Comité Internacio-
nal con sede en los Estados Unidos. Fue además fundador, Secretario y Presidente de
ULACETS (Unión Latinoamericana contra Enfermedades de Transmision Sexual) y
415
RAÚL VIGNALE
No queremos terminar esta breve síntesis sin mencionar a numerosos médicos que
dieron su vida a nuestra especialidad, escalando por concursos de oposición todos los
cargos hasta llegar a médicos jefes en el Ministerio de Salud Pública y en la Facultad de
Medicina. Nos referimos a Juan F. Tost, Cándido Prego, Pablo Klestorny Blanco, Héctor
Abreu, José M. Infantozzi, Carmen Riveiro, Esther Casella de Vilaboa, Eustaquio Monte-
ro, Luis Torres de la Llosa, Ana Cassinelli y tantos otros que se destacaron como extraor-
dinarios docentes en la semiología cuidadosa y metódica, en la ardua tarea diaria
hospitalaria, personas exquisitas en el trato diario, respetuosos de las opiniones de sus
colegas, a los que recordamos con enorme cariño y respeto. Es imposible nombrarlos a
todos, pero son los que han ayudado al quehacer de la Dermatología dejando sus pro-
fundas e imborrables huellas para que los más jóvenes aprendieran de sus enseñanzas.
Sus excelentes virtudes tuvieron la finalidad grandiosa y altruista que reconocemos to-
dos nosotros en muchos colegas, a los que es necesario recordar como paso previo al
eterno descanso.
Ahora ya estamos en la era moderna, entre 1985 y 2004, con las nuevas generacio-
nes de dermatólogos, que han aprendido de los mayores y que asumen la obligación de
enseñar y transmitir los conocimientos que pasan de generación en generación. Son los
adjuntos de Clínica, los asistentes, los profesores agregados: Drs. Néstor Macedo, Miguel
Martínez y Selva Ale y la actual profesora titular Dra. Griselda de Anda, verdadero mo-
tor, genial e incansable trabajadora, que durante días y días a lo largo de muchísimos
años dedicó su vida a la docencia, asistencia e investigación. Profesora y Maestra en Der-
matología Clínica y en Dermopatología, creó, además, secciones para asistencia especia-
lizada como son la Dermatología Pediátrica y úlceras de piernas, continuando con
Cirugía y Dermatitis de Contacto. Se destacó por sus continuos viajes al exterior para se-
guir aprendiendo, principalmente a los meetings anuales de la Academia de Dermatolo-
gía de los Estados Unidos. Su extensa producción científica abarca innumerables
artículos publicados en diversas revistas nacionales y extranjeras y una enorme canti-
dad de participaciones en congresos, simposios y reuniones científicas en el Uruguay y
diversos países latinoamericanos, de los Estados Unidos y de Europa.
La Profesora de Anda con extraordinario entusiasmo y dedicación ha hecho que la
Dermatología uruguaya se elevara al nivel internacional en estos últimos veinte años. Lo
mismo podemos decir de sus extraordinarios colaboradores, Drs. Macedo, Alé y Martí-
nez, así como los más jóvenes, que han presentado en forma continua innumerables
416
Historia de la Dermatología en el Uruguay
■ Hospitales
Hospitales con servicios de Dermatología con servicios de Dermatología
Hospitales dependientes del Ministerio de Salud Pública
con policlínicas dermatológicas
HOSPITAL MACIEL
Constituye toda una gloria de la Medicina Uruguaya a lo largo de varios siglos1-16.Des-
de su iniciación funcionaba como Hospital del Ministerio de Salud Pública, pero se divi-
dían las actividades. Estaban los médicos de la Facultad de Medicina como José Brito
Foresti, Bartolomé Vignale, José María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Antonio Blanco
y Juan F.Tost (figuras 5 y 6). Destacamos las figuras de extraordinarios médicos de la Fa-
cultad de Medicina y del Ministerio de Salud Pública, como José May, Cándido Prego, Héc-
tor Abreu, Eustaquio Montero, Blanco, Esther Casella de Vilaboa y Ana Cassinelli.
Pasaron por esos Servicios excelentes médicos que es obligación nombrar: Levy, Rampol-
di, Dos Santos, Susana Dorce, Diab, Macedo, Bruno, Mocobocki y Conti.
El Maciel es, desde hace pocos años, uno de los principales hospi-
tales de referencia para todo el Uruguay. Bajo la dirección de la Dra.
Ana Cassinelli y Diab tiene una relación muy fluida con el Servicio de
Hemato-oncología y de Transplantados de Médula Ósea, con el Servi-
cio de Cirugía Torácica y especialmente con el único Centro de Tera-
pia Gravitacional del país y con el de la Unidad de Medicina
Psico-Social (única en Salud Pública). Su planta física se amplió en
1999 y cuenta con todos los elementos modernos para una mejor asis-
tencia de los pacientes. El último y fundamental logro de la Dra. Cas-
sinelli fue incluir en el vademécum del hospital medicación especifica
para Dermatología que sólo pueden indicar los especialistas, lo cual
permite mantener una cantidad relativamente estable de medicación.
Queremos destacar muy especialmente la intensa, sacrificada y ex-
traordinaria labor de Cassinelli que ha puesto su servicio entre los
mejores de América.
HOSPITAL PASTEUR
Fundado e inaugurado a fines del siglo XVIII, contaba desde su inicio con una Policlí-
nica Dermatológica; en ella se inició como Jefe de Servicio el Prof. Dr. Héctor Raúl Alon-
so, quien se desempeñó allí por muchos años; lo sucedieron Aquiles Amoretti, Eustaquio
Montero, Moris Margounato, Ana Urruty y Ana Miralles, acompañados por numerosos
colaboradores. Actualmente funciona en horas de la mañana y de la tarde. El Dispensa-
rio de Piel y de Higiene Sexual adjunto a dicho Servicio estaba hace muchos años bajo la
dirección del Prof. Dr. Juan F Tost; luego pasó a depender de la Policlínica de Piel. Que-
remos destacar la extraordinaria labor y el enorme e incansable trabajo de todos ellos y
de sus colaboradores, dada su jerarquía científica y su extensa y proficua labor hospita-
laria, examinando tanto a los pacientes de Policlínica como los de Sala. No queremos ter-
minar sin nombrar a los médicos ayudantes Munch, Civila, Ponasso y Vareika.
418
Historia de la Dermatología en el Uruguay
HOSPITAL POLICIAL
Se fundó en 1980 para la atención del personal policial y de sus familiares; allí se ini-
ció como Jefe de Servicio el Dr. Eustaquio Montero. De extraordinaria concepción hospi-
talaria, posee todos los recursos que son imprescindibles para una excepcional atención
médica. Montero, que ha dedicado su vida a la Dermatología y la Dermopatología, hizo
sus primeros estudios en Philadelp-
Figura 7. En el
hia (EEUU) para luego, con la espe- Hospital de Clínicas
cialización en ambas ramas, y con todo el
gracias a su enorme entusiasmo, personal docente y
dedicación y sacrificio alcanzar el enfermeras (1957).
máximo nivel en materia científica y De izquierda a
asistencial. Su Policlínica de Piel es derecha, sentados:
un ejemplo que deben seguir todos Tost, Prego,
los jóvenes dermatólogos en la aten- Tiscornia, B.
ción de los pacientes. Allí trabaja Vignale, Amoretti,
Sanjinés y Abreu;
juntamente con los Drs. Arévalo,
parados: Ramos
Cateura y Tcheckmedyian, con una
(enfermera),
excelente atención médica. Se reali- Aronovich
za todo tipo de procedimientos mé- (archivera),
dicos y quirúrgicos, así como los Klestorny, Torres de
exámenes anatomo-patológicos informados por el propio Dr. Montero. Un ejemplo de la la Llosa, R. Vignale,
Dermatología moderna. Blanco, García
(enfermera)
HOSPITAL MILITAR
Al igual que en el caso del Hospital Policial, fue construido para el Personal Militar un
enorme, múltiple y complejo edificio para internaciones y Policlínicas. Se creó en prime-
ra instancia como un pequeño hospital para las urgencias, para luego constituirse en uno
de los más importantes de América. Su primer Jefe fue el Prof. Agreg. Luis Torres de la
Llosa quien, junto con el Dr. Rotkier, hicieron de esta Policlínica un lugar completo con
un excelente archivo muy bien documentado de fotografías y preparados histológicos.
Actualmente dirige el servicio el Dr. Della Santa a quien acompañan los Drs. Santurión,
Bazzano, Costa, Iglesias, Lacuesta, Machado, Téllez y Vainsencher.
PEDRO VISCA
Fue un Hospital de Pediatría que contaba con un gran número de Policlínicas, entre
ellas la Dermatológica Desde sus inicios hasta su cierre definitivo ejerció la Dirección de
este Servicio el Prof. Agregado José María Tiscornia Denis, extraordinario docente. Sólo
él podía hacer ese trabajo con tanto entusiasmo efectuando la incansable labor de todas
las mañanas, solo o acompañado a veces de algún alumno del Posgrado de la especiali-
dad. Como hecho que queremos jerarquizar debido a su exquisita personalidad, además
de su trabajo asistencial ejercía la docencia explicando a los familiares de los enfermos
cómo emplear el tratamiento correspondiente y dando continuos consejos, como un
419
RAÚL VIGNALE
verdadero padre, sobre cómo educar a un niño para que alcanzara un futuro seguro y
promisorio. Sólo en él se encuentra esa extraordinaria virtud.
INSTITUTO DE HIGIENE
En él funcionan Servicios de la Facultad de Medicina y del Ministerio de Salud Publi-
ca. Está situado al lado del Hospital de Clínicas y forma un complejo edificio con dos en-
tradas independientes. En una parte funciona el propio Instituto, donde tienen su sede
las Cátedras de Parasitología, Bacteriología, Inmunología Parasitaria e Higiene y Medi-
cina Preventiva y parte del Laboratorio de Inmunología de la Facultad de Química. En la
otra parte funciona el Hospital de Higiene con la Cátedra de Enfermedades Infecciones
con Policlínica para pacientes externos y salas de internación especialmente dispuestas
para los pacientes con SIDA. Es común la atención de estos enfermos por varios especia-
listas –infectólogos, internistas y dermatólogos. La medicación antirretroviral es propor-
cionada gratuitamente por el Ministerio de Salud Pública, aunque los enfermos no
tengan el correspondiente Carné de Asistencia que otorga el Ministerio; de este modo,
cualquier enfermo siempre tiene atención médica, hecho fundamental para lograr su
mejoría y curación. Queremos destacar la actuación de la Dra. Liliana Calandria, Profe-
sora Adjunta de la Facultad de Medicina en el Hospital de Clínicas y actualmente Jefa del
Servicio para pacientes con SIDA, así como la de los infectólogos y sus demás colabora-
dores. Esta brillante actuación es reconocida a nivel nacional e internacional; es Presi-
denta de URUSIDA (Sociedad Uruguaya de SIDA) y Secretaria y Presidenta de numerosos
Congresos Nacionales y extranjeros sobre el tema SIDA; también es consultante princi-
pal en los principales Centros para el diagnóstico y tratamiento en América, Europa y Es-
tados Unidos.
■ Historia de
5. Historia de las publicaciones
las publicaciones médicasdermatológicas
dermatológicas de los siglos XIX y XX
de los siglos XIX y XX
Presentamos aquí un panorama general de las primeras publicaciones de los siglos
XIX y principios del XX, época en la cual se inicia una nueva especialidad en el Uruguay
apenas un siglo después de fundada su ciudad capital, Montevideo, en 1726. En una ne-
cesaria selección, mencionaremos solamente las publicaciones pioneras de los primeros
profesores de la especialidad, así como, en años posteriores, las de los profesores a car-
go de los Servicios, por la Facultad de Medicina y por el Ministerio de Salud Pública.
En la década de 1850 aparecen los primeros trabajos sobre pacientes con afecciones
de patología dermatológica en la publicación La Facultad de Medicina(revista quincenal);
años más tarde, el Prof. Dr. José Brito Foresti presenta allí casos de la clínica dermosifilo-
pática del Hospital de Caridad; también hay trabajos sobre el tema en los Anales de Medi-
cina Montevideana (1852-1932).
En 1898 inicia su publicación la Revista Médica del Uruguay (1898-1932), de carácter
mensual, que fue durante muchos años la única y la piedra fundamental de las que apa-
recieron a principios del siglo XX. El comité de redacción estaba integrado por diversas
420
Historia de la Dermatología en el Uruguay
personalidades médicas, entre ellas José Brito Foresti como secretario de redacción. En-
tre 1898 y 1926 Brito Foresti y sus colegas publican un total de 71 artículos, muchos de
ellos con afecciones descritas por primera vez en conjunto con B. Vignale y colaboradores.
Bartolomé Vignale presentó publicaciones en la misma Revista, que era el órgano oficial
de la Organización Médica del Uruguay creada en esos años; entre 1919 y 1926 aparecie-
ron 41 artículos de su autoría. En 1917 se publican los primeros artículos del Dr. José May,
quien en total participó con 91. Corresponde mencionar a los médicos dermatólogos que
colaboraban en todas estas publicaciones: Juan A. Rodríguez, J. F. Canessa, Raúl del Cam-
po, J. Canabal, R. Scaltriti, J. Rosende, J. de Salterain, A. Prunell; también colaboraron mé-
dicos de otras especialidades, los grandes Maestros de nuestra medicina nacional.
En 1916 aparecen los Anales de la Facultad de Medicina órgano oficial, donde se pre-
sentan miles de trabajos de los distintos médicos tanto de la Facultad como del Ministe-
rio de Salud Pública, de Montevideo como del interior, abarcando todas las
especialidades. Posteriormente, entre 1955 y 1965 y ya inaugurado el Hospital de Clíni-
cas Dr. Manuel Quintela con la Clínica Dermasifilopática en funcionamiento, colaboran
con sus artículos los profesores y médicos del Servicio, entre ellos, Aquiles Amoretti, Jo-
sé María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Raúl Vignale, Luis Torres de la Llosa, Anto-
nio Blanco, Pablo Klestorny, Cándido Prego e innumerables colegas de la especialidad.
En 1966 concluye la primera etapa de los Anales; la segunda se extiende desde 1978
hasta 1981.
También hay que mencionar los Archivos de Medicina, Cirugía y especialidades del
Uruguay (1936-38/40-53), si bien ofrece escasos artículos de nuestra especialidad.
Por los mismos años se crea otra publicación, en este caso exclusiva de nuestra espe-
cialidad, la Revista Uruguaya de Dermatología y Sifilografía iniciada con un volumen do-
ble17, 18 el 18 de marzo de 1936 y cuya trayectoria se extiende hasta 1953. Su primer
Director fue el Prof. Dr. José May; como redactores adjuntos estaban los Drs. Gloria Alon-
so de May, Roberto Riveiro Rivera y Carlos Galfetti Urioste. El Prof. Dr. José May era mé-
dico por concurso en el Ministerio de Salud Pública y se desempeñaba como Jefe del
Servicio de Dermatología y Sifilografía del Hospital Maciel. Dedicó el primer número de
la publicación al Dr. José Brito Foresti, cuya fotografía aparece en la primera página. En-
tre los colaboradores estaban los Drs. Radamés Costa, Julián Rosende, Mario Taglioreti,
Nicolás Tiscornia y Enrique Apolo, Luis Gastaldi, Juan Carlos del Campo, Ángel Cuervo,
Héctor Ardao, Rafael Turcio, Miguel Rubino, Héctor Santomé, Carlos Bordes y otros. Un
tema especialmente destacado en esta publicación fue el problema de la lepra; hay una
información detallada sobre las sesiones de la Cámara de Diputados en que se presentó
la Ley de lucha contra la lepra en el Uruguay, que posteriormente se aprobó y luego se
completó con el Proyecto de ordenanza de la lucha contra la lepra y el Plan de lucha con-
tra la lepra. El proyecto de ley se había presentado por primera vez en el II Congreso Su-
damericano de Dermatología y Sifilografía realizado en 1921 en Montevideo.
Entre otras cuestiones a destacar, mencionamos el artículo Le traitement de la fièvre
jaune, redactado originalmente en francés dado que, en esa época, al final de cada Reu-
nión de la Clínica se hacía en ese idioma un resumen escrito de los casos presentados
para publicarlos en la revista. También es digno de mencionar que en varias oportuni-
dades estuvieron presentes distinguidas personalidades de Francia como Gastón Milian,
H. Gougerot, R. Burnier y Lucien Périn del Hospital Saint- Louis de Paris, cumbre glorio-
sa de la Dermatología y Sifilografía de esa época. Destacamos, además, las extraordina-
rias publicaciones sobre la Enfermedad de Nicolás y Favre, reproducidas en numerosos
artículos y libros en francés.
Corresponde señalar también que el Prof. Dr. José May fue el creador de los moulages
de cera que Von Rommel, un exiliado que vivía en Montevideo, efectuaba con tal precisión
que eran la fiel reproducción de la afección del paciente. Fue ese extraordinario Museo el
primero creado en Latinoamérica, a semejanza del que existía en el Hospital Saint-Louis.
421
RAÚL VIGNALE
■ Congresos,
6. Congresos, simposios y jornadas
simposios y jornadas
Muy brevemente presentamos una síntesis de las principales reuniones científicas del
siglo XX en nuestro país. En 1918 se realizaron en Montevideo los primeros Congresos
Rioplatenses, en el mismo año en que se efectuó el II Congreso Sudamericano en Río de
Janeiro.
En 1938, las Primeras Jornadas Médicas Uruguayas, Sección Dermatología y Sifilo-
grafia, constituyeron un hecho fundamental en la Historia de la Dermatología Uruguaya
dado su altísimo nivel científico internacional. Junto con los Drs. May y Vignale, que eran
los Presidentes, participaron destacados colegas de Argentina – Fidanza, Contardi y
Schujman (Rosario), Garzón y Mocola (Córdoba), Puente, Carrillo, Orol Arias, Gómez,
Mazzini, Gomis, Picerna, Costané Decoud, Cordiviola, Braseras, Kaminsky, Castex, Bor-
da, Quiroga, Pierini, Abulafia y Sánchez Basso– ; de Brasil –Paulo Vieira, de Souza Cam-
pos, Lindemberg, da Fonseca Bicudo, Póvoa y Berardinelli–; de Paraguay – Boggini y
Ugarriza–; de Chile –Macchiavello y Coutts– y de Francia –Rabut.
Durante los años posteriores se suceden numerosas Reuniones y Congresos en los
cuales participan todos los dermatólogos, no sólo de Montevideo sino también del inte-
rior, lo que marcó un notable avance científico en la época.
En diciembre de 1956 se realizan las Primeras Jornadas Rioplatenses de Dermato-
logía, promovidas por Bartolomé Vignale y en mérito a su particular amistad con Qui-
roga, Garzón, Pierini, Mazzini, Kaminsky y otros. Tuvieron un éxito extraordinario, por
lo que se repitieron cada dos años, realizándose alternativamente en ambos países del
Plata. La décima reunión, en 1970, se realizó en el Balneario Solís y fue presidida por
el Dr. Eustaquio Montero. Estas reuniones se suspenderán posteriormente para dar lu-
gar a la RADLA (figura 8).
La RADLA (Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos) ha tenido con el correr
422
Historia de la Dermatología en el Uruguay
■Uruguay
La Sociedad de Dermatología del La Sociedad de Dermatología del Uruguay
La Sociedad de Dermatología del Uruguay, vinculada siempre y estrechamente a to-
dos los médicos dermatólogos y venereólogos de los Hospitales Maciel, Pereira Rossell,
Pasteur y Pedro Visca, Instituto de Higiene Militar y Policial y Dispensarios de Derma-
tología y de Higiene Sexual, se creó el 15 de mayo de 1918 como Seccional de Derma-
tología y Sifilografía de la Sociedad Médica del Uruguay. Era una necesidad
imprescindible, pues sustituía a los antiguos Ateneos que se realizaban por separado en
cada Centro Hospitalario.
El 1º de septiembre de 1927, el Prof. Dr. José May propone crear el reglamento de la
Sociedad Uruguaya; para redactarlo se designó una comisión integrada por los Profs. Jo-
sé Brito Foresti, Bartolomé Vignale y Máximo Halty.
La Sociedad funcionó de manera irregular en el Hospital Maciel. Recién en 1956 resur-
ge la actividad dirigida por Bartolomé Vignale, con la participación de prestigiosos derma-
tólogos que representaban a los distintos Servicios. Fue la primera vez que todos los
dermatólogos se unieron, hecho significativo en la historia de la Sociedad. Se redactó una
nueva reglamentación y se formó una Comisión Directiva de dos años de duración, cuyos
integrantes se renovaban a través de elecciones periódicas. Se fijó como día de reunión el
último sábado de cada mes, fecha que hasta el momento se cumple con regularidad.
En los inicios de la Sociedad participaban los ilustres Drs. Rafael Turcio, Cándido Pre-
go, Ernesto Cacciatore, Luis A Torres de la Llosa, Héctor Abreu, Arturo Prunell, Arnaldo
Lombardi, Manuel Terán, Radamés Costa, Angel Sanjinés, Juan F Tost, Antonio Blanco,
423
RAÚL VIGNALE
■ Historia
Historia yyevolución
evoluciónde lade la contra
lucha luchalascontra las enfermedades
enfermedades de transmisión sexual en el
de transmisión
Uruguay sexual en el Uruguay
En los primeros tiempos de la vida montevideana, la asistencia de enfermos se reali-
zaba basándose fundamentalmente en la caridad cristiana. Pero con el correr de los años,
esas ideas fueron cambiando, por lo cual se estableció la obligación por parte del Estado
de atender a las personas que, carentes de recursos, necesitaban ayuda médica; así es co-
mo se crearon varios centros hospitalarios. Uno de los problemas sanitarios más impor-
tantes de la población eran las enfermedades venéreas, actualmente llamadas
Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). El gran número de pacientes afectados llevó
al Gobierno, a través de las autoridades de Salud Pública y por disposición del Consejo
Nacional de Higiene, a fundar el 23 de mayo de 1917 el Instituto Profiláctico de la Sífilis
en aras de la profilaxis y tratamiento de esos enfermos y para proteger la salud de la po-
blación. Su primer director fue el Dr. Juan A. Rodríguez, a quien sucedió el Dr. Manuel
Terán hasta 1949, fecha en que asumió el Prof. Dr. José May. Es necesario destacar que
se trata del primer edificio en América dedicado exclusivamente a esta enfermedad. El
Ministerio de Salud Pública, creado en 1933, incorporó el Instituto Profiláctico de la Sífi-
lis como Sección de Asistencia y Profilaxis Venérea. Allí destacamos por su extensa, sacri-
ficada y proficua labor los nombres de los Drs. Mario Taglioreti, Arnaldo Lombardi, Rubén
Cusmanich, Pablo Klestorny, Héctor Abreu y Francisco Amor García. Los médicos encar-
gados de esa lucha en las Clínicas Hospitalarias fueron el Prof. Dr. José Brito Foresti y
424
Historia de la Dermatología en el Uruguay
Septiembre, 2005
425
RAÚL VIGNALE
■ etapa.
Primera Primera
Desde etapa: desde
los indíg:nas hasta los
1904.indígenas
Concepción hasta 1904. Concepción
Época indígena
427
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
428
Historia de la Dermatología en Venezuela
Época colonial
Época republicana
429
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
■ Segunda etapa:
Segunda etapa. 1905
1905 a Nacimiento
a 1946. 1946. Nacimiento
Hitos históricos
1903. El profesor Manuel Pérez Díaz, jefe del Servicio de Medicina del Hospital Var-
gas, logra que se pida a París una colección de modelos de cera de enfermedades de la
piel; así se organiza un Museo en el Servicio de Dermatología.
1903. Primer Servicio de Dermatología en el Hospital Vargas de Caracas.
1906. Se inaugura la Leprosería de Cabo Blanco en el Distrito Federal
1908. Se crea la Cátedra de Clínica Dermatológica en la Facultad de Medicina de Ca-
racas designándose al Dr. Manuel Pérez Díaz como su primer profesor.
1910. La Cátedra se hace obligatoria para los estudiantes del sexto año.
1917. Los doctores Juan Iturbe y Eudoro González publican en la Gaceta Médica de
Caracas el primer caso de leishmaniasis cutánea en Venezuela.
1920. Se publica el primer caso de Blastomicosis humana observado en Venezuela.
1921. El Dr. Luis Razetti presenta un proyecto de Ley de Defensa antivenérea en el III
Congreso Venezolano de Medicina, realizado en Valencia.
1926. El Ministerio de Sanidad y Asistencia Social crea el primer Dispensario antivenéreo.
1936. Se funda la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología, actualmente de-
nominada Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
1936. Se crea el Servicio de Dermatología en Mérida, Hospital Los Andes.
1936. Aparece el libro Dermosifilografía Venezolana, escrito por el profesor Dr. Mi-
guel Jiménez Rivero, primer texto de Dermatología publicado en Venezuela.
1938. Se crea la División de Venereología.
1938. El Dr. Pablo Guerra aplica por primera vez pruebas alérgicas y pruebas de par-
che creadas por él.
1938. El Dr. Pablo Guerra es designado profesor de la Cátedra Clínica en la cual im-
planta cambios radicales complementarios. Los diagnósticos son confirmados por exá-
menes directos en microscopio, cultivos histopatológicos y pruebas inmunológicas.
1938. Llega a Caracas el profesor José Sánchez Covisa, titular de la Cátedra de Ma-
drid; es nombrado asesor de la Cátedra de Clínica Dermatológica, destacándose en su la-
bor docente.
1939. Se funda el Dispensario Escuela de Caracas, el cual contribuye a formar el pri-
mer grupo de médicos venereólogos del país.
1939. El Dr. Humberto Campins funda el Servicio de Dermatología en Barquisimeto,
Hospital Antonio María Pineda.
430
Historia de la Dermatología en Venezuela
Dr. Manuel Pérez Díaz (1872-1931) (figura 2). Nació en Caracas el 30 de abril de
1872, se graduó de médico en 1895 en la Universidad Central de Venezuela. En
el mismo año fue becado para realizar sus estudios de Dermatología en el Hospi-
tal Saint-Louis de París. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Me-
dicina en 1904. Desde 1910 hasta su muerte, fue Jefe del Servicio de
Dermatología del Hospital Vargas.
Ejerció también el cargo de Inspector General de las Leproserías de la Repú-
blica. Entre sus trabajos se destacan: Dermatitis herpetiforme de Duhring, Pénfi-
go vulgar, sarcomatosis cutáneas, Sarcoma de la piel.
El primer tercio del siglo XX está marcado por su liderazgo dentro de la Der-
matología venezolana4-8. Murió en Caracas el 17 de marzo de 1931.
Dr. Miguel Jiménez Rivero (1822-1938). Sucesor del Dr. Pérez Díaz, médico
con dilatada labor docente y académica, realizó su doctorado en la Universidad
de Caracas y en Roma. Fue designado profesor de la Cátedra de Dermatología en Figura 2. Dr. Manuel
1929. Publicó el primer libro sobre la especialidad en Venezuela, con el título de Dermo- Pérez Díaz
sifilografía Venezolana. Murió en Caracas el 7 de diciembre de 19384, 5, 7, 8.
Dr. Pablo Guerra (1903-1944). Nació en Caracas el 3 de mayo de 1903; estudió Der-
matología en París donde presentó una excelente tesis titulada “Papel de las levaduras
en Dermatología”, que fue premiada. Regresó a Venezuela en 1937 donde revalidó su tí-
tulo de doctorado en la Universidad Central de Venezuela. Publicó numerosos trabajos
relacionados con la especialidad, solo o en colaboración con otros médicos entre los que
se destacan: Martín Vegas, J. A. O’ Daly, Gil Yépez y José Sánchez Covisa. Trabajó en los
Servicios de Dermatología y Anatomía Patológica del Hospital Vargas y de Dermatología
del Hospital de Niños de Caracas. Fundó el Servicio de Alergología y junto con el Dr. Car-
los J. Alarcón estableció un servicio para el tratamiento de las úlceras de piernas; fundó
también el laboratorio de Micología. En 1939 fue nombrado profesor de la Cátedra de
Dermatología y Sifilografía de la Universidad Central de Venezuela tras la muerte del
profesor Jiménez Rivero.
En 1943 fue uno de los organizadores de las Primeras Jornadas Venezolanas de Der-
matología y Venereología. En la organización de estas Jornadas se destacaron, entre
otros, los Drs. Juan Iturbe, Martín Vegas, Félix Lairet, Armando Castillo Plaza, Abel Me-
jías, José Sánchez Covisa e Ildemaro Lovera4, 5, 8.
Murió repentinamente en la ciudad de Caracas el 6 de febrero de 1944, mientras es-
taba en plena producción científica.
Profesor Dr. José Sánchez Covisa (1881-1944). Nació en Hueste (España) en 1881.
Doctorado en Ciencias Médicas en la Universidad de Madrid en 1903, fue profesor titular
431
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
432
Historia de la Dermatología en Venezuela
En el año 1955 el Dr. Carlos Julio Alarcón fue nombrado profesor titular y jefe de la
Cátedra de Dermatología y Sifilografía del Hospital Vargas, acompañado por los docto-
res Jacinto Convit, Juan Di Prisco, Luis A. Velutini, Rafael Medina, Imelda Aasen Cam-
pos, Dante Borelli, César Lizardo, Armando Salas, Jacobo Obadía Serfaty y Oscar Reyes
Flores, quien asistía como instructor ad honorem.
En 1958 se crea el Servicio y Cátedra de Dermatología del Hospital
Universitario de Caracas, inaugurado en 1956 en la Ciudad Universitaria
de Caracas (figura 5).
Hasta ese momento el Servicio y la Cátedra de Dermatología habían
estado dirigidos en forma sucesiva por: Manuel Pérez Díaz, Pablo Guerra,
Martín Vegas y Carlos Julio Alarcón.
Al fundarse el Servicio y la Cátedra en el Hospital Universitario “Luis
Razetti” de la Ciudad Universitaria, el Dr. Carlos Julio Alarcón asume co-
mo jefe, con los siguientes colaboradores: Juan Di Prisco, Luis A. Velutini,
Imelda Campos, César Lizardo, Dante Borelli, Jacobo Obadía, Oscar Reyes Flores, Eduar-
Figura 5. Hospital
do Estrada y Luis Gómez Carrasquero. Universitario de
Desde su fundación el Servicio y Cátedra del Hospital Universitario han sido dirigidos Caracas
sucesivamente por: Carlos Julio Alarcón, Juan Di Prisco, Oscar Reyes Flores, José Rafael
Sardi, Homagdy Rodríguez de Arévalo, Adriana Calebotta, Omaira Castellanos de Came-
jo, Zulay Torres y Francisco González Otero.
En el antiguo Servicio y Cátedra del Hospital Vargas quedaron los doctores Jacinto Con-
vit –como médico jefe–, Armando Salas, Mariano Medina, Francisco Kerdel Vegas y José
Manuel Soto. El 29 de noviembre de 1971 el Servicio se trasladó a una nueva edificación
ubicada al lado del Hospital Vargas, con el nombre de Instituto Nacional de Dermatología,
posteriormente denominado Instituto de Biomedicina (22 de octubre de 1984) (figura 6).
Esta institución fue concebida y realizada gracias al esfuerzo y tenacidad de los doc-
tores Jacinto Convit y Francisco Kerdel Vegas; en ella funcionan, además de diversos la-
boratorios de investigación, las consultas de Dermatología general y especializada
(leprología, micología, dermatología pediátrica, leishmaniasis, alergia, patología de la
vulva, estomatología, lupus, patología de los miembros inferiores, psoriasis, patología
Figura 6. Instituto de
quirúrgica), los laboratorios de inmunología, histoquímica, dermatopatología, biblioteca, Biomedicina
oficinas de archivos, estadísticas y administración.
También funcionan tres posgrados universitarios: Dermatología, Dermatopatología
microbiológica y la Maestría de Epidemiología Tropical.
Desde su inauguración, el Instituto de Biomedicina ha sido dirigido por el Dr. Jacinto
Convit; se encuentra adscripto el Servicio de Dermatología del Hospital Vargas de Cara-
cas el cual ha sido dirigido sucesivamente por Jacinto Convit, José Manuel Soto, Antonio
Rondón Lugo y Jaime Piquero Martín.
La cátedra de Dermatología de la Escuela de Medicina ha sido dirigida sucesivamen-
te por Jacinto Convit, Eva Koves, Mauricio Goihman y Antonio Rondón Lugo.
En 1962 por iniciativa de las dos cátedras se elaboran los proyectos para iniciar los cur-
sos de posgrado de Dermatología. En el Instituto de Biomedicina los directores del posgra-
do fueron Jacinto Convit, José Manuel Soto y Antonio Rondón Lugo. El primer curso
comenzó en 1964 con una duración de dos años, extendiéndose posteriormente a tres años.
A los dos posgrados iniciales en Caracas (Hospital Vargas y Hospital Universitario Luis
Razetti) se le suma más tarde el Servicio de Dermatología del Hospital Militar de Cara-
cas, inicialmente dirigido por Hugo Naranjo A. y sucesivamente por los Drs. Glenda Cor-
tez de Castro, Carlos De La Cabada y Fátima Ferreira.
433
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
Otros Centros Asistenciales hospitalarios han mantenido una intensa actividad asis-
tencial y docente, tales como el Hospital de Niños de Caracas, el Centro de Dermatología
y Alergia del Seguro Social y el Hospital Luis Razetti4, 5.
■ Subespecialidades
Subespecialidades
MICOLOGÍA
Los centros para asistencia, diagnóstico y tratamiento están ubicados en la ciudad de
Caracas, en los laboratorios de Micología de los Servicios de Dermatología de los hospi-
tales y consultas especializadas, atendidos por especialistas en la materia. La especiali-
dad fue iniciada en forma organizada por los Drs. Dante Borelli y María Bastardo de
Albornoz, fundadora del laboratorio de Micología del Instituto de Biomedicina. Actual-
mente este laboratorio es dirigido por la Lic. Mireya Mendoza y la Dra. Elsy Cavallera.
El Dr. Dante Borelli fundó el laboratorio y consulta del Hospital Universitario de Ca-
racas, el cual ha sido dirigido en forma sucesiva por las Dras. Homagdy Rodríguez de
Arévalo y Ángela Ruiz.
La Dra. Carmen Marcano dirigió durante muchos años el Instituto de Medicina Tro-
pical conjuntamente con el Dr. Dante Borelli.
Asimismo existen numerosos centros de referencia en diversas ciudades del interior
del país dirigidos por especialistas en la materia y coordinados por la Dra. María Cecilia
Albornoz con la valiosa colaboración del Dr. Tulio Briceño Maaz (dermatólogo e historia-
dor)4. Éstos son: Ciudad Bolívar, Julman Cermeño y Ismery Cabello; Valencia, Rosa O. de
Briceño; Coro, Francisco Yegres; Barquisimeto, Segundo Barroeta, Ramón Zamora y Ca-
rolina Rojas; Maturín, Sara Rodulfo; Cumaná, Anabella Smitter de Sanabria; Trujillo, Jo-
sé V. Scorza; Maracaibo, Hernán Vargas Montiel.
DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA
Esta subespecialidad se inicia por inquietud de la Dra. Eva Koves, quien comienza su
434
Historia de la Dermatología en Venezuela
INMUNOLOGÍA
El Dr. Mauricio Goihman introduce el desarrollo de la inmunología dentro de la Der-
matología y realiza valiosos trabajos de investigación en el Instituto de Biomedicina, pa-
ralelamente a los doctores Marian Ulrich, María Cristina di Prisco y Nieves González y J.
F. Tapia en sus respectivos laboratorios. También realizó los primeros cursos de inmu-
nología para los cursos de posgrado de la especialidad, los cuales han sido continuados
por el Dr. J. F. Tapia.
INFORMACIÓN DERMATOLÓGICA
La biblioteca del Instituto de Biomedicina, la revista Dermatología Venezolana y des-
de 1998 la publicación por Internet Piel Latinoamericana dirigida por Rolando Hernán-
dez, J. F. Tapia y Jaime Piquero-Martín dan fe de la labor educativa que la Dermatología
venezolana ha promovido para el desarrollo profesional de la especialidad.
■ Historia
Historia de la Sociedad Venezolanade
de la Sociedad
Dermatología Venezolana
y Cirugía de
DermatológicaDermatología
y Cirugía Dermatológica
La historia de la Sociedad siempre estuvo muy unida a la historia de la medicina y de
las instituciones hospitalarias y académicas. La Academia Nacional de Medicina fue fun-
dada el 11 de junio de 1904 durante el gobierno del general Cipriano Castro.
El 14 de noviembre de 1936, según consta en el acta inicial, un grupo de médicos der-
matólogos decidió unir esfuerzos para “fomentar la solución adecuada a nuestros proble-
mas de sífilis y lepra”. Los Drs. A. Marcucci Delgado, Tomás Rodríguez, Manuel Murillo,
J. M. López Olivares, Federico Lizarraga, José Mejía, César Ávila Chacín, Domingo A. Ca-
latrava y Rafael Campo Moreno decidieron fundar la Sociedad Venezolana de Sifilografía
y Leprología y nombraron presidente al Dr. Martín Vegas. Lo acompañaron Rafael Cam-
po Moreno como secretario y Tomás Rodríguez como bibliotecario. Los primeros esfuer-
zos de la Sociedad se centraron en la organización de los dispensarios de salud existentes,
con el fin de lograr mayor contundencia en la lucha contra las enfermedades venéreas en
general y contra la sífilis y la lepra en particular. El diseño, la organización y la creación
de fichas clínicas únicas para todos los dispensarios fue una labor titánica que contó con
el esfuerzo de todos los médicos que trabajaban en los dispensarios, dirigidos por la re-
cién creada Sociedad y con la colaboración determinante de las autoridades sanitarias.
Durante los primeros años las actividades giraban alrededor de temas de Dermatolo-
gía general, venereología y leprología. Las reuniones de la incipiente Sociedad se reali-
zaban en los dispensarios antivenéreos.
En el año 1937 se promovió la realización de la “Semana Antivenérea” que se llevó a
cabo durante la primera semana de septiembre. Previamente los miembros de la Sociedad
hicieron una campaña informativa usando espacios periodísticos cedidos para tal fin, ade-
más de folletos impresos y publicidades en sitios visibles. Se logró modificar con éxito la
campaña antivenérea que efectuaba el Ministerio de Sanidad. Durante ese año continuó el
debate iniciado previamente a la Semana Antivenérea, respecto al tratamiento recomen-
dado para la sífilis. Se resuelve finalmente realizar el Día Antivenéreo el 4 de septiembre.
Durante el año 1938 Domingo Calatrava fue nombrado vicepresidente de la Sociedad, Rafael
Campo Moreno continuó como secretario y Rafael Domínguez Sisco asumió como bibliotecario.
435
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
436
Historia de la Dermatología en Venezuela
437
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
LA DERMATOLOGÍA VENEZOLANA
REVISTA
Las investigaciones realizadas en diferentes centros han motivado numerosas publi-
caciones en revistas internacionales y en la revista Dermatología Venezolana, órgano de
publicación de la Sociedad Venezolana de Dermatología, como así también numerosos
trabajos relacionados con casos clínicos, revisiones, casuística, comentarios, etcétera.
La publicación de esta revista se inició en el mes de diciembre de 1957 bajo la direc-
ción del Dr. Luis A. Velutini y desde esa fecha se ha mantenido con una frecuencia de 3
a 4 números por año.
Los editores de la revista han sido: Luis A. Velutini, Rafael Medina, Jaime Piquero-
Martín, Antonio Rondón Lugo, Oscar Reyes, Mauricio Goihman, Félix J. Tapia, Margari-
ta Oliver.
■ Historia dela la
Historia de Dermatología
Dermatología en la provincia
en la provincia
Hasta 1956 la Sociedad “había estado encerrada en los muros del Hospital Vargas”,
según refiere Francisco Scannone, su presidente en ese entonces; por unanimidad se de-
cide efectuar reuniones mensuales científicas o visitas a centros especiales como el Le-
procomio de Cabo Blanco, situado en el litoral del Distrito Federal.
El 22 de marzo de 1956, durante la Asamblea General Extraordinaria de la Sociedad,
se establece la posibilidad de crear capítulos en las ciudades del interior; y el 14 de ju-
lio por primera vez se lleva a cabo una reunión en el Leprocomio de Cabo Blanco con in-
vitados de otras sociedades y dermatólogos del interior del país, para tratar como único
tema la lepra.
ZULIA (OCCIDENTE)
El 8 de noviembre de ese mismo año, por primera vez en la historia de las socieda-
des de especialidades médicas, se funda un Capítulo Oficial en el interior del país, en el
estado de Zulia, y asume su presidencia Jorge Hómez Chacín. Con este acontecimiento
se inicia la apertura de la Sociedad desde la capital hacia el interior promoviéndose de
esta manera el desarrollo de la Dermatología en todo el país.
En el estado de Zulia y específicamente en Maracaibo, la Dermatología había comen-
zado como especialidad médica en la década de 1940 con el Dr. Fernández Vautrai en el
antiguo Puesto de Socorro del Hospital Central Dr. Urquinaona. En 1948 se encargó de
la consulta el Dr. Jorge Hómez Chacín, quien había concluido sus estudios de posgrado
en Parasitología, Medicina Tropical y Dermatología efectuados en la Universidad de Pa-
rís y en el Hospital Saint-Louis de París.
Un año más tarde el Dr. Pedro Lapenta fue nombrado encargado de la Leprosería de
la Isla de la Providencia en el Lago de Maracaibo; ejerció además en los hospitales Chi-
quinquirá y Hospital de Niños de Maracaibo hasta 1953 cuando fue nombrado jefe mé-
dico del Sanatorio Antileproso de Cabo Blanco en Maiquetía y médico director (1962 a
1965), trasladándose a la ciudad de Maracay.
Posteriormente se les unen los doctores Nectario Durango Nazariego, Humberto Rincón
Bracho y Humberto Bojana, seguidos por Hernán Vargas Montiel y César Barroso Tobila.
En el Hospital Universitario, Nectario Durango Nazariego y Humberto Rincón Bracho
iniciaron la consulta de Dermatología en 1960. Posteriormente se forma un servicio de
Dermatología de excelencia con un grupo de especialistas liderados por Hernán Vargas
Montiel, Anairma Durango Michailos y Elizabeth Guadagnini. En la actualidad existe el
proyecto de un Servicio de Dermatología del SAHUM (Servicio Autónomo del Hospital
Universitario de Maracaibo).
En el año 1991 el grupo del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario deci-
de iniciar una actividad de Educación Médica Continua por lo cual se implementa el
438
Historia de la Dermatología en Venezuela
CARABOBO (CENTRO)
La Dermatología en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo, se inicia en la década
de 1950 con el Dr. Fernando Aguilera a su regreso de Argentina y Francia luego de fina-
lizar sus estudios; años después se le unirían Omar Miret Ortega y Raúl Fachín Viso una
vez terminados sus posgrados en el Hospital Vargas, en Londres y en Estados Unidos.
Posteriormente ingresa el Dr. Marco Tulio Mérida; en 1976 se inician las primeras re-
sidencias programadas que fueron la base del posgrado en Dermatología a principios de
1985.
Son destacados también los dermatólogos: Carlos Fachín, Marlene Mendoza, Olga Mo-
rella Herrera, Rosa Oliveros, Ilse Angulo.
ARAGUA (CENTRO)
La Dermatología en el estado de Aragua se inicia en 1965 con el Dr. Pedro Lapenta
después de su paso por los leprocomios de Isla de Providencia y Cabo Blanco, secunda-
do por Jorge Alvarado, Willian Vázquez, R. Otamendi, Lilian de Cequeda, Maritza Maya
y Luis Felipe Guada.
439
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
dirección del Dr. Segundo Barroeta como residencia programada asistencial hasta el año
1987 cuando se transforma en curso de posgrado universitario.
Septiembre, 2005
T erminada la Guerra Civil española (1936-1939) dos insignes dermatólogos, Don En-
rique Álvarez Sáinz de Aja (España) y el Dr. Pedro Baliña (Argentina) ante la interrup-
ción de los congresos internacionales se propusieron agrupar a los especialistas
portugueses, españoles y latinoamericanos. Pensando en raíces y denominadores comu-
nes, en 1947, con motivo de un aniversario de la Sociedad Argentina se sentaron en Bue-
nos Aires las bases de una nueva institución1.
El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología fue fundado en La Habana el
11 de abril de 1948, en una de las aulas de la Escuela Municipal “Rodríguez Val-
dés”; se firmó el acta respectiva con dermato-leprólogos de España, Sudamérica,
Cuba y México1, 2, 3. El primer Congreso se realizó en Río de Janeiro en el año
1950, bajo la presidencia de João de Aguilar-Pupo, con Antar Padilha Gonçalvez co-
mo Secretario General. Los primeros estatutos fueron aprobados en Lisboa en
1961; según el artículo 2, la institución tiene por finalidad fomentar el intercambio
científico, los vínculos fraternales y el contacto intelectual, para propiciar el pro-
greso de los médicos dermatólogos de habla hispana y portuguesa. El Colegio agru-
pa a los 22 países de Ibero-Latinoamérica y es una de las mayores sociedades
dermatológicas del mundo4 (figura 1). El CILAD tiene la representatividad de sus
colegiados ante la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Para comuni-
cación inmediata hay una dirección electrónica: <cilad@cilad.org>. Figura 1. Logotipo del
Colegio Ibero-
PRESIDENTES DEL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA A TRAVÉS DE SU HISTORIA Latinoamericano de
1948-1950 João de Aguiar Pupo (Brasil). Dermatología
1950-1953 José Gay Prieto (España).
1953-1956 Fernando Latapí (México).
1957-1959 Augusto Salazar-Leite (Portugal).
1959-1963 Luis E. Pierini (Argentina).
1964-1967 Xavier Vilanova (España) y Juvenal Estévez (Portugal).
1967-1971 Antar Padilha Gonçalves (Brasil).
1972-1975 David Grinspan (Argentina).
1976-1979 Rubem David Azulay (Brasil).
1980-1983 Jorge Abulafia (Argentina).
441
ROBERTO ARENAS
En el Congreso de Lisboa en 1959 nació la revista que es el órgano oficial del Colegio:
Dermatología Ibero-Latino-Americana (DILA) a cargo de Augusto Salazar Leite y Fran-
cisco Da Cruz Sobral, Secretario General Vitalicio del Colegio, bajo cuya dirección la re-
vista cumplió 14 años. En 1966 en forma independiente nació Medicina Cutánea
(Joaquín Piñol Aguadé). En 1973 ambas revistas se fusionaron y dieron lugar a Medici-
na Cutánea Ibero-Latino-Americana (Med Cutan Iber Lat Am)5. El Prof. José Ma. Masca-
ró se inició en la redacción en 1967 y permaneció al frente durante 28 años6; siguieron
el Prof. Mario Lecha y como director adjunto Carlos Ferrándiz Foraster, reemplazado
luego por Juan Ferrando; colaboran en la redacción Ramón Grimalt y José M. Mascaró
Galy. Durante mucho tiempo la labor secretarial y la coordinación editorial han estado
en manos de Carmen Marcos. En 2004 en el volumen 32 se incorporaron como editores
asociados Alberto Woscoff y Jayme de Oliveira Filho.
Medicina Cutánea Ibero-Latino-Americana es el órgano oficial del CILAD; su periodi-
cidad es bimestral y aparece en tres idiomas: castellano, portugués e inglés; se edita en
color y tiene una versión en línea en su página web: <http://www.medcutan-ila.org>. En
2004 aparecieron además un Boletín (InfoCILAD) y una dirección institucional: <www.ci-
lad.org/Institucional/Delegados>.
A lo largo del tiempo Medicina Cutánea se ha modernizado en formato y contenido. En
la actualidad cuenta con las siguientes secciones: Editorial, Originales, Casos clínicos, Sec-
ciones especializadas, Simposio satélite, Historia de la Dermatología Ibero-Latino-ameri-
cana, Información, Cartas al Director (a cargo de Mauricio Goihman), Actualidades
terapéuticas (León Jaimovich) y Educación médica continuada (iniciada en 1996 con Ra-
fael Falabella). ■
Septiembre, 2004
442
El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD)
445
FERNANDO MAGILL
RADLA en el tiempo
Consejo de Delegados
RADLA 2004
446
Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA)
Argentina Dr. Pablo Viglolia (P) Ecuador Dr. José María Ollague (R)
Dr. Augusto Casalá (P) Dr. Gonzalo Calero (R)
Dr. León Jaimovich (P)
Dr. Alberto Woscoff (P)
Dr. Hugo Cabrera (P) México Dra. Patricia Mercadillo (R)
Dra. María Luisa Gómez (R) Dr. Gilberto Adame (R)
Dra. Liliana Olivares (R)
Bolivia Dr. Juan Manuel Zamora (P) Paraguay Dra. Luz María Flores de Lacarruba (R)
Dr. Jorge Vargas (R) Dra. Graciela Gorostiaga (R)
Dra. María Isabel Méndez (R)
Brasil Dr. Rubem David Azulay (P) Perú Dr. Fernando Magill (P)
Dr. Sebastián Sampaio (P) Dr. Francisco Bravo (R)
Dr. Evandro Rivitti (P) Dr. Manuel del Solar (R)
Dr. Cesar Bernardi (P)
Dr. Julio Cesar Empinotti (P) Uruguay Dr. Raúl Vignale (P)
Dr. Joao Roberto Antonio (R) Dr. Probo Pereyra (P)
Dr. José Antonio Sánchez (R) Dr. Néstor Macedo (P)
Dra. Daniella Bravo (R)
Colombia Dr. Bernardo Huyke (R) Dr. Carlos Bazzano (R)
Dr. Luis Hernando Moreno (R)
Venezuela Dr. Francisco Gonzáles (R)
Dr. Rolando Hernández (R)
Chile Dr. Juan Honeyman (P)
Dr. Rubén Guarda (P)
Dra. María Isabel Herane (R)
Dra. Pilar Valdés (R)
449
EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES
Septiembre, 2005
■ ElElpasado y futuro
pasado y el el futuro
C uando miramos hacia el pasado nos topamos con la Historia y con frecuencia encon-
tramos diferentes versiones sobre un mismo acontecimiento; pero cuando miramos ha-
cia el futuro es difícil anticipar lo que va a ocurrir, pues la Historia suele desviar su curso
de acuerdo con nuevos acontecimientos que van trazando un camino a quienes la prota-
gonizan. Sin embargo, basados en hechos reales del presente, es posible lograr una apro-
ximada visión del acontecer venidero en los albores del siglo XXI y un poco más allá...
realidad que sólo verán aquéllos que estarán presentes en los años por venir.
■ Lay sociedad
La sociedad y laen Dermatología
la Dermatología en la
la región latinoamericana región latinoamericana
Latinoamérica comprende una importante región del planeta que congrega unos 400
millones de habitantes, herederos de las culturas hispana y portuguesa. Por diferentes
razones históricas y socio-políticas, nuestros países se encuentran en un estado de desa-
rrollo que varía según la región geográfica y aun dentro de un mismo país. Con simila-
res raíces ancestrales, el latinoamericano se caracteriza por su informalidad, fuertes
ataduras familiares y espíritu alegre, pero con incansable ánimo para el trabajo y la su-
peración.
Nuestro futuro está ligado a la unión de las naciones que la componen, y más parti-
cularmente con el fenómeno de la globalización, que encuentra un buen ejemplo en el
Tratado de Libre Comercio (TLC) que se hace cada día más real1.
Así como existen bloques socioeconómicos muy fuertes entre otros países, nuestra re-
gión inexorablemente tendrá características semejantes con el devenir de los años, lo
cual producirá importantes repercusiones en el campo científico, incluyendo la Derma-
tología. El problema fundamental es la capacidad con la cual podamos asumir este reto.
Se afirma que en la actualidad no existe la preparación suficiente para competir con el
mundo desarrollado, puesto que sus integrantes ya solucionaron sus problemas básicos
y, por el contrario, varios de nuestros países apenas comienzan a experimentar cambios
importantes en su desarrollo. Con esto, corremos el riesgo de ser arrasados por una com-
petitividad mucho más eficiente que puede generar desempleo, mayor pobreza, costos
451
RAFAEL FALABELLA
más altos para el sector de la salud y limitaciones para el acceso al especialista o a los
medicamentos modernos por su excesivo costo, como ya empezamos a experimentar. Así
vemos como ejemplo que una sola de las múltiples dosis de tratamiento con medicamen-
tos diseñados con técnicas biomoleculares para la psoriasis2 puede costar de dos a cua-
tro veces –o más– el salario mensual de un obrero. Por otra parte, se insiste en la
propiedad intelectual de las patentes de los nuevos fármacos para ser aplicadas en los
países que firmen los tratados de libre comercio, pero a la vez sus habitantes no tienen
acceso a ellos por su costo. Saber hasta dónde seguirán creciendo en el futuro el hierba-
lismo y la fitoterapia, tan de moda en nuestros días como complemento o sustitución de
la nueva generación de terapias dermatológicas sofisticadas3 dependerá de cuán asequi-
bles sean estos medicamentos para un público que no puede obtenerlos, entre otras ra-
zones, porque con frecuencia no son cubiertos por los planes de salud.
■ UnUnmundo moderno
mundo moderno más
más que quecomunicado
nunca nunca comunicado
por la tecnología
por la tecnología
El desarrollo de nuevos sistemas de comunicación, la informática y la rápida trans-
misión de datos hacen posibles las teleconferencias con video y sonido; esta tarea será
rutinaria en un futuro no muy lejano, pero actualmente, aunque el método ha sido pro-
bado con gran éxito, su costo pone en cuestión sus beneficios4. Sin embargo, no se pue-
den desconocer otras ventajas como la disminución de pacientes referidos, la
satisfacción del enfermo y el aumento de los conocimientos de los médicos generales in-
volucrados en el proceso5. A los grandes centros dermatológicos corresponderá en el fu-
turo, como parte de su labor, atender las consultas de ciudades más pequeñas y de
algunos centros rurales. Será entonces posible visualizar lesiones a muchos kilómetros
de distancia, proponer conductas a seguir, ordenar exámenes complementarios y suge-
rir tratamientos; en fin, los pacientes recibirán el beneficio de las opiniones de los exper-
tos a los que rara vez tienen ahora acceso, ahorrando tiempo y dinero6. También será
posible reclutar pacientes para que colaboren voluntariamente en proyectos de investi-
gación dermatológica, en especial en dermatosis poco frecuentes.
■ LaLaeducación dermatológica
educación dermatológica y lasdeescuelas
y las escuelas posgrado de posgrado
452
El futuro de la Dermatología en Latinoamérica
■ Riesgos
Riesgos que afronta que afronta
la Dermatología la Dermatología
en Latinoamérica en Latinoamérica
Es posible prever que los tratados de libre comercio ocasionarán modificaciones fun-
damentales en los ingresos de los latinoamericanos, dependiendo de su aporte para ha-
cer viable la economía de su respectivo país. Si la región trabaja como un bloque
económico sólido, con ideas coherentes y con acciones en conjunto, sin destruir compe-
titivamente a nuestros vecinos, se fortalecerán las alianzas para robustecer nuestras
economías, generando más empleo y mejores bienes de consumo que elevarán el nivel
de vida de nuestros coterráneos. Pero si el reto se asume con desorden, ofreciendo ven-
tajas exageradas a cambio de beneficios inferiores, anularemos las posibilidades de un
desarrollo armónico con beneficios para las partes involucradas.
En este contexto se encuentra la prestación de servicios, tema en el que se mueven
con mayor destreza los países más industrializados por su profundo conocimiento del
área y por los volúmenes que manejan, ajustando costos de operación para ser altamente
competitivos. Lo sucedido con la tecnología de las comunicaciones podría reproducirse
con la tecnología de la salud, la cual podría convertirse en un negocio más al que acce-
derían los más poderosos y los que poseen más experiencia en los negocios internacionales
453
RAFAEL FALABELLA
de la salud. La Dermatología también entra en este grupo. Así, es muy posible que ten-
gamos multinacionales extranjeras manejando nuestra salud bajo las condiciones que
nos quieran imponer.
Otro de los riesgos de la Dermatología en nuestros países es la proliferación de der-
matólogos dedicados a la cosmética y estética cutáneas. La falta de oportunidades en el
área médica, el “exceso” de dermatólogos –debido a la incapacidad de nuestras econo-
mías para absorberlos–, y otros factores no menos importantes, harán que aquellos que
tienen destreza en procedimientos cosméticos busquen soluciones de trabajo en esas dis-
ciplinas altamente atractivas; ya en la actualidad, la demanda de servicios de embelleci-
miento corporal, facial y capilar ocupa a un importante número de dermatólogos. Esto
nos obliga a pensar que durante la etapa de estudios deberá ofrecerse un panorama so-
bre esta situación para lograr un balance que permita a los dermatólogos actuar razo-
nablemente dentro del escenario de la cosmetología y estética sin abandonar la
Dermatología como ciencia fundamental de su actividad diaria. De lo contrario nuestra
especialidad se convertirá en algo insignificante y superficial, como una actividad no mé-
dica, sin importancia, que gradualmente cederá su campo de acción a otras especialida-
des; así se correría el riesgo de desaparecer completamente del escenario médico, por
más que en la actualidad sea una ciencia profunda cuyos descubrimientos no han sido
alcanzados aún por otras especialidades10, como sucede por ejemplo con el uso de an-
ticuerpos humanizados construidos por manipulación de la biología molecular para el
tratamiento de la psoriasis11 o el trasplante de piel cultivada en la terapia de la epider-
molisis ampollosa12.
Durante los últimos 20 años hemos tenido un notable desarrollo en el área de la ci-
rugía dermatológica, lo cual ha creado agudas controversias sobre nuestro rol como ci-
rujanos de la piel; mientras unos opinan que la nuestra es una especialidad de carácter
médico, los pacientes buscan al dermatólogo para lograr sus servicios quirúrgicos con la
convicción de que este especialista conoce exhaustivamente el tegumento y que hará un
estupendo trabajo en el área quirúrgica. Sin entrar en polémicas innecesarias, es un he-
cho que la Dermatología ya está incluida dentro de las especialidades médico-quirúrgi-
cas y se enseña en todos los servicios de Dermatología con diferencias importantes según
las escuelas. El futuro de esta disciplina dependerá del grado de tecnificación que se le
quiera impartir, pero deberá incorporar a su currículo modernas técnicas de biología
molecular que permitan implementar terapias médico-quirúrgicas para el tratamiento
de diversas dermatosis; así, podríamos anticipar el uso de piel autóloga cultivada con to-
dos sus componentes para sustituir cicatrices deformantes por quemaduras, o corregir
los nevus congénitos pigmentados gigantes, reemplazando las zonas de piel afectada por
piel diseñada por expertos y obtenida por medio de los cultivos in vitro.
■ LaLainvestigación, motor
investigación, motor del desarrollo;
del desarrollo; su rol en la Dermatología
su rol en la Dermatología
454
El futuro de la Dermatología en Latinoamérica
Octubre, 2004
455
RAFAEL FALABELLA
LOS EDITORES
457
LOS EDITORES
el material a fin de evitar errores flagrantes, pero toda nuestra buena voluntad puede
haber dejado pasar algún defecto u omisión; por ellos les pedimos nuevamente disculpas
a nuestros lectores y colegas.
459
ÍNDICE DE NOMBRES
Álvarez Ortiz, María Luisa, 285, 286 Araujo, María Herminia, 439 Aufgang, Abraham, 35
Álvarez Sáinz de Aja, Enrique, 441 Araújo, José Antônio Pereira da Aunón, Álvaro de, 119
Alvarez Salamanca, Augusto, 176 Silva, 71, 73, 74 Ávalos Vega, Arnaldo, 278, 283
Álvarez Villegas, Danilo, 132 Araújo, Oscar da Silva, 85 Ávalos y Porres, Manuel de, 237,
Alvear, José, 214 Araya, Enrique, 180 253, 254
Alves, Antônio José, 72 Arce y Almanza, J., 32 Ávila Camacho, Mabel Yaneth, 130,
Arce, Julián, 346, 351, 354, 363, 135, 145
Amante, Leonardo, 44
367 Ávila Chacín, César, 435
Amat Loza, Ferdinando de, 372
Arcia, Mariano, 194 Ávila Del Carpio, Emma, 372
Amaya, Q., 65
Arcos, 196, 203 Ávila, Roque, 303
Ambrona, Mario, 44
Arcuri, Pascual B., 40, 44 Ayaipoma Nicolini, Aldo, 370
Ambrosetti, Félix, 34, 37
Ardao, Héctor, 421 Ayaipoma Vidalón, Marcial, 317,
Ambrosetti, Luis, 33 323, 325, 335, 367, 370, 373
Arellano, Francisco, 319
Ambrosi O., Juan, 219 Ayora, Isidro, 205
Arenas Ramírez, Jorge, 142
Amdur, Alfred, 41 Azambuja, Roberto Doglia, 91
Arenas, Roberto, 7, 13, 16, 61, 161,
Amonzabel, R., 64 218, 261, 304, 441, 442 Azcurra Valle, José, 369
Amor García, Francisco, 7, 15, 411, Arévalo Durán, Álvaro, 136, 148 Azulay, Rubem David, 71, 72, 81,
412, 413, 414, 424 82, 83, 86, 88, 96, 97, 98, 99,
Arévalo Morales, Cornelio, 434
Amoretti, Aquiles, 413, 414, 418, 441, 442, 445, 446, 447
419, 421 Argote Ruiz, Arturo C., 133
Anaya, Javier, 43 Argüelles, Darío, 159, 163
Argüello Martínez, Hugo, 281, 283
B
Ancic Cortéz, Ximena, 173, 185,
Baca, Eligio, 238
189 Argüello Pitt, Luis, 38, 44, 335
Badiano, Juan, 265, 271
Anda, Griselda de, 61, 412, 416, Argüello, Ramón, 38
417, 418, 419, 424 Báez Giangreco, Atilio, 303
Arias, Otto, 196
Andino Vélez, José, 215 Bakos, Lúcio, 83, 107
Arias Argudo, Claudio, 7, 13, 191,
Andrade Chaparro, Emiro, 136 196, 197, 203, 206, 215, 216, Balaguer Rosas, Manuel, 371
Andrade, Fernando Laynes de, 106 217, 218, 219, 220 Balaguer, Pedro, 162
Andreis, Mario, 178 Arias Gómez, M. Isabel, 7, 261 Balcázar Romero, Luis Fernando,
Arias Paredes, Enrique, 369 132, 138, 143
Andueza Palacios, Raimundo, 430
Ariza, Amín, 135 Balda, Walter, 303
Anguita, Timoleón, 179
Armach, Fernando Jacobo, 391 Baliña, Luis M., 34, 37, 44
Angulo y Urruela, Rafael, 238, 247
Armenteros, José Alfonso, 157, Baliña, Pedro L., 11, 32, 33, 34, 44,
Angulo, Ilse, 439
158, 159, 163, 164 53, 422, 441
Anselmi, Silvia, 56
Armijo, Miguel, 217, 218, 442 Ballesteros, Daniel, 43
Ante, Antonio, 211
Aroca, Felipe, 196 Balsa, Raúl E., 40, 46, 319
Antonio, Carlos Alberto, 103
Arpini, Ricardo, 39 Bancalari, C., 32
Antônio, João Roberto, 101, 103,
Arroyave, Rafael, 180 Bandeira, Valdir, 85
447
Arroyo, Alex, 183 Baños, Julio Eduardo, 7, 13, 221,
Antúnez, D., 350, 364
224
Aparicio, Abraham, 121 Arroyo Eraso, César Gregorio, 135
Baquerizo, Gloria, 372
Apolo, Enrique, 421 Arruda, Lucía Helena, 103, 105
Barba Gómez, Julio, 270
Aragão, Henrique de Beaurepaire, Arrunátegui, Adriana, 124, 127,
129, 143, 145 Barba Rubio, José, 442
75
Arteaga, Oscar, 341 Barbon, Tânia Regina, 103
Aragão, Raimundo, 81
Arteta, Juan, 210 Barman, Julio M., 39
Aragón, Alonso, 237
Arvelo, José, 160 Barnés, Francisco, 381
Arana Iturri, Pablo, 323, 340, 367,
371, 373 Asrilant, M., 35 Barona, María Isabel, 129, 138, 143
Arana Zapatero, Guillermo, 317, Assunção, João Batista Gontijo, 83, Baros, Ramón, 65
325, 335, 338, 373 86, 94 Barranca, 349
Arana, Byron, 241 Astore, Ignacio, 39 Barraviera, Sílvia Regina, 105
Arango, Diego, 132 Atuesta, Juan Jaime, 138, 145 Barreneche Mesa, Julio César, 123
Aranzazu, Nacarid, 434 Auad, Anuar, 80, 86, 92 Barrera, Víctor, 214
460
Historia de la Dermatología latinoamericana
Barrera Arenales, Antonio, 7, 12, Bermeo Vivanco, Jorge, 196, 200 Borda, Julio Martín, 34, 40, 41, 46,
113, 130, 131, 134, 137, 150, Bermúdez, Andrés, 128 64, 65, 85, 123, 223, 319, 415,
Barreto, Enio Ribeiro Maynard, 89 422
Bermúdez, Victoriano, 157
Barría Morales, Cristián, 181 Bordes, Carlos, 421
Bernardi, César Duílio Varejão, 86,
Barrientos, Eduardo, 222, 225 108, 446, 447 Borelli, Dante, 433, 434
Barroeta, Segundo, 434, 439, 440 Bernhard, Armin, 107 Borges, Paulo Cezar, 92
Barros, Cecy, 223 Berrio Muñoz, Joaquín Eliécer, 132 Borja, C., 65
Barroso Tobila, César, 438 Berrón Ruiz, Angélica, 275 Bosq, Pablo, 422
Bartelle, Cláudio José, 107, 108 Bertoló, Soledad, 185 Botero, Fernando, 145
Barton, Alberto, 317, 353, 354, 364 Bessonart, 418 Botrich, Hans, 34
Basombrio, Guillermo, 33, 34, 37, Betancourt Osorio, Jaime, 123, 133, Bottene, Iza Maria, 102
38, 44, 317, 373 134, 142, 145, 146, 149 Bou, Alfredo L., 381
Bassewitz, Ernst von, 107 Biagini, Dante, 32 Box, Pablo, 43
Bastardo de Albornoz, María, 434 Biagini, Roberto, 38, 41, 47 Brache, Román, 390, 395
Bastos, Antonio Francisco, 105 Bianchi, Oscar, 43 Bracho Oña, Jorge, 199, 217
Bastos Filho, Antonio, 105 Biase, F. de, 32 Bran Quintana, Gerardo, 242, 243,
Bastos, Manuel Ferreira dos Santos, Bicudo Junior, João, 101 244
90 Bigatti, A, 32 Brañas, Guillermo, 303
Batisttini, Telémaco, 345, 346 Bingham, Hiram, 310 Braseras, 422
Battistini de Brun, Ana María, 439 Bitar Zapa, Rómulo, 136 Braunstein, Samuel, 35
Battistini, Francisco, 439 Bittar, Elías, 40, 188 Bravo, Daniella, 447
Baudouin C., 52, 54 Blanco, Antonio, 417, 419, 421, Bravo, Francisco, 265, 320, 337,
Bay de García, Lorena, 241, 243, 423 447
244, 250 Blasi, E., 34 Bravo, José Julián, 348
Bayona Chambergo, Rosalía, 374 Blaustein, Samuel, 43 Bravo, Raquel, 181
Bazzano, Carlos, 419, 447 Bloch, Grete, 59, 60, 62 Braz, Cláudia Valéria, 105
Beare, Martín, 274 Block, Susana, 41 Brianson, Jaime, 63, 64, 65
Beauperthuy, Louis Daniel, 429 Blum, Edmundo, 196 Briceño Iragorry, Leopoldo, 436
Bechelli, Luiz Marino, 80, 81, 84 Boaknin, León, 39 Briceño Maaz, Tulio, 434, 440
Bedoya, Julio, 341 Bocanegra, Olga, 40 Brieva Durán, Alberto, 174, 187
Beirana, Angélica, 275 Bodden, Juan Antonio, 390 Brito, Arival Cardoso de, 86, 90
Belda, Walter, 105, 425 Boente, María del Carmen, 55, 57 Brito, Thales de, 223
Belin, Simón, 43 Boeta, Leticia, 269, 270 Brito Foresti, José, 413, 414, 417,
Belli, Luis, 44, 65 420, 421, 422, 423, 424
Bogaert Díaz, Huberto, 388, 389,
Belliboni, Norberto, 80, 104 391, 392, 393, 395 Bruey, Silvina, 60
Belsito, Donald V., 218 Boggini, 422 Bruning, Carmen, 180
Beltrán Grados, Gustavo, 372, 375 Bohórquez, Joseph Adalid, 237 Brusco, Jorge, 41
Benavides, Humberto, 341 Bojana, Humberto, 438 Budel, Analise Roskamp, 107
Benavides, María Isabel, 173 Bolte, Christel, 178 Bueno, Cosme, 348
Benavides, Rafael, 316 Bomfard, Joel, 303 Bulhões, Oscar de, 73
Benavides Vázquez, Lázaro, 273 Bonafina, Oscar, 34 Bulizani, Mônica, 102
Bendaña Hurtado, Alfonso, 284 Bonamigo, Renan, 107 Bumaschny, P., 35
Bendeck, Gustavo, 181 Bonatto, Walmor, 107 Buño, Washington, 415, 426
Benza, Francisco, 303 Bonifaz, Alejandro, 218 Burgos, César, 129, 134, 150
Benzo, Ernesto, 389 Bonifazzi, Ernesto, 60 Burnier, R., 421
Benzo, Félix, 388 Bonilla Espinoza, Julio, 336, 341, Burstein Alva, Zuño, 7, 14, 307,
342, 368, 371, 376 317, 318, 319, 320, 321, 329,
Bergero Adriana, 43 334, 335, 336, 337, 338, 339,
Bermejo, Alcira, 44 Bonnet, Francisco, 390 340, 341, 342, 343, 344, 345,
Bermejo y Roldán, Francisco, 315 Bopp, Clóvis, 80, 86, 87, 88, 107, 346, 347, 348, 350, 352, 356,
108, 445, 447 357, 362, 363, 364, 373, 447
Bermeo M., Patricia, 219
461
ÍNDICE DE NOMBRES
462
Historia de la Dermatología latinoamericana
Castillo Rivadeneyra, Wenceslao, Cifre Recinos, Edgar, 241 Cornejo Ubillus, J., 346, 348, 363
317, 318, 319, 331, 336, 341, Cifuentes Mutinelli, Mirtha, 169, Coronel, Manuel, 211
372, 373, 376 174, 182, 185, 186, 188, 446 Corral, Nicanor, 214
Castro, Abílio Martins de, 85 Ciriani Anchorena, Bruno, 371 Corrales Lugo, Hugo, 124, 135
Castro, Doralda, 143 Cisneros, Eudoro, 32 Corrales Medrano, Hugo, 124, 136
Castro, Lia Cândida Miranda de, 92 Ciuffardi, Emilio, 322 Correa, Álvaro, 134, 135, 148
Castro, Nancy, 143 Civatte, Jean, 32, 122, 130, 171, Corrêa, Benedito, 102
Castro, Raymundo Martins, 80, 85, 175, 330, 391
86, 101, 104, 106 Corrêa, Cecilia Cassal, 108
Civila, Eduardo, 218, 418
Castro Gómez, Julio, 374 Correa, José, 381
Clara, Jorge, 41
Castro Mendivil, Luis, 341, 371 Correa Bustamante, Wilson, 197,
Clark, José A., 156 198, 201, 203, 217
Castro Ron, Gilberto, 131, 132, 224 Close de León, Jorge, 239, 241, 243 Correa Galindo, Ernesto, 123, 130,
Catacora Cama, José, 321, 371 Cobar, Sergio Iván, 242, 244 134
Cateura, 419 Coelho, Carlos Cley, 95 Correa Henao, Alfredo, 125, 130
Cavalcanti, Jorge Duarte Quintela, Coello Uriguen, Mauricio, 8, 13, Correal, Alcibíades, 133
91 191, 203, 206, 216, 217, 218, Correal Urrego, Gonzalo, 114, 127
Cavallera, Elsy, 434 219, 220
Corredor, Gustavo, 127
Cavero Ortiz, Luis, 317, 371, 373 Cofré, Julita, 178, 189
Cortelezzi, Emilio, 32, 40
Caviedes López, Ernesto, 198, 204 Cofré, Pedro, 177, 178, 182, 184,
186 Cortés, Alonso, 122, 128, 129, 130,
Ceballos, Gabriel, 131 134, 139, 141, 442
Celi, Alfinger, 135 Coiscou, Rafael, 390
Cortés, Marta, 161
Cequeda, Lilian de, 439 Coiscou Weber, Antonio, 389, 395
Cortés Enciso, Carlos, 121, 133,
Cermeño, Julman, 434 Colichón A., 354 140
Cerqueira, Alexandre Evangelista Colmenares Porras, Pablo, 136 Cortez de Castro, Glenda, 433
de Castro, 71, 72, 74, 89 Colón, Francisco, 382, 383 Corti, Rodolfo N., 33, 34, 37
Cerruti, Humberto, 84, 99, 157 Columbié, Yolanda, 162 Costa, Izelda, 92
Cervini, Andrea Bettina, 8, 11, 17 Combariza, Epifanio, 120, 128 Costa, Oswaldo, 79, 84, 92, 93, 94
Cestari, Tânia, 107 Conant, Marcus, 186 Costa, Paulo Uchôa, 94
Cevallos, Diego, 210 Condori Di Burga, Hugo, 372 Costa, Radamés, 419, 421, 423
Chagas, Carlos, 108 Consigli, Carlos, 38, 44, 47 Costa Alfaro, Humberto, 372
Chaín, Fuad Muvdi, 133, 142 Consigli, Javier, 38 Costa Córdova, Horacio, 43
Chala Hidalgo, José Ignacio, 121, Contardi, 422 Costa Jr., A. F. da, 86
140 Conti, Alcides, 40 Costa Martins, José Eduardo, 86,
Chalela Mantilla, Juan Guillermo, Conti, 417 100, 446
133, 134, 143, 144
Contreras, Guillermo, 354, 361 Costa, Edgard Drohle da, 86
Champet, Arsenio, 243
Contreras, Miguel, 319, 388 Costané Decoud, 422
Chang, Anabella de, 244, 250
Convit, Jacinto, 432, 433, 436, 437 Cotes, Margarita, 391
Chang, Patricia, 242, 243, 244, 245
Cordero, Alejandro A., 33, 34, 36, Cotlear Dolberg, Aizic, 317, 328,
Charris, Dubys, 135 37, 46, 47, 132, 303, 391, 445 332, 333, 334, 335, 336, 337,
Chaul, Aiçar, 92 Cordero, Alejandro (h), 37, 43 338, 342, 343, 362, 368, 373
Chaves, Bruno, 71, 73 Cordero, Eduardo, 212 Countar, Clement, 368
Chávez, A., 436 Cordero A., Carlos N., 239, 244, 250 Coutts, 422
Chávez, Carolina, 135 Cordero C., Fernando A., 239, 240, Covelli Mora, Claudia Marcela, 129,
Chávez, Guadalupe, 304 243, 248, 259 131, 132, 143
Child, Raquel, 180 Cordero Carrión, Luis, 211, 213 Covo, Germán Enrique, 135
Chiriboga Ardito, Luis, 200, 201, Cordero J., Leoncio, 196, 197, 214, Covo Segrera, Luis Miguel, 135, 149
217 215, 220 Cravioto, Joaquín, 274
Chopitre, Emmanuel, 387, 395 Cordisco, María Rosa, 56 Crespi, Héctor G., 37, 43, 46
Chouela, Alfredo, 35, 46 Cordiviola, 422 Crespo, Emiliano J., 212
Chouela, Edgardo, 37, 42, 45, 446 Corea, Leonor, 278, 283 Cox Cardoso, Alberto Eduardo, 86,
Cicero, Ricardo, 268 Cornejo, Andrés, 41 91
463
ÍNDICE DE NOMBRES
Cruz, Alma, 383 Delgadillo, Alcides, 278, 283 Dostrowsky, A., 347, 363
Cruz, Ana Cecilia, 390, 391 Delgado, Sergio, 278 Dover, C., 210
Cruz, Martín de la, 265 Delgado Fernández, Víctor, 318, Dragicevic, Vesna, 180
Cruz, Oswaldo, 75 368, 374, 377 Drapkin, Israel, 181
Cruz Argumedo, Fernando Adolfo, Delgado González, Carlos, 278, 283 Drassinower, Enrique, 323
224 Delgado Paredes, José María, 124, Driban, Nelson, 40
Cuadra, 354 136
Duarte de Rendón, Bertha, 196
Cuba Caparó, Alberto, 368 Delgado Riascos, José María, 122
Duarte, Ida, 100
Cucé, Luiz Carlos, 86, 100, 101, 105 Delgado Sayán, César, 361
Duarte, Miguel F., 135
Cuervo, Ángel, 421 Della Giovanna, P., 446
Dhum, Gisella, 33
Cuervo Márquez, Luis, 140 Della Santa, 419
Duperrat, B., 326, 327, 334
Cueto, Jorge, 40 Delucchi, 418
Duque Ossman, Yamil Alberto, 132
Cueto, Jorge (h), 43 De León G., Suzzette de, 8, 13, 227,
247, 249 Duque Perdomo, Matías, 155, 156
Cueva, Carlos, 214 Durán Mckinster, Carola, 244, 274,
Denegri, Juvenal, 370
Cueva Vallejo, Agustín, 211, 212, 275, 450
213 Desjeux, Phillippe, 65
Durán Merchán, María Mélida, 124,
Cunha, Paulo Rowilson, 8, 12, 69, Di Paola, Guillermo, 123 129, 132, 133, 139, 142
87, 88, 102, 103, 109 Di Prisco, Juan, 433, 436, 437 Durango, María Bernarda, 144
Cunha, Pedro da, 98 Di Prisco, María Cristina, 435 Durango Michailos, Anairma, 438
Cuomo, Graciela, 43 Diab, 417 Durango Nazariego, Nectario, 438
Curban, Guilherme V., 80, 101 Díaz, David, 212 Dutra, Vanderli, 92
Curia, Luis, 34 Díaz, Julio, 43
Cusanelli, Ricardo, 41 Díaz, Luis A., 109, 133, 219 E
Cusmanich, Rubén, 424 Díaz, Luisa H., 135 Eaton, George E., 310
Díaz, María Antonia, 162 Echegaray, Carlos, 373
D Díaz, Pacífico, 32, 34, 55 Echeverría, Enrique, 240
D´Alessandro, Miguel Ángel, 159 Díaz, Rafael, 388, 390 Echeverría, F., 65
D’Angelo, José María Roque, 41 Díaz, Sandra, 182 Edelson, Richard, 219
Dahl, Mark, 177, 186 Díaz Almeida, José G., 8, 12, 153, Egas, Eduardo, 205
Daiber, Alberto, 179 159, 160, 161,162
Eguiguren, Víctor, 373
Damazio, Virgílio Clímaco, 73 Díaz Cardozo, Antonio, 117
Eguiguren Lira, Gonzalo, 172, 174,
Danies, Josefina, 131, 137 142 Díaz de la Rocha, José, 159, 160 176, 182, 184, 187
Darier, Jean, 32, 53, 171, 175, 177 Díaz de Marte, Ana Josefa, 391, Eguren, Leopoldo, 65
393
Dávalos, José M., 315 Eid, Lourdes, 135
Díaz Gómez, Claudia Juliana, 149
Dávalos y Peralta, José, 302 Elboli, José, 316
Díaz Muñoz, Juana, 181
David, Carlos, 244 Empinotti, Júlio César, 108, 304,
Díaz Saubidet Jorge, 57, 59 446, 447
De Anda, Griselda, 61, 412, 416,
417, 418, 419, 424 Díaz-Landaeta, Leopoldo, 449 Encalada Córdova, Franklin, 201,
De Carli, Eduardo, 43 Diez de Medina, Juan Carlos, 8, 12, 202, 215, 216, 217, 218, 220
63, 304 Encinas, Enrique, 344
De los Ríos, Eudoro H., 40, 60
Dillon, Neuza Lima, 82, 101, 104 Estella Entralgo, Honorato, 381,
De Simoni, 70
Diniz, Orestes, 84, 93 383
DeCastro, Patricia, 130, 137
Domenici, Rodovalho Mendes, 92 Escalante, Aníbal, 361
Defilló, Fernando Arturo, 388
Domínguez, Juan A., 28 Escobar, José J., 125
Degos, Robert, 122, 130, 318, 326,
330 Domínguez, Luciano, 319 Escobar, Julio, 140
Dekmak, Miguel, 319 Domínguez, Nayib Ambrad, 123, Escobar Gil, Olga Patricia, 143
125 Escobar Restrepo, Carlos Enrique,
Del Pino, Gisela, 107, 319
Domínguez Cherit, Judith, 269 129, 132, 138, 142, 143, 145
Del Río, 267
Domínguez Sisco, Rafael, 435 Escomel, E., 346, 348, 351, 354,
Defina, Antônio Francisco, 101 363
Dorce, Susana, 417
Delfino, Gisella, 56 Escudero, Carlos Hugo, 62
464
Historia de la Dermatología latinoamericana
Esculies, José, 303 Fernández, José María, 39, 44, 325, Flores, Diana, 352
Espaillat, Eida, 391 335, 422 Flores, Jaime, 325
Esparragoza y Gallardo, Narciso, Fernández, Kirshe, 391 Flores, José Felipe, 238
238 Fernández, Mario, 388, 389 Flores de Lacarruba, Luz María, 447
Espasandin, José, 415 Fernández, Mariselda, 391 Flores-Cevallos, Elbio, 8, 14, 298,
Espejo, Luis, 210 Fernández, Nilda, 391, 392 307, 308, 336, 342
Espín, Carlos, 196 Fernández, Víctor, 242, 245 Flores-Cevallos, Luis, 8, 14, 298,
Espinal Múnera, Hugo, 122, 145 Fernández Báez, Rafael, 388 307, 313, 317, 318, 319, 320,
322, 323, 326, 335, 338, 367,
Espinosa, Teodoro, 216, 217, 219 Fernández Blanco, Emilio, 33, 35, 370, 372, 373
Espinosa Sotomayor, Roberto, 278 46
Flores Díaz, Enrique, 224
Espinoza Bravo, 196, 203 Fernández Blanco, Graciela,43, 47
Flores González, Luis, 38
Espoz, Horacio, 180 Fernández Bussy, Ramón, 39
Flórez Díaz Granados, Mercedes,
Estebanson, Santiago, 253 Fernández Dávila M., Guillermo, 133
370
Estete, Miguel de, 313 Fonseca, Aureliano da, 319
Fernández Dávila, José, 368
Estévez, Fernanda Nanita, 391 Fonseca, Francisco, 440
Fernández de Valenzuela, Pedro,
Estévez, Juvenal, 441 117 Fonseca, Tiburcio, 31
Estrada, Eduardo, 433, 436 Fernández Hernández-Baquero, Fonseca Filho, Olympio da, 75, 79,
Estrada, Roberto, 304 Guillermo, 158, 159, 160, 161, 85
Estrella, Bolívar, 196 164 Forero, Manuel, 131, 137, 140
Eva, Adilia de, 280 Fernández Vautrai, 438 Forim Alonso, Fausto, 304, 446
Ferrándiz Foraster, Carlos, 442 Forman, Eugenio, 43
F Ferrando, Juan, 442 Fortín Gularte, Guillermo, 241, 259
Fachín Viso, Raúl, 439 Ferrari, Manlio, 415 Forster, Juliana, 218
Fachín, Carlos, 439 Ferraro, Arlindo, 96 Fosatti, Carlos María, 413, 423
Facio, Ludovico, 33 Ferraz, Neide, 89 Foss, Norma, 105
Faivre, João Mauricio, 70 Ferreira, Fátima, 433 Fracastore, Girolano, 311
Faizal Geagea, Michel, 8, 12, 113, Ferreira, José Alvimar, 97 Fraga, Armiño, 75
129, 131, 132, 135, 137, 140, Ferreira, Ludgero, 72 Fraga, Sylvio, 83, 95, 96, 103
144, 148, 150 Ferreira, Luis, 38 França, Emmanuel Rodrigues de, 90
Fajardo Palencia, Aldo, 136 Ferreira-Marques, João, 40 Francia Rojas, Rosa, 389, 391
Falabella, Rafael, 8, 16, 123, 125, Ferreiro, Mari Carmen, 434 Franciscolo Castagnino, Enrique,
126, 129, 132, 133, 134, 142, 371, 373
143, 149, 150, 442, 451, 457 Ferrer, Ismael, 157
Ferrer, Jaime, 178 Franco, Nélida, 34
Falconí Villagómez, José, 195
Ferrer, Silvia, 135 Franco, Roberto, 121, 128
Faraday, Michel, 27
Ferretti Jurado, Humberto, 201 Freire, Patricio, 200
Farfán, Manuel, 213, 214
Festa Neto, Cyro, 100 Freitas, Ronaldo Barros de, 90
Faria, Antônio Januário de, 72
Fich Schilcrot, Félix, 169, 174, 180, Frey Gabler, Rodolfo, 181
Faria, Luiz da Costa Chaves, 70, 74,
76, 96 182, 183, 185, 186, 187, 188, Freyre, Manuel, 38
189, 446 Frisancho, Oscar, 361
Farini, J., 32, 44
Fidanza, Enrique, 32, 33, 39, 44, Frucchi, Humberto, 100
Fariñas, Pastor, 157, 158, 163 422
Farrero, Cecilia, 62 Fuentes, Jairo, 134
Figueira, Absalom Lima, 96
Fassio, Gustavo Adolfo, 195, 196 Fuenzalida, Héctor, 173, 174
Filgueiras, Danilo Vicente, 97
Feijó, Carolina, 107 Fuertes Álvarez, Juan, 40, 319
Figueroa, Luz D., 383
Feijóo, Fernando, 39 Fundora, Victoria, 162
Finlay, Carlos Juan, 154
Fenno, Gerry, 223 Funes, Juan M., 243
Fleischmajer, Raúl, 35
Fernandes, Jorge, 69 Furones, Esperanza, 162
Fleisher, Lawrence, 381
Fernández, Arturo A., 32 Furtado, Clarisse, 107
Fleurens, 406
Fernández, Enrique, 361 Furtado, Tancredo A., 84, 86, 88,
Flichman, Juan Carlos, 44, 65, 425 94, 445
Fernández, Fernando, 159, 160 Flom, Rosa Etlis de, 43 Fusseu, Dolores, 204
465
ÍNDICE DE NOMBRES
466
Historia de la Dermatología latinoamericana
González Aveledo, Luis Alfredo, Guadamuz, Juan José, 279 Hassan, Mercedes, 37
435, 449, 450 Guarda Tatin, Rubén, 8, 12, 165, Hasselblad, O., 392
González Bermúdez, Daniel, 134 169, 172, 174, 176, 178, 179, Hasson, Ariel, 174, 175
González Catán, M., 31 182, 183, 185, 186, 187, 188,
446, 447 Hayes, Rutherford B., 294
González Chacón, Julio, 181 Hebra, Ferdinand, 32, 73, 75
Guardia, Nicanor (h), 430
González de Bogaert, Luisa, 390, Heins, Norberto, 181
394 Gubelin, Walter, 172, 174, 176,
180, 189 Hemb, Achyles, 107
González de Méndez, Concha
Marina, 241 Guedes, Antonio Martins, 94 Henao, Mario, 141
González del Cerro, Sebastián, 39 Guerra, Humberto, 345 Henao Blanco, Tomás, 121, 133,
Guerra, Pablo, 430, 431, 432, 433 140
González Díaz, Ignacio, 171, 173,
174, 175, 177, 178, 181 Guerra Carbajal, Carlos, 372 Henríquez, J. J., 439
González Herrejón, Salvador, 268 Guerra Castro, Myra, 162 Herane, María Isabel, 61, 173, 175,
182, 184, 185, 186, 188, 447
González Martin, Juan, 174 Guerra Fonseca, Pedro, 440
Hercelles, Oswaldo, 325, 354, 373
González Ochoa, Antonio, 274 Guerra Mercado, Juan, 65
Heredia, Cayetano, 316, 317, 367
González Oddone, Miguel, 303 Guerrero, Daniela, 391
Hering, Mónica, 174
González Otero, Francisco, 433, Guerrero, Laureano, 141
435, 436, 437 Hernández, Azucena, 244
Guerstein, Fanny, 178
González Pérez, Guillermo, 157 Hernández, Eduardo, 382
Guglielmetti, Antonio, 174, 189
González Prendes, Miguel A., 157, Hernández, Francisco, 208, 263,
Guillén, Humberto, 206 265, 365, 406
159, 163
Guillot, Carlos Federico, 33, 43, 46, Hernández, Gonzalo, 205
González Rescigno, Gilberto, 43, 65 49
González Rioseco, Héctor, 181 Hernández, Juan F., 135
Guillot, Pedro, 38
González Rodríguez, Guillermo, Hernández, Walter León, 129, 130,
Guimarães, Newton Alves, 85, 86, 141
131, 137 89, 101
González Rojas, Carlos Horacio, 8, Hernández Guante, Alcides, 391
Guinzburg, Alejandro, 218
12, 113, 131, 132, 133, 134, Hernández López, Héctor, 382
135 Gurfinkel, Andrea, 99
Hernández Pérez, Enrique, 9, 13,
González Urueña, Jesús, 268 Gutiérrez, Juan Gualberto, 119 218, 221, 223, 224, 225, 319,
Gorbitz, G., 354 Gutiérrez, Manolo, 241 442,
Gorostiaga, Graciela, 447 Gutiérrez Aldana, Guillermo, 8, 12, Hernández Pérez, Rolando, 435,
113, 122, 129, 130, 132, 133, 440, 447
Gotlib, Natan, 34, 45 137, 140, 144, 148, 150 Herrer, Arístides, 345, 348, 349,
Gotuzzo, Eduardo, 345, 361 Gutiérrez Arostegui, José Miguel, 350, 351, 352, 354, 363
Gougerot, Henri, 32, 326, 421 285, 286 Herrera, Guillermo, 388
Goulart, Zopyro, 85 Gutiérrez Noriega, Carlos, 346 Herrera-Ceballos, Enrique, 442
Grandi, Paulina, 177, 178 Gutiérrez Ylave, Zaida, 372 Herrera Navarro, Magalis, 449
Granizo H., Bolívar, 219 Guzmán, A., 446 Herrera Ramos, F., 415
Graterol Roque, Cruz A., 436, 437, Guzmán, Emma, 390 Hertig, M., 349, 354
439, 440 Guzmán, Juan Pablo, 390 Héry, Thierry de, 263
Grau Triana, Juan, 157 Guzmán Barrón, Alberto, 348, 350, Hevia Parga, Hernán, 166, 171,
Greco Nicolás V., 19, 20, 30, 32, 363 173, 174, 175, 176, 177, 178,
33, 40, 54 181, 185, 186, 189
Greenberg Cordero, Peter A., 8, 13, H Hidalgo González, Carlos, 196
227, 247, 248, 249, 250
Habermann, Marta Cassoni, 104 Higueros, José, 241
Grees, Susana, 60, 62
Haddad Júnior, Vidal, 105 Hilario, Miriam, 390
Grillo, Rafael, 161
Halpert Ziskiend, Evelyne, 9, 16, Hinostroza, Santos, 361
Grimalt, Ramón, 442 129, 131, 133, 134, 137, 138, Hodgman, Joan E., 449
Grinspan, David, 34, 37, 41, 43, 46, 149, 449, 450
47, 65, 304, 319, 391, 415, 441 Hómez Chacín, Jorge, 436, 438
Halty, Máximo, 423
Grinspan Bozza, Norberto, 43 Honeyman Mauro, Juan, 169, 172,
Hanifin, John, 186 174, 175, 176, 178, 179, 180,
Guada, Luis Felipe, 439 Harper, John, 56 182, 183, 185, 186, 187, 188,
Guadagnini, Elizabeth, 438 Hartmann, 63 189, 304, 446, 447
467
ÍNDICE DE NOMBRES
Hopf, Alfred, 415 Jalón, Roberto, 196 Koves de Amini, Eva, 433, 434, 436
Horta, Paulo de Figueiredo Parreiras, Jara, Mónica, 178 Kowalczuk, Alicia, 43
73, 75, 76, 78, 82, 85, 97 Jara Padilla, Iván, 172, 176, 178, Kriner, José, 35, 43, 106
Houler, J. R., 32 179, 182, 185, 186, 187, 188 Krumdieck, Carlos, 372
Houssay, Bernardo Alberto, 123 Jaramillo, Diego Elías, 134, 138, Kuczynski-Godard, Maxime, 322,
Howe, Calderón, 354 141, 143 348, 355, 356, 363
Hoz Ulloa, Carmen Helena de la, Jaramillo, Luis Carlos, 214 Kuhl, Isabel C. P., 107
131, 132, 143 Jaramillo Ayerbe, Felipe, 129, 130, Kuret, Colón, 389
Humboldt, Alexandrowich Ferdin, 135, 137, 142, 149
63, 64, 65 Jaramillo Bruce, Roberto, 170, 171,
Hurtado, Alberto, 368 173, 181, 187 L
Jaramillo Puertas, Juan, 200 Labat, 418
Hurtado, Aníbal, 180
Jardim, Márcio Lobo, 86 Labrada, Melba, 145
Hurtado, J., 65
Jatobá, Aderbal Loureiro, 91 Lacaz, Carlos da Silva, 80, 100
Hurtado Paredes, Raúl, 318, 354,
368 Jiménez, Manuel, 303, 304 Lacentre, Eduardo, 34, 43
Hurwitz, Sydney, 177, 274 Jiménez, Sol Beatriz, 143 Lacuesta, 419
Huyke, Bernardo, 134, 135, 447 Jiménez Calfat, Guillermo, 129, Laffargue, Jorge, 43, 62
137, 143, 144, 150 Lairet, Félix, 431
I Jiménez Castilla, José Luis, 267, Lamas Grubesich, Roger, 171, 175,
269 182, 184, 185, 189
Ibarra, Guadalupe, 275
Jiménez Rivero, Miguel, 430, 431 Lamella, Antonio, 406
Idrovo A., Juan, 214
Job, Edgardo Jorge, 391 Lander Marcano, Alfredo, 9, 16,
Iglesias, Manuel, 41, 419 427, 436, 437
Jones, Doraida, 391
Ilho, Guillermo, 57, 59 Lanfranchi, Héctor, 60, 304
Jonquières, Enrique D., 32, 33, 34,
Imery, Marcos, 255, 256 35, 37, 44, 47, 415 Lapenta, Pedro, 438, 439, 440
Indacochea, Abelardo, 341 Jorge, Eduardo, 85 Lara, Luz Marina, 135
Infantozzi, Carlos María, 422 Junqueira, Hugo, 92 Lara, Raúl, 66
Infantozzi, José M., 416, 418 Larralde, Juan, 436
Ingrata, Stella Maris, 40 K Larralde de Luna, Margarita, 37,
Ipiranga, Sylvia, 105 Kadunc, Bogdana Victoria, 102 43, 46, 304, 449, 450
Irazabal, Porfirio, 436 Kahn, Guinter, 274, 449 Larrañaga, Dámaso Antonio, 412
Iribas, José Luis, 37 Kaminsky, Ana, 35, 36, 37, 41, 43, Larrea, J. T., 214, 354
Irigoyen, Carlos, 278, 283 319, 415, 442 Larrere, N., 448
Isa Isa, Rafael, 9, 15, 385, 390, Kaminsky, Carlos, 36, 44, 319 Lasso, 196, 203
393, 395 Kaminsky, Aarón, 33, 34, 35, 37, Lastória, Joel Carlos, 104
Isaza Zapata, Rafael, 131, 132, 135 43, 47, 123, 223, 422, 423 Latapí, Eugenio, 268
Isaza, Víctor, 135 Kaplan, H. A., 35 Latapí, Fernando, 157, 221, 223,
Isla, Miguel de la, 119 Kasuke, Ito, 319 268, 271, 273, 274, 389, 441,
Iturbe, Juan, 430, 431, 436 Kelber, Jaime, 123 442, 443
Iturre de Aguirre, Lucía, 40 Kerdel Vegas, Francisco, 432, 433, Laterza, Amelia M., 275
436, 437 La Torre Tuesta, Iram, 376
Jacobson, Coleman, 449 Kislansky, Viviana, 56 Laverde, Alfredo, 121, 133, 140
Jacobsthal, E., 240 Klein Kohn, Oscar, 171, 172, 182, Lavieri, Alberto, 56
184, 189 Lázaro, Pedro, 382
Jadassohn, 327
Kleist, 418 Lazzarini, Rosana, 100
Jaimovich, Carlota, 41
Klestorny Blanco, Pablo, 416, 417, Leão, Arêa, 75, 79
Jaimovich, León, 35, 36, 38, 42, 45, 419, 421, 422
46, 47, 303, 304, 442, 446, Lecha, Mario, 442
447 Knopfelmacher, Oilda, 304
Ledo, Antonio, 442
Jaller, Antonio, 134 Kobayashi, Márcia Mayko, 105
Legua, Pedro, 345
Kohan, Ricardo, 57, 59, 60, 62
468
Historia de la Dermatología latinoamericana
Leitão, Artur da Silva, 89 Lombardi, Arnaldo, 423, 424 Machado Filho, Carlos, 102, 105,
León, Armando, 243 Londoño, Ángela, 145 419
León, Juan de, 237 Londoño González, Fabio, 121, 125, Machado, Werneck, 85
León, Luis A., 204 127, 128, 132, 133, 140, 142, Machiavello, Juan, 373
150 Maciel, Francisco, 412
León Chérrez, Víctor, 201, 217, 218,
219, 220, 369 Lonza, Juan Pedro, 188, 189 Madeo, Vicente, 44
León Romero, Doris Stella, 136, Lopes, Cid Ferreira, 94 Madero Izaguirre, Franklin, 9, 13,
149 López, Aurélio Ancona, 81, 101, 102 191, 201, 203, 218, 220
León Ternera, Lesbia de, 134 López, Luis, 124 Madero Izaguirre, Mauro, 9, 13,
Leonforte, José F., 40, 188 López, Juan, 119 191, 203, 220
Lerer, Cláudio, 99 López, Pedro, 264, 266, 387 Maduro, Luis, 381
Leroux, María Bibiana, 45 López Ballesteros, L., 63 Maestre Alonso, 387
Lesmes Rodríguez, Blanca Lilia E., López Cortés, Néstor, 181 Maestre Juan, 386
129, 145, 149 López de Buiza, Pedro, 119 Maestre, Délio del, 94
Leston, Nancy, 59, 60, 62 López de Lozada, Mauricio, 237 Magalhães Neto, Eduardo, 85, 89
Letona, Guillermo, 241, 243, 244, López de Mesa, Jorge, 122, 134 Magaña García, Mario, 275
250 Magaña Lozano, Mario, 273
López del Campo, Mendo, 117
Lever, Walter, 177, 223 Magariños, Gabriel, 43, 47, 62
López González, Gerónimo, 39, 40,
Levites, Jacob, 102 47 Magariños, W., 67
Levocci, Francisco, 105 López López, Mariano, 122, 127, Magill, Fernando, 9, 16, 188, 320,
Levy, Moise, 56, 61, 417 131, 133, 137, 142, 144 445, 446, 447
Lewley, Thomas, 219 López Narváez, Gerardo, 127 Magnani, Augusto, 38
Leyton, Jerónimo, 209 López Olivares, J. M., 435 Magnin, Pedro Horacio, 33, 34, 36,
Librado Vásquez, José, 145 López Osorio, Damisela, 162 37, 38, 45, 46, 47, 415
Liceaga, Eduardo, 268 López Ruiz, Rafael, 133 Maia, Marcus, 100, 110
Lima, Aldy Barbosa, 97 Loredo, M., 67 Maira Palma, María Elsa, 172, 176,
177, 184, 189
Lima, João Francisco da Silva, 72, Lorenz, Ana María, 40, 59
78 Maldonado, A., 354, 364
Lorenzano, Carlos, 57, 59, 60, 62
Lima, Margareth, 103 Maldonado, H., 65
Loret de Mola, Aurelio, 317, 323,
Lima, Ricardo Barbosa, 97 325, 326, 332, 335, 340, 341, Malo, Ignacio, 213
Linares Barrios, Mario, 138 367, 368, 370, 373 Man, Abraham F., 34, 41
Linares, Lionel, 239, 244 Lovera, Ildemaro, 431, 432, 436 Mandelbaum, Samuel, 105
Lindemberg, Adolpho, 75, 76, 77, Lovio, Zobeida, 159, 162 Mangano, Osvaldo, 47, 108, 445,
78, 84, 99, 100, 422 Lowy, Gabriela, 97, 274 446
Liparoli, Julio César, 269 Loyola, Luis, 214 Manrique, Aníbal, 336
Liviano, Cesarían, 391 Lozada, Claudia, 145 Manrique, Vitaliano, 339, 341
Lizardo, Cesarina, 433, 437, 440 Lucio, Rafael, 266, 268 Manrique Ávila, Juan, 317, 320,
321, 327, 336, 341, 368, 371,
Lizarraga, Federico, 435 Lucky, Anne, 59 373, 375
Llano, L., 44 Luengo Vale, J. M., 440 Mansilla Arévalo, Juan José, 244,
Llanos, Alejandro, 345 Lugo-Somolinos, Aída, 383 250
Llanos, Bertha, 349 Lumbreras, Hugo, 341, 344, 345 Mansilla, Carmen C. de, 244, 250
Llanos, Enrique, 159 Lurati, Carlos, 39 Mantella, Domingo, 319
Llanos Campo, Matilde, 136 Lutz, Adolfo, 70, 73, 75, 85 Manzano, Mauro, 219
Lleras Acosta, Federico, 121, 122, Manzi, Ricardo, 44
125, 127, 128, 142, 150 M Manzur, Graciela, 9, 12, 55, 59, 60,
Llerena Gamboa, José, 222, 225 Macal, Antonio, 239 61, 62
Lobo, Jorge de Oliveira, 79, 86, 91 Macca, Mário Luís, 104 Manzur, Julián, 161, 162
Lofêgo Filho, José Anselmo, 99 Macedo, Néstor, 304, 412, 416, Mañé Garzón, Fernando, 400, 411,
Logemann, Heidi, 241 417, 418, 424, 446, 447 426
Loizaga, Carlos, 294 Mackehenie, Daniel, 340, 354 Maradona, Esteban Laureano, 24,
26, 30
469
ÍNDICE DE NOMBRES
470
Historia de la Dermatología latinoamericana
Mogrovejo Carrión, José, 214 Morella Herrera, Olga, 439 Navarro César, Alfonso, 135
Molgó Novell, Monserrat, 174, 185, Morelli, Joseph, 57, 60 Navarro Huamán, Pedro, 318, 334,
187 Moreno, Alger León, 274 336, 337, 372
Molina, Leonor, 130, 137 Moreno, Edgar, 135 Navin, Thomas, 241
Molina, María Teresa, 172 Moreno, Isabel, 174, 189 Negroni, Pablo, 44, 45, 319
Molina Leguizamón, Eduardo, 33 Moreno, Luis Felipe, 124, 149 Negroni, Ricardo, 44, 60
Mom, Arturo, 33, 36, 46 Moreno A., Gustavo, 219 Neira Cuadra, Jorge Isaac, 9, 13,
Monardes, Nicolás, 19, 116, 263, 277, 285, 286
Moreno Aguilar, María E., 275
406 Neira P., Octavio, 197
Moreno Collado, Clemente, 270
Monasterios, Guido, 66 Neumann Scheffer, León, 9, 13,
Moreno Macías, Luis Hernando, 261, 269, 270
Moncada, Ximena, 173, 180 127, 129, 132, 134, 135, 143,
Moncaleano de Lasprilla, Cecilia, 145, 149, 447 Neves, René Garrido, 82, 85, 86, 98
123, 134 Moreno Valero, Germán, 196 Newman, Julios, 223
Moncayo, Luis, 200 Morero Parra, Lisandro, 148 Neyra, José, 328
Monge, Carlos, 317, 324, 346, 348, Morey, Gilberto, 373 Nogueira, Ana Maria, 103
354, 363 Nonohay, Ulisses de, 107
Moreyra, Juan José, 370
Monroy, Hugo, 335 Nopper, Amy, 57, 60, 304
Morgan Zavaleta, Ángel, 369
Mont, Luis, 243 Nordenskiold, Barón, 296
Moriyama, 418
Montalbán, 354 Noria, Víctor, 356
Moscoso, Sebastián, 214
Moral, 354 Nouel, Adolfo Arthur, 391
Moscoso Serrano, Eudoro, 196,
Montaña Granados, Eliseo, 121, 128 197, 217 Noussitou, Fernando, 33, 34, 37,
Montenegro López, Galo, 9, 13, Mosquera, Hernando, 135 46
191, 198, 203, 204, 220, 303 Nudenberg, Alberto, 39
Mostajo Quiroz, Fredy, 368
Montero, Eustaquio, 412, 416, 417, Nudenberg, Bernardo, 39, 46, 47
418, 419 Mostajo Vargas, Juan José, 371
Mosto, Santiago, 34, 45 Núñez Andrade, Roberto, 273
Montero Rivera, Luis, 171, 181
Montes, Diego de, 147 Mota, Joaquim, 71, 73, 74, 79, 85
471
ÍNDICE DE NOMBRES
Ollague Torres, José María, 201, Padilla, Mariano, 238 Parra García, Marlene, 279, 281,
203, 217, 447 Padilla Corcuera, Hernán, 369 283, 284
Oller, Francisco, 380 Padilla G., Plínio, 219 Pasarell, Rafael, 382
Olmos Castro, Norberto, 40 Padilla y Padilla, Carlos, 239 Paschoal, Francisco Macedo, 86,
Oporto Gatica, Manuel, 181 105
Padrón, Alejandro, 361
Opromolla, Milton Wladimir Araújo, Paschoal, Luiz Henrique Camargo,
Pádua, Antonio de, 91 77, 81, 86, 100, 101, 105
104
Pagaza, M., 348, 363 Pascua, Ladislao de la, 266, 268,
Oramas, José, 212
Palacios, Alberto, 45 273
Orellana, Isabel de, 241
Palacios, Manuel, 212, 214 Pascutto, Cristina, 45
Orol Arias, Ceferino, 32, 33, 422
Palacios, María Teresa, 143 Pasmanik Guiñerman, Isidoro, 173,
Ormaza Hinestrosa, Adolfo, 124, 175, 176, 179, 180, 182, 184,
133, 135, 136 Palacios, Olga, 344, 352
187, 188, 189
Oroz Montiglio, Julia, 169, 177, Palacios A., Jorge, 197
Pastrana, Fernanda, 162
178, 182, 184, 187, 189 Palacios Álvarez, Santiago, 200,
201, 204, 218 Patiño Camargo, Luis, 125, 128,
Orozco, Miguel A., 38 142, 150, 354, 364
Orozco Covarrubias, María de la Palacios Bernal, Virginia, 132
Patrón, Pablo, 317
Luz, 275 Palacios de Bordón, Hermelinda,
303 Patrucco Puig, Raúl, 331, 361
Orozco Topete, Rocío, 269
Palacios López, Carolina, 275 Patrus, Orcanda Andrade, 86, 94
Orsini, Olyntho, 92, 93, 94
Palacios P., Rolendio, 217, 219 Patterson, John, 72
Ortega, Antonio, 211
Palermo, Eliandre, 105 Paula, Ribeiro de, 91
Ortega, Juan José, 239
Palma, Luis Fernando, 130, 137, Paulo Filho, Thomas de Aquino, 91
Ortega, Miguel, 388, 395
140, 141 Payese Gault, José Víctor, 195
Ortega, Rinna, 180
Palma, R., 346, 348, 362, 363 Paz Soldán, Carlos Enrique, 322,
Ortiz, Donaldo, 135 337
Palmieri, Jorge, 244
Ortiz, Luis Guillermo, 382 Paz y Paz, Ramiro, 241
Parada, Mauricio, 176
Ortiz, Pedro, 341 Pazmiño, Pedro, 210
Pardo Castelló, Vicente, 153, 155,
Ortiz, Salvador, 248 156, 157, 163, 164, 221 Pazos Varela, Ricardo, 373, 418
Ortiz, Yolanda, 9, 13, 261, 269, Pardo Villalba, Guillermo, 121, 122, Pecolt, T., 70
270, 271, 304 133, 139, 140, 148 Pecoraro, Vicente, 39, 47
Ortiz Medina, Aníbal, 40, 43 Paredes, Domingo, 196 Pedemonte, Luis H., 40, 62
Ortiz Monasterio, Fernando, 223 Paredes, Horacio Antulio, 241 Peluffo, Euclides, 418
Osa, Ovidio de la, 156, 157 Paredes, Ricardo, 203 Peniche, Jorge, 218, 269
Osorio, Laureano, 143 Paredes Llerena, Guido, 371 Peña U., Enmanuel, 197
Osorio Camacho, Enrique Alonso, Paredes Reynoso, Oswaldo, 371,
123, 133 Peñaherrera Astudillo, Servio, 196,
373 197, 201, 202, 216
Ospina Alzate, José F., 136 Pareja, Bertha, 352 Peñaloza Rodríguez, Isaías, 374
Otamendi, R., 439 Pareja, Wenceslao, 214 Peñaranda, Elkin, 137, 144
Oteiza, Alberto, 157 Pareja Coronel, Armando, 195 Peragallo, Joaquín, 181
Otero Marrugo, Víctor, 132, 136, 149 Pargendler, Mirian, 107 Peralta, Pedro, 315
Othaz, Ernesto L., 40 Parizzi, 425 Pereira, Carlos Adolfo, 84
Oviedo, Belia de, 38 Parodi, Arturo, 327 Pereira, Ignacio, 121
Oxilia, Mario, 44, 45 Parodi Bacigalupo, Alfredo, 371 Pereira, José M., 160
Oyarzún Carrillo, Fernando, 173, Parra, Cristóbal, 34, 37, 40, 47, 188
175, 184 Pereira, Luiz Carlos, 107
Parra, Francisco, 196 Pereira Junior, Antônio Carlos, 80,
Parra, Ricardo de la, 121, 126 84, 86, 96, 446
P Parra, Rodrigo de la, 172, 176 Pereira da Silva, Probo, 412, 416,
Pacheco, Aída, 243 422, 425
Parra, Sócrates, 389
Pacheco Mora, Leónidas, 285 Pérez, Aivlys, 383
Parra de Cantú, Viviana, 40
Pacheco Solís, Nubia, 284 Pérez, Gustavo, 144
Parra Enríquez, Marco Antonio de
Padilha-Gonçalves, Antar, 80, 86, la, 171, 172, 175, 176, 182, 184 Pérez, Lilian, 174, 178
97, 441
472
Historia de la Dermatología latinoamericana
Pérez Alfonso, Ricardo, 304, 436 Piraino, Roberto, 106 Puente, José M., 33, 422
Pérez Alonso, Alfonso, 278 Pires, Ane K. Simões, 107 Puey, Enrique, 425
Pérez Alva, 354 Pires, Mario Cezar, 104 Pueyo, Silvia Teresita, 43, 46, 56,
Pérez Chavarría, Edgar, 239, 243, Pires Caldas, María, 72 57, 58, 59
244 Pizarro, Pedro, 348 Puga, Raúl, 174
Pérez de Arce, Gonzalo, 181 Pizarro, Policarpo, 121 Pupo Neto, João Roberto, 105
Pérez del Arca, César, 372 Pizzariello, Graciela, 44 Purcell Peña, Héctor, 388
Pérez Díaz, Manuel, 430, 431, 432, Pizzi de Parra, Nélida, 40, 43, 47, Puyó Medina, Luis, 170, 173, 187
433 56, 188
Pérez-Cotapos Subercaseaux, Plata, Zulma, 135 Q
María Luisa, 169, 174, 175,
185 Podoswa, Gregorio, 275 Quevedo, Emilio, 148, 149
Perfetti, Oscar, 439 Politi, Andrés, 45 Quezada R., Alberto, 196, 215, 220
Périn, Lucien, 421 Polito, E., 32 Quezada, Carlos G., 244
Peryassú, Demetrio, 80, 86, 97 Pomposiello, Ismael, 34, 415 Quinete, Sergio, 97
Peryassú, Marcius, 99 Ponce de León, S., 32 Quintanilla, Emilio, 375
Pesce, Hugo, 324, 325, 332, 341, Pons, Adolfo, 431 Quintero, Alfonso, 142
344, 349, 355, 356, 363, 364, Pons, Sebastián, 40 Quiñones, César A., 10, 15, 379,
373 Ponzio, H., 446 382, 384
Pescetto, Federico, 171, 184 Porras de Quintana, Luisa, 142, 149 Quiñones, Jesús, 381
Pessano, Juan, 33 Porres, Salvador, 239, 244 Quiñones, Margarita, 390
Pessolani, Domingo, 303 Porto, Jarbas Anacleto, 72, 81, 86 Quiñónez, Noemí, 242
Petit, Pablo, 210, 317 Porto, Alfredo, 85 Quiroga, Marcial Ignacio, 19, 20,
Pianeta Muñoz, Moisés, 123 33, 36, 37, 41, 43, 46, 49, 50,
Portugal Gallegos, René, 368
54, 157, 332, 415, 422
Piccone, Zulema, 43, 56 Portugal, Hildebrando, 79, 86
Pierini, Adrián Martín, 9, 11, 17, 42, Portugal, Pedro Menezes, 91
43, 45, 55, 56, 303, 304, 449
Posada Arango, Andrés, 121
R
Pierini, Dagoberto, 43, 45, 55, 274, Rabello, Eduardo, 74, 75, 76, 77,
Posada Trujillo, José, 122, 129, 133, 79, 81, 83, 86, 96, 108, 109
415, 449
134, 139, 141
Pierini, Luis E., 33, 34, 35, 36, 37, Rabello, Francisco Eduardo, 72, 73,
Pou, Víctor, 391 79, 84, 85, 96, 98, 109
40, 41, 45, 46, 123, 317, 334,
415, 422, 441, 442 Pous, 418 Rabelo, José, 384
Piérola, Luis F., 63, 64, 65 Póvoa, 422 Rabinovich, Rafael, 336, 342
Pignataro Antonio, 57, 59 Pozetti, Eurides, 103 Raggio, Ximena, 173
Pimenta, W., 84 Prada de Castañeda, Stella, 122, Ragusin, Neocle, 32
129, 134, 141, 149
Pimentel, Thimo, 394 Raimondo, Antonio, 34
Prado Barrientos, Fabio, 63, 64
Pimentel Imbert, Manuel Felipe, Ramírez, Ana Francisca, 144
388, 390, 394 Prado Rocha, Federico, 279, 281,
282, 283, 285 Ramírez, Aurea, 382
Pineda, Josefa, 278, 283 Ramírez, Jorge, 196
Prats González, Florencio, 171, 173,
Pinheiro, Ana Maria Costa, 91 Ramírez, Martha S., 135
175, 177, 181, 185, 187
Pinheiro, Francisco, 90 Ramírez, Nerys, 391
Prego, Cándido, 416, 417, 419, 421,
Pinkus, G., 333 423 Ramírez, Orlando, 440
Pinto, Antônio Gentil de Castro Pretelt, José, 135 Ramírez Bravo, Gastón, 173, 181,
Cerqueira, 72 189
Primelles, Benjamín, 156
Pinto, Jackson Machado, 93 Ramírez Cienfuegos, Oswaldo, 221,
Proença, Nelson Guimarães, 82,,
Pinto, Jane Macy Neffá, 99 99, 100, 101 222, 225, 442
Pinto Salas, Rogelio, 372 Proença, Thais, 100 Ramírez Dávalos, Gil, 209
Piñeiro, Ramón, 382 Prose, Neil, 56 Ramírez Delgado, Pedro, 237
Piñeiro, Raúl, 157, 159, 164 Prunell, Arturo, 421, 423 Ramos Arizpe, Sergio, 270
Piñol Aguadé, Joaquín, 442 Prunés Risetti, Luis, 170, 171, 181, Ramos e Silva, Márcia, 86, 99
Piquero-Martín, Jaime, 9, 16, 304, 187 Ramos e Silva, João, 73, 78, 82, 85,
427, 433, 435, 437, 438, 440 Puche, Albio, 124, 136 86, 97, 107
473
ÍNDICE DE NOMBRES
Rampoldi Bestard, Roberto, 10, 15, Ríos León, Enrique, 157 Rodríguez Toro, Gerzaín, 127, 130,
397, 417 Riscalla, Célia, 102 132, 137, 140, 143
Ranalletta, María, 56 Riva, Librado, 121 Rodulfo, Sara, 434
Rassi, Divino Miguel, 86, 92 Rivarola, Emilce, 40 Rohmann, Immo, 176
Ravelo de la Fuente, José de Jesús, Rivas, Fernando, 154 Rojas, Carolina, 434
388 Rojas, Elí, 381
Rivas Mejía, Federico, 121
Razetti, Luis, 430 Rojas, H., 348, 350, 363
Rivas Serrano, Sonia, 285, 286
Reátegui, Augusto, 357 Rojas López, Ricardo Flaminio, 135,
Riveiro, Carmen, 412, 416
Rebagliati, R., 348, 354, 363 149
Riveiro Rivera, Roberto, 420, 421
Rebolledo Muñoz, Alfonso, 133, Rojas Canala, Alan, 175, 177, 182,
135, 148 Rivera, Fabio, 124, 135, 141 184
Regalado, Carlos, 341, 373 Rivera, Mónica, 144 Rojas Miranda, César, 336, 341,
Regalado Ortiz, Pedro, 159, 161, Rivera, Víctor M., 381 348, 373
162 Rivitti, Evandro, 99, 100, 303, 446, Rojas Paúl, Juan Pablo, 430
Reina, Eduardo, 196 447 Rojas Pizarro, Hilda, 172, 176, 182,
Reinoso M., Edgar, 217, 219 Rizo Patrón Tassara, Carlos, 371 185
Reis, Carmélia Matos, 91 Robiou, Gilberto Baltasar, 388 Rojas Plasencia, Percy, 369
Reis, Vitor Manoel Silva dos, 102, Robledo Prada, Mary Ann, 129, Román Cancino, José Vicente, 119
104 145, 149 Román Suárez, Pedro Miguel, 124,
Rendón, Luis, 204, 205 Robledo Villegas, Mario, 122, 130, 127, 136
141 Romano Boix, Edgard, 39
Rendón Pizano, Iván, 122, 134
Robles, Eugenio, 171 Romero, Arturo, 221
Restrepo Molina, Rodrigo, 144
Robles Soto, Miguel Eduardo, 240, Romero, Luis, 318, 341
Restrepo Moreno, Ángela, 122, 241, 243, 244
128, 129, 141 Romero, Oscar, 158, 312, 318, 331,
Rocha, Glynne Leite, 79, 86, 96 332, 336, 337, 341, 342, 344,
Retamoso, Blas, 124
Rocha Lima, 75 364, 368, 371, 376
Revelo Hernández, Gema Esther,
132 Rodeiro, Raúl, 34, 41 Romero, Susana, 43
Rey, Gabriel, 136 Rodrigues, Vânia, 103 Romitti, Ney, 82, 85, 101, 105
Rey, Pablo, 135 Rodríguez, Araceli, 57, 59 Rondón Lugo, Antonio, 10, 16, 304,
Rodríguez, Carlos Armando, 114, 427, 433, 436, 437, 438, 439,
Rey Sánchez, Tarcila, 336, 342 440
127
Reyes, Antonio, 200 Rosa, Ival Peres, 101, 102
Rodríguez, Eduardo, 44, 303
Reyes, Esteban, 221, 222 Rosado, Marlene, 243
Rodríguez, Evangelina, 388
Reyes, Jorge Humberto, 142 Rosales de Martínez, Olga Marina,
Rodríguez de Arévalo, Homagdy,
Reyes, Juan de los, 237 433, 434 242, 243
Reyes Baca, Oswaldo, 201, 204, Rodríguez, Juan A., 421, 424, 425 Rosé Gonzáles, Alejandro, 371
218 Rosen, Víctor, 417
Rodríguez, Juan José, 222, 224,
Reyes Durán, Guillermo, 243 225 Rosende, Julián, 421
Reyes Flores, Oscar, 10, 16, 427, Rodríguez, Manuel, 44 Rositto, Alicia, 56
433, 436, 438
Rodríguez, Martín, 117 Rosner, Simón, 32
Reyes García, Gonzalo, 121, 133,
140 Rodríguez, Tomás, 435 Ross Maldonado, Mónica, 184
Reynafarje Hurtado, César, 354, Rodríguez, Virgilio, 124, 135 Rossetti, Nicolau, 84, 85, 100
368 Rodríguez Barboza, Rosa, 369 Rossi, Anita, 57, 59
Ribas, Emilio, 109 Rodríguez Bermúdez, José del Rotberg, Abrahão, 81, 84, 101, 109
Ribas, Jonas, 89 Carmen, 114 Rothman, Stephen, 36
Ricart, J., 446 Rodríguez Castellanos, Rafael, 388 Rotkier, 419
Rifo, Patricio, 174, 183, 186, 189 Rodríguez Cuenca, José Vicente, Rotta, Andrés, 339
114, 127, 149
Rincón Bracho, Humberto, 438 Rovere, Pedro, 57, 59, 60, 62
Rodríguez Machado, José, 162
Rioja Ugaz, Luis, 371 Royo de Garfias, Margarita, 274
Rodríguez Santamaría, Jesús, 86,
Ríos, Federico, 303 106, 446 Ruberto, Rubén, 41
Ríos Flores, Marcial, 318, 341, 368, Rodríguez Santana, Luis, 436 Rubin, Jaime, 43, 64, 65
377
474
Historia de la Dermatología latinoamericana
Rubino, Miguel, 421 Salazar-Leite, Augusto, 441, 442, Sandino, Claudio Galo, 283
Rubinson, Rebeca, 56 443 Sangüeza, Martín, 304
Rueda Pinto, Luis, 319 Salcedo, Eduardo, 144 Sangüeza, Pastor, 64, 65, 66
Rueda Plata, Luis Alfredo, 122, 125, Salcedo Cabal, Carlos, 123 Sanguinetti, Oscar, 43
127, 128, 130, 133, 137, 142, Saldaña Patiño, Julio, 371, 373 Sanjinés, Ángel, 418, 419, 423
143, 150 Saldarriaga Arango, Enrique, 122, Sanjuán de los Ríos, Lope, 117
Rueda Plata, Ricardo Augusto, 126, 134, 141
130, 137, 142, 150 Sans, Nora, 400
Salles Gomes, Miguel, 85, 109
Rueda, Xavier, 137, 145 Santacoloma Osorio, Germán, 135,
Salterain, J. de, 421 142, 149
Ruilova S., Vicente, 197, 215 Salvo, Aurelio, 180 Santander, Ester, 180
Ruiz, Ángela, 434 Samayoa, Manuel Antonio, 243, Santiago, Maritza, 389
Ruiz, Jaime, 173 244
Santomé, Héctor, 414, 417, 418,
Ruiz Agüero, José, 369, 373 Sampaio, Raimunda Nonata 421
Ruiz Angulo, José, 248 Ribeiro, 91, 92
Santos, Eladio de los, 389
Ruiz Arroyo, Hiram, 383 Sampaio, Sebastião de Almeida
Prado, 42, 77, 78, 84, 85, 86, Santos, Guillermo de los, 388
Ruiz de Zárate, Serafín, 158, 159 88, 99, 100, 101, 104, 106, Santos, Itamar Belo dos, 90
Ruiz Delgado, Pedro Juan, 118 108, 109, 223, 303, 304, 442, Santos, Josemir Belo dos, 90
Ruiz Espinoza, Jorge, 198, 204 445, 446, 447
Santos, Milagros, 242, 244
Ruiz Lascano, Alejandro, 38 Samper, José María, 120
Santos, Valéria Pereira, 105
Ruiz Maldonado, Ramón, 10, 13, San Martín, A. M., 44
Santurión, 419
16, 56, 218, 224, 261, 275, San Martín Razzeto, José, 317, 334,
276, 304, 449, 450 Saraceno, Esteban, 37, 45, 46
336, 337, 342, 343, 372, 373
Ruiz Santiago, Hiram, 383 Saracho, Eduardo, 64
Sánchez, Antón, 314
Ruiz Soto, María Elena, 318, 373 Saravia, Francisco, 242
Sánchez, Elfida, 391
Ruqué, Luis, 159 Sardi, José Rafael, 433
Sánchez, Graciela, 43
Ruso, José, 388 Sarria Berríos, Orlando, 279
Sánchez, Guillermo, 240
Russo, Paco, 138 Sarzosa, Mario, 204, 206
Sánchez, Idalina, 389, 391
Rutowitsch, Márcio Santos, 84, 86, Sasseron, Glória, 105
Sánchez, Jorge L., 382, 383, 442
99 Saúl, Amado, 10, 13, 161, 261, 271,
Sánchez, José Antonio, 447
Rutowitsch, Mário, 84, 86 389, 443
Sánchez, Néstor P., 382, 383
Ruvertoni, Marcelo, 60 Savoia, Jorge, 56
Sánchez, William, 138
Saza, Evencio, 135
Sánchez Angarita, Ximena, 149
Scaltriti, Alberto, 425
S Sánchez Arbeláez, Julio, 129
Scaltriti, R., 421
Saavedra Umpierrez, Tirza, 172, Sánchez Basso, 422
182, 183, 185, 186 Scannone, Francisco, 431, 436,
Sánchez Caballero, Héctor J., 33, 437, 438, 440
Sabogal, Jairo, 135 44
Scappini, Félix, 41
Sabogal Rey, Álvaro, 124, 127, 133, Sánchez Caballero, N., 34, 37
135 Scappini, J., 44
Sánchez Carrión, Faustino, 369
Sabouraud, Raymond, 75, 76, 85, 171 Schachner, Lawrence, 59
Sánchez Covisa, José, 430, 431
Sáenz Ricard, Braulio, 155, 156, 157 Schaffer Suárez, Hermann Allan,
Sánchez de Miranda, Andrés, 237 283, 284, 286
Saettone León, Arturo, 375
Sánchez Félix, Gadwyn, 372, 373, Schaffer Urbina, Hermann Allan,
Sáez de Ocaríz, Marimar, 275 375, 446 279, 281, 282, 283, 285
Safai, Bijan, 186 Sánchez Gómez, Teresa, 275 Schafranski, Aída, 107
Sagaró, Bartolomé, 159, 160, 161 Sánchez Millán, Leonardo, 172, Schiavi, Álvaro Jr., 107
Sal y Rosas, F., 350, 364 184, 186, 187, 450
Schneider, P., 53
Salaiman, Mufith, 136 Sánchez Parejo, Bartolomé, 237
Schneidewind, A., 32
Salas, Armando, 433, 436 Sánchez Peláez, R., 434
Schnitzler, Roberto, 106
Salas Brousset, Arturo, 323, 341, Sánchez Ropero, Martín, 117
Schroh, Roberto G., 43, 46
367, 371, 373 Sánchez Saldaña, Leonardo, 371,
Schujman, Salomón, 39, 44, 325,
Salazar Zumarán, José, 372, 373, 373, 375
422
375 Sanclemente Mesa, Gloria, 129
475
ÍNDICE DE NOMBRES
476
Historia de la Dermatología latinoamericana
Tobar C., José, 219 Turcio, Rafael, 421, 423 Valega, Juan Francisco, 344
Tobías, Edith, 244 Turjansky, Eliécer, 44 Valença, Zirelli, 91
Tobin, Howar, 223 Valenzuela Valverde, Alfredo, 195
Tobón Pizarro, Hernán, 123, 133, U Valladares, Edgar Manolo, 241
134, 139, 142 Ubogui, J., 45 Valle, Lidia, 10, 34, 37, 43, 45, 56
Tobón, Carlos Enrique, 122, 134, Ugarriza, Ricardo, 303, 422 Vallejo Cadavid, Fernando, 141,
141 149
Ugaz, Humberto, 336, 341
Toledo, Ignacio Segundo, 38 Vallejo y Vallejo, Luis, 40
Ulrich, Marian, 435
Tolic Rodríguez, Adelaida, 173, 184, Valverde Bejarano, Daniel, 372
189 Unna, Paul Gerson, 71, 85
Uraga Peña, Enrique, 196, 197, Valverde López, Jenny, 369
Torero, Alberto, 371
200, 201, 202, 215, 217 Van den Enden, Lucía, 135, 142, 145
Toro Genkel, Luis, 173, 181
Urbina, Francisco, 173, 175 Vanoni Martínez, Magdalena, 198,
Toro Villa, Gabriel, 128 204
Urcia, J., 347, 348, 349, 363
Torok, Eva, 274, 449 Vaquero, Noemí, 44
Urgilés, Hernán, 219
Torre, Asdrúbal de la, 204 Varela, Nieves, 417
Uribe Ángel, Manuel, 120
Torrelo, Antonio, 61 Varela Hernández, César Iván, 10,
Uribe, Claudia,, 143
Torres, Andrés, 135 12, 113, 117, 118, 132, 133,
Uribe, José Ignacio, 120, 121, 140 134, 137, 143, 145, 146, 150
Torres, Antonio, 391
Uribe, Rafael, 142 Vargas, Jorge, 136, 447
Torres, Héctor, 381
Uribe Escobar, Gustavo, 122, 125, Vargas, José María, 429
Torres, Julio César, 132 128, 130, 141
Torres, María Claudia, 143 Vargas, Marcelino S., 121
Uribe Jaramillo, Fabio, 122, 134
Torres, Silvio, 196 Vargas, Myriam Jazmín, 134, 143
Uriburu, J., 32
Torres, Víctor M., 381 Vargas Montiel, Hernán, 10, 16,
Uricochea, Luis J., 140 427, 434, 436
Torres, Zulay, 433 Urquizu Dávila, Pablo Humberto, Vargas Morales, Pedro, 322
Torres Correa, Rubén, 369 10, 13, 227, 243, 244
Vargas Reyes, Antonio, 120, 125
Torres Cortijo, Alberto, 40, 44, 188 Urra, Liliana, 180
Vargas Uribe, Juan Bautista de, 119
Torres de la Llosa, Luis, 415, 416, Urrelo Novoa, Amaro, 317, 367,
419, 421, 423 373 Vásquez, Isabel Cristina, 143
Torres Flores, Dalia, 281, 283 Urrutia, José, 248 Vásquez Blanco, Francisco Rolando,
241, 242, 243, 245
Torres Muñoz, Antonio José, 123, Urruty, Ana, 418
127, 130, 134, 137, 142 Vásquez de Molina, Juan, 249, 251
Urteaga, 354
Tost, Juan Francisco, 412, 416, 417, Vásquez Lobo, Armando, 135, 148
Utiyama, Yassubonu, 102
418, 419, 423 Vázquez, Honorato, 213
Uttendale, Chantal, 391
Tregnaghi, Miguel, 60 Vázquez, Juan Bautista, 211
Trepat, Luis, 32, 34, 55 Vázquez, Mirta, 10, 12, 55, 58, 59,
Trespalacios, Fernando, 157, 158
V 60
Vainsencher, 419 Vázquez, William, 439
Trevizo de Moreno, María de
Lourdes, 274, 275 Vaisman, Bernardo, 181 Vázquez Botet, Miguel, 383
Trigo, N., 65 Valadares, Jorge, 69 Vecchio, E. del, 32
Trilla, Emilio, 381 Valbuena Mesa, Martha Cecilia, Vega, Gloria de la, 382
145, 146, 149
Trindade Neto, Pedro Bezerra da, Vegas, Martín, 431, 432, 433, 435,
91 Valda, Luis, 65, 66, 67 436, 437, 442
Tróchez Rodríguez, Pablo Alonso, Valdés Alvariño, Andrés, 159, 160 Velasco, Marta, 178
132, 143 Valdés Arrieta, Pilar, 172, 185, 447 Velasco Cárdenas, Germán, 136, 149
Troielli, Patricia, 37, 45, 46, 47 Valdés, José Manuel, 248 Velásquez, Francisco, 223
Trope, Beatriz Moritz, 86 Valdettaro, Alfieri, 371 Velásquez, Margarita, 129
Trujillo Méndez, Rodolfo Augusto, Valdez, Raúl, 44 Velásquez Berruecos, Juan Pedro,
129, 134 Valdieso, N., 348, 363 10, 12, 113, 122, 132, 133,
Trujillo Reina, Benjamín, 10, 16, Valdivia Blondet, Luis, 10, 14, 318, 134, 137, 141, 145, 146, 147
427, 436 321, 365, 371, 373, 374, 375 Velázquez Arellano, Edmundo, 275
Tschen, Eduardo, 242, 243, 259 Valdizán, Hermilio, 317 Vélez, Julio César, 135
477
ÍNDICE DE NOMBRES
Vélez, L., 348, 363 Vintimilla A., Jaime, 196, 197, 215 Yegres, Francisco, 434
Vélez Torres, Rafael, 382 Violante, Norma, 275 Yela, Joaquín, 239
Velutini, Luis Alberto, 433, 436, Vitale, María A., 303 Yépez, Bernardo, 214
438 Vivas Arellano, Adolfo, 440 Yépez, Gil, 431
Vera Mora, Carlos, 173, 175, 176, Vivot, Narciso, 33, 46 Yerovi, Agustín, 212
182,184, 185, 187, 188, 446
Vólquez, Claudio, 390 Yerovi, Elena, 196, 197
Verdesoto G., José, 219
Yong Laos, Alfredo, 373
Vergara, Enrique, 63, 64
Verges, Jorge, 59
W Yoshiyama Tanaka, Enrique, 372
Wackzol, Esther, 435 Yuén, Alberto, 361
Veríssimo, Rilde, 105
Wade, H. W., 157
Viana, Gaspar, 75, 76, 83, 85, 351
Victoria Chaparro, Jairo, 61, 131,
Wageman, Enrique, 175 Z
134, 137, 143 Webster, Richard, 223 Zabala, María Teresa, 59, 60, 62
Vidal, Guillermo, 301, 302, 305 Weinberg, Samuel, 274 Zaidestein, David, 303
Vidal, Mateo, 412 Weinstein Rudoy, Mauricio, 171, Zaitz, Clarisse, 86, 100, 101, 304
173, 181, 185 Zambrano Payán, José Félix, 124,
Viegas, María Lourdes, 86
Weiss Harvey, Pedro, 311, 317, 323, 127, 136
Vieira, Paulo, 84, 422 340, 341, 346, 348, 350, 351, Zambrano, Víctor Manuel, 122,
Viglioglia, Pablo A., 10,, 11, 31, 34, 354, 363, 364, 367, 373 140, 150, 203
35, 36, 37, 42, 43, 45, 46, 47, Weissbluth, Marlene L., 107
65, 108, 445, 446 Zamith, Vinicio Arruda, 101
Welsh, Oliverio, 270 Zamora, Juan Manuel, 304, 446,
Vignale, Bartolomé, 41, 413, 414,
417, 418, 419, 421, 422, 423, Wenyon, Ch., 348, 363 447
426 Wernicke, R., 32 Zamora, Ramón, 434
Vignale, Raúl, 10, 15, 217, 218, Wilkinson, Félix, 44 Zampese, Márcia S., 107
303, 411, 413, 414, 415, 418, Williams, Hunter, 310 Zaniboni, Mariana, 105
419, 421, 425, 446, 447
Winter, John, 27 Zapata, Carlos, 439
Vilanova, Xavier, 85, 423, 441
Wolf, Juan Carlos, 129 Zapata Cárcamo, Lilia, 321, 368
Villacís, Eduardo, 204
Wolf, René, 172, 175 Zapata Gutiérrez, Aníbal, 122, 134
Villacís, Manuel, 204
Wong Galdamez, Antonio, 240, Zárate Ortiz, Catalina, 136, 149
Villacís O., Hernán, 219 241, 243, 244 Zárate, Miguel, 135
Villagomez, Omar, 63, 64, 66 Woscoff, Alberto, 10, 11, 31, 35, 36, Zéas Domínguez, Iván, 216, 217,
Villalba, Lidia Inés, 43 37, 38, 44, 45, 46, 47, 303, 218, 219
Villalobos Fernández, Alejandro, 304, 425, 442, 446, 447
Zeballos, Alfredo, 66
124, 135 Wucherer, Otto, 72, 78
Zegarra Araujo, N., 352, 364
Villalobos Toro, Daniel, 169, 173,
174, 175, 176, 178, 179, 180, Zegarra Pupi, José, 323
182, 184, 185, 186, 187, 189
X Zegpi, María Soledad, 174, 178
Xavier, Célia Antonia, 102
Villamizar Betancourt, José Zegpi Trueba, Emilia, 172, 185
Rómulo, 140, 149 Zerda, Liborio, 128
Villanueva Ochoa, Carlos, 241, 243, Y Zuluaga de Cadena, Ángela, 129,
244 Yamamoto, Kasuya, 274, 449 133, 134, 138, 143, 148
Villanueva Valdez, Neftalí, 240, Yamamoto, Manuel Palomino, 371, Zúñiga, Pedro, 254
241, 242, 243, 244 373, 375
Villanueva, Julia, 204 Yamashita, Jane Tomimori, 101
Villavicencio Ponce, Ricardo, 203, Yáñez Garrido, Daniel, 181
204, 213
Historia de la Dermatología latinoamericana
Mapa de
América
Esta obra se terminó de imprimir en abril de 2007
en la imprenta Art & Caractère, Lavaur (81).
Impreso en Francia.
Historia de la Dermatología Latinoamericana
Bajo la dirección de
RICARDO GALIMBERTI, ADRIÁN MARTÍN PIERINI Y ANDREA BETTINA CERVINI
Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del
XXI Congreso Mundial de Dermatología. Redactado por 73 autores que
representan a la comunidad dermatológica de América Latina, constituye
el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología,
celebrado en la ciudad de Buenos Aires del 1º al 5 de octubre de 2007.
La Historia de la Dermatología Latinoamericana se publica gracias a un fondo
educativo irrestricto de Laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique.
ALFREDO ABREU DANIEL (Cuba), GILBERTO ADAME MIRANDA (México), DANIELLE ALENCAR-PONTE
(Colombia), PABLO I. ALMODÓVAR (Puerto Rico), FRANCISCO AMOR GARCÍA (Uruguay), ROBERTO
ARENAS (México), CLAUDIO ARIAS ARGUDO (Ecuador), MA. ISABEL ARIAS GÓMEZ (México), JULIO
EDUARDO BAÑOS (El Salvador), ANTONIO BARRERA ARENALES (Colombia), AMALIA M. BORES
(Argentina), INÉS A. BORES (Argentina), ZUÑO BURSTEIN (Perú), HÉCTOR CÁCERES (Perú), PABLO
CAMPOS MACÍAS (México), FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO (Bolivia) (✝), ANDREA BETTINA CERVINI
(Argentina), MAURICIO COELLO URIGUEN (Ecuador), JULIO CORREA (Paraguay), PAULO R. CUNHA (Brasil),
SUZZETTE DE LEÓN G. (Guatemala), JOSÉ G. DÍAZ ALMEIDA (Cuba), JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
(Bolivia), MICHEL FAIZAL GEAGEA (Colombia), RAFAEL FALABELLA (Colombia), ELBIO FLORES-CEVALLOS
(Perú), LUIS FLORES-CEVALLOS (Perú), RICARDO GALIMBERTI (Argentina), PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA
(Argentina), JAIME GIL JARAMILLO (Colombia), FLAVIO GÓMEZ VARGAS (Colombia), CARLOS HORACIO
GONZÁLEZ ROJAS (Colombia), PETER A. GREENBERG CORDERO (Guatemala), RUBÉN GUARDA TATÍN
(Chile), GUILLERMO GUTIÉRREZ ALDANA (Colombia), EVELYNE HALPERT (Colombia), ENRIQUE
HERNÁNDEZ PÉREZ (El Salvador), RAFAEL ISA ISA (República Dominicana), ALFREDO LANDER MARCANO
(Venezuela), FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE (Ecuador), MAURO MADERO IZAGUIRRE (Ecuador),
FERNANDO MAGILL (Perú), GRACIELA MANZUR (Argentina), ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS
(Nicaragua), JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO (Argentina), JAIRO MESA COCK (Colombia), MARTHA MINIÑO
(República Dominicana), GALO MONTENEGRO LÓPEZ (Ecuador), JORGE ISAAC NEIRA CUADRA (Nicaragua),
LEÓN NEUMANN SCHEFFER (México), YOLANDA ORTIZ (México), ADRIÁN MARTÍN PIERINI (Argentina),
LUIS DAVID PIERINI (Argentina), JAIME PIQUERO MARTÍN (Venezuela), LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ (El
Salvador), CÉSAR QUIÑÓNEZ (Puerto Rico), ROBERTO RAMPOLDI BESTARD (Uruguay), OSCAR REYES
FLORES (Venezuela), ANTONIO RONDÓN LUGO (Venezuela), RAMÓN RUIZ MALDONADO (México), AMADO
SAÚL (México), EDUARDO SILVA-LIZAMA (Guatemala), BENJAMÍN TRUJILLO REINA (Venezuela), PABLO
HUMBERTO URQUIZU DÁVILA (Guatemala), LUIS VALDIVIA BLONDET (Perú), LIDIA E. VALLE (Argentina),
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ (Colombia), HERNÁN VARGAS MONTIEL (Venezuela), MIRTA VÁZQUEZ
(Argentina), JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS (Colombia), PABLO A. VIGLIOGLIA (Argentina), RAÚL
VIGNALE (Uruguay), ALBERTO WOSCOFF (Argentina).