Vous êtes sur la page 1sur 482

Historia de la

Dermatología
Latinoamericana

bajo la dirección de

Ricardo Galimberti
Adrián Martín Pierini
Andrea Bettina Cervini
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
LATINOAMERICANA
Historia de la Dermatología Latinoamericana, bajo la dirección de Ricardo Galimberti,
Adrián Martín Pierini y Andrea Bettina Cervini.
Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del XXI Congreso Mundial
de Dermatología, Buenos Aires, 2007.
Redactado por 73 autores que representan a la comunidad dermatológica de América Latina,
constituye el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología, realizado en Buenos
Aires del 1º al 5 de octubre de 2007.

La Historia de la Dermatología Latinoamericana se publica gracias a un fondo educativo


irrestricto de Laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique.

Coordinación editorial: Andrea Bettina Cervini


Revisión de contenidos: Andrea Bettina Cervini, Amelia Laterza y Adrián Martín Pierini

Edición técnica: Margarita Pierini


Diseño de interiores: Petits Papiers, en Toulouse (Francia)
Composición tipográfica, armado y corrección: Rafael Centeno
Diseño de portada: Mariana Nemitz

© 2007, Éditions Privat


10, rue des Arts
BP 38028
31080 Toulouse Cedex 6

ISBN: 978-2-7089-5864-7

Depósito legal: abril 2007

En tapa: Estatuillas prehispánicas con lesiones de la piel


Bajo la dirección de
RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI ,
ANDREA BETTINA CERVINI

HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
LATINOAMERICANA

LABORATOIRES PIERRE FABRE


AUTORES DEL LIBRO HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA LATINOAMERICANA QUE ASISTIERON AL CÓCTEL REALIZADO EL DÍA 17 DE NOVIEMBRE DE 2005
EN CARTAGENA, COLOMBIA, EN EL MARCO DEL XIV CONGRESO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CILAD)

Alfredo Abreu Daniel (Cuba); Gilberto Adame Miranda (México); Danielle Alencar-Ponte (Colombia); Claudio Arias Argudo (Ecuador);
Ma. Isabel Arias Gómez (México); Eduardo Baños (El Salvador); Antonio Barrera Arenales (Colombia); Zuño Burstein Alva (Perú); Andrea
Bettina Cervini (Argentina); Mauricio Coello Uriguen (Ecuador); Paulo R. Cunha (Brasil); Luis Flores-Cevallos (Perú); Elbio Flores-
Cevallos (Perú); Ricardo Galimberti (Argentina); Pedro García Zubillaga (Argentina); Jaime Gil Jaramillo (Colombia); Flavio Gómez
Vargas (Colombia); Rubén Guarda Tatín (Chile); Enrique Hernández Pérez (El Salvador); Alfredo Lander Marcano (Venezuela); Franklin
Madero Izaguirre (Ecuador); Fernando Magill (Perú); Graciela Manzur (Argentina); Aldo Edgar Martínez Campos (Nicaragua); José A.
Mássimo (Argentina); Jairo Mesa Cock (Colombia); Martha Miniño (República Dominicana); Isaac Neira Cuadra (Nicaragua); León
Neumann Scheffer (México); Yolanda Ortiz (México); Adrián Martín Pierini (Argentina); Jaime Piquero Martín (Venezuela); Leana
Quintanilla (El Salvador); Roberto Rampoldi (Uruguay); Antonio Rondón Lugo (Venezuela); Amado Saúl (México); Eduardo Silva-Lizama
(Guatemala); César Iván Varela Hernández (Colombia); Mirta Vázquez (Argentina); Alberto Woscoff (Argentina)
LISTA DE AUTORES

ABREU DANIEL, ALFREDO (Cuba). Profesor Consultante. Presidente de la Sociedad Cubana de


Dermatología. Jefe del Grupo Nacional de Dermatología del Ministerio de Salud
Pública de Cuba.
ADAME MIRANDA, GILBERTO (México). Dermatólogo. Práctica Privada. Presidente de la
Academia Mexicana de Dermatología (2006-2007).
ALENCAR-PONTE, DANIELLE (Colombia). Especialista en Dermatología y Clínica Médica.
Diplomada en Programación Neurolingüística. Dermatóloga. Servicio Médico de la
Universidad del Valle.
ALMODÓVAR, PABLO I. (Puerto Rico). Catedrático Asociado; Departamento de Dermatología de
la Escuela de Medicina, Universidad de Puerto Rico.
AMOR GARCÍA, FRANCISCO (Uruguay). Jefe del Servicio de Dermatología. Ministerio de Salud
Pública. Montevideo.
ARENAS, ROBERTO (México). Presidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología
(2003-2007).
ARIAS ARGUDO, CLAUDIO (Ecuador). Presidente de la Academia Ecuatoriana de Medicina. Ex
Profesor de las Cátedras de Medicina Interna y Dermatología de la Universidad de
Cuenca y de la Universidad Católica.
ARIAS GÓMEZ, MA. ISABEL (México). Dermatóloga. Práctica Privada.
BAÑOS, JULIO EDUARDO (El Salvador). Presidente de la Asociación Dermatológica de El Salvador.
BARRERA ARENALES, ANTONIO (Colombia). Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología Pediátrica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatopatología.
BORES, AMALIA M. (Argentina). Médica Dermatóloga. Docente Pedagógica en Ciencias de la
Salud y Carrera Docente. Orientación Dermatología e Historia de la Medicina.
BORES, INÉS A. (Argentina). Médica Dermatóloga. Docente Pedagógica en Ciencias de la
Salud y Carrera Docente; Orientación Dermatología e Historia de la Medicina.
BURSTEIN, ZUÑO (Perú). Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
(Dermatología y Medicina Tropical). Académico de Número de la Academia Nacional
de Medicina, Perú. Investigador Permanente del Instituto de Medicina Tropical
Daniel A. Carrión, UNMSM (Dermatología Sanitaria).
CÁCERES, HÉCTOR (Perú). Médico Dermatólogo Pediatra. Instituto de Salud del Niño, Lima.
Profesor de Dermatología. Universidad Peruana Cayetano Heredia. Presidente de la
Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica.
CAMPOS MACÍAS, PABLO (México). Departamento de Dermatología, Hospital Aranda de la
Parra, León, Gto. Facultad de Medicina, Universidad de Guanajuato.
CÁRDENAS UZQUIANO, FERNANDO (Bolivia) (✝). Profesor Emérito, Universidad Mayor de San
Andrés.

7
LISTA DE AUTORES

CERVINI, ANDREA BETTINA (Argentina). Médica Dermatóloga. Médica Asistente del Servicio de
Dermatología del Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Buenos Aires.
Docente adscripta orientación Dermatología de la Universidad de Buenos Aires.
COELLO URIGUEN, MAURICIO (Ecuador). Médico Dermatólogo. Sociedad Ecuatoriana de
Dermatología Núcleo del Azuay.
CORREA, JULIO (Paraguay). Médico Dermatólogo. Miembro activo de la Sociedad Paraguaya
de Dermatología.
CUNHA, PAULO R. (Brasil). Profesor Autónomo de la Facultad de Medicina de la Universidad
de São Paulo. Profesor Titular de Dermatología de la Facultad de Medicina de
Jundiaí. Posdoctorado en The New York University.
DE LEÓN G., SUZZETTE (Guatemala). Jefe de la Unidad de Docencia Instituto de Dermatología
y Cirugía de Piel.
DÍAZ ALMEIDA, JOSÉ G. (Cuba). Profesor de Mérito. Doctor en Ciencias Médicas. Jefe de la
Cátedra de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García.
DIEZ DE MEDINA, JUAN CARLOS (Bolivia). Jefe de enseñanza e investigación de la Fundación
Piel, Bolivia.
FAIZAL GEAGEA, MICHEL (Colombia). Coordinador, Unidad de Dermatología, Universidad
Nacional de Colombia. Profesor Asociado, Unidad de Dermatología, Universidad
Nacional de Colombia. Director del Departamento de Medicina Interna de la
Universidad Nacional de Colombia.
FALABELLA, RAFAEL (Colombia). Profesor Emérito. Jefe del Servicio de Dermatología,
Universidad del Valle, Cali.
FLORES-CEVALLOS, ELBIO (Perú). Profesor de Cirugía Humana de Cabeza y Cuello, Facultad de
Medicina de San Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
Fundador y Ex Jefe del Servicio Docente y Asistencial de Cirugía de Cabeza y Cuello
del Hospital General Nacional Dos de Mayo, Lima.
FLORES-CEVALLOS, LUIS (Perú). Profesor de Dermatología, Facultad de Medicina de San
Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Fundador del Servicio
Asistencial y Docente de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati Martins y Ex
Director.
GALIMBERTI, RICARDO (Argentina). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Italiano de
Buenos Aires. Profesor Regular Adjunto de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Profesor Adjunto de la Escuela de Medicina del Hospital Italiano de Buenos Aires.
GARCÍA ZUBILLAGA, PEDRO (Argentina). Pediatra-Dermatólogo Universitario. Docente Adscripto
a Dermatología, Facultad de Medicina UBA. Dermatólogo Pediatra del Hospital de
Niños Ricardo Gutiérrez.
GIL JARAMILLO, JAIME (Colombia). Profesor del Servicio de Dermatología, Universidad Libre de
Cali. Dermatólogo. Instituto de Seguros Sociales de Cali.
GÓMEZ VARGAS, FLAVIO (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Profesor Titular, Servicio de Dermatología,
Universidad de Antioquia.
GONZÁLEZ ROJAS, Carlos Horacio (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología Pediátrica. Ex Presidente del Colegio Iberoamericano de Criocirugía.
GREENBERG CORDERO, PETER A. (Guatemala). Director Médico del Instituto de Dermatología y
Cirugía de Piel. Miembro de la Academia Guatemalteca de Dermatología.
GUARDA TATÍN, RUBÉN (Chile). Ex-Presidente de la Sociedad Chilena de Dermatología y
Venereología (1986-1990). Ex-Profesor Asociado de Dermatología de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Chile.
GUTIÉRREZ ALDANA, GUILLERMO (Colombia). Ex Jefe, ex Profesor Titular y Profesor Emérito del
Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia. Ex Presidente de
la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.

8
Historia de la Dermatología latinoamericana

HALPERT, EVELYNE (Colombia). Jefe de la Sección de Dermatología Pediátrica de la Fundación


Santa Fe de Bogotá. Médica Dermatóloga de la Universidad de Antioquia y
Dermatóloga Infantil del Instituto Nacional de Pediatría DIF de México.
HERNÁNDEZ PÉREZ, ENRIQUE (El Salvador). Director del Centro de Dermatología y Cirugía
Cosmética de San Salvador. Presidente de la Mesoamerican Academy of Cosmetic
Surgery y Miembro del Grupo de Actualidades Terapéuticas Dermatológicas.
ISA ISA, RAFAEL (República Dominicana). Médico dermatólogo, epidemiólogo y micólogo.
Director General del IDCP–DHBD. Vicepresidente del CILAD.
LANDER MARCANO, ALFREDO (Venezuela). Presidente de la Sociedad Venezolana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica.
MADERO IZAGUIRRE, FRANKLIN (Ecuador). Médico Dermatólogo. Profesor del Posgrado de
Dermatología Universidad de Guayaquil. Jefe del Servicio de Dermatología Pediátrica
Hospital del Niño Dr. Francisco de Ycaza Bustamante. Dermatólogo Pediatra del
Hospital de Niños Dr. Roberto Gilbert E.
MADERO IZAGUIRRE, MAURO (Ecuador). Profesor Principal de Historia de la Medicina,
Inmunología Básica e Inmunología Clínica, Universidad Católica de Santiago de
Guayaquil. Profesor de Posgrado de Dermatología, Universidad de Guayaquil. Jefe
del Servicio de Alergia del Hospital Dr. Teodoro Maldonado Carbo, IESS, Guayaquil.
MAGILL, FERNANDO (Perú). Presidente del RADLA 2004.
MANZUR, GRACIELA (Argentina). Pediatra-Neonatóloga. Dermatóloga Universitaria.
Dermatóloga Pediatra del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
MARTÍNEZ CAMPOS, ALDO EDGAR (Nicaragua). Médico Dermatólogo. Profesor Titular de la
Cátedra de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Americana.
MÁSSIMO, JOSÉ ANTONIO (Argentina). Doctor en Medicina. Pediatra-Dermatólogo Universitario.
Director de la Carrera de Dermatología Pediátrica de la Facultad de Medicina UBA.
Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
MESA COCK, JAIRO (Colombia). Ex Jefe del Servicio y Profesor Titular de Dermatología.
Servicio de Dermatología de la Universidad de Caldas. Director de la Página Web de
la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
MINIÑO, MARTHA (República Dominicana). Médica Patóloga, Dermatóloga y Dermatopatóloga.
Editora de la Revista Dominicana de Dermatología y en el IDCP / DHBD.
MONTENEGRO LÓPEZ, GALO (Ecuador). Médico Dermatólogo. Servicio de Dermatología, Hospital
Carlos Andrade Marín, Quito.
NEIRA CUADRA, JORGE ISAAC (Nicaragua). Médico Dermatólogo. Profesor Auxiliar de la Cátedra
de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Americana. Profesor Auxiliar de
la Cátedra de Posgrado de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua.
NEUMANN SCHEFFER, LEÓN (México). Ex Presidente Sociedad Mexicana de Cirugía
Dermatológica y Oncológica.
ORTIZ, YOLANDA (México). Profesora de Dermatología IPN. Jefa del Servicio del Hospital
Juárez de México.
PIERINI, ADRIÁN MARTÍN (Argentina). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de
Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan. Profesor Adjunto de Dermatología, Facultad de
Medicina, Universidad de Buenos Aires.
PIERINI, LUIS DAVID (Argentina). Ex Jefe de los Servicios de Neurología de los Hospitales
Torcuato de Alvear e Ignacio Pirovano, Buenos Aires. Ex Docente de Neurología de la
Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro Titular del Tribunal de Honor del Colegio
Argentino de Neurólogos Clínicos.
PIQUERO MARTÍN, JAIME (Venezuela). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Vargas de
Caracas. Instituto de Biomedicina.
QUINTANILLA SÁNCHEZ, LEANA (El Salvador). Secretaria de la Asociación Dermatológica de El
Salvador.

9
LISTA DE AUTORES

QUIÑÓNES, CÉSAR (Puerto Rico). Catedrático Asociado Ad Honorem, Departamento de


Dermatología de la Escuela de Medicina Universidad de Puerto Rico.
RAMPOLDI BESTARD, ROBERTO (Uruguay). Médico Dermatólogo.
REYES FLORES, OSCAR (Venezuela). Miembro Honorario de la Sociedad Venezolana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica.
RONDÓN LUGO, ANTONIO (Venezuela). Jefe de Cátedra de Dermatología de la Escuela de
Medicina José M. Vargas, UCV.
RUIZ MALDONADO, RAMÓN (México). Profesor Titular de Dermatología y Dermatología
Pediátrica, Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador Nacional nivel III
del Sistema Nacional de Investigadores. Investigador en Ciencias Médicas “F” de los
Institutos Nacionales de Salud.
SAÚL, AMADO (México). Profesor de Dermatología UNAM e IPN. Consultor Técnico del Servicio
Dermatología del Hospital General de México.
SILVA-LIZAMA, EDUARDO (Guatemala). Jefe de la Unidad de Dermatología, Centro Médico Militar,
Guatemala. Coordinador de la Cátedra de Dermatología, Facultad de Medicina,
Universidad Mariano Gálvez. Miembro de la Asociación Guatemalteca de Dermatología,
de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, CILAD, de la Internacional Society of
Dermatology y de la American Academy of Dermatology.
TRUJILLO REINA, BENJAMÍN (Venezuela). Vicepresidente de la Sociedad Venezolana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica.
URQUIZU DÁVILA, PABLO HUMBERTO (Guatemala). Jefe de la Unidad de Dermatología,
Departamento de Medicina Interna, Hospital Roosevelt. Ex Presidente de la
Asociación Guatemalteca de Dermatología. Miembro de la Sociedad Centroamericana
de Dermatología, del Colegio Ibero Latinoamericano de Dermatología y de la
American Academy of Dermatology.
VALDIVIA BLONDET, LUIS (Perú). Profesor Principal de Dermatología de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos.
VALLE, LIDIA E. (Argentina). Dermatóloga Universitaria. Docente Adscripta en Dermatología,
UBA. Profesora Universitaria en Medicina, UCS.
VARELA HERNÁNDEZ, CÉSAR IVÁN (Colombia). Profesor Ad Honorem Servicio de Dermatología,
Departamento de Medicina Interna, Universidad del Valle. Presidente-Fundador de la
Asociación de Historia de la Dermatología Colombiana. Ex Presidente de la
Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica, Capítulo Valle del
Cauca.
VARGAS MONTIEL, HERNÁN (Venezuela). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de
Maracaibo.
VÁZQUEZ, MIRTA (Argentina). Médica Pediatra del Servicio de Pediatría del Hospital Pirovano,
Buenos Aires.
VELÁSQUEZ BERRUECOS, JUAN PEDRO (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Jefe del Servicio de Dermatología de la
Universidad de Antioquia. Ex Profesor Titular del Servicio de Dermatología de la
Universidad de Antioquia.
VIGLIOGLIA, PABLO A. (Argentina). Profesor Emérito, Universidad de Buenos Aires.
VIGNALE, RAÚL (Uruguay). Profesor Emérito de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de
Medicina. Jefe del Servicio de Dermatología, Ministerio de Salud Pública.
WOSCOFF, ALBERTO (Argentina). Profesor Consulto Titular, Universidad de Buenos Aires.
ÍNDICE

PRÓLOGO: EL INICIO DE UN CAMINO (RICARDO GALIMBERTI, ADRIÁN MARTÍN PIERINI,


ANDREA BETTINA CERVINI) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN LAS CULTURAS INDÍGENAS ARGENTINAS


(LUIS DAVID PIERINI) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19
Los grupos indígenas: botánica médica, geografía médica, patologías . . . . . . . . . . . .20
Los grupos brasilio-guaraníes y Chaco Litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20
Grupos del Noroeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26
El grupo andino y de las Sierras Centrales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27
Pampas, querandíes y puelches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28
Patagones o tehuelches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28
Extremo sur magallánico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ARGENTINA (PABLO A. VIGLIOGLIA, ALBERTO


WOSCOFF) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31
La época colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31
Los albores de la Dermatología argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31
La época de Baliña y Greco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32
La época de Pierini y Quiroga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33
La era actual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35
La federalización de la Dermatología argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38
La actividad internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41
Las distintas subespecialidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43
Revistas de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45
Libros de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47

DERMATOLOGÍA: ARTE Y CULTURA (AMALIA M. BORES, INÉS A. BORES, LIDIA E. VALLE) 49


La Dermatología en la literatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .49
La medicina popular. Los curanderos y la magia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50
Los moldes de cera. La fotografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .54

11
ÍNDICE

HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA


(JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA, GRACIELA MANZUR, MIRTA VÁZQUEZ) . . . .55
Un poco de nuestra historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55

RESEÑA HISTÓRICA DE LA SOCIEDAD BOLIVIANA DE DERMATOLOGÍA


(FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63
Antes de su fundación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63
Desde la fundación hasta fines de 1985 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .64
Desde 1986 hasta la fecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66

LA DERMATOLOGÍA Y LOS DERMATÓLOGOS EN EL BRASIL (PAULO R. CUNHA) . . . . .69


El Brasil y la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69
Primera etapa: las bendiciones de los payés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69
La etapa pre-científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69
La etapa científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .74
Personalidades históricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77
La Dermatología en los estados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .84
La Sociedad Brasileña de Dermatología (SBD) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .85
La historia de la RADLA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .108
Algunas enfermedades y sus tratamientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .108
Los desafíos de la Dermatología en el nuevo milenio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .110
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .111

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN COLOMBIA (CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ)


(COLABORADORES: DANIELLE ALENCAR-PONTE, ANTONIO BARRERA ARENALES, MICHEL FAIZAL
GEAGEA, JAIME GIL JARAMILLO, FLAVIO GÓMEZ VARGAS, CARLOS HORACIO GONZÁLEZ ROJAS,
GUILLERMO GUTIÉRREZ ALDANA, JAIRO MESA COCK, JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS) . . . .113
La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .113
La Dermatología desde el descubrimiento de América hasta la Colonia. La influencia
de la Conquista y las nuevas enfermedades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .117
La Dermatología desde la Colonia hasta la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .118
Historia de la investigación, la infectología y las subespecialidades . . . . . . . . . . . . .126
Instituciones dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .133
Publicaciones científicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .137
Actividades científicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .139
La enseñanza de la especialidad: escuelas-servicios de Dermatología . . . . . . . . . . .139
Dermatología, arte y cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .144
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .149

RESEÑA HISTÓRICA DE LA DERMATOLOGÍA EN CUBA (JOSÉ G. DÍAZ ALMEIDA,


ALFREDO ABREU DANIEL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153
Período Colonial (1509-1902) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153
Período de la República Liberal Burguesa (1902-1958) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .154
Período de la Revolución Socialista (desde 1959) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .158
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .163

BOSQUEJO HISTÓRICO DE LA DERMATOLOGÍA CHILENA (RUBÉN GUARDA TATÍN) . .165


La Dermatología como especialidad en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .165
La enseñanza de la Dermatología en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .170
Reseñas de algunas disciplinas dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .177
Historia de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología . . . . . . . . . . . . . . .181
Publicaciones dermatológicas en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .185

12
Historia de la Dermatología latinoamericana

Reuniones científicas nacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .185


La Dermatología chilena en el concierto internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .187
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .189

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ECUATORIANA (MAURO MADERO IZAGUIRRE,


FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE, GALO MONTENEGRO LÓPEZ, MAURICIO COELLO URIGUEN,
CLAUDIO ARIAS ARGUDO) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .191
I. La Dermatología en la región costa o litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .191
Aspectos históricos: Época prehispánica. La Conquista. Época colonial. La Inde-
pendencia (1820-1830). Época Republicana (1830-1900). Primera mitad del siglo
XX (1900-1950). La Dermatología como especialidad (1950-2005). Fundación de
la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. La Dermatología ecuatoriana en el
presente. Grandes dermatólogos ecuatorianos. Referencias bibliográficas
II. La Dermatología en Quito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .203
III. La Dermatología en el Azuay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .206
La Dermatología en la época prehispánica. La Dermatología en la época
hispánica y pre-republicana. La Dermatología en la época republicana.
Fundación oficial de la Universidad de Cuenca. Reseña histórica de la Socie-
dad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo del Azuay. Referencias bibliográficas

LA DERMATOLOGÍA EN EL SALVADOR (JULIO EDUARDO BAÑOS, ENRIQUE HERNÁNDEZ


PÉREZ, LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .221

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN GUATEMALA (EDUARDO SILVA-LIZAMA, PABLO


HUMBERTO URQUIZU DÁVILA, PETER GREENBERG CORDERO, SUZETTE DE LEÓN G.) . . . . . . . . .227
La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .227
La Dermatología durante la Conquista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .235
La Dermatología desde la Colonia hasta la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .236
Sociedades dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .243
Enseñanza de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .244
Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel (INDERMA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .247
La Dermatología en la literatura. La Dermatología popular, los curanderos, la magia . .249
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .259

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN MÉXICO (GILBERTO ADAME MIRANDA, MARIA ISABEL


ARIAS GÓMEZ, ROBERTO ARENAS, PABLO CAMPOS MACÍAS, LEÓN NEUMANN SCHEFFER, YOLANDA
ORTIZ, RAMÓN RUIZ MALDONADO, AMADO SAÚL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .261
Época prehispánica o precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .261
Época colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .264
Época independiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .267
Época contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .268
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .270
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .271

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN MÉXICO


(RAMÓN RUIZ MALDONADO) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .273

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA NICARAGÜENSE (ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS,


JORGE ISAAC NEIRA CUADRA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .277
Desarrollo de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .277
Personalidades destacadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .279
La Asociación Nicaragüense de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .283

13
ÍNDICE

El Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco Gómez Urcuyo . . . . . . . . . . . . . . .283


La actividad docente dermatológica en Nicaragua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .284
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .286

APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PARAGUAY


(JULIO CORREA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .289
A manera de prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .289
La población de América. El hombre americano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .290
El territorio del Paraguay. Descubrimiento. Colonia. Independencia. Guerra
de la Triple Alianza (1865-1870) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .292
Los guaraníes: la medicina empírica y su aplicación a las enfermedades generales
y de la piel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .294
Aspectos históricos de la medicina en el Paraguay. Relación con la Dermatología . .301
Reseña histórica de la Sociedad Paraguaya de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . .303
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .305

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL PERÚ (ELBIO FLORES-CEVALLOS,


LUIS FLORES-CEVALLOS, ZUÑO BURSTEIN) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .307
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .307
Primera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .308
La Dermatología en la época precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .308
La Dermatología en la época de la Conquista y del Virreinato . . . . . . . . . . . . . . .313
La Dermatología durante los cien primeros años de la República . . . . . . . . . . . .316
Segunda parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .317
Historia de las instituciones dermatológicas en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .317
Historia de las publicaciones científicas dermatológicas en el Perú . . . . . . . . . . .320
Algunos precursores de la Dermatología en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .321
Historia de la enseñanza de la Dermatología en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .323
La Escuela Dermatológica del Prof. Aizic Cotlear en el Hospital Dos de Mayo . . .335
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .337
Tercera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .337
Historia de la formalización legal de la especialidad en el Perú . . . . . . . . . . . . .337
El primer programa universitario de especialización dermatológica en el Perú . .340
Aspectos históricos de los institutos de Medicina Tropical y de la investigación
científica dermatológica en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .344
Breve historia de algunas enfermedades: la leishmaniasis tegumentaria en el
Perú; la enfermedad de Carrión (verruga peruana); la lepra y su control
en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .346
Legislación peruana para el control de las ETS. Historia de las disposiciones
legales vigentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .359
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .362

APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PERUANA


(LUIS VALDIVIA BLONDET) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .365
Época precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .365
Conquista, Virreinato y primeros años de la República . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .366
La educación dermatológica en la República desde 1856 hasta nuestros días . . . . .367
Las Sociedades Científicas de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .372
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .377

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PUERTO RICO (CÉSAR QUIÑONES, PABLO


I. ALMODÓVAR) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .379

14
Historia de la Dermatología latinoamericana

La medicina precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .379


De la llegada de Colón al cambio de soberanía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .380
La Dermatología académica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .381
La investigación científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .383
La lepra en Puerto Rico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .383
Asociaciones de dermatólogos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .384
Comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .384

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN REPÚBLICA DOMINICANA (MARTHA MINIÑO,


RAFAEL ISA ISA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .385
La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .385
La Dermatología de la Colonia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .386
La Dermatología en tiempos de la República . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .387
La Dermatología en el siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .388
Desarrollo de las subespecialidades de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .390
Publicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .391
La enseñanza de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .392
Finalizando el siglo XX y entrando al siglo XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .393
Dermatología y arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394
Dermatología y magia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394

LOS INDÍGENAS DEL URUGUAY Y SU RELACIÓN CON LA DERMATOLOGÍA


(ROBERTO RAMPOLDI BESTARD) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .397
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .397
Los viajes al Paranaguazú (Río de la Plata) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .400
El Uruguay indígena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .401
Prácticas curativas generales y dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .403
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .408

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL URUGUAY (RAÚL VIGNALE)


(COLABORADOR: FRANCISCO AMOR GARCÍA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .411
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .411
La primera asistencia hospitalaria en la ciudad de Montevideo . . . . . . . . . . . . . . . .412
Semblanzas de las figuras más relevantes de la Dermatología del Uruguay,
siglos XIX y XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .413
Hospitales con Servicios de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .417
Hospitales dependientes del Ministerio de Salud Pública con policlínicas
dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .417
Hospitales no dependientes del Ministerio de Salud Pública ni de la Facultad
de Medicina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .419
Historia de las publicaciones dermatológicas de los siglos XIX y XX . . . . . . . . . . . . .420
Congresos, simposios y jornadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .422
La Sociedad de Dermatología del Uruguay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .423
Historia y evolución de la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual
en el Uruguay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .424
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .426

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN VENEZUELA (ALFREDO LANDER MARCANO, JAIME


PIQUERO-MARTÍN, ANTONIO RONDÓN LUGO, OSCAR REYES FLORES, BENJAMÍN TRUJILLO REINA,
HERNÁN VARGAS MONTIEL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .427
Primera etapa: desde los indígenas hasta 1904. Concepción . . . . . . . . . . . . . . . . . . .427

15
ÍNDICE

Segunda etapa: 1905 a 1946. Nacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .430


Tercera etapa: desde 1946 hasta el presente. Desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .433
Subespecialidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .434
Historia de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica . . . .435
Historia de la Dermatología en la provincia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .438
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .440

EL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CILAD)


(ROBERTO ARENAS) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .441

REUNIÓN ANUAL DE DERMATÓLOGOS LATINOAMERICANOS (RADLA)


(FERNANDO MAGILL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .445

DESARROLLO DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN AMÉRICA LATINA


(EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .449

EL FUTURO DE LA DERMATOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA (RAFAEL FALABELLA) . . . .451

EPÍLOGO (LOS EDITORES) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .457

ÍNDICE DE NOMBRES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .459


PRÓLOGO
EL INICIO DE UN CAMINO
RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI ,
ANDREA BETTINA CERVINI

R egresamos en julio de 2002 de París y en las valijas, en nuestras mentes y corazo-


nes traíamos no sólo el recuerdo de lo aprendido en el Congreso, sino la enorme alegría
y responsabilidad de ser los encargados de organizar el XXI Congreso Mundial de Der-
matología en Buenos Aires.
Por primera vez, un país de Sudamérica iba a ser el anfitrión del evento más impor-
tante de la Dermatología Mundial. El sueño de nuestros maestros se hacía realidad.
Para este logro habíamos contado con todo el apoyo de las Sociedades Dermatológi-
cas de Latinoamérica, que continúa y se acrecienta cada día.
La espléndida Historia de la Dermatología Francesa nos impactó y ahí vislumbramos
el inicio de un camino.
Desde el primer momento, Pierre Fabre Dermo Cosmétique apoyó la realización de
este libro que hoy presentamos: Historia de la Dermatología Latinoamericana.
Esta obra no hubiera sido posible sin el compromiso de las Sociedades Dermatológi-
cas de Latinoamérica, y es nuestro deber destacar, por lo invalorable, el entusiasmo y la
rapidez con que respondieron todos los coautores, quienes sin ninguna duda no sólo fa-
cilitaron nuestro trabajo sino que aumentaron nuestra responsabilidad ante semejante
participación.
Y si hablamos del inicio de un camino es porque creemos que esta Historia de la Der-
matología Latinoamericana es, en cuanto demuestra un espíritu de colaboración sin
mezquindades ni prejuicios, el acto inaugural para el más preciado de nuestros objeti-
vos en tanto que dermatólogos de este continente: la unión de la Dermatología Latinoa-
mericana, respetando nuestras diferencias que, en lugar de alejarnos, nos asombran y
nos unen, para aprender los unos de los otros.
Contamos con dos hechos favorecedores para esta unión:
1. Nuestra pasión por la Dermatología, por el estudio y el cuidado del órgano de ex-
presión por excelencia, no solamente de los sucesos de nuestro organismo, sino y en es-
pecial de nuestra calidad de vida.
2. Nuestros orígenes comunes, ya que todos compartimos las raíces latinas, lo que
nos facilita la comprensión de nuestros problemas, nuestras investigaciones, nuestros
objetivos.

América Latina tiene una historia muy rica desde la época precolombina, en las cul-
turas indígenas cuyas trazas aún perduran en las costumbres de nuestros pueblos.

17
RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI , ANDREA BETTINA CERVINI

La colonización trajo la modernidad, no siempre favorecedora del bienestar del hombre,


pero a la postre enriquecedora de la salud de nuestras poblaciones.
La casi totalidad de las Sociedades Latinoamericanas de Dermatología se expresan en
esta Historia, mediante el recuerdo de sus raíces, sus investigadores y maestros, en un
esfuerzo que será valorado por las generaciones futuras.

Vivimos este libro como el inicio del camino de la unidad latinoamericana.


No perdamos el rumbo.
Unamos esfuerzos para profundizar el conocimiento de nuestras patologías regionales.
Unamos esfuerzos para realizar investigaciones en conjunto.
Unamos voluntades para realizar actividades científicas compartidas que estimulen
la participación de todos y que hagan más eficaz el costo de realización.
Unamos capacidades en pos de objetivos que mejoren la salud de nuestra población
y que lleven a optimizar integralmente su calidad de vida.

Gracias a todos los colaboradores directos e indirectos y gracias a Laboratorios Pierre


Fabre Dermo Cosmétique, y en especial al Sr. Jacques Fabre, a la Sra. Colette Arrighi y al
Sr. Philippe Constant, por su sensibilidad y generosidad para apoyar este proyecto de la
Dermatología latinoamericana. ■
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA EN
LAS CULTURAS
INDÍGENAS
ARGENTINAS
LUIS DAVID PIERINI

A la memoria de mi padre, Luis E. Pierini, quien se alegró de


que mi especialidad estuviera relacionada con el ectodermo.

■ Introducción
«Los imperios del futuro se construirán sobre el conocimiento». Albert Einstein

«El libro es el más sorprendente entre los múltiples instrumentos del hombre.
Los otros son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son ex-
tensiones de su vista, el teléfono, una extensión de su voz; pero el libro es otra
cosa; el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Es una de
las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres». Jorge Luis Borges

L a Dermatología argentina comienza a surgir cuando arriban los conquistadores his-


pánicos. Ellos contagian sus males, aportan esclavos enfermos y a su vez, desarrollan en-
fermedades cutáneas endémicas.
La medicina aborigen, con sus luces y sombras, cubrió las necesidades de importan-
tes grupos poblacionales. Con magia, religión y empirismo, ellos crearon sistemas asis-
tenciales que mejoraron enfermedades y epidemias crónicas.
Los españoles expresaron su admiración por ciertas técnicas y modalidades de los in-
dígenas, aprovechando muchas veces las propiedades terapéuticas de especies vegetales
valiosas que luego enviaron a España. En este aspecto, es reconocida la labor desempe-
ñada por Nicolás Monardes con su clasificación de plantas de uso farmacológico, utiliza-
das con gran éxito en Europa luego de la empresa colónica.
Se considera a Nicolás V. Greco y a Marcial Ignacio Quiroga como los primeros historia-
dores de la Dermatología argentina. Ambos impulsaron el conocimiento de la especialidad,
sus características docentes y sus cultores, así como el estudio de la lepra en nuestro país.

19
LUIS DAVID PIERINI

Nicolás V. Greco, en su universal análisis crítico de 1944, refiere los avatares de la


Dermatología en nuestro país, que se inicia cuando Baldomero Sommer presenta en
1884 su tesis de doctorado. Aclaremos que Sommer fue el primer catedrático que ense-
ñó en la Argentina las enfermedades cutáneas a partir de 1892.
Marcial Ignacio Quiroga, personalidad polifacética, académico de Medicina y de His-
toria, describió con decantada madurez la evolución de la lepra en la Argentina.

■ Los grupos
Aspectos indígenas: botánica médica,
generales
geografía médica, patologías
El vocablo aborigen deriva del latín aborigines, compuesto de ab: ‘desde’ y origo: ‘orí-
genes’, y éste de oriri, ‘nacer’. Por lo tanto, “desde los orígenes” se llama aborígenes a
los originarios del suelo en que se vive.
El aluvión inmigratorio desencadenó horribles epidemias en el seno de estas agrupa-
ciones primitivas. Una de las primeras enfermedades que se difundieron en forma epi-
démica fue la viruela. Los indígenas la llamaron mal o enfermedad de los españoles,
pues, según su tradición, acaso no mal fundada, no conocieron las viruelas hasta que los
españoles arribaron a América. “Es indecible el horror que les tienen estos indios, y con
razón, pues entrando en sus toldos, mueren tantos que sus poblaciones quedan desier-
tas”, escribía un cronista.
Al igual que la viruela, la lepra y la tuberculosis –según tradiciones orales– eran en-
fermedades desconocidas antes de la Conquista.
Siguiendo a Fiz Fernández, con leves modificaciones de nuestra parte, ubicamos a
nuestros aborígenes en los siguientes acápites:
I. Brasilio-guaraníes y grupo Chaco Litoral, integrantes del conjunto guaraní. Com-
prende además de los mismos guaraníes, a los guaycurúes (tobas, mocobíes o mocovíes,
abipones, pilagáes), matacos, wichis y charrúas, estos últimos vinculados a los pampas.
II. Grupos del Noroeste: abarcan los omahuacas, los apatamas de la Puna y los dia-
guitas calchaquíes, con poderosa influencia incaica.
III. El grupo andino y de las Sierras Centrales está integrado por los pehuenches, los
huarpes, los comechingones de Córdoba, los sanavirones del Río Dulce o del Río Negro,
los tonocotés de Santiago del Estero, los lules y vilelas de Tucumán y los peri- cordillera-
nos, todos ellos con enculturación incaica.
IV. Pampas: comprenden los querandíes, los pampas y los puelches.
V. Patagones o tehuelches.
VI. Extremo sur magallánico: onas, yaganes y alacalufes.

Grandes naturalistas y excelentes empíricos, guiados por reconocidos herbolarios, es-


tos aborígenes aplicaron la botánica, que formaba parte del paisaje, a las necesidades de
su época. En las páginas siguientes expondremos en forma sumamente sucinta las ca-
racterísticas de estos grupos.

■ Los grupos brasilio-guaraníes


I. Brasilio-guaraníes y Chaco Litoral
y grupo Chaco Litoral

Constituían el grupo aborigen más numeroso del país. El historiador Pedro de Angelis
cree que guaraní proviene de Gua: ‘pintura’, Ra: ‘manchado’ y Ni: signo de plural. Es de-
cir, eran los manchados de pintura o sea, aquellos que se pintan. Escribe: “Se cubren el
cuerpo con pintura negra, roja y amarilla, para protegerse de los rigores del sol, a guisa
de los actuales filtros y protectores solares”.
Lo agreste de su hábitat hizo que España, al perder sus colonias, no hubiera llegado

20
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas

a conocer siquiera la existencia de algunas de estas tribus esparcidas en la inmensidad


de la selva virgen, de modo que el exterminio casi total de muchas de ellas no se debió
tanto a la acción “conquistadora” como a las desastrosas consecuencias de las epidemias
que tuvieron que soportar desde la llegada de los europeos.
Recordemos que la etimología del vocablo Chaco indica la multitud de naciones que
pueblan esta región.

1. Guaraníes

Practicaban el tatuaje*, no sólo como ornato, sino con fines curativos para pacientes
con determinadas afecciones, a través de incisiones en la piel en la región dorsal y glú-
tea. Cuando se realizaban como alivio del cansancio, luego de marchas agobiantes, tales
tatuajes se nominaban como “higiénicos”.
Muchas tribus practicaron este ritual ancestral. Son oportunas las expresiones del an-
tropólogo Rubén Palavecino, quien a propósito de los naturales chaqueños dice: “El ta-
tuaje del rostro es un hábito extremadamente difundido, que se inicia en el púber y
progresa con la edad. La operación es casi siempre practicada por las viejas de la tribu,
mediante el trazado de un dibujo guía. La punción de la piel se efectúa con espinas de
cactus o de pescado, o con agujas de hueso, seguidas de introducción de materia colo-
rante por fricción enérgica”.
Sin embargo, el adorno masculino por excelencia fue el tembetá, de forma y materia-
les diversos, como por ejemplo: plomo con incrustaciones de turquesa o madera de palo
borracho. Significaba valentía, coraje, agresividad y era signo distintivo de jóvenes gue-
rreros y cazadores.

BOTÁNICA MÉDICA
El rico reservorio fitogeográfico tropical y subtropical fue empleado en la curación de
afecciones, supeditándose su aplicación a virtudes mágicas de la flora o a la concepción
teúrgica de la enfermedad.
Copaiba (Copaifera officinalis) (palo de aceite): da un óleo resina que se utilizó en he-
ridas, ulceraciones y después en enfermedades venéreas. Se considera uno de los medi-
camentos más antiguos del Nuevo Continente.
Zarzaparrilla (Zarzaparrilla smilaxsifilítica): en cocimiento o en solución –macera-
ción en vino–, gozó de prestigio terapéutico en afecciones dermatológicas, tales como
sarna y venéreas, difundidas por los españoles. Poseía también acción sudorífica.
Salvia: aplicada a la superficie cutánea, servía para ahuyentar insectos.
Mangle (Conocarpus erecta o Bucia erecta): se empleaba la raíz asada en personas
que habían sufrido picaduras de raya.
Carqueja (Yaguareté Caá) (Baccaris chispa): indicada aún hoy en infusión teiforme
para aliviar disquinesias biliares, era aplicada en ulceraciones venéreas y en pacientes
portadores de lepra.
Anguay, copal o benjuí (Styrax leprosus): árbol de madera incorruptible e imputres-
cible, utilizado para construir las primitivas iglesias. Se extraía de él un bálsamo al que
se atribuían virtudes curativas, aplicado en heridas, ulceraciones y lesiones óseas.
Los hechiceros payé adoptaron su aromática resina para sahumar, a modo de incien-
so, el lugar donde cumplían sus rituales, de ahí la denominación de iberá payé, voces
guaraníes que literalmente significan “árbol de los hechiceros”.
Contrahierba (Dorstenia contra hierba): se utilizaba en baños tibios y en sahumerio,
para rehabilitar formas de parálisis. Era utilizada en el tratamiento del sarampión y de

*
La palabra tatuaje es originaria de las islas de Oceanía, de los canacos polinesios. Tatahu deriva de ta: ‘dibujo’,
y designa de un modo general las marcas y señales hechas sobre el cuerpo.

21
LUIS DAVID PIERINI

la viruela. Se aplicaban sus hojas y raíces machacadas para curar úlceras tórpidas y pi-
caduras de víboras.
Ceibo, “chop” (Erythinia cristagalli): de gran profusión en las costas del Paraná y
afluentes, los indígenas se valieron de su corteza, cogollos y brotes para preparar coci-
mientos y bálsamos, que aplicaban en heridas ocasionadas por garras o dientes de ya-
guaretés.
Urucú (Bixia orellana): árbol de 2 a 5 m de altura, cuya difusión se extiende desde
México hasta Chaco, siempre al oriente de la Cordillera. Especie de vistosas flores, cuyas
semillas contienen dos sustancias colorantes: una amarilla, la orellina, y otra, rojo cina-
brio. Esta última se usaba para proteger la piel, pues el ungüento atemperaba los rayos
ultravioletas. La urucuización consistía en untarse todos los días con aquella sustancia
para mantenerse libre de las proteiformes picaduras de insectos. Por su indisolubilidad,
resistía la acción del baño y del sudor.
Moisés Bertoni apunta en su Memoria que todo el cuerpo y la cara de los indígenas
presentaban un tinte colorado especial, pálido lustroso, que les daba un aspecto extra-
ño, pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues se borraba toda marca o cicatriz,
quedando el cutis satinado. El color rojo que exhibían hizo nacer el errado concepto de
la existencia de una raza roja entre los aborígenes sudamericanos.
Los indios yaguas y los guerreros xikriu, habitantes de la gran cuenca del Amazonas
y Orinoco, siguen empleando el urucú, como sus antepasados, para ahuyentar los insec-
tos y teñir su vestuario.
Tabaco (Nicotiana tabacum): esta especie botánica es la primera mencionada en las
referencias literarias europeas inmediatamente posteriores al Descubrimiento, que son
los diarios de navegación de Cristóbal Colón.
En los albores del Nuevo Mundo, el tabaco se usaba para ser fumado y aspirado a modo
de rapé. Era común chupar su jugo y beber el agua de sus hojas maceradas. Existían claras
relaciones entre el culto y la medicina, pues antes de ciertas ceremonias, como la iniciación
de los adolescentes, se bebía jugo de tabaco y se lo aspiraba por vía nasal. Se menciona, ade-
más, su empleo en forma de aspersión y de solución tintórea para decoración cutánea.
Antes de la era precolombina, se lo empleaba también como principio activo en dolo-
res y picaduras, sarna y erisipela. La documentación disponible no nos permite aseverar
que en ese período se cultivara en el actual territorio argentino.
El tabaco es la única planta dañina que hemos heredado de nuestros aborígenes.

GEOGRAFÍA MÉDICA
Juan Carlos Boudin diría que el hombre no nace, no vive, no sufre ni muere de la mis-
ma manera en las distintas partes del mundo. La concepción, el nacimiento, la vida, la
enfermedad y la muerte varían según el clima y el suelo, según las estaciones y los me-
ses, la raza y la nacionalidad.
Las crónicas registran una incidencia manifiesta de las patologías tropicales y subtro-
picales entre los indios guaraníes. Enteritis, enterocolitis, anquilostomiasis, disentería,
paludismo, necatoriasis y otras parasitosis conforman el haber de estas infestaciones por
vermes, nematelmintos y platelmintos. Artrópodos venenosos, como miriápodos, escor-
piones y arañas, provocaban no pocos accidentes por su ponzoña. También los insectos
transmisores y vectores de enfermedades, tales como moscas, mosquitos, pulgas y pio-
jos, contribuyeron a mantener un significativo índice de morbilidad.
Debemos recordar, además, enfermedades importadas, como la tuberculosis, la vi-
ruela y –según algunas teorías– la sífilis, provocadoras de innumerables defunciones.

2. Guaycurúes

Los guaycurúes son una extensa familia que según Salvador Canals Frau era de origen

22
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas

patagónico y estaba compuesta por los tobas, mocovíes, abipones, pilagáes, payaguas y
mbayes. Los dos últimos grupos desaparecieron hace mucho tiempo.
Como rasgo general, los hombres, en vez de usar vestido, se pintaban el cuerpo.

A)TOBAS
La medicina nativa tradicional de los tobas posee una polifacética farmacopea aplica-
da a heridas, fracturas, esguinces, ulceraciones, mordeduras y parasitosis. Diversas sus-
tancias pertenecientes a los otros dos reinos de la naturaleza enriquecen el vasto
anaquel farmacológico de estas primitivas poblaciones, donde el ritual, los cánticos, la
monotonía de los tambores, el humo del tabaco, los conjuros e invocaciones a agentes
sobrenaturales, dramatizados por el médico-brujo, crean el contexto terapéutico ade-
cuado a las estructuras sociales de la comunidad.

B)MOCOBÍES O MOCOVÍES
Según un cronista, “curan las heridas con sólo atarlas, como también las quebradu-
ras de los huesos, y tienen una carnadura tan sana que en breve se suelda y poco se hin-
cha. Y aún han llegado a ver un indio, rasguñado de un tigre cuyas uñas son venenosas,
sanar de ello sin producir hinchazón”.

Tatuajes, adornos
Como sus vecinos territoriales, los abipones se aplicaron al arte del tatuaje. En el ca-
so de las niñas, se les hacían grabados en el busto. Según la descripción del Padre Ma-
nuel Canelas, esta operación se realizaba con ciertas espinas untadas en diversos
colores, en especial el negro y el azul. “El dolor e hinchazón que padecían encerradas
por cerca de un mes, sufriendo hasta parecer monstruosas, [era] para quedar, sólo a su
parecer, hermosas”. Otros lugares preferentemente elegidos eran las zonas lagrimales,
los ángulos externos del ojo y el entrecejo.

Medicina
Aunque los pequeños, por el hecho de deambular desnudos, se hallaban acostumbrados
a los embates telúricos, no pudieron evitar las picaduras de insectos, en especial mosquitos,
pese a que sus mayores se ingeniaban para atenuarlos. Para esto apelaban a la grasa de ñan-
dú o de pescado, que mezclada con resinas, se friccionaba sobre toda la superficie corporal.
También se hallaban torturados por el “pique”, nombre vulgar dado en la Argentina y
Paraguay a la nigua (Sarcopsylla penetrans). Este agente es una pulga de la América tro-
pical y subtropical que ataca al hombre, penetrando debajo de la epidermis de los pies,
en especial de las uñas. Sus huevecillos son de color amarillo, no salen al exterior y se de-
sarrollan en los planos subtegumentarios. Forman pequeños abscesos, que en ocasiones
exigen drenaje quirúrgico. Esta dolorosa afección, acompañada de prurito y otras derma-
tosis, era tratada por preparados que tenían como vehículo grasa y polvo de cantárida.
Las micosis cutáneas, la sífilis, las reacciones dermatológicas de probable origen alér-
gico y la leishmaniasis eran tratadas con grasa fosforada, como el almizcle de yacaré.
En los testimonios históricos correspondientes a diferentes períodos del nomadismo y se-
dentarismo mocovíes, las primeras descripciones coinciden en afirmar que por la misma se-
lección natural existían pocas enfermedades fuera de las epidémicas. Cuando se difundían
estas patologías, todos los indígenas huían; no se conocía una calamidad mayor. Así, la ma-
dre o el padre se alejaban, dejando a los niños afectados en el mayor desamparo. Sólo co-
locaban a la cabecera del lecho un cántaro con agua, carne asada y frutos silvestres.
En el año 1745, una asoladora epidemia atacó 30 poblaciones del Paraguay y adya-
cencias, segando la vida de 72.000 naturales de todas las edades. En 1760, en la reduc-
ción mocoví de San Javier, provincia de Santa Fe, hubo un nuevo recrudecimiento del
genio epidémico que diezmó a 800 aborígenes.

23
LUIS DAVID PIERINI

En cuanto a la medicación –la vacunación antivariólica de Edward Jenner se difundi-


rá como profilaxis a partir de 1796– el suministro de agua de cebada y de lino, de agua
azucarada con pepitas de sandía o de melón como bebida refrescante y calabazas ma-
chacadas representaban los recursos farmacológicos de esa época.

Herboristería
Mencionaremos algunos especímenes:
Mistol: conocido también por otras etnias, este árbol de precioso porte es muy común
en los montes santafesinos y santiagueños. Posee un fruto dulce, rojo, con el cual se ha-
ce la aloja; sus hojas se emplean para el tratamiento de las heridas.
Cebil: pertenece a la familia de las mimosas; sus hojas y cortezas maceradas fueron
aplicadas a modo de emplasto en las lesiones mutilantes de la lepra.
Guayacán: además de aliviar las enfermedades reumáticas y las algias de la gota, se
empleó su resina para neutralizar las complicaciones del tercer período de la sífilis. Nues-
tros indígenas bebían en infusión sus hojas y cortezas como reconstituyente general.
Palmera pindo o palmera grande (Coco Romango flianum): especie muy apreciada
para la techumbre de los ranchos, se utiliza también en la fabricación de múltiples tre-
bejos y sus cogollos se emplean como alimento.
Esta variedad alberga un gusano blanco del tamaño de un dedo, que los naturales lla-
man tombú. Refiere el doctor Esteban Laureano Maradona que este verme –verme espe-
luznante– puesto al fuego, segrega un aceite que los indígenas utilizan para tratar las
heridas. Su cuerpo así frito o ensartado es comestible, como si fuera un chicharrón.
Ortica dioca (Ortiga mayor): en medicina popular y aborigen posee indicaciones pa-
ra casi todos los sistemas y aparatos. Era ensalzada por su función galactagoga y diuré-
tica, así como su acción sobre el folículo piloso.
Solimán o colmillo de víbora: fue empleado por los aborígenes como antiofídico. Las
zonas que frecuentaron los autóctonos pertenecen a una dilatada zona de ofidismo donde
pululan la víbora de coral (Elaps corallino), la serpiente de cascabel (Crotalus terrificus) y
la víbora de la cruz o yarará (Lachesis alternatus), cuyas picaduras pueden ser letales.
Mastuerzo: se lo empleó en cocimientos para neutralizar afecciones dermatológicas,
escorbuto y diversas formas de tuberculosis pulmonares.

C) ABIPONES

Herboristería
La policroma variedad botánica permitió a los naturales del Gran Chaco crear una
suerte de farmacopea donde se aunaban conocimientos empíricos y de hechicería cha-
mánica. Mencionaremos algunas variedades:
Abariguay: con ella preparaban un bálsamo empleado en la curación de heridas. Cre-
ían que su aplicación bucal detenía las hemorragias y los accesos de tos.
Ambay: ha sido mencionado como tratamiento antivenéreo y como elemento de fric-
ción para la obtención del fuego.
Quinoa: leguminosa que además de servir de alimento se aplicaba como cataplasma
sobre la parte herida o traumatizada.
Zarzaparrilla: contra mordeduras y picaduras de animales ponzoñosos.

Patologías
A pesar de la privilegiada contextura de los abipones, las enfermedades surgidas de
la ecología regional, los insectos y parásitos, las guerras internas y exteriores, unidas a
las afecciones transmitidas por el blanco, devinieron en la casi extinción de esta raza.
Las epidemias también hicieron sentir sus efectos; en 1734, la viruela diezmó a 30.000
habitantes, entre adultos y niños.

24
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas

Otra plaga que hallamos mencionada la constituyó el “pique”, “bicho de pie” o “agra-
ni”, vocablo abipón que significa “mordaza”.
Estos grupos reconocieron la acción hematófaga de la vinchuca, a la que denomina-
ban “sanguijuela con alas”, así como las complicaciones provocadas por picaduras de
avispas, arácnidos y escorpiones.

Símbolos de belleza
La perforación de las orejas era realizada con trocitos de hueso, astillas o cuernitos
de venado, introduciendo luego una hoja de palmera arrollada que por distensión agran-
daba el orificio, pudiendo llegar el lóbulo hasta el hombro.
El tatuaje, difundido entre las culturas americanas, mostraba su refinada expresión
entre los abipones, escarificando la piel del rostro, pecho y brazos. El primitivo cincel era
una espina rígida que fijaba en la dermis tinturas vegetales, hollín y cenizas. Las filigra-
nas de este sello indeleble constituyeron un blasón de diferenciación tribal.
Casi todos los pueblos de Paracuaria* se tatuaban. Los abipones reconocieron este ar-
te con el nombre de likinranala. Preguntados sobre el significado o la causa de aquella
bárbara costumbre, los aborígenes respondían que la habían heredado de sus ancestros.
Aquel suplicio duraba cinco días, durante los cuales la adolescente permanecía encerra-
da en su choza, cubierta con una piel, privándose de algunos alimentos como la carne y
el pescado. Las sesiones repetidas y cercanas encendían el rostro, con edema y tumefac-
ción. Desde temprana edad, las niñas se depilaban cejas y pestañas, rasurándose par-
cialmente la cabellera como elemento de identificación tribal.

D) PILAGÁES

Adornos
Peinaban el cabello, muy abundante, con peines de palillos y usaban pendientes fa-
bricados con los mismos elementos. Nos detendremos en la perforación de las orejas: es-
tas mutilaciones parciales se practicaban en ambos sexos, introduciendo botones de
madera u hojas de palmeras arrolladas. El agujero se dilataba hasta permitir el pasaje
de un disco, de cuatro o cinco centímetros.
Practicaban la depilación y decoraban la piel con diversas pinturas. Casi siempre an-
daban descalzos.

Tatuajes
El taraceo estuvo muy difundido entre los pilagáes del río Pilcomayo. Este mágico y di-
fícil arte se practicaba con agujas de cardón, frotando sobre la piel punteada diversas sus-
tancias, entre ellas, hollín. Los niños eran tatuados con dibujos que mostraban figuras
geométricas: óvalos, círculos y rombos, divididos por diámetros, diagonales y rectángulos.
Las respuestas que daban acerca de las motivaciones de los diversos tatuajes eran:
“es marca pilagá”, o “para que no tengan la peste” o “para adquirir inmunidad”.

3. Matacos

Botánica médica
Los naturalistas que se internaron en la intimidad de la espesura amazónica o arri-
baron a la vera de sus ríos recopilaron excepcionales observaciones fitológicas. Mencio-
naremos algunas especies:

* Paracuaria: amplia zona de Sudamérica, donde se situaron las misiones jesuíticas; su capital era Córdoba del
Tucumán.

25
LUIS DAVID PIERINI

Palo santo (o palo bendito o guayacán): empleado en diversas afecciones por todas
las tribus del nordeste. El hermano jesuita Pedro de Montenegro, reconocido cirujano y
herbolario del Paraguay, resumió en su Materia Médica, escrita a principios del siglo
XVIII, todas las aplicaciones de esta variedad arbórea. Conocido en Europa como impor-
tante curalotodo, se lo empleó en el tratamiento de la sífilis, en las artropatías y en los
trastornos circulatorios. Sus preparaciones utilizaban la resina de la corteza; se le atri-
buían propiedades diuréticas, diaforéticas y catárticas. La resina, unida con grasa de
avestruz o de pescado, aplicada sobre la piel ahuyentaba los mosquitos. En la actuali-
dad, el palo santo se utiliza con el mismo fin en la composición de los espirales.
Ceibo o seibo: la corteza machacada fue utilizada como cataplasma sobre las morde-
duras provocadas por animales; en forma de cocimiento aún persiste en las prescripcio-
nes populares para tratamiento de úlceras, rectitis, hemorroides y vaginitis.
Yetibay o jalapa: el jugo de sus flores, recién exprimidas, fue empleado en las otitis
infantiles y en las erupciones herpéticas.
Ayuy o laurel: árbol de madera resistente, sus frutos fueron utilizados en trastornos
digestivos infantiles y en la escrofulosis; triturado con miel se aplicaba en ulceraciones
crónicas. En forma de linimento se recetaba para la flogosis reumática, las neuralgias y
el prurito de la sarna.
Oruzuz: además de emplear la infusión en los cuadros catarrales y en las afonías, se
usaba en las erisipelas a modo de sinapismo o en forma de pasta.
Canchalagua: se administraba en forma de infusión, además de servir como atenuan-
te de los dolores de los reumáticos y también en los portadores de enfermedades venéreas.
Totora: sus flores se aplicaban en las quemaduras, y el cocimiento de sus raíces se
utilizaba en el lavado de úlceras y tumores.
Tusca: se bebía en forma de cocimiento, luego de tostar y hervir su fruto. Se indica-
ba su ingestión en ayunas y se la recomendaba en infecciones gonocóccicas.
Tabaco: el doctor Esteban Laureano Maradona, destacado médico formoseño e inves-
tigador de la flora del Chaco central, relata en su libro A través de la selva que los indí-
genas, en caso de picaduras de víbora, succionan la parte afectada a manera de ventosa,
previa masticación de hojas de tabaco. Además, se suele emplear en otras afecciones di-
versas partes de la planta, como raíces y semillas, con grasa o sin ella, con o sin resinas
y con polvo de valva.

4. Wichis o wichís y charrúas

La palabra wichi significa ‘hombres verdaderos’ u ‘hombres de vida plena’, es decir,


que participan de las plantas, de los árboles, de los peces y de las aves.
Los españoles los llamaban incorrectamente “matacos”, término que en castellano
antiguo significaba “animal de poca monta” o “animal sin importancia”. A los primeros
que conocieron, hacia 1623, los denominaron mataguayos.
Se puede decir que es una de las comunidades más antiguas del mundo. Aún hoy, ais-
ladas en el norte de la República Argentina, luchan por subsistir en el mundo moderno.
Las enfermedades que diezmaron a estas comunidades fueron la tuberculosis, la des-
nutrición, el Chagas, las venéreas, el cólera y la brucelosis, todo lo cual se vio potencia-
do por la dieta mal balanceada, basada fundamentalmente en maíz, zapallo, carne de
cabrío, pescado y frutas, pero escasas verduras.

■ Grupos del
II. Grupos delNoroeste
Noroeste

Este grupo conocía las aguas termales. Los espejos de agua, las temperaturas propicias,
el tapiz de vegas y mallines y la proliferación de ejemplares arbóreos, como el molle,

26
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas

crearon un paisaje bucólico en el que la vida de las familias nativas se deslizó sin las
angustias y sobresaltos de otras etnias.
América indígena tuvo en cuenta el mito universal de la fuente de Juvencio, y el cono-
cimiento y la valoración de los efectos terapéuticos de las aguas que Pachamama (Madre
tierra) brindaba generosamente a sus hijos fueron incorporados por sus habitantes protohis-
tóricos en distintas épocas. Frecuentaron las fuentes termales, con fumarolas bullentes, ma-
nantiales cálidos, efluvios azufrados que formaban un espejo de agua cálida y vivificante.
Desde el período preincaico eran conocidos en la región de Cuyo el baño de Uyurmi-
re y el del Inca, en el templo de Wiracocha (o Viracocha).
Otra fuente unida a la devoción indígena, por su riqueza legendaria y por la virtud de
sus vertientes, es la que surge en el paraje La Laja. Aquí el amante huarpe Yahue, lue-
go de matar a la dulce Tahue y al seductor de ésta, murió en los pedregales sanjuaninos
como redención de aquella tragedia; después de su muerte, cual fuente de esperanza,
brotarían tres milagrosos manantiales.
Otros nativos de nuestro territorio concurrieron igualmente a diversos baños y fuen-
tes. Los araucanos visitaban Copahue y Futalauquen y también conocieron Cullu-co
(aguas ácidas) y Laguen-co (aguas calientes). Los indios que transitaban por la provincia
de Buenos Aires conocieron la laguna de Epecuén. Según Tomás Falkner, a este lugar de
tonificantes aguas concurrían desde tiempo inmemorial los jefes indios con su familia.
Cuentan las tradiciones vernáculas que el cacique puelche Carhué (Corazón Puro), apa-
sionado por Epecuén, curó de una extraña parálisis al sumergirse en la gran laguna que
formaron las lágrimas de amor de su bella amada.
También los diaguitas de Talacasto dejaron su pena indiana a través de las calcina-
das tierras de sus antepasados en una aguada surgida del llanto incesante de un apues-
to joven, que viera fenecer a su amada por el odio atávico hacia los invasores Incas.
Inti-Yacu (agua del sol) llamaron los nativos mediterráneos a la actual zona de Río Hon-
do (Santiago del Estero), cuyos cursos surgentes afloraban como vivificantes de vertede-
ros. Los pobladores vinculaban las bondades de Yacuru-pay (agua caliente), con los rayos
flamígeros del astro sol, al cual adoraban.
Alonso Ovalle, en un libro publicado en Roma en 1646, hace referencia al calor, salo-
bridad y mineralización de las aguas de Puente del Inca, sin revelarnos la explicación
científica. Su reseña es una descripción paisajista de este monumento enclavado en la
precordillera, en la que el autor exalta aquella curiosa expresión de la naturaleza.
Según Michel Horst von Brand, el primer análisis de aguas termales argentinas lo efec-
tuó el físico y químico Michel Faraday, en 1827, sobre muestras tomadas en aquel lugar.
Villavicencio, según testimonios de viajeros, fue visitada por el célebre naturalista
Charles Darwin en 1839. Ya desde 1800, lugareños y vecinos de Mendoza acudían en
busca de sus cualidades benéficas.

■ ElCentrales
III. El grupo andino y de las Sierras grupo andino y de las Sierras Centrales
Está integrado por los pehuenches, los huarpes, los comechingones de Córdoba, los
sanavirones del Río Dulce o de Río Negro, los tonocotés de Santiago del Estero, los lules
y vilelas de Tucumán y los araucanos peri-cordilleranos, todos ellos con enculturación
incaica.

Botánica médica

Canelo: (Drymis winteri) pertenece a la familia de las magnoliáceas. Tiene cerca de


ocho metros de altura y suele desarrollarse en terrenos húmedos. Fue introducido en Eu-
ropa por John Winter, médico del pirata inglés Francis Drake, de allí su denominación

27
LUIS DAVID PIERINI

técnica. La corteza de este árbol se usó en infusiones y también en aplicaciones exter-


nas. Planta sagrada de los mapuches, se utilizaba en alteraciones del aparato digestivo,
en las parasitosis (sarna) y reumatismo. La flor de la ceniza de este árbol, mezclada con
grasa a modo de excipiente, también se utilizaba como depilatorio; por esta costumbre
se atribuyó erróneamente a los jóvenes mapuches la ausencia de vello. Su acción por in-
flujo simpático era imprescindible en todas las ceremonias mágico-evocativas. La machi
cuidaba en el bosque un canelo predilecto y, según la creencia araucana referida por Ra-
món Pardal, si alguien descubría y cortaba esta planta, la machi languidecía y moría.
Lafo (Rumex romasa): poligonácea. Muy utilizada por los araucanos chilenos, se la
consideraba una de las más preciadas hierbas. Por sus múltiples cualidades farmacoló-
gicas gozaba de gran prestigio en la curación de heridas, ulceraciones tórpidas, otitis y
“lepras que nacen a los niños, dejando el casco limpio”.
Ñincuil (Heliantus thurífera): según Martín Gusinde, era reconocida como maravilla
del campo y se le adjudicaba acción antiluética.
Jarilla: entre otras aplicaciones terapéuticas, este arbusto se utilizó en forma de ca-
taplasma, para resolver abscesos y flemones.

Al finalizar la presente selección botánica hacemos un reconocimiento a los invalora-


bles méritos que le cupieron al profesor Juan. A. Domínguez, quien realizó importantes
estudios analíticos sobre la composición de fármacos vegetales, logrando desentrañar la
síntesis fármaco-dinámica del vivero araucano.

■ Pampas, querandíes
IV. Pampas, y puelches
querandíes y puelches

Se denomina pampas a un conglomerado humano de origen mixto con los que se halló
Sebastián Gaboto en la desembocadura del Carcarañá, dándoles el nombre de querandíes
(hombres con grasa).
Frente a la viruela, en caso de ántrax o abscesos estos aborígenes provocaban su ma-
duración aplicando cataplasmas de estiércol muy caliente. “Cuando están a término ex-
tirpan el germen por medio de una crin doblada y lo comen enseguida entre dos bocados
de carne cruda, pretendiendo así conjurar toda recaída”.
Los puelches guenakén, que habitaban la parte norte de la Patagonia eran, según ex-
presó José Sánchez Labrador, “de naturaleza fortísima y de tal condición que sin medicina
se restablecían muchas veces de enfermedades y heridas que para otros serían mortales”.

Herboristería

Grandes naturalistas y excelentes empíricos, guiados por reconocidos herbolarios,


aplicaron la botánica que formaba parte del paisaje a las necesidades de su época.
Se cuenta con poca información sobre los elementos naturales que usaban los aborí-
genes de esta etnia para los problemas dermatológicos; solamente se sabe que usaban
una variedad de yang, que aplicaban en ulceraciones y aftas bucales.

■ Patagones
V. Patagonesoo tehuelches
tehuelches
La zona al sur del río Colorado, límite natural de las provincias de La Pampa y Río
Negro –la planicie más austral de América–, es internacionalmente conocida con el nom-
bre de Patagonia, que alude a los míticos “gigantes patagones”, descriptos en 1520 por
Antonio Pigafetta, cronista de la circunnavegación de Hernando de Magallanes.

28
Historia de la Dermatología en las culturas indígenas argentinas

Nacimiento y crianza

Poco después del nacimiento, los recién


nacidos eran untados con yeso húmedo. Se-
gún Ludwig Karsten (1926), este procedi-
miento tenía por finalidad proteger al niño
contra los malos espíritus. El mismo autor
menciona otras prácticas como la aplica-
ción de pintura roja, aceitado y fumigacio-
nes con tabaco, efectuadas con el mismo
objeto.
Al cumplir el cuarto año, se realizaba la
ceremonia de la perforación de una o dos
orejas, según el sexo, introduciendo cerdas
de caballo en las incisiones, para evitar la
cicatrización.
Conocieron el carácter epidémico de las
enfermedades, aunque éstas eran innomi-
nadas, y trataban de neutralizar su carác-
ter infeccioso dispersando los toldos en los
lugares donde habitaban.
En general los patagones gozaban de
buena salud y sus heridas curaban con ra-
pidez; el brujo, mediante las ceremonias
descritas, indicaba la preparación de bre-
bajes, con propiedades médico-curativas.
Conocían la práctica de la sangría y sabían
abrir una vena con un trozo de concha o de
pedernal.

Ectoparasitosis

Los niños y adultos fueron portadores de


pulgas y piojos, debido a la utilización de la
lana de guanaco y las plumas de avestruz
en su vestimenta y enseres domésticos.
Distribución
de la población
VI. Extremo Sur Magallánico ■ Extremo sur magallánico indígena en la
Argentina a fines
Las enfermedades venéreas sellaron un horizonte sin esperanzas tanto en los alaca- del siglo XX
lufes como en los onas y los yaganes. Se supone que desconocieron las hierbas y los Fuente: Instituto
derivados animales y minerales para la curación de las enfermedades. de Cultura
La transculturación fue otro mecanismo negativo para la sobrevivencia de estas Popular (Incupo-
etnias, así como la despiadada exhibición a que fueron sometidos en el siglo XIX en Endepa)
diversas ciudades europeas.

Epílogo ■ Epílogo
El autor coincide con los destacados genealogistas Diego Herrera Vegas y Carlos Jáu-
regui Rueda en que el tronco fundacional de nuestro país deriva de tres etnias: la aborigen,

29
LUIS DAVID PIERINI

la africana y la del colonizador español. Estas etnias se unieron a través de dos generaciones
y se completaron hace ciento cincuenta años con la inmigración.

■ Conclusiones
Conclusiones

Los tesoros de la naturaleza se brindaron con toda la generosidad de la madre tierra,


y el espíritu intuitivo de los nativos se sirvió de ellos para superar sus dolencias. En es-
ta exposición hemos seleccionado, en apretada síntesis, algunos de los elementos de su
arsenal botánico. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias argentino. Buenos Aires:


Galerna; 1992.
selva. Buenos Aires: Talleres
Gráficos de la Penitenciaría
bibliográficas Furlong G. Los jesuitas y la Nacional;1937.
cultura rioplatense. Buenos Moreno FP. Viaje a la Patagonia
Cantón E. Historia de la medicina Aires: Univ. del Salvador; Austral 1876-1877. Buenos
en el Río de la Plata desde su 1984. Aires: Solar; 1969.
descubrimiento hasta García Terán M. Acercan la salud Nazar F. Formosa, un pueblo
nuestros días, 1512 a 1925. y la educación a los cautivo. Criterio. Mar 2004;
Madrid: Imp. G. Hernández y aborígenes del Chaco. La año LXXVIII;(2291):70.
Galo Sáez; 1928. Nación. 5 ag 2001; Pastrana CF. Los indígenas
Centro educativo para mapuches. Información general, p.21. americanos piden espacio
La Nación. 30 jun 2002; Sec. Greco NV. Historia y desarrollo para sus prácticas
Opinión, p.20. de la Dermatología y tradicionales. Primer
Codazzi Aguirre JA. La medicina Sifilografía en la República Congreso de Aborígenes del
de los aborígenes en la Argentina. Sem Med. Tomo Mercosur. La Nación. 3 ag
República Argentina. Actas del Cincuentenario. 2001; Supl. Ciencia y Salud,
del 1º Congreso Nacional de 1944;(I):357-453. p.10.
Historia de la Medicina Guerrino AA. La medicina en la Pérgola F. Brujos y cuasi médicos.
Argentina. Buenos Aires; Conquista del Desierto. Buenos Aires: Edimed; 1986.
1968. Buenos Aires: Círculo Militar; Pierini LD. Culturas aborígenes en
Díaz Trigo A. Antecedentes 1984. la medicina argentina.
históricos y características de Ibarra Grasso DE. Argentina Buenos Aires: Dunken; 2004.
la medicina de los pobladores indígena y prehistoria Rudgley R. Los pasos lejanos. Una
indígenas argentinos. Rev americana. Buenos Aires: nueva interpretación de la
Soc Venez Hist Med. TEA; 1971. prehistoria. Grijalbo; 2001.
1961;23:563-570. Juárez FN. Recorridos de un Seggiaro LA. Medicina indígena
El Libro del Pueblo de Dios. La naturalista inquieto. La de América. Buenos Aires: El
Biblia. 21ª ed. Madrid: Nación. 9 dic 2001; Supl. Ateneo; 1979.
Ediciones Paulinas; 1999. Enfoques.
Sopeña G. Monseñor Patagonia.
Fernández CA. Cuentan los Magrassi GE. Los aborígenes de Buenos Aires: El Elefante
mapuches. Buenos Aires: la Argentina. Ensayo socio- Blanco; 2001.
Nuevo Siglo; 1995. histórico cultural. Buenos
Fernández AF. Antropología, Aires: Galerna-Búsqueda de
cultura, medicina indígena de Ayllú; 2000.
América y arte rupestre Maradona EL. A través de la
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
ARGENTINA
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

1. LA EPOCA COLONIAL ■ La época colonial

E n 1780, poco después de creado el Virreinato del Río de la Plata, se proclama en una
Real Cédula: “Informado del desarreglo y abusos con que se ejercita la Medicina, Ciru-
gía, Farmacia y Flebotomía a ellas anexas, con especialidad en las provincias distantes
de esta capital, he resuelto, por ahora, establecer y crear en ella un Tribunal de Porto,
como lo hay en las ciudades de Lima y Méjico, con las mismas facultades, prerrogativas
y excepciones, para que por este medio, que tanto se conforma con las leyes, se corrija
y extirpe el desorden, y he venido en elegir y nombrar al Dr. D. Miguel O’Gorman, en
quien concurren las partes y calidades necesarias para Protomédico y Alcalde mayor de
todos los respectivos profesores...”. A partir de este momento contamos con el primer
médico y decano en lo que luego sería la Argentina.
En 1803 se expide “un auto contra los curanderos” y en diciembre del mismo año se
otorgan los cargos de médicos y cirujanos habilitados para ejercer la profesión.

■ Los albores de la Dermatología argentina


2. Los albores de la Dermatología argentina

Tres décadas más tarde, en 1835, el Dr. Tiburcio Fonseca publica una tesis sobre “Es-
tructura, función y vinculación en la patología general y terapéutica del órgano cutáneo”.
En sus 35 páginas enfoca científicamente las enfermedades de la piel, con lo cual, al pa-
recer, la Argentina se convierte en pionera entre los países latinoamericanos en este as-
pecto.
En 1874, la Academia de Medicina que regía la Facultad incluye en su currículo al-
gunas especialidades, entre ellas “Clínica de las enfermedades de piel y sífilis”, y desig-
na en 1875 como profesores titular y adjunto a los Drs. Leopoldo Montes de Oca y L.
Meléndez; posteriormente, al ser designados éstos para otra asignatura, la especialidad
siguió formando parte de Patología Externa.
En el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, donde se concentraba toda la actividad do-
cente, funcionaba un Servicio de Sifilografía y Dermatología. El 18 de marzo de 1892 el
decano de la Facultad de Ciencias Médicas M. González Catán funda la cátedra de En-
Figura 1. Prof.
fermedades Venéreas y Piel, que se dictaría en el 4° año de la carrera de Medicina. El Baldomero Sommer
primer profesor fue Baldomero Sommer (figura 1), quien formó su cátedra en el Hospital

31
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

San Roque (hoy Ramos Mejía) y continuó su obra docente hasta su


fallecimiento en 1918. Sommer, inspirado en la escuela vienesa de Von
Hebra (1816-1880) e influido por dermatólogos franceses de la jerar-
quía de Gaucher, Fournier, Darier, Gougerot y Civatte, enseñaba con
pacientes y con moulages del Museo de Modelados de Cera, único en
su género en América Latina por aquellos años. Entre los discípulos
de Sommer figuran los brillantes médicos Aberastury (figura 2), Gre-
co, Baliña, Ragusin, Jonquières, Uriburu y Fidanza (figura 3).
Recordamos como anécdota a una anciana dama que concurría se-
manalmente a la Cátedra del Hospital de Clínicas y permanecía algunos
Figura 2. Prof. minutos frente al retrato de Sommer. Al preguntarle una vez, en el año 2000, por su iden-
Maximiliano tidad, nos emocionó con su respuesta: “Soy la nieta de Sommer. Antes venía con mi madre”.
Aberastury Fue aquélla una época de oro de la Dermatología argentina, que incluía la sífilis y
Figura 3. Prof. otras venéreas y también la lepra. Todo ello fructificó en 1907, con la fundación de la lla-
Enrique Fidanza mada entonces Sociedad Dermatológica Argentina, con sede en el Hospital San Roque.
El primer presidente fue Sommer, acompañado por los demás miembros fundadores: M.
Aberastury, P. Díaz, P. Baliña, Cisneros, Greco, Seminario, J. Uriburu, A. Giménez, Loche,
E. Polito, M. Moyano, J. Farini, F. Mario, J. Arce y Almanza y N. Ragusin.
En 1908 se inicia la publicación del órgano de difusión de la Sociedad, la Revista Der-
matológica Argentina, luego Revista de la Asociación Argentina de Dermatología y Sifi-
lilogía, primera publicación dermatológica editada en Latinoamérica.
A Sommer lo sucedieron en la cátedra Pacífico Díaz y Maximiliano Aberastury, este
último autor de la ley argentina contra la lepra que lleva su nombre (1926). En 1927 la
Sociedad cambia su nombre por el de Asociación Argentina de Dermatología y Sifilogra-
fía; su presidente es el Profesor Pedro Baliña, reemplazado luego por Neocle Ragusin.
En 1934, un grupo de dermatólogos encabezados por Nicolás Greco, discípulo de
Sommer, decidió fundar una nueva entidad que se denominó Sociedad de Dermatología,
Sifilografía y Venereología y se incorporó a la Asociación Médica Argentina. La tradición
oral no es pródiga al referirse a los motivos que condujeron a esta escisión –incluso es
contradictoria–, pero no cabe duda, dada la jerarquía moral y científica de los directivos
e integrantes de una y otra agrupación dermatológica, de que primaron principios y con-
cepciones sobre apetencias personales.
Otros miembros fundadores de esta nueva Sociedad fueron: C. Orol Arias, M. A. Maz-
zini (secretario), A. A. Fernández, A. Bigatti, S. Rosner, D. Biagini, L. Trepat, A. Muschiet-
ti, R. Wernicke, E. Otahz, C. Bancalari, J. R. Houler, A. Schneidewind, S. Sovin, O.
Camaño, J. Capurro, E. Cortelezzi, F. de Biase, E. Solari, S. Ponce de León y E. del Vec-
chio. Más tarde fue denominada Sociedad Argentina de Dermatología.
Desde entonces (1934) existen dos sociedades representativas de la Dermatología ar-
gentina: la Asociación Argentina de Dermatología, con su órgano oficial, Revista Argen-
tina de Dermatología (fundada en 1908) y la Sociedad Argentina de Dermatología
(desvinculada de la Asociación Médica Argentina a partir del año 2001) con su órgano
oficial Dermatología Argentina (fundada en 1995). Ambas agrupaciones cuentan con so-
ciedades filiales, secciones y adherentes en todas las provincias.

■ La3.época
La épocade
de Baliña y Greco
Baliña y Greco

La escisión de las agrupaciones dermatológicas produjo una rivalidad científica, dan-


do lugar en cada una de ellas a la formación de dermatólogos brillantes que signaron
épocas destacables de la Dermatología argentina.
La Asociación Argentina de Dermatología, instalada en la Cátedra de Dermatosifilo-
grafía de la Universidad de Buenos Aires, con sede en el Hospital Ramos Mejía, estuvo

32
Historia de la Dermatología argentina

Figura 4. Prof.
Luis E. Pierini
Figura 5. Prof.
Marcial Quiroga
Figura 6. Prof.
Miguel A. Mazzini
Figura 7. Prof.
Aarón Kaminsky

dirigida por el Prof. Pedro Baliña, titular entre los años 1925 y 1946. Allí se formaron fu-
turos profesores titulares como Luis E. Pierini (figura 4), Marcial Quiroga (figura 5), En-
rique Fidanza y Miguel A. Mazzini (figura 6), así como José M. Puente, Juan Pessano,
Ceferino Orol Arias, Emilio Fernández Blanco, José L. Carrera, Ludovico Facio, Guiller-
mo Basombrío, Fernando Noussitou y Aarón Kaminsky (figura 7). La mayoría fueron je-
fes de los servicios de Dermatología más acreditados de la época.
En 1934 se constituye una filial en Rosario, seguida por Córdoba (1938) y Mendoza
(1952).
La Sociedad Argentina de Dermatología, con sede en la Asociación Médica Argentina,
es dirigida por Nicolás Greco, profesor titular de Dermatología de la Universidad de La
Plata y adjunto y luego honorario de la de Buenos Aires (1943).
Esta época se caracterizó por el centralismo de Buenos Aires y por una marcada di-
ferencia numérica entre los integrantes de ambas sociedades.

4. LA EPOCA DE PIERINI Y QUIROGA ■ La época de Pierini y Quiroga


Desaparecidos Baliña y Greco surgen dos discípulos del primero, que signan tres dé-
cadas de la Dermatología argentina proyectándola en el plano internacional: Marcial I.
Quiroga y Luis E. Pierini. En 1946 habían publicado su libro Introducción al estudio de
la dermatosifilología, cuya semiología y descripción de las lesiones elementales perma-
nece vigente. La obra evidencia la marcada influencia de las escuelas europeas, princi-
palmente la francesa, adonde concurrían los dermatólogos que se perfeccionaban en el
exterior.
Marcial I. Quiroga poseía una personalidad aristocrática y carismática. Descendien-
te de selectas familias de la sociedad argentina, poseía un decir fluido y entretenido. Ma-
nejaba correctamente el francés y viajaba casi anualmente a Europa, en especial a
Francia. Recibió las principales distinciones. En el plano internacional, fue el primer ar-
gentino designado como miembro del Comité Internacional de Dermatología; también
fue miembro honorario de numerosas Sociedades Dermatológicas, y en el plano nacio-
nal, miembro, Presidente y Presidente Honorario de la Academia Nacional de Medicina.
En el plano dermatológico, fue profesor titular de la Primera Cátedra de Dermatolo-
gía y jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Ramos Mejía, donde estaba su sede.
La visita a su cátedra era una atracción para los dermatólogos de las provincias y los vi-
sitantes extranjeros. Su calidad académica quedó evidenciada en varios libros y trabajos
científicos.
Los discípulos de Quiroga fueron los maestros de la siguiente generación: Alejandro
A. Cordero (figura 8) y Pedro H. Magnin (figura 9). También fueron notables profesores:
Luis Ambrosetti, Enrique Jonquières, Arturo Mom, Rodolfo Corti, E. Molina Leguizamón,
Narciso Vivot, Gisella Dhum, Carlos F. Guillot, H. J. Sánchez Caballero, Manuel Seoane,

33
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

Figura 8. Prof.
Alejandro Cordero
Figura 9. Prof.
Pedro H. Magnin
Figura 10. Prof.
J. E. Cardama
Figura 11. Prof.
Julio Martín Borda

Luis Curia, Oscar Bonafina, Nélida Franco, Antonio Raimondo, E. Blasi, Hans Botrich,
Manuel Olchansky y Natan Gotlib entre otros. La mayoría fueron jefes de distintos y pres-
tigiosos servicios de Dermatología en Buenos Aires.
La Asociación Argentina de Dermatología continuó con la publicación de su Revista
Argentina de Dermatología, a la vez que organizaba anualmente congresos nacionales y
sostenía su biblioteca dermatológica, la más antigua del país. La Asociación estuvo pre-
sidida por M. A. Mazzini, G. Basombrio, F. Noussitou, R. Garzón (Córdoba), A. Cordero,
A. Kaminsky, J. L. Carrera, F. Ambrosetti, E. Jonquières, R. N. Corti, P. Viglioglia, M.
Seoane, P. Magnin, J. E. Cardama (figura 10), N. Sánchez Caballero, L. M. Baliña y C. Pa-
rra (Mendoza), M. Marini, L. Valle y J. L. lribas.
Luis E. Pierini fue el maestro por antonomasia. Sencillo, humilde en su accionar, res-
petuoso, poseía una personalidad deslumbrante por sus conocimientos dermatológicos y
su cultura general. Italiano de origen, no pudo alcanzar por esa razón la titularidad de
la Primera Cátedra. Su pensamiento se expresó cabalmente en su artículo “Cincuenta
años de Dermatología” (Arch Argent Dermatol. 1973; 23:1-9), donde se responde a un di-
lema común en las nuevas generaciones: ¿por qué elegimos la Dermatología?
Pierini se desempeñó en los hospitales Fernández, Muñiz (donde elaboró su tesis de
doctorado sobre “Tratamiento de la lepra” y describió la clásica prueba con histamina
que lleva su nombre), y Casa Cuna (hoy Pedro de Elizalde). Fue jefe de servicio de los
Hospitales Fiorito, Italiano y finalmente, a partir de 1949, del Rawson, donde alcanzó el
grado de profesor titular de la Segunda Cátedra. Cabe consignar que durante veinte años
trabajó con el Prof. Pedro Baliña quien lo designó Jefe de Trabajos Prácticos en el Hos-
pital Ramos Mejía. La cátedra a su cargo fue un semillero de importantes especialistas
que se enorgullecían de ser discípulos del Maestro Pierini.
Entre ellos, en primer término Julio Martín Borda (figura 11), hombre de extraordi-
nario valor científico, moral y humano, que sumaba su accionar al de Pierini en el estu-
dio de muchas dermopatías. En su Hospital Privado de Piel realizaba ateneos mensuales
a los que concurrían numerosos dermatólogos jóvenes, especialmente de las provincias.
En esta institución, así como en el Hospital Rawson, se formó un buen número de espe-
cialistas latinoamericanos. En el plano nacional se destacan Abraham Man, José Casas,
Raúl Rodeiro, Augusto Casalá, Santiago Mosto, Alberto Carvalho, Raúl Mazzini, lsmael
Pomposiello, Gregorio Álvarez, Luis Trepat, Pacífico Díaz, Eduardo Lacentre, algunos de
ellos ya desaparecidos y otros que merecen párrafo aparte. La sagacidad de Borda le
permitió plantear hipótesis y relacionar cuadros clínicos que en la actualidad se aceptan
mundialmente.
David Grinspan descolló entre sus pares. Semiólogo de excepción, con un amplio co-
nocimiento dermatológico, se orientó hacia la hasta entonces pobremente estudiada es-
tomatología. Fundó y dirigió el Centro de Tumores de Piel y Estomatología del Hospital
Rawson, pionero en Latinoamérica, legando sus enseñanzas en su Tratado de Estomato-
logía que consta de seis voluminosos tomos y es un clásico en la materia.

34
Historia de la Dermatología argentina

Jorge Abulafia se dedica a la dermopatología. Colabora en los principales trabajos pu-


blicados sobre la especialidad y conoce a fondo la clínica de la histopatología que describe.
Su laboratorio congrega a dermatólogos latinoamericanos y argentinos que con reverente
curiosidad e interés se asoman al mundo de la microscopía. En las discusiones dermatoló-
gicas es frecuente escuchar como cierre de toda polémica: “... y lo dijo Abulafia”.
En 1943 se inicia una sucesión de avatares político-institucionales que durante mu-
chas décadas paralizaron los concursos, con lo cual se vieron postergadas brillantes per-
sonalidades que en otras circunstancias hubieran alcanzado las máximas posiciones
académicas.
En 1978 se cierra el hospital Rawson y la pléyade de destacados dermatólogos que
integraban su servicio se distribuyen en distintos hospitales municipales.

5. Comienzo de la era actual ■ La era actual


Paralelamente a los integrantes de las cátedras van surgiendo otras personalidades
que marcan hitos en esta historia.
Aarón Kaminsky es el padre de la cosmiatría argentina. Anecdótico, singular, de ava-
salladora personalidad, gozó de extraordinario prestigio popular. Jefe de los Servicios de
Dermatología de los hospitales Israelita y Alvear, congregó a su alrededor a un buen nú-
mero de médicos y a una legión de pacientes. Se orientó especialmente al aspecto tera-
péutico, dominando el arte de la fórmula magistral. Formó discípulos de la talla de su
hijo Carlos, Ana Kaminsky y León Jaimovich. Los tres serían profesores titulares, ade-
más de J. Kriner, P. Bumaschny, S. Braunstein, H. A. Kaplan, B. Sevinsky y A. Aufgang.
Alfredo Chouela tiene una notable trayectoria en la Sociedad de Dermatología. En ci-
rugía dermatológica se destaca A. Segers y en alergia dermatológica, M. Asrilant.
Pablo Viglioglia, formado en esta escuela, alcanzó la jefatura del Hospital Álvarez y
la jerarquía de profesor titular. Dotado del privilegio de aunar a su vasto conocimiento
clínico el poder leer y diagnosticar preparados histopatológicos, su amplio saber está re-
flejado en numerosos libros y artículos. Con sencillez y autoridad científica exponía sus
clases a las que otorgaba un carácter cordial y afectuoso, integrándose fácilmente con el
auditorio.*
Enrique Jonquières, caracterizado por su versatilidad en leprología, trabajaba a su lado.
Miguel A. Mazzini es otro importante dermatólogo de este período. También fue pro-
fesor titular. Elegante, con un aire innato de caballerosidad, modesto y afable, fue jefe
del Hospital Fernández antes de asumir su cátedra en el Ramos Mejía. Su Dermatología
Clínica, escrito en su primera versión con Fernández Blanco y luego de su exclusiva au-
toría (1977), fue la obra obligada de estudio y consulta de los dermatólogos de toda esa
época.
Se producen por entonces distintas circunstancias que marcarían rumbos en el futu-
ro de la Dermatología argentina.
El Dr. Raúl Fleischmajer, discípulo de Kaminsky, se traslada a Estados Unidos e inicia
una trayectoria excepcional hasta alcanzar el profesorado y la jefatura de Dermatología
en el Hospital Mount Sinai de Nueva York. Sus aportes sobre la fisiopatología del coláge-
no y en particular la esclerodermia son de relieve internacional. Visita casi anualmente
la Argentina donde prodiga sus conocimientos. En los Estados Unidos comparte activida-
des con el Dr. León Jaimovich –discípulo de Kaminsky y luego de Pierini–, quien, una vez
de regreso al país, comienza una brillante trayectoria hasta alcanzar el grado de profe-
sor titular.

* Este párrafo ha sido redactado por el Dr. A. Woscoff.

35
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

Arturo Mom concurre también a Estados Unidos donde inicia la investigación derma-
tológica; otro asiduo concurrente es el Prof. Alejandro Cordero. Así comienza la etapa de
“norteamericanización” de la Dermatología argentina que, sin perder la influencia fran-
cesa, toma rumbos más amplios, en especial en fisiopatogenia y terapéutica.
Pedro Horacio Magnin permanece un tiempo en Estados Unidos colaborando en la in-
vestigación con el pionero Stephen Rothman. De vuelta en la Argentina principia una
destacada carrera: sucede a Quiroga y a Mazzini como profesor titular, es presidente du-
rante varios períodos de la Asociación Argentina de Dermatología y dirige durante déca-
das la Revista Argentina de Dermatología. Estudioso apasionado, sus jornadas
comienzan a la madrugada; escribe libros y artículos, investiga diversos tópicos, entre
ellos porfirias y cáncer de piel. Organiza ateneos, jornadas y congresos y forma un nú-
cleo cerrado de discípulos que lo siguen en su tarea. Jefe de los Hospitales Británico y
Ramos Mejía –este último continúa como asiento de la Cátedra–, posee una personalidad
particular, severa y exigente. Imparte sus conocimientos ayudado por una capacidad de
memoria excepcional, pero demanda también una entrega casi total a los que compar-
ten sus tareas. Sucedió a Marcial Quiroga en la Academia Nacional de Medicina.
Alejandro A. Cordero continuó la serie de brillantes maestros. Trabajó con Quiroga,
de cuya cátedra fue adjunto y luego jefe de servicio de los Hospitales Tornú, Rawson y
Clínicas, llegando a ser profesor titular en los dos últimos. Cordero era un ser y un cien-
tífico de excepción. Modesto, afable, protector, fue maestro de numerosos dermatólogos.*
Viajaba de continuo a diversos países del mundo, acompañado por su culta esposa. A la
mañana concurría a centros hospitalarios, por la tarde visitaba la ciudad y sus museos
y al anochecer compartía la comida con los principales dermatólogos del país mientras...
seguía hablando de Dermatología. En los congresos, a la manera de un aplicado alum-
no, anotaba en un cuadernito todo lo visto y oído que a su regreso y con gran generosi-
dad comunicaba en sus clases. Las principales sociedades dermatológicas del mundo lo
designaron miembro honorario. Como Quiroga, fue miembro de la Liga Dermatológica
Internacional. Su memoria es perpetuada por todos los que lo conocimos.
Las cátedras. En los años que transcurrieron entre Pierini y Quiroga no hubo con-
cursos. Los profesores adjuntos ya designados ocupaban interinamente el cargo de titu-
lar durante un año; ello motivó que notables dermatólogos no pudieran concursar para
el cargo de profesor titular.
Normalizada la situación después de más de una década, llegan a ser designados pro-
fesores titulares Cordero y Magnin. Al retirarse por razones de edad (en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires el límite son los 65 años) le suceden Viglio-
glia y Jaimovich por un corto período. Se amplía el número de cátedras a cuatro y asu-
men Alberto Woscoff, Ana Kaminsky, Hugo Cabrera y Carlos Kaminsky –este último
tempranamente fallecido.
Ana Kaminsky, de reconocida trayectoria internacional, es designada, como antes
Quiroga y Cordero, miembro de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas, con
lo cual la Argentina tiene su representante; ha sido invitada por numerosos países a dic-
tar conferencias y es honrada en ellos como Miembro de Honor.
Hugo Cabrera, formado con Gatti y Cardama, se desempeñó como jefe en el Hospital
Posadas y luego en el Hospital de Clínicas donde instaló su cátedra. De amplísimos cono-
cimientos dermatológicos, ha publicado numerosos trabajos, en muchos de los cuales ha
descrito patologías inéditas en el país. Se destaca su libro Nevos, escrito en colaboración
con Sandra García, y que es obra de consulta obligada en el tema.
Alberto Woscoff fue profesor titular y jefe en el Hospital de Clínicas, además de profesor
consultor de la Armada Argentina y jefe de servicio del Hospital Naval Pedro Mallo.

* Entre los que me cuento (AW).

36
Historia de la Dermatología argentina

Previamente ejerció la jefatura del Hospital Durand. Entre su abundante producción


científica cabe mencionar Orientación Dermatológica en Medicina Interna, texto de con-
sulta y estudio para el pregrado y posgrado inmediato (con los Drs. A. Kaminsky, M. Ma-
rini y M. Allevato) y Principios de Inmunodermatología (con los Drs. P. Troielli y M. Label)
completa obra de este género en español. Fundó y fue director, durante una década, de
Dermatología Argentina, órgano oficial de la SAD.
Llegada la hora de su retiro, la Universidad de Buenos Aires designó Profesores Emé-
ritos a los Drs. Viglioglia y Cordero y Profesores Consultos Titulares a los Drs. Alberto
Woscoff y Ana Kaminsky.
En la actualidad (2004) continúa como titular el Dr. Cabrera. En las cuatro cátedras
se cubre por riguroso concurso el cargo de titular, para lo cual han sido designados Mer-
cedes Hassan en el Hospital Ramos Mejía, Edgardo Chouela en el Argerich y Mario Ma-
rini en el Británico. Los tres cuentan con calificados antecedentes y su laboriosidad e
inteligencia permiten vaticinar que conservarán e incrementarán el prestigio de la Der-
matología argentina.

Asociación Argentina de Dermatología (AAD)


Figura 12. Prof.
Reúne a la mayoría de los integrantes de los servicios hospitalarios porteños, con una L. M. Baliña
intensa actividad científica y societaria, reflejada en la Revista Argentina de Dermatolo-
gía. Realiza reuniones que cuentan con una numerosa concurrencia del interior y del ex-
tranjero. Anualmente organiza el Congreso Argentino de Dermatología en diversas
provincias del interior. Durante la presidencia de Magnin trasladó su tradicional sede del
Hospital Ramos Mejía a una propia, con biblioteca y salón de conferencias.
Sus presidentes fueron los Drs. M. A. Mazzini (1950), G. Basombrio (1952), F. Nous-
sittou (1953), R. Garzón (p) (1955), A. Cordero (1957-58), A. Kaminsky (1959-60), J. L.
Carrera (1961-62), F. Ambrosetti (1963-64), E. Jonquières (1965-66), M. I. Quiroga
(1967-68), R. N. Corti (1968-71), M. A. Mazzini (1972-1975), P. Viglioglia (1976-77), M.
Seoane (1978-79), P. Magnin (1980-81), J. E. Cardama(1982-83), N. Sánchez Caballero
(1984-85), L. M. Baliña (1986-87) (figura 12), P. Magnin (1988-89), C. Parra (1989-1991),
M. Marini (1992), P. Magnin (1993–95), L. Valle (1995-2004), J. L. Iribas (desde 2004).

Sociedad Argentina de Dermatología (SAD)


Figura 13. Prof.
Hasta 1973 efectuaba sesiones mensuales teóricas para graduados en la sede de la D. Grinspan
Asociación Médica Argentina. Sus adherentes no eran numerosos y la presidencia era
ocupada alternadamente entre pocos profesionales. Agrupaba mayoritariamente a los
discípulos de Kaminsky y Pierini.
Bajo la presidencia de Abulafia (1973-74) se modifica sustancialmente la Sociedad.
Una nueva y moderna organización, junto con la sucesión de reuniones y congresos, mo-
tivan la incorporación de numerosos dermatólogos. A partir de esta época ocuparon la
presidencia A. Casalá (1975-76), O. Mángano (1977-78), D. Grinspan (1979-80) (figura
13), A. Cordero (1981-82), J. C. Gatti (1983-84) (figura 14), S. Stringa (1985-86), J. E.
Cardama (1987-88), A. Woscoff (1989-90), H. N. Cabrera (1991-92), H. G. Crespi
(1993-94), Ana Kaminsky (1995-96), A. Cordero (1997-98), C. F. Gatti (1999-2000), M.
Larralde (2001-2002 ), H. Cabo (2003-2004), E. Saraceno (desde 2005).
Sus congresos se efectúan cada dos años en distintas ciudades de las provincias y en
Buenos Aires. En 1995 comenzó a editar su órgano oficial, Dermatología Argentina, con
la dirección de Alberto Woscoff (actual Director Honorario) y a partir de 2004, de Lilia-
na Olivares. Figura 14. Prof.
Durante algunos años la AAD y la SAD trabajaron en conjunto, realizando reuniones J. C. Gatti
comunes. La integración más significativa fue la Comisión Mixta de Enseñanza Dermato-

37
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

lógica (COMEDE). Existían anteriormente cuatro cursos de posgrado de especialización


dermatológica con contenidos y exigencias disímiles; estaban a cargo de León Jaimovich
(por la Sociedad) Pedro Magnin (por la Asociación), Fernando Stengel y Hugo Cabrera.
Los cuatro resignaron sus cursos a favor del COMEDE, inaugurado bajo la presidencia de
Mario Marini en la Asociación, Alberto Woscoff en la Sociedad y con Luis Ferreira como
decano de la Facultad de Medicina. El curso, reconocido por la Universidad de Buenos Ai-
res, tenía una duración de tres años y expedía el titulo de Especialista Universitario en
Dermatología. En su dirección se alternaban anualmente un representante de la AAD y
uno de la SAD. Al cabo de diez años la AAD se retiró del COMEDE, creando un curso pro-
pio. Pero la experiencia de la labor conjunta de ambas agrupaciones despertó el anhelo
de una única agrupación, sobre todo entre los dermatólogos jóvenes.

■ La6.federalización
La federalización dede la Dermatología
la Dermatología argentina argentina

Al comenzar la actividad dermatológica en la Argentina, la mayoría de los dermató-


logos ejercía en la ciudad de Buenos Aires. Con el tiempo, en las provincias se ha ido de-
sarrollando una intensa y fructífera actividad científica, con centros de gran jerarquía
instalados por lo general en las cátedras de la especialidad.

La Dermatología en Córdoba

Sus inicios datan del siglo XIX. En 1889 se crea la primera cátedra de la especialidad
en la Argentina (anterior a la de Buenos Aires) con sede en el Hospital de Clínicas. Su
primer profesor fue Hugo Stemphelman, sucedido por Manuel Freyre, Tomás Garzón,
Rafael Garzón (padre), Ramón Argüello (interino), Luis Argüello Pitt, Enrique Tello y Ra-
fael Garzón (hijo).
La labor del Dr. Garzón (h), designado en 1983, es de mucho valor, lo mismo que sus
publicaciones y sus contribuciones científicas a congresos y cursos, en los cuales ha da-
do gran proyección a la cirugía dermatológica. Ha editado varios libros para pregrado,
a la vez que ha escrito artículos y libros con gran relevancia para la historia de la Der-
matología argentina.
En 1975 se crea la segunda cátedra con sede en el Hospital Córdoba; sus profesores
fueron Ignacio Segundo Toledo y Augusto Magnani. La tercera cátedra, creada en el mis-
mo año en el Hospital San Roque, tuvo como profesores a Pedro Guillot y luego a la Dra.
Belia de Oviedo.
La Universidad Católica de Córdoba fue dirigida por Ignacio Toledo y luego por Carlos
Consigli. Constituye uno de los centros privados más prestigiosos del país. Tanto Car-
los Consigli como su hermano Javier son notables dermatólogos y leprólogos que han
efectuado importantes aportes a la especialidad.
Córdoba se destaca particularmente en dos temas: la lepra y el hidroarsenicismo cró-
nico regional endémico (HACRE). En el primer caso, hay que mencionar la existencia de
un lazareto ya en el año 1621; otro es fundado en 1884; en 1939 se inaugura en San Fran-
cisco del Chañar el sanatorio J. J. Puente y el dispensario Prof. Guillermo Basombrío, mo-
delos en su género. Se destacaron en este campo Luis Argüello Pitt y Carlos Consigli.
El HACRE es descrito meticulosamente por Ramón Argüello y Enrique Tello. Este úl-
timo es autor del libro HACRE, referencia obligada en el tema. Estos estudios son conti-
nuados en Salta por Roberto Biagini, quien precisa su epidemiología y la vinculación con
el carcinoma visceral.
La Reunión Dermatológica de Córdoba tiene más de medio siglo de existencia y ha si-
do presidida por los dermatólogos cordobeses más notables, entre los cuales se destacan
en la actualidad Miguel A. Orozco, Luis Flores González y Alejandro Ruiz Lascano.

38
Historia de la Dermatología argentina

La Dermatología en Rosario (Santa Fe)

En el año 1922 se crea en la Universidad Nacional del Litoral la cátedra de Dermato-


logía; su primer profesor es Enrique Fidanza, de sólo 38 años pero con una amplia ex-
periencia adquirida en Buenos Aires y Europa. Inicia sus actividades en el Hospital
Italiano y luego traslada la cátedra al tradicional Hospital Centenario de la Universidad
Nacional del Litoral. Forma, entre otros, a José María Fernández, Salomón Schujman,
Alberto Nudenberg, Francisco Carrillo y Amadeo Campos. Lo sucedieron en la cátedra J.
M. Fernández, E. Carboni, V. Pecoraro y B. Nudenberg.
En la Dermatología rosarina existieron profesionales de relieve internacional.
José María Fernández queda grabado en la Dermatología mundial por ser autor de la
reacción en lepra que lleva su nombre, así como por su decisiva participación en la cla-
sificación sudamericana de la lepra (La Habana, 1948) y la utilización de la BCG en la
profilaxis de la enfermedad.
Salomón Schujman acompaña a J. M. Fernández en sus investigaciones sobre lepra.
Fundamenta la forma polar tuberculoide y es, al decir del brasileño Rabello, “el prime-
ro que caracterizó la fisiopatogenia de la enfermedad”. Su fama trasciende las fronteras;
como ejemplo baste decir que en 1957 fue invitado durante un año a dar cursos de le-
prología en China, donde formó discípulos que siguen sus concepciones.
Alberto Nudenberg, perfeccionado en Francia y Alemania, se dedica con ahínco a la ve-
nereología. Al regresar de su etapa de formación, dirige y legisla sobre la materia, con una
labor incesante e inalterable a pesar de los poderosos intereses que se movían tras la pros-
titución. Al promulgarse la Ley Nacional de profilaxis antivenérea se estableció que “Rosa-
rio era la ciudad mejor preparada en el país por su conocimiento de esas plagas sociales”.
Vicente Pecoraro, así como J. M. Barman e I. Astore, se destacan en el estudio del pe-
lo, anexo poco estudiado hasta entonces. El primero inventa un microscopio original y
desarrolla la técnica del tricograma, empleada en la actualidad a nivel mundial. La mi-
nuciosidad de sus observaciones permanece inalterable.
Bernardo Nudenberg, profesor titular desde 1983, imprime a la cátedra una nueva
orientación, destinada a integrar la Dermatología como un capítulo importante de la Clí-
nica Médica. Publica estudios sobre esclerodermia y mucinosis. Es invitado obligado de
todos los congresos nacionales y asiste y participa activamente en las principales reunio-
nes internacionales. De fina sensibilidad, escribe libros de relatos y poesía que son elo-
giados por la crítica literaria.
Ramón Fernández Bussy, perfeccionado en Europa, se destaca en sus estudios sobre
inmunología. Gravita en las sociedades dermatológicas de Buenos Aires y Rosario y es
autor de diversas obras y organizador de numerosos cursos. Dirige el curso de especia-
listas en Dermatología de la Universidad Nacional de Rosario. Otras figuras destacadas
son Augusto Mercau, Fernando Feijóo, Sebastián González del Cerro, Carlos Lurati, Ri-
cardo Arpini, y en dermopatología, Augusto Serial y Juan Monti. La Asociación Derma-
tológica, filial de la Asociación Argentina de Dermatología, fue creada en 1935 y
presidida entre otros por Edgard Romano Boix. Actualmente es Sección de la Sociedad
Argentina de Dermatología.

La Dermatología en Mendoza

Los primeros dermatólogos que ejercieron en Mendoza en los años 30 fueron Everar-
do Godoy y León Boaknin, a quienes se sumó en 1939 el Prof. Gerónimo López González.
La labor asistencial se desarrollaba en los hospitales Central y Luis Lagomaggiore.
En 1950 se funda en Mendoza la Facultad de Ciencias Médicas, dependiente de la Uni-
versidad Nacional de Cuyo, y se contrata a Joao Ferreyra Márquez, de Portugal, como
profesor titular de Dermatología. En 1965 es sucedido por Gerónimo López González y

39
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

luego por Sebastián Pons, Alberto Torres Cortijo (como interino) y en 1987, por Cristóbal
Parra. La escuela mendocina ha descollado por la importancia de sus contribuciones y
el prestigio de sus integrantes.
Gerónimo López González identificó el prurigo solar. Sebastián Pons fue, además de
profesor titular, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de
Cuyo; entre su prolífica producción cabe mencionar el trabajo “Manifestaciones cutáneas
de la enfermedad de Chagas”.
Alberto Torres Cortijo, formado en España con Gómez Orbaneja y en Buenos Aires
con Pierini y Borda, se dedica con ahínco a la criocirugía. Es notable su trabajo “Acro-
patía úlcero-mutilante de Bureau y Barrière. Estudio de ciento cincuenta casos. Su aso-
ciación con pelagra”.
En 1986 es designado profesor titular el Dr. Cristóbal Parra. Su trayectoria se distin-
gue por la cantidad y calidad de trabajos originales, publicados por las más calificadas
revistas norteamericanas y europeas. Introduce el conocimiento de la Dermatología ar-
gentina en Alemania, país donde se perfeccionó. Varios de sus trabajos se publican en
alemán, idioma que habla y escribe a la perfección.
Se distinguen en esta escuela Elías Bittar, Olga Bocanegra, José F. Leonforte, Emilce Ri-
varola, Narciso Driban y dos brillantes dermatólogas integrantes de la familia Parra: Néli-
da Pizzi de Parra, que se destaca en Dermatología Pediátrica, y Viviana Parra de Cantú.
La histopatología estuvo a cargo de Aníbal Ortiz Medina, discípulo de Abulafia y co-
autor de varias publicaciones nacionales e internacionales.
Además de la Facultad Nacional de Cuyo, fundada en 1950, existen dos facultades
privadas: la Facultad de Ciencias Médicas del Aconcagua, fundada en 1997, y la Facul-
tad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Mendoza, en 1998.
Las asociaciones dermatológicas locales son la filial Cuyo de la Asociación Argentina
de Dermatología (1958), la primera sección de la Sociedad Argentina de Dermatología y
el Ateneo de Dermatología “Profesor Joao Ferreira-Marques” (1966).

La Dermatología en La Plata (Provincia de Buenos Aires)

Comenzó en 1918 con el Dr. Emilio Cortelezzi quien fue el primer profesor titular de
la cátedra de Dermatología, creada en 1930. Lo suceden Nicolás Greco, Ernesto L. Othaz
y Alcides Conti, entre otros. Fue la época de mayor trascendencia de la Dermatología pla-
tense. Luego son nombrados profesores titulares Jorge Cueto, Juan Fuertes (interino),
Flora Stoichevich y Raúl E. Balsa, quien poseía un conocimiento enciclopédico y dejó a
la posteridad un voluminoso Manual de Dermatología Clínica (1998).
Roberto Castelleto es un anatomopatólogo de destacada actividad.
En 1973 se inicia la Sociedad de Dermatología de La Plata –luego filial de la Sociedad
Argentina de Dermatología–, presidida por L. T. Mirande, Stella Maris Ingrata y Luis H.
Pedemonte.

La Dermatología en Tucumán

Norberto Olmos Castro y Pascual B. Arcuri incorporaron a la leprología la lectura de


la leprominoreacción que lleva su nombre. En la Facultad de Medicina fue profesor titu-
lar Luis Vallejo y Vallejo, sucedido por Eudoro H. de los Ríos –a cuya escuela pertenecen
la mayoría de los dermatólogos tucumanos–, quien aportó interesantes conocimientos en
micosis profundas.
En el estudio de las patologías regionales se destacan Ana María Lorenz, N. Cartage-
na, L. Iturre de Aguirre y Ben Ami Alperovich. Desde el año 1970 existe la Agrupación
Dermatológica de Tucumán –filial de la Asociación Argentina de Dermatología– y la filial
de la Sociedad Argentina de Dermatología.

40
Historia de la Dermatología argentina

La Dermatología en el Nordeste

En el Chaco trabajó ardua e ininterrumpidamente en el campo de la lepra Manuel Gi-


ménez (padre). Su apasionada lucha contra la epidemia está reflejada en las institucio-
nes y dispensarios creados por su iniciativa.
Fueron profesores titulares Manuel Iglesias y Félix Scappini. Cuando se crea la Uni-
versidad Nacional del Nordeste es designado Manuel Giménez (h) quien imprime a su cá-
tedra una incesante actividad de investigación y estudio que lo destacan entre los
profesores de las recientes generaciones.

Otros centros dermatológicos relevantes

En Salta fueron importantes dermatólogos Andrés Cornejo y luego Roberto Biagini,


quien aportó trascendentales conocimientos epidemiológicos y clínicos sobre el estudio y
difusión del HACRE y la tuberculosis cutánea.
En Entre Ríos el primer dermatólogo fue José Maria Roque D´Angelo (1943). En 1985
Abraham Man se convierte en la figura más notable de la Dermatología del Litoral y for-
ma especialistas en Entre Ríos –sede del Hospital cuya Jefatura ejerce–, Corrientes y Mi-
siones. Es uno de los más destacados representantes de la escuela de Borda.
Desempeñó en varios períodos importantes cargos en la Sociedad Argentina de Derma-
tología de Buenos Aires. La Unidad Docente de Paraná, dependiente de la Universidad
Nacional de Rosario, comienza a funcionar en 1991, siendo designado como docente
responsable el Dr. Abraham F. Man y como jefes de Trabajos Prácticos los Drs. Rubén
Ruberto y Diana Mauro.
En diciembre de 1978 se funda la Asociación de Dermatología del Centro del Litoral,
con la presidencia del Dr. Ricardo Cusanelli y la participación de profesionales de Santa
Fe, este de Córdoba y Entre Ríos. Bajo la presidencia del Dr. Alejandro Campos Carlés
esta Asociación se incorpora a la Sociedad Argentina de Dermatología.
Entre los numerosos encuentros científicos que se realizan en la región cabe destacar
la reunión anual “Prof. Dr. José M. Fernández”, integrada por Entre Ríos, Santa Fe y Cór-
doba. Las IV Jornadas Internacionales de Dermatología Pediátrica, con sede en Paraná,
fueron encabezadas por Susana Block, Diana Mauro, Analía Svartz y Carlos Cargniel.
En Mar del Plata, donde la especialidad está estrechamente vinculada con la Derma-
tología porteña, se destacaron Raúl Rodeiro, Juan F. Caino, Carlos Cancio, Carlos de Na-
tale. Actualmente son figuras de referencia Carlota Jaimovich, Jorge Brusco, Alfredo
Amdur y Jorge Clara.
El Hospital Regional de Mar del Plata tiene un elevado nivel académico y la ciudad es
con frecuencia sede de Congresos nacionales e internacionales.

Actividad internacional ■ La actividad internacional


Durante muchos años fueron clásicas las Jornadas Rioplatenses de Dermatología, que
agrupaban anualmente a dermatólogos de Argentina y Uruguay, alternándose como se-
des cada uno de los países; se realizaron bajo el estímulo de Bartolomé Vignale en Uru-
guay y de Quiroga, Mazzini, Pierini y Grinspan en la Argentina.
El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) efectuó en 1963 el V Con-
greso Internacional, con la presidencia de Luis Pierini y la secretaría general de David
Grinspan. El acontecimiento congregó a toda la Dermatología argentina e iberoamerica-
na (figuras 15, 16, 17, 18).
En 2003 Buenos Aires fue sede del XV Congreso del CILAD, en esta oportunidad con
la presidencia de Ana Kaminsky y la secretaría general de Miguel A. Allevato. Asistieron

41
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

Figura 15. V
Congreso Ibero
más de 3.000 dermatólogos, quienes coincidieron en que fue el congreso más brillante y
Latinoamericano de fructífero de los realizados hasta entonces.
Dermatología, En 1973 Sebastião Sampaio, Pablo Viglioglia, Juan Carlos Gatti y Osvaldo Mángano
Buenos Aires, fundaron la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA);
noviembre 1963. en sus comienzos y hasta el 8° Congreso, Argentina y Brasil se alternaban como sedes de
Acto Inaugural la reunión anual. A partir de entonces las sedes se extendieron a los demás países, con-
Figura 16. Asamblea virtiendo a la RADLA en el más significativo congreso regional, tanto por la calidad de
Ordinaria del CILAD su labor científica como por la cantidad de asistentes. En 2005 en la reunión de Buenos
Figura 17. Aires fue presidente el Dr. Edgardo Chouela, bajo cuya decidida y ardua gestión se am-
Presentación de plió el espectro de países intervinientes a Colombia, Venezuela, Ecuador y México; se
enfermos en el prevé la próxima incorporación de la colectividad hispanohablante de Estados Unidos.
Hospital Rawson También se efectuaron reuniones internacionales de leprología bajo la dirección de
Figura 18. Tema Gatti y Cardama; el Congreso Mundial de Cáncer Cutáneo con la presidencia de León Jai-
Oficial Cáncer movich y secretaría de Fernando Stengel; periódicamente se realizan reuniones interna-
cutáneo. Relatores: cionales de Dermatología Pediátrica.
Prof. Jorge Abulafia Estos significativos antecedentes justifican y anticipan el brillo del Congreso Mundial
(2º desde la derecha) de Dermatología que, con la presidencia de Ricardo Galimberti y la secretaría de Adrián
y David Grispan (3º M. Pierini, se efectuará en Buenos Aires en el año 2007.
desde la derecha)
La Asociación Argentina de Dermatología y la Sociedad Argentina de Dermatología
son instituciones representativas de toda la República Argentina.
En un principio la labor dermatológica estaba centralizada en Buenos Aires; más ade-
lante, reconociéndose la capacidad y prestigio de los dermatólogos de las distintas provin-
cias, se comienzan a establecer filiales y secciones. Las secciones de la Sociedad
Argentina de Dermatología, que agrupa a más de 2.500 dermatólogos, son las de Bahía
Blanca, Provincia de Buenos Aires, Comahue, Córdoba, Corrientes, Chaco, Chubut, Jujuy,
La Plata, Litoral, Mar del Plata, Mendoza, Misiones, Rosario, Salta, San Juan, Santiago del
Estero y Tucumán; son delegaciones Catamarca, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
La Sociedad Argentina de Leprología también forma parte de la SAD.

42
Historia de la Dermatología argentina

Las distintas subespecialidades ■ Las distintas subespecialidades


Dermatopatología. En un principio ejercida sólo por Pablo Box y Eugenio Forman,
amplía el número de sus especialistas a partir de la actuación de Jorge Abulafia, maestro
de futuras generaciones. José G. Casas, especialista de renombre internacional, es profe-
sor titular de Patología de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y presidente de la In-
ternational Academy of Pathology, regional americana. Otros reconocidos patólogos son
Roberto G. Schroh, Oscar Bianchi, Ignacio Calb, Maria Cristina Kien, Gabriel Magariños,
Graciela Sánchez, Eduardo Lacentre, Alicia Kowalczuk, Javier Anaya, Alberto Carril y Os-
car Sanguinetti. En Rosario, Jorge Monti y Adriana Bergero; en La Plata, Roberto Caste-
lleto y Jorge Cueto (h). En Mendoza, Aníbal Ortiz Medina. En Salta, Susana Romero.
La Sociedad Argentina de Dermopatología (SADEPA) efectúa cursos y reuniones pe-
riódicas, a las que invita a dermopatólogos del exterior. La Sociedad Argentina de Der-
matología dicta el Curso Bianual de Dermatología Óptica Básica, bajo la dirección de
Oscar Bianchi y Roberto Schroh.
Dermatología Pediátrica. Algunas figuras sobresalientes: el Prof. Héctor Crespi, de
gran seriedad y prestigio; Dagoberto Pierini (figura 19), Maestro de la especialidad;
Adrián M. Pierini, Presidente del Vll Congreso Internacional de Dermatología Pediátrica;
Margarita Larralde de Luna (próxima presidenta del Congreso Latinoamericano de Der-
matología Pediátrica); Rita García Díaz, José A. Massimo; Silvia Pueyo, Zulema Piccone,
Nélida Pizzi de Parra, Jorge Laffargue, entre otros.
En diciembre de 1989 se funda la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica,
que luego sería la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica (ASADEPE).
En la actualidad se dicta un Curso Universitario de Dermatología Pediátrica que otor-
ga el respectivo título, a cargo de J. A. Mássimo, M. Larralde, A. M. Pierini y L. Valle.
Figura 19. Prof.
Cirugía dermatológica. Cobra un decidido impulso con el Prof. Norberto Grinspan
Dagoberto Pierini
Bozza, fundador de la Sociedad de Cirugía Dermatológica. Cuenta con competentes ciru-
janos dermatológicos como Abel González (experto en cirugía de Mohs), Rafael Garzón,
Horacio Costa Córdova, Daniel Ballesteros, Gilberto González Rescigno. El Curso Anual
de Cirugía Dermatológica y Estética de la Sociedad Argentina de Dermatología tiene co-
mo directores a Horacio Costa Córdova, Eduardo De Carli y Lidia Inés Villalba.
Estomatología. Como ya se señaló, tuvo como iniciador a David Grinspan, cuyo mo-
numental tratado cubre todas las facetas de la especialidad. Son sus continuadores José
Kriner, Samuel Blaustein, Julio Díaz, S. Belin, E. Mc Adden, Graciela Fernández Blanco
y Silvina González.
Cosmiatría. Iniciada en la Argentina bajo el estímulo del Prof. Aarón Kaminsky, asu-
mió relieve internacional. Se realizan en el país frecuentes cursos de la especialidad a
los que asiste un gran número de dermatólogos latinoamericanos. Entre sus figuras no-
tables están Alejandro Cordero (h), Ana Kaminsky, Graciela Cuomo, Rosa Flom. En cada
servicio de Dermatología existe una sección de dermatocosmiatría a cargo de un jefe der-
matólogo y con personal técnico en cosmiatría (antes cosmetólogas). Hay sociedades de
la especialidad que cuidan y mejoran los aspectos éticos de la práctica. Son clásicos los
libros Cosmetología Dermatológica Práctica, de M. I. Quiroga y C. F. Guillot (1973) y Cos-
miatría de P. Viglioglia y J. Rubin.
Leprología. Su historia es paralela a la de la Dermatología. Según algunas teorías, la
lepra fue introducida en América por los descubridores y los primeros conquistadores,
quienes probablemente alistaron como soldados y navegantes a algunos enfermos. Otro
factor que contribuyó a la expansión de esta enfermedad en el continente fue el comer-
cio de esclavos negros traídos de África desde principios del siglo XVI. En la Argentina
la llegada de esclavos fue más limitada, por lo cual es probable que la enfermedad in-
gresara en el país proveniente de zonas vecinas, como Paraguay, Brasil y Perú.
En 1760 se toma conocimiento en Buenos Aires de los primeros pacientes, que son

43
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

retirados de la ciudad y enviados a Lima. En 1792 el protomédico Manuel Rodríguez rea-


liza el primer reconocimiento de un foco de cuatro pacientes de lepra en Santa Fe. De-
bido a las guerras de la Independencia los focos se diseminan hacia el noreste, noroeste
y región pampeana . En 1883 se funda la Casa de Aislamiento (actual Hospital Muñiz)
donde ese mismo año ingresa el primer enfermo de lepra. La atención de estos pacien-
tes estuvo a cargo del Prof. Aberastury y del Dr. Farini. En 1903 se realiza la primera
Conferencia Nacional de la Lepra. En 1926 se vota en el Congreso la Ley de Profilaxis
Antileprosa que redactara el Prof. Aberastury y defendiera con perseverancia el Prof. P.
Baliña. Entre 1927 y 1929 se lleva a cabo el primer censo de enfermos de lepra, que
arroja un total de 2.300 enfermos. En 1930 se funda en el Hospital Muñiz el Patronato
del Enfermo de Lepra de la República Argentina. En años subsiguientes se inauguran
una serie de sanatorios-colonia en Posadas (Misiones), isla del Cerrito (Corrientes) y San
Francisco del Chañar (Córdoba). En 1941 se crea un sanatorio-colonia en General Rodrí-
guez (Pcia. de Buenos Aires) y en 1948 otro en Diamante (Entre Ríos). En 1929 el Prof.
Fidanza con sus discípulos J. Fernández y S. Schujman organizan el servicio de Leprolo-
gía en Rosario que en 1946, durante la Segunda Conferencia Panamericana de Leprolo-
gía realizada en Río de Janeiro, fue encargado de preparar la lepromina standard.
Posteriormente se destacaron Eduardo Carboni y Augusto Mercau.
En agosto de 1954 se reunieron en Asamblea en la sede de la Asociación Médica Argen-
tina –en la ciudad de Buenos Aires– un grupo de 41 médicos interesados en la leprología
para fundar la Sociedad Argentina de Leprología (SAL). La primera Comisión Directiva,
presidida por J. M. Fernández, estaba integrada por L. Llano, E. Capurro, G. Basombrío, F.
Wilkinson, S. Schujman y L. Argüello Pitt. Entre los fundadores figuraban ilustres leprólo-
gos como P. Arcuri, L. M. Baliña, E. Carboni, J. E. Cardama, C. Consigli, J. C. Gatti, M. Gi-
ménez, E. Jonquières, R. Manzi, A. Mercau, H. Sánchez Caballero, J. Scappini, A. Serial y
E. Tello, entre otros.
El órgano oficial de la sociedad fue la revista Leprología, fundada en enero de 1956
y editada durante veinte años. Luego se interrumpió su edición por razones económicas.
A partir de mayo de 1988, por decisión de una Asamblea Extraordinaria, la SAL pasó a
ser una sección de la Sociedad Argentina de Dermatología.
Los profesores J. C. Gatti y J. E. Cardama publicaron un Tratado de Leprología y L.
M. Baliña el libro Temas de Leprología.
En la actualidad se destacan en esta especialidad R. Valdez, G. Pizzariello, L. Oliva-
res, A. M. San Martín y N. Vaquero.
Micología. Estudiada por Pablo Negroni, que publicó diversos libros sobre la especia-
lidad, es continuada en forma brillante por Ricardo Negroni, figura de consulta interna-
cional. Otros micólogos de sólida formación son Ricardo Galimberti –cuyos aportes
figuran en revistas extranjeras–, Vicente Madeo, Susana Carabelli y Leonardo Amante.
Criocirugía. Tuvo cultores destacados como E. Turjansky y G. Stolar quienes escribie-
ron un libro de consulta obligada. Otros pioneros fueron Alberto Torres Cortijo, Carlos Ka-
minsky y en la actualidad Luis Sevinsky y Eduardo Rodríguez. La Sociedad Argentina de
Criocirugía efectúa reuniones periódicas en la sede de la Asociación Médica Argentina.
Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). Durante más de 20 años los países latinoa-
mericanos fueron miembros de la Unión Latinoamericana de Enfermedades de Transmisión
Sexual (ULACETS), fundada por Brasil y Argentina, la cual desarrolló una intensa labor en
el control de distintas dermatosis vinculadas. Entre sus presidentes se contaron los argen-
tinos Alberto Woscoff, Juan Carlos Flichman y Mario Ambrona. Actualmente la Unión Ar-
gentina contra las ETS (UACETS) está integrada por Ricardo Casco, Alcira Bermejo, Mario
Oxilia y Luis Belli. UACETS promovió que la Organización Sanitaria Panamericana reconociera
a la sífilis congénita como una de las patologías prioritarias en América. Los libros de refe-
rencia del tema son el Tratado de Venereología, de Viglioglia y colaboradores, ETS y SIDA
de P. Viglioglia y A. Woscoff y Las ETS en tiempos del SIDA de M. Marini y M. Oxilia.

44
Historia de la Dermatología argentina

En la actualidad, las ETS siguen constituyendo un grave problema sanitario en las


provincias que cuentan con profesionales y servicios dedicados al tema.
Fototerapia. En el equipamiento terapéutico de numerosos servicios se cuenta con
aparatos de PUVA y UVB. Entre los pioneros y docentes destacados de la técnica se en-
cuentran Edgardo Chouela, Fernando Stengel, J. Ubogui y Luis Sevinsky.

Es imposible, sin exponerse a un imperdonable olvido, mencionar a todos los profesiona-


les que estudian y se destacan en las distintas patologías. Mencionaremos a algunos como
Horacio Cabo, en diabetes y piel, Esteban Saraceno en Medicina Interna y Piel, Sergio y Os-
valdo Stringa, Patricia Troielli, Maria Bibiana Leroux y Cristina Pascutto en colagenopatías.
La Sociedad Argentina de Dermatología y la Fundación del Cáncer de Piel, presidida
por Fernando Stengel, organizan campañas anuales nacionales de control de la enfer-
medad, cuyos resultados son analizados y sirven de guía en otros países que emprenden
la misma tarea.

Revistas de la especialidad ■ Revistas de la especialidad

Hay cuatro revistas de aparición periódica en nuestro país (figuras 20-23):


• Revista Argentina de Dermatología, órgano oficial de la Asociación Argentina de
Dermatología, data de 1908; sus últimos directores son P. Magnin, J. Abulafia, L. Valle,
N. Gotlib y A. Palacios.
• Archivos Argentinos de Dermatología, iniciada en 1951 y dirigida sucesivamente
por Luis Pierini, Dagoberto Pierini, Santiago Mosto, Adrián Pierini, Fernando Stengel y
Andrés Politi.
• Dermatología Argentina, órgano oficial de la Sociedad Argentina de Dermatología,
fundada en 1994 y dirigida por Alberto Woscoff (Director Honorario) y Liliana Olivares.
• Actualizaciones terapéuticas dermatológicas, dirigida y editada por León Jaimovich
y Miguel Allevato; tiene gran predicamento en Latinoamérica y cubre con criterio actua-
lizado la faceta terapéutica de la especialidad.

Figura 20. Revista


Argentina de
Dermatología
Figura 21. Archivos
Argentinos de
Dermatología
Figura 22.
Dermatología
Argentina
Figura 23.
Actualizaciones
Terapéuticas
Dermatológicas

Libros de la especialidad ■ Libros de la especialidad


• Dermatomicosis. P. Negroni, 1942.
• Micosis cutáneas y viscerales. P. Negroni, 1944, 1961.

45
PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF

• Dermatología y sifilología. M. Fernández Blanco y M. A. Mazzini, 1945.


• Porfirinas y porfirias. J. M. Borda, 1946.
• Introducción al estudio de la dermatosifilología. L. E. Pierini y M. Quiroga, 1946.
• PH cutáneo. C. F. Guillot, 1949.
• Eczema. M. Quiroga y col., 1949.
• Compendio de Dermatosifilografía. F. Noussitou, A. Cordero y A. M. Mom, 1949.
• Tuberculosis de piel. R. Garzón, 1950.
• Sarcomatosis de Kaposi. D. Grinspan, 1950.
• Rosácea. P. H. Magnin, 1953.
• Dermatomiositis. J. M. Borda y S. Stringa, 1955.
• Dermatología Geriátrica. M. Quiroga, C. F. Guillot y A. Woscoff, 1963.
• Manual de Dermatología. J. C. Gatti y J. E. Cardama (varias ediciones desde 1963 a 1989).
• Historia de la lepra en la Argentina. M. I. Quiroga, 1964
• Porfirias. P. A. Viglioglia y E. F. Saraceno, 1968.
• Sífilis: clínica y laboratorio. P. A. Viglioglia y E. Gaya Noya, 1968.
• Dermatología infantil. A. M. Mom y A. Chouela, 1968.
• Úlceras de pierna. R. Garzón (h), 1969.
• Las hipodermitis. L. E. Pierini, J. Abulafia y S. Wainfeld, 1969.
• Temas de Dermatología. Ts. I a V. P. H. Magnin y col.
• La lepra: pasado y presente. M. Quiroga, 1974.
• Polidisplasia con hipoplasia dérmica focal. P. Magnin, J. G. Casas, M. Marini y E.
Garrido, 1974.
• Dermatología Pediátrica en la práctica clínica. H. G. Crespi, 1978.
• Tumores de piel. P. Magnin y J. G. Casas, 1978.
• Porfirinas y porfirias. A. Batlle, P. Magnin y E. Wider, 1981.
• Urticaria. A. Cordero y A. Woscoff, 1981.
• Las disproteinemias en dermatología. B. Nudenberg, 1982.
• Manifestaciones dermatológicas de enfermedades internas. P. Viglioglia, 1982.
• Terapéutica dermatológica en la infancia. N. A. Vivot y col., l983.
• Dermatología elemental. P. Viglioglia,1985.
• El eccema infantil. A. Cordero y H. G. Crespi, 1985.
• Conceptos prácticos de farmacología dermatológica externa. J. C. Gatti, J. E. Carda-
ma, J G. Machargo y L. Olivares, 1986.
• Terapéutica dermatológica actualizada. L. Jaimovich, 1986.
• Mucinosis. Nuevas aproximaciones a la clínica. B. Nudenberg, 1986.
• Dermatología médico-quirúrgica. R. Garzón (h), 1987.
• Dermatología Pediátrica. A. Cordero y H. G. Crespi, 1987.
• Tumores cutáneos de los tejidos blandos. P. Magnin y R. Schroh, 1989.

Algunos libros del último decenio

• Introducción a la inmunodermatología. A. Woscoff y P. Troielli, 1994.


• Dermatología neonatal y pediátrica. M. Larralde de Luna, 1995.
• Citogenética en el pregrado. R Garzón (h), Savia, Bornetto, 1996.
• Manifestaciones cutáneas de la diabetes. H. Cabo, 1996.
• Ictiosis. Estados ictiosiformes. A. Cordero, 1997.
• Manifestaciones cutáneas de las enfermedades sistémicas. A. Cordero, M. Cobre-
ros, M. Allevato y L. Donati, 1997.
• Nevos. H. Cabrera y S. García, 1998.
• Manual de Dermatología Clínica. R. E. Balsa, 1998.
• Dermatología infantil en la clínica pediátrica. S. Pueyo y J. A. Mássimo, 1999.
• Urticaria. A. Woscoff y P. Troielli, 1999.

46
Historia de la Dermatología argentina

• Atlas Fotográfico de Dermatología. A. Kaminsky y G. Fernández Blanco.


• Dermatoscopía H. A. Cabo.
• Dermatopatología. J. G. Casas, G. Magariños y G. Casas.
• Temas de Dermatología. P. y M. Viglioglia.
• Orientación dermatológica en Medicina Interna. A. Woscoff y A. Kaminsky, 2002.
• Dermatología de Gatti Cardama, H. Cabrera y F. Gatti, 2003.
• Dermatología en Medicina Interna. A. Woscoff, A. Kaminsky, M. Marini y M. Alleva-
to, 2003.
• Principios de inmunodermatología. A. Woscoff, P. Troielli y M. Label, 2004.
• Dermatología en el pregrado. P. Magnin y col. (varias ediciones).
• Manual básico de Dermatología. R. Garzón (4 tomos).

Maestros de la Dermatología argentina (SAD)

Los siguientes profesionales fueron nombrados “Maestros de la Dermatología Argen-


tina” por la Sociedad Argentina de Dermatología: Alejandro A. Cordero, Miguel Ángel
Mazzini, David Grinspan, Pablo A. Viglioglia, Enrique D. Jonquières, Enrique E. Tello,
León Jaimovich, Jorge Abulafia, Vicente Pecoraro, Sergio Stringa, Carlos Consigli, Au-
gusto Casalá, Gerónimo López González, Osvaldo Mangano, Bernardo Nudemberg, Ro-
berto Biagini, Alberto Carvalho, Alberto Woscoff. ■

Septiembre, 2005.

■ Referencias Man A. Referencias


dermatológicas en el Litoral
Parra C, Pizzi de Parra N.
Referencias dermatológicas
bibliográficas [comunicación personal]. en Mendoza [comunicación
Nudenberg B. Tres héroes de la personal].
Grinspan D. Sinopsis histórica de lucha contra la lepra y las
la Dermatología argentina. enfermedades venéreas en
Editado con motivo del 10º Rosario. Edición del autor;
Congreso Argentino de 1985.
Dermatología. Buenos Aires; Olivares L. Historia de la lepra
1990. [comunicación personal].
DERMATOLOGÍA:
ARTE Y CULTURA
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE

Agradecemos la dirección de este trabajo al profesor Dr.


Federico Pérgola

E l concepto de cultura es muy vasto y permite interpretaciones diversas. Si adheri-


mos a la definición de Gordon Childe1 es el conjunto de elementos materiales e inmate-
riales con que el hombre se desenvuelve en la sociedad2. Cada grupo humano posee
pautas propias y únicas que lo caracterizan3.
En la formación del médico es imprescindible la cultura de la libertad espiritual que
privilegie el valor ético antropológico y en la cual tenga primacía el ser. Las humanida-
des médicas (Historia de la Medicina, Lingüística Médica, Antropología Médica, Sociolo-
gía Médica, Ética Médica, Epistemología Médica, Comunicación Médica, Estética
Médica), permiten encuadrar la concepción del hombre en lo sociocultural. A través de
ellas se logra generar el espíritu crítico, la actitud de duda metódica y racional. Este an-
tidogmatismo nos liberará de rasgos negativos como la deshumanización de la medicina
y el reduccionismo biológico4.
En su obra Filosofía y medicina afirma Loudet: “No es impropio hablar de clínica y fi-
losofía. Los grandes médicos de todos los tiempos y todas las escuelas fueron médicos y
filósofos de su ciencia. No contemplaron únicamente los efectos, sino que buscaron las cau-
sas, no se perdieron en el mar movedizo de los síntomas y buscaron la explicación íntima
de los mismos, no fueron recetadores impresionistas, sino prácticos experimentados; no
dejaron de respetar la acción curativa de la propia naturaleza y no la perturbaron con im-
pertinencias terapéuticas; fueron clínicos prudentes antes de ser audaces innovadores”5.

1. La dermatología en la literatura ■ La Dermatología en la literatura


Puede entenderse por arte aquella obra humana que expresa simbólicamente, me-
diante materiales diversos, un aspecto de la realidad entendida estéticamente.
Existen numerosos ejemplos de médicos dermatólogos cuya sensibilidad les inclinó al
cultivo de las artes (música, pintura, literatura, escultura). No se limitaron a la práctica
rutinaria de su profesión sino que, para tratar de entender plenamente la condición hu-
mana, se abocaron a lograr un saber integral. Destacaremos entre todos a Carlos Fede-
rico Guillot y Marcial Quiroga.
Carlos Federico Guillot (1917-1984), brillante dermatólogo, fue miembro fundador
del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología y de las Sociedades Argentinas de
Gerontología y Geriatría, de Antropología e Historia.

49
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE

En Marcial Quiroga (1899-1993) encontramos otro ejemplo de personalidad polifacé-


tica. Destacado dermatólogo, fue profesor titular de la Cátedra de Clínica Dermatosifilo-
gráfica en el Hospital Ramos Mejía (1947-1965). Mereció la designación de miembro de
las Academias Nacionales de Medicina y de la Historia y los doctorados honoris causa de
las Universidades de Madrid y Complutense; fue nombrado Maestro Extraordinario de
Dermatología por la Municipalidad de Buenos Aires en 1965 y Profesor Emérito de la
Universidad de Buenos Aires en 1977.
Como historiador médico destacaremos entre sus obras: Historia de la lepra en la Ar-
gentina; La lepra. Pasado, Presente; Manuel Moreno, biografía; La Academia Nacional
de Medicina de Buenos Aires. Mencionaremos además su libro Paremiología Médica y
otros refranes en la Argentina y la vasta miscelánea Un libro y seis lectores6, 7, 8.
En las últimas décadas se ha producido el incremento del uso de la informática en la
vida cotidiana; ello permite un intercambio mundial interactivo y carente de límites físi-
cos, facilitándose así el manejo de tiempo y espacio. Como señala Marcelo Sosa Ludicis-
sa9, en el mundo virtual de internet se puede acceder a la información de manera
concurrente por distintos medios. Así, por ejemplo, al ver un artículo escrito por un au-
tor puede accederse a información adicional; este interaccionar produce una mayor ca-
pacidad para asociar ideas permitiendo multiplicar la capacidad de aprendizaje. Según
Berlim, en la actualidad “la información es esférica, dinámica, con múltiples puntos de
acceso y de enlace y básicamente cada uno construye su información. El papel es reem-
plazado por imágenes electrónicas transmitidas por telecomunicación”.
El desarrollo de una sociedad informatizada permitirá la construcción de nuevos pa-
trones culturales.

■ La2.medicina
Lamedicina popular.
popular. LosLos curanderos
curanderos y la magia
y la magia

Expresa Pérgola: “Se ignora si la palabra magia se origina en el nombre de una de


las tribus medas llamada magos o bien si procede –etimológicamente así parece– de vie-
jas voces latinas cuyo significado se vincula con la superioridad espiritual”. El autor se-
ñala tres tipos de magia: la teurgia, de forma secreta y religiosa; la magia blanca, que
se aplica al bien, y la magia negra, que recibe la ayuda del demonio10.
Se la interpreta como la creencia de que todo fenómeno natural, como lo es la enfer-
medad, se halla determinado por entidades o fuerzas invisibles y superiores, que pueden
en alguna forma dominarse mediante ceremonias o ritos ejecutados por el hechicero,
mago o chamán (magia blanca).
El chamán es un hombre con capacidad de caer en trance extático (vuelo mágico o
viaje del alma). Es vidente, curandero y maestro de vida.
La formalidad del rito comprende ensalmos, conjuros, encantamientos*, gestos y dan-
zas. Se realizan en lugares especiales de difícil acceso, como fuentes, islas, cimas de
montañas, abismos.
Para la concepción mágica, el medicamento es eficaz por el rito con que se adminis-
tra, por el poder personal del hechicero y por el lugar en donde se lo aplica11. Esta idea
de la medicina es característica de los pueblos naturales, es decir, de aquellas unidades
sociales o tribus de limitados recursos técnicos12. De acuerdo con su interpretación de
la realidad hay cinco mecanismos de la nosogénesis: el hechizo nocivo, la infracción de
un tabú, la penetración mágica de un objeto en el cuerpo, la posesión por un espíritu ma-
ligno y la pérdida del alma.

* Ensalmos: modo supersticioso de curar con palabras mágicas y medicamentos empíricos; conjuros: imprecación o sortilegio
de los hechiceros; encantamiento: acción de encantar, obrar maravillas por arte sobrenatural.

50
Dermatología: arte y cultura

Muchos pueblos naturales han desaparecido por las epidemias que les ocasionó el
choque con otra civilización, las hambrunas, la emigración y la transculturación*.
En nuestro país, los matacos habitaron el territorio del Chaco, donde aún subsisten al-
gunos grupos. Sus hechiceros utilizaban la succión de la zona enferma y simulaban extraer
el mal mediante vómitos, piedras, espinas, insectos o puntas de flecha ocultos en su boca.
Se acompañaban de cantos y bailes. En la herboristería utilizaron el Yetabay o Jalapa; el
jugo obtenido de sus flores se indicaba en afecciones herpéticas y en otras dermatosis.
Los guaraníes pertenecientes al grupo Tupi Guaraní habitaron las islas del Paraná; su
habitat se extendía hasta el Amazonas. Utilizaron la ostra, ita, concha bivalva pulveriza-
da o molida que era espolvoreada sobre heridas o abcesos para acelerar su curación.
La piel del cuervo (urubu) era aplicada sobre las heridas. Para las afecciones vené-
reas tenían la resina de copaiba (Copaifera officinalis o palo de aceite); la zarzaparrilla
(Zarzaparrilla smilaxsifilitica) en cocimiento y maceración en vino, que tiene la propie-
dad de estimular el sudor, también era indicada en sarna.
Con igual finalidad utilizaban la zarza blanca (Bytneria o Punttneria cartagenesis)
mientras que la salvia (Saevia officinalis) era indicada en la reepitelización de úlceras.
Fue muy interesante el empleo del urucú (Bixia orellana); las semillas de este árbol con-
tienen dos colorantes: uno amarillo -la orellina- y otro rojo cinabrio, llamado bixina. Es-
te último, que es insoluble en agua, era aplicado por los aborígenes sobre la piel
combinado con grasas, resinas y ceras para repeler insectos y atemperar la acción de los
rayos ultravioletas. La urucuización era resistente al baño y al sudor.
En la era precolombina el tabaco (Nicotiana tabacum) se usaba en las escabiosis, eri-
sipela y picaduras.
Los mocovíes habitaron desde el Río Bermejo y las fronteras de Tucumán hasta San-
ta Fe. Utilizaron el cebil –perteneciente a la familia de las mimosas–, en forma de em-
paste para las lesiones mutilantes de la lepra.
En el sur de Mendoza, Santa Fe, San Luis, Córdoba y Noroeste de Buenos Aires se ubi-
caron los pampas, quienes emplearon el yang en la terapéutica de las aftas bucales13.
Las formas pretécnicas de la medicina nos han legado algunas prácticas que se incor-
poraron a la medicina popular (folk Medicina).
El empirismo (es decir, el recurrir a un remedio o práctica que en casos similares fue
beneficioso) y la magia se fusionaron en el empleo de algunas drogas que pasaron del
mundo primitivo o natural al “civilizado”. Tales son los ejemplos de la quina, el opio y la
belladona, entre otros11.
El método para inducir la curación empleado por los hechiceros es la sugestión14. El
chamán ocupa una distinguida situación en la esfera social; es respetado por su etnia,
que cree que es conocedor del misterio de la vida y de la muerte y poseedor de la facul-
tad de curar o de producir, a su voluntad, la enfermedad.
La medicina es arte (tekne) cuando quien la ejerce conoce racionalmente qué es la
enfermedad y cuál es el remedio que en cada caso se emplea. Este doble saber se refie-
re al conocimiento, también racional, de la “naturaleza” de la enfermedad y de la cura.
El cambio de paradigma se debe a la genialidad de los médicos griegos, expresado en
un texto de Alcmeon de Crotona hacia el año 500 a.C.11.
A partir del descubrimiento de América se produjo el arribo de médicos europeos que
se ubicaron en los centros más poblados y resultaron escasos para atender las necesida-
des de los pobladores que solían recurrir a los curanderos.
Ésta fue una de las causas que llevó al protomédico Miguel O’Gorman a solicitar al virrey
Vértiz la instauración del Protomedicato del Río de la Plata (1777). El Protomedicato era

* Transculturación: proceso de difusión o de influencia de los rasgos culturales de una sociedad, cuando entra en contacto con
otra que se encuentra bastante menos evolucionada.

51
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE

una institución creada en España y se hallaba a cargo de médicos designados por el rey.
La autorización, otorgada en 1780, sentó las bases de la enseñanza de la ciencia médica
y farmacológica en nuestras tierras.
Yankilevich señala sobre estos funcionarios: “Desempeñaban la triple función de la
dirección de la enseñanza y de los problemas del gobierno en cuestiones de medicina, ci-
rugía y farmacia. Administraban justicia, constituyendo un tribunal especial para casti-
gar faltas y excesos cometidos por los facultativos. Perseguían a los curanderos. Fijaban
los aranceles para exámenes y visitas de boticas”15.
Posteriormente, el 9 de abril de 1822, durante el gobierno del General Martín Rodrí-
guez (1820-1824) se dictó la ley de Arreglo de la Medicina. Contaba con 98 artículos que,
bajo la inspiración de Rivadavia, encuadraba las atribuciones del nuevo tribunal de me-
dicina, que reemplazaría al Protomedicato. Establecía la forma y condiciones de la asis-
tencia médica y de la farmacia y creaba las escuelas respectivas, disponiendo en breves
artículos los procedimientos judiciales de profilaxis e inspecciones sanitarias para pre-
venir la transmisión de las enfermedades infecciosas. Establecía las atribuciones de los
médicos de policía, del puerto y de la campaña. El título IX se ocupaba de la administra-
ción de la vacuna y por el título X se creaba la Academia de Medicina.
El peligro que entraña el curandero reside en que, al desconocer la medicina, recu-
rre a arbitrariedades para convencer a su cliente de que puede curarlo, y su accionar va
acompañado muchas veces de afán de lucro y mesianismo. Todavía en la actualidad, la
escasez de facultativos en relación con la densidad demográfica gravita en la dificultad
de erradicar el curanderismo.
En cuanto a los charlatanes, Nerio Rojas los define como “todo profesional diploma-
do (médico, dentista o partera) que autorizado a ejercer el arte de curar, promete cura-
ción a término fijo o por medios secretos o infalibles”.
El accionar de curanderos y charlatanes se ve favorecido actualmente por la difusión
de anuncios en los medios de comunicación16.
Magrassi y Radovich interpretan que en el éxito de los curanderos es muy importante
“la relación personalizada con su paciente. Esta personalización de la interacción se debe
a que el saber y el lenguaje del curador son casi siempre el saber y el lenguaje del enfer-
mo”. Además, los factores culturales encuentran su correspondencia tanto en la enferme-
dad como en su tratamiento14. Al mismo tiempo, la clandestinidad les otorga un factor
sugestivo que potencia su gravitación en la clientela; la persecución de que son objeto ge-
nera una corriente de simpatía en quienes los consultan.
Existen ciertas condiciones que determinan la idoneidad del curandero, como día y
lugar de nacimiento, herencia familiar y orden de natalidad en el seno de la familia. El
haber nacido en Jueves Santo, la noche de Navidad o el día de San Judas, entre otros
días del santoral cristiano, son marcas favorables.
Intrigaron a Baudouin los resultados positivos que obtenían a veces los curanderos;
dedujo entonces que se debían a su reputación y a las “prácticas bizarras cuya bizarría
y falta de lógica dan la impresión de lo maravilloso y ponen al enfermo en el estado de
emoción que facilita la autosugestión espontánea; en esas condiciones la fe cura”. Este
autor analizó los efectos de la autosugestión en la curación de las verrugas vulgares17.
Un trabajo con los indios apaches efectuado en el estado de Nuevo México permitió a
los investigadores Boyer y Boyer concluir que esa etnia compaginaba en el adulto lo his-
térico y lo compulsivo. Sobre este tipo de personalidad tendría resultados favorables el
hechicero, actuando sobre enfermedades predominantemente psicógenas18.
En 1838 toma consistencia un concepto novedoso al publicar Max Jacobi el artículo
“Nueva disquisición sobre los fundamentos de la medicina psicosomática”. En ese año
aparece la obra del barón Ernesto Von Feuchtersleben titulada Psicología Médica, en la
cual expresa: “El miedo causa especialmente enuresis, diarrea, poluciones, erisipela
y erupciones en los labios; facilita la recepción del contagio y las miasmas; perturba las

52
Dermatología: arte y cultura

crisis y agrava todos los trastornos”. De esta forma se incursiona en la neuroinmunología14.


Para Guerra19, la sugestión interviene en el acto médico en la curación de la enfer-
medad; es el proceso más importante y lo es por el acto en sí. Según Laín Entralgo11 es
en sí mismo todo un sistema terapéutico; tiene valor como vehículo de catarsis.
Se ha registrado el hecho de que en múltiples ocasiones se observa la mejoría del pa-
ciente en forma inmediata al interrogatorio o a las maniobras semiológicas. Por su par-
te Pérgola afirma que “el acto médico encierra todo un contenido ritual que desde la
antigüedad equiparó al médico con dioses, santos, reyes legendarios capaces de curar
con la sola imposición de manos”14.
En un texto posterior este autor expresa que “la presencia del médico es medicina.
Pone en marcha el pensamiento mágico de la autocuración, aspecto inherente a la rela-
ción médico-paciente. ¿Cuál es la clave? El médico clínico en su relación de manteni-
miento –según la clasificación de P. Schneider– está más cerca de su paciente, corre su
propio riesgo, se “funde” con él en las maniobras semiológicas clásicas: observación, pal-
pación, percusión, auscultación. Establece un contacto y ese contacto genera el más ele-
vado sentido de solidaridad. Cuando el paciente aprecia deshumanización en el trato, lo
hace percibiendo la falta de acercamiento semiológico”3.
El mismo autor señala que no debemos asustarnos al comparar médico y hechicero; y
citando a Sigerist agrega que el curandero primitivo es mucho más que el antepasado del
médico moderno: lo es también de la mayoría de nuestras profesiones. “Sabe más que otras
gentes acerca del mundo trascendental, hasta el punto de que tiene poder sobre éste”20.
Robinson21 ha dicho que el candidato a hechicero debía poseer alguna característica
poco común, extraordinaria fuerza o sabiduría, ser deforme o sufrir ataques epilépticos,
tener predisposición para caer en trance, ser torpe en el manejo de las armas, ser ventrí-
locuo, que los mayores hubiesen soñado con él o que sintiera una manifiesta inclinación
a la meditación y los paseos solitarios por el bosque. A veces algún joven con aptitudes
naturales, prefiriendo la ciencia a las cacerías, optaba por enrolarse como alumno de un
curandero renombrado. El estudio era extenso, duro y costoso; era necesario aprender
muchas artimañas, conocer muchas hierbas, infinidad de ritos y un preciso método de ca-
becera. El curandero no podía ser como los demás, debía ser un hombre aparte. Sus ves-
timentas, hábitos y pensamientos tenían que diferenciarse de la generalidad. No podía
compartir la rutina de vida de sus semejantes, siempre tenía que ser un hombre miste-
rioso. A medida que las ceremonias se volvían más complicadas y consagradas por la tra-
dición, el hechicero se iba convirtiendo en el profeta y sacerdote de su gente.

3. Los moldes de cera. La fotografía ■ Los moldes de cera. La fotografía


El 18 de marzo de 1892 se creó la Cátedra de Enfermedades Venéreas y Piel; el pri-
mer profesor titular fue el Dr. Baldomero Sommer, formado en la escuela vienesa –don-
de recibió la enseñanza de Kaposi–, y luego influenciado por la escuela francesa
(Gaucher, Fournier, Darier)6. Su lugar de trabajo fue el Hospital San Roque (actual Ra-
mos Mejía).
Creó el museo de modelados de cera, confeccionados por el maestro Walter S., que
representaban la morfología de enfermedades cutáneas para facilitar su aprendizaje. En
el inventario realizado en 1915 se registraron 116 piezas, entre las cuales se enumeran:
esporotricosis, blastomicosis, picadura de araña, esclerodermia, sífilis, pitiriasis lique-
noide crónica, lepra, liquen, sarcoma de Kaposi, psoriasis, granuloma venéreo. Con fines
pedagógicos utilizaba láminas de atlas dermatológicos22, 23. Asimismo, Sommer reco-
piló fotografías que registraban enfermedades de sus pacientes6. Posteriormente, el pro-
fesor Pedro Baliña enriqueció el material iconográfico de la Primera Cátedra de
Dermatología24.

53
AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE

La técnica fotográfica permitió reconocer objetivamente las dermatosis. En sus ini-


cios, las fotografías se coloreaban manualmente. Sin embargo, fue la fotografía realiza-
da en blanco y negro, que en los comienzos se positivizaba en sepia, el gran recurso en
el libro de texto dermatológico. En 1865 Squire, cirujano del Dispensario Libre del Oes-
te de Londres, publicó un Atlas de Dermatología y Venereología totalmente ilustrado con
fotografías. Doce de ellas estaban coloreadas a mano a toda página con un breve resu-
men del caso.
En Dermatología es cardinal el identificar las enfermedades según el aspecto externo
del área afectada, por ello las ilustraciones de los libros de texto requieren gran fideli-
dad. En la enseñanza de la Dermatología se aplicaron todos los métodos que fueron in-
novadores en su tiempo, desde “el dibujo a las acuarelas hasta la fotografía en color y
desde las primeras xilografías hasta la moderna impresión off set color”25. ■

Octubre, 2004

■ Referencias 9. Oliveri N, Sosa Ludicissa M,


Gamba C. Internet,
Francisco Beltrán; 1922.
18. Boyer LM, Boyer RM. Un
bibliográficas telemática y salud, Buenos aporte mixto antropológico y
Aires: Ed. Panamericana; psicoanalítico al folklore.
1. Childe G. ¿Qué sucedió en la 1997. Cuadernos del Instituto
Historia? Buenos Aires: 10. Pérgola F. Brujos, magos y Nacional de Antropología.
Crítica; 1965. habladores. Jano. Medicina y Buenos Aires. 1968-
2. Malinowski B. Magia, ciencia y Humanidades. Buenos Aires. 1971;(7):68-71.
religión. Barcelona: Planeta May 1983;(27):30-40. 19. Guerra F. Las medicinas
Agostini; 1993. 11. Laín Entralgo P. Historia de la marginales. Madrid: Alianza;
3. Pérgola E. Cultura, Medicina. Barcelona: Salvat; 1976.
globalización y medicina. 1978. 20. Pérgola F. Brujos y cuasi
Buenos Aires: El Guión 12. Pérgola F, Okner O. Historia médicos en los inicios
Ediciones; 2002. de la Medicina. Buenos Aires: argentinos. Buenos Aires:
4. Kohn Loncarica A, Outomuro Edimed; 1986. Edimed; 1986.
D. editores. Bioética hoy. 13. Depalma D. La Pediatría en 21. Robinson V. La Medicina en
Implicancias en educación, las culturas aborígenes la historia. Buenos Aires:
clínica, investigación y argentinas. Buenos Aires: Editorial Del Tridente; 1947.
políticas de salud. Buenos Fundasap; 2000. 22. Greco N. Baldomero Sommer
Aires: Facultad de Medicina; 14. Pérgola F. Autosugestión y y su obra. Sem Med. Buenos
2003. charlatanismo. Médicos y Aires. 1942;(21):3-55.
5. Loudet O. Filosofía y medicina. Medicina en la Historia. 23. Mazzini MA. Pasado y
Buenos Aires: Emecé; 1977. Buenos Aires. 2003;II(7). presente de la primera
6. Grinspan D. Sinopsis histórica 15. Yankilevich A. Hospital y cátedra de Dermatología. 75
de la Dermatología Argentina. Comunidad. De la colonia a aniversario de su fundación
Editado con motivo del 10º la independencia y de la 1892–1967. Rev Argent
Congreso Argentino de constitución a la república Dermatol. 1967;(3-4);146-
Dermatología. Buenos Aires; corporativa. Buenos Aires: 147.
1990. edición del autor; 1999. 24. Mazzini MA. Clase inaugural
7. Marcial Ignacio Quiroga. 16. García Puga A. Venturas y del Profesor Miguel Ángel
Curriculum Vítae resumido. desventuras de los médicos Mazzini. Rev Argent
La Prensa Médica Argentina. en la Historia. Historia. Dermatol. 1965;49:138.
1980;67: 33-35. Buenos Aires. 2002;(88):72- 25. Ehring F. Ilustración científica
8. Murió ayer en ésta el Dr. 92. en Dermatología, cinco siglos
Marcial Quiroga. La Nación. 17. Baudouin C. Sugestión y de historia. Barcelona: Edika
23 oct 1993; p.15. autosugestión. Madrid: Med; 1997.
HISTORIA DE LA
ASOCIACIÓN ARGENTINA
DE DERMATOLOGÍA
PEDIÁTRICA
JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA ,
GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ

Un poco de nuestra historia ■ Un poco de nuestra historia

E n la Argentina, la Dermatología Pediátrica es una especialidad que existe desde ha-


ce mucho tiempo, pues en los grandes e importantes hospitales dedicados a la atención
de los niños con que cuenta el país, los servicios de Dermatología dieron siempre res-
puesta a la demanda de los pequeños pacientes con enfermedades de la piel. En ese ám-
bito desarrollaron su especialidad dermatólogos argentinos muy reconocidos, como
Pacífico Díaz, Luis Trepat y Dagoberto Pierini, los cuales difundieron sus conocimientos
dentro y fuera del país.
Sin embargo, pese a lo destacado de su actividad en cantidad y en calidad, los der-
matólogos que asistían niños no tenían un lugar común donde volcar sus experiencias
y discutir sus problemas, sino que llevaban sus inquietudes y enseñanzas al ámbito de
las dos agrupaciones dermatológicas existentes dedicadas a la Dermatología general.
En ese contexto, no había ninguna posibilidad de realizar congresos o alguna otra acti-
vidad académica de alcance nacional, ni mucho menos internacional, con un programa
que tratara específicamente las enfermedades cutáneas de los niños.
Esto no era muy diferente a lo que ocurría en otras partes del mundo; pero a partir
de la década de 1970 se inició un movimiento para nuclear a los dermatólogos especia-
lizados en niños, lo cual dio lugar finalmente al nacimiento de la Sociedad Internacional
de Dermatología Pediátrica, que impulsaría los primeros congresos de la especialidad.
Acompañando este movimiento, en la Argentina comenzó a germinar la idea de fun-
dar una agrupación nacional que congregara a los especialistas en el campo pediátrico;
el 29 de diciembre de 1989 un grupo de ellos, impulsados por el doctor Adrián Martín Pie-
rini, decidió dar comienzo a las actividades que llevarían a la constitución de la Sociedad
Argentina de Dermatología Pediátrica (SADEPE).
En los primeros tiempos de la flamante institución se realizaron reuniones científicas
dos o tres veces al año en distintos hospitales, y se comenzó a pensar en trabajar para
conseguir que la Argentina pudiera ser sede de un congreso mundial de la especialidad.
Finalmente, en 1994, luego de arduas gestiones, recibió su primera responsabilidad: ser

55
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ

el país organizador del VII Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica, con la presi-
dencia del Dr. Adrián M. Pierini.
La SADEPE le dio al Congreso un adecuado marco institucional. Se fijó entonces un
objetivo más ambicioso: congregar en su seno a todos los especialistas dedicados a la
Dermatología Pediátrica.
Una vez finalizado el congreso, con la fortaleza que le dio a la institución el éxito ob-
tenido en su organización, con más de 900 asistentes de todo el mundo y con la proyec-
ción alcanzada dentro y fuera del país, se iniciaron las gestiones para conseguir su
oficialización.
Este proceso comenzó a gestarse durante una asamblea realizada en el Hospital de
Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, en la cual se otorgó mandato a las entonces auto-
ridades provisorias para tramitar la creación de una entidad oficial independiente de las
ya existentes.
Las gestiones ante el organismo gubernamental que regula la existencia y desenvol-
vimiento de las asociaciones civiles culminaron felizmente el 14 de agosto de 1995, cuan-
do en una asamblea celebrada en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan se
reunió un grupo de dermatólogos dedicados a la salud infantil, dando comienzo a las ac-
tividades científicas de la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica (SADEPE).
La asamblea aprobó el proyecto de estatuto de la nueva institución y designó la prime-
ra comisión directiva, que quedó integrada por los doctores Adrián Martín Pierini (presi-
dente), Eva Golberger de Mora (vicepresidenta), Silvia Anselmi (secretaria general), Rita
García Díaz (secretaria científica), Rebeca Rubinson (tesorera), Alicia Rositto y Zulema Pic-
cone (vocales titulares) y Silvia Pueyo y Alejandro Campos Carlés (vocales suplentes). El ór-
gano de fiscalización estuvo integrado por Amalia Campo y Jorge Savoia como revisores
de cuentas titulares y Lidia Valle como revisora de cuentas suplente.
La personería jurídica de la institución se obtuvo por resolución 00191 del 17 de noviem-
bre de 1995.
El 27 de abril de 1996 se realizó en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan
una asamblea societaria que resolvió la renovación de la comisión directiva, designando
a los nuevos integrantes: presidente, Jorge Savoia, vicepresidenta, Silvia Pueyo, secreta-
rio general, Alberto Lavieri, secretaria científica, María Rosa Cordisco, tesorera, Viviana
Kislansky, vocales titulares José Antonio Mássimo y Adrián Martín Pierini y vocales su-
plentes, Zulema Picone y María Ranalletta.
Se designó también el órgano de fiscalización, integrado por María del Carmen Boente y
Nélida Pizzi de Parra, como revisoras de cuentas titulares, y Gisella Delfino como revisora de
cuentas suplente.
La siguiente gran tarea que se propuso la nueva comisión directiva fue la organiza-
ción y realización de un congreso argentino de la especialidad.
Dos años después de haber sido reconocida como una asociación científica individual
con personería jurídica propia, la SADEPE organizó, entre el 13 y 16 de agosto de 1997,
el Primer Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica en los salones del Palais Rou-
ge de la Ciudad de Buenos Aires, con un importante programa científico y una concu-
rrencia numerosa, compuesta por pediatras y dermatólogos.
Este Primer Congreso fue presidido por el Dr. Jorge Savoia; participaron como invita-
dos especiales los Drs. John Harper de Gran Bretaña, Moise Levy, Neil Prose y G. Gold-
berg de Estados Unidos y Ramón Ruiz Maldonado de México, entre otros invitados de
prestigio internacional, comenzando así un fructífero camino de eventos científicos de al-
tísimo nivel.
Al finalizar el congreso, el 16 de agosto se designó en asamblea extraordinaria la nue-
va Comisión Directiva, integrada por Silvia Pueyo (presidenta), Nélida Pizzi de Parra (vi-
cepresidenta), José Antonio Mássimo (secretario general), María Rosa Cordisco
(secretaria científica), Viviana Kislansky (tesorera), Zulema Piccone y Alberto Lavieri

56
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica

(vocales titulares), María Amelia García y María del Carmen Boente (vocales suplentes),
María Teresa González y Carmen Margulis (revisoras de cuentas titulares) y María Elsa
Giovo (revisora de cuentas suplente).
La renovación de la Comisión Directiva generó nuevos proyectos, como la implemen-
tación de una actividad científica más regular durante todo el año, la ampliación del re-
gistro de socios y la compra de una sede propia.
Una de las primeras tareas que puso en marcha la nueva comisión fue la de abrir una
suscripción de socios y organizar una sostenida actividad científica, proyectando tres
reuniones anuales en distintos hospitales, de los muchos que cuentan con servicios de
Dermatología Pediátrica.
En cumplimiento de ese objetivo, durante el año 1998 se realizaron tres reuniones
científicas en los hospitales Prof. Dr. Juan P. Garrahan y Pedro de Elizalde, de la ciudad
de Buenos Aires, y Sor María Ludovica, de La Plata.
La convocatoria a incorporar nuevos socios tuvo inmediata respuesta con una importan-
te suscripción; éste fue el fundamento para que la institución, en pleno crecimiento, pasara
a llamarse Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica (ASADEPE), asociación civil.
En abril de 1998 se dio un paso importante en el desarrollo de la institución, al fundar
el Dr. José Antonio Mássimo la revista Dermatología Pediátrica Argentina (DPA), órgano
oficial de la ASADEPE. Esta publicación se constituyó en la primera de la especialidad en
lengua española, de aparición trimestral y con un tiraje de 8.000 ejemplares.
En junio del mismo año se formalizó también un convenio entre ASADEPE y la em-
presa productora de pañales Procter & Gamble, el cual sería la base que permitiría ad-
quirir una propiedad destinada a ser sede social.
En el mes de septiembre, la ASADEPE apoyó y avaló la iniciativa de los Drs. José An-
tonio Mássimo y Silvia Teresita Pueyo, para que, desde el Hospital de Niños Ricardo Gu-
tiérrez, fundaran la carrera de Especialista en Dermatología Pediátrica en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, ocupando los cargos de director y subdirec-
tora respectivamente.
Se avanzó así decididamente hacia la consolidación de esta joven y pujante discipli-
na, con mucho campo de acción en la Argentina, país con una gran población infantil y
con una fuerte demanda de atención para las enfermedades de la piel.
En el año 1999 se realizaron tres reuniones científicas: la primera el 27 de marzo en
el Hospital Privado de la Comunidad, en Mar del Plata; la segunda el 7 de agosto en el Cír-
culo Militar de Olivos; y la tercera el 20 de noviembre en el Hospital Houssay de Vicente
López, provincia de Buenos Aires.
Entre el 23 y el 25 de agosto de ese año se llevó a cabo el Segundo Congreso Argen-
tino de Dermatología Pediátrica con la Dra. Silvia Pueyo como presidenta y los doctores
Joseph Morelli y Amy Nopper de Estados Unidos, como invitados extranjeros, que enri-
quecieron el elenco de prestigiosos invitados nacionales entre una concurrencia que su-
peró los 600 asistentes.
El 18 de septiembre de 1999 se dio otro paso trascendente en la consolidación de la
institución, al adquirir una casa en Honduras 5770, en el barrio de Palermo, para insta-
lar la sede social de la ASADEPE (figuras 1 y 2). A partir de su inauguración oficial (fi-
guras 3 y 4) comenzaron a proyectarse numerosas actividades docentes de la
especialidad para los asociados.
El 25 de septiembre de ese año se renovaron las autoridades de la Comisión Directi-
va para el período 1999-2001, la cual quedó integrada por Silvia Teresita Pueyo (presi-
denta), José Antonio Mássimo (vicepresidente), María Amelia García (secretaria general),
Pedro García Zubillaga (secretario científico), Antonio Pignataro (tesorero), Ricardo Ko-
han y Pedro Rovere (vocales titulares), Anita Rossi y Araceli Rodríguez (vocales suplen-
tes) y, en el órgano de fiscalización, Guillermo Ilho y Carlos Lorenzano (revisores de
cuentas titulares) y Jorge Díaz Saubidet (revisor de cuentas suplente) (figura 5).

57
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ

Figuras 1 y 2.
Sede social de
la ASADEPE.
Vista interior
(1) y vista
exterior (2)

Con la renovación de la Comisión Directiva tomó un fuerte impulso la actividad aca-


démica al implementarse un programa científico anual regular, consistente en tres reu-
niones científicas y un evento de mayor convocatoria, dedicado sucesivamente una vez a
la Dermatología del neonato, una vez a la Dermatología Pediátrica y una vez a la Der-
matología del adolescente.
Las reuniones científicas anuales salieron del ámbito de los hospitales para realizar-
se en salones de convenciones con mayor capacidad y se puso en marcha el programa
anual de tres reuniones, con numerosos médicos ávidos por escuchar y comunicar dis-
tintas experiencias.
En el año 2000 se realizaron por primera vez las reuniones científicas fuera de los
hospitales. La primera tuvo lugar el 29 de abril en los salones del Palais Rouge de la ciu-
dad de Buenos Aires, la segunda el 24 de junio en el mismo lugar y la tercera el 9 de di-
ciembre en la ciudad de La Falda, provincia de Córdoba.

Figuras 3 y 4.
Inauguración oficial
de la Sede social

Entre los meses de abril y noviembre, con la inestimable ayuda de la Subcomisión de


Difusión conducida por la Dra. Mirta Vázquez, se encaró un ambicioso plan para hacer
conocer la institución en distintos hospitales de la Capital Federal y el Gran Buenos Ai-
res, mediante la realización de cursos y talleres de la especialidad, que congregaron a
más de 1.300 médicos.
El 25 y 26 de agosto de 2000 tuvo lugar exitosamente el Primer Congreso Argentino
de Dermatología Neonatal, bajo la presidencia de los Drs. Silvia Teresita Pueyo y José

58
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica

Antonio Mássimo, con la presencia del doctor Lawren-


ce Schachner, de Estados Unidos (figura 6), y conoci-
dos especialistas de nuestro medio, y con la
concurrencia de más de 500 asistentes entre pedia-
tras, dermatólogos y neonatólogos.
En el año 2001 se implementó un programa que
permitiría el acercamiento de la institución a la comu-
nidad, por medio de convenios con distintas empresas
comerciales que solicitaron a la ASADEPE el aval de
sus productos para niños. Estos convenios permitieron
organizar distintas reuniones destinadas a difundir
conocimientos que hacen al cuidado de la piel, algu-
nas dirigidas a los médicos y otras abiertas al público
en general.
El 31 de marzo de 2001 se realizó la primera reunión científica del año en el museo de Figura 5. Comisión
la Reconquista de la ciudad de Tigre, provincia de Buenos Aires. El 23 de junio tuvo lugar Directiva (período
la segunda reunión científica en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires. 1999-2001): Silvia
Entre los meses de marzo y julio de 2001, siguiendo un programa diseñado por la Teresita Pueyo, José
Subcomisión de Difusión a cargo de la Dra. Mirta Vázquez, se realizó un segundo ciclo Antonio Mássimo,
María Amelia García,
de talleres de Dermatología Pediátrica, en distintos hospitales de la Capital Federal y el
Pedro García
Gran Buenos Aires, con asistencia de numerosos colegas pediatras y dermatólogos.
Zubillaga, Antonio
Los días 7 y 8 de septiembre, con la presidencia del Dr. José Antonio Mássimo se rea-
Pignataro, Ricardo
lizó con pleno éxito el Primer Congreso Argentino de Dermatología del Adolescente, con Kohan, Pedro Rovere,
las Dras. Anne Lucky y Elaine Siegfried de Estados Unidos como invitadas especiales y Anita Rossi, Araceli
con la presencia de numerosos especialistas argentinos. Participaron en esta ocasión Rodríguez, Guillermo
más de 600 asistentes. Ilho, Carlos Lorenzano
Finalizado el Congreso, se renovó el 25 de septiembre la Comisión Directiva para el y Jorge Díaz Saubidet
período 2001-2003, y quedó integrada de la siguiente manera: presidente José Antonio
Mássimo, vicepresidenta María Teresa Zabala, secretario general Pedro García Zubilla-
ga, secretario científico Pedro Rovere, tesorero Carlos Lorenzano, voca-
les titulares Graciela Manzur y Grete Bloch, vocales suplentes Nancy
Leston y Jorge Verges y como miembros del órgano de fiscalización, re-
visores de cuentas titulares Anita Rossi y Ana María Lorenz y revisora de
cuentas suplente, María A. García.
Esta nueva comisión dio un impulso decidido al equipamiento de la
sede social con la incorporación de útiles y elementos para desarrollar
adecuadamente su actividad científica y social. Se inauguró la biblioteca
equipada con dos computadoras para hacer búsquedas bibliográficas, se
instaló una tercera computadora para la realización de trabajos y se in-
corporó una secretaria con carácter permanente.
Con el crecimiento de la actividad, aumentó rápidamente en la ASA-
DEPE el número de asociados, pediatras y dermatólogos interesados en
este nuevo movimiento de la Dermatología Pediátrica.
Figura 6. Primer
De las tres reuniones científicas anuales establecidas, se decidió realizar dos en la ciudad Congreso Argentino
de Buenos Aires y la tercera en distintos lugares del país, para llevar la especialidad a los lu- de Dermatología
gares más alejados. Neonatal (2000) Drs.
En el mes de octubre, la ASADEPE participó activamente en el programa científico del José Antonio Mássimo
IX Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica realizado en Cancún, con una delega- y Lawrence Schachner
ción de doce especialistas.
La actividad científica del año se cerró el 1º de diciembre en el Aula Magna del Hos-
pital Privado de la Comunidad de Mar del Plata, con una actividad científica que sirvió
de lanzamiento a la Campaña de Fotoeducación en las playas.

59
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ

En el año 2002 la subcomisión de Difusión y


Eventos, bajo la conducción de la Dra. Mirta Váz-
quez, organizó una red de difusión que permitió
hacer llegar las actividades de la institución y la
revista DPA a los sitios más alejados de Argentina.
La actividad científica de ese año comenzó el
20 de abril, fecha en que se realizó la primera
reunión en los salones del Palais Rouge de la ciu-
dad de Buenos Aires.
En el mes de junio, se puso en marcha en Tucu-
mán el plan para difundir la Dermatología Pediá-
trica en las provincias argentinas; los días 15 y 16
se desarrollaron las Primeras Jornadas de Derma-
tología Pediátrica del Noroeste Argentino, con la
presencia de los más destacados especialistas del
país y la concurrencia de numerosos asistentes.
Figura 7. II Congreso Entre el 29 y el 31 de agosto del año 2002, se realizó con gran éxito en los salones del
Argentino de Palais Rouge el Tercer Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica, bajo la presiden-
Dermatología
cia del doctor José Antonio Mássimo, y con la visita de los Drs. Ernesto Bonifazzi de Ita-
Neonatal (2003)
lia y Amy Nopper de Estados Unidos, en un importante marco de asistentes.
Para esa fecha, se completó la construcción del segundo piso de la sede social; la
inauguración oficial se realizó el día 30 de agosto, con la presencia de los invitados ex-
tranjeros y numerosas autoridades académicas del ámbito local.
El año científico se cerró el día 30 de noviembre con la realización de la tercera reu-
nión en la ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires, con un importante programa
científico y la asistencia de numerosos colegas.
El 12 de abril se inauguró la actividad científica del año 2003, realizando la primera
reunión en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires.
El 28 de junio, continuando con la iniciativa de llevar la especialidad fuera de la ciu-
dad de Buenos Aires, se realizó la segunda reunión científica del año en el Hospital de Ni-
ños de La Plata, con una numerosa concurrencia que se trasladó desde Buenos Aires y la
asistencia de una gran cantidad de colegas de la ciudad de La Plata y sus alrededores.
Entre los días 11 y 13 de septiembre del año 2003 se realizó el Segundo Congreso Ar-
gentino de Dermatología Neonatal, con la presidencia del doctor José Antonio Mássimo,
la presencia como invitados especiales de los doctores Carlo Gelmetti (Italia), Joseph Mo-
relli (Estados Unidos) y Marcelo Ruvertoni (Uruguay) y una concurrencia que superó los
800 asistentes (figura 7).
Al finalizar el congreso, la asamblea de los socios resolvió ratificar para un nuevo pe-
ríodo de dos años a la Comisión Directiva, la cual quedó integrada de la siguiente mane-
ra: presidente, José Antonio Mássimo, vicepresidenta María Teresa Zabala, secretario
general Pedro García Zubillaga, secretaria científica Graciela Manzur, tesorero Carlos
Lorenzano, vocales titulares Grete Bloch y Nancy Leston, vocales suplentes Susana Grees
y Silvina Bruey y como miembros del órgano de fiscalización, revisores de cuentas titu-
lares Ricardo Kohan y Guillermo Ihlo y revisor de cuentas suplente Pedro Rovere.
Los días 6 y 7 de diciembre de 2003 finalizó la actividad científica del año en la pin-
toresca ciudad de La Falda, Córdoba, con la realización de las Primeras Jornadas de Der-
matología Pediátrica del Centro Argentino. Fueron disertantes invitados los profesores
Drs. Ricardo Negroni y Héctor Lanfranchi, de la ciudad de Buenos Aires, Eudoro de los
Ríos, de San Miguel de Tucumán, y Miguel Tregnaghi de la ciudad de Córdoba.
Para la primera reunión científica del año 2004, el 27 de marzo se volvió a visitar el
museo de la Reconquista de la ciudad de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, desa-
rrollando un atractivo programa que fue disfrutado por una nutrida concurrencia.

60
Historia de la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica

Figura 8. II Congreso
Argentino de
Dermatología del
Adolescente (2004)

Desde comienzos de ese año el comité científico de la ASADEPE, bajo la conducción


de la Dra. Graciela Manzur, dio un impulso grande a la actividad docente en la sede so-
cial, con el dictado de distintos cursos (Estética, Inmunología, Terapéutica, Genética, En-
fermedades exantemáticas) y la instauración del Ateneo Docente mensual, con la
participación de especialistas y médicos en formación pertenecientes a la residencia y la
carrera de Dermatología Pediátrica de la Facultad de Medicina.
En el mes de mayo, se firmó un convenio de cooperación científica entre la ASADEPE
y la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica, para trabajar conjuntamen-
te en el estudio de las enfermedades alérgicas.
Los días 20, 21 y 22 de mayo del año 2004, la ASADEPE decidió incursionar en el
campo de la telemedicina, apoyando una iniciativa del Dr. José Antonio Mássimo y el
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Con este objetivo dio su marco institucional al pri-
mer COVIDEP (Congreso Virtual de Dermatología Pediátrica), organizado conjuntamen-
te por los servicios de Dermatología Pediátrica de los Hospitales Gutiérrez y Garrahan
con la dirección de los Drs. José Antonio Mássimo y Rita García Díaz, más la inestimable
colaboración del Dr. Moise Levy desde Houston, Texas. Esta iniciativa permitió compar-
tir pacientes y conocimientos con muchos colegas en numerosas provincias argentinas,
desde Jujuy hasta Tierra del Fuego.
Entre los días 7 y 10 de julio de 2004, la ASADEPE envió una delegación de cinco
miembros que participó activamente en el programa científico del X Congreso Mundial
de Dermatología Pediátrica, realizado en Roma.
Los días 26, 27, y 28 de agosto se realizó el II Congreso Argentino de Dermatología del
Adolescente, bajo la presidencia del Dr. José Antonio Mássimo y la participación como in-
vitados especiales de los Drs. Antonio Torrelo (España), Roberto Arenas (México), Jairo
Victoria (Colombia), María Isabel Herane (Chile) y Griselda de Anda (Uruguay) (figura 8).
Los días 11 y 12 de diciembre, coincidiendo con la tercera reunión científica del año,
se organizaron en la ciudad de Mar del Plata las Primeras Jornadas de Fotoeducación,
con el apoyo del Grupo de Fotoeducación de la ciudad de Bahía Blanca, conducido por
la Dra. María Isabel Caferri; se contó con la participación simultánea de especialistas de
varias provincias argentinas, merced a la utilización del sistema de videoconferencia.
En esa oportunidad, se realizó una asamblea extraordinaria para llevar adelante un
viejo anhelo de la Comisión Directiva: ampliar el número de sus miembros con la

61
JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ

incorporación de nuevos representantes. Se agregaron así siete nuevos miembros, con el


fin de dar representación a las provincias argentinas con mucha población y un número
importante de asociados.
Esta ampliación de la Comisión Directiva contribuyó a otorgarle un carácter nacional,
con la participación de los siguientes integrantes: José Antonio Mássimo como presiden-
te, María Teresa Zabala, de la provincia de Córdoba, vicepresidenta primera; Rita García
Díaz, vicepresidenta segunda; Pedro García Zubillaga, secretario general; Graciela Man-
zur, secretaria científica; Carlos Hugo Escudero, secretario legal y técnico; Carlos Loren-
zano, tesorero; Jorge Laffargue, pro-tesorero; como vocales titulares los doctores Grete
Bloch, Nancy Leston, Alicia Carrillo, de la provincia de Jujuy, Antonio Castillo, de la pro-
vincia de Salta y Cecilia Farrero, de la provincia de San Luis; vocales suplentes los Drs.
Susana Grees, María Elsa Giovo de la provincia de Córdoba y Luis Pedemonte de la ciu-
dad de La Plata; revisores de cuentas titulares los Drs. Ricardo Kohan y Gabriel Magari-
ños; y como revisor de cuentas suplente el Dr. Pedro Rovere.
Esta breve reseña es un testimonio argentino de cómo la Dermatología Pediátrica se
ha ido imponiendo paulatinamente en el mundo, siendo en la actualidad una especiali-
dad con peso propio.
Los dermatólogos pediatras argentinos sintieron la necesidad de tener una asociación
que los congregara y les permitiera desarrollar una actividad científica y social acorde
con sus necesidades; así nació la ASADEPE.
Sus principales objetivos fueron y son intensificar la labor científica y docente y esti-
mular la interrelación entre dermatólogos, dermatólogos pediatras, inmunólogos, alergis-
tas y pediatras, con el fin de mejorar y elevar la calidad de atención de nuestros pacientes.
Para cumplir con esos objetivos, permanentemente ha tomado nuevas responsabili-
dades y aceptado nuevos desafíos, concretando realizaciones, brindándole al asociado
actividades docentes, cursos, soporte bibliográfico y el acceso a una red informática de
la especialidad.
Hasta aquí un poco de la historia de nuestra institución, que es también un poco de
la historia de todos y cada uno de los muchos que ayudaron a su crecimiento.
En sus diez años de existencia, la ASADEPE se ha ganado un espacio propio merced
al trabajo de todos aquellos que creyeron en el camino trazado por la institución, que se-
guirá buscando empeñosamente el crecimiento de la Dermatología Pediátrica, para con-
tinuar escribiendo su historia que, como hoy, será también un poco de nuestra historia.

Nuestros diez años de historia son el mejor aval del esfuerzo realizado, con la ética
profesional, la pasión por nuestro trabajo y el compromiso con la sociedad como princi-
pales valores. ■

Septiembre, 2005
RESEÑA HISTÓRICA
DE LA SOCIEDAD
BOLIVIANA DE
DERMATOLOGÍA
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA

A l considerar la historia de la Sociedad Boliviana de Dermatología es necesario di-


vidirla en tres etapas: Antes de su fundación, Desde la fundación hasta fines de 1985,
Desde 1986 hasta la fecha.

I. Antes de su fundación ■ Antes de su fundación


Para referirnos a los inicios de la Historia de la Dermatología boliviana tenemos que
buscar sus antecedentes en la historia misma de la medicina en nuestro país. Por ello,
hemos recurrido al asesoramiento de la Sociedad Boliviana de Historia de la Medicina.
En esta reseña podemos acotar algunos rasgos que, desde luego, no serán completos, in-
curriendo tal vez en omisiones involuntarias.
Nada nace por generación espontánea, ciertamente; pero también es cierto que, a ve-
ces, los progresos se dan “en saltos”; así sucedió con la Dermatología en nuestro país.
Tradicionalmente, la Dermatología se dictaba en cátedras de la especialidad en las
tres facultades de Medicina del país (Sucre, La Paz y Cochabamba). Desde hace mucho
tiempo han existido servicios de internación destinados a las enfermedades de la piel; en
La Paz, se disponía de 40 camas para ese uso en forma exclusiva (30 para la sección va-
rones y 10 para mujeres). Cada uno de estos servicios contaba con practicantes rentados
(internos), los cuales, sin embargo, concurrían allí solamente cuando no tenían cabida
en otras salas. En épocas recientes, estos servicios estuvieron dirigidos por los Drs. Jor-
ge Suárez y Enrique Vergara. El Dr. Suárez tuvo el mérito de haber hecho posible la pu-
blicación de una Revista Médica durante más de 10 años, con artículos sobre micología,
leprología y otros.
En la etapa previa a la fundación de la Sociedad Boliviana de Dermatología encon-
tramos médicos dermatólogos que mantuvieron la práctica de la especialidad; entre
ellos, podemos citar a los Drs. Jorge Suárez, Alexandrowich Ferdin Humboldt, E. Ver-
gara, A. Caro, L. Nava, L. Piérola, Hartmann, junto con los Drs. L. López Ballesteros, No-
rah Siles, Jaime Brianson, Fernando Cárdenas, Omar Villagomez y muy poco después el
Dr. Fabio Prado.

63
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA

Las actividades científicas empezaron a realizarse en forma individual, participando


en algunos eventos nacionales junto con otras Sociedades –de Pediatría, Cirugía, Ateneo
de Medicina, etc. Por esta época, juega un rol importante el Dr. P. Sangüeza quien apor-
ta su renovación y tonifica las charlas o conferencias con su participación en histopato-
logía cutánea, complementando la presentación de casos clínicos con excelentes
diapositivas de fotomicrografías.
Un espacio importante para la formación de especialistas fueron las escuelas derma-
tológicas de Argentina, Brasil y Colombia; especialmente la primera propició vínculos
efectivos con el exterior y sentó las bases para la creación de nuestra Sociedad. Se des-
tacan en ella tres nombres importantes: los Profs. Julio Martín Borda y Jorge Abulafia y
el Dr. Jaime Rubin contribuyen a la formación de nuevos especialistas; su ayuda se ex-
tiende en algunos casos hasta nuestros días, en que se cuenta también con el Prof. Juan
Carlos Gatti.
Ante el desarrollo alcanzado, se consideró como una imperiosa necesidad la creación
de una organización científica dermatológica que agrupara al creciente número de espe-
cialistas. Es así como se decide fundar la Sociedad Boliviana de Dermatología.

■ Desde la fundación
II. Desde la fundaciónhasta fines
hasta fines de 1985
de 1985

La mañana del 20 de abril de 1968, en el Servicio de Dermatología, Sección Varones,


del Hospital de Clínicas de La Paz, reunidos los Drs. Jorge Suárez, Enrique Vergara, Fer-
nando Cárdenas, Ferdin Humboldt, Pastor Sangüeza, Apolinar Caro y Fabio Prado Ba-
rrientos, se funda la Sociedad Boliviana de Dermatología; en esa misma fecha se decide
considerar a los Drs. Omar Villagomez, Luis F. Piérola, Luis Nava, Eduardo Saracho, Jai-
me Brianson y Norah Siles como co-fundadores.
La Mesa Directiva quedó conformada de la siguiente manera: Presidente, Dr. Jorge
Suárez; Vicepresidente, Dr. Enrique Vergara; Secretario, Dr. Fernando Cárdenas.
Una semana después, el 27 de abril, se hace una nueva reunión en la que se decide
redactar un reglamento; mientras tanto se adopta el de la Federación Boliviana de Der-
matología. Se sugiere conformar una comisión para elaborar el proyecto de estatuto.
Durante un lapso de aproximadamente tres años, la Sociedad como tal no funcionó
activamente; sin embargo, en 1969 vuelve a reunirse en La Paz, esta vez con la presen-
cia de la Dra. Norah Siles. En esta ocasión se funda la Sociedad Boliviana de Leprología
(1969), cuya primera mesa directiva estuvo integrada de la siguiente manera: Presiden-
te, Dra. Norah Siles; Vicepresidente, Dr. Fernando Cárdenas; Secretario, Dr. Omar Villa-
gomez; Asesor, Dr. Jorge Suárez.
Si bien esta Sociedad de Leprología no tuvo reuniones como tal, sus miembros juga-
ron un papel relevante en la Leprología Boliviana inicialmente dirigida por el Dr. Suárez.
Aquí cabe una mención especial para los Drs. N. Siles y R. Amonzabel por su participa-
ción activa en congresos y presentación de trabajos, así como en la dirección de los le-
prosarios o Institutos de los Negros en Jorochito y Candúa.
A principios de 1971, se decide reorganizar la Sociedad Boliviana de Dermatología y
se renueva la mesa directiva con las siguientes autoridades: Presidente, Dr. Fernando
Cárdenas; Vicepresidente, Dr. Ferdin Humboldt.
A los pocos días se recibe una carta del Dr. J. Brianson en la que comunica su inten-
ción de formar una Asociación Boliviana de Dermatología; pero, al enterarse de la reor-
ganización de la Sociedad, le brinda todo su apoyo. Se sientan entonces las bases para
la realización de un congreso que sería precedido por encuentros dermatológicos; como
se verá luego, esta idea será llevada a la realidad.
En 1973 se vuelve a reunir la Sociedad Boliviana de Dermatología y se proyecta rea-
lizar un congreso internacional; pero frente a las dificultades económicas que implica su

64
Reseña histórica de la Sociedad Boliviana de Dermatología

realización se acude a la asociación con otras organizaciones científicas, como la Socie-


dad de Bioquímica Clínica y la Asociación de Estudio e Investigación Odontológica, ade-
más de contar con el auspicio del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología
(CILAD). El Congreso se realizó entre el 13 y el 17 de julio de 1974, teniendo como sede
la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, y con la importante cooperación de las
autoridades universitarias y otras instituciones. El evento, que recibió el título de “Pri-
mer Simposium Internacional de Patología Médica, Odontológica y de Bioquímica Clíni-
ca” estuvo presidido por los Drs. F. Cárdenas y C. Borja en cooperación estrecha con el
Dr. Juan Guerra Mercado. Esa vez nos visitaron grandes personalidades: Julio Martín
Borda, Jorge Abulafia, Sergio Stringa, Luis Belli, Gilberto González Resigno, Juan Carlos
Flichman, Leopoldo Eguren, Ramón Baros y Jaime Rubin. Por razones de fuerza mayor
no pudieron hacerse presentes el Prof. David Grinspan (que nos visitó posteriormente) y
el Dr. Pablo Viglioglia.
Se creó en esa ocasión el símbolo o logotipo de la Sociedad Boliviana de Dermatología
que nos acompaña hasta ahora y que por primera vez se imprimió en un programa de lu-
jo. Se nombró miembros de honor a los Profs. Luis F. Piérola, Luis Nava y Jorge Suárez. Las
sesiones se realizaron en cuatro salas, disponiéndose además de un espacio para exposi-
ción de fármacos y cosméticos. También se dieron charlas sobre cosmetología científica.
Pasado este Simposium, se acordó realizar el Primer Encuentro Nacional de Dermato-
logía en la ciudad de Cochabamba, en 1975. Prácticamente todos los dermatólogos del
país acudieron a la cita para presentar sus trabajos. Esta reunión estuvo presidida por los
Drs. F. Cárdenas y J. Brianson. Como hecho digno de mención, se señala la presencia del
Dr. Phillippe Desjeux, colaborador infatigable hasta nuestros días, al que se nombró So-
cio de la Institución. La delegación de Sucre estuvo encabezada por el Dr. F. Echeverría.
El hecho más sobresaliente fue la decisión de redactar los Estatutos, tarea que por una-
nimidad fue encomendada a la delegación de Cochabamba, bajo la dirección del Dr. J.
Brianson y en estrecha cooperación con los Drs. Q. Amaya, N. Trigo y H. Maldonado.
El Segundo Encuentro de Dermatología tuvo lugar al año siguiente (1976) en la ciu-
dad de Trinidad, teniendo como sede la Universidad Beniana, con la cooperación unáni-
me de todos los médicos trinitarios y el decidido respaldo del Dr. J. Hurtado, para
quienes va nuestro reconocimiento. En el transcurso del Encuentro, la Delegación de Co-
chabamba entregó puntualmente el Proyecto de Estatuto.
A partir de esta fecha, en el Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas se co-
menzaron a celebrar reuniones anátomo-clínicas en forma más o menos regular; para
ello se habilitó primero una oficina y luego un aula pequeña que, gracias al aporte de la
cuota de los socios, fue adaptada para la proyección de diapositivas.
En 1978 se realiza el Tercer Encuentro Nacional de Dermatología, esta vez con sede en
Tarija y con la cooperación del Dr. Luis Michel y de todo el cuerpo médico de esa ciudad.
Surgió la duda sobre denominarlo Tercer Encuentro o Primer Congreso y los afiches, letre-
ros y carpetas se confeccionaron bajo el nombre de Tercer Encuentro, pero, ante la magni-
tud del acontecimiento, se decidió finalmente considerarlo Primer Congreso Boliviano de
Dermatología. El evento se realizó bajo la dirección de los Drs. F. Cárdenas y L. Michel.
Dado que la reunión adquirió el carácter de Primer Congreso Nacional y siguiendo la
orientación de los Estatutos en estudio, se procedió a la renovación de la Mesa Directi-
va, la cual quedó conformada así: Presidente, Dr. P. Sangüeza; Vicepresidente, Dr. F.
Humboldt; Secretario, Dr. F. Cárdenas; Tesorero, Dr. L. Valda.
Entre las principales conclusiones, se acordó realizar dos veces por año sesiones ana-
tomo-clínicas en Cochabamba; creación de filiales; mantener la publicación de boletines
mensuales –hasta esa fecha se habían emitido dos boletines informativos y una circular–;
también se presentó el ambicioso proyecto de crear una Revista Dermatológica.
Se fijó como sede del II Congreso la ciudad de Sucre pero, por diversos impondera-
bles, se cambió posteriormente a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra donde tuvo lugar

65
FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA

en 1979, bajo la presidencia de los Drs. P. Sangüeza y O. Villagomez; alcanzó un gran


éxito, con la concurrencia de delegaciones del país y del exterior.
Tanto el III como el IV Congreso Nacional se realizaron en la Ciudad de La Paz en
1980 y 1981 respectivamente. En 1981 el Congreso Nacional coincidió con la realización
del V Congreso Bolivariano de Dermatología. Ambos eventos se efectuaron en el Hotel
Plaza; asistieron delegados de los países bolivarianos así como de Argentina, Brasil, Uru-
guay y Estados Unidos.
A partir de este Congreso se adquiere el Sistema de Terapéutica PUVA, se alquila una
oficina para sede de la Sociedad y se financian algunos muebles (escritorio, estantería,
etc.); en este lugar se instala la Biblioteca Regional del Colegio Ibero-Latinoamericano de
Dermatología (CILAD). Los gestores principales de la adquisición y funcionamiento de la
biblioteca mencionada fueron los Drs. Pastor Sangüeza y Jorge Abulafia; la Sociedad Bo-
liviana de Dermatología tiene a su cargo asegurar su mantenimiento. Estos eventos fue-
ron presididos por el Dr. P. Sangüeza.
A partir de 1978 se realizaron tres sesiones anatomo-clínicas en Cochabamba, duran-
te las cuales, además de la presentación de trabajos, se revisaron los estatutos hasta lle-
gar a la redacción final. También se hicieron dos cursos de Actualización Dermatológica.
En 1983 se realiza la última Sesión Anatomo-Clínica en Cochabamba, con el objeto de
presentar un informe y fijar la sede para el V Congreso, en el que se procedería a la re-
novación de la Mesa Directiva.
Debe recordarse aquí el hecho de que, desde 1981 y hasta promediar 1985, el país
fue presa de una inflación galopante que apenas permitía continuar con las actividades
científicas, con lo cual se alejaban las posibilidades de realizar congresos. A pesar de
ello, la delegación de Santa Cruz asumió la gran responsabilidad de organizar el V Con-
greso Boliviano de Dermatología. El encomiable esfuerzo de los colegas cruceños logró
llevar adelante el evento científico que se realizó en octubre de 1984, tal como estaba
previsto. Se procedió entonces a la Renovación de la Mesa Directiva que quedó confor-
mada como sigue: Presidente, Dr. Luis Valda; Vicepresidente, Dr. Guido Monasterios; Se-
cretario, Dr. Alfredo Zeballos; Vocal, Dr. Raúl Lara.
Esta joven Mesa Directiva significó un impulso de energía para la Sociedad; continúa
con las realizaciones de gestiones anteriores, y en un lapso breve ha sido pródiga en la
ejecución de actos y obras; el vínculo con el exterior es ahora más intenso y amplio, se
dictan muchos cursos, sus miembros tienen activa participación con el Colegio Médico
Nacional y Departamental, se mantiene relación constante prácticamente con todos los
colegas dermatólogos del interior y en forma permanente, se propicia el acercamiento
de nuevos valores jóvenes. En la sede de la Sociedad, se realizan ateneos, semanalmen-
te y con gran regularidad, alternando la presentación de casos con sesiones administra-
tivas y de actualización de temas; además se propicia la proyección a la comunidad a
través de los medios masivos de comunicación. En el plano del equipamiento, se adquie-
ren diversos bienes, como una máquina de escribir y un proyector; también, una casilla
de correo para la Secretaría.
Entre los hechos más destacables se debe reconocer el haber logrado la reagrupación
efectiva de todos los colegas en el país y la aprobación de la personería jurídica de la So-
ciedad; esta gestión, juntamente con la Filial Sucre, ha tenido a su cargo la organización
del VI Congreso Boliviano de Dermatología.

■ Desde
III. 1986 hasta
Desde 1986 lalafecha
hasta fecha

Dados todos los antecedentes señalados, podemos considerar que la Sociedad ha lle-
gado a su mayoría de edad en menos de 20 años de existencia. La creación del posgra-
do marca esta culminación.

66
Reseña histórica de la Sociedad Boliviana de Dermatología

Después de unos dos años de gestiones, en 1985 fue aprobada su creación después de
cumplir los numerosos requisitos exigidos por la Comisión Nacional de Posgrado, que en-
tre otros solicitaba: infraestructura adecuada, biblioteca, planta docente, programas ins-
pirados en su utilidad para el país. Finalmente, el 3 de febrero de 1986 recibimos a los
tres primeros residentes en Dermatología: W. Magariños, S. Calderón y M. Loredo.
Con respecto a la infraestructura del Área Hospitalaria (Hospital de Clínicas), su am-
pliación y remodelación pudo ser posible gracias a las gestiones de una joven dermató-
loga boliviana residente en Caracas, la Dra. Ana G. Miranda. En el momento actual, el
Sistema de Residencia está a cargo de los Drs. Fernando Cárdenas y Luis Valda y para el
próximo año participarán en la planta docente todos los integrantes de la Sociedad Bo-
liviana de Dermatología. En términos generales, la especialización dura tres años; el pri-
mero corresponde a Medicina Interna. Como una modalidad única de este posgrado, hay
que señalar que entre los requisitos se exige la formación en Dermatología Tropical. Pa-
ra ello, contamos nuevamente con el apoyo de Santa Cruz, sede de dos centros asisten-
ciales y de investigación: Jorochito y CENOTROP (Centro Nacional de Enfermedades
Tropicales) de prestigio ya internacional, con una excelente planta de profesionales y que
cuenta además con un órgano de publicaciones de aparición regular.
Para terminar, insistimos en que la relación anterior es una apreciación muy sucinta
de lo que ha sido y es la Sociedad Boliviana de Dermatología; faltan numerosos detalles
y nombres de personas que a través de ella cooperaron con el país.
Existen muchas proyecciones para el futuro, que podrán realizarse si seguimos cons-
tituyendo un grupo compacto, propiciando el trabajo en equipo y abriendo las puertas a
la juventud en una constante motivación e incentivación. ■

Noviembre, 2004
LA DERMATOLOGÍA
Y LOS DERMATÓLOGOS
EN EL BRASIL
PAULO R . CUNHA

El Brasil y la dermatología ■ El Brasil y la Dermatología

E xisten estudiosos que consideran que la Dermatología brasileña, en lo que se refie-


re a la teoría y práctica concebidas dentro del concepto de la especialización, surgió en
el inicio del siglo XX, coincidiendo con una fase más dinámica de descubrimientos en las
investigaciones que precedieron y acompañaron la fundación de la Sociedad Brasileña
de Dermatología en 1912.
Podríamos decir que son tres las etapas que delimitan nuestra historia dermatológi-
ca: 1. La etapa de las bendiciones ofrecidas por los payés, que precedieron la implanta-
ción de la enseñanza secundaria en el país; 2. La etapa pre-científica, iniciada con la
fundación de las escuelas de medicina de Bahía y de Río de Janeiro; 3. La etapa científi-
ca, a partir de las investigaciones realizadas desde el inicio del siglo XX y del desarrollo
de la especialidad.

■ Primera
1. Primera etapa: las bendiciones etapa:
de los payés las bendiciones de los payés
Este período duró más de doscientos años, dominados por la intuición y el puro empi-
rismo. El tratamiento de las enfermedades consistía en el uso de pociones hechas con ho-
jas, frutas, semillas y raíces, esencias, bálsamos y resinas disueltas, maceradas o cocidas
para que los enfermos tomasen, aspirasen, friccionasen o se aplicasen en cataplasmas.
Algunas de las substancias de la fitoterapia aborigen que después se incorporaron a
la farmacopea mundial fueron: ipeca, jaborandi, quenopodio, copaiba y ratania; ipeca-
cuana, quina, coca, jalapa, podófilo.
Solamente a partir del Gobierno General comenzaron a instalarse en el país algunos
médicos llegados desde Europa, como Jorge Valadares y Jorge Fernandes.

2. La etapa pre-científica ■ La etapa pre-científica


Esta etapa comprende la mayor parte del siglo XIX, transcurridos ya tres siglos del
descubrimiento de Brasil. En el inicio sirvió de base un acontecimiento fortuito: las ventajas

69
PAULO R . CUNHA

colaterales derivadas de la expulsión del suelo portugués de la Casa Real de Braganza,


causada por la invasión de Napoleón. Entre los beneficios producidos por la llegada de
la Familia Real al Brasil, en 1808, se puede considerar la creación de las dos primeras
escuelas de cirugía del país, en Salvador y en Río de Janeiro, denominadas “Academias
Médico-Quirúrgicas” (1815).
Aun cuando su calidad pedagógica en los primeros años fuese discutible, los alumnos
que allí se graduaron fueron ocupando paulatinamente las posiciones que hasta ese mo-
mento estaban en manos de profesionales extranjeros, otorgando a la enseñanza médi-
ca de base lusitana cierta impronta tropical. Desde 1822, independientemente de la
situación política, el modelo pedagógico adoptado fue el francés.
El 3 de octubre de 1832 esos establecimientos ampliaron su estructura, conservando
el curso médico, el farmacéutico y el de partos.

Las primeras investigaciones

La mayor parte de los primeros trabajos con alguna base científica emprendidos en
Dermatología no tuvieron como escenario a ninguna de las dos facultades, pero se valie-
ron del clima propicio a la investigación promovido por ellas. El médico Meirelles, de
Pernambuco, promotor y fundador de la actual Academia Nacional de Medicina, escribió
en 1827 sobre la Elephantiasis graecorum, la actual Hanseniasis. El tratamiento de la
enfermedad conocida como lepra por medio de las aguas termales de Goiás, que preco-
nizó João Maurício Faivre, fue recusado por De Simoni después de minuciosos exáme-
nes. Ambos médicos fueron fundadores de la Academia Nacional de Medicina.
A pesar de los cuestionamientos recibidos, Faivre fue designado por el Emperador
Don Pedro II para tratar a los leprosos en el Hospital de los Lázaros, en São Cristovão,
Río de Janeiro. En 1838, Abreu e Lima comprobó que la lepra no era hereditaria pero sí
contagiosa, y que podía llegar a afectar a todas las clases sociales.
Entre 1861 y 1869, el naturalista y químico T. Pecolt introdujo para el tratamiento de
varias dermatosis el uso del aceite de sapucaína –Carpotroche brasiliensis– que según se
comprobó posteriormente, contenía también azufre. A partir del uso de este aceite se de-
cidió elaborar una emulsión para el tratamiento de los enfermos con escabiosis y derma-
tofitosis.
En este período se presentaron varias tesis de doctorado relativas a la medicina de la
piel; la mayoría de ellas no pasaba de meras disertaciones, sin aportar nuevas contribu-
ciones científicas. Más de veinte trabajos fueron igualmente dedicados a la lepra, la sífi-
lis, tumoraciones y dermatosis. Entre ellos hay que señalar varios estudios sobre las
Figura 1. Dr. Adolfo
bubas –considerada la más temible enfermedad de la época colonial e imperial–, entre
Lutz (1855-1940)
ellos: “Buba”, de Bernardo Clemente Pinto (1835), F. B. Fiúza (1856) y Gama Lobo
(1858); “Memoria sobre la enfermedad vulgarmente llamada bubas”, de Joaquim Je-
rônimo Serpa (1842-44); “El origen del nombre bubas, variedad, tratamiento; extirpa-
ción”, de João Alves de Moura (1849); “Breves consideraciones sobre la buba y su
diagnóstico diferencial”, de Gregorio Pereira de Miranda Pinto (1866); “Las bubas, su
naturaleza y tratamiento”, de Eusébio de Martins Costa (1884).
Sobre la enfermedad de origen africano denominada ainhum o Dactilosis esponta-
nea existen otras tesis de doctorado como: “Un caso de ainhum”, de Carlos Moncorvo
de Figueiredo (1875); “Ainhum. Estudio sobre la enfermedad conocida con esa deno-
minación”, de Domingos de Almeida Martins Costa (1875), “Un caso de ainhum”, de
José Pereira Guimarães (1877) y “Del ainhum”, de Antônio Pacheco Mendes (1880).
El profesor Luiz Chaves de Faria publicó, en 1887 y 1904, dos trabajos de mérito:
“Compendio de enfermedades cutáneas” y “Enfermedades venéreas”.
Entre 1888-1899 aparecen las notables contribuciones de Adolfo Lutz (1855-1940)
en el campo de la nosología tropical (figura 1). Siendo practicante en el famoso

70
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Dermatologium de Hamburgo, bajo la orientación del Dr. Unna, describió con el maestro
alemán las formas cocoides del bacilo de Hansen (1886)1.

Bruno Chaves

En 1887, el Dr. Bruno Chaves, graduado en Bahía, publicó una tesis de doctorado so-
bre “El mercurio y sus compuestos”, indicándolo para el tratamiento de las sífilis. Este
trabajo fue publicado en el Medical and Surgical Reporter, de Filadelfia, y en los Anna-
les de Dermatologie et Syphilographie. Como consecuencia de estos estudios, fue desig-
nado como miembro extranjero de la Societé Française de Dermatologie et
Syphilographie, la cual serviría como modelo para la fundación de la Sociedad Brasile-
ña de Dermatología.
No es de extrañar que Bruno Chaves, en ese momento ya radicado en Pelotas, Río
Grande do Sul, se convirtiese en uno de los cinco dermatólogos brasileños invitados a
participar en el Primer Congreso Mundial de Dermatología y Sifilografía, realizado en
1889 en París, en el Hospital Saint-Louis.

El primer servicio

Gradualmente el país fue perfeccionando su medicina gracias a la inclusión de las dos


facultades y a los trabajos aislados de los médicos. Este proceso fue acelerado entre 1882
y 1884 por las reformas de Leôncio de Carvalho y el Vizconde de Sabóia, que moderni-
zaron la enseñanza adaptándola a las últimas tendencias dictadas por Europa.
Llamó la atención en el nuevo currículum la introducción de una asignatura que re-
flejaba la importancia creciente que adquirían las enfermedades de la piel en el país y
en el resto del mundo. Se creó la asignatura Clínica de las Enfermedades Cutáneas y Si-
filíticas, desarrollada en Bahía por Alexandre Evangelista de Castro Cerqueira y en Río
de Janeiro por João Pizarro Gabizo.
En Río de Janeiro el curso se creó en 1883, un año después de la fundación del pri-
mer gran Servicio Clínico de Enfermedades de la Piel en Brasil, en el Policlínico General
de Río de Janeiro. Su director e iniciador, Antônio Pereira da Silva Araújo, oriundo de la
Escuela Tropical de Bahía y en ese momento radicado en la capital del país, fue el pri-
mero en describir una enfermedad dermatológica y también en participar de la cirugía
pionera de la especialidad en el país.
“Silva Araújo fue el primer profesor libre docente de Dermatología en Brasil, ofre-
ciendo en su Servicio de Dermatología y Sifilografía una enseñanza impregnada de las
ideas de Pasteur”2.
Según Joaquim Mota, “desde 1875 el Dr. José Antônio Pereira da Silva Araújo venía
realizando interesantes exposiciones en las célebres Conferencias de Glória, donde diser-
taba con maestría sobre asuntos de parasitología y de microbiología. Creado el servicio
de enfermedades de la piel de la Policlínica, comenzó a dar clases sobre la especialidad,
promoviendo exitosamente cursos muy concurridos”2.
Silva Araújo era un médico brillante, investigador y autor de importantes trabajos,
que en los años siguientes publicaría el Atlas de las enfermedades de la piel, con colori-
dos dibujos y textos en francés (1883), así como conferencias sobre la Reglamentación
Sanitaria de la Prostitución (1883) y la Profilaxis Pública de la Sífilis (1891).
La Academia de Medicina había cumplido ya 53 años de existencia cuando se instaló
en 1882 la cátedra de Dermatología, constituyéndose en el primer Servicio de Dermato-
logía del país. En el mismo año, como informa Rubem David Azulay, Silva Araújo fue
nombrado el 127º miembro titular de la entidad. “De esta forma la nueva especialidad
que surgía en el país pasó a integrarse a la Academia. Su intensa actividad lo llevaría en
1889 a ocupar la Primera Secretaría, la Presidencia en 1897 y más tarde el lugar de

71
PAULO R . CUNHA

Presidente Perpetuo. También le fue solicitada la creación del Museo de la Academia Na-
cional de Medicina”2.
A mediados del siglo XX, la Academia Nacional de Medicina tendría otros dos presi-
dentes de la especialidad, Rubem David Azulay y Jarbas Porto, que también dirigirían la
Sociedad Brasileña de Dermatología.

La Escuela Tropicalista de Bahía

La asignatura de Dermatología fue creada en la Facultad de Medicina de Bahía en


una época en que esta escuela se disputaba con la de Río de Janeiro el primer lugar en
el estudio de las enfermedades de la piel.
Alexandre Cerqueira, su titular, que había sido profesor de la escuela superior y se-
cundaria en 1865 y catedrático universitario un año después, identificó la Tinea nigra en
1891. Sus observaciones sobre el tema no fueron publicadas. A su hijo, Antônio Gentil de
Castro Cerqueira Pinto, le correspondería utilizarlas en 1916 en su tesis de graduación
denominada Keratomycose nigricans palmar. Allí describió la forma en que su padre ob-
tuvo la reproducción experimental de la enfermedad, mediante la inoculación de esca-
mas extraídas de una lesión en un voluntario.
Ambos dermatólogos, padre e hijo, estaban vinculados con una escuela famosa que
introdujo el estudio de la patología tropical en el país. Según F. E. Rabello, “fueron pre-
cisamente J. Adeodato, en 1888, y Juliano Moreira, en 1896, los primeros en hacer la
identificación clínica del Botón de Bahía de la Leishmaniasis tegumentaria, denominada
en Oriente Medio con diversos términos”2.
Debemos a lo que se llamó con toda justicia la Escuela Bahiana de Medicina la apa-
rición de un creciente interés por nuestros problemas de nosología tropical. Fue también
un ciudadano de Bahía, Silva Lima (1826-1910), quien por primera vez realizó una clá-
sica descripción de la curiosa afección denominada ainhum. Silva Lima se encontraba en
una posición privilegiada para hacerlo, ya que durante mucho tiempo fue Bahía la capi-
tal del país y el gran centro de ingreso de los esclavos africanos. Se trata de una de las
raras enfermedades realmente raciales, propia del negro puro o full-blood, generalmen-
te asociada a un cierto grado de hiperqueratosis plantar.
La Escuela Tropicalista de Bahía surgió y se desarrolló a pesar de las relativas difi-
cultades de la enseñanza oficial, suministrada en la época por la Universidad de Salva-
dor. De cualquier manera, la capital de Bahía entusiasmaba al medio especializado por
su interés por la medicina cutánea. Por esa razón, los profesionales del exterior o vincu-
lados a la facultad se reunían en grupos de estudio, con lo cual se constituyeron en los
auténticos predecesores, nacionales y extranjeros, de la etapa científica de la medicina
brasileña. Eran ellos: el portugués Silva Lima, el inglés John Patterson, el alemán Otto
Wucherer y varios brasileños, como Maria Pires Caldas, Ludgero Ferreira, Antônio José
Alves y Antônio Januário de Faria.
João Francisco da Silva Lima, diplomado en la Facultad de Medicina de Salvador,
donde trabajó toda la vida como investigador infatigable, enriqueció el acervo científico
brasileño con valiosas contribuciones sobre temas de patología tropical, destacándose
especialmente con sus trabajos sobre las bubas y el ainhum.
Otto Wucherer se había establecido como clínico en la capital de Bahía en 1843 y co-
menzaba a examinar sistemáticamente las heces de los opilados, encontrando en ellas
los huevos del Ancylostomum duodenale y determinando así la etiología de la enferme-
dad causada por ese parásito. Más tarde identificó las microfilarias responsables de la
elefantiasis, cuyo agente, en su homenaje, recibió la denominación de Wuchereria.
John Patterson, de Edimburgo, llegado a Salvador en 1842, se destacó enseguida por
sus trabajos sobre la fiebre amarilla y el cholera morbus que en ese momento se propa-
gaban en forma epidémica.

72
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

El trabajo de mayor repercusión de Silva Araújo, otro integrante de la Escuela de Ba-


hía, fue el Estudio del Demodex folliculorum, por el cual fue escogido para integrar la
Academia Imperial de Medicina. Por esta razón se trasladó a Río de Janeiro; posterior-
mente sería designado para dirigir el primer Servicio de Enfermedades de la Piel del re-
cién creado Policlínico General, donde en el futuro se destacarían otros maestros como
Parreiras Horta y Ramos e Silva.

La Gazeta Médica y su exhortación a la ciencia

En 1866 correspondió al grupo de Salvador la creación de la primera publicación


científica brasileña, la Gazeta Médica de Bahía, bajo la dirección de Virgílio Clímaco Da-
mazio; allí se presentaban las discusiones y conclusiones sobre los casos médicos desa-
rrollados por aquellos pioneros de la ciencia brasileña “con la presentación de los
pacientes y los datos suministrados por el microscopio y por la anatomía patológica”2.
Ya en su primer año de vida, la publicación registraba importantes estudios en el cam-
po de la Dermatología. En la edición del 10 de noviembre de 1866, su director señalaba
la ausencia de médicos brasileños en un Congreso Médico de París, reflejando el ideal de
la Gazeta y de su grupo de integrantes de implantar en el país una ciencia médica del
más alto nivel.
Veintitrés años pasarían hasta que, en agosto de 1889, en las conmemoraciones del
centenario de la Revolución Francesa y en vísperas de la Proclamación de la República
en nuestro país, fuese realmente considerada la exhortación efectuada por la Gazeta. En
esa fecha, una delegación de cinco especialistas brasileños participó activamente en Pa-
rís de los trabajos del Primer Congreso Mundial de Dermatología y Sifilografía: Silva
Araújo, João Pizarro Gabizo, Adolfo Lutz, Oscar de Bulhões y Bruno Chaves.

João Pizarro Gabizo

La cátedra de Dermatología fue institucionalizada en Brasil en 1883 al ser nombrado


J. P. Gabizo (1845-1904) para dar clases en la Clínica de Enfermedades Cutáneas y Sifilí-
ticas de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro. Durante casi cien años, hasta 1978,
esta Clínica impartiría sus clases prácticas en la multisecular Santa Casa de Misericordia
de Río de Janeiro, donde también estuvo localizada, entre 1912 y 1988, la primera sede
de la Sociedad Brasileña de Dermatología (SBD). En las instalaciones de esa Clínica se
realizaron, en el mismo período, las reuniones mensuales de la SBD, en las cuales varias
generaciones de médicos de todas las regiones convivieron y se perfeccionaron, y donde
se iniciaron las bases para la modernización de la especialidad en el país.
Francisco Eduardo Rabello informa que Gabizo hizo sus prácticas en Viena, en la fa-
mosa Escuela de Ferdinand Hebra y M. Kaposi. Candidato único en la disputa por el tí-
tulo de profesor de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, Gabizo, después de
desempeñarse brillantemente en los exámenes, fue designado por la institución y pues-
to en funciones por el gobierno imperial; supo desempeñar con talento su cargo, ya que
conocía profundamente la especialidad sobre la cual discurría con gran elocuencia.
Agrega Joaquim Mota: “No fue Gabizo fértil en publicaciones científicas, dejándonos
apenas un trabajo sobre la reglamentación de la prostitución, una conferencia sobre la
lepra y otras sobre enfermedades venéreas”2.
A partir de esta época dos escuelas dermatológicas con filosofías opuestas se enfren-
taron en la capital de la República: la cátedra oficial de J. P. Gabizo, que defendía las
ideas de la Escuela de Viena, y la cátedra sin reconocimiento oficial de Silva Araújo, cen-
trada en el eclecticismo racional y prudente defendido por la Escuela Francesa.
Veinte años después, la influencia de las dos escuelas en la naciente especialidad se
traduciría en la representación de los discípulos de ambas en la lista de los fundadores

73
PAULO R . CUNHA

de la Sociedad Brasileña de Dermatología que, como veremos, es el producto directo de


la tercera y última etapa de la Historia de la Dermatología Brasileña.

■ La3.etapa científica
La sociedad científica

La tercera etapa de la Dermatología brasileña se inició oficialmente en 1883 con la crea-


ción de la cátedra de Clínica de Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas en las Facultades de
Medicina de Río de Janeiro y de Salvador. En realidad, antes de que João Pizarro Gabizo
(Río de Janeiro) y Alexandre de Castro Cerqueira (Salvador) tomasen posesión de la cáte-
dra obtenida en concurso público, el Dr. Antônio José Pereira da Silva Araújo, originario de
la Escuela Bahiana de Tropicología, ya había institucionalizado en 1882 la enseñanza libre
de la Dermatología, en un curso particular dictado en la primera Clínica de Enfermedades
de la Piel del país, creada en ese mismo año en la Policlínica General de Río de Janeiro.
Joaquim Mota afirma que, sin lugar a dudas, hasta esa época, “salvo por algunos es-
critos, podría afirmarse que en Brasil se ignoraba por completo la Dermatología, de tal
forma que la creación de una cátedra oficial, en realidad, marcó el inicio de estos estu-
dios en el país”2.
En el mismo año de 1883, se efectuaron los concursos públicos para elegir profeso-
res adjuntos, cargo creado por la Reforma Sabóia. En Río de Janeiro, en la 11ª sección,
que correspondía a la cátedra de enfermedades cutáneas, fue designado el Dr. Luiz da
Costa Chaves Faria, quien debido al fallecimiento de Gabizo, en 1904, sería nombrado
catedrático de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica, denominación otorgada a la asig-
natura desde el año 1892.
Como resultado de la dinámica inducida por la enseñanza de la nueva especialidad en
el país, la década de 1880 se destaca por el impulso otorgado por el Instituto Oswaldo
Cruz a la investigación microbiológica. En el inicio del siglo XX, la Sociedad Brasileña de
Dermatología surgió para apoyar y ampliar el proceso de formación, cohesión y valoriza-
ción de la categoría profesional, priorizando el estímulo a la investigación científica y fa-
voreciendo la implantación de una escuela nacional creativa e influyente en el país, a la
vez que vinculada con el exterior y respetada en ese ámbito.

Los Drs. Fernando Terra y Eduardo Rabello

En 1906 se realizó el concurso para profesor sustituto de la Clínica Dermatológica, en


el que obtuvieron el primer lugar, con el mismo número de puntos, Fernando Terra y
Eduardo Rabello.
Terra, por ser el de mayor edad y por haber sido asistente de la cátedra desde el año
1891 fue el escogido por el Gobierno de Alfonso Pena. En 1910, con el fallecimiento de
Chaves Faria, ascendió como titular de la cátedra, cargo quel ejerció durante quince
años más.
El surgimiento de la SBD se explica también por el inicio de la investigación científi-
ca que caracterizó –principalmente en los primeros años del siglo XX– el panorama de
la Dermatología naciente; este proceso fue provocado por el desarrollo de las cátedras y
por la actuación del Instituto Oswaldo Cruz, que sería estimulado por la Sociedad Brasi-
leña de Dermatología en lo que respecta a la fuerza, organización y divulgación técnica
de la nueva especialidad.

El escenario inspirador

A fines del siglo XIX, el estudio y la práctica de la Dermatología habían llegado en Europa
a un grado elevado de desarrollo, permitiendo el debate sobre los grandes problemas de

74
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

la patología y de la clínica entre los maestros de las diversas escuelas. Ferdinand Hebra,
jefe de la Escuela de Viena, lanzó las bases definitivas de la especialidad, otorgándole la
sistematización y el cuerpo de doctrina que inspiraron a los continuadores de su obra:
Kaposi, Auspitz y Neuman.
La Dermatología llegó al Brasil con cierta dificultad, ya que los estudios y los traba-
jos fueron incrementándose recién durante los años que marcaron el final del siglo XIX y
el comienzo del siglo XX. Incluso algunos autores no reconocen ninguna contribución en
ese sentido antes de 1900.
Lo cierto es que podemos comenzar a hablar tanto de una medicina como de una Der-
matología brasileña a partir de los inicios del siglo XX. El trabajo desarrollado por las dos
Escuelas (Salvador y Río de Janeiro) fue la semilla que hizo germinar el espíritu científi-
co en las primeras generaciones de médicos graduados en el país. Muchos de ellos par-
tieron para Europa en busca de perfeccionamiento; al mismo tiempo que se
actualizaban, procuraban aplicar lo que aprendían a la realidad de Brasil.
Algunos autores destacan el papel de Oswaldo Cruz y del Instituto Manguinhos en es-
te escenario, sobre todo en el desarrollo de la nueva especialidad médica relacionada
con las enfermedades cutáneas. La producción académica fue dejando de ser una sim-
ple reproducción de bibliografía, característica fundamental de la fase pre-científica, pa-
ra asumir el carácter de investigación y de estudio de laboratorio, contribuyendo de
manera decisiva a la identificación de enfermedades anteriormente desconocidas, así co-
mo sus causas, diagnósticos y tratamientos.
El Instituto Manguinhos nació bajo el nombre de “Instituto Soroterápico
Federal” para preparar sueros y vacunas contra la peste. Transformado
después por Oswaldo Cruz (figura 2) en el Instituto de Medicina Experimen-
tal, recibió en 1908 la denominación actual; se privilegió la investigación en
Dermatología debido a la influencia que Cruz recibió de Raymond Sabou-
raud, el verdadero fundador de la micología médica, con quien había traba-
jado en París.
Junto con Oswaldo Cruz, un grupo de maestros eminentes y jóvenes cien-
tíficos que pasaron por Manguinhos se constituyó en la primera generación
de dermatólogos brasileños, provocando un período efervescente de estu-
dios e investigaciones científicas en el ámbito de esa especialidad. Entre
ellos se destacaron: Adolfo Lutz, Adolpho Lindemberg (figura 3), Parreiras
Horta, Gaspar Viana, Rocha Lima, Henrique de Beaurepaire Aragão, Arêa
Leão, Armínio Fraga, Eduardo Rabello, Fernando Terra (figura 4) y Olympio
da Fonseca Filho.
Adolfo Lutz (1855-1940), genial investigador brasileño, descubrió en
1908 en São Paulo una nueva enfermedad, actualmente denominada para-
coccidioidomicosis o Enfermedad de Lutz-Splendore-Almeida.
La cumbre de esa actividad paralela y simultánea fue indudablemente la
Clínica de Dermatología y Sifilografía de la Facultad Nacional de Medicina. Allí se suma- Figura 2. Dr. Oswaldo
Cruz
ron, además del interés de Fernando Terra, la participación de Eduardo Rabello, invita-
do, en un gesto hidalgo del titular, para integrar el equipo de la cátedra. Como resultado,
Terra y Rabello crearon un gran centro de investigación dermatológica, atrayendo a
otros especialistas en parásitos y patólogos del Instituto Oswaldo Cruz que iniciaron la
época de oro de la naciente especialidad.
En el transcurso de cuatro años se produjeron trabajos fundamentales. En 1908, co-
mo ya se señaló, la paracoccidioidomicosis fue descubierta en São Paulo por Adolfo Lutz.
Adolpho Lindemberg (1872-1944) expuso en 1909 el descubrimiento del agente etiológi-
co de la leishmaniasis, posteriormente denominado Leishmania brasiliensis. También en
1909 describió un nuevo tipo de micetoma y su agente etiológico con el nombre de Dys-
comices brasiliensis (actualmente Nocardia brasiliensis).

75
PAULO R . CUNHA

Eduardo Rabello publicó en 1910 una pequeña e histórica


monografía sobre Dermatomicosis, en la cual reproducía en la
práctica brasileña y con las técnicas de Sabouraud lo que el ge-
nial francés había dejado confirmado sobre la materia. En 1911
Paulo Parreiras Horta (1884-1961) publicó un trabajo sobre la
piedra negra que también se tornaría un clásico, dándose al pa-
rásito de la enfermedad el nombre del eminente especialista
(Piedraia Hortai).
El año de 1912 fue relevante por varias razones:
- Eduardo Rabello inició las investigaciones que hallaron, por
primera vez en Brasil, los corpúsculos de Donovan, agente cau-
sal de la donovanosis (que en esa época era un granuloma ulce-
roso o venéreo); este estudio sería continuado en 1917 con una
tesis clásica de Souza Aranha.
- Gaspar Viana (1885-1914) descubrió el tratamiento y la cu-
ra de la Leishmaniasis tegumentaria por medio del antimonio,
en la forma del antiguo tártaro emético, usado al 1% en inyec-
ciones intravenosas. Más tarde, el mismo Viana descubriría la
cura de las lesiones de la donovanosis por la aplicación del mis-
Figura 3. Dr. Adolpho mo compuesto.
Lindemberg (centro) Francisco Eduardo Rabello señala respecto de estos trabajos relevantes: “No es sor-
en su clínica de prendente que en medio de esa febril y tan fértil actividad de investigación fuese creada
Dermatología de la
en la misma época, en 1912, la Sociedad Brasileña de Dermatología”2.
Santa Casa de San
Pablo
El ideal de Fernando Terra

Fernando Terra (1865-1947), fluminense, tercer catedrático de la Facultad de Medi-


cina de Río de Janeiro, autor del proyecto y primer Presidente de la Sociedad Brasileña
de Dermatología, ejerció su mandato de 1912 a 1925.
La consulta de los documentos de la Sociedad Brasileña de Dermatología permite afir-
mar que él fue verdaderamente el alma, la inspiración y la fuerza que precedió a la fun-
dación de la SBD. Fue él quien articuló esfuerzos, invitó a la participación y escribió el
borrador de los estatutos. Fue considerado como una fuerza omnipresente en la funda-
ción y en los trabajos de los primeros trece años de la entidad; se retiró de su cargo por
la única razón de que, al jubilarse en 1925 como catedrático de Dermatología y Sifilo-
grafía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Brasil, prefirió mantener la tra-
dición de que su sucesor en la cátedra fuese también el presidente de la Sociedad. Terra
había nacido el 25 de diciembre de 1865 en Niterói y falleció en Juiz de Fora en 1947.
Graduado en 1887 en la Facultad Nacional de Medicina, se dedicó enseguida a la Der-
matología efectuando sus prácticas médicas junto al Profesor João Pizarro Gabizo en la
19º Enfermería de la Santa Casa. En los registros también consta que pasó por Manguin-
hos. En 1891 se convirtió en asistente de la Clínica de Dermatología y Sifilografía, y en
Figura 4. Dr. Fernando 1906 concursó públicamente para el cargo de profesor asistente, que obtuvo por las ra-
Terra (1865-1947) zones que se expusieron anteriormente.
Al asumir como titular en 1910, sucediendo a Chaves de Faria, tuvo la actitud gene-
rosa de llamar a Eduardo Rabello para la Clínica; con él llegó también el grupo del Ins-
tituto Oswaldo Cruz para unirse a los dermatólogos clásicos, dando lugar a una
interacción válida para ambos sectores.
No satisfecho con su actividad como conductor del Instituto, Fernando Terra marcó
los principios de una entidad capaz de congregar a los dermatólogos y dirigirlos cada vez
más hacia la actividad científica.

76
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

El modelo francés

El modelo francés de la Sociedad de Dermatología y Sifilografía, que funcionaba des-


de 1889 en el Hospital Saint-Louis de París junto a la Clínica del mismo nombre, fue el
escogido para regir la entidad brasileña, pero curiosamente, Terra y el grupo fundador
de la SBD no incluyeron inicialmente el estudio de la sífilis en la denominación de la nue-
va entidad. Durante trece años, es decir, durante la gestión de Fernando Terra, la enti-
dad se llamaría Sociedad Brasileña de Dermatología. Solamente en 1925, al asumir
Eduardo Rabello la presidencia, se alteraría el estatuto para pasar a denominarse Socie-
dad Brasileña de Dermatología y Sifilografía (SBDS), igual que la entidad francesa, con
una leve pero significativa diferencia, porque la SBDS optó por el término usado por los
anglosajones, sifilografía y no por el francés, sifilología. Años después de la 2ª Guerra
Mundial, con la introducción de la penicilina, la entidad retornaría en 1962 a la denomi-
nación original, después de treinta y siete años de llevar el nombre de Sociedad Brasile-
ña de Dermatología y Sifilografía. El cambio de denominación sería implementado recién
en 1965, completándose, por lo tanto, 40 años de permanencia de la segunda razón so-
cial y de la sigla SBDS.

4. Personalidades históricas ■ Personalidades históricas


Sebastião de Almeida Prado Sampaio

Cuando se pide a una figura notable de la especialidad, como el paulista Luiz


Henrique Camargo Paschoal, que indique quién debería figurar en el Panteón de la
Dermatología, la respuesta es la siguiente: “Yo colocaría en el pedestal a Sebastião
Sampaio. Ud. que va a escribir sobre la Historia de la Dermatología brasileña tiene
que considerar dos épocas: antes y después de Sampaio. Él fue y continúa siendo un
marco de referencia. Tremendamente inteligente y preparado, trajo de los Estados
Unidos la escuela terapéutica de aliviar y curar las enfermedades, en contraposición
a la postura de la escuela francesa, dominante en Brasil, mucho más preocupada
por describir las enfermedades de la piel. Sampaio, un hombre muy trabajador, te-
nía un conocimiento médico espectacular y una postura humanística fuera de serie.
Sampaio era un hombre de gran cultura. Imagínese mi suerte, yo fui su primer dis-
cípulo”2.
Sebastião Sampaio (figura 5) nació en el interior del estado de São Paulo y estu- Figura 5. Dr. Sebastião
dió en su capital. Su preferencia inicial era la ingeniería, porque era un alumno excelen- Sampaio
te en matemática. Pero su madre, que siempre había querido tener un hijo médico, lo
influenció para que ingresara en 1938 en la carrera de Medicina, en la Universidad de
São Paulo (USP), donde se graduó en 1943.
Ya desde su época de estudiante, Sampaio trabajó en la Liga de Lucha contra la Sífi-
lis, en una época especialmente grave por la precaria situación financiera de la familia.
Se presentó al concurso del Departamento de Profilaxis de la Lepra, y al aprobarlo fue
contratado como auxiliar académico. “Cuando terminé la Facultad de Medicina, ya ha-
cía dos años que trabajaba con enfermos de lepra y de sífilis, de modo que la Dermato-
logía se tornó el camino natural a seguir”.
Ese camino fue ampliándose de forma progresiva, a tal punto que Sebastião Sampaio
pasó a constituir el tercer gran referente de la Dermatología en São Paulo (los otros dos fue-
ron Adolpho Lindemberg y Aguiar Pupo). “La cátedra era Dermatología y Sifilografía. Al
profesor Pupo también le gustaba mucho trabajar con leprosos. Cuando terminé la carrera
de medicina, y como no existía todavía la práctica obligatoria, el profesor decidió que yo de-
bería frecuentar el ambulatorio de Dermatología, y así fui aprendiendo la especialidad”.

77
PAULO R . CUNHA

Con cinco años de experiencia dermatológica, Sampaio fue docente y consiguió una
beca para asistir a la Clínica Mayo en los Estados Unidos, en esa época el mayor centro
médico de ese país; allí hizo sus prácticas médicas entre 1951 y 1952, y luego continuó
sus estudios en Europa.
En la Clínica Mayo Sampaio vio que los enfermos eran visitados todos los días y reci-
bían una atención médica eficaz, práctica que aplicó en São Paulo a su regreso, influyen-
do sobre varias generaciones de dermatólogos brasileños. “Fui formando discípulos y
mis discípulos formaron otros discípulos”, decía.
Fue Presidente de la Asociación Médica Brasileña, del Colegio Ibero-Latinoamerica-
no de Dermatología y del Consejo Regional de Medicina y miembro del International
Committee of Dermatology.
Desde su cátedra en la USP Sebastião Sampaio formó discípulos que se distribuyeron
en todo el Estado de São Paulo, varios estados brasileños y el exterior; la mayoría de sus
discípulos mantuvo su vinculación con el maestro, a quien invitaban durante decenas de
años para dar conferencias y asistir a encuentros y jornadas, además de prestigiar con
su presencia diversas reuniones creadas por él mismo.

Bernardino Antônio Gomes

Autor del primer libro de Dermatología en lengua portuguesa, estuvo dos veces en
Brasil: en 1797 y 1817.

José Francisco da Silva Lima

José Francisco da Silva Lima, portugués de Vilarinho, llegó a Salvador en 1840 y se


doctoró en la Facultad de Medicina de Bahía. Junto con Wucherer y Paterson, implanta-
ron en Bahía los primeros estudios de las enfermedades tropicales.

Adolpho Lindemberg

Fluminense de Cabo Frío, se graduó en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro en


1896 y se especializó en Dermatología en París. Fue uno de los pioneros en la especiali-
dad, creando en la Santa Casa de Misericordia el primer Servicio Dermatológico de São
Paulo.

Paulo Parreiras Horta

El carioca Paulo de Figueiredo Parreiras Horta nació en 1884, fue farmacéutico an-
tes de cursar medicina en Brasil y después microbiología en París. Fue uno de los mayo-
res micólogos brasileños.

João de Aguiar Pupo

Paulista de Itatiba, graduado en 1912, en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro,


fue quien más estimuló la creación del Instituto de Medicina Tropical de São Paulo.

João Ramos e Silva

Graduado en 1918 en la Facultad de Medicina de la Praia Vermelha, en Río de Janei-


ro, Ramos e Silva adquirió notoriedad en las enfermedades venéreas y la hanseniasis.
Promovió la primera reunión de dermatólogos sifilógrafos en Brasil.

78
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Joaquim Mota

Fue uno de los mayores sifilógrafos brasileños. Se graduó en la Universidad del Bra-
sil en 1916 y trabajó en el Instituto Oswaldo Cruz, en el Servicio Médico del Ejército y en
el Departamento Nacional de Salud Pública, así como en la Inspectoría de Profilaxis de
la Lepra y Enfermedades Venéreas.

Oswaldo Costa

Dermatólogo de Minas Gerais, dedicó su tesis (1962) al estudio de las queratodermias


palmo-plantares; efectuó su práctica médica en el Hospital Saint-Louis, en París.

Domingos Barbosa da Silva

En 1955 fue designado Profesor Titular de la cátedra de Dermatología de la Facultad


de Medicina y Cirugía de Pará. Fueron importantes sus estudios en Dermatología tropi-
cal y formó varias generaciones de especialistas.

Eduardo Rabello

Nacido en Barra Mansa, Río de Janeiro, en 1876, el segundo presidente de la SBD se


doctoró en 1903 en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro. Discípulo de la Escuela Fran-
cesa, Rabello frecuentó el Servicio de Curieterapia del Hospital Necker, bajo la dirección de
Degrais, adquiriendo experiencia en la materia. Al retornar a Brasil fundó en 1919, junto
con Fernando Terra, el Instituto de Electro-radiología de la Facultad de Río de Janeiro, que
fue después incorporado a la Clínica Dermatológica. Falleció el 8 de agosto de 1940.

Francisco Eduardo Rabello

Sucedió a su padre, Eduardo Rabello, en la Cátedra de Dermatología y Sifilogra-


fía de la Facultad Nacional de Medicina. Hizo contribuciones originales en las áreas
de leishmaniasis tegumentaria, hanseniasis y sarcoidosis (figura 6).

Hildebrando Portugal

Graduado en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, su gran realización fue


la creación del Laboratorio de Histopatología de la Clínica, en 1926.

Jorge de Oliveira Lobo

Nació en Recife, en 1889. Recibió su diploma en la Facultad de Medicina de Río de Ja- Figura 6. Dr. Francisco
neiro. Trabajó con Olympio da Fonseca Filho y Arêa Leão en Manguinhos y fue asisten- Eduardo Rabello
te de Eduardo Rabello. Al retornar a su tierra natal, trabajó en la Clínica Dermatológica
en el Hospital de Santo Amaro, dando inicio a la Dermatología de Pernambuco.
Jorge de Oliveira Lobo utilizó su nombre para identificar una enfermedad provocada por
el hongo denominado Paracoccidioides loboi. También describió una nueva forma de blas-
tomicosis, cuyas lesiones particulares fungosas tienen como nicho ecológico la Amazonia.

Glynne Leite Rocha

Natural de Alagoas en Maceió, se graduó en la Facultad de Medicina de Pernambuco


en 1930. Fue Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de IASERJ durante décadas.

79
PAULO R . CUNHA

Demétrio Peryassú

Nacido en Belém do Pará, se graduó en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina.


Varios síndromes dermatológicos fueron estudiados por él; también poseía grandes co-
nocimientos de radioterapia y hansenología.

Anuar Auad

El paulista Anuar Auad se graduó en la Facultad de Ciencias Médicas de Río de Ja-


neiro, en 1951. Realizó vastos estudios en el área de pénfigo foliáceo, asumiendo en 1954
la dirección del Hospital de Pénfigo en Goiânia.

Antônio Carlos Pereira Júnior

Natural de Minas Gerais, de Juiz de Fora, graduado en 1963 en la Facultad Nacional


de Medicina de la Universidad de Brasil, efectuó sus prácticas médicas en el Hospital
Saint- Louis, en París. Es coautor de un libro sobre herpes y de la clasificación de las ETS
adoptada en el país y en el exterior.

Norberto Belliboni

Natural de Camposapiero, Italia, llegó a Brasil en 1934. Se graduó en Medicina en 1949,


en la Universidad de São Paulo. Durante diez años fue el coordinador de la asignatura de
Dermatología del Curso Experimental de Medicina de la Universidad de São Paulo.

Raymundo Martins Castro

Se graduó en la Facultad de Medicina de la USP; fue docente libre en la FMUSP, hizo


un curso de especialización en Medicina Tropical en Alemania y fundó en 1986 el Cen-
tro de Estudios “Nicolau Maria Rossetti”.

Guilherme V. Curban

Profesor Libre Docente de la FMUSP, es autor, junto con Luiz M. Bechelli, del Compen-
dio de Dermatología, libro de consulta de la especialidad.

Carlos da Silva Lacaz


Figura 7. Dr. Carlos da
Silva Lacaz Historiador de la Dermatología brasileña, Lacaz fue profesor de Micología y Microbio-
logía en la USP y fundó en 1959 el Instituto de Medicina Tropical, sien-
do dos veces director de la Facultad de Medicina de la USP. Es
considerado uno de los mayores micólogos del mundo (figura 7).

Clóvis Bopp

Nació en Santa Maria (RS) el 17 de octubre de 1913. Fue Jefe del


Servicio de Dermatología de la Universidad Federal de Rio Grande has-
ta 1984.

Antar Padilha-Gonçalves

Graduado en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina, profundizó

80
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

los estudios sobre leishmaniasis y micología. Trabajó en el Servicio de Dermatología del


Hospital Gaffrée Guinle y después en el laboratorio de Raimundo Aragão.

Abrahão Rotberg

De proyección mundial por la doctrina de la Margen Hansen en su forma anérgica y


del Factor N en la hanseniasis, Rotberg estudió en Río de Janeiro y se graduó en 1933
en la Facultad de Medicina de São Paulo. Se destacó por su contribución a los conoci-
mientos en la hansenología.

Alexandre Mello Filho

Graduado en la Escuela Paulista de Medicina, ingresó en la Clínica Dermatológica del


Hospital del Servidor Público Municipal en 1948. Fue profesor en la Facultad de Ciencias
Médicas de la Santa Casa de Misericordia durante 20 años.

Antonio Delfina

Se graduó en 1942 en la Escuela Paulista de Medicina, dedicándose durante 45 años


a la institución; es autor de diversos trabajos científicos de la especialidad.

Antônio Souza Marques

Nacido en Río de Janeiro, se graduó en 1960 en la Facultad Nacional de Medicina e


hizo su posgrado en el Hospital del Cáncer de Filadelfia, Estados Unidos.

Aurélio Ancona López

Se graduó en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina de Río de Janeiro. En 1945


creó el Servicio Dermatológico del Hospital del Servidor Público Municipal. En la Cruza-
da Pro-Infancia fundó un Centro de Educación de Dermatología.

Jarbas Porto

Natural de Pernambuco de Caruaru, se graduó en la Facultad Nacional de Medicina.


Asistente de Rabello y de Rubem David Azulay, Porto ingresó en el Hospital de los Servi-
dores del Estado y realizó su posgrado en Michigan. Fue Presidente de la Academia Na-
cional de Medicina.

Luiz Henrique Camargo Paschoal

Graduado en la USP en 1960, dirige la cátedra de Dermatología de la Facultad de Me-


dicina del ABC, y es el actual Director de esa Facultad.

Luiz Marino Bechelli

Graduado en la Facultad de Medicina de la USP en 1933, fue designado médico espe-


cialista del Departamento de Profilaxis de la Lepra. Fue Director Clínico del Sanatorio
Cocais y docente libre de la Facultad de Medicina de la USP. Durante diez años, fue se-
cretario del sector de Lepra de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Suiza.

81
PAULO R . CUNHA

Márcio Lobo

Creó el posgrado en Dermatología en la Universidad Federal de Pernambuco. Una de


sus líneas de investigación fue la Donovanosis.

Nelson Guimarães Proença

En 1970, el profesor Nelson Proença fundó el Anuario Dermatológico Brasileño con la


intención de reunir trabajos publicados en revistas de otras áreas. Fue director de la
APM y la AMB (Asociación Paulista de Medicina y Asociación Médica Brasileña) y direc-
tor de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de São Paulo.

Neuza Dillon

Graduada en la Facultad de Medicina y Cirugía de Belém do Pará, se especializó en


Dermatología en la USP. En 1966 fue designada profesora en la recién creada Facultad
de Ciencias Médicas y Biológicas de Botucatu. Ejerció brillantemente el cargo de Profe-
sora Titular de Dermatología en esa escuela hasta su jubilación.

Ney Romitti

Graduado en 1958 en la Facultad Nacional de Medicina, hizo su práctica en Alema-


nia, donde publicó 20 trabajos científicos. Fue Profesor Titular de la Facultad de Medici-
na de Santos. Posee una notable cultura general y dermatológica.

Renée Garrido Neves

Graduado en 1953 en la Facultad Fluminense de Medicina, fue durante trece años


asistente voluntario de João Ramos e Silva. Trabajó en el Servicio de Leprología. Asiduo
participante de las reuniones de la SBD; fue el responsable de la compra de la sede de
la entidad.

Maurício y Alice Casal Alchorne

Mauricio nació en Pesqueira, Pernambuco; se trasladó a Recife para estudiar el ciclo se-
cundario y la carrera de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de Pernambuco. Su
formación dermatológica y su inicio en la carrera académica se desarrollaron en el HC/F-
MUSP. Desde 1994 es Profesor Titular de UNIFESP/Escuela Paulista de Medicina. En el HC
conoció a la alumna Alice, de São Paulo, con quien se casó; tienen dos hijos y cuatro nietos.
Alice hizo su práctica de Medicina en el HC/FMUSP y es actualmente profesora adjun-
ta y docente libre de la UNIFESP/ Escuela Paulista de Medicina, desde 1997.
Ambos ocuparon diferentes cargos en la SBD, entre ellos la Presidencia de la Regio-
nal de São Paulo (Alice y Maurício) y de la SBD (Maurício).

Rubem David Azulay

Nacido en Belém do Pará, en 1917, se graduó en Medicina en la Facultad Fluminen-


se de Medicina y en el Servicio de Dermatología del Prof. Parreiras Horta. Fue titular de
la cátedra de Dermatología de varias Universidades, en cargos obtenidos por concurso
público: Pará, UFF, UERJ y UFRJ. Fue también el responsable de continuar con las acti-
vidades del histórico Pabellón São Miguel, cuando la Cátedra y el Servicio de Dermatolo-
gía de la UFRJ se trasladaron al Hospital Universitario, en la Ilha do Fundão.

82
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

En los inicios de su carrera, llegó a trabajar con Eduardo Rabello. Vinculado a la SBD
desde que era estudiante, frecuentó el Pabellón São Miguel (financiado en el inicio de los
años 30 por la Organización Mundial de la Salud para cursos internacionales de lepra, pe-
ro inmediatamente transferido para la Clínica Dermatológica de la Universidad de Bra-
sil). Era presidente de la SBD cuando se cumplieron 50 años de su creación, y como tal
resolvió cambiar muchas cosas: “Ya existían las reuniones, pero todas se realizaban en
Río de Janeiro. La gran mayoría de los socios era natural de Río. Cuando asumí la Presi-
dencia, hice modificar los Estatutos y empecé a promover las reuniones en otros Estados,
ya que entendía que la Dermatología era nacional y no solamente de Río de Janeiro”.
También fue en dos oportunidades editor jefe de los Anais Brasileiros de Dermatolo-
gia, donde introdujo varias innovaciones. Fue también Presidente de la Asociación Bra-
sileña de Leprología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, de la
Internacional Society of Dermatology y de la Academia Nacional de Medicina. Por sus
méritos personales y la calidad de sus trabajos científicos fue agraciado con trece pre-
mios: medalla de oro Oswaldo Cruz, Antonio Pedro (tres veces) y Gaspar Viana, premio
Jorge Lobo, varias plaquetas –tres nacionales y una de la North American Clinical Der-
matological Society. Azulay es uno de los autores más destacados de la Historia de la
Dermatología Brasileña.

Rui Miranda

Pilar de la dermatología paranaense, fundó en 1960 el Centro de Estudios de la Le-


pra Souza Araújo en la Universidad Federal de Paraná y en 1990 la Fundación Pro-Han-
sen. En el ámbito de la Dermatología describió cinco nuevas patologías y dentro de la
hansenología contribuyó al mejor conocimiento de la enfermedad.

Lucio Bakos

Nacido en 1942, en Zadar –actualmente Croacia, entonces territorio italiano–, se


graduó en 1966, en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS). Fue Visiting
Scholar de la Cambridge University durante los años 1972-73, trabajando en el Adden-
brooke’s Hospital de Cambridge, dirigido por el Dr. Arthur Rook. Es Profesor Titular de
Dermatología de la UFRGS desde 1991.

Sylvio Fraga

Se graduó en 1953 en la Facultad de Medicina de la antigua Universidad de Brasil.


Entre 1955 y 1956 efectuó su práctica médica en Filadelfia (Estados Unidos). Hizo el cur-
so de especialización en Dermatología y Patología en el Armed Forces Institute of Patho-
logy, en Washington. Fue cofundador del Instituto de Dermatología de la Santa Casa.

João y Bernardo Gontijo

De Minas Gerais, la familia Gontijo (el padre, João B. Gontijo Assunção y el hijo, Ber-
nardo Gontijo) son personalidades distinguidas en la Dermatología. Joao se graduó en
1947 en la UFMG y realizó su práctica médica en París en el Hospital Saint-Louis duran-
te los años 1948-1949. Por concurso público obtuvo el título de profesor adjunto y docen-
te libre de la UFMG. Publicó 24 trabajos en forma individual o en colaboración, y
presentó cerca de 200 ponencias en congresos y reuniones en Brasil y en el exterior. Ber-
nardo, el hijo, se graduó en la UFMG y completó su práctica médica de Dermatología en
el Hospital de Clínicas de la USP; y es actualmente profesor de la Facultad de Medicina
de la UFMG. Ambos fueron miembros participantes y presidentes de la SBD.

83
PAULO R . CUNHA

Mário y Márcio Rutowitsch

Márcio Rutowitsch es hijo del dermatólogo Mário Rutowitsch, que fuera Presidente de
la SBD en 1960. Márcio se graduó en la Universidad Federal Fluminense y es actualmen-
te Jefe del Servicio de Dermatología del HSE.

Jorge José de Souza Filho

Nacido en Florianópolis en 1937, se graduó en la Universidad Federal de Paraná en


1964 y fue admitido en 1965 como practicante con beca del Hospital de Clínicas de São
Paulo. En 1967 volvió a su tierra natal y se presentó en el concurso para auxiliar de en-
señanza en la UFSC, donde llegó a profesor titular en 1990. Fue uno de los fundadores
de la Regional SC de la SBD y el primer Presidente de la Reunión Sur-Brasileña de Der-
matología, realizada en Florianópolis en 1981.

■ La5.Dermatología enloslos
La Dermatología en estados
estados

Estas generaciones pujantes, con sus ansias de nuevos caminos, fueron el resultado
del estímulo a la investigación científica propiciado por la educación dermatológica re-
novada, por la llegada de nuevas especialidades a otras regiones del país y por la acción
sinérgica de la SBD.
Efectivamente, la Dermatología se ampliaba. En las décadas de 1920 y 1930, de
acuerdo con Rabello Júnior, “la cátedra de Belo Horizonte, de Antonio Aleixo (1884-
1943), marcaría la llegada de un nuevo centro de estudios en el país, con trabajos y pu-
blicaciones novedosas en los sectores gemelos de la venereología y de la hansenología,
destacándose Orsini de Castro (1892-1970) en Dermatología y O. Diniz (1902-1966) en
hansenología. Trabajos originales de gran envergadura fueron desarrollados por O. de
Castro, Oswaldo Costa (Cátedra de la Universidad Federal) y Tancredo Furtado (Cátedra
de la UFMG)”3. Costa fue el autor de una notable tesis sobre las acroqueratosis (1960),
mientras Furtado haría lo mismo en 1955 sobre la frambesia.
En Juiz de Fora se instaló igualmente un gran centro dermatológico, con Antônio Car-
los Pereira y Carlos Adolfo Pereira. Entre 1922 y 1940 se publicaron importantes traba-
jos brasileños sobre el pénfigo foliáceo, entre ellos los de J. P. Vieira(1927) y Orsini de
Castro (1940).
Fundada en 1916, la Facultad de Medicina de São Paulo contó enseguida con una cá-
tedra de Dermatología, cuyo titular fue Adolpho Lindemberg (1872-1944), autor de tra-
bajos pioneros en leishmaniasis tegumentaria y pénfigo foliáceo. Su discípulo Nicolau
Rossetti (1894-1956) fue más tarde el titular de la Cátedra de Dermatología en la Escue-
la Paulista de Medicina, donde tuvo como sucesor al leprólogo y dermatólogo Abrahão
Rotberg, autor de trabajos notables sobre la reacción de Mitsuda, la reacción de Monte-
negro y las angeítis necrotizantes. Informa Rabello:

En la década de 1930, J. Aguiar Pupo, discípulo predilecto de Eduardo Rabello, asu-


miría la cátedra de Dermatología de la Universidad de São Paulo, donde enseguida
formó una gran escuela. En la línea de la tradición brasileña, Aguiar Pupo dominó
con igual superioridad la hansenología, con trabajos pioneros en ese sentido. Le su-
cedería en 1957 Sebastião Sampaio, un joven profesor de buena formación histológi-
ca que daría gran impulso a los trabajos en el campo de la estructura y funciones de
la piel, de la genética y de la patología inmune. En São Paulo se destacarían otros va-
lores como H. Cerruti en Sorocaba, L. M. Bechelli y W. Pimenta en Ribeirão Preto, to-
dos de la escuela de Aguiar Pupo. Una mención especial merecen los jóvenes, entre

84
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

ellos Ney Romitti, discípulo de Ramos e Silva, Marchionini y Raimundo Martins de


Castro, inicialmente profesor en Campinas, que tuvo como maestro a su ilustre pa-
dre, A. Martins de Castro (1885-1968), especialista versado en micología, histopato-
logía y roentgenterapia2.

Mencionamos aquí solamente algunos de los dermatólogos nacionales que estudiaron


con los grandes Maestros del exterior:
1. Olympio da Fonseca Filho, Nicolau Rossetti y Abílio Martins de Castro trabajaron
con Raymond Sabouraud, en el Hospital Saint-Louis de París.
2. J. Luiz Miranda fue practicante en la Duke University, con N. F. Conant.
3. Eduardo Rabello frecuentó el Servicio de Curieterapia del Hospital Necker, bajo la
dirección de Degrais y al volver al Brasil fundó con Fernando Terra el Instituto de Elec-
troradiología, incluido posteriormente dentro de la Clínica Dermatológica de la Facultad
Nacional de Medicina.
4. Adolfo Lutz hizo sus prácticas en Suiza con Paul Gerson Unna (1850-1929), el fun-
dador de la Dermatología moderna.
5. Ney Romitti trabajó en Munich con Alfred Marchionini.
6. Sebastião de Almeida Sampaio efectuó sus prácticas médicas en la Clínica Mayo,
en Rochester, Estados Unidos.
7. Newton Guimarães trabajó en Barcelona con Xavier Vilanova.
8. Joaquim Pereira da Mota (1894-1952) trabajó en París con Pautrier.
9. Valdir Bandeira (Recife) y René Garrido Neves (Niterói) hicieron sus prácticas mé-
dicas en Buenos Aires, en los servicios de los Profs. Julio Borda y Jorge Abulafia.

■ Dermatología
6. La Sociedad Brasileña de La Sociedad Brasileña
(SBD) de Dermatología (SBD)
La sesión de fundación de la Sociedad Brasileña de Dermatología se inició a las diez
horas de la mañana del domingo 4 de febrero de 1912, en el Pabellón Miguel Couto, de
la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro. Estaban presentes dieciocho médicos,
de los cuales sólo diez eran dermatólogos. Tres de ellos formaban parte de la Comisión
Organizadora: Fernando Terra, Eduardo Rabello y Werneck Machado. Los otros funda-
dores eran los Drs. Moncorvo Filho, Alfredo Porto, Eduardo Magalhães, Adolfo Lutz, Víc-
tor de Teive, Caetano de Menezes, Gaspar Viana, Leal Júnior, Oscar da Silva Araújo,
Juliano Moreira, Paulo Parreiras Horta, Zopyro Goulart, Miguel Salles, Eduardo Jorge y
Franco de Carvalho.
La SBD es la segunda mayor entidad de la especialidad en el mundo en número de aso-
ciados. En el año 2000 fue aprobado el 5 de febrero para la conmemoración anual del Día
del Dermatólogo.
En los trece primeros años de actuación de la SBD predominó, al lado de la discusión
científica de la mayor seriedad, el estímulo a la investigación –luego extendido a las nue-
vas generaciones que cursaban Medicina–, así como el conocimiento y la divulgación de
las actividades dermatológicas realizadas en las demás regiones del país; el espíritu aco-
gedor y atento de los dirigentes y la preocupación por fijar las bases para la construc-
ción de algo definitivo para el futuro.
La SBD tuvo en su historia dos gestiones prolongadas: la de Fernando Terra que duró
trece años y la de Eduardo Rabello, quien la presidió por quince años sin interrupción.

Los presidentes de la SDB

Los dermatólogos que ejercieron la Presidencia de la SBD fueron: Fernando Terra


(1912); Eduardo Rabello (1925); Oscar Silva Araújo (1941); Joaquim Mota (1942); João

85
PAULO R . CUNHA

Ramos e Silva (1944); A. F. Da Costa Jr. (1946); Hildebrando Por-


tugal (1948); Francisco Eduardo Rabello (1950); Demétrio Peryas-
su (1951); Edgard Drolhe da Costa (1953); Luis Campos Mello
(1955); Antar Padilha-Gonçalves (1957); Mário Rutowitsch (1959);
Rubem David Azulay (1961); Glynne Leite Rocha (1963); J. Aguiar
Pupo (1964); João Ramos e Silva (1965); Domingos Barbosa da Sil-
va (1966). Antônio Carlos Pereira (1967); Rui Noronha Miranda
(1968); Jorge Lobo (1969); Anuar Auad (1970); Clóvis Bopp (1971);
Rubem David Azulay (1972); Tancredo Furtado (1973); Sebastião
de Almeida Prado Sampaio (1974), Jarbas Anacleto Porto (1975);
José Pessoa Mendes (1976); Walter Moura Cantídio (1977); João
Batista Gontijo (1978); Newton Guimarães (1980); Raiymundo
Figura 8. Comisión Martins Castro (1981); Márcio Lobo Jardim (1982); José Serrya
Directiva de la SBD (1983); Jorge José de Souza Filho (1984); Luiz Carlos Cucé (1985); Divino Rassi (1986);
(2000-01): De izq. a René Garrido Neves (1987); César Bernardi (1988); Luiz Henrique C. Paschoal (1989); Or-
der. (sentados): María canda Andrade Patrus (1990); Antonio Carlos Pereira Junior (1991); Jesús Rodrígues San-
Lourdes Viegas, tamaría (1992); José Eduardo Costa Martins (1993); Arival Cardoso de Brito (1994); Sarita
secretaria general; Martins (1995); Iphis Campbell (1996); Clarisse Zaitz (1997); Alberto Eduardo Cox Cardo-
Fernando Augusto de so (1998); Maurício Mota de Avelar Alchorne (1999); Bernardo Gontijo (2000); Fernando
Almeida, presidente;
Augusto de Almeida (2001) (figura 8), Márcio Rutowitsch (2003), Sinésio Talhari (2005).
Márcio Santos
En la década del 90 tres mujeres presidieron la Sociedad Brasileña de Dermatología: Or-
Rutowitsch,
vicepresidente. De pie:
canda Andrade Patrus (1990-1991), Sarita Martins (1995-1996) y Clarisse Zaitz (1997-1998).
Macedo Paschoal,
segundo secretario; La sede de la SDB. Los Anais Brasileiros de Dermatologia.
Beatriz Moritz Trope, La biblioteca. El primer congreso
tesorera, y Paulo
Rowilson, secretario En 1932, la SDB, junto con varios sectores de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica, fue
trasladada al Pabellón São Miguel, donde el 20 de octubre de 1933 se inauguró la bibliote-
ca de la Clínica. A mediados del siglo XX esta biblioteca era ya considerada como la posee-
dora del mayor acervo de la especialidad en América Latina. En 1987 René Garrido Neves
llegó a la Presidencia de la SBD con una misión: dotar a la entidad de una sede propia, la
cual fue adquirida en la Av. Nilo Peçanha, dejando la antigua sede del Pabellón São Miguel.
La primera edición de la revista bimestral Anais Brasileiros de Dermatologia (figura
9) tuvo como editor jefe a Eduardo Rabello, en 1925.
En 1985 vuelve a surgir el boletín de Noticias SBD, sustituido en 1996 por el Diario
de la Dermatología Actual, y finalmente, por el Diario de la SBD.
Del 26 a 28 de septiembre de 1944 se realiza la primera de las reuniones de los espe-
cialistas brasileños en Dermatosis Sifilográficas, en el Pabellón São Miguel, de la Santa
Casa de Misericordia de Río de Janeiro; a partir de 1969 estas reuniones recibieron el
nombre de Congresos (figura 10).

El cincuentenario de la SDB

Conmemorando el cincuentenario de la SBD en 1962, bajo la presidencia de Rubem


David Azulay, se efectuó la declaración pública de reconocimiento a la expansión de la
Dermatología en todo el Brasil, y así se dejó abierto el camino para que los profesiona-
les de otros Estados pudieran ocupar la Presidencia. Otro hecho destacado de la década
fue la designación de Ramos e Silva como miembro del CID (Comité Internacional de Der-
matología). Posteriormente, Antar Padilha-Gonçalves, Sebastião Sampaio y Márcia Ra-
mos e Silva fueron también designados miembros del CID.
En 1971, durante el Congreso Brasileño de Dermatología realizado en Porto Alegre,
bajo la presidencia de Clóvis Bopp, se amplió el radio de acción de la SBD para cuidar

86
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Figura 9. Anais
de los intereses éticos, sociales y económicos de los dermatólogos brasileños. Bopp fue Brasileiros de
también el principal organizador de las reuniones regionales denominadas “Líneas Sur Dermatologia. Año
de la Dermatología Brasileña”, actualmente llamadas “Jornadas Sud-Brasileñas”, que 1940
congregan a los especialistas de Río Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. Figura 10. II Reunión
Anual de Dermato-
El 90º aniversario de la SDB sifilógrafos brasileños
en Belo Horizonte.
(1945)
Le correspondió conmemorar el 90º aniversario de la fundación de la SBD a quien era
su presidente electo en ese momento, el Prof. Fernando Augusto de Almeida, destacado
especialista cuya tesis de doctorado en la USP trató sobre “Prurito de Hebra”, y es uno
de los mayores conocedores de tumores cutáneos, principalmente el melanoma; es ade-
más uno de los fundadores y el primer presidente del Grupo Brasileño de Estudio del Me-
lanoma (GBM). Bajo su dirección se impulsó el Proyecto Pro Memoria, coordinado por el
Prof. Dr. Paulo Cunha (figura 11), cuya finalidad es conservar la historia de la Dermato-
logía en Brasil a través de libros, documentos e imágenes. El primer trabajo realizado
fue la edición de la Historia de la Dermatología en Brasil, un primoroso rescate de fotos
y textos desde los inicios de la especialidad en el país.
También se destacaron en su gestión la manera profesional de administrar y el im-
pulso financiero dado a la SDB.

La SBD 2003/2004

En los últimos años, la Sociedad Brasileña de Dermatología centralizó las acciones


institucionales y políticas apuntando a la valorización de la especialidad. Junto a la Aso-
ciación Médica Brasileña, participó activamente del movimiento nacional para la imple-
mentación de una nueva y más justa lista de honorarios médicos que está siendo
utilizada en todo el país. También participó en los encuentros de repudio a la creación
de nuevas escuelas de medicina y en las reuniones sobre el proyecto de Ley sobre la
Práctica Médica, y envió especialistas para que integrasen la Cámara sobre Productos y
Procedimientos Estéticos del Consejo Federal de Medicina.
En el ámbito interno, trabajó intensamente a través de sus departamentos especiali-
zados en la creación de Manuales de Conducta para orientación sobre técnicas y proce-
dimientos utilizados en la especialidad. Las comisiones especializadas mantuvieron la

87
PAULO R . CUNHA

Figura 11. Prof. Dr.


Paulo Cunha rutina de visitar los servicios acreditados para la residencia, lo que garantiza la calidad
Figura 12. Primera de enseñanza de la Dermatología en el país. De gran importancia fue la tarea desarro-
mesa examinadora de llada por un grupo de trabajo integrado por las jefaturas de Servicios acreditados y co-
acreditación del TED misiones de enseñanza, científicos y especialistas que redefinieron el programa mínimo
(28 de octubre de de enseñanza de Dermatología Brasileña, enunciaron nuevas normas para la acredita-
1967) en Juiz de Fora. ción de los servicios especializados al ofrecer este programa de formación y formularon
De izq. a der: Rubem propuestas para la búsqueda del perfeccionamiento de los criterios de evaluación para
D. Azulay, Rui obtener el título de especialista.
Miranda, Sebastião Para conocer el escenario donde actúan los dermatólogos brasileños, así como la real
Sampaio, Tancredo
situación de los especialistas en las diferentes regiones brasileñas, la Sociedad Brasile-
Furtado y Clóvis Bopp
ña de Dermatología concluyó una investigación que delineó el perfil de los dermatólogos
en Brasil. Con base en los datos recolectados, el presidente de la SBD, Dr. Marcio Ruto-
witsh, realizó una serie de encuentros con los jóvenes con menos de diez años de forma-
ción para discutir las perspectivas de la profesión, impulsando así la actuación de la SBD
en la defensa del mercado de trabajo.
Al mismo tiempo, la SBD está promoviendo una revisión en la revista Anais Brasilei-
ros de Dermatologia con el fin de conseguir la reorganización de la base de datos, Índex
Medicus/Medline.

El título de especialista en Dermatología

Desde 1950, la SBD, a través de la ley nº 1.270, fue considerada de utilidad pública.
Veintitrés años pasaron entre la realización de la primera reunión de los especialistas en
dermatología-sifilógrafía brasileños, en 1944, y otro gran evento de la historia de la en-
tidad, en 1967; el examen de los primeros profesionales para obtener el título de espe-
cialista en Dermatología, realizado en Juiz de Fora. Los profesores que se sometieron a
ese primer examen fueron: Tancredo Furtado, Clóvis Bopp, Rubem David Azulay, Rui No-
ronha de Miranda y Sebastião Sampaio (delegado ante la AMB) (figura 12).
En el año 2005 tuvo lugar el 39º examen del título de especialista de la SBD, bajo la
presidencia del Profesor Dr. Paulo R. Cunha.

Servicios acreditados por la SDB

El universo de los Servicios acreditados en todo el país por la Sociedad Brasileña de


Dermatología está constituido por sesenta unidades que demuestran el buen nivel de la

88
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

especialidad en el país, ofreciendo una amplia asistencia a millones de pacientes con en-
fermedades cutáneas, además de 204 vacantes anuales para la práctica médica, espe-
cialización, grado de maestría y doctorado en sus cursos de posgrado.

Unidades regionales

NORTE-NORDESTE

Bahía
Bahía, cuna de la dermatología en el país, cuenta actualmente con dos Servicios ha-
bilitados por la SBD: el del Hospital de Clínicas (UFBA) y el del Hospital Santa Isabel de
la Escuela de Bahía de Medicina y Salud Pública.
La cátedra de Clínica de las Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas fue fundada en 1884,
teniendo como regente a Alexandre Evangelista de Castro Cerqueira. En 1893, pasó a de-
nominarse Clínica Dermatológica y a partir de 1915 estuvo a cargo sucesivamente de Artur
da Silva Leitão, Flaviano da Silva, Otávio Garcez de Aguiar, Newton Alves Guimarães, Nei-
de Ferraz y Ênio Ribeiro Maynard Barreto.
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas se compone de tres salas para
atención al público y una sala de cirugía ambulatoria. En la enfermería dispone de cua-
tro camas y de una sala anexa para reuniones. A pesar del ambiente reducido, el consul-
torio externo de la especialidad es el segundo en atención en el hospital, posición que
podrá cambiar con la transferencia de Dermatología al Pabellón Prof. Magalhães Neto. En
los últimos tres años, la aprobación de los residentes llegó casi al 100%. La investigación
en el Servicio se ha focalizado principalmente en el área de enfermedades tropicales.

Amazonas
Por estar localizado en el Estado de Amazonas, el Instituto de Dermatología Tropical
y Venereología Alfredo da Matta es el centro de referencia en enfermedades sexualmen-
te transmisibles (ETS) y hanseniasis, trabajando desde 1955 en la educación, investiga-
ción, prevención y tratamiento de las enfermedades dermatológicas. Su jefe es el
Presidente de la SBD gestión 2005/2006, Prof. Sinésio Talhari.
Inicialmente destinado a la asistencia de los pacientes con lepra, el Instituto Alfredo
da Matta extendió su acción sobre otras dermatosis a finales de 1970. Desde 1981 rea-
liza en su propio laboratorio la serología para la detección de HIV.
El Hospital Universitario Getúlio Vargas, de la Universidad de Amazonas también es el
hospital de referencia para los servicios habilitados, bajo la coordinación del Dr. Jonas Ribas.

Pará

El Instituto Evandro Chagas y la Dermatología


El Instituto Evandro Chagas (IEC) fue creado el 11 de noviembre de 1936, por Decre-
to 2346 del Gobierno del Estado de Pará. En 1942 se vinculó con el Servicio Especial de
Salud Pública de la época, la Fundación Oswaldo Cruz, la Fundación Nacional de Salud,
la Secretaría de Vigilancia de la Salud y el Ministerio de Salud.
Los objetivos básicos del IEC se dirigen a: a) investigaciones en ciencias biológicas,
medicina tropical y medio ambiente; y b) acciones de vigilancia en salud.
Las investigaciones que se encuentran en desarrollo, relacionados con agentes etio-
lógicos cuyas enfermedades presentan manifestaciones cutáneas son:
– Virología: rubeola, sarampión, parvo virus B19, herpes simples (1 y 2), herpes vi-
rus 6, 7 y 8, virus de Epstein-Barr, HTLV y enterovirus (coxsackie y echo).
– Arbovirología: fiebres hemorrágicas, dengue, Oropouche, Mayaro y el síndrome he-
morrágico de Altamira; los tres primeros agentes están asociados a cuadros exantemáticos.

89
PAULO R . CUNHA

– Bacteriología y Micología: Mycobacterium leprae y (en pequeña escala) las investi-


gaciones que comprenden los dermatofitos.
– Parasitología: leishmaniasis y agentes determinantes de “patologías exóticas” (ver
la descripción más adelante).
En la década de 1970 se describió una enfermedad nueva para el mundo, el síndrome
hemorrágico de Altamira, esencialmente, la púrpura trombocitopénica asociada a la pi-
cadura del mosquito Simulium amazonicum o pium. El estudio, realizado por un equipo
dirigido por el Dr. Francisco Pinheiro, mereció la publicación en una revista médica bien
conceptuada como es The Lancet. En los primeros años de la década del 2000 se produ-
jo la implementación de estudios de laboratorio y epidemiológicos incluyendo los herpes
virus humanos tipos 7 y 8: el exantema súbito y sarcoma de Kaposi, respectivamente. Es-
tas iniciativas estuvieron bajo la coordinación del Dr. Ronaldo Barros de Freitas.
La cátedra de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica fue creada en 1922 para el 4º
año del curso médico de la entonces Facultad de Medicina y Cirugía de Pará, con el Pro-
fesor Manuel Ferreira dos Santos Bastos en la dirección de la especialidad. En 1951 fue
designado Titular de la cátedra el Prof. Domingos Barbosa da Silva, confirmado en 1955;
también estuvo durante varios años a cargo de la dirección del Departamento de Derma-
tología, en el cual se educaron varias generaciones de especialistas.
El Departamento de Patología Tropical, Servicio de Dermatología de la Universidad
Federal de Pará –cuyo jefe es un ex presidente de la SBD, el Dr. Arival Cardoso de Bri-
to– desarrolla su actividad en dos turnos, en edificios localizados en las dependencias de
la Fundación Santa Casa de Misericordia de Pará. Son ocho salas de ambulatorio, audi-
torio, mini-auditorio del posgrado, laboratorio de dermopatología, laboratorio de mico-
logía, dos salas quirúrgicas, sala para curaciones, sala de enfermería, sala de entrega de
medicamentos, biblioteca, secretaría y dos salones de espera para los pacientes.
El cuadro actual de profesores de Dermatología de la UFPA está constituido por 13
docentes. Se realizan investigaciones sobre diversos temas, como los tratamientos de los
nuevos quimioterápicos de la enfermedad de Jorge Lobo, hanseniasis y leishmaniasis así
como micosis superficiales y profundas con imidazólicos y la utilización de nuevos com-
puestos en ectoparasitosis.

Pernambuco
En Pernambuco, los servicios habilitados por la SBD corresponden al Hospital de las
Clínicas de la Universidad Federal, que tiene como jefe de Servicio al Prof. Josemir Belo
dos Santos; el Hospital Santo Amaro, que tiene como jefe de Servicio al Profesor Itamar
Belo dos Santos, y el Hospital Universitario Oswaldo Cruz, que tiene como Jefe de Servi-
cio al Prof. Dr. Emmanuel Rodrigues de França.

Ceará
Fundado en 1975, el actual Centro de Dermatología Dona Libânia, de la Secretaría de
Salud del Estado de Ceará, es el centro de referencia estatal y el macro-regional en han-
seniasis. Durante veinte años desarrolló actividades de control de hanseniasis y tubercu-
losis; actualmente realiza además actividades de asistencia, investigación y educación;
reúne los sectores de hansenología, leishmaniasis, cáncer de piel, ETS, alergia cutánea,
dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, tuberculosis y otras dermatosis. Su direc-
tor general es el Dr. Heitor de Sá Gonçalves, segundo secretario de la SBD en la gestión
2005-2006; la Jefa del Servicio es la Dra. Maria Araci Pontes Aires.
En el año 2003 la SDB otorgó una nueva certificación al Hospital Universitario Wal-
ter Cantídio, que tiene como Jefe del Servicio al Dr. José Wilson Acioly Filho.

Rio Grande do Norte


El Servicio de Dermatología vinculado a la Facultad de Medicina, localizado en el

90
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Hospital Onofre Lopes, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, bajo la coordi-
nación del Dr. Pedro Bezerra da Trindade Neto, dispone de un área propia dentro del Hos-
pital con seis consultorios para la atención del ambulatorio, dos salas equipadas para
cirugía y criocirugía, sala de cosmiatría, un laboratorio de micología, una sala para reu-
niones, una unidad de fototerapia, una sala para curaciones y enfermería con seis lechos.
Habilitado en 1999 por la SBD, se dicta la asignatura de Dermatología, cursos prácticos
y teóricos a los alumnos del curso de medicina, del 7º período y entrenamiento teórico-
práctico para médicos que estén efectuando su práctica médica en la clínica y para los
alumnos del Doctorado de Medicina. El servicio admite anualmente dos vacantes de prác-
tica autorizadas por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). En los últimos cinco años
la aprobación de los practicantes en el examen para obtener el título de especialista de la
SBD llegó al 91%.
En este servicio se desarrollan proyectos de investigación y trabajos científicos en el
área de la genodermatosis ampollar, específicamente el pénfigo crónico familiar benig-
no, tema de la tesis de doctorado del Prof. Pedro Bezerra da Trindade Neto. También se
realizan estudios relacionados con la epidemiología del melanoma en Rio Grande do Nor-
te y con la citología aplicada al diagnóstico de enfermedades cutáneas, tema de la tesis
del Prof. Thomas de Aquino Paulo Filho.

Sergipe
En Sergipe, el Hospital Universitario es el único habilitado por la SBD, y tiene como
jefe de Servicio al Prof. Pedro Menezes Portugal.

Alagoas
A partir de la acción pionera de los jóvenes médicos Aldo de Sá Cardoso (alumno de
Jorge Lobo en Recife, graduado en 1938) y Aderbal Loureiro Jatobá, la Dermatología co-
menzó a ser practicada como clínica privada en 1940.
Años después, Jorge Duarte Quintela Cavalcanti también comenzó a ejercer la espe-
cialidad en Maceió. El 5 de marzo de 1951 se estableció la enseñanza médica en el Es-
tado, y fue el Dr. Aldo Cardoso el escogido para ser profesor de la cátedra de
Dermatología y Sifilografía. Una vez creada la Facultad, se graduaron otros dermatólo-
gos, como Zirelli Valença –quien describió la señal de Zirelli– y Nehemias de Alencar.
Con la creación de la Escuela de Ciencias Médicas de Alagoas, el 15 de marzo de
1970, la Cátedra de Dermatología fue implantada por el Prof. Aldo Cardoso, cuyo asis-
tente, el Dr. Alberto Eduardo Cox Cardoso, fue posteriormente titular de la cátedra.

Brasilia
En 1980, el actual Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Brasilia
(HUB) nació de la fusión del Servicio de Dermatología del Hospital de los Servidores de
la Unión (HSU), IPASE, que posteriormente pasó para el INAMPS, y del Servicio de Der-
matología del Hospital Escuela de la Unidad Integrada de Salud de Sobradinho (UISS), de
la Universidad de Brasilia.
En ambas instituciones, en los servicios originarios se destacan los nombres de los Drs.
Iphis Campbell y Gladys Campbell (iniciadores), Roberto Doglia Azambuja, Rosicler Álva-
res y Carmélia Matos Reis (HSU) y la Prof. Raimunda Nonata Ribeiro Sampaio (iniciado-
ra), así como Rosicler Aíza Álvares (UISS). En el HUB se puede citar a los Drs. Antônio de
Pádua, Ana Maria Costa Pinheiro, Ribeiro de Paula y Gerson Pena –éste último investiga-
dor asociado del núcleo de investigación de la UNB y Presidente del 60º Congreso de Der-
matología de la SBD (Brasilia 2005). Actualmente hay diez dermatólogos del HUB.
El ambulatorio de investigación en leishmaniasis tegumentaria americana, que fun-
cionaba desde 1975 en la UISS-UNB, creado por la Prof. Raimunda (también jefa de ser-
vicio) bajo el estímulo del Prof. Philip Davis Marsden (in memoriam) fue transferido al

91
PAULO R . CUNHA

HUB manteniendo la línea de investigación. Poco tiempo después, la Prof. Rosicler y el


Dr. Iphis crearon el ambulatorio de pénfigo, mientras que los de hanseniasis, criocirugía,
micosis; psoriasis, envejecimiento cutáneo, dermatología pediátrica y tumores cutáneos
fueron instituidos y/o coordinados por las Dras. Rosicler Álvares, Carmélia, Gladyz, Izel-
da y Ana. En febrero de 1999, por iniciativa de la Prof. Raimunda Nonata Ribeiro Sam-
paio, fue creada la Unidad de Enfermedades de Transmisión Sexual, de carácter
multidisciplinario, con la participación de los servicios de Ginecología, Proctología y Uro-
logía. En total, anualmente son atendidos 14.400 pacientes con enfermedades de piel.
La asignatura de Dermatología fue creada oficialmente en 1971 por la UNB, pero só-
lo a partir de 1974 funcionó independientemente de la Clínica Médica. Esta asignatura
tiene un total de horas correspondiente a cuatro créditos. La residencia médica, creada
según el modelo del HSE de Río, se inició en 1974, teniendo a la Dra. Izelda Costa como
primera residente. En este servicio se han graduado hasta este momento 34 residentes
y 19 practicantes. La práctica médica del actual HUB está también orientada hacia la in-
vestigación, y la presentación de una monografía al final del curso constituye un requi-
sito para obtener el certificado. Todos los residentes presentan trabajos en los anales de
los Congresos; el 90% publica uno o más trabajos científicos durante el ejercicio de la re-
sidencia. En la década de 1990, con la creación de la carrera de posgrado en Ciencias de
la Salud, la Dermatología comenzó a participar en la orientación de las maestrías y doc-
torados, teniendo ya 8 graduados de la Maestría, ocho alumnos cursándola y uno cur-
sando el Doctorado. Actualmente hay proyectos en curso para perfeccionar la asignatura
de Dermatología, la Práctica Médica y la posgraduación stricto sensu.

Goiás
La cátedra de Dermatología fue iniciada en la Universidad Federal de Goiás por los
Profs. Anuar Auad, Rodovalho Mendes Domenici y Vanderli Dutra, ya fallecidos. En
1967 ingresaron Divino Miguel Rassi y Paulo Cezar Borges, que se jubilaron en los años
90. En la década del 70 ingresaron Aiçar Chaul, Lia Cândida Miranda de Castro y Hugo
Junqueira.
En 1978 se creó la residencia en Dermatología, que fue enseguida autorizada por la
SBD; ocuparon la dirección de la institución los Drs. Anuar Auad, Divino Miguel Rassi y
Paulo Cezar Borges, y, desde 1997, Aiçar Chaul. Hasta el año 2002 han terminado los dos
años de residencia o aprendizaje 80 médicos, la mayoría de ellos con diploma de Espe-
cialistas en Dermatología por la SBD.
Del servicio de Dermatología del Hospital de las Clínicas de la Universidad Federal de
Goiás salieron tres presidentes de los congresos de la Sociedad Brasileña de Dermatolo-
gía: Anuar Auad (1970), Divino Miguel Rassi (1987) y Lia Cândida Miranda de Castro, los
dos primeros también presidentes nacionales de la entidad, de acuerdo con las normas
de la época, que no separaban las atribuciones de la SBD y del Congreso.

Minas Gerais
La Santa Casa de Misericordia de Belo Horizonte suministró los servicios clínicos pa-
ra la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Minas Gerais, fundada en 1914.
La Clínica de Dermatología era entonces conducida por Antônio Aleixo, quien en 1917
fundó la Enfermería y la Clínica de hombres, mientras Olyntho Orsini era jefe de la Clí-
nica de mujeres.
A partir de 1944, con el ambulatorio trasladado a un edificio propio, la Clínica Der-
matológica pasó a ser dirigida por Josefino Aleixo, teniendo como asistentes a Oswaldo
Costa y José Mariano.
La Clínica Dermatológica de la Santa Casa tiene actualmente 15 asistentes –nueve de
los cuales se graduaron en el mismo servicio– y 12 colaboradores, todos con TED (Título
de Especialista en Dermatología). La dirección del servicio está a cargo del Dr. Jackson

92
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Machado Pinto. Dos de los integrantes de la Clínica hacen actualmente su práctica mé-
dica en la University of Colorado y otros en la Argentina y en Austria.
Se dispone dentro del hospital de un área propia con 12 camas, 5 ambulatorios, 2 sa-
las para pequeñas cirugías, sala de clase, sala de reuniones con biblioteca y modernos
equipos. Se atiende un promedio anual de 200 pacientes internados y cerca de 16 mil pa-
cientes externos en Dermatología General, Sanitaria, Pediátrica y Cirugía Dermatológi-
ca. En diciembre de 2001 se adquirió una unidad de fototerapia con UVA y otra de UVB
311 nm.
Desde su fundación se han realizado diversos trabajos científicos en la Clínica Derma-
tológica, destacándose las tesis del grado de maestría y doctorado en leishmaniasis te-
gumentaria americana y en enfermedades ampollares, especialmente el pénfigo foliáceo
endémico.

Servicio de Dermatología de la UFMG


Al Prof. Antonio Aleixo (1884-1943), uno de los fundadores de la Facultad de Medici-
na de Belo Horizonte (1911) y su primer profesor de Dermatología, le corresponde el mé-
rito de ser considerado el creador de la escuela dermatológica de Minas Gerais. Sus
principales áreas de interés científico eran: hanseniasis, pénfigo, enfermedades de trans-
misión sexual y micosis. Fue el primer jefe de la enfermería de Dermatología de la San-
ta Casa de Belo Horizonte, que hasta el día de hoy sigue siendo una referencia para los
dermatólogos.
Después de su fallecimiento en 1943, asumió interinamente la cátedra el docente libre
Olyntho Orsini, natural de Minas Gerais, de Sabará, graduado en la Facultad de Medici-
na en 1917, quien había presentado su concurso en 1927 con la tesis “Contribución al es-
tudio del pénfigo foliáceo”, donde llamó la atención sobre las lesiones en vespertilio, sin
conocer el trabajo de Senear & Usher presentado anteriormente sobre el tema (1926).
En 1945 fue titular de la cátedra, también como interino, otro docente libre, Oswal-
do Costa, aprobado en concurso público en 1944 con la tesis “Dermatofibromas progre-
sivos y recidivantes de Darier-Ferrand”.
Al final del año 1945 se convirtió en catedrático el Prof. Olyntho Orsini (1891-1970), cu-
yo tema de tesis fue “Aspectos epidemiológicos y clínicos del pénfigo foliáceo en Minas Ge-
rais”. Riguroso cumplidor de sus deberes, dirigió la cátedra y la enfermería de las mujeres
de la Santa Casa con gran competencia, dedicación y responsabilidad, atrayendo la simpa-
tía de la comunidad dermatológica. Además de ser un notable especialista en pénfigo, siem-
pre estimuló la colaboración entre su servicio y el Departamento de Lepra del Estado de
Minas Gerais, dirigido en esa época por el Dr. Orestes Diniz.
Entre sus asistentes estuvieron los profesores Oswaldo Costa, José Mariano (compe-
tente hansenólogo y ex-jefe del Servicio Nacional de Lepra) y Josephino Aleixo. Este úl-
timo, además de haber trabajado como docente libre en 1946 (su tema de tesis fue
“Aporte al estudio de la cromomicosis”), fue profesor adjunto de la UFMG y profesor de
la Facultad de Medicina de Uberaba-MG.
En 1962, el Prof. Oswaldo Costa (1905-1996), nacido en São João del-Rei-MG, obtuvo
la cátedra en concurso memorable con su tesis monumental sobre “Acroqueratosis (Que-
ratodermias palmoplantares)”, una verdadera “Biblia” de 577 páginas con detalles com-
pletos sobre el tema. Con verdadera pasión por la especialidad y su enseñanza, emérito
especialista en diagnósticos, muy estudioso –acostumbraba estudiar hasta la madruga-
da–, Oswaldo Costa conquistó una gran cantidad de pacientes para su clínica particular,
fue excelente profesor, frecuentador de congresos y, principalmente, un publicador insa-
ciable y perspicaz de cientos de trabajos científicos. Tuvo además el mérito de describir
en 1954 una nueva entidad, la Acroqueratoelastoidosis, actualmente reconocida en el
mundo entero. En el ámbito de la enseñanza fue fundador de la cátedra y primer profe-
sor de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas de Minas Gerais.

93
PAULO R . CUNHA

Mantuvo el equipo de asistentes del Prof. Orsini, que aumentó con la llegada del do-
cente Tancredo Furtado, del profesor adjunto Cid Ferreira Lopes –que también fue Jefe
de la Enfermería de Dermatología de la Santa Casa, organizador y primer Director de la
Escuela de Salud Pública de Minas Gerais, miembro titular de la Academia de Medicina
de Minas Gerais y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina–; y del
Dr. João Gontijo, que era también Jefe de la Clínica Dermatológica del Hospital Munici-
pal. Se jubiló en 1975.
Su hijo, Paulo Uchôa Costa, siguió brillantemente el ejemplo del padre, tornándose
eximio dermatólogo y profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la UFMG.
El Prof. Tancredo Furtado (1923), natural de Carmo do Paranaíba-MG, fue el sucesor
de Oswaldo Costa, y pronunció un bello discurso en 1975 al exponer su tesis “Tumor grá-
nulo-celular de Abrikossoff (Schwannoma gránulo-celular)”. En 1955 había defendido el
cargo de docente libre con la tesis “Manifestaciones tardías de la frambesia”. En 1963 se
había presentado a concurso público para optar a la cátedra de la Facultad de Ciencias
Médicas de Minas Gerais, defendiendo la tesis sobre “Queratoacantoma y procesos afines”.
Desde 1975 hasta 1993, cuando se jubiló en forma compulsiva, Tancredo Furtado lle-
vó la Dermatología de la UFMG a un elevado grado de prestigio con sus innumerables
publicaciones, participación en congresos, en mesas examinadoras, orientación de tesis
etc. A partir de 1975 tornó más dinámico el Servicio de Dermatología de la Facultad de
Medicina, al ser transferido desde la Santa Casa al Anexo de Dermatología del Hospital
de las Clínicas. Inauguró la Práctica Médica en 1976 y el grado de maestría en 1977. Fue
Director de la Facultad desde 1982 hasta 1986.
Durante su gestión, el profesor adjunto João Gontijo Assunção se convirtió en docen-
te libre en marzo de 1978 con la tesis “Pénfigo foliáceo en la infancia. Algunos aspectos
epidemiológicos y clínicos” y ejerció el cargo de Jefe del Servicio de Dermatología duran-
te el período comprendido entre 1982 y 1986.
Tancredo Furtado fue uno de los creadores de la Reunión Triangular de Dermatolo-
gía, Presidente de la Sección de Minas Gerais de la SBD y Presidente de la Nacional en
1973; miembro emérito de la Academia Mineira de Medicina, miembro honorario de la
Academia Nacional de Medicina y socio correspondiente u honorario de varias socieda-
des extranjeras de Dermatología.
Toda esta fulgurante carrera profesional y universitaria se basó en una sólida for-
mación humanística y en una esmerada carrera médica (fue uno de los dos mejores
alumnos de su clase de 1946) con posgrado en los Estados Unidos: cursos y prácticas
médicas en las Universidades de Kansas City, Chicago, Nueva York, Washington y Los
Ángeles.
La Profesora Orcanda Andrade Patrus (1941), natural de Juiz de Fora, que ejerció las
funciones de profesora asistente desde el período del Prof. Oswaldo Costa, hizo el docto-
rado y en 1980, defendió la tesis “Antígenos de histocompatibilidad, inmunocomplejos y
complemento en el pénfigo foliáceo”, con la cual llegó a ser profesora adjunta. En 1991
fue nombrada Profesora Titular en concurso público y dirigió con gran visión, competen-
cia y desprendimiento el servicio de Dermatología, introduciendo mejoras, implantando
la informatización y manteniendo el alto nivel de trabajo del equipo y el reconocido mo-
delo de enseñanza de grupo.
Después de su jubilación, asumió la dirección del Servicio el Profesor Adjunto Dr. An-
tonio Carlos Martins Guedes, que realizó muy buena administración, reformando y mo-
dificando el Anexo de Dermatología del Hospital de Clínicas, sin perjudicar por eso su
antigua, competente y dedicada responsabilidad en la sección de Histopatología.
Al finalizar su mandato, fue sustituido por el profesor adjunto Bernardo Gontijo, an-
teriormente director del posgrado en Dermatología y presidente de la sección de Minas
Gerais. Entre 2000-2001 dirigió la SBD (nacional) con valor, dedicación, desprendimien-
to y competencia.

94
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Otros servicios habilitados en Minas son la Universidad Federal de Juiz de Fora (su
Jefe es el Prof. Aloísio Gamonal) y la Universidad Federal de Uberlândia (Jefa del Servi-
cio, la Dra. Sônia Antunes de Oliveira).

Espíritu Santo
El Servicio de Dermatología del Hospital Cassiano Antônio Moraes, del Hospital de Clí-
nicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Espírito Santo, podría ha-
ber sido habilitado mucho tiempo antes por la SBD, pero la propia unidad quiso
postergar la habilitación: “Era necesario que el Servicio estuviese convencido de que su
aprobación vendría con la nota máxima, como debe ser todo lo que implica respeto al
ejercicio de la Medicina”2.
Señala la revista de la SBD: “Algunos aspectos llaman la atención en ese Servicio: la
simplicidad y la armonía entre todo y entre todos, la informalidad en las relaciones de
las personas y en la ejecución de las tareas; el espíritu de sacerdocio que se traduce en
los proyectos y en la capacidad de ser osado. Los Profs. Carlos Cley Coelho y Délio Del
Maestre (este último Jefe del Servicio) forman la dupla del magisterio integrado, dentro
de un programa seleccionado de común acuerdo”2.
Si bien el espacio del Servicio no es muy grande, los siete consultorios impresionan
por su luminosidad, lo que también acontece en la sala de reuniones y en otra dedicada
a pequeñas cirugías, así como en el almacén. Habilitado en 1999 –en la reunión del Con-
sejo Deliberativo realizada durante el 54º Congreso Brasileño de Dermatología, en Belo
Horizonte–, el servicio médico, aprobado con nota máxima, es la referencia estatal en
hanseniasis, tuberculosis extra-pulmonar y leishmaniasis. Atiende un promedio de 150
personas por día, extendiendo su acción hasta los límites de Bahía, Minas Gerais y Río
de Janeiro.
Se han realizado allí estudios estadísticos nosológicos de las enfermedades dermato-
lógicas, otros sobre pacientes trasplantados, psicodermatosis, afecciones cutáneas de pa-
racoccidiodomicosis, tuberculosis extra-pulmonar, hanseniasis y leishmaniasis.
También la Santa Casa de Misericordia de Vitória fue habilitada por la SBD. Tuvo co-
mo Jefe de Servicio al Prof. João Basílio de Souza Filho.

SERVICIOS DE RÍO DE JANEIRO


Sede del Reino y del Imperio del Brasil, en los primeros tiempos, y de la República
hasta 1960, Río de Janeiro siempre fue uno de los principales núcleos de desarrollo mé-
dico del país, de la Dermatología y de sus entidades médicas, entre las cuales se desta-
ca la SBD.
“Única en Brasil en conseguir la calificación 4 en la evaluación del Ministerio de Edu-
cación, la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Río de Janeiro ofrece un
curso de posgrado, grado de maestría y doctorado en Dermatología, que, de acuerdo con
la evaluación del CAPES, viene manteniendo la clasificación “A”, desde 1986”2.
Los grados de maestría y de doctorado en Dermatología de la UFRJ son los más anti-
guos del país. Creado en 1970 por Sylvio Fraga, el primer egresado de la Maestría fue el
Prof. Carlos Cley en 1974; en ese mismo año el curso fue el primero en ser reconocido y
validado por el MEC para la especialidad.
En Niterói, el primero en obtener el título de maestría en la Universidad Federal Flu-
minense fue Sinésio Talhari, actualmente Jefe del Servicio de Dermatología del Instituto
de Dermatología Alfredo da Mata.
El Dr. Absalom Lima Filgueira, coordinador, señala que el posgrado en Dermatología
fue creado a comienzos de los años setenta, casi en el mismo momento de la extinción
de la Cátedra: “Necesitábamos formar profesores para la educación superior y el cami-
no debía pasar por el grado de maestría y de doctorado. La principal característica del
posgrado brasileño, en el área médica, es que tiene que darse en el ámbito de cada

95
PAULO R . CUNHA

especialidad. No existe, o por lo menos no existía en la época, otro curso igual en el mundo,
ya que en los otros países los cursos se desarrollaban en las áreas básicas: física, biología,
biología molecular, química”.
Dos aspectos contribuyeron al éxito del posgrado en Dermatología de la UFRJ: la
transferencia al Hospital Universitario, en 1978, dejando las instalaciones seculares de
la Santa Casa de Misericordia, y la vecindad con el Centro de Ciencias de la Salud que
contiene el famoso Instituto de Biofísica, organismo de investigación básica de fama in-
ternacional. La integración entre las dos áreas fue gradual y total. Las asignaturas, has-
ta ese momento conocidas como Biofísica y Bioquímica, se tornaron asignaturas de
órganos, dando origen a los laboratorios de tejido conjuntivo, de hormonas, de endocri-
nología y de fotobiología.
El primer catedrático de Dermatología de Río de Janeiro fue João Pizarro Gabizo en
la Academia Médico-Quirúrgica, que recién en 1932 recibiría la denominación de Facul-
tad de Medicina de la Universidad de Brasil. A Gabizo lo sucedieron Luiz da Costa Cha-
ves Faria y los ya conocidos Fernando Terra, Eduardo Rabello y Francisco Eduardo
Rabello (que conservó el puesto hasta su jubilación, en 1975, por aplicación del princi-
pio del derecho adquirido).
Ejercieron la dirección de Dermatología todavía en la
Santa Casa (figura 13) los Profs. Sylvio Fraga y Antônio de
Souza Marques. En la Ilha do Governador, después de la
transferencia al Hospital Universitario, el encargado de
la organización y primer Jefe de Servicio de Dermatología
fue el Prof. Absalom Figueira (1978-1980), sucedido por los
Profs. Rubem David Azulay (1980-1985), Antônio Carlos
Pereira Junior (1986-1997) y Celso Tavares Sodré.
Dotado de enfermería propia, con 14 camas, la atención
del ambulatorio del Servicio se hace de manera integrada
junto a los demás sectores del Hospital Universitario. De
este modo, tanto los alumnos de grado como los del pos-
grado no pierden la visión de todos los aspectos médicos.
En este último nivel de graduación, el curso es suminis-
trado lato o stricto sensu. Lato sensu, el posgrado funcio-
Figura 13. Clínica de
na en dos niveles: Curso de Perfeccionamiento I y Curso de Perfeccionamiento II, con seis
la Facultad de
vacantes cada uno. La cantidad de horas del curso es compatible con la especialización
Medicina de la Santa
Casa, Río de Janeiro, y el programa se superpone con la práctica médica. El interés por los cursos es tal que
Pabellón San Miguel. todos los años más de un centenar de candidatos se presenta para disputar alguna de las
ocho vacantes ofrecidas.

IASERJ (Instituto de Asistencia a los Servidores del Estado de Río de Janeiro)


Uno de los más respetados órganos de la especialidad del país es el Servicio de Der-
matología del Instituto de Asistencia a los Servidores del Estado de Río de Janeiro, que
fue proyectado y organizado por su fundador, Glynne Leite Rocha, a quien suceden Ma-
noel Sternick y Arlindo Ferraro. En 1970 fue implantada la Residencia Médica, habilita-
da por la SBD, que hasta el año 2001 contaba entre sus graduados con un total de 70
médicos especialistas de todo el Brasil, siete masters y dos doctores en Dermatología.
En el servicio del IASERJ, que no está vinculado al sistema universitario, se gradúan
dos médicos al año. Su producción científica se identifica con la del Prof. Glynne Rocha,
“uno de los más firmes y eficientes pilares de la Historia de la Dermatología brasileña”,
siendo necesario destacar la publicación, en los Anales Brasileños de Dermatología, de
dos revistas dedicadas a los trabajos exclusivos del Servicio.
En el primer año de la práctica médica, los alumnos desempeñan actividades de am-
bulatorio y de enfermería. En el segundo año los practicantes atienden en su propia

96
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

clínica a los pacientes del servicio y realizan aprendizajes en unidades especializadas


fuera del hospital, por ejemplo, Dermatología Pediátrica en el Hospital Jesús, hanseniasis
y enfermedades infecciosas en el Fiocruz y oncología cutánea en el INCA.
En forma permanente los residentes preparan casos clínicos para presentarlos en las
reuniones tradicionales mensuales de la SBD-RJ, en congresos y diversas publicaciones.
Se realizan anualmente los cursos de dermopatología y micología médica. Las activida-
des, según informa el Profesor Sérgio Quinete, jefe del Servicio, comprenden el Club de
la Revista, los martes; la sesión de diapositivas, los miércoles, la reunión clínico-patoló-
gica (presentación de pacientes con discusión y proyección de láminas histopatológicas)
los jueves; y la discusión de asuntos dermatológicos, los viernes, así como las pruebas de
evaluación mensual.

Gaffrée-Guinle
El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gaffrée-Guinle, de la Escuela
de Medicina y Cirugía, tuvo como primer titular en Dermatología al Prof. Ramos e Silva
y como asistentes a los Profs. Demétrio Peryassu y Antar Padilha-Gonçalves. La base fí-
sica era la Policlínica General de Río de Janeiro. En los años 60, según refiere la Prof.
Gabriela Lowy, “se obtuvo una gran victoria al adquirir la Facultad el Hospital Gafrée-
Guinle, donde pasó a ser dictada la asignatura”.
La dirección de las clases de Dermatología continuó a cargo de la dupla Peryassu/Gon-
çalves, teniendo como colaboradores a los Drs. Aldy Barbosa Lima, Gabriela Lowy y Danilo
Vicente Filgueiras, hasta el final de 1972, aun después de la realización del concurso públi-
co para profesor titular que designó a los dos; sin embargo, poco después una enfermedad
provocó el fallecimiento de Demétrio Peryassu.
Bajo la dirección de Antar Padilha-Gonçalves se lograron dos grandes avances: la ins-
talación de la enfermería de Dermatología y la creación del curso de especialización en
Dermatología, con autorización, apoyo y aprobación de la SBD. En esa misma época hubo
una expansión física del Servicio con la creación de nuevas salas de clase y mejores como-
didades para la atención del ambulatorio.
Su sucesor, Prof. Aldy Barbosa Lima, creó posteriormente el Servicio de Cirugía Der-
matológica. En 1998 se jubiló el segundo titular y las responsabilidades de la asignatu-
ra y del servicio de Dermatología pasaron a la Prof. Gabriela Lowy. El cuerpo docente se
amplió con la integración de José Alvimar Ferreira, Carlos José Martins, Coaracy Mello
y Ricardo Barbosa Lima.
El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gafrée-Guinle patrocinó varios
eventos científicos, destacándose las Reuniones Triangulares, que innovaron sus presen-
taciones con la exhibición de casos clínicos en video. La presencia de sus especialistas es
constante en reuniones, jornadas, congresos nacionales e internacionales, con una abun-
dante contribución científica.

Hospital Antônio Pedro


La historia del servicio de Dermatología del Hospital Universitario Antônio Pedro, de
Niterói, de la Universidad Federal Fluminense, siempre estuvo vinculada con la enseñan-
za. Fue creado en la década del 30 por el Prof. Paulo de Figueiredo Parreiras Horta, ca-
tedrático de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica de la Facultad Fluminense de
Medicina, y en los comienzos se instaló en el Hospital São João Batista, en la localidad
de Valonguinho. En 1953 fue transferido al Hospital Antônio Pedro por el sucesor de Hor-
ta, el Prof. Rubem David Azulay, No obstante las dificultades encontradas, Azulay desa-
rrolló las actividades de la enseñanza de la Dermatología, culminando con la creación
del curso de posgrado stricto sensu.
Es interesante relatar que, al ser transferida la Facultad de Medicina de Pará a Niterói,
y cuando todavía cursaba la carrera universitaria, el nordista Rubem David Azulay encaró

97
PAULO R . CUNHA

como un desafío la duda que le planteó la secretaria de la Facultad fluminense: ¿consegui-


ría mantener las excelentes notas que traía de su tierra natal? “El primer examen le fue
aplicado por el Prof. Pedro da Cunha, a quien se consideraba muy exigente; el 10 obtenido
por Azulay aumentó su repercusión con la lectura de su examen ante los demás alumnos y
médicos del entonces Hospital São João Batista”2.
En 1971 el curso de Maestría fue pionero en el país; su primer alumno fue el Dr. Si-
nésio Talhari, Profesor Titular de la Universidad Federal de Amazonas. Cursaron la
Maestría, realizando trabajos de investigación científica y obteniendo su título, 87 alum-
nos, de los cuales 58 son actualmente profesores de diferentes escuelas médicas del país
y 5 realizan trabajos de investigación científica, en tanto que 19 continúan sus activida-
des vinculados a cursos de doctorado. Son profesores titulares, por concurso público,
tres exalumnos: René Garrido Neves, Sinésio Talhari y Neide Kalil Gaspar.
En 1967, creada la Residencia Médica, el primer alumno fue el Prof. Antônio Pedro
Gaspar, contratado en el año siguiente como profesor de esa disciplina. En septiembre
de 1977 fue reglamentada por Decreto, y en 1981 por ley, siendo a partir de ese momen-
to regida por el Ministerio de Educación y Cultura. Hasta el año 2002 hicieron la Resi-
dencia en la UFF 80 dermatólogos, muchos de los cuales actualmente ocupan cargos en
las universidades públicas y privadas brasileñas.
En la década de 1970, después de la jubilación del Prof. Rubem Azulay, asumió la di-
rección del Servicio y la coordinación de la asignatura de Dermatología, hasta el año
1992, su exalumno el Prof. René Garrido Neves, autoridad tanto en hansenología como
en oncología. Su destacada carrera lo llevó a realizar investigaciones, orientar tesis y pu-
blicar numerosos artículos en revistas y libros, además de ocupar cargos de relevancia
en la UFF y UFRJ, así como la Presidencia de la Sociedad Brasileña de Dermatología, pa-
ra la cual adquirió la primera sede. Durante su período fue también creado, en diciem-
bre de 1989, el curso de posgrado latu sensu (especialización en Dermatología) que
hasta el año de 2002 tenía ya 172 graduados.
A partir de 1992 la dirección del servicio fue ejercida por la Prof. Neide Kalil Gaspar,
quien nos dio la siguiente información:

Durante el tercer año de la carrera, teniendo que realizar un trabajo sobre fármaco-
cosméticos, buscamos a quien después sería para nosotros modelo y motivo de orgu-
llo profesional, el Prof. Rubem David Azulay. Bajo su orientación, alegre, proficua y
competente, que respondía a nuestras ansiedades científicas, trabajaríamos durante
veinte años más. Nuestro servicio ocupaba medio piso de la antigua ’Policlínica de
Valonguinho’ y al comienzo nos transfirieron a un espacio de tres metros cuadrados
en el Hospital Antônio Pedro... De la Policlínica nos quedaron muchos recuerdos; fue
un ambiente simple y tranquilo donde aprendimos a enseñar y a investigar. De allí
partimos para el Fiocruz, donde investigamos aspectos esenciales de la fibra elásti-
ca en una paciente de seis años de edad con tejidos de sesenta. Ya pertenecíamos al
cuerpo docente de la asignatura; como era común en la época, trabajábamos por el
placer de aprender, sin ninguna remuneración, pero honrados con lo que hacíamos.
Creo que actualmente en nuestro país lo que falta es la valorización del individuo por
el trabajo que ejecuta. Quien tiene esa retribución sabe cuánto es capaz de hacer pa-
ra superar las dificultades. Del Servicio de Dermatología del Hospital Antônio Pedro
surgió la iniciativa de la unificación de la nomenclatura dermatológica, tomando co-
mo base el trabajo del Prof. Francisco Eduardo Rabello. Le correspondió al Prof. An-
tônio Pedro de Andrade Gaspar, en colaboración con el Prof. Neide Kalil Gaspar,
reunir e identificar los diferentes y numerosos sinónimos que dificultaban el enten-
dimiento de la Dermatología. Eran cerca de 10.000 términos. Esos autores agrupa-
ron siete mil términos en la Nómina Dermatológica, señalizando la nomenclatura
sugerida por el Prof. Rabello. Este libro representó un hito fundamental para la

98
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Dermatología brasileña, y es utilizado en todas las universidades y servicios del país.


Los Profs. Antônio Pedro y Neide ofrecieron también otros cinco libros de actualiza-
ción terapéutica dentro de la especialidad, reuniendo los términos codificados por la
Organización Mundial de la Salud en el CID de la Dermatología, para facilitar su uso
en el país. Además, orientaron 28 trabajos de investigación científica que fueron uti-
lizados en tesis defendidas y aprobadas en el nivel de Maestría y Doctorado”2.

Actualmente el Servicio de Dermatología permanece como sede de las actividades di-


dácticas de los cursos de grado y posgrado de la Universidad Federal Fluminense. Por
esta razón se encuentra también vinculado al Departamento de Medicina Clínica, inte-
grado por 122 profesores. El Servicio está compuesto por trece profesores y dos médicos
responsables de las actividades de la carrera de grado, incluyendo los aspectos teóricos
y prácticos, internado, práctica médica, especialización y actividades asistenciales. La
actuación en el área de investigación se realiza a través de los proyectos de Iniciación
Científica, coordinados por las Profs. Neide Kalil Gaspar y Jane Marcy Neffá Pinto. A par-
tir del año 1995 la Dra. Neide Kalil Gaspar ejerce el cargo de Profesora Titular de Der-
matología. La parte administrativa del servicio, así como la coordinación de la cátedra,
después de 2001 volvieron a ser ejercidas anualmente por los diferentes profesores, sien-
do electa para la gestión actual la Prof. Jane Marcy Neffá Pinto.
Los demás servicios habilitados de Río de Janeiro son: Santa Casa de Misericordia (Je-
fe del Servicio, Rubem David Azulay), Servicio de Dermatología y Sifilografía do HSE (Je-
fe del Servicio, Márcio Rutowitsch), Hospital Universitario Pedro Ernesto (Jefa del
Servicio, Isabel Succi), Universidad Federal de Río de Janeiro (Jefa del Servicio, Márcia
Ramos e Silva), Hospital de la Lagoa-Instituto de Posgraduación Médica Carlos Chagas
(Jefa del Servicio, Andrea Gurfinkel), Policlínica General de Río de Janeiro (Jefe del Ser-
vicio, Marcius Peryassú), Hospital General de Bonsucesso (Jefe del Servicio, José Anselmo
Lofêgo Filho) y el Hospital Naval Marcílio Días (Jefe del Servicio, Cláudio Lerer).

LA DERMATOLOGÍA PAULISTA
La dermatología paulista tuvo su inicio el 3 de mayo de 1907, al crearse en la Santa
Casa de Misericordia de la capital un Servicio de Enfermedades de la Piel bajo la direc-
ción de Adolpho Lindemberg, uno de los pioneros de la especialidad en el Estado, en el
país y en la SBD.
El 29 de febrero de 1916 Lindemberg dio la primera clase como catedrático de Der-
matología de la Facultad de Medicina y Cirugía de São Paulo. Se jubiló en 1929 y fue su-
cedido por el Prof. João de Aguiar Pupo; éste ejerció el cargo hasta 1960, transfiriéndolo
al jubilarse al Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, a su vez jubilado en 1989 y suce-
dido por el Prof. Evandro Rivitti, actual Profesor Titular.
El Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina funcionaba en la Santa Casa.
Por el elevado número de pacientes, mantenía un ambulatorio excelente que ocupaba to-
do un piso del Pabellón de Lara y dos enfermerías, masculina y femenina, cada una con
capacidad para 40 camas. En 1945, al instalarse el Hospital de las Clínicas, la cátedra se
trasladó a ese lugar. Una serie de dificultades prácticamente desactivó la Dermatología
de la institución multisecular, hasta que en 1975 el Prof. Nélson Proença sucedió al Prof.
Humberto Cerruti como titular de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas,
creándose a partir de entonces un importante núcleo de la especialidad en São Paulo.

Santa Casa
La base de acción de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de Misericordia de
São Paulo, según uno de sus antiguos jefes, “es la asistencia al enfermo, de manera efi-
ciente y calificada, la capacitación de nuevos profesionales y la investigación científica”2.
El ambulatorio atiende por día a 200 personas, de las cuales 50 son pacientes nuevos, lo

99
PAULO R . CUNHA

que resulta en 4.000 pacientes por mes y 40.000 por año, sin que haya filas de espera.
“La inauguración reciente del Centro Quirúrgico vinculado a la Clínica, con todos los apa-
ratos necesarios, tanto para dictar las clases como para la atención del ambulatorio y el
desarrollo de los estudios y pesquisas, es una innovación en términos de Brasil”2. La pro-
ducción científica sigue la tradición establecida por Lindemberg y Pupo. Los trabajos del
equipo actual han obtenido el reconocimiento nacional y muchos de ellos constituyen una
referencia en el ámbito internacional.
La estructura básica de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de São Paulo se
inició en la década del 70 al asumir el Prof. Nelson Proença la dirección de la clínica. Su
equipo inicial contaba con los dermatólogos Fausto Alonso y Marcus Maia; con el tiem-
po, se asociaron Humberto Frucchi, Clarisse Zaitz, Ida Duarte, Sylvia Souto Mayor, Ro-
sana Lazzarini, Thais Proença y Valéria Souza. Además de los profesores contratados, el
servicio médico cuenta con muchos voluntarios.
La clínica está dividida en varios sectores de sub-especialidades como oncología, ci-
rugía dermatológica, medicina interna, fototerapia, micología, dermatología y pediatría.
Actualmente, la profesora Ida Duarte, ex-residente de la clínica, es la responsable de su
dirección que tiene como principal objetivo la atención asistencial, la enseñanza y la in-
vestigación en Dermatología.

Hospital de Clínicas
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de la USP fue el núcleo de la ex-
pansión de la especialidad paulista. En 1975, por el Decreto Nº 5837 del 12 de marzo, fue
creado el Instituto de Dermatología del Hospital de Clínicas y el 24 de Junio de 1986 el De-
partamento de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo.
El Departamento tiene un equipo de 70 profesionales: 23 funcionarios técnicos, bió-
logos, y administradores, 14 médicos asistentes, tres médicos comisionados, siete docen-
tes, dos psicólogos, dos enfermeras y 19 auxiliares.
En el edificio del ambulatorio, inaugurado en 1979, hay 30 salas para atender a los
pacientes y servicios auxiliares. Además de la atención a consultas dermatológicas gene-
rales –donde llegan pacientes del Brasil y de toda América Latina–, hay grupos dedica-
dos a patologías específicas bajo la responsabilidad de los profesores del cuerpo docente.
En la unidad ya se graduaron 300 dermatólogos, y actualmente cuenta con 26 prac-
ticantes. En el posgrado se graduaron (hasta 1999), 30 por el curso de Maestría, 45 doc-
tores y 17 docentes libres. Las prácticas de perfeccionamiento reciben candidatos a
médico-observador, médico-colaborador, médico-investigador. El departamento también
recibe médicos visitantes y realiza un curso de especialización para extranjeros.
Entre 1991 y 1998 los profesionales del departamento presentaron cerca de 76 artí-
culos científicos en publicaciones nacionales, 42 en internacionales y editaron cinco li-
bros: Terapéutica dermatológica, de José Eduardo Costa Martins y Luiz Camargo
Paschoal; Clasificación general de hongos y sistemática, de Carlos da Silva Lacaz; Ma-
nual de Dermatología, de Luíz Carlos Cucé y Cyro Festa Neto; y Dermatología, de Sebas-
tião Sampaio y Evandro Rivitti. Seis equipos permanentes realizan investigación
sistemática en las áreas de inmunodermatología, oncología cutánea, dermatosis infeccio-
sas y parasitarias, dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, inmunodeficiencia e
inmunomodulación, histopatología, psoriasis y fotobiología. Desde 1989 la dirección del
servicio médico es ejercida por el Profesor Titular Evandro Rivitti, quien se graduó en
Medicina en 1965 en la USP, obtuvo el título de doctor en Dermatología y docente libre
en la FMUSP; su área de especial interés es la inmunidad en Dermatología.

Escuela Paulista de Medicina


Nicolau Rossetti inició en 1936 las actividades en Dermatología en la Escuela Paulista
de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo y fue su primer titular, cargo en el que

100
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

permaneció durante veinte años. Le sucedieron los Profs. Newton Alves Guimarães, Abra-
hão Rotberg, Antônio Francisco Defina, Raymundo Martins Castro y Maurício Mota de Ave-
lar Alchorne; actualmente la dirección es ejercida por la Prof. Jane Tomimori Yamashita.
Durante la gestión del Prof. Raymundo Martins Castro, en 1990, se desdobló la asig-
natura de Dermatología en Dermatología General y Dermatología Infecciosa y Parasita-
ria. Nueve profesores enseñan la especialidad en la Escuela Paulista de Medicina. La
demanda de atención médica procede predominantemente de la población de menor po-
der adquisitivo, en su mayoría portadora de enfermedades infecciosas, dermatitis ecze-
matosas y eritemato-escamosas. El ambulatorio funciona diariamente en dos turnos en
el Hospital São Paulo. Existen, además, un laboratorio para exámenes micológicos y bac-
teriológicos, un sector quirúrgico dermatológico y otro de alergias.
Entre los nuevos grupos de estudios hay que mencionar los referentes a hanseniasis,
micosis y leishmaniasis, colagenosis, dermatología pediátrica, enfermedades ampollares,
tumores, cosmiatría, alergia dermatológica y dermatología ocupacional. Un Servicio de
ETS tiene bajo su cargo la supervisión y orientación docente, con la participación de aca-
démicos del Curso de Medicina.
El elemento diferencial del Servicio es la búsqueda de calidad en la capacitación de
especialistas. Además del curso de graduación para los alumnos de 3º y 4º años y de la
especialización en la Residencia Médica, con seis vacantes anuales y una duración de
tres años (uno en clínica médica y dos en la especialidad), el Departamento de la Escue-
la Paulista de Medicina ofrece un curso de posgrado strictu sensu y tres cursos de espe-
cialización: Dermatología para extranjeros, Dermatología avanzada y Dermatología de
las áreas selectivas.

Facultades
En la década de 1950, según el Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, fue fundada
la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto y en 1963 la Facultad de Medicina de Botuca-
tu, de la UNESP, cuya asignatura de Dermatología estuvo desde 1967 bajo la dirección de
la Prof. Neuza Dillon; actualmente se encuentra bajo la dirección del Prof. Silvio Marques.
Entre los años 60 y 80 se crearon numerosas escuelas médicas en otras ciudades pau-
listas, entre ellas las facultades de Medicina de Rio Preto, Unicamp, Santos, ABC, Santo
Amaro, Jundiaí, PUCs de Campinas y Sorocaba, Taubaté, Bragança, Marília y Catandu-
va. Actualmente existen 19 escuelas médicas en el Estado de São Paulo; en su mayoría,
los titulares de Dermatología son oriundos de la USP, como los Profs. Luíz Carlos Cucé,
Luiz Henrique Camargo Paschoal, Alice Avelar Alchorne, Neuza Dillon, Nelson Proença,
Maurício Alchorne y otros. Entre los profesores de otro origen cabe destacar a João Ro-
berto Antônio, de Rio Preto, y Ney Romitti, de Santos.
Los núcleos importantes de formación de dermatólogos son el Hospital del Servidor
Municipal y el Hospital del Servidor Público Estatal. El primero, dirigido por el Dr. Auré-
lio Ancona López y después por el Dr. Alexandre de Mello, se encuentra actualmente ba-
jo la dirección del Dr. Ival Peres Rosa; el segundo, que fue dirigido por el Dr. J. Pessoa
Mendes, actualmente está bajo la dirección del Dr. J. Alexandre Sittart.
El Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio se destaca entre los dermatólogos que más
han contribuido a la formación de los nuevos especialistas. Podemos mencionar además
los nombres de João Bicudo Junior, Argemiro Rodrigues de Souza, Vinicio Arruda Za-
mith, Estevão Almeida Neto, Norberto Beliboni, Guilherme V. Curban y, entre las institu-
ciones, la Sección Regional de la Sociedad Brasileña de Dermatología, creada en 1970.

Hospital del Servidor Público Estatal


Dentro del universo de usuarios del Hospital del Servidor Público Estatal de São Pau-
lo, que comprende 3 millones de personas, el Servicio de Dermatología atiende un pro-
medio de 2.500 pacientes por mes. Proporciona las facilidades de un internado, con

101
PAULO R . CUNHA

convenios con las Facultades de Medicina, y recibe todos los años tres practicantes. El
proceso de formación requiere de la elaboración obligatoria de una monografía bajo la
orientación de los preceptores.
Entre los logros del Servicio se cuentan importantes trabajos publicados en el país y
en el exterior, la participación en encuentros y la edición de un libro titulado Dermatolo-
gía para el Clínico, ya en su 3ª edición. El Centro de Estudios Dermatológicos Dr. José
Pessoa Mendes (que fue director del servicio médico hasta 1987 y Presidente de la SBD
nacional y regional) contribuye activamente a fomentar la investigación científica en esa
unidad autorizada por la Sociedad Brasileña de Dermatología. La dirección del servicio
médico es ejercida por el Profr. Alexandre Sittart, que también forma parte de la direc-
ción de la AMB.

Hospital Heliópolis
El Servicio de Dermatología del Hospital Heliópolis, de São Paulo, creado hace casi
treinta años, se convirtió en un centro de referencia en el tratamiento de las micosis pro-
fundas, vasculitis, enfermedades ampollares y enfermedades graves de la piel, de difícil
diagnóstico y tratamiento.
La responsable de su creación fue la Dra. Alice Alchorne, quien estuvo a su cargo du-
rante 22 años consecutivos. Actualmente, el Prof. Jacob Levites es el jefe del Servicio de
Dermatología. Desde 1984, la práctica médica en Dermatología está autorizada por el
MEC y por la SBD.
Cuenta con una enfermería especializada con diez camas y presta asistencia continua
a la comunidad local, incluyendo la región de Ipiranga y del ABC Paulista. Ha capacita-
do hasta la fecha a numerosos dermatólogos y está presente en todos los eventos de la
especialidad.

Hospital del Servidor Público Municipal


La Clínica Dermatológica del HSPM fue inaugurada en 1945. A lo largo de sus casi 60
años de existencia ejercieron la dirección los Drs. Aurélio Ancona López, Alexandre Me-
llo Filho, Ival Peres Rosa, Yassubonu Utiyama y Bogdana Victoria Kadunc.
En 1972, aún bajo la dirección de Alexandre Filho, el Dr. Ival Peres Rosa introdujo la
cirugía dermatológica que practicó, difundió y enseñó; así se constituyó en la primera clí-
nica en Brasil en realizar procedimientos quirúrgicos sin el auxilio de cirujanos plásticos
o generales. Los asistentes del Hospital Municipal se han destacado tanto dentro como
fuera del país, publicando libros y artículos sobre el tema. Existen 5 salas quirúrgicas
–una de las cuales está equipada para la realización de la cirugía de Mohs–, laboratorio
de micología, centro de estudios y 10 consultorios. Se atienden 200 pacientes por día y
se realizan cerca de mil intervenciones quirúrgicas por mes.

El Servicio de Jundiaí
Relata su actual Jefe, el Prof. Paulo Rowilson Cunha: “Los primeros años del Servicio
de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí fueron maravillosos y difíciles,
abriendo acciones y frentes de trabajo (residentes, laboratorios, clínica, pacientes y co-
munidad)”.
Bajo la dirección del Prof. Fernando Augusto de Almeida, que convocó a trabajar con
él a personalidades brillantes como Carlos Machado, Vítor Reis, Célia Riscalla, Agenor
Silveira, todos de la Universidad de São Paulo, Benedito Corrêa (micología) y Câmara Lo-
pes (patólogo), se dio inicio a un proyecto piloto perfecto, que tenía como objetivos cla-
ros la enseñanza, la investigación y la atención médica.
El Servicio de Dermatología de la FMJ fue creciendo a partir de esos objetivos y algu-
nos de sus primeros residentes se tornaron profesores competentes: Célia Antonia Xa-
vier, Iza Maria Bottene, Jacqueline Calvo, Mônica Bulizani, Otávio Moraes, junto con

102
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

nuevos miembros que se unieron al equipo, como las Profs. Lucía Helena Arruda y Den-
se Steiner. Al cumplir 25 años, en 2002, el Servicio celebró la capacitación de 50 resi-
dentes, en su mayoría aprobados en el TED y algunos incorporados al magisterio de la
propia unidad.
El Prof. Dr. Paulo R. Cunha es profesor titular de Dermatología de la Facultad de Medi-
cina de Jundiaí. En 1988, con la tesis “Estudio del suero epidemiológico en foco del Pénfi-
go Foliáceo endémico (Fogo selvagem) en el Estado de São Paulo”, obtuvo el título de
doctor en Dermatología en la FMUSP. Hizo el posdoctorado en la New York University. En
1997 obtuvo el título de docente libre de la Facultad de Medicina de la USP con la tesis “Es-
tudio comparativo sobre la sensibilidad de las pruebas de inmunofluorescencia indirecta e
Immunoblotting o Western Blotting para la detección de anticuerpos intercelulares en las
diferentes formas y fases evolutivas de la enfermedad del Pénfigo Foliáceo o Fogo Selva-
gem”. Fue director de la Facultad de Medicina de Jundiaí durante los años 1996-2000.
El servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí se destaca en el
campo de la investigación, principalmente en relación al Fogo selvagem. Sus integrantes
consideran relevante haber participado en el progreso y en el prestigio nacional que el
servicio consiguió.

El ejemplo de Rio Preto


¿Cuántos serán los especialistas y graduados de la Maestría que puedan decir, como
el Prof. Dr. João Roberto Antônio, que todos los médicos graduados que recibieron capa-
citación y son especialistas en Dermatología, desde el año 1971 al año 2004, fueron y son
sus alumnos?
El Servicio de Dermatología de São José do Rio Preto, Estado de São Paulo, se inició a
partir de su designación como Profesor Regente de la Facultad de Medicina. Nacido en Ca-
tanduva y radicado en Rio Preto desde los dos años de edad, el Prof. João Roberto Antô-
nio se graduó en la Facultad Nacional de Medicina en 1964, haciendo la residencia en
Dermatología en la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro, en el Servicio del Profe-
sor Sylvio Fraga, seguida por varios cursos de perfeccionamiento en Brasil y en el exterior.
Después de recibir el título de especialista en Dermatología en el curso realizado en
la SBD en 1967, retornó a Rio Preto para dedicarse a la Facultad y especializarse en Der-
matología; en 1971 impartió el primer curso de la especialidad en el 4º año de la carre-
ra. Las clases prácticas se dictaban inicialmente en el ambulatorio de la Santa Casa local,
pero después se transfirieron al Hospital de Base. Con el pasar de los años, varios alum-
nos de la institución se especializaron en Dermatología y de esta forma se formó el cuer-
po docente que gradualmente alcanzó el nivel de que goza en la actualidad.
Entre sus integrantes se cuentan los Drs. João Roberto Antonio, Eurides Pozetti, Vâ-
nia Rodrigues, Ana Maria Nogueira, Tânia Regina Barbon, Margareth Lima, Rosa Maria
Soubhia y Carlos Alberto Antonio. Son autores de innumerables artículos científicos en
revistas médicas nacionales e internacionales, realizados individualmente o en grupo,
han recibido premios por trabajos presentados en congresos, han colaborado con capí-
tulos en libros de Dermatología del país y del exterior y realizan conferencias en congre-
sos, jornadas y cursos en Brasil y otros países.
Desde el año 1974, el Servicio de Dermatología del Hospital de Base y la asignatura
de Dermatología de la FAMERP realizan los Cursos de Práctica Médica y Aprendizaje pa-
ra la formación de especialistas en Dermatología, según informa el Prof. João Roberto
Antonio.

Complejo de Hospitales Padre Bento de Guarulhos


A la institución inicial, Inaugurada el 5 de julio de 1931 para atender a los pacientes
portadores de hanseniasis, se anexó en 1972 el Hospital Adhemar de Barros, dando así
origen al Complejo de Hospitales.

103
PAULO R . CUNHA

El 23 de agosto de 1933 fue fundada la Sociedad Paulista de Leprología, con sede en


el Sanatorio Padre Bento; poco después se creó la Revista de Leprología de São Paulo,
que más tarde se convirtió en la Revista Brasileña de Leprología.
En 1972, el Hospital Adhemar de Barros, que trataba a los enfermos del fogo selva-
gem, fue transferido a las instalaciones del Hospital Padre Bento.
El primer jefe del Servicio de Dermatología fue el Dr. Mário Luís Macca, seguido por
la Dra. Thais Romero Gatti; en 1989, el Dr. Vitor Manoel Silva dos Reis asumió como je-
fe del Servicio. En 1991 fue otorgada la autorización de la SBD. En 1996, al crearse el
cargo, el Dr. Vitor fue designado director de Dermatología, hasta septiembre de 2000.
El Servicio de Dermatología, inaugurado en 1998, lleva el nombre del Prof. Sebastião
de Almeida Prado Sampaio y posee siete salas para la atención al público, un centro qui-
rúrgico, una sala para curaciones, sala de extracción de sangre, laboratorio de micolo-
gía, micoteca, laboratorios de dermopatología, archivo de láminas y auditorio, con 62
camas exclusivas para Dermatología. Su director es el Prof. Dr. Mario Cezar Pires.
El ambulatorio atiende 2.500 consultas por mes y realiza 150 cirugías mensuales.
Cuenta con ambulatorios de subespecialidades como enfermedades ampollares, cosmia-
tría, crioterapia, alergia dermatológica, dermatología pediátrica y micología.

Hospital Lauro Souza Lima


En 1989, en reconocimiento por sus trabajos de investigación y actividades asisten-
ciales referentes a las áreas de la Dermatología, así como al entrenamiento del personal
especializado, el Instituto Lauro Souza Lima, de Bauru, SEP, fue designado oficialmente
como Centro de Investigación. Su servicio de Dermatología, creado en 1977, tuvo como
fundador y primer jefe al Prof. Milton Wladimir Araújo Opromolla.
Sus estudios se concentraron especialmente en hanseniasis; en esta área constituye
el Centro de Referencia de la Secretaría de Salud del Estado de São Paulo y de la OMS
para los países de habla portuguesa. A partir de su creación se han graduado 82 derma-
tólogos; actualmente se reciben doce profesionales por año en los cursos de especializa-
ción. La residencia médica se realiza en un lapso de tres años. Mantiene un convenio con
la Facultad de Medicina de Botucatu, además de dos titulares en el posgrado de la USP
y de la Escuela Paulista de Medicina.

Trabajo pionero en Botucatu


Creada en julio de 1962 con el nombre de Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas
de Botucatu y habiendo iniciado sus actividades en abril de 1963, la Facultad de Medici-
na local, actualmente integrada a la Universidad Estadual Paulista (UNESP), enfrentó en
un inicio dificultades que, de acuerdo con las palabras del Prof. Sílvio Alencar Marques,
jefe del Servicio, “forjaron el espíritu guerrero y perseverante de la Escuela en esa tra-
dición, ajustándose a la personalidad de quien fue la pionera del Servicio de Dermatolo-
gía, la Dra. Neuza Lima Dillon”.
En 1966, la Dra. Dillon integró el grupo de docentes y médicos de la USP que llegó a Bo-
tucatu para impartir el curso pionero de Semiología Dermatológica a la primera clase de la
Facultad. Tras radicarse en la ciudad, se tornó la responsable de la asignatura de Derma-
tología del Departamento de Clínica Médica. “Todo era escaso y difícil, pero la Dra. Neuza
contó con la ayuda inestimable de los Profesores Sebastião Sampaio, Norberto Belliboni,
Raymundo Martins Castro y Dilton Opromolla, para consolidar el curso. No dudaba en uti-
lizar dinero de su propio bolsillo para proveer permanentemente el material y los artículos
necesarios para la asignatura. Percibió de inmediato que colocar las camas de la enferme-
ría a disposición de la Dermatología, estar presente en la graduación y pretender crear con
suprema osadía la residencia en Dermatología constituían el medio de afirmarse y crecer”.
Entre 1971 y la década de 1980 fueron contratados nuevos docentes como: Marta
Cassoni Habermann, Sílvio Alencar Marques, Joel Carlos Lastória, Hamílton Ometto

104
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

Stoff, Sílvia Regina Barraviera, Vidal Haddad Júnior y Maria Regina Silvares (es necesa-
rio recordar que en Botucatu los docentes cumplen el régimen de tiempo completo y de-
dicación exclusiva). Con la creación de la UNESP en 1976 fueron constituidos nuevos
departamentos, uniéndose la Dermatología a la radiología y a las enfermedades infeccio-
sas y parasitarias; en 1994, surgió el Departamento de Dermatología y Radioterapia, lo
cual resultó ser una solución mejor, aunque continuaba sufriendo las contingencias de la
prohibición de nuevas contrataciones.
En 1970, con la disponibilidad de cuatro camas y una fuerte demanda de la atención
ambulatoria se inició la Residencia Médica, que pasó por un proceso de consolidación
lento y difícil hasta 1978, cuando comenzó a crecer; entre 1970 y 2001 se graduaron 82
residentes. Desde 1994 hasta la actualidad se ofrecen seis vacantes. En cuanto al Servi-
cio, de las dos camas que poseía en 1968, Dermatología dispone actualmente de 16. El
Ambulatorio General y Especial funciona diariamente en los dos turnos, con siete luga-
res para consulta, dos salas quirúrgicas y la sala de curaciones. Existen servicios de mi-
cología, documentación fotográfica, inmunología alérgica, fotobiología y telemedicina.

Hospital y Maternidad Celso Piero (PUC Campinas)


El Servicio de Dermatología de la PUC Campinas fue constituido en 1979 por el Prof.
Dr. Walter Belda, quien estuvo a su frente hasta finales de los años 80. Los primeros asis-
tentes contratados fueron el Dr. Antônio Francisco Bastos, Maria Elizabeth Nanni y pos-
teriormente el Dr. João Roberto Pupo Neto. La residencia médica fue aprobada por el
MEC en 1987 para dos vacantes de un año o dos vacantes de dos años en Dermatología,
situación que permanece hasta el día de hoy, con el prerrequisito de dos años de clínica
médica.
Después de atravesar serias dificultades en el Servicio de Dermatología, la Dra. Lúcia
Arruda asumió su dirección en 2002 con el propósito de reestructurarlo. Actualmente es-
tán contratadas por el Hospital Celso Piero, las Dras. Mariana Zaniboni, Sylvia Ipiranga,
Márcia Mayko Kobayashi, Cláudia Valéria Braz y Valéria Pereira Santos. También pres-
tan colaboración como médicas voluntarias la Dra. Rilde Veríssimo en el Servicio de Ana-
tomía Patológica; la Dra. Glória Sasseron y el Dr. Antonio Bastos Filho en el ambulatorio
de Dermatología, y la Prof. Magali Soares en la enseñanza de la Micología. Las reunio-
nes del Servicio se realizan los días martes, y cada primer martes del mes concurre un
profesor invitado.

Servicio de Dermatología del ABC


El Servicio de Dermatología del ABC fue iniciado por el Prof. Luis Henrique Camargo
Paschoal, pionero en la cirugía dermatológica, y se encuentra hoy bajo la dirección del
Dr. Carlos Machado Filho. Actualmente el Centro de Cirugía Dermatológica es conside-
rado como uno de los mejores de América Latina. El Dr. Luis Henrique Camargo Paschoal
y sus discípulos Carlos Machado, Mário Marques, Eliandre Palermo y Francisco Levocci,
se destacan a nivel nacional en el campo de esta subespecialidad. El Prof. Francisco Ma-
cedo Paschoal también fue uno de los pioneros en la dermatoscopía clásica y digital.

Además de los señalados anteriormente, São Paulo posee los siguientes servicios ha-
bilitados: el Hospital Universitario Wladimir Arruda (jefe del Servicio, Dr. Luiz Cucé); el
Hospital Guilherme Álvaro; la Fundación Lusíadas (jefe del Servicio, Prof. Dr. Ney Romit-
ti), la Universidad de São Paulo; la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (jefe del Ser-
vicio, Profa. Norma Foss), Unicamp (Jefe del Servicio, Dr. Elemir Macedo de Souza), la
Facultad de Medicina de Marília (jefe del Servicio, Dr. Spencer Sornas) y el Hospital Uni-
versitario de Taubaté – UNITAU (jefe del Servicio, Dr. Samuel Mandelbaum)3.

105
PAULO R . CUNHA

DERMATOLOGÍA DE PARANÁ

Curitiba
En el majestuoso Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Paraná, que tiene
49.196 m2 de área construida, 191 consultorios, 374 ambulatorios y 635 camas distri-
buidos en 45 especialidades, se encuentra uno de los más prestigiosos servicios habilita-
dos de la SBD, dirigido por el Prof. Jesús Rodrigues Santamaría, ex-presidente de la
entidad nacional.
Fundado en 1961, cuando era catedrático el Prof. Rui Miranda, el Servicio Dermato-
lógico del HC tiene ya más de cuatro décadas de existencia. Funciona en dos edificios;
una parte está ocupada por los servicios administrativos y en la otra se encuentran los
ambulatorios y el centro quirúrgico ambulatorio para todas las especialidades. En este
último, el servicio tiene también siete salas para atender al público, siete consultorios,
una sala para pequeños procedimientos y una para el equipo. El promedio de atención
al público es de 70 pacientes por día provenientes de Paraná, Mato Grosso y Santa Ca-
tarina. En Curitiba predominan las enfermedades de tipo europeo que corresponden a la
formación étnica de la mayoría de la población, como cáncer de piel, lupus, colagenosis,
psoriasis, diabetes, arteriosclerosis e insuficiencia vascular.
Fuera de los muros del HC, el Servicio de Dermatología mantiene el Centro Souza Araú-
jo, creado por Rui Noronha de Miranda, que atiende diariamente de 40 a 50 personas, ac-
tuando principalmente en Dermatología sanitaria y en onco-dermatología. El Servicio, que
sirve de referencia para todo el Sistema SUS, recibe por semestre cien alumnos del curso
de Medicina, además de los estudiantes del internado, los residentes de Clínica Médica que
pasan un mes en Dermatología y los alumnos del internado selectivo que han escogido la
especialidad para pasar los últimos ochenta días de entrenamiento en la institución.
En lo que se refiere a la producción científica, el servicio del HC de Curitiba ha mar-
cado su presencia en los Anais Brasileiros de Dermatología y en las publicaciones ex-
tranjeras, con trabajos sobre hanseniasis y pénfigo.

Dermatología de Londrina
Fundada en 1967, la Facultad de Medicina del Norte de Paraná, localizada en Lon-
drina, inició tres años después la enseñanza de la Dermatología, con los Profs. Drs. José
Schweinden (titular) y Lorivaldo Minelli (asistente), seguidos por sus colegas los Drs. Ro-
berto Piraino y Roberto Schnitzler.
Al final del año 1979, la Facultad de Medicina se unió a otras para constituir la Uni-
versidad Estatal de Londrina. En esa ocasión, por tener que retornar a Curitiba el titu-
lar se hizo cargo de la asignatura el Dr. Minelli, quien permanece hasta hoy. Tres años
atrás, en 1976, los Drs. Minelli y Piraino habían defendido sus tesis de doctorado, obte-
niendo el cargo de profesores asistentes. La tesis del Dr. Minelli titulada “Geografía mé-
dica del pénfigo foliáceo sudamericano en el Estado de Paraná”, fue dirigida por el
recordado Prof. Raymundo Martins Castro, mientras que la del Dr. Piraino, titulada “Po-
roqueratosis de Mibelli”, fue orientada por el Prof. Dr. José Kriner, de la Argentina.
En 1998, el Dr. Minelli fue promovido a profesor asociado en concurso público presi-
dido por el Prof. Dr. Sebastião de Almeida Prado Sampaio.
En las décadas del 70 y 80 varios residentes se especializaron en la Clínica de Der-
matología de la Universidad y, a partir de los años 90, se inició la Residencia oficializa-
da por la Sociedad Brasileña de Dermatología, donde numerosos exalumnos obtuvieron
sus respectivos diplomas de Especialistas.

Hospital Universitario Evangélico de Curitiba


El Servicio de Dermatología se inició en 1974 al crearse la Facultad Evangélica de
Medicina. Su primer profesor titular fue el Dr. Fernando Laynes de Andrade, quien

106
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

juntamente con el Dr. Álvaro Schiavi Jr. y la Dra. Clarisse Furtado fueron integrantes de
la cátedra de Dermatología hasta 1989. Actualmente la dirección del Servicio está a cargo
de la Dra. Analise Roskamp Budel.
Se encuentran conectadas entre sí la red de atención de la Intendencia y la del Esta-
do, que reciben cerca de mil pacientes por mes. Paraná posee también el Servicio de la
Santa Casa de Misericordia, PUC, como servicio habilitado, que tiene como Jefe del Ser-
vicio al Dr. Luiz Carlos Pereira.

Gaúchos en la Dermatología
Fue el Dr. Ernst von Bassewitz, un alemán diplomado en Berlín en 1890, quien ejer-
ció por primera vez en Rio Grande do Sul la especialidad dermatológica. Después de pa-
sar por São Paulo, llegó en 1894 a la pampa gaúcha de Rio Grande do Sul, y trabajó en
remotas localidades del litoral y de la campaña. En 1927 publicó en los Anales de Medi-
cina de Rio Grande do Sul un informe sobre la incidencia de la lepra en la colonia ger-
mánica.
El primer profesor de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de Por-
to Alegre, creada en 1898, fue el Dr. Modesto José de Souza, sucedido por el Dr. Rodolfo
Masson y después, por concurso público, por el Dr. Ulisses de Nonohay, quien además in-
tegraría la columna revolucionaria que marchó hacia Río de Janeiro con Getúlio Vargas.
En 1942 se creó en la Facultad de Medicina de Porto Alegre el Curso Equiparado de
Clínica Dermatológica y Sifilográfica, dirigido por José Gerbase, oriundo de Alagoas, dis-
cípulo de Ramos e Silva. En 1946 se incorporó el Prof. Clóvis Bopp, catedrático desde
1959 con la tesis “Cromoblastomicosis: contribución para su estudio”. En 1992 el Prof.
Lúcio Bakos fue nombrado profesor titular de Dermatología de la Universidad Federal de
Rio Grande do Sul, también por medio de concurso público.

Ciencias Médicas
La Fundación de la Facultad Federal de Ciencias Médicas de Porto Alegre fue creada
en 1960 con el nombre de Facultad Católica de Medicina, junto a la Hermandad de la
Santa Casa de Misericordia. Cuatro años después, el Prof. Enio Candiota de Campos, des-
tacado maestro y científico, fue designado primer titular de la asignatura de Dermatolo-
gía, juntamente con los Profs. Achyles Hemb, Gisela Del Pino y Aída Schafranski.
Después del fallecimiento del primero, asumió la titularidad el Prof. Dr. Armin Bernhard
y, posteriormente, el Prof. Cláudio Bartelle.
El Servicio de Dermatología de la FFFCMPA se localiza en el complejo de hospitales
de la Santa Casa de Porto Alegre, donde se dicta el curso curricular y el de posgrado a
los residentes y sus alumnos. Tiene como profesores a Érika Geier, Walmor Bonatto, Re-
nan Bonamigo, Irene Menezes, Aída Schafranski, Carolina Feijó, Raquel García y otros
colaboradores.

El Servicio de la UFRGS
El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de Porto Alegre tiene tres profe-
sores de la UFRGS: un titular, Lúcio Bakos, y dos adjuntos: Tânia Cestari y Luiz Fernan-
do Bopp Muller. También tiene cinco médicas dermatólogas, Ane K. Simões Pires, Isabel
C. P. Kuhl, Márcia S. Zampese, Marlene L. Weissbluth y Mirian Pargendler, dos residen-
tes y tres alumnos, además de dos alumnos del curso de Maestría y un alumno del Doc-
torado por año. Además de dictar estos cursos, los integrantes del Servicio se dedican a
la asistencia y a la investigación (ésta muy estimulada en todos los niveles).
Considerado como centro de referencia en SIDA para Rio Grande do Sul, el Servicio
de Dermatología del HC de Porto Alegre dispone de un sector de dermatoscopía digital,
con video-dermatoscopía y análisis de imágenes; un sector de fototerapia y fotobiología,
para atender a pacientes fotosensibles. También presenta un sector de Salud Pública, ya

107
PAULO R . CUNHA

que recibe médicos cedidos por la Secretaría de Salud que actúan en SIDA, ETS y Han-
seniasis. La actividad se realiza en dos turnos, en días hábiles, con guardias los días fe-
riados y los fines de semana. Por ser un hospital de referencia, el Servicio recibe
numerosos pacientes para la atención de nivel terciario, concentrando patologías sisté-
micas y de manejo más difícil.

Ambulatorio de Dermatología Sanitaria


Fue creado en 1975 por el Dr. César Duílio Varejão Bernardi, discípulo del Prof. Cló-
vis Bopp y profesor de la asignatura de Dermatología de la Universidad Federal de RS.
Bajo la dirección de la Secretaría de Salud del Estado, fundó este Servicio de capacita-
ción de nuevos dermatólogos, teniendo como prioridad las enfermedades dermatológicas
de interés sanitario, con énfasis en las sexualmente transmisibles y hanseniasis. Sin em-
bargo, en 1987, por disposición gubernamental, el área del hospital usada para interna-
ción de los pacientes fue donada al sector ETS/SIDA para que fuese utilizada en la
asistencia a los portadores de HIV, con lo cual las actividades de la residencia médica
fueron provisoriamente interrumpidas. Sin embargo, en 1997 se retomó el Programa de
Residencia, que al año siguiente fue aprobado por la SBD. Actualmente, el Servicio tiene
el apoyo del gobierno del Estado como Centro de Capacitación en Dermatología, con ca-
pacidad para dos vacantes por año. La Dra. Cecilia Cassal Corrêa es la dermatóloga coor-
dinadora del Servicio.
Rio Grande do Sul tiene, además, los servicios habilitados de la Policlínica Santa Cla-
ra, cuyo jefe de Servicio es el Prof. Cláudio José Bartelle.

Santa Catarina
Santa Catarina posee la habilitación del Hospital Universitario de la Universidad Fe-
deral (Jefe del Servicio, Prof. Jorge José de Souza Filho).

■ La7.historia
La Historiade laRADLA
de la RADLA (Reunión
(Reunión Anual deAnual
los Dermatólogos
de los Dermatólogos
Latinoamericanos Latinoamericanos)
del Cono Sur)

A partir de una conversación entre los Drs. J. Gatti, P. Viglioglia, O. Mangano y S.


Sampaio surgió la idea de realizar la primera Reunión de Dermatólogos Latinoamerica-
nos del Cono Sur, la cual tuvo lugar en la Argentina en 1973. Se resolvió también que la
reunión sería anual, excepto en los años que coincidiera con el Congreso Ibero-Latinoa-
mericano de Dermatología (CILAD).
En 2001, en Foz do Iguaçu, Brasil, el Prof. Júlio César Empinotti presidió la XXI RADLA,
en la que participó la mayor cantidad de médicos que hasta entonces se congregara en
toda la historia del evento [Nota del editor: véase en este volumen el capítulo “Reunión
Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA)”].

■ Algunas
8. Algunasenfermedades
enfermedades y susy tratamientos
sus tratamientos
Lepra y enfermedades venéreas

Antiguo compañero de Carlos Chagas en el Instituto Oswaldo Cruz, Eduardo Rabello re-
cibió, alrededor del año 1920, como Inspector General de la Lepra, la misión de elaborar
la primera legislación brasileña de profilaxis de las enfermedades venéreas, afecciones
que hacían sufrir a los pacientes, además de las consecuencias de la enfermedad, los efec-
tos negativos de la desinformación pública y del atraso de la mentalidad predominante.
A la inmigración negra se la responsabilizó por la introducción de la lepra, como

108
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

señala Manoel Santos, al referirse a las calamidades de Pernambuco de 1707 a 1715.


Sin embargo, según su opinión, la lepra de los negros fue adquirida ya en Brasil, posi-
blemente traída por los portugueses que la habrían contraído en los lugares de inciden-
cia de la enfermedad en el siglo XVI: la isla de Madera, las Azores, las posesiones
marroquíes y las Indias Lusitanas. Un médico portugués, Aleixo Guerra, escribió en su
Historia de la Lepra en Portugal: “No hay dudas de que los portugueses introdujeron la
lepra en Brasil en el año 1500, como la habían introducido en Madera, donde era des-
conocida antes de su llegada”.
A principio del siglo XX, esta enfermedad continuaba siendo un gravísimo problema
para la salud pública: “Alrededor de 1920, todavía predominaban los preconceptos mi-
lenarios que tornaban al pobre lázaro víctima temerosa de un mal que no perdona, pa-
ria de la sociedad, sin patria y sin familia, despreciado y condenado sin piedad a un exilio
perpetuo para garantizar la seguridad de sus semejantes, que en compensación por el
sacrificio impuesto, lo trataban con desprecio y a veces hasta le daban una limosna que
humilla y disminuye”.
Eduardo Rabello, en 1933, clausuró la tesis del aislamiento en hansenología, previen-
do que en el futuro sería fácil estancar la enfermedad en la fase macular.
En esos años se unen Río de Janeiro y São Paulo (con Emilio Ribas, Aguiar Pupo y Sa-
lles Gomes) para iniciar campañas sobre el problema, buscando no solamente de huma-
nizar el tratamiento, sino también establecer elementos de prevención para los hijos de
los hansenianos. Nelson Souza Campos pudo mostrar en 1937 los curiosos infiltrados tu-
berculoides precoces que denominó “lepra nodular infantil”, y que en la tesis de Rabello
Junior, en 1941, fue interpretada como un lepra-infeckt. A su vez, Abrahão Rotberg de-
mostró en 1934 el valor del pronóstico de la reacción de Mitsuda y, en 1937, la noción
del factor N como responsable de las formas de resistencia de la hanseniasis.
En 1940, Aguiar Pupo fue el primero en mostrar la importancia epidemiológica de las
formas no características de la enfermedad. Estas ideas serían consagradas en Río de
Janeiro en la Conferencia Panamericana de 1946; poco después, en La Habana, en 1948,
se obtuvo el reconocimiento en el plano internacional de la noción de polaridad postula-
da por Rabello (Jr) desde 1938.

El Fogo selvagem

El Fogo selvagem (FS) es una enfermedad endémica en ciertas regiones del Brasil con
un número total de enfermos aproximadamente de 15.000, prevaleciendo entre las per-
sonas jóvenes que viven en las áreas rurales del país. En São Paulo, en la década de
1930, el aumento del número de casos llevó al gobierno estatal a crear un hospital ex-
clusivo para esos enfermos; más tarde, se abrieron otros hospitales en Goiânia y Campo
Grande. En 1970 se estimaba que había por lo menos 10 mil casos conocidos de FS en
los estados endémicos del Brasil. En 1983, gracias a la visión de Sebastião Sampaio, de
São Paulo, y de Luíz Díaz, de los Estados Unidos, se creó el Grupo Cooperativo Brasil-Es-
tados Unidos para la investigación del Fogo selvagem, que produjo decenas de trabajos
científicos y contribuyó a un gran adelanto en el conocimiento de la patogénesis de la en-
fermedad y en el desarrollo de las técnicas de diagnóstico.
Durante las décadas de 1950 a 1990 la incidencia del FS disminuyó en São Paulo; el
Prof. Paulo R. Cunha informó en su tesis de doctorado en la USP sobre el último foco en
el Estado, localizado en los municipios de Franco da Rocha y Mairiporã. Las caracterís-
ticas epidemiológicas de la enfermedad muestran fuertes evidencias de que el FS es in-
fluenciado por factores ambientales; los esfuerzos de los investigadores están puestos en
determinar el agente etiológico ambiental que produce el desencadenamiento de esa en-
fermedad en Brasil.

109
PAULO R . CUNHA

Figuras 14 y 15.
Campaña de Prevención
del Cáncer de Piel (24
de noviembre de 2001)

Campaña de Prevención del Cáncer de Piel

La denominada “epidemia silenciosa”, es decir, la creciente incidencia del cáncer de


piel en todo el mundo, constituye también en Brasil uno de los más graves problemas de
salud pública. Debido a esto, la SBD amplió en 1999 la campaña, antes regional, a la es-
fera nacional, con el objetivo de que la población tome conciencia de las terribles conse-
cuencias de la enfermedad que ocasiona cien mil casos nuevos todos los años. Más de 30
mil personas son atendidas anualmente por esta campaña (figuras 14, 15).
Fue creado el Programa Nacional de Control del Cáncer de Piel, bajo la coordinación
del Prof. Marcus Maia, con el fin de dar información y concientizar sobre la necesidad de
producir cambios en las actitudes, creencias y conductas relacionadas con los riesgos
que corre la población.
El programa está compuesto por cinco módulos: 1. Centro de Diagnóstico y Tratamien-
to; 2. Programa de educación de los profesionales del Área de la Salud; 3. Programa de
educación para la protección solar; 4. Programa de educación en los medios; 5. Campa-
ña anual para el examen de la población.
En el año 2000, la SBD y la Universidad Federal de Río de Janeiro se unieron para
inaugurar un servicio permanente de previsión diaria del índice de riesgo de la quema-
dura solar. El Índice Ultravioleta (IUV) es suministrado por medio de internet o por telé-
fono; también es suministrado a las capitales de los estados a través de los periódicos,
radios y televisión de alcance nacional.

■ Los desafíos
9. Los desafíos de
de lalaDermatología
Dermatologíapara elen el milenio
nuevo nuevo milenio
La regionalización de la SBD tuvo su inicio después de la conmemoración de sus 50
años, al abrirse la participación a todos los estados brasileños. Actualmente, las regio-
nales tienen una extraordinaria influencia en los emprendimientos de la SBD, fortale-
ciendo la nacionalización de la entidad, procurando la integración y actuando en las
unidades como auténticas delegaciones de la entidad mayor, sin perder las característi-
cas de las organizaciones locales.
En el campo científico, la Dermatología dejó de ser una especialidad puramente clí-
nica y evolucionó como especialidad clínico-quirúrgica. Así como se amplió el concepto
de salud, que pasó de ser “la ausencia de enfermedades” a convertirse en sinónimo de
bienestar físico, moral, social y mental, también la Dermatología agrupó novedades que

110
La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil

actualmente atraen a numerosos profesionales y pacientes, con su atención concentrada


especialmente en la cosmiatría.
Más allá de la revolución experimentada con la llegada de los antibióticos, corticos-
teroides y retinoides, los desafíos de la Dermatología todavía se concentran en las enfer-
medades infecciosas como el SIDA, la leishmaniasis y las ETS. Bajo la óptica de la
biología molecular surgirán nuevos conceptos, y estos estudios sin duda traerán extraor-
dinarios beneficios para la dermatología brasileña y mundial. ■

Octubre, 2005

■ Referencias Visão Panorâmica. Rio de


Janeiro: Medsi Editora
3. Forgerini E, Rossini C, editores.
Mestres da Dermatología
bibliográficas Medica e Cientifica; 1999. Paulista, Sao Paulo: Editora
2. Carneiro G. História da JSN; 2002.
1. Campbell I, Zaitz C, Teixeira JE, Dermatología no Brasil, Rio de
editores. História da Janeiro: Ed. Sociedade Brasileira
Dermatología Brasileira. Uma de Dermatología; 2002.
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA EN
COLOMBIA
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ
COLABORADORES : DANIELLE ALENCAR - PONTE , ANTONIO BARRERA
ARENALES , MICHEL FAIZAL GEAGEA , JAIME GIL JARAMILLO, FLAVIO GÓMEZ
VARGAS , CARLOS HORACIO GONZÁLEZ ROJAS , GUILLERMO GUTIÉRREZ
ALDANA , JAIRO MESA COCK , JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS

I. La Dermatología precolombina ■ La Dermatología precolombina


Jaime Gil Jaramillo-César Iván Varela Hernández

S e estima que los primeros pobladores de Colombia llegaron en busca de nuevas tie-
rras y mejores condiciones de vida en una etapa paleoindígena (15.000 a 10.000 a.C.)
procedentes de Oceanía y Asia, por el Estrecho de Behring, aprovechando las glaciacio-
nes; o también posiblemente, según Méndez Correa, por la Antártida y el mar Pacífico1.
La baja densidad demográfica, la dispersión de los asentamientos y la ausencia de
animales domésticos favorecieron la poca diseminación de las enfermedades y hay evi-
dencias antropológicas de sano crecimiento poblacional en los chibchas2; no obstante
sufrieron padecimientos genéticos, autoinmunes, traumáticos, degenerativos e infeccio-
sos, que los llevaron al desarrollo de medidas preventivas y de algunos tratamientos, así
como al descubrimiento de medicamentos.
Los habitantes prehispánicos del continente americano consideraron sabiamente que
el ser humano era uno más dentro del cosmos y que no podían romper el equilibrio de
la naturaleza sin recibir un castigo en su salud. Nuestros indígenas clasificaron a las en-
fermedades en varios grupos. Los nukak del sur-oriente del país las dividían en: 1) bro-
tes y granos asociados con “dardos mágicos” lanzados por “seres enemigos” y/o como
parte de un castigo, ya fuera por la infructuosa caza o pesca o por su exceso; 2) asocia-
das con espíritus del bosque (EbEp) y picadura de los truenos (takuEji), muy peligrosas,
podían ocasionar la muerte; 3) asociadas con el incumplimiento de normas; 4) enferme-
dades menores que no implicaban la muerte, como las picaduras y las pequeñas heri-
das3. Entre los huitotos del Putumayo la enfermedad era producto de ataques
“chamanísticos” (brujos) de otras tribus. Los paeces las clasificaban según provinieran
de visiones del “duende”, del “cacique” y del “arco”; en esta última incluían a los hijos
con rasgos físicos de animal y los granos en la piel. Otras tribus las clasificaron en

113
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

calientes –como la fiebre– y frías –como el reumatismo– o simplemente como accidentes


(fracturas). Entre los emberas la enfermedad era producida y curada por los jais, que
eran “la esencia de las cosas, considerada como una energía, como algo vital”4. Los mo-
tilones tuvieron ciertos conceptos de contagio y dieron menor valor a la brujería. Los
chibchas definieron palabras relacionadas con las enfermedades de la piel, como soju-
sua (acné y forúnculo), sinua (caspa), gacha, bimi (úlcera), iza (úlcera, sarna y viruela)5.

Enfermedades dermatológicas autóctonas

En los tiempos prehispánicos debieron existir muchas enfermedades, pero la pérdida


de los tejidos blandos en los restos humanos que se conservan ha impedido su constata-
ción. No obstante, algunas han sido categóricamente definidas. Así, el carate, causado
por el Treponema caratenum, llamado puru-pururú en la región de Guainía, era frecuen-
te en el Chocó6; según el padre Rivero, “padecían de carate que les afectaba las manos
y la cara con manchas azules y blancas, de lo que se enorgullecían, hasta el punto que
las mujeres jóvenes que no tuvieran carate, no eran solicitadas en matrimonio”. Las bu-
bas (frambesía o pian), causadas por el Treponema pertenue, han sido muy bien docu-
mentadas en estudios paleontológicos por José Vicente Rodríguez Cuenca y Carlos
Armando Rodríguez en restos encontrados en el Valle del Cauca6. La bartone-
losis (verruga peruana) –cuyo vector es el Phlebotomus, Lutzomía colombiana–
y de la cual hay evidencias arqueológicas que atestiguan su presencia en el
sur del país7 (figura 1). El carbón bacteriano, llamado “maraña”, era frecuen-
te en la península de la Guajira; según Pineda Giraldo, “el hombre se conta-
gia cuando abre el animal y una gota de sangre cae sobre algún punto de la
piel, o cuando se hace una pequeña herida al abrirlo, o cuando come la car-
ne mal cocida del animal muerto de tal enfermedad”. El tokelao (tiña imbri-
cada), enfermedad de la costa del Pacífico de los indios del Chocó. Las fiebres
petequiales y las bubas que causaron estragos en los conquistadores al ingre-
sar por la región del Patía desde el Perú. La sarna, las picaduras de mosqui-
tos, abejas, avispas, garrapatas, pulgas, arácnidos y mordeduras de grandes
Figura 1. Cerámica
lagartos como los caimanes, de serpientes de los géneros bothrops, Lechesis mulamuta
Jama-Coaque.
(pudridora) y Crotalus dirussus terrificus (cascabel), y de murciélagos, especialmente
Bartonelosis. Colección
Desmodus rotundos, que trasmitieron arbovirus y causaron anemias6. La nigua (Tunga
privada de Hugo A.
Sotomayor T. penetrans) y el gusano de monte (nuche, miasis), eran totalmente desconocidos por los
europeos; según Safari, “se ha calculado que los insectos de las regiones cálidas ocasio-
naron más víctimas entre los españoles durante la conquista que todas las flechas enve-
nenadas de los indios. Para la nigua no conocían remedio y para librarse de los mosquitos
se veían obligados, a menudo, a sepultarse en la arena”. La filariasis por Manzonella
ozardi, aún presente en nuestras selvas del Vaupés2, 6. Se considera también la leishma-
niasis, que dedujo José del Carmen Rodríguez Bermúdez de una escultura prehispánica
encontrada en Cundinamarca. Las evidencias en coprolitos demuestran la presencia de
varios parásitos intestinales como strongiloides, áscaris y tricocéfalos6.
En cuanto a la sífilis venérea, mucho se ha discutido sobre su origen americano o eu-
ropeo, pero hay testimonios escritos antiguos por los que se deduce su existencia en
nuestras tierras en épocas prehispánicas; estudios paleontológicos recientes como los
realizados por el profesor José Vicente Rodríguez Cuenca (Universidad Nacional de Co-
lombia) y por Gonzalo Correal Urrego, quien encontró huellas en tejido óseo en los res-
tos de Aguazuque (Cundinamarca), que datan de más de 3.000 años a.C., parecen
confirmarlo6, 10. El médico español Rodrigo Ruiz de Isla, en su obra Tratado llamado
fruto de todos los santos contra el mal serpentino venido de la isla Española (1509), afir-
ma que “fue traída de Haití en las naves de Cristóbal Colón, dándose los primeros casos
en Barcelona en 1493”. El mismo concepto se expresa en la Historia general y natural

114
Historia de la Dermatología en Colombia

de las Indias del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1535): “Así pues, el llamado
‘mal francés’, ‘mal napolitano’, ‘mal serpentino’, ‘mal lazarino’ o ‘enfermedad de las cor-
tesanas’ era en realidad la enfermedad de naturaleza americana”; y anota también el
cronista en comunicación dirigida al Rey de España sobre la expansión de la sífilis en las
nuevas tierras y su llegada a la Península Ibérica: “En las Indias... es muy notorio el pa-
lo santo, que los indígenas llaman guayacán... La principal virtud de este madero está en
curar el mal de las bubas... del palo de él toman astillas delgadas... y sus limaduras cué-
cenlas en cierta cantidad de agua… y desde que ha desmenguado el agua con el coci-
miento..., quítanla los dolientes y bébenla ciertos días por las mañanas en ayunas... y
sanan sin ninguna duda muchos enfermos de aqueste mal. Puede Vuestra Majestad te-
ner por cierto que aquesta enfermedad vino de las Indias a España”. Es posible que el
Treponema haya sufrido mutaciones al actuar masivamente en Europa, incrementando
su patogenicidad en un medio ambiente y una población virgen hasta 14932.
La presencia de la tuberculosis en la América prehispánica está hoy ampliamente do-
cumentada por técnicas de ADN; se han encontrado lesiones óseas en restos de la cultu-
ra Muisca en número relativamente alto de casos, lo que hace suponer que afectó de
manera importante a las comunidades6.
La enfermedad de Chagas, producida por el Tripanosoma cruzi y transmitida por tria-
tomineos, es exclusiva de América.
Además de estas enfermedades, afectaron la salud de la población nativa las heridas
por flechas envenenadas con hierbas (Ogendeia terstroeniflora, una Moracea y Strychnos
toxicaria) y venenos de animales como ranas (Dendrobates), arañas (Migale) y serpientes.
Estuvieron también presentes otras enfermedades no infecciosas como el hipotiroidismo
congénito, el bocio, el labio leporino, el albinismo, el enanismo y la pilimicción (quiste der-
moide de la vejiga) observada en Popayán.

Plantas medicinales y métodos terapéuticos

Los indígenas clasificaron las plantas de diferentes formas, que podríamos resumir
en: plantas del conocimiento (psicotrópicas), amargas (energéticas), purgantes, estimu-
lantes, preventivas y medicinales en sentido estricto11. La herbolaria indígena aportó de
manera significativa al desarrollo de la terapéutica; plantas que se consideraban sagra-
das y medicinales son por ejemplo el achiote (Bixa orellana), utilizado para prevenir las
quemaduras solares; la chica (Bignonia chica), como repelente de insectos y preventiva
de mordeduras de serpientes y murciélagos; la otoba (Miristicacea), para la sarna y el
cuidado del cabello, uso que permanece aún inalterado; entre los cubeo y los macuna, el
ají (Capsicum) fue utilizado como tratamiento para el acné “para mantener la cara libre
de barros y de manchas; se absorbe por la nariz mediante un tubo de hojas el jugo del
ají para que la piel exude la grasa natural”; para curar el nuche, ponían un parche de
diaquilón con lo que moría la larva y luego la exprimían; la coca (Erythroxylon coca), que
masticada (mambeo) “proporcionaba resistencia extra al organismo”; el palo santo y el
guayacán usados para las bubas; el coralito cuya fruta “mojada y estregada en las lepras
o manchas que brotan del cuerpo, que unos llaman empeine, otras carate y otras seme-
jantes, muy inmundas y asquerosas, las quita y destruye y deja la carne y cutis limpio sin
señal de enfermedad...”12; el tabaco fue quizás el que más influencia tuvo durante la Co-
lonia, usado para mordeduras o heridas por flechas envenenadas, como cicatrizante, he-
mostático y cauterizante3, 13; la caraña (resina de palma), para las llagas purulentas o
heridas recientes y las yerbas de las bubas, con cuyo polvo lograban la epitelización en
las heridas; la acedera para el tabardillo y la quina para los hematomas9.
Además de las plantas, los indígenas utilizaron en los tratamientos sustancias y ele-
mentos animales, como por ejemplo, una mezcla de masa de sebo, cardenillo y harina de
maíz tostada o polvos de cáscaras de cangrejos y de bencenuco para curar las llagas; los

115
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

huesos de manatí se utilizaron como hemostáticos y la miel de abejas como antiséptico


local. Los dientes, colmillos y garras de animales fueron empleados como amuletos para
prevenir las enfermedades. Para las picaduras de gusanos y algunos alacranes, según re-
lata Aguado, “extraen las tripas y con el herbaje que dentro de ellas se halla, se unta la
picadura”. Si no era posible encontrar el animal que había picado y el lugar afectado era
“el dedo o parte semejante, métenla en el sexo de la mujer y con aquesto ataja la furia
de la ponzoña”9.
Algunos de los remedios usados en la actualidad ya eran utilizados por nuestros indí-
genas, quienes habían alcanzado cierto grado de desarrollo en medicina y terapéutica.
Evidencias, aunque fragmentarias, del importante aporte de la farmacopea de las nue-
vas tierras están recopiladas en valiosas descripciones realizadas durante la Conquista
y la Colonia. Entre ellas, las obras de Nicolás Monardes, que en 1574 publicó su tratado
Primera, segunda y tercera parte de la historia medicinal de las cosas que se traen de
nuestras Indias y que sirven de medicina, así como el Tratado de las drogas y medicina
de las Indias, de Cristóbal de Acosta. Otros tipos de tratamientos incluyeron la hidrote-
rapia, la termoterapia y la balneoterapia en pozos de aguas termales, las dietas, las pur-
gas y los sahumerios. En cuanto a cirugía, los nativos realizaron drenaje de abscesos y
extracción de niguas con espinas o fíbulas, así como trepanaciones craneales y craneo-
plastias obturadas con arcilla.

Fundamentos de la medicina indígena

La medicina indígena tuvo dos fundamentos: el primero, de tipo preventivo tanto in-
dividual como colectivo, que se manifestaba de diversas maneras: en el abandono de en-
fermos graves para mantener la supervivencia del grupo; en el traslado de
asentamientos cuando se reunían grandes cantidades de basuras y desechos en el lugar;
en la actitud de prevención frente a los factores desencadenantes de enfermedades, el
aislamiento de las mujeres menstruadas, la construcción de viviendas sobre árboles y el
dormir en hamacas y con toldillos; el segundo, de tipo sintomático, mediante la ingestión,
inhalación, masticación o untura de diversas plantas, en las dietas y sangrías, encami-
nadas a aliviar afecciones orales, epidérmicas y traumatismos. El extremo lo representó
Figura 2. Templo Solar.
la costumbre del infanticidio, que se practicaba con los nacidos con defectos físicos y con
San Agustín 300 d. C. algunas genodermatosis como el albinismo14.
Nuestros indígenas sufrieron durante
el Descubrimiento y la Conquista un grave
deterioro orgánico, junto con la disminu-
ción o pérdida de sus valores espirituales
ancestrales, sentimiento de inferioridad y
casi la desaparición de su concepción del
mundo, como consecuencia de la imposi-
ción de los drásticos, rápidos y forzados
cambios culturales, que los llevaron muy
cerca de su total extinción15.
Estas breves pero sentidas líneas rin-
den homenaje y tributo perenne de admi-
ración y respeto a nuestros indígenas, que
en el pasado y el presente siguen dándo-
nos lecciones de bonhomía, convivencia
armónica y amor por todos los seres ani-
mados o inanimados que la madre natu-
raleza nos ha obsequiado prolijamente
(figura 2).

116
Historia de la Dermatología en Colombia

■ La Dermatología
II. La Dermatología desde el descubrimiento desde
de América hasta el descubrimiento
la Colonia. La influencia
de la Conquista y las nuevas enfermedades
de América hasta la Colonia. La influencia de
la Conquista y las nuevas enfermedades

César Iván Varela Hernández-Jaime Gil Jaramillo

En 1499, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa tocaron tierras colom-
bianas en Coquibacoa –hoy Cabo de la Vela, península de la Guajira– iniciándose así el
período de la Conquista de nuestro territorio, que se extendió hasta el año 15501. Du-
rante este período fue fundada Santa Fe de Bogotá (hoy Bogotá) por Don Gonzalo Jimé-
nez de Quesada, el 6 de agosto de 1538. La llegada de los colonizadores españoles trajo
un cambio radical para las poblaciones indígenas, en su forma de vida, alimentación,
costumbres y creencias, amenazadas además por la imposición de una nueva religión.
La alta vulnerabilidad orgánica de nuestros aborígenes estaba determinada por la mal-
nutrición debida a su alimentación basada en carbohidratos y escasas proteínas, por las
enfermedades propias de América y por la ausencia de inmunidad contra las importadas
de Europa. Estos factores, sumados a la dominación de los colonizadores, causaron un
enorme desastre demográfico en las comunidades aborígenes. Se estima que en el siglo
XVII había desaparecido el 90% de la población nativa; no obstante, el encuentro de los
dos mundos fue benéfico por el mestizaje entre los importantes aportes que nuestros in-
dígenas hicieron a la humanidad con sus vastos conocimientos en la herbolaria y el apor-
te científico del otro lado del océano.

Los primeros protomédicos y médicos

Álvarez Chanca fue el primer médico europeo que llegó a América en el segundo via-
je de Colón y hasta las tierras del Darién en 1514. Con los conquistadores llegaron tam-
bién charlatanes, empíricos y algunos protomédicos militares como el capitán Antonio
Díaz Cardozo en 1538 y el soldado Martín Sánchez Ropero9, 16; también arribaron Pe-
dro Fernández de Valenzuela, personaje popular y controvertido que escribió el Tratado
de medicina y modelo de curar en estas partes de Indias; Mendo López del Campo, Lo-
pe Sanjuán de los Ríos y, como cirujano, Esteban González; en Santa Marta, en 1528 se
menciona la presencia de Luis de Soria y de cuatro barberos (cirujanos); en Cartagena
ejercía en 1547 Martín Rodríguez.
Durante la Conquista no hubo en Colombia enseñanza de la Medicina.

Los primeros hospitales

Como el descubrimiento y la colonización se iniciaron por las costas del océano Atlán-
tico, fueron los asentamientos de esta región los primeros en poblarse y en consecuen-
cia fue allí donde se inició la atención hospitalaria. Según Andrés Soriano Lleras, el rey
Fernando el Católico ordenó en 1513 la creación de un hospital en el Darién –el Hospi-
tal de Santa María la Antigua del Darién–, trasladado en 1524 al territorio de lo que hoy
es Panamá. En 1535 se inició en Cartagena la construcción del hospital San Sebastián,
luego de Santa Clara, también llamado de La Caridad, que atendía a todo tipo de enfer-
mos; en el mismo año se inició el Hospital de San Lázaro, constituyéndose en el primer
Lazareto; más adelante se fundó el hospital del Espíritu Santo para enfermos incurables.
En 1528 se fundó el Hospital de Santa Marta2, 16.

117
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Las nuevas enfermedades importadas de Europa

Muchas enfermedades dermatológicas trajeron los conquistadores españoles, entre


las cuales merecen destacarse la lepra y las exantemáticas, en especial la viruela y el sa-
rampión. Por su parte, los esclavos africanos llegaban diezmados por el escorbuto, la
gangrena, la viruela, el tifo y especialmente la lepra; así, el mercado y la trata de escla-
vos fueron también factores determinantes para la propagación y contagio de muchas
enfermedades.
La fiebre amarilla, según Soriano Lleras, encontró en el mosquito Aedes aegyptii el
vector para trasladarse a los centros urbanos. El Aedes viajó en los barcos con los escla-
vos africanos, llegó a las costas del Atlántico y se internó por el río Magdalena, causan-
do múltiples epidemias desde 15098. El tabardillo (tifus exantemático) ocasionó muchas
epidemias desde el siglo XVII; esta Rikettsiosis causante de gran mortalidad llevó a los
españoles a prohibir a los indígenas bañarse diariamente6. Según Pedro de Aguado, la
primera de las múltiples epidemias de viruela se produjo en 1558; el virus llegó por la
Española al litoral Caribe y se internó en tierra firme por el río Magdalena: “Así una ne-
gra que venía tocada de este mal contagioso de la costa del mar, según común decir ha
sido causa de esta calamidad y desventura”16. Las epidemias de viruela que se presen-
taron posteriormente, así como las del sarampión, causaron gran mortalidad entre los
indígenas, los esclavos negros y los propios españoles. Otras enfermedades dermatológi-
cas o afines que llegaron fueron la brucelosis, la gonorrea, las micobacteriosis, el cóle-
ra, la difteria, la peste negra o bubónica y las treponematosis; rubéola, gripe y dengue;
malaria, esquistosomiasis, “elefantiasis árabe” causada por la filaria Wuchereria ban-
crofti y la “ceguera de los ríos” por la Onchocerca volvulos6. También llegaron la pedi-
culosis, nuevos vectores como el mosquito (Aedes aegypti), la pulga (Xenophylla cheopis)
y huéspedes de zoonosis como los equinos, caprinos, bovinos, cerdos, el gato doméstico y
los ratones2, 6.

■ La Dermatología desde
III. La Dermatología
la Colonia hasta la desde la Colonia hasta la actualidad
actualidad
César Iván Varela Hernández

La medicina en la Colonia tuvo como marco la combinación de los conocimientos eu-


ropeos con la sabiduría y la magia de los indígenas, el mestizaje de sustancias y prácti-
cas terapéuticas con doctrinas e ingredientes psico-religiosos. Jugó un importante papel
la “medicina espiritual” caracterizada por la construcción de catedrales y ermitas y por
la llegada de las imágenes de las vírgenes como la de Chiquinquirá en 1598, considera-
das como mediadoras ante el médico supremo, sumado a la asistencia espiritual ofreci-
da a indios y esclavos por clérigos misericordiosos como el apóstol de los negros, San
Pedro Claver, quien murió en 1650 por la fiebre amarilla2, 3.
Las enfermedades que caracterizaron la época de la Colonia fueron la viruela, el ta-
bardillo (tifus exantemático), el sarampión, la lepra, las bubas y el escorbuto. Múltiples
epidemias se presentaron por todo el territorio; las de viruela fueron las más graves,
afectando a varias ciudades. En Tunja, en 1587 “fallecieron los ciudadanos y españoles
como ratas acosadas por la flauta de Hamelín”. No había boticas ni cementerios civiles;
habrían muerto entre 400 y 1000 de los 3000 habitantes. El Hospital Convento de San
Juan de Dios tenía solamente dos camas para ricos y dos para pobres; allí atendía des-
de 1586 el médico empírico Pedro Juan Ruiz Delgado. Dos décadas más tarde se exten-
dió la epidemia a todo el Reino de Nueva Granada; “los indios, atemorizados por la gran
mortalidad, huyeron a los bosques y montañas dejando abandonadas las poblaciones”.

118
Historia de la Dermatología en Colombia

La sífilis estuvo también muy presente en esta región, debido a la promiscuidad de los
colonizadores; así puede deducirse de lo escrito por Juan Rodríguez Freyle en su obra El
Carnero acerca del oidor don Luis Tello de Erazo, residente en Santa Fe y funcionario del
presidente del Nuevo Reino, Diego Gómez de Mena. El oidor habría ido a morir en Sevi-
lla “del mal francés”, después de “trocar la garnacha por las aventuras con damiselas
promiscuas”.
En 1630 se inició en Santa Fe la epidemia de tabardillo que se difundió en cuatro años
por todo el país; aparte de las epidemias de viruela, ninguna otra se extendió tanto ni fue
tan devastadora; según el historiador Groot “dio muerte a las cuatro quintas partes de los
indios de la sabana”; fallecieron además arzobispos, clérigos, religiosos, alcaldes, nobles,
plebeyos y esclavos. Esta epidemia fue conocida como la “peste de Santos Gil”, por el nom-
bre del notario que hizo la mayoría de los testamentos de los nobles moribundos, quienes
le donaban sus bienes ante la muerte de todos sus descendientes por la misma peste2.

Médicos, hospitales y cátedras de Medicina

El primer médico titulado que llegó a Santa Fe fue Don Álvaro de Aunón en 1579, y
el primer criollo graduado en España fue Don Juan López en 1584.
El Hospital de San Pedro, en Santa Fe, abrió sus puertas en 1569, luego de que en
1564 el Obispo Fray Juan de los Barrios y Toledo donara una de sus casas con el propó-
sito de fundar “un hospital en el cual vivan y se recojan y curen los pobres que a esta
ciudad ocurrieren y en ella hubiere así españoles como naturales”. En 1635, el manejo
del hospital fue encargado a la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios; se le lla-
mó Hospital de Jesús, María y José, aunque desde entonces se le conoce como Hospital
San Juan de Dios16. Durante la Colonia se crearon 25 hospitales, entre otros el de San
Sebastián en Cartagena, el de Popayán en 1577, el de Honda en 1600 y en 1789 el de
San Gil (Leprosario). La primera botica que existió en Santa Fe fue la de Pedro López de
Buiza, en 1630.
Durante los siglos XVI y XVII prácticamente no hubo enseñanza médica; los pocos
médicos servían exclusivamente a la realeza y a las autoridades colonizadoras; las pri-
meras cátedras de medicina en el Colegio Mayor de San Bartolomé en 1641 y en el Co-
legio Mayor del Rosario, en Santa Fe, se clausuraron por falta de alumnos, debido en
parte a que “la carrera de médico era considerada indigna y apropiada sólo para perso-
nas de baja condición social”9 y además porque regía para los españoles la pro-
hibición de estudiar fuera de su país.
A comienzos del siglo XVIII, con la llegada de los Borbones a la Corona Es-
pañola, renacieron los estudios médicos en España, y en consecuencia también
en sus colonias; así, la cátedra de medicina se consolida en 1753 con José Vi-
cente Román Cancino, en la Universidad de Santo Tomás, donde en 1764 se
gradúa su primer médico, Juan Bautista de Vargas Uribe. En 1760 regresa de
España José Celestino Mutis trayendo las ideas de la Ilustración; en función de
ellas difunde la vacuna contra la viruela y la construcción de cementerios en
las afueras de las ciudades, marcando los primeros pasos de la medicina de sa-
lud pública en el país; “descubre” la quina utilizada ancestralmente por los in-
dígenas, y como educador médico forma como discípulo a Miguel de la Isla,
quien sería el fundador de la primera Escuela de Medicina en Santa Fe (1802)
(figura 3).
Juan Gualberto Gutiérrez, médico y abogado, atendió en 1810 el asilo de vi-
rulentos de Santa Fe y a los soldados enfermos el 5 de agosto de 1819, dos días antes de Figura 3.
Miguel de la
la batalla del Puente de Boyacá, que dio la libertad a Colombia; estuvo a la cabecera del
Isla
prócer Antonio Nariño durante su agonía, dejando consignado hasta el momento de su
muerte en el diario que se conserva en la Casa Museo de Nariño en Villa de Leyva12.

119
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Las dificultades producidas por las guerras de Independencia en las primeras décadas
del siglo XIX hicieron desaparecer casi totalmente la enseñanza médica en el país. La ma-
la nutrición, la carencia de servicios básicos y de medidas de saneamiento determinaron
una alta morbi-mortalidad en ese siglo16. Se presentaron varias epidemias de fiebre
amarilla, viruela, sífilis, tuberculosis, sarampión, bartonelosis, parasitosis, fiebre tifoidea
y tifus exantemático; se recomendaba: “hay que estar en contacto con el pueblo e ir va-
cunándose lentamente con las aguas infectadas, con las cortezas sucias de las fru-
tas...”17. La lepra y el paludismo fueron algunos de los principales problemas del siglo.
Con la República, iniciada en 1810, surge también la medicina moderna en Colombia.

La historia de las facultades de medicina comienza con la de la Universi-


dad Nacional de Colombia, en marzo de 1826, cuando el general Francisco de
Paula Santander promulga la ley que organiza la Universidad Central de la Re-
pública, primera manifestación gubernamental de la universidad pública. En
1864, Antonio Vargas Reyes funda en Bogotá una facultad de medicina de ca-
rácter privado, en tanto que José María Samper presenta al Congreso de la
República un proyecto sobre la Universidad Nacional de los Estados Unidos de
Colombia –inspirada en la de Santander– que será creada tres años después,
en 1867, bajo el gobierno de Santos Acosta. A ella se le incorporan la facultad
de medicina de Vargas Reyes y el Hospital San Juan de Dios18. Por esa época,
algunos médicos estudian bajo la tutoría de sus maestros y otros en el exte-
rior, particularmente en París. En 1850 se abren camino el empirismo y char-
latanismo al permitirse por ley el ejercicio médico sin licencia. Los
prohombres de la medicina en la época fueron Antonio Vargas Reyes (figura
4), quien describió magistralmente la fiebre amarilla y es considerado el pa-
dre de la cirugía en Colombia16, 19. Acerca de la medicina de la época, la fi-
gura más destacada en Medellín, Manuel Uribe Ángel, escribió en 1881: “Creo
Figura 4. que matamos no pocos infelices con esa precaria y deplorable medicina. Dios nos per-
Antonio Vargas done el mal por el intento”.
Reyes A partir de entonces comenzaría el desarrollo de la medicina hospitalaria de la es-
cuela francesa. A finales del siglo XIX floreció con Epifanio Combariza la cátedra de bac-
teriología, que sumada a la medicina de laboratorio, la micrografía y la sifilografía
darían origen a la Dermatología. La enseñanza de la especialidad se inició en la Univer-
sidad Nacional en 1886 con Gabriel José Castañeda como primer profesor.
En el siglo XX, el desarrollo general de los Estados Unidos de Norte América, donde
se integraron las grandes mentalidades médicas modernas –la fisiopatológica, la etiopa-
tológica y la anatomoclínica– con la investigación y la tecnología, desplazó a la influen-
cia de la escuela francesa sobre la medicina colombiana16. Se afianzó la medicina de
laboratorio, llegaron las nuevas técnicas quirúrgicas y la farmacología y así desde 1910,
con José Ignacio Uribe en la Universidad Nacional de Colombia, la Dermatología adqui-
rió carácter de verdadera especialidad18.
En 1930 se creó el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión con departamentos pa-
ra la lucha contra la lepra, las venéreas y la tuberculosis. En 1946 se creó el Ministerio
de Higiene; más tarde se fundaron las facultades de medicina en Cali, Popayán y Mani-
zales, se iniciaron las especializaciones y las residencias médicas y se crearon las aso-
ciaciones de médicos especialistas. En las últimas décadas del siglo XX, el rápido
desarrollo de la genética, la biología molecular, la inmunología, la farmacología y la tec-
nología sistematizada conducen a la apertura y evolución de todos los campos de inves-
tigación en Dermatología, con progresos extraordinarios.

120
Historia de la Dermatología en Colombia

Precursores y pioneros de la Dermatología hasta el año 1970

El conocimiento de la historia nos permite ejercer con entusiasmo y


dignidad el legado de nuestros precursores y pioneros.

En el siglo XIX nos dejaron su herencia Ricardo de la Parra, autor de La elefantiasis


de los griegos y su verdadera naturaleza (1838); Juan de Dios Tavera, que en su Estu-
dio sobre la lepra recomendó su tratamiento con aceite de chalmugra (leprol); José Joa-
quín García describió las alteraciones sensitivas y motoras en la lepra (1842); Marcelino
S. Vargas estuvo convencido de la curación de la lepra, mal del cual sufría; Federico Ri-
vas Mejía prestó invaluables servicios en 1840 durante la epidemia de viruela; Librado
Riva fue autor de un trabajo sobre La Pelagra; Abraham Aparicio publicó su obra Baños
fríos en el tratamiento de la fiebre tifoidea; Evaristo García escribió Acción de la Otoba
en las enfermedades de la piel y Variedad de lepra llamada Mal de San Antón; Policar-
po Pizarro, venereólogo; Juan de Dios Carrasquilla, investigador de lepra y pénfigo; An-
drés Posada Arango, con su obra La rana venenosa del Chocó, e Ignacio Pereira,
recordado por sus publicaciones sobre enfermedades parasitarias. Gabriel José Castañe-
da fue el primer profesor de Dermatología en la Universidad Nacional de Colombia
(1886-1898), enfocada hacia las enfermedades tropicales.
El comienzo del siglo XX continuó marcado por la especial atención dedicada a la le-
pra y la sífilis. Se inició la era de los laboratorios que permitió la realización de investi-
gaciones originales y el desarrollo intelectual de ilustres médicos17.
En Bogotá ejercieron Pablo García Medina, el padre
de la higiene en Colombia, nacido en Tunja en 1857, mé-
dico egresado de la Universidad Nacional en 1880; logró
la promulgación de leyes para que los leprosarios se
convirtieran en colonias de enfermos; fue el primer pre-
sidente honorario de la Oficina Sanitaria Panamericana
y Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medi-
cina. Eliseo Montaña Granados (figura 5), padre de la
histología en Colombia, profesor de esa cátedra en
1904, la convirtió de materia teórica en práctica con la
introducción de nuevos microscopios y la microfotogra-
fía. Roberto Franco (figura 6) creó la cátedra de enfer-
medades tropicales en 1905 e invitó a su laboratorio a
Federico Lleras Acosta. Este profesional, nacido en Bo-
gotá donde estudió veterinaria y también bacteriología, se destacaría por sus investiga- Figura 5. Eliseo
Montaña
ciones sobre el carbón bacteriano y su vacuna, y más adelante sobre lepra; describió la
Reacción de Lleras y fundó el Instituto de Investigaciones en Lepra. En 1910, con José Figura 6. Roberto
Ignacio Uribe en la Universidad Nacional, la Dermatología adquirió rango de especiali- Franco
dad. Manuel José Silva (1892-1980), dermatólogo egresado de la Universidad de París,
académico, fue titular de la cátedra en la Universidad Nacional, maestro por excelencia
y fundador del Museo de Cera de Dermatología en la misma Universidad. Gonzalo Reyes
García estudió Dermatología en París y Viena; fue connotado profesor de la Universidad
Nacional –de donde había egresado– desde 1930 hasta 1962, además de fundador de la
Sociedad Colombiana de Dermatología y de la Academia Nacional de Medicina. Se des-
tacaron también Miguel Serrano Camargo, Carlos Cortés Enciso e Ignacio Chala Hidalgo.
En 1936, Alfonso Gamboa Amador inició el curso de sifilografía; en esta época se desta-
can también Alfredo Laverde, Tomás Henao Blanco y Guillermo Pardo Villalba (figura 7),
quien siendo presidente de la Sociedad de Dermatología presidió en Bogotá el primer
Congreso Nacional (1960).
Hacia 1957, Fabio Londoño González se convierte en punto de referencia obligado en

121
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

el estudio de la lepra, la inmunología cutánea y las en-


fermedades relacionadas con el sol; en especial se des-
tacan sus aportes memorables al conocimiento y
tratamiento del prurigo actínico; su cultura general,
amabilidad y su calidad docente y humana fueron ini-
gualables. En sus primeros años tuvo como brillantes
discípulos a Guillermo Gutiérrez Aldana, dermatólogo
y oncólogo, Profesor Emérito de la Universidad Nacio-
nal, hombre de excelsas virtudes, con capacidad do-
cente y organizativa sin igual, quien rescató y restauró
el Museo de Cera de la Universidad; su estímulo para
con quien escribe estas líneas es incomparable; a Víc-
tor Manuel Zambrano; y a Mariano López, otra lumi-
Figura 7. Guillermo
Pardo
naria de nuestra historia, el primer dermatólogo egresado del Instituto Federico Lleras
Acosta. Luis Alfredo Rueda Plata estudió en Barcelona y se especializó en dermatopato-
Figura 8. José
logía con Degos y Civatte en el Hospital Saint-Louis de París; fue uno de los pioneros en
Posada
el ramo al regresar a Colombia en 1963; hizo importantes aportes con sus estudios so-
bre los papovavirus15, 20.
En Medellín (Antioquia), el primer dermatólogo fue Gustavo Uribe Escobar, quien es-
tudió en París, Barcelona y Bruselas; en 1920 inició la cátedra en la Universidad de An-
tioquia, de la que fue rector, así como fundador del Instituto Profiláctico para las
Enfermedades Venéreas y de la Cruz Roja. Bajo sus orientaciones se formó José Posada
Trujillo (figura 8), quien lo sucedió en la cátedra en 1936 y tuvo como colaborador a Car-
los Enrique Tobón; se formaron en la misma Escuela: Juvenal Gaviria, quien ejerció pri-
vadamente en esa época; Fabio Uribe Jaramillo, quien falleció mientras escribíamos este
capítulo. Flavio Gómez, al informarme sobre la lamentable noticia, me escribió estas pa-
labras: “Era el dermatólogo de mayor edad en Colombia, bueno como el agua, sencillo
como el pan, suave y delicado como las cañas del Valle, humilde, caballero, sincero, buen
amigo, estudioso, nunca conoció el orgullo, la ventaja ni la arrogancia”. Jorge López de
Mesa e Iván Rendón Pizano se formaron en la escuela argentina y Aníbal Zapata Gutié-
rrez en la española. Más adelante llegaron graduados de la Universidad de Michigan: en
1955 Gonzalo Calle Vélez, jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad de Antio-
quia hasta su fallecimiento, impulsor de la micología en el país; en 1959 Alonso Cortés,
la biblia viviente, connotado maestro, políglota, historiador, memorista sorprendente y
bueno por excelencia; y Mario Robledo Villegas, el segundo dermatopatólogo del país,
quien profundizó el estudio de las micosis. Especial reconocimiento merece la micóloga
Ángela Restrepo Moreno, como pionera en la década de 1960 y hasta la actualidad má-
xima y eximia figura de la investigación micológica. De la escuela mexicana llegaron Hu-
go Espinal Múnera y Libardo Agudelo Alzate seguidos por los egresados de la
Universidad de Antioquia: en 1964, Enrique Saldarriaga Arango y Víctor Cárdenas Jara-
millo; en 1965, Flavio Gómez Vargas, quien además estudió cirugía dermatológica en la
Universidad de Río de Janeiro, constituyéndose en pionero de esta subespecialidad; en
1967, Juan Pedro Velásquez Berruecos, los dos, insignes profesores, caballeros y dilec-
tos amigos, respecto de los cuales dejo constancia de mi profunda admiración y gratitud
por su desinteresada colaboración en el desarrollo de la totalidad de este trabajo, y Jor-
ge Mesa Restrepo15; en 1969, Myriam Mesa de Sanclemente y Stella Prada de Castañe-
da fueron pioneras en inmunodermatopatología.
En Pasto (Nariño), en las décadas de 1920 y 1930, los médicos Efraín Solares Alava y
Jorge García prestaron grandes servicios en el control de focos de lepra y la epidemia de
bartonelosis; hacia 1950, José María Delgado Riascos, quien estudió en la Sorbona, tra-
bajó allí por unos años y luego se radicó en Cali15, 21.
En Cartagena (Bolívar) iniciaron la Dermatología Rubén Marrugo Ramírez, quien fue

122
Historia de la Dermatología en Colombia

el primer director del leprosario de Caño del Oro, en Tierra Bomba, bahía de Cartagena;
Moisés Pianeta Muñoz, quien estudió en la Universidad de Cartagena de la que más tar-
de fue decano (1946), “el modernizador de la Facultad de Medicina”; “multiespecialista y
pedagogo de alma”22; Carlos Alberto Garzón Fortich, quien estudió Dermatología y lepro-
logía en Brasil y Estados Unidos, se radicó definitivamente en Cartagena en 1953, siendo
el primer dermatólogo titulado, profesor de la Universidad de Cartagena, director de los
lazaretos de Caño del Oro y Agua de Dios, jefe de la campaña nacional antileprosa del Mi-
nisterio de Salud, portador de la Gran Cruz de Damian de Brasil y la Gran Cruz “Jorge
Bejarano” de Colombia; Nayib Ambrad Domínguez, formado en la Argentina donde en
1950 hizo cursos de endocrinología con Carlos Galli Mainini, E. B. Del Castillo y Guiller-
mo Di Paola; en investigación endocrina fue colabora-
dor y discípulo del premio Nobel, Bernardo Alberto
Houssay; en Dermatología fue discípulo del Prof. Cordi-
biola y autor de la “Coloración de contraste para las
reacciones de Galli Mainini”; Enrique Alonso Osorio Ca-
macho (figura 9), estudió en la Universidad Nacional
Autónoma de México, fue profesor de la Universidad de
Cartagena (1972-1992), presidente de la Asociación Co-
lombiana de Dermatología de la cual es actualmente
Emérito y Miembro Honorario y ejerce con excelencia
en Cartagena; y Diego Fernando Gómez Pérez, quien en
1960 se graduó de dermatólogo en la Argentina; docen-
te y dirigente político15.
En 1939 llegó a Cali (Valle del Cauca) Julio César
Barreneche Mesa, quien estudió Dermatología y anestesiología en Suiza; también ejer- Figura 9.
cían allí, aunque sin ser especialistas, Carlos Salcedo Cabal y Jaime Kelber. En 1954, Enrique A.
Hernán Tobón Pizarro, del Skin and Cancer Hospital de Nueva York, con estudios en Bue- Osorio
nos Aires realizados con el Prof. Luis Pierini, fue pilar de la especialidad hasta su falle- Figura 10. Jaime
cimiento en 1985; en 1956 llegó Jaime Betancourt Osorio (figura 10), gloria viva de la Betancourt
especialidad, quien estudió en Madrid en 1955 y perfeccionó su saber con el profesor
Pierini en Buenos Aires; con el doctor Tobón fueron los primeros profesores de Derma-
tología de la Universidad del Valle. Además, Jaime Betancourt ha cultivado la pintura, la
escultura y la poesía. Profeso por él mi mayor cariño y respeto. En 1960, Ernesto Correa
Galindo, pionero dermatopatólogo formado en la Ar-
gentina bajo la tutela de Pierini, Borda y Abulafia, sen-
tó cátedra en el Hospital San Juan de Dios; en 1965,
Antonio José Torres Muñoz (figura 11), discípulo del
doctor Correa, perfeccionó sus estudios en Buenos Ai-
res con Aarón Kaminsky; es ejemplar profesor ad hono-
rem en la Universidad del Valle; consumado lector,
dotado de incomparable memoria y una vasta cultura
general; en 1966 llegó Rafael Falabella, graduado por
la Universidad de Iowa, quien creó en 1970 con Jaime
Betancourt y Nelson Giraldo el Servicio de Dermatolo-
gía de la Universidad del Valle, siendo desde entonces
su Jefe; sus investigaciones han dado grandes avances
al estudio y tratamiento del vitiligo. En 1967 inició su
ejercicio Cecilia Moncaleano de Lasprilla (figura 12), la
dama de la Dermatología vallecaucana, la primera mujer que ejerció la Dermatología en Figura 11.
Colombia, médica egresada de la Universidad Nacional y dermatóloga por la Universidad Antonio Torres
de São Paulo, desarrolló importantísima labor en el Hospital San Juan de Dios, el dispen- Figura 12.
sario de lepra y los Ferrocarriles Nacionales hasta 1991 cuando se jubiló. Ese mismo año Cecilia
Moncaleano

123
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

regresó Nelson Giraldo Restrepo, quien estudió dermatopatología en Buenos Aires con el
Prof. Abulafia y fue profesor excelente en la Universidad del Valle15, 21.
La historia de la Dermatología en Santander se inició con Álvaro Sabogal Rey, quien
llegó a Bucaramanga en 1958, nombrado por el Ministerio de Salud para dirigir los pro-
gramas de lepra en compañía de Virgilio Rodríguez. Alejandro Villalobos Fernández lle-
gó en 1960, graduado en Buenos Aires y luego de ejercer unos años se trasladó a Estados
Unidos. En 1961, luego de estudiar en España, llegó Luis Felipe Moreno, quien inició el
tratamiento de las úlceras de miembros inferiores y en 1964, Jaime Acevedo Ballesteros,
los dos actualmente en ejercicio. En el eje cafetero, a Manizales (Caldas) llegó en 1965
Heriberto Gómez Sierra, de la Universidad de Antioquia, fundador y titular de la cátedra
en la Universidad de Caldas; lamentamos profundamente su muerte ocurrida mientras
preparábamos esta obra; en 1968 tuvo en Jairo Mesa Cock su primer discípulo, quien fue
luego docente durante muchas décadas y Jefe del Servicio (1980-1985); en la actualidad
Mesa Cock es el pilar de la comunicación y educación dermatológica continua por Inter-
net en el país. Bernardo Giraldo Neira estudió Dermatología en Estados Unidos, se espe-
cializó en alergias y desde 1967 ejerce en Pereira y Manizales. A Pereira (Risaralda) llegó
en la misma época Adolfo Ormaza Hinestrosa, quien había estudiado en la Argentina. En
Armenia (Quindío) el pionero fue Fabio Rivera.
En Cúcuta (Norte de Santander) y Arauca, el maestro
Pedro Miguel Román Suárez (figura 13), formado en le-
prología en 1966 en el Instituto Federico Lleras, fue
quien inició la especialidad y durante casi cuatro décadas
llevó bienestar a sus pacientes. En Barranquilla (Atlánti-
co) los primeros fueron: Blas Retamoso, quien estudió
medicina en Cartagena y se dedicó a la Dermatología;
Luis López y Carmelo Castillo Porto, ya fallecidos, y Alí
Tajan Calvo, gran hombre, autodidacta y poeta, actual-
mente en ejercicio exitoso. En el departamento del Cau-
ca, los pioneros fueron José María Delgado Paredes
(figura 14), dermatólogo de la Universidad de South Ca-
rolina y sanitarista de la Universidad de Harvard, jefe de
Figura 13. Pedro
Morfología y profesor de Dermatología de la Universidad del Cauca; Mario Ernesto Gon-
M. Román
zález, dermatólogo de la Universidad de Buenos Aires, profesor de Dermatología en la
Figura 14. José M.
Universidad del Cauca por más de 30 años y José Félix Zambrano Payán, entrenado en
Delgado
el Hospital Federico Lleras, profesor colaborador de la Universidad del Valle en lepra y
leishmaniasis15. En Córdoba, el primero en llegar a Montería en la década del 60 fue
Figura 15. Hugo Corrales Lugo, formado en el Instituto Federico Lleras, quien manejó los progra-
María Mélida mas de lepra, seguido de Albio Puche. En Sincelejo (Sucre) el primero fue Hugo Corrales
Durán Merchán Medrano, quien es además médico internista. En Boyacá Antonio Morales inició el ejer-
cicio de la especialidad a partir de 1968, cuando llegó de la Universidad de Salaman-
ca, España; sigue en ejercicio con competencia y éxito15.

MARÍA MÉLIDA DURÁN MERCHÁN


He considerado pioneros a aquellos que iniciaron su ejercicio antes de 1970; aun-
que María Mélida Durán Merchán (figura 15) lo hizo en 1976 al graduarse en la Uni-
versidad Javeriana, quiero rendirle tributo por la gloria que dio a la Dermatología
colombiana. Dijo de ella Adriana Arrunátegui Ramírez:

[Era] una preciosa mujer, maestra y viajera incansable, el glamour era su sello; se movía
con elegancia y delicadeza en todos los ámbitos. La Dermatología colombiana tenía
en ella su más importante embajadora, siendo miembro destacado [...] de la Organización
Mundial de la Salud, de la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología [...],

124
Historia de la Dermatología en Colombia

de la Internacional de Dermatología Pediátrica [...], de la Ibero Latinoamericana [...];


co-editora de la revista de la International Society of Dermatology, sociedad de la
cual fue vicepresidente y secretaria ejecutiva [...]. Organizó congresos en Colombia,
la India, Australia, y Egipto. Su vida fue una búsqueda constante, la excelencia era
su meta y la consiguió siempre exigiéndose a sí misma. Hasta el último momento de
su existencia pensó en sus compromisos con la vida y la vimos inaugurar y clausurar
el XVIII Curso de Actualización para Dermatólogos de la International Society en Bo-
gotá. En ese momento estábamos lejos de pensar que un día después, el 26 de junio
de 2000, se iría para siempre. Sonreía dulce y cálidamente, era toda serenidad; nada
hacía prever tan rápido desenlace.

Descripciones clínicas originales

Desde la época de la Conquista encontramos en nuestro país testimonios de descrip-


ciones de enfermedades dermatológicas, así como de técnicas diagnósticas y quirúrgicas
como las que a continuación referimos:
Picaduras: “Cierta manera de arañas o mosquitos... que picando en la carne alzan la
roncha y queda en ella gran dolor y escocimiento por tres o cuatro horas” (Padre Agua-
do, Sabandija, cerca de Neiva)9.
Nuche (Miasis): “Pues de diaquilón un parche hecho sobre la hinchazón y carne fla-
ca, hace la fuerza y el gusano saca: el duro torondón queda deshecho, la pena quita y el
dolor aplaca” (Juan de Castellanos)9.
Alteraciones sensitivas y motoras en la lepra: “La falta de sensibilidad en el Lázaro,
es el verdadero síntoma de la enfermedad y lo que indica su existencia”. “El examen de
los pacientes lazarinos debe hacerse sin que el enfermo lo conozca; hiriéndole con un
instrumento agudo sin que lo vea y no siente la herida; mandándole coger una moneda
con los dedos, sin callo y al parecer sanos y no puede cogerla, porque careciendo de la
facultad de tocar, no percibe el cuerpo la moneda. Si van caminando y se les arranca un
dedo del pie no lo conocen cuando no lo ven” (José Joaquín García, 1842)23.
Fiebre amarilla: “La enfermedad acometía bruscamente... Los ojos se inyectaban y
lagrimeaban... Una ansiedad profunda, suma postración de fuerzas, manchas en la piel,
epistaxis, sangre por las encías, sudor frío, suma lentitud del pulso, hipo y al fin la muer-
te...” (Antonio Vargas Reyes)19.
Demostración del piojo como agente etiológico del tifus y diferenciación con la fie-
bre tifoidea (Luis Patiño Camargo, 1922)17.
Reacción de Lleras (lepra): reacción de fijación de complemento (Federico Lleras Acosta)24.
Vacuna para carbón bacteriano: Federico Lleras Acosta.
Positividad serológica del carate (descripta por Gustavo Uribe Escobar, Alfredo Co-
rrea Henao, José J. Escobar y Jesús Peláez Botero en Medellín).
Injertos epidérmicos y su aplicación en áreas acrómicas y de granulación (Rafael
Falabella, 1971)25.
Coloración de contraste para la reacción de Galli Mainini y Ambrad Domínguez
(Nayib Ambrad Domínguez).
Fitofotodermatitis de los pies y de las piernas por la ruda después del parto (Fabio
Londoño González).
Contribución a la descripción de las características clínicas y denominación del
prúrigo actínico (Fabio Londoño González).
Manejo del prúrigo actínico con talidomida (Fabio Londoño González)26, 27.
Descripción de los efectos citopáticos del virus papova en la epidermodisplasia ve-
rruciforme (Luis Alfredo Rueda Plata).
Repigmentación de vitiligo segmentario por miniinjertos autólogos (Rafael Falabe-
lla, 1983)28.

125
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Hipomelanosis en gotas idiopática (Rafael Falabella, 1983)29.


Leucodermia punctata (Rafael Falabella, 1984)30.
Parámetros clínicos de anestesia tumescente en cirugía reconstructiva de cáncer
de piel (Álvaro Acosta de Hart, 1997)31.
Erupción eosinofílica, polimorfa y pruriginosa asociada con radioterapia (Ricardo
Augusto Rueda Plata, 1999)32.

■ Historia dela la
Historia de investigación,
investigación, la infectología
la infectología y las subespecialidades
y las subespecialidades
HISTORIA DE LA LEPRA
Se dice que la enfermedad llegó a Colombia en el siglo XVI con los conquistadores y
los esclavos africanos, y encontró en las dificultades sociales y sanitarias el medio pro-
picio para aposentarse, propagarse y mantenerse. A partir de entonces se desarrollaron,
en diferentes esferas, una serie de prácticas, como la creación del primer laboratorio, las
medidas gubernamentales sanitarias, la investigación y la estadística, así como el reco-
nocimiento del derecho del enfermo frente al prejuicio.
Correspondió a Cartagena de Indias en 1610 la creación del primer lazareto, el Hos-
pital de San Lázaro, el cual, debido a las quejas de los vecinos, sufrió varios traslados y
tuvo que ser cercado con muros de piedra. Vendría más adelante la creación de los le-
procomios de Caño de Loro –para otros, Caño del Oro– (1808), Contratación y Agua de
Dios. Parte de su sostenimiento económico se obtuvo con impuestos al licor, los tejidos y
la carne. En 1646 se registró el primer paciente con lepra en Santa Fe, Santibáñez Bro-
chero, cura de la catedral. En el siglo XVII, la lepra abundaba en la costa caribeña y el
leproso era considerado un paria al que se separaba de sus familiares sanos y de la so-
ciedad hasta el final de sus días para enviarlo, con todas las precauciones de rigor y con
sus propios muebles, al lazareto de Cartagena –convertido en cementerio de vivos.
En el siglo XVII, José Celestino Mutis tuvo idea clara de la enfermedad, diferencian-
do los enfermos en poco o muy contagiantes. En el siglo XVIII, entró la lepra en los de-
partamentos de Antioquia y los Santanderes; en la población de Socorro proliferó tanto
en 1775 que los pobladores huyeron del lugar y las casas de los enfermos fueron ape-
dreadas9. A finales de ese siglo el virrey Caballero y Góngora escribió: “Al instante que
un paciente es declarado lazarino, se le conduce al Hospital de Cartagena, se le señala
su pequeña porción de terreno y se le entrega su casa o habitación para pasar el resto
de sus días... con que vienen a estar condenados estos desventurados a una cárcel per-
Figura 16. Juan
de Dios
petua”2. En el siglo XIX, José Joaquín García describió las manifestaciones sensitivas y
Carrasquilla motoras de la enfermedad; Ricardo de la Parra postuló que la lepra era contagiosa, he-
reditaria y curable; Evaristo García, al presentar su pieza sobre el “Mal de San An-
tón” en el museo Dupuytren, inició en París la polémica sobre artropatía y lesión
ósea por compromiso neural. En ese siglo se utilizaron como tratamiento la estricni-
na, los arsenicales, la aspirina, los venenos de serpientes y el aceite de chalmugra
(leprol).
Gabriel José Castañeda logró, a partir de su obra La lepra en Colombia. Etiología,
nosología, profilaxis y tratamiento, que se sancionara la Ley de los Lazaretos. Juan
de Dios Carrasquilla (figura 16), buscando las primeras manifestaciones de la enfer-
medad, describió el “chancro leproso”, investigó y produjo una antitoxina que reco-
rrió el mundo en 1890; consideró que la pulga podría ser un vector; diseñó su propio
método para encontrar el bacilo en la linfa33, 34; defendió el origen infeccioso de la
lepra causado por un microbio aun en contra de las teorías hereditarias35. Pablo Gar-
cía Medina logró que a fines del siglo XIX se promulgaran leyes para que los leprosa-
rios se convirtieran en colonias de enfermos2.

126
Historia de la Dermatología en Colombia

En las décadas de 1920 y 1930 Federico Lleras Acosta (figura 17) realizó múlti-
ples investigaciones sobre bacteriología y especialmente sobre lepra; describió la
Reacción de Lleras –prueba de fijación de complemento con sensibilidad de 97% y
especificidad de 99,7%– que se probó en más de 7.000 pacientes, pero cayó en desu-
so al no poderse confirmar su especificidad24. En la década de 1950 se inició el ma-
nejo de la lepra con sulfona, pero debido a la resistencia, a partir de 1981 se utiliza
la poliquimioterapia. En el pasado reciente y en el presente han contribuido a la his-
toria de la lepra importantes instituciones y prestigiosos dermatólogos como Fabio
Londoño, Luis Alfredo Rueda, Mariano López, Gerzaín Rodríguez, Antonio Torres,
Luis Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, Gustavo Corredor, Efraín Solares Ala-
va, Jorge García, Rubén Marrugo, Carlos Garzón Fortich, Álvaro Sabogal, Pedro Mi-
guel Román, José Félix Zambrano y Antonio Morales, entre otros.
En 1998 existían 2.933 enfermos registrados en el país.
No obstante las innumerables investigaciones, las medidas de saneamiento ambien- Figura 17.
tal y el desarrollo tecnológico, a lo largo de los tiempos la lepra continúa siendo un fla- Federico Lleras
gelo para la humanidad. A las nuevas generaciones les corresponderá realizar las
investigaciones genéticas y de biología molecular tendientes a lograr la erradicación del
mal de los siglos.

HISTORIA DE LA SÍFILIS Y OTRAS TREPONEMATOSIS


Es probable que las infecciones por treponemas se iniciaran en el África ecuatorial co-
mo pian; con las migraciones a las zonas secas del trópico africano, las lesiones se locali-
zaron en partes más húmedas del cuerpo (alrededor de la boca) convirtiéndose en formas
de sífilis no venérea y quizás de esta forma viajaron con los primeros migrantes al Nuevo
Mundo, para pasar a ser nuevamente pian en el trópico americano. En América se ha en-
contrado mayor número de restos óseos con secuelas de trepanomatosis que en Europa, y
se los ha interpretado como pian y sífilis venérea; llaman la atención las lesiones de Caries
sicca en el cráneo, que parecen ser atribuibles exclusivamente a esta última. Quienes com-
parten la teoría del origen unitario de las treponematosis consideran que éstas se desarro-
llaron simultáneamente en varias poblaciones en el viejo y nuevo continente. La sífilis
venérea, la endémica no venérea, el pian y el carate “serían cuatro síndromes dentro de
un gradiente biológico causado por el Treponema pallidum”6. La sífilis endémica llevada
a Europa por los españoles luego del contacto con los indígenas surgió posiblemente debi-
do a factores como las diferencias en el estilo de vida (por ejemplo, el uso de ropa), lo que
llevó a cambiar el modo de transmisión del Treponema pallidum a una forma sexual; así,
el pian se convirtió en sífilis venérea, que luego regresó a América llevada por los mismos
españoles. Importantes aportes al estudio del origen de las treponematosis fueron realiza-
dos por José Vicente Rodríguez, Carlos Armando Rodríguez, Gonzalo Correal Urrego y Hu-
go Armando Sotomayor Tribín en Bogotá, a partir del análisis de restos óseos encontrados
en los departamentos de Cundinamarca y el Valle del Cauca.
La presencia de la treponematosis desde los primeros años de la conquista está regis-
trada en numerosos relatos de los cronistas de la época, y fue desde entonces motivo de
estudio. La sífilis venérea se convirtió en problema sanitario desde la irrupción de los co-
lonizadores españoles; la pobreza y la prostitución jugaron un importante papel para su
diseminación. La alta incidencia de la sífilis a finales del siglo XIX e inicios del XX llevó
al gobierno a reformar y fortalecer los programas de medicina y a establecer la sifilogra-
fía como cátedra en las universidades17. El carate, que llegó a ser un elemento de iden-
tidad étnica entre los nativos, luego se convirtió en un problema de salud pública, como
lo fue el pian desde el siglo XVI y hasta mediados del XX. Para bien de todos, la llegada
de la penicilina marcó un hito en la historia de la treponematosis y gracias a ella Gerar-
do López Narváez trató a los enfermos en la costa occidental del país durante 14 años
hasta erradicar el pian.

127
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN, BACTERIOLOGÍA E INMUNOLOGÍA CUTÁNEA


En 1760, José Celestino Mutis trajo desde España las ideas ilustradas de la época; en
1842, José Joaquín García realizó los primeros estudios de investigación sobre la lepra
basado en la observación; en 1865, la cátedra de Farmacia dio sus primeros pasos en
la investigación con el médico Osorio, en la Facultad de Medicina de Bogotá36; pero fue
a finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando se inició la tradición de investigación
experimental y la bacteriología se convirtió en un medio de difusión del pensamiento
científico.
Entre 1880 y 1904, durante el período que se extiende entre los gobiernos de Ra-
fael Núñez y Rafael Reyes, se sentaron las bases para el desarrollo científico en Co-
lombia. Se crearon las cátedras de bacteriología, histología, microbiología y
sifilografía; Epifanio Combariza y Liborio Zerda (figura 18) desempeñaron un impor-
tante papel, marcando la época de la bacteriología y la micrografía; en 1900, Fran-
cisco Tapia creó un laboratorio en la Universidad Nacional en Bogotá, que luego pasó
al Hospital San Juan de Dios17. Juan de Dios Carrasquilla buscó en la serología la
posibilidad de tratamiento de la lepra, para lo que usó en caballos sangre de pacien-
tes; su suero recorrió el mundo en 1896 llevando a la creación de Instituto de Sero-
terapia35. Roberto Franco fundó la cátedra de enfermedades tropicales y con la
ayuda del filántropo Santiago Samper montó el laboratorio del Hospital San Juan de
Dios donde Jorge Martínez Santamaría y Gabriel Toro Villa hicieron importantes es-
tudios sobre la fiebre amarilla y enfermedades tropicales. En 1904 Eliseo Montaña
Granados inició la era de la histología; Laurentino Muñoz lo definió como “uno de los
creadores de la Medicina Científica en Colombia”2.
Figura 18.
Liborio Zerda
En 1913 se crearon el Laboratorio Bacteriológico y el del Hospital San Vicente de Paúl
en Medellín. En 1917 se creó en Bogotá el Laboratorio Privado Samper Martínez, que
marcó un hito con la producción de sueros inmunes y vacunas convirtiéndose en 1946
en el Instituto Nacional de Salud17; en la década de 1920, algunas universidades de Es-
tados Unidos abrieron cátedras de Dermatología Tropical y laboratorios privados, donde
fueron a entrenarse médicos colombianos que al regresar al país fortalecieron la inves-
tigación; también jugó un importante papel la creación de la cátedra de Farmacia en la
Universidad Nacional en 1927 por parte de Andrés Bermúdez. Por esos años, Gustavo
Uribe Escobar hizo importantes estudios en Medellín sobre la positividad serológica en
el carate. En 1922 Luis Patiño Camargo, luego de exhaustiva investigación, demostró en
Bogotá que el tifus y la fiebre tifoidea eran enfermedades diferentes, aislando al piojo co-
mo vector de la primera17. Federico Lleras Acosta fundó en Bogotá su propio laborato-
rio e inició su contribución a la investigación con los estudios para la vacuna del carbón
Figura 19. bacteriano y los intentos para cultivar el bacilo de Hansen. Intentó tratamientos para la
Alonso Cortés lepra con diferentes preparados inmunológicos y describió la reacción que lleva su nom-
bre buscando el diagnóstico temprano mediante método específico35. Su laboratorio
se convirtió en el Centro Dermatológico que lleva su nombre37 y que tendría brillan-
tes exponentes como Fabio Londoño González, quien durante más de tres décadas
fue el motor de importantes investigaciones en muchas enfermedades junto con Luis
Alfredo Rueda Plata26, 27, 38, 39.
A partir de la década de 1950 se inicia una nueva era de la investigación en Co-
lombia, con figuras como Alonso Cortés (figura 19) y Gonzalo Calle Vélez en la Uni-
versidad de Antioquia, que inician investigaciones basadas en estudios prospectivos
de pacientes y desarrollan importantes estudios clínico-epidemiológicos, terapéuti-
cos, diagnósticos e histopatológicos. Un poco más adelante vendría la distinguidísima
micóloga Ángela Restrepo Moreno, quien continúa hasta hoy. En Manizales, en la dé-
cada de 1960, Heriberto Gómez Sierra inició la aplicación de técnicas de inmunofluo-
rescencia. En 1969, en la Universidad de Antioquia, Gonzalo Calle Vélez creó el
Laboratorio de Inmunodermatología y llamó para ello a Myriam Mesa de Sanclemente

128
Historia de la Dermatología en Colombia

y Stella Prada de Castañeda (figura 20), quienes iniciaron el estudio e investigación


de técnicas de inmunofluorescencia para enfermedades ampollosas y más adelante
las de inmunoterapia tópica, inmunohistoquímica, biología molecular e inmunointer-
vención. Desde 1999 trabajan también en el laboratorio de cultivo de tejidos y mere-
cen reconocimiento los Drs. Mary Ann Robledo Prada, Ana María Abreu, Margarita
Velásquez y Juan Carlos Wolf.
En la década de 1970, en Cali, Rafael Falabella, con el apoyo de Nelson Giraldo y
Carlos Escobar, inició importantes estudios sobre alteraciones pigmentarias, espe-
cialmente el vitiligo, diseñando métodos quirúrgicos de repigmentación de la piel,
cultivos e implante de melanocitos. En la década de 1980 se unieron al equipo Luis
Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, María Isabel Barona, Claudia Covelli y Lucy
García21. En 1975 en la Universidad de Antioquia se creó bajo la jefatura de Alonso
Cortés el Laboratorio de Dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar”, dirigido por el
dermatopatólogo Walter León Hernández. En 1976, incursiona en investigación en Bogo- Figura 20. Stella
tá María Mélida Durán, la connotada e inolvidable maestra de fina estampa, quien se lle- Prada
vó al cielo nuestro amor y nos dejó su legado en sus múltiples estudios sobre el prurigo
actínico en comunidades indígenas15, 40, 41.
En la década de 1980, Guillermo Gutiérrez Aldana inició la investigación en Derma-
tología oncológica42, la cual se afianzó en 1992 al crearse la subespecialidad en el Ins-
tituto Nacional de Cancerología en Bogotá. Allí, Álvaro Acosta de Hart comenzó
importantes investigaciones en cirugía de cáncer y técnica tumescente31. En las mismas
fechas Felipe Jaramillo Ayerbe inicia en Manizales importantes estudios sobre tumores
cutáneos, que continúa en la actualidad. Notables han sido también las investigaciones
en foto-quimioterapia desarrolladas a partir de los años 1980 en las universidades de
Antioquia y Nueva Granada, así como las de Blanca Lilia E. Lesmes Rodríguez en Bogo-
tá sobre etiopatogenía del acné. También en Bogotá Jaime Soto Mancipe inició en la dé-
cada de 1990 la realización de relevantes estudios sobre fármacos, enfermedades
tropicales y comportamiento del cáncer cutáneo43, 44. En 1993, Michel Faizal, junto con
sus residentes César Burgos y Guillermo Jiménez, asociados con el Instituto de Inmuno-
logía dirigido por Manuel Elkin Patarroyo, desarrollan un método de diagnóstico de la
tuberculosis cutánea basado en técnicas de biología molecular45. Más adelante, Evelyne
Halpert, junto con Elizabeth García, desarrolla una línea de investigación sobre inmuno-
patogénesis del prurigo estrófulo causado por picadura de pulgas. El grupo de investiga-
dores del Instituto de Ciencias de la Salud de Medellín recibe el reconocimiento de
instituciones gubernamentales, a través de la distinción otorgada a Ángela Zuluaga.
Desde finales del siglo XX, nuevas y brillantes figuras inician su aporte a la investiga- Figura 21.
ción, como Rodolfo Augusto Trujillo Méndez en Cali y Gloria Sanclemente Mesa en Me- Gonzalo Calle
dellín, entre otros. Actualmente las diferentes escuelas de Dermatología del país Vélez
desarrollan innumerables líneas de investigación.

HISTORIA DE LA MICOLOGÍA
Los primeros estudios sobre micología fueron realizados por José Posada Trujillo
en la Universidad de Antioquia, en la década de 1930. A la misma universidad llegó
en 1954 Gonzalo Calle Vélez (figura 21), el primer gran impulsor de la micología,
quien se entrenó en Ann Arbor, Michigan, y trajo al país la primera colección mico-
lógica, que sirvió de base para el estudio y la investigación. Se reforzó esta área con
Ángela Restrepo Moreno, quien se inició como tecnóloga médica y llegó a convertir-
se en la más destacada micóloga del país con innumerables investigaciones; entre las
primeras y memorables se cuentan las realizadas sobre histoplasmosis y paracocci-
dioidomicosis, que llevaron a innovaciones en técnicas diagnósticas, estudios clínicos
epidemiológicos y terapéuticos. En 1956 se destaca el valioso aporte del médico Julio
Sánchez Arbeláez. El doctor Calle logró incluir el estudio de las micosis como parte

129
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

del programa de medicina. A partir de 1960, se inició la investigación enfocada a la his-


toplasmosis y la paracoccidioidomicosis, con estudios prospectivos de pacientes; el pató-
logo Mario Robledo Villegas jugó un papel preponderante en esta labor. Por aquella
época se fusionaron los departamentos de Dermatología, Patología y Micología en la mis-
ma universidad. Desde entonces la Micología es materia de estudio e investigación en las
diferentes escuelas de Dermatología del país.

HISTORIA DE LA DERMATOPATOLOGÍA
Alfredo Correa Henao, especializado en los Estados Unidos, el primer patólogo en Co-
lombia, inició la cátedra en la Universidad de Antioquia y trabajó en el Instituto Pro-
filáctico, fundado en 1924 en Medellín por Gustavo Uribe Escobar. En la década de
1950, regresó de Michigan el primer dermatopatólogo, Mario Robledo Villegas, quien
ha hecho grandes aportes al estudio de las dermatomicosis; es un hombre lleno de
sabiduría en su noble sencillez. En 1960 llegó a Cali Ernesto Correa Galindo, derma-
topatólogo formado en la Argentina, quien dio inicio a la cátedra en el Hospital San
Juan de Dios; su legado y su condición humana fueron incomparables. A su lado se
formó Antonio José Torres Muñoz, quien también perfeccionó sus estudios en Bue-
nos Aires; en 1967 llegó Nelson Giraldo Restrepo (figura 22), quien se formó al lado
del profesor Abulafia en Buenos Aires; con el doctor Torres fundaron la cátedra en
la Universidad del Valle en la década de 197021. En Bogotá en 1963, Luis Alfredo
Rueda Plata, quien había estudiado dermatopatología con los profesores Degos y Ci-
vatte en Francia, inició su importante contribución universal en especial al estudio
de los virus papova15, 20. En 1975, Alonso Cortés creó en la Universidad de Antio-
Figura 22. Nelson quia el laboratorio de dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar”, bajo la dirección de
Giraldo Walter León Hernández, connotado dermatopatólogo y excelente pedagogo. Se destaca
también por sus aportes el patólogo Aníbal Mesa Cock. En Bogotá, en las décadas de 1970
y 1980, Fernando García Jiménez, Jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad
Nacional, le imprime a éste un importante enfoque dermatopatológico; desde el Instituto
Nacional de Salud el patólogo Gerzaín Rodríguez Toro inicia una importantísima colabo-
ración que continúa hasta el presente. Hacia 1989, con el ingreso de Luis Fernando Pal-
ma, la subespecialidad cobra aún mayor rigor en esa Escuela con observaciones precisas,
de criterio estricto, que se suman a la noble condición humanística y voluntad docente del
especialista. A finales de la década de 1980 regresó a Manizales desde la Universidad de
Nueva York Felipe Jaramillo Ayerbe, quien se constituyó
en pilar en la región cafetera. En la década de 1990,
otros dermatopatólogos llegaron a diferentes ciudades a
expandir la subespecialidad: Mabel Yaneth Ávila Cama-
cho a Bucaramanga y Ricardo Augusto Rueda Plata a
Cali; este último describió la erupción polimorfa y eosi-
nofílica asociada con radioterapia21, 32. El 22 de junio
de 1996, en Bogotá, Antonio Barrera, Patricia DeCastro,
Felipe Jaramillo, Leonor Molina, Luis Fernando Palma,
Gerzaín Rodríguez, Luis Alfredo Rueda y Ricardo Rueda
fundaron el Capítulo Colombiano de Dermatopatología y
eligieron como primer presidente a Antonio Barrera
Arenales (figura 23).

Figura 23. HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ONCOLÓGICA


Antonio Barrera Desde 1934 se realizó la atención a los pacientes con cáncer en la piel en el Instituto
Figura 24. Nacional de Radium en Bogotá: pero fue a partir de 1978 cuando Guillermo Gutiérrez Al-
Guillermo dana (figura 24) desde la Universidad Nacional en Bogotá extendió sus conocimientos al
Gutiérrez Instituto Nacional de Cancerología, diseñó la historia clínica oncodermatológica e inició la

130
Historia de la Dermatología en Colombia

práctica y enseñanza, que se consolidaron bajo sus directrices en 1992 con la creación del
posgrado en Dermatología oncológica, cuyo diseño encargó a Michel Faizal Geagea y que
continuó Álvaro Acosta de Hart. En la década de 1990, Claudia Marcela Covelli Mora y Car-
men Helena de la Hoz Ulloa iniciaron la atención especializada en la Universidad del Va-
lle en Cali. Varios colegas formados en el exterior y egresados del posgrado del Instituto
Nacional de Cancerología han llevado la subespecialidad a diferentes ciudades del país.

HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA


COLABORADOR: Antonio Barrera Arenales

En las décadas de 1970 y 1980, la Dermatología pediátrica dio sus primeros pasos, si-
guiendo el naciente y progresivo interés mundial por profundizar en el estudio de la Der-
matología infantil, con inquietos dermatólogos ligados con la docencia. Entre ellos se
destacan: en Bogotá, Mariano López y Manuel Forero en el Hospital Pediátrico La Miseri-
cordia, Enrique Suárez Peláez y Jaime Soto Mancipe en la Clínica Infantil Colsubsidio y
Antonio Barrera Arenales en el Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de San-
tos; en Medellín, Evelyne Halpert Ziskiend (figura 25), dermatóloga de la Universidad de
Antioquia y primera dermatóloga infantil de Colombia, graduada en el Instituto Nacional
de Pediatría en México en 1981, quien creó el servicio en el Hospital Universitario San Vi-
cente de Paúl, posteriormente a cargo de Amparo Ochoa, Martha Sierra y Gabriel Ceba-
llos; en Cali, Guillermo González Rodríguez, Rafael Isaza Zapata y Jairo Victoria
Chaparro, y en Manizales, Josefina Danies en el Hospital Infantil. En Cali, se iniciaron los
Seminarios Internacionales de Dermatología Pediátrica; el primero (1989) fue coordina-
Figura 25. Evelyne
do por Guillermo González y Rafael Isaza. Halpert
En 1992, al cierre del XIX Congreso Colombiano de Dermatología en San Andrés, ba-
jo la presidencia de Flavio Gómez Vargas, se realizó un simposio sobre “La enseñanza de
la Dermatología en Colombia”, en cuyo transcurso dijo Antonio Barrera: “La insospecha-
da dimensión y la complejidad de la Dermatología, la diversidad de hechos patológicos,
son razones que nos impulsan a considerar la urgente prioridad de incrementar, ampliar
y profundizar en el estudio e investigación de la especialidad en sus diferentes tópicos,
sin estar propiciando una fragmentación inútil y sin estar proponiendo algo nuevo... La
conveniencia de crear e impulsar programas y servicios subespecializados en algunos de
los campos de la Dermatología son tareas para un futuro próximo [así como] las consi-
deraciones sobre dermatología pediátrica, dermatopatología, cirugía dermatológica,
dermatología oncológica entre otras... como programas sub-especializados con posibili-
dad de realizarse en algunas escuelas de Dermatología del país”.
En 1992, Antonio Barrera, Josefina Danies, Manuel Forero, Guillermo González,
Evelyne Halpert, Mariano López, Amparo Ochoa, Enrique Suárez Peláez, Jaime Soto y
Jairo Victoria fundaron en Bogotá la Asociación de Dermatología Pediátrica, eligiendo
como primer presidente al Dr. Suárez y como secretario al Dr. Barrera. La subespeciali-
dad continúa creciendo y expandiéndose en los diferentes servicios con la llegada de
nuevos especialistas.

HISTORIA DE LA CRIOCIRUGÍA
COLABORADOR: Carlos Horacio González Rojas

Gilberto Castro Ron, Presidente del American College of Cryosurgery, abrió un curso
de criocirugía para dermatólogos en el Instituto de Oncología Luis Razetti en Caracas al
que asistieron en 1988 Carlos Horacio González Rojas y Sergio Cáceres Orozco, iniciando
la criocirugía moderna en Colombia. El doctor González fundó la Unidad de Criocirugía
en Armenia, dedicada a la enseñanza y práctica de la técnica, con atención, sin ánimo
de lucro, a enfermos sin recursos. Bajo su orientación se entrenaron los dermatólogos

131
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Luis Hernando Moreno, Ángela Seidel Arango, Rafael


Isaza y Danilo Álvarez Villegas, y el cirujano maxilofacial
Carlos Enrique Mora. Más tarde, se unirían los dermató-
logos María Bernarda Gáfaro Barrera, Yamil Alberto Du-
que Ossman, Joaquín Eliécer Berrio Muñoz, Gema Esther
Revelo Hernández, y los odontólogos Diego Arango y Julio
César Torres. El equipo incorporó más adelante a colegas
de otras ciudades, como Fabio Londoño, Juan Pedro Ve-
lásquez, Gustavo Acevedo Merino y María Mélida Durán y
recibió la colaboración de Gerzaín Rodríguez para la lec-
tura de biopsias. El 3 de diciembre de 1991, en Guadala-
jara, México, durante el Congreso del CILAD se fundó por
iniciativa de seis dermatólogos el Colegio Iberoamericano
de Criocirugía (figura 26); fue elegido presidente el doctor
Figura 26.
Fundación del
Castro Ron, sucedido por el doctor González, quien en la segunda reunión del Colegio en
Colegio Cartagena (1999), a la que asistieron 270 dermatólogos nacionales y 70 del exterior,
Iberoamericano logró dar el mayor impulso a la técnica. Muchos otros destacados colegas han contribui-
de Criocirugía do a la historia de la subespecialidad, como Virginia Palacios Bernal y Luis Fernando
Balcázar Romero.
El 25 de enero de 1999, día gris para Colombia y para la criocirugía, un devastador
terremoto arrasó con el 60% de la ciudad de Armenia y con su Unidad de Criocirugía;
por aquellos días, César Iván Varela era visitante permanente los días viernes. De entre
los escombros, un año más tarde renació la Unidad bajo la dirección de la excelentísima
Ángela Seidel Arango, con la colaboración de todos los colegas de Armenia, ampliando
su campo de acción y manteniendo la filosofía de su fundador en cuanto a la enseñanza
y la atención a los más necesitados.
(Nota: lamentamos profundamente el fallecimiento del doctor Castro Ron pocos días
después de haber terminado de escribir este capítulo.)

HISTORIA DE LA CIRUGÍA DERMATOLÓGICA


Los primeros pasos los dieron nuestros indígenas con sus procedimientos para cura-
ción de heridas, drenajes y extracciones. Durante la Conquista actuaron los protomédicos
y barberos, y más tarde los médicos y cirujanos. En 1965 Flavio Gómez Vargas estudió ci-
rugía dermatológica en la Universidad de Río de Janeiro y al regresar a Medellín introdu-
jo las técnicas quirúrgicas; un poco más adelante, en 1967, Juan Pedro Velásquez
Berruecos se convirtió en experto en las nuevas técnicas y en el manejo de equipos con
tecnología de punta. Pionero en radiocirugía, ha diseñado y enseñado múltiples técnicas
simples y efectivas de procedimientos en el consultorio. En Cali, en la década de 1970, Ra-
fael Falabella diseñó novedosas técnicas para el manejo quirúrgico del vitiligo con miniin-
jertos25, 28; más adelante Carlos Escobar fundó la cátedra en la Universidad del Valle.
En Montería la cirugía dermatológica se inicia en 1983 con la llegada de Adolfo Gómez
Agámez, entrenado en México y formado en dermocosmiatría en la Argentina con los Drs.
Cordero; lo secundaron en su labor Rómulo Vitar Zapa y Víctor Otero Marrugo. En 1992
se inicia la nueva era de la cirugía dermatológica en Bogotá con Guillermo Gutiérrez Al-
dana, al crearse el posgrado en Dermatología oncológica en el Instituto Nacional de Can-
cerología. Los primeros cirujanos dermatólogos –Michel Faizal Geagea, quien estudió en
Brasil, y Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart, en España– fueron los encargados de
organizar y poner en marcha los programas y la aplicación de la cirugía de Mohs31, téc-
nica quirúrgica introducida en Cali por Claudia Marcela Covelli Mora y Carmen Helena de
La Hoz Ulloa. La doctora Covelli introdujo la liposucción, seguida por Pablo Alonso Tró-
chez Rodríguez. El Instituto de Ciencias de la Salud creó en 1994 en Medellín el primer
programa de subespecialidad en cirugía dermatológica. La mayoría de los dermatólogos

132
Historia de la Dermatología en Colombia

actualmente en ejercicio en el país realizan la cirugía dermatológica rutinariamente y se


la enseña de manera regular en las diferentes escuelas.

Instituciones dermatológicas ■ Instituciones dermatológicas


César Iván Varela Hernández

HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE DERMATOLOGÍA


YCIRUGÍA DERMATOLÓGICA; SUS CAPÍTULOS, FILIALES Y REGIONES

La Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica


En el Club Médico de Bogotá, el 27 de junio de 1948, a las 18:00 horas, se reunieron
con el fin de crear la Sociedad Colombiana de Dermatología y Sifilografía los Drs. Manuel
José Silva, Gonzalo Reyes García, Carlos Cortés Enciso, Mi-
guel Serrano Camargo, Guillermo Pardo Villalba, Alcibíades
Correal, Álvaro Medina, Tomás Henao Blanco, Gustavo Cas-
tellano M, Alberto Medina Pinzón, Alberto Caballero, Rafael
López Ruiz, Luis A. Díaz y Alfredo Laverde. Designaron co-
mo Presidente a Gonzalo Reyes García (figura 27), Vicepre-
sidente a Carlos Cortés Enciso y Secretario a Guillermo
Pardo Villalba. La sociedad se creó con los propósitos de
propender al desarrollo de la especialidad, la docencia, la
investigación, la profilaxis de la sífilis y las enfermedades
tropicales y velar por los intereses de los asociados, entre
otros. Con el fin de cumplir con su verdadero carácter de
nacional, el 27 de junio de 1959 Gonzalo Calle Vélez, Fabio
Londoño González (figura 28) y Hernán Tobón Pizarro soli-
citaron a los fundadores que se suprimiera la obligatoriedad de vivir en Bogotá para per-
Figura 27. Flavio
tenecer a la Sociedad, lo cual fue aprobado. Un año después, la Sociedad realizó en Bogotá
Gómez Vargas y
su primer Congreso Nacional, del 8 al 10 de diciembre de 1960, siendo Presidente de la Gonzalo Reyes
Junta Guillermo Pardo Villalba y Vicepresidente Carlos E. Cortés; en 1961 se obtuvo la per- García
sonería jurídica; en 1998, durante la presidencia de Mercedes Flórez, cambió su razón so-
cial a Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. En 2002 Arturo C.
Argote Ruiz impulsó la compra de la sede actual.
Han presidido la Asociación Gonzalo Reyes
García, Guillermo Pardo Villaba, José Posada
Trujillo, Hernán Tobón Pizarro, Álvaro Sabogal
Rey, Fabio Londoño González, Gonzalo Calle Vé-
lez, Heriberto Gómez Sierra, Luis Alfredo Rue-
da Plata, Fuad Muvdi Chaín, Rafael Falabella,
Adolfo Ormaza Hinestrosa, Guillermo Gutiérrez
Aldana, Alfonso Rebolledo Muñoz, Enrique
Alonso Osorio Camacho, Juan Guillermo Chale-
la Mantilla, María Mélida Durán Merchán, Ma-
riano López López, Flavio Gómez Vargas, Juan
Pedro Velásquez Berruecos, Mercedes Flórez
Díaz Granados, Carlos Horacio González Rojas,
Ángela Zuluaga de Cadena y Evelyne Halpert Ziskiend. Figura 28. Jaime
A la fecha, la Asociación agrupa a 448 miembros de número, 20 honorarios, 25 co- Betancourt, Fabio
rrespondientes, 34 internacionales y 54 residentes de Dermatología, con un total de 581 Londoño, Miguel
asociados. Ha desarrollado 24 congresos nacionales, múltiples simposios y cursos nacionales Serrano

133
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

e internacionales. Agrupa a 10 capítulos regionales y tiene 5 filiales. Su órgano de difusión


es la Revista de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Car-
los Horacio González, Ángela Zuluaga y Evelyne Halpert han consolidado los capítulos
regionales y fortalecido la participación gremial con la coordinación nacional de César
Iván Varela y César Burgos, con miras a los cambios en las políticas de salud impuestos
por la Ley 100 de 1993.

Los capítulos regionales

a) Capítulo Centro, Bogotá y Distrito Capital, Cundinamarca. El primer evento realizado


como capítulo fue la fundación de la Sociedad Colombiana de Dermatología y Sifilogra-
fía, pero el desarrollo de las escuelas y de la propia Sociedad Nacional no le permitió,
durante muchos años, tener figuración. En 1990 se revivió el capítulo y tuvo como pre-
sidente a Antonio Barrera Arenales, seguido de
Juan Guillermo Chalela Mantilla. En noviembre de
2002, por iniciativa de Evelyne Halpert se inició la
etapa actual con la integración de los colegas de
Cundinamarca y Boyacá y la elección como Presi-
dente de Héctor José Castellanos Lorduy. Agrupa a
144 dermatólogos.

b) Capítulo del Valle del Cauca. Fue creado en Ca-


li en 1963 por Hernán Tobón Pizarro, Jaime Betan-
court Osorio –primer Presidente– y Ernesto Correa
Galindo; agrupa a 66 miembros de número, 5 ho-
norarios y 8 aspirantes. Han sido también presi-
dentes Rafael Falabella, Martha Helena Campo,
Jairo Victoria, Luis Hernando Moreno, Myriam Jaz-
Figura 29. César I. mín Vargas, César Iván Varela Hernández (figura 29) y Rodolfo Augusto Trujillo. El doc-
Varela
tor Varela presidió el capítulo de 1996 a 2004, realizando importante gestión
Figura 30. Jaime administrativa y obteniendo trascendentales logros gremiales; el vicepresidente, Jaime
Gil Gil Jaramillo (figura 30), ha realizado labor pionera en la difusión de temas dermatoló-
gicos por los medios de comunicación. En 2003 se conmemoró el 40º aniversario de su
fundación, oportunidad en la cual se rindió homenaje a los miembros honorarios Jaime
Betancourt, Antonio Torres, Rafael Falabella, Daniel González Bermúdez y Cecilia Mon-
caleano y el doctor Varela presentó su libro Historia de la Dermatología Vallecaucana
1939-2003. En reconocimiento a la labor desarrollada, el Capítulo y el Dr. Torres fueron
Figura 31. J. condecorados con la Orden al Mérito Vallecaucano por la gobernación departamental21.
Ignacio Gómez
c) Capítulo de Antioquia. La Sociedad Antioqueña de Dermatología fue creada en Me-
dellín en 1977, inspirada por su primer Presidente Flavio Gómez Vargas, con Fabio
Uribe, Juan Pedro Velásquez, Diego Jaramillo, Myriam Mesa, Beatriz Sierra, Gonzalo
Gómez, Stella Prada, José Ignacio Gómez y los colegas fallecidos Iván Rendón, Jorge
López, Jorge Mesa, Aníbal Zapata, Enrique Saldarriaga y Libardo Agudelo. Han pre-
sidido también la Asociación Jorge Mesa, Juan Pedro Velásquez, Diego Jaramillo y en
la actualidad José Ignacio Gómez (figura 31). Cuenta con 80 miembros de número, 8
honorarios, 19 adherentes y 3 miembros adjuntos. En 2002, al cumplirse los 25 años
de fundación, se brindó un reconocimiento al profesor Alonso Cortés y se hizo honor
a la memoria de José Posada, Carlos E. Tobón y Gonzalo Calle.

d) Capítulo del Atlántico. Fue fundado en Barranquilla en 1987 por Antonio Jaller, Ál-
varo Correa, Bernardo Huyke (figura 32), Jairo Fuentes, Lesbia De León Ternera, Dubys

134
Historia de la Dermatología en Colombia

Charris y Amín Ariza. En 1993 afilió a dermatólogos


de otros departamentos del Caribe colombiano; se ha
caracterizado por su excelente organización y su lu-
cha permanente por el bienestar laboral y social de
sus miembros. Ha realizado cuatro exitosos Simpo-
sios del Caribe por iniciativa de Álvaro Correa, Espe-
ranza Meléndez y Bernardo Huyke.

e) Capítulo de Nariño. Alfonso Rebolledo Muñoz (fi-


gura 33) creó en 1977 el Servicio de Dermatología
del Hospital Departamental de Nariño en Pasto,
brindando docencia en el programa de pregrado de
Medicina de la Universidad. En 1990 fundó con Cé-
sar Gregorio Arroyo Eraso el Capítulo, que agrupa a los 10 dermatólogos de la región y
Figura 32.
continúa presidido por su fundador. Bernardo Huyke
Figura 33. Alfonso
f) Capítulo de Bolívar. El 3 de marzo de 1993 fundaron el Capítulo Erick Álvarez, Nayib
Rebolledo
Ambrad, Francisco M. Camacho, Miguel Camacho Sánchez, Germán Enrique Covo, Car-
los Alberto Garzón, Víctor Isaza, Gonzalo Marrugo Guardo (figura 34), Luz Marina Lara,
Guillermo Alejandro Mundi, Julio César Naar y José Pretelt; como presidente se designó
a Alfonso Navarro César, cargo que hoy ocupa Luis
Miguel Covo Segrera.

g) Capítulo de Santander. Álvaro Sabogal Rey (fi-


gura 35) fue el pionero y decano de la Dermatolo-
gía regional seguido por Virgilio Rodríguez,
Alejandro Villalobos, Luis Moreno y Jaime Acevedo;
Andrés Torres, Juan F. Hernández y Hernando Mos-
quera; Evencio Saza, Miguel Zárate, Zulma Plata,
Pablo Rey, Donaldo Ortiz, Miguel F. Duarte y Luz
Stella Montoya; Armando Vásquez, Jairo Sabogal,
Alfinger Celi y su esposa Lourdes Eid, Ricardo Fla-
minio Rojas, Edgar Moreno, Mabel Ávila, Carolina
Chávez, Sandra O. Martínez, Martha S. Ramírez y
Luisa H. Díaz. En junio de 1994 se fundó el Capítulo que presidió brillantemente hasta Figura 34.
2002 Luz Stella Montoya de Bayona, a quien sucedió Armando Vásquez Lobo. Gonzalo Marrugo
Figura 35. Álvaro
h) Eje Cafetero-Caldas, Quindío y Risaralda. Los primeros en ejercer en Manizales fue- Sabogal
ron Heriberto Gómez Sierra, en 1965, secundado por su discípulo Jairo Mesa y por Ber-
nardo Giraldo; más adelante ejercieron Felipe Jaramillo, Lucía Van den Enden y John
Harvey Gaviria. En Pereira el pionero fue Adolfo Ormaza; en Armenia, Fabio Rivera, Ma-
ría Bernarda Gáfaro, Julio César Vélez, Silvia Ferrer, Rafael Isaza y Carlos Horacio Gon-
zález. El capítulo se constituyó el 4 de octubre de 2003 y actualmente es presidido por
Germán Santacoloma Osorio. Agrupa a 32 dermatólogos y dos miembros honorarios,
Adolfo Ormaza Hinestrosa (figura 36) y Jairo Mesa Cock, quien es al presente la princi-
pal figura nacional en el campo de la educación continua por medios virtuales.

i) Capítulo Centro-Oriente. Fue fundado en septiembre de 2003 en Bogotá por Michel Fai-
zal Geagea; está integrado por los colegas de los departamentos de Boyacá, Meta, Toli-
ma, Huila y Caquetá y los municipios de Cundinamarca diferentes a Bogotá.

j) Capítulo Morrosquillo-Córdoba y Sucre. Hugo Corrales Lugo fue el primero en ejercer

135
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

en Córdoba, seguido por Albio Puche. En 1983 se ini-


ció la nueva era de la especialidad con la llegada del
primer dermatólogo de escuela, Adolfo del Cristo Gó-
mez Agámez (figura 37) quien estudió en México y
Argentina y fue catedrático de la Facultad de Medici-
na de la Corporación Universitaria del Sinú (CUS).
Más adelante llegaron Rómulo Bitar, Víctor Otero, Jo-
sé Joaquín Meza, Catalina Zárate y Samira Acosta. En
Sucre, Hugo Corrales Medrano fue el pionero; en la
actualidad ejercen Mufith Salaiman, Jorge Vargas y
Gabriel Rey. El Capítulo se conformó en 2004 y es
presidido por Catalina Zárate.

Figura 36. Adolfo


Ormaza k) Capítulo Norte-Santandereano. Pedro Miguel Román Suárez fue el pionero e impulsó
Figura 37. Adolfo la Dermatología en la región hasta su fallecimiento en 2003. En abril de 2004 fue oficia-
Gómez lizado el Capítulo en Cúcuta por Matilde Llanos Campo, Pablo Colmenares Porras, Emi-
ro Andrade Chaparro y Sergio Cáceres Orozco, con la presidencia de Álvaro Arévalo
Durán.

l) El Departamento del Cauca. Fueron los pioneros José M. Delgado, Mario E. González
y José F. Zambrano. A partir de 1983 ejercen en Popayán Edgar Ricardo Altuzarra Ga-
lindo (figura 38), dermatólogo y epidemiólogo, profesor y Jefe de Dermatología Sanitaria
Departamental; desde 1992, Germán Velasco Cárdenas (figura 39), egresado de la Uni-
versidad de Barcelona y en 1999, José F. Ospina Alzate, de la Universidad de Caldas y
profesor universitario. En 2002 los dermatólogos se integraron al Capítulo del Valle.

Figura 38. Edgar


Altuzarra
m) Departamento de Boyacá. El pionero fue Antonio José Morales Segura (figura 40) des-
Figura 39. Germán de 1968, quien al regresar de España inició sus actividades con dedicación y gran com-
Velasco petencia, que continúa hasta la actualidad; desde 1986 ejerce Doris Stella León Romero
Figura 40. Antonio (figura 41) de la Universidad Nacional, quien con su esposo, el médico historiador José
J. Morales Miguel Gaona, ha sido una importante colaboradora en este trabajo; Aldo Fajardo Palen-
Figura 41. Doris S. cia, de la Universidad del Valle, ejerce la Dermatología desde 1990.
León
Quisiera destacar a todos los colegas que han ejercido y ejercen en diversas ciudades
del país aportando al engrandecimiento de nuestra especialidad, pero me lo impiden lógi-
cas razones de espacio.

136
Historia de la Dermatología en Colombia

Las Filiales

a) Asociación Colombiana de Dermatología Pediá-


trica. El 12 de diciembre de 1992 fue creada en Bo-
gotá por Antonio Barrera, Josefina Danies, Manuel
Forero, Guillermo González, Evelyne Halpert, Ma-
riano López, Amparo Ochoa, Jaime Soto, Enrique
Suárez y Jairo Victoria. Se eligió presidente a Enri-
que Suárez Peláez (figura 42) y secretario a Anto-
nio Barrera Arenales. La Asociación tiene como
objetivos el estudio, la enseñanza, la investigación y
la promoción de nuevos servicios; actualmente es
presidida por Mariela Tavera. El Primer Congreso
Nacional se realizó en 1994 en Bogotá, bajo la presidencia del doctor Suárez; en total se Figura 42. Enrique
han realizado seis congresos nacionales, tres de ellos presididos por la Dra. Halpert. Suárez
Figura 43. Luis A.
b) Capítulo Colombiano de Dermatopatología. Fue fundado el 22 de junio de 1996 en Bogo- Rueda
tá por Antonio Barrera –quien fue elegido Presidente–, Patricia DeCastro, Felipe Jaramillo,
Leonor Molina, Luis Fernando Palma, Gerzaín Rodríguez, Luis Alfredo Rueda Plata (figura
43) y Ricardo Rueda. Tiene entre sus objetivos promover e impulsar el estudio, la enseñan-
za y la investigación de la especialidad y fomentar la formación de dermatopatólogos.

c) Asociación Colombiana de Dermatología Oncológica. Fue fundada en Bogotá en agos-


to de 2002 por Álvaro Acosta, Guillermo Gutiérrez, Xavier Rueda, Elkin Peñaranda y Gui-
llermo Jiménez; los tres primeros fueron
elegidos presidente, vicepresidente y secretario,
respectivamente. A pesar de ser una asociación
creada recientemente, sus gestores han desa-
rrollado una muy importante labor educativa y
de servicio a la comunidad.

d) Asociación de Historia de la Dermatología Co-


lombiana. Fue fundada el 12 de junio de 2004
por iniciativa de César Iván Varela Hernández y
Michel Faizal Geagea, con Antonio Torres, Jai-
me Gil, Danielle Alencar-Ponte, Jairo Mesa,
Juan Pedro Velásquez, Evelyne Halpert, Flavio
Gómez y Jaime Soto. Se eligió como Presidente a
Varela, a Faizal como Vicepresidente y Alencar-
Ponte como Secretaria. Los principales objetivos
de la institución son velar por la conservación de
la memoria de los acontecimientos y las figuras
de la especialidad, así como difundirlos a través
Figura 44.
de la enseñanza (figura 44). Sentados (izq. a
derecha), Jairo
Mesa, César I.
Publicaciones científicas ■ Publicaciones científicas Varela, Danielle
Alencar-Ponte.
Desde el siglo XVII en Colombia se realizaron numerosas publicaciones sobre temas De pie, D. Jaime
médicos, así como sobre Dermatología, a partir del desarrollo de la especialidad en nues- Soto, Juan P.
tro país, como puede verse en la bibliografía de este trabajo. Aquí nos limitamos a hacer Velásquez, Jaime
una breve reseña de dos de las principales publicaciones actuales. Gil, Antonio Torres

137
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Revista Colombiana de Dermatología


COLABORADOR: Flavio Gómez Vargas

La Revista Colombiana de Dermatología es el ór-


gano de expresión de la Asociación Colombiana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica, sus filiales y
capítulos regionales; su contenido es básicamente
de tipo científico aunque eventualmente se publican
informaciones de carácter gremial o informativo. Su
misión principal es la educación médica continua.
La Revista nació por iniciativa de Flavio Gómez Var-
gas (figura 45) durante su presidencia de la Asocia-
ción (1990-1992), el cual contó con la colaboración
Figura 45. Flavio del señor William Sánchez, directivo del laboratorio Essex Farmacéutica división de
Gómez Schering Plough S.A. El doctor Gómez ofreció la edición de la revista a Carlos Enrique
Figura 46. Carlos
Escobar Restrepo (figura 46); le sucedieron Diego E. Jaramillo, Jaime Soto y Juan Jaime
E. Escobar Atuesta; en 1998 regresó Carlos Escobar como editor; a su fallecimiento (1999) fue su-
cedido por María Isabel Barona y Lucy García; a partir de 2002, el editor es Luis Fernan-
do Balcázar Romero. El primer número apareció el 1º de julio de 1999. La Revista es de
aparición trimestral y tiene un tiraje de 1.000 ejemplares.

La página web de la Asociación <www.asocolderma.org>


COLABORADOR: Jairo Mesa Cock

Jairo Mesa Cock (figura 47), quien ha dedicado su vida a la docencia en la Uni-
versidad de Caldas en Manizales, al jubilarse en 1994 pensó que “la tecnología de
las computadoras y el Internet serían unas herramientas que podrían ser utiliza-
das para muchos objetivos y entre los dermatólogos... con fines educativos”. Des-
de 1998 fue organizando una base de direcciones electrónicas de dermatólogos a
quienes periódicamente enviaba resúmenes y comentarios sobre artículos de dife-
rentes publicaciones, lo cual dio lugar al Club de Revistas. En el año 2000 Mario
Linares Barrios, quien dirige el Foro Dermatológico en Cádiz, España, comenzó a
hacerle difusión al Club de Revistas; en 2002, otro brillante e inquieto colega es-
pañol, Paco Russo, inició en la web un espacio análogo, el Foro Bibliográfico e in-
vitó al doctor Mesa a participar en él.
La página web de la Asociación se creó en septiembre de 2001, durante la pre-
Figura 47. Jairo sidencia de Ángela Zuluaga de Cadena; en 2002 empezó a ser patrocinada por Labora-
Mesa torios Aldoquín, gracias a su gerente Gabriel Peña. En octubre de 2002, Jairo Mesa Cock
le expresó a la nueva presidenta, Evelyne Halpert, su deseo de crear una página en In-
ternet destinada a los dermatólogos con fines educativos, tarea que inició el 1º de enero
de 2003. Desde entonces ha dirigido la página con excelencia, imprimiéndole su perso-
nalidad, desarrollando innovaciones, enseñando y sembrando el sentido de pertenencia
a la comunidad científica; actualmente dispone de espacios para información general,
comunicados, eventos académico-científicos, asociados, lista de correos, residentes, his-
toria, capítulos regionales, club de revistas, minicasos semanales, perlas dermatológicas,
foro gremial, la Revista electrónica y proyección a la comunidad entre otros, con múlti-
ples enlaces. La página es visitada por colegas de Iberoamérica constituyéndose en refe-
rente de unidad, información y enseñanza.

138
Historia de la Dermatología en Colombia

Actividades científicas ■ Actividades científicas


COLABORADORA: Danielle Alencar-Ponte

La Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica, así como sus fi-


liales, capítulos regionales, servicios y escuelas de Dermatología, han realizado múltiples
eventos académicos. Por razones de espacio, se destacan aquí solamente los que han te-
nido carácter nacional e internacional.
La Asociación ha realizado 24 congresos nacionales, el primero en Bogotá (8-10 de
diciembre de 1960), el segundo en Medellín (1961), el tercero en Cali (1963), con las pre-
sidencias de Guillermo Pardo Villalba, José Posada Trujillo y Hernán Tobón Pizarro, res-
pectivamente. Los siguientes han tenido lugar en Bucaramanga, Bogotá, Barranquilla,
Manizales, Pereira, Paipa, Pasto, Cartagena, San Andrés, Santa Marta y Bogotá (2004).
Se han realizado también seis congresos nacionales de Dermatología Pediátrica (des-
de 1994, en forma bianual); tres congresos nacionales de Cirugía Dermatológica (desde
1999, bianual).
En 1979 tuvo lugar en Medellín el IX Congreso Ibero Latinoamericano, bajo la presi-
dencia de Alonso Cortés.
Algunos otros eventos realizados por escuelas y capítulos son:
- diez simposios internacionales de Dermatología, Instituto de Ciencias de la Salud (CES);
- un simposio internacional de Dermatitis de Contacto (Pontificia U. Bolivariana) y dos
simposios internacionales (ciudad de Medellín, Universidad de Antioquia, CES y U. Pon-
tificia Bolivariana, en Medellín);
- cuatro seminarios internacionales de Dermatología pediátrica;
- siete simposios de terapia dermatológica;
- dos cursos de la International Society of Dermatology, U. del Valle;
- 18 cursos de la International Society of Dermatology, organizados por María Mélida
Durán, Bogotá;
- múltiples jornadas dermatológicas de la Costa, Sociedad Bolivarense.
- dos seminarios y un curso de dermatología oncológica, Escuela de Dermatología On-
cológica, Instituto Nacional de Cancerología;
- cuatro simposios dermatológicos del Caribe, Asociación de Dermatólogos del Atlántico.
- XV Congreso Bolivariano 2000 y IV Encuentro Colombo-Venezolano, Pereira;
- Ateneo dermatológico “Pedro Miguel Román Suárez”, Capítulo Norte-Santandereano;
- un curso de Avances en Dermatología, un curso de Medicina Tropical y Jornadas de
“Prevención del Cáncer de Piel”, Hospital Militar Central, Universidad de Nueva Granada;
- cuatro cursos de actualización y talleres, Asociación Santandereana.

■ La
Enseñanza de la Dermatología: escuelas-servicios enseñanza
de Dermatologíade la especialidad:
escuelas-servicios de Dermatología
En Colombia la enseñanza de la especialidad se ha realizado en los diferentes servicios
de Dermatología, en el marco de la academia y la investigación y teniendo como base de
acción los hospitales universitarios cuyo aporte ha sido fundamental para la atención der-
matológica de la comunidad. Existen nueve servicios con programas de posgrado en Der-
matología en diferentes universidades de Bogotá, Medellín, Manizales y Cali, un programa
de subespecialidad en Dermatología oncológica en Bogotá y uno de subespecialidad en ci-
rugía dermatológica en Medellín. Además, en muchas ciudades funcionan varios servicios
de Dermatología que ofrecen educación en pregrado de medicina.
Desde sus inicios en el siglo XIX, los servicios se han constituido en verdaderas escuelas
de Dermatología que han acompañado el desarrollo de la especialidad: en sus primeros

139
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

años, siguiendo los lineamientos de las escuelas europeas, en especial la francesa que
dogmatizó el mundo médico, y en los inicios del siglo XX, bajo la influencia de la escuela
norteamericana que continúa hasta nuestros días. Desde mediados del siglo XX han reci-
bido también el aporte de las escuelas latinoamericanas, especialmente de la argentina,
brasileña y mexicana, pues muchos dermatólogos han viajado a esos países a realizar sus
entrenamientos. Esta variada influencia, sumada a la impronta personal de los ilustres
colegas que han dirigido las diferentes escuelas, ha dado a cada una identidad propia.

Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá


La enseñanza de la Dermatología se inició en 1886. Su primer profesor, Gabriel José
Castañeda, orientó la cátedra hacia la enseñanza de la patología tropical hasta 1898. Ju-
lio Escobar regentó la cátedra desde 1901 hasta 1903. Luis Cuervo Márquez continuó en
ella la enseñanza, ahora bajo el nombre de Clínica de Dermatología y Sifilografía; desde
1908 participó Luis J. Uricochea y desde 1910, José Ignacio Uribe; a partir de él, la Der-
matología es catalogada como especialidad. En 1927 Manuel José Silva, uno de los mayo-
res baluartes de todas las épocas, implementó la asistencia de los estudiantes al Lazareto
de Agua de Dios y creó el Museo de Cera de Dermatología. El ilustre profesor Gonzalo Re-
yes García ejerció la docencia desde 1930 hasta su retiro en 1961; colaboraron en ese lap-
so los profesores Miguel Serrano Camargo, Carlos Cortés Enciso, José Ignacio Chala
Hidalgo, Alfredo Laverde, Guillermo Pardo Villalba y Tomás Henao Blanco. En 1936 se ini-
ció como profesor Alfonso Gamboa Amador, quien dictó el curso de sifilografía.
Al final de la década de 1950, ingresó a la docencia Fabio Londoño González, quien en
1958 inició el programa de posgrado en el marco de las nuevas tendencias norteameri-
canas; se desempeñó en la jefatura hasta su retiro en 1966. Su primer residente, gradua-
do en 1961, fue Guillermo Gutiérrez Aldana, gran entusiasta y colaborador de este texto,
quien llegó a la jefatura en 1965, reemplazando a Miguel Serrano Camargo. El Dr. Gutié-
rrez actualizó el servicio en lo locativo, administrativo y académico; restauró el Museo de
Cera y reformó el programa de posgrado en 1973; en 1978 extendió su fuerza crea-
dora al Instituto Nacional de Cancerología, donde creó en 1992 el posgrado en on-
cología dermatológica, cuyo diseño encargó a Michel Faizal Geagea y que fue
puesto en marcha por Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart. Se dio inició así a
la era de la cirugía y oncología cutánea. El segundo egresado fue Víctor Manuel
Zambrano. De 1978 a 1984 desempeñó la jefatura Fernando García Jiménez, re-
cordado por su enfoque diagnóstico y patológico. Por esa época se vinculó al De-
partamento de Patología Gerzaín Rodríguez Toro, en el Instituto Nacional de Salud.
Víctor Manuel Zambrano continuó la jefatura hasta 1990; en esos años se vinculó
Manuel Forero, quien inició la labor en Dermatología pediátrica. En 1989, se vin-
culó Luis Fernando Palma, patólogo de la Universidad Nacional y dermatólogo for-
mado en México y Estados Unidos; su inigualable preparación académica y sus
cualidades humanísticas lo llevaron a constituirse en un inestimable apoyo histo-
patológico; su ejercicio es ejemplo de saber académico y de vida. En 1992 ingresó
Figura 48. Michel a la docencia Héctor José Castellanos Lorduy, quien ocupó la jefatura del Servicio entre
Faizal 1994 y 1998 y reformó el programa académico. Le sucedió de 1999 a 2002 José Rómulo
Villamizar Betancourt, de grandes cualidades humanas y pedagógicas. En 1991 ingresó
como docente Michel Faizal Geagea (figura 48), exalumno, quien estudió además cirugía
dermatológica en la Universidad de San Pablo y Dermatología tropical en la Universidad
de Amazonas (Brasil). Fue jefe del servicio desde 2002 y desde 2004, director del Depar-
tamento de Medicina Interna; desde su ingreso inició la práctica y la enseñanza de la ci-
rugía dermatológica, oncológica, reconstructiva y estética, así como la cirugía de Mohs.
En 1999, reinició la atención en el Sanatorio de Agua de Dios; en 2000 cofundó el Centro
de Telemedicina y creó el Servicio de Teledermatología que ofrece docencia y aporta so-
luciones a problemas dermatológicos en la Amazonia colombo-brasileña-peruana.

140
Historia de la Dermatología en Colombia

A finales de la década de 1990, el gobierno, con una lamentable decisión, decretó el


cierre del Hospital San Juan de Dios, crisis que fue sorteada con altura por directivos, pro-
fesores y residentes; por sugerencia de Luis Fernando Palma el Servicio se trasladó a los
hospitales La Victoria y Carlos Lleras; a finales de 2002, desarrolló también actividades
en la Clínica Santa Rosa de Lima; en 2003 se iniciaron las labores en el Hospital La Sa- Figura 49.
maritana. El Servicio ha sido baluarte en academia e investigación y muchos de sus egre- Fernando Vallejo
sados son docentes en diversas instituciones. Figura 50. Myriam
Mesa
Servicio de Dermatología de la Universidad de Antioquia, Medellín Figura 51.
La cátedra de Dermatología y Sifilografía se inició en 1920 con Gustavo Uribe Escobar, Heriberto Gómez
quien desempeñó su cargo por cerca de 20 años y tuvo como sucesor a su discípulo José
Posada Trujillo, quien lo reemplazó en la cátedra (1936-1960) e hizo importantes
aportes al estudio de la esporotricosis, teniendo a Carlos Enrique Tobón como su
gran colaborador. En la década de 1950 se abre campo a la medicina norteamerica-
na, se introduce la enseñanza de las ciencias básicas y llega el desarrollo tecnológi-
co. En 1955 regresó de Michigan Gonzalo Calle Vélez quien impulsó la micología,
trajo la primera colección de hongos e inició la investigación en esa materia; en 1959
regresó Alonso Cortés, hombre privilegiado en intelecto y corazón, maestro consu-
mado, cuyas clases de semiología embelesaban a sus discípulos; su incansable sed de
conocimiento mantiene incólume su saber. Con ellos se dio inicio en 1959 al progra-
ma de especialización en Dermatología, que en 1963 recibió la aprobación oficial.
Sucedieron al Profesor Cortés en la jefatura Juan Pedro Velásquez Berruecos, Diego
Elías Jaramillo y Fernando Vallejo Cadavid (figura 49). En 1959 se estableció la unión
entre los servicios de Dermatología, Patología y Micología, en la que jugó un impor-
tante papel el primer dermatopatólogo, Mario Robledo Villegas, carente de orgullo y
presunción por su incomparable sabiduría, quien facilitó el estudio de las micosis. La
investigación micológica se reforzó de manera fundamental en la década de 1960,
con la destacada micóloga e investigadora Ángela Restrepo Moreno. Sus aportes al
conocimiento de esta ciencia, en especial a la paracoccidiodomicosis, son incalcula-
bles; su espíritu investigador la lleva hasta el presente a realizar los más complejos
y especializados estudios en el ámbito nacional e internacional. En 1969, Gonzalo Ca-
lle, junto con Myriam Mesa de Sanclemente y Stella Prada de Castañeda, brillantes y
acuciosos, introdujeron en el país la inmunofluorescencia. En 1975 se fundó el labo-
ratorio de dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar” dirigido por el eximio derma-
topatólogo y pedagogo Walter León Hernández.
La Escuela ha graduado a 63 dermatólogos. Fueron los primeros: Laureano
Guerrero, Enrique Saldarriaga Arango, Mario Henao, Heriberto Gómez, Víctor Cár-
denas, Fabio Rivera, Fernando García, Juan Pedro Velásquez, Jorge Mesa y Flavio
Gómez Vargas –íntegro, estricto en su enseñanza y lleno de cordialidad, uno de los
más destacados docentes hasta su jubilación. En 1971 se graduó la primera der-
matóloga en el país, Myriam Mesa de Sanclemente (figura 50). Más de la mitad de
los egresados de la Escuela han hecho carrera docente y varios se han destacado
además en la función pública como senadores, gobernadores, alcaldes, rectores,
embajadores y ministros. La Escuela se ha adecuado al desarrollo científico moder-
no, consolidando la investigación y ha tenido siempre como norte la búsqueda de
la excelencia académica y su articulación con el desarrollo regional y nacional.

Servicio de Dermatología de la Universidad de Caldas, Manizales


La Escuela fue fundada en 1965 en el Hospital Universitario de Caldas por Heri-
berto Gómez Sierra (figura 51), dermatólogo de la Universidad de Antioquia, a su re-
greso de Michigan, donde estudió inmunofluorescencia. El primer egresado fue Jairo
Mesa Cock, en 1968, excelso docente durante muchas décadas, jefe del servicio y

141
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

decano, invaluable colaborador de este texto. En 1967 se unió al grupo el dermatólogo y


alergólogo Bernardo Giraldo Neira, quien estudió en Cleveland y Minnesota. Han sido jefes
del servicio Heriberto Gómez (1965-1980 y 1986-1994), Jairo Mesa (1980-1985); desde
1994, ocupa ese cargo Felipe Jaramillo Ayerbe, egresado de la Universidad Nacional y der-
matopatólogo discípulo de Bernard Ackerman; como profesor titular desde 1988, vinculó
como docentes a Lucía Van den Enden, Ana María Hoyos, Martha Cecilia Bernal y Germán
Santacoloma, brillantes ex alumnos, y a John Harvey Gaviria; también fue docente Josefina
Danies. El Servicio, con los doctores Gómez Sierra y Mesa Cock a la cabeza, impulsó en
1965 la creación de la Federación Bolivariana de Dermatología. La Escuela, que se carac-
teriza por su alto nivel científico, humanístico y cultural, ha graduado a 22 dermatólogos.

Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta-Universidad Javeriana de Bogotá


En la década de 1920 Federico Lleras Acosta fundó en Bogotá su laboratorio
Instituto de Investigaciones en Lepra, que a partir de 1934 se llamó Laboratorio
Central para Investigaciones en Lepra y a su fallecimiento, en 1938, por decreto
nacional se denominó Instituto Federico Lleras Acosta. Esta institución, pionera en
investigación biomédica en Colombia, desarrolló la cátedra de leprología. En 1956
se convirtió en Instituto de Investigaciones y Estudios Especiales sobre Dermatolo-
gía y Lepra. El brillante discípulo Luis Patiño Camargo sucedió en 1938 en la direc-
ción del Instituto a su maestro fundador. Desde la década de 1950, fue invaluable
la participación de Fuad Muvdi Chaín. En 1957, siendo director Jorge Arenas Ra-
mírez, Fabio Londoño llegó espontáneamente a hacer consulta de Dermatología. La
enseñanza de la especialidad se inició en 1967, dirigida en un comienzo a estudian-
tes de pregrado de medicina de la Universidad Javeriana y ampliada luego a los del
Figura 52. Fabio Colegio Mayor del Rosario. El 1º de agosto de 1968 se creó el posgrado en Dermatología
Londoño en convenio con la Universidad Javeriana; a su fundador, Fabio Londoño González (figura
52), le correspondió el tránsito de instituto de investigación a centro asistencial. El Dr.
Londoño ejerció la jefatura hasta 1989, reemplazado durante ocho meses (entre 1984 y
1985) por María Mélida Durán Merchán. En esos años, junto con la del Dr. Muvdi, fue fun-
damental la colaboración docente de Luis Alfredo Rueda, Rafael Uribe, Jorge Humberto
Reyes y más adelante Alfonso Quintero. De 1989 a 1993, desempeñó la jefatura el ilustre
profesor Mariano López, seguido por Luisa Porras de Quintana.
El hoy Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta ha sido un espacio de enseñan-
za para estudiantes de pregrado y posgrado de diferentes universidades. Ha formado
108 dermatólogos, a partir de su primer egresado, Mariano López López, en 1970. Va-
rios de los egresados han sido docentes, fundadores y jefes de escuelas de Dermatología.
Desde sus inicios, la escuela se ha preocupado por fomentar en sus estudiantes habilida-
Figura 53. Rafael des clínicas, terapéuticas y de investigación; a partir de 1993, se ha puesto énfasis en la
Falabella formación humana integral, con conciencia de responsabilidad social, en el desarrollo de
competencias pedagógicas, comunicativas, administrativas y de liderazgo.

Servicio de Dermatología de la Universidad del Valle, Santiago de Cali


En 1956, Hernán Tobón y Jaime Betancourt iniciaron la cátedra y la enseñanza de
la Dermatología en pregrado en la Universidad del Valle. En 1970, Rafael Falabella
(figura 53) invitó a Jaime Betancourt Osorio y a Nelson Giraldo Restrepo a fundar el
Servicio de Dermatología en el Hospital Universitario del Valle “Evaristo García”, don-
de iniciaron el posgrado en 1971. Hipólito González, panameño, fue el primer egre-
sado en 1973. Más adelante se unirían como docentes Antonio Torres y Carlos
Escobar, el genio de la Dermatología y de la vida, quien fue en 1975 el tercer egresa-
do; de él se dijo que “era simplemente un hombre fuera de lo común por su simplici-
dad, bondad, erudición y sabiduría”21. Sin su aporte la Escuela no sería lo que es hoy.
Nelson Giraldo, Antonio Torres y Ricardo Rueda han sido pilares de la investigación

142
Historia de la Dermatología en Colombia

y la dermatopatología. Carlos Escobar inició la era de la cirugía dermatológica, con-


tinuada en la década de 1990 y enriquecida con la técnica de Mohs por Claudia Co-
velli y Carmen De La Hoz y Pablo Tróchez en cirugía dermocosmética. En 1990
Rafael Falabella creó el Fondo de Promoción y Desarrollo Dermatológico (PRODER-
MA) que constituye un importante sustento para el desarrollo académico, la investi-
gación y la asistencia a pacientes; más adelante se vinculó Jairo Victoria. La Escuela
cuenta con 22 profesores, en su mayoría ad honorem como Luis Hernando Moreno
Macias (figura 54) –quien es además magister en microbiología y se destaca como pi-
lar de la docencia desde hace más de dos décadas–; Martha Campo y María Isabel
Barona apoyan la investigación; Adriana Arrunátegui, magnífica docente; Lucy Gar-
cía, investigadora y magister en microbiología; Luis Fernando Balcázar, Myriam Var-
gas, César Iván Varela y Doralda Castro, entre otros. El servicio, liderado por su Jefe,
Figura 54. Luis H.
ha profundizado la investigación de las enfermedades del pigmento, sobre todo la del vitili- Moreno
go, desarrollando técnicas quirúrgicas para su tratamiento. Cuenta con 46 egresados; am-
plió el programa de postgrado a cuatro años a partir de 2004. Desde su creación ocupa la
jefatura Rafael Falabella, cuyo nombre lleva el Servicio a perpetuidad desde el año 2000.

Servicio de Dermatología del Hospital Militar Central


de la Universidad Militar, Nueva Granada, Bogotá
El Servicio se inició en 1969 como adscrito al Departamento de Medicina Interna con
los profesores Alberto Medina y Luis Alfredo Rueda; hacia 1975 se vincularon Julio César
Medellín y María Teresa Palacios, y en 1980 el patólogo Gerzaín Rodríguez. En 1983 fun-
dó el Servicio el brillante y connotado maestro Juan Guillermo Chalela Mantilla (figura
55), ocupando la jefatura hasta 1991; le sucedió otra luminaria de la Dermatología nacio-
nal, Jaime Soto Mancipe (de 1992 a 1994); a continua-
ción María Claudia Torres (entre 1995 y 2003), y desde
entonces Olga Patricia Escobar Gil. El servicio ha desa-
rrollado eventos académicos en Dermatología y enferme-
dades tropicales e importantes jornadas de prevención
de cáncer. En investigación ha sido pionero en la terapia
PUVA y el manejo de la micosis fungoide. Ha graduado 39
especialistas, siendo la primera Nancy Castro en 1984.

Servicio de Dermatología del Instituto de Ciencias de la


Salud (CES), Medellín
La Facultad de Medicina del CES se fundó en 1978;
José Ignacio Gómez, Jorge Mesa y posteriormente Diego
Elías Jaramillo fueron los primeros profesores de la cá-
tedra de pregrado en Dermatología y quienes organiza-
ron el programa y el primer archivo fotográfico. Ángela Zuluaga de Cadena (figura 56) Figura 55. J.
fue la primera profesora nombrada en propiedad en 1984, seguida por Amparo Ochoa. Guillermo
Chalela
El programa de posgrado en Dermatología, aprobado en 1988, fue redactado por Ánge-
la Zuluaga –desde entonces jefa y profesora titular–, Amparo Ochoa y Myriam Mesa. In- Figura 56.
Ángela Zuluaga
tegran, además, el cuerpo docente Laureano Osorio, Olga Lucía Castaño, Claudia Uribe,
Sol Beatriz Jiménez, Guillermo Jiménez e Isabel Cristina Vásquez. Sus residentes han
realizado rotaciones en España, Guatemala, Estados Unidos, Canadá, México, Argentina
y Francia. Ha graduado 24 dermatólogos, a partir de la primera egresada, Luz Stella
Abisaad, en 1991. En 1994 el servicio fue pionero al crear el programa de subespeciali-
dad en cirugía dermatológica, siendo el primer egresado Guillermo Jiménez Calfat en
1995. Ha organizado eventos académicos y científicos, posee un excelente archivo foto-
gráfico y ha desarrollado múltiples investigaciones con reconocimiento nacional e inter-
nacional.

143
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Servicio de Dermatología de la Universidad


El Bosque, Bogotá
El ilustre profesor Mariano López (figura 57), quien
se desempeñaba como director del Centro Dermatológi-
co Federico Lleras, inició en 1989 el programa en Der-
matología de la Escuela Colombiana de Medicina, hoy,
Universidad El Bosque, aprobado en 1992. De 1994 a
2003 fue dirigido por Juan Guillermo Chalela Mantilla,
sucedido por Adriana Motta Beltrán. Ha graduado 21
dermatólogos; Eduardo Salcedo y Mónica Rivera fueron
sus primeros egresados en el año 1997.

Servicio de Dermatología de la Universidad Pontificia


Figura 57. Bolivariana de Medellín
Mariano López En 1995 Guillermo Jiménez Calfat, dermatólogo-oncólogo, Rodrigo Restrepo Molina,
Figura 58. Luz patólogo y Luz Marina Gómez Vargas (figura 58), dermatóloga de la Universidad Jave-
Marina Gómez riana de Bogotá, elaboraron el proyecto para el posgrado en Dermatología que fue apro-
bado en 1996. Ha graduado 10 dermatólogos; la primera egresada fue Paula Alexandra
Mejía en 1999. Sus residentes han hecho rotaciones en Barcelona, Londres y Buenos Ai-
res; han participado en la organización de eventos científicos y de educación continua.
Este grupo de jóvenes figuras está desde su inicio bajo la jefatura de Luz Marina Gómez
Vargas, quien le imparte el dinamismo y exitoso crecimiento propios de su región.

Escuela de Dermatología Oncológica, Instituto Nacional de Cancerología de Bogotá


Tuvo su origen en 1934 en el Instituto Nacional de Radium, que cambió su nom-
bre por Instituto Nacional de Cancerología en 1953. Desde 1979 fue dirigido por el
dermatólogo oncólogo Guillermo Gutiérrez Aldana, quien creó en 1992 la subespe-
cialidad de Dermatología oncológica, encargando su diseño a Michel Faizal Geagea.
En ese mismo año, Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart (figura 59) asumió como
jefe de la escuela. La primera egresada fue María Bernarda Durango en 1993, segui-
da por Guillermo Jiménez, Elkin Peñaranda, Gustavo Pérez y Ana Francisca Ramí-
rez. Residentes de otras escuelas realizan rotaciones en el Instituto durante su
último año. En 1995 la Universidad Javeriana de Bogotá comenzó a otorgar el título
de especialista en Dermatología Oncológica a los egresados de la Escuela, donde se
realizan exitosamente seminarios y cursos de la subespecialidad.

Figura 59.
Álvaro Acosta ■ Dermatología,
Dermatología, artearte y cultura
y cultura

C ÉSAR I VÁN V ARELA H ERNÁNDEZ

Dermatología, literatura y arte

Importantes escritores colombianos han hecho referencia en sus obras a enfermeda-


des de la piel. A título de ejemplo: “Mientras llevaba el compás con sus grandes pies ca-
minadores agrietados por el salitre” (Gabriel García Márquez en Cien años de
soledad)46. Otros se han inspirado en la belleza de la piel:

Busco una piel de mujer:


Blanca o morena, no importa el color.
Tibia, aunque la prefiero ardiente.

144
Historia de la Dermatología en Colombia

Que permita todas las caricias...


(Juan Jaime Atuesta en “Clasificado I”).

La medicina y en particular la Dermatología tienen


en su esencia la sensibilidad hacia el arte y por ello mu-
chos dermatólogos son cultores de sus diferentes ra-
mas. Entre ellos se destacan: en pintura, Mary Ann
Robledo, Ángela Londoño, Melba Labrada y Sergio
Martínez; en dibujo, Milton Mejía; en talla en madera,
Figura 60.
Norma González; en vitral, Jaime Betancourt; en arte- “Homenaje a mi
sanía, Lucia Van den Enden y Claudia Lozada; en escul- padre”, óleo de
tura, Jaime Betancourt y Hugo Espinal; en poesía, Mary Ann
Jaime Betancourt, Luis Hernando Moreno, Adriana Robledo
Arrunátegui, José Librado Vásquez, Martha Valbuena, Figura 61. Detalle
Luis Arturo Gamboa, César Iván Varela y Blanca Lilia de espejo de
Lesmes; en composición musical, César Iván Varela; en fotografía, Juan Pedro Velásquez, figura 60 (Mario
Fernando Botero, Carlos Escobar, Jaime Gil, Carmen Alicia Martínez, Juan Jaime Atues- Robledo Villegas)
ta, Xavier Rueda y Mabel Ávila (figuras 60, 61, 62, 63).

Figura 62.
“Ventana al
África”, óleo de
Sergio
Martínez
Figura 63.
Vitral. Jaime
Betancourt

Hoy miré una flor, y en sus pétalos tu rostro dibujado


hoy olí una flor, y en su aroma tu aliento reflejado
hoy toqué una flor, y en la suavidad de ella sentí tu piel
hoy bebí de una flor, y en su néctar el aroma de tus labios
hoy observé una flor, y en su brillo el reflejo de tu tierno y puro mirar
hoy escuché el vaivén de una flor, y en él percibí tu dulce voz...
(César Iván Varela Hernández, en “Pensamientos”).

Hoy una lágrima perdí,


se escapó sin que lo notara
cuando pensaba en ti.
Era una lágrima furtiva
que ágil descendió
por mi mejilla y puso
en evidencia mi nostalgia...
(Carlos Aníbal Niño Calero, en “A Tania”).

145
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

... Y yo también les digo


con los ojos llorosos,
y dolor en mi alma,
que aquí no pasa nada
que sigan adelante
buscando pajaritos
cantando entre las ramas…
(Jaime Betancourt Osorio, en “Ilusiones”).

... Violines del crepúsculo en tu hablar embriagador


luceros centelleantes de garzo cual la mar
el nácar de tu piel esculpido en las nubes
inspiran sin igual, mi ser, mi luz, mi amor.
El trino en tus labios preludia el laurel
llevando nuestro viaje al vaivén de lilas cámbulos
paterno es mi romance, ofrenda al gran creador.
(César Iván Varela H., en “Camila”).

... Cuando tu preocupación te agobie


piensa en las buenas cosas,
en los bellos momentos
y en las personas amadas.
Busca en el fondo de tu corazón
y encontrarás el camino de las estrellas.
Sueña, ten esperanza y paciencia,
son las tres lunas que iluminarán
la noche de los imposibles...
(Martha Cecilia Valbuena Mesa, en “Cuando”)

Cada pueblo ha tenido como ideal de belleza, como es obvio, un tipo diferente de piel;
el color níveo, ebúrneo, plateado lunar en los europeos; el dorado, mies, para los in-
doamericanos; el negro como ‘noche diamantina’, o de ébano para los africanos…
(Jaime Gil Jaramillo, en “La piel”, ensayo).

El asombro de mirarte aunque no pueda verte. Ante ti la pequeñez de mi propia ma-


teria me asombra. Quisiera conocerte, descubrir todos tus secretos. Pero creo que en
ese instante mi sueño encantado se rompería en mil pedazos y perdería toda su ma-
gia… (Luis Arturo Gamboa Suárez, en “Al universo”).

Cual lucero resplandeciente en lo alto del cenit,


llegaste con tu brillo iluminando mi sentir,
tus ojazos cual sabana en primavera,
tu boca pincelada, tu piel cual la canela,
tu gracia es un encanto, tu hablar es un poema.
(César Iván Varela H., en “Natalia”).

La medicina popular. Los curanderos. La magia

COLABORADOR: Juan Pedro Velásquez Berruecos (figura 64)

Nuestra historia médica se basa en el desarrollo cultural de las sociedades aboríge-


nes, en las cuales los mitos y las creencias se trasmitían por la información ancestral de

146
Historia de la Dermatología en Colombia

generación en generación. En las culturas primitivas, la religión, la magia y trata-


miento médico debían ser totalmente inseparables. El paciente y el curandero primi-
tivos buscaban orígenes sobrenaturales para muchos sucesos, incluyendo las
enfermedades, y estaban psicológicamente dispuestos a aceptar la efectividad de la
magia47.
Los chamanes debían ser privilegiados y respetados médicos-sacerdotes que se-
guían la línea de conducta de la medicina chibcha. El término tegua apareció a la lle-
gada de los españoles, pese a tratarse de un vocablo indígena muisca. En las tierras
del cacicazgo de Quemuenchatocha, en el municipio boyacense de Campohermoso,
existía y existe la comunidad Teguas, donde los indios mantenían un centro para la
educación, desde la adolescencia, de los futuros zaques, caciques, sacerdotes y cha-
manes. Con la variada flora que allí se daba, los elegidos practicaban y aprendían las
propiedades terapéuticas de las plantas. Cuando los españoles tuvieron conocimien-
to de estas prácticas, comenzaron a llamar teguas a los curanderos, hierbateros, brujos Figura 64. J. Pedro
y nativos con capacidad para curar enfermedades2. Velásquez
Curanderos, chamanes, teguas y “hombres medicina” han sido considerados indistin- Berruecos
tamente en los pueblos primitivos, a pesar de que cada uno de ellos tenía diferentes pe-
culiaridades. Los chamanes, poseedores de un conocimiento milenario, utilizaban
diferentes plantas psicotrópicas, algunas estimulantes como la coca o el tabaco, otras
alucinógenas como el yagué, Banisteropsis caapi o el yopo, Virola sp; estas plantas sir-
ven para producir o acelerar estados alternos de conciencia, por medio de los cuales se
podía curar y establecer contacto con el mundo sobrenatural. Algunos grupos de colonos
mestizos admitieron dentro de su tradición religiosa el uso de las plantas psicotrópicas y
el chamanismo indígena como alternativa de curación. “Los chamanes, intérpretes de los
hechos naturales, cumplen una función política, social y religiosa primordial dentro de
los contextos culturales a que corresponden, en tanto brindan protección a su grupo
frente a las agresiones de seres y fuerzas, e incluso frente a los ataques rituales y cha-
manísticos procedentes de otros grupos”3. El conocimiento, manejo y uso de las plantas
y de otros elementos de origen animal y mineral constituyen parte fundamental del po-
der del chamán y por supuesto, de la eficacia de sus prácticas en busca de las causas de
las enfermedades.
Durante el Descubrimiento y en los inicios de la Colonia, la aparición de curanderos
que actuaban como médicos y de barberos que lo hacían como cirujanos, fue producto
de la urgencia de atención médica en las poblaciones ante la escasez de médicos titula-
dos. El primer curandero de quien se tiene noticia fue Diego de Montes en 15359. Los
curanderos fueron criticados duramente por su falta de conocimientos; no obstante ju-
garon en determinadas circunstancias un decoroso y/o necesario papel en la historia.
Del libro La Dermatología en Francia, que nos fue obsequiado a los asistentes al últi-
mo Congreso Mundial en París (2002), he recogido el siguiente párrafo que interpreta
adecuadamente mi forma de pensar sobre el tema tratado: “En pocos años, la dermato-
logía ha sufrido una evolución demasiado extraordinaria como para mantenerse en la
sombra. Siglos de creencias en los que la práctica médica no se alejaba mucho de las
prácticas empíricas de una medicina popular que sólo podía recurrir a los remedios na-
turales o a las concepciones no probadas. El desarrollo de una investigación científica y
clínica rigurosa y la generación de ensayos terapéuticos fortuitos han revolucionado el
progreso de las curaciones, en beneficio de la eficacia. Sin embargo, la historia de Fran-
cia nos enseña que el espíritu no siempre acepta enfermar en la razón, todo el mundo
tiene derecho a creer en lo irracional. Ante lo que hoy denominamos el ‘efecto placebo’
y que podría haberse llamado hace años ‘misterio’, cada uno será libre de recurrir a las
creencias, espiritualidad, imaginación o convicciones”48.

147
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Los moldes de cera: el Museo de Cera de Dermatología


de la Universidad Nacional de Colombia

COLABORADOR: Michel Faizal Geagea

En la década de 1930 Manuel José Silva creó en la Universidad Nacional en Bo-


gotá el Museo de Cera de Dermatología, con el propósito de que sirviera como ma-
terial de estudio en la Facultad de Medicina. Junto con otros profesores de la
época, encomendaron la elaboración de las piezas en cera a los escultores Lisan-
dro Morero Parra y al maestro G. Restrepo, quienes realizaron un entrenamiento
previo en Francia, que ya poseía magníficos museos. Los maestros elaboraron más
de 300 esculturas de enfermedades tropicales, infecciosas y venéreas, en escala
1:1, guardando en secreto el método del trabajo con la cera y logrando un sorpren-
dente realismo (figura 65).
Transcribo partes de una comunicación de Guillermo Gutiérrez Aldana a Michel
Faizal Geagea, Jefe del Servicio de Dermatología y del Departamento de Medicina
Interna, que ilustra la belleza de la obra: “El profesor Guillermo Pardo Villalba,
quien presenció en muchas ocasiones la elaboración de estas piezas, me contaba
que el artista practicaba una limpieza estricta con antisépticos de la época; poste-
Figura 65. Pieza en
cera: Sífilis pápulo-
riormente les aplicaba una masilla en yeso que él mismo preparaba secretamente, la de-
costrosa jaba secar y la retiraba cuidadosamente. En ella se vertía la parafina de un color
semejante al del color del paciente. Obtenida la mascarilla la coloreaba delante del pa-
ciente con tinturas escogidas de acuerdo con las características clínicas de la lesión se-
leccionada, dándole un realismo verdaderamente sorprendente. Las figuras así
obtenidas las colocaban y fijaban en tablillas, las rotulaban, clasificaban y llevaban a vi-
trinas para su exhibición y docencia”15.
Las esculturas, ubicadas en los pabellones del Hospital San Juan de Dios, sirvieron
durante muchos años para el deleite de profesores y estudiantes durante las clases de
Dermatología; pero el modernismo, la creación de los álbumes fotográficos y más ade-
lante las diapositivas, hicieron caer en desuso académico las piezas del Museo de Cera.
En 1960, el profesor Gutiérrez Aldana lo rescató y lo trasladó al pabellón San Pedro del
Hospital San Juan de Dios, pero al retirarse del servicio en 1979, el museo fue nueva-
mente abandonado. En 1995, ante el cierre del hospital, fue trasladado al lugar que ocu-
pa hoy en el Museo de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la
Universidad Nacional, bajo los cuidados del director Emilio Quevedo y el estudiante de
medicina Alaín Alexander Camacho. El doctor Faizal realiza en la actualidad con dedi-
cación la restauración y recuperación de tan valiosa joya histórica.

Si este breve recuento histórico de la Dermatología en Colombia, desde la sabiduría mi-


lenaria de los indígenas hasta la de los contemporáneos, ha recreado sus momentos de lec-
tura y aportado al conocimiento de nuestra especialidad en América Latina, estaremos
satisfechos todos quienes hemos contribuido de una u otra forma a su desarrollo. ■

Septiembre, 2005

Agradecimientos
Agradecimiento a los colegas dermatólogos

Alfonso Rebolledo Muñoz, Álvaro Arévalo Durán, Álvaro Correa Sánchez, Álvaro En-
rique Acosta Madiedo de Hart, Ángela Zuluaga de Cadena, Armando Vásquez Lobo,

148
Historia de la Dermatología en Colombia

Blanca Lilia E. Lesmes Rodríguez, Catalina Zárate Ortiz, Doris Stella León Romero, Ed-
gar Ricardo Altuzarra Galindo, Felipe Jaramillo Eyerbe, Fernando García Jiménez, Fer-
nando Vallejo Cadavid, Germán Santacoloma Osorio, Germán Velasco Cárdenas, Gonzalo
Marrugo Guardo, Héctor José Castellanos Lorduy, Jaime Acevedo Ballesteros, Jaime Be-
tancourt Osorio, Jaime Soto Mancipe, José Ignacio Gómez Uribe, José Rómulo Villamizar,
Luis Arturo Gamboa Suárez, Luis Felipe Moreno, Luis Hernando Moreno Macías, Luis Mi-
guel Covo Segrera, Luisa Porras de Quintana, Luz Marina Gómez Vargas, Luz Stella Mon-
toya de Bayona, Martha Cecilia Valbuena Mesa, Mary Ann Robledo Prada, Rafael
Falabella Falabella, Ricardo Flaminio Rojas López, Sergio Martínez Lecompte, Stella Pra-
da de Castañeda, Víctor Otero Marrugo y Ximena Sánchez Angarita.

Agradecimiento a colaboradores especiales

Doctora Evelyne Halpert Ziskiend, Presidenta de la Asociación Colombiana de Derma-


tología y Cirugía Dermatológica.
Doctor Zoilo Cuéllar Montoya, Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Co-
lombia.
Doctor Hugo Armando Sotomayor Tribín, Secretario de la Asociación de Historia de
la Medicina Colombiana.
Doctor Emilio Quevedo, Director del Centro Histórico de la Medicina, Universidad Na-
cional de Colombia; estudiante Alaín Alexander Camacho, Monitor.
Doctor Jaime Gómez-González, Coordinador del Círculo Biográfico Médico Hispanoa-
mericano.
Señorita Diana María Martínez Renza, comunicadora social-periodista.
Señora Dilia Franz Valencia, correctora gramatical final.
Doctora Claudia Juliana Díaz Gómez, residente del Servicio de Dermatología. Universidad
del Valle.
Señora Nelly Pinzón, secretaria de la Asociación Colombiana de Dermatología y Ciru-
gía Dermatológica.
Doctor José Miguel Gaona R, médico e historiador.
Señor Fernando Joel Moreno, fotógrafo.

■ Referencias Schering Plough - Nomos;


1997.
en una máscara ecuatoriana
precolombina. Medicina.
bibliográficas 4. Vasco LG. Jaibanás los Academia Nacional de
verdaderos hombres. Bogotá: Medicina. Abr 1994;36:28-9.
1. Ocampo LJ. Historia básica de Biblioteca Banco Popular; 8. Soriano Lleras A. La Medicina
Colombia, 3ª ed. Bogotá: 1985:77-101. en el Nuevo Reino de
Bibliográfica Internacional; 5. Zubiría R de. La medicina de la Granada, durante la
2000. cultura muisca. Bogotá: Conquista y la Colonia.
2. Martínez ZA. Fosas y Bronces. Universidad Nacional de Bogotá: Imprenta Nacional;
La Medicina en la ciudad de Colombia; 1986. 1966.
Tunja. Su evolución histórica. 6. Sotomayor Tribín HA. 9. Gutiérrez V. Trasfondo
Academia Boyacense de Arqueomedicina de Colombia histórico. Triple legado en la
Historia. Bogotá: Kelly; 1989. prehispánica. 2ª ed. Bogotá: Medicina tradicional
3. Sotomayor Tribín HA, Restrepo Universidad Militar Nueva colombiana. Bogotá; 1983.
ZE, Gómez LJ, Pérez GM. El Granada. Edifarni;1999. 10. Rodríguez Cuenca JV. La
medicamento en la historia 7. Sotomayor Tribín HA. A antropología forense en la
de Colombia. Bogotá: propósito de la bartonellosis identificación humana.

149
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ

Universidad Nacional de 23. Montoya y Flórez JB. 35. Obregón D. Lepra e


Colombia. Bogotá: Contribución al estudio de la investigación bacteriológica
Guadalupe;2004. lepra. Medellín. Jul 1910: 55- en Colombia: los casos de
11. Zuluaga G. El aprendizaje de 56. Carrasquilla y de Lleras.
las plantas: en la senda de 24. Lleras Acosta F. Algunas Biomédica. 2000;20:181-9.
un conocimiento olvidado. consideraciones sobre la 36. Departamento de Farmacia.
Bogotá: Seguros Bolívar; biología del bacilo de Historia. Bogotá: Universidad
1994:79. Hansen. Rev Fac Med Univ Nacional de Colombia.
12. Oviedo BV de. Cualidades y Nac Colomb. 1932;1:929-35. Disponible en:
riquezas del Nuevo Reino de 25. Falabella R. Epidermal http://farmacia.unal.edu.co/
Granada. Bogotá: Biblioteca grafting and its application 37. Patiño L. Instituto de
de Historia Nacional; in achromic and granulating Investigación Federico Lleras:
1930;45:25-6. areas. An original technique. objeto de este centro de
13. Vargas MB de. Milicia y Arch Dermatol. investigación, organización
descripción de las Indias. 1971;104:592-600. técnica y estudios que se
Madrid: Librería de 26. Londoño F. Thalidomide in adelantan. Revista
Victoriano Suárez. the treatment of actinic Colombiana de Leprología.
1892;2:90-91. prurigo. Int J Dermatol. 1940;1.
14. Uzscátegui MN. El tabaco 1973;12:326. 38. Rueda LA. Epidermodisplasia
entre las tribus indígenas de 27. Londoño F, Muvdi F, Giraldo F, verruciforme. Un modelo
Colombia. Revista Rueda L, Caputo A. Familial para la investigación del
Colombiana de Antropología. actinic prurigo. Arch Argent cáncer humano. Derm Rev
Bogotá. 1956;5:50. Dermatol. 1966;16(4):290- Mex. 1981;25:424-40.
15. Varela Hernández CI. Historia 307. 39. Rodríguez G, Rueda LA.
de la Dermatología en 28. Falabella R. Repigmentation Morfogénesis viral en la
Colombia. Cali. Oct 2005. of segmental vitiligo by epidermodisplasia
autologous minigrafting. J verruciforme (EV). Rev Micr
16. Miranda CN. La Medicina en Elect. 1972;1:100.
Colombia. Gran Enciclopedia Am Acad Dermatol.
de Colombia. Tomo 5. 1983;9:514-21. 40. Rivares AV, Navarrete IG,
Bogotá: Círculo de lectores - 29. Falabella R. Idiopathic Pueyo CG, Torrent AM, Duran
Printer Colombia; 1992. guttate hypomelanosis. MM, Gatius JR, Mussol LR,
Dermatol Clin. 1983;6:241-7. Solano M. Evaluation of
17. Miranda CN. La Medicina relationships between
colombiana de la 30. Falabella R, Escobar C, haemodialysis unit
Regeneración a los años de Carrascal E, Arroyave J. professionals. EDTNA ERCA J.
la Segunda Guerra Mundial. Leukoderma punctata. J Am 2004;30:27-30.
Nueva Historia de Colombia. Acad Dematol. 1988;18:485-
Tomo 4. Bogotá: Planeta; 94. 41. Duran MM, Bernal J. HLA
1989. typing in actinic prurigo. J
31. Acosta de Hart A. Clinical Am Acad Dermatol.
18. Zambrano VM. Historia de la parameters of tumescent 1992;26:658.
Medicina, reseña histórica. anesthesia in skin cancer
Rev Fac Med Univ Nac reconstructive surgery. Arch 42. Gutiérrez AG. Carcinoma
Colomb. 1993;41:50-51. Dermatol. 1997;5:451-4. Basocelular: revisión de los
primeros 348 casos
19. Vargas RA. Trabajos 32. Rueda R, Valencia IC, registrados por primera vez
científicos. 1ª ed. Bogotá: Sanclemente G, Alzate A, en el Instituto Nacional de
Imprenta La Luz; 1856. Blank A, Saldarriaga B, Cancerología. Revista del
Reimpreso por Ed. Falabella R. Eosinophilic, Instituto Nacional de
Guadalupe; 1972. Polymorphic and Pruritic Cancerología. Bogotá.
20. Barrera AA. Semblanza del Eruption Associated with 1992;1:1.
doctor Luis Alfredo Rueda. Radiotherapy. Arch Dermatol.
1999;135:804-810. 43. Soto MJ. Treatment of
Rev Asoc Colomb Dermatol. American Cutaneous
1999;7:156-157. 33. Carrasquilla J de D. Datos Leishmaniasis with
21. Varela Hernández CI. Historia biográficos. Rev Fac Med Miltefosine, an Oral Agent.
de la Dermatología Univ Nac Colomb. Mar Clin Infect Dis. 2001;33:57-
vallecaucana 1939-2003. 2ª 1933;I(10):759. 61.
ed. Cali: Impresora Feria; 34. Carrasquilla J de D. Memoria 44. Soto MJ. Primary Neuritic
2004. sobre la lepra griega en Leprosy. J Am Acad Dermatol.
22. García UJ. Retratos de Colombia. Rev Fac Med Univ 1993;29:1050-2.
médicos. Cartagena; 2000. Nac Colomb. Mar
1933;I(10):797-822. 45. Faizal M, Jiménez G, Burgos

150
Historia de la Dermatología en Colombia

C, Del Portillo P, Romero RE, 46. García Márquez G. Cien años 48. Guillet G. Antiguas creencias,
Patarroyo ME. Diagnosis of de soledad. Bogotá: Norma; antiguas prácticas. En:
cutaneous tuberculosis by 1997. Dermatología. La
polymerase chain reaction 47. Lyons AS, Petrucelli RJ. Dermatología en Francia. D.
using a species-specific gene. Historia de la Medicina. Wallach y G. Tilles editores;
Int J Dermatol. 1996;35: Barcelona: Doyma; 1984. París: Privat; 2002:707-13.
185-8.
RESENA HISTÓRICA
DE LA DERMATOLOGÍA
EN CUBA
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

E ste trabajo presenta una cronología que abarca los siguientes períodos de la histo-
ria de Cuba: Período Colonial (1509-1902), Período de la República Liberal Burguesa
(1902-1958) y Período de la Revolución Socialista (desde 1959).

Período colonial (1509-1902) ■ Período colonial (1509-1902)


La historia de las enfermedades de la piel se remonta a los albores de la civilización.
En los siglos XVI y XVII ya se tenía conocimiento de numerosas enfermedades que se tra-
taban empíricamente mediante preparaciones de sustancias de variadas naturalezas,
apoyadas en plegarias religiosas e invocaciones a los dioses.
Al igual que el resto de la humanidad, los primeros habitantes de Cuba (siboneyes,
taínos y guanahatabeyes) padecieron de enfermedades cutáneas. Según Fray Bartolomé
de las Casas y otros cronistas, los nativos cubanos que no habían sido influenciados por
la cultura europea eran personas saludables; no obstante, hacen referencia a algunas
enfermedades de la piel que observaron en la población, como las bubas, que los aborí-
genes llamaban bipas o buaynara; también mencionan las lesiones producidas por el Pu-
lex penetrans, conocido como nigua.
Gonzalo Fernández de Oviedo, citado por Pardo Castelló1, refiere que aparte de los
males señalados por el Padre Las Casas, los primeros habitantes padecieron también de
molestas afecciones, tales como las dermatitis venenatas causada por el látex de los ár-
boles conocidos con el nombre de guao y manzanillo2. Las observaciones de los conquis-
tadores resultan de extraordinario valor, ya que fueron hechas cuando los nativos aún
no habían recibido la influencia de la cultura europea.
Por otra parte, S. Picaza en su monografía “Estudio médico del indio cubano” expo-
ne con absoluta claridad las principales afecciones que aquejaban a nuestros aboríge-
nes, citando la frambesia o pian y otras avitaminosis3.
Gordon (1894) menciona entre las enfermedades de la piel padecidas por siboneyes y
taínos una que llamaban “caracol”, que algunos autores identificaron con la pelagra.
También estuvieron presentes entre nuestros pobladores el acné, las úlceras, casos de
albinismo, lesiones por picaduras de insectos y otras.
El 17 de enero de 1613 aparece el primer documento que indica el comienzo de la en-
demia leprosa en nuestro país. El Acta del Cabildo celebrado en La Habana en esa fecha

153
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

dice literalmente: “Los Señores Regidores o vecinos de ella dijeron que a su noticia ha
venido que en esta ciudad hay cuatro o seis personas tocadas del Mal de San Lázaro, que
han venido de fuera, las cuales se andan paseando por las calles en gran daño o perjui-
cio de esta ciudad a vecinos de ella por ser enfermedad contagiosa”4.
La incidencia de la lepra comienza a aumentar y aparecen nuevos enfermos entre los
vecinos de la ciudad, así como entre los españoles y esclavos africanos recién llegados,
lo cual preocupa a las autoridades. En actas del Cabildo posteriores al 10 de marzo de
1662 aparece el Acuerdo de “destinar un buhío” para recoger a los que padecen el con-
tagioso Mal de San Lázaro.
Ya en el siglo XVIII, se celebra en 1793 en la Sociedad Económica de Amigos del País
la primera sesión científica sobre la lepra en Cuba, teniendo como conferencista al médi-
co italiano Fernando Rivas, quien expuso su “Disertación sobre el Mal de San Lázaro”5.
En 1840 comienza la publicación de las revistas médicas de La Habana donde apare-
cen numerosos artículos sobre Dermatología.
En 1873 se produce la primera iniciativa oficial que demuestra la preocupación de las
autoridades sanitarias de la época por las enfermedades venéreas: se funda el llamado
Hospital de Higiene y, ante la alarma por el número de prostitutas existentes en La
Habana, se dicta la primera regulación sobre la prostitución, un Reglamento Especial
de Higiene Pública6.
En noviembre de 1879, en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales
de La Habana el sabio cubano Carlos Juan Finlay participa de un profundo debate so-
bre el contagio y el aislamiento obligatorio de los enfermos de lepra7.
Durante el siglo XIX la sifilografía se unió definitivamente a la Dermatología gra-
cias a los insuperables trabajos de Ricard y Fournier, fundadores de la sifilografía
clínica8.
En las postrimerías del siglo (1899) el Dr. Raimundo G. Menocal fue nombrado
profesor de Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de la Universidad de La Ha-
bana; en su asignatura se encontraba lo que es hoy la especialidad de Dermatología
donde se incluyen la lepra y la sífilis9 (figura 1).
Figura 1.
Raimundo G.
Menocal ■ Período de la
La República República
Liberal Burguesa Liberal Burguesa (1902-1958)
(1856-1917)
En 1901, en plena intervención norteamericana, el Prof. Raimundo G. Menocal fue
nombrado responsable de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía que se acababa de
crear, al ponerse en ejecución la reforma de la enseñanza conocida con el nombre de
Plan Varona.
El Prof. Menocal había nacido en 1856 en San Felipe, San Antonio de las Vegas. Es-
tudió en la Universidad de Madrid y se licenció en la Facultad de Medicina de Zarago-
za en 1876, doctorándose el mismo año en la Universidad de La Habana. Su experiencia
en la Dermatología estaba avalada por su desempeño en el Hospital Saint-Louis de Pa-
rís, junto a destacados profesores de la época gloriosa de la Dermatología francesa del
siglo XIX.
Colaboró con la independencia de la patria fundando el Club Revolucionario “Oscar
Primelles” en la ciudad de Nueva York. Inició la docencia de Dermatología en el año
1903, impartiendo cursos complementarios de tres meses de duración para los alumnos
de Medicina, en lo que podría considerarse la primera actividad docente dermatológica
de que se tiene noticias en Cuba10. Hombre de gran maestría pedagógica y de vasta cul-
tura médica, se lo considera entre los pioneros de la Dermatología latinoamericana.
Desarrolló sus actividades docentes en el antiguo hospital Nuestra Señora de las Mer-
cedes (fundado en 1886), heredero del Real Hospital de San Felipe y Santiago, conocido
también como San Juan de Dios (fundado en 1598)11 (figura 2). Creó en el Hospital

154
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba

Mercedes el primer laboratorio de Micología que existió en Cuba y


organizó un museo de modelados de cera donde se exhibían repro-
ducciones de distintas enfermedades dermatológicas de gran fideli-
dad al original.
En 1906 se inauguró en el Hospital Nº 1 (actual Hospital Univer-
sitario General Calixto García) la primera sala para la atención de los
enfermos de lepra, dirigida por el Dr. Matías Duque Perdomo, primer
Secretario de Sanidad y Beneficencia de Cuba, clínico y cirujano es-
tudioso de esta enfermedad11 (figura 3).
En 1907, después de impartir numerosos cursos a los alumnos
de Medicina, el Prof. G. Menocal vio la necesidad de editar un tex-
to que sirviera de ayuda para la comprensión de las enfermeda-
des dermatológicas. Con este objetivo publicó el libro Nociones de
Enfermedades de la Piel y Sífilis, seguido en 1911 por el Manual
de Enfermedades de la Piel y Sífilis.
Entre sus méritos estuvo el de despertar en sus alumnos el in-
terés por las enfermedades cutáneas. Los más distinguidos fueron
los Drs. Braulio Sáenz y Vicente Pardo Castelló, sus continuadores,
que completaron su formación dermatológica con becas de estu-
dio obtenidas como alumnos eminentes de la Universidad de La
Habana.
El Dr. Sáenz (figura 4) se graduó de doctor en Medicina en 1909 y pronto se decidió
Figura 2. Hospital
por la especialización en Dermatosifilografía, realizando estudios en Filadelfia, París, Nuestra Señora de las
Viena y Berlín. Regresó a Cuba en 1914 y fue nombrado ayudante graduado en el Servi- Mercedes (1886)
cio de Dermatología y Sifilografía del Prof. Menocal9.
Figura 3. Hospital Nº 1,
El Dr. Pardo, graduado en 1914, adquirió los primeros conocimientos dermatológicos actual Hospital
como interno del Prof. Menocal. En 1915 viajó a Estados Unidos donde trabajó con im- Universitario General
portantes dermatólogos (figura 5). Calixto García (1896)
El Maestro Menocal falleció en 1917; un año después, el 4 de septiembre de 1918, el
Dr. Sáenz obtuvo por concurso de oposición la plaza de profesor titular. A partir de ese
momento la Dermatología se individualiza como especialidad y se constituye la cátedra
con sede en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes. Por su parte, en 1924, al poner-
se en vigor la Reforma Universitaria, el Dr. Pardo obtuvo la
plaza de profesor auxiliar jefe de la Clínica de Dermatosifi-
lografía.
En 1925 se inaugura el Servicio de Dermatología del Hos-
pital Calixto García, constituido por las secciones de Micolo-
gía, Dermatopatología, Laboratorio Clínico, Radioterapia,
Cirugía, Lepra y Sífilis, Servicio Social y otras; como jefe es
designado el Prof. Pardo.
Atendiendo los criterios de los Profs. Sáenz y Pardo, el
decano de la Facultad de Medicina dividió el curso en dos
grupos, quedando uno a cargo del Prof. Sáenz en el Hospital
Mercedes y el otro con el Prof. Pardo en el Hospital Calixto
García10; a partir de ese momento la docencia dermatológi-
ca comenzó a impartirse en los dos centros hospitalarios de Figura 4. Braulio
mayor nivel del país. Sáenz Ricard
En 1925 fue creada, como un emprendimiento de acción social privada, la Liga de Hi- (1886-1961)
giene Social, que tuvo una vida efímera y fue sustituida en 1928 por la Liga Cubana de Figura 5. Vicente
Profilaxis Social, la cual desarrolló actividades de propaganda y divulgación. Pardo Castelló
En 1927 el Prof. Pardo publicó su libro Nociones de Dermatología y Sifilografía, ree- (1892-1967)
ditado en 1941, 1945 y 1953 con el título Dermatología y Sifilografía. En estas reediciones

155
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

colaboraron destacados dermatólogos de Brasil, México, Perú y El Salvador, así como 21


autores cubanos.
En 1928, como parte del crecimiento del Hospital Mercedes, se construyó el pabellón
destinado al Servicio de Dermatología —dotado con todas las secciones propias de un ser-
vicio docente asistencial— y se le dio el nombre de Raimundo Menocal. En 1934 se cons-
truye la planta alta del pabellón, subvencionado por el Prof. Sáenz en memoria de su
esposa e hijos desaparecidos trágicamente en el desastre marítimo del Morro Castle12.

Otros hechos relevantes de este período

El 26 de febrero de 1917 fue inaugurado el Hospital San Lázaro en la localidad del


Rincón o Santiago de las Vegas, después de un largo peregrinar de los enfermos por dis-
tintas instalaciones inhóspitas e inhumanas. Su primer director fue el Dr. José A. Clark,
sustituido poco después por el Dr. Benjamín Primelles.
En 1920 se creó el Dispensario de Profilaxis Venérea de la Secretaría de Sanidad, que
fue desapareciendo paulatinamente por problemas económicos. Seguidamente se insta-
ló una consulta para la atención de enfermedades venéreas en la Casa de Socorros del
Cerro dirigida por el Dr. Matías Duque. Este Servicio, junto con los que funcionaban en
el Hospital de Emergencias desde 1921, fueron el origen del Instituto Municipal de Pro-
filaxis Venérea Joaquín Albarrán6.
El 26 de junio de 1928 se funda la Sociedad Cubana de Dermatología y Sifilografía,
con el objetivo de propiciar intercambios científicos mediante la presentación de casos
para la discusión y la exposición de trabajos que permitieran desarrollar los vínculos en-
tre los dermatólogos nacionales y extranjeros9. La primera comisión directiva estuvo
presidida por los Profs. Sáenz y Pardo.
En junio de 1929 se presentó el primer número del Boletín de la Sociedad Cubana de
Dermatología y Sifilografía; la publicación desapareció en el tercer trimestre de 1930 de-
bido a la grave situación política que estremecía al país, para reaparecer en 1946 bajo
la dirección de los Drs. Ovidio de la Osa y J. R. Morales Coello. En este mismo año se fun-
da el Instituto de Profilaxis Venérea Joaquín Albarrán, institución que reúne a destaca-
dos dermatólogos de Ciudad de La Habana y que alcanza gran relevancia en la atención
a pacientes con enfermedades venéreas.
Antes de la inauguración del referido Instituto, existían solamente los servicios de
Dermatología de los Hospitales Mercedes y Calixto García, así como los servicios de Piel
y Sífilis de los dispensarios Tamayo y de la Cruz Roja. Como se puede apreciar, los servi-
cios estatales eran escasos e insuficientes, pues sólo existían en la Ciudad de La Habana
y en capitales de provincias, con recursos muy limitados.
En 1936 se funda la Liga Antileprosa de Cuba, institución de carácter privado, sub-
vencionada en parte por el Gobierno de la provincia de La Habana. La Liga realizaba
campañas de divulgación a través de la prensa escrita y radial, a lo que se agregaba una
publicación que se denominó Boletín de la Liga Antileprosa de Cuba.
Por el Decreto Presidencial del 5 de diciembre de 1938 se creó el Patronato para la
profilaxis de la lepra, sífilis y enfermedades cutáneas (PLESC) cuya dirección fue enco-
mendada al Prof. Pardo13. Dirigido por una Junta de Patronos, no dependía de la admi-
nistración estatal. Hasta ese momento no existía un organismo oficial para la atención y
control de estas enfermedades. El Patronato gestionó la adquisición de terrenos en San-
tiago de Cuba para la edificación de un hospital para los enfermos de lepra e inauguró
dispensarios en todas las provincias del país. Al mismo tiempo, se inició en Cuba la pri-
mera Campaña Nacional contra la Lepra y la Sífilis, cuyos resultados se dieron a cono-
cer en la 1ª Conferencia Nacional de Leprología, celebrada en Santa Clara en 194414.
El 3 de agosto de 1936 tiene lugar un hecho de gran relevancia para la ciencia y en
especial para la Dermatología cubana: se realiza en el Hospital Mercedes el descubrimiento

156
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba

del Treponema productor de la pinta, obtenido en la linfa de las lesiones cutáneas según
una técnica personal de los Drs. José Alfonso Armenteros y Juan Grau Triana15. La tras-
cendencia de este descubrimiento fue reconocida desde la primera comunicación por las
instituciones dermatológicas de más alto nivel de América y Europa.
En 1941 es identificado por primera vez en Cuba el hongo causal de la Cromomicosis
por parte de investigadores de los Servicios de Dermatología de los hospitales Calixto
García y Mercedes16.
En 1942 se realiza un censo de lepra donde se registra la cifra de 1900 enfermos.
En 1943 se funda la Revista del PLESC —Revista de Sifilografía, Leprología y Derma-
tología—; el primer número aparece un año más tarde. También en 1943, siendo direc-
tor del Hospital San Lázaro del Rincón el Dr. Fernando Trespalacios, se aplica en ese
centro el tratamiento para la lepra con sulfona (aparecida en el año 1941) en sustitución
del aceite de Chaulmoogra.
El 24 de febrero de 1944 se inaugura el Hospital Nacional San Luis de Jagua, en el tér-
mino municipal de Alto Songo, provincia de Oriente, destinado a la atención de los enfermos
de lepra; su primer director es el Dr. Miguel A. González Prendes. Los días 1 y 2 de abril se
celebra en Santa Clara la 1ª Conferencia Cubana de Leprología, durante la cual el Dr. Enri-
que Ríos León, destacado dermatólogo de esa localidad, inaugura un dispensario del PLESC.
En 1946, el Dr. Victoriano Bermúdez aplica por primera vez en Cuba, en el Servicio
de Dermatología del Hospital Calixto García, el tratamiento con BAL, antídoto específico
de la intoxicación por metales pesados como el arsénico y el mercurio que se aplicaban
para el tratamiento de la sífilis17.
En 1947 los Profs. Pardo Castelló, Francisco Tiant y Raúl Piñeiro sostuvieron en dis-
tintas publicaciones que las lesiones de los troncos nerviosos periféricos en la lepra eran
una constante en cualquier forma clínica de la enfermedad, aseveración aceptada por la
mayoría de los autores18.
En 1948 tuvo lugar en La Habana, del 3 al 11 de abril, el V Congreso Internacional
de la Lepra, organizado por la Sociedad Cubana de Dermatología en colaboración con la
Asociación Internacional de la Lepra. Anteriormente, por Decreto Presidencial No. 4500
del 18 de diciembre de 1947, el Gobierno de Cuba había creado la Comisión Nacional Or-
ganizadora del V Congreso, designando a los Drs. Alberto Oteiza e Ismael Ferrer como
Presidente y Secretario respectivamente18. La Asociación Internacional de la Lepra es-
tuvo representada por su Presidente H. W. Wade y por el Dr. Ernest Muir, Vicepresiden-
te del Congreso13. En este evento se adoptó la Clasificación Panamericana como
Clasificación Internacional y se aprobó la inclusión del grupo “Incaracterístico” (denomi-
nado “Indeterminado”) propuesto por el Prof. Latapí. Esta clasificación se aplicó prime-
ro en América y posteriormente a nivel internacional19.
La celebración de este importante Congreso fue recordada con la emisión de un sello
conmemorativo por parte del Gobierno de la República de Cuba, puesto en circulación el
día 9 de abril de 1948.
Al terminar las actividades del Congreso, el 11 de abril, reunidos bajo la presidencia del
Dr. Pastor Fariñas y teniendo como secretarios a los Drs. Guillermo González Pérez y Ovi-
dio de la Osa, los dermatólogos ibero-latinoamericanos presentes decidieron fundar una
organización con el fin de reunir a los especialistas de todos los países de habla española
y portuguesa. Así nació el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), cuyo
propósito principal fue fomentar el intercambio científico entre los dermatólogos de am-
bos continentes.
En el acto de constitución se aprobaron los estatutos y se eligió la primera comisión,
integrada por el Dr. José Aguiar Pupo de Brasil en el cargo de presidente y con tres vi-
cepresidentes: los Drs. Braulio Sáenz Ricard de Cuba, José Gay Prieto de España y Mar-
cial Quiroga de Argentina. Fue designado secretario el Dr. Humberto Cerruti de Brasil.
El primer congreso se celebró en Río de Janeiro en el año 195020.

157
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

El 4 de mayo de 1951 en el Salón de Actos del Servicio del Hospital Mercedes se crea
la Sociedad Cubana de Leprología, que reúne a los dermatólogos dedicados principal-
mente a la atención de los enfermos de lepra.
En mayo de 1954 se reúne en La Habana un grupo de dermatólogos dedicados al vas-
to campo de la Cosmetología, bajo la presidencia del Prof. Carlos Castanedo, y crean la
Sociedad Cubana da Cosmetología (figura 6).
Los días 26 y 27 de marzo de 1955 se celebra en La Ha-
bana la II Conferencia Nacional de Leprología, auspiciada
por la Sociedad Cubana de Leprología, bajo la presidencia
del Dr. Pastor Fariñas. Se expone detalladamente en este
foro el alcance de la Clasificación Sudamericana de la Le-
pra, aprobada en el V Congreso Internacional.
En 1955, el Dr. Horacio Abascal, director del Servicio de
Profilaxis Venérea, publica un interesante trabajo sobre la
pelagra y la frambesia, estableciendo una pauta definitiva
en la cuestión filológica planteada21.
Figura 6. Carlos En 1956 el Gobierno de la República de Cuba emite un
Castanedo Pardo sello conmemorativo del centenario del nacimiento del pionero de la Dermatología Lati-
(1913-1998) noamericana Prof. Raimundo G. Menocal.
Figura 7. Guillermo En junio de 1958 los Drs. Guillermo Fernández Hernández-Baquero (figura 7) y Fer-
Fernández Hernández- nando Trespalacios publicaron una nota preliminar sobre el primer caso de Piedra que
Baquero (1920-1987) se observa en Cuba producido por Trichosporum beigoli22. En diciembre, los Drs. José
Alfonso Armenteros y Oscar Romero dan a conocer una nueva forma clínica de la Cro-
momicosis a la que denominan Seudoqueloidea23.

■ Período dedelala Revolución


Período Socialista (desde 1959)
Revolución Socialista

El 1º de enero de 1959 tiene lugar el triunfo de la Revolución, acontecimiento histó-


rico que dará lugar a profundas transformaciones políticas, económicas y sociales en
nuestro país.
La etapa anterior se había caracterizado por la ausencia de una política sanitaria, es-
caso desarrollo de instituciones de salud pública estatales, ausencia de atención médica
a la población rural e inexistencia de un programa de formación de especialistas. El país
se encontraba en una situación precaria, donde predominaban la corrupción administra-
tiva y el abandono social, con altos índices de miseria, analfabetismo, desempleo y para-
sitismo, entre otros, con escasos servicios de salud y altos índices de morbimortalidad
por enfermedades prevenibles, así como elevadas tasas de mortalidad infantil.
El reconocimiento de la salud como un derecho del ser humano y una obligación del
Estado ha dado lugar a la eliminación de todos los vicios y factores negativos que se opo-
nían a este derecho inalienable.
Las primeras medidas revolucionarias se encaminaron a llevar la atención médica de
forma gratuita y accesible a todo el país y a desarrollar actividades curativas con mar-
cado acento preventivo para disminuir y erradicar enfermedades mediante el desarrollo
de un sistema nacional de salud, con la importante participación de las masas populares
organizadas.
En junio de 1959 fue designado Ministro de Salud Pública el Dr. Serafín Ruiz de Zá-
rate, destacado dermatólogo de la provincia de Villa Clara24 (figura 8).
En los primeros años de este período se produce un éxodo notable de médicos al ex-
Figura 8. Serafín Ruiz terior, por lo cual queda en el país un número limitado de dermatólogos, que asumen con
de Zárate (1923- honor la asistencia médica a nuestro pueblo y contribuyen a la formación de las nuevas
1991) generaciones de médicos y especialistas, ante la imperiosa necesidad de dar respuesta

158
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba

al desarrollo de los programas sociales y de salud que la dirección del país se propuso
desde los primeros tiempos.
Al ser depurados los profesores de la Cátedra de Dermatología por la Reforma Uni-
versitaria, en el segundo semestre de 1960 ingresan por concurso nuevos docentes que
ya venían trabajando como adscriptos, instructores, asociados o residentes; de esta ma-
nera se van normalizando todas las actividades.
En 1960 desaparece el PLESC, dando lugar a la creación de la Sección de Lepra (más
tarde Departamento de Dermatología) bajo la dirección de Atención Hospitalaria del Mi-
nisterio de Salud Pública.
Por Ley 723 del 22 de enero de 1960, se crea el Servicio Médico Rural, lo cual resul-
ta de la mayor importancia para las poblaciones situadas en las zonas más apartadas del
país, sobre todo en las regiones montañosas donde nunca había llegado un médico.
Entre los años 1961 y 1962 el Consejo Universitario nombra profesores titulares a los
Drs. Raúl Piñeiro y Guillermo Fernández Hernández-Baquero y profesores auxiliares a
los Drs. Andrés Valdés Alvariño, Bartolomé Sagaró y Carlos Castanedo, más adelante
promovidos a titulares.
Se establece el primer Programa de Control de la Lepra dirigido por el Prof. Bartolo-
mé Sagaró (figura 9), que se ha ido actualizando de acuerdo con los nuevos conocimien-
tos científicos y el desarrollo del Sistema Nacional de Salud del país.
En la primera mitad de la década del 60 se crean los internados obligatorios para to-
dos los alumnos y la residencia de Dermatología; el internado se cursaba en el sexto año
de la carrera y la residencia en un posgrado de dos años de duración.
En 1966 se nombran los primeros Instructores de la Cátedra de Dermatología del pe-
ríodo: Drs. José Díaz Almeida, Alfredo Abreu, José Díaz de la Rocha, Fernando Fernán-
dez y Pedro Regalado Ortiz; en 1969 son promovidos a profesores auxiliares y en 1977 a
Figura 9. Bartolomé
titulares.
Sagaró Delgado
A lo largo de este proceso, la docencia de la Medicina, y con ella la de la Dermatolo-
(1919-2001)
gía, se extiende a todo el país.
En 1966 se inaugura la actividad docente en Santiago de Cuba y es designado Profe-
sor el Dr. Miguel Ángel D´Alessandro, destacado dermatólogo de esa provincia.
En la provincia de Camagüey es nombrado profesor el Dr. Enrique Llanos, acredita-
do dermatólogo camagüeyano.
En la provincia de Santa Clara es nombrado profesor el Dr. Serafín Ruiz de Zárate,
prestigioso especialista de la región central del país.
Al inaugurarse en 1969 la docencia en la provincia de Matanzas es designada profe-
sora la Dra. Zobeida Lovio, dotada de relevantes cualidades docentes y asistenciales.
En la Provincia de Pinar del Río es designado para asumir la actividad docente el Dr.
Luis Ruqué, que venía desempeñándose como dermatólogo.
En la estructura administrativa del Ministerio de Salud Pública se constituyen los gru-
pos nacionales y provinciales, integrados por profesionales de alto nivel científico y re-
conocido prestigio para asesorar en las diferentes especialidades médicas. El Dr.
Bartolomé Sagaró es designado Jefe del Grupo Nacional de Dermatología; a partir de
1972 lo reemplaza el Dr. Alfredo Abreu, en el cargo hasta la actualidad.
En esta etapa se publican más de 20 libros y monografías, entre las que destacan:
Propedéutica Dermatológica del Prof. Hernández Baquero, Dermatología para estudian-
tes y el médico práctico, del Prof. Carlos Castanedo, Historia de la lepra en Cuba, del
Prof. Miguel A. González Prendes, Histomorfología de la piel, del Dr. Darío Argüelles, Mi-
cología, del Dr. Alfonso Armenteros y el primer libro de texto oficial para los alumnos re-
dactado por el Colectivo de la Cátedra de Dermatología.
Al finalizar la primera década la especialidad está más fortalecida, con un número
mayor de especialistas graduados, mejor organización de los Servicios y una cobertura
asistencial que abarca todas las provincias del país.

159
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

En octubre de 1970 el Dr. José Arvelo, consultor de


la OPS, realiza una visita de asesoría sobre “Preven-
ción y rehabilitación de la incapacidad física en enfer-
mos de lepra” durante la cual se imparte el I Curso
Internacional de Prevención y Rehabilitación de Inca-
pacidades de Lepra (figura 10).
En el mismo año se realiza el estudio y reestructu-
ración del Hospital Nacional “San Luis de Jagua”, con
vistas a su desactivación, siguiendo los criterios mo-
dernos sobre la epidemiología de la lepra en cuanto a
rehabilitación de pacientes y proscripción del inter-
namiento obligatorio.
En 1972 el Prof. Carlos Castanedo publica el libro
Figura 10. De izquierda Alergia, Dermatología y fenómenos asociados, donde expone sus propias experiencias.
a derecha: Andrés En 1973, el Prof. José Díaz Almeida (figura 11) realiza el primer estudio hecho en nues-
Valdés Albariño, José tro país por microscopia electrónica de la Lepra en macrófagos peritoneales de la rata.
Díaz de la Rocha, José En diciembre de 1975 se celebra en Matanzas la II Jornada Provincial de Dermatolo-
Díaz Almeida, José de J. gía, durante la cual se constituye la Filial de la Sociedad Cubana de Dermatología en esa
Arvelo, Vicente provincia y se clausura el II Seminario Provincial de Entrevistadoras-Encuestadoras.
Menéndez García, Del 14 al 19 de junio de 1976 se efectúa en el Hospital Clínico Quirúrgico “Ambrosio
Alfredo Abreu Daniel
Grillo” de Santiago de Cuba un curso de adiestramiento a los dermatólogos sobre reha-
bilitación y prevención de incapacidades de enfermos de lepra, bajo la coordinación del
Dr. José M. Pereira.
A finales de 1976 se efectúa el II Seminario Nacional de Epidemiología y Control de
las Enfermedades Venéreas, de gran trascendencia para la Dermatología por la temáti-
ca de los talleres efectuados; participan dermatólogos y epidemiólogos de todo el país.
En 1977 se pone en vigor el nuevo Programa de Control de la Lepra donde se inclu-
ye la rifampicina como droga principal para el tratamiento de la enfermedad.
En 1977 el Dr. Alfredo Abreu es designado Consul-
tor de Lepra de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), asesorando a países asiáticos y africanos en sus
programas de control de la enfermedad. Posteriormen-
te es designado miembro del Panel de Expertos de Le-
pra de la OMS.
En 1979, durante la celebración del I Congreso Na-
cional de Dermatología en la ciudad de Cienfuegos, los
Drs. Carlos Miyares Cao y Manuel Táboas dieron a co-
Figura 11. José G. nocer sus investigaciones sobre el estudio experimen-
Díaz Almeida tal y clínico del efecto pigmentante epidérmico del
Figura 12. extracto placentario humano, conocido con el nombre
Dermatólogos de Melagenina para el tratamiento del vitiligo (figura
asistentes a 12).
actividades científicas El 12 de mayo de 1980 se celebra la entrega de la medalla “Aniversario 250 de la Uni-
versidad de La Habana” a los profesores de Dermatología Guillermo Fernández Hernán-
dez-Baquero, Bartolomé Sagaró, José Díaz Almeida y Fernando Fernández. En junio el
Dr. Alfredo Abreu es electo Presidente de la Sociedad Cubana de Dermatología.
En 1982 se inaugura el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras en la Ciudad
de La Habana con un Servicio de Dermatología dirigido por el Prof. Bartolomé Sagaró.
El II Congreso Nacional de Dermatología se celebra en 1983 en la Provincia de San-
tiago de Cuba; el Dr. Abreu es reelecto Presidente de la Sociedad.
En 1984 se crea un nuevo modelo de atención médica, que incorpora en todos los con-
sultorios al médico y la enfermera de la familia; esto aporta modificaciones positivas en

160
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba

la forma, contenido y práctica de la atención médica, y en este plano la preparación der-


matológica de estos profesionales tiene una gran importancia por la incidencia y preva-
lencia de las enfermedades cutáneas en la población.
El 24 de julio de 1984 se inaugura en la localidad de Santa María del Mar la Clínica de
la Psoriasis, fundada por el Prof. Baquero. Su primera directora es la Prof. Marta Cortés.
En 1985 la Comisión de Grados Científicos del Ministerio de Educación Superior otor-
ga el grado de doctor en Ciencias a los Profs. Fernández Hernández-Baquero y Bartolo-
mé Sagaró. Posteriormente lo reciben los Profs. José Díaz Almeida, Pedro Regalado
Ortiz, Julián Manzur y Rafael Grillo.
En 1986 el Ministerio de Salud Pública, a través del Instituto Superior de Ciencias Mé-
dicas de La Habana, pone en vigor el programa de la asignatura de Dermatología para
todo el país, estableciendo como estrategia docente la actividad por estancias —una de
ellas en Dermatología Pediátrica— con una duración de tres semanas.
También en este año sale a la luz una nueva edición del libro de texto de la asignatu-
ra del Prof. Baquero y colaboradores. En julio la Prof. Marta Cortés obtiene la categoría
de Doctora en Ciencias Médicas en el Instituto Dermatológico de Moscú, siendo la prime-
ra dermatóloga que defiende un grado científico en el extranjero.
En el mismo año aparece en Cuba el primer caso de SIDA. Debe destacarse que ya en
1983 el Ministerio de Salud Pública, conociendo la importancia de la pandemia, ya ha-
bía creado la Comisión Nacional con la responsabilidad de elaborar un programa para
evitar la diseminación de la enfermedad en el país.
En 1988 se pone en vigor un nuevo programa de control de la lepra en Cuba, con lo
cual se consolida el tratamiento estandarizado de la poliquimioterapia recomendada por
la OMS para la prevalencia e incidencia.
En 1988 se celebra en la provincia de Camagüey el III Congreso Nacional de Derma-
tología al cual asisten como profesores invitados los Drs. Amado Saúl, Roberto Arenas,
Lourdes Tamayo y Juan Manuel Garibay.
En septiembre de 1989 tiene lugar en el Palacio de las Convenciones de La Habana el
VII Congreso Latinoamericano contra las enfermedades de transmisión sexual, evento de
gran importancia que permitió el intercambio científico entre cubanos y participantes de
otras latitudes.
Al terminar la década de 1980 el país mostraba estabilidad socioeconómica, se man-
tenía la cobertura dermatológica y se incrementaba el número de especialistas gradua-
dos en dermatología, formados en todas las provincias del país. Los programas de lepra
y de infecciones de transmisión sexual se desarrollaban exitosamente.
A partir de 1990 se agudiza en el ámbito internacional la crisis del campo socialista
hasta llegar a su desaparición, lo cual significa un duro golpe para nuestro país por las
graves consecuencias que provoca en todos los sectores y ramas de la economía y espe-
cialmente en la salud y la educación; todo ello se ve potenciado por el recrudecimiento
del bloqueo impuesto a Cuba por el gobierno de Estados Unidos desde hace más de cua-
tro décadas.
En los primeros años de este período de crisis económica la Dermatología se verá
afectada, al igual que otras especialidades, principalmente en lo que se refiere a medi-
camentos y equipos; no obstante, la atención médica a la población se mantuvo al nivel
alcanzado en los últimos años, lo mismo que el desarrollo de los planes de formación de
médicos y especialistas en todas las Facultades del país.
La Sociedad Cubana de Dermatología ya contaba con filiales en todas las provincias.
En esta nueva etapa, las actividades científicas se organizaron de forma territorial y las
provincias se agruparon en occidentales, centrales y orientales, alternando las sedes pa-
ra la celebración de eventos.
Durante el año 1990 se producen promociones de categorías docentes y se obtienen
grados científicos por parte de nuestros dermatólogos; entre ellos, alcanzan el grado de

161
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

doctor en Ciencias Médicas la Dra. Damisela López Osorio, el Prof. Ramón Daniel Simón
y la Prof. Myra Guerra Castro.
Del 19 de octubre al 7 de noviembre de 1991 se celebra en la ciudad de La Habana
el Curso de Administración y Epidemiología del Control de ETS, cuyo propósito es capa-
citar y actualizar a dermatólogos y epidemiólogos en los elementos básicos –administra-
tivos y epidemiológicos– para la elaboración y perfeccionamiento de un programa de
control de las ETS.
En 1993, como resultado del desarrollo del Programa de Control de la Lepra basa-
do en la aplicación de la poliquimioterapia, el país exhibe valores inferiores a la cifra
de 1 x 10 000 habitantes.
En el segundo semestre de 1993 se inaugura la docencia de Dermatología para pre-
grado en el Hospital Clínico Quirúrgico Luis Díaz Soto de La Habana del Este para alum-
nos de la carrera de Medicina Militar; se nombra jefe de Servicio al Prof. Santiago Alfonso.
El 31 de enero de 1994 la Dirección de Docencia del Ministerio de Salud Pública pu-
blica el nuevo Reglamento para la Residencia de Dermatología.
El 7 de julio de 1995 se celebra la I Jornada Interna de Dermatología del Hospital Ca-
lixto García y IX Provincial de Dermatología en conmemoración del centenario de esa
institución, auspiciadas por el Prof. Díaz Almeida y la Prof. Fernanda Pastrana, Jefa del
Grupo Provincial de Dermatología de Ciudad de La Habana, con la coordinación de la
Prof. Adis Abad.
En las nuevas elecciones para integrar la Junta Directiva de la Sociedad Cubana de
Dermatología es electo Presidente el Dr. Alfredo Abreu (figura 13), como Vicepresi-
dente el Dr. José Díaz Almeida, Secretaria la Dra. Zobeida Lovio y Tesorera la Dra.
María Antonia Díaz.
En 1996 se celebra en el mes de julio la Jornada Territorial de Dermatología de
Santa Clara —Jornada de Cienfuegos—, con la asistencia de dermatólogos y epide-
miólogos de todas las localidades del territorio, bajo la coordinación del Dr. Roberto
Seife. Los días 8 y 9 de noviembre de 1996 se realiza en Santiago de Cuba la XIII Jor-
nada Provincial y II Territorial de Dermatología auspiciada por la Sociedad Cubana de
Dermatología-Filial Santiago de Cuba y el Grupo Provincial de la Especialidad; la
coordinadora es la Dra. Yolanda Columbié. El 28 de noviembre tiene lugar en la Ciu-
dad de Camagüey la Jornada Científica “Aniversario 37 del Hospital Clínico Quirúrgi-
Figura 13. Alfredo co Amalia Simoní” durante la cual el Prof. José Rodríguez Machado, Jefe del Servicio
Abreu Daniel de Dermatología, se refiere a la aplicación de la criocirugía introducida en su servicio
desde 1991, con el gran mérito de utilizar instrumentales diseñados por su Colectivo y
fabricados por la industria mecánica de la provincia. El 30 de noviembre se celebra en
el Hospital Clínico Quirúrgico Miguel Enríquez de Ciudad de La Habana la I Jornada Lu-
so-Cubano-Española del Grupo Dermatológico del Atlántico; durante el evento se realiza
una interesante sesión sobre casos para diagnóstico.
Del 3 al 7 de febrero de 1997 se celebra en Ciudad de La Habana la I Conferencia In-
ternacional de Dermatología Cubano-Italiana; participan como expositores profesores
cubanos e italianos. En este año el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana
otorga la categoría de Profesores Consultantes a los Profs. José Díaz Almeida, Alfredo
Abreu, Julián Manzur y Pedro Regalado Ortiz.
Los días 2 y 3 de septiembre de 1998 se celebra en la Ciudad de La Habana, en el
Hospital Miguel Enríquez, la I Jornada Luso-Cubana de Dermatología y Clínica General
donde queda evidenciado el desarrollo de la Dermatología de ambos países. Los días 17
y 18 de diciembre se realiza la Jornada FOTOTER 98 auspiciada por la Universidad de
La Habana, en la cual la Lic. Esperanza Furones, promotora de este procedimiento, y los
Profs. José Díaz Almeida, Adis Abad, Victoria Fundora y Pedro Balaguer, dermatólogos
del Hospital General Calixto García, presentan numerosos trabajos relacionados con la
aplicación del Fototer en Dermatología.

162
Reseña histórica de la Dermatología en Cuba

Así arribamos al año 2000 con una sustancial mejoría en la situación socioeconómi-
ca del país, que se viene produciendo en forma sostenida a partir de la segunda mitad
de la década de los 90. Como principales indicadores destacamos:
• Se desarrolla la educación en todos los niveles.
• Se incrementa el número de especialistas graduados en Dermatología hasta alcan-
zar el número de 546 para una población de 11.229.688 lo que hace un promedio de
1 dermatólogo X 20.567 habitantes.
• Se desarrollan los institutos superiores de Ciencias Médicas del país y se incremen-
ta el número de facultades de Medicina hasta llegar a 22, incluyendo la Escuela Latino-
Americana de Ciencias Médicas (ELAM).
• La Dermatología se encuentra presente en todos los policlínicos del país.
• Un colectivo de profesores de los institutos superiores de Ciencias Médicas de La Ha-
bana, Villa Clara y Santiago de Cuba concluye el más reciente libro de texto de la asig-
natura para alumnos y residentes en dermatología.
• Se incrementan los cursos de posgrado en Dermatología en todas las Facultades.
• Continúa la capacitación y especialización de los docentes y se eleva el número de
profesores con grado científico.
• Se han celebrado importantes reuniones nacionales y provinciales de discusión y
análisis de los programas de lepra y ETS.
• La lepra deja de constituir un problema de salud pública al alcanzar una tasa de
prevalencia de 0.2 x 10.000 habitantes.
• La sífilis congénita está prácticamente erradicada.
• En cuanto al VIH/SIDA, se perfecciona el programa de prevención y promoción con
una atención integral a todos los enfermos.
• Se incrementa la ayuda internacional aportada por nuestros dermatólogos. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias Medicina Tropical en Cuba.


En: Kourí P, Lecciones de
la Dermatología. Rev Cub
Med. 1971;10(3):259-278.
bibliográficas Parasitología y Medicina 11. Delgado García G. Hospital
Tropical. La Habana: El Siglo Clínico Quirúrgico Docente
1. Pardo Castelló V. Skin Diseases XX; 1948. General Calixto García.
in the New World. Arch Derm 6. Ferrer I, Pardo Castelló V. Recuento histórico en su
and Syph. 1933; 28:22-28. Profilaxis de la sífilis. centenario. Boletín
2. González Prendes MA, Ibarra Patronato para la Profilaxis Epidemiológico del Hospital
Reig R. Origen e introducción de la Lepra, Enfermedades General Calixto García.
de la lepra en la isla de Cuba. Cutáneas y Sífilis. La Habana: 1996;XI-XII(1-2):4-20.
5º Congreso Internacional de CARASA; 1940. 12. Argüelles Casals D. Braulio
la Lepra. La Habana: CENIT; 7. González Prendes MA. Finlay Sáenz. Bol Soc Cub Derm y
1949:623-633. ante la lepra. Rev Sif Lep y Sif. 1961; XVIII(1-2):5-18.
3. Gordon A. Medicina indígena Derm. 1957;13(2):5-43. 13. González Prendes MA.
de Cuba y su valor histórico. 8. Pardo Castelló V. La Historia de la lepra en Cuba.
La Habana: Anales de la Dermatología del pasado, del Publicaciones Museo
Academia de Ciencias; 1894. presente y del futuro. Bol Soc Ciencias Médicas Carlos J.
4. González Prendes MA. Cub Derm y Sif. 1951; Finlay. La Habana: CENIT;
Bosquejo histórico del VIII(1):1-11. 1963.
Hospital San Lázaro hasta 9. Fariñas P. Breve historia de la 14. Fariñas P. 2ª Conferencia
mediados del siglo XVIII. La Dermatología en Cuba. Arch. Nacional de Leprología. Bol
Habana: CENIT; 1952. del Hosp. Univ. 1958;X(1):23- Soc Cub Derm y Sif.
5. Beato Núñez V. Historia de la 31. 1955;XII(3):121-125.
Parasitología y de la 10. Ortiz González PR. Historia de 15. Alfonso Armenteros J. Reseña

163
JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL

histórica de la pinta en Cuba Internacional de la lepra. La 22. Fernández Baquero G, Tres


y descubrimiento del germen Habana: CENIT; 1949. Palacios F. Piedra: primer
productor. Rev Cub Med. 19. Rodríguez O. Clasificación de caso observado en Cuba.
1967;VI(6):643-651. la lepra. Derm Rev Mex. Nota preliminar. Bol Soc Cub
16. Alfonso Armenteros J. 1972;XVI(1):73-81. Derm y Sif. 1958;XV(2):73.
Micología médica. Micosis 20. Colegio Ibero- 23. Alfonso Armenteros J,
observadas en Cuba. La Latinoamericano de Romero Jordán O. Una nueva
Habana: Editorial Científica; Dermatología. Estatutos. forma clínica de la
1965. Breve Historial. Med Cut ILA. cromoblastomicosis. Bol Soc
17. Bermúdez AV. El BAL en el 1974;2(3):239-246. Cub Derm y Sif. 1958;XV(3-
tratamiento de las 4):152-58.
21. Abascal H. Reseña histórica y
intoxicaciones por sinonimia de la frambesia y 24. Bush Rodríguez LM. Gobierno
preparados arsenicales y de la pelagra. Cuaderno de revolucionario cubano:
áuricos. Bol Soc Cub Derm y Historia Sanitaria. La génesis y primeros pasos. La
Sif. 1949;VI(2):45-62. Habana: Publicaciones del Habana: Ciencias Sociales;
18. Pardo Castelló V, Piñeiro R. Ministerio de Sanidad y 1999.
Memoria del 5º Congreso Asistencia Social. 1955;1-35.
BOSQUEJO HISTÓRICO
DE LA DERMATOLOGÍA
CHILENA
RUBÉN GUARDA TATÍN

E ste trabajo representa un estudio preliminar de algunos de los principales aspectos


de la Dermatología en Chile, según los documentos que hemos logrado recoger y los testi-
monios orales de numerosas personas. Por tanto, esta reseña dista mucho de ser exhaus-
tiva y deberá ser revisada y completada en los años venideros.
Hemos dejado aquí de tratar varios temas de gran interés en virtud del apremio por
escribir este bosquejo para el XXI Congreso Mundial. Entre ellos: 1) una investigación
historiográfica de ciertas facetas de la Dermatología durante el Chile precolombino, co-
lonial y republicano (incluyendo el Chile indígena diacrónico) hasta mediados del siglo
XX, por ejemplo, las patologías dermatológicas prevalentes, la práctica y el ejercicio mé-
dico y paramédico, los cambios en el manejo terapéutico en cada época y los aportes in-
dividuales de figuras prominentes; 2) la evolución de las políticas de entes públicos y
privados respecto de aspectos preventivos, curativos y de rehabilitación en diversas der-
matosis y enfermedades de transmisión sexual (ETS); 3) un estudio del Hospital San Luis
de Santiago (hoy desaparecido), incluyendo su origen, desarrollo e impacto en la Derma-
tovenereología chilena; 4) estudios de algunas otras disciplinas dentro de la Dermatolo-
gía, incluyendo dermatopatología, dermatosis ocupacionales, oncología cutánea y
patologías regionales de impacto cutáneo (por ejemplo, hidroarsenicismo crónico); y 5)
el ejercicio médico privado de la Dermatología en consultorios y grandes clínicas del
país, incluyendo su impacto en el control de las afecciones dermatológicas y ETS.

■ La Dermatología
I. La Dermatología como especialidad en Chile como especialidad en Chile
Primera mitad del siglo XX

Tanto el desarrollo evolutivo de la Dermatología en Chile como su reconocimiento co-


mo especialidad han sido afectados por la influencia de la medicina europea, por la crea-
ción tardía y numéricamente limitada de escuelas de medicina en Chile respecto de
Europa, Estados Unidos y varios países latinoamericanos, y por el especial aislamiento
geográfico del país en el orbe.
En las primeras décadas del siglo XX, la Dermatovenereología comenzó a insinuarse
en Chile como una especialidad necesaria de la medicina debido tanto a la complejidad
de las afecciones dermatológicas y venéreas como a la dificultad de los médicos generales

165
RUBÉN GUARDA TATÍN

e internistas para manejar estas patologías. Ello fue reforzado por el reconocimiento de
la Dermatología como especialidad por parte de la medicina francesa, a la sazón recto-
ra general del conocimiento y la práctica médica en Sudamérica. Alrededor de 1914, la
Universidad de Chile (UCH) introdujo la enseñanza de la Dermatología para sus alumnos
de medicina, seguida por la Universidad de Concepción, la Pontificia Universidad Católi-
ca (PUC) y otras. Dos centros de atención dermatológica lideraron no sólo la atención de
pacientes dermatológicos y venéreos, sino también la docencia y la legitimación de la es-
pecialidad. Ellos fueron: el Hospital San Luis, fundado a finales del siglo XIX para la
atención de enfermedades dermatológicas y venéreas, y la Clínica de Piel y Sífilis en el
Hospital General San Vicente de Paul, creada a comienzos del siglo XX en una fecha no
determinada.
No cabe duda de que la crudeza visual de las enfermedades dermatológicas, la reti-
cencia social ante las afecciones venéreas y la carencia de recursos terapéuticos contri-
buyeron al poco atractivo de la Dermatología para los médicos jóvenes. Cualquiera fuese
el mecanismo para acceder a ella, fue siempre una elección secundaria en Chile. De los
que finalmente la ejercieron, muchos llegaron a ella accidentalmente y, por cierto, la
gran mayoría no se incluía entre los mejores egresados de las escuelas de medicina, sal-
vo honrosas excepciones como la de Hernán Hevia Parga, el mejor alumno de la promo-
ción 1938 de la PUC.
El acceso a la especialidad tuvo entonces, por falta de competencia por los puestos de
trabajo, un trámite relativamente fácil. Consistía en afiliarse, con o sin salario, a los ser-
vicios de Dermatología existentes en Santiago, Valparaíso o Concepción, para adquirir,
mediante la práctica por semanas, meses o años, una formación variada que permitiera
atribuirse el rol de dermatólogo. A pesar de ello, el escaso atractivo de la Dermatología
creó siempre una falencia importante de especialistas en todo Chile, muy aguda sobre
todo en las provincias. Era común el comentario entre los médicos no-dermatólogos de
que la Dermatología era una especialidad fácil, poco seria y poco científica; esta imagen
desacreditada se avivaba con la opinión extendida de que llegaban a ser dermatólogos
quienes fracasaban en otras opciones. De esta manera, nunca hubo en Chile, ejerciendo
en forma simultánea, más de un par de docenas de dermatólogos con preparación sufi-
ciente, casi todos en Santiago y unos pocos en Valparaíso y Concepción. La falencia men-
cionada, especialmente en las provincias, hizo que algunos médicos generales o
urólogos, por razones humanitarias o económicas pero sin mayor preparación, atendie-
ran a los pacientes con dermatosis y/o ETS rechazados por otros colegas, constituyéndo-
se así en los dermatólogos de sus regiones.

Después de 1952

En 1952 la creación del Servicio Nacional de Salud (SNS) mediante la Ley 10.076 sig-
nificó establecer una política de cobertura obligatoria de atención de salud para todos
los habitantes del país, para lo cual se fundieron en una sola estructura todos los hospi-
tales y policlínicos de Chile con atención comunitaria, cualquiera fuese su jerarquía. Co-
mo resultado, se puso de manifiesto en las acciones del SNS una importante falencia
cuantitativa y/o cualitativa de médicos de varias especialidades, incluyendo la Dermato-
logía, tanto para acciones preventivas (materno-infantil, tuberculosis, ETS, otras) como
curativas. Las causas de esta falencia fueron, por un lado, la inequidad en la distribu-
ción de los especialistas, quienes preferían trabajar en Santiago, y por otro, la ausencia
de una política de estímulos a los médicos jóvenes para obtener una diversificación de
especialistas y un número mínimo suficiente para las necesidades del país. Además, el
reducido número de médicos egresados determinaba una elección de especialidad basa-
da sólo en la decisión personal de cada médico relacionada por lo general con una ofer-
ta puntual de trabajo en un centro hospitalario.

166
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

Esto cambió radicalmente para todas las especialidades —menos para la Dermatolo-
gía— cuando en 1958 se inició el sistema de médicos generales de zona: éstos son médi-
cos recién egresados enviados a provincias (principalmente en áreas carentes de médicos)
como parte de los programas nacionales de salud pública del país, con excelente remu-
neración durante tres a cinco años. Al término de este período ellos pueden acceder, co-
mo premio, a formarse en la especialidad y centro hospitalario de su elección, con sueldo.
Sin embargo, estos médicos mostraron casi nulo interés en elegir la Dermatología por su
escaso atractivo. La falencia de dermatólogos en Chile llegó a ser notoria: en 1970 había
alrededor de 30 dermatólogos calificados y otra veintena no calificada. El drama de los
pacientes era triple: el rechazo de sus cuerpos dañados por sus grupos comunitarios, la
difícil obtención de suficiente y regular atención médica y la falta de medicinas efectivas
para sus patologías debido al limitado progreso de la ciencia médica dermatológica has-
ta entonces. Esto conducía a la cronicidad y agravamiento de sus lesiones, con mayor re-
chazo aún de su grupo familiar o comunitario y, lo que resultaba más grave, una
reticencia de los médicos generales a su manejo terapéutico. Sólo después de 1980 llega-
ría el despertar de un interés consistente por la especialidad en los médicos jóvenes.

Cambios en la preferencia por la Dermatología


y reducción de la falencia de especialistas

En los últimos 15 años del siglo XX y en los primeros de este siglo el interés de los
médicos jóvenes por la Dermatología ha crecido notablemente. En este período, la de-
manda creciente ha sobrepasado los cupos de residentes en formación en los grandes
centros dermatológicos. Este cambio tuvo varias causas: 1) la creación de un programa
nacional de formación de posgrado rigurosamente ordenado en materias teóricas y prác-
ticas y con el apoyo docente de los principales dermatólogos del país; 2) el ascenso es-
pectacular del estatus científico de la Dermatología en el concierto de las especialidades
médicas, debido a la notable penetración de las ciencias básicas (genética, bioquímica,
inmunología, fisiología) en el conocimiento de la piel y sus patologías; 3) el significativo
progreso en tratamientos efectivos (antibióticos, corticosteroides); 4) la reducida deman-
da de atenciones de urgencia y con ello una atención en horarios acomodables, un atrac-
tivo especial para mujeres médicas; 5) un ingreso económico estable por vía de la
atención privada de pacientes, y 6) en los últimos cinco años, la considerable atracción
de la cirugía dermatocosmética. Las consecuencias de este giro fueron: a) la Dermatolo-
gía como una de las cinco especialidades preferidas por los médicos recién egresados de
las escuelas de medicina con mejores puntajes, b) una franca reducción de la falencia de
dermatólogos en el país y c) una mejoría franca en la asistencia dermatológica de los pa-
cientes en las grandes ciudades.
Sin embargo, subsiste el serio problema de una persistente inequidad en la distribu-
ción de los dermatólogos; quedan así grandes sectores de nuestro extenso país con esca-
sa presencia de especialistas. Varias causas contribuyen a esta inequidad: no sólo la
natural preferencia por la calidad de vida en los centros urbanos (especialmente Santia-
go) y la calidad de progreso médico en los grandes hospitales, sino también la pobreza
de medios del Ministerio de Salud y los servicios de salud regionales para estimular eco-
nómicamente a los egresados para hacer la especialidad o para facilitarles recursos ma-
teriales y humanos para la atención de pacientes y acciones preventivas.

La Dermatología chilena como una especialidad joven


y con predominio femenino

Hacia 1970 se produjo en Chile una enorme brecha generacional: por un lado, der-
matólogos casi todos mayores de 50 años de edad; por otro, un tímido asomar de jóvenes

167
RUBÉN GUARDA TATÍN

menores de 30; y muy pocos ocupando la brecha entre ambos extremos. Dado el explo-
sivo aumento reciente del número de jóvenes dermatólogos y el retiro o deceso de los an-
tiguos, la inmensa mayoría es actualmente menor de 50 años y representa un capital
potencial para el progreso de la Dermatología chilena.
Por otra parte, mientras que antes de 1960 no había profesionales mujeres en la es-
pecialidad, en el presente, una franca mayoría de los dermatólogos son mujeres, no sólo
porque suelen aventajar a los varones en las calificaciones de pregrado para así acceder
a los cupos de beca/residencia (varias han sido las mejores alumnas de sus respectivas es-
cuelas de medicina), sino además porque, como ya se señaló, el ejercicio de la especiali-
dad es muy compatible con sus responsabilidades familiares. Muchas se han destacado
en diversas áreas de la Dermatología y también en roles directivos: cuatro de los últimos
seis presidentes, seis de los últimos siete vicepresidentes y los últimos ocho secretarios ge-
nerales de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) fueron mujeres.

La legitimación estimativa como especialista en el pasado mediato

La carencia de normas jurídicas para definir las especialidades médicas y su ejerci-


cio es común en los países sudamericanos y ciertamente también en Chile. Cualquier mé-
dico puede atribuirse una especialidad, aun cuando cada día le resulte más difícil
sostenerla ante sus pares, los pacientes y la comunidad. Hoy los derechos de los pacien-
tes y ciertas razones jurídicas (demandas por mala práctica o errores por cualquier ra-
zón) justifican y reclaman una formación consistente y sólida en una especialidad.
Como en Dermatología no hubo una formación de posgrado en becas/residencia hasta
1966 ni tampoco otro sistema nacional de acreditación confiable hasta 1991, la califica-
ción de un médico como dermatólogo capaz e idóneo fue esencialmente sólo estimativa e
informal. Su legitimación estuvo hasta entonces mediada por su antecedente de afiliación,
rentada o no, a un servicio o unidad de Dermatología de hospitales públicos o universita-
rios, en un sistema que en Chile se ha denominado “adiestramiento en práctica”. Fueron
de facto aceptados como dermatólogos calificados todos aquellos que habían trabajado por
varios años en unidades de Dermatología de grandes centros hospitalarios como los hos-
pitales San Luis, San Vicente de Paul (luego José Joaquín Aguirre), San Juan de Dios, Ba-
rros Luco, Regional de Concepción y otros, mejor aún si éstos estaban asociados a la
docencia médica. Sin embargo, en algunos casos, el tiempo de permanencia en centros
dermatológicos para poder autocalificarse como dermatólogo llegó a ser sólo de uno a seis
meses y, en otros casos —poco frecuentes—, sólo se realizaban visitas ocasionales a esos
centros. Como ya se mencionó, otros médicos se autolegitimaron como dermatólogos sólo
por atender afecciones dermatológicas o ETS en provincias o barrios metropolitanos.

La acreditación formal como especialista en el pasado inmediato

Varios pasos directos e indirectos han sido dados para la acreditación de un médico
como especialista de Dermatología y Venereología en Chile. El primer paso lo constituyó
la fundación de la Sociedad Chilena de Dermatosifilología (SCDS), después llamada So-
ciedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) en 1938. Sus socios fueron enton-
ces naturalmente legitimados ante sus pares y ante los miembros de la Sociedad Médica
de Santiago, de la cual la SCDS fue filial al nacer. Sin embargo, ante el resto de las ins-
tituciones y la comunidad nacional, tal afiliación representó sólo una estimación por con-
senso (pero no normatizada) del carácter de especialista. Desconocemos los requisitos
para ser socio de la SCDS (luego SCDV), durante su primera fase histórica (1938-1980)
(vide infra).
El segundo paso lo constituyó la iniciación del programa de formación de postítulo de
especialista en Dermatología conferido por la UCH desde 1966. Sin embargo, al menos

168
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

hasta 1990, sólo una minoría de los dermatólogos que ejercían en Chile egresaron de es-
te programa; en los últimos años, en cambio, su número es significativo.
El tercer paso fue dado por una intensa tarea de la SCDV que, en ausencia de regis-
tros de socios afiliados a la SCDV desde su fundación, comenzó en 1986 una rigurosa re-
visión de antecedentes, conforme a los estatutos de 1985, para una validación de
médicos como dermatólogos y por ende socios de la SCDV, lo cual finalizó en noviembre
de 1987 con un listado oficial de 130 socios titulares. Con ello, los socios se reconocieron
formalmente como pares.
El cuarto paso se dio en 1988 cuando la SCDV aceptó una invitación de la Corporación
Nacional de Acreditación de Especialidades Médicas (CONACEM) –una corporación autóno-
ma de derecho privado formada por el Colegio Médico de Chile, las diferentes sociedades
de especialidades médicas chilenas y la Asociación de Facultades de Medicina de Chile
(ASOFAMECH)– para iniciar un proceso formal de acreditación de médicos en Dermatolo-
gía y Venereología basado en las pautas generales fijadas por CONACEM, sumándose a
otras sociedades médicas que ya habían iniciado tal acreditación. Para tal efecto, se cons-
tituyó una comisión específica de cinco miembros conformada por Rubén Guarda como pre-
sidente, designado por el directorio de CONACEM, Juan Honeyman y Daniel Villalobos,
designados por ASOFAMECH y Manuel Melis y Julia Oroz, designados por la SCDV.
En 1990, después de varias propuestas y modificaciones, la comisión y el directorio de
CONACEM acordaron el documento final de requisitos para tal acreditación en “Dermato-
logía y Venereología”. Los problemas principales del trabajo de esta comisión fueron: 1)
adecuación a la realidad nacional de una limitada formación regular de especialistas; 2) la
incorporación de la palabra “Venereología” a la especialidad (dado que médicos de otras
especialidades trataban pacientes con ETS); 3) la calificación como “especialidad prima-
ria” de la Dermatología y Venereología; 4) la formulación de requisitos que permitieran la
acreditación de médicos con un largo ejercicio digno e idóneo de la especialidad (sobre to-
do en provincias) pero sin educación formal en la misma, y al mismo tiempo impidieran la
acreditación inmerecida de médicos con preparación insuficiente. En resumen, se deter-
minó que calificarían para la acreditación: a) los profesores ordinarios acreditados de Der-
matología de la Facultad de Medicina reconocida; b) los titulados de programas oficiales
de postítulo de Dermatología y Venereología de las facultades acreditadas; c) los médicos
que hubieran tenido un adiestramiento en práctica por 5 años en centros dermatológicos
chilenos que cumplieran ciertos requisitos estipulados; y d) los médicos formados en la es-
pecialidad en facultades de medicina extranjeras con programas similares a los de las fa-
cultades de medicina chilenas. Los médicos que calificaban para los dos últimos grupos
eran sometidos sólo a un examen práctico de cinco días, hasta que en 2002 se agregó un
examen teórico para pre-calificar para el examen práctico.
El proceso de certificación de especialistas en Dermatología y Venereología por CO-
NACEM se inició en 1991 y sigue vigente hasta ahora. Se efectúa a través de un organis-
mo técnico llamado Comisión de Dermatología y Venereología que analiza las
postulaciones voluntarias de los médicos que desean acreditarse enviadas por el direc-
torio de CONACEM. Esta comisión está conformada por cinco miembros: uno (el presi-
dente) designado por el directorio de CONACEM, dos por la SCDV y dos por ASOFAMECH.
Tres dermatólogos han integrado esta comisión desde su inicio hasta ahora: Rubén Guar-
da como presidente, Manuel Melis por la SCDV y Juan Honeyman por ASOFAMECH. Los
otros dos miembros han rotado y han sido, por la SCDV, Julia Oroz y Félix Fich, y por
ASOFAMECH, Daniel Villalobos, Mirtha Cifuentes y María Luisa Pérez-Cotapos. Hasta
septiembre de 2004 esta comisión había acreditado a 179 médicos como especialistas en
Dermatología y Venereología.
Como no existe ley de especialidades en Chile, la acreditación por CONACEM es la
única instancia legitimada ante las instituciones de salud privadas, las universidades y
las asociaciones médicas gremiales y científicas. Sólo el Ministerio de Salud ha sido

169
RUBÉN GUARDA TATÍN

renuente a legitimar estas acreditaciones y a exigirlas para cubrir los cargos de especia-
listas en hospitales públicos, debido básicamente a una política contingente, esto es,
retener la posibilidad de nombramientos médicos por razones no estrictamente técnicas.
De esta forma, la legitimación de especialistas no está aún completada en Chile y no
representará un instrumento verdaderamente eficaz hasta que todas las instituciones
nacionales concuerden en un proceso único.

■ LaII.enseñanza
La enseñanza de
de lalaDermatología
Dermatologíaen Chileen Chile

Introducción

La actividad docente con relación a la Dermatología se limitó hasta 1966 sólo a la en-
señanza de la disciplina a los alumnos de pregrado de las escuelas de medicina existen-
tes y a la enseñanza de algunos tópicos seleccionados relacionados con la higiene social
a alumnos de otras escuelas. No existen datos fidedignos (fechas y circunstancias) acer-
ca del inicio de la enseñanza de la Dermatología como disciplina aislada en los estudios
de pregrado. La Dermatología ha sido en Chile tradicionalmente considerada una disci-
plina subordinada y menos relevante en el currículo general de estudios. Hasta hoy se
asignan a los alumnos sólo dos semanas a tiempo completo para actividades prácticas y
curso teórico, lo que se estima insuficiente por el impacto y la prevalencia de las derma-
tosis en la práctica diaria de médicos generales y pediatras.
Escapa a los objetivos de este compendio extenderse en la vida y el aporte de los pro-
fesores más relevantes de Chile (con algunas excepciones) como también en la mención
de todos los dermatólogos que trabajaron en los servicios y cátedras vinculados a la en-
señanza de pregrado y posgrado.

La enseñanza de pregrado en Santiago

La UCH fue la pionera y única responsable de esta enseñanza hasta 1983. Los inicios
de la incorporación de la Dermatología al currículo de estudios para los alumnos de me-
dicina de la UCH y sus primeros profesores son aún difusos. El primer nombre de la dis-
ciplina fue “Piel y Sifilografía” y el primer profesor fue Mamerto Cádiz, médico
epidemiólogo, pero se desconocen su cargo, su lugar de trabajo y sus referencias perso-
nales. Las clases se dieron al inicio exclusivamente en el Hospital San Luis hasta la crea-
ción de otra cátedra en el Hospital San Vicente de Paul. Luis Puyó Medina, formado en
París, fue quien fundó –aparentemente– la primera cátedra formal, y quien imprimió a
la enseñanza el sello de la Dermatología francesa, ampliamente dominante en los países
de América del Sur en la primera mitad del siglo XX; sin embargo, no disponemos de da-
tos fidedignos respecto del lugar de trabajo y el período de ejercicio del Dr. Puyó. Por otra
parte, desconocemos cuándo se crearon los grados de profesor titular y profesor extraor-
dinario de Dermatología.
Si bien sabemos que en la mayor parte de la primera mitad del siglo XX funcionaron
dos cátedras de pregrado (hospitales San Luis y San Vicente de Paul) con sus respectivos
profesores o encargados de cátedra, desconocemos la importancia relativa de estas cá-
tedras en términos de absorción de alumnos, presupuestos y planta docente; en 1938
coexistían un profesor titular (Luis Prunés Risetti) y un profesor extraordinario (Roberto
Jaramillo Bruce), ambos prohombres de la Dermatología chilena y con rivalidad recono-
cida. Estos cargos aparentemente se ganaban por concurso de antecedentes y clases ma-
gistrales. En una fecha no precisada se estableció que el profesor titular debía estar en
el San Vicente de Paul, mientras que los profesores extraordinarios podían estar en cual-
quiera de los dos hospitales.

170
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

La enseñanza de pregrado en los hospitales San Vicente de Paul


y José Joaquín Aguirre

El Hospital San Vicente de Paul, en el área norte de Santiago, fue asiento de la pri-
mera cátedra de Dermatología autónoma del país en el seno de la Facultad de Medicina
de la UCH. Esta cátedra estuvo a cargo de Luis Montero Rivera entre 1914 y 1938, y de
Luis Prunés Risetti entre 1938 y 1954. Se desconocen otros datos del doctor Montero. El
doctor Prunés (1883-1970) se formó durante tres años en el Hospital Saint-Louis de Pa-
rís después de la Primera Guerra Mundial, al lado de los profesores Darier, Brocq, Civat-
te y Sabouraud. Al volver a Chile ingresó, en la década de 1920, en el Hospital San Luis
de Santiago donde llegó a ser jefe de la sección B y profesor extraordinario de Dermato-
logía hasta que en 1938 fue llamado a asumir la jefatura y el cargo de profesor titular
de la entonces llamada “Clínica Universitaria de Piel y Sífilis” del Hospital San Vicente de
Paul. Esta clínica tenía dos salas de 30 camas cada una (hombres y mujeres) y un con-
sultorio externo.
El doctor Prunés es recordado como una figura ilustre de la Dermatología chilena; en
1938 lideró, junto a Roberto Jaramillo, la fundación de la Sociedad Chilena de Dermato-
sifilología, de la cual fue su primer presidente; introdujo en Chile los métodos diagnósti-
cos de la sífilis (ultramicroscopía y serología) y el uso de arsenicales para su tratamiento
y preconizó la importancia diagnóstica de la biopsia cutánea. Fue un humanista/mora-
lista de alto vuelo y un admirado educador; llegó a ser presidente de la Sociedad Médi-
ca de Santiago y Ministro de Salubridad de la República, con una destacada labor en la
higiene social y el control de las ETS. Falleció en 1970.
En 1952, al cerrarse el Hospital San Vicente de Paul, la Clínica Universitaria de Piel
y Sífilis se trasladó al recién fundado Hospital José Joaquín Aguirre de la UCH, cambian-
do su nombre por el de Servicio de Dermatología, que aún se conserva. Al jubilarse el Dr.
Prunés en 1954, fueron nombrados dos nuevos profesores titulares de Dermatología,
ambos provenientes del Hospital San Luis: Florencio Prats González en el Hospital Agui-
rre y Mauricio Weinstein Rudoy en una nueva cátedra creada en el Hospital San Juan de
Dios. El Dr. Prats (fallecido en 1960) provenía del Hospital San Luis donde era ya jefe de
la sección B y profesor extraordinario de Dermatología. El Dr. Prats editó en 1960, me-
ses antes de fallecer, el primer texto de Dermatología chileno, el que fue multiautoral y
destinado al pregrado, aunque por sus dimensiones resultó ser más un libro de consul-
ta para dermatólogos o médicos generales. La lista de los más destacados dermatólogos
docentes en los Hospitales San Vicente de Paul y Aguirre hasta 1970 incluye, además de
los mencionados, a Roger Lamas, Ignacio González Díaz, Eugenio Robles, Mauricio
Weinstein, Federico Pescetto, Oscar Klein, Raúl Alarcón y Marco Antonio de la Parra. En
la cátedra del Hospital Aguirre (Área Norte), hubo casi siempre nueve médicos de plan-
ta hasta 1970.
En la década de 1960-1970 la enseñanza de la medicina en la UCH se dividió en cin-
co sedes en diferentes áreas de Santiago: norte, oriente, central, sur y occidente; cada
sede adquirió independencia de cátedra para Dermatología. Se presenta a continuación
a los principales protagonistas de estas cátedras.
Hernán Hevia Parga sucedió al Dr. Prats como profesor titular, cargo que desempeñó
entre 1961 y 1969. El Dr. Hevia (1914-1997) trabajó desde sus inicios como dermatólogo
en el Hospital San Vicente de Paul; previamente, en 1951, había sido nombrado profesor
extraordinario. Es considerado unánimemente la gran figura de la docencia dermatológi-
ca chilena de la segunda mitad del siglo XX. Aunque no fue muy prolífico en artículos
científicos clínicos o de investigación (escribió preferentemente sobre sífilis), fue el proto-
tipo del insigne profesor médico distinguiéndose por su gran dedicación a los pacientes de
hospital público y alumnos hasta el final de su carrera. Fue un infatigable lector de revistas
de la Dermatología mundial, transmisor del interés bibliográfico como el mejor método

171
RUBÉN GUARDA TATÍN

para la actualización en Dermatología de generaciones de médicos en este rincón del


mundo, notable clínico que planteaba críticos diagnósticos diferenciales, experto histopa-
tólogo cutáneo, bondadoso consejero y estimulador de médicos jóvenes. Por sobre todo
siempre enseñó: en clases de pregrado a lo largo de su carrera docente, en pasillos, con-
sultas y reuniones clínicas, en escritos personales para cada tópico de la Dermatología de
entonces dirigidos a una mejor comprensión de los alumnos; pero no toleraba la desidia
de los alumnos o de los dermatólogos docentes. Después de su jubilación en 1969, siguió
trabajando y enseñando a los jóvenes en el Hospital Aguirre hasta su muerte en 1997 a
los 83 años, mientras se encaminaba a la reunión clínica de los martes en el hospital. Fue
designado miembro honorario post mortem de la Academia Chilena de Medicina del Ins-
tituto de Chile en 1998 por su relevante aporte a la ciencia médica en Chile.
Lo sucedió Oscar Klein Kohn –quien ocupó el cargo entre 1969 y 1971–, notable pro-
fesor clínico y entusiasta líder gremial (llegó a la vicepresidencia del Colegio Médico de
Chile). Desde 1971 hasta 1973 fue profesor titular Marco Antonio de la Parra Enríquez,
dermatólogo y microbiólogo, quien fuera un dedicado organizador de la enseñanza de
pregrado. A raíz del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y por motivos políticos,
fue injustamente separado de la jefatura de servicio por el interventor militar del Hospi-
tal Aguirre (aunque más tarde fue reincorporado con otras funciones al mismo servicio
de Dermatología). A los pocos días de aquel suceso, fue designado interinamente jefe de
servicio y cátedra Juan Honeyman Mauro, más tarde confirmado en estas funciones y
nombrado profesor titular en 1975, jerarquía que conserva hasta ahora en actividad.
Con motivo de reformas estructurales universitarias se creó en 1991 el Departamen-
to de Dermatología de la Facultad de Medicina de la UCH para centralizar la enseñanza
de pregrado y postítulo de Dermatología en los hospitales de Santiago asociados a esa
universidad, separándose de las funciones asistenciales del servicio de Dermatología del
Hospital Aguirre. El Dr. Honeyman fue entonces elegido director de dicho Departamen-
to y María Elsa Maira nombrada jefe de servicio, cargos que aún conservan. Aunque se
interesó poco en la enseñanza personal y directa hacia los alumnos de pregrado y postí-
tulo, el Dr. Honeyman ha tenido un rol muy relevante en la Dermatología chilena.
La coordinación de la enseñanza de pregrado estuvo a cargo de Marco Antonio de la
Parra y Raquel Nahuel hasta 1983, María Elsa Maira desde 1983 y Rodrigo de la Parra
desde 1987. La lista de destacados dermatólogos docentes desde 1970 en adelante, en la
enseñanza tanto de pregrado como de posgrado, además de los ya mencionados incluye
a René Wolf, Raquel Nahuel, Ana María Cabezas, Gonzalo Eguiguren, Rubén Guarda,
Leonardo Sánchez, María Teresa Molina, Tirza Saavedra, Pilar Valdés, Iván Jara, Raúl
Cabrera, Walter Gübelin, Emilia Zegpi, Hilda Rojas y Orietta Gómez.

La enseñanza de pregrado en los hospitales San Luis y del Salvador

El Hospital San Luis, en el área oriental de Santiago, inició sus actividades en el cam-
bio del siglo XIX al XX para atender pacientes de todo el país con enfermedades de la
piel y venéreas; con el tiempo fue absorbiendo a los pacientes crónicos con úlceras de
cualquier origen (preferentemente vasculares), grandes quemaduras y sus secuelas, pa-
raplejias y otras patologías no relacionadas con la piel. Alrededor de 1950 era habitual
un número de 300 pacientes hospitalizados, una atención ambulatoria de más de 100 pa-
cientes diarios y una planta de 10 a 15 médicos. Poseía dos secciones llamadas A y B, ca-
da una con su propio jefe y equipo de dermatólogos. Numerosos médicos formados en
este hospital pasaron a ocupar cargos o cátedras en el Hospital San Vicente de Paul o vice-
versa. Fue en el Hospital San Luis donde se impartió (ad honorem) la primera enseñan-
za de pregrado de Dermatología en Chile. Se encargaban de la cátedra uno o ambos jefes
de sección, quienes podían o no tener el grado de profesor otorgado por la UCH. Se des-
conoce la lista completa de jefes/encargados de cátedra, pero incluye a Mamerto Cádiz,

172
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

Luis Puyó, Roberto Jaramillo, Florencio Prats, Gastón Ramírez y Raúl Alarcón. De esta
lista, fueron profesores extraordinarios de Dermatología de la UCH Roberto Jaramillo
(jefe de la sección A), Florencio Prats (jefe de la sección B) y Gastón Ramírez.
El Dr. Jaramillo (1884-1951) fue una de las figuras más destacadas de la Dermatolo-
gía chilena entre 1935 y 1950; se formó en Europa, en el Hospital Saint-Louis de París,
entre otras instituciones, en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Fue enemigo
declarado del dogmatismo científico y pionero de la histopatología en Chile, siguiendo la
línea de los célebres patólogos europeos de comienzos del siglo XX; según su propuesta
se instaló el laboratorio de histopatología en el Hospital San Luis. En 1951 fue sucedido
en la cátedra por Gastón Ramírez quien ocupó el cargo hasta 1968.
El Dr. Ramírez (1904-1996) se formó primero en el Hospital San Luis y luego en el San
Vicente de Paul donde llegó a obtener el título de profesor extraordinario en 1947 para re-
tornar al San Luis en 1954. En el laboratorio de histopatología, el Dr. Jaramillo fue suce-
dido primeramente por un brillante dermatopatólogo, Luis Toro Genkel, y luego por Raúl
Alarcón Casanueva. Este último ganó el concurso para la jefatura del Hospital San Luis en
1969 y durante el transcurso de su mandato se trasladó el servicio y cátedra de Dermato-
logía al vecino Hospital del Salvador, cuando el Hospital San Luis dejó de funcionar en 1978.
Durante este período se destacaron además, en la docencia, Adelaida Tolic y Fernan-
do Oyarzún. En 1982, al jubilarse el Dr. Alarcón, fue nombrado jefe de dicho servicio Car-
los Vera Mora, quien de inmediato encargó la enseñanza a Ximena Raggio, que cumplió
esa función hasta 1998. Fue sucedida por Enrique Mullins hasta ahora. De esta manera,
el servicio de Dermatología del Hospital del Salvador (como heredero del Hospital San
Luis) es el más antiguo del país en enseñanza de pregrado y asistencia a enfermos der-
matológicos y venéreos.

La enseñanza de pregrado en los hospitales de las áreas central


y occidental de Santiago asociados a la Universidad de Chile

En el Hospital San Borja del área central, la primera enseñanza de pregrado de Der-
matología fue encargada a Hernán Hevia en la década de 1950, mientras que Florencio
Prats enseñaba en el Hospital Aguirre; aquélla se interrumpió al asumir el Dr. Hevia co-
mo profesor titular en el Hospital Aguirre en 1960. En 1972 se reinstaló dicha enseñan-
za en el Hospital San Borja a cargo de Daniel Villalobos hasta su renuncia en 1990, con
la cual terminó la instrucción en esta área. En los hospitales Barros Luco y Trudeau del
área sur, la UCH nombró como primer encargado de la docencia a Ignacio González Díaz,
desde fines de la década de 1950 hasta 1972; éste fue después sucedido por Jaime Ruiz
(1972-1996), Alfredo Cardemil (1996-2002) y Héctor Fuenzalida (desde 2003).
En el Hospital San Juan de Dios (área occidental) vinculado a la UCH, el primer pro-
fesor extraordinario fue Mauricio Weinstein, desde 1954 hasta 1970. El Dr. Weinstein se
había iniciado en el Hospital San Luis para luego integrarse al Hospital San Vicente de
Paul. Le sucedió Isidoro Pasmanik desde 1970 hasta su jubilación en 1990. Desde enton-
ces no hubo profesores acreditados en este hospital, pero han servido como encargados
de cátedra de pregrado sucesivamente: María Isabel Benavides (1982-1993), María Isa-
bel Herane (1993-1998) y Emilio Sudy (desde 1999). También han sido destacados der-
matólogos docentes en este hospital Ximena Ancic, Ximena Moncada y Francisco Urbina.

La enseñanza de pregrado en la Pontificia


Universidad Católica de Chile

La Facultad de Medicina de la PUC en Santiago delegó la enseñanza de pregrado de Der-


matología para sus alumnos a la cátedra del Hospital San Vicente de Paul (luego Hospital
Aguirre de la UCH) desde la incorporación de esta disciplina al currículo de pregrado (en

173
RUBÉN GUARDA TATÍN

fecha no conocida) por varias décadas hasta 1989. En marzo de 1954 la PUC creó la cáte-
dra formal de Dermatología y nombró como profesor a Hernán Hevia Parga, quien enseñó
en el mismo Hospital Aguirre donde trabajaba. Alrededor de 1975 la PUC formó una peque-
ña planta docente asociada al Hospital Aguirre para la enseñanza a sus alumnos e internos,
para colaborar con el Dr. Hevia, integrándola los doctores Honeyman, Eguiguren y Guarda.
En 1980 el Dr. Hevia fue nombrado primer profesor titular de Dermatología de la
PUC. Luego de su jubilación en esta función en 1983, la cátedra fue encargada a Juan
Honeyman Mauro, nombrado profesor titular en 1990. En 1983 la PUC creó la Unidad
Docente Asociada de Dermatología con sede física autónoma, ubicada en el consultorio
externo de la PUC en su campus universitario sur, con una planta propia de dermatólo-
gos; al comienzo sólo se realizaron labores asistenciales y la primera dermatóloga con-
tratada fue la doctora Mirtha Cifuentes; luego se encararon también funciones docentes
para sus alumnos de pregrado. Otros dermatólogos docentes de la PUC han sido María
Luisa Pérez-Cotapos, Montserrat Molgó, María Soledad Zegpi, Rosamary Soto, Ariel Has-
son y Sergio Silva, entre otros. En el año 2000 la jefatura de servicio y de cátedra fue
asumida por la Dra. Pérez-Cotapos.

La enseñanza de pregrado en universidades de provincias

Mencionaremos sólo la enseñanza de pregrado de aquellas facultades de medicina de


provincias pertenecientes a ASOFAMECH. En la Universidad de Concepción, el primer
médico vinculado a la Dermatología fue Raúl Puga, quien tuvo labores asistenciales y al
parecer colaboró en la docencia, aunque se desconocen de él mayores datos. Alrededor
de 1950 fue creada la cátedra autónoma de Dermatología, nombrándose como primer
profesor a Alberto Brieva Durán, quien ejerció como tal hasta 1964. Le sucedieron Juan
González Martin (1964-1972), Ezio Olivari (1972-1987), Lidia Medina (1987- 2003) y Ro-
sario Alarcón (desde 2004).
La Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Valdivia, hasta 1973, envió a
sus alumnos a Santiago para cursos muy breves de Dermatología y otras especialidades
médicas; en 1974 y 1975 invitó a Ignacio González Díaz de la UCH a efectuar cursos en
Valdivia de cinco días anuales para enseñar algunas patologías cutáneas. Entre 1976 y
1979 fueron invitados a desarrollar el primer curso formal de Dermatología en Valdivia
Daniel Villalobos (como profesor invitado y encargado de cátedra), Manuel Melis y Félix
Fich (como colaboradores), dermatólogos del complejo hospitalario San Borja-Arriarán
de Santiago. Ellos, paralelamente, formaron en Santiago como dermatólogas a Isabel
Moreno y Mónica Hering para que más tarde asumieran responsabilidades docentes. Co-
mo consecuencia, desde 1980 hasta ahora, la cátedra ha sido encargada a la Dra. More-
no, con la colaboración de la Dra. Hering desde 1984.
En la Facultad de Medicina de la Universidad de la Frontera de Temuco, Patricio Ri-
fo ha sido el encargado de la cátedra creada en 1975, hasta la fecha. En la Universidad
de Valparaíso el primer encargado de la cátedra fue Ramón Staforelli (1974-1990); le su-
cedieron Jorge Testart (1990-1991) y Antonio Guglielmetti desde 1992 hasta la fecha.

La enseñanza de pregrado en las nuevas escuelas de medicina


de las universidades tradicionales o privadas

En la Universidad de Santiago, el primer curso de Dermatología se dictó en 1998 y ha


estado a cargo sucesivamente de Alfredo Cardemil y Héctor Fuenzalida. En la Universidad
de los Andes –la primera universidad privada en abrir una escuela de medicina– el primer
curso de Dermatología se dio en 1995; el profesor encargado de cátedra ha sido hasta hoy
Walter Gübelin. En la Universidad Mayor, el primer curso de Dermatología se dio en 1991
y la encargada de cátedra ha sido Lilian Pérez. En la Universidad Católica de Concepción,

174
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

la Dermatología no se enseña como disciplina autónoma sino como parte de un curso de


medicina integrada. En la Universidad San Sebastián de Concepción, el curso de Derma-
tología se inició en 1998 y ha estado a cargo de Enrique Wageman desde entonces. No se
mencionan otras nuevas escuelas de medicina porque son muy recientes, porque sus cur-
sos de Dermatología son aún incipientes o por la dificultad en obtener datos.

Textos para la enseñanza de pregrado

Hasta 1960 no hubo textos de Dermatología para el pregrado editados por dermató-
logos chilenos, por lo que se usaban sólo las ediciones de la Dermatología francesa y las
publicadas por dermatólogos españoles o argentinos. El texto de Jean Darier, reeditado
luego por sus discípulos (entre ellos, Jean Civatte), fue el principal referente para los es-
pecialistas. Los alumnos solían usar apuntes informales de clases tomados de años ante-
riores o entregados por los propios profesores a manera de bosquejos, hasta que
Florencio Prats editó en 1960 un libro multiautoral escrito por él y los colaboradores de
su cátedra en el Hospital Aguirre. Sin embargo, este libro nunca pudo establecerse co-
mo texto de uso común de pregrado por ser sus contenidos más ambiciosos. Luego fue
usado por muchos años un compendio de apuntes de clases, inédito, escrito por Hernán
Hevia y algunos de sus colaboradores. Este compendio sirvió de base para editar hacia
1990, convenientemente actualizado, un texto de colaboración multiautoral por los pro-
fesores de la misma cátedra; actuaron como editores Juan Honeyman y Raquel Nahuel.
Han aparecido también, otros dos textos multiautorales: uno en 2001, editado por María
Isabel Herane y Francisco Urbina y otro en 2003 editado por María Luisa Pérez-Cotapos
y Ariel Hasson de la PUC; ambos libros representan un digno aporte, aunque exceden las
dimensiones de un curso de pregrado.

La enseñanza de posgrado (postítulo)

Hasta la década de 1960, la enseñanza de Dermatología de posgrado a médicos con


el fin expreso de formar especialistas fue hecha de manera informal e irregular en los
grandes centros hospitalarios. Generalmente la especialidad se adquiría por una suerte
de adiestramiento práctico resultante de la adscripción de médicos jóvenes, remunera-
dos o no, a las tareas asistenciales en servicios y cátedras, aprendiendo la Dermatología
por una observación estricta de las conductas diagnósticas y terapéuticas de los catedrá-
ticos o dermatólogos de mayor experiencia. Dermatólogos ya formados vinculados a hos-
pitales docentes o puramente asistenciales asumieron siempre de buen grado la
responsabilidad de formar a estos médicos jóvenes adscriptos voluntariamente.
En 1966 la UCH inició la oferta de cupos para beca/residencia en Dermatología, de dos
años de duración, para obtener el título de especialista. Representó el primer paso dado
en Chile por una universidad para ofrecer estudios de posgrado en esta especialidad; el
primero en cursarlo y aprobarlo fue Alan Rojas Canala (1966-1968). Los cupos de la UCH
para beca/residencia en Dermatología no se cubrieron durante varios años por el ya co-
mentado escaso interés en la especialidad; excepciones fueron las de Carlos Vera y Fer-
nando Oyarzún. La falta de interés quedó demostrada por el bajo número (sólo 12) de
médicos que cursaron este programa entre 1966 y 1980. Los centros de la UCH que te-
nían formación de dermatólogos fueron entonces los hospitales Aguirre, San Juan de
Dios y San Luis/del Salvador. Durante estos 14 años, la formación fue aleatoria, sin un
programa de pasantías definido ni cursos teóricos, e incluía atención de pacientes tanto
de consultorio externo (general y ETS) como hospitalizados, con tutoría parcial de der-
matólogos docentes; en este período los residentes en formación recuerdan especialmen-
te como tutores notables a Hernán Hevia, Roger Lamas, Ignacio González Díaz, Marco
Antonio de la Parra, Raúl Alarcón, Isidoro Pasmanik, Daniel Villalobos y René Wolf.

175
RUBÉN GUARDA TATÍN

En 1980 el Profesor Titular Juan Honeyman nombró a Rubén Guarda coordinador de


la enseñanza de posgrado para rediseñar el programa de formación de especialistas de la
UCH. El programa del Dr. Guarda, iniciado en abril de 1980 y con asiento en el Hospital
Aguirre, estableció: 1) un sistema obligatorio de pasantías por todos los ámbitos prácticos
de la Dermatología, que incluía ETS, laboratorio, histopatología, inmunodermatología y
cirugía, entre otros; 2) cursos teóricos obligatorios en las materias que escapan a la prác-
tica clínica rutinaria de la Dermatología, como fisiopatología cutánea (incluyendo gené-
tica y bioquímica), inmunología, farmacología/terapéutica, histopatología y cirugía
fundamental, a fin de actualizar y elevar el nivel de la Dermatología chilena, hasta en-
tonces de escaso prestigio para los médicos de otras especialidades; 3) evaluación rigu-
rosa de las actividades prácticas y teóricas, con un examen final de título obligatorio; y
4) un sistema de integración de los mejores profesores de Santiago (dondequiera traba-
jasen) a la enseñanza de posgrado para optimizar la formación de los residentes. Este
programa fue complementado desde 1983 con la integración gradual de los servicios de
Dermatología de Santiago para la realización de las prácticas.
Para formalizar la integración de los profesores y los servicios de Dermatología de
Santiago a dicho programa, el Dr. Guarda redactó un nuevo programa de estudios con
los cuatro principios enunciados más arriba; fue aprobado en 1985 en sesión solemne en
la Escuela de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UCH con la asistencia y firma de
Isidoro Pasmanik, Daniel Villalobos, Juan Honeyman, Carlos Vera y Marco Antonio de la
Parra, en representación de todas las áreas hospitalarias de Santiago, más el Dr. Guarda
y el Director de dicha Escuela, Mauricio Parada. Como consecuencia de ello, en pocos
años la formación en Dermatología pasó, de una situación de falencia, a ser una de las
opciones más requeridas de especialización de los médicos jóvenes, con el ingreso de nu-
merosos médicos con los mejores puntajes de egreso de las diversas facultades de medi-
cina, lo que generó un crecimiento explosivo en el número de dermatólogos. Tomando en
cuenta a los médicos que ingresaron a la formación en Dermatología adscritos a la Escue-
la de Posgrado mencionada, se pasó de 7 médicos en el sexenio 1966-1972, a 10 en el se-
xenio 1973-1979, y a 51 entre 1980 y 1986, cifras que siguen en alza hasta hoy.
Desde 1991, la enseñanza de posgrado en la UCH pasó a depender del recién creado
Departamento de Dermatología de su Facultad de Medicina. Desde 1993 el programa de
formación tiene una duración de 3 años (antes, de 2 años) con materias exclusivamente
dermatológicas (excluye medicina clínica general). En el año 2004 la suma de becados/re-
sidentes de la UCH en los 3 años de formación asciende a 25. El cupo anual para residen-
tes nuevos es actualmente alrededor de diez. Han sido coordinadores del programa de
posgrado Rubén Guarda (1980-1986), María Elsa Maira (1987-2001) e Iván Jara (2001 a
la fecha). Se han destacado coordinando cursos teóricos y prácticos de posgrado en la
UCH: Augusto Álvarez Salamanca (cirugía), Rubén Guarda, Raúl Cabrera e Iván Jara (in-
munodermatología y fisiopatología cutánea), Hernán Hevia, Immo Rohmann, María Elsa
Maira e Hilda Rojas (dermatopatología), Daniel Villalobos, Walter Gübelin y Orietta Gó-
mez (ETS), Juan Honeyman (terapéutica) y Rodrigo de la Parra (laboratorio), entre otros.
La PUC creó el primer cupo para beca/residencia en Dermatología en 1972, cuando fue
ganado por Gonzalo Eguiguren. Éste y los siguientes cupos aislados ofrecidos por la PUC
se desarrollaron en el Hospital Aguirre de la UCH, hasta que en 1993 se inició un progra-
ma propio de formación de especialistas de Dermatología, básicamente similar al de la
UCH e integrado a éste en los cursos teóricos y algunas pasantías prácticas. En 2004 hay
cuatro becados/residentes para los 3 años de formación. Hasta 2004 sólo la UCH y la PUC
ejecutan programas de formación de especialistas en Dermatología en Chile.

Textos para la enseñanza de posgrado

Hasta 1970 los principales textos de referencia fueron sucesivamente los editados por

176
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

Jean Darier y discípulos, Florencio Prats et al. (1960) y la Encyclopédie Médico-Chirur-


gicale francesa. Desde entonces hasta el presente, los principales textos en Dermatolo-
gía General han sido los editados por Arthur Rook et al. y Thomas Fitzpatrick et al. en
sus sucesivas ediciones y, en materias especializadas, los editados por Sydney Hurwitz
(Dermatología Pediátrica), Mark Dahl (Inmunodermatología), Walter Lever y Bernard
Ackerman (Dermatopatología), entre otros. Esto revela el significativo cambio de influen-
cias sobre la Dermatología chilena: desde la Dermatología francesa hacia la británica y
estadounidense.

■ Reseñas
III. Reseñas de algunas disciplinas de algunas
dermatológicas disciplinas dermatológicas
Dermatología Pediátrica

Hasta 1950 las enfermedades dermatológicas de los niños fueron atendidas por los
pediatras generales y los dermatólogos, sin mayor exploración de su amplio espectro ni
dedicación a ellas como un objetivo asistencial central. Los que abrieron el camino para
el desarrollo y el progreso de la Dermatología infantil fueron Ignacio González Díaz (for-
mado como dermatólogo) y Pedro Cofré (formado como pediatra), quienes, en Santiago,
se encargaron de atender la Dermatología infantil en los hospitales pediátricos Roberto
del Río y Calvo Mackenna, respectivamente.
En 1958, el Dr. González fue enviado por la UCH a realizar dos tareas cruciales: crear
la cátedra de pregrado y la atención dermatológica en el Hospital Barros Luco (que sig-
nificó posteriormente la creación del Servicio de Dermatología de dicho hospital), e ini-
ciar la atención dermatológica en el Hospital Roberto del Río perteneciente a la UCH; fue
el primer dermatólogo vinculado a un hospital pediátrico chileno. Desde esta posición,
contribuyó no sólo a formar residentes becarios de pediatría general y de Dermatología,
sino a echar las bases de la Dermatología infantil.
La única estructura con camas y atención externa en hospitales chilenos que recibió
el nombre de “Servicio de Dermatología Infantil” fue creada en el Hospital Roberto del
Río en una fecha indeterminada, presumiblemente antes de 1960; sus jefes fueron suce-
sivamente Ignacio González, María Elsa Maira y Julia Oroz, hasta que fue suprimida en
1976. Desde 1966 y durante algunos años, Alan Rojas colaboró con el Dr. González en la
tarea asistencial. Julia Oroz, quien había terminado su residencia en pediatría en 1965,
se formó como dermatóloga entre 1968 y 1970 con el Dr. González en el citado hospital
y con el Dr. Hevia en el Hospital Aguirre; después de trabajar un tiempo en Valdivia, re-
gresó en 1973 para asumir la atención de Dermatología infantil en el Hospital Roberto
del Río dejada vacante por el Dr. González que se jubiló en 1972. Durante ese ínterin, la
atención estuvo a cargo de la pediatra María Elsa Maira, quien había trabajado con Gon-
zález durante el período 1970-1972. La Dra. Oroz ha sido la encargada, desde entonces,
de la formación práctica y teórica en Dermatología infantil de la gran mayoría de los re-
sidentes becarios de Dermatología que le han enviado las universidades chilenas, resul-
tando así un pilar capital en el desarrollo de este tópico por su empuje, voluntad de
perfeccionamiento y capacidad de estimular a las nuevas generaciones.
Desde 1976 hasta 1990 se unió a ella otro pediatra, Winston Martínez, quien en for-
ma paralela completó su formación como dermatólogo. El Dr. Martínez fue reemplazado
por Sergio Silva en 1990. En 1983 fue creado expresamente otro cargo para la atención
dermatológica, ocupado en forma sucesiva por Gabriela Smoje, Paulina Grandi y Paula
Castillo.
Pedro Cofré, la otra figura central en el inicio de la Dermatología infantil en Chile, fue
un pediatra del Hospital Calvo Mackenna (área oriental) con un gran interés en atender
a niños con problemas dermatológicos. Esto lo llevó a adiestrarse paralelamente en

177
RUBÉN GUARDA TATÍN

Dermatología con su amigo y compañero de curso de medicina Hernán Hevia en el Hos-


pital Aguirre entre 1959 y 1960; luego inició en el Hospital Calvo Mackenna, alrededor
de 1961, el segundo consultorio externo de Dermatología en un hospital de niños chile-
no, en el cual atendió como único dermatólogo a tiempo completo hasta jubilarse en
1973. Le sucedió su hija Julita Cofré por algo más de un año, luego Jaime Ferrer (1976-
1981), Mónica Jara (1981-2000) y Gabriela Smoje (desde el año 2000).
En el área central, la principal figura ha sido Manuel Melis. Después de su formación
de posgrado en pediatría, hizo adiestramiento en práctica en Dermatología infantil con
Ignacio González Díaz y Pedro Cofré entre 1970 y 1972 y Dermatología general con Da-
niel Villalobos en el Hospital San Juan de Dios en 1973. En abril de 1974 asumió en el
Hospital Pediátrico Arriarán, dentro del complejo hospitalario San Borja-Arriarán, cuyo
jefe en Dermatología fue Daniel Villalobos desde 1974.
En Chile la Dermatología infantil es hoy una disciplina a la que acceden sólo médicos
que han aprobado la especialidad de Dermatología y Venereología; no se requiere ser pe-
diatra pero sí dermatólogo. No representa aún una auténtica subespecialidad con estu-
dios de postítulo ad hoc. No existe hasta la fecha una estructura que se llame “Servicio
de Dermatología Infantil” en el organigrama de los hospitales pediátricos chilenos. En
2004 existen alrededor de 20 dermatólogos con dedicación preferente a la Dermatología
infantil y una decena con dedicación exclusiva a niños. Ellos organizaron desde 1990 el
grupo de trabajo de Dermatología infantil, de notable empuje y calidad, con reuniones
periódicas muy exitosas, con casos clínicos y revisiones de temas de amplio impacto y
atractivo para todos los dermatólogos nacionales. Éste ha sido el grupo de trabajo más
exitoso de todos los creados con el apoyo de la SCDV. Después de la primera coordina-
dora, María Soledad Zegpi, varios han rotado en su coordinación. En el ámbito nacional
y en el internacional se han destacado, entre otros, Julia Oroz, Manuel Melis, Julita Co-
fré, Mónica Jara, Winston Martínez, Jaime Ferrer, María Soledad Zegpi, Fanny Guers-
tein, Sergio Silva, Gabriela Smoje, Paulina Grandi, Lilian Pérez, Christel Bolte y Paula
Castillo.

Inmunodermatología

La inmunodermatología constituye una disciplina que ha instalado a la Dermatología


chilena en la vanguardia de la Dermatología sudamericana en las últimas dos décadas. Sus
principales impulsores fueron Juan Honeyman y Rubén Guarda. Ambos difundieron y en-
señaron el enfoque inmunológico de las enfermedades dermatológicas. Sus continuadores
y discípulos destacados fueron Iván Jara y Raúl Cabrera. Mientras hizo su formación de
posgrado en Dermatología en Oregon (EUA) entre 1969 y 1971, el Dr. Honeyman partici-
pó en el equipo de trabajo de inmunología de la American Academy of Dermatology. Intro-
dujo en Chile, en 1971, el moderno estudio de las enfermedades ampollares autoinmunes
con técnicas de inmunofluorescencia; publicó algunos artículos relevantes sobre patologías
ampollares en Archives of Dermatology y fue el primero en visualizar el impacto futuro de
la inmunología en la Dermatología. Contribuyó a incorporar en 1972 al Hospital Aguirre
al Dr. Guarda, quien acababa de completar su beca/residencia en medicina interna y su
formación en inmunología. Este último, junto a su formación en Dermatología, se ocupó
del manejo de las mesenquimopatías y las dermatosis de hipersensibilidad inmunológica.
Ambos trabajaron durante años en el Departamento de Medicina Experimental de la Fa-
cultad de Medicina de la UCH y contribuyeron a difundir las bases teóricas de la inmuno-
logía aplicadas a la clínica en múltiples participaciones en cursos de posgrado, no sólo en
Dermatología, sino también en especialidades próximas o lejanas, incluyendo medicina in-
terna, pediatría, ginecología y obstetricia, neurología y cirugía general.
Entre 1970 y 1975, los Drs. Honeyman y Guarda junto a Marta Velasco (hepatóloga),
Ricardo Sorensen (pediatra), Mario Andreis y Sergio Aguilera (reumatólogos), Ricardo

178
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

Sepúlveda (neumólogo), Alberto Daiber y Timoleón Anguita (hematólogos), fueron los


primeros médicos clínicos en Chile en abrazar la inmunología clínica como centro de su
actividad diaria. El Dr. Honeyman fue socio fundador de la Sociedad Chilena de Inmuno-
logía. El Dr. Guarda introdujo en 1980 la enseñanza teórica obligatoria de la inmunoder-
matología en el currículo de estudios de la formación de postítulo en Dermatología, aún
vigente. Ambos se han destacado en la difusión temprana de los conceptos inmunoder-
matológicos en Sudamérica. Los Drs. Honeyman, Guarda, Cabrera y Jara han liderado
los principales cursos y simposios sobre este tema en los principales eventos dermatoló-
gicos de Hispanoamérica en los últimos 20 años.

Venereología

El Hospital San Luis fue el gran centro de referencia para la atención de pacientes
con ETS, principalmente sífilis, durante la primera mitad del siglo XX; gran parte de sus
300 camas estaban ocupadas por enfermos en las diferentes etapas de la sífilis y otras
ETS. Gradualmente otros hospitales en Santiago, Valparaíso y Concepción fueron toman-
do activo rol en el manejo ambulatorio e intrahospitalario de las ETS (entre ellos, el Hos-
pital San Vicente de Paul). No hemos encontrado referencias bibliográficas sobre las
características y las personas ligadas al manejo de las ETS antes de 1950. Sabemos que
después de 1940, con la creación del Servicio de Seguro Social, se efectuaron pruebas
serológicas masivas para sífilis, mostrando que el 10% de los chilenos asegurados eran
positivos; ello motivó que en este hospital se iniciara el uso masivo de arsenóxido en fle-
boclisis, con lo cual se logró un hecho extraordinario: el descenso en las tasas de preva-
lencia e incidencia de sífilis antes de la llegada de la penicilina. Entre 1953 y 1970, en
virtud de la masificación del uso de antibióticos y los programas de control de las enfer-
medades de transmisión sexual (ETS), la sífilis perdió importancia epidemiológica y clí-
nica en Chile (como en otras partes del mundo) y dejó de ser referente obligado del
diagnóstico diferencial de las afecciones cutáneas. El descuido consiguiente en dichos
programas fue causal de un aumento en la incidencia de gonorrea y uretritis no gonocó-
cicas y luego también de sífilis. Entonces la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) estimuló la reinstalación de programas de control de ETS bajo el control del Ser-
vicio Nacional de Salud y designó a Chile (específicamente al Hospital San Juan de Dios)
para el desarrollo de programas pilotos de control, seguimiento epidemiológico y trata-
miento de ETS; se nominó para su ejecución a Isidoro Pasmanik. Como efecto de estos
programas se alcanzó en Chile la cifra de cero casos de sífilis congénita.
Durante 10 años se dictaron, con el apoyo de la OPS, ULACETS, el Ministerio de Sa-
lud y el Instituto de Salud Pública de Chile, cursos internacionales de manejo de progra-
mas de control de ETS, con asistencia de jefes de programa y servicios de Dermatología
de varios países latinoamericanos, dirigidos por Isidoro Pasmanik y con la colaboración
de Daniel Villalobos. El doctor Villalobos colaboró en la década de 1980 en programas
educacionales para el control de ETS auspiciados por el IDRC de Canadá y por la Asocia-
ción de Protección a la Familia.
Cuando el Hospital San Luis desapareció en 1972, a pesar de la lucha antivenérea
centrada en el Hospital San Juan de Dios, la asistencia a pacientes con ETS asociada a
los hospitales resultó insuficiente y coincidió con un alza de ETS. Sin embargo, la deci-
dida injerencia del Ministerio de Salud en el control nacional de ETS contribuyó a mejo-
rar sustancialmente la situación. Desde 1980 hasta 1987 Daniel Villalobos estuvo como
encargado nacional del control de ETS en el Ministerio de Salud; bajo su liderazgo fue-
ron elaboradas las primeras normas nacionales de tratamiento y control de las ETS, con
el apoyo de la OPS, lo que constituyó un hito para la salud pública del país. En 1987 Blan-
ca Campos fue designada jefa del programa nacional de control de ETS del Ministerio de
Salud. Las segundas normas nacionales para las ETS se elaboraron en 1990 y las terceras,

179
RUBÉN GUARDA TATÍN

en 2000. En la elaboración de todas estas normas participaron, además de los doctores


Villalobos y Campos, Aurelio Salvo, Liliana Urra, Félix Fich, Aníbal Hurtado, Rinna Orte-
ga y Ester Santander.
Hasta la década de 1970 todos los dermatólogos estaban preparados para la atención
rutinaria de ETS. Con posterioridad, aunque la preocupación por la enseñanza de ETS
continúa en los alumnos de medicina y en los médicos en formación de posgrado en Der-
matología, aquella dedicación universal a las ETS ha cedido terreno debido a la diversi-
ficación hacia otros campos de la Dermatología. No obstante, los encargados de la
atención de ETS (no-SIDA) siguen siendo principalmente los dermatólogos, aunque en
número más limitado; la atención de pacientes se ha concentrado en los llamados cen-
tros de ETS, dependencias asociadas a los 28 servicios de salud a lo largo de Chile. Es-
tos centros de ETS son herederos modernizados de los llamados Comités de Lucha
Antivenérea creados en los hospitales chilenos por Isidoro Pasmanik y otros dermatólo-
gos en la década de 1960. Como ejemplo de la permanencia de la misión venereológica
de los dermatólogos, los seis centros de ETS de los seis servicios de salud de la Región
Metropolitana están a cargo de aquéllos. En un somero listado de los dermatólogos más
relevantes en la atención de ETS en la segunda mitad del siglo XX se incluye, además de
los ya mencionados doctores Pasmanik, Villalobos y Fich, a Horacio Espoz, Rafael Arro-
yave, Carmen Bruning, Aurelio Salvo, Rinna Ortega, Vesna Dragicevic, Ximena Monca-
da, Walter Gubelin, Orietta Gómez, Aníbal Hurtado, Ester Santander, Enrique Araya y
Blanca Campos, entre otros.
La Unión Latinoamericana contra las ETS (ULACETS) con el apoyo de la OPS tuvo
gran relevancia en la lucha antivenérea en Chile, tanto en el apoyo a programas como a
personas y en la organización de cursos internacionales en diversas ciudades de Suda-
mérica. La filial chilena de ULACETS tuvo un rol importante cuando apareció el SIDA
pues creó el primer laboratorio para la detección de anticuerpos anti-HIV (que fue gra-
tuito y duró un año) y el servicio de consulta telefónica. En 1995 se efectuó en Santiago
el congreso ULACETS. Varios dermatólogos chilenos han participado en forma destaca-
da en ULACETS: el Dr. Pasmanik fue fundador y vicepresidente, el Dr. Villalobos fue se-
cretario y tesorero, el Dr. Fich fue vicepresidente desde 1995 hasta 1999 y asesoró a
Hilda Abreu, dermatóloga de Uruguay, en la organización del evento más importante
efectuado en Sudamérica en el área de ETS: el Congreso Mundial de ETS y SIDA (Punta
del Este, Uruguay, 2003); Blanca Campos presidió el congreso ULACETS de 1995.
La aparición del SIDA cambió gradual y sustancialmente las estructuras y personas
vinculadas a las ETS. En 1984 los primeros casos chilenos de VIH/SIDA fueron diagnos-
ticados por dermatólogos (Juan Honeyman, Daniel Villalobos y Félix Fich, en ese orden).
Desde 1985 Chile ha participado activamente en la tarea internacional de control del SI-
DA. Desde entonces hasta 1990 el SIDA formó parte de las ETS incluidas en el progra-
ma nacional de control de ETS, a cargo del Dr. Villalobos y luego de Blanca Campos. Por
otra parte, infectólogos y epidemiólogos han mostrado notable interés en dirigir los pro-
gramas de SIDA y tratar a los pacientes. En 1990 se creó la Comisión Nacional de SIDA
(CONASIDA), dependiente del Ministerio de Salud, que fue dirigida por una epidemiólo-
ga (Raquel Child), manteniéndose el programa de control de ETS no-SIDA a cargo de la
Dra. Campos. Sin embargo, alrededor de 1993, CONASIDA tomó el control del programa
de ETS no-SIDA y nombró al dermatólogo Aníbal Hurtado como encargado de éste. En
2003 por decisión política del Ministerio se suspendió la participación de dermatólogos
en CONASIDA.

180
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

■ Historia
IV. Historiade lade la Sociedad
Sociedad Chilena de Chilena dey Dermatología
Dermatología Venereología y Venereología
Fundación

La Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) fue fundada el 29 de mar-


zo de 1938 con el nombre inicial de Sociedad Chilena de Dermatología y Sifilología como
una filial de la Sociedad Médica de Santiago. Desde 1976 tiene su nombre actual, que que-
dó definitivamente estipulado en los estatutos de 1985. El acta de su fundación desapare-
ció de los archivos de la Sociedad Médica de Santiago. Los socios fundadores, según
documento ad hoc solicitado en 1987 por el Directorio de la SCDV a una comisión forma-
da por Hernán Hevia, Eduardo Silvestre, Gastón Ramírez y Antonio Mascaró, serían los
siguientes médicos: Cristián Barría Morales, Gustavo Bendeck, Raquel Bravo, Manuel
Castellón, Juana Díaz Muñoz, Israel Drapkin, Rodolfo Frey Gabler, Julio González Chacón,
Héctor González Rioseco, Victor Gianelli, Norberto Heins, Hernán Hevia Parga, Roberto
Jaramillo Bruce, Néstor López Cortés, Antonio Mascaró Blanco, Raúl Morales Beltramí,
Luis Montero Rivera, Manuel Oporto Gatica, Gonzalo Pérez de Arce, Florencio Prats Gon-
zález, Luis Prunés Rissetti, Gastón Ramírez Bravo, Eduardo Sylvester Rasch, Luis Toro
Genkel, Bernardo Vaisman, Mauricio Weinstein Rudoy y Daniel Yáñez Garrido.

Primera fase histórica

Denominamos así al período comprendido entre la fundación de la SCDV y 1980, ca-


racterizado por una actividad en forma de sesiones científicas periódicas con el apoyo
institucional de la Sociedad Médica de Santiago (sin otras funciones societarias sosteni-
das), basada en la buena voluntad de sus socios y carente de personería jurídica, estatu-
tos, normas, reglamentos, sede y archivos de secretaría rescatables y por ende de datos
escritos ilustrativos. Entre 1938 y 1985 la SCDV funcionó bajo el amparo de la persone-
ría jurídica de la Sociedad Médica de Santiago, de la cual era filial; se organizaban reu-
niones clínicas/científicas una o dos veces al mes habitualmente en el Hospital San Luis
y, luego de su disolución en 1972, en el Hospital José Joaquín Aguirre.
En 1976 la SCDV comenzó a celebrar las llamadas Jornadas Anuales en los meses de
primavera. Al no tener sede física propia, la actividad de la SCDV se centraba en la per-
sona misma del presidente de turno, quien trabajaba codo a codo con su secretario en
su lugar de trabajo (hospital). En ocasiones el mismo presidente era su propio secreta-
rio y manejaba personalmente la información escrita y oral propia de su mandato, la
cual está perdida hasta hoy. Los presidentes eran designados oralmente por los socios
por razones de peso científico e influencia grupal. Desafortunadamente se desconoce la
nómina completa de los presidentes de la SCDV y sus períodos de mandato en esta fase
histórica; tampoco se conservan las actas de reuniones de directorios o asambleas de so-
cios, si las hubo, ni los datos concernientes a los gestores y participantes en las activida-
des de la SCDV. Algunos datos que han sido recientemente recogidos por vía oral nos
informan que el primer presidente de la SCDV y uno de sus principales impulsores fue
Luis Prunés Rissetti, quien después fuera elegido también presidente de la Sociedad Mé-
dica de Santiago; otro gran pilar fue Roberto Jaramillo Bruce. Sabemos que fueron pre-
sidentes Daniel Yáñez Garrido (del Hospital San Luis) en 1945 (con Hernán Hevia Parga
como secretario), Gastón Ramírez entre 1946 y 1947 y Hernán Hevia entre 1952 y 1953.
Fuentes orales señalan que una nómina parcial de otros presidentes antes de 1958
incluye a Luis Toro Genkel, Bernardo Vaisman, Joaquín Peragallo, Ricardo Sepúlveda,
Mauricio Weinstein Rudoy, Héctor González Rioseco, Manuel Castellón, Florencio Prats
González, Gonzalo Pérez de Arce e Ignacio González Díaz. No se conocen la secuencia
ni la duración de sus mandatos. Desde 1958 en adelante han sido presidentes los si-
guientes médicos: Roger Lamas Grubesich (1958-1959), Samuel Abeliuk Raschokvan

181
RUBÉN GUARDA TATÍN

(1960-1961), Raúl Alarcón Casanueva (1962-1963), Oscar Klein Kohn (1964-1965), Isi-
doro Pasmanik Guiñerman (1968-1969), Pedro Cofré (1970-1972), Daniel Villalobos To-
ro (1972-1974), Alan Rojas Canala (1974-1976), Oscar Klein Kohn (1976-1978) y Marco
Antonio De la Parra Enríquez (1978-1980). La duración señalada de esos mandatos es
sólo aproximada.

Fase de transición

Entre 1980 y 1986, período en el cual fueron presidentes Julia Oroz Montiglio (1980-
1981), Gonzalo Eguiguren Lira (1982-1983) y Carlos Vera Mora (1984-1986), la SCDV vi-
vió un tiempo de transición caracterizado por la búsqueda de una mejor estructura y la
redacción de estatutos que la independizaran jurídicamente de la Sociedad Médica de
Santiago. Este proceso se inició en 1981 y terminó en 1985 con la aprobación de la per-
sonería jurídica y los estatutos de la SCDV. Además, en 1985 se creó la Revista Chilena
de Dermatología, llamada inicialmente Dermatología (Chile), como el órgano oficial de la
SCDV, impulsada por Carlos Vera y Juan Honeyman; los tres primeros números apare-
cieron durante 1985. Su editor/director desde entonces hasta la fecha ha sido el Dr. Ho-
neyman. Durante este período se realizaron algunas sesiones científicas y se continuaron
realizando las Jornadas Anuales en primavera. Como ocurriera con toda la información
previa a 1986, tampoco en esta fase de transición la SCDV conservó datos escritos de sus
actividades por razones similares a las de la primera fase histórica.

Segunda fase histórica

Se denomina así el período (1986 en adelante) caracterizado por la preservación de


una información escrita fidedigna y completa de la SCDV. En mayo de 1986 tuvo lugar la
primera elección de presidente por votación democrática, con lo cual se inició la aplica-
ción rigurosa y sistemática de los estatutos recién aprobados en 1985 con elecciones pe-
riódicas del directorio. Cuando Rubén Guarda asumió la presidencia en 1986 no le fue
posible obtener documentos previos de la sociedad ni acta alguna, porque no había ha-
bido hasta entonces una continuidad de secretaría e información de un directorio a otro.
En este período, los presidentes fueron: Rubén Guarda Tatín (1986-1988), el mismo ree-
legido (1988-1990), Juan Honeyman Mauro (1990-1992), Félix Fich Schilcrot (1992-
1994), Tirza Saavedra Umpierrez (1994-1996), María Isabel Herane (1996-1998), Iván
Jara Padilla (1998-2000), Mirtha Cifuentes Mutinelli (2000-2002), Raúl Cabrera Moraga
(2002-2004) e Hilda Rojas (2004-2006).
Los hitos fundamentales de esta segunda fase histórica fueron los siguientes:
1. Elecciones democráticas del presidente y su directorio cada dos años, en el mes de
abril.
2. Continuidad de secretaría, archivo de documentación y administración. Su secre-
taria administrativa, Sandra Díaz, contratada en junio de 1986, ha sido hasta ahora un
factor central en la continuidad de los sistemas.
3. Reuniones mensuales de directorio desde marzo hasta diciembre.
4. Asambleas generales de socios, habitualmente mensuales de marzo a diciembre,
con presentación de temas científicos, informes del presidente en ejercicio de las accio-
nes y acuerdos de directorio y comisiones y discusión de asuntos societarios,
5. Sede: la primera sede autónoma de la SCDV en su historia, con funciones de secre-
taría, documentación, sesiones de directorio y de las comisiones, fue una habitación
arrendada en calle Salvador Donoso del barrio Bellavista, comuna de Providencia, entre
enero y diciembre de 1987, bajo la presidencia de Rubén Guarda. Luego la SCDV com-
pró, con el apoyo financiero de la casa Alcon, una oficina en el edificio de la Sociedad
Médica de Santiago, en calle Presidente Riesco, comuna de Las Condes, adonde se

182
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

trasladó en diciembre de 1987; esta oficina se entregó en 1994 debido al abandono for-
zoso que hizo la Sociedad Médica de Santiago de dicho edificio. Luego siguió un período
sin sede con una dispersión del archivo y la biblioteca y un trabajo repartido en las ca-
sas u oficinas de los miembros del Comité Ejecutivo y la secretaria administrativa. Sin
embargo, en 1993 y bajo la presidencia de Félix Fich, se acordó gestionar la compra de
una nueva oficina-sede, la cual se materializó en diciembre de 1995, bajo la presidencia
de Tirza Saavedra; se ubicó en calle La Concepción, comuna de Providencia y sirvió a la
SCDV hasta su venta en 2002. En junio de 2003, la SCDV, bajo la presidencia de Raúl Ca-
brera, compró su tercera sede, más amplia, en calle Luis Pasteur, comuna de Vitacura,
en funciones desde entonces.
6. Número de socios. Después de un proceso de varios meses, en mayo de 1987 el di-
rectorio de la SCDV terminó el primer registro oficial de socios titulares, que dio un nú-
mero de 127; en septiembre de 2004 los socios titulares son 222, los cuales se califican
según el cumplimiento de requisitos estatutarios de ingreso. Estas cifras deben compa-
rarse con los presumiblemente 30 socios existentes en 1970. El notable aumento en 34
años demuestra la eficacia de los planes de formación de nuevos especialistas, el reno-
vado interés por la especialidad y el esfuerzo mancomunado de los dermatólogos chile-
nos en el trabajo docente directo.
7. Filiales. La longitud de Chile determina un relativo aislamiento geográfico de mu-
chas ciudades distantes de Santiago, generando la necesidad de filiales que reúnan por
cercanía a los socios de la SCDV. Al amparo de la SCDV nacieron a mediados de la déca-
da de 1980 las filiales Sur y Norte impulsadas por Patricio Rifo (Temuco) y Alex Arroyo
(Antofagasta) respectivamente. Se aprobó el primer reglamento de filiales en 1988, pos-
teriormente modificado. En la actualidad están funcionando las filiales Norte (sede An-
tofagasta), Quinta Región (sede Valparaíso/Viña), Bío-Bío (sede Concepción) y Sur (sede
Temuco). Estas filiales han organizado numerosas reuniones científicas intrarregionales
–a veces con invitados de Santiago– y varias Jornadas Nacionales Anuales.
8. Comisiones permanentes. En 1986, bajo la presidencia de Rubén Guarda, se pusie-
ron en marcha las comisiones permanentes de trabajo para asesorar al directorio en ma-
terias estatutarias, administrativas y de relaciones internas y externas, lo que al mismo
tiempo permitió ampliar la representatividad de las decisiones. Dichas comisiones se
reúnen autónomamente o a petición del directorio, sus miembros duran dos años, sus
funciones están sometidas a reglamentos y sus resoluciones requieren de la aprobación
final del directorio. Las comisiones en funciones desde 1986 son: 1) Estatutos, Reglamen-
tos y Admisión de Socios, 2) Ética, Disciplina y Relaciones Profesionales, 3) Aranceles y
Prestaciones, 4) Científica y Educación Continua, 5) Relaciones internacionales y 6) Co-
mité Editorial de la Revista Chilena de Dermatología. Ulteriormente se agregaron las co-
misiones de: 7) Biblioteca e Informática y 8) Bienestar.
9. Grupos de trabajo. Aunque antes funcionaran de manera esporádica algunos gru-
pos de trabajo (por ejemplo, dermatosis ocupacionales y dermatitis de contacto) en 1990,
bajo la presidencia de Juan Honeyman, la SCDV normatizó y estimuló la formación de
estos grupos, concebidos como agrupaciones de socios con afinidad en ciertas materias
científicas a fin de intercambiar experiencias y generar documentos o posiciones de la
SCDV, a través de reuniones periódicas de trabajo. Los grupos con actividad más regu-
lar hasta el presente han sido los de Dermatología Pediátrica, cirugía dermatológica, ac-
né/rosácea y láser. Otros grupos han sido los de ETS, cosmiatría, oncología cutánea,
psoriasis y medicina interna.
10. Sesiones de educación continua. Con el fin de revisar y actualizar el conocimien-
to de temas específicos en horarios vespertinos, la SCDV efectuó desde 1986 hasta 1989
varias sesiones de educación continua para sus socios. Éstas fueron reanudadas desde
2002.
11. Congresos Chilenos de Dermatología y Venereología cada dos años.

183
RUBÉN GUARDA TATÍN

12. Jornadas Anuales y Jornadas de Primavera.


13. Revista Chilena de Dermatología.
14. Biblioteca e informática. En 1989 se inició la formación de una biblioteca con las
principales revistas internacionales de Dermatología y algunos libros para uso de los so-
cios. Ha funcionado en las sedes de la SCDV. En 2001 se inauguró la página web de la
SCDV <www.sochiderm.cl>.
15. Becas de perfeccionamiento. En 2002, a propuesta de su presidente Raúl Cabre-
ra, la SCDV acordó crear becas para los socios, de breve duración (mínimo cinco sema-
nas), en centros extranjeros en materias específicas calificadas para su aplicación en
Chile, con un monto fijo de U$3000, financiadas por grandes casas farmacéuticas y ad-
judicables por concurso de antecedentes ante un jurado ad hoc. Tres becas han sido ya
adjudicadas, financiadas por las casas Galderma, GlaxoSmithKline y Stiefel,
16. CONACEM. La SCDV se incorporó a CONACEM en 1987, aprobó los requisitos pa-
ra Dermatología y Venereología en 1989 y ha participado desde 1990 hasta ahora con
dos representantes en la Comisión de Dermatología y Venereología de CONACEM.
17. Relaciones internacionales. La SCDV es miembro de la International League of
Dermatological Societies (ILDS) y es el más importante vocero de los dermatólogos chi-
lenos ante la American Academy of Dermatology (USA).
18. Relaciones nacionales. La SCDV está afiliada a la Sociedad Médica de Santiago, a
CONACEM y a la Asociación Nacional de Sociedades Científicas Médicas.
19. Campañas hacia la comunidad. En 1997 durante la presidencia de María Isabel
Herane comenzó una serie de campañas anuales de prevención de cáncer cutáneo que
tuvieron un impacto importante; fueron continuadas por los directorios siguientes y apo-
yadas por el Ministerio de Salud y las casas farmacéuticas.
20. Nuevos estatutos. En noviembre de 1999 la Asamblea General de socios aprobó
una modificación de los estatutos de 1985. Estos nuevos estatutos están en trámite final
de aprobación por el Ministerio de Justicia.

Directorios conocidos de la primera fase histórica


y la fase de transición

(Estos registros se han conservado en forma incompleta)


1958–1960 Presidente: Roger Lamas Grubesich
1960–1962 Presidente: Samuel Abeliuk Raschokvan
1962–1964 Presidente: Raúl Alarcón Casanueva; Secretario: Samuel Abeliuk Ras-
chokvan
1964–1966 Presidente: Oscar Klein Kohn; Secretario: Federico Pescetto
1966–1968 No se conservan registros
1968–1970 Presidente: Isidoro Pasmanik Guiñerman
1970–1972 Presidente: Pedro Cofré; Secretario: Alan Rojas Canala
1972–1974 Presidente: Daniel Villalobos Toro; Secretaria: Adelaida Tolic Rodríguez
1974–1976 Presidente: Alan Rojas Canala; Secretario: Fernando Oyarzún Carrillo
1976–1978 Presidente: Oscar Klein Kohn
1978–1980 Presidente: Marco Antonio de la Parra Enríquez; Secretario General: Jorge Abe-
liuk Sharager
1980–1982 Presidenta: Julia Oroz Montiglio; Secretaria General: María Elsa Maira
Palma
1982–1984 Presidente: Gonzalo Eguiguren Lira; Secretario General: Leonardo Sán-
chez Millán
1984–1986 Presidente: Carlos Vera Mora; Secretaria General: Mónica Ross Maldonado.

184
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

Directorios de la segunda fase histórica 1986–2004

1986–1988 Presidente: Rubén Guarda Tatin; Vicepresidente: Manuel Melis de la Ve-


ga; Secretario General: Raúl Cabrera Moraga
1988–1990 Presidente: Rubén Guarda Tatín; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot; Se-
cretario General: Iván Jara Padilla
1990–1992 Presidente: Juan Honeyman Mauro; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot;
Secretaria General: María Luisa Pérez-Cotapos Subercaseaux
1992–1994 Presidente: Félix Fich Schilcrot; Vicepresidenta: María Isabel Herane; Se-
cretaria General: Monserrat Molgó Novell
1994–1996 Presidenta: Tirza Saavedra Umpierrez; Vicepresidenta: María Isabel He-
rane; Secretaria General: Pilar Valdés Arrieta
1996–1998 Presidenta: María Isabel Herane; Vicepresidenta: Mirtha Cifuentes Muti-
nelli; Secretaria General: Ximena Ancic Cortéz
1998–2000 Presidente: Iván Jara Padilla; Vicepresidenta: Tirza Saavedra Umpierrez;
Secretaria General: Hilda Rojas Pizarro
2000–2002 Presidenta: Mirtha Cifuentes Mutinelli; Vicepresidenta: Monserrat Molgó
Novell; Secretaria General: Emilia Zegpi Trueba
2002–2004 Presidente: Raúl Cabrera Moraga; Vicepresidenta: Hilda Rojas Pizarro;
Secretaria General: Orietta Gómez Hanssen
2004–2006 Presidenta: Hilda Rojas Pizarro; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot; Se-
cretaria General: Orietta Gómez Hanssen.

■ Publicaciones dermatológicas en Chile


La primera publicación conocida de la SCDV fue el Boletín de la Sociedad Chilena de
Dermatología y Sifilología (su órgano oficial) que apareció en 1945 y del cual se publica-
ron solamente tres números; se desconocen las razones de su desaparición. El principal
responsable de este boletín fue el entonces secretario de la Sociedad, Hernán Hevia, ayu-
dado por Florencio Prats, Mauricio Weinstein y Roger Lamas. Durante su presidencia
(1972-1974) Daniel Villalobos publicó algunos boletines de la SCDV con contenidos cien-
tíficos y gremiales. Carlos Vera fundó la revista Dermosur, dedicada a dermatosis de con-
tacto y ocupacionales, que tuvo corta vida.
La primera revista de Dermatología de envergadura en Chile fue impulsada por la
SCDV como su órgano oficial y apareció en 1985 bajo la presidencia de Carlos Vera con
el nombre de Dermatología (Chile). Juan Honeyman ha sido su director responsable des-
de el primer número hasta el presente. Su trabajo infatigable y minucioso, así como el
de los miembros de los sucesivos comités editoriales (todos destacados socios de la
SCDV), en especial Pilar Valdés, Soledad Bertoló y Félix Fich, ha permitido que esta re-
vista haya aparecido sin interrupción hasta el presente, con dos números por año hasta
1993, luego con tres números por año y, desde 1998, con cuatro números por año. Se ha
estructurado conforme a trabajos originales, clínicos o experimentales, revisiones biblio-
gráficas, minicasos e informaciones de interés societario. Esta revista recibe con alguna
frecuencia el aporte de autores extranjeros y tiene una amplia distribución nacional y en
los países vecinos.

Reuniones científicas nacionales ■ Reuniones científicas nacionales


En la primera fase histórica de la SCDV, sus socios se congregaban de una a dos ve-
ces por mes en reuniones o asambleas científicas para discusión de casos y presentación

185
RUBÉN GUARDA TATÍN

de experiencias originales o revisiones de temas, preferentemente en el Hospital San


Luis. Aunque el aporte de casos para estas reuniones provenía mayoritariamente de los
médicos de los hospitales San Luis y San Vicente de Paul, también llegaban de otros hos-
pitales de Santiago y aun de provincias (entre ellos, Valparaíso). En una memoria de di-
rectorio de 1945 consta que durante ese año hubo 16 sesiones con un total de 21 trabajos
originales y 56 presentaciones de casos clínicos, todos publicados en los tres números del
Boletín de la Sociedad Chilena de Dermatología y Sifilología ya mencionado. El autor
más prolífico de trabajos presentados a la SCDV desde su fundación hasta 1980 fue Her-
nán Hevia, con alrededor de 200 ponencias.
En diciembre de 1968 se efectuó en el Hospital San Luis una magna reunión de la
SCDV, llamada Reunión del XXX Aniversario de la SCDV, de tres días de duración en ho-
rarios matinales y nocturnos, con presentaciones de casos y trabajos originales. Esta
reunión convocó a todos los dermatólogos chilenos y precedió a otras similares organi-
zadas por la SCDV con diversos nombres: Jornadas Chilenas de Dermatología, efectua-
das en Santiago y Valparaíso en 1970, presididas por Pedro Cofré y Jornadas Nacionales
de Dermatología efectuadas en Santiago en 1974 y 1975. Desde 1976 pasaron a llamar-
se Jornadas Anuales de Dermatología y Venereología, con sede habitual en Santiago has-
ta 1985. Sin embargo, desde 1990 en adelante (salvo 1999), en parte por el éxito de las
llamadas Jornadas de Primavera, estas Jornadas Anuales se han efectuado en ciudades
de provincias con el propósito de promover la difusión de la especialidad y la descentra-
lización de la SCDV. Han tenido el carácter de reuniones científicas (avances en Derma-
tología y presentación de trabajos originales con participación de invitados extranjeros
de alto nivel) y sociales, puesto que la unidad y la saludable convivencia y amistad entre
los dermatólogos chilenos es tarea esencial de la SCDV. Desde 1997, reciben finalmente
el nombre de Jornadas Anuales de Dermatología y Venereología Profesor Hernán Hevia
Parga, en homenaje al gran profesor chileno.
Entre 1986 y 1989 se efectuaron en Santiago las llamadas Jornadas de Primavera,
cuatro en total (una por año). Fueron propuestas por Leonardo Sánchez y Patricio Rifo y
organizadas bajo la presidencia de Rubén Guarda, con el exclusivo propósito de la pre-
sentación de trabajos y casos-problema de los dermatólogos de provincias para su dis-
cusión con los dermatólogos de Santiago, enriquecidas con un invitado extranjero por
jornada. El objetivo fue el apoyo al progreso científico y el acercamiento social en el se-
no de la SCDV. Tuvieron notable éxito de asistencia y contribuyeron no sólo a la unifica-
ción solidaria de los dermatólogos del país, sino también —a nivel de anécdota— a la
eliminación de la crónica resistencia de los socios al pago de sus cuotas.
En mayo de 1986, al asumir como presidente de la SCDV, Rubén Guarda propuso fun-
dar los Congresos Chilenos de Dermatología y Venereología como reuniones magnas pe-
riódicas de la Dermatología chilena, de tres días de duración, con sesiones de aportes
seleccionados de investigación y experiencia, simposios, talleres y conferencias, con la
participación de invitados extranjeros de alta calidad científica. El primer Congreso Chi-
leno, presidido por el Dr. Guarda, se efectuó en abril de 1988 con cuatro invitados de Es-
tados Unidos: Mark Dahl, Marcus Conant, Bijan Safai y John Hanifin. Desde entonces, se
han efectuado cada dos años en Santiago en el mes de abril un total de ocho Congresos,
excepto en 1992 (supresión motivada por la realización del congreso RADLA en Santia-
go), con la participación de numerosos y muy destacados dermatólogos de Europa, Esta-
dos Unidos y Latinoamérica y una asistencia de 200 a 400 médicos. Sus presidentes han
sido Rubén Guarda (1988), Daniel Villalobos (1990), Félix Fich (1994), Tirza Saavedra
(1996), María Isabel Herane (1998), Iván Jara (2000), Mirtha Cifuentes (2002) y Raúl Ca-
brera (2004).
Múltiples reuniones dermatológicas de alto nivel científico y con invitados foráneos
han sido organizadas por diversas instituciones; las más tradicionales y concurridas fue-
ron: 1) el curso/jornada anual del servicio de Dermatología del Hospital Aguirre (desde

186
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

1988), dedicado últimamente a la terapéutica dermatológica y generalmente dirigido por


Juan Honeyman; 2) el simposio/curso anual de la unidad de Dermatología de la PUC (des-
de 1990) con directores alternados; y 3) el curso/jornada anual de la Clínica Alemana de
Santiago: el primero en 1991 dirigido por Rubén Guarda y luego, ininterrumpidamente
desde 1995 hasta ahora, bajo la dirección de Raúl Cabrera.

■ La chilena
VII. La Dermatología Dermatología chilena
en el concierto en el
internacional concierto internacional
Presencia de los dermatólogos chilenos
en las reuniones internacionales

Hasta mediados de la década de 1970 los dermatólogos chilenos participaron con es-
casa frecuencia en instituciones y reuniones de carácter internacional. Contribuyó a ello
el hecho de que Chile es el país americano más alejado de Europa y el sudamericano más
alejado de Estados Unidos. Aunque hubo contactos de carácter personal con la Derma-
tología francesa a través de algunos profesores (por ejemplo, Puyó, Jaramillo y Prunés)
y con la Dermatología argentina (por ejemplo, Prats y Brieva), los primeros contactos ins-
titucionales fructíferos fueron hechos por los médicos conectados con las ETS, principal-
mente Isidoro Pasmanik y Daniel Villalobos. El Dr. Pasmanik, como responsable en Chile
del programa piloto de la OPS para el control de ETS desde 1960, participó en diversas
acciones conjuntas con representantes de otros países latinoamericanos; fue además un
viajero infatigable a múltiples congresos de Dermatología y ETS y casi siempre la única
presencia chilena en ellos hasta 1975. Junto a los doctores Villalobos y Fich participó ac-
tivamente en reuniones internacionales de ETS y SIDA, incluidos los congresos ULA-
CETS. Félix Fich fue vicepresidente de ULACETS en el periodo 1995-1999.
Entre 1976 y 1990, el rol de Juan Honeyman fue crucial en la inserción de los derma-
tólogos chilenos, tanto para asistir como para presentar ponencias en las reuniones mé-
dicas internacionales, lo que se resume como sigue: 1) desde su formación dermatológica
en Oregon, fue el principal promotor de la participación de jóvenes dermatólogos en los
meetings de la American Academy of Dermatology (AAD) y su afiliación a ésta; 2) fue im-
pulsor de la afiliación de la SCDV a la International League of Dermatological Societies;
3) a partir de su primera asistencia a una RADLA en Guarujá (1976), propició la incor-
poración y la participación con ponencias de un gran número de dermatólogos chilenos
en el principal evento anual de la Dermatología sudamericana, la Reunión Anual de Der-
matólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA); 4) finalmente, efectuó igual promo-
ción para la realización de los congresos del Colegio Ibero-Latinoamericano de
Dermatología (CILAD).
Los dermatólogos chilenos han participado muy activamente desde 1977 como asis-
tentes, relatores y directivos de las RADLA del Cono Sur. Juan Honeyman, Carlos Vera y
Rubén Guarda han sido presidentes de la organización, y por tanto, delegados perma-
nentes en su consejo. Como delegados renovables han participado Isidoro Pasmanik,
Gonzalo Eguiguren, Julia Oroz, Leonardo Sánchez, Iván Jara, Raúl Cabrera, Félix Fich,
Montserrat Molgó y Orietta Gómez. La participación de Chile en la coordinación de acti-
vidades científicas y relatorías es ya tradicional, en especial en Inmunodermatología y
oncología cutánea. Algo menos numerosa ha sido la presencia chilena en CILAD y sus
congresos. Juan Honeyman fue delegado nacional de CILAD por Chile desde 1975 hasta
1999, vicepresidente de área de CILAD entre 1995 y 1999 y primer vicepresidente entre
1999 y 2003. Desde 2000 Rubén Guarda es delegado nacional al CILAD por Chile, reele-
gido por votación en 2003.
En suma, la presencia de dermatólogos chilenos es constante y a veces masiva en los
meetings de la AAD, los congresos mundiales de Dermatología y Dermatología Pediátrica,

187
RUBÉN GUARDA TATÍN

en el CILAD, las RADLA y un variado número de eventos americanos y europeos. Esto ha


contribuido a elevar y actualizar la ciencia dermatológica chilena. Juan Honeyman, Ru-
bén Guarda, Raúl Cabrera, Iván Jara, María Isabel Herane y muchos otros han sido con
frecuencia invitados a los congresos dermatológicos nacionales de diversos países lati-
noamericanos. El Dr. Honeyman es miembro de numerosas sociedades nacionales de
Dermatología; ha sido, como antes lo fuera Pasmanik, un viajero y conferencista infati-
gable en reuniones médicas en muchos países. El Dr. Guarda ha sido también un cons-
tante expositor invitado en los congresos de alergia e inmunología de los países vecinos.
Existe un intercambio institucional exitoso de médicos jóvenes entre la AAD y la SCDV
para sus respectivos congresos, debido a las facilidades mutuas otorgadas para estadías
e inscripciones.

Principales eventos dermatológicos internacionales en Chile

Chile ha sido sede muy exitosa de los siguientes eventos dermatológicos internaciona-
les: 1) RADLA del Cono Sur 1985, la primera realizada en Santiago (presidente Juan Ho-
neyman y secretario general Gonzalo Eguiguren), con 400 médicos asistentes de los
países RADLA (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú, Paraguay y Uruguay); 2) RADLA
del Cono Sur 1992 en Santiago (presidente Carlos Vera y secretaria general Mirtha Ci-
fuentes), con 500 médicos asistentes; 3) RADLA del Cono Sur 1997 en Santiago (presi-
dente Rubén Guarda y secretario general Raúl Cabrera), con 950 médicos asistentes; 4)
Congreso de ULACETS 1995 en Santiago (presidente Blanca Campos y presidente del co-
mité científico Félix Fich) con 1800 participantes de 35 países. Santiago se prepara pa-
ra recibir un nuevo RADLA en 2006 bajo la presidencia de Raúl Cabrera.

Otros eventos dermatológicos internacionales en Chile

En la segunda mitad del siglo XX se han realizado dos ciclos de reuniones entre los
dermatólogos argentinos (principalmente de Cuyo, la región argentina más vecina a San-
tiago) y chilenos: 1) el primer ciclo corresponde a las llamadas Reuniones Andinas de
Dermatología, efectuadas una en Mendoza (1969) y otra en Santiago (1970), propuestas
por Isidoro Pasmanik y Alberto Torres Cortijo (Mendoza) y organizadas por la SCDV y la
Sociedad Argentina de Dermatología (filial Cuyo), con significativo éxito para la herman-
dad chileno-argentina; 2) la segunda serie, más prolongada, corresponde a las llamadas
Jornadas Transandinas de Dermatología, que son anuales, con sedes alternas: Santiago
en otoño y Cuyo en primavera, entre 1989 y 1995, propuestas inicialmente por Cristóbal
Parra (Mendoza) y Rubén Guarda (Santiago) y acordadas entre el directorio de la SCDV
y la filial Cuyo de la Asociación Argentina de Dermatología (Nélida Pizzi, Cristóbal Parra,
José Leonforte y Elías Bittar). La SCDV encargó a su filial Quinta Región asumir la res-
ponsabilidad chilena de estas Jornadas, que tuvieron una masiva asistencia de dermató-
logos cuyanos y chilenos.
Otra serie de reuniones fueron las llamadas Jornadas Interandinas, efectuadas entre
1994 y 2000, que congregaron a los dermatólogos del norte chileno, los argentinos de
Salta, los bolivianos de La Paz y Cochabamba y los peruanos del sur (Arequipa, Cusco y
Tacna), además de varios de Santiago y Lima. Fueron impulsadas por Juan Pedro Lonza
y otros dermatólogos del norte chileno y apoyadas por Juan Honeyman (Santiago), Fer-
nando Magill y Emilio Carranza (Lima), con una importante asistencia. Las reuniones
efectuadas fueron cuatro: Iquique 1994, Cusco 1996, Cochabamba 1998 y Salta 2000. ■

Octubre, 2005

188
Bosquejo histórico de la Dermatología chilena

■ Referencias del Servicio de Dermatología.


En: Braghetto I, Korn O.
Villalobos, Julia Oroz e Isabel
Moreno.
bibliográficas editores. Historia del Hospital Comunicaciones orales de los
Clínico de la Universidad de dermatólogos Roger Lamas,
Hevia Parga H. Roberto Jaramillo: Chile. Hospital Clínico de la Isidoro Pasmanik, Raúl
obituario. Rev Chil Dermatol. Universidad de Chile; 2002. Alarcón, Julita Cofré,
1989;5:88-89. p. 309-332. Adelaida Tolic, Antonio
Klein Kohn O. Historia de la Ramírez Bravo G. El profesor Guglielmetti, Ramón
Dermatología chilena: una Roberto Jaramillo Bruce: Staforelli, Manuel Melis, Félix
versión personal semblanzas. Rev Chil Fich, Juan Honeyman, Juan
[monografía]. Laboratorios Dermatol. 1989;5:87. Pedro Lonza, Alfredo
Vichy; 1999. Cardemil, Patricio Rifo,
Ximena Ancic, María Elsa
Lama, R. Dr. Gastón Ramírez OTRAS FUENTES Maira, Walter Gübelin.
Bravo: nota necrológica. Rev Comunicaciones escritas
Chil Dermatol. 1996;12:60. proporcionadas por los
Maira ME, Margozzini J. Historia dermatólogos Daniel
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
ECUATORIANA
MAURO MADERO IZAGUIRRE , FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE ,
GALO MONTENEGRO LÓPEZ , MAURICIO COELLO URIGUEN ,
CLAUDIO ARIAS ARGUDO

■ I. La Dermatología en la región costa o litoral


Mauro Madero Izaguirre, Franklin Madero Izaguirre

L a región de la costa o litoral del Ecuador es la porción de territorio existente entre


el Océano Pacífico por el Oeste, las estribaciones de la cordillera de los Andes por el Es-
te, las fronteras con Colombia por el Norte y el Perú por el Sur.
Esta extensión territorial de 800 km de longitud y aproximadamente 80.000 km2 de
superficie es en su mayoría una llanura litoral con algunas elevaciones de escasa altura,
en especial en sus partes central y norte.
Por encontrarse en la zona ecuatorial, al igual que el resto del país, y estar a nivel del
mar, esta región litoral presenta un clima tropical con temperaturas medias entre los 23 ºC
y 26 ºC, con dos estaciones climáticas, una entre diciembre y abril —caracterizada por
la presencia de lluvias copiosas y aumento de la temperatura media— y el resto del año
con muy escasas precipitaciones pluviales y un clima más fresco.

Aspectos históricos

Época prehispánica

Entre los diferentes pueblos aborígenes que poblaron el litoral ecuatoriano antes de la
llegada de los españoles, los huancavilcas son los que mayor atención recibieron de parte
de los investigadores de nuestro pasado médico. Por ello nuestro artículo se fundamenta
en los datos obtenidos de este pueblo constituido por numerosas tribus que poblaron la zo-
na de lo que hoy es la Provincia del Guayas y parte de las provincias de Manabí y Los Ríos.
Situados en plena zona tropical, los huancavilcas sufrieron las inclemencias del cli-
ma; sin embargo, su patología no era muy variada y eso determinó que los conquistado-
res españoles consideraran estas tierras como muy sanas. Su patología cutánea podría
resumirse en algunas enfermedades infecciosas, afecciones parasitarias de la piel, pica-
duras de insectos y manifestaciones cutáneas de intoxicaciones por el uso de bebidas

191
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

fermentadas o de envenenamientos a partir de sustancias ingeridas o usadas en sus lanzas.


De acuerdo con la mayoría de los historiadores, también existió la sífilis en esta zona
antes de la venida de los españoles. Sus manifestaciones externas eran mencionadas co-
mo bubas o verrugas, observadas con frecuencia no sólo entre los moradores de la zona
sino también entre numerosas personas “venidas de afuera” que acudían en busca de
alivio ya que la comarca estaba considerada como “de buen temperamento” para la cu-
ración de muchas enfermedades, tanto por su clima cálido y la fama de sus herbolarios
como, especialmente, porque a orillas del río Guayas crecía la zarzaparrilla, planta a la
que se atribuían grandes resultados terapéuticos incluso en el tratamiento de la sífilis.
Cieza de León dice al respecto: “Y muchos que traían las asaduras dañadas y los cuer-
pos podridos, con sólo beber el agua de estas raíces quedaban sanos [...] y otros que ve-
nían agravados de las bubas y las traían metidas en el cuerpo, bebiendo de esta agua los
días convenientes también sanaban. En fin, muchos fueron hinchados y otros llagados y
volvieron a sus casas sanos”.
Entre los parásitos de la piel estaban la nigua, que ocasionaba ulceraciones y que
fue luego uno de los más crueles azotes para los españoles, y el piojo del cuerpo y de la
cabeza.
Esta medicina aborigen se conoce fundamentalmente a través de los relatos de los
primeros españoles; los cronistas de Indias nos describen una medicina del período pre-
conquista cuyas características eran ser instintiva, demoníaca, mágica y sacerdotal; de
acuerdo con González Suárez “todo su sistema curativo se reducía a baños, bebidas y
fricciones, cuya eficacia les había dado a conocer la experiencia”.

La Conquista

Desde la llegada de Bartolomé Ruiz –hábil piloto español y primer europeo que pisa-
ra tierra ecuatoriana, seguido del gran conquistador Francisco Pizarro– los españoles
encontraron en estas tierras patologías condicionadas por el medio tropical.
Quizás la entidad morbosa que con mayor frecuencia debieron enfrentar fue el palu-
dismo. Esta enfermedad era endémica entre las tribus de la costa ecuatoriana; los espa-
ñoles sufrían aún con mayor crudeza las consecuencias de las picaduras de mosquitos
infectados por el hematozoario al punto de que, de acuerdo con los cronistas, esas pica-
duras “llevaron a la tumba a muchos de ellos y a la mayor parte enfermaron”.
En su tercer viaje por las costas del sur, Francisco Pizarro desembarcó en la bahía de
San Mateo a principios de 1531. De allí siguió a las poblaciones de Coaque y Puerto Vie-
jo, en lo que hoy es la Provincia de Manabí, donde los españoles sufrieron una de las más
grandes y desconocidas pestes a la que llamaron “de verrugas”. Esta epidemia –de
acuerdo con estudios realizados en el siglo XX por algunos investigadores– parece haber
correspondido al pian, aunque todavía hay quienes piensan que pudo haber sido de ve-
rruga peruana.
Otra enfermedad frecuente en esa época fue la viruela. Dice el mercedario Fray Pe-
dro Ruiz Naharro, refiriéndose al mes de marzo de 1531: “En esta bahía de Quaque en-
fermaron algunos de nuestros españoles de achaques de viruelas y bubas, de que
murieron algunos, y otros quedaron hoyosos los rostros y sumamente feos, efecto que
causan las viruelas”.
Poco después de su fundación, la ciudad de Guayaquil, el principal puerto ecuatoriano,
contó con un hospital al que acudía mucha gente enferma desde diferentes puntos del lito-
ral, atraídos por la fama curativa que tenía la zarzaparrilla fresca. Este hospital contaba
con una botica donde se encontraban todos los remedios usados en la época; entre ellos el
jabón prieto cuya preparación –enseñada por los españoles– se hacía con lejía obtenida de
las cenizas de ciertas maderas y mezclada con sebo; este producto era de uso muy popular
para el baño y especialmente para lavar el cabello y ayudar en el control de los piojos.

192
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Época colonial

A principios del siglo XVII los aborígenes huancavilcas casi se habían extinguido co-
mo consecuencia, en gran parte, del descuido que tenían los colonos españoles con la sa-
lud del indio. La sanidad de los pobladores del litoral ecuatoriano se encontraba en
manos de los curanderos, y la aparición de un médico titulado por estas tierras era con-
siderada por muchos como una obra de la Divina Providencia. En el Hospital de Guaya-
quil la atención a los enfermos era dada generalmente por un sacerdote católico con
conocimientos prácticos.
Poco se sabe sobre las enfermedades que se presentaron en el siglo XVII. En las cró-
nicas se mencionan las epidemias de sarampión y viruela como las que causaron mayo-
res estragos en nuestra población.
A comienzos del siglo XVIII Guayaquil padeció otra epidemia de viruela que causó
una gran mortandad entre su población, que para el año 1708 ascendía aproximada-
mente a 4.000 habitantes. Hacia la segunda mitad del siglo, Guayaquil dejó de ser una
ciudad abandonada por la medicina y apareció un mayor número de médicos que se hi-
cieron cargo de la atención a los enfermos en el hospital o de manera particular.
Con la presencia de los médicos se logran en esta época descripciones más técnicas
de las enfermedades y empiezan a aparecer reportes más detallados de ciertos padeci-
mientos cutáneos y de sus diferentes formas de tratamiento. Ejemplo de esto fue, en
1776, el uso de “un remedio maravilloso” usado para extirpar un parásito de la piel que
fue tanto para los españoles como para los mestizos e indios una verdadera plaga: la ni-
gua. El remedio maravilloso consistía en “untar las partes donde residen las niguas con
aceite de olivas sin calentar, y muriendo ellas, se desprenden fácilmente las bolsillas que
las contienen”.
La nigua y los piojos han sido los parásitos presentes desde la época de los aboríge-
nes y que a través de la conquista y la colonia han llegado hasta nuestros días. La nigua
ocasiona los consabidos trastornos locales y los piojos producen incluso el tifus exante-
mático muchas veces mencionado en las crónicas de la colonia.
Tal como ocurrió en siglos anteriores, la viruela y el sarampión fueron problemas co-
munes y graves también en el siglo XVIII. Es necesario decir que durante toda la colonia
estas dos enfermedades fueron endémicas en nuestro litoral y de manera particular en
la ciudad de Guayaquil, pero de vez en cuando adquirían el carácter de epidémicas. Así
ocurrió con la nueva epidemia de viruela del año 1785.
En los archivos de la conquista no se encuentran indicios de que la lepra haya existi-
do en nuestro medio en esa época. Es probable, como se piensa en otros países de Amé-
rica, que nuestros aborígenes no la padecieran y que fuera importada de Europa y
posiblemente también de África a través de individuos de raza negra traídos para cier-
tas labores.
Recién en el siglo XVIII se encuentra la disposición de que los enfermos de lepra de-
bían ser enviados al Lazareto de Cartagena de Indias, lo cual era difícil de cumplir debi-
do a la distancia y a los malos caminos; por ello los enfermos deambulaban libremente
por las calles de Guayaquil. Entonces surgió la idea de identificar a todos los enfermos
de lepra que había en la ciudad y proyectar la construcción de un sitio especial donde
estuvieran recluidos y aislados.
En 1795, un relevamiento de las personas afectadas de lepra estableció que existían
24 enfermos en Guayaquil y se determinó que fueran enviados, unos al Lazareto de Car-
tagena de Indias y otros al Lazareto de Quito recientemente creado.
En razón de que se presentaban nuevos casos de lepra, se hizo evidente la necesidad
de un lugar de contención; en 1818 inició sus actividades el primer lazareto en el litoral
ecuatoriano, establecido en la ciudad de Guayaquil.

193
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

La Independencia (1820-1830)

Durante este período, el ejercicio de la medicina mantuvo las prácticas rutinarias es-
tablecidas durante la época colonial y fueron escasos los aportes científicos; éstos eran
logrados por las pocas personas que después de cursar estudios de medicina en centros
más avanzados del extranjero regresaban a estas tierras.
Un dato curioso y digno de citar es el mencionado por varios autores de esta época
respecto al color de la piel de los habitantes de Guayaquil, en particular de sus mujeres.
Basil Hall, en su libro Extractos de un diario escrito en las costas de Chile, Perú y Mé-
xico en los años de 1820, 1821 y 1822, se refiere a las guayaquileñas de la siguiente ma-
nera: “A menudo habíamos oído alabar el cutis claro de las guayaquileñas, pero
habíamos imaginado que era una ponderación. Por eso, con sorpresa encontramos a es-
tas señoras blancas y rubias como cualquier europea. Sus ojos, diferentes a los españo-
les, eran azules y su cabello claro. Esto es tanto más extraordinario cuanto que
Guayaquil está situada dentro de poco más de dos grados al sud del Ecuador y quedan-
do al nivel del mar, es excesivamente calurosa durante todo el año”.
Jorge Juan y Antonio de Ulloa en su Viaje a la América Meridional también destacan
el hecho de que “siendo aquel país tan cálido no sean sus naturales trigueños y que no
teniendo los españoles por naturaleza el cutis tan blanco, como las naciones del Norte,
sus hijos allí sean rubios”.
Las razones que daba el Dr. Abel Brandín en 1826 para esta característica eran “la
influencia de la humedad del clima, del modo de vivir de las mujeres, de su perfecta
inacción y substracción a la luz; lo mismo que las plantas que se privan de la impre-
sión del sol y de toda luz, y que se marchitan, pierden sus colores […] La falta de ejer-
cicio, de movimiento, con el calor y la humedad, favorecen el desenvolvimiento del
tejido celulario, lo hartan, lo impregnan de humedad, y favorecen la blancura del epi-
dermis del cutis”.
Las enfermedades más comunes en la población de Guayaquil eran por entonces el
paludismo, la disentería, la viruela, la tuberculosis, el sarampión y la sífilis.

Época Republicana (1830-1900)

Desde el comienzo de esta época, la que había sido provincia libre de Guayaquil y
ahora era parte de la República del Ecuador mostró un sostenido progreso en todos los
aspectos; y la medicina, con la llegada de algunos médicos que decidían sentar sus rea-
les en este lugar, también mostró un notable y sostenido desarrollo.
Durante las primeras décadas de la era republicana, los estudios de Medicina debían
realizarse en la ciudad de Quito, única que en ese entonces tenía una Escuela de Medi-
cina en Ecuador; por ello los médicos de nuestra región litoral eran nativos que debían
viajar a otros lugares para realizar sus estudios o extranjeros que se quedaban princi-
palmente en Guayaquil. Nada de esto fue impedimento para que los médicos guayaqui-
leños, deseosos de lograr la superación científica, conformaran en 1835 la Junta
Departamental de Medicina y muy poco después la Sociedad Médica del Guayas.
La aparición de la Sociedad Médica del Guayas marcó una etapa de superación y pro-
greso en la medicina guayaquileña, ya que durante su larga y fructífera existencia fue la
encargada de dictar las normas para combatir las epidemias, defender a los profesiona-
les médicos, nombrar las autoridades médicas de la ciudad y participar en la fundación
de hospitales.
Es digna de recordarse la intervención del Dr. Mariano Arcia quien, posiblemente in-
fluenciado por los relatos de las curaciones de Alibert en las aguas sulfurosas de Tívoli,
pensó que nuestros leprosos podían curarse con las aguas sulfurosas de la península de
Santa Elena. Para ello obtuvo los medios para la construcción de un lazareto en los mismos

194
Historia de la Dermatología ecuatoriana

sitios donde brotan las aguas termales de Santa Elena, el cual empezó a brindar aten-
ción a los enfermos a fines de 1837.
Entre 1842 y 1867 el litoral ecuatoriano y particularmente la ciudad de Guayaquil su-
frieron tres epidemias de fiebre amarilla que produjeron una alta mortalidad entre sus
habitantes.
En diciembre de 1867 comienza a funcionar en Guayaquil la Junta Universitaria, or-
ganismo cuya función era recibir los exámenes de incorporación de quienes querían
ejercer en Guayaquil o en la provincia. Diez años más tarde, en 1877, abre sus puertas
la Facultad de Medicina de Guayaquil, con lo cual se inicia un nuevo y más exitoso pe-
ríodo para la medicina local.
Guayaquil se vio atacada por una nueva epidemia de fiebre amarilla en 1880. Esta
enfermedad, junto con el dengue, la viruela, el sarampión, el cólera y las disenterías fue-
ron los padecimientos más frecuentes de la región en el último cuarto del siglo XIX.

Primera mitad del siglo XX (1900-1950)

A comienzos del siglo es posible observar ya una cierta inclinación a la Dermatología en-
tre los médicos clínicos de la costa ecuatoriana y comienzan a divulgarse a través de las re-
vistas de la época sus valiosas observaciones. Entre esas publicaciones citamos las siguientes:
—José Ramón Boloña, “¿Existen la Blastomicosis y la Leishmaniasis en el Ecuador?”,
Act. Trab. I Cong. Med. Ecuat. Vol II, 97, 1917.
—José Darío Moral, “Leishmaniasis Americana”, Bol. Med. Cir. Año XVIII, 132, 73,
1920; y “Dermatitis Bullosa Plantaris”, Bol. Med. Cir. Año XXIII, 140, 67, 1921.
—Juan Federico Heinert, “Dermatitis Vesicular Aguda”, An. Soc. Med. Quir. Guay. Vol
VII, 163, 1927.
—J. Insua Hilaron, “Micetos que originan dermatomicosis del hombre más comunes
en Guayaquil” (Tesis Doctoral), Rev. Univ. Guay. Año IV, 1, 128, 1933.

A medida que avanza el siglo va creciendo la atención hacia las afecciones de la piel.
A los nombres de eminentes clínicos que presentan publicaciones sobre el tema –como
Alfredo Valenzuela Valverde, Armando Pareja Coronel, José Falconí Villagómez–, se
unen los de otros médicos que empiezan a mostrar una inclinación preferente por la Der-
matología como José Víctor Payese Gault, con quien se inició en la Facultad de Medicina
de la Universidad de Guayaquil la Cátedra de Dermatología, que en su inicio se llamó de
“Urología, Enfermedades Venéreas y Dermatología”.
Cuando falleció el Dr. Payese le sucedió el Dr. Gustavo Adolfo Fassio; en ese momen-
to se separó la cátedra y comenzó a llamarse “Cátedra de Dermatología”.

La Dermatología como especialidad (1950-2005)

Hasta mediados del siglo XX en el litoral ecuatoriano y específicamente en Guayaquil


–ciudad que tomamos como referencia por ser la de mayor población y desarrollo médi-
co de la región– la Dermatología era vista como una parte de la medicina interna y co-
mo tal era ejercida principalmente por los médicos clínicos. Hacia fines de los años 1940
algunos médicos clínicos empiezan a mostrar una dedicación preferente a los problemas
de la piel y comienza a germinar una nueva mentalidad que va esbozando los principios
de la Dermatología como especialidad.
El cambio definitivo se produce a partir de dos hechos sucedidos en la década de
1950-1960. El primero fue la creación de servicios de Dermatología en nuestros hospi-
tales; el segundo, la aparición de médicos con dedicación exclusiva en Dermatología, en-
tre los cuales estaban los primeros especialistas graduados como dermatólogos en el
extranjero, quienes aportaron nuevas ideas que tuvieron una acogida inmediata.

195
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

El primer servicio hospitalario de atención dermatológica en la ciudad de Guayaquil


se creó en 1952, en la Sala Santa Luisa del Hospital Luis Vernaza de la Junta de Benefi-
cencia de Guayaquil; este servicio tuvo como creador y primer jefe al Dr. Enrique Uraga
Peña.
El Servicio de Dermatología del Hospital Vernaza incluyó poco después a los Drs.
Wenceslao Ollague Loayza –titulado como dermatólogo de la Escuela Profesional de Der-
matología de Madrid– y Luis Carvajal Huerta, quienes en conjunto con el Dr. Uraga Pe-
ña fueron los iniciadores de la Dermatología guayaquileña.
Con estos antecedentes el momento era propicio para el desarrollo de la Dermatología
y consecuentemente aumentaba el número de médicos que se dedicaban a la especiali-
dad. Algunos se formaron en nuestras salas hospitalarias y otros tuvieron la oportunidad
de estudiar en el exterior. Aparecen entonces, entre muchos otros, los Drs. Espinoza Bra-
vo, Arcos, Lasso y Murgueytio en Quito; L. Cordero, J. Vintimilla, A. Quezada y C. Arias en
Cuenca, y G. Fassio, W. Ollague y L. Carvajal en Guayaquil quienes junto a los ya citados
y con la colaboración de otros colegas que también se dedicaban parcialmente a la Der-
matología fueron conformando la especialidad en nuestro país.

Fundación de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología

En las circunstancias mencionadas, el inicio de los años 1960 presentaba campo pro-
picio para que todos estos profesionales se uniesen bajo un solo cuerpo colegiado que se
dedicara de lleno al fomento de la investigación, difusión y enseñanza de la especialidad.
La idea surgió en la ciudad de Guayaquil y los doctores Enrique Uraga Peña, Wenceslao
Ollague Loayza y Luis Carvajal Huerta se encargaron de hacerla realidad: iniciaron las
reuniones preliminares con diferentes profesionales médicos del país que practicaban la
Dermatología u otras especialidades afines. Surgió entonces la necesidad de crear una
Figura 1. Edificio Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y se fijó fecha y lugar para realizar una reunión
situado en la Avenida
de nivel nacional en la que se llevaría a cabo la fundación de la entidad.
9 de Octubre y
Así, el 15 de mayo de 1963, 23 prestigiosos profesionales se reunieron en la ciudad
Baquerizo Moreno
(Guayaquil), en cuyo
de Guayaquil, en el local del Club Médico (figura 1) situado en el cuarto piso del edificio
4º piso funcionaba el que todavía existe en la esquina noroeste de la intersección formada por las calles Ba-
Club Médico, donde querizo Moreno y Nueve de Octubre y decidieron formar la Sociedad Ecuatoriana de Der-
se fundó la Sociedad matología, cuya acta de constitución transcribimos:
Ecuatoriana de
Dermatología ACTA DE CONSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD ECUATORIANA DE DERMATOLOGÍA

En la ciudad de Guayaquil a los quince días del mes de mayo de mil novecientos se-
senta y tres, se reunieron en los salones del Club Médico, previa convocatoria efectua-
da por los doctores Enrique Uraga Peña, Luis Carvajal Huerta y Wenceslao Ollague
Loayza, los doctores Edmundo Blum, Bertha Duarte de Rendón, Elena Yerovi, Silvio
Torres, Germán Moreno Valero, Carlos Hidalgo González, Otto Arias, Claudio Arias,
Carlos Timm, Bolívar Estrella, Francisco Parra, Roberto Jalón, Eduardo Reina, Do-
mingo Paredes, Jorge Ramírez, Eudoro Moscoso, Jorge Bermeo, Carlos Espín, Felipe
Aroca y Servio Peñaherrera; quienes después de oír la exposición que efectuara el Dr.
Uraga Peña, en la que señalaba que el objetivo fundamental de la reunión era el de
constituir, si así lo estimaban conveniente, una entidad que agrupara a todos los mé-
dicos que tuvieran dedicación especial a la Dermatología, Sifilografía y Leprología,
con miras a incrementar el estudio de dichas ramas de la Medicina y propender por
todos los medios a su mayor difusión y engrandecimiento, acordaron constituirse en
Asamblea y designaron para el efecto como Director de la misma al Dr. Uraga Peña y
como Secretario al Dr. Ollague Loayza, y luego de oír diversas exposiciones favorables
a dicho criterio, resolvieron en definitiva la formación de la Sociedad y que luego de
ser aprobados por la misma los sometieron a consideración del Poder Ejecutivo para
su aprobación de conformidad con las disposiciones legales pertinentes.

Dr. Servio Peñaherrera A. Dr. Enrique Uraga P.

196
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Inmediatamente después de constituida la Sociedad se procede a la elaboración de


sus Estatutos, que fueron discutidos y aprobados en sesiones de Asamblea realizadas los
días 19, 21 y 22 de mayo del mismo año. Dichos estatutos iniciales constaban de 79 ar-
tículos de entre los cuales citamos el primero y el último:

Art. 1. Con el nombre de Sociedad Ecuatoriana de Dermatología créase una Asocia-


ción Científica de derecho privado y de carácter nacional, con sede en Guayaquil, la Figura 2. Directiva de
misma que se regirá por los siguientes Estatutos. la Sociedad
Art. 79. La Asamblea dispone la elección de un Directorio Provisional por esta vez, Ecuatoriana de
hasta el mes de mayo próximo. Dermatología en el
período 1966–1967.
La Asamblea reunida para la aprobación de los Estatutos y acatando la disposición de Sentados: Dra. Elena
lo resuelto en el Art. 79 eligió el Directorio Provisional; el Dr. Enrique Uraga Peña fue Yerovi, Dr. Enrique
elegido como primer presidente de la Sociedad. Uraga, Dr. Wenceslao
Poco después, el 31 de julio de 1963, en su primera sesión, realizada en el Paraninfo Ollague (Presidente) y
de la Universidad, el Dr. Uraga Peña, como presidente, declaró inaugurada la Sociedad. Dr. Alfonso Coronel.
Desde el momento de su fundación, la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología tuvo su De pie: Dr. Tarquino
sede en Guayaquil, ciudad en la que por entonces se realizaba la mayor actividad cien- Viteri, Dr. Wilson
Correa, Dr. Servio
tífica dentro del campo dermatológico. Esta particularidad se mantuvo hasta el año 1986
Peñaherrera y Dr.
en que una reforma estatutaria, descrita más adelante, daría a la Sociedad una integra-
Carlos Timm
ción y representación de carácter nacional. Figura 3. Portada del
En 1965 el Dr. Uraga fue reelecto como presidente de la Sociedad para un segundo primer número de la
período. Durante su gestión la entidad se desarrolló de manera eficaz tanto en el nivel Revista Dermatología
nacional como en sus relaciones con Sociedades Dermatológicas de América y Europa. publicado en
septiembre de 1966
LA PRIMERA REVISTA DERMATOLÓGICA
El 21 de julio de 1966 es elegido pre-
sidente el Dr. Wenceslao Ollague Loayza;
lo acompañan el Dr. Luis Carvajal Huerta
como vicepresidente y el Dr. Servio Peña-
herrera Astudillo como secretario. Esta
comisión trazó un amplio plan de activi-
dades tendiente a difundir y engrandecer
la Dermatología en todo el Ecuador; en
este plan se destaca la idea del Dr. Olla-
gue de contar con una revista propia de
la especialidad donde los dermatólogos
pudiesen comunicar sus experiencias y
de esa forma difundir la Dermatología en el país. La idea se hizo realidad en septiembre
de 1966 cuando apareció el primer número de la revista Dermatología; se publicaron va-
rios números hasta fines de 1969 cuando se suspendió su publicación por problemas eco-
nómicos (figuras 2 y 3).

FUNDACIÓN DEL NÚCLEO DE CUENCA


En el año 1971 la directiva de turno presidida por Wenceslao Ollague L. y Servio Pe-
ñaherrera A. se reúne en Cuenca con un selecto grupo de médicos –entre los cuales se
encontraban Leoncio Cordero J., Julio Sempértegui V., Enmanuel Peña U., Eudoro Mos-
coso S., Jaime Vintimilla A., Vicente Ruilova S., Octavio Neira P., Claudio Arias A. y Jor-
ge Palacios A.– y proceden a la constitución del Núcleo del Azuay de la Sociedad
Ecuatoriana de Dermatología, eligiendo al mismo tiempo su primer directorio presidido
por el Dr. Claudio Arias Argudo.

197
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

LAS JORNADAS ECUATORIANAS DE DERMATOLOGÍA


Un hito en la Dermatología ecuatoriana fue la realización en 1973, en la ciudad de
Guayaquil, del II Congreso Bolivariano de Dermatología, evento en el que ante numero-
sos dermatólogos extranjeros, los especialistas ecuatorianos mostraron su capacidad de
investigación al presentar sus trabajos sobre amiloidosis cutánea con una nueva clasifi-
cación, producto de una extensa casuística.
Al mismo tiempo se iniciaron las I Jornadas Ecuatorianas de Dermatología, que en-
tre 1973 y 1979 se realizaron en tres ocasiones y fueron las precursoras de los Congre-
sos Ecuatorianos de Dermatología.

FUNDACIÓN DEL NÚCLEO DE QUITO


La Dermatología ecuatoriana crecía en forma sostenida. Uno de sus impulsores era el Dr.
Wenceslao Ollague Loayza, quien junto a un grupo de dermatólogos guayaquileños recorría
periódicamente diversas regiones del Ecuador para hacer investigaciones sobre patologías
cutáneas propias de la zona y al mismo tiempo difundir los conocimientos y la especialidad.
La iniciativa, mediación e intervención directa del Dr. Ollague logró reunir a un gru-
po de médicos dermatólogos de la ciudad de Quito para fundar la Sociedad Ecuatoriana
de Dermatología-Núcleo de Quito, en junio de 1978. Los fundadores fueron Raúl Mur-
gueytio Stacey, Jorge Ruiz Espinoza, Magdalena Vanoni Martínez, Galo Montenegro Ló-
pez y Ernesto Caviedes López. La primera directiva del Núcleo de Quito tuvo como
presidente al Dr. Raúl Murgueytio, como vicepresidente a la Dra. Magdalena Vanoni y co-
mo secretario al Dr. Galo Montenegro.

LOS TRIANGULARES DE DERMATOLOGÍA


Otro hecho importante en la Dermatología ecuatoriana fue ideado y realizado duran-
te la directiva del Dr. Gonzalo Calero H.; en 1978, con el deseo de intercambiar conoci-
mientos y experiencias y estrechar los lazos humanos entre los dermatólogos
ecuatorianos, se crearon los eventos que inicialmente se llamaron Triangulares de Der-
matología debido a que estaban planificados para tres reuniones anuales realizadas en
forma rotativa en Guayaquil, Quito y Cuenca, con la asistencia conjunta de los especia-
listas de dichas ciudades. Desde su inicio los Triangulares se convirtieron en una de las
reuniones más apreciadas y concurridas de los dermatólogos ecuatorianos ya que, ade-
más del intercambio y actualización de conocimientos, incluían la presentación de casos
dermatológicos especiales ampliamente discutidos y comentados por los asistentes.
Los Triangulares de Dermatología han mantenido hasta la actualidad el mismo espí-
ritu y motivación con que se crearon; sin embargo, a partir de 1980, por cambios en su
auspicio pasaron a denominarse Jornadas Regionales de Dermatología. Posteriormente,
desde 1991 hasta el presente, son llamadas Jornadas Nacionales de Dermatología debi-
do a que la amplia difusión de la especialidad en el país hizo que se incluyeran otras ciu-
dades en la organización y en la participación activa. En los últimos años estas Jornadas
se efectúan en años alternos para que no coincidan con los Congresos Nacionales; se han
realizado ya en 34 ocasiones.

CONGRESOS ECUATORIANOS DE DERMATOLOGÍA


Las Jornadas Ecuatorianas de Dermatología realizadas en la década de 1970 fueron
el sustento para la realización posterior de los Congresos Ecuatorianos de Dermatología
que se iniciaron en la ciudad de Guayaquil, en julio de 1981 bajo la presidencia del Dr.
Wilson Correa Bustamante. Desde entonces han tenido lugar 11 Congresos Nacionales
que se realizan normalmente cada dos años y constituyen el evento de mayor atención y
reconocimiento de los especialistas ecuatorianos.
A continuación se presenta una relación cronológica de los Congresos de Dermatolo-
gía realizados en el Ecuador:

198
Historia de la Dermatología ecuatoriana

• I Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 22-25 de julio de 1981.


• II Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Quito, 9-12 de noviembre de 1983.
• III Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 9-12 de octubre de 1985.
• IV Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 8-11 de octubre de 1987.
• V Congreso Ecuatoriano de Dermatología y IX Congreso Bolivariano de Dermatolo-
gía, Quito, 7-12 de octubre de 1990.
• VI Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 12-16 de abril de 1993.
• VII Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 20-25 de julio de 1995.
• VIII Congreso Ecuatoriano de Dermatología y I Encuentro de Dermatología del Área
Bolivariana, Quito, 1-6 mayo de 1997.
• IX Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 29 abril-3 mayo de 1999.
• X Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 19-22 de julio de 2001.
• XI Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Quito, julio de 2003.

EL POSGRADO DE DERMATOLOGÍA EN EL ECUADOR


Hasta los inicios de la década de 1980, los dermatólogos ecuatorianos tenían que ca-
pacitarse en el exterior para obtener su título de especialistas; se formaban en España,
Francia, Estados Unidos, México y Brasil, entre otros países.
A partir de 1982 se inicia el primer posgrado en Dermatología en la Universidad de
Guayaquil, bajo la dirección de su impulsor, el Dr. Wenceslao Ollague Loayza, en la Uni-
dad de Dermatología, Venereología y Alergia del Dispensario 31 del Instituto Ecuatoria-
no de Seguridad Social.
Los primeros tres dermatólogos graduados en una Universidad ecuatoriana recibie-
ron su título en julio de 1985. A partir de entonces las incorporaciones de dermatólogos
se hacen anualmente y el número de escuelas de posgrado se ha incrementado a tres:
dos en la ciudad de Guayaquil y una en Quito.

REFORMA Y APROBACIÓN DE LOS NUEVOS ESTATUTOS DE LA SOCIEDAD DE DERMATOLOGÍA


Hasta el año 1986 la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, fundada en Guayaquil,
había realizado una labor eficiente difundiendo de variadas maneras la Dermatología co-
mo especialidad por todos los confines del país. Con esa intención y como ya se descri-
bió, también había fomentado y participado activamente en la conformación de los
Núcleos de Azuay y de Quito. Sin embargo, el marco legal con el que se desenvolvía la
Sociedad determinaba que cada uno de los núcleos formados actuara de manera inde-
pendiente sin la debida integración estatutaria que le diera una real representación na-
cional.
Por estas circunstancias, los representantes de los Núcleos del país iniciaron desde
1984 una serie de reuniones destinadas a reformar los estatutos a fin de lograr que la
Sociedad tuviera un verdadero carácter nacional.
A fines de 1985 se había logrado ya elaborar un proyecto de reforma de los estatu-
tos, el cual fue presentado para su aprobación legal por medio del Acuerdo Ministerial
Nº 697 del 26 de mayo de 1986, firmado por el Dr. Jorge Bracho Oña, ministro de Salud
de la época.
Desde ese momento, la sede nacional que durante 23 años había estado exclusiva-
mente en Guayaquil pasó a ser rotativa. Debe cambiar cada dos años al Núcleo que sea
sede del Congreso; y a la vez, la Junta de dicho Núcleo es la que actúa como directiva
nacional durante el período correspondiente.

NUEVAS PUBLICACIONES EN DERMATOLOGIA


Como ya se mencionó, la primera revista de Dermatología en Ecuador apareció en
1966; se imprimieron unos pocos números en forma un tanto irregular hasta que cesó
su publicación en 1969. A partir de entonces se publicaron números especiales de

199
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

manera muy aislada, pero el empuje del Dr. Wenceslao Ollague Loayza logró sacar a la
luz una nueva revista con el nombre de Dermatología Ecuatoriana, la cual se constituyó,
a partir de 1986, en el órgano oficial de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología.
En enero de 1992 los doctores Patricio Freire, Santiago Palacios y Luis Moncayo,
miembros del Núcleo de Quito, toman la iniciativa de continuar las publicaciones de nues-
tros especialistas con una revista con el mismo nombre de la que publicara originalmen-
te el Dr. Wenceslao Ollague en 1966; gracias al entusiasmo y la entrega de sus editores,
esta nueva Dermatología se mantiene hasta la actualidad como órgano oficial de la Socie-
dad, habiéndose publicado ya más de veinte números de valioso contenido científico.

FUNDACIÓN DEL PRE-NÚCLEO DE LOJA


En la década de 1990 la Dermatología ecuatoriana creció de manera importante; en
varias ciudades del país hay especialistas que, al mismo tiempo que participan activa-
mente en la vida de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, comienzan a conformar
grupos que aspiran a convertirse en Núcleos de la Sociedad.
En la ciudad de Loja, el Dr. Jorge Bermeo Vivanco fue uno de los pioneros de la Der-
matología; en 1962 estudió junto a los Profs. Ollague y Uraga en Guayaquil y en 1978 fue
designado profesor de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lo-
ja. El Dr. Juan Jaramillo Puertas estaba a cargo del área de Dermatología del Hospital
San Juan de Dios de la misma ciudad desde 1968.
A partir de 1985 comienzan a llegar a Loja los primeros médicos formados y titula-
dos como dermatólogos con el profesor Ollague en Guayaquil. La primera fue Beatriz
Ojeda y luego Antonio Reyes; ambos formaron en 1994 el Pre-Núcleo de Loja, al que pos-
teriormente fueron incorporándose otros especialistas.

JORNADAS ECUATORIANO-PERUANAS DE DERMATOLOGÍA


Un acontecimiento que constituyó un verdadero hito dentro de la historia de la Der-
matología ecuatoriana fueron las Jornadas Ecuatoriano-Peruanas de Dermatología, un
encuentro científico y de amistad entre los profesionales peruanos
y ecuatorianos que no sólo representó un valioso intercambio de
nivel internacional, sino que fue especialmente significativo por el
momento y las circunstancias singulares de la guerra del Cenepa
entre Ecuador y Perú.
El promotor de estas Jornadas fue el Dr. Gonzalo Calero Hidal-
go, quien las realizó en conjunto con el Dr. Luis Chiriboga Ardito,
en aquel entonces presidente del Núcleo del Guayas.
Las primeras Jornadas Ecuatoriano-Peruanas se realizaron entre
el 28 y el 30 de mayo de 1999 en la ciudad ecuatoriana de Machala.
Desde entonces y de manera alterna en distintas ciudades de Ecua-
dor y Perú se han realizado exitosamente cuatro Jornadas, y en julio
de 2005 se realizará la quinta en la ciudad de Guayaquil (figura 4).
Figura 4. I Jornadas
Ecuatoriano–Peruanas La Dermatología ecuatoriana en el presente
de Dermatología en la
ciudad de Machala - En la actualidad, la Dermatología ecuatoriana tiene como órgano oficial a la Sociedad
Ecuador, mayo de Ecuatoriana de Dermatología, con presencia en todo el territorio nacional a través de sus
1999
119 asociados que ejercen en las principales ciudades del país. El número total de der-
matólogos en el Ecuador es levemente mayor debido a que algunos especialistas, por mo-
tivos diversos, no están registrados en la Sociedad.
La directiva de la Sociedad es ejercida de manera rotativa por los núcleos de Guaya-
quil, Quito y Cuenca en períodos de dos años.
En el período actual (2003-2005) la directiva nacional de la Sociedad está en el Núcleo

200
Historia de la Dermatología ecuatoriana

del Azuay, cuyo presidente y por ende el presidente nacional es el Dr. Víctor León
Chérrez, de la ciudad de Cuenca.
La enseñanza de la Dermatología como especialidad se realiza en las tres escuelas de
posgrado ya mencionadas, que actualmente incorporan un promedio de diez dermatólo-
gos por año.
La hospitalización para pacientes con afecciones dermatológicas es actualmente una
constante en los Servicios de Dermatología de los hospitales de las principales ciudades
ecuatorianas. La atención dermatológica ambulatoria se realiza en la mayoría de los
hospitales del país y también en unidades de menor nivel o en dispensarios dedicados a
la especialidad.
A nivel nacional, la presencia de la especialidad es constante por medio de la realiza-
ción de cursos, jornadas y congresos; y nuestros dermatólogos asisten regularmente a los
más importantes eventos internacionales para compartir y adquirir conocimientos.

PRESIDENTES DE LA SOCIEDAD ECUATORIANA DE DERMATOLOGÍA

Dr. Enrique Uraga Peña 1964-1965 / 1965-1966


Dr. Wenceslao Ollague Loayza 1966-1967 / 1967-1968 / 1970-1971 / 1981-1983
Dr. Luis Carvajal Huerta 1968-1969 / 1969-1970 / 1973-1974
Dr. Servio Peñaherrera Astudillo 1971-1972 / 1972-1973 / 1974-1975 / 1975-1976
Dr. Gonzalo Calero Hidalgo 1976-1977 / 1977-1978 / 1993-1995
Dr. Humberto Ferretti Jurado 1978-1979
Dr. Wilson Correa Bustamante 1979-1980 / 1980-1981
Dr. Luis Chiriboga Ardito 1983-1985
Dr. José Ollague Torres 1986-1988
Dr. Carlos Carvajal Hernández 1988-1990
Dr. Franklin Encalada Córdova 1990-1992
Dr. Oswaldo Reyes Baca 1995-1997
Dr. Marcelo Merchán Manzano 1997-1999
Dr. Franklin Madero Izaguirre 1999-2001
Dr. Santiago Palacios Álvarez 2001-2003
Dr. Víctor León Chérrez 2003-2005

Grandes dermatólogos ecuatorianos

Presentamos aquí una breve biografía de algunos de los más influyentes dermatólo-
gos del país, escogidos de entre aquellos que ya no se encuentran junto a nosotros, co-
mo un homenaje a su memoria y a la obra que realizaron en beneficio de la
Dermatología ecuatoriana.

DR. ENRIQUE URAGA PEÑA (1902-1980)


Nació en la ciudad de Guayaquil. Fundador y primer director de la Sociedad Ecuato-
riana de Dermatología, cargo que desempeñó por dos períodos para luego ser designa-
do Presidente Honorario. Fundador del primer Servicio de Dermatología de Guayaquil.
Profesor titular de Dermatología de la Universidad de Guayaquil. Decano de la Facultad
de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil. Miembro de varias Sociedades Der-
matológicas de América Latina (figura 5).

DR. WENCESLAO OLLAGUE LOAYZA (1927–1990)


Nació en la ciudad de Santa Rosa, provincia de El Oro, pero desarrolló su actividad
profesional en la ciudad de Guayaquil. Considerado por muchos como el más destacado

201
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

dermatólogo ecuatoriano, se formó en Madrid jun-


to a Gay Prieto y Gómez Orbaneja. Fundador de la
Sociedad Ecuatoriana de Dermatología de la que
fue presidente en varias ocasiones. Ocupó las más
altas dignidades en la Federación Bolivariana de
Dermatología y en el Colegio Ibero-Latinoamerica-
no de Dermatología. Fundador de la Unidad de
Dermatología, Venereología y Alergia del IESS en
Guayaquil, que actualmente lleva su nombre.
Profesor principal de Dermatología en las Facul-
tades de Ciencias Médicas de la Universidad de
Guayaquil y Universidad Católica de Santiago de
Guayaquil. Autor del Manual de Dermatología.
Investigador profundo, realizó numerosos traba-
jos científicos que dieron lugar a publicaciones
en revistas nacionales y extranjeras. Su mayor
mérito fue llevar a la Dermatología ecuatoriana a
los más altos niveles mundiales (figura 6).

DR. RAÚL MURGUEYTIO STACEY (1924-1992)


Nació en la ciudad de Jipijapa, provincia de
Manabí y desarrolló su labor profesional en la
ciudad de Quito. Formado en los Hospitales de
Figura 5. Dr.
Enrique Uraga
Baltimore, Philadelphia y New York, regresó para desempeñarse como dermatólogo de
Figura 6. Dr. los Hospitales Baca Ortiz, Andrade Marín y de SOLCA. Profesor de Dermatología en la
Wenceslao Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito. Fundador y primer presidente
Ollague Loayza de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, Núcleo de Quito. Miembro de la Academia
Figura 7. Dr. Raúl Americana de Dermatología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, de la
Murgueytio Sociedad Ecuatoriana de Pediatría y de la Academia Ecuatoriana de Medicina (figura 7).
Stacey
Figura 8. Dr. DR. SERVIO PEÑAHERRERA ASTUDILLO (1932-1995)
Servio Originario de Girón, Provincia del Azuay, ejerció su actividad en la ciudad de Guaya-
Peñaherrera
quil. Se especializó en Salud Pública y Dermatología en Brasil. Fue socio fundador de la
Astudillo
Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y presidente de la misma en cuatro ocasiones.
Figura 9. Dr. Luis
Carvajal Huerta
Fue también profesor de Epidemiología y Bioestadística, profesor de pre y posgrado de
Figura 10. Dr. Dermatología, subdecano y decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad
Franklin Encalada Católica de Guayaquil, Subsecretario Regional de Salud y autor de numerosos trabajos
Córdova científicos y publicaciones médicas (figura 8).

DR. LUIS CARVAJAL HUERTA (1925-2001)


Nacido en Quito, realizó estudios en Dermatología en Argentina y Estados Unidos pa-
ra luego ejercer la especialidad en Guayaquil. Fue Jefe del Servicio de Dermatología del
Hospital Luis Vernaza, profesor titular de la Cátedra de Dermatología de la Universidad
de Guayaquil, profesor y director del posgrado de Dermatología de la Universidad Católi-
ca de Guayaquil y presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Fue autor de
varias investigaciones originales que merecieron reconocimiento internacional (figura 9).

DR. FRANKLIN ENCALADA CÓRDOVA (1944-1991)


Originario de Limón, provincia del Azuay. Inició sus estudios de Dermatología junto al
Prof. Wenceslao Ollague y luego fue a Argentina donde obtuvo su título de especialista
en Dermatología. Desempeñó su actividad en la ciudad de Cuenca como médico derma-
tólogo del Hospital Vicente Corral Moscoso. Profesor principal de Dermatología de la

202
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca y presidente del Colegio de Médicos


del Azuay y de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología (figura 10).

■ Referencias Freire P, Moncay L. Nota


Necrológica. Dr. Raúl
Ollague Loayza W. Discurso de
agradecimiento al recibir
bibliográficas Murgueytio Stacey. condecoración del Gobierno
Dermatología.1992;1(2). Nacional en el 1º Congreso
Actas de la Sociedad Ecuatoriana Madero Izaguirre M. Homenaje Ecuatoriano de Dermatología.
de Dermatología. 1963-1986. póstumo al Dr. Servio Dermatología. En-jun
Peñaherrera A. Discurso en la 1983;V(1).
Actas de la Sociedad Ecuatoriana
de Dermatología. Núcleo del sesión inaugural del 7º Ollague Torres JM. Directorio
Guayas. 1986–1998. Congreso Ecuatoriano de Nacional Dermatológico
Dermatología. Dermatología. Ecuatoriano; 1988.
Actas de la Sociedad Ecuatoriana 1995;4(2-3).
de Dermatología. Núcleo de Ollague Torres JM. Precursores de
Quito. 1978–1998. Madero Izaguirre M, Madero la Dermatología: Dr.
Izaguirre F. Memorias de la Wenceslao Ollague Loayza.
Actas de la Sociedad Ecuatoriana Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. 1994;3(2).
de Dermatología. Núcleo del Dermatología. Guayaquil;
Azuay. 1971–1998. Saeteros de García A. 3º
2001. Congreso Ecuatoriano de
Coello Uriguen M, Arias Argudo Madero Moreira M. Historia de la Dermatología. Dermatología
C. Historia de la Medicina en la provincia del Ecuatoriana. Jun 1986;1(1).
Dermatología en el Azuay. Guayas. Imprenta de la Casa
Dermatología. 1997;V(2). Sociedad Ecuatoriana de
de la Cultura, Núcleo del Dermatología. Boletín
Correa Bustamante W. Discurso Guayas. 1955. Informativo Nº4; Sept 1999.
de Inauguración del 1º Madero Moreira M. Índice de la
Congreso Ecuatoriano de Sociedad Ecuatoriana de
Bibliografía Médica Dermatología. Boletín
Dermatología. Dermatología. Ecuatoriana. Casa de la Cultura,
En-jun 1983;V(1). Informativo Nº5; Ag 2000.
Núcleo del Guayas. 1971.

II. La Dermatología en Quito ■ II. La Dermatología en Quito


Galo Montenegro López

Es importante conocer el pasado para vivir el presente y


proyectarse al futuro.

En este capítulo he creído oportuno destacar algunos datos relativos al surgimiento, desa-
rrollo y logros de esta joven Sociedad, así como también a los médicos que dieron inicio a la
Dermatología en la ciudad de Quito y la proyectaron en el ámbito nacional e internacional.
La historia de la Dermatología ecuatoriana y especialmente la de nuestra ciudad no
es nueva. Muchas enfermedades cutáneas fueron tratadas por médicos ecuatorianos cu-
yos nombres sólo son conocidos por las generaciones que tuvieron el privilegio de ser
tratadas por ellos.
Pero en 1910 se inicia en Quito la Dermatología como rama especial de la Medicina.
El pionero de esta hazaña es el Dr. Ricardo Villavicencio Ponce, quien al regresar de Eu-
ropa como médico cirujano ejerce también la Dermatología, a la que dedica con entusias-
mo buena parte de su tiempo.
En los apuntes biográficos realizados por don Eduardo Samaniego y Álvarez1 el Dr.
Villavicencio expresa textualmente: “Soy creador de la Cátedra de Dermatología. ¿Cómo
se curaba antes en el hospital a los enfermos de piel? A todos con el ungüento del solda-
do. ¿No he formado discípulos en esta rama? Allí están los dermatólogos Espinoza Bra-
vo, Lasso, Arcos y en sifilografía, Zambrano y Ricardo Paredes. Me intereso por los
leprosos pidiendo que se mande un joven médico a los Estados Unidos de América para

203
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

estudiar el progreso del tratamiento de esta enfermedad”. En julio de 1929 se le ratificó


y amplió el nombramiento de profesor en las Cátedras de Clínicas Quirúrgicas, Gineco-
logía, Dermatología y Sifilografía.
Cabe destacar también que el Dr. Villavicencio ocupó la presidencia de la Cámara de
Diputados, donde se destacó por su espíritu patriótico, muy propio de esos tiempos. Lue-
go de una larga y fructífera labor falleció el 10 de abril de 1934.
Le sucede su discípulo, el Dr. Manuel Villacís, quien desde 1948 continuó con la Cá-
tedra de Dermatología y fue jefe de Dermatología del Hospital San Juan de Dios. Realizó
varios trabajos sobre lepra, tiñas, dermatitis exfoliativa y carbunco, entre otros, los cua-
les se encuentran publicados en la revista del Hospital San Juan de Dios. Dedicó a su hi-
jo Dr. Eduardo Villacís un trabajo sobre “Elefantiasis nostra”, publicado en la Gaceta
Médica de Guayaquil. Falleció el 27 de diciembre de 1979 a la edad de 80 años, siendo
ejemplo de trabajo y dedicación para las futuras generaciones.
También podemos mencionar al Dr. Luis Rendón quien dictó clases como profesor
agregado y realizó los estudios de la especialidad en los Estados Unidos.
Por motivos de orden político, durante los años 1959-1960 fue suspendida la cátedra,
pero se reabrió en septiembre de 1961 a cargo del Dr. Ernesto Caviedes. Posteriormen-
te el Dr. Raúl Murgueytio, especializado en los Estados Unidos, asumió la cátedra a la
cual aportó sus conocimientos.
Es destacable la obra del Dr. Luis A. León, discípulo del Dr. Villavicencio, quien en 1944
fundó la cátedra de Medicina Tropical que se mantuvo como tal hasta el año 1972, cuan-
do desapareció por razones de orden político, incluyéndosela dentro de Epidemiología. El
Dr. Luis A. León aportó a la Dermatología Tropical varios trabajos; entre los más impor-
tantes están “Etiología treponémica del mal del Pinto” y varias investigaciones sobre
leishmaniasis en colaboración con su hijo Renato. Realizó otros aportes en el ámbito de
las micosis profundas como rinosporidiosis, coccidiodomicosis y paracoccidiodomicosis.
En el Congreso Bolivariano de Dermatología realizado en Guayaquil en 1973 presentó el
trabajo “Escabiosis en América”. También fue el encargado de denunciar, en 1952, la
existencia de la oncocercosis en el país, en su trabajo “Sobre los simúlidos transmisores
de la enfermedad”. Cabe destacar que el Dr. León fue el médico ecuatoriano que dentro
de la especialidad ha editado el mayor número de trabajos: más de 150 estudios publica-
dos en revistas extranjeras y nacionales.
Los nombres de los Drs. Holger Garzón, Jorge Ruiz y Galo Montenegro –estos dos úl-
timos realizaron sus estudios de la especialidad en Brasil– se vincularon en los últimos
años con la cátedra de Dermatología.
Un hecho vinculado consustancialmente con la especialidad fue la formación de nues-
tra Sociedad. Después de muchos intentos frustrados, en el mes de noviembre de 1977 se
funda la Sociedad de Dermatología Núcleo de Quito, hecho que se hace efectivo median-
te acuerdo ministerial Nº 9956, el 20 de junio de 1978, siendo ministro el Dr. Asdrúbal de
la Torre. El Dr. Raúl Murgueytio fue su primer presidente y se integraron al grupo los Drs.
Jorge Ruiz, Mario Sarzosa, Holger Garzón, Magdalena Vanoni y Galo Montenegro.
En sus estatutos se destaca el artículo primero: “La Sociedad fue fundada para esti-
mular el estudio de las enfermedades dermatológicas y fomentar la amistad y coopera-
ción profesional entre sus miembros”.
La comisión directiva se renueva cada dos años. Sus presidentes han sido los Drs.:
Magdalena Vanoni, Jorge Ruiz, Galo Montenegro, Carlos Carvajal, Dolores Fusseu, Rami-
ro Campuzano, Oswaldo Reyes, Julia Villanueva, Santiago Palacios y actualmente el Dr.
Eduardo Garzón.
Desde su fundación, la actividad constante ha estado representada por las sesiones men-
suales de sus integrantes realizadas los terceros jueves de cada mes en los hospitales don-
de trabajan sus socios, esto es, el Enrique Garcés del Sur, el Hospital Militar, el Hospital del
IESS, el Hospital Dermatológico Gonzalo González y en algunas ocasiones el Hospital Voz

204
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Andes. Es importante la presentación de casos clínicos como así también las consideracio-
nes sobre los problemas de actualidad dermatológica.
Cabe mencionar que luego de conformada la Sociedad, comenzaron a realizarse los
Triangulares de Dermatología con el auspicio de la casa Schering Americana; así el nom-
bre de Mauricio Camilo Ede, en aquella época su gerente, se une a la historia de la Der-
matología. Las ciudades de Guayaquil, Quito y Cuenca han recibido siempre en forma
cordial a todos los socios para comentar los asuntos de mayor interés de la Dermatolo-
gía y observar los casos clínicos de mayor dificultad diagnóstica. Posteriormente, los
Triangulares se denominaron “Jornadas” pero continuó la misma actitud, esto es, el in-
tercambio de sus socios y el progreso de la Sociedad.
En el año 1983 se realizó en Quito el Segundo Congreso de Dermatología. Asistieron
profesores nacionales y extranjeros; el tema principal que se debatió con el aporte del
núcleo de Quito fue “Dermatosis principales en las regiones del Ecuador”.
El tema leishmaniasis también fue abordado por el Núcleo de Quito en el primer Congreso
de la especialidad realizado en Guayaquil en 1981. Durante el Tercer Congreso en Cuenca, el
tema de colaboración fue: “Estudio del Epitelioma Basocelular en los hospitales de Quito”.
Es importante destacar aquí la historia del Hospital Dermatológico Gonzalo González
cuyo crecimiento fue paralelo al de la Dermatología en Quito. En el año 1785 los pacien-
tes de lepra eran asilados en el Hospital de la Misericordia del Señor. En 1882 se asila-
ban en el hospital y manicomio San Lázaro donde recibían un aislamiento riguroso e
inhumano, ya que eran perseguidos y luego abandonados a su suerte.
En el año 1911 bajo la presidencia del General Eloy Alfaro los pacientes son trasla-
dados a Pifo, a un edificio perteneciente a la comunidad de Padres Jesuitas que habían
sido expulsados.
En 1922, siendo presidente el Dr. Isidro Ayora, se construye el leprocomio Verde Cruz
con capacidad para 150 pacientes; fue inaugurado el 2 de abril de 1927 con carácter de
leprocomio nacional. Su primer director fue el Dr. Eduardo Egas, quien permaneció en
estas funciones hasta 1933. El leprocomio fue construido con el objetivo de aislar a los
pacientes, era un “hospital cárcel”. En la actualidad subsisten pequeñas murallas de esa
época. Existían “parlatorios”, ventanas con mallas y alambres a través de los cuales ha-
blaban los pacientes con sus familiares o dictaban sus cartas. No existía allí moneda co-
rriente, en su lugar circulaban sellos equivalentes a papel moneda. La asistencia social
ayudaba con lo que se llamaba “la masita”, una subvención diaria cuya denominación se
mantiene hasta la actualidad y que proviene de un pedazo de masa para hacer pan que
se les daba a los pacientes cuando permanecían en el Hospital San Lázaro. Se los man-
tenía incomunicados y con las puertas cerradas de por vida.
A partir de 1933, se nombra Director al Dr. Luis Rendón –quien había realizado estu-
dios de Dermatología en los Estados Unidos– el cual permaneció en su cargo por 17 años
consecutivos, tocándole en suerte ser testigo de la aparición de la droga milagrosa con-
tra la lepra: las sulfonas. Realizó las gestiones para traerla al país donde comenzó a
usarse en 1947. Con el Dr. Rendón se inicia la campaña antileprosa en el Ecuador.
En 1948 el Dr. Gonzalo Hernández realiza en Quito su tesis doctoral sobre “Censo de la
Lepra en el Ecuador” y reemplaza al Dr. Rendón en la jefatura de la campaña; encuentra
que las provincias más afectadas son: El Oro, Azuay, Loja, Imbabura, Bolívar y Carchi.
En 1957 se nombra director al Dr. Gonzalo González quien había realizado su tesis
doctoral en 1947 sobre el tratamiento de la lepra con la promanada. En esta época el le-
procomio sufre notables cambios y transformaciones. Las antiguas barreras de recelo se
derrumban. Se permite el manejo de dinero, el intercambio libre de correspondencia, de-
saparecen los parlatorios y el lugar va tomando la fisonomía de un verdadero hospital.
Gracias a la fundación católica alemana Hardeseen se inicia la construcción de la ciuda-
dela del enfermo de Hansen. El Dr. González permanece como director hasta 1968, año
en que la muerte le sorprende prematuramente.

205
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

A partir de esa fecha se hace cargo el Dr. Mario Sarzosa que continúa trabajando con
igual entusiasmo para la rehabilitación del enfermo de Hansen. El leprocomio se trans-
forma en Sanatorio que lleva el nombre del ilustre médico Gonzalo González. El Dr. Sar-
zosa dedica más de 30 años de su vida a la rehabilitación del enfermo hanseniano.
En febrero de 1970 fue nombrado director el Dr. Holger Garzón quien realizó su te-
sis doctoral sobre “Epineurolisis de nervios periféricos”. Se preocupa de continuar la
transformación del Sanatorio, da otra fisonomía a los servicios de enfermería, crea la
consulta externa dermatológica y concluye la construcción de 16 casas para los enfer-
mos de Hansen.
De acuerdo con los requerimientos de la OMS, solicita y obtiene la transformación del
Sanatorio en el Hospital Dermatológico Gonzalo González mediante acuerdo ministerial
Nº 3131 del 14 de agosto de 1980 publicado en el registro oficial Nº 257 del 21 de agos-
to del mismo año, firmado por el Dr. Humberto Guillén, ministro de Salud.
En las últimas dos décadas del siglo XX la Dermatología quiteña ha crecido de mane-
ra constante. Los Congresos, Jornadas y todo evento dermatológico que se realice a ni-
vel nacional cuentan siempre con la presencia activa de sus dermatólogos.
A esta participación se une también la realización en Quito de los más importantes
eventos dermatológicos, como se demuestra con la organización y realización de los II,
V, VIII y XI Congresos Ecuatorianos de Dermatología, este último en julio de 2003. Tam-
bién se han realizado dos de los antiguamente llamados Triangulares de Dermatología y
más de diez Jornadas Nacionales de Dermatología.
Se han organizado reuniones dermatológicas de diversa índole: cursos de Dermatología
Pediátrica, cursos de Cosmiatría, cursos de actualización en Dermatología, la “Semana del
lunar” –trabajo de investigación y servicio a la comunidad–, Simposio de manifestaciones
cutáneas de SIDA, Simposio-Taller de Dermatología General, reunión de Aniversario del
Hospital Dermatológico Gonzalo González, tertulias dermatológicas, reuniones interhospi-
talarias y la creación de la Fundación Ecuatoriana de Psoriasis, entre muchas otras.
El Núcleo de Quito ha logrado también facilitar el intercambio científico, cultural y so-
cial de sus miembros a través de la formación de la “Casa del Dermatólogo” que abre sus
puertas en noviembre de 1997 y poco después, en 1999, logra adquirir un local propio
donde actualmente funciona la Sede del Núcleo.
La enseñanza de la Dermatología se ha visto reforzada con el inicio de la Escuela de
Posgrado en Dermatología que está adscripta a la Universidad Central y es actualmente
la fuente de las futuras generaciones de dermatólogos de Quito.

■ Referencia
bibliográfica
de la Federación Médica del
1. Samaniego y Alvarez, E: Ecuador, Quito, 1954, 58
Apuntes biográficos. Boletín (XII): 17.

■ III.III.La
La Dermatología en el Azuay
Dermatología en el Azuay

Mauricio Coello Uriguen, Claudio Arias Argudo

Para saber cómo se ha forjado nuestro presente, poder


valorarlo y atreverse a cambiar, mejorar y proyectarse
al futuro, es menester escudriñar en las profundidades
de nuestro pasado sin desconocer nuestras raíces y que-
rer ignorar la historia.

206
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Por lo expresado en el pensamiento inicial, y como preámbulo a la verdadera histo-


ria de la Dermatología azuaya, hemos creído necesario e indispensable realizar una re-
trospección rápida y sucinta de algunos hechos que han marcado nuestra historia y que
pugnan por ser rescatados y por ende recordados.

La Dermatología en la época prehispánica

“En la época precolombina y prehispánica la Dermatología tuvo algunas representa-


ciones a través de la paleontología; se conocen algunos ceramios muy interesantes que
representan enfermedades como la viruela”1.
En el siglo XV la región interandina estuvo poblada por diversas tribus aborígenes:
los quitus (pastos, quillacingas, caranquis, otavalos, panzaleos), los puruhaes (Liribam-
ba), los cañaris (Tomebamba, Guapondélig) y los paltas, zarzas2. Guapondélig –que en
idioma cañari significa “llanura grande como el cielo”– ocupaba un área territorial ben-
decida por la naturaleza en cuanto a su hermosura y a la generosidad de la tierra; esta
superficie corresponde principalmente a las provincias de Cañar y Azuay. Desde 8000 a
6000 años a.C. los ayllus cañaris (comunidades cañaris) y antes de ellos los asentamien-
tos nómadas de cazadores-recolectores fueron inscribiendo su autenticidad en vestigios
arqueológicos (Cueva de Chobshi: Sigsig). Comunidades agroalfareras que derivaban de
los primeros poblaron los valles de Guapondélig e imprimieron a la raza un destino de
ceramistas, artesanos y agricultores3.
La conquista inca, con Yupanqui (abuelo de Huayna Cápac), tras una larga y prolon-
gada incursión que comenzaría en 1450, sojuzga toda la región interandina después de
sangrientas batallas, lo que culmina con el sometimiento estratégico de los cañaris y la
imposición de ciertas condiciones previas a la ocupación de la llanura que llamaron To-
mebamba, a la cual convertirían en la segunda capital del imperio4; impusieron de esta
manera su cultura cuzqueña aportando elementos quechuas a la vida nativa.
El Inca Túpac-Yupanqui trajo del Cuzco a su esposa principal Mama Ocllo (1450) y
aquí nació el heredero de los “Hijos del Sol”: Huayna-Cápac (1452). “Tomebamba se con-
virtió en el lugar y santuario de mayor categoría, luego de la mítica capital del mesiánico
imperio”; fue entonces la segunda capital que pretendía emular, con largueza, el esplen-
dor del Cuzco. Aquí se concentraron las más altas funciones militares, administrativas y
religiosas; y aquí vivió por lustros el más grande de los soberanos incas: Huayna Cápac4.
La medicina de los hechiceros y amautas, en esta época precolombina fue principal-
mente teoterápica (conjuros y amuletos), fitoterápica (antitóxica, catártica, narcótica, fe-
brífuga), mágica y religiosa (utilización de hierbas y productos vegetales, que muy
probablemente originaron muchos casos de lo que hoy conocemos como las fitoderma-
tosis), pero también quirúrgica (curación de úlceras, momificación, trepanación, orifica-
ción dentaria, reducción craneal, tzantzas) y no carente de algunos conocimientos
anatómicos y cierto discernimiento de enfermedades, epidemias y endemias2.
Entre las epidemias, la viruela diezmó a la población indígena y posteriormente tam-
bién a los colonizadores españoles1, 2. Según Cieza de León, en 1526 el mismo empera-
dor del Tahuantinsuyo, Huayna Cápac, enfermó de viruela y finalmente falleció a causa
de esta enfermedad5. Pero no solamente se conocía la viruela; también hubo represen-
taciones de la enfermedad de Chagas, leishmaniasis, tuberculosis y sífilis que atacaron a
la población indígena1.
A la muerte de Huayna Cápac su testamento divide el reino entre sus dos hijos: Huás-
car en el Sur (Cuzco) y Atahualpa (hijo de una princesa quiteña) en el Norte; de esta ma-
nera se disuelve la unidad del imperio.
Alrededor de 1530–1531, a raíz de la derrota de Huáscar por Atahualpa en Huama-
chuco, se describe por primera vez una epidemia de tifus en el territorio del actual Ecua-
dor. Años más tarde, en 1536, Atahualpa fue asesinado a garrotazos en Cajamarca5.

207
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

A pesar de lo relatado, la historia registra la primera epidemia de viruela en el Ecuador


recién en 15332.

La Dermatología en la época hispánica y pre-republicana

Al referirnos a la época hispánica y pre-republicana, vale la pena revisar algunos as-


pectos de la Dermatología en la medicina tradicional. A partir de la conquista del Nuevo
Mundo, España se maravilló con las referencias de plantas curativas que entusiasmaron
a los médicos y a la sociedad del siglo XVI. El propio Felipe ll ordenó que se recolecta-
ran las especies más famosas de México para llevarlas a la Península.
De historia plantarum novae hispanie es una obra revolucionaria del médico Francis-
co Hernández6 que enumera todas las plantas conocidas por los indios que servían para
curar enfermos desahuciados por los médicos. Exploradores y aventureros con mayor o
menor fortuna recorrieron la ruta de Colón con los cargamentos de portentosos vegetales.
Estamos así frente a la “otra medicina”, relegada con cierto desdén a colectivos mar-
ginales por ser considerada como materia de “curanderos”. La existencia de esta medi-
cina, que arranca desde los orígenes de los pueblos, ha sido reconocida por la OMS7; su
estirpe popular, apreciada como empírica, basada en cierta experiencia o conocimientos,
explicables o no, no le ha impedido franquear los límites de la medicina ortodoxa y per-
manecer como una actividad muchas veces complementaria, como respuesta a las con-
vicciones profundamente arraigadas en un pueblo producto del mestizaje cultural. El
ámbito de estas dos “escuelas” está demarcado por la concepción aborigen de la nosolo-
gía de las enfermedades.
En efecto, se habla de enfermedades del campo o de la calle, y de “enfermedades de
Dios”8. Las primeras tienen un origen sobrenatural; su raigambre mágico-religiosa las
convierte en materia de los curanderos; mientras que las segundas son del terreno del
médico. Algún criterio fundamentalista pretende que una enfermedad de la calle no la
cura el médico; asimismo, si no la mejora el curandero, es terreno del médico.
La suma de los conocimientos herbolarios más o menos experimentados y la concep-
ción de que la enfermedad estaba vinculada con fenómenos cósmicos y convicciones má-
gico-religiosas dieron origen a una terapéutica basada en tales determinaciones; el
empleo de ciertos vegetales como la ruda (Ruta graveolens), la hierba de santa María
(Pyrethrum parthenium), el higo (Ficus carica) y el ajo, empleados en las “limpias” y
otras maniobras, dejan ciertas dermatitis en la frente y ombligo, así como en el resto del
cuerpo, siguiendo el trayecto de las yerbas sensibilizantes. Esto sucede en los procesos
de tratamiento del Ojo, del Mal del Aire y del Espanto que forman parte de la patología
cósmica y sobrenatural con cuadros clínicos definidos por la experiencia.
Sobre el vitiligo recaían fuertes interpretaciones de “daños” (causados por el hom-
bre); aquí la iguana tiene un papel protagónico en la fantasía y en la creencia del casti-
go y estigma para los ladrones de las sementeras. Vega G.6 expresa: “El ojo se da cuando
el ‘ojeador’ se aficiona de alguien, a veces el pelo se le cae al ojeado...”. En el terreno de
esta patología, la enigmática alopecia areata y el vitiligo armonizan con ciertos argu-
mentos interpretativos.
En 1526, y durante el gobierno de Carlos V (1520-1556), a los 24 años del descubri-
miento de América y a los 13 del descubrimiento del Océano Pacífico, los españoles lle-
gan a la costa ecuatoriana al mando del piloto Bartolomé Ruiz en Esmeraldas2. Entre
1531 y 1532 hacen su incursión al territorio de lo que hoy es el Ecuador las tropas es-
pañolas comandadas por Francisco Pizarro que venían desde Panamá; llegan por las cos-
tas de Manabí, sector de Coaque. Allí sufren su primer encuentro con la patología
regional: un brote de verruga peruana que los primeros cronistas denominan bubas, con-
fundiéndola con la sífilis; algunos autores creen que probablemente se trató de un brote
de pian que contagió a muchos soldados españoles5.

208
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Entre los datos históricos más relevantes podemos consignar los siguientes: en 1534 se
realiza la fundación española de Quito. En 1535 se registra la fundación de Guayaquil, de
Portoviejo y de Lima, y una nueva epidemia de viruela en el Ecuador. En 1537 se realiza
una nueva fundación de Guayaquil con 150 habitantes; ese mismo año se emite la Bula de
Paulo III, condenando la esclavitud de los indios y declarando que éstos y los ne-
gros “son realmente hombres”. En esta época se proclama la Cédula Real que
ordenaba fundar hospitales. En 1547 se funda la ciudad de Loja y se emiten De-
cretos Reales para proteger la salud de los indios. En 1555 se funda la Univer-
sidad de San Marcos de Lima. Durante el gobierno de Felipe II, Andrés Hurtado
de Mendoza, Virrey del Perú y Marqués de Cañete, expidió en Lima el 15 de ma-
yo de 1550 una Provisión para la fundación de Cuenca. Gil Ramírez Dávalos es-
coge el sitio de “Paucarbamba” (Tomebamba) para la nueva ciudad; así, un
lunes santo, el 12 de abril de 1557 nace Cuenca a la historia con
señalamiento de los términos bajo su jurisdicción, a saber: al
Norte hasta el pueblo de naturales denominado Tiquizambi, al
Sur hasta las ciudades de Loja y Zamora; al Oriente hasta Ma-
cas, Cuyena y Zuña, y por el Occidente hasta los términos de la
Isla Puná. Se hicieron los repartos de solares y se denominó ca-
lle Santa Ana a la que pasa por la Plaza de Armas9, 10 (figuras
11 y 12). Por esa misma época se dictan Decretos Reales: que en
todas las ciudades debe haber hospitales comunes y de contagio-
sos por separado2.
En 1558 se describe una nueva epidemia general de virue-
la en el Ecuador, a la que se combate con zarzaparrilla y palo
de guayacán. En 1564 se inaugura la Real Audiencia y Presi-
dencia de Quito (Hernando de Santillán) y comienza el colonia-
Figura 11. Fundadores
je organizado2. En 1565 se realiza la fundación del primer Hospital, el de la Santa de Cuenca: Andrés
Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo en Quito. Hurtado de Mendoza,
En 1580, 1581, 1587, 1589 y 1590 se describen nuevas epidemias de viruela y saram- Virrey del Perú y Mar-
pión en el Ecuador; la última fue la más agresiva ya que causó alrededor de 30.000 qués de Cañete y Don
muertes. En 1660 se funda el primer Hospital en Guayaquil, administrado por el Herma- Gil Ramírez Dávalos
no Baltasar de Peralta, y se instala la primera botica. Se funda en Quito la primera Uni- Figura 12. Plano
versidad en el país –la cuarta en América–, “San Fulgencio”, por Bula de 1596, a cargo original de la
de los religiosos augustinos; comenzó a funcionar en 16032, sin incluir en su pensum a primitiva traza de la
la Medicina. En 1608, el Cabildo quiteño decide nombrar Médico de la Ciudad al Lic. Je- ciudad de Cuenca
rónimo Leyton, que no recibía salario. Al producirse numerosas muertes en Quito por
una epidemia desconocida, el Cabildo decide en 1609 contratar al Dr. Meneses y pagar-
le “300 patacones de ocho reales cada uno”2. En 1611 y 1612 se sucedieron en Quito epi-
demias de tabardillo, sarampión y “esquinencia” (difteria); esta última se extiende hasta
1614; el rey de España ordena la inspección regular de los hospitales2.
En 1622 se funda la segunda Universidad en el Ecuador, la Real Pontificia Universi-
dad de San Gregorio Magno, en Quito, a cargo de los Padres Jesuitas; el rey de España Figura 13. Monasterio
recomienda la apertura de más asilos y hospitales5. del Carmen, fundado
Hacia 1630 se descubren las propiedades antipalúdicas de la quinina en Malacatus- en 1682
Loja y con ello contribuye nuestro país a la medicina mundial,
constituyéndose en el tratamiento casi único del paludismo por va-
rios siglos5. En 1645 se produjeron nuevas epidemias de viruela,
alfombrilla y garrotillo (difteria) en Quito. En 1672 y 1679 ocurren
epidemias de disentería en Quito. (Rescatemos de las páginas de la
historia el Monasterio del Carmen, fundado en 1682) (figura 13).
En 1688 se funda en Quito la Universidad de Santo Tomás de
Aquino, a cargo de los religiosos dominicos; pero tampoco incluye

209
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

Medicina5. En 1693, coincidiendo con una nueva epidemia de viruela y sarampión en el


Ecuador, se instaura la primera Cátedra de Medicina en Quito, en el Convento dominico
de San Fernando. En 1694 aparecen los primeros médicos graduados en Quito: el Dr.
Diego de Herrera, protomédico, quien combate una nueva epidemia de viruela con ca-
ñafístola, y el Dr. Diego Cevallos.
A fines del año 1692 se produjo una gran epidemia de viruela, sarampión y alfombri-
lla en la ciudad de Cuenca, que se prolongó hasta octubre de 1693, con una mortandad
total mayor al 10% de la normal-media (que era de dos por mes); en el mes de mayo de
1693 murieron 59 personas11.
En 1706, la Orden de los Bethlemitas asume la administración del Hospital de Quito
al que se da el nombre de Hospital de la Santa Misericordia de Nuestro Señor Jesucris-
to; como uno de sus primeros administradores se cita a Luis Espejo, cirujano, padre del
célebre Eugenio Espejo5. En 1709 y como un hecho relacionado con nuestra especiali-
dad llega al Ecuador el médico inglés C. Dover (1660-1741), gran conocedor de la pato-
logía tropical y propulsor de los polvos para la disentería que llevan su nombre (ipeca,
opio, nitrato de potasio). Merece la pena mencionar que en 1730 el Dr. Pablo Petit intro-
duce en Lima el tratamiento mercurial para la sífilis. El año 1747 debe ser recordado por
los ecuatorianos y azuayos ya que, por un lado nace en Quito el célebre Eugenio de San-
ta Cruz y Espejo; y por otro, se inicia la verdadera medicina en Cuenca con la adminis-
tración de su Hospital a cargo de los Betlhemitas, quienes construyen el Hospital Real,
que funcionó en la ciudad hasta que en el año 1868 se trasladó al frente de la Ermita de
Todos Santos5.
La ciudad de Cuenca experimenta dos nuevas epidemias de gran magnitud, la primera
en marzo de 1748, con fiebre, diarrea y disentería, y luego, desde octubre del mismo año
hasta noviembre de 1749, de viruela, sarampión y alfombrilla. La máxima mortalidad se
produjo en los meses de abril y mayo de 1749 en que murieron 44 personas por mes11.
Cuando la ciudad soportaba epidemias o se producían fenómenos telúricos, ante la impo-
tencia humana –de médicos, curanderos, yerbateros y brujos– para controlar las epidemias,
el creyente pueblo de Cuenca veía en ellas el castigo divino por las supuestas costumbres
licenciosas e invocaba el auxilio de la Divina Providencia por medio de intercesores para
“aplacar la ira de Dios”, pedir perdón de los pecados y obtener su Divina Piedad11.
En 1749, el Dr. Pedro Pazmiño, médico nacido en Quito, en el proceso de beatifica-
ción de Mariana de Jesús (santa ecuatoriana), declara que ha atendido casos de “lue ve-
nérea” (con píldoras de mercurio dulce hasta la salivación), de blenorragia, de bocio,
etc., algunos de los cuales fueron curados con reliquias (Revista Museo Histórico, órga-
no del Museo de Historia de la ciudad de Quito, Nº 2, julio 11 de 1949). En 1750 llegan
los Betlehemitas al Hospital de Guayaquil2.
En 1765 se produce una epidemia de afecciones venéreas en Guayaquil “por haber
llegado a la ciudad tropas forasteras, con muchas personas: hombres y mujercillas de
mala vida, atacadas de mal venéreo...”, según escribe el jesuita guayaquileño don Juan
Arteta5. En 1777 se gradúa de médico Eugenio Espejo (a los 20 años de edad)5; recibe
de manos del Rector de la Universidad Santo Tomás de Aquino, Padre Nicolás García, el
título de Doctor en Medicina, y al colocarle el anillo que simboliza el logro alcanzado el
Rector, pronuncia las siguientes palabras ceremoniales: “Éste es el símbolo de tu matri-
monio con la sabiduría, la que de hoy en adelante será tu esposa carísima”26. Espejo,
bibliotecario público, profundiza sus estudios y adquiere vastísima erudición médica y fi-
losófica5. En 1778 se realiza en la Gobernación de Cuenca un censo que da un total de
11.824 habitantes y señala que en el Hospital de Cuenca, cuyo Prefecto era el Hermano
Matías de los Dolores (betlhemita) hay seis enfermos internados, seis sirvientes y un ca-
pellán. En 1779, el único cirujano en Cuenca, Fray Santiago de las Ánimas, hace el re-
conocimiento del cadáver de Juan Mariano Zabala, muerto de un balazo por el
Gobernador.

210
Historia de la Dermatología ecuatoriana

En 1782, la ciudad de Cuenca fue nuevamente afectada por una grave peste (saram-
pión, viruela y tifus), debido a una “excesiva falta de lluvias”. Para conseguir el socorro
del cielo ante semejante calamidad se mandó a traer a la ciudad el Santo Cristo de Gi-
rón11 (figura 14).
En 1785 una epidemia de sarampión y escorbuto mata a 8.000 personas; el
Dr. Eugenio Espejo –quien se revela, además de higienista, como precursor de
la microbiología– publica Reflexiones acerca de las viruelas y la higiene de
Quito. La Corona española recomienda el aislamiento de los casos de viruela2.
En 1786 se realiza en Quito la fundación del Hospital de San Lázaro para
leprosos, anexo al hospicio. En 1803, se proclama la Real Expedición Filantró-
pica de la Vacuna en todas las colonias españolas; sale de La Coruña el 3 de
noviembre con 22 niños vacunados en la corbeta “María Pita”, para propagar
la inmunización. Figura 14. Llegada del
Señor de Girón a la
Finalmente, en esta rápida pero apasionante revisión de los hechos que han marca-
ciudad de Cuenca
do nuestra historia, particularmente médica, debemos recordar que el 10 de agosto de
1809, siendo entonces presidente de la Real Audiencia don Manuel Urríes, Conde Ruiz
de Castilla, los patriotas ecuatorianos influenciados por las ideas libertarias de aquel
gran precursor Eugenio de Santa Cruz y Espejo, reunidos en la casa de doña Manuela de
Cañizares y encabezados por Antonio Ante, Pío Montúfar, Quiroga, Ascázubi y don Juan
de Salinas, entre otros, proclamaron el Primer Grito de la Independencia en América12, 13,
consiguiendo la tan ansiada libertad.

La Dermatología en la época republicana

La Dermatología tuvo una mayor representatividad en la época republicana y su de-


sarrollo fue paralelo a la creación y asistencia hospitalaria1, 2, 5.
Cuando se fundó Cuenca en 1557, se pensaron espacios para la iglesia,
para la plaza de armas y para hospitales; pero la construcción de estos últi-
mos se vio demorada1. Antes de la creación oficial de la Universidad, hubo
un decreto por el cual se creaba una cátedra de Medicina adscripta al hos-
pital (figura 15).
En 1868 se funda la Junta Universitaria del Azuay, que se organiza como
una dependencia del Colegio Nacional creado en 1870 a cargo de los padres
jesuitas, llamado “San Luis” y desde 1910 “Benigno Malo”; no disponía de
local ni de profesores propios; inicialmente ocupaba el local de los padres dominicos, que Figura 15. Primera
sede de la Universidad
más tarde negociaron y adquirieron la propiedad; el local estaba ubicado en la Plazole-
de Cuenca
ta de Santo Domingo que hoy ocupa el Colegio Octavio Cordero Palacios16.

Fundación oficial de la Universidad de Cuenca

En octubre de 1867, durante el gobierno del Dr. Jerónimo Carrión, los legisladores
doctores Juan Bautista Vázquez y Luis Cordero Carrión logran la aprobación del decre-
to por el cual se crea la Universidad con sus Facultades de Jurisprudencia y Medicina en
la ciudad de Cuenca; se inaugura oficialmente el 1º de enero de 18682, 14.
Con la oficialización de la Universidad de Cuenca se inaugura también la Facultad de
Medicina, siendo su primer Decano el Dr. Agustín Cueva Vallejo (figura 16) –nacido en
Cuenca en 1820, graduado en Quito en 1843, fallecido en 18732, 15; fueron sus auspi-
ciadores e iniciadores, además de los legisladores nombrados, los doctores Agustín Cue-
va, Manuel Coronel y Antonio Ortega14.
Para fines del siglo XVIII ya había hospitales en Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja y Rio-
bamba, existían servicios de atención y de botica, pero sólo los indígenas acudían a ellos y
su ingreso a los mismos era considerado como signo de desgracia. En Cuenca funciona el

211
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

hospital desde 1747 bajo la administración de los Betlhemitas; en él ejercía como cirujano
Fray Santiago de las Ánimas, quien en 1779 hizo la autopsia al “espadachín Zabala”5.
El Hospital de los Bethlemitas funcionó en San Blas hasta 1872, cuando fue reempla-
zado por el Hospital del Ejido, llamado San Vicente de Paúl, en honor del patrono y fun-
dador de la Orden de las Hermanas de la Caridad, las únicas enfermeras que trabajaron
en él durante los 100 años de vida del hospital16 (figuras 17 y 18). El 28 de agosto de
1869, por decreto legislativo, se dispone oficialmente que el Poder Ejecutivo ponga a los
hospitales de la República que cuenten con fondos suficientes a cargo de las Hermanas
de la Caridad; se celebran los contratos correspondientes y se dictan todas las providen-
Figura 16. Dr. Agustín cias del caso para conseguir este importante cometido; en octubre del mismo año se sus-
Cueva Vallejo, primer cribe en París el contrato para el establecimiento oficial de las Hermanas de la Caridad
Decano de la Facultad en nuestro país, aprobado el 4 de diciembre por el Ministro de Relaciones Exteriores5.
de Medicina A partir de 1868 comienza la vida docente en la Facultad de Medicina de Cuenca, pro-
bablemente con un programa de enseñanza copiado del Plan de Materias de la Univer-
sidad de Quito; este plan de estudios
estuvo reducido a cinco años en la pri-
mera etapa. La falta de medios económi-
cos y la escasez de profesores hicieron
que el plan fuera en gran parte teórico y
varias cátedras dictadas por el mismo
profesor. El primer Decano de la Facul-
tad de Medicina fue su fundador el Dr.
Agustín Cueva Vallejo, nacido en Cuenca
Figura 17. Sector de
San Blas, donde
el 24 de agosto de 1820; en 1838 viaja a Quito para cursar estudios de Medicina y obtie-
funcionó el Hospital ne su título doctoral. En 1856 parte a Europa donde se capacita con los grandes maes-
de los Betlemitas tros de la época: Trusseau, Ricord, etc.; el Dr. Cueva Vallejo permanece en el decanato
Figura 18. Vista hasta pocos meses antes de su muerte, en 1873; fue destituido de sus cargos por ser con-
panorámica del trario a la política de la época. Fue sucedido por el Dr. José Oramas14, 15.
Hospital San Vicente Por esos años (1870), se hacía referencia en la ciudad de Quito al poder curativo de
de Paúl la planta del condurango (bejuco del cóndor), utilizada por el Dr. Camilo Cáceres, ciruja-
no del Hospital de Quito, quien refiere haberla empleado con éxito en el tratamiento de
cáncer del muslo, de los párpados, en la sífilis y la blenorragia, así como en las úlceras
escrofulosas.
El 24 de agosto de 1870 el Gobernador del Azuay transcribe al Ministro una comuni-
cación del presidente de la Conferencia San Vicente de Paúl. Con fecha 8 de agosto le in-
forma que la conferencia, después de haberse hecho cargo de la Fábrica de la Colina de
Cullca para establecer el Lazareto de mujeres, encuentra varios inconvenientes para po-
der cumplir con el propósito de la Municipalidad de que los leprosos no estuvieran jun-
to con los hombres elefantiásicos en el “Jordán” (leprosario creado en Cuenca en 1816 y
luego trasladado al sitio denominado el Jordán en 1844), y manifestaba las ventajas que
habría en construirlo en el sitio de Machángara. Al resolverse así, en 1882 se realizó su
construcción2 (figura 19).
La Facultad de Medicina de Cuenca comienza a extender sus títulos con regularidad
y anualmente, a partir de 1873; su primer graduado fue el Dr. Manuel Palacios quien, a
pesar de haberse incorporado en Cuenca, refrendaría su título en la Universidad Central
de Quito14; posteriormente egresaron Agustín Yerovi, Fidel del Castillo y Eduardo Cor-
dero2. A raíz de la revolución liberal de 1895, la Universidad se independiza del Colegio
y comienzan a funcionar las dos facultades: Jurisprudencia y Medicina; esta última se or-
ganiza con programas y profesores, y para 1910 cuenta con médicos y profesores veni-
dos desde Europa, como los Drs. Emiliano J. Crespo y David Díaz14. La asistencia
obligatoria al Hospital y al Anfiteatro comenzó probablemente en enero de 1905.
El 2 de enero de 1910, el gobierno del General Eloy Alfaro dictó un decreto por el que

212
Historia de la Dermatología ecuatoriana

se ordenaba que los profesores de la Facultad asumieran la Jefatura de las


Salas en el Hospital San Vicente de Paúl; la Junta de Asistencia, acatando tal
resolución, acordó que los profesores de Patología, Clínica y Quirúrgica fue-
ran los directores de estos servicios. Se resolvió, además, nombrar internos
de las ternas de los alumnos de los últimos años que envíe la Facultad. La
administración férrea del Hospital estuvo a cargo del Dr. Manuel Farfán,
quien en 1913 nombró médico del Hospital al Dr. Agustín Cueva Vallejo, que
fuera el Decano de la Facultad de Medicina, en tanto que el Dr. Farfán fue Figura 19. La Plaza de
designado como médico del Leprocomio y Contralor del Hospital. Armas de Cuenca en
Como dato histórico anotamos que en 1911 comienza en el Hospital San Juan de Dios de 1885
Quito la enseñanza práctica de la Patología Externa y Clínica Quirúrgica, Cátedra del Dr. Ri-
cardo Villavicencio Ponce32, catedrático de Dermatología especializado en Europa y Esta-
dos Unidos, quien entre otras distinciones fuera Decano de la Facultad y uno de los gestores
de la construcción y adecuación de los nuevos hospitales de Quito. Por esa misma época, se
traslada la Colonia leprosaria de Quito (hasta entonces ubicada en el Hospicio de la ciudad,
que era también manicomio) a la población de Pifo. En el mismo año se crea la oficina de
Profilaxis Venérea en la Capital. En Guayaquil, en cambio, se realizan las primeras aplica-
ciones del dioxidiamido-arsenobenzol, previo control por reacción de Wasserman2.
El 11 de mayo de 1911 se organiza una sala de Cirugía para el servicio de los médi-
cos del Hospital en la que se auguraba que podrían practicar los estudiantes, cosa que
ocurrió mucho tiempo después (figura 20).
A fines del siglo XIX y principios
del siglo XX los alumnos conocían
los órganos internos únicamente por
referencias de los libros de texto;
hasta entonces nunca habían hecho
una disección verdadera. En 1912 se
creó en el Hospital San Vicente de
Paúl (figura 21) la sala “Santa Juana
de Arco” destinada a las enfermeda-
des venéreas; posteriormente se
transformó en una sala de Ginecolo-
Figura 20. Miembros
gía, con el nombre de “Agustín Cueva V.” y se creó la Sala de Obstetricia “Ángel María
de la Facultad de
Estrella”16. En noviembre de 1912 se realizan las primeras Reacciones de Wasserman Medicina de Cuenca
en el Laboratorio de la Universidad de Cuenca. En octubre de 1913 se emite el Decreto en 1911, durante el
Legislativo, promulgado el 6 de noviembre, por el cual se crea el Hospital de Beneficen- Rectorado del Dr. Luis
cia en la ciudad de Azoguez2. Cordero
En 1916, bajo el rectorado del Dr. Honorato Vázquez, hubo algunas mejoras en edifi- Figura 21. Vista
cio de la Facultad, como la adecuación del gabinete para aulas de clase; especialmente interior del Hospital
importante fue la adaptación de un pequeño local adyacente, con una “media agua” pa- San Vicente de Paúl,
ra el anfiteatro anatómico. En ese segundo decenio empezó a darse importancia a la la Capilla en primer
asistencia hospitalaria; se hacían autopsias en presencia de los estudiantes con lo cual plano
nació la verdadera Anatomía y su derivación al conocimiento de las lesiones patológicas.
El verdadero despertar científico surge precisamente en este decenio, cuando llegan a
Cuenca médicos formados en Europa (Alemania y Francia)14. Vale la pena rescatar, ade-
más de los profesionales nombrados, el nombre del Dr. José Humberto Ochoa Cobos, mé-
dico dedicado a labores sanitarias y a la Dermatología, quien fue enviado a Lazul, cantón
Paute, a combatir una epidemia tífica de la que se contagió y murió como consecuencia
de la enfermedad; en su honor una de las salas infectocontagiosas del viejo Hospital San
Vicente de Paúl llevó su nombre16.
En marzo de 1919, la Facultad de Medicina de Cuenca, contaba ya con las siguientes
cátedras y su respectivo personal docente: Anatomía: primer curso, Dr. Ignacio Malo;

213
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

segundo curso, Dr. Sebastián Moscoso; Filosofía: Dr. Luis Loyola; Patología: Dr. Luis Carlos
Jaramillo; Terapéutica: Dr. Bernardo Yépez; Clínica: Dr. Nicolás Sojos; Cirugía: Dr. José
Mogrovejo; Obstetricia: Dr. Manuel Palacios; Química: Dr. Carlos Cueva, y Farmacia:
Dr. Nicanor Corral14.
Como dato importante, podemos señalar que en 1920 se produce una acalorada dis-
cusión en los círculos científicos sobre la existencia del tifus exantemático en el Azuay,
sospechado ya años antes por el Dr. Nicolás Sojos (Decano de la Facultad de Cuenca en
1904) y el Dr. Manuel Farfán, quien al parecer falleció con esta enfermedad a cuyo es-
tudio se consagrara en su práctica nosocomial y privada. Sanitarios y bacteriólogos de
Quito, Guayaquil y Cuenca (entre ellos el Dr. Nicanor Merchán), intervienen en el estudio
bacteriológico, sin llegar a una solución definitiva.
Es precisamente en ese año (1920) cuando la “viruela pastosa” (septicemia eruptiva)
es bacteriológicamente identificada y descripta como entidad clínica en Guayaquil (doc-
tores Wenceslao Pareja y J. T. Larrea), lo que más tarde se demostraría en la Comisión
Técnica Norteamericana integrada por Long y Eskey. Otro dato destacable es que en
1925 se instala el primer Gabinete de Rayos X en la ciudad de Cuenca2.
La Cátedra de Dermatología como tal se inicia en la Facultad de Medicina de la Uni-
Figura 22. Dr. José
Mogrovejo, primer
versidad de Cuenca en 1929. La Asamblea Universitaria en sesión del 12 de septiembre
profesor de eligió el plantel de profesores para el período 1929-1933 que estuvo en vigencia hasta
Dermatología en la 1936; su primer profesor oficial fue el Dr. José Mogrovejo Carrión, quien además dictó la
Facultad de Medicina Cátedra de Terapéutica y anteriormente había tenido a su cargo la Cátedra de Cirugía14;
de Cuenca años más tarde (1967), fue designado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Cuenca17 (figura 22).
Por esa época se registra en nuestra ciudad un hecho histórico: la inauguración de la
primera planta de decantación de agua potable (figura 23).
Posteriormente, desde 1938 hasta 1949, la Cátedra de Dermatología estu-
vo incluida dentro de la de Patología Externa, correspondiéndole su dictado a
los Drs. Luis A. Sojos, Víctor Barrera, José Alvear (quien patentara su “famo-
sa pomada de Alvear“)14.
En 1936, por decreto universitario, se crea la Cátedra de Patología Tropical.
En mayo de 1944, tras una reorganización de la Facultad de Medicina, el Dr.
Luis A. Sojos continúa a cargo de la Cátedra de Patología Externa, que incluía
Dermatología, y se incorporan nuevos profesores que vale la penar mencionar:
los Drs. Juan Idrovo A. (Cirugía), Leoncio Cordero J. (Histología) –prestigioso
profesional que contribuiría más tarde, en gran medida, al desarrollo de la Der-
Figura 23.
Inauguración de la
matología, no sólo en el Azuay sino en el nivel nacional–, y Alberto Alvarado C. (Anatomía),
Planta de decantación entre otros14.
de agua potable en Desde 1950, dentro del Plan de Estudios de la Facultad, la Cátedra de Dermatología
Cuenca, 1928 se incluía en el pensum correspondiente al quinto año, con el nombre de Clínica Derma-
tológica, Venéreas y Sifilografía, a la que se sumaban: Clínica Terapéutica, Clínica Pediá-
trica y Puericultura, Técnica Quirúrgica e Higiene y Salud Pública.
El Plan de Estudios iniciado en 1950 se mantuvo en lo fundamental, con variaciones
frecuentes en algunas materias, hasta la realización del Primer Seminario de Educación
Médica Nacional llevado a cabo en septiembre de 1967 en Guayaquil. En él se trató nue-
vamente y con apasionamiento la “unificación de los Planes de Estudio”, la cual se con-
siguió al cabo de largas discusiones; se realizaron algunas pequeñas modificaciones,
pero en lo fundamental, se ha conservado hasta 1970. Debemos anotar que estas refor-
mas no han afectado la Cátedra de Dermatología, que continúa siendo incluida dentro
del pensum correspondiente al quinto año, pero éste fue ampliado14.
En mayo de 1960, durante el decanato del Dr. Leoncio Cordero J. (1958–1964), la Jun-
ta de la Facultad, en vista de los méritos de los doctores Luis C. Jaramillo y José Mogro-
vejo Carrión, ex profesores de la Facultad –a quienes no se les había honrado

214
Historia de la Dermatología ecuatoriana

oportunamente– resuelve nombrarlos Profe-


sores Honorarios de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Cuenca14.
En octubre de 1961 se conoce oficialmente
el ofrecimiento de la Asistencia Social de dos
hectáreas de terreno en el sector de El Vergel,
junto al Hospital; sin embargo, recién en mar-
zo de 1964 se informa que el Consejo Universi-
tario ha destinado una partida presupuestaria Figura 24. La antigua
para la construcción del Pabellón de la Facultad, junto al nuevo Hospital; en esa época se Facultad de Medicina,
firman las escrituras de donación de los terrenos hecha por la Asistencia Social14. En ma- contigua al Hospital
yo de 1967, durante el decanato del Dr. Timoleón Carrera Cobos (1966-1967), se coloca la San Vicente de Paúl
primera piedra de la nueva y actual Facultad de Medicina14 (figuras 24 y 25). Figura 25. Fachada
Por la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Cuenca han pasado diversos frontal de la actual
profesores (clínicos) de la Facultad por encargo del Consejo Directivo como Nicolás So- Facultad de Medicina
de la Universidad de
jos (figura 26), Leoncio Cordero (figura 27), Jaime Vintimilla14, 32.
Cuenca
Hasta 1960 se encontraba encargado de la Cátedra de Dermatología el Dr. Jaime Vin-
timilla, quien viajó a Colombia para realizar estudios de especialización en el área de Psi-
quiatría; en esta fecha ingresa a la Facultad el Dr. Claudio Arias Argudo (figura 28) en
calidad de profesor suplente, y se le encarga la Cátedra debido a su ex-
periencia por haber sido alumno del célebre profesor Enrique Uraga Pe-
ña (figura 29) en la Sala “Santa Luisa” del Hospital Vernaza de
Guayaquil. Posteriormente, el 28 de febrero de 1962, el Dr. Arias Argu-
do gana el concurso promovido por la Facultad para la Cátedra de Far-
macología; es designado entonces profesor agregado de Farmacología y
continúa a cargo de la Cátedra de Dermatología. En noviembre de 1975
es nombrado profesor principal a tiempo completo de Clínica Interna y
Dermatología18. A partir del ingreso del Dr. Claudio Arias Argudo –quien
realizó un curso de Dermatología en 1964 en la República de Uruguay
con el auspicio de la Universidad de Montevideo y posteriormente, en el
año de 1976, un curso superior de Avanzados en Dermatología en Vie- Figura 26. Dr. Nicolás
na19–, la Facultad cuenta con un profesor especializado, con el consiguiente beneficio pa- Sojos
Figura 27. Dr. Leoncio
ra la formación científica en dicha disciplina. A partir de 1966 comienza a impartirse una
Cordero
Dermatología práctica, con revisión de pacientes en la consulta externa de Dermatología
del Hospital San Vicente de Paúl; y luego de inaugurado el nuevo Hospital Vicente Corral
Moscoso (1977) (figura 30) el Dr. Arias se hace cargo, por el lapso de un año, de la consul-
ta externa de Dermatología19. Recordemos también que el Dr. Arias Argudo, antes de au-
sentarse del país, ocupó el Decanato de la Facultad de Medicina entre 1976
y 197814. Otro hecho importante en la vida del Dr. Arias es que en 1991, du-
rante la presidencia del Dr. José Andino Vélez, el Colegio de Médicos del
Azuay tuvo el acierto de concederle la Presea “Timoleón Carrera Cobos”, en
virtud de sus méritos académicos, gremiales y sociales18. También fue el pri-
mer presidente del Núcleo azuayo de la Sociedad de Dermatología desde su
fundación en 1971 hasta octubre de 1985, fecha en la que también se desem-
peñó como presidente del III Congreso de Dermatología. Finalmente, el VI
Congreso Ecuatoriano realizado en Cuenca en abril de 1993, fue también
presidido por el Dr. Claudio Arias24, 32. Figura 28. Dr. Claudio
En 1977, durante el decanato del Dr. Vicente Ruilova S., se produce una gran crisis Arias
en la Facultad, con la renuncia de 53 profesores principales por desavenencias político- Figura 29. Prof.
Enrique Uraga Peña
administrativas con las nuevas autoridades. A partir de esa fecha, se hace cargo de la
Cátedra el Dr. Alberto Quezada R. hasta el año 1979. En ese año asume la Cátedra Prin-
cipal de Dermatología el Dr. Franklin Encalada Córdova, quien luego de su incorporación

215
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

a la Facultad de Ciencias Médicas en 1973 hizo su entrenamiento derma-


tológico en la ciudad de Guayaquil bajo la tutela de los recordados profe-
sores Wenceslao Ollague y Servio Peñaherrera, por el lapso de dos años;
luego partió a la Argentina a realizar su especialización en el Hospital de
Clínicas José de San Martín. Permaneció en la Cátedra hasta el año 1991
en el que falleció prematuramente, dejando un vacío en la Facultad de
Medicina, en la Sociedad de Dermatología, que contribuyera a formar, y
en la sociedad toda. El Dr. Encalada Córdova prestó sus servicios en el
Figura 30. Frente del Departamento de Profilaxis Venérea de la Jefatura Provincial de Salud
Hospital Regional y del Azuay, y como médico asociado en la consulta externa de Dermatología desde 1978
Docente Vicente hasta 1983; a partir de ese año se desempeñó como jefe y médico tratante de Dermato-
Corral Moscoso logía del Hospital Regional y Docente Vicente Corral Moscoso de la ciudad. El Dr. Fran-
klin Encalada fue elegido en 1990 como presidente del núcleo, presidente nacional y
presidente del VI Congreso Ecuatoriano de Dermatología realizado en Cuenca en abril de
1993. Por otro lado, el Dr. Encalada ocupó la presidencia del Colegio de Médicos del
Azuay durante el período 1988-1990. Luego de su prematuro deceso en agosto de 1991,
el núcleo del Azuay, durante las Jornadas nacionales realizadas en la ciudad de Guaya-
quil el 30 de agosto del mismo año, ratifica las resoluciones tomadas por el núcleo anfi-
trión del Congreso Nacional, y asume la presidencia nacional y del Núcleo el Dr. Mauricio
Coello Uriguen, que a la fecha ocupaba la vicepresidencia; elige al Dr. Iván Zéas Domín-
guez como vicepresidente nacional y al Dr. Claudio Arias Argudo como presidente del VI
Congreso Ecuatoriano; se acuerda realizar el Congreso en homenaje a la memoria del
Dr. Franklin Encalada Córdova24, 32. El Consejo Directivo de la Facultad encarga la Cá-
tedra a uno de sus discípulos, el Dr. Iván Zéas Domínguez, quien se desempeña en ella
hasta la actualidad.
Desde 1991, el Dr. Marcelo Merchán M., luego de haber ganado el concurso de opo-
sición y méritos promovido por la Dirección de Salud del Azuay para llenar la vacante
dejada por el Dr. Encalada, se desempeña como Médico Tratante del Servicio de Derma-
tología del Hospital Vicente Corral Moscoso, hasta el presente.
Recordemos que Cuenca es una ciudad universitaria; este trabajo estaría incompleto
si no mencionáramos que en nuestra ciudad funcionan, además de la Universidad de
Cuenca, la Universidad Católica, la Universidad del Azuay (1990), antes Pontificia Uni-
versidad Católica del Ecuador20, la Universidad Técnica Salesiana, la UNITA, la Univer-
sidad del Pacífico, entre otras, cada una de las cuales tiene su propia y valiosa historia y
ha contribuido en gran medida al desarrollo y progreso de Cuenca en el ámbito nacional
e internacional. Dos de ellas cuentan con Facultad de Medicina: desde 1977 la Universi-
dad Católica –donde el Dr. Claudio Arias tuvo a su cargo la Cátedra de Dermatología y
actualmente es titular el Dr. Teodoro Espinosa–, y la Universidad del Azuay, que acaba
de crear su Facultad de Medicina en 2004 y se encuentra dando sus primeros pasos den-
tro del quehacer formativo profesional.

Reseña histórica de la Sociedad Ecuatoriana


de Dermatología-Núcleo del Azuay

En lo que respecta a la historia de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo


del Azuay, valdría la pena dedicarle un tratamiento similar, que sería motivo de otro tra-
bajo; por el momento nos limitamos a decir que el Núcleo del Azuay fue creado el 5 de
febrero de 1971 durante la presidencia del recordado maestro de la Dermatología ecua-
toriana, el Prof. Wenceslao Ollague Loayza. Para su creación se contó con el auspicio y
participación de la Sociedad de Patología del Azuay21, 32 (figura 31).
El Núcleo se inicia con el aval de la Sociedad Nacional, creada el 15 de mayo de 1963
en la ciudad de Guayaquil, siendo su primer presidente el insigne maestro profesor Enrique

216
Historia de la Dermatología ecuatoriana

Uraga Peña. Un hecho importante para rescatar es que


para la fecha de constitución, la Dermatología azuaya tu-
vo su representación, dentro de la nómina de Miembros
Fundadores en la persona de los Drs. Claudio Arias Ar-
gudo y el malogrado médico, propulsor de la leprología
en Cuenca, Eudoro Moscoso Serrano22. Los primeros es-
tatutos fueron oficializados el 14 de junio de 1978, con el
Acuerdo Ministerial Nº 9958; posteriormente, durante
el ejercicio del Dr. Jorge Bracho Oña en el Ministerio de
Salud Pública, son aprobados en forma definitiva los Es-
tatutos Reformados de la Sociedad Ecuatoriana de Der-
matología con fecha 26 de mayo de 1986, Acuerdo
Ministerial Nº 68723, 32. El Dr. Claudio Arias fue electo
primer presidente del Núcleo azuayo de la Sociedad; per-
maneció en esas funciones hasta el año 1985, fecha en la
que fue ratificado como presidente del Núcleo y presidente del III Congreso Ecuatoriano Figura 31. Reportaje
de Dermatología, celebrado en Cuenca en octubre de 198521 (figuras 32 y 33). sobre la constitución
Estatutariamente, la sede nacional se encontraba en la ciudad de Guayaquil, pero a de la Sociedad
Ecuatoriana de
raíz de la aprobación de los nuevos Estatutos (1986) se convirtió en rotativa, pasando al
Dermatología Núcleo
núcleo sede del Congreso Nacional23, 32.
del Azuay. Diario El
A partir de 1986, los directorios del Núcleo del Azuay se han ido renovando bienal- Mercurio
mente; hasta la fecha han ocupado la presidencia los Drs. Franklin Encalada C., Mauri- Figura 32. Asistentes
cio Coello U., Marcelo Merchán M., Iván Zéas D., Edgar Reinoso M., Teodoro Espinosa P., al III Congreso
y Víctor León Ch.24. Ecuatoriano de
El Núcleo del Azuay ha participado en todas las actividades programadas y auspicia- Dermatología, Cuenca
das por la Sociedad Nacional, comenzando con las I Jornadas Regionales (Triangulares) 1985
realizadas en Guayaquil (25-28 de julio de 1973); las II Jornadas Regionales, Guayaquil Figura 33.
(abril de 1976); las III Jornadas Regionales, Cuenca (17-19 de mayo de 1979), coincidien- Organizadores del
do con el IX Congreso Médico Nacional31 (figura 34), hasta culminar con la IV Jornada evento: Dr. Claudio
Arias, Presidente del
Regional, Loja (25-28 de mayo de 1983)21, 22, 24. Posteriormente, a partir de 198032,
Congreso, Dr. Rolendio
los Triangulares de Dermatología pasarían a denominarse Jornadas Nacionales, que se
Palacios, Dr. Iván Zéas,
vienen realizando con éxito cada tres a cuatro meses, en forma alternativa, y ahora re- Dr. Franklin Encalada,
glamentada, en las ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca, a las que se ha sumado últi- Dr. Mauricio Coello y
mamente la ciudad de Loja (Prenúcleo de Loja)22, 24, 25. los Profs. Raúl Vignale
El Azuay, y particularmente Cuenca, han tenido, asimismo, una cumplida participa- (Uruguay) y Miguel
ción en el principal evento de la Dermatología Nacional, el Congreso Ecuatoriano de la Armijo (España)
especialidad, que ha contado con el aval del CILAD. Hasta la fecha se han realizado exi-
tosamente 11 Congresos Nacionales a partir del I Congreso Ecuatoriano (Guayaquil, ju-
lio de 1981), siendo presidente nacional y del Congreso el Dr. Wilson Correa B.28; el II
Congreso Ecuatoriano, durante la presidencia nacional del Dr. Wenceslao Ollague L., se
realizó en Quito, en noviembre de 1983, con la presidencia del Dr. Holger Garzón V.; el
III Congreso Ecuatoriano se realizó en Cuenca, del 9 al 12 de octubre de 1985, corres-
pondiéndole la presidencia nacional al Dr. Luis Chiriboga A., y al Dr. Claudio Arias A. la
presidencia del Congreso; el tema central fue “Tumores de Piel”. El IV Congreso Ecuato-
riano (Guayaquil, julio de 1987), se realizó bajo la presidencia nacional y del Congreso
del Dr. José Ollague. Quito fue sede del V Congreso Ecuatoriano y lX Congreso Bolivaria-
no de Dermatología en octubre de 1990, siendo presidente del mismo y nacional el Dr.
Carlos Carvajal H. El VI Congreso Ecuatoriano se realizó en Cuenca del 12 al 16 de abril
de 1993, siendo inicialmente presidente nacional el Dr. Franklin Encalada (1991) y lue-
go el Dr. Mauricio Coello. A partir de este Congreso, presidido por el Dr. Claudio Arias,
fueron abolidos los temas oficiales. En Guayaquil, del 20 al 25 de julio de 1995, se rea-
lizó el VII Congreso Ecuatoriano, bajo la presidencia del Dr. Gonzalo Calero H.; el VIII

217
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

Congreso Ecuatoriano se desarrolló en Quito del 20 al 25 de julio de 1997, su presiden-


te fue el Dr. Oswaldo Reyes; el IX Congreso Ecuatoriano se efectuó en Cuenca, del 29 de
abril al 3 de mayo de 1999, siendo presidente nacional y del Congreso el Dr. Marcelo
Merchán M. En Guayaquil, del 19 al 22 de julio de 2001 se celebró el X Congreso Ecua-
toriano y XVI Congreso Bolivariano de Dermatología, ambos presididos por el Dr. Fran-
klin Madero24, 32; finalmente, el XI Congreso Ecuatoriano, se realizó en Quito del 24 al
26 de julio del 2003, presidido por el Dr. Santiago Palacios24. Actualmente (hasta la fe-
cha de escribir este trabajo, septiembre de 2004) Cuenca se encuentra organizando, por
un lado, el II Congreso Latinoamericano de Fotobiología y de Fotomedicina, a realizarse
en nuestra ciudad los días 26 y 27 de noviembre de 2004 con la participación de los más
destacados líderes de la materia a nivel mundial24, 27, y por otro, el XII Congreso Ecua-
Figura 34. Afiche
toriano de la especialidad, evento planificado para marzo del 2006, bajo la presidencia
promocional de las III
Jornadas Ecuatorianas nacional del Dr. Víctor León Ch.24
de Dermatología en El Núcleo del Azuay, responsable de organizar el III, VI y IX Congreso Ecuatoriano de
Cuenca, mayo de Dermatología, tuvo el acierto de invitar y el privilegio de contar con profesores extranje-
1979 ros de la talla internacional de: Raúl Vignale (Uruguay), Miguel Armijo (España) y Enri-
que Hernández P. (El Salvador), en 1985; Hugo Néstor Cabrera (Argentina), Lourdes
Tamayo (México), Ramón Ruiz Maldonado (México), Sandra García (Argentina), Eduardo
Civila (Uruguay), en 1993; y Donald V. Belsito (USA), Alejandro Guinzburg (Israel), Fer-
nando Stengel (Argentina), Juliana Forster (Argentina), Roberto Arenas (México), Alejan-
dro Bonifaz (México), Héctor Cáceres (Perú), Marcelo Nacucchio (Argentina) y Jorge
Peniche (México) en 1999. Con su presencia y participación, estos profesionales dieron
brillo y realce a los eventos que organizó nuestro núcleo, y de sus sabios conocimientos
y enseñanzas se beneficiaron todos los asistentes24, 30. El Núcleo del Azuay, como or-
ganizador de los eventos antes mencionados, en su nombre y con el patrocinio de las di-
rectivas nacionales de turno, en virtud de los méritos y servicios prestados por los
ilustres visitantes, en justicia y estatutariamente concedió a cada uno de ellos la distin-
ción de “Miembros Correspondientes” de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología24.
Dentro del campo local y provincial, el Núcleo de Azuay se caracteriza por ser un gru-
po de trabajo fraterno y muy activo que desde su inicio ha organizado diversas activida-
des científicas, sociales y culturales; se realizan reuniones semanales los días jueves para
la revisión de pacientes y casos clínicos, en un inicio en el Hospital del IESS (Instituto
Ecuatoriano de Seguridad Social), por las tardes y luego por las mañanas en el Regional
Vicente Corral Moscoso; por las noches se llevan a cabo las sesiones del Núcleo. Por otro
lado, se ha institucionalizado el llamado Curso Anual de Educación Dermatológica Con-
tinuada que con mucho esmero y dedicación ha sido realizado, en su momento, por las
directivas de turno24. Se han planificado y organizado diversos seminarios, mesas re-
dondas, cursillos, seminarios viajeros a diversas zonas del sur, con conferencias y aten-
ción de pacientes, etc., hechos que motivaron que el Colegio de Médicos del Azuay
concediera el honor de otorgarle a nuestra Sociedad la Presea “Franklin Encalada Cór-
dova” (antes Colegio de Médicos del Azuay), período 1992, que premia la labor científi-
co-gremial y social de las diferentes Sociedades adscriptas a dicho Colegio Médico
Provincial24 (figura 35).
Dentro de este breve resumen de nuestra sociedad, hay hechos que merecen ser res-
Figura 35. Presea
catados, como la presentación y publicación del “Primer caso de lobomicosis en el Ecua-
“Franklin Encalada
Córdova”, otorgada a dor” en 1985 por los doctores Iván Zéas D., Franklin Encalada C. y Mauricio Coello U.,
la Sociedad miembros de nuestro núcleo29, 33. Desde 1968, el núcleo azuayo, encabezado por los
Ecuatoriana de Drs. Claudio Arias y Franklin Encalada, participa en la descripción de una variedad de
Dermatología Núcleo leishmaniasis que por sus características –edad (la mayoría niños), localización (zonas
del Azuay. Cuenca, expuestas: la cara), tipo de lesiones (pequeñas, redondeadas) y la zona geográfica (aus-
1992 tro: provincias de Azuay y Cañar, entre 2400 y 2500 msnm)–, se denominaría más tarde
“Leishmaniasis urbana de altura”. Esta enfermedad alcanzó su máxima frecuencia

218
Historia de la Dermatología ecuatoriana

hacia los años 1978-1980, coincidiendo con una época de sequía; el trabajo fue presen-
tado en el II Congreso Ecuatoriano de Dermatología en Quito en 198219.
Otro evento importante que vale la pena recordar es el 1º Encuentro Internacional de
Dermatología realizado en Cuenca el 13 de febrero de 1999, bajo la presidencia del Dr.
Marcelo Merchán, con la presencia y participación de los Profs. Luis Díaz (Medical Colle-
ge of Wisconsin), Thomas Lewley (Atlanta, Georgia), Richard Edelson (Universidad de Ya-
le) y Evandro Riviti (São Paulo, Brasil), y tuvo una masiva participación local y
nacional24, 32.
Asimismo, el núcleo del Azuay, presidido por el Dr. Edgar Reinoso, organizó en Cuen-
ca del 5 al 7 de abril de 2001 el Curso Internacional de Dermatología del Adolescente,
que tuvo una gran acogida y participación tanto de médicos generales como de especia-
listas en el nivel nacional24.
Los miembros del núcleo del Azuay, y particularmente los Drs.
Marcelo Merchán y Víctor León, con la finalidad de contribuir al
desarrollo científico y formación de la clase médica en general
participaron en la elaboración y difusión de los llamados Cuader-
nos de Dermatología, como un programa de Educación Médica
continuada en Dermatología General y Pediatría; estas publica-
ciones circularon a partir del año 2001. Siguiendo con esta moti-
vación, Osvaldo Muñoz, Marcelo Merchán, Mauricio Coello, Víctor
León y Teodoro Espinosa, con el aval de la Sociedad Ecuatoriana
de Dermatología y el auspicio del Departamento de Cultura de la
Universidad de Cuenca publicaron en el año 2002 un libro denominado Prevención de las
Figura 36. Miembros
enfermedades de la Piel, dirigido a la educación y formación no sólo de la clase médica
Activos de la Sociedad
sino del público en general, en virtud de su lenguaje fácil y comprensible34.
Ecuatoriana de
Finalmente, debemos anotar que, en el aspecto gremial, el Núcleo del Azuay ha apor- Dermatología Núcleo
tado para la Dermatología nacional entre otros aspectos: la elaboración, discusión y apro- del Azuay. Cuenca,
bación definitiva del Reglamento de las Jornadas Nacionales24, 32; la discusión y 2003. De izquierda a
aprobación del Reglamento de Publicaciones de la Revista Dermatología; la elaboración y derecha: Mauro
discusión de los Reglamentos para los Estatutos de la Sociedad Ecuatoriana, que una vez Manzano, José
aprobados, contribuirán a normar y regular la actividad tanto en el nivel local como na- Verdesoto, Plinio
cional24. El Núcleo del Azuay cuenta con un local propio, adquirido en 1993, donde fun- Padilla, Osvaldo
ciona la sede y donde año tras año se vienen incrementado la biblioteca y la diapoteca24. Muñoz, Marcelo
Los hechos sintetizados en los párrafos anteriores hablan por sí mismos de la unidad Merchán, Juan
Ambrosi, Teodoro
y mística de trabajo que caracteriza a quienes tenemos el orgullo de formar el Núcleo
Espinosa, José Tobar,
Azuayo de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, considerada como “una de las so-
Mauricio Coello,
ciedades más unidas del país; con discrepancias que unen porque afinan ideas, con ten- Claudio Arias, Iván
siones que en algún momento pudieron haber tenido características hasta cierto punto Zéas, Edgar Reinoso y
personales (sobre todo en lo nacional), pero que ya se han limado; han desaparecido las Xavier Encalada.
aristas y estamos en la época de comenzar un nuevo trabajo, bajo la inspiración y la Atrás y en el mismo
atenta mirada de los grandes maestros de la Dermatología ecuatoriana”27. orden: Bolívar Granizo
A la fecha de terminar estas notas, la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo y Víctor León,
del Azuay cuenta con un total de 23 miembros activos: Claudio Arias A., Iván Zéas D., Víc- Presidente Nacional
tor León Ch., Mauricio Coello U., Marcelo Merchán M., Edgar Reinoso M., Hernán Villacís de la Sociedad
O., Juan Ambrosi O., Teodoro Espinosa P., Norma Sigüenza C., Patricia Bermeo M., José Ecuatoriana de
Dermatología (2004)
Verdesoto G., Mauro Manzano, Bolívar Granizo H., Jaime Abad (dermatólogos); Osvaldo
Muñoz A. (epidemiólogo), Plínio Padilla G. (infectólogo-micólogo), Rolendio Palacios P., Jo-
sé Tobar C., Hernán Urgilés (inmunólogos), Gustavo Moreno A. (cirujano oncólogo), Clau-
dio Galarza M. (reumatólogo) y Xavier Ochoa M. (infectólogo)24 (figura 36). ■

Mayo, 2005

219
M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS

■ Referencias 12. Oña Villareal H. Fechas


históricas y hombres
Núcleo del Azuay. Oct 1985,
Sept. 1991, Abr 1993.
bibliográficas notables del Ecuador. 6ª ed. 25. Montenegro G. Historia de la
Guayaquil: Editorial del Dermatología en Quito.
1. Arias C. Época prehispánica y Pacífico; 1988. Dermatología. Sociedad
republicana. Dermatología. 13. Ospina RA. Historia de Ecuatoriana de Dermatología.
Sociedad Ecuatoriana de América. Quito: Minerva; Jun 1992;1(2):27-29.
Dermatología. 2004;12(1):11. 1957. 26. Chiriboga Villaquirán M. Los
2. Samaniego JJ. Cronología 14. Hermida Piedra C, Landívar falsos médicos de Eugenio de
médica ecuatoriana. Quito: Heredia J. Crónicas de la Santa Cruz y Espejo. Quito:
Casa de la Cultura historia de la Facultad de Panorama; 1995.
Ecuatoriana; 1957. Ciencias Médicas; 125 años 27. Entrevista al Dr Claudio Arias.
3. López Monsalve R. Cuenca. (1968-1993). Cuenca: Offset Dermatología. Sociedad
Orígenes de su patrimonio Facultad de Ciencias Ecuatoriana de Dermatología
cultural. Cuenca (Ecuador): Médicas; 1979:10-15. 2004;12(1):10.
Imp. Monsalve Moreno; 15. Cueva Tamariz A. 28. Dermatología. Sociedad
2001:15. Protomédicos de Cuenca. Ecuatoriana de Dermatología.
4. Cordero Palacios O. El Azuay Revista de la Facultad de En–Jun 1983;5(1):65.
Histórico. Los Cañaris y los Ciencias Médicas de la
Universidad de Cuenca. Nov 29. Dermatología. Sociedad
Inco-Cañaris. Cuenca: Ecuatoriana de Dermatología.
Amazonas; 1981. 1965;7(1–2):184-185.
1999;8(1):35.
5. Hermida Piedra C. Resumen de 16. Cordero JL. Nuestro Viejo
Hospital: las Salas del 30. Madero M, Madero F.
la historia de la Medicina Memorias de la Sociedad
ecuatoriana. 2ª ed. Cuenca: Hospital San Vicente de Paúl.
Serie Historia de la Medicina. Ecuatoriana de Dermatología.
Talleres Gráficos de Guayaquil; 2001.
Publicaciones y Papeles; Cuenca; 1993:(10):10-12.
17. Revista de la Facultad de 31. Actas y Memorias del 3º
1979. Congreso Médico Nacional,
6. Quezada A, et al. La práctica Ciencias Médicas de la
Universidad de Cuenca. Jul Cuenca: Offsetcolor Cuenca.
médica tradicional. 2ª ed. 14–19 may 1979.
Universidad de Cuenca. 1967;8(2).
18. Arias C. [Comunicación 32. Madero Izaguirre M, Madero
IDICSA; 1992:4. Izaguirre F. Memorias de la
7. OMS. Informe de una reunión personal]. 1996.
Sociedad Ecuatoriana de
de expertos. Ginebra; 1977. 19. Arias C. [Comunicación Dermatología. Guayaquil;
8. Estrella E. Medicina aborigen. personal]. 1996. 2001.
La práctica médica aborigen 20. La Universidad del Azuay. El 33. Zeas Domínguez I, Encalada
de la sierra ecuatoriana. Libro de Cuenca. Tomo 2. Córdova F, Coello Uriguen M.
Quito: Época; 1977. Cuenca: Editores y Presentación del primer caso
9. Lloret Bastidas A. Fiestas Publicistas; 1989. de lobomicosis en el Ecuador.
Cívicas de Cuenca. El Libro 21. Formóse el Núcleo Azuayo de Revista de la Facultad de
de Cuenca. Tomo 1. Cuenca: la Sociedad de Dermatología. Ciencias Médicas de la
Editores y Publicistas; 1988. Diario El Mercurio. 5 febr Universidad de Cuenca.
10. Borrero Vintimilla A. La 1971:8C. 1985;16(2):125-129.
toponimia de la región de 22. Actas de la Sociedad 34. Muñoz Avilés O, Merchán
Cuenca. El Libro de Cuenca. Ecuatoriana de Dermatología. Manzano M, Coello Uriguen
Tomo 1. Cuenca: Editores y Secret. Nac. Permanente. M, León Chérrez V, Espinosa
Publicistas; 1988. Guayaquil. [Gentileza del Dr. Piedra T. Prevención de las
11. Landívar MA. La mortalidad Servio Peñaherrera]. enfermedades de la piel.
en Cuenca de 1679 a 1785: 23. Estatutos de la Sociedad Cuenca: U. Ediciones; 2002.
epidemias y rogativas. Arch. Ecuatoriana de
de Historia de la Medicina. Dermatología; May 1986.
Universidad de Cuenca; 24. Actas de la Sociedad
1984. Ecuatoriana de Dermatología.
LA DERMATOLOGÍA
EN EL SALVADOR
JULIO EDUARDO BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ ,
LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ

L os orígenes de la Dermatología en El Salvador –como en cualquier otro país– son di-


fíciles de precisar, pues los médicos se dedicaban al ejercicio integral de la medicina sin
especializarse en ninguna rama en particular1.
En El Salvador prehispánico –región llamada Cuscatlán en lengua aborigen– el cu-
randero (tepahtiani) usaba medicamentos, habitualmente plantas (tepahtelizte), para
curar las enfermedades de la piel2.
Basándose en estatuillas de barro de la época precolombina, el Dr. Oswaldo Ramírez
Cienfuegos determinó la existencia de numerosas entidades dermatológicas como sífilis
congénita, escleromas nasales, onicomicosis y neurofibromatosis, e investigó los métodos
terapéuticos utilizados3. Entre las plantas más usadas pueden citarse: el chichipince
(Hamelia patents Jacq.), de efecto astringente y secante, la quina (Cinchona succirubra
Pav.), de efecto cicatrizante en heridas, y el paraíso (Melia azedarach L.). El Dr. Ramí-
rez observa que aún se conserva el uso de muchos de esos medicamentos arcaicos entre
las poblaciones rurales.
En el año 1930 se nombra a Salomón Meléndez, médico general, como jefe del Laza-
reto, el Servicio encargado de las enfermedades de la piel del Centro Médico Nacional del
Hospital Rosales4.
A partir de 1933 comienzan a llegar al país los primeros médicos especializados en
enfermedades de la piel y en sífilis, enfermedad muy importante en esa época. El prime-
ro fue Esteban Reyes, quien había realizado sus estudios de posgrado en California. Co-
menzó dando conferencias en el Hospital Rosales y en noviembre de 1935 fundó el
consultorio de Dermatología y Sifilología, uno de los primeros de Centroamérica. A él se
debe también la creación de la Sociedad Dermatológica de El Salvador en 1951, forma-
lizándose su fundación en 1957. En ese año promueve el desarrollo del Primer Congre-
so Centroamericano de Dermatología, realizado en San Salvador del 5 al 8 de diciembre,
al cual asistieron como profesores invitados especiales el Dr. Pardo Castelló de Cuba y el
Dr. Fernando Latapí de México; pero Reyes, Presidente del Congreso, no pudo ver con-
cluida su obra, pues falleció en junio de ese año. Durante este Congreso, que reunió a
muchos de los dermatólogos de Centroamérica, se decidió, en una reunión a orillas del
lago de Coatepeque, la fundación de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, que
se rubricó con un acta que se llamó “Declaración de Coatepeque”.
Una de las enfermedades que más estudió el Dr. Reyes fue el rinoescleroma, sobre el
cual realizó varios trabajos; también dejó importantes aportaciones sobre xeroderma
pigmentoso, escarlatina, psoriasis y tuberculosis cutánea.
En 1936 regresó al país el Dr. Arturo Romero después de realizar estudios de posgrado

221
JULIO E . BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ , LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ

en Francia; presentó interesantes trabajos sobre sífilis durante el V Congreso Médico ce-
lebrado en San Salvador, en 1938. Idealista en sumo grado, participó activamente en la
política nacional contra el general Maximiliano Hernández Martínez, por lo que tuvo que
abandonar el país en 1944. Falleció junto con su esposa en un accidente de tránsito en
el vecino país de Honduras.
En 1938 regresó Eduardo Barrientos después de realizar estudios de Medicina y Der-
matología en Suiza, y ese mismo año comienza a trabajar con Esteban Reyes5. Describió
los primeros casos de Mal del Pinto. Un año más tarde fue nombrado Director del Hos-
pital de Asistencia Social y Jefe de la clínica nocturna de la Dirección General de Sani-
dad6. Posteriormente ocupó la jefatura del Departamento de Dermatología del Hospital
Rosales y del Instituto Salvadoreño del Seguro Social hasta su retiro en 1978.
Juan José Rodríguez se doctoró en medicina en 1941; fue nombrado jefe del consulto-
rio de Dermatología del Hospital San Rafael de la ciudad de Santa Tecla (12 km al occiden-
te de la capital); en 1942 realizó estudios de Dermatología en Columbia, Nueva York7. A
su regreso, en 1947, se le encargó dirigir la construcción de las unidades de radioterapia
cutánea –en la cual se había especializado– y las de bacteriología, micología y pequeña ci-
rugía, con lo que se expandió el servicio7. Publicó trabajos sobre dos casos de prurigo no-
dular de Hyde, dermatitis por herbicidas, pénfigo en El Salvador, esporotricosis fija e
incidencia de tumores malignos en el Hospital Rosales8. En 1951 fue nombrado profesor
titular de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El
Salvador. Se desempeñó como Jefe del consultorio externo de Dermatología del Hospital de
Niños Benjamín Bloom. Fue miembro activo de la Academia Americana de Dermatología
de la cual llegó a ser miembro honorario, y socio de la Sociedad Internacional de Derma-
tología Pediátrica.
Antonio Carranza Amaya obtuvo su doctorado en medicina en 1947 con la tesis titu-
lada “Lepra en El Salvador”9 y desde entonces comenzó a trabajar en el consultorio ex-
terno de Dermatología; más tarde tuvo a su cargo los hansenianos hospitalizados en el
Hospital Rosales y continuó interesándose por esa enfermedad. Realizó estudios de pos-
grado en el Instituto Skin and Cancer de la Universidad de Nueva York y a su regreso
fue el encargado de la campaña de lucha contra la lepra. Otros trabajos publicados:
“Epidemiología y morbilidad de la lepra en la República de El Salvador,” “La lepra co-
mo causa de incapacidad en El Salvador”, “Linfomas malignos” y “Miasis furunculoide
en El Salvador”.
El Dr. Oswaldo Ramírez Cienfuegos realizó estudios de posgrado en Dermatología en
París y Madrid, donde se relacionó con grandes dermatólogos, y regresó al país en 1950.
Fue siempre un investigador muy entusiasta; publicó gran cantidad de artículos sobre te-
mas dermatológicos, lo cual lo convirtió en uno de los especialistas salvadoreños más re-
conocidos internacionalmente. En diciembre de 1957, durante el Primer Congreso
Centroamericano de Dermatología presentó los resultados de sus estudios sobre una en-
tidad nosológica que llamó “Dermatitis Cenicienta”, llamada también “Enfermedad de O.
Ramírez” y conocida en la literatura anglosajona como “Eritema Discrómico Perstans”.
Su presentación para explicar la etiología de la enfermedad fue notable. Fue uno de los
organizadores de ese Primer Congreso Centroamericano y uno de los más entusiastas
promotores de la formación de la Sociedad Centroamericana de Dermatología que, como
se mencionó, se fundó durante ese cónclave. Se interesó mucho por las enfermedades cu-
táneas padecidas por los habitantes del país en la época prehispánica; durante el V Con-
greso del CILAD (1963), presentó un trabajo con el título “Dermatología en barro en El
Salvador”3.
Fue Vicepresidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y
Presidente del VIII Congreso realizado en San Salvador en el año de 1975. Ocupó cargos
en la administración y fue Viceministro de Salud Pública y Asistencia Social.
El Dr. José Llerena Gamboa realizó estudios de posgrado en la Universidad de Stanford,

222
La Dermatología en El Salvador

California, y luego en el Centro Dermatológico Pascua de México DF, cuyo director era
Fernando Latapí. Se interesó mucho por la micología y a su regreso, en 1956, se preo-
cupó por equipar lo mejor posible el laboratorio de micología del Hospital Rosales y por
planificar el estudio de las enfermedades de los hongos en el país10. Entre sus trabajos
en ese campo se encuentran: “Contribución al estudio de las micosis profundas en El Sal-
vador”11, “Cuatro casos de micetoma causados por hongos diferentes”, “Heat treatment
of sporotricosis and chromoblastomycosis” y “La esporotricosis en El Salvador”12. Fue
médico del consultorio externo de Dermatología del Hospital Rosales y profesor auxiliar
de micología de la Facultad de Medicina4.
El Dr. Enrique Hernández Pérez regresó al país en 1970, después de haber realizado
amplios estudios de Dermatología, Dermatopatología y cursos de cirugía dermatológica
y cosmética. Comenzó sus estudios de posgrado en el Instituto Dermatológico Pascua,
con el Prof. Fernando Latapí, quien lo envió a hacer una rotación completa al servicio de
Cirugía Plástica del Hospital General de México bajo la dirección del Prof. Fernando Or-
tiz Monasterio.
En San Pablo, Brasil, su jefe, el Prof. Sebastião Sampaio, lo indujo también a que con-
tinuara su formación en cirugía dermatológica. Durante los dos años que pasó en esa ciu-
dad, se interesó mucho por la Dermatopatología y siendo aún residente, tuvo a su cargo
todas las biopsias del servicio; una vez por semana presentaba los casos a sus jefes, los
Drs. Thales de Brito y Cecy Barros.
En Buenos Aires tuvo como profesor principal al Dr. Aarón Kaminsky, un extraordi-
nario maestro en diagnóstico y terapéutica, con quien inició sus estudios de la cosméti-
ca médica; de él aprendió el uso correcto de la cosmiatría. Recibió capacitación del Dr.
Julio Martín Borda, especialmente en clínica, y durante ese periodo profundizó sus estu-
dios en Dermatopatología bajo la dirección del Dr. Jorge Abulafia.
Continuó sus estudios en los Estados Unidos: en Dermatopatología, bajo la dirección
de Walter Lever en Boston y con Bernard Ackerman en Nueva York; en cirugía cosméti-
ca trabajó bajo la supervisión de los doctores Richard Webster en Brooklin, Gerry Fen-
no en Houston, Howar Tobin en Abilene, Julius Newman en Philadelfia y Sam Stegman
en California.
A su regreso a El Salvador fue profesor titular y jefe de la Unidad Docente de Derma-
tología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador y Jefe de la Sección
de Dermatopatología del Departamento de Patología del Hospital Rosales del cual era di-
rector el Dr. Francisco Velásquez. Ocupó esos cargos hasta su retiro en 1987 para dedi-
carse sólo a la práctica privada13.
Desde que inició su trabajo en el país, transmitió a sus colegas su interés por la ciru-
gía dermatológica, disciplina a la cual se le daba poca importancia en esa época. Las pri-
meras operaciones las practicó en la sala de Pequeña Cirugía del Departamento de
Dermatología del Hospital Rosales; aunque el sitio no era el más apropiado, se practica-
ba en él todo tipo de cirugías de cáncer de piel incluyendo cirugía de Mohs. Bajo su di-
rección se iniciaron las residencias en Dermatología; los siete dermatólogos que se
formaron con él tuvieron que prepararse muy especialmente no sólo en clínica sino tam-
bién en cirugía y patología.
Varios años después comenzó a trabajar en el Hospital Santa Teresa de la ciudad de
Zacatecoluca, población localizada en el Departamento de la Paz, unos 50 km al oriente
de la capital, y allí pasaba los días sábados casi completos con sus residentes extranje-
ros, practicando diferentes tipos de procedimientos principalmente cosméticos, como li-
posucciones, ritidectomías, blefaroplastías y transplantes de pelo.
Sus aportes más importantes en cirugía cosmética fueron: la realización de más de
8.000 casos de liposucción a partir de 1981, la clasificación por volúmenes de la liposuc-
ción, la definición de lipoescultura y la forma de calcular el volumen que se debe infil-
trar de solución de Klein para hacer una liposucción.

223
JULIO E . BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ , LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ

La trayectoria del Dr. Hernández Pérez en el Colegio Ibero-Latinoamericano de Der-


matología fue muy importante; comenzó como delegado nacional por El Salvador en
1970, fue elegido vicepresidente por dos períodos consecutivos, de 1984 a 1992, y pos-
teriormente nombrado presidente del CILAD durante el período 1992 a 1996.
Hasta el presente ha publicado más de 200 trabajos científicos tanto en español co-
mo en inglés; escribió dos libros: Clínica Dermatológica y Cirugía Dermatológica Prácti-
ca, ambos con varias ediciones. Además, ha colaborado con varios capítulos en libros
internacionales y es editor de varias revistas científicas internacionales. En los últimos
años su interés principal se ha orientado a la cirugía dermatológica.
Sus cargos actuales son: director del Centro de Dermatología y Cirugía Cosmética de
San Salvador; jefe del Servicio de Dermatología y Cirugía Cosmética del Hospital Nacio-
nal Santa Teresa; certificador y examinador por el American Board of Cosmetic Surgery;
Presidente de la Meso-American Academy of Cosmetic Surgery; miembro del Grupo In-
ternacional de Terapéutica Dermatológica; Director del Programa de Cirugía Cosmética
aprobado por el CILAD y por la American Academy of Cosmetic Surgery. Es invitado fre-
cuentemente como conferencista a diferentes países de Latinoamérica y Europa.
Alrededor de 1970 llegan también al país los Drs. Enrique Flores Díaz y Fernando
Adolfo Cruz Argumedo, después de haber realizado estudios de Dermatología en el Cen-
tro Dermatológico Pascua. El Dr. Flores Díaz se formó en la Universidad de Stanford; fue
profesor auxiliar de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina y dermató-
logo del Hospital de Niños Benjamín Bloom; junto con Juan José Rodríguez dieron impul-
so a la Dermatología Pediátrica.
El Dr. Cruz realizó otros estudios en el Hospital Saint-Louis de París y a su regreso se
incorporó como profesor auxiliar de la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medi-
cina de la Universidad de El Salvador.
Entre los dermatólogos que se formaron bajo la dirección del Dr. Hernández Pérez
merece destacarse a Julio Eduardo Baños, quien después de haber realizado los tres
años de posgrado en Dermatología, se trasladó a México DF en 1979. Allí realizó la su-
bespecialidad de Dermatología Pediátrica bajo la tutoría del Dr. Ramón Ruiz Maldonado,
Jefe del Servicio de Dermatología del Instituto Nacional de Pediatría DIF (antiguo IMAN)
de esa ciudad. A su regreso completó sus estudios en Criocirugía con el recordado Dr.
Gilberto Castro Ron en el Instituto Oncológico Luis Razzeti de Caracas. Trabajó como
profesor auxiliar de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Univer-
sidad de El Salvador, y colaboró con los Drs. Hernández Pérez (jefe), Enrique Flores Díaz
y Adolfo Cruz en el dictado de los cursos de pregrado de la Facultad de Medicina, y los
de posgrado en la Residencia de Dermatología; comenzó la práctica de la criocirugía en
el Hospital Rosales y en el Hospital de Niños Benjamín Bloom, donde fue médico del con-
sultorio externo y dermatólogo consultante de todo el hospital. Se desempeñó como jefe
del Servicio de Dermatología del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Fue Presiden-
te en varias ocasiones de la Sociedad (ahora Asociación) Dermatológica de El Salvador.
Participó como delegado nacional del CILAD y fue vicepresidente del CILAD por Centroa-
mérica en dos períodos, de 1996 a 2003.
Actualmente trabajan activamente en El Salvador 40 dermatólogos graduados en di-
ferentes países de Latinoamérica. ■

Octubre, 2005

224
La Dermatología en El Salvador

■ Referencias 4. Llerena J. [comunicación


personal]. 1966.
9. Carranza Amaya. Lepra en El
Salvador. 1965;243:6-25.
bibliográficas 5. Barrientos E. [comunicación 10. Llerena J, Godoy GA.
personal]. Dermatofitos responsables de
1. Hernández Pérez E. La 6. Rodríguez JJ. Contribución al la Tinea Capitis en El
Dermatología en El Salvador. estudio de las afecciones Salvador. Arch Col Med. El
Dermatol Rev Mexic. cutáneas en El Salvador Salvador. 1961;14:183-186.
1967;11(1):39-48. [tesis doctoral]. Universidad 11. Llerena J. Micosis profundas
2. Ramírez O. Paleomedicina de El Salvador; 1941. observadas en El Salvador.
americana. Tratamiento 7. Rodríguez JJ. [comunicación Presentado en la 1ª Reunión
cuzcatleco de las tiñas. Derm personal]. 1966. México-Centroamérica de
Ibero Lat Am. 1964;6:211- Dermatología. México; 1964.
8. Rodríguez JJ. Esporotricosis
218. fija. Presentación de tres 12. Llerena J. Esporotricosis en El
3. Ramírez O. Dermatología en casos en niños del Hospital Salvador [Comunicación
barro en El Salvador. Actas de Niños Benjamín Bloom. personal].
finales del 5º Congreso Ibero Trabajo presentado en el 5º 13. Hernández Pérez E.
Latino Americano de Congreso Centro Americano [Comunicación personal].
Dermatología. Buenos Aires. de Dermatología. San José Nov 2004.
1963;1137-1143. (Costa Rica); 1965.
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN GUATEMALA
EDUARDO SILVA - LIZAMA , PABLO HUMBERTO URQUIZU DÁVILA ,
PETER GREENBERG CORDERO, SUZZETTE DE LEÓN G .

E n el prólogo del libro Las Ciencias Médicas en Guatemala escribe el brillante médi-
co e historiador Carlos Martínez Durán:

La Historia no es el cuerpo mustio del pasado, ni el acopio metódico de minuciosas


investigaciones efectuadas en los archivos. No es el texto muerto del infolio, ni la in-
terpretación de lo que amenos o severos cronistas nos transmitieron. La Historia es
la vida misma, siempre variable y caprichosa, ajena al molde del frío sistema y al cál-
culo de ciencia exacta. Nunca será Clío la misma Musa. Cada tiempo le impone nue-
vos ojos y nuevas vestiduras, cada época le infunde nueva vitalidad, y es
precisamente por su estrecho connubio con la vida que la Historia es ciencia tan hon-
damente humana y social.

En su Historia de Guatemala, Francis Polo Sifontes define la Historia como “una re-
lación escrita de los hechos de la vida del hombre desde el pasado hasta el presente, más
el estudio del significado de tales hechos para el hombre mismo”. También allí se refie-
re a la cultura como “la conducta o comportamiento aprendido y posteriormente mani-
festado por los miembros de una sociedad”. Estos dos conceptos están relacionados con
la Dermatología como parte de la cultura médica de nuestro país. Por lo tanto, es nues-
tra obligación como dermatólogos no sólo ser expertos en enfermedades cutáneas sino
también investigadores de su historia, especialmente en nuestro país, ya que tendrá ca-
racterísticas propias que nos permitirán aportar nuestro conocimiento a la Dermatolo-
gía mundial.

1. Dermatología precolombina (fotos 1-17) ■ La Dermatología precolombina


Pablo Humberto Urquizu Dávila
Los mayas

Los mayas poseían la cultura más avanzada del mundo descubierto por Colón; mere-
cen ser designados como “los griegos de América”. La admiración por las construcciones
que quedaron como testimonio de aquel pueblo fantástico provocó, desde el inicio del

227
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Figuras:
1. Anciana con niño siglo XIX, que viajeros y estudiosos de diferentes partes del mundo vinieran a estas re-
2. Calvicie giones selváticas a visitar sus centros ceremoniales. La subárea maya tuvo una extensión
3. Deformidad en de unos 325.000 km, o sea, un territorio equivalente al triple del que ocupa actualmen-
nariz te la República de Guatemala. Los mayas habitaron lo que hoy corresponde a los esta-
dos mexicanos de Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, la República de
Guatemala, Belice y el occidente de la República de Honduras. Sus orígenes se pierden
en el tiempo; algunos historiadores mayistas creen que fue una cultura que se desarro-
lló in situ y aunque ellos mismos principiaban su meticulosa cuenta del tiempo en una
época tan remota como el año 3113 a. C., los expertos no han encontrado evidencias de
su cultura que puedan ser fechadas antes del año 2000 a. C.
La vida de este pueblo giraba en torno al cultivo del maíz que fue su sustento básico.
Fundaron sus principales centros ceremoniales en lugares secos y alejados de un río o
lago, como Tikal y Uaxactun; pero en otros casos los establecieron junto a una fuente de
agua, como Copan o Yaxhá.

PERÍODO PRECLÁSICO (2000 A.C.-300 D.C.)


Se le llama también “período formativo” porque durante este tiempo se sentaron las
bases de esta cultura. Su considerable duración -2300 años- fue tiempo suficiente para
alcanzar el esplendor del siguiente período que fue el clímax de esta civilización extraor-
dinaria. Durante este período se organizaban en núcleos agrícolas en forma de aldeas. La
economía estaba basada en la agricultura, la religión estaba representada por el culto a
la tierra y los fenómenos naturales, y la arquitectura era de tipo ceremonial y religiosa.

PERÍODO CLÁSICO (300-900 D.C.)


En el transcurso de estos 600 años los mayas alcanzaron su máximo desarrollo cul-
tural y esplendor. El gobierno era teocrático, es decir, estaba ejercido por sacerdotes, que
además tenían mando militar y sucesión hereditaria. El gobernante se llamaba Halac Ui-
nic y era auxiliado por los caciques menores, el sacerdocio, la nobleza, el pueblo y los
esclavos. Durante este período se intensificó la agricultura; el excedente era vendido o
cambiado por otros productos, lo que provocó un aumento importante en el comercio re-
gional. El desarrollo de las ciencias estuvo vinculado con la religión. Se destacaron en as-
tronomía y a través de sus observatorios estudiaban los movimientos del sol; aún en la
actualidad es reconocida la exactitud del calendario maya.
Demostraron su conocimiento de las matemáticas y la ingeniería en la construcción
de sus grandes edificios, canales de riego, acequias para la conducción del agua de llu-
via, así como en la movilización de las enormes piedras y materiales para la edificación.
La medicina alcanzó un importante desarrollo en el uso de hierbas y plantas medicinales;
se practicaba la odontología y se realizaban verdaderas prótesis dentarias. La arquitectura,

228
Historia de la Dermatología en Guatemala

sobre todo la religiosa, fue notable durante este período con una proliferación
de centros ceremoniales, calzadas y juegos de pelota. Figuras:
4. Deformidad en cara
PERÍODO POSCLÁSICO (900-1500 D.C.) 5. Deformidad facial
El paso a este período fue traumático. Se cree que hacia el año 900 d.C. hubo una se- 6. Deformidades
quía prolongada que afectó durante años al territorio de Mesoamérica (esto ha sido dedu- faciales
cido de los estudios científicos de la paleobotánica). El pueblo maya reclamó ante sus
sacerdotes, especialmente los dedicados al culto de Chac, señor de la lluvia, pero los es-
fuerzos de éstos resultaron inútiles; el pueblo se rebeló entonces y tras sangrientas revuel-
tas, los sacerdotes desaparecieron. Sólo la clase sacerdotal sabía leer y escribir y guardaba
celosamente los conocimientos sobre astronomía y agricultura, por lo cual los centros ma-
yas comenzaron a decaer. Al mismo tiempo se produjo una invasión de los toltecas desde
el noroeste; estos conquistadores provenían de Tula, ciudad localizada en el altiplano cen-
tral de México, y su lengua era el náhuatl. Los toltecas se apoderaron de los centros ma-
yas. Las crónicas indígenas, como el Memorial de Tecpán o el Popol Vuh, asientan en sus
páginas cómo los cakchiqueles y quichés, vinieron de Tula, al oriente, cruzando el mar, tra-
yendo dioses toltecas como Tohil, Avilix y Jacavitz, pero escribían en su lengua mayense y
utilizaban el viejo calendario maya con su sistema vigesimal. El posclásico se caracterizó
por ser un período de guerra, de continuas rivalidades; como consecuencia surgieron los
señoríos indígenas que encontraron los españoles a su llegada y cuyos odios supo aprove-
char para sus fines de conquista el adelantado don Pedro de Alvarado1, 9.

LA MEDICINA MAYA
Tres fuentes son importantes para el estudio de la medicina maya:
1) El rico material artístico en el que quedaron representadas las enfermedades más
importantes.
2) Los códices mayas, el Popol Vuh y los escritos indígenas.
3) Los viejos cronistas que fueron testigos de sus tradiciones y costumbres.
Es posible que las enfermedades puedan explicar también, de algún modo, la decaden-
cia de esta civilización que nada tuvo que envidiarle a la egipcia y a la mesopotámica.

LA MITOLOGÍA MAYA
Los mayas dieron a la medicina un carácter sagrado cuya liturgia era conocida por la
casta sacerdotal como una ciencia misteriosa transmitida de padres a hijos. Los indíge-
nas actuales saben muy poco de estos secretos, si bien en Yucatán quedan herbolarios y
en Guatemala brujos o curanderos que son los últimos representantes de esa casta de
médicos indígenas. Las deidades médicas eran numerosas y variadas, y competían en po-
der y grandeza.

229
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Se creía que las enfermedades podían ser


causadas por espíritus o seres con poderes
sobrenaturales; también podían ser el resul-
tado de causas naturales como accidentes,
deficiencias o excesos. Si se descubría el ori-
gen se podía dar el tratamiento; por ejemplo,
la enfermedad producto de la ofensa a los
dioses requería confesar el pecado y realizar
penitencia; si provenía de brujería se actua-
ba contra ésta y si era por causas naturales
se daban medicamentos apropiados. Si la en-
fermedad era pasajera se trataba por el mis-
mo enfermo en casa, pero si era crónica se
consideraba como castigo de los dioses.
Los antiguos mesoamericanos reconocían
desigualdades entre las personas; los hombres eran considerados K´an (agresivos,
seguros, irascibles) y las mujeres nakanik (apacibles, dóciles, sumisas). La edad
era otro factor de diferenciación: los ancianos eran considerados más sabios y más
consistentes en sus fuerzas que los jóvenes; esto se menciona en el Memorial de
Sololá, en el Popol Vuh y en el Título de los Señores de Totonicapán donde las dei-
dades son ancianas.
También creían que la debilidad temporal provenía de cometer un pecado, ex-
perimentar emociones fuertes o sentir envidia; se pensaba que el trabajo excesi-
vo, el exponerse al frío o al calor y a ciertos alimentos perturbaba el equilibrio de
una persona.
En estos textos es posible encontrar una expresión de la teoría del equilibrio y
su relación con la enfermedad. En las tierras altas de Guatemala se creía que un
cuerpo fuerte está más protegido de la enfermedad que uno débil: esta fortaleza
tiene relación con la condición de la sangre que puede ser fuerte o débil, fría o ca-
Figuras: liente; se creía que la sangre no se podía regenerar y que cualquier pérdida pro-
7. Destrucción nasal ducía debilidad. Los niños, las mujeres y algunos ancianos eran considerados más
8. Dolor de muelas débiles. Se pensaba que los ancianos eran más fuertes y más potentes que los jóvenes,
9. Edema de especialmente si eran brujos, curanderos o lideres. Para mantener el cuerpo en equili-
miembros inferiores brio era necesario tener armonía con la naturaleza, con la sociedad y con los dioses. La
confesión y el sacrificio eran los medios más importantes para lograrlo2, 5.
La medicina maya tuvo su trinidad formada por la diosa Ixchel y por los dioses Cito-
bolontun e Itzamna. Estos dos trabajaron para descubrir las virtudes medicinales de las
plantas heredando todos sus conocimientos a los H-Menes, familia hipocrática iniciada
en el arte de curar.
Itzamná: dios y hombre a la vez, era el padre de la medicina y sus fiestas se celebra-
ban en el mes de Zip, o sea, el mes del pecado. El día 8 era el principal y ante el dios se
volcaban las hierbas medicinales que recibían el soplo de la divinidad; se realizaban dan-
zas y se utilizaba el incienso para pedir a Ahau Chamahez la salud. El pueblo desfilaba
y esperaba la bendición.
Ixchel: la mujer arco iris, abogada de la maternidad, recibía las ofrendas florales de
las mujeres que deseaban la fertilidad.
Citobolontun: el varón compañero, daba sus dones salutíferos.
Zuhuykak e Ixtliton: daban la salud a niñas y niños.
Kinich-ahau: el rostro del sol, quemaba al demonio de las enfermedades; era el dios
de la fototerapia y termoterapia.
Kukulcan: dios omnipotente que curaba las fiebres.
Tzapotla-tenan: era la abuela de la terapéutica tópica ya que había descubierto del

230
Historia de la Dermatología en Guatemala

oxitl (trementina) la resina


que sanaba las bubas y lla-
gas cutáneas.
Temazcaltec: abuela de
los baños, aconsejaba los
baños de vapor.
Yun-cimil: señor de la
muerte, se paseaba junto
con la lechuza alrededor del
agonizante, aunque a veces
se retiraba sin llevarse el al-
ma del paciente.
Es indudable que la mi-
tología médica fue consecuencia de las enfermedades que sufrieron los ma- Figuras:
yas4, 5 (figuras 1-17). 10. Hongos
ceremoniales
LA MEDICINA EN EL POPOL VUH 11. Arrugas
El Popol Vuh contiene las historias de los indios quichés acerca de la formación del
mundo, de sus dioses, héroes y hombres, es decir, trata de mitología, religión y genealogía.
Fray Francisco Ximénez nació en Ecija, provincia de Andalucía, en 1666; llegó a Gua-
temala en 1688, era fraile de la orden de Santo Domingo y le fue encomendada la tarea
de escribir la crónica de su provincia. Mientras estuvo en Chichicastenango, los indios le
mostraron el manuscrito de los quichés; Fray Francisco copió el original y lo tradujo al
español; esta copia está depositada en la Newberry Library de Chicago4, 10.
En el Popol Vuh se citan algunas deidades mayas que eran responsables de las enfer-
medades. Los señores de Xibalba (el inframundo) podían causar enfermedad. Xik´iri (na-
riz voladora) y Kuchuna Kiq´ (jefe sangre) eran dos de estos señores cuyo trabajo era
producir “sangre para enfermar a la gente”. En muchos lugares se percibía la sangre co-
mo un medio para recibir un daño externo. Los señores de Xibalbá hacían que la gente
se enfermara afectando su sangre. En el Popol Vuh se menciona al señor Ahal puh (ha-
cedor de pus) quien producía infecciones. El Ahal gana Q´ama (hacedor de cólera) tenía
el poder de “hacer que la gente se hinchara”. La bilis producía ictericia en la cara.
Los señores Chamiabaq (bastón hueso) y Chamiaholom (bastón calavera) convertían
a la gente en huesos y calaveras. Los señores Ahalmez (hacedor de suciedad) y Ahalto-
kob (hacedor de llagas) eran peligrosos en tiempo de pobreza. El Ahalxic (señor gavilán)
y el Patan (señor trampa) causaban la muerte en los caminos. Los cakchiqueles tenían
un dios llamado Ahal Xic, que provocaba la muerte repentina. Itzamná, dios de la medi-
cina e Ixchel, la diosa luna, eran invocados en la fiesta de los curanderos y brujos duran-
te el mes Zip. Itzamná era conocido porque curaba a los enfermos y resucitaba a los
muertos. Ixchel era la diosa de la procreación, del alumbramiento, de la medicina y de
las enfermedades que formaban pústula. La sífilis era una de las enfermedades asigna-
das a Ixchel por las asociaciones eróticas con esta deidad10.

CONOCIMIENTOS ANATÓMICOS Y QUIRÚRGICOS DE LOS MAYAS


Los instrumentos quirúrgicos eran de obsidiana; estos cuchillos les servían para abrir
abscesos y realizar otras cirugías menores. Los conocimientos anatómicos provenían de
los sacrificios humanos y animales. El corazón era bien conocido. Inicialmente los mayas
no practicaban sacrificios humanos; esta terrible costumbre derivó de su contacto con los
aztecas y corresponde a una época muy tardía de su historia, como demuestran algunos
estudios realizados en las ciudades indígenas del posclásico como la ciudad de Iximché.
Los mayas-quichés consideraron la enfermedad de etiología distinta de lo sagrado y
su observación los guió hacia un conocimiento más exacto. El frío y la humedad eran

231
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

reconocidos como agentes causales de reumatismo; el viento producía algunas enferme-


dades. El régimen alimenticio de los indios era sabio y saludable y las costumbres sexua-
les eran moderadas.
Conocían el papel del contagio en las epidemias; se valían de prácticas de hechicería
para averiguar si una enfermedad era curable. Conocían la blenorragia, las bubas, la im-
potencia sexual y las enfermedades eruptivas. Describieron el tifus exantemático usan-
do palabras compuestas como Zahualt (erupción); también conocían la leshmaniasis, el
rinofima y el Ulcus rodens.
Su vida guerrera les proporcionó un conocimiento especial de las heridas; las clasifi-
caron en forma topográfica tomando en cuenta la profundidad, la causa que las producía
y sus complicaciones. Cada enfermedad era tratada con hierbas y el tratamiento era rea-
lizado por especialistas. Existían especialistas en mordeduras debido a la gran cantidad
de serpientes e insectos. Se conocían las articulaciones del cuerpo que a veces era repre-
sentado en figurillas; un pasaje en el Popol Vuh se refiere a la reparación de huesos. Fray
Bartolomé de las Casas mencionó a los herbolarios, llamados quamanel, que significa “el
que cura”. Los médicos probablemente realizaban algún tipo de investigación básica de
prueba-error observando el efecto de las plantas en las diferentes patologías.

Figuras:
12. Labio leporino Durante el momento del parto, la embarazada confesaba sus pecados, la comadrona
13. Rinofima se extraía sangre y la rociaba mientras hacía invocaciones y ejecutaba una ceremonia
14. Tumor abdominal para facilitar el parto.
La cirugía no estaba tan desarrollada como la medicina herbolaria; sin embargo, los
cirujanos fueron capaces de realizar extracciones y mutilaciones dentales, hacer próte-
sis, extraer cuerpos extraños, drenar abscesos, curar heridas, hacer sangrías, circunci-
siones, trepanaciones craneales y curaciones oculares.
Según los cronistas, el arsenal terapéutico de los indios era eficaz, superior al de los
médicos y cirujanos que llegaron en el siglo XVI. Existían purgantes, diuréticos, coagu-
lantes, eméticos, sedantes, etcétera.
Las principales costumbres higiénicas eran la dieta y los baños. La alimentación era
balanceada con el maíz como alimento principal; también utilizaban las legumbres y la
carne de venado, así como el pescado. Hacían bebidas fermentadas basándose en frutas
como el jocote.
Los mayas usaban el baño de vapor. Los baños temascal constituían ritos especiales.
Los casados se bañaban juntos, las embarazadas se bañaban en los últimos meses del
embarazo y los solteros se bañaban solos. Los temascales medían poco más de un metro
de altura y tenían paredes de piedra y piso de madera cubierto de barro. Adentro había
piedras que se calentaban y luego se mojaban con agua produciendo vapor. Su protecto-
ra era la diosa Temazcalteci.

232
Historia de la Dermatología en Guatemala

Se utilizaban también las aguas medicinales, por ejemplo, las sulfurosas, para curar
calambres, dolores del cuerpo, infecciones intestinales y reumatismo; creían que las
aguas termales tenían poderes curativos. En la Europa del siglo XVI no era costumbre
bañarse con frecuencia. El capitán Juan de Estrada (1579) menciona que “ellos tenían la
costumbre de bañarse en los ríos y lo siguen haciendo”. El cronista español Fuentes y
Guzmán relataba que los indígenas usaban el baño para tratar las fiebres, tumores, sífi-
lis y otros males4, 5 (Tabla 1).

Tabla 1. Nombre anatómico de la piel y sus anexos y de algunas enfermedades de la piel en idioma maya4

Piel Oth, Othiel Cáncer Cunuz


Boca Chii Dolor Yail
Labio Boxel chii Enfermedad Kohanil
Lengua Ak Fiebre Chacauil
Paladar Mabcaan Lepra Naycan
Saliva Tub Úlcera por traumatismo Cuinpaharil
Encías Chuncó Úlcera con exudado Pomactel
Cabello Tzotz Úlcera incurable Taacan
Uña Ichac Mal de la boca Chacnich
Calva y caspa Thab Muerte Cimil
Sudor Zackeluc Medicamento Cac
Urticaria Zob Perleche, boquera Xaya kohi
Vitiligo Zac Halay Miliaria Uzan
Viruela Kak Sarampión Uzankak
Ampollas Popol, choolax Sarna Uech
Absceso Bocan, chuchum Tiña Zock
Bubas Zob Ungüento Nabzah

LA ESTÉTICA
Las deformaciones cefálicas se han practicado en forma universal en determinados
períodos culturales; obedecen a razones estéticas ligadas a costumbres mágicas y reli-
giosas. Esta práctica no debe relacionarse con un menor desarrollo cultural; a finales del
siglo XIX se realizaba todavía en el sur de Francia.
Estas deformaciones, que desde el punto de vista médico eran inocuas, se lograban
por medio de aparatos especiales. Los códices mayas muestran a Hunahpú y otros dio-
ses con la cabeza alargada, dado que el ideal estético era una frente aplanada4, 5.

LAS EPIDEMIAS EN EL PERÍODO PRECOLOMBINO


En el siglo VII de la era cristiana fue destruido el imperio maya; algunos creen que
fue debido a la fiebre amarilla, pero no hay pruebas contundentes que apoyen esta hipó-
tesis ya que estudios más recientes han demostrado que esta enfermedad fue importada
de África en 1647. La viruela era desconocida en América y fue traída por un grumete
de Pánfilo de Narváez en 1520.
Las epidemias de tipo exantemático fueron frecuentes en América antes de la llega-
da de los españoles; eran endémicas en México y de allí pasaron a Guatemala; en lengua
azteca eran llamadas Matlatza hualt.
El paludismo, en formas benignas, existió en Yucatán y en algunas regiones de Gua-
temala.
El Memorial de Sololá, un manuscrito del siglo XVI conocido como Anales de los Cak-
chiqueles o Memorial de Tecpán Atitlán, describe la historia de la nación cakchiquel que
se desarrolla en la ciudad de Iximché.
En este Memorial se describe una epidemia en 1523 –un año antes de la llegada de
los españoles– que produjo muchas muertes en la población indígena. El nombre indíge-
na para esta epidemia fue chaac, que quiere decir “peste con erupción cutánea o con lla-
gas”; según algunos autores podría haber sido sarampión, pero otros creen que fue tifus

233
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

exantemático. De acuerdo con los síntomas descritos en el Memorial, no se pue-


de hacer un diagnóstico exacto pero podemos inferir que los cakchiqueles tuvie-
ron conocimientos dermatológicos debido a estas epidemias; también tenían
experiencia en cirugía menor dermatológica y en el manejo de heridas.
El Memorial refiere lo siguiente:

Luego comenzó el ataque a la ciudad en el extremo del puente, lugar que había es-
cogido Chucuybatzin para la guerra y para llevar a los Tucuchés a la revuelta. Cua-
tro mujeres se habían armado de cotas de algodón y de arcos, disfrazándose para la
guerra como cuatro jóvenes guerreros. Las flechas lanzadas por estos combatientes
penetraron en la estera de Chucuybatzin, fue espantosa la gran revolución que hicie-
ron los Señores antiguamente.

Iximché, la capital del reino cakchiquel, tuvo una historia breve y tormento-
sa. Los cakchiqueles eran aliados de los quichés, la corte estaba en Chiavar y el
rey era Quikab. Pero el rey quiché fue derrocado por sus hijos y él mismo aconse-
jó a los cakchiqueles que huyeran y que fundaran Iximché en la cumbre del mon-
te Ratzamut. Los reyes Juntoh y Vukubatzm construyeron la ciudad en 1470.
Desde entonces fueron enemigos de los quichés, lo cual fue aprovechado por el
conquistador Pedro de Alvarado emulando la táctica que usó Hernán Cortés en la
conquista de México.
Los primeros historiadores españoles en llegar a Iximché fueron Bernal Díaz
del Castillo y Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Bernal Díaz pasó por Ixim-
ché en agosto de 1526 y tuvo que abrirse camino con las armas, ya que escuadro-
nes guatemaltecos escondidos en el barranco estaban emboscando a los
españoles. Bernal pernoctó en lo que llama Guatemala la Vieja, a que la describe
así: “Y estaban los aposentos y tan buenos y de tan ricos edificios en fin como de
caciques que mandaban todas las provincias comarcanas”. Esta descripción es un
verdadero elogio pues el soldado cronista ya había sido testigo de la magnificen-
cia de la corte azteca6.
La descripción que hace don Antonio de Fuentes y Guzmán en la Recorda-
ción Florida, libro XV, capítulo V, es vívida y detallada. Hay un pasaje que va-
le la pena transcribir:

Hacia la parte norte del palacio, donde en un lugar muy decente y adornado estaba en una co-
mo ermita o adoratorio un oráculo del demonio que era una piedra negra y transparente como
vidrio, pero de mejor y más preciosa materia que la piedra Chay, en cuya diafanidad les confir-
maba la sentencia, luego se ejecutaba allí en aquel tribunal sobre aquella peana donde también
se le había dado tormento al reo y si en contrario se representaba o no se figuraba en lo diáfa-
no de la piedra alguna cosa, quedaba libre. Y este oráculo era también consultado en todos los
movimientos militares que se ofrecían ejecutándose o no la guerra según el aspecto o represen-
tación del oráculo.

Esto hace suponer que también podrían haber consultado a este oráculo
Figuras:
15. Tumor en ala nasal
si algún gobernante o principal sufría alguna enfermedad o dermatosis que no pudiera
16. Tumor en ojo ser curada por los médicos o sacerdotes.
17. Deformidad nasal Aquí vale la pena hacer un breve análisis del nombre Guatemala4. Los primeros do-
cumentos históricos en los que aparece son las cartas de relación que Pedro de Alvara-
do envió a Hernán Cortés en 1524; el conquistador relata su viaje desde Soconusco, y la
palabra Guatemala aparece tres veces.
En la segunda carta refiere que salió de Utatlán, la capital del reino quiché, y que en
dos días llegó a Guatemala, o sea, Iximché. Por su parte, Hernán Cortés menciona a la

234
Historia de la Dermatología en Guatemala

ciudad de Guatemala en su carta de relación al rey Carlos V fechada en México el 15 de


octubre de 1524.
En las tres cartas citadas el nombre de Guatemala se escribe de la misma manera que
ahora; seguramente es la castellanización del vocablo Quauthtemalan de origen náhuatl,
que era como conocían la ciudad cakchiquel los indios mexicanos.
En algunas actas del cabildo de Santiago aparece la palabra Guatemala identificando
originalmente la ciudad cakchiquel de Iximché, pero desde el 27 de julio de 1525 designó
la Provincia de Guatemala, convirtiéndose después en la denominación de la Audiencia y el
Reino que incluyó dentro de sus límites la región que va desde Chiapas hasta Costa Rica7.
Desde 1847 el nombre Guatemala designó sólo a la República, el Departamento y la
Capital. Si las denominaciones de origen mexicano que tienen muchos poblados son só-
lo traducciones libres de los nombres originales quichés, tzutujiles o cakchiqueles, y si se
sabe por las declaraciones de los principales de Santiago Atitlán, hechas en 1583, que en
lengua de los naturales la ciudad se llamaba Cakchiquil –que en mexicano se traduce co-
mo Cuautemala– es posible concluir que el significado etimológico de la palabra Guate-
mala es el mismo que el del término cakchiquel8.
En el Memorial de Sololá se asienta: “Cuando llegamos a las puertas de Tulán fuimos
a recibir un palo rojo que era nuestro oráculo, por eso se nos dio el nombre de cakchi-
queles, es decir, los hombres del palo rojo”.
El Popol Vuh dice lo siguiente: “Enseguida dieron su nombre a los cakchiqueles, Gag-
chequelab fue su nombre”; lo que significa los del árbol rojo o de fuego. Por lo tanto la pa-
labra cakchiquel se tradujo al mexicano como Cuauhtemallan y se castellanizó como
Guatemala, que podría significar: el lugar de los hombres del árbol o palo rojo o de fuego.

■ La
2. La Dermatología durante la Conquista Dermatología durante la Conquista
El día 6 de diciembre de 1523 Pedro de Alvarado salió de Tenochtitlán, la capital del
imperio azteca recién conquistada por Hernán Cortés, con la misión de someter Utatlán
y Cuauthemallan a la corona española. Iban ciento veinte hombres a caballo, trescientos
hombres a pie, ciento treinta ballesteros y escopeteros, cuatro tiros de artillería con mu-
cha pólvora y municiones y una fuerza auxiliar de guerreros mexicanos, culhuas y tlax-
caltecas.
Las enfermedades que sufrieron los conquistadores fueron innumerables. Algunas
eran propias de los lugares que sometían, otras eran traídas por ellos del viejo continen-
te, y como armas biológicas se sumaban a los caballos, espadas, cañones, lanzas, mos-
quetes y ballestas para aterrorizar y sojuzgar a los indígenas.
Curiosamente, para curar las heridas de guerra usaban la grasa de un indio muerto,
además de plantas medicinales cuyo uso aprendieron en América, dado que los europeos
no tenían los conocimientos de los médicos indígenas.
Bernal Díaz del Castillo, el famoso cronista, nos cuenta sobre las enfermedades sufri-
das por los conquistadores: “Desde ha tres o cuatro meses que estábamos poblando, dio
pestilencia, de la cual murieron muchos soldados, y demás desto todos los más adolecía-
mos y se nos hacían unas malas llagas en las piernas”. Podemos deducir que sufrieron
una epidemia, y las “malas llagas en las piernas” es probable que fuera ectima. Deben
haber sufrido múltiples picaduras de insectos como zancudos, moscas, tábanos y garra-
patas y tal vez piojos. Las plagas de mosquitos son mencionadas por los cronistas Bernal
Díaz del Castillo, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán y Fray Francisco Ximénez.
Otras dermatosis muy frecuentes padecidas por los conquistadores eran las úlceras
simples o llagas, consecuencia de picaduras sobreinfectadas, y las bubas; en éstas se han
englobado muchas enfermedades como la sífilis, el pian, adenitis simples y pequeños
abscesos en la piel.

235
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

El relato de Bernal Díaz no parece referirse a sífilis ni pian sino a abscesos múltiples
y adenitis secundarias de picaduras y lesiones de rascado; popularmente se decía que
“tenían mal humor” si se infectaba una herida, o que tenían “incordios” o “bubones” si
había adenitis. Bernal Díaz, probablemente, se refiere a la piodermitis.
Existía un curioso método de tratamiento usado por los médicos españoles de aque-
lla época; según refiere una crónica, “los médicos mandaron que [el enfermo] mamase a
una mujer de Castilla”. Sabemos que la leche de mujer contiene anticuerpos y esto pudo
ayudar al paciente.
Los conquistadores sufrieron también escabiosis, miasis, pediculosis y filariasis. En la
Recordación Florida se hace referencia a estas plagas y especialmente a la miasis nasal
y cutánea, como así también a la oncocercosis que podría ser causada por Oncocerca val-
vulus var. Acutiens y una especie de filaria de Medina3, 7.

■ La Dermatología desde la Colonia


hasta3. la
LA actualidad
DERMATOLOGÍA DESDE LA COLONIA HASTA LA ACTUALIDAD (fotos 18-29)

Eduardo Silva-Lizama

La Dermatología en los siglos XVI, XVII y XVIII

Las descripciones de las enfermedades de la piel durante este período son muy esca-
sas, por lo que mencionaremos algunos aspectos relevantes de la historia de la medici-
na y su relación con la Dermatología.
Durante los siglos XVI y XVII la ciencia médica y la cultura se desarrollaron bajo la in-
fluencia de métodos terapéuticos a base de hierbas, música, agua, batallas, ritos espiri-
tuales simbólicos y el cuidado de la colectividad hacia el enfermo. En Guatemala eran
conocidas las enfermedades de la piel, y prueba de ello fue el interés de las autoridades
médicas y gubernamentales para crear hospitales, lo cual se llevó a cabo en los años
1527, 1543 y 1776. En la mayoría de ellos se atendían todas las enfermedades; había tam-
bién un número menor de asilos y hospicios creados para la atención de las epidemias que
castigaban al país periódicamente, como el Hospital San Lázaro, fundado por el Marqués
Lorenzana en 1638 para el tratamiento de las enfermedades de la piel y la lepra.
Todos los historiadores de la medicina y de la cultura en general han afirmado que los
siglos XV, XVI y XVII fueron para España un verdadero renacimiento científico y que en
ese tiempo la medicina y la cirugía llegaron a su apogeo para decaer notablemente en el
siglo XVIII, que fue pobre en calidad y en número de hombres de ciencia verdaderos. Ese
apogeo y florecimiento de la medicina española llegó muy tarde a Guatemala, pues tanto
en el siglo XVI como en el XVII, la ciudad carecía de un ambiente apropiado para ello ya
que tenía mayores preocupaciones en el campo de la política colonizadora, llena de aspe-
rezas, y en la pacificación y cristianización de los gentiles. La medicina se ejercía como
un vulgar empirismo, no había dónde enseñar y los hospitales eran simples asilos de en-
fermos, consolados por la religión más que por la medicina curativa. Se ignoraba la cien-
cia española, que comenzó a conocerse hacia el final del siglo XVII.
La cultura médica española se proyectó en Guatemala hacia el siglo XVIII, con gran
retraso, cuando la Península Ibérica estaba ya en decadencia. Las grandes ideas fisioló-
gicas, los progresos de la cirugía científica, el auge de la anatomía, desarrollados duran-
te todo el siglo XVI y comienzos del XVII, llegaron a Guatemala en las postrimerías del
siglo XVIII.
En el siglo XVI, los enfermos de cuerpo y espíritu deambulaban por la ciudad, no ha-
bía ningún médico y sólo los sacerdotes y la religión podían curar, implorando los favores
y misericordias de Dios. Entre aquellos sufrimientos inacabables paseaba su hábito blanco

236
Historia de la Dermatología en Guatemala

Fray Matías de Paz, ángel de esperanza y salvación, que corría de un


extremo a otro llevando hierbas milagrosas y pociones cordiales; él
fundó el hospital de San Alejo o de los Indios (figura 18). El obispo
Francisco Marroquín no sólo fue el fundador de la iglesia y la escue-
la guatemaltecas, sino también del Hospital Real de Santiago (figuras
19-20) y representó así a la Medicina en lo que ésta tiene de piedad
y de consuelo. En la última década del siglo XVI, don Juan de los Re-
yes, uno de nuestros primeros cirujanos titulados, tomó la pluma y
usándola a manera de cuchillo o cauterio, obligó al tranquilo gober-
nador a volver por los fueros de la salud pública. Nada se sabe de las
técnicas quirúrgicas de don Juan, ni mucho menos del nombre de las
personas salvadas por su bisturí, pero se conocen perfectamente sus
enérgicas gestiones para luchar contra el empirismo; su actuación en Figura 18. Hospital de
ese sentido lo consagra como el primer defensor del profesional guatemalteco, el primer Indios San Alejo
cirujano que, comprendiendo su alta misión social, defendió el tesoro de la salud y abrió
los ojos a los gobernantes ajenos a estos problemas vitales. Pidió al Alcalde don Diego de
Paz Quiñónez “que se exija a los barberos que hacen de cirujanos la exhibición inmedia-
ta de sus títulos; y si no lo hicieren se les condene en forma grave, pues el vecindario pe-
ligraba en sus manos; y no sólo los barberos curaban, sino que también lo hacían los hijos
y los criados”.
El Memorial de Tecpán Atitlán nos deja la mejor descripción de las pestes que asola-
ron la población durante el siglo XVI:

En verdad fue terrible cuando el Gran Señor de Dios nos mandó esta muerte. Muchas
familias doblegaron la cabeza ante ella. A la gente le sobrecogía un frío, y enseguida
venía la fiebre, por la nariz salía sangre, había tos y se inflamaba la garganta, tanto
en la peste mayor como en la menor. Todos se vieron atacados. Siete días después de
la Pascua aumentó la peste, siendo increíble el número de gente que sucumbió, en-
tre hombres, mujeres y niños.

Esta epidemia fue llamada chaac en lengua cakchiquel, que quie-


re decir enfermedad o peste con erupción cutánea, exantema o lla-
gas. Esta misma palabra tiene derivados y todos ellos se refieren a
manifestaciones sarnosas, quemaduras, enconos de llagas, etc. (en
lengua maya existe la palabra chac, que quiere decir rojo); esa pes-
te con exantemas o llagas podría corresponder a sarampión y tifus
exantemático.
En el siglo XVII llegan a Guatemala numerosos médicos y ciruja-
nos desde Nueva España y lejanas ciudades de la península hispáni-
ca. El florecimiento de la metrópoli colonial de la América Central
despierta ambiciones y por ello muchos médicos emprenden el viaje
esperando asegurar su porvenir. Cronológicamente por orden de lle-
gada son: Juan de León (1600), Joseph Adalid Bohórquez (¿), Cristóbal Tartajo
(1624), Pedro Ramírez Delgado (1627), Enrique de Sosa (1630), Alonso Aragón
(1633), Mauricio López de Lozada (1640), Juan de Cabrera (1640), Andrés Sánchez
de Miranda (1648) y Bartolomé Sánchez Parejo (1649).
En abril de 1769 la ciudad fue azotada por una epidemia de sarampión malig-
no que hizo gran estrago principalmente entre los indios. El catedrático de Prima
de Medicina, Dr. Ávalos y Porres, y el médico francés Desplanquez fueron los en-
cargados de formular recetas curativas, la dieta y demás medidas contra esta epi-
demia. En el mes de junio de 1773, un violento terremoto destruyó la ciudad de Santiago Figuras 19 y 20.
de los Caballeros de Goathemala. La ruina no fue total, pero el capitán general don Martín Hospital de Santiago

237
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Mayorga y algunos moradores temerosos y afligidos abandonaron la ciudad en forma


precipitada e imprudente. La ciudad arruinada era un caos y para colmo de males, una
peste de tabardillo o tifus exantemático, que duró cerca de un año, mató a cuatro mil
personas, haciendo mucho más daño que los terremotos. Comenzó a fines de 1773, se
exacerbó en marzo de 1774 y terminó en el mes de junio de ese mismo año. La epide-
mia fue originada por el éxodo de los indios y obreros hacia los pueblos altos, lugares
donde el tifus era endémico. La fuga precipitada los obligó a regresar pronto a la ciu-
dad derruida, a la cual llegaron semidesnudos y hambrientos, llevando los gérmenes de
la enfermedad. La mala alimentación, el hacinamiento y la promiscuidad, contribuye-
ron rápidamente a la propagación de la peste petequial. La gente pobre y los indios fue-
ron, como siempre, las principales víctimas. Se puede afirmar que estas epidemias o
pestes fueron las primeras que se estudiaron científicamente y fueron objeto de magní-
ficas descripciones clínicas; durante estos años trágicos se fundó la Sanidad Pública,
surgida de las circunstancias del momento.
En el año 1780 Guatemala sufrió una de las más terribles epidemias de viruela. To-
das las circunstancias eran propicias para el desarrollo de la peste. Los hospitales esta-
ban en construcción y faltaban lugares de aislamiento, y a estas dificultades materiales
se sumaban las espirituales del pueblo fatigado y agobiado por toda clase de penalida-
des. Se fundó el hospital de Viruelas o San José. La epidemia del año 1780 permitió al
doctor José Felipe Flores mostrar sus cualidades de innovador. El fiscal del ayuntamien-
to lo dejó en absoluta libertad para emplear la inoculación, según conciencia y previa
aceptación del enfermo. La técnica era la siguiente: ponía dos vejigatorios del tamaño de
un real en cada brazo y esperaba que éstos levantaran ampollas, luego colocaba sobre
la piel ulcerada algodón empapado en la serosidad de una viruela madura, mantenien-
do esta curación durante veinticuatro horas. Según los historiadores, la inoculación dio
magníficos resultados, como lo demostró la estadística comparada; casi ninguno de los
inoculados tuvo formas malignas, y el control riguroso sólo registró la muerte de una ni-
ña de 13 años. En los barrios donde no se practicó, la mortalidad alcanzó cifras muy
grandes. Las pruebas fueron concluyentes y quedó demostrado el beneficio de la inocu-
lación. Este método fue usado por los turcos, persas y chinos, quienes observaron que la
viruela inoculada era siempre menos grave que la desarrollada por contagio. Esta obser-
vación preparó el descubrimiento de la vacuna, adelantándose un siglo a las ideas de
Pasteur sobre los virus atenuados.
En el siglo XVIII se inician las construcciones de los principales hospitales del país; a
partir de entonces cambia gradualmente el concepto de la medicina11, 12, 13.

LA DERMATOLOGÍA EN EL HOSPITAL GENERAL SAN JUAN DE DIOS

El Hospital General San Juan de Dios fue inaugurado en 1778. Durante estos años, en
el departamento de Medicina de Hombres se instaló una clínica de enfermedades uroge-
nitales y de sífilis. Bajo la dirección de don Rafael Angulo y Urruela, se recluyeron los pa-
cientes de lepra y enfermos crónicos de la piel de 1778 a 1875.
En 1810 el doctor Narciso Esparragoza y Gallardo escribió su libro sobre varios te-
mas como prurito, exantemas y úlceras de la piel. En 1861 el doctor Mariano Padilla pu-
blicó un ensayo sobre el origen de la enfermedad venérea. En 1863, los facultativos del
Hospital General comenzaron a confeccionar un informe o memoria de las actividades
que se llevaban a cabo en cada uno de los servicios; el Dr. Francisco Abella mencionó nu-
merosos diagnósticos de enfermedades de la piel, enfermedades de las uñas y escrófu-
las. El Dr. Eligio Baca presentó su informe en 1864 y entre los numerosos diagnósticos
hizo referencia a ectima, impétigo, eczema, sarna y elefantiasis de los griegos. La im-
plantación de injerto cutáneo secundario a la extirpación de un epitelioma basocelular
nasal, la operación de uña encarnada y de rinoescleroma, se encuentran mencionadas

238
Historia de la Dermatología en Guatemala

en la memoria hospitalaria del año 1900 entre la numerosa lista de intervenciones qui-
rúrgicas practicadas por el Dr. Juan José Ortega24, 25, 26.
Los primeros especialistas en Dermatología se incorporaron al Hospital General, mar-
cando una nueva etapa de la especialidad. En 1945 el Dr. Fernando Cordero fue nom-
brado jefe de servicios internos de Dermatología; el Dr. Luis Gálvez Molina ocupó la
jefatura de la consulta externa en 1946; el Dr. Arturo García Valdez fue jefe del servicio
de Dermatología de hombres en 1956. Posteriormente se incorporaron al servicio los
Drs. Jorge Close de León (1958), Eduardo Silva Martínez (1963), Leonel Linares (l972),
Carlos Cordero (1978), Salvador Porres (1986) y Edgar Pérez Chavarría con la subespe-
cialidad de Dermatología Pediátrica en 1988. La jefatura del Servicio la ocupa desde
1980 el Dr. Leonel Linares.
El Hospital General San Juan de Dios, uno de los más antiguos del país, es el hospi-
tal escuela donde se forman los estudiantes de la Facultad de Medicina, quienes rotan
por los diferentes servicios. La consulta al servicio de Dermatología es voluminosa, con
pacientes de escasos recursos provenientes de diferentes partes del país.
La Dermatología como especialidad se inició en este Hospital y fue reconocida como
tal durante la década de 194012, 13.

LA DERMATOLOGÍA EN EL CENTRO MÉDICO MILITAR

Con fecha 9 de octubre de 1880, el General Justo Rufino Barrios acuerda la creación
del Hospital Militar “considerando que es un deber del gobierno auxiliar de manera efi-
caz a los individuos del ejército que pierden la salud como consecuencia del servicio; que
siguiendo los buenos preceptos administrativos es necesaria la creación de un estableci-
miento en donde bajo una inspección facultativa adecuada, puedan encontrar los milita-
res una buena asistencia profesional”. La noticia fue publicada en El Guatemalteco,
periódico oficial de esa época, el jueves 14 de ese mismo mes, en su número 310. La
inauguración oficial se realizó el 16 de marzo de 188114.
A los diez meses y medio de la apertura, es decir, el 31 de enero de 1882, se aprue-
ba el primer reglamento del Hospital Militar, elaborado por el Dr. Joaquín Yela, inspec-
tor médico, y por el Dr. Francisco Abella, cirujano del establecimiento; allí se dice:
“Habrá un médico y cirujano, que deberá pertenecer a la facultad de Medicina de la Re-
pública, nombrado por el gobierno a propuesta del director. El médico nombrado será el
responsable de la atención de los pacientes, en colaboración con los practicantes de Me-
dicina y Cirugía, que tendrán que ser por lo menos del cuarto año de estudio”.
Cabe recordar que en aquella época no existían especialistas; el médico y cirujano
atendía a todos los pacientes en general, incluso aquéllos con enfermedades de la piel.
Los pacientes que padecían enfermedades venéreas pagarían cincuenta centavos por es-
tancia y en caso de reincidencia, dos terceras partes de su sueldo.
En 1913 se construyeron dos pabellones para los enfermos de piel y venéreas; en
1914, el Comandante Dr. Antonio Macal se hizo cargo de las salas de jefes y oficiales, ci-
rugía, enfermedades de la piel y venéreas. En 1915 se declaró de urgente necesidad me-
jorar las condiciones higiénicas y sanitarias de las salas de los pacientes con
enfermedades de la piel, debido a sus frecuentes fugas del hospital.
El 25 de diciembre de 1917 el edificio del Hospital Militar sufrió grandes daños como
consecuencia del terremoto que asoló la ciudad de Guatemala; la torre del edificio se
desplomó al día siguiente. La situación precaria del hospital se prolongó durante todo el
año 1919, era prácticamente imposible atender a los enfermos de los cuerpos militares.
Por ello, a mediados de noviembre de 1920 el gobierno ordenó que el Hospital Militar
fuera trasladado al edificio que ocupaba el Asilo Maternidad Joaquina; los enfermos fue-
ron trasladados a partir del día 6 de diciembre.
En 1924 el Dr. Carlos Padilla y Padilla, director técnico, se hizo cargo de las salas de

239
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

cirugía, enfermedades de la piel y sala de emergencias. A partir del 5 de diciembre, por


disposición del presidente de la República, general José María Orellana, se estableció
una sala de consulta gratuita para atender la salud de los vecinos de la localidad.
El 21 de julio de 1929 los doctores Ramiro Gálvez Asteguieta y Enrique Echeverría
quedaron a cargo de las salas de jefes y oficiales, medicina, enfermedades de la piel y
venéreas. El 14 de febrero de 1935 se inauguró la biblioteca del establecimiento. En ese
mismo año se organizaron ciclos de conferencias mensuales: en el mes de julio se pre-
sentó la conferencia “Pian”, dictada por el Dr. Guillermo Sánchez, y en el mes de diciem-
bre la conferencia “Métodos serológicos para la investigación de la sífilis”, dictada por el
profesor E. Jacobsthal.
En el mensaje presidencial a la Asamblea Nacional Legislativa presentado por el ge-
neral Jorge Ubico el 1º de marzo de 1939, se dice: “El Hospital Militar ha desempeñado
satisfactoriamente su cometido, siendo de reconocerse la actividad y eficiencia del per-
sonal que presta sus servicios en dicho establecimiento”. Se hicieron mejoras al edificio,
se compraron útiles, mobiliario, instrumentos y medicinas; el hospital era considerado
como uno de los mejores del país.
En el año 1943 una de las enfermedades predominantes atendidas en el hospital fue
la blenorragia. En 1945 se hizo cargo del servicio de Dermatología y Venereología el Dr.
Fernando Cordero, seguido en 1946 por el Dr. Luis Gálvez Molina; contaba con un prac-
ticante, dos enfermeros y una o dos personas de servicio.
En 1968 el Dr. Eduardo Silva Martínez quedó al frente del Servicio de Dermatología.
En 1970 se nombró médico asistente al Dr. Neftalí Villanueva, discípulo del Dr. Silva Mar-
tínez. Se reorganizó el servicio contando con un jefe, un subjefe, servicios de internación
y consulta externa.
El 16 de junio de 1975 el Rector de la Universidad Estatal, el Ministro de la Defensa
Nacional, el Decano de la Facultad de Ciencias Médicas y el Director del Hospital Mili-
tar firmaron el convenio para convertirlo en Hospital Escuela, con el reconocimiento
académico de la Junta Directiva de la Facultad. El programa estaba dirigido a los prac-
ticantes externos e internos. Las actividades se programaron de febrero a julio y se di-
vidieron en seis “módulos” científicos y académicos que se realizaban mensualmente.
Cada módulo se desarrolló en torno a un tema principal con subtemas orientados a es-
pecialidades médicas relacionadas. En el mes de julio se desarrolló el módulo Dermato-
logía, cuyos principales objetivos fueron: capacitar mejor al estudiante de medicina,
cubrir el currículum de estudios de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala e interesar a los especialistas de Dermatología en activida-
des docentes11.
En 1977 se incorporaron al Servicio de Dermatología los dermatólogos Antonio Wong
Galdamez, y Miguel Eduardo Robles Soto, ambos con estudios de posgrado en México. En
esa época el Servicio contaba con médicos calificados y reconocidos por universidades
nacionales y extranjeras, marcando una nueva etapa de progreso de la especialidad.
Se organizaron jornadas departamentales que tenían como objetivo las visitas a las
áreas endémicas de leishmaniasis cutánea.
Uno de los médicos que contribuyó en gran manera con el servicio de Dermatología
fue Arturo García Valdez, eminente dermatólogo que prestó sus servicios profesionales
desde 1970 hasta 1989.
En esta época el servicio contaba con jefe, subjefe, tres dermatólogos en consulta ex-
terna y un dermatólogo para servicios internos. En 1978 se crea la Clínica de Dermato-
logía Pediátrica. En ese mismo año, el Ministerio de la Defensa, deseoso de tener
personal médico especializado, concede becas para capacitarse en el extranjero a los
médicos del Hospital Militar; por tal motivo, en marzo de 1981 el Dr. Eduardo Silva-Li-
zama fue enviado al Instituto Dermatológico de Guadalajara, incorporándose al servicio
en 198313.

240
Historia de la Dermatología en Guatemala

En 1986 el Dr. Thomas Navin, de la división de Enfermedades Parasitarias del Center for
Disease Control, Atlanta, Estados Unidos, y el Dr. Byron Arana, del Centro de Investigacio-
nes de Enfermedades Tropicales de la Universidad Del Valle de Guatemala, colaboraron con
el Servicio en el estudio de la leishmaniasis cutánea. Esto último hizo que el Servicio de Der-
matología se convirtiera en uno de los centros más importantes de referencia y estudio de
las parasitosis cutáneas, particularmente de leishmaniasis cutánea, en Guatemala12.
Desde 1989 hasta 1990 el Dr. Neftalí Villanueva Valdez ocupó la jefatura del Servicio de
Dermatología; en 1989 se incorporaron los dermatólogos Edgar Cifre Recinos y Carlos Villa-
nueva Ochoa, este último como encargado de la subespecialidad de Cirugía Dermatológica.
Desde 1990 ocupa la jefatura del Servicio el Dr. Antonio Wong Galdamez; en 1991 se
incorporan los Drs. Ricardo Garzona Barillas y Manolo Gutiérrez.
Desde 1920 funcionaban las instalaciones del Hospital Militar, cuya construcción en
su mayor parte era de bajareque. Sin embargo, mediante constantes inversiones había
logrado mantenerse relativamente en buen estado. La preocupación por contar con un
nuevo hospital data de 1945, pero por diversas circunstancias, especialmente de índole
económica, los proyectos no pudieron llevarse a cabo hasta el año 1991. Fue entonces
cuando se trasladó el Hospital Militar a su nuevo y moderno edificio, cambiando su nom-
bre por el de “Centro Médico Militar”11.
El Estado Mayor de la Defensa Nacional otorgó becas para realizar estudios de Der-
matología en el exterior a los doctores Manolo Valladares y Horacio Antulio Paredes. Va-
lladares fue al Hospital Militar de México DF y regresó en 1994; Paredes fue al Instituto
Dermatológico de Guadalajara, México y se incorporó al servicio en 1996 con la subes-
pecialidad de Cirugía Dermatológica. Posteriormente, en el año 2004, el Dr. Paredes es
nombrado Director General del Centro Médico Militar.
El 30 de junio del 2004 asume como jefe de la sección de Dermatología el Dr. Eduar-
do Silva-Lizama y se integran a la Unidad de Dermatología Médico Quirúrgica los docto-
res Ricardo Garzona Barillas, Edgar Manolo Valladares e Isabel de Orellana.
El Centro Médico Militar brinda atención médica principalmente al personal del ejér-
cito; recientemente ha extendido sus servicios a la población civil.

LA DERMATOLOGÍA EN EL INSTITUTO GUATEMALTECO DE SEGURIDAD SOCIAL (IGSS)

Los ideales que inspiraron la revolución de octubre de 1944 llegaron a dos grandes
realizaciones de beneficio social: el Código del Trabajo y la creación del Instituto Guate-
malteco de Seguridad Social (IGSS).
La Seguridad Social surgió en las estructuras guatemaltecas a través de la Constitu-
ción de la República promulgada en el año de 1945, como producto inmediato del movi-
miento popular de 1944, y se hizo realidad por Decreto Nº 295 del Congreso de la
República el 30 de octubre de 194614-22.
La Policlínica fue inaugurada el 26 de enero de 1963. En 1968 los Drs. Aparicio Gonzá-
lez y Guillermo Fortín Gularte se hicieron cargo de la atención de los pacientes con enfer-
medades de la piel y venéreas; los siguieron en 1972 Eduardo Silva Martínez y Francisco
Rolando Vásquez Blanco, quien pasó posteriormente al Hospital General de Enfermedad
Común22. En 1975 se incorporó al servicio Jorge Close de León; posteriormente, en 1976,
fue nombrado Romeo Augusto Moraga Miranda; en ese mismo año Rubén Mayorga Peral-
ta se hizo cargo del laboratorio de Micología, su labor fue continuada por Heidi Logemann.
En 1977 fueron nombrados Concha Marina González de Méndez y Miguel Eduardo Robles
Soto; Ramiro Paz y Paz se incorporó en 1978. Durante la década de 1980 se sumaron Ha-
roldo Soto Sandoval (1980), Álvaro Castellanos de la Roca (1983) y Eduardo Silva-Lizama
(1986). En 1992 fueron nombrados Ricardo Augusto Garzona Barillas, Marco Vinicio Solór-
zano de la Cerda y José Higueros. En 1997 ingresaron Lorena Bay y Guillermo Letona.
En esta Unidad se encuentra el mayor número de dermatólogos, cinco en la jornada

241
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

matutina y cinco en la jornada vespertina. Se atiende un promedio de 150 a 200 pacien-


tes diarios.
El Hospital General de Enfermedad Común se inauguró el 7 de agosto de 1967. Des-
tinado a ofrecer medicina integral, cuenta con 333 camas y 110 cunas, distribuidas en
tres departamentos clínicos de Medicina, Cirugía y Pediatría. Cada uno de estos depar-
tamentos cuenta con un jefe, jefes de servicio, médicos especialistas, jefe de residentes y
residentes. En 1962, cinco años antes de la inauguración oficial, el Dr. Luis Gálvez Moli-
na inició el Servicio de Dermatología, seguido en 1972 por el Dr. Francisco Rolando Vás-
quez Blanco; durante este período el Dr. Víctor Fernández, jefe del laboratorio de
patología se interesó en el estudio y análisis histopatológico de las enfermedades de la
piel. En 1983 se incorporaron los dermatólogos Patricia Chang y Eduardo Silva-Lizama,
quien pasó posteriormente a la Policlínica. En 1990 se nombró a la Dra. María del Soco-
rro Obregón de León. Desde 1978 la Dra. Olga Marina Rosales de Martínez se hizo car-
go del Servicio de Dermatología Pediátrica.
En este hospital la Dermatología forma parte de los Departamentos de Medicina In-
terna y Pediatría, se atienden pacientes de consulta externa y de internación.
La gerencia del IGSS creó las Unidades Periféricas para extender su programa de
atención a los sectores aledaños de la ciudad de mayor población. La Unidad Periférica
de la Zona 6 se inició con ocho clínicas, servicios de emergencia y una pequeña sala de
operaciones; las instalaciones eran insuficientes para atender la alta demanda de pa-
cientes. En su lugar, en 1984 se inauguró el Hospital General “Dr. Juan José Arévalo” con
la Dra. Noemí Quiñónez como responsable del servicio de Dermatología hasta 1996; des-
de 1989 ocupa el cargo de dermatólogo el Dr. Gerardo Bran Quintana. En 1994, la Uni-
dad Periférica de la Zona 5 inaugura sus modernas instalaciones y el Dr. Sergio Iván
Cobar queda al frente del servicio de Dermatología.
En el Centro de Atención Médica Integral para Pensionados (CAMIP) la atención de
pacientes con enfermedades de la piel está a cargo de la Dra. Milagros Santos desde
1995; el Centro atiende también a los pacientes del Hospital de Rehabilitación.
El IGSS es una de las instituciones más grandes del país; sus programas de atención
se han extendido al interior de la República, desde donde son derivados aquellos pacien-
tes que a criterio del médico necesitan atención dermatológica especializada19-25.

LA DERMATOLOGÍA EN EL HOSPITAL ROOSEVELT

Durante el mes de enero de 1942 se celebró en Río de Janeiro la III Reunión de los
Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas. Por medio de la
Resolución Nº 30 se creó la Agencia del Gobierno de los Estados Unidos de Norte Amé-
rica, denominada “Instituto de Asuntos Interamericanos”, con los objetivos primordiales
de fomentar el bienestar general y afianzar las relaciones amistosas entre los países de
América.
El 14 de agosto de 1942, el Instituto de Asuntos Interamericanos celebró con el go-
bierno de Guatemala –por medio de su subsidiaria, el Servicio Cooperativo Interameri-
cano de Salud Pública (SCISP)–, un contrato por el cual se comprometía a construir un
hospital, además de desarrollar algunos otros trabajos de salud.
El 15 de diciembre de 1955 se inauguró oficialmente el Hospital Roosevelt con la
apertura del Departamento de Maternidad. Posteriormente se inauguraron el Departa-
mento de Pediatría (1957) y el Departamento de Medicina y Cirugía (1959). Las consul-
tas dermatológicas atendidas por el Dr. Eduardo Tschen fueron aumentando
progresivamente, hasta que en 1960 se fundó la Unidad de Dermatología y Alergia. Pos-
teriormente se incorporaron los Drs. Francisco Saravia (1969), Rolando Vásquez (1970),
quien ocupó la jefatura en 1985, Edwin García (1981) y María del Socorro Obregón
(1990). El Dr. Neftalí Villanueva fue jefe de la Unidad de 1988 a 1995, seguido por el Dr.

242
Historia de la Dermatología en Guatemala

Pablo Urquizu en 1996. La Unidad de Dermatología del Hospital Roosevelt lleva el nom-
bre “Dr. Eduardo Tschen”, en honor a su infatigable y meritoria labor. Desde 1990 cola-
boran con la unidad los dermatólogos Carlos Villanueva en la sección de cirugía y Manuel
Antonio Samayoa en histopatología.
La Unidad de Dermatología y Alergia “Dr. Eduardo Tschen” cuenta actualmente con ser-
vicios de consulta externa, internación, cirugía e histopatología; se atiende una alta deman-
da de pacientes provenientes de toda la República, la mayoría de escasos recursos17, 18.

LA DERMATOLOGÍA EN LOS HOSPITALES DEPARTAMENTALES

La Dermatología es una especialidad relativamente joven; sin embargo, se ha exten-


dido hacia los diferentes departamentos de la República27. Pueden mencionarse los si-
guientes profesionales:
– El Dr. Arsenio Champet presta sus servicios profesionales en el Hospital General de
Quetzaltenango desde 1977.
– El Dr. Luis Mont es dermatólogo del Hospital Militar de Huehuetenango desde 1978.
– El Dr. Álvaro Castellanos de La Roca es dermatólogo del Hospital Nacional de Es-
cuintla desde 1983.
– La Dra. Marlene Rosado colabora atendiendo a los pacientes con enfermedades de
la piel en el Hospital Santa Elena, Petén, desde 1989.
– El Dr. Manuel Antonio Samayoa ocupa la plaza de dermatólogo en el Hospital Gene-
ral de Antigua Guatemala, departamento de Sacatepequez, desde 1990.
– El Dr. Guillermo Letona atiende la clínica de Dermatología del Departamento de Ju-
tiapa desde 1990.

Sociedades dermatológicas ■ Sociedades dermatológicas


Dos grupos de dermatólogos existen en el país desde 1962, ambos con personería ju-
rídica y reconocidos por el Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala.
• La Asociación Guatemalteca de Dermatología fue fundada en el año 1957 por los
Drs. Jorge Close de León, Arturo García Valdez, Aparicio González, Eduardo Tschen y
Fernando Cordero. (Cuadro 1.)

Cuadro 1. Presidentes de la Asociación Guatemalteca de Dermatología

1957 Dr. Jorge Close de León 1985 Dr. Miguel Eduardo Robles Soto
1959 Dr. Arturo García Valdez 1987 Dr. Antonio Wong Galdamez
1961 Dr. Jorge Close de León 1989 Dr. Eduardo Silva-Lizama
1964 Dr. Arturo García Valdez 1991 Dra. Patricia Chang de Chang
1968 Dr. Aparicio González 1993 Dra. Olga Marina Rosales de Martínez
1970 Dr. Eduardo Tschen 1995 Dr. Carlos Villanueva Ochoa
1972 Dr. Arturo García Valdez 1997 Dr. Pablo Humberto Urquizu Dávila
1976 Dr. Rolando Vásquez Blanco 1999 Dr. Gerardo Bran Quintana
1979 Dr. Neftalí Gonzalo Villanueva 2001 Dr. Manuel Antonio Samayoa
1981 Dr. Jorge Close de León 2003 Dra. María del Socorro Obregón
1983 Dr. Eduardo Tschen

• La Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología fue fundada en


el año 1962 por los Drs. Fernando Cordero, Mariano Castillo, Juan M. Funes y Guillermo
Reyes Durán. (Cuadro 2.)
En el año 2000 se fundó la Asociación de Dermatología Pediátrica cuya Junta Directi-
va estaba integrada por Edgar Pérez Chavarría (presidente), Aída Pacheco (secretaria), Lo-
rena Bay de García (tesorera), Olga Marina Rosales de Martínez y Armando León (vocales).

243
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Cuadro 2. Presidentes de la Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología

1962 Dr. Mariano Castillo 1988 Dr. Lionel Linares


1966 Dr. Marco A. Cabrera 1992 Dr. Edgar Pérez Chavarría
1969 Dr. Carlos G. Quezada 1994 Dr. Juan José Mansilla Arévalo
1972 Dr. Guillermo Fortin Gularte 1997 Dr. Guillermo Letona
1974 Dr. Lionel Linares 1999 Dr. Lorena Bay
1979 Dra. Carmen C. de Mansilla 2002 Dra. Milagros Santos
1984 Dr. Carlos Cordero

En el Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala están registradas 35 especialida-


des integradas por 1861 profesionales, de los cuales 51 corresponden a dermatólogos, lo
que equivale al 2.74% de los especialistas.
El 6 de octubre de 1994 se funda el Comité Coordinador de la Dermatología Guatemal-
teca, constituido por tres representantes de cada una de las agrupaciones dermatológicas
del país reconocidas jurídicamente (Academia Guatemalteca de Dermatología y Asocia-
ción Guatemalteca de Dermatología), cuyo propósito es unificar conceptos y fijar posicio-
nes ante situaciones que afecten los intereses de la Dermatología guatemalteca. Los
objetivos del Comité son: a) trabajar por el progreso y significación de la especialidad; b)
coordinar las actividades científicas; c) velar por la defensa gremial; d) fomentar el espí-
ritu de unidad y solidaridad entre los miembros; e) respetar y defender los estatutos e in-
dividualidad; f) velar por el cumplimiento de las normas que rigen la ética profesional.
La primera junta directiva (1994-1997) estuvo formada por: Eduardo Silva-Lizama
(presidente), Leonel Linares (secretario-tesorero), Juan José Mansilla (presidente de la
Academia Guatemalteca de Dermatología), Carlos Villanueva Ochoa (presidente de la
Asociación Guatemalteca de Dermatología), Anabella de Chang y Manuel Antonio Sama-
yoa (vocales). Durante el período 1997-1999 la junta directiva estuvo integrada por: Juan
José Mansilla (presidente), Carlos Villanueva Ochoa (secretario-tesorero), Edgar Pérez,
Salvador Porres, Anabella de Chang y Manuel Antonio Samayoa (vocales).
El Comité realiza múltiples actividades, entre ellas, la organización de un Congreso
cada dos años. El primero se realizó en el mes de julio de 1997 en la ciudad de Guate-
mala, bajo el nombre de “Dermatología 97”27.
El 3 de octubre de 2004, por iniciativa del Dr. Pablo Urquizu, se organizó en la Ciu-
dad de Guatemala una jornada denominada “Detectando el cáncer de piel”, con un total
de 2800 consultas realizadas en diferentes puntos de la capital. En la jornada participa-
ron entidades gubernamentales –como la Municipalidad de Guatemala– y entidades pri-
vadas, y se contó con la colaboración de los Drs. Jorge Palmieri, Carlos David, Romeo
Moraga, Álvaro Castellanos, Eduardo Silva-Lizama, María del Socorro Obregón, Telma
Meda, Concha Marina de Méndez, Vilma García, Beatriz de Silva, Patricia Chang, Miguel
Eduardo Robles Soto, Carol Durán, Azucena Hernández, Gerardo Bran, Antonio Wong,
Marco Vinicio Solórzano, Neftalí Villanueva, Arturo García Valdez, Sergio Cobar, Edith
Tobías y Carlos Villanueva.

■ Enseñanza
Enseñanza dede la Dermatología
la Dermatología

La preparación médica se divide en dos partes: el curso básico de Dermatología y el


entrenamiento de Dermatología.
El primero de ellos está dirigido a estudiantes de las facultades de Medicina de la Uni-
versidad de San Carlos de Guatemala y a las Universidades privadas Francisco Marroquín
y Mariano Gálvez. Los hospitales que tienen actividad docente son el Hospital General San
Juan de Dios, el Hospital Roosevelt, el Centro Médico Militar, Instituto Guatemalteco de
Seguridad Social, y el Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel (INDERMA).
El entrenamiento en Dermatología se realiza en el Instituto de Dermatología y Cirugía

244
Historia de la Dermatología en Guatemala

de Piel (INDERMA). El curso de especialización tiene una duración de 3 años, incluye la


preparación académica del dermatólogo sobre enfermedades de transmisión sexual, his-
topatología, inmunología, micología, cirugía, flebología, pediatría, pruebas diagnósticas
y terapéuticas.
Las Dras. Patricia Chang y María del Socorro Obregón realizan actividad docente los
días lunes en el Hospital General del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social; se dis-
cuten temas dermatológicos con especial énfasis en Histopatología, en colaboración con
el laboratorio de Patología. Esta actividad fue iniciada por Rolando Vásquez (dermatólo-
go) y Víctor Fernández (patólogo) en el año 1981.
En el Centro Médico Militar, la Unidad de Dermatología, junto con el Departamento
de Medicina Interna realizan una vez al mes su actividad académica denominada “Clíni-
ca Dermatológica”, con un programa anual que incluye temas sobre anatomía y fisiolo-
gía de la piel, venereología, manifestaciones cutáneas de enfermedades sistémicas,
Dermatología infecciosa (virosis, bacterias, micobacterias, hongos), oncología, dermato-
sis reaccionales y dermatosis ampollosas. Los temas son dictados por el residente de Me-
dicina Interna y supervisados por un dermatólogo, con la participación de estudiantes de
Medicina de la Universidad Mariano Gálvez, residentes de Medicina Interna, médicos in-
ternistas y especialistas de Medicina Interna. Se realiza una evaluación al finalizar cada
módulo. Estas reuniones constituyen una proyección de la Unidad de Dermatología co-
mo complemento de la formación del médico internista y del estudiante de medicina.
Desde el año 2000 se publica, en forma semestral, el boletín Clínica Dermatológica, en
el cual se incluyen diversos temas y casos clínicos.

A) DOCENCIA EN EL SERVICIO DE DERMATOLOGÍA HOSPITAL GENERAL DE ENFERMEDADES IGSS


Facultad de Medicina. Universidad de San Carlos de Guatemala (fi-
guras 21-22)
Posgrado de Medicina Interna:
1. Correlación clínico patológica todos los martes.
2. Clases posgrado de Medicina Interna dos veces por mes (segun-
do y cuarto martes).
3. Supervisión de las clases de Dermatología impartidas por resi-
dentes de medicina interna.
4. Revisión de trabajos para publicar de los residentes de medici-
na interna.
5. Estudiantes electivos del quinto año de medicina (2 meses).
6. Presentación en cada sesión de los casos interesantes del mes.
7. Elaboración de 10 preguntas escritas para examen de los resi-
dentes cada mes.
8. Presentación de 5 a 10 fotos clínicas para examen de los residentes cada mes.

Unidad de Dermatología 2004. Hospital General de Enfermedades IGSS. Departa-


mento de Medicina
Unidad de Emergencias
Anatomía, fisiología y cómo se estudia un enfermo de piel.
Reacciones cutáneas medicamentosas: Urticaria, eritema fijo a drogas, eritema
multiforme, síndrome de Steven-Johnson, Síndrome de Lyell, reacciones de foto-
sensibilidad. Figuras 21 y 22.
Dermatosis reaccionales: Dermatitis atópica niños y adultos (neurodermatitis, liquen Universidad de San
Carlos
simple crónico, liquen simple de Vidal).
Dermatitis por contacto (incluye también fototoxicidad).
Dermatitis microbiana o numular.
Dermatitis seborreica, eritrodermia.

245
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Unidad de Cardiología
Enfermedades bulosas: Dermatitis herpetiforme, dishidrosis, herpes gestacional,
pénfigo y sus variedades, penfigoide y sus variedades.
Discromías o alteraciones de la pigmentación:
Vitiligo, albinismo, dermatitis solar hipocromiante, melasma, dermatosis cenicienta,
argiria, lentigo senil.
Acné, rosácea, y reacción acneiforme.

Unidad de Oncología
Tumores Benignos:
Fibromas: duro y blando
Hemangiomas: nevos rubíes, hemangioma plano, hemangiomas capilares inmaduros,
hemangiomas cavernosos.
Mancha mongólica, nevo azul, nevo de Ota.
Nevos Nevocíticos: nevo de unión, compuesto, intradérmico, gigante congénito, de Becker.
Queratosis seborreica.

Tumores malignos:
Lesiones precancerosas:
Queratosis actínicas, arsenicales, enfermedad de Bowen, leucoplasia, cuerno cutá-
neo, radiodermitis, úlceras crónicas.
Cáncer:
Basocelular, espinocelular, melanoma, enfermedad de Paget, sarcoma de Kaposi, der-
matofibrosarcoma.

Unidad de Neurología
Facomatosis
Enfermedad de Von Recklinghausen, E. Pringle, S. Sturge-Weber

Enfermedades Psicocutáneas
Escoriaciones neuróticas, prurigo nodular de Hyde, dermatitis facticia, fobias, delirio
de parásitos, tricotilomanía, prurito psicógeno, alopecia areata, onicofagia.

Unidad de Hematología
Manifestaciones cutáneas de leucemias y linfomas.
Dermatosis inflamatorias,
Psoriasis, parapsoriasis en placas, prurigo solar, pitiriasis rosada de Gibert.

Unidad de Gastroenterología
Manifestaciones cutáneas de enfermedad hepato-biliar, amiloidosis cutánea, porfirias.
Histiocitosis.

Unidad de Endocrinología
Acantosis nigricans, xantomas, pelagra, y manifestaciones cutáneas por diabetes
mellitus, gota.

Unidad de Reumatología
LED, LES, LE subcutáneo, dermatomiositis, esclerodermia localizada y sistémica.
Corticodermias.

Unidad de Enfermedades Infecciosas


Infecciones bacterianas por estafilococo y estreptococo: impétigo vulgar, ectima,

246
Historia de la Dermatología en Guatemala

erisipela, foliculitis, forunculosis, granuloma piógeno, hidrosadenitis,


enfermedad de Von Rittershein.
Otras infecciones bacterianas: eritrasma, queratolisis plantar, le-
pra, tuberculosis cutánea, micobacterias atípicas.
Parasitosis cutáneas: leishmaniasis, larva migrans, escabiosis,
sarna noruega, oncocercosis, amebiasis cutáneas.
Infecciones virales: Infección por papiloma virus humano, herpes
simple, zoster, molusco contagioso.
Infecciones por hongos
Micosis superficiales: pitiriasis versicolor, candidiasis y tiñas.
Micosis profundas: actinomicosis, cromoblastomicosis, esporotri-
cosis, micetomas.
Micosis sistémicas: coccidioidomicosis, histoplasmosis, paracocci-
dioidomicosis y blastomicosis.
Micosis oportunistas: candidiasis, criptococosis, zigomicosis y aspergilosis.

B) PROGRAMA DE DOCENCIA. POSGRADO DE MEDICINA INTERNA

Unidad de Dermatología, Departamento de Medicina Interna. Centro Médico Militar.


Facultad de Medicina, Universidad Mariano Gálvez
Temas; 1. Anatomía, histología y fisiología de la piel; 2. Semiología dermatológica; 3.
Manifestaciones cutáneas de enfermedades sistémicas; 4. Enfermedades de transmisión Figuras 23 y 24.
Hospital Belén
sexual; 5. Dermatología infecciosa; 6. Oncología dermatológica; 7. Dermatosis eritemato-
escamosas; 8. Dermatosis ampollosas; 9. Dermatosis reaccionales; 10. Acné, dermatitis
seborreica.

■ Instituto
Instituto de Dermatología de Dermatología
y Cirugía de Piel (INDERMA)y Cirugía de Piel (INDERMA)
Peter Greenberg Cordero, Suzzette de León G.

Breve historia del asilo La Piedad en la nueva Guatemala de la


Asunción: el Hospital Nacional Ramiro Gálvez y sus directores

El 29 de julio de 1773 tuvo lugar el terremoto de Santa Marta que destruyó la


ciudad de Santiago de los Caballeros junto con muchos pueblos vecinos. Fue el des-
tacado Arzobispo don Pedro Cortés y Larraz quien se interesó por brindar ayuda a
los enfermos que convalecían en los hospitales (figuras 23, 24, 25) y se preocupó
por el estado de los leprosos recluidos en el Hospital de San Lázaro.
En 1875, don Rafael Angulo y Urruela estableció un pequeño lazareto en el ex
convento de Santo Domingo; pero como la lepra era considerada en esa época una
enfermedad de alto contagio, los vecinos protestaron y solicitaron al gobierno que
los enfermos fuesen trasladados a otro lugar. El 23 de diciembre de 1881, la jefa-
tura política del departamento de Guatemala designó un lugar denominado “Joco-
tales o las Piedrecitas”, a siete kilómetros del centro de la ciudad y con una
extensión de 100 manzanas como el lugar adecuado para la construcción de un la-
zareto, el cual fue inscripto con el nombre de “Lazareto de las Piedrecitas” o “La-
zareto de Elefancíacos”. Rafael Angulo y Urruela fue el fundador y primer director
del Lazareto; desarrolló una gran labor administrativa, costeó los gastos y edificó
Figura 25. Hospital
una pequeña capilla.
San Pedro
Este centro asistencial cumplió su cometido aun en épocas y circunstancias difíciles,
como las producidas en 1917-1918 que lo destruyeron completamente. En el año 1920

247
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Figuras 26, 27 y 28. fue reconstruido por Rafael Mauricio y José


Vistas del Hospital Ruiz Angulo, quienes cumplían funciones co-
Nacional Ramiro mo directores del Hospital General.
Gálvez Por acuerdo gubernativo de fecha 8 de noviembre de 1960 y en reconocimiento a la
labor efectuada por uno de sus directores, el extinto Dr. Ramiro Gálvez Azteguieta, quien
trabajó en el asilo durante más de 15 años, se cambió el nombre de Asilo La Piedad por
Hospital Nacional Ramiro Gálvez (Tabla 2) (figuras 26, 27, 28).

Tabla 2. Directores del Hospital Nacional Ramiro Gálvez Asteguieta

NOMBRE DEL DIRECTOR FECHA EN QUE TOMÓ POSESIÓN


DEL CARGO NOMBRE DEL DIRECTOR FECHA EN QUE TOMÓ POSESIÓN
DEL CARGO
Dr. José Manuel Valdés 26n–nn9n–n1877
Dr. José Urrutia 23n–nn2n–n1884 Prof. Dr. Fernando A. Cordero C. 18n–nn3n–n1941
Dr. Domingo Álvarez 30n–nn4n–n1887 Dr. Mariano Castillo 29n–nn5n–n1948
Dr. Rafael Mauricio 14n–n12n–n1895 Dr. Eduardo Silva Martínez 25n–n11n–n1955
Dr. Salvador Ortiz 23n–n11n–n1901 Dr. Carlos N. Cordero A. 12n–n12n–n1984
Dr. Ramiro Gálvez 20n–n11n–n1925 Dr. Peter A. Greenberg Cordero 27n–nn3n–n2003

En 1972 el Presidente encomendó al profesor Dr. Fernando A. Cordero C. (figura 29)


la reorganización del Hospital Ramiro Gálvez (leprocomio) debido a que se encontraba
en estado calamitoso y con muy mala atención a los asilados. En el mal llamado hospi-
tal había 80 enfermos: 15 pacientes mutilados por lepra, 8 en buenas condiciones físicas
que eran tratados como hansenianos ambulatorios, 52 enfermos crónicos no leprosos
con varias dolencias; además, había dos mendigos, un paciente con defi-
ciencia mental y dos alcohólicos que ayudaban en el cuidado de los en-
fermos y pedían limosna para sufragar sus gastos.
El 9 de marzo de 1973 nace el Patronato de Acción Contra la Lepra,
una asociación no lucrativa ni religiosa, apolítica y de beneficencia, cuyo
objetivo principal es la lucha contra la lepra y enfermedades dermatoló-
gicas afines en Guatemala.
En 1975 el Patronato de Acción Contra la Lepra crea en INDERMA un
curso de posgrado para el estudio y divulgación de la Dermatología, a car-
go del profesor doctor Fernando A. Cordero C.; éste fue su fundador y di-
rector en funciones de Leprología entre los médicos jóvenes de Guatemala.
Con la ayuda de la Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilolo-
gía y Leprología, se programan y se acuerdan las bases para esa actividad académica;
Figura 29.
se destaca la asistencia de los estudiantes al Instituto de Dermatología y a su hospital por
Dr. Fernando A.
Cordero C.
las mañanas y durante cuatro horas diarias con el objeto de seguir el programa de estu-
dios previamente trazado (figuras 30, 31, 32).
A través del programa de posgrado llamado “Profesor Carlos N. Cordero A.” se han
graduado 67 dermatólogos especializados en Dermatología y Cirugía de Piel, de los cua-
les 27 son originarios de Centro y Sur América (Tabla 3).

248
Historia de la Dermatología en Guatemala

Figuras 30, 31 y 32.


UNIDAD DE DOCENCIA (figuras 33, 34, 35) Instituto de
Nuestra visión: Estar dentro del liderazgo de formación profesional a nivel nacional Dermatología y
e internacional. Cirugía de la Piel:
Objetivos: Fomentar la investigación y actualización de problemas dermatológicos. Corredor del
Contribuir a la superación médico científica del profesional. servicio de
internación de
Posgrado en Dermatología hombres; Servicio
1. Nombre exacto del título que se otorgará: Maestría. de consulta
2. Nombre del director del programa: Dr. Peter A. Greenberg Cordero, Dra. Suzzette externa; Unidad de
Informática y
de León.
biblioteca
3. Promesa de venta: Atención a más de 50.000 pacientes; contamos con hospital pa-
ra internación y consulta externa; laboratorio multidisciplinario que incluye dermatopa-
tología; formación sólida en el área médico-quirúrgica en Dermatología.
4. Dirigido a: médicos y cirujanos nacionales y extranjeros.
5. Por qué un alumno debe optar por esta maestría y no por otra: Es la única escue-
la en formación de especialistas en Dermatología a nivel centroamericano, con 25 años
de experiencia; atención a más de 50.000 pacientes al año; hospital con 50 camas; con-
sulta externa en esta capital; consulta externa en Zacapa (Programa Rural).
6. Programación Académica: Unidades longitudinales (duración 3 años); Unidades
transversales (3 a 4 meses)
7. Duración de la Maestría: a) 3 años, 15 unidades longitudinales, 12 unidades trans-
versales; b) Horario de clases: cada mes examen de unidades longitudinales; al terminar
el curso en unidades transversales; 10 días hábiles de vacaciones cada año.

5. La Dermatología ■ Laliteratura.
en la Dermatología enpopular,
Dermatología la literatura. La Dermatología
los curanderos, la magia
popular, los curanderos, la magia
Eduardo Silva-Lizama

La Dermatología en la literatura

EL RECAMADO LECHO DE DON MANUEL FERNÁNDEZ


Don Juan Vásquez de Molina fue un noble señor descendiente de conquistadores y un
hábil cirujano. Su fama data de la última década del siglo XVI ya que su nombre aparece
en antiguos documentos en el año 1597. A uno de ellos nos referiremos:
En el recamado lecho, don Manuel Fernández se retorcía víctima de un cólico inten-
sísimo en el bajo vientre. Presuroso nuestro médico recurre a los medicamentos carmi-
nativos y a los tópicos suavizantes en la dolorida piel abdominal. El desgraciado enfermo
no se alivia y la ampolleta está contando las horas de su vida. Vásquez de Molina com-
prende la situación y palpando el vientre lo siente apostemado. En un segundo prepara
sus instrumentos y abre con afilada hoja la piel tumefacta y la postema que abultaba el

249
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

Tabla 3. Lista de especialistas graduados en INDERMA

Código Nombre Año de Egreso Nacionalidad

n1 Dra. Carmen C. de Mansilla 1976 Guatemala


n2 Dr. Carlos N. Cordero A. Guatemala
n3 Dr. Guillermo Asencio 1977 Guatemala
n4 Dra. Miriam Quiñónez 1980 Guatemala
n5 Dr. Marco Tulio González Guatemala
n6 Dr. Efraín Pérez Alvisurez Guatemala
n7 Dr. Augusto E. Perera Costa Rica
n8 Dr. Jorge Ramírez 1981 Guatemala
n9 Dra. Estela de Jeni 1982 Ecuador
10 Dr. Rolando Falla Sántizo 1983 Guatemala
11 Dr. Juan José Mansilla A. 1984 Guatemala
12 Dr. Edgar L. Pérez Ch. Guatemala
13 Dr. Narciso A. Vargas Nicaragua
14 Dr. Carlos Cruz Palacios Guatemala
15 Dr. José Guillermo Higueros 1985 Guatemala
16 Dra. Anabella Ch. de Chang 1987 Guatemala
17 Dr. César A. Navarro Guatemala
18 Dra. Pura A. Martínez 1989 Guatemala
19 Dr. Walter E. Morales F. 1990 Guatemala
20 Dr. Guillermo Letona Guatemala
21 Dra. Anabella Orellana 1991 Guatemala
22 Dra. Milagros Santos 1992 Guatemala
23 Dr. Gustavo A. Coronado Guatemala
24 Dr. Edgar E. Chen Lau 1993 Guatemala
25 Dra. Sol Beatriz Jiménez Colombia
26 Dr. Alejandro Enríquez El Salvador
27 Dra. Edith Lorena Bay 1994 Guatemala
28 Dr. Edgardo Sandoval El Salvador
29 Dr. Manuel F. García N. 1995 Guatemala
30 Dra. Claudia Cifuentes Honduras
31 Dr. Fredy Barillas Guatemala
32 Dr. Byron Villagrán 1996 Guatemala
33 Dr. Wilmar Polo Vega Colombia
34 Dra. Telma Meda Álvarez Guatemala
35 Dra. María del Pilar Manrique 1997 Guatemala
36 Dra. Julitta Bradley 1997 Belice
37 Dra. Ana Cristina Guzmán Colombia
38 Dra. Rita María Restrepo Colombia
39 Dra. Maritza de Kummerfedt 1998 Guatemala
40 Dra. Sonia Maritza Cardona Honduras
41 Dr. Lubeth H. Hernández Guatemala
42 Dra. Raquel Meneses Colombia
43 Dra. Carmen Y. Choc M. 1999 Guatemala
44 Dr. Peter A. Greenberg Cordero Guatemala
45 Dra. Marleny O. Vargas T. Honduras
46 Dra. Regina Echeverría 2000 Guatemala
47 Dra. Clara Lucía Espinal Colombia
48 Dr. Jorge L. Ortiz Guatemala
49 Dra. Leticia Ovando Z. Honduras
50 Dr. Herman Schaffer 2001 Nicaragua
51 Dra. Eli Yolani Santos V. Honduras
52 Dr. Juan Carlos Argüello El Salvador
53 Dr. Juan José Rejopachí Guatemala
54 Dr. Elmer Saturnino Guatemala
55 Dra. Carla P. Aguilar 2002 Honduras
56 Dra. Jeannie M. Sánchez El Salvador
57 Dr. José Antonio Tabush Costa Rica
58 Dra. Karla Santacruz 2003 El Salvador
59 Dra. Carolina Rivas A. Honduras
60 Dra. Edith Tobías Achtmann Guatemala
61 Dra. Claudia Lissette Guerrero 2004 El Salvador
62 Dr. David E. Zepeda El Salvador
63 Dra. Elizabeth Chu Chang Honduras
64 Dra. Deify Rodríguez Guatemala
65 Dra. Carolina Durán Guatemala
66 Dra. Miriam Hernández Guatemala

250
Historia de la Dermatología en Guatemala

flanco derecho. Materias pestilentes salieron desde lo más hondo y la postema quedó Figuras 33, 34 y 35.
Instituto de
evacuada. Rápido alivio transformó la cara agonizante del enfermo y una gran admira-
Dermatología y
ción surgió de todos los presentes.
Cirugía de la Piel:
El cirujano Vásquez de Molina con gran habilidad e intuición salvó al paciente, quien
vista frontal; Unidad
por el espacio de trece meses vivió con una fístula que no le impidió la vida activa y coti- de Informática y
diana. ¿Por qué esta observación se ha conservado en los archivos? Ocurrió que Don Ma- biblioteca y Unidad de
nuel Fernández murió por ulteriores infecciones de la fístula y la familia se negó a pagarle docencia y posgrado
sus honorarios a Vásquez de Molina. Don Juan cobraba 500 pesos por su urgente inter- en Dermatología
vención y los herederos del difunto portugués no querían pagar nada, lo cual motivó el
proceso y la demanda que quedaron registrados en los documentos de la época28, 29, 30.

SANTO HERMANO PEDRO DE SAN JOSÉ DE BETHENCOURT


Los escritos sobre Dermatología en la literatura guatemalteca son escasos; sin embar-
go, no podemos pasar por alto la vida, obra y milagros del Santo Hermano Pedro de Bet-
hencourt, quien iluminó con sus virtudes la pobreza científica de la medicina
guatemalteca del siglo XVII.
En un libro sobre la historia médica de Guatemala y la historia de las enfermedades
de la piel no puede faltar el Hermano Pedro porque la medicina es ciencia amorosa y ar-
te caritativo, es hondamente humana y social, y la medicina hospitalaria no termina con
la curación sino que se prolonga en la convalecencia.
En la noble y muy leal ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala florecieron
durante quince años las virtudes del venerable Santo Hermano, quien llegó de las Islas
Afortunadas trayendo de ellas la fortuna de un espíritu heroico y la primavera de cien
milagros. Designio divino fue la salida de Pedro de Bethencourt, y en los mares, nuestra
ciudad de Santiago se le apareció como una estrella que guiaba e iluminaba. La estrella-
guía lo llevó al Bethlem de sus sueños, para que en él quemara la mirra de sus virtudes
y el incienso de su alma devota y humilde. Rey mago de la pobreza y del sacrificio llegó
al “Goathemala” como un regalo de Dios. Corría el año de 1650 y Pedro iba acercándo-
se a la mitad del camino de su vida, cuando en la mansedumbre de la tarde oyó la voz
de San Agustín que decía: “Ama y haz lo que quieras”. Las florecillas y los corderos eran
presentes vivos de la humildad, y a lo lejos, el mar daba una lección de constancia e in-
vitaba a los hombres a los peligros de largos viajes. Pedro no desoyó la voz de la natura-
leza, que era la voz de Dios, y aceptando los consejos de una tía que vivía en Ultramar
emprendió su viaje hacia las Indias. En la Isla de Cuba, feliz término de su trayectoria,
escuchó por primera vez el nombre de Goathemala, y fue oírlo y adivinar que esa ciudad
sería la tierra de promisión de sus virtudes y sacrificios. La palabra fue al instante ma-
gia y secreto y la rectitud de una decisión inmediata trajo a Pedro a la ciudad de Santia-
go de Goathemala, donde entró felizmente, ya animado con la luz de los cielos, el 18 de
febrero de 1651. Ese día fue venturoso y aciago a la vez. La tierra se estremeció violen-
tamente en alardes de materialidad y de castigo, y cuando los moradores volvían en sí
asustados y contritos, vieron a Pedro de Bethencourt besando la tierra que ese día lo
recibía y entonando las proféticas palabras: “Allí he de vivir y morir”. Sobre la tierra

251
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

trepidante se elevó la dulzura de una plegaria formada de versos amorosos y divinos y


el minuto trágico se transformó en hora espiritual. El forastero de las Islas Afortunadas
fue desde ese instante el Hermano Pedro, quien al entrar en la ciudad llevaba en sus ma-
nos inmortales un haz de milagros y una campana sonora que a todos invitaba a la per-
fección espiritual.
Las vigilias del estudio han empezado su tormento. La memoria es dura y resistente.
Toda la constancia y paciencia del alumno ejemplar es inútil. Triunfan las burlas de los
compañeros de clases y cuando decide subir a la cátedra, seguro de su aprendizaje, el si-
lencio sella sus labios, mientras la clase entera desborda en injurias y sátiras. Pedro de
Bethencourt ha sufrido la primera prueba; y cuando la voz material ha callado, una voz
purísima le habla a su alma y le señala el milagro de su destino. El catedrático no com-
prende, la escuela nada sabe, mas Pedro, iluminado por luz celestial es ya “catedrático de
prima en la universidad de las virtudes”, maestro inimitable en la escuela de la caridad,
alumno de las más severas disciplinas materiales y espirituales, bachiller nemine discre-
pante en las ciencias difíciles de la humildad y la pobreza, doctor genial en la rara y espe-
cialísima ciencia del amor al prójimo. Pedro de Bethencourt ha abandonado el oscuro traje
de estudiante y ha colocado sobre su cuerpo el sayal bendito de hermano tercero, que en
buena hora le regaló el piadoso Esteban de Salazar, en un día inolvidable del año 1655. Ya
vestido con el hábito de tercero, comenzó Pedro su maravillosa y ejemplar vida. De la tos-
ca estameña salían hilos de oro, y donde posaba los pies descalzos brotaban rosas. En su
cabeza siempre descubierta, el cielo escribía su mejor poema, de las cuentas del rosario
tosco se deslizaban mil perdones e innumerables indulgencias. La siniestra mano era va-
so de consuelo y caricia todopoderosa y de su diestra pendía la inmortal campanilla, cu-
yos toques argentinos anunciaban el cielo para los hombres pacíficos y bondadosos y la
salvación para todos aquellos que buscaran los caminos del arrepentimiento.
En la ciudad de las perpetuas rosas, cuando la penumbra desdibuja los contornos, se
oye cotidianamente la voz del Santo Hermano Pedro que a todos dice: “Acordaos herma-
nos que un alma tenemos y si la perdemos no la recobramos”. Pedro de Bethencourt ha
comenzado sus milagros y en la muy noble y leal ciudad de Santiago de los Caballeros de
Goathemala ha descendido la primavera eterna y todo el valle predilecto se ha transfor-
mado en rosaledas de amor. En la escala de las virtudes, el Santo Hermano Pedro dio su
primer paso imitando a Cristo y siguiendo el magisterio de Francisco de Asís y con ellos
dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”. Una mañana recorrió veintisiete iglesias acom-
pañado del pobre inválido Marquitos, y habiendo llegado por último a la de la Santa
Cruz, contempló desde allí el futuro sitio que sería hospital, iglesia y escuela. En una pe-
queña y pobre casita cercada de altas ortigas y situada en punto intermedio al Calvario
y a la Santa Cruz, congregó el Hermano Pedro a los niños pobres que necesitaban con-
suelo y enseñanza cristiana. La belleza de sus lecciones y la ternura con que solía tra-
tarlos se propagó más allá de los vecinos, y así, desde los más remotos lugares afluían
millares de niños atraídos por el amor del discípulo de Cristo, del hermano Francisco de
Asís. La casita humilde nació como escuela y se alegró con risas infantiles. En ella vivía
una anciana enferma llamada María Esquivel, “venerable por la virtud, ejemplar por la
penitencia, y prodigiosa por el sufrimiento”. La enfermedad larga y penosa le había lla-
gado todo el cuerpo y cualquier movimiento era un martirio. Una vez terminada la en-
señanza, el Hermano Pedro acudía a consolarla con su devotísima conversación y para
no hacerle daño en la curación de sus llagas, se las lamía cuidadosamente, quitándole
toda la podre. Este acto heroico lo repitió muchas veces en los hospitales, donde concu-
rría diariamente. En el Hospital de San Alejo había un indio con la pierna llena de po-
dre, y el cirujano que lo curaba, no atreviéndose a tocarlo, pidió a un perrillo que
limpiase la llaga pestilente. El Hermano Pedro se encontraba presente y al oír al ciruja-
no, se hincó y se puso a lamer la podre, dejando limpia y enjuta la pierna enferma. En
su visita diaria al Hospital Real de Santiago repetía a menudo esta heroica curación, que

252
Historia de la Dermatología en Guatemala

don Melchor de Mencos y don Joseph de Estrada amaban relatar con justo asombro. Du-
rante los quince años que Pedro de Bethencourt vivió en Goathemala, un ambiente de
milagro le circundaba y nadie dudaba de su santidad. El 25 de abril del año 1667, a las
dos de la tarde, a los 48 años de edad, murió el Hermano Pedro para las miserias de la
tierra y nació para la gloria eterna de Dios.
En el año 2002, su Santidad Juan Pablo II visitó Guatemala con motivo de la canoni-
zación del Santo Hermano Pedro de Bethencourt, ahora venerado en los altares de las
iglesias guatemaltecas28, 29, 30.

LA CURIOSA ENFERMEDAD DEL OIDOR DECANO


Uno de los hechos interesantes de la medicina colonial durante la primera mitad del si-
glo XVIII fue la enfermedad quirúrgica que padeció el Oidor don Tomás de Arana, hombre
de muchos títulos y bondades. La enfermedad duró por largo tiempo, entre 1729 y 1744.
Durante este periodo fue sometido a las más diversas curaciones; todos los bachilleres en
medicina intervinieron en su curación. Como se trataba de un hombre respetado y queri-
do, abundaron los informes que nos permiten conocer muchos detalles sobre los conoci-
mientos, diagnósticos, pronósticos y terapéuticos de nuestros galenos coloniales.
Don Tomás de Arana conquistó al pueblo por su actitud bondadosa y consoladora, en
ocasión de los terremotos del año 1717.
Don Cristóbal de Hincapié alabó en sus versos la conducta humanitaria del Oidor,
quien diariamente visitaba los hogares destruidos y prodigaba a manos llenas toda cla-
se de caridades.
Desde el año 1729, el Oidor Arana comenzó a sufrir de un grave mal en la boca que
trastornó por completo su vida y su carácter. El hombre afable, amplio y bondadoso se
transformó; toda clase de acritudes y susceptibilidades derivaron de la enfermedad do-
lorosa y maligna.
Desgraciadamente, la paz privada del Oidor estaba destruida; y las fístulas bucales le
estaban haciendo más daño que todas las rencillas de los negocios públicos.
Don Manuel de Arteaga y Carranza, protocirujano de los hospitales y disector de ana-
tomía en la Real Universidad de San Carlos, era en aquellos tiempos el más notable ci-
rujano de la ciudad de Santiago, y por lo tanto fue el primero que intervino en la curación
del Oidor Decano.
La observación minuciosa de la enfermedad aparece en un informe que el cirujano
rindió a la Real Audiencia:

Desde el año 1729 comencé a curar al Oidor D. Tomás Ignacio de Arana de un lúpu-
lo cancroso del labio inferior de la boca, hacia el lado izquierdo, con gravísimo dolor
y erisipela de toda la circunferencia. No pude evitar que se ulcerara y luego no curó
con ningún tópico. Por tal motivo fue llamado el Dr. José Medina, quien recetó pur-
gas y sangría, las cuales no lo mejoraron por su naturaleza cálida y adusta. La cura-
ción duró hasta el año 1732 en que le acaeció un tabardillo, que se vio de muerte, y
del cual le curó el Dr. Medina. Las evacuaciones y el gran calor de las calenturas di-
secaron la úlcera de la boca y quedó a su merced padeciendo de otras enfermedades
que le curó el Dr. Ávalos y Porres. Así hasta el año 1738. A fines de este año le vino
una destilación reumática que le formó varios tumorcillos escirrosos, que degenera-
ron en úlceras tan malignas que le mortificaron muchísimo, una de ellas le perforó
el labio inferior de afuera adentro y se extendió a las muelas, destruyendo parte de
la mandíbula, al nivel de la muela cordal, luego se le inflamó el masetero y no podía
abrir la boca. Cuando ésta comenzó a cicatrizar, los otros tumorcillos se ulceraron,
llegando hasta la oreja y el ojo del mismo lado. De nada sirvieron los tratamientos;
entonces pasó por aquí el Dr. Santiago Estebanson, quien le recetó mercurio, lo que
exasperó el mal en tal forma que estuvo a punto de perder la vida, si no fuera por

253
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

milagro de Nuestro Señor de los Dolores del Cerro. No sanó enteramente y se le hi-
cieron varias fuentes con lo cual divirtieron las úlceras. Luego le aparecieron en el
brazo derecho cinco úlceras iguales a las de la cara, muy inflamadas y erisipelato-
sas. Los maestros Justo González y Pedro Zúñiga lo asistieron diariamente, y se ha
puesto tan grave, que el día que fue a una función en la Capilla Real, se inflamaron
mucho los tumores. El tumor mayor puede hacerse tan grande, que destruirá la ca-
ra. La úlcera es incurable de las Noli Me Tángere (26 de junio de 1744).

Don Manuel de Ávalos y Porres también informó sobre la enfermedad del Oidor, diag-
nosticando un tumor cancroso del carrillo, ulcerado por dentro y por fuera. Diagnosticó
otras enfermedades, tales como hemorragias, afectos asmáticos y cólicos. El tumor es incu-
rable, agregó el informe, y sólo los baños frecuentes, la dietética y el reposo podrán mejo-
rarlo. Se piensa que dicho padecimiento pudo ser un tumor maligno, lupus u osteomielitis.
El Oidor Decano don Tomás de Arana, decepcionado de su incurabilidad material,
quiso curarse el alma y pidió licencia al Capitán General Rivera y Santa Cruz para reti-
rarse al Convento de San Francisco, donde deseaba terminar sus días. Allí, en una celda
purificó su alma, mientras las malignas úlceras “se divertían haciendo nuevas fuentes”.
Así murió el Oidor don Tomás de Arana, hombre respetable, digno y caritativo, ama-
do y sentido por todos28, 29, 30.

EL FEO DOCTOR DESPLANQUEZ


Don Francisco Desplanquez tenía 32 años, era graduado en la Facultad de Medicina
de Montpellier y poseía un físico desagradable a juzgar por las descripciones que de él
hicieron en el Real Protomedicato de México. Era natural de Normandía, de estatura
muy baja, rubio, de ojos azules, con el rostro “carihoyoso de viruelas”, y adornado por
tres lunares en triángulo, en el lado siniestro, y tres en línea recta, en el diestro. Con tan
bellas cualidades faciales huyó de su patria en plena juventud, recorriendo las Antillas,
México, Guatemala y Sonsonate. Esta ciudad era el término de su viaje terrestre.
Desplanquez estuvo una noche en Guatemala, continuando luego su viaje a Sonsona-
te adonde llegó una mañana del mes de junio de 1768. Como era domingo, en la Plaza
Mayor triunfaba la alegría pueblerina. Desplanquez, que era muy buen dibujante, hizo
un boceto de la plaza y de la iglesia. Don Ildefonso Ignacio de Domezin, alcalde de Son-
sonete, lo vio dibujando; la gente curiosa, intrigada por el físico horrible del desconoci-
do forastero, anticipó juicios sospechosos, y bien pronto se levantó una ola de
indignación contra el inocente médico viajero. En menos de una hora, Desplanquez fue
despojado de sus papeles, maltratado terriblemente y apresado en el cepo, con grillos y
cadenas. Inmediatamente se revisaron los papeles y cartas, escritos en idioma extraño,
y ninguno dudó de que aquel forastero “picado de viruelas”, era un espía inglés pagado
para levantar planos de las costas, y el dibujo de la plaza, un boceto para levantar una
fortificación. El caso era gravísimo, quizás fuera necesaria la pena de muerte; en todo
caso, el alcalde de Sonsonate no podía juzgarle, haciéndose necesario el envío del reo a
Guatemala, donde podría ser condenado.
Inútiles fueron las protestas de Desplanquez, quien juraba ser francés y aseguraba
que sus papeles eran relatos de viajes. En Sonsonate ninguno sabía idiomas extranjeros.
Por lo tanto, era imprescindible el viaje de regreso a Guatemala y la fragata que le con-
duciría al Perú tenía que cancelar los pasajes. Adiós sueños de riqueza y anhelos de pe-
regrino, pensaba don Francisco Desplanquez, mientras humildemente emprendía el
retorno, debidamente custodiado.
El 5 de septiembre de 1768, don Pedro Salazar Natera y Mendoza, Capitán General de
Guatemala, ordenó apresar al sospechoso Desplanquez y a su compañero el cirujano Tho-
mas. El alcalde Felipe Rubio Morales ejecutó la orden metiendo en la cárcel a los reos, los
cuales fueron acompañados por ocho dragones y colocados en el lugar más seguro de la

254
Historia de la Dermatología en Guatemala

prisión, que era el llamado “de la capilla”. El alcalde Rubio Morales, el administrador del
correo, Joseph de Garayales, y todas las autoridades juzgaron como reservados y sospe-
chosos los inocentes papeles de Desplanquez. El fantasma de los piratas ingleses y la in-
tromisión de espías agigantaban la responsabilidad del médico francés. Urgían las
traducciones y los interrogatorios. Las autoridades sencillas y desocupadas vieron en
aquel viaje un formidable plan de invasión, esperando encontrar en los misteriosos pa-
peles todas las claves de los maravillosos proyectos. Grande fue la decepción cuando se
enteraron de su contenido. Como no se encontró en toda la ciudad quien conociera la
lengua francesa, el propio Desplanquez tuvo que traducirlos, bajo severo juramento.
Los misteriosos papeles (conservados actualmente en el archivo de gobierno), conte-
nían materias diversas. Uno de ellos hablaba minuciosamente sobre la geografía e his-
toria del Perú, en base a un libro de viajes; tales descripciones eran muy útiles para el
doctor Desplanquez, quien partía a ese país en busca de fortuna. Otro contenía una des-
cripción del diamante y de otras piedras preciosas, seguida de una curiosa técnica para
blanquear los calzones de seda. Otros papeles se referían a historias de animales y plan-
tas, en relación con la terapéutica. Allí se relataban curaciones, como el infalible reme-
dio para la rabia, que consistía en tomar una onza de estiércol de oca en vino blanco.
Una lista completa de remedios seguía a continuación: el zumo de chiridono botaba los
dientes sin dolor, en veinticuatro horas; el tlanchinoli curaba el mal venéreo en pocos
días y privaba de la razón a los enfermos por el tiempo de veinticuatro horas. El genipa
ponía el cutis tan negro que era posible vender blancos por negros. Con tan magníficos
y eficaces remedios era de esperarse el buen éxito del médico Desplanquez, quien des-
graciadamente tuvo que dejar en el juzgado las recetas infalibles.
El castillo imaginario se desplomó, pues las autoridades avergonzadas tuvieron que
pedir excusas al inocente Desplanquez. En diciembre de 1768, el fiscal Romaña pidió la
libertad del médico francés, a quien le quedó prohibido internarse en provincias o vagar
por América. Desplanquez, una vez libre y desagraviado, participó en la lucha contra las
epidemias formulando buenas recetas para la de sarampión del año 1769 y para la del
tifo del año 1774. Cuando se inició la traslación de la ciudad al valle de la Ermita, nues-
tro médico del rostro horrible vivió algunos años en la Nueva Guatemala, de la cual de-
sapareció sin dejar registro. Así terminó la historia del médico Desplanquez, soltero
repugnante de rostro, quien encontró fortuna y provecho en la ciudad que antes le con-
denara a prisión severa29.

EL ESCÁNDALO DEL DR. IMERY


En 1795, el doctor Marcos Imeria o Imery, médico irlandés, fue encarcelado por “car-
gos de no poca monta y entidad”. Marcos Imeria residía en San Miguel, y allí fue apre-
sado por orden del capitán general Domás y Valle. El alcalde de ese pueblo cumplió
inmediatamente la orden y le tomó declaración al profesor de medicina Imery, quien di-
jo ser católico, originario de Irlanda, e ignorar por completo las causas de su prisión. Su-
po que era objeto de “calumnia de infidelidad”, inventada por alguno de sus clientes,
cosa muy frecuente en la profesión.
Estaba muy enfermo y no podía abandonar a sus pacientes; era necesaria, por lo tanto,
la libertad bajo fianza o bien el traslado a su casa, la cual sería reconocida como cárcel.
El alcalde Becerril pidió un informe médico, el cual fue dado por el facultativo Juan
Santos Antequera, quien declaró ser cierta la enfermedad. En mayo de 1796, Imery fue
trasladado a su casa. Rápidamente se extendió la noticia de su prisión por toda la pro-
vincia, recibida con general descontento, pues todo el pueblo estaba en tratamiento mé-
dico y corría el riesgo de perder la vida si faltaba el auxilio del eminente profesor
irlandés. El ayuntamiento protestó enérgicamente por la prisión de Imery y pidió que no
fuera enviado a Guatemala, pues su presencia era indispensable en la ciudad, donde no
había quien hiciera el humilde oficio de sangrador. El cura García Ramos se unió a las

255
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

protestas y anunció que seguiría a Imery por doquiera, pues estaba padeciendo de una
grave dolencia que había mejorado notablemente gracias a los magníficos cuidados del
médico. El ayuntamiento consideró el caso de suma gravedad para la salud pública. To-
da la provincia de San Miguel estaba infestada del mal venéreo, el cual evolucionaba a
formas malignas debido al clima. Fue tanta la gravedad del mal, que en las calles sólo
se veían “hombres llagosos”. La casa del médico Imery era un verdadero hospital de ve-
néreos. La desgracia y la muerte caerían sobre el pueblo si lo dejaban sin auxilio médi-
co. La peste luética favoreció a don Marcos Imery en todos los sentidos, le dio la libertad
y grandes ganancias. Los vecinos llagados pudieron más que la justicia acusadora; de na-
da sirvieron los malos informes que dirigió a Domás y Valle el vecino Lorenzo Moreno,
quien afirmaba en el memorial delator las faltas de Imery, empírico sin conciencia, que
a ninguno curaba y a todos explotaba. A pesar de todo, el cirujano y médico irlandés
Marcos Imery continuó curando sifilíticos; el gobierno de Guatemala olvidó todas las cir-
cunstancias del proceso. Finalmente, Imery, rico, estimado, libre de la sífilis, emprendió
viaje a León con la esperanza de encontrar allí nueva clientela, nueva lúes y novísimas
monedas29, 30.

La Dermatología popular

MEDICAMENTOS DE USO LOCAL


El antiquísimo ungüento del soldado, también conocido como ungüento napolitano, a
base de mercurio simple (1 oz), manteca de cerdo (15 oz.) y negro de humo para colorear
se prescribía para el tratamiento local de la sífilis o mal gálico; como medicamentos an-
tiluéticos se usaban el aceite gris con mercurio purificado (40 g), grasa de lana (26 g) y
aceite de vaselina (60 g) para uso intramuscular –fórmula que más tarde fue substituida
por el biyoduro de mercurio al 1% o por el uso por vía oral–, la solución de Van Swieten
o las píldoras de Ricord.
Como pomadas antisépticas y contra la piodermitis se usaba la pomada amarilla, a
base de óxido amarillo de mercurio (2 g), óxido de zinc (5 g), resorcina y ácido salicílici-
co (5 g), bálsamo del Perú (6 g), y manteca (35 g), la pomada de reclus con ácido fénico
y salicílico (1 g), resorcina (2 g), alcanfor porfirizado y antipirina (5 g), bálsamo del Pe-
rú (6 g), y vaselina de Chesebrough (81 g) y la de whitfield, con ácido salicílico (2 g), áci-
do benzoico (4 g), y manteca (24 g), fórmula que también se usaba en las micosis
superficiales.
Para el tratamiento de la sarna y otras parasitosis se utilizaban la pomada de preci-
pitado blanco con protocloruro de mercurio y la de regente con óxido rojo de mercurio y
acetato de plomo (10 g) y manteca de cerdo (120 g).
La pomada roja o colorada, como se conoce vulgarmente, con tártaro emético (3 g),
óxido rojo de mercurio (1 g), y manteca (30 g) se usó con resultados satisfactorios en el
tratamiento de la oreja de chiclero o leishmaniasis americana.
La pomada Chalmugra con aceite de chalmugra (85 g), azufre lavado (5 g), alcanfor (5
g), y brea de Noruega (5 g), era usada como una modalidad terapéutica en el tratamiento
de la lepra y como antipruriginosa; más tarde y como antipruriginosa fue substituida por
una nueva fórmula con mentol (1 g), alcanfor e hidrato de cloral (5 g), lanolina (35 g), acei-
te de coco (50 g), vehículo que con el correr de los años se ha modificado favorablemente.
Los tratamientos más usados y relativamente inocuos eran los baños de inmersión, las
aguas, soluciones y compresas húmedas, los jabones, emplastos y cremas. Los más popu-
lares en diferentes épocas fueron: las soluciones o aguas de flores de tilo, de manzanilla,
de hojas de palo jiote, del pito y del chipilin, para el tratamiento de los eczemas; la de ca-
laguala, para curar soriasis y sífilis; la de canutillo, para la mordedura de serpientes y he-
ridas por flecha y espadas; la cocción de hierba del cáncer, para el rezumante; el zumo
de fruta de anona sola o mezclado con plátano, para tratar la gonorrea; de vinagre claro,

256
Historia de la Dermatología en Guatemala

alcanfor y agua de laurel cerezo (10 g) más aceite de oliva (50 g) como antipruriginoso;
por su acción antiséptica y microbicida, el agua de Alibour con sulfato de cobre y zinc en
300 g de agua de alcanfor; el licor de labarraque con hipoclorito de sosa; el agua blanca
con subacetato de plomo; y el cocimiento de quina, que también se distinguía por ser as-
tringente; el bálsamo del comendador como cicatrizante de las heridas de guerra; el bál-
samo del Perú en unturas, como descongestionante y el bálsamo tranquilo como calmante
y emoliente. El emplasto de mostaza negra de Zacapa, sola o con pimienta roja de Palín
era de uso muy popular por su acción terapéutica rubefaciente y excitante.
Con el correr de los años y en forma progresiva estos medicamentos se fueron susti-
tuyendo por otros menos agresivos y con escasas reacciones colaterales, como la solu-
ción citofílica y cicatrizante, con cloruro de magnesio seco (12.10 g), cloruro de magnesio
cristalizado (25.85 g) en 1.000 cm3 de agua o agua ictiolada al 10%, con propiedad des-
congestionante en el tratamiento de las dermatitis esquematizadas y linfangitis; las solu-
ciones de Dakin con carbonato ácido de sodio (15 g), solución alcalina de hipoclorito de
sodio (750 cm3) y agua destilada (csp 1.000 cm3); de Burrows con alumbre de 1 g, suba-
cetato de plomo (5 g) y agua (100 cm3 ); así como la solución de nitrato de plata al 1 al
10% o colargol (plata coloidal) al 10%, algunas de ellas aún se utilizan. El glicerolado de
almidón, solo o como vehículo de otros medicamentos, como el glicerolado tártrico o el
cádico con aceite de cada 5 g, aceite de enebro (15 g), extracto de Panamá csp. Glicero-
lado de almidón (85 g), y esencia de clavos csp. prescrita para el tratamiento de la soria-
sis; el glicerolado de estearatos o diadermia para la xerosis diseminada de los viejos o
heridas atónicas, el polvo graso con talco (80 g), estearato de magnesia y aceite de coco
(10 g); la pomada de colaregol al 10% y el aceite gomenolado al 15% como cicatrizante.
Con propiedades queratolítica y antiséptica así como limpiadora, se utilizaba la pomada
jabonosa con jabón amigdalino y manteca de cerdo (110 g), azufre sublimado (4 g), áci-
do salicílico (1 g), aceite de almendras (20 g), y esencia de geranio (4 gotas).
En las dermatomicosis se recomendaban la tintura de yodo sola o con acetona al 2%,
o con cloroformo al 6%, el timol alcanforado al 5% o con guayacol cristalizado (50 g), en
aceite de oliva y manteca (25 g)32, 33.

La magia en Dermatología. Los curanderos

Un chamán es el brujo de los brujos, el hechicero. Es el que trabaja las siete poten-
cias que van desde la magia blanca hasta la negra. El trabajo negro se realiza cuando le
han hecho daño a alguien y los médicos ya no pueden hacer nada por él. El chamán es
el último recurso. Las ceremonias se efectúan por la noche en cementerios, cuevas o
puentes, donde, según los chamanes, es común ver a la muerte y a Satanás. La existen-
cia de chamanes, brujos, hechiceros, zajorines y curanderos es parte de la historia y cul-
tura de Guatemala. Para algunos, estos personajes son solamente charlatanes que se
aprovechan de los crédulos, mientras que para otros constituyen una oportunidad de en-
contrar solución a sus problemas cotidianos. Los más radicales en la oposición son los
religiosos, quienes condenan estas prácticas como satánicas. Los brujos o chamanes es-
tán distribuidos en el país en un total de siete, localizándose en Samayac, San Lucas To-
liman, Zunil, Quetzaltenango, San Jorge, La Laguna y San Andrés Itzapa.
En esta multivariedad de maneras de enfrentar el fenómeno salud-enfermedad, los
actores principales tienen las siguientes particularidades:
• Naturópatas. Nivel intermedio, técnico o más. Con tres años de estudio sistematiza-
do o más. Son los denominados N.D.
• Alópatas empíricos. Con estudios académicos sistematizados, sin graduarse.
• Naturistas. Sin nivel académico, con un grado de estudios de primaria.
• Curanderos familiares. A veces sin grado de escolaridad; simplemente por comu-
nicación tradicional.

257
E . SILVA - LIZAMA , P. H . URQUIZU , P. GREENBERG , S . DE LEÓN

• Merolicos esporádicos con o sin estudios. Aparecen y desaparecen en las calles,


parques y autobuses anunciando milagros y ungüentos mágicos.
• Médicos tradicionales comunitarios: espiritistas, brujos, chamanes. Sin nivel acadé-
mico. Su formación es producto de la reproducción del conocimiento en forma oral; aun-
que existen muchos charlatanes hay también personajes con aptitudes excepcionales.
• Autopoblación: variabilidad de estudios con multiformas de autoconsumo.
Los trabajos ocultos: son variados y dependen de la petición del cliente. En primer lu-
gar se tiene que seleccionar el lugar donde se practicará la ceremonia, después se bus-
can los materiales que se utilizarán en el ritual, que van desde hierbas, candelas,
inciensos, hasta animales como sapos, culebras, gallinas y gatos.
Por ejemplo: si alguien le hace daño a una persona con un trabajo oculto, se debe bus-
car en la bola de cristal o en las cartas del tarot qué fue lo que le hicieron para poder
realizar un trabajo superior y así efectuar la curación. Si le hicieron daño con un sapo,
se tiene que buscar un animal superior, como la serpiente, porque ésta se come al sapo.
Según el chamán, los sapos sirven para curar o hacer daño. Se cuenta que hay mucha
gente que se hincha de la cara, los párpados y la boca y es porque la han trabajado con
un sapo. Para esto cosen con hilo algunas partes de este animal (como la boca, las ma-
nos, el hígado o las patas); a esto se le llama amarres; cada animal tiene una función es-
pecífica, pero cuando se los utiliza hay que pedirle primero permiso a su espíritu.
El chamán o brujo es muy respetado en las comunidades indígenas, porque lo consi-
deran con poder no sólo para curar las enfermedades sino también para producirlas, co-
mo se dice vulgarmente, para brujear, chimancar, o hacer mal. Cuando alguien se
enferma, llaman al chamán, quien da un vistazo al enfermo y procede a la primera ope-
ración, o sea, a la copaleada. La copaleada consiste en lo siguiente: en un tiesto, que es
propiedad del chamán, echa éste un poco de capatl (goma-resina extraída de un árbol,
de color negro sucio y de olor agradable), enseguida pincha una de las venas que se en-
cuentran por debajo de las alas del chompipe más gordo que exista en la casa del enfer-
mo y que se ha escogido de antemano, recibe la sangre que vierte en ese mismo tiesto y
lo mezcla con el capatl; cuando el capatl se ha mezclado bien con la sangre, le da fue-
go, produciendo así una columna de humo que se eleva hasta el techo del rancho, con la
mayor regularidad y con un efecto de vista admirable. Esta columna de humo, según las
creencias, llega hasta el cielo para pedir a Dios que devuelva la salud al enfermo o más
bien para preguntarle qué fue lo que partió hacia las alturas, como correspondencia pri-
vada del chamán; pero como San Pedro no tiene tiempo para ocuparse de eso, veamos
cómo fabrica la respuesta el chamán, y de qué modo engaña a su clientela. Cuando la
quemada del copatl ha terminado, el chamán se retira al monte para esperar la contes-
tación; allí sigue la segunda operación, o sea, la jugada de los pilolles. Éstas son unas
frutitas que caen de ciertos árboles al comenzar el invierno, cuya forma se asemeja a la
del frijol negro, sólo que están aplastados en las extremidades y son de un color rojo muy
bonito. Una vez en el monte, el chamán extiende un pedazo de lienzo o género sobre el
suelo, saca varios puñados de pilolles del cazo que los contiene y dejando cada puñado
a cierta distancia del otro procede a contarlos: si el resultado en todos los puñados o por
lo menos en la gran mayoría, da nones, el enfermo muere; si el resultado da pares, el en-
fermo cura29, 30, 31. ■

Septiembre, 2005

258
Historia de la Dermatología en Guatemala

Agradecimientos

Señor Viceministro de Cultura Enrique Matheu Recinos, Gobierno de la República de


Guatemala.
Lic. Fernando Moscoso, Director del Museo Nacional de Arqueología y Etnología de
Guatemala.
Señor Rodolfo Yaquian, restaurador de bienes muebles del Museo Nacional de Ar-
queología y Etnología de Guatemala.
Dr. Jorge Prado, ciudad de Guatemala.

■ Referencias Medicina en Guatemala.


Guatemala: Editorial
Polimédica. 1995;2:3-7.
23. Muñoz R. Seguridad Social.
bibliográficas Universitaria; 1959. Enfoque histórico. Rev
12. Martínez Durán C. Las ciencias Polimédica. 1994;1:2-6.
1. Blom F. La vida de los mayas. médicas en Guatemala, origen 24. Muñoz R. Seguridad Social.
Guatemala: Ministerio de y evolución. Guatemala: Enfoque histórico. Rev
Educación; 1951. Editorial Universitaria; 1941. Polimédica. 1996;2:3-7.
2. Carmack R. Historia social de 13. Flamenco J. La beneficencia en 25. Fortín G. Tokelau, su historia.
los quichés. Guatemala: José Guatemala, reseña histórica. Rev Polimédica. 1995;2:7-8.
de Pineda Ibarra; 1979. Guatemala: Tipografía
Nacional; 1915. 26. Silva Martínez E. Estado actual
3. Figueroa Marroquín H. de la lepra en Guatemala.
Enfermedades de los 14. Bernhard C. Apuntes para la Acta Leprol. Revue Editée par
conquistadores. Guatemala: historia del Hospital Militar l’Ordre Souverain et Militaire
Editorial Universitaria, 1983. Central en su centenario de Malte. Francia.
4. Martínez Durán C. Las ciencias 1880-1980. Guatemala: 1966;26:22-30.
médicas en Guatemala, 3ª ed. Editorial de la Escuela del
Ejército; 1980:1-138. 27. Silva-Lizama E. History of
Guatemala: Editorial Dermatology in Guatemala.
Universitaria; 1964. 15. Cordero FA. Manual de Int J Dermatol.
5. Orellana S. Medicina Dermatología. Guatemala: 2000;39(4):305-311.
prehispánica. En: AAVV, Unión Tipográfica; 1961.
28. Asturias F. Historia de la
Historia general de 16. Cordero F, Mansilla C. La Medicina en Guatemala.
Guatemala. Tomo I. Época Dermatología en Guatemala. Guatemala: Editorial
precolombina. Asociación de Guatemala: Editorial Cultural Universitaria; 1959.
Amigos del País; 1999. Centroamericana; 1980.
29. Martínez Durán C. Las ciencias
6. Recinos A. traductor. Memorial 17. Vásquez R. Eduardo Tschen médicas en Guatemala, origen
de Sololá. Anales de los (1913-1994). Int J Dermatol. y evolución. Guatemala:
cakchikeles, título de los 1994;(33)10:748. Editorial Universitaria; 1941.
señores de Totonicapán. Piedra 18. Tschen E. Cómo nació la 30. Flamenco J. La beneficencia en
Santa; 1950. Unidad de Dermatología del Guatemala. Reseña histórica.
7. Recinos A. Pedro de Alvarado. Hospital Roosevelt. Gac Guat Guatemala: Tipografía
Conquistador de México y Dermat. 1991;2:1. Nacional; 1915.
Guatemala. 2ª ed. Guatemala: 19. Muñoz R. Seguridad Social: 31. Bernhard C. Apuntes para la
José de Pineda Ibarra; 1986. historia de Guatemala en el historia del Hospital Militar
8. Sifontes FP. Los cakchiqueles en segundo cuarto siglo hacia la Central en su centenario
la conquista de Guatemala. revolución del 20 de octubre 1880-1980. Guatemala:
Guatemala: José de Pineda de 1944. Rev Polimédica. Editorial de la Escuela del
Ibarra; 1986. 1995;4:3-10. Ejército. 1980:1-138.
9. Sifontes FP. Historia de 20. Muñoz R. Seguridad Social. 32. Cordero FA. Manual de
Guatemala. 2ª ed. Guatemala: Enfoque histórico. Rev Dermatología. Guatemala:
Ever Gráficas; 1991. Polimédica. 1995;1:3-7. Unión Tipográfica; 1961.
10. Ximénez FF. Popol Vuh. 21. Muñoz R. Seguridad Social. 33. Cordero F, Mansilla C. La
Antiguas historias de los Enfoque histórico. Rev Dermatología en Guatemala.
indios quichés de Guatemala. Polimédica. 1996;5:3-12. Guatemala: Editorial Cultural
12ª ed. México: Porma; 1978. 22. Muñoz R. Seguridad Social. Centroamericana; 1980.
11. Asturias F. Historia de la Enfoque histórico. Rev
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN MÉXICO
GILBERTO ADAME MIRANDA, MARÍA ISABEL ARIAS GÓMEZ,

ROBERTO ARENAS, PABLO CAMPOS MACÍAS, LEÓN NEUMANN SCHEFFER,

YOLANDA ORTIZ, RAMÓN RUIZ MALDONADO, AMADO SAÚL

M éxico es un país situado en la parte


central del continente americano; geográ-
ficamente forma parte de Norteamérica y
desde el punto de vista histórico-social es
parte de Latinoamérica. En el territorio Figura 1. Médico
de lo que hoy es México surgió y se desa- indígena. Uso de
rrolló la civilización mesoamericana. Al la herbolaria.
llegar los españoles, a principios del siglo Mural del Instituto
XVI, quedaron asombrados ante la pre- Nacional de
sencia de pueblos indígenas poseedores Cardiologia
de una alta civilización, con una estructu-
ra político-social bien definida y un acervo importante de conocimientos en diferentes
áreas, incluyendo la medicina (figura 1).

Época prehispánica o precolombina ■ Época prehispánica o precolombina


Medicina

Como en todos los pueblos primitivos, la medicina indígena se confundía con la ma-
gia y el conocimiento se confundía con la superstición. El sacerdote y el hechicero eran
los únicos que luchaban contra la enfermedad, el primero aplacando la cólera de los dio-
ses y el segundo conjurando la acción de los astros y los espíritus malignos1. Los pueblos
mesoamericanos habían aprendido a diferenciar enfermedades, identificándolas con
nombres específicos, y contaban con diferentes procedimientos terapéuticos. Una de las
áreas más desarrolladas era la botánica; la herbolaria hizo aportaciones invaluables a la
medicina europea (figura 2). Ignacio Chávez señala: “Nunca la farmacología recibió un
aporte –ni volverá a recibirlo jamás– tan grande, tan rico y tan insustituible como el que

261
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL

hizo la flora americana sobre la medicina europea del siglo


XVI. Sería menester que se descubriera un nuevo mundo
para que el actual pudiera recibir un aporte de cosas des-
conocidas tan grande como aquella vez”1.
Dentro de la práctica médica, algunos personajes se es-
pecializaban en hacer sangrías, otros en efectuar procedi-
mientos quirúrgicos (como suturar heridas, drenar
abscesos, reducir luxaciones, coaptar fracturas, elaborar
férulas y vendajes, hacer trepanaciones craneales), proce-
dimientos que frecuentemente se realizaban bajo la acción
de drogas alucinógenas (figura 3), bien identificadas por
los indígenas, para poder mitigar el dolor. En el área de la
obstetricia se hacía un seguimiento adecuado del embara-
zo, practicándose versiones externas y en caso necesario
embriotomías1, 2.
Para las diferentes culturas mesoamericanas, la enfer-
medad era consecuencia del castigo o venganza de los dio-
ses, o bien de algunos fenómenos naturales (cometas,
eclipses). Por eso, en el tratamiento de los enfermos inter-
venían ofrendas a los dioses, sacrificios humanos, invoca-
ciones a los astros3.
Figura 2.
Aplicación de
plantas Dermatología
medicinales a
través de enemas
En esta época las enfermedades de la piel ya eran conocidas y tratadas. Entre los dio-
Figura 3. Códice
ses mexicas o aztecas se encontraba Xipe-Totec, ”Nuestro señor desollado”, divinidad ti-
magliabechiano.
tular de la medicina, procedente de Tzapotlán, dios de la primavera, de las flores y
Ingestión de
hongos enfermedades de la piel, cuya venganza era mandar a los hombres enfermedades como
enteógenos. el mal de ojo, la sarna y la postema4.
Detrás del La piel era llamada en lengua náhuatl Euatl o Ehuatl, de la raíz yotl que significa ´vida´
indígena que (códice Cruz-Badiano). En maya la piel se denomina box, kukultik, k’ewel y sol. Box es la cor-
los ingiere teza o cáscara dura de alguna fruta como la jícara. Kukultik es la piel humana, k´ewel es el
aparece el dios cuero piel o pellejo desollado, curtido o por curtir de los animales, sol es la costra o postilla
Mictlantecuhtli de llaga o sarna, cuero de culebra o lagartija, escama de pescado y corteza de árbol5.
El erudito Alfredo López Austin encuentra en los códices Matritense y Florentino las
denominaciones asignadas en náhuatl para las diferentes regiones de la piel (Cuadro 1).

Cuadro 1. Denominaciones en náhuatl para las diferentes regiones de la piel según los códices Matritense y Florentino

Tehuayo Nuestra piel Cuitlapanehuayo Piel de la espalda


Topanehuayo Nuestra piel superficial Itiehuatl Piel del abdomen
Itic paniehuayo Tejido subcutáneo inmediato Quezehuatl Piel de la cadera
a la piel Tzintamalehuayo Piel de las nalgas
Cuaehuatl Piel cabelluda Tepulehuayotl Piel del pene
Ixehuatl Piel de la cara Xipinehuatl Cutícula del prepucio
Quechehuayo Piel del cuello Tlancuaehuatl Piel de la rodilla
Maehuatl Piel del brazo y de la mano Metzehuatl Piel de la pierna
Cemixtli Mapilli Piel de la cara palmar Cotzehuatl Piel de la pantorrilla
de los dedos Xocpalehuatl Piel del pie

Tezcatlipoca, dios creador del cielo y de la tierra, adversario de Quetzalcóatl, deidad


de la medicina, al que se le rendía culto en Texcoco, castigaba a los lascivos enviándoles
las enfermedades venéreas. Entre los dioses menores relacionados con la piel estaba

262
Historia de la Dermatología en México

Nanahuatl, dios de los leprosos. Los aztecas, con su necesidad imperiosa de atender a
sus heridos de guerra y con los recursos de una abundante flora medicinal, desarrolla-
ron un arte médico quirúrgico; aplicaban remedios calientes o realizaban sangrías en los
sitios infectados e inflamados. Con sus bisturíes de obsidiana abrían abscesos y flemones
para evacuar el pus, curaban úlceras y quemaduras y suturaban las heridas usando el
cabello como hilo. Utilizaban suturas por puntos separados en nariz y en labios usando
cabellos muy limpios y aplicándoles tópicos especiales.
Los indígenas suministraban medicinas por vía bucal o aplicadas sobre la piel y em-
pleaban medios físicos terapéuticos como el baño, el calor o la humedad. Entre sus me-
dicamentos para curar las heridas infectadas estaban los emplastos hechos con tortilla de
maíz afectado de fungosis, aprovechando las propiedades curativas de estos hongos4. Los
aztecas tuvieron conocimiento de las enfermedades venéreas y las denominaron con el
término cihuatlaueliloc, que significa ´resultante de las relaciones con mujeres´; descri-
bieron también la blenorragia, los chancros y los bubones. La sífilis fue ampliamente co-
nocida; en su etapa terciaria era tratada con baños de vapor (temazcalli). Utilizaron
también la piroterapia y las sales mercuriales (inhalación de vapores sulfurosos y mercu-
riales), además de una papilla de maíz, michihuautli, o una infusión de raíz de adelfa,
quautepatli6.
Probablemente la dermatosis se decía zahuatl, la urticaria, chincual y la psoriasis, xiotl.
Entre los mayas, la medicina mágica, las deidades médicas y el concepto de enferme-
dad como castigo de los dioses aparecen en el Popol-Vuh, donde se mencionan curaciones
dermatológicas y algunas cirugías rituales7. Entre los mayas no se han encontrado huesos
con evidencias de sífilis. Las mujeres se colocaban una piedra ámbar en un agujero hecho
en la nariz, en el tabique que divide las fosas nasales, se horadaban las orejas para colo-
car aretes y se labraban el cuerpo de la cintura para arriba, excepto los senos. Los dioses
mayas de la medicina fueron: Ixchel, Citboltún y Zamná. Los dos primeros fundaron la pro-
fesión de los médicos o Ahmen que significa “aquel que entiende”.
El cacao, en la herbolaria prehispánica, también era muy importante desde el punto
de vista medicinal, gracias a sus propiedades energéticas. En el ritual maya, la mazorca
y la bebida del cacao simbolizaban el corazón y la sangre, elementos necesarios para
conservar el equilibrio cósmico. Según la mitología maya el cacao tuvo un origen divino:
Xmucane, uno de los dioses creadores, inventó nueve bebidas que alimentaron y forma-
ron a los hombres; tres de ellas se elaboraban del maíz y el cacao. Los mexicas remitían
el origen mítico del cacao al dios Quetzalcóatl, quien lo había traído a la tierra para cul-
tivarlo en su jardín divino de la ciudad de Tula8.
Desde el punto de vista medicinal, el cacao se utilizaba para enfermos del hígado, en
tísicos y extenuados. En Dermatología, se utilizaba el aceite de cacao en grietas y heri-
das de la piel. La manteca de cacao tenía aplicaciones medicinales y cosméticas en el cui-
dado del cutis. Los indígenas centroamericanos acostumbraban mezclarla con achiote y
untársela en el rostro para producir un vivo color rojo para sus festividades pensando
“aquel que va más embarrado va más galán”; al mismo tiempo, esto les procuraba una
protección solar8.
La consecuencia que tuvo en la medicina europea la incorporación de medios curati-
vos americanos fue extraordinaria. Entre los medicamentos aportados por América es-
tán el guayaco, la ipecacuana, la coca, la quina, el barbasco, la zarzaparrilla, el curare,
el mate y el tabaco.
Los navíos de Indias llegaban a Sevilla cargados de raíces, hierbas y plantas; se crea-
ron allí jardines botánicos particulares. El estudio de la aportación médica americana
fue realizado por Nicolás Monardes, con éxito universal. En su obra, Sahagún dedica un
apartado a la medicina indígena de México; se destaca también la labor de Francisco
Hernández, el primer médico que exploró las medicinas de América. Thierry de Héry es-
cribió en 1552 un tratado –La Méthode Curatoire de la Maladie Vénérienne– e hizo

263
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL

fortuna tratando pacientes sifilíticos con la aplicación tópica de ungüento mercurial y la


ingestión de té de guayaco proveniente de América9.

■ Época
Época colonial
colonial

Medicina

La Nueva España se inicia en 1521 con la toma de Tenochtitlan, capital del Imperio
Azteca, y termina oficialmente en 1821 cuando Don Agustín de Iturbide declara al país
independiente de la corona española10. Antes de la llegada de los españoles no existía la
noción de país; lo que hoy es México estaba habitado por diversos grupos étnicos distri-
buidos en un vasto territorio desde Estados Unidos hasta Sudamérica, que poseían diver-
sas culturas y lenguas y mantenían continuas guerras por la supremacía. El 13 de agosto
de 1521 Hernán Cortés y un grupo de sus soldados, apoyados por trece bergantines, to-
maron la ciudad lacustre de Tenochtitlan destruyéndola piedra por piedra y llenando los
canales con cientos de cadáveres que la hicieron inhabitable por mucho tiempo. Esto obli-
gó a los españoles a refugiarse en la vecina Coyoacán. Veinte años después se inicia la tra-
za de la nueva ciudad siguiendo los planos de las urbes europeas y usando las piedras de
los templos aztecas. La ciudad se convertiría en la capital del Reino de la Nueva España,
mientras los españoles proseguían su aventura hacia el norte hasta California y Texas.
Ellos trajeron su cultura, su lenguaje y su religión, pero también trajeron enfermedades co-
mo la viruela y el sarampión y se llevaron otras como la sífilis10. Así, menos de 50 años des-
pués de la llegada de los conquistadores, la población indígena se habría reducido de 25 a
3 millones, debido tanto a estas epidemias como a las guerras y a los maltratos padecidos.
Gran parte de los españoles, al observar el extraño ritual con que a menudo se im-
plantaban los tratamientos médicos, sólo vieron en ellos magia y superstición, medicina
de pueblos primitivos y ausencia de todo conocimiento positivo. No fueron capaces de
percibir el valor de su experiencia, la riqueza de su farmacología y de sus intentos de
clasificación, la intuición maravillosa de pueblos que no recibieron influencias de otras
razas o civilizaciones y que tuvieron que elaborar la propia, aislada y lentamente, con-
fiando sólo en la comprobación secular y la confirmación de sus ideas. Para imponer la
religión cristiana y arrancar de raíz la herejía de los naturales, el conquistador destru-
yó sus templos, derribó sus ídolos y llegó hasta a quemar sus códices, con lo cual mutiló
su historia. Se perdió así gran parte de lo que la raza indígena había acumulado pacien-
temente a través de los siglos1.
Apenas establecidos en la Nueva España, los españoles instituyen el Protomedicato,
una institución encargada de vigilar la buena práctica médica y el funcionamiento de las
boticas. La necesidad de crear centros educativos para la preparación de los habitantes
de las tierras conquistadas hace que el 21 de septiembre de 1551 se cree por Real Cé-
dula la Real y Pontificia Universidad de México, que inicia sus funciones dos años des-
pués. Ese mismo año (1553) se empieza a admitir a los primeros médicos llegados al
país, entre ellos, el Dr. Pedro López. Simultáneamente, la carencia de médicos lleva a in-
cluir los estudios de medicina dentro de sus programas académicos. Los programas de
medicina, en forma similar a los establecidos en las universidades europeas, están cons-
tituidos por cuatro materias: “Prima de medicina”, “Vísperas de medicina”, “Anatomía y
cirugía” y “Método y práctica de la medicina”, teniendo como principios básicos los con-
ceptos enunciados por Hipócrates y Galeno. No puede dejarse de reconocer que, como
afirma Ignacio Chávez, es en los siglos XV y XVI –los siglos de oro de la medicina espa-
ñola–, cuando se crean las siete universidades más antiguas y mejores del mundo, bajo
la influencia árabe de Avicena, y es en este mismo período cuando nace también la uni-
versidad en la Nueva España.

264
Historia de la Dermatología en México

En 1535 los franciscanos fundan en Tlatelolco el convento de Santiago Apóstol y


el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco; allí se escribe hacia 1552 el Códice de la Cruz-
Badiano, el código médico más antiguo de América, que rescata los principales es-
quemas terapéuticos de la herbolaria indígena (figura 4). El sabio indio Martín de la
Cruz, originario de Xochimilco, compone el Libellus de Medicinalibus Indorum Her-
bis, un tratado amplísimo sobre hierbas medicinales empleadas por los indios en el
siglo XVI, con la colaboración de Juan Badiano, quien lo traduce al latín. La trans-
misión de sus conocimientos terapéuticos tuvo una gran trascendencia cuatro siglos
después. Su libro, probablemente redactado en náhuatl, es el primer escrito conoci-
do sobre medicina indígena mexicana; el manuscrito contiene información sobre
215 plantas, de las cuales 185 están ilustradas.
En 1558 Fray Bernardino de Sahagún redacta su Historia General de las cosas
Figura 4. Códice de la
de la Nueva España, donde describe la vida y costumbres de los pueblos mesoamerica- Cruz-Badiano.
nos antes de la conquista, incluyendo algunas de las formas de práctica médica14. Tlalquequetzal, planta
En 1570 se publica el primer libro de medicina editado en América: Opera Medici- usada para la
nales, del Dr. Francisco Bravo. En 1577 se publican los 17 tomos de la obra de Francis- “comezón o mancha
co Hernández De Historia Plantorum Novae Hispania. de la cara”
La enseñanza de la medicina iniciada por la Real y Pontificia Universidad de México
tuvo muchos avatares y recorrió numerosas sedes, hasta que en 1854 se instaló en el an-
tiguo edificio de la Inquisición donde permaneció durante cien años.
En 1825 se establece la primera Academia de Medicina y en 1862 la que existe has-
ta nuestros días. En su órgano de difusión, La Gaceta Médica, se publicaron numerosos
artículos sobre piel: “Estudio sobre la lepra”, de Reyes, “Psoriasis curada por la vacuna”,
de Bandera, “Niguas”, de Andrade, “Leucopatía acrónica”, de Gayón, “Cuerno de la piel”,
de Ortega, entre otros.

Dermatología

En el Códice Badiano aparecen palabras como xiotl (jiote), empeines y otras. Se ha-
bla del achiote, o pimiento de Tabasco o bixa orellana como tratamiento de la lepra12.
Esta obra, como se expuso anteriormente, es considerada el primer libro de medicina de
la colonia, dedicado a la terapéutica herbolaria; en el texto aparecen numerosas enfer-
medades de la piel y sus remedios, con magníficas ilustraciones en color.
Después de la conquista, en los códices aparecen mencionadas la viruela o hueyza-
huatl, el sarampión, tepitonzahuatl y el tifo o tabardillo, matlatzahuatl. También se
mencionan los nevos o lunares, tlaciuztli y el prurito, cuecuetzoquiliztli, las pápulas pru-
riginosas, tatapaliuiztli, las efélides, ixticeuac, y la pitiriasis, quatequizquitl, así como
Tunga o nigua, qualocatl, la sarna, ezcazahuatl, la tiña, quiayincayotl, y la pediculosis,
ixocuili.
Los mexicas conocían el mal del pinto. Hernán Cortés escribió con gran admiración a
Carlos V en una de sus Cartas de relación: “En este país de ventura hay rarezas en el co-
lor de sus habitantes, presentando variedades en el mismo individuo”4, 13.
Se discute si existía la lepra en América antes de la llegada de los españoles; la pre-
sencia de figurillas que parecen representar una facies leonina y algunas crónicas que
hablan de un hospital donde los aztecas secuestraban a los pacientes de lepra parecen
apoyar la hipótesis de la existencia de la enfermedad en tiempos prehispánicos16. Pero,
por otro lado, ni Cortés en sus Cartas de relación a Carlos V ni Bernal Díaz del Castillo
la mencionan, a pesar de que era una enfermedad muy conocida por muchos de los es-
pañoles procedentes de Andalucía, donde era endémica; en cambio, sí mencionan la
existencia del mal del pinto y del albinismo. Al reconocer la enfermedad entre sus pro-
pios soldados, Cortés estableció el primer leprocomio de América (Hospital de San Láza-
ro), en una zona llamada Tlaxpana. A pesar de ser un edificio pequeño atendió a un buen

265
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL

número de enfermos españoles, pero tuvo corta vida (de 1521 a 1528), ya que fue clau-
surada a instancias de Nuño de Guzmán, quien adujo que por ahí pasaba el agua que ve-
nía del acueducto de Chapultepec con peligro de contagio para la población. El hecho es
que Guzmán se quedó con esos magníficos terrenos16.
A los primeros hospitales creados por los españoles seguramente asistirían enfermos
de la piel: bubas, sarna, lepra, fuego sacro (zoster), psoriasis, tiñas, tuberculosis, mal del
Figura 5. Fachada de pinto, enfermedades que, como ya se ha mencionado, se presentaban en la población in-
la Iglesia anexa al
dígena. Es claro que no existía la Dermatología como tal, porque, como es bien sabido,
segundo Hospital de
ésta nació en Inglaterra y Francia a fines del siglo XVIII15.
San Lázaro
Figura 6. Estado que
Con Cortés llegaron dos protomédicos –Pedro López (1527-1597) “el Viejo” y Cristóbal
presentaban los de Ojeda– que atendieron a los numerosos enfermos víctimas de las epidemias de virue-
pacientes de lepra en la y tifo. El primero había nacido en Duelas, Castilla, y a los 30 años llegó a la muy Noble
el Hospital de San y Leal Ciudad de México. Fue uno de los primeros médicos borlado de doctor por la Real
Lázaro y Pontificia Universidad de México; fue un gran benefactor y fundó dos hospitales; el de
los Desamparados, que llegaría con el tiempo a ser el Hospital de la Mujer y el se-
gundo hospital de San Lázaro para los en-
fermos de lepra. López sostuvo de su
propio peculio estos hospitales y después
de su muerte, en 1597, sus descendientes
continuaron su obra.
Este segundo hospital de San Lázaro
duró tres siglos (1572-1862). Fue cons-
truido a las orillas del Lago de Texcoco, en
un lugar conocido como Las Atarazanas,
el arsenal donde Cortés guardó sus trece
bergantines después de la conquista de la
ciudad. No está claro si este sitio estaba en la calle de Ixtapalapa –hoy Pino Suá-
rez– o por el rumbo de la Merced, al oriente de la ciudad, en el barrio que reci-
bió por ello el nombre de San Lázaro. Este hospital tuvo larga vida y fue demolido
cuando se encontraba en lamentables ruinas, permaneciendo en pie sólo su iglesia ad-
junta dedicada a San Roque, también derribada después en aras de la modernidad15, 16
(figura 5). Los enfermos fueron trasladados al Hospital de San Pablo, llamado Hospital
Juárez desde 1872. Esta institución experimentó una vida azarosa; manejada por la or-
den de los Juaninos, siempre padeció carencia de medicamentos y de material de cura-
ción, y los enfermos enviados allí vegetaban en condiciones deplorables (figura 6). Las
autoridades jamás tuvieron interés en este hospital que fue muriendo lentamente, como
los enfermos que ahí vivían. Fueron sus directores importantes médicos, como el Dr. La-
dislao de la Pascua (figura 7) (de 1833 a 1842), durante cuya gestión ingresaron 205 en-
fermos. De la Pascua fue el primero en llamar la atención sobre la enfermedad
denominada la forma “manchada”, hoy conocida como lepra lepromatosa difusa de Lu-
cio y Latapí; publicó también el primer artículo sobre lepra en el periódico de la Socie-
Figura 7. Dr. Ladislao dad Filoiátrica. Desde 1843 y hasta su demolición en 1862, el hospital estuvo bajo la
de la Pascua dirección del Dr. Rafael Lucio quien completó las observaciones del Dr. De la Pascua so-
(1815-1891) bre la forma manchada.

Los primeros hospitales

La España que conquistó América estaba impregnada aún de un espíritu medieval,


con un proyecto social fundado en el espíritu de las Cruzadas y un pobre desarrollo en
el área de la salud. Las grandes epidemias que sacudían el Viejo Mundo obligaban a la
construcción de centros hospitalarios, cuyo funcionamiento respondía más al de los al-
bergues para pobres y desvalidos que al de las clínicas médicas; el hospital era una obra

266
Historia de la Dermatología en México

de piedad, más orientado al acompañamiento espiritual del enfermo que a tratar de ali-
viar sus males11.
La evangelización corrió paralela a la conquista militar y se construyeron monasterios
que, a la usanza medieval, funcionaban también como dispensarios y enfermerías; por
ello, es posible afirmar que el número de estos centros era grande a fines del siglo XVI,
época en que las grandes epidemias se diseminaron por toda Mesoamérica, con un alto
grado de mortalidad entre los pueblos indígenas.
Ésta es la medicina que arribó del “Viejo” al “Nuevo Mundo” y éste fue el espíritu de
sus centros hospitalarios. Hernán Cortés y los religiosos que vinieron con él se dieron a
la tarea de atender a enfermos y menesterosos. En 1524, en el sitio llamado Huitzillan
(lugar de colibríes) donde en 1519 se había encontrado con Moctezuma a su arribo a la
gran Tenochtitlán, Cortés construye el hospital de la Inmaculada Concepción de Nuestra
Señora, posteriormente conocido como Hospital de Jesús, que aún funciona, siendo la
institución hospitalaria más
antigua de América (figura 8).
También en esta época se
fundan el Hospital de Santa Fe
(1531), el Hospital del Amor de
Dios u Hospital de las Bubas
(sífilis) en 1540, el Hospital de
los Indios, el de San Cosme y
San Damián y el Hospital de
San Hipólito para enfermos
mentales15.
En 1779 se funda el Hospital de San Andrés, el primero que recibió toda clase de en- Figura 8. Hospital
fermos, inclusive de piel (figura 9). Fue un hospital dedicado a la enseñanza; allí tuvie- de la Inmaculada
ron sus cátedras eminentes médicos como Jiménez, Carpio, Del Río y muchos más. Concepción de
Existió hasta 1905 cuando se abrió el actual Hospital General de México. Nuestra Señora,
ahora Hospital de
Jesús, fundado
Época Independiente ■ Época independiente por Hernán
Cortés
Figura 9. Hospital
Medicina de San Andrés en
la Ciudad de
En el siglo XIX se producen tres acontecimientos que marcarán para siempre al país México
y a sus habitantes. Primero, la Guerra de Independencia, iniciada en 1810 y terminada
en 1821. Segundo, la injusta guerra con Estados Unidos en 1847 que concluyó cercenán-
dole al país más de la mitad de su territorio. Y tercero, la invasión francesa en 1862 que
impuso a un príncipe austríaco en el trono de México. Estos sucesos marcaron profun-
dos cambios en la vida de los habitantes del naciente México, entre los cuales estuvieron
incluidos la medicina y su enseñanza.
En 1833 es clausurada la Real Universidad y se crea el Establecimiento de Ciencias
Médicas, origen de lo que será la Escuela Nacional de Medicina con sede –a partir de
1854– en el Palacio de Santo Domingo, residencia de la Santa Inquisición durante la épo-
ca de la colonia. El siglo XIX es en Europa una época de grandes avances en el área de
la medicina, avances que rápidamente llegan a México, obligando a la reestructuración
de los programas académicos y de la práctica médica. Se fundan escuelas de medicina
en diversos sitios del país, hasta llegar a ocho al término del siglo XIX, y se inicia la cons-
trucción de centros hospitalarios en donde se imparte la asistencia médica, se practica
la docencia y se incentiva la investigación.
En 1841 se funda el Consejo Superior de Salubridad, organismo encargado de vigilar
la buena práctica médica, la salubridad e higiene públicas y las campañas de vacunación;

267
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL

la institución, junto con la Beneficencia Pública (fundada en 1861), serán la base para la
formación de la Secretaría de Salud en 1983.
En 1873 queda constituida la Academia Mexicana de Medicina, que a partir de 1912
es designada como órgano consultivo del gobierno de la República. En 1891 el Dr. Eduar-
do Liceaga, a petición del presidente Porfirio Díaz, elabora el primer Código Sanitario.
Figura 10. Dr. Rafael
Lucio (1819-1886)
Figura 11. Dr. Ricardo
Dermatología
E. Cicero (1869-1935)
Figura 12. Dr. Jesús En los inicios del México independiente, después de 1821,se esbozan las primeras se-
González Urueña ñales de una naciente Dermatología y se realizan las primeras publicaciones especializa-
(1868-1957) das. Los nombres de Ladislao de la Pascua, Rafael Lucio, Ricardo Cicero, Eugenio Latapí
y más tarde, ya en el siglo XX, los de Jesús Gon-
zález Urueña y Salvador González Herrejón
aparecen ligados a la enseñanza de algunos te-
mas de Dermatología. (figuras 10, 11 y 12).
Lucio, por ejemplo, daba sus clases en el
Hospital de San Andrés incluyendo temas como
lupus eritematoso, lepra, sífilis, escabiasis, tun-
guiasis. Presentó en las sesiones de la Academia
de Medicina de diciembre de 1851 y enero de
1852 su Opúsculo sobre el Mal de San Lázaro o
Elefantiasis de los Griegos, en el cual resume to-
do lo observado, en sus diecinueve años como
director del segundo Hospital de San Lázaro, sobre la variedad que hoy lleva
su nombre (figura 13). Sin embargo, en esta primera época del México inde-
pendiente, la Dermatología no atraía mucho interés; Soriano señala que en
1888 sólo dos de los 232 médicos recibidos en los últimos seis años, atendían
enfermos de la piel17,18.
Con los médicos antes señalados que nacieron en el siglo XIX y algunos
otros que trabajaron hasta los inicios del siglo XX, surge la Dermatología en
México que se consolida como especialidad el día 5 de febrero de 1905
cuando se inaugura el Hospital General de México y se abre un pabellón pa-
ra los enfermos de la piel.
Figura 13. La forma
clínica de lepra que
describió Lucio ■ Época
Época contemporánea
contemporánea

Las bases de la llamada Escuela Mexicana de Dermatología fueron sentadas por Gon-
zález Herrejón y Fernando Latapí. La enseñanza de la Dermatología se inició a princi-
pios del siglo XX en el Hospital General de México y en el Centro Dermatológico Pascua;
más tarde nació la enseñanza de posgrado en estas instituciones y en el Instituto de Sa-
lubridad y Enfermedades Tropicales; más adelante, en el Instituto Mexicano del Seguro
Social, en el Hospital General Dr. Manuel Gea González y –en el interior del país– en el
Instituto de Dermatología de Jalisco, Hospital Universitario de Monterrey, Universidad de
San Luís Potosí y posteriormente en otras instituciones públicas. Existen hoy dos agru-
paciones dermatológicas: la Sociedad Mexicana de Dermatología (1936) y la Academia
Mexicana de Dermatología (1952); ambas pertenecen a la Liga Internacional de Socieda-
des Dermatológicas y tuvieron a su cargo la organización del XI Congreso Internacional
de Dermatología celebrado en México en 1977.
Dermatología. Revista Mexicana nació en 1956 y en 1987 inició una nueva época co-
mo órgano oficial de las dos agrupaciones. Desde 1975 existe un Consejo Mexicano de
Dermatología y actualmente es indispensable la recertificación.

268
Historia de la Dermatología en México

La especialidad en México tiene ya casi un siglo de existencia. Algunos de los primeros


dermatólogos de América Latina se formaron en nuestro país; la influencia fue inicial-
mente europea, pero las nuevas generaciones están más vinculadas con la Dermatología
norteamericana.
Actualmente hay en el país alrededor de 2000 dermatólogos. México es considerado
un país tropical y se observan en él muchas de las llamadas enfermedades tropicales. Los
problemas dermatológicos básicos son las micosis (micetoma, esporotricosis, cromoblas-
tomicosis, coccidioidomicosis, histoplasmosis), parasitosis (leishmaniasis, úlcera de los
chicleros, oncocercosis), micobacteriosis (lepra, tuberculosis), treponematosis y pioder-
mias, pero también se encuentran enfermedades relacionadas con la nutrición (pelagra)
o con el medio ambiente (prurigo solar).

Cirugía dermatológica

Es difícil determinar en qué momento nació la Cirugía Dermatológica en México. Qui-


zá fue el Dr. Julio César Liparoli, de Guadalajara, Jalisco, el primer dermatólogo que se
anunció como especialista en “Cirugía Dermatológica” en la consulta privada. En el Hos-
pital General de la Ciudad de México, el pionero en este campo ha sido el Dr. Jorge Pe-
niche, quien organizó la primera Clínica de Tumores de Piel a fines de la década de los
50, con la colaboración de un cirujano plástico y un radioterapeuta. Así nació la Unidad
de Dermato-Oncología y Cirugía Dermatológica del Servicio de Dermatología de ese hos-
pital. En 1976 se inició el primer curso de Dermato-Oncología y Cirugía Dermatológica
con duración de un año. Actualmente esta subespecialidad está avalada por la Universi-
dad Nacional Autónoma de México y se imparte en tres instituciones: el Hospital Gene-
ral de México, el Hospital Dr. Manuel Gea González y el Centro Dermatológico Pascua.
En éste último, en la década de 1960 los procedimientos quirúrgicos –aún muy limita-
dos– estuvieron a cargo de la Dra. Yolanda Ortiz. En 1967 se estableció la llamada pre-
consulta de tumores; el manejo quirúrgico fue realizado al principio por un cirujano
plástico y después por dermatólogos; en 1978 el Centro cambia de domicilio y en éste se
establece el Servicio de Cirugía Dermatológica; finalmente en 1982 se establece la Clíni-
ca de Tumores Malignos. En 1988 comienza la residencia en la Clínica de Tumores y en
el Servicio de Cirugía Dermatológica. Desde entonces más de 30 dermatólogos han com-
pletado el entrenamiento.
En el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, el Servicio de Dermatología fue esta-
blecido en 1961 por el Dr. Aquiles Calles; en 1986 se inicia la residencia médica en Der-
matología con un programa de cirugía dermatológica y rotación en cirugía plástica.
El Hospital General del Centro Médico Nacional del Seguro Social existió desde 1963
hasta su desaparición en el año 1985, cuando fue destruido por el gran terremoto. La ci-
rugía dermatológica era realizada por el Dr. José Luis Jiménez Castilla; en 1968 partici-
paba un cirujano plástico y había rotaciones en la especialidad; los casos avanzados se
enviaban al Hospital de Oncología a interconsultas con el Dr. Charles Meurehg; actual-
mente este servicio está a cargo de un dermatólogo.
El Dr. León Neumann se formó en el extinto Instituto de Salubridad y Enfermedades
Tropicales (1966-67), donde prácticamente no se hacía cirugía dermatológica. Asistió
durante varios meses a una clínica privada en Nueva Orleáns para aprender las técnicas
de dermoabrasión y transplante de pelo en 1967, y probablemente tuvo a su cargo el pri-
mer transplante de pelo que se realizó en México.
Al Hospital General Dr. Manuel Gea González se incorporaron dos dermatólogas en-
trenadas en España, la Dra. Judith Domínguez Cherit (1987) y la Dra. Josefina Carbajo-
sa (1991). En 1996 se incorporó la Dra. Leticia Boeta, entrenada en Estados Unidos en
la Cirugía de Mohs. En el Instituto de Enfermedades de la Nutrición se inició en 1982 la
Cirugía Dermatológica con el ingreso de la Dra. Rocío Orozco Topete, quien realizaba los

269
ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL

procedimientos quirúrgicos elementales; en 1997 se incorporó al servicio la Dra. Josefi-


na Carbajosa, quien introdujo la cirugía de Mohs, la anestesia tumescente, la cirugía de
uñas y la cirugía dermatológica de genitales, entre otras. Esta subespecialidad también
se realiza en el Hospital Central Militar con la asesoría del Dr. Clemente Moreno Colla-
do, en el Instituto Dermatológico de Jalisco bajo la dirección del cirujano plástico Julio
Barba Gómez y en el Hospital Juárez con las Dras. Ortiz y Boeta.
El servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Monterrey (Nuevo León) es-
tá dirigido por el Dr. Jorge Ocampo Candiani quien se formó como cirujano dermatólogo
en las Universidades de Barcelona y Alabama. La historia de la cirugía dermatológica en
este servicio se inicia con el Dr. Oliverio Welsh, quien introdujo la criocirugía cuando era
su director. En 1983 se incorpora al servicio el Dr. Sergio Ramos Arizpe, quien hizo ciru-
gía dermatológica en Alemania y dio impulso a la cirugía oncológica. Se imparte un di-
plomado en cirugía dermatológica para dermatólogos certificados, con duración de un
año, avalado por la subdirección de posgrado de la Facultad de Medicina de la Universi-
dad Autónoma de Nuevo León. En 1983, León Neumann organizó en colaboración con
Oliverio Welsh y bajo el patrocinio de la Sociedad Internacional de Cirugía Dermatológi-
ca el Primer Curso Teórico Práctico de Cirugía Dermatológica, con práctica en patas de
cochino.
En 1994 nace la Sociedad Mexicana de Cirugía Dermatológica y Oncológica, la cual
está afiliada a la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Sus congresos se lle-
van a cabo cada dos años. La Sociedad cuenta con un órgano de difusión oficial bajo el
título Cosmética, Médica y Quirúrgica, que dirigen actualmente los Drs. Jorge Ocampo
Candiani y José Gerardo Silva Siwady.

■ Conclusión
Conclusión

El fenómeno de globalización mundial toca todos los ámbitos del acontecer humano,
incluyendo el ámbito de la medicina. La información médica generada en cualquier par-
te del mundo es recibida el mismo día; los avances tecnológicos, quirúrgicos y farmaco-
lógicos son rápidamente difundidos por grandes transnacionales. México inicia el siglo
XXI con la presencia de grandes instituciones privadas y públicas, con una práctica mé-
dica que responde a los grandes avances de la medicina contemporánea, pero también
con grandes retos por cumplir, sobre todo en el terreno social. ■

Octubre, 2004

270
Historia de la Dermatología en México

■ Referencias 1864-1964. México:


Academia Nacional de
1552. Traducción latina de
Juan Badiano. México: IMSS;
bibliográficas Medicina. 1964;II:565-92. 1964.
7. Barquín M. Historia de la 13. Barquín M. Historia de la
1. Chávez I. México en la cultura Medicina. México: UNAM; Medicina. México: UNAM;
médica. México: Fondo de 1971:87-95, 243-44, 259-73, 1971: 73-85.
Cultura Económica; 1987. 331-46. 14. Ortiz F. Hospitales. México:
2. Ocaranza F. Historia de la 8. González de la Vara M, Salas McGraw-Hill Interamericana;
Medicina en México. México: E, Alazraki A. El cacao en el 2000.
Cien de México; 1995. México prehispánico. Usos 15. Fajardo-Ortiz G. Del Hospital
3. Pérez Tamayo R. De la religiosos y medicinales del de Jesús a instituciones y
Medicina primitiva a la cacao. En: Chapa M, centros médicos. Historia de
Medicina moderna. México: Chocolate, regalo del Edén. los Hospitales de la Ciudad
Fondo de Cultura Económica; México: Gobierno del Estado de México 1521-2003.
1997. de Tabasco; 2003:31-34. México: GlaxoSmithKline;
4. Arias-Gómez MI, Adame- 9. Flores y Troncoso FA. Historia 2003.
Miranda G. Historia de la de la Medicina en México. 16. Saúl A, Latapí F. La lepra en
Dermatología mexicana y sus Desde la época de los indios México. Libro del Centenario
aportaciones al mundo. hasta la presente. Tomo I. 2ª de la Academia Nacional de
Dermatología Rev Mex ed. México: IMSS; 1982. Medicina. México: Academia
2003;XLVII Supl 1:52-64. 10. Vasconcelos J. Breve historia Nacional de Medicina.
5. Cariño-Preciado L, Del Olmo de México. México: 1964:89-99.
Linares G. EUATL. La Fernández Editor; 1976. 17. Rodríguez O. La Dermatología
Dermatología en el Códice de 11. Ortiz F. Principia Médica. La en México. Primera parte.
la Cruz-Badiano. México: medicina y el hombre. Dermatología Rev Mex.
Grupo Roche; 1998. México: Editores de Textos 1961;5:123.
6. Latapí F, Ortiz Y. Historia de la Mexicanos; 2004:137-149. 18. Saúl A. Dr. Rafael Lucio. Su
Dermatología en México. 12. De la Cruz M. Libellus de vida y su obra. México; 1991.
Academia Nacional de Medicinabullus Indorum
Medicina Primer Centenario Herbis. Manuscrito azteca de
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
PEDIÁTRICA
EN MÉXICO
RAMÓN RUIZ MALDONADO

E n México, como en la mayoría de los países, desde el siglo XIX se atendían en los
servicios de Dermatología general —y siguen atendiéndose sin distinción— adultos y ni-
ños. Por otro lado, en los hospitales pediátricos los pacientes dermatológicos eran aten-
didos por los pediatras, los cuales, en general, tienen una escasa preparación
dermatológica. En la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los hospitales pediátri-
cos optaron por tener un dermatólogo general como consultante externo, situación que
prevalece en la mayoría de los casos.
Desde los años sesenta del siglo pasado, el Hospital Infantil de México, institución em-
blemática de la Pediatría latinoamericana, contó con un servicio de Alergia y Dermato-
logía, cuyo jefe fue el médico alergista Dr. Luis Gómez Orozco; como dermatólogo
consultor, el Dr. Roberto Núñez Andrade concurría durante dos horas diarias, pero no
realizaba docencia ni investigación.
En esa época, en el Servicio de Dermatología del Hospital General de México el Dr.
Mario Magaña Lozano veía a los pacientes pediátricos y realizaba las interconsultas so-
licitadas por el Servicio de Pediatría del mismo hospital.
Hacia fines de 1969, después de haber hecho estudios de posgrado en Dermatología y
Dermatopatología, regresé de Europa y trabajé como encargado del laboratorio de Der-
matopatología, en la institución donde años antes había hecho la especialidad en Derma-
tología, el Centro Dermatológico Dr. Ladislao de la Pascua, entonces dirigido por el Prof.
Fernando Latapí, quien también era jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Gene-
ral de México. En ese mismo año conocí al Dr. Rigoberto Aguilar Pico, quien acababa de
ser designado director del Hospital Infantil de México, y me comentó que el Dr. Núñez An-
drade estaba por retirarse, invitándome a ocupar su puesto. En esos tiempos de fines del
sexenio del Presidente Díaz Ordaz corría la voz de que en el sur de la Ciudad de México
se estaba construyendo un nuevo centro hospitalario que remplazaría al Hospital Infantil
de México. El director del nuevo hospital sería el Dr. Lázaro Benavides Vázquez, quien ya
estaba entrevistando a quienes formarían su equipo. Al finalizar mi primer año de traba-
jo en el Hospital Infantil, entregué un informe de mis actividades y poco después fui invi-
tado a entrevistarme con el Dr. Benavides. Me ofreció la jefatura del Servicio de Alergia y
Dermatología en el nuevo hospital, que fue inaugurado el 6 de noviembre de 1970 por el

273
RAMÓN RUIZ MALDONADO

presidente saliente, Lic. Gustavo Díaz Ordaz y su señora esposa, Presidenta del Patrona-
to del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). El INPI sería remplazado en el
nuevo sexenio por la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN), cuya presiden-
ta sería Doña María Esther Zuno de Echeverría.
El nombre del Servicio de Alergia y Dermatología había sido heredado del Hospital
Infantil de México, que tenía como jefe a un médico alergista. En el nuevo hospital de la
IMAN el jefe era yo, y consideré que lo adecuado era separar los dos servicios, lo que
ocurrió un año más tarde.
En diciembre de 1971, como todos los años, se celebraba en Chicago la reunión anual
de la Academia Americana de Dermatología. Allí conocí a la Dra. Lourdes Tamayo Sán-
chez, quien había hecho su tesis doctoral sobre “La etiología del edema en la desnutri-
ción crónica del niño”, en el Hospital Infantil de México bajo la dirección del reconocido
maestro de la Pediatría, Dr. Joaquín Cravioto, y hacía poco tiempo había terminado la es-
pecialización en Dermatología en el Instituto Nacional de Enfermedades Tropicales, ba-
jo la dirección del Prof. Dr. Antonio González Ochoa. En aquellos años estaba en su
apogeo la pugna –que venía de tiempo atrás– entre el “grupo de tropicales” y el “grupo
del Pascua y del Hospital General”, liderados respectivamente por González Ochoa y La-
tapí. Como consecuencia de esa lamentable situación, prácticamente no había contacto
entre los alumnos y ex alumnos de los dos profesores. A pesar de ello, y en base a las
buenas referencias que había recibido sobre la Dra. Tamayo, la invité a trabajar como
médico adscrito en el Servicio de Dermatología; afortunadamente aceptó y la fructífera
colaboración entre ambos ha durado 33 años, desde abril de 1971. En 1989, después de
casi veinte años como jefe de servicio y con el fin de obtener una plaza de investigador
para el Servicio, dejé la jefatura a la Dra. Tamayo, quien a su vez renunció en 2002 por
motivos de salud y fue sustituida en la jefatura por la Dra. Carola Durán Mckinster, una
brillante alumna nuestra.
Sin duda bajo la influencia del optimismo y la energía creadora que existía en la mayo-
ría de quienes iniciamos el nuevo hospital de la IMAN –incluidos el Director General de la
Institución, Dr. Alger León Moreno, y la Presidenta del Patronato, Sra. María Esther Zuno
de Echeverría, esposa del Presidente de la República en turno–, en octubre de 1973 orga-
nizamos el Primer Simposio Internacional de Dermatología Pediátrica, que tuvo lugar en
el flamante auditorio del Hospital de la IMAN con la asistencia de médicos llegados de 26
diferentes países; entre ellos estaban los pioneros de la Dermatología Pediátrica en sus res-
pectivos países: Martín Beare de Irlanda, Ferdinando Gianotti de Italia, Gabriela Lowy de
Brasil, José María Mascaró de España, Edmund Moynahan de Inglaterra, Dagoberto Pie-
rini de Argentina, Lawrence Solomon, Sydney Hurwitz, Alvin Jacobs, Samuel Weinberg y
Guinter Kahn de los Estados Unidos, Eva Torok de Hungría y Kazuya Yamamoto de Japón.
Durante el Simposio, en una cena que se ofreció a los profesores extranjeros, propu-
se la formación de la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica, iniciativa que
fue entusiastamente aceptada. Bajo los auspicios de esta Sociedad se han celebrado diez
congresos, el primero en la Ciudad de México, en octubre de 1976. A los ocho primeros
se los llamó internacionales; a partir del noveno, que se celebró en Cancún en 2001, se
aceptó mi sugerencia para que se los denominara mundiales.
En 1996, a propuesta del Dr. Alejandro García Vargas del Instituto Dermatológico de
la Ciudad de Guadalajara (México), se fundó el Colegio Mexicano de Dermatología Pediá-
trica, siendo yo su primer presidente. El Colegio ha organizado bianualmente el Congre-
so Mexicano de Dermatología Pediátrica. El primero tuvo lugar en la Ciudad de México,
en 1997, bajo mi presidencia; el segundo en Puerto Vallarta (Jalisco), presidido por el Dr.
García Vargas; el tercero en la Ciudad de Chihuahua, presidido por la Dra. María de
Lourdes Trevizo de Moreno; y el cuarto en la ciudad de Puebla, presidido por el Dr. Ja-
vier Gil Beristain. El próximo se realizará en la ciudad de Querétaro en 2006, presidido
por la Dra. Margarita Royo de Garfias.

274
Historia de la Dermatología pediátrica en México

La Dermatología Pediátrica ejerce gran atrac-


ción en el médico general, el dermatólogo general
y el pediatra, razón por la cual en prácticamente
todos los eventos dermatológicos y pediátricos
hay cursos o simposios de esta especialidad.
En 1973 se organizó en el Servicio de Derma-
tología del ahora Instituto Nacional de Pediatría
la residencia de especialización en Dermatología
Pediátrica, de dos años de duración para los pe-
diatras y de uno para los dermatólogos generales,
con mi participación como Profesor Titular y la
Dra. Tamayo como Profesora Adjunta. Los resi-
dentes cumplen una jornada de 8 horas. Pronto
nos dimos cuenta de que el entrenamiento para
Dr. Ramón Ruiz
pediatras era insuficiente, por lo que a partir de Maldonado
1986 se aumentó el tiempo de residencia a tres
años. Se han formado, hasta el año 2004, 83 especialistas en Dermatología Pediátrica,
procedentes de México y de toda América Latina. El curso de especialización, que en su
inicio era reconocido por el Instituto y por la Secretaría de Salud, desde 1989 es recono-
cido también por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Cabe señalar que nuestro curso de especialización fue el primero y por muchos años
el único a nivel mundial. Muchos de los dermatólogos pediatras formados en él ocupan
puestos relevantes en instituciones mexicanas y extranjeras.
Los médicos adscritos al Servicio que han contribuido significativamente a sus logros
son: la Dra. Amelia M. Laterza, de nacionalidad argentina, quien fue médico adscrito de
1979 a 1989; la Dra. Carola Durán Mckinster, adscrita de 1989 al 2002 y actual jefa del
Servicio; la Dra María de la Luz Orozco Covarrubias, quien ha estado en el Servicio des-
de 1992 y la Dra. Marimar Sáez de Ocaríz que ingresó al Servicio en 2002.
La producción científica del Servicio se eleva a 288 artículos –de los cuales 190 fue-
ron publicados en revistas internacionales indexadas–, y cinco libros sobre Dermatología
Pediátrica.
Algunos de los dermatólogos pediatras mexicanos egresados del Servicio de Derma-
tología del Instituto Nacional de Pediatría y actualmente a cargo de servicios de Derma-
tología en sus respectivas ciudades son: la Dra. Teresa Sánchez Gómez, en el Hospital
Pediátrico de León (Guanajuato); la Dra. Carolina Palacios López, en el Servicio de Der-
matología del Hospital General de México; la Dra. Angélica Berrón Ruiz, en el Instituto
de Perinatología de México; la Dra. María E. Moreno Aguilar, en el Hospital del Niño Po-
blano; la Dra. Lourdes Trevizo de Moreno, en el Hospital Pediátrico de Chihuahua y el
Dr. Alejandro García Vargas, en el Instituto Dermatológico de Guadalajara
Otros dermatólogos que ejercen la Dermatología Pediátrica en importantes hospitales
del Distrito Federal son: la Dra. Guadalupe Ibarra, quien me sustituyó en el Hospital Infan-
til de México y a su vez fue sustituida por su alumno el Dr. Carlos Mena Cedillos; el Dr. Ma-
rio Magaña García en el Hospital Pediátrico del Hospital General de México, autor del libro
Dermatología pediátrica, publicado en 2000; el Dr. Gregorio Podoswa, a quien sucedió su
alumno, el Dr. Edmundo Velázquez Arellano en el Hospital Pediátrico del Centro Médico; la
Dra. Norma Violante en el Hospital de la Raza, ambos del Instituto Mexicano del Seguro So-
cial; las Dras. Angélica Beirana y Enriqueta Morales en el Centro Dermatológico Pascua.
Los médicos que en los primeros tiempos nos dedicamos a la Dermatología Pediátri-
ca veníamos de la Dermatología general; en forma autodidacta, por el contacto cotidia-
no con la Pediatría y con los niños, nos hicimos dermatólogos pediatras. No deja de ser
paradójico que quienes iniciamos la especialidad y su enseñanza no contemos con el di-
ploma que todos nuestros alumnos poseen.

275
RAMÓN RUIZ MALDONADO

He tratado de ser objetivo al escribir esta reseña histórica; estoy consciente de que
más que eso parece una autobiografía y en realidad lo es. He sido actor en este escena-
rio donde se gestó la Dermatología Pediátrica durante 35 años. Si he omitido algún nom-
bre, algún dato, ha sido por un descuido involuntario y de antemano pido disculpas.
Ha sido, sin duda, una tarea de equipo, de los médicos del Servicio, de los médicos de
otras especialidades, de las autoridades, pero sobre todo ha sido un acto de amor por lo
que hacemos. No somos la excepción: en el Instituto Nacional de Pediatría disfrutar,
amar lo que hacemos, es más bien la regla. ■

Noviembre, 2004

■ Referencia
bibliográfica
Ruiz-Maldonado, R. Pediatric
Dermatology
Accomplishments and
challenges for the 21st
Century. Arch Dermatol.
2000; 136:84.
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
NICARAGÜENSE
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

O frecer una reseña sobre la historia de la Dermatología en Nicaragua es una tarea


compleja debido a que existe muy poca información escrita, por lo que los datos que he-
mos recogido provienen fundamentalmente de entrevistas a los pocos “actores” de épo-
cas pasadas que aún viven. Durante el terremoto devastador que destruyó la ciudad de
Managua, en el año 1972, se perdió gran parte de los archivos que contenían informa-
ción muy valiosa. A pesar de ello, a través de las actas de la actual Asociación Nicara-
güense de Dermatología hemos podido conocer un poco sobre lo que ha pasado en el
desarrollo evolutivo de la Dermatología nicaragüense.
Históricamente ha sido la especialidad médica con menor membresía y las proyeccio-
nes para el futuro no hacen prever cambios en esta tendencia. Actualmente somos 42
médicos dermatólogos, con predominio del sexo femenino (55%), para una población de
5.500.000 habitantes, lo cual da una relación de 1 dermatólogo cada 130.952. habitan-
tes. El 45% de los especialistas se encuentran en la ciudad de Managua, capital de Nica-
ragua, y el resto en distintos departamentos; pero hay zonas importantes del país que
carecen de dermatólogos, como los departamentos de Nueva Segovia, Madriz, Rivas,
Chontales, Jinotega, Matagalpa, RAAN, RAAS y Río San Juan1, los cuales concentran el
35% de la población del país2. Los departamentos con mayor número de dermatólogos
son Managua y León.
No hemos encontrado antecedentes serios sobre la práctica de la Dermatología por
parte de los curanderos, pero podemos afirmar que éstos se han dedicado a tratar las úl-
ceras varicosas con café molido y hojas de plantas medicinales conocidas con nombres
populares y no científicos. El vitiligo, al que se suele relacionar con brujerías o hechizos
realizados sobre las personas que lo padecen, es tratado con achiote y plantas medicina-
les. Los curanderos y brujos no están permitidos por las leyes de Nicaragua, pero debi-
do a que no existe ningún control sobre ellos, continúan realizando sus prácticas en
forma habitual.

Desarrollo de la especialidad ■ Desarrollo de la especialidad


Los primeros datos que se tienen sobre la historia de la Dermatología en Nicaragua
están relacionados con la lepra.
En 1893 el entonces presidente de la República, General José Santos Zelaya, por temor

277
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

a que el mal se propagara en todo el país, ordenó que todo enfermo de lepra fuera
recluido en la isla de Aserraderos (isla del Cardón) en el puerto de Corinto, sobre el Océa-
no Pacífico, Departamento de Chinandega. En 1902 se fundó allí el primer leprosario,
donde los pacientes internados se transformaron en verdaderos prisioneros, ya que no
se les permitía salir. Los enfermos eran transportados en vagones especiales del ferroca-
rril, pintados de amarillo y con el número 79 como inscripción, además de letreros que
indicaban el tipo de personas que viajaban en ellos. En 1930, los enfermos se escaparon
de la isla Aserraderos, y la mayoría se instaló en el municipio de El Viejo, Departamen-
to de Chinandega, convertido así en el principal foco leprógeno del país en ese momen-
to. Otro grupo se instaló en el Departamento de León.
En 1932 se funda en la ciudad de Managua el primer Leprocomio Nacional con el nom-
bre de San Lázaro, en los terrenos que ocupa actualmente el Centro Dermatológico Na-
cional Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, que los antiguos pobladores de Managua siguen
denominando “Leprocomio”. Esos terrenos fueron donados por Don Alfonso Pérez Alon-
so y Don Juan de Dios Matus; este último, por su amor a los pacientes hansenianos fue
llamado “Juan de la lepra”. En sus inicios el establecimiento albergaba 38 pacientes.
En 1934 se nombra director del leprocomio San Lázaro al Dr. Roberto Espinosa Soto-
mayor, el cual, a pesar de no ser dermatólogo, combinaba sus actividades administrati-
vas con la atención dermatológica de los pacientes hansenianos3.
En 1943 se crea el Patronato contra la Lepra y se nombra como director al primer mé-
dico especializado en Dermatología, el Dr. Carlos Irigoyen (figura 1), graduado en México,
fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamerica-
na de Dermatología. En 1963, en calidad de Secretario General de la Sociedad Centroa-
mericana de Dermatología, organizó el IV Congreso Centroamericano de Dermatología4.
Posteriormente se hace cargo de la dirección médica del leprosario San Lázaro el Dr.
Armando Morales Ettienne, dermatólogo graduado en Argentina, el cual fue miembro
fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamerica-
na de Dermatología5.
Durante los años posteriores regresa al país un importante grupo de dermatólogos ni-
Figura 1. Dr. caragüenses, que mencionamos a continuación:
Carlos Irigoyen, • Dr. Jorge García Esquivel, graduado en México.
primer • Dr. Alcides Delgadillo, miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Derma-
dermatólogo
tología.
nicaragüense
• Dr. Ernaldo Ávalos, graduado en Argentina, miembro fundador de la Sociedad Ni-
caragüense de Dermatología.
• Dr. Carlos Delgado, graduado en Francia, miembro fundador de la Sociedad Nica-
ragüense de Dermatología6.
• Dr. Oscar Martínez Campos, graduado en Argentina, cirujano plástico y dermatólogo;
fue presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y secretario adjunto ante la
Sociedad Centroamericana de Dermatología. Asimismo fue Ministro del Seguro Social en
el año 1997 y actualmente es diputado por Nicaragua ante el Parlamento Centroamerica-
no. Ha participado como profesor invitado en numerosos congresos nacionales.
• Dra. Josefa Pineda, graduada en Argentina.
• Dr. Sergio Delgado, graduado en Puerto Rico.
• Dra. Leonor Corea, graduada en Francia.
• Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, graduado en México y España, quien regresó a
Nicaragua en el año 1975 (figura 2).
• Dr. Ángel Martínez Jiménez, quien regresó a nuestro país en 1977, luego de gra-
duarse en Brasil. Fue director y subdirector docente del Centro Nacional de Dermatología,
cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología en la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). En 1991, la Uni-
versidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por

278
Historia de la Dermatología nicaragüense

sus 10 años como docente de la institución. Ha participado como profesor Invitado en nu-
merosos congresos nacionales.
• Dr. Juan José Guadamuz, graduado en México, fue profesor titular de la cátedra de
Dermatología (pregrado) de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autóno-
ma de Nicaragua, León.
• Dr. Orlando Sarria Berríos, graduado en México.
• Dr. Aldo Edgar Martínez Campos, regresó a Nicaragua en 1977, luego de graduarse en
Argentina.
• Dr. Federico Prado Rocha, graduado en Francia, regresó a nuestro país en 1979. Fue
cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología de la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). También fue cofun-
dador del Hospital Dermatológico Nacional. En 1991, la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por sus 8 años como docente en la
institución. Durante los años 1997-98 fue Viceministro de Salud. Ha participado como
profesor invitado en diversos congresos nacionales.
• Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina, quien regresó a Nicaragua en 1980, luego de
graduarse en Uruguay.
• Dra. Marlene Parra García, quien regresó en 1985, graduada en México con la su-
bespecialidad en Dermatología pediátrica, constituyéndose en la primera dermatóloga
pediatra del país. Desde 1996 a 1999 fue coordinadora del curso de posgrado de Derma-
tología en el Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo. Desde
1992 es profesora titular de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de
Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua. Ha participado
como profesora invitada en numerosos congresos nacionales.
Todos estos dermatólogos, así como otros que no han sido mencionados aquí, han tra-
bajado en forma responsable y con amor por la Dermatología nicaragüense. Pero consi-
deramos necesario hacer un reconocimiento especial a algunos de ellos que se han
destacado a lo largo de los años por su especial dedicación y entrega.

Personalidades destacadas ■ Personalidades destacadas

Dr. Jorge García Esquivel

Se destacó por su trabajo como director médico del Leprocomio (1951-1970), cuyo
nombre se cambió bajo su gestión por el de “Sanatorio San Lázaro”. Introdujo en Nica-
ragua el primer tratamiento efectivo contra la lepra, las sulfonas (DDS). Inició el primer
tratamiento de estudio de campo para tratar a los pacientes ambulatorios y con el apo-
yo del Dr. Rodolfo Matus, cirujano plástico, realizó las primeras cirugías reconstructivas
de los pacientes que lo necesitaban. Fue el primer especialista nicaragüense que dio a Figura 2.
conocer sus experiencias dermatológicas en congresos nacionales e internacionales. Fue Francisco José
miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y Secretario General Gómez Urcuyo
de la Sociedad Centroamericana de Dermatología; como tal organizó en 1976 el X Con-
greso Centroamericano de Dermatología. También fue en varias ocasiones presidente de
la Sociedad Nicaragüense de Dermatología.

Dr. Francisco José Gómez Urcuyo (1943-1995)

Fue uno de los dermatólogos más sobresalientes que ha tenido Nicaragua y su ausen-
cia prematura fue una pérdida irreparable. Gran parte de su vida como médico derma-
tólogo la dedicó a los enfermos de lepra, con capacidad científica y mística, con amor y

279
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

dedicación. Fue director del Sanatorio San Lázaro desde 1976 hasta
1981; cofundador e impulsor de la fundación del Hospital Dermatológico
Nacional que actualmente lleva su nombre en un justo homenaje a su
memoria, por la ardua tarea que inició el 1º de febrero de 1978. A par-
tir de ese momento el hospital experimentó una transformación impor-
tante en sus estructuras físicas y médicas, produciéndose una mejoría en
las condiciones higiénicas y ambientales de los enfermos internados. Por
primera vez los pacientes dermatológicos tuvieron su propio hospital,
donde eran internados para recibir sus tratamientos médicos. Bajo su
Figura 3. De izq.
a der.: Hermann
administración, los pacientes con el mal de Hansen recibieron en forma institucionaliza-
Schäffer, Aldo da los tratamientos de rifampicina, clofazimine y DDS (figura 3).
Edgar Martínez Fue también cofundador de la Sociedad Amigos de los Leprosos, a través de la cual
Campos, se logró construir la Ciudadela Adilia de Eva, formada por 17 casas higiénicas, indepen-
Francisco José dientes unas de otras, para que los pacientes tuvieran un techo modesto pero digno con
Gómez Urcuyo, la privacidad que cada familia tiene en su hogar. Actualmente viven en esta ciudadela 17
en el homenaje pacientes ya curados, pero que siguen recibiendo atención médica, alimentos y todos los
de la Asociación elementos necesarios para su cuidado. Todos son ancianos, y viven acompañados de hi-
Nicaragüense de jos y nietos, constituyendo así una población de 41 personas. Estas construcciones se hi-
Dermatología al
cieron en los terrenos del mismo hospital y están separadas de las que ocupan los
Dr. Gómez
pacientes hospitalizados por otras patologías. Hay que destacar que en la construcción
Urcuyo
de estas viviendas, el gobierno de turno no invirtió ni un centavo. Los pacientes solteros
viven en pabellones separados para varones y mujeres. La ciudadela lleva el nombre de
Doña Adilia de Eva en honor a esta honorable matrona que trabajó esforzadamente en
su construcción y que sentía especial devoción y amor por los enfermos con lepra.
El Dr. Gómez Urcuyo creó el Departamento de Promoción y Bienestar Social para tratar
a los enfermos hansenianos en forma multidisciplinaria. A través de su acción, se logró in-
tegrar a algunos pacientes mutilados a su vida familiar; se fundaron talleres de carpintería
y se dio capacitación para que aprendieran los oficios de carpintería y ebanistería, con gran
éxito, ya que algunos pacientes, a pesar de sus mutilaciones, se hicieron productivos y más
útiles a sus familias. En 1980, Gómez Urcuyo participó en un estudio de campo para deter-
minar nuevos casos de lepra en los departamentos de Chinandega y Managua.
Fue profesor invitado en varios congresos nacionales y del extranjero donde expuso
sus trabajos y experiencias personales. En 1980 fundó la cátedra de Dermatología de
pregrado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Fue cofunda-
dor de la cátedra de posgrado de Dermatología de la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua (León y Managua). En dos oportunidades fue Secretario Adjunto por Nicara-
gua ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología. En 1991 se le realizó un reco-
nocimiento por sus 10 años de labor docente en la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua (Managua). En 1994, la Sociedad Hondureña de Dermatología, en reconoci-
miento a sus méritos, lo designó Miembro de Honor.
Uno de los pacientes hansenianos más antiguos del Centro Nacional de Dermatología,
Don Pedro Delgadillo7, en una demostración de afecto, respeto y agradecimiento, le de-
dicó el siguiente poema:

Mi doctor es un joven nica, es un aventurero.


De los empleados, al llegar al trabajo es el primero.
Es el investigador de mi médula y mi piel marchita,
es el reparador de mi sangre,
que cuando me enfado, se irrita.
Su nombre, como su firma
entre colegas es respetada.
Cuando paso consulta y no me receta nada

280
Historia de la Dermatología nicaragüense

me callo por respeto, porque lo quiero.


Como él afirma,
mi gran deseo es
que sobre el sendero donde Él camine
no haya abrojos ni cadenas
y que su hermosa y sensible faena
Dios la bendiga donde la destine.

El Dr. Francisco José Gómez Urcuyo es considerado el médico que más amor y dedi-
cación tuvo para los pacientes hansenianos. Podemos constatarlo en uno de sus poemas,
que las autoridades del Ministerio de Salud seleccionaron y grabaron en una placa de
bronce que fue develada durante una ceremonia solemne en el Centro Nacional de Der-
matología que actualmente lleva su nombre8:

Señor:
son mis leprosos la luz de mi vida.
Ellos llenan de ternura
mi profesión y nicaraguanidad.

Ayúdame a llevarles alivio a sus heridas,


entereza ante la humillación,
comprensión en su soledad.

Dr. Aldo Edgar Martínez Campos (1937)

Dermatólogo y especialista en Medicina del Trabajo (figura 4). En 1980 fue cofunda-
dor de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de Medicina, Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua. Durante el mismo año participó en un estudio de cam-
po para detectar nuevos casos de lepra en los Departamentos de Chinandega y Managua.
En 1982, fue seleccionado por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, de León
y de Managua y la Dirección Superior del Ministerio de Salud, como Jefe Nacional de En-
señanza de la Especialidad de Dermatología a nivel de posgrado9. En su calidad de fun-
dador y jefe de la cátedra elaboró junto al Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina los planes
y programas de la especialidad, actualmente vigentes, con modificaciones hechas por los Figura 4. Aldo
mismos autores en años posteriores. Actualmente, de los 42 dermatólogos que trabajan Edgar Martínez
en Nicaragua, 36 son graduados en el país10. Campos
En la fundación de la cátedra de Dermatología estuvo acompañado por los Drs. Her-
mann Allan Schaffer Urbina, Francisco José Gómez Urcuyo, Federico Prado Rocha
y Ángel Martínez Jiménez. Posteriormente se incorporaron el Dr. Hugo Argüello
Martínez, médico patólogo, la Lic. Dalia Torres Flores (figura 5), bióloga y tecnólo-
ga médica, con cursos de posgrado en Micología realizados en Costa Rica y Argen-
tina, y la Dra. Marlene Parra García.
En dos oportunidades Martínez Campos fue presidente de la Sociedad Nicara-
güense de Dermatología y secretario adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Cen-
troamericana de Dermatología. En dos oportunidades ha sido presidente de la
Asociación Médica Nicaragüense; actualmente es presidente honorario de la Aso-
ciación Nicaragüense de Dermatología y miembro perpetuo de la Junta Directiva de
Figura 5.
la Asociación Médica Nicaragüense6, 11. Ha sido profesor invitado en congresos naciona-
Francisco José
les e internacionales donde ha dado a conocer sus trabajos y experiencias personales. Gómez Urcuyo y
Se puede afirmar categóricamente que, junto con los Drs. Hermann Allan Schaffer Dalia Torres
Urbina y Francisco José Gómez Urcuyo, es uno de los pilares de la actual Dermatología Flores
nicaragüense.

281
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

En 1985 el Ministerio de Salud, en reconocimiento a su labor docente, lo seleccionó


como miembro del Grupo Nacional de Medicina por la especialidad de Dermatología. En
1986, el Ministerio de Salud y el Consejo Nacional de la Educación Superior de Nicara-
gua le realizaron un homenaje como Profesor Destacado en el curso de posgrado en Der-
matología.
En 1986, desde la Dirección Superior del Ministerio de Salud se plantea el objetivo de
descentralizar la Dermatología nacional; Martínez Campos es seleccionado para fundar
la Unidad Docente Asistencial de Dermatología en el Policlínico Oriental, lugar donde
realizaban sus prácticas docentes y asistenciales los médicos residentes de dermatología
durante seis meses al año.
En 1991 la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le hizo un reco-
nocimiento por sus 10 años como docente en la institución. En 1994, fue cofundador de
la Facultad de Medicina de la Universidad Americana –primera facultad privada de me-
dicina en Nicaragua–; allí fue coautor de los planes y programas de estudios y fundó las
cátedras de Medicina del Trabajo y de Dermatología, siendo actualmente Profesor Titu-
lar de ésta última. Fue miembro del Consejo Facultativo y fundador y director del Depar-
tamento de Posgrado de esta misma Universidad, cargos a los que renunció en 1999.
Figura 6. En 1996 organizó, en su calidad de Secretario General de la Sociedad Centroameri-
Hermann Allan cana de Dermatología, el XX Congreso Centroamericano de Dermatología, en la ciudad
Schäffer Urbina de Managua.
Figura 7. De izq. En 1997 fue nombrado Director General de Docencia e Investigación del Ministerio de
a der.: Erasmo Salud. Durante ese mismo año, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Mana-
Aguilar, Hermann gua), organizó un acto en reconocimiento a su invaluable labor en el desarrollo de los
Schäffer Urbina, cursos de posgrado de Dermatología. Fue subdirector docente del Hospital Dermatológi-
Berthalina
co Nacional. En el año 2001, la Facultad de Medicina de la Universidad Americana, en
Cuevas, Federico
reconocimiento a su labor docente, le otorgó el Diploma de Honor al Mérito.
Prado y Aldo
Edgar Martínez
Actualmente continúa su actividad como profesor titular de la Cátedra de Dermatología
Campos de esa Universidad. También sigue participando como expositor en congresos médicos na-
cionales y extranjeros.

Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina (1945-1998)

En 1980, fue cofundador de la cátedra de Dermatología de pregrado de la Facultad


de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Durante ese
mismo año participó en un estudio de campo para la detección de nuevos casos de lepra
en los departamentos de Chinandega y Managua (figura 6).
Su participación fue fundamental en la construcción y desarrollo de la cátedra de pos-
grado de Dermatología, donde participó en forma activa y eficiente en la elaboración de
los programas y planes de estudio de la especialidad. Como docente tenía el arte de sa-
ber trasmitir sus conocimientos, lo que hizo que fuera un profesional muy
respetado entre la comunidad médica de Nicaragua.
Fue subdirector docente del actual Centro Nacional de Dermatología Dr.
Francisco José Gómez Urcuyo, labor que desarrolló con gran eficiencia, lo
que contribuyó a una mejor capacitación de los residentes12 (figura 7).
Fue profesor invitado en numerosos congresos nacionales e internacio-
nales, donde expuso sus trabajos y experiencias personales. Fue presidente
de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y en dos oportunidades secre-
tario adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Centroamericana de Derma-
tología6.
En 1991 la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua le otorgó un
reconocimiento por su destacada labor como docente durante 10 años en la
institución. En 1999 el Ministerio de Salud, en ceremonia solemne, develó una placa de

282
Historia de la Dermatología nicaragüense

mármol en el Auditorio del Centro Nacional de Dermatología para recordar su obra co-
mo docente y su ejemplo de vida.
Fue uno de los dermatólogos más importantes que ha tenido Nicaragua, y su ausen-
cia es sentida por todos.

■deLa
La Asociación Nicaragüense Asociación
Dermatología Nicaragüense de Dermatología
En 1957 se inician las gestiones para su fundación, que se llevará finalmente a cabo
el 4 de mayo de 1961, en la Declaración de Managua, con el nombre de Sociedad Nica-
ragüense de Dermatología y Sifilogía. Posteriormente, por razones legales, debió cam-
biar su nombre inicial por el de Asociación Nicaragüense de Dermatología.
Sus fundadores fueron los Drs. Carlos Irigoyen, Alcides Delgadillo, Armando Morales
Ettienne, Jorge García Esquivel, Ernaldo Ávalos Vega y Carlos Delgado González, todos
ya fallecidos5.
La Asociación Nicaragüense de Dermatología agrupa a la gran mayoría de los derma-
tólogos del país. Hasta el presente ha organizado XIX Congresos Nacionales de Derma-
tología6 enfocados hacia las siguientes especialidades: Dermatología, Medicina Interna,
Pediatría, Cirugía Plástica y Medicina General; en algunos congresos se han presentado
temas dirigidos a la atención primaria, a la formación de residentes y estudiantes de me-
dicina. También ha organizado a través de sus miembros directivos, tres congresos cen-
troamericanos.
A través de la Asociación se han realizado acuerdos con la Facultad de Medicina de
la Universidad Americana para llevar a cabo programas de Educación Médica Continua
en Dermatología y Cursos de Actualización Dermatológica. Figura 8.
El 6 de octubre de 1998, durante la Asamblea General de la Asociación Nicaragüen- Develación de la
se de Dermatología, se crea la beca de estudio “Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina” en placa de bronce en
memoria de este eminente dermatólogo nicaragüense; la beca consiste en $US 200 men- homenaje al Dr.
suales y está dirigida a los médicos jóvenes, con excelente promedio durante su carrera, Gómez Urcuyo en
que deseen estudiar Dermatología. El primer médico que obtuvo esa distinción fue el Dr. el Centro Nacional
Hermann Allan Schaffer Suárez, quien realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de Dermatología.
de la Universidad de Marroquín, Guatemala. La Asociación cuenta también con un fon- De izq. a der.: Sra.
Inés Hurtado vda.
do de ayuda mutua y un seguro colectivo de vida para los dermatólogos miembros de la
de Gómez Urcuyo,
Asociación que lo necesiten en caso de enfermedad o muerte6.
Sra. Sara Urcuyo,
madre del Dr.
Gómez Urcuyo y
■ El Centro Nacional de Dermatología Lic. Martha
Dr. Francisco
Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Gómez Urcuyo
Urcuyo” Palacios, Ministra
de Salud 1995
El 20 de febrero de 1995, a 25 días de la muerte del ilustre dermatólo-
go, el Ministerio de Salud –a petición de la Asociación Médica Nicaragüense
y de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología–, en ceremonia solemne le
dio su nombre a la institución que fundara el Dr. Gómez Urcuyo el 1º de fe-
brero de 1978 (figura 8), con la colaboración del Dr. Ángel Martínez Jimé-
nez, a cargo de los pacientes hansenianos, el Dr. Aldo Edgar Martínez
Campos, como sub-director docente, el Dr. Federico Prado Rocha, como je-
fe de la consulta externa, el Dr. Claudio Galo Sandino, microbiólogo clínico,
como jefe y fundador del actual laboratorio del hospital. Posteriormente se
incorporaron los Drs. Hermann Schaffer Urbina, como jefe de pacientes
hospitalizados, Josefa Pineda, Leonor Corea, Hugo Argüello, médico patólogo, discípulo
del Prof. Akerman, Marlene Parra García y la Lic. Dalia Torres Flores12.
En el presente es hospital escuela, con un promedio de atención de 300 pacientes por

283
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

día, y se lo considera la cuna de la actual dermatología nicaragüense13. En él se han


graduado 47 dermatólogos nicaragüenses y dos extranjeros. El primer dermatólogo gra-
duado en Nicaragua fue el Dr. Alfonso Bendaña Hurtado, el 25 de noviembre de 198510.
Actualmente hay 14 residentes de Dermatología; se da atención especializada en for-
ma integral a todos los pacientes dermatológicos y la docencia es impartida en su gran
mayoría por dermatólogos graduados en Nicaragua. Además trabajan y colaboran con la
actividad docente médicos internistas y cirujanos plásticos.
El Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo trabaja en
coordinación con el Hospital Antonio Lenin Fonseca, centro de 300 camas que le da apo-
yo médico para resolver los casos de los pacientes que necesiten atenciones especiali-
zadas.
En años posteriores a la gestión del Dr. Gómez Urcuyo se han realizado remodelacio-
nes que es justo recordar, entre ellas las modificaciones en la sección de los consultorios
externos llevadas a cabo por el entonces Director del centro, el Dr. Juan José Cabrera,
en el año 1983.

■ LaLaactividad docente
actividad docente dermatológica
dermatológica en Nicaragua
en Nicaragua

Podemos afirmar en forma categórica que la fundación de la cátedra de posgrado de


Dermatología en 1982 marcó un salto cualitativo y cuantitativo de la especialidad en
nuestro país. Fue una decisión acertada y sabia formar especialistas en Nicaragua. Se
juntaron en la cátedra corrientes de enseñanza de las escuelas de Argentina, Uruguay,
México, España, Francia y Brasil, lo que dio como resultado una sólida formación de los
nuevos dermatólogos nicaragüenses. Hay que destacar que la cátedra sigue funcionan-
do bajo la responsabilidad docente de los dermatólogos formados en Nicaragua, en su in-
mensa mayoría.
Actualmente hay en Nicaragua tres Facultades de Medicina que imparten docencia
dermatológica: dos en Managua y una en la ciudad de León. En la Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional Autónoma (Managua), hay una cátedra a nivel de pregrado,
cuya profesora titular es la Dra. Marlene Parra García. La cátedra de posgrado actual-
mente no tiene profesor titular y funciona bajo la responsabilidad del Dr. Erasmo Aguilar
Díaz, graduado en Nicaragua. Actualmente hay 14 médicos residentes de Dermatología
haciendo la especialidad, con un programa de tres años. Para optar al título de especia-
lista tienen que realizar un trabajo de investigación y hacer su defensa.
En su gran mayoría, los médicos residentes son becados por el Ministerio de Salud,
pero hay unos pocos que estudian con fondos propios. El ingreso se hace por medio de
un examen de admisión; a partir del puntaje obtenido, sumado al de las calificaciones
del pregrado y al currículum, se hace la selección de los mejores. El número de ingre-
santes lo determinan cada año las autoridades del Ministerio de Salud en conjunto con
la Facultad de Medicina.
La Facultad de Medicina de la Universidad Americana sólo tiene docencia a nivel de
pregrado; su profesor titular es el Dr. Aldo Edgar Martínez Campos (figura 9).
Estas tres cátedras se imparten en el Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco
José Gómez Urcuyo, que está calificado como Hospital Escuela. La Facultad de Medicina
de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (León) tiene como profesora titular
Figura 9. Aldo
Edgar Martínez
del pregrado a la Dra. Nubia Pacheco Solís. Las clases se imparten en el Hospital Escue-
Campos, la Oscar Danilo Rosales, que es un hospital general. En esta facultad no existen estudios
impartiendo de Posgrado en Dermatología.
cátedra en el De las nuevas generaciones (figuras 10, 11, 12) –todos graduados del posgrado de
Centro Dermatología en Nicaragua desde 1982, con excepción del Dr. Hermann Allan Schaffer
Dermatológico Suárez–, podemos destacar los siguientes especialistas:

284
Historia de la Dermatología nicaragüense

Figura 10. De izq. a


der.: Alejandro
Varel, Federico
Prado, Sonia Rivas,
María Eugenia
Medina, Gladis
Rosales, Aldo Edgar
Martínez Campos,
Hermann Schaffer
Urbina y Ángel
Martínez
Figura 11. De izq. a
der.: Jorge Isaac
Neira Cuadra,
Hermann Allan
Schäffer Urbina,
Dra. María Eugenia Medina Zepeda: fue coordinadora del posgrado de Dermatolo- Lesbia Altamirano,
gía en la Unidad Docente Asistencial del Policlínico Oriental (1988-1994) y en el Centro Aldo Edgar
Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Urcuyo”, desde 1996 hasta 2002, Martínez Campos,
fecha en que renuncia. En 1989 participó en un estudio de campo para la detección de Eréndira Rizo y
nuevos casos de lepra en San Francisco Libre, Managua y en Chinandega. Ha participa- José Miguel
do en congresos extranjeros como expositora y en congresos nacionales como profesora Gutiérrez
invitada, dando a conocer sus experiencias y trabajos.
Dra. Luz Cantillo: fue Directora del Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco
José Gómez Urcuyo” durante el período comprendido entre 1994 y 1997, realizando re-
modelaciones en la consulta externa y en el auditorio del hospital. Participó en el tra-
bajo de campo en el Municipio de San Francisco Libre, Dpto. de Managua, donde se
encontró un foco leprógeno y varios casos de lepra nodular infantil. También participó
en el trabajo de campo realizado en el año
1996 en las comunidades de El Zapote, Real Figura 12. De izq. a
der.: Aldo Edgar
de la Cruz y Sabana Larga, en el Departamen-
Martínez Campos,
to de Matagalpa, donde se encontró que los
Berthalina Cuevas,
pozos que abastecían el agua potable estaban Federico Prado,
contaminados con arsénico, habiéndose de- Alejandro Varel,
tectado 111 personas con Hidroarsenicismo María Eugenia
crónico regional y endémico (HACRE). Ha Medina, Erasmo
participado en congresos extranjeros como Aguilar, María
expositora y como profesora invitada en con- Luisa Álvarez,
gresos nacionales, donde ha dado a conocer María Mercedes
sus experiencias y trabajos. Actualmente es Palma, Hermann
docente de la cátedra de pregrado de la Fa- Schäffer Urbina
cultad de Medicina de la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua (Managua).
Dra. Alina Gómez: coordinó el trabajo de campo realizado en el Municipio de San
Francisco Libre, Departamento de Managua, donde se encuentra un foco leprógeno y
participó con la Dra. Luz Cantillo en el trabajo de campo donde se detectaron 111 pa-
cientes con HACRE. En el XXII Congreso Centroamericano de Dermatología, realizado en
la ciudad de Panamá, ganó el primer premio en la exposición de carteles con los resú-
menes de los casos de arsénico. Ha participado como expositora en congresos extranje-
ros y como profesora invitada en congresos nacionales, donde ha dado a conocer sus
experiencias y trabajos. Durante un año fue docente de las cátedras de pre y posgrado
de Dermatología.
Dr. Leónidas Pacheco Mora: fue presidente de la Asociación Nicaragüense de Derma-
tología, durante los años 1996-1998. Tuvo a su cargo la organización de dos congresos

285
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA

nacionales de la especialidad. Ha participado como profesor invitado en diversos congre-


sos nacionales.
Dr. José Miguel Gutiérrez Arostegui: fue presidente de la Asociación Nicaragüense
de Dermatología en el período comprendido entre los años 1998-2000 y como tal orga-
nizó dos congresos nacionales de la especialidad. Fue director del Centro Nacional de
Dermatología durante los años 1997-1998.
Dra. María Luisa Álvarez Ortiz: fue presidenta de la Asociación Nicaragüense de
Dermatología en el período comprendido entre los años 2000-2002; en ese lapso organi-
zó dos Congresos Nacionales de Dermatología. Ha participado como profesora invitada
en congresos nacionales y como expositora en congresos extranjeros.
Dr. Erasmo Aguilar Díaz: desde el año 2002 es el coordinador del posgrado de Der-
matología. Ha participado como profesor invitado en congresos nacionales. Participó en
el trabajo de campo en el Departamento de Matagalpa, donde se encontraron 111 pa-
cientes con HACRE.
Dra. Sonia Rivas Serrano: actual presidenta de la Asociación Nicaragüense de Der-
matología, desde el año 2002. Ha organizado dos congresos nacionales de la especiali-
dad y ha participado como profesora invitada en numerosos congresos nacionales.
Dr. Hermann Allan Schaffer Suárez: es profesor auxiliar de la cátedra de pregrado
de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Americana.
Dr. Jorge Neira Cuadra: actualmente es director del Centro Nacional de Dermatolo-
gía, al cual le ha hecho mejoras estructurales. Es profesor auxiliar del pregrado de la Fa-
cultad de Medicina de la Universidad Americana y profesor auxiliar de la cátedra de
posgrado de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autó-
noma de Nicaragua (Managua). Por su capacidad y dedicación, se ha convertido en un só-
lido pilar en la enseñanza y desarrollo de la cátedra de posgrado. Ha participado como
profesor invitado en congresos nacionales y como expositor en congresos internacionales.

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la Dermatología nicaragüense, a pe-


sar de ser una especialidad con poca membresía, actualmente ocupa un lugar de honor
en la medicina de nuestro país por el prestigio y capacidad científica que le dieron en el
pasado sus fundadores, los cuales legaron una hermosa obra que las actuales generacio-
nes de dermatólogos están fortaleciendo y enriqueciendo con su trabajo arduo y cons-
tante. Estamos plenamente convencidos de que el presente y el futuro de la dermatología
de Nicaragua está en buenas manos y que nos espera un futuro muy promisorio. ■

Octubre, 2004

■ Referencias Población total por área de


residencia y sexo. Dpto. de
Dermatología. 23º Congreso
Centroamericano de
bibliográficas Proyección; 2004. Dermatología; 2002.
3. Gómez Urcuyo F. Pasado, 5. Libro de Actas de la Sociedad
1. Ministerio de Salud. Dirección presente y futuro de la lepra Nicaragüense de
de Docencia e Investigación. en Nicaragua. Trabajo Dermatología. Año 1973.
Recursos Humanos. Libro de presentado en el 11º Congreso 6. Libro de Actas de la Asociación
Registros. 1984 a 2004. Internacional de Lepra. Nicaragüense de
2. Instituto Nacional de México. 13-18 nov 1978. Dermatología. Año 1990.
Estadísticas y Censos. 4. Vázquez Blanco R. Historia de 7. Delgadillo P. Historia de la
Dirección de Estadísticas los Congresos lepra en Nicaragua.
Sociodemográficas. Centroamericanos de Managua: Mercurio.

286
Historia de la Dermatología nicaragüense

8. Gómez Urcuyo FJ. Libro de Nacional Autónoma de 13. Centro Nacional de


Poemas (inédito). Nicaragua. 1984-2004. Dermatología Francisco José
9. Ministerio de Salud. Dirección 11. Libro de Actas de la Gómez Urcuyo. Libro del
de Docencia e Investigación. Asociación Médica Departamento de
Recursos Humanos. Libro de Nicaragüense. 1990-2004. Estadísticas; 2004.
Registros. 1984 a 2004. 12. Centro Nacional de
10. Libro de Actas de Examen de Dermatología Francisco José
Posgrado de Dermatología. Gómez Urcuyo. Libro de
Managua: Facultad de Archivos de Recursos
Medicina. Universidad Humanos. 1982-2004.
APUNTES SOBRE
LA HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN PARAGUAY
JULIO CORREA

A manera de prólogo ■ A manera de prólogo

N uestro continente, versátil y misterioso por donde se lo mire, guarda en su interior


infinidad de manifestaciones que a través de las razas nativas que la poblaron y que la
pueblan constituyen el riquísimo legado del desarrollo de la medicina en todas las lati-
tudes de las Américas, con expresiones testimoniales conservadas en esculturas, cerámi-
cas e inscripciones que muestran, entre otras, las enfermedades relacionadas a la piel.
Sin duda, las contribuciones de los autores mexicanos, colombianos, peruanos, chilenos,
argentinos, entre otros tantos países de la confraternidad latinoamericana, ratificarán
este concepto con lujo de detalles.
He preferido denominar a este trabajo simplemente “Apuntes sobre la Historia de la
Dermatología en el Paraguay” debido a la dimensión del tema que abarca años de desa-
rrollo de numerosas civilizaciones, principalmente durante la era pre-colombina y en es-
pecial de la raza tupí-guaraní; aquellos habitantes de una gran parte del territorio
sudamericano, lamentablemente dejaron escasos testimonios, a través de sus manifesta-
ciones artesanales, de los extraordinarios conocimientos que tenían sobre las propieda-
des curativas de las plantas. Sin embargo, afortunadamente, algunos datos fueron
recogidos por diligentes observadores como fueron los conquistadores, los jesuitas, los
propios nativos escolarizados y numerosos estudiosos y académicos que llegaron a estas
tierras y que en notables trabajos de investigación dieron fe del extraordinario desarro-
llo cognoscitivo de los naturales del continente.
El Paraguay, país mediterráneo de riquísima y sorprendente historia, antes de la con-
quista ocupaba territorios que comprendían gran parte de lo que hoy son Brasil y Argen-
tina, con límites con el Perú y Bolivia; pero fue desmembrándose, durante la Colonia, por
los enfrentamientos entre portugueses y españoles; en el primer caso, principalmente
por el empuje de los bandeirantes, malocas paulistas, movidos por sus intereses por es-
clavizar mano de obra barata; en el segundo, por la desatención hacia esos extensos te-
rritorios. Y en la época independiente, la cruenta guerra que soportó el Paraguay

289
JULIO CORREA

–llamada de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay)– entre los años 1865-1870,
mutiló aún más el territorio y aniquiló a gran parte de la población, sumiendo a los so-
brevivientes en la desolación y la miseria como consecuencia de las balas, el hambre y
las innumerables pestes en los campos de batalla.
Durante la reconstrucción de la patria después del nefasto quinquenio se producen
los primeros acontecimientos que marcan los inicios de la historia dermatológica en el
Paraguay. Los numerosos documentos que hemos consultado sobre el período constitu-
yen un conglomerado interesante de informaciones referidas a lo más notable sobre las
enfermedades de la piel en nuestro país, los mecanismos para combatirlas y sus resul-
tados, aportadas por destacados componentes de estas comunidades.
El objetivo de esta introducción es despertar el interés de los que vienen llegando pa-
ra que su aporte contribuya a enriquecer aún más la historia de la Dermatología en el Pa-
raguay. Mi gratitud y reconocimiento a los que colaboraron con este modesto trabajo.

■ LaI.población deAmérica.
La población de América. El hombre
El hombre americanoamericano

En América no se han hallado fósiles de homínidos; el amerindio no es autóctono, si-


no que llegó de Asia en el Paleolítico superior y en el temprano Neolítico. La aparición
del hombre en América se hizo en época relativamente reciente, más tarde que en Eu-
ropa, hace no más de 30.000 años (35 a 40.000 según Bates), conforme a los hallazgos
arqueológicos y estudios realizados.
Los pobladores de América vinieron desde Asia por tierra, en oleadas sucesivas, a tra-
vés del estrecho de Behring. Eran hombres de tipo mongoloide, aún poco diferenciados
(con caracteres no muy acentuados de las razas mongólicas y amarillas), dolicocéfalos,
provenientes de tribus primitivas paleoasiáticas del Norte de Asia1.
Existen también otras teorías de diversos autores, citados por González Torres, para
explicar la presencia del hombre americano en el continente. Paul Rivet, del Museo del
Hombre y del Museo de Historia Natural de París, señala cuatro corrientes migratorias:
1. Mongoloide (la principal teoría): llegaron desde el Asia por el estrecho de Behring.
2. Llegaron en embarcaciones desde Polinesia, Melanesia, Oceanía, islas del Pacífico,
pasando por la isla de Pascua; se plantean ciertas dudas sobre la posibilidad de tamaña
travesía hace treinta mil años.
3. Cruzaron por zonas del Pacífico más al Norte, alcanzando diversas alturas de la
costa americana.
4. Migración del hombre australiano a través de la Antártida para llegar al extremo
meridional de América; antecesores de los patagones y fueguinos, con elementos cultu-
rales comunes con australianos.

Existen también otras teorías, algunas fantásticas. Las principales fuentes de datos
prehistóricos en América son los montículos y sambaquíes y restos hallados en cuevas y
cavernas. Los fósiles humanos más antiguos encontrados en nuestro continente, medi-
dos por el carbono 14 son (siempre siguiendo a González Torres):
– Isla de Rosas, costa californiana, 38.000 años.
– De Lewisville, Texas, 37.000 años.
– De Sandia Cave, 26.000 años.
– De Tule Springs, Nevada, 22.000 años.
– De Chile, 10.000 años.
– De Folsom (hogueras de hombres de Folsom) 9.889 años.
– De Lagoa Santa, Brasil, 6.000 años.

290
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

Los caracteres antropológicos del hombre del Paleolítico superior son: dolicocefalia
(cabeza alargada, con la bóveda craneana elevada, paredes delgadas), cara larga y es-
trecha, nariz mediana, arcos superciliares acentuados, cabellos lisos. Se los llamaba aus-
traloides porque aún existen individuos y pueblos con la misma característica
antropológica en Australia. Están representados hoy por los algonquinos y shoshones de
América del Norte; y por los gé, kaingua, siriones, tobas y tehuelches, entre otros, en
América del Sur.
Los hombres del Paleolítico superior aparecieron en el Paraguay hace 6.000 años. Se-
gún Canals Frau, los pobladores del Paleolítico superior de América del Sur forman tres
grupos raciales, todos dolicoides: los antepasados de los huárpidos (altos, delgados, pilosos:
huarpes de Cuyo, siriones del oriente boliviano), que bajaron por México, Centro América,
Colombia, zonas interandinas; los lágidos (bajos, fuertes, pilosos: kainguá, gé, entre otros),
que alcanzaron Venezuela, la cuenca del Orinoco hasta Brasil Central y Oriental, Paraguay
y NE argentino. Los patagónidos (altos, robustos, poco pilosos); los tehuelches de la Pata-
gonia, que habitaban desde Tierra del Fuego hasta el centro del Brasil.
En el Neolítico, vinieron otras oleadas migratorias que ocuparon Alaska, el norte de
América del Norte hasta el Este (esquimales) y luego migraron al sur (5500 a 5000 a. C.);
se afirma que también vinieron de la Polinesia. Eran braquicéfalos (cráneo más corto y
ancho), sedentarios, agricultores, pastores y ganaderos. Usaban herramientas y armas
de piedra pulida, huesos, astas, marfil. Conocieron y perfeccionaron la cerámica, alfare-
ría, hilado, tejido; tenían organización social, vivían en aldeas. Desarrollaron las artes y
la religión. Eran buenos navegantes y perfeccionaron sus embarcaciones.
Los actuales representantes de estos grupos son los muscogui y sudástidos en el SE
de los Estados Unidos; los apaches en el norte de México; los esquimales: amazónidos,
arawakos, brasílidos, caribes, guaraní-tupí. En el Paraguay aparecieron hace unos 3.000
años a.C. tribus de cultura neolítica. Vivían en la selva, en nuestra región Oriental, en
grandes casas comunales y agrupamientos aldeanos.
Las razas amerindias se han clasificado desde diferentes puntos de vista: por áreas
geográficas, familias lingüísticas, áreas culturales, etc. En la época del descubrimiento
de América había en el continente cuatro subgrupos, conforme acepta la mayoría de los
antropólogos:
1. Indios norpacíficos en Alaska y Oeste de las Montañas Rocosas, a lo largo del Pací-
fico Norte hasta California; entre ellos, los apaches, principalmente, que bajaron hasta
México.
2. Indios subpacíficos o del Pacífico sur, desde México, América central, por los An-
des hasta la Patagonia. Son los neo-amerindios, aztecas, mayas, incas, araucanos en Chi-
le, pampeanos y patagones en las praderas del este de los Andes, Chaco austral, Pampa
y Patagonia.
3. Indios noratlánticos, en las llanuras de América del Norte, al oeste de las Monta-
ñas Rocosas, cuyos principales representantes eran los pieles rojas, bastante alejados del
mongol, con 1,70 m en promedio de estatura.
4. Indios subatlánticos o del Atlántico Sur, en selvas de América del Sur al este de los
Andes, hasta la costa atlántica; de ligero aspecto mongoloide, mesocéfalos, de baja esta-
tura (1,55 a 1,60 m); divididos en numerosas naciones, parcialidades o tribus.
En las Antillas estaban los caribes. Existían también otras razas que no incluiremos
aquí para detenernos más en el análisis y comentario de las naciones que componían las
grandes áreas de la América del Sur donde se dieron a conocer las grandes civilizacio-
nes de las cuales descendemos.
Para ser más puntuales, citaremos a la referente obligada de la antropología para-
guaya, Branislava Susnik, quien realizó una síntesis de las características raciales y so-
cioculturales y de las migraciones de los pobladores prehistóricos del Paraguay,
agrupándolas en tres tipos:

291
JULIO CORREA

1. El pámpido: habitó hace 5-6 mil años a.C. en Chaco y la Pampa; de características
físicas y culturales paleolíticas. Los actuales descendientes serían los makã y los mbajá-
guaikurú.
2. El lágido (por los fósiles encontrados en Lagoa Santa, Minas, Brasil), habitó hace
5-6 mil años a.C. en la región oriental del Paraguay, estados de Paraná, Santa Catarina
y Rio Grande do Sul en Brasil, y Misiones, Argentina.
3. El amazónico: 3000 años a. C. cruzó el istmo de Panamá, llanos de Colombia y Ve-
nezuela hasta el Amazonas, bajó por los afluentes (Madeira, Tapajos, Xingú, Araguaica,
Tocantins) y llegó al Paraguay hacia el año 500 a. C. Son los paleoamazónidos o ava-ama-
zónidos, que alcanzando las nacientes del Río Paraguay se dispersaron por afluentes
hasta el Paraná y costa Atlántica. De tipo racial proto-malayo mongoloide, braquicéfa-
los, baja estatura, cultura neolítica. Los guarani-tupí son racialmente amazónicos, como
también lo son los jíbaro pano, hacia occidente, hacia los Andes y los arawak, caribes,
entre otros.
Entre los migrantes avá-amazónidos se distinguen dos ramales importantes:
1. Los protomby’á, que entraron en contacto con los kaingang y les impusieron su len-
gua avá ñe’e. Poblaron la zona del río Paraguay y afluentes. Estaban organizados en gru-
pos de un solo linaje en una casa comunal.
2. Los protocarios, de asentamiento más reciente (menos de 500 años a.C.) en el mis-
mo territorio, se impusieron a los anteriores, fusionándose con ellos. De cultura neolíti-
ca, agrupados en aldeas (tekoja), en multilinajes (ñandurá), con un jefe (mburuvichá);
eran agricultores. Practicaban la poligamia y el rapto de mozas con fines de alianza, de
parentesco político (tovajá) y de ayuda mutua. Los dos grupos, protomby’a y protocarios,
se fusionaron bajo el dominio de los segundos, para constituir la gran nación guaraní.
Varias parcialidades, que constituían la nación guaraní, fueron contactadas por los
descubridores, conquistadores, colonizadores y misioneros españoles y portugueses. Ci-
taremos algunas de las principales, siguiendo a Bertoni y Susnik, con especial referen-
cia a la Provincia del Paraguay: Kario, Tobati, Guaraní, Guarambaré, Iratí, Paranae o
Paranaygua, los Yguazu, Akaray, Monday, Guyrae, Jakui-Tape, Tape, Tarumá. Todos
ellos ocupaban territorios definidos, delimitados por ríos, serranías, lagunas y bosques.
Eran agricultores, siempre comandados por caciques cuyos nombres se constituyeron en
leyenda por la férrea defensa de sus territorios frente a la pretensión extranjera.
Se citan otras parcialidades que incluyen a los guaraní-tupí, los cuales se habían di-
seminado por los territorios actuales de Brasil, Bolivia, Argentina, entre otros.
En territorio paraguayo, en el Chaco, Región Occidental, mencionamos las parcialida-
des que viven allí actualmente: Ayoreos, Chamacocos, Tapieté, Chiriguanos, Guaná, To-
ba, Sanapaná, Anguite, Lengua, Choroti, Nivaclé, Makã, Toba-lengua. En la Región
Oriental, los Pa’i-Tavyterã, Ava-Chiripa, Ache-Guayaki, Mbyá-Guaraní.

■ El II.territorio
Territorio deldel Paraguay.
Paraguay: Descubrimiento.
Descubrimiento. Colonia.
Colonia. Independencia. Guerra de la Triple
Alianza (1865-1870)
Independencia. Guerra de la Triple Alianza (1865-1870)
En el siglo XVI, el primer gobierno instalado por los españoles en las regiones del Pa-
raná fue el de Asunción del Paraguay, adonde se trasladan los pobladores de Buenos
Aires en 1541. Por la rápida extensión de la conquista, la gobernación del Paraguay
comprendía los inmensos territorios que hoy forman las Repúblicas de Argentina, Pa-
raguay, Uruguay y algunas Provincias del Brasil, ocupadas entonces por los españo-
les. Teniendo presente esa organización de nuestras antiguas casas en aquellos
vastísimos países, se comprende fácilmente que con el nombre de Paraguay se desig-
naban por regla general los territorios situados desde el Perú y el centro de Bolivia
al norte, hasta el extremo meridional de América del Sur, y desde los Andes hasta el

292
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

Océano Atlántico; como en todo ese país la principal gobernación era entonces la de
Paraguay –puesto que la de Tucumán era inferior y la de Buenos Aires no se fundó
hasta 1617–, los Jesuitas, al constituir una provincia religiosa en aquellas regiones
en el año 1607, tomaron para sí la denominación civil que entonces prevalecía en el
territorio ocupado por ellos. Empezó pues a llamarse “Provincia de Paraguay” (Pa-
raquaria en latín) y con ese nombre perseveró hasta que fue expulsada la Compañía
por Carlos III2.

Estas afirmaciones corresponden a la monumental obra dedicada


a la historia de la Compañía de Jesús del Padre Antonio Astrain S. J.
Del análisis meduloso que realiza el investigador Luis T. Gonzá-
lez sobre las causas y consecuencias de la mediterraneidad del Pa-
raguay (figura 1), situación a la que fue destinado por muchos
desaciertos de gobernantes de turno y elementos extraños a las au-
toridades españolas, rescatamos lo siguiente:

La provincia gigante de las Indias inicia la decadencia con las


primeras mutilaciones territoriales. Cuatro desmembraciones
graves sufrió el Paraguay. En virtud de ello no sólo perdió ex-
tensas zonas territoriales, sino que le fueron cercenadas par-
cialidades vitales para su existencia. La segregación
Figura 1. Mapa
amazónica y de la zona de Cuyo, por ejemplo, con ser importantes por su vastedad y
colonial de los límites
riquezas, no influyeron en la continuidad de la nación. En cambio, el cercenamiento de la antigua
del litoral atlántico y de las Provincias del Sur fueron casos de verdadera conmoción Provincia del
orgánica para la provincia, cuyos efectos sufrimos hasta el presente3. Paraguay

Los acontecimientos que mencionaremos a continuación explican en forma fehacien-


te las causas que han llevado al Paraguay a su enclaustramiento geofísico, si así pode-
mos llamarlo, situación que ha determinado la acertada expresión de la relevante figura
literaria del Paraguay, Augusto Roa Bastos: “una isla rodeada de tierra”; así sintetiza las
dificultades del derrotero angustiante de su tránsito interminable hacia el horizonte de
su consagración definitiva, desde el punto de visto económico, político y social.
En el vasto y criterioso trabajo del arquitecto e historiador Jorge Rubiani sobre la
guerra de la Triple Alianza encontramos las siguientes aseveraciones:

La desmesurada extensión de la Provincia no generó ningún problema en tanto su po-


blación se concentraba en el cerco marcado por la solitaria presencia de Asunción. Pe-
ro apenas comenzaban a surgir nuevas ciudades, obligados por la necesidad de dar
coberturas al territorio y poner corte a la obstinada presencia portuguesa sobre los lími-
tes de éste, se manifestaron los inconvenientes. En 1562 se produjo la primera desmem-
bración, la de Santa Cruz de la Sierra. Fue una consumación “ladina” de Ñuflo de
Chávez, agraciado con el histórico desconocimiento de las autoridades sobre las peculia-
ridades de los territorios bajo su mando. Detalle que –en perjuicio del Paraguay- se re-
petiría algunas veces más. Cuando el Rey Felipe III firmó la desdichada Cédula Real del
16 de diciembre de 1616, el destino del Paraguay quedó a merced de sus vecinos del Sur.
Por disposiciones, providencias y dictámenes de quienes manejaban a tientas el destino
de las Colonias, lo que restaba de la antigua Provincia Gigante de las Indias se dividió en
dos: la del Río de la Plata, que se quedaba con Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Con-
cepción del Bermejo y la nueva Provincia del Guairá, integrada por Villa Rica, Ciudad
Real, Xerez, a las cuales se agregó, casi subrepticiamente, nada menos que la ciudad de
Asunción. El Paraguay quedaba así envuelto para siempre en la asfixiante atmósfera
mediterránea. Pero si en aquella cédula no se especificaban divisiones geográficas sino

293
JULIO CORREA

de gobierno, tampoco se manifestaban límites precisos, aunque quedaba establecido que


la línea divisoria entre las dos provincias eran “el río Bermejo y el Paraná central”. No
iba a ser ése, sin embargo, el último golpe destinado a afectar la integridad territorial de
la Provincia. Por el Tratado de Madrid, firmado con Portugal más de un siglo después,
España abandonaba los territorios que ya había perdido de hecho: los que habían que-
dado bajo el amparo de la demarcación establecida en el Tratado de Tordesillas en 1594.
El nuevo tratado entrega a Portugal no sólo extensos territorios del Paraguay (…), sino
también siete pueblos de las Misiones Jesuíticas4.

Se cita también el Tratado de San Ildefonso del año 1777 en relación con la demar-
cación de límites, siempre favorables a la corte de Lisboa, por la falta de cooperación de
la Corona española y por las actitudes ocupacionales de los portugueses.
En la considerada séptima sustracción territorial sufrida por la provincia y con la pro-
mulgación de la Ordenanza del 17 de enero de 1782 se instituía Asunción como capital
de la Intendencia del Paraguay. Por este documento fueron fijados los límites, coinciden-
tes con los del distrito del Obispado. Los mismos eran los acordados en los Tratados de
1750 y 1777. En relación con la divisoria entre el Paraguay y las Provincias del Sur es-
tablecían la siguiente línea: el río Bermejo, río Paraná, Yberá, Mirinay, Uruguay e Iby-
cui, hasta el nacimiento de éste en el nudo grande de la sierra Santa Ana y una línea que
de allí parte hasta frente a la desembocadura del Pepiry Guazu en el Uruguay. Pero en
1803, el Rey Carlos III elevó a la categoría de gobernación independiente los 30 pueblos
de las antiguas misiones del Paraguay. Dos años después, el mismo Monarca adscribe di-
chos pueblos a sus territorios originales y designa a Don Bernardo de Velazco como “Go-
bernador militar y político e Intendente de la Provincia del Paraguay y de los 30 pueblos
de las Misiones de los indios Guaraníes y Tapes del Paraná, Uruguay y Paraguay4.
Bernardo de Velazco fue el último Gobernador español; durante su mandato se pro-
dujo el movimiento libertador del 14 y 15 de mayo de 1811, fecha en que el Paraguay lo-
gra su independencia de la Madre Patria.
Respecto de los acontecimientos diplomáticos ocurridos en la posguerra de la Triple
Alianza, que establecieron definitivamente los actuales límites de la República del Para-
guay, mencionaremos los hechos más notorios suscitados en un marco difícil de negociacio-
nes, ante las desavenencias entre el Brasil y Argentina por la colisión de intereses en pugna,
y que tuvieron como terreno de negociación los términos del Tratado de la Triple Alianza.
El Brasil conviene en fijar el Río Apa como límite entre el Paraguay y Brasil, lo que
significaba la cesión de territorio paraguayo. Esta pretensión quedó firme en el Tratado
de enero de 1872, firmado entre el Barón de Cotegipe y Carlos Loizaga, representante
paraguayo. El 20 de mayo de 1875 se firmó un tratado de límites por el representante
paraguayo Jaime Sosa y el representante argentino Carlos Tejedor, cediendo el Paraguay
su territorio hasta el río Verde, en el Chaco Occidental. Este tratado no fue aprobado por
el gobierno del Presidente Juan B. Gill. Se realizaron nuevas negociaciones que conclu-
yeron con el acuerdo suscripto por el paraguayo Facundo Machain y el argentino Ber-
nardo de Irigoyen, ampliando su territorio los argentinos hasta el río Pilcomayo. Como
medida salomónica, se llevó a arbitraje la franja aludida entre el río Pilcomayo y el río
Verde; el árbitro elegido fue el Presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes,
que falló a favor del Paraguay5.

■ LosIII. guaraníes:
Los guaraníes: la medicina
la medicina empírica
empírica y su aplicación
y su aplicación a las enfermedades generales y
a lasdeenfermedades
la piel generales y de la piel
Hemos visto la extensión del territorio que ocupaban los guaraní-tupí, repartidos
en varias naciones y con nombres definidos que manifiestan múltiples expresiones de

294
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

organización social, política, económica, administrativa y de costumbres. Estos habitantes


de la tierra tuvieron que enfrentar situaciones difíciles como consecuencia de la actitud
de conquista y dominación por parte de españoles y portugueses, principalmente. Pue-
blos enteros que vivían identificados con la naturaleza indómita que los rodeaba, de ca-
rácter pacífico, que trabajaban la tierra, que vivían de la caza de los montes, que
dominaban los ríos y arroyos, domesticaban animales salvajes, vivían en comunidades
numerosas y pequeñas, con sus creencias religiosas definidas, también debían convertir-
se en guerreros, defendiendo con celo el territorio donde habitaban.
El mestizaje fue incontenible. Se fusionaron los atributos de las razas de América y
Europa conservando las virtudes de cada linaje, que constituyen hoy día reflejos cons-
tantes de un período refulgente de nuestros ancestros. Moisés S. Bertoni, sabio suizo de
vida y obra paraguaya, en su libro La civilización guaraní, cita a Carlos Cuervo Márquez
para dar una semblanza de la raza:

El indomable valor, la energía y el tesón con que defendían la libertad y su indepen-


dencia; la desesperada guerra a muerte con que trataron de resistir la invasión euro-
pea, cuando se convencieron de que se presentaban como conquistadores para
despojarlos de sus propiedades, arrancarlos de sus hogares y reducirlos a la más du-
ra esclavitud; la ferocidad con que en sus represalias respondieron a la crueldad im-
placable y a la inaudita perfidia de los europeos hicieron que muy pronto el nombre
“caribe” fuera sinónimo de valiente, de sanguinario y de cruel y que los individuos de
esta raza fueran considerados como bestias feroces, cuya destrucción era permitida y
cuya esclavitud era decretada.6

La determinación y las diferentes estrategias usadas por cada pueblo fueron el resul-
tado de la realidad del momento, que había que saber administrar para preservar con
dignidad la raza amenazada. El mejor conocedor moderno de la raza que fue la más ci-
vilizada de toda la parte occidental de nuestra América no exageró al decir de los gua-
raníes: “Fue uno de los mayores y más notables pueblos de la tierra” (General Couto de
Magalhaes, O Selvagem, citado por Bertoni).
La extraordinaria longevidad de los guaraníes se debía al extremo cuidado por la prác-
tica de la higiene. La vida ordinaria de nuestros karaivés era de 150 años o más. El aseo
del cuerpo era costumbre generalizada; se bañaban en los ríos por más frío que hiciera.
Los chiriguanos se limpiaban la cabeza mediante las semillas machacadas de ñandihra.
Cuidaban también mucho de sus uñas y no menos de los pies. Ninguna parcialidad gua-
raní andaba totalmente desnuda; pero la desnudez relativa fue, en cambio, muy general.
La cuestión de la vestimenta nos lleva a hablar de la urucuización; esta operación diaria
era obligatoria entre los karaives y los guaraníes del Norte y parte del NE, sus descen-
dientes directos. El urukú o bixa orellana es un árbol geotrópico común, que cultivado por
los indios llega hasta regiones serranas; produce una materia colorante que se forma en
torno de las semillas. En Antillas y en todo el Norte de este continente se emplea como
azafrán en muchas comidas. Cada mañana, después del primer baño y antes de secarse
al fuego, todo varón karaivé se hacía frotar el cuerpo con un ungüento hecho de aquella
materia, empastada con un aceite generalmente de palma. Como resultado todo el cuer-
po, inclusive el rostro, presentaba un tinte colorado pálido especial, bastante lustroso, ex-
traño pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues toda mancha de la piel o cicatriz
quedaba borrada y el cutis muy finamente satinado, a la vez que más blando y fuerte. Esa
operación les proporcionaba una defensa contra los malos efectos de la lluvia, contra los
ardores del sol y el frío en ciertas noches y por último, les preservaba de la picadura de
insectos. La urucuización debía oponerse también a una transpiración excesiva que pu-
diese ser causa de debilidad y, al renovarse cada día, mediante un enérgico lavado, debía
llevar toda impureza de la piel. Tan repetida fricción aceitosa debía detener también el

295
JULIO CORREA

endurecimiento senil, tanto el superficial y venoso como el interno, a consecuencia de los


ejercicios que hasta una extraordinaria edad les permitía la soltura del cuerpo.
De un extremo a otro del dominio karaivé-guaraní, la escarificación constituía una
práctica general y característica. Lo fue en todo tiempo, y se ha conservado siquiera par-
cialmente en todas las entidades libres actuales. Es necesario tener presente que tenía
varios fines, con varios procedimientos y un ritual especial para cada uno de los objetos
que se proponía. Éstos fueron por lo menos seis: tres curativos, dos místicos y uno de or-
den higiénico para remediar el excesivo cansancio. La escarificación se hacía mediante
diente de akutí, de pedernal, o costados de tacuarembó o de hojas cortantes, aguijones
de palmeras, espinas de pescado o semejantes, de acuerdo con las regiones. Según fue-
ran más o menos profundas las incisiones se dividían en tugwihkih y tugwihka; en la pri-
mera, la sangre mana lo suficiente para mojar toda la zona afectada; con la segunda, la
sangre corre abundantemente o chorrea. La primera forma basta generalmente para re-
mediar el cansancio y puede repetirse a menudo. La segunda deja mal durante una o dos
semanas, y a veces el paciente debe permanecer durante varios días en cama, boca pa-
ra abajo. La parte generalmente afectada es la posterior, desde las espaldas hasta las
nalgas y en algún caso, las pantorrillas. Sólo en caso de enfermedad se aplica donde el
mal está, como se hacía con las sanguijuelas y las ventosas escarificadas. Con la escari-
ficación se efectúa evidentemente una descongestión local. En cuanto a saber cómo la
descongestión puede eliminar el cansancio, no parece que haya otra explicación sino que
con la sangre y la linfa se expelen también las toxinas y ciertos residuos que se van for-
mando en los músculos sometidos a un trabajo excesivo.
Al ser admitido a la mayoría de edad, el varón debía someterse previamente a uno
de los tratamientos más rigurosos, que debía aquilatar su resistencia a los sufrimien-
tos; con este fin se lo curaba rápida pero muy dolorosamente. Al nacer cada hijo va-
rón, el padre se hacía otra escarificación, más rigurosa cuando se trataba del
primogénito. En algunas colectividades –quizás en todas–, debía recogerse sangre pa-
ra marcar con ella al recién nacido y comunicarle de esa manera una parte del espíri-
tu del padre, pues se consideraba que en la sangre esencialmente está la vida y en el
corazón, el alma. La escarificación expiatoria revestía formas diferentes y era de dis-
tinta intensidad, según la falta a expiar, el error que purgar, el peligro metapsíquico
que evitar u otros motivos de este orden. Conviene destacar que las escarificaciones
constituían al mismo tiempo extensos revulsivos y como eran bastante frecuentes, de-
bían influir en la conservación de la salud general del cuerpo, aun cuando no fueran
curativas. Cuando no se activa la cicatrización por medios artificiales, la revulsión re-
sulta aún más poderosa, pues en este caso las heridas sanan más lentamente y siem-
pre con alguna supuración. En algunas regiones parece haber sido éste el caso más
común, a juzgar por las numerosas señales indelebles que los habitantes presentaban.
Pero se sabía y aún se sabe cómo curar tales heridas de manera que casi no quede ci-
catriz. Ciertas sustancias eran empleadas como desinfectantes. Por ejemplo, el jugo del
fruto del ñandihpa-guazú o genipapo (Genipa americana) era empleado con frecuencia
como desinfectante de la piel en ciertas enfermedades, al punto de pintarse a veces con
él todo el cuerpo, costumbre que se ha conservado. El decoctado de Paraih, llamado
también palo amargo (Picrasma palo-amargo) así como el de otras especies simarubá-
ceas (Simaruba, Quassia, Simaba) era muy usado para desinfección de la piel y preser-
vación contra la picadura de los insectos y mosquitos, siendo todavía de uso general la
primera especie, que parece ser la más activa y llega hasta el Sudeste del Paraguay. El
agua hervida era también considerada acertadamente como medio para conservar la
asepsia y desinfectaban con ella las superficies enfermas; el Barón Nordenskiold alaba
mucho su empleo entre los guaraníes.
Cabe destacar que entre los guaraníes el arte de curar era practicado por el payé,
un indígena reconocido en la comunidad, observador inteligente que disponía de un

296
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

arsenal terapéutico formado por innumerables plantas de la selva, cuyas virtudes conocían.
Según Moisés S. Bertoni, el vocablo payé ha dado lugar a cierta confusión. Su acep-
ción no es idéntica en todos los países ni parece que lo fuera tampoco antiguamente. No
puede ser tomado como sinónimo de “hechicero”, porque ningún pueblo guaraní fue fe-
tichista ni usó fetiches. El payé siempre es médico, pero no lo es esencialmente; y em-
plea sobre todo la sugestión y el magnetismo (que no es “curar con palabras” como
algunos creen, y que es una costumbre supersticiosa de origen europeo): “El tuvichava,
llamado erróneamente “cacique”, también suele ser médico; el kurupaih-voñanga tam-
bién, pero más bien espiritista o evocador de espíritus”6.
Con respecto de las enfermedades, ciertos abscesos merecen nuestra atención. Uno
especialmente, el divieso o Miã, tiene a veces carácter epidémico y ataca a todos, mien-
tras los nacidos comunes persiguen más a los de raza blanca y no aclimatados. Nadie ha
visto un caso de escrófula, que yo sepa, entre los indios de raza guaraní, que viven sin
contacto con los cristianos (tekokatu).
Es notable lo poco que los escritores antiguos se ocuparon de la mayor parte de las
enfermedades parasitarias. La leishmaniasis era mal interpretada, llamándosela con el
nombre de la sífilis en España, esto es, bubas, y como algunas naciones guaraníes la lla-
masen “piã”, nombre que otros daban a una enfermedad que fue confundida con la sífi-
lis, la confusión fue general.
Conocían perfectamente el paludismo, con sus manifestaciones generales y la perio-
dicidad de las crisis, conforme la variedad de parásitos.
En relación con la lepra, Bertoni habla detalladamente del tratamiento empírico, pe-
ro no describe las clásicas lesiones de estos enfermos. Los guaraníes combatían esta
afección, traída por los europeos a América, con el método de la sudación a chorro.

El procedimiento paraguayo para curar la lepra parece ser idéntico a lo que Roche-
fort vio en las Antillas. Es necesario construir un horno de tal capacidad que la per-
sona pueda caber en él cómodamente sentada. El horno se hace de barro ordinario.
Enseguida de construirlo y cuando el barro está mojado (no se debe dejar secar), se
le pone fuego liviano, no para quemarlo sino para calentarlo; esto puede hacerse con
hojarasca o paja. Apagado oportunamente el fuego y tanteado el calor interno, para
ver si el paciente podrá soportarlo, se encierra a éste completamente en el horno y
se tapa con barro amasado dejando dos agujeros o una abertura, para mirar y res-
pirar. La enorme tensión del vapor, determinada por la saturación de humedad y al-
ta temperatura, no demora en producir una transpiración tan abundante que otra
igual no puede haber. El sudor corre todo el cuerpo y luego por el fondo del horno.
Creo que la operación poco debe pasar de media a una hora lo más. Entonces se abre
y el enfermo sale. Éste es un momento crítico y peligroso. Inmediatamente los enfer-
meros deben cubrir al enfermo con ponchos y mantas de lana y al mismo tiempo en-
jugar todo el cuerpo. Es indispensable obrar rápido y que el sudor sea secado sin que
el cuerpo se enfríe ni reciba corriente de aire, por poco que sea. Se seca refregando
enérgicamente con tejidos de algodón. Hecho esto, se envuelve completamente al pa-
ciente, si es posible con ropa de lana, se le cubre bien y se acuesta en un cuarto ce-
rrado, en el que debe pasar el resto del día. Al día siguiente puede levantarse pero
no salir, si el tiempo no es caluroso y hay algún viento. Es indispensable que la vuel-
ta a la temperatura normal y por fin a la vida libre, sea lenta y gradual. Que resulte
eficaz y definitivo, es lo que actualmente no se puede afirmar. Agrego que es general
la idea de que la lepra es una alteración de la sangre6.

La sífilis, esta enfermedad universal, de versatilidad signológica sorprendente, tam-


bién es motivo de análisis por los autores paraguayos de la época y principalmente por
Moisés S. Bertoni, a quien seguimos en este capítulo. En la excelente obra sobre la

297
JULIO CORREA

Historia de la Dermatología en el Perú, de los Drs. Luis y Elbio Flores Cevallos, se rea-
firma el origen americano de la sífilis, con documentaciones testimoniales de huacos pre-
colombinos. Bertoni, en cambio, asegura la ausencia de la enfermedad antes de la
llegada de los españoles, destacando lo contradictorio y extraño de que se diese por ame-
ricana una enfermedad que no tenían los pueblos americanos y cuya propagación se rea-
lizó en Europa con enorme rapidez, mientras que en América no se desarrolló en miles
de años. Subraya también el hecho de que los indígenas americanos no tuvieran un nom-
bre para designar esta enfermedad y que hasta la fecha no lo tienen los indígenas de las
tribus que permanecieron sin contacto carnal con los europeos.
Todos los autores citados por Bertoni (Juan de Léry, Thevet, Guillermo Piso) destacan
la enfermedad denominada piã o pian, que se caracteriza por presentar bubones gene-
ralizados, que a veces se ven incluso en niños. Como remedio, según indica Rochefort, se
utiliza la corteza amarga del árbol Chipihú, con el nácar raspado de un nambí (concha),
el jugo de ciertos ihsipós rastreros o yhvihmbi; y externamente, ciertos ungüentos y lini-
mentos, que tienen un poder notable para la limpieza de las pústulas que se presentan
generalmente sobre el cuerpo de los tienen el pian. Y agrega:

Componen estos remedios mediante la ceniza de juncos o pirí quemados, con la cual
mezclan el agua que segrega y que recogen de las hojas del caulinares del babirier;
emplean también con el mismo fin el jugo del fruto del genipa y aplican sobre los bo-
tones la pulpa machacada de este fruto, que tiene el poder de atraer todo el pus de
las llagas y cerrar los labios de las úlceras6.

Los guaraníes conocían diversos procedimientos para aplicar a las afecciones varias
que se producían en la piel. La succión, que en guaraní es suvá, era muy conocida:

Por lo demás los guaraníes conocieron desde muy antiguo la ventosa verdadera. La
ventosa guaraní no era de vidrio, sustancia ignorada en América, sino que se hacía
cortando convenientemente una calabaza o porongo (Lagenaria vulgaris) de mane-
ra de formar un embudo o cornete, que se aplicaba como nuestras ventosas, pero ex-
trayendo el aire por aspiración por la parte angosta debidamente agujereada. Un
buen suvandára (así llaman al operador) produce rubefacciones y levantamientos
que no pueden dejar de tener su efecto sobre ciertas dolencias6.

El calor del fuego y los rayos solares son aprovechados por el médico o payé. Según
Bertoni, que cita a Couto de Magalhaes:

emplean también el fuego como agente terapéutico en caso de animales ponzoñosos


como víboras o rayas. No cauterizan las heridas y las llagas como nosotros, sino que
arriman al fuego el miembro herido y resisten hasta que ya no pueden soportar el
calor; lo alejan entonces y pronto lo arriman otra vez y así repiten hasta que al ca-
lor suceda una especie de torpor, quedando el dolor adormecido6.

Es importante destacar que, por el celo que ponían en el aseo y por su disciplina en
la alimentación, los indígenas presentaban muy pocas dermatosis. Guillermo Piso, cita-
do por Bertoni, indica sólo dos: el empeine y el sarpullido. Para el empeine (en guaraní
uñé, denominación que persiste hasta nuestros días y es utilizada por nuestros compa-
triotas de los hospitales públicos para designar a la dermatofitosis), se utiliza una hier-
ba de aspecto gramináceo y modesto, llamada yupikaih; se usa machacada. También se
emplea la vaina de una leguminosa, el Phaseolus caracalla, y en casos muy rebeldes la
cáscara de sevipira, árbol brasileño de acción muy intensa.
La sudamina o sarpullido se puede detener por el decocto de raíces de Yuripe

298
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

(Iuripeva) con limones. Una de las especies de es muy parecida al Solanum robustum
(Yaguarete-pó), con notable efecto sobre llagas y úlceras en general.
Bajo los rótulos de úlceras y bubas se encuentran menciones entre antiguos autores
sobre la leishmaniasis. Para la curación de las úlceras se usaban los ka’ã-tai, Polygonum
acre y especies afines y la leche del guapoih (Picus).
Una de las molestias más generales en ambas Américas es seguramente la ura (Der-
matobia hominis) o mejor dicho, la larva de esta mosca, distinguida del animal adulto
con el nombre de Mberuasó, siendo ambos nombres guaraníes. Para preservar de la ura
no son siempre eficaces los insectífugos; sin embargo, conociendo las condiciones at-
mosféricas y la hora peligrosa y aromatizándose con ciertas plantas los indios general-
mente la evitan, mediante el uso del aceite de Chupad y el decocto del Paraih y en el
NE, a través de bálsamos diversos y el cocimiento del Tarokih, una Cassia de notables
propiedades. En el caso frecuente de ser atacados, nunca practican corte alguno; cuan-
do es pequeña, la extraen previa narcotización con tabaco o la asfixian mediante cás-
cara contusa de Ihvaika (Ocotea), u otra sustancia de análogo efecto, sacando luego la
larva por presión.
Se mencionan insectífugos como el Paraih (Picrasma palo-amargo), el Paraihva del
NE (Simaruba versicolor) y los del Norte (Simaruba, Simaba, Quassia). Otro insectífugo
poderoso es el Gwembé, designándose con este nombre dos o tres especies muy afines de
grandes Philodendron, llamados también Embe, Aimbe, Guembepi (Ph. bipinnatifidum,
Ph. lundii, Ph. lubium y tal vez otra), los mejores medios de defensa contra piques o ni-
guas (Tunga penetrans).
Para el ofidismo, los remedios usados por los guaraníes corresponden a cuatro cate-
gorías diferentes, aunque algunos podían pertenecer a dos o tres categorías a la vez. La
primera propendía a la eliminación del veneno, la segunda a su neutralización, la terce-
ra a sostener la vitalidad y la cuarta a prevenir los accidentes secundarios y la infección
general. Se citan: la aplicación de barro a las mordeduras ponzoñosas, las ventosas es-
carificadas, la cauterización, pero no el escaldamiento. El más generalizado era el pro-
cedimiento sudorífico. La neutralización se intentaba de muchas maneras, como por
medio del Yahape (Kullinga adorata), la ciperácea que en Paraguay lleva el calificativo
de Kaapi-Kati-payé; tal vez la acción era más carminativa. Neutralizantes más efectivos
eran el tabaco, en aplicación de hoja calentada a sudar; el Caapiã (Dorstenia) en aplica-
ción externa el jugo o interna, la infusión a frío de la raíz contusa; los cataplasmas con
mandioca (la raíz cruda y rallada).
Es necesario mencionar también la saliva de persona en ayunas aplicada a la herida,
manteniéndola húmeda. Como desinfectante se usaba la esencia del incienso (Myrocar-
pus frondosus); la piel del fruto del Guavira (Campomanesia guavira y especies afines);
entre los mejores, está el Ihsihpo Kati o Milhombres (Aristolochia brasiliensis, Ar. Trian-
gularis), que sostiene las fuerzas, combatiendo la paralización. El Yahape verdadero (Ky-
llinga), fuerte carminativo, está en el mismo caso.
Los guaraníes tenían conocimiento de la inmunización por inoculación previa. Se ha-
cían morder por especies de menor ponzoña, como la culebra ñakanina, con el fin de que
las eventuales mordeduras de víboras más peligrosas no les resultasen mortales6.

El manejo de las heridas; gangrena, desinfección

Los guaraníes, que vivían integrados a la naturaleza y que iban a la guerra en circuns-
tancias específicas, sufrían todo tipo de lesiones de piel. El vendaje se hacía con tejidos de
algodón. El lavado de heridas nuevas era practicado en pocos casos y, según el país o pá-
ramo, con agua hervida. A veces se hacía con ciertos aceites como el de karaiva, destila-
do por un árbol del Nordeste, que a la vez sirve contra los tumores en general.
La medicación más empleada era la esencia del myrocarpus, es decir, la resina de

299
JULIO CORREA

incienso, obtenida por cocimiento o infusión en agua caliente o fría del Myrocarpus fron-
dosus o las especies afines llamadas Kavureih o Kavureihva. Entre las más usadas estaba
también el Mboichini-Ka’a, llamado por muchos “yerba santa” (Baccharis vulneraria
Backer) cuyas hojas verdes se aplican sobre las heridas.
Conocían lo necesario para la aplicación de la medicación tópica conforme las lesio-
nes se presentaban en diferentes regiones anatómicas. Para la cabeza, en caso de con-
tusión o corte, destinaban como remedio insuperable el aceite de Chupad. Se colocaba al
herido en hamaca de manera que la cabeza permaneciera mucho más alta que el cuer-
po. Para los ojos, el jugo de Kupaihra, por decocto, mezclándolo con albúmina de la cla-
ra de los huevos de las aves. Para las lesiones de pies, el chupad agregado al bálsamo o
resina de incienso. Las resinas óleo-esenciales de varias especies de Icica, Myrocarpus,
Myroxylon, Protium y otras especies parecidas substituían al incienso y al chupad don-
de estos árboles escaseaban. Apelaban a estas oleorresinas para que las heridas no de-
jasen cicatrices. El procedimiento se empleaba también para eliminar rastros de las
escarificaciones.
Otras plantas conseguían borrar las cicatrices. Al hablar del Kurupaih del NE un ob-
servador expresa: “Los indios se sirven de la leche de este árbol para curar las heridas
frescas y viejas… y dicen que las heridas a las que se aplica esta leche no dejan ningu-
na señal de cicatriz”.
Para las heridas contusas con formación de hematomas, aparte del aceite de Kupaih
usaban un cocimiento de la raíz de la Boehmeria caudata, urticácea muy común.
Para las heridas gangrenosas era muy usado el tabaco, aunque más poderosas eran
las aristoloquias ya citadas. El Ka’átai (Poligonum acre) era usado por los indios del Nor-
te. También se usaban para las ulceraciones, además de la medicación específica como
los akapu, grupo de especies de Andira, el Avaramo, la Mimosa unguiscati, según Mello
Moraes, el Sihpakarihó (Davilla rugosa y D. brasilian), la manipuera, masa de mandio-
ca rallada con su jugo, los Guapoih (Picus), el Penaihva, especie de manzanillo de las An-
tillas y Amazonas (Hippomane) y muchas otras plantas. Los indígenas curaban la
ulceración cancerosa por medio de la savia del árbol penaihva. Después de secarla, la
rodean con una pasta hecha de uruku con barro, para que no se derrame la leche verti-
da en la úlcera. Los tejidos mortificados se ennegrecen, se separan de la parte sana, y a
la herida limpia ya, se le cura con aceite del Kupaih y plantas emolientes.
Conocían los métodos de asepsia y desinfección. Mello Moraes habla de una planta
aromática llamada Tarerokih, con la cual los indios se perfumaban cuando caían enfer-
mos porque creían que poseía propiedades antipútridas. Para el mismo fin se empleaban
las flores del Guavira (Campomanesia) y cocimientos de hojas de Taperihua (Cassia), de
la cáscara de Kavureih (Myrocarpus), del derma del Ihsihpo-Kati-paye (Aristolochia).
Por último debemos destacar que los guaraníes pintaban su cuerpo por razones va-
rias: identificación tribal, ornamentación, carácter guerrero, religión, significación má-
gica, recordación mítica, iniciación, ceremonial, festiva, danzas o juegos, protección o
atracción, ahuyentar espíritus malos, infundir miedo, al llegar la pubertad (rojo o azul),
durante la menstruación (negro o azul), en moribundos, durante el luto (aunque no siem-
pre), en el casamiento. La viuda, al terminar el luto (período de abstinencia sexual), se
pintaba el rostro de rojo.
Los tatuajes, aunque entre los guaraníes no eran frecuentes, se realizaban con las
mismas pinturas, utilizando materiales como espinas de tunas o huesos puntiagudos. El
tatuaje era practicado en forma progresiva; se iniciaba generalmente en edad joven, se
intensificaba en la pubertad y en la edad adulta se aplicaban los tatuajes definitivos.
En cuanto a los adornos, algunos eran usados toda la vida y otros según las ocasio-
nes de carácter religioso, conforme las etnias, sexo y edad, entre otros factores. Actual-
mente entre los Mby’á, Pañ y Chiripá, los varones hasta el día de su matrimonio gustan
de colocar detrás de las orejas flores de lindos colores chillones o la fuertemente

300
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

perfumada hoja de caraguatá moroti. Los Mby’a llevan en el labio inferior el tembetá,
que en otros tiempos debe haber consistido en una piedra y hoy casi siempre es un bas-
toncillo de Tacuarembó, huesos de tibia de aves del tamaño de una gallina, con o sin in-
crustaciones. También la resina del Hyary, Mbary o Tembetary se usa para confeccionar
estos objetos. La técnica para la confección consiste en colocar una cañita fina de bam-
bú contra el tronco herido de uno de esos árboles a fin de recibir la goteante resina lí-
quida. Después de unos días, el cañito está lleno y la resina se endureció, de modo que
puede ser liberado de la forma que lo envuelve.
Los adornos para las orejas sólo eran usados por las mujeres7.

■ Aspectos
IV. Aspectos históricos históricos
de la medicina de la Relación
en el Paraguay. medicinacon laen el Paraguay.
Dermatología
Relación con la Dermatología

Tras la llegada de los primeros conquistadores se suceden diversos hechos: la colisión


de culturas –por decirlo de alguna manera–, las leyendas de pueblos muy ricos que des-
pertaban la codicia de muchos navegantes que acompañaban a quienes venían a pose-
sionarse de las tierras en nombre de la Corona, los tratados entre la Corte Española y
Portuguesa sobre definiciones territoriales, la presencia de los Jesuitas en las reduccio-
nes del Paraguay, Argentina y Brasil, que duró doscientos años, hasta su expulsión por
el Rey Carlos III, a mediados del siglo XVIII.
Todos estos acontecimientos conformaron un marco social donde se fueron instalan-
do en forma progresiva instituciones dedicadas a la salud, improvisadas y rudimentarias
al principio, con actores ocasionales que fungían de médicos y afines, sin formación aca-
démica pero que constituían un último refugio para mitigar en algo las enfermedades le-
ves o severas.
Del trabajo del Dr. Guillermo Vidal encontrado en los Anales de la Facultad de Cien-
cias Médicas, extraemos lo siguiente:

Con los conquistadores llegan al Paraguay los primeros galenos europeos. Esto acon-
teció en el siglo XVI. En las capitulaciones que los Adelantados fijaban con el Rey so-
lía haber una cláusula por la que se obligaban a traer consigo médicos y cirujanos,
boticarios y medicinas, con las que se atendería gratuitamente a los enfermos duran-
te la travesía o en tierras conquistadas. En un comienzo fueron los cirujanos. Y no
los titulados, sino simples barberos que lo mismo sabían sangrar que afeitar, sacar
muelas que poner ventosas. Más tarde, ya en las postrimerías del siglo XVI, princi-
piaron a ejercer médicos cirujanos graduados, pero éstos fueron los menos. El Río de
la Plata, que a despecho de su nombre no tenía plata ni cosa parecida, ofrecía poco
atractivo a los doctores de Medicina y Cirugía. Lo que hoy denominamos disentería,
viruela, paludismo y avitaminosis, que fueron probablemente las afecciones médicas
más comunes de la época, se trataban sobre todo con purgantes, sangrías y vento-
sas. Su labor habitual consistía en entablillar huesos fracturados, reducir dislocacio-
nes, drenar abscesos, cauterizar heridas y amputar miembros gangrenosos. Sus
remedios predilectos eran la purga y la sangría, verdaderas panaceas universales.
También recurrían en ocasiones al polvo de unicornio, al milagroso bezoar o a los mil
y un brebajes en los que nunca faltaba el vino y el aceite, puestos en boga en la me-
dicina del Renacimiento. […] Junto a estos artesanos, vinieron también a las Améri-
cas muchas enfermedades. El Paraguay sufrió en los siglos XVI, XVII y XVIII
devastadoras epidemias de viruela, sarampión y otras infecciones importadas que
arrasaron pueblos enteros. Los indígenas, menos inmunizados que los europeos,
perecían a millares. Tras el empuje creador de la conquista, cayó el Paraguay en un

301
JULIO CORREA

letargo secular. Los malos gobernantes, las sucesivas e ininterrumpidas migraciones


colonizadoras y la fatalidad geográfica malograron el promisorio ascenso de sus pri-
meros años.
Debe destacarse la presencia de curanderos que manejaban productos vegetales.
Además, la exaltación religiosa que reinó durante la Colonia hizo que se desprecia-
ra un tanto la Medicina8.

Coinciden González Torres y Guillermo Vidal en situar en el año 1541 la creación del
Hospital de Españoles y Naturales, ya que en esa fecha se constituyó Asunción en ciu-
dad. Una Cédula Real mandaba a los Virreyes, Audiencia y Gobernadores que fundasen
hospitales en los pueblos de españoles e indios. En la época de la Colonia se construye-
ron dos hospitales en Asunción. El primero, el Hospital San Bartolomé, fue erigido hacia
1603 por el franciscano obispo Fray Martín Ignacio de Loyola. El segundo fue fundado y
organizado por el médico paraguayo Dr. José Dávalos y Peralta, que había estudiado me-
dicina en la Universidad de San Marcos, de Lima. Hacia 1695 funda el hospital donde
trabaja hasta su muerte en 17319.
Hacia el año 1760, se construyó otro hospital en los terrenos que más tarde llamaron
Potrero, a orillas del arroyo Jardín, por decisión de la Corte, que se opuso tenazmente a
las pretensiones del cabildo y del obispo en el sentido de invertir las rentas del Hospital
en la creación de una Universidad o Convictorio dirigido por los Jesuitas8.
Los últimos años de la Colonia fueron, en cambio, muy provechosos para la sanidad
nacional. La prosperidad económica atrajo a varios médicos europeos; otros llegaron con
las partidas demarcadoras de los límites hispanolusitanos. Cirujanos con título universi-
tario, introdujeron en el Paraguay las modernas ideas sobre la anatomía, patología y diag-
nóstico clínico; individualizaron el tétanos infantil, los exantemas agudos, las calenturas
intermitentes, la sífilis, la tuberculosis pulmonar, la conjuntivitis epidémica, las disente-
rías y el tabardillo. Fueron también los primeros en usar el fórceps y hacer atrevidas in-
tervenciones quirúrgicas. En estos años se regulariza el ejercicio de la medicina.
El Congreso de 1844 dispuso la contratación de profesores extranjeros y el envío de
jóvenes paraguayos al exterior para estudiar medicina, cirugía y obstetricia. Estos mé-
dicos contratados por el Estado, ingleses en su mayoría, constituyeron la sanidad militar
y en 1858 formaron una Escuela de Cirugía que funcionaba en el Hospital Potrero. La
guerra de 1865-1870 dio al traste con esta primera escuela médica oficial; todos sus in-
tegrantes pasaron a cuadros del ejército8.
A partir de 1870 la medicina se vivifica con el aporte de numerosos médicos europeos
que vienen al heroico Paraguay más en busca de aventuras que de fortuna. El Estado,
carente de recursos, no puede realizar obras sociales, y se limita a bosquejar una nueva
organización sanitaria. El Consejo de Medicina e Higiene Pública, el Conservatorio de Va-
cunas, el Hospital de Caridad y otras instituciones afines son fundadas en este tiempo con
mayor caudal de propósitos loables que de medios económicos de subsistencia.
El año 1890 marca una nueva etapa, con dos hechos trascendentales: la aparición de
los primeros médicos paraguayos y la fundación de la Universidad Nacional de Asunción.
Los primeros médicos paraguayos se graduaron en Buenos Aires y Montevideo; de retor-
no a la patria, gracias al apoyo prestado por varios profesores españoles, hicieron posi-
ble la apertura de una Facultad de Medicina. Esta primera Facultad tuvo una existencia
efímera pues se disolvió a mediados de 1891, por falta de alumnos; se reactivó en 1898
para dar años después la primera promoción de facultativos nacionales.
Y así entramos en el siglo XX, en el que la Medicina progresa rápidamente hasta lo-
grar la posición actual. El Hospital de Caridad, inaugurado en 1894, se nacionaliza en
1925 y en 1927 pasa a ser dependencia de la Facultad de Ciencias Médicas. Ésta, clau-
surada en 1912 y abierta por tercera vez en 1918, se reorganiza y perfecciona con la co-
laboración de ilustres profesores contratados en Europa. Puede fijarse en 1927 el punto

302
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

de partida de la fase académica de nuestra Medicina. La contratación de maestros por


parte del hospital inicia en esta fecha un período fructífero que llega hasta el presente8.

■ Reseña histórica de la Sociedad Paraguaya de Dermatología

Vamos a referirnos aquí a los acontecimientos que cimentaron las primeras estruc-
turas de organización y funcionamiento de la Sociedad Paraguaya de Dermatología (fi-
gura 2).
Cabe mencionar, para regresar al fondo de las edades, como quien dice, a los médi-
cos de aquella gallarda juventud que se dispusieron fundar la Sociedad de Dermatología,
Sifilología y Leprología del Paraguay, como se denominó al principio. En este apartado
reproducimos el Acta fundacional de la Sociedad (figura 3) y recordamos la nómina de Figura 2. Logotipo de
la Sociedad Paraguaya
los que suscribieron el documento, haciendo la salvedad de que puede haber omisiones
de Dermatología
involuntarias por falta de documentos. Sus socios fundadores fueron los Drs. Amelia
Aguirre, Roque Ávila, Atilio Báez Giangreco, Francisco Benza, Guillermo Brañas, Virgi-
lio Caballero Garay, Arquímedes Canese, José Esculies, Manuel Jiménez, Tomás Gonzá-
lez, Miguel González Oddone, Domingo Masi, Desiderio Meza, Francisco Millares, Alberto
Miquel, Domingo Pessolani, Federico Ríos, Eduardo Rodríguez, Juan Servín, Ricardo
Ugarriza, David Zaidestein. Corría el año 1946.
El 10 de noviembre de 1947, en asamblea, se consagra definitivamente el Estatuto que
rige hoy día la Sociedad Paraguaya de Dermatología, reemplazando la denominación an-
terior y determinando los objetivos, obligaciones societarias, rangos de membresía, asam-
bleas y comisiones directivas, entre otros, y definiendo los lineamientos definitivos que
Figura 3. Acta
dan vigencia y dinámica a la institución que nuclea a los dermatólogos del Paraguay10.
fundacional de la
Durante la jefatura de la Prof. Dra. Hermelinda Palacios de Bordón (1986) se re-fun- Sociedad de
dó la Sociedad Paraguaya de Dermatología. Dermatología,
Hay que destacar que en forma modesta pero sostenida y firme, con el aporte de va- Sifilología y
rios médicos jóvenes que fueron a especializarse en prestigiosas escuelas tanto en Amé- Leprología del
rica como en el Viejo Mundo, se ha conseguido ubicar a la Sociedad Paraguaya de Paraguay
Dermatología como parte integrante de famosas sociedades como RADLA, CILAD, ATD,
entre otras, contribuyendo con aportes científicos como trabajos de investigación, casos
clínicos relevantes, integrando comisiones auxiliares y también organizando congresos
de la especialidad.
Remitiéndonos a los documentos que hemos revisado, muy poco hemos encontrado
referente a las comisiones directivas anteriores a 1986; es muy probable que se hayan
extraviado por carecer de una secretaría permanente, situación que fue subsanada en el
año 1998 bajo la presidencia de la Dra. Gloria Galeano de Valdovinos.
A pesar de estas carencias, es posible afirmar que a partir de 1986 se sucedieron di-
námicas y laboriosas autoridades que dieron solidez definitiva a las actividades científi-
cas, contando con la participación de los ya numerosos socios de la Sociedad. Se
elaboraron calendarios de encuentros mensuales como ser cursos, conferencias, presen-
tación de casos, mesas redondas, presentación de trabajos para la incorporación de so-
cios y jornadas con invitados extranjeros de relevancia –grandes maestros como los Drs.
Adrián M. Pierini, León Jaimovich, Rita García Díaz, Alejandro Cordero, Alberto Woscoff,
Jorge Abulafia, José A. Mássimo, Evandro Rivitti, Joel Bomfard, Walter Balda, Hugo Ca-
brera, Sebastiao Sampaio, María A. Vitale, Galo Montenegro, Raúl Vignale, Mario Marini.
Luego de extenuantes horas de trabajo por las reuniones cotidianas, con total dedi-
cación y empeño, se llegó a la realización del I Congreso Paraguayo de Dermatología, los
días 13 al 16 de octubre de 1995, con la presencia de ilustres exponentes de la Derma-
tología Latinoamericana como Ramón Ruiz Maldonado y Roberto Arenas (México), Jorge

303
JULIO CORREA

Abulafia, Alberto Woscoff, Hugo Cabrera, Margarita Larralde, David Grinspan, Manuel
Jiménez y José A. Mássimo (Argentina), Juan Honeyman (Chile), Clarisse Zaits y Silvio
Alencar (Brasil). Los temas oficiales fueron Terapéutica en Dermatología y Cáncer y Pre
cáncer de piel. Concurrieron 413 personas entre colegas nacionales y extranjeros,
dermatólogos en su mayoría, como era de esperarse, que asistieron a cursos pre congre-
so, conferencias magistrales, simposios, temas libres, mini casos y una sesión de Histo-
patología, entre otros temas que incluyeron todo el espectro de las afecciones
dermatológicas.
A finales del año 1996, estando como Delegada RADLA por Paraguay la Dra. Oilda
Knopfelmacher, se ofreció al Paraguay ser la sede para la realización del próximo Con-
greso RADLA –el primero en nuestro país–, el cual se llevó a cabo en 1998.
El II Congreso Paraguayo de Dermatología y II Jornadas Paraguayas-Paranaenses de
Dermatología se realizó del 26 al 28 de agosto de 2000, con más aplomo y contundencia
por la experiencia adquirida en el primer evento: El tema oficial fue “Terapéutica Der-
matológica. Qué hay de nuevo”, acompañado de cursos, simposios y conferencias, con la
presencia de ilustres invitados como Amy Nopper (USA), Roberto Arenas y Yolanda Or-
tiz (México), Fausto Forim Alonso, Julio C. Empinotti, Sebastiao Sampaio (Brasil), Manuel
Giménez, León Jaimovich, Héctor Lanfranchi y Mario Marini (Argentina).
El III Congreso Paraguayo de Dermatología se llevó a cabo los días 20 al 22 de sep-
tiembre de 2002, con la misma predisposición y entusiasmo que los anteriores, retoman-
do los temarios ya mencionados con el agregado de algunas novedades y con la ilustre
presencia de invitados como Guadalupe Chávez, Roberto Arenas, Roberto Estrada y Jo-
sefina Carbajosa (México), Héctor Cáceres (Perú), Manuel Zamora, Martín Sangüeza y
Juan C. Diez de Medina (Bolivia), Margarita Larralde (Argentina), Antonio Rondón (Ve-
nezuela), Raúl Cabrera (Chile), Marcello Menta (Brasil).
El 25 y 26 de julio de 2003 se concretaron las I Jornadas de ATD en Paraguay, con la
inestimable colaboración de Miguel Allevato, Juan C. Diez de Medina, Jaime Piquero,
Martín Sangüeza, Néstor Macedo, impulsadas por la Sociedad Paraguaya de Dermatolo-
gía con el apoyo de otras instituciones, y a las que asistieron una buena cantidad de co-
legas dermatólogos e interesados en general sobre estos aspectos de la especialidad, a
través de conferencias, sesiones interactivas y reuniones.
El IV Congreso Paraguayo de Dermatología y I Curso CILAD para médicos generales,
clínicos y pediatras se desarrolló del 24 al 26 de septiembre de 2004, con los auspicios
de la Sociedad Paraguaya de Pediatría, el Servicio de Dermatología del Hospital Nacio-
nal, el Departamento de Lepra del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, la Cá-
tedra de Dermatología-Facultad de Ciencias Médicas-Universidad Nacional de Itapúa, el
Servicio de Dermatología-Hospital Central del Instituto de Previsión Social y del Depar-
tamento de Medicina Interna-Hospital Central del Instituto de Previsión Social. Se contó
con la presencia como invitados extranjeros Carlos F. Gatti y Adrián M. Pierini (Argenti-
na), Juan C. Diez de Medina y Martín Sangüeza (Bolivia), Roberto Arenas (México), Ri-
cardo Pérez Alfonso, Elda Giansante (Venezuela); el temario incluyó, como en los eventos
anteriores, todo el espectro de las afecciones dermatológicas en general.
Todos los eventos tuvieron lugar en la capital de la República, Asunción. Nobleza obli-
ga a mencionar la participación de eminentes profesionales paraguayos, como profeso-
res, instructores de la docencia, colegas pertenecientes a la Facultad de Ciencias Médicas
de la Universidad Nacional y a conocidos hospitales públicos del Paraguay, así como es-
pecialistas de otras disciplinas como hematólogos, infectólogos, internistas, pediatras y
otras especialidades de las Ciencias Médicas, sin cuya participación desinteresada hubie-
ra sido imposible la realización de los eventos.
Sin citar nombres, por temor a olvidos injustificados, va nuestra sincera gratitud a to-
dos ellos. Como conclusión, podemos afirmar que las actividades realizadas por los der-
matólogos del Paraguay, en su nueva faceta de afianzamiento y proyección definitiva en

304
Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay

el fascinante mundo de las ciencias, tienen como destino final la aplicación de los cono-
cimientos a los enfermos que solicitan la sincera ayuda para el alivio de las patologías a
nivel del tegumento, y por ello acuden a la consulta en el templo del trabajo, el consul-
torio del dermatólogo. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias 10. Estatuto de la Sociedad


Paraguaya de Dermatología,
Jesuitas en tiempos de las
misiones. Asunción: CEPAG
bibliográficas 50º Aniversario 1946-1996. (Centro de Estudios
Paraguayos Antonio Guasch);
1. González Torres D. Cultura 1995.
guaraní. Asunción: Litocolor. Bibliografía Revista Médica del Paraguay.
1993:61-97. complementaria Círculo Paraguayo de
2. Ruiz Nestoza J. Diario ABC Médicos. En-may
Color. Asunción. 22 febr 1964;VI(1):30-3.
Bolla de Lezcano L. Reseña Sánchez Labrador J. La Medicina
2004; Suplemento Cultural, histórica de la Cátedra de
pp. 2-6. en el Paraguay natural 1771-
Dermatología de la Facultad 1776. Exposición comentada
3. González LJ. Paraguay: de Ciencias
prisionero geo-político. del texto original por el Dr.
Médicas.[Comunicación Aníbal Ruiz M., profesor
Buenos Aires: Nogal; personal].
1967:17-18. titular de la Historia de la
Cadogan L. Apuntes de medicina Medicina de la Facultad de
4. Rubiani J. La Guerra de la popular guaireña. Asunción: Ciencias Médicas de Buenos
Triple Alianza. Tomo I. Publicación del Centro de Aires. Tucumán (República
Asunción: Azote-Diario ABC Estudios Antropológicos del Argentina): Talleres ETA.
Color. 2002:10-16. Paraguay (CEAP). Imprenta Asunción: Museo Etnográfico
5. Ferreira R, Campos Caballero Nacional; 1957. Andrés Barbero. 1968:78-88.
H. Escarbando la historia. Departamento Nacional de Susnik B. Los aborígenes del
Diario Última Hora. 7 jul Higiene y Asistencia Pública. Paraguay. Cultura Material.
2005; Sección Política, p. 8. Informe de la Dirección Asunción: Museo Etnográfico
6. Bertoni MS. La civilización General correspondiente a Andrés Barbero. 1982;IV:
guaraní. Parte III: los meses de agosto a 126-147.
Conocimientos. Puerto diciembre de 1917. Asunción:
Bertoni, Alto Paraná: Talleres Gráficos del Estado.
Imprenta y Ed. Ex Sylvis; Museo Etnográfico Andrés
1927. Barbero; 1918:86-95.
7. Müller F. Etnografía de los Franco V. La sanidad en la Guerra
Guaraní del Alto Paraná. de la Triple Alianza.
Rosario (Argentina): Escuela Asunción: Círculo Paraguayo
de Artes Gráficas del Colegio de Médicos; 1976:78-81.
Salesiano San José. Furlong G. Historia social y
Asunción: Museo Etnográfico cultural del Río de la Plata
Andrés Barbero. 1989:89-92. 1536-1810. El transplante
8. Vidal G. Historia de la social. Buenos Aires:
Medicina en el Paraguay. Tipográfica Editora
Anales de la Facultad de Argentina. Asunción: Museo
Ciencias Médicas. Asunción. Etnográfico Andrés Barbero.
1945;5(21):148-150. González Torres, D, Aspectos
9. González Torres D. Cap. 1. sanitarios de la Guerra de la
Hospitales. En: Historia de la Triple Alianza, Capítulo III-
Medicina en Paraguay. Temas Las Epidemias, Asunción,
médicos. Asunción: Imprenta 1968, 60-93.
Nacional. 1964:7-8. Meliá B, Nagel LM. Guaraníes y
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN EL PERÚ
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

INTRODUCCIÓN ■ Introducción
Luis Flores-Cevallos

E l Perú es un país privilegiado, dotado de una gran riqueza natural –flora y fauna–,
que influye enormemente en la patología humana y por ende en la dermatológica. Posee
además un pasado histórico cultural milenario.
Considero necesario exponer aquí algunas informaciones útiles para conocer el am-
biente en que se desarrollan los acontecimientos históricos, así como la patología derma-
tológica tropical.
El Perú se encuentra ubicado en la zona subtropical de la América del Sur, atravesado
por la cordillera de los Andes de Norte a Sur y bordeado por el Océano Pacífico con la co-
rriente marítima fría de Humboldt que se moviliza de Sur a Norte, condiciones que hacen
del país un emporio de riquezas naturales con variadas manifestaciones en su biología.
La Costa. Corresponde a la parte occidental, de clima desértico bastante estable, cu-
bierta frecuentemente por neblina espesa y esporádicas lluvias. Abarca desde el litoral
hasta los 500 m de altura, con una longitud de 2.070 km que no es propicia para la exis-
tencia de vectores transmisores de enfermedades dermatológicas tropicales.
La Sierra. Es la parte central, constituida por los valles interandinos, con una altitud
entre 500 y 4.000 m sobre el nivel del mar. Tiene una anchura de 150 km al norte y de
300 km al sur. Su clima es variado y sus temperaturas extremas oscilan entre 5 y 26 °C.
Desde los 4.500 m de altura aparecen las nieves perpetuas. En los valles se presentan
diferentes climas en una misma estación del año, a corta distancia, con variantes de flo-
ra, fauna y patología. Entre los 1.200 y 2.800 m de altitud se halla el ecosistema propi-
cio para el hábitat de vectores transmisores de leishmaniasis cutánea benigna, llamada
uta, y verruga peruana (Bartonelosis).
La Selva. Es la parte oriental con una altitud por debajo de 1.000 m sobre el nivel
del mar, es la región más extensa. Se halla surcada por numerosos ríos y posee una
frondosa vegetación tropical y abundantes precipitaciones pluviales, que influyen en su
clima húmedo y sumamente caluroso, propicio para el hábitat de vectores transmisores
de enfermedades dermatológicas tropicales como la leishmaniasis muco-cutánea, lla-
mada espundia.

307
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

■ Primera parte
Primera parte

Elbio Flores-Cevallos

La Dermatología en la época precolombina

LA DERMATOLOGÍA EN LAS CULTURAS PREINCAICAS: CERAMIOS, HUACOS RETRATO


La historia de la Dermatología en el Perú se inicia en tiempos muy remotos. Las cultu-
ras preincaicas que se desarrollaron en la costa, sierra y norte del Perú, desde el siglo I
d.C. hasta su conquista por los incas nos han dejado ilustrados gráficamente, en la icono-
grafía de sus ceramios, los conocimientos que tenían sobre las diferentes enfermedades
dermatológicas. A comienzos del siglo XII de nuestra era estas culturas fueron conquista-
das poco a poco por los quechuas, que se localizaron en los alrededores del lago Titicaca,
el más alto del mundo, en la meseta del Collao y que 100 años antes de la llegada de los
españoles habían alcanzado su máximo desarrollo. Así como los romanos en sus conquis-
tas asimilaron la cultura griega, los incas asimilaron las culturas de las civilizaciones que
les precedieron. De todos los pueblos que existían en América del Sur, antes de la llegada
de los españoles, el imperio de los incas era uno de los más desarrollados.
Hemos hecho un estudio minucioso de los diferentes ceramios de las culturas Moche,
Chimú, Vicús, Chancay y otras que se encuentran diseminadas en los diferentes museos
de Lima y de todo el Perú. En estos ceramios, verdaderos libros de Dermatología, encon-
tramos graficados con bastante realidad y objetividad tanto al médico de la cultura Mo-
chica, como numerosas enfermedades de la piel y actos operatorios; ceramios que nos
muestran muy claramente la verruga peruana, la sífilis, la leishmaniasis (uta), enferme-
dades pustulosas de la cara, enfermedades pruriginosas, tumores, amputación de extre-
midades y otros. A estos ceramios los llamamos “huaco retrato de patología
dermatológica clínica” y tienen un gran valor histórico, comparable a los moldes hechos
1.000 años después en el Hospital Saint-Louis de París donde se inició la Dermatología
como especialidad.
Para la historia de la Dermatología del Perú durante la época de la Conquista, la Co-
lonia y los primeros 100 años de la República hemos revisado cuidadosamente la Histo-
ria de la Conquista del Perú de Prescott y la Historia de la Medicina Peruana de J.B.
Lastres, entre otros.
Desde muchos años antes de iniciada la conquista del Perú, los españoles habían in-
troducido en América las enfermedades virales como viruela, sarampión, gripe y otras.
Según los cronistas, el Inca Huayna Cápac, después de haber conquistado con su ejérci-
to el Reino de Quito, en 1526, sufrió la viruela que terminó con su vida y la de más de
200.000 indios del imperio. Otro hubiese sido el destino del Perú si este valeroso y expe-
rimentado Inca no hubiese fallecido de esta enfermedad. La viruela, podemos decir, cam-
bió el destino del Perú; el Inca, con todo su ejército unido, jamás hubiese sido derrotado
por un puñado de menos de 200 españoles.
De acuerdo con los estudios arqueológicos realizados durante el siglo XX, los prime-
ros pobladores del Perú llegaron en grupos hace más de 10.000 años dejando sus restos
en cuevas (pinturas rupestres de Tacna) o en otros sitios de la costa; vivían básicamente
de la caza y de la recolección; domesticaron los camélidos silvestres, seleccionaron nu-
merosas plantas para su alimentación (pallares, frijoles, maíz, papa, etc.) así como mu-
chas otras plantas medicinales para el tratamiento de sus enfermedades.
Hacia el año 3000 a.C. aparece en la costa la arquitectura monumental: edificaciones
públicas en forma de U, grandes plataformas y pozos hundidos. La población vivía alre-
dedor de estas construcciones, en casas simples, algunas de ellas subterráneas. Con el
correr de los siglos se desarrollaron numerosas culturas, tanto en la costa como en la re-
gión de la sierra del Perú, siguiendo el patrón establecido. La cerámica aparece en las

308
Historia de la Dermatología en el Perú

culturas de la costa Norte alrededor del año 1800 a.C. y en la sierra Norte hacia el 1000
a.C.1. Las culturas preincaicas a través de sus ceramios antropomorfos, huaco retrato,
que son verdaderos ideogramas, nos muestran gráficamente con una iconografía muy fi-
na y real no solamente las manifestaciones externas de la diferente patología dermato-
lógica, sino también la iconografía de otras especialidades médicas como la obstetricia,
traumatología, cirugía, oncología y teratología; y nos dan a conocer también representa-
ciones sobre la actividad sexual así como sus conocimientos de arquitectura, música, sus
creencias mágico religiosas, sus sentimientos de alegría, dolor y preocupaciones.

LAS ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS EN EL INCANATO


Desde comienzos del siglo XII hasta la llegada de los españoles en 1532 se desarrolló
el imperio de los Incas o Tahuantinsuyo. Las culturas antiguas preincaicas que habían
florecido a través de los años en la costa y valles andinos e interandinos fueron conquis-
tadas, según la leyenda, por los quechuas que se originaron en la meseta del Collao en
los alrededores del lago Titicaca.
En el momento de la Conquista, el Tahuantinsuyo ocupaba por el norte parte de la ac-
tual Colombia y Ecuador, todo Perú y Bolivia; por el sur llegaba hasta el río Bío Bío, en el
centro de Chile, y la región del Tucumán argentino (provincias de Santiago del Estero, Sal-
ta, Jujuy y La Rioja); por el Oeste tenía como límite el Océano Pacífico y por el Este la selva
amazónica habitada por tribus salvajes.
Al producirse la conquista española hacía menos de 100 años que habían llegado a
su máximo esplendor. A mediados del siglo XV el Inca Tupac Yupanqui había extendido
por el sur el límite del imperio hasta el río Bío Bío, y su sucesor Huayna Capac lo exten-
dió a comienzos del siglo XVI hasta el reino de Quito en el actual Ecuador. A su muerte,
el imperio quedó dividido entre sus dos hijos: el reino de Quito para Atahualpa y el de
Cuzco para Huáscar.
Esta división fue fatal; muy pronto los hermanos entraron en una feroz guerra fratri-
cida en la que participaron todas las tribus del imperio, en uno u otro bando. Pocos me-
ses antes de la derrota de Huáscar, Francisco Pizarro había iniciado la conquista del
Imperio Incaico y fácilmente, sin mayor batalla, tomó prisionero por sorpresa al Inca
Atahualpa en Cajamarca el 15 de noviembre de 1532; posteriormente lo ejecutó y en el
lapso de meses conquistó –con la ayuda de numerosas tribus indias que combatían a su
lado–, la ciudad del Cuzco, capital del imperio.
La ciudad sagrada del Cuzco, Ombligo del Mundo, era, de acuerdo con los cronistas,
una ciudad muy populosa e impresionante, una maravilla del mundo, construida de pie-
dras ensambladas de manera fabulosa, y unida por numerosos caminos a las diferentes
ciudades del imperio, por el norte hasta Quito y por el sur hasta Chile2.
El gobierno de los Incas era despótico pero benevolente, con clases sociales bien de-
finidas. El Inca era considerado como un Dios, hijo del Sol; por debajo de él se encontra-
ban sus familiares. Poseía numerosas concubinas y llegaba a tener de 100 a 200 hijos
que constituían la nobleza. Ésta formaba parte de la oficialidad del ejército, ocupaba al-
tos puestos de la jerarquía religiosa, y la constituían los nobles orejones, los sabios o
amautas; muy por debajo de ellos se encontraba el pueblo que era el que verdaderamen-
te trabajaba.
En el Imperio Incaico no había pobreza, no había mendigos, no había dinero, no ha-
bía hambre, todos tenían trabajo, no había propiedad privada.
En el Imperio de los Incas el Sistema Médico se encontraba bien organizado. De
acuerdo con las clases sociales existían diversas clases de médicos: los llamados Ambi-
camayo se ocupaban solamente de la salud del Inca, su familia y la nobleza; los Camas-
cas o soncoyoc eran prácticos para ejecutar la medicina en el hombre del pueblo o runa;
el Hampi-camayoc era el médico en el sentido estricto de la palabra. Además existían
magos, hechiceros, curanderos y adivinos.

309
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Figura 1. Ceramio
de la cultura
Mochica del Museo
Víctor Larco Herrera
de Lima: se muestra
a un paciente con
las nalgas
expuestas, con la
piel llena de
lesiones de
condilomas planos
de sífilis
Figura 2. Ceramio
de la cultura Chimú
del mismo museo:
se muestra a un
paciente del sexo
masculino
mostrando
numerosos Los Hacarícuc o Cuyricuc eran los adivinos que miraban los cuyes y abriéndoles con
papilomas en la piel una uña, obtenían según el estado de las vísceras el diagnóstico de la enfermedad. Los
del pene y Calparicuqui, que veían el futuro y la ventura examinando el cadáver de las llamas y so-
abdomen,
plando los bofes, hacían sus diagnósticos. Muchos otros adivinos utilizaban las hojas de
característicos de
coca: “Las toman enteras, las extienden en el suelo sobre una manta, musitan algunas
sífilis secundaria
palabras, echan el aliento sobre las hojas y las arrojan al aire. Observan cómo ellas caen
sobre la manta y según esto será el diagnóstico y pronóstico”; este rito todavía se hace
actualmente en algunos pueblos de la serranía del Perú3.
Existían numerosos oráculos en los lugares donde tenían ídolos o totems. El más fa-
Figura 3. Ceramio moso fue el de Pachacámac cerca de Lima. Acudían a estos oráculos para pedir ayuda
de la cultura Chimú en la curación de sus enfermedades, rogar por la salud del Inca, etc., como los antiguos
de la colección del griegos lo hacían en el oráculo de Delfos.
Dr. Hugo Vizcarra. El esplendor de la medicina incaica se produjo en el gobierno del Inca Pachacútec,
Toda la piel del quien dio una legislación muy avanzada. Las enfermedades dermatológicas que se pre-
cuerpo presenta sentaron en el Imperio de los Incas fueron las mismas que se presentaron en los diferen-
una serie de
tes pueblos que los conquistaron.
nodulaciones,
excrecencias
pequeñas y grandes
ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS EN LA ÉPOCA PRECOLOMBINA

mulares
Sífilis
La sífilis fue una de las enfermedades dermatológicas más extendidas en
las diferentes civilizaciones del antiguo Perú. Los ceramios de la cultura Mo-
che-Chimú, en particular, nos muestran gráficamente huacos con evidentes le-
siones sifilíticas (figuras 1 y 2). El arqueólogo peruano Julio C. Tello junto con
Hunter Williams encontraron típicas lesiones de la sífilis en sus estudios de os-
teopatología realizados en 1929. La sífilis en el Incanato alcanzaba no sola-
mente al pueblo, sino también a las clases sociales más altas del Imperio.
George E. Eaton, médico osteólogo norteamericano miembro de la expedi-
ción de Hiram Bingham que descubrió Machupicchu en 1911, encontró en un
cementerio de la zona, en una “ubicación muy espectacular”, la sepultura de
la suprema sacerdotisa o Mamacona, priora del convento de las mujeres vír-
genes escogidas, encargadas de tejer hermosas telas y de hacer la chicha pa-
ra el Inca y la nobleza. En el examen osteopatológico encontró que “por
desgracia sufría de sífilis”. Esta dama había sido enterrada en un hermoso lu-
gar, con gran riqueza material que evidenciaba su importancia2.

310
Historia de la Dermatología en el Perú

Los antiguos peruanos trataban a la sífilis (huanthi, voz quechua-aymará


que significa ´úlcera´), con zarzaparrilla y palo de guayacán o palo de los in-
dios. El zumo de la zarza bebiéndola cuando es fresca es cosa aprobada; ni
por maravilla deja alguno de sanar3.

De acuerdo con los cronistas, la sífilis fue llevada a Europa por los conquistadores en
el primer viaje de regreso a España. La sífilis apareció por primera vez en Europa, en
Nápoles, en 1494, y por ello fue llamada “la enfermedad de los napolitanos”. Aparece co-
mo una epidemia misteriosa y desconocida, de propagación rápida, para la cual no se
conocía ningún tratamiento, y que producía gran malestar en la población y sus familias.
Su nombre se registra en la literatura por primera vez en 1530; un médico de Verona,
Girolano Fracastore, escribe un poema pastoril y le pone a la temible enfermedad el
nombre del pastor.
Durante mucho tiempo se tuvo la convicción de que la sífilis era originaria de Améri-
ca; sin embargo, estudios recientes de arqueólogos ingleses han encontrado en una aba-
día de religiosos agustinos, en el Puerto de Hull, al Noroeste de Inglaterra, en la cripta
donde se enterraban los sacerdotes, nobles y comerciantes ricos, que las dos terceras
partes de los esqueletos presentaban lesiones típicas de sífilis; estos investigadores hicie-
ron estudios arqueológicos en restos óseos en diferentes cementerios romanos de la
Edad Media, encontrando lesiones de sífilis hereditaria en niños, con los clásicos dientes
en sierra de Hutchinson; concluyeron que la sífilis existía en Europa antes del descubri-
miento de América.

Verruga peruana
Las culturas preincaicas Moche, Chimú, Vicús y Chancay florecieron en la costa nor-
te del Perú entre los siglos I a.C. y XIII d.C., en los actuales departamentos de Piura, Lam-
bayeque, La Libertad y Lima. En sus numerosos ceramios (huacos-retrato) nos han
dejado graficadas las lesiones externas de la piel que producen las enfermedades der-
matológicas, entre ellas la verruga peruana.
El ceramio de la figura 3 muestra indudablemente las lesiones típicas de la piel de la Figura 4. Ceramio
verruga peruana en su fase verrucosa y constituye el verdadero libro sobre esta enfer- mochica
medad que nos han dejado las antiguas culturas peruanas. (leishmaniasis)

Leishmaniasis
Las culturas Moche-Chimú nos han dejado ceramios con pruebas grá-
ficas de que la verruga peruana y la leishmaniasis tegumentaria estuvie-
ron asociadas a mitos legendarios del culto a la papa. Algunos huacos
Mochicas presentan papas de cuyas yemas, simulando vulvas, brotan ros-
tros de verrucosos y utosos. Otros ceramios representan escenas de la
siembra y cosecha de la papa en los cuales la cara humanizada de la pa-
pa presenta mutilaciones de uta y nódulos verrucosos (figura 4).
La leishmaniasis cutánea, variedad uta, es endémica en las quebra-
das de los valles andinos, conjuntamente con la verruga peruana. Pedro
Weiss ha hecho un minucioso estudio de estos ceramios que represen-
tan a la papa con lesiones de uta y verruga y están vinculados con los
órganos sexuales, con lo cual los antiguos peruanos marcaban la corre-
lación que existía entre la uta y la verruga, la fecundidad de las tierras
de los valles andinos y la fertilidad de las mujeres.
Los indígenas utilizaban resinas para curar la leishmaniasis3.

Enfermedades pustulosas de la cara


El ceramio de la cultura Mochica (figura 5) muestra la cabeza de un enfermo con

311
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

cicatrices lenticulares profundas en la cara, en la nariz, mejillas,


mentón, orejas y muy pocas en la frente. Tiene en el lóbulo de ca-
da oreja dos grandes perforaciones, lo que posiblemente nos indi-
ca que se trataba de un orejón que presentó una enfermedad
pustulosa de la cara –quizás un acné pustulado grave–, que le ha
dejado estas cicatrices puntiformes profundas.

Micosis profundas
La figura 6, ceramio de la cultura Vicús (300-800 d.C.) del Mu-
seo del Banco de Reserva del Perú, muestra un pie edematoso, con
nodulaciones localizadas, mayormente en la parte posterior exter-
na de la piel del pie y talón. Estas lesiones son similares a las que
se observan en la figura 7 (paciente del Hospital Dos de Mayo de
Lima, diagnosticado como Micetoma por el estudio micológico)
(cortesía del Dr. O. Romero).

Enfermedades pruriginosas de la piel


Figura 5. Ceramio La figura 8, ceramio de la cultura Mochica, muestra a un hombre desnudo, la cabe-
mochica (acné za cubierta con un gorro, con expresión de fastidio, con la mano derecha se está rascan-
pustuloso)
do la espalda. Tiene en la piel del abdomen y piernas lesiones papulares planas.
Posiblemente se trata de una urticaria.

Figura 6. Ceramio
Vicús (Micetoma) Pinta o cara
Figura 7. Micetoma La pinta o cara, según Lastres, era conocida
de pie por los antiguos peruanos con el nombre de ahoberados de prieto y blanco. En las cró-
Figura 8. Ceramio nicas del Inca Garcilaso de la Vega se menciona que los hechiceros de la antigüedad cria-
Mochica ban sapos a solicitud de los agraviados, alimentándolos con maíz de diferentes colores,
(¿urticaria?)
según la calidad de las manchas que querían producir en la piel de sus enemigos, de los
amantes infieles, etcétera3.

Tuberculosis
Hemos realizado nuestros estudios en pacientes durante los años 1940-1960, en los
Servicios de Dermatología del pabellón 8–II del Hospital Nacional Arzobispo Loayza de
Lima y del Policlínico Obrero del Seguro Social del Callao, encontrando que el 0,01% de
pacientes que concurrían por afecciones de la piel eran portadores de tuberculosis cutá-
nea. Llegamos a las siguientes conclusiones:
1. La tuberculosis cutánea es una enfermedad milenaria en el Perú.

312
Historia de la Dermatología en el Perú

2. Su aparición está relacionada con el subdesarrollo, el medio ambiental, la tuguri-


zación y la pobreza.
3. Existen numerosas investigaciones sobre el tema, tanto en el Perú como en el ex-
tranjero; la primera realizada en el Perú corresponde al Dr. Luis Flores-Cevallos.
4. Existen formas de prevención (vacuna) y tratamiento favorable.

La Dermatología en la época de la Conquista y del Virreinato

La medicina que los españoles introdujeron en el Nuevo Mundo fue la medicina do-
minada por la Teología Escolástica de la Edad Media y los conceptos filosóficos de Aris-
tóteles, dice Unanue3. Las universidades en el siglo XVI en España estaban sometidas a
la intolerancia religiosa de la Inquisición. Las ideas renacentistas en general, como las
de Vesalio, que revolucionó la Anatomía con la disección de cadáveres, encontraron mu-
cha resistencia.
La conquista del Imperio de los Incas se inició por el año de 1526 con la firma del do-
cumento entre Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque
para conquistar un país fabuloso, allende las costas del Mar del Sur, al que llamaban “Bi-
ru”. En 1531, en su tercer y último viaje hacia el sur, los conquistadores tuvieron que ha-
cer un alto en la apacible bahía de Las Esmeraldas, en Coaque (Ecuador). “Una
desconocida y temible enfermedad llamada Berrugas”, atacó a un gran número de ellos,
produciendo consternación y quebranto. El Inca Garcilaso cuenta que apareció repenti-
namente una enfermedad “extraña, abominable”, que consistía en multitud de verrugas
que aparecían en la piel de todo el cuerpo, muchas de ellas crecían desmesuradamente
y se ponían como “brevas”, y sangraban mucho, afectando el rostro, pues muchas “col-
gaban de la frente, otras de las cejas, otras del pico de la nariz, de las barbas y orejas”.
Fueron muchos los afectados por la epidemia, con verrugas grandes y sangrantes como
“huevos”, y con otros síntomas de intoxicación, delirio y parálisis. Como era una enfer-
medad nueva para los españoles, apunta Gómara, “no sabían qué hacerse”3, 4, 5, 6.
Siete meses duró ese vía crucis de los españoles. Muchos sucumbieron bajo los efec-
tos de esta extraña dolencia, que se iniciaba en forma brusca “pues se acostaban sanos
y amanecían muy enfermos”. Ésta es una de las primeras enfermedades dermatológicas
sistémicas que en su fase eruptiva fue descrita magistralmente por el cronista español
Miguel de Estete, quien afirma que “el pueblo de Coaque es la costa más enferma que
hay debajo del cielo”3.
Los españoles no dieron ninguna importancia a los conocimientos médicos de los In-
cas. Narra Garcilaso de la Vega, en su Historia General del Perú, que el Inca Atahualpa
enfermó estando prisionero; según refiere el Padre Blas Valera ”en prisión estuvo el Inca
desahuciado de la vida, de una gran melancolía que le dio al verse en cadenas y solo, que
no dejaban entrar indio alguno donde él estaba, sino un muchacho sobrino suyo que le
servía. Entonces los españoles lo sacaron de la prisión y llamaron a los indios principales
que había, los cuales trajeron grandes herbolarios que lo curaron, y que para certificar-
se de la calentura le tomaron pulso de la nariz, a la junta de las cejas, que le dieron a be-
ber zumo de yerbas de gran virtud. Llama payco a las unas, y no nombra otra. Dice que
la bebida le provocó gran sudor y un sueño profundo y largo, con que se le quitó la calen-
tura y recordó sin ella; y que le hicieron otro medicamento, y que en pocos días volvió en
sí, y que entonces lo volvieron a prisión”3, 4, 5, 6.
Apenas fundada Lima en 1535, se hizo sentir la necesidad de centros hospitalarios en
donde se atendieran los numerosos enfermos españoles e indios. El 16 de marzo de 1538
se edificó el primer Hospital en la Rinconada de Santo Domingo y nació el Beaterio de
Camilas para las mujeres atacadas del mal del “cancro”. Hacia 1549 se dio comienzo a
la edificación del Hospital de Santa Ana, destinado a la “curación de los miserables in-
dios que morían como bestias en los campos y en las calles”, según dice Córdova y Urrutia;

313
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

fallecían sobre todo por enfermedades. infecciosas. En 1556 se funda el Hospital de San
Andrés para atención de los españoles3.
Por Real Cédula fechada de 1501 se introdujeron en América los esclavos africanos;
los que viajaban de Panamá traían muchas enfermedades, como la viruela, la lepra, sa-
rampión y tabardillo; vivían en medio de la corrupción y enfermedades3.
La lepra infectó el suelo americano y por ello en 1546 se vio la necesidad, a iniciati-
va de Antón Sánchez, de fundar un hospital que se llamó el Hospital de San Lázaro y que
muy pronto fue ocupado por numerosos pacientes; los esclavos africanos eran muy pro-
pensos a la lepra y viruela.
Al poco tiempo de terminada la Conquista se fundaron otros hospitales en Lima y
en diferentes ciudades del Perú como: Cuzco, Trujillo, Huamanga y Arequipa. En la
fundación de estos hospitales la iniciativa provenía de los religiosos y hermandades de
la caridad.
El Real Tribunal del Protomedicato fue creado en el Perú por el Rey Felipe II para el
control de la profesión médica; fue inaugurado en 1570 en época del Virrey Toledo.
Durante el Virreinato se produjeron numerosas epidemias, especialmente las virales.
La musa popular destacaba la presencia de estos huéspedes indeseables:

Sarampión toca la puerta


Viruela dice: ¿Quién es?
y Escarlatina contesta:
“Aquí estamos los tres”.

Eran muy frecuentes las epidemias de viruela, sarampión, verruga, tifus exantemáti-
co y gripe que atacaban preferentemente a la población indígena.
La tuberculosis fue una enfermedad muy difundida durante la Colonia y República.
Santa Rosa de Lima, patrona de Hispanoamérica y Filipinas, murió de tuberculosis el 24
de agosto de 1617 a la temprana edad de 31 años. Simón Bolívar, después de su campa-
ña libertadora del Perú se retiró a la isla de Santa Marta y falleció del mismo mal.
La viruela continuó produciendo constantes epidemias durante toda la colonia y pri-
meros años de la República. Una de las peores, que alarmó a todo el Perú, se produjo en
abril de 1584. Se inició en el Cuzco, como una dolencia que unos denominaban saram-
pión, otros tabardillo o paperas. No era fácil precisar el tipo de enfermedad por “el atra-
so en que yacía la medicina, pero posteriormente los síntomas mostraron que
probablemente se trataba de la viruela”. Esta enfermedad atacaba ”casi exclusivamen-
te a los indios quienes morían por millares y especialmente los jóvenes”7.
Esta epidemia se extendió hasta 1590. En las historias provenientes de las diferentes
provincias del Perú se la consideró similar por sus estragos a la peste en Florencia, des-
crita por Alejandro Manzoni. Los cadáveres permanecían a veces insepultos o bien se
abrían zanjas en las mismas calles para ahorrarse su traslado.
La población peruana disminuyó notablemente de la cifra de 10.000.000 de habitan-
tes que, según se considera, tenía el Imperio de los Incas al momento de la Conquista. El
censo hecho por el Virrey Gil de Taboada y Lemos entre los años 1792-1795 arrojaba una
población de 1.400.000 habitantes en la circunscripción del Virreinato peruano. La cau-
sa de esta tremenda despoblación se explica no solamente por la gran mortandad pro-
ducida por las enfermedades virales traídas por los conquistadores sino también por las
pésimas condiciones en que vivían y trabajaban los indios7.
Durante toda la época de la Colonia y primeros años de la República no existió ningún
intento por representar gráficamente las diferentes enfermedades con lesiones visibles en
la piel, como lo hicieron los antiguos peruanos. Los trabajos médicos fueron muy escasos,
todos eran tamizados por el Tribunal de la Santa Inquisición que se instaló en Lima duran-
te el gobierno del Virrey Toledo en 1570 y duró prácticamente hasta 1821, año de la

314
Historia de la Dermatología en el Perú

independencia del Perú. Los círculos médicos del Virreinato más grande de Sudamérica no
se interesaron mayormente por las enfermedades dermatológicas.
En 1818 el Protomédico Melchor de Amusgo, Clérigo Presbítero, publicó “un discur-
so del sarampión o acerca del sarampión” que fue muy elogiado por los médicos de su
época. En esos tiempos existía, como lo ha probado Lastres, una sólida ligazón entre la
medicina y la religión.
En 1630 el Protomédico Pedro Gago de Vadillo, español, publica lo que sería el primer
libro peruano sobre cirugía, Luz de la Verdadera Cirugía, donde menciona por primera
vez a la verruga. Recordemos que en ese entonces, al igual que en Europa, los cirujanos
eran los que se dedicaban a cuidar los trastornos externos, superficiales o cutáneos.
En 1693 el Protomédico Presbítero Vargas Machuca publica un Discurso sobre el sa-
rampión muy elogiado por Unanue.
En 1694, Francisco Bermejo y Roldán, Catedrático de Prima de Medicina, publicó un
libro sobre el sarampión, enfermedad que se presentaba en forma epidémica y con com-
plicaciones graves; se creía era producido por los aires pestilentes como medio de con-
tagio, y que en él se encontraban alterados los humores y la sangre. Para su tratamiento
Bermejo recomendaba mejorar el aire con romero y para mejorar los humores prescri-
bía sangrías y purgas. Es el estudio más completo sobre el sarampión.
Entre 1732 y 1743 Pedro Peralta publicó un Calendario anual sobre climas y enfer-
medades, donde decía que el otoño sería una fructífera estación más enferma que sana,
con amenazas de viruela y sarampión.
Por recomendación del Protomédico Peruano Hipólito Unanue se inauguró el Real An-
fiteatro Anatómico en el Hospital San Andrés el 21 de noviembre de 1792, para mejorar
la enseñanza de la Medicina, siguiendo al anatomista Vesalio; allí estableció las Confe-
rencias Clínicas, donde él dictaría la conferencia sobre “Calenturas” y el Protomédico Jo-
sé M. Dávalos sobre “Viruela”. En el discurso de inauguración del anfiteatro afirmó
Unanue que “las fiebres eruptivas son un astro maligno del Perú, que está lleno de pes-
tilencias y de epidemias, complicado con la presencia de charlatanes y empíricos que
practican la medicina y producen un cuadro desolador. La enseñanza de la anatomía va
a redimir al Perú, restaurándola en una ciencia benéfica y sanos médicos ilustrados”3.
En 1634, en época del Virrey Conde de Chinchón, mejoró la enseñanza de la medici-
na y se descubrieron las bondades medicinales de la corteza de la quina para curar las
fiebres intermitentes de las tercianas y cuartanas; fue llevada a Europa en 1635.
En 1802 se presentó una grave epidemia de viruela en Lima. Un barco español que
iba a las Filipinas llegó al Callao portando algunos frascos de vidrio que contenían la va-
cuna; Unanue aprovechó esta oportunidad para iniciar en el Perú la vacunación contra
esta temible enfermedad. El Rey de España, pocos años después, envió una expedición
filantrópica que llegó a Lima en 1806 portando la vacuna; pero ya un año antes, en 1805
habían llegado de Buenos Aires nueve tubos de vidrio con la vacuna, con lo cual se con-
tinuó con la vacunación iniciada por Unanue, no sin alguna resistencia por parte de la
población. Pocos meses después llegó Salvani con la mencionada expedición filantrópi-
ca. Así, con la eficaz colaboración de Hipólito Unanue, se extendió la vacunación contra
la viruela en toda la Colonia.
También a iniciativa de Unanue durante el Virreinato de Abascal se fundó el Real Co-
legio de Medicina y Cirugía de San Fernando que entró en funciones el 13 de agosto de
1808 con un programa de estudios acorde con los avances médicos de su tiempo en que
la “teoría se acompaña de la práctica para que, unidas a una sana moral, sean los cami-
nos para llegar a ser buen médico”3. La Colonia concluye con los aportes de este sabio
peruano; es entonces cuando el médico recién comienza a poseer una técnica científica,
sensibilidad profesional y amplitud filosófica.

315
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

La Dermatología durante los cien primeros años de la República

Con la proclamación de la Independencia, el 28 de julio de 1821, no cambió la prác-


tica de la medicina, sino que continuó con los métodos de la medicina colonial. En los
primeros años de la República las continuas guerras civiles impidieron todo avance. Hi-
pólito Unanue, padre de la medicina peruana que había ocupado importantes cargos du-
rante la Colonia, continuó laborando y aportando sus conocimientos después de la
proclamación de la independencia.
El continuador de Unanue, Cayetano Heredia, reformó el Plan de Estudios Médicos y
creó la actual Facultad de Medicina. El 30 de diciembre de 1848 marcó el fin del Proto-
medicato que cedió sus derechos a la nueva Facultad de Medicina, creada el 9 de sep-
tiembre de 1856, estableciéndose concursos de méritos para ocupar los cargos de las
diferentes cátedras y obtener los mejores médicos para emprender la reforma de la en-
señanza de la medicina peruana. Luego se enviaron a las universidades de Europa, es-
pecialmente a Francia, a numerosos jóvenes que más tarde ocuparían las diferentes
cátedras. El Decano de la Facultad de Medicina, Cayetano Heredia, establece los nuevos
reglamentos con un currículo pedagógico moderno, creando nuevas cátedras y dando
más importancia a la práctica hospitalaria; funda el Museo de Historia Natural y un Her-
bario con 1820 plantas, además de una bella colección de minerales y especies geológi-
cas. Heredia se rodea de prestigiosos colaboradores como José Elboli (italiano), iniciador
de los estudios de Química; Antonio Raimondi (italiano) gran explorador que describe fí-
sicamente al Perú; Rafael Benavides, catedrático de Física Médica e Higiene.
En 1851 apareció en Lima una nueva epidemia, la de la fiebre amarilla, que motivó
la creación de un nuevo Hospital para reemplazar el vetusto Hospital de San Andrés por
un nosocomio moderno que estuviera a tono con el adelanto urbano y científico. El nue-
vo Hospital Dos de Mayo se inauguró el 28 de febrero de 1875 como uno de los mejores
de Sudamérica, equipado con los últimos avances tecnológicos de la época.
En 1870, durante la construcción del ferrocarril de la Sierra Central se presentó una
gran epidemia de verruga peruana entre los trabajadores, que atacaba especialmente a
los que procedían de otras regiones del Perú y del extranjero. El triste epílogo de esta
gran obra de ingeniería fue que cada durmiente de la vía férrea costó una vida.
En 1879 la guerra con Chile produjo la paralización total del Perú, en el ámbito eco-
nómico, cultural y social. Las bibliotecas fueron saqueadas por el ejército invasor, el Hos-
pital Dos de Mayo fue ocupado, la Facultad de Medicina y otras instituciones dejaron de
funcionar.
Concluida esta guerra se reabre el Hospital Dos de Mayo donde se hacían las prácticas
hospitalarias y se discutía ampliamente acerca de la fiebre de la Oroya y de la verruga co-
mo entidades diferentes. Surge en este ambiente la figura de Daniel Alcides Carrión, estu-
diante del cuarto año de Medicina, quien imbuido de los nuevos conocimientos médicos y
filosóficos de su tiempo decide someterse voluntariamente al sacrificio. El 27 de agosto de
1885 se hace practicar cuatro inoculaciones –dos en cada brazo–, del botón verrucoso de
un enfermo ya convaleciente que estaba internado en una sala del Hospital Dos de Mayo.
Días después desarrolla los síntomas de la enfermedad: fuertes escalofríos, fiebre alta, ce-
falalgia gravativa, dolores musculares, calambres e insomnio, para presentar alteraciones
del sensorio, intranquilidad y delirio. Los primeros días está lúcido y describe los síntomas
de la enfermedad. Consigna en la historia clínica: “Pero ahora me encuentro firmemente
convencido de que estoy atacado de la fiebre de que murió mi amigo Orihuela. He aquí la
prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga eruptiva reconocen el mismo ori-
gen, como una vez le oí decir al Dr. Alarco”. Con su sacrificio Carrión resolvió definitiva-
mente el problema nosográfico de la verruga peruana. Antes de perder el conocimiento nos
dejó su mensaje eterno: “Aún no he muerto, amigos míos, ahora les toca a Uds. terminar la
obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado”3.

316
Historia de la Dermatología en el Perú

Después de la muerte de Carrión comienza la búsqueda incesante de nuestros inves-


tigadores, entre quienes destaca Alberto Barton quien descubrió en 1905 el germen que
causaba la verruga peruana.
En la Facultad de Medicina de San Fernando se aprobó en 1887 un nuevo Plan de Es-
tudios y en años sucesivos se crearon nuevas Cátedras. En 1903 se creó un nuevo local
para la Facultad de Medicina, el que ocupa actualmente.
La literatura médica continuó siendo muy pobre durante los primeros años de la Re-
pública. En 1884 Pablo Patrón publicó en la Gaceta Médica de Lima un trabajo titulado
“Breve tratado de la enfermedad venérea o Morbo Gálico” dedicado al médico francés de
la escuela de París, Pablo Petit, el primero que introdujo en el Perú el uso de los mercu-
riales para el tratamiento de esta temible enfermedad. Este médico francés radicado en
Lima criticaba muy severamente a sus colegas que continuaban con el tratamiento ba-
sado en purgas, sangrías, enemas, hierbas como la zarza y ungüentos mercuriales, que
lo único que hacían era acelerar la muerte del paciente, llenando de dinero los bolsillos
de los galenos.
En 1918, Hermilio Valdizán fundó la revista Anales de la Facultad de Medicina de
San Fernando para publicar exclusivamente trabajos de investigación médica y evitar los
artículos sobre ceremonias pomposas y otros temas que nada tenían que ver con la Me-
dicina. En esta revista se comenzaron a publicar los trabajos de investigación de Barton
–descubridor del germen de la verruga–, Pedro Weiss, Tello, Monge y muchos otros in-
vestigadores.
En la década de 1920 los profesores de la Facultad de Medicina de San Fernando,
continuando con el ejemplo de Cayetano Heredia, estimularon y ayudaron a numerosos
médicos jóvenes para estudiar en las universidades europeas diferentes especialidades,
a fin de ocupar las cátedras nuevas que se iban creando. Continuando con esta práctica,
Aurelio Loret de Mola viajó a París para hacer la especialidad de Dermatología, cátedra
que ocupó a su regreso al Perú.

Segunda parte ■ Segunda parte


Luis Flores-Cevallos

Historia de las instituciones dermatológicas en el Perú

SOCIEDAD PERUANA DE DERMATOLOGÍA


A fines de la década de 1930 llegaron de visita al Perú el profesor principal de la cá-
tedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires,
Luis Pierini, y el Prof. Basombrío, dermatólogo peruano radicado en la Argentina, y se
entrevistaron con el Prof. Aurelio Loret de Mola con la finalidad de estimular la funda-
ción de la Sociedad Peruana de Dermatología. No se logró el objetivo porque en ese en-
tonces solamente había siete dermatólogos, pero se recomendó formar más especialistas
en el país y enviar a los más destacados a terminar de formarse en el extranjero.
El 15 de mayo de 1964 los dermatólogos peruanos se reunieron en asamblea extraor-
dinaria con la finalidad de fundar la Sociedad Peruana de Dermatología, aprobando sus
estatutos elaborados por una comisión integrada por los siguientes dermatólogos: Aizic
Cotlear, Juan Manrique, Amaro Urrelo, Guillermo Arana, Luis Cavero, José San Martín.
El estatuto contaba con 11 capítulos y 30 artículos8. Algunos de los fundadores de la So-
ciedad Peruana de Dermatología fueron: Amaro Urrelo, Marcial Ayaipoma, Juan Manri-
que, Zuño Burstein, Wenceslao Castillo. La sociedad se formó con la finalidad de agrupar
a los dermatólogos y a los médicos de especialidades afines; propiciar la investigación;
relacionarse con las organizaciones de la misma naturaleza, nacionales y extranjeras;

317
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

calificar como especialistas en dermatología a los médicos que reunieran las condiciones
éticas, de entrenamiento e idoneidad, requeridas por los reglamentos correspondientes;
hasta que se constituyera el Colegio Médico, asumir las funciones éticas y deontológicos
de la especialidad; y colaborar con las entidades oficiales y privadas en la solución de los
problemas técnicos de su competencia. La duración de la Junta Directiva se estableció
por un año.
En 1971, siendo Presidente de la Sociedad el Dr. Luis Flores-Cevallos, se nombró una
comisión para modificar el Estatuto adecuándolo a las exigencias del Colegio Médico del
Perú.
El Estatuto se ha modificado en varias ocasiones en aspectos secundarios9; desde la
última reforma (1996) la Junta Directiva es elegida cada dos años. La Sociedad Peruana
de Dermatología programa reuniones clínico-patológicas mensuales, jornadas, congre-
sos cada dos años, y muchas otras actividades científicas que se realizan en Lima y Pro-
vincias. El 1° de septiembre de 2004 la SPD celebró sus 40 años de fundación y en una
ceremonia por las Bodas de Rubí la Junta Directiva, presidida por el Dr. Nicolás Tapia
Dueñas y teniendo como Secretario al Dr. Luis Valdivia Blondet, distinguió con la meda-
lla de honor a los fundadores y ex presidentes. Terminada la ceremonia central, el De-
cano del Colegio Médico del Perú inauguró el X Congreso Peruano de Dermatología. La
Sociedad Peruana de Dermatología actualmente cuenta con un boletín informativo y una
revista científica, Dermatología Peruana.
En 1967, durante el XIV Congreso Mundial de Dermatología realizado en Munich
(Alemania), el Dr. Luis Flores-Cevallos14 aprovechando su amistad con el Profesor Ro-
bert Degos, del Hospital Saint-Louis y Presidente de la Liga Internacional de Sociedades
Dermatológicas (LISD), le manifestó el deseo de que la SPD se inscribiera en la LISD, ob-
jetivo que logró después de realizar los trámites necesarios, pagando con su peculio las
cotizaciones de 21 dermatólogos.
En 1969 se eligió Presidente de la SPD al Dr. Luis Flores-Cevallos, quien fundó y or-
ganizó las sedes y sus Juntas Directivas de las Provincias.
Sede Central, en la Ciudad de Lima: Presidente Luis Flores-Cevallos, Vice-Presiden-
te Zuño Burstein, Secretario General Wenceslao Castillo, Secretario de Acción Científica
Luis Romero, Secretario de Economía Oscar Romero, Secretario de Acción Gremial y
Deontología Pedro Navarro, Secretaria de Biblioteca y Actas María Elena Ruiz.
Sede Región del Sur, Ciudad de Arequipa: Marcial Ríos, Luis Suárez, Raúl Hurtado,
Víctor Delgado.
Sede Región del Norte, Ciudad de Trujillo: Luis Tincopa.
Ese mismo año organiza en Arequipa la Primera Jornada Peruana de Dermatología
que se realizó del 21 al 24 de Mayo de 1970; participaron, además de dermatólogos, pro-
fesionales de especialidades afines y paramédicos. Los Anales de estas jornadas se pu-
blicaron en un número especial de la Revista de la SPD Vol. 4 Nº 1 Junio 1970.
El 1° de septiembre de 1971 la Sociedad Peruana de Dermatología reeligió como Pre-
sidente a Luis Flores-Cevallos; la Junta Directiva estuvo además integrada por Wences-
lao Castillo, Raúl Gallarday, Luis Romero, Oscar Romero, Pedro Navarro y María Elena
Ruiz. Hacía pocos años que la SPD había comenzado a realizar en los diferentes hospi-
tales de Lima y Callao simposios, mesas redondas, conferencias y cursillos, así como jor-
nadas en Lima y provincias (Arequipa y Trujillo), todo lo cual justificaba la realización
del I Congreso Peruano de Dermatología.
La organización de este primer Congreso fue una tarea difícil pero compensada por
el gran interés despertado y por la cooperación de prestigiosos dermatólogos proceden-
tes de diferentes países del mundo. El Primer Curso Internacional de Dermatología y el
Primer Congreso Peruano de la Sociedad Peruana de Dermatología se realizaron en el
Hospital Edgardo Rebagliati Martins del 1 al 7 de diciembre de 1971. Asistieron al Con-
greso 30 dermatólogos extranjeros, 10 acompañantes y 150 dermatólogos nacionales.

318
Historia de la Dermatología en el Perú

De Argentina asistieron y participaron en el desarrollo del curso, conferencias, sim-


posios, foros, mesas redondas y otros, los Profs. Jorge Abulafia, Julio Borda, Raúl Balsa,
Juan Fuertes Álvarez, David Grinspan, Ana Kaminsky, Carlos Kaminsky, Pablo Negroni,
Lázaro Sehtman, Juan Serra-Estivell, Sergio Stringa, Domingo Mantella y Miguel Dek-
mak. De Bolivia: Fernando Cárdenas. De Brasil: Gisela Del Pino. De Colombia: Luis Rue-
da Pinto. De Costa Rica: Elfrem Solano. De Ecuador: Wenceslao Ollague. De España: José
Mercadal Peyrí y José M. Mascaró. De Japón: Ito Kasuke. De México: Francisco Arellano
y Luciano Domínguez. De Portugal: Francisco Da Cruz Sobral, María Fernanda Melada y
Aureliano Da Fonseca. De la República Dominicana: Miguel Contreras.
Las actas del Congreso fueron publicadas en un número especial de la Revista de la
Sociedad Peruana de Dermatología (1971).
Durante sus 40 años de existencia, la Sociedad Peruana de Dermatología ha renova-
do periódicamente sus juntas directivas; en el período de 2003-2004 está presidida por
el Dr. Nicolás Tapia y ha sido elegida la Dra. Eva Tejada para el próximo bienio.

COMITÉ CENTRAL PERUANO DEL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA


(CCP-CILAD). COMITÉ NACIONAL PERUANO DEL COLEGIO IBEROAMERICANO DE DERMATOLOGÍA
En 1979 la asamblea del CILAD eligió a Luis Flores-Cevallos por un período de cua-
tro años como Delegado Peruano y lo reeligió en 1983 por cuatro años más. El Presiden-
te del CILAD, Jorge Abulafia, deseaba que se trabajara en coordinación con el presidente
de la Sociedad Peruana de Dermatología, pero a pesar de las gestiones realizadas, no se
pudo llegar a ningún acuerdo para organizar un plan de trabajo conjunto. Por este mo-
tivo, para recuperar los años perdidos Luis Flores optó el año 1984 por formar el Comi-
té Central Peruano de CILAD (CCP-CILAD) que cambió su nombre por el de “Comité
Nacional Peruano del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología”10. Sus colabora-
dores fueron los Drs. Zuño Burstein y Víctor Meth como Secretarios de Promoción y
Prensa; Wenceslao Castillo Secretario General; Elda Canadell Tesorera. El comité fue un
semillero que permitió salir del marasmo en que había caído la Sociedad Peruana de
Dermatología. Se programaron Reuniones Clínico-patológicas; el Dr. Zuño Burstein ini-
ció en octubre de 1986 con el Dr. Víctor Meth la edición del Boletín Folia Dermatológica
Peruana, órgano oficial de la institución, de gran contenido informativo, científico e ins-
titucional, de circulación nacional e internacional.
El Comité Nacional Peruano del CILAD se preocupó también por el cumplimiento de
sus obligaciones administrativas, con el pago de sus cuotas societarias a las Instituciones
tutelares del CILAD y LIDS que habían sido desatendidas y estaban a punto de expulsar
al Perú; asimismo, el Comité se preocupó de que los dermatólogos peruanos estuvieran
presentes en eventos Internacionales; así se participó en el XVIII Congreso Mundial de
Dermatología celebrado en Berlín en 1987 y en el XI Congreso del CILAD celebrado en
Madrid el mismo año.

COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA DEL PERÚ (CILAD- PERU)


Siendo Presidente del CILAD Enrique Hernández Pérez, en el XII Congreso celebrado
en Guadalajara, México, en 1991, la Asamblea del CILAD eligió como nuevo Delegado
Nacional Peruano al Dr. Zuño Burstein, quien en cumplimiento a sus obligaciones y de
conformidad con el nuevo Presidente reconstituyó el Comité Nacional Peruano del Cole-
gio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, que funcionó como tal hasta el 7 de sep-
tiembre de 1994, fecha en la que se fundó con esa base el Colegio Ibero-Latinoamericano
de Dermatología del Perú (CILAD-PERU). CILAD-PERU fue reconocido como una nueva
Institución médica científica dermatológica el 9 de marzo de 1995, por el Ministerio de
Salud Pública y el Colegio Médico del Perú y registrada como tal en los Registros Públi-
cos de Lima11. Esta institución, que desplegó una gran actividad científica, continuó la
publicación de la Folia Dermatológica Peruana.

319
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

CÍRCULO DERMATOLÓGICO DEL PERÚ (CIDERM-PERÚ)


El 5 de Mayo de 1999 CILAD-PERU cambió su denominación por CIDERM-PERÚ (Cír-
culo Dermatológico del Perú)12, conservando sus estatutos, y se afilió a la Liga Interna-
cional de Sociedades Dermatológicas (LIDS) con esta nueva denominación.
De este modo, en la actualidad figuran la Sociedad Peruana de Dermatología y el Cír-
culo Dermatológico del Perú (CIDERM-PERÚ) como las instituciones peruanas vigentes
reconocidas y registradas en la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas.
Durante su existencia como CILAD-PERÚ y posteriormente CIDERM-PERÚ, las juntas
directivas de esta institución han sido presididas sucesivamente por los Drs. Zuño Burs-
tein, Francisco Bravo y actualmente Rafael Gamarra.
El CIDERM-PERÚ estimula constantemente a los dermatólogos peruanos para parti-
cipar en eventos científicos nacionales e internacionales que los mantienen al día en los
avances de la especialidad y además gestiona y otorga becas preferentemente a los der-
matólogos jóvenes para facilitar su asistencia.
El CIDERM-PERÚ ha continuado con las reuniones clínico patológicas periódicas y
cursos teórico-prácticos con expertos internacionales invitados, video conferencias,
simposios y cursos de especialización dermatológica con profesores nacionales y ex-
tranjeros.
También realiza anualmente, desde hace diez años, una importante actividad de pro-
yección a la comunidad denominada el “Día del lunar”, campaña a nivel nacional de edu-
cación, prevención y diagnóstico precoz de cáncer de piel y melanoma. Esta actividad
oficializada por el Ministerio de Salud es apoyada por los servicios médicos de la Segu-
ridad Social y las Sanidades de las Fuerzas Armadas y Policiales, así como por los go-
biernos locales, y cuenta con la colaboración económica de laboratorios farmacéuticos,
sensibilizados en esta materia.
El CIDERM-PERÚ participa institucionalmente en los congresos y actividades del Cole-
gio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y en la Reunión Anual de Dermató-
logos Latinoamericanos (RADLA), teniendo incorporados en su Directiva a sus delegados
nacionales.
Por primera vez en la historia de la RADLA, su XXIII reunión se realizó con gran éxi-
to del 1º al 4 de mayo del 2004 en la Ciudad de Lima, bajo la presidencia ejecutiva del
Dr. Fernando Magill, directivo del CIDERM-PERÚ y delegado nacional del CILAD, habien-
do sido distinguido como Presidente Honorario de esa reunión el Dr. Zuño Burstein.
El CIDERM-PERÚ cuenta con la revista Folia Dermatológica Peruana como su órgano
de difusión científica y tiene subdelegaturas regionales en el norte y sur del país.

Historia de las publicaciones científicas


dermatológicas en el Perú

Mencionaremos algunas de las primeras publicaciones realizadas en la especialidad,


como antecedentes de las actuales.
En 1953 el Dr. Luis Flores-Cevallos editó el Primer Boletín de la Cátedra de Dermato-
logía y Sifilografía, en el que se daba a conocer la presentación mensual de casos clíni-
co-patológicos de las Cátedras de Dermatología y Anatomía Patológica de la Facultad de
Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor De San Marcos.
Juan Manrique Ávila, Presidente de la SPD, editó el primer número de la Revista de
la Sociedad Peruana de Dermatología con trabajos originales y diferentes actividades
científicas de la SPD; la revista, de circulación nacional e internacional, continuó publi-
cándose regularmente hasta diciembre de 1971.
El Dr. Luis Flores Cevallos editó los Anales de la Primera Jornada de Dermatología,
realizada en la ciudad de Arequipa, en un número especial de la revista de la Sociedad
Peruana de Dermatología (1970). En 1971 publicó en otro número especial los Anales

320
Historia de la Dermatología en el Perú

del Primer Curso Internacional de Dermatología y del Primer Congreso Peruano de Der-
matología.

REVISTA DE LA SOCIEDAD PERUANA DE DERMATOLOGÍA Y DERMATOLOGÍA PERUANA


La Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología, órgano de difusión oficial de la
Sociedad, fue fundada en 1965 durante la presidencia del Dr. Juan Manrique. Se comen-
zó a publicar semestralmente, enviándola gratuitamente a los médicos dermatólogos
asociados y a instituciones nacionales e internacionales (bibliotecas).
La revista apareció regularmente hasta 1971; 25 años después, bajo la presidencia de
la Junta Directiva del Dr. Luis Valdivia Blondet se reinició su publicación a fines de 1996
con el nombre de Dermatología Peruana, con la finalidad de volver a poner al alcance de
todos los dermatólogos peruanos y de la comunidad médica en general, los trabajos cien-
tíficos, experiencias profesionales e información actualizada de los últimos adelantos de
la especialidad. Actualmente la revista se edita en un volumen anual dividido en tres nú-
meros; está indizada en LILACS, LIPECS y tiene el número de registro ISSN1028-7175,
siendo su actual editor el Dr. Arturo Saetone.

FOLIA DERMATOLÓGICA PERUANA


En octubre de 1986 se inicia la publicación de la Folia Dermatológica Peruana como
órgano de difusión del Comité Central Peruano del CILAD; posteriormente se transforma
en una revista que se publica regularmente hasta la actualidad con trabajos originales e
información institucional, de distribución nacional e internacional; se encuentra indiza-
da en las bases de datos nacionales e internacionales (LIPECS, LILACS y SCIELO). Actual-
mente es el órgano oficial de difusión científica del Círculo Dermatológico del Perú
(CIDERM Perú). Cuenta con el número de registro ISSN1029-1733. Figura como Director
Fundador el Dr. Zuño Burstein y Director Ejecutivo actual (año 2004) el Dr. Rafael Ga-
marra, Presidente del CIDERM-PERÚ.

REVISTA DERMA SUR


Editada por la filial sur de la Sociedad Peruana de Dermatología; el primer número
apareció en septiembre del año 2004, publicado por la Junta Directiva presidida por la
Dra. Lilia Zapata.

REVISTA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA LATINOAMERICANA


El primer número apareció en Lima en octubre del año 2003; es el órgano oficial de
la Sociedad Latino Americana de Dermatología Pediátrica y tiene como editores princi-
pales a los dermatólogos peruanos Dra. Rosalía Ballona, Dr. Héctor Cáceres y Dr. José
Catacora; cuenta con la colaboración de destacados líderes de la especialidad y se pro-
pone mantener una periodicidad regular de cuatro números al año para ser distribuidos
en toda Latinoamérica.

Algunos precursores de la Dermatología en el Perú

Cuando la especialidad aún no estaba reconocida, en la Universidad Nacional Mayor


de San Marcos había muchos profesionales médicos que con entrenamiento en el extran-
jero o como autodidactas, se dedicaban en mayor o menor medida al estudio y a la prác-
tica de la Dermatología en el Perú. Debemos resaltar el mérito de nuestros antecesores a
quienes consideramos como “precursores”. A los que más adelante demostraron interés
y dedicación por la práctica y enseñanza dermatológica los consideramos “pioneros”; y
llamamos “continuadores” a los especialistas que siguieron su ejemplo.
Entre los “precursores” merecen recordarse algunos nombres de médicos y de grupos
profesionales cuya actividad ha sido visible en la Historia de la Dermatología Peruana.

321
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

FELIPE MERKEL (1873-1941)13


Médico nacido en Kronstad, Austria, el año 1873. Hizo sus estudios escolares en el
prestigioso Colegio Nuestra Señora de Guadalupe de Lima y se diplomó de médico el año
1903 en la UNMSM con un trabajo académico sobre “La tuberculosis en el Ejército Na-
cional”, premiado por la Facultad de Ciencias Médicas. Hizo sus estudios de especializa-
ción en París, Berlín y Viena, graduándose de doctor en Medicina en 1908 con una tesis
sobre “La reglamentación de la prostitución en Lima”. Se dedicó prioritariamente en su
vida profesional a la Dermatología y Sifilografía; fue nombrado Presidente del Comité Pe-
ruano del X Congreso Mundial de Dermatología. Se lo considera el primer especialista en
Dermatología y Sifilografía del Perú.
En 1913 se reunió en Lima el V Congreso Médico Latinoamericano donde Merkel ex-
puso un importante trabajo sobre la uta. Se dedicó al estudio de la sífilis y difundió el uso
del salvarsán en la terapia antisifilítica presentando trabajos sobre “Salvarsanoterapia
de la sífilis: 12 años de práctica del salvarsán” (1922) y sobre el tratamiento de la sífilis
(1937).
Fue designado en 1910 miembro titular de la Academia Nacional de Medicina de Li-
ma y recibió numerosos homenajes por su actividad profesional y su austero sentido de
la ética hipocrática.

MAXIME KUCZYNSKI-GODARD (1890-1967)14


Médico inmigrante alemán, nacido en 1890, que contribuyó en forma muy destacada
al estudio de la lepra en la Amazonía peruana. Estudió medicina en Berlín donde llegó a
ser Profesor de Patología; realizó numerosas misiones médicas en diferentes partes del
mundo. En 1933, a causa de las leyes raciales de los nazis renunció a su cátedra y emi-
gró a Francia, primero, y después a Venezuela. En 1936 llegó al Perú donde trabajó fe-
brilmente; al comienzo con Carlos Enrique Paz Soldán en el Instituto de Medicina Social
de la UNMSM y posteriormente en el Ministerio de Salud; se le asignaron importantes res-
ponsabilidades sanitarias en la Selva y posteriormente en la Sierra donde realizó y publi-
có numerosos trabajos científicos, entre los que figura su autoinoculación experimental
de verruga peruana, reproduciendo la experiencia de Carrión; ese trabajo le valió la de-
signación de miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina. En 1940 el go-
bierno del Perú creó la supervisión de Sanidad de Loreto y San Martín que prontamente
se elevó a la condición de supervisión del Nororiente a cargo de Maxime Kuczynski, quien
después de fundar en 1940 un dispensario antileproso en Iquitos, reconstruyó el asilo de
San Pablo como colonia agrícola, obteniendo notables avances; también acometió la ex-
ploración de varios ríos, especialmente el Ucayali, realizando valiosas encuestas leproló-
gicas. A él se le debe en Sudamérica la observación de los primeros casos de lepra entre
los selváticos genuinos, que realizó entre las tribus Camo y Cocama17.

GRUPOS PROFESIONALES
Otras áreas especializadas de la Medicina que han contribuido al conocimiento y de-
sarrollo de la Dermatología en el Perú han sido las relacionadas con alergia e inmuno-
logía. Destacan en esta área personalidades médicas, algunas de las cuales constituyeron
verdaderas escuelas formadoras de esta especialidad, como la liderada por el Dr. Emilio
Ciuffardi en el Hospital de Policía; fue además fundador de la Sociedad Peruana de In-
munopatología y Alergia. Juntamente con el Dr. Pedro Vargas Morales, fundador de la
Sociedad de Asma Bronquial –ambos fallecidos–, y sus continuadores han contribuido al
conocimiento de las enfermedades dermatológicas alérgicas. En esta área hay que men-
cionar el servicio altamente calificado de Dermatología y Alergia del Hospital Central del
Empleado, con el Dr. Luis Flores7 como Jefe del servicio, así como la Escuela Alergoló-
gica del Dr. Betteta con base en el Hospital 2 de Mayo y el Instituto Especializado de

322
Historia de la Dermatología en el Perú

Inmunología y Alergia de sus seguidores, grupo vinculado con el Dr. José Zegarra Pupi.
Cabe mencionar también la contribución del Servicio de Alergia del Hospital del Niño, a
cargo del Dr. Enrique Drassinower. Todas estas personalidades, ya fallecidas, han deja-
do seguidores que actualmente continúan vinculados con la Dermatología.

Historia de la enseñanza de la Dermatología en el Perú

La enseñanza universitaria formal de la Dermatología se inicia en el Perú a mediados


del siglo XX. Los Drs. Aurelio Loret de Mola y Pablo Arana (1930), Arturo Salas (1941),
Marcial Ayaipoma (1942), Amaro Urello y Víctor Gonzáles (1943) y el Dr. Luis Flores
(1947) conformaron el plantel de la primera cátedra de Dermatología y Sifilografía de la
Facultad de Medicina de San Fernando en el Hospital Arzobispo Loayza.

PROFESORES PIONEROS

Aurelio Loret de Mola (1896-1968)15


Médico dermatólogo, especializado en Francia, pionero en la enseñanza de la Dermato-
logía Clínica en el Perú (figura 9). Nació en Lima en 1896; siguió cursos prácticos comple-
tos de Dermatología y Venereología con el Prof. Jeanselme en la Clínica de Enfermedades
Cutáneas y Sifilíticas del Hospital Saint-Louis. Además estudió con Touraine, Norié, Cheva-
llier, Riccard, Ferrand, Flurin y otros maestros de la Dermatología francesa.
A su regreso al Perú, se convirtió en uno de los fundadores del Hospital Arzobispo
Loayza, donde, desde 1927, desempeñó la jefatura del consultorio de Dermatología y Si-
filografía en reemplazo del Dr. Eleodoro Camacho. Fue Profesor Interino en la Cátedra
de Enfermedades de la Piel y Sífilis en la Facultad de Medicina de San Fernando y des-
de 1933 fue nombrado catedrático en reemplazo del Prof. Pedro Weiss. Fue en ese cen-
Figura. 9 Dr. Aurelio
tro de estudios donde en 1936 se graduó como Doctor en Medicina, sustentando un Loret de Mola
importante trabajo de investigación sobre “Reacciones inflamatorias de la piel y proce-
dimientos de desensibilización”.
Como profesor Principal Titular de Dermatología y Sifilografía, en 1937 y luego como
Catedrático Principal titular de la especialidad en la Facultad de Medicina de San Fer-
nando, en 1940, representó al Perú en numerosos congresos en América y Europa, efec-
tuando en ellos aportes notables.
Al crearse en 1961 la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas “Cayeta-
no Heredia”, asumió el cargo de Profesor Principal e instauró la cátedra de Dermatolo-
gía de esa Universidad, donde en 1967 fue distinguido como Profesor Emérito.
Diversas Academias de Medicina y múltiples Colegios y Sociedades de Dermatología,
Sifilografía, Venereología y Leprología de América y Europa incorporaron al doctor Lo-
ret de Mola como miembro titular. Fue también reconocido y galardonado por institucio-
nes médicas de Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia y
Venezuela, entre otras.
Publicó diversos artículos en revistas médicas nacionales y extranjeras, así como im-
portantes y extensos trabajos de investigación en la especialidad de Dermatología, entre
ellos: “Sobre el tratamiento de la peste bubónica” (1923); “Contribución al tratamiento
de la blenorragia” (1928); “Reacciones inflamatorias de la piel y procedimientos de de-
sensibilización” (1936); “Mi experiencia de 25 años sobre el tratamiento de sífilis”
(1953); numerosos artículos sobre “Terapéutica del eczema” (entre 1926 y 1940) y diver-
sos trabajos sobre “Temas de Dermatología y Sifilografía” (entre 1930 y 1960). Falleció
el 17 de noviembre de 1968.

Pedro Weiss (1893-1985)15 Figura 10. Dr. Pedro


Médico polifacético (figura 10), especializado en Francia, Alemania y Austria en el Weiss

323
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

campo de la anatomía patológica y la Dermatología, pionero en el diagnóstico etiológico


y la enseñanza de la histopatología y micología de las enfermedades de la piel en el Pe-
rú. Nació en 1893 en Lima, estudió y se graduó en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, doctorándose en Medicina en 1927. En 1930, a su regreso de Europa, se le nom-
bra Profesor Principal en la cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Universidad Ma-
yor de San Marcos, en reemplazo del Prof. Belisario Sosa Artola quien había renunciado.
En 1935 fue nombrado Catedrático Principal de Anatomía Patológica, desplegando una
fructífera labor como patólogo, arqueólogo, paleopatólogo y dermatólogo. En su labor
asistencial fundó y dirigió los servicios de Laboratorio de los hospitales Dos de Mayo y
Hospital del Niño y del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de San Mar-
cos. Fue uno de los fundadores de la Universidad Cayetano Heredia; se desempeñó como
Jefe del Servicio de Laboratorio del Hospital Arzobispo Loayza; del Departamento de An-
tropología Física en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología y del Seminario de
Antropología Física de la Universidad de San Marcos.
Realizó su labor docente como Profesor Principal titular en la Cátedra de Anatomía
Patológica de la Facultad de Medicina de San Fernando y como Profesor Principal titu-
lar del Seminario de Antropología Física en la Facultad de Ciencias.
Su contribución científica en el campo de la investigación es muy amplia y son nume-
rosas e importantes las publicaciones hechas por él tanto en el campo médico como en
el de la Antropología. Entre los trabajos publicados sobre procesos dermatológicos cita-
mos: “Contribución al estudio de la verruga peruana” (1933); “Sobre un caso de Linfo-
granulomatosis Micótica por Paracoccidioides brasilensis” (1937); “Nuevos Casos de
Linfogranulomatosis Micótica encontrados en Lima” (1949); “Epidemiología de las enfer-
medades transmitidas por Phlebotomos en los Andes Peruanos, uta, verruga peruana”
(1953) y “La asociación de la uta y verruga peruana en mitos de la papa figurados en la
cerámica mochica” (1961), entre muchos otros.
Algunas de las instituciones científicas a las que perteneció son: el CILAD, del cual fue
Miembro Honorario; la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía; la Sociedad Latinoame-
ricana de Dermatología; la Sociedad Brasilera de Dermatología. Se destacó su participación
en el primer Congreso Peruano de Dermatología, entre otras, habiendo sido incorporado co-
mo Miembro Honorario de la Sociedad Peruana de Dermatología el 27 de mayo de 1967.
Entre las distinciones que recibió a lo largo de su carrera profesional están la Orden
“Hipólito Unanue”, con el grado de Gran Oficial, la Orden “Daniel A. Carrión” y la Meda-
lla de Honor del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Hugo Pesce (1900-1969)15


Médico, leprólogo tropicalista, Doctor en Medicina, con estudios de posgrado en Ita-
lia, fue pionero en la enseñanza de la Dermatología Tropical en el Perú. Nació en la Ciu-
dad de Tarma-Perú en el año 1900 (figura 11).
Se graduó de médico en la Facultad de Medicina de Génova, Italia, en 1927. Hasta
1931 trabajó como médico general, colaboró en el Hospital Arzobispo Loayza con el Doc-
tor Carlos Monge y participó en el equipo que realizó los primeros estudios de Biología
Andina en Morococha, en 1927.
Figura 11. Dr. Hugo En 1931 tuvo su primer contacto con la Medicina Tropical, pues trabajó como médi-
Pesce co en la colonia de Satipo (selva del Perú). Fruto de su estadía fue su primer trabajo de
la especialidad: “Geografía sanitaria en la Región de Satipo”.
Nuevamente en Lima, trabajó en la Clínica Médica del Hospital Arzobispo Loayza has-
ta 1935, en que fue nombrado Comisionado Sanitario de la Región; ese mismo año fun-
dó el Servicio Antileproso de Apurímac (SALA), entidad predecesora del Servicio
Nacional Antileproso que creó a su regreso a Lima en 1944. Este servicio fue después
Departamento y luego División de Lepra de la Dirección de Normas y Supervisión del Mi-
nisterio de Salud.

324
Historia de la Dermatología en el Perú

Describió en 1937 el primer caso de Lepra Tuberculoide en Apurímac. En 1945 ingresó


a la cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Parasitarias que dirigía el doctor Os-
waldo Hercelles en la Facultad de Medicina de San Fernando. Trabajó en la clasificación
mundial de la lepra de la que fue coautor con los doctores Fernández y Schujman de Argen-
tina y con Souza Campos de Brasil. Fue creador y líder de la Escuela Leprológica Peruana.
En la Facultad de San Fernando contribuyó decisivamente a su reconstrucción aca-
démica en 1961 ocupando como Profesor Principal concursado la Jefatura de la Cátedra
de Enfermedades Infecciosas y Tropicales, que desempeñó por 14 años consecutivos has-
ta el 15 de mayo de 1967, fecha en la que pasó a la condición de Profesor Emérito. Ade-
más de sus estudios sobre lepra, estudió y recopiló exhaustivamente datos sobre el tifus
exantemático y el recurrente –de los que tenía amplia experiencia por su estadía en la
sierra– así como sobre las micosis profundas, en especial la “Blastomicosis Sudamerica-
na” y la “Histoplasmosis”. Fue gestor del Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Ca-
rrión” de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
La talla intelectual del Dr. Hugo Pesce desborda la actividad médica; se destacó como
gran conferencista, literato y filósofo, manejando con extraordinaria habilidad el mate-
rialismo dialéctico para el análisis de un cuantioso acervo intelectual que su privilegia-
da mente enciclopédica logró atesorar, transformándose en consultor obligado de los
estudiosos de la realidad peruana.
Hugo Pesce, maestro e investigador, falleció repentinamente el 26 de julio de 1969 a
los 69 años de edad en plena producción intelectual, después de haber ejecutado una gi-
gantesca, tesonera e impecable labor universitaria.

Marcial Ayaipoma (1908-1998)15


Médico dermatólogo, nacido en 1908 en el Departamento de Huancavelica (figura 12).
Seguidor de la Escuela Francesa, fue convocado en 1942 por el Prof. Aurelio Loret de
Mola, quien tenía a su cargo la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de
Medicina de la Universidad de San Marcos. Posteriormente, fue designado por concurso
como Catedrático Asociado de Dermatología. Más tarde, completaron el equipo derma-
tológico de profesores los Drs. Víctor Meth y Elda Canadell y como ayudantes Guillermo
Arana y Jaime Flores.
En 1961 surgió un serio problema entre la Facultad de Medicina de la Universidad de
San Marcos y el Consejo Universitario al rechazar la Facultad la intervención del Tercio
Estudiantil en su gobierno. Como consecuencia, los profesores de la Facultad renuncia-
Figura 12. Dr.
ron colectivamente. Meses después estos profesores, entre los cuales estaba Ayaipoma,
Marcial Ayaipoma
fundaron la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas Cayetano Heredia,
que tuvo su primera sede en el local que anteriormente ocupaba el Colegio Belén, en el
Jirón de la Unión, del Cercado de Lima.
El Dr. Ayaipoma continuó enseñando como Catedrático Asociado en la cátedra de Der-
matología de la nueva Universidad, que funcionaba también en el Hospital Arzobispo
Loayza. En 1970 renunció irrevocablemente a la cátedra y con él todo el cuerpo docen-
te, a excepción del doctor Víctor Gonzáles Pinillos. Pero aun alejado de la actividad do-
cente continuó realizando importantes servicios médicos para la comunidad, en su
condición de secretario vitalicio de su promoción.
El Dr. Ayaipoma fue miembro activo del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermato-
logía (CILAD) y también miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología.

Víctor Gonzáles Pinillos (1914-1985)15


Médico Dermatólogo de amplia experiencia (figura 13). Nació en Trujillo en 1914; con
formación en la Escuela Francesa, fiel colaborador del Prof. Loret de Mola, a través de
la práctica se especializó en Dermatología, actividad a la que se dedicó hasta el momen- Figura 13. Dr. Víctor
to de su fallecimiento, en 1985. Gonzáles Pinillos

325
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Durante gran parte de su carrera profesional se dedicó a prestar servicios en la Admi-


nistración Pública, pues consideraba que una de sus prioridades era contribuir directa-
mente, con su esfuerzo y su dedicación, a mejorar los servicios de Salud Pública en el país.
El Ministerio de Salud lo destacó a la zona de selva, donde cumplió tareas entre los años
1942 y 1944, resolviendo problemas referentes a las diversas patologías dermatológicas.
En 1945 ingresó a prestar sus servicios en el campo de la Seguridad Social, en el Po-
liclínico Nº 1 y en el ex Hospital Obrero, hoy Hospital Guillermo Almenara, centros mé-
dicos donde permaneció hasta 1983 desempeñándose como Jefe del Servicio de
Dermatología. Un año después ingresó al Hospital Arzobispo Loayza, donde también se
desempeñó como Jefe del Consultorio de Dermatología hasta 1961.
Entre los años 1970 y mediados de los 80, el Dr. Gonzáles Pinillos tuvo a su cargo, en
el Hospital “Arzobispo Loayza”, el mayor y más activo Servicio de Dermatología del país,
integrado por 14 especialistas, cada uno de los cuales atendía diariamente un promedio
de 40 pacientes. En 1977 obtuvo su doctorado en Medicina en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, donde se había desempeñado como profesor en la cátedra de Der-
matología entre los años 1942 y 1960.
Fundador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, fue Profesor Principal en la
cátedra de Dermatología, hasta el año 1979.

Luis Flores-Cevallos15
Médico Dermatólogo especializado en Francia; Doctor en Medicina. Nació en la Ciu-
dad de Ayabaca, Departamento de Piura, en el año 1917 (figura 14).
El Prof. Loret de Mola lo incentivó a viajar al extranjero y le sugirió el Hospital Saint-
Louis de París como el mejor centro de estudios en Dermatología. En 1950 se matriculó
en los cursos de Histopatología Dermatológica, con el Prof. B. Duperrat; en Dermatolo-
gía Clínica con los Profs. L. Gougerot y R. Degos; en Alergia Dermatológica y Citología
con el Prof. Tzanc. Un aspecto digno de mencionar es la solicitud del Prof. Duperrat pa-
ra que colaborara con él, elaborando el capítulo “Leishmaniasis y Verruga Peruana” del
importante libro que el científico estaba escribiendo.
En 1952 regresó al Perú y decidió aplicar los conocimientos adquiridos en Francia en
Figura 14. Dr. Luis
la Cátedra de Dermatología en la Universidad de Mayor de San Marcos y en el Servicio
Flores-Cevallos
de Dermatología del Policlínico Obrero del Callao. En sus 11 años de trabajo en estas ins-
tituciones, como Jefe Instructor de Clínica y Profesor Auxiliar, organizó las reuniones clí-
nicas mensuales, simposios anuales en Lima y provincias; preparó el Syllabus de
enseñanza de Pregrado; realizó la publicación de trabajos y folletos sobre reuniones clí-
nicas, instauró programas de intercambio cultural con el extranjero y la asistencia en
grupos a congresos mundiales, entre otras labores, sin dejar de dictar, por las mañanas,
sus clases teóricas y prácticas.
En 1973 obtuvo el título de Doctor en Medicina.
En el Hospital del Empleado se dedicó a la organización del Servicio de Dermatolo-
gía, luego creó el Servicio de Alergia, estableció las Reuniones Clínicas Interhospitalarias
y el intercambio cultural con el extranjero; preparó los Manuales de Organización y Fun-
ciones, Normas y Procedimientos del Servicio.
Posteriormente asumió responsabilidades administrativas de gran importancia en el
Hospital del Empleado, llegando a ocupar su Dirección hasta 1986, fecha en que renun-
ció para proseguir su infatigable labor en otros campos de la medicina.
Organizó y ejecutó la I Jornada Peruana de Dermatología, en el Hospital Regional del
Empleado en la ciudad de Arequipa. Inició la preparación del I Congreso Peruano de
Dermatología y el I Curso Internacional de Posgrado de Dermatología.
Reelecto Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología en el año 1971, su pri-
mera gestión fue la inscripción de la Sociedad en el Registro Nacional de Instituciones
Médicas del Colegio Médico del Perú; actualizó el Estatuto y el Reglamento; a sus 20 socios

326
Historia de la Dermatología en el Perú

fundadores sumó 30 honorarios extranjeros, 145 titulares, 1 honorario nacional, 10


correspondientes extranjeros, 10 miembros asociados y 16 adjuntos.
Entre sus principales publicaciones científicas cabe destacar su contribución en el li-
bro de Duperrat, ya mencionado, con el capítulo “Leishmaniasis y verruga peruana”; los
trabajos sobre “Distribución de algunas dermatosis según las diferentes zonas del clima
del Perú”; “Incidentes generales de intolerancia a medicamentos”; “Manifestaciones cu-
táneas de Avitaminosis B”; “Normas generales de Terapéutica Dermatológica”; “Reticu-
losis Cutánea, Micosis Fungoide, enfermedad de Hodgkin, enfermedad de Kaposi,
Mastocitosis”; “Concepto actual sobre Sífilis” (1968); “Tratamiento del vitíligo con Triso-
laren”; “Pénfigo seborreico, su tratamiento con Murranil”; “El cuidado de los alimentos
en la prevención de enfermedades”.
Además ha publicado libros sobre la Tuberculosis Cutánea y la Historia de la Derma-
tología del Perú. Es miembro honorario de diferentes Sociedades Dermatológicas Extran-
jeras.
En el año 1971 fue nombrado por el Colegio Médico del Perú como Presidente del Co-
mité de Calificación de Dermatólogos de la Modalidad No Escolarizada.
Es elegido en 1979 y reelegido en 1983 Delegado Peruano del Colegio Ibero-Latinoa-
mericano de Dermatología. En 1984 funda el Comité Central Peruano del CILAD, siendo
designado Presidente. En el año de 1985 es elegido Miembro Honorario del CILAD y en
1989 Presidente Honorario del CILAD-PERÚ.
Al cumplirse los 40 años (Bodas de Rubí) de la Fundación de la Sociedad Peruana de
Dermatología se le distinguió con la Medalla de Honor como ex Presidente.
Con motivo de la celebración del 38º aniversario del Hospital del Empleado (hoy Hos-
pital Edgardo Rebagliati Martins) fue distinguido con Medalla de Honor por su destacada
labor durante 40 años. En 1996, el Colegio Médico del Perú, en ceremonia central, le hi-
zo entrega de una Medalla de Orden por servicios distinguidos en el campo de la Derma-
tología. En el año 2003, en el XV Congreso del CILAD, en Buenos Aires, se le otorgó el
premio por su colaboración en el desarrollo de la Dermatología en el Perú, reconocimien-
to hecho por el Presidente de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas (LIDS).

PROFESORES CONTINUADORES

Juan Manrique15
Médico Dermatólogo graduado en la Universidad de Chile (figura 15). Nació en Ilo,
Departamento de Moquegua, en el año 1914. Realizó su entrenamiento en el Hospital
San Vicente en Santiago de Chile, en el Servicio de Dermatología del Prof. Arturo Paro-
di, discípulo del profesor alemán Jadassohn.
En 1944 ingresa a la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Chile. A su regre-
so al Perú en 1947 ingresa a trabajar en el Hospital Obrero de Lima hasta 1984. En ese
Hospital ejerce la Jefatura del Servicio de Dermatología y luego la Jefatura del Departa-
mento de Medicina Especializada hasta su retiro. Asimismo, es nombrado Médico Der-
matólogo Consultor en los Hospitales Militar y de Aeronáutica.
En 1960 ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, en calidad de profesor en la Cátedra de Dermatología. Figura 15. Dr. Juan
Manrique
En 1972, se le pide que abra la Cátedra de la especialidad de Dermatología de la Uni-
versidad Nacional Federico Villarreal, en la cual se desempeña como Profesor Principal.
En 1990 es declarado Profesor Emérito de la Universidad de Chile y un año después
le otorgan el título de Doctor Honoris Causa.
A lo largo de su vida profesional, este distinguido especialista ha cumplido una amplia
y proficua labor en el campo de la docencia universitaria: ha dictado cursos de Extensión
y cursos de Posgrado, ha realizado asesorías de tesis de Pregrado y Posgrado, ha sido ju-
rado de tesis de Pre y Posgrado y ha participado en diversas comisiones académicas.

327
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Entre los más importantes trabajos de investigación que ha publicado se cuentan dos
Manuales de Dermatología que sirven de guía para los estudiantes de Pregrado de la
Universidad Nacional Federico Villarreal.
Ha participado en diversos Congresos de su especialidad tanto a nivel nacional como
internacional, actuando como organizador y conferencista.
Entre las múltiples distinciones recibidas, tiene los reconocimientos del Colegio Médi-
co del Perú, del ex Hospital Obrero, hoy Hospital Guillermo Almenara, del Hospital Mili-
tar, del Hospital de Aeronáutica, de la Sociedad Peruana de Dermatología, de la Sociedad
Bolivariana de Dermatología y de la Sociedad Chilena de Dermatología.
Es miembro de diversas Sociedades Científicas del Perú y del extranjero y ha ejerci-
do los cargos de Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología y de la Federación
Bolivariana de Dermatología.

José Neyra15
Médico, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Tropical, Leprología, Tisiología
y Medicina Sanitaria. Nació en Lima en 1920; realizó sus estudios de Posgrado en Fran-
cia; es autor de diversos estudios sobre Epidemiología de la Lepra en el Perú (figura 16).
Trabajó durante treinta y dos años en el Ministerio de Salud, llegando a ocupar el car-
go de Viceministro en 1978.
Figura 16. Dr. José
Neyra
Ha dedicado gran parte de su tiempo a la actividad docente, ejerciendo como Profesor du-
rante cuarenta años en la Facultad de Medicina de San Fernando, donde llegó a la categoría
de Profesor Principal en la especialidad de Enfermedades Tropicales. Al retirarse como cate-
drático de ese centro de estudios se le otorgó el título de Profesor Emérito, como reconoci-
miento a su importante y dedicada labor en beneficio de las nuevas generaciones de médicos.
Entre los años 1951 y 1953 estuvo en Francia realizando estudios sobre Tuberculo-
sis, Lepra y BCG. Años después volvió a ese país para seguir estudios sobre Tuberculosis
y en 1970 viajó a Italia con el mismo objetivo.
Entre las más importantes distinciones recibidas a lo largo de su carrera se encuen-
tran las condecoraciones de la Orden de “Hipólito Unanue” y la Orden de “Daniel A. Ca-
rrión”, en el grado de Gran Oficial.
En dos oportunidades se ha desempeñado como Secretario de la Facultad de Medici-
na de San Fernando y ha sido Secretario de la Federación Médica Peruana y del Conse-
jo Regional III del Colegio Médico del Perú. Fue incorporado como Miembro Asociado de
la Academia Nacional de Medicina en 1991 y se le nombró Miembro Titular en 1994. Es
Miembro Honorario de la Academia Peruana de Salud, desde la fundación de esa insti-
tución, en diciembre de 1993. En los años 1994 y 1995, ejerció el cargo de Decano del
Colegio Médico del Perú. En los años 1995 a 1998 fue representante de los Colegios Pro-
fesionales del Perú ante el Consejo Nacional de la Magistratura.
El Dr. Neyra ha realizado diversos trabajos de investigación: “Las Correlaciones In-
munológicas de la Lepra con la Tuberculosis. Su aplicación práctica”; “La Vacunación
Figura 17. Dr. Aizic BCG en la Profilaxis de la Lepra”, que fue su tesis de Bachiller en Medicina (1950) y otros
Cotlear como “Inmunología de la Lepra”, “La Vacunación BCG en la profilaxis de la Lepra. Plan
de trabajo en el Nor-Oriente”, “Clima y tuberculosis. Aspectos históricos”, “El antagonis-
mo de la Lepra en la Tuberculosis. Consideraciones Epidemiológicas en el Perú”, “La Tu-
berculosis en los sujetos de más de 50 años”, “La fiebre amarilla en el Perú” y “La peste
en el Perú”, “La verruga peruana en el Departamento de Ancash”; hay que destacar la
publicación de su libro Imágenes Históricas de la Medicina Peruana (1999).

Aizic Cotlear15
Médico Dermatólogo, Doctor en Medicina; nacido en Lima el año 1927 (figura 17).
Realizó la residencia en Dermatología en la New York University, Bellevue Medical Cen-
ter, Skin and Cancer Unit, donde siguió estudios hasta el año 1955.

328
Historia de la Dermatología en el Perú

Ha tenido una intensa actividad en el campo de Leprología entre los años 1957 y
1976. Durante ese tiempo cumplió tareas como Médico Jefe del Servicio Nacional Anti-
leproso del Ministerio de Salud Pública.
Entre los años 1958 y 1970 ha sido Consultor del Instituto de Salud Ocupacional. Si-
multáneamente, ha cumplido una importante labor asistencial en Dermatología, desem-
peñándose como Médico Jefe del Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos en la sede del Hospital Dos de Mayo, entre
los años 1962 y 1983.
En 1968 fue elegido Jefe del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina
de San Fernando, cargo que desempeñó hasta 1969. Posteriormente fue nombrado Di-
rector del Programa Académico de Perfeccionamiento de la UNMSM, labor que cumplió
hasta 1971.
Algunos de sus más destacados trabajos de investigación han sido, en el campo de la
Leprología, “Preparación del suero citotóxico antireticular y su aplicación en la lepra” y
en Dermatología Ocupacional: “Arsénico y dermatosis ocupacionales”. Sus publicaciones
le valieron distinciones especiales, entre ellas ser nombrado Consultor en Lepra de los
Institutos Nacionales de Salud y ser incorporado como Miembro de la New York Academy
of Sciences.
Es miembro de diversas e importantes instituciones científicas y sociedades profesio-
nales del Perú y del extranjero, entre ellas la American Academy of Dermatology; es
miembro activo de la New York Academy of Sciences.
Entre otros congresos, ha concurrido anualmente, desde 1970, a las reuniones de la
American Academy of Dermatology, institución de la cual es miembro vitalicio.

Zuño Burstein15
Médico Doctor en Medicina, especialista en Dermatología y Medicina Tropical, con es-
tudios de Posgrado en Alemania e Israel. Nació en la Ciudad de Chiclayo, Departamento
de Lambayeque, el año 1930. En la Facultad de Medicina de la UNMSM obtuvo el título de
Bachiller en Medicina y posteriormente el de Médico Cirujano, en el año 1957 (figura 18).
Entre los años 1958 y 1960 siguió estudios de especialización en Dermatología y Medi-
cina Tropical en el Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania, y en la Clínica
Dermatológica Universitaria de esa ciudad. Posteriormente siguió especializándose en la
Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Realizó esta capacitación
mediante una beca otorgada por el gobierno alemán en mérito a un convenio entre el go-
bierno peruano y alemán para constituir en el Perú un Instituto de Medicina Tropical.
A su regreso a la Facultad de Medicina de San Marcos obtuvo en 1962, como Jefe Ins- Figura 18. Dr. Zuño
Burstein
tructor en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas Tropicales y Parasitarias, el cargo de
profesor auxiliar en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía, encomendándosele el tras-
lado, organización y coordinación de la Cátedra que había sido ubicada en el Hospital 2
de Mayo. Posteriormente fue nombrado Profesor Principal en la Cátedra de Dermatolo-
gía y en la de Medicina Tropical, desempeñando el cargo de Jefe de Consultorios Exter-
nos y Unidades Periféricas, así como el de los programas especiales del ya constituido
Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, donde llegó a ser Direc-
tor Interino y más adelante Jefe del Servicio de Lepra y Dermatología Sanitaria en con-
venio con el Ministerio de Salud.
En su actividad académico-administrativa fue miembro de la comisión reorganizado-
ra y posteriormente Director Universitario de Servicios Académicos y Registro Central y
luego Director Universitario de Planificación de la UNMSM. Fue nombrado Profesor Emé-
rito de ese Centro de Estudios en 1976; actualmente continúa desempeñando la docen-
cia en el posgrado.
Ocupó el cargo de Jefe del Departamento de Lepra y Micología Médica y luego del De-
partamento de Dermatología Sanitaria en los Institutos Nacionales de Salud.

329
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Es Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina; desde el año 2001.


Pertenece a importantes instituciones científicas internacionales, entre ellas el Colegio
Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), del que fue Delegado Nacional en el
Perú; a la American Academy of Dermatology, a la Sociedad Internacional de Dermato-
logía, a la Academia Europea de Dermatología y Venereología, a la Unión Latinoameri-
cana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (ULACETS) y otras. Es Miembro
Honorario Internacional de las Sociedades Argentinas de Dermatología y Leprología.
Entre las instituciones científicas nacionales a las que pertenece están el Colegio Ibe-
ro-Latinoamericano de Dermatología (CILAD-PERÚ) (actualmente CIDERM-PERU) del
cual fue Fundador y Presidente; la Unión Peruana contra las Enfermedades de Transmi-
sión Sexual (UPCETS), que también preside actualmente; a la Sociedad de Dermatología,
Sociedad de Inmunopatología y Alergia y otras.
Desempeñó el cargo de Primer Secretario de la Federación Médica Peruana en el año
1966; en 1969 fue nombrado miembro de la comisión redactora de los Estatutos y Re-
glamento del Colegio Médico del Perú en representación de los Programas Académicos
de Medicina.
Es Director Fundador de la Revista Folia Dermatológica.
Entre sus más importantes trabajos de investigación y publicaciones se pueden citar:
“Flagelados en el látex de la Jatropha macranta (huanarpo hembra); comunicación pre-
liminar”; “Contribución al estudio de la verruga peruana y de la uta. Investigaciones en
el Cnidosculos basiacantha y Jatropha macrantha (huanarpos) como posible reservorio”
(Tesis de Bachiller en Medicina, Universidad de San Marcos); “Contribución al estudio de
las micosis profundas en el Perú; acerca de tres casos de Sporotrichosis”, “Estudio ac-
tual del conocimiento de la Leishmaniasis Tegumentaria en el Perú”, “Sarna Noruega en
el Perú”, “Nuestra experiencia clínica en Leishmaniasis Tegumentaria en el Perú; inten-
to de agrupar las formas clínicas con un criterio clínico epidemiológico”, “Nuevas contri-
buciones al conocimiento de la Esporotricosis en el Perú; formas clínicas poco
frecuentes”, “Candidiasis Granulomatosa”, “Anatomía patológica de la Blastomicosis Su-
damericana en el Perú (aspectos histopatológicos)”, “Una forma clínica poco usual de Ac-
tinomicosis”,“A propósito de un caso de Micetoma maduromicótico a madurella
mycetomi”.
Otros trabajos publicados en revistas científicas son: “Dermatosis Cenicienta (eritema
discrómico pertans) en el Perú: a propósito de un caso estudiado”, “Aporte al diagnósti-
co de las micosis humanas en el Perú (nuestra contribución en 8 años de labor)” (Tesis
de Doctorado), “Blastomicosis Sudamericana en el Perú”, “Esporotricosis y mycetomas
en el Perú”, “Contribución al conocimiento de las micosis superficiales en el Perú”; “La
Lepra indiferenciada en el Perú”; “Quiebre del Programa de Control de la Lepra en el Pe-
rú por la descentralización e incorporación a los programas generales de salud”; “Flora
micótica genital en gestantes de nuestro medio (Perú)”; “Estado actual del control de las
enfermedades venéreas en el Perú”, “Verruga du Perou” (Enciclopedia Medico-Chirurgi-
ca, París); “La necesidad de evaluar los cosméticos”, “Tratamiento de la Psoriasis seve-
ra con Ciclosporina A” y otros.
Fue declarado Presidente Honorario de la XXIII Reunión Anual de Dermatólogos Ibe-
ro-Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA), celebrada del 1º al 4 de mayo de 2004 en
Lima. Ha sido distinguido por el Colegio Médico del Perú por sus aportes a la medicina
peruana y su gran prestigio profesional. La Sociedad Peruana de Dermatología le otorgó
Medalla de Honor, en septiembre de 2004, como Miembro Fundador y Ex Presidente.

Dante Mendoza15
Dermatólogo y dermatopatólogo; nació en el Departamento de Junín, Perú, el año
Figura 19. Dr. Dante 1934 (figura 19). Hizo su Posgrado en el Servicio de Dermatología con el Prof. Robert De-
Mendoza gos y en Dermatopatología con el Prof. Jean Civatte, en el Hospital Saint-Louis de París.

330
Historia de la Dermatología en el Perú

Posteriormente, el 20 de septiembre de 1974, obtiene el título de Especialista en Derma-


tología, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí inicia su carrera docente,
ingresando, por concurso, como Jefe de Prácticas, en julio de 1962; obtiene la máxima
categoría de Profesor Principal, en enero de 1981. En 1993, es nombrado Jefe del Cur-
so de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos.
Entre sus más importantes trabajos están: “Donovanosis en el Hospital Dos de Mayo”,
“Sarcoma de Kaposi, desde 1991 a 1993 en el Hospital Dos de Mayo” y “Necrobiosis Li-
poídica en el Hospital Nacional Dos de Mayo, años 1992-1993”.
Es miembro Fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología y pertenece al Cole-
gio Ibero-Latinoamericano de Dermatología.
Actualmente (2004) se desempeña como Presidente del Comité de la Especialidad de
Dermatología de la Unidad de Posgrado de la Facultad de Medicina en la Universidad de
San Marcos.

Wenceslao Castillo15
Médico dermatólogo. Nació en Lima en 1929, obtuvo el título de Médico Cirujano en
la UNMSM en el año de 1956 (figura 20). En 1961 ingresó como profesor a la Universi-
dad de San Marcos, donde actualmente, se desempeña como Profesor Principal de Der-
matología de la Facultad de Medicina de San Fernando y es Jefe del Servicio de
Dermatología del Complejo Hospitalario Daniel Alcides A. Carrión-Callao.
La tarea más importante que ha desarrollado el Dr. Castillo a lo largo de su carrera
profesional es la investigación. Su trabajo “Candidiasis Mucocutánea Crónica, estudio in-
munológico y tratamiento específico con factor de transferencia”, realizado en conjunto
con el Dr. Raúl Patruco le valió el Segundo Premio del prestigioso Instituto “Hipólito Una-
nue” el año 1979 y una Mención Honrosa en el Premio “Roussell”. Figura 20. Dr.
En 1982 el “Estudio de los parámetros Inmunológicos en Enfermedades Infecciosas y Wenceslao Castillo
Tropicales que constituyen problema de salud en el Perú” realizado por ambos especia-
listas obtuvo Mención Honrosa del Premio “Hipólito Unanue”. Otro hito notable en la ca-
rrera de investigador del Dr. Castillo fue el descubrimiento de los primeros casos de SIDA
en el Perú, que efectuó junto con el doctor Patruco. Otro de sus motivos de investigación
ha sido la enfermedad de Lyme, cuyos primeros casos comunicó.
Otros importantes trabajos científicos realizados y publicados por el Dr. Castillo son
“Dermatitis Atópica”. “Genética y dermatología”, “Dermatitis de contacto”, “La niñez y
el SIDA”, “Clasificación de las enfermedades de Transmisión Sexual”, “Herpes I y Her-
pes II”, “Inmunología del SIDA” y “El Eosinófilo”.
Es miembro de numerosas sociedades médicas entre las que se cuentan la Sociedad
Peruana de Dermatología (SPD); la Sociedad Peruana de Inmunología y Alergia; la Socie-
dad Ecuatoriana de Dermatología; la Sociedad Paraguaya de Alergia; la Sociedad Boli-
variana de Dermatología; la Sociedad Latinoamericana de Alergistas; la Sociedad
Peruana de Genética Médica; la Unión Peruana y la Unión Latinoamericana contra las
Enfermedades de Transmisión Sexual.
El Dr. Castillo ha sido varias veces Presidente de la Sociedad Peruana de Inmunolo-
gía y Alergia.

Oscar Romero16
Médico dermatólogo, nació en la ciudad de Lima en 1929. Se recibió de médico en
1961 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el título de Especialista
en Dermatología en 1977. Hizo sus estudios especializados en la Facultad de Medicina
de la Universidad de San Paulo entre los años 1961 y 1962 en las ramas de Microbiolo-
gía y Medicina Tropical; en el Hospital Das Clínicas de la misma Universidad realizó es-
tudios de posgrado de Dermatología entre 1963 y 1965.
Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

331
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

en el año 1955 como ayudante de prácticas en el Laboratorio de las Clínicas; hizo su ca-
rrera docente inicialmente en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Pa-
rasitorias con el Profesor Hugo Pesce y posteriormente en la Cátedra de Dermatología
con el Profesor Aizic Cotlear, llegando a ser Jefe de la Cátedra de Medicina Tropical el
año 1977 y de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos el año 1980 a 1993, en su condición de Profesor Principal de Dermatología y Medi-
cina Tropical completando 44 años de servicios docentes. Fue Jefe del Servicio
Académico Asistencial de Dermatología y Jefe de la Sección de Educación Médica Conti-
nua de la misma Universidad. Fue Tutor y Profesor responsable de la especialidad de
Dermatología de la Unidad de posgrado de la Facultad de Medicina.
En su labor médico asistencial ingresó en 1966 al Ministerio de Salud Pública, por
concurso, ocupando la plaza de Médico Venereólogo en el Centro de Salud de Ate Vitar-
te; en 1968 ocupó por concurso la plaza de Médico Dermatólogo en el Hospital Nacional
2 de Mayo, donde llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología (1995-1999), completan-
do 37 años de servicios prestados a la Salud Pública (Ministerio de Salud). Ha sido po-
nente en numerosos certámenes de Dermatología y Dermatología Tropical realizados por
las Sociedades Médicas y Congresos Nacionales e Internacionales.
Entre sus trabajos publicados se destacan los siguientes títulos: “Enfermedad de Jor-
ge Lobo, primer caso diagnosticado en el Perú”, “Leishmaniasis Cutánea, formas espo-
rotricoides”, “Enfermedades Venéreas, Sífilis”, “Blastomicosis Sudamericana en el
Perú”, “Donovanosis en el Hospital 2 de Mayo”, “Necrobiosis Lipoídica en el Hospital 2
de Mayo”, “Sarcoma de Kaposi desde 1991 a 1993 en el Hospital 2 de Mayo” y numero-
sos manuales de clases teóricas para Dermatología.
Entre las distinciones otorgadas al Dr. Romero se mencionan la medalla por 25 años
de servicios en el Hospital 2 de Mayo, medalla por los 40 años en la docencia médica en
la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Distinción Ho-
norífica y Medalla al Mérito por destacada labor científica y profesional en prestigio de
la Orden otorgada por el Colegio Médico del Perú en Octubre de 1999. Pertenece a la So-
ciedad Peruana de Dermatología que le ha concedido el año 2004 el Título Honorífico de
“Maestro de la Dermatología Nacional”. Es miembro del Colegio Ibero-Latinoamericano
de Dermatología (CILAD).

Elda Canadell15
Nació en 1934 en Buenos Aires y se graduó de Médica en 1958 en la Facultad de Me-
dicina de la UBA. Hizo su entrenamiento dermatológico en la Cátedra en el Hospital Ra-
mos Mejía con el Dr. Marcial Quiroga. Obtuvo la nacionalidad peruana por matrimonio
revalidando su título profesional de Médico Cirujano en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos y posteriormente obtuvo el título de Especialista en Dermatología, siendo una
de las iniciadoras y exponentes de la Dermatología Cosmiátrica en el Perú (figura 21).
Gracias a los certificados otorgados por el Prof. Quiroga, fue aceptada en la Cátedra
del Prof. Aurelio Loret de Mola y se desempeñó como Jefa de Prácticas, siendo la prime-
ra dermatóloga en ejercer la docencia.
En 1962 integra el grupo de profesores fundadores de la Universidad Peruana Caye-
Figura 21. Dra. Elda tano Heredia e inicia sus labores como docente en la Facultad de Medicina de ese cen-
Canadell tro de estudios.
En 1972 es invitada a formar parte del plantel de catedráticos de la Universidad de
San Marcos, como Profesora Auxiliar y más tarde como Asociada, en la cátedra del Pro-
fesor Aizic Cotlear.
La doctora Canadell, con gran vocación por la docencia, es tutora de Residentes de
Pediatría en la especialidad de Dermatología, en el Departamento de Pediatría del Área
Hospitalaria Nº 6 del Callao y en el Hospital del Niño, por la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos y la Universidad Federico Villarreal.

332
Historia de la Dermatología en el Perú

Ha participado en numerosos cursos y congresos nacionales e internacionales, entre


ellos los organizados por la Sociedad Peruana de Dermatología de Lima y de su sede en
Arequipa, por la Asociación Médica Femenina del Perú y por la Sociedad Peruana de Pa-
tólogos. Ha participado, igualmente, en los certámenes médicos de la Alianza Panameri-
cana de Médicas: en los de la Asociación Peruana de Química Cosmética; en el Primer
Congreso Médico Argentino y en varios Simposios y Seminarios del CILAD-PERÚ.
Desde 1963 es miembro activo del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología
(CILAD). Fue igualmente una de las fundadoras de la Sociedad Peruana de Dermatología
del Perú.
Es autora de diversos artículos aparecidos en diarios y revistas especializados y de al-
gunos capítulos del libro Actualizaciones en Terapéutica, así como del Manual de Der-
matología, ambos publicados por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Alejandro Morales17
Médico dermatólogo, nacido en Trujillo, Perú, en el año 1933. En 1959 obtuvo el títu-
lo de médico cirujano en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hizo sus estu-
dios de posgrado especializado en el Hospital Henry Ford (Detroit) haciendo el internado
y la residencia en Medicina Interna entre 1959 y 1961 y una residencia en Dermatología
en el mismo Hospital de 1961 a 1964. Hizo estudios de Dermatopatología con el Dr. G.
Pinkus (Michigan) de 1964 a 1965.
El Dr. Morales es Fellow de la Academia Americana de Dermatología desde 1965 y de
la Academia Americana de Dermatopatología desde 1976, habiendo sido certificado con
el American Board de Dermatología y con el American Board de Dermatopatología.
Se integró a la Escuela Dermatológica del Prof. Cotlear de la Facultad de Medicina de
la UNMSM como Profesor Asociado de Dermatología desde el año 1965 a 1971, habien-
do sido miembro del comité de especialización en Dermatología de esta Universidad el
año 1974. Fue Profesor Asociado de Clínica en la Universidad de Michigan en los años
1978, 1980, 1982 y 1984.
En su labor asistencial fue Asociado en el Departamento de Dermatología en el Hos-
pital Henry Ford, Detroit, del año 1975 a 1980 y Vice-Chairman del mismo Departamen-
to del año 1981 a 1984.
Ha sido Secretario de la Michigan Dermatology Society del año 1978 a 1981 y Presi-
dente de esta institución del año 1981 a 1983.
Perteneció al Departamento de Dermatología de la Clínica Anglo Americana en Lima
de 1965 a 1974; desde 1984 a la fecha (2004) es Director del “Instituto Dermatológico”.
Es autor de 15 publicaciones en revistas médicas nacionales y extranjeras como JAMA,
Archivos de Dermatología, Journal of the American Academy of Dermatology y otras,
sobre temas como “Ototoxicidad de la Kanamicina”, “Xantomatosis hipercolesterolémi-
ca familiar esencial”, “Calcificaciones subcutáneas en úlceras de piernas”, “Epitelioma
de Jadassohn”, “Queratoacantomas múltiples de piel y conjuntivales”, “Penfigo benig-
no familiar crónico”, “Displasia ectodérmica anhidrótica hereditaria”, “Sindrome de
Reiter con queratodermia”, “Principios de fotobiología y fotosensibilidad”, “Minocicli-
na y pigmentación cutánea generalizada”, “Sindrome de Torres: reporte de dos casos”
entre otros.
Ha colaborado en capítulos de libros como el Current Therapy de Conn con el tema
“Tratamiento de la escabiosis” y otros.
Ha dictado numerosas conferencias en instituciones nacionales y extranjeras sobre
diversos temas de la Dermatología.
Es miembro de la Sociedad Peruana de Dermatología, del Colegio Ibero-Latinoameri-
cano de Dermatología, del American Medical Association, del American Venereal Disea-
se Association, de la International Society of Tropical Dermatology, de la International
Society of Pediatric Dermatology entre otras.

333
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Pedro Navarro18
Médico dermatólogo, Doctor en Medicina, nacido en la Provincia Constitucional del
Callao en 1931. Al egresar de la Facultad de Medicina de San Fernando en 1958 con el
título de Médico Cirujano, ingresa a la Sanidad Militar donde labora inicialmente; más
tarde entra en el Hospital Central del Empleado, donde se lo asigna al Servicio de Der-
matología.
En los años siguientes hasta 1963 se capacita por cortos períodos en el extranjero; en
1964 obtiene una vacante en la Cátedra del Prof. Luis Pierini en Buenos Aires; en la mis-
ma ciudad se capacita también en Dermatopatología con el Prof. Jorge Abulafia; en
agosto y septiembre de 1967 asiste al Servicio del Prof. Duperrat del Hospital Saint-Louis
de París.
Obtiene el título de Especialista en Dermatología en la UNMSM el año 1976 y el gra-
do Académico de Doctor en Medicina en 1978 en la misma Universidad.
Ingresa a la docencia universitaria el año 1977 como Profesor de Dermatología, acti-
vidad que ejerce hasta la actualidad en condición de Profesor Principal siendo miembro
del Comité de la Especialidad en Dermatología de la Unidad de Posgrado de la UNMSM
desde hace varios lustros. También es docente en la Universidad Ricardo Palma desde el
año 2001 en la enseñanza de Dermatología.
En el área asistencial llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Ed-
gardo Rebagliati (antes Hospital Central del Empleado) cargo que desempeñó hasta el
año 2001.
Con múltiples estudios y capacitación académica y profesional ha participado en con-
gresos y certámenes de la especialidad desde 1963 y es autor de numerosas publicacio-
nes en revistas y libros.
Es miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología, Miembro de la Ame-
rican Academy of Dermatology, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, del
Círculo Dermatológico del Perú, de la International Society of Dermatology, de la Fede-
ración Bolivariana de Dermatología, del Instituto de Investigaciones Leprológicas de Ar-
gentina, de la Sociedad de Patología Oral y de la New York Academy of Sciences.
Al crearse el Colegio Médico del Perú en 1970 tuvo participación activa en la inscrip-
ción definitiva de la Sociedad Peruana de Dermatología en el registro nacional de Insti-
tuciones Médico Científicas.

José San Martín19


Médico dermatólogo, nacido en Bellavista (Callao) en 1931. Se recibió de Médico en
la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el año 1958 y
de especialista el año 1974 en la misma Universidad. Hizo estudios de especialización en
el Departamento de Dermatología del US Naval Hospital Philadelphia, Pensylvania. En
1964 ingresó a la docencia universitaria en la Escuela Dermatológica del Profesor Co-
tlear en el Hospital 2 de Mayo, permaneciendo en la docencia hasta 1979. Desde el año
1974 integró el Comité de Especialidad de Dermatología de la Facultad de Medicina de
San Fernando, encargado de calificar como Especialista en Dermatología a nombre de la
Nación, a los médicos que acreditaban la capacitación exigida para optar ese título pro-
fesional, que por primera vez se otorgaba en el país. Fue profesor invitado en el progra-
ma de Residentado de Dermatología de la UNMSM hasta el año 1980, también en la
Universidad Peruana Cayetano Heredia en el dictado del curso de Dermatología desde el
año 1991 hasta la actualidad (2004).
Tiene numerosas publicaciones en revistas nacionales sobre tópicos diversos de la es-
pecialidad, entre ellos: “Nuestra experiencia en la histopatología de la leishmaniasis te-
gumentaria en el Perú” presentado en el 1º Congreso de Microbiología y Parasitología del
Perú (1964), con el Dr. Burstein y publicado en sus Anales.
Ha desplegado sus grandes dotes de conferencista participando en forma permanente

334
Historia de la Dermatología en el Perú

en el dictado de cursos, exposiciones, mesas redondas y conferencias auspiciadas por las


diferentes instituciones médico- científicas del país.
Es miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología habiendo ejercido los
cargos de: Secretario de Acción científica, Secretario General, Vicepresidente y Presiden-
te Interino. Es también miembro honorario de la Asociación de Dermatología Sur Perua-
na y miembro de la American Academy of Dermatology.

Hugo Monroy15
Médico dermatólogo; nació en 1941 en la provincia de Pisco, departamento de Ica (fi-
gura 22). A los 15 años viajó a la ciudad de Córdoba, Argentina, graduándose como Mé-
dico Cirujano en esa ciudad en 1965. Recibió sus primeras enseñanzas en Dermatología
de los Profs. Luis Argüello, Enrique Tello y José María Fernández, famoso leprólogo. In-
gresó tempranamente por concurso de méritos a la cátedra de Dermatología de la Fa-
cultad de Medicina de la Universidad de Córdoba.
Actualmente realiza labor docente en el Servicio de Dermatología como profesor titu-
lar en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Marcos, tanto con
alumnos de Pregrado como de Posgrado. También colabora con el Posgrado en la Facul-
tad de Medicina de la Universidad Nacional Federico Villarreal, donde es tutor de Resi-
dentes de la especialidad.
Figura 22. Dr. Hugo
Monroy
La Escuela Dermatológica del Prof. Aizic Cotlear
en el Hospital Dos de Mayo

Luis Flores-Cevallos y Zuño Burstein

La Escuela Dermatológica del Profesor Aurelio Loret de Mola de la Facultad de Medi-


cina de “San Fernando”, con sede en el Hospital Arzobispo Loayza, tuvo vigencia desde
su creación en 1933 hasta 1960, año en que se produce la renuncia colectiva de todos
sus integrantes a su Universidad de origen. Un año después, el Dr. Loret de Mola instau-
ró la Cátedra de Dermatología en la recientemente creada Universidad Peruana Cayeta-
no Heredia acompañado de sus antiguos docentes. Al jubilarse poco tiempo después,
encargó la jefatura de la Cátedra al Dr. Marcial Ayaipoma, quien renunció en 1970 a esa
Universidad y con él todo el cuerpo docente, a excepción del Dr. Víctor Gonzáles Pinillos
que permaneció en el Hospital Loayza como Jefe de Dermatología.
En el Hospital del Rimac, sede de la Universidad Cayetano Heredia, asume la Jefatu-
ra del Servicio Hospitalario y la Jefatura de la Cátedra el Dr. Guillermo Arana; así que-
da definitivamente disuelta la Escuela Dermatológica del Prof. Aurelio Loret de Mola.
Mientras tanto en el Hospital 2 de Mayo, en aquel entonces otra gran sede docente de
la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM, se realiza en 1961, por dispo-
sición de la autoridad universitaria la reubicación y reconstitución de su Cátedra de Der-
matología y Sifilografía cuya coordinación y ejecución se encomendó al Dr. Zuño
Burstein, Profesor Auxiliar de Dermatología y de Medicina Tropical de esa Universidad.
La jefatura de esta Cátedra fue asumida desde el año 1962 por el Dr. Aizic Cotlear en su
condición de Profesor Asociado concursado.
Transcribimos parte del informe que el profesor Cotlear presentara a la autoridad
universitaria, en su condición de Coordinador de la Sección de Dermatología y Jefe Inte-
rino del Departamento de Medicina Humana de la UNMSM con fecha 8 de octubre de
196920:

Cuando se produjo en 1961 la renuncia masiva de los profesores de la entonces Fa-


cultad de Medicina de la UNMSM la Cátedra de Dermatología tenía su sede en el Hos-
pital Loayza. Fue a raíz de dicha crisis que hubo de trasladar las pertenencias de la

335
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Universidad a una sede provisional que se habilitó en varias pequeñas habitaciones


de la Sala “San Lázaro” del Hospital 2 de Mayo. […] En esos ambientes inapropiados
y estrechos se desenvolvieron las actividades de la Cátedra durante seis años, fecha
en que se obtuvo de las autoridades de la Facultad [la asignación de nuevos] ambien-
tes […]. Al adquirir un ambiente adecuado, logramos que se modificara de acuerdo
a las necesidades propias de la especialidad con ambientes, gabinetes y laboratorios
auxiliares[…] Actualmente la Sección Dermatología cuenta con un ala donde están
habilitados cuatro consultorios docentes, un tópico, un gabinete de fotografía, un la-
boratorio de diagnóstico e investigación micológico y parasitológico para fines der-
matológicos y un laboratorio de histopatología. Cuenta además con una biblioteca,
archivo de casuística, local de seminario y proyecciones con Jefatura y Secretaría pa-
ra la Sección. […] Trabajan en el ala clínica durante todo el año seis docentes aten-
diendo la consulta especializada con que se constituye la casuística para la
enseñanza y la investigación, mientras que el laboratorio tiene un Jefe que es docen-
te del Departamento. [...] El archivo de historias clínicas, de fotografías (en color y
blanco-negro), histopatología y micología cuenta con centenares de casos, lo que da
categoría científica a nuestro centro. El laboratorio de Micología Dermatológica es el
único centro especializado de su clase en todo el país y de allí han salido trabajos de
investigación de muy alta calidad. […] El Servicio de Dermatología sirve también co-
mo centro de entrenamiento, no solamente para personal de nuestra Universidad si-
no que por convenios especiales se ha entrenado también a personas de otras
universidades nacionales que así lo han requerido.[…] El personal que trabaja per-
manentemente en el servicio está constituido por: Dr. Aizic Cotlear, Jefe de la Sección
Dermatología, Dr. Zuño Burstein, Jefe de Laboratorio de Diagnóstico e Investigacio-
nes; los profesores auxiliares Oscar Romero, Abelardo Tejada y los jefes instructores
Drs. Dante Mendoza, Julio Bonilla y Juan Meza.

Este grupo que trabajaba permanentemente cumpliendo funciones específicas pasó a


constituirse en el Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la UNMSM, base
docente asistencial de la enseñanza dermatológica, a la cual se agregaron transitoria o
prolongadamente calificados profesionales comprometidos con la labor docente, asisten-
cial y de investigación; entre ellos se destacan los Profs. José San Martín, Alejandro Mo-
rales, Wenceslao Castillo, Pedro Navarro, Juan Manrique, Elda Canadel, Raúl Gallarday.
Hay que reconocer la encomiable labor docente asistencial del Dr. Humberto Ugaz, mé-
dico dermatólogo, chiclayano nacido en 1929 y prematuramente desaparecido en 1979,
quien con su ingenio y gran capacidad se destacó como uno de los más vigorosos impul-
sores de este grupo dermatológico; también la contribución de médicos cirujanos como
los Drs. Rafael Rabinovich y Elbio Flores que cumplieron una importante labor de apo-
yo a la docencia y asistencia. Se señala la contribución temporal de los Drs. Aníbal Man-
rique, César Rojas (dermatólogo pediatra), Enrique Sifuentes (venereólogo), David
Carrizales y también la identificación y colaboración docente asistencial de la Dra. Tar-
cila Rey Sánchez integrada por largo tiempo a esta Escuela Dermatológica.
La enseñanza dermatológica en el pregrado, pero sobre todo en el entrenamiento de
los residentes de la especialidad, ha contado desde el comienzo con la colaboración de
los servicios altamente especializados de los más importantes centros hospitalarios.
Por último hay que destacar que la importante labor docente que en su momento era
responsabilidad casi absoluta de esta moderna Escuela Dermatológica Universitaria, con
sede en el Hospital Dos de Mayo, ha ido descentralizándose, posteriormente, adquiriendo
gran labor complementaria formativa la desarrollada por las sociedades médico científi-
cas de la especialidad, representadas por el Círculo Dermatológico del Perú (CIDERM-PE-
RU) y la Sociedad Peruana de Dermatología que juegan un papel de enorme significación
en la formación dermatológica peruana.
Actualmente está surgiendo un importante núcleo de desarrollo de docencia, entre-
namiento e investigación dermatológica en la Universidad Peruana Cayetano Heredia,

336
Historia de la Dermatología en el Perú

liderado por dos jóvenes valores de la Dermatología peruana, los Drs. Francisco Bravo y
Manuel del Solar.

■ Referencias general del Perú. Primera


Parte. Lima: Librería
Lima: Biblioteca de Cultura
Sanitaria. Inst. de Medicina
bibliográficas Internacional del Perú; 1959. Social; 1957:269-273.
(partes I y II) 7. Roel V. Historia social y 14. Flores L. Historia de la
económica de la colonia. Lima: Dermatología en el Perú. Lima:
Labor; 1970. Concytec; 1999.
1. Shady Solís R. Supe, la
civilización más antigua de 8. Estatutos de la Sociedad 15. Burstein Z. Maxime Kuczynski-
América. Lima: INC; 2004. Peruana de Dermatología Godard, un pionero de la Salud
aprobados en la Asamblea Pública. Revista Peruana de
2. Prescott WH. Conquista del Perú Extraordinaria del 15 de mayo Medicina Experimental y Salud
I y II. New York: The Publishers de 1964 [información del Pública. 2003;20(4):231.
Plate Renting Company; 1858. archivo del Dr. Zuño Burstein]. 16. Romero O. [Comunicación
3. Lastres JB. Historia de la 9. Valdivia L. Evaluación del personal].
Medicina Peruana. Tomos I, II, Estatuto de la Sociedad
III. Lima: Imprenta Santa 17. Morales A. [Comunicación
Peruana de Dermatología. personal].
María; 1951. Dermatología Peruana.
4. Lorenzi R, Rothchild B, Mays S. 1999;9(1):67–68. 18. Navarro P. [Comunicación
Syphilis-History. Discovery personal].
10. Nota Editorial. Folia Dermatol
Channel. 12 abr 2004. Peru. 1988;1(1):1. 19. San Martín J. [Comunicación
Disponible en: personal].
http://dsc.Discovery.com. 11. Nota Editorial. Folia Dermatol
Peru. 1994;5(3):1. 20. Cotlear A. Carta dirigida al Dr.
5. García UC. Historiografía de la Z. Burstein, Director
enfermedad de Carrión. Ideas e 12. Comunicado. Folia Dermatol Universitario de Servicios
imágenes de la enfermedad de Peru. 1999;10(2-3):8. Académicos Asistenciales de la
Carrión. Folia Dermatol Peru.. 13. Paz Soldán CE. Decanos, UNMSM. 2 oct 1967.
1998;9(4):45–56. maestros y médicos de la
6. Garcilaso de la Vega. Historia Facultad de Medicina de Lima.

Tercera parte ■ Tercera parte


Zuño Burstein

Historia de la formalización legal de la especialidad en el Perú

ANTECEDENTES
En el Estatuto universitario del año 1928, expedido por mandato de la Ley Nº 6041,
ya se consideraban los estudios pertinentes para obtener el título de especialista. Esta
prerrogativa sólo se concedió a las Facultades de Medicina y de Derecho de la Universi-
dad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (UNMSM).
Esta disposición se repite en las siguientes leyes y estatutos universitarios, pero desa-
parece en el texto de la Ley 13417 del año 1963. Por esta razón, para poder preparar a
sus especialistas, la UNMSM se apresura a constituir su Escuela de Graduados, encarga-
da de organizar y orientar la educación continua de éstos, concediendo especial énfasis
a los cursos de actualización y estableciendo el sistema de Residencia para formar espe-
cialistas en las distintas ramas de la actividad médica; pero no otorga el título de espe-
cialista, sino un Diploma en el que se consigna que un Médico-Cirujano “ha cumplido
satisfactoriamente con el Programa de Residencia en la especialidad de …..”, con las fe-
chas de iniciación y término. Este Diploma lo firmaban el Decano de la Facultad de Me-
dicina y el Director de la Escuela de Graduados.

337
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

PROGRAMAS DE POSGRADO
El Estatuto General de la Universidad Peruana del año 1972, promulgado por Decre-
to Ley Nº 17437, establece que los programas de posgrado simples (cursos de actualiza-
ción y/o refresco) y los programas de residencias corresponden al ciclo de Segunda
Especialización (el de Primera Especialización culmina con la obtención del titulo de mé-
dico-cirujano) y estarán comprendidos en la Dirección de Programas Académicos de Me-
dicina Humana.

TÍTULO DE ESPECIALISTA
Por Resolución Nº 1226-73, del 18 de enero de 1973, el Consejo Nacional de la Univer-
sidad Peruana (CONUP) autorizó a la UNMSM a implementar su Programa de Segunda Es-
pecialización en Medicina Humana y a otorgar el título de Especialista, que por primera
vez se otorgaba en el Perú a nombre de la Nación, siguiendo la modalidad escolarizada,
al terminar un riguroso programa de residentado y capacitación especializada.
Antes de la existencia de este programa, los profesionales médicos se hacían especia-
listas mediante el proceso de autoeducación, interaprendizaje o estudios realizados en
forma independiente bajo la modalidad no escolarizada.
El CONUP, por Resolución Nº 1556-74 CONUP, del 6 de febrero de 1974, consideran-
do que era conveniente otorgar los títulos por la modalidad no escolarizada para regu-
larizar la situación de muchos profesionales, que el otorgamiento de títulos está
amparado por el Art. 62 del Decreto Ley Nº 19326 y que, además, ninguna otra institu-
ción pública o privada puede arrogarse esta función que corresponde exclusivamente a
la Universidad Peruana, la cual explícitamente se halla autorizada por Ley para otorgar
los títulos de especialización, resuelve: autorizar al Programa de Segunda Especializa-
ción en Medicina Humana de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para otor-
gar el título de “Médico-Cirujano Especialista en…”, a nombre de la nación peruana, en
la modalidad no escolarizada1.

INTERVENCIÓN DEL COLEGIO MÉDICO DEL PERÚ


El año 1969, por Ley Nº 15173, coordinada con el Decreto Ley Nº 17239, se crea el
Colegio Médico del Perú (CMP) con la finalidad de velar para que el ejercicio de la pro-
fesión médica se cumpla, de acuerdo con las normas deontológicas contenidas en el Có-
digo de Ética Profesional que el mismo Colegio dicta, acogiéndose a principios
internacionales al respecto. Intervinieron como miembros de la Comisión Redactora del
Estatuto y del Reglamento del CMP, como representantes de los Programas Académicos
de Medicina, los Drs. Elmer Alegría y Zuño Burstein.
De acuerdo con este dispositivo legal, sus estatutos y reglamentos, se estableció la co-
legiación como requisito indispensable para el ejercicio de la profesión médica en el Pe-
rú. Para la inscripción de los médicos en el CMP es necesaria la presentación del título
profesional de Médico-Cirujano, otorgado por una de las facultades de medicina del país
o revalidado por alguna de las universidades nacionales. En el caso de títulos profesio-
nales otorgados en el extranjero son exonerados de reválida cuando existe y está en vi-
gencia un convenio internacional de reciprocidad.
Para el cumplimiento de estos fines, el CMP creó los Registros Nacionales de Matrícu-
la de los Médico-Cirujanos, el de los Especialistas y el de las Sociedades Médico Científi-
cas reconocidas por él, conformando en su estructura orgánica comités competentes
para tal objeto. El primer Comité de Especialistas en Dermatología se instaló el 20 de di-
ciembre de 1971, presidido por el Dr. Luis Flores e integrado por los doctores Aizic Co-
tlear y Guillermo Arana.
Poco tiempo después de creado, el CMP comenzó a otorgar, en ceremonias públicas, títu-
los de especialistas por la modalidad no escolarizada a médicos-cirujanos calificados por él.

338
Historia de la Dermatología en el Perú

REACCIÓN DE LA UNIVERSIDAD PERUANA Y ORDENAMIENTO LEGAL


El 22 de noviembre de 1972, el Consejo Ejecutivo de la UNMSM designó una Comisión
compuesta por los Drs. Zuño Burstein (Director Universitario de Planificación), Andrés
Rotta (Director del Programa Académico de Medicina Humana) y Elmer Alegría (en re-
presentación de la Escuela de Graduados de Medicina) para que formularan ante el CO-
NUP la modificación para la suspensión de las atribuciones que ilegalmente estaba
asumiendo el CMP al otorgar títulos de especialización a nombre de la nación y, además,
para proponer soluciones a diversos problemas del Programa de Segunda Especializa-
ción en Medicina Humana de la UNMSM.
Este asunto se resolvió quedando establecido hasta la actualidad que los títulos profe-
sionales de especialistas, tanto en la modalidad escolarizada (programas de residentado
con exigente programación para cada especialidad), como en la modalidad no escolari-
zada (con rigurosa calificación curricular de los postulantes) sólo podían ser otorgados
por las universidades nacionales y privadas que fueran autorizadas para esa misión, una
vez aprobados sus programas y reglamentos después de una exhaustiva evaluación por
el CONUP. El CMP quedó con la atribución legal de registrar automáticamente los títulos
de especialistas otorgados por las universidades, autorizar el ejercicio profesional bajo
condiciones especiales a quienes no lo tuvieran y vigilar, como le corresponde, el cum-
plimiento de los aspectos relacionados con la ética y deontología médicas.

SITUACIÓN ACTUAL DEL EJERCICIO PROFESIONAL COMO ESPECIALISTA EN DERMATOLOGÍA


En la actualidad, y desde la creación del CMP, para ejercer como médico especialis-
ta en Dermatología en el Perú se requiere obtener el registro numerado de su condición
de médico-cirujano, además de reunir los requisitos para obtener el registro, igualmen-
te numerado, de médico-cirujano especialista en Dermatología, que se logra presentan-
do el título universitario que lo acredita como tal. Hasta el año 1989 se pudo obtener la
autorización del Comité de Calificación de Especialistas en Dermatología del CMP para
ser registrado por la modalidad no escolarizada en el registro correspondiente para el
ejercicio especializado; esta atribución fue definitivamente suspendida a partir del año
1990.

PROGRAMA UNIVERSITARIO DE SEGUNDA ESPECIALIZACIÓN EN MEDICINA (DERMATOLOGÍA)


Con fecha 30 de enero de 1975, por Resolución Directoral Nº 001-75 de la Dirección
Universitaria de Planificación de la UNMSM, se nombró una comisión presidida por el
Dr. Zuño Burstein (ex Director Universitario de Planificación) e integrada por los Drs.
Elmer Alegría y Vitaliano Manrique, éste último en su condición de Director de los Pro-
gramas Académicos de Medicina Humana. La comisión tenía por objeto evaluar y con-
trolar la adecuada puesta en marcha del Programa de Segunda Especialización en
Medicina Humana, gestionar el otorgamiento de las facilidades de planta física, recur-
sos humanos, normas de organización académico administrativas, flujo documental,
disposiciones económicas y de registro, requerimientos de coordinación académica y
evaluación pedagógica, ajustándose a las normas y procedimientos para la obtención
del título de especialista por la modalidad escolarizada y no escolarizada, publicados
por la UNMSM el año 1974 en las “Disposiciones legales y organización del Programa
de Segunda Especialización”, con las “Normas y procedimientos para la obtención del
título de especialista por la modalidad escolarizada y no escolarizada”, que ya se encon-
traban en marcha, autorizadas por Resolución del CONUP Nº 1556-74CONUP, del 6 de
febrero de 19741.
Desde aquel entonces, se regularizaron progresivamente todos los programas de es-
pecialización existentes en la actualidad, entre ellos el de Dermatología (1974).

339
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

El primer programa universitario de especialización


dermatológica en el Perú

ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El aprendizaje y el adiestramiento de los médicos que practican la Dermatología en
el Perú tuvieron diferentes vertientes formativas.
Los centros asistenciales hospitalarios y servicios de salud pública (beneficencias pú-
blicas, Ministerio de Salud, seguridad social, Fuerzas Armadas y policiales y gobiernos
locales) y privados (clínicas particulares) comprometían, en un principio directamente y
luego por concurso, a médicos que habían adquirido experiencia en enfermedades de la
piel y venéreas, ya sea por autoeducación, al lado de profesionales con conocimientos
prácticos de la materia y por ser jefes de servicios encargados de estas dolencias, o por
haber hecho cursos o estadías de la especialidad en el extranjero.
Hay que destacar la contribución que hicieron, desde su fundación, dos grandes cen-
tros hospitalarios de la Beneficencia Pública de Lima: el Hospital Dos de Mayo (hospital
de hombres) y el Hospital Arzobispo Loayza (hospital de mujeres); allí la Facultad de Me-
dicina de San Fernando de la UNMSM no sólo contaba con personal profesional altamen-
te calificado que desempeñaba cargos asistenciales, siendo simultáneamente profesores
de la universidad, sino que también tenía instalaciones docentes y de investigación de su
propiedad, constituyéndose, así, en centros asistenciales docentes y de investigación que
han jugado –y lo siguen haciendo– un importantísimo rol en la formación universitaria
de médicos cirujanos, investigadores médicos y, posteriormente, de especialistas en las
diferentes ramas de la medicina.
En el Hospital Arzobispo Loayza, gran centro asistencial de la Beneficencia Pública
de Lima, que pasó después al Ministerio de Salud, el consultorio de Dermatología y Sifi-
lografía, a cargo del Dr. Eleodoro Camacho en 1926, fue ocupado en 1927 por el Dr. Au-
relio Loret de Mola, quien ejerció su jefatura en la década del 30, ostentando, además,
la condición de Catedrático Principal en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la
Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM. El Dr. Pablo Arana fue nombrado
Profesor Auxiliar, dando inicio a la primera Escuela Dermatológica peruana en ese hos-
pital, la cual desempeñó un rol muy importante en la enseñanza de pregrado de la espe-
cialidad y en la capacitación especializada por la modalidad no escolarizada de muchos
médicos.
Esta estructura docente asistencial tuvo estrecha vinculación con la del Dr. Pedro
Weiss quien, por el año 1926, ejerció la subjefatura del Instituto de Anatomía Patológica
del Hospital Loayza, dirigido por el Dr. Mackehenie y posteriormente fue, en su condición
de Catedrático Principal de Anatomía Patológica de la UNMSM, fundador de la importan-
te Escuela Peruana de Patólogos, con interés especial en la Dermatopatología, Micología
médica, Medicina Tropical y Antropología; esta vinculación inauguró un amplio espectro
en los conocimientos sobre el tema y fue de gran importancia para un adecuado enfoque
de la especialidad y de la docencia dermatológica.
La interrelación entre estas dos grandes escuelas médicas –la Dermatológica de Loret
de Mola y la Patológica de Pedro Weiss–, quedó largamente establecida; puede mencio-
narse, como una de sus evidencias, la actividad del médico dermatólogo Dr. Víctor Meth,
quien perteneció a ambos grupos desempeñando la docencia en la antigua Cátedra de
Dermatología, la Jefatura del Servicio Hospitalario de Dermatología y actuando, al mismo
tiempo, como dermatopatólogo en el Departamento de Patología del Hospital Loayza.
En 1961, como se ha señalado en páginas anteriores, se produjo la renuncia masiva
de los profesores de la Facultad de Medicina de San Fernando. Ante esta emergencia, el
gobierno universitario dispuso el traslado de todos los bienes físicos y docentes de esta
cátedra al Hospital Dos de Mayo de Lima, y decretó su reorganización, encargando la
ejecución de esa delicada misión al Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de la Cátedra de

340
Historia de la Dermatología en el Perú

Medicina Tropical de la UNMSM, quien, como ya se expuso anteriormente, acababa de


regresar de capacitarse en Alemania e Israel.
La cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de la UNMSM
quedó así instalada físicamente en el Hospital Dos de Mayo de Lima, iniciando, ya reor-
ganizada, una nueva vida institucional.
El Hospital Dos de Mayo de Lima fue inaugurado el 28 de febrero de 1875 como uno
de los centros asistenciales hospitalarios más grandes y modernos de su época, contan-
do con un plantel de profesionales que, al mismo tiempo que desempeñaban su actividad
asistencial, eran profesores de la Facultad de Medicina de la UNMSM.
Este gran centro hospitalario ha jugado un importante rol en la historia de la medi-
cina peruana, no sólo porque en él se recogía la patología de todas las regiones del Pe-
rú (por ser un centro referencial y de concentración asistencial a nivel nacional) sino
también porque en él se formaban todos los médicos peruanos, dando acogida a nume-
rosos equipos docentes y de investigación universitaria, al comienzo sólo de la UNMSM
y posteriormente, de otras universidades.
En este hospital, desde el año 1950, el Dr. Zuño Burstein trabajó inicialmente en cali-
dad de practicante, luego como asistente del Departamento de Patología y, a partir del
año 1957, como asistente en el Servicio de Dermatología en la sala “San Lázaro”, cuyo je-
fe era el Dr. Arturo Salas, profesor de la cátedra de Dermatología del Dr. Loret de Mola y,
además, Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Policía, entre otros cargos. Tra-
bajaban, además, en ese Servicio, como asistentes libres, los Drs. Oscar Romero y Abelar-
do Tejada; éste último pasó posteriormente al Instituto de Medicina Tropical de la
UNMSM, donde actualmente es Director; también concurrían los Drs. Marcial Ríos y Luis
Romero, miembros de la cátedra de Dermatología y Sifilografía del Dr. Loret de Mola.
En aquel entonces, el jefe del Laboratorio Central del Hospital era el Dr. Félix Casti-
llo, el Laboratorio de Microbiología estaba a cargo del Dr. Julio Morales Saravia, y el Dr.
Rafael Acosta se encargaba de los diagnósticos e investigaciones micológicas. El Depar-
tamento de Patología, unidad docente asistencial universitaria, creada por el Dr. Pedro
Weiss, tenía como jefe al Dr. Oscar Arteaga; allí trabajaban destacados profesionales co-
mo el Dr. Hugo Lumbreras (tropicalista, fundador posteriormente del Instituto de Medi-
cina Tropical Alexander Von Humboldt), entre otros, y en él se estudiaba intensamente
la patología dermatológica tropical (verruga peruana, leishmaniasis, lepra, micosis pro-
fundas y otras). El Laboratorio de las Clínicas, de ámbito universitario, a cargo del Dr.
Vitaliano Manrique, daba apoyo a la labor docente. Así, se completaba una estructura de
apoyo al diagnóstico y a la investigación integral de la patología nacional en el Hospital
Dos de Mayo.
Desde el 1º de enero de 1962 se agregó al hospital, como una dependencia de la cá-
tedra de Medicina Tropical de la UNMSM, el Laboratorio de Investigación de Protozoolo-
gía y Micología, a cargo del Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de Medicina Tropical y
Dermatología de la UNMSM.
Con esta base hospitalaria se instala e inicia la actividad docente universitaria para los
estudiantes de Medicina a comienzos del año 1962, bajo la coordinación del Dr. Zuño
Burstein, en la nueva cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina
San Fernando de la UNMSM en el Hospital Dos de Mayo, contratándose como profesor en-
cargado al Dr. Clement Counter (dermatólogo norteamericano) y comprometiendo a un
plantel docente formado por los Drs. Abelardo Indacochea, Zuño Burstein, Raúl Gallar-
day, César Rojas, Juan Manrique y Humberto Benavides como profesores auxiliares; En-
rique Sifuentes, Wenceslao Castillo, Pedro Ortiz, Carlos Regalado y Juan Meza como jefes
instructores; y Julio Bonilla, Humberto Ugaz y Dante Mendoza como colaboradores.
Como profesores invitados estuvieron los Drs. Luis Castro Mendívil, Hugo Pesce, Ju-
lio Bedoya, Wilfredo Gardini, Oscar Romero y Félix Castillo. Se inició así una nueva eta-
pa con carácter multidisciplinario, incorporando venereología, alergia, dermatología

341
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

pediátrica, anatomía patológica, micología, terapéutica física, radioterapia y otros pro-


cedimientos físicos de acuerdo con la orientación especializada de los docentes incorpo-
rados, que permitieron la modernización de la docencia y el ejercicio profesional.
A fines de ese mismo año (1962) fue incorporado por concurso a la docencia, en con-
dición de Catedrático Asociado, el Dr. Aizic Cotlear, quien constituyó y lideró por muchos
años la moderna Escuela Dermatológica de la Facultad de Medicina de San Fernando de
la UNMSM, en el Hospital Dos de Mayo, la cual tuvo la responsabilidad de otorgar los pri-
meros títulos de Especialista en Dermatología por la modalidad no escolarizada y de po-
ner en marcha el Programa de Segunda Especialización para la formación profesional
de dermatólogos por la modalidad escolarizada. Incorporó, para tal fin, el área de ciru-
gía dermatológica con el Dr. Rafael Rabinovich y, posteriormente, al Dr. Elbio Flores y a
distinguidos dermatólogos clínicos como docentes, los Drs. José San Martín, Alejandro
Morales, Tarcila Rey Sánchez y Elda Canadell, entre otros, comprometiendo, además, las
sedes hospitalarias del Ministerio de Salud, de la Seguridad Social y de las Fuerzas Ar-
madas y Policiales para la actividad docente.
El 8 de octubre de 1969, el Dr. Aizic Cotlear, coordinador de la sección de Dermato-
logía y jefe interino del Departamento de Medicina Humana de la UNMSM, dirigió una
comunicación al Director Universitario de Servicios Académicos y Registro Central de di-
cha universidad, informando sobre la situación de esta estructura docente asistencial en
el Hospital Dos de Mayo, comunicando el alto grado de organización y capacidad de pres-
tación de servicios comunitarios, formación de personal especializado, investigaciones
en marcha, durante los años 1961 a 1969 solicitando el apoyo del gobierno universitario
para seguir desempeñando sus funciones2.
La respuesta universitaria para resolver éste y otros casos fue la creación de los Ser-
vicios Académicos Asistenciales en diferentes áreas y, en particular, la creación del Ser-
vicio Académico Asistencial de Dermatología, con sede central en el Hospital Dos de
Mayo, que ha sido y sigue siendo el centro formativo universitario más importante del
Perú en Dermatología.
El Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la UNMSM fue reconocido por
los organismos de gobierno de la universidad por Resolución Directoral Nº 303/DSA/70, el
2 de febrero de 1970. La nómina de profesionales de este servicio fue: Jefe del Servicio,
Dr. Aizic Cotlear, Profesor Principal; Jefe del Laboratorio de Diagnóstico, Dr. Zuño Burs-
tein, Profesor Asociado; los Drs. Oscar Romero y Abelardo Tejada, Profesores Auxiliares
y Dante Mendoza, Julio Bonilla, Juan Meza y David Carrizales, Asistentes del Servicio.

HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN DEL PROGRAMA UNIVERSITARIO


DE SEGUNDA ESPECIALIZACIÓN EN DERMATOLOGÍA
El Programa de Segunda Especialización comprende, desde su creación en el año
1973 (Resolución Rectoral Nº 38145-UNMSM y Res. CONUP Nº 1226-73) la enseñanza y
las actividades dentro de las ciencias médicas básicas y clínicas. Su currículo abarca,
fundamentalmente, prácticas profesionales intensivas, asignaturas del más alto nivel y
de actualidad, actividades no cognoscitivas y actividades de consejería y orientación. Su
duración no debe ser menor de seis semestres, con un total de 120 créditos. Para matri-
cularse es requisito indispensable poseer el título profesional de Médico Cirujano y el in-
greso es por un estricto concurso de méritos. En la actualidad, las vacantes para
Dermatolología, que tienen una gran demanda, son restringidas; en la UNMSM –la pri-
mera que estableció este Programa de Especialización– son 13; en la Universidad Parti-
cular Cayetano Heredia –la última en ser autorizada– se ha creado una vacante por año.
En cuanto a los ambientes y equipos que utiliza el Programa de Segunda Especializa-
ción de la UNMSM hay que mencionar que, con fecha 13 de abril de 1971, se expidió el
Decreto Supremo 0055-71SA, por el que se dispone que los centros asistenciales del Sector
Salud y Trabajo presten facilidades para la docencia médica universitaria; se estableció

342
Historia de la Dermatología en el Perú

que el Residentado de Especialización se efectuaría en los centros asistenciales acredi-


tados previa evaluación. La UNMSM firmó convenios con todos los hospitales y centros
de salud de Lima para dar cumplimiento a ese Decreto; además, cuenta con sus propias
instalaciones –como el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión– y con las ubica-
das desde tiempo atrás en diferentes hospitales de Lima, donde se constituyeron, desde
el año 1970, a iniciativa del Dr. Zuño Burstein, durante su gestión como miembro de la
Junta de Gobierno Reorganizadora de la UNMSM y, posteriormente, como Director Uni-
versitario, los denominados Servicios Académico Asistenciales de la UNMSM. Estos Ser-
vicios constituyen, hasta la actualidad, centros académicos destinados a la docencia,
investigación, práctica profesional de los estudiantes y al servicio asistencial a la comu-
nidad, que, consecuentemente, generan producción de bienes y servicios.
Entre los diez Servicios Académico Asistenciales de la UNMSM, ubicados en los hospi-
tales Dos de Mayo, Arzobispo Loayza, Víctor Larco Herrera (hospital para enfermos men-
tales), Materno Infantil de San Bartolomé y en el Complejo Hospitalario Daniel A. Carrión
del Callao, hay que destacar, en la historia de la Dermatología peruana, el Servicio Aca-
démico Asistencial de Dermatología de la UNMSM, ubicado en el Hospital Dos de Mayo,
cuyo jefe era el Dr. Aizic Cotlear. Se constituyó en el núcleo de atracción dermatológico,
docente y asistencial más importante del país y justificó con creces su reconocimiento por
la autoridad universitaria competente para acreditarlo como la sede central del primer
Programa de Especialización por la modalidad escolarizada de Dermatología del Perú.
Las instituciones de salud estatales y paraestatales que solicitan la preparación de los
médicos especialistas que necesitan, tienen que crear las plazas, encargándose de la co-
bertura económica y deben coordinar con la Universidad la convocatoria a concurso,
ajustándose a lo estipulado en el Reglamento Universitario del Programa de Segunda Es-
pecialización en Medicina Humana.

PRIMEROS COMITÉS DE ESPECIALIZACIÓN EN DERMATOLOGÍA Y EN MEDICINA TROPICAL


El 15 de marzo de 1974 son aprobados por la Dirección de los Programas Académi-
cos de Medicina Humana de la UNMSM, 27 Comités de Especialización en Medicina Hu-
mana, entre los que se encuentran el Comité de Dermatología –presidido en su inicio por
el profesor Dr. Aizic Cotlear e integrado por los Drs. Dante Mendoza, José San Martín y
Alejandro Morales– y el de Medicina Tropical, presidido por el Prof. Dr. Zuño Burstein;
estos dos comités establecieron una estrecha relación docente y de servicios. En la ac-
tualidad preside el Comité de Dermatología el Prof. Dr. Dante Mendoza y el de Medicina
Tropical es encabezado por el Prof. Dr. Abelardo Tejada.
A través de su Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana, la
UNMSM publicó en los diarios de circulación nacional, con fechas 3 de marzo de 1974 y
16 de abril de 1975, las disposiciones, trámites y requisitos para la obtención de los tí-
tulos de especialistas en Medicina Humana por la modalidad no escolarizada, para 28
especialidades, entre las que se mencionan la de Médico Cirujano especialista en Derma-
tología y la de Médico Cirujano especialista en Medicina Tropical.
El 22 de abril de 1974 la UNMSM, con sus Programas Académicos de Medicina Huma-
na y el Programa de Segunda Especialización, asumiendo públicamente sus derechos y
obligaciones establecidos por ley y en vías de regularización, hace entrega de los títulos de
especialistas en las diversas ramas de la medicina mediante la modalidad escolarizada.
Esta entrega de títulos (a los que habían culminado satisfactoriamente su entrena-
miento en la ex Escuela de Graduados) se realizó en sesión pública solemne en el Pala-
cio Municipal de Lima, por invitación del Rector de la UNMSM y del Presidente del
CONUP, contando con la presencia del Ministro de Educación y del Alcalde del Concejo
Provincial de Lima. Con este acto se hizo pública reafirmación de que en el Perú el úni-
co organismo autorizado para otorgar Títulos Profesionales de Especialistas a nombre de
la Nación es la Universidad Peruana.

343
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

Aspectos históricos de los institutos de Medicina Tropical


y de la investigación científica dermatológica en el Perú

La historia de la Dermatología en el Perú ha estado muy estrechamente ligada al de-


sarrollo de la Medicina Tropical como especialidad, tanto en los aspectos docentes y de
investigación de la realidad médica peruana, como en la práctica profesional. El impor-
tante campo de la Dermatología Sanitaria Tropical, que comprende el estudio de patolo-
gías compartidas por estas dos especialidades –como la verruga peruana, la
leishmaniasis, las micosis profundas, la lepra, las enfermedades de transmisión sexual,
SIDA, etc.–, obliga a hacer, aunque sea brevemente, una reseña de la historia de los cen-
tros de investigación que existen en el Perú relacionados con el quehacer dermatológico.

INSTITUTO DE MEDICINA TROPICAL DANIEL A. CARRIÓN DE LA UNIVERSIDAD


NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (UNMSM)
A mediados de la década de 1950 se congregó un grupo de jóvenes profesionales, pro-
venientes de la cátedra de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina de San Fernan-
do de la UNMSM –que dirigía el profesor Dr. Hugo Pesce– y de otras instituciones
académico-científicas. Fueron acogidos por el Prof. Dr. Enrique Encinas en su Laborato-
rio de Investigaciones Neuropatológicas del Hospital Víctor Larco Herrera, con la auto-
rización y complacencia de su Director, Dr. Juan Francisco Valega. Entre ellos se
encontraba el Dr. Hugo Lumbreras, quien fuera enviado por el Prof. Encinas con la be-
ca “Alexander Von Humboldt” al Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo; desde ahí
gestionó, en coordinación con el Dr. Zuño Burstein en Lima, el viaje a esta ciudad del pro-
fesor Dr. Ernst Georg Nauck, Director de dicho Instituto, comisionado por el gobierno
alemán para dictaminar sobre la procedencia de la ayuda alemana –mediante un conve-
nio con el gobierno peruano– para la creación de un Instituto de Medicina Tropical en Li-
ma, en el campus de la UNMSM.
Integraban ese grupo promotor –que hizo realidad en 1963 la creación del Instituto
de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM– la doctora Olga Palacios, médica
viróloga –posteriormente la directora de ese centro por largo tiempo–; el Dr. Zuño Burs-
tein, médico dermatólogo tropicalista, nombrado luego profesor emérito de la UNMSM;
el Dr. Hugo Lumbreras, médico tropicalista, quien creó y dirigió hasta su fallecimiento el
Instituto de Medicina Tropical “Alexander Von Humboldt” de la Universidad Privada Ca-
yetano Heredia; el Dr. Abelardo Tejada, médico tropicalista, que en 2003 fue elegido di-
rector del Instituto de la UNMSM; el Dr. Oscar Romero, médico dermatólogo tropicalista,
que fuera después profesor principal y jefe de la cátedra de Dermatología de la UNMSM;
el Dr. César Náquira, médico microbiólogo, que en el año 2004 fue nombrado director
del Instituto Nacional de Salud del Perú, y otros profesionales de destacada figuración.
En la actualidad, el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión es un centro de
investigación, docencia y capacitación de personal de salud, otorga servicios especializa-
dos de proyección a la comunidad y tiene, además de laboratorios de diagnóstico para
bacteriología, parasitología, entomología, micología, virología e histopatología, unidades
especializadas para la investigación de toxoplasmosis, bartonellosis, leishmaniasis y le-
pra, entre otros. Cuenta, además, con un servicio de Dermatología Sanitaria atendido por
cinco médicos dermatólogos.
El Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión es un centro de referencia nacio-
nal y de prestigio internacional, al que llegan para recibir entrenamiento en Medicina
Tropical profesionales del extranjero y de diferentes partes del país, así como residentes
de Infectología y Medicina Tropical, de Medicina Interna, de Dermatología y de Patolo-
gía Clínica, no sólo de la UNMSM sino también de otras universidades.
Mantiene relación con diferentes universidades del país y del extranjero, con la Ofici-
na Sanitaria Panamericana OMS, con el Instituto de Medicina Tropical de la Armada

344
Historia de la Dermatología en el Perú

Americana (NAMRED) y tiene convenios con el Minis-


terio de Salud para desarrollar programas de control
de malaria, enfermedades metaxénicas, hidatidosis,
lepra y otras afecciones de la Dermatología Sanitaria.
Cuenta con un moderno local de cuatro pisos, ubi-
cado en la ciudad universitaria de San Marcos. Tiene
40 laboratorios, 20 oficinas, consultorios externos,
aulas de prácticas para los alumnos de pre y posgra-
do, un auditorio, la biblioteca especializada “Hugo
Pesce” y un local para animales de experimentación
(figura 23).
El Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión edita una publicación, la Revista Figura 23. Fachada
Peruana de Medicina Tropical, que es su órgano oficial de difusión científica. del Instituto de
Medicina Tropical
INSTITUTO DE MEDICINA TROPICAL ALEXANDER VON HUMBOLDT DE LA UNIVERSIDAD Daniel A. Carrión
PERUANA CAYETANO HEREDIA (UPCH)
En 1968, la UPCH, universidad privada, aprobó la creación de un nuevo instituto de
medicina tropical en Lima, con el nombre de Instituto de Medicina Tropical Alexander
Von Humboldt, y designó al Dr. Hugo Lumbreras para su organización.
Este nuevo centro de investigación, que adquirió rápidamente prestigio nacional e in-
ternacional, asumió la responsabilidad de realizar investigación, docencia y servicio asis-
tencial comunitario en enfermedades infecciosas y tropicales. Las tareas más notables
que ha desarrollado están relacionadas con leishmaniasis, enfermedad de Chagas, en-
fermedades entéricas, parasitosis intestinales, micología médica, VIH/SIDA, infecciones
por HTLV-1, hanseniasis y otras enfermedades de origen viral y bacteriano.
Prestigiosos médicos infectólogos forman parte de este instituto, entre ellos su actual
Director, el Dr. Eduardo Gotuzzo, experto en ETS/SIDA, el Dr. Alejandro Llanos, investi-
gador en leishmaniasis, el Dr. Pedro Legua, estudioso de hansenología, el Dr. Humberto
Guerra, ex director y destacado microbiólogo, y el Dr. Humberto Álvarez, reconocido pa-
rasitólogo.

OTROS CENTROS DE INVESTIGACIÓN


Un tercer Instituto de Enfermedades Infecciosas y Tropicales ha sido creado recien-
temente por el Dr. Hernán Miranda, médico microbiólogo, tropicalista, en la ciudad de
Trujillo, al norte del país, donde se estudia la leishmaniasis tegumentaria y las micosis,
entre otras afecciones incluidas en el área de la Dermatología tropical.

INSTITUTO NACIONAL DE SALUD


Este centro es el brazo científico del Ministerio de Salud. Creado en el
año 1896, ha cumplido históricamente, dentro del amplio campo de su
competencia, un rol muy importante en el diagnóstico e investigación de
enfermedades correspondientes a la Dermatología Sanitaria, como la ve-
rruga peruana, la leishmaniasis tegumentaria, la lepra y micosis, entre
otras, habiendo jugado un papel trascendente, mediante la producción de
biológicos y vacunas, en la erradicación de la viruela en el Perú (figura
24).
Los investigadores que a través de la historia institucional han contri-
buido en forma destacada al estudio de distintos temas son, entre otros:
Telémaco Batisttini, en verruga peruana; Arístides Herrer, en leishmania- Figura 24. Vista del
sis y enfermedad de Carrión; Carlos Carrillo, en viruela; Oscar Miró Quesada, en neopla- local central del
sias; Oswaldo Meneses, en animales ponzoñosos (víboras, arañas); René Solís, en ETS; Instituto Nacional
José Gonzales Mugaburu, en parasitología; Zuño Burstein en lepra y micología. de Salud

345
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

El Instituto Nacional de Salud edita, desde el año 1942, una de las publicaciones cien-
tíficas más importantes del Perú, la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud
Pública, como su órgano de difusión científica, cuyos primeros editores fueron los docto-
res Telémaco Batisttini y Carlos Gutiérrez Noriega, y, actualmente, está dirigida por el
Dr. Zuño Burstein, indizada en LIPECS, LILACS y SCIELO. Cuenta con un comité editorial
y un consejo consultivo de la más alta calidad científica.
El Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud ha firmado, hace 20 años, un
convenio con el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, para es-
tudio, capacitación de personal y atención asistencial en lepra y Dermatología Sanitaria.

Breve historia de algunas enfermedades

LA LEISHMANIASIS TEGUMENTARIA EN EL PERÚ. CONTRIBUCIÓN PERUANA


A SU CONOCIMIENTO Y LEGISLACIÓN

El Perú goza del privilegio –afortunado desde el punto de vista científico, pero desa-
fortunado en el aspecto sanitario– de contar en su amplio territorio con áreas endémi-
cas de leishmaniasis tegumentaria en las que se reproducen las más diversas
modalidades clínicas del proceso; tal particularidad no es observable en otras regiones
del mundo donde habitualmente predomina una determinada modalidad clínica para ex-
tensas áreas territoriales; tal es el caso del Botón de Oriente (leishmaniasis cutánea pu-
ra) en el viejo mundo.
En nuestro país, en cambio, que cuenta con condiciones ecológicas tan variadas, se
presentan manifestaciones clínicas que nosotros vinculamos estrechamente con su pro-
cedencia territorial. Así, se habla de uta para la leishmaniasis andina y de espundia pa-
ra la de procedencia selvática, atribuyéndosele a cada una caracteres clínicos más o
menos específicos.
Clásicamente y desde temprana época se ha considerado en el Perú la existencia de
dos tipos o formas clínicas de leishmaniasis tegumentaria. Palma en 19083, Escomel4,
Arce5 y Monge6 en 1914, Weiss en 19247 y otros investigadores peruanos aceptaban la
diferenciación entre uta y espundia aun sin conocer la etiología de ambos cuadros clíni-
cos. Pero fueron fundamentalmente Escomel en 19428 y Weiss en 19439, habiéndose co-
nocido la etiología leishmaniásica de ambos procesos, quienes establecieron dos formas
clínicas perfectamente identificables de leishmaniasis en el Perú: un primer tipo benig-
no, comparable con el Botón de Oriente, que afecta preferentemente a los niños, que cu-
ra espontáneamente, dejando a la persona vacunada para el resto de su vida, que
raramente da lesiones mucosas y sólo por continuidad y es exclusiva de las regiones an-
dinas; es denominada uta o leishmaniasis andina peruana; el segundo tipo, forma gra-
ve, preferentemente de hombres adultos, con compromiso constante y metastásico de
mucosas respiratorias, de localización territorial selvática, corresponde a la espundia o
leishmaniasis selvática americana. Este criterio fue aceptado en 1950 por la Comisión de
Nomenclatura de la Sociedad Brasileña de Dermatología y Sifilografía y por la Sociedad
Iberoamericana de Dermatología en su reunión de Río de Janeiro.
Sin embargo, del análisis de las casuísticas de varios investigadores peruanos, como
Cornejo Ubillus10, comprobamos que se describen formas clínicas de leishmaniasis en
áreas que no corresponden a su distribución geográfica clásica. El mismo Weiss, en
195311, pone en duda su creencia primitiva de que en los Andes se presentaba sólo la
forma uta por verificaciones posteriores de la existencia de algunos focos andinos, aun-
que raros, de espundia, así como focos selváticos de uta. Estos hechos, dice Weiss, pare-
cen eliminar la posibilidad de diferencias esenciales entre una y otra forma clásica; pero,
sin embargo, las diferencias estadísticas regionales y aún locales, llegan a ser tan acen-
tuadas que no pueden dejarse de lado.

346
Historia de la Dermatología en el Perú

Dejando de lado consideraciones para explicar las diferen-


tes modalidades clínicas que giran en torno a factores parasi-
tológicos –como la diferenciación serológica de distintas cepas
productoras de leishmaniasis tegumentaria, condiciones inmu-
noalérgicas del huésped, el rol que juegan los reservorios y aún
los vectores, entre otras– y, en base a su experiencia en el Hos-
pital Dos de Mayo, habiendo estudiado 158 casos de leishma-
niasis tegumentaria de los más diversos lugares del país,
Burstein12 planteó en el 7º Congreso Internacional de Medici-
na Tropical y Malaria, realizado en 1963, en Río de Janeiro, la
siguiente clasificación para las leishmaniasis tegumentarias
que se dan en el Perú:
1. Leishmaniasis andina cutánea (equivalente a la clásica uta).
2. Leishmaniasis andina cutáneo mucosa.
3. Leishmaniasis selvática cutánea. Figura 25. Leishmaniasis andina
4. Leishmaniasis selvática cutáneo mucosa (equivalente a la
clásica espundia).
Este criterio fue aceptado en el Primer Congreso Peruano de
Microbiología y Parasitología de 196413 y se basa en conceptos
clínico-epidemiológicos evolutivos14,15 (figuras 25, 26, 27).
Es indispensable acompañar estas denominaciones con la
calificación evolutiva del proceso para darle un sentido dinámi-
co a la clasificación, habiéndose adoptado para tal efecto el cri-
terio de Dostrowsky16 que, utilizado para la leishmaniasis
cutánea (Botón de Oriente), la considera reciente (o precoz) si
el proceso es menor de un año y tardía si es de más de un año
de evolución.
El nombre de uta, como lo refiere Llanos17, deriva de la pa-
labra quechua hutu, que significa roer, picar, pudrir. Los españo-
les la llamaban “llaga” en la vertiente del Huallaga y también
“mal de los Andes”. Otras expresiones idiomáticas quechuas o
aymaras se refieren a esta patología con el nombre de quecpo, Figura 26. Leishmaniasis selvática
debido a la creencia, en Abancay, de que la quemadura de la ca-
ra por el sol o el frío daba lesiones que iniciaban la enfermedad.
El término tiac-araña se debe a la suposición de que estos artró-
podos caseros lamían en la noche la piel de la cara y las manos
donde habían quedado residuos de miel y allí se iniciaba la leish-
maniasis. Otros términos utilizados regionalmente son jucuya,
kjapa y anti-honcoy, entre otros18; pero, posteriormente, predo-
minó la tendencia a denominar uta a la leishmaniasis del norte
del país y espundia a la que se presenta en el sur del Perú.

Antigüedad de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú


En el Perú, todos los investigadores que se ocupan actual-
mente de la leishmaniasis tegumentaria la consideran una do-
lencia cuya antigüedad precede a la llegada de los españoles;
la evidencia, para la mayor parte de ellos, son las lesiones mu-
Figura 27. Leishmaniasis
tilantes que se representan en ciertos huacos antropomorfos peruanos de la era preco-
selvática cutáneo
lombina. La identificación etiológica de estas representaciones ha sido motivo de
mucosa tardía
numerosas discusiones y el primero que las relacionó con la uta fue el historiador natu-
ralista español Marcos Jiménez de la Espada, citado por Tamayo en 190519, quien reco-
ge y hace suyo este planteamiento. Urcia en 191320, al hacer el análisis histórico de la

347
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

uta, sostiene su antigüedad precolombina basándose en las representaciones de los hua-


cos y en las referencias, muy precoces, a esta enfermedad de los españoles; cita a Pedro
Pizarro que en 1571 se refiere al “mal incurable de las narices”; y al Dr. Cosme Bueno
que habla de “una llaga corrosiva especialmente en la cara de dificilísima curación, ori-
ginada por un insecto, que se llama uta”.
Weiss, en 19439, sostiene la gran antigüedad de la leishmaniasis tegumentaria en
nuestro territorio basándose, además de los argumentos anteriores, en la benignidad de
la uta (tendencia a la curación espontánea en alrededor de un año). Herrer, en 195621
dice: “Sin negar la gran antigüedad de esta enfermedad en América nosotros creemos
que es difícil probarlo y el principal argumento invocado hasta ahora en su favor, cual es
el de los huacos antropomorfos con mutilaciones en los labios y la nariz, presenta obje-
ciones bastante serias”. Entre estas objeciones señala que no es exacto afirmar que los
huacos proceden de lugares cercanos a focos de uta; que algunos presentan mutiladas
las extremidades con forma y aspecto diferente a las lesiones utosas; que conservan ín-
tegro y a veces engrosado el tabique nasal, contrariamente a lo que sucede en la leish-
maniasis; que no muestran lesiones en pabellones auriculares, hecho que se presenta en
la enfermedad y que no habría pasado desapercibido a los alfareros precolombinos. En
cambio, este investigador ofrece consideraciones basadas en la distribución geográfica
de la uta, que podrían indicar su notable antigüedad.
Como vemos, los argumentos utilizados pueden ser discutibles, pero es evidente que
todos están de acuerdo en admitir la gran antigüedad de la leishmaniasis en el Perú.

Historia de la identificación etiológica de la leishmaniasis


tegumentaria en el Perú
Como precursor de la identificación etiológica de la leishmaniasis tegumentaria en
nuestro medio podemos mencionar al Dr. José Julián Bravo, citado por Weiss9, quien, en
1852, identificó la uta con el Botón de Alepo. Pero, de acuerdo con Urcia20, bajo la in-
fluencia de Smith Archibald se catalogan estas lesiones como formas de tuberculosis cu-
tánea. Esta teoría lúpica estará vigente hasta 1908, cuando Palma22 demuestra que la
tuberculosis no interviene en su determinación. Sin embargo, en 1911, Escomel23 comu-
nica el hallazgo de leishmanias en su forma flagelada en un caso de espundia. Laveran
y Nattan Larrere encuentran leishmanias en material de casos de espundia enviados por
Escomel. En 1912, Wenyon24, con hallazgos similares, llega a la conclusión de que la es-
pundia es una leishmaniasis. En 1913, Vélez y Monge25 demuestran la etiología leish-
maniásica de procesos ulcerosos del Valle de Convención (Cuzco). Simultáneamente, ese
mismo año, Gastiaburú y Rebagliati26 encuentran leishmanias en casos de uta. Por últi-
mo, la Comisión de la Universidad de Harvard concluye, en el mismo año, en un informe
publicado por Strong, en 191427 que la uta es una leishmaniasis, habiéndose obtenido
la forma flagelada y que las inoculaciones en animales fueron positivas.
Así concluye el problema de la identificación etiológica de las leishmaniasis tegumen-
tarias en el Perú, tanto en su variedad cutánea pura (uta) como en su forma cutáneo mu-
cosa (espundia).

Algunas consideraciones en torno a la ecología, la epidemiología


y a la historia del estudio de vectores, reservorios y tratamiento
de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú
Numerosos investigadores han contribuido al conocimiento de la distribución geográ-
fica de esta dolencia en el Perú; entre ellos hay que destacar, en orden de antigüedad:
Raimondi en 188528, Pagaza en 190429, Escomel en 191130, Urcia en 191320, Weiss,
Rojas y Guzmán-Barrón en 192431, Marroquín en 195032, Cornejo Ubillus en 195110;
numerosas comunicaciones de Herrer A. del Instituto Nacional de Salud, desde el año
195133, Kuczynski-Godard en 194534, Acurio y Valdieso en 196435, Burstein en

348
Historia de la Dermatología en el Perú

196413, numerosos trabajos de Tejada publicados desde el año 197036 y muchos otros
estudios más recientes de diferentes investigadores.
En cuanto a las especies vectoras de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú, toda-
vía no se han completado con evidencias experimentales decisivas los estudios que per-
mitan afirmar cuáles son las especies de phlebotomus (lutzomyias) que sirven de
vectores a la leishmania. En 1943, Pesce y Pardo37 encuentran, en la provincia de An-
dahuaylas –coincidiendo con la zona endémica utógena– dos especies de phlebotomus
que fueron clasificados por Hertig como Ph. Battistini (Hertig, 1943).
En 1951, al estudiar la relación entre leishmaniasis tegumentaria y phlebotomus,
Herrer38 considera que en la vertiente occidental de los Andes el ph. verrucorum y el
ph. peruensis eran los que mostraban más estrecha relación con la distribución geográ-
fica de incidencia de la uta. Este investigador nos comunicó personalmente que “en lo
que concierne a la transmisión natural de la leishmaniasis tegumentaria existe notable
confusión. Con frecuencia, por ejemplo, se indican como vectores a especies de lutzom-
yias únicamente porque se ha puesto de manifiesto en ellas la presencia de promastigo-
tes (leptomonas), sin identificar debidamente el flagelado en cuestión”. Coincidiendo con
esta opinión, Laison y Show39 señalan que se ha observado una gran cantidad de infec-
ciones naturales de flagelados entre flebotomos capturados en la naturaleza, pero solo
en un pequeño número de ellos se han identificado los parásitos positivamente como
leishmanias. Estos autores, en un análisis crítico riguroso y muy minucioso del proble-
ma, señalan, además, que la presencia de infección en lutzomyias que las transmiten en-
tre roedores silvestres que no son antropofílicos, no juega rol alguno como transmisores
para el hombre y que se necesita que intervengan en la cadena epidemiológica de la
leishmaniasis humana especies de phlebotomus antropofílicos.
El estudio de la presencia y distribución de lutzomyias en general y de las que juga-
rían un rol como vectores para la leishmaniasis tegumentaria ha sido hecho y publicado
en el país y en el extranjero por Herrer y, posteriormente, por los biólogos Drs. Bertha
Llanos y Abraham Cáceres, del Instituto Nacional de Salud y del Instituto de Medicina
Tropical “Daniel A. Carrión” de la UNMSM, donde el Dr. Abelardo Tejada –su actual di-
rector– ha contribuido con numerosas investigaciones al respecto.
En el Perú todavía no se han llegado a detectar con precisión los reservorios del pa-
rásito que den explicación satisfactoria de esta endemia que se mantiene desde épocas
remotas.
Ugaz, en 188640, al hacer un estudio de la uta (llamada lupus en ese entonces) en el
Perú, pone en evidencia que una de las ideas más difundidas entre los pobladores de las
zonas utógenas –constatada en los pueblos de Cajamarca, Huamachuco, Ancash, Cerro de
Pasco, Valle del Rimac y Ayacucho– era la de conferir un rol importante en la producción
del mal ulceroso a mosquitos que picaban a la caída de la tarde, que se habían alimenta-
do con “jugo de animales en putrefacción, especialmente víboras” y lo inoculaban a sus
víctimas; o a la inoculación del jugo resinoso de huarango (Acacia puntata), tomado por
mosquillas de alas blancas que viven a su sombra (Cajamarca). En el Cuzco estaba difun-
dida la creencia de la producción de la enfermedad por la “lamedura de araña”. En Caja-
marca, igualmente, se atribuía un papel importante a “la antimonia que se levanta del
suelo seco y caliente de las quebradas con las primeras lluvias de la cuaresma”. También
se culpó de la enfermedad a las aguas de mala calidad (La Libertad). Urcia, en 191320 re-
coge la referencia del Dr. Barranca, en la que consigna la creencia de que “el indio cuan-
do al beber se moja la punta de la nariz, adquiere la enfermedad”. Urcia relata la creencia
muy generalizada de la existencia de animales o plantas que directa o indirectamente, por
picadura o por contagio, inoculan el germen de la uta; él se inclina a creer que el agua es-
tancada puede contener los gérmenes productores, o los huevecillos y larvas de los insec-
tos; describe con detalle como vector a un insecto –refiriéndose, evidentemente, al
Phlebotomus– al que “se le pretende llamar titira, cuando su nombre es el de uta”.

349
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

En el año 1914, Antúnez41 señala la presencia invariable de un arbusto llamado “mi-


to” en los sitios peligrosos conocidos de infección de uta y dice: “la uta aparece a manera
de epidemia únicamente en los meses de febrero, marzo y abril, justamente durante la
época de fructificación del mito, desapareciendo con el agotamiento de los frutos. Se ceba
la uta en el individuo afecto a comer el fruto al pie de los arbustos o en los que viven en
sus cercanías inmediatas. No es necesario aproximarse a comer el fruto, pero sí permane-
cer hasta un radio de unos dos kilómetros de la zona de los mitos en la época peligrosa”;
atribuye la enfermedad a un “mosquito de cabeza blanca que gusta del fruto del mito”.
En 1930, Maldonado42 dice textualmente:

En Surco, importante foco de verruga y de uta, he tenido la ocasión de constatar en


la flora espontánea, como elemento característico, la J. macrantha Mull Arg., planta
de la familia de las Euphorbiaceas, conocida con el nombre vulgar de Huanarpo
hembra […] La existencia de esta planta permite sospechar que ella puede tener al-
gún papel en la etiología de la leishmaniasis del dermis, conocida con el nombre vul-
gar de uta, dado que se han encontrado en el látex de muchas Euphorbiaceas
protozoos parásitos que, tal vez, puedan considerarse como estados evolutivos del
agente de esta clase de úlcera. Como el valle de Surco es foco verrucógeno, cabe ase-
gurar la existencia de Phlebotomus en él, conocidos con el nombre vulgar de titiras,
una de cuyas especies puede ser vector de la uta, pudiendo ser el huanarpo hembra
el reservorio de tan desagradable dolencia.

En 1934, Sal y Rosas43 recoge el planteamiento fitogenético de la uta, señalando nue-


vamente al mito (Carica candicans), planta lactescente de la familia de las euphorbiáceas,
como elemento constante en toda el área endémica, desapareciendo en el mismo punto en
que cesa el radio de influencia patológica de la uta. Llega a afirmar, inclusive, que es tan
constante la concomitancia de mito y uta que su ausencia “marca claramente el límite de
la faja utosa, signo muy preciso para delimitar en los lugares despoblados, la sección en-
démica de la endemia”. Al mito lo acompaña el huanarpo (Jatropha macrantha), refiere la
experiencia popular, en el sentido de que donde hay mito hay uta. Sal y Rosas supone que
parte del ciclo evolutivo de la leishmania se hace en la planta y sostiene la siguiente “fór-
mula de la utogénesis”: 1. Flora xerófila y lactescente cuya función es la de reservorio del
virus; 2. Un vector alado y hematófago, el Phlebotomus, y 3. El hombre. Concluye este pro-
blema proponiendo la sistemática destrucción de la flora xerófila lactescente.
Este planteamiento es nuevamente puesto en discusión por Burstein, quien en 1956
y 1957 comunica el hallazgo de phytomonas en el látex de la Jatropha macrantha Mull
Arg., euphorbiácea cuya distribución geográfica coincide con la de la leishmaniasis tegu-
mentaria andina cutánea pura (uta), en el valle del Rimac. Estas phytomonas fueron ais-
ladas del látex en su fase flagelada (leptomonas) y cultivadas en medios conteniendo
sangre humana, reproduciendo en ellas la fase de leishmania. Burstein demuestra, ade-
más, la factibilidad de recuperar por un tiempo relativamente largo leishmanias patóge-
nas para el hombre y otros gérmenes incorporados in vitro al látex de estas
euphorbiáceas, conocidas regionalmente con el nombre de huanarpos, demostrando con
ello que estas plantas pueden ser reservorios de leishmanias patógenas y de otros mi-
croorganismos en las zonas endémicas44, 45.
La búsqueda de animales naturalmente infectados, que puedan desempeñar el papel
de reservorios, parece iniciarse en 1924 con los trabajos de la comisión nombrada por
la Dirección de Salubridad del Ministerio de Salud para estudiar la región de Madre de
Dios, integrada por los doctores Pedro Weiss, H. Rojas y Alberto Guzmán Barrón31, los
que examinaron 750 animales, entre los que se encontraban monos, roedores, etc., sin
encontrar evidencias de infección. El primero que refiere el hallazgo de la infección na-
tural de animales en nuestro medio es Herrer, quien en una comunicación preliminar en

350
Historia de la Dermatología en el Perú

el año 194846 y después en 195147, da cuenta de sus investigaciones en ese sentido,


practicadas desde el año 1941 en las localidades utosas del valle del Rimac. Examinó pe-
rros, gatos, burros, caballos, roedores del género Phyllotis y Orysomis, zorros y una es-
pecie de marsupial conocido como muca, obteniendo la evidencia parasitológica de
infección leishmaniásica en 46 de los 513 perros examinados. Hace notar que la inciden-
cia de la infección guarda marcado paralelismo con el de la uta en el hombre, observan-
do coexistencia de lesiones en perros y hombres; los animales infectados, con excepción
de un solo caso, habían tenido un tiempo relativamente corto de permanencia en las lo-
calidades utógenas. La demostración por este mismo investigador de la gran sensibilidad
del zorro a la infección leishmaniásica experimental -aunque no se ha relatado su infec-
ción natural, ni en los otros animales examinados en ese entonces-, le hace sospechar su
posible papel como reservorio.
Marroquín, en 195032, considera como reservorio al hombre con infección activa,
convaleciente o al portador sano, basándose en la concepción de Weiss9 de que el ger-
men puede permanecer por largo tiempo en la piel, manifestándose la enfermedad ante
la presencia de un traumatismo.
La posibilidad de que el hombre sea un reservorio decisivo para explicar la endemia
es muy cuestionable, como lo es también el perro que acompaña siempre al hombre. He-
rrer, al ocuparse de la epidemiología de la uta, en 195133 dice: “existen parajes desha-
bitados por el hombre y carentes de todo cultivo donde, sin embargo, se contrae la
enfermedad. Este fenómeno es tan frecuente que los ganaderos lo conocen bien, llegan-
do a designar a tales localidades con nombres tan expresivos como “llagay-puquio”, “lla-
gay-cueva”, “llagay-pampa”, etc., o sea, manantiales, cuevas y planicies donde se
adquiere la úlcera leishmaniásica. Esta característica, sin duda, está ligada a la presen-
cia de algún animal silvestre que actúa de reservorio”.
Numerosos investigadores en varios países refirieron la presencia de leishmanias en
una gran cantidad de mamíferos silvestres; se consideró entonces, en un primer momen-
to, a la leishmaniasis como una zoonosis para llegar después a demostrarse que, en mu-
chos casos, los focos de leishmaniasis de animales no tenían relación con el hombre si
los vectores que la transmitían entre esos huéspedes no eran antropofílicos. La transmi-
sión es frecuentemente ocasional si el hombre accidentalmente y como intruso irrumpe
en un foco de leishmaniasis animal, lo que ha llevado a Laison y Show39 a afirmar que
“el hombre debería considerarse como un huésped accidental que no desempeña ningún
papel importante en la conservación de los parásitos en la naturaleza”.
El problema del tratamiento de la población leishmaniásica en el Perú, sobre todo en
las formas malignas cutáneo mucosas, es desalentador, no sólo por la limitación de los
agentes terapéuticos de que disponemos, sino, sobre todo, por la situación socioeconómi-
ca de los portadores de esta dolencia que afecta a los sectores menos favorecidos de la
población y cuyas lesiones mutilantes y deformantes provocan su marginamiento social.
Uno de los primeros recursos terapéuticos farmacológicos para la leishmaniasis tegu-
mentaria, introducido en Brasil por Viana en 1912, fue el tártaro emético, el que en 1915
fue utilizado por primera vez en el Perú por Julián Arce. En 1916, Escomel48 publica sus
experiencias con esta droga, que siguió siendo utilizada con resultados que, para los ca-
sos cutáneos, eran favorables, pero sólo de acción paliativa o totalmente ineficaz en las
formas cutáneo mucosas.
El marcado efecto tóxico del tártaro emético obligó al cambio de este medicamento
por otros antimoniales inicialmente trivalentes, de uso intramuscular, el Neo-Antimosan
(“Repodral”, “Fuadina”) y, posteriormente, pentavalentes, el “Neoestibosan” y el “Solus-
tibosan”, retirados por sus fabricantes por no convenir a sus intereses; quedó sólo el
“Glucantime”, empleado en forma intramuscular o endovenosa con resultados curativos
en las fases iniciales o formas cutáneas puras de la enfermedad, pero de respuesta irre-
gular en las cutáneo mucosas.

351
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

La Anfotericina B (“Fungisone”), de uso endovenoso, utilizado en el Perú inicialmen-


te por Zegarra Araujo, en 196649 ofrece, a pesar de su marcada nefrotoxicidad, venta-
jas terapéuticas en las formas cutáneo mucosas (espundia) de leishmaniasis peruana.
El uso de plantas medicinales utilizadas por los antiguos peruanos en esta enferme-
dad está siendo estudiado actualmente en el intento de encontrar mediante extractos los
principios activos que puedan ser útiles terapéuticamente en la leishmaniasis cutánea.
Estas investigaciones se están realizando desde el año 2003, mediante un convenio en-
tre Perú y Japón, por un grupo de investigadores peruanos y japoneses liderados, en la
parte peruana, por el Dr. Fernando Cabieses (Rector de la Universidad Científica del Sur,
Lima) y el Dr. Zuño Burstein (Universidad Nacional Mayor de San Marcos UNMSM), con
la participación del Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión” de la UNMSM con
su Director, Dr. Abelardo Tejada y la Dra. Olga Palacios y de la Facultad de Farmacia y
Bioquímica de la UNMSM, con las doctoras Bertha Pareja y Diana Flores.
En la legislación peruana relativa a la salud (Decreto Supremo Nº 007-75-TR, del 26
de agosto de 1975) se consigna la leishmaniasis muco-cutánea sudamericana (uta y es-
pundia) como enfermedad profesional en los trabajadores migrantes a las zonas endé-
micas de leishmaniasis.
Por Resolución Suprema Nº 063-75-TR, del 11 de setiembre de 1975, se nombró una
comisión encargada de elaborar el Reglamento de Condiciones de Higiene y Seguridad
para los centros de trabajo de zonas endémicas de leishmaniasis, a efectos de proteger
a los citados trabajadores. Esta comisión estaba compuesta, entre otros integrantes, por
los doctores Arístides Herrer y Zuño Burstein, en representación del Instituto Nacional
de Salud.
Por Resolución Suprema Nº 026-76-TR, del 21 de octubre de 197650 se aprobó el Re-
glamento de Condiciones de Higiene y Seguridad, que consta de cinco títulos y 52 artícu-
los. La Resolución, con la rúbrica del Presidente de la República, refrendada por los
Ministros de Trabajo y de Salud, comprende generalidades, objetivos, obligaciones de las
empresas, obligaciones de los trabajadores, medidas de protección colectivas e indivi-
duales (pormenorizando detalles sobre campamentos permanentes y provisionales ins-
talados en zonas endémicas), exámenes médicos, diagnóstico de casos sospechosos,
notificación, registro y tratamiento, señalándose en este capítulo que en todos los casos
diagnosticados de leishmaniasis se establecerá la notificación obligatoria en armonía con
las disposiciones del Sistema Nacional de Notificaciones de Enfermedades Transmisibles
para su registro y que los casos positivos de leishmaniasis adquiridos en los centros de
trabajo serán asumidos por el Seguro Social del Perú, de acuerdo con las normas lega-
les vigentes para su tratamiento y demás fines. Por último, se establecen las sanciones a
que se harán acreedores las empresas o empleados que incumplan este Reglamento.

LA ENFERMEDAD DE CARRIÓN (VERRUGA PERUANA)

Generalidades
Daniel A. Carrión, estudiante de medicina, quien realizó un heroico sacrificio al ino-
cularse voluntariamente material de un botón verrucoso y fallecer del proceso sistémico
en el año 1885, consolidó el concepto de unidad entre la fase febril anémica (“Fiebre de
La Oroya”) y el período eruptivo (“verruga peruana”) de esta afección, consideradas por
los dualistas como dos enfermedades diferentes.
La enfermedad de Carrión o verruga peruana es una bartonellosis humana, proceso
infeccioso general, bacteriano, no contagioso, producido por la Bartonella bacilliformis,
transmitida por vector alado (Phlebotomus verrucarum). Es una enfermedad endémica,
con carácter regional en áreas bien circunscritas de ciertas regiones andinas del Perú y
algunos focos en Ecuador y Colombia. Clínicamente, presenta un primer estadio que, por
causas diversas, puede cursar inaparente, casi sin síntomas, pero con frecuencia da lugar

352
Historia de la Dermatología en el Perú

a la fase febril anémica, de gran gravedad, que conduce a la muerte por anemia severa
y cuadro tóxico-infeccioso, cuadro denominado antiguamente “Fiebre de La Oroya”. Si
se sobrevive a este estadio, después de un período de duración variable, se presenta el
segundo proceso eruptivo, caracterizado por un brote verrucoso (angiomatoso) de mag-
nitud diversa, con lesiones de diferente tamaño y profundidad, cuya localización, además
de la tegumentaria, puede comprometer órganos internos. La involución espontánea
conduce a un estado de inmunidad permanente al proceso.
El pronóstico es malo si es dejado a su evolución espontánea en la forma severa del pe-
ríodo febril anémico y habitualmente bueno, aún en las formas de gran brote, en el perío-
do eruptivo. La muerte en el primer estadío se produce por la severa anemia o por la
complicación salmonelósica frecuente al inicio del período intercalar. La enfermedad res-
ponde favorablemente a los antibióticos antibacterianos y no existe vacuna contra ella.
Ofrece riesgo epidémico cuando se moviliza la población no inmune a las regiones endé-
micas, no existiendo propagación del proceso fuera del área endémica (figuras 28, 29, 30).

Figura 28. Verruga


peruana, parte I
Figura 29. Verruga
peruana, parte II
Figura 30. Verruga
peruana, período
eruptivo

Historia
La verruga peruana es una enfermedad autóctona americana, más propiamente pe-
ruana, cuya antigüedad precolombina es incuestionable. Las expresiones demostrativas
en la cerámica mochica51, los relatos de los cronistas de Indias y otras evidencias hacen
pensar a Lastres52 que la verruga ha existido siempre, hablando geográficamente, en
los mismos lugares en donde hoy reina, principalmente en las quebradas, siendo cono-
cida por el indígena con la voz quechua de sirki. El interés científico por su estudio se
despertó, principalmente, a partir del año 1870, a raíz de la construcción del ferrocarril
de Lima a La Oroya, a través de los Andes. En el tramo que pasa por la zona verrucóge-
na del valle del Rimac se produjo una grave epidemia, la cual –según se afirma- ocasio-
nó la muerte de siete mil trabajadores y de los cien ingenieros británicos y
norteamericanos que construyeron el ferrocarril; todos contrajeron la enfermedad y mu-
rió la mitad. La vinculación nosográfica de las manifestaciones graves de esta epidemia,
denominada “Fiebre de La Oroya”, con el brote cutáneo que se presentaba en los sobre-
vivientes, conocido como “verruga peruana”, se estableció progresivamente, contando
para ello con el sacrificio heroico de Daniel A. Carrión.
La comunidad científica mundial se interesó por esta misteriosa y rara afección que
fue estudiada exhaustivamente en sus aspectos clínicos, epidemiológicos, etiopatogéni-
cos, experimentales y terapéuticos por numerosos investigadores peruanos y extranje-
ros. Así, en 1898, Odriozola53 publica una monografía que se consideró como una de las
mejores contribuciones al estudio clínico de la enfermedad. En 1905, Barton54 descubrió

353
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

el microorganismo causal. Strong55, quien presidía la comisión de la Universidad de


Harvard que vino al Perú a estudiar esta afección, creó en 1913 el género Bartonella, de-
signando con el nombre de Bartonella bacilliformis, en honor a su descubridor, al mi-
croorganismo descubierto por Barton. En 1913, Townsend Ch.56 descubrió y denominó
como Phlebotomus verrucarum al insecto transmisor de la enfermedad. El escenario, pa-
norama epidemiológico y medidas de control de la enfermedad de Carrión han sido es-
tudiados por numerosos investigadores, como Maldonado A., Hertig M., Herrer A.,
Rebagliati R. y Gorbitz G., entre otros.
Fuera del Perú hay que mencionar a Patiño Camargo quien en 193957 estudió un fo-
co endémico en el Departamento de Marino, en la frontera con el Ecuador; y a Montal-
bán y Moral, en 1940, que, en coordinación con Hertig, estudiaron el foco endémico
ecuatoriano de la provincia de Loja, cerca de la frontera peruana. Luego del trabajo de
Odriozola, se han hecho numerosos aportes al conocimiento de la etiopatogenia de las
manifestaciones clínico patológicas de esta enfermedad, su evolución y su terapia; por
ejemplo los trabajos de Arce, Escomel, Strong, Hurtado, Monge, Mackehenie, Weiss, Ur-
teaga, Gastiaburú, Reynafarje y otros. El estudio bacteriológico, después de Barton y
Strong, tanto en sus aspectos morfológicos como cultural, ha sido desarrollado por Bat-
tistini, Hercelles, Aldana y Colichón; y en la ultraestructura con microscopía electrónica
por Peters y Wiegand, Pérez Alva, Cuadra y Takano. Los estudios inmunológicos, como
los realizados por Calderón Howe, han proseguido, aunque muy esporádicamente, en los
aspectos de la inmunidad humoral como la celular en el Hospital Dos de Mayo por La-
rrea y Contreras, y en el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la Universi-
dad Nacional Mayor de San Marcos por Colichón A.
Pese a esta cantidad de investigaciones e investigadores que han resuelto, en gran me-
dida, los aspectos prácticos de la enfermedad relacionados con la salud pública -hacién-
dola una afección controlable epidemiológica y terapéuticamente por el conocimiento más
o menos preciso de su ecología, de su distribución geográfica, del vector que la transmi-
te, de sus características clínicas y procedimiento de diagnóstico, así como de su trata-
miento etiológico-, quedan, desde el punto de vista científico, muchas lagunas que sólo
una perseverante investigación podrá clarificar. Se desconoce, por ejemplo, a ciencia cier-
ta cuál es el reservorio, permanece en el misterio si su existencia o ciclo normal en la na-
turaleza requiere necesariamente del hombre en las zonas endémicas; es decir, si es una
enfermedad humana o se trata, como en el caso de la leishmaniasis (con la que tiene mu-
chos aspectos comunes como su distribución geográfica, en muchos casos coincidente y
los mismos vectores) de una zoonosis o de una fitoparasitosis que, accidentalmente, pasa
al hombre cuanto éste irrumpe en su nicho ecológico, quebrantando los ecosistemas y ha-
ciendo un ciclo vicariante.
No se cuenta con un animal que reproduzca en el laboratorio la historia natural de la
enfermedad, tal como se da en el hombre, lo cual permitiría su estudio integral en un mo-
delo experimental. Se desconoce por qué, siendo una infección bacteriana general, no es
inoculable ni al hombre ni a los animales de laboratorio utilizando sangre parasitada en
el momento más virulento del germen para que se produzca, como sería de esperar, la
misma manifestación patológica. Está, todavía, en estudio con la tecnología actual el com-
portamiento inmunológico del huésped y no se cuenta con un procedimiento de inmuni-
zación activa para proteger a la población expuesta a la posible adquisición del proceso.

LA LEPRA Y SU CONTROL EN EL PERÚ

Introducción
La lepra no existía en América antes de la llegada de los conquistadores europeos.
Los españoles trajeron esta enfermedad a América Central, América del Sur y, en Nor-
teamérica, a México y parte de los Estados Unidos. El primer lazareto se fundó en 1520

354
Historia de la Dermatología en el Perú

en Santo Domingo y, posteriormente, se establecieron en toda la América colonial. En


Brasil, los portugueses introdujeron la enfermedad en 1496; los grandes contingentes de
esclavos africanos fueron un factor muy importante en la América portuguesa, Caribe y
América Central. En Norteamérica, además de los focos traídos por los españoles, se su-
maron los procedentes de Francia, Noruega y China, principalmente.

Historia de la lepra en el Perú


La historia de la lepra en el Perú ha sido exhaustivamente estudiada por el Dr. Hugo
Pesce y publicada en su tesis de doctorado el año 1961, con el nombre de “La epidemio-
logía de la lepra en el Perú”58. En este monumental trabajo, que debe servir de valiosa
fuente informativa para todo médico y sanitario peruano, se afirma que la lepra se de-
sarrolló de manera independiente en las tres grandes regiones de nuestro país (costa,
sierra y amazonía). En la costa tiene una historia remota y pobre, en la amazonía una
historia reciente y explosiva y en la sierra un curso escaso y solapado.
La lepra fue llevada a la costa peruana por los colonizadores procedentes de España,
donde existía una endemia apreciable, con unos 3000 leprosos y decenas de leprocomios.
Por ello, 28 años después de la fundación de Lima, se hizo necesario un leprocomio, y en
1563 se fundó el Hospital de San Lázaro, en el barrio de Pescadores, en la margen dere-
cha del río Rímac, donde se brindó asistencia a los leprosos durante la época colonial.
Según Pesce, la lepra en nuestra Amazonía apareció manifiestamente en el siglo XX.
Respecto a su procedencia, la tesis más antigua refiere su origen en Brasil, en tanto otra
tesis postula su origen ecuatoriano. La investigación de Ponce de León tuvo el mérito de
demostrar que la infección leprosa de algunos sectores de la selva alta se procesó ante-
riormente a la de la selva baja y que ella ha tenido, muy probablemente, origen ecuato-
riano no muy remoto y de muy escaso volumen. Pesce dice que “no es dable comparar
la peligrosidad de la fuente pequeñísima de la selva alta con la fuente brasileña, que de-
bía asumir el carácter de marejada, dada la vis a tergo que la impelía y, dada la circuns-
tancia propicia de la migración masiva de 15 a 20 mil peruanos y algunos cientos de
brasileños con motivo del auge del caucho, que duró nada menos que 20 años”.
La selva baja sucumbió rápidamente a partir de 1910, cuando se hizo evidente el im-
pacto de los focos brasileños masivos, probablemente explicado por las diferentes condi-
ciones ambientales y porque el habitante de la selva alta estaba expuesto en mucha
menor medida a la desnutrición, la hipoproteinemia, las helmintiasis intestinales agresi-
vas, con el estado anémico derivado y la consiguiente baja del nivel de la inmunidad fi-
siológica general.
De 1901 a 1905 comenzaron a denunciarse casos de lepra en ciertos lugares de la
Amazonia y el 17 de marzo de 1905 se emitió una Resolución Suprema autorizando la
construcción de un lazareto en Iquitos para los leprosos del departamento de Loreto. La
Prefectura mandó construir, entre 1906 y 1907, un asilo de emergencias para leprosos
en la Isla Padre, frente a la ciudad de Iquitos. A fines de 1917 se habilitó en esa ciudad
el segundo lazareto y por ley N° 5020, del 28 de enero de 1925, se dispuso la creación
de una leprosería en San Pablo, en el río Amazonas, hacia la frontera con Brasil, que co-
menzó a funcionar el 15 de mayo de 1926. En 1940, el gobierno creó la Supervisión de
Sanidad de Loreto y San Martín que, prontamente, se elevó a la condición de Supervisión
del Nororiente, a cargo de Maxime Kuczynski, quien, después de fundar en 1941 un Dis-
pensario Antileproso en Iquitos, reconstruyó el asilo de San Pablo, como colonia agríco-
la, obteniendo un notable avance en la exploración de varios ríos, especialmente el
Ucayali, realizando valiosas encuestas leprológicas. En 1944, con la creación del Servi-
cio Nacional Antileproso, se constituyó, a los pocos meses, el Servicio Antileproso del No-
roriente, asumiendo las funciones de supervisión en la zona.
Hugo Pesce afirmó que el foco de lepra infantil de Loreto era uno de los más severos
del mundo. Todos los datos recogidos sobre las formas clínicas de lepra infantil en esa

355
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

zona revelaron un proceso caracterizado por la ausencia de signos apreciables de defen-


sa por parte de la población, lo que equivalía a decir que se trataba de una endemia bas-
tante reciente, severa y con caracteres de desarrollo. Pesce refirió que los primeros casos
de lepra entre los selváticos genuinos observados en Sudamérica fueron reportados por
Maxime Kuczynski (tribus Cambo y Cocama) y por él mismo (tribu Piro). Los sucesivos
casos fueron objeto de estudio, en 1953, por H. Pesce y R. Montoya. Todos los casos fue-
ron formas sumamente malignas, lo que indica el gravísimo y perdurable peligro al que
estaría expuesta toda la población del Nororiente si penetrase la lepra en el seno de las
tribus selvícolas, cuyo número de componentes ha sido estimado en 141 mil habitantes,
alejados de toda posibilidad de control sanitario.

Historia del control de la lepra en el Perú


En Andahuaylas, Hugo Pesce detectó los primeros casos de lepra andina y fundó, en
1937, el Servicio Antileproso de Apurímac. Asimismo, el 1 de enero de 1944, creó la Cam-
paña Nacional Antileprosa, como organismo sanitario encargado oficialmente de la lucha
contra esta enfermedad en el nivel nacional. Nació así, en torno a este maestro, la escuela
leprológica peruana, constituyéndose el mismo año el Servicio Antileproso del Nororiente.
El rasgo estructural de la campaña antileprosa que en 1954 pasó a denominarse Ser-
vicio Nacional Antileproso, estaba dado por ser un organismo unitario, con una jefatura
y diversos servicios periféricos. La jefatura, denominada Departamento de Lepra, tenía
funciones directivas, normativas y de control, con secciones especializadas. Los servicios
periféricos tenían a su cargo la ejecución de la campaña antileprosa en el territorio de
su jurisdicción; así, en cada región leprógena se construyeron unidades funcionales, de-
nominadas Servicios Antileprosos Regionales, con su propia organización.
Esta organización, metódicamente planeada y puesta en marcha, permitió, en un cor-
to plazo, realizar un diagnóstico de la realidad leprológica peruana y obtener un benefi-
cio efectivo para los pacientes y el país. Desgraciadamente, el 14 de enero de 1963, el
Departamento de Lepra, transformado previamente en División de Lepra, fue disuelto por
el gobierno de aquel entonces, desarticulándose la estructura tan meticulosamente mon-
tada, pasando sus diferentes elementos constitutivos a otros organismos, y desde 1965 los
niveles periféricos fueron integrados a otros servicios de salud de cada zona del país.
La desarticulación y deterioro de las acciones de salud relacionadas con la enferme-
dad de Hansen en los diferentes niveles de responsabilidad, tanto técnico-normativas cen-
trales, como ejecutivas periféricas de base, así como en investigación, capacitación de
personal y otros, sensibilizó al ministro teniente general FAP, M. Campodónico, que ocu-
paba en 1977 la cartera de Salud Pública, para disponer la actualización del Programa
de Control de la Enfermedad de Hansen, considerando que el diagnóstico, el tratamiento
y la investigación en dermatoleprología era una responsabilidad multiinstitucional de
trascendencia nacional, acogiendo las recomendaciones del Seminario Regional de Han-
seniasis, realizado en setiembre de 1971 en la ciudad de Pucallpa. Desgraciadamente,
cambios sucesivos de autoridades y otros factores imponderables postergaron largamen-
te la ejecución de las medidas dispuestas.
Entretanto, el esfuerzo unipersonal y pionero del Dr. Víctor Noria, a cargo de la Uni-
dad de Lepra, organismo técnico-normativo del nivel central del Ministerio de Salud, era
el único que mantenía con absoluta responsabilidad la conducción de un programa en
base a los proyectos, las ideas propias y a su gran experiencia como epidemiólogo y le-
prólogo clínico.
En 1980 Zuño Burstein publicó un trabajo sobre la “Quiebra del Programa de Control
de la Lepra en el Perú por la descentralización e integración a los programas generales
de salud”59, haciendo un detallado análisis de la organización sanitaria del control de la
lepra, concluyendo que en el Perú, existía un serio quebrantamiento de las acciones sa-
nitarias de control de esta afección provocado, en gran medida, por una inadecuada,

356
Historia de la Dermatología en el Perú

inoportuna y prematura política de descentralización e integración a los programas ge-


nerales de salud, no adecuados a la realidad nacional. Además, señaló que era indispen-
sable poner en vigencia un bien articulado Programa de Control de la Enfermedad de
Hansen, adecuadamente financiado, ya que era un problema sanitario de particular gra-
vedad en zonas endémicas, con repercusión nacional.
En 1963, con la desaparición del Servicio Nacional Antileproso y su Departamento de
Lepra, el diagnóstico especializado de laboratorio, la preparación de lepromina, la rea-
lización de investigaciones especiales y la capacitación del personal profesional y técni-
co quedó, teóricamente, en manos del Departamento de Lepra y Micología Médica,
ubicado en la estructura organizativa de los Institutos Nacionales de Salud, organismo
descentralizado del Ministerio de Salud. Este Departamento derivaba del Laboratorio
Central de Lepra, parte constitutiva de la Sección de Leprología del desaparecido Depar-
tamento de Lepra, organismo de comando del Servicio Nacional Antileproso, ubicado a
nivel del organismo central del Ministerio de Salud. Al desaparecer el Servicio Nacional
y su Departamento de Lepra, el Laboratorio fue incorporado al Instituto de Salud Públi-
ca, conservando teóricamente su función y estructura establecidos desde 1944. Sobre la
base de esta estructura, el Ministerio de Salud tiene vigente, desde 1975, un convenio
–ratificado sucesivamente– con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a través
de su Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión”, para realizar una labor conjun-
ta de investigación, servicio a la comunidad y capacitación de personal, en relación con
la hanseniasis y otras afecciones, que son objeto de la dermatología sanitaria.
En una comunicación publicada en 1972, con el título “Nuestro aporte al diagnóstico de
la Lepra en el Perú”60, Burstein refirió que, de 2366 biopsias enviadas desde 1944 hasta
1971 para el diagnóstico de lepra, al Departamento de Lepra y Micología Médica del Ins-
tituto Nacional de Salud a su cargo, 1119 (47.3%) correspondieron a lepra lepromatosa,
619 (26.2%) a lepra indiferenciada, 233 (9.4%) a lepra tuberculoide y 18 (0.8%) a lepra di-
mórfica. Valiéndose de las biopsias seriadas a través del tiempo, se estudiaron los virajes
histopatológicos de estos pacientes y se estableció la concordancia entre el diagnóstico clí-
nico y la verificación histopatológica. No se han hecho estudios ulteriores similares a éste.
En 1980 el Dr. Samsaricq, jefe del Programa de Lepra de la Organización Mundial de
la Salud (OMS), visitó el Perú, recomendando la conformación de una comisión perma-
nente que se ocupara del Programa de Control de Hanseniasis, promoviendo, evaluando
y recomendando nuevas acciones, además de la creación de un comité científico nacio-
nal para promover y evaluar las investigaciones sobre la enfermedad.
Hasta 1985, la Dirección de Epidemiología consideró, dentro de su estructura progra-
mática, el control de la tuberculosis y la lepra en forma integrada en la Dirección Técni-
ca de Coordinación de Programas Especiales, a pesar de que la OMS consideraba el
control de estas enfermedades en forma independiente. Por ello, en 1987, se expide el
D.S. N° 017-87-SA que aprobó únicamente el Programa de Control de la Tuberculosis,
desvinculándose, en consecuencia, del de Lepra.
En enero de 1988, se resolvió aprobar el Programa Nacional de Control de la Hanse-
niasis como integrante de los programas especiales de salud, designándose al Dr. Augus-
to Reátegui como director general del mismo61. El Decreto Supremo N° 003-88SA (22 de
enero de 1988), estableció que “el Perú, como país miembro de la Organización Mundial
de la Salud, ha adoptado el compromiso de la 40ª Asamblea Mundial de la Salud, del 15
de mayo de 1987, para organizar programas activos hacia la eliminación de la lepra, co-
mo parte de su objetivo de salud para todos en el año 2000”.
En octubre de 1988, se aprobaron las Normas y Procedimientos para el Control de la
Hanseniasis en el Perú, de aplicación obligatoria en todo el territorio nacional en sus
componentes técnico, administrativo, educativo, social y de investigación. En 1992 se
aprobó el documento normativo, denominado “Doctrinas, Normas y Procedimientos pa-
ra el Control y Eliminación de la Lepra en el Perú”.

357
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

En nuestro país existía hasta el año 2000, en el Ministerio de Salud, una estructura
técnico administrativa denominada Dirección del Programa Nacional de Control de En-
fermedades Transmisibles, en la que se incluía el Programa de Control de Tuberculosis
y Lepra, y que contaba con la colaboración comprometida eventual de un Comité Asesor
formado por médicos tropicalistas, leprólogos y dermatólogos.
Actualmente (2004), la reestructuración administrativa del Ministerio de Salud ha he-
cho desaparecer los programas nacionales específicos de control de enfermedades, in-
cluyendo el de Lepra. En su lugar se han constituido, en una Dirección General de Salud
de las Personas, seis estructuras administrativas denominadas Estrategias de Salud y
una de ellas se ocupa del Control de Tuberculosis y Lepra.

Política del programa de control de la lepra y perspectivas futuras


El marco doctrinario adoptado en el año 2000 por el Programa Nacional de Control
de la Lepra en el Perú62 se basa en el principio de que “las enfermedades transmisibles,
entre ellas la lepra, están ligadas a factores culturales, sociales y económicos de comple-
ja solución” y en que “los programas de control son de alcance nacional, permanentes y
continuos; usan tecnologías apropiadas, realimentan y hacen más eficiente su operación
mediante el monitoreo y evaluación y en su versión actual han adoptado la estrategia de
incorporar e integrar sus actividades a la atención general de salud, desapareciendo, por
lo tanto, por ineficientes, los programas verticales con ejecución especializada de sus ac-
tividades al margen de los servicios de salud”.
Con este marco el programa actual considera que “la lucha por el control de la lepra
se inscribe y articula en el reconocimiento de la dignidad de las personas, sus derechos
universales y la búsqueda de la liberación de sus capacidades para alcanzar la realización
plena”, concluyendo que esta nueva doctrina se basa en una concepción moderna que “tie-
ne un sustento bioético en el desarrollo de los principios de equidad, subsidiaridad, uni-
versalidad, solidaridad y autonomía, desarrollados a través de una interacción en el campo
médico, educativo y social”. El programa se sustenta doctrinariamente en que la lepra en
el Perú es factible de ser controlada y eliminada mediante determinados ejes de gestión.
La OMS define que la lepra es eliminada como problema de salud pública cuando la
tasa de prevalencia es menos de un caso por cada 10000 habitantes; sin embargo, esta
situación no ocurre en determinadas regiones identificadas y estratificadas del país. Por
ello, para lograr el control y eliminación de es-
Departamentos Población Total de casos Tasa de prevalencia Casos nuevos Tasa de detección
ta enfermedad es necesario fortalecer el desa-
endémicos 1989 x 10.000 hab. x 10.000 hab. rrollo de una serie de actividades, basadas en la
1. Loreto 889.471 83 0.9 29 0.3 difusión de los siguientes principios: la lepra se
2. Ucayali 424.410 60 1.4 14 0.3
3. Amazonas 143.981 0 0 0 0
cura, el paciente se trata en su domicilio y no
4. Apurímac 243.852 1 0.04 0 0 requiere aislamiento, ni reclusión en leproso-
5. Huánuco 776.727 2 0.02 0 0
6. San Martín 743.668 3 0.04 0 0
rios; la lepra diagnosticada precozmente no
Lima Norte produce necesariamente deformidades o inca-
(Hospital Nacional
Cayetano Heredia) - 15* - 0 0 pacidades; luego de iniciada la poliquimiotera-
Lima Sur
(Hospital de Apoyo
pia (PQT) el enfermo de lepra no contagia y, si
María Auxiliadora) - 1* - - - el enfermo no recibe tratamiento, sufre defor-
Total de casos 3.218.109 165 0.5 43 0.1
maciones de las manos y pies que permanecen
* Casos procedentes de las zonas endémicas
Fuente: Programa Nacional de Control de Enfermedades Transmisibles - Control de Lepra - MINSA como secuela para toda la vida a pesar del tra-
tamiento posterior.
Figura 31. Tasas de
prevalencia y Epidemiología de la lepra en el Perú
detección de lepra El comportamiento epidemiológico de la lepra en el Perú se circunscribe a las zonas
en el Perú, 2000 endémicas, donde viven 3,218,109 personas, de ellos 1,255,062 son menores de 15 años.
Según las tasas de prevalencia de lepra correspondientes al año 2000 y teniendo en
cuenta las publicaciones de la OMS, podemos concluir que la lepra en el Perú constituye

358
Historia de la Dermatología en el Perú

un problema de salud pública, fundamental- Años 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Total
mente en el departamento de Ucayali, lugar
Multi-bacilar 1.205 672 220 245 202 195 227 237 221 151 126 3.701
con una prevalencia de la enfermedad que
supera la tasa de 1 x 10000 habitantes. Esta Pauci-bacilar 649 362 57 59 39 45 37 25 45 29 39 1.386

información nos permite priorizar las activi- Total 1.854 1.034 27 304 241 240 264 262 266 180 165 5.087

dades del control de la enfermedad, buscan- C.N* - - - - 79 90 90 63 107 63 43 535

do el compromiso de las autoridades locales y D-OMS** - - - - 17 12 10 4 6 7 6 62


comunidad en general para desarrollar ac-
ciones coordinadas que permitan diagnosti- ** Casos nuevos.
Discapacitados según grado 1 y 2 de la OMS.
car y tratar precozmente todos los nuevos Fuente: Programa Nacional de Control de Enfermedades Transmisibles - Control de Lepra - MINSA.

casos de lepra, logrando prevenir las disca-


pacidades y disminuir efectivamente el im-
pacto social de esta enfermedad (figuras 31, 32, 33).
Figura 32. Casos de
lepra notificados en
Legislación peruana para el control de las ETS. Historia el Perú, 1990-2000
de las disposiciones legales vigentes

LEGISLACIÓN PARA EL CONTROL DE LAS ENFERMEDADES VENÉREAS63, 64


La primera referencia oficial al respecto la encontramos en la Resolución Suprema
del 1º de julio de 1910 en la que, considerando “que es deber del Estado atender a la
profilaxia en las enfermedades venéreas que, además de los daños que ocasionan a los
individuos que las contraen, atacan también
a los intereses de la sociedad y a los de la ra-
za”; “que la experiencia universal ha proba-
do la ineficacia de la reglamentación policial
de la prostitución en la profilaxia de esas en-
fermedades”, “que la experiencia ha proba-
do, también, que las medidas más eficaces en
ese sentido son las que se refieren a la ins-
pección y vigilancia sanitaria de las mujeres
públicas y casas de tolerancia y al tratamien-
to médico gratuito en dispensarios adecuados
de los enfermos de afecciones venéreas”, re-
suelve: encargar a la Dirección de Salubridad
Pública la organización y funcionamiento del
Servicio Sanitario de la Prostitución, proce-
diendo a instalar en la ciudad de Lima y Ca-
llao y después en el resto de la República, los dispensarios de salubridad destinados a las Figura 33. Tasa de
enfermedades venéreas; otorga la gratuidad para el examen médico y tratamiento que prevalencia de lepra
se lleven a cabo en los dispensarios y obliga a la policía a hacer cumplir las disposicio- x 10.000 habitantes
nes sanitarias que se expidan para el funcionamiento de ese servicio y en lo relativo a la en el Perú,
conservación de la moral y el orden público. 1990-2000
Acogiendo esa disposición legal, en el Reglamento interno de la Asistencia Pública de Li-
ma, aprobado por Resolución Suprema del 30 de junio de 1923, se establece la Sección de
Profilaxia Antivenérea, con las obligaciones de vigilar sanitariamente a las mujeres sujetas
a ese control, abrir un “Registro de Meretrices” y otorgar a las solicitantes una “Libreta Sa-
nitaria” que las autoriza al ejercicio legal de la prostitución. Se señala el control policial y
sanciones para la prostitución clandestina y omisiones al control sanitario periódico.
Por su lado, las Fuerzas Armadas establecen por decretos supremos las normas de
profilaxia y control de enfermedades venéreas para sus miembros; así, en abril de 1923
se decretan las disposiciones pertinentes para la Policía y Gendarmería de la República
y, en noviembre de 1928, para la Armada Nacional.

359
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

En setiembre de 1926, por decreto supremo, se crea la Liga Nacional Antivenérea co-
mo institución de sanidad y beneficencia, dedicada a la acción y a la propaganda antive-
néreas. Esta creación se produce acogiendo las recomendaciones de la Primera
Conferencia Nacional Antivenérea, celebrada en Lima del 30 de agosto al 5 de setiembre
de 1926 que, además, recomienda, entre otras cosas, que se inicie la educación sexual
desde la segunda enseñanza, que se unifiquen los métodos o procedimientos curativos,
que se estimule el desarrollo de la especialidad venereológica y que se introduzca el cer-
tificado médico prenupcial. Declara que, mientras subsistan las condiciones sociales rei-
nantes, la reglamentación de la prostitución es necesaria. Recomienda una serie de
medidas de protección para los hijos menores de edad y para las jóvenes abandonadas,
sugiriendo que se establezca la edad de 18 años como mínima para el ejercicio de la
prostitución y acuerda, también, solicitar que se establezca legalmente la declaración
numérica obligatoria para las enfermedades venéreas.
Con fecha 6 de mayo de 1927 se aprueban, por Resolución Suprema, los Estatutos de
la Liga Nacional Antivenérea, cuyo objeto era recoger y canalizar las orientaciones tra-
zadas por la Primera Conferencia Nacional Antivenérea; pero, en su constitución se se-
ñala tal complejidad de miembros –desde el Presidente de la República, ministros de
Estado, presidentes de la Corte Suprema de Justicia y de las Cámaras Legislativas, has-
ta representantes de un sinnúmero de instituciones– que nunca llegó a funcionar.
El Gobierno interviene, nuevamente, en enero de 1941, creando por decreto supremo
el Servicio Nacional Antivenéreo, dependiente de la Dirección General de Salubridad; se
le encarga la ejecución de los trabajos de prevención y de asistencia médico social con-
cernientes a las enfermedades venéreas y como organismos de orientación y de estudio
técnico de los problemas inherentes a esas enfermedades, con la obligación de centrali-
zar la estadística general de las enfermedades venéreas y ejercer la supervigilancia y
control técnico de los servicios venereológicos que existan a cargo de otras entidades. El
mismo año e igualmente por Decreto Supremo, se declara obligatoria la asistencia mé-
dica de toda persona que padezca de cualesquiera de las siguientes enfermedades en pe-
ríodo de contagio: sífilis, gonorrea, chancro blando y linfogranuloma venéreo;
estableciéndose para los omisos severas sanciones, incluso con intervención policial si es
necesario y se prohíbe el expendio libre de drogas, específicos y medicina general desti-
nados al tratamiento de enfermedades venéreas. Se establecen, asimismo, las obligacio-
nes médicas al respecto.
El control actual del ejercicio de la prostitución en el Perú está señalado en el Regla-
mento vigente de Licencias Especiales de Policía, aprobado por Decreto Supremo de di-
ciembre de 1946, en el que se establecen los requisitos para el funcionamiento de las
casas de tolerancia, de cita, prostíbulos y lenocinios y la obligatoriedad para las mujeres
que ejerzan la prostitución de encontrarse provistas del certificado de buena salud otor-
gado por el Servicio Antivenéreo y la licencia personal expedida mensualmente por la
Recaudación. Los conductores de estas casas están obligados a hacerlas reconocer se-
manalmente por el Servicio Nacional Antivenéreo. La policía debe vigilar su cumplimien-
to y remitir para su curación a las mujeres que adolezcan de enfermedad contagiosa. Las
infracciones de estas disposiciones generarán multas previstas en ese Reglamento.
Debido a una reorganización ministerial, desaparece el Servicio Nacional Antivené-
reo y es sustituido por el Departamento de Venereología que, por mandato de la Resolu-
ción Suprema del 19 de mayo de 1952, adecúa su funcionamiento con el objeto de
modernizar los métodos de lucha antivenérea en el país y, en arreglo al principio de des-
centralización administrativa de los servicios sanitarios ejecutivos periféricos, se hace
cargo, fundamentalmente, del planeamiento de la campaña antivenérea. Elabora, así, un
Plan General de Trabajo, que tiene como funciones: trazar el plan nacional de lucha an-
tivenérea, dictar normas técnicas para la ejecución de las campañas antivenéreas que
deberán realizar los servicios sanitarios locales, supervisar o fiscalizar el cumplimiento

360
Historia de la Dermatología en el Perú

de los programas locales, constituir el organismo consultor para todos los programas lo-
cales, constituir el organismo consultor para todos los programas antivenéreos del Mi-
nisterio del ramo y coordinar su acción con otros departamentos del mismo, de otras
entidades y de otros sectores. Elabora, también, un detallado plan de campaña antive-
nérea nacional.
Posteriormente, el Departamento de Venereología desaparece como estructura y es
incorporado como un programa de la División de Epidemiología del Ministerio de Salud,
el que, a su vez, es ulteriormente integrado a la Dirección de Erradicación y Control de
Enfermedades Transmisibles. Ahí se centralizan las funciones de vigilancia epidemioló-
gica, programación y normas técnicas de control generales y específicas a nivel nacio-
nal. Las enfermedades venéreas están sometidas al Sistema Nacional de Notificación de
Enfermedades Transmisibles, consideradas en el grupo de “enfermedades de acción sa-
nitaria”, con obligatoriedad de notificación dentro de los siete días de conocido el caso.
En nuestro país se atienden enfermos de SIDA desde 1983; los primeros fueron pa-
cientes, en general homosexuales, que venían con diagnóstico certero desde los Estados
Unidos (en su condición de peruanos-norteamericanos). Muchos estaban desahuciados o
se sentían discriminados y buscaron un mejor trato en el Perú.
Inmediatamente, los especialistas que asistían a estos enfermos comenzaron a deri-
varlos –para control inmunológico– al Dr. Raúl Patrucco Puig, prematuramente desapa-
recido en 1987, que inició los estudios y la recopilación completa de los casos.
En los primeros años, casi la totalidad de los pacientes fueron homosexuales y venían
del extranjero (principalmente de los Estados Unidos). Más tarde aparecen casos de ho-
mosexuales peruanos que no habían viajado al extranjero pero habían tenido relaciones
con turistas. También hay casos de contagio a través de transfusiones de sangre. En es-
te período no fueron reportados casos en provincias. Al inicio de la epidemia en el Perú,
pocas personas tomaron el problema del SIDA con la seriedad que merecía.
El 25 de noviembre de 1985, se nombra por Resolución viceministerial 005-85-
SA/DVM, la primera Comisión Oficial que estudiaría la incidencia del SIDA en el Perú.
Sus miembros fueron los Drs. Gottardo Agüero (coordinador) y Raúl Patrucco y como de-
legados del Colegio Médico del Perú los Drs. César Delgado Sayán y Aníbal Escalante.
Al poco tiempo, esta comisión toma contacto y coordina con el NAMRID (Instituto de
Investigación de Enfermedades de la Marina de los Estados Unidos), que había manifes-
tado su intención de hacer un estudio de seroprevalencia de anticuerpos contra el VIH
en 40,000 personas en el Perú.
El 19 de febrero de 1987, mediante la Resolución viceministerial 020-87SA/DVM, se
amplía la comisión anterior con los Drs. Santos Hinostroza, Eduardo Gotuzzo, Enrique
Fernández, Alejandro Padrón y Oscar Frisancho
El 2 de abril de 1987 se expide la R.S. 011-87-SA, que crea el Programa Nacional Mul-
tisectorial para Prevención y Control del SIDA y la R.S. 013-87SA, que crea la Comisión
Técnica de Certificación, Calificación y Registro de los casos de SIDA (CTCCR). El 7 de
abril, por Resolución Ministerial 238-87-SA/DM, se designa la nómina de los profesiona-
les que la integran: Drs. Raúl Patrucco (presidente), Eduardo Gotuzzo, Alejandro Padrón,
Santos Hinostroza, José Gálvez Brandon, Oscar Misad, Aníbal Escalante, Guillermo Con-
treras y Miguel Campos.
El 1 de junio de 1987, el Dr. Gottardo Agüero fue nombrado, por R.M. 373-87-SA/DM,
como director del Programa Nacional Multisectorial para prevención y control del SIDA
y el 9 de junio del mismo año, por R.M. 196-SA7P, se lo designa como director general
del Programa.
Debido a la prematura desaparición del Dr. Raúl Patrucco, una Resolución Ministerial
del 21 de agosto de 1987 nombró en su reemplazo como presidente de la CTCCR al Dr.
Aníbal Escalante y por RVM 428-87-SA/DM del 10 de julio del mismo año se designó nue-
vo miembro de la comisión al Dr. Alberto Yuén.

361
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

En diciembre de 1987 se publica un Anteproyecto de Bancos de Sangre y el 21 de no-


viembre de 1988 se establece, por Decreto Supremo 031-88-SA, la obligatoriedad de
practicar pruebas de despistaje de SIDA, hepatitis B y sífilis, previas a todas las transfu-
siones de sangre.
El 1 de diciembre de 1988 se crea, por Decreto Supremo 033-88-SA, el Programa Es-
pecial de Control del SIDA (PECOS), siendo éste el resultado de la fusión del Programa
Nacional Multisectorial de Control y Prevención del SIDA y de la Comisión Técnica de
Certificación, Calificación y Registro.
Por Resolución Ministerial 483-88-SA/DM, del 27 de diciembre de 1988, se designa a
los directores del Programa Especial de Control del SIDA (PECOS) y se nomina a los
miembros del Comité Técnico Consultivo.
El PECOS tiene entre sus objetivos: la prevención y control de la transmisión del VIH
y disminución de la morbimortalidad asociada. Sus recursos económicos son: el presu-
puesto nacional de la República y el Plan de Emergencia, con apoyo de la Organización
Panamericana de la Salud y de las agencias internacionales de desarrollo (AID, John
Hopkins University, Population Council) y de organizaciones no gubernamentales, como
Generación y Germinal, AIDSCOM, etc. La responsabilidad política del PECOS correspon-
de al Ministerio de Salud y funciona integrado al Instituto Nacional de Salud.
El 23 de julio de 1990 se promulgó la Ley Nº 25275, que es el dispositivo de más alto
nivel relacionado con el SIDA en el Perú.
Posteriormente, se crea y ubica en el organismo central del Ministerio de Salud el
Programa Nacional de Control de ETS/SIDA, que va cambiando de ubicación hasta que-
dar actualmente (2004) en la Dirección General de Salud de las Personas, como una de
las seis denominadas Estrategias Sanitarias de esta Dirección General.
La Unión Peruana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (UPCETS), funda-
da en Lima el 14 de junio de 1982, filial de la Unión Latinoamericana contra las Enfer-
medades de Transmisión Sexual (ULACETS), presidida inicialmente por el Dr. Gottardo
Agüero y, posteriormente, por el Dr. Zuño Burstein, ha jugado un rol importante catali-
zador y orientador durante su vigencia en las primeras etapas de la toma de conciencia
de la importancia del control de las ETS/SIDA, habiendo realizado, entre otras muchas
actividades, el primer taller sobre SIDA en el Perú, con participación multisectorial64.
La UPCETS desarrolló sus actividades en estrecha relación con el Colegio Ibero-Lati-
noamericano de Dermatología, filial Perú (CILAD-PERÚ) durante toda su vigencia. ■

Septiembre, 2005

(La revisión del texto estuvo a cargo de la Dra. Tarcila Rey Sánchez.)

■ Referencias de Segunda Especialización.


Normas y procedimientos
Carta del 8 de octubre de
1969 dirigida al Dr. Zuño
bibliográficas para la obtención del título Burstein, Director
(parte III) de Especialista por las
modalidades escolarizada y
Universitario de Servicios
Académicos y Registro
no escolarizada. Lima: Central de la UNMSM.
1. Universidad Nacional Mayor Imprenta UNMSM, 1974. Archivo personal del Dr. Z.
de San Marcos. Dirección de 2. Cotlear A. Coordinador de la Burstein.
Programas Académicos de Sección Dermatología y Jefe 3. Palma R. La uta en el Perú.
Medicina Humana. interino del Dpto. de Boletín del Ministerio de
Disposiciones legales y Medicina Humana, UNMSM. Fomento. Dirección de
organización del Programa

362
Historia de la Dermatología en el Perú

Salubridad. Lima. Nov 14. Burstein Z. Leishmaniasis 27. Strong R. Informe preliminar
1908;10:1-98. andina (galería fotográfica). de la primera expedición del
4. Escomel E. Informe del 5º Folia Dermatol Peru. Departamento de Medicina
Congreso Latinoamericano. 1995;6(1):45-6. Tropical de la Universidad de
Crónica Médica. Lima. 15. Burstein Z. Leishmaniasis Harvard a Sud América.
1913;30:102-3. tegumentaria en el Perú Crónica Médica. 1914;31:2-
(continuación). Leishmaniasis 12.
5. Arce J. Las leishmaniasis
dérmicas en el Perú. Actas y selvática. Folia Dermatol 28. Raimondi A. El Perú. Tomo I.
trabajos del 5º Congreso Peru. 1995;6(2):46-8. Lima: Imp. del Estado;
Médico Latinoamericano. 16. Dostrowsky A. Inmunidad y 1885:216.
Lima; 1913:208-247. alergia en la leishmaniasis 29. Pagaza M. Uta peruana.
6. Monge C. La leishmaniasis del cutánea (Botón de Oriente). Crónica Médica.
dermis en el Perú [tesis El Día Médico. Buenos Aires. 1904;21:190-192.
doctoral UNMSM]. Lima: Ag 1951:1555-1560. 30. Escomel E. La espundia. Bull
Imp. San Martín; 1914. 17. Llanos R. Historia de la Soc Path Ext. 1911;7:489-
7. Weiss P. Casos de espundia en leishmaniasis tegumentaria 492.
que se han encontrado en el Perú [ponencia]. 1º 31. Weiss P, Rojas H, Guzmán
leishmanias. Crónica Médica. Congreso Americano de Barrón A. Informe médico
1924;41:120-2. Estudiantes de Medicina. sobre la región de Madre de
Lima; 1958. Dios. Lima: Imp. Americana;
8. Escomel E. Leishmaniasis
americana y las leishmaniasis 18. Tejada A. Leishmaniasis 1924.
de América. Gac Med Mex. tegumentaria en el Perú. 32. Marroquín J. Datos sobre
1942:502-516 Investigación epidemiológica. epidemiología de la
Clínica de la leishmaniasis leishmaniasis en el Perú. El
9. Weiss P. Epidemiología y tegumentaria en los
clínica de las leishmaniasis Perú Médico; 1950:4.
departamentos de Cuzco y
tegumentarias en el Perú. Madre de Dios [tesis de 33. Herrer A. Estudios sobre
Rev Med Exp. 1943;2:209- doctorado UNMSM]. Lima; leishmaniasis tegumentaria
248. 1973. en el Perú. Observaciones
10. Cornejo Ubillus J. epidemiológicas sobre la uta.
19. Tamayo M. La uta en el Perú Rev Med Exp. 1951;8:45-86.
Contribución al estudio de la [comunicación]. 4º Congreso
leishmaniasis tegumentaria Científico Latino Americano. 34. Kuczynski-Godard M. Iberia
en nuestro medio [tesis de Lima: Imp. F. Barrionuevo; (Madre de Dios).
Bachiller en Medicina 1905. Posibilidades de su
UNMSM]. Lima, 1951. organización en la
20. Urcia J. Algo sobre la postguerra. Lima: Imp. Gráf.
11. Weiss P. Las zonas andinas epidemiología y la profilaxis
de patología de Scheuch; 1945.
de la uta. Actas del 5º
Phlebotomus. Anales de la Congreso Médico Latino 35. Acurio B, Valdieso N. La
Facultad de Medicina UNSM. Americano; 1913:465-525. leishmaniasis tegumentaria
1953;36:1-11. en el Departamento del
21. Herrer A. Antigüedad de la Cuzco. Estudio
12. Burstein Z, Cornejo J, Pesce leishmaniasis tegumentaria
H. Estado actual del histopatológico y
en América. Rev Bras epidemiológico. Libro de
conocimiento de la Malariol Doenças Trop.
leishmaniasis tegumentaria resúmenes. 1º Congreso
1956;8(1):187-195. Nacional de Microbiología y
en el Perú. Proceedings of
the 7th International 22. Palma R. La uta en el Perú Parasitología. Arequipa
Congress on Tropical [tesis de Bachiller UNMSM]. (Perú). 1964: 76-77.
Medicine and Malaria 1963. Boletín del Ministerio de 36. Tejada A. Observaciones sobre
Río de Janeiro 1963:385- Fomento. Lima; 1909:1-98. leishmaniasis tegumentaria
387. 23. Escomel E. Gaceta Médica. en el Departamento de
13. Burstein Z. Nuestra Arequipa (Perú); 1911. Madre de Dios. 3º Congreso
experiencia clínica en 24. Wenyon Ch. La espundia es Peruano de Microbiología y
leishmaniasis tegumentaria una leishmaniasis de la piel. Parasitología. Trujillo (Perú);
en el Perú. Intento de Crónica Médica. 1970:44.
agrupar las formas dérmicas 1913;30:146-8. 37. Pesce H, Pardo L. Notes on
con un criterio clínico 25. Vélez L, Monge C. cutaneous leishmaniasis and
epidemiológico. Resúmenes Leishmaniasis. Crónica Phlebotomus in the province
de trabajos del 1º Congreso Médica. 1913; 30:225-231. of Andahuaylas. Peru. The
Nacional de Microbiología y Amer Journ of Hyg.
Parasitología. Arequipa (Perú) 26. Gastiaburú, Rebagliati. 1943;37:255-258.
8-12 oct 1964; pp.62-66. Crónica Médica.
1913;30:225-231. 38. Herrer A. Relación entre

363
ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN

leishmaniasis tegumentaria y 46. Herrer A. Nota preliminar transmisora de la verruga


Phlebotomus. Rev Med Exp. sobre leishmaniasis natural peruana. Lima. Crónica
1951;8:119-37. en perros. Rev Med Exp. Médica. 1913;30:210-211.
39. Laison R, Show J. Las 1948;8:62-64. 57. Patiño Camargo L.
leishmanias y la 47. Herrer A. Leishmaniasis Bartonellosis en Colombia.
leishmaniasis en el nuevo natural en perros Rev Hig. 1939;20:4.
mundo con particular procedentes de localidades 58. Pesce H. La epidemiología de
referencia al Brasil. Bol of utógenas. Rev Med Exp. la lepra en el Perú [tesis de
San Panam. 1974;76:93-114. 1951;8:87-118. doctorado]. Lima: UNMSM,
40. Ugaz J. Etiología, topografía 48. Escomel E. La leishmaniasis Facultad de Medicina; 1961.
y tratamiento de la uta cutánea curada por el tártaro 59. Burstein Z. Quiebra del
(lupus) en el Perú. Crónica emético. Crónica Médica. Programa de Control de la
Médica. 1886;3:211-222, 1916;3:207. Lepra en el Perú por la
260-268. 49. Zegarra Araujo N. La descentralización e
41. Antúnez D. Uta peruana. leishmaniasis tegumentaria integración a los programas
Actas del 5º Congreso Latino americana y su terapéutica generales de salud. Arch Arg
Americano. Lima; 1914:278- con Anfotericina B. Revista Dermatol. 1980; 30:173-80.
282. Médica. Lima. 1966;2(2):3. 60. Burstein Z. Nuestro aporte al
42. Maldonado A. Probable rol de 50. Reglamento de condiciones diagnóstico de la lepra en el
algunas plantas lactescentes de higiene y seguridad para Perú. Actas del 1º Congreso
características de las centros de trabajo en zonas Argentino de Dermatología.
quebradas verrucógenas y endémicas de leishmaniasis. Buenos Aires; 1972.
utógenas (nota preliminar). Diario Oficial El Peruano. 61. Ministerio de Salud. Manual
Lima: Imp. San Martín; 1930. Lima; 25 oct 1976. de normas y procedimientos
43. Sal y Rosas F. La Uta, 51. Weiss P. Verruga peruana. del Programa Nacional de
ambiente telúrico, Rev Soc Per Dermat. Control de la Hanseniasis.
dermatológico y social [tesis 1967;1:9-27. Lima: MINSA; 1988.
de Bachiller en Medicina]. 52. Lastres JB. Historia de la 62. Ministerio de Salud.
Lima: UNMSM; 1934. medicina peruana. La Situación de la lepra en el
44. Burstein Z, Romero O. medicina incaica. Lima: Perú, año 2000. Programa
Flagelados en el látex de la UNMSM; 1951. Nacional de Control de
Jatropha macrantha 53. Odriozola E. La maladie de Enfermedades Transmisibles:
(huanarpo hembra) Carrion ou la verruga Control de Lepra. Lima:
[comunicación preliminar]. péruvienne. París: G. Carré et MINSA; 2000.
Arch de Pat y Clín. 1956;X:1- C. Naut; 1898. 63. Burstein, Z. editor.
11. Enfermedades de transmisión
54. Barton A. Gaceta de los
45. Burstein Z. Contribución al Hospitales A-2. Lima. sexual-SIDA. Lima: Colegio
estudio de la verruga 1905;(42). Médico del Perú. Unión
peruana y de la uta. Peruana contra las
Investigaciones en el 55. Strong R. Informe preliminar Enfermedades de Transmisión
Cnidosculos basiacantha y de la expedición del Dpto. de Sexual (UPCETS); 1991.
Jatropha Macrantha Medicina Tropical de la
Universidad de Harvard a 64. Unión Peruana contra las
(huanarpos) como posibles Enfermedades de Transmisión
reservorios [tesis de Bachiller Sudamérica. Lima. Crónica
Médica. 1914;31:2-12. Sexual. Memoria del Taller
en Medicina]. Lima: UNMSM; SIDA en el Perú (HIV). Lima:
1957. 56. Townsend Ch. La titira es Talleres IMPARES; 1988.
APUNTES SOBRE
LA HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
PERUANA
LUIS VALDIVIA BLONDET

1. Época precolombina ■ Época precolombina Figura 1. Cultura


Moche. Huaco

N
representando
la uta
o existen evidencias de que las civilizaciones preincaicas e incaica conta-
ran con escritura; pero se conocen algunas enfermedades padecidas por las
poblaciones de esa época a través de huacos antropomorfos pertenecientes a
las culturas Moche, Huari, Lambayeque, Chimú y Mochica, todas ellas prein-
caicas, que permiten deducir la representación de patologías como la uta (fi-
gura 1), la verruga peruana (figura 2), el albinismo (figura 3), la parálisis facial
(figura 4), la elefantiasis (figura 5), el hipotiroidismo con leishmaniasis (figura
6), la sífilis congénita “nariz en silla de montar” (figura 7), el labio leporino (fi-
gura 8), y otras. Asimismo persisten palabras quechuas (incas) que se utilizan
para nombrar diferentes patologías tales como sirki y ticti para la verruga pe-
ruana y ccara para la pinta.
El estudio de lesiones óseas en momias de la cultura Paracas hace suponer
que el origen de la sífilis es americano; también se sabe que practicaban tre-
panaciones e injertos óseos (figura 9).
Las creencias de estos pueblos contenían conceptos mágicos religiosos no
muy distintos de los conceptos europeos de aquella época; interpretaban que
la causa de la enfermedad era un castigo divino al pecado y se protegían con
la magia u ocultismo y con un arsenal terapéutico mucho más amplio que el
europeo; tanto es así que Felipe II, rey de España, envió a Francisco Hernán-
dez a estudiar los medicamentos americanos. Tal confianza tenía Hernán Cor-
tés, conquistador de México, en la medicina y en los curadores americanos que
escribió a Carlos V solicitándole que evitara que vinieran médicos europeos a
América pues los creía innecesarios.
Se conocía con el nombre de hampi camayoc (hampi: medicina; camayoc:
el que practica) al médico indígena que trataba al Inca y a la nobleza, y como
Figura 2. Cultura
camasca al médico del pueblo. Moche.
La mayoría de las medicinas provenían del reino vegetal; algunas de ellas han llega- Representación de
do hasta nuestros días: quina o cascarilla (para la fiebre y tercianas), palo santo (para la verruga peruana

365
LUIS VALDIVIA BLONDET

Figura 3. Cultura
Moche.
Representación de
un albino
Figura 4. Cultura
Mochica.
Representación de
parálisis facial
Figura 5. Cultura
Lambayeque. Vasos
representando
elefantiasis
Figura 6. Cultura
Mochica.
Representación de
hipotiroidismo con
leishmaniasis (uta)
Figura 7. Cultura
Moche. Sífilis
congénita: nariz en
silla de montar
Figura 8. Cultura
Moche. Labio
las manchas de la cara), molle (para el dolor de cabeza), la piña y el tamarindo (purgan-
leporino
tes), el guayaco (antidiarreico), la uchangana (abortivo), el guayruro (para males del co-
Figura 9. Cultura
Paracas.
razón), el vanargo (afrodisíaco), la isaña (para reprimir el apetito sexual), entre otros.
Trepanaciones e
injertos óseos
■ Conquista,
2. Conquista, Virreinato y primeros
Virreinato y primeros años
años de la de la República
República

Las patologías de la época de la conquista española se conocen a través de los escri-


tos de los cronistas antes que por los que practicaban las curaciones. La educación mé-
dica durante el Virreinato correspondió a la de las universidades medievales; hasta el
siglo XVII no se enseñaron las nacientes ciencias naturales y la medicina. Así, en la Real
y Pontificia Universidad de San Marcos, creada el 12 de mayo de 1551 (figura 10), sólo
se estudió Teología, Artes y Leyes hasta 1638. En ese año, por Real Cédula de Felipe IV,
se inició la enseñanza formal de la Medicina con las cátedras de Prima y de Vísperas;
posteriormente, en 1691, se amplió con la cátedra de Galeno o del Método, y en 1711 con
la de Anatomía, que funcionó irregularmente hasta 1752 cuando el Rey confirmó su
creación.
La práctica médica era muy limitada y se realizaba en los domicilios; los hospitales
eran más bien “casas de misericordia”. La función del hospital era ayudar al “buen mo-
rir” cristiano; la asistencia médica era secundaria y los médicos y cirujanos recibían
Figura 10. Escudo
sueldos simbólicos. Existían limitaciones para los que querían seguir medicina; sólo po-
de la Universidad dían estudiar los “nacidos sin nota de infamia”, es decir, no podían hacerlo los mestizos,
Nacional Mayor de zambos, mulatos o cuarterones. A esto se sumaba la poca estima que la élite criolla te-
San Marcos nía por la carrera médica. Por tales razones en ese período hubo escasos médicos que
practicaban un poco de todo. Lo mismo sucedió al final de la Colonia e inicios de la Re-
pública oligárquica cuando las ideas religiosas y las trabas sociales originaban una es-
casa demanda de médicos; en Lima, por ejemplo, en 1830 ejercían 24 médicos y diez
años después sólo había dos médicos más.
Hasta la segunda mitad del siglo XX la enseñanza de la medicina se centraba funda-
mentalmente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en su Facultad de Me-
dicina de San Fernando.

366
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

■ en
3. La educación dermatológica Lalaeducación dermatológica
República desde 1856 en la República
desde 1856 hasta nuestros días
La educación en pregrado

Durante la República oligárquica


(1856-1933) la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos reorientó la educación
médica bajo la influencia de la Escuela Clí-
nica de París. En 1856 el Dr. Cayetano He-
redia crea la Facultad de Medicina en un
local ubicado en la Plaza Santa Ana. Como
antecedente de esta Facultad puede citar-
se el Colegio de Medicina de San Fernando, fundado por Hipóli-
to Unanue Pavón (1755-1833), que lleva ese nombre en honor al
Virrey Fernando de Abascal quien auspiciaba su funcionamien-
to. El 18 de julio de 1808 se funda el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando Figura 11. Escudo
que hasta 1821 funcionó al lado del Real Hospital San Andrés; entre 1821 y 1856 fue lla- de la Facultad de
mado Colegio Independencia. Desde 1856 hasta la fecha funciona con el nombre de Facul- Medicina de San
tad de Medicina de San Fernando (figura 11). El 6 de septiembre de 1903 se inaugura su Fernando de la
Universidad
actual local dentro del perímetro del Jardín Botánico, en la Avenida Grau (figura 12).
Nacional Mayor de
El 5 de enero de 1855 se crea la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la
San Marcos
Universidad Nacional Mayor de San Marcos; su primer decano fue el sabio Antonio Ray- Figura 12. Fachada
mondi. La Facultad inicia sus actividades en 1866 para preparar profesores para la ins- principal de la
trucción secundaria como paso obligado para ingresar a la Facultad de Medicina de San Facultad de
Fernando. Esto constituye el antecedente histórico de la integración de las premédicas Medicina de San
en el currículo de formación en pregrado del médico peruano. Fernando
Los registros de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos muestran que en 1887,
dentro del Programa de Educación del Médico existía el Curso de Dermatología y Sifilogra-
fía a cargo del Dr. Julián Arce, quien estuvo hasta 1911, año en que lo sucedió el Dr. Be-
lisario Sosa, reemplazado en 1926 por el Dr. Pedro Weiss Harvey. Desde 1937 el Dr.
Aurelio Loret de Mola –graduado en Francia– ocupa la Cátedra de Dermatología, tiene
como profesor auxiliar al Dr. Pablo Arana, e inicia una etapa de modernización de la
Dermatología según los conceptos de esa época. En el año 1950 la cátedra estaba inte-
grada por los Drs. Aurelio Loret de Mola como catedrático principal, Arturo Salas como
profesor asociado y Marcial Ayaipoma, Amaro Urrelo, Víctor Gonzáles y Luis Flores co-
mo profesores auxiliares.
En 1961, como consecuencia de la aprobación de la autonomía universitaria (la Ley
Universitaria N° 13417 del 8 de abril de 1960 en su artículo 34 otorgaba a la Facultad
de Medicina privilegios especiales en relación con la participación estudiantil en el go-
bierno de la facultad), se produjo la renuncia colectiva de 497 docentes que no estaban
de acuerdo con el cogobierno. Muchos de ellos se reintegraron posteriormente a la Fa-
cultad de Medicina; otros –entre los cuales estaba el dermatólogo Dr. Aurelio Loret de
Mola, en ese entonces Jefe de Cátedra de Dermatología– se apartaron definitivamente de
San Marcos. Lo siguieron otros profesores dermatólogos que trabajaban con él. Este he-
cho se conoce como “el cisma” y determinó la fundación de la Universidad de Medicina
y Ciencias Biológicas Cayetano Heredia, marcando el inicio de la proliferación de univer-
sidades y facultades de medicina en el país. Hasta esa fecha existían sólo dos universi-
dades con Facultad de Medicina: San Marcos y la Universidad Nacional de Trujillo, la
cual enseñaba sólo los cursos de premédicas; sus alumnos debían continuar la carrera
en la Facultad de Medicina de San Marcos.
El rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos nombra una junta transitoria

367
LUIS VALDIVIA BLONDET

de gobierno de la Facultad de Medicina, que elige como decano al Dr. Alberto Cuba Ca-
paró. Se contrata al Dr. Clement Countar, dermatólogo norteamericano, para la reorga-
nización del Servicio Docente en la especialidad. En 1962 ocupa la cátedra el Dr. Aizic
Cotlear quien permanece hasta 1980; le sucede el Dr. Oscar Romero Rivas hasta el año
1993, cuando la cátedra de Dermatología pasa a ser un capítulo dentro del curso de me-
dicina interna; su jefe hasta la fecha es el Dr. Dante Mendoza Rodríguez.
El desarrollo de la Dermatología hasta la segunda mitad del siglo XX estuvo focaliza-
do en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A partir de 1960 se crean nuevas
universidades en Lima y en el resto del país, muchas de ellas con Facultad de Medicina.
En 1966 había Facultades de Medicina en cinco universidades: Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Universidad Nacional de
Trujillo, Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y Universidad Nacional San Luis
Gonzaga de Ica.
Actualmente, tan sólo en Lima existen programas de medicina en ocho universidades:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia,
Universidad Particular San Martín Porras, Universidad Nacional Federico Villarreal, Uni-
versidad Ricardo Palma, Universidad Científica del Sur, Universidad San Juan Bautista,
Universidad Norbert Wiener.
La Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas Cayetano Heredia fue crea-
da por los Drs. Alberto Hurtado y Aurelio Loret de Mola en 1962. El primero ocupó el
rectorado y el segundo, la jefatura de la Cátedra de Dermatología.
El 17 de mayo del mismo año se fundó la Universidad Particular San Martín de Po-
rras; su primer rector fue el RP Víctor Sánchez Valer; su Facultad de Medicina y Odon-
tología se inició el 6 de julio de 1983. En 1984 la Facultad de Medicina se independiza,
y los conocimientos de Dermatología se imparten como un capítulo de la asignatura de
medicina interna; en el año 2002 se constituye como curso, a cargo del Dr. Julio Bonilla
Espinoza.
La Universidad Nacional Federico Villarreal se funda el 18 de setiembre de 1965. La
Facultad de Medicina se crea por resolución del rector Nº 1348 del 12 de abril de 1966
y Ley 14692 del 18 de octubre del mismo año. Su hospital base es el Hospital Hipólito
Unanue (antes Hospital del Tórax de Bravo Chico). Su primer decano fue el Dr. César
Reynafarje Hurtado y el primer jefe de cátedra de Dermatología, el Dr. Juan Manrique
Ávila.
En el Sur del Perú la educación en Medicina se inició en 1827 en Arequipa, en el Co-
legio de la Independencia en coordinación con la Universidad de San Agustín. Su primer
rector fue el Dr. José Fernández Dávila. La Facultad de Medicina funcionó con altibajos
hasta su cierre en 1876; se reabrió en 1958, y la enseñanza de Dermatología dentro de
la misma comenzó en 1960; su primer profesor fue el Dr. Marcial Ríos Flores, y tuvo co-
mo sede hospitalaria docente el Hospital Honorio Delgado (antes Hospital General). Han
sido docentes de la especialidad los Drs. Víctor Delgado Fernández y Luis Suárez Eliot;
el actual jefe del servicio es el Dr. Raúl Hurtado Paredes, con quien se ha iniciado la for-
mación de posgrado en Dermatología.
En 1967 se fundó la Universidad Católica Santa María que cuenta con Facultad de
Medicina; como profesores de Dermatología se desempeñó inicialmente el Dr. Marcial
Ríos Flores, luego el Dr. René Portugal Gallegos, la Dra. Lilia Zapata Cárcamo y actual-
mente el Dr. Fredy Mostajo Quiroz.
La práctica clínica de los alumnos de ambas universidades se realiza en los hospita-
les Goyeneche y Honorio Delgado, ambos de Salud Pública, y en el Hospital del Seguro
Social.
La Universidad San Antonio Abad del Cuzco fue creada por el Papa Inocencio XII el
1º de marzo de 1692. La Facultad de Medicina fue creada por el Consejo Ejecutivo el 25
de agosto de 1977 y aprobada por el Consejo Regional de la Universidad Peruana en la

368
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

ciudad de Arequipa el 30 de agosto de 1977. Finalmente, el 2 de diciembre de 1977, el


Consejo Nacional de la Universidad Peruana autorizó su funcionamiento iniciado a par-
tir del año 1980. El capítulo de Dermatología en pregrado actualmente es impartido por
el Dr. Roy García Cuadros.
En el Norte funciona la Universidad Nacional de Trujillo, fundada el 10 de mayo de
1824 por Simón Bolívar y Faustino Sánchez Carrión. Es la cuarta Universidad en anti-
güedad en el Perú, después de San Marcos, San Cristóbal de Huamanga y San Antonio
Abad del Cuzco. La Facultad de Medicina se inauguró el 29 de diciembre de 1957. El dic-
tado del curso de Dermatología se inició en 1964 teniendo como sede de consulta exter-
na el Hospital de Belén. En 1969 se abrió la consulta externa de Dermatología en el
Hospital Regional Docente. Los primeros profesores de pregrado en Dermatología fueron
los Drs. Ángel Morgan Zavaleta en el Hospital Belén y Luis Tincopa Montoya en el Hos-
pital Regional. La actividad de posgrado está a cargo el Dr. Luis Tincopa Montoya quien
a su retiro en enero de 2000 fue nombrado Profesor Emérito; tiene a cargo la coordina-
ción de la residencia con la colaboración de los Drs. Jenny Valverde López y Percy Rojas
Plasencia como tutores.
El Hospital Víctor Lazarte Echegaray del Seguro Social se constituye como Hospital
Docente desde 1974. El Dr. Víctor Che León actúa como dermatólogo asistente y poste-
riormente se le suma el Dr. Oscar Tincopa Wong (1982); ambos ejercieron la función has-
ta el año 2003. En la actualidad está a cargo de la especialidad el Dr. Hernán Padilla
Corcuera.
El posgrado de Dermatología se inicia en la Universidad Nacional de Trujillo el 1º de
junio de 1991, y tiene como sede el Hospital Regional Docente de Trujillo. La residencia
estuvo a cargo del Dr. Luis Tincopa Montoya hasta su cese ocurrido en el año 2000.
La Universidad Privada Antenor Orrego fue creada el 26 de julio de 1988, y su Facul-
tad de Medicina inició sus actividades en 1996. La asignatura de Dermatología comien-
za a partir del año 2000. Sus primeros profesores fueron los Drs. Oscar Tincopa Wong
en el Hospital Víctor Lazarte Echegaray del Seguro Social, Ángel Morgan Zavaleta en el
Hospital de Belén, y Hernán Padilla Corcuera en el Policlínico Albretch del Seguro Social.
Desde julio de 2003 hasta la fecha los responsables son los Drs. José Azcurra Valle en el
Policlínico Albretch del Seguro Social, Hernán Padilla Corcuera en el Hospital Víctor La-
zarte Echegaray del Seguro Social, y Ángel Morgan Zavaleta en el Hospital de Belén.
La Universidad César Vallejo se funda en el año de 1991; su Facultad de Medicina co-
mienza sus actividades en el año 2000.
En Chiclayo, capital del departamento de Lambayeque, fue fundada la Universidad
Pedro Ruiz Gallo el 17 de marzo de 1970; la Facultad de Medicina inició sus actividades
en 1982 y la asignatura de Dermatología comenzó a desarrollarse en 1988. El primer
profesor del curso fue el Dr. José Ruiz Agüero, en el Hospital Nacional Almanzor Agui-
naga del Seguro Social del Perú. En la actualidad la Dra. Rosa Rodríguez Barboza se de-
sempeña como coordinadora del curso de Dermatología y el Dr. Enrique Arias Paredes
como profesor auxiliar.
La Universidad Particular de Chiclayo se funda el 31 de mayo de 1993 y su Facultad
de Medicina en 1998; la asignatura de Dermatología se dicta desde julio de 2003. La pri-
mera profesora del curso fue la Dra. Aurora Cárdenas Silva; actualmente está a cargo
del Dr. Hernán Agip Díaz.
En Piura, capital del departamento homónimo, funciona la Universidad Nacional de
Piura fundada el 18 de agosto de 1961. El 28 de febrero de 1979 se inaugura la Facul-
tad de Medicina en la cual la enseñanza de la Dermatología se desarrolla como un capí-
tulo dentro del curso de Medicina Interna; su sede docente hospitalaria es el Hospital
Regional del Seguro Social. Actúan como docentes los Drs. Rubén Torres Correa y Aste-
rio Albines Bernal.

369
LUIS VALDIVIA BLONDET

La formación universitaria de posgrado en Dermatología

En las décadas de 1960 y 1970, ante la masificación de la medicina, se hace necesaria la


formación de la residencia médica. Anteriormente era suficiente el entrenamiento obte-
nido con años de trabajo en servicios hospitalarios calificados de la especialidad. Así se
formaron algunos de los pioneros de la Dermatología en el Perú, bajo la dirección de pro-
fesores nacionales o en centros del extranjero (Argentina, Brasil, España, Francia, Ale-
mania Oriental y Estados Unidos).
El 4 de febrero de 1981 se crea la residencia en Dermatología en la Universidad Nacio-
nal Mayor de San Marcos. El 7 de abril de 1981 se designa el primer Comité de la especiali-
dad en la Unidad de Posgrado, presidido por el Dr. David Carrizales Ulloa, profesor principal.
Su actual presidente es el profesor Dr. Dante Mendoza Rodríguez. Posteriormente se crean
otros programas de residencia en Dermatología en otras universidades ya descriptas.
En 1996, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se establece el Primer
Figura 13. Carátula Plan Curricular de la Especialidad vigente hasta hoy (figura 13), gran avance en la es-
del primer Plan tructuración del currículo de formación del dermatólogo en el país.
Curricular de
Dermatología. La
Las sedes hospitalarias docentes
imagen corresponde
al patio principal de
la Facultad de Desde la creación de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de
Medicina de San San Marcos en Lima, en 1856, se estableció la función docente de los hospitales, por lo
Fernando cual éstos tuvieron que añadir a sus objetivos la formación docente universitaria. Así se
originaron las llamadas Sedes Docentes Hospitalarias, hospitales donde se da instrucción
adecuada en pre y posgrado.
Debido a su historia, cabe mencionar especialmente algunos de estos hospitales de Li-
ma y de Callao.
El actual Hospital Arzobispo Loayza, ubicado en la Av. Alfonso Ugarte, fue
inaugurado el 10 de diciembre de 1924 con el nombre del hospital al cual reem-
plazaba –el antiguo Hospital de Santa Ana–, ubicado en la Plaza Italia de Lima,
y conservando su misión, es decir, la atención de patologías de la mujer. Fue re-
bautizado como Hospital Arzobispo Loayza el 27 de marzo de 1954 (figura 14).
Su primer director fue el Dr. Juvenal Denegri. Las Hermanas de la Caridad con-
gregantes de San Vicente de Paúl se encargan de la administración del hospital;
la Reverenda Madre Superiora Larrabure y Correa, de grande y abnegada labor,
Figura 14. Frente llegó a ostentar el cargo de directora de la Escuela de Enfermeras del hospital en 1939.
principal del
En este hospital se atendió hasta sus últimos días el sabio médico y gran arqueólogo Dr.
Hospital Arzobispo
Julio C. Tello, quien falleció el 3 de junio de 1947. El corazón de Tello permanece en el
Loayza
Museo del hospital donde recibe el respeto de los trabajadores de salud.
En el pabellón de enfermedades infectocontagiosas y de la piel se inicia el
Servicio de Dermatología con el Dr. Guillermo Fernández Dávila M. a quien se
le une el Dr. Víctor Gonzáles Pinillo hasta 1937; luego ocupa la jefatura el Dr.
Aurelio Loret de Mola; posteriormente le suceden el Dr. Marcial Ayaipoma Vi-
dalón, el Dr. Víctor Meth Tuesta y el Dr. Aldo Ayaipoma Nicolini hasta la actua-
lidad. En su servicio discurren eminentes dermatólogos entre los que se
destacan Aurelio Loret de Mola y Luis Flores Cevallos, ambos de la Escuela
Francesa, que modernizaron la Dermatología peruana.
El Hospital Dos de Mayo –inaugurado el 28 de febrero de 1875 en reempla-
zo del Hospital San Andrés (1557-1875) para la atención de patología en varo-
Figura 15. Frente nes– fue, en su época, el hospital de Sudamérica con mejor estructura física (figura 15).
principal del Su primer director fue el Sr. Juan José Moreyra; las Hermanas de San Vicente de Paúl
Hospital Dos de
ejercieron las funciones administrativas. La Superiora Sor Elena Regnier dejó en sus no-
Mayo
tas al director parte de la historia de la ocupación del hospital por las tropas chilenas y

370
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

su posterior abandono, así como su opinión sobre el sacrificio de Daniel Alcides Carrión
(figura 16). En este hospital se desarrollaron los principales hechos de la historia de la
medicina y Dermatología del Perú durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX; bas-
ta mencionar a Daniel Alcides Carrión. Allí se instauró el Día de la Medicina (5 de octu-
bre de 1930), y la Asociación Médica Peruana Daniel Alcides Carrión.
Remodelado en 1967 con apoyo de la fundación Kayser, pasó a ser hospital general,
es decir, con atención para hombres, mujeres y niños.
En 1935 se registra el funcionamiento del Servicio de Enfermedades de la Piel en el pa-
bellón de San Lázaro dirigido por el dermatólogo ítalo peruano Alfieri Valdettaro y por el
Figura 16. Daniel
Dr. Pablo Nagaro. En 1942 el servicio es trasladado a un local construido para laboratorio Alcides Carrión
clínico situado entre la morgue y el pabellón de niños, y en 1945 se ubica en éste último García, Héroe
con el Dr. Alfredo Parodi Bacigalupo como jefe de servicio de San Lázaro y San Camilo. Nacional
El primer jefe del departamento de Dermatología fue el Dr. Arturo Salas Brousset. Le
siguieron los Drs. Enrique Franciscolo Castagnino, Julio Bonilla Espinoza, Oscar Rome-
ro Rivas, Victoria Morante Sotelo y Carlos Galarza Manyari.
El Hospital de Policía fue inaugurado el 30 de octubre de 1942, con 250 camas; den-
tro de la clínica de oficiales funcionaba el consultorio de Dermatología a cargo del Dr.
Luis García Arrese, quien fue sucedido por los médicos dermatólogos Arturo Salas
Brousset, Carlos Rizo Patrón Tassara, Oswaldo Paredes Reynoso, Emilio Carranza Cordi-
viola, Alberto Torero, Manuel Balaguer Rosas y Guido Paredes Llerena. El primer direc-
tor del Hospital fue el Teniente Coronel de Sanidad Juan José Mostajo Vargas.
El Hospital Obrero (hoy Hospital Guillermo Almenara) fue inaugurado el 12 de agosto
de 1936 e inició sus actividades el 10 de febrero de 1941. El Servicio de Dermatología con-
taba con 14 camas y su primer jefe fue el Dr. Pablo Arana Iturri; lo sucedieron los Drs.
Juan Manrique Ávila, Adrián Casafranca Lovatón, Luis Rioja Ugaz y José Catacora Cama.
El Hospital Militar Central, inaugurado el 31 de diciembre de 1957, recibe al perso-
nal del antiguo Hospital Militar San Bartolomé, en el cual funcionaba el Servicio de Der-
matología, Sifilología y Enfermedades Infectocontagiosas desde 1952. Su primer jefe fue
el Teniente Coronel de Sanidad Luis Castro Mendivil, hasta 1962. Su primer médico der-
matólogo fue el Teniente Coronel de Sanidad Raúl Gallarday Vásquez, formado en Ar-
gentina, quien fue jefe del Servicio de Dermatología desde 1962 hasta 1977. Lo
sucedieron en la jefatura los Drs. Coronel de Sanidad Médico Julio Saldaña Patiño, Ale-
jandro Rosé Gonzáles y Leonardo Sánchez Saldaña. El Dr. David Carrizales Ulloa de la
Escuela Francesa (París) trabajó como médico asesor docente, y tuvo mucha influencia
en el desarrollo de la Escuela Dermatológica del Hospital Militar. En 1968 el servicio to-
mó el nombre de “Departamento de Dermatología”.
El Hospital Central de Aeronáutica (Fuerza Aérea del Perú) (figura 17) fue
inaugurado el 8 de julio de 1969 contando con un Servicio de Dermatología di-
rigido por el Coronel FAP Médico Dermatólogo Luis Cavero Ortiz; posterior-
mente se integran los Drs. Luis Valdivia Blondet, Manuel Palomino Yamamoto
y Rafael Gamarra. A partir del año 1984 empieza a funcionar el Servicio de
Dermatología como sede hospitalaria docente de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos. En su jefatura se sucedieron: el Coronel FAP Médico Der-
matólogo Dr. Luis Valdivia Blondet, que alcanzó el grado de General, el Coronel
FAP Médico Dermatólogo Dr. Manuel Palomino Yamamoto, el Coronel FAP Mé-
dico Rafael Gamarra Gálvez, los Comandantes FAP Médicos Bruno Ciriani An-
chorena y Lizandro Obregón Sevillano. Históricamente éste fue el primer
servicio dermatológico del país reconocido como médico-quirúrgico por su Institución. Figura 17. Hospital
Fue modelo de organización moderna de un Servicio de Dermatología médico-quirúrgi- Central de
co contando en sus instalaciones con secciones de radioterapia, fototerapia, alergia, mi- Aeronáutica
croscopía, sala de fotografía, quirófano ambulatorio y consultorios externos.
El Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión estuvo constituido por el “Sector Carrión”

371
LUIS VALDIVIA BLONDET

y el “Sector San Juan”, construidos por la Beneficencia Pública del Callao, y fueron inau-
gurados el primero en 1941 y el segundo en 1968. El 15 de octubre de 1971 se procede a
su unificación bajo el nombre de Complejo Hospitalario “Daniel A. Carrión”, relevando el
nombre del mártir de la medicina peruana y héroe nacional. El primer jefe del Servicio de
Dermatología fue el Dr. Wenceslao Castillo Rivadeneyra hasta 1999, año en que se retira
por cumplirse su tiempo de servicio; fue sucedido por la Dra. Zaida Gutiérrez Ylave.
El Hospital Central del Empleado del Instituto Peruano de Seguridad Social –Hospital
Edgardo Rebagliati Martins–, fue fundado el 2 de noviembre de 1958; el primer jefe del
Servicio de Dermatología fue el Dr. Luis Flores-Cevallos, lo sucedieron los Drs. Pedro Na-
varro Huamán, Enrique Yoshiyama Tanaka y Gadwyn Sánchez Félix.
El Centro Médico Naval, fundado en 1956, cuenta desde su inicio con Servicio de Der-
matología; por su jefatura han pasado los Drs. José San Martín Razzeto, Humberto Cos-
ta Alfaro, Octavio Small Arana, Hugo Condori Di Burga y Gustavo Beltrán Grados.
El Instituto de Salud del Niño –Hospital del Niño– fue inaugurado el 1° de noviembre
de 1929 por Augusto B. Leguía, presidente de la República, con el nombre de Hospital de
Niños “Julia Swayne de Leguía”. El primer director del Hospital fue el Dr. Carlos Krum-
dieck. En enero de 1930 comenzaron a funcionar los consultorios externos con siete pa-
cientes el primer día, y en abril se abrieron las primeras 20 camas de hospitalización.
Actualmente es el centro referencial de patología infantil. El servicio de Dermatología pe-
diátrica está a cargo de la Dra. Rosalía Ballona Chambergo.
El Hospital Alberto Sabogal Sologuren fue fundado en 1942. En 1974 cambia de nom-
bre por el de Hospital Zonal N° 1 IPSS. El 12 de febrero de 1982 se inaugura el nuevo lo-
cal hospitalario en Bellavista, y en 1991 cambia de nivel bajo la denominación de
Hospital Regional III.
El Consultorio de Dermatología se crea en 1950 con el Dr. Luis Flores-Cevallos, quien
en 1961 se traslada al Servicio de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati. El mis-
mo año ingresa el Dr. Juan Meza Balbuena, conformándose el staff de la siguiente for-
ma: Dr. Juan Meza Balbuena (médico jefe), Dra. Emma Ávila Del Carpio, Dra. Gloria
Baquerizo y Dr. Rogelio Pinto Salas. En 1984 el equipo médico estaba constituido por los
Drs. Humberto Gonzáles Garay (médico jefe), Gloria Baquerizo, Emma Ávila Del Carpio,
Rogelio Pinto Salas, Humberto Costa Alfaro, Herbert Tirado, Carlos Guerra Carbajal, Da-
niel Valverde Bejarano y José Salazar Zumarán. Desde 1980 el Dr. Gonzáles Garay fue
jefe del servicio hasta su jubilación en 1992, fecha en que la Dra. Emma Ávila Del Car-
pio asumió dicho cargo. En 1994 acepta la Jefatura el Dr. Rogelio Pinto Salas quien se
mantiene hasta la fecha. En el mes de junio de 2000 se inicia la residencia de Dermato-
logía con el ingreso del Dr. Ferdinando de Amat Loza.
El Hospital María Auxiliadora, fundado en agosto de 1986, inicia su funcionamiento
contando con un Servicio de Dermatología cuya jefatura ejerce desde su inicio el Dr. César
Pérez del Arca. Es sede docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en pre-
grado desde 1986 y en la formación de residentes en Dermatología desde mayo de 2000.

■ Las
LasSociedades Científicas
Sociedades Científicas de la especialidad
de la especialidad

El Colegio Médico del Perú, en uso de sus funciones, clasifica a las Sociedades Cientí-
ficas en: Principales –que llevan la representación de la especialidad por el país– y Es-
peciales –filiales de Sociedades Científicas Internacionales– (Reglamento de Sociedades
Médico Científicas del Colegio Médico del Perú 1999, Artículo 7).

La Sociedad Peruana de Dermatología

El 15 de febrero de 1951, en el Salón de Conferencias del Hospital Arzobispo Loayza,

372
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

se funda la Sociedad Peruana de Dermatología y Sifilología en sesión solemne presidida


por el Dr. Aurelio Loret de Mola con la asistencia de los Drs. Ricardo Pazos Varela (Fa-
cultad de Medicina), Gilberto Morey (presidente de la Federación Médica Peruana), Os-
waldo Hercelles (vicepresidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima),
Guillermo Basombrío (presidente de la Sociedad Dermatológica de Argentina), Juan Ma-
chiavello (director del Hospital Arzobispo Loayza); Víctor Eguiguren (médico jefe del Ser-
vicio antivenéreo). La primera Junta Directiva transitoria estaba formada por:
Presidente, Profesor Dr. Aurelio Loret de Mola; Secretario, Dr. Amaro Urrelo; Tesorero,
Dr. Marcial Ayaipoma V.; Vocales, doctores Pedro Weiss, Hugo Pesce, Pablo Arana y Ar-
turo Salas Brouset.
La Sociedad se extinguió por razones no conocidas.
El 1º de septiembre de 1964 un grupo de 22 médicos dermatólogos reunidos en el lo-
cal de la Asociación Médica Daniel Alcides Carrión decidió conformar una asociación a
la que llamaron Sociedad Peruana de Dermatología; redactaron y suscribieron el Acta de
Fundación y nombraron la Comisión organizadora presidida por el Dr. Aizic Cotlear.
Los miembros fundadores fueron los siguientes médicos dermatólogos: Guillermo
Arana Zapatero, Marcial Ayaipoma Vidalón, Zuño Burstein Alva, Antonio Caldas Rodrí-
guez, Elda Canadell de Puertas, Wenceslao Castillo Rivadeneyra, Luis Cavero Ortiz, Aizic
Cotlear Dolberg, Carlos Echegaray, Enrique Franciscolo Castagnino, Raúl Gallarday Vás-
quez, Rafael Gonzáles Will, Juan Manrique Ávila, Oswaldo Paredes Reynoso, Carlos Re-
galado, César Rojas Miranda, María Elena Ruiz Soto, José San Martín Razzeto, Enrique
Sifuentes, Nicolás Tapia Dueñas, Amaro Urrelo Novoa, Alfredo Yong Laos.
La Comisión convocó a elecciones dos meses después. La primera Junta Directiva de
la Sociedad estuvo presidida por el Dr. Amaro Urrelo Novoa; le suceden en períodos de
gobierno –que inicialmente eran de un año y a partir de 1975 se prolongaron a dos– ca-
torce presidentes que con sus respectivas Juntas Directivas condujeron la Sociedad has-
ta el año 2004.
Los presidentes de la Sociedad Peruana de Dermatología han sido los siguientes:
1965–1966: Dr. Amado Urrelo Novoa (reelecto).
1967: Dr. Juan Manrique Ávila.
1968–1969: Dr. Aizic Cotlear Dolberg (reelecto).
1970–1971: Dr. Luis Flores-Cevallos (reelecto).
1972–1973: Dr. Wenceslao Castillo Rivadeneyra (reelecto).
1974: Dr. Zuño Burstein Alva.
1975–1976: Dr. Raúl Gallarday Vásquez.
1977–1978: Dr. Antonio Caldas Rodríguez.
1979–1980: Dr. Humberto Gonzáles Garay.
1981–1982: Dr. David Carrizales Ulloa.
1983–1984: Dr. Manuel Palomino Yamamoto.
1985–1986: Dr. David Carrizales Ulloa.
1987–1988: Dr. Luis Valdivia Blondet.
1989–1990: Dr. José Salazar Zumarán.
1991–1992: Dr. Julio Saldaña Patiño.
1993–1994: Dr. David Carrizales Ulloa.
1995–1996: Dr. Luis Valdivia Blondet.
1997–1998: Dr. Héctor Cáceres Ríos.
1999–2000: Dr. Leonardo Sánchez Saldaña.
2001–2002: Dr. Gadwyn Sánchez Félix.
2003–2004: Dr. Nicolás Tapia Dueñas.

La primera solicitud de incorporación se registró, según consta en actas, el 17 de


marzo de 1965, y el postulante fue el Dr. José Ruiz Agüero. En 2004 hay 245 socios sin

373
LUIS VALDIVIA BLONDET

contar los Miembros Honorarios y Miembros Correspondientes. Durante la gestión de la


primera junta directiva se aprueba el símbolo de la Sociedad, un huaco retrato de la cul-
tura Mochica (figura 18) que representa a un noble enfermo de uta, enfermedad propia
de nuestro país y de gran arraigo dermatológico; en la misma fecha se aprueba el mo-
delo del Diploma Societario.
El primer Estatuto fue aprobado el 1° de octubre de 1964. Se hicieron diversas mo-
dificaciones en Asambleas Estatutarias, la última, el 25 de noviembre de 1996, la cual
está vigente hasta la fecha.
En los inicios de la Sociedad Peruana de Dermatología aún no existía el Colegio
Médico del Perú, y era la Federación Médica Peruana la que regulaba la profesión
médica en el aspecto gremial y ético a nivel nacional. La Sociedad fue aceptada como
órgano de base el 19 de septiembre de 1965. La Federación Médica Peruana se man-
tiene vigente como organización gremial nacional y de ella han salido grandes líderes
de la Medicina como los Drs. Max Cárdenas, Julio Castro Gómez y el actual Decano
Nacional del Colegio Médico del Perú, Dr. Isaías Peñaloza Rodríguez.
Los estatutos del Colegio Médico del Perú se aprueban el 1º de julio de 1969, y en
enero de 1970 inicia sus funciones la primera junta directiva. Esta institución tiene fi-
nes científicos, éticos y deontológicos (no gremiales) a nivel nacional y se apoya en las
Figura 18. Logo de sociedades científicas nacionales para el ejercicio de estas funciones. Tras cumplir to-
la Sociedad Peruana das las normativas y exigencias para su inscripción en el Registro de Instituciones Médi-
de Dermatología co Científicas, la Sociedad fue reconocida como tal por Resolución del Consejo Nacional
CMP-CN-146 el 28 de diciembre de 1973.
Con el transcurrir del tiempo surgen nuevas subespecialidades que agrupan médicos de-
dicados al estudio de un segmento de su especialidad básica. Como resultado de esto y con
afán equivocado de protagonismo proliferan nuevas sociedades que compiten con las socie-
dades matrices originando desorden, lo cual dificulta la supervisión de sus actividades por
parte del Colegio. Es por ello que el Colegio Médico nombra un comité para el estudio y re-
glamentación de las sociedades científicas; la SPD se inscribe como Sociedad Científica Prin-
cipal en el Registro Nacional de Instituciones Médico Científicas en el folio Nº 005 del
Registro de Sociedades Médicas Principales por Resolución del Consejo Nacional Nº
1680 del 12 de mayo de 1999 (figura 19). Su relación con el Colegio Médico del Perú
siempre ha sido leal y mereció un Diploma de Honor el 5 de octubre de 1988.
El 18 de agosto de 1972 se funda la Asociación Dermatológica Sur Peruana en la
ciudad de Arequipa, reconocida como filial de la Sociedad el 29 de diciembre de 1972;
posteriormente queda inactiva hasta 1995 cuando, en coordinación con los dermató-
logos de la región sur (Arequipa, Cuzco y Tacna) se forma la Filial Sur de la Sociedad
Peruana de Dermatología con sede en Arequipa, siendo su primer presidente el Dr.
Víctor Delgado Fernández.
La inquietud por formar la Filial Norte, surgida en 1979, se concretó el 15 de agos-
to de 1987; su primer presidente fue el Dr. Luis Tincopa Montoya.
Afortunadamente, los miembros de la Sociedad que cultivan subespecialidades de-
poniendo intereses personales y comprendiendo que la división debilita la represen-
tatividad de su sociedad principal y por tanto su fuerza, han conformado varios
capítulos. El primero fue el Capítulo de Dermatología Pediátrica (1995), cuyo primer pre-
Figura 19. Diploma
de Reconocimiento
sidente fue el Dr. Héctor Cáceres Ríos; en la actualidad desempeña ese cargo la Dra. Ro-
como Sociedad salía Bayona Chambergo. El Capítulo de Cirugía Dermatológica se formó el 8 de marzo
Científica Principal de 1996 siendo su primer presidente el Dr. Luis Valdivia Blondet y el actual, el Dr. Lizan-
dro Obregón Sevillano; es mérito de este capítulo haber diseñado y puesto en práctica
por primera vez en el país las campañas de prevención, diagnóstico y tratamiento del
cáncer cutáneo en áreas socioeconómicamente bajas. Su entusiasmo despertó el interés
de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Mayor de San Marcos para iniciar el
dictado del Curso de Cirugía Dermatológica en la formación de posgrado.

374
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

El 28 de agosto de 2002 se funda el Capítulo de Fotobiología; su primer presidente fue


el Dr. Luis Valdivia Blondet y el actual es el Dr. Gustavo Beltrán Grados. De más recien-
te creación son el Capítulo de Docencia, presidido por el Dr. Manuel Palomino Yamamo-
to; el Capítulo de Histopatología Cutánea, presidido por el Dr. Gadwyn Sánchez Félix y el
Capítulo de Dermatología Geriátrica, presidido por el Dr. Arturo Saettone León.
En lo referente a las publicaciones, la Sociedad cuenta con la revista Dermatología
Peruana cuyo antecedente histórico es la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatolo-
gía; su primer número apareció en junio de 1967 bajo la presidencia del Dr. Juan Man-
rique Ávila, la editora fue la Sra. Beatriz de Marcenaro y dejó de publicarse en 1972. La
Revista Dermatología Peruana inicia su publicación en 1996 con el Volumen N° 6 (figu-
ra 20) –continuando la numeración de la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatolo-
gía– durante la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet, que fue el editor de la
publicación hasta el año 2001 cuando lo sucede el Dr. Arturo Saettone León.
Periódicamente se publica el Boletín de la Sociedad Peruana de Dermatología, que es
fundamentalmente de carácter gremial y social. También se han publicado los siguien-
tes libros: Infectología y Piel y Actualización en Dermatología, por los Drs. Leonardo Sán-
chez Saldaña y Jorge Candiotti Vera (2000); Dermatosis profesionales, por el Dr. Luis
Valdivia Blondet, y Temas de Enfermedades Transmisibles Sexualmente, por el Dr. Oscar
Tincopa Wong. Figura 20. Portada
La Sociedad Peruana de Dermatología, como Sociedad Científica Principal del país, es de la revista de la
la autorizada para realizar los congresos nacionales e internacionales de la especialidad, Sociedad Peruana
habiendo concretado hasta la fecha 10 congresos nacionales: el I Congreso Nacional en de Dermatología
el año 1970 realizado en el Hospital del Empleado en Lima; el II Congreso Peruano de
Dermatología y el IV Congreso Bolivariano de Dermatología, del 23 al 26 de julio de 1979
en el Hospital Militar Central, bajo la presidencia del Dr. Juan Manrique Ávila; el III Con-
greso Peruano de Dermatología al que asistieron como profesores invitados los Drs. Ar-
turo Tapia (Panamá), Jorge Abulafia (Argentina) y Emilio Quintanilla (España), realizado
en el Hospital Militar Central del 12 al 15 de noviembre bajo la dirección del Dr. David
Carrizales Ulloa; el IV Congreso Peruano de Dermatología efectuado en 1988 en el Hos-
pital Militar Central bajo la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet; el V Congreso Pe-
ruano de Dermatología del 21 al 26 de octubre de 1990 en el Hospital Alberto Sabogal
bajo la presidencia del Dr. José Salazar Zumarán; el VI Congreso Peruano de Dermato-
logía desarrollado en el Círculo Militar del Perú del 8 al 10 de noviembre de 1996 bajo
la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet, que marca el inicio de los congresos nacio-
nales como megaeventos; el VII Congreso Peruano de Dermatología realizado del 24 al
27 de septiembre de 1998 con la dirección del Dr. Leonardo Sánchez Saldaña; el VIII
Congreso de Dermatología realizado del 30 de agosto al 3 de septiembre de 2000 en Are-
quipa, con la presidencia del Dr. Héctor Cáceres Ríos; el IX Congreso Peruano de Derma-
tología, XVII Congreso Bolivariano de Dermatología y I Congreso Latinoamericano de
Fotobiología efectuado del 28 de agosto al 1° de septiembre de 2002 en Lima, bajo la je-
fatura del Dr. Gadwyn Sánchez Félix; el X Congreso Peruano de Dermatología realizado
del 1° al 5 de septiembre de 2004, con la presidencia del Dr. Nicolás Tapia Dueñas.
En el año 2003 la Sociedad auspició el III Congreso Latinoamericano de Dermatología
Pediátrica, evento que organizó en coordinación con la Sociedad Latinoamericana de Der-
matología Pediátrica.
En la actividad gremial su primera prueba de fuego como organización en defensa de
sus asociados tuvo lugar en julio de 1971. Varios profesores de la Cátedra de Dermato-
logía y miembros de la sociedad fueron víctimas de un abuso de poder de las autorida-
des de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, al no ser ratificados en
sus cargos docentes, sin que mediara proceso previo que diera derecho a defensa a los
afectados. En ese momento la Sociedad no supo defender a sus asociados: en Asamblea
de Junta Directiva en 1971 declaró que no intervendría por “no ser competencia de la

375
LUIS VALDIVIA BLONDET

Sociedad Peruana de Dermatología”. Actualmente, aprendida la lección, puede decir con


orgullo que en múltiples ocasiones ha salido con éxito en defensa de sus agremiados y
de la profesión incluso en períodos políticos de la vida nacional en que las garantías in-
dividuales estaban suspendidas, con los riesgos que ello implica.
En el aspecto docente esta Sociedad ha cumplido permanentemente su actividad edu-
cadora a través de la organización de cursos de actualización, jornadas y mesas redondas
dirigidas al especialista y al médico general. Siempre luchó por la creación del Residenta-
do Médico Escolarizado, objetivo que logró el 4 de febrero de 1981. Con Resolución Recto-
ral Nº 63772 del 7 de abril de 1981 se designaron los primeros Comités de Especialidades
para el Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana; el de Dermatología
fue integrado por los Drs. David Carrizales Ulloa (presidente), Víctor Meth Tuesta, Iram La
Torre Tuesta, Wenceslao Castillo Rivadeneyra y Oscar Romero Rivas.
En la relación con las Sociedades Científicas Nacionales e Internacionales se mantie-
ne una actitud positiva y ética. La Sociedad pertenece a la Federación Bolivariana de
Dermatología desde 1966 y a la Liga Mundial de Sociedades Dermatológicas desde 1965.
Mantiene siempre la doctrina emanada del Colegio Médico del Perú en el sentido de que
las Sociedades Científicas Internacionales no tienen preeminencia sobre las nacionales.
El 1º de septiembre de 1999 se concretó el anhelo de contar con un local propio, un
lugar donde todos los dermatólogos se reúnen y trabajan en la misión de engrandecer la
especialidad y no dividirla.

CILAD- Perú

CILAD-Perú es una asociación formada en 1964 por el delegado nacional del Colegio
Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD, actualmente llamada CIDERM, Círculo
Dermatológico del Perú), que figura como tal en el Registro Especial de Filiales de Institu-
ciones Médicas Científicas Internacionales. Tiene actividad científica duplicadora de la de-
sarrollada por la Sociedad Peruana de Dermatología y edita la revista Folia Dermatológica.

■ Epílogo
Epílogo

Si bien hay manifestaciones del conocimiento de patologías cutáneas desde la época


precolombina, la historia moderna de la Dermatología peruana comienza en el siglo XIX
–época en que se inicia la especialidad como tal en el mundo– y su evolución histórica gi-
ra en torno a dos ejes fundamentales: la Facultad de Medicina de San Fernando de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Sociedad Peruana de Dermatología. ■

Septiembre, 2005

Agradecimientos

Al Dr. Nicolás Tapia Dueñas, quien nos proporcionó sus fotografías de huacos para es-
ta obra.
A Julio Bonilla Espinoza, Oscar Romero Pridat y Carlos Galarza Manyari, quienes nos
proporcionaron información sobre la historia del Hospital Dos de Mayo.
A la Dra. Gladys Vidarte Orrego por su colaboración para conseguir información so-
bre la historia del Hospital Arzobispo Loayza.
Al Dr. Oscar Tincopa Wong que colaboró en la información sobre la historia dermato-
lógica del Norte del Perú.

376
Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana

A los doctores Víctor Delgado Fernández y Marcial Ríos Flores por la información so-
bre la Dermatología en el Sur del Perú.
Y a todos aquellos que hicieron posible la realización de esta obra.

■ Referencias Castillo Narváez F. Benemérito


Hospital Dos de Mayo. Su
Carrión García. Lima: Impreso
del Colegio Médico del Perú;
bibliográficas génesis y proyecciones. Lima: 2000.
Gráfica Liz Ana; 1993. Nava Carrión C. Historia del
Arias Schereiber J. La Facultad de Castillo Narváez F. Un pedazo de Hospital Arzobispo Loayza
Medicina de Arequipa en el la historia del Hospital Dos desde sus orígenes. Lima:
siglo XIX. Lima: Editorial de Mayo. Lima: Monterrico; Editora Perú; 1999.
Universitaria; 1973. 1987. Rabi Chara M. Del Hospital de
Arquiola E. La materia médica en Flores Cevallos L, Flores Cevallos Santa Ana al Hospital
el mundo moderno. Historia E. Historia de la Nacional Arzobispo Loayza
del medicamento. Madrid: Dermatología en el Perú (200 (1925-1999). 450 años de
Dira; 1985. años a.C.-siglo XX). Lima: protección de la salud de las
Bustíos Romaní C. Notas sobre la Hozlo; 1999. personas. En: Lastres JB.
historia de la educación Guerra García R. Alberto Historia de la Medicina
médica en el Perú. Primera Hurtado: médico y educador. Peruana. Tomo II. Lima:
Parte: 1568-1933. Acta Lima: Universidad Peruana UNMSM; 1951.
Médica Peruana. Cayetano Heredia; 2001. Tapia Dueñas N. Dermatología y
2003;XX(2):94-108. Lastres JB. Historia de la cosmetología en el Antiguo
Cabieses F. Dioses y Medicina Peruana. Tomos I, II Perú. Lima: Schering-Plough;
enfermedades. Lima: y III. Lima: UNMSM; 1951. 2000.
Ortegraf; 1974. Morales Landeo E. Daniel Alcides
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN PUERTO RICO
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR

I. La Medicina precolombina ■ La medicina precolombina

E l archipiélago de las Antillas sirve de marco al Mar Caribe. Se acerca a la penínsu-


la de la Florida por las islas Lucayas, a las costas de Venezuela por las islas de Sotaven-
to y Trinidad y a la península de Yucatán por la isla de Cuba. Casi en el medio de esta
cadena de islas se encuentra Puerto Rico, la más pequeña de las Antillas Mayores.
Afirman los científicos que lo que es hoy el mar Caribe fue anteriormente una gran ex-
tensión de tierra: la Tierra Antillana. Durante los períodos jurásico y cretáceo hubo una
serie de movimientos sísmicos que afectaron toda la tierra. Las erupciones volcánicas hi-
cieron que la plataforma antillana se hundiera y bajase de nivel permitiendo que el mar
la cubriese. Puerto Rico, al igual que las otras Antillas Mayores, representa la cumbre de
grandes montañas, mientras que las Antillas Menores son de origen volcánico.
La población original de las Antillas se asentó inicialmente en la parte occidental de
Cuba, adonde llegaron de Yucatán. Su desarrollo cultural era muy primitivo: no tenían
casas ni producían cerámica; tampoco conocían la agricultura y vivían de la caza y de la
pesca. Cuando llegó Cristóbal Colón en su segundo viaje, la isla de Puerto Rico estaba po-
blada por los taínos, que habían desplazado a los habitantes originales y que, según se
desprende de estudios de su lenguaje y su cerámica, vinieron del valle del Orinoco en Ve-
nezuela. Las corrientes marítimas provenientes de África por el Océano Atlántico sur se
desvían hacia el norte al nivel de las Guayanas, especialmente en el verano cuando cre-
ce el río Orinoco, lo cual puede haber facilitado su llegada a las islas de Barlovento. El
lado caribeño de las islas podía protegerlas de los vientos que provenían del Atlántico.
Muchas de estas islas están virtualmente conectadas, lo que facilitaría la navegación de
una a otra. (Hay que recordar que aquellos grupos no conocían las velas y que su trave-
sía se realizaba en canoas).
Los taínos arribaron a Puerto Rico hacia el año 400 a.C. A la llegada de Colón, sus po-
bladores estaban amenazados por los indios caribes, que ya habían conquistado las An-
tillas Menores.
En los dos milenios en que los taínos habían habitado la Isla ya tenían establecida su
cultura, no tan adelantada como las de Centro y Sur América, pero sí al nivel de la de
Norte América. Vivían en comunidades, tenían casas con mobiliario para dormir y coci-
nar, hacían cerámica, trabajaban la piedra y textiles que teñían de diferentes colores.

379
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR

Las mujeres se adornaban con aretes y collares de piedrecillas y se cortaban el cabello.


Los taínos se dividían socialmente en tres clases: los nitaínos (jefes), los naborias
(obreros), y los bohiques, que eran médicos y sacerdotes. Creían en un dios del bien a
quien llamaban Yukiyú, un ser inmortal que no tenía principio, aunque tenía una madre
llamada Alabex. Había también un dios del mal llamado Juracán, que era el responsa-
ble de las tormentas, los temblores de tierra y las malas cosechas. Creían en una vida
después de la muerte, por lo que enterraban cuidadosamente a sus muertos en posición
acuclillada, con las rodillas a nivel del pecho y la cabeza inclinada. En las tumbas colo-
caban vasijas llenas de comida y de agua para usar en su viaje.
Los bohiques estaban a cargo de las ceremonias religiosas y del cuidado de los enfer-
mos. Tenían conocimiento de las propiedades curativas de las plantas; usaban el manza-
nillo (Hippomane) y el tua-tua (Jatrophagossyfolia) como purgantes y el pajuil
(Anacardium occidentale) para enfermedades respiratorias. Conocían el arte de sangrar,
de castrar y de atender fracturas inmovilizádolas con yagua húmeda (el tejido fibroso
que rodea la parte superior y más tierna del tronco de la palma). También utilizaban el
masaje en sus tratamientos.
El indio antillano tenía buenos hábitos de limpieza. Al levantarse por la mañana so-
lía bañarse en el río o quebrada y después, ayudado por su compañera, se pintaba con
achiote (Bixa orellana), para protegerse de los rayos del sol y de los mosquitos.

■ De2.la
Dellegada deColón
la llegada de Colón al cambio
al cambio de soberanía
de soberanía

El 19 de noviembre de 1493, en su segundo viaje, Don Cristóbal Colón descubre Puer-


to Rico; realiza una escala para abastecerse de agua y zarpa tres días más tarde, para
no regresar. En 1508, Don Juan Ponce de León comienza la colonización.
Los españoles trataron severamente a la población; se sirvieron del trabajo forzado
de los indígenas para la explotación de las minas, la construcción de casas y la agricul-
tura. Estos cambios en su forma de vida les causaron muchas bajas. Otros indígenas mu-
rieron por una epidemia de viruelas –enfermedad que no existía en América–, seguida
de una epidemia de sífilis (mal gálico) y otras enfermedades procedentes de Africa y de
Europa. Los taínos usaron el guayacán (guaiacum officinale) para combatir la sífilis.
Debido a la merma en la población indígena, se empezaron a importar esclavos afri-
canos. Un censo de 1530 manifestaba una población de 369 blancos, 1.148 indios (de una
población original de más de 30.000) y 1. 523 negros africanos esclavos.
Hacia 1787 la población se había incrementado a 103.051, pero sólo quedaban 2.302
indios de raza pura, descendientes de los que lograron esconderse de los conquistadores
refugiándose en lo más áspero de la sierra cerca del pueblo de Maricao, en un lugar co-
nocido como “La Indiera”.
Poco se ha escrito sobre la medicina de esta época, pero se sabe que para el año 1803
apareció otra vez la viruela en el país y fue tratada por el Dr. Francisco Oller, quien, uti-
lizando la vaccinia, logró contener la epidemia. No fue igual la suerte corrida con la epi-
demia de cólera producida en 1855 durante la cual se estima que murieron cerca de
30.000 personas, incluyendo la tercera parte de los esclavos.
Los pocos facultativos existentes estaban asignados a los sectores militares. No exis-
tían facilidades hospitalarias para la población y sólo la clase alta tenía acceso a los
médicos.
El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París que dio fin a la Guerra His-
panoamericana y cerró una etapa de cuatro siglos durante los cuales ni la salud ni la
educación se atendieron adecuadamente en la Isla.

380
Historia de la Dermatología en Puerto Rico

3. La Dermatología académica ■ La Dermatología académica


Los adelantos en la comunicación, las facilidades de transporte y nuestra localización
geográfica han permitido que la Dermatología en Puerto Rico se haya beneficiado de las
escuelas de pensamiento de España, Norteamérica (con sus influencias recibidas de
Francia, Alemania e Inglaterra), de México, de varios países de Sudamérica y desde lue-
go, de las otras islas caribeñas.
El padre de la Dermatología puertorriqueña fue el Dr. Arturo L. Carrión (figura
1) . Luego de graduarse como médico en el año 1919 en la Universidad de La Haba-
na prosiguió estudios especializados en Dermatología en el Skin and Cancer Hospi-
tal de Nueva York, para luego regresar a Puerto Rico. Dirigió el Servicio de
Prevención de la Plaga entre los años 1923-1931. Desde 1926 realizó labor de in-
vestigación y enseñó en la Escuela de Medicina Tropical, entonces bajo la égida de
la Universidad de Columbia (Estados Unidos). El Dr. Carrión dedicó su vida al estu-
dio de los hongos, siendo considerado una autoridad a nivel mundial.
En 1936, el Dr. Alfredo L. Bou abre la primera práctica privada dedicada exclu-
sivamente a pacientes dermatológicos. En 1941 regresa a Puerto Rico el doctor Elí
Rojas, quien se había especializado en la Universidad de Pennsylvania.
Figura 1. Dr. Arturo
Durante la Segunda Guerra Mundial llegó al país un excelente grupo de dermatólogos L. Carrión
precedidos por el doctor Honorato Estella Entralgo, médico español que se radicó en Puer-
to Rico en 1943 y estuvo a cargo del Leprocomio Insular hasta su muerte en 1965. El Dr. Luis
Maduro fue el primero en establecerse en Ponce, rompiendo la tendencia de que los espe-
cialistas se establecieran únicamente en la ciudad capital, San Juan. Otro dermatólogo dis-
tinguido fue el Dr. Héctor Torres, quien había sido maestro y farmacéutico; luego estudió
Medicina, se hizo dermatólogo y más tarde estudió Leyes. Los Drs. Víctor Montilla y Jesús
Quiñones, luego de adiestrarse en Estados Unidos, se establecieron en Puerto Rico.
Durante la posguerra, llegó para servir de consultor
en el Hospital de Veteranos el Dr. Víctor M. Rivera, quien
se había graduado en la Universidad de Loyola en Nue-
va Orleans, Louisiana, y se había especializado en Der-
matología en el Skin and Cancer Hospital de Nueva York.
En 1950 se fundó la Escuela de Medicina de la Universi-
dad de Puerto Rico (figura 2) y el Dr. Rivera fue designa-
do para dirigir la sección de Dermatología del
departamento de Medicina Interna, cargo que ocupó
hasta 1965. Integraban esa Facultad los Drs. José Co-
rrea, Jesús Quiñones y Honorato Estella Entralgo.
Durante la década del cincuenta, llegan de Estados
Unidos, especializados en Dermatología, los Drs. Emilio
Trilla –considerado el primer cirujano dermatológico– y
el Dr. Francisco Barnés. El Dr. Lawrence Fleisher llegó a
Puerto Rico mientras servía en el ejército de Estados Uni-
Figura 2. Escuela
dos; su trabajo en el laboratorio de investigaciones de enfermedades tropicales lo motivó
de Medicina de la
a estudiar Medicina y en 1956 se graduó en nuestra escuela. Regresó a Estados Unidos
Universidad de
para hacer su especialidad y al volver al país en 1960 pasó a formar parte del Departa- Puerto Rico
mento de Dermatología donde realizó importantes contribuciones hasta su retiro en 2002.
Otra figura clave en la historia de la dermatología académica es el Dr. Víctor M. To-
rres. Estudió medicina en la Universidad de Columbia en Nueva York donde se graduó
en 1951 y donde posteriormente se especializó en Dermatología (1954-1957). En 1964
vuelve al Columbia-Presbyterian Medical Center y se adiestra en dermatopatología. A su
regreso a Puerto Rico (1965) ocupa la dirección de la sección de Dermatología del De-
partamento de Medicina y desde 1966 se dedica a establecer un programa de adiestramiento.

381
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR

Listado de dermatólogos egresados del Programa de Dermatología de la Universidad de Puerto Rico

1969 Ramón Piñeiro, Eduardo Hernández, Luis G. Ortiz


1970 Jorge L. Sánchez, Gloria de la Vega, Rafael E. Martín
1971 Hiram Ruiz Arroyo, Juan A Mújica, Ana L. Colón
1972 Edil González, Francille Escalona, Ernesto González
1973 David Latoni, Neville Pereyo, Rubén Vallejo
1974 Pedro Carranza, Angel L. Rivera, Héctor A. Hernández Álvarez
1975 Cándido Torres, Juan López Berrios, Nilda Villavicencio
1976 Ana J. Díaz, Reinaldo Rosario, Jerry C. Charneco
1977 Aníbal Rivera, Félix Graulau, Magaly Peña
1978 María A. Padilla, Pablo I. Almodóvar
1979 Miguel Vázquez, José R. González, Armando J. Guardiola
1980 José Méndez Coll, Roberto E. Alfonso, Roberto Dávila de Pedro
1981 Francisco Ramos Caro, José A. Hernández, Isabel M. Banuchi
1982 María L. Betancourt, Maria I. Martínez
1983 Luz D. Figueroa, Edgardo Rodríguez, Roberto Palacio
1984 Maritza Pérez, Julio Hernández, Antonio Riutort
1985 Héctor Maldonado, Coty Benmaman
1986 María Ibáñez, Blas A. Reyes, Félix Rodríguez
1987 Sheila M. Torres, Carmen L. Cruz, Oliva Benmaman
1988 Alma Cruz, Francis Caban
1989 Aída Lugo Somolinos, Aída L. Quintero, Jaime Villa
1990 Luis J. Ortiz, Scott Ross, David G. Latoni Maldonado
1991 María Pico, Gerardo Lugo
1992 Rafael F. Martín García, Elba Rubianes
1993 Kevin Chun, Rubén Vallejo Rivera, Loyda Torres
1994 Jorge E. Torres, Carmen M. San Miguel
1995 Rocío Mandry, Doris N. Molina
1996 Norma Alonso, Isaac Pérez, Francisco Colón
1997 Adelle T. Quintana, Lizette Chabrier
1998 Hiram A. Ruiz Santiago, Ricardo J. Rodríguez, Virnalisis González
1999 Pedro J. Vendrell, Damaris Torres
2000 José A. Rabelo, Nedil Aldarondo
2001 Nydia del R. Camacho, Áurea Delgado
2002 Lymarie I. Águila, Lillian Montalvo
2003 Aivlys Pérez
2004 Christine Muñoz, Alexander Lugo-Janer, Julio E. Sánchez

Sus primeros egresados (1969) fueron los Drs. Ramón Piñeiro, Eduardo Hernández y
Luis Guillermo Ortiz. La Dra. Gloria de la Vega fue la primera dermatóloga, integrando
el segundo grupo egresado del Programa de Dermatología.
Al surgir la oportunidad de adiestramiento en Puerto Rico, disminuyó el número de
puertorriqueños que iban a Estados Unidos para hacer su especialización. Hasta el pre-
sente se han adiestrado en nuestra institución unos 90 dermatólogos.
Durante la década de los sesenta comenzaron su práctica los Drs. Armando Silva, Pe-
dro Lázaro, Héctor Hernández López, Héctor Cardona y César A. Quiñones, quien hizo
una maestría en fisiología de la piel. En los setenta llegaron los Drs. Rafael Pasarell, Raúl
Morales, María del P. Millán, Aurea Ramírez y Fernando Calero, todos adiestrados fuera
de Puerto Rico.
El Dr. Jorge L. Sánchez, quien hizo su residencia en nuestro programa en 1970, se es-
pecializó en dermatopatología con el Dr. Bernard Ackerman en la New York University y pa-
só a ser el jefe de la Sección de Dermatología en 1973. En 1980 y gracias a su esfuerzo, la
sección se convirtió en el Departamento de Dermatología. El Dr. Jorge L. Sánchez también
llegó a ocupar los cargos de Director Ejecutivo del Hospital Universitario de Adultos, Rec-
tor del Recinto de Ciencias Médicas y Presidente Interino de la Universidad de Puerto Rico.
En la década de los 80 regresaron a Puerto Rico el Dr. Néstor P. Sánchez (1981) y el Dr. Ra-
fael Vélez Torres (1985) quien fue el último dermatólogo puertorriqueño que se especializó en
Estados Unidos. Los Drs. Oteyza (de Cuba) y Porres (de España) se establecieron temporaria-
mente en Puerto Rico, pero con posterioridad se trasladaron a Estados Unidos.

382
Historia de la Dermatología en Puerto Rico

Al comenzar 2005, la jefatura del Departamento de Dermatología ha pasado al Dr.


Néstor P. Sánchez, quien también es dermatopatólogo. La Facultad incluye actualmente a
los Drs. Néstor P. Sánchez, Jorge L. Sánchez, Pablo I. Almodóvar, Miguel Vázquez Botet,
José R. González, Luz D. Figueroa, Aída Lugo-Somolinos, Aivlys Pérez, Rafael F. Martín,
Francisco Colón, Hiram Ruiz Santiago, Alma Cruz e Hiram Ruiz Arroyo.
Las vacantes para la residencia son muy requeridas, lo que nos ha permitido escoger
excelentes candidatos, muchos con otra especialidad ya aprobada, como pediatría, me-
dicina familiar, medicina interna y anestesiología. En la actualidad tenemos dermatólo-
gos subespecializados en fototerapia, inmunodermatología, dermatopatología,
dermatología pediátrica, cirugía cosmética, cirugía de Mohs y tratamiento con láser. De
esta forma nuestra especialidad se sitúa en una posición prominente dentro de la Medi-
cina y le garantiza un sitial dentro del campo de la salud en nuestra Isla y a nivel inter-
nacional. Actualmente hay 65 dermatólogos en práctica activa en Puerto Rico, más de
una tercera parte son mujeres. Hay aproximadamente un dermatólogo por cada 60.000
habitantes y los servicios están distribuidos en toda la isla.

4. La investigación científica ■ La investigación científica


La investigación científica comenzó con el Dr. Arturo Carrión, quien publicó cerca de
200 artículos en el transcurso de su vida. Le siguieron otros especialistas que han apor-
tado muchos trabajos de investigación publicados a nivel internacional.
El Departamento de Dermatología ha sido un gran estímulo para la investigación y
producción de trabajos científicos; cada año se publican entre cinco y diez trabajos cien-
tíficos en las principales revistas dermatológicas a nivel mundial.

5. La lepra en Puerto Rico ■ La lepra en Puerto Rico


Muy poco se conoce de las enfermedades y epidemias que ocurrieron du-
rante los cuatro siglos de dominación española. Es sabido que el diputado de
Puerto Rico ante las Cortes españolas luchó sin éxito por que se estableciera un
leprocomio para los muchos pacientes de esta enfermedad que ambulaban por
la Isla (figura 3). Se cree que la lepra llegó a la Isla con la introducción de es-
clavos de África; su existencia es conocida por los documentos de compra-ven-
ta en que se especificaba que se devolvería el dinero al dueño si el esclavo
comprado desarrollaba la enfermedad.
En 1898, con el cambio de soberanía, se lleva a cabo el primer intento de
aislar a los pacientes de lepra, creándose un albergue en la parte posterior Figura 3. Ruinas del
de la prisión de San Juan. En 1902 se establece el primer leprocomio en Isla de Cabras, leprosario
un islote situado frente al puerto de San Juan; el lugar, aislado por el mar, había sido du-
rante muchos años la estación de cuarentena. En 1926 se trasladó a los pacientes a un
lugar cercano a la ciudad de San Juan, con mayores facilidades para los tratamientos.
El Leprocomio Insular sirvió de lugar de aislamiento en la era pre-tratamiento a los
pacientes con la enfermedad. Entre 1943 y 1965 el doctor Honorato Estella dirigió la ins-
titución y logró que se aprobara una legislación para atemperar las leyes, dado que ya
existía tratamiento efectivo.
En 1966 la dirección del Leprocomio pasa a la sección de Dermatología del Departa-
mento de Medicina de la Escuela de Medicina. En ese momento se cambia el nombre de
la institución por el de Centro Dermatológico, con el cual se mantiene en funciones has-
ta 1977 en que finalmente se cierra dado que, al igual que en todos los lugares donde
existían leprocomios, con el advenimiento de las terapias múltiples ya no era necesario

383
CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR

mantenerlos en funcionamiento. En 1984 se establece la clínica de Dermatología Tropi-


cal; desde entonces los pacientes de lepra reciben su tratamiento y seguimiento en clíni-
cas del Departamento de Dermatología. El doctor Pablo I. Almodóvar ha sido el médico
primario y director de este Departamento bajo el Programa de Lepra auspiciado por U.S.
Public Health Service durante los últimos 20 años.

■ Asociaciones dedermatólogos
6. Asociaciones de dermatólogos
La primera asociación de dermatólogos se constituyó con la formación de la Sección
de Dermatología de la Asociación Médica de Puerto Rico a principios de los años cincuen-
ta. Esta sección agrupó durante dos décadas a la mayoría de los dermatólogos que ejer-
cían su especialidad en Puerto Rico.
En 1971 se formó una nueva organización, la Sociedad Dermatológica de Puerto Ri-
co. Esta entidad, independiente de la Sección de Dermatología, poco a poco pasó a ser la
mayor agrupación de dermatólogos. Desde 1971 la Sociedad ha celebrado cada verano
una convención a la cual asisten prácticamente todos los dermatólogos de Puerto Rico y
muchos residentes en Estados Unidos. También se celebra una mini-convención en el
mes de noviembre. De esta forma los dermatólogos en actividad acumulan gran parte de
los créditos que son necesarios para su re-certificación cada tres años. Estas actividades
se caracterizan por su excelencia científica y social y en ellas participan conferenciantes
invitados, tanto norteamericanos como europeos, centro y suramericanos y caribeños. El
éxito de la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico se debe en gran parte al compromiso
del Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina con la parte académica y
científica de las convenciones.
La mayoría de los dermatólogos son miembros de la Academia Americana de Derma-
tología y muchos de ellos asisten a las convenciones anuales. Un gran número de derma-
tólogos pertenece a otras sociedades profesionales, entre ellas el Colegio
Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), agrupaciones de dermatopatología,
cosmetología, cirugía cosmética, cirugía de Mohs, dermatología pediátrica y la Asocia-
ción de Profesores de Dermatología.

■ Comunicación
7. Comunicación

En los años 1977-1979, el Dr. César A. Quiñones publicaba una carta circular bajo el
título News from... que se distribuía entre los dermatólogos y otros especialistas intere-
sados en nuestro campo; en ella se discutían noticias, se intercambiaba información, se
comparaban costos de medicamentos, etc. Con los adelantos en tecnología el doctor Qui-
ñones estableció, en agosto de 2000, una página en Internet llamada notimed.com, que
concluyó en 2004 cuando la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico, bajo la dirección del
Dr. José Rabelo creó oficialmente nuestro portal en Internet: <sdpr.org>.

El evento más significativo en la corta vida de la Dermatología en Puerto Rico fue la


celebración del XVIII Congreso del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CI-
LAD) en agosto de 1995. Asistieron unos mil dermatólogos que pasaron unos días memo-
rables de intercambio científico y social, a la vez que conocieron Puerto Rico. Durante este
congreso del CILAD se celebró también la primera convención de la Sociedad Latino Ame-
ricana de Dermatopatología, asociación formada en Porto Alegre, Brasil, en 1994. ■

Enero, 2005
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN REPÚBLICA
DOMINICANA
ISLA DE SANTO DOMINGO: DONDE TODO COMENZÓ

MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

L a Isla de Santo Domingo es la cuna de la Dermatología en América. La tierra que


más amó Cristóbal Colón fue el lugar donde se realizaron los primeros asentamientos
europeos y por ende, allí se inició la historia de la Medicina y de la Dermatología pos-
colonial.

La Dermatología precolombina ■ La Dermatología precolombina


En el momento del Descubrimiento la isla estaba habitada por varias razas indígenas,
con predominio de los arahuacos (taínos) y siboneyes, quienes se encontraban en un pe-
ríodo de desarrollo correspondiente al neolítico temprano1. En las diferentes crónicas los
europeos describen a la población indígena como de aspecto saludable y rara hermosu-
ra, mencionando en especial la calidad y belleza de su piel y el lustre de sus cabelleras2.
La relación de los indígenas con la medicina era animista; no concebían a la enfermedad
como algo natural, sino sobrenatural, por lo cual la medicina era ejecutada con prácticas má-
gicas por el bohutí3, quien a su vez acudía e invocaba a los zemíes en búsqueda de ayuda.
Las patologías predominantes en la isla eran las características de los climas tropica-
les, junto con otras enfermedades de distribución universal. En su Historia General de
las Indias Fray Bartolomé de las Casas habla de enfermedades no conocidas por los co-
lonos españoles, quienes se infectaron al poco tiempo de llegar. Entre ellas menciona las
bubas, la úlcera fagedénica o rámpano o úlcera tropical2; el paludismo, causante de la
primera epidemia registrada en el Nuevo Mundo; la nigua, mal que aquejó grandemen-
te a los europeos en las plantaciones; las micosis tropicales, la gusarola, elefantiasis, an-
quilostomiasis, tuberculosis, fiebre amarilla y sífilis – aunque el origen de estas dos
últimas es muy discutido3.Eran comunes la desnutrición, el raquitismo, el asma, la fie-
bre tifoidea y la disentería, entre otras4. Los españoles a su vez trajeron la lepra, la vi-
ruela que diezmó a la población indígena, la gonorrea y las fiebres eruptivas.

385
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

La medicina indígena era empírica y de transmisión oral, tradicional y secreta. Al no


existir registros escritos de esta civilización, excepto los que redactaron los europeos, se
desconocen muchos datos.
En la isla existía una flora muy escasa, pero sus habitantes sabían aprovecharla. En
la ceremonia de la Cohoba (en la que empleaban el D. stramonium) el bohutí o hechice-
ro podía inducir en su paciente un estado de sopor. Otra práctica era la del sahumerio o
aspiración de tabaco, utilizada también ocasionalmente por los españoles por el efecto
de estupor que provocaba y que les permitía aliviar el dolor de las úlceras5, 6, 7, 8.
Entre las primeras patologías cutáneas que se registran, además de las bubas –dolo-
rosas lesiones ulcerativas–, se encuentran unas lesiones denominadas caracol, que de
acuerdo a las narraciones, bien pudieran corresponder a tiñas o dermatofitosis del cuer-
po5. Las bubas eran tratadas con una infusión de guayacán o palo santo; las piernas con
trastornos circulatorios eran sumergidas en una infusión de fruta de Jobo que las refres-
caba y brindaba tensión; las frutas del arbolillo del manzanillo eran usadas para los ata-
Figura 1. Catedral
Primada de
ques agudos de gota, como incluso llegó a experimentar el propio Colón7.
América y En las heridas se aplicaban yagrumo o yoruba en forma de cataplasmas o bien se chu-
Monumento a paban nódulos, excrecencias y humores; otras sustancias utilizadas eran la bija (ajiaco o
Cristóbal Colón, azafrán) aplicada en forma de ungüento oleoso, con el que se pintaban el cuerpo y que les
donde una vez servía a la vez como parte de la vestimenta y para ahuyentar los mosquitos; las hojas de
reposaron los guao, además de ser un poderoso veneno, también eran usadas como blanqueadoras del
restos del cutis de la cara y el bálsamo era empleado como hemostático de heridas y úlceras. Para
Almirante combatir el paludismo, no desconocían el uso de una planta con derivados de la quina que
Figura 2. Ruinas del todavía se emplea en ciertas regiones de las montañas de nuestra Cordillera Central8, 9.
Hospital San
Nicolás de Bari. Fue
el primer hospital
del Nuevo Mundo, ■ LaLaDermatología
Dermatología en laen la Colonia
Colonia
construido en 1509
La población indígena, debido a las plagas y a las vicisitudes de la
esclavitud, prontamente disminuyó su número; otro tanto, pero en
menor cuantía, aconteció con los españoles, atacados por males des-
conocidos para ellos, como la primera epidemia de paludismo de la
cual no se libró el Almirante Colón, que padeció tres ataques del
mal2, 3, 4.
En 1493 se construyó en el norte de la isla, en la actual provincia
de Puerto Plata, el asentamiento de La Isabela, dotado de las prime-
ras construcciones coloniales del Nuevo Mundo: fortaleza, iglesia, ca-
minos, cabildo y hospital. Este último era atendido por el Maestre
Juan, cirujano no médico. Allí inició sus labores el primer médico en-
viado y pagado por los Reyes Católicos, el doctor Diego Alvarez Chan-
ca10 quien, llegado en el segundo viaje de Colón, atendió la primera
epidemia de paludismo y diagnosticó también unas supuestas úlceras
del cacique Guacanagarix, correspondientes a lo que llamaríamos
una dermatosis facticia2, 4.
En 1495 se registra la primera epidemia de fiebre amarilla11; ya
desde 1494 las epidemias de viruela azotaban a la población indíge-
na, con lo cual para 1518 tan sólo quedaban quince mil indígenas en
la isla, según el historiador Ulloa Cisneros2.
En 1502 se funda la ciudad de Santo Domingo y con ella la prime-
ra catedral (figura 1) y el primer hospital, San Nicolás de Bari, que po-
seía una veintena de camas y una leprosería y se encontraba “apestado
de bubas”2, 3 (figura 2). Posteriormente, en 1511 se abre el hospital de
San Lázaro, primer leprocomio del Nuevo Mundo (figuras 3 y 4).

386
Historia de la Dermatología en República Dominicana

Figura 3.
Antiguo
Hospital San
Lázaro. Dibujo
de lo que fue el
primer
leprocomio en
América
Figura 4.
Antiguo
Hospital San
Lázaro. Actuales
condiciones de
la primera
En el año 1500 llega el primer cirujano, el Maestre Alonso; en 1533 se realiza la pri- leprosería del
mera autopsia del Nuevo Mundo en unas gemelas siamesas, practicada por el cirujano Nuevo Mundo
Juan Camacho, quien en su descripción hace especial énfasis en la piel4.
En 1519 se instala el primer Protomedicato en América, el cual regularía el ejercicio
de la medicina; en 1562 por la bula “Apostolatus Culmine” se crea la primera Universi-
dad del Nuevo Mundo, Santo Tomás de Aquino, hoy Universidad Autónoma de Santo Do-
mingo (UASD). En 1582 se inaugura el primer Asilo de Niños, el cual, según refiere el
doctor Pedro López, era frecuentemente atacado por epidemias de sarnas y salpullidos2.
Con el arribo de los esclavos oriundos de diferentes partes de África llegan nuevas en-
fermedades; así en la isla se encuentran en esta época, según los cronistas, filariasis, gu-
sarolas, viruela, lepra, disentería, fiebre amarilla, sarna, bubas, chancros, llagas y
úlceras varicosas.
En el siglo XVIII se describen enfermedades cutáneas como la filaria, pian, blenorra-
gia, viruelas negras, sarampión, gusarola, verola (pinta), niguas, úlceras y varios tipos
de chancros9, 11, 12.
Las bubas son una de las primeras patologías descritas en la isla. En 1730, Damier
Chevalier describe unas lesiones de piel que bien pudieran corresponder a la lepra, afir-
mando que “son consecuencia de la viruela (sífilis)”; en 1747 publica un tratado sobre
las afecciones de la isla, en el cual señala a la lepra como una patología común en la po-
blación negra y blanca, considerándola como una sífilis modificada2, 12.
Como la de los indígenas, la medicina de los esclavos negros era también animista y
empírica, basada en el uso de cataplasmas y zumos junto a ritos mágicos interpretados
por el bokor12.
En 1804 Emmanuel Chopitre –médico francés radicado en la parte francesa de la Hispa-
niola– hace una de las primeras descripciones de la lepra en América considerándola tam-
bién como una forma de sífilis. Este autor describió en París lo que hoy conocemos como
facies leonina, así como algunas secuelas de la enfermedad; también describió el pian o bu-
bas en tres formas clínicas –forma a pequeños pianes, pianes rojos y pianes grandes12, 13.
Otro médico francés, Charlevoix, definió la lepra como una patología no propia de es-
tas tierras sino proveniente de Europa, que era frecuente en las ciudades y rara en los
campos13.

La Dermatología en tiempos■
de La Dermatología
la República en tiempos de la República
Desde 1845 existía orden de encierro en el Hospital San Nicolás de Bari para los pa-
cientes de lepra. En 1881 se funda la primera Asociación Médica; en estos años los mé-
dicos aún eran clínicos generales o cirujanos; no se conoce una especialización, que sólo
empieza a visualizarse en 1852 después de la apertura de dos colegios de medicina, en
Santo Domingo y Santiago14.

387
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

■ LaElDermatología
siglo XX en el siglo XX
Hacia 1904 se quiso construir un lazareto en la pequeña isla Catalina, en el sureste
del país, pero ese proyecto se abandonó. Los trabajos se realizaron en Nigua, al suroes-
te de la ciudad y concluyeron en 191115. El director fue el doctor Fernando Arturo De-
filló, primer leprólogo en nuestro país, en los períodos 1912-1922, 1922-192616. El Dr.
José Antonio Miniño Bhäer dirigió el leprocomio en 192817; su último director fue el Dr.
Mario Fernández, ya que actualmente es un asilo de ancianos.
Desde 1912 la primera médica dominicana, Evangelina Rodríguez, graduada en
Francia, trabajó en gineco-obstetricia y urología y trató Enfermedades de Transmisión
Sexual (ETS), en prostitutas en su natal San Pedro de Macorís, haciendo las primeras
descripciones sistemáticas de estas patologías.
El Dr. Guillermo Herrera, brillante leprólogo, con estudios en Francia, pasó a ocupar
la dirección de la leprosería en Nigua a partir de 1942, permaneciendo allí hasta media-
dos de 1980. Fue el primero en usar las sulfonas en pacientes de lepra y publicó varios
artículos en República Dominicana y en el extranjero sobre “Lesiones liquenoides en le-
Figura 5. Dr. Felipe pra” y “Tratamiento de la lepra con sulfonas”18.
Pimentel Imbert.
Considerado el
Los primeros dermatólogos y la primera Sociedad de Dermatología
primer dermatólogo
dominicano, fue,
En la década del 40 hay que señalar en el país la existencia de los primeros derma-
además, el primer
micólogo y primer tólogos especializados, los cuales habían estudiado en tierras extranjeras: Víctor Manuel
presidente de la Soñé Uribe estudió en Bruselas y ejerció como dermatólogo y venereólogo; Manuel Feli-
Sociedad pe Pimentel Imbert (figura 5) hizo estudios de Dermatología y micología en Puerto Rico,
Dominicana de ejerciendo en las dos áreas; se dedicó a la enseñanza médica como micólogo y bacterió-
Dermatología en logo, y como dermatólogo trabajó en forma privada; también hay que mencionar a Héc-
1949 tor Purcell Peña y a Miguel Ortega19, 20.
Figura 6. Dr. El 8 de junio de 1949 se fundó la Sociedad Dominicana de Dermatología y Sifilogra-
Huberto Bogaert fía (SDDS); fue su primer presidente el Dr. Pimentel Imbert y vicepresidente, el Dr. Héc-
Díaz (2000),
tor Purcell Peña, venereólogo; otros integrantes fueron Juan Mella, Miguel Ortega, Víctor
mientras dirigía
Soñé Uribe, dermatólogos venereólogos, Guillermo Herrera, leprólogo, Julio Senior, Gui-
una de las sesiones
llermo de los Santos, médicos generales; José de Jesús Ravelo de la Fuente, médico la-
clínicas del IDCP
(Dirección IDCP- boratorista y como presidente honorífico, Fernando Defilló.
DHBD) Sin embargo, el régimen político imperante no permitió las actividades científicas del
gremio médico, por lo que la sociedad per-
maneció prácticamente inactiva hasta 1962.
En esa fecha se elige una nueva directiva y se
proclaman nuevos estatutos, con una comi-
sión integrada por Pimentel Imbert, Herrera,
Purcell, Soñé, junto a Miguel Contreras y Hu-
berto Bogaert Díaz (figura 6); Asistieron,
además, Rafael Rodríguez Castellanos, Félix
Benzo, Gilberto Baltasar Robiou, José Ruso,
Rafael Fernández Báez y Rafael Díaz.
Se estableció que la sociedad estaría com-
puesta por los especialistas en Dermatología,
Venereología y Leprología, tendría su revista,
celebraría congresos, simposios, cursos y todas las actividades científicas pertinentes;
sus miembros podrían disfrutar de viajes y becas de estudios. También se autorizó a mo-
dificar el nombre de la asociación por el que lleva actualmente, Sociedad Dominicana de
Dermatología (SDD)20, 21.

388
Historia de la Dermatología en República Dominicana

Figura 7.
El origen del Instituto Dermatológico Dominicano. Sus logros
Fundadores del
Instituto
En 1963, con el objeto de cooperar en todo el país en la lucha contra esta enferme-
Dermatológico
dad, se fundó el Patronato de Lucha Contra la Lepra, que daría lugar al futuro Instituto Dominicano (1966).
Dermatológico Dominicano. Durante el período 1963-1965 el Patronato realizó una in- De derecha a
tensa campaña informativa en todos los medios, con la colaboración activa de la SDD; en izquierda, Antonio
1964 obtuvo un solar destinado a la creación de un centro, cuya construcción se inició Coiscou, Eladio de
en 196522. los Santos, Huberto
El 3 de febrero de 1966 se abrieron Bogaert Díaz,
las puertas del Instituto Dermatológico Sócrates Parra,
Dominicano (IDD) (figura 7), entidad pri- Ernesto Benzo,
Mario Fernández
vada, con la asesoría del profesor Fer-
nando Latapí –del Centro Dermatológico
Pascua de México–, y de su asistente
Amado Saúl. El Instituto se inició en un
local muy pequeño en las afueras de la
ciudad con un reducido grupo de médi-
cos: Huberto Bogaert Díaz y Sócrates Pa-
rra, graduados en los Estados Unidos;
Ernesto Benzo y Colón Kuret, médicos
generales con conocimientos en Derma-
tología; Mario Fernández, Antonio Coiscou Weber y Eladio de los Santos (figuras 8 y 9),
dermatólogos, recién llegados del Centro Dermatológico Pascua23.
Figura 8. El Dr.
Antonio Coiscou
impartiendo
consulta (1967)
Figura 9. El doctor
Eladio de los
Santos dictando
clases a los
estudiantes de la
Universidad
Autónoma de
Santo Domingo en
el IDD

El creador de este proyecto, hoy eje central de la Dermatología en República Domini-


cana, fue el doctor Huberto Bogaert, quien luchó con tesón para crear y mantener el
Centro con vida. Antes de 1966 no existía un programa organizado de alcance nacional
para control de la lepra; apenas había tres consultorios en los hospitales, con seis espe-
cialistas en todo el país, cinco de ellos en Santo Domingo y uno en Santiago. En ese año
la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) reforzó el
programa de docencia, volviéndola eminentemente práctica e incluyendo la dermatolo-
gía en su programa de Medicina Interna. En esa fecha también se realizó un Simposio de
Sífilis y otro de Lepra para médicos generales23, 24.
En 1967 el IDD firmó un convenio con la UASD para la realización de cursos de pos-
grado en Dermatología y para mejorar la enseñanza en micología. Al siguiente año se
graduaron en el IDD los primeros dermatólogos que habían realizado el curso de un año:
Idalina Sánchez, Maritza Santiago y Rosa Francia Rojas.
En 1969 se inició el primer programa de adiestramiento para auxiliares médicos der-
mato-leprólogos, quienes fueron incorporados activamente al Programa de Control de
Lepra y contribuyeron grandemente en la lucha contra esta enfermedad; a la par han

389
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

detectado casos de otras patologías como micosis profundas, leishmaniasis, cáncer y


otras afecciones cutáneas de interés médico–social25.
Este programa se ha mantenido como uno de los modelos de salud más exitosos con
que cuenta la República Dominicana. Han contribuido a ello, junto a la dirección del IDD,
los Drs. Juan Antonio Bodden y Zino Castellazzi, proveniente de Venezuela, y las Dras.
Dennis Martínez –con una participación destacada durante varios años en la dirección
Figura 10. Grupo del programa– y Miriam Hilario.
de participantes al
En Santiago han marcado las pautas de la medicina cutánea los doctores Rafael Díaz
I Congreso de
y José Canaán, en tanto que en San Francisco de Macorís se destaca Román Brache.
Sífilis y Lepra que
tuvo lugar en el
IDD (1970) La Dermatología después de los 70

Los días 30 y 31 de agosto y 1° de septiembre de 1970 se realizó un


primer congreso nacional, que tuvo como temas centrales Lepra y Sífi-
lis. Hasta la fecha el Instituto Dermatológico y de Cirugía de la Piel
(IDCP) ha realizado nueve jornadas dermatológicas; la SDD lleva once,
que se alternan cada dos años26 (figura 10).
Las micosis superficiales y profundas fueron primeramente estudiadas
por Pimentel Imbert, quien ejerció de forma privada, y luego por Rafael
Coiscou y Rafael Isa y las bioanalistas Ana Cecilia Cruz y Bertina Gil en el
IDD, quienes controlaron miles de casos de micosis de todo tipo23, 27.
En el Instituto Dermatológico se han estudiado las grandes dermatosis
que afectan al pueblo dominicano, infecciones de la piel bacterianas y vi-
rales; tuberculosis cutánea, enfermedades ampollares crónicas, colageno-
sis y diferentes parasitosis. Entre estas últimas se han descubierto 40
casos de leishmaniasis en el período 1974-1998, todos de la variedad anér-
gica, causados por un parásito del grupo L mexicana; fueron estudiados en
profundidad por la Lic. Margarita Quiñones (figura 11), quien en 1978 in-
trodujo en el país las técnicas de inmunofluorescencia para el diagnóstico
de toxoplasmosis, sífilis y las colagenopatías28.
El IDD (hoy IDCP) (figura 12) cuenta con unidades dermatológicas en
San Pedro de Macorís, para la región este, Santiago para el Cibao o re-
gión central del país , Puerto Plata para la zona norte, San Cristóbal pa-
ra la región sur, Barahona para la región suroeste, La Romana e Higuey
Figura 11. Lic. en el Este29.
Margarita Rosado En 1975 se crean los servicios especializados en Cosmiatría, Criocirugía, Dermatolo-
de Quiñones, en el gía Pediátrica, Dermatosis Ocupacionales y Medicina Interna. Éste último se inició con el
antiguo laboratorio Dr. Alfredo Staffeld, luego el departamento se dividió en dos: Medicina Interna aplicada
del IDD, mientras a la Dermatología, dirigida hasta hoy por Juan Pablo Guzmán, y consulta de cardiología-
prepara una prueba nefrología, en la actualidad a cargo de Francisco Bonnet30.
para diagnóstico de
En 1984 el IDD abrió el Centro de Enfermedades de Transmisión Sexual (CETS), am-
leishmaniasis
pliando el campo del quehacer dermatológico, bajo la dirección de Claudio Vólquez; po-
co tiempo después empiezan a funcionar los departamentos ETS en las unidades de
Santiago y Puerto Plata. En el período 1984-1998 se estudian las principales ETS que
afectan al pueblo dominicano. En la actualidad, el centro lleva a cabo los estudios preli-
minares de la vacuna contra el VIH31.

■ Desarrollo
Desarrollo dede
las las subespecialidades
subespecialidades de la Dermatología
de la Dermatología

En 1992 se inició la residencia de Cirugía Dermatológica en el IDD de manera formal.


Los primeros cirujanos dermatólogos de nuestro país –Luisa González y Emma Guzmán–

390
Historia de la Dermatología en República Dominicana

realizaron su entrenamiento en el departamento de cirugía plástica


que existió en el instituto en el período 1972-1992. Ulteriormente se
entrenaron en México y San Salvador los doctores Antonio Giraldes,
Ana Cruz y Kirshe Fernández. Hoy el Instituto Dermatológico cuen-
ta con una residencia oficial de Cirugía Dermatológica de dos años
de duración, que ha adquirido un notable desarrollo32, 33.
El área cosmética se desarrolló en los años 70, cuando jóvenes
especialistas viajaron a la Argentina para entrenarse con Alejandro
Cordero; entre ellos, Ana Josefa Marte, Margarita Cotes, Doraida
Jones. Esto permitió abrir un departamento de la subespecialidad
en el IDD, siendo una de las áreas favoritas de especialización pa-
ra los dermatólogos.
El campo de la criocirugía se inicia en el IDD en los años 70 con Figura 12. Vista
Rosa Francia Rojas, quien ejerce de forma privada e institucional. En el IDD este depar- frontal del Instituto
tamento es dirigido desde 1986 por Silvia Marte, pediatra, cirujana dermatóloga y espe- Dermatológico y
cialista en criocirugía. En el ámbito privado también se ha destacado el trabajo de Cirugía de Piel Dr.
Edgardo Jorge Job, quien se entrenó en Japón32, 34. Huberto Bogaert
La flebología deja de ser exclusiva de los cirujanos. Eida Espaillat, seguida por Car- Díaz, el centro de
men Yris Taveras, crea las bases de la Flebología dermatológica, junto a Chantal Utten- atención más
dale de Bélgica y luego con Daniela Guerrero, Cesarina Liviano y Víctor Pou. importante de
República
La estomatología ha estado a cargo del Dr. Adolfo Arthur Nouel, odontólogo y estoma-
Dominicana
tólogo, quien se entrenó en la Argentina con el Prof. Grinspan e inició junto con el Dr.
Fernando Jacobo Armach el Departamento de Estomatología en el IDD.
Inicialmente las biopsias de piel eran interpretadas por patólogos generales, a tal
punto que en 1965 la SDD integró a tres de ellos Rafael Alfau Cambiaso, Alcides Her-
nández Guante y Michelle Khoury Este último estudió en Francia con el Prof. Civatte y
fue el primer dermatopatólogo del IDD, siendo sucedido por Nilda Fernández y Antonio
Torres, quienes se desempeñan en el ámbito privado. Actualmente este departamento es
dirigido por Fernanda Nanita Estévez, quien se entrenó en la Argentina con el Prof. Abula-
fia y trabaja en colaboración estrecha con la dermatopatóloga Raysa Acosta y la patóloga
general, Nerys Ramírez. Hoy en día existen seis dermatopatólogos en el país.
La Dermatología ocupacional tiene sus orígenes en los años 80, cuando Idalina Sánchez
se entrena con el profesor español Conde Zalazar (1983) y crea el departamento en el IDD;
la sucede en el cargo Elfida Sánchez, quien también se entrenó con Conde en 1992.

Otras instituciones

En enero de 1988 se crea una segunda institución de medicina cutánea, la Clínica


Dermatológica Herrera, fundada por Idalina Sánchez, Eida Espaillat, Rosa Francia Ro-
jas y Mariselda Fernández. Hoy el centro posee un amplio local y departamentos como
Dermatología ocupacional, cosmiatría, cirugía menor, criocirugía, laboratorio y farmacia
y, al igual que el IDCP, está dedicado a prestar servicios a una población de recursos li-
mitados34, 35, 36.
En la actualidad existen otras clínicas dermatológicas privadas, mayormente orienta-
das a la cosmética.

Publicaciones ■ Publicaciones
PRIMERA PUBLICACIÓN DE DERMATOLOGÍA
En 1967 el IDD lanzó la primera publicación dermatológica, la Revista Dominicana
de Dermatología, RDD, órgano oficial del IDD, vigente en la actualidad; tiene una tirada

391
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

semestral y recibe aportaciones de los médicos residentes, especialistas nacionales y del


extranjero.

OTRAS PUBLICACIONES
En 1978 fue editado el primer texto de medicina cutánea dominicana, con el doctor
Bogaert como editor; es el libro oficial de la enseñanza de Dermatología en las principa-
les universidades del país. Esta publicación se mantiene vigente con tiradas cada dos
años y posee ya ocho ediciones. Mas adelante, en 1992, el doctor Bogaert junto a Caste-
llazzi publicó un Manual de Lepra.
En 1993 se crea la segunda publicación dermatológica del IDD, la Carta Dermatológica
Clínico-Quirúrgica, un documento de aparición cuatrimestral dirigido básicamente al médi-
co general y distribuido en forma gratuita en los principales centros asistenciales del país.
En 1994 ve la luz el boletín oficial de la SDD, Perlas Dermatológicas, bajo la dirección
de Nilda Fernández, con una aparición trimestral. De este modo, actualmente la Repú-
blica Dominicana cuenta con tres publicaciones de medicina cutánea35.

■ LaLaenseñanza
enseñanza de de la Dermatología
la Dermatología

La residencia en Dermatología, iniciada en 1967 con un año de duración, se amplió a


dos años en 1974 y más adelante a tres, al incluir un año previo de Medicina Interna a
realizarse en un hospital universitario; en 1987 se amplió a cuatro años.
Durante este tiempo el IDD preparó a numerosos especialistas en Dermatología; otros
llegaron formados en diferentes países, como Brasil, España, Estados Unidos y México,
para incorporarse al trabajo dermatológico en la ciudad de Santo Domingo y otras ciu-
dades del interior.
En la actualidad existen alrededor de 150 dermatólogos acreditados en el país, entre
ellos, más de cien egresados del IDCP; esta residencia ha alcanzado renombre interna-
cional, a tal punto que acuden muchos extranjeros de países como Guatemala, España,
El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, México, Colombia, Chile, Irán, Estados Uni-
dos, Puerto Rico, entre otros.
La residencia del IDCP también mantiene intercambios con diferentes universidades de
los Estados Unidos, como la de Iowa University Hospital, New York Hospital, Washington
University, STD Training Center of Washington, University of Miami, Hospital Cleveland,
Hospital Jackson Memorial, además del Hospital Dr. Gea González y el Instituto de Derma-
tología Dr. Barba Rubio de México36, 37.
Parte del personal médico de la marina estadounidense visita periódicamente el IDCP,
donde reciben entrenamiento en enfermedades tropicales e ITS.

Programas

Programa de Lucha Contra la Lepra


En el año de 1972 el IDD comienza a recibir del gobierno una modesta subvención
económica a partir de un acuerdo firmado con la Secretaría de Estado de Salud Pública
y Asistencia Social. Mediante este acuerdo la Secretaría delegó sobre el IDD la facultad
de programar, dirigir y ejecutar el Programa de Control de Lepra, con el asesoramiento
del doctor O. Hasselblad de la Asociación Americana de Lucha contra la Lepra; el pro-
grama se inició en 1973 y en la actualidad recibe ayuda de diferentes instituciones inter-
nacionales, como la Lucha Contra la Lepra de Canadá y la Real Orden de Malta. Su
desarrollo ha permitido erradicar la lepra como problema de salud pública antes de la
fecha prevista (1999); actualmente la tasa de prevalencia se mantiene en 0.4 por 10 mil
habitantes, por lo que es considerado uno de los programas modelo de América Latina.

392
Historia de la Dermatología en República Dominicana

Proyecto de intervención de micosis subcutáneas


Iniciado por Cosicou en la década del 70 y formalizado por Rafael Isa a finales de
los 80, cristaliza en el año 2000, gracias al Gobierno Español, a través de la Fundación
Humanismo y Democracia que permite la atención especializada, intervención y admi-
nistración gratuita de medicamentos a pacientes con micosis subcutáneas discapaci-
tantes como cromoblastomicosis, micetoma, esporotricosis, rinoconidiobolomicosis,
feohifomicosis, botriomicosis; este último programa tiene como Investigador Principal
a la Dra. Martha Miniño, bajo la Dirección General del Dr. Isa38, 39.

Atención Primaria en Dermatología


Este programa, parte fundamental del IDCP, del Programa de Lucha contra la Lepra y
del Proyecto para el Control de las Micosis Subcutáneas, fue concebido y desarrollado a
principios de los años 70 por el doctor Bogaert. El programa brinda atención médica en
el lugar de residencia –zonas urbano marginales y rurales–, a los aquejados de dolencias
cutáneas de fácil abordaje y sin complicaciones, refiriendo las de mayor envergadura a
un segundo o tercer nivel de atención. Permite realizar exámenes poblacionales periódi-
cos en el ámbito nacional, rastreo de determinadas enfermedades y entrega gratuita de
medicamentos elaborados por el IDCP, así como un seguimiento de esos casos y educa-
ción comunitaria38, 40). Está básicamente a cargo del personal no médico –los auxiliares
médicos en lepra–, junto a médicos especialistas y médicos residentes en formación.

Otros programas
El IDCP-DHBD (Dr. Huberto Bogaert Díaz) ha desarrollado otros programas como el
de control, prevención y tratamiento de filariasis y miasis cutánea, vacuna contra VIH,
Programa de Intervención en ITS para la prevención del VIH, Programa de Género y Sa-
lud, financiados y dirigidos por diversas instituciones extranjeras.

Productos dermatológicos elaborados en República Dominicana

Inicialmente los dermatólogos dependían de los productos extranjeros, pero al nacer


el IDD se creó también un laboratorio de medicamentos de fórmulas magistrales, que son
la base de los medicamentos empleados en el programa de Atención Primaria en Derma-
tología; se venden a módicos precios a los pacientes que acuden a las consultas de cual-
quiera de las unidades del IDCP y son distribuidos de forma gratuita en los trabajos de
campo. Más adelante, con el advenimiento de la cosmiatría, a inicios de los 80 se incor-
poran formulaciones y preparados cosmiátricos y cosméticos. Actualmente el laborato-
rio de Producción del IDCP posee numerosas fórmulas que incluyen mascarillas,
peelings, material de cabina, antibióticos, productos cosmecéuticos y todo un arsenal en
este campo41, 42.
En la década del 80 la doctora Ana Josefa Díaz y su esposo, Ramón Marte, ingeniero
químico, abrieron su laboratorio ANACEL, que fue uno de los primeros en fabricar pro-
ductos de índole cosmética en nuestro país. Existen otros laboratorios como el que po-
see el Centro Dermatológico Herrera, que también elabora fórmulas magistrales y
cosmecéuticos.

Finalizando el siglo XX y ■ Finalizando


entrando el
al siglo XXI siglo XX y entrando al siglo XXI
El IDD, como ya se señaló, cambió su nombre en 1995 por el de Instituto Dermatoló-
gico y Cirugía de Piel (IDCP); en 2002, tras el fallecimiento del doctor Bogaert, tomó el
nombre de IDCP- Doctor Huberto Bogaert Díaz, IDCP-DHBD43.
La Dermatología está cada vez más centrada en los aspectos cosméticos y quirúrgicos,

393
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

por lo que la residencia de esta especialidad se ha convertido en una de las más solici-
tadas y surgen nuevas subespecialidades dentro del área, como implante capilar, laser-
terapia, etcétera.

■ Dermatología y arte
Dermatología y arte

Hasta el momento, sólo dos dermatólogos se han destacado dentro de las artes plás-
ticas: Thimo Pimentel, hijo de Pimentel Imbert, es pintor, escultor y grabador y sus obras
han sido expuestas en diversos puntos de Latinoamérica. Luisa González de Bogaert tam-
bién es pintora y escultora, actividades que comparte con la escritura de cuentos y en-
sayos. Por su parte, Martha Miniño es escritora y periodista, además de crítica de arte.

■ Dermatología y magia
Dermatología y magia

El vudú está muy arraigado en la cultura dominicana, y en sus rituales los brujos o
bocós preparan diversas infusiones y baños para los maleficios o enviaciones, emplean-
do pócimas y fórmulas transmitidas por tradición oral desde los tiempos de los predece-
sores negros44. Sin embargo, el pueblo en su mayoría prefiere acudir al médico en
cuanto a las afecciones de piel se refiere. ■

Septiembre, 2005

Anexo

Hospitales y Enfermerías de Santo Domingo

Lugar Nombre Año

Fuerte La Navidad Enfermería 1492


La Isabela La Isabela 1493*
Fuerte Magdalena Enfermería 1494
Asunción La Vega Asunción 1495
Región del Cibao La Buenaventura 1496
Santo Domingo San Nicolás de Bari 1502-9**
Santo Domingo San Andrés 1503-11**
Santo Domingo San Lázaro 1512-18**
Santo Domingo Hospital Los Indios 1511***
Asunción de la Vega San Sebastián 1562

* Poseía su propia botica.


** Inicio y finalización de obras.
*** Iniciado, nunca realizado.

Fuente: F. Moscoso Puello, Apuntes para la historia de la Medicina de la Isla de Santo Domingo, Vol. I, Universidad Central del Este, 1982.

■ Referencias España: UCMM; 1976:20-


25,33,34.
3. Moscoso Puello F. Apuntes
para la historia de la
bibliográficas 2. Casas B de las (Fray). Historia Medicina de la isla de Santo
General de las Indias. Santo Domingo. Universidad
1. Moya-Pons F. Historia colonial Domingo: Librería Central del Este. 1982;I:
de Santo Domingo. 2ª ed. Dominicana; 1976:321-322. 33,34,111,302,327,417.

394
Historia de la Dermatología en República Dominicana

4. Fernández de Oviedo G. 18. Bogaert H, Castellazzi Z. promoción de dermato-


Historia general y natural de Manual de Lepra. Santo venerólogos del Instituto
las Indias. Madrid; 1851:195- Domingo: Ediciones Amigo Dermatológico Dominicano, 5
197. del Hogar; 1993:60-62. de octubre de 1993. Santo
5. Colón F. Historia del Almirante 19. Fernández N, Mendizábal M. Domingo. Rev Dom Dermatol.
Don Cristóbal Colón. Madrid; Semblanza del doctor 1993;20(1-2):5-6.
1892:288. Manuel F. Pimentel Imbert. 31. Bogaert H. Palabras
6. Coll y Toste C. La Medicina Perlas Dermat. 1994;1(1):1-2. pronunciadas por el Dr.
entre los indo-antillanos. 20. Soñé V. Historia de la Huberto Bogaert en el acto
Boletín Histórico de Puerto Asociación de Dermatología inaugural del 8º Congreso
Rico; 1915:11-20. de la República Dominicana. Latinoamericano de ETS. Rev
Rev Dom Dermatol. Dom Dermatol. 1992;19(2):5-
7. Larrazábal Blanco C. Medicina 6.
y Ciencias Naturales de la 1967;4(1):62-66.
Isla Española a través de los 21. Fernández N. Notas 32. Larrache R. Revisión histórica
historiadores clásicos de las Históricas de la Sociedad de la labor realizada por el
Indias. Santo Domingo. Dominicana Dermatológica. Departamento de Cirugía
Tribuna Médica. 1923, 1924 Perlas Dermat. 1996;3(3):3. Dermatológica del Instituto
y 1927. Dermatológico y Cirugía de
22. Bogaert H. El Patronato de Piel, ag 1988-dic 1996. Tesis
8. Larrazábal Blanco C. Lucha Contra la Lepra de IDCP-UASD; 1997:25-28.
Farmacopea India. Santo República Dominicana. Rev
Domingo. Tribuna Médica. Dom Dermatol. 1970;4(1):62- 33. González L. Historia de la
1923;58 66. cirugía dermatológica. Rev
Dom Dermatol.
9. Moscoso Puello F. Apuntes 23. Bogaert H. Diez años del 1999;26(1):25-26.
para la historia de la Instituto Dermatológico. Rev
Medicina de la isla de Santo Dom Dermatol. 1982;16(1- 34. Miniño M, Isa R. Historia de
Domingo. Santo Domingo: 2):49-55. la Dermatología en República
Librería Dominicana. Dominicana. Rev Dom
24. Bogaert H. Enseñanza de la Dermatol. 1999;26(2):7-11.
1977;II:29-48, 141-169. Dermatología en República
10. Joubert J. Primeros médicos Dominicana. Cursos de 35. Fernández N. Editorial. Perlas
dominicanos. Periódico HOY. posgrados. Rev Dom Dermat. 1994;1(1):1.
11 oct 1998;1(A):25. Dermatol. 1982;16(1-2):61- 36. Bogaert H. La Dermatología
11. Legère M. Les grandes 65. en el nuevo milenio
endemies tropicales. París; 25. Bogaert H. Inauguran curso [conferencia magistral]. 11º
1934:74-77. de adiestramiento de Congreso de Dermatología,
auxiliares en dermato- Sociedad Dominicana de
12. Larrazábal Blanco C. Ciencia Dermatología, jun 2001. Rev
indohaitiana. Santo Domingo. leprología. Rev Dom
Dermatol. 1970;4(1):1-4. Dom Dermatol.
Tribuna Médica. 1926;II(2-3). 2002;29(1):45-49.
13. Chopitre E. Aperçu sur le 26. Primer Congreso de Lepra y
Sífilis. Invitación. Rev Dom 37. Miniño M. La residencia de
Piano et les Maladies dont il Dermatología del IDCP. Rev
est suivi [Thesis Nº 385]. Dermatol. 1970;4(1):68.
Dom Dermatol. 2000;27(2):7-
Archivos de la Nación. 27. Coiscou A. Panorama de la 10.
República Dominicana. París; Micología Médica en la
1804. República Dominicana. Rev 38. Isa R, Miniño M, Canario S.
Dom Dermatol. Proyecto de intervención de
14. Moscoso Puello F. Apuntes micosis subcutáneas
para la historia de la 1974;8(2):104-117.
[conferencia]. 12º Congreso
Medicina de la isla de Santo 28. Miniño M. Principales de Dermatología. Sociedad
Domingo. Santo Domingo: pruebas para las Dominicana de Dermatología;
Librería Dominicana. conectivopatías. Rev Dom sept 2003.
1977;III:383-392. Dermatol. 2003;31(1):5.
39. Isa R. Panorama de las
15. Ortega M. Algunos apuntes 29. Bogaert H, Simonó F. micosis subcutáneas en la
sobre la evolución de la Instituto Dermatológico y República Dominicana
Salud Pública en la República Cirugía de Piel, Unidad [conferencia]. Academia
Dominicana. Rev Dom Cibao: Antecedentes y Dominicana de Medicina;
Dermatol. 1970;4(1):60-77. diferentes programas de febr 2004.
16. Brache R. Dr. Fernando Arturo salud. Rev Dom Dermatol.
1999;26(1):7-12. 40. Bogaert H. Atención primaria
Defilló. Biografía del primer en Dermatología [conferencia
leprólogo dominicano. Perlas 30. Bogaert H. Palabras magistral]. 21º Congreso
Dermat. 1996;3(4):3. pronunciadas por el Dr. Centroamericano de
17. Miniño F. [Entrevista]. 1998. Huberto Bogaert en el acto Dermatología. San José
de graduación de la 23ª

395
MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA

(Costa Rica): Sociedad 42. Departamento Producción artísticos del Maestro. Serie
Centroamericana de IDCP. Formulaciones Instituto Arte y Sociedad.
Dermatología; 1998. Dermatológico y Cirugía de Publicaciones de la
41. Miniño M, Hernández P. Piel; 2003:1. Universidad Autónoma de
Exfoliación química 43. Actividades IDCP. Rev Dom Santo Domingo.
(peelings). Dermatol Cosm Dermatol. 2002;29(1):67. 1999;(38):13-22.
Med Quir. 2003;1(4):237- 44. Miniño M. ¿Es el vudú una
240. religión? Documentos
LOS INDÍGENAS
DEL URUGUAY Y SU
RELACIÓN CON LA
DERMATOLOGÍA
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

Introducción ■ Introducción
El Uruguay y el Plata
vivían su salvaje primavera...

...Es la raza charrúa


de la que el nombre apenas
han guardado las ondas y los bosques
para que evoque el alma de un poema

nombre que aún reproduce


la tempestad lejana, que se acerca
formando los fanales del relámpago
con las pesadas nubes cenicientas.

Es la raza indomable
que alentó en esta tierra,
patria de los amores y las glorias,
que al Uruguay y al Plata se recuesta;

la Patria, cuyo nombre


es canción en el arpa del poeta,
grito en el corazón, luz en la aurora,
fuego en la mente y en el cielo estrella...

...Cayó la flor al río.


Los temblorosos círculos concéntricos
balancearon los verdes camalotes
y en el silencio del juncal murieron...

(J. Zorrilla de San Martín, Tabaré1)

Así como esos círculos concéntricos que mueren en los brazos del juncal, se pretendió ani-
quilar a una raza; la conquista fue exitosa y la colonización total: política, cultural y religiosa.

397
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

Compartimos el concepto que nos trasmite INDIA (Integración Nacional de los Descendientes
de Indígenas Americanos): “Arrancaron nuestras hojas, quitaron nuestras ramas, cortaron
nuestro tronco, pero no pudieron tocar nuestra raíz y desde allí retoña nuestra fuerza”.
Una vez realizado el Descubrimiento, fue necesario para los españoles dilucidar si los
indios eran seres humanos, con el propósito de evangelizarlos. En 1537 el Papa Paulo III
reconoció en una Bula su condición humana2.
En toda América los indígenas sufrieron la codicia de los conquistadores, que comen-
zó con Colón y su desenfrenado deseo de obtener oro: “El oro es excelentísimo; del oro
se hace tesoro, y con él, quien lo tiene hace cuanto quiere el mundo, y llega a que echa
las ánimas al Paraíso”3.
En 1495 Colón dirigió en persona una campaña militar contra los indígenas de Domi-
nicana; 500 de ellos fueron llevados como esclavos a España, pero debido a las protes-
tas de los teólogos la esclavitud fue prohibida. Mejor dicho, como dice Eduardo Galeano,
fue “bendecida”, dado que la práctica habitual luego de cada sometimiento era leer an-
te escribano público un extenso y retórico requerimiento que exhortaba a los indígenas
a convertirse a la “santa fe” y si no lo hacían eran esclavizados4.
Américo Vespucio, a quien le debemos el nombre América por sus trabajos cartográ-
ficos, registra con frialdad las crueldades cometidas con los indios antillanos. Como an-
tes hiciera Colón, manifiesta que los indígenas eran “tímidos y tontos y podían hacer con
ellos lo que quisieran”5.
Según el análisis de Galeano, las civilizaciones que llegaban a estas tierras vivían la
explosión creadora del Renacimiento. América aparece como una invención más, incor-
porada –junto con la pólvora, la imprenta, el papel y la brújula– al bullente surgimiento
de la Edad Moderna, con un gran desnivel en el desarrollo de ambos mundos, lo que ex-
plica en gran medida la facilidad con que sucumbieron las civilizaciones nativas4.
Desde el nacimiento mismo de nuestra Nación (1830) la Historia Oficial se encargó de
aclarar que “Uruguay era un país sin indios”, lo cual alentaba una fuerte presencia in-
migrante, cuya última gran oleada de europeos llegó en los años 20 del siglo pasado, en
busca de paz y bienestar6, 7.
El Estado Oriental de 1830 fue un proyecto liberal y por ello inicialmente antiartiguis-
ta, contrario al concepto de Patria Grande Federal y de integración americana que ha-
bía proclamado nuestro Prócer José Gervasio Artigas Pasqual.
Artigas luchó por los derechos de los indios con los cuales convivió durante muchos
años; ellos fueron sus compañeros en la lucha armada por la independencia, componían
su guardia personal y serían sus fieles amigos hasta los últimos días de su vida en el exi-
lio del Paraguay.
El Estado naciente trató de demostrar que los charrúas eran escasos en número; ade-
más se los calumniaba permanentemente calificándolos de brutos e incorregibles. “Eran
tiempos de preconceptos sutilmente racistas, con tantos prejuicios inculcados que Zorri-
lla de San Martín, el brillante autor de la Leyenda Patria, tuvo que crear un personaje
mestizo para poner sentimientos humanos en el personaje de Tabaré. Personalmente só-
lo rescato la belleza de su poesía; discrepo con el argumento” afirma Abella6.
Barran sostiene que fueron las clases dominantes del país quienes crearon el mito del
Uruguay europeo y blanco. El estuario del Plata tuvo una colonización tardía, ya que no
había tesoros y en el Río de la Plata no se encontró la entrada hacia las “tierras de los
metales”. Se poblaron estas regiones debido a tres motivos fundamentales: la calidad de
sus praderas, el puerto natural de Montevideo y su condición de territorio fronterizo en-
tre España y Portugal.
La persecución y etnocidio de los charrúas comenzaría mucho antes de 1830, concre-
tamente a partir de 1610 con las hostilidades de los bandeirantes. De allí en más la ca-
rencia de refugios selváticos profundos condicionó la forma de vida de los aborígenes,
llevándoles a ser aún más nómades6.

398
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

Cuenta la leyenda indígena que la primera muchacha charrúa que murió defendien-
do su pueblo de los bandeiras fue enterrada en la ladera de un cerro, y que su compa-
ñero se mantuvo muchos días junto a su tumba hasta que, en un combate posterior,
también recibió la muerte y fue enterrado junto a su amada. Al tiempo, el cuerpo de la
muchacha brotó de la tierra convertido en un ceibo de flores rojas; sobre sus ramas se
posaba un pájaro de plumaje rojo, vigilando el horizonte: era el corazón de su compañe-
ro. El churrinche libertario recuerda al pueblo charrúa que no debe aceptar jamás la es-
clavitud y la flor del ceibo rojo constituye hoy nuestra flor nacional8.
Los bandeirantes fueron grupos armados creados en San Pablo como una empresa al-
tamente organizada que reclutaba indios para venderlos en las plantaciones de azúcar
y en las haciendas de la región. San Pablo había sido fundado en 1543 al margen mismo
de la línea demarcatoria del Tratado de Tordesillas, firmado entre España y Portugal pa-
ra delimitar la expansión territorial portuguesa en América9.
Las matanzas y persecuciones contra los charrúas continuaron durante más de dos
siglos. En la Batalla del Yí (1703) las fuerzas aliadas de tapes y españoles mataron a 300
charrúas. En 1751, el Gobernador Joaquín de Viana dio orden de “pasarlos a cuchillo”.
En 1797 se crea el Cuerpo de Blandengues con el propósito de “llevar una guerra sin
cuartel para los infieles”; y podrían enumerarse muchos otros episodios más10.
El 18 de abril de 1831 el General Rivera, primer Presidente de la República, mató sal-
vajemente en una emboscada en el arroyo Salsipuedes a los integrantes de las últimas
tribus charrúas. Aquellos mismos que habían sido sus fieles soldados fueron reunidos en
ese paraje, so pretexto de promover un Tratado de Paz que terminó en una traición.
En un documento dirigido al General Laguna, a quien se encomendara reunir a los
charrúas, le escribe el Presidente Rivera: “Infunda la mayor confianza a aquellos y ase-
gúreles la buena disposición y amistad del Presidente hacia ellos...” El motivo invocado
por el Gobierno era que los charrúas ocupaban tierras que estaban adjudicadas (cuando
ellos las habitaban desde hacía 3.500 años), y que Rivera quería “pacificar la campaña”.
El grupo armado de Salsipuedes estaba conformado por guaraníes provenientes del
Paraguay, batallones de argentinos y brasileños dirigidos por hacendados y el Ejército
Nacional al mando del Presidente Rivera y su sobrino Bernabé Rivera. Éste último, tiem-
po después, fue ejecutado por un grupo de charrúas al mando del Cacique Sepé, quien
había prometido vengarse del “traidor don Frutos Rivera”11, 12, 13.
Cuando nos referimos al etnocidio practicado con los charrúas, no debemos olvidar
que fue largamente discutido y planificado: antes de decidir la “Operación Salsipuedes”
se había pensado enviarlos a la Patagonia o expulsarlos hacia el Brasil.
En 1831 José Ellauri, Ministro de Guerra, firmaba un decreto que permitía embarcar
a los charrúas “sin permitirles bajar a puerto”. El charrúa Ramón Mataojo, enviado a
Francia, figura como internado en el hospital de Toulon del 22 al 29 de abril de 1832, y
murió en el barco de regreso el 21 de septiembre11.
En los mismos años eran desterrados hacia las Islas Malvinas varios charrúas, quie-
nes, al mando del entrerriano Antonio Rivero, atacaron el 26 de agosto de 1833 el esta-
blecimiento de Luis Vernet, en Puerto Soledad. Algunos fueron apresados y deportados
a Valparaíso; otros murieron en combate.
Yacen en Malvinas charrúas que pelearon defendiendo la soberanía argentina y ame-
ricana de las islas en 1833. En 1982 cuando las ocupan tropas argentinas, denominan al
lugar Capitán Rivero en recuerdo de las acciones de este indígena entrerriano; luego lo
designan como Puerto Argentino y hoy se llama nuevamente Port Stanley11, 13).
El 25 de febrero de 1833 fueron llevados a Francia cuatro sobrevivientes de Salsipue-
des: Vaimaca Pirú y Tacuabé –quienes habían luchado por la independencia con Artigas
y Rivera–, Guyunusa y Senaqué, médico-chamán.
La Historia Oficial nos dijo que eran los cuatro últimos charrúas, pero no fue así: lue-
go de la matanza, niños y mujeres fueron distribuidos entre las familias montevideanas,

399
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

muchos hombres huyeron y muchos otros se refugiaron en lugares donde no los pudie-
ron hallar, inclusive del otro lado de la frontera.
El empresario François de Curel los llevó a Francia con el propósito de presentarlos
ante el Rey y las Sociedades Científicas. Fueron mostrados en público, en una inhumana
exhibición circense; entre las personas famosas que acudieron a presenciar el espectá-
culo se encontraba Chopin.
A los pocos meses murió Senaqué, luego Vaimaca y después falleció Guyunusa de tu-
berculosis. Pero antes de morir dio a luz un hijo de Tacuabé, quien huyó con el niño y se
perdió en Francia sin dejar rastro. Nada más se supo de ellos11, 12, 13, 14, 15.
No sucede en nuestro territorio lo que acontece en el resto de América, donde hoy
existen comunidades indígenas. Desde hace ya más de cien años en Uruguay no hay in-
dios autóctonos, pero sí están sus descendientes, que en la actualidad se agrupan en di-
versas instituciones con variados objetivos. Desde hace casi 20 años investigan sobre sus
antepasados, realizan conferencias y eventos culturales, recuperan símbolos y palabras
guardadas durante mucho tiempo, para incluso cantarlas. Hasta 1991 los primeros cen-
sos relevaban 120 familias (360 individuos) descendientes. Datos más recientes recogen
cifras de hasta medio millón de individuos16.
Los estudios de Antropología Biológica comenzados en 1985 por los Drs. Mañé Gar-
zón y Nora Sans continúan hoy en distintos puntos del territorio. Las investigaciones rea-
lizadas por la Dra. Sans en el Departamento de Tacuarembó muestran que más de un
20% de los genes de la población tiene origen indígena. Un 59% de esa población des-
ciende por vía materna de indígenas, lo que demuestra que en Uruguay como en Améri-
ca Latina se dio la unión de mujeres nativas con europeos. Las cifras se repiten aunque
en forma algo menor en otros puntos del territorio11. Estos estudios certifican que se
conserva una importante cuota de sangre americana en nuestros pobladores: los inte-
grantes de esta Nación no somos, por tanto, sólo inmigrantes europeos o descendientes
de esos inmigrantes17.

■ Los viajes alalParanaguazú


Los viajes Paranáguazú (Río(Río
de la de la Plata)
Plata)

Todos los registros escritos sobre el Uruguay indígena provienen de la época de la


conquista y los siglos posteriores a ella. Al no conocerse la escritura en los pueblos abo-
rígenes, para su estudio fue necesario recurrir a las crónicas de los visitantes y a las in-
vestigaciones arqueológicas, antropológicas y filológicas. Muchas veces los relatos
pertenecen a personas poco informadas, con intereses ajenos a la etnografía, pero, aún
así, resultan muy valiosos.
Paranaguazú (‘río ancho como mar’) llamaban los indígenas al Río de la Plata; este
nombre obedece a una interpretación errónea, dado que se pensaba que los nuestros
eran territorios ricos en metales; pero la denominación se perpetuó en el tiempo.
Antes de ser la temida “tumba de los navegantes”, como lo demuestran los múltiples
naufragios causados por los temibles vientos pamperos y por los bancos de arena de su
lecho, el Río de la Plata fue el sepulcro de las ilusiones. Por su amplia escotadura resul-
tó imposible llegar a las entrañas argentíferas de América, donde se hallaba la legenda-
ria Sierra de la Plata, actualmente Potosí18.
En 1502 Américo Vespucio llegó al Paranaguazú y lo denominó Río Jordán19. En
1516 la expedición de Juan Díaz de Solís inició una serie de navegaciones que España y
Portugal emprenden en celosa competencia para buscar el paso al Pacífico y descubrir
los pasajes a las tierras de tesoros. Antes de Solís habían llegado otros marinos; así lo
demuestran el nombre de la Isla de Flores, sobre el Río de la Plata, y el mapa de 1515,
realizado por el cartógrafo Schöner, donde aparece un estrecho que teóricamente comu-
nicaba los mares del sur20.

400
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

Solís denominó Mar Dulce al Río de la Plata, donde recibiría la muerte de manos de los
indígenas que habitaban las costas de la actual Colonia, y que luego se lo comieron. Estos
indios no eran charrúas, sino guaraníes que practicaban la antropofagia sólo como una
práctica ritual, ya que la fuente de proteínas en estos territorios era muy abundante, co-
mo lo señalan los relatos de los viajeros al describir la fauna y flora de la región. La antro-
pofagia ritual era practicada por los grupos amazónicos pero no por los patagónicos20, 21.
A partir de la llegada de Solís poseemos crónicas que relatan el modo de vida y cos-
tumbres de los charrúas; aquí citaremos las más importantes.
En 1520 Fernando de Magallanes navega el Río de Solís, nombre que se le da en ho-
nor al marino muerto. A partir de este viaje está registrado el nombre de Monte Vidi que
posteriormente –según una de las teorías sobre el nombre de la ciudad– designaría a
nuestra capital, Montevideo, aludiendo al cerro que se encuentra en la bahía. (En 1502
Vespucio lo había denominado Pinnaculum Detentio, es decir, de la detención o de la ten-
tación, según se traduzca). Magallanes navega por el Río Uruguay, donde los indígenas
lo aprovisionan de víveres. Al no encontrar la ruta de los tesoros, sigue hasta el sur y por
el estrecho que hoy lleva su nombre alcanza el Pacífico18.
En 1527 llega Sebastián Gaboto, quien funda la primera población en Uruguay a orillas
del río San Salvador, y, tal como lo atestiguan los relatos, tiene contacto con los indígenas.
Diego García deja en sus memorias (1526-1530) uno de los documentos más valiosos
para identificar a la Nación Charrúa.
En su diario de navegación (1530) Lope de Souza ofrece testimonios muy interesan-
tes sobre su contacto con los charrúas, describiendo, además, los parajes, fauna y flora
de la región.
En 1536 Pedro de Mendoza investiga la desembocadura del Uruguay y el Paraná. En
la costa suroeste, junto al Riachuelo, funda una población que denomina Santa María de
los Buenos Aires. Un soldado de su expedición, Ulrico Schmidel, escribió un extenso re-
lato luego de casi veinte años de permanencia en estos territorios.
A Martín del Barco Centenera, llegado con el Adelantado Ortiz de Zárate (1573), le
debemos un poema –conocido en forma póstuma– que denominó Argentina y conquista
del Río de la Plata. En este caso, “Argentina” alude a los territorios que abarcaban to-
das las zonas del Plata, que habían alcanzado notoriedad, como mencionamos antes, por
la noticia errónea de que existía plata en la región.
Etimológicamente la palabra argentina proviene de argentum (plata). Fue tan poderosa la
influencia de este título que no sólo cambió la denominación del Río de Solís por Río de la Pla-
ta, sino que perduró para dar nombre a la hermana Nación, la República Argentina18, 22.

El Uruguay indígena ■ El Uruguay indígena


En América no se han hallado fósiles de homínidos, ya que el amerindio no es origi-
nario de América. Distintos investigadores sostienen que llegó de Asia, arribando desde
Siberia, en distintas etapas, a través del estrecho de Behring. De acuerdo con Bates, su
aparición en América se produjo antes que en Europa, según los hallazgos arqueológi-
cos hace de 35 a 40 mil años atrás. Eran seres de tipo mongoloide, que después fueron
adquiriendo características diferenciadas según los factores ambientales. Otras teorías
sostienen que también pudieron llegar a través del Océano Pacífico y de la Antártica.
En nuestro territorio la existencia del hombre data aproximadamente de 10.000 años
atrás. Este descubrimiento fue realizado por el arqueólogo Tadei, quien encontró en
1955 al norte de nuestro territorio extensos yacimientos-talleres de la que Daniel Vidart
denominó “cultura catalanense”. Habitaron la zona, sin desplazarse mucho por ser un
área rica en flora y fauna. Estos grupos, que constituyen nuestra prehistoria, eran reco-
lectores y cazadores inferiores.

401
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

Posteriormente hubo otras incursiones de distintas culturas hasta que, hace apro-
ximadamente 3.500 años, habrían llegado los charrúas provenientes de la Patago-
nia12, 21, 23, 24, 25.
De acuerdo con las investigaciones, en los años del Descubrimiento de América el Uru-
guay estaba poblado por algunos miles de indígenas –charrúas, chanáes, guenoas, minua-
nes, yaros, bohanes, guaraníes y arachanes– y su territorio se extendía a Brasil y Argentina.
Describiremos brevemente su procedencia y las diferencias entre las diversas tribus.
Charrúas, guenoas, chanáes y minuanes constituían la macro etnia charrúa con un
origen y una raíz lingüística similar. Ocupaban los territorios de la costa del Plata, el cen-
tro y norte del Uruguay. Los minuanes se extendían hasta Río Grande y los charrúas y
chanaes, hasta la Mesopotamia argentina. Los charrúas eran racialmente patagónicos
(Chonick), rama americana característica de las llanuras con grandes analogías con mu-
chas costumbres de los tehuelches, incluyendo el idioma. De acuerdo con Serafín Corde-
ro, la llegada de los charrúas estaría determinada por el elemento individualizador del
Neolítico, el arco y la flecha.
Además de la teoría que sostiene que el hombre americano llegó al continente a tra-
vés el estrecho de Behring (mongoles), hay otra muy aceptada, desarrollada por Rivet11
quien sostiene que la raza patagónica es de origen australiano; existen unas 70 palabras
similares entre las lenguas tehuelches y australianas. Goebner y Schmidt encontraron
ciertas similitudes etnográficas entre los indios de la Tierra del Fuego y los de Australia:
la altura y color de piel de los patagónicos son similares a las de los australianos y no a
los mongoles. Lo que no explica Rivet claramente es la forma en que llegaron, por la dis-
tancia que los separa a través del océano26.
Los yaros y bohanes son tribus que llegaron a nuestro territorio antes que los cha-
rrúas, hace aproximadamente 6.000 años, deslizándose a través de la cuenca del Ama-
zonas por los torrentes, bajando de la Cordillera de los Andes. Llegaron por los ríos
Paraná y Uruguay y se establecieron en nuestro territorio y en la Mesopotamia argenti-
na. Los testimonios de Sepp (1691) describen sus rasgos antropológicos y sus costum-
bres; Félix de Azara constata que su lengua es totalmente diferente al resto de los
indígenas de la región25, 26, 27.
Después del establecimiento de los charrúas provenientes de la Patagonia, hace apro-
ximadamente 2.000 años se produjo una incursión de razas tropicales –guaraníes y tu-
pí-guaraníes– pertenecientes a la familia Caribe, palabra etimológicamente relacionada
con caníbal. Ocuparon extensos territorios desde las Guayanas al Plata. En nuestra re-
gión los guaraníes se instalaron en la costa del Uruguay y en sus islas y los tupí-guaraní
al noroeste del Uruguay (arachanes).
Antes de la conquista, la expansión guaraní se produjo rodeando el territorio ocupa-
do por los charrúas; el trueque de mercancías y las intercomunicaciones eran corrientes
entre ambos grupos. La influencia de su lengua y su cultura fue penetrando lentamente
en las tribus charrúas que se establecían en las fronteras tribales; así, muchos de los
nombres de los caciques charrúas que nos llegan en los relatos de cronistas y viajeros ya
estaban guaranizados antes de la conquista. Esta situación se vio incrementada después
del Descubrimiento y sus tribus fueron desplazadas tierra adentro, aumentando así los
lazos con los guaraníes-tapes.
Después del Descubrimiento los tupí-guaraní invadieron totalmente nuestro territorio.
Su influencia cultural durante 200 años dejó como resultado la desaparición de la lengua
charrúa; los misioneros jesuitas, que utilizaban el idioma guaraní para imponer su reli-
gión, contribuyeron a consolidar este predominio. Los investigadores rescataron del olvi-
do poco más de 70 palabras de la lengua charrúa. En 1831, luego de la celada de
Salsipuedes, los sobrevivientes fueron entregados como esclavos; entre las prohibiciones
fijadas por el nuevo Gobierno estaba la de utilizar su idioma28, muy lejos del ideario arti-
guista. Artigas había vivido varios años a partir de 1779 entre los charrúas, y a lo largo de

402
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

su actuación bregó siempre por los derechos de los indios y de los humildes, ganándose el
calificativo de “Protector de los Pueblos Libres” y “Padre de los Pobres”29. Se rescatan de
su pensamiento como Jefe de los Orientales en diversos documentos (Reglamento de Tie-
rras, Congreso de Abril, Instrucciones del año XIII)30, los nobles principios de Solidaridad,
Igualdad y Libertad, tan necesarios en las sociedades antiguas como en las globalizadas.
Las incursiones de los guaraníes misioneros durante varios siglos dejaron notorias
huellas en nuestra cultura y costumbres, como demuestran la toponimia de la mayoría
de nuestros ríos, accidentes geográficos en general, flora y fauna. Es probable que los
charrúas los nombraran de manera diferente, pero la falta de población fija, que es el
sostén fundamental de los arraigos, provocó el olvido de aquellos nombres originales.
Las incursiones de pobladores guaraníes posteriores a la Conquista empezaron a par-
tir de 1612, huyendo de los ataques de los bandeirantes.
Las “vaquerías” consistían en el arreo de ganado de la Banda Oriental hacia las Mi-
siones, y durante las cuales muchos indios se quedaban en nuestro territorio.
Las campañas militares españolas que contaban con soldados guaraníes, así como la
lucha contra los portugueses en Colonia de Sacramento (1680), o posteriormente en la Ba-
talla del Yi, trajeron miles de individuos que también se asentaron en nuestro territorio.
La expulsión de los Jesuitas de las Misiones (1767) provocó la emigración de quince
mil guaraníes hacia el sur, proceso que continuó en los años posteriores. Más adelante,
los guaraníes que integraron el ejército de Artigas retornaron del Paraguay tras su de-
rrota militar; otros integraron el ejército de Rivera, muchos ingresaron cuando Rivera
reconquistó las Misiones Orientales
Desde la época colonial hasta 1851 están documentados en actas de bautismos y de-
funciones 30.000 pobladores guaraníes. Este caudal humano forma la base de la socie-
dad rural uruguaya; algunos se mantuvieron al margen de la sociedad hispánica, con
una vida nómada y errante, aunque más tarde se irían incorporando a las poblaciones
sedentarias; la mayoría integró la sociedad de la época. Todos ellos nos dejaron su cul-
tura, sus costumbres y sus tradiciones, que tuvieron notable incidencia en la formación
de nuestra sociedad31.

■ Prácticas
Prácticas curativas generales curativas
y dermatológicas generales y dermatológicas
Vamos a referirnos ahora a los recursos tradicionales que los charrúas y guaraníes
empleaban como métodos de curación.
Abella sostiene que, antes de la llegada de Colón, todos los pueblos de América esta-
ban en contacto. Hay numerosas pruebas del trueque tradicional entre todas las comu-
nidades, incluyendo las andinas, guaraníes, indios pampas y de las llanuras. Las señales
de humo constituían una forma de comunicarse18. Está comprobado, además, que los
indígenas eran hábiles canoeros, y la hidrografía americana fue propicia para las vías de
comunicación. La canoa era un método corriente y eficaz de transporte y comunicación
entre los indígenas de la zona, y la flora indígena ofrece materia prima apropiada para
su construcción: árboles como el timbó y el angico para las canoas y el tacuaruzú (caña
tacuara) para las balsas21.
La similitud de los recursos para curar entre los charrúas y guaraníes nos permite
tratar el tema en conjunto. En primer lugar, un doble fenómeno que caracteriza a am-
bos grupos: por un lado el curandero, el sacerdote y el hechicero estaban relacionados
entre sí; por otro, existía el conocimiento de las plantas curativas.
En América coexistieron pueblos muy diferentes en su nivel social, político, económi-
co y religioso, pero compartían una tradición mágico-religiosa y tenían similares concep-
tos de las enfermedades, las mismas bases teóricas e iguales prácticas curativas.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre trató de comprender el mundo que lo rodeaba,

403
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

equilibrando lo empírico y lo mágico. El curandero era el amo de la vida y la muerte. De


esta forma, la causa y el origen de las enfermedades fueron consideradas fenómenos má-
gicos que manejaban los espíritus, cuyos representantes en la tierra eran los chamanes,
hechiceros o curanderos, quienes actuaban como intérpretes de lo desconocido y por lo
tanto dominaban la naturaleza mágica del mundo.
Ideas y prácticas de contenido chamánico han sido reiteradamente descritas en mu-
chos pueblos indígenas americanos. Constituyen supervivencias de sistemas de creencias
muy antiguas, originarias de la región neosiberiana de Asia, que llegaron con los pobla-
dores que emigraron de aquel continente. Pi Ugarte sostiene que pese al tiempo de de-
sarrollo y al amplio espacio de dispersión las creencias presentan elementos comunes de
fuerte arraigo, que sustentan ceremoniales de gran similitud32.
Abella ofrece un interesante relato de una experiencia que confirma lo dicho. Se en-
tregaron pinturas a los integrantes de las etnias guaraníes pay tavyterá y aua chiripá y
se les solicitó que dibujaran hierbas medicinales de la selva. Detrás de ellas dibujaron
los espíritus protectores correspondientes sin ojos; los ojos, afirmaban, se los prestan a
la persona que se acerca y le dan energía. En nuestro país, en la localidad de Durazno
se descubrieron pictogramas en forma humana que también carecían de ojos.
Los conocimientos del chamán sobre los espectros de la naturaleza y las propiedades
curativas de las plantas les conferían autoridad, a la vez que obligación de dar respuestas.
Los chamanes eran el brazo ejecutor de la magia. La condición de chamán no era obteni-
da por cualquiera a voluntad, sólo podía acceder quien hubiera nacido con ciertas habili-
dades, como una señal de que sus poderes pertenecen y proceden del mundo sobrenatural.
El chamán busca varios medios de comunicación con lo divino; en este sentido, el mundo
onírico es de gran importancia. Se realizan ceremonias destinadas a ponerse en contacto
con los espíritus, que llevan al chamán a un estado de trance o éxtasis, garantizando la en-
trada a otro mundo para curar al paciente, o para contrarrestar un daño producido por
otro chamán. El chamán también podía crear enfermedades o malos espíritus33.
Los guaraníes llamaban al chamán payé, ñanderú o pai21. Uno de los chamanes cha-
rrúas cuyo nombre se conserva fue el Cacique Senaqué, quien fuera llevado a París en
1831.
En 1753, el Padre Marimón relata prácticas realizadas por los guenoas y minuanes:
“En el cerro Ybiti María se gradúan los hechiceros, los infieles guenoas allí se juntan, ha-
cen su aljaba, se punzan, se taladran el cuerpo y hacen mil diabluras, hasta que se les
aparece allí encima del cerro el demonio en forma visible”27.
Las capacidades de sanar de los chamanes están destinadas a expulsar la entidad no-
civa que afecta al paciente, a la que trata de neutralizar para que no produzca mayor
daño. Esto determina el triunfo o la derrota del chamán: el enfrentamiento entre los bue-
nos y malos espíritus, verdaderos protagonistas del enfrentamiento salud-enfermedad,
vida-muerte.
En cuanto al concepto de enfermedad, los indígenas la relacionaban con tres causas
principales: a) causadas por personas vivas, malvadas (especialmente por otros chama-
nes); b) procedentes de la lucha interna entre el “alma animal”(negativa) y el “alma divi-
na” (positiva) del propio individuo; c) producidas por “espíritus” y seres sobrenaturales de
la naturaleza. Cualquier acción para sanar a la víctima requería la terapia del chamán33.
El procedimiento de captura del alma huyente del paciente y el manejo concreto apli-
cado a su cuerpo como la succión o “chupado” de la piel a nivel del estómago para ex-
traerles sustancias que lo estaban perjudicando (proyectiles místicos, piedras, espinas,
insectos, etc.) eran prácticas corrientes. El soplo, las friegas, el calentamiento o quema-
do, eran también característicos de muchos pueblos indígenas americanos, incluyendo a
los guaraníes y patagónicos. Las técnicas de éxtasis, ayunos y mortificaciones diversas
eran comunes a otras etnias de América, inclusive entre los indígenas de las praderas de
Norteamérica32.

404
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

Félix de Azara (1796) dice sobre los charrúas: “Sus médicos a toda especie de enfer-
medades aplican el mismo remedio, que es chupar con mucha fuerza el estómago del pa-
ciente, persuadiendo que así se extraen los males para que los gratifiquen”. Sobre los
minuanes agrega: “Curan a sus enfermos chupándoles el estómago como los cha-
rrúas”26. El método de chupado, decía el jesuita austríaco Dobrizhoffer, se extendía a
“una úlcera o herida sangrienta obteniendo un real provecho... en picaduras de serpien-
te”, y afirmaba que era un método común en toda América34.
En 1812 el Coronel Díaz contaba que entre los charrúas estaba permitido que las mu-
jeres curaran: mencionaba la existencia de “indias que hacían entre ellos oficio de mé-
dico”34.
Las friegas consistían en engrasar al paciente con grasa de ñandú, aguará tigre, ta-
tú, iguana o pescado y luego frotar con un cuero el cuerpo; también se les frotaba con
ceniza caliente. Acompañaban a veces las ceremonias con hierbas humeantes alrededor
del paciente22.
El Dr. Schiaffino nos dice que las sangrías eran no sólo de uso, sino de abuso general
entre las razas charrúas; las empleaban no sólo para aliviarse de sus males sino también
para aligerarse, facilitando sus correrías o para sus fiestas solemnes y funerarias. Los
guaraníes sangraban las venas de la cabeza, del codo o de la pantorrilla, según preten-
dieran curar cefaleas, fiebres u otros males.
Los baños figuraban entre los métodos terapéuticos preferidos; los charrúas los pre-
ferían fríos y los guaraníes, calientes. Nuestros ríos gozaban fama de poseer poderes cu-
rativos. En su obra Historia de la Conquista, Lozano, siguiendo una fuente indígena, le
atribuye al Hum (Río Negro) poderes curativos “por correr desde su origen por terrenos
muy abundantes en zarzaparrilla”. En su investigación sobre los descendientes de Arti-
gas N. Caula menciona que el 21 de mayo de 1802 el Rey Carlos IV de España concedió
a Santo Domingo de Soriano el Título de “muy noble valerosa y leal Villa y Puerto de la
Salud del Río Negro”, por el poder curativo de sus aguas; éstas fueron analizadas en Pa-
rís en 1877 por el químico Hill quien concluyó en el informe: “Las aguas del Río Negro
pertenecen al grupo especial de los sulfidro-sulfuradas y están acreditadas para la cura-
ción de las enfermedades de la piel, de las vísceras abdominales, obstrucción intestinal
y virus sifilítico”.
En esa época muchas familias importantes de Buenos Aires concurrían a estas aguas
cumpliendo prescripciones médicas.
Por su parte, Schiaffino relata que en la práctica de alinear fracturas y luxaciones se
utilizaban procedimientos análogos en todo el continente; en el museo de La Plata (Ar-
gentina) se encuentran huesos perfectamente consolidados. Según la región geográfica
se utilizaban distintas plantas; los guaraníes empleaban el Caapitá Guazú, y en nuestras
latitudes posiblemente el algarrobo y el molle34.
No todo fue mágico o simbólico en la medicina aborigen; paralelamente existió algún
tipo de investigación metódica de muchos cientos de años, capaz de descubrir las virtu-
des curativas de plantas y flores, así como relaciones, causas y efectos, que han perdu-
rado hasta nuestros días en la tradición oral.
El Padre Furlong dice que “entre la medicina americana y la europea no hubo cho-
que, sino más bien un abrazo”. En muchos relatos de la conquista –Gonzalo Fernández
de Oviedo, Alonso de Zurita, Cieza de León, el Inca Garcilaso, entre otros autores– se en-
cuentran numerosas anotaciones sobre la botánica y medicina indígena35.
En 1522 Hernán Cortés, luego de haber sido curado por médicos aztecas, le escribe
al emperador: “No se deje pasar médicos a Nueva España, bastando los naturales”36.
En 1570, Felipe II expresa en una de las Leyes de Indias (tomo V, título 6), sus deseos
de que se enviara a España una recopilación de los conocimientos de los indígenas sobre
plantas, hierbas y semillas medicinales así como la forma de prepararlos, ingerirlos, apli-
carlos y cultivarlos. Él mismo, junto con el Consejo de Indias, envió en una de las múltiples

405
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

expediciones a su propio médico, Francisco Hernández, acompañado por dos dibujantes


mexicanos que se encargaron de registrar 3.000 plantas con 2.000 ilustraciones.
El 24 de abril de 1793 se le otorga al Dr. Antonio Lamella, residente en Montevideo,
una pensión para dedicarse a los estudios botánicos, “por las muchas plantas medicina-
les que hay en la región”37.
La expedición del naturalista Malaspina (1779) registra más de 500 plantas en el su-
reste de nuestro país, 50 de las cuales eran desconocidas para los europeos38.
Dom Pernetty –conocido como el “Abate curioso”–, viajó junto al Capitán Bougainville
(1767) y describió minuciosamente plantas medicinales cultivadas en un jardín que per-
tenecía a la residencia de un oficial español (mio-mio, zarza, yerba meona, paico carque-
ja, guaycurú, charrúa, higuerita, calaguala). En sus crónicas hace referencia a un
Tratado Médico sobre la flora americana publicado por Nicolás Monardes en el siglo XVI,
en el cual se informaba sobre “una mezcla triturada de caparazón de tatú con un coci-
miento en salvia, que cura enfermedades venéreas y hace brotar espinas clavadas de
cualquier lado”39.
La Biogeografía es la ciencia que establece y estudia las distintas áreas ecológicas con
determinadas características, lo que ha permitido realizar clasificaciones territoriales
mundiales40. Estas áreas, llamadas fitogeográficas, no coinciden con las fronteras polí-
ticas de América; se las denomina provincias fitogeográficas41. La Provincia Uruguayen-
se se extiende hacia la Mesopotamia argentina y hacia Río Grande do Sul; no se
corresponde con la zona paranaense. Nuestra zona es subsidiaria de una zona subtropi-
cal húmeda, con selvas empobrecidas si se las compara con las zonas ubicadas más al
norte (Provincia Paranaense). Nuestras plantas comparten características con los países
vecinos, en una misma área fitogeográfica. Muchas plantas, de gran capacidad de adap-
tación, son compartidas por varias de estas áreas.
En su exilio en Paraguay, Artigas, según relata A. Ribeiro, curaba las úlceras de sus
piernas con tapacué (Acanthospermum australe), conocida en nuestro territorio como
Agarrabicho o Yerba de la Oveja. El mismo autor menciona el conocimiento de Artigas
sobre las plantas medicinales42.
Por su parte, Caula cita al escritor paraguayo Roa Bastos para referirse al pedido que
el Dictador Gaspar de Francia le hiciera “al viejo Artigas que cura con yuyos”, para que
le enviara desde Caraguatay un preparado herbóreo a fin de aliviar sus enfermedades;
éstos y otros conocimientos los había adquirido por su estrecha vinculación con las cos-
tumbres de los charrúas42.
Sin duda nuestro Prócer, en las batallas por la Independencia, debe de haber recurri-
do infinidad de veces, junto con sus indios, a esas “ farmacias de camino” que menciona
Abella en sus trabajos6.

LAS FARMACIAS DE CAMINO

La mayoría de las crónicas coinciden en destacar la buena salud de los charrúas:


“Una tal constitución corporal y una salud tan sólida que la mayor parte de los europeos
envidiarían”, afirma Dobrizhoffer34. Azara (1786) escribía: “No he notado ni que padez-
can enfermedad particular ni la de gálico y creo que viven más años que nosotros”38.
Los charrúas alcanzaban una extremada vejez con menos deterioro corporal que los
europeos; su cabello jamás emblanquecía por completo. Su piel era de color oscuro, bru-
no oliva, como los describe D’Orbigny en 1829. El Dr. Fleurens hizo en 1833 un estudio
anatómico de la piel de los charrúas llevados a París, manifestando que era semejante a
la de los negros; aclaraba que se refería a la identidad en la estructura histológica y no
en el color y agregaba: “El bulbo piloso es normal, ligeramente más pequeño que el de
los europeos, presenta en su parte superior un grueso cúmulo de pigmento, la parte in-
ferior está menos pigmentada... el tallo es más fino que el de los europeos”11, 22.

406
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

Se untaban la piel con grasa animal y “luego se ponían al sol para que les penetrara”
relata el Coronel Díaz (1812) en la Historia de las Repúblicas del Plata. La grasa de ti-
gre era utilizada para curar muchas de las enfermedades de la piel: “Era una medica-
ción que no fallaba en los gusanos” ya que, según se suponía, éstos abandonaban las
cavidades por el olor nauseabundo que despedía la sustancia. También utilizaban otras
grasas, debido al contacto continuo con el agua y a veces las mezclaban con hierbas que
les servían como repelente de insectos22, 34.
Los charrúas se practicaban múltiples incisiones en la piel, ya fuera por mortificacio-
nes funerarias o como forma de señalar el número de enemigos muertos.
La dieta de los aborígenes era rica en proteínas debido al consumo de venado, ñan-
dú, mulita, perdiz, pava de monte, pescado y moluscos; completaban la dieta frutos co-
mo butiá arazá, mburucuyá, cogollo de ceibo y abundante miel de lechiguana, camoatí y
camoatá43. El monte indígena era un “supermercado” que aprovechaban doblemente:
el monte frutal y melífero, fuente de proteínas, proveedor de bebida y el monte como far-
macia, con 48 especies de plantas medicinales conocidas44.
Los indígenas de toda América tuvieron una relación “religiosa” con los árboles nati-
vos. En nuestra región los charrúas y guaraníes veneraban el higuerón, el ombú y la
aruera, considerando que cada especie tenía un espíritu guardián. Respetaban y preser-
vaban las leyendas sobre los árboles sagrados, plantas mágicas o diabólicas y hierbas
medicinales o alucinógenas, que transmitían a sus descendientes.
Gonzalo Abella refiere las palabras de un vecino de la ciudad de Artigas: “Mi abuela
charrúa me decía cosas y me pedía que no olvidara... después me llevaba al campo y me
hacía saludar a ciertos árboles y yo debía recordar que eran sagrados”6. Descendientes
charrúas que hoy viven en Entre Ríos, Argentina, hablan del algarrobo blanco como un
“árbol sagrado por sus dones”45.
En la flora autóctona uruguaya fueron reconocidas más de 170 especies de plantas
con valor medicinal, de las cuales más de 40 tienen aplicación en el tratamiento de afec-
ciones de piel. En la recopilación consultada, que recoge una larga tradición oral, figura
su aplicación en múltiples lesiones de piel –heridas, “llagas”, úlceras, erupciones, infla-
maciones de piel y mucosas, tiñas, sarna, forunculosis y “granos”, “callos” y verrugas
“llagas sifilíticas”–, como cicatrizante, astringente, etcétera.
Algunas de las más importantes eran: abrojo, acacia mansa, agarrabicho, ajenjo, al-
tamisa, lengua de gato, anacahuita, angico, araza bardana, mburucuyá, calaguala, cen-
táurea, caraguatá, carqueja, ceibo, barraco, cipo, cula, curupí, charrúa, espina amarilla,
espinillo, guaycurú, higuerón, huevo de gallo, malva, mio-mio, ortiga, palan-palán, paja
brava, pata de vaca, sauce, sauco, yerba carnicera, zarzaparrilla45, 46.
Las hierbas medicinales se preparaban según los tradicionales métodos de infusión,
cocimiento y maceración, ya fuera del tallo, hojas, flores, corteza o raíz, aplicándose en
la zona a tratar.
La medicina popular desarrollada por charrúas y guaraníes misioneros tuvo gran di-
fusión y arraigo en la Banda Oriental. Se practicó con tal intensidad que durante muchos
años fue utilizada no sólo por curanderos sino por la mayoría de la población rural, así
como por muchos otros sectores de la sociedad. Fue incorporada también por la comu-
nidad afro; de este modo, el negro yuyero y la negra curandera son personajes caracte-
rísticos, representados hoy en las comparsas de candombe en Carnaval, como ocurre con
el simpático “negro gramillero”16.
En la Mesopotamia argentina hubo charrúas; actualmente se encuentran sus descen-
dientes. Una página web editada por la Asociación Pueblo Jaguar, ubicada en Villaguay
(Entre Ríos-Argentina), publica bajo el título “Jardín etnobotánico del pueblo charrúa”
una lista de plantas medicinales con sus aplicaciones. Don Santos Mornico es el yuyero
charrúa que protagoniza la página: “En el espíritu de nuestros yuyeros y curadores se
refugian nuestros saberes y prácticas, su trabajo perdura en tanto el monte perdure. Las

407
ROBERTO RAMPOLDI BESTARD

tradiciones están vivas si se transmiten a las nuevas generaciones, hoy tal como siem-
pre, y su eficacia alienta a conservar, recuperar y proteger un conocimiento tradicional
en beneficio de la Humanidad”45.
Barrán sostiene que entre la medicina académica y la medicina popular no hubo un
abismo sino una idea de continuidad, sobre todo hasta los años 1875-188047. Es común
entre los residentes del Interior de nuestro país que aun hoy empleen las plantas medi-
cinales para muchas afecciones, independientemente de que reconozcan y respeten la
medicina académica.

Las “farmacias de camino” existen todavía. En el verano de 2003 participamos de una


excursión a la Sierra de Carapé guiados por un lugareño, Don Tomás. Un desafortunado
excursionista presentó una gastroenterocolitis aguda intensa; entonces nuestro guía se
alejó unos metros del camino y al regresar le ofreció tallo y hojas de un yuyo “Santa Ma-
ría” para beberlo en infusión, con muy buenos resultados.
Llegamos después al monte centenario de coronillas que estábamos buscando. Allí
Don Tomás nos habló de muchas hierbas curativas existentes en los alrededores; de su
abuelo y de su tío, nos dijo, había aprendido todo lo relacionado con las plantas medici-
nales y sus propiedades.
Yo lo escuchaba reposando en el suelo; pero él me aconsejó que no me quedara allí,
porque “la primavera me iba a atacar el rascado”.
El retorno a Montevideo fue pruriginoso. A la noche supe por qué a aquellos yuyos los
llamaban “primavera”: estaba lleno de “brotes”. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias 6. Abella G. Nuestra raíz charrúa.


Montevideo: Betun-San;
11. Rivet P. Los últimos charrúas.
Prólogo y traducción de
bibliográficas 2003. Mónica Sans. 2ª ed.
7. Mariño R. Crónica de los Montevideo: Ediciones de la
1. Zorrilla de San Martín J. inmigrantes en Uruguay. Plaza. Colección Testimonios;
Tabaré, leyenda épico-lírica. Montevideo: Polifemo; 2002:13-23, 74-75.
Montevideo: Cruz del Sur; 1999:80. 12. Barrios Pintos A. Aborígenes
2003. 8. Abella G. Mitos, leyendas y indígenas del Uruguay.
2. Yapez Castillo A. Historia tradiciones de la Banda Montevideo: Ediciones de la
Universal. Poblamiento Oriental. Montevideo: Betun- Banda Oriental; 1975.
original de América. Caracas: San; 2003:37,115. 13. Martínez Barboza R. El
Larousse; 1995. 9. La herencia misionera: último charrúa. De
3. Colón C. Diario. Tercero y ocupación de la región Salsipuedes a la actualidad.
cuarto viajes. Colección misionera. Disponible en: Montevideo: Rosebud; 1996.
Descubrimiento y Conquista. p://territoriodigital.com/herencia/ 14. Picerno, R. Orgullo y
Tomo 5. Montevideo: La indice.asp?herencia3/páginas vergüenza nacional.
República; 1992. p. 442. /cap04. Disponible en:
4. Galeano E. Las venas abiertas Hacia las fronteras. Disponible en: http://www.internet.com.uy/
de América Latina. charrúas/htlm/publicaciones.
http://territoriodigital.com/heren html.
Montevideo: América Latina; cia/indice.asp?herencia3/pági
1970:8, 23. nas/cap05. 15. Picerno R. Los últimos
5. Vespucio A. Las navegaciones charrúas. Disponible en:
10. Picerno R. Etnocidio. El
de Américo Vespucio II. laberinto de Salsipuedes. http://www.internet.com.uy/
Colección Descubrimiento y Cronología. Disponible en: charrúas/htlm/publicaciones.
Conquista. Tomo 7. html.
Montevideo: La República; http://www.internet.com.uy/charr
úas/html/etnocidio.html 16. Caula N. Artigas Ñemoñaré II.
1992:650. Montevideo: Rosebud;

408
Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología

2004:30,98-117. Ed; 1991:8-13. 37. Beltrán JR. Historia del


17. INDIA, Integración de 28. Semanario INCHALA. protomedicato de Buenos
Indígenas Americanos. Defender el patrimonio Aires. Buenos Aires: El
Estatutos. Disponible en: intangible de los pueblos Ateneo; 1937:11-15 y 202.
http://members.tripod.com/ indígenas del Uruguay. Feb 38. Rela W. Viajeros, marinos y
indiauy/estatuto.htm 2004. Disponible en: naturalistas en la Banda
http://members.tripod_en Oriental en el siglo XVIII.
18. Vidart D. El Uruguay visto por Montevideo: Ediciones de la
los viajeros. II. Tierras sin línea/MarInchala/
023_02º4.htm Plata; 1992:125.
ningún provecho.
Montevideo: Ediciones de la 29. Melogno T. Artigas: la causa 39. Vidart D. El Uruguay visto por
Banda Oriental; 1999:5, 53. de los pueblos, Montevideo: los viajeros. La sociedad
Ediciones de la Banda colonial. Montevideo:
19. Vespucio A. Las navegaciones Ediciones de la Banda
de Américo Vespucio I. Oriental. La República;
1996:96, 119-124. Oriental; 2002:62-63.
Colección Descubrimiento y
Conquista. Tomo 6. 30. Reyes Abadie W. Historia 40. Museo y Jardín Botánico.
Montevideo: La República; uruguaya. Artigas y el Intendencia Municipal de
1992:509. federalismo. Montevideo: Montevideo. Departamento
Ediciones de la Banda de Cultura. Flora indígena.
20. Vidart D. El Uruguay visto por Curso de conocimiento y
los viajeros. I. Paraná-Guazú, Oriental. La República;
1998:81-88, 143-145. reconocimiento; 2001.
el río como mar. Montevideo:
Ediciones de la Banda 31. González R, Rodríguez S. 41. Muñoz J, Ross P, Cracco P.
Oriental; 1999:14, 46. Nuestras raíces. Guaraníes y Flora indígena del Uruguay.
paisanos. Montevideo: Árboles y arbustos
21. González Torres D. Cultura ornamentales. Montevideo:
guaraní. Asunción del Nuestra Tierra. 1990;(3):21-
37. Hemisferio Sur; 1992:17-21.
Paraguay; 1997:14, 168.
32. Pi Ugarte R. Los indígenas del 42. Ribeiro A. El caudillo y el
22. Sosa M. La nación charrúa. dictador. Montevideo:
Montevideo: Letras; 1957:71- Uruguay. Montevideo:
Mapfre; 1993:125-129. Planeta; 2003:528, 371.
104.
33. Ogdon R. Apuntes sobre la 43. Hunter JA. El poder charrúa.
23. Vidart D. El Uruguay Montevideo: Tupac-Amaru;
indígena. Colección magia guaraní en Paraguay.
Disponible en: 1989:11-12.
Descubrimiento y Conquista.
Tomo 28. Montevideo: La htlm://www.temakel.com/revistak 44. Carrere R. Monte indígena.
República; 1991. enosdos.htm Mucho más que un conjunto
de árboles. Brecha Nordan
24. Vidart D. 10.000 años de 34. Schiaffino R. Historia de la Comunidad; 2001:45-54.
prehistoria uruguaya. Medicina en el Uruguay.
Montevideo: Hernandarias; Facultad de Medicina de 45. Morinico S. Jardín charrúa.
1987:46-55. Montevideo. Tomo I. Jardín etnobotánico del
1927:239-292. pueblo charrúa. Disponible
25. Cordero S. Los charrúas. en:
Origen racial. Clasificación 35. Molina R. Primeros médicos
étnica. Montevideo; de la ciudad de la Santísima httm://www.prodiversitas.bioetic
1962:179. Trinidad. En: Influencia de a.org/nota71.htm
26. Azara F. Descripción e América en la Medicina 46. González M, Lombardo A.
historia del Paraguay y Río Universal. Buenos Aires: Plantas de la Medicina vulgar
de la Plata. Buenos Aires: Lancestremere; 1948. del Uruguay. Montevideo:
Bajel; 1943. 36. Álvarez R. El tesoro médico Talleres Gráficos Cerrito;
que España dejó en América. 1936.
27. Barrios Pintos A. Los
aborígenes del Uruguay. Del Disponible en: 47. Barrán JP. Historia de la
hombre primitivo a los http://www.diariomedico.com/edi Medicina en el Uruguay,
últimos charrúas. ción/noticia/0,2458,468830.0 Montevideo: Ediciones de la
Montevideo: Linardi y Risso 0.html Banda Oriental; 1990:43.
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA
EN EL URUGUAY
RAÚL VIGNALE
COLABORADOR : FRANCISCO AMOR GARCÍA

rólogo ■ Prólogo

L a realización de una Historia de la Dermatología Latinoamericana implica al mismo


tiempo la necesidad de estudiarla y de escribirla para los dermatólogos que tienen más
años y que han vivido lo suficiente para recordar los conceptos y los momentos que se
transmitieron de generación en generación. Implica rescatar en forma anecdótica y bio-
gráfica el acervo de un pasado científico nacional de enorme riqueza y profundidad,
frente al constante fluir de los avances de una ciencia cada más amplia y compleja por
la cantidad de conocimientos que nos aportan las nuevas formas y técnicas de la infor-
mación. La vorágine en que se debate la actividad del hombre actual altera su escala de
valores. Eso nos lleva muchas veces a relegar y a no jerarquizar ese pasado laborioso,
constante, perseverante y talentoso, de real originalidad, sin detenernos en lo más im-
portante y perceptible, como fueron las grandes figuras de nuestra medicina nacional
–en especial, de la dermatosifilografía– de los siglos XVIII, XIX y XX.
Es por ello que se nos hace imprescindible evocar las raíces que gestaron el pensa-
miento actual. La amplia gestión de aquel selecto y brillante grupo de médicos ha que-
dado plasmada no sólo en su labor profesional médica pública, sino también y
fundamentalmente en las publicaciones científicas que nos han legado como pruebas y
testimonios de ese quehacer constante y que forman la base concreta de la conciencia
médica de nuestra cultura.
Hemos emprendido este trabajo con el papel de coordinadores a fin de publicar con
entusiasmo –pero también enfrentando todas las dificultades de la carencia de fuentes de
información–la historia de la Dermatología y Sifilografía en el Uruguay, de la manera más
completa posible, sobre la base de la documentación conservada en las bibliotecas de la
Facultad de Medicina. En sus archivos, así como en los del Ministerio de Salud Pública, se
encuentran los primeros documentos y revistas que se publicaron en el Río de la Plata.
Es absolutamente imprescindible agradecer el notable y fundamental apoyo que nos
brindaron en todo momento y en forma personal el Dr. Fernando Mañé Garzón, profesor
y director del Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina, así
como sus colaboradores, autores de numerosos artículos referentes a un largo período
que incluye los siglos XVII, XVIII y XIX. Colaboran en forma por demás desinteresada

411
RAÚL VIGNALE

–sin la cual sería imposible esta breve publicación– los siguientes autores, todos ellos
destacados por sus amplios y extensos conocimientos en Dermatología, proveniente en
especial de su larga labor hospitalaria: Profs. Drs. Juan Francisco Tost, Eustaquio Mon-
tero, Esther Casella de Vilaboa, Ana Cassinelli, Probo Pereira, Moris Margounato, Néstor
Macedo y Griselda de Anda y Drs. Carmen Riveiro y Francisco Amor García.
El Uruguay es un pequeño país situado entre Argentina y Brasil que extiende sus cos-
tas sobre el Río de la Plata y el Atlántico y cuenta con una población de unos tres millo-
nes de habitantes. Tiene una sola Facultad de Medicina radicada en la capital,
Montevideo, donde han hecho sus estudios todos los médicos uruguayos; está situada en
parte en un antiguo edificio donde se desarrollan las materias básicas y en parte en el
Hospital Universitario Manuel Quintela para las Clínicas. La enseñanza se realiza tam-
bién en hospitales del Ministerio de Salud Pública, como el Maciel, Pereyra Rossell, Pas-
teur e Instituto de Higiene. Dado el fuerte incremento de estudiantes de medicina en
estos últimos años se habilitó la enseñanza de algunas materias clínicas en los hospita-
les de la capital de algunos departamentos del interior de la República.

■ La1.primera
La primeraasistencia hospitalaria
asistencia hospitalaria en la ciudad de Montevideo
en la ciudad de Montevideo
Cuando Bruno Mauricio de Zabala funda en 1726 la Ciudad de Montevideo, se hace
necesario el cuidado sanitario de los primeros pobladores. En ese momento la ciudad
contaba con 400 habitantes en el centro y 4.000 en sus alrededores.
Figura 1. Primer Empieza así la primera época sanitaria. Los enfermos graves se trasladaban a Bue-
Hospital de Caridad nos Aires, ciudad con la que había un contacto casi diario, creándose lo que se llamó la
(1788). Museo del Medicina del Río de la Plata. Se atendía en casas particulares; para la atención de los
Hospital Maciel presos y soldados se llamaba a los médicos del Presidio. En 1760 se instaló en Maldona-
do un pequeño Hogar-Casa llamado
Hospital Real para prestar servicios
médicos a algunos pacientes alejados
de la Capital. Poco después, cerca del
puerto de Montevideo, se fundó en un
pequeño local un Hospital que se llamó
De la Marina. En 1775 se creó la Her-
mandad de Caridad de San José con
Francisco Maciel y Mateo Vidal entre
los principales fundadores, junto con
un pequeño grupo de notables pertene-
cientes al Cabildo. Entre 1775 y 1789
se creó el Hospital de Caridad1-13 (fi-
gura 1), dada la cantidad de enfermos y para su mayor comodidad y mejor atención; en
1791 se extendió a un lugar cercano para ser ampliado. Finalmente el 24 de abril de
1825 se puso la piedra fundamental del nuevo y definitivo Hospital que se llamó Maciel
en honor al primer fundador9-16. En síntesis, el Hospital de Caridad funcionó desde
1788 hasta 1825, con sucesivas ampliaciones.
Los primeros médicos se formaron en Buenos Aires donde ya existía una Facultad de
Medicina. Aquellos primeros años fueron nefastos para la población, pues a los enfermos
de origen local se sumaban los numerosos heridos en las guerras entre orientales, espa-
ñoles y portugueses por las continuas invasiones ocurridas principalmente entre los años
1813 a 1816. Posteriormente, Dámaso Antonio Larrañaga, Vicario de la Iglesia Matriz, y
Pintos de Araujo Correa ampliaron esos lugares para dar mayor asistencia hospitalaria
creando la Casa Cuna para niños abandonados y enfermos.

412
Historia de la Dermatología en el Uruguay

Entre 1825 y 1881 se desarrolla la


Segunda Época, en la cual el Hospital
Maciel funciona ya en forma definitiva
según los mejores parámetros de esos
tiempos (figura 2). El 17 de junio de
1888 se celebra el primer Centenario
del Hospital de Caridad. En el correr de
esos años se fundaron otros hospitales
que ayudaron a mantener el cuidado
sanitario de la población, la cual crecía
en forma muy rápida debido al fuerte
aumento de inmigrantes procedentes
de distintos países de Europa.
La primera Facultad de Medicina,
Figura 2. Hospital
fundada en 1875 cerca del Hospital Maciel, se trasladó en 1908 a su lugar definitivo en de Caridad (1857),
la Avenida General Flores. actualmente
José Brito Foresti egresó de la Facultad de Medicina en 1890; en 1897 creó y dirigió Monumento
en el Hospital Maciel la primera Policlínica de Piel y Sífilis –luego denominada Clínica Nacional. Se
Dermosifilopática (1908)12-16– en un hecho histórico que marca la fundación de la Der- observa la
matología Uruguaya. En 1994 la Clínica se trasladó al Hospital Universitario de Clínicas ampliación del
“Dr. Manuel Quintela” donde funciona en el momento actual. Durante todo ese largo pe- antiguo recinto,
ríodo numerosas generaciones de médicos dermatólogos se formaron bajo la dirección con dos pisos con
de los Maestros. Así se fundó la Medicina Dermatológica Nacional, cuya historia se des- salas para mujeres
y hombres. En un
cribe en los capítulos siguientes.
ángulo del edificio,
la primera Capilla
de Montevideo
. Semblanzas de las figuras más ■ Semblanzas
relevantes de las figuras
de la Dermatología más
del Uruguay. relevantes
Siglos XIX y
XX de la Dermatología del Uruguay, siglos XIX y XX
José Brito Foresti

Raúl A. Vignale, Francisco Amor García

Nació en Montevideo el 24 de octubre de 1870; egresó de la Facultad de Medicina en el


año 1890 (figura 3). Su tesis de doctorado (1894) se titula “Algo sobre desinfección públi-
ca”, y en ella se pone de manifiesto su preocupación por los problemas sanitarios, así co-
mo la influencia de los nuevos conceptos de Luis Pasteur. Ese mismo año se traslada a
Paris donde permanece tres años en el Hospital Saint-Louis como asistente junto a los
grandes maestros como Besnier, Fournier, Hallopeau y Gaucher, entre otras figuras; luego
realizó otros viajes a Europa. En enero de 1897 fue designado por méritos y oposición Je-
fe de la Primera Policlínica Dermosifilopática en el Hospital Maciel donde por más de 40
años realizó labor asistencial y docente, complementándola en el Pabellón Ricord, lugar de
internación de los pacientes. El 21 de marzo de 1908 por concurso de oposición fue desig-
nado Profesor Titular de la Clínica Dermosifilopática de la Facultad de Medicina, cargo que
ejerció hasta 1939, cuando falleció a los 68 años. Son innumerables sus méritos y publica- Figura 3. José Brito
ciones. Fue primer Presidente de la Sociedad Uruguaya de Dermatología fundada en 1918, Foresti, primer
y luego Miembro Honorario, Presidente de numerosos congresos, reuniones científicas y Catedrático de la
una infinita cantidad de otras actividades de la especialidad. El 30 de julio de 1960, la So- Clínica
ciedad de Dermatología del Uruguay, que presidía el Prof. Dr. Bartolomé Vignale, actuan- Dermosofilopática
do como Secretario el Dr. Carlos María Fosatti, elevó a la Junta Departamental de de la Facultad de
Montevideo la solicitud de que una calle llevara su nombre, lo cual se aprobó en 1969. Medicina en el
Sus discípulos más renombrados fueron Bartolomé Vignale, Aquiles Amoretti, José Hospital Maciel

413
RAÚL VIGNALE

María Tiscornia y Héctor Santomé, que fueron años después Profesores Agregados y Ti-
tulares de la Facultad.

Prof. Dr. Bartolomé Vignale

Raúl A. Vignale, Francisco Amor García

Nació en Montevideo el 3 de febrero de 1892 en el seno de una familia de inmigran-


tes genoveses (figura 4). Ingresó en la Facultad de Medicina en 1911 y egresó en 1916.
Hizo toda la carrera docente en la Facultad de Medicina por concursos de méritos o de
oposición. Entre 1919 y 1922 fue Jefe de Clínica Dermosifiliopática, en 1928 Profesor
Agregado y en 1947 Profesor Titular hasta 1965 en que cesó por jubilación, siendo de-
signado luego Profesor Emérito por el Consejo de la Facultad. Su formación se realizó
básicamente junto al Prof. Dr. Brito Foresti. En numerosas oportunidades viajó a espe-
cializarse a París en el Hospital Saint-Louis y luego a Italia y España con los principales
maestros de los distintos servicios. Ejerció los primeros años en el Hospital Maciel, para
luego trasladarse en 1954 al Hospital de Clínicas. Sus enormes méritos, las numerosas
publicaciones en revistas médicas y de la especialidad, hacen de Vignale uno de los
maestros de la Dermatología. Fue también Presidente de varios congresos y reuniones
científicas. Se destacó como persona exquisita y extraordinaria por sus excelentes cua-
lidades humanas, calidad y respeto con sus compañeros y excelente buen humor. Fue
coeditor de la Revista Uruguaya de Dermatología junto al Prof. May y delegado de los
Figura 4. Bartolomé profesores en el Consejo de la Facultad, entre otros méritos. Tuvo la feliz idea de crear,
Vignale, sucesor de
junto a su Profesor, la Seccional de Dermatología y Sifilografía de la Sociedad Médica del
José Brito Foresti
Uruguay y en 1956 las famosas Jornadas Rioplatenses de Dermatología, que tenían lu-
en la Cátedra de
Clínica
gar cada dos años, alternándose Montevideo y Buenos Aires como sedes.
Dermosifilopática
de la Facultad de Prof. Dr. Aquiles Amoretti
Medicina en el
Hospital Maciel Sucedió al Prof. Bartolomé Vignale en la Clínica Dermosifilopática de la Facultad de
Medicina como Profesor Titular en 1959 hasta 1969. Efectuó toda su carrera docente en
la Facultad de Medicina luego de concursar como Jefe de Clínica, Asistente y Profesor
Agregado. Además, efectuó por concursos de oposición y méritos su carrera en el Minis-
terio de Salud Pública. Se inició como médico dermovenereólogo en los Dispensarios An-
tisifilíticos y de las Enfermedades Venéreas, luego denominados de Higiene Sexual, para
acceder después por concurso al cargo de jefe del Servicio de Piel del Hospital Pasteur;
ocupó este cargo por muchos años, sucediendo al Dr. Pedro Raúl Alonso, fundador del
Servicio. Fue el médico clínico por excelencia, gran semiólogo, ejemplo de la influencia
de la Escuela Francesa y de los profesores que lo precedieron como J. May y B. Vignale.
Su insistencia en el diagnóstico clínico llegó hasta sostener que la histopatología ayuda-
ba en el diagnóstico, pero que al final, en casos de muchas dudas, predominaba el exa-
men clínico. Fue el continuador de las Jornadas Rioplatenses, Presidente de la Sociedad
Uruguaya de Dermatología y de numerosos congresos. Publicó en Anales de la Facultad
de Medicina una infinidad de trabajos, muchos de ellos en colaboración con R. Vignale,
todos con casos clínicos inéditos que merecieron diversas distinciones, especialmente en
la Argentina y Brasil.

Prof. Dr. Raúl Vignale

Raúl Vignale, Francisco Amor García

Nació el 26 de noviembre de 1924, hijo menor de Bartolomé Vignale y Beatriz Maragliano.

414
Historia de la Dermatología en el Uruguay

Inició su carrera docente siendo estudiante como ayudante de clase del Departamento
de Histología y Embriología bajo la dirección de Washington Buño, y luego por concurso
de oposición como Ayudante de Clase de Fisiopatología y Medicina con los Profs. Drs. Jo-
sé P. Migliaro, F. Herrera Ramos y Manlio Ferrari. Después de recibirse en 1954 con una
tesis de doctorado sobre el ”Tumor de Malherbe“ con nota de sobresaliente, obtuvo por
concursos de méritos y oposición todos los cargos en la Facultad de Medicina hasta lle-
gar a Profesor Titular en 1969. Años después lo sucedería el Prof. Dr. Probo (1988). Con
aquella tesis ganó una beca al obtener el “Premio Artigas”, el máximo galardón que un
estudiante obtuviera en esa época. Solicitó por esa beca una estadía en Nueva York con
Alfred Hopf, pero debido a la enfermedad de su Señor Padre, para estar cerca de él, op-
tó por trasladarse a Buenos Aires por espacio de cinco años (1958-1962) para especiali-
zarse con los Profs. Luis E. Pierini, David Grinspan, Julio M. Borda, Jorge Abulafia, R.
Mazzini, Pomposiello y Jonquières en el Hospital Rawson; con Marcial Quiroga, M. A.
Mazzini y Magnin en el Hospital Ramos Mejía y con Dagoberto Pierini en la Casa Cuna-
Hospital de Niños Pedro de Elizalde. Fue sobre todo en el Rawson –donde ejercía como
dermatopatólogo el Dr. Jorge Abulafia, verdadero Maestro de esta especialidad– donde
se formó Raúl Vignale. A su lado, en forma diaria, desde las 7 de la mañana hasta las 18
horas, consolidó sus conocimientos clínicos y anatomopatológicos cultivando amistades
que hasta ahora conserva en su memoria.
Durante muchos años desarrolló aquella subespecialidad, viajando mensualmente,
hasta el momento actual, para asistir a los Servicios de Dermopatología de distintos hos-
pitales. Vignale aplicó, además, la inmunología a la Clínica como elemento fundamental
para explicar la fisiopatología de las enfermedades. En el Servicio de la Clínica Dermo-
sifilopática del Hospital Maciel ejerció esa especialidad como anatomopatólogo junto al
Prof. Dr. Luis Torres de la Llosa, para seguir luego en el Hospital de Clínicas Dr. Manuel
Quintela. Es de destacar que la Anatomía Patológica siempre se efectuó en el propio Ser-
vicio, desde los tiempos remotos del Hospital Maciel y luego en el Hospital de Clínicas.
En el Ministerio de Salud Pública realizó su primer concurso de oposición como Derma-
tólogo del SAYPA (Servicio y Asistencia y Preservación Antituberculosa) donde se desem-
peñó por espacio de cuatro años atendiendo a los pacientes con tuberculosis que
presentaban lesiones de piel, y que tenían el alta del Hospital de Internación Saint-Bois.
Años después tuvo que realizar un nuevo concurso de oposición para el cargo de Médi-
co Dermovenereólogo y de Higiene Sexual, que ejerció en los Dispensarios Antisifilíticos
y de Enfermedades Venéreas. Posteriormente pasó por concurso de méritos a ser Médi-
co Jefe de la Policlínica Dermatológica del Hospital Pereyra Rossell, que inauguró el Ser-
vicio con su cargo recién creado; allí cesó sus funciones en 1969, cuando fue nombrado
Profesor Titular de la Clínica Dermasifilopática en el Hospital de Clínicas. En el Ministe-
rio de Salud Pública, en el Instituto de Oncología estuvo en la Policlínica Dermatológica
junto al Dr. José Espasandin y los nuevos Adjuntos de la Clínica de la Facultad. En sín-
tesis, efectuó toda su carrera en el Ministerio de Salud Pública, donde llegó a Jefe, y en
la Facultad como Profesor Titular. Fue ayudante de Anatomía Patológica en el Ministe-
rio de Salud Pública por muchos años en la Posta Central del Hospital Pereyra Rosell que
dirigía el Prof. Matteo. Recibió numerosos premios, honores y distinciones de diversas
Academias Internacionales de Dermatología; entre ellos, la distinción otorgada por la Co-
misión Directiva del CILAD en Málaga como uno de los principales dermatólogos de Ibe-
rolatinoamérica; posteriormente en el Aula Magna de la Facultad de Medicina el Comité
Internacional de Ligas de Sociedades de Dermatología le otorgó el “Certificado de Apre-
ciación” por sus extraordinarios méritos en docencia, investigación y cooperación inter-
nacional en el campo de la Dermatología. Para este último evento, fue expresamente al
Uruguay la Prof. Ana Kaminsky de Buenos Aires como delegada del Comité Internacio-
nal con sede en los Estados Unidos. Fue además fundador, Secretario y Presidente de
ULACETS (Unión Latinoamericana contra Enfermedades de Transmision Sexual) y

415
RAÚL VIGNALE

Presidente de varios Congreso Internacionales junto con otros distinguidos profesionales


del Uruguay y Latinoamérica.

Prof. Dr. Probo Pereira da Silva

Es un deber ineludible mencionar a este ilustre Profesor Titular de la Clínica Derma-


tológica, de exquisita personalidad, respetuoso de sus deberes y obligaciones. Tuvo la
gran virtud de seguir haciendo crecer la Dermatología en el Uruguay y países vecinos.
Creó el Departamento de Cirugía Dermatológica y la Sección Dermatitis de Contacto que
dirige actualmente la Prof. Dra. Selva Alé. Dedicó su vida a la enseñanza, creando gru-
pos de trabajo que en el momento actual dan excelentes frutos en su labor asistencial y
docente. Dado su gran interés en la Cirugía Dermatológica envió a numerosos jóvenes a
Buenos Aires y a Córdoba para especializarse en esta rama de la Dermatología. Pensa-
ba en el futuro, en lo que debía ser la Dermatología en los próximos años, méritos por
demás suficientes para galardonarlo como creador de los distintos aspectos de la derma-
tología moderna. En varias oportunidades fue Directivo de ULACETS, Secretario y Presi-
dente de la Sociedad Uruguaya de Dermatología y Presidente de varios Congresos de la
especialidad.

No queremos terminar esta breve síntesis sin mencionar a numerosos médicos que
dieron su vida a nuestra especialidad, escalando por concursos de oposición todos los
cargos hasta llegar a médicos jefes en el Ministerio de Salud Pública y en la Facultad de
Medicina. Nos referimos a Juan F. Tost, Cándido Prego, Pablo Klestorny Blanco, Héctor
Abreu, José M. Infantozzi, Carmen Riveiro, Esther Casella de Vilaboa, Eustaquio Monte-
ro, Luis Torres de la Llosa, Ana Cassinelli y tantos otros que se destacaron como extraor-
dinarios docentes en la semiología cuidadosa y metódica, en la ardua tarea diaria
hospitalaria, personas exquisitas en el trato diario, respetuosos de las opiniones de sus
colegas, a los que recordamos con enorme cariño y respeto. Es imposible nombrarlos a
todos, pero son los que han ayudado al quehacer de la Dermatología dejando sus pro-
fundas e imborrables huellas para que los más jóvenes aprendieran de sus enseñanzas.
Sus excelentes virtudes tuvieron la finalidad grandiosa y altruista que reconocemos to-
dos nosotros en muchos colegas, a los que es necesario recordar como paso previo al
eterno descanso.
Ahora ya estamos en la era moderna, entre 1985 y 2004, con las nuevas generacio-
nes de dermatólogos, que han aprendido de los mayores y que asumen la obligación de
enseñar y transmitir los conocimientos que pasan de generación en generación. Son los
adjuntos de Clínica, los asistentes, los profesores agregados: Drs. Néstor Macedo, Miguel
Martínez y Selva Ale y la actual profesora titular Dra. Griselda de Anda, verdadero mo-
tor, genial e incansable trabajadora, que durante días y días a lo largo de muchísimos
años dedicó su vida a la docencia, asistencia e investigación. Profesora y Maestra en Der-
matología Clínica y en Dermopatología, creó, además, secciones para asistencia especia-
lizada como son la Dermatología Pediátrica y úlceras de piernas, continuando con
Cirugía y Dermatitis de Contacto. Se destacó por sus continuos viajes al exterior para se-
guir aprendiendo, principalmente a los meetings anuales de la Academia de Dermatolo-
gía de los Estados Unidos. Su extensa producción científica abarca innumerables
artículos publicados en diversas revistas nacionales y extranjeras y una enorme canti-
dad de participaciones en congresos, simposios y reuniones científicas en el Uruguay y
diversos países latinoamericanos, de los Estados Unidos y de Europa.
La Profesora de Anda con extraordinario entusiasmo y dedicación ha hecho que la
Dermatología uruguaya se elevara al nivel internacional en estos últimos veinte años. Lo
mismo podemos decir de sus extraordinarios colaboradores, Drs. Macedo, Alé y Martí-
nez, así como los más jóvenes, que han presentado en forma continua innumerables

416
Historia de la Dermatología en el Uruguay

artículos y libros, obteniendo cantidad de Premios Internaciones. Se puede asegurar que


una infinidad de discípulos han nacido al lado de la Profesora de Anda. Es la tercera eta-
pa gloriosa de la Dermatología en el Uruguay.

■ Hospitales
Hospitales con servicios de Dermatología con servicios de Dermatología
Hospitales dependientes del Ministerio de Salud Pública
con policlínicas dermatológicas

HOSPITAL MACIEL
Constituye toda una gloria de la Medicina Uruguaya a lo largo de varios siglos1-16.Des-
de su iniciación funcionaba como Hospital del Ministerio de Salud Pública, pero se divi-
dían las actividades. Estaban los médicos de la Facultad de Medicina como José Brito
Foresti, Bartolomé Vignale, José María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Antonio Blanco
y Juan F.Tost (figuras 5 y 6). Destacamos las figuras de extraordinarios médicos de la Fa-
cultad de Medicina y del Ministerio de Salud Pública, como José May, Cándido Prego, Héc-
tor Abreu, Eustaquio Montero, Blanco, Esther Casella de Vilaboa y Ana Cassinelli.
Pasaron por esos Servicios excelentes médicos que es obligación nombrar: Levy, Rampol-
di, Dos Santos, Susana Dorce, Diab, Macedo, Bruno, Mocobocki y Conti.
El Maciel es, desde hace pocos años, uno de los principales hospi-
tales de referencia para todo el Uruguay. Bajo la dirección de la Dra.
Ana Cassinelli y Diab tiene una relación muy fluida con el Servicio de
Hemato-oncología y de Transplantados de Médula Ósea, con el Servi-
cio de Cirugía Torácica y especialmente con el único Centro de Tera-
pia Gravitacional del país y con el de la Unidad de Medicina
Psico-Social (única en Salud Pública). Su planta física se amplió en
1999 y cuenta con todos los elementos modernos para una mejor asis-
tencia de los pacientes. El último y fundamental logro de la Dra. Cas-
sinelli fue incluir en el vademécum del hospital medicación especifica
para Dermatología que sólo pueden indicar los especialistas, lo cual
permite mantener una cantidad relativamente estable de medicación.
Queremos destacar muy especialmente la intensa, sacrificada y ex-
traordinaria labor de Cassinelli que ha puesto su servicio entre los
mejores de América.

HOSPITAL FERMÍN FERREIRA


Se creó a fines del siglo XIX para la interacción y tratamiento de
pacientes con tuberculosis. Separados del núcleo principal del edifi-
cio existían dos pabellones con enfermos de lepra; era el primitivo le-
prosario dirigido por largos años por Ernesto Stirling, hombre que
dedicó toda su vida con cariño, entusiasmo y entrega al cuidado de
los enfermos. Al cerrarse este hospital los pacientes pasaron a ser
atendidos en un edificio especialmente diseñado en las afueras de
Montevideo, el Instituto Hanseniano. Contaba con cuatro salas –dos de mujeres y dos de Figura 5. En el
patio del Hospital
hombres–, seis casas independientes del núcleo central para los pacientes que vivían en
Maciel (1926). De
parejas y oficinas para la Dirección y Administración. Esta parte estaba dirigida el Dr.
izquierda a
Víctor Rosen y la sección de los enfermos por los Drs. Moris Margounato y Nieves Vare- derecha: Demaestri
la. Poseía todo lo indispensable en cuanto a material y drogas y contaba, además, con la (bedel), B. Vignale y
asistencia de odontólogos, neurólogos, cirujanos y fisioterapeutas. La campaña y el con- Brito Foresti; más
trol de la lucha contra la enfermedad de Hansen en todo el país estaba a cargo del Dr. atrás, Santomé,
Vázquez. Klestorny, médicos
adjuntos y
enfermera
417
RAÚL VIGNALE

HOSPITAL PEREIRA ROSSELL


Es un enorme edificio dividido en numerosos pa-
bellones para las Clínicas Ginecológicas y un Pabe-
llón Central para las Clínicas Pediátricas. En uno de
los Servicios, que dirigía el Prof. Dr. Euclides Peluffo,
el Dr. Raúl Vignale concurría en 1962 a su solicitud
para examinar a los niños con lesiones de piel y ha-
cer docencia. En el año 1964, el Ministerio de Salud
Pública creó la Policlínica Dermatológica que ocupó
como Jefe de Servicio el mismo Vignale por concurso
de méritos. Un año después el Dr. Walter Tena, que
se desempeñaba como Médico Dermovenerólogo en
el Dispensario Nº 1, pasó a ocupar el cargo de ayu-
dante de Clínica. Dicho cargo fue dejado por Vignale
Figura 6. En el para concursar para Profesor de Clínica Dermosifilopática en el Hospital de Clínicas en
patio del Hospital 1969, sucediendo al Prof. Dr. Aquiles Amoretti. En el momento actual la Policlínica Der-
Maciel (1956): matológica del Pereira Rossell continúa trabajando con real eficacia, con sacrificio, en
sentados de
horas de la mañana y de la tarde, atendiendo enfermos de Policlínica y de Sala, dirigi-
izquierda a
da por distinguidos médicos como los Drs. Pazos, Valls, Viña, Pous y Salmentón, siem-
derecha: Badhou, B.
Vignale,
pre actuando como Jefe el Dr. Tena. Es de estricta justicia destacar que la Prof. Dra.
practicantes, Griselda de Anda, Profesora de Clínica Dermatológica de la Facultad de Medicina, con-
Infantozzi, Abreu, curre asiduamente en forma honoraria para colaborar con sus actividades en una efi-
Santomé y caz labor científica. Además, como pasa siempre en estos casos, se efectúa labor
Tiscornia; de pie: docente en las tres Clínicas Pediátricas y Ginecológicas. Es un centro de referencia pa-
Ferro (enfermero), ra todo el Uruguay.
médicos adjuntos, En este Hospital funciona el Centro Especializado en el Tratamiento de las Enferme-
Amoretti, dades de la Piel (CETEP) dependiente del Ministerio de Salud Pública. Su jefe es el Prof.
enfermeras y Agregado Néstor Macedo, quien se desempeña junto a las Dras. Bessonart. Piñeyro,
Sanjinés
Tcheckmedyian, Delucchi, Méndez, Kleist, Moriyama, Labat y Casanova. Atiende a per-
sonas mayores y niños, y tiene un archivo que es modelo en el Uruguay. Posee la más al-
ta tecnología para los distintos tratamientos que se emplean: fotoquimioterapia,
crioterapia, ecógrafo, quirófano para pequeñas intervenciones. La Policlínica “Úlceras
de pierna” es un ejemplo de conocimiento con resultados excelentes. Los últimos martes
de cada mes se reúnen en Ateneos a los que se invita a los colegas de los distintos hos-
pitales y todos los miércoles hay discusión de casos clínicos. De esa manera, se ha for-
mado un excelente grupo cuyo futuro es por demás promisorio. Es otro ejemplo del
extraordinario valor científico asistencial de la Dermatología uruguaya junto con otros
Servicios de distintos hospitales.

HOSPITAL PASTEUR
Fundado e inaugurado a fines del siglo XVIII, contaba desde su inicio con una Policlí-
nica Dermatológica; en ella se inició como Jefe de Servicio el Prof. Dr. Héctor Raúl Alon-
so, quien se desempeñó allí por muchos años; lo sucedieron Aquiles Amoretti, Eustaquio
Montero, Moris Margounato, Ana Urruty y Ana Miralles, acompañados por numerosos
colaboradores. Actualmente funciona en horas de la mañana y de la tarde. El Dispensa-
rio de Piel y de Higiene Sexual adjunto a dicho Servicio estaba hace muchos años bajo la
dirección del Prof. Dr. Juan F Tost; luego pasó a depender de la Policlínica de Piel. Que-
remos destacar la extraordinaria labor y el enorme e incansable trabajo de todos ellos y
de sus colaboradores, dada su jerarquía científica y su extensa y proficua labor hospita-
laria, examinando tanto a los pacientes de Policlínica como los de Sala. No queremos ter-
minar sin nombrar a los médicos ayudantes Munch, Civila, Ponasso y Vareika.

418
Historia de la Dermatología en el Uruguay

HOSPITAL DE CLÍNICAS “DR. MANUEL QUINTELA”


Funciona allí actualmente, como ya señalamos, la Clínica Dermatológica de la Facul-
tad de Medicina bajo la dirección de la Prof. Griselda de Anda. En el año 1957 se tomó
una fotografía al Prof. Aquiles Amoretti y sus colaboradores cuando éste ejercía el car-
go de Profesor Titular de la Clínica (figura 7). Destacamos la importancia de este Centro
como referencia para todos los dermatólogos del país.

Hospitales no dependientes del Ministerio de Salud Pública


ni de la Facultad de Medicina

HOSPITAL POLICIAL
Se fundó en 1980 para la atención del personal policial y de sus familiares; allí se ini-
ció como Jefe de Servicio el Dr. Eustaquio Montero. De extraordinaria concepción hospi-
talaria, posee todos los recursos que son imprescindibles para una excepcional atención
médica. Montero, que ha dedicado su vida a la Dermatología y la Dermopatología, hizo
sus primeros estudios en Philadelp-
Figura 7. En el
hia (EEUU) para luego, con la espe- Hospital de Clínicas
cialización en ambas ramas, y con todo el
gracias a su enorme entusiasmo, personal docente y
dedicación y sacrificio alcanzar el enfermeras (1957).
máximo nivel en materia científica y De izquierda a
asistencial. Su Policlínica de Piel es derecha, sentados:
un ejemplo que deben seguir todos Tost, Prego,
los jóvenes dermatólogos en la aten- Tiscornia, B.
ción de los pacientes. Allí trabaja Vignale, Amoretti,
Sanjinés y Abreu;
juntamente con los Drs. Arévalo,
parados: Ramos
Cateura y Tcheckmedyian, con una
(enfermera),
excelente atención médica. Se reali- Aronovich
za todo tipo de procedimientos mé- (archivera),
dicos y quirúrgicos, así como los Klestorny, Torres de
exámenes anatomo-patológicos informados por el propio Dr. Montero. Un ejemplo de la la Llosa, R. Vignale,
Dermatología moderna. Blanco, García
(enfermera)
HOSPITAL MILITAR
Al igual que en el caso del Hospital Policial, fue construido para el Personal Militar un
enorme, múltiple y complejo edificio para internaciones y Policlínicas. Se creó en prime-
ra instancia como un pequeño hospital para las urgencias, para luego constituirse en uno
de los más importantes de América. Su primer Jefe fue el Prof. Agreg. Luis Torres de la
Llosa quien, junto con el Dr. Rotkier, hicieron de esta Policlínica un lugar completo con
un excelente archivo muy bien documentado de fotografías y preparados histológicos.
Actualmente dirige el servicio el Dr. Della Santa a quien acompañan los Drs. Santurión,
Bazzano, Costa, Iglesias, Lacuesta, Machado, Téllez y Vainsencher.

PEDRO VISCA
Fue un Hospital de Pediatría que contaba con un gran número de Policlínicas, entre
ellas la Dermatológica Desde sus inicios hasta su cierre definitivo ejerció la Dirección de
este Servicio el Prof. Agregado José María Tiscornia Denis, extraordinario docente. Sólo
él podía hacer ese trabajo con tanto entusiasmo efectuando la incansable labor de todas
las mañanas, solo o acompañado a veces de algún alumno del Posgrado de la especiali-
dad. Como hecho que queremos jerarquizar debido a su exquisita personalidad, además
de su trabajo asistencial ejercía la docencia explicando a los familiares de los enfermos
cómo emplear el tratamiento correspondiente y dando continuos consejos, como un

419
RAÚL VIGNALE

verdadero padre, sobre cómo educar a un niño para que alcanzara un futuro seguro y
promisorio. Sólo en él se encuentra esa extraordinaria virtud.

INSTITUTO DE HIGIENE
En él funcionan Servicios de la Facultad de Medicina y del Ministerio de Salud Publi-
ca. Está situado al lado del Hospital de Clínicas y forma un complejo edificio con dos en-
tradas independientes. En una parte funciona el propio Instituto, donde tienen su sede
las Cátedras de Parasitología, Bacteriología, Inmunología Parasitaria e Higiene y Medi-
cina Preventiva y parte del Laboratorio de Inmunología de la Facultad de Química. En la
otra parte funciona el Hospital de Higiene con la Cátedra de Enfermedades Infecciones
con Policlínica para pacientes externos y salas de internación especialmente dispuestas
para los pacientes con SIDA. Es común la atención de estos enfermos por varios especia-
listas –infectólogos, internistas y dermatólogos. La medicación antirretroviral es propor-
cionada gratuitamente por el Ministerio de Salud Pública, aunque los enfermos no
tengan el correspondiente Carné de Asistencia que otorga el Ministerio; de este modo,
cualquier enfermo siempre tiene atención médica, hecho fundamental para lograr su
mejoría y curación. Queremos destacar la actuación de la Dra. Liliana Calandria, Profe-
sora Adjunta de la Facultad de Medicina en el Hospital de Clínicas y actualmente Jefa del
Servicio para pacientes con SIDA, así como la de los infectólogos y sus demás colabora-
dores. Esta brillante actuación es reconocida a nivel nacional e internacional; es Presi-
denta de URUSIDA (Sociedad Uruguaya de SIDA) y Secretaria y Presidenta de numerosos
Congresos Nacionales y extranjeros sobre el tema SIDA; también es consultante princi-
pal en los principales Centros para el diagnóstico y tratamiento en América, Europa y Es-
tados Unidos.

DISPENSARIO DE PROFILAXIS DE ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL


Su lugar de trabajo se encuentra al lado de los anexos del Hospital Maciel. Se fundó
para la atención de las prostitutas y homosexuales; el Servicio funciona en horas de la
mañana para las primeras y para homosexuales en la tarde. Por allí pasaron como Je-
fes distintos médicos: Riveiro, Vilaboa, Dos Santos, Boggio, Canetti y Nicola. El Dispensa-
rio está en relación constante con la Sección Asistencia y Profilaxis Venéreas del
Ministerio y con la Policía, que guarda también los registros de los pacientes, cuyo con-
trol se realiza actualmente en forma mensual.

■ Historia de
5. Historia de las publicaciones
las publicaciones médicasdermatológicas
dermatológicas de los siglos XIX y XX
de los siglos XIX y XX
Presentamos aquí un panorama general de las primeras publicaciones de los siglos
XIX y principios del XX, época en la cual se inicia una nueva especialidad en el Uruguay
apenas un siglo después de fundada su ciudad capital, Montevideo, en 1726. En una ne-
cesaria selección, mencionaremos solamente las publicaciones pioneras de los primeros
profesores de la especialidad, así como, en años posteriores, las de los profesores a car-
go de los Servicios, por la Facultad de Medicina y por el Ministerio de Salud Pública.
En la década de 1850 aparecen los primeros trabajos sobre pacientes con afecciones
de patología dermatológica en la publicación La Facultad de Medicina(revista quincenal);
años más tarde, el Prof. Dr. José Brito Foresti presenta allí casos de la clínica dermosifilo-
pática del Hospital de Caridad; también hay trabajos sobre el tema en los Anales de Medi-
cina Montevideana (1852-1932).
En 1898 inicia su publicación la Revista Médica del Uruguay (1898-1932), de carácter
mensual, que fue durante muchos años la única y la piedra fundamental de las que apa-
recieron a principios del siglo XX. El comité de redacción estaba integrado por diversas

420
Historia de la Dermatología en el Uruguay

personalidades médicas, entre ellas José Brito Foresti como secretario de redacción. En-
tre 1898 y 1926 Brito Foresti y sus colegas publican un total de 71 artículos, muchos de
ellos con afecciones descritas por primera vez en conjunto con B. Vignale y colaboradores.
Bartolomé Vignale presentó publicaciones en la misma Revista, que era el órgano oficial
de la Organización Médica del Uruguay creada en esos años; entre 1919 y 1926 aparecie-
ron 41 artículos de su autoría. En 1917 se publican los primeros artículos del Dr. José May,
quien en total participó con 91. Corresponde mencionar a los médicos dermatólogos que
colaboraban en todas estas publicaciones: Juan A. Rodríguez, J. F. Canessa, Raúl del Cam-
po, J. Canabal, R. Scaltriti, J. Rosende, J. de Salterain, A. Prunell; también colaboraron mé-
dicos de otras especialidades, los grandes Maestros de nuestra medicina nacional.
En 1916 aparecen los Anales de la Facultad de Medicina órgano oficial, donde se pre-
sentan miles de trabajos de los distintos médicos tanto de la Facultad como del Ministe-
rio de Salud Pública, de Montevideo como del interior, abarcando todas las
especialidades. Posteriormente, entre 1955 y 1965 y ya inaugurado el Hospital de Clíni-
cas Dr. Manuel Quintela con la Clínica Dermasifilopática en funcionamiento, colaboran
con sus artículos los profesores y médicos del Servicio, entre ellos, Aquiles Amoretti, Jo-
sé María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Raúl Vignale, Luis Torres de la Llosa, Anto-
nio Blanco, Pablo Klestorny, Cándido Prego e innumerables colegas de la especialidad.
En 1966 concluye la primera etapa de los Anales; la segunda se extiende desde 1978
hasta 1981.
También hay que mencionar los Archivos de Medicina, Cirugía y especialidades del
Uruguay (1936-38/40-53), si bien ofrece escasos artículos de nuestra especialidad.
Por los mismos años se crea otra publicación, en este caso exclusiva de nuestra espe-
cialidad, la Revista Uruguaya de Dermatología y Sifilografía iniciada con un volumen do-
ble17, 18 el 18 de marzo de 1936 y cuya trayectoria se extiende hasta 1953. Su primer
Director fue el Prof. Dr. José May; como redactores adjuntos estaban los Drs. Gloria Alon-
so de May, Roberto Riveiro Rivera y Carlos Galfetti Urioste. El Prof. Dr. José May era mé-
dico por concurso en el Ministerio de Salud Pública y se desempeñaba como Jefe del
Servicio de Dermatología y Sifilografía del Hospital Maciel. Dedicó el primer número de
la publicación al Dr. José Brito Foresti, cuya fotografía aparece en la primera página. En-
tre los colaboradores estaban los Drs. Radamés Costa, Julián Rosende, Mario Taglioreti,
Nicolás Tiscornia y Enrique Apolo, Luis Gastaldi, Juan Carlos del Campo, Ángel Cuervo,
Héctor Ardao, Rafael Turcio, Miguel Rubino, Héctor Santomé, Carlos Bordes y otros. Un
tema especialmente destacado en esta publicación fue el problema de la lepra; hay una
información detallada sobre las sesiones de la Cámara de Diputados en que se presentó
la Ley de lucha contra la lepra en el Uruguay, que posteriormente se aprobó y luego se
completó con el Proyecto de ordenanza de la lucha contra la lepra y el Plan de lucha con-
tra la lepra. El proyecto de ley se había presentado por primera vez en el II Congreso Su-
damericano de Dermatología y Sifilografía realizado en 1921 en Montevideo.
Entre otras cuestiones a destacar, mencionamos el artículo Le traitement de la fièvre
jaune, redactado originalmente en francés dado que, en esa época, al final de cada Reu-
nión de la Clínica se hacía en ese idioma un resumen escrito de los casos presentados
para publicarlos en la revista. También es digno de mencionar que en varias oportuni-
dades estuvieron presentes distinguidas personalidades de Francia como Gastón Milian,
H. Gougerot, R. Burnier y Lucien Périn del Hospital Saint- Louis de Paris, cumbre glorio-
sa de la Dermatología y Sifilografía de esa época. Destacamos, además, las extraordina-
rias publicaciones sobre la Enfermedad de Nicolás y Favre, reproducidas en numerosos
artículos y libros en francés.
Corresponde señalar también que el Prof. Dr. José May fue el creador de los moulages
de cera que Von Rommel, un exiliado que vivía en Montevideo, efectuaba con tal precisión
que eran la fiel reproducción de la afección del paciente. Fue ese extraordinario Museo el
primero creado en Latinoamérica, a semejanza del que existía en el Hospital Saint-Louis.

421
RAÚL VIGNALE

En abril de 1947 apareció la Revista de la Cátedra de la Clínica Dermosifilopática de


la Facultad de Medicina. Hospital Maciel19. Su director responsable era el Prof. Dr. Bar-
tolomé Vignale y secretarios de redacción los Drs. Carlos María Infantozzi y Pablo Kles-
torny, jefes de Clínica. Klestorny era también el fotógrafo de la Clínica donde se
documentaba a todos los enfermos. En la revista se publicaban los casos clínicos más im-
portantes del mes, incluyendo las discusiones que se suscitaban en la Cátedra. Su trayec-
toria concluye en octubre de 1949, cuando deja de aparecer por motivos económicos.
Entre 1989 y 1991 se publica Dermatología Uruguaya, órgano oficial de la Sociedad
Uruguaya de Dermatología, bajo la dirección del Prof. Dr. Probo Pereira. Destacamos co-
mo hecho inédito e histórico en la Facultad de Medicina la gran exposición realizada en
1940 en el Aula Magna de unas 500 fotografías de pacientes con distintas afecciones cu-
táneas, pertenecientes a la Clínica Dermosifilopática. La exposición se llevó a cabo gra-
cias a la extensa y proficua labor del Prof. Vignale y especialmente del Dr. Pablo
Klestorny –incansable colaborador, silencioso pero de excelentes relaciones humanas y
por demás talentoso–; a lo largo de cuatro meses fue visitada por numerosos médicos y
por miles de estudiantes de medicina.
Todo lo relatado es una breve síntesis de la historia de los inicios de nuestra especia-
lidad, creada por nuestros próceres, verdaderos prohombres y maestros, los Profs. Dres
Brito Foresti, José May y Bartolomé Vignale. Recordaremos que todos completaron su
formación principalmente en Francia; y también debemos destacar las excelentes rela-
ciones que tenían con el selecto grupo de dermatólogos argentinos – como Pedro L. Ba-
liña, Pablo Bosq, Fidanza, Schujman, J. Fernández y Carrillo–con quienes en numerosas
oportunidades intercambiaban conocimientos en las sedes de cada país para preparar
las reuniones de las respectivas Clínicas14, 15, 16.

■ Congresos,
6. Congresos, simposios y jornadas
simposios y jornadas

Muy brevemente presentamos una síntesis de las principales reuniones científicas del
siglo XX en nuestro país. En 1918 se realizaron en Montevideo los primeros Congresos
Rioplatenses, en el mismo año en que se efectuó el II Congreso Sudamericano en Río de
Janeiro.
En 1938, las Primeras Jornadas Médicas Uruguayas, Sección Dermatología y Sifilo-
grafia, constituyeron un hecho fundamental en la Historia de la Dermatología Uruguaya
dado su altísimo nivel científico internacional. Junto con los Drs. May y Vignale, que eran
los Presidentes, participaron destacados colegas de Argentina – Fidanza, Contardi y
Schujman (Rosario), Garzón y Mocola (Córdoba), Puente, Carrillo, Orol Arias, Gómez,
Mazzini, Gomis, Picerna, Costané Decoud, Cordiviola, Braseras, Kaminsky, Castex, Bor-
da, Quiroga, Pierini, Abulafia y Sánchez Basso– ; de Brasil –Paulo Vieira, de Souza Cam-
pos, Lindemberg, da Fonseca Bicudo, Póvoa y Berardinelli–; de Paraguay – Boggini y
Ugarriza–; de Chile –Macchiavello y Coutts– y de Francia –Rabut.
Durante los años posteriores se suceden numerosas Reuniones y Congresos en los
cuales participan todos los dermatólogos, no sólo de Montevideo sino también del inte-
rior, lo que marcó un notable avance científico en la época.
En diciembre de 1956 se realizan las Primeras Jornadas Rioplatenses de Dermato-
logía, promovidas por Bartolomé Vignale y en mérito a su particular amistad con Qui-
roga, Garzón, Pierini, Mazzini, Kaminsky y otros. Tuvieron un éxito extraordinario, por
lo que se repitieron cada dos años, realizándose alternativamente en ambos países del
Plata. La décima reunión, en 1970, se realizó en el Balneario Solís y fue presidida por
el Dr. Eustaquio Montero. Estas reuniones se suspenderán posteriormente para dar lu-
gar a la RADLA (figura 8).
La RADLA (Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos) ha tenido con el correr

422
Historia de la Dermatología en el Uruguay

de los años un éxito extraordinario, Figura 8. Jornada


Rioplatense de
con alcance internacional. La sede
Dermatología en la
se alterna entre Uruguay, Argenti-
cual se homenajeó
na, Brasil, Chile y Paraguay, a los al Dr. B. Vignale
que se han sumado últimamente con motivo de su
Bolivia y Perú. Destacamos la im- retiro como
portancia de este evento fundamen- Profesor de Clínica.
talmente por la unión de los Entre los presentes:
dermatólogos del Cono Sur, a los Prof. Dr X. Vilanova
cuales posiblemente en el futuro se (Barcelona),
incorporen los de otros países, como Kaminsky, Tost,
Ecuador, Colombia y Venezuela. Fosatti y colegas
argentinos
El Colegio Ibero-Latinoamerica-
no, autoridad máxima dermatológi-
ca en la región, reconocida mundialmente, constituye la más importante reunión de los
dermatólogos de España, Portugal y Latinoamérica. Este encuentro, que se realiza cada
cuatro años, representa la verdadera unión científica dermatológica, de amistad y com-
pañerismo entre Europa y América.
La Sociedad Uruguaya de Dermatología, con un pasado histórico lleno de glorias, es
la institución fundamental que reúne a todos los dermatólogos del Uruguay. Desde hace
muchos años realiza su Congreso bianual. En octubre de 2005 se realizará el X Congre-
so Uruguayo de Dermatología junto con la X Reunión Internacional de Terapéutica Der-
matológica y las VI Jornadas de Actualización de Terapéuticas Dermatológicas del
CETEP. En estos congresos se reúnen todos los dermatólogos del país para exponer sus
experiencias; siempre se invita a distinguidos profesionales de distintos países de Amé-
rica Latina, Europa y Estados Unidos.
La Sociedad de Dermatología del Interior, con su activa Comisión Directiva, también
realiza cada dos años su congreso en la Capital de un Departamento.

■Uruguay
La Sociedad de Dermatología del La Sociedad de Dermatología del Uruguay
La Sociedad de Dermatología del Uruguay, vinculada siempre y estrechamente a to-
dos los médicos dermatólogos y venereólogos de los Hospitales Maciel, Pereira Rossell,
Pasteur y Pedro Visca, Instituto de Higiene Militar y Policial y Dispensarios de Derma-
tología y de Higiene Sexual, se creó el 15 de mayo de 1918 como Seccional de Derma-
tología y Sifilografía de la Sociedad Médica del Uruguay. Era una necesidad
imprescindible, pues sustituía a los antiguos Ateneos que se realizaban por separado en
cada Centro Hospitalario.
El 1º de septiembre de 1927, el Prof. Dr. José May propone crear el reglamento de la
Sociedad Uruguaya; para redactarlo se designó una comisión integrada por los Profs. Jo-
sé Brito Foresti, Bartolomé Vignale y Máximo Halty.
La Sociedad funcionó de manera irregular en el Hospital Maciel. Recién en 1956 resur-
ge la actividad dirigida por Bartolomé Vignale, con la participación de prestigiosos derma-
tólogos que representaban a los distintos Servicios. Fue la primera vez que todos los
dermatólogos se unieron, hecho significativo en la historia de la Sociedad. Se redactó una
nueva reglamentación y se formó una Comisión Directiva de dos años de duración, cuyos
integrantes se renovaban a través de elecciones periódicas. Se fijó como día de reunión el
último sábado de cada mes, fecha que hasta el momento se cumple con regularidad.
En los inicios de la Sociedad participaban los ilustres Drs. Rafael Turcio, Cándido Pre-
go, Ernesto Cacciatore, Luis A Torres de la Llosa, Héctor Abreu, Arturo Prunell, Arnaldo
Lombardi, Manuel Terán, Radamés Costa, Angel Sanjinés, Juan F Tost, Antonio Blanco,

423
RAÚL VIGNALE

Leocadio Alvarez. Se presentaban y se discutían los casos clínicos de cada Servicio, y


muy a menudo los más interesantes se publicaban en las revistas de la época.
Durante doce años, en el Período de Facto –de guerra interna– no se permitieron reu-
niones de ningún tipo, por lo cual la Sociedad suspendió sus sesiones. En 1984 reinicia
sus actividades con nuevo ímpetu y entusiasmo, lo cual lleva a desarrollar reuniones
mensuales y a renovar las Comisiones Directivas cada dos años en ocasión de los Con-
gresos Nacionales.
Otro hecho a destacar es que, debido a la cantidad de dermatólogos que ejercen su
profesión en los distintos departamentos de la República, se creó la Sociedad de Derma-
tología del Interior.
Desde hace seis años, la Sociedad Uruguaya de Dermatología tiene local propio, una
secretaria permanente, un archivo donde se guardan las Actas desde sus inicios hasta
los últimos años, computadoras para que los jóvenes puedan buscar bibliografía y una
biblioteca con las últimas revistas internacionales suscriptas recientemente. Estos resul-
tados se obtuvieron después de una ardua, tenaz y persistente labor de las Comisiones
Directivas con la eficaz colaboración de los laboratorios. Como ya señalamos, durante
tres años se publicó la revista Dermatología Uruguaya, órgano oficial de la Sociedad, que
cesó por problemas económicos.
Por último, hay que destacar que los sucesivos Presidentes y Comisiones Directivas
han trabajado en forma intensa por muchos años con singular interés y dedicación, lo-
grando un sitial internacional. La mayoría de los dermatólogos uruguayos actualmente
publican innumerables trabajos científicos en diversas revistas extranjeras como: Archi-
vos Argentinos de Dermatología, Revista de la Asociación Argentina de Dermatología,
Revista Chilena de Dermatología, Anais Brasileiros de Dermatología, Actas Dermosifilo-
gráficas de España, así como en varias publicaciones de los Estados Unidos. Felicitacio-
nes a todos ellos. En estos últimos períodos con Macedo y actualmente con de Anda,
realizan las reuniones mensuales y especialmente Cursos Intensivos sobre distintos as-
pectos de la Dermatología Moderna como la Medicina Estética y Quirúrgica de gran pro-
vecho para las futuras generaciones.

■ Historia
Historia yyevolución
evoluciónde lade la contra
lucha luchalascontra las enfermedades
enfermedades de transmisión sexual en el
de transmisión
Uruguay sexual en el Uruguay
En los primeros tiempos de la vida montevideana, la asistencia de enfermos se reali-
zaba basándose fundamentalmente en la caridad cristiana. Pero con el correr de los años,
esas ideas fueron cambiando, por lo cual se estableció la obligación por parte del Estado
de atender a las personas que, carentes de recursos, necesitaban ayuda médica; así es co-
mo se crearon varios centros hospitalarios. Uno de los problemas sanitarios más impor-
tantes de la población eran las enfermedades venéreas, actualmente llamadas
Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). El gran número de pacientes afectados llevó
al Gobierno, a través de las autoridades de Salud Pública y por disposición del Consejo
Nacional de Higiene, a fundar el 23 de mayo de 1917 el Instituto Profiláctico de la Sífilis
en aras de la profilaxis y tratamiento de esos enfermos y para proteger la salud de la po-
blación. Su primer director fue el Dr. Juan A. Rodríguez, a quien sucedió el Dr. Manuel
Terán hasta 1949, fecha en que asumió el Prof. Dr. José May. Es necesario destacar que
se trata del primer edificio en América dedicado exclusivamente a esta enfermedad. El
Ministerio de Salud Pública, creado en 1933, incorporó el Instituto Profiláctico de la Sífi-
lis como Sección de Asistencia y Profilaxis Venérea. Allí destacamos por su extensa, sacri-
ficada y proficua labor los nombres de los Drs. Mario Taglioreti, Arnaldo Lombardi, Rubén
Cusmanich, Pablo Klestorny, Héctor Abreu y Francisco Amor García. Los médicos encar-
gados de esa lucha en las Clínicas Hospitalarias fueron el Prof. Dr. José Brito Foresti y

424
Historia de la Dermatología en el Uruguay

Joaquín Canabal en el Hospital Maciel; en la conducción del Sifilicomio Nacional estaba


el Dr. Germán Segura y los médicos del Hospital Militar. Los pacientes, según su sintoma-
tología, eran tratados en conjunto con otros especialistas; se los internaba en el Pabellón
Ricord. Hasta el año 1906, la mayoría de las prostitutas sifilíticas inscriptas en los regis-
tros policiales eran hospitalizadas en la Clínica Ginecológica del Prof. Dr. Enrique Puey,
por disposición de la Inspección Médica de la Prostitución dependiente del Consejo Nacio-
nal de Higiene, y en el Pabellón Dr. Germán Segura, donde se estableció el Sifilicomio
(Servicio Hospitalario de Enfermedades Venéreas) bajo la dirección del Dr. Juan A. Rodrí-
guez. Los enfermos pertenecientes al Ejército y las Policías se internaban en el Hospital
Militar. El Instituto era el encargado de realizar todo lo relacionado con las reacciones de
laboratorio –Wasserman y LCR–; elaborar las normas para los distintos tratamientos y su-
pervisar la prevención; y controlar los dispensarios antisifilíticos creados desde varios
años atrás y las estadísticas correspondientes a cada Departamento.
Se realizaban los concursos para médicos que en un momento determinado fueron
llamados “médicos dermatólogos y de higiene sexual”. En el Instituto trabajaron Alber-
to Scaltriti y Ángel Canabal, junto con dermatólogos de distintos hospitales y dispensa-
rios. Desde su fundación en 1917 este Instituto fue un ejemplo y un lugar de referencia
para toda Latinoamérica; sus informes fueron los primeros en publicarse siguiendo las
normas de los trabajos de la escuela europea, especialmente la francesa. Años después,
el Instituto tuvo a su cargo el control de todas las enfermedades venéreas, no solamen-
te la sífilis. Esta grandiosa obra plantó cimientos que fueron fundamentales para las ge-
neraciones posteriores por la seriedad con que siempre se trabajó, por los resultados de
sus exámenes de laboratorios, la originalidad de sus investigaciones y el control de todo
lo relacionado con estas enfermedades20.

Unión Latinoamericana contra las Enfermedades


de Transmisión Sexual (ULACETS)

Por iniciativa de un grupo de dermatólogos de Centroamérica, durante un Congreso


del CILAD se propuso la creación de esta nueva entidad. En los años 1974-1976 se for-
mó una Comisión Directiva y se redactaron los reglamentos. La importancia de esta Ins-
titución, de renombre mundial, fue reconocida por la OPS-OMS que nos designó como
asesores para estas ETS.
Se realizaron numerosos congresos en distintos países de Latinoamérica, con una pe-
riodicidad de dos años; tres de ellos se efectuaron en Montevideo, bajo la dirección de
Raúl Vignale, Probo Pereira e Hilda Abreu. Cada tres meses se editaba un Boletín en con-
junto con el Prof. Walter Belda de Brasil, alma mater de la institución, y personalidades
como Woscoff. Flichman, Vignale y otros colegas de Latinoamérica, que durante muchos
años trabajaron en forma intensa y sacrificada. En el Boletín se presentaban las nuevas
adquisiciones científicas médicas, así como comentarios sobre los Congresos. Fue la pri-
mera época de gloria de ULACETS.
Hace unos años, el advenimiento del SIDA produjo una división, quedando ULACETS por
un lado y la Unión Latinoamericana contra el SIDA por otro. En el Congreso del CILAD-2004
en Buenos Aires se formó una nueva Comisión Directiva de ULACETS bajo la dirección
del Dr. Parizzi e Hilda Abreu; empezaron las reuniones y se fijaron las sedes de los pró-
ximos Congresos. Ésta será la segunda etapa gloriosa de ULACETS-UPICETS. ■

Septiembre, 2005

425
RAÚL VIGNALE

■ Referencias antiguo [monografía].


Montevideo: Facultad de
de Medicina. Clínica del Libro
AEM; 1996.
bibliográficas Medicina; jun-oct 1967. 15. Schiaffino R. Historia de la
9. Reyes Thevenet A. Hospital de Medicina en el Uruguay.
1. Blanco Acevedo P. Historia del Caridad 1913 [monografía]. Montevideo: El Siglo
Uruguay [monografía]. Montevideo: Facultad de Ilustrado; 1953.
Montevideo: Facultad de Medicina; 1968. 16. Schiaffino R. Crónicas de
Medicina; 1900. 10. Castellanos AR. Montevideo tiempos viejos. Siglos XVII,
2. Ponce de León LR. El primitivo Siglo XIX [tesis de XVIII. En: Mañé Garzón F,
Hospital de Caridad doctorado]. Montevideo: Burgues Roca S, Gil O.
[monografía]. Montevideo: Facultad de Medicina; 1971. Sesiones de la Sociedad
Facultad de Medicina; 1907. 11. Bacigalupi Gorlero R. El Uruguaya de Historia de la
3. Acevedo E. editor. Anales Hospital de Caridad de Medicina. Montevideo.
Históricos del Uruguay. Montevideo. Sus raíces 1995;XVI(16):1-23.
Montevideo: Barreiro y históricas. Ideas y proyectos 17. May J, editor. Revista
Ramos; 1933. para su instalación. La Uruguaya de Dermatología y
4. Jáuregui MA. Historia del inauguración. Primera época Sifilografía. Montevideo.
Hospital de Caridad. La del Hospital de Caridad 1938;1(1-9).
grandeza del pequeño (1788-1925) [monografía]. 18. May J, editor. Revista
Hospital. 1788-1825 Montevideo: Facultad de Uruguaya de Dermatología y
[monografía Nº 2]. Medicina; 1972. Sifilografía. Montevideo.
Montevideo: Facultad de 12. Buño W, Bellini-Folchi H. La 1943;2.
Medicina; 1952. historia de la Medicina 19. Vignale B, editor. Revista de
5. Jáuregui MA. Historia del uruguaya entre 1881-1902 la Cátedra de Clínica
Hospital de Caridad de [tesis de doctorado]. Facultad Dermosifilopática.
Montevideo. Montevideo: de Medicina de Montevideo. Montevideo. 1947-1949;1-3.
Rogal Imp; 1952. Revista Histórica del
Uruguay. Montevideo. Tomo 20. Trochón I. La prostitución. Las
6. Schiaffino R. Historia de la III. Año XXIII. 1980;(15). políticas públicas. Debates en
Medicina en el Uruguay. el Uruguay en 1895-1932.
Montevideo: El Siglo 13. Lockhart J. editor. La historia En: F. Mañé Garzón, Burgues
Ilustrado; 1953. del Hospital Maciel. Roca S, Gil J. editores.
Montevideo: Revista Pu; Sesiones de la Sociedad
7. Pérez Fontana V. Historia de la 1982.
Medicina en el Uruguay. Uruguaya de la Historia de la
Montevideo: Imprenta 14. Mañé Garzón F, Burgues Roca Medicina. Montevideo,
Nacional. 1967; I, II, III y IV. S, editores. Historia de las 1992;18:12-45.
publicaciones médicas
8. Fernández Saldaña JM. uruguayas de los siglos XVIII
Historias de Montevideo y XIX. Montevideo: Facultad
HISTORIA DE LA
DERMATOLOGÍA EN
VENEZUELA
CONCEPCIÓN, NACIMIENTO Y DESARROLLO

ALFREDO LANDER MARCANO, JAIME PIQUERO - MARTÍN ,


ANTONIO RONDÓN LUGO, OSCAR REYES FLORES , BENJAMÍN
TRUJILLO REINA , HERNÁN VARGAS MONTIEL

“Mientras más ahondemos en el pasado, más lejos


llegaremos en el porvenir”. Winston Churchill

■ etapa.
Primera Primera
Desde etapa: desde
los indíg:nas hasta los
1904.indígenas
Concepción hasta 1904. Concepción
Época indígena

El conocimiento de las enfermedades de la piel (figura 1) de los indígenas de Venezue-


la antes del arribo de Cristóbal Colón en su tercer viaje al nuevo continente se basa en es-
critos “médicos” procedentes principalmente de los religiosos llegados con los
descubridores y especialmente con los colonizadores; cabe recordar que se trataba de
personas ajenas a la medicina, con poco conocimiento de las enfermedades y por lo ge-
neral muy prejuiciosas1.
La acepción de medicina preco-
lombina es inexacta, ya que cuando
Colón llegó al continente americano
no existía en él una sola medicina si-
no tantas como pueblos habitaban el Figura 1. Mi piel,
territorio2. En Venezuela, arawakos la piel. Autor
Gabriel Bracho
y caribes se disputaron la suprema-
(muralista
cía social, antropológica, médica y
venezolano). Obra
bélica3. expuesta en el
En su mayoría los indios eran Auditorio del
personas físicamente fuertes y sa- Instituto de
nas, con buena dentadura y resisten- Biomedicina,
tes para los trabajos físicos. Las Caracas

427
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

enfermedades de la piel eran poco frecuentes, posiblemente debido a que se bañaban


con asiduidad y aplicaban sobre su piel una tintura a base de onoto, la cual se usaba con
fines estéticos y como signo de identidad. En la actualidad, a esta tintura se le reconoce
cierta protección contra las picaduras de insectos.
Entre los aborígenes y pueblos primitivos las enfermedades no eran consideradas co-
mo producto de la acción de un agente invisible e intangible, sino más bien debidas a la
influencia ejercida por un enemigo o el resultado de la acción de un espíritu maligno o
de algo sobrenatural relacionado con creencias religiosas. Seguramente por estos moti-
vos existieron personajes, reconocidos entre ellos, capaces de librarlos de las enferme-
dades con curiosos y primitivos métodos como exorcismo, encantamiento, rezos,
emanación de humo, ingesta de brebajes, danzas, gestos, juegos de manos y trucos de
magia, todos ellos utilizados para invocar la ayuda de los espíritus, amedrentarlos o lo-
grar su expulsión del cuerpo del enfermo. Estos métodos eran aplicados a las enferme-
dades en general, y seguramente las patologías dermatológicas no escapaban a ellos1.
Los pueblos originarios sufrieron diversas enfermedades de la piel; las más comunes
fueron: carate (carare, pinta), impétigo y otras infecciones como sarcopsilosis (nigua o
pique), pediculosis (piojos), escabiosis (sarna), miasis, leishmaniasis (mal de los Andes o
UTA); intoxicaciones y picaduras de insectos y mordeduras de reptiles. Con relación a la
sífilis, algunos autores afirman que la enfermedad fue llevada a Europa con el regreso
de los descubridores y conquistadores, mientras otros autores opinan lo contrario.
Los indígenas utilizaban numerosas preparaciones de origen animal, vegetal y mine-
ral como tratamiento para las afecciones cutáneas. Emplearon raíces, tallos, flores, re-
sinas, extractos y polvos de diversas plantas, incluyendo el anaco o guayacán, el cual fue
utilizado posteriormente como tratamiento específico para la sífilis por la medicina es-
pañola y de otros países del mundo. Usaban diferentes bálsamos para la curación de las
heridas, además de numerosas hierbas y plantas: barro macho, mangle colorado, ma-
guey, merey, pringamosa, zarzaparrilla, vera, etc. Como queratolítico utilizaban la higue-
ra y como cáustico, la cantárida.
El onoto, conocido con otros nombres (achote, bija o bijo, corteza de bijo, urucú, ru-
cú, achioti, azafrán), de acuerdo a las tribus y a las regiones, era utilizado frecuentemen-
te como protector solar y contra las picaduras de insectos. Las tribus del occidente
usaban la coca (Erythroxylon coca o peruvianum), masticaban las hojas mezcladas con
cal. También usaban extractos de plantas del género Datura (solanáceas) ricas en alca-
loides, atropina hiosciamina y hioscina o escopolamina para embriagarse, junto con chi-
cha u otras bebidas para potenciar sus efectos.
La denominada hierba mora, yerba mora o yocoyoco (Solanum niarum) era frecuen-
temente utilizada para curar las afecciones de la piel con “bombitas” (vesículas), infec-
ciones herpéticas, impétigo, sarna y úlceras (llagas). Su uso se ha prolongado hasta la
actualidad.
El manzanillo o manzanilla o camomila (Rhus striata, Hippomane mancínela) tam-
bién fue empleado en afecciones cutáneas similares a las tratadas con yerba mora. Ac-
tualmente se sabe que ambas plantas deben sus efectos beneficiosos al contenido de
ácido tánico, que les confiere un efecto astringente.
La tusilla (dorstenia contrahierba) era usada para afecciones pruriginosas tales como
urticaria, así como para afecciones localizadas en el área genital.
El curare –extracto vegetal obtenido de diversas especies de género Strychuos que
crecen abundantemente a orillas del río Orinoco– es un potente paralizador del múscu-
lo estriado. Posiblemente lo usaban para tratar las contracturas musculares y el tétanos,
aunque su principal uso fue como arma contra los conquistadores, colocándolo en la
punta de las flechas para producir la muerte en el enemigo por parálisis respiratoria.
También conocían algunas hierbas que, trituradas y colocadas sobre las heridas pro-
vocadas por flechas envenenadas, impedían la acción del veneno1, 3, 4.

428
Historia de la Dermatología en Venezuela

Época colonial

La época colonial comienza el 19 de agosto de 1498 con el descubrimiento de la re-


gión llamada posteriormente Venezuela. En su tercer viaje Cristóbal Colón desembarcó
en las costas orientales, al sur de la península de Paria, en el puerto que él llamó Macu-
ro —hoy Puerto Cristóbal Colón en el estado de Sucre.
Esta larga etapa comprende desde el final del siglo XV hasta el 5 de julio de 1810, día
en que fue decretada la independencia de Venezuela y proclamada la República.
Con la llegada a América de los conquistadores y colonizadores europeos, especial-
mente españoles, comienza una complicada y difícil situación social, ambiental y cultu-
ral. Se trata del encuentro de seres humanos con origen, costumbres, idiomas,
conocimientos y recursos muy diferentes, que conlleva un gran problema etnológico y de
transculturación.
Con los conquistadores llegaron los primeros profesionales de la medicina. De acuerdo
con la reglamentación de los Reyes Católicos, las embarcaciones debían llevar personal pa-
ra los servicios sanitarios. De esta forma se entrelazan médicos y curanderos, varios famo-
sos y renombrados, algunos venidos de España y otros oriundos de la comarca.
Para 1585 las enfermedades más frecuentes eran la viruela, el sarampión, la disen-
tería, las calenturas, los romadizos (rinitis), el paludismo, las úlceras y las bubas traídas
por los africanos las cuales eran tratadas por los indígenas con el guayaco. La primera
epidemia de viruela o cumaragua tuvo lugar en 1580, proveniente de esclavos negros
oriundos de Guinea; ellos también trajeron el sarampión y el paludismo.
La cultura aborigen se desmembraba, pero no ocurría lo mismo con la medicina in-
dígena, ya que por falta de médicos y por el mismo atraso del arte de curar en la Penín-
sula Ibérica, los invasores se veían obligados a plegarse al criterio y costumbres de los
nativos y a someterse a la medicina indígena ofrecida por los curanderos y piaches.
Esta situación se ve reflejada en una carta enviada por Cortés a Carlos V en la que le
recomienda “que no permitiera pasar médicos españoles a México porque la destreza y
los conocimientos de los médicos aztecas los hacía innecesarios“1-5.

Época republicana

Lograda en 1810 la independencia de Venezuela del reino español comienza el desa-


rrollo de la medicina en la República.
Algunos médicos de la época empezaron a interesarse por las enfermedades de la
piel. Entre ellos podemos citar al Dr. José María Vargas, quien en 1826 comienza sus cla-
ses de Anatomía y realiza las primeras observaciones histológicas en Venezuela con su
microscopio, traído por él de Europa. En 1827 fue elegido como primer Rector de la Uni-
versidad Central de Venezuela, creándose la Facultad de Medicina el 23 de junio de ese
año, por decreto del Libertador Simón Bolívar. Posteriormente José María Vargas llegó a
ser el primer presidente civil de Venezuela.
Durante esa época comienzan a aparecer diversos trabajos relacionados con la Der-
matología. Entre ellos cabe mencionar:
– “Afecciones cutáneas de los niños”, publicado por José Félix Rivas Alas.
– “Gangrena”, publicado por A. F. Delgado.
– “Enfermedades venéreas”, publicado por C. Arvelo, M. Porras y M. M. Ponte.
– “Tiñas”, publicado por D. Armas.
– “Lepra”, publicado por R. Lares Baralt, L. D. Beauperthuy y A. Dominici.
El Dr. Louis Daniel Beauperthuy ejerció durante la década de 1850 y escribió sobre la
lepra demostrando amplios conocimientos en las enfermedades tropicales.
Aún no existían especialidades, pero ya se perfilaban la obstetricia, la oftalmología y
la medicina legal. En todo ese período los doctores, licenciados en medicina, cirujanos,

429
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

algebristas, barberos cirujanos, barberos sangradores, boticarios, curanderos, enferme-


ras y parteras constituían la amplia gama de personas que ejercían la medicina. Los ho-
norarios eran fijados por anualidades.
Si bien los primeros hospitales fueron el Hospital de San Pablo (1602) –desaparecido en
el siglo XIX–, el Hospital Real de San Lázaro –nosocomio del siglo XVIII– y el Hospital Mili-
tar de Caracas –siglo XVIII–, la creación de un hospital destinado a la atención de los enfer-
mos del país se produce dos siglos más tarde por obra del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl,
presidente de la República (1888-1890); fue inaugurado el 1° de enero de 1891 por el Dr.
Raimundo Andueza Palacios, sucesor de Rojas Paúl. Se le dio el nombre de “Hospital Var-
gas” y fue cuna de la Dermatología en Venezuela, ya como disciplina médica especializada.
En 1882, el Dr. Nicanor Guardia (h) fue el primer médico que ejerció en nuestro país
la especialidad de Dermatología, después de especializarse en París1, 4, 5.
En 1903 el Dr. Manuel Pérez Díaz estableció el primer Servicio de Dermatología en el
Hospital Vargas.

■ Segunda etapa:
Segunda etapa. 1905
1905 a Nacimiento
a 1946. 1946. Nacimiento
Hitos históricos

1903. El profesor Manuel Pérez Díaz, jefe del Servicio de Medicina del Hospital Var-
gas, logra que se pida a París una colección de modelos de cera de enfermedades de la
piel; así se organiza un Museo en el Servicio de Dermatología.
1903. Primer Servicio de Dermatología en el Hospital Vargas de Caracas.
1906. Se inaugura la Leprosería de Cabo Blanco en el Distrito Federal
1908. Se crea la Cátedra de Clínica Dermatológica en la Facultad de Medicina de Ca-
racas designándose al Dr. Manuel Pérez Díaz como su primer profesor.
1910. La Cátedra se hace obligatoria para los estudiantes del sexto año.
1917. Los doctores Juan Iturbe y Eudoro González publican en la Gaceta Médica de
Caracas el primer caso de leishmaniasis cutánea en Venezuela.
1920. Se publica el primer caso de Blastomicosis humana observado en Venezuela.
1921. El Dr. Luis Razetti presenta un proyecto de Ley de Defensa antivenérea en el III
Congreso Venezolano de Medicina, realizado en Valencia.
1926. El Ministerio de Sanidad y Asistencia Social crea el primer Dispensario antivenéreo.
1936. Se funda la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología, actualmente de-
nominada Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
1936. Se crea el Servicio de Dermatología en Mérida, Hospital Los Andes.
1936. Aparece el libro Dermosifilografía Venezolana, escrito por el profesor Dr. Mi-
guel Jiménez Rivero, primer texto de Dermatología publicado en Venezuela.
1938. Se crea la División de Venereología.
1938. El Dr. Pablo Guerra aplica por primera vez pruebas alérgicas y pruebas de par-
che creadas por él.
1938. El Dr. Pablo Guerra es designado profesor de la Cátedra Clínica en la cual im-
planta cambios radicales complementarios. Los diagnósticos son confirmados por exá-
menes directos en microscopio, cultivos histopatológicos y pruebas inmunológicas.
1938. Llega a Caracas el profesor José Sánchez Covisa, titular de la Cátedra de Ma-
drid; es nombrado asesor de la Cátedra de Clínica Dermatológica, destacándose en su la-
bor docente.
1939. Se funda el Dispensario Escuela de Caracas, el cual contribuye a formar el pri-
mer grupo de médicos venereólogos del país.
1939. El Dr. Humberto Campins funda el Servicio de Dermatología en Barquisimeto,
Hospital Antonio María Pineda.

430
Historia de la Dermatología en Venezuela

1941. Se declara obligatorio el tratamiento de las enfermedades venéreas.


1941. Los Drs. Arminio Martínez Niochett y Adolfo Pons descubren y reportan el pri-
mer caso de kala-azar en Venezuela en un paciente del estado de Guarico.
1945. El Dr. Martín Vegas ocupa la Jefatura de la Cátedra de Dermatología del Hos-
pital Vargas de Caracas.
1945. Se funda el Hospital Militar y Naval Antonio José de Sucre, en Caracas.
1945. El Dr. Francisco Scannone funda el Servicio de Enfermedades de la Piel en el
Instituto Oncológico Luis Razetti, en Caracas.
1947. Se crea el Instituto de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina de la Uni-
versidad Central de Venezuela con el objeto de estudiar las enfermedades dominantes en
el medio rural.
1948. Se constituye el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), en la
ciudad de La Habana, Cuba4, 5.

Breve biografía de nuestros próceres

Dr. Manuel Pérez Díaz (1872-1931) (figura 2). Nació en Caracas el 30 de abril de
1872, se graduó de médico en 1895 en la Universidad Central de Venezuela. En
el mismo año fue becado para realizar sus estudios de Dermatología en el Hospi-
tal Saint-Louis de París. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Me-
dicina en 1904. Desde 1910 hasta su muerte, fue Jefe del Servicio de
Dermatología del Hospital Vargas.
Ejerció también el cargo de Inspector General de las Leproserías de la Repú-
blica. Entre sus trabajos se destacan: Dermatitis herpetiforme de Duhring, Pénfi-
go vulgar, sarcomatosis cutáneas, Sarcoma de la piel.
El primer tercio del siglo XX está marcado por su liderazgo dentro de la Der-
matología venezolana4-8. Murió en Caracas el 17 de marzo de 1931.
Dr. Miguel Jiménez Rivero (1822-1938). Sucesor del Dr. Pérez Díaz, médico
con dilatada labor docente y académica, realizó su doctorado en la Universidad
de Caracas y en Roma. Fue designado profesor de la Cátedra de Dermatología en Figura 2. Dr. Manuel
1929. Publicó el primer libro sobre la especialidad en Venezuela, con el título de Dermo- Pérez Díaz
sifilografía Venezolana. Murió en Caracas el 7 de diciembre de 19384, 5, 7, 8.
Dr. Pablo Guerra (1903-1944). Nació en Caracas el 3 de mayo de 1903; estudió Der-
matología en París donde presentó una excelente tesis titulada “Papel de las levaduras
en Dermatología”, que fue premiada. Regresó a Venezuela en 1937 donde revalidó su tí-
tulo de doctorado en la Universidad Central de Venezuela. Publicó numerosos trabajos
relacionados con la especialidad, solo o en colaboración con otros médicos entre los que
se destacan: Martín Vegas, J. A. O’ Daly, Gil Yépez y José Sánchez Covisa. Trabajó en los
Servicios de Dermatología y Anatomía Patológica del Hospital Vargas y de Dermatología
del Hospital de Niños de Caracas. Fundó el Servicio de Alergología y junto con el Dr. Car-
los J. Alarcón estableció un servicio para el tratamiento de las úlceras de piernas; fundó
también el laboratorio de Micología. En 1939 fue nombrado profesor de la Cátedra de
Dermatología y Sifilografía de la Universidad Central de Venezuela tras la muerte del
profesor Jiménez Rivero.
En 1943 fue uno de los organizadores de las Primeras Jornadas Venezolanas de Der-
matología y Venereología. En la organización de estas Jornadas se destacaron, entre
otros, los Drs. Juan Iturbe, Martín Vegas, Félix Lairet, Armando Castillo Plaza, Abel Me-
jías, José Sánchez Covisa e Ildemaro Lovera4, 5, 8.
Murió repentinamente en la ciudad de Caracas el 6 de febrero de 1944, mientras es-
taba en plena producción científica.
Profesor Dr. José Sánchez Covisa (1881-1944). Nació en Hueste (España) en 1881.
Doctorado en Ciencias Médicas en la Universidad de Madrid en 1903, fue profesor titular

431
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía en esa Universidad, decano de la Facultad


de Medicina, miembro de la Academia Nacional, presidente del Colegio de Médicos y pre-
sidente de la Academia Española de Dermatología. Por razones políticas llegó en 1938 a
Venezuela, escogiéndola como patria adoptiva. Ocupó el cargo de asesor técnico de la Di-
visión de Venereología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social; fue vicepresidente
de las Primeras Jornadas de Dermatología, director ad honorem de la Cátedra de Clíni-
ca Dermatológica y Sifilografía de la Universidad Central de Venezuela. En España pu-
blicó numerosos textos de Dermatología y artículos sobre la especialidad, los cuales
también tuvieron amplia difusión en Venezuela4, 5, 8.
Dr. Martín Vegas (1897-1991) (figura 3). Nació en Caracas el 23 de marzo de 1897.
Se graduó como médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela el 20 de junio
de 1920. Cinco años más tarde obtuvo el título de Doctor en Ciencias Médicas. En 1922
viajó a Francia donde estudió Dermatología y Sifilografía en el Hospital Saint-Louis de
París y Microbiología en el Instituto Pasteur. Creó la primera consulta de Dermatología
de la Cruz Roja Venezolana, cuyo director fue posteriormente el Dr. Ildemaro Lovera. Fue
jefe de la Leprosería de Cabo Blanco. Incorporado a la Academia Nacional de Medicina,
en 1944 sucede al Dr. Pablo Guerra en la Cátedra de Dermatología de la Universidad
Central de Venezuela y en el Servicio correspondiente del Hospital Vargas.
Publicó numerosos trabajos sobre la especialidad y asistió a un considerable número
de reuniones y congresos científicos. En el segundo tercio del siglo XX el Dr. Martín Ve-
gas tomó el liderazgo que sustentaba el Dr. Pérez Díaz4, 5, 7, 8, 9, 10, 11. Murió en la
ciudad de Caracas en el año 1991.
Su memoria se mantiene viva con la creación
del Premio y Conferencia “Dr. Martín Vegas”,
iniciativa del Dr. Francisco Kerdel Vegas cuando
era presidente de la Sociedad Venezolana de
Dermatología en 1964.
Dr. Jacinto Convit (1913- ) (figura 4). Nació
el 11 de septiembre de 1913. En 1937, mientras
era estudiante de la carrera de medicina, co-
menzó a trabajar en la leprosería de Cabo Blan-
co y luego continuó como médico residente. Allí
se inició su apostolado en beneficio de los más
necesitados.
Realizó estudios de posgrado en Dermatolo-
Figura 3. Dr. Martín
gía en el Skin and Cancer Unit de la Universidad de Columbia (Nueva York) y luego en
Vegas
Figura 4. Dr. Jacinto Epidemiología en la Western Reserve University (Cleveland, Ohio).
Convit En 1948 funda con otros colegas de España y de Latinoamérica el Colegio Ibero-Lati-
noamericano de Dermatología (CILAD).
Fue dermatólogo del Hospital Vargas desde 1948, luego jefe de Servicio y de la Cáte-
dra de Dermatología, fundador del Instituto Nacional de Dermatología —luego denomi-
nado Instituto de Biomedicina—; creador de la Asociación para la Investigación
Dermatológica y del Instituto de Biomedicina como centro de investigación biomédica, no
sólo en afecciones dermatológicas. Fue impulsor del espectro clínico-histopatológico e in-
munológico de las enfermedades dermatológicas, en especial lepra y leishmaniasis, así
como de su manejo y prevención con inmunoprofilaxis e inmunoterapia. Más de 300 pu-
blicaciones en revistas internacionales hablan de la dedicación del Dr. Jacinto Convit a
la investigación y a la solución de los problemas de salud de Venezuela.
El Dr. Jacinto Convit es una figura prominente dentro de la Dermatología venezolana
actual4, 5, 7, 8, 12.

432
Historia de la Dermatología en Venezuela

Tercera etapa. Desde 1946 hasta el presente.■ Tercera


Desarrollo etapa: desde 1946 hasta
el presente. Desarrollo

En el año 1955 el Dr. Carlos Julio Alarcón fue nombrado profesor titular y jefe de la
Cátedra de Dermatología y Sifilografía del Hospital Vargas, acompañado por los docto-
res Jacinto Convit, Juan Di Prisco, Luis A. Velutini, Rafael Medina, Imelda Aasen Cam-
pos, Dante Borelli, César Lizardo, Armando Salas, Jacobo Obadía Serfaty y Oscar Reyes
Flores, quien asistía como instructor ad honorem.
En 1958 se crea el Servicio y Cátedra de Dermatología del Hospital
Universitario de Caracas, inaugurado en 1956 en la Ciudad Universitaria
de Caracas (figura 5).
Hasta ese momento el Servicio y la Cátedra de Dermatología habían
estado dirigidos en forma sucesiva por: Manuel Pérez Díaz, Pablo Guerra,
Martín Vegas y Carlos Julio Alarcón.
Al fundarse el Servicio y la Cátedra en el Hospital Universitario “Luis
Razetti” de la Ciudad Universitaria, el Dr. Carlos Julio Alarcón asume co-
mo jefe, con los siguientes colaboradores: Juan Di Prisco, Luis A. Velutini,
Imelda Campos, César Lizardo, Dante Borelli, Jacobo Obadía, Oscar Reyes Flores, Eduar-
Figura 5. Hospital
do Estrada y Luis Gómez Carrasquero. Universitario de
Desde su fundación el Servicio y Cátedra del Hospital Universitario han sido dirigidos Caracas
sucesivamente por: Carlos Julio Alarcón, Juan Di Prisco, Oscar Reyes Flores, José Rafael
Sardi, Homagdy Rodríguez de Arévalo, Adriana Calebotta, Omaira Castellanos de Came-
jo, Zulay Torres y Francisco González Otero.
En el antiguo Servicio y Cátedra del Hospital Vargas quedaron los doctores Jacinto Con-
vit –como médico jefe–, Armando Salas, Mariano Medina, Francisco Kerdel Vegas y José
Manuel Soto. El 29 de noviembre de 1971 el Servicio se trasladó a una nueva edificación
ubicada al lado del Hospital Vargas, con el nombre de Instituto Nacional de Dermatología,
posteriormente denominado Instituto de Biomedicina (22 de octubre de 1984) (figura 6).
Esta institución fue concebida y realizada gracias al esfuerzo y tenacidad de los doc-
tores Jacinto Convit y Francisco Kerdel Vegas; en ella funcionan, además de diversos la-
boratorios de investigación, las consultas de Dermatología general y especializada
(leprología, micología, dermatología pediátrica, leishmaniasis, alergia, patología de la
vulva, estomatología, lupus, patología de los miembros inferiores, psoriasis, patología
Figura 6. Instituto de
quirúrgica), los laboratorios de inmunología, histoquímica, dermatopatología, biblioteca, Biomedicina
oficinas de archivos, estadísticas y administración.
También funcionan tres posgrados universitarios: Dermatología, Dermatopatología
microbiológica y la Maestría de Epidemiología Tropical.
Desde su inauguración, el Instituto de Biomedicina ha sido dirigido por el Dr. Jacinto
Convit; se encuentra adscripto el Servicio de Dermatología del Hospital Vargas de Cara-
cas el cual ha sido dirigido sucesivamente por Jacinto Convit, José Manuel Soto, Antonio
Rondón Lugo y Jaime Piquero Martín.
La cátedra de Dermatología de la Escuela de Medicina ha sido dirigida sucesivamen-
te por Jacinto Convit, Eva Koves, Mauricio Goihman y Antonio Rondón Lugo.
En 1962 por iniciativa de las dos cátedras se elaboran los proyectos para iniciar los cur-
sos de posgrado de Dermatología. En el Instituto de Biomedicina los directores del posgra-
do fueron Jacinto Convit, José Manuel Soto y Antonio Rondón Lugo. El primer curso
comenzó en 1964 con una duración de dos años, extendiéndose posteriormente a tres años.
A los dos posgrados iniciales en Caracas (Hospital Vargas y Hospital Universitario Luis
Razetti) se le suma más tarde el Servicio de Dermatología del Hospital Militar de Cara-
cas, inicialmente dirigido por Hugo Naranjo A. y sucesivamente por los Drs. Glenda Cor-
tez de Castro, Carlos De La Cabada y Fátima Ferreira.

433
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

Otros Centros Asistenciales hospitalarios han mantenido una intensa actividad asis-
tencial y docente, tales como el Hospital de Niños de Caracas, el Centro de Dermatología
y Alergia del Seguro Social y el Hospital Luis Razetti4, 5.

Enfermedades de transmisión sexual

En el mes de julio de 1938 se crea la División de Venereología (dentro del entonces


Ministerio de Sanidad y Asistencia Social), la cual tenía a su cargo servicios antivenéreos
y dispensarios ubicados en diversas ciudades del país dotados de material de laborato-
rio y de medicinas para el diagnóstico y el tratamiento. La lucha contra estas enferme-
dades fue dirigida por R. Sánchez Peláez, Carlos Julio Alarcón, Rafael Medina, Cornelio
Arévalo Morales y Mari Carmen Ferreiro.
Las enfermedades de transmisión sexual son atendidas en consultas dedicadas a estas
afecciones, que habitualmente funcionan anexas a la consulta de Dermatología general.
En la actualidad, además de la asistencia médica, la División de Venereología ofrece
información médica a través de conferencias, reuniones científicas, pasantías, entrena-
mientos y cursos4.

■ Subespecialidades
Subespecialidades

MICOLOGÍA
Los centros para asistencia, diagnóstico y tratamiento están ubicados en la ciudad de
Caracas, en los laboratorios de Micología de los Servicios de Dermatología de los hospi-
tales y consultas especializadas, atendidos por especialistas en la materia. La especiali-
dad fue iniciada en forma organizada por los Drs. Dante Borelli y María Bastardo de
Albornoz, fundadora del laboratorio de Micología del Instituto de Biomedicina. Actual-
mente este laboratorio es dirigido por la Lic. Mireya Mendoza y la Dra. Elsy Cavallera.
El Dr. Dante Borelli fundó el laboratorio y consulta del Hospital Universitario de Ca-
racas, el cual ha sido dirigido en forma sucesiva por las Dras. Homagdy Rodríguez de
Arévalo y Ángela Ruiz.
La Dra. Carmen Marcano dirigió durante muchos años el Instituto de Medicina Tro-
pical conjuntamente con el Dr. Dante Borelli.
Asimismo existen numerosos centros de referencia en diversas ciudades del interior
del país dirigidos por especialistas en la materia y coordinados por la Dra. María Cecilia
Albornoz con la valiosa colaboración del Dr. Tulio Briceño Maaz (dermatólogo e historia-
dor)4. Éstos son: Ciudad Bolívar, Julman Cermeño y Ismery Cabello; Valencia, Rosa O. de
Briceño; Coro, Francisco Yegres; Barquisimeto, Segundo Barroeta, Ramón Zamora y Ca-
rolina Rojas; Maturín, Sara Rodulfo; Cumaná, Anabella Smitter de Sanabria; Trujillo, Jo-
sé V. Scorza; Maracaibo, Hernán Vargas Montiel.

SERVICIOS DE LEPROLOGÍA Y DERMATOLOGÍA SANITARIA


La asistencia, consulta, diagnóstico y tratamiento se centran en el Instituto de Biome-
dicina y en los Dispensarios de Dermatología Sanitaria, ubicados en las Unidades Sani-
tarias de las capitales de los distintos estados. La Dra. Nacarid Aranzazu dirige el
Servicio Central del Ministerio de Salud desde hace 30 años.
El tratamiento y control de estas afecciones se realiza gratuitamente tanto para los
pacientes como para el grupo familiar. En caso de ser necesaria la internación, ésta se
realiza en los Servicios de Dermatología de los diversos hospitales.

DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA
Esta subespecialidad se inicia por inquietud de la Dra. Eva Koves, quien comienza su

434
Historia de la Dermatología en Venezuela

consulta en el Instituto de Biomedicina. Posteriormente el Dr. Luis A. González A. esta-


blece una consulta para problemas dermatológicos infantiles en el Hospital Pérez Carre-
ño, seguido por la Dra. Esther Wackzol en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos en la
ciudad de Caracas. El Dr. Francisco González funda la consulta de Dermatología Pediá-
trica en el Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Caracas.

INMUNOLOGÍA
El Dr. Mauricio Goihman introduce el desarrollo de la inmunología dentro de la Der-
matología y realiza valiosos trabajos de investigación en el Instituto de Biomedicina, pa-
ralelamente a los doctores Marian Ulrich, María Cristina di Prisco y Nieves González y J.
F. Tapia en sus respectivos laboratorios. También realizó los primeros cursos de inmu-
nología para los cursos de posgrado de la especialidad, los cuales han sido continuados
por el Dr. J. F. Tapia.

INFORMACIÓN DERMATOLÓGICA
La biblioteca del Instituto de Biomedicina, la revista Dermatología Venezolana y des-
de 1998 la publicación por Internet Piel Latinoamericana dirigida por Rolando Hernán-
dez, J. F. Tapia y Jaime Piquero-Martín dan fe de la labor educativa que la Dermatología
venezolana ha promovido para el desarrollo profesional de la especialidad.

■ Historia
Historia de la Sociedad Venezolanade
de la Sociedad
Dermatología Venezolana
y Cirugía de
DermatológicaDermatología
y Cirugía Dermatológica
La historia de la Sociedad siempre estuvo muy unida a la historia de la medicina y de
las instituciones hospitalarias y académicas. La Academia Nacional de Medicina fue fun-
dada el 11 de junio de 1904 durante el gobierno del general Cipriano Castro.
El 14 de noviembre de 1936, según consta en el acta inicial, un grupo de médicos der-
matólogos decidió unir esfuerzos para “fomentar la solución adecuada a nuestros proble-
mas de sífilis y lepra”. Los Drs. A. Marcucci Delgado, Tomás Rodríguez, Manuel Murillo,
J. M. López Olivares, Federico Lizarraga, José Mejía, César Ávila Chacín, Domingo A. Ca-
latrava y Rafael Campo Moreno decidieron fundar la Sociedad Venezolana de Sifilografía
y Leprología y nombraron presidente al Dr. Martín Vegas. Lo acompañaron Rafael Cam-
po Moreno como secretario y Tomás Rodríguez como bibliotecario. Los primeros esfuer-
zos de la Sociedad se centraron en la organización de los dispensarios de salud existentes,
con el fin de lograr mayor contundencia en la lucha contra las enfermedades venéreas en
general y contra la sífilis y la lepra en particular. El diseño, la organización y la creación
de fichas clínicas únicas para todos los dispensarios fue una labor titánica que contó con
el esfuerzo de todos los médicos que trabajaban en los dispensarios, dirigidos por la re-
cién creada Sociedad y con la colaboración determinante de las autoridades sanitarias.
Durante los primeros años las actividades giraban alrededor de temas de Dermatolo-
gía general, venereología y leprología. Las reuniones de la incipiente Sociedad se reali-
zaban en los dispensarios antivenéreos.
En el año 1937 se promovió la realización de la “Semana Antivenérea” que se llevó a
cabo durante la primera semana de septiembre. Previamente los miembros de la Sociedad
hicieron una campaña informativa usando espacios periodísticos cedidos para tal fin, ade-
más de folletos impresos y publicidades en sitios visibles. Se logró modificar con éxito la
campaña antivenérea que efectuaba el Ministerio de Sanidad. Durante ese año continuó el
debate iniciado previamente a la Semana Antivenérea, respecto al tratamiento recomen-
dado para la sífilis. Se resuelve finalmente realizar el Día Antivenéreo el 4 de septiembre.
Durante el año 1938 Domingo Calatrava fue nombrado vicepresidente de la Sociedad, Rafael
Campo Moreno continuó como secretario y Rafael Domínguez Sisco asumió como bibliotecario.

435
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

Presidentes de la Sociedad Venezolana de Dematología y Cirugía Dermatológica


desde su fundación hasta el año 20044, 8

1936: Martín Vegas 1970: Francisco Kerdel Vegas


1945: Rafael Campo Moreno 1972: Jacobo Obadia Serfaty
1946: Leopoldo Briceño Iragorry 1974: Mauricio Goihman
1947: Martín Vegas 1976: José Manuel Soto
1949: Jacinto Convit 1978: Cruz Graterol Roque
1951: Carlos Julio Alarcón 1980: Jorge Hómez Chacón
1952: Martín Vegas 1982: Eva Koves de Amini
1954: Rafael Medina 1984: Antonio Rondón Lugo
1955: Juan Di Prisco 1986: Antonio Rondón Lugo
1956: Francisco Scannone 1988: Maria Antonieta Mejías
1957: Luis Alberto Velutini 1990: Jaime Piquero Martín
1958: Martín Vegas 1992: Cornelio Arévalo Morles
1959: Oscar Reyes Flores (6 meses) 1994: Antonio Rondón Lugo
1960: Porfirio Irazabal (6 meses) 1996: Ricardo Pérez Alfonso
1960: Luis Alberto Velutini 1998: Hernán Vargas Montiel
1962: Porfirio Irazabal 2000: Francisco González Otero
1964: Mariano Medina Febres 2002: Alfredo Lander Marcano
1966: Juan Di Prisco 2004: Benjamín Trujillo
1968: Eduardo Estrada

En el año 1944 la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología comienza a publi-


car sus trabajos en la Revista de la Policlínica Caracas, en la sección destinada a la So-
ciedad Venezolana de Dermatología.
La actividad académica desplegada permanentemente por los miembros fundadores
en las reuniones de la Sociedad sobrepasó los límites de la lucha antivenérea y antile-
prosa. Por este motivo el día 7 de julio de 1945 se reunieron en la Ciudad de Caracas los
Drs. Martín Vegas, Juan Di Prisco (figura 7), Francisco Scannone (figura 8), Antonio
Araujo, Leopoldo Briceño Iragorry, Mariano Medina Febres, A. Chávez, Rafael Campo
Moreno, Juan Iturbe, Armando Salas, José Lucio González, Carmelo Lauria, Luis Rodrí-
guez Santana, Jacinto Convit, Tomás Genatios, Ildemaro Lovera y Carlos Julio Alarcón
para registrar la Sociedad fundada en 1936 bajo el nuevo nombre de Sociedad Venezo-
lana de Dermatología y Venereología. Su Junta Directiva estaba compuesta por cinco
miembros elegidos en la forma pautada por sus estatutos: durante un año desempeña-
rían las funciones de presidente, secretario de actas, secretario de correspondencia y pu-
blicaciones, tesorero y bibliotecario. Comenzaba de esta manera la actividad académica
propiamente dicha de la Dermatología, con lo cual se verían cristalizados, varios años
después, los sueños de los miembros fundadores con la creación de los estudios de pos-
grado de Dermatología en los Hospitales Vargas y Universitario y posteriormente en el
Hospital Militar de Caracas.
El 8 de noviembre de ese mismo año, por primera vez en la historia de las socieda-
des de especialidades médicas, se funda un capítulo oficial en el interior del país en el
estado de Zulia y el doctor Jorge Hómez Chapín, distinguido dermatólogo, es elegido co-
Figura 7. Dr. Juan Di mo presidente.
Prisco En junio de 1948 se nombran los primeros miembros honorarios de la Sociedad, los
Figura 8. Dr. Francisco cuales son postulados y seleccionados por sus méritos. Este honor correspondió a cuatro
Scannone profesores cubanos, trece profesores de Estados Unidos, un profesor de Francia, cuatro
de Argentina, tres de Brasil y uno de Venezuela, el Dr. Juan Larralde.
El 24 de abril de 1950, por invitación del Ministerio de Sanidad se designa a dos
miembros de la Sociedad, los Drs. Martín Vegas y Rafael Medina, como integrantes del
Comité de Expertos en Enfermedades Venéreas de la Organización Mundial de la Salud.
En marzo de 1956 se nombra al Dr. Rafael Medina, miembro prominente de la Socie-
dad, Secretario Local del Congreso Internacional de Dermatología, efectuado en Estocol-
mo. Durante el mismo año, el 14 de noviembre, se crea el Premio Martín Vegas en

436
Historia de la Dermatología en Venezuela

conmemoración de los veinte años de la fundación de la Sociedad y se establece que ese


día se constituya en la fecha de celebración del aniversario de la Sociedad; por este mo-
tivo se realizan los Congresos y Reuniones Anuales en esta época.
El Congreso Internacional de Dermatología pide a la Sociedad que designe un delega-
do de Venezuela, responsabilidad que recae en el Dr. Francisco Scannone.
En el mes de diciembre de 1958 se funda la Revista Dermatología Venezolana, órga-
no oficial de la Sociedad.
Desde su creación la Sociedad había cambiado de nombre en tres oportunidades. El
día 7 de enero de 1970 decide acogerse a una nueva denominación: Sociedad Venezola-
na de Dermatología, lo cual se expresa en una comunicación a la Junta Directiva de la
Federación Médica Venezolana, “pues en esta forma genérica se sobreentiende que la
Venereología, Leprología, Micología, Alergología, Histopatología Dermatológica, Oncolo-
gía Dermatológica, Microbiología Dermatológica, Cirugía Dermatológica, Radioterapia
superficial, Cosmetología, así como todas las ramas que puedan derivarse en el futuro,
relacionadas con las enfermedades de la piel y de sus anexos, completan el contexto de
esta especialidad”.
El 28 de febrero de 1972 el Dr. Kerdel Vegas propone la creación de una Conferencia
Anual como justo y permanente reconocimiento al Dr. Martín Vegas; desde entonces, es-
ta Conferencia es punto central del Congreso y Reunión Anual.
En 1973 se acuerda con la Academia Americana de Dermatología el dictado de cur-
sos de actualización en Venezuela, los cuales se realizan exitosamente gracias a la ges-
tión de Francisco Kerdel Vegas y Mauricio Goihman Yahr.
A partir de 1973 comienza la etapa de consolidación de la Sociedad de Dermatología.
Además de las reuniones anuales y mensuales, la Sociedad reestablece los Congresos Ve-
nezolanos de Dermatología. El segundo Congreso se realiza bajo la presidencia del Dr.
Obadía Serfaty, el tercero en 1978 lo dirige su presidente, el Dr. Cruz Graterol Roque, y
el cuarto Congreso, el Dr. Antonio Rondón Lugo.
En el transcurso de su existencia, la SVD ha efectuado: el VII Congreso Ibero-Latinoa-
mericano de Dermatología en 1971, seis Congresos Venezolanos de Dermatología y 39
Reuniones Anuales, así como el otorgamiento de los premios: Dr. Martín Vegas, Dr. Cé-
sar Lizardo, Dr. Jacinto Convit; los Foros Dr. Juan Di Prisco y Dr. José M. Soto, y los Pre-
mios a Carteles Dr. Víctor Suprani.
Además de la revista Dermatología Venezolana, a finales de los años 1960 comienza
a publicarse un Boletín mensual de la Sociedad, en donde se presentan los casos clínicos
de las reuniones mensuales y la información administrativa de la Sociedad. Este Boletín
se reactiva durante la presidencia del Dr. Jaime Piquero-Martín (1990-1992) y a esta se-
gunda publicación se le suma un Servicio de Información Dermatológica con información
científica; además se incorporan monografías como suplementos de la revista Dermato-
logía Venezolana.
En los tres períodos que el Dr. Antonio Rondón Lugo ejerció la presidencia de la So-
ciedad de Dermatología se logró integrar y agrupar a todos los dermatólogos en la aso-
ciación. Se creó la figura de miembro activo para los dermatólogos egresados de los
cursos de posgrados que no podían ingresar por la rigidez de las normas; también co-
menzaron a realizarse los cursos de Educación Médica Continua para dermatólogos, mé-
dicos generales y para la comunidad.
Además se integraron los dermatólogos del interior del país a través de la creación
de la Filial Occidente y posteriormente de la Filial Oriente fundada en Clarines, Edo. An-
zoátegui. Finalmente en julio de 2001 la Sociedad crea la Filial Suroriental cuyo primer
coordinador fue el Dr. Alfredo Lander Marcano.
Durante la presidencia del Dr. Francisco González Otero la Sociedad Venezolana de
Dermatología cambia su denominación al título que tiene actualmente: Sociedad Vene-
zolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.

437
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

LA DERMATOLOGÍA VENEZOLANA
REVISTA
Las investigaciones realizadas en diferentes centros han motivado numerosas publi-
caciones en revistas internacionales y en la revista Dermatología Venezolana, órgano de
publicación de la Sociedad Venezolana de Dermatología, como así también numerosos
trabajos relacionados con casos clínicos, revisiones, casuística, comentarios, etcétera.
La publicación de esta revista se inició en el mes de diciembre de 1957 bajo la direc-
ción del Dr. Luis A. Velutini y desde esa fecha se ha mantenido con una frecuencia de 3
a 4 números por año.
Los editores de la revista han sido: Luis A. Velutini, Rafael Medina, Jaime Piquero-
Martín, Antonio Rondón Lugo, Oscar Reyes, Mauricio Goihman, Félix J. Tapia, Margari-
ta Oliver.

■ Historia dela la
Historia de Dermatología
Dermatología en la provincia
en la provincia

Hasta 1956 la Sociedad “había estado encerrada en los muros del Hospital Vargas”,
según refiere Francisco Scannone, su presidente en ese entonces; por unanimidad se de-
cide efectuar reuniones mensuales científicas o visitas a centros especiales como el Le-
procomio de Cabo Blanco, situado en el litoral del Distrito Federal.
El 22 de marzo de 1956, durante la Asamblea General Extraordinaria de la Sociedad,
se establece la posibilidad de crear capítulos en las ciudades del interior; y el 14 de ju-
lio por primera vez se lleva a cabo una reunión en el Leprocomio de Cabo Blanco con in-
vitados de otras sociedades y dermatólogos del interior del país, para tratar como único
tema la lepra.

ZULIA (OCCIDENTE)
El 8 de noviembre de ese mismo año, por primera vez en la historia de las socieda-
des de especialidades médicas, se funda un Capítulo Oficial en el interior del país, en el
estado de Zulia, y asume su presidencia Jorge Hómez Chacín. Con este acontecimiento
se inicia la apertura de la Sociedad desde la capital hacia el interior promoviéndose de
esta manera el desarrollo de la Dermatología en todo el país.
En el estado de Zulia y específicamente en Maracaibo, la Dermatología había comen-
zado como especialidad médica en la década de 1940 con el Dr. Fernández Vautrai en el
antiguo Puesto de Socorro del Hospital Central Dr. Urquinaona. En 1948 se encargó de
la consulta el Dr. Jorge Hómez Chacín, quien había concluido sus estudios de posgrado
en Parasitología, Medicina Tropical y Dermatología efectuados en la Universidad de Pa-
rís y en el Hospital Saint-Louis de París.
Un año más tarde el Dr. Pedro Lapenta fue nombrado encargado de la Leprosería de
la Isla de la Providencia en el Lago de Maracaibo; ejerció además en los hospitales Chi-
quinquirá y Hospital de Niños de Maracaibo hasta 1953 cuando fue nombrado jefe mé-
dico del Sanatorio Antileproso de Cabo Blanco en Maiquetía y médico director (1962 a
1965), trasladándose a la ciudad de Maracay.
Posteriormente se les unen los doctores Nectario Durango Nazariego, Humberto Rincón
Bracho y Humberto Bojana, seguidos por Hernán Vargas Montiel y César Barroso Tobila.
En el Hospital Universitario, Nectario Durango Nazariego y Humberto Rincón Bracho
iniciaron la consulta de Dermatología en 1960. Posteriormente se forma un servicio de
Dermatología de excelencia con un grupo de especialistas liderados por Hernán Vargas
Montiel, Anairma Durango Michailos y Elizabeth Guadagnini. En la actualidad existe el
proyecto de un Servicio de Dermatología del SAHUM (Servicio Autónomo del Hospital
Universitario de Maracaibo).
En el año 1991 el grupo del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario deci-
de iniciar una actividad de Educación Médica Continua por lo cual se implementa el

438
Historia de la Dermatología en Venezuela

“Curso de Dermatología al Día” y posteriormente el “Curso de Dermatología Itinerante”


el cual se extiende a los estados del occidente del país como Falcón, Lara, Mérida, Tá-
chira, Trujillo y Zulia.
Esta interrelación trajo como consecuencia que el 25 de junio de 1996 se efectuara,
a petición de Antonio Rondón Lugo, para entonces presidente de la Sociedad Venezola-
na de Dermatología, la reactivación del Capítulo (denominado ya como Filial, por el cam-
bio de estatutos) Centro-Occidental de la Sociedad Venezolana de Dermatología, lo cual
facilitó el intercambio científico entre los dermatólogos de las diferentes regiones.

BOLÍVAR (SUR DEL PAÍS)


La Dermatología nacional se extiende hacia Ciudad Bolívar con el Dr. Francisco Bat-
tistini, quien en 1949, después de su regreso de Francia, funda la primera consulta ex-
terna de Dermatología en el estado de Bolívar. En 1960 se inicia la enseñanza de
pregrado y recién en 1975 la Residencia de Posgrado en Dermatología. Posteriormente
ingresan al servicio el Dr. Florencio García Morales y, a su regreso del Hospital Saint-
Louis de París, la Dra. Ana María Battistini de Brun, quien continúa en la dirección del
posgrado iniciado por su padre. Por su parte, el Dr. Oscar Perfetti regresa de Inglaterra
con una sólida preparación y en pocos años realiza una labor encomiable en Puerto Or-
daz13. Otra distinguida dermatóloga que ha ayudado en la consolidación de la Dermato-
logía en la región es la Dra. Ismery Cabello.

CARABOBO (CENTRO)
La Dermatología en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo, se inicia en la década
de 1950 con el Dr. Fernando Aguilera a su regreso de Argentina y Francia luego de fina-
lizar sus estudios; años después se le unirían Omar Miret Ortega y Raúl Fachín Viso una
vez terminados sus posgrados en el Hospital Vargas, en Londres y en Estados Unidos.
Posteriormente ingresa el Dr. Marco Tulio Mérida; en 1976 se inician las primeras re-
sidencias programadas que fueron la base del posgrado en Dermatología a principios de
1985.
Son destacados también los dermatólogos: Carlos Fachín, Marlene Mendoza, Olga Mo-
rella Herrera, Rosa Oliveros, Ilse Angulo.

ARAGUA (CENTRO)
La Dermatología en el estado de Aragua se inicia en 1965 con el Dr. Pedro Lapenta
después de su paso por los leprocomios de Isla de Providencia y Cabo Blanco, secunda-
do por Jorge Alvarado, Willian Vázquez, R. Otamendi, Lilian de Cequeda, Maritza Maya
y Luis Felipe Guada.

LARA (CENTRO OCCIDENTAL)


En Barquisimeto, el primer Servicio fue fundado por el Dr. Humberto Campins en el
año 1939 en el viejo Hospital Antonio María Pineda, pasando luego al Hospital Central
Antonio María Pineda; en 1950 ingresa como adjunto el Dr. Carlos Zapata. En el año
1954, después de su regreso del Skin and Cancer, ingresa al Servicio el Dr. J. J. Henrí-
quez, permaneciendo en esa ciudad hasta el año 1966 cuando se traslada a Caracas.
En 1958 es nombrado jefe interino del Servicio el Dr. Cruz A. Graterol Roque y en
1963 se incorpora al Servicio el Dr. Segundo Barroeta después de su regreso del curso
de posgrado en Buenos Aires; desde el año 1970 fue jefe del Servicio de Dermatología
del Hospital Antonio María Pineda hasta su jubilación en el año 2004; asumió en su
reemplazo la Dra. María Herminia Araujo.
Los Drs. María Antonieta Mejías y Segundo Barroeta han sido los líderes de la Der-
matología del estado de Lara. En el año 1971 se inicia la enseñanza de posgrado bajo la

439
A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS

dirección del Dr. Segundo Barroeta como residencia programada asistencial hasta el año
1987 cuando se transforma en curso de posgrado universitario.

MÉRIDA (SUR OCCIDENTAL)


El Hospital de Los Andes y el Dispensario Antivenéreo y de la Investigación de la Le-
pra de la Unidad Sanitaria desde su fundación en 1936, fueron las instituciones que se
ocuparon inicialmente de las enfermedades dermatovenereológicas en esta región. La je-
fatura del Servicio de Dermatología y Venéreas estaba a cargo del profesor Pedro Gue-
rra Fonseca en conjunto con J. M. Luengo Vale y Francisco Fonseca. Hay que destacar
en la actualidad a los Drs. Graterol y Luis Soucre como impulsores de la Dermatología
en el estado.

TÁCHIRA (SUR OCCIDENTAL)


La práctica dermatológica se inicia en San Cristóbal con el Dr. Francisco Cárdenas Be-
cerra. Más tarde, durante la década de 1950, el Dr. Adolfo Vivas Arellano, después de
realizar el curso de posgrado en Dermatología en la ciudad de Río de Janeiro, ejerce la
especialidad en el Hospital Central de San Cristóbal; con el transcurso de los años ingre-
sa el Dr. Orlando Ramírez a quien se le encarga la organización del Servicio de Derma-
tología de dicho Hospital.

BARINAS (REGIÓN CENTRAL)


Cabe destacar como líder de la Dermatología venezolana en la provincia al Dr. Rolan-
do Hernández Pérez4. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias 5. Briceño Maaz T. Datos para la


historia de la Dermatología
biográficos del Dr. Martín
Vegas. Derm Ven. 1957;1:23-
bibliográficas en Venezuela. Derm Ven. 26.
1978;16:29-40. 10. Piquero Martín J. Homenaje a
1. Archila R. Historia de la 6. Lizardo C. Doctor Manuel Martín Vegas. Derm Ven.
Medicina en Venezuela, Pérez Díaz. Derm Ven. 1991;29:25.
Caracas: Tipografía Vargas; 1958;1: 212-214. 11. Rondon Lugo AJ. Homenaje a
1961. 7. Briceño Maaz T. Esbozo Martín Vegas. Derm Ven.
2. Diepgen P. Historia de la histórico de la Dermatología 1991;29:26.
Medicina. 2ª ed. Madrid: en el Hospital Vargas de 12. Ávila Bello JL. Revista de la
Labor; 1932. Caracas. Derm Ven. Facultad de Medicina. Gente
3. Sarmiento F, Sáenz Astort JA. 1991;29:23-24. de Ciencia. 1987;10:113-115.
Arte y Medicina. Caracas: 8. Rondón Lugo AJ, Sáenz Astort 13. Piquero Martín J. Oscar
Publicaciones Ediprosal; JA. Aproximación histórica a Perfetti: un profesional
2003. la Dermatología venezolana. idóneo. Derm Ven.
4. Scannone F. Historia de la Caracas: Producción 1991;29:68.
Dermatología en Venezuela, Excelsior; 2001.
Caracas: Cromotip; 1990. 9. Lapenta P, Obadya SJ. Datos
EL COLEGIO IBERO-
LATINOAMERICANO
DE DERMATOLOGÍA
(CILAD)
ROBERTO ARENAS

T erminada la Guerra Civil española (1936-1939) dos insignes dermatólogos, Don En-
rique Álvarez Sáinz de Aja (España) y el Dr. Pedro Baliña (Argentina) ante la interrup-
ción de los congresos internacionales se propusieron agrupar a los especialistas
portugueses, españoles y latinoamericanos. Pensando en raíces y denominadores comu-
nes, en 1947, con motivo de un aniversario de la Sociedad Argentina se sentaron en Bue-
nos Aires las bases de una nueva institución1.
El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología fue fundado en La Habana el
11 de abril de 1948, en una de las aulas de la Escuela Municipal “Rodríguez Val-
dés”; se firmó el acta respectiva con dermato-leprólogos de España, Sudamérica,
Cuba y México1, 2, 3. El primer Congreso se realizó en Río de Janeiro en el año
1950, bajo la presidencia de João de Aguilar-Pupo, con Antar Padilha Gonçalvez co-
mo Secretario General. Los primeros estatutos fueron aprobados en Lisboa en
1961; según el artículo 2, la institución tiene por finalidad fomentar el intercambio
científico, los vínculos fraternales y el contacto intelectual, para propiciar el pro-
greso de los médicos dermatólogos de habla hispana y portuguesa. El Colegio agru-
pa a los 22 países de Ibero-Latinoamérica y es una de las mayores sociedades
dermatológicas del mundo4 (figura 1). El CILAD tiene la representatividad de sus
colegiados ante la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Para comuni-
cación inmediata hay una dirección electrónica: <cilad@cilad.org>. Figura 1. Logotipo del
Colegio Ibero-
PRESIDENTES DEL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA A TRAVÉS DE SU HISTORIA Latinoamericano de
1948-1950 João de Aguiar Pupo (Brasil). Dermatología
1950-1953 José Gay Prieto (España).
1953-1956 Fernando Latapí (México).
1957-1959 Augusto Salazar-Leite (Portugal).
1959-1963 Luis E. Pierini (Argentina).
1964-1967 Xavier Vilanova (España) y Juvenal Estévez (Portugal).
1967-1971 Antar Padilha Gonçalves (Brasil).
1972-1975 David Grinspan (Argentina).
1976-1979 Rubem David Azulay (Brasil).
1980-1983 Jorge Abulafia (Argentina).

441
ROBERTO ARENAS

1984-1987 Jorge Abulafia (Argentina).


1988-1991 Sebastião Sampaio (Brasil).
1992-1995 Enrique Hernández Pérez (El Salvador).
1996-1999 Ana Kaminsky (Argentina).
2000-2003 Francisco Camacho Martínez (España).
2003-2007 Roberto Arenas (México).

PRESIDENTES DE LOS CONGRESOS


1. Río de Janeiro (1950), João de Aguiar Pupo.
2. Madrid (1953), José Gay Prieto.
3. México D.F (1956), Fernando Latapí.
4. Lisboa (1959), Augusto Salazar-Leite.
5. Buenos Aires y Mar del Plata (1963), Luis E. Pierini.
6. Barcelona (1967), José Mercadal-Peyrí.
7. Caracas (1971), Martín Vegas.
8. San Salvador (1975), Oswaldo Ramírez.
9. Medellín (1979), Alonso Cortés.
10. Río de Janeiro (1983), Rubem D. Azulay.
11. Madrid (1987), Antonio García-Pérez y Antonio Ledo.
12. Guadalajara (1991), José Barba Rubio.
13. San Juan de Puerto Rico (1995), Jorge L. Sánchez.
14. Málaga (1999), Miguel Armijo y Enrique Herrera-Ceballos.
15. Buenos Aires (2003), Ana Kaminsky.
16. Cartagena (2005) Rafael Falabella.

En el Congreso de Lisboa en 1959 nació la revista que es el órgano oficial del Colegio:
Dermatología Ibero-Latino-Americana (DILA) a cargo de Augusto Salazar Leite y Fran-
cisco Da Cruz Sobral, Secretario General Vitalicio del Colegio, bajo cuya dirección la re-
vista cumplió 14 años. En 1966 en forma independiente nació Medicina Cutánea
(Joaquín Piñol Aguadé). En 1973 ambas revistas se fusionaron y dieron lugar a Medici-
na Cutánea Ibero-Latino-Americana (Med Cutan Iber Lat Am)5. El Prof. José Ma. Masca-
ró se inició en la redacción en 1967 y permaneció al frente durante 28 años6; siguieron
el Prof. Mario Lecha y como director adjunto Carlos Ferrándiz Foraster, reemplazado
luego por Juan Ferrando; colaboran en la redacción Ramón Grimalt y José M. Mascaró
Galy. Durante mucho tiempo la labor secretarial y la coordinación editorial han estado
en manos de Carmen Marcos. En 2004 en el volumen 32 se incorporaron como editores
asociados Alberto Woscoff y Jayme de Oliveira Filho.
Medicina Cutánea Ibero-Latino-Americana es el órgano oficial del CILAD; su periodi-
cidad es bimestral y aparece en tres idiomas: castellano, portugués e inglés; se edita en
color y tiene una versión en línea en su página web: <http://www.medcutan-ila.org>. En
2004 aparecieron además un Boletín (InfoCILAD) y una dirección institucional: <www.ci-
lad.org/Institucional/Delegados>.
A lo largo del tiempo Medicina Cutánea se ha modernizado en formato y contenido. En
la actualidad cuenta con las siguientes secciones: Editorial, Originales, Casos clínicos, Sec-
ciones especializadas, Simposio satélite, Historia de la Dermatología Ibero-Latino-ameri-
cana, Información, Cartas al Director (a cargo de Mauricio Goihman), Actualidades
terapéuticas (León Jaimovich) y Educación médica continuada (iniciada en 1996 con Ra-
fael Falabella). ■

Septiembre, 2004

442
El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD)

■ Referencias 3. Cañizares O. La dermatología


en la América Latina.
6. Mascaró JM. Informe del
director de Medicina Cutánea
bibliográficas Dermatología Rev Mex. Ibero-Latinoamericana. Med
1960;4(3-4):185-95. Cut ILA. 1995;23:351-54.
1. Latapí F. Veinticinco años del 4. Kaminsky A. Bienvenida.
Colegio Ibero- Programa 15º Congreso Ibero
Latinoamericano de Latinoamericano de
Dermatología. Editorial. Dermatología. Buenos Aires.
Dermatología Rev Mex. 21-25 oct 2003.
1972;16(3):291-3. 5. Salazar-Leite A, da Cruz Sobral
2. Saúl A. Ecos de Portugal. F. Final de um mandato.
Dermatología Rev Mex. Dermatol Iber Lat Am.
1959;3(3):201-9. 1972;4:441-42.
REUNIÓN ANUAL DE
DERMATÓLOGOS
LATINOAMERICANOS
(RADLA)
FERNANDO MAGILL

E l 27 de octubre de 1972, con ocasión del Congreso Argentino de Dermatología rea-


lizado en la ciudad de Buenos Aires, en Asamblea convocada por el Prof. Pablo Viglio-
glia, Presidente del Congreso, se decidió fundar la Reunión Anual de Dermatólogos
Latinoamericanos conforme a lo estipulado en la Declaración suscrita por los represen-
tantes de los dermatólogos de 13 países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Co-
lombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay, Perú, Santo Domingo,
Venezuela y Uruguay1, 2. Se acordó que su realización fuera anual y que se constituye-
ra en una reunión de intercambio científico, enseñanza y confraternidad, cuya finalidad
principal es la actualización y capacitación permanente en los diversos campos de la
Dermatología.
La historia de la RADLA se remonta, según el Dr. Clovis Bopp1, a la conjunción de di-
versas iniciativas surgidas anteriormente; en primer lugar, en el marco de una reunión
organizada por el Prof. Alejandro Cordero en Buenos Aires, en la que participaron der-
matólogos argentinos y brasileños, así como también en los grupos formados con ocasión
del VII Congreso Ibero-Latinoamericano (Caracas, diciembre de 1971) y del XXIX Con-
greso Brasileño de Dermatología (Nueva Friburgo, 12 a 21 de octubre de 1972).
Afirma el Dr. Sebastião Sampaio3 que durante el Congreso del CILAD realizado en Ca-
racas en 1971, los Drs. Juan Carlos Gatti, Pablo Viglioglia, Osvaldo Mangano y el mismo
Sampaio sugirieron la realización de una reunión anual de dermatólogos argentinos y
brasileños, idea que contó con el apoyo del Dr. Tancredo A. Furtado.
Un año después, durante el Congreso Brasileño de Nueva Friburgo en octubre de
1972, el tema fue nuevamente planteado por los dermatólogos antes citados, a los que
se sumó entusiastamente el Dr. Rubem Azulay, Presidente del Congreso. En esta ocasión,
la propuesta se amplió a una reunión anual de dermatólogos latinoamericanos.
Una semana más tarde nacía la RADLA. Se determinó que la primera tuviera lugar en
Buenos Aires del 1 al 4 de noviembre de 1973. Esta primera reunión estuvo bajo la presi-
dencia del Prof. Pablo Viglioglia, siendo Vicepresidente el Prof. Jorge Abulafia y Secretario
General el Prof. Juan C. Gatti. Se contó con la asistencia de cerca de 300 dermatólogos.
Según el Estatuto vigente, la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos
(RADLA) se crea debido a la creciente importancia y responsabilidad médico-social de la
Dermatología en Latinoamérica; se realiza cada año con sedes rotativas en los diversos

445
FERNANDO MAGILL

RADLA en el tiempo

RADLA Sede Año Presidente Secretario General

I Argentina (Buenos Aires) 1973 P. Viglioglia J. C. Gatti (+)


II Brasil (Río de Janeiro) 1974 R. D. Azulay A. P. Mesquita
III Argentina (Buenos Aires) 1977 A. Casalá O. Mangano (+)
IV Brasil (Guarujá) 1978 S. Sampaio J. Costa Martins
V Argentina (Buenos Aires) 1980 J. C. Gatti (+) J. E. Cardama (+)
VI Brasil (Río de Janeiro) 1981 R. D. Azulay J. Servia
VII Argentina (Buenos Aires) 1982 A. Woscoff E. Chouela
VIII Uruguay (Montevideo) 1984 R. Vignale P. Pereyra
IX Chile (Santiago) 1985 J. Honeyman G. Eguiguren
X Argentina (Buenos Aires) 1986 O. Mangano (+) R. Galimberti
XI Brasil (San Pablo) 1988 E. Rivitti F. Forim Alonso (+)
XII Uruguay (Montevideo) 1989 P. Pereyra N. Macedo
XIII Brasil (Río de Janeiro) 1990 A. C. Pereira Jr. (+) J. Ricart
XIV Chile (Santiago) 1992 C. Vera Mora (+) M. Cifuentes
XV Argentina (Buenos Aires) 1993 L. Jaimovich H. Cabo
XVI Brasil (Porto Alegre) 1994 C. Bernardi H. Ponzio
XVII Uruguay (Montevideo) 1996 N. Macedo C. Carmona
XVIII Chile (Santiago) 1997 R. Guarda R. Cabrera
XIX Paraguay (Asunción) 1998 V. Caligaris A. Guzmán
XX Argentina (Mar del Plata) 2000 H. Cabrera P. D. Giovanna
XXI Brasil (Foz de Iguazú) 2001 J.C. Empinotti J. Santamaría
XXII Bolivia (Santa Cruz) 2002 J. M. Zamora M. E. González
XXIII Perú (Lima) 2004 Fernando Magill Gadwyn Sánchez
XXIV Argentina (Buenos Aires) 2005 Edgardo Chouela Fernando Stengel
XXV Chile (Santiago) 2006 Raúl Cabrera Félix Fich

Consejo de Delegados
RADLA 2004

446
Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA)

RADLA. Delegados permanentes y renovables en el tiempo

Argentina Dr. Pablo Viglolia (P) Ecuador Dr. José María Ollague (R)
Dr. Augusto Casalá (P) Dr. Gonzalo Calero (R)
Dr. León Jaimovich (P)
Dr. Alberto Woscoff (P)
Dr. Hugo Cabrera (P) México Dra. Patricia Mercadillo (R)
Dra. María Luisa Gómez (R) Dr. Gilberto Adame (R)
Dra. Liliana Olivares (R)

Bolivia Dr. Juan Manuel Zamora (P) Paraguay Dra. Luz María Flores de Lacarruba (R)
Dr. Jorge Vargas (R) Dra. Graciela Gorostiaga (R)
Dra. María Isabel Méndez (R)

Brasil Dr. Rubem David Azulay (P) Perú Dr. Fernando Magill (P)
Dr. Sebastián Sampaio (P) Dr. Francisco Bravo (R)
Dr. Evandro Rivitti (P) Dr. Manuel del Solar (R)
Dr. Cesar Bernardi (P)
Dr. Julio Cesar Empinotti (P) Uruguay Dr. Raúl Vignale (P)
Dr. Joao Roberto Antonio (R) Dr. Probo Pereyra (P)
Dr. José Antonio Sánchez (R) Dr. Néstor Macedo (P)
Dra. Daniella Bravo (R)
Colombia Dr. Bernardo Huyke (R) Dr. Carlos Bazzano (R)
Dr. Luis Hernando Moreno (R)
Venezuela Dr. Francisco Gonzáles (R)
Dr. Rolando Hernández (R)
Chile Dr. Juan Honeyman (P)
Dr. Rubén Guarda (P)
Dra. María Isabel Herane (R)
Dra. Pilar Valdés (R)

países que la conforman, para el intercambio científico, la enseñanza y la confraternidad


de todos los dermatólogos de la región. Consta de un Programa Científico intenso de dos
días de duración, precedido de dos días de cursos de actualización de la especialidad.
La RADLA es dirigida por un Consejo de Delegados elegidos democráticamente por
los asistentes, y sus miembros se dividen en dos categorías: permanentes y renovables.
A la fecha se han realizado ya 24 reuniones; las dos últimas se llevaron a cabo con
gran éxito en Lima y en Buenos Aires. En 2006 se realizará la próxima en Santiago de
Chile. En acuerdo tomado en la última reunión del Consejo de Delegados en Lima se de-
cidió por unanimidad no realizar la RADLA en el año 2007 por llevarse a cabo en Argen-
tina el Congreso Mundial de Dermatología. ■
Septiembre, 2005

■ Referencias 2. Burstein Z. Informe sobre la


participación peruana en la
RADLA. ¿Cómo nació
la RADLA? Programa
bibliográficas 1ª RADLA. Comunicación de la 21ª RADLA. Foz de
dirigida al Rector de la Iguazú, 5 al 8 de mayo
1. Bopp C. Preámbulo histórico Universidad Nacional Mayor de 2001.
de la RADLA: Programa de la de San Marcos. Lima, 8 de
5ª RADLA. Buenos Aires, 3 al enero de 1974.
6 mayo de 1986. 3. Sampaio S. Historia de la
DESARROLLO DE LA
DERMATOLOGÍA
PEDIÁTRICA EN
AMÉRICA LATINA
EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES

L a Dermatología Pediátrica se configuró como especialidad en la segunda mitad del


siglo XX aunque anteriormente varios dermatólogos y pediatras habían trabajado ya en
esa área de la Dermatología en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. En octubre de
1972, los Drs. Ramón Ruiz Maldonado y Lourdes Tamayo organizaron el Primer Simpo-
sio Internacional de Dermatología Pediátrica en la ciudad de México; durante su trans-
curso se fundó la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica y nació oficialmente
la especialidad en el nivel mundial. Han participado en ella algunos de los más destaca-
dos especialistas de todo el mundo: Martín Bear, de Irlanda; Ferdinando Gianotti, de Ita-
lia; Joan E. Hodgman, Coleman Jacobson, Guinther Kahn, Andrew M. Margileth y
Lawrence M. Solomon, de Estados Unidos; Edmundo J Moynahan, de Inglaterra; Dago-
berto O. Pierini, de Argentina; Ramón Ruiz Maldonado, de México; Eva Torok, de Hun-
gría, y Kasuya Yamamoto, de Japón.
Desde aquella fecha se han realizado diez congresos mundiales y se han creado di-
versas sociedades regionales de la especialidad en Estados Unidos, Europa, Japón y La-
tinoamérica.
En 1973 los doctores Ramón Ruiz Maldonado y Lourdes Tamayo crearon y consolidaron
en México una escuela de formación en Dermatología Pediátrica de la cual han egresado
más de 80 especialistas de América Latina, Europa, Estados Unidos y otros países. La espe-
cialidad, oficialmente reconocida, tiene una duración de tres años para los pediatras y de
un año para los dermatólogos ya graduados. Posteriormente, el doctor Dagoberto O. Pieri-
ni inició el programa de formación de Dermatología Pediátrica en la Argentina, donde exis-
ten actualmente dos escuelas de la especialidad dirigidas por la Dra. Margarita Larralde y
el Dr. Adrián Martín Pierini, respectivamente. En Venezuela funcionó durante varios años
un programa dirigido por Luis Alfredo González Aveledo. Actualmente los Drs. Magalis He-
rrera Navarro y Leopoldo Díaz-Landaeta dirigen un programa de Especialización en Der-
matología Pediátrica en el Hospital de Especialidades Pediátricas de Maracaibo.
El surgimiento de la Dermatología Pediátrica como una especialidad bien definida pro-
pició un gran adelanto en la investigación, diagnóstico, tratamiento y epidemiología de las
enfermedades dermatológicas de la infancia. Su desarrollo ha permitido notables avan-
ces en áreas como la fisiología neonatal, el diagnóstico prenatal, los trastornos de la

449
EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES

queratinización y el conocimiento y manejo de patologías como las epidermolisis ampo-


llares, los tumores vasculares y la dermatitis atópica, entre otras.
Durante el VI Congreso Peruano de Dermatología, realizado en Lima en noviembre de
1996, se decidió fundar la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica
(SLADP). Entre sus fundadores se encuentran distinguidos especialistas de diversos paí-
ses latinoamericanos tales como Ramón Ruiz Maldonado, de México; Evelyne Halpert, de
Colombia; Héctor Cáceres y Leonardo Sánchez, de Perú; Luis Alfredo González Aveledo,
de Venezuela; Margarita Larralde, de Argentina; Susana Giraldi, de Brasil y Danny Su-
quilandia, de Ecuador. El primer presidente de la sociedad fue Ramón Ruiz Maldonado;
la constitución legal de la SLADP se logró en la ciudad de México mediante escritura Nº
64.954, Libro 1059 del año 1996.
El primer congreso de la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica se
realizó en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, Colombia, en octubre de 1997, organizado
por Evelyne Halpert. Allí tuvo lugar la primera asamblea general y se designó la prime-
ra junta directiva: Presidente, Dr. Ramón Ruiz Maldonado; Vicepresidenta, Dra. Evelyne
Halpert; Secretaria, Dra. Carola Durán; Secretaria de Acción Científica, Dra. Margarita
Larralde; Secretario de Acción Gremial, Dr. Héctor Cáceres Ríos; Secretario de Prensa y
Propaganda, Dr. Luis Alfredo González Aveledo.
El segundo Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica, organizado por Luis
Alfredo González Aveledo, se llevó a cabo del 14 al 17 de junio de 2000 en la ciudad de Ca-
racas. Allí se nombró una nueva junta directiva presidida por la doctora Evelyne Halpert.
Con motivo del IX Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica realizado en Cancún
en el mes de octubre de 2001 la SLADP organizó exitosamente el curso pre-congreso de-
nominado “Del neonato al adolescente”, que contó con la participación de muchos de los
actuales líderes de la Dermatología Pediátrica en el continente.
El tercer Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica se llevó a cabo en Li-
ma en mayo de 2003, bajo la dirección de Héctor Cáceres. El evento, que contó con un
novedoso programa interactivo, convocó a la mayoría de los especialistas de Latinoamé-
rica y sirvió de marco para la renovación de la junta directiva y la elección del Dr. Cáce-
res como presidente.
Actualmente la SLADP está integrada por 15 países con sus respectivos delegados
permanentes y está afiliada a la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología. Ca-
da grupo ha organizado en su país diferentes eventos dentro del campo de la Dermato-
logía Pediátrica.
Durante los últimos años la SLADP ha crecido de manera significativa, conformando
en la actualidad una sólida institución de más de 200 socios, dedicada a apoyar el desa-
rrollo de la Dermatología en Latinoamérica. En varios países de la región se han publica-
do libros acerca de la especialidad, y algunos dermatólogos pediatras latinoamericanos
han participado en la edición de importantes obras en Estados Unidos y Europa. Recien-
temente se creó la Revista de Dermatología Pediátrica Latinoamericana, impulsada por
el Dr. Héctor Cáceres y su grupo de trabajo, que se publica cuatrimestralmente y cuenta
con una versión on line de libre acceso <www.dplat.org>. ■

Septiembre, 2005

■ Referencias Accomplishments and


challenges for the 21st
Oranje AP, Kunz B.
Symposium on training
bibliográficas Century. Arch Dermatol. demands in Pediatric
2000;136:84. Dermatology 2001. Ped
Ruiz Maldonado R. Pediatric Ruiz Maldonado R. Pediatric Dermatol. 2002;19:166-168.
Dermatology: Dermatology in Mexico. In:
EL FUTURO DE LA
DERMATOLOGÍA EN
LATINOAMÉRICA
RAFAEL FALABELLA

■ ElElpasado y futuro
pasado y el el futuro

C uando miramos hacia el pasado nos topamos con la Historia y con frecuencia encon-
tramos diferentes versiones sobre un mismo acontecimiento; pero cuando miramos ha-
cia el futuro es difícil anticipar lo que va a ocurrir, pues la Historia suele desviar su curso
de acuerdo con nuevos acontecimientos que van trazando un camino a quienes la prota-
gonizan. Sin embargo, basados en hechos reales del presente, es posible lograr una apro-
ximada visión del acontecer venidero en los albores del siglo XXI y un poco más allá...
realidad que sólo verán aquéllos que estarán presentes en los años por venir.

■ Lay sociedad
La sociedad y laen Dermatología
la Dermatología en la
la región latinoamericana región latinoamericana
Latinoamérica comprende una importante región del planeta que congrega unos 400
millones de habitantes, herederos de las culturas hispana y portuguesa. Por diferentes
razones históricas y socio-políticas, nuestros países se encuentran en un estado de desa-
rrollo que varía según la región geográfica y aun dentro de un mismo país. Con simila-
res raíces ancestrales, el latinoamericano se caracteriza por su informalidad, fuertes
ataduras familiares y espíritu alegre, pero con incansable ánimo para el trabajo y la su-
peración.
Nuestro futuro está ligado a la unión de las naciones que la componen, y más parti-
cularmente con el fenómeno de la globalización, que encuentra un buen ejemplo en el
Tratado de Libre Comercio (TLC) que se hace cada día más real1.
Así como existen bloques socioeconómicos muy fuertes entre otros países, nuestra re-
gión inexorablemente tendrá características semejantes con el devenir de los años, lo
cual producirá importantes repercusiones en el campo científico, incluyendo la Derma-
tología. El problema fundamental es la capacidad con la cual podamos asumir este reto.
Se afirma que en la actualidad no existe la preparación suficiente para competir con el
mundo desarrollado, puesto que sus integrantes ya solucionaron sus problemas básicos
y, por el contrario, varios de nuestros países apenas comienzan a experimentar cambios
importantes en su desarrollo. Con esto, corremos el riesgo de ser arrasados por una com-
petitividad mucho más eficiente que puede generar desempleo, mayor pobreza, costos

451
RAFAEL FALABELLA

más altos para el sector de la salud y limitaciones para el acceso al especialista o a los
medicamentos modernos por su excesivo costo, como ya empezamos a experimentar. Así
vemos como ejemplo que una sola de las múltiples dosis de tratamiento con medicamen-
tos diseñados con técnicas biomoleculares para la psoriasis2 puede costar de dos a cua-
tro veces –o más– el salario mensual de un obrero. Por otra parte, se insiste en la
propiedad intelectual de las patentes de los nuevos fármacos para ser aplicadas en los
países que firmen los tratados de libre comercio, pero a la vez sus habitantes no tienen
acceso a ellos por su costo. Saber hasta dónde seguirán creciendo en el futuro el hierba-
lismo y la fitoterapia, tan de moda en nuestros días como complemento o sustitución de
la nueva generación de terapias dermatológicas sofisticadas3 dependerá de cuán asequi-
bles sean estos medicamentos para un público que no puede obtenerlos, entre otras ra-
zones, porque con frecuencia no son cubiertos por los planes de salud.

■ UnUnmundo moderno
mundo moderno más
más que quecomunicado
nunca nunca comunicado
por la tecnología
por la tecnología
El desarrollo de nuevos sistemas de comunicación, la informática y la rápida trans-
misión de datos hacen posibles las teleconferencias con video y sonido; esta tarea será
rutinaria en un futuro no muy lejano, pero actualmente, aunque el método ha sido pro-
bado con gran éxito, su costo pone en cuestión sus beneficios4. Sin embargo, no se pue-
den desconocer otras ventajas como la disminución de pacientes referidos, la
satisfacción del enfermo y el aumento de los conocimientos de los médicos generales in-
volucrados en el proceso5. A los grandes centros dermatológicos corresponderá en el fu-
turo, como parte de su labor, atender las consultas de ciudades más pequeñas y de
algunos centros rurales. Será entonces posible visualizar lesiones a muchos kilómetros
de distancia, proponer conductas a seguir, ordenar exámenes complementarios y suge-
rir tratamientos; en fin, los pacientes recibirán el beneficio de las opiniones de los exper-
tos a los que rara vez tienen ahora acceso, ahorrando tiempo y dinero6. También será
posible reclutar pacientes para que colaboren voluntariamente en proyectos de investi-
gación dermatológica, en especial en dermatosis poco frecuentes.

■ LaLaeducación dermatológica
educación dermatológica y lasdeescuelas
y las escuelas posgrado de posgrado

La tecnología de las comunicaciones estará cada vez más presente en la educación


médica y la creciente interacción entre países hará necesaria la unificación de los pro-
gramas educativos de pregrado y posgrado, controlados por organismos educacionales
de carácter internacional con el objeto de reglamentar el currículo de los programas. De-
bido a esta creciente interacción de los habitantes de Latinoamérica entre sí y con los de
otros países fuera de la región, llegará el día en que se hagan realidad los exámenes de
homologación para que los títulos sean válidos, si no en todos, muy posiblemente en la
mayoría de los países latinoamericanos, generándose así un nivel de calidad similar en
el cuidado dermatológico en todo el continente americano.
Como consecuencia de esta interacción, serán más frecuentes las pasantías de profe-
sores visitantes, con lo cual se dará un impulso mayor a la enseñanza e investigación
dermatológicas y a la creación de doctorados en ciencias básicas, haciendo posible la for-
mación de recursos humanos más versátiles y preparados para resolver los problemas
de Latinoamérica. Muy posiblemente el acceso del paciente dermatológico al especialis-
ta será más rápido y oportuno, reduciendo la morbilidad y aun la mortalidad. Actual-
mente, bajo el modelo de los planes generales de salud, se niegan o se retrasan
injustificadamente las interconsultas para los pacientes que las ameritan, con el

452
El futuro de la Dermatología en Latinoamérica

consiguiente encarecimiento de los servicios médicos y las complicaciones producidas


por problemas de diagnóstico o terapia.
Uno de los puntos más relevantes en el diseño de programas de Dermatología debe-
rá ser la maximización de los recursos disponibles para los currículos de pregrado, apro-
vechando la infraestructura administrativa, docente, investigativa y asistencial de los
programas de posgrado. Los currículos deberán incluir y poner el énfasis en los proble-
mas clínicos más importantes que el estudiante encontrará en su práctica diaria, pues
los contenidos extensos estudiados en los cursos anteriores facilitan el aprendizaje de
memoria mas no la comprensión del problema médico7.
Como consecuencia de las nuevas tecnologías, en el futuro las infecciones y parasito-
sis cutáneas tendrán una solución definitiva con la prevención adecuada, con las nuevas
vacunas y medicamentos. A la vez, hay que prever el incremento en las dermatosis del
paciente geriátrico, ocasionado por la mayor longevidad así como por el aumento de la
población mayor de 80 años8.

La Dermatología en Latinoamérica ■ La Dermatología en Latinoamérica


La proliferación de escuelas de Dermatología hará que a mediano plazo exista una
sobreoferta de especialistas —como ya empieza a ocurrir en algunos países—, lo cual
tendrá distintas consecuencias: por un lado, obligará a establecer normas para restrin-
gir la formación de un excesivo número de dermatólogos; a la vez, el cuidado dermato-
lógico llegará a un mayor número de personas. Sin embargo, también se observa en la
mayoría de países una tendencia a la concentración de especialistas en los grandes cen-
tros urbanos, lo cual trae aparejada una desproporcionada distribución, para la cual de-
berá buscarse una solución adecuada9. De la misma manera, aquellas tecnologías
propias de los países del mundo más desarrollado entrarán también a formar parte de
la rutina en los países latinoamericanos, fenómeno que irá de la mano con el desarrollo
socio-económico. Sin embargo no podemos dejar de lado la influencia de los movimien-
tos políticos del futuro y las consecuencias inherentes a su afán por llevar más bienestar
y mejorar los servicios de salud en cada país para que toda la población tenga acceso a
un adecuado régimen de salubridad y de pensiones, pero que podría conducir al desa-
rrollo de simples negocios de salud.

■ Riesgos
Riesgos que afronta que afronta
la Dermatología la Dermatología
en Latinoamérica en Latinoamérica
Es posible prever que los tratados de libre comercio ocasionarán modificaciones fun-
damentales en los ingresos de los latinoamericanos, dependiendo de su aporte para ha-
cer viable la economía de su respectivo país. Si la región trabaja como un bloque
económico sólido, con ideas coherentes y con acciones en conjunto, sin destruir compe-
titivamente a nuestros vecinos, se fortalecerán las alianzas para robustecer nuestras
economías, generando más empleo y mejores bienes de consumo que elevarán el nivel
de vida de nuestros coterráneos. Pero si el reto se asume con desorden, ofreciendo ven-
tajas exageradas a cambio de beneficios inferiores, anularemos las posibilidades de un
desarrollo armónico con beneficios para las partes involucradas.
En este contexto se encuentra la prestación de servicios, tema en el que se mueven
con mayor destreza los países más industrializados por su profundo conocimiento del
área y por los volúmenes que manejan, ajustando costos de operación para ser altamente
competitivos. Lo sucedido con la tecnología de las comunicaciones podría reproducirse
con la tecnología de la salud, la cual podría convertirse en un negocio más al que acce-
derían los más poderosos y los que poseen más experiencia en los negocios internacionales

453
RAFAEL FALABELLA

de la salud. La Dermatología también entra en este grupo. Así, es muy posible que ten-
gamos multinacionales extranjeras manejando nuestra salud bajo las condiciones que
nos quieran imponer.
Otro de los riesgos de la Dermatología en nuestros países es la proliferación de der-
matólogos dedicados a la cosmética y estética cutáneas. La falta de oportunidades en el
área médica, el “exceso” de dermatólogos –debido a la incapacidad de nuestras econo-
mías para absorberlos–, y otros factores no menos importantes, harán que aquellos que
tienen destreza en procedimientos cosméticos busquen soluciones de trabajo en esas dis-
ciplinas altamente atractivas; ya en la actualidad, la demanda de servicios de embelleci-
miento corporal, facial y capilar ocupa a un importante número de dermatólogos. Esto
nos obliga a pensar que durante la etapa de estudios deberá ofrecerse un panorama so-
bre esta situación para lograr un balance que permita a los dermatólogos actuar razo-
nablemente dentro del escenario de la cosmetología y estética sin abandonar la
Dermatología como ciencia fundamental de su actividad diaria. De lo contrario nuestra
especialidad se convertirá en algo insignificante y superficial, como una actividad no mé-
dica, sin importancia, que gradualmente cederá su campo de acción a otras especialida-
des; así se correría el riesgo de desaparecer completamente del escenario médico, por
más que en la actualidad sea una ciencia profunda cuyos descubrimientos no han sido
alcanzados aún por otras especialidades10, como sucede por ejemplo con el uso de an-
ticuerpos humanizados construidos por manipulación de la biología molecular para el
tratamiento de la psoriasis11 o el trasplante de piel cultivada en la terapia de la epider-
molisis ampollosa12.
Durante los últimos 20 años hemos tenido un notable desarrollo en el área de la ci-
rugía dermatológica, lo cual ha creado agudas controversias sobre nuestro rol como ci-
rujanos de la piel; mientras unos opinan que la nuestra es una especialidad de carácter
médico, los pacientes buscan al dermatólogo para lograr sus servicios quirúrgicos con la
convicción de que este especialista conoce exhaustivamente el tegumento y que hará un
estupendo trabajo en el área quirúrgica. Sin entrar en polémicas innecesarias, es un he-
cho que la Dermatología ya está incluida dentro de las especialidades médico-quirúrgi-
cas y se enseña en todos los servicios de Dermatología con diferencias importantes según
las escuelas. El futuro de esta disciplina dependerá del grado de tecnificación que se le
quiera impartir, pero deberá incorporar a su currículo modernas técnicas de biología
molecular que permitan implementar terapias médico-quirúrgicas para el tratamiento
de diversas dermatosis; así, podríamos anticipar el uso de piel autóloga cultivada con to-
dos sus componentes para sustituir cicatrices deformantes por quemaduras, o corregir
los nevus congénitos pigmentados gigantes, reemplazando las zonas de piel afectada por
piel diseñada por expertos y obtenida por medio de los cultivos in vitro.

■ LaLainvestigación, motor
investigación, motor del desarrollo;
del desarrollo; su rol en la Dermatología
su rol en la Dermatología

En un mundo más desarrollado tecnológicamente, la investigación ha tenido cambios


radicales en los últimos 50 años, pasando del dermatólogo clínico al doctor de tiempo
completo en ciencias básicas, de los pequeños a los grandes laboratorios de investiga-
ción, a la importancia otorgada a la comprensión de los procesos básicos de la piel nor-
mal y afectada, y, finalmente, de la observación clínica, histología e inmunología a los
cultivos celulares, la biología molecular, genética, genómica y proteómica13. Al mismo
tiempo, el reducido interés de las nuevas generaciones por la investigación y la medici-
na académica producen gran preocupación por el futuro de la especialidad y se hacen
esfuerzos por identificar los factores involucrados en este fenómeno14. Una encuesta

454
El futuro de la Dermatología en Latinoamérica

realizada en un grupo de dermatólogos acerca de su actitud hacia la cosmetología dio


como resultado un inusitado interés por esta disciplina y una clara tendencia de los más
jóvenes a dedicarse a labores prácticas y no académicas15.
Estas tendencias no resultan totalmente ajenas en Latinoamérica. Con el despertar de
nuestros países es posible esperar que mejore el aporte de los recursos para la investiga-
ción de los problemas más importantes, como el control total de la lepra o la erradicación
de la leishmaniasis, que afectan a innumerables pacientes. Sin embargo, la supervivencia
de la Dermatología como especialidad también dependerá en buena parte de la creación
de programas de maestría y doctorado que realicen una alianza estratégica entre las es-
cuelas de posgrado y las instituciones dedicadas a la investigación que manejan estas tec-
nologías y que ya son una realidad en diversos países de Latinoamérica.

El siglo XXI, una nueva era■deEl siglo XXI,


oportunidades una nueva era de oportunidades
Para lograr una mejor distribución de los dermatólogos en un determinado país, la
conformación de equipos rotatorios para trabajar en áreas carentes de especialistas, or-
ganizados por los centros médicos de las grandes ciudades por períodos de uno, dos o
más meses, en núcleos rurales distantes, podría ofrecer una oportunidad de empleo y
contribuir a la solución de la inequitativa distribución geográfica de especialistas.
Con el mejoramiento de la tecnología de la información y de las nuevas versiones de
computadoras, la imagen del antiguo dermatólogo con su lupa será gradualmente reem-
plazada por modernas tecnologías de examen y diagnóstico, inicialmente en grandes
centros hospitalarios y posteriormente en lugares más apartados16. La teledermatología
será uno de los grandes retos del futuro. La implementación de nuevas tecnologías solu-
cionará las dificultades del excesivo costo actual, hasta el punto de que podría ser más
económico utilizar los métodos de imagen por tele-video que recorrer grandes distancias
para obtener el mismo servicio de consulta dermatológica. No obstante, es evidente que
el éxito de estos programas dependerá del costo y montaje de los sistemas, de la dispo-
nibilidad de tiempo del dermatólogo, del fácil acceso a Internet, de las facilidades admi-
nistrativas y de los métodos de pago o reembolso a los especialistas por su labor
médica17.
En otro aspecto, los avances en sistematización harán imprescindible un mejoramien-
to de las denominaciones referidas a las enfermedades cutáneas18; Latinoamérica debe
prepararse para contribuir con este diccionario de términos dermatológicos y diagnósti-
cos, conservando su histórica presencia a nivel internacional.
En estudios previos se ha demostrado la significativa adquisición de saberes y habili-
dades de los estudiantes que optan por la rotación electiva en Dermatología, así como su
capacidad para retener por varios meses el conocimiento adquirido19, lo cual es refor-
zado con experiencias posteriores. Es ésta una oportunidad para los nuevos médicos del
futuro, quienes por el simple hecho de tomar esta materia electiva, ya tienen una pre-
disposición para obtener conocimientos dermatológicos adicionales, lo cual sugiere que
se debe estimular esta metodología para mejorar el aprendizaje. También será impor-
tante el fortalecimiento académico de los posgrados en Dermatología a través de la crea-
ción de subespecialidades que ofrezcan alternativas diferentes a los futuros
dermatólogos de Latinoamérica, acordes con las necesidades académicas y sociales de
cada país. ■

Octubre, 2004

455
RAFAEL FALABELLA

■ Referencias Dermatol. 2004;29:100-4. dermatology in the United


States: report on the resident
8. Smith ES, Fleischer Jr AB,
bibliográficas Feldman SR. Demographics retreat for future physician-
and skin disease. Clin Geriatr scientists. 2001 Jun 15-17. J
1.Silversides A. New free trade Med. 2001;17:631-41. Am Acad Dermatol.
agreement could make 2002;47:300-3.
9. Resnek Jr J. Too few or too
generic drugs less accessible many dermatologists? 15. Marcoux D, Gratton D. The
in the Americas. CMAJ. Difficulties in assessing changing face of Canadian
2004;170:935. optimal working size. Arch Dermatology. J Cutan Med
2. Gade JN. Clinical update on Dermatol. 2001;137:1303-7. Surg. 2002;6:430-3.
alefacept: consideration for 10. Klaus W. Quo vadis 16. Dill SW, Digiovanna JJ.
use in patients with psoriasis. dermatology: A scenario for Changing paradigms in
J Manag Care Pharm. the future. J Am Acad Dermatology: information
2004;10:S33-7. Dermatol. 2003;48:605-8. technology. Clin Dermatol.
3. Dattner AM. From medical 2003;21:375-82.
11. Gade JN. Clinical update on
hierbalism to phytotherapy in alefacept: consideration for 17. Oakley A, Rademaker M,
dermatology: back to the use in patients with psoriasis. Duffill M. Teledermatology in
future, Dermatol Ther. 2003; J Manag Care Pharm. the Waikato region of New
16:106-13. 2004;10:S33-7. Zealand. J Telemed Telecare.
4. Whited JD. Teledermatology. 2001;7 Suppl 2:59-61.
12. Fivenson DP, Scherschun L,
Current status and future Choucair M, et al. Graftskin 18. DeVries DT, Papier A, Byrnes J,
directions. Am J Clin therapy in epidermolysis Goldsmith LA. Medical and
Dermatol. 2001;2:59-64. bullosa. J Am Acad Dermatol. Dermatology dictionaries: an
5. Eedy DJ, Wootton R. 2003;48:886-92. examination of unstructured
Teledermatology: a review. Br definitions and proposals for
13. Moshell AN. The changing the future. J Am Acad
J Dermatol. 2001;144:697- face of cutaneous biology as
707. Dermatol. 2004;50:144-7.
seen from the National
6. Duker I, Eisner P. Dermatology Institutes of Health, J 19. Enk CD, Gilead L, Smolovich I,
in telemedicine. Possibilities Investig Dermatol Symp Proc. Cohen R. Diagnostic
and limits. Hautarzt. 2002;7:4-5. performance and retention of
2002;53:11-7. acquired skills after elective
14. Rubenstein DS, Blauvelt A, dermatology. Int J Dermatol.
7. Burge SM. Curriculum planning Chen SC, Darling TN. The 2003;42:812-5.
in dermatology. Clin Exp future of academic
EPÍLOGO

LOS EDITORES

T oda obra que se completa significa la culminación de un esfuerzo. Sin embargo, al


releer lo que nuestros queridos colegas dermatólogos latinoamericanos han escrito, al
repasar los caminos recorridos por nuestros antecesores en el cuidado de la piel de sus
coetáneos, al apreciar las extraordinarias figuras que este continente aportó a la Derma-
tología mundial, no podemos menos que imaginar que esto no es el fin sino, como decía-
mos en el Prólogo de este mismo libro, el comienzo de un camino.
La unidad latinoamericana no es una utopía sino una necesidad, como bien lo plantea
Rafael Falabella al reflexionar sobre el futuro de nuestra Dermatología Latinoamericana.
Compartimos, dentro de nuestras diferencias, innumerables caracteres y costumbres,
fruto de la amalgama entre aborígenes, conquistadores e inmigrantes llegados desde fi-
nes del siglo XIX.
Compartimos también incontables problemas como la superpoblación médica en las
grandes ciudades y su déficit en la periferia, las diferencias en la posibilidad del acceso
a los especialistas y medios de diagnóstico y tratamiento entre los sectores sociales de un
mismo país y subregión.
Pero compartimos, asimismo, la capacidad creadora de nuestros dermatólogos, de-
mostrada en su adaptación día a día a las deficiencias de los sistemas de salud, y en su
desarrollo individual cuando se desempeñan en medios más favorables.
Compartimos también el idioma, que nos facilita nuestra comunicación y nos permi-
te, a la vez, diferenciarnos con nuestros regionalismos.
Con estos elementos, con estas habilidades y con la capacidad de encarar tareas en
conjunto como las que han significado este libro y este XXI Congreso Mundial de Derma-
tología, no podemos negar que vemos llegada la hora de concretar la Unidad de la Der-
matología Latinoamericana. Solamente es cuestión de aunar voluntades, declinar
apetencias personales y encarar un nuevo proyecto para las generaciones futuras.
Los beneficiarios de esta realización serán los jóvenes dermatólogos de esta región y
en especial toda la población que depende de sus conocimientos y desarrollo científico.
No queremos finalizar esta Historia de la Dermatología Latinoamericana sin pedir
disculpas a todos aquellos que han sido omitidos o erróneamente mencionados. Las So-
ciedades Dermatológicas de toda Latinoamérica, con excepciones ínfimas, han designa-
do a quienes consideraban más idóneos para escribir la historia de cada país. El material
que nos enviaron fue revisado por los cuerpos técnicos adecuados, y una vez corregido
reenviado a los autores para su conformidad final. A su vez, los editores revisamos todo

457
LOS EDITORES

el material a fin de evitar errores flagrantes, pero toda nuestra buena voluntad puede
haber dejado pasar algún defecto u omisión; por ellos les pedimos nuevamente disculpas
a nuestros lectores y colegas.

Juntos, ya iniciamos la recorrida del comienzo del camino. ■


ÍNDICE DE
NOMBRES

A Acosta, Santos, 120 Alé, Selva, 416


Aasen Campos, Imelda, 433 Acosta Madiedo de Hart, Álvaro Alegría, Elmer, 338, 339
Enrique, 126, 129, 131, 132, Aleixo, Antonio, 84, 92, 93
Abad, Adis, 162 137, 140, 144, 148, 150
Abad, Jaime, 219 Aleixo, Josephino, 92, 93
Acurio, B. 348, 363
Abascal, Horacio, 158, 164 Alencar, Nehemías de, 91
Adame, Gilberto, 7, 13, 261, 271,
Abeliuk Raschokvan, Samuel, 182, 447 Alencar-Ponte, Danielle, 7, 12, 113,
184 137, 139
Adeodato, J., 72
Abeliuk Sharager, Jorge, 184 Alfau Cambiaso, Rafael, 391
Agip Díaz, Hernán, 369
Abella, Francisco, 238, 239 Alfonso, Santiago, 162
Agudelo Alzate, Libardo, 122
Aberastury, Maximiliano, 32, 44 Allevato, Miguel Ángel, 37, 41, 45,
Agüero, Gottardo, 361, 362 46, 47, 304
Abisaad, Luz Stella, 143 Aguiar, Otávio Garcez de, 89 Almeida Neto, Estevão, 101
Abreu, Ana María, 129 Aguiar Pupo, João de, 77, 78, 84, Almeida, Fernando Augusto de, 86,
Abreu, Héctor, 416, 417, 418, 419, 86, 99, 100, 109, 157, 441, 442 87, 102
423, 424 Aguilar Díaz, Erasmo, 282, 284, Almodóvar, Pablo I., 7, 15, 379,
Abreu, Hilda, 180, 425 285, 286 382, 383, 384
Abreu Daniel, Alfredo, 7, 12, 153, Aguilar Pico, Rigoberto, 273 Alonso de May, Gloria, 421
159, 160, 162 Aguilera, Fernando, 439 Alonso, Fausto, 100
Abreu e Lima, 70 Aguilera, Sergio, 178 Alonso, Héctor Raúl, 418
Abulafia, Jorge, 35, 37, 40, 42, 43, Aguirre de González, Amelia, 303,
45, 46, 47, 64, 65, 66, 85, 123, Alonso, Pedro Raúl, 414
305
124, 130, 223, 303, 304, 319, Alperovich, Ben Ami, 40
334, 375, 391, 415, 422, 441, Aires, Maria Araci Pontes, 90
Altuzarra Galindo, Edgar Ricardo,
442, 445 Alarcón, Carlos Julio, 431, 433, 136, 149
Acevedo Ballesteros, Jaime, 124, 434, 436
Alvarado, Jorge, 439
149 Alarcón, Rosario, 174
Alvarado C., Alberto, 214
Acevedo Merino, Gustavo, 132 Alarcón Casanueva, Raúl, 171, 173,
175, 182, 184, 189 Álvares, Rosicler Aíza, 91, 92
Acioly Filho, José Wilson, 90
Albines Bernal, Asterio, 369 Álvarez, Domingo, 248
Ackerman, Bernard, 142, 177, 223,
Albornoz, María Cecilia, 434 Álvarez, Erick, 135
382
Alchorne, Alice Avelar, 82, 101, 102 Álvarez, Gregorio, 34
Acosta, Rafael, 341
Alchorne, Maurício Mota de Avelar, Álvarez, Humberto, 345
Acosta, Raysa, 391
82, 86, 101 Alvarez, Leocadio, 424
Acosta, Samira, 136

459
ÍNDICE DE NOMBRES

Álvarez Ortiz, María Luisa, 285, 286 Araujo, María Herminia, 439 Aufgang, Abraham, 35
Álvarez Sáinz de Aja, Enrique, 441 Araújo, José Antônio Pereira da Aunón, Álvaro de, 119
Alvarez Salamanca, Augusto, 176 Silva, 71, 73, 74 Ávalos Vega, Arnaldo, 278, 283
Álvarez Villegas, Danilo, 132 Araújo, Oscar da Silva, 85 Ávalos y Porres, Manuel de, 237,
Alvear, José, 214 Araya, Enrique, 180 253, 254
Alves, Antônio José, 72 Arce y Almanza, J., 32 Ávila Camacho, Mabel Yaneth, 130,
Arce, Julián, 346, 351, 354, 363, 135, 145
Amante, Leonardo, 44
367 Ávila Chacín, César, 435
Amat Loza, Ferdinando de, 372
Arcia, Mariano, 194 Ávila Del Carpio, Emma, 372
Amaya, Q., 65
Arcos, 196, 203 Ávila, Roque, 303
Ambrona, Mario, 44
Arcuri, Pascual B., 40, 44 Ayaipoma Nicolini, Aldo, 370
Ambrosetti, Félix, 34, 37
Ardao, Héctor, 421 Ayaipoma Vidalón, Marcial, 317,
Ambrosetti, Luis, 33 323, 325, 335, 367, 370, 373
Arellano, Francisco, 319
Ambrosi O., Juan, 219 Ayora, Isidro, 205
Arenas Ramírez, Jorge, 142
Amdur, Alfred, 41 Azambuja, Roberto Doglia, 91
Arenas, Roberto, 7, 13, 16, 61, 161,
Amonzabel, R., 64 218, 261, 304, 441, 442 Azcurra Valle, José, 369
Amor García, Francisco, 7, 15, 411, Arévalo Durán, Álvaro, 136, 148 Azulay, Rubem David, 71, 72, 81,
412, 413, 414, 424 82, 83, 86, 88, 96, 97, 98, 99,
Arévalo Morales, Cornelio, 434
Amoretti, Aquiles, 413, 414, 418, 441, 442, 445, 446, 447
419, 421 Argote Ruiz, Arturo C., 133
Anaya, Javier, 43 Argüelles, Darío, 159, 163
Argüello Martínez, Hugo, 281, 283
B
Ancic Cortéz, Ximena, 173, 185,
Baca, Eligio, 238
189 Argüello Pitt, Luis, 38, 44, 335
Badiano, Juan, 265, 271
Anda, Griselda de, 61, 412, 416, Argüello, Ramón, 38
417, 418, 419, 424 Báez Giangreco, Atilio, 303
Arias, Otto, 196
Andino Vélez, José, 215 Bakos, Lúcio, 83, 107
Arias Argudo, Claudio, 7, 13, 191,
Andrade Chaparro, Emiro, 136 196, 197, 203, 206, 215, 216, Balaguer Rosas, Manuel, 371
Andrade, Fernando Laynes de, 106 217, 218, 219, 220 Balaguer, Pedro, 162
Andreis, Mario, 178 Arias Gómez, M. Isabel, 7, 261 Balcázar Romero, Luis Fernando,
Arias Paredes, Enrique, 369 132, 138, 143
Andueza Palacios, Raimundo, 430
Ariza, Amín, 135 Balda, Walter, 303
Anguita, Timoleón, 179
Armach, Fernando Jacobo, 391 Baliña, Luis M., 34, 37, 44
Angulo y Urruela, Rafael, 238, 247
Armenteros, José Alfonso, 157, Baliña, Pedro L., 11, 32, 33, 34, 44,
Angulo, Ilse, 439
158, 159, 163, 164 53, 422, 441
Anselmi, Silvia, 56
Armijo, Miguel, 217, 218, 442 Ballesteros, Daniel, 43
Ante, Antonio, 211
Aroca, Felipe, 196 Balsa, Raúl E., 40, 46, 319
Antonio, Carlos Alberto, 103
Arpini, Ricardo, 39 Bancalari, C., 32
Antônio, João Roberto, 101, 103,
Arroyave, Rafael, 180 Bandeira, Valdir, 85
447
Arroyo, Alex, 183 Baños, Julio Eduardo, 7, 13, 221,
Antúnez, D., 350, 364
224
Aparicio, Abraham, 121 Arroyo Eraso, César Gregorio, 135
Baquerizo, Gloria, 372
Apolo, Enrique, 421 Arruda, Lucía Helena, 103, 105
Barba Gómez, Julio, 270
Aragão, Henrique de Beaurepaire, Arrunátegui, Adriana, 124, 127,
129, 143, 145 Barba Rubio, José, 442
75
Arteaga, Oscar, 341 Barbon, Tânia Regina, 103
Aragão, Raimundo, 81
Arteta, Juan, 210 Barman, Julio M., 39
Aragón, Alonso, 237
Arvelo, José, 160 Barnés, Francisco, 381
Arana Iturri, Pablo, 323, 340, 367,
371, 373 Asrilant, M., 35 Barona, María Isabel, 129, 138, 143
Arana Zapatero, Guillermo, 317, Assunção, João Batista Gontijo, 83, Baros, Ramón, 65
325, 335, 338, 373 86, 94 Barranca, 349
Arana, Byron, 241 Astore, Ignacio, 39 Barraviera, Sílvia Regina, 105
Arango, Diego, 132 Atuesta, Juan Jaime, 138, 145 Barreneche Mesa, Julio César, 123
Aranzazu, Nacarid, 434 Auad, Anuar, 80, 86, 92 Barrera, Víctor, 214

460
Historia de la Dermatología latinoamericana

Barrera Arenales, Antonio, 7, 12, Bermeo Vivanco, Jorge, 196, 200 Borda, Julio Martín, 34, 40, 41, 46,
113, 130, 131, 134, 137, 150, Bermúdez, Andrés, 128 64, 65, 85, 123, 223, 319, 415,
Barreto, Enio Ribeiro Maynard, 89 422
Bermúdez, Victoriano, 157
Barría Morales, Cristián, 181 Bordes, Carlos, 421
Bernardi, César Duílio Varejão, 86,
Barrientos, Eduardo, 222, 225 108, 446, 447 Borelli, Dante, 433, 434
Barroeta, Segundo, 434, 439, 440 Bernhard, Armin, 107 Borges, Paulo Cezar, 92
Barros, Cecy, 223 Berrio Muñoz, Joaquín Eliécer, 132 Borja, C., 65
Barroso Tobila, César, 438 Berrón Ruiz, Angélica, 275 Bosq, Pablo, 422
Bartelle, Cláudio José, 107, 108 Bertoló, Soledad, 185 Botero, Fernando, 145
Barton, Alberto, 317, 353, 354, 364 Bessonart, 418 Botrich, Hans, 34
Basombrio, Guillermo, 33, 34, 37, Betancourt Osorio, Jaime, 123, 133, Bottene, Iza Maria, 102
38, 44, 317, 373 134, 142, 145, 146, 149 Bou, Alfredo L., 381
Bassewitz, Ernst von, 107 Biagini, Dante, 32 Box, Pablo, 43
Bastardo de Albornoz, María, 434 Biagini, Roberto, 38, 41, 47 Brache, Román, 390, 395
Bastos, Antonio Francisco, 105 Bianchi, Oscar, 43 Bracho Oña, Jorge, 199, 217
Bastos Filho, Antonio, 105 Biase, F. de, 32 Bran Quintana, Gerardo, 242, 243,
Bastos, Manuel Ferreira dos Santos, Bicudo Junior, João, 101 244
90 Bigatti, A, 32 Brañas, Guillermo, 303
Batisttini, Telémaco, 345, 346 Bingham, Hiram, 310 Braseras, 422
Battistini de Brun, Ana María, 439 Bitar Zapa, Rómulo, 136 Braunstein, Samuel, 35
Battistini, Francisco, 439 Bittar, Elías, 40, 188 Bravo, Daniella, 447
Baudouin C., 52, 54 Blanco, Antonio, 417, 419, 421, Bravo, Francisco, 265, 320, 337,
Bay de García, Lorena, 241, 243, 423 447
244, 250 Blasi, E., 34 Bravo, José Julián, 348
Bayona Chambergo, Rosalía, 374 Blaustein, Samuel, 43 Bravo, Raquel, 181
Bazzano, Carlos, 419, 447 Bloch, Grete, 59, 60, 62 Braz, Cláudia Valéria, 105
Beare, Martín, 274 Block, Susana, 41 Brianson, Jaime, 63, 64, 65
Beauperthuy, Louis Daniel, 429 Blum, Edmundo, 196 Briceño Iragorry, Leopoldo, 436
Bechelli, Luiz Marino, 80, 81, 84 Boaknin, León, 39 Briceño Maaz, Tulio, 434, 440
Bedoya, Julio, 341 Bocanegra, Olga, 40 Brieva Durán, Alberto, 174, 187
Beirana, Angélica, 275 Bodden, Juan Antonio, 390 Brito, Arival Cardoso de, 86, 90
Belda, Walter, 105, 425 Boente, María del Carmen, 55, 57 Brito, Thales de, 223
Belin, Simón, 43 Boeta, Leticia, 269, 270 Brito Foresti, José, 413, 414, 417,
Belli, Luis, 44, 65 420, 421, 422, 423, 424
Bogaert Díaz, Huberto, 388, 389,
Belliboni, Norberto, 80, 104 391, 392, 393, 395 Bruey, Silvina, 60
Belsito, Donald V., 218 Boggini, 422 Bruning, Carmen, 180
Beltrán Grados, Gustavo, 372, 375 Bohórquez, Joseph Adalid, 237 Brusco, Jorge, 41
Benavides, Humberto, 341 Bojana, Humberto, 438 Budel, Analise Roskamp, 107
Benavides, María Isabel, 173 Bolte, Christel, 178 Bueno, Cosme, 348
Benavides, Rafael, 316 Bomfard, Joel, 303 Bulhões, Oscar de, 73
Benavides Vázquez, Lázaro, 273 Bonafina, Oscar, 34 Bulizani, Mônica, 102
Bendaña Hurtado, Alfonso, 284 Bonamigo, Renan, 107 Bumaschny, P., 35
Bendeck, Gustavo, 181 Bonatto, Walmor, 107 Buño, Washington, 415, 426
Benza, Francisco, 303 Bonifaz, Alejandro, 218 Burgos, César, 129, 134, 150
Benzo, Ernesto, 389 Bonifazzi, Ernesto, 60 Burnier, R., 421
Benzo, Félix, 388 Bonilla Espinoza, Julio, 336, 341, Burstein Alva, Zuño, 7, 14, 307,
342, 368, 371, 376 317, 318, 319, 320, 321, 329,
Bergero Adriana, 43 334, 335, 336, 337, 338, 339,
Bermejo, Alcira, 44 Bonnet, Francisco, 390 340, 341, 342, 343, 344, 345,
Bermejo y Roldán, Francisco, 315 Bopp, Clóvis, 80, 86, 87, 88, 107, 346, 347, 348, 350, 352, 356,
108, 445, 447 357, 362, 363, 364, 373, 447
Bermeo M., Patricia, 219

461
ÍNDICE DE NOMBRES

C Campo Amalia, 56 Carrera, José Luis, 33, 34, 37


Cabada, Carlos de la, 433 Campo, Juan Carlos del, 421 Carrera Cobos, Timoleón, 215
Caballero, Alberto, 133 Campo, Martha Helena, 134, 143 Carril, Alberto, 43
Caballero Garay, Virgilio, 303 Campo, Raúl del, 421 Carrillo, Alicia, 62
Cabello, Ismery, 434, 439 Campo Moreno, Rafael, 435, 436 Carrillo, Carlos, 345
Cabezas, Ana María, 172 Campos, Amadeo, 39 Carrillo, Francisco, 39, 422
Cabieses, Fernando, 352, 377 Campos, Blanca, 179, 180, 188 Carrión, Arturo L., 381, 383
Cabo, Horacio, 37, 46, 47, 446 Campos, Enio Candiota de, 107 Carrión, Daniel Alcides, 316, 317,
Campos, Miguel, 361 322, 352, 353, 371
Cabrera, Hugo Néstor, 36, 37, 38,
46, 47, 218, 303, 304, 446, Campos, Nelson de Souza, 109, Carrión, Jerónimo, 211
447 325, 422 Carrizales Ulloa, David, 336, 342,
Cabrera, Juan José, 284 Campos Carlés, Alejandro, 41, 56 370, 371, 373, 375, 376
Cabrera, Marco A., 244 Campuzano, Ramiro, 204 Cartagena, N., 40
Cabrera Moraga, Raúl, 172, 176, Canaán, José, 390 Carvajal Hernández, Carlos, 201,
178, 179, 182, 183, 184, 185, 204, 217
Canabal, Ángel, 425
186, 187, 188, 304, 446 Carvajal Huerta, Luis, 196, 197,
Canabal, Joaquín, 421, 425 201, 202
Cacciatore, Ernesto, 423
Canadell de Puertas, Elda, 319, Carvalho, Alberto, 34, 47
Cáceres, Abraham, 349, 325, 332, 342, 373
Cáceres, Camilo, 212 Carvalho, Franco de, 85
Cancio, Carlos, 41
Cáceres, Héctor, 7,16, 218, 304, Carvalho, Leôncio de, 71
Candiotti Vera, Jorge, 375
321, 373, 374, 375, 449, 450 Casafranca Lovatón, Adrián, 371
Canese, Arquímedes, 303
Cáceres Orozco, Sergio, 131, 136 Casalá, Augusto, 34, 37, 47, 446,
Canessa, J. F., 421 447
Cádiz, Mamerto, 170, 172
Cantídio, Walter Moura, 86 Casanova, 418
Caferri, María Isabel, 61
Cantillo, Luz, 285 Casas, José G., 34, 43, 46, 47
Caino, Juan F., 41
Capurro, E., 44 Casco, Ricardo, 44
Calandria, Liliana, 420
Capurro, J., 32 Casella de Vilaboa, Esther, 412,
Calatrava, Domingo A., 435
Carabelli, Susana, 44 416, 417
Calb, Ignacio, 43
Carbajosa, Josefina, 269, 270, 304 Cassinelli, Ana, 412, 416, 417
Caldas Rodríguez, Antonio, 373
Carboni, Eduardo, 39, 44 Castanedo, Carlos, 158, 159, 160
Calderón, S., 67
Cardama, José E., 34, 36, 37, 42, Castañeda, Gabriel José, 120, 121,
Calebotta, Adriana, 433 44, 46, 446 126, 140
Calero, Fernando, 382 Cardemil, Alfredo, 173, 174, 189 Castaño, Olga Lucía, 143
Calero Hidalgo, Gonzalo, 198, 200, Cárdenas, Max, 374 Castellano M., Gustavo, 133
201, 217, 447
Cárdenas Becerra, Francisco, 440 Castellanos de Camejo, Omaira,
Caligaris, V., 446 433
Cárdenas Jaramillo, Víctor, 122,
Calle Vélez, Gonzalo, 122, 128, 141 Castellanos de La Roca, Álvaro,
129, 133, 134, 141 241, 243, 244
Cárdenas Silva, Aurora, 369
Calles, Aquiles, 269 Castellanos Lorduy, Héctor José,
Cárdenas Uzquiano, Fernando, 7,
Calvo, Jacqueline, 102 12, 63, 64, 65, 67, 319 134, 140, 149
Camacho, Alaín Alexander, 148, Cardona, Héctor, 382 Castellazzi, Zino, 390, 392, 395
149 Castelleto, Roberto, 40, 43
Cardoso, Aldo de Sá, 91
Camacho, Eleodoro, 323, 340 Castellón, Manuel, 181
Cargniel, Carlos, 41
Camacho, Francisco M., 135 Castillo, Antonio, 62
Carmona, C., 446
Camacho, Juan, 387 Castillo, E. B. del, 123
Caro, Apolinar, 63, 64
Camacho Martínez, Francisco, 442 Castillo, Félix, 341
Carpio, 267
Camacho Sánchez, Miguel, 135 Castillo, Fidel del, 212
Carranza Amaya, Antonio, 222, 225
Camaño, O., 32 Castillo, Mariano, 243, 244, 248
Carranza Cordiviola, Emilio, 188,
Campbell, Gladis, 91 371, Castillo, Paula, 177, 178
Campbell, Iphis, 86, 91, 111 Carrasquilla, Juan de Dios, 121, Castillo Plaza, Armando, 431
Campins, Humberto, 430, 439 126, 128, 150 Castillo Porto, Carmelo, 124

462
Historia de la Dermatología latinoamericana

Castillo Rivadeneyra, Wenceslao, Cifre Recinos, Edgar, 241 Cornejo Ubillus, J., 346, 348, 363
317, 318, 319, 331, 336, 341, Cifuentes Mutinelli, Mirtha, 169, Coronel, Manuel, 211
372, 373, 376 174, 182, 185, 186, 188, 446 Corral, Nicanor, 214
Castro, Abílio Martins de, 85 Ciriani Anchorena, Bruno, 371 Corrales Lugo, Hugo, 124, 135
Castro, Doralda, 143 Cisneros, Eudoro, 32 Corrales Medrano, Hugo, 124, 136
Castro, Lia Cândida Miranda de, 92 Ciuffardi, Emilio, 322 Correa, Álvaro, 134, 135, 148
Castro, Nancy, 143 Civatte, Jean, 32, 122, 130, 171, Corrêa, Benedito, 102
Castro, Raymundo Martins, 80, 85, 175, 330, 391
86, 101, 104, 106 Corrêa, Cecilia Cassal, 108
Civila, Eduardo, 218, 418
Castro Gómez, Julio, 374 Correa, José, 381
Clara, Jorge, 41
Castro Mendivil, Luis, 341, 371 Correa Bustamante, Wilson, 197,
Clark, José A., 156 198, 201, 203, 217
Castro Ron, Gilberto, 131, 132, 224 Close de León, Jorge, 239, 241, 243 Correa Galindo, Ernesto, 123, 130,
Catacora Cama, José, 321, 371 Cobar, Sergio Iván, 242, 244 134
Cateura, 419 Coelho, Carlos Cley, 95 Correa Henao, Alfredo, 125, 130
Cavalcanti, Jorge Duarte Quintela, Coello Uriguen, Mauricio, 8, 13, Correal, Alcibíades, 133
91 191, 203, 206, 216, 217, 218, Correal Urrego, Gonzalo, 114, 127
Cavallera, Elsy, 434 219, 220
Corredor, Gustavo, 127
Cavero Ortiz, Luis, 317, 371, 373 Cofré, Julita, 178, 189
Cortelezzi, Emilio, 32, 40
Caviedes López, Ernesto, 198, 204 Cofré, Pedro, 177, 178, 182, 184,
186 Cortés, Alonso, 122, 128, 129, 130,
Ceballos, Gabriel, 131 134, 139, 141, 442
Celi, Alfinger, 135 Coiscou, Rafael, 390
Cortés, Marta, 161
Cequeda, Lilian de, 439 Coiscou Weber, Antonio, 389, 395
Cortés Enciso, Carlos, 121, 133,
Cermeño, Julman, 434 Colichón A., 354 140
Cerqueira, Alexandre Evangelista Colmenares Porras, Pablo, 136 Cortez de Castro, Glenda, 433
de Castro, 71, 72, 74, 89 Colón, Francisco, 382, 383 Corti, Rodolfo N., 33, 34, 37
Cerruti, Humberto, 84, 99, 157 Columbié, Yolanda, 162 Costa, Izelda, 92
Cervini, Andrea Bettina, 8, 11, 17 Combariza, Epifanio, 120, 128 Costa, Oswaldo, 79, 84, 92, 93, 94
Cestari, Tânia, 107 Conant, Marcus, 186 Costa, Paulo Uchôa, 94
Cevallos, Diego, 210 Condori Di Burga, Hugo, 372 Costa, Radamés, 419, 421, 423
Chagas, Carlos, 108 Consigli, Carlos, 38, 44, 47 Costa Alfaro, Humberto, 372
Chaín, Fuad Muvdi, 133, 142 Consigli, Javier, 38 Costa Córdova, Horacio, 43
Chala Hidalgo, José Ignacio, 121, Contardi, 422 Costa Jr., A. F. da, 86
140 Conti, Alcides, 40 Costa Martins, José Eduardo, 86,
Chalela Mantilla, Juan Guillermo, Conti, 417 100, 446
133, 134, 143, 144
Contreras, Guillermo, 354, 361 Costa, Edgard Drohle da, 86
Champet, Arsenio, 243
Contreras, Miguel, 319, 388 Costané Decoud, 422
Chang, Anabella de, 244, 250
Convit, Jacinto, 432, 433, 436, 437 Cotes, Margarita, 391
Chang, Patricia, 242, 243, 244, 245
Cordero, Alejandro A., 33, 34, 36, Cotlear Dolberg, Aizic, 317, 328,
Charris, Dubys, 135 37, 46, 47, 132, 303, 391, 445 332, 333, 334, 335, 336, 337,
Chaul, Aiçar, 92 Cordero, Alejandro (h), 37, 43 338, 342, 343, 362, 368, 373
Chaves, Bruno, 71, 73 Cordero, Eduardo, 212 Countar, Clement, 368
Chávez, A., 436 Cordero A., Carlos N., 239, 244, 250 Coutts, 422
Chávez, Carolina, 135 Cordero C., Fernando A., 239, 240, Covelli Mora, Claudia Marcela, 129,
Chávez, Guadalupe, 304 243, 248, 259 131, 132, 143
Child, Raquel, 180 Cordero Carrión, Luis, 211, 213 Covo, Germán Enrique, 135
Chiriboga Ardito, Luis, 200, 201, Cordero J., Leoncio, 196, 197, 214, Covo Segrera, Luis Miguel, 135, 149
217 215, 220 Cravioto, Joaquín, 274
Chopitre, Emmanuel, 387, 395 Cordisco, María Rosa, 56 Crespi, Héctor G., 37, 43, 46
Chouela, Alfredo, 35, 46 Cordiviola, 422 Crespo, Emiliano J., 212
Chouela, Edgardo, 37, 42, 45, 446 Corea, Leonor, 278, 283 Cox Cardoso, Alberto Eduardo, 86,
Cicero, Ricardo, 268 Cornejo, Andrés, 41 91

463
ÍNDICE DE NOMBRES

Cruz, Alma, 383 Delgadillo, Alcides, 278, 283 Dostrowsky, A., 347, 363
Cruz, Ana Cecilia, 390, 391 Delgado, Sergio, 278 Dover, C., 210
Cruz, Martín de la, 265 Delgado Fernández, Víctor, 318, Dragicevic, Vesna, 180
Cruz, Oswaldo, 75 368, 374, 377 Drapkin, Israel, 181
Cruz Argumedo, Fernando Adolfo, Delgado González, Carlos, 278, 283 Drassinower, Enrique, 323
224 Delgado Paredes, José María, 124, Driban, Nelson, 40
Cuadra, 354 136
Duarte de Rendón, Bertha, 196
Cuba Caparó, Alberto, 368 Delgado Riascos, José María, 122
Duarte, Ida, 100
Cucé, Luiz Carlos, 86, 100, 101, 105 Delgado Sayán, César, 361
Duarte, Miguel F., 135
Cuervo, Ángel, 421 Della Giovanna, P., 446
Dhum, Gisella, 33
Cuervo Márquez, Luis, 140 Della Santa, 419
Duperrat, B., 326, 327, 334
Cueto, Jorge, 40 Delucchi, 418
Duque Ossman, Yamil Alberto, 132
Cueto, Jorge (h), 43 De León G., Suzzette de, 8, 13, 227,
247, 249 Duque Perdomo, Matías, 155, 156
Cueva, Carlos, 214 Durán Mckinster, Carola, 244, 274,
Denegri, Juvenal, 370
Cueva Vallejo, Agustín, 211, 212, 275, 450
213 Desjeux, Phillippe, 65
Durán Merchán, María Mélida, 124,
Cunha, Paulo Rowilson, 8, 12, 69, Di Paola, Guillermo, 123 129, 132, 133, 139, 142
87, 88, 102, 103, 109 Di Prisco, Juan, 433, 436, 437 Durango, María Bernarda, 144
Cunha, Pedro da, 98 Di Prisco, María Cristina, 435 Durango Michailos, Anairma, 438
Cuomo, Graciela, 43 Diab, 417 Durango Nazariego, Nectario, 438
Curban, Guilherme V., 80, 101 Díaz, David, 212 Dutra, Vanderli, 92
Curia, Luis, 34 Díaz, Julio, 43
Cusanelli, Ricardo, 41 Díaz, Luis A., 109, 133, 219 E
Cusmanich, Rubén, 424 Díaz, Luisa H., 135 Eaton, George E., 310
Díaz, María Antonia, 162 Echegaray, Carlos, 373
D Díaz, Pacífico, 32, 34, 55 Echeverría, Enrique, 240
D´Alessandro, Miguel Ángel, 159 Díaz, Rafael, 388, 390 Echeverría, F., 65
D’Angelo, José María Roque, 41 Díaz, Sandra, 182 Edelson, Richard, 219
Dahl, Mark, 177, 186 Díaz Almeida, José G., 8, 12, 153, Egas, Eduardo, 205
Daiber, Alberto, 179 159, 160, 161,162
Eguiguren, Víctor, 373
Damazio, Virgílio Clímaco, 73 Díaz Cardozo, Antonio, 117
Eguiguren Lira, Gonzalo, 172, 174,
Danies, Josefina, 131, 137 142 Díaz de la Rocha, José, 159, 160 176, 182, 184, 187
Darier, Jean, 32, 53, 171, 175, 177 Díaz de Marte, Ana Josefa, 391, Eguren, Leopoldo, 65
393
Dávalos, José M., 315 Eid, Lourdes, 135
Díaz Gómez, Claudia Juliana, 149
Dávalos y Peralta, José, 302 Elboli, José, 316
Díaz Muñoz, Juana, 181
David, Carlos, 244 Empinotti, Júlio César, 108, 304,
Díaz Saubidet Jorge, 57, 59 446, 447
De Anda, Griselda, 61, 412, 416,
417, 418, 419, 424 Díaz-Landaeta, Leopoldo, 449 Encalada Córdova, Franklin, 201,
De Carli, Eduardo, 43 Diez de Medina, Juan Carlos, 8, 12, 202, 215, 216, 217, 218, 220
63, 304 Encinas, Enrique, 344
De los Ríos, Eudoro H., 40, 60
Dillon, Neuza Lima, 82, 101, 104 Estella Entralgo, Honorato, 381,
De Simoni, 70
Diniz, Orestes, 84, 93 383
DeCastro, Patricia, 130, 137
Domenici, Rodovalho Mendes, 92 Escalante, Aníbal, 361
Defilló, Fernando Arturo, 388
Domínguez, Juan A., 28 Escobar, José J., 125
Degos, Robert, 122, 130, 318, 326,
330 Domínguez, Luciano, 319 Escobar, Julio, 140
Dekmak, Miguel, 319 Domínguez, Nayib Ambrad, 123, Escobar Gil, Olga Patricia, 143
125 Escobar Restrepo, Carlos Enrique,
Del Pino, Gisela, 107, 319
Domínguez Cherit, Judith, 269 129, 132, 138, 142, 143, 145
Del Río, 267
Domínguez Sisco, Rafael, 435 Escomel, E., 346, 348, 351, 354,
Defina, Antônio Francisco, 101 363
Dorce, Susana, 417
Delfino, Gisella, 56 Escudero, Carlos Hugo, 62

464
Historia de la Dermatología latinoamericana

Esculies, José, 303 Fernández, José María, 39, 44, 325, Flores, Diana, 352
Espaillat, Eida, 391 335, 422 Flores, Jaime, 325
Esparragoza y Gallardo, Narciso, Fernández, Kirshe, 391 Flores, José Felipe, 238
238 Fernández, Mario, 388, 389 Flores de Lacarruba, Luz María, 447
Espasandin, José, 415 Fernández, Mariselda, 391 Flores-Cevallos, Elbio, 8, 14, 298,
Espejo, Luis, 210 Fernández, Nilda, 391, 392 307, 308, 336, 342
Espín, Carlos, 196 Fernández, Víctor, 242, 245 Flores-Cevallos, Luis, 8, 14, 298,
Espinal Múnera, Hugo, 122, 145 Fernández Báez, Rafael, 388 307, 313, 317, 318, 319, 320,
322, 323, 326, 335, 338, 367,
Espinosa, Teodoro, 216, 217, 219 Fernández Blanco, Emilio, 33, 35, 370, 372, 373
Espinosa Sotomayor, Roberto, 278 46
Flores Díaz, Enrique, 224
Espinoza Bravo, 196, 203 Fernández Blanco, Graciela,43, 47
Flores González, Luis, 38
Espoz, Horacio, 180 Fernández Bussy, Ramón, 39
Flórez Díaz Granados, Mercedes,
Estebanson, Santiago, 253 Fernández Dávila M., Guillermo, 133
370
Estete, Miguel de, 313 Fonseca, Aureliano da, 319
Fernández Dávila, José, 368
Estévez, Fernanda Nanita, 391 Fonseca, Francisco, 440
Fernández de Valenzuela, Pedro,
Estévez, Juvenal, 441 117 Fonseca, Tiburcio, 31
Estrada, Eduardo, 433, 436 Fernández Hernández-Baquero, Fonseca Filho, Olympio da, 75, 79,
Estrada, Roberto, 304 Guillermo, 158, 159, 160, 161, 85
Estrella, Bolívar, 196 164 Forero, Manuel, 131, 137, 140
Eva, Adilia de, 280 Fernández Vautrai, 438 Forim Alonso, Fausto, 304, 446
Ferrándiz Foraster, Carlos, 442 Forman, Eugenio, 43
F Ferrando, Juan, 442 Fortín Gularte, Guillermo, 241, 259
Fachín Viso, Raúl, 439 Ferrari, Manlio, 415 Forster, Juliana, 218
Fachín, Carlos, 439 Ferraro, Arlindo, 96 Fosatti, Carlos María, 413, 423
Facio, Ludovico, 33 Ferraz, Neide, 89 Foss, Norma, 105
Faivre, João Mauricio, 70 Ferreira, Fátima, 433 Fracastore, Girolano, 311
Faizal Geagea, Michel, 8, 12, 113, Ferreira, José Alvimar, 97 Fraga, Armiño, 75
129, 131, 132, 135, 137, 140, Ferreira, Ludgero, 72 Fraga, Sylvio, 83, 95, 96, 103
144, 148, 150 Ferreira, Luis, 38 França, Emmanuel Rodrigues de, 90
Fajardo Palencia, Aldo, 136 Ferreira-Marques, João, 40 Francia Rojas, Rosa, 389, 391
Falabella, Rafael, 8, 16, 123, 125, Ferreiro, Mari Carmen, 434 Franciscolo Castagnino, Enrique,
126, 129, 132, 133, 134, 142, 371, 373
143, 149, 150, 442, 451, 457 Ferrer, Ismael, 157
Ferrer, Jaime, 178 Franco, Nélida, 34
Falconí Villagómez, José, 195
Ferrer, Silvia, 135 Franco, Roberto, 121, 128
Faraday, Michel, 27
Ferretti Jurado, Humberto, 201 Freire, Patricio, 200
Farfán, Manuel, 213, 214
Festa Neto, Cyro, 100 Freitas, Ronaldo Barros de, 90
Faria, Antônio Januário de, 72
Fich Schilcrot, Félix, 169, 174, 180, Frey Gabler, Rodolfo, 181
Faria, Luiz da Costa Chaves, 70, 74,
76, 96 182, 183, 185, 186, 187, 188, Freyre, Manuel, 38
189, 446 Frisancho, Oscar, 361
Farini, J., 32, 44
Fidanza, Enrique, 32, 33, 39, 44, Frucchi, Humberto, 100
Fariñas, Pastor, 157, 158, 163 422
Farrero, Cecilia, 62 Fuentes, Jairo, 134
Figueira, Absalom Lima, 96
Fassio, Gustavo Adolfo, 195, 196 Fuenzalida, Héctor, 173, 174
Filgueiras, Danilo Vicente, 97
Feijó, Carolina, 107 Fuertes Álvarez, Juan, 40, 319
Figueroa, Luz D., 383
Feijóo, Fernando, 39 Fundora, Victoria, 162
Finlay, Carlos Juan, 154
Fenno, Gerry, 223 Funes, Juan M., 243
Fleischmajer, Raúl, 35
Fernandes, Jorge, 69 Furones, Esperanza, 162
Fleisher, Lawrence, 381
Fernández, Arturo A., 32 Furtado, Clarisse, 107
Fleurens, 406
Fernández, Enrique, 361 Furtado, Tancredo A., 84, 86, 88,
Flichman, Juan Carlos, 44, 65, 425 94, 445
Fernández, Fernando, 159, 160 Flom, Rosa Etlis de, 43 Fusseu, Dolores, 204

465
ÍNDICE DE NOMBRES

G Gardini, Wilfredo, 341 Golberger de Mora, Eva, 56


Gabizo, João Pizarro, 71, 73, 74, 76, Garibay, Juan Manuel, 161 Goldberg, G., 56
96 Garrido, Elena, 46 Gomes, Bernardino Antônio, 78
Gáfaro Barrera, María Bernarda, Garzón, Eduardo, 204 Gómez, Alina, 285
132, 135 Garzón, Holger, 204, 206, 217 Gómez, Gonzalo, 134
Gago de Vadillo, Pedro, 315 Garzón, Rafael, 34, 37, 38, 43, 46, Gómez, María Luisa, 447
Galarza M., Claudio, 219 47, 422 Gómez Agámez, Adolfo, 132, 136
Galarza Manyari, Carlos, 371, 376 Garzón, Rafael (h), 38, 46 Gómez Carrasquero, Luis, 433
Galeano de Valdovinos, Gloria, 303 Garzón, Tomás, 38 Gómez Hanssen, Orietta, 172, 176,
Galfetti Urioste, Carlos, 421 Garzón Fortich, Carlos Alberto, 123, 180, 185, 187
Galimberti, Ricardo, 8, 11, 17, 42, 127, 135 Gómez Orbaneja, José, 40, 202
44, 446 Garzona Barillas, Ricardo Augusto, Gómez Orozco, Luis, 273
Gallarday Vásquez, Raúl, 318, 336, 241
Gómez Pérez, Diego Fernando, 123
341, 371, 373 Gaspar, Antônio Pedro de Andrade,
98 Gómez Sierra, Heriberto, 124, 128,
Galli Mainini, Carlos, 123 133, 135, 141, 142
Gálvez Azteguieta, Ramiro, 240, 248 Gaspar, Neide Kalil, 98, 99
Gómez Urcuyo, Francisco José, 278,
Gálvez Brandon, José, 361 Gastaldi, Luis, 421 279, 280, 281, 282, 283, 284,
Gálvez Molina, Luis, 240, 242 Gastiaburú, Julio, 348, 354 286, 287
Gamarra Gálvez, Rafael, 320, 321, Gatti, Carlos Fernando, 37, 47, 304 Gómez Uribe, José Ignacio, 134,
371 Gatti, Juan Carlos, 36, 37, 42, 44, 143, 149
Gamboa Amador, Alfonso, 121, 140 46, 64, 108, 445, 446 Gómez Vargas, Flavio, 8, 12, 113,
Gatti, Thais Romero, 104 122, 131, 132, 133, 134, 137,
Gamboa Suárez, Luis Arturo, 145, 138, 141
146, 149 Gaviria, John Harvey, 135, 142
Gómez Vargas, Luz Marina, 144,
Gamonal, Aloísio, 95 Gaviria, Juvenal, 122 149
Gaona, José Miguel, 136, 149 Gay Prieto, José, 157, 202, 441, Gomis, 422
García, Edwin, 242 442
Gonçalves, Heitor de Sá, 90
García, Elizabeth, 129 Geier, Érika, 107
Gontijo, Bernardo, 83, 86, 94
García, Evaristo, 121, 126 Gelmetti, Carlo, 60
Gonzáles Will, Rafael, 373
García, Jorge, 122, 127 Genatios, Tomás, 436
Gonzáles, Francisco, 447
García, José Joaquín, 121, 125, Gerbase, José, 107
Gonzáles Garay, Humberto, 372,
126, 128 Gerson Pena, 91 373
García, Lucy, 129, 138, 143 Gianelli, Víctor, 181 Gonzales Mugaburu, José, 345
García, María Amelia, 57, 59 Gianotti, Ferdinando, 274, 449 Gonzáles Pinillos, Víctor, 323, 325,
García, Raquel, 107 Giansante, Elda, 304 326, 367, 370, 335
García, Sandra, 36, 46, 218 Gil Jaramillo, Jaime, 8, 12, 113, González, Abel, 43
García, Vilma, 244 117, 134, 146 González, Aparicio, 241, 243
García Arrese, Luis, 371 Gil, Bertina, 390 González, Esteban, 117
García Cuadros, Roy, 369 Gill, Juan B., 294 González, Eudoro, 430
García Díaz, Rita, 43, 56, 61, 62, 303 Giménez, A., 32 González, Gonzalo, 205, 206
García Esquivel, Jorge, 278, 279, Giménez, Manuel, 41, 44, 304 González, Hipólito, 142
283 Giménez, Manuel (h), 41 González, José Lucio, 436
García Jiménez, Fernando, 130, Giovo, María Elsa, 57, 62 González, José R., 383
140, 141, 149 Giraldes, Antonio, 391 González, Justo, 254
García Medina, Pablo, 121, 126 Giraldi, Susana, 450 González, María Teresa, 57
García Morales, Florencio, 439 Giraldo Neira, Bernardo, 124, 135, González, Mario Ernesto, 124, 136,
García Pérez, Antonio, 442 142 446
García Valdez, Arturo, 239, 240, Giraldo Restrepo, Nelson, 123, 124, González, Nieves, 435
243, 244 129, 130, 142
González, Norma, 145
García Vargas, Alejandro, 274, 275 Godoy, Everardo, 39
González, Silvina, 43
García Zubillaga, Pedro, 12, 55, 57, Goihman Yahr, Mauricio, 433, 435,
59, 60, 62 436, 437, 438, 442 González, Tomás, 303

466
Historia de la Dermatología latinoamericana

González Aveledo, Luis Alfredo, Guadamuz, Juan José, 279 Hassan, Mercedes, 37
435, 449, 450 Guarda Tatin, Rubén, 8, 12, 165, Hasselblad, O., 392
González Bermúdez, Daniel, 134 169, 172, 174, 176, 178, 179, Hasson, Ariel, 174, 175
González Catán, M., 31 182, 183, 185, 186, 187, 188,
446, 447 Hayes, Rutherford B., 294
González Chacón, Julio, 181 Hebra, Ferdinand, 32, 73, 75
Guardia, Nicanor (h), 430
González de Bogaert, Luisa, 390, Heins, Norberto, 181
394 Gubelin, Walter, 172, 174, 176,
180, 189 Hemb, Achyles, 107
González de Méndez, Concha
Marina, 241 Guedes, Antonio Martins, 94 Henao, Mario, 141

González del Cerro, Sebastián, 39 Guerra, Humberto, 345 Henao Blanco, Tomás, 121, 133,
Guerra, Pablo, 430, 431, 432, 433 140
González Díaz, Ignacio, 171, 173,
174, 175, 177, 178, 181 Guerra Carbajal, Carlos, 372 Henríquez, J. J., 439

González Herrejón, Salvador, 268 Guerra Castro, Myra, 162 Herane, María Isabel, 61, 173, 175,
182, 184, 185, 186, 188, 447
González Martin, Juan, 174 Guerra Fonseca, Pedro, 440
Hercelles, Oswaldo, 325, 354, 373
González Ochoa, Antonio, 274 Guerra Mercado, Juan, 65
Heredia, Cayetano, 316, 317, 367
González Oddone, Miguel, 303 Guerrero, Daniela, 391
Hering, Mónica, 174
González Otero, Francisco, 433, Guerrero, Laureano, 141
435, 436, 437 Hernández, Azucena, 244
Guerstein, Fanny, 178
González Pérez, Guillermo, 157 Hernández, Eduardo, 382
Guglielmetti, Antonio, 174, 189
González Prendes, Miguel A., 157, Hernández, Francisco, 208, 263,
Guillén, Humberto, 206 265, 365, 406
159, 163
Guillot, Carlos Federico, 33, 43, 46, Hernández, Gonzalo, 205
González Rescigno, Gilberto, 43, 65 49
González Rioseco, Héctor, 181 Hernández, Juan F., 135
Guillot, Pedro, 38
González Rodríguez, Guillermo, Hernández, Walter León, 129, 130,
Guimarães, Newton Alves, 85, 86, 141
131, 137 89, 101
González Rojas, Carlos Horacio, 8, Hernández Guante, Alcides, 391
Guinzburg, Alejandro, 218
12, 113, 131, 132, 133, 134, Hernández López, Héctor, 382
135 Gurfinkel, Andrea, 99
Hernández Pérez, Enrique, 9, 13,
González Urueña, Jesús, 268 Gutiérrez, Juan Gualberto, 119 218, 221, 223, 224, 225, 319,
Gorbitz, G., 354 Gutiérrez, Manolo, 241 442,

Gorostiaga, Graciela, 447 Gutiérrez Aldana, Guillermo, 8, 12, Hernández Pérez, Rolando, 435,
113, 122, 129, 130, 132, 133, 440, 447
Gotlib, Natan, 34, 45 137, 140, 144, 148, 150 Herrer, Arístides, 345, 348, 349,
Gotuzzo, Eduardo, 345, 361 Gutiérrez Arostegui, José Miguel, 350, 351, 352, 354, 363
Gougerot, Henri, 32, 326, 421 285, 286 Herrera, Guillermo, 388
Goulart, Zopyro, 85 Gutiérrez Noriega, Carlos, 346 Herrera-Ceballos, Enrique, 442
Grandi, Paulina, 177, 178 Gutiérrez Ylave, Zaida, 372 Herrera Navarro, Magalis, 449
Granizo H., Bolívar, 219 Guzmán, A., 446 Herrera Ramos, F., 415
Graterol Roque, Cruz A., 436, 437, Guzmán, Emma, 390 Hertig, M., 349, 354
439, 440 Guzmán, Juan Pablo, 390 Héry, Thierry de, 263
Grau Triana, Juan, 157 Guzmán Barrón, Alberto, 348, 350, Hevia Parga, Hernán, 166, 171,
Greco Nicolás V., 19, 20, 30, 32, 363 173, 174, 175, 176, 177, 178,
33, 40, 54 181, 185, 186, 189
Greenberg Cordero, Peter A., 8, 13, H Hidalgo González, Carlos, 196
227, 247, 248, 249, 250
Habermann, Marta Cassoni, 104 Higueros, José, 241
Grees, Susana, 60, 62
Haddad Júnior, Vidal, 105 Hilario, Miriam, 390
Grillo, Rafael, 161
Halpert Ziskiend, Evelyne, 9, 16, Hinostroza, Santos, 361
Grimalt, Ramón, 442 129, 131, 133, 134, 137, 138, Hodgman, Joan E., 449
Grinspan, David, 34, 37, 41, 43, 46, 149, 449, 450
47, 65, 304, 319, 391, 415, 441 Hómez Chacín, Jorge, 436, 438
Halty, Máximo, 423
Grinspan Bozza, Norberto, 43 Honeyman Mauro, Juan, 169, 172,
Hanifin, John, 186 174, 175, 176, 178, 179, 180,
Guada, Luis Felipe, 439 Harper, John, 56 182, 183, 185, 186, 187, 188,
Guadagnini, Elizabeth, 438 Hartmann, 63 189, 304, 446, 447

467
ÍNDICE DE NOMBRES

Hopf, Alfred, 415 Jalón, Roberto, 196 Koves de Amini, Eva, 433, 434, 436
Horta, Paulo de Figueiredo Parreiras, Jara, Mónica, 178 Kowalczuk, Alicia, 43
73, 75, 76, 78, 82, 85, 97 Jara Padilla, Iván, 172, 176, 178, Kriner, José, 35, 43, 106
Houler, J. R., 32 179, 182, 185, 186, 187, 188 Krumdieck, Carlos, 372
Houssay, Bernardo Alberto, 123 Jaramillo, Diego Elías, 134, 138, Kuczynski-Godard, Maxime, 322,
Howe, Calderón, 354 141, 143 348, 355, 356, 363
Hoz Ulloa, Carmen Helena de la, Jaramillo, Luis Carlos, 214 Kuhl, Isabel C. P., 107
131, 132, 143 Jaramillo Ayerbe, Felipe, 129, 130, Kuret, Colón, 389
Humboldt, Alexandrowich Ferdin, 135, 137, 142, 149
63, 64, 65 Jaramillo Bruce, Roberto, 170, 171,
Hurtado, Alberto, 368 173, 181, 187 L
Jaramillo Puertas, Juan, 200 Labat, 418
Hurtado, Aníbal, 180
Jardim, Márcio Lobo, 86 Labrada, Melba, 145
Hurtado, J., 65
Jatobá, Aderbal Loureiro, 91 Lacaz, Carlos da Silva, 80, 100
Hurtado Paredes, Raúl, 318, 354,
368 Jiménez, Manuel, 303, 304 Lacentre, Eduardo, 34, 43
Hurwitz, Sydney, 177, 274 Jiménez, Sol Beatriz, 143 Lacuesta, 419
Huyke, Bernardo, 134, 135, 447 Jiménez Calfat, Guillermo, 129, Laffargue, Jorge, 43, 62
137, 143, 144, 150 Lairet, Félix, 431

I Jiménez Castilla, José Luis, 267, Lamas Grubesich, Roger, 171, 175,
269 182, 184, 185, 189
Ibarra, Guadalupe, 275
Jiménez Rivero, Miguel, 430, 431 Lamella, Antonio, 406
Idrovo A., Juan, 214
Job, Edgardo Jorge, 391 Lander Marcano, Alfredo, 9, 16,
Iglesias, Manuel, 41, 419 427, 436, 437
Jones, Doraida, 391
Ilho, Guillermo, 57, 59 Lanfranchi, Héctor, 60, 304
Jonquières, Enrique D., 32, 33, 34,
Imery, Marcos, 255, 256 35, 37, 44, 47, 415 Lapenta, Pedro, 438, 439, 440
Indacochea, Abelardo, 341 Jorge, Eduardo, 85 Lara, Luz Marina, 135
Infantozzi, Carlos María, 422 Junqueira, Hugo, 92 Lara, Raúl, 66
Infantozzi, José M., 416, 418 Larralde, Juan, 436
Ingrata, Stella Maris, 40 K Larralde de Luna, Margarita, 37,
Ipiranga, Sylvia, 105 Kadunc, Bogdana Victoria, 102 43, 46, 304, 449, 450
Irazabal, Porfirio, 436 Kahn, Guinter, 274, 449 Larrañaga, Dámaso Antonio, 412
Iribas, José Luis, 37 Kaminsky, Ana, 35, 36, 37, 41, 43, Larrea, J. T., 214, 354
Irigoyen, Carlos, 278, 283 319, 415, 442 Larrere, N., 448
Isa Isa, Rafael, 9, 15, 385, 390, Kaminsky, Carlos, 36, 44, 319 Lasso, 196, 203
393, 395 Kaminsky, Aarón, 33, 34, 35, 37, Lastória, Joel Carlos, 104
Isaza Zapata, Rafael, 131, 132, 135 43, 47, 123, 223, 422, 423 Latapí, Eugenio, 268
Isaza, Víctor, 135 Kaplan, H. A., 35 Latapí, Fernando, 157, 221, 223,
Isla, Miguel de la, 119 Kasuke, Ito, 319 268, 271, 273, 274, 389, 441,
Iturbe, Juan, 430, 431, 436 Kelber, Jaime, 123 442, 443
Iturre de Aguirre, Lucía, 40 Kerdel Vegas, Francisco, 432, 433, Laterza, Amelia M., 275
436, 437 La Torre Tuesta, Iram, 376

J Khoury, Michelle, 391 Lauria, Carmelo, 436

Jacobs, Alvin, 274 Kien, María Cristina, 43 Laveran, C., 348

Jacobson, Coleman, 449 Kislansky, Viviana, 56 Laverde, Alfredo, 121, 133, 140

Jacobsthal, E., 240 Klein Kohn, Oscar, 171, 172, 182, Lavieri, Alberto, 56
184, 189 Lázaro, Pedro, 382
Jadassohn, 327
Kleist, 418 Lazzarini, Rosana, 100
Jaimovich, Carlota, 41
Klestorny Blanco, Pablo, 416, 417, Leão, Arêa, 75, 79
Jaimovich, León, 35, 36, 38, 42, 45, 419, 421, 422
46, 47, 303, 304, 442, 446, Lecha, Mario, 442
447 Knopfelmacher, Oilda, 304
Ledo, Antonio, 442
Jaller, Antonio, 134 Kobayashi, Márcia Mayko, 105
Legua, Pedro, 345
Kohan, Ricardo, 57, 59, 60, 62

468
Historia de la Dermatología latinoamericana

Leitão, Artur da Silva, 89 Lombardi, Arnaldo, 423, 424 Machado Filho, Carlos, 102, 105,
León, Armando, 243 Londoño, Ángela, 145 419
León, Juan de, 237 Londoño González, Fabio, 121, 125, Machado, Werneck, 85
León, Luis A., 204 127, 128, 132, 133, 140, 142, Machiavello, Juan, 373
150 Maciel, Francisco, 412
León Chérrez, Víctor, 201, 217, 218,
219, 220, 369 Lonza, Juan Pedro, 188, 189 Madeo, Vicente, 44
León Romero, Doris Stella, 136, Lopes, Cid Ferreira, 94 Madero Izaguirre, Franklin, 9, 13,
149 López, Aurélio Ancona, 81, 101, 102 191, 201, 203, 218, 220
León Ternera, Lesbia de, 134 López, Luis, 124 Madero Izaguirre, Mauro, 9, 13,
Leonforte, José F., 40, 188 López, Juan, 119 191, 203, 220
Lerer, Cláudio, 99 López, Pedro, 264, 266, 387 Maduro, Luis, 381
Leroux, María Bibiana, 45 López Ballesteros, L., 63 Maestre Alonso, 387
Lesmes Rodríguez, Blanca Lilia E., López Cortés, Néstor, 181 Maestre Juan, 386
129, 145, 149 López de Buiza, Pedro, 119 Maestre, Délio del, 94
Leston, Nancy, 59, 60, 62 López de Lozada, Mauricio, 237 Magalhães Neto, Eduardo, 85, 89
Letona, Guillermo, 241, 243, 244, López de Mesa, Jorge, 122, 134 Magaña García, Mario, 275
250 Magaña Lozano, Mario, 273
López del Campo, Mendo, 117
Lever, Walter, 177, 223 Magariños, Gabriel, 43, 47, 62
López González, Gerónimo, 39, 40,
Levites, Jacob, 102 47 Magariños, W., 67
Levocci, Francisco, 105 López López, Mariano, 122, 127, Magill, Fernando, 9, 16, 188, 320,
Levy, Moise, 56, 61, 417 131, 133, 137, 142, 144 445, 446, 447
Lewley, Thomas, 219 López Narváez, Gerardo, 127 Magnani, Augusto, 38
Leyton, Jerónimo, 209 López Olivares, J. M., 435 Magnin, Pedro Horacio, 33, 34, 36,
Librado Vásquez, José, 145 López Osorio, Damisela, 162 37, 38, 45, 46, 47, 415
Liceaga, Eduardo, 268 López Ruiz, Rafael, 133 Maia, Marcus, 100, 110
Lima, Aldy Barbosa, 97 Loredo, M., 67 Maira Palma, María Elsa, 172, 176,
177, 184, 189
Lima, João Francisco da Silva, 72, Lorenz, Ana María, 40, 59
78 Maldonado, A., 354, 364
Lorenzano, Carlos, 57, 59, 60, 62
Lima, Margareth, 103 Maldonado, H., 65
Loret de Mola, Aurelio, 317, 323,
Lima, Ricardo Barbosa, 97 325, 326, 332, 335, 340, 341, Malo, Ignacio, 213
Linares Barrios, Mario, 138 367, 368, 370, 373 Man, Abraham F., 34, 41
Linares, Lionel, 239, 244 Lovera, Ildemaro, 431, 432, 436 Mandelbaum, Samuel, 105
Lindemberg, Adolpho, 75, 76, 77, Lovio, Zobeida, 159, 162 Mangano, Osvaldo, 47, 108, 445,
78, 84, 99, 100, 422 Lowy, Gabriela, 97, 274 446
Liparoli, Julio César, 269 Loyola, Luis, 214 Manrique, Aníbal, 336
Liviano, Cesarían, 391 Lozada, Claudia, 145 Manrique, Vitaliano, 339, 341
Lizardo, Cesarina, 433, 437, 440 Lucio, Rafael, 266, 268 Manrique Ávila, Juan, 317, 320,
321, 327, 336, 341, 368, 371,
Lizarraga, Federico, 435 Lucky, Anne, 59 373, 375
Llano, L., 44 Luengo Vale, J. M., 440 Mansilla Arévalo, Juan José, 244,
Llanos, Alejandro, 345 Lugo-Somolinos, Aída, 383 250
Llanos, Bertha, 349 Lumbreras, Hugo, 341, 344, 345 Mansilla, Carmen C. de, 244, 250
Llanos, Enrique, 159 Lurati, Carlos, 39 Mantella, Domingo, 319
Llanos Campo, Matilde, 136 Lutz, Adolfo, 70, 73, 75, 85 Manzano, Mauro, 219
Lleras Acosta, Federico, 121, 122, Manzi, Ricardo, 44
125, 127, 128, 142, 150 M Manzur, Graciela, 9, 12, 55, 59, 60,
Llerena Gamboa, José, 222, 225 Macal, Antonio, 239 61, 62
Lobo, Jorge de Oliveira, 79, 86, 91 Macca, Mário Luís, 104 Manzur, Julián, 161, 162
Lofêgo Filho, José Anselmo, 99 Macedo, Néstor, 304, 412, 416, Mañé Garzón, Fernando, 400, 411,
Logemann, Heidi, 241 417, 418, 424, 446, 447 426
Loizaga, Carlos, 294 Mackehenie, Daniel, 340, 354 Maradona, Esteban Laureano, 24,
26, 30

469
ÍNDICE DE NOMBRES

Maragliano, Beatriz, 414 Matteo, 415 Menezes, Caetano de, 85


Marcano, Carmen, 434 Matus, Juan de Dios, 278 Menezes, Irene, 107
Marcenaro, Beatriz de, 375 Matus, Rodolfo, 279 Menocal, Raimundo G., 154, 155,
Marchionini, Alfred, 85 Mauricio, Rafael, 248 156, 158
Marcos, Carmen, 442 Mauro, Diana, 41 Menta, Marcello, 304
Marcucci Delgado, A., 435 May, José, 414, 417, 421, 422, 423, Mercadal Peyrí, José, 319, 442
Margileth, Andrew M., 449 424, 426 Mercadillo, Patricia, 447
Margounato, Moris, 412, 417, 418 Maya, Maritza, 439 Mercau, Augusto, 39, 44
Margulis, Carmen, 57 Mayor, Sylvia Souto, 100 Merchán, Nicanor, 214
Mariano, José, 92, 93 Mayorga Peralta, Rubén, 241 Merchán Manzano, Marcelo, 201,
Mazzini, Miguel Ángel, 32, 33, 34, 216, 217, 218, 219, 220
Marini, Mario, 34, 37, 38, 45, 46,
47, 303, 304 35, 36, 37, 41, 46, 47, 54, 415, Mérida, Marco Tulio, 439
422 Merkel, Felipe, 322
Mario, F., 32
Mazzini, Raúl, 34 Mesa de Sanclemente, Myriam,
Marques, Antônio de Souza, 81, 96
Mc Adden, E., 43 122, 128, 134, 141, 143
Marques, Mário, 105
Meda, Telma, 244 Mesa Cock, Aníbal, 130
Marques, Sílvio Alencar, 101, 104,
304 Medellín, Julio César, 143 Mesa Cock, Jairo, 9, 12, 113, 124,
Medina, Álvaro, 133 135, 137, 138, 141, 142
Marroquín, J., 348, 351, 363
Medina, Lidia, 174 Mesa Restrepo, Jorge, 122, 134,
Marrugo Guardo, Gonzalo, 135, 149 141, 143
Marrugo Ramírez, Rubén, 122, 127 Medina, José, 253
Mesquita, P., 446
Marsden, Philip Davis, 91 Medina, Rafael, 433, 434, 436, 438
Meth Tuesta, Víctor, 319, 325, 340,
Marte, Ramón, 393 Medina Febres, Mariano, 433, 436 370, 376
Marte, Silvia, 391 Medina Pinzón, Alberto, 133, 143 Meurehg, Charles, 269
Martín, Rafael F., 383 Medina Zepeda, María Eugenia, Meza, Desiderio, 303
285
Martínez, Carmen Alicia, 145 Meza, José Joaquín, 136
Meirelles, 70
Martínez, Dennis, 390 Meza Balbuena, Juan, 336, 341,
Mejía, José, 435 342, 372
Martínez, Miguel, 416
Mejía, Milton, 145 Michel, Luis, 65
Martínez, Sandra O., 135
Mejía, Paula Alexandra, 144 Migliaro, José P., 415
Martínez, Sergio, 145, 149
Mejías, Abel, 431 Milian, Gastón, 421
Martínez, Winston, 177, 178
Mejías, María Antonieta, 436, 439 Millán, María del P., 382
Martínez Campos, Aldo Edgar, 9,
13, 277, 279, 280, 281, 282, Melada, María Fernanda, 319 Millares, Francisco, 303
283, 284, 285 Meléndez, Esperanza, 135 Minelli, Lorivaldo, 106
Martínez Campos, Oscar, 278 Meléndez, L., 31 Miniño, Martha, 9, 15, 385, 393,
Martínez Jiménez, Ángel, 278, 281, Meléndez, Salomón, 221 394, 395, 396
283, 285 Melis de la Vega, Manuel, 169, Miniño Bhäer, José Antonio, 388
Martínez Niochett, Armiño, 431 174, 178, 185, 189 Miquel, Alberto, 303
Martínez Santamaría, Jorge, 128 Mella, Juan, 388 Miralles, Ana, 418
Martins, Carlos José, 97 Mello Filho, Alexandre, 81, 101, Miranda, Ana G., 67
Martins, José Eduardo Costa, 86, 102
Miranda, Hernán, 345
100, 446 Mello, Coaracy, 97
Miranda, J. Luiz, 85
Martins, Sarita, 86 Mello, Luis Campos, 86
Miranda, Rui Noronha de, 83, 86,
Mascaró Blanco, Antonio, 181 Mena Cedillos, Carlos, 275 88,106
Mascaró Galy, José Manuel, 442 Mendes, José Pessoa, 86, 101, 102 Mirande, Luis T., 40
Mascaró, José María, 274, 319, Méndez, María Isabel, 418, 447 Miret Ortega, Omar, 439
442, 443 Mendoza, Marlene, 439 Miró Quesada, Oscar, 345
Masi, Domingo, 303 Mendoza, Mireya, 434 Misad, Oscar, 361
Mássimo, José Antonio, 8, 12, 43, Mendoza Rodríguez, Dante, 330,
46, 55, 56, 57, 59, 60, 61, 62, Miyares Cao, Carlos, 160
336, 341, 342, 343, 368, 370
303, 304 Mocobocki, 417
Meneses, Oswaldo, 345
Masson, Rodolfo, 107 Mocola, 422

470
Historia de la Dermatología latinoamericana

Mogrovejo Carrión, José, 214 Morella Herrera, Olga, 439 Navarro César, Alfonso, 135
Molgó Novell, Monserrat, 174, 185, Morelli, Joseph, 57, 60 Navarro Huamán, Pedro, 318, 334,
187 Moreno, Alger León, 274 336, 337, 372
Molina, Leonor, 130, 137 Moreno, Edgar, 135 Navin, Thomas, 241
Molina, María Teresa, 172 Moreno, Isabel, 174, 189 Negroni, Pablo, 44, 45, 319
Molina Leguizamón, Eduardo, 33 Moreno, Luis Felipe, 124, 149 Negroni, Ricardo, 44, 60
Mom, Arturo, 33, 36, 46 Moreno A., Gustavo, 219 Neira Cuadra, Jorge Isaac, 9, 13,
Monardes, Nicolás, 19, 116, 263, 277, 285, 286
Moreno Aguilar, María E., 275
406 Neira P., Octavio, 197
Moreno Collado, Clemente, 270
Monasterios, Guido, 66 Neumann Scheffer, León, 9, 13,
Moreno Macías, Luis Hernando, 261, 269, 270
Moncada, Ximena, 173, 180 127, 129, 132, 134, 135, 143,
Moncaleano de Lasprilla, Cecilia, 145, 149, 447 Neves, René Garrido, 82, 85, 86, 98
123, 134 Moreno Valero, Germán, 196 Newman, Julios, 223
Moncayo, Luis, 200 Morero Parra, Lisandro, 148 Neyra, José, 328
Monge, Carlos, 317, 324, 346, 348, Morey, Gilberto, 373 Nogueira, Ana Maria, 103
354, 363 Nonohay, Ulisses de, 107
Moreyra, Juan José, 370
Monroy, Hugo, 335 Nopper, Amy, 57, 60, 304
Morgan Zavaleta, Ángel, 369
Mont, Luis, 243 Nordenskiold, Barón, 296
Moriyama, 418
Montalbán, 354 Noria, Víctor, 356
Moscoso, Sebastián, 214
Moral, 354 Nouel, Adolfo Arthur, 391
Moscoso Serrano, Eudoro, 196,
Montaña Granados, Eliseo, 121, 128 197, 217 Noussitou, Fernando, 33, 34, 37,
Montenegro López, Galo, 9, 13, Mosquera, Hernando, 135 46
191, 198, 203, 204, 220, 303 Nudenberg, Alberto, 39
Mostajo Quiroz, Fredy, 368
Montero, Eustaquio, 412, 416, 417, Nudenberg, Bernardo, 39, 46, 47
418, 419 Mostajo Vargas, Juan José, 371
Mosto, Santiago, 34, 45 Núñez Andrade, Roberto, 273
Montero Rivera, Luis, 171, 181
Montes, Diego de, 147 Mota, Joaquim, 71, 73, 74, 79, 85

Montes de Oca, Leopoldo, 31 Motta Beltrán, Adriana, 144 O


Moyano, M., 32 Oliveros de Briceño, Rosa, 434, 439
Monti, Jorge, 43
Moynahan, Edmundo J., 274, 449 O’ Daly, J. A., 431
Monti, Juan, 39
Muir, Ernest, 157 Obadía Serfaty, Jacobo, 433, 436,
Montilla, Víctor, 381 437
Montoya de Bayona, Luz Stella, Muller, Luiz Fernando Bopp, 107
Obregón de León, María del
135, 149 Mullins, Enrique, 173
Socorro, 242, 243, 244, 245
Montoya, R., 356 Mundi, Guillermo Alejandro, 135
Obregón Sevillano, Lisandro, 371,
Mora, Carlos Enrique, 132 Muñoz A., Osvaldo, 219 374
Moraes, Otávio, 102 Murgueytio Stacey, Raúl, 196, 198, Ocampo Candiani, Jorge, 270
Moraga Miranda, Romeo Augusto, 202, 204
Ochoa, Amparo, 131, 137, 143
241, 244 Murillo, Manuel, 435
Ochoa Cobos, José Humberto, 213
Morales, Alejandro, 333, 336, 337, Muschietti, A., 32
Ochoa M., Xavier, 219
342, 343
Odriozola, E., 353, 354, 364
Morales, Enriqueta, 275 N Ojeda, Beatriz, 200
Morales, Raúl, 382 Naar, Julio César, 135 Olchansky, Manuel, 34
Morales Beltramí, Raúl, 181 Nacucchio, Marcelo, 218 Olivares, Liliana, 37, 44, 45, 46, 47,
Morales Coello, J. R., 156 Nagaro, Pablo, 371 447
Morales Ettienne, Armando, 278, Nahuel, Raquel, 172, 175 Olivari, Ezio, 174
283
Nanni, María Elizabeth, 105 Oliveira Filho, Jayme de, 442
Morales Saravia, Julio, 341
Náquira, César, 344 Oliveira, Sônia Antunes de, 95
Morales Segura, Antonio José, 124,
127, 136 Naranjo A., Hugo, 433 Oliver, Margarita, 438
Morante Sotelo, Victoria, 371 Natale, Carlos de, 41 Ollague Loayza, Wenceslao, 196,
Nauck, Ernst Georg, 344 197, 198, 199, 200, 201, 202,
Moreira, Juliano, 72, 85 203, 216, 217, 319
Nava, Luis, 63, 64, 65

471
ÍNDICE DE NOMBRES

Ollague Torres, José María, 201, Padilla, Mariano, 238 Parra García, Marlene, 279, 281,
203, 217, 447 Padilla Corcuera, Hernán, 369 283, 284
Oller, Francisco, 380 Padilla G., Plínio, 219 Pasarell, Rafael, 382
Olmos Castro, Norberto, 40 Padilla y Padilla, Carlos, 239 Paschoal, Francisco Macedo, 86,
Oporto Gatica, Manuel, 181 105
Padrón, Alejandro, 361
Opromolla, Milton Wladimir Araújo, Paschoal, Luiz Henrique Camargo,
Pádua, Antonio de, 91 77, 81, 86, 100, 101, 105
104
Pagaza, M., 348, 363 Pascua, Ladislao de la, 266, 268,
Oramas, José, 212
Palacios, Alberto, 45 273
Orellana, Isabel de, 241
Palacios, Manuel, 212, 214 Pascutto, Cristina, 45
Orol Arias, Ceferino, 32, 33, 422
Palacios, María Teresa, 143 Pasmanik Guiñerman, Isidoro, 173,
Ormaza Hinestrosa, Adolfo, 124, 175, 176, 179, 180, 182, 184,
133, 135, 136 Palacios, Olga, 344, 352
187, 188, 189
Oroz Montiglio, Julia, 169, 177, Palacios A., Jorge, 197
Pastrana, Fernanda, 162
178, 182, 184, 187, 189 Palacios Álvarez, Santiago, 200,
201, 204, 218 Patiño Camargo, Luis, 125, 128,
Orozco, Miguel A., 38 142, 150, 354, 364
Orozco Covarrubias, María de la Palacios Bernal, Virginia, 132
Patrón, Pablo, 317
Luz, 275 Palacios de Bordón, Hermelinda,
303 Patrucco Puig, Raúl, 331, 361
Orozco Topete, Rocío, 269
Palacios López, Carolina, 275 Patrus, Orcanda Andrade, 86, 94
Orsini, Olyntho, 92, 93, 94
Palacios P., Rolendio, 217, 219 Patterson, John, 72
Ortega, Antonio, 211
Palermo, Eliandre, 105 Paula, Ribeiro de, 91
Ortega, Juan José, 239
Palma, Luis Fernando, 130, 137, Paulo Filho, Thomas de Aquino, 91
Ortega, Miguel, 388, 395
140, 141 Payese Gault, José Víctor, 195
Ortega, Rinna, 180
Palma, R., 346, 348, 362, 363 Paz Soldán, Carlos Enrique, 322,
Ortiz, Donaldo, 135 337
Palmieri, Jorge, 244
Ortiz, Luis Guillermo, 382 Paz y Paz, Ramiro, 241
Parada, Mauricio, 176
Ortiz, Pedro, 341 Pazmiño, Pedro, 210
Pardo Castelló, Vicente, 153, 155,
Ortiz, Salvador, 248 156, 157, 163, 164, 221 Pazos Varela, Ricardo, 373, 418
Ortiz, Yolanda, 9, 13, 261, 269, Pardo Villalba, Guillermo, 121, 122, Pecolt, T., 70
270, 271, 304 133, 139, 140, 148 Pecoraro, Vicente, 39, 47
Ortiz Medina, Aníbal, 40, 43 Paredes, Domingo, 196 Pedemonte, Luis H., 40, 62
Ortiz Monasterio, Fernando, 223 Paredes, Horacio Antulio, 241 Peluffo, Euclides, 418
Osa, Ovidio de la, 156, 157 Paredes, Ricardo, 203 Peniche, Jorge, 218, 269
Osorio, Laureano, 143 Paredes Llerena, Guido, 371 Peña U., Enmanuel, 197
Osorio Camacho, Enrique Alonso, Paredes Reynoso, Oswaldo, 371,
123, 133 Peñaherrera Astudillo, Servio, 196,
373 197, 201, 202, 216
Ospina Alzate, José F., 136 Pareja, Bertha, 352 Peñaloza Rodríguez, Isaías, 374
Otamendi, R., 439 Pareja, Wenceslao, 214 Peñaranda, Elkin, 137, 144
Oteiza, Alberto, 157 Pareja Coronel, Armando, 195 Peragallo, Joaquín, 181
Otero Marrugo, Víctor, 132, 136, 149 Pargendler, Mirian, 107 Peralta, Pedro, 315
Othaz, Ernesto L., 40 Parizzi, 425 Pereira, Carlos Adolfo, 84
Oviedo, Belia de, 38 Parodi, Arturo, 327 Pereira, Ignacio, 121
Oxilia, Mario, 44, 45 Parodi Bacigalupo, Alfredo, 371 Pereira, José M., 160
Oyarzún Carrillo, Fernando, 173, Parra, Cristóbal, 34, 37, 40, 47, 188
175, 184 Pereira, Luiz Carlos, 107
Parra, Francisco, 196 Pereira Junior, Antônio Carlos, 80,
Parra, Ricardo de la, 121, 126 84, 86, 96, 446
P Parra, Rodrigo de la, 172, 176 Pereira da Silva, Probo, 412, 416,
Pacheco, Aída, 243 422, 425
Parra, Sócrates, 389
Pacheco Mora, Leónidas, 285 Pérez, Aivlys, 383
Parra de Cantú, Viviana, 40
Pacheco Solís, Nubia, 284 Pérez, Gustavo, 144
Parra Enríquez, Marco Antonio de
Padilha-Gonçalves, Antar, 80, 86, la, 171, 172, 175, 176, 182, 184 Pérez, Lilian, 174, 178
97, 441

472
Historia de la Dermatología latinoamericana

Pérez Alfonso, Ricardo, 304, 436 Piraino, Roberto, 106 Puente, José M., 33, 422
Pérez Alonso, Alfonso, 278 Pires, Ane K. Simões, 107 Puey, Enrique, 425
Pérez Alva, 354 Pires, Mario Cezar, 104 Pueyo, Silvia Teresita, 43, 46, 56,
Pérez Chavarría, Edgar, 239, 243, Pires Caldas, María, 72 57, 58, 59
244 Pizarro, Pedro, 348 Puga, Raúl, 174
Pérez de Arce, Gonzalo, 181 Pizarro, Policarpo, 121 Pupo Neto, João Roberto, 105
Pérez del Arca, César, 372 Pizzariello, Graciela, 44 Purcell Peña, Héctor, 388
Pérez Díaz, Manuel, 430, 431, 432, Pizzi de Parra, Nélida, 40, 43, 47, Puyó Medina, Luis, 170, 173, 187
433 56, 188
Pérez-Cotapos Subercaseaux, Plata, Zulma, 135 Q
María Luisa, 169, 174, 175,
185 Podoswa, Gregorio, 275 Quevedo, Emilio, 148, 149
Perfetti, Oscar, 439 Politi, Andrés, 45 Quezada R., Alberto, 196, 215, 220
Périn, Lucien, 421 Polito, E., 32 Quezada, Carlos G., 244
Peryassú, Demetrio, 80, 86, 97 Pomposiello, Ismael, 34, 415 Quinete, Sergio, 97
Peryassú, Marcius, 99 Ponce de León, S., 32 Quintanilla, Emilio, 375
Pesce, Hugo, 324, 325, 332, 341, Pons, Adolfo, 431 Quintero, Alfonso, 142
344, 349, 355, 356, 363, 364, Pons, Sebastián, 40 Quiñones, César A., 10, 15, 379,
373 Ponzio, H., 446 382, 384
Pescetto, Federico, 171, 184 Porras de Quintana, Luisa, 142, 149 Quiñones, Jesús, 381
Pessano, Juan, 33 Porres, Salvador, 239, 244 Quiñones, Margarita, 390
Pessolani, Domingo, 303 Porto, Jarbas Anacleto, 72, 81, 86 Quiñónez, Noemí, 242
Petit, Pablo, 210, 317 Porto, Alfredo, 85 Quiroga, Marcial Ignacio, 19, 20,
Pianeta Muñoz, Moisés, 123 33, 36, 37, 41, 43, 46, 49, 50,
Portugal Gallegos, René, 368
54, 157, 332, 415, 422
Piccone, Zulema, 43, 56 Portugal, Hildebrando, 79, 86
Pierini, Adrián Martín, 9, 11, 17, 42, Portugal, Pedro Menezes, 91
43, 45, 55, 56, 303, 304, 449
Posada Arango, Andrés, 121
R
Pierini, Dagoberto, 43, 45, 55, 274, Rabello, Eduardo, 74, 75, 76, 77,
Posada Trujillo, José, 122, 129, 133, 79, 81, 83, 86, 96, 108, 109
415, 449
134, 139, 141
Pierini, Luis E., 33, 34, 35, 36, 37, Rabello, Francisco Eduardo, 72, 73,
Pou, Víctor, 391 79, 84, 85, 96, 98, 109
40, 41, 45, 46, 123, 317, 334,
415, 422, 441, 442 Pous, 418 Rabelo, José, 384
Piérola, Luis F., 63, 64, 65 Póvoa, 422 Rabinovich, Rafael, 336, 342
Pignataro Antonio, 57, 59 Pozetti, Eurides, 103 Raggio, Ximena, 173
Pimenta, W., 84 Prada de Castañeda, Stella, 122, Ragusin, Neocle, 32
129, 134, 141, 149
Pimentel, Thimo, 394 Raimondo, Antonio, 34
Prado Barrientos, Fabio, 63, 64
Pimentel Imbert, Manuel Felipe, Ramírez, Ana Francisca, 144
388, 390, 394 Prado Rocha, Federico, 279, 281,
282, 283, 285 Ramírez, Aurea, 382
Pineda, Josefa, 278, 283 Ramírez, Jorge, 196
Prats González, Florencio, 171, 173,
Pinheiro, Ana Maria Costa, 91 Ramírez, Martha S., 135
175, 177, 181, 185, 187
Pinheiro, Francisco, 90 Ramírez, Nerys, 391
Prego, Cándido, 416, 417, 419, 421,
Pinkus, G., 333 423 Ramírez, Orlando, 440
Pinto, Antônio Gentil de Castro Pretelt, José, 135 Ramírez Bravo, Gastón, 173, 181,
Cerqueira, 72 189
Primelles, Benjamín, 156
Pinto, Jackson Machado, 93 Ramírez Cienfuegos, Oswaldo, 221,
Proença, Nelson Guimarães, 82,,
Pinto, Jane Macy Neffá, 99 99, 100, 101 222, 225, 442
Pinto Salas, Rogelio, 372 Proença, Thais, 100 Ramírez Dávalos, Gil, 209
Piñeiro, Ramón, 382 Prose, Neil, 56 Ramírez Delgado, Pedro, 237
Piñeiro, Raúl, 157, 159, 164 Prunell, Arturo, 421, 423 Ramos Arizpe, Sergio, 270
Piñol Aguadé, Joaquín, 442 Prunés Risetti, Luis, 170, 171, 181, Ramos e Silva, Márcia, 86, 99
Piquero-Martín, Jaime, 9, 16, 304, 187 Ramos e Silva, João, 73, 78, 82, 85,
427, 433, 435, 437, 438, 440 Puche, Albio, 124, 136 86, 97, 107

473
ÍNDICE DE NOMBRES

Rampoldi Bestard, Roberto, 10, 15, Ríos León, Enrique, 157 Rodríguez Toro, Gerzaín, 127, 130,
397, 417 Riscalla, Célia, 102 132, 137, 140, 143
Ranalletta, María, 56 Riva, Librado, 121 Rodulfo, Sara, 434
Rassi, Divino Miguel, 86, 92 Rivarola, Emilce, 40 Rohmann, Immo, 176
Ravelo de la Fuente, José de Jesús, Rivas, Fernando, 154 Rojas, Carolina, 434
388 Rojas, Elí, 381
Rivas Mejía, Federico, 121
Razetti, Luis, 430 Rojas, H., 348, 350, 363
Rivas Serrano, Sonia, 285, 286
Reátegui, Augusto, 357 Rojas López, Ricardo Flaminio, 135,
Riveiro, Carmen, 412, 416
Rebagliati, R., 348, 354, 363 149
Riveiro Rivera, Roberto, 420, 421
Rebolledo Muñoz, Alfonso, 133, Rojas Canala, Alan, 175, 177, 182,
135, 148 Rivera, Fabio, 124, 135, 141 184
Regalado, Carlos, 341, 373 Rivera, Mónica, 144 Rojas Miranda, César, 336, 341,
Regalado Ortiz, Pedro, 159, 161, Rivera, Víctor M., 381 348, 373
162 Rivitti, Evandro, 99, 100, 303, 446, Rojas Paúl, Juan Pablo, 430
Reina, Eduardo, 196 447 Rojas Pizarro, Hilda, 172, 176, 182,
Reinoso M., Edgar, 217, 219 Rizo Patrón Tassara, Carlos, 371 185
Reis, Carmélia Matos, 91 Robiou, Gilberto Baltasar, 388 Rojas Plasencia, Percy, 369
Reis, Vitor Manoel Silva dos, 102, Robledo Prada, Mary Ann, 129, Román Cancino, José Vicente, 119
104 145, 149 Román Suárez, Pedro Miguel, 124,
Rendón, Luis, 204, 205 Robledo Villegas, Mario, 122, 130, 127, 136
141 Romano Boix, Edgard, 39
Rendón Pizano, Iván, 122, 134
Robles, Eugenio, 171 Romero, Arturo, 221
Restrepo Molina, Rodrigo, 144
Robles Soto, Miguel Eduardo, 240, Romero, Luis, 318, 341
Restrepo Moreno, Ángela, 122, 241, 243, 244
128, 129, 141 Romero, Oscar, 158, 312, 318, 331,
Rocha, Glynne Leite, 79, 86, 96 332, 336, 337, 341, 342, 344,
Retamoso, Blas, 124
Rocha Lima, 75 364, 368, 371, 376
Revelo Hernández, Gema Esther,
132 Rodeiro, Raúl, 34, 41 Romero, Susana, 43
Rey, Gabriel, 136 Rodrigues, Vânia, 103 Romitti, Ney, 82, 85, 101, 105
Rey, Pablo, 135 Rodríguez, Araceli, 57, 59 Rondón Lugo, Antonio, 10, 16, 304,
Rodríguez, Carlos Armando, 114, 427, 433, 436, 437, 438, 439,
Rey Sánchez, Tarcila, 336, 342 440
127
Reyes, Antonio, 200 Rosa, Ival Peres, 101, 102
Rodríguez, Eduardo, 44, 303
Reyes, Esteban, 221, 222 Rosado, Marlene, 243
Rodríguez, Evangelina, 388
Reyes, Jorge Humberto, 142 Rosales de Martínez, Olga Marina,
Rodríguez de Arévalo, Homagdy,
Reyes, Juan de los, 237 433, 434 242, 243
Reyes Baca, Oswaldo, 201, 204, Rodríguez, Juan A., 421, 424, 425 Rosé Gonzáles, Alejandro, 371
218 Rosen, Víctor, 417
Rodríguez, Juan José, 222, 224,
Reyes Durán, Guillermo, 243 225 Rosende, Julián, 421
Reyes Flores, Oscar, 10, 16, 427, Rodríguez, Manuel, 44 Rositto, Alicia, 56
433, 436, 438
Rodríguez, Martín, 117 Rosner, Simón, 32
Reyes García, Gonzalo, 121, 133,
140 Rodríguez, Tomás, 435 Ross Maldonado, Mónica, 184
Reynafarje Hurtado, César, 354, Rodríguez, Virgilio, 124, 135 Rossetti, Nicolau, 84, 85, 100
368 Rodríguez Barboza, Rosa, 369 Rossi, Anita, 57, 59
Ribas, Emilio, 109 Rodríguez Bermúdez, José del Rotberg, Abrahão, 81, 84, 101, 109
Ribas, Jonas, 89 Carmen, 114 Rothman, Stephen, 36
Ricart, J., 446 Rodríguez Castellanos, Rafael, 388 Rotkier, 419
Rifo, Patricio, 174, 183, 186, 189 Rodríguez Cuenca, José Vicente, Rotta, Andrés, 339
114, 127, 149
Rincón Bracho, Humberto, 438 Rovere, Pedro, 57, 59, 60, 62
Rodríguez Machado, José, 162
Rioja Ugaz, Luis, 371 Royo de Garfias, Margarita, 274
Rodríguez Santamaría, Jesús, 86,
Ríos, Federico, 303 106, 446 Ruberto, Rubén, 41
Ríos Flores, Marcial, 318, 341, 368, Rodríguez Santana, Luis, 436 Rubin, Jaime, 43, 64, 65
377

474
Historia de la Dermatología latinoamericana

Rubino, Miguel, 421 Salazar-Leite, Augusto, 441, 442, Sandino, Claudio Galo, 283
Rubinson, Rebeca, 56 443 Sangüeza, Martín, 304
Rueda Pinto, Luis, 319 Salcedo, Eduardo, 144 Sangüeza, Pastor, 64, 65, 66
Rueda Plata, Luis Alfredo, 122, 125, Salcedo Cabal, Carlos, 123 Sanguinetti, Oscar, 43
127, 128, 130, 133, 137, 142, Saldaña Patiño, Julio, 371, 373 Sanjinés, Ángel, 418, 419, 423
143, 150 Saldarriaga Arango, Enrique, 122, Sanjuán de los Ríos, Lope, 117
Rueda Plata, Ricardo Augusto, 126, 134, 141
130, 137, 142, 150 Sans, Nora, 400
Salles Gomes, Miguel, 85, 109
Rueda, Xavier, 137, 145 Santacoloma Osorio, Germán, 135,
Salterain, J. de, 421 142, 149
Ruilova S., Vicente, 197, 215 Salvo, Aurelio, 180 Santander, Ester, 180
Ruiz, Ángela, 434 Samayoa, Manuel Antonio, 243, Santiago, Maritza, 389
Ruiz, Jaime, 173 244
Santomé, Héctor, 414, 417, 418,
Ruiz Agüero, José, 369, 373 Sampaio, Raimunda Nonata 421
Ruiz Angulo, José, 248 Ribeiro, 91, 92
Santos, Eladio de los, 389
Ruiz Arroyo, Hiram, 383 Sampaio, Sebastião de Almeida
Prado, 42, 77, 78, 84, 85, 86, Santos, Guillermo de los, 388
Ruiz de Zárate, Serafín, 158, 159 88, 99, 100, 101, 104, 106, Santos, Itamar Belo dos, 90
Ruiz Delgado, Pedro Juan, 118 108, 109, 223, 303, 304, 442, Santos, Josemir Belo dos, 90
Ruiz Espinoza, Jorge, 198, 204 445, 446, 447
Santos, Milagros, 242, 244
Ruiz Lascano, Alejandro, 38 Samper, José María, 120
Santos, Valéria Pereira, 105
Ruiz Maldonado, Ramón, 10, 13, San Martín, A. M., 44
Santurión, 419
16, 56, 218, 224, 261, 275, San Martín Razzeto, José, 317, 334,
276, 304, 449, 450 Saraceno, Esteban, 37, 45, 46
336, 337, 342, 343, 372, 373
Ruiz Santiago, Hiram, 383 Saracho, Eduardo, 64
Sánchez, Antón, 314
Ruiz Soto, María Elena, 318, 373 Saravia, Francisco, 242
Sánchez, Elfida, 391
Ruqué, Luis, 159 Sardi, José Rafael, 433
Sánchez, Graciela, 43
Ruso, José, 388 Sarria Berríos, Orlando, 279
Sánchez, Guillermo, 240
Russo, Paco, 138 Sarzosa, Mario, 204, 206
Sánchez, Idalina, 389, 391
Rutowitsch, Márcio Santos, 84, 86, Sasseron, Glória, 105
Sánchez, Jorge L., 382, 383, 442
99 Saúl, Amado, 10, 13, 161, 261, 271,
Sánchez, José Antonio, 447
Rutowitsch, Mário, 84, 86 389, 443
Sánchez, Néstor P., 382, 383
Ruvertoni, Marcelo, 60 Savoia, Jorge, 56
Sánchez, William, 138
Saza, Evencio, 135
Sánchez Angarita, Ximena, 149
Scaltriti, Alberto, 425
S Sánchez Arbeláez, Julio, 129
Scaltriti, R., 421
Saavedra Umpierrez, Tirza, 172, Sánchez Basso, 422
182, 183, 185, 186 Scannone, Francisco, 431, 436,
Sánchez Caballero, Héctor J., 33, 437, 438, 440
Sabogal, Jairo, 135 44
Scappini, Félix, 41
Sabogal Rey, Álvaro, 124, 127, 133, Sánchez Caballero, N., 34, 37
135 Scappini, J., 44
Sánchez Carrión, Faustino, 369
Sabouraud, Raymond, 75, 76, 85, 171 Schachner, Lawrence, 59
Sánchez Covisa, José, 430, 431
Sáenz Ricard, Braulio, 155, 156, 157 Schaffer Suárez, Hermann Allan,
Sánchez de Miranda, Andrés, 237 283, 284, 286
Saettone León, Arturo, 375
Sánchez Félix, Gadwyn, 372, 373, Schaffer Urbina, Hermann Allan,
Sáez de Ocaríz, Marimar, 275 375, 446 279, 281, 282, 283, 285
Safai, Bijan, 186 Sánchez Gómez, Teresa, 275 Schafranski, Aída, 107
Sagaró, Bartolomé, 159, 160, 161 Sánchez Millán, Leonardo, 172, Schiavi, Álvaro Jr., 107
Sal y Rosas, F., 350, 364 184, 186, 187, 450
Schneider, P., 53
Salaiman, Mufith, 136 Sánchez Parejo, Bartolomé, 237
Schneidewind, A., 32
Salas, Armando, 433, 436 Sánchez Peláez, R., 434
Schnitzler, Roberto, 106
Salas Brousset, Arturo, 323, 341, Sánchez Ropero, Martín, 117
Schroh, Roberto G., 43, 46
367, 371, 373 Sánchez Saldaña, Leonardo, 371,
Schujman, Salomón, 39, 44, 325,
Salazar Zumarán, José, 372, 373, 373, 375
422
375 Sanclemente Mesa, Gloria, 129

475
ÍNDICE DE NOMBRES

Schweinden, José, 106 Sobral, Francisco da Cruz, 319, Stringa, Osvaldo, 45


Scorza, José V., 434 442, 443 Stringa, Sergio, 37, 45, 46, 47, 65,
Segers, Alfredo, 35 Sodré, Celso Tavares, 96 319
Segura, Germán, 425 Sojos, Nicolás, 214, 215 Strong, R., 348, 354, 363, 364
Sehtman, Lázaro, 319 Sojos, Luis A., 214 Suárez, Jorge, 63, 64, 65
Seidel Arango, Ángela, 132 Solano, Elfrem, 319 Suárez Eliot, Luis, 318, 368
Seife, Roberto, 162 Solar, Manuel del, 337, 447 Suárez Peláez, Enrique, 131, 137
Seminario, Carlos M., 32 Solares Alava, Efraín, 122, 127 Succi, Isabel, 99
Sempértegui V., Julio, 197 Solari, E., 32 Sudy, Emilio, 173
Seoane, Manuel, 33, 34, 37 Solís, René, 345 Suquilandia, Danny, 450
Sepúlveda, Ricardo, 179, 181 Solomon, Lawrence M., 274, 449 Svartz, Analía, 41
Serial, Augusto, 39, 44 Solórzano de la Cerda, Marco Sylvester Rasch, Eduardo, 181
Vinicio, 241, 244
Serra-Estivell, Juan, 319
Sommer, Baldomero, 20, 31, 32, 53 T
Serrano Camargo, Miguel, 121,
133, 140 Soñé Uribe, Víctor Manuel, 388, Táboas, Manuel, 160
395
Serrya, José, 86 Taglioreti, Mario, 421, 424
Sorensen, Ricardo, 178
Servia, J., 446 Tajan Calvo, Alí, 124
Sornas, Spencer, 105
Servín, Juan, 303 Talhari, Sinésio, 86, 89, 95, 98
Sosa, Jaime, 294
Sevinsky, Bernardo, 35 Tamayo Sánchez, Lourdes, 161,
Sosa, Enrique de, 237 218, 274, 275, 449
Sevinsky, Luis, 44, 45
Sosa Artola, Belisario, 324, 367 Tapia, Arturo, 375
Siegfried, Elaine, 59
Soto, José Manuel, 433, 436, 437 Tapia, Félix J., 435, 438
Sierra, Beatriz, 134
Soto, Rosamary, 174 Tapia, Francisco, 128
Sierra, Martha, 131
Soto Mancipe, Jaime, 129, 131, Tapia Dueñas, Nicolás, 318, 319,
Sifuentes, Enrique, 336, 341, 373 137, 138, 143, 149 373, 375, 376, 377
Sigüenza C., Norma, 219 Soto Sandoval, Haroldo, 241 Tartajo, Cristóbal, 237
Siles, Norah, 63, 64 Sotomayor Tribín, Hugo Armando, Tavera, Juan de Dios, 121
Silva, Armando, 382 114, 127, 149
Tavera, Mariela, 137
Silva, Beatriz de, 244 Soubhia, Rosa Maria, 103
Taveras, Carmen Yris, 391
Silva, Domingos Barbosa da, 79, Soucre, Luis, 440
86, 90 Tcheckmedyian, 418, 419
Souza, Argemiro Rodrigues de, 101
Silva, Flaviano da, 89 Teive, Víctor de, 85
Souza, Elemir Macedo de, 105
Silva, Manuel José, 121, 133, 140, Tejada, Abelardo, 336, 341, 342,
Souza, Modesto José de, 107 343, 344, 349, 352, 363
148
Souza, Valeria, 100 Tejada, Eva, 319
Silva, Sergio, 174, 177, 178
Souza Filho, João Basílio de, 95 Tello, Enrique E., 38, 44, 47, 317,
Silva-Lizama, Eduardo, 10, 227,
236, 240, 241, 242, 243, 244, Souza Filho, Jorge José de, 84, 86, 335
249, 259 108 Tello, Julio C., 310, 370
Silva Martínez, Eduardo, 239, 240, Sovin, S., 32 Tena, Walter, 418
241, 248, 259 Staffeld, Alfredo, 390 Terán, Manuel, 423, 424
Silva Siwady, José Gerardo, 270 Staforelli, Ramón, 174, 189 Terra, Fernando, 74, 75, 76, 77, 79,
Silvares, Maria Regina, 105 Stegman, Sam, 223 85, 96
Silveira, Agenor, 102 Steiner, Dense, 103 Testart, Jorge, 174
Silvestre, Eduardo, 181 Stemphelman, Hugo, 38 Tiant, Francisco, 157
Simón, Ramón Daniel, 162 Stengel, Fernando, 38, 42, 45, 218, Timm, Carlos, 196, 197
Sittart, Alexandre, 101, 102 446 Tincopa Montoya, Luis, 318, 369,
Small Arana, Octavio, 372 Sternick, Manoel, 96 374
Smith, Archibald, 348 Stirling, Ernesto, 417 Tincopa Wong, Oscar, 369, 375, 376
Smitter de Sanabria, Anabella, 434 Stoff, Hamilton Ometto, 105 Tirado, Herbert, 372
Smoje, Gabriela, 177, 178 Stoichevich, Flora, 40 Tiscornia Denis, José María, 414,
Stolar, Esther, 44 417, 418, 419, 421
Soares, Magali, 105
Tiscornia, Nicolás, 421

476
Historia de la Dermatología latinoamericana

Tobar C., José, 219 Turcio, Rafael, 421, 423 Valega, Juan Francisco, 344
Tobías, Edith, 244 Turjansky, Eliécer, 44 Valença, Zirelli, 91
Tobin, Howar, 223 Valenzuela Valverde, Alfredo, 195
Tobón Pizarro, Hernán, 123, 133, U Valladares, Edgar Manolo, 241
134, 139, 142 Ubogui, J., 45 Valle, Lidia, 10, 34, 37, 43, 45, 56
Tobón, Carlos Enrique, 122, 134, Ugarriza, Ricardo, 303, 422 Vallejo Cadavid, Fernando, 141,
141 149
Ugaz, Humberto, 336, 341
Toledo, Ignacio Segundo, 38 Vallejo y Vallejo, Luis, 40
Ulrich, Marian, 435
Tolic Rodríguez, Adelaida, 173, 184, Valverde Bejarano, Daniel, 372
189 Unna, Paul Gerson, 71, 85
Uraga Peña, Enrique, 196, 197, Valverde López, Jenny, 369
Torero, Alberto, 371
200, 201, 202, 215, 217 Van den Enden, Lucía, 135, 142, 145
Toro Genkel, Luis, 173, 181
Urbina, Francisco, 173, 175 Vanoni Martínez, Magdalena, 198,
Toro Villa, Gabriel, 128 204
Urcia, J., 347, 348, 349, 363
Torok, Eva, 274, 449 Vaquero, Noemí, 44
Urgilés, Hernán, 219
Torre, Asdrúbal de la, 204 Varela, Nieves, 417
Uribe Ángel, Manuel, 120
Torrelo, Antonio, 61 Varela Hernández, César Iván, 10,
Uribe, Claudia,, 143
Torres, Andrés, 135 12, 113, 117, 118, 132, 133,
Uribe, José Ignacio, 120, 121, 140 134, 137, 143, 145, 146, 150
Torres, Antonio, 391
Uribe, Rafael, 142 Vargas, Jorge, 136, 447
Torres, Héctor, 381
Uribe Escobar, Gustavo, 122, 125, Vargas, José María, 429
Torres, Julio César, 132 128, 130, 141
Torres, María Claudia, 143 Vargas, Marcelino S., 121
Uribe Jaramillo, Fabio, 122, 134
Torres, Silvio, 196 Vargas, Myriam Jazmín, 134, 143
Uriburu, J., 32
Torres, Víctor M., 381 Vargas Montiel, Hernán, 10, 16,
Uricochea, Luis J., 140 427, 434, 436
Torres, Zulay, 433 Urquizu Dávila, Pablo Humberto, Vargas Morales, Pedro, 322
Torres Correa, Rubén, 369 10, 13, 227, 243, 244
Vargas Reyes, Antonio, 120, 125
Torres Cortijo, Alberto, 40, 44, 188 Urra, Liliana, 180
Vargas Uribe, Juan Bautista de, 119
Torres de la Llosa, Luis, 415, 416, Urrelo Novoa, Amaro, 317, 367,
419, 421, 423 373 Vásquez, Isabel Cristina, 143
Torres Flores, Dalia, 281, 283 Urrutia, José, 248 Vásquez Blanco, Francisco Rolando,
241, 242, 243, 245
Torres Muñoz, Antonio José, 123, Urruty, Ana, 418
127, 130, 134, 137, 142 Vásquez de Molina, Juan, 249, 251
Urteaga, 354
Tost, Juan Francisco, 412, 416, 417, Vásquez Lobo, Armando, 135, 148
Utiyama, Yassubonu, 102
418, 419, 423 Vázquez, Honorato, 213
Uttendale, Chantal, 391
Tregnaghi, Miguel, 60 Vázquez, Juan Bautista, 211
Trepat, Luis, 32, 34, 55 Vázquez, Mirta, 10, 12, 55, 58, 59,
Trespalacios, Fernando, 157, 158
V 60
Vainsencher, 419 Vázquez, William, 439
Trevizo de Moreno, María de
Lourdes, 274, 275 Vaisman, Bernardo, 181 Vázquez Botet, Miguel, 383
Trigo, N., 65 Valadares, Jorge, 69 Vecchio, E. del, 32
Trilla, Emilio, 381 Valbuena Mesa, Martha Cecilia, Vega, Gloria de la, 382
145, 146, 149
Trindade Neto, Pedro Bezerra da, Vegas, Martín, 431, 432, 433, 435,
91 Valda, Luis, 65, 66, 67 436, 437, 442
Tróchez Rodríguez, Pablo Alonso, Valdés Alvariño, Andrés, 159, 160 Velasco, Marta, 178
132, 143 Valdés Arrieta, Pilar, 172, 185, 447 Velasco Cárdenas, Germán, 136, 149
Troielli, Patricia, 37, 45, 46, 47 Valdés, José Manuel, 248 Velásquez, Francisco, 223
Trope, Beatriz Moritz, 86 Valdettaro, Alfieri, 371 Velásquez, Margarita, 129
Trujillo Méndez, Rodolfo Augusto, Valdez, Raúl, 44 Velásquez Berruecos, Juan Pedro,
129, 134 Valdieso, N., 348, 363 10, 12, 113, 122, 132, 133,
Trujillo Reina, Benjamín, 10, 16, Valdivia Blondet, Luis, 10, 14, 318, 134, 137, 141, 145, 146, 147
427, 436 321, 365, 371, 373, 374, 375 Velázquez Arellano, Edmundo, 275
Tschen, Eduardo, 242, 243, 259 Valdizán, Hermilio, 317 Vélez, Julio César, 135

477
ÍNDICE DE NOMBRES

Vélez, L., 348, 363 Vintimilla A., Jaime, 196, 197, 215 Yegres, Francisco, 434
Vélez Torres, Rafael, 382 Violante, Norma, 275 Yela, Joaquín, 239
Velutini, Luis Alberto, 433, 436, Vitale, María A., 303 Yépez, Bernardo, 214
438 Vivas Arellano, Adolfo, 440 Yépez, Gil, 431
Vera Mora, Carlos, 173, 175, 176, Vivot, Narciso, 33, 46 Yerovi, Agustín, 212
182,184, 185, 187, 188, 446
Vólquez, Claudio, 390 Yerovi, Elena, 196, 197
Verdesoto G., José, 219
Yong Laos, Alfredo, 373
Vergara, Enrique, 63, 64
Verges, Jorge, 59
W Yoshiyama Tanaka, Enrique, 372
Wackzol, Esther, 435 Yuén, Alberto, 361
Veríssimo, Rilde, 105
Wade, H. W., 157
Viana, Gaspar, 75, 76, 83, 85, 351
Victoria Chaparro, Jairo, 61, 131,
Wageman, Enrique, 175 Z
134, 137, 143 Webster, Richard, 223 Zabala, María Teresa, 59, 60, 62
Vidal, Guillermo, 301, 302, 305 Weinberg, Samuel, 274 Zaidestein, David, 303
Vidal, Mateo, 412 Weinstein Rudoy, Mauricio, 171, Zaitz, Clarisse, 86, 100, 101, 304
173, 181, 185 Zambrano Payán, José Félix, 124,
Viegas, María Lourdes, 86
Weiss Harvey, Pedro, 311, 317, 323, 127, 136
Vieira, Paulo, 84, 422 340, 341, 346, 348, 350, 351, Zambrano, Víctor Manuel, 122,
Viglioglia, Pablo A., 10,, 11, 31, 34, 354, 363, 364, 367, 373 140, 150, 203
35, 36, 37, 42, 43, 45, 46, 47, Weissbluth, Marlene L., 107
65, 108, 445, 446 Zamith, Vinicio Arruda, 101
Welsh, Oliverio, 270 Zamora, Juan Manuel, 304, 446,
Vignale, Bartolomé, 41, 413, 414,
417, 418, 419, 421, 422, 423, Wenyon, Ch., 348, 363 447
426 Wernicke, R., 32 Zamora, Ramón, 434
Vignale, Raúl, 10, 15, 217, 218, Wilkinson, Félix, 44 Zampese, Márcia S., 107
303, 411, 413, 414, 415, 418, Williams, Hunter, 310 Zaniboni, Mariana, 105
419, 421, 425, 446, 447
Winter, John, 27 Zapata, Carlos, 439
Vilanova, Xavier, 85, 423, 441
Wolf, Juan Carlos, 129 Zapata Cárcamo, Lilia, 321, 368
Villacís, Eduardo, 204
Wolf, René, 172, 175 Zapata Gutiérrez, Aníbal, 122, 134
Villacís, Manuel, 204
Wong Galdamez, Antonio, 240, Zárate Ortiz, Catalina, 136, 149
Villacís O., Hernán, 219 241, 243, 244 Zárate, Miguel, 135
Villagomez, Omar, 63, 64, 66 Woscoff, Alberto, 10, 11, 31, 35, 36, Zéas Domínguez, Iván, 216, 217,
Villalba, Lidia Inés, 43 37, 38, 44, 45, 46, 47, 303, 218, 219
Villalobos Fernández, Alejandro, 304, 425, 442, 446, 447
Zeballos, Alfredo, 66
124, 135 Wucherer, Otto, 72, 78
Zegarra Araujo, N., 352, 364
Villalobos Toro, Daniel, 169, 173,
174, 175, 176, 178, 179, 180, Zegarra Pupi, José, 323
182, 184, 185, 186, 187, 189
X Zegpi, María Soledad, 174, 178
Xavier, Célia Antonia, 102
Villamizar Betancourt, José Zegpi Trueba, Emilia, 172, 185
Rómulo, 140, 149 Zerda, Liborio, 128
Villanueva Ochoa, Carlos, 241, 243, Y Zuluaga de Cadena, Ángela, 129,
244 Yamamoto, Kasuya, 274, 449 133, 134, 138, 143, 148
Villanueva Valdez, Neftalí, 240, Yamamoto, Manuel Palomino, 371, Zúñiga, Pedro, 254
241, 242, 243, 244 373, 375
Villanueva, Julia, 204 Yamashita, Jane Tomimori, 101
Villavicencio Ponce, Ricardo, 203, Yáñez Garrido, Daniel, 181
204, 213
Historia de la Dermatología latinoamericana

Mapa de
América
Esta obra se terminó de imprimir en abril de 2007
en la imprenta Art & Caractère, Lavaur (81).
Impreso en Francia.
Historia de la Dermatología Latinoamericana
Bajo la dirección de
RICARDO GALIMBERTI, ADRIÁN MARTÍN PIERINI Y ANDREA BETTINA CERVINI

Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del
XXI Congreso Mundial de Dermatología. Redactado por 73 autores que
representan a la comunidad dermatológica de América Latina, constituye
el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología,
celebrado en la ciudad de Buenos Aires del 1º al 5 de octubre de 2007.
La Historia de la Dermatología Latinoamericana se publica gracias a un fondo
educativo irrestricto de Laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique.

EAU THERMALE AVÈNE • DUCRAY • A-DERMA • PIERRE FABRE DERMATOLOGIE

ALFREDO ABREU DANIEL (Cuba), GILBERTO ADAME MIRANDA (México), DANIELLE ALENCAR-PONTE
(Colombia), PABLO I. ALMODÓVAR (Puerto Rico), FRANCISCO AMOR GARCÍA (Uruguay), ROBERTO
ARENAS (México), CLAUDIO ARIAS ARGUDO (Ecuador), MA. ISABEL ARIAS GÓMEZ (México), JULIO
EDUARDO BAÑOS (El Salvador), ANTONIO BARRERA ARENALES (Colombia), AMALIA M. BORES
(Argentina), INÉS A. BORES (Argentina), ZUÑO BURSTEIN (Perú), HÉCTOR CÁCERES (Perú), PABLO
CAMPOS MACÍAS (México), FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO (Bolivia) (✝), ANDREA BETTINA CERVINI
(Argentina), MAURICIO COELLO URIGUEN (Ecuador), JULIO CORREA (Paraguay), PAULO R. CUNHA (Brasil),
SUZZETTE DE LEÓN G. (Guatemala), JOSÉ G. DÍAZ ALMEIDA (Cuba), JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
(Bolivia), MICHEL FAIZAL GEAGEA (Colombia), RAFAEL FALABELLA (Colombia), ELBIO FLORES-CEVALLOS
(Perú), LUIS FLORES-CEVALLOS (Perú), RICARDO GALIMBERTI (Argentina), PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA
(Argentina), JAIME GIL JARAMILLO (Colombia), FLAVIO GÓMEZ VARGAS (Colombia), CARLOS HORACIO
GONZÁLEZ ROJAS (Colombia), PETER A. GREENBERG CORDERO (Guatemala), RUBÉN GUARDA TATÍN
(Chile), GUILLERMO GUTIÉRREZ ALDANA (Colombia), EVELYNE HALPERT (Colombia), ENRIQUE
HERNÁNDEZ PÉREZ (El Salvador), RAFAEL ISA ISA (República Dominicana), ALFREDO LANDER MARCANO
(Venezuela), FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE (Ecuador), MAURO MADERO IZAGUIRRE (Ecuador),
FERNANDO MAGILL (Perú), GRACIELA MANZUR (Argentina), ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS
(Nicaragua), JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO (Argentina), JAIRO MESA COCK (Colombia), MARTHA MINIÑO
(República Dominicana), GALO MONTENEGRO LÓPEZ (Ecuador), JORGE ISAAC NEIRA CUADRA (Nicaragua),
LEÓN NEUMANN SCHEFFER (México), YOLANDA ORTIZ (México), ADRIÁN MARTÍN PIERINI (Argentina),
LUIS DAVID PIERINI (Argentina), JAIME PIQUERO MARTÍN (Venezuela), LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ (El
Salvador), CÉSAR QUIÑÓNEZ (Puerto Rico), ROBERTO RAMPOLDI BESTARD (Uruguay), OSCAR REYES
FLORES (Venezuela), ANTONIO RONDÓN LUGO (Venezuela), RAMÓN RUIZ MALDONADO (México), AMADO
SAÚL (México), EDUARDO SILVA-LIZAMA (Guatemala), BENJAMÍN TRUJILLO REINA (Venezuela), PABLO
HUMBERTO URQUIZU DÁVILA (Guatemala), LUIS VALDIVIA BLONDET (Perú), LIDIA E. VALLE (Argentina),
CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ (Colombia), HERNÁN VARGAS MONTIEL (Venezuela), MIRTA VÁZQUEZ
(Argentina), JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS (Colombia), PABLO A. VIGLIOGLIA (Argentina), RAÚL
VIGNALE (Uruguay), ALBERTO WOSCOFF (Argentina).

Vous aimerez peut-être aussi