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abordaje Gestáltico
Introducción
Yo era una flaca aterrorizada de la comida, una flaca con un sentimiento de
culpa del tamaño de una vaca. Fingía no querer comer cuando sí
quería….¡Comer y comer! ahogada en ansiedad y odio infinito hacia mí
misma… Me veo en retrospectiva y sólo veo una gordita que quería bajar de
peso. Llegué a sentirme loca, enferma, mala, estúpida, fuera de control,
destructiva y enfermiza; cuando dentro, muy dentro, sólo era una niña muy
sola con la creencia de que era demasiado lista para sufrir y que debía
comprender a mi mamá…. Me tragaba mis sentimientos, mi enojo y mi tristeza
a empujones con un pastel de chocolate. Llenaba el vacío y el aburrimiento
con pan dulce. Y luego me daba culpa, hacía lo que fuera para evitar subir de
peso y para evitar que se dieran cuenta de lo loca que estaba…Cuando me
veía al espejo después de vomitar me daba pena.. me asustaba lo que me hacía
a mi misma…(testimonio de G.G.L)
Comencé a interesarme en los trastornos de la alimentación hace varios años. Mi propia
adolescencia fue una revolución. En la preparatoria, mis dos mejores amigas tuvieron bulimia.
Llegué a la universidad para descubrir que otra amiga tenía anorexia, y varias más establecían
relaciones "muy raras" con su cuerpo y su manera de comer.
Todas parecían muy preocupadas por el peso y debo aceptar que, más de una vez, yo lo estuve
también. Desde entonces este tema ha llamado mi atención, no sólo como mujer, sino como
psicoterapeuta. Centro este artículo en la bulimia, tanto por interés personal, como porque
considero que existe poca literatura gestáltica al respecto.
Tradicionalmente, este desorden se trabaja desde el enfoque psicoanalítico o el cognitivo
conductual; sin embargo, considero que la Gestalt representa un rico marco desde donde
comprender y trabajar un trastorno de esta naturaleza.
Creo que en este sentido el enfoque gestáltico ofrece muchas ventajas, por ejemplo: nos
permite comprender la función adaptativa de un desorden que a simple vista parece
francamente "autodestructivo", nos permite entrar en la fenomenología de un síntoma que
puede ser muy simbólico y trabajarlo en relación con un modelo de desarrollo adolescente,
podemos generar hipótesis y hacer pautamientos desde un marco familiar, y promover el
encuentro con la persona dejando a un lado el diagnóstico clásico de "bulimia".
Además, con las técnicas gestálticas, podemos facilitar experimentos a través de los cuales la
persona descubre el qué y cómo de su síntoma; dejar tareas y pedirle a la persona que lleve un
control de sus alimentos, hambre y sentimientos para descubrir qué dispara sus atracones, y
qué sentimientos y necesidades se encuentran relacionados; trabajar con el cuerpo,
enfatizando el proceso de sensibilización, los límites corporales y la expresión de
sentimientos incluso a nivel motor, etc. Finalmente, podemos facilitar que la persona aprenda
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a darse cuenta de sí misma y de lo que en realidad le ocurre y necesita, y este darse cuenta es
indispensable para encontrar un camino de salida.
La Gestalt ha iluminado mi comprensión y labor terapéutica con la bulimia. A través de este
artículo intentaré comunicar aquello que me parece importante: qué es este desorden, cómo y
qué hace que una joven lo manifieste, qué relación guarda con su período de desarrollo, qué
función positiva tiene, cómo es un ajuste creativo, etc. Creo que así, estaremos más
capacitados para trabajar terapéuticamente al respecto.
Quiero enfatizar que este artículo sólo representa un marco teórico que puede ayudarnos a
comprender el territorio de la bulimia en chicas adolescentes. Es necesario tener en mente que
cada joven vive y significa sus dificultades de manera diferente, y que si bien es posible
hablar de algunos elementos en común, de ninguna manera las hipótesis o pautas posibles
deben anteponerse a la persona única con quien se trabaja.
Lo más importante es el tipo de relación que establezcamos con la persona, la calidad de
nuestra empatía y la calidez de nuestro encuentro.
FACTORES PERPETUANTES
• Atracones y purgas.
Las dietas restrictivas generan la necesidad de ingerir hidratos de carbono; cuando esta
necesidad se tolera demasiado, un buen día el organismo "no puede más" y se
manifiesta el primer atracón. "El atracón es una consecuencia natural de la deprivación
calórica" (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996, pág.125). Durante el atracón la persona
siente que no puede controlar qué y cuánto come; suele terminar sintiéndose fuera de
control, ansiosa, culpable, avergonzada, enojada consigo misma y con miedo a
engordar. Entonces recurre a una purga o conducta compensatoria en un intento de
recuperar el control. También suele iniciar una nueva restricción alimentaria que
reinicia el circuito (Crispo, Figueroa y Guelar, 1996).
Las conductas compensatorias y el vómito pueden ser "trampas", pues acaban dando
legitimidad al atracón y, por lo tanto, al descontrol. Roth (1984) considera que estas
conductas acaban dando "permiso", pues ya se pagó el precio y la culpa. De esta
manera, con las conductas compensatorias y la nueva dieta, el circuito bulímico se
autoperpetúa y se hace cada vez más incontrolable para la persona. Además, tanto las
dietas restrictivas como el circuito bulímico implican un conflicto de polaridades. Por
lo general hay una parte que impone la restricción alimentaria, y otra que quiere comer
y sabotea los intentos de mantener la dieta, rompiéndola o incurriendo en atracones.
Terminamos con una lucha perro de arriba-perro de abajo.
Una joven en consulta me expresó que se sentía como dos personas; había una parte de
ella que sinceramente quería bajar de peso y otra que siempre la "saboteaba". La parte
que quería bajar de peso tenía sus propias motivaciones: creía que bajar de peso la
haría más atractiva para su pareja y para ella misma; la "saboteadora" no quería tener
que dejar de comer y someterse a "esas locuras" con tal de que la aceptaran. Las
necesidades de ambas partes son válidas y ningún crecimiento auténtico se logra si
ignoramos alguna de ellas. En el caso de esta chica, desarrolló un estilo de diálogo y
negociación interna que le permitió elegir cuándo quería "cuidarse" y cuando no.
Por otra parte, existe mucha literatura sobre el posible significado simbólico del
atracón y el vómito. Kaplan (1984) opina: "El atracón acalla las emociones y la purga
se deshace de ellas" (Ibid, pág. 277). Chernin (1985) considera que el acto de vomitar
implica llevar a cabo un ritual de purificación de la vida interna intolerable. Algunos
otros autores señalan que la purga representa una manera de deshacerse de los
aprendizajes, roles, necesidades y emociones que se rechazan o no pueden ser
manejados (Chernin, 1992; Kaufman,1992).
Considero que sí se proyectan conflictos emocionales y psíquicos sobre el cuerpo, el
acto de comer y los rituales compensatorios, pero estos han de ser reconocidos a partir
de la experiencia del cliente y no señalados desde un marco de referencia externo. Lo
importante es que con cada adolescente se trabaje el significado del acto bulímico, qué
le da, cómo es, qué le permite hacer o dejar de hacer y para qué le sirve. Podemos
también facilitar que la chica contacte con su experiencia, antes, durante y después del
vómito, recorriendo con ella las sensaciones y sentimientos que surgen y descubriendo
qué le dicen de si misma, de sus necesidades y de su momento de vida. Este tipo de
experimentos, al trabajar directamente sobre el acto, lo van haciendo menos
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amenazante y más claro; entonces, la chica comienza a recuperar parte del control
sobre sí misma que cree perdido.
• Secuelas fisiológicas y psicológicas.
La bulimia produce complicaciones y alteraciones físicas tales como: pérdida del
esmalte dentario, alteraciones hidroelecrolíticas, daños al tracto digestivo, etc. No es
mi intención extenderme sobre este punto dado que recientemente apareció en esta
misma publicación un artículo que los detalla con claridad (v. Castro, 1997)
En cuanto a las secuelas psicológicas que perpetúan la bulimia, Crispo, Figueroa y
Guelar (1996) proponen una tesis que me parece muy importante dar a conocer.
Afirman que la dieta es el factor perpetuante por excelencia, pues no sólo inicia el
circuito bulímico, sino que además genera cierto estado emocional como producto del
estado de inanición. Citan una investigación realizada en Minnesota en los años 40
para medir los efectos y riesgos vinculados con las dietas restrictivas. Se tomó como
muestra un grupo de 36 hombres jóvenes y sanos física y psicológicamente. Primero
se les observó durante un periodo de alimentación normal, luego durante seis meses de
dieta restringida (la mitad de su consumo normal) y finalmente, a través de un periodo
de recuperación. La investigación concluyó que un estado de semi- inanición o
inanición producto de una dieta da lugar a ciertos estados emocionales y psicológicos
específicos, mismos que van desapareciendo a medida que el consumo alimenticio se
normaliza.
Algunas de las consecuencias propias de un estado de inanición son: depresión, visión
pesimista sobre el futuro y sí mismos, desesperanza ante la posibilidad de hacer o
pensar algo diferente, intolerancia, irritabilidad, conductas autodestructivas, sensación
de descontrol, cambios abruptos de humor, apatía, negativismo, pensamientos
obsesivos con respecto a la comida, aislamiento, ensimismamiento, dificultades en la
concentración, negativa a participar en actividades sociales e incomodidad en la
interacción con otros. Crispo, Figueroa y Guelar (1996) señalan: "…cualquiera que se
imponga una restricción calórica semejante corre el riesgo de enfermarse con las
mismas características" (pág. 91).
Los resultados de esta investigación tienen implicaciones importantes. En primer
lugar, habremos de considerar qué factores individuales son precipitantes y cuáles son
producto de la restricción calórica. Concluyo que hay algunas características de
personalidad y factores familiares que predisponen a que la bulimia se desarrolle y
otras que se presentan cuando el trastorno ya está instalado; éstas últimas son más un
producto que algo auténtico en la joven. Las condiciones emocionales y psicológicas
que son producto de la inanición promueven que la bulimia se perpetúe; inician una y
otra vez un circuito emocional y psicológico de desesperanza, control y obsesión por
la comida.
En segundo lugar, conocer esta investigación revela la importancia de normalizar la
ingesta alimenticia como camino de salida; es decir, la joven habrá de llevar a cabo
una dieta balanceada con las calorías y nutrientes requeridos según su edad y estatura.
Dentro del proceso terapéutico es importante que la joven conozca esta información,
que sepa qué ocurre con las dietas, qué efectos tiene la inanición y cómo contribuye a
que su estado emocional y el circuito bulímico se perpetúen. Creo que la gran mayoría
de ellas no saben que esto ocurre y acaban sintiéndose básicamente deficientes, lo cual
sólo hace que sigan atrapadas en su angustia y dolor. El dar a conocer esta información
debe hacerse desde una base de empatía, respeto y consideración positiva
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incondicional; la adolescente ya se encuentra lo bastante confundida y afligida como
para tener que lidiar con un terapeuta que parezca enjuiciarla o remarcarle lo
"equivocada que está". Primero habremos de trabajar con su vivencia y
posteriormente, sin condicionarla o exigirle que cambie su conducta, darle la
información necesaria.
Normalizar el consumo de alimentos y sensibilizar el contacto con el cuerpo y las
sensaciones, con las necesidades físicas y afectivas, y con las señales de hambre y
saciedad son áreas básicas de trabajo terapéutico.
El camino de salida requiere regresar al cuerpo y a la confianza en la autorregulación
organísmica. Cuando la joven conoce qué dispara sus atracones y escucha sus
verdaderas necesidades, comienza a confiar en que la satisfacción de su hambre física
no la hará engordar. Este proceso requiere tiempo y la disposición de vivir consciente;
es decir, la joven habrá de aprender con nosotros lo que significa vivir dándose cuenta
de sí misma.
Finalmente, quiero señalar que si bien es importante tener un marco teórico que nos
ayude a comprender la bulimia, es más importante recordar que la joven con bulimia
realmente sufre, le duele, se siente confundida, avergonzada y sola, y su experiencia es
mucho más que una "sintomatología diagnóstica". Para ella, nuestra presencia, empatía
y ausencia de juicio son de mucho valor.
www.iphgestalt.com.mx/revista/4/meza.html