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Siete años después de los hechos, se ha sabido que los envíos de cartas con ántrax que se
produjeron en EEUU después del 11-S no fueron obra de terroristas islámicos. Aunque sí que
guardan una sorprendente relación con los culpables oficiales de la masacre de Madrid.
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Seis días después, con el país en estado de shock, el ex-senador demócrata y ex-
candidato presidencial D
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, que por aquel entonces trabajaba como consultor de
seguridad nacional, advertía: "Esto no es el fin. Es sólo el principio, y habrá otros
ataques en este país. El próximo no se hará mediante aviones comerciales. Será
químico, biológico o nuclear". El ex-senador era contundente en su pronóstico: "No
tenemos tiempo". Y concluía afirmando que los líderes políticos debían actuar contra la
posibilidad de un ataque mediante armas bacteriológicas.
La advertencia no podía haber sido más oportuna, porque al día siguiente de que Gary
Hart pronunciara aquellas palabras, alguien depositó cinco cartas en un buzón de
correos situado en el número 10 de la C/ Nassau de Nueva Jersey, muy cerca de la
Universidad de Princeton. Aquellas cinco cartas contenían un polvo con esporas de
ántrax, una bacteria letal, junto con una carta manuscrita en inglés, en la que podía
leerse:
MM
M
El 25 de septiembre, la OMS advertía de que los países debían tener preparados planes
eficaces de respuesta frente a los ataques con armas químicas o biológicas. Según la
OMS, el ántrax, la viruela, la peste y el botulismo eran los agentes más susceptibles de
ser usados para liberarlos en el ambiente de forma deliberada.
Como puede verse, las cartas con ántrax no habían sido aún detectadas, pero ya se
respiraba en el ambiente el miedo cerval a un ataque biológico con ese agente patógeno.
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El 4 de octubre, saltaba a los medios el primer caso de contagio por ántrax en Florida.
Las cartas habían llegado a su destino.
La persona afectada, que murió al día siguiente, era ÷, editor gráfico del
semanario . Como luego se supo, las cinco cartas con ántrax habían sido
enviadas a otros tantos medios de comunicación: uno en Florida y cuatro en Nueva
York (ABC News, CBS News, NBC News y New York Post).
Pero esa era sólo la primera oleada. El 9 de octubre, dos cartas más con esporas de
ántrax fueron depositadas en el mismo buzón de correos de Nueva Jersey. Esta vez iban
dirigidas a dos políticos demócratas: el portavoz del grupo de senadores demócratas,
a÷
, y el presidente del Comité Judicial del Senado, a÷
. Esta vez, el
texto de la carta era ligeramente distinto:
MM
M
En total, las siete cartas enviadas en las dos tandas provocaron el contagio de 22
personas en los EEUU, cinco de las cuales morirían: además de Bob Stevens, murieron
dos carteros, una inmigrante vietnamita que trabajaba en Nueva York y una anciana de
94 años.
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La pregunta que todos los americanos se hacían, a medida que los medios iban
publicando noticias cada vez más alarmantes, era quién estaba detrás de aquellos
ataques. El FBI ofreció una recompensa de 2,5 millones de dólares a quien aportara
información que permitiera detener al autor de los envíos.
Inicialmente, las autoridades de los EEUU declararon, el 14 de octubre, que podía ser
Al Qaeda la responsable, ya que tenían constancia de que un laboratorio de la Cruz Roja
en Afganistán cultivaba ántrax para la fabricación de vacunas. Seis días más tarde, otro
portavoz del gobierno americano apuntaba como posible responsable a Sadam Hussein.
El 25 de octubre, el FBI hacía público que la grafía de las cartas manuscritas apuntaba a
un autor de origen estadounidense, por lo que el gobierno americano comenzó a
plantearse la hipótesis de que la responsable de los ataques fuera alguna organización
ultraderechista americana.
Cuatro días más tarde, el 29 de octubre, los análisis de las esporas de ántrax de las cartas
revelaban que ese material biológico correspondía a una cepa originalmente cultivada
en un laboratorio del ejército americano: el Instituto del Ejército para la Investigación
Médica sobre Enfermedades Infecciosas, situado en Fort Detrick, Maryland. Esa cepa,
denominada "cepa Ames" había sido distribuida en su día a otros 15 laboratorios de los
EEUU y a 6 laboratorios extranjeros, por lo que podía haber llegado a manos de
cualquiera. Sin embargo, el hecho de que se tratara de una cepa de origen
estadounidense hacía perder fuerza a la hipótesis de que el ataque fuera responsabilidad
de terroristas islámicos. El FBI descartó oficialmente el 30 de octubre la relación entre
las cartas con ántrax y los ataques del 11-S.
Y, con eso, el asunto desapareció de la actualidad informativa casi con la misma rapidez
con la que había aparecido. No se registraron nuevos envíos de cartas, ni nuevos casos
de contagio.
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En agosto de 2002, los investigadores lograron determinar el buzón exacto desde el que
se habían enviado las letales misivas, después de analizar más de 600 buzones de
correos cercanos a la Universidad de Princeton.
Aquellas investigaciones tan técnicas fueron poniendo el foco cada vez más sobre los
propios científicos del
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". Las autoridades americanas
llegaron a sugerir que uno de ellos, Steven Hatfill, estaba siendo investigado, pero
Steven Hatfill demandó al gobierno americano y al FBI por aquellas insinuaciones y
consiguió que le indemnizaran con 5,8 millones de dólares.
La noticia sorpresa saltó a los medios el pasado 1 de agosto de 2008, cuando conocimos
que otro investigador del mismo laboratorio, Bruce Edwards Ivins, se había suicidado
con una sobredosis de Tilenol con codeína. Cinco días más tarde, el FBI declaraba que
el único responsable de los ataques había sido ese investigador. Asunto cerrado.
O tal vez no, porque el informe de conclusiones presentado por el FBI el 18 de agosto
de este año parece no haber satisfecho a nadie en los EEUU.
El pánico en torno a los envíos con ántrax no se limitó a Estados Unidos. En muchos
otros países del mundo se comenzaron a recibir inmediatamente, nada más conocerse el
primer caso de ántrax en EEUU, cartas conteniendo polvos blancos, que en todos los
casos resultaron ser falsas alarmas (salvo, posiblemente, un caso confirmado en Chile,
aunque se desconoce quién pudo realizar aquel envío).
Al menos siete personas fueron detenidas en España por enviar falsas cartas: uno en
Luesia (Zaragoza), dos en Alicante, otros dos en Valencia, uno en Tenerife (de
nacionalidad alemana) y dos más en Ceuta. La carta de Ceuta contenía polvos de talco y
su remite estaba escrito en árabe. Todos los detenidos confesaron que habían realizado
los envíos como venganza contra alguna persona concreta o simplemente para gastar
una broma pesada a algún amigo o familiar.
Lo curioso del caso es que una de las personas que denunció en España la recepción de
una carta sospechosa es un viejo conocido nuestro.
En cierto modo, se trataba de una carta extemporánea, porque la histeria inicial ya había
pasado y el asunto del ántrax había desaparecido de los medios a mediados de
noviembre.
Alguien decidió, sin que conozcamos su identidad ni el motivo, gastar una broma a
quien luego se convertiría en uno de los culpables oficiales del 11-M. O tal vez lo que
se quería era ya poner el foco sobre su figura, que empezaba por aquel entonces a
resultar muy conocida en los ambientes musulmanes de Madrid.
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