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Siete años después de los hechos, se ha sabido que los envíos de cartas con ántrax que se
produjeron en EEUU después del 11-S no fueron obra de terroristas islámicos. Aunque sí que
guardan una sorprendente relación con los culpables oficiales de la masacre de Madrid.


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El 11 de septiembre de 2001, terroristas islámicos llevaron a cabo el atentado más


sangriento de la Historia. La imagen de las torres gemelas ardiendo y colapsando,
después de que dos aviones se estrellaran contra ellas, quedó grabada en la retina de
centenares de millones de personas de todo el mundo, que tuvieron la oportunidad de
ver el segundo de los impactos en directo.

Seis días después, con el país en estado de shock, el ex-senador demócrata y ex-
candidato presidencial D ÷ , que por aquel entonces trabajaba como consultor de
seguridad nacional, advertía: "Esto no es el fin. Es sólo el principio, y habrá otros
ataques en este país. El próximo no se hará mediante aviones comerciales. Será
químico, biológico o nuclear". El ex-senador era contundente en su pronóstico: "No
tenemos tiempo". Y concluía afirmando que los líderes políticos debían actuar contra la
posibilidad de un ataque mediante armas bacteriológicas.
La advertencia no podía haber sido más oportuna, porque al día siguiente de que Gary
Hart pronunciara aquellas palabras, alguien depositó cinco cartas en un buzón de
correos situado en el número 10 de la C/ Nassau de Nueva Jersey, muy cerca de la
Universidad de Princeton. Aquellas cinco cartas contenían un polvo con esporas de
ántrax, una bacteria letal, junto con una carta manuscrita en inglés, en la que podía
leerse:

MM    
M
   
    
    
    
    

Aquellas misivas de la muerte tardarían unos días en llegar a su destino y, de hecho, ni


las autoridades ni la opinión pública conocerían su existencia hasta la primera semana
de octubre. Por lo cual, no deja de ser curioso el artículo que la revista  publicaba
el 23 de septiembre, y en el que afirmaba que los investigadores que estaban siguiendo
el rastro de los terroristas del 11-S se habían incautado de un manual sobre fumigación
desde aviones, por lo que cobraba importancia la hipótesis del futuro uso de armas
químicas o bacteriológicas por parte de los terroristas. La revista afirmaba que las
autoridades habían identificado cerca de una treintena de cepas mortales o muy
peligrosas de virus y bacterias susceptibles de ser utilizados por terroristas, entre las que
destacaba... el ántrax.

El 25 de septiembre, la OMS advertía de que los países debían tener preparados planes
eficaces de respuesta frente a los ataques con armas químicas o biológicas. Según la
OMS, el ántrax, la viruela, la peste y el botulismo eran los agentes más susceptibles de
ser usados para liberarlos en el ambiente de forma deliberada.

El 26 de septiembre, el epidemiólogo ü  ÷  , del Hospital del Veterano, en


Puerto Rico, colaborador del Grupo de Trabajo en Biodefensa de los EEUU, prevenía
contra los ataques terroristas con armas biológicas, y ponía el ejemplo de que un ataque
con ántrax a una ciudad como Washington podría tener consecuencias devastadoras, que
se acentuarían si las condiciones meteorológicas eran favorables para este tipo de
atentados: "Si el viento está soplando fuerte y es una noche clara, podrían registrarse
entre uno y tres millones de muertos y el efecto expandirse en un área de 300 kilómetros
cuadrados". Figueroa advertía: "El carbunco, o ántrax, es casi 100 por cien mortal y su
propagación no es fácil de detectar porque no tiene sabor ni olor". También indicó que
no le extrañaría que fuera usado en Afganistán, donde en aquel momento se preveía un
conflicto bélico tras los atentados de EEUU.

El 30 de septiembre, el senador demócrata por Massachusetts, Edward Kennedy,


mandaba una carta al presidente George W. Bush en la que le pedía que multiplicara por
cuatro el presupuesto para combatir el bioterrorismo. Ese mismo día, el gobierno
francés anunciaba que todos los gérmenes patógenos depositados en laboratorios o
industrias francesas se encontraban bajo máxima protección, ante el temor a un ataque
biológico. Al día siguiente, era el gobierno neozelandés el que anunciaba la puesta en
marcha de un plan contra el terrorismo con armas biológicas. También ese mismo 1 de
octubre, investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard y del Instituto Whitehead,
en Massachusetts, y del Instituto Howard Hughes de Maryland, comunicaban que
habían hecho un descubrimiento que podría permitir hacer frente a la amenaza de
ataques con ántrax. Aunque todavía no sabían la razón que les hacía inmunes, habían
descubierto que una cepa de ratones de laboratorio poseía una modificación en el gen
Kif1C, localizado en el cromosoma 11, que les protegía contra la infección por ántrax.

Como puede verse, las cartas con ántrax no habían sido aún detectadas, pero ya se
respiraba en el ambiente el miedo cerval a un ataque biológico con ese agente patógeno.

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El 4 de octubre, saltaba a los medios el primer caso de contagio por ántrax en Florida.
Las cartas habían llegado a su destino.

La persona afectada, que murió al día siguiente, era  ÷, editor gráfico del
semanario  . Como luego se supo, las cinco cartas con ántrax habían sido
enviadas a otros tantos medios de comunicación: uno en Florida y cuatro en Nueva
York (ABC News, CBS News, NBC News y New York Post).

Pero esa era sólo la primera oleada. El 9 de octubre, dos cartas más con esporas de
ántrax fueron depositadas en el mismo buzón de correos de Nueva Jersey. Esta vez iban
dirigidas a dos políticos demócratas: el portavoz del grupo de senadores demócratas,
a÷ 
, y el presidente del Comité Judicial del Senado, a÷
. Esta vez, el
texto de la carta era ligeramente distinto:

MM    
M
   
   
    
 
    
    
    

Entre el 4 y el 14 de octubre, se contagiaron nueve personas, desatando el pánico en los


Estados Unidos. A ese pánico contribuyó el hecho de que numerosas personas,
instituciones y empresas comenzaron también a recibir cartas con polvos blancos que,
en realidad, no contenían ántrax. Aquellos envíos eran simplemente bromas pesadas, o
intentos deliberados, por parte de ciertas personas, de aumentar el grado de histeria de la
población.

En el ínterin, EEUU acababa de lanzar, el 7 de octubre, la operación Libertad Duradera


de invasión de Afganistán, para desalojar a los talibanes del poder.

En total, las siete cartas enviadas en las dos tandas provocaron el contagio de 22
personas en los EEUU, cinco de las cuales morirían: además de Bob Stevens, murieron
dos carteros, una inmigrante vietnamita que trabajaba en Nueva York y una anciana de
94 años.
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La pregunta que todos los americanos se hacían, a medida que los medios iban
publicando noticias cada vez más alarmantes, era quién estaba detrás de aquellos
ataques. El FBI ofreció una recompensa de 2,5 millones de dólares a quien aportara
información que permitiera detener al autor de los envíos.

Inicialmente, las autoridades de los EEUU declararon, el 14 de octubre, que podía ser
Al Qaeda la responsable, ya que tenían constancia de que un laboratorio de la Cruz Roja
en Afganistán cultivaba ántrax para la fabricación de vacunas. Seis días más tarde, otro
portavoz del gobierno americano apuntaba como posible responsable a Sadam Hussein.

Esas hipótesis, sin embargo, no se sostendrían mucho en pie. Los investigadores


contaban con dos pistas distintas para determinar la autoría de los envíos: por un lado, el
análisis de las propias cartas (la letra manuscrita y los matasellos); por otro lado, el
estudio de la cepa de ántrax que las cartas contenían.

El 25 de octubre, el FBI hacía público que la grafía de las cartas manuscritas apuntaba a
un autor de origen estadounidense, por lo que el gobierno americano comenzó a
plantearse la hipótesis de que la responsable de los ataques fuera alguna organización
ultraderechista americana.

Cuatro días más tarde, el 29 de octubre, los análisis de las esporas de ántrax de las cartas
revelaban que ese material biológico correspondía a una cepa originalmente cultivada
en un laboratorio del ejército americano: el Instituto del Ejército para la Investigación
Médica sobre Enfermedades Infecciosas, situado en Fort Detrick, Maryland. Esa cepa,
denominada "cepa Ames" había sido distribuida en su día a otros 15 laboratorios de los
EEUU y a 6 laboratorios extranjeros, por lo que podía haber llegado a manos de
cualquiera. Sin embargo, el hecho de que se tratara de una cepa de origen
estadounidense hacía perder fuerza a la hipótesis de que el ataque fuera responsabilidad
de terroristas islámicos. El FBI descartó oficialmente el 30 de octubre la relación entre
las cartas con ántrax y los ataques del 11-S.

Y, con eso, el asunto desapareció de la actualidad informativa casi con la misma rapidez
con la que había aparecido. No se registraron nuevos envíos de cartas, ni nuevos casos
de contagio.

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Lo que no se detuvo fue la maquinaria de la investigación. A principios de 2002 se


logró secuenciar el genoma completo de la bacteria que las cartas contenían. En junio de
ese mismo año, los análisis de carbono radioactivo demostraron que las bacterias habían
sido cultivadas menos de dos años antes del envío de las cartas.

En agosto de 2002, los investigadores lograron determinar el buzón exacto desde el que
se habían enviado las letales misivas, después de analizar más de 600 buzones de
correos cercanos a la Universidad de Princeton.

A partir de ahí, las investigaciones se enredaron en una enconada controversia científica


sobre los aditivos que el ántrax de las cartas contenía, controversia que duró seis años y
que daría lugar a la publicación de un sorprendente número de artículos en las revistas
especializadas. El objetivo era determinar con exactitud el laboratorio del que el ántrax
había salido.

Aquellas investigaciones tan técnicas fueron poniendo el foco cada vez más sobre los
propios científicos del   ÷   ÷ ". Las autoridades americanas
llegaron a sugerir que uno de ellos, Steven Hatfill, estaba siendo investigado, pero
Steven Hatfill demandó al gobierno americano y al FBI por aquellas insinuaciones y
consiguió que le indemnizaran con 5,8 millones de dólares.

La noticia sorpresa saltó a los medios el pasado 1 de agosto de 2008, cuando conocimos
que otro investigador del mismo laboratorio, Bruce Edwards Ivins, se había suicidado
con una sobredosis de Tilenol con codeína. Cinco días más tarde, el FBI declaraba que
el único responsable de los ataques había sido ese investigador. Asunto cerrado.

O tal vez no, porque el informe de conclusiones presentado por el FBI el 18 de agosto
de este año parece no haber satisfecho a nadie en los EEUU.

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El pánico en torno a los envíos con ántrax no se limitó a Estados Unidos. En muchos
otros países del mundo se comenzaron a recibir inmediatamente, nada más conocerse el
primer caso de ántrax en EEUU, cartas conteniendo polvos blancos, que en todos los
casos resultaron ser falsas alarmas (salvo, posiblemente, un caso confirmado en Chile,
aunque se desconoce quién pudo realizar aquel envío).

›÷› $ , las primeras cartas conocidas se recibieron el 17 de octubre en el periódico


› !" y en una cooperativa agrícola de Zaragoza. Es posible que hubiera otras cartas
anteriores, pero no saltaron a los medios. En menos de un mes, las autoridades
detectaron más de 600 envíos, la mayoría de los cuales consistía en cartas que tan sólo
contenían harina, yeso o polvos de talco. Un episodio chusco, dentro de aquella histeria
desatada también en nuestro país, fue la campaña de American Express, que distribuyó
el 20 de octubre numerosas cartas publicitarias con el desafortunado lema: "Abra y
espolvoree".

Al menos siete personas fueron detenidas en España por enviar falsas cartas: uno en
Luesia (Zaragoza), dos en Alicante, otros dos en Valencia, uno en Tenerife (de
nacionalidad alemana) y dos más en Ceuta. La carta de Ceuta contenía polvos de talco y
su remite estaba escrito en árabe. Todos los detenidos confesaron que habían realizado
los envíos como venganza contra alguna persona concreta o simplemente para gastar
una broma pesada a algún amigo o familiar.

Lo curioso del caso es que una de las personas que denunció en España la recepción de
una carta sospechosa es un viejo conocido nuestro.

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) ÷  ÷     , en
la noche del 4 de diciembre de 2001, 
÷ "
, alias El Tunecino, uno de los
presuntos suicidas de Leganés, se presentó en el  ÷ ÷ ÷#  , en Madrid,
con un sobre que acababa de recibir. El sobre contenía unos polvos blancos de origen
desconocido.
El episodio dio lugar a la apertura de unas   ÷   de investigación en el
Juzgado de Instrucción número 42 de Madrid. Pero, efectuados los análisis
correspondientes del contenido del sobre, se comprobó que (al igual que en todas las
demás cartas recibidas en España) ese polvo no contenía ántrax. Así que las diligencias
en cuestión se cerraron casi inmediatamente.

En cierto modo, se trataba de una carta extemporánea, porque la histeria inicial ya había
pasado y el asunto del ántrax había desaparecido de los medios a mediados de
noviembre.

Alguien decidió, sin que conozcamos su identidad ni el motivo, gastar una broma a
quien luego se convertiría en uno de los culpables oficiales del 11-M. O tal vez lo que
se quería era ya poner el foco sobre su figura, que empezaba por aquel entonces a
resultar muy conocida en los ambientes musulmanes de Madrid.


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