La interpretación religiosa de la historia, dándole significados celestiales a sucesos
incomprendidos, o a fenómenos de la Naturaleza, va dejando secuelas en las religiones, que atribuyen, a sus respectivos dioses, la acción determinante sobre lo acaecido. Un ejemplo común puede ser el Diluvio Universal, que, en términos geográficos reales, podemos describir como lo que, con cierta probabilidad, fue una gran inundación habida en Mesopotamia, a consecuencia de una elevación de la temperatura ambiente, tras un período glacial. Con el resultado de grandes deshielos, ocurridos en las cabeceras de los Ríos Tigris y Éufrates. En definitiva, consecuencia de un cambio climático, como tantas veces ha sucedido, a lo largo de los períodos geológicos. De ello quedan pruebas, tales como sedimentos, más o menos concluyentes. Se supone que pudo tener lugar entre los años tres mil y dos mil quinientos antes de Cristo. Pero, desde luego, no interrumpió la vida sobre el planeta. Todo lo más, fue una catástrofe extraordinaria, que alteró las condiciones de vida, en una región especialmente húmeda, aunque sujeta a un régimen muy irregular de lluvias. Su datación aproximada queda más en manos de geólogos que de historiadores.
Ur o Nínive, que ya eran urbes activas, con núcleos habitados, permanentemente,
desde unos seis mil años antes de Cristo, seguían siendo ciudades vivas en tiempos bíblicos, unos cuatro mil años después. En el subsuelo, los restos arqueológicos se suceden, capa sobre capa, sin evidencia alguna de intermisión brusca de la vida en tales poblaciones históricas.
El relato de tan excepcional inundación, quedó reflejado en el Atrahasis, escrito
poético cuya existencia está ya probada en el siglo XVIII antes de Cristo. Varios cientos de años antes de haber sido reinterpretado y reflejado en los textos bíblicos.
Las fértiles tierras de Mesopotamia, por su situación privilegiada, fueron punto de
atracción de diversos pueblos nómadas, como los semitas, que, partiendo de Arabia, se extendieron por el Oriente Medio. Ya, desde unos tres mil años antes de Jesucristo, se habían desplegado y establecido en toda Mesopotamia, donde dejaron profundas huellas. El mismo rey - dios Hammurabi, era de ascendencia semita.
Geológicamente, en toda la región, el curso de los ríos ha cambiado
frecuentemente su cauce. Lo que conlleva el traslado de poblaciones enteras, por la anegación de sus comarcas. La orografía del país lo explica . Poca inclinación de los terrenos y mucha aportación de limos. Con lo que, los meandros de los ríos, se modifican permanentemente. Esto aclara la continuidad de una civilización, con trasiego de asentamientos. Las casas de adobe, usuales en esta zona, donde la piedra escasea, no son buena protección contra el agua torrencial. Tales inundaciones fueron, a veces, provocadas por pueblos invasores, que, utilizando las aguas como máquinas de guerra, desviaban los cauces, con el objeto de provocar dispersión y destrucción entre las poblaciones asentadas en sus orillas. Conclusión: Lluvias torrenciales, e inundaciones severas, son habituales en la región. Que sean un castigo divino, o una bendición del cielo, es ya interpretable. Emilio del Barco. 11/11/09. mailto:emiliodelbarco@emiliodelbarco.com