Llega justo a tiempo para abrir la ventana. De par
en par. Penetra entonces la luz como si fuera una anunciación del Angélico y llega la calma. No lo atraparon esta vez. Por una nada, pero ha escapado de ser devorado nuevamente. Su corazón corre todavía ignorante de que ha llegado a la ventana a tiempo. El tigre de Bengala vuelve a ser poesía. De un salto ágil retorna a la exuberancia cromática del lienzo y se esconde detrás de las exóticas matas de bananos. La próxima lo agarro- le susurra a la serpiente. En francés, claro.
La próxima lo agarra- le susurra Apollinaire a
Picasso, habiendo visto todo el incidente desde un rincón del estudio. Estaban perplejos otra vez. Primero lo habían quedado cuando “le Doaunier”, con todos los aspavientos que venían al caso, había retirado con parsimonia la tela grisácea que cubría su más reciente lienzo. Es decir aquella jungla llena de feroces fieras y colores. ¡Joder! Había dicho Picasso. Y joder había dicho también el poeta.
Ahora estaban perplejos de nuevo. También a ellos
se les había ido el alma al culo. No podían acabar de creer lo que había sucedido. Hay que creerlo para verlo, pensó el pintor joven. El tigre había aparecido de repente entre los nenúfares aéreos y 2. La primera vez le sucedió en la frontera de Méjico con Guatemala o quizás fue en el Jardin des Plantes. El tigre salió detrás de la estela maya y se quedó fijo mirándolos. El regimiento francés que huía desde Veracruz de los soldados mejicanos estaba petrificado. Parecían de jade. Algunos, quizá la mayoría, le mentaron la madre a Maximiliano el inútil emperador del otro Napoleón. Lo hicieron sin abrir la boca. Henri Rousseau, raso con funciones de músico, se acomodo la mandolina y más bien se fijo en el destello de aquel tigre. Era un destello naranja con rayas azules. Como JL lo quiso acariciar instintivamente. Pero instintivamente el tigre lo detuvo con la mirada. ¡Quieto! Como quisiera agarrarlo: pensó Henri. Como quisiera atraparlo: pensó el felino. Y todo parecía un sueño.
3. En Paris, cerca del puente des Arts Rousseau se
acomoda la boina como símbolo de su religión. No es domingo pero está pintando. Pinta la Torre. Pinta un avión. Y pinta un dirigible. En eso pasa raudo y veloz con su bicicleta Monsieur Jarry. [Parece un leopardo piensa el pintor] Da la vuelta en U y se detiene enfrente del viejo paisano y su pequeño caballete. Bonjour Monsieur Rousseau- le dice, previa genuflexión. Bonjour Monsieur Jarry- le Da la vuelta en U y se detiene enfrente del viejo paisano y su pequeño caballete. Bonjour Monsieur Rousseau- le dice, previa genuflexión. Bonjour Monsieur Jarry- le responde. Ambos son de Laval, Pays de la Loire. Alfred mira el paisaje- retrato detenidamente y piensa en la sorpresa que se llevaran sus amigos los pintores nuevos cuando miren los cuadros del dulce Rousseau. Tiene al menos un paso y 1/2 de ventaja. ¡Merdre! Al encontrarse con Guillaume, esa noche en la tertulia de Ma-da-me Ra-chil-de, le dirá cómo lo que Picasso no busca ya Henri encuentra. A veces la difunta guía mi mano- le confiesa de pronto el pintor al poeta, refiriéndose a Clemence Boitard , la amada muerta. Con Ubu le sucede igual- piensa. Un cierto automatismo. Ahora decide marchase pero antes Monsieur Jarry le recuerda al pintor el grabado para L’Ymagier que se ha comprometido a realizar. Es la guerra sobre un mar de cadáveres cabalgando antes de Guernica- le dice entonces Rousseau, en tono apocalíptico.
como si fuese ligera, etérea, fantasmal. Ahora la
mira de cuerpo entero. Son del mismo tamaño. 4. La mujer ve a Picasso primero. Descubre sus ojos nerviosos brillando con un oscuro fulgor. Los ve pasearse por todo el campo visual de la rue des Martyrs. Eventualmente van a llegar a ella. Lo sabe y sucede. La descubren y la miran y se acercan. Lo ve temblar un poco. Siente sus manos aproximarse a ella y tiembla ahora ella. La coge de los hombros y la levanta como si fuese ligera, etérea, fantasmal. Ahora la mira de cuerpo entero. Son del mismo tamaño. Se la devora con los dos tizones negros. Por 100 sous podes pintar encima de ella- le dice Solier, el marchand de mala muerte que la posee ahora. Es de un tal Henri Rousseau- termina de decir. Picasso la vuelve a mirar como si ignorase la propuesta del pulpero. La mira y ve como tiembla a pesar de su mirada dura. Ve como se sostiene apenas sobre su invertido bastón vegetal. Afloja los gandolfines sin miramientos y se la lleva al estudio de la Bateau Lavoir. Quiere llegar antes de que aparezca Simone. Quiere estar a solas con esta mujer que tanto le dice callando. Jamás se volverá a separar de ella.
5. El banquete a Rousseau en el estudio de
5. El banquete a Rousseau en el estudio de Picasso es patafísica pura. Incluso a pesar de la ausencia inevitable de Jarry, el imprescindible, muerto algunos meses antes. Es patafísico como patafísico será el cubismo en sus inicios. Otro cuento si ese. En el trono de honor estará, por fin, avanzada la noche, el Aduanero Rousseau. Se ha cortado la barba y lleva bajo el brazo su violín. Brilla más que las lámparas chinas que adornan el modesto estudio. Vive Rousseau dice una pancarta con la tricolor. Vive Rousseau gritan todos. Picasso, Apollinaire, Braque, Gertrude y Leo Stein, Andre Salmon, Brancusi, . Es la veneración de la vanguardia a un pintor que emulaba, según su más profundo yo, a Bouguereau, Gérôme y Cabanel. Paradojas de un aduanero que sin querer dejaba pasar muchas cosas por el tamiz primitivo. La comida jamás llega. Pero el vino se multiplica y todos beben. Por el aduanero y con el aduanero. Es un milagro aquello. Apollinaire agradece los vinos de Picasso y la presencia de Rousseau. El homenajeado pide silencio. Se callan todos los picados. Y entonces dice la frase famosa que está en todas sus biografías: Usted yo somos los…. Usted en el estilo Egipcio y yo en el estilo Moderno. El jolgorio se hace presente. Gritos y Usted en el estilo Egipcio y yo en el estilo Moderno. El jolgorio se hace presente. Gritos y aplausos. Copas llenas en el aire y para adentro. Suzanne, que se ha recuperado ya del tropezón encima de los aperitivos, se acerca al maestro y le pide que toque Adie Adiu Adiu. La va a complacer el viejo. Esta feliz. Agarra su violín y tres compases después ya están bailando todos. Rousseau pude al fin sonreír para sus adentros igual que para afuera. La fiesta va a seguir entrado el siglo XXI.