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A LOS LIBERTINOS

A vosotros, voluptuosos de todas las edades y los sexos, a vosotros solos


ofrezco la presente obra: alimentaos de sus principios; ellos favorecen
vuestras pasiones, y esas pasiones, con la que fríos y chatos moralistas os
espantan, no son sino los medios que naturaleza emplea para hacer llegar
al hombre a los propósitos que acerca de él tiene trazados; no escuchéis
más que a esas pasiones deliciosas, su voz es la única que deberá guiaros a
la felicidad.

Mujeres lúbricas, que Madame de Saint-Ange, la voluptuosa, sea vuestro


modelo; despreciad, según su ejemplo, todo lo que contraría las divinas
leyes del placer que toda su vida la encadenaron.

Vosotras, muchachas, harto tiempo retenidas por las ataduras absurdas y


peligrosas de una virtud fantasmática y de una repugnante religión, imitad
a la ardiente Eugenia; destruid, pisotead, con tanta rapidez como ella,
todos ridículos preceptos inculcados por la imbecilidad de vuestros
padres.

Y vosotros, amables y lascivos disolutos, vosotros que, ya desde juventud,


no tenéis otros frenos que vuestros deseos ni otras leyes que vuestros
caprichos, que el cínico Dolmancé os sirva como ejemplo; tratad de ir tan
lejos como él, si, como él, queréis recorrer todos los caminos de flores que
os depara la lubricidad; dejaos en su escuela convencer de que sólo
extendiendo la esfera de sus gustos y de sus fantasías, sólo sacrificando
todo a la voluptuosidad, puede el desgraciado individuo conocido por el
nombre de hombre, y arrojado a su pesar en este triste universo, alcanzar
a salpicar algunas rosas entre las espinas de la vida.

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