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El vih/sida en los hombres homosexuales de la ciudad de México: bareback, identidad corporal y

riesgo

Introducción

Bareback es un término anglosajón que designa la práctica de relaciones sexuales consentidas sin el uso
del condón, principalmente entre los hombres homosexuales. Debido a que la principal causa de
transmisión del virus en la población mexicana es la vía sexual, este tipo de prácticas son consideradas
de más alto riesgo por quienes luchan en contra de la expansión del vih/sida, y es la que más se ataca
en las propagandas y campañas de salud, públicas y privadas. En este contexto, cuando hablo de
identidad corporal, me refiero al conjunto de ideas, creencias, motivaciones y deseos que se configuran
en torno al cuerpo, la sexualidad, el placer y el riesgo (de transmisión del vih) y que se materializan en
forma de prácticas. De esta manera, podemos identificar tres tipos principales de barebackers: aquellos
que conocen su estado serológico positivo, y solo tienen relaciones sin protección con otros en su
misma condición; aquellos que conocen su estado serológico negativo, y tienen relaciones sin condón
con iguales; y los que desconocen su estado serológico y no quieren o no les interesa conocerlo,
convirtiéndose en los sujetos que corren más riesgo de transmisión del vih. El objetivo de este proyecto
gira en torno a describir los elementos que componen la identidad corporal del tercer tipo de
barebackers en la ciudad de México.
En mi perspectiva, la relevancia antropológica del tema se erige en dos pilares principales: que
el problema se inserta en el contexto del movimiento social de lucha contra el vih/sida, más
específicamente en el sector gay; y en el análisis del cuerpo como espacio para el placer y el erotismo,
pero también del riesgo y la enfermedad, que se pronuncia en este tipo de población.

La lucha contra el vih/sida en la ciudad de México

A pesar de los prometedores resultados que ha dado la lucha contra el vih/sida a nivel local y global,
quienes se encargan de estudiar el tema coinciden en un punto central: no está siendo suficiente. El
doctor Jesús Casillas, director médico de la Clínica Especializada Condesa, que atiende íntegramente a
personas que viven con vih, nos comenta que, respecto a la situación actual del vih/sida en la ciudad de
México, “la cantidad de gente que sigue llegando con infecciones nuevas, está en incremento”. Por otra
parte, David Murillo, presidente de la asociación Amigos contra el sida, considera que la prevención es

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la tarea pendiente, “puesto que las personas se están infectando más rápidamente de lo que se les puede
dar el tratamiento, de manera que si consideramos que por cada persona a la que se le da tratamiento,
otras tres más se infectan, [...] nos espera un futuro muy incierto”. Esto nos lleva a preguntarnos sobre
las estrategias que actualmente se siguen para frenar el índice de transmisión del virus, pues como
vemos, las medidas tomadas en cuanto al tratamiento han logrado, al menos parcialmente, sus
objetivos, a pesar de las deficiencias eventuales, pero desde el lado de la prevención no sucede lo
mismo.
Hasta ahora, las campañas de todos los flancos han estado orientadas al uso imperativo del
condón en todas las relaciones sexuales, incluso con una pareja estable que pueda estar teniendo
prácticas. Otro de los discursos es la importancia de la información: entre más sepa uno del vih y cómo
se transmite, más está uno a salvo de adquirir el virus, y nunca es demasiada la información que puedas
tener.
Sin embargo, ambas consideraciones presentan, según las entrevistas hechas hasta ahora,
problemas fundamentales. Existe un desgaste de este discurso en el imaginario de las personas, un
hartazgo por parte de las poblaciones clave que pudo haber tenido diferentes causas. Rafael Manrique,
activista miembro del Colectivo Sol, nos comenta que “no es fácil que la gente adopte medidas
preventivas, o piense que con el condón me protejo y lo voy a usar, no es así, así no funciona... 'sé los
riesgos y sin embargo no quiero usarlo', eso existe”. David Murillo agrega que “no es fácil explicar lo
del bareback, o sexo a pelo como se le dice ahora, se han elaborado muchas teorías, una es este
cansancio... otra, que los chavos están muy hartos de recibir instrucciones, sobre todo cuando vienen
del gobierno, que parece que quieren hasta imponer las condiciones en que hagan el sexo... con
mensajes de usa condón, usa condón, usa condón...”.
Si bien nos encontramos en un punto difícil cuando hablamos de la lucha contra el vih, no se
habría llegado muy lejos sin las aportaciones del movimiento de liberación homosexual. En un
momento decisivo para este colectivo, ante la aparición del vih resultó vital el uso de la estructura
previamente conformada por los grupos de acción homosexuales para difundir información sobre el
virus y exigir alternativas de salud dignas y libres de discriminación.

El papel del movimiento gay

Al acuñarse, gracias a distintos factores como el aceleramiento económico y la globalización, el


término anglófono gay para designar una nueva identidad sexual para quienes gustaban de relacionarse

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con personas de su mismo sexo, se pasó se la desgracia y el espanto que representaba para los mismos
homosexuales aceptar sus gustos, a la alegría y festividad de una identidad que ya no condenaba, sino
que exigía respeto, presencia y aceptación.
A finales de los 70, distintos grupos organizados de homosexuales, emparentados con los
movimientos de izquierda y progresistas, empezaron a hacer apariciones. El principal recurso utilizado
por estos grupos, como el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) o el Grupo Lambda
de Liberación Homosexual, fueron las marchas, que crecieron en número y visibilidad con el correr de
los años y que desde 1978 se llevan a cabo, año tras año. Entre sus objetivos iniciales estaban el poner
fin a las redadas y al acoso por parte de las autoridades a quienes exponían sus preferencias
homosexuales, la exigencia de derechos ciudadanos plenos y el castigo para los crímenes por
homofobia. No obstante, distintos factores, como la marcada ideología socialista en algunos de los
grupos, las fragmentaciones internas y la discrepancia en cuanto a las tácticas utilizadas para el logro
de sus metas, debilitaron con rapidez el naciente movimiento, y pronto lo que pudo haberse convertido
en un amplio colectivo de la diversidad sexual se volvió un cúmulo de células.
La marcha del orgullo es la reminiscencia más importante y el más grande aporte de este
menguado movimiento al ahora denominado colectivo de la diversidad sexual. De por sí una
manifestación colectiva cautivadora y compleja, la traigo a mención ya que en ella podemos encontrar
esta misma diversidad de identidades y exigencias que se conjugan en un movimiento aparentemente
fragmentado, y que se resumen en una demanda general: el derecho a ser diferentes. A través del
performance, el día de la marcha se logra exponer ante la sociedad un retrato fidedigno de las distintas
alternativas sexuales de que dispone el ser humano para su realización y goce; se anuncian los ideales a
los que aspira el colectivo de la diversidad (la unidad, el respeto, la libertad de expresión afectiva,
sexual, corporal) en la marejada de plumas, colores y ritmos que inundan por un día el Paseo de la
Reforma; y al mismo tiempo, casi de manera inconsciente, se manifiesta una crítica feroz a la moral y
buenas costumbres de la sociedad machista contemporánea, a los roles de género, a las familias
tradicionales, a la sumisión femenina y a la pretensión de superioridad masculina, proponiendo muchas
veces opciones que de tan reales, ya existen. Así, encontramos, de nuevo, gracias al performance,
cuerpos caracterizados, pues es al cuerpo donde han sido reducidos, muchas veces, las identidades
homosexuales, promoviendo la idea de que si una persona es gay, es además pervertida, enferma
sexual, obsesionada con el placer a tal grado que no se detiene ante nada por alcanzar una recompensa
genital. En la marcha se cuestionan estas ideas, por medio de lo cómico, lo sublime y lo trágico.
Es en el cuerpo donde la cultura ha orillado a la conformación de la identidad gay, más

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visiblemente que en otros casos. Los insultos siempre tienen que ver con condiciones corporales: la
delicadeza y amaneramiento del “joto”, o la femineidad del “maricón”; sin mencionar que, muchas
veces, se recurre a elementos caracterizados como femeninos para insultar a los homosexuales, lo que
nos arrastra también al problema del género y de la reproducción de los roles tradicionales al interior
del colectivo gay, atribuyendo frecuentemente a los roles sexuales pasivos rasgos femeninos y, por
consiguiente, jerárquicamente inferiores (aunque esto ha dejado de cobrar tanta importancia como
antes en años recientes, sigue siendo, en algunos círculos, y frecuentemente en los de barebackers, una
cuestión de suma importancia). De esta manera, siempre estos elementos están íntimamente ligados
con la búsqueda del placer. La forma en que un hombre busca o desea relacionarse sexoafectivamente
con otro hombre, al tener connotaciones marcadamente negativas, ha de realizarse bajo la protección
del anonimato y la clandestinidad, en lugares públicos creados para tales fines, como vapores o sex
shops, o usando medios seguros y rápidos, llámese internet o fanzines gays.
A medida que la identidad gay se consolida y se expande, salen a la luz nuevas implicaciones
culturales que antes se pasaban por alto. Así, encontramos, incluso al interior del colectivo gay, casos
graves de discriminación a partir de los roles reproducidos de la sociedad heteronormativa, y en contra
de quienes no se adaptan a los modelos ideales del estilo de vida gay.
Con estos detalles descritos, he buscado insertar como contexto el movimiento y la identidad
gay ya que provee de dos factores fundamentales para el trabajo: los colectivos homosexuales fueron
los que primero se encargaron de hacerle frente al problema del vih/sida, y sus estrategias fortalecieron
y acrecentaron la identidad gay en nuestro país, a la vez que se promovieron valores y pautas de
comportamiento ideales que, por otro lado, pusieron en desventaja a quienes se apartaban de los
modelos expuestos. Quienes deciden no usar condón, por ejemplo, son considerados como peligrosos y
desdeñados por quienes comparten una misma identidad gay; de esta forma, si las prácticas
homosexuales tienen que conformarse (eso sí, cada vez menos) con la discreción y el anonimato,
quienes deciden no hacer uso del condón se enfrentan a un problema doble, lo que los aleja del alcance
de las campañas y políticas públicas de reducción de transmisión del vih/sida.

Los barebackers

Hasta este punto me ha dejado la pregunta que en un inicio me formulé para recolectar datos: ¿qué pasa
con las políticas públicas contra el vih, que a pesar de estar casi totalmente enfocadas en el grupo de
hombres que tienen sexo con hombres (y cuya categorización presenta, dicho sea de paso, otra cascada

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apabullante de consideraciones), no logran frenar, mucho menos disminuir, el número de nuevos
casos? ¿Cuáles son las causas por las que las campañas no devienen en los resultados que se esperan de
ellas? La respuesta, sin duda, tendrá que estar conformada por una multiplicidad de factores, de los
cuales, según he visto, uno muy importante es la difusión y creciente aceptación de las prácticas
bareback.
El bareback, como lo conocemos ahora, es un fenómeno que surge solo después de la aparición
del vih, como una práctica influenciada por la emoción del riesgo, la negación del sida o la aceptación
de un destino fatalista. Se promueve principalmente por dos vías: la pornografía y las reuniones
privadas. Existen casas productoras de videos para adultos, como “Machofucker”, que realizan solo
material donde se muestran hombres teniendo relaciones sexuales sin condón, y que reclutan actores
por medio del internet sin solicitar en los requisitos ninguna prueba de infecciones de transmisión
sexual. Este tipo de videos gozan de gran popularidad entre ciertos sectores del colectivo gay, con una
gran variedad de tipos físicos y rangos de edad, pero que se caracterizan, en muchas ocasiones, por
otras prácticas poco convencionales como el sadomasoquismo, el bondage, el uso de juguetes o
aparatos sexuales y fijación por prendas y accesorios de cuero, y sus admiradores, que admiten
cualquier apariencia posible.
He sabido de distintas alternativas en que se llevan a cabo las reuniones privadas de
barebackers, frecuentemente en casas particulares, donde se entra solo con invitación de alguien que ya
haya asistido, contacto vía telefónica, internet o periódico; y donde se mezclan personas que viven con
vih con otras que no portan el virus, manteniendo en silencio el estatus serológico de los asistentes,
para tener relaciones sexuales desprotegidos y formar parte de una especie de ruleta rusa donde la
excitación y el riesgo son llevados al límite. Otras formas de búsqueda de relaciones bareback es,
principalmente, a través de la web, mediante páginas de contacto que utilizan perfiles con los gustos e
intereses de los sujetos, quienes para referirse a estas prácticas usan términos como “bb”, “entrones”,
“dispuestos a todo”, “a pelo”, “al natural”, etcétera.
Distintos factores han contribuido a la difusión de las prácticas sexuales sin condón, algunas
que ya mencionamos, como el hastío del discurso oficial y la excitación que provoca el riesgo, pero
ciertamente también han jugado un papel importante las nuevas familias de medicamentos ARV, que
han convertido el diagnóstico reactivo (seropositivo) en una enfermedad crónica y ya no mortal, no
más peligrosa que la diabetes o la insuficiencia renal. En nuestro país, las campañas públicas para la
prevención del vih no contemplan este tipo de cuestiones, reproduciendo como único discurso posible
el uso invariable del condón, sin detenerse a preguntarse sobre las motivaciones, causas e influencias

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de quienes, voluntariamente, deciden hacer caso omiso de esta recomendación.
Incluirlos mediante nuevas estrategias (que todavía falta desarrollar) es, desde mi punto de
vista, una labor fundamental en la lucha contra el vih. Para esto, es necesario comprender su estilo de
vida, sus creencias y prácticas, sus deseos y dudas, y nada mejor para esto que el punto de vista
antropológico. En principio, mis preguntas sobre el tema van encaminadas a pensarlo, si es así, como
un contramovimiento de vih (al promover las prácticas sin protección frente al discurso tradicional),
como una posible hipótesis; para esto, debemos saber si existe una identidad colectiva, y si plantean un
modelo de vida gay alternativo al dominante.

Conclusión

Las entrevistas y encuestas realizadas durante el primer trabajo de campo, al igual que las lecturas y las
observaciones etnográficas, por ejemplo, de la marcha del orgullo, o de ciertas páginas de contactos
personales, me ayudaron a definir, de entre la diversidad de posibilidades, a un sector muy específico
del colectivo gay, que es, según entiendo, el más vulnerable frente al problema del vih, no solo porque
deciden ignorar la recomendación de uso del condón como única medida posible para la prevención del
vih, sino porque, por esto mismo, son excluidos de las políticas públicas de prevención y tratados
“como si lo merecieran”; cuando el problema mismo implica no solo una decisión personal de vivir en
el riesgo, sino toda una serie de significaciones encadenadas acerca del placer, de la sexualidad, del
cuerpo y del estigma al que son orillados por asumir una identidad gay.
Después de una estancia relativamente extensa en la Clínica Condesa, donde realizamos
encuestas a algunos pacientes y funcionarios sobre los servicios ofrecidos, se estableció contacto con
posibles estudios de caso con quienes se continuará el segundo trabajo de campo mediante relatos de
vida y experiencias compartidas. Estos actores, al ser portadores del virus y al haberlo adquirido por
vía sexual, muy posiblemente tuvieron prácticas sexuales sin condón; no obstante, mantenemos el
interés por establecer contacto con sujetos que no se hayan hecho la prueba de vih nunca. También
profundizaremos en la observación y descripción etnográfica, directa en el caso de los espacios
virtuales; y de los físicos, de no ser posible una observación directa (debido a lo arriesgado de la
situación), sí al menos por observaciones indirectas, a través de informantes o literatura sobre el tema.
Cabe aclarar que, como aspirante a antropólogo profesional, no manifiesto en la investigación
ninguna postura a favor o en contra de este tipo de prácticas, pues mi intención es hacer un análisis de
las motivaciones de estos sujetos, que muchas veces, para simplificar, se tachan de inconscientes o

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irresponsables y se les ignora en las estrategias de prevención, asumiendo la postura de “Si ya saben
que están en riesgo, y aun así no usan condón, allá ellos”.
Los resultados serán entregados a las asociaciones civiles que nos ayudaron en la primera etapa
de la investigación, con la esperanza que puedan aportar al menos un panorama más amplio acerca de
los aspectos en los que va cambiando la lucha contra el vih, a medida que la ciencia provee de nuevas
alternativas médicas para quienes padecen el virus, pero también cuando, en una sociedad que pudiera
parecer abierta e incluyente, se siguen despreciando prácticas que se consideran peligrosas o contrarias
a las ideales, sin siquiera preocuparse por su mejor comprensión y reproduciendo círculos de rechazo,
discriminación y exclusión que en lugar de proponer soluciones, profundizan los problemas.

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